APROXIMACION AL PENSAMIENTO POLITICO DE
FERNANDO GONZÁLEZ
“Pueblos en que la juventud no piensa, por miedo al error y a la duda,
están destinados a ser colonias” F. G.
I.
Antes de abordar el tema central de esta charla, algunas ideas políticas de
Fernando González, voy a presentarles una semblanza del personaje. En la breve
posdata de la respuesta a una encuesta de la Revista de la Universidad de
Antioquia sobre el “pensamiento latinoamericano”, se presenta a sí mismo:
“P.S. respecto a mi persona, le diré que nací en Envigado el 24 de abril de 1895,
en una calle con caño; que no soy de ninguna academia, que no tengo títulos,
pues los de bachiller y abogado los perdí, y que me alegra mucho eso, pues el que
no pierde todo, muere todo. FG.” (Esto último está asociado con la idea de
despojarse, de desnudar el alma y el cuerpo, como ritos de mutación y
renacimiento, que Fernando aprendió de los místicos cristianos y de los “gimno-
sofistas” o “filósofos desnudos de la india”). En otro lugar se describe de niño: “Mi
madre me parió cabezón, pero infiel”, “Yo era blanco, paliducho, lombriciento,
silencioso y solitario. Con frecuencia me quedaba por ahí parado en los rincones,
suspenso, quieto. Fácilmente me airaba y me revolcaba en el caño cada vez que
peleaba con los de la casa”. Fue expulsado del colegio de los jesuitas, en quinto
bachillerato, porque leía obras de Voltaire y Nietzsche y porque negó, al profesor
de filosofía, el primer principio de la lógica aristotélica (una cosa no puede ser y no
ser al mismo tiempo). En sus palabras: “Dios me salvó, pues lo primero que hice
fue negarlo, donde los Reverendo Padres (...) Luego le negué todo al Padre
Quirós. ¡El primer principio! Negué el primer principio filosófico, y el Padre me dijo:
‘Niegue a Dios; pero el primer principio tiene que aceptarlo, o lo echamos del
Colegio...” Yo negué a Dios y el primer principio, y desde ese día siento a Dios y
me estoy librando de lo que han vivido los hombres.” (N. p.18.). A los 16 años
ingresa al grupo de Los Panidas, del que hacían parte Ricardo Rendón y León de
Greiff, entre otros:
“Melenudos de líneas netas,Líricos de aires anarquistas,
hieráticos anacoretas,dandys, troveros, ensayistas,en fin, sabios o analfabetas,
y muy pedantes – si os parece -,explotadores de agrias vetaslos Panidas éramos trece!”1
El mismo De Greiff describía así el ambiente de la ciudad de Medellín por aquellos
años: “(...) Sucesos banales/Gente necia,/local, y chata y
roma./Chismes,/Catolicismo,/Y una total inopia en los cerebros.../Cual si todo se
fincara en la riqueza,/en menjurjes bursátiles/ y en un mayor volumen de la
panza.” 2 Cuando cumple la “mayoría de edad”, 21 años, publica su primer libro:
Pensamientos de un viejo (1916); al año siguiente obtiene el título de “bachiller en
Filosofía y Letras” en el Liceo de la Universidad de Antioquia. En 1919 recibe el
título de abogado en la misma Universidad, con la tesis: El derecho a no obedecer
(1919) (cuyo título se vio obligado a cambiar por “Una tesis”). Entre 1921 y 1931
se desempaña como magistrado en Manizalez y como Juez civil en Medellín.
1 Balada trivial de los trece panidas, 19162 Villa de la Candelaria, 1914
2
En estos años escribe y publica su famoso Viaje a pie (1929, editado primero en
París) y Mi Simón Bolívar (1930). En 1931 es nombrado Cónsul General de
Colombia en Génova (Italia), de donde es retirado por solicitud del gobierno de
Mussolini, cuya policía secreta ha encontrado entre sus papeles los manuscritos
de su obra El hermafrodita dormido (publicada en 1933). Ya veremos algo de los
petardos y luces de bengala que F. G. escondía en sus apuntes. En 1932 vive en
Marsella y publica (en París) el libro Don Mirócletes. En 1934 es retirado
definitivamente del consulado, regresa a Colombia y se establece en la Villa
Bucarest, una finca en Envigado, donde permanecerá hasta 1940. En estos años
publica Mi compadre (1934), El Remordimiento (1935), Cartas a Estanislao (1935)
Los Negroides (1936) Nociones de izquierdismo (1937) Santander (1940), e inicia
la publicación de la revista Antioquia (1936-1945).
Entre 1935 y 1945, participa activamente en política, pero obtiene un rotundo
fracaso en su primera incursión para las elecciones de la Asamblea departamental
de Antioquia en 1935 (su lista obtiene 19 votos). En 1940 funda, con el escultor
Pedro Nel Gómez, y otros amigos, el movimiento LAIN (La Izquierda Nacional), en
1941 LAIN logra dos escaños para la Asamblea departamental. En este mismo
año González publica El maestro de escuela, obra que abre un largo paréntesis en
sus publicaciones, que irá hasta 1959, y que solo es interrumpido por la redacción
del Estatuto de Valorización de Medellín (1942) y por las Arengas políticas que
publicará en 1945. En 1953 viaja de nuevo Europa, nombrado como vicecónsul
honorario de Colombia en Bilbao (País vasco, España), por el gobierno de Rojas
Pinilla. Regresa a Colombia en 1957. Sus últimas obras serán El libro de los viajes
o de las presencias (1959) y La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera
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(1962). Fernando González muere el 16 de febrero de 1964, a causa de un infarto
cardiaco, en su casa-finca de Otraparte. Lugar que en sus últimos años fue sitio de
peregrinación de la juventud intelectual antioqueña: Felix Angel Vallejo, Manuel
Mejía Vallejo, Alberto Aguirre, Darío Ruiz Gómez, Carlos Castro Saavedra, María
Helena Uribe, Olga Helena Mattei, Gonzalo Arango y otros nadaistas, Marta Traba
y el sacerdote catalán Andrés Ripol.
Puede decirse que por mucho tiempo la obra de Fernando González fue mejor
recibida en el extranjero que en su propio país (Pronto fue traducido al francés).
Mientras que la Iglesia colombiana prohibió “bajo pecado mortal” la lectura de sus
libros (así sucedió con Viaje a pie y con Don Mirocletes, cuya prohibición por el
Arzobispo de Medellín dice que “está prohibido y es pecado mortal reimprimirlo,
leerlo, retenerlo, venderlo, traducirlo a otra lengua o prestarlo a los demás”), gozó
de la admiración de escritores como Gabriela Mistral, José Coronel Urtecho,
Velasco Ibarra, Valery Larbaud, Thornton Wilder y Jean Paul Sartre. Fue
nominado dos veces al premio Nobel de literatura (siempre por escritores
extranjeros, pues cuando una vez se consultó a la Academia Colombiana de la
Lengua, está conceptuó que González no tenia los méritos para esa distinción y
sugirió en cambio el nombre del filólogo español Ramón Menéndez Pidal).
II.
El pensamiento político de Fernando González es inseparable de su concepción
del quehacer filosófico. Por esto en las notas que siguen trataré de presentar un
recuento cronológico de sus opiniones sociales y políticas al lado de algunas
reflexiones sobre la tarea que asumió como filósofo (¿y que terminó como
místico?).
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Bajo la influencia de Schopenhauer, Nietzsche y Spinoza, el pensamiento juvenil
de F. G. Tiende al vitalismo, con su esperable carga de irracionalismo:
“Filosofar es buscar razones para nuestros modos de ser.
El que se entrega a la razón acabará por no poder amar, por no poder creer, por no poder
hablar. La razón no da autorización para nada. Y la vida es afirmativa. La razón es
enemiga de la vida.
Cada hombre es distinto a los demás. Y sin embargo, para darse cuenta de qué tan
poderoso es en los hombres el instinto de rebaño, y qué tan escaso es el conocerse a sí
mismo, basta considerar que se pueden contar con los dedos de las manos los guías de
la humanidad.
Mi abuelo don Benicio decía: “Aquel que se perfuma es porque huele mal”. ¡Hay también
escritores perfumados, abuelo!
Filosofar es oficio de viejos. ¡Comienza el crepúsculo! Vamos, siéntate a meditar en las
aventuras del día.
No se comprenden las verdades sin haberlas vivido antes. Entonces se aman como si
fueran parte de nuestro ser” (1914)
Esta preeminencia de la ‘vida’ sobre la ‘razón’ será una constante en la obra de F.
G., y le conduce a preferir siempre la vivencia a la cultura libresca: “La mayor parte
de los hombres están atareados en la lectura de libros, sin preocuparse de leer su
propia alma. La novia del solitario es su propia alma” dice ya en Pensamientos de
un viejo, donde también previene: “No doy derecho para juzgarme sino al que
haya vivido la vida saboreándola con recogimiento. A ningún sabio de biblioteca
doy derecho para juzgarme. Estas cosas no se aprenden, es preciso vivirlas.”
En su tesis de grado, El derecho a no obedecer, aboga por la que el llama “la
escuela liberal” en economía política. En esta se recoge la idea de un liberalismo
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de corte radical y anarquista, que propende por la defensa del individuo contra el
Estado. El individuo contra el Estado, obra publicada por Herbert Spencer en
1884, está en el trasfondo de esta tesis de grado. F. G., quien cita a Spencer
llamándolo “una de las mentalidades más altas de los tiempos modernos” (la
práctica de citar desaparecerá muy pronto en los escritos del filósofo). En contra
de las doctrinas colectivistas, cristianas y marxistas, González defenderá que la
sociedad es sólo un medio para que el individuo satisfaga sus necesidades: “En
ningún caso se puede sacrificar al individuo en bien de la comunidad” (aún el
servicio militar obligatorio es injusto). Llama estatolatria al colectivismo o
socialismo de Estado que considera justo el sacrificio del individuo en pro de la
sociedad. La predica gregarista de la religión cae en esta estatolatria que “quiere
anular al individuo, QUE ES UNA BESTIA INDÓMITA” (mayúsculas de F. G.). No
pretende rechazar absolutamente el espíritu gregario, pues considera que “el
hombre tiene necesidades que se convierten en pro de sus semejantes”; pero
considera que “el amor al prójimo, la compasión, etc., (...) son necesidades que
radican en el yo, son egoístas: El egoísmo lleva al altruismo, que no es sino una
modificación de aquel...” La justificación que da de su toma de partido por la
“escuela liberal”, constituye una defensa de la posición anarquista individualista:
“La necesidad de gobierno es proporcional al grado de civilización. El pueblo en
donde menos necesidad haya de gobernar será el más civilizado (...) El
anarquismo, que es la supresión de todo gobierno, es un ideal hermoso, pero muy
lejano aún de nuestra época. El anarquismo... no es otra cosa que los principios
de la escuela liberal llevados a la exageración”. La intervención del gobierno en al
vida social debe ser lo más débil posible. “El papel del Estado debe reducirse a la
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administración de justicia y a la conservación del orden interior y exterior; y puede
afirmarse que vendrá un tiempo en que esto no sea necesario, en que sea una
realidad la anarquía” El Socialismo de Estado, dirá al final de su tesis, es una
“mistificación alemana, una forma de militarismo”. Sin embargo, el tono general de
la tesis no escapa al apogeo del positivismo que caracterizó a la época del cambio
de siglo (del XIX al XX). Esto se nota en el título de su primer capítulo: “De cómo
en Colombia hay muchos doctores, muchos poetas, muchas escuelas y poca
agricultura y pocos caminos”, es la crítica de la cultura libresca, de lo que el llamó
“el vicio solitario” de leer mucho y no hacer nada, pero también es la exaltación de
lo que alguien llamó “el ideal de lo práctico” (F. Safford).
Es común que en esta época F. G. se refiera con entusiasmo a las virtudes de una
hipotética juventud pragmatista: “El joven pragmatista admira lo único que hay
admirable en este esferoide: EL METODO; la capacidad de perfeccionarse que
tiene el hombre”, “El método y la contención son los que pueden hacer del hombre
un bípedo interesante”, dice en Viaje a pie (1929).
El Método que busca y propone F. G. es aquel que realice el ideal socrático de la
filosofía: conocimiento de sí mismo, entendido como desarrollo de la propia
personalidad, de las potencialidades expresivas de la subjetividad, de la energía
interior producida en la contención metódica: “Cuando un joven comprende que el
secreto no está en lo que haga, en lo que diga, en el vestido, etc., sino en la propia
energía interior, está maduro para la filosofía”, dice en Don Mirócletes.
Esta búsqueda el método para la autoexpresión lo lleva al estudio de las grandes
personalidades, de los grandes hombres: “Las verdaderas universidades son los
grandes hombres”, dice. Así el libro Mi Simón Bolívar es a la vez el estudio del
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gran hombre y la reflexión sobre el método. La síntesis del método que encuentra
personificado en Bolívar son los tres principios de lo que llama la “ley de la energía
humana”: “1. Saber exactamente lo que se desea; 2. Desearlo como el que se
ahoga desea el aire; y 3. Sacrificarse a la realización del deseo, o sea pagar el
precio”. Pero en Mi Simón Bolívar (libro escrito para conmemorar los 100 años de
muerte de Libertador en 1930), sobresalen otros dos hallazgos, el concepto del
Gran Mulato americano y la curiosa postulación de un “metro psíquico” para medir
el grado de conciencia alcanzado por los hombres. El metro psíquico o
“concienciámetro” postula siete niveles o grados de conciencia: orgánica, familiar,
cívica, patriótica, continental, terrena y cósmica. En el primer nivel, están los
hombres de “conciencia fisiológica: mínimum de yo y máximum de cosas extrañas”
(Santander y Páez); en el tercer nivel, la conciencia cívica, ubicará a los griegos y
romanos; en el sexto, la conciencia terrena, ubica a su admirado Mahatma Gandhi
(“¡Oh Mahatma Gandhi, que iluminas el mundo desde hace 40 años! Por ti se cree
en el hombre! ¡Mahatma! Desde aquí, desde mi remoto pueblo, invoco para tus
luchas la energía innominada...”). En el séptimo y último nivel está el hombre de
conciencia cósmica. En él “desaparece el yo, o mejor, se infunde en él todo lo
manifestado”.
La teoría del Gran Mulato3 es el centro de la sociología de Fernando González, la
enuncia en Mi Simón Bolívar y la desarrolla luego en Don Mirócletes, Mi
3 “Respecto a la expresión Gran Mulato, Jorge Ordenes [“El ser moral en las obras de Fernando González”] considera que sería más preciso decir Gran Mestizo Americano, por cuanto el término mulato, estrictamente hablando, viene a significar la mezcla de razas blanca y negra” Javier Henao Hidrón: Fernando González: Filósofo de la autenticidad, p. 167 Allí mismo Henao Hidrón agrega esta aclaración de F. G. en Mi Compadre: “Entiendo por mulato todo individuo de sangre mezclada”.
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Compadre y en Los Negroides. En Mi Simón Bolívar, presenta de este modo la
idea del Gran Mulato: “Indudablemente Suramérica, por su extensión territorial,
por su hibridación étnica, por la riqueza y variedad de sus tierras y sus climas, está
destinada a ser la cuna del hombre tipo y unificado, la gran democracia (...) Se
fundirán todos los organismos y aparecerá el verdadero hombre, EL GRAN
MULATO ADAPTADO. Se fundirán todas las religiones y aparecerá una gran
unidad ideológica, unidad de amor y de conciencia” (p. 57). El excéntrico
personaje que protagoniza esta obra, Lucas Ochoa, uno de los desdoblamientos
de F. G., llega a soñar con un proceso de “mezcla científica de las razas hasta
unificar el tipo de hombre” y, aún más, en Mi compadre, propone unas
proporciones ideales para tal mezcla: 45% de indio, 45% de blanco y 10% de
negro (Por la mesura y la astucia del indio, la imaginación creadora del blanco y la
capacidad de impertinencia del negro).
Respecto de la figura de Bolívar presentada por F. G. me parece importante llamar
la atención sobre un aspecto: la tesis de que los pueblos latinoamericanos de la
época requerían un gobierno fuerte y centralizado, una especie de dictadura
paternalista. F. G. rastrea esta idea en los escritos de Bolívar y en el Príncipe de
Maquiavelo. Así, por ejemplo, cuando Bolívar en la Carta de Jamaica afirma que:
“Los acontecimientos (...) nos han probado que las instituciones perfectamente
representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces
actuales”. Para González, Bolívar “examina las varias formas de gobierno y
termina con su idea genial y perenne de los gobiernos paternales, que en verdad
son los únicos propios para Suramérica, la cual no ha querido aceptarlos
abiertamente, y por eso dominan en ella las tiranías y las anarquías”. Era su modo
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de concebir la idea de Bolívar de la tiranía activa: “Libertar al hombre es abrirle el
camino de la propia expresión, de la futura expresión humana; que no sea
explotado y rebajado, que sea ascendido, aun por la fuerza. El gobierno de la
nobleza y de la dignidad en cada pueblo, con el fin de crear hombres; eso es lo
que llamaba Bolívar la tiranía activa. España trataba a América como un campo de
producción, como un potrero, y Bolívar deseaba que fuese el mejor teatro de la
expresión humana.”
Para F. G., en tono superlativo, Bolívar anticipó el superhombre de Nietzsche,
“unos treinta años antes que aquel – nos dice- (Bolívar) predicó y actúo y luchó
como superhombre”. Y así como Bolívar es el modelo del Gran mulato, el ideal de
la expresión de la conciencia latinoamericana en el concierto universal, Santander
representa el antimodelo, el falso héroe del espíritu nacionalista. En el libro
dedicado al llamado “hombre de las leyes” (Santander, escrito en el centenario de
la muerte del general, en 1940), F. G., lo presenta entre el grupo de los “héroes
nacionales” (Washington, San Martín, O’Higgins), quienes representan la actitud
conservadora de los creadores de fronteras; opuestos a Bolívar que es quebrador
de fronteras. Bolívar personaliza el impulso latente que tiende a unificar al género
humano. De Santander dirá González que es “la envidia hecha método, tenía
conciencia orgánica del dinero. ¡Cuán parecido a todos los abogados de la Nueva
Granada!” (agregaba). Santander quería prestigio, poder, tranquilidad, y una
hacienda propia. Tenía la habilidad jurídica para esconder sus fechorías y no dejar
huella, “se interesaba por aparentar pureza ante sí mismo y ante la posteridad”,
era un producto típico de un país seminarista y andino.
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El libro que sigue cronológicamente a Mi Simón Bolívar, es Don Mirócletes (de
1932). En la “Conferencia de Aranzazu”, puesta en boca del protagonista de este
relato, Manuelito Fernández, otro desdoblamiento de F. G., este aclara un poco
más su concepción del gran mulato:
“Me preguntaréis: ¿Es una promesa el mulato?
Os contestaré que abandonados al cruce entre ellos, al acaso, sin inmigración, tienden al
anonadamiento. Pero que efectuando el cruce de modo que presida la ciencia, inyectando
sangre negra y blanca en dosis determinadas, indudablemente aparecerá la raza
definitivamente humana, el gran mulato. Suramérica es el campo experimental de las
razas. Entiendo por gran mulato el producto definitivo que se obtendrá de la mezcla
científica de las razas hasta unificar el tipo del hombre. La ciencia debe preocuparse de
estos problemas, porque los medios de comunicación están en progreso constante,
diariamente aumenta el intercambio y hay que llegar a la unidad racial. ¡Cómo no! ¡La
creación del hombre! Por ahora no tenemos sino los ingredientes para fabricar el gran
mulato, consistente en las varias razas, subrazas y variedades...
Pero es evidente que el producto suramericano se reseca, se va resecando...” (Don
Mirócletes, p.p. 128-129).
El autor muestra ya un poco de escepticismo sobre la concreción de su ideal. Se ha referido
antes en el libro a las “embolias” que le impiden expresarse al espíritu latinoamericano; la
primera es el hecho de haber sido “descubiertos”. Volverá luego sobre esta idea.
En 1933 encontramos al Cónsul F. G. escribiendo su libro El hermafrodita dormido
(Editorial Juventud, Barcelona, 1933), y debatiéndose entre la belleza del arte griego,
sintetizado en el “hermafrodita dormido”, y la fealdad del Duce y su régimen fascista. De
Mussolini dice: “Benito era ateo y socialista, etc. Hoy está unido con el papa. Asiste a
fiestas religiosas (...) Me complace verlo entrar en la pantalla, caminando con meneos,
para simular agilidad (...) En verdad su mandíbula es poderosísima y tiene algo fatal en
todo el rostro”. En otro lugar del libro describe el gobierno de Mussolini:
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“En Italia el Estado, o sea Mussolini, tiene en sus manos las riendas de la prensa, el
cinematógrafo y la radiofonía. Por medio de la organización del sistema corporativo de las
industrias, haciendo a las corporaciones órganos del partido, las colocó bajo su control.
Un elemento que se le escapaba era el clero. Lo compró; le dio dinero; se constituyó en su
protector y ahora el Papa es su gran aliado.
¿Triunfará entonces? Tiene todo en sus manos, pero no tiene un fin noble y sus métodos
son envilecedores. ¿Qué se propone? No lo dice; se limita a repetir que la grandeza de
Italia. No triunfará, porque el alma humana no puede ser violentada, ella no se mueve y
crece sino por la instigación de la belleza.
Sólo hay una dictadura que triunfará: la que ejercen las almas grandes. Aun el ser más
perverso no crecerá un ápice por medio de la violencia. Azotando a un esclavo, cada día
será más esclavo. La virtud no se impone. Un pueblo debe preferir el desaparecimiento a
la tiranía. Por eso, la ley moral manda asesinar a los tiranos.”
Finalizando el libro, en una página titulada: “El mundo en 1933”, enuncia los “tres
distintivos” de la situación de aquel entonces, a partir de unos supuestos juicios “emitidos
en los cafés, mientras fumaba cigarrillos turcos”:
“Primero. Del pueblo judío tenemos la fuente de las ideas religiosas y morales.
Segundo. De Grecia tenemos el arte y el razonamiento.
Tercero. De los yanquis tenemos la organización y la máquina. Francia es razonadora.
Nadie le gana. Alemania reacciona muy feo. El nacionalismo actual de Hitler es
desagradable y escandaloso. Mussolini prepara una guerra contra Francia, lentamente,
con frialdad, tal como preparan en Italia las venganzas entre las familias. El italiano, de
Florencia para el Sur, es hombre cruel, vengativo, peludo.
La máquina yanqui trajo un desarreglo definitivo en las ideas morales y estéticas.
Marchamos por entre tinieblas.
En estos días agoniza el movimiento más bello de estos tiempos: La objeción de conciencia
ante el servicio militar. La culpa es de Mussolini. Gandhi tendrá que ayunar hasta la
muerte.
Quiera Dios que dure aún dos años el tiempo en que se pueda fumar cigarrillos en los
cafés de París, y emitir juicios” (p. 162).
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Mi compadre, libro de 1934, está dedicado al dictador venezolano Juan Vicente Gómez,
como excusa para poner a prueba su “metro psíquico” o “concienciámetro”, y para ‘atisbar’
la gestación del gran mulato en Venezuela. Parte de un recuento de los grandes hitos de la
historia venezolana, y comentando la guerra federal que derrocó a Páez (un ejemplar de la
conciencia orgánica) nos dice: “La guerra federal fue una sublevación contra el tipo
europeo. Fue un episodio importante en la gestación del tipo suramericano en Venezuela.
No quedaron españoles criollos. Fue el triunfo de la pardocracia (...) Suramérica es el
teatro del gran mulato; allí es donde la vida tiende a crear la unificación de las razas”
(51). Y más adelante, después de exponer su ya mencionada regla de las proporciones
étnicas (45% indio, 45% blanco, 10% negro, “Esto último lo necesitamos para la capacidad
de impertinencia”) dirá que con el general Juan Vicente Gómez “aparece el primer
gobierno del tipo suramericano”, “con el general Gómez –agrega- hemos comenzado a
expresarnos; hemos dejado de ser colonia”. Elogia los esfuerzos de Gómez por instaurar un
gobierno netamente nacional; lo que implica abandonar la “sugestión europea”, es decir, la
compulsión a imitar las leyes y costumbres extranjeras: “Copiadas constituciones, leyes,
costumbres; la pedagogía, los métodos y programas, copiados; copiadas todas las
formas”, dirá en Los Negroides. Valga recoger esta observación de Javier Henao Hidrón: la
Venezuela que estudia y recorre F. G., tras 23 años de dictadura de Gómez, está cruzada
por carreteras, y al parecer, no tiene deudas, ni desempleados, ni pordioseros.
En Los Negroides (1936), F.G. retoma las consecuencias de la “embolia” mencionada, lo
que él llamará “complejo de ilegitimidad”, o en palabras más directas: “complejo de hijo de
puta”. En el capítulo XXXV propone un curso que será dictado por el rector de una
hipotética Universidad Grancolombiana. El curso se llamará “filosofía de la personalidad”:
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“El secreto de este curso disciplinario está en prácticas para conocerse a sí mismo, y para
cultivarse luego. Lo primero es conocerse, y lo segundo, cultivarse. Nuestra individualidad
es nuestro huerto, y la personalidad es nuestro fruto” La sexta clase de este curso se referirá
al complejo de ilegitimidad. Al respecto vale citar la página completa:
“... este complejo es terrible en Suramérica. Nuestra individualidad está apachurrada, a
causa de estos hechos:
1º. En cuanto negros, somos esclavos, propiedades de europeos, fuimos prostituidos.
2º. En cuanto indios, fuimos descubiertos, convertidos; discutieron “si teníamos alma”;
rompieron nuestros dioses; nos prostituyeron moral, religiosa, científicamente.
3º. En cuanto españoles, somos criollos, sin poder "probar la pureza de sangre".
4º. Lo peor: Que somos mezcla de las tres sangres; ocultamos como un pecado a nuestros
ascendientes negros e indios. Somos seres que se avergüenzan de sus madres, o sea, los
seres más despreciables que pueda haber en el mundo. En realidad, tal mezcla es un bien;
pero en la conciencia tenemos la sensación de pecado. Vivimos, obramos, sentimos el
complejo de la ilegitimidad.
Por eso el suramericano simula europeísmo; por eso es dilapidador, prometedor, incapaz:
Porque tiene vergüenza del negro y del indio.
Pregunto: ¿Puede el suramericano vivir como europeo; competir con el europeo? No,
porque es mulato. Su individualidad es mulata.
Mientras simule, será inferior. La grandeza nuestra llegará el día en que aceptemos con
inocencia (orgullo) nuestro propio ser. El día en que, mediante la cultura practicada en
esta Universidad, el grancolombiano manifieste su individualidad mulata
desfachatadamente; ese día habrá algo nuevo en la tierra, habrá un aporte nuevo al haber
humano.
¿Quiénes son el señor Caro, Abadía Méndez, Pedro Claver Aguirre, Lucianito Restrepo,
Federico Páez, Olayita y Alfonso López? Almas ilegitimas; mulatos dormidos, cuyas
lenguas son movidas por libros europeos.
Las Universidades colombianas han dado ilegítimos; todos son como los diputados,
ventosidades de marrano.
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¡Qué tan ilegítima, que tan prostituida es Suramérica, que en su historia observamos
períodos en que los pueblos han vivido pendientes de homúnculos tales como Federico
Páez, Benavides, Olaya, Laureano Gómez!”.
De 1935 son los libros El Remordimiento y Cartas a Estanislao. Este último dedicado a
Estanislao Zuleta Ferrer (Padre de E. Z. Velázquez), joven abogado (31 años) que fallecería
ese mismo año en el accidente donde también muriera Carlos Gardel (24 de Junio). En la
nota que escribe F.G. al enterarse de su muerte dice: “Era mi único amigo”, y en una de las
cartas que le dirige: “Nadie que tenga tu capacidad de impertinencia y tu limpieza estética.”
En otro momento F.G. se refiere a este libro: “En Cartas a Estanislao hice poemas a la
orgullosa y divina concepción de uno mismo y lancé diatribas contra la mentira que ha sido
la humanidad en América”.
En la carta del 13 de septiembre de 1934 responde a una pregunta que le hiciera Estanislao:
“¿Hubo y hay hombres aquí?” y en su respuesta dice: “3- ¿Imaginación creadora?
Ninguna. No tenemos arquitectura, pintura, escultura, novela, drama, leyes, costumbres.
Imitamos. El rancho es de los indios y la casa de los españoles. Ahora van a estudiar
muchos a Europa y a Estados Unidos y vienen a hacer cosas de allá y teatros de allá, pero
se caen. Van también a estudiar aviación y se caen. La María es de un judío. Ningún
invento. Ninguno ha tenido o tiene imaginación. Olaya es un mono yanqui, y mono inglés
es López (...) López de Mesa ha estudiado, es casi tan juicioso, tan bien educado, como el
doctor Emilio Robledo, pero los efectos no se producen...; lo que aprendieron no sirve
aquí; tenemos una causalidad propia, enfermedades propias, botánica propia, y no les
sale, no les sale lo que aprendieron en francés. ¡Lástima, tan juiciosos, jóvenes que no han
pecado!...” (110-111)
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En una carta a su hermano Alfonso justifica su crudeza de estilo: “(mis libros) los escribo
para confesarme y si tienen expresiones crudas, es por que así soy yo, así éramos en
Envigado, en donde crecí; así pienso y siento. No me importan las alabanzas, o mejor, me
importan, pero contra mi voluntad alta; al que soy a ratos, espiritual, no le importan.” Y una
última referencia de este libro, en carta dirigida a Alejandro López, este consejo: “A la
juventud suramericana hay que repetirle día y noche: PROPOCISIONES CLARAS; SIN
DISCURSOS; AGARRAR LOS PROBLEMAS; DAR LA MENTE A UNA COSA, A
TODA ELLA Y SÓLO A ELLA. NO DISPERSARSE. IDEAS DURAS, CONCRETAS.
PROPÓSITOS Y AMORES DUROS.” (38)
J. Henao Hidrón resume los rasgos principales de este libro (Cartas a Estanislao): señalar
“el comportamiento santanderista de la clase dirigente, el vicio solitario de la oratoria,... el
estilo “pajoso” de los periódicos (...) y la esperanza de un nacionalismo que muestre la
fealdad humana de Colombia y discipline a la juventud.”
De El Remordimiento (1935, subtitulado “Problemas de Teología moral”) solo recordaré
esta definición de principios: “No tendré admiradores, porque creo solitarios; no tendré
discípulos porque creo solitarios; no me tendré sino a mí mismo. Yo no atraigo; arrojo a
cada lector y persona que me habla en brazos de sí mismo. No puedo ser pastor, amado,
jefe, maestro. Soy el cantor de la soberbia y de la sinceridad.”
En el número 5 de la Revista Antioquia (de la cual es director, editor y autor único) define
su ideario político:
“Bueno pero ¿qué, somos, políticamente?Somos anarquistas. El objeto de la vida es disciplinarse hasta no necesitar gobierno. Un
filósofo está por encima de las leyes.Creemos que el gobierno es medio para conducir a los hombres al anarquismo, o sea, al
paraíso. Para eso deben ser las escuelas, leyes, caminos y casas disciplinarias.Por consiguiente, el primitivo necesita que lo gobiernen mucho. Suramérica necesita
gobiernos muy fuertes. Colombia, por ejemplo, tiene negros esclavos, mestizos y zambos
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falsos; no tiene un solo hombre capaz de vivir honesta, musicalmente, sin el Diablo y la pena de muerte.
Desde que publicamos "Una Tesis", expusimos que éramos anarquistas (como ideal) y amigos de gobiernos fuertes. El pueblo colombiano no se puede gobernar a sí mismo. Es un niño. No puede usar de sociedades anónimas porque se las roba; de la radio, porque anuncia groserías; del avión, porque se mata, etc.Somos anarquistas porque el hombre culto no necesita que otro lo gobierne, y derechistas, porque a la libertad se llega por la disciplina.
Somos, pues, anarquistas y derechistas: Mussolini y Hitler son azotes divinos.Personalmente vivimos en la anarquía. Hemos conseguido la buena conciencia;
decimos todo lo que pensamos y hacemos todo lo que sentimos; para nosotros no existe el gobierno sino como tema para escribir. Nadie nos importa ni se cruza en nuestro camino. No tememos, no odiamos y amamos la VIDA por sobre todas las cosas.
El ideal del hombre es ser como rosa abierta, que no tiene nada oculto; ser desvergonzados, por inocencia y no por odio.
Pero ¿los colombianos? Si no presionan a un Enrique Santos, tuerto malísimo, pues ejecuta alguna barbaridad, por ejemplo, estupra. Los que gobiernan hoy a Colombia y los que hacen oposición son "riberanos" del estupro alevoso.” (F. González, Revista Antioquia, # 5, 1936)
Ya he presentado las ideas centrales de Los Negroides (1936): la teoría del Gran Mulato y
el complejo de ilegitimidad. Allí será muy explícito en el “programa” que propone para
Suramérica: “Gobiernos legalmente fuertes y cultura. Crear y no aprender; meditar y no
leer; hacer y no importar. Inculcar en el pueblo la verdad de que gozar de obras ajenas
corrompe.” (76)
Rechaza airado la asimilación de Bolívar a un partido político: “Quieren ponerlo de jefe de
un derechismo inmundo y clerical. Bolívar no era godo; era acicate; era ascenso.” (79) Ya
había dicho en las Cartas a Estanislao: “Nosotros, los maestros nuevos, debemos odiar todo
lo pasado; odio eterno a las generaciones conservadoras y liberales. Nada hay de
aprovechable en nuestro pasado. La historia ha sido escrita e impuesta por Santanderes y
Arrublas. La única salvación es volver al Libertador.”
En la década 1935-1945, mientras se ocupa en la edición de la Revista Antioquia (17
números), publica artículos políticos como las Nociones de Izquierdismo (1937) y las
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Arengas Políticas (1945). El eje central de estas intervenciones será la presentación de un
proyecto político-pedagógico, fundamentado en la Escuela y la Universidad: “Educar es
amar: política es amor: es el arte de crear una patria, engendrándola en nuestros
compatriotas”, “Política es la dirección de las fuerzas que gestan, que van gestando una
patria en donde sea bueno estar vivo.” Dice en las Arengas políticas, donde también
denuncia las prácticas al uso: “si la política es para vosotros apoderarse de la cosa (pública),
repartir la cosa con los amigos, odiar al que se queda velando, entonces ganará el que dé a
los lectores aguardientes con pólvora, literatura negroide, incite al fraude y mate gente.”
El ideal político de F. G. Siempre va acompañado de un proyecto pedagógico, al que suele
referirse como la “Escuelita”. Pedagogía que debe propiciar la ‘egoencia’ pero eliminando
la vanidad: “se trata de que somos vanidosos, y la vanidad es vana. Corozo vano. Corozos
vanos son las cabezas de los diputados, y todos somos diputados. Por ejemplo, si vamos a
escribir, nos da vergüenza de documentarnos, rumiar, meditar, medir y resolver algún
problema doloroso nuestro, pequeño pero nuestro (¿por qué será que lo nuestro nos parece
pequeño siempre?) Y escribimos acerca de Marx, de Kant, de filologías, y de la
organización de la paz mundial (...) Apenas leemos tres cuadernos forasteros de economías,
nos da por hablar de cooperativas, cuando ni siquiera cooperamos con la mujer, en el hogar
(...) Amamos el libro y odiamos la tierra maternal. Nos avergonzamos de nuestro padre
arriero y azadonero. El libro santo es el gran enemigo en Suramérica. El libro es santo,
cuando es para consultar nuestras dudas, las que nacen de la acción. Pero aquí, el libro es
para adornarse. Confesemos que las Américas Latinas han sido pajosas: luego, hagamos en
ellas una realización. “Ni llorar, ni reír, sino entender” (Spinoza)”. En esta época adhiere a
la candidatura de Uribe Uribe (“sobrio, duro, pensador y ejecutor”), como luego adherirá a
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la de Jorge E. Gaitán (de quién, sin embargo, no tenía un concepto muy positivo. Véase la
página que le dedica en Los Negroides, cap. XXXI, p. 85).
A principios de los 40’s redacta el Estatuto de Valorización de Medellín, en el cual incluyó,
como segunda parte, una reflexión sobre la propiedad privada de la tierra. Allí afirmará que
las razones por las que se ha guerreado en Colombia no son, como se dice, la “defensa de
los buenos principios”, sino el afán de apoderarse de las tierras: “atisbar fincas, y, apenas
ganada la guerra, emitir títulos de baldíos y adjudicarse los “lotes” encontrados...” Sobre la
función social de la propiedad dice: “el porvenir está en la expropiación de tierras no
explotadas aún y en prepararlas para el trabajo comunal y dirigido”; su ideal es un gobierno
“de la sociedad, por la sociedad y para la sociedad”, gobierno que nace “cuando la tierra y
las máquinas son propiedad colectiva: entonces a los niños se les cría y educa para el amor,
fuente del servicio”.
En 1941 publica El Maestro de Escuela (dedicado en “Homenaje a Thornton Wilder, el
creador del drama eterno, Our Town”). Lo que allí dice del personaje protagonista es un
balance de su vida y obra: “Decir lo que sentía y pensaba fue la inmunda práctica de
Manjarrés. Eso lleva al nudismo y al vivir a la enemiga”. Idea que retomara en El Libro de
los Viajes o de las Presencias (1959): “¿Por qué afirmo que vivo a la enemiga? Porque he
luchado contra todo lo existente”. Nótese que en largo período, casi 19 años, desde El
Maestro de Escuela hasta El Libro de los Viajes o de las Presencias no publica ningún libro
y se dedica a presentar sus propuestas políticas (Nociones de Izquierdismo, Estatuto de
valorización, Arengas políticas). Sus dos últimos libros El libro de los Viajes o de las
Presencias y La Tragicomedia del padre Elías y Martina la velera (1962) parecen mostrar
un repliegue del filósofo hacia su propia intimidad y hacia el misticismo (Esto se corrobora
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en su correspondencia con el padre catalán Andrés Ripol, publicada póstumamente en
1989).
Terminaré este recuento de las ideas políticas de F.G. con un fragmento de la citada
respuesta a la encuesta de la revista Universidad de Antioquia, sobre la filosofía en
Colombia (escrita en 1960):
“... todo país y tierra colonial recibe sus valores de los colonizadores, hasta que paso a
paso y en larguísima brega y duro trabajo adquiere conciencia de que también es hijo de
Dios o “hermano cristiano”. ¡Durísima brega y larga! Si el elefante tarde quince meses en
gestar, una colonia tarda cientos de años en gestar la conciencia de si misma. ¡Considere
usted a estos pueblos caribes, centro y suramericanos! (...) Aquí en estas américas, Cuba y
Venezuela (yo esperaba un poco de egoencia de Venezuela) no pueden concebir el
liberarse del tutelaje sino entregándose como ansiosas rameras al imperialismo ruso. El
que es colonia por dentro, concibe la libertad como cambio de amo.”
Pedro Posada Gómez
Universidad del Valle
Abril del 2000
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Fernando González Ochoa
BIBLIOGRAFÍA:
Pensamientos de un viejo (1916)
Una tesis (1919)
Viaje a pie (1929)
Mi Simón Bolívar (1930)
Don Mirócletes (1932)
El hermafrodita dormido (1933)
Mi Compadre (1934)
El remordimiento (1935)
Cartas a Estanislao (1935)
Los negroides (1936)
Antioquia (Revista, 17 números, 1936-1945)Lecciones de izquierdismo (1937)
Santander (1940)
El Maestro de Escuela (1941)
Arengas Políticas (1945)
Libro de los viajes o de las presencias (1959)
La tragicomedia del padre Elías y Martina la velera (1962)
DATOS BIOGRÁFICOS:1895 - Nace en Envigado (abril 24)1911 – Expulsado del Colegio San Ign.
1915 – Ingresa al grupo de los Panidas1917 – Bachiller en Filosofía y letras
1919 – Se gradúa de abogado
1921 – Magistrado en Manizales.1928 – 1931. Juez Civil en Medellín
1931 – Cónsul en Italia
1932 – Traslado a Marsella
1934 – Es retirado del cargo de Cónsul.- Regresa a Envigado (Ant.).
1935 – Muere Estanislao Zuleta Ferrer- Fracaso electoral.
1940 ? – La Izquierda Nacional (LAIN)
1953 – Segundo Viaje a Europa1957 – Regreso a Colombia (Otraparte)
1964- muere el 16 de febrero.
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