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Discursos de esclavitud en Chile y la construcción cultural del concepto de aclimatación en el discurso nacional del siglo XIX. Francisco Garrido Introducción La esclavitud en Chile tuvo sus orígenes en los inicios de la Conquista Española, trayendo esclavos negros desde las primeras expediciones al territorio. Sin embargo, durante la época de Gobierno Colonial la situación periférica de la Capitanía General de Chile no hizo de este lugar un polo atractivo de desarrollo económico dado que no era viable el masivo desarrollo de las cotizadas plantaciones de azúcar, tabaco o café debido a las condiciones biogeográficas locales. Independiente de aquello, a principios de la Colonia la esclavitud en Chile cobró una gran presencia, participando los esclavos de color y mulatos libres en distintas facetas de la economía nacional. Luego de la Independencia y la consiguiente abolición definitiva de la esclavitud en 1823, la situación del sujeto de color en Chile y su significancia local fue erradicada del discurso intelectual decimonónico y justificada bajo el punto de vista de que su escasa presencia en comparación con otras colonias españolas fue debida en gran medida a una supuesta falta de aclimatación de los esclavos en el territorio, igualando su condición con la naturaleza de los cultivos tropicales que se definían como sus actividades propias. Dentro del discurso científico racial del siglo XIX marcado por valores positivistas de progreso y enfocado en la construcción de un discurso de nación, vemos que hay un consciente esfuerzo por parte de las elites por eliminar cualquier elemento del pasado africano en el

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Discursos de esclavitud en Chile y la construcción cultural del concepto de aclimatación en

el discurso nacional del siglo XIX.

Francisco Garrido

Introducción

La esclavitud en Chile tuvo sus orígenes en los inicios de la Conquista Española,

trayendo esclavos negros desde las primeras expediciones al territorio. Sin embargo,

durante la época de Gobierno Colonial la situación periférica de la Capitanía General de

Chile no hizo de este lugar un polo atractivo de desarrollo económico dado que no era

viable el masivo desarrollo de las cotizadas plantaciones de azúcar, tabaco o café debido a

las condiciones biogeográficas locales. Independiente de aquello, a principios de la Colonia

la esclavitud en Chile cobró una gran presencia, participando los esclavos de color y

mulatos libres en distintas facetas de la economía nacional.

Luego de la Independencia y la consiguiente abolición definitiva de la esclavitud en

1823, la situación del sujeto de color en Chile y su significancia local fue erradicada del

discurso intelectual decimonónico y justificada bajo el punto de vista de que su escasa

presencia en comparación con otras colonias españolas fue debida en gran medida a una

supuesta falta de aclimatación de los esclavos en el territorio, igualando su condición con la

naturaleza de los cultivos tropicales que se definían como sus actividades propias. Dentro

del discurso científico racial del siglo XIX marcado por valores positivistas de progreso y

enfocado en la construcción de un discurso de nación, vemos que hay un consciente

esfuerzo por parte de las elites por eliminar cualquier elemento del pasado africano en el

territorio, convirtiéndolo simbólicamente a través de su clima y geografía en un lugar sólo

apto para las mejores razas europeas y un mestizaje superior.

La negación de la población color y su asociación a valores ontológicamente

negativos y propios de otros climas y latitudes, genera además una separación discursiva de

la identidad Chilena en relación al resto de Latinoamérica, situación que aún hoy es parte

del discurso en el imaginario nacional.

Los inicios de la esclavitud negra en Chile

La primera presencia de esclavos negros en Chile se inicia con la primera

expedición de Diego de Almagro en 1536, la cual fuera de traer como mano de obra

forzada unos 2000 indígenas, además traía 200 esclavos como parte del personal de

transporte utilizado por los conquistadores que partieron desde Perú (Mellafe). Sin

embargo, durante la época de la Conquista el estatus del sujeto de color aún no se veía

completamente disminuido como lo fue poco tiempo después durante la Colonia, e

inclusive hubieron destacados conquistadores mulatos y negros que cumplieron activos

roles en la conquista de Chile, donde destacan especialmente las figuras de Felipe, Juan

Fernández, Juan Valiente y Juan Beltrán, siendo estos dos últimos incluso merecedores de

una encomienda en el sur del país (Restall). En el caso de Juan Valiente, es posible que

incluso este último haya sido un cimarrón que escapó de su amo en México huyendo hacia

Perú, donde fue reclutado por la expedición de Diego de Almagro y así alcanzó un

importante grado de movilidad social (Ramón Acevedo).

Uno de los primeros usos económicos ambicionados para la internación de esclavos

de color en Chile estuvo relacionado con la minería, donde el gobernador Pedro de Valdivia

en un comienzo y luego Jerónimo de Alderete solicitaron provisiones especiales a la

Corona para su importación en gran escala y monopolio, proyectos que fueron abortados

abruptamente por la muerte de aquellos personajes (Mellafe). Si bien dichos proyectos no

fueron ejecutados en la escala deseada, la rápida disminución de la mano de obra indígena

en Chile, hizo de la aplicación de mano de obra esclava a la minería una actividad si bien

pequeña en escala, recurrente.

La rápida disminución de la mano de obra indígena hizo que la población de color

en Chile a fines de la época de la conquista fuese bastante significativa, llegando a ser a

inicios del siglo XVII, incluso mayor que la cantidad de españoles y europeos (tabla 1).

Años

Españoles

europeos y criollos

Mestizos

blancos

Negros y mestizos

de color

Indios de paz en

encomiendas y otros

Indios

rebelados Total

1540 154 10 1.000.000 1.000.164

1570 7.000 10.000 7.000 450.000 150.000 624.000

1590 9.000 17.000 16.000 420.000 120.000 582.000

1600 10.000 20.000 19.000 230.000 270.000 549.000

1620 15.000 40.000 22.000 230.000 250.000 557.000

Tabla 1. Población del Chile Colonial, siglos XVI e inicios del XVII (según Mellafe)

Desde los comienzos de la Conquista, en un escenario donde nuevas identidades y

actores sociales entran en juego, se denotan los problemas para entender la otredad bajo la

lógica del discurso oficial manifiesto por medio de las crónicas. Una escena interesante que

refleja la imagen prejuiciada hacia el indígena y su relación con el sujeto de color durante la

época de la conquista, es referida por el cronista español Mariño de Lobera cuando relata

una supuesta situación de interacción acaecida a situación de un naufragio. Luego de la

muerte del piloto y un fuerte temporal, un barco español varó en la costa norte del país con

un cargamento de provisiones para la naciente capital de Chile en Santiago. Según el relato,

los indígenas de la zona se acercaron al naufragio y mataron a los españoles capturando a

un esclavo negro que venía allí:

Estaba entre aquellos españoles un negro esclavo de uno de ellos, con cuyo aspecto

se espantaron muchos los bárbaros, por no haber visto jamás jesto de hombre de

aquel color; y para probar si era postizo lo labaron con agua muy caliente

refregándolo con corazones de mazorcas maíz y haciendo otras dilijencias para

tornarlo blanco; pero como sobre lo negro no hai tintura, el quedó tan negro como

su ventura, pues fue tal que lo trajo a manos de jente tan inhumana que después de

todo eso le dieron una muerte mui cruel (Mariño de Lobera 89).

Es interesante este relato, porque fuera del hecho obvio que no hubieron testigos de

tal situación (debido a que todos murieron), el propio gobernador de Chile, Pedro de

Valdivia, narra el mismo naufragio en una carta dirigida al rey de España, pero fuera de dar

cuenta de la existencia de un esclavo negro en la tripulación, nada dice de su supuesto

destino a manos de los indígenas (Valdivia). Y en efecto, dicho relato no sería más que la

extrapolación del autor hacia un contexto histórico de la famosa fábula de Esopo conocida

bajo el nombre de “El Negro”1:

Cierto hombre que había comprado un negro, creyendo que su color lo causaba el

abandono y negligencia de éste, que había dejado que poco a poco se ennegreciera y

1 Conocida también bajo el nombre de “El Etíope” en ediciones contemporáneas de las fábulas de Esopo.

ensuciara su cutis, lo hizo meter en toda clase de baños, y probó lavarlo de todos

modos; pero no solamente no pudo quitarle el color, sino que tan repetidas

abluciones lo pusieron enfermo. (moraleja) No se pueden quitar ciertos defectos que

provienen de la naturaleza (Esopo 187).

El total desconocimiento de la otredad por parte del conquistador español y su

posición dominante lo hace entender al otro a través de lo conocido para así intentar

dominarlo (Todorov). La relación entre dos de las más bestiales criaturas que el español

puede imaginar, el esclavo negro y el indígena, no lo llevan a pensar en más lógica que la

inhumanidad en su interacción, con todas las categorías propias del modo de pensar según

el modelo “orientalista” (Said). Y será precisamente esa incomprensión la que dominará el

discurso colonial local donde el esclavo jamás tendrá voz propia, sino que será entendido a

través de los paradigmas dominantes de cada época sobre su naturaleza y condición de

vida.

Usos económicos e ideario sobre el esclavo Colonial en Chile

Muchos de los oficios mecánicos durante la Colonia fueron realizados por indígenas

o por artesanos criollos que contaban con esclavos negros como personal de apoyo,

llegando estos últimos inclusive a ser oficiales en carpintería, herrería o albañilería (Grez).

Un caso interesante que refleja el carácter de los oficios del esclavo en Chile puede ser

visto en el testamento de don Melchor Jufré Águila en 1631 donde se describen 16

africanos entre cuyos oficios se cuentan los de albañilero, carreteros, zapateros y mujeres

cocineras (Peri Fargestrom). Actividades agrícolas, de pastoreo y minería también

utilizaron mano de obra esclava, aunque en menor medida en comparación con otros

sectores de la población mestiza.

Según Feliú Cruz, en Chile, “los esclavos llevaban una vida de relativa comodidad”

(18). Sin embargo, el mismo autor cita el caso del calesero de la familia del luego célebre

estadista Diego Portales, donde el padre de éste le había hecho un sombrero de latón a su

esclavo calesero, el cual el joven Diego calentaba al fuego y se lo ponía en su cabeza para

burla familiar.

Negros y mulatos libres durante la Colonia estaban sujetos a diversas restricciones

sociales y políticas, pero una de las más fuertes refería al pago de tributo por el hecho de

vender su trabajo en cualquier oficio. La única posibilidad de eximición de aquel tributo era

su participación en milicias de infantería, conocidas como “milicias de pardos”, creadas en

Chile en 1643 para dedicarse a labores de defensa del territorio contra ataques de piratas,

rebeliones indígenas, guardia urbana y obras públicas (Ramón Acevedo). Sería este

batallón de pardos el mismo que en la época de la Independencia de Chile sería renombrado

como “Infantes de la Patria” y habría tenido una destacada participación en diversas

batallas y especialmente en la de Maipú, una de las más decisivas para la independencia

nacional (Feliú).

El servicio doméstico fue también una importante actividad para la cual fueron

utilizados esclavos, cuya tenencia significaba una fuente de estatus para su propietario al

demostrar su suficiencia económica (Mellafe, Dubinovsky, Ramón Acevedo). El sujeto

esclavo debía ser útil y bajo dicha lógica sumiso. Una interesante práctica al respecto fue la

venta de esclavos con un “seguro de tachas” que buscaba aminorar la potencial merma

económica producida por malas conductas como el alcoholismo, robo y cimarronaje, tal

como lo vemos en el ejemplo siguiente:

Sepan cuantos esta carta de venta real vieren, como yo Antonio de Cañas, mercader

residente en esta ciudad de Santiago de Chile, otorgo por esta carta que doy en venta

real al M.R.P. fray Rodrigo Lobato, del orden de Ntra. Sra. De las Mercedes, que

ésta presente, una negra, mi esclava, llamada Magdalena, de casta angola , de edad

de dieciocho años, poco más o menos, por bozal, recién venida de Guinea, alma en

boca, queso en costal, con seguro de tachas de borracha, ladrona, cimarrona y de

otras que tuviere o pareciere tener, excepto de enfermedad pública ni secreta , si la

tuviese, y por cobro de derechos reales de contado, de los cuales me doy por bien

contento, entregado y pagado por ser en mi poder… (Medina 195).

La misma existencia de este seguro hace suponer la existencia de ciertos atributos

negativos o “tachas” a los cuales serían propensos los individuos de color por su propia

condición racial. Interesante es además que las enfermedades no están cubiertas

precisamente por su universalidad e interracialidad, dando cuenta así que los otros

elementos serían propios de la condición del esclavo y son a la vez un riesgo para su amo.

Lo extenso de las rutas de transporte de esclavos desde Buenos Aires a Santiago y la

multiplicidad de intermediarios habrían generado en el siglo XVIII una serie de normas

locales relativas a la falta de responsabilidad del vendedor final en torno a las tachas, vicios

y enfermedades, dando pie al origen de instrumentos de corte capitalista bancario que

pudieran asegurar el riesgo de invertir en un esclavo (Dubinovsky).

Un caso judicial a este respecto es el de María, una esclava bozal de 30 años traída

del reino de Dahomey, la cual fue vendida al fray hospitalario Pedro Ome de Pezoa y

Rivera en Santiago (Ramón Acevedo). En 1602, se inicia una causa judicial por la supuesta

“demencia e imbecilidad” de la esclava al no poder entender órdenes y se exige la

restitución del dinero de compra, a lo cual la vendedora original, doña Jacinta Flores,

argumenta hábilmente que el problema es la bozalidad de la esclava y no otro defecto

previo.

El esclavo se espera sea una inversión segura en capital, y así como cualquier otra

mercancía o herramienta, puede ser asegurado, considerado defectuoso y exigida la

restitución del dinero gastado. Cualquier tacha o “defecto” como el alcoholismo o

cimarronaje era un factor visto como un atentado en contra del amo por parte del esclavo,

haciéndole perder valor a su inversión por la rebaja en el precio de venta. Esto llevó a

ejercer en Santiago medidas de castigo judicial consistentes en azotes, castración y la

mutilación de orejas contra esclavos con tachas (Mellafe). Todo ello no es más que una

muestra más de la cosificación discursiva y práctica en la trata de esclavos, desprovista de

cualquier noción acerca de la humanidad del sujeto en transacción, considerando sólo su

aspecto funcional.

La inferioridad racial no sólo estuvo presente en la condición de esclavo, donde

incluso personas libres eran discriminadas y no podían contar con las mismas garantías

públicas por ser de color. Los maniqueísmos del discurso colonial con sus polaridades de

cualidades asociadas no sólo al color de piel, sino incluso a la total blancura de sangre

tuvieron repercusión en los casos judiciales de “disfraces de color” (Undurraga), donde

constan varios expedientes de anulación de matrimonios al demostrar la falta de pureza

racial de alguno de los cónyuges, independiente de su color de piel visible. El esencialismo

de la discriminación racial iguala esclavitud y raza, permitiendo así la jerarquización del

mundo en torno a categorías fenotípicas que permiten crear el nuevo orden mundial que

desde el siglo XVI da pie a la acumulación primitiva del capitalismo multinacional

(Winant).

Al mismo tiempo, durante el siglo XVII aparecen los primeros discursos

ambientalistas acerca de la esclavitud en Chile, que consideran que sólo un clima cálido

sería propio del sujeto de color. Un ejemplo de ello lo vemos en la explicación que da el

cronista González de Nájera acerca del bajo nivel de cimarronaje en el territorio nacional,

donde fuera de argumentar que una razón sería el supuesto buen trato hacia los esclavos, la

siguiente razón sería:

…que siendo naturalmente los negros friolengos, no dejan el poblado por los

desabrigados montes de tierra fría, pues las partes a donde se pueden huir, o ha de

ser la cordillera entre la nieve, o a mayor altura de tierra, partes que son siempre

más frías que las que habitan los españoles, y que no les ha de ser tan conforme a su

natural, como el Perú y Brasil a los que allá se huyen por ser tierras calidísimas y

sin invierno, donden andan desnudos por los montes, como lo hacen en su natural

tierra (González de Nájera citado en Mellafe 86).

Dicho discurso ambientalista que argumenta la inadecuación del personaje de color

a la geografía y clima nacional, será un tópico relevante en el Chile decimonónico como

argumento de superioridad racial y negación de la identidad negra, tal como veremos en la

discusión de la creación del ideario de nación luego de la independencia de Chile.

Abolicionismo e Independencia

Manumisión y compra de sí mismo fueron los únicos mecanismos de libertad para

el esclavo de color durante la época colonial. La población estimada de negros y mulatos

hacia fines de la época colonial se estima en alrededor de 12.000 individuos, siendo más de

la mitad de ellos esclavos (Feliú).

La abolición de la esclavitud en Chile es un fenómeno directamente asociado a la

independencia y los ideales ilustrados, siendo Manuel de Salas el principal gestor de esta

reforma. El 11 de octubre de 1811, un año después de haberse iniciado el primer Cabildo

Abierto en Santiago, fue declarada la libertad de vientre (Guerrero) donde dentro de su

formulación podemos resumir los siguientes puntos fundamentales:

- Contrariedad de la esclavitud al espíritu cristiano, humanidad y buenas costumbres

- Fin a toda importación de esclavos

- Libertad para cualquier esclavo que llegase y se mantuviese en territorio nacional

por más de seis meses

- Preocupación por los amos de esclavos en cuanto a la permanencia en el servicio de

los esclavos actuales

- Libertad de vientre para los hijos de esclavos nacidos desde ahora en adelante

- Libertad de vientre como condición de venta de una esclava al extranjero

La reconquista española del reino de Chile en 1814, creo un paréntesis en la

aplicación de esta normativa, la cual sólo es retomada luego de la Independencia. A pesar

de los ideales ilustrados de la época y de las mencionadas contradicciones al espíritu

cristiano, humanidad y buenas costumbres, el peso económico de la esclavitud y el poder

aristocrático de sus poseedores le quitó bastante peso práctico a esta medida abolicionista,

donde no cambiaba en nada la situación para todos los esclavos ya existentes. Este discurso

abolicionista inicial fue claramente impulsado desde arriba y a pesar de los ideales

ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad que condenaban la institución de la esclavitud

por argumentos de derecho natural, fue más fuerte la excusa paternalista que de los

esclavos no podían ser liberados inmediatamente porque serían unos vagos sin oficio. El

discurso de la primera junta de gobierno lanzado en 1811 junto a la proclama de libertad de

vientre destaca lo siguiente:

Esclavos, preciosa porción, aunque infeliz de la humanidad, nuestras embarcaciones

jamás condujeron de África a vuestros progenitores. Vosotros habéis visto a

nuestros hermanos los indios sujetos a peor condición; y nuestras trabas y

envilecimiento casi nos dejaba de una suerte igual a la vuestra. Ya es libre vuestra

posteridad. Chile es el primer país de la América Española que proclama ese natural

derecho: agradecednos lo que es posible por ahora. Os halláis sin industria y sin

ocupación para subsistir; por esto no podéis ser unos hombres libres, pero vagos.

Sin embargo, luego veréis los principios suaves y benéficos que modificaran la triste

servidumbre hasta reduciros a la clase de hijos (Feliú 40).

Como podemos ver en la dicha proclama, el discurso de elite busca el abolicionismo

en función de corregir “nuestras trabas y envilecimiento que casi nos dejaba de una parte

igual a la vuestra”, donde se enmascaran como víctimas los victimarios y se busca

falazmente argumentar una igualdad de daños que oculta la asimetría de poder de la

situación. Por otro lado, es interesante desde el temprano discurso nacionalista que busca

destacar la superioridad moral de Chile en relación al resto de colonias españolas, recurso

que sería bastante común en la segunda mitad del siglo XIX.

La medida inicial de libertad de vientre causó bastante revuelo en la aristocracia

local y en muchos casos no fue respetada. En 1814 y ante la creciente amenaza de la

reconquista española del territorio, la presión del nuevo Gobierno de José Miguel Carrera

por tropas llevó a crear el regimiento denominado “Ingenuos de la Patria” con el fin de

reclutar esclavos desde los 13 años hacia adelante y asegurarles su libertad a cambio de

trabajo militar, donde el Estado se comprometía a pagar progresivamente su valor

económico a los previos dueños (Feliú). El paternalista y humillante título de este

regimiento reflejaba la condición asignada a su composición, el cual fue principalmente

conformado por esclavos fugitivos, ya que hubo mucha resistencia de los amos a consentir

la decisión de sus esclavos de ir al ejército. Este regimiento fue suprimido aquel mismo año

por el nuevo gobierno español durante el período de la Reconquista (1814-1817).

Si bien el regimiento de “Ingenuos de la Patria” no tuvo mayor éxito, distinta sería

la situación del anteriormente mencionado regimiento “Infantes de la Patria”, derivado de

la milicia de pardos y compuesto por negros y mulatos libres. Este regimiento tuvo

destacadas acciones militares durante la última fase de la Independencia entre 1817-1818,

destacando por sobre todo la figura del mulato José Romero, quien llegaría a ser un

importante oficial del ejército chileno, recibiría condecoraciones, y luego pasaría a ser

Oficial de Sala de la Cámara de Diputados en la nueva República hasta poco antes de su

muerte su muerte (Feliú).

Sería una vez consolidada la Independencia cuando la abolición de la esclavitud

cobraría un nuevo impulso y esta vez definitivamente asegurada. Va a ser en 1823, cuando

José Miguel Infante desde el Senado promovería la eliminación definitiva de la esclavitud

en Chile con sus célebres discursos anti esclavitud:

Han sido arrancados de los hogares de sus dueños como cerca de dos mil esclavos y

cuatrocientos jóvenes, para ser llevados a lejanos fundos: allí se les ha arrojado en

miserables galpones para vivir, atados con cordel para que no puedan fugarse. Algunos han

sido marcados a fuego, porque se han rebelado contra una tal ignominia. Las jóvenes

esclavas han sido entregadas al ludibrio de los trabajadores de las haciendas, violadas y

vejadas, una y mil veces, para hacerlas infecundas por la frecuencia del comercio del acto.

Los matrimonios jóvenes han sido separados, y no ha bastado el llanto ni el dolor, la

súplica y la agonía de estas pobres gentes, para merecer el perdón. ¿Es esta conducta la que

enseña la caridad cristiana? ¿Es esto obrar de acuerdo con los principios liberales por los

cuales hemos luchado? Pero ya se ve, los que así han procedido no han tenido ni principios

cristianos ni sentimientos humanos, y de esta manera menos han podido comprender los

ideales liberales… Los que defienden la esclavitud no son más que asesinos que no pueden

matar sino esclavos. No se atreven con un hombre de principios libres (Feliú 64-65).

Si bien en un comienzo hubo ciertas polémicas con el poder ejecutivo por la

supuesta vulneración de derechos de propiedad que traería la abolición definitiva de la

esclavitud, finalmente el 23 de junio de 1823 es promulgada la ley que suprime

definitivamente toda esclavitud en Chile y se declara a su vez libre a todo esclavo

extranjero que pise territorio nacional. La desaparición de la institución de la esclavitud en

Chile, trajo consigo la eliminación del sujeto de color dentro del discurso y la vida social

del país, excluyéndolo por completo en la conformación de esta nueva nación.

En lo que sigue del siglo XIX, el discurso identitario nacional basara sus valores en

una supuesta homogeneidad racial que ocultara las abismantes desigualdades sociales de la

época bajo una falsa camaradería nacional inspirada por los triunfos militares en el

extranjero y el aislamiento geográfico del resto del continente. El centralismo

gubernamental manifiesto en un fuerte autoritarismo político durante dicho período,

buscaba integrar en un todo unitario, un país fragmentado geográficamente donde la

democracia y el liberalismo sólo fueron una ficción oligárquica dentro de un contexto

altamente estratificado racial y económicamente (Larraín).

El discurso sobre el clima de Chile y la constitución racial de su pueblo

Para la mentalidad ilustrada que ya no buscaba causalidad basada en órdenes

preestablecidos, sino en la razón y la ciencia, el empirismo fue un medio fundamental de

buscar verdades de acuerdo a criterios objetivos de validez. La diversidad humana fue

explicada de muchas formas y entre ellas la alusión climática fue un importante argumento

para la conceptualización de las diferencias fenotípicas de individuos basadas en color de

piel, estatura, cabello y otros rasgos. El concepto antropogeográfico de Buffon determinara

la biología y para Montesquieu el clima incluso determina incluso el tipo de vida social de

los individuos (Urteaga). En dicha perspectiva, las cálidas zonas meridionales son vistas

como cunas de promiscuidad sexual, humedad insalubre, enfermedad, lascivia, tiranía y

falta de moral y orden constituyendo todos los elementos de la clásica visión “orientalista”

(Said), donde se construye la identidad social del otro de modo autoevidente sin siquiera

tener que argumentar lo que naturalmente se asume que existe en oposición a la

racionalidad y progreso occidental.

Después de la Independencia, la constitución de la idea de nación en el Chile del

siglo XIX excluyó por completo la presencia del sujeto africano, destacando la

homogeneidad racial local. Algunos de los primeros discursos a este respecto se pueden

encontrar en relatos de viajeros acerca de las costumbres y composición del pueblo

nacional (Krebs) donde la mención de mulatos y negros es asociada a valores morales

negativos y Chile sería afortunado de no poseer una gran separación de castas. Por ejemplo,

el viajero alemán Eduard Friedrich Poeppig, quien permaneció dos años en Chile entre

1827 y 1829, hace la siguiente afirmación acerca de los potenciales problemas que

produciría la presencia de gente de color en el país, las que serían contrarias a la estabilidad

política y el desarrollo de la civilización:

Los chilenos tienen conciencia de esta circunstancia y se felicitan con razón por el

hecho de que las peculiaridades de su país y de sus antepasados han impedido la

formación de una sociedad en que un mal permanente habría puesto en peligro el

bienestar de sus descendientes. Esta joven República emergió más rápidamente que

sus otros hermanos de la anarquía de la lucha revolucionaria y ha alcanzado un

mayor nivel de civilización y orden que no tiene parangón en este continente. Ello

se debe principalmente a la circunstancia de que cuenta con muy pocas personas de

color entre sus ciudadanos (Poeppig citado en Krebs 73).

Sin embargo, las poblaciones de color no fueron la única amenaza percibida dentro

del ideario de la joven República, sino que las una vez calificadas como heroicas

poblaciones indígenas del sur de Chile que resistieron el dominio español, serán vistas en el

discurso del siglo XIX desde un punto negativo y retrógrado. A nivel de gobierno desde

1845, hubo explícitos intentos de “desbarbarizar” la zona sur del país y así promover la

inmigración europea, especialmente alemana, por considerarla una raza superior y laboriosa

(Salazar y Pinto), creándose incluso agencias gubernamentales de colonización en Europa.

El proceso de racialización fue enfocado a lo europeo, y uno de los grandes atractivos

ofrecidos para los nuevos colonos era precisamente el clima y la geografía de Chile, tal

como lo podemos ver en los documentos oficiales de la Agencia de Colonización en

Europa:

… y en seguida, completada esa gran población de que hablamos, ya veríamos si

sería posible constituir una nación más poderosa que Chile de cada una de las

antedichas repúblicas (Brasil y Argentina), considerando nuestra variedad de climas,

algunos de ellos superiores a cualesquiera otros del mundo, la extensión de nuestra

costa y el número de nuestros puertos, colocados siempre al costado mismo del

lugar de producción, la configuración del territorio en que alterna el valle con la

montaña, la riqueza del suelo y la seguridad de abonarlo con producto propio, las

fuerzas naturales ilimitadas de las caídas de aguas, la riqueza mineralógica unida a

la agrícola, el vigor y la tenacidad de la raza que produce ese clima, la correcta

organización política etc., etc. (Agencia de Colonización del Gobierno de Chile

15).

¿Quién ignora que cada país europeo tiene sus cultivos especiales, apropiados a su

clima y sistemas de cultura diferentes, casi todos utilizables en el suelo y bajo el

clima incomparable de Chile? (Agencia de Colonización del Gobierno de Chile 146)

Como podemos ver en dichas citas, la argumentada superioridad del clima chileno

dentro del contexto sudamericano y su semejanza con el europeo, harían posible para los

nuevos colonos una transición natural a este nuevo territorio donde dos razas fusionadas y

moldeadas bajo las mismas benéficas influencias de la geografía nacional darían origen a

una nueva nación.

El influyente historiador Benjamín Vicuña Mackenna en su obra titulada “El Clima

de Chile”, fuera de describir los atributos atmosféricos de las distintas regiones del país y la

historia de sucesos climáticos especiales, concluye asociando aquellas características a la

misma constitución nacional de la patria.

El clima de Chile, que en cierta manera es Chile mismo, que es la patria i sus

mas dulces atributos de vejetacion i luz, de fecundidad i armonía, de paisajes

inimitables en los sombríos i templados valles, de majestad silenciosa i aterrante en

los senos de sus nieves de eterno refrijerio i de imperecedero raudal; ese clima

dulce, regulador, alternado blandamente en sus transiciones, fijo de estacion -en

estacion, i especialmente estable, que es lo que -en su cielo i en su suelo el

estranjero encuentra mas digno de alabanza (Vicuña Mackenna 204).

La idea de estabilidad climática es una metáfora de la también alabada estabilidad

política con que las elites locales enfatizan la imagen de Chile hacia ojos locales y foráneos.

El clima y la geografía física son claramente asociados a la idea de nación, naturalizando en

el paisaje ciertos valores culturales que serían propios de un país distinto y superior al resto

de sus vecinos.

El discurso nacionalista y racista científico de fines del siglo XIX alcanza una

magnitud excepcional en la obra de Nicolás Palacios, quien en su libro la “Raza Chilena”

(1904), busca realzar los supuestos valores del pueblo chileno desde un punto de vista

racial claramente europeizante. Palacios trata de justificar de modo natural la ausencia de

población negra en el territorio bajo un paradigma ambientalista y darwinista social donde

por un tema de “selección natural” sólo las mejores razas habrían poblado el territorio

nacional:

El negro en aquellos tiempos venía directamente de las rejiones calientes del Africa

a nuestro clima templado o frio, por lo que se moría aquí, seguramente de tisis,

como se muere en los climas fríos el negro no aclimatado. El zambo mismo es poco

resistente al frio. Además los negros parecen perder gran parte de su facultad

reproductiva fuera de las rejiones cálidas. Hoi se sabe que la aclimatación de una

raza es un proceso selectivo natural, que cuesta la vida a los inadaptados. En EE.

UU. viven a la fecha muchos negros bien aclimatados hasta en las rejiones más frías

de aquel país, pero no es porque todos los negros que han ido a establecerse en las

partes frías se hayan habituado a ese clima, sino porque de los muchos que han ido

solo han sobrevivido los que tenían cualidades especiales de resistencia al frio, i

solo estos últimos han dejado prole con esas cualidades de resistencia; los que no las

poseían, murieron más o menos pronto. La Naturaleza ha escojido para que

sobrevivan en ese clima tan opuesto al en que se ha desarrollado la raza negra, a los

individuos que presentaban como propiedad individual esa resistencia al cambio de

clima. Es pues una selección natural (Palacios 209-210).

…Las tres familias negras que conocí en Santiago en 1901, compuestas de unas

veinte personas en aquella fecha, vivían en el barrio de la Recoleta i procedían de

negrillas traídas del norte por oficiales del ejército que hizo la guerra del Pacífico.

Es difícil calcular cuanto mal puede hacer un solo negro introducido en un país

(Palacios 210).

La población negra es claramente asociada a un mal naturalmente superado por el

clima y las familias de color en Chile serían un producto foráneo y altamente negativo para

el espíritu nacional. En términos metafóricos, habría sido el mismo clima que representa a

la nación en términos de Vicuña Mackenna, quien se liberó de las razas inadaptadas e

inferiores dando pues sólo cabida a los mejores elementos de ascendencia europea dentro

del contexto nacional. El racismo científico cobra aquí altos realces y busca clasificar y

naturalizar bajo diferencias y procesos naturales una fuerte realidad de discriminación

social.

Curiosamente en este discurso lo indígena es reconocido y considerado superior en

función de su belicismo heroico. Sin embargo, va a ser la realidad del mestizaje con el

europeo y no el ser indígena independiente quien sería el verdadero sujeto nacional. Al no

poder negar el fenotipo indígena en la población chilena, Palacios lo exalta y lo compara

con el perfil europeo:

Efectivamente, los godos i los araucanos, tan diferentes en su aspecto físico, poseían

ambos, con la misma nitidez i fijeza, todos los rasgos característicos de lo que los

entendidos llaman sicolojía varonil o patriarcal, en la que el criterio del hombre

prima en absoluto sobre el de la mujer en todas las esferas de la actividad mental.

No tengo para que recordar la altísima importancia que los sociólogos atribuyen a la

directriz patriarcal en sicolojía étnica. El perfecto patriarcado de la raza jermánica es

bien conocido por todos, pero el de nuestro antepasado indíjena solo parecen

apreciarlo los sabios estranjeros, como H. Spencer, que lo pone como tipo, o Smith

o Hancock, que lo encomian en grado sumo (Palacios 5).

La raza chilena estaría representada principalmente por sus estratos sociales bajos

bajo la figura del “roto chileno” y paradójicamente no necesitaría una mayor influencia

europea porque ya la tendría y, al mismo tiempo, sus elementos indígenas sureños

diferentes de lo andino funcionarían analógicamente en la misma forma que los europeos

en cuanto a psicología y carácter. En conclusión, Palacios explícitamente argumenta que

racialmente Chile no es parte de Latinoamérica y nunca debería serlo, resumiendo de esta

manera gran parte del discurso racial de la elite chilena del siglo XIX.

Conclusión

En la Exposición Universal de Sevilla del año 1992, Chile envió como elemento

principal de muestra para su pabellón, un enorme trozo de iceberg de 140 toneladas y 7

metros de altura traído directamente desde la Antártica. El propósito explícito de esta

acción fue producir un acto simbólico para demostrar que Chile era un país alejado del

tropicalismo tercermundista latinoamericano a través de un gran acto de masividad y

espectacularidad (Cárcamo-Huechante). La imagen país proyectada a través de este acto

simbólico es una clara extensión de un pensamiento neo-ambientalista que todavía juega un

importante rol político e ideológico en el contexto nacional contemporáneo, más de cien

años después.

Durante el pensamiento positivista del siglo XIX, el ambientalismo adquirió un

carácter cientificista y su discurso fue un potente discurso ideológico que buscaba el

distanciamiento con el resto de Latinoamérica y la europeización racial en un contexto que

fuera no sólo atractivo sino también naturalmente apto para la radicación de las poblaciones

del viejo continente. La creación de una “comunidad imaginada” (Anderson) es un esfuerzo

consciente en las elites del siglo XIX, las cuales intentan generar una idea de nación

selectiva en los agentes que incorpora, dejando de lado indígenas y afro descendientes,

aborreciendo a conveniencia a los primeros y simplemente negando a estos últimos.

La corta expectativa de vida de los esclavos en la época colonial debido a lo forzoso

de las condiciones de vida y la crueldad del sistema esclavista (Thompson) generó una

fuerte mortalidad que no puede ser explicada meramente bajo argumentos basados en

condiciones naturales medioambientales. Aunque en Chile el sistema de plantaciones no

fue implementado por razones climáticas, es un error asociar la condición de dichos

cultivos con la naturaleza humana de sus trabajadores. La falacia del concepto de

aclimatación tiene el rol de ocultar bajo un argumento naturalista las contradicciones

económicas coloniales y el fuerte discurso relacionado al ideal racial del siglo XIX, donde

un clima que no favorecería el desarrollo de las supuestamente inferiores poblaciones de

color si ofrecería un clima más apto para razas superiores.

Este caso de “orientalismo” (sensu Said) sudamericano intenta construir una

identidad de nación en completa oposición a ciertos valores y referentes atávicos que se

consideran como desfavorables para la visión de progreso y desarrollo del país. La

economía racial generada por el capitalismo global y su jerárquica clasificación de los

dominados (Winant), hace que las elites busquen alejarse del polo negativo de la diferencia,

se ignore el pasado y se busquen otros referentes para la creación del nuevo ideal racial de

acuerdo al criterio dominante de nuestra sociedad. Tal es la situación que caracterizó la

construcción del ideario de nación en el siglo XIX chileno, donde el sujeto de color no

encontró más que negación y absoluta abolición, no sólo de la esclavitud, sino que también

de su propia existencia.

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