doña hilaria estaba sola desde que su compañero de toda la vida había muerto. la pobreza era...
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Doña Hilaria estaba sola desde que su
compañero de toda la vida había muerto. La
pobreza era evidente en la pequeña habitación
de la anciana. Un camastro en un rincón, una mesa de madera carcomida, una silla y
una chamuscada parrilla eléctrica, eran sus únicos enseres.
Doña Hilaria estaba sola desde que su
compañero de toda la vida había muerto. La
pobreza era evidente en la pequeña habitación
de la anciana. Un camastro en un rincón, una mesa de madera carcomida, una silla y
una chamuscada parrilla eléctrica, eran sus únicos enseres.
La anciana no había tenido hijos, ni existía familiar alguno que se hiciera cargo de ella. Vivía solo de su
miserable pensión de viudez. Sus días pasaban todos iguales, tristes y melancólicos, recordando tiempos
mejores.
La anciana no había tenido hijos, ni existía familiar alguno que se hiciera cargo de ella. Vivía solo de su
miserable pensión de viudez. Sus días pasaban todos iguales, tristes y melancólicos, recordando tiempos
mejores.
La única persona que la visitaba era su
vecina Aurora, quien a veces le llevaba algo de comer y le
ayudaba a limpiar la habitación.
Aquella mujer era casi tan pobre como ella, pero de lo poco
que tenía, le compartía.
La única persona que la visitaba era su
vecina Aurora, quien a veces le llevaba algo de comer y le
ayudaba a limpiar la habitación.
Aquella mujer era casi tan pobre como ella, pero de lo poco
que tenía, le compartía.
Se acercaba el invierno y
amenazaba con estar muy crudo ese año. Aurora llegó un día con unos ovillos de lana y le dijo a
la viejita:- Aquí tiene
doña Hilaria, es lana que me ha
sobrado y a usted le puede
servir para hacerse una
manta, mire que este invierno va a estar muy frío-
la anciana agradeció sin hacer ningún comentario.
Pasaron los días y el frío se hacía más crudo, pero los ovillos de lana seguían intactos sobre la mesa de Hilaria. Aurora le dijo un día: - Doña Hilaria, ya está haciendo mucho frío y usted con esa manta tan delgadita... ¿cuándo va a empezar a tejer otra con la lana que le regalé? – Sí... mañana empezaré a tejer- respondió la anciana.
Pasaron los días y el frío se hacía más crudo, pero los ovillos de lana seguían intactos sobre la mesa de Hilaria. Aurora le dijo un día: - Doña Hilaria, ya está haciendo mucho frío y usted con esa manta tan delgadita... ¿cuándo va a empezar a tejer otra con la lana que le regalé? – Sí... mañana empezaré a tejer- respondió la anciana.
Un día, Aurora tuvo que salir a visitar a su
hermana que vivía en otra ciudad. Antes de
marcharse le hizo prometer a Hilaria que a su regreso, ya tendría una manta nueva con
qué abrigarse. Como siempre, la
anciana le respondió: "Sí, mañana empezaré
a tejer"
Aurora estuvo ausente dos semanas. De regreso, se dirigió a la casa de su vecina. Tocó a la puerta muchas veces, pero nadie abrió. Preocupada, fue en busca de ayuda. Unos vecinos lograron abrir la puerta forzando
la cerradura. Lo primero que vio Aurora fue la lana sobre la mesa, tal como había quedado el día en que
se despidiera de la anciana.
Aurora estuvo ausente dos semanas. De regreso, se dirigió a la casa de su vecina. Tocó a la puerta muchas veces, pero nadie abrió. Preocupada, fue en busca de ayuda. Unos vecinos lograron abrir la puerta forzando
la cerradura. Lo primero que vio Aurora fue la lana sobre la mesa, tal como había quedado el día en que
se despidiera de la anciana.
La encontraron entumecida, envuelta en su delgada manta, que no le protegía del frío. Se veía muy mal, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Aurora y le dijo con una voz apenas perceptible:- Perdóname Aurorita...por no haberle dicho la verdad...yo,,,yo no sé tejer...- ¡Pero, por qué no me lo dijo Hilaria- En esos momentos un vecino exclamó:
La encontraron entumecida, envuelta en su delgada manta, que no le protegía del frío. Se veía muy mal, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Aurora y le dijo con una voz apenas perceptible:- Perdóname Aurorita...por no haberle dicho la verdad...yo,,,yo no sé tejer...- ¡Pero, por qué no me lo dijo Hilaria- En esos momentos un vecino exclamó:
- ¡Hay que llevar al hospital a esta viejita, se ve muy mal...!Cuando se la llevaban, la anciana dijo en un hilo de voz:-Aurorita, quiero que me enseñes a tejer...-- Sí Hilaria, en cuanto regrese yo le enseño a hacerlo, pero ahora se tiene que poner bien…
- ¡Hay que llevar al hospital a esta viejita, se ve muy mal...!Cuando se la llevaban, la anciana dijo en un hilo de voz:-Aurorita, quiero que me enseñes a tejer...-- Sí Hilaria, en cuanto regrese yo le enseño a hacerlo, pero ahora se tiene que poner bien…
Aurora la cubrió con su propia manta, la única que ella tenía y que era bastante gruesa. La anciana sintió el
calor de la manta y cerró los ojos... Hilaria no volvería a sentir frío nunca más. Aurora tomó sus manos y estalló
en llanto… ¡qué triste final para una vida!.
Aurora la cubrió con su propia manta, la única que ella tenía y que era bastante gruesa. La anciana sintió el
calor de la manta y cerró los ojos... Hilaria no volvería a sentir frío nunca más. Aurora tomó sus manos y estalló
en llanto… ¡qué triste final para una vida!.
La falta de una buena comunicación, puede
llevar a extremos innecesarios. Aurora suponía que Hilaria
sabía tejer, ¡todas las viejtas saben
hacerlo!, pensaba, así que no preguntó nada. Hilaria, en su humildad, no quería
parecer mal agradecida, así que cuando recibió los
ovillos de lana, también prefirió no decir nada. Puede
parecer algo absurdo, pero
situaciones parecidas pasan muchas veces,
sin darnos cuenta, los llamamos malos
entendidos.
La falta de una buena comunicación, puede
llevar a extremos innecesarios. Aurora suponía que Hilaria
sabía tejer, ¡todas las viejtas saben
hacerlo!, pensaba, así que no preguntó nada. Hilaria, en su humildad, no quería
parecer mal agradecida, así que cuando recibió los
ovillos de lana, también prefirió no decir nada. Puede
parecer algo absurdo, pero
situaciones parecidas pasan muchas veces,
sin darnos cuenta, los llamamos malos
entendidos.
Acostumbramos a generalizar, a
etiquetar, a pensar con el cerebro de los
demás. Damos por hecho lo que creemos
que piensan los demás. Nos quedamos callados
cuando deberíamos hablar y hablamos cuando deberíamos quedarnos callados.
Amor al prójimo, sentido común,
prudencia y saber ponernos en los
zapatos de los demás, son factores claves en la comunicación y el entendimiento con
otras personas.
Acostumbramos a generalizar, a
etiquetar, a pensar con el cerebro de los
demás. Damos por hecho lo que creemos
que piensan los demás. Nos quedamos callados
cuando deberíamos hablar y hablamos cuando deberíamos quedarnos callados.
Amor al prójimo, sentido común,
prudencia y saber ponernos en los
zapatos de los demás, son factores claves en la comunicación y el entendimiento con
otras personas.