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APROXIMACIÓN A LAS FORMACIONES DISCURSIVAS DEL DISCURSO
SOBRE EL NACIONALISMO MEXICANO (1909-1920)
ESTEFANÍA CORTÉS VERA
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN HUMANIDADES
Y LENGUA CASTELLANA
2017
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APROXIMACIÓN A LAS FORMACIONES DISCURSIVAS DEL DISCURSO
SOBRE EL NACIONALISMO MEXICANO (1909-1920)
ESTEFANÍA CORTÉS VERA
Código: 20121160008
JAIME SARMIENTO
Director
Investigación para optar al título de Licenciado en Educación Básica con Énfasis en
Humanidades y Lengua Castellana
UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS
FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN BÁSICA CON ÉNFASIS EN HUMANIDADES
Y LENGUA CASTELLANA
2017
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Contenido
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................... 4
1. Objetivos ................................................................................................................................. 6
2. Justificación ............................................................................................................................. 7
3. Construcción del discurso nacionalista en México ............................................................... 13
4. Marco teórico-metodológico ................................................................................................. 16
4.1 Definición de procedimientos intradiscursivos y de sistemas de exclusión del discurso ........ 18
4.2 Estrategias y formaciones discursivas del nacionalismo mexicano ........................................ 20
4.2.1 Estrategias discursivas.......................................................................................................... 21
4.2.2 Formación discursiva ........................................................................................................... 22
5. Marco conceptual .................................................................................................................. 28
5.1 Nacionalismo ........................................................................................................................... 29
5.2 Razón de Estado ..................................................................................................................... 35
6. Antecedentes ......................................................................................................................... 39
7. Presentación de Archivo/Corpus ........................................................................................... 48
8. Aplicación de los procedimientos descriptivos ..................................................................... 50
9. Descripción de estrategias ..................................................................................................... 51
9.1. Estrategia de pacificación .................................................................................................. 51
9.2. Estrategia de reivindicación popular ................................................................................. 55
10. Procedimientos de delimitación del discurso ....................................................................... 73
10.1 Procedimientos internos .................................................................................................... 73
10.2 Procedimientos de exclusión ............................................................................................. 75
CONCLUSIONES ........................................................................................................................ 81
Anexos........................................................................................................................................... 86
BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................................... 91
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INTRODUCCIÓN
Ideas, símbolos, acciones políticas e instituciones han sido consideradas históricamente
como manifestaciones del nacionalismo mexicano. El concepto de nacionalismo, tal y
como lo recoge la historiografía mexicana reciente, cobija tanto las causas como los efectos
de acciones orientadas a la reunión nacional, de modo que se asuman como nacionalistas
las intenciones políticas –a menudo erigidas como causas- y las expresiones sobre las que
dichas intenciones se edifican.
Concentrada en una búsqueda por las condiciones que explican el fenómeno del
nacionalismo, la literatura elaborada desde la segunda mitad del siglo XX realiza un intento
de interpretación de la historia mexicana, supeditado en décadas anteriores a un
revisionismo político y no propiamente historiográfico (Matute, 2000). Este traslado,
señalado inicialmente en los estudios de la revolución mexicana, supone en el abordaje de
la problemática del nacionalismo un interés por las formas de construcción de identidad
nacional, y particularmente por el desarrollo de esta identidad en momentos de álgido
debate político y social. De este pormenor común se sigue que uno de los criterios de
análisis del fenómeno sea, precisamente, el de caracterizar al nacionalismo mexicano de
acuerdo con períodos de apogeo, o conforme al agente que origina las expresiones
nacionales, sino son estas últimas las que definen el carácter nacional1.
La discusión historiográfica mexicana tiende, en consecuencia, a la elaboración de análisis
cuyo sustento reside fundamentalmente en una historia de las ideas. El interrogante por los
pensadores y precursores del nacionalismo, lo mismo que la identificación de sectores y
prácticas sociales coincidentes, demuestran tanto la reducción de las prácticas a una
división sociológica preconcebida, como el énfasis otorgado a la intención y a la influencia
como principios de descripción histórica (Dosse, 2007).
1 De acuerdo con el período cronológico de origen o de manifestación del nacionalismo mexicano, algunos
autores, dentro de ellos Peréz Montfort (1999), Florescano (2002) (2005), Garciadiego (2010), identifican al
fenómeno como: nacionalismo porfirista, nacionalismo revolucionario, o nacionalismo posrevolucionario. En
términos de las instancias de origen ha recibido denominaciones como: nacionalismo de Estado (Vizcaíno,
2004), nacionalismo popular (Béjar y Rosales, 2005), o nacionalismo oficial (Gutierrez Chong, 2012). Si por
el contrario, el fenómeno es auscultado en pensadores o precursores de ideas nacionalistas, puede hablarse del
nacionalismo de intelectuales como Andrés Molina Enríquez o Lucas Alamán (Brading, 1995) (Noriega,
1992).
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El estudio del discurso sobre el nacionalismo mexicano, abordado desde el método arqueo-
genealógico permite, respecto a los presupuestos anteriores, prescindir de la consideración
del evento como acontecimiento a la descripción del enunciado en su singularidad. El
acontecimiento, y más precisamente, el documento histórico como unidad de análisis, es
descrito en función de los enunciados efectivamente formulados, situándose el estudio en el
plano enunciativo inmanente al discurso. Así definido, el tratamiento del documento deriva
en implicaciones metodológicas que debaten la prelación de una consciencia creadora -base
de la interpretación discursiva, y la asunción explicativa de un modelo bélico de poder
(Castro-Gómez, 2015). Por un lado, la arqueología relega el sujeto creador a las
condiciones de saber-poder que permiten que un enunciado sea formulado, concentrándose
en dos instancias de formulación paralelas: las condiciones de utilización del discurso, y las
condiciones de actualización del enunciado. Por otro, presenta al enunciado como una
unidad susceptible de ser articulada dentro de distintas estrategias, de modo que no pueda
serle provisto un único objetivo o un único foco emisor, lo que impide la predeterminación
entre instancia de enunciación y enunciado, y la correlación entre categorías sociológicas y
producciones discursivas.
Las implicaciones metodológicas señaladas amplían el panorama de los actuales estudios
sobre análisis del discurso. Los denominados discursos oficiales o populares, estatales o
marginales, caracterizados sobre la base de un análisis interpretativo, sostienen una
indagación por el sentido del documento a través de recursos subjetivos y extralingüísticos,
enmarcados en la mayoría de los casos en un enfrentamiento social tácito. Aunque advierte
que el discurso participa de un conjunto de relaciones de fuerzas, la perspectiva
arqueológica constituye una base teórica que señala desde los órdenes discursivos las
posibles relaciones de poder, invirtiendo así procedimientos y presupuestos de análisis de
carácter deductivo.
Al ocuparse fundamentalmente del plano discursivo, el presente estudio se propone
describir los objetos, conceptos, y modalidades enunciativas que conforman las
formaciones discursivas del discurso sobre el nacionalismo mexicano. Para ello, se
identificarán las estrategias y los procedimientos discursivos inscritos dentro de textos
institucionales y artísticos formulados en el período revolucionario (1909-1920). Es decir,
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se afirma que en la formación de las prácticas discursivas participan condiciones de
aparición y de aceptabilidad por las que es posible decir algo sobre objetos determinados, y
desde instancias discursivas específicas (Foucault, 1992). El estudio, entonces, es también
interrogante por la dimensión estratégica de la práctica discursiva, es decir, por las
funciones que como medio le es posible ejercer dentro de determinados juegos de poder.
El interrogante por: ¿Qué estrategias y procedimientos de delimitación del discurso,
inscritos en los focos locales institucional y artístico, soportan las formaciones discursivas
sobre el nacionalismo mexicano?, intenta partir de los puntos nodales de construcción
discursiva, es decir, de los focos locales constituidos por el texto institucional y el texto
artístico, y de los procedimientos de delimitación del discurso que intervienen en la
producción de los mismos, para caracterizar posteriormente las estrategias globales. El
objetivo que circunda al interrogante sobre las estrategias y procedimientos discursivos:
Describir elementos constitutivos de las formaciones discursivas del nacionalismo
mexicano durante el período revolucionario en México (1909-1920);
dicta un interés por la descripción de los objetos, conceptos, modalidades enunciativas y
estrategias pertenecientes a la configuración discursiva del nacionalismo mexicano, de
modo que atiende primero, a la identificación de las estrategias y procedimientos de
delimitación discursivos vislumbrados, para concluir en un segundo momento con la
exposición de algunos elementos discursivos avizorados durante el estudio.
1. Objetivos
Objetivo general
Describir elementos (conceptos, modalidades enunciativas y estrategias) pertenecientes a
las formaciones discursivas del discurso sobre el nacionalismo mexicano, a través de las
estrategias y procedimientos discursivos empleados durante el período revolucionario en
México (1909-1920).
Objetivos específicos
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Describir las estrategias empleadas en la construcción discursiva de textos institucionales y
artísticos, producidos en el período de 1909-1920 en México;
Identificar los procedimientos de delimitación del discurso vinculados a los focos locales
(institucional y artístico) durante el período señalado;
La descripción de las estrategias, focos, y procedimientos tomará como objeto de estudio
textos institucionales (manifiestos políticos, planes y telegramas de comunicación interna y
de relaciones exteriores), y textos artísticos (caricatura e historieta política) producidos
dentro del período, además de textos historiográficos de publicación posterior, dirigidos al
estudio de la misma delimitación temporal (1909-1920).
2. Justificación
A continuación se introduce y justifica el marco teórico del estudio en relación con el lugar
que ocupan las formaciones discursivas dentro de prácticas no discursivas y sujetos o
entidades que, como muestran algunos estudios antecedentes2, se presentan como puntos de
origen discursivo. La relación unidireccional de la práctica no discursiva sobre el discurso
sobre el nacionalismo mexicano, permite: 1) acercamiento a la relación vertical de poder
establecida por los puntos de anclaje discursivo, como a la objetivación realizada de la
práctica discursiva; 2) contraste del punto (1) con la dimensión estratégica que se concede
al discurso dentro del presente estudio, aspecto que introduce algunas de las categorías
metodológicas de análisis (foco emisor, estrategia), y justifica la delimitación temporal y la
definición del objeto de estudio.
Tratar un acontecimiento histórico y analizarlo en aras de aprehender bien su veracidad,
bien su valor o bien su interpretación, es a su vez, intentar reconstituir el pasado en el que
aquel tuvo lugar, pues se aduce que entre más cercano sea nuestro conocimiento a la
realidad que busca caracterizarse, más certero será su criterio de verdad. El documento,
reconociéndose como el medio más fidedigno de información y acceso al conocimiento
histórico de acuerdo con la posición tradicional de la historia, se convierte en una
2 Véase el Capítulo 6 sobre algunas investigaciones antecedentes sobre la construcción del discurso nacional.
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herramienta de observación del pasado cuya interpretación e interrogación tienen el
objetivo de cuestionar la autenticidad con que entreteje la realidad mostrada. La posición
actual de la historia frente al documento es distinta: la pregunta frente al acontecimiento ya
no reside en qué se dice, quién lo dice, o qué grado de verdad sostiene, sino cuáles son las
problematizaciones que giran en torno a su construcción (Foucault, 2007a).
Resulta entonces poco acertado preguntarse por la legitimidad de una verdad expuesta, por
los elementos que deben precederla o justificarla, o por el nivel de certeza o confiabilidad
que reflejaría uno u otro enunciador. El estudio se centra en la descripción de lo
efectivamente dicho. Es ahí donde encuentra su base. La revisión o análisis del documento
histórico atiende a su consideración como unidad, una unidad que, semejante al símbolo,
remite y representa en sí misma su significado; no puede buscarse fuera del texto algo que
es manifiesto justamente allí, y si -como es el caso- es el texto el objeto de estudio, éste
debe ser estudiado desde el plano del campo enunciativo. Consideración que admite, como
no las originadas bajo una historia de las mentalidades3, la sustitución de una consciencia
creadora por la residencia de más de un sujeto discursivo, o la identificación de objetos y
conceptos distintos a los inscritos en las cosas o en las palabras (Foucault, 2007a, p. 103).
El campo discursivo se abstiene de representar los sujetos o eventos del tiempo
cronológico, aunque estos últimos permitan la delimitación del campo (Foucault, 1992).
Los objetos y lo que puede ser dicho sobre ellos, las circunstancias de enunciación en las
que ha de ser formulado, y la disposición acerca de quiénes están autorizados para hacerlo,
son prohibiciones que conforman un procedimiento externo al discurso, delimitándolo sin
definirlo en su totalidad. La construcción discursiva del nacionalismo mexicano puede
ejercer una función en las decisiones políticas, económicas o prácticas cotidianas, así como
3 Su objetivo, orientado a la identificación de unas representaciones mentales colectivas (por ejemplo, de
aquellas relacionadas con el miedo, como lo ejemplifica el estudio de Jean Delumeau), o lo mismo, de unas
creencias o pensamientos compartidos en un determinado período histórico, está anclado a la división
sociológica por categorías: esta reducción de las representaciones como un reflejo de las divisiones sociales
existentes, resulta enteramente desligada de la realidad histórica; no sólo existe una preconcepción de las
prácticas culturales a través de su calificación en términos sociológicos, sino que dicha calificación supone la
generalización de unas prácticas y la consecuente omisión de las variaciones individuales. A lo anterior, se
suma el predominio en la consideración de fenómenos estables y de carácter estructural, lo que permite la
vinculación de épocas a través de la continuidad de una constante. Véase Dosse (2007), La marcha de las
ideas.
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ser objeto de apropiación o de deseo, lo que no indica que la inserción del discurso en un
campo de prácticas no discursivas suponga su subordinación y restricción. El papel de las
prácticas no discursivas ha de ser entendido como elemento partícipe, aunque no único, en
la formación del discurso (Foucault, 2007a, p. 112). El discurso nacionalista no emana de
las cabezas de gobierno o de los movimientos populares revolucionarios, útiles en la
emergencia o irrupción de enunciados determinados, pero no constituyentes de la causa
primera o elemental a la que podría delegarse la delimitación del discurso nacionalista, lo
que evita un recorrido secuencial sobre las ideas precursoras del movimiento nacionalista.
Así definidos, los sujetos se presentan como precursores de la construcción nacional, e
indican por lo demás, una consideración vertical del poder alegando una oposición binaria
entre dominadores y dominados (Foucault, 2007b, p. 114). El poder es un atributo ejercido
por las élites para el control o regulación de aquellos desposeídos de poder.
Bajo dicha oposición puede considerarse al Estado o a la iglesia como entidades que
despliegan una fuerza nacionalista expresa en símbolos o personajes laudables, aunque
escapen por la misma instancia que revisten, a la comprensión del fenómeno en etapas
anteriores a su construcción o establecimiento institucional. ¿Qué sucede durante la
configuración del patriotismo criollo, si la construcción del Estado-nación estaba en
ciernes? ¿Conforma la iglesia y su participación dentro de la construcción estatal, el motivo
mayor de identificación nacional durante el siglo XIX? ¿Puede la conciliación porfirista
entre iglesia y Estado demostrar la manifestación nacionalista durante el gobierno del
General Díaz? El nacionalismo mexicano no es un objeto dado a través de cuya genealogía
puedan ser trazados los orígenes, inflexiones, o repercusiones de las acciones
gubernamentales o eclesiásticas, que a modo de reacciones históricas acogen la
objetivación realizada del fenómeno (Castro-Gómez, 2015). Dentro de su caracterización
como campo de acción e intervención, el nacionalismo mexicano resulta de la confluencia
de un conjunto heterogéneo de prácticas discursivas y no discursivas que excede las
prácticas gubernamentales o eclesiásticas, y puede, en consecuencia, ser soportada por
prácticas anteriores a la consolidación estatal sin considerar esta última como su
generadora.
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La afirmación tiene que ver con la dependencia de la construcción discursiva y la
consolidación estatal, vínculo esgrimido por dos falsas premisas: la conformación
nacionalista es necesariamente posterior a la construcción del Estado4, y el discurso, en
tanto instrumento, es proyección de los mecanismos de poder. Una vez restituida la
articulación de los mecanismos de poder y los mecanismos de saber dentro del discurso,
este último deja de ser distribuido entre un discurso aceptado o excluido, para ser
considerado a través de una polivalencia táctica. El discurso no pertenece a un discurso de
poder o de resistencia, es un objeto susceptible de ser empleado como elemento táctico en
el campo de las relaciones de fuerza existentes (Foucault, 2007b, pp. 122-125).
Las condiciones de posibilidad que permiten la emergencia de la construcción discursiva
del nacionalismo mexicano, dependen del entrecruzamiento de determinadas prácticas y
fuerzas de poder en uno u otro período histórico. Si el propósito atañe a las posibles
discontinuidades y transformaciones de la construcción discursiva del nacionalismo
mexicano, ¿no correspondería su estudio a los que son mencionados como sus posibles
orígenes? Problema de alcances mayores que busca la conjunción de una serie de
elementos, a menudo señalados como causas, atribuidos al origen de una construcción
discursiva debidamente trazada. Las técnicas, saberes y dispositivos partícipes de la
construcción discursiva, no pueden ser aprehendidos como objetos cuya razón de ser se
limite a la construcción nacionalista; las funciones, objetivos, orígenes o difusión de estos
elementos son distintos si el rasero con el que son medidos es, dentro de otros, la división
temporal o la instancia institucional de uso.
La coincidencia de una corriente artística nacionalista, el predominio de un poder estatal
fundamentalmente ejecutivo, o la institución de una educación anticlerical dentro de la
emergencia del discurso nacionalista, y sobretodo, su proliferación, fue particularmente
fecunda durante el período revolucionario y posrevolucionario, lo que no se opone a la
presencia de una novelística ejemplarizante durante el siglo XIX, o al eminente centralismo
de la dictadura porfirista. La proliferación de las prácticas consiste en una diversificación
4 Tal como lo supone la tesis modernista de la nación, la consolidación de las instituciones modernas
funciona como un mecanismo de homogeneización cultural clave en la construcción de una población
alfabetizada y culturalmente uniforme. Este objetivo, desde Gellner (2008), es provisto por el proyecto
educativo que impulsa el Estado.
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de los focos emisores de discurso, así como en el despliegue de redes, estrategias, que los
enlazan (Foucault, 2007b, p. 45).
Dentro y fuera de México los sucesos revolucionarios tuvieron eco en el periodismo
gráfico, la prensa de oposición, la fotografía, el documental y el noticiero cinematográfico.
“A tal punto el cine se descubrió un instrumento de difusión poderoso para los
revolucionarios, que cada bando procuró tener sus propios camarógrafos […]” (Florescano,
2005, p. 277). Era alcanzada, en palabras de Florescano, una difusión nacional inmediata,
profunda y emotiva. El período de posrevolución, bajo el proyecto educativo y artístico
impulsado por el gobierno de Álvaro Obregón, no condujo a menores focos de difusión. La
„regeneración nacional‟ se propuso la reorganización de los programas educativos, la
capacitación docente, la promoción de la enseñanza del civismo y el patriotismo a través de
misiones culturales, el establecimiento de un Departamento de Bellas Artes, o la
consagración de estereotipos a través de obras de teatro y revistas musicales (Florescano,
2005). Son inscritos dentro del período revolucionario y posrevolucionario, técnicas,
saberes, prácticas, estratégicamente útiles a la construcción discursiva del nacionalismo
mexicano, y relacionadas de forma tal, que la emergencia de la construcción discrimina los
períodos antecedentes y subsiguientes, aunque en ellos sean percibidos otro tipo de
proyectos nacionalistas.
Ante tal delimitación temporal, la cuestión que se alza es la búsqueda de los objetos,
específicamente documentos, que permitan la descripción de la formación discursiva del
discurso sobre el nacionalismo en el período señalado. Problema enmarcado en un
interrogante más amplio acerca de la división entre una historiografía que apremia una
mirada local del movimiento revolucionario dentro de la esfera regional, y otra que sostiene
al Estado como garante del fenómeno nacionalista, y que sugiere la pregunta por el alcance
y efectos del nacionalismo mexicano: ¿fueron las regiones igualmente afectadas por la
revolución que funge como foco primigenio del movimiento nacionalista?, ¿fue ésta una
construcción de orden fundamentalmente estatal que no cobijó, aunque supuso hacerlo, a
los estados aislados del centro geográfico de la capital? Y, a su vez, ¿debe el estudio estar
sujeto a los documentos de carácter institucional, a la historiografía regional?
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Corroborar el tipo de articulación nacional en relación a las estrategias estatales, y
desentrañar las discontinuidades y paradojas internas allí inscritas, ha de partir, primero, de
la consideración de una relación recíproca y mutable entre las luchas regionales y la
edificación estatal. El enfoque regional comparado utilizado por un grupo de investigación
de la Universidad Autónoma Metropolitana5, ejemplifica el uso del ámbito regional como
nivel analítico de revisión de las relaciones entre el Estado nacional y los pueblos,
municipios y agrupaciones. El resultado señala la existencia de sectores integrados y
marginados por las dinámicas estatales, lo que amplía el panorama de las relaciones de
fuerzas. La asunción del poder político es sólo uno de los propósitos disputados dentro del
entramado de objetivos sociales:
"El uso de las categorías de integración y marginación nos permite pensar en esa distribución de
oportunidades de poder como un juego en el que los actores aprovechan ventajas y oportunidades,
pero también resisten y negocian la preservación de algunas de sus características esenciales; todo
ello a través de la redefinición de los canales y procedimientos de intermediación política y cultural."
(Cárdenas, N. y Guerra, E. 2009, p. 17).
Sin referir una mirada global o local del asunto, que derivaría en una revisión parcial de la
construcción y establecimiento de la formación discursiva, desde propuestas estatales o
comunitarias difícilmente integradas a una perspectiva „de conjunto‟ como la que suponen
las estrategias y los focos locales, la revisión del objeto de estudio debe atender a la
identificación de los núcleos difusos de poder:
“Pues el archivista no elige las palabras, las frases y las proposiciones de base ni según la estructura
ni según un sujeto-autor del que emanarían, sino según la simple función que ejercen en un conjunto
[…] Si insistimos en el problema de los criterios utilizados por Foucault, la respuesta solo aparecerá
de forma clara en los libros posteriores a la Arqueología: las palabras, las frases y las proposiciones
retenidas en el corpus deben ser elegidas en torno a núcleos difusos de poder (y de resistencia)
empleados por tal y tal problema.” (Deleuze, 1987, pp. 43-44)
A tal objeto los documentos institucionales (manifiestos, planes, informes telegráficos), así
como la revisión de la prensa política de la época, permiten la descripción de los
enunciados que concentrarían lo que Deleuze denomina núcleos difusos de poder y de
resistencia. La descripción bibliográfica concentra dos focos estratégicos que posibilitarían
la conformación del discurso nacionalista. El foco institucional, el cual motiva el control de
5 Cárdenas, N. y Guerra, E. (Coord.). (2009). Introducción: poderes locales y mediación política en el México
posrevolucionario. En Integrados y marginados en el México Posrevolucionario: los juegos de poder local y
sus nexos con la política nacional (pp. 7-29). México: Universidad Autónoma Metropolitana, Miguel Ángel
Porrúa.
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la producción discursiva a través del uso de técnicas y saberes útiles a las necesidades
estatales, una de las cuales alude a la conservación de relaciones exteriores para el
sostenimiento de la estabilidad estatal. El foco artístico, eje difusor de una información
variable y dependiente del ente emisor, que degrada o exalta la imagen de personajes
nacionales, sucesos recientes o eventos de tradición.
3. Construcción del discurso nacionalista en México
“[…] yo nunca he entendido por qué los mexicanos van a pintar cocotas a París, aldeanas a
Bretaña, canales dormidos a Brujas o desoladas llanuras a la Mancha […] ¿no han
despuntado ya Manuel M. Ponce, armonizando las canciones que de niños usted y yo y los
payos todos nos hartábamos de oír de boca de los ciegos que mendigaban tocando el arpa o
en las criadas que solían plañirlos al oscurecer […]? Ir a lo nuestro, observándolo […] ¡He
aquí la salvación!”
González Peña (citado por Florescano, 2005, p. 265)
La exposición de investigaciones realizadas sobre el discurso del nacionalismo mexicano
en distintas etapas de la historia de México, presenta algunos interrogantes relacionados
con la búsqueda por el origen y la continuidad histórica del fenómeno del nacionalismo.
Como interrogante culmen, la pregunta por la relación entre verdad y discurso enfrenta el
principio de origen histórico, y vincula los conceptos de procedencia y emergencia,
precisando su aporte dentro del estudio del análisis discursivo propuesto.
La construcción de una simultaneidad cronológica permite la inserción en un mismo
presente, de eventos situados en una división espacio-temporal diametralmente distinta.
Esta simultaneidad, permitida por la difusión de información en medios de comunicación
como el periódico, motiva sino la vivencia inmediata, sí la referencia y participación dentro
de sucesos que crean un lazo de comunidad entre el interlocutor que se cree apenas
informado, y el acontecimiento. A la inmediatez con que son leídos, vistos o escuchados los
eventos, se suma el reconocimiento de que otros tantos lectores han sido o son informados
de un suceso ahora compartido:
“Así, antes que los nombres de Pascual Orozco, Pancho Villa y Emiliano Zapata adquirieran
dimensiones mitológicas, sus hazañas se transmitieron de la boca al oído por los porosos conductos
de la cultura popular, por los canales inventados por el pueblo para acercarse a ellos y convertirlos en
representantes reales o imaginarios de sus pulsiones más profundas.” (Florescano, 2005, p. 275)
14
El voz a voz como mecanismo de construcción nacional, mencionado por Florescano, es
aunado a prácticas rituales y de celebración. Durante el porfiriato, lo que Beezley (2008)
denomina identidad nacional está relacionado con el establecimiento de la imagen de una
nación moderna, progresista, apoyada por la participación de México en ferias y
exposiciones mundiales, o la manifestación de celebraciones patrióticas que investían como
símbolos populares a la Virgen de Guadalupe y al prócer independentista Miguel Hidalgo:
"Tanto cenar con el dictador en su cumpleaños el día de la independencia como coronar a la virgen
fueron actos construidos por los líderes de la élite social, hombres y mujeres, como parte de la
campaña para forjar imágenes de la nación dirigidas a los públicos internacional y nacional"
(Beezley, 2008, p. 119)
Lo mismo sucediera durante fines del siglo XIX e inicios del XX con los grabados de José
Guadalupe Posada, impresos en la Gaceta callejera o en La Patria, las canciones populares
de Manuel M. Ponce, o las producciones cinematográficas de excelsas ideas nacionalistas
durante la década de 1910. La incorporación de la población indígena dentro de la idea de
nación, la inclusión de clases medias y del gremio obrero, el rescate de los acontecimientos
de la independencia y de la Guerra de Reforma, son algunos de los baluartes de un
denominado nacionalismo revolucionario, que años más tarde, bajo el cobijo de una
conciliación posrevolucionaria, se transformaría en un nacionalismo cultural. Uno de los
primeros propósitos del gobierno de Álvaro Obregón bajo la dirección de José
Vasconcelos, es la restauración de la Secretaría de Instrucción Pública, suprimida por la
Constitución de 1917 durante el gobierno de Venustiano Carranza. La Revolución „hecha
gobierno‟, como señala Florescano (2002), adscribe a la institución estatal el proyecto de
una integración nacional amparada por el desarrollo de un plan educativo y cultural, que
impulsaría proyectos artísticos de amplio alcance como el protagonizado por los pintores
muralistas.
Así presentadas, una y otra idea de nacionalismo aparentan una idea homogénea de lo que
constituyen la nación, la patria, y la integración nacional dentro de cada período. El
simbolismo religioso y político que enmarca el período porfirista, o la manifestación
cultural que integra el período revolucionario, cristalizan un supuesto nacional en cada uno
de los períodos, aunque existan distintas ideas sobre la patria, la nación, y en general, sobre
la imagen nacional. Si afirmamos que a la emergencia de una idea de nacionalismo le es
15
correlativa la introducción de un enunciado sobre la patria, no es más que un corolario
agregar que este enunciado impera al ser generalizado sobre enunciados inadecuados a los
fines nacionalistas. De ahí que durante el período revolucionario la patria sea capaz de
adormecerse durante el hostigamiento de la dictadura porfirista, y de renovarse bajo los
benéficos progresos logrados durante la misma6.
El reconocimiento del pasado indígena como rasgo distintivo de la historia mexicana, o la
evolución cristiana, fueron igualmente inscritos en un discurso construido por la élite
criolla durante el siglo XVII. Como lo expone Brading (1995) en Los orígenes del
nacionalismo mexicano, la religión y la historia fueron ejes en torno a los cuales el español
americano, protagonista del patriotismo criollo, rechaza su status colonial. La élite criolla
acepta el pasado indígena como parte de la historia del México antiguo, y enfrenta la visión
evolucionista que presentan historiadores ingleses en el siglo XVII sobre el salvajismo y el
nivel social prematuro de la población indígena y criolla. En relación a la religión, el
guadalupanismo es presentado como uno de los primeros rasgos afines y propios del sentir
criollo, pues funda la cristiandad americana en la firme revelación de la Virgen María. Su
aparición en suelo mexicano confiesa su fidedigna intención evangelizadora.
El nacionalismo de la revolución, distinto del patriotismo criollo: el orgullo y la devoción
que inspira el propio país (Brading, 1995), profesado por la élite mexicana del siglo XVI,
recurre a la tradición, mitos e ideas del periodo independentista, aunque recoja en sus
inicios el repudio a sus orígenes españoles y la exaltación de la figura indígena; rasgos que
comparten ambas construcciones. Esta relación, útil para la dilucidación de los puntos de
6 Informe de León Gómez, Cónsul de México en Texas, 1911: “Siento tener que manifestar a Ud. que, en mi
concepto, y sin excepción, los americanos particulares con quienes he hablado, y aún los que pertenecen a la
Administración Pública, son partidarios y simpatizadores del numeroso grupo que pretende derrocar nuestra
actual Administración […] sin que ni ellos ni éstas conozcan las condiciones actuales de la República ni
conozcan tampoco los progresos realizados en todo el país, bajo la sabia y benéfica Administración de nuestro
presidente.” (Fabela, 1964, p. 163)
Francisco Madero, 1907: “En esta época de absoluto personalismo, en donde todos los partidos sólo
ambicionan el triunfo de su Jefe […] se impone la necesidad de un partido de principios que empuñe la
inmaculada bandera de la Constitución y con ese sagrado estandarte ataque resueltamente al despotismo
reinante con la seguridad de triunfar, pues esa noble bandera tiene el mágico don de despertar en el corazón
de los mexicanos el adormecido patriotismo, de elevarlos a la altura de las situaciones más críticas para
vencerlas […]” (Fabela, 1964, pp. 13-14)
16
encuentro entre uno y otro fenómeno, permitiría la búsqueda del origen del nacionalismo
mexicano en el patriotismo criollo del siglo XVI, afirmando en este caso, que el último,
debido a sus rasgos comunes y a su anterioridad cronológica incide -aunque sea
parcialmente- dentro de la constitución del primero. ¿Mas, referir tal continuidad no
apoyaría la instrumentalización del evento en orden de responder por la configuración de
un acontecimiento que históricamente parece originar consecuencias de mayor alcance? El
apoyo que brindaría el estudio del patriotismo criollo secunda la búsqueda por los orígenes
de una coyuntura, a causa de la impresión de una verdad histórica que por ese mismo
carácter resulta inalterable. El encuentro de esta verdad histórica es la búsqueda de una
verdad fundada en el discurso, objeto de doble vía que funge como instrumento y efecto de
una búsqueda en sí misma sesgada. Admite, pues, el desciframiento de la verdad inicial,
aunque permita su ocultamiento posterior a través de la formulación de posibles historias
(éstas sí veraces) sobre la historia.
La indagación por los orígenes tropieza con una visión esencialista: no hay más que un
origen primero e inequívoco que debe ser descubierto en su singularidad. Sin embargo, la
inacabable búsqueda por el origen como lugar de la verdad parece afirmar la constitución
de la verdad como invención. Vista como construcción y apropiación discursiva, la
pregunta por el origen de la verdad vira, mejor, hacia el cuestionamiento de su procedencia,
hacia la identificación de un conjunto de sucesos -sujetos a su dispersión propia- que tienen
lugar dentro de las formaciones del nacionalismo mexicano como construcción discursiva.
Estas marcas o sucesos que entrecruzan la complejidad de la formación, son inscritos en un
estado de fuerzas, en el intersticio de un lugar de enfrentamiento que permite la aparición
de la construcción discursiva, o lo mismo, la emergencia de la construcción nacional dentro
de un período histórico particular, el período revolucionario y posrevolucionario, y en torno
a objetivos distintos.
4. Marco teórico-metodológico
A continuación se define el enfoque arqueológico y genealógico del trabajo investigativo.
Para ello, es señalada la interdependencia de las relaciones de saber y poder dentro del
17
estudio de las condiciones de posibilidad discursivas, y presentadas las categorías teóricas y
metodológicas englobadas por esa interdependencia inicial.
A la emergencia de unas formas de gobernación de los hombres en el siglo xv, por las
cuales estos últimos son gobernados a través de procedimientos y dominios variados se
suma la asunción de una actitud crítica que rechaza unos modos particulares de
gobernación: un no querer ser gobernado bajo unos objetivos y maneras precisas, lo que es
también, distinguir los límites en el arte de gobernar y dudar de verdades establecidas bajo
el soporte de una instancia de autoridad. En suma, si la gubernamentalización se propone la
sujeción de los individuos a través de mecanismos de poder que suscriben una verdad, la
crítica virará hacia el cuestionamiento de los efectos de poder de esa verdad manifiesta, y
de esos discursos de verdad que el poder suministra (Foucault, 1995).
La crítica así definida, considera las posibles relaciones entre mecanismos de coerción y
elementos de conocimiento: elementos que juegan en la formación de enunciados
racionales, eficaces y socialmente válidos. La relación se sitúa entonces entre dos conceptos
clave: el saber y el poder. Existen unos procedimientos y unos efectos del conocimiento
aceptables en un determinado momento y dominio (saber), así como unos mecanismos
particulares capaces de inducir comportamientos o discursos (poder). Estos conceptos son
dependientes el uno del otro, un elemento de saber se convierte en tal en tanto procede de
un conjunto de reglas y efectos de coerción, e igualmente, un mecanismo de poder necesita
ser desplegado a través de una serie de procedimientos, medidas o instrumentos validados
por unos sistemas de saber.
Este análisis del nexo saber-poder pretende la aprehensión de lo que constituyen las
condiciones de aceptabilidad de un sistema, así como de las posibles líneas de ruptura o
repetición que marcan su emergencia. La descripción de un sistema debe a su vez,
considerarlo desde su carácter de acontecimiento, es decir, a partir de la noción de un
presente singular desvinculado de su comprensión a través de la inscripción en un tiempo
cronológico lineal. Lo propuesto es pues, en palabras de Foucault, una genealogía, es decir,
un intento por la restitución de “las condiciones de aparición de una singularidad a partir de
múltiples elementos determinantes, de los que no aparece como el producto sino como el
18
efecto.” (Foucault, 1995, p. 16). Valga decir, ¿qué condiciones permitieron la emergencia
de un discurso sobre el nacionalismo mexicano?, específicamente, ¿qué estrategias y
procedimientos de delimitación del discurso colaboraron para la institución de un discurso
tal? De este modo, un diagnóstico del presente que encierra en sí mismo una actitud crítica
ante distintas formas de gobernación, soportadas por la relación tripartita sujeto, saber y
poder, debe atender a las condiciones de posibilidad de los sistemas, sin ánimo de explicar
su emergencia y establecimiento a través de instancias de origen.
Sostenido por la hipótesis de que el discurso del nacionalismo mexicano es una
configuración discursiva derivada de un conjunto de objetos, conceptos, modalidades
enunciativas y estrategias, el trabajo se inscribe en el método arqueológico-genealógico
foucaultiano. Se interesa, desde la perspectiva arqueológica, por las reglas de formación
que han permitido la constitución de prácticas discursivas determinadas (Foucault, 2007a),
mientras advierte, desde una perspectiva genealógica, que toda práctica posee una
dimensión estratégica relacionada con el ejercicio de relaciones de poder:
“[…] cuando Foucault habló de técnicas o de tecnologías se refirió siempre a la dimensión
estratégica de las prácticas, es decir, al modo en que tales prácticas operan en el interior de un
entramado de poder. Las tecnologías, diríamos, forman parte integral de la racionalidad de las
prácticas, en tanto que son ellas los medios calculados a través de los cuales una acción cualquiera
podrá cumplir ciertos fines u objetivos.” (Castro-Gómez, 2015, p. 37)
El estudio de la perspectiva genealógica es apoyado metodológicamente por las categorías
de procedimientos de delimitación discursiva y de estrategia, mientras la perspectiva
arqueológica es abordada principalmente desde la categoría de formación discursiva. Los
subcapítulos siguientes presentan el presupuesto teórico de las anteriores categorías,
además de las precisiones metodológicas con las que se propone su aplicación: conceptos
operatorios y cuadro de análisis.
4.1 Definición de procedimientos intradiscursivos y de sistemas de exclusión del
discurso
El discurso, susceptible de ser construido bajo una serie de procedimientos que se
direccionan al prevalecer de un discurso continuo y enteramente dado, puede ser limitado
19
por unos sistemas de exclusión externos al discurso, unos procedimientos de control y
delimitación internos, así como por unas condiciones de utilización. La determinación y
definición de los sistemas, procedimientos, y condiciones que intervienen en la
configuración del discurso posibilitaría el conocimiento acerca de los objetos, conceptos,
modalidades de enunciación y estrategias coadyuvantes a las formaciones discursivas del
nacionalismo mexicano. Los anteriores procedimientos son expuestos y definidos de
acuerdo con los presupuestos teóricos de El orden del discurso (Foucault, 1992).
Dentro del primero de los sistemas de exclusión que posiblemente participaría de la
construcción del discurso que nos ocupa, se entrecruzan tres tipos de prohibiciones que
delimitan las posibilidades de lo que puede ser dicho en relación al objeto de enunciación, a
la circunstancia de formulación, y al derecho exclusivo del sujeto que habla. Así como
puede ser restringido el uso de la palabra, ésta puede ser objeto de separación o rechazo: o
bien se omite despojándola de cualquier interés, o bien el interés es exacerbado en torno a
un halo de misterio o revelación, arbitrario y modificable, que condiciona regularmente la
escucha. Estos mecanismos de separación y rechazo sirven al funcionamiento de una
voluntad de verdad que dispone las formas en que ha de presentarse el conocimiento, así
como la posición que debe asumir el sujeto conocedor para asirlo. Esta voluntad es
desplegada por un soporte institucional y apoyada por las formas en que el saber es
valorado y distribuido en la sociedad.
Los procedimientos de control y delimitación internos aluden a procedimientos que tienen
lugar en el plano de lo enunciado, es decir, en la presencia de enunciados efectivamente
formulados que ponen de manifiesto el retorno de un acontecimiento aparentemente
novedoso (la exaltación de una figura heroica que había sido con anterioridad un objeto
loable, por ejemplo), o que justifican el perfil y la coherencia de la obra a través de la
identidad del autor. El principio de disciplina, último procedimiento interno, supone que el
saber que configura una disciplina no procede de una conciencia, ni busca la validez del
enunciado a través de su repetición, como lo hicieran los procedimientos anteriores. De
hecho, está en disposición de ser direccionada de acuerdo a una posible utilidad: los
objetos, métodos e instrumentos, responden a una especie de sistema que no delega su
20
validez o sentido a la conciencia creadora. Asimismo, en lugar de la repetición que legitima
un saber, la disciplina parte de la posibilidad de formular nuevas proposiciones, por lo que
puede afirmarse que la disciplina no se define únicamente en función de la veracidad de lo
dicho, sino que sus proposiciones responden a un plan de objetos, a unos instrumentos
conceptuales y teóricos, y a un horizonte teórico; condiciones que han de ser satisfechas
para su integración dentro de una disciplina. Antes de considerarse verdadera o falsa, la
disciplina debe atender a la verdad propia del discurso imperante, es decir, derivarse de
unas reglas de formación discursivas determinadas. Así, la disciplina funciona como un
control de producción discursiva, en donde la producción y reactualización de las reglas
delimita aquellos enunciados pertenecientes a „la verdad‟.
Existen igualmente unas condiciones que restringen o habilitan la utilización de
determinados enunciados. A través de tales condiciones le es impuesto al sujeto un
conjunto de reglas cuyo cumplimiento determina el acceso irrestricto a ciertas regiones del
discurso, de donde se sigue que quien no cumpla debidamente las reglas estipuladas, sea
considerado un individuo no calificado para entrar en el orden del discurso (Foucault,
1992). Dos procedimientos pueden distinguirse dentro de las mencionadas condiciones.
Primero, el intercambio y la comunicación como signos de una difusión de conocimiento
restringida, debido a los requerimientos que implica la utilización del discurso, o lo mismo,
la construcción de rituales que definen la cualificación que deben poseer los individuos
para la formulación de un tipo de enunciados, o la ubicación en una instancia de
enunciación particular. Segundo procedimiento, el secreto y la producción de discurso en
un espacio cerrado que se propone la producción y conservación del discurso, dependiente
de reglas particulares de distribución, o de apropiación del secreto y la no
intercambiabilidad de las unidades discursivas, como lo que sucede con el discurso
científico, el económico o el político.
4.2 Estrategias y formaciones discursivas del nacionalismo mexicano
El señalamiento a los procedimientos de delimitación internos y externos al discurso
introdujo el análisis a los procesos de control del discurso. Se propuso, primero, advertir los
principios de exclusión o de enrarecimiento del discurso, perspectiva crítica que responde a
21
la pregunta por qué procedimientos de delimitación del discurso participan en la
construcción discursiva del nacionalismo mexicano. Segundo objetivo, este desde una
mirada genealógica, definir las categorías de estrategia y formación discursiva, lo que
permitirá la identificación de las estrategias que admiten la introducción de un determinado
conjunto de enunciados en el discurso sobre el nacionalismo mexicano.
La propuesta metodológica, señalada con posterioridad a la definición de las categorías
indicadas (acápite 4.2.2), precisará tanto los focos locales escogidos y el porqué de su
selección, como las formas de identificación de los procedimientos de delimitación del
discurso, y de las estrategias: el empleo de los criterios de caracterización de la función
enunciativa para la identificación de los primeros; vinculación de disciplinas, y prácticas
discursivas y no discursivas para la descripción de las segundas.
4.2.1 Estrategias discursivas
Las relaciones de fuerza o relaciones de poder que permiten la emergencia de determinados
enunciados, son intencionales, aunque no subjetivas (Foucault, 2007b, p. 115), lo que
indica que estas relaciones son ejercidas bajo objetivos específicos que no pueden ser
identificados bajo la forma de un sujeto individual. Los fines perseguidos por estas
relaciones de poder son orientados por estrategias de conjunto, a menudo implícitas, cuyo
soporte reside en una serie de encadenamientos que aseguran la efectividad de la estrategia
establecida.
El encadenamiento de tácticas es inscrito en una estrategia de conjunto que orienta su
proceder, mientras esta última es apoyada por tácticas locales, de modo que exista entre
estrategia y táctica un doble condicionamiento. Debido al carácter mudable de las
relaciones de poder y saber articuladas dentro de tal andamiaje, las tácticas y las estrategias
pueden responder a objetivos opuestos e incluso contradictorios, razón por la cual no hay
un discurso dominante o un discurso excluido, sino elementos discursivos dispuestos en
múltiples estrategias y objetivos (Foucault, 2007b). La conservación de la soberanía estatal
o su alcance, se presentan como posibles objetivos, aunque no únicos, dentro de las
estrategias que permitirían la formación de la construcción discursiva del nacionalismo
22
mexicano. Del mismo modo, si las relaciones de saber y poder no se encuentran sujetas a
una relación vertical de poder entre discurso imperante/abatido, sujeto de poder/desposeído,
se amplía la consideración de los focos locales, y se excluye la instancia del sujeto
discursivo. No hay pues, una élite de Estado o una élite de minorías que origine la
transformación de objetos tradicionales en símbolos patrióticos a través de la construcción
de un discurso nacionalista; todo lo más, Estado y minorías populares serían afluentes en la
determinación de las estrategias que participan en la construcción discursiva del
nacionalismo mexicano.
4.2.2 Formación discursiva
Se entiende por discurso historiográfico, de acuerdo con Dellarciprete (2013), una
construcción conformada, más que por la realidad histórica, por la propia enunciación, que
sería en este caso su referente. El discurso como producto de procedimientos formales se
inscribe en un ámbito puramente discursivo que se reconoce desde el documento histórico
como „creación‟. De allí que se cuestione el tratamiento secuencial de los acontecimientos y
la formación de unidades mayores –como la época- como “efecto de la elaboración,
metodológicamente concertada, de las series” (Foucault, 2007a, p. 12), pues omiten las
discontinuidades propias del devenir histórico.
La pretensión de estudiar al discurso como unidad, y más que a éste, al enunciado como
base de aquel, es también pretensión de considerarlo como acontecimiento partícipe de una
apropiación y dispersión temporal:
“Estar dispuesto a acoger cada momento del discurso en su irrupción de acontecimiento; en
esa coyuntura en que aparece y en esa dispersión temporal que le permita ser repetido,
sabido, olvidado, transformado, borrado hasta en su menor rastro, sepultado, muy lejos de
toda mirada, en el polvo de los libros. No hay que devolver el discurso a la lejana presencia
del origen; hay que tratarlo en el juego de su instancia.” (Foucault, 2007a, pp. 40-41)
Lo anterior no reside en un análisis del sentido. Si bien el discurso no puede ser analizado a
través de las unidades lingüísticas de la frase o la proposición -aunque el enunciado como
modalidad propia de los signos y unidad primera del discurso, les dé lugar, adquiriendo así
un carácter de visibilidad, pues hacerlo significaría indagar por la validez lógica o el
sentido del enunciado; tampoco puede analizarse desde un análisis polisémico en el cual la
23
formulación visible de las cosas dichas es precedida por una serie de significaciones
ocultas, o aquello no dicho. Sin incurrir en ningún tipo de tratamiento interpretativo, la
arqueología pretende un análisis descriptivo de aquello que efectivamente fue dicho, razón
por la cual la pregunta de análisis está ligada más bien a la modalidad de aparición del
enunciado, que a las formas de su ocultamiento.
El enunciado debe aislarse del sistema de la lengua y el pensamiento, para ser estudiado a
partir de sus condiciones de emergencia y posibilidad, o lo que es lo mismo, a partir de las
reglas de su aparición y formación. Describir el enunciado desde el campo del discurso es a
su vez, describir las relaciones que son susceptibles de formarse entre los enunciados. Mas,
¿qué es aquello que permite hablar de los enunciados como un grupo, y en esa misma
medida, discernir las relaciones que los constituyen? ¿Qué elemento es capaz de
articularlos en función de sus sistemas de dispersión?
Se denominará formación discursiva a las regularidades (de transformación, correlación,
orden) que logren establecerse dentro de un sistema de dispersión a través de los objetos,
las modalidades discursivas, los conceptos o las elecciones teóricas. Las reglas de
formación referirán las condiciones de existencia (coexistencia, conservación, modificación
y desaparición) a las que se ven supeditados dichos elementos. Éstos, conforman un sistema
de formación a partir de su relacionamiento en una práctica discursiva singular, es decir que
existen relaciones de interdependencia entre los niveles del sistema, y en consecuencia, la
ausencia o aparición de una modalidad enunciativa, un objeto, un concepto o una elección
teórica -sin que importe sustancialmente su posición, pues sea inferior o superior a otro, el
elemento resulta igualmente influyente, y autoriza la existencia de aquellos que, sea el caso,
le preceden o le suceden- determina las condiciones de posibilidad de uno u otro tipo de
elemento dentro del sistema. Así, el sistema de formación prescribe las relaciones en una
práctica discursiva para dar lugar a un determinado objeto, concepto, modalidad
enunciativa, o elección teórica.
Lo anterior quiere decir que el objeto, sea éste un caso cualquiera, no es el elemento a partir
del cual se define un conjunto de enunciados, sino que está constituido por la suma de esas
formulaciones. Si se busca definir a la soberanía como objeto, no se ha de buscar en ella la
24
unidad del discurso sobre el nacionalismo, sino en el conjunto de enunciados que la
nombran, la describen, la explican, etc. No basta tampoco con la definición de un objeto
como base de la unidad del discurso; ¿se diría entonces que es la soberanía su constituyente
pleno? ¿Qué sucede con el resto de conjuntos enunciativos que conformaron igualmente un
objeto del nacionalismo? La individualidad del discurso tiene que ver con las relaciones de
coexistencia de los distintos objetos que lo constituyen. Cosa semejante puede ser descrita
con respecto a los conceptos, las modalidades enunciativas y las elecciones teóricas o
estrategias.
La descripción del campo enunciativo que es, en últimas, el objetivo propuesto: definir las
condiciones en que se ejerce la función enunciativa, la cual da una existencia específica a
una serie de signos (Foucault, 2007a), atiende a tres instancias discursivas: las prácticas
discursivas, el apriori histórico, y el archivo. Las condiciones de ejercicio de la función
enunciativa se ven entonces supeditadas por las prácticas discursivas, en tanto estas últimas
refieren un conjunto de reglas históricas que determinan para una época determinada dichas
condiciones de ejercicio, pero asimismo, la formación y transformación de estas prácticas
discursivas depende del apriori histórico: las condiciones históricas de posibilidad,
regulares y contingentes que hacen posible la existencia de un enunciado en un intervalo
histórico determinado. “Al sistema general de aprioris históricos lo denomina Foucault el
archivo. Éste es propiamente el objeto de la arqueología, pues precisa el régimen
enunciativo del saber en una época dada” (Vázquez, 1995, p. 105); rige la aparición,
conservación, reactivación y apropiación de los enunciados.
Las relaciones entre los enunciados no existen pues de manera indeterminada, y si se
acogen a las reglas de formación intrínsecas al discurso, es justamente en la medida en que
estas reglas están rodeadas por condiciones y prácticas no discursivas que participan en la
apropiación o asignación de funciones al discurso, delimitando su formación:
En todo caso, el análisis de esta instancia [la de las elecciones teóricas o estrategias discursivas] debe
mostrar que ni la relación del discurso con el deseo, ni los procesos de su apropiación, ni su papel
entre las prácticas no discursivas, son extrínsecos a su unidad, a su caracterización y a las leyes de su
formación. No son elementos perturbadores que, superponiéndose a su forma pura, neutra,
intemporal y silenciosa, la reprimiesen e hiciesen hablar en su lugar un discurso disfrazado, sino más
bien elementos formadores. (Foucault, 2007a, p. 112)
25
El encuentro de elementos (objetos, conceptos, modalidades de enunciación) incompatibles
o contradictorios dentro de una misma estrategia discursiva, el tipo de relaciones
establecidas entre discursos contemporáneos, o la apropiación del discurso por la
designación de una serie de criterios mínimos de enunciación, son expresiones de un juego
estratégico que delimita los enunciados posibles de acuerdo con unos principios de
determinación como los expuestos (Foucault, 2007a, pp. 105-112). La delimitación interna
y externa al discurso ejemplificada en tales principios, pone en discusión la procedencia de
la formación discursiva del nacionalismo, así como las estrategias y las modalidades de
establecimiento de estas últimas. Sin embargo, debido a la incapacidad de aprehensión de
estas estrategias de otro modo que a través de las relaciones de saber que actualizan dichas
relaciones de poder, el estudio ha de concentrarse en agenciamientos concretos (Deleuze,
1987, p. 64) como los llevados a cabo por el foco institucional y el foco artístico, y en
específico por los enunciados formulados.
La selección del tipo de texto artístico está vinculada a la amplia producción y difusión de
la prensa política en el período revolucionario, y de la proyección cinematográfica en el
período sucesivo. Como señalan Aurrecoechea y Bartra (1988), desde 1826 hasta finales
del siglo XIX, con la introducción de la técnica del fotograbado, la caricatura política
mexicana es esencialmente litográfica. El auge de la litografía comercial de imitación
norteamericana, difícilmente política durante el período porfirista, contrasta con la
propaganda política producida con el alza de los partidos de oposición. La asociación entre
periódicos de información y de entretenimiento y partidos políticos, lo mismo que las
subvenciones destinadas, disputan la legitimidad de los sujetos y acciones de gobierno.
Para la década de 1920, las imágenes que se identificarían con la representación de lo
nacional, son objeto de promoción de los medios de comunicación:
“Gracias al teatro de revista y las carpas y más tarde la radio, el cine y la historieta, se transforman en
arquetipos y cobran trascendencia y legitimidad cultural, imágenes artificiosas pero aceptadas y
reconocibles como el „payo‟ o „charro‟, que sintetiza y unifica arbitrariamente la diversidad
campesina del país […] Muchas de estas imágenes existían ya cuando menos desde el siglo xix, pero
durante los años veinte y treinta son promovidas por los nuevos medios masivos y se fijan
definitivamente en la cultura popular como representaciones emblemáticas de lo „mexicano‟.”
(Aurrecoechea y Bartra, 1988, p. 186)
26
El texto institucional, segundo foco local, comporta un empleo orientado a la satisfacción
de las relaciones internas y externas a la razón de Estado. Procura el sostenimiento de las
relaciones diplomáticas y de las libertades de orden individual, regulando aunque no
restringiendo las latentes manifestaciones de oposición. Los textos institucional y artístico
conforman núcleos difusos de poder y de resistencia, en donde son superpuestos y
enfrentados procedimientos de configuración del discurso, lo que permite concentrar el
estudio en focos locales que suponen al discurso como un objeto de control, distribución, y
deseo (Foucault, 1992).
Los focos locales, puntos nodales de despliegue estratégico, son aquí relacionados con
documentos institucionales y documentos artísticos, es decir, los documentos institucional
y artístico se definen como instituciones materiales (Foucault, 2007a) en que convergen
técnicas de saber y de poder, y especialmente, como órdenes en los que puede ser
identificado el enunciado en sus posibilidades de reinscripción o transcripción. La
definición de bajo qué nociones es referido lo nacional no es base anterior a la revisión
documental; por el contrario, los enunciados de análisis de lo nacional han de ser
identificados desde su materialidad repetitiva:
“En lugar de ser una cosa dicha de una vez y para siempre –y perdida en el pasado como la decisión
de una batalla, una catástrofe geológica o la muerte de un rey-, el enunciado, a la vez que surge en su
materialidad, aparece con un estatuto, entra en unas tramas, se sitúa en campos de utilización, se
ofrece a traspasos y a modificaciones posibles, se integra en operaciones y en estrategias donde su
identidad se mantiene o se pierde.” (Foucault, 2007a, p. 177).
El no establecimiento de categorías iniciales o anteriores a la revisión de los datos, permite
la observación de los documentos al nivel mismo del enunciado. Mas, situar la unidad de
estudio en el nivel discursivo, no se aleja todavía de la consideración del enunciado como
una forma cargada de sentido. En La arqueología del saber (2007a), al definir el carácter
de la función enunciativa, Foucault señala cuatro elementos que permitirían la distinción de
esta función con independencia de las formas lingüísticas que atraviesa. Estos elementos
que bien pueden entenderse como criterios de definición del enunciado, pueden ser
retomados en función de su afinidad con los procedimientos internos y externos al discurso
al presentarse como conceptos operativos para su identificación.
27
El campo adyacente al enunciado permite la identificación de un conjunto de formulaciones
que acompañan la aparición del enunciado, adscribiéndole posibilidades de transcripción o
modificación. La selección de tales formulaciones permitiría la descripción de los posibles
objetos o conceptos que participan del entramado discursivo, y el modo en como la relación
establecida entre las formulaciones admite la existencia u omisión de un enunciado
particular. Tal configuración que parece situarse únicamente desde el nivel enunciativo, es
formada igualmente por un campo de utilización sobre el que descansan los enunciados,
relativo al uso y manipulación estratégica de estas unidades así como a las formas de
apropiación del enunciado (Foucault, 1992). La identificación de estos procedimientos de
delimitación internos y externos al discurso ha de considerar, por último, las reglas de
existencia o el correlato que hace posible las relaciones o elementos asociados a un mismo
enunciado, y las modalidades enunciativas, o modos por los que el hablante puede formular
determinados enunciados: el estatuto otorgado, el ámbito institucional al que es inscrito, o a
la posición del sujeto dentro del enunciado (de interrogación, declaración, orden).
La tabla de clasificación utilizada para la organización de los enunciados, retomará los
siguientes criterios:
Cuadro 1
Criterios de clasificación de la función enunciativa
ENUNCIADO Cita del enunciado seleccionado.
CAMPO ADYACENTE
Campo de aparición y circulación del enunciado: formulaciones en que se inscribe o que refiere el enunciado.
CORRELATO Reglas de formación de enunciados asociados.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
Condiciones de existencia de la modalidad: estatuto, ámbito institucional, posición del sujeto en relación con el enunciado.
CAMPO DE UTILIZACIÓN
Apropiación del enunciado: asignación de funciones dentro de prácticas no discursivas; reglas de empleo.
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El enunciado sobre lo patriótico es inscrito en un conjunto de enunciados previos, como la
participación del pueblo de su soberanía, o de enunciados actualizados como el de
„Sufragio efectivo, No reelección‟ (campo adyacente). Estas formulaciones asociadas
participan de unas reglas de existencia (correlato): ¿qué relación permite la vinculación de
símbolos, actitudes y deberes con el enunciado de lo patriótico?; así como de unas
instancias específicas de enunciación (modalidad enunciativa): ¿quién y bajo qué sustento
institucional o de saber puede formular lo patriótico? Por último, qué estrategias permiten
la identidad o la variación del enunciado (campo de utilización): ¿difiere la identidad de lo
patriótico si es relacionado con atributos del pueblo o con la instancia de autoridad política
que lo enuncia? ¿es la descripción de la dimensión cualitativa o cuantitativa del territorio
una de las reglas de empleo del enunciado?
La identificación del funcionamiento a través del cual son dirigidos los focos locales,
redunda en la descripción de las estrategias. Es a través de la caracterización de dichas
estrategias como es posible advertir cuál es la técnica ejercida por el foco local, cuál es la
intervención de una disciplina en la configuración de los procedimientos de delimitación
del discurso, o cuáles las elecciones discursivas de prácticas económicas o políticas. La
descripción de las estrategias en que se inscriben los focos tácticos de saber-poder, se
dirigirá a la identificación de:
1. Disciplinas que participen en el funcionamiento de focos locales. La utilización del
saber, particularmente vinculado a un umbral de cientificidad;
2. Prácticas no discursivas de formación del discurso, y relativas al funcionamiento de
los mecanismos de seguridad (diplomático-militar y de policía);
3. Articulación de formulaciones –o enunciados delimitados- derivadas de los focos
locales, y disposiciones de saber (1) y poder (2).
5. Marco conceptual
Los acápites siguientes, relacionados con los conceptos de nacionalismo y razón de Estado,
presentan la estructura conceptual en la que se inscriben las categorías de estrategia y foco
29
local, es decir, sitúa el análisis de las categorías metodológicas y su vinculación, en tanto
que categorías operativas, al estudio de producciones discursivas afines al cumplimiento de
objetivos estratégicos relacionados con prácticas de gobierno y dinámicas de orden
nacional.
La definición de nacionalismo tiene origen en la revisión de algunos paradigmas y teorías
enfrentados sobre la base de la definición de los rasgos de identidad nacional, y de la
precedencia de la nación a la constitución del Estado moderno. La exposición concluye con
algunas consideraciones sobre los conceptos de nación y nacionalismo; última noción
acerca de la cual se matiza la participación del sujeto como origen discursivo, y se subraya
al núcleo de poder como instancia de análisis.
Por lo que toca al concepto de razón de Estado, son expuestos sus orígenes lo mismo que
sus objetivos y los mecanismos que bajo la dirección de la razón de Estado se proponen
llevarlos a cabo. Esta ilustración precisa los posibles alcances de los objetivos estratégicos
de gobierno en la delimitación de las formaciones discursivas sobre el nacionalismo
mexicano.
5.1 Nacionalismo
Ni despertar de un adormecimiento histórico ni condición inherente a una cultura, el
nacionalismo, ya lo decía Gellner (2008), no posee un carácter universal ni es producto de
la conjunción de meros „accidentes‟ históricos, pero necesita de una dirección institucional
básica que lo lidere: el Estado. Fuera de las condiciones de homogeneidad cultural que ha
de garantizar un gobierno centralizado y que precisa la sociedad industrial para su
funcionamiento, no puede hablarse de nacionalismo. Este último no es más que la
consecuencia de la organización social propia de la sociedad industrial, y sin convertirse en
objeto de una homogeneidad impuesta, es la expresión de la necesidad objetiva de la
homogeneidad.
El nacimiento del nacionalismo tiene lugar dentro de las exigencias estructurales de la
sociedad industrial. La organización de esta sociedad y su funcionamiento sólo puede ser
garantizada si existe una homogeneidad cultural –en términos de la construcción de una
población móvil, alfabetizada, y culturalmente estandarizada- y ésta a su vez, es posible
30
gracias al papel alfabetizador de una educación provista por el Estado. Así definido, el
nacionalismo se funda más en una necesidad objetiva y práctica, la de la sostenibilidad de
una sociedad industrial mediante los recursos homogeneizantes de los que se sirve una
cultura superior, que en el sentimiento nacional nacido de vínculos primordiales como la
religión, la lengua o la raza (Delannoi y Taguieff, 1993). Rasgos que defendería el
primordialismo como fundantes de un sentimiento nacional anterior a cualquier tipo de
formación estatal.
Basado en una visión orgánica del nacionalismo, el primordialismo considera que el mundo
es un conjunto de naciones naturales. Las naciones existen de facto y se distinguen una de
otra por cuenta de sus diferencias culturales. Distinto del primordialismo sociobiológico
que alude como causa de la conformación nacional los vínculos de parentesco derivados de
la necesidad de los individuos por maximizar su descendencia (Smith, 2000, p. 265), el
primordialismo cultural relaciona la vinculación de una población con factores culturales
determinantes como la lengua, la raza o la religión. De esta „congruencia cultural‟ “parece
surgir algún tipo de afecto que surge más bien de un sentido de afinidad natural (algunos lo
calificarían de espiritual) que de la interacción social […]” (Geertz citado por Smith, 2000,
p. 273).
La identificación de la lengua como un elemento de distinción favorece la idea de unicidad
nacional, favorable a la concepción primordialista. A cada comunidad particular le es
propia la adquisición y la comprensión de una lengua, así como la manifestación de valores
e ideas únicas pues “si la lengua es pensamiento y sólo se puede aprender en comunidad, se
desprende de ello que cada comunidad posee su propio modo de pensar.” (Breuilly, 1990,
p. 355). Como sucedió en el caso del nacionalismo alemán, la prefiguración lingüística
común era acompañada por la firme idea de que al fortalecimiento de los rasgos propios
sucedería la grandeza nacional. Todo cuanto fuese generado desde el propio seno
contribuiría al progreso y unificación del pueblo.
Dos paradigmas, el uno enteramente modernista y el otro primordialista entrañan dos
dificultades fundamentales. La limitación del nacionalismo a las fronteras estatales, tesis
defendida por Gellner, desconoce la existencia de un movimiento nacional anterior a la
31
construcción estatal. Ya que el carácter nacional que parece emplear reconoce únicamente
como función del nacionalismo la unificación cultural generada desde el seno institucional,
se encuentra imposibilitado para explicar nacionalismos que luchan en contra del Estado o
que rebasan sus fronteras. Mientras que la tesis primordialista es acusada de un „fijismo‟
que desconoce la mutabilidad de los factores culturales que constituyen la identidad étnica.
Los rasgos primordiales comunes a agrupaciones sociales o políticas, como afirma Brass
(citado por Smith, 2000), pueden ser objeto de un apego emotivo individual, pero es
indudable que algunos de los afectos primordiales son variables. La conservación de la
lengua nativa, el apego al lugar de nacimiento, o la conservación de una religión son
afectos mudables a lo largo de la vida y consecuentemente el valor atribuido.
La exposición de las anteriores tesis se inscribe en el enfrentamiento de dos ideologías
nacionalistas. El proceso de formación de naciones como un movimiento anterior a la
formación estatal enfrenta la indisoluble relación entre el establecimiento de estructuras
políticas y la unificación cultural del pueblo, fenómeno europeo comprendido entre fines
del siglo XVIII y principios del XIX por el que la construcción del Estado moderno va de la
mano con la conformación nacional. Esta última posición, soportada por una visión
subjetivista, afirma que las naciones están constituidas de acuerdo con sus aspiraciones
políticas, y sitúa el origen de la nación y del sentimiento nacional como productos del siglo
XVIII, es decir como producto de las condiciones de institución de un estado moderno:
factores socioeconómicos como el capitalismo industrial o los conflictos de clase; o
socioculturales, como la existencia de un sistema de educación público y obligatorio
(Smith, 2004). Para la posición contraria, la objetivista, la formación de la nación puede
situarse desde el siglo X y se encuentra relacionada con el papel de la cultura y
particularmente con la influencia de la lengua en la definición nacional, lo que quiere decir,
en otras palabras, que es la constitución cultural y no la estatal la determinante para la
conformación de la nación.
La discusión distingue taxativamente entre las naciones premodernas esencialmente
culturales y apolíticas, y las naciones modernas políticas. Más aún, como expone Smith
(2000) la referencia a naciones premodernas como Inglaterra -o Francia, la cual conservó
desde la Baja Edad Media un sentimiento de nacionalidad basado en el acrecentamiento del
32
protestantismo, permite ofrecer la hipótesis de un continuum entre uno y otro tipo de
nación. En este sentido, se afirma la existencia de naciones viejas y continuas como
aquellas naciones que tuvieron lugar antes de 1789 –año imprescindible para la explicación
modernista del nacionalismo, y de naciones nuevas creadas deliberadamente luego del año
señalado, como exigencia de ideologías y movimientos nacionalistas por la creación de
Estados-nación. Esta división conlleva, no obstante, una visión perennialista y anacrónica
de la nación. Como lo demuestra Susan Reynolds (citado por Smith, 2000) analizando la
postura de Seton-Watson, la nación asumida como una realidad objetiva de carácter
histórico7, es susceptible de responder a dos causales de manera indistinta, bien puede ser la
creación de la nación con base en una comunidad étnica anterior, o en ideas europeas
paulatinamente impuestas, toda vez que aquellas justifiquen su aparición. De este modo, en
palabras de Reynolds, la nación se entiende dentro de un marco teológico a través del cual
se posiciona como punto de partida para la construcción de un pre-destinado Estado-nación.
De igual modo Reynolds afirma que el análisis realizado por Seton-Watson, se encuentra
conceptualmente sesgado, pues analiza la formación de las naciones antiguas con relación a
categorías que surgen del estudio del nacionalismo moderno.8
El visible intento de los paradigmas y teorías nacionalistas por encontrar el origen de la
conformación de la nación ha dado lugar a un sinnúmero de posiciones teóricas que
relacionan esta conformación, dentro de otros factores, con la construcción del Estado-
nación, la constitución identitaria de comunidades étnicas, las aspiraciones colectivas de
carácter político o al establecimiento de “[…] factores sociales y económicos novedosos
como el capitalismo industrial, la desigualdad regional y los conflictos de clase.” (Smith,
2004, p. 65), señalando, en fin, a la nación como un producto que procede efectivamente de
un punto cronológico, y que se inscribe asimismo en una continuidad temporal que
encuentra nociones precedentes y subsecuentes a la nación.
7 La concepción de la nación como una realidad objetiva e histórica defendida por el paradigma perennialista,
se distingue de la idea anteriormente señalada por el paradigma primordialista, el cual afirma el carácter
natural de la nación. Es decir, mientras que la primera necesita de una creencia demostrada por una
observación empírica, la segunda acepta de facto la existencia orgánica de la nación (Smith, 2000). 8 Reynolds sostiene la utilización del adjetivo „regnícola‟ (regnal), en lugar del adjetivo „nacional‟ para la
denominación de comunidades medievales caracterizadas por una tradición, costumbres, ley y ascendencia
(Smith citando a Reynolds, 2000, p. 309).
33
Para nuestro propósito, sin intención de acogernos a una generalización por la que las
naciones proceden de uno u otro momento histórico, pues plantearía un equívoco afirmar su
origen cuando no hay unanimidad ni en su definición ni en un uso particular relacionado
con el tratamiento de la „nación mexicana‟, nos basta su definición como cultura. Siguiendo
a Vizcaíno (2004) la nación definida como cultura existe de manera independiente a la del
Estado, es decir que no precisa de ningún marco institucional para su conformación, aunque
sea base necesaria para la existencia del nacionalismo del período revolucionario y
posrevolucionario. Si bien afirmamos que la existencia de la nación no exige la presencia
del Estado, lo que permite definirla como un conjunto identificado principalmente por una
cultura común, la presencia del nacionalismo entendido como un movimiento político en
busca del alcance del Estado o de su conservación implica necesariamente la presencia del
Estado, no como configuración o consolidación del movimiento nacionalista, sino como
referente. En palabras de Smith:
“Para el nacionalista el Estado es, por decirlo así, la concha protectora de su nación, y una condición
sine qua non de su autorrealización política, especialmente en el mundo moderno. Por ello, aspira a
un autogobierno comunitario y a instituciones políticas nativas. Pero lo hace en aras de los intereses
de otra entidad superior, la „nación‟ potencial o existente” (Smith, 1976, p. 251)
Esta afirmación no riñe con una construcción nacionalista independiente y/o anterior al
Estado. Sin embargo, debido al papel representado por el Estado durante los períodos
revolucionario y posrevolucionario en México, y particularmente por la injerencia del poder
ejecutivo durante esta etapa, una descripción de la construcción del nacionalismo mexicano
apela al Estado como elemento partícipe de la formación discursiva. El nacionalismo que
pretende el alcance del Estado, nacionalismo de minorías, busca algún grado de autonomía
o independencia mediante su institución como Estado, mientras el nacionalismo de Estado
tiene que ver con la conservación de este último mediante el ejercicio de su soberanía. Si
uno es “la expresión de la búsqueda de soberanía [el otro es] el ejercicio de la misma. Lo
interesante es advertir que entre un punto y otro hay una continuidad: el nacionalismo en
una etapa es un movimiento instituyente; en otra, instituido.” (Vizcaíno, 2004, p. 56).
Este movimiento de alcance o conservación de la soberanía supone la utilización y
exaltación de elementos nacionales por parte de una élite política, conformada por líderes
de la nación o por líderes de comunidades minoritarias que aspiran a convertirse en un
34
Estado independiente. Es la acción o el discurso político de las élites lo que transforma en
símbolo cualquier elemento del pasado de la población con el fin de alcanzar o conservar el
poder político. Esta reapropiación y resignificación del pasado funciona como motivo
estratégico para la movilización política del pueblo. Tal es la definición de nacionalismo
que propone Vizcaíno, retomada en función de las relaciones de poder y los puntos de
resistencia que ejemplifican la élite „de la nación‟ y los líderes de comunidades
minoritarias. Élite nacional y élite comunitaria, representan focos localizables dentro del
juego de relaciones de poder que supone la revolución mexicana, aunque no equivalentes a
la función que aquel juego desempeña. Las relaciones de poder están sujetas a la variación
entre las relaciones de fuerzas, y en consecuencia a la posibilidad de las fuerzas no sólo de
afectar como instancia de poder o punto de resistencia, a otras fuerzas, sino de ser afectada
por éstas, de manera que las variaciones en la red de relaciones de poder derivan de un
enfrentamiento bidireccional:
“Cada fuerza tiene a la vez un poder de afectar (a otras) y de ser afectada (por otras), por eso implica
relaciones de poder; todo campo de fuerzas distribuye las fuerzas en función de esas relaciones y de
sus variaciones.” (Deleuze, 1987, p. 100)
Los puntos de resistencia inscritos en la red de relaciones de poder son blanco necesario
para la existencia de estas últimas, pero ni puntos ni relaciones de poder son manifiestos a
través de la acción de sujetos, denominados en la definición de Vizcaíno como élites, sino
que participan del mismo campo estratégico de relaciones de poder bajo la forma de focos
emisores. Atravesados por relaciones de poder y técnicas de saber, estos focos: puntos
locales de resistencia como la prensa, o puntos molares de integración institucional como el
Estado (Foucault, 2007b), no sitúan o materializan las relaciones de poder en las que se
inscriben. Las relaciones de poder no son conocidas ni localizables, pertenecen a un
dominio distinto de prácticas que no puede ser reducido al dominio del saber. Todas las
técnicas de saber remiten o están inscritas en un diagrama de poder, así como el diagrama
es actualizado por el ejercicio de dichas técnicas, lo que supone la paulatina integración de
singularidades a una línea de fuerza general (Deleuze, 1987). A través de este
procedimiento de integración, favorecido por la participación de instituciones como el
Estado o la Familia, se hacen efectivas las estrategias globales de poder.
35
A nuestro propósito, una de las tecnologías de gobierno por la que atraviesan las relaciones
de poder durante el período revolucionario, es la razón de Estado. ¿A través de qué medios,
técnicas, puede lograrse la conservación y el acrecentamiento de las fuerzas del Estado? La
tecnología de gobierno de la razón de Estado articula medios y estrategias en función de los
objetivos que supone su sostenimiento. A modo de gozne, la razón de Estado parece ser la
zona de contacto entre unas tecnologías de dominación que precisan la determinación de la
conducta, y unas tecnologías del yo que disponen de una capacidad de acción para
autodirigirse. A diferencia de unas y otras tecnologías, la tecnología de gobierno busca la
dirección de la conducta a través del libre consentimiento de los gobernados (Castro-
Gómez, 2015). Lo mismo que el paso de la élite de Estado como origen del discurso
político a instancia de reproducción de objetivos estratégicos, la élite de líderes
comunitarios ha de considerarse, mejor, como puntos de resistencia empleados, dentro de
otros objetivos, para afectar la distribución de fuerzas existente.
5.2 Razón de Estado
La afirmación de la conducción como objetivo estratégico de gobierno, consiente no sólo al
Estado y a la integración institucional que engloba, como punto molar de poder, sino la
emergencia de unos mecanismos de poder específicos orientados a la dirección de
objetivos estratégicos, y soportados por focos discursivos emisores. De ahí que deban ser
definidos los mecanismos y señaladas sus implicaciones teóricas dentro del análisis de la
configuración discursiva de estudio.
El mecanismo de poder de la seguridad pretende, como los mecanismos legal y
disciplinario, la anulación del fenómeno, mas no a través de la prohibición y la prescripción
producto del sentir del soberano, sino de la anulación progresiva del fenómeno por medio
del fenómeno mismo (Foucault, 2006). Es la intervención que realiza la técnica política de
la seguridad sobre estos fenómenos lo que permite actuar sobre el carácter natural de la
población, concibiendo a esta última bajo un conjunto de mecanismos de regulación, y no
bajo mecanismos reglamentarios.
36
Mas, la distinción no refiere únicamente al carácter distintivo de unos y otros mecanismos,
la relevancia de su acercamiento tiene que ver con el tratamiento de la problemática de la
población, o más precisamente, con el tránsito entre el territorio como objeto de soberanía a
la población como objeto de gobierno. Si era el mecanismo reglamentario el instrumento
utilizado para obtener el control sobre el territorio, dentro de la consideración de la
población como objeto de gobierno, la pregunta no es ya cómo lograr la obediencia de los
individuos, sino cómo han de ser conducidos los hombres en tanto que pertenecientes a una
población cuyas regularidades no pueden ser anticipadas o restringidas de antemano. El
carácter reglamentario resulta por sí solo insuficiente para abordar la figura de la población,
haciéndose indispensable la consideración de la problemática del gobierno y del Estado
como aparato centralizador de prácticas, racionalidades y tecnologías de gobierno.
El recorrido de las prácticas gubernamentales propuesto por Foucault (2006), se remonta a
la conducción de los hombres por el pastorado cristiano, para virar páginas después a la
emergencia de una racionalidad política de gobierno, la razón de Estado. A grandes rasgos,
el origen de la razón de Estado tiene lugar, como fue señalado, con la emergencia de la
población y con la resolución acerca de los modos en que dicho objeto de gobierno debe ser
conducido. Distinto del objeto de gobierno implicado dentro del modelo de soberanía, el
cual sostenía que el territorio y sus habitantes eran el eje sobre el cual descansaban las
resoluciones de un poder individual y soberano, el objeto de gobierno de la razón de Estado
vira hacia la consideración de la población. Esta afirmación acarrea consigo la idea de
población como un todo orgánico partícipe e involucrado en fenómenos contingentes y
naturales, que no ha de ser controlado a través de mecanismos legales y disciplinarios, sino
regulado por mecanismos de seguridad. Dicha emergencia está vinculada a la
problematización de las prácticas de gobierno en la vida cotidiana y en lo estatal, lo que da
paso a la consideración de la razón de Estado como una necesidad de conducción política:
“Movimiento, por un lado, de concentración estatal; movimiento, por otro, de dispersión de
disidencia religiosa: en el cruce entre ambos movimientos se plantea, creo, con la intensidad
particular del siglo XVI, desde luego, el problema de „cómo ser gobernado, por quién, hasta qué
punto, con qué fines, mediante qué métodos‟. La problemática global del gobierno en general es a mi
parecer el rasgo dominante de esta cuestión del gobierno en el siglo XVI.” (Foucault, 2006, p. 111)
37
Es pues la problematización de un estado de cosas lo que permite que elementos
naturalizados –en este caso los que conciernen a los modos de gobierno, sean visibles y se
presenten como objeto de interrogación. El dispositivo de soberanía y el dispositivo de
seguridad surgen bajo necesidades emergentes de conducción. En palabras de Castro-
Gómez lo anterior quiere decir que los dispositivos son conjuntos de prácticas emergentes
que actúan conforme a reglas, o lo mismo, conforme a una racionalidad no siempre visible
y esencialmente práctica, pues responde “[…] a la readecuación de ciertas relaciones de
fuerza con el fin de „rellenar espacios vacíos.‟” (2015, p. 67). La emergencia del dispositivo
de soberanía, en consecuencia, depende de un conjunto de prácticas, más específicamente
de contraconductas, que suscitaron la presencia de una forma de conducción distinta a la
del poder pastoral: el poder político. La racionalidad a la que debe apelar el soberano para
gobernar, distinta de la operación realizada por el pastorado y el soberano feudal, sostiene
al Estado como principio y objetivo. El Estado funge como principio de inteligibilidad de
las instituciones establecidas (ley, territorio, riqueza, habitantes), y se presenta como una
institución que debe alcanzar su conservación y el acrecentamiento de sus fuerzas a través
de la razón de Estado.
Los objetivos de esta razón de Estado son, dentro de otros posibles mecanismos, los
cometidos del dispositivo diplomático militar y el dispositivo de la policía. Mientras que el
primero se propone el mantenimiento de la estabilidad estatal a través del instrumento
diplomático –que puede justificar un conflicto bélico en aras de la puesta en riesgo del
equilibrio estatal, y de un dispositivo militar permanente; el segundo está relacionado con la
regulación del orden, o la eliminación de posibles desordenes que afecten el crecimiento de
la fuerza estatal. Las funciones positivas que le eran otorgadas al aparato policial dentro de
una razón de Estado política, esto es, el alcance de bienestar para el todo de los individuos,
son ahora objetivo de un conjunto de instituciones o aparatos especializados. Del mismo
modo, la regulación poblacional que ejerce la gubernamentalidad económica, es asistida
por un conocimiento científico externo al arte de gobierno, un respeto efectivo de la
libertad, y sobretodo el apoyo a una fluidez económica irrestricta.
38
La tecnología de gobierno de la razón de Estado reúne, por tanto, las estrategias de poder
que posibilitan el cumplimiento de ciertos fines, y las prácticas discursivas o medios en que
dichas estrategias han de soportarse. Esta articulación entre medios y fines ha de plantearse,
no como un mecanismo de reproducción vertical, entendiendo que toda estrategia de poder
produce un saber específico, sino, mejor, como una dependencia mutua y actualizable,
entre las estrategias de poder y las prácticas discursivas o lo enunciable (Deleuze, 1987).
No obstante, debido al movimiento continuo que parece articular a una y otra, la
identificación insoslayable de estrategia y práctica parece imposible. De ahí que la noción
de foco local se aprecie como un intento de manifestación concreta de la interdependencia
entre relaciones de saber y relaciones de poder, más exactamente, entre las técnicas de
saber y las técnicas de poder (Foucault, 2007b).
Figura 1. Categorías teóricas y categorías metodológicas
Figura 1. Esquema de las categorías empleadas para el análisis del objeto de estudio.
Permitidos por las relaciones políticas, sociales y económicas inscritas durante los periodos
revolucionario y posrevolucionario en México, los mecanismos de poder establecidos por
tales condiciones de posibilidad: el dispositivo diplomático militar y el dispositivo policial,
ensamblan bajo una racionalidad económica, un conjunto de focos locales de saber-poder –
referidos en este caso al foco institucional y al foco artístico- que permiten la aprehensión
de los objetos, los conceptos, y las modalidades enunciativas empleados en la formación
Activados por Articula
Utilizan
RELACIONES
DE FUERZA
MECANISMO
DIPLOMÁTICO
MILITAR
MECANISMO
DE POLICÍA
RAZÓN DE
ESTADO
ECONÓMICA
FOCOS
LOCALES DE
SABER
PODER
PROCEDIMIENTOS
DE DELIMITACIÓN
DEL DISCURSO
ESTRATEGIAS
DE PODER
Permiten emergencia
de
39
discursiva del nacionalismo mexicano. Esta aprehensión, delimitada por procedimientos
internos y externos al discurso, se ocupa también de la identificación de las estrategias que
intervienen en la exclusión y restricción de la construcción discursiva, modelando el
sistema de formación del nacionalismo mexicano como discurso.
6. Antecedentes
La indagación sobre los antecedentes es enfocada a la selección de trabajos investigativos
relacionados con el análisis de la construcción de discursos sobre nacionalismo,
desarrollados principalmente en México durante la revolución de inicios del siglo XX, y a
trabajos realizados bajo el método arqueológico y genealógico con interés en el tratamiento
del mismo objeto discursivo. La imposibilidad de reunión de ambos criterios dentro de los
trabajos encontrados, suscitó la división de los antecedentes por la temática y el método
comunes: construcción discursiva sobre el nacionalismo mexicano y método arqueo-
genealógico, respectivamente.
Inscritos en la temática y el método empleados por el presente estudio, los siguientes
trabajos investigativos recogen tesis y artículos realizados durante los años de 2002 y 2016.
Los trabajos comprendidos por el análisis discursivo son organizados de acuerdo con el
país en que es situada la construcción discursiva; los relativos a la metodología de
investigación se reúnen en torno a la identificación de una regularidad discursiva de orden
conceptual.
Los estudios del discurso sobre el nacionalismo en México ubican su construcción en tres
momentos históricos: las décadas posteriores a la guerra de independencia de México
(1810), y los períodos revolucionario (1910-1920) y posrevolucionario (1920). Dichos
estudios se ubican principalmente bajo el objeto de analizar las consecuencias sociales y
políticas derivadas de la constitución y reproducción del discurso sobre el nacionalismo
mexicano. En lo que merece al primero de los períodos, el primer estudio seleccionado
destaca la participación de una base conceptual política y jurídica dentro de la construcción
nacional de inicios del siglo XIX; mientras el segundo rescata el papel de la iglesia como
40
agente en la delimitación de la construcción estatal y de los proyectos nacionales del
Estado.
La construcción del discurso nacional en México, un anhelo persistente (siglos XIX y XX),
artículo escrito por Pi-Suñer (2007), recoge doce ensayos acerca de la construcción del
discurso nacional en México realizados desde campos de estudio tan variados como la
tradición musical y teatral, el análisis de textos constitucionales, o la influencia educativa,
ubicados en su mayoría en el período del siglo XIX. El ensayo Primeras formas políticas
del discurso nacional 1821-1824 escrito por Cecilia Noriega (citado por Pi-Suñer, 2007),
toma como objeto de estudio los doce proyectos de constitución elaborados durante los
años señalados, lo que le permite a la autora demostrar la importancia de una debida
elaboración de la constitución para el sostenimiento de la idea de nación establecida, así
como dilucidar los conceptos y términos políticos y jurídicos que se afirman como posibles
generadores de la identidad nacional mexicana, y como fundantes de una mezcla entre
principios liberales modernos -como soberanía popular, sistema representativo o división
de poderes, y valores culturales relativos a la religión o la territorialidad. La revisión de la
base conceptual que analiza Noriega anima la ubicación temporal de los conceptos
señalados, lo que suscita, primero, la revisión de la transformación histórica de los
conceptos y términos analizados, y segundo, la definición del carácter nacional otorgado
por estos últimos.
La incidencia de los conceptos y términos dentro de la construcción nacional anterior a la
revolución, se suma al papel de la iglesia dentro de la construcción estatal del mismo
período. El artículo México 1810–2010. Identidad y construcción nacional a través de la
laicidad, escrito por Corpas (2011) rescata la intervención de la laicidad como mecanismo
de división entre los negocios eclesiásticos y los negocios del Estado, o entre la visión
contractual de la nación procurada por el Estado, y la nación cultural que buscaba sostener
la iglesia. Desde inicios del siglo XIX la iglesia se enviste de un poder político efectivo,
disputando junto con el Estado, la totalidad de la soberanía nacional. La construcción
nacional requerida para la socialización de la creencia sobre una nación común, es
obstaculizada por la injerencia parcial del Estado sobre amplios sectores sociales. La
41
estrecha relación con España o la existencia de intereses regionales al interior de la nación,
impiden la articulación de un Estado nacional sólido, posibilitando la emergencia de un
poder político emanado del ejercicio eclesiástico. Dicho ejercicio, tanto más fuerte cuanto
que el poder de la iglesia buscaba sostener la unión nacional en torno a un „rasgo‟ cultural,
y no en torno a una nación contractual como la que supone la conformación estatal, parece
dirimirse con la construcción de un Estado laico federal, el cual destituye a la iglesia del
poder político otorgado.
Esta tensión, expuesta desde la Independencia de México hasta la constitución del Estado
contemporáneo, demuestra la incidencia de la laicidad dentro de la separación de las esferas
política y religiosa, y de la construcción de legitimidad estatal, relevando a la iglesia como
factor de influencia y obstáculo en la institución del nacionalismo de Estado. Si bien no
revela un análisis del discurso nacionalista, la participación de la iglesia dentro de la
constitución estatal se presenta como una práctica no discursiva que se apropia del discurso
nacional en tanto constituye una instancia de autoridad cualificada para el empleo y
reproducción de enunciados sobre la nación.
Dentro del análisis de los discursos inscritos en los períodos revolucionario y
posrevolucionario, los estudios seleccionados sostienen al discurso como un objeto de
construcción y apropiación, es decir, un objeto susceptible de ser orientado a la
consecución de fines que propenden, las más de las veces, por la legitimación de un
régimen de verdad variable y dependiente de los sujetos que enuncian o formulan dichos
discursos. Los textos de análisis que permiten la aprehensión del discurso como objeto de
estudio, abarcan diarios, libros de texto escolares, y producciones fílmicas.
A partir del estudio del discurso hemerográfico en los diarios de oposición al régimen
porfirista, durante el período comprendido entre 1890 y 1910, Margarita Espinosa (2013)
analiza y explica el debate generado entre la imagen nacional construida por la élite durante
el gobierno del General Díaz, y los argumentos presentados por la prensa liberal en contra
de esta nación imaginada. El artículo La nación a debate: el discurso nacionalista en la
prensa liberal antiporfirista, que reconoce la construcción del nacionalismo como un
elemento paralelo a la constitución del Estado-nación, señala la consolidación nacional
42
durante el período del porfiriato como una consolidación moderna igualmente válida y
denostada respectivamente por la prensa conservadora y la prensa liberal.
En la tesis Nacionalismo revolucionario y Educación: dos caras de la misma moneda en un
Proyecto de Nación, María Alejandra Ezeta (2002) se propone la revisión y análisis de
textos escolares durante la época posrevolucionaria, en orden de identificar las
repercusiones del discurso nacionalista del porfiriato dentro de la evolución del concepto de
educación empleado durante el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928). La relación
del nacionalismo y la educación en México a lo largo del siglo xx, se adecúa, de acuerdo
con Ezeta, a la transformación política mexicana derivada tanto de la Revolución de 1910
como de la época porfirista que le precede. Así, puede destacarse que de uno a otro
momento histórico la noción de pueblo se transforme: de las clases medias instruidas, la
burocracia administrativa, y las élites políticas y económicas, que excluían a una masa
informe de su voz y voto, se traslada a un pueblo protagonista que de cara al progreso se
convierte en motor del nuevo proyecto político, económico y cultural. Tal discurso
posrevolucionario y fuertemente nacionalista repercute en la evolución del concepto de
educación. Con tal propósito, el análisis de libros de texto correspondientes a las etapas
señaladas, le permite establecer una comparación entre los tipos de educación instituidos.
La continuación de un propósito educativo originado en la época porfirista y presente aún
en la etapa posrevolucionaria de México, corrobora cuán disímiles eran las prácticas
instituidas y los postulados del nacionalismo revolucionario incipiente.
Tal disimilitud en las prácticas populares, y las gubernamentales y de las élites, se
manifiesta en la consideración del nacionalismo cultural durante la época
posrevolucionaria. La manipulación y consolidación de estereotipos nacionales construidos
desde el discurso político e intelectual, es la hipótesis sostenida por Pérez Montfort (1999),
en el artículo Un nacionalismo sin nación aparente (la fabricación de lo ‘típico’ mexicano
1920-1950). Bajo la intención de definir los rasgos propios del „pueblo mexicano‟, la época
posrevolucionaria, así como lo hiciera el porfiriato y la revolución, se centró en la
conformación de nacionalismos culturales, en este caso liderados por la élite centralista del
país. Así, a la vez que reconocían los aportes culturales del pueblo mexicano, legitimaban
los proyectos de unificación nacional propuestos por los programas de gobierno que
43
alentaban una producción cultural alineada a la generación de una unidad nacional, y a la
explotación de variedades culturales populares. La reivindicación de lo indígena y el realce
de lo „mexicano‟ con el auge de los medios de comunicación masiva, son algunos de los
aspectos que destaca Pérez Montfort como característicos en la construcción de un
estereotipo de lo mexicano durante los gobiernos posrevolucionarios.
Aunados a los estudios expuestos sobre el nacionalismo mexicano, los siguientes
documentos retratan la formación de un discurso nacional en países como Cataluña, Chile y
Ecuador. Como fuese mencionado anteriormente, el discurso instituido responde a un
interés particular de conformación nacional, aunque esta vez el énfasis resida en los
elementos constitutivos del discurso nacionalista, más que en las consecuencias de su
utilización. La territorialidad y la etnicidad son elementos que recoge el discurso
nacionalista.
Identidades étnicas versus identidades cívico-territoriales como ‘tipos ideales’ de identidad
nacional: discursos, actitudes y bases sociales. Una comparación entre Cataluña y el País
Vasco, la tesis doctoral de Serrano Pascual (1995), parte de la hipótesis de que los discursos
nacionalistas implican simultáneamente elementos de carácter étnico y elementos
territoriales y cívicos. Esto es, existe una tendencia a la consideración de elementos que,
por un lado, provienen de una concepción espacial y territorial que alude a la convivencia
en términos de unos intereses y propósitos comunes que enfatizan una cultura y una
ideología cívica; y que por otro, destacan la idea de una comunidad de nacimiento y
tradición. Ambos componentes son los referentes básicos a partir de los que se adelanta
toda construcción de nación. Los discursos nacionalistas oscilan y se despliegan entre una
construcción étnica, y una construcción de tipo cívico-territorial, pero dejan ver a su vez,
cierta diferencialidad de actitudes y opiniones que varían de acuerdo al contexto y al
posicionamiento de los grupos sociales inscritos en dicho espacio.
Asimismo, Serrano parte de la idea de que existe un código nacionalista, es decir una serie
de reglas comunes que conforman la nación (la coincidencia de unidades culturales y
políticas, un territorio nacional, una soberanía, y un principio de autodeterminación) y que
44
se concretan en la manifestaciones lingüísticas de los hablantes. De ahí que existan hablas
predominantes, hablas hegemónicas o hablas específicas que enmarcan los discursos
nacionalistas. Su estudio se centra, en fin, en el análisis de posicionamientos, actitudes y
discursos que situados en los contextos del País Vasco y Cataluña, responden a un carácter
diferencial y mantienen con las construcciones nacionalistas ya descritas una relación
particular.
El carácter territorial, empleado como elemento distintivo de la conformación nacional es
igualmente analizado en el artículo Prensa y nacionalismo: representaciones en la Guerra
del Cenepa en Febrero de 1995 de Burneo (2010). Luego de la Guerra del Cenepa, por la
cual la extensión del territorio ecuatoriano se ve despojada del río Amazonas, la
problemática del territorio funge como problema legitimador del discurso nacionalista
ecuatoriano. La correlación existente entre la territorialidad y el nacionalismo, a partir de la
cual el territorio funciona como un objeto simbólico de nación es legitimada a través del
discurso oficialista difundido por los medios. El análisis se centra particularmente en el
tratamiento del discurso nacionalista desde la Prensa El Hoy durante la fecha ya señalada.
El dispositivo discursivo que se propone en este caso la extensión de un discurso oficialista
mediante la construcción de categorías nacionales, instituye un régimen de verdad a través
de un establecimiento unilateral del conocimiento. El uso repetitivo de este tipo de
categorías dentro del análisis de los medios afirma, ritualiza y legitima el discurso
nacionalista. Dependiente de las modalidades de enunciación en que es inscrito, el discurso
es delimitado por una serie de procedimientos que responden, en este caso, a la
legitimación de una extensión territorial como símbolo del sentimiento nacional
ecuatoriano.
La validez que supone el discurso oficialista es compartida por la instancia de autoridad que
evoca la disciplina. El establecimiento de un discurso válido se traslada así, de la „verdad‟
propuesta por el discurso oficial a la verdad justificada por el carácter científico disciplinar.
En el artículo Patrimonialización y arqueología multicultural en San Pedro de Atacama
(Norte de Chile), Ayala (2014) sostiene que el carácter multicultural y pluriétnico del
45
Estado chileno permite la legitimación y patrimonialización de la cultura indígena, proceso
que descansa en la autoridad científica que provee la disciplina de la arqueología.
El poder y la autoridad del discurso científico de la arqueología dentro de la construcción
de identidades en el marco de un Estado multicultural chileno, repercute en una visión
esencializada de las diferencias culturales por la que se propende una individualización que
desconoce fenómenos como la desterritorialización o la migración. Esta esencialización se
deriva en gran medida del ejercicio arqueológico realizado mediante la patrimonialización
de la cultura indígena, y apoyado por la autoridad científica de que se enviste la disciplina.
El Estado entendido como Estado multicultural tiene que ver, desde el marco conceptual
empleado, con un gobierno de lo étnico que organiza la producción de lo indígena, o lo
mismo, con intervenciones estatales que promueven la definición y clasificación de lo que
corresponde a una cultura patrimonializada, infundiendo asimismo un carácter nacional del
patrimonio. Desde procedimientos formales como la institución legal que acoge a
poblaciones indígenas como parte de la nación chilena, se activa un proceso de invención
de la tradición nacional, que siguiendo a Benedict Anderson, puede anotarse como una re-
imaginación de la nación.
Los estudios con base en un método arqueológico-genealógico, realizan un tratamiento
fundamentalmente conceptual, es decir que la delimitación cronológica y el objeto de
estudio se ven orientados por el propósito de identificar una cierta regularidad discursiva
dentro del saber escogido, a través de la transformación o modificación de los conceptos
inscritos en el saber. Así lo ejemplifica la descripción de conceptos como el de competencia
o ambiente.
Para Martínez Posada (2009), en la tesis Análisis de los discursos gubernamentales sobre
la educación superior como lugar de producción biopolítica de la subjetividad en
Colombia, 1991-2005, el discurso gubernamental sobre la educación superior inscrito en el
período 1991-2005, funciona como dispositivo de producción biopolítica de la subjetividad.
Existen unas prácticas de sujeción y control, en este caso referidas a lineamientos
gubernamentales, que de acuerdo con exigencias económicas producen unos modos de vida
específicos. La articulación de los términos „sociedad global‟, „sociedad del conocimiento‟,
46
que inciden en los discursos y prácticas educativos, y la noción de „competencia‟ que
empieza a desarrollarse en el ámbito de la educación superior colombiana, justifican la
delimitación temporal.
El marco metodológico rescata a la genealogía y la arqueología como perspectivas desde
las cuales abordar respectivamente los modos de producción de la subjetividad, y la
regularidad de las prácticas discursivas en donde se ponen de manifiesto las inflexiones y
continuidades de la noción de competencia. La aprehensión de tales enunciados se logra a
través de la materialidad visible de estos últimos, la cual tiene que ver esencialmente con su
repetibilidad y los modos de transcripción y reinscripción. El estudio de dicha materialidad
permite entrever la recurrencia de los enunciados, lo que posibilita la conformación de
regularidades discursivas y la constitución de un saber, unas relaciones de poder, y unos
sujetos.
Además de la materialidad visible de los enunciados, la vinculación entre prácticas
discursivas y prácticas no discursivas permite la descripción de las estrategias que definen
los puntos de elección teóricos dentro de la formación discursiva. En Formaciones y
estrategias discursivas, y su dinámica en la construcción de la hegemonía. Propuesta
metodológica con una aplicación a las disputas por la cuestión agraria en la Argentina de
1920 a 1943, Javier Balsa (2016) se propone el estudio de la construcción discursiva de la
hegemonía, a partir del análisis de la conformación de cadenas equivalenciales. El análisis
de tales conformaciones, al suponerlas objeto de una serie de regularidades bajo las que
sucumben las repeticiones de estas cadenas equivalenciales, retoma el trabajo arqueológico
foucaultiano, principalmente desde los objetos, los conceptos y las estrategias discursivas.
La consideración de los objetos y los conceptos dentro de una misma formación discursiva,
es delimitada en dos niveles: una conceptualización objetual, por la cual se precisa la
significación de los objetos mediante sus definiciones contextuales; plano análogo, de
acuerdo con Balsa, al plano de lo pre-conceptual postulado por Foucault, y al que es
remitida la noción de formación discursiva: “base objetual común de un conjunto de
discursos”. La conceptualización estratégica, segundo nivel del plano conceptual expuesto,
refiere las estrategias discursivas que operan dentro de la articulación de los objetos. Esta
47
articulación de objetos, aquí significantes, dentro de una u otra red se convierte en una
lucha estratégica dentro de las disputas por la hegemonía. A través de las cadenas de
equivalencias y de las intervenciones hegemónicas que buscan anudar o rearticular uno u
otro significado, las fijaciones son siempre perturbadas y consecuentemente mudables.
Ambas conceptualizaciones han de corresponderse con dos planos de la construcción de la
hegemonía, uno ontológico que reafirma la dominación mediante la definición de objetos
que configuran una realidad; y otro óntico-valorativo en el que se le otorga un sentido a
dicha realidad objetual.
La formación discursiva en tanto conformada por una base objetual, referida al plano
ontológico señalado, se relaciona desde la problemática agrarista con la tenencia de la tierra
y el tamaño de las propiedades. Dentro de tal formación son señaladas tres estrategias
discursivas distintas, que aunque relacionadas con los mismos objetos, se disputan la
configuración de la realidad agraria.
Un último estudio motivado por la descripción de regularidades discursivas, es Ambiente y
poder. Una arqueología del saber ambiental (Sandoval, 2006). El discurso se afirma como
una construcción capaz de mantener y transformar el orden social, de establecer
determinados criterios de verdad, y de ser, por lo anterior, un elemento clave para analizar
las escisiones en la continuidad de dicho orden. La pregunta por las discontinuidades y
continuidades del discurso, es también la pregunta por las estrategias de saber y poder que
se enfrentan, y que logran paulatinamente instituirse.
La descripción y análisis del discurso ambiental a través del método de la arqueología,
permitirá encontrar su origen, los puntos de inflexión y de ruptura de los conceptos que
conforman el saber ambiental, así como su relación con otras regiones científico-
discursivas: la definición del discurso en tanto que regularidad discursiva, permitirá la
ubicación del discurso en relación con otro tipo de formaciones discursivas, por ejemplo, la
inscripción del discurso ambiental en el discurso de la ciencia, a través de la identificación
de las transformaciones, correlaciones y órdenes (mismas regularidades) que logran
establecerse en el sistema de dispersión que conforma el saber de lo ambiental (los objetos,
modalidades enunciativas, conceptos y elecciones teóricas efectivamente conformados).
48
El tratamiento y definición de las estrategias discursivas, o los modos en que son
organizados los conceptos, objetos o modalidades enunciativas dentro de una formación
discursiva, estuvo relacionada en los trabajos precedentes con dos de los criterios de
definición presentados en La arqueología del saber (2007a): la articulación de elementos
equivalentes en términos de sus condiciones de aparición -por ejemplo, e incompatibles
para conformar una misma serie de enunciados, como los relativos al discurso agrario; y,
las relaciones de analogía, oposición, o complementariedad que pueden vincular a una
formación discursiva con otros discursos, como sucede con el discurso ambiental.
El panorama presentado por los trabajos relacionados con el tema identitario o nacionalista,
sin inscribirse en una metodología arqueológica, considera elementos discursivos y no
discursivos indispensables para la descripción de una formación discursiva, aunque
suponga la intervención estatal o eclesiástica como único eje de su producción,
describiendo una relación vertical de poder que desconoce en la mayoría de los casos,
enunciados contradictorios u opuestos a los señalados desde dichas instancias de autoridad.
El denominado „discurso oficial‟ es latente en los discursos de la prensa, el cine, o los
proyectos educativos, instancias de reproducción del discurso en las que se sitúa y se
transforma el entramado conceptual –algunas de las veces apoyado por un estatuto de saber
científico- del que se sirve el discurso nacionalista.
7. Presentación de Archivo/Corpus
El análisis descriptivo será realizado sobre textos institucionales y artísticos formulados
durante el periodo de 1909 a 1920 en México. Los documentos institucionales (manifiestos,
planes, artículos constitucionales y telegramas), son seleccionados sobre la base de la
revisión de las compilaciones realizadas por la Comisión de Investigaciones Históricas de
la Revolución Mexicana, bajo la coordinación del historiador mexicano Isidro Fabela, y por
la Secretaría de Educación Pública, así como por los estudios de Mariano Coronado sobre
la Constitución Política de la República Mexicana de 1857, y de Jesús Silva Herzog sobre
la historia de la revolución mexicana. Las compilaciones son cronológicamente divididas
en los períodos presidenciales que se suceden en los años de 1910 a 1917, y por los asuntos
49
diplomáticos que tienen cabida dentro del mismo período. Entretanto, los documentos
artísticos presentados (caricatura e historieta política) hacen parte del conglomerado de
caricatura política realizado por el historiador Manuel González (1974), y de la
compilación sobre la historia de la historieta en México, bajo la autoría de los
investigadores Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra (1988). Textos
historiográficos que apoyan este tipo de texto desde el documento cinematográfico, son los
realizados por Aurelio de los Reyes (1987), y por Berta Ulloa (1981).
La lectura y revisión del material bibliográfico deriva en la conformación de un corpus de
análisis que reúne los documentos institucionales y artísticos (véase Anexo 2), como los
enunciados allí formulados. Estos últimos ordenados, primero, en virtud de su
categorización y, posteriormente, por su encadenamiento expositivo.
Un breve panorama de los textos producidos durante el período porfirista, exploración a
través de la cual se da inicio al análisis, subraya dentro de telegramas y manifiestos
políticos al buen o mal mexicano, definiendo al enunciado en términos del apoyo o rechazo
del mexicano al régimen de inicios del siglo XX. Debido a su paralelismo y uso asociado,
el enunciado de lo patriótico acompaña los ejemplos documentales subsiguientes,
ampliándose así la muestra de enunciados en los que es notable la variabilidad en las
condiciones de utilización de un mismo enunciado.
Lo patriótico funge como gozne para el tratamiento de valores ciudadanos y cívicos
aunados a los objetivos políticos que emergen en el período de sucesión de 1910. Estos
enunciados (ciudadanía y civismo) son predominantes en una estrategia de reivindicación
popular que encarna propósitos de pacificación, y que arguye bajo ese mismo revestimiento
de pacificación, propósitos nacionales. Los propósitos partidistas, aunque amparados por
una idea de restitución de la paz, son comparados dentro de fragmentos de la propaganda
política de Francisco Madero, Victoriano Huerta, y Venustiano Carranza, advirtiéndose la
disimilitud entre los procedimientos de alcance del cargo presidencial, y los propósitos que
lo animan. En dicha exposición, el enunciado de soberanía en tanto argumento de apoyo a
los propósitos presidenciales, es analizado dentro de las relaciones entre los gobiernos
legítimos y de facto (1913-1917), como dentro de las relaciones exteriores, particularmente
50
hacia las formulaciones implicadas y/o requeridas dentro de la sustantivación y adjetivación
de lo soberano.
El recorrido permitido por los enunciados escogidos para el análisis de los procedimientos
discursivos tiene inicio en la exposición de enunciados actualizados bajo la figura del
comentario: No reelección, sufragio, revolución, definiéndose con posterioridad los
mecanismos de exclusión y restricción del discurso a través de los juicios que suponen los
enunciados de soberanía, buen/mal mexicano y patriótico.
8. Aplicación de los procedimientos descriptivos
La formulación de los enunciados que conforman el discurso sobre el nacionalismo
mexicano, es orientada por disposiciones de saber-poder que operan dentro de la
adecuación de estrategias, así como dentro de la delimitación de los objetos, sujetos y
circunstancias desde y sobre los cuales es posible „decir algo‟. Como resultado, la
formulación es respaldada por disciplinas y prácticas no discursivas como las empleadas
por los focos locales –elementos que permiten la descripción del juego estratégico de que
participan, y construida por un conjunto de procedimientos internos y externos al discurso,
demostrándose así la implicación entre estrategias y procedimientos discursivos. Se
advierte en consecuencia, que el estudio de los procedimientos no es sólo un estudio de la
voluntad de saber sino del campo enunciativo que conforma como los sistemas de
restricción externos al discurso, las posibilidades de materialidad del enunciado.
La exposición de los procedimientos se apoya en el Cuadro 1 Criterios de clasificación de
la función enunciativa con el objeto de identificar: la cualificación del hablante y el soporte
institucional sobre el que descansa su formulación (expreso en los criterios „Modalidad
enunciativa‟ y „Campo de utilización‟); los mecanismos de separación o de rechazo, las
prohibiciones y los procedimientos discursivos internos –comentario, autor o disciplina,
especificados por el „Campo adyacente‟ y el „Correlato‟ del enunciado. La división y
correspondencia anterior, ubicada en un nivel operativo, no ignora la dependencia de los
procedimientos discursivos internos y externos: intenta esbozar sus características
individuales a través de la herramienta metodológica, para trazar posteriormente su
relación.
51
La descripción de las estrategias, por su parte, conviene a la identificación de prácticas no
discursivas y disciplinas articuladas en la formulación de prácticas discursivas de orden
institucional y artístico, de manera que la revisión de los enunciados producidos sea
también la identificación de saberes y eventos que han contribuido a su formación. Una vez
identificados los procedimientos discursivos y las estrategias, la descripción de las
formaciones discursivas sobre la base proporcionada por los procedimientos
metodológicos, puede seguirse así: 1) esbozo de los conceptos a través del campo
adyacente del enunciado, es decir, de los enunciados concomitantes y los tipos de
relacionamiento en que es introducido un enunciado; 2) identificación de modalidades
enunciativas a partir de las formas y condiciones de apropiación del enunciado; 3)
identificación de estrategias, procedentes del juego entre prácticas (no discursivas y
discursivas) y disciplinas.
9. Descripción de estrategias
9.1. Estrategia de pacificación
La inconformidad e incomodidad son estímulos de una burla que puede consentirse como
burla personal o burla social. Una y otra, aunque peyorativas, se distinguen en razón de la
función correctiva que posee la burla como reforma social al destituir e instituir valores
sociales. Su intención puede ser dirigida hacia aquel que está debajo o arriba del burlador,
último caso en el cual se habla por lo general de la burla destinada a los terrenos políticos
(González, 1974). La caricatura sitúa al objeto burlado, cabeza de gobierno o pueblo, en
una situación que burla la instancia de autoridad y la misma instancia de producción al
hiperbolizar sus rasgos distintivos: los políticos son ataviados por monedas de oro, mientras
los periodistas de oposición son puestos tras los barrotes o el Pueblo es condenado a la
hambruna. Se grafica a un indígena vestido de jirones bajo la etiqueta de „Pueblo‟,
descontento por los múltiples vejámenes del gobierno porfirista en contra de la
Constitución, uno de los cuales reza sobre el incumplimiento del derecho relativo al
sufragio. El abuso no es únicamente realizado en contra del pueblo, sino y sobretodo, sobre
los mártires de la patria, personajes ejemplarizantes de la recuperación y construcción de un
proyecto nacional que cuarenta años después presenta todavía visos.
52
La difusión de la caricatura debido al formato gráfico se convierte en el medio de
información más cercano a la población de la época de fines del siglo XIX en México, en
su mayoría analfabeta. A la presentación ilustrada, con cortos textos en ocasiones
innecesarios -pues las imágenes ilustraban por su cuenta la intención del ilustrador, se suma
la introducción de imágenes religiosas que ambientan los sucesos recientes, adecuándose
cada tema a la festividad presente. La animación de los eventos bajo la forma de
personajes, escenarios y celebraciones religiosas, hacía semejar a la persona pública con
personajes bíblicos, vínculo que permitía a ambos personajes, debido a sus aparentes
comportamientos homólogos, el desempeño de un mismo rol. La Patria es, por lo general,
objeto de crucifixión, mientras que el General Díaz representa a personajes como Poncio
Pilato. La imagen, desenvuelta en un ambiente religioso ataca dos flancos proclives al
reconocimiento e identificación que hiciere la población con la caricatura: la imagen como
medio de información y entretención –dispensa de un texto extenso, y los trazos que hacen
de ella una reproducción de las parábolas religiosas. Acompañando las gráficas, la
inscripción de textos cortos anima la discrepancia -causante del efecto cómico- entre
imágenes y frases presentadas. La consagración de los decretos constitucionales, entre los
que se cuentan los derechos individuales, contrasta con la ingente corrupción del
incumplimiento del decreto plasmado en la imagen.
Acérrimo defensor de la Constitución, el Pueblo se enfrenta al servilismo de la dictadura y
a los constantes achaques que la Constitución, y el pueblo en consecuencia, soporta. El
respeto y las garantías con que debe ser puesta en ejercicio la Constitución son la „sombra‟
de un militarismo que hiere repetidamente a la Constitución, y permite vislumbrar la
flamante relación entre Constitución y Libertad durante el gobierno del presidente Juárez9.
El contraste inherente a la construcción de la ilustración –entre texto e imagen- es también
el explícito contraste derivado de la conjunción de dos períodos sucesivos aunque disímiles.
El reconocimiento a los mártires de las Leyes de reforma permite: 1) la valoración de los
mártires como representantes y altavoces fieles del marco constitucional fijado en 1857; 2)
9 El Colmillo Público, 26 de marzo, 1905, núm. 81, página 200. En González, M. (1974). Fuentes para la
Historia de la Revolución Mexicana II. La caricatura política. México: Fondo de Cultura Económica.
53
la negación de la política de conciliación en ejercicio durante el período porfirista,
asegurando el beneficio económico otorgado por la iglesia al gobierno en pie10
.
La exaltación al héroe es un elemento compartido por la producción cinematográfica de la
época, aunque la distinción entre producción caricaturesca y fílmica, particularmente desde
la posibilidad del objeto representado, deje en claro al héroe reproducido. Mientras la
caricatura es fecunda en la exposición del héroe de las efemérides de Independencia y de
Reforma, el cine a través de la presentación excelsa de los eventos oficiales, encarna en la
cabeza de gobierno el viaje, los arribos y las celebraciones del héroe „urbano‟. La
inauguración de infraestructuras, garante de la fórmula presidencial de „Orden y progreso‟,
es un asiduo foco de atracción que obstruye la visión de huelgas sociales, conflictos entre
sectores, y demás fenómenos de amplio alcance social que no constituyen un objeto de
entretenimiento, asombro o consentimiento (De los Reyes, 1987).
El Laudo del presidente Porfirio Díaz con motivo de la huelga de los trabajadores de la
industria de hilados y tejidos, publicado en Enero de 1907, estipula en dos de sus artículos
que:
“Artículo octavo. Los obreros deberán aceptar de los jefes políticos respectivos, nombren personas
que se encarguen de la dirección de los periódicos que publiquen, con el objeto de que en ellos no se
deslicen injurias para nadie, ni se publiquen doctrinas subversivas que extravíen a los mismos
obreros. Éstos podrán escribir en esos periódicos, dentro de esos límites, todo lo que gusten, con el
objeto de levantar el nivel de las clases trabajadoras y de inspirarles hábitos de honorabilidad, de
orden y de ahorro.
Artículo noveno. Los obreros quedan comprometidos a no promover huelgas, y menos
intempestivamente, puesto que en la cláusula cinco se establece la forma de que hagan sus quejas y
sus solicitudes, con el fin de satisfacerlas hasta donde sea justo.” List Arzubide (citado por Silva-
Herzog, 2009, p. 79)
La huelga de Río Blanco es disminuida en sus alcances, garantizando la no repetición del
evento. Los obreros deben realizar de manera individual sus quejas y solicitudes a través de
un formato escrito, así como portar una libreta en donde sean consignados los datos
referentes a la “[…] buena conducta, laboriosidad y aptitudes del operario.” (Silva-Herzog,
2009, p. 70) durante su estancia en la fábrica. Las medidas elaboradas se emplean en
función de la restricción a la desobediencia y del posible desorden en que aquella derivaría,
10
El 8 de septiembre de 1904, el periódico El Colmillo Público reproduce a un alto clérigo depositando
monedas dentro del saco perteneciente al escritor Francisco Bulnes, quien paralelamente apunta con su pluma
“El verdadero Juárez y la verdad sobre la intervención y el imperio”, embate en contra del mártir liberal.
54
principio fundamental en que prevalece el establecimiento de la paz por cualquier medio
„con tal que sea decoroso y digno.‟ De manera paralela, el establecimiento de la paz recurre
a la avalancha mimetizadora que comprende la historieta. Como en el cine, la historieta es
soportada por un „escapismo‟ que evade sectores y problemáticas sociales, haciendo que:
“El México rural y proletario sólo [aparezca] como escenografía y objeto de sátira burlesca. El
primitivismo del gañán y del charro o la proverbial afición por el pulque del lépero o el pelado, son
motivo de escarnio y referencia contrastante que ratifica las diferencias y hace más europea a la
„gente bien‟.” (Aurrecoechea y Bartra, 1987, p. 107)
La historieta publicitaria, y la adaptación de duplas cómicas norteamericanas que hacen
burla de la torpeza e imprevisión de los personajes, acompañan la exposición de crónicas,
textos literarios y artículos extranjeros. La excesiva subvención estatal al afianzamiento de
la prensa estatal (Aurrecoechea y Bartra, 1988), y la represión en ejercicio contra la prensa
de oposición, propician la difusión de un contenido ligero, “[…] sin simbolismos
indescifrables; pero no hay tampoco la vulgaridad y la estolidez […] a que estamos
resignados de tanto verla prodigar como único producto del ingenio nacional… (en)… lo
grotesco de las representaciones típicas […]” 27 de septiembre de 1908, Cumplido
extendido al artista Rafael Lillo (Aurrecoechea y Bartra, 1988, p. 115).
Al ser delimitado el objeto de difusión dentro de la historieta, la caricatura y el cine, es
asegurado el tipo de lectura que realiza la población. Por eso quizá sea causa de
extrañamiento que surjan lecturas opuestas a tan variados focos de reproducción, y quizá,
del mismo modo, el argumento brindado para justificar esta lectura de oposición tenga que
ver con el sesgo infundado de las lecturas propuestas por los malos mexicanos. La
adjetivación parece reducir la causa de la oposición a una mirada no focalizada, a la vez
que remplaza el posible objeto de descontento por unas muestras de progreso, las más de
las veces no percibidas, como causas principales del posicionamiento del lector, mal
mexicano. El mal mexicano es tal porque es incapaz de ver las mejoras modernizadoras
dirigidas por el gobierno en turno, encontrándose también asociado al impulso de ideas
antigobiernistas y antipatrióticas:
“Sin embargo, la calma actual creo que tiene más de aparente que de real, y no sería remoto que se
produjeran aun trastornos políticos en esta región del país, pues las masas están aquí muy trabajadas
y corrompidas, con la propaganda antigobiernista que desde hace años se viene haciendo entre los
jornaleros mexicanos que vienen a trabajar en los ferrocarriles americanos, así como entre los
individuos de raza mexicana establecidos en la frontera americana. Esta clase de gente […] se presta
55
con facilidad a los manejos y a servir de instrumentos a los malos mexicanos que desde tierra
extranjera conspiran para la ruina de la patria.” (Fabela, 1964, p. 102)
Por su parte, los denominados buenos mexicanos, antípodas del parecer antigobiernista que
orienta a los sediciosos hombres armados, agrupan un conjunto que legitima la política
porfirista sin dejar de participar o de contener la soberanía del pueblo. Representan por una
cara, el consentimiento a las formas de gobierno del General Díaz, mientras que desdeñan
por la otra la arrebatada soberanía del pueblo que el Poder ejecutivo dispuso sobre sí
mismo. El uso paralelo de los mismos enunciados, acuciado por medios de información
como la prensa, y dentro de ella la caricatura, componen un discurso bicéfalo.
Todos los buenos mexicanos “se han alzado en armas desde el 20 de noviembre de 1910
[…] por derrocar del poder al usurpador Porfirio Díaz, quien vulnera nuestras leyes
constitucionales.” (Fabela, 1964, p. 176). El levantamiento en armas del Partido
Antireeleccionista, y de Francisco Madero a su cabeza, no parece hacer cosa distinta que la
defensa de la consigna constitucional sobre la delegación de la soberanía de la nación en el
pueblo. La afirmación, carente de novedad, es sin embargo, puesta en entredicho:
“Los principios democráticos temo que no se hayan enraizado aún en nuestro pueblo; pero la nación
se ha desarrollado y ama la libertad. La dificultad consiste en que el pueblo no se preocupa
suficientemente acerca de los asuntos públicos relativos a una democracia. […] Los indígenas, que
forman más de la mitad de nuestra población, se ocupan muy poco de la política.” Entrevista Díaz-
Creelman. (Fabela, 1964, p. 10)
La intervención del Gral. Díaz deja claro el ciclo por el que ha atravesado la población
mexicana. El tránsito por una „paz forzada‟, necesaria para enmendar la despreocupación y
desconocimiento de los procesos democráticos de la población constituye el argumento de
una reelección sostenida, ahora sustituible por un proyecto educativo que culmine la
premisa del progreso. “He esperado pacientemente el día en que el pueblo estuviera
preparado para escoger y cambiar sus gobernantes en cada elección, sin peligro de
revoluciones armadas y sin daño para el crédito y el progreso nacionales. ¡Creo que ese día
ha llegado ya.” (Fabela, 1964, p. 9). El pueblo mexicano, en palabras de Díaz, arriba al
umbral del ejercicio democrático.
9.2. Estrategia de reivindicación popular
56
La aseveración del umbral, enlazada a la posibilidad de ejercicio de partidos políticos de
oposición, es acatada también por los Clubes Reeleccionistas o de continuación del régimen
porfirista:
“Para alcanzar tan patriótico fin [el del voto expreso y popular], durante el tiempo que falta para las
elecciones, los Clubes Reeleccionistas […] no descansarán en sus esfuerzos de propaganda ni
perdonarán alguno para lograr, no el triunfo de sus candidaturas, que no puede ser dudoso, sino
conseguir que el pueblo se habitúe al ejercicio de su soberanía, como la prenda más segura de la
consolidación de la magna obra llevada a cabo por nuestro país bajo la sabia dirección del General
Díaz.” Manifiesto de la Convención Reeleccionista, 3 de Abril de 1909. (Secretaría de Educación
Pública, 1945, p. 20)
De manera paralela se busca otorgar al pueblo el derecho del voto, despojándolo del velo
irreflexivo o de ignorancia en que aparenta sumirlo el analfabetismo. El movimiento
político Antireeleccionista emerge con el propósito de “Procurar la reforma de la
Constitución, estableciendo el principio de No Reelección del presidente y vicepresidente
de la República […] [y de] Procurar la reforma de la Ley Electoral, a fin de alcanzar la
efectividad del sufragio.” (Silva-Herzog, 2009, p. 98). El sistema indirecto de votación
vigente en México debe ser abolido para que el pueblo cumpla al fin con su deber
ciudadano, y ejerza de manera efectiva la soberanía nacional. El proyecto educativo funge
como un instrumento vital para esta consolidación:
“La instrucción de la niñez debe reclamar muy especialmente los cuidados de un Gobierno que
verdaderamente anhele el engrandecimiento de la Patria. En la escuela primaria está la profunda base
de la grandeza de los pueblos, y puede decirse que las mejores instituciones poco valen y están en
peligro de perderse, si al lado de ellas no existen múltiples y bien atendidas escuelas en que se
formen los ciudadanos que en el futuro deban velar por esas instituciones. Si queremos que nuestros
hijos guarden incólumes las conquistas que hoy para ellos hagamos, procuremos ilustrarlos y
educarlos en el civismo y el amor a todas las libertades.” Programa del Partido Liberal (Silva-
Herzog, 2009, p. 107)
El propósito alfabetizador es también el propósito de difusión y enseñanza de la lengua
castellana, pues se asegura que la adquisición de la lengua de la civilización por el indio,
permitiría su incorporación a la patria. La definición acerca de lo que constituía al indio
debía trasladarse de la visión exótica que lo acompaña durante el período porfirista, a su
apariencia como sujeto civilizado y garante de progreso nacional. De acuerdo con Warman
et al. (1970), la corriente del exotismo define al indio de acuerdo a los aspectos externos
que lo diferencian del „México porfiriano‟, la lengua, el traje, la religión, le hacen
presentarse como un sujeto diferente, además de constituir por esos mismos rasgos la
imagen de un sujeto inferior. El indio no sólo posee rasgos distintos a los que conforman la
57
grilla de inteligibilidad del resto del pueblo mexicano, sino que sus rasgos son valorados
como índices del retraso cultural indígena. En consecuencia, si los rasgos que determinan el
retraso cultural del indio justifican la omisión en la delegación de sus derechos políticos,
para adquirirlos el indio debe ser integrado al sistema social y cultural del sector mestizo
mexicano, haciendo mella de su identidad étnica (Warman et al., 1970).
La ley de educación primaria elemental de 1908, destinada a las escuelas del Distrito y de
los territorios federales sostenía, además de la enseñanza de la aritmética, los rasgos
geográficos de México y sus períodos históricos, la enseñanza de la lengua nacional. El
objetivo de la centralización de la educación primaria, y de la difusión del mismo plan
científico y administrativo propuesto por el Ejecutivo, es incentivado desde el año de 1896
bajo el desarrollo de una educación física, intelectual y moral de los alumnos (Vázquez,
1975). La realización de conferencias obligatorias sobre moral e instrucción cívica
incluidas dentro de la reforma a la enseñanza preparatoria del mismo año, serían para 1908
remplazadas por un curso de moral que:
“[…] era de hecho un curso superior de civismo a base de enseñanzas elementales de sociología que
debería […] convencer a los alumnos de „la importancia de los vínculos sociales y la necesidad de
obtener el perfecto desarrollo físico, intelectual y moral de cada uno de los asociados, así como la
unión cooperativa de todos, para realizar el bien común.‟” Sierra (citado por Vázquez, 1975, p. 102)
Al estudiante se le enseñarían las cualidades morales de patriotas, así como los deberes y
derechos que asisten al ciudadano mexicano. El alcance del derecho constitucional es un
ejercicio resguardado con esmero bajo la defensa generacional que supone la delegación de
la labor patriótica, y pretende su continuidad garantizando una educación orientada al
conocimiento de los derechos políticos ciudadanos. La asociación del civismo con el
derecho político del sufragio parece derivarse del imperativo conocimiento constitucional
que dominó desde temprano la educación primaria.
El civismo se muestra entonces emparentado a la noción de ciudadanía como un deber
político y patriótico de obligatorio ejercicio. Gracias a la acción individual del sufragio, el
ciudadano puede afirmarse como un fidedigno representante del sentimiento patriótico,
pues es patriótico aquel que permita a través de su acción o actitud -actos consentidos como
deberes, el establecimiento del régimen constitucional de la nación en beneficio de su
conservación, y nunca del provecho propio, puesto que éste redundaría en un personalismo
58
que es justamente el „vicio‟ al que se enfrenta el ciudadano. Así entendido, el ciudadano
goza de esta denominación bajo el deber de participar junto con otros ciudadanos, de la
construcción y salvaguardo colectivo de la nación:
“Las fuerzas liberales maderistas sostenedoras de sus principios intiman a Ud. la rendición de esa
plaza y exigen de su patriotismo deponga las armas que la Nación ha puesto en sus manos para
resguardar la integridad nacional, y no para que ese valiente ejército formado por el mismo pueblo se
constituya en verdugo del mismo.” (Fabela, 1964, p. 261);
Las solicitudes realizadas por los movimientos revolucionarios en nombre de la nación,
además de la demanda de acciones patrióticas, rezan sobre los criterios de definición de la
ciudadanía, relacionada en el siguiente fragmento con la adscripción política del mexicano:
“Artículo 13: Todo mexicano que prestare auxilio directo o indirecto al Gobierno de don Porfirio
Díaz, averiguado este delito quedará fuera de los derechos de ciudadano para siempre, y si por su
ayuda se derramare sangre se le impondrán treinta años de prisión.” Plan de Jalisco. (Fabela, 1964, p.
138)
La visibilidad política del ahora ciudadano no resta su participación en otras esferas en las
que ha de abundar igualmente su representación. El establecimiento de condiciones
laborales mínimas, dentro de las que destacan un horario de máximo ocho horas de
desempeño, así como la variación regional del salario mínimo, muestran un intento de
modificación de la condición de vida del obrero:
“Es, pues, preciso prevenir tal injusticia, y al formularse detalladamente la ley del trabajo deberán
expresarse las excepciones para la aplicación del salario mínimo de $1.00, estableciendo para
aquellas regiones en que la vida es más cara, y en que ahora ya se gana ese jornal, un salario mayor
de $1.00. Debe procurarse que todos los trabajadores obtengan en igual proporción los beneficios de
esta ley.” Programa del Partido Liberal. (Silva-Herzog, 2009, p. 116).
Con el reglamento al trabajo implementado por Díaz, el control laboral residía en el oficio
de supervisores con potestad para juzgar y castigar al empleado. En palabras de Bortz
(2002), mientras que para los dueños de las empresas, los derechos de propiedad privada
“incluían el contrato y despido a voluntad, […] para los trabajadores los derechos de
propiedad significaban el retiro voluntario del trabajador.” (Bortz, 2002, p. 254). La
revolución mexicana transformó el régimen de trabajo, convirtiendo la problemática del
campo laboral en un tema específico de discusión eventualmente prescrito en la
Constitución de 1917.
La redistribución y expropiación de la tierra para su cumplida y estricta asignación, busca
garantizar, como la emisión de códigos básicos para el obrero, la satisfacción de unas
59
condiciones mínimas que garanticen el oficio y su retribución a la población campesina. El
ínfimo abastecimiento logrado por el jornal11
, insuficiente para el sostenimiento de las
necesidades del peón y de su familia, hace de la tienda de raya un instrumento requerido
para el aseguramiento de utensilios y alimentos básicos que a fuerza del alza en los precios
y de constituir uno de los pocos lugares de abastecimiento, aloja indisolublemente al peón y
a su familia en una deuda necesaria y continua:
Plan de Ayala: “7°. En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos no
son más dueños que del terreno que pisan sin poder mejorar en nada su condición social ni poder
dedicarse a la industria o a la agricultura, por estar monopolizadas en unas cuantas manos, las tierras,
montes y aguas; por esta causa, se expropiarán, previa indemnización, de la tercera parte de esos
monopolios, a los poderosos propietarios de ellos, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México,
obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor y se
mejore en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.” Noviembre 25 de
1911 (Silva-Herzog, 2009, pp. 313-314)
Los objetivos presupuestos por los partidos de oposición: el sufragio efectivo, la
dignificación del obrero, el campesino y el indio, son fortalecidos por la propaganda
antiporfirista de la caricatura política durante el mandato del General Díaz. La estrategia de
reivindicación popular es soportada por los manifiestos políticos revolucionarios, y por una
caricatura que desajusta los ideales de orden y progreso al sugerir a través del contorno de
la cosa mostrada, la antipatía motivada por el régimen:
11
Como afirma Silva-Herzog (2009): “El peón de las haciendas estaba sometido a la Ley de bronce de
Fernando Lassalle. Esta ley puede enunciarse en la forma siguiente: una máquina para trabajar, para moverse,
necesita combustible, y el propietario tendrá inevitablemente que hacer ese gasto; mas como la máquina no es
de duración hay que ir amortizando año tras año la suma que costó, a fin de sustituirla por una nueva cuando
ya no sea útil a causa de su desgaste. Su salario le permite alimentarse –el combustible- y alimentar a su hijo o
hijos, quien o quienes lo sustituirán –la amortización de la máquina- cuando él, por haber envejecido, ya no
pueda trabajar.” (p. 55)
60
Figura 2. Heráldica modernista.
Figura 2. Heráldica modernista. El Ahuizote Jacobino, 3 de abril, 1904, Núm. 12, página 192.
(González, 1974).12
12
“El Imparcial y El Mundo, los dos periódicos subvencionados por José Ives Limantour, sirvieron al
dibujante para hacer esta composición con sus tres elementos, esto es: con los periódicos citados y con los
rasgos fisonómicos del Secretario de Hacienda.” (González, 1974, p. 88)
61
Ocupa lugar, junto con los objetos de reivindicación anteriores, el alcance de la prensa
libre. El alegato revolucionario asoma dentro de los planes, manifiestos, y en los diarios de
caricatura.
Figura 3. La cucaña reeleccionista.
Figura 3. El personaje de la izquierda representa al periódico de oposición El hijo del Ahuizote, él y
el pueblo, ubicado a su derecha, detienen el intento reeleccionista del Gral. Díaz. La cucaña
reeleccionista. El Hijo del Ahuizote, 5 de abril, 1903, página 217. (González, 1974).
62
Dentro del ejercicio presidencial del General Díaz, es modificado el Artículo Séptimo de la
Constitución de 1857 con el objeto de suprimir el procedimiento inscrito en la Ley
Orgánica de Libertad de Prensa promulgada por Juárez, la cual hace obligatoria la firma de
todos los escritos, con el fin de responsabilizar a los autores. Si el artículo es objeto de
denuncia por algún daño, son convocados un Jurado de Conciliación (de ser ataques a la
vida privada), y un Jurado de Sentencia. El tránsito de uno a otro jurado depende de la
avenencia de los integrantes de los jurados nombrados, en relación con el tipo de acusación
hecha. Aplicada la pena, los delitos cometidos por la prensa son fijados, igual que actos
delictuosos, de acuerdo con la Ley Reglamentaria, siendo los fallos de este tribunal
inapelables (González, 1974).
La consideración de delitos cometidos por la prensa durante el período presidencial del
General Díaz, omite los procedimientos señalados, y son directamente juzgados por los
tribunales competentes. Estas reformas avivan la arbitrariedad y persecución de la prensa
aunque presten apoyo jurídico de la psicología, teoría que desde fines del siglo XIX es
objeto de los encargados de las acusaciones para la imposición de sanciones13
:
“La teoría de la psicología sostenía que las autoridades judiciales podían sustanciar el juicio e
imponer penas a los delincuentes de prensa sin aplicar las leyes respectivas, sino basándose en sus
apreciaciones personales, a las que se llamaban „apreciaciones psicológicas‟.” (González, 1974, p.
32)
El ejercicio de la Ley Orgánica de Imprenta de 1868 es sustituido por el juicio de los
tribunales ordinarios a través de una reforma que delega a la legislación local la
determinación del delito, el procedimiento y la pena de un caso que no es ya juzgado bajo
la especialidad de delito de prensa, sino como un delito común que posee la particularidad
de cometerse por la prensa (Coronado, 1899). A ello se suma la inexactitud o vaguedad de
las expresiones que comprenden los límites de la libertad de imprenta:
“Art 7º. [Reformado 15 may. 1883.] Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre
cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a
los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a
la vida privada, a la moral y a la paz pública.” (Coronado, 1899, p. 18)
13
Bajo la influencia de la psicología experimental, y del método intuitivo y observacional que la soporta, la
conducta era objeto de descripción y de mejoramiento. La frenología y la teoría de la herencia fueron algunos
fundamentos utilizados para la determinación de las aptitudes, especialmente las relacionadas con la
criminalidad (Urías, 2005) (González, 1974).
63
Más que la búsqueda de un contenido de verdad inscrito en la conducta del apresado, por lo
demás ausente de criterios pormenorizados, el Artículo 7° supone una especialización en
las formas y condiciones de posibilidad de saber atribuidas al ejercicio del código penal
local. El saber de la psicología, y la estrecha ligazón que afirma entre la fisiología y su
influencia en la determinación de la conducta individual, define también las lindes de lo
concerniente a la peligrosidad, y a las formas de tratamiento en que ésta puede ser
corregida, dotando así a la legislación penal no sólo del castigo a infligir en casos de
infracción -como el ejemplificado por la prensa, sino de la vigilancia y control de un
comportamiento potencial que no es aún daño social pero es proclive a serlo:
Figura 4. Un recurso.
“-¿Qué hacemos Próspero?
-No tengo un centavo! Si yo
pudiera… ¡Ah, qué idea! ¡A
ponerla en su planta!
-Sr. Doctor…
-Y diga Ud. que ¿es infalible la
regeneración por medio de las
inyecciones?
-¡Oh! Sin duda alguna.
64
El Doctor Próspero Hambug.
Especialista en la reconstitución
individual. Inyecta á todo el que
se deje, á precios convencionales.
Inyecciones a domicilio á precios
módicos. No tiene sucursales.
-¡Preparemos el elixir!
-¿A quién le toca su turno?”
Figura 4. Un recurso, por J. M. Villasana, México Gráfico, 1889. (Aurrecoechea y Bartra, 1988)
Las disposiciones en materia de prensa política son denunciadas en la caricatura de la
prensa de oposición, junto con el alegato sobre las subvenciones entregadas a periódicos
oficiales. El control sobre el contenido de la prensa periódica tiene efectos sobre la
identidad de escritores y dibujantes, quienes se apoyan en la signatura de nombres
anónimos, o en la neutralidad con que son tratados los acontecimientos políticos, si acaso
éstos osan ser publicados, para afectar del mismo modo a las imprentas utilizadas en su
reproducción:
“De modo absurdo el taller de imprenta se consideró instrumento de delito, y ello, con el propósito
de suspender las publicaciones subversivas, por lo que resultó que en varias ocasiones las imprentas
fueran clausuradas, aun cuando no fueran propiedad del periódico acusado.” (González, 1974, p. 31)
El Programa del Partido Liberal del 1° de julio de 1906, dentro de las reformas
constitucionales que se procurarían con su gobierno, señala:
“5. Reformar y reglamentar los artículos 6° y 7° constitucionales, suprimiendo las restricciones que
la vida privada y la paz pública imponen a las libertades de palabra y de prensa, y declarando que
sólo se castigarán en este sentido la falta de verdad que entrañe dolo, el chantaje, y las violaciones de
la ley en lo relativo a la moral.” (Silva-Herzog, 2009, pp. 127-128)
La libertad de prensa con que fueran acogidos los diarios de oposición a inicios de la
segunda década, pareció, no obstante, albergar cierta parcialidad que se creería contradicha
por la aparición de periódicos censurados y puestos ahora en circulación. Los esconces del
gobierno maderista entonces en turno, el nepotismo, la política hacendaria o su relación
infructuosa con los movimientos populares, son temas que descalifican el mandato, y
parecen, en general, controvertir las condiciones de libertad de prensa. La situación anula
de antemano la asumida convivencia entre la información generalizada y el favorecimiento
de la cabeza de gobierno.
65
Figura 5. Nupcial.
Figura 5. Nupcial, por Santiago R. de la Vega, Multicolor, 4 de julio, 1912, Núm. 60. (González,
1974)
66
El declive del régimen maderista, como afirma González (1974) fue motivado por la
difamación que hiciera la prensa política de las decisiones presidenciales, pero más razón
parece otorgarse al convenio de paz entre el gobierno de Porfirio Díaz y el movimiento
revolucionario en 1911. La institución de un orden legal bajo la premisa de la efectiva
delegación de la soberanía en el pueblo es mitigada por el pacto de Ciudad Juárez, el cual
dirimía el conflicto fratricida con la cesación de hostilidades por el ejército federal y el
revolucionario. La sucesión, dos años después del convenio, era establecida entre un
gobierno anárquico, y uno que sostenía el eventual restablecimiento de la paz:
“En vista de las circunstancias dificilísimas por que atraviesa la Nación, y muy particularmente en
estos últimos días la capital de la República, la que por obra del deficiente Gobierno del señor
Madero bien puede calificar su situación casi de anarquía, he asumido el Poder Ejecutivo, y en
espera de que las Cámaras de la Unión se reúnan desde luego para determinar sobre esta situación
política actual, tengo detenidos en el Palacio Nacional al señor Francisco Madero y su Gabinete, para
que, una vez resuelto este punto y tratando de conciliar los ánimos en los presentes momentos
históricos, trabajemos todos en favor de la paz, que para la Nación entera es asunto de vida o
muerte.” 18 de febrero de 1913. (Fabela, 1963, p. 26)
El golpe de Estado infligido por Huerta recuerda las palabras del General Díaz en el
Manifiesto a la nación de 1911, al referir la incapacidad de un grupo de hombres armados
para detentar la soberanía nacional (Fabela, 1964). La institución del grupo revolucionario
constituiría un período de anarquía y no uno de restablecimiento de la paz, aun cuando el
autor de la formulación se sirva de un acto ilegal para su institución como soberano.
El asunto se hace tanto más contradictorio cuanto que en los períodos del presidente
Madero y Venustiano Carranza se aúna a la búsqueda de la paz, la afirmación de leyes
constitucionales prácticamente nulas en su ejercicio. El ejercicio del derecho ciudadano
garantiza en uno la soberanía nacional, mientras en el otro permite el alcance del orden
constitucional:
“Respecto a mi opinión manifiesto a usted […] que mi actitud desde este momento queda definida
ante el mundo entero, y dentro de los límites de la legalidad como ciudadano y como gobernador de
este Estado: me honro en respetar y hacer respetar la Constitución, protestando enérgicamente contra
el usurpador General Victoriano Huerta […] Juzgo ya inútil todo arreglo y lucharé con todos los
buenos ciudadanos hasta restablecer el orden constitucional de la República […]” Telegrama de
Venustiano Carranza, (Fabela, 1963, p. 35)
Las decisiones extrajudiciales tomadas por el poder ejecutivo a expensas de las
consideraciones de los otros poderes de la unión, o mejor, con su consentimiento,
ejemplifican el golpe de Estado. El concepto que en su acepción más general refiere una
67
“Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un
grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes de gobierno de un
Estado, desplazando a las autoridades existentes.” (RAE, 2014), se vincula paralelamente
con la resolución de decisiones no legales en función de la necesidad de salvación del
Estado. El evento protagonizado por Huerta se inscribe dentro de la acepción general
entendiendo el golpe de Estado como el medio del acto arbitrario, mientras justifica su
determinación dentro del objetivo de la segunda definición: la salvación de la „situación
política actual‟:
“Uno de los mayores sacrificios a que me he visto obligado, es la expedición del decreto en el que se
consigna la disolución del poder legislativo, al cual siempre traté con el mayor acatamiento,
procurando, también con el mayor ahínco, hacer una perfecta armonía entre los Poderes de la
Unión.” Manifiesto a la nación, 11 de octubre de 1913. (Fabela, 1963, p. 94)
La búsqueda constitucional a través de la acción ilegal14
, ejemplificada por los gobiernos
posteriores al de Porfirio Díaz, se propone la pacificación del orden interno sin descuidar la
posición de la nación en sus relaciones diplomáticas. La empecinada intervención del país
norteamericano dentro de los asuntos internos de México, acarrea dentro de otras
consecuencias, la del reconocimiento de la versión propuesta por el gobierno de Victoriano
Huerta ante el asesinato de Francisco Madero y Pino Suárez. El reconocimiento de la treta
que les es anónimamente ocasionada al presidente y vicepresidente, es el comienzo de
próximos convenios de conciliación, así como de solicitudes de orden político y social al
Estado mexicano15
. El velo de neutralidad que revisten las decisiones norteamericanas,
concede a Estados Unidos el uso de “todos los medios que estén a su disposición, para
evitar, dentro de su jurisdicción, conspiraciones contra el Gobierno de facto, o contra el
orden establecido en México.” (Secretaría de relaciones exteriores citado por Fabela, 1959,
p. 348), justificándose así la acción extranjera.
14
El Artículo 29 de la Constitución de 1857 concede al Poder Ejecutivo la ocasión de suspender las garantías
otorgadas por la Constitución en caso de invasión, perturbación de la paz pública, o cualesquiera otros que
susciten peligro o conflicto social. La suspensión debe contar con la aprobación del consejo de ministros y del
Congreso de la Unión, y debe establecerse por un tiempo limitado (Coronado, 1899); razones que impiden
cobijar bajo el Artículo a los períodos presidenciales señalados. 15
Dentro de los intentos del presidente Wilson, cuentan: la exigencia del cese definitivo de hostilidades, las
seguridades de una pronta libre elección sin la presencia de Victoriano Huerta como candidato, la
“Eliminación de enfermedades y socorro de miserias y de hambre. El Gobierno mexicano conviene en
proporcionar toda clase de facilidades para sus trabajos, a aquellas instituciones de Estados Unidos que
deseen combatir enfermedades y aliviar la miseria y el hambre que ahora existen en muchas regiones de la
República Mexicana.” Secretaría de relaciones exteriores, (citado por Fabela, 1959, pp. 349-350)
68
La ocupación del puerto de Veracruz durante el „gobierno constitucional‟ liderado por
Carranza, y los condicionamientos a que aquella ocupación conduce, como la subvención
de los impuestos fiscales a los habitantes de Veracruz, son objeto de protestas por la
Cámara de Comercio del Puerto de Veracruz y por la Confederación de Sindicatos Obreros
de la República Mexicana16
. El comunicado de los asociados a la Cámara reitera su
adscripción a decisiones nacionales:
“[…] los que suscribimos este ocurso; los mexicanos por decoro y patriotismo, y los extranjeros por
simpatía a este país que estimamos nuestra segunda patria, no queremos ni podemos admitir que el
Gobierno de los Estados Unidos nos imparta protección alguna en el punto que venimos aludiendo,
conformándonos con que sea el Gobierno de México el que, sin presión de una potencia extraña,
resuelva en justicia sobre la exención de toda clase de impuestos fiscales.” Secretaría de relaciones
exteriores (citado por Fabela, 1959, p. 93);
“[…] cumple a mi deber de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista declarar que se incurre en
grave error al intentar resolver problemas de gran trascendencia para el pueblo mexicano [la cesación
de hostilidades, la cuestión agraria, la designación presidencial, entre otras], que solo a los
mexicanos corresponde resolver por el indiscutible derecho de soberanía.” Secretaría de relaciones
exteriores (citado por Fabela, 1959, p. 44)
La protesta se enfrenta a la ocupación territorial del puerto, y desdeña las disposiciones
norteamericanas dentro de asuntos que competen únicamente al pueblo mexicano. A la
asociación de la soberanía con el territorio, se suma el derecho que posee el nacional
mexicano de tratar los asuntos internos sin mediación de la responsabilidad que acusa el
gobierno norteamericano. La acción desplegada es, no obstante, un efecto del
enfrentamiento entre el país extranjero y el soberano no reconocido, por lo que debe
entenderse que las posibles repercusiones no tienen el propósito de afectar los intereses de
la población17
. En palabras de Carranza, el razonamiento expuesto por el gobierno vecino
es a todas luces falaz, Victoriano Huerta no detenta la posición de órgano legítimo de la
soberanía nacional, lo que inhabilita la solidaridad entre el gobierno de Huerta y la nación
mexicana, y lo exime de representar un motivo significativo de invasión o de posible
conflicto bélico entre los países.
16 “En nombre de cincuenta mil obreros asociados del Estado de Veracruz, elevamos protesta por enunciada
intervención en asuntos interiores de México. Creemos usted [Victorano Plaza, Presidente de la República
Argentina] no autorizará Argentina se una para atropello a hermana por raza e idioma.” Alducin (citado por
Fabela, 1959, p. 135)
17 […] si desgraciadamente un conflicto sobreviniera como resultado de su actitud de resentimiento personal
contra este gobierno, sólo pelearíamos contra el general Huerta y los que […] le apoyan, y nuestro propósito
sería únicamente que el pueblo tenga de nuevo la oportunidad de establecer sus propias leyes y su propio
gobierno.” (Fabela, 1958, pp. 325-326)
69
El centro de la discusión, sin embargo, al menos en lo que toca a las relaciones
diplomáticas entre México y Estados Unidos, continúa siendo la disolución del conflicto
interno. La organización del Pacto ABC, comisión liderada por los países de Brasil, Chile y
Argentina, es empleada en función del establecimiento de un acuerdo entre las facciones
revolucionarias y la federal, objetivo que requiere del amplio consentimiento de los estados
federales liderados por el gobierno constitucionalista. Las contestaciones reiteran una a una
el reconocimiento del Primer Jefe como único delegado capacitado para responder
certeramente la solicitud de la comisión, conteniendo dentro de su resolución la de los
estados. El procedimiento metonímico por el que se designa al pueblo a través de la
referencia a la autoridad soberana –designación del todo por la parte, encuentra ahora las
condiciones de posibilidad que no le fueran otorgadas a Huerta por su carácter de soberano
ilegítimo. Dentro de los documentos diplomáticos no se reconoce en Victoriano Huerta a
un representante legítimo de la nación mexicana, si bien la prensa política del período
califica sus cometidos de „patrióticos‟. El paralelismo entre el patriotismo y la ilegitimidad
del gobierno encabezado por Huerta, es análogo a la traición y legitimidad atribuidas al
gobierno constitucionalista:
70
Figura 6. Refrán en acción.
Figura 6. Refrán en acción. Multicolor, 14 de agosto, 1913, Núm. 115 (González, 1974)
71
Los objetivos diplomáticos y los objetivos de la caricatura política actúan en contravía los
unos de los otros. De allí que mientras se acusara a Carranza de ser un traidor frente a la
patria18
, éste no procurara otra cosa que el reconocimiento internacional de su gobierno,
estatus satisfecho por la condición que supone el alcance de la soberanía nacional:
“En los momentos actuales creemos estar en condiciones de vencer esta última dificultad [la mejora
de las relaciones exteriores], porque el gobierno constitucionalista se encuentra ya de hecho en
posesión definitiva de la soberanía; y el ejército legítimo de la soberanía es la condición esencial que
debe tenerse en cuenta para decidir el reconocimiento de su gobierno.” Manifiesto a la nación,
Venustiano Carranza, (Fabela, 1963, p. 145)
Si la posición del gobierno constitucional en las relaciones diplomáticas oscilaba entre el
reconocimiento y la ilegitimidad -valores que para ser tales debían provenir del exterior,
dentro de las disposiciones internas se motiva el rechazo de las acciones norteamericanas, y
la neutralidad en la posición política adoptada. Debido a la alteración en los ánimos de los
espectadores, o al desprestigio público expreso en los filmes, se propone un Reglamento de
cinematógrafos (1913). No se exhibirían películas sin el consentimiento de los retratados, o
que difamaran a los funcionarios públicos, así como películas “que signifiquen escarnio o
ultraje a las creencias de cualquier culto, al ejército o a los agentes de policía […]” (De los
Reyes, 1987, p. 52). El contenido cinematográfico favorece la propaganda del ejército
federal, y desdeña acciones norteamericanas en territorio mexicano como la invasión del
Puerto de Veracruz, o la congregación de países sudamericanos bajo la mediación entre
México y Estados Unidos. El rechazo del extranjero, ahora patente, virará para la historieta
de la década de 1920, en la convivencia del estereotipo mexicano y de figuras
norteamericanas representativas (Aurrecoechea y Bartra, 1988, p. 115).
Para 1914 es originada la Soberana convención revolucionaria, con el propósito de orientar
los fines de la revolución y de agrupar los intereses de los movimientos revolucionarios
liderados para la época por Carranza, Francisco Villa y Emiliano Zapata. Sin cumplir el
cometido de unificación, la Convención muestra la profunda escisión entre los proyectos y
18
González afirma al respecto que: “Victoriano Huerta y sus parciales, ante el incremento de la revolución
constitucionalista, propalaron el infundio de que los revolucionarios se habían alzado con propósitos de
repetir la entrega del territorio nacional, como los colonos texanos lo habían hecho a los Estados Unidos en el
siglo XIX. De este modo surgió el epíteto de traidor que usaron para designar a sus enemigos, epíteto que
extendieron profusamente en razón directa a los triunfos militares que obtenían los mencionados
revolucionarios.” (González, 1974, p. 419)
72
decisiones resueltas durante su reunión, y la actitud y hechos de los líderes revolucionarios.
Los escogidos como presidentes de la república, los convencionistas Eulalio Gutiérrez y
Roque González Garza, refieren cada uno un intento de gobierno hecho legítimo por la
Convención, que discrepa de las condiciones de dominio territorial y económico:
“[…] los roces entre surianos y norteños y la falta de cooperación de sus jefes, colocó a González
Garza en una situación tan desesperada que el 2 y el 4 de marzo se presentó ante la Convención para
renunciar a las facultades extraordinarias que le había conferido en los tres ramos, aduciendo que
„nada absolutamente‟ podía hacer en ninguno de ellos. En Gobernación, porque estaba aislado del
territorio más extenso que le había reconocido como Encargado del Poder Ejecutivo, o sea el del
norte; en Guerra, porque el cuartel general del sur había asumido toda la autoridad militar, y en
Hacienda, porque sólo tenía cerca de medio millón de pesos en papel moneda, entre ellos 150.000 de
„inconvenientes‟ que nadie aceptaba.” (Ulloa, 1981, p. 130)
La descripción muestra la imposibilidad práctica de los acuerdos de la Convención ante
intereses no afines, pero fundamentalmente las condiciones sine qua non de ejercicio del
poder gubernamental. La debilidad en el ramo de guerra y economía es asociada
respectivamente, con la autoridad militar y la insuficiencia económica, mientras el
obstáculo en el ramo de gobernación es relacionado con la distancia geográfica entre la
estancia del soberano y el territorio que lo afirma como gobernante. La soberanía que había
sido definida en función del dominio territorial, reaparece ahora como requisito de
gobierno, o más específicamente, como requisito legitimador de la autoridad soberana. No
es González Garza, sino Francisco Villa quien detenta el gobierno de facto del norte del
país. De allí también que la „jurisdicción‟ sobre el territorio se apruebe como indicio de
poder de gobierno:
“Como demostración de la lógica que la delegación del general Huerta invocaba en apoyo de sus
argumentos, menciona la circunstancia de que algunos Estados del centro del país, con una población de
diez millones de habitantes, se hallaban fuera de la jurisdicción de las fuerzas revolucionarias lo que
prueba […] que las dos terceras partes de los mexicanos son antirrevolucionarios. La delegación huertista
no pudo haber creído de buena fe que la simpatía o antipatía que inspirara a los mexicanos la Revolución
o el huertismo dependía de que las regiones en que se encontraban las dos terceras partes del país se
hallaran en manos de unos y otros.” Luquín (citado por Fabela, 1959, p. 69).
El campo asociado al enunciado de soberanía puede atender igualmente a argumentos
constitucionales y a decisiones evidentemente presidencialistas. Los fundamentos de
derecho constitucional, o de disciplinas como la psicología y la sociología fungen como
instancias de saber y en consecuencia, de validación de resoluciones que podrían
pretenderse arbitrarias, y aún, útiles al direccionamiento de los focos institucional y
artístico.
73
10. Procedimientos de delimitación del discurso
10.1 Procedimientos internos
La referencia a mártires, antepasados, o a magnánimos conflictos y victorias nacionales
parece albergar un sentimiento patriótico compartido por los connacionales, quienes
ostentan el delegado deber de salvaguardar la soberanía. Durante la revolución, lo patriótico
es asociado a actitudes o acciones que refuerzan la independencia y soberanía nacional, tal
y como pareciera utilizarse el enunciado durante los libros de texto escolares19
.
La falsa novedad en el tipo de relación de los objetos, no es cuestionada si estos últimos son
transformados conforme a rasgos que obvien su extemporalidad. Del mismo modo, cuando
la repetición del enunciado se hace visible, y éste es cuestionado de acuerdo con sus
condiciones de aparición, el tiempo de emergencia y el de repetición son problematizados
bajo la figura del acontecimiento. La premisa del Partido Antirreeleccionista „Sufragio
efectivo, No reelección‟, retoma el principio de No-reelección incluido por Porfirio Díaz
dentro del Plan de Tuxtepec de 1876, y la deslegitimación que podría atribuirse a la
explicitación del retorno del enunciado, permite no obstante, el rechazo del primer
enunciado y la validez del segundo. El retorno de la No reelección, postula en efecto, las
precarias condiciones de realización efectiva del sufragio público y de la elección
presidencial, actualizándose así sobre la negación y oposición de la formulación empleada
por Díaz.
Cuadro 2
Enunciado Sufragio
ENUNCIADO: SUFRAGIO
‘El Partido Nacional Antireeleccionista y la próxima lucha electoral’: “Para satisfacer las aspiraciones nacionales, el partido Antireeleccionista debía adoptar como programa el Principio de No reelección, y para lograr que este principio no fuese burlado, que se respetase la opinión pública y se cumpliese con la ley, era preciso adoptar igualmente el Principio del Sufragio Efectivo.” (Fabela, 1964, p. 31)
19
Los libros de enseñanza primaria elemental retomaban la vida y labores de patriotas mexicanos, partícipes
de guerras de liberación o precursores constitucionales. Las características destacadas se juzgan como una
enseñanza de las cualidades morales (Vázquez, 1975).
74
CAMPO ADYACENTE
Dependencia entre enunciados es estabilizada y justificada al interior de la misma formulación, con objeto de su efectividad práctica, aunque permita el retorno de una ‘No reelección’ amparada en hechos históricos anteriores.
CORRELATO La base de legalidad o cumplimiento de lo constitucional enmarca las premisas de 'Sufragio efectivo' y 'No reelección'. El alcance de la libertad y el derecho son objetivos que competen al pueblo, y no al interés individual quien los desvirtúa. La división de la parcialidad individual y la imparcialidad del pueblo son reglas de existencia de las formulaciones sobre la libertad y el derecho.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
El estatuto de representación del movimiento popular cobija bajo las aspiraciones del partido, las aspiraciones del pueblo nacional, presentándose éstas no como antecedentes, sino como objetivos reconstruidos.
CAMPO DE UTILIZACIÓN
El objetivo político que orienta la propaganda antireeleccionista retoma enunciados ya formulados, y los dirige al cumplimiento de principios opuestos aunque legitimados por la premisa, transformando así su identidad.
Los enunciados relativos a eventos históricos, no son sólo motivo de enternecimiento
patriótico o de conmemoración, sino que son instituidos como instancias de juicio de las
acciones presentes, de advertencia o de acusación. El enunciado es formulado bajo un uso
axiológico, que en palabras de Bobbio (2006), “[…] está estrechamente vinculado a la idea
de que un cambio en la estructura de la realidad a la que tal concepto se refiere no
solamente es deseable sino también posible.” (p. 10). Se rechaza o aprueba al sujeto o
acción presente desde el mérito histórico otorgado al evento, suscitando su modificación.
Cuadro 3
Enunciado Revolución
ENUNCIADO: CONSTITUCIÓN 57/ REVOLUCIÓN 1910
Plan de Ayala: “Teniendo en consideración que [...] Francisco Madero I. Madero [...] impuso por norma gubernativa su voluntad e influencia al Gobierno Provisional [...] causando con este hecho reiterados derramamientos de sangre y multiplicadas desgracias a la Patria de una manera solapada y ridícula, no teniendo otras miras que satisfacer sus ambiciones personales, sus desmedidos instintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de las leyes pre-existentes emanadas del inmortal Código del 57, escrito con la sangre revolucionaria de Ayutla.” (Secretaría de Educación Pública, 1945, p. 60) “Finalmente, señores diputados, o estáis con Huerta o estáis con la Revolución; o estáis fuera de la ley sancionando con vuestros actos de presencia los actos de un usurpador […] seguid el ejemplo del pueblo que comprendiendo sus deberes cívicos y sus derechos políticos ha sabido contestar los crímenes más tremendos de la historia contemporánea, muy dignamente, por medio de una verdadera revolución que sintetiza sus ideales en la redención política, social y económica que reclama ardientemente desde el año de 1910.” (Fabela, 1963, p. 84)
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CAMPO ADYACENTE
Las revoluciones de Ayutla y de 1910, lo mismo que Código del 57, se presentan como instancias de obligado reconocimiento.
CORRELATO El retorno del acontecimiento histórico de las leyes de Reforma y del comienzo de la revolución en 1910, afirma la actualidad del enunciado, y exige su cumplimiento dentro de condiciones extemporales a las de su origen.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
El contraste entre las revoluciones señaladas discrimina en los efectos derivados de las luchas. Si bien ambas gozan de ser reconocidas como ‘revoluciones’, los aspectos destacados en la de Ayutla descansan en la preeminencia del Código constitucional, y no en el desaforado combate otorgado a la de 1910. Aunque los asuntos comparados sean fundamentalmente golpes de Estado, reside en el hablante la calificación del evento opositor.
CAMPO DE UTILIZACIÓN
La exposición del evento histórico es garante de la acción realizada por el pueblo, y de deslegitimación de las acciones ilegales. Éstas son sustentadas bajo un criterio constitucional e histórico parcializado por la adscripción política, y útil al propósito político del movimiento.
10.2 Procedimientos de exclusión
El deber político que acompaña al retorno del comentario, aunque condición inherente al
revestimiento del mexicano como ciudadano, no provee las condiciones de enunciación que
cualifican al ciudadano como portavoz del legado histórico, si bien es supuesto que el deber
político es también una formulación asociada a los enunciados de „Soberanía‟,
„Patriotismo‟ o „Sufragio‟. “Ya estamos cansados de Río Blanco, Tepames y Tehuitzingo;
no queremos leer más „El Debate‟, „Imparciales‟ y otros que forman unidos un patrón de
ignominia frente a la civilización contemporánea y que serán la vergüenza de nuestra
historia.” (Fabela, 1964, p. 66). El contenido periodístico y el estatuto del que procede son
calificados el uno por el otro, o bien es rechazado el contenido político y denunciada la
fuente, o bien es reconocida la subvención del partido político sobre el periódico para
atacar a priori su contenido.
A este último propósito de subvención y de prohibición sirve la fundamentación teórica
proporcionada por la psicología que hace del contenido del artículo un acto delictuoso:
76
Figura 7. Tipos del país.
Figura 7. Dibujo del juez Juan Peréz de León sosteniendo jaulas para periodistas. Tipos del país. El
Ahuizote Jacobino, 3 de septiembre, 1905, Núm. 43, página 6. (González, 1974)
77
La cualificación moral del individuo como objeto educativo de fines del siglo XIX e inicios
del XX, no escapa a la conservación de los valores cívicos y morales con que la teoría de la
psicología argumentara la detención y censura de la prensa política de oposición.
La disposición de los procedimientos de delimitación del discurso podría inquirirse por la
fidelidad con que modela los fundamentos teóricos positivistas o el perfil histórico de los
acontecimientos actualizados. En efecto, la adecuación de los conceptos positivistas a la
realidad mexicana ejemplifica la parcialidad de la adecuación teórica, y la arbitrariedad con
que algunos de los postulados son adoptados. El argumento planteado por los positivistas
de inicios del siglo XX, acerca de que: “El positivismo en México no fue sino la expresión
filosófica de una realidad ajena al positivismo como doctrina ideal.” (Zea, 1984, p. 38),
asegura esta distinción como prueba de que el tratamiento del positivismo en la esfera
política, discrepa del positivismo como doctrina. Según Zea (1984), la validez del
argumento no impide el enjuiciamiento de las expresiones del positivismo como práctica,
pues es en el tránsito del positivismo como doctrina al positivismo como expresión, donde
puede ser identificada la adopción y el trato específico que de ese positivismo „irregular‟
hizo México.
Siguiendo a Miguel Ramos (citado por Zea, 1984), la ciencia social y la ciencia de la
biología participan de una analogía que excede el orden de los fenómenos (biográficos e
históricos), para situarse en los rasgos que comparten la sociedad y los organismos
biológicos. La sociedad se resume como un organismo cuyos actos pueden ser estudiados
como actos dependientes de los individuos que la componen. “Ahora bien, como los actos
de los individuos se verifican conforme a las leyes de la vida, el conocimiento de estas
leyes que estudia la biología es indispensable para comprender las acciones de la sociedad.”
(Zea, 1984, p. 173-174). Una de estas leyes biológicas, aplicada a la problemática social,
tiene que ver con el estímulo de las facultades del individuo, lo que supone que el Estado
no debe proveerlo de facilidades o de cualquier tipo de protección que anule sus facultades.
Como en el caso anterior, la fundamentación teórica sustenta la aplicación de una práctica,
esta vez discursiva, aunque suponga cierto grado de arbitrariedad. El enunciado de
„Soberanía‟ puede encontrarse enlazado con el ejercicio democrático del pueblo, o ser
referido como condición necesaria del reconocimiento diplomático del gobierno. De
78
acuerdo con De la Madrid (1986) los principios de libertad e igualdad del hombre
admitidos por Rousseau como propósitos indispensables de la asociación política, son
principios implícitos en el concepto de soberanía empleado por las Constituciones de 1857
y de 1917, reconociéndose en esta última la influencia rousseauniana. En tanto asociados
los ciudadanos participan de los mismos deberes y derechos, garantizándose así que la
procedencia y el beneficio de las resoluciones resida constantemente en el pueblo:
“Art. 39. La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público
dimana del pueblo y se instituye para su beneficio. El pueblo tiene en todo momento el inalienable
derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.” (De la Madrid, 1986, p. 151)
El Artículo 39 de la Constitución Política de 1917, transcrito con fidelidad de la
Constitución de 1857, no parece reñir con el procedimiento de democracia indirecta por el
que es materializado el ejercicio soberano. La elección democrática no implica la
delegación de la soberanía en el representante, sino y exclusivamente, el ejercicio de las
funciones que aquella demande20
. Por lo demás, si acaso éste u otro ejercicio no es
considerado legítimo, dentro del Artículo 3921
se aprueba la intervención del pueblo en la
modificación de la forma de su gobierno bajo la estricta observancia de la Constitución; de
lo contrario, la reforma podría concebirse como un derecho extraconstitucional:
“Como uno de los atributos de la soberanía es constituirse, claro se ve que puede el pueblo alterar o
modificar la forma del Gobierno cuando así le plazca. Pero justamente en razón de que entendemos
aquí por pueblo la nación políticamente organizada, creemos que esas modificaciones no han de
hacerse sino según las formas constitucionales […] la reforma por medio de la revolución, esto es
por la violación de las reglas constitucionales, no puede emplearse sino en casos muy raros, cuando
lo exige imperiosamente el bien de la nación y se le niegan las vías legales. Y aún entonces nuestro
Código político no reconoce el derecho a la insurrección; éste es un derecho extraconstitucional.”
(Coronado, 1899, p. 74)
De modo que toda resolución que obvie las leyes constitucionales no sólo indica un derecho
extraconstitucional, sino una acción en contra de la soberanía popular soportada por la
Constitución. El llamamiento a la salvación de la soberanía incurre en acciones extralegales
20
“Mas es preciso advertir que cuando los poderes de una nación ejercen actos de soberanía, no pasa ésta del
pueblo a sus representantes; pues siendo el pueblo […] la nación organizada políticamente, los poderes
públicos se limitan a ejercer las funciones de aquella soberanía, a representar a la Nación como un mandatario
a un mandante; pero no la privan, no pueden privarla de la mencionada soberanía, que es lo que constituye la
personalidad de la misma nación.” (Coronado, 1899, p. 76)
21 “Art 128 Esta constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su
observancia. En caso de que por un trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios
que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia […]”
(Coronado, 1899, p. 164)
79
justificadas por la imperiosa necesidad nacional, aunque se valga para el mismo propósito
de artículos constitucionales dependientes de la valoración del Congreso de la Unión22
,
haciendo difusas las lindes de lo legal y lo ilegal.
Cuadro 4
Enunciado Soberanía
ENUNCIADO: SOBERANÍA
"La permanencia de tropas en un país independiente y soberano es una invasión injustificada porque no puede haber derecho contra el derecho de inviolabilidad territorial." Secretaría de gobernación. La labor internacional de la Revolución Constitucionalista de México (citado por Fabela, 1959, p. 19) “La determinación que se impone, la que debe adoptar el Senado sin pérdida de tiempo, es la de aprobar los acuerdos que siguen: Primero. Consúltese al presidente de la república en nombre de la suprema necesidad de salvar la Soberanía nacional que haga dimisión de su alto cargo. Segundo. Hágase igual consulta al C. Vicepresidente de la república.” (Fabela, 1963, p. 19)
CAMPO ADYACENTE
La violación del territorio es también una violación en contra de la soberanía, implicada dentro del Artículo 39 de la Constitución de 1857. Ello indica: 1. La independencia respecto de las demás naciones; 2. El cumplimiento de los principios de Derecho internacional. Razones por las que la violabilidad territorial se hace injustificable. El enunciado se emplaza en una proposición con anterioridad acatada: el alcance de la soberanía es una necesidad imperiosa que requiere de cualquier acción que vele por la conservación nacional.
CORRELATO La soberanía es un derecho relativo a la disposición nacional del territorio.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
Senado es intermediario en la decisión de renuncia del mandatario, de acuerdo con la responsabilidad otorgada constitucionalmente. La consulta de dimisión es justificada a través de la invocación de la soberanía nacional.
CAMPO DE UTILIZACIÓN
La alusión a la salvación de la soberanía nacional valida la institución de un nuevo soberano nacional. Participa de cometidos no discursivos.
El fundamento constitucional apoya la arbitrariedad de la resolución política habilitando
denominaciones derivadas de la orientación con que sea tratado el artículo. El buen y el mal
mexicano son definidos de acuerdo con la pretensión de bienestar o perjuicio de la acción
realizada, empero, la definición de tal valoración está vinculada con cualesquiera
22
“Art 72 Frac. XXXI. El Congreso tiene facultad para calificar y decidir sobre la solicitud de licencia que
hiciere el presidente de la República.” (Coronado, 1899, p. 106). Dentro de las facultades exclusivas de la
Cámara se cita: “Art 72 Inc. II. Calificar y decidir sobre las renuncias del presidente de la República y de los
magistrados de la Suprema Corte de Justicia” (Coronado, 1899, p. 107).
80
propósitos señale el gobernante. En consecuencia, la caracterización de unos y otros
mexicanos depende del deber político a cumplir, lo que redunda en la adjetivación e
identificación doctrinal.
Cuadro 5
Enunciado Buen/Mal mexicano
ENUNCIADO: BUEN/MAL MEXICANO
“Sin embargo, la calma actual creo que tiene más de aparente que de real, y no sería remoto que se produjeran aun trastornos políticos en esta región del país, pues las masas están aquí muy trabajadas y corrompidas, con la propaganda antigobiernista que desde hace años se viene haciendo entre los jornaleros mexicanos que vienen a trabajar en los ferrocarriles americanos, así como entre los individuos de raza mexicana establecidos en la frontera americana. Esta clase de gente […] se presta con facilidad a los manejos y a servir de instrumentos a los malos mexicanos que desde tierra extranjera conspiran para la ruina de la patria.” (Fabela, 1964, p. 102) CAMPO ADYACENTE
El trastorno político (de los malos mexicanos, antigobiernistas) actúa en contravía del gobierno, y en consecuencia, de la conservación de la patria.
CORRELATO La posibilidad del enunciado 'antigobiernista' o 'mal mexicano', requiere la existencia del enunciado opuesto, 'buen mexicano', de modo que las formulaciones originadas han de considerar el enunciado opuesto para definirse.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
La formulación especulativa de los enunciados señalados, define a un sujeto que niega lo 'subversivo' ante la posibilidad de su existencia, aunque se defina frente a él: (gobiernista/antigobiernista; autoridad/no autoridad)
CAMPO DE UTILIZACIÓN
El enunciado de lo antimexicano es relacionado con acciones realizadas en detrimento de la patria, mientras que el 'buen mexicano' ha de referir, en consecuencia, las acciones que permitan su conservación. Afirmados bajo el mismo correlato, la especificidad del enunciado formulado reside en la modalidad enunciativa (ámbito institucional del gobiernista, y estatuto del exiliado).
Cuadro 6
Enunciado Patriótico
ENUNCIADO: PATRIÓTICO
“Para alcanzar tan patriótico fin [el voto expreso y popular], durante el tiempo que falta para las elecciones, los Clubes Reeleccionistas [...] no descansarán en sus esfuerzos de propaganda ni perdonarán alguno para lograr, no el triunfo de sus candidaturas, que no puede ser dudoso, sino conseguir que el pueblo se habitúe al ejercicio de su soberanía, como la prenda más segura de la consolidación de la magna obra llevada a cabo por nuestro país bajo la sabia dirección del General Díaz.” (Secretaría de Educación Pública, 1945, p. 20)
81
Manifiesto a la nación: “[...] y como resultado de las frecuentes reelecciones [El Gral. Díaz] ha concentrado en sus manos un poder absoluto, que si bien ha usado con relativa moderación, ha traído al país los grandes males que siempre dimanan de tal régimen de gobierno. A esto debemos atribuir que ahora la justicia ampara al más fuerte; que la instrucción pública se imparte sólo a una minoría de quienes la necesitan […] y por último, que el espíritu público está aletargado, el patriotismo y el valor cívico deprimidos, y no debemos olvidar que el ideal de los pueblos debe ser fomentar esas virtudes, únicas capaces de salvarlo en las grandes crisis.” (Fabela, 1964, p. 39) CAMPO ADYACENTE
El voto es garantía del ejercicio de soberanía del pueblo. El alcance del primero permite la obtención de la soberanía. Lo patriótico y lo cívico son disminuidos por la reelección continua. Su ejercicio radicaría en el sufragio efectivo.
CORRELATO Lo patriótico adjetiva los propósitos del pueblo. Propósitos coadyuvantes a la personificación de un pueblo que se 'reviste' de su soberanía. Metaforización del enunciado de lo 'patriótico' que expresa la afectación del pueblo ante acciones de poder absoluto. Las virtudes del pueblo son características etopeyicas o de descripción cualitativa.
MODALIDAD ENUNCIATIVA
La Convención Reeleccionista arguye el alcance de la soberanía popular bajo la continuación del gobierno porfirista, compartiendo así el estatuto de autoridad otorgado a este último. La alusión a los efectos perjudiciales del reeleccionismo argumenta la premisa maderista.
CAMPO DE UTILIZACIÓN
Lo patriótico comparte en ambas formulaciones las mismas condiciones de posibilidad presentándose como atributo y acción del pueblo. No obstante, la modalidad enunciativa en la que se inscriben responde a objetivos políticos distintos.
CONCLUSIONES
La revisión de textos institucionales (manifiestos, planes, artículos constitucionales), y de
textos artísticos (o de prensa política) tuvo como objeto la descripción de las formaciones
discursivas del discurso sobre el nacionalismo mexicano durante el período revolucionario.
Para ello, fue propuesta la identificación de las estrategias y procedimientos discursivos
empleados en los textos, mismos focos locales de saber-poder que permitirían la
aprehensión de estrategias y procedimientos, utilizando respectivamente los siguientes
elementos metodológicos.
La identificación de estrategias supuso la relación entre disciplinas, prácticas no discursivas
y formulaciones inscritas en los focos seleccionados, por lo que la descripción de los
enunciados consideró las condiciones económicas y sociales de producción (sucesiones
82
presidenciales, efectos del conflicto interno o relaciones exteriores), y las disciplinas o
campos de saber utilizados como sustento teórico de las prácticas (sociología, psicología,
derecho constitucional). El estudio anterior afirmó el establecimiento de las estrategias de
pacificación y de reivindicación popular bajo el análisis de los enunciados de patriotismo,
soberanía, civismo, buenos/malos mexicanos. El recorrido expuesto, que ha buscado
dirigirse de manera cronológica, presenta separadamente las estrategias identificadas
(parágrafos 9.1, 9.2) haciendo énfasis en la aparición de los partidos políticos de oposición
como un factor decisivo para la institucionalización de un discurso de reivindicación
popular. No obstante, este discurso -que no es ajeno a los textos de reflexión político-social
anteriores a las formulaciones del período revolucionario- puede emplazarse en la estrategia
de pacificación cronológicamente anterior, conforme a los objetivos discursivos de
conservación nacional.
La variación de los conceptos parece depender de los objetivos de la razón de Estado, si
bien la identidad del enunciado aparente ser la misma en todas las formulaciones: en
presencia de una analogía lingüística23
donde los enunciados responden formalmente al
mismo vocabulario, la distinción del enunciado reside fundamentalmente en la modalidad
enunciativa. De allí que, aunque las estrategias de pacificación y de reivindicación popular
sean semejantes en la disposición de enunciados debido a la identidad lingüística y lógica
que se les atribuye en los textos, el campo adyacente asociado al enunciado de la paz no sea
en ambas estrategias el mismo. Mientras en la primera estrategia el enunciado es sostenido
por la premisa de „orden y progreso‟, en la segunda, la pacificación es relacionada con la
restitución del orden constitucional. Es precisamente en la transformación del enunciado
donde reside la apropiación discursiva, permitiendo la identificación de objetivos de
gobierno distintos en uno y otro caso, pero donde se hace también notoria la continuidad
del enunciado de pacificación, y por lo tanto, la superposición de las estrategias. Es decir, la
estrategia de pacificación es implicada por la estrategia de reivindicación, aunque asuma
dentro de ella objetivos globales distintos.
23
“Se pueden encontrar actuaciones verbales que son idénticas desde el punto de vista de la gramática (del
vocabulario, de la sintaxis y de una manera general de la lengua); que son igualmente idénticas desde el punto
de vista de la lógica (desde el punto de vista de la estructura proposicional, o del sistema deductivo en que se
encuentra colocada); pero que son enunciativamente diferentes.” (Foucault, 2007a, p. 244)
83
La identificación de los procedimientos discursivos se atuvo a los criterios de definición de
la función enunciativa: campo adyacente, correlato, modalidad enunciativa, y campo de
utilización. La exposición de los procedimientos abarca enunciados que actualizan
comentarios, fundamentalmente de eventos históricos considerados como patrióticos, o
constituyen mecanismos de rechazo y separación, como el relativo a la distinción entre el
buen o mal mexicano y a las obligaciones cívicas dependientes de esta caracterización.
Tanto los procedimientos internos como los procedimientos de exclusión son soportados
por la cualificación que amerita la pertenencia a una doctrina política, y por la adecuación
de argumentos constitucionales y teóricos dirigidos a la consecución de propósitos
nacionales. Esto es, el procedimiento discursivo se ampara las más de las veces en la
modalidad enunciativa, y específicamente, en el estatuto de autoridad de que son investidos
los hablantes, de modo que las apreciaciones contienen per se una legitimidad o nivel de
veracidad apoyado principalmente por la doctrina política que las orienta; aquel que
permite el retorno del comentario se inscribe simultáneamente como partidario o detractor
de la premisa, el evento o el personaje retornado.
La indudable prevalencia de los fines nacionales admite formulaciones contrarias aunque
derivadas de las funciones legislativas plenas otorgadas al Poder Ejecutivo, por lo que su
(in)admisibilidad no puede resolverse por criterios de legalidad, sino por aquellos de
conveniencia patriótica. Las variables razones sobre las que es capaz de cimentarse la
voluntad de saber, fundadas en argumentos constitucionales, desplazamientos teóricos o
resoluciones de urgencia nacional, le permiten al hablante la adquisición de un estatuto y la
potestad para delegarlo en otros, lo que indica en ocasiones la dependencia de los
comentarios, los mecanismos de rechazo y de separación, a dicha voluntad.
La caracterización de las estrategias y de las modalidades enunciativas identificadas dentro
de los enunciados, expuestas ya en los señalamientos sobre los procedimientos discursivos
y las estrategias, indican dos de los elementos constitutivos de la configuración discursiva
sobre el nacionalismo mexicano. Coherentes con las estrategias globales de poder, toda vez
que dan indicios acerca de las apropiaciones discursivas y de su encadenamiento en juegos
de saber, las modalidades enunciativas no admiten, sin embargo, afirmar al discurso sobre
el nacionalismo mexicano como una formación discursiva individualizada. El campo
84
enunciativo dentro del cual son reunidos objetos, conceptos, modalidades y estrategias,
presenta relaciones que pueden configurarse desde distintos dominios de saber. Dicho de
otro modo, no existe una sino varias formaciones discursivas debido a la confluencia de
otras formaciones discursivas y de otros dominios de objetos dentro del discurso sobre el
nacionalismo mexicano.
Tal formulación procede de la consideración del sistema de formación conceptual
construido a través de la exploración documental, la categorización de los enunciados, y las
relaciones advertidas mediante la descripción de los campos adyacentes. Los conceptos de
soberanía nacional, territorio, y sufragio son introducidos por el derecho constitucional
mexicano, y reescritos dentro de los textos institucionales y artísticos, alterando las
relaciones de dependencia entre los conceptos de lo patriótico, lo cívico o lo ciudadano, de
manera que la definición o caracterización de los conceptos de soberanía o sufragio, suscite
repercusiones dentro de la adjetivación de prácticas como (anti)patrióticas, (no) cívicas, o
(anti)mexicanas.
Finalmente, desde el tratamiento de los enunciados se pueden esbozar algunas
consideraciones relativas a la constitución de la razón de Estado económica durante el
período:
1) La expansión de la libertad de prensa y sus implicaciones en las prácticas de
gobierno. Este tipo de libertad individual interesa por cuanto garantiza las
condiciones de independencia de la producción discursiva de la prensa, a la vez que
consiente un riesgo en la apertura del espacio de libertad individual, atentando en
contra de los objetivos estatales. En este sentido, la prensa libre es tanto una
contraconducta, debido al contenido de deslegitimación presidencial que provee,
como una técnica dispuesta desde la misma razón de Estado.
2) El funcionamiento del dispositivo policial. La racionalidad económica que parece
emplearse dentro del período señalado, atiende a una de las funciones clave del
aparato policial dentro del mecanismo de la soberanía. Bajo el cometido del
aumento de las fuerzas, el mecanismo de seguridad de la policía materializa el poder
del soberano, y constituye un golpe de Estado permanente a través del cual se
85
distancia del funcionamiento general de la justicia. Este golpe, signo del poder
arbitrario del soberano y aparentemente exento de cualquier saber científico, es una
modalidad de funcionamiento que comparte junto con la represión delincuencial el
carácter reglamentario del aparato policial. Es mediante los mecanismos de la ley y
la disciplina como la policía regula a la población, no obstante la prohibición y la
prescripción, correlatos adscritos al mecanismo legal y al disciplinario
respectivamente, no hacen del ejercicio del dispositivo de policía un ejercicio de
control, ni indican la inoperancia de este ejercicio. La integración de la institución
judicial a un continuum de aparatos sobrepasa el sistema jurídico de la ley, para
participar de un conjunto de técnicas que se proponen el ejercicio de un poder
normalizador cobijado bajo la forma del poder jurídico. Es en este sentido como las
disciplinas de la psicología y la sociología sustentan la aplicación de artículos
constitucionales, así como de algunos principios educativos.
3) La prelación de la construcción de un sujeto de derecho. El carácter privativo de las
acciones individuales, apreciado no sólo en las condiciones de posibilidad
discursiva otorgadas a la prensa, sino en el rechazo de los intereses de orden
individual que podrían atentar contra la consecución de objetivos nacionales. Si se
afirma que uno de los presupuestos de la razón de Estado económica es el
direccionamiento del interés individual encausado por el sujeto económico, a la
aparición del sujeto económico parece antecederle como correlato necesario, la
constitución del sujeto de derecho. La aparición de un sujeto económico guiado por
el propio interés es atenuada, sino rechazada, por el alcance de un sujeto de derecho
apoyado en la figura del mandato constitucional, dirigiéndose así un interés por la
identificación del pueblo en términos de ciudadanía y valores cívicos.
86
Anexos
Anexo 1.
Clasificación de documentos antecedentes
CONSTRUCCIONES DISCURSIVAS SOBRE NACIONALISMO
1. Pérez, R. (1999).Un nacionalismo sin nación aparente (la fabricación de lo „típico‟
mexicano 1920-1950). Política y cultura, (12), 177-193.
TIPO DE TEXTO DESCRIPCIÓN
Artículo Análisis del discurso nacional y de las tendencias unificadoras y
homogeneizadoras que permearon los ámbitos político, cultural e
intelectual para configurar un estereotipo de lo mexicano durante el
gobierno posrevolucionario.
2. Serrano, A. (2002). Identidades étnicas versus identidades cívico-territoriales como
‘tipos ideales’ de identidad nacional: discursos, actitudes y bases sociales. Una
comparación entre Cataluña y el País Vasco.
Tesis doctoral A través del análisis de discursos formulados por grupos de discusión
en Cataluña y el País Vasco, Serrano ofrece una caracterización del
discurso nacionalista: el discurso oscila y se despliega entre una
construcción étnica, y una construcción de tipo cívico-territorial,
configuradas por actitudes y opiniones dependientes del contexto y el
posicionamiento del grupo social.
3. Ezeta, M. (2002). Nacionalismo revolucionario y Educación: dos caras de la misma
moneda en un Proyecto de Nación.
Tesis de pregrado Análisis de los libros de texto escolar empleados durante el período
de gobierno del Gral. Porfirio Díaz, y durante el período
posrevolucionario (1920-1924), con el objeto de identificar las
repercusiones del discurso nacionalista del porfiriato dentro de la
concepción educativa posrevolucionaria.
4. Pi-Suñer, A. (2009). La construcción del discurso nacional en México: un anhelo
persistente (siglos XIX y XX). Secuencia, (75), 73-77.
Artículo La idea de nación, de acuerdo con Noriega (citado por Pi-Suñer) es
dentro de otros factores, cimentada por los conceptos políticos y
jurídicos empleados dentro de la construcción de los proyectos
constitucionales de los años 1821-1824. Los conceptos muestran la
vinculación entre principios liberales modernos, y valores culturales
de religión o territorio.
5. Burneo, M. (2010). Prensa y nacionalismo: representaciones en la guerra del Cenepa en
Febrero de 1995.
Tesis de maestría Análisis del discurso sobre la guerra del Cenepa en el periódico
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ecuatoriano El Hoy. El tratamiento de la problemática territorial desde
el discurso oficialista se afirma como un elemento de legitimación del
discurso nacionalista ecuatoriano, derivado del establecimiento de
categorías como héroe-villano, desmembramiento nacional-unión.
6. Corpas, M. (2011). México 1810-2010. Identidad y construcción nacional a través de la
laicidad. Tzintzun. Revista de estudios históricos, (53), 107-129.
Artículo Exposición de tensiones entre el discurso estatal y el discurso
eclesiástico, sobre la división de poderes procurada por la institución
de la laicidad en México. El artículo enfatiza la obstaculización de las
prácticas eclesiásticas frente al despliegue de un discurso nacional
formulado desde la instancia estatal.
7. Espinosa, M. (2013). La nación a debate: el discurso nacionalista en la prensa liberal
antiporfirista. Memorias, 10 (20), 138-158.
Artículo A partir del estudio del discurso hemerográfico de los diarios de
oposición al régimen porfirista, durante el período comprendido entre
1890 y 1910, Espinosa analiza y explica el debate generado entre la
imagen nacional construida por la élite durante el gobierno del
General Díaz, y los argumentos presentados por la prensa liberal en
contra de esta nación imaginada.
8. Ayala, P. (2014). Patrimonialización y arqueología multicultural en San Pedro de
Atacama (Norte de Chile). Estudios atacameños, (49), 69-94.
Artículo Estudio de la patrimonialización y legitimación de la cultura indígena
en Chile a través de lo que Ayala denomina un arte de gobierno
étnico. La etnografía de prácticas y discursos estatales y
arqueológicos, permite elaborar una representación multicultural y
pluriétnica el Estado chileno que legitima y patrimonializa la cultura
indígena, con apoyo de la autoridad científica de la disciplina de la
arqueología.
MÉTODO ARQUEOLÓGICO-GENEALÓGICO
1. Sandoval, F. (2006). Ambiente y poder. Una arqueología del saber ambiental.
Tesis doctoral Descripción y análisis del discurso ambiental a partir de la
identificación de las estrategias discursivas, epistémicas y políticas
sobre las que se ha consolidado el concepto de ambiente. Para ello
toma como objeto instrumentos de normatividad ambiental, informes
institucionales, y debates de cumbres internacionales sobre crisis
ecológica y gestión del ambiente.
2. Martínez, J. (2009). Análisis de los discursos gubernamentales sobre la educación
superior como lugar de producción biopolítica de la subjetividad en Colombia, 1991-2005.
Tesis doctoral El discurso gubernamental sobre la educación superior inscrito en el
período 1991-2005, funciona como dispositivo de producción
biopolítica de la subjetividad. Existen unas prácticas de sujeción y
88
control, en este caso referidas a lineamientos gubernamentales, que
acordes con exigencias económicas, producen unos modos de vida
específicos.
3. Balsa, J. (2016). Formaciones y estrategias discursivas, y su dinámica en la construcción
de la hegemonía. Propuesta metodológica con una revisión a las disputas por la cuestión
agraria en la Argentina de 1920 a 1943.
Artículo Análisis de la configuración de la problemática agraria en Argentina
(1920-1943) mediante la definición y articulación de formaciones y
estrategias discursivas. Formaciones y estrategias conforman planos
de disputa hegemónica: definición de objetos (formaciones) y
valorización o aceptación (estrategias).
Anexo 2.
Presentación de corpus
CORPUS
1. TEXTO ARTÍSTICO
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA DOCUMENTO
Aurrecoechea, J. y Bartra, A. (1988). Puros
cuentos: La historia de la historieta en
México 1874-1934. México: Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes,
Editorial Grijalbo.
Un recurso, México Gráfico, 1889, página
76.
Fragmento de una plancha de Adelaido el
conquistador, El Universal Gráfico, 8 de
agosto, 1928, página 115.
Cumplido extendido al artista Rafael Lillo,
El Mundo Ilustrado, 27 de septiembre,
1908.
González, M. (1974). Fuentes para la
Historia de la Revolución Mexicana II. La
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