doce sugerencias de comunicación - escuela superior de ... · balance de vida, que consiste en...
TRANSCRIPT
ESPAÑA ARGENTINA CHILE PORTUGAL MÉXICO
Alemania Bélgica Brasil Colombia Costa Rica EE.UU Francia Reino Unido Italia Marruecos Perú Uruguay
Doce sugerencias de Comunicación
Diciembre de 2014
1Los aprendizajes que nos dejó la selección argentina, por M.L. Leguizamónen IPROFESIONAL
2Comunicar malas noticias, por B. Bercerueloen ABC
3El salario emocional y la satisfacción del personal, por C. Bonillaen MUNDO EJECUTIVO
4Turismo sanitario: reto de país y de comunicación, por C. Ribasen TOP COMUNICACIÓN&RR.PP.
5El papel de la comunicación en la Sanidad, por F. Geijoen PRNOTICIAS
6Comunicación en salud, por C. Ribasen EL PUBLICISTA
7Información de salud en (con) red, por G. Miguelen PRNOTICIAS
8Comunicación, diplomacia pública y marca país, por S. Rodríguezen DIARIO FINANCIERO
9El ébola y el deber de información, por R. Almendrosen DIARIO ABIERTO
10Tres mitos en las Relaciones Públicas, por C. Bonillaen MUNDO EJECUTIVO
11De emergencia a crisis de comunicación, por J. Ortizen CAPITAL HUMANO
12Elige tu propia aventura, por Julieta Ghiglianien DIRCOM
ÍNDICE
Los aprendizajes que nos dejó la selección argentina de Alejandro Sabella, por María Laura Leguizamón
1 En iProfesional (julio de 2014)
ás allá de no haber podido alzar la Copa y convertirse así en campeones del mundo ‐merecido premio que hubiera coronado un proceso exitoso‐, el trabajo
realizado por la Selección argentina y su entrenador constituye un claro ejemplo de cómo un liderazgo receptivo sin grandes estridencias, orientado al empoderamiento de roles dentro del equipo y articulado con una comunicación interna eficaz, fueron factores clave que fortalecieron las bases de confianza necesarias para trabajar “codo a codo” en pos de una meta común.
A lo largo de los partidos, entrenamientos y declaraciones públicas de todo el plantel, pudo advertirse una gestión alejada de “órdenes y mandos” y más cercana a la horizontalidad; abierta al aporte, apoyada en la escucha y en la elaboración compartida; con marcado protagonismo del liderazgo de los distintos jugadores.
Es frecuente que quienes escriben sobre temas de gestión empresarial utilicen como disparadores distintas situaciones vinculadas a las gestas deportivas. Esencialmente, porque ofrecen ejemplos claros y tangibles para evaluar cuestiones vinculadas al liderazgo y la comunicación, dos conceptos
inseparables a la hora de gestionar y dinamizar equipos de personas dentro de las empresas.
En este ámbito, es indiscutible que gran parte del éxito de un líder empresarial radica en cómo transmite los mensajes a su equipo y en cómo detecta y escucha lo que éste tiene para aportar. Entonces, su habilidad comunicacional, se convierte en uno de los mejores instrumentos para fomentar la productividad y alcanzar buenos resultados.
Inspirados en el desempeño del equipo argentino durante todo el proceso, dentro y fuera de la cancha, e intentando transferir su actuación al mundo de la empresas, es oportuno recordar que la comunicación empresarial más eficaz, esa que construye identidad, logra cohesión de equipos de trabajo, genera orgullo de pertenencia, identificación con la organización, integra, motiva, retiene talentos, aumenta la eficacia y se orienta a resultados, requiere de un gran compromiso y disposición receptiva de parte de los directivos.
Cada vez más se reconoce el valor estratégico de la comunicación interna para el éxito empresarial. Pero si no está adecuadamente priorizada y gestionada en la organización, corre el riesgo de ser relegada y pospuesta ante las infinitas urgencias que asedian a diario a quienes lideran las empresas.
En ese sentido, y conscientes que los resultados no se consiguen mágicamente de la noche a la mañana, es fundamental que los directivos asignen los recursos necesarios para establecer un plan sólido, de largo plazo y con acciones sistemáticas; que responda a un diagnóstico actualizado de fortalezas y debilidades de la organización, designe responsabilidades y esté al servicio de las distintas áreas de la empresa.
Bien gestionada, la comunicación interna disminuirá las tensiones del equipo, aumentará la confianza y generará un clima propicio para que todos los colaboradores ‐en conocimiento de los objetivos de negocio‐, los compartan y trabajen “codo a codo” en pos de una meta en común.
María Laura Leguizamón Directora Estudio de Comunicación, Argentina
M
Comunicar malas noticias, por Benito Berceruelo
2 En ABC (septiembre de 2014)
nadie le gusta dar malas noticias. Todos nos sentimos más cómodos contando cosas positivas que negativas. Cualquiera recuerda el día que le tuvo que contar a alguien una mala noticia y tal vez lo describa como: “tuve
que pasar un mal trago”.
El problema de los médicos es que su vida profesional está llena de “malos tragos”. Y, el problema aun mayor, es que a base de malos tragos algunos se acostumbran y pierden la perspectiva de la importancia que tiene lo que hace y lo que dice.
Podemos decir que está casi asentado en la llamada sabiduría popular que los médicos no comunican bien y que o no se les entiende o son demasiado fríos contando los diagnósticos. Sin embargo, el trabajo que ha realizado Estudio de Comunicación en colaboración con ABC sobre “la Comunicación médico‐paciente” demuestra que la situación no es tan dramática y que la sabiduría popular se aproxima en esta ocasión más al tópico que a la realidad.
Los médicos han mejorado mucho en su manera de comunicarse con los pacientes. La formación probablemente ha tenido mucho que ver en eso, pues en muchas de las universidades españolas se incluye como asignatura la comunicación con el paciente. Pero también ha tenido que ver la mayor exigencia y preparación de los enfermos. El galeno tiene hoy como receptor de sus mensajes a un paciente más informado, más culto; un enfermo mucho más exigente que el que tenía en el pasado y que quiere participar de alguna manera en la gestión de su propia salud.
Sin embargo, quedan muchas cosas por mejorar y el estudio realizado da algunas pistas muy útiles. En la comunicación médico‐paciente, como en el resto de la comunicación humana, el primer reto del “emisor” ‐en este caso el médico‐ es ser capaz de ponerse en el lugar del “receptor” ‐es decir el enfermo‐. La clave de una buena comunicación está en que el receptor entienda el mensaje, porque si no lo entiende la comunicación
es diálogo de sordos y, por tanto, inútil. Hemos preguntado a los receptores, a los pacientes, qué cosas entienden de lo que les cuenta su médico y qué esperan de la comunicación con él. Intentamos hacer un buen diagnóstico para ayudar a los profesionales de la salud a comunicarse mejor con sus “clientes”.
El análisis que hemos podido hacer basado en 237 entrevistas realizadas a pie de calle, a las puertas de los centros hospitalarios y de atención primaria, tanto públicos como privados, nos da un primera pista sobre la razón por la que la mala imagen del médico se mantiene a pesar de la mejor formación: los pacientes confían en la profesionalidad y capacidad del médico, pero consideran que éste no se identifica con los sentimientos y las circunstancias de las personas que trata. Los profesionales de la salud en España todavía no cumplen del todo bien la tarea de “ponerse en el lugar” del paciente o de los familiares directos de éste cuando son ellos los que tratan con el médico (caso de las consultas de pediatría, por ejemplo). Comunican, pero no lo hacen con empatía. Son, digámoslo así, demasiado fríos y profesionales.
Muchos enfermos aseguran que a los médicos se les entiende mal y que la comunicación no funciona correctamente (si el receptor no entiende lo que dice el emisor no hay comunicación posible). Apuntaron casi todos los pacientes o familiares entrevistados, un 79,3%, que la incomprensión puede venir del uso de términos, abreviaturas o siglas por parte del médico que el paciente o el familiar desconocen. Es decir, que el emisor emplea un lenguaje para él habitual, pero que su receptor no conoce y, por tanto, no entiende.
El profesional de la salud debe ser consciente de que cuando una persona, ya sea por enfermedad propia o por la de un familiar, vive una situación de estrés, lo más probable es que su cabeza este cerrada y no tenga la “frialdad” suficiente como para entender lo que le cuentan ni para ofrecer al médico una información de retorno que permita a éste hacerse entender.
Vivimos en una época en la que el paciente/cliente/ciudadano plantea unas nuevas exigencias y en la que los profesionales de la salud deben ser conscientes de ello. No basta solo con hacer las cosas bien. Hay que saber contarlas y trasmitir al enfermo confianza. Igual que el medico exige cuando es consumidor buen trato e información, debe estar preparado para darla. Dos claves, tal vez de las más importantes, pasan por ponerse en el lugar del receptor y hacer una comunicación más humana; y por usar un lenguaje menos técnico y más divulgativo pensado para alguien que no ha estudiado medicina.
Benito Berceruelo Consejero Delegado Estudio de Comunicación, España
A
El salario emocional y la satisfacción del personal, por Carlos Bonilla
3 En Mundo Ejecutivo (septiembre de 2014)
os elementos que inciden en la gestión de la reputación de las empresas e instituciones, uno de los intangibles más importantes para determinar el valor de las mismas, son,
de acuerdo con Justo Villafañe, catedrático de la Universidad Complutense, la calidad de la oferta comercial, los resultados económico‐financieros, la dimensión internacional, la reputación interna, la ética y responsabilidad social corporativa y la innovación, mencionadas por orden de importancia.
Por la vinculación que tiene con el tema que ahora nos ocupa, nos referiremos a la reputación interna rubro que según Merco tiene un peso del 13% entre los elementos que conforman la reputación de las organizaciones.
“La reputación interna surge del reconocimiento que los empleados de una compañía hacen del comportamiento corporativo con todos los stakeholders y no sólo con los propios empleados y comienza cuando se alcanzan unos estándares superiores en cuanto a calidad laboral”, dice Villafañe en su libro La Buena Empresa.
En el paradigma de la buena empresa, ésta lo es cuando ofrece empleo de calidad en una doble perspectiva: unas condiciones laborales por encima de los estándares habituales de cada país y sector (salario, contratos estables, conciliación, entorno acogedor, seguridad, etc.) y una adecuada dirección de personas (comunicación interna eficaz, atención a las necesidades de los trabajadores, desarrollo de carrera, planes de formación, motivación, etc.).
Un concepto de relativa reciente acuñación relacionado con la conducta de las empresas con su personal es el Salario Emocional, el cual juega ahora un papel fundamental no solo en el desarrollo de las actividades cotidianas del personal, sino también en su nivel de rotación, por lo que las empresas comienzan a dar cada vez más importancia a los aspectos que lo conforman, como la cultura organizacional y las oportunidades de desarrollo personal y profesional.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Navarra para el cual se realizó una encuesta entre más de 7000 colaboradores de 23 países del mundo, 95% de las personas que trabajan en entornos laborales enriquecedores consideran que reciben salario emocional.
Por otro lado, un estudio de la consultoría Zingheim & Schuster en 2008, señala que dentro de la mayoría de las organizaciones conviven diversas generaciones que trabajan de forma simultánea: los baby boomers, la generación X y finalmente la generación del milenio, quienes se encuentran especialmente preocupados por las retribuciones emocionales y las oportunidades de desarrollo profesional que las empresas pueden ofrecerle.
El Salario Emocional está integrado por 5 elementos:
Oportunidades de desarrollo, relacionado con la capacitación, gestión del talento, couching, mentoring y plan de carrera.
Balance de vida, que consiste en esquemas de trabajo flexible, beneficios de salud, integración de la familia y oportunidades de esparcimiento y recreación.
Bienestar psicológico, el cual tiene que ver con el reconocimiento, autonomía, retos profesionales y trascendencia en la comunidad.
Entorno laboral, el cual consiste en un clima de compañerismo, sentido de familia y equipo.
Cultura laboral, que debe atender la responsabilidad social (no sólo con iniciativas de la empresa, sino también de los propios colaboradores), ética en el lugar de trabajo y relación con líderes (los cuáles habitualmente no están cerca del personal, sino subidos en su “torre de marfil”).
Como puede apreciarse, la implantación de un Salario Emocional no implica la inversión de grandes recursos sino, principalmente, un cambio de filosofía en la relación con el personal. Una reflexión importante de Benito Berceruelo, Consejero Delicado de Estudio de Comunicación, en el libro Comunicación Interna en la Empresa, Claves y Desafíos, editado por la propia consultora con sede en Madrid: “los empleados son uno de los pilares fundamentales de cualquier empresa; probablemente, junto con los clientes, el más esencial”. Bien dice aquella máxima: “Public Relations begin at home”.
Carlos Bonilla Vicepresidente Ejecutivo AB Estudio de Comunicación, México
l
Turismo sanitario: reto de país y de comunicación, por Constanza Ribas
4 En Top Comunicación&RR.PP. (septiembre de 2014)
ometerse a una cirugía médica no es muy apetecible para nadie, pero si lo hacemos en un lugar agradable, donde contamos con una cuidada atención, además de poder
disfrutar de una atractiva oferta turística durante nuestro pre y postoperatorio, mejor que mejor.
En un mundo cada vez más globalizado, la diversidad en nuevas formas de generar riqueza se amplía, como es la innovadora tendencia que ya se evidencia en el horizonte mundial que es el turismo de salud y bienestar. Países como India, Estados Unidos o Thailandia nos han aventajado, y aunque en la actualidad, en menor medida, ya existe este tipo de turismo en nuestro país, aún queda mucho por hacer y la comunicación puede contribuir a que ese camino sea eficaz.
Turespaña estima que 9 millones de personas al año hacen sus maletas para desplazarse a un país extranjero con la intención de realizar algún tipo de tratamiento médico en un hospital. El paciente en cuestión viaja para realizar, por ejemplo, una cirugía de abdomen en Brasil, el reemplazo de válvulas cardiacas en la India, terapias para la rehabilitación de adicciones en Antigua, tratamientos de fertilidad en el sur de África, de odontología en México o de cirugía estética en España, entre otros.
La FNCP (Federación Nacional de Clínicas Privadas) junto con Deloitte han realizado un estudio sobre Turismo Sanitario, publicado el pasado junio de 2013, en el que se señala que entre los mayores receptores de este tipo de turismo se encuentra el continente americano que representa un 51 por ciento (Estados Unidos representaría el 40%, y el resto, Canadá, México, Brasil, Costa Rica y Cuba), mientras que Europa recibe el 42% (Reino Unido, Alemania, Francia, Polonia, Hungría, República Checa y Turquía). Como mayores emisores de turistas/pacientes, el estudio cifra en 750.000 los viajeros anuales procedentes de Estados Unidos, aunque la Asociación de Turismo de Salud Americana, apunta que son 900.000.
Por cierto: uno de los retos clave a los que se enfrenta el sector del turismo sanitario es la falta de medición y de rigor sobre este nuevo mercado. A pesar de ello, y aunque las cifras no coincidan,
está claro que todos los estudios certifican que este nuevo modelo de negocio continúa creciendo.
La cultura y el ocio, el sol y playa, las compras, las nuevas experiencias, y ahora también la salud son las razones por las que 1.800 millones de viajeros se desplazarán en un futuro. Además, se identifican mercados emergentes como el chino o el ruso, que año tras año, incrementan sus cifras a la hora de viajar internacionalmente.
Si nos centramos en España ‐situado en el tercer lugar del ranking mundial como mercado receptor de turistas y en séptimo lugar como país de Europa con una mejor atención sanitaria según la Organización Mundial de la Salud‐ y si, además, tenemos en cuenta las áreas de salud en las que ya somos reconocidos a nivel internacional, no solo por nuestros especialistas y nuestras infraestructuras sanitarias, sino también por nuestro nivel de competitividad, la oportunidad de negocio para todos es evidente. Alemanes, holandeses, ingleses y suecos de clase media‐alta son los pacientes‐viajeros más consolidados en nuestro país, junto con los árabes y rusos, mercados emergentes que se prevé incrementen sus visitas para someterse a algún tipo de tratamiento. Entre los procedimientos médicos más demandados por ellos se incluye la cirugía estética (España figura como el cuarto país del mundo con mayor número de operaciones de cirugía plástica y estética después de EEUU, Brasil y Venezuela) y le siguen los tratamientos oculares, los trasplantes y las terapias relacionadas con la fertilidad.
Pero queda mucho por hacer. Este nuevo modelo de negocio, generador de riqueza, demanda una tarea conjunta por parte de todos los agentes implicados en los sistemas sanitarios y turísticos españoles, tanto públicos como privados. Un trabajo que ayude a posicionarnos en el mercado internacional como referentes mundiales del turismo sanitario.
Para ello, los agentes implicados deben analizar los puntos en común, trazar los objetivos y alcanzar alianzas que ayuden a promover este tipo de turismo de una manera global. Contamos con los elementos necesarios y de calidad en ambos sectores, pero nos faltan las líneas y acciones de comunicación conjuntas para poder ejecutar una estrategia común de todos los involucrados en el sistema, como son las instituciones públicas, empresas aseguradoras y hoteleras, hospitales y centros de salud, líneas aéreas, etc.
Todos, trabajando en una misma dirección y usando de manera inteligente la comunicación en los mercados emisores de turistas/pacientes, podemos afrontar el reto de crear una imagen internacional de España como destino turístico‐sanitario de primer nivel.
Constanza Ribas Consultora sénior Estudio de Comunicación, España
S
El papel de la comunicación en la Sanidad, por Fernando Geijo
5 En prnoticias (septiembre de 2014)
l modelo sanitario español es objeto de debate político desde hace años, sobre todo a tenor de la implantación de medidas de contención del gasto que han sido
ampliamente cuestionadas por los profesionales del sector.
En este sentido, el reto de comunicar la necesidad de acometer reformas en el sistema sanitario e implementar un modelo mixto de colaboración público‐privado no tiene paragón en el momento actual, al calor de la ola de recortes en los últimos años como consecuencia de la grave crisis económica.
Ante este panorama, se antoja imprescindible apostar por la más absoluta de las transparencias que, incluso, sonroje y deje en evidencia la pureza de las prístinas aguas de Lanjarón, por poner sólo un ejemplo.
La percepción social del acceso a la sanidad como uno de los derechos fundamentales que emanan de la Constitución de 1978 es, junto con la educación y la vivienda, uno de los tres rasgos grabados a fuego en el imaginario colectivo de la sociedad española de finales del siglo XX y comienzos del XXI.
Es por ello que el tema del debate entre sanidad pública y sanidad privada levanta tantas pasiones entre un público objetivo, la sociedad española, plenamente informada y consciente de sus derechos al respecto.
Pero el debate para asegurar la sostenibilidad financiera del sistema sanitario no es exclusivo de España. En otros países de la Unión Europea, el proceso de privatización es incipiente e imparable. Así, en países como Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Bélgica, Holanda y Portugal, por citar algunos, la externalización de servicios y el copago están implantados con éxito desde hace años en mayor o menor medida.
Por su parte, España es desde hace décadas un referente de calidad sanitaria para muchos países. Su sistema mixto público‐privado ofrece un servicio garantista en el que los ciudadanos pueden confiar. Y ésta es precisamente la clave para asistir a una convivencia pacífica, si me permiten la expresión, y necesaria entre las redes sanitarias públicas y privadas de cara a asegurar su futura sostenibilidad económica.
Las empresas de servicios sanitarios deben, por tanto, poner el foco en la adecuada inversión en personal y material, una gestión profesional que estandarice el servicio, y aquí es donde entra la comunicación, en la medición permanente de la satisfacción del paciente a través de sistemas de sugerencias, quejas, reclamaciones, etc., que retroalimente la gestión y supongan una mejora constante de los procesos asistenciales.
El modelo sanitario español, totalmente descentralizado al estar las competencias en la materia transferidas a las respectivas Comunidades Autónomas está a la altura de lo que se practica en los denominados países de nuestro entorno. Sin embargo, la necesidad de adecuarlo a la realidad presupuestaria que ha supuesto la profunda crisis económica actual hace evidente la aportación de recursos llegados desde el sector privado.
En principio, la gestión privada de los hospitales lleva años funcionando a pleno rendimiento y a total satisfacción de los usuarios de los mismos, según se recoge en las encuestas de satisfacción que miden la calidad del servicio.
Sin embargo, cuando se nombra el copago o la apuesta por la gestión privada de los recursos hospitalarios se abre literalmente la caja de pandora de la sensibilidad social y las posturas ideológicas se extreman hacia planteamientos demagógicos basados más en lo visceral que en el análisis frío y desafectado de las cifras y encuestas de calidad.
El reto, por tanto, para que los gestores sanitarios puedan decidir emprender políticas flexibles que den entrada a la iniciativa privada y palíen las estrecheces de los presupuestos públicos puede depender de la puesta en marcha de una adecuada política de comunicación que traslade al usuario final la necesaria e imprescindible convivencia entre ambas caras de una misma moneda.
Ante la palabra tabú de la privatización, esgrimida por los actores sectoriales en contra de la apertura del sistema sanitario público a la iniciativa privada, se contrapone de manera tozuda la realidad de las cifras y la estrechez de los presupuestos.
Pero el rechazo generalizado a la supuesta privatización del sistema sanitario se produce, curiosamente y de manera mayoritaria, entre los profesionales del sector, la llamada ‘marea blanca’ con su ya célebre eslogan ‘la sanidad pública no se vende, se defiende’. Mientras, entre los usuarios del sistema esa aversión es mucho más comedida y matizada y depende, en gran medida, del mantenimiento de la gratuidad y de la calidad asistencial del mismo.
Una adecuada política de comunicación debería centrarse, por consiguiente, en resaltar esas ideas‐fuerza entre los usuarios del sistema sanitario: la universalidad y gratuidad, además del mantenimiento de unos elevados estándares de calidad. Asimismo, emplearía mensajes segmentados para dirigirse a los contribuyentes del mismo, que no tienen por qué ser los usuarios, al menos de momento, centrados más en la eficiencia económica del mismo y en los ahorros que se producen, vía economías de escala y sinergias, sin perder nunca de vista el listón de la calidad asistencial, auténtica espada de Damocles para valorar la continuidad de las contratas y decidir sobre la continuidad de las empresas privadas prestatarias del servicio.
Todo lo anterior, a su vez, debería estar salpimentado con abundantes dosis de transparencia que impregnasen todos y cada uno de los pasos a dar en el sistema sanitario público gestionado por empresas privadas. El envío de las llamadas facturas en la sombra a los usuarios del sistema, es decir,
E
El papel de la comunicación en la Sanidad, por Fernando Geijo
5 En prnoticias (septiembre de 2014)
detallar el coste real que hubiese supuesto el pago de un tratamiento específico, no sólo sirve para concienciar sobre el coste del mismo sino para valorar esta iniciativa en términos de transparencia informativa.
Con esta estrategia de comunicación se trataría de borrar la tenue línea que, en estos momentos, separa el rechazo de los usuarios del sistema sanitario con la valoración que tozudamente se expresa en las múltiples encuestas de satisfacción que se realizan de forma periódica para comprobar
entre los pacientes y familiares la ‘salud’ del mismo. Aunque, por último, no se debería obviar la importancia de la comunicación interna para explicar a los profesionales del sector el funcionamiento de los sistemas híbridos público‐privados y las ventajas que conllevan. Sin duda todo un desafío.
Fernando Geijo Consultor sénior Estudio de Comunicación, España
Comunicación en salud, por Constanza Ribas
6 En El Publicista (septiembre de 2014)
l reconocido cirujano y periodista de origen indio Atul Gawande es catedrático asociado en la Harvard School of Public Health. En una de sus charlas Ted Talks (la
prestigiosa plataforma norteamericana dedicada a la difusión de nuevas ideas) afirmaba que una mayor inversión en sanidad pública no significa una mejor atención y cuidado al paciente. Añadía que, en Medicina, existe la idea generalizada de que se debe contar con lo mejor y, por lo tanto, con lo más caro: los mejores medicamentos, la mejor tecnología, los mejores especialistas, etc… Pero no es así. La realidad nos enseña que, a pesar de contar con una serie de componentes caros, el resultado puede no ser el esperado.
La prueba es que a pesar de la inversión que se realiza en sanidad y de sus múltiples especializaciones médicas, dos millones de personas al año en Estados Unidos se infectan al entrar en un hospital a causa de algo tan simple como son los errores cometidos por el personal sanitario en las prácticas habituales de higiene. Gawande considera, por tanto, que más que una importante inversión, lo realmente prioritario es la habilidad de los profesionales sanitarios para “saber reconocer los éxitos pero también los fracasos” para después “saber aportar las soluciones correctas”.
Y entre esas soluciones, el cirujano aboga por la implantación de sistemas que cuenten con herramientas de comunicación y que actúen como nexo de unión entre todos esos agentes tan dispares entre sí, pero implicados en la cadena de valor sanitaria. “Es más eficiente y no requiere de grandes inversiones. Se trata de trabajar como un equipo de mecánicos de Fórmula 1 en la parada de boxes”.
Como ejemplo, resalta el estudio que realizó en ocho hospitales de diferentes países del mundo (Canadá, Estados Unidos, India, Reino Unido, Filipinas, Tanzania, Jordania, y Nueva Zelanda) por el que demuestra cómo la implantación de una herramienta de comunicación como es una sencilla checklist (lista de comprobación) debidamente revisada y cumplimentada por todos los miembros del equipo de cirugía antes, durante y después de la operación, consiguió un muy buen resultado: un 47% menos de fallecimientos y un 35% menos de fracasos médicos. Según el cirujano, en muchas ocasiones, los miembros
del equipo que van a realizar una operación no se conocen entre sí, por lo que estas sencillas checklists facilitan, entre otras cosas, la relación entre los miembros del equipo, el trabajo común y por tanto, el éxito de la operación.
Si trasladamos el trabajo del Dr. Gawande a un plano superior, nos reafirma la idea de que la Comunicación, como herramienta transversal en cualquier equipo u organización como el sistema sanitario, es absolutamente necesaria para lograr los objetivos comunes y no requiere de grandes inversiones.
Y aunque en España los médicos aprueban notablemente en su relación con el paciente en paciencia, confianza, empatía, comprensión, cordialidad y simpatía, tal y como se extrae del estudio realizado por Estudio de Comunicación junto con ABC, presentado el pasado mes de julio “La Comunicación Médico Paciente”, la importancia de formar a sus profesionales en este sentido es una prioridad máxima para que los resultados en salud, mejoren. Así lo confirmaba en la presentación de este estudio Josep Mª Bosch Fontcuberta, Coordinador Nacional del Grupo/Programa Comunicación y Salud de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, al subrayar que en las Universidades españolas se realiza una formación en Comunicación a los futuros profesionales de la Sanidad poco integrada y menos intensiva que en otros países.
Así mismo lo expresa la Consultora PriceWaterhouseCoopers en su estudio “Diez temas candentes de la Sanidad Española para 2013”, ahora más que nunca es necesario impartir una formación reglada e implantar herramientas de comunicación y colaboración entre todos los agentes del sector sanitario, farmacéutico, biotecnológico, académico y administraciones públicas, si queremos afrontar con éxito los temas candentes del futuro cercano como son la medicina personalizada, la salud móvil (MHealth), la inclusión de elementos de innovación con la consiguiente actuación de nuevos proveedores, la obligada internacionalización de las empresas del sector, el ingreso de nuevos agentes como es el sector turístico para el desarrollo de nuevos negocios como el turismo sanitario, etc.
Y es que son muchos y variados los componentes existentes en la cadena de valor sanitario que necesitan de sistemas de comunicación para afrontar los nuevos retos del sector. La colaboración entre empresas e instituciones es clave si queremos desarrollar nuevas fórmulas de negocio.
La madre Teresa de Calcuta lo resumía muy bien: “yo hago lo que usted no puede y usted hace lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas”. Y las hizo. Y me atrevería a decir que gracias a su capacidad y habilidad para encontrar las vías de comunicación correctas entre todos los actores implicados.
Constanza Ribas Consultora sénior Estudio de Comunicación, España
E
Información de salud en (con) red, por Gerardo Miguel
7 En prnoticias (octubre de 2014)
Es Internet un buen aliado para la información sanitaria o, por el contrario, supone un quebradero de cabeza para los pacientes? El desarrollo que se ha producido en el ámbito
de la información sanitaria como consecuencia de la irrupción de Internet y de las redes sociales ha supuesto toda una revolución debido a que ofrecen una nueva perspectiva.
Primero Internet y, ahora, las redes sociales constituyen una fuente inabarcable de información tanto para los profesionales de la salud, como para periodistas u otros usuarios de la red.
El informe ‘Los ciudadanos ante la e‐Sanidad’ publicado en el año 2013 por el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información (ONTSI) y red.es señalaba que un 48,3% de los usuarios de Internet utilizan la red como fuente de información para temas de salud. De ellos, el 29,7% señalaron buscar información en Internet antes de acudir a una consulta médica y un 54,6% realizaron búsquedas tras ser recibidos por el médico. Los porcentajes son ligeramente más altos que los obtenidos en un análisis realizado por Estudio de Comunicación sobre la comunicación médico paciente, basado en entrevistas personales a la puerta de centros de salud y hospitales españoles, tanto públicos como privados (23,6% y 45,5%, respectivamente). La diferencia no es significativa y se debe, sin duda, al método de obtención de respuestas (entrevistas online o directas en persona).
Gracias a Internet y las redes sociales cualquiera puede tener acceso desde un terminal de ordenador o desde un dispositivo móvil a una ingente cantidad de información sanitaria, de todo tipo, desde la muy especializada, centrada en las investigaciones más novedosas, a la elaborada por una amalgama de nuevos ‘hechiceros’ que poseen todas las claves de la medicina moderna, e incluso de la antigua.
Si hacemos caso a los resultados del informe antes mencionado, a pesar de que un alto porcentaje de los usuarios de la red acude a ella para informarse de temas relacionados con la salud,
Internet no es considerada por la mayoría de los ciudadanos como una fuente fiable para informarse; de hecho, la otorgan una nota de 3,9 sobre 10. El 54,4% de los encuestados declaró no saber si la información que se consulta en Internet es fiable y el 28,7 consideraba que podría caer en el riesgo de malinterpretar la información obtenida.
Una de las claves parece residir en las dificultades con las que un usuario no avisado se encuentra para discriminar entre la información buena y la desinformación. Recientemente se podía leer en algunos medios que un equipo de científicos liderado por el doctor Robert Hasty, profesor de la escuela de medicina osteopática de Carolina del Norte, comparó las entradas que había en Wikipedia sobre 10 enfermedades con investigaciones médicas que pasaron la normal revisión por otros expertos. El resultado del estudio reveló que la mayoría de los artículos contenían errores e incluían informaciones que contradecían las últimas investigaciones médicas. Curiosamente, según la investigación de Hasty, el 70% de los médicos y estudiantes de Medicina consultan Wikipedia.
Wikipedia no es, sin embargo, la primera fuente de información de los usuarios a la hora de buscar información sanitaria en la red. Los buscadores son utilizados como principal fuente de información de hábitos de vida saludable, síntomas específicos, diagnósticos y tratamientos… Estos portales abren una puerta a una multitud de posibilidades de información que el paciente o el lector no siempre sabe discriminar.
El desarrollo de Internet, además, está también generando nuevas ‘enfermedades’ derivadas de su uso como fuente de información sanitaria. Es el síndrome bautizado como ‘cibercondria’ o hipocondría digital. Hablamos de la creencia de que se padecen determinados síntomas de una enfermedad tras haber consultado sobre ella en Internet.
Un estudio sobre la cibercondría elaborado por la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, determinó que quienes padecen este síndrome buscan información en Internet sobre síntomas comunes y los interpretan erróneamente como enfermedades graves. Según el estudio realizado, Internet se ha vuelto el medio más consultado por los hipocondríacos actuales, causando ansiedad y desesperación en quienes están desinformados. Los investigadores determinaron que el incremento en el número de consultas en Internet está influenciado por la cantidad de contenido médico al que pueden acceder los usuarios.
Nadie puede dudar que las nuevas tecnologías han abierto un mundo de posibilidades de información y de comunicación. Disponer de una mayor facilidad de acceso a contenidos, datos, noticias y opiniones es algo que nos enriquece como ciudadanos y como sociedad. Sin embargo, es fácil colegir que la gran mayoría de los usuarios de Internet carecen de la formación necesaria para discriminar entre la información de calidad de la que no la tiene, incluso tiene dificultades para identificar o conocer los sistemas de acreditación y los sellos de calidad existentes.
Los profesionales, asociaciones de pacientes y médicos, empresas, etcétera, del ámbito de la salud tienen una importante tarea que desarrollar. Internet y las redes sociales ofrecen un canal de comunicación con los pacientes de extraordinario valor. El reto es ofrecer información de calidad, garantizar a los usuarios que lo que se ofrece a través de la Red proviene de fuentes confiables que van a ayudarles a resolver sus dudas, minimizando los efectos negativos que se puedan derivar de su uso como fuente informativa.
¿
Información de salud en (con) red, por Gerardo Miguel
7 En prnoticias (octubre de 2014)
En definitiva, de lo que se trata es de que a través del mundo 2.0 se contribuya a una mayor educación y pedagogía sanitaria. Pero con seguridad y fiabilidad. De manera que el paciente pueda informarse con red en la Red.
Gerardo Miguel Consultor sénior Estudio de Comunicación, España
Comunicación, diplomacia pública y marca país, por Silvia Rodríguez
8 En Diario Financiero (octubre de 2014)
l avance de la tecnología durante el último siglo y la consiguiente globalización de la información han cambiado no solo la forma en que nos comunicamos, sino
también la manera en que se establecen las relaciones entre gobiernos. En este sentido, las relaciones diplomáticas ya no se limitan solo a aquellas entre los altos representantes de los Estados destinados a tal fin, sino que, debido a la mundialización, han entrado en juego otros actores como las organizaciones internacionales o la propia opinión pública que cada vez tienen más voz gracias a las redes que sirven de amplificador, ya no solo hacia sus propios Gobiernos, sino también hacia las políticas y decisiones de otras entidades supranacionales.
Es decir: hoy en día, cualquier organización no gubernamental o ciudadano individual, gracias a los nuevos canales de comunicación, y en especial a las redes sociales, tiene la capacidad de iniciar una campaña de visibilización, y concienciación, sobre una decisión tomada en la otra parte del mundo y lograr una repercusión global.
Debido a estas cuestiones, así como a la necesidad de gestionar proactivamente el conocimiento del país en otras partes del mundo y de potenciar la imagen nación, ha surgido una dimensión de la diplomacia tradicional conocida como Diplomacia Pública.
El término se acuñó en 1965 por el Decano de la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tuft University). Por aquel entonces el concepto se definió como una ‘disciplina’ que incluye la influencia de las actitudes de la opinión pública en la creación y puesta en marcha de la política exterior. La definición original añade que la Diplomacia Pública va más allá de la diplomacia tradicional ampliando al espectro de actores y relaciones hacia el cultivo de la opinión pública en terceros países, la interacción entre grupos de distinto interés, de diferentes naciones, la información de los asuntos exteriores y sus impactos en las leyes, además de la comunicación entre los diplomáticos y corresponsales extranjeros y los procesos de comunicación intercultural.
Hoy en día en España la Diplomacia Pública tiene como objetivo “dar a conocer y proyectar con mayor eficacia la realidad de nuestro país y explicar a tan vastos destinatarios nuestras posiciones en relación con las principales cuestiones
internacionales, y las razones en las que se sustentan nuestras principales iniciativas de política exterior”. La Diplomacia Pública tiene su propia representación en el Ministerio de Exteriores a través de la Dirección General de Medios y Diplomacia Pública ocupada por María Claver. Precisamente, el anterior Subdirector General de Diplomacia Pública (hasta julio de 2013), Luis Melgar, describe cuáles son los elementos constitutivos de la Diplomacia Pública en nuestro país. Para Melgar, el primero de estos elementos es la recopilación de información (a través de herramientas que permitan conocer qué piensa la opinión pública extranjera), seguido de la promoción (campañas de imagen), la difusión de noticias (acuerdos con medios de comunicación), la llamada diplomacia cultural (exportación de intangibles) y la diplomacia de intercambio (programas internacionales de intercambio para estudiantes).
En definitiva, la Diplomacia Pública consiste en la construcción de relaciones de un estado con todos los actores que componen el marco de la sociedad, como empresas, organizaciones no gubernamentales, organizaciones internacionales, ciudadanos, etc. Para ello juega un papel muy importante la comunicación estratégica ya que resulta primordial el planteamiento de una serie de mensajes muy bien definidos, coherentes y con una narrativa clara que se refuercen por medio de acciones encaminadas a todos los públicos de interés y sostenidas en el tiempo. Para la determinación de los mensajes es necesario considerar que deben ser muy sencillos y fácilmente entendibles por personas de toda clase social, que no compartan nuestra lengua y que posiblemente tampoco tengan a priori conocimientos de nuestra cultura.
Tanto la posición geopolítica de España, especialmente sus estrechos lazos históricos con Latinoamérica, así como su situación geoestratégica, punto de unión con el Mediterráneo y África, han hecho de nuestro país, a lo largo de la historia, un punto de encuentro y de interés más allá de nuestras fronteras. Por su parte, los diferentes Gobiernos de España por medio del Ministerio de Asuntos Exteriores se han mostrado muy activos y han potenciado este tipo de relaciones bilaterales y multilaterales a través de foros.
En nuestro país destaca el papel que juegan las Casas (Casa Asia, Casa Árabe, Casa Mediterránea, Casa África, etc.), especialmente la Casa de América, que fue la primera en crearse, como canalizador de algunas de las actividades de Diplomacia Pública entre España y América Latina que se llevan a cabo a nuestro país, acercando a la opinión pública española las realidades de terceros países con los que España mantiene relaciones. Para ello se sirven de una estrategia de comunicación y relaciones públicas desarrollada por medio de la realización de encuentros, congresos y seminarios con líderes, empresarios y pensadores de América Latina que vienen de visita a nuestro país y que deciden acercarse a la opinión pública española de una manera más directa. Cuentan para su difusión con el apoyo tanto de la agencia de noticias EFE como del canal 24 horas de RTVE a través de los que se retransmiten todas las actividades que desarrollan en este lugar de intercambio cultural y de potenciación de la Marca España.
Si retomamos lo que hemos venido contando unas líneas más arriba, queda dicho que ya no basta con tener un mensaje que comunicar, sino que resulta fundamental saber canalizarlo. Los Estados tienen una necesidad imperiosa de comunicar, no solo a su público objetivo inside, sino también, aquellos que componen el marco de sus relaciones internacionales, o público objetivo outside. El marco de la Diplomacia Pública no es más que un elemento estratégico que permite a los Estados crear canales de comunicación directa con sus respectivos stakeholders. En el
E
Comunicación, diplomacia pública y marca país, por Silvia Rodríguez
8 En Diario Financiero (octubre de 2014)
caso de España, no es casual que exista, a nivel institucional, la Secretaría General Iberoamericana ‐SEGIB‐, o la Casa de América (de la que ya hemos hablado), financiadas a través de los presupuestos generales del Estado. Ambas son herramientas creadas para favorecer la Diplomacia Pública, y más específicamente, para mantener canales de comunicación directa con todos los países latinoamericanos. En este ejemplo podemos apreciar como el Estado, España, tiene un mensaje que canalizar y utiliza dos entidades de gestión pública para mantener vías de diálogo con sus públicos. Blanco y en botella: la Diplomacia Pública es, y será, la principal herramienta de comunicación de los Estados en defensa de sus intereses legítimos.
Por tanto, ya existe una estrategia de Diplomacia Pública por parte del Estado y las grandes multinacionales como Telefónica, Grupo Santander, Iberia, Repsol o Iberdrola, por mencionar algunas, son plenamente conscientes de la importancia de apoyar este tipo de iniciativas y actúan como mecenas. Además, los medios de comunicación más destacados también son
conscientes de la necesidad de fortalecer la imagen de España y sus relaciones a todos los niveles. Sin embargo, resulta esencial que otros actores más pequeños se sumen para reforzar el papel de las comunidades españolas en el mundo. Para ello, es necesario continuar trabajando para ampliar el espectro de nuestra Diplomacia Pública.
A través de una comunicación enfocada a obtener la implicación de todos los actores fundamentales lograremos que las relaciones, ya sean empresariales o diplomáticas, sean sólidas y que se amplíe el conocimiento de nuestro país, nuestro tejido empresarial, nuestra cultura y el talento de nuestros ciudadanos más allá de nuestras fronteras al mismo tiempo que todos los actores del panorama nacional nos enriquezcamos aprendiendo y relacionándonos con otras costumbres y culturas.
Silvia Rodríguez Consultora Estudio de Comunicación, España
El ébola y el deber de información, por Ramón Almendros
9 En Diario Abierto (octubre de 2014)
l grave problema sanitario planteado, parece que ahora sí con dimensión universal, por el nuevo brote de ébola, que ya ha traspasado las fronteras de los países de África
occidental y ha llegado a Estados Unidos y Europa, tiene un componente informativo también vital, no sólo para la posibilidad de curación sino para evitar su propagación. No se trata sólo de extender o mejor contener la alarma social infundada, compañera indeseable en los asuntos sanitarios de esta índole, porque la información sanitaria tiene una importancia y dimensión públicas reconocidas y potenciadas por la ONU, la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea y prácticamente todos los países. Es una información que tanto en el plano individual como en el colectivo y social se recoge en resoluciones y disposiciones normativas del máximo rango y en el doble catálogo de derechos y deberes.
Si la reciente investigación realizada por Estudio de Comunicación, en colaboración con ABC y en la que participaron las más importantes organizaciones de profesionales de la salud, sobre la comunicación y la relación entre el médico y el paciente, puso de manifiesto que los médicos deben mejorar en su comunicación con los enfermos, está claro que también cabe mejorar la comunicación en el plano social entre los ciudadanos y sus administraciones sanitarias. Los hechos recientes lo ponen de manifiesto
En el caso de España hay que partir necesariamente de dos derechos fundamentales que recoge nuestra Constitución y que, en este y casos similares, han de conjugarse con la mayor perfección posible: el derecho a difundir y, sobre todo, recibir información veraz por cualquier medio, y el de protección de la salud, que también comporta deberes
Estamos asistiendo estos días a numerosas declaraciones y sobre todo acciones, dos especialmente, en el campo judicial de gran trascendencia, que han de reafirmarla cuando se produzcan las correspondientes resoluciones. Una, la denuncia de 18 facultativos del hospital La Paz por presuntos delitos de la Administración Sanitaria contra la salud de los trabajadores y contra la salud pública; otra la investigación iniciada por la Fiscalía de Madrid para esclarecer y, en su caso, considerar la dimensión penal de ciertos hechos en la crisis provocada por el ébola.
Pero hablamos de la información y, en este sentido, no es lo principal, aunque sea importante, ver si la ministra de Sanidad o el Consejero son buenos o malos comunicadores. Lo principal es ver qué información esencial se ha dado o se ha omitido y ha podido poner en riesgo la salud de las personas.
Aparte de su enunciación en la Ley General de Sanidad y su tipificación o no en el Código Penal, hay normas de principios que no pueden ser obviadas por la Administración sanitaria ni tampoco por los profesionales de la sanidad y los ciudadanos,
especialmente los deberes, que son los que menos solemos cumplir mientras reclamamos legítimamente nuestros derechos.
Por ejemplo, la Ley Orgánica de Autonomía del Paciente y de Derechos y Obligaciones en Materia de Información y Documentación Clínica dice textualmente:
Artículo 2. Principios básicos
5. Los pacientes o usuarios tienen el deber de facilitar los datos sobre su estado físico o sobre su salud de manera leal y verdadera, así como el de colaborar en su obtención, especialmente cuando sean necesarios por razones de interés público o con motivo de la asistencia sanitaria.
Art. 6. Derecho a la información epidemiológica.
Los ciudadanos tienen derecho a conocer los problemas sanitarios de la colectividad cuando impliquen un riesgo para la salud pública o para su salud individual, y el derecho a que esta información se difunda en términos verdaderos, comprensibles y adecuados para la protección de la salud, de acuerdo con lo establecido por la Ley
Esta literalidad ilustra perfectamente que un error o un ocultamiento u omisión propician, objetivamente, la propagación del ébola, como ha sucedido aquí en España y en Estados Unidos, donde un ciudadano liberiano procedente de este país mintió en declaración jurada sobre su procedencia y ocultó su contacto con un enfermo de ébola. El fiscal de Dallas ya había puesto en marcha su imputación penal antes de su muerte y, hasta el momento, hay dos profesionales sanitarias contagiadas y más de un centenar de personas en observación. Una de estas enfermeras, Amber Vinson, ha reconocido que subió a un avión con 132 pasajeros a bordo cuando ya tenía fiebre.
En el caso de España, esperemos que no se den nuevas confirmaciones de contagio y que la primera persona contagiada supere la enfermedad, aparte del personal sanitario y otros profesionales que tuvieron contacto con la auxiliar de enfermería Teresa Romero cuando ésta ya había acudido a la doctora de medicina primaria a quien, en palabras de la contagiada “mi doctora no tendrá la culpa, la mujer, porque yo no le dije que había estado en contacto con el ébola”
Tanto en la guerra como en la paz, la información es una de las armas más poderosas desde que el mundo lo es. El rigor, la oportunidad, la necesidad y la trascendencia que contiene una buena información es poder. Y es un poder para influir muy positivamente en el remedio de grandes problemas sociales.
No es por tanto inane que organismos internacionales y nacionales hayan puesto el acento en “el deber de informar”, naturalmente bien, en asuntos de salud. Por eso aprueban normas que los profesionales de la sanidad, de la administración pública y del periodismo tienen que conocer y respetar. Es, evidentemente, un ejercicio que las tres profesiones han de abordar en equipo
La referida investigación de Estudio de Comunicación puso de manifiesto que la confianza es parte del mejor tratamiento del médico hacia el paciente y que la confianza nace de una buena relación y una correcta información. Es la evidencia nuestra de cada día de lo importante que es la Comunicación en asuntos en los que está en juego la salud de los ciudadanos.
E
El ébola y el deber de información, por Ramón Almendros
9 En Diario Abierto (octubre de 2014)
En definitiva, que es muy conveniente que todos reflexionemos y que, con la comprensión de errores que, en una situación de esta naturaleza, todos podamos cometer, pongamos el empeño (autoridades y profesionales sanitarios y periodistas principalmente) en dar y no ocultar la información que ayuda a preservar nuestra salud.
Para el futuro, está claro que las Administraciones tienen la obligación de informar y deben hacerlo de manera inmediata
pero con portavoces creíbles y mensajes ciertos. Y que los ciudadanos o afectados deben también asumir su responsabilidad.
Ramón Almendros Director Estudio de Comunicación, España
Tres mitos en las Relaciones Públicas, por Carlos Bonilla
10 En Mundo Ejecutivo (noviembre de 2014)
lgunos directores de empresas o instituciones son reacios a iniciar esfuerzos sistemáticos de relaciones públicas, porque dudan de su efectividad o del balance positivo
que en materia de costo beneficio traería para la organización que encabezan un programa para vincularse efectivamente con sus diferentes interlocutores.
Esto se debe a que el concepto y el rol de las relaciones públicas se ha modificado a lo largo de los años y no existe todavía en el ámbito organizacional un conocimiento cabal sobre el valor que esta función puede aportar para que las empresas o instituciones logren los objetivos que se proponen.
Este desconocimiento puede resumirse en tres mitos que aquejan a la profesión:
Las RP son para mostrar la “cara bonita” de la organización.
En realidad los programas de relaciones públicas están enfocados a optimar los vínculos entre una organización y sus interlocutores o stakeholders, a partir de la percepción acertada que éstos tengan de ella. No se trata de crear fachadas o construir imágenes que no correspondan a la realidad, sino de mostrar la esencia de la empresa o institución a quienes se encuentran en su ámbito de relación como empleados, accionistas, proveedores, clientes, autoridades gubernamentales, vecinos, etc., y detectar necesidades y expectativas de estos públicos en relación con la organización,
para llevar a cabo actividades permanentes que logren la armónica convivencia entre todos estos actores, para propiciar el desarrollo tanto de la propia empresa o institución como de sus interlocutores. No se trata entonces de una actividad cosmética, para mostrar virtudes y esconder defectos, sino de un esfuerzo sistemático de comunicación y de modificación de la conducta organizacional, basado siempre en la autocrítica y en la atención a las necesidades de los públicos.
Los esfuerzos de RP no pueden evaluarse.
Parte del escepticismo de algunos directores de empresa renuentes a implantar programas de relaciones públicas obedece a la percepción de que los beneficios derivados de los mismos son intangibles y por ello incuantificables.
Los programas de relaciones públicas se basan en el diagnóstico de las percepciones que los diferentes públicos tienen acerca de la empresa o institución y consisten en la implantación de acciones específicas para resolver problemas o bien para capitalizar oportunidades detectadas en dicho diagnóstico. Es por ello que cada actividad debe considerar un parámetro de medición de resultados, basado en las metas y objetivos específicos de comunicación, siempre relacionados con los objetivos de negocio de la empresa o institución. Los clippings o los likes en medios digitales son indicadores, pero cada una de las actividades que tienen como propósito la modificación de opiniones y actitudes de los públicos hacia la empresa o institución deben tener medidores específicos, todos ellos alineados con los objetivos de la misma.
Los programas de RP sirven sólo para resolver problemas
Aunque los programas de manejo de la comunicación en crisis, implantados por los profesionales de relaciones públicas, se enfocan a la solución de problemas reputacionales que afectan a las empresas, la naturaleza de la función de relaciones públicas es esencialmente preventiva. El diagnóstico de la calidad del vínculo que la empresa o institución tiene con sus audiencias clave es el punto de partida para la elaboración de los programas de relaciones públicas, los cuales deben basarse más en el uso de las herramientas de comunicación para optimar la comunicación con las audiencias y así evitar problemas de percepción o de interacción con ellas; y también en una actividad sistemática para que la empresa aproveche condiciones en el entorno que pueden significar oportunidades de negocio que los competidores no detectan.
Una estrategia proactiva de relaciones públicas puede y debe representar para la empresa o institución que la implante una ventaja competitiva de gran valor en este mundo globalizado.
Carlos Bonilla Vicepresidente Ejecutivo AB Estudio de Comunicación, México
A
De emergencia a crisis de comunicación, por Jesús Ortiz
11 En capital Humano (noviembre de 2014)
No hay cosa de la que tenga tanto miedo como del miedo”, dejó dicho Montaingne, el gran humanista francés del siglo XVI. Y si esto es cierto en el plano individual, qué decir de lo
terrorífico que resulta el miedo de la masa. En situaciones de emergencia sanitaria, como las que recientemente hemos conocido en España sobre contagios por el virus del ébola o las recurrentes por legionela, la gestión de la Comunicación debe hacerse pensando en proteger a la población, claro, pero también desde ese principio que apuntaba Montaigne: evitar que el miedo generalizado cause estragos mayores que las propias epidemias.
La Comunicación en situaciones de Crisis ‐y la de emergencias lo es‐ siempre tiene tres momentos que marcan sendas operativas: el antes, el durante y el después. Es tan simple la enumeración como eficaz respetar siempre el procedimiento. Y no importa si la crisis es porque una energética haya tenido la mala suerte de que se le reviente un gaseoducto o porque una torre de refrigeración de un edificio de oficinas céntrico esté cuajada de legionelas: la labor de Comunicación siempre tiene que tener en cuenta los tres tiempos. Pero centrémonos en el “antes”, que es una forma de mirar al “durante”.
Las acciones preparatorias son básicas. Hablamos de tener previsto qué hacer si se produce la emergencia y, por tanto, la crisis. Básico no quiere decir fácil, lo sé. Hacer una auditoría de riesgos, punto de partida ineludible para todo manual de Comunicación de crisis, no es siempre sencillo. Si pensamos en salud pública, los riesgos de epidemia pueden ser miles y la valoración de éstos por los distintos especialistas puede ir desde el cero hasta el infinito. Pero esa es la primera labor del responsable de Comunicación: escuchar a todos y hacer un mapa de riesgos que cubra los frentes posibles. Hay más: el manual que se construya a partir de ese mapa tiene que tener la suficiente “cintura” como para incorporar riesgos nuevos no previsibles en su momento. Por ejemplo, que en España se pudiera propagar una infección por ébola.
Lo fundamental del “antes”, por tanto, es prever qué se va a hacer y decir “durante”, con lo que una de las primeras reflexiones ineludibles, tras conocer los riesgos, es definir el objetivo de la Comunicación o, dicho de otra manera, pensar en qué mensaje van a recibir (y comprender, asumir, interiorizar…) los receptores del mismo, cada cual en su grado de cultura, responsabilidad o implicación en la emergencia. Es decir: pensar
en cómo una misma idea deba ser explicada con diferentes lenguajes verbales y no verbales ‐importantísimo‐ a públicos distintos.
También es momento de calcular, entre otras cosas, los escenarios que puedan darse y la evolución de la emergencia; de prever la reacción de otros actores y su “ruido”, entendiendo por tal los mensajes que puedan interferir en el objetivo de Comunicación; de diseñar herramientas de control para seguir todas las fuentes que ofrezcan información de retorno, sin perder de vista a las hoy hiperactivas redes sociales y su característica como herramienta de conversación.
Es de vital importancia igualmente la coordinación entre organizaciones, que debe estar prevista y medida al milímetro. Si nos centramos en el ejemplo de las emergencias sanitarias, resulta fácil imaginar el efecto devastador que tendrían mensajes opuestos o contradictorios por parte de distintas administraciones o estamentos del ámbito de la salud pública. Lo recomendable es formar un único comité de crisis que incorpore a todas las partes implicadas y designar un portavoz que emita un único mensaje durante el estallido y desarrollo de la crisis. Llegará el momento, cuando se normalice la situación, de ver responsabilidades, calcular fallos, analizar errores, conocer si el problema lo tuvo la administración central o la autonómica ‐por seguir con ejemplos‐, de exigir lo que corresponda… Pero nunca en plena crisis. Alimentar discusiones no ayuda a lo que importa: proteger a la población, tanto del problema que ha provocado la emergencia como de la llamada “alarma social”. Del peligro y del miedo, en suma.
Por fin, con el documento, en el soporte que sea, visto, revisado y asumido por la organización correspondiente, queda la formación, el entrenamiento si se prefiere: lograr que cada persona de dicha organización sepa estar en su sitio en el momento oportuno, qué hacer, cómo y cuándo; de aprender a ser transparentes, a que en la Comunicación en situaciones de crisis no sólo se expresa el portavoz con sus palabras, sino que también hablan la puesta en escena, la elección de un formato o de un color, un gesto, una entonación…
Mucho trabajo, muchos recursos… ¿Y si no “salta” ninguna emergencia? ¿Se justifica tanto tiempo utilizado, tanta energía, el trabajo y el tiempo de tantas personas, tanto gasto en preparar ese “antes”? Todo aquel que haya vivido de cerca una crisis de Comunicación, ya sea empresario, político o profesional de cualquier tipo, contestará que “sin duda”. La razón es muy simple: son tantas las cosas que hay que tener en cuenta, que las posibilidades de fallo intentando controlarlas en plena crisis y sin guion previo son inmensas. Y como todo el mundo sabe, cuando se cae la tostada al suelo siempre lo hace por el lado de la mantequilla.
Jesús Ortiz Consultor sénior Estudio de Comunicación, España
“
Elige tu propia aventura, por Julieta Ghigliani 12 En Dircom (noviembre de 2014)
a masificación del uso de las redes sociales de usuarios o consumidores de una marca, ha cambiado abruptamente la manera en que las empresas se comunican con sus
públicos. Si bien desde hace décadas las marcas entendieron la importancia de crear una fuerte conexión emocional con su público, a partir del relato de historias en las que la gente se sienta identificada, este storytelling, o el arte de contar cuentos, cedió el protagonismo al usuario o cliente y obligó a repensar la estrategia de comunicación tradicional.
No sólo las compañías han utilizado el recurso de contar historias de vida para sensibilizar al cada vez menos permeable corazón del consumidor, sino que el mundo de la política también buscó captar adeptos a partir del storytelling: el arte de contar cuentos.
Los seres humanos somos proclives a entender mejor los argumentos que nos brindan en forma de historia: los recordamos más fácilmente y tendemos a recibir de manera más positiva el mensaje. Lo sabemos desde chicos y lo reproducimos como padres: nada mejor que un buen cuento para estrechar vínculos afectivos.
Si bien la técnica narrativa es un recurso milenario y ha estado presente en las pinturas de las cavernas, en las narraciones orales de las culturas indígenas, en los cantos de los juglares y en las historias heroicas de todos los tiempos, el storytelling se renueva y cobra un significado distinto con el actual protagonismo de las redes sociales.
Del storytelling al storybuilders.
La narración de historias fue utilizada primero por la comunicación política y luego por la comunicación empresarial, que hizo hincapié en transmitir a sus skateholders historias con las que éstos puedan sentirse identificados: de ahí surge buena parte de la reputación corporativa de las empresas. Pero con el advenimiento de las redes sociales, estas historias cobraron otro significado: ya no basta sólo con contar una buena historia.
Ahora entra en escena un personaje inesperado en este cuento: el cliente, el usuario, el público, que ahora también se transforma en autor de la narración. La aparición de múltiples pantallas y plataformas han convertido este “arte de contar historias” en algo más complejo. Con el crecimiento exponencial de las redes sociales se está produciendo un cambio en el proceso de narración de las historias de las organizaciones. El cuento no es relatado sólo por “el papá”, sino que “el hijo” modifica el relato y cambia en final. Y un mismo cuento puede tener varias introducciones, nudos y desenlaces distintos. Algo así como los revolucionarios libros infantiles de la década del 80 “Elige tu propia aventura”, en los que el lector toma decisiones sobre la forma de actuar de los personajes y modifica así el transcurrir de la historia. Es la era del protagonismo absoluto del cliente, del usuario, de los seguidores. Ellos colaboran en la narración y participan en forma activa y combativa: son las verdaderas estrellas de la historia.
En este contexto, muchas compañías han quedado detenidas por el pánico que les produce el feedback on line de los consumidores. De hecho un 40% de los usuarios piensan que las marcas en redes sociales sólo quieren vender y se quejan de la lentitud de la respuesta de las empresas cuando la requieren. La clave del éxito, o no, del stroytelling se encuentra en si las distintas comunidades comparten en sus redes la historia o simplemente la dejan pasar.
Las comunidades son un buen caldo de cultivo para que las historias que las empresas, productos o servicios cuentan, proliferen. Pero para ello deben hacerlo en forma original, de tal manera que provoquen empatía hacia la marca y que la historia quede impresa en la memoria de los receptores.
Quizás la manera más popular de crear historias la esté protagonizando Storify. Se trata de una web para crear y almacenar historias usando el contenido de medios y redes sociales como Twitter, YouTube, Flickr o Facebook. Storify permite contar historias a través del agregado de contenidos, de tal forma que se pueden elaborar seguimientos de una temática concreta, exponer y organizar discusiones, debates y comentarios de las redes sociales; realizar coberturas en tiempo real de un acontecimiento y aportar información complementaria a los contenidos principales.
En resumen, el cambio de paradigma es grande; genera una oportunidad y un riesgo a la vez para las empresas: mientras que en el storytelling tradicional el control de la narración estaba en manos de los responsables de comunicación y marketing de las organizaciones, la versión actual implica una fuerte participación del prosumer (unión de los términos producer + consumer), quien, pasa de ser un simple consumidor a producir al crear, agregar o ampliar información a la historia original. El desafío de las empresas estará, entonces, en ver cómo hacer para que estos nuevos autores “jueguen a favor” de nuestra empresa y que la historia tenga un final feliz (o al menos no triste) que a su vez será compartido por millones en las redes sociales generando el boca en boca más rápido y contundente que nunca hayamos imaginado antes.
Julieta Ghigliani Consultora sénior Estudio de Comunicación, Argentina
L
OFICINAS
Blog de Estudio de Comunicación (clique aquí)