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DOCU/TÌENTO RELACIONES 78, PRIMAVERA 1999 VOL

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DOCU/TÌENTO

R E L A C I O N E S 7 8 , P R I M A V E R A 1 9 9 9 V O L

A D M E A VICTORIA: LA ALTERNATIVA EN EL

GOBIERNO DEL CARMELO NOVOHISPANO

"Azótenme en la plaza y no lo sepan en mi casa" Queja del que escribe contra los asaltantes.

Cadmea Victoria

Aquí presento parte de mis reflexiones en torno a la importancia del criollismo novohispano en la orden de los carmelitas descalzos. A dife­rencia de otras órdenes, el Carmen receló de la aceptación de criollos en sus conventos, especialmente en sus inicios. No obstante, en el siglo xvn la orden misma aceptó la ley de alternativas, es decir la alternancia de criollos y peninsulares en el gobierno provincial.

Los pleitos entre criollos y peninsulares fueron una constante entre los carmelitas. En general fueron encuentros que se suscitaron en la ciu­dad de México. Aun cuando existe información en los archivos de la or­den, es un tema que está aún por estudiarse.

En esta ocasión presento un famoso pleito entre los conventuales de San Angel, en las cercanías de la ciudad de México (hoy un barrio), con­tra los frailes de la misma orden avecindados en la ciudad. En el ramo Inquisición del Archivo General de la Nación se conserva un interesante legajo, fechado en 1663, que consta de 52 folios numerados cuya con­sulta fue indispensable para este trabajo.1 Ahí se halla un manuscrito de apasionante lectura, anónimo, que narra el asalto de los colegiales de San Ángel al convento de la ciudad de México, con una clara visión defensiva de los frailes de este último.

1 Archivo General de la Nación (a g n ), Inquisic ión, vol. 1531m, expediente 5, fol. 288

a 340, "Cadmea Victoria. Relación legal, jurídica, legítima y verdadera del suceso que

tuvo el ejército que formaron el padre vicario Provincial y Definidores de la Provincia del

Carmen Descalzo de esa Nueva España con sus religiosos del colegio de Santa Ana de la

misma orden, contra su convento de México y doce religiosos que se habían venido a él

donde fueron asaltados e invadidos", 1663. Véase María Agueda Méndez, Catálogo de tex ­tos m arg inados novohispanos, Inquisición: siglo xvn, Archivo General de la Nación (Méxi­

co), El Colegio de México, Archivo General de la Nación y Fondo Nacional para la Cul­tura y las Artes, México 1997.

Al parecer se pretendió publicar el manuscrito. Por ello se solicitó, como era costumbre, su parecer a tres censores: fray Alonso de la Barre­ra op, fray Alonso Bravo ofm y fray Juan de Torres ofm . Todos coincidie­ron en que no se diera a la estampa por no llevar la firma de su autor y por ser un documento escandaloso para la sociedad. Publicarlo hubiera abierto de nuevo un recuerdo doloroso. Las censuras acompañan el tes­timonio y por ello, entendemos, se guardó en los archivos inquisito­riales.

El Carmen descalzo fue una de los órdenes religiosas mendicantes mas importantes establecida en la Nueva España en el último cuarto del siglo xvi. Representaba la cristalización de los ideales de la Contrarre­forma, fruto del Concilio de Trento. Los nombres de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, los grandes místicos de Occidente, dan cuenta de ese movimiento en España.

Felipe II, defensor de la reforma de la Iglesia, apoyó el traslado de los carmelitas a la Nueva España. Éstos se desprendieron de su tronco ori­ginal, el carmelo, fundación del siglo xiv,2 para agruparse en una nueva rama: la descalcez. Teresa de Jesús (1515-1582) implantó para sus mon­jas seguidoras un nuevo estilo de vida conventual, más radical y estric­to en el cumplimiento de los votos, así como la formación de pequeñas comunidades eminentemente contemplativas. Posteriormente, su refor­ma se extendió a los frailes, ya que logró convencer a Juan de la Cruz (1542-1582) de aplicarla a la rama masculina. En 1568 nacía la reforma masculina (los descalzos) de los carmelitas a partir del convento de Du- ruelo, en Castilla. De inmediato proliferaron otras fundaciones y en 1580 lograron crear una provincia aparte.

La diferencia entre los religiosos calzados y los descalzos radicaba en que estos últimos practicaban una mayor austeridad y pobreza de vida, así como la práctica de la oración mental durante el día y la vigi­lancia de una vida comunitaria.

2 El papa Juan xxn les concedió a los carmelitas en 1317 la plena exención de la juris­

dicción episcopal y en 1326 a través de la bula Su per C athedram otorgó todos los privile­

gios de una Orden mendicante. Véase Jaoquín Smet, O.Carm., Los C arm elitas. H is tor ia de la O rd en del C arm en , vol. i, Los orígenes. En busca de la identidad, Madrid, 1987, p. 24-25.

En 1585 pasó el Carmen descalzo a la Nueva España. Impulsados por la corriente renovadora del concilio de Trento, doce frailes arribaron a las costas de Veracruz el 27 de septiembre de aquel año, con la finali­dad prioritaria de evangelizar el norte del virreinato y las misiones ha­cia las Filipinas. Diversas razones, entre las que anotamos el celo de los franciscanos por sus tierras septentrionales de misión y la defensa del carisma carmelitano, preferentemente contemplativo según su segundo padre general, Nicolas Doria (1539-1594), hicieron que los carmelitas se asentaran en ciudades criollas y que mejor se consagraran a la predi­cación, a la pastoral, al estudio y a la administración de sus conventos y haciendas.

El siglo xvii vio la proliferación de los conventos carmelitas en la Nueva España y el surgimiento de su colegio, San Angelo Mártir, mues­tra de riqueza y éxito en su quehacer novohispano. Asimismo, a princi­pios del mismo siglo fundaron el único monasterio contemplativo para varones: el Santo Desierto de Santa Fe.

A diferencia de otras órdenes mendicantes, franciscanos, agustinos y dominicos, los carmelitas fueron muy cautelosos en la aceptación de criollos en sus conventos. Sólo admitieron un número restringido, a fin de no tener mayoría de nacidos en estas tierras. La crónica Recuerdos históricos del Carmelo mexicano/ de fray Diego del Espíritu Santo (1642- 1702), nos lo prueba.

Este religioso llegó a la Nueva España hacia 1670. Fue conventual en la Puebla de los Angeles y en México, vicario del Santo Desierto en 1693, oficio al que renunció en 1694. Posteriormente pasó al convento de Va­lladolid, en España.4 Conoció bien los conventos y en su obra anotó una relación de los religiosos fallecidos en la Provincia de San Alberto en los primeros cien años de la orden en Nueva España (1586-1686). Su obra la concluyó hacia 1691.

3 Diego del Espíritu Santo o cd , Recuerdos históricos del C a m e lo mexicano, México, 1985.

(Edición conmemorativa del Cuarto Centenario de la llegada de los carmelitas descalzos

a México, 1585-1985).

1 Dionisio Victoria Moreno o cd , Los carm elitas descalzos y la conquista espir itual de M éxico (1585-1612), México, Porrúa, 1966. Esta obra cita las fuentes mas importantes

de la orden del Carmen aún fuera de la cronología del título.

A través de esta importante fuente, que registra el origen de cada re­ligioso, su fecha de profesión, quehaceres diversos y fechas de muerte, podemos percatarnos de la clara posición de la orden en los territorios novohispanos. De un total de 429 frailes registrados, 345 fueron de ori­gen peninsular, frente a 24 criollos. De los otros 60 no se anotó el origen.

Cabría hacernos la pregunta ¿por qué la orden del Carmen en Es­paña decidió no aceptar criollos en México? Recordemos que, de diver­sas formas, los peninsulares expresaron la idea de que aquéllos llevaban una "vida regalona y chocolatera", desechando verdaderos compro­misos, especialmente en el ámbito religioso. Pensaban que el rigor de la disciplina no era para los novohispanos.

¿Qué posición tomaron algunos religiosos peninsulares ya estableci­dos en el virreinato frente a esta actitud de las autoridades españolas? ¿Qué sucedió con el desarrollo posterior de los carmelitas en México? Estas son algunas cuestiones que trataré de explicar teniendo en cuenta que aún nos es difícil llegar a conclusiones precisas; apenas nos adentra­mos en este tema que deberá profundizarse mediante la investigación en los archivos carmelitanos mexicanos5 y españoles.

En general sabemos que los religiosos de otras órdenes, como fran­ciscanos, agustinos, dominicos y jesuítas fueron aceptando, conforme transcurrían los años, a los hijos de peninsulares nacidos en estas tie­rras. Los criollos ingresaban y acrecentaban los diversos grupos. Los conventos fueron cubriendo la geografía del amplio territorio novohis- pano. Las necesidades espirituales exigían mayor número de religiosos y el nuevo reino respondía generosamente con sus hijos. Así, podemos afirmar que en la Nueva España las órdenes religiosas se fueron amo­llando.

El criollo no constituía únicamente un nombre que designaba un lu­gar de nacimiento. No se trataba exclusivamente del hijo de europeos nacido en el Nuevo Mundo, con conocimiento de que formaban parte del imperio español; iba mucho más allá de esos límites. Significaba un

5 Actualmente custodiados en el Centro de Estudios de Historia de México Condu-

mex. Véase María Ana Neder, G uía del A rch iv o H is tó r ico de la P rovinc ia de San A lb e r to de los C arm elitas D esca lzos en M éx ic o , México, Centro de Estudios de Historia de México Con-

dumex, 1998.

sentimiento que llevó consigo una definición de un grupo con una con­ciencia particular, que ya para el siglo xvn tenía una clara identificación manifiesta en diversos renglones de la sociedad. Podían ser mestizos que se acriollaban culturalmente, especialmente de tez blanca.

Por otro lado podemos hablar de los peninsulares acriollados. Mu­chos religiosos que se trasladaban a la Nueva España a edad muy tem­prana se moldeaban y se hacían a la forma de la tierra. Así, sin ser origi­narios de ella la defendían frente a los españoles recién llegados que ambicionaban el reino novohispano, en ocasiones despreciando a sus habitantes arraigados.

Cuando la orden del Carmen arribó a México, trató de no repetir los aparentes errores de las otras órdenes. Los criollos franciscanos, domi­nicos y agustinos muy pronto llegaron a apoderarse de los principales cargos de gobierno de las provincias. Posteriormente, como una conce­sión, permitieron la ley de alternativa.

De acuerdo con el texto de fray Diego del Espíritu Santo ya mencio­nado, las autoridades carmelitas vigilaron especialmente que su orden no se "contaminara" en México. Así lo manifestó en sus constituciones con una ley del año de 1604, citada en el capítulo 17, número 10: "prohi­bimos [...] que ninguno de aquellos que han nacido en el reino y provin­cia mexicana pueda ser admitido al hábito de la orden, sino en que con alguno el definitorio de la provincia dispensare alguna vez".6

Al no aceptar más que un número determinado de criollos, quizá las autoridades pensaron que los problemas jamás vendrían por esa vía. Mas por la documentación de los archivos, hoy nos damos cuenta que sucedió todo lo contrario.

6 Agustín de la Madre de Dios "Discurso apologético en favor de los criollos del Rei­

no mexicano contra una ley que tiene[n] los frailes carmelitas descalzos de no admitirlos

a su religión", en Agustín de la Madre de Dios o cd , Tesoro escondido en el santo Carmelo mexicano. M in a rica de ejem plos y v ir tu d e s en la historia de los carm elitas descalzos de la p rov in ­cia de la N u e v a E sp a ñ a / prólogo de Elias Trabulse, introducción y notas de Manuel Ramos

Medina, Casa de Bolsa Probursa y Universidad Iberoamericana, México 1984, apéndice

"y", p. 416. Eduardo Báez Macías hizo la versión paleográfica de esta obra y la publicó

con el título Tesoro E scondido en el M o n te Carmelo M exicano... , Instituto de Investigaciones

Estéticas, u n a m , México 1986.

Me voy a referir por ahora a dos hechos representativos dentro de la orden en el siglo xvn: el compromiso de fray Agustín de la Madre de Dios frente a las autoridades del Carmen y el asalto sangriento de los conventuales de San Ángel al convento de la ciudad de México. Proba­blemente esto nos permita acercarnos a ciertos elementos de juicio, si se considera que aún hay que revisar los acontecimientos del siglo xvm, la época de oro del Carmen descalzo, pues éste logró engrosar sus filas con cerca de 500 frailes.

* * *

La crónica más importante de los carmelitas durante la época virrei­nal es definitivamente la de fray Agustín de la Madre de Dios, peninsu­lar, quien dejó una voluminosa historia de la orden desde su llegada a la Nueva España hasta mediados del siglo xvn. Se trata del Tesoro escon­dido en el Santo Carmelo mexicano.

Los carmelitas llegaron a tener poder económico. Sus posesiones en haciendas, tema prácticamente desconocido, sus conventos y colegios los distinguieron. No obstante, la crónica de fray Agustín de la Madre de Dios no fue publicada. ¿Cómo explicarlo? ¿Por qué archivó la valiosa información del desarrollo de su trabajo y prefirió guardarla?

Contamos con dos extraordinarios documentos que nos pueden dar una pista: el "Discurso apologético en favor de los criollos del reino me­xicano contra una ley que tiene[n] los frailes carmelitas descalzos de no admitirlos a su religión,/ y el "Discurso antiapologético contra otro apo­logético que escribí en favor de los criollos de la Nueva España, opo­niéndome a una ley que teníamos los carmelitas descalzos de no admi­tirlos a nuestra religión".7

En el primer sermón, fray Agustín de la Madre de Dios se opone a la ley que impedía el ingreso de los criollos a la orden del Carmen "en lo cual se ve a lo claro la falta de noticias de los que la establecieron, pues si no es con falta de noticias no se pudiera hacer ley tan injusta y tan escandalosa".8 ¿Podríamos ya hablar de un peninsular acriollado?

7 Ibidem .8 Ibidem , p. 416.

El fraile disidente se apoya en autoridades para elaborar su discurso, probando suficientemente lo injusto de la ley. Más adelante afirma:

Es pues lo que colijo, que estos padres hacen concepto tan vil de los criollos

de la Nueva España, los estiman y tienen tan en poco, que juzgan son peo­

res que judíos, que moros y que herejes, lo cual es gran infamia de una

nación tan grave y digna que todo ella lo vengue y contradiga.9

La sorpresa de los dirigentes carmelitas fue grande cuando se ente­raron del pronunciamiento del fraile. Entonces los castigos se dejaron sentir con todo el peso de la ley de la orden. En 1653 se le privó defini­tivamente de trabajar en cualquier oficio, como prelacias superiores e inferiores. Es decir, no podía ocupar cargos importantes como ser pro­vincial, definidor, prior o subprior, ni ejercer el oficio de lector, procu­rador, portero, ni siquiera sacristán.10 Pero lo fundamental fue que se le obligó, por el voto de obediencia, a escribir un nuevo discurso para que públicamente se retractara de lo que había expresado: "Discurso anti­apologético contra otro apologético...", de 1653. En él afirma, entre otras cosas, que

Cierta pasión con que escribí este papel, al cegarme el discurso, que cayere

en él muchos errores, los cuales quisiera yo sacar con lágrimas mías y lim­

piar, aunque fuera con mi sangre, lo que en él turna a otros [...] escribí como

arrojado. Quiero reprender aquí mis hierros y condenar mis culpas.11

Mediante este documento, para las autoridades de la orden se arre­pintió aparentemente de todo lo que había escrito. Su gran obra, la cró­nica, está repleta de textos que manifiestan un gran sentimiento criollo y que exaltan estas tierras como las más bellas del mundo y a sus habi­tantes como los más cercanos al cielo.

Las actas capitulares de los carmelitas registran una carta de fray Agustín de ese mismo año de 1653:

9 lb id e m , p. 417.

10 Dionisio Victoria Moreno, Los carm eltias y la conquista e spir itual de M éx ico 1 5 8 5 -16 1 2 , México, Edit. Porrúa, 1966, p. xxxii.

11 Agustín de la Madre de Dios, op. c it. , apéndice n, p. 423.

Jesús, María. Reverendos Padres. Pax Christi.Padres míos.

Bien sé que si no ha llegado, llegará presto a las noticias y manos de Vues­

tras Reverencias, un papel que yo escribí en modo de apología contra aque­

lla ley nuestra que prohibe el no recibir criollos de esta Nueva España, en

cual papel pruebo que es esta ley contra la ley divina, contra los sagrados

cánones y estatutos de la Iglesia, que es ley inicua, injusta, infamatoria, am­

biciosa y detestable, y que la conservan los prelados por considerarse siem­

pre en los oficios; lo cual juzgo que es tanta verdad, que estoy expuesto por

ello a dar la vida. Y estoy también tan ajeno de sujetarme por ello a la co­

rrección monástica, que protesto desde luego no he de admitir alguna. Por

lo cual deseando que no haya escándalos en la República y convidando a la

religión con la paz, pido a Vuestras Reverencias traten de que se derogue

aquesta ley con otras que hay injustas en las Constituciones. Porque yo ten­

go de defender la verdad y oponerme a tiranías, aunque me cueste lo que

me costare...12

Probablemente esta rebeldía provocó que los carmelitas desconfia­ran de la crónica que ellos mismos le habían encargado redactar desde hacía tiempo y, así, la guardaron y olvidaron sin permitir su publicación en aquella época.

Sabemos que posteriormente fray Agustín dejó 1# Nueva España y que murió en el convento de Salamanca a la edad de 52 años.

* * *

En 1662 llegaron a la ciudad de México noticias frescas de España. El diario de Güijo afirma: "vino asentada la alternativa entre criollos y gachupines en la religión del Carmen y presentaron los recaudos a diez y siete de octubre en su capítulo y la admitieron".13 Llama la atención que las autoridades carmelitas en España hayan cedido, apenas unos

12 Archivo Histórico de la Provincia de San Alberto de Carmelitas Descalzos, Actas

capitulares, 29 de abril de 1653, tomo II, fol. 113, p. 99.

13 Gregorio Martín de Güijo, "Diario de sucesos notables y comprende los años 1648

a 1664", en D ocu m e n to s para la H is to r ia de M éx ico , vol. II, 1648-1664, Edit. Porrúa, México,

p. 177.

años después de la queja de fray Agustín de la Madre de Dios, para dar presencia a los criollos e inclusive aceptar la ley de alternativa. ¿Qué fuelo que provocó el cambio? ¿La queja de fray Agustín? Muy probable­mente no. ¿Se percatarían los carmelitas en España de que los excesos cometidos en la Nueva España se atribuían más bien a los peninsulares y no a los criollos? No lo podemos saber a ciencia cierta, pero hay evi­dencias.

En los sesenta del siglo xvn se registró un gran escándalo al interior de la orden del Carmen. El 13 de mayo de 1662 se conoció en México la decisión del Capítulo General de carmelitas descalzos en España que declaraba nulo el capítulo provincial de México y nombraba a fray Mi­guel de los Ángeles como provincial, quien tomó posesión el 17 de mayo del mismo año.

Con seguridad el nombramiento del nuevo provincial decepcionó a un grupo de carmelitas, pues meses más tarde manifestaron su incon­formidad. Hay que aclarar, antes de entrar en detalles, que el convento sede del gobierno de la provincia de San Alberto era el colegio-conven­to de San Ángel; lugar muy apreciado por las autoridades de la Nueva España, fueran eclesiásticas o civiles, para recreo enmedio de exuberan­tes huertas, excelente clima e inmejorable trato de los frailes.14

El otro convento, el de la ciudad de México, primera fundación car­melitana, era quizá menos importante en número de frailes, pero sim­bolizaba el poder de los carmelitas frente a las demás órdenes religiosas asentadas en la capital de la Nueva España.

La tarde del 15 de diciembre.de 1662 algunos frailes del colegio-con­vento de San Ángel decidieron partir rumbo a la ciudad de México:

salieron a las cinco treinta horas a su empresa. Quién no diría que tanto nú­

mero de carmelitas descalzos por esos caminos y calles de la ciudad era

para alguna cosa de suma importancia. Pues, quebrantando su estrecha

clausura, salieron estos religiosos en tanto número a cosa del útil de las dos

majestades. Con armas querían rendir el convento de México, castillo que

14 Manuel Ramos Medina (coordinador), H istoria de un huerto , Delegación Alvaro

Obregón y Centro de Estudios de Historia de México Condumex, México, 1993.

decían se les había levantado, para lo cual se acompañaban de seglares lla­

mados de su propia autoridad.

Llegaron a la plazuela del convento del Carmen a las doce de la noche.

A que estando recogidos los religiosos en el coro, como lo hacen siempre;

eran los maitines, de noche, y aplicaron las escalas a la cerca, sagrado muro

de aquel tesoro de María. Subieron la muralla y vueltas las escaleras a la

parte de adentro, al patio de la puerta reglar, con barretas que llebavan, lo

abrieron, quebrantando su fuerte cerradura y así hicieron patente la entra­

da a todo el resto del ejército [...] Entraron por las ventanas del profesado y

vivienda de los hermanos coristas, a propósito para la escala, por no tener

más defensa [...] y estar todos estos coristas en maitines. Se despertó al

ruido un donado que allí estaba y hubo de callar amenazado, creyendo que

eran ladrones.15

El documento que encierra toda esta información afirma también que los religiosos de San Angel que asaltaron el convento de la ciudad de México portaban botas de vino.

para festejo del camino, brindando muchas veces se alentaban al buen suce­

so de la victoria que pensaban conseguir sobre sus hermanos; con que era

el brindis de los caminantes, alivio de la jornada de dos leguas y prevención

a la victoria.

Que encendidos los hachones que llevaban guardados y prevenidos al

punto de las armas, se dividieron en escuadras por todo el convento para

cerrar a todo él y en todo el paso. Unos fueron al coro y, cerradas por de fue­

ra las puertas, se quedaron en su guarda, amenazando a algunos que den­

tro intentaron derribarlas. Otros, tomando la puerta de la torre, impidieron

tocar las campanas para llamar a los vecinos al remedio que parece amena­

zaban tantas armas, tantos arcabuces, tantos religiosos, vestidos de más

enojo que de celo. Muchos, divididos por las bocas de los dormitorios, ha­

cían escolta, mientras otros quitaban las llaves al portero y sacristía. Y los de­

más, acometieron a una sala en que se habían aposentado los que vinieron

de Valladolid, donde juzgaban estar los del levantamiento, donde hallaron

acostados a solo tres y entre ellos, enfermo, había dos días al que juzgaba el

15 AGN, Inquis ic ión , vo i. 1531 m , ex p ed ie n te 5, fol. 321 vta.

ejército por cabeza del levantamiento [...] Y entrando dentro y levantando

de las camas a palos y estocadas los tres que hallaron, maniatados y heri­

dos los remitieron luego, aquella hora, al colegio, y prosiguieron en la fac­

ción. Y atestigua un religioso de los mismos asaltadores que, al que juzga­

ban cabeza del levantamiento, estando enfermo y en la cama, llegaron a

despertarlo para la otra vida, tirándole una estocada tan fuerte que este reli­

gioso, aunque contrario, menos cruel que los otros, poniéndose delante y

defendiendo al enfermo dijo: quieren a matar a este hombre.16

Si hemos de creer lo escrito en el documento, un día antes de partir los frailes de San Ángel para castigar y someter a los disidentes reli­giosos que habían venido sin permiso del Carmelo de Valladolid de Mi- choacán al de la ciudad de México para pronunciarse en contra del pro­vincial, debemos creer que se les hizo confesión general "para morir en una facción tan heroica como era el ir a asaltar e invadir el convento de México y en la demanda matar y morir".

Además, mientras se llevaba a cabo el asalto, en San Ángel había quedado al descubierto el Santísimo Sacramento "para el buen suceso de la victoria". Uno de los asaltantes, en medio del combate, afirmó: "no se alboroten que el Santísimo queda descubierto en el colegio, que se abrió la puerta del Sagrario del Altar Mayro y se encendieron luces".17

Es interesante leer que más de la mitad de los estudiantes armados "eran de la localidad, por haber venido niños a la religión", es decir, identificados con la tierra en la que habían vivido. Este texto nos ayuda a situar a los dos partidos. El de los estudiantes era el procriollo. El de la ciudad de México propeninsular. Algunos conventos como el de Va­lladolid, también colegio, era procriollo y así explicamos cómo vinieron al asalto de la ciudad de México.

Que el asalto fue cruento, tal vez haya sido una exageración de los vencidos. Pero que fue escandaloso en la sociedad novohispana no hay la menor duda. No obstante, las autoridades tanto eclesiásticas como temporales no intervinieron.

La represión de los disidentes fue considerable:

16 Loe. cit.17 Ibidem , fol. 320.

Que algunos andan fuera, que han conseguido parecer de personas gravísi­

mas de este reino y, entre otros, de obispos y prelados. Los primeros de las

religiones que sienten, juzgan y afirman no sólo no están obligados a venir

a su religión, sino que a no volver a ella por ser los que la gobiernan sus de­

clarados enemigos hasta que su General provea de oportuno remedio y que

en ínterin estén fuera de su religión.

Otros fueron castigados con cárcel conventual y algunos hasta exco­mulgados.18

Las relaciones del Conde de Baños, virrey de la Nueva España, con el administrador del arzobispado de México, Diego Osorio de Escobar, obispo de Puebla no eran buenas. Este último simpatizaba con los crio­llos y comprendía sus quejas, lo que lo hizo popular.19 En cambio la figu­ra del virrey era poco brillante. Se le juzgó como una de las autoridades más opresivas, excepto por parte de los jesuítas, el bando burocrático y los frailes, quienes lo apreciaban por la actitud favorable hacia ellos.

Durante los años que historiamos hubo una grave coyuntura econó­mica. En la década de 1660 el virreinato se deterioró notablemente. Los oidores de la Audiencia afirmaban que era la peor crisis que jamás hu­biera azotado a México. Los años 1661 a 1663 fueron conocidos por los desastres para la agricultura de la región central de la Nueva España; sequías, heladas que acarrearon fuerte carestía, lo que impuso fuertes sacrificios a los pobres.

El hecho de que el virrey o el arzobispo hubieran intervenido en la problemática particular de la orden del Carmen les hubiera distraído mucho de sus quehaceres y les podría haber acarreado mayores enemi­gos. Tal vez por eso prefirieron callar.

Mas, sin lugar a dudas, la acción de los frailes carmelitas disidentes llevaba ya una conciencia particular: los criollos habían hecho su apari­ción y no estaban dispuestos a cargar con el peso de las decisiones ga- chupinas. Aun cuando el pleito les acarreó un dura represión, el hecho fue evidente.

18 Ibidem , fol. 332.19 Israel Jonathan, R a za s , clases sociales y política en M éx ic o 1 6 1 0 -1 6 7 0 , México, Fondo

de Cultura Económica, 1980 p. 265.

Nos quedan por estudiar las actas provinciales de los años siguien­tes con el fin de profundizar detenidamente en los casos de los provin­ciales. ¿Tuvo la alternativa continuidad? ¿Los españoles seguían siendo mayoría al interior del Carmelo con todos los poderes de decisión?

Así, Cadmea Victoria se traduciría como un triunfo costoso. Una vic­toria a la Pirro donde, a pesar del logro, las consecuencias fueron la re­presión y el castigo.

Manuel Ramos Medina

Centro de Estudios de Historia de México Condumex

D o c u m e n t o

Con apoyo en el texto anterior, presento una selección del largo docu­mento confiscado por el Santo Oficio de la Inquisición. He escogido los textos más representativos y descriptivos dejando de lado las muchas repeticiones. No obstante, trato de mostrar una síntesis con el fin de que el lector sitúe el manuscrito.

Por último, me pareció importante transcribir una de las censuras para mostrar los obstáculos que se esgrimieron contra la publicación del documento, lo cual se repite en las otras dos censuras.

C a d m e a V i c t o r i a

Relación legal, jurídica, legítima y verdadera del suceso que tuvo el ejér­cito que formaron el padre vicario Provincial y Definidores de la Pro­vincia del Carmen Descalzo de esa Nueva España con sus religiosos del Colegio de Santa Ana de la misma orden, contra su convento de Méxi­co y doce religiosos que se habían venido a él donde fueron asaltados e invadidos.

Refiérese el pretexto para tomar armas religiosos contra religiosos. Examínese el hecho, causa, efectos y circunstancias. Caso ejecutado la noche del 15 de diciembre del año pasado de 1662.

Con este seguro diré en este papel que intitulo Cadmea Victoria por ser la que referiré tenida entre hermanos y habido con igual daño de en­

trambas partes, habiéndose herido así primero los vencedores y conse- guídola con poco útil los victoriosos, Cadmea Victoria.

Llamo también este escrito Relación legal, jurídica, legítima y verda­dera porque con el efecto que escribo doy la causa de lo que refiero, y por la puntualidad y verdad que guardare en escribir sin retóricas pon­deraciones el caso que sucedió en México la noche del 15 de diciembre de 1662 años.

i

Esto escribo y esto dicen los doce números de que consta el papel.

1 Refiere el origen de los disturbios que ocasión tuvieron en esta Santa Religión del Carmen. Cuéntanse los más necesarios para la inteli­gencia del asalto.

2 Prosigue los sucesos; posesión que se dio al Provincial en obedien­cia de las órdenes de España: capítulos que celebraron los nuevos prelados.

3 Dice el movimiento de aquellos doce religiosos que los prelados cas­tigaron con el asalto. Examina si fue levantamiento.

4 Supone el levantamiento y prueba no es lícito ni útil castigo el del asalto ni conseguirse así por armas la religiosa obediencia.

5 Enseña los medios que dichos prelados debían buscar y ejecutar para darse el levantamiento antes de llegar al asalto.

6 Prosigue los medios que se debieron tomar antes del extremo asalto.7 Pondera cuán sin proporción fue el medio del asalto que se tomó, y

cómo se miró a otro fin y no al servicio de Dios.8 Refiere algunas escandalosas circunstancias del asalto.9 Expresa cómo se dio el asalto al convento y a los doce religiosos que

en él estaban.10 Cuenta cómo celebraron la victoria del asalto y glorias de su triunfo

los colegiales y sus superiores.11 Prueba cómo fue el asalto contra la Iglesia Universal, contra el sagra­

do Carmelo y todas las religiones y contra el estado político de esta Nueva España.

12 Asegura vendrá el remedio a los daños que ocasionó el asalto, de manos del Pontífice Sumo de nuestro Rey Católico y de los celosos prelados de esta religión.

II

Del numero 1. Refiere el origen de los disturbios

En la sagrada religión del Carmen Reformado, las niñas de los ojos de Dios tiene su Majestad esta Reforma en sus ojos. Su honra con todas veras la solicita. A Santa Teresa, su madre fundadora, hizo a Cristo ese estupendo favor cuando le dijo: Mi honra es tuya y la tuya es mía. Que no sólo se entiende en cuanto a la persona de la santa, sino también en cuanto a toda su santa Reforma, cuya honra cela con aventajada corres­pondencia de celo con que ella mira por la de su Majestad.

A mí, por urgentísimas razones que no es lícito decir, me ha sido preciso referir en esta relación algunos sucesos adversos de algunos particulares de esta santa religión, y cuando mi pecho, no tan afecto como es dañado fuera y malintencionado sólo con ver era la honra de Dios la de esta religión, me contuviera en los límites de la modestia cris­tiana. Mirada esta esclarecida reforma, toda junta la atiendo querida de los hombres mientras mayores más, y más de Dios, cómo tomare la plu­ma con ánimo de deslustrarla [...] subido en la cumbre del Sacro Monte Carmelo veo tantos esclarecidos religiosos, tantos santos, tantos doctos, tantos maestros de la virtud en púlpito y confesionarios, tanto acopio de varones y lustres descendientes de Elias o hijos de Teresa, que ni es fácil numerarlos ni posible referirlos.

No sólo por la parte que atiendo junta toda esta sagrada familia, sino también por la parte que considero algunos sujetos de esta religio­sísima provincia de la Nueva España y sus sucesos desde el año de 1659 hasta el de 1663, los cuales por ser de unos particulares religiosos no la desdoran ni desacreditan. Los cuerdos bien saben no es influencia de la religión la desatención de unos pocos los que no lo son. No importa que no lo sepan, pues no lo son. Y la honra para los primeros es, no para los segundos. Ocultar los sucesos de estos años no es fácil por lo públi­

co de ellos, ni es posible porque hay parte ofendida que solicita su jus­tificación.

Quisiera, sin faltar a la veneración debida a tan ilustre religión, no excediendo los límites de la modestia, tener palabras que explicasen la gravedad de los sucesos porque fuesen tan ajustada la queja como ha sido la causa del dolor y en los sujetos que es fuerza tratar [...] y más siendo ofensa de esta santa religión todo lo que se ha obrado contra unos pocos [...] Todos, en estima de aquélla, debimos defender éstos y más, mientras se consideran ofendidos de los que se tenían por padres y prelados suyos. De éstos, quién se había de persuadir que siendo tan cabales, tan doctos, tan justos, tan celosos de la honra de Dios, habían de mancillar la de sus hermanos religiosos y sacerdotes, sus súbditos, sus obligados, circunstancia que hace más grave el dolor de la ofensa [...] Bien merecida queja contra aquéllos que, cuando por su profesión, por sus oficios, habrían de evitar escándalos en su religión, los ocasio­nan. Referirlos yo contra ellos será no contra su religión, que tanto esti­mo y tan merecido tiene el respeto de todos.

Con el seguro pues que, hablando de estos sucesos, no sólo no man­charé tan sagrado instituto, antes sí será lustre suyo el que se sepan por dos causas. La una porque, con legalidad y verdad referidos los aconte­cimientos, salgan del engaño en que están muchos pensando hubo entonces muertes y atrocidades y hay hoy desaforados rencores a que desengañará la narración. La segunda, porque así se conocerá ser mal de algunos pocos el suceso.

Con este seguro, diré en este papel que intitulo Cadmea Victoria, por ser la que referiré tenida entre hermanos y habida con igual daño de entre ambas partes, habiéndose herido así primero los vencedores y conseguídola con poco útil los victoriosos [...]

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Sucedió en México la noche del 16 de diciembre de 1662 en que, habien­do anticipadamente por dos días enteros buscado todo género de armas, el Definidor de esta Provincia y el que entonces era rector del co­

legio de Santa Ana de la misma orden, para armar gran número de reli­giosos de dicho colegio, que acompañados de seglares viniesen y pren­diesen a otros religiosos, que estaban en su convento de México. Vinie­ron de hecho y a este hecho 32 religiosos de dicho colegio, que está a dos leguas de esta ciudad, acompañados de doce seculares, todos bien pre­venidos de espadas, lanzas, chacos [sic], arcabuces, escalas, cuerdas, ha­chones, sirvientes y demás pertrechos de guerra, y caminando con la os­curidad la noche del 15 de diciembre y dadas las doce del día 16 esca­laron el convento, entraron por las puertas y ventanas, asaltaron doce religiosos a sus hermanos religiosos hasta en el coro en el mismo sagra­do acto de maitines. Hubo prisiones, amenazas, estruendos con que ce­saron las alabanzas divinas y cantaron la victoria y la festejaron los prelados, padres y maestro.

IV

El sábado 17 de abril luego por la mañana se juntaron los capitulares y, procediendo a las elecciones, se presentó un pliego cerrado y sellado del Definitorio General. Abierto, se halló en él venir electo en provincial el padre que acababa de ser rector del Colegio y era uno de los excluidos del dicho capítulo. Obedeciéronse por los capitulares las letras y paten­tes del Definitorio General, pero, en cuanto a su ejecución, hubo la duda de estar el sujeto en quien venía la elección privado de voz activa y pasi­va e inhábil para ejercer el oficio y que así mirase este Definitorio Pro­vincial. Dijeron todos los que en aquel caso se debía obrar, como a quien tocaba decidir las dudas en materia de elección provincial.

Visto el caso pues por el Definitorio, y considerando que la elección venía en sujeto, aunque de mérito y virtud, inhábil por el suceso dicho, declaró y determinó que, obedeciendo a su Definitorio General, suplica­ba de la elección y ejecución de las letras, y así mandaban y mandaron (como aquello en quien decide la autoridad para decidir las dudas en materia de elección de Provincial) procediese el capítulo provincial en el ínterin, que remitida como remitían y mandaban remitir la causa al Definitorio General, determinaba lo que pareciese conveniente a que se­

ría obedecido con todo rendimiento. Obedecieron los gremiales a esta determinación del Definitorio [...] En que se ve el respeto que quien en las leyes de esta religión se atenga a las determinaciones del Definitorio. Procedió pues el capítulo por el orden dado a elección de Provincial.

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Del número 7. Pondera cuán sin proporción fue el medio del asalto que se tomó, y cómo se miró a otro fin y no al servicio de Dios.

Han dicho los religiosos algunos medios de que debían usar los pre­lados antes del extremo medio del asalto y si le parece a alguno de esta parcialidad que yo les debía callar. Les respondo por el gran padre San Jerónimo [...] o responde por estos religiosos asaltados y ofendidos cua­les por opuestos los dichos daños, y qué diré siempre sentirán vivamen­te el que se usase con ellos dejados los medios cristianos y religiosos del medio extremo y riguroso que fue el asalto, incide de la mala voluntad de que les tenían o mostraban tener.

Y tendrán razón del sentimiento estos religiosos, pues es tan ajeno el caso que refiero del estado (no digo carmelitano) religioso, que él por sí solo, sin más ponderación (aun sucedido entre bárbaros), ocasiona sos­pechas, trae admiraciones y concilia estupores. ¿Qué será cuando se halla haber sucedido entre religiosos reformados, en tanto grado sepa­rados del mundo en el cual aún los más forajidos se les imputara el hecho a gravísimo delito? ¡Oh tiempos!, ¡oh costumbres!

¿Qué diría Santa Teresa, su madre, desde el cielo? ¿Qué dijera si se hallara aquella lamentable noche en su convento del Carmen de Méxi­co, entre religiosos soldados, entre espadas, lanzas, alabardas, arcabu­ces, mallas y coseletes? Aquí hiriendo, allá apaleando, en otra matando y en todas rabiosamente vibrando seculares y hostiles armas, religiosos contra sus hermanos religiosos? Qué mal le parecería su hábito reforma­do y armas seculares. Los desconociera, sin duda, Santa Teresa. No los conocería, cariñosa y pacífica, por hijos.

¿Qué dirían en el caso presente aquellos grandes religiosos primeros y primitivos que quisieron a sus religiosos olvidados de rencillas?

C e n su r a

Por orden y mandato de vuestra señoría, he leído con todo cuidado el papel que se intitula Cadmea victoria, etc. para que le censure y diga mi parecer.

Y hallo que es un memorial apologético, defensorio y manifiesto, que informa y alega a favor de unos religiosos que se sienten (a su en­tender) injustamente agraviados de otros de su misma religión. Y como la defensa propia está de parte del derecho de las gentes y se permite en todas las leyes divina, natural y humana, juzgando ese escrito en esta consideración, viendo que no tiene cosa contra nuestra santa fe, ni repa­ro porque se debía recoger. Y porque ese juicio es singular y no se con­forma con las calificaciones antecedentes que la han dado, propondré a vuestra señoría los motivos que me obligan a tener este dictamen en conciencia. Y supongo, lo que es notorio en todo el reino y ha pasado a los de España, que esta provincia de los padres carmelitas descalzos se haya hoy dividida en dos parcialidades o facciones que han ocasionado gravísimas sediciones, que la han puesto en miserable ruina [...] Tenaz­mente, pienso que tiene de su parte la razón y la justicia, que como es doctrina asentada de muchos doctores, que en materia sobre que se originan crueles disensiones se hallan discordias justas por entrambas partes. Y otra parte se pueden hallar razones probadas. Y cualquiera se puede conformar con opinión probable y con ignorancia bona, puede cada una presumir que le asiste la razón mientras no se determina por legítimo. Y, así, dichos padres carmelitas para entablar derecho han he­cho de una y otra facción los informes y manifiestos. Y todos alegaron razones y argumentos por su parte...

Y los reparos que se notan para que el Santo Oficio lo prohiba en ri­gor parece:

Lo primero que se nota es que no tiene nombre ni autor. Es requisi­to, es precisamente necesario, para haberse de imprimir o para que los tribunales donde se litigan entre parte, jurídicamente se admitan las ale­gaciones e informes que presentan y entonces no pasan si no es firma de quien defiende su parte.

Lo segundo que se le nota es que es escandaloso e injuria el estado monacal [...] y fue público que no se puede callar cuando en la verda­

dera noticia está empeñado el honor de los que se quejan de ver[se] in­justamente oprimidos y violados. Y no se les debe calumniar si se consi­dera que esta relación es defensa por todas leyes permitidas. Y que la justicia pide este género de informes para los jueces y en orden a este fin se hizo este escrito... en que se asegura el remedio por mano de los su­periores de la orden, del Pontífice Sumo y de nuestro Rey Católico. Y aunque en la relación del hecho se usa de ponderaciones y argumentos, con estilo licencioso parece inexcusable [...]

Lo tercero, que se repara y se sigue de lo antecedente, es que este es­crito saca a la plaza del mundo los defectos interiores de varones refor­mados y ejemplares con notable menoscabo de su crédito. Yo confieso que el caso de que se hace relación es el más raro y lastimoso que de su género y circunstancia se pudo ver en muchos siglos entre religiosos. Pero también confieso que lo que en este papel se refiere es mucho me­nos de lo que se dice. Y corre por cierto no sólo en la plebe sino entre personas graves refiriendo otros sucesos más horrendos y execrables...

Lo cuarto se repara en que este escrito abusa de la Sagrada Escritura y de los Santos, trayendo muchas autoridades [...]

San Francisco, 20 de octubre de 1664 Fray Alonso Bravo