domingo 23 de agosto de 2015 las chicas van … · eso quedó muy en claro en un caso que dejó ......

8
Copyright © 2015 The New York Times DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015 Una colaboración con INTERNATIONAL WEEKLY VENTANA Hay eventos para complacer todos los gustos Los narcos conmocionan a México Las chicas van con ISIS por fe y rebelión Por WILLIAM NEUMAN CHILAPA, M éxico DURANTE CASI UNA semana, sujetos encapuchados leales a un grupo local de la droga invadieron esta pequeña ciu- dad en una ruta clave del narcotráfico. Policías y soldados se mantuvieron al margen mientras estos buscaban a integrantes de un grupo rival y se llevaban a por lo menos 14 hombres que siguen desa- parecidos. “Se disputan la ruta que pasa por Chi- lapa”, explicó Virgilio Nava, cuyo hijo de 21 años se contaba entre los hombres secuestrados en mayo, aunque no tenía vínculos aparentes con ninguno de los dos grupos. “Pero nosotros somos los afectados”. Durante años, Estados Unidos ha pre- sionado a los países que luchan contra cárteles poderosos, como México, para que corten la cabeza de los grupos al abatir o arrestar a sus líderes. La cum- bre de esa estrategia fue la captura del narcotraficante más poderoso de Méxi- co, Joaquín Guzmán Loera, mejor cono- cido como El Chapo, quien escapó de una prisión federal el mes pasado. El resultado ha sido una fragmentación de los cárteles y aumentos abruptos en la violen- cia en lugares como Chilapa, una ciudad de unos 31.000 habitantes, al tiempo que grupos más pequeños luchan por el control. Mientras los cárteles grandes son como monopolios en lo vinculado con los estupefa- cientes, los grupos más pequeños a menudo controlan sólo una parte de la cadena del su- ministro de droga, señalan varios expertos. Y mientras los cárteles grandes tienen los recursos para sobornar a funcionarios guber- namentales a nivel nacional, los grupos más pequeños por lo general se enfocan en los ni- veles local y estatal, normalmente con conse- cuencias desastrosas para las comunidades. Eso quedó muy en claro en un caso que dejó pasmada a la nación el año pasado, cuando 43 estudiantes desaparecieron en Iguala, que al igual que Chilapa también se ubica en el esta- do de Guerrero. Como en este caso, las desa- pariciones sucedieron en medio de una lucha territorial entre narcotraficantes locales. La violencia y los secuestros en Chilapa han puesto al descubierto la incapacidad y la re- nuencia del Gobierno para idear una respues- ta efectiva. El presidente Enrique Peña Nieto propuso una serie de cambios, en noviembre de 2014, entre ellos centralizar el control de la policía local en cada estado, pero eso no se ha llevado a cabo. Los residentes y funcionarios gubernamen- tales indican que Chilapa está en una ruta pa- ra el tráfico de marihuana y pasta de opio que es disputada por dos grupos criminales. Las organizaciones surgieron luego de que el Go- bierno logró encarcelar o abatir a los líderes del cártel de los Beltrán Leyva. Un grupo conocido como los Rojos ahora controla la ciudad, afirmaron residentes y funcionarios. Pero los pueblos rurales cerca- nos están bajo el control de los Ardillos. Los residentes han acusado al alcalde de tener vín- culos con los Rojos, lo que él ha negado. Los residentes apuntan que los hombres ar- mados que invadieron la ciudad el 9 de mayo eran encabezados por los Ardillos. Los invaso- res desarmaron a la policía local y empezaron a capturar hombres. “Decían, ‘tráiganos al alcalde, tráiganos a El Chaparro’”, narró Matilde Abarca, de 44 años, en referencia al apodo del jefe de los Ro- jos. El hijo de Abarca, un vendedor de frutas de 25 años, fue secuestrado por un grupo de hombres armados encapuchados, golpeado y subido a una camioneta. La mujer señaló que los enmascarados dijeron que devolverían a los residentes Por KATRIN BENNHOLD LONDRES — La noche antes de que Khadiza Sulta- na partiera hacia Siria, estaba bailando en su recáma- ra. Era un lunes durante las vacaciones escolares de febrero. Su sobrina, que con 13 años era sólo tres años menor que ella, había ido a su casa para quedarse a dormir. Las chicas se reían mientras giraban al ritmo de la música. Khadiza ofreció a su sobrina su dormitorio esa noche y ella se acostó con su madre. Era una hija apegada, particularmente desde la muerte de su padre. La escena en su dormitorio, grabada en el teléfono celular de la sobrina y reproducida docenas de veces por familiares desde entonces, muestra a la chica que creían conocer: alegre, so- ciable, divertida y amable. Resultó que también era el adiós cuidadosamente coreografiado de una ado- lescente que había pasado meses planeando metódi- camente dejar su casa de la infancia en Bethnal Green, en el Este de Londres, con dos compañeras de escuela, y seguir el camino de otra amiga que había viajado al territorio controlado por el Estado Islámico. El martes por la mañana, Khadiza le dijo a su madre que pasaría el día en la bi- blioteca. Prometió regresar a las 16:30 horas. Cuando Khadiza no había regresado para las 17:30 horas, su ma- dre pidió a la hermana ma- yor, Halima Khanom, que le enviara un mensaje, pero no hubo respuesta. Khanom, de 32 años, fue en su auto a la biblioteca, pero su hermana no estaba allí. Para cuando regresó a casa, su madre había revi- sado el clóset de Khadiza y descubierto que estaba vacío. “Fue entonces que empecé a entrar en pánico”, dijo Khanom. En las pri- meras horas de la mañana siguiente, la familia reportó la desaparición de Khadiza. Tres oficiales del SO15, el escuadrón antiterroris- mo de la Policía Metropo- litana, tocaron a la puerta. “Creemos que su hija viajó a Turquía con dos amigas”, le dijo uno de los oficiales a la madre. La siguiente vez que Kha- nom vio a su hermana fue en las noticias: imágenes granuladas de una cámara de seguridad mostraban a Khadiza y sus dos amigas de 15 años, Shamima Begum y Amira Abase, pasando tranquilamente por las revisiones de seguridad en el aeropuerto de Gatwick para tomar el vuelo 1966 de Tur- kish Airlines hacia Estambul y más tarde abordando un autobús rumbo a la frontera siria. “Sólo cuando vi el video entendí”, dijo Khanom. Estas imágenes convirtieron a las tres chicas de Bethnal Green en el rostro de un nuevo fenómeno: jóvenes atraídas a lo que expertas como Sasha Havli- cek, directora ejecutiva del Instituto para el Diálogo Cuando Alex Vongkhamheuang enta- bló una conversación este mes en KCON, una celebración de un día de la cultura pop coreana (conocida como K-pop) en Nueva Jersey, pensó que estaba hacien- do un nuevo amigo. Entonces miró la pla- ca del desconocido y se dio cuenta de que ya se conocían, en Twitter. “Vi su nombre de usuario prendido a su camisa y me di cuenta de que, ‘ah, te conozco’”, le dijo Vongkhamheuang, de 19 años, al The New York Times. A un océano de distancia de la música y las estrellas de televisión que adoran, los fans en EE.UU. recurren a Twitter y otros foros en línea para conectarse con el K-pop. Así que KCON era un suceso importante, una oportunidad de sacar a la afición estadounidense del K-pop del mundo digital e introducirla en el mundo real. Para algunos, como Michaela McDo- nald, de 21 años, eso significaba vestirse como las estrellas de K-pop. McDonald llevaba el rostro cubierto de maquillaje blanco y el cabello teñido de rubio. Otros entusiastas se surtieron de los produc- tos de belleza coreanos usados y pro- mocionados por sus actores y artistas favoritos, o simplemente esperaban en fila para garantizarse un buen lugar en un concierto el día siguiente. Muchos eventos similares reúnen a la gente en torno a un interés compartido. Los amantes de los gatos recientemente celebraron su gusto mutuo por todo lo felino en el CatCon de Los Ángeles, donde los participantes tenían una meta adicional: retar el mito de la viejita loca de los gatos. “Existe todo un mundo de amantes de los gatos”, afirmó Susan Michals, productora de televisión que organizó CatCon, a The Times. “No todos somos personas excéntricas y ermitañas como en la película ‘Grey Gardens’”. CatCon se proponía mostrar el aspec- to repleto de estilo de ser propietario de un gato, con áreas de manicure con toques felinos y una casa para gatos de diseñador que cuesta más de 600 dóla- res. Mininos famosos en internet como Lil Bub y Pudge estuvieron presentes para sesiones de fotos. Eso no quiere decir que la imagen de la viejita loca de los gatos haya sido desatendida en CatCon. Un stand que vendía sombreros para gatos —entre ellos un gorrito adornado con un pom- pón brilloso— atrajo a muchos compra- dores. Aun así, no todos los asistentes dieron rienda suelta a su gusto de la misma forma. Lo mismo se puede decir de Soberoo, un grupo que se reúne en Bonnaroo, en Tennessee, uno de los muchos festivales de música alrededor de EE.UU. cono- cidos por el hedonismo avivado por el alcohol y las drogas. Sus miembros son muy parecidos a todos los demás entu- siastas de los festivales de música en la multitud, pero con una gran diferencia: están sobrios. Combinar la música y la so- briedad no es lógico para algu- nas personas, y definitivamente no lo era para Chelsea, de 20 años, quien había andado de bo- rrachera en los conciertos desde los 12 años. “Cuando ingresé a rehabilita- ción por primera vez, pensé que mi vida había acabado”, dijo. Veía videos en tiempo real de festivales musicales en su dormitorio, deseando estar allí. “Pensaba que era lo más que podía acer- carme”, comentó a The Times. Pero el mundo de los festivales le fue reabierto por Sober Ball, una versión de Soberoo en Governors Ball, en Nueva York. “Había tanta gente de mi edad”, dijo. “Me quedé anonadada”. NICKI GORNY Sus comentarios son bienvenidos en [email protected]. INTELIGENCIA China tiene otra gran muralla. PÁG. 2 EL MUNDO Decae ánimo en Brasil por escándalos. PÁG. 3 DINERO Y NEGOCIOS Vinilo es mina de oro para firma checa. PÁG. 5 ARTE Y DISEÑO Nuevos pasos para ballet argentino. PÁG. 8 Continúa en la página 2 FOTOGRAFÍAS POR BRETT GUNDLOCK PARA THE NEW YORK TIMES Continúa en la página 2 MONICA ALMEIDA/THE NEW YORK TIMES De la cultura pop coreana a felinos fabulosos, hay un evento para (aparentemente) todas las pasiones. Ropa en CatCon, en Los Ángeles. Khadiza Sultana, Shamima Begum y Amira Abase en el aeropuerto de Gatwick. Los grupos más pequeños se pelean por territorios que eran de los grandes cárteles. Familiares de personas secuestradas en Chilapa (izq.). Algunos pueblos tienen (arr.) fuerzas de autodefensas.

Upload: duongkhanh

Post on 30-Aug-2018

212 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Copyright © 2015 The New York Times

DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015Una colaboración con INTERNATIONAL WEEKLY

VENTANA

Hay eventos para complacer todos los gustos

Los narcos conmocionan a México

Las chicas van conISIS por fe y rebelión

Por WILLIAM NEUMAN

CHILAPA, MéxicoDURANTE CASI UNA semana, sujetos encapuchados leales a un grupo local de la droga invadieron esta pequeña ciu-dad en una ruta clave del narcotráfico. Policías y soldados se mantuvieron al

margen mientras estos buscaban a integrantes de un grupo rival y se llevaban a por lo menos 14 hombres que siguen desa-parecidos.

“Se disputan la ruta que pasa por Chi-lapa”, explicó Virgilio Nava, cuyo hijo de 21 años se contaba entre los hombres secuestrados en mayo, aunque no tenía vínculos aparentes con ninguno de los dos grupos. “Pero nosotros somos los afectados”.

Durante años, Estados Unidos ha pre-sionado a los países que luchan contra cárteles poderosos, como México, para que corten la cabeza de los grupos al abatir o arrestar a sus líderes. La cum-bre de esa estrategia fue la captura del narcotraficante más poderoso de Méxi-co, Joaquín Guzmán Loera, mejor cono-cido como El Chapo, quien escapó de una prisión federal el mes pasado.

El resultado ha sido una fragmentación de los cárteles y aumentos abruptos en la violen-cia en lugares como Chilapa, una ciudad de unos 31.000 habitantes, al tiempo que grupos más pequeños luchan por el control.

Mientras los cárteles grandes son como monopolios en lo vinculado con los estupefa-

cientes, los grupos más pequeños a menudo controlan sólo una parte de la cadena del su-ministro de droga, señalan varios expertos. Y mientras los cárteles grandes tienen los recursos para sobornar a funcionarios guber-namentales a nivel nacional, los grupos más pequeños por lo general se enfocan en los ni-veles local y estatal, normalmente con conse-cuencias desastrosas para las comunidades.

Eso quedó muy en claro en un caso que dejó pasmada a la nación el año pasado, cuando 43 estudiantes desaparecieron en Iguala, que al igual que Chilapa también se ubica en el esta-do de Guerrero. Como en este caso, las desa-pariciones sucedieron en medio de una lucha territorial entre narcotraficantes locales.

La violencia y los secuestros en Chilapa han puesto al descubierto la incapacidad y la re-nuencia del Gobierno para idear una respues-ta efectiva.

El presidente Enrique Peña Nieto propuso una serie de cambios, en noviembre de 2014, entre ellos centralizar el control de la policía local en cada estado, pero eso no se ha llevado a cabo.

Los residentes y funcionarios gubernamen-tales indican que Chilapa está en una ruta pa-

ra el tráfico de marihuana y pasta de opio que es disputada por dos grupos criminales. Las organizaciones surgieron luego de que el Go-bierno logró encarcelar o abatir a los líderes del cártel de los Beltrán Leyva.

Un grupo conocido como los Rojos ahora controla la ciudad, afirmaron residentes y funcionarios. Pero los pueblos rurales cerca-nos están bajo el control de los Ardillos. Los residentes han acusado al alcalde de tener vín-culos con los Rojos, lo que él ha negado.

Los residentes apuntan que los hombres ar-mados que invadieron la ciudad el 9 de mayo eran encabezados por los Ardillos. Los invaso-res desarmaron a la policía local y empezaron a capturar hombres.

“Decían, ‘tráiganos al alcalde, tráiganos a El Chaparro’”, narró Matilde Abarca, de 44 años, en referencia al apodo del jefe de los Ro-jos. El hijo de Abarca, un vendedor de frutas de 25 años, fue secuestrado por un grupo de hombres armados encapuchados, golpeado y subido a una camioneta.

La mujer señaló que los enmascarados dijeron que devolverían a los residentes

Por KATRIN BENNHOLD

LONDRES — La noche antes de que Khadiza Sulta-na partiera hacia Siria, estaba bailando en su recáma-ra. Era un lunes durante las vacaciones escolares de febrero. Su sobrina, que con 13 años era sólo tres años menor que ella, había ido a su casa para quedarse a dormir. Las chicas se reían mientras giraban al ritmo de la música.

Khadiza ofreció a su sobrina su dormitorio esa noche y ella se acostó con su madre. Era una hija apegada, particularmente desde la muerte de su padre.

La escena en su dormitorio, grabada en el teléfono celular de la sobrina y reproducida docenas de veces por familiares desde entonces, muestra a la chica que creían conocer: alegre, so-ciable, divertida y amable. Resultó que también era el adiós cuidadosamente coreografiado de una ado-lescente que había pasado meses planeando metódi-camente dejar su casa de la infancia en Bethnal Green, en el Este de Londres, con dos compañeras de escuela, y seguir el camino de otra amiga que había viajado al territorio controlado por el Estado Islámico.

El martes por la mañana, Khadiza le dijo a su madre que pasaría el día en la bi-blioteca. Prometió regresar a las 16:30 horas. Cuando Khadiza no había regresado para las 17:30 horas, su ma-dre pidió a la hermana ma-yor, Halima Khanom, que le enviara un mensaje, pero no hubo respuesta.

Khanom, de 32 años, fue en su auto a la biblioteca, pero su hermana no estaba allí. Para cuando regresó a casa, su madre había revi-sado el clóset de Khadiza y descubierto que estaba vacío. “Fue entonces que empecé a entrar en pánico”, dijo Khanom. En las pri-meras horas de la mañana siguiente, la familia reportó la desaparición de Khadiza.

Tres oficiales del SO15, el escuadrón antiterroris-mo de la Policía Metropo-litana, tocaron a la puerta. “Creemos que su hija viajó a Turquía con dos amigas”, le dijo uno de los oficiales a la madre.

La siguiente vez que Kha-nom vio a su hermana fue en las noticias: imágenes granuladas de una cámara de seguridad mostraban a Khadiza y sus dos amigas de 15 años, Shamima Begum y Amira Abase, pasando tranquilamente por las revisiones de seguridad en el aeropuerto de Gatwick para tomar el vuelo 1966 de Tur-kish Airlines hacia Estambul y más tarde abordando un autobús rumbo a la frontera siria. “Sólo cuando vi el video entendí”, dijo Khanom.

Estas imágenes convirtieron a las tres chicas de Bethnal Green en el rostro de un nuevo fenómeno: jóvenes atraídas a lo que expertas como Sasha Havli-cek, directora ejecutiva del Instituto para el Diálogo

Cuando Alex Vongkhamheuang enta-bló una conversación este mes en KCON, una celebración de un día de la cultura pop coreana (conocida como K-pop) en Nueva Jersey, pensó que estaba hacien-

do un nuevo amigo. Entonces miró la pla-ca del desconocido y se dio cuenta de que ya se conocían, en Twitter.

“Vi su nombre de usuario prendido a su camisa y me di cuenta de que, ‘ah, te

conozco’”, le dijo Vongkhamheuang, de 19 años, al The New York Times.

A un océano de distancia de la música y las estrellas de televisión que adoran, los fans en EE.UU. recurren a Twitter y

otros foros en línea para conectarse con el K-pop. Así que KCON era un suceso importante, una oportunidad de sacar a la afición estadounidense del K-pop del mundo digital e introducirla en el mundo real.

Para algunos, como Michaela McDo-nald, de 21 años, eso significaba vestirse como las estrellas de K-pop. McDonald llevaba el rostro cubierto de maquillaje blanco y el cabello teñido de rubio. Otros entusiastas se surtieron de los produc-tos de belleza coreanos usados y pro-mocionados por sus actores y artistas favoritos, o simplemente esperaban en fila para garantizarse un buen lugar en un concierto el día siguiente.

Muchos eventos similares reúnen a la gente en torno a un interés compartido. Los amantes de los gatos recientemente celebraron su gusto mutuo por todo lo felino en el CatCon de Los Ángeles, donde los participantes tenían una meta

adicional: retar el mito de la viejita loca de los gatos.

“Existe todo un mundo de amantes de los gatos”, afirmó Susan Michals, productora de televisión que organizó CatCon, a The Times. “No todos somos personas excéntricas y ermitañas como en la película ‘Grey Gardens’”.

CatCon se proponía mostrar el aspec-to repleto de estilo de ser propietariode un gato, con áreas de manicure con toques felinos y una casa para gatos de diseñador que cuesta más de 600 dóla-res. Mininos famosos en internet como Lil Bub y Pudge estuvieron presentes para sesiones de fotos.

Eso no quiere decir que la imagen de la viejita loca de los gatos haya sido desatendida en CatCon. Un stand que vendía sombreros para gatos —entre ellos un gorrito adornado con un pom-pón brilloso— atrajo a muchos compra-dores. Aun así, no todos los asistentes

dieron rienda suelta a su gusto de la misma forma.

Lo mismo se puede decir de Soberoo, un grupo que se reúne en Bonnaroo, en Tennessee, uno de los muchos festivales de música alrededor de EE.UU. cono-cidos por el hedonismo avivado por el alcohol y las drogas. Sus miembros son muy parecidos a todos los demás entu-siastas de los festivales de música en la multitud, pero con una gran diferencia: están sobrios.

Combinar la música y la so-briedad no es lógico para algu-nas personas, y definitivamente no lo era para Chelsea, de 20 años, quien había andado de bo-rrachera en los conciertos desde los 12 años.

“Cuando ingresé a rehabilita-ción por primera vez, pensé que

mi vida había acabado”, dijo. Veía videos en tiempo real de festivales musicales en su dormitorio, deseando estar allí. “Pensaba que era lo más que podía acer-carme”, comentó a The Times.

Pero el mundo de los festivales le fue reabierto por Sober Ball, una versión de Soberoo en Governors Ball, en Nueva York. “Había tanta gente de mi edad”, dijo. “Me quedé anonadada”.

NICKI GORNYSus comentarios son bienvenidos en [email protected].

INTELIGENCIA

China tiene otra gran muralla. PÁG. 2

EL MUNDO

Decae ánimo en Brasil por escándalos. PÁG. 3

DINERO Y NEGOCIOS

Vinilo es mina de oro para firma checa. PÁG. 5

ARTE Y DISEÑO

Nuevos pasos para ballet argentino. PÁG. 8

Continúa en la página 2

FOTOGRAFÍAS POR BRETT GUNDLOCK PARA THE NEW YORK TIMES

Continúa en la página 2

MONICA ALMEIDA/THE NEW YORK TIMES

De la cultura pop coreana a felinos fabulosos, hay un evento para (aparentemente) todas las pasiones. Ropa en CatCon, en Los Ángeles.

Khadiza Sultana, Shamima Begum y Amira Abase en el aeropuerto de Gatwick.

Los grupos más pequeños se pelean por territorios que eran de los grandes cárteles. Familiares de personas secuestradas en Chilapa (izq.). Algunos pueblos tienen (arr.)fuerzas de autodefensas.

INTERNATIONAL WEEKLY

NANCY LEE Editora ejecutivaTOM BRADY Editor en jefeALAN MATTINGLY Editor

The New York Times International Weekly620 Eighth Avenue, New York, NY 10018

CONSULTAS EDITORIALES: [email protected]

CONSULTAS DE VENTAS Y PUBLICIDAD:[email protected]

THE NEW YORK TIMES SE PUBLICA SEMANALMENTE EN LOS SIGUIENTES DIARIOS: SÜDDEUTSCHE ZEITUNG, ALEMANIA CLARÍN, ARGENTINA DER STANDARD, AUSTRIA LA RAZÓN, BOLIVIA FOLHA Y GAZETA DO POVO, BRASIL GUELPH MERCURY, THE HAMILTON SPECTATOR, TORONTO STAR Y WATERLOO REGION RECORD, CANADÁ LA SEGUNDA, CHILE EL ESPECTADOR, COLOMBIA EL PAÍS, ESPAÑA THE DALLAS MORNING NEWS Y U-T SAN DIEGO, ESTADOS UNIDOS MANILA BULLETIN, FILIPINAS PRENSA LIBRE, GUATEMALA LA REPUBBLICA, ITALIA ASAHI SHIMBUN, JAPÓN DIARIO DE YUCATÁN, EL NORTE, EXPRESO Y REFORMA, MÉXICO EL DIARIO, MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS EL NUEVO DIARIO, NICARAGUA CORREO, PERÚ THE OBSERVER, REINO UNIDO LISTIN DIARIO, REPÚBLICA DOMINICANA TODAY, SINGAPUR UNITED DAILY NEWS, TAIWÁN

E L M U N D O

2 DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

Estratégico, llaman una subcultura de poder de chicas jihadistas. Unos 4.000 occidentales han viajado a Siria e Irak, incluyendo a más de 550 mujeres y niñas, para unirse al Estado Islámico, de acuer-do con un reciente reporte del Instituto.

Las mujeres occidentales del Esta-do Islámico apoyan sus esfuerzos para crear un Estado, como esposas, madres y voceras en línea. Muchas son solteras, típicamente adolescentes o de poco más de 20 años. Los funcionarios de seguri-dad dicen que son una amenaza tan gran-de para Occidente como los hombres: con mayores probabilidades de perder un cónyuge en combate, podrían intentar regresar a casa, adoctrinadas y resen-tidas.

Las chicas de Bethnal Green habían sido alabadas por maestros y admiradas por condiscípulas en la Academia Beth-nal Green. Khadiza había sido distingui-da como una de las estudiantes más pro-metedoras, de acuerdo con una carta que recibió su madre apenas unas semanas antes de que se fuera.

Eran chicas inteligentes y populares de un mundo en el que la rebelión ado-lescente es expresada mediante una religiosidad radical que lo cuestiona todo. “Las muchachas solían soñar con alguien atractivo; hoy, las chicas quieren musulmanes que sean practicantes”, dijo Zahra Qadir, de 22 años, que realiza tra-bajo de desradicalización para la Funda-ción Cambio Activo, organismo de cari-dad de su padre.

El Estado Islámico intenta conquistar a estas jovencitas, al adaptar sus llama-dos a las vulnerabilidades, frustraciones y sueños de ellas. Estas chicas conside-ran que las modas occidentales sexuali-

zan a las jóvenes, mientras que las femi-nistas occidentales ven al hijab (o velo) como un símbolo de opresión.

Khanom tenía 17 años cuando se casó, sólo un año mayor que Khadiza.

En su mundo, ir a Siria y unirse al lla-mado “califato” es una manera de “to-mar control de tu destino”, dijo Tasnime Akunjee, abogado que representa a las familias de las tres chicas.

Las pocas noticias que han surgido so-bre las tres amigas revelan una mezcla de ingenuidad juvenil y determinación. Amira, la amiga de Khadiza, dijo una persona que la conocía, “se enamoró de la idea de enamorarse”. Khadiza, por el contrario, le dijo a su hermana tras llegar a Siria: “no estoy aquí sólo para casar-me”.

“Es una versión torcida del feminis-mo”, dijo Havlicek. “Para las chicas, unirse a ISIS es una manera de eman-ciparte de tus padres y de la sociedad occidental que te ha decepcionado. Para ISIS, es grandioso para la moral de las tropas porque los combatientes quieren esposas occidentales. Y en la batalla de ideas, pueden apuntar hacia estas chicas y decir: miren, están eligiendo al califato por sobre Occidente”.

En enero de 2014, una de las mejores amigas de Khadiza, Sharmeena Begum, sin parentesco con Shamima, perdió a su madre a causa del cáncer. Al poco tiempo, su padre comenzó a cortejar a una mujer. Como hija única, Sharmeena estaba sumamente acongojada. Tras la muerte de su madre comenzó a pa-sar más tiempo en la mezquita. Cuando su padre se volvió a casar en el otoño, Khadiza la acompañó a la boda. Poco después, el 6 de diciembre, Sharmeena desapareció. “Estaba vulnerable, tenía un trauma”, dijo Akunjee. “No se hizo un piercing corporal ni se hizo novia de un traficante de drogas. Se fue con ISIS”.

Mientras que la Policía y la escuela mantenían discreción sobre el presunto viaje de Sharmeena a Siria, Khadiza y sus amigas comenzaron a planear seguir sus pasos. En una página arrancada de un calendario, las chicas hicieron una lista para su viaje: brasieres, teléfono celular y ropa abrigada, entre otras co-sas. Descubierta en el fondo del clóset

de una de las menores, la lista también parece contener la letra de una cuarta muchacha. Desde entonces, un juez ha con-fiscado su pasaporte, los de otras tres estudiantes de la Academia Bethnal Green y de una quinta chica del vecindario.

Ellas eran lo que Shiraz Maher, miem-bro senior del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Vio-lencia Política, llamó una “agrupación” de libro de texto. Si una integrante de un grupo de amigas ha partido a Siria, dijo Maher, eso es un indicador mucho más confiable, que la clase social o la etnia, de que las amigas están en riesgo de irse.

El 15 de febrero, sólo dos días antes de que las tres amigas se marcharan, Sha-mima envió un mensaje en Twitter a una prominente reclutadora del Estado Islá-mico de Glasgow, Agsa Mahmood. Sha-mima, la menor de las tres, es también la más esquiva. Poco se sabe de ella ade-más de que le encantaba ver “Keeping Up With the Kardashians” y que viajó a Turquía con el pasaporte de su hermana de 17 años, Aklima. Mahmood negó ha-berlas reclutado.

Los familiares de Khadiza dicen que es poco probable que las chicas hubieran re-unido solas las aproximadamente 3.000 libras, o unos 4.700 dólares, para cubrir el costo de su viaje. La Policía aún trata de establecer si las menores recibieron ayuda en línea o de un reclutador local.

“Es un viaje complicado”, dijo Akun-jee. Lo sabe de primera mano. Una de las primeras cosas que hizo después de que las familias lo contrataron fue viajar con parientes de las tres amigas a Turquía y hacer un llamado público a las menores para que se pusieran en contacto.

A la mañana siguiente del regreso de las familias a Londres, apareció un men-

saje en la cuenta de Instagram de Kha-nom. Su solicitud de seguir a su herma-na, bloqueada desde que Khadiza se fue a Siria, había sido aceptada. Khanom dijo que había enviado un mensaje a Khadiza, pidiéndole que avisara si estaba a salvo. Su hermana le contestó y más tarde le volvió a enviar un mensaje, preguntando por su madre.

Por estas primeras conversaciones, las autoridades concluyeron que las tres amigas estaban en Raqqa, capital de facto del Estado Islámico, albergadas en uno de varios hostales para mujeres solteras.

Desde entonces, las tres se han casado, confirmó el abogado de las familias. Les dieron a elegir entre varios occidentales. Una escogió a un canadiense, otra a un europeo. Amira se casó con Abdullah El-mir, un australiano que ha aparecido en videos de reclutamiento. Se comunican esporádicamente a casa. Las conversa-ciones dan la impresión de que las chicas casi no se arrepienten de haberse ido. Pe-ro también dan a entender que enfrentan dificultades como cortes de electricidad y escasez de productos occidentales. Una charla reciente tuvo un final abrupto por-que empezaron los ataques aéreos.

Se está volviendo más difícil saber si son las chicas las que se están comuni-cando. Cada vez más sus conversaciones son intercaladas con típicas frases pro-pagandísticas.

“¿Han adoptado ese lenguaje o está al-guien a su lado?”, preguntó Akunjee. “No sabemos. Pero no son las personas que sus familias reconocen. Ya no son ellas”.

secuestrados si los habitantes del pueblo entregaban al líder de los Ro-jos.

Varios testigos indican que las au-toridades simplemente se quedaron cruzadas de brazos, una aseveración apoyada por fotos y videos tomados con celulares. Algunos dicen que las autoridades se mantuvieron al mar-gen porque los invasores afirmaban ser una fuerza de autodefensa, como las que enfrentan a los narcotrafican-tes en algunos poblados.

Desde que concluyó la ocupación, el 14 de mayo, los policías han perma-necido para guardar el orden y los funcionarios han prometido investi-gar las desapariciones. Pero prácti-camente no hay señales de avances.

Los familiares de los 14 hombres desaparecidos se reúnen a diario. Muchos de ellos se aferran a la es-

peranza de que sus seres queridos siguen con vida, quizás forzados a trabajar en sembradíos de droga.

José Díaz, de 52 años, portavoz de las familias en Chilapa, comentó que han desaparecido unas 100 personas en el área desde mediados del año pasado.

Cifras recientes dicen que la tasa de homicidios a nivel nacional ha ba-jado. Sin embargo, muchas zonas aún son sacudidas por la violencia a me-dida que grupos más pequeños pe-lean por llenar el vacío dejado por la división de cárteles grandes. Muchos expertos creen que incluso el Cártel de Sinaloa de Guzmán quedará des-integrado.

“Para la delincuencia organizada en México, El Chapo no es el futuro”, explicó Alejandro Hope, ex funcio-nario de inteligencia mexicano. “El Chapo es un remanente poderoso, pero al fin y al cabo un remanente del pasado”.

Se van con ISIS por rebelión y creencias

Crece la violencia en México

Hay preocupación en el pueblo natal del ‘Sr. Jimmy’Por ALAN BLINDER

PLAINS, Georgia — Aquí, inmediata-mente después de los rótulos de bienveni-da con el sello presidencial, la gente aún lo llama “Sr. Jimmy”.

Así que a principios de este mes, cuan-do esta ciudad en Georgia, de menos de 800 habitantes, se enteró de que el ex pre-sidente Jimmy Carter había sido diag-nosticado con un cáncer que se había extendido, la noticia no fue sólo que un ex presidente estaba enfermo. Era que el Sr. Jimmy, el maestro de escuela dominical de 90 años, estaba enfermo.

“Plains está triste, pero tenemos mu-cha fe”, dijo Jan Williams, quien ayuda a organizar las clases de escuela domini-cal de Carter en la Iglesia Bautista Ma-ranatha.

En Plains, al sur de Atlanta, es difícil no ver recordatorios de Carter, cuya reputación provinciana tiene mucho de estar entrelazada con un lugar que se yergue cerca de los campos de maní que alguna vez trabajó.

La estación de trenes funcionó como sede de la campaña presidencial de Car-ter en 1976. A poca distancia hay una pa-rada del Sendero de Mariposas Rosalynn Carter, que lleva el nombre de su esposa. El Plains Trading Post, una tienda, está repleta de souvenirs políticos y otra ven-de maníes y, por 2.99 dólares, pequeños vasos tequileros que rezan: “Plains, GA. Hogar de Jimmy Carter”.

El breve comunicado de Carter infor-mó que recibiría tratamiento en la Uni-versidad Emory, en Atlanta.

En Plains, ya se está instalando un sentido de pérdida de esperanza refre-nada.

“Estoy extremadamente preocupado y aprensivo”, dijo Philip Kurland, quien opera el Plains Trading Post. “El presi-dente Carter tiene 90 años, pero es muy resistente y si hay una forma de prolon-gar o vencer esto, yo diría que él puede hacerlo. Digo, miren todo lo por que ha peleado en su carrera política”.

Fue esa misma carrera, que llevó a Carter de ser un niño que vendía maníes hervidos a la cima del poder político, lo que ha mantenido a este pueblo en el ra-dar global durante unas cuatro décadas. Plains atrae cada año a miles de turistas, incluyendo a muchos que se detienen a escucharlo en la Iglesia Maranatha. Un fin de semana, recordó Williams, nueve autobuses llegaron a Plains.

Pero la enfermedad de Carter despier-

ta el interrogante —¿qué será de Plains una vez que ya no sea parte de la comu-nidad?

En un poblado tan pequeño, hay pocos secretos y muchos chismes. Aún antes de anunciarse la noticia, ya había espe-culación de que Carter estaba mal de salud. Habló en la Iglesia Maranatha el 2 de agosto y luego partió a Atlanta, sede del Centro Carter, el organismo sin fines de lucro cofundado por el ex presidente en 1982 y que se ha convertido en una de las organizaciones de derechos humanos más prominentes del mundo.

Al día siguiente, la oficina de Carter anunció que los médicos en Emory ha-bían retirado “una pequeña masa” del hígado de Carter.

Muchas personas ofrecieron oracio-nes. Algunas se apresuraron a hacer reservaciones en el Plains Historic Inn, operado por Williams.

“Sabemos que está próximo y nos va a afectar a todos y ya no va a estar con nosotros”, dijo. “Y todas estas personas que han dicho, ‘sabes, lo tengo en mi lis-ta de cosas por hacer en la vida, necesito ir y escucharlo, si no lo voy a lamentar’. Nosotros lo escuchamos todos los domin-gos; qué bendición”.

Para los que estaban en Plains cuando se dio la noticia, la visita se volvió más significativa.

“Va a dejar un legado”, dijo Gretchen Houseman, que vive en Arizona y visi-taba la escuela a la que asistió Carter. “Siento como que estoy viendo el fin de una etapa de la historia”.

Viene de la página 1

INTELIGENCIA/MURONG XUECUN

China tiene otra Gran MurallaEn otoño de 2011, un amigo y yo nos

pusimos a hablar de Tíbet. “¿Sabías que los tibetanos se están inmolando?”, dijo.

Yo había estado en Lhasa, la capital ti-betana, de 2005 a 2008, pero nunca había oído hablar de inmolaciones. Mi amigo me informó de los espantosos detalles y luego añadió, “todo el mundo más allá de la muralla lo sabe. Un escritor que se interesa por China, pero que no va más allá de la muralla, sufre de una deficien-cia moral. No debes dejar que una mura-lla decida lo que sabes”.

Cuando mi amigo dijo “más allá de la muralla”, se refería a la tristemente cé-lebre Gran Muralla de Fuego, el firewall que desde más o menos 1998 ha sido un proyecto del Gobierno para monitorear y bloquear el contenido de internet.

Después de 17 años, el firewall sigue siendo una característica frustrante de la vida que divide en dos al mundo chino.

Un mundo representa la libre in-formación y el intercambio de ideas; el otro, la censura y el monitoreo. La muralla delimita una prisión china de información donde la ignorancia fo-menta ideologías de odio y agresión. Si

esta muralla existe de forma indefinida, China volverá a ser lo que fue alguna vez: un estado incomunicado, de mente estrecha, beligerante e impredecible.

Aquel día en 2011, mi amigo me ayudó a instalar el software para una red pri-vada virtual —que nosotros llamamos una “escalera”— que permite a los usua-rios escalar la muralla de fuego. Una vez que mi escalera fue configurada, pude entrar a la red sin restricciones. Así co-mencé mi vida como un “refusenik” del firewall.

Muchos chinos saben más sobre la historia antigua del país que sobre acon-tecimientos de décadas recientes. Antes de acceder a la red libre, yo era uno de ellos, de las masas ignorantes. Escalar la muralla por primera vez abrió una ventana al mundo de la verdad.

Gran parte de lo que descubrí fue per-turbador. Una de las primeras cosas que busqué fueron informes y fotografías impactantes de las inmolaciones de los tibetanos.

Luego busqué información sobre la

historia reciente de China: la Campa-ña Antiderecha de 1957-1959, en la que cientos de miles de intelectuales fueron perseguidos, la Gran Hambruna de 1958-1962, la Revolución Cultural de 1966-1976 y la masacre en Tiananmen en junio de 1989.

Muchos usuarios chinos de inter-net saben que no son libres en línea, pero lo aceptan. Los juegos en línea y las plataformas de medios sociales mantienen ocupados a todos. Sólo un pequeño número de personas percibe una carencia.

Mi primera red privada virtual, o VPN, por sus siglas en inglés, fue clau-surada por las autoridades después de tres meses. Pero en 2011 y 2012 era fácil encontrar una escalera nueva. Podía pedir ayuda en Weibo: la gente solía mandarme directamente soluciones de software anti firewall. Si en verdad estaba en apuros, mis amigos me ayu-daban a instalar software nuevo. Para 2014, había configurado seis escaleras diferentes.

De acuerdo con mi conteo, de los 30 sitios de internet más visitados del mun-do, 16 son inaccesibles en China, entre ellos Facebook y Google (Yahoo y Bing están disponibles). En algunos casos, como con Google, las compañías de internet no están dispuestas a cooperar con el programa de vigilancia del Go-bierno. Muchos servicios de internet son bloqueados, parece ser, simplemente por ser extranjeros.

Casi todos los sitios de internet blo-queados tienen contrapartes chinas. En lugar de Google, está Baidu. Si no podemos entrar a Twitter, podemos usar Weibo. Hay plataformas nacio-nales para compartir fotografías y videos personales. El Gobierno tiene la esperanza de fomentar una sociedad de internet que no se preocupe por política o acontecimientos actuales. Ha tenido éxito en gran parte, pero la muralla y sus arquitectos de todos modos enfu-recen a gran parte de la población en línea.

La palabra “muralla” ha sido utili-

zada ahora de forma creativa. Si una cuenta de internet es cancelada, ha sido “amurallada”. Si eres arrestado, se te restringen las libertades o se borra lo que subes, también son casos de ser “amurallado”.

La tecnología del Gobierno para blo-quear contenido de internet se ha vuelto cada vez más sofisticada y las grietas en su sistema más pequeñas. Casi todos los días le cancelan el servicio a un nuevo proveedor de VPN y se vuelve cada vez más difícil encontrar una opción confia-ble a largo plazo.

Este es un aspecto de un espacio redu-cido para la disensión. En el último año y medio, 12 de mis amigos han sido arres-tados, entre ellos académicos, abogados y periodistas. Internet era su canal prin-cipal de comunicación.

A final de cuentas, ésta es una guerra entre la tecnología de vigilancia y la tecnología de internet. Es difícil imagi-nar que un Gobierno que se opone a la creatividad tenga la ventaja de forma permanente.

En años recientes, he visto a millones de usuarios de internet expresar nue-va indignación contra la vigilancia, el monitoreo y el bloqueo. Más chinos se están dando cuenta del valor de la liber-tad de expresión y del acceso a toda la información.

Murong Xuecun es autor de la novela “Dancing Through Red Dust”. Este artí-culo fue traducido del chino.Envíe sus co-mentarios a [email protected].

KEVIN LILES PARA THE NEW YORK TIMES

Jan Williams, en el Plains Historic Inn, dijo que el cáncer de Jimmy Carter impactó al pueblo al que el ex presidente regresa con mucha frecuencia.

Viene de la página 1

BRETT GUNDLUCK PARA THE NEW YORK TIMES

Un cantante callejero en Guerrero, donde en 2014 se esfumaron 43 estudiantes.

Lo grupos más pequeños surgen cuando caen los capos.

ANDREW TESTA PARA THE NEW YORK TIMES

La Mezquita del Este de Londres se ubica

en Bethnal Green, donde vivían cuatro

chicas que hace poco partieron a Siria.

E L M U N D O

DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015 3THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

DilmaRousseff

Por DIAA HADID y RAMI NAZZAL

HEBRÓN, Cisjordania — Como miem-bro de la selección nacional de futbol de Palestina, Alaa Attiyah ha viajado por el mundo, jugando en más de 20 países.

Pero durante años, Attiyah, de 24 años, que también juega para el club más im-portante en Gaza, no había podido viajar a Cisjordania, a unos 60 kilómetros.

Israel ha restringido los viajes hacia y desde Gaza desde que estalló la intifada, en 2001. Para Attiyah, esto ha significado rechazar ofertas para jugar para desta-cados clubes en Cisjordania y ha impedi-do que represente al equipo nacional en partidos en dicho territorio. Dice que ha tratado más de una docena de veces de obtener permiso para cruzar Israel y en-trar a Cisjordania, sin suerte.

“Como futbolista, no sé por qué me

consideran peligroso”, dijo.Pero el 14 de agosto, se permitió que

Attiyah y su equipo, Ittihad Shejaiya, fueran a Cisjordania para jugar en la fi-nal de la Copa Palestina, la primera vez en 15 años que la competencia entre los mejores equipos de Gaza y Cisjordania se jugaba.

Miles de fanáticos asistieron al juego, coreando su apoyo tanto a Ittihad She-jaiya como al equipo de Hebrón, Ahli al-Khalil.

“¡Shejaiya está que arde!”, rugieron los hinchas, cuando Ittihad Shejaiya to-mó posesión del balón. Luego la multi-tud irrumpió en gritos de “¡Ahli! ¡Ahli! ¡Ahli!” cuando el club de Hebrón parecía a punto de anotar. El hecho de que la final de la Copa Palestina se jugara brindó un raro momento de celebración en que pa-lestinos de los dos lados de un esperado estado futuro pudieron reunirse.

“¡Apoyo a ambos equipos!”, dijo un

espectador, Mohammad Yahya, de 34 años. “Es un país y ambos representarán a Palestina si ganan”, expresó. “Es una celebración para Palestina, para todos nosotros”.

Las restricciones sobre los viajes ha-cia y desde Gaza fueron reforzadas des-pués de que Hamas ganó las elecciones palestinas en 2006, y de nuevo después de que tomó control de Gaza en 2007, al expulsar a combatientes leales al parti-

do rival Fatah.El partido reciente fue resultado de un

largo esfuerzo de presión por palestinos que buscan resaltar las restricciones israelíes sobre su libertad, parte de un esfuerzo más amplio para hacer rendir cuentas a Israel por su trato a los pales-tinos en foros internacionales. Una cam-paña dirigida por un político palestino, Jibril Rajoub, para lograr que la FIFA, el organismo rector del futbol mundial, sus-

pendiera la membresía de Israel, causó gran angustia en ese país, donde el futbol es una pasión para muchos.

En mayo, Israel aceptó facilitar el paso de futbolistas hacia y desde Gaza, elimi-nar los aranceles sobre la importación de equipo deportivo y ayudar a construir campos y otras instalaciones en Cisjor-dania y la Franja de Gaza después de que Rajoub abandonó su intento de suspen-der a Israel del organismo del futbol. Eso permitió que el equipo Ahli al-Khalil de Hebrón viajara a Gaza para la primera etapa de la final, un empate en cero el 6 de agosto que a muchos les pareció una celebración nacional.

Para muchos, los partidos representan una importante muestra de unidad en medio de una división política entre los dos territorios palestinos que ha durado años, complicando aún más sus esperan-zas de alcanzar la categoría de estado.

El equipo local Ahli al-Khalil ganó, 2-1. Attiyah anotó el único gol del club de Ga-za. Los hinchas rugieron, batiendo tam-bores; otros bailaron.

Pronto, los fanáticos empezaron a co-rear: “¡con nuestras almas! ¡Con nues-tra sangre! ¡Haremos sacrificios por ti, Shejaiya!”.

Por CEYLAN YEGINSUy ANEMONA HARTOCOLLIS

BODRUM, Turquía — Mientras cae la tarde y los últimos cafés en la costa de Bodrum limpian sus mesas, docenas de inmigrantes bajan de un autobús en el que esperaban. En el crepúsculo, se lanzan al mar, arrastrando una enorme lancha inflable.

Sus traficantes los apuntan hacia el fa-ro que destella en la isla griega de Cos, a casi 25 minutos de distancia en un buen barco.

En sus endebles lanchas inflables por lo general llegan al amanecer, rápida-mente las desinflan al perforarlas —para que no los obliguen a regresar— y luego entran caminando a la ciudad.

En comparación con otras rutas para inmigrantes que cruzan el Mediterrá-neo, donde más de 2.000 personas han muerto este año, es un trayecto relativa-mente seguro. En julio, la ruta fue usada por más de 7.000 refugiados, que en su mayoría huyen de guerras en Afganis-tán, Irak y Siria. Al menos 2.000 cruza-ron en una semana.

La oleada humana ha abrumado a Cos, lo que ha llevado a su alcalde, George Ki-ritsis, a pronosticar que si no recibe ayu-

da de Atenas, “se derramará sangre”. Y ha dejado a Grecia batallando para equi-librar cómo ayudar a los refugiados sin alentar a que lleguen más.

Para quienes han hecho el recorrido en busca de seguridad, oportunidades y una nueva vida, la bienvenida ya ha sido desilusionante. “En Estambul, nos dejan usar los sanitarios gratis”, dijo Ayman Almotlak, de 31 años, un sirio que ense-ña árabe y cruzó a Cos, refiriéndose a los comerciantes locales. “Aquí no. ¿Por qué nos odian los griegos?”.

Parte del motivo es la simple cantidad de inmigrantes y refugiados, que el go-bierno griego ha dicho es demasiado pa-ra el país sumergido en crisis.

La Organización Internacional para las Migraciones, en Ginebra, dijo que casi 250.000 migrantes habían cruzado el Mediterráneo para llegar a Europa en lo que va del año, lo que ya asciende a más del total de 2014. Grecia, dijo, ha re-

portado 134.988 arribos de Turquía este año. En Bodrum, los traficantes cobran de 1.000 a 1.500 dólares por persona para trasladar a los inmigrantes a Cos.

Grecia es considerada un trampolín para llegar a Europa Occidental. Tur-quía alberga a casi 2 millones de refugia-dos sirios, pero estos dicen que no ven un futuro allí.

Para llegar a Europa, dependen de una extensa operación ilegal de contrabando de inmigrantes que ha crecido al tiempo que la guerra civil siria continúa.

Debido a que los sirios llegan de un país asolado por la guerra, son tratados como clase privilegiada en Grecia. Al otro ex-tremo están 500 inmigrantes de países como Pakistán y Bangladesh, quienes han estado viviendo ilegalmente en un hotel abandonado en las afueras de Kos.

La meta para la mayoría de los refugia-dos es llegar a Alemania o Suecia y solici-tar asilo, para luego llevar a sus familias.

Los sirios, que tienen celulares y GPS, han memorizado los pasos que deben to-mar para dirigirse a su destino, el resto de Europa.

“Tengo un mapa”, dijo Almotlak, mien-tras se tocaba la cabeza. “Está aquí —y en Google Maps”.

Los inmigrantes sirios prefieren a Grecia

Los escándalos por corrupción azotan a Brasil

Desertora norcoreana anhela regresar a casaPor CHOE SANG-HUN

SEÚL, Corea del Sur — Desde finales de los noventa, unos 28.000 norcoreanos han huido a Corea del Sur.

Sólo una de esas personas, hasta donde se sabe, ha pedido regresar.

Kim Ryen-hi, una costurera de 45 años de Corea del Norte, dice que su deserción al Sur hace cuatro años fue un terrible error. Desde que llegó aquí ha intentado regresar al norte para estar con su es-poso, su hija y sus padres enfermos. Sin embargo, sus esfuerzos sólo le han traí-do más problemas, incluso la cárcel bajo cargos de espionaje.

“La libertad, lo material y otros atrac-tivos de cualquier clase no son tan im-portantes para mí como mi familia y mi hogar”, declaró Kim en una reciente conferencia de prensa en Seúl. “Quiero regresar con mi preciosa familia, aunque me muera de hambre”.

Pero ahora es el gobierno surcoreano el que no le permite marcharse. Las au-toridades, aunque se compadecen de su situación, dicen que como convicta con libertad condicional no tiene derecho a un pasaporte. Además, se convirtió en ciudadana surcoreana cuando llegó, y es ilegal ayudar a los ciudadanos a huir a la enemiga Corea del Norte.

La insólita historia de Kim se inició en 2011, cuando viajó a China para visitar a unos familiares y tratarse un padeci-miento hepático. Ahí, relató, conoció a un intermediario que dijo que podía pasarla ilegalmente a Corea del Sur, donde po-dría ganar mucho dinero en unos cuan-tos meses y regresar a China.

Aunque estaba casada con un doctor en Pyongyang, la capital norcoreana, y tenía una vida acomodada de acuer-do con los estándares locales, dijo que contrató al traficante con la intención de ayudar a pagar sus gastos médicos.

Antes de llegar al sur, se dio cuenta de que era una mala idea. Pero los contra-bandistas habían confiscado su pasapor-te y dijeron que no había vuelta atrás.

“Además, temía que si me atrapaban sin pasaporte y me deportaban al norte, sería descubierta y tratada como trai-dora por intentar huir a Corea del Sur”, narró. “Pensé que mi mejor oportunidad era llegar a Corea del Sur, donde confia-ba en que mis compatriotas coreanos me comprenderían y me ayudarían a encon-trar la manera de regresar a casa”.

Una vez que llegó al sur, comenzó a exigir que se le permitiera regresar al norte. Pero resulta que Corea del Sur no tiene procedimientos para regresar a

los desertores. Le permitieron salir del centro de in-

terrogatorios sólo tras firmar un docu-mento en el que repudiaba el comunismo y accedía a convertirse en ciudadana.

Por temor a que su ausencia del hogar ya hubiera puesto en peligro a su familia, recurrió a medidas desesperadas y des-concertantes.

Se reunió con un contrabandista para hablar de viajar como polizón, dijo. Lla-mó a un consulado norcoreano en China en busca de ayuda. Cuando le negaron el pasaporte surcoreano, intentó falsifi-car uno. Luego empezó a recabar datos personales de otros desertores en el sur. “Tontamente pensé que una vez que cre-yeran que estaba espiando, me deporta-rían por agitadora”, dijo.

La deportación, sin embargo, no es lo que hace Corea del Sur con los espías. En julio del año pasado, fue arrestada y

acusada de espionaje y falsificación de pasaporte.

Fue encontrada culpable y sentencia-da a dos años en prisión. En abril, tras ha-ber cumplido nueve meses, un tribunal de apelaciones suspendió la sentencia. Fue liberada bajo palabra y mantenida bajo vigilancia. “Hay motivos para creer que no es una espía típica”, señaló la cor-te en su fallo.

Kim dice ahora que sólo fingía espiar para ser deportada. “Su conducta es de-masiado absurda para ser una espía”, dijo Jang Kyung-uk, un abogado de dere-chos humanos que la está ayudando. “Es tiempo de que Corea del Sur contemple una manera de que gente como ella re-grese a casa”.

Su caso no ha atraído mucha atención en Corea del Sur, donde la suya es simple-mente otra historia triste, aunque extra-ña, en una tierra donde miles de familias han estado divididas desde la Guerra de Corea.

Kim, quien ahora trabaja en una planta recicladora en Yeongcheon, aún profesa su amor por el norte, afectos que no le ga-nan simpatías en el Sur, pero cuya inten-ción podría ser proteger a su familia en Pyongyang.

“El temor por su familia ayuda a expli-

car su comportamiento desesperado y aparentemente extraño”, dijo Choi Seu-ng-ho, que reportó su caso en el website de noticias Newstapa.

La única esperanza de Kim para regre-sar a casa es algún tipo de acuerdo entre ambos gobiernos. Corea del Sur tiene una política de no repatriar espías con-victos y sólo lo ha hecho en dos ocasiones, en 1993 y en 2000, como gestos de buena voluntad en el marco de negociaciones bilaterales.

EN LÍNEA: VAN A NUEVA VIDAPara ver más fotografías de inmigrantes y de los trayectos que recorren en nytimes.com Busque ‘Kos’

Mariana Simões contribuyó con informes a este artículo.

Un caso de tráfico, arrepentimiento y condena por espiar.

DANIEL ETTER PARA THE NEW YORK TIMES; ABAJO, THE NEW YORK TIMES

Unos 7.000 refugiados, de Afganistán, Irak, Siria y otros cruzaron a Cos, Grecia, desde Bodrum, Turquía, en julio.

WISSAM NASSAR PARA THE NEW YORK TIMES

Majd Al Waheidi contribuyó con informes a este artículo.

Por SIMON ROMERO

RÍO DE JANEIRO — La presidenta lucha contra los llamados para su des-titución. El presidente de la cámara baja de Brasil enfrenta acusaciones de haber embolsado un soborno de 5 mi-

llones de dólares. El ex tesorero del gober-nante Partido de los Trabajadores está en prisión.

Incluso el ex pre-sidente Luiz Inácio Lula da Silva, el líder

político más destacado de Brasil en décadas recientes, enfrenta una inves-tigación por acusaciones de tráfico de influencias.

Una cruzada anticorrupción en Bra-sil está atrapando a una figura política importante tras otra, lan-zando al país a un estado de zozobra en un momento en el que se deteriora el ánimo na-cional y la economía pasa por un bache doloroso.

Grandes segmentos del establishment político están maniobrando contra la pre-sidenta Dilma Rousseff, una rebelión encabezada por al-gunas figuras envueltas en escándalos de corrupción. Para muchos brasileños, el creciente sentido de incertidumbre po-lítica se cuenta entre los peores desde que se restableció la democracia en los ochenta, tras una larga dictadura mi-litar.

Un enorme escándalo de sobornos está poniendo de cabeza al sistema po-lítico, envolviendo a políticos, líderes empresariales y otros relacionados con Petrobras, la paraestatal petrolera. So-bornos estimados en 3.000.000.000 de dólares fueron pagados a ejecutivos de Petrobras, quienes se enriquecieron y compartieron las ganancias ilícitas con figuras políticas, de acuerdo con testimonios de conspiradores.

Aunque no se ha acusado a Rousseff, los sobornos prosperaron mientras ella era presidenta del consejo de Petro-bras, y continuaron durante los prime-ros cinco años de su presidencia.

“El país es terrible con Dilma, pero se pondría peor sin ella”, apuntó Ronal-do Doria, de 53 años, un maestro de ma-temáticas. “La solución no es trastocar la democracia”, añadió, al argumentar que algunos críticos pasaban por alto la larga lucha para permitir que flore-ciera la libertad de expresión en Brasil.

“Por lo menos los que critican a Dilma pueden hacerlo sin temor al arresto”.

La oposición parece estar casi tan a la deriva como Rousseff. El Partido de la Social Democracia Brasileña, fundado en parte por intelectuales de izquierda que se habían opuesto a la dictadura militar, ahora acoge ideas centristas, conservadoras y social-mente liberales. Sus líderes parecen satisfechos con dejar a Rousseff a la de-riva, aún si eso agrava la incertidum-bre en Brasilia, la capital, y repercute en la economía.

Dos de los líderes del partido, Aécio Neves, el senador que compitió contra Rousseff en 2014, y Geraldo Alckmin, el gobernador de São Paulo, han dicho que no recaía en ellos solucionar el des-orden político.

Los legisladores de opo-sición buscan iniciar el pro-cedimiento de destitución contra Rousseff. Sólo unos meses tras su reelección, la presidenta ha visto cómo sus índices de popularidad caen a menos del 10 por ciento, al tiempo que la economía queda bajo presión, con pro-yecciones que ven al PIB contrayéndose más de un 2 por ciento este año.

Sin embargo, una eco-nomía a la baja no es una ofensa que amerite un juicio político y no ha sur-gido ningún testimonio que sugiera que ella recibió algún soborno, com-plicando los esfuerzos por retirarla del cargo. No obstante, muchos votantes la responsabilizan de no poder frenar la corrupción en su propio gobierno y por políticas que se cree empeoran el bache económico.

Algunos analistas indican que Rous-seff ha sido incapaz de montar un con-traataque efectivo. Su predecesor, Da Silva, la ungió como su heredera políti-ca aún cuando nunca había ocupado un puesto de elección popular. Fue electa en 2010, cuando la economía brasileña prosperaba con un crecimiento del 7.5 por ciento y Da Silva gozaba de amplia popularidad.

Cinco años después, los simpatizan-tes de Rousseff afirman que sus opo-nentes preparan un “golpe de estado”.

Al observar la intriga en Brasilia, muchos brasileños expresan conster-nación respecto a Rousseff y sus opo-nentes. “El problema es que no veo a nadie que pueda tomar su lugar porque todas las opciones son patéticas”, dijo Gabriela Souza, de 30 años, una vende-dora de cosméticos. “Me siento angus-tiada porque no hay salida de esto”.

Los mejores equipos de Gaza y Cisjordania jugaron una final por primera vez en 15 años. Miles alentaron con mucho entusiasmo a ambos equipos.

JEAN CHUNG PARA THE NEW YORK TIMES

Kim Ryen-hi, que salió de Corea del Norte hace cuatro años y quiere regresar, trabaja en una planta recicladora en Corea del Sur.

La unidad llega a Palestina, a través de un partido de fútbol

E L M U N D O

4 DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

Cuestionan protección de lobos en Suecia

DIARIO DE TEHERÁN

En Irán la comida del Gran Satanás se ha vuelto popular

Pocos españoles ven una mejora en la economía

Baghran, donde la mano dura de los talibanes ya es rutina

Por STEPHEN CASTLE

OLMHULT, Suecia — Cercas electri-ficadas rodean a sus ovejas, dos perros grandes hacen guardia y un vecino mo-nitorea el bosque adjunto a través de una cámara de seguridad.

En ocasiones, dijo Ulf Ekholm, la proximidad de los lobos deja a los gran-jeros en esta región de Suecia, llamada Värmland, sintiéndose bajo sitio. Hasta tiene un apodo para este rincón del cam-po: Depredadorland.

Mucho después de volverse extinto aquí, el lobo ha vuelto, y su presencia es-tá provocando una amarga disputa, tra-yendo consigo la amenaza de una acción legal contra Suecia por parte de la Unión Europea.

Alguna vez cazado implacablemente, el lobo hoy es una especie protegida y su retorno ha provocado intranquilidad desde Finlandia hacia Francia.

En Suecia, la población de lobos aún es relativamente pequeña, de unos 415 ejemplares, de acuerdo con el Gobierno, que compensa a los granjeros por pérdi-das a causa de ataques de lobos y subsi-dia las cercas protectoras.

Sin embargo, los granjeros argumen-tan que la compensación no cubre sus costos enteros ni resarce la ansiedad y la perturbación a sus vidas.

Los cazadores dicen que los lobos ma-tan a animales, como el alce, a los que persiguen, arruinando las tradiciones de caza mientras asustan a las personas que viven en el campo.

Cuando Suecia prosiguió con su ma-

tanza selectiva más reciente, de 44 lobos, recibió una nueva carta de advertencia de la Comisión Europea, el cuerpo ejecu-tivo de la Unión Europea.

Los funcionarios europeos dicen que su labor es hacer valer las leyes que ga-rantizan la supervivencia de una especie rara, reglas acordadas por Suecia y otros países.

Magnus Bergstrom, subdirector del Ministerio de Medio Ambiente y Energía de Suecia, dijo que la población de lobos estaba bien monitoreada y que los sacri-ficios selectivos se enfocaban en anima-les genéticamente en desventaja.

“Tenemos el ADN del 90 por ciento de los lobos”, dijo. “Esta es la población de

lobos mejor monitoreada del mundo oc-cidental”.

Eso no tranquiliza a Per Dunberg, vo-cero de la Asociación de Lobos Sueca, que dice que para ser sustentable, la po-blación de lobos debe ser de entre 1.500 y 3.000 ejemplares.

“Es un depredador superior y muchas otras especies dependen del lobo, como los pájaros y los zorros”, dijo Dunberg, quien acusó a las asociaciones de caza de propagar la alarma.

En Värmland, hay una creciente frus-tración con la Unión Europea. En su granja en el pueblo de Lindas, Elsa Lund Magnussen argumentó que el asunto era un asunto de democracia. “La gente que vive aquí y tiene problemas con los lobos debería decidir cuántos podemos mane-jar”, dijo.

De acuerdo con Gunnar Gloersen, ge-rente de la Asociación Sueca de Cazado-res, la caza —una antigua e importante tradición en Värmland— está hoy ame-nazada.

El retorno del lobo tuvo un “impacto inmenso” en la población de alces, dijo Gloersen, al añadir que los cazadores ma-taron a 17.500 alces en Värmland en 1983, pero sólo 4.200 el año pasado, sólo unos cuantos más de los aproximadamente 4.000 matados por el depredador, dijo.

En su granja en Olmhult, Ekholm dijo que unos 50 animales fueron víctimas de ataques en dos granjas cercanas el año pasado.

“Estamos esperando otro”, dijo Ekholm. “Sin duda, sucederá”.

Por SUZANNE DALEY

ZARAGOZA, España — Solía ser un diseñador de interiores, decorando los locales de una de las cadenas de tien-das de ropa más grandes de España.

Recientemente, Angel Puyalón, de 50 años, simplemente esperaba que lo lla-maran para un trabajo separando ma-terial reciclable. Dijo que le daría gusto tener cualquier trabajo ahora. Se han terminado sus beneficios de desem-pleo. Él y su esposa ya no pueden pagar su hipoteca y dependen de un banco de alimentos para comer. “Dicen que hay una recuperación”, comentó Puyalón. “Pero no lo sé”.

España, proclamada por muchos como una historia de éxito en cuanto a políticas de austeridad, se enfila a un crecimiento mayor al 3 por ciento este año y ha creado más de un millón de empleos desde principios de 2014.

Sin embargo, para muchos españo-les, las estadísticas no significan nada.

Algunos expertos señalan que la mayoría de los nuevos empleos son de medio tiempo —algunos con contratos de sólo unos cuantos días— y mal pa-gados, haciendo poco por mejorar las vidas de millones de españoles que se quedaron sin trabajo.

España perdió alrededor del 16 por ciento de sus empleos, más que cual-quier otro país en la eurozona. Su PIB bajó en un 7 por ciento. Y para el 10 por ciento más pobre, el ingreso real cayó en un 13 por ciento anual de 2007 a 2011, comparado con sólo el 1.4 por ciento pa-ra el 10 por ciento más rico, de acuerdo con la Organización para la Coopera-ción y el Desarrollo Económicos.

La desesperación entre los buscado-res de empleo es ahora tan aguda que muchos aceptan contratos laborales que pagan menos que el reducido sa-lario mínimo del país, por lo común al aceptar en papel trabajar dos días a la semana, pero realmente trabajar mu-chas horas no remuneradas, explican los expertos. Y algunos que regresan a sus viejos empleos descubren que deben aceptar enormes recortes sala-riales.

Haciendo campaña para su partido centroderechista, el primer ministro Mariano Rajoy habló maravillas de la recuperación española. Sin embar-go, las elecciones locales y regionales realizadas esta primavera fueron alec-cionadoras para su Partido Popular y para el Partido Socialista de centro iz-quierda, que perdió control de ciudades por toda España.

La tasa oficial de desempleo reba-saba el 22 por ciento al final del último trimestre, con más de 5.15 millones de personas sin trabajo.

Redouane El Omari, de 35 años, su esposa, Esther Mendoza, de 32, y los dos hijos de la pareja, por ejemplo, es-tán a punto de ser desalojados de las viviendas de una iglesia donde tenían más de 18 meses viviendo, para que se pueda mudar allí otra familia necesi-tada. Pero no pueden recurrir a fami-liares en busca de ayuda. El hermano de Mendoza y su familia ya viven con la madre de ella y todos sobreviven con la pensión de 300 euros, o unos 331 dóla-res, que la madre percibe al mes.

Las reformas laborales que introdu-jo el Gobierno para facilitar el despido de empleados han desatado rondas de recortes de gastos. Las compañías tienden a desocupar a trabajadores costosos y los reemplazan con per-sonas que aceptan trabajo de medio tiempo y bajo sueldo, indican los ex-pertos.

A la economía en Zaragoza, una ciu-dad de unos 700.000 habitantes en el norte de España, le va relativamente bien. Aún así, las recientes elecciones trajeron a un alcalde, Pedro Santiste-ve, cuyo partido está afiliado con Po-demos, el nuevo partido de izquierda.

Santisteve llama categóricamente a la recuperación económica de España “una gran mentira”. Apunta que hay 25.000 familias en Zaragoza que viven con menos de 300 euros al mes, y 31.000 que no pueden costear la electricidad que necesitan. En el último año, más de 500 familias han sido desalojadas de sus hogares.

“Los datos arrojan que ha habido una transferencia de riqueza de las masas a la élite más alta, y necesitamos buscar maneras de revertir eso”, declaró.

Puyalón no podría estar más de acuerdo. Antes de la crisis, percibía 5.000 euros al mes y su esposa, María Jesús Júdez, de 53 años, ganaba unos 1.100 euros al mes. Gastaban conser-vadoramente, al adquirir un departa-mento con una hipoteca de 1.100 euros mensuales. Pero entonces, él perdió su trabajo y las horas laborales de su es-posa fueron recortadas. Ahora temen ser desalojados.

“Los políticos que están ahora en el poder simplemente no están conecta-dos con la vida real”, aseveró Puyalón.

Por JOSEPH GOLDSTEIN y TAIMOOR SHAH

LASHKAR GAH, Afganistán — A me-dida que han capturado más territorio en Afganistán este año, los talibanes han combinado su ofensiva militar con un esfuerzo publicitario. Su argumento es algo así: hemos aprendido las lecciones de nuestro periodo en el poder y estamos listos para moderarnos un poco.

En conferencias internacionales, los delegados talibanes han expresado estar dispuestos a reunirse con autoridades del sexo femenino. Las posturas de línea dura se han estado suavizando.

Pero para tener una perspectiva sobre cómo podrían gobernar los talibanes si logran mantener grandes extensiones de Afganistán, hay que considerar el dis-trito de Baghran, en la provincia sureña de Helmand. Ahí, donde los talibanes ca-si nunca estuvieron fuera del poder, las viejas y crueles políticas de los noventa aún están en su apogeo. Los hombres son arrastrados a la cárcel si se rasuran la barba y las revisiones sorpresa de tur-bantes aún están vigentes para exponer cualquier corte de pelo estrafalario. Y aún no hay libertad para que las mujeres viajen.

“En Baghran sientes como que estás en un mini emirato talibán”, dijo un ten-dero, Esmatullah Baghrani, de 45 años. “Cuando estoy fuera de Baghran, siento

como que estoy en un mundo diferente”.No hay servicio de telefonía celular en

Baghran, reflejando los deseos de los ta-libanes. En su lugar, la gente se comunica con el mundo exterior a través de un pu-ñado de “oficinas de llamadas públicas”: teléfonos en tiendas cerca del mercado.

Mediante más de una docena de entre-vistas con los hombres que contestaron estos teléfonos, así como con hombres que estaban parados cerca de ahí, empe-zó a surgir un raro bosquejo de la vida en la fortaleza más segura de los talibanes. The New York Times también entrevistó en persona a residentes de Baghran en Lashkar Gah, capital de la provincia.

Probablemente no hay ningún otro lu-gar en Afganistán más completamente dominado por los talibanes.

“Uno tiene que obedecer el mandato de los talibanes, y uno tiene que ser un buen hombre y ni siquiera pensar en cosas malas”, dijo Omar Khan, un tendero de 35 años. “Uno tiene que vivir de la mane-ra en que ellos quieren que vivas: tienes que usar la ropa adecuada y un turbante, y dejarte crecer la barba y ofrecer tus oraciones en una mezquita cinco veces al día, evitar escuchar música y las charlas innecesarias con la gente”.

Pero el régimen de los talibanes ha re-sultado atractivo, o al menos tolerable, para muchos afganos de áreas rurales que han soportado décadas de guerra.

Los residentes de otras partes de Hel-mand han buscado la relativa seguridad de Baghran, al migrar de las líneas del frente.

Las ejecuciones públicas fueron in-terrumpidas en Baghran en 2007 luego de que un ataque aéreo estadounidense mató a un gran número de combatientes talibanes y residentes que se habían reu-nido para una de ellas, recordaron varias personas. Pero en muchas formas, las restricciones sociales que convirtieron

alos talibanes en parias internacionales durante su mandato han resurgido en plenitud en Baghran.

Las mujeres salen de su casa sólo con sus esposos o parientes del sexo mascu-lino y para consultar un médico o visitar unos cuantos destinos autorizados. No hay escuelas para niñas y la educación para niños también está limitada. Aquí, los talibanes convirtieron a las escuelas en madrazas, a las que los niños típica-

mente asisten durante quizá tres años antes de regresar a las granjas familia-res.

El Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, otro-ra afamado por aporrear a las mujeres que salían y a los hombres que tocaban música, de nuevo realiza patrullajes en Baghran. Los oficiales de prevención del vicio a menudo traen tijeras para lidiar con cortes de pelo considerados excesi-vamente vanidosos.

Pese a las reglas, muchos en Baghran corren riesgos, al seguir reuniéndose para jugar a las cartas. Las radios son ubicuas y toleradas por sus estaciones de noticias como BBC Pashto, Mashal e incluso Voice of America. “Se supone que no debemos escuchar música, pero a veces cuando todos los talibanes están adentro sí la escuchamos”, dijo un hom-bre.

Los talibanes, que cuentan con un robusto brazo propagandístico, raras veces hablan sobre Baghran. Eso pue-de ser en parte por su importancia en el lucrativo negocio de narcóticos de la in-surgencia.

Algunos funcionarios talibanes su-gieren que el movimiento se ha vuelto más moderado. Por ejemplo, el grupo ya no pone mucho esfuerzo en erradicar la televisión o las grabaciones musicales ahora que los teléfonos celulares están

casi en todas partes. Y la propia ala pro-pagandística talibán, que brinda videos del campo de batalla y fotografías de co-mandantes insurgentes y bombarderos suicidas, se burla de la vieja prohibición de la fotografía.

“Los talibanes nos hemos dado cuen-ta de que imponer leyes islámicas por la fuerza no hará que la gente nos admire”, dijo un comandante talibán llamado Fazlullah. “Es nuestro buen gobierno y desempeño lo que se ganará el corazón y la mente de la gente”.

Aunque han prevalecido los métodos más severos en Baghran, las quejas de los residentes con frecuencia tenían que ver más con privaciones que se han afianzado: la falta de buenos doctores y la necesidad de viajar a otros distritos para comprar productos de primera ne-cesidad. Muchos residentes dijeron estar en su mayoría satisfechos con el gobier-no talibán. “Creo que me gusta el estilo de los talibanes”, dijo Baghrani. “Vives sencillamente, de la manera en que has sido creado”.

El único vínculo que permanece entre el gobierno de Kabul y Baghran es simbó-lico: el Gobierno aún asigna a los funcio-narios de distrito para Baghran. Todos ejercen su función desde lejos. “Nunca he estado allí”, dijo el gobernador de Ba-ghran, Salim Rodi, que vive en Lashkar Gah. “Este empleo es una broma”.

Por THOMAS ERDBRINK

TEHERÁN — Pese al payaso sonrien-te, símbolo del amor del Gran Satanás por la carne, los bollos y las papas fritas, no había turbas iracundas alzando los puños al aire y gritando, “muerte a Es-tados Unidos”.

Olía a hamburguesas jugosas, prepa-radas por un jovial adolescente iraní lla-mado Jahan. También vende falafel. Su cocina estaba coronada con un logotipo parecido a los arcos dorados de McDo-nald’s, quizá el símbolo más conocido del imperialismo de la comida rápida estadounidense.

No, McDonald’s no ha abierto sus puer-tas en Teherán apenas semanas después de que se llegó a un acuerdo nuclear que aliviará las sanciones internacionales y posiblemente augurará un cambio en las actitudes revolucionarias iraníes hacia

las compañías estadounidenses. Éste es Mash Donald’s, la versión hecha en Irán.

“Tratamos de acercarnos lo más posi-ble a la experiencia de McDonald’s”, dijo el propietario, Hassan.

Mash Donald’s y otras versiones pira-tas de la cultura alimenticia estadouni-dense dominan cada vez más las calles de las ciudades iraníes, símbolos de la creciente alteración a la oficial narrati-va revolucionaria antiestadounidense que ha imperado desde el derrocamien-

to del Shah y el sitio a la embajada esta-dounidense en 1979.

Esta narrativa está a punto de quedar aún bajo más presión si las compañías occidentales regresan. Los líderes de Irán esperan que importantes empre-sas petroleras inviertan en el país.

Pero la llegada de extranjeros con di-nero e ideas diferentes podrían socavar aún más los valores propagados por el Estado, advierten los partidarios de línea dura.

Gholamali Haddad Adel, un legisla-dor influyente, dijo estar consternado cuando veía algunos periódicos iraníes, al leer relatos eufóricos de negocios extranjeros que se prevé lleguen a Irán. “Hablan del regreso de McDonald’s”, señaló en una entrevista en Khabaron-line, un sitio web conservador. “Abren los brazos para recibir a Estados Unidos

y hablan con entu-siasmo de sus com-pañías”.

Ninguna cadena genuina de comida estadounidense tiene un local en Irán. En lugar de ello, las réplicas de comida rápida estadounidense han proliferado, con curiosos cambios en los nombres. Teherán tiene un KFC (Kabooki Fried Chicken), un Pizza Hut (Pizza Hat) y un Burger King (Burger House).

Un día, dijo Hassan, realmente le gustaría representar a McDonald’s, pero dudó que eso pueda pasar en un

futuro próximo.“En nuestro país, tenemos dos gobier-

nos”, dijo Hassan. El presidente Hassan Rouhani representa el oficial. “Pero también hay otros grupos que aún no sienten simpatía por Estados Unidos”, dijo.

“Apenas pueden tolerar Mash Do-nald’s, mucho menos la compañía ori-ginal”.

En una región de Afganistán cambian la libertad por la seguridad.

Los partidos de extrema izquierda avanzan al caer el nivel de vida.

Las hamburguesas pueden debilitar los grandes ideales de Irán.

NEWSHA TAVAKOLIAN PARA THE NEW YORK TIMES

FOTOGRAFÍAS POR DAVID MAGNUSSON PARA THE NEW YORK TIMES

Granjeros como Elf Ekholm (arr.) en Olmhult, Suecia, y Elsa Lund Magnussen, en Lindas, temen que sus ovejas sean víctimas de lobos.

El dueño iraní de Mash Donald’s

trata de imitar a los McDonald’s.

D I N E R O Y N E G O C I O S

DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015 5THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

Por RICK LYMAN

LODENICE, República Checa — Zde-nek Pelc realmente nunca anticipó que los discos de vinilo se recuperarían de su casi extinción.

Pero él siguió operando una fábrica de discos durante todos esos años en que los álbumes cedieron el paso a los CDs y luego a iTunes y al streaming. Y esa es la razón por la que este poblado de 1.800 habitantes, perdidodo en las colinas de Bohemia, ahora resulta ser un líder en la producción de discos de vinilo.

“Cuando llegué a la compañía, hace 33 años, me di cuenta de que el vinilo des-aparecería algún día”, dijo Pelc, de 64 años, hoy propietario de GZ Media y su presidente. “Pero yo quería que nuestra compañía fuera la última en dejar de fa-bricarlos”.

En 1994, un año después de la funda-ción de la República Checa tras la divi-

sión de Checoslovaquia, la compañía produjo 300.000 álbumes para un grupo menguante de entusiastas de la graba-ción analógica.

Este año, espera producir unos 20 mi-llones de álbumes, superando muy pro-bablemente a rivales como United Pres-sing, en Tennessee, y Optimal Media, en Alemania.

“El vinilo se levantó de las cenizas”, dijo Pelc.

Los álbumes tienen una resonancia es-pecial en la región, donde se convirtieron en tótems clandestinos de la Revolución de Terciopelo que derrocó al comunismo en Checoslovaquia en 1989. Bajo el comu-nismo, la compañía produjo muchos dis-cos para su venta en otros países, inclu-yendo clásicos del rock prohibidos en el país. Las copias sacadas a escondidas de la planta eran extremadamente valiosas.

Para cuando Pelc empezó a trabajar en

la compañía, a principios de los ochenta, el vinilo ya había estado perdiendo terre-no ante los casetes. Sin embargo, la lle-gada del CD pareció ser el tiro de gracia.

Para principios de los noventa, el vini-lo estaba prácticamente extinto. Había caído el comunismo, y GZ Media se con-virtió en una empresa privada. Pelc se convirtió en uno de los inversionistas y, más tarde, en su propietario.

Los discos empezaron a dar señales de vida hace una década, impulsados por su uso en clubes nocturnos y la acogida de

una nueva generación atraída al sonido más cálido del formato.

“Desde alrededor de 2005, creció de manera sostenida la demanda por el vi-nilo”, dijo Michael Sterba, director eje-cutivo de GZ Media. “Luego, realmente se disparó en los últimos dos o tres años, como cohete”.

Las ventas de los discos de vinilo han

tomado vuelo en Estados Unidos, Australia, Gran Bretaña, Francia, Alema-nia y los Países Bajos.

En una de las salas de masterización, Sterba ob-servaba mientras un cuchi-

llo de diamante marcaba el estriado angosto en una placa de cobre, el primer paso en el proceso de fabricación de un álbum. Sólo quedan 23 máquinas de esas en todo el mundo, dijo, y GZ Me-dia tiene 4. También tiene 49 máquinas estampadoras, incluyendo 6 nuevas. Se cuentan entre el primer equipo fabrica-do en décadas para producir discos de vinilo, dijo.

Los finlandeses se reponentras los despidos en Nokia

Los discos de vinilo ya están otra vez de moda

China traslada muchas fábricas a EE.UU.

Qatar se convierte en coloso energético con su gas licuadoPor STANLEY REED

RAS LAFFAN, Qatar — La temperatu-ra rondaba los 38 grados centígrados en el muelle en Ras Laffan, donde una serie de tubos estaba conectada a un enorme barco de casco rojo. Pero la humedad en el aire se congelaba en los tubos y se des-prendía, soltando partículas parecidas a copos de nieve. El panorama discordante es común en el barco catarí Al Rekayyat, que transporta un combustible gélido co-nocido como gas natural licuado.

Cuando el gas natural es enfriado a 162 grados bajo cero, se convierte en un líquido con una fracción de su volumen anterior. El proceso ha transformado a la industria del gas natural, permitiendo que el combustible sea bombeado a em-barcaciones y enviado a todo el mundo.

Tras invertir decenas de miles de mi-llones de dólares, Qatar está a la van-guardia. El Al Rekayyat, parte de la flota del emirato, operado por Royal Dutch Shell, navega a China, Japón, India, Dubai y Gales.

Cuando terminó de cargar reciente-mente, el buque, de más de 300 metros de eslora, zarpó. Cuatro días después, atra-có en Hazira, India.

Alguna vez un país pobre dependiente de la pesca y el buceo de perlas, Qatar es un coloso relativamente nuevo en el co-mercio energético mundial.

En los setenta, Shell descubrió la reser-va de gas natural más grande del mundo

en aguas cataríes. Pero no había merca-do para el combustible. Los clientes po-tenciales en Europa estaban demasiado lejos como para llegar vía un gasoducto, el método usual.

Siguiendo el ejemplo de Malasia e In-donesia, Qatar y su emir en ese enton-ces, Hamad bin Khalifa al-Thani, empe-zaron a promover el gas natural licuado a mediados de los noventa. Exxon Mobil fue un inversionista inicial importante; poco después, le siguieron Shell, Total y ConocoPhillips.

Qatar y sus socios energéticos lleva-ron el negocio a un nuevo nivel al desa-

rrollar plantas mucho más grandes y más eficientes. En 2014, Qatar produjo alrededor de una tercera parte de todo el gas natural licuado, aunque Australia y EE.UU tienen grandes ambiciones de exportación.

Qatar se ha convertido en el país más rico del mundo por producción per cápi-ta. Aunque últimamente la industria no ha registrado crecimiento, los volúme-nes a nivel mundial más o menos se han cuadruplicado en las últimas dos déca-das, a unos 240 millones de toneladas al año o cerca de una tercera parte de las exportaciones totales de gas.

Ras Laffan, un cabo desértico a aproxi-madamente una hora de Doha, la capital de Qatar, rebosa de tanques de almace-namiento, gasoductos y otras instalacio-nes. El gas proviene de pozos en alta mar y luego pasa por una serie de unidades de refrigeración que limpian el combus-tible y lo enfrían hasta alcanzar el estado líquido.

Qatargas y RasGas, las dos compañías exportadoras del emirato, tienen 14 de estas unidades, conocidas como trenes.

Gracias a la capacidad de producir y procesar cantidades tan grandes de gas, Qatar puede mantener sus costos bajos. La firma de investigación IHS estima que producir y licuar gas en Qatar cuesta unos 2 dólares por millón de BTUs, una medida estándar de gas natural. La es-tructura de precios bajos permite a Qa-tar ganar dinero aún en el actual entorno débil.

Los cataríes originalmente planeaban embarcar la mayoría de su gas natural li-cuado a EE.UU. y Europa, pero esos pla-nes se vieron frustrados por el auge del gas de esquisto en Norteamérica. En vez de ello, tres cuartas partes del gas catarí fluyeron el año pasado a países asiáticos como China, India y Corea del Sur.

El cambio catarí a Asia refleja pa-trones comerciales más amplios en la industria petrolera. En años recientes, los productores del Golfo Pérsico, como Arabia Saudita, Irak e Irán, se han enfo-

cado cada vez más en Asia, donde crece la demanda por las importaciones ener-géticas.

Una parte vital del esfuerzo de Qatar ha sido una nueva flota de buques, sus-tancialmente más grandes y eficientes que modelos anteriores.

Tras concluir su recorrido a Hazira, el Al Rekayyat, que transporta hasta 217.000 metros cúbicos de gas, valuado entre 30 y 40 millones de dólares, entró lentamente al puerto.

De allí, unos tubos llevaron el combus-tible a dos tanques de almacenamiento grandes donde es calentado para ser con-vertido nuevamente en gas y canalizado al gasoducto indio.

Shell inauguró la terminal en Hazira en 2005, con el coloso francés Total como socio. La terminal suministraría gas en las zonas industriales de rápido creci-miento.

Maarten Wetselaar, de Shell, dijo que las instalaciones de procesamiento de gas de Hazira ahora estaban “totalmen-te agotadas”.

Por HIROKO TABUCHI

INDIAN LAND, Carolina del Sur — Hace 25 años, Ni Meijuan ganaba 19 dóla-res mensuales trabajando en las máqui-nas de hilar en una enorme fábrica textil en la ciudad china de Hangzhou.

Hoy, en la fábrica de algodón del Grupo Keer que abrió en marzo en Carolina del Sur, Ni capacita a trabajadoras estadou-nidenses para que hagan la labor que ella solía hacer.

“Aprenden rápido”, dijo Ni después de enseñar a dos nuevas contrataciones a desenredar volutas errantes de algodón de los engranajes de las máquinas. “Pero tienen que aprender a ser más rápidas”.

Los productores de tejidos textiles de naciones que antaño tenían bajos costos están empezando a abrir fábricas en Es-tados Unidos. Es parte de un desdibuja-miento que pocas personas habrían pro-nosticado hace una década en los límites antes aparentemente claros entre las naciones manufactureras de alto y bajo costo.

La producción textil en China es cada vez menos rentable luego de años de cre-cientes salarios, recibos de electricidad más altos y costos de logística que se acu-mulan, así como nuevas cuotas guberna-mentales a la importación de algodón.

Al mismo tiempo, los costos de manu-factura en EE.UU. se vuelven más com-petitivos. En el Condado de Lancaster,

donde se localiza Indian Land, Keer ha encontrado residentes desesperados por conseguir empleo, incluso con salarios deprimidos, así como acceso a energía y terrenos baratos y abundantes, y algo-dón altamente subsidiado.

Políticos de todos los niveles de gobier-no se han presentado para ofrecer a Keer subvenciones y concesiones fiscales pa-ra que regresen los empleos de fábrica que alguna vez se pensó habían desapa-recido para siempre.

La perspectiva de un extenso acuerdo comercial del Pacífico que es encabeza-do por EE.UU. y excluye a China también impulsa a compañías chinas de hilados a posicionarse aquí, por temor a ser deja-das fuera del lucrativo mercado estadou-nidense.

La fábrica de 218 millones de dólares de Keer produce hilo a partir de algodón en bruto para venderlo a fabricantes de textiles de toda Asia. Keer aún produce mucho de su hilo en China, importando algodón en bruto de EE.UU, pero eso está cambiando.

“¿Las razones para que Keer venga aquí? Incentivos, terrenos, el medio am-biente, los trabajadores”, dijo Zhu Shan-qing, presidente de Keer, en un reciente viaje a EE.UU.

Desde que Beijing y Washington re-anudaron relaciones a principios de los setenta, EE.

UU. ha manejado un enorme déficit, al tiempo que los estadounidenses con-sumían miles de millones de dólares en

mercancías chinas baratas.Pero los crecientes costos en China

erosionan su competitividad. De acuer-do con el Boston Consulting Group, los salarios en el sector manufacturero ajus-tados a la productividad casi se han tri-plicado en China en 10 años, a unos 12.47 dólares la hora el año pasado, compara-dos con los 4.35 dólares de 2004.

En EE.UU, los sueldos de fábrica ajus-tados a la productividad han aumentado menos de un 30 por ciento desde 2004, a 22.32 dólares la hora. Y los salarios más altos para los trabajadores son compen-sados por precios más bajos del gas natu-ral, así como algodón barato y concesio-nes fiscales y subsidios locales.

Hoy, por cada dólar requerido para fabricar en EE.UU, cuesta 96 centavos fabricar en China. Los costos de produc-ción de hilados en China ahora son un 30 por ciento mayores que en EE.UU, de acuerdo con la Federación de Fabrican-tes de Textiles.

Los crecientes costos en China provo-can el cambio de algunos tipos de manu-factura a países de menores costos como Bangladesh, India y Vietnam. El éxodo ha sido encabezado por los chinos mis-mos, que se han movido agresivamente para establecer fábricas en otras nacio-nes.

De 2000 a 2014, las compañías chinas invirtieron 46.000.000.000 de dólares en nuevos proyectos y adquisiciones en EE.UU. Las Carolinas son sede de 20 fá-bricas chinas.

Por MARK SCOTT

Kimmo Kalliola conoce la sensación con la que han lidiado miles de finlan-deses durante el último par de años. Trabajó en Nokia durante más de una década, pero el gigante local de tec-nología se topó con tiempos difíciles. A fines de 2012, Kalliola y otras 10.000 personas de la compañía fueron despe-didas.

“Recuerdo esas noches sin dormir”, dijo Kalliola, de 42 años, quien tiene un doctorado en ingeniería de radio-frecuencia. Los problemas en Nokia, alguna vez fuente de orgullo nacional para los finlandeses, difícilmente se han reducido.

El año pasado, la compañía vendió su otrora dominante negocio de teléfonos móviles a Microsoft. En menos de tres meses, Microsoft anunció 18.000 despi-dos, muchos de ellos en Finlandia. Y se

han iniciado más recortes; Microsoft dijo que reduciría su fuerza laboral finlandesa en hasta 2.300 empleados, o unas dos terceras partes de su fuerza laboral local.

Esta afluencia de trabajadores de tecnología desempleados en la econo-mía finlandesa constituye un dolor de cabeza para los creadores de políticas. Los gobiernos de todo el mundo buscan capacitar y atraer a desarrolladores e ingenieros altamente calificados y, sin embargo, Finlandia tiene un excedente de dichos trabajadores.

Algunos podrían estar batallando para encontrar un buen empleo, pero muchos ya han iniciado sus propios ne-gocios o han sido reclutados por com-pañías de tecnología que se trasladan a

Finlandia. Kalliola, por ejemplo, fundó Quuppa, una compañía que brinda po-sicionamiento geolocalizado preciso para interiores.

En parte, el que el golpe para los trabajadores haya sido relativamen-te suave es resultado de los esfuerzos del gobierno finlandés. Justo cuando Nokia inició los despidos, los políticos comenzaron a otorgar subvenciones y capacitación para ayudar a los trabaja-dores despedidos a iniciar sus propias compañías.

Los políticos finlandeses también han obligado a Nokia —y están ejer-ciendo presión sobre Microsoft— para que apoyen el reingreso de sus ex em-pleados al mercado laboral. El apoyo toma la forma de subvenciones para nuevas iniciativas empresariales y permitir que ex empleados utilicen propiedad intelectual, como patentes no deseadas, casi sin costo.

Varias de las ciudades finlandesas más afectadas por los masivos recor-tes de empleos se han esforzado para atraer a otras compañías de tecnolo-gía, al usar al talento local disponible como punto de venta importante.

Otros dicen que los ex empleados de Nokia batallan con menores recursos disponibles tras dejar una compañía grande.

Antti Saarnio, presidente del conse-jo de Jolla —una compañía finlandesa que desarrolla un sistema operativo para teléfonos celulares anteriormente perteneciente a Nokia— dice que tiene que poner límites a sus programadores cuando piden cosas más allá de lo que está disponible en una nueva compa-ñía. “Nokia no era escuela para desa-rrolladores”, dijo.

No obstante, para Pekka Väyrynen, quien tras salir de Nokia cofundó una compañía de diseño industrial que produce dispositivos móviles, la opor-tunidad de asumir el control de su tra-yectoria superó cualquier ventaja en su antiguo puesto corporativo.

“En los últimos días en Nokia, reque-ría mucho tiempo tomar cualquier de-cisión”, dijo Väyrynen, de 54 años, cuya compañía, Creoir, ayudó a diseñar un teléfono inteligente para Marshall, el renombrado fabricante de amplifica-dores. “Ahora tomamos nuestras pro-pias decisiones. Es emocionante”.

La producción en gran escala es redituable aún durante los baches.

TRAVIS DOVE PARA THE NEW YORK TIMES

La producción textil en China ya no es rentable. Ni Meijuan en una fábrica del Keer Group en Carolina del Sur.

TOUKO HUJANEN PARA THE NEW YORK TIMES

Jolla desarrolla un sistema operativo que perteneció a Nokia.

PAVEL HOREJSI PARA THE NEW YORK TIMES

Impulsado por una explosión global de interés en el vinilo, GZ Media espera producir unos 20 millones de álbumes este año.Una empresa checa

ha resistido hasta que renacieron los discos.

Alexandra Stevenson contribuyó con informes a este artículo.

ANDREW TESTA PARA THE NEW YORK TIMES

Usan excedente de talento para atraer compañías nuevas.

Tras una inversión millonaria en sus operaciones de gas natural, Qatar hoy lidera la industria de ese derivado del petróleo. El puerto, en Ras Laffan.

C I E N C I A Y T E C N O L O G Í A

6 DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

Por GRETCHEN REYNOLDS

En lugar de decir a los niños con hi-peractividad y problemas de atención que estén quietos, quizás deberíamos alentarlos a que se muevan a voluntad, de acuerdo con un nuevo estudio.

La hiperactividad es uno de los sínto-mas que definen al trastorno por déficit de atención e hiperactividad, o TDAH.

En la publicación Child Neuropsy-chology, Julie Schweitzer, profesora de psiquiatría y ciencias de la conducta en la Universidad de California, en Davis, y sus colegas dieron a conocer hace po-co los resultados de un estudio que in-volucró a 26 niños y niñas de entre 10 y 17 años, que habían sido diagnosticados con TDAH.

Otros 18 niños sin TDAH fueron usa-dos como control.

Todos los niños visitaron el labo-ratorio del grupo y se les colocó en el tobillo un monitor de actividad que no interfería con sus movimientos y que podía medir la frecuencia e intensidad con que los niños zarandeaban la pier-na, un buen indicador de movimiento inquieto.

Entonces, los científicos hicieron que los niños completaran una prueba com-putarizada simple de atención y control cognitivo, durante la cual tenían que señalar en qué dirección apuntaba una flecha y oprimir una tecla que indica-ba esa dirección. La flecha en cuestión estaba flanqueada por otras flechas, que en ocasiones apuntaban a la mis-ma dirección que la flecha principal y otras no.

Se le dijo a los niños que respondie-ran a la prueba con la mayor rapidez posible, al oprimir la tecla correspon-diente apenas aparecieran las flechas en la pantalla.

Entonces repitieron la misma prue-ba más de 200 veces en rápida sucesión. Después de eso, los científicos compa-raron la precisión de las respuestas de los niños con datos de los monitores de actividad.

Descubrieron que entre más intensa-mente se movían los niños con TDAH —con qué ímpetu zarandeaban las piernas— más precisas eran sus res-puestas en la prueba. Cuando estos ni-ños estaban relativamente quietos, era más probable que respondieran mal, lo que indicaba que tenían entonces difi-cultad para concentrarse.

Mientras tanto, el no dejar de mo-verse no jugó un papel perceptible en el desempeño de los niños sin TADH.

Dichos resultados sugieren que la hiperactividad es benéfica para los niños con trastornos de atención, dijo Schweitzer, y es probable que se desa-

rrolle para poder lidiar con su incapa-cidad para concentrarse de otro modo.

A los padres y maestros de niños hi-peractivos, Schweitzer sugirió colocar bandas elásticas bajo los pupitres de los niños, para que puedan tirar y jugar con ellas de una manera que no resulta-ra molesto para los otros niños. O que usen pelotas para yoga como sillas, con la idea de que los niños puedan rebotar. Incluso alentarlos a ponerse de pie con más frecuencia podría ayudar.

“Sé que es difícil dar cabida a la hipe-ractividad”, dijo Schweitzer, pero real-mente podría ayudar a los niños cuyos cuerpos inquietos parecen contribuir a cerebros más concentrados.

Por KENNETH CHANG

En abril, mientras los mensajes por correo electrónico hacían circular la alarma de que un gran terremoto había sacudido a Nepal cerca de Katmandú, su capital, los expertos esperaban un número de víctimas similar a los cerca de 85.000 que perdieron la vida en 2005 cuando un terremoto de menor intensi-dad sacudió un área menos poblada en la región de Kasimir.

En los días siguientes, el número de muertes en Nepal a causa del terremoto de 7.8 grados se elevó a 9.000.

Esa cifra “en realidad es un número pequeño en vista de la densidad de pobla-ción en el área de Katmandú y la vulne-rabilidad de los edificios”, dijo Jean-Phi-lippe Avouac, profesor de geología en el Instituto Tecnológico de California y la Universidad de Cambridge en Inglate-rra y autor de dos monografías recientes sobre el terremoto nepalés. “Creo que entendemos por qué”.

Los 40 segundos de movimiento a cau-sa del sismo resultaron muy diferentes a lo esperado, con base en lo que se sabía de sismos anteriores y la geología de la región.

En lugar de rápidas oscilaciones, de un segundo o menos, que desbaratan edificios más pequeños, la tierra se mo-vió hacia un lado y otro una vez cada 4 o 5 segundos, un ritmo más lento que pre-senta mayor peligro para las estructu-ras altas.

Eso explicaría por qué una torre de vi-gilancia de 60 metros, que había sobrevi-vido a un terremoto más intenso en 1934, se derrumbó mientras que muchos edi-ficios destartalados, pero menos altos, permanecieron de pie.

Los hallazgos despiertan preocupa-

ción de que un sismo similar podría pre-sentar un gran peligro para las ciudades con rascacielos.

En una monografía en Nature Geos-cience, Avouac describió el haber utiliza-do registros sismológicos e imágenes de radar para estudiar la ruptura en Nepal.

India está chocando con el resto de Asia a un índice de hasta 5 centímetros por año. Pero las placas tectónicas han estado atascadas, sin poder deslizarse tranquilamente.

Cuando las fuerzas se vuelven dema-siado grandes, la falla sufre una ruptura, desatando un terremoto. El 25 de abril, el sismo se inició al noroeste de Katmandú y se extendió al este a 2.7 kilómetros por segundo, causando la ruptura de 140 kiló-metros de la falla.

“Este terremoto en realidad es un sis-mo relativamente pequeño”, dijo Avouac. Sigue habiendo fuerzas acumuladas en otras porciones de la falla, particular-mente en el oeste de Nepal, donde ha es-tado atascada desde un sismo de 8.5 gra-dos de magnitud en 1505. “Me preocupa esa parte”, dijo.

En la segunda monografía, publica-da en la revista Science, Avouac y sus colegas mostraron que la porción de 19

kilómetros de ancho y 140 kilómetros de largo donde se deslizó la falla tuvo una ruptura suave, generando ondas de pe-riodo largo.

La forma del valle de Katmandú, par-cialmente lleno de sedimentos, tiende a amplificar los movimientos con un perio-do de un segundo, dijo Susan E. Hough, sismóloga del Servicio Geológico de Es-tados Unidos.

En el caso del sismo de magnitud 7.8, los movimientos fueron tan fuertes que cambió el comportamiento de los sedi-mentos.

Los movimientos fuertes “no transmi-ten la energía de la misma forma que en un sismo pequeño”, dijo. “Básicamente se comporta como si fuera de un material distinto”.

Lo que los científicos desconocen es si los movimientos de periodo largo son comunes en los sismos a lo largo de las Himalayas o si fallas similares en otros sitios, normalmente tranquilas, podrían generar terremotos similares.

“Por ejemplo, hay una en el área de Los Ángeles”, dijo Hough. “Cinco segundos de energía como la desatada por este te-rremoto serían particularmente dañinos para edificios de 50 pisos”.

El terremoto en Nepal hace sonar las alarmas

La actividad ayuda a resolver serios problemas de atención

Innovan el tratamientopara enfermedad mortal Defienden la caza por trofeos

Por NORIMITSU ONISHI

OLIFANTSVLEI, Sudáfrica — Antes de que desayunaran los dos cazadores originarios de Texas, Stewart Dorring-ton condujo por su rancho cinegético de 4.800 hectáreas. Los búfalos vagaban por la hierba alta y las jirafas aparecían entre los árboles. Dorrington siguió ma-nejando, apuntando hacia un escondite donde sus clientes estadounidenses es-perarían un blanco para dispararle con sus arcos. Los kudúes corrieron por un claro y Dorrington volvió al asunto en cuestión.

“Mi precio por la caza de trofeo es de 2.500 dólares” por un kudú, más de 10 ve-ces de lo que generaría la carne de uno de estos antílopes, dijo.

“Detengan la caza de trofeo y el mer-cado vivo cambiará por completo; se irá al valor de la carne, en verdad”, aproxi-madamente 1.30 dólares el kilo, añadió. “Entonces eso privará a los parques na-cionales y provinciales de mucho de su presupuesto”.

Muchos científicos coinciden.Pese a los intensos llamados a prohibir

o restringir la caza de trofeo en África después del asesinato de un león llamado Cecil en Zimbabue a manos de un dentis-ta estadounidense, la mayoría de los gru-pos de conservación, los expertos en vida salvaje y los gobiernos africanos apoyan la práctica como una manera de man-tener la fauna. La caza, dicen, es parte de una economía compleja que hasta la fecha ha demostrado ser el método más eficaz de conservación alrededor del mundo.

Si bien la caza está prohibida en los parques gubernamentales en Sudáfri-ca, los animales dentro de sus límites rutinariamente son vendidos a ranchos cinegéticos cuando sus poblaciones son consideradas excesivas, lo que genera di-nero para mantener hábitats y combatir a cazadores furtivos.

Y como la caza de trofeo es legal en reservas privadas de caza, los anima-

les terminan vendiéndose a precios más altos que si fueran sacrificados para ali-mento o por otros motivos, señalan los conservacionistas. La cacería de león, una de las formas más lucrativas de caza de trofeo, reditúa entre 24.000 y 71.000 dó-lares por excursión en promedio en todo África, de acuerdo con un estudio de 2012.

En el sur de África, el surgimiento de una industria regulada de caza de tro-feo en ranchos privados en los sesenta ayudó a restaurar enormes extensiones de hábitats degradados y revivir ciertas especies, como los rinocerontes blancos del sur.

A raíz del asesinato de Cecil, varias aerolíneas anunciaron que dejarían de transportar partes de ciertos animales ase-sinados en cazas de trofeo.

Entre las aerolíneas figuran Delta, Ameri-can y United, que tie-nen sus sedes en Esta-dos Unidos, la mayor fuente de cazadores de trofeo en África.

Los gobiernos de Sudáfrica y Namibia, país considerado modelo de los progra-mas de caza que benefician a comunida-des locales, condenaron la reacción al suceso.

“Éste será el fin de la conservación en Namibia”, dijo Pohamba Shifeta, minis-tro de Medio Ambiente y Turismo.

Los grupos de derechos de los anima-les dicen que simplemente no es ético matar animales en nombre de la con-servación. Las ganancias de la caza no siempre son canalizadas a esfuerzos de conservación. A diferencia de los de Na-mibia, los programas de caza en otros países no llevan todos los beneficios a las poblaciones locales.

La caza de trofeo es permitida en más de 20 naciones africanas. En muchos países, se venden permisos para cazar

animales específicos. Se establecen cuo-tas para mantener las poblaciones de ciertas especies, mientras que la caza de especies en peligro es ilegal o está seve-ramente restringida.

En Sudáfrica, sede de la industria más grande de cacería en el continente, es le-gal cazar la mayoría de los animales de caza mayor dentro de ranchos privados, incluyendo a los cinco grandes: leones, rinocerontes blancos, elefantes, leopar-dos y búfalos.

A pesar de los problemas de la caza de trofeo, la mayoría de los conservacionis-tas cree que los aspectos positivos aún pesan más que los negativos. La realidad en África, dicen, es que la mayoría de los

animales no son ase-sinados por cazado-res de trofeos.

En lugar de ello, son asesinados por resi-dentes que buscan su carne o en enfrenta-mientos a medida que los hábitats se enco-gen, África se urbani-za y crece la población del continente. Sobre todo, los animales son

masacrados por cazadores furtivos que venden marfil y órganos, principalmente a mercados chinos.

La cacería excesiva ha disminuido el número de leones en algunas áreas, par-ticularmente Tanzania, según un estu-dio de 2012 realizado por investigadores afiliados con universidades y Panthera, un grupo de Nueva York. Aún así, los investigadores concluyeron que la caza excesiva era un riesgo menor que una prohibición general.

Vernon Booth, un ecologista de Zimba-bue, dijo que los leones ahora están pro-tegidos debido al alto valor que tienen co-mo trofeos. Sin el dinero que genera esa clase de caza, dijo, los lugareños cada vez envenenarían más leones, considerados peligrosos para las personas y el ganado.

Por DONALD G. McNEIL Jr.

Lejos de los temores del mundo acerca del ébola y el MERS (Síndrome Respiratorio del Medio Oriente), se da una revolución en el diagnóstico de una enfermedad mucho más amenazante: la diarrea infantil. Después de la neu-monía, la diarrea es la amenaza más mortal para los niños a nivel mundial, matando a unos 700.000 cada año.

Más de 40 patógenos causan la dia-rrea en niños en los países en vías de desarrollo. Según las directrices de la Organización Mundial de la Salud, es-tos niños deben recibir rehidratación oral; rehidratación intravenosa si no pueden retener líquidos; y un suple-mento de zinc. Las directrices seña-lan que deben recibir antibióticos sólo cuando hay sangre en sus heces.

Redactadas por primera vez hace más de 30 años, las directrices “fueron desarrolladas con base en lo que todo el mundo creía en ese entonces: que la mayor parte de la diarrea era viral y, si era bacteriana, probablemente conten-dría sangre”, expresó Jeffrey M. Per-nica, pediatra en la Escuela Médica de la Universidad McMaster, en Canadá.

Con la tecnología de diagnóstico mejo-rada, agregó, “ahora podemos saber quién realmente tiene qué”.

Un importante estudio sobre las cau-sas de la diarrea infantil, el Global En-teric Multicenter Study, publicado en 2013, encontró que las cinco más comu-nes eran el rotavirus, el parásito Cryp-tosporidium, dos cepas diferentes de la bacteria E. coli y la bacteria Shigella.

“De hecho, la sangre es un indicador muy pobre” de la diarrea bacteriana, dijo David M. Goldfarb, microbiólogo en la Universidad de Columbia Britá-nica.

Con la diarrea, el tiempo es crítico. Los niños muchas veces llegan a los hospitales al borde de la muerte por deshidratación. Cuando la causa es vi-ral, los médicos sólo pueden tener la es-peranza de que el sistema inmunológi-co mate al virus. Diversas infecciones bacterianas son tratadas con diversos antibióticos. Los parásitos deben ser eliminados con otros medicamentos.

El precio de no proporcionar anti-bióticos cuando se necesitan puede ser alto. Los episodios repetidos de diarrea

dejan a las víctimas con crecimiento atrofiado. Al crecer, los niños que su-fren desnutrición crónica antes de los 2 años obtienen peores resultados en la escuela, tienen una estatura más baja que lo normal y como adultos dan a luz a niños más pequeños.

Tarik Jasarevic, un vocero de la OMS, respondió que los nuevos estu-dios son “importantes, pero no sufi-cientes para cambiar las directrices”. El uso demasiado frecuente de los anti-bióticos podría alentar el surgimiento de cepas locales de bacterias resisten-tes a los antibióticos, afirmó.

Algunos expertos objetan a ese ra-zonamiento. “No es que las directrices sean malas, simplemente son viejas”, dijo Anita Zaidi, directora de enferme-dades diarreicas en la Fundación Bill

y Melinda Gates, que ha pagado gran parte de la investigación más reciente. Zaidi comentó que no cree que el temor a crear resistencia justi-fique no suministrar an-tibióticos. “Cuando los viajeros los consiguen, ¿cómo podemos no dár-selos a niños de menos de 2 años en peligro de morir?”, preguntó.

Magnus Lindh, espe-cialista en diarrea en la Universidad de Gotem-burgo, en Suecia, men-cionó que muchos niños tienen varios patógenos intestinales simultánea-mente y es difícil saber cuál causa su diarrea.

La mejor manera de adivinar, dijo, es contar cuántas veces una máquina que se usa para detectar genes a través de la reacción en cadena de la polimerasa tiene que duplicar el ADN de una mues-tra para obtener una lectura positiva. Un “total de ciclos” bajo deja entrever que hay mucho patógeno.

Pero estas máquinas pueden costar 30.000 dólares o más, y 50 dólares por prueba. No se ha producido una máqui-na PCR pequeña diseñada sólo para la diarrea.

Actualmente tratar la diarrea cuesta unos 50 centavos de dólar, y agregar un antibiótico cuesta sólo unos 50 centa-vos más.

En lugar de gastar muchos millones de dólares en máquinas PCR para el diagnóstico de la diarrea, Zaidi y otros argumentan que tendría más sentido tratar a los niños de una manera más agresiva.

“Tendrías posibilidades de curarla si siempre le das a un niño muy enfer-mo cualquier antibiótico que sabes que funciona en esa área general”, dijo Zaidi.

BEN CURTIS/ASSOCIATED PRESS; ABAJO, JOAO SILVA/THE NEW YORK TIMES

Stewart Dorrington en su hacienda dedicada a la caza mayor en Sudáfrica, uno de los 20 paises en donde es legal.

ROBERTO SCHMIDT/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES

Una niña de 4 años en Somalia es tratada por una diarrea, una enfermedad que mata a 700.000 niños cada año en todo el mundo.

KARSTEN MORAN PARA THE NEW YORK TIMES

Un estudio de niños hiperactivos descubrió que zarandear sus piernas los ayuda a concentrarse.

DANIEL BEREHULAK PARA THE NEW YORK TIMES

La Plaza Durbar, en Katmandú, Nepal, tras el sismo en abril. Según los científicos, podría haber sido peor en una ciudad con edificios altos.

Las infecciones golpean a los sobrevivientes de diarreas graves.

Los conservacionistas resaltan los beneficios de la caza mayor

R E T R AT O D E E S TA D O S U N I D O S

DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015 7THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

ALASKAIsla San Lorenzo

COLORADOSomerset

ALABAMAMuscle Shoals

MISURISt. Louis

Por JACK HEALY

SOMERSET, Colorado — Durante más de un siglo, la economía e identidad de es-ta pequeña comunidad incrustada en las montañas han sido definidas por las mi-nas que llenaban de carbón los vagones

de tren y de dinero los bolsillos de los mineros. “Bienve-nido a Somerset”, dice el letrero azul en la entrada al pueblo, “Pueblo minero de carbón desde 1896”.

Quizás ya no. La mina Elk Creek, que domina desde una colina a Somerset, alguna vez empleó a unas 200 personas, pero ha estado cerrada desde que ocurrió un derrumbe e incendio subterráneo en diciembre de 2012, quedando con sólo nueve empleados. Ahora está vendien-do su equipo, entregando su planta de tratamiento de aguas a los residentes y evaluando si debe derribar el silo de con-creto para carbón que se yergue sobre el pueblo y cerrar para siempre.

“Todos creen que nuestra comunidad simplemente va a fracasar y venirse aba-jo”, dijo Terry Commander, que dirige el distrito de agua. “Tenemos que aprender a ser capaces de levantarnos por nuestra cuenta”.

Regulaciones más estrictas, deman-das ambientales y el cambio a un gas natural más barato y de combustión más limpia han dañado a los pueblos mineros de todo el país, despertando interrogan-tes sobre el futuro si cierran las minas y plantas de electricidad alimentadas por carbón y los empleos se evaporan.

Esta comunidad, unos 360 kilómetros al oeste de Denver, surgió cuando los geólogos encontraron depósitos de car-bón a finales del siglo 19, y sirvió como campamento abastecedor para el ferro-carril que atraviesa el valle. Somerset no está formalmente incorporado y no tiene alcalde ni concejo. Incluso inacti-va, la mina sigue siendo la característi-ca distintiva de la ciudad. Su población, que alcanzó los 700 habitantes cuando las minas producían carbón a todo vapor durante la Primera Guerra Mundial, se ha reducido a unas 90 personas.

Los que se quedaron recuerdan cuan-

do Somerset tenía una tienda, un bar y un restaurante, y cuando los vagones de tren y camiones pesados llenos de car-bón circulaban todo el día. Pero el último negocio ha cerrado. Las casas están en venta a precios de tan sólo 31.000 dóla-res. Todavía hay mucho orgullo local —el pequeño parque junto a la biblioteca es amorosamente cuidado por los volunta-rios— pero la mala hierba se está apo-derando de algunos patios y camiones oxidados yacen en el pueblo como perros cansados.

“La historia básica del Colorado rural montañoso son las comunidades que de-

penden de las minas, comunidades en en-vejecimiento, basadas en los recursos”, dijo Martin Shields, director del Instituto Regional de Economía en la Universidad Estatal de Colorado. “Esto es lo mejor que tienen a su favor. Y entre las regula-ciones ambientales y los bajos precios del gas natural, amenaza la existencia de la vida que conocen”.

Pocas personas esperan que la mina Elk Creek vuelva a abrir, pero están in-tentando planear la vida sin ella. En una junta reciente, hablaron de sus esperan-zas de utilizar uno de los edificios de la mina como subestación del cuerpo de bomberos.

Algunos imaginan hileras de casas nuevas donde hoy está la mina. Algunos quieren que permanezca como un lugar privado, donde se pueden ver a los osos vagando por las laderas. Algunos dicen que quieren un par de tiendas que con-venzan a los turistas de detenerse mien-tras conducen por las montañas.

“No queremos que se convierta en un pueblo fantasma”, dijo Wanda Buskirk, cuyo esposo trabaja en la mina a poca distancia. “Preferiríamos progresar. Pero podría pasar cualquier cosa”.

Por ahora, los residentes de Somer-set necesitan resolver sus problemas de agua. Oxbow Mining, propietaria de la mina Elk Creek, espera entregar una planta de tratamiento de aguas en los próximos meses. Commander dijo que no sabe si una comunidad no incorporada puede darse el lujo de reparar tuberías viejas.

“Todos creían que siempre estarían aquí”, dijo acerca de la mina. “Ellos no van a estar ahí para cuidarnos”.

Una isla en Alaska lidia conun legado de contaminación

Finalmente le reconocen haber llevado el soul al sur de EE.UU.

Un pueblo minero que se resiste a morir

La segregación sigue vigente en St. Louis por otras razones

Sarah Cohen contribuyó con reportes a este artículo.

Los cambios ambientales amenazan una forma de vida rural en Colorado.

Por JOHN ELIGON

ST. LOUIS, Misuri — Un año después de que un policía blanco de Ferguson, Misuri mató de un tiro a Michael Brown, un joven de raza negra de 18 años que no estaba armado, la región de St. Louis ha

estado envuelta en una difícil discu-sión sobre la raza y las clases, y no sólo respecto a la Policía.

Para muchos, una pregunta es la esencia de todas

las demás: ¿pueden ser derribadas las barreras que mantienen a la gente de co-lor fuera de las comunidades prósperas y principalmente de raza blanca?”.

Los datos sugieren que con frecuencia no pueden ser derribadas. De acuerdo con varias estadísticas, la región de St. Louis se mantiene entre los lugares más segregados de EE.UU, donde la mayoría de los negros y blancos viven en mundos diferentes, aunque a veces separados por sólo una corta distancia a pie.

Tal es el caso en Ferguson. La parte donde murió Brown es un vecindario predominantemente negro donde los residentes se han quejado de acoso poli-

cial y alta criminalidad. La vida es muy diferente a sólo 3 kilómetros de allí, en el distrito central de negocios lleno de ame-nidades, rodeado de vecindarios adine-rados en su mayoría de raza blanca.

En respuesta a la preocupación de que las condiciones en los vecindarios ne-gros de bajos ingresos contribuyeron a los problemas que desataron los distur-bios después de la muerte de Brown, la Comisión de Ferguson, convocada por el gobernador Jay Nixon, recientemente propuso medidas para promover vivien-das más integrada, incluyendo el hacer respetar con rigor las leyes de vivienda justa para reducir las prácticas discrimi-natorias de préstamos.

Las entrevistas con residentes, acti-vistas y académicos sugieren que una variedad de fuerzas que perpetúan la segregación sigue siendo una parte muy grande del presente.

A través de los años, el gobierno fede-ral por lo regular no ha logrado hacer respetar las leyes de vivienda justa que pudieran reducir la segregación. El mes pasado, la Administración Obama intro-dujo nuevas regulaciones a través del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, cuya intención es hacer que las localidades trabajen más vigorosamen-te hacia la desintegración de los patrones de vivienda divididos por raza.

Un importante obstáculo para la gente

de color que busca vivienda en comuni-dades más blancas, dijeron activistas de la vivienda justa, era la nula disposición de muchos dueños para aceptar vales de la Sección 8, un subsidio federal para personas de escasos recursos. Negarse a aceptar los vales es legal en la mayoría de los lugares y ha contribuido a la con-centración de personas de raza negra en vecindarios pobres, señalaron expertos en vivienda.

Los vales de la Sección 8 pagan cierta cantidad de la renta de una familia con base en una tasa regional de mercado justo calculada por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano. Se es-

pera que la familia contribuya algo de dinero para la renta, por lo general el 30 por ciento de su ingreso familiar. Al igual que otras áreas metropolitanas, las zo-nas de ingresos más altos de la región de St. Louis tienden a tener precios de renta que son demasiado altos como para que el vale los cubra. Con frecuencia eso deja a las propiedades en vecindarios deterio-rados como la única opción viable para los poseedores de vales.

La disparidad en los valores de pro-piedades entre las comunidades negras y blancas también tiende a empujar el desarrollo de vivienda subsidiada hacia lugares más pobres, indicaron los ex-

pertos. Y el gobierno federal, de hecho, otorga mayores incentivos financieros para construir viviendas al alcance del bolsillo en barrios de bajos ingresos.

Sin embargo, los urbanizadores y ac-tivistas dicen que también hay una im-portante barrera social para llevar a las familias de escasos recursos a mejores barrios: la resistencia de la gente que ya vive allí.

Un informe preparado para el conda-do de St. Louis que analiza los impedi-mentos a la vivienda justa encontró “que algunos residentes del área de estudio mantienen fuertes sentimientos tipo ‘no en mi patio trasero’, así como actitudes discriminatorias hacia las personas de bajos ingresos, las que residen en vivien-das subsidiadas y las minorías raciales”.

Tres de cada cuatro inquilinos que uti-lizan vales de Sección 8 viven en la par-te norte de St. Louis o del condado, aun cuando tiene una población menor en general que la región sur.

Colin Gordon, catedrático de historia en la Universidad de Iowa y autor del li-bro “Mapping Decline”, que sigue la his-toria urbana de St. Louis, dijo: “aunque los mecanismos de segregación están ahora desgastados, de hecho terminas con un mercado de vivienda espacial-mente dividido en el que la raza negra puede solventar vivir en un barrio y la blanca en otro”.

Por KIRK JOHNSON

ISLA SAN LORENZO, Alaska — El remoto norte de Estados Unidos ate-sora su imagen de pureza silvestre en un paisaje inmenso. Sin embargo, las aproximadamente 600 instalacio-

nes militares en Alaska —algu-nas datan de la Segunda Guerra Mundial, otras fueron construi-das en la Guerra Fría— cuentan otra historia, en sitios contami-

nados que nunca fueron limpiados a conciencia y en los problemas de salud relacionados que aún se dejan sentir. Bases y puestos de escucha por todo el estado utilizaron o almacenaron sol-ventes y pesticidas, agentes de guerra química y artillería sin detonar.

Una parte quedó atrás en áreas re-motas o despobladas cuando se ali-

viaron las tensiones geopolíticas y las bases fueron abandonadas; la otra sim-plemente quedó tras muros con señala-mientos y advertencias.

Un sitio, una estación de radar de 2.000 hectáreas llamada Cabo Noreste, estaba lleno de componentes eléctricos que contenían bifenilos policlorados, conocidos como PCBs, que posterior-mente fueron vinculados con el cáncer. Varias pruebas han mostrado que di-minutos peces viviendo corriente abajo del sitio, consumidos por pájaros y pe-ces más grandes que los isleños pescan y comen, están repletos de PCBs. Y los niveles de PCBs en los residentes son muchass veces más altos que en la ma-yoría de los otros lugares en Estados Unidos.

Lo que ocurrió en ese entonces era secreto. “Tomaron todos esos barriles y simplemente los enterraron”, dijo Eugene Toolie, de 77 años, un residente que estuvo allí en los setenta durante el

cierre de la base.“Fuimos los ojos y oídos del mundo y

estamos orgullosos de ello, pero ahora tenemos una crisis”, dijo Vi Waghiyi, de 56 años. Cinco personas en su familia extendida han sido diagnosticadas con cáncer.

Los investigadores y los residentes no culpan a las fuerzas armadas de todo. Como en otras comunidades de nativos estadounidenses, el alcohol y el tabaco y el acceso limitado al cuida-do médico complican el asunto. Como si fuera poco, alimentos como morsa y ballena también exponen a los residen-tes a sustancias tóxicas porque esos

animales comen pesca-dos y plantas contamina-das con sustancias que llegan de otras partes.

En los últimos años, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Uni-dos ha gastado más de 110 millones de dólares en la limpieza del Cabo Noreste, pero sus efectos persisten.

Mientras los investiga-dores continúan su labor, las sustancias químicas tóxicas siguen llegan-do. A través de un giro perverso de la corriente global, ciertos lugares en el remoto norte, como San Lorenzo, también

se ven convertidos en vertederos para contaminantes transportados por aire desde sitios industriales alrededor del mundo.

“Realmente no hay una imagen clara”, dijo David O. carpenter, de la Universidad Estatal de Nueva York, en Albany, que realiza un proyecto de investigación relacionada con la salud en la Isla de San Lorenzo. “Y la tarea aún más difícil es averiguar qué puede hacer uno al respecto”.

La única certeza, dijo Waghiyi, son las decisiones difíciles que tendrán que ser enfrentadas tarde o temprano. Si de hecho están llegando por el mar sustancias químicas causantes de cáncer, dijo, entonces la dieta natural que ha sido el sustento de la gente aquí durante miles de años ya no es viable.

“Nuestros alimentos tradicionales están matando a nuestra gente”, dijo. “Pero sin nuestros alimentos tradicio-nales, moriremos como cultura”.

Por ALAN LIGHT

Aun con su legado musical de élite, Muscle Shoals, Alabama, nunca ha sido objeto de la misma clase de elogios que Detroit o Memphis, hasta hace poco.

En los años sesenta y setenta, esa pe-queña ciudad —de unos 13.000 habitan-tes— en las riberas del río Tennessee fue el improbable sitio de históricas grabaciones de soul, rock y country, des-de Aretha Franklin

y Wilson Pickett hasta Paul Simon y los Rolling Stones.

Pese a este rico legado, Muscle Shoals recibió poca atención. Pero inició un resurgimiento en 2013 con el aclamado

documental de Greg Camalier, “Mus-cle Shoals”. Desde entonces, ha habido unas memorias, “The Man From Muscle Shoals”, de Rick Hall, fundador de FAME Recording Studios, donde comenzaron los éxitos de la ciudad, y un anuncio en julio de que la compañía productora de Johnny Depp planea desarrollar una se-rie dramática de televisión basada en la historia musical del área.

Muscle Shoals no se trata sólo de mú-sica; la historia es aún más notable por-que algunos de los mejores cantantes negros de la historia se adentraban en el Sur Profundo, en una época de gran tensión racial, para grabar con un pro-ductor blanco y una banda en su mayoría blanca. El grupo de músicos, conocido como los Swampers, incluso sobrevivió a una ruptura en su apogeo creativo en

dos facciones.Desde el inicio, Hall, hoy de 83 años, en-

contró un mentor en Sam Philips, quien fundó Sun Records, donde muchos dicen que nació el rock ‘n’ roll. “Sam me decía, ‘Rick, no vayas a Nashville, porque se van a comer tu alma viva’. Yo quería ser como Sam”, dijo.

Lo que en realidad quería hacer era grabar música negra, una tarea nada fá-cil para un hombre blanco en Alabama. “Me encantaba esa música y yo quería ser como ellos”, dijo. Pero algunos artis-tas negros necesitaban convencerse de que Muscle Shoals era el lugar idóneo para trabajar.

“Wilson Pickett era reacio a venir a Alabama”, dijo.

Hall recordó haber integrado a res-taurantes locales al cenar con visitan-

tes como Otis Redding. “Era peligroso y batallamos para hacerlo, pero era eso o nada”, dijo.

Jimmy Johnson, guitarrista de los Swampers, señaló que aunque los músi-cos de Muscle Shoals crecieron en el sur, sus influencias no provenían de la música country, sino de Chuck Berry, Bo Diddley y Ray Charles. “Cuando la gente pregun-taba, ‘¿Por qué suenas tan negro?’, era el mayor cumplido que nos podían hacer”.

Los resultados fueron poco menos que revolucionarios: un torrente de obras maestras del soul, la mayoría lanzadas en Atlantic Records, que pusieron a la producción de FAME al mismo nivel que la de Motown y Stax Records.

La película de Muscle Shoals produjo un alza en el turismo y más trabajo para los músicos.

“De repente, después de 50 años, la gente se enteró de que toda esta música se había grabado aquí”, dijo David Hood, bajista de los Swampers.

Ahora, con la serie de televisión, el le-gado improbable de Muscle Shoals pare-ce destinado a continuar.

“Tratamos de hacer cosas que eran imposibles y logramos lo que nos propu-simos”, dijo Johnson.

WHITNEY CURTIS PARA THE NEW YORK TIMES

MICHAEL CIAGLO PARA THE NEW YORK TIMES

La mina Elk Creek, en las alturas de Somerset, Colorado, dejó de operar en 2012 y emplea sólo a nueve personas.

JAMES DIMMOCK PARA THE NEW YORK TIMES

Los militares abandonan bases y toxinas en la tundra.

JIM WILSON/THE NEW YORK TIMES

Eugene Toolie, de 77 años, recuerda cuando el Ejército se fue. “Enterraron los barriles”.

Bryant Goston, de 26 años, y su hija, Crystian, de 2, esperan a su novia después de ver una casa que se alquila en St. Louis.

Rick Hall convenció a cantantes negros como Wilson Pickett de ir a un pueblo de Alabama a grabar sus canciones.

A R T E Y D I S E Ñ O

8 DOMINGO 23 DE AGOSTO DE 2015THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

Por JAMES S. RUSSELL

El puente de un pequeño canal en Londres no sólo se abre para el tráfico de embarcaciones, se levanta enrosca-do como una oruga. El edificio de una exposición en Shanghai está cubierto con lo que parecen púas de puercoes-pín. Un muelle en el río Hudson de Nue-va York es reconcebido como el parque de una isla miniatura con un anfiteatro enclavado entre colinas liliputienses.

Todo ello es obra de Thomas Hea-therwick, un erudito británico diseña-dor de esculturas, muebles y arquitec-tura que salta los límites que pocos ar-tistas y diseñadores se atreven a cruzar.

“Siempre me han interesado las ideas e innovaciones”, expresó Heatherwick.

Su primera exhibición estadouniden-se, “Provocations: The Architecture and Design of Heatherwick Studio” se estará presentando en Nueva York has-ta el 3 de enero. Ocupa la galería del ter-cer piso del Cooper Hewitt, Smithsonian Design Museum con 43 modelos y foto-grafías de proyectos que han confundi-do las expectativas.

Entre ellos se cuentan el popular pa-bellón británico para la Expo Mundial 2010 de Shanghai, coloquialmente lla-mado la Catedral de Semillas; la estruc-tura constaba de 66.000 púas delgadas de acrílico ondeantes en las que fueron insertadas 250.000 semillas recolecta-das en todo el mundo. Ganó el primer premio al diseño de la Expo. Otra obra fue el pebetero para las Olimpiadas de Londres 2012, que reunió 204 pétalos en llamas. Esas obras cimentaron la repu-tación de Heatherwick como alguien que podía sacar del sombrero un cone-jo arquitectónico que complaciera a la multitud.

Eso le ha traído grandes proyectos públicos que él y sus clientes creen que transformarán vecindarios, incluso ciu-dades.

Su proyecto más reciente para el redesarrollo del distrito de astilleros Hudson Yards en Manhattan podría convertirse en un nuevo hito de la ciu-dad; por ahora permanece envuelto en hermetismo. Hace dos años, Stephen M. Ross, presidente de Related Companies, un desarrollador de Hudson Yards, lo comparó en las revista Fortune con la Torre Eiffel, pero una persona describió el concepto como mucho más grandioso que la idea original de los desarrolla-dores para una escultura en una plaza frente al centro comercial vertical de Hudson Yards.

Heatherwick imaginó una “vasija”, en forma de un cáliz atravesado por do-cenas de escaleras. No ofreció detalles,

prometiendo sólo “algo que hace par-tícipe a la ciudad, no algo que uno sólo se queda parado vien-do”.

El proyecto de Hudson Yards llega después de que Hea-therwick se lanzó en la política conten-ciosa y las finanzas tambaleantes del Hudson River Park cuando fue nombrado en 2012 para di-señar un reemplazo para el deteriorado Muelle 54.

Propuso un parque-isla encima de pilotes coronado con maceteros gi-gantescos que sostendrían un paisaje intrincadamente pintoresco y con una abundancia de plantas.

Madelyn Wils, del fideicomiso Hud-son River Park Trust, quería mejorar un diseño de 2005 para el muelle. Al ne-cesitar fondos privados, invitó a Barry Diller, presidente de IAC/InterActive-Corp. Contrataron a Heatherwick des-pués de oírlo hablar de sus ideas.

H e a t h e r w i c k dibujó una isla to-p o g r á f i c a m e n t e compleja, mucho más elaborada que lo que el financia-miento público po-dría apoyar. Una loma de 19 metros se yergue sobre un tazón de césped que se abre a vistas de la ciudad. Fisuras en el paisaje en-

marcan vistas del río desde corredores íntimos. Un anfiteatro de 700 asientos reemplaza al escenario entarimado del Muelle 54.

El Ayuntamiento de Nueva York ha acordado contribuir con 17 millones de dólares. Diller y su esposa, la diseñado-ra Diane von Furstenberg, cubrirán el gasto restante. (El cálculo más reciente es de 130 millones de dólares).

El fideicomiso Hudson River Park Trust planea terminar la construcción en 2018, pero grupos cívicos pidieron a un tribunal en junio detener la construc-ción hasta que el proyecto sea sometido

a una nueva revisión ambiental y sea aprobado por la Legislatura.

Si bien siente que proyectos cívicos como el Muelle 55 —como se llamará el reemplazo del Muelle 54— están jus-tificados cuando son respaldados por fondos privados, Heatherwick tam-bién cree que proyectos con el poder de transformar comunidades merecen además el apoyo público.

A medida que los proyectos de Hea-therwick se han vuelto más grandes, presentan al público un dilema: ¿deben las comunidades aceptar el regalo de un diseño quizá más ambicioso que lo que podría resultar de fondos públicos limitados y desarrollado en un proceso público?

La prodigiosa imaginación de Tho-mas Heatherwick no hace que esas de-cisiones sean fáciles.

Por ALEXANDRA ALTER

Un verano hace unos 85 años, en un pequeño poblado de Alabama, una niña llamada Nelle conoció a Tru, su nuevo vecino de la casa de al lado, un niño bien vestido y aficionado a leer, con voz chillo-na y una actitud traviesa.

Formaban un dúo improbable. Ella a menudo vestía de overol y andaba des-calza, mientras que él era tan meticulo-so al vestir que una maestra dijo que se destacaba cual ave del paraíso entre una parvada de cuervos. Pero ambos eran bi-chos raros que se refugiaban en novelas de detectives, pasando largas tardes le-yendo historias de misterio en la casa del árbol que era su santuario. Luego comen-zaron a escribir sus propias historias en la máquina de escribir Underwood del padre de Nelle, turnándose mientras uno narraba y el otro tecleaba.

Cuando crecieron, se convirtieron en dos de los máximos escritores del Sur de Estados Unidos: Harper Lee y Truman Capote. Lee se inspiró en esa amistad pa-ra su retrato de Scout y Dill en “Matar un ruiseñor” y en su primer intento de una novela, la recientemente publicada “Ve y pon un centinela”. Capote basó a la mari-macho Idabel Thompkins de su primera novela, “Otras voces, otros ámbitos”, en Nelle. Los dos trabajaron juntos en la no-vela basada en un crimen real “A sangre fría” de Capote y se distanciaron después de que éste no le dio el crédito adecuado.

Su amistad rota ha sido enmenda-da —al menos en la ficción— en “Tru & Nelle”, una novela para preadolescen-tes próxima a publicarse de Greg Neri. Aunque Lee y Capote han sido tema de numerosas biografías, documentales y

largometrajes de forma individual, “Tru & Nelle” es el primer libro sobre sus lazos de la infancia.

“Tru & Nelle”, que saldrá la próxima primavera, seguirá a la publicación de obras hasta hace poco desconocidas de Capote, quien falleció en 1984, y de Lee, de 89 años, quien vive en Monroeville, Alabama, en una comunidad de retiro.

El nuevo libro de Capote presenta historias ambientadas en un pequeño poblado del sur de EE.UU. como Mon-roeville, donde ambos vivieron de niños. Peter Haag, propietario de Kein & Aber, que publica a Capote en alemán, tropezó con ellas mientras realizaba una investi-gación en la biblioteca pública de Nueva York.

Nacidos con año y medio de diferencia, tanto Harper como Truman tenían ma-dres distantes. Ninguno encajaba bien en una pequeña comunidad sureña. Cuan-do Truman era hostigado por los otros niños, Nelle, quien era menor, se peleaba a puñetazos para protegerlo.

Lee, quien dejó de dar entrevistas en los sesenta, alguna vez describió sen-tirse unida a Capote por “una angustia común” y dijo de su infancia, “la mayor parte del tiempo vivíamos en nuestra imaginación”.

A Neri se le ocurrió la idea en febrero de 2014 mientras veía “Capote”, una pelí-cula biográfica protagonizada por Philip Seymour Hoffman. Leyó biografías y en-trevistas, y “Tru & Nelle” se apega mu-cho a la historia. Termina con una nota agridulce, cuando Truman se va a Nueva York a los 8 años.

Sin embargo, la historia real fue mucho más complicada. Capote siguió visitan-do Monroeville en el verano. Publicó su primera novela cuando era veinteañero. Lee, alentada por el éxito de su amigo, se mudó a Nueva York para escribir a los 23 años.

Pero su amistad era tensa debido a la rivalidad. Capote envidiaba el éxito de “Matar un ruiseñor”, que ganó el premio Pulitzer. Se difundieron rumores de que él había escrito la novela para Lee.

La influencia literaria es difícil de me-dir y es imposible decir cómo se habrían desarrollado si no se hubieran alentado uno al otro. En la novela de Neri, Tru pro-pone un pacto: “’Yo escribiré, pero sólo si tú también prometes escribir. Luego podemos mandarnos nuestras historias por correo’, dijo, esperanzado”.

Por NICOLAS RAPOLD

No escasean los momentos que dejan al espectador boquiabierto en la nueva película de Hubert Sauper, “We Come as Friends” (Venimos como amigos), un ensayo ilustrado sobre el colonialismo contemporáneo. Pero el más impactan-te puede ser una visita nocturna ilumi-nada por relámpagos a un líder tribal de Sudán del Sur. Sauper esgrime una copia de un contrato para confirmar una terrible verdad, y los ojos húmedos y la postura derrotada del líder lo dicen todo. El anciano ha cedido miles de hec-táreas de tierra a una firma de Texas.

“Esto era historia desarrollándose en su mejor y más sarcástica forma frente a mi cámara. Y luego vino la tormenta”, dijo Sauper desde París. “Como cineas-ta, es demasiado bueno para ser verdad. Y es aterrador”.

Es un ejemplo de cómo Sauper, el di-rector nacido en Austria de “We Come as Friends”, retrata las complicadas realidades contemporáneas a través de reportajes vívidos. Hace 10 años, “Darwin’s Nightmare”, su documen-

tal nominado a un Premio de la Academia, hurgó en las ruinas de la globalización por medio de la industria de exportación de la pesca en el Lago Victoria, el impacto en los tanzanos locales, y una subcultura temeraria de pilo-tos de aviones de carga rusos.

Las películas de no ficción de Sauper son un elegante híbrido de retrato voraz y colorido, y audaz investiga-ción. “We Come as Friends” fue clasificada entre lo mejor de la no ficción en 2014 por la revista Sight & Sound del Bri-

tish Film Institute.En un avión “de lata” que él cons-

truyó, el cineasta voló por todo Sudán durante dos años y medio. “El punto de partida de la película era monitorear la psicología o patología del colonialis-

mo”, dijo Sauper.Visitó una muestra representativa de

gente, todas parte de una historia que se desarrolla para bien y para mal: su-daneses perdiendo sus hogares ante el rapaz desarrollo y la guerra, confiados ingenieros chinos afirmando el destino de superpotencia de su país, misione-ros texanos trabajando para vestir a los aldeanos y un caudillo convertido en político que no recuerda el himno nacional.

El avión ofrecía una forma rápida pa-ra salir de todo ello cuando era necesa-rio. Lejos de ser un documental super-ficial, la película de Sauper da una rara sensación de seres humanos que cargan con la peor parte de fuerzas históricas mayores e intereses poderosos. Retrata un choque entre las culturas indígenas y los extranjeros que tiene un largo his-torial en África.

Cuando se le habló de un libro de tex-to del cine que divide la historia de los cineastas de no ficción en explorado-res, reporteros, pintores y defensores, Sauper recordó el crédito otorgado a un colaborador pasado, el escritor Nick Flynn.

“Hay un término agradable llamado ‘poeta de campo’”, dijo.

Por MARINA HARSS

BUENOS AIRES — El Teatro Colón preside sobre Buenos Aires como una gran dama, elegante e imponente. El edificio centenario es uno de los monu-mentos más importantes de la ciudad,

un recordatorio de una época más próspera, cuando artistas como Toscanini, Caruso y los ballets rusos se pre-sentaban con regulari-dad.

Una tarde reciente, tres parejas estaban posicionadas en un estudio. Los hombres descansaban las puntas de sus dedos en las sienes de sus compañeras, mientras las mujeres se mantenían sobre una pierna, con la otra extendida en un arabesco. El gesto, del ballet de 1952 “Sylvia”, de Frederick Ashton, se lee como una caricia y como un movimiento de pareja.

“En todo ballet de Ashton hay un clí-max”, dijo Susan Jones, profesora de ba-llet en el American Ballet Theater que viajó a la ciudad para enseñar “Sylvia” a los miembros del Ballet Estable del Tea-tro Colón. Y agregó: “Y es éste”.

El Colón presentará “Sylvia” como parte de la última temporada ideada por Lidia Segni, su ex directora artística.

En febrero, la compañía fue puesta en manos de Maximiliano Guerra, una ex estrella del Colón que más tarde formó parte del London Festival Ballet y La Scala. Guerra dijo que esperaba guiar a la compañía en una dirección más con-temporánea.

Con los años, Argentina ha produci-do un flujo constante de excepcionales artistas de ballet que se remonta hasta María Ruanova, quien bailó el papel principal en una nueva obra para el Co-lón de George Balanchine, “Concierto de Mozart”, en 1942. Ha habido muchos otros, incluyendo a Olga Ferri en los años sesenta, y más recientemente Pa-loma Herrera y Herman Cornejo.

Una explicación tiene que ver con la relativa estabilidad de Argentina durante la primera mitad del siglo 20, cuando Europa era sacudida por las guerras. Vinieron bailarines de allií que después abrieron escuelas.

Los estudiantes más resueltos combi-naban la enseñanza gratuita en la aca-demia oficial de artes con clases parti-culares. “Mi maestro, Wasil Tupin, en-señaba la técnica francesa, con muchos saltos y golpes pequeños, y en la escuela enseñaban la técnica rusa”, dijo Guerra.

Muchos de los mejores bailarines terminan yéndose. Los problemas eco-

nómicos de Argentina en las últimas cuatro décadas han dañado a las insti-tuciones culturales. La temporada se ha reducido de unos 15 ballets a sólo 5. En 2007 el teatro cerró por renovaciones. Las áreas públicas estaban resplande-cientes tras su reapertura en 2010, pero otras partes menos importantes siguen sin terminarse. Cuando llueve, el agua se filtra a los depósitos. (La mayoría de los escenarios y vestuarios todavía se hacen allí mismo, en talleres que em-

plean a 400 artesanos).Los artistas se enorgullecen del re-

cinto. “El escenario es fantástico”, dijo la bailarina Karina Olmedo. La sala de 2.487 butacas es a la vez majestuosa y acogedora, y la acústica es legendaria.

La compañía sigue trayendo baila-rines fuertes. A los 22 años, Macarena Giménez muestra una enorme promesa. Ella bien podría representar el siguien-te capítulo en la historia del ballet en Ar-gentina, si sólo el Colón puede retenerla.

Un teatro en Argentina busca continuar la gloria

Aterrizandoen el dolorde Sudán

Una amistad de infanciainspira una nueva novela

Los grandes planes de diseño salen caros

La amistad de Truman Capote y Harper Leees el tema de una novela.

PIER55 INC./HEATHERWICK STUDIO; ABAJO, EMILY ANDREWS PARA THE NEW YORK TIMES

Thomas Heatherwick es muy famoso por sus innovadores diseños. Boceto del Muelle 55 en el río Hudson.

FONDO LITERARIO TRUMAN CAPOTE VÍA LA BIBLIOTECA PÚBLICA DE NUEVA YORK

Amigos de la infancia: los escritores Harper Lee y Truman Capote en una foto tomada en 1960.

DIEGO LEVY PARA THE NEW YORK TIMES

A las áreas públicas del centenario Teatro Colón en Buenos Aires se les ha devuelto la grandeza que tuvo en otras épocas de su gloriosa historia.

JULIEN MIGNOT PARA THE NEW YORK TIMES

Durante dos años y medio, mientras filmaba “We Come as Friends”, el cineasta Hubert Sauper voló un avión en Sudán que él mismo construyó.

Sus grandes proyectos combinan fondos públicos y privados.