dosse ricoeur certeau. historia entre el decir y el hacer

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    acontecimiento ya no era reductible al acontecimientoestudiado, sino que era encarado en su indicio, situado

    cias de la accin. De este modo, el duelo de las visionesteleolgica s puede convertirse en una oportunidad para

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    en una cadena de acontecimientos. Todo discurso sobreun acontecimiento vehiculiza, connota una serie deacontecimientos anteriores, lo que le otorga toda suimportancia al sustrato discursivo que los vincula enuna construccin de la trama (la mise en intrigue). Tal

    como se puede comprobar, la historia del tiempo presente no slo compromete la apertura de un perodonuevo: lo muy cercano que se abre ante la mirada delhistoriador. Es tambin una historia diferente, queparticipa de las nuevas orientaciones de un paradigmaque se busca en la ruptura con el tiemp o nico y lineal,y que pluraliza los modos de racionalidad.

    Ms all de la actual coyuntura memorial, sintomtica de la crisis de una de las dos categoras metahist-

    ricas, el horizonte de expectativas, la falta de proyectode nuestra sociedad moderna, Ricoeur recordaba lafuncin de la deuda tica de la historia frente al pasado. El rgimen de historicid ad, siemp re abierto hacia elfuturo, no es por cierto ya la proyeccin de un proyectoplenamente pensado, cerrado sobre s mismo. La propia lgica de la accin mantie ne abierto el campo de lasposibilidades. En ese sentido, Ricoeur defenda la nocin de horizonte en su eplogo sobre el perd n que, a lamanera de una utopa, conllevaba una funcin liberadora al impedirle al horizonte de expectativas fusionarse con el campo de experiencia. Es lo que mantienela distancia e ntre la esp eraza y la tradici n.149 Con lamisma firmeza defenda el deber, la deuda de lasgeneraciones presentes frente al pasado, fuente de latica de la responsabilidad. La historiado es hurfana,como suele creerse, siempre que responda a las exigen-

    u:i Paul Ricoeur,Du texte l acti on,

    Pars, Le Seuil, 1986 , pg. 391.

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    teleolgica s puede convertirse en una oportunidad parareexaminar, a partir del pasado, las mltiples posibilidades del presente a los efectos de pensar el mundo demaana.

    2) DE LA AUSENCIA A LA CARENCIA Y DE LA CARENCIA AL INDICIO

    Segn Michel de Certeau, la historia implica unarelacin con el otro, en tanto alguien ausente; por suparte, la escritura del historiador se inscribe en algndesvn del pasado que participa de una prctica del

    distanciamiento, en cuyo transcurso el sujeto historiador advierte que realiza un trabajo sobre un objeto quevuelve a la historiografa .150 En la plu ralidad de lassedimentaciones de sentido depositadas en el espesordel pasado se encuentra el enigma siempre presente deun acceso a lo real que en De Certeau tena estadimensin lmite de la restitucin de una figura perdida, como en Lacan, quien le asignaba a lo real el lugarde lo imposible. Lo real se encuentra irremediablemen

    te en posicin del ausente, en todas partes supuesto yen todas partes faltante

    Sin embargo, ese ausente se encue ntra all, aovilladoen el propio interior del presente, no como lo queperdura, en una especie de conservatorio que peridicamente espera ser objeto de atencin, sino que esaccesible a la legibilidad gracias a las sucesivas metamorfosis de que es objeto en una invencin perpetuada

    1: Michel de Certeau, L Absen t de l h i s to i re , ob. cit., pg. 173.1,1 Id., L a fa i bl esse de croi.re, ob. cit., pg. 198.

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    al cabo del tiempo de acontecimientos antiguos, a cadamomento reconfigurados. En ese plano, De Certeau le

    d b d l l l

    bilidade s y de esperarlas, vigilante, al acecho.153 Larepeticin de lo mismo, la reiteracin, no es sino apa

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    acordaba preponderancia a la siempre mvil relacininstituida por el presente con su pasado: El carcterhistrico del acontecimiento no tiene como ind icador suconservacin fuera del tiempo, gracias a un saber quese mantiene intacto, sino, por el contrario, a su intro

    duccin en el tiempo de las invenciones diversas a lasque da lu gar .152Al estable cer una correlacin entre lapotencia de apertura del descubrimiento de los comienzos del pasado como otras tantas posibilidades y lasnuevas construcciones elaboradas por los historiadores a posteriori , De Certeau pona en evidencia lapotencial riqueza inmanente del pasado, que slo sepuede verificar mediante la reapertura de un nuevoespacio gracias a la operacin historiogrfica. Un vasto

    continente de inmensos recursos se ofrece as, no comoincentivo para la reproduccin, sino como fuente de inspiracin para verdaderas creaciones en las fases decrisis y conmocin de lo instituido, como p osible recurso para otra gramtica de nuestra relacin con elmundo.

    Al resp ecto, De C ert eau incit aba a pensar de m anera * diferente el momento memorial actual, rechazandocualquier forma de enfoque que surgiera de una compulsin de repeticin del objeto perdido. Por el contrario, defina, al margen de las lecturas cuadriculadas,una historia social de la memoria que permanecaatenta a cualquier alteracin como fuente de movimiento, cuyos efectos haba que vigilar. Tena comoobjeto a un ausente que actuaba, a un acto que slo sepoda comprobar si era objeto de la interrogacin de suotro: Muy lejos de ser el relicario o el canasto de labasura del pasado, [la memoria] vive de creer en posi-

    1S:-bd,, pg. 212.

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    riencia que parece enlazar la figura del pasado en lasconmemoraciones presentes, pero de hecho, tras esaidentidad formal, el historiador atento a las prcticasen su significatividad para los actores puede leer unadiferencia de naturaleza en el contenido del aconteci

    miento invocado y reiterado. Entonces la historia ya noes concebid a como el legado o como un fard o que se debecargar, como lo haba percibido y denunciado Nietzs-che, sino un incesante desgarramiento temporal, seme

    jant e a un pliegue de la tem poralidad. Tiene entoncespor funcin, como deca Alphonse Dupront, desplegarlo que el tiemp o ha endure cido . No se trata de ninguna

    jerarquiza ci n en ese tiempo hojea do, pues cad a unode los momentos de reactualizacin es en s mismo una

    ruptura instauradora que vuelve inconmensurablessus consecuencias con respecto a lo que lo precede. Lahistoria nace de este encuentro con el otro que desplazalas lneas del presente en un entrelazamiento de lahistoria con la memoria: El paralelismo memoria/historia perm ite escuch ar al do yo /t, que no se dejaver. Le sugiere al odo una intimidad subyacente en laoposicin visible (legible) que separa de la perduracininterior (la memoria) el tiempo del Otro (la histo

    ri a) .154Michel de Certeau no llegar a conocer la centrali-

    dad actual con la que se beneficia la memoria, cuyainvasin llega incluso a reprimir la historia, interfiriendo con los operadores crticos. Sin embargo, reflexion sobre los instrumentos que permiten conservar una justa distancia y problematiz las dos dimen-

    153 Michel de Certeau, L ln ven t i on du poss ib l e , 1 . Ar t s de f a i r e ,

    Pars, Folio-Gallimard. 1990, pg. 131.154 L a F a b l e m y st i q u e, ob. cit.pg. 409.

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    siones, gracias a su circulacin por la obra freudiana ya la circunstancia de tomar en cuenta desde el interiorl F d l h b h h l hi i L d

    cia, para as engaar a la muerte, hace como si ellaestuviera all, obstinadamente entregada a construir

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    lo que Freud le haba hecho a la historia. Luego deFreud, le asignaba al pasado el lugar de lo reprimidoque vuelve, subrepticio, dentro de un presente de dondeha sido excluido, a la manera del padre de Hamlet, quevuelve, pero como fantasma. Frente al continente me

    morial en el cual el muerto obsede al vivo, el enfoque delhistorigrafo se distingue, sin embargo, del que utilizael psicoanalista por su manera de distribuir el espaciode la memoria, que induce una estrategia singular demanejo del tiempo: Pien san de otra manera la relacindel pasado con el presen te .155 Mientras que el psico anlisis se orienta a reconoce r los indicios de la memo riaen el presente, el historigrafo coloca el pasado juntoafpresente. Frente al legado memorial, el historigrafo

    no se encuentra en una actitud pasiva, de simplereproduccin, de exhuma cin del relato de los orgenes.Sus desplazamientos y reconfiguraciones rem iten a unhacer, a un oficio y a un trabajo: Su trabajo es, pues,tambin un acontecimiento. Porque no repite, tienecomo efecto cambiar la historia-leyenda en historia-traba jo.156 Las dos estrate gias de splegadas a los efectos de dar cuenta de la prdida, de expres ar la ausenciay de significar la deuda se despliegan entre el presentey el pasado mediante procedimientos distintos. Por unlado, la historiografa tiene como ambicin salvar delolvido las positividades perdidas; se orienta a proporcionarle contenidos al texto encubriendo la ausencia delas figuras a las que intenta darle el mximo de presen-

    lMId., L hi stoire et l a Psychan al yse ent re Science et f ict ion, ob. cit., pg, 99 [Hi sto r ia y ps icoanl i s i s en t r e c ienc ia y f i cc in , Mxico, Universidad Iberoamericana, Departamento de historia, Instituto tecnolgico y de estudios superiores de Occidente, 1995].

    1:,fi Id., L Ecr i tu r e de l h i s to i re , ob. cit., pg. 292 \ La escr i tu r a de l a h i s t or i a , Mxico D.F., Universidad Iberoamericana, 2006J.

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    lo verosm il y a co lmar las lagun as.157El historigrafotacha, pues, su informe al mismo tiempo que despliegasu propio discurso en presente. A la inversa, la novelafreudian a se sita del lado de la escritura, colocando enel centro de su preocupacin explcita una relacin de

    visibilidad de su relacin con el tiempo como el propiolugar de inscripcin de las modalidades de la pertenencia y de la desposesin. Hecha esta distincin, no dejade seguir existiendo una analoga fundamental entreambos enfoques, el de la mirada psicoanaltica y el dela mirada historiogrfica, que tienen en comn proceder a desplazamientos y no a verificaciones. Al respecto, es posible oponer el momento del encubrimiento deuna historia-memoria, que se pensaba en la linealidad

    de una filiacin genealgica, al surgimiento de unnuevo rgimen de historicidad tal como se lo puedeconcebir hoy al hablar de la problem tica freudiana enla que se inspiraba De Certeau, porque vea en ella laposibilidad de pensar la ajenidad cuando estaba marcada por los movimientos y los remezones de las supervivencias y las estratificaciones de sentido en un mismo lugar.

    De esta manera, el doble giro hermenutico y prag

    mtico iniciado por Bernard Lepe tit en los Anuales, aldesplazar la totalidad temporal hacia el plano delpresente de la accin, pona en evidencia, a partir delugares estudiados en su singularidad, que el pasadono estaba cerrado, que no era algo muerto para colocaren el museo, sino que, muy por el contrario, seguaestando siempre abierto a nuev os aportes de sentido. Elrgimen de temporalidades hojeadas se le presentabaa Bernard Lepetit, especialista en historia urbana,

    157 Ibd., pg. 331.

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    como ejemplar para la observacin que haca acerca dela plaza de las Tres Culturas de M xic o.158 Recorda ba

    l b h i d l

    en bulevares de cintura, antiguas estaciones ferroviarias se convierten en museos, conventos son utilizados

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    que el proyecto, que se remo ntaba hasta com ienzos de ladcada del sesenta, era explcito y yuxtapona lasruinas de una pirm ide azteca, un conv ento del siglo xviy .un rascacielos mo derno de dim ensin discreta. Por lotanto, en un mismo espacio, el habitante de Mxico era

    llamado a ingresar a tres temporalidades diferentes: lade sus races indgenas, la del perodo colonial y la dela modernidad contempornea, reunidas y destinadasa acoger a una nueva clase media ascendente, en bsqueda de legitimidad y fortalecida en su poder. LaPlaza de las Tres Culturas permita lee r una zona de lahistoria oficial. Ahora bien, ese lugar cargado de legitimidad, instalado en el centro de la ciudad, habarebultado doblemente conmovido: una primera vez en

    1968, cuando el ejrcito dispar sobre una m uchedumbre estudiantil reunida en la plaza, causando centenares de muertos, y una segunda vez en 1985, cuando eltemblo r de tierra afect esa vez a todo el barrio, dejandoms de un millar de muertos. Esos dos acon tecimiento sle dieron a la plaza un sentido nuevo. Smbolo de laperennidad del poder al cabo del tiempo, de pronto laplaza se converta en lugar dramtico, que evocabatragedias colectivas. De ese ejemplo, Lepetit extraa laenseanza de que el espacio urbano escapa a la intencionalidad funcional de quienes lo han concebido yrene dimensiones tanto materiales corno inmaterialesde ayer y de hoy, en concordancia/discordancia. Almismo tiempo, el lugar urbano se encuentra por enteropresente, al recomponer, reinvertir los antiguos lugares segn nuevas normas: fortificaciones se convierten

    158Bernard Lepetit, comunicacin al coloquio de San Petersbur-go, dedicado a Politique et socit en Russie contemporaine, 29 de septiembre de 1995.

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    como caserones u hospitales, en el emplazamiento delnoviciado de Laval, dnde De Certeau realiz sus estudios, luego se construy un supermercado. El sentidosocial asignado a tal o cual elemento de la urbansticanunca se opera de manera idntica y siempre se refiere

    a una prctica presente. Esta apreciacin lleva a considerar que la ciudad no debe ser juzgada como algoinerte, reifieado para siempre por la ciencia, sino comouna categora de la prctica social. Este enfoqu e, anclado en espacios situados en el tiempo, atento al significado del actor, tambin privilegia el juego de la escalaespacial y asimila, pues, a la geografa en sus ltimosavances tericos en materia de representacin.

    A la ma nera de Ricoeur, De Certeau estab lec a ese

    necesario lazo entre la historia y la mem oria, que debeevitar tanto el escollo del recubrimiento como el de laseparacin radical: El estudio histrico pone en escena el trabajo de la memoria. Representa, aunque tcnicamente, la obra contradictoria. En efecto, a veces lamemoria selecciona y transforma experiencias anteriores para ajustarlas a nuevos usos, o bien practica elolvido, el nico que le da lugar a un presente; a vecesdeja que vuelvan, bajo la forma de imprevistos, cosas

    que se crean archivadas y pasadas (pero que acaso notengan edad) y abre en la actualidad la brecha de unaignorancia. El anlisis cientfico rehace en el laboratorio esas amb iguas op eracione s de la mem oria .159 Estaperspectiva abre una posible historia social de la memoria cuyos efectos sobre la historiografa consisten enpostular la renuncia a toda posicin prominente. Por elcontrario, tal interaccin se apoya en la heterogenei-

    159 Michel de Certeau, Historicits mystiques, Recherches de Science r eli gieuse, tomo 73, 1985, pg. 326.

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    dad de perspectivas siempre en movimiento, comopuestos de observacin que crean un desvn de laescritura histrica cuya finalidad equivale a restituir

    lidad principista de perspectivas: En el caso del historiador, el sacrificio tambin consistira en el recono

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    escritura histrica, cuya finalidad equivale a restituirla pluralidad de las miradas posibles. En momentos enque an no haba llegado la fiebre conmemorativa, DeCerteau permaneca vigilante para no ser atrapado porninguna de las formas de reiteracin del pasado, y por

    eso ya entonces reemp lazaba, en, su dilogo con elmedievalista Georges Duby, la nocin de herencia porla de deuda: De esos ancestros, no es el heredero sinoel deudor .160 En ese ao, 1978, De Certeau d efina,pues, la cantera historiogrfica como la com binacinde un distanciamie nto y una deuda, y vea en el trabajode Georges Duby sobre el imaginario de la Edad Mediala posible restitucin de una dimensin hasta entoncessubestimada y dependiente, la de la formalidad de las

    prcticas, de las diversas formas de la simbolizacin:Su investigacin abre la posibilidad de una formalidad de la historia .161 Lo que le intere saba partic ularmente en el anlisis de Duby era ese anclaje de loscomplejos juegos entre prcticas sociales y prcticassignificativas dentro de una determinada conflictivi-g,dad social. El pasaje de una visin bina ria a una visinternaria de la sociedad no funcionaba en Duby comosimple reflejo de los mecanismos econmicos. Expresaba ms bien lo que una sociedad percibe como faltanteen lo relativo a una organizaci n de sus prcticas .162

    Y vu elven a encon tra rse las posicione s de Ricoeur enla concepcin de un juego interdisciplinario que no seda como forma de palanca de una totalizacin sistemtica ni como construccin de un sistema global, sinocomo trabajo sobre los lmites, que implica una plura

    160Id., en Georges Duby, L A r c, 1978. pg. 81.

    1 Ibid., pg. 82.I(* Ib id., pg. 83.

    cimiento de su lmite, es decir, de lo que le ha sidoquitado. Y la interdisciplinariedad no consistira enelaborar un bricolage totalizador, sino, por el contrario, en practicar efectivam ente el duelo, en reconocer lanecesid ad de campos dife ren tes .163

    I(il Ibd., pg. 84.

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    4 Ii

    IV LA APERTURA

    DEL DECIR A UN HACER

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    'i

    DEL DECIR A UN HACER

    1) L a r e c o n f i g u r a c i n d e l t i e m p o

    MEDIANTE LA ACCIN

    Segn Ricoeur, entre su disolucin y su exaltacin, elacontecimiento experimenta una metamorfosis queobedece a su recuperacin hermenutica. Al reconciliar los enfoques continuista y discontinuista, Ricoeurpropona distinguir tres niveles de acercamiento alacontecimiento: 1. Acontecimiento infrasignificativo;2. Orden y reino del sentido, en el lmite no referido alcampo de los acontecimientos; 3. Surgimiento de acontecimientos su prasig nificativo s, sobresig nificante s.164

    El primer empleo corresponde simplemente a lo descriptivo de lo que suced e y evoca la sorpresa, la nuev arelacin con lo instituido. Corresponde, por otra parte,a las orientaciones de la escuela metdica de Langloisy Seignobos, las del establecimiento de la crtica de lasfuentes. En segundo lugar, el acontecimiento es tomadodentro de esquemas explicativos que lo correlacionancon regularidades, con leyes. Ese segundo momento

    164 Paul Ricoeur, Evnement et sens , R a i s on s p r a t i q u e s, Lvnement en perspective, n- 2, 1991, pgs. 51-52.

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    tiende a subsumir la singularidad del acontecimientobajo el registro de la ley de la que surge, al punto deencontrarse en los lmites de la negacin del aconteci

    siglo xix la palabra inmigrante alcanzar una verdadera trascendencia, se fijar y constituir un aconteci

    i t g d d i S tit

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    encontrarse en los lmites de la negacin del acontecimiento. Se puede reconocer all la orientacin de laescuela de los Anuales . A ese segundo estadio delanlisis, debe sucederlo un tercer momento, interpretativo, de recuperacin de] acontecimiento como

    emergencia, pero esta vez sobresignificado. El acontecimiento es entonces parte integrante de una construccin narrativa constitutiva de identidad fundadora (la toma de la Bastilla) o negativa (Aus-chwitz). El acontecimiento que vuelve no es, pues, elmismo que haba sido reducido por el sentido exp licativo, ni el infrasignificado , que era exte rior al discurso.El jnism o engendra el sentido: Esa saludable recuperacin del acontecimiento sobresignificado slo pros

    pera en los lmites del sentido, hasta el extremo de quefracasa por exceso y por carencia: por exceso de arrogancia y por falta de captu ra .165

    Los acontecimientos slo son detectables a partir desus indicios, discursivos o no. Sin reducir la realidadhistrica a su dimensin de lenguaje, la fijacintdelacontecimien to, su cristalizacin, se efecta a partir desu denominacin. Es lo que demuestran, dentro de unaperspectiva no esencialista, las investigaciones de G-

    rard Noiriel sobre la construccin de la identidadnacion al.166 A pro psito de la inmigracin, compru ebaque pueden existir fenmenos sociales que sin embargoan no han alcanzado visibilidad. Durante el SegundoImperio ya haba ms de un milln de inmigrantes que,segn las investiga ciones de Le Play^se asimilaban sinproblemas en las regiones francesas, sin ser percibidoscomo inmigrantes. Recin en la dcada del ochenta del

    !65 Ibd., pg. 55.1(16Grard Noir iel, L e C r e u s et f r a n c a i s , Pars, Le Seuil, 1988.

    100

    miento cargado de consecuencias. Se constitua, pues,una relacin completamente esencial entre el lenguajey el acontecimiento, que hoy es ampliamente tenida encuenta y problematizada por las corrientes de la etno-metod ologa, del interaccionism o y, por supuesto, por el

    enfoque hermenutico. Todas esas corrientes contribuyeron a echar las bases de una semntica histrica.Esta tomaba en consideracin la esfera de la accin yrompa con las concepciones fisicalistas y causalistas.La constitucin del acontecimiento es tributaria de suconstruccin de la trama. Era la mediacin que aseguraba la materializacin del sentido de la experienciahumana del tiempo en los tres niveles de su prefiguracin prctica, de su configuracin epistmica y de su

    reconfiguracin hermenutica .167 La construccin dela trama desemp eaba el papel de operador, de relacinentre acontecimientos heterogneos. Reemplazaba larelacin causal de la explicacin fisicalista. La hermenutica de la conciencia histrica sita el acontecimiento en una tensin interna entre dos categorasmetahistricas determinadas por Reinhart Koselleck,la de espacio de experiencia y la de horizonte de expectativa. Esas dos categoras permiten el trabajo con el

    tiempo histrico que se deja leer en la experienciaconcreta, con desplazamientos significativos, como elde la progresiva disociacin entre experiencia y expectativa en el moderno mundo occidental. El sentido delacontecimiento, segn Koselleck, es, pues, constitutivode una estructura antropolgica de la experiencia temporal y de formas simblicas, histricamente instituidas. Koselleck desarrollaba una problemtica de la

    167 Jean-Luc Petit, La construction de lvnement social, R a i - s on s p r c i t i q u e s, n 2, ob. cit., pg. 15.

    101

    individuacin de los acontecimientos, que coloca suidentidad bajo los auspicios de la temporalizacin, de laaccin y de la individua lidad dinmica.168 Apuntaba ,

    Ese desplazamiento del conjunto de los acontecimientos hacia su indicio y sus herencias suscit un

    d d d l di i li hi i b

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    accin y de la individua lidad dinmica .168 Apuntaba ,pues, a un nivel ms profundo que el de la simpledescripcin, al apegarse a las condiciones de posibilidad del conjunto de los acontecimientos. Su enfoquetiene el mrito de mostrar la operatividad de los con

    ceptos histricos, su capacidad estructurante y, almismo tiempo, estructurada por situaciones singulares. Esos conceptos, portadores de experiencia y expectativa, no son simples epifenmenos del lenguaje que sedeben oponer a la historia verdadera; tienen unarelacin especfica con el lenguaje, a partir de la cualinfluyen en cada situacin y acontecimiento o reaccionanantp ellos.169Los conceptos no son reductibles a ningunafigura retrica ni son simple instrumental apropiado

    para clasificar en categoras. Estn anclados en el campode la experiencia, de donde han nacido, para subsumiruna multiplicidad de significados. Acaso es posible afirmar, entonces, que esos conceptos logran saturar el sentido de la historia hasta permitir una fusin total entre lahistoria y el lenguaje? Al igual que Paul Ricoeur, ReinhartKoselleck no llegaba hasta ah y consideraba, por elcontrario, que los procesos histricos no se limitan a sudimensin discursiva: La historia nunca coincide per

    fectamente con la m anera en que el lenguaje la toma ni conaquella en que la experiencia la formula .170Tal como lopensaba Paul Ricceur, el campo prctico es el arraigoltimo de la actividad de temporalizacin.

    168 Louis Qure, vnement et temps de lhistpire, R a i s o n s p r a t i q u e s , ob. cit., pg. 267.

    169Reinhart Koselleck, Le Fu tu r pa ss. Con tr ibu t i on a l a sma n- t i que des t emps h i s to r i ques, Pars, EHESS, 1990, pg. 264 [ F u t u r o pa sado : pa ra una semnt i ca de los t i empos h i s tr i cos, Barcelona, Paids, 1993],

    170 Tbd., pg. 195.102

    verdadero retorno de la disciplina histrica sobre smisma, dentro de lo que se podra calificar como crculohermenutico o giro historiogrfico. Ese nuevo mo mento invita a seguir las metamorfosis del sentido en lasmutaciones y los sucesivos deslizamientos de la escritura histrica entre el propio acontecimiento y la pos icin presente. El historiador se interroga entoncessobre las distintas modalidades de la fabricacin y lapercepcin del acontecimiento a partir de su tramatextual. Ese movimiento de reexamen del pasado mediante la escritura histrica acompaa la exhumacinde la memoria nacional y an fortalece el actual momento memorial.

    La centralidad acordada a la historia del tiempo

    presente ha visto cmo se le oponan argumentos queofrecan una cierta cantidad de obstculos insuperables. En primer lugar, la d ificultad de la proxim idad nopermitira jerarquizar segn un orden de importanciarelativa la masa de fuentes disponibles. Segn estacrtica, no es posible definir lo que surge de lo histricoy lo que tiene que ver con lo epifenomnico. En segundolugar, se le reproch a que utilice un tiempo tronchad o desu futuro. El historiador no conoce el destino temporal

    de los hechos estudiados, dado que la mayor parte delas veces el sentido slo se le revela a posteriori. Alrespecto, Paul Ricoeur, que inscriba su intervencinen el marco de la defensa de la legitimidad de lahistoria del tiempo presente, llamab a la atencin sobrelas dificultades de una configuracin inscripta en laperspectiva de una distancia temporal corta. Preconizaba distinguir en el pasado reciente, por una parte, eltiempo inacabado, el devenir en curso, cuando se habla

    en medio del vado de lo que constituye una desventajapara esta historiografa, es el considerable lugar de las

    103

    previsiones y las anticipaciones en la comprensin de lahistoria en curso171y, por otra parte, el tiempo clausurado, el de la Segunda Guerra Mundial, de la descoloniza

    tividad entre el historiador enfrentado con su investigacin de camp o, a la manera del socilogo , lo coloca enbuena posicin para hacer una historia objetiva de la

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    do, el de la Segunda Guerra Mundial, de la descolonizacin, del fin de comunism o... y al respecto 1989 se convierte en una fecha interesante de clausura que permiteconfigurar conjuntos inteligibles una vez que ha concluido un cierto ciclo. A esas desventajas se le agrega la ley de

    los treinta aos, que no permite acceso en lo inmediatoa los archivos. Es preciso agregar tambin la falta deretroceso crtico que especifica el enfoque histrico.

    Pero la historia del tiempo presente tambin tiene lacapacidad de reconve rtir varios de esos inconv enien tes sen ventajas, como lo dem ostraba Robert Frank, el sucesor de Francois Bdarida en la direccin del Institutode histo ria del t iempo p rese nte (IHTP), en 1994.172*Eltrabajo de investigacin sobre lo inacabado contribuye

    a quitarle fatalismo a la historia, a relativizar lascadenas causales que constituan las planillas de lectura, el prt p orter del historiador. La historia deltiempo presente es al respecto un buen laboratorio paraquebrar el fatalismo causal. En segundo lugar, aunquesu manejo plantee serios problemas metodolgicos, elhistoriador tiene la oportunidad de poder trabajar bajoel control de los testigos de los acontecimientos queanaliza. Dispone de fuentes orales que resultan una

    baza cierta, aunque deban manejarse con prudencia ycon una distancia crtica, pues son una fuente sobre untiempo pasado y no, como muchas fuentes escritas,contemporneas del acontecimiento.1'3 Esta interac

    171Paul Ricoeur, Remarques dun philosophe, epf c r i r e Vhis to i re du temps pr esen t , Pars, IHTP, 1993, pg. 38.

    172Robert Frank, Enjeuxpistmologiques d elenseignem ent de lhistoire du temps prsent, en L Hi stoi r e entr e pi stm ol ogi e et dema nd e soc ia l e , Actes de luniversit dt de Blois, septiembre de

    1993, 1994, pgs. 161-169.17:1Ibid. , pg. 165.

    104

    buena posicin para hacer una historia objetiva de lasub jetiv ida d, 174

    Esta historia del tiempo presente habr contribuidoa invertir la relacin historia/memoria. La oposicintradicional entre una historia crtica, situada del lado

    de la ciencia, y una memoria surgida de fuentes fluc-tuantes, y en parte fantasmticas, est en vas detransformacin. Mientras que la historia pierde unaparte de su cientificidad, la problematizacin de lamem oria lleva a acordarle una parte crtica al enfoquede la nocin de memoria. Las dos nociones se hanacercado y la parte de las fuentes orales en la escrituradel tiempo presente hace posible una historia de lamemoria. Ese vuelco tiene un valor heurstico pues

    permite comprender mejor el carcter indeterminadode las posibilidades abiertas por actores de un pasadoque fue su presente. La historia del tiempo presentemodifica, pues, la relacin con el pasado, su visin y suestudio. El historiador del tiempo presente inscribe laoperacin historiogrfica en el decurso del tiempo. Nolimita su objeto al instante. Tiene que hacer prevaleceruna prctica consciente de s misma, lo que impide lasfrecuentes ingenuidades ante la operacin histrica.

    Inscripto en el tiempo como discontinuidad, el presente es trabajado por quien debe historizarlo, en unesfuerzo por aprehender su presencia como ausencia, ala manera en que De Certeau defina la operacinhistoriogrfica. Esta dialctica resulta tanto ms difcil de realizar en la medida en que es preciso procedera un desenmaraam iento voluntarista para la historiadel tiempo presente , ms natural cua ndo se trata de untiempo pasado: La cuestin consiste en saber si, para

    174 Ibd., pg. 166.

    105

    ser histrica, la historia del tiempo presente no presupone un movimiento semejante de cada en la ausencia,desde cuyo fondo el pasado nos interpelara con la fuerzad d f

    interpretativo sobre s mismo es el propio eje del trayecto hermenutico de Paul Ricoeur, en el centro de laaccin, de la prctica: Nuestro concepto de s mismo

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    de un pasado que antes fue presente .175 Se capta aquhasta qu punto la historia del tiempo presente se encue ntra animada por motivaciones ms profundas que las deun simple acceso a lo que hay de ms contemporneo. Esla bsqueda de sentido la que gua sus exploraciones tantocomo el rechazo de lo efmero. Se trata de un sentido queya no es un telos, una continuidad preconstruida, sino unareaccin ante la a-crona contem pornea.176La historiadel tiempo presente se diferencia, pues, radicalmente dela historia clsicamente contempornea. Se encuentra ala bsqueda del espesor temporal y procura anclar unpresente muy a menudo vivido en una especie de ingravidez temporal. Por su voluntad reconciliadora, en el centrode la vivencia, de lo discontinuo y de las continuidades, lahistoria del presente como choque constante entre pasadoy presente permite un vibrato de lo inacabado que coloreabruscamente todo un pasado, un presente poco a pocoliberado de su autismo.177

    La clarificacin de los juegos de lenguaje, tarea queWittgenstein le asignaba a la filosofa, le permiti aRicoeur elucidar y relativizar la nocin comn de losesquemas explicativos del historiador, la nocin de causa. Ricoeur adher a plename nte a la frm ula de CharlesTaylor, seg n la cual el homb re es un self-interpreting aji imal.178 Ese rodeo a travs del otro en el trabajo

    1'5Paul Ricoeur, Remarque dun philosophe, en cr i re l h i s to i re d u tem ps pr sent , ob. cit.,.pg, .39.

    176 Jean-Pierre Rioux, Peut-on faire une histoire du temps prsent?, en Qu esti ons l hi stoir e d es temp s pr sent s, Bruselas, Complexe, 1992, pg. 50.

    177Ibd. , pg. 54.1,8 Charles Taylor, P h i l o so p h i c a l p a p e r s, 2 vol., Cambridge Uni-

    versity Press, 1985, tomo 1, H u m a n A g en c y a n d L a n g u a g e , pg. 45.

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    sale enormemente enriquecido de esa relacin entre lainterpretacin del texto de la accin y la autointerpre-tacin.179 Esta posicin im plica da misma distincinepistemolgica defendida por Charles Taylor y PaulRicoeur: Esto significa que la bsqueda de la adecuacin entre nuestros ideales de vida y nuestras decisiones, en s mismas vitales, no es susceptible de la clasede verificacin que se puede esperar de las cienciasbasad as en la ob serva cin .180La correlaci n estab lecida entre la intencionalidad y las leyes narrativas escom n a Charles Taylo r y a Paul Ricoeur, quien toma deaquel la idea segn la cual clasificar una accin comointencional es decidir a qu tipo de ley debe su explicacin: La condicin de aparicin de un acontecimientoes que se produ zca un estado de cosas tal que lleve al finen cuestin, o tal que ese acontecimiento sea requeridopara ese fin .181 Entonce s la semn tica de la accintiene que establecer el lazo entre la forma de la leyinterna a la explicacin teleolgica y los rasgos de scriptivos de la accin. Este aspecto, propio del discursohistrico, fue ampliamente analizado por Ricoeur enTiempo y narracin.

    La intencionalidad se revela en el lenguaje de laaccin, o sea, donde se expresa la accin en los relatos,las descripciones, las explicaciones, las justificaciones. Esas nociones de motivaciones, de razones para

    179Paul Ricoeur, Soi -mm e comm e un au tr e, Pars, Le Seuil, 1990, pg. 211 [ S i m i s m o c o m o ot r o , Madrid, Siglo XXI, 1996].

    180 Ibd. , pg. 211.181Charles Taylor, T h e E x p l a n a t i o n o f B eh a v i o u r , Routledge and

    Kegan, 1954, citado por Paul Ricoeur, Soi -mm e comm e un a ut r e, ob. cit., pg. 98.

    107

    actuar, de objetivos, requieren, pues, un rodeo por latextualidad, propia del enfoque hermenutico. Conv iene evitar dos escollos referidos a las relaciones entre ell j d l i l i i P

    concepcin introduce necesarias mediaciones a los efectos de practicar una recuperacin interpretativa, mientras que antes se acostumbraba describir el proceso de

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    lenguaje de la accin y la propia accin. Por una parte,se tiene la tendencia a atribuir un estatus de repre sentacin al lenguaje de la accin, postulando as unaindependencia de los procesos reales con relacin a suconversin en discurso. Esta posicin se traduce en loque Ricoeur llama la preocupacin de la verdaderadescripcin o tambin poner en correspondencia proposiciones con el estado real del mun do .182El s egunoescollo consiste en practicar la clausura del lenguaje dela accin sobre s mismo y en considerar que la estructura intencional resulta por entero detectable en elpropio seno de la estructura gramatical. Pero hay unatercera posicin posible, que es la de reconocer lafuncin de estructuraron del campo prctico medianteel lenguaje de la accin. La explicitacin discursivaqueda entonces abierta al plano de su temporalidad yclarifica algo que haba sido configurado y hecho posible: Le confiere lo s rasgos de su propia determinacin(Gad ame r).183 Pues bien, el lugar natural de la inte ncionalidad es el espacio pblico, donde se cumple laaccin concreta. Charles Taylor insiste particularmente en la importancia de esta encarnacin de laaccin en el espacio pblico, lugar de expresin privilegiada de la intersubjetividad prctica. Semejanteconcepcin se opone al enfoque dualista en la me dida enque la accin no es la exteriorizacin de una interioridad ya ah, a la que bastara con darle forma. Lainterioridad se constituye mediante reapropiacin,mediante internalizacin de la expresin pblica. Tal

    182 Louis Qur, Agir dans lespace public, R a i so j i s p r a t i q u e s, n9 1, Pars, EHESS, 1990, pg. 90.

    183 Ibd., pg. 90.

    108

    subjetivacin en una transparencia postulada.La mayor incidencia para la epistemologa de la

    historia consiste en poder superar las aporas de unateora pura de la comprensin (Verstehen) introduciendo el momento crtico en medio de un enfoquebasado en la comunicacin inm ediata con la diferencia,en introducir la mediacin en la relacin inmediata deintrop ata .184 Alguno s han elegido la va de la construccin de la historia sobre la base del modelo de lasciencias naturales, partiendo del postulado de unaepistemologa comn. Es el caso de la teora de CariHem pel s obre las leyes de la histo ria.185Entre esas dosorientaciones presentadas como alternativas -la de lacom prens in y la de la e xplicaci n, Ricoeur permitereconciliar esas dos exigencias al anteponer la competencia especfica, que es la de seguir una historia.Equivale a comprender una sucesin de acciones, depensamientos, de sentimientos que presentan al mismo tiempo una cierta direccin, pero tambin sorpresas (coincidencias, reconocimientos, revelaciones, etc.).

    A parti r de enton ces la con clusin de la h istoria nuncaresulta deduc ible ni pred ecible .186 Esta perspectivalleva al historiador a hacer lo que Bruno Latour realizaen el campo de la antropologa de las ciencias con suprincipio de simetra generalizada, una cura de adelgazam iento de las explicacione s.187L a disciplina histrica combina las dos exigencias tericas del estudio de

    184Paul Ricoeur, D u texte Vacti on, ob. cit., pg. 177.185Cari Hempel, The Function of General Laws in History, T h e

    J o u r n a l o f P h i l o s op h y, n939, 1942, pgs. 35-48.186Paul Ricoeur, Du texte la act i on, ob. cit., pg. 179.187 Bruno Latour, N ou s n auons ja m a i s tmod ern es, Pars, La

    Dcouverte, 1991.

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    la textualidad y de la accin, y se plantea como ambicin construir una teora del relato verdadera sobrelas acciones de los hom bres del pa sado .188

    En el sector de la filosofa analtica tambin se

    atribuciones de los contenidos mentales, Davidson defenda, pues, una interpretacin a la que calificabacomo radical y situaba su posicin como cercana a lad G d

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    En el sector de la filosofa analtica tambin seadvierte una particular atencin al discurso de la accin, una internalizacin de las relaciones entre laintencin y la accin. Es el caso de la tesis del filsofoanaltico Donald D avidson. En el centro de sus interrogaciones se encontraba la cuestin de la accin, de suinterpretacin, lastrada en l por su dimensin tica.Detectaba una disociacin que deba establecerse etrelas razones de los actos de los individuos tal como ellosse las representan y las causas que nos hacen actuar yque pe rman ecen en la opa cidad .189

    Esta dualidad propia de toda accin vuelve imposible cualqu ier e mpre sa re duccion ista que r ebaje losprocesos psquicos a fenmenos neuronales. Al basar suteora del significado en una teora de tomar porcierto el discurso del actor, Davidson valorizaba elestudio del funcionamiento del proceso interpretativo,rechazando la divisin entre espritu y materia. ParaDavidson, la interpretacin segua siendo fundamentalmente indeterminada, pero no obstante estaba encuadrada por las imposiciones de la racionalidad normativa: Por eso es posible calificar como racionaliza-dora a su conc epcin de la inter preta cin ;190en cuantoa la cuestin mayor a la que la filosofa del espritu, detradicin analtica, intenta responder, y que consisteen saber cules son las condiciones de verdad de las

    isa pau} Ricoeur, D u texte Vacti on, ob. cit,, pg. 181.169 Donald Davidson, Essa i s on Act i ons ancf r Event s , Oxford

    University Press, trad. fr. de Pascal Engel, A ct i on s et vn em .en t s, Pars, PUF, 1983 [ En sayos sobre acci ones y sucesos, Barcelona, Crtica, 1995].

    i9p ascai Engel, I n t r o d u c t i o n a l a p h i l o s op h i e d e l es p r i t , Pars, La Dcouverte, 1994, pg. 75.

    110

    de Gadamer.La filiacin de los trabajos de Davidson, como la de

    los de Denett, estaba ms inclinada a referirse a latradicin analtica, que permiti alimentar la reflexinde las ciencias cognitivas sobre la accin, mediante unretorno a las propias cosas. Entre la interpretacinde la accin tal como la entenda Paul Ricoeur y lainterpretacin radical de Davidson, haba ms quematices: tenan diferencias importantes de perspectiva. En su dilogo constante y p recoz con las posicionesde la filosofa analtica, Ricoeur discuti intensamentelas tesis de Dav idson .191 Ante todo, salud el notablerigor 192con el que David son realiz aba una doble re duccin lgica y ontolgica que lo llevaba a ver en la accinuna subclase de acontecimientos dependientes de unaontolo ga del aconte cimien to imper sona l.193La exp licacin causal tena como funcin, pues, integrar lasacciones en una ontologa que erigiera la nocin deacontecimiento al mismo nivel que la de sustancia. Ladem ostracin de David son de 19 63194 consista en poner de manifiesto que la explicacin que invocabarazones se emparentab a con una explicacin causal, loque no necesariamente remita a una concepcin nomo-lgica. Esa relacin interna, descripcin/explicacin,que rega los acontecimientos singulares se acercaba,por otra parte, a las posiciones de Ricoeur desarrolladas en el primer tomo de Tiempo y narracin. Pero

    191Paul Ricoeur, Soi -m m e cr am e un au tr e, ob. cit., pgs. 93-108.192 Ibd., pg. 93.193Donald Davidson, E s s a y s o n A c t i o n s a n d E v en t s , ob. cit., pgs.

    93-108.194 d., Actions, Reasons and Causes, E s sa y s o n A c t i o n s a n d

    Events , ob. cit., pgs. 3-19.

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    Davidson malograba la dimensin fenomenolgica dela orientacin consciente mediante un agente capazde vivirse como responsable de sus actos. Atenuaba almismo tiempo el estatus temporal de la intencionali

    justam en te en Ar istte les a la d ialc tica y expre sa laesfera de la opinin recta, la que no se confunde con ladoxa ni con el episteme, sino con lo probable y lo vero

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    mismo tiempo el estatus temporal de la intencionalidad y la referencia al agente. Era la crtica mayor queRicoeur formulaba con relacin a la posicin de Davidson, la de ocultar la atribucin de la accin a su agente,en la medida en que no era pertinen te para la nocin deacontecimiento, ya sea suscitado o llevado a cabo porpersonas o cosas .195En la rec tificacin realizad a por elpropio Davidson quince aos despus, en 1978, en sunuevo e nsayo sobre la a ccin, 196recon oca hab er dejadode lado dimensiones esenciales de la intencionalidad:la de la orientacin hacia el futuro, el abandono delcumplimiento y de la implicacin del agente. Sin embargo, no por ello revisaba su concepcin de la exp licacin causal. La nocin de persona segua siendo tan impertinente: Ni la adscripcin, ni su demostracinpodan tener lugar en una semntica de la accin, quesu estrategia condena a seguir siendo semntica de laaccin sin el age nte .197

    La semntica de la accin requiere un agente situadohistricamente, pues para Ricoeur la vivencia y elconcepto se hallaban inextricablemente unidos. Al rechazar la doble invitacin al repliegue en una ontologafundamental, a la manera heideggeriana, as como elencierro en un discurso puramente epistemolgico,Ricoeur pona en escena mediaciones imperfectas,fuentes de elaboracin de una dialctica inaca bad a .Dentro de ese espacio intermedio entre doxa y episteme se situaba el dominio del doxazein, que corresponde

    195 Paul Ricoeur, S o i - m e m e c o m m e u n a u t r e, ob. cit., pg. 101.196 Donald Davidson, Intending, en E s s a y s on A c t i o n s a n d

    E v e n t s , ob. cit., pgs. 83-102.197 Paul Ricoeur, S a i - m em e c om m e u n a u t r e, ob. cit., pg. 108.

    112

    smil.198 La utilizacin de mediaciones imperfectasconvena tanto ms a la operacin historiogrfica en lamedida en que sta deba permanecer abierta a nuevaslecturas, a nuevas apropiaciones por parte de las gene

    raciones venideras. Atrapado en la dialctica del arch y del telos, el rgimen de historicidad se encontrabaatravesado enteramente por la tensin entre el espaciode experiencia y el horizonte de expectativa. Ricoeurrechazaba, pues, el encierro del discurso histrico cuyodespliegue se ve hoy en da en una relacin puram entememorial de recuperacin del pasado, escindido de unfuturo que repentinamente ha forcluido.

    2 ) U n a e s c r i t u r a

    EN TENSIN CON LAS PRCTICAS

    Ciertas lecturas de Michel de Certeau tendieron aprivilegiar en l a uno de los representantes en Franciadel linguistic turn y a encerrarlo en un enfoque puramente retrico del discurso histrico, dentro de unaconcepcin exclusivamente discursiva de la historia.De hecho, para De Certeau, as como para Ricoeur, lahistoria no es una pura tropologa que constituira, a lamanera de Hayden White, una variante de la ficcin.Muy por el contrario, insista en la apertura por partede la historia de un espacio indito en torno de labsqueda de una verdad que la distingue fundamen talmente del simple efecto de lo real, segn la expresin

    198 Olivier Mongin, P a u l R i c oeu r , Pars, Le Seuil, 1994, pg. 27.

    113

    de Roland Barthes. El objeto de la historia, como lapropia operacin del historiador, remiten a una prctica, a un hacer que desborda los cdigos discursivos.La escritura de la historia se sita pues en un

    entre el tratamiento del discurso histrico y lasprcticas de una disciplinare invitaba a no abandonar uno de los polos constitutivos de la escriturahistrica

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    La escritura de la historia se sita, pues, en unentre-dos, siempre en desplazamiento, en una ten-siqn entre un decir y un hacer: Esa relacin deldiscurso con un hacer es intern a a su ob jeto .199 Eltexto del historiador, sin reemplazar una praxissocial ni constituir su reflejo, ocupa la posicin deltestigo y la del crtico. Est animado, pues, por la^marca del sujeto de su enunciacin, por un deseoinscripto en el presente y, por otra parte, es lo queatrae la atencin de De Certeau en el ensayo deepistemologa histrica escrito en 1971 por Paul

    Vey ne , Comment on crit Vhistoire. Si bien se mostraba algo irritado por los enunciados perentorios,segn los cuales de ninguna manera existe lo real sino es a travs del discurso, y si bien toma distanciacon respecto al nominalismo principista de las proposiciones de Veyne, les reconoca sin embargo elmrito de asumir el deseo del historiador en surelacin con la fabricacin de la historia: Es unarevolucin instalar el placer como criterio y comoregla all donde han reinado sucesivamente la misin y el funcionariado polticos del historiador,luego la vocacin puesta al servicio de una verdadsocial y, finalmente, la ley tecnocrtica de las instituciones del sa ber .200 Si bien la in trodu ccin del yo como fundadora de la operacin historiogrfica erafavorablemente considerada, De Certeau no ocultaba sus reservas ante la orientacin de Veyne, cuandoste dejaba en suspenso la cuestin efe la relacin

    199Michel de Certeau, L cr i tu r e de l h i s to i r e, ob. cit., pg. 61.200 d., A n u a l e s , ESC , n9 6, noviembre-diciembre de 1972, pg.

    1325.

    114

    histrica.De Certeau le conceda a la nocin de prctica una

    importancia mayor que circula todo a lo largo de suobra, ya sea cuando examina la cotidianeidad, las artesdel hacer en el siglo xx o cuando conceptualiza laoperacin historiogrfica. Uno de sus textos mayores,publicado en La escritura de la historia , se titula Laformalidad de las prcticas: del sistema religioso a latica del Iluminismo (siglos xvi-xvm). En tanto objetosde la mirada del historiador, las prcticas tambin sonconstitutivas del trabajo del historiador. De Certeaudefina la prctica dentro de una dicotoma entre estrategia y tctica: Denomino estrategia al clculo derelaciones de fuerzas que se vuelve posible a partir delmomento en que un sujeto del querer y del poder esaislable de un entorno. Esta postula un lugar susceptible de ser circunscripto como algo propio y, por lotanto, que puede servir como base para una gestin desus relaciones con una exterioridad diferente. La racionalidad poltica, econmica o cientfica se ha construido sobre ese modelo estratgico. Por el contrario, denomino tctica a un clculo que no puede contar con unalgo propio ni, por lo tanto, con una frontera quedistinga al otro como una totalidad visible. La tcticaslo tiene como lugar el lugar del otro. All se insina,fragmentariamente, sin asirlo por entero, sin podermantenerlo a distancia. No dispone de base dondecapit alizar sus ve nta jas. .. .201

    201 Id., L I n v e n t i o n d u q u o t i d i e n , 1, A r t s d e f a i r e , Pars, Galli- mard, Folio, ed. de 1990, pg. XLVI [ L a i n v e n c i n d e l o c ot i d i a n o , Mxico, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1996].

    115

    Cuando De Certeau defina la nocin de estrategia,sealaba la exterioridad, estableciendo una fronteraentre un lugar del saber, de capitalizacin del poder, yun lugar del que haba que apropiarse a conquistar

    fico poco a poco se exilian de los enfeuda mien tos religioso s .202

    La unidad del marco teolgico-poltico se quebraba sucesivamente ante los progresos de la seculari

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    un lugar del que haba que apropiarse, a conquistar.Consideraba, pues, la existencia de un nivel extradiscursivo en el que se inscriben y se despliegan lasambiciones estratgicas. Por otra parte, si la tctica nodefina la exterioridad en la medida en qu seguasiendo interna al lugar del otro, se inscriba, segn DeCerteau, no del lado del discurso por el cual se identificaba la estrategia, sino del lado de la prctica, delhacer, dentro de la propia efectuacin del acto.

    Esas distinciones se encuentran en el centro de lacrisis que analizaba De Certeau en tanto historiador,cuando localizaba la creciente distorsin entre el deciry el hacer en la crisis que experimentaban ciertoshombres caracterizados por su espiritualismo a comienzos del siglo XVII en la Compaa jesuta. Laaspiracin mstica de quienes De Certeau calificabacomo santitos de Aquitania, y sobre todo de un Jean-Joseph Surin, cristalizaba una crisis de concienciaante una institucin que tenda a encerrarse en smisma y a transformar su mensaje espiritual en escolstico. Esos msticos vivan una divisin interior, unaverdadera lucha interna entre las formas de la mod ernidad social y un decir que ya no corresponda a unhacer, A partir de esta escisin, el desgarramientomstico se dejaba ver y se expresaba como nueva e xigencia, insatisfecha, ante las instituciones existentes, alas que desbordaba por todas partes. Lo que estaba en

    jueg o en la o sci lacin de la mod ern ida d qu e se o peraba,segn De Certeau, entre los siglos xvn y xvui, pero quese acentuar an ms con la secularizacin generalizada de la sociedad del siglo xx, era el retroceso de lainstitucin eclesial como lugar de enunciacin de loverdadero: La vida social y el involucramiento cient

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    ba sucesivamente ante los progresos de la secularizacin, la consolidacin del Estado moderno y eldescubrimiento de la alteridad en el contacto con losnuevos mundos. De esas mltiples fracturas resultara un movimiento de e xteriorizacin de la categorade lo religioso que hasta entonces se daba en unacoherencia nica y totalizadora. Se encontraba reducida entonces a una expresin puramente contingente y se expresaba en su pluralidad. El poder poltico,a quien se le confiaba la carga de enrolar las creencias, se encargaba de tomar el relevo. El estadoinstrumentalizaba lo religioso, y lo que se modificaba, segn De Certeau, no era tanto el contenidoreligioso sino la prctica que en lo sucesivo harfuncionar la religin al servicio de una poltica delor den .203

    La enseanza metodolgica que extraa De Certeaupara dar cuenta de esa oscilacin en el plano histricoera esencial por su insistencia en la formalidad de lasprcticas. En efecto, significaba que el lugar del cambio no era tanto el propio contenido discursivo sino eseentre-dos cuya distorsin era experimentada intensamente como la expresin de una crisis insuperable, queera el producto de una distancia creciente entre laformalidad de las prcticas y la de las representaciones: Existe disociacin entre la exigencia de decir el'sentido y la lgica social del hacer .204 Entre esos dospolos, la experiencia mstica expresa las nuevasformas de subjetivacin de la fe, procurando mante-

    202 Michel de Certeau, L c r i t u r e d e V h i st o i r e , ob. cit., pg. 155.203 Ibd., pg. 166.204 Ibd., pg. 171.

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    ner juntas las dos e xigencias disociadas por la evolucin histrica.

    En la construccin de una antropologa del creer, DeCerteau nos invitaba, pues, a una travesa experien-

    ca encontraba su prolongacin, pues, en los anlisis delas maneras del hacer en la vida cotidiana. De Certeaulocalizaba all las manifestaciones polimorfas de lainteligencia inmediata, artera, hecha de astucias, de

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    Certeau nos invitaba, pues, a una travesa experiencial. El hecho de exhumar el pasado no correspondacon el mito de Mich elet de hacerlo rev ivir ni con el gustoanticuado de los eruditos, sino que siempre se hallabailuminado por el devenir y deba alimentar la invencin de lo cotidiano. La paradoja de la confrontacin,con la excepcin corriente que es Jean-Joseph Surin,permita en efecto comprender mejor el movimientoque animaba las mltiples formas de la inteligenciaastuta, la profusin de tcticas, la Metis griega enaccin en la cotidianeidad del siglo xx. Tambin all,como en Ricoeur, predom inaba el acontecimiento por sucapacidad para alterar y movilizar: Lo esencial esvolverse poroso ante el acontecimiento (la palabravuelve a menudo), dejarse alcanzar, cambiar por elotro, ser altera do por l, herid o.205 Todo ese trabajode erudicin histrica era animado en De Certeau porla inquietud de esclarecer su siglo, el siglo xx, elucidando lo que calificaba en 1971 como ruptura instaurado-ra . Segn De Certeau, el trabajo sobre el pasado era, enese sentido, anlogo al trabajo analtico, como operacin presente que se aplica a las ecuaciones personalesy colectivas. Desinteresarse del pasado equivala adejarlo intacto a nuestras espaldas y, por lo tanto, avivir bajo s tutela, mientras que la operacin historio-grfica haca posible pensar el futuro del pasado: Paradjicamente, la tradicin se ofreca, pues, como uncampo de posibilid ade s.206 La operacin histo riogrfi-

    205 Luce Giard, Le V oyage mys t iqu e, Pars, Le Cerf, 1988, pg. 166.

    206 Michel de Certeau, L e Ch r i sti a n i sm e cla t, Pars, Le Seuil, 1974, pg. 46.

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    inteligencia inmediata, artera, hecha de astucias, detcticas puestas en accin por los consumidores que nose dejaban reducir a la pasividad, sino que producanpor su manera singular de apropiarse de los bienesculturales. Esas tcnicas o tcticas de reapropiacinsubvertan los repartos dicotmicos entre dominantesy dominados, productores y consumidores. Representaban otras tantas potencialidades creativas. Paracalificarlas, De Certeau retomaba lo que Deligny llamaba las lneas de errancia, o sea, los trayectostrazados fuera de los caniinos transitados por los niosautistaSj itinerarios solitarios, vagabundeos eficacesque cortan el camino de los adultos.

    Segn De Certeau, tanto en el pasado como en elpre sent eras prcticas siempre haban sido consideradas como irreductibles a los discursos que las describan o las proscriban. Toda la investigacin de DeCerteau est habitada por e sa tensin entre la necesidad de pensar la prctica y la imposible escritura desta en la medida en que la escritura s sita del ladode la estrategia. Es ese difcil pasaje, ese desplazamiento que intenta la operacin historiogrfica en suambicin por reencontrar la multiplicidad de las prcticas dndoles una existencia narrativa.

    El modo en que De Certeau consigui dar cuenta delas prcticas m ediante la escritura consiste en apoya rse en los logros de una pragmtica del lenguaje inspirada por los trabajos de la lingstica de la enunciacinde Benveniste y en los trabajos sobre los actos delenguaje de Austin y Searle. Mediante la pragmtica,De Certeau consigui restituir la singularidad de esosmodus loquendi de los msticos que se caracterizabanpor un hablar signado por la alteracin, la traduccin

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    y el exceso de marcos establecidos. Esa travesa expe-riencial nace de la desontologizacin del lenguaje y dela creciente divergencia entre la lengua dectica y laexperiencia referencial propia de la modernidad: Las

    diferenciaba dos usos del tiempo: una prctica que seha vuelto hoy invasora y que consiste en temporalizarun lugar y en magnificar su valor dentro de una perspectiva hagiogrfica para asentar all una legitimidad

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    experiencia referencial propia de la modernidad: Lasmaneras de hablar espirituales participan de esa nueva pragmtica. Por otra parte, la ciencia mstica favoreci un excepcional desarrollo de mtodos .207 En eldilogo, la dialgica se anuda a ese lenguaje mstico. Lacomunicacin expresa un acto que focaliza relatos,tratados y poemas: El propio nombre que simbolizatoda esta literatura mstica remite al acto de la palabra (al speech act de J. R. Searle) y a una funcinilocucionaria (J. L. Austin): el Espritu es el que habla,dice Juan de la Cruz; es el locutor o lo que habla.208

    De esta travesa de la experiencia interior resulta undesplazamiento de la divergencia entre lo verdadero ylo falso. De la misma manera que la verdad siempre seencuentra en estado de tensin en Ricoeur, la cienciaexperimental que predicaba De Certeau, luego de Su-rin, obedeca a una presupuesta indeterminacin de ladistribucin entre lo verdadero y lo falso. Es as comoSurin no se presentaba en una postura de dominio de laverdad frente a Juana de los ngeles. Si la monja estabaposeda por los diablos, Surin consideraba que porquees trabajoso saber cundo dicen la verdad y cundo nola dicen, resulta difcil formular una regla segura eindudable .209

    Esas prcticas y astucias sin lugar no son seguras;permanecen sin capitalizacin posible, estn expuestas a los albures del tiempo, a no dejar indicios, lo queles otorga una fragilidad de principios. De Certeau

    207 Id., L a F a b l e m y st i q u e, ob. cit., pg. 178.208 Ibd., pg. 217.209Jean-Joseph Surin, citado por Michel de Certeau, L a po sses -

    si o n d e L o u d u n , ob. cit., pg. 218.

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    pectiva hagiogrfica para asentar all una legitimidad,una identidad. Esta estrategia vuelve a matar el tiempo para defender all el lugar en su supuesta perennidad frente a la erosin del propio tiempo. A esta versin

    conservadora, De Certeau le opona otros distintosusos del tiempo, definidos por su carcter combinatorio. En primer lugar distingua el uso de un tiempoesperado, el del cazador, forma de labor de punto entretiempo continuo y las sorpresas propias de los acontecimientos. Otra forma de combinacin sera la de uncampo tejido, de tiempo en forma de lagunas, a lamanera del tiempo enmaraado de las conversaciones.En tercer lugar, localizaba lo que calificaba como t iem

    po agujereado o tiempo recuperado, no dominado, encuyo curso el accidente cobra sentido. En ltimo lugar,estara el tiempo sin indicios, simple tiempo de laprdida, ampliamente presente en la memoria oral,nunca perdida.

    La cacera furtiva de De Certeau atravesaba todasesas temporalidades tejidas como una marcha de smismo constituida por la 3uixtaposicin de relatos, de imposiciones que eran otros tantos enredos a travs de loscuales la libertad se abra paso por caminos no trazados, que eran los que permitan la constitucin de un yomediante el otro. Ricoeur y De Certeau concordabanaqu totalmente, hasta en el horizonte potico siempreinscripto como devenir, siempre inacabado, que vuelvea hacer las preguntas planteadas al pasado, a losefectos de instaurar una relacin creativa con l. Estalengua potica de experiencia nace al mismo tiempo dela dicotoma instituida por la modernidad entre lascreencias y lo creble. Es la incesante reformulacin depreguntas ahora sin respuesta y describe bien la nueva

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    postura del historiador, que asume una actitud mshumilde, menos segura de aportar respuestas definitivas a las preguntas, pero ms inclinado a plantearpreguntas a respuestas pasadas

    mundo histrico. Para hacerlo, se apoyaba en lafuncin que le asignaba De Certeau a la historiacomo gesto de sepultura, como construccin mediante la escritura de una tumba para el muerto. Ricoeur

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    preguntas a respuestas pasadas.En La memoria, la historia, >el olvido, Ricceur culmi

    naba su triloga m ediante una interrogacin on tolgicaacerca de nuestra condicin human a en tanto ser his

    trico y en ese pla volva a encontrarse un a vez mscon Michel de Certeau, en ese reencuentro postumo yfecundo. En ese plano reafirmaba su diferencia conHeidegger, al oponer a la temtica del Ser-para-la-muerte de Heidegger la del Ser-en-deuda, que valorizaba el vnculo entre lo pasado y lo futuro. Al retom ar loselementos de su prolongada confrontacin con Heidegger, aceptaba hacer de la preocupacin el horizonteltimo de una ontologa existencial, pero entendamarcar el lugar de la carne, del cuerpo, como lo habahecho Husserl: Me parece implicado en la meditacinsobre la muerte, sobre el nacimiento y sobre ese entreds del intervalo entre el nacimiento y la muerte, sobrel cual Heidegger construye su idea de la historicidad .210 Por otra parte, le o pona a Heid egger la pe rspectiva abierta por H annah Arendt, cuando sta insista en la accin, sobre el hacer de la historia. Con lanocin de condicin histrica, Ricoeur an estaba cercade las categoras heideggerianas ah designar as lacondicin existencial de posibilidad de toda la secuencia de discursos formulados sobre lo histrico en general, en la v ida co tidiana, en la ficcin y en histo ria ,211pero Ricoeur entenda unir lo que Heidegger pensabade manera separada, a saber, la epistemologa delconocimiento histrico y la ontologa del ser-en-el-

    210 p auj Ricoeur, L a Mm oir e, l histoir e, Voubli , ob. cit., pg. 451.211 Ibd., pg. 436.

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    pvea en el enfoque de De Certeau el pasaje de lasepultura-lugar a la sepultura-gesto. La escriturahistrica era concebida como rito de entierro que exorcizaba al muerto introducindolo en el discurso de losvivos, en tanto discurso sobre el ausente. Por otraparte, la escritura histrica poda adquirir una funcin simblica cuando p ermita honrar a los muertos,reabriendo el presente a nuevas posibilidades. Estaconversin escrituraria ejerca entonces un papel pre-formativo asignndole al lector un papel activo: Lasepul tura-lu gar se convierte en sepu ltura-ac to .212Talconcepci n, com n a De Certeau y a Ricoeur, reabra elhorizonte de las posibilidades, pues el hecho de asignarle al muerto un lugar era un medio para proseguirel camino hacia un horizonte creativo, al mismo tiempoen deuda y sin fardo, con un pasado que no vena aobseder la creatividad de una presen cia a espaldas delos vivos. Ambos se inscriben en la perspectiva de unafilosofa de la vida impulsada a su mximo de intensidad y al resguardo de cualquier tentacin mortfera.

    212 Ibd., p. 478 .

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    INDICE

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    I

    Prefacio ......................................... 7Introduccin........................ 11

    I. L a H i s t o r i a : u n a f a b r i c a c i n . .......................................151) Una objetividad incompleta ................................ 152) La opercin historiogrfica ............................... 24

    II. E l r e l a t o : g u a r d i n d e l t i e m p o ......... '..................... 351) La historia est basada

    en una hermenutica crtica ............ ................. 492) Una hermenutica del otro ....................................

    III. H i s t o r i z a rLOS INDICIOS MEMORIALES ................................................... 59

    1) Problematizar la memoriamediante la historia ......... . .................................. 59

    2) De la ausencia a la carenciay de la carencia al indicio....................................89

    IV. L A APERTURA DEL DECIR A UN HACER ............................ 991) La reconfiguracin del tiempo

    mediante la accin................................................992) Una escritura

    en tensin con las prcticas ............................. 113125