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“Salvemos los últimos bosques intactos de Cariló” Pinamar - Provincia de Buenos Aires
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2. 2. Notas sobre la fauna de Cariló y sus alrededores
Figura 212. En el caluroso verano, una pareja de Caranchos descansa a la sombra de un joven Pino. Ambas aves escudriñan los alrededores de un bajo inter-dunar con Cortaderas y Ajo macho, en busca de algún roedor. 2.2.1. Aves de los pinares (En este y los siguientes puntos - 2.2.2. y - 2.2.3. los textos se basan en relevamientos faunísticos del Biólogo Julián E.M. Baigorria. Fotografías: Alberto A. De Magistris)
Acompañando al elenco florístico, y asociada a los ambientes que conforman dichas
especies vegetales, es posible encontrar en Cariló una notable diversidad de animales. Algunos
pueden resultarnos familiares, y otros no tanto; varios de ellos nos deslumbran con sus hermosos
colores y formas, mientras que otros nos generan rechazo o hasta miedo. Comunes o raros, todos
poseen sus rasgos particulares, de modo que de cada uno de ellos depende un eslabón en la
cadena que sostiene el equilibrio de nuestros frágiles ecosistemas costeros.
Debido al peculiar contraste existente entre los ambientes de la zona, es preciso describir
la fauna separada en dos grandes grupos: la de los pinares o bosques de coníferas y la de las
dunas costeras y la playa misma.
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Pese a ser un ecosistema recientemente formado en la zona, varias especies de diversa
índole habitan el bosque. Entre las aves, la Cotorra gris (Myopssitta monacha) decora los
árboles con su verde plumaje y sus voluminosos nidos construidos con ramitas de pino o
eucalipto, y concentrados en torno a ciertas zonas. Estos se pueden identificar a gran distancia
debido al bullicioso canto de las Cotorras. Algunas aves conocidas en el campo y la ciudad se
dan cita en el bosque, como el hacendoso Hornero (Furnarius rufus), el Chingolo (Zonotrichia
capensis) y la Ratona (Troglodites aedon), pequeña ave de melodioso canto que debe su nombre
a la manera furtiva en la que se desliza entre la vegetación.
El Bichofeo o Benteveo (Pitangus sulphuratus), ave extremadamente adaptable y común
en gran parte de nuestro territorio, comparte la copa de los árboles con otros parientes cercanos,
como el Suirirí real, la tijereta (Tyrannus savanna), de extravagante cola, y el colorido
Churrinche (Pyrocephalus rubinus), ave llamativa de tonos negros y rubí. Estas últimas tres
especies son migrantes, y llegan a la zona en la época estival, atraídas por el incremento en la
presencia de los insectos que componen su dieta.
Figuras 213 a 214. Una Tijereta (Tyrannus savanna) posada sobre las ramas de una Acacia en la playa y ejemplar de Churrinche (Pyrocephalus rubinus) en busca de pequeñas arañas y otros invertebrados.
La nota musical la brindan especies de agradable canto, como el Cabecitanegra
(Carduelis magellanica) y el Verderón (Carduelis chloris), especie foránea introducida
recientemente desde Eurasia y hallada en las cercanías de Villa Gesell, la cual se adaptó
perfectamente al pinar, ampliando su distribución en un corto lapso de tiempo. La Calandria
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(Mimus saturninus) cantor de voz singular, es capaz de imitar fielmente a otras aves y suele
convertirse forzadamente en abnegado padre adoptivo de los pichones del Tordo renegrido
(Molothrus bonaeriensis), ave de plumaje negro tornasolado, que tiene por costumbre depositar
sus huevos en nidos ajenos, comportamiento conocido bajo el nombre de “parasitismo”.
Otro tipo de sonidos surge desde el bosque, como el producido por un curioso leñador, el
carpintero real (Colaptes), que perfora los troncos en busca de los insectos que habitan dentro de
la madera y la corteza. Atraídos por diversas flores, principalmente las de tonos rojos y naranja,
se aventuran desde el bosque el Picaflor Verde Común (Chlorostilbon aureoventris) y el
Picaflor Garganta Blanca (Leucochloris albicolis), acrobáticas e incansables joyas de vuelo.
Figuras 215 y 216. Picaflor Verde Común (Chlorostilbon aureoventris), visitante frecuente de las viviendas en Cariló y sus alrededores; juvenil de Chimango (Milvago chimango) atraído por la eventual oferta de alimento cerca del Centro Comercial de Cariló.
Entre las rapaces, el Chimango (Milvago chimango) es, tal vez, la más común de todas.
Se lo suele ver solo o en grupos de hasta 5 individuos, sobrevolando el bosque en busca de
huevos, pichones o cualquier presa que le demande poco esfuerzo, haciéndonos notar su
presencia con su característico y potente llamado. De un porte mayor y poseedor de una belleza
singular, encontramos también al Gavilán Planeador (Circus buffonii), especie de alas largas y
anchas, que sobrevuela las copas de los árboles a fin de divisar y atrapar algún ave
desprevenida, a la cual puede capturar con una rápida y certera zambullida. Estas dos especies
parecen despertar un marcado rechazo por parte de los Tiránidos antes mencionados como el
Benteveo y muy particularmente la Tijereta, que despliega una agresividad sorprendente ante
estos predadores. También ha sido observada otra rapaz, el Halconcito colorado (Falco
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sparverius) en los sitios más interiores del bosque. Un tanto más visible en lo alto de los pinos
es el Taguató (Buteo magnirostris) cuyo graznido típico es un componente común del abanico
de sonidos del bosque. Algunas pequeñas maravillas, tal vez invisibles al ojo no entrenado,
recorren el entramado follaje de los Pinos, Cipreses y Acacias, buscando insectos y arañas para
comer. Entre ellos podemos destacar al Piojito común (Serpophaga subcristata), la Tacuarita
azul (Polioptila dumicola), y el Coludito copetón, con su extraña cola y llamativo copete.
Figuras 217 y 218. Taguató al acecho desde lo alto de un pino y Naranjero (Thraupis bonariensis) confiado, cerca de una vivienda. 2. 2. 2. Mamíferos y otros integrantes de la fauna de los pinares. Las aves de las dunas
También habitan los bosques algunos mamíferos, en especial del grupo de los roedores.
Se destaca la presencia de un marsupial, la Comadreja Overa (Didelphys albiventris), animal de
aspecto grotesco, con pelaje blanco y negro y una cola prensil y desnuda. Es extremadamente
adaptable y confiado, y suele aventurarse hasta las inmediaciones de las viviendas en busca de
sobras comestibles.
Con respecto a los otros grupos de Vertebrados, la Culebrita ciega (Amphisbaena sp.) es
tal vez el reptil más común del pinar. Esta especie no es una culebra en lo absoluto, sino algo
más bien parecido a un lagarto sin extremidades (ápodo), de hábitos subterráneos, pero que
suele observarse en la superficie en días muy húmedos o en horas de la noche, desplazándose
sobre el terreno como una enorme lombriz.
En poco menos de un siglo, todos estos animales se adaptaron a la vida en un bosque
creado por el hombre e hicieron de él su hogar. Sin embargo, muchos de ellos ven cómo
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actualmente su vecindario desaparece al ritmo de un avance inmobiliario que no deja lugar a lo
agreste. Tal vez, algún día aprendamos a convivir con estos vecinos salvajes, a respetarlos, a
respetar su hogar y, en definitiva, a respetar la vida.
Figuras 219 y 220. Otras especies de la avifauna más común de Cariló. Izquierda: Un par de Cuervillos (Plegadis) y una Torcaza (Zenaida auriculata) común descansan en la cúspide seca de un ciprés, cerca de la calle Chorlo. Derecha: hacia el otro lateral de Cariló, junto al límite con Villa Gesell, una pareja de Caranchos (Polyborus plancus) aprovecha la sombra que brinda un pequeño renoval de Pino marítimo entre las dunas semifijas, como merecidos descanso luego de la caza de algún roedor. El particular ambiente de las dunas
Muchas veces hemos oído el término "dunas vivas", expresión que hace referencia al
traslado de las dunas por acción del viento a lo largo de la línea de costa. Sin embargo, tal
denominación podría utilizarse, no para describir la fuerza motora del viento, sino para destacar
cuan rica y diversa es la vida en las dunas.
Las dunas constituyen un ecosistema único, con varias especies endémicas, es decir,
animales y plantas que sólo se encuentran en esta angosta franja costera de la Provincia de
Buenos Aires.
Un variado elenco de aves puebla el heterogéneo conjunto de ambientes formados en las
dunas. En los pastizales, un suave llamado delata la presencia del Verdón (Embernagra
platensis), ave curiosa de llamativo pico anaranjado, que suele posarse sobre la inflorescencia de
la Cortadera o Plumerillo (Cortadera selloana). El Dragón (Pseudoleistes viriscens) suele
desplazarse en pequeños grupos contrastando su colorido vientre amarillo con el azul del cielo.
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También puede observarse a la Cachirla Común (Anthus correndera) desplegando sus vuelos
nupciales para desaparecer luego súbitamente en la vegetación.
Otra ave que se mimetiza perfectamente con la vegetación del lugar es el Inambú Común
o Perdiz (Nothura maculosa), que sólo delata su presencia ante la cercanía de algún depredador,
al cual evita realizando un vuelo corto y bajo. El Pico de plata (Hymenops perpicillata), ave que
debe su nombre al hermoso color marfil de su pico, parece destellar al volar en busca de insectos
debido a una gran mancha blanca en sus alas, que resalta contra su plumaje azabache. En las
aguadas, pequeñas zonas inundables que se encuentran entre los médanos, suele observarse al
Varillero ala amarilla (Agelaius Thilius), ave oscura de hombros amarillos, emitiendo su
distintivo gorjeo desde lo alto de una totora.
Figuras 221 y 222. Grupo y detalle individual de la común Torcaza (Zenaida auriculata), una de las 5 especies de palomas presentes en el área (Moschione y Pastorino, 1993; Baigorria, 2008). Entre las más de 100 especies de aves que habitan permanente o periódicamente Cariló, el canto melancólico de la Paloma picazuro (un kuúu…ku-kuúu) resulta un constante acompañante sonoro en los pinares, mientras que la presencia de la Yerutí (Leptotila verreauxi), menos visible que la especie anterior, se denota por su prolongado hu…uú.
Lo acompaña el Curutié ocráceo (Cranioleuca sulphurifera), pequeño y curioso, con su
distintiva cola en puntas, y el Cachilo canela (Donacospiza albifrons), de tamaño y apariencia
similar, recorriendo el enmarañado follaje palustre. En cuanto a las aves rapaces, vale destacar la
presencia del gavilán Ceniciento (Circus cinereus) al que se lo suele observar realizando el
característico planeo de los miembros de ese género, a escasa altura en busca de pequeñas aves y
anuros. El carancho (Polyborus plancus) suele posar en lo alto de las dunas, actitud que también
adopta la Lechucita de las Vizcacheras (Speotyto cunicularia) uno de los pocos Stringiformes
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que están activos a plena luz del día. Esta especie cava profundas madrigueras en los médanos, y
suele advertir su presencia con un agudo y potente grito.
2. 2. 3. Las dunas y su fauna característica
Acompañando al conjunto de aves, encontramos mamíferos de diversos órdenes. Entre
los roedores encontramos al Cuis (Cavia aperea), especie común y de amplia distribución; y a
dos especies de Tucos: el Tuco Tuco de los talares (Ctenomys talarum) y el Tuco Tuco de los
Médanos (Ctenomys australis), especie exclusiva de las dunas litorales. Ambas especies
permanecen enterradas la mayor parte del día y se tornan activas en el crepúsculo.
El Peludo o Mulita, también de comportamiento cavícola y fácilmente reconocible por su
caparazón de placas coriáceas, recorre los médanos al encuentro de pequeños invertebrados y
frutos. La Liebre Europea (Lepus europaeus) y el Jabalí (Sus scrofa) son dos especies invasoras
que se adaptaron perfectamente a este ambiente, y que hoy suelen observarse con facilidad, en
especial la primera. Pese a su aspecto desértico y hostil, las dunas son el hogar de algunas
especies de anfibios, siendo el Escuerzo (Ceratophrys ornata) el más conspicuo y bello de
todos. Esta especie solía ser común en este ambiente, pero su población se ha reducido
notablemente tal vez debido a la pérdida de hábitat y a su captura para mascotismo.
Los reptiles están muy bien representados aquí. Deslizándose suavemente sobre la arena,
encontramos a la culebra a la Culebra Parda (Phylodrias patagoniensis) cazador implacable de
roedores, y a la Falsa yarará o Culebra sapera (Lystrophis dorbignyi), especie no venenosa,
poseedora de una cabeza chata que utiliza para enterrarse en la arena, y así pasar desapercibida.
Las especies más familiares y, tal vez, las más representativas de las dunas, son las lagartijas del
género Liolaemus, entre las que se destacan la lagartija grácil (Liolaemus gracilis) y la lagartija
de los Médanos (Liolaemus multimaculatus). Estas bellas criaturas endémicas de los médanos,
parecen desplazarse a la velocidad del rayo sobre el terreno, y parecen esfumarse mágicamente
delante de nuestros ojos gracias a la increíble semejanza de su coloración con la arena.
En la actualidad, parece haberse perdido el control y la lógica sobre ciertas actividades
recreativas que ocasionan daño al ambiente. Resonando a gran velocidad entre las dunas, los
conductores de motos y cuatriciclos parecen haber hecho de este ambiente su pista de carreras
predilecta, y, junto al incontenible avance de la urbanización, amenazan gravemente la
preservación de este frágil ecosistema y de todas las valiosas especies que en él habitan.
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Figuras 223 a 226. Una Culebra sapera se retira a su refugio situado junto a un tronco caído, cerca de unos de los caminos de la Reserva. Derecha: Lechucita de las vizcacheras, una de las rapaces diurnas y confiadas del elenco faunístico de las dunas y los bosques. Abajo: bandada mansa de Tordos (Molotrhus sp.) en busca de alimentos en el césped junto a una vivienda.
Aunque estos suelos arenosos, una vez fijados, son aptos para su posterior forestación y
urbanización, debemos considerar la necesidad de establecer en el mediano y largo plazo, una
red local de superficies protegidas, tanto oficiales como privadas, destinadas a mantener el
aspecto y la diversidad original de la región. La presencia de sectores medanosos intactos
resultan de primordial importancia para asegurar una provisión regular de agua desde las napas
subterráneas. En tal sentido, iniciativas turístico-conservacionistas como la Reserva Municipal
del Faro Querandí en Villa Gesell o la zona de dunas en la porción norte de Pinamar,
constituyen ejemplos de diversas iniciativas o acciones acertadas en beneficio de la comunidad y
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la naturaleza circundante. Finalmente cabe preguntarse si algún día aprenderemos a disfrutar y
contemplar este ambiente de otra manera, para que nunca llegue el día en el que el mismo se nos
escurra “como arena entre los dedos”.
Figuras 227 y 228. Vistas de dos ambientes de transición que se conectan con los últimos bosques de coníferas intactos de Cariló, es decir, la denominada Reserva. Arriba: aspecto de la transición entre las dunas vivas o semi-fijadas y la línea de forestación, donde se destacan los bajos húmedos con predominancia de flora autóctona. Abajo: pajonales de Totora, Cortadera, Carrizo y otras especies en el límite entre el cordón de dunas y los campos adyacentes.
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2. 3. Principales especies de plantas herbáceas, arbustos y árboles cultivados en Cariló
2. 3. 1. Aspectos principales
La variedad de plantas de Cariló asciende aproximadamente a 230 especies, según los
inventarios propios realizados hasta el momento. Esta diversidad vegetal atesorada entre los
sectores habitados y los aún agrestes puede ser clasificada, al menos como herramienta de
estudio para el manejo ambiental, en dos grupos principales: a) especies silvestres autóctonas,
entre las que se encuentran hierbas, arbustos y árboles propios de los ecosistemas locales y b)
especies plantadas por el hombre y aquellas asilvestradas, es decir, introducidas desde otros
países o continentes, pero que se propagan espontáneamente a lo largo del tiempo, sin
intervención humana. Con respecto al primer grupo, cuyos principales integrantes han sido
indicados en capítulos anteriores, la supervivencia frente a las acciones antropogénicas se
registra en los sitios menos transitados y alejados, como la franja de banquinas, junto a la Ruta
11, o las dunas y cubetas húmedas con remanentes de pastizal psamófilo (de la arena), tanto del
sector de la Reserva como de los lotes aún sin edificar.
Figura 229. Vista de uno de los sectores del área urbana de Cariló aún poco alterada, donde sobre la matriz de la forestación original se establecen viviendas y jardines con un notable número de especies ornamentales.
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Por su parte, las especies cultivadas, es decir aquellas que han sido plantadas desde que
se inició en la zona el proceso de fijación de las arenas, prosiguiendo la labor de introducción de
especies en los jardines de los terrenos habitados, conforman un grupo muy variado. En
particular, en el conjunto de plantas destinadas a adornar los jardines y espacios públicos figura
una serie de especies de uso ornamental cuya incorporación gradual depende, por un lado de la
oferta ofrecida en los viveros locales y por otro, de la experiencia profesional en el área o
conocimiento de la aptitud de una determinada especie a la vida en la arena y en un ambiente
marítimo. La mayor parte de ellas será descripta en capítulos aparte.
Como resultado de esta interacción entre especies de diferentes orígenes, tamaños y
características, tiene lugar un mosaico repleto de contrastes que sorprende al vecino y al
visitante, a lo largo de las cuatro estaciones del año, a modo de calendario de colores, siendo
este uno los atributos propios de Cariló. La matriz forestal principal, compuesta por varias
especies de Pinos, Cipreses, Álamos, Sauces y Acacias conforma un ambiente protector para los
demás estratos vegetales inferiores -incluyendo arbustos, enredaderas, helechos y hasta plantas
sub-tropicales-, para la fauna local y, por supuesto, para las actividades humanas cotidianas. Y
sólo el mantenimiento armónico de estos componentes básicos asegurará la permanencia de las
cualidades que aquí se forjaron durante décadas de acción del clima local sobre los seres vivos y
los suelos, y que le dan sustento a la declaración de Paisaje Protegido Provincial para el sector
habitado de Cariló.
Figuras 230 y 231. Ejemplos de los estilos arquitectónicos presentes en el área residencial de Cariló, acompañados por jardines que, en muchos casos, armonizan con el entorno o matriz fundamental de la forestación original.
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Las características bio-climáticas de Cariló permiten el desarrollo de distintos estilos de
jardines, cuyos aspectos varían entre los de tendencia o estilo “romántico”, con líneas no-
rígidas, herbáceas perennes, enredaderas y trepadoras, y una marcada tolerancia al crecimiento
libre del follaje y la permanencia de hojarasca; los de tipo mediterráneo, soleados, con canteros
florales destacados, piedras y arbustos floridos; o aquellos donde se otorga protagonismo a la
construcción y al césped, por sobre los demás componentes del entorno, y demandantes de una
mayor disponibilidad de luz solar directa.
Si bien la elección libre del estilo de parquización responde a las expectativas y gustos
de cada propietario, o bien las propuestas del profesional a cargo, existe un atributo básico y
común que otorga contexto o fondo visual a cada emprendimiento, y es la matriz de coníferas
que quedará sometida a un mayor o menor grado de alteración en cuanto a su calidad y
densidad, en los núcleos de las manzanas. Aunque sus características no son homogéneas a lo
largo y ancho de la parte residencial de Cariló, constituye uno de los aspectos donde deben
enfatizarse las acciones de protección de la calidad ambiental del entorno bajo el marco de la
Ley 12.099.
2. 3. 2. Las Coníferas de los jardines
Actualmente las coníferas constituyen un grupo poco numeroso, en comparación con las
más de 260.000 especies de plantas con semilla que viven sobre la Tierra. Por contraste, debido
al trabajo continuo de obtención de nuevas variedades cultivadas por parte de los viveristas de
todo el mundo, bajo la disciplina conocida como arboricultura ornamental, cada año aparecen en
el mercado unas cuantas variedades nuevas.
Esto significa que a partir de las casi 800 especies y sub-especies naturales de coníferas,
se han generado de modo artificial cientos de variedades cultivadas o “cultivares” de uso casi
exclusivamente ornamental. Los aspectos botánicos diferenciales de estos cultivares, con
respecto a los de la especie natural de la cual proceden, comprenden variantes de color y textura
del follaje, tamaño de la planta, fragancia, hábito de crecimiento, u otro elemento atractivo.
Estas variantes se originan en el aprovechamiento de las mutaciones naturales o inducidas, por
lo común en las yemas, que dan como resultado que ciertos brotes de la planta sean distintos al
resto del ejemplar. Su adaptación a las condiciones del suelo y del clima suele ser distinta a la de
sus parientes naturales, con una menor rusticidad y resistencia a plagas y enfermedades. La
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mayoría de los cultivares de coníferas crece mejor en climas templados y fríos, a la vez que se
ven favorecidos por los suelos fértiles y arenosos.
Dado que estos cultivares, en términos generales, no producen semillas viables, para
propagar u obtener nuevos ejemplares en forma masiva, los viveristas recurren a las técnicas de
multiplicación por injertos, acodos, estacas y cultivo in vitro. También es posible obtener
híbridos por cruzamientos artificiales entre especies, acrecentando así el rango de posibilidades
de uso ornamental. Una vez obtenida la nueva variedad por quienes se dedican profesionalmente
a esta rama de la producción de plantas, tanto en el país como en el extranjero, cualquier
aficionado puede obtener una “nueva plantita” colocando un gajo o estaca para que enraíce en
una maceta. Pero si se pretende producir esa variedad en cantidades para su comercialización, es
preciso registrar la actividad y efectivizar el pago de regalías (derecho de obtentor).
Figuras 232 y 233. Algunos casos de mutación espontánea en coníferas observados por el autor en la Reserva Cariló. Izquierda: mutación en la ramilla de un Ciprés (Cupressus sp.) que consiste en la variación de la pigmentación, con zonas de color crema (disciplinado del follaje). Derecha: espectacular variante en una ramas basal en un Pinus pinaster, ocasionada por una mutación –quizás debida a un hongo-, la cual origina una masa de follaje tan compacta que da la apariencia de tratarse ser otro individuo.
Las variedades cultivadas, que no son más que clones vegetales genéticamente idénticos
a un individuo considerado “planta madre”, se denominan siguiendo el “binomio” o “nombre
científico” usual que incluye género y especie, más el nombre de la variedad de que se trata, que
a diferencia de aquel, no requiere derivar de raíces del latín o griego, sino que puede representar
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libremente nombres de personas, adjetivos u objetos, en cualquier idioma, como por ejemplo:
“Cupressus macrocarpa cv. “goldcrest” ó Cryptomeria japonica cv. “elegans”.
Aunque existen variedades artificiales para la mayoría de los géneros de coníferas, el
trabajo realizado a lo largo de décadas previamente señalado se ha concentrado en dos familias
principales: la de los pinos, abetos y cedros (Pináceas) y la de los cipreses y enebros
(Cupresáceas). En Cariló crecen naturalmente varias especies de pinos, las cuales suelen
reproducirse sin la intervención humana, a través de sus semillas. Sin embargo, no son
numerosas las variedades cultivadas de este tipo de coníferas en el país. Por el contrario, en los
parques y jardines de Cariló, Pinamar, otras localidades costeras bonaerenses y en sitios
geográficamente alejados, abundan las variedades de Juníperos, Enebros, Chamaeciparis y
Tuyas. Además, se cultivan variedades de Abetos, Cedro japonés y Tejo. A continuación se
brindan detalles de las especies de coníferas cultivadas en los jardines de Cariló, con especial
énfasis en sus variedades.
Figura 234. Ejemplar
de Cupressus macrocarpa aurea,
junto a variedades de otros géneros de
coníferas en el parque delantero de una
vivienda.
Entre los Cipreses (género Cupressus-familia Cupresáceas), son ocho las especies
presentes en Cariló. Mientras algunas de ellas constituyen una parte significativa de la matriz
forestal existente con anterioridad a los loteos, como Cupressus sempervirens, C. lusitanica y C.
macrocarpa, otras son más escasas y de distribución localizada. En los jardines, además de los
antiguos Cipreses que permanecen en los terrenos luego de su edificación, se plantan
Lambertianas aureas (Cupressus lambertiana aurea), de follaje dorado en época estival; Ciprés
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limón (C. lamb. aurea “goldcrest”), gracioso y aromático arbolito cónico, algo sensible a las
fungosis; Ciprés del Himalaya (Cupressus torulosa), con follaje péndulo verde claro y corteza
color canela, aún muy escaso en la zona; ciprés azul o plateado (Cupressus glabra (conocido
también como C. arizonica “bonita”)) de follaje azul grisáceo y corteza pardo-violácea dispuesta
en placas; Cupressus glabra cv. “aurea” con el follaje azulado y dorado; Ciprés péndulo
(Cupressus funebris), de follaje péndulo, delicado y brillante; y finalmente, una multitud de
híbridos inter.-específicos naturales, que derivan del cultivo de cipreses en viveros forestales,
partiendo de semilla de procedencia local. De esta descendencia se obtiene usualmente el
conjunto de cipreses que se denomina “lambertianas para cerco”, pero que suelen originar
ejemplares con excepcionales características decorativas al conjugarse su acervo genético
particular con las condiciones ambientales locales.
Figuras 235 y 236. Izquierda: Cupressus torulosa, con su típico follaje péndulo, de unos 14 años de edad sobre la calle Paraíso (Cariló). Derecha: variedad dorada de Cupressus glabra, una de las variantes más selectas de Ciprés.
2. 3. 2. 1. Los enebros
Entre la notable variedad de coníferas cultivadas que es posible apreciar en Cariló y sus
alrededores, la mayoría de las especies pertenece a la familia de las Cupresáceas, la cual incluye
a los cipreses, Falsos cipreses o Chamaeciparis, Enebros o Juníperos y Tuyas o Árboles de la
vida.
Cabe destacar que esta familia botánica cuenta con tres representantes austroamericanos,
originarios de los bosques Andino-patagónicos de Chile y la Argentina. Se trata del Ciprés de la
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Cordillera (Austrocedrus chilensis), propio de la parte más seca de ese territorio y árbol
emblemático de S.C. de Bariloche; el alerce (Fitzroya cupressoides) muy longevo y restringido
a las zonas más húmedas; y el ciprés de las Guaitecas (Pilgerodendron uviferum), típico de
turberas y zonas pantanosas. Ninguna de estas tres coníferas prospera bien en otras zonas de la
Argentina, aunque sí crecen bien en el Hemisferio Norte. Estas tres coníferas también han sido
estudiadas por el autor del presente documento.
Todas las coníferas de Cariló son exóticas, termino que no alude a su rareza, sino a su
origen extranjero. Botánicamente hablando, exótico es opuesto a nativo o autóctono. En sus
sitios de origen (Europa, Asia y América del Norte) estas especies suelen alcanzar alturas
considerables, aunque muchas presentan también porte arbustivo. Por su parte, la mayoría de las
variedades ornamentales resultantes de la intervención humana comprenden especímenes de
pequeña a mediana magnitud, hábito rastrero, colores variados del follaje y una amplia gama de
formas de las ramas y la copa.
Figuras 237 y 238. Juniperus x media “pfitzeriana” y Juniperus x media “pfitzeriana aurea” cultivados en jardines de viviendas. Retrata de dos de los cultivares de Enebros más difundidos y resistentes. Como es posible notar, poseen un hábito de crecimiento predominantemente rastrero, aunque con el paso de los años pueden alcanzar los 3 m de altura.
Retornando a la descripción de las Cupresáceas que se cultivan en los jardines, es el
turno de los Enebros o Juníperos. Estas especies se agrupan en el género Juniperus y se
caracterizan por presentar hojas pequeñas de tipo escuamiforme o alargada y punzante. Se
observa con frecuencia el Enebro común (Juniperus communis), típicamente azulado, con hojas
puntiagudas y fructificaciones en forma de pequeñas piñas o estróbilos azules con pruina gris,
semejantes a una baya, de unos 8 mm de diámetro. Se trata de la especie que proporciona las
“bayas” de Enebro utilizadas en la cocina mediterránea y en la elaboración de la ginebra. Los
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ejemplares arbustivos observados en los jardines de Cariló proceden, en su mayoría, de la
germinación espontánea de semillas trasladadas por las aves, especialmente el Zorzal colorado,
desde las zonas no habitadas, es decir de los sectores de bosque situados tras la avenida
Constancia, entre Zorzal y la Ruta 11 (Reserva), o en algunos terrenos aún silvestres.
De esta especie también existen variedades pequeñas para jardines, como el Juniperus
communis “hibernica”, de agujas cortas y porte columnar; J. comm. “depressa aurea”, con ramas
extendidas oblicuamente y color cobrizo a amarillento y J. comm. “compressa”, de hojas finas y
hábito compacto.
Figuras 239 a 240. Aspecto general y detalles de una planta joven espontánea y de las hojas aciculares punzantes y gálbulos inmaduros del Enebro común (Juniperus communis).
Con respecto a Juniperus virginiana (Cedro de Virginia o Cedro de lápices), además de
los ejemplares silvestres remanentes distribuidos por la zona residencial de Cariló, existen en los
parques unas cuantas variedades cultivadas de esa especie. Entre ellas se destacan J. virginiana
“glauca”, de color azul grisáceo y J. virg. “skyrocket” de porte sumamente columnar.
Es preciso aclarar que la denominación “Cedro” no se refiere, en este caso, a un
parentesco con los Cedros comunes (género Cedrus, de las Pináceas) sino que tal vocablo, muy
usado entre las coníferas, alude especialmente al aroma resinoso de determinadas especies.
Otros Enebros cultivados son: Juniperus scopolorum “blue heaven” de color azul ceniciento;
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Juniperus sabina “tamariscifolia”, típicamente rastrero y de ramas rígidas; Juniperus chinensis,
con sus variedades “japonica”, “kaizuka” y “variegata”, cuyo follaje se presenta de color verde
entremezclado con amarillo o color crema; Juniperus squamata “meyeri”, valorado cultivar de
color azul acero y follaje con textura gruesa; Juniperus davurica “expansa aureovariegata”;
rastrero, adaptable a maceteros y con el follaje verde claro mezclado con amarillo crema;
Juniperus procumbens, con hábito sumamente rastrero o adosado al suelo; y finalmente las
variedades del híbrido Juniperus x media (resultante de la cruza de J. chinensis por J. sabina), al
cual pertenecen las formas más rústicas y difundidas en la zona de Cariló y Pinamar, como J.
media “pfitzeriana”; “pfitzeriana glauca”; “pfitzeriana aurea”; “hetzi glauca” y “old gold” todas
ellas de hábito rastrero, brotes nuevos vigorosos y copa amplia y tupida, que además admiten el
recorte superficial frecuente, para los casos de formación de cercos.
2. 3. 2. 2. Chamaecyparis o falsos cipreses, y aspectos de cultivo
Figuras 241 y 242. Ejemplar de Chamaecyparis lawsoniana “ellwoodii” y detalles de su follaje compacto con hojas lineares de color verde azulado. Es una las variedades de coníferas más apreciada para los jardines.
Entre las coníferas, las Cupresáceas constituyen una de las más numerosas en diversidad
de especies, con unos 21 géneros y aproximadamente 120 especies originarias de ambos
hemisferios. Pero también muestra uno de los rangos ecológicos más amplios, debido a que
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comprende especies netamente higrófilas, de hábitat muy húmedos, como el Alerce o Lahuán de
la Patagonia (Fitzroya cupressoides), hasta el Ciprés de los Tuareg (Cupressus dupreziana), del
Sahara Central o algunas especies de Actinostrobus del desierto del sudoeste de Australia.
En la arboricultura, el motivo de injertar responde a varios objetivos de índole
agronómica. El primero consiste en que por medio del injerto se obtienen ejemplares muy
semejantes, debido a que se pueden obtener numerosas ramitas a partir de la misma planta
madre, dando como resultado un stock o cultivo homogéneo desde el punto de vista de las
cualidades decorativas o de crecimiento. La otra razón para injertar variedades obedece al hecho
de que muchas de estas variantes genéticas derivadas de mutaciones naturales o hibridaciones
presentan fructificaciones estériles o directamente carecen de ellas, con lo cual a menudo resulta
imposible obtener semillas para su reproducción. Además, existe una mejor respuesta de
“prendimiento” con la injertación que con el empleo de gajos o estacas sometidos a
enraizamiento en un medio de cultivo. Finalmente, se recurre a la técnica señalada por razones
de resistencia a plagas y enfermedades, o bien en busca de rusticidad de las plantas, aspecto
aportado por el pie o patrón. Todas estas premisas involucran no sólo a las coníferas, sino
también a otras plantas ornamentales y a la mayoría de los frutales.
Figuras 243 y 244. Variedad dorada de Chamaeciparis (Chamaecyparis lawsoniana “stewartii”), una arbusto erecto con las ramas erguidas pero ligeramente péndulas en el extremo, con coloración verde-dorado.
Siguiendo con la descripción de las coníferas cultivadas en parques y jardines de Cariló
merecen una mención especial las especies y variedades de Chamaecyparis. Se trata en general
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de plantas arbustivas de follaje semejante al de los Cipreses, aunque las ramillas terminales se
presentan más o menos dispuestas en un solo plano.
Las variedades se multiplican por injerto, es decir que una porción de la variedad o
cultivar se inserta sobre llamado pie o patrón, que es un plantín obtenido de semilla de alguna
especie rústica del mismo género (Chamaecyparis), o incluso de otro género de la misma
familia (Thuja, Platycladus –Tuyas-). Así, la planta obtenida por injerto es un organismo dual,
donde la raíz y el cuello pertenecen a una entidad botánica y la copa una variedad selecta o clon.
Entre los Chamaeciparis, la mayoría de las variedades para jardines pertenece a la
especie Chamaecyparis lawsoniana, del noroeste de USA y el oeste de Canadá, y tal vez la más
conocida sea Ch. laws. “elwoodii”, un cultivar “enano” de porte cónico-columnar que suele
alcanzar hasta 4 m de altura. Su follaje extremadamente compacto que oculta el tronco y las
ramas, está compuesto por hojas en forma de pequeña aguja aplanada, de coloración azul
grisácea. Estas características, sumadas a su graciosa forma, hacen de esta variedad una de las
predilectas para el aficionado y el jardinero profesional. En algunos jardines de Pinamar es
posible observar ejemplares muy añosos. Lamentablemente, suele ser bastante sensible al ataque
de hongos que secan el follaje, en particular en la zona de la base.
Otras variedades comunes en los jardines de Cariló, Pinamar, Ostende y Valeria del Mar
son: Ch. laws. “alumii”, arbusto erecto azul grisáceo; Ch. laws. “erecta aurea”, parecida a la
anterior pero de follaje amarillo dorado; Ch. laws. “nana” y “nana glauca”, ambas de porte
menor; Ch. laws. “minima” y “minima aurea”, con el follaje de textura más fina; Ch. laws.
“westermanii”, cultivar con las ramas oblicuas, brotes vigorosos y el follaje amarillo dorado;
Ch. laws. “wiselii”, verde con brotes elongados y Ch. laws. “stewartii”, de follaje dorado y
brotes péndulos.
También es posible observar variedades pertenecientes a otras especies de
Chamaecyparis, como Ch. nootkatensis “aureovariegata”, con el típico follaje verde claro con
porciones amarillo claro; Chamaecyparis obtusa, de Japón, con sus variedades “nana”, de bajo
porte; “tetragona”, de follaje verde y compacto y “tetragona aurea”, semejante a la anterior pero
con tonos dorados; y Chamaecyparis pisifera, otra especie nativa de Japón, cuyas variedades
más difundidas son “boulevard”, de follaje azul-plateado, “plumosa” y “squarrosa”, éstas
últimas muy decorativas, aptas para ser plantadas en forma individual o en grupos. Cabe
destacar que los Chamaeciparis prefieren los climas frescos y húmedos, y suelen deteriorarse
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temporalmente luego de los veranos muy calurosos y secos. Plantados en forma de cerco, no
resisten por mucho tiempo la poda de formación, sino que se ajustan mejor al crecimiento libre.
2. 3. 2. 3. Libocedros, tujas, taar y ciprés de Leyland
La mayoría de las coníferas crece a gusto en el suelo de las dunas de Cariló y el resto de
la costa bonaerense. La granulometría de la arena otorga las condiciones físicas de aireación
adecuadas para el crecimiento y la salud de las raíces. Además, las arenas de la zona, lejos de ser
un material mineral estéril, contienen buenas proporciones de los elementos esenciales para el
crecimiento de las plantas, como el fósforo, potasio, calcio, magnesio, hierro, manganeso,
molibdeno, cobre, boro y otros. Por su parte, los requerimientos básicos de nitrógeno quedan
cubiertos con el aporte de materia orgánica de origen marino, así como el que se origina por la
descomposición del material vegetal depositado superficialmente, desde los distintos estratos
vegetales que pueden convivir sobre las dunas una vez fijadas.
Figuras 245 y 246. Vista de un Libocedro disciplinado (Calocedrus decurrens f. aureovariegata), y detalle del follaje que combina el color verde con zonas amarillo-crema.
Los factores limitantes pueden ser, según el tipo de sitio y la cercanía al mar, la
disponibilidad de agua en la época estival y el efecto desfavorable de la brisa marina cargada
con partículas de sal. Ya se sabe qué especies soportan el tipo de ambiente cercano al mar, y
cuáles crecen mejor hacia el interior o bajo el reparo del estrato boscoso superior. Recordamos
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aquí cómo la mano del hombre suele construir maravillas, como el caso de la obra de Don
Héctor M. Guerrero, pero que en otros casos puede también conducir a una eliminación gradual
y progresiva del tesoro constituido luego de décadas de acción libre de la naturaleza.
En los jardines suele ser muy común otro representante de las Cupresáceas. Se trata de la
variedad cultivada o “forma” más conocida del árbol llamado Libocedro (Calocedrus decurrens
forma “aureovariegata”). Esta denominación responde al típico “disciplinado” o “variegado” del
follaje, que consiste en la presencia de porciones de color amarillo crema distribuidas más o
menos regularmente en todas las ramas. El Libocedro disciplinado alcanza los 10 metros de
altura, sin embrago, el tipo natural de la especie (Calocedrus decurrens, anteriormente
denominado Libocedrus dec.), puede crecer hasta los 45 m en su ambiente natural, el oeste de
América del Norte, con troncos de 3 m de diámetro y una corteza de hasta 25 centímetros de
espesor, que le permite sobrevivir a los incendios. Su follaje brillante se presenta en ramillas
aplanadas péndulas, con las hojas escuamiformes alargadas. Esta variedad de multiplica por
injerto. Algunos ejemplares de esta especie pueden verse en las plazas de Gral. Madariaga o
Chascomús
Figuras 247 a 248. Tres variedades diferentes de Thuja occidentalis. Arriba izquierda: T. occ. “elwageriana aurea”, similar a “rheingold”, un arbusto pequeño y algo delicado cuyo follaje verde claro se torna color dorado hacia el invierno. Izquierda-abajo: T. occ. “globosa”, de porte globoso. Derecha: T. occ. “lutescens”.
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El otro grupo de coníferas de uso ornamental está integrado por las conocidas “Tuyas”.
El género Thuja comprende sólo unas 6 especies del Hemisferio Norte, aunque se han obtenido
numerosas variedades o formas de jardín. Entre estas se destacan Thuja occidentalis “ericoides”,
un pequeño arbusto con delicado follaje que en la época fría toma la coloración pardo-violácea;
Thuja occ. “rheingold”, semejante al anterior, algo más compacto, con el follaje nuevo verde
claro, tornándose color bronce hacia el otoño; T. occ. “elwageriana aurea”, de impresionante
tono dorado; T. occ. “umbraculifera”, de copa globosa; T. occ. “wareana lutescens”, de forma
anchamente cónica y T. occ. “smaragd”, cuyo follaje verde brillante, forma cónica y adaptación
a vivir en maceteros le han otorgado gran difusión en los últimos años.
Figuras 249 y 250. Detalle del follaje y los conos femeninos (gálbulos con escamas basifijas) de Thuja occidentalis “smaragd” y Thuja (Platycladus) orientalis, ambas muy utilizadas en la actualidad para conformar cercos vivos.
Tal vez, resulten más familiares las tuyas utilizadas desde hace décadas para formar
cercos, las cuales permiten su recorte frecuente a tijera y su mantenimiento lozano durante años.
Se trata de Thuja orientalis –denominada según la taxonomía actual como Platycladus
orientalis-, nativa del este de Asia, desde Manchuria hasta Vladivostock. Aunque la misma
especie natural es apta para su uso en jardines, existen algunas variedades obtenidas por el
hombre que también suelen observarse en los jardines de Cariló y sus alrededores. Se destacan
entre ellas Platycladus orientalis “compacta”, arbusto de menor porte y follaje denso y P. orient.
“aurea”, con el típico follaje dorado en las extremidades de las ramillas y los conos abundantes
color bronce. Estas últimas, cuando se plantan para formar cercos, requieren menos recorte de
mantenimiento que la especie típica.
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Muy afín a las Tuyas es Thujopsis dolabrata, una rara conífera arbustiva con el follaje
típico de las Tuyas pero con aspecto más robusto, y las hojas variegadas de amarillo crema.
Siendo más difundida en los ’70, hoy en día se ha retomado su utilización, especialmente como
planta aislada en maceteros y grandes macetas, tal como se lo observa en ciertos espacios
públicos céntricos de Pinamar.
Figuras 251 y 252. Aspecto general y detalles del follaje y gálbulo de Thujopsis dolabarata, cultivado en una maceta en el centro de Pinamar.
Figura 20000
Figuras 253 y 254. Taar (Tatraclinis articulata). Detalle de las ramillas terminales y hojas escuamiformes decurrentes, aspecto general del árbol, en este caso plantado en la zona turística de Embalse Río Tercero (Córdoba).
Completando la diversidad dentro de la familia Cupresáceas, merecen mencionarse el
“Taar” (Tetraclinis articulata), un arbusto-árbol de follaje verde amarillento y ramitas delgadas
y gráciles, originario del norte de Marruecos, sur de España y la isla de Malta; y el híbrido
Cupressocyparis leylandii, producto de la cruza en territorio europeo entre las especies
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norteamericanas Cupressus macrocarpa y Chamaecyparis nootkatensis, resultando un vigoroso
árbol de porte cónico, del cual, a su vez, se han obtenido variedades selectas, como C. leylandii
“Castleweland”, “Hegerston Grey” y “Leighton Gren”, todas de difusión creciente en el ámbito
del paisajismo.
Figura 255. Un par de Cupresociparis (Cupressocyparis leylandii) cultivados a un lado de una residencia turística en Mar de Ostende, a unos 150 m del mar. Cerca del mar, o bien en condiciones poco favorables, el follaje toma un aspecto robusto y compacto.
2. 3. 2. 4. Las Pináceas de los jardines
Como se ha señalado oportunamente, a la familia Pináceas pertenecen los pinos (Pinus),
Cedros (Cedrus), Abetos (Abies), Abetos rojos (Picea), Abeto de Douglas (Pseudotsuga) y
Alerces verdaderos (Larix), entre otras coníferas emparentadas menos comunes. Todos se
caracterizan por poseer hojas de tipo linear o acicular (aguja), de largo variable, y conos o
estróbilos (piñas) con numerosas escamas que portan siempre dos semillas cada una. En Cariló,
4 especies de pinos –Pinus pinea (Pino piñonero), P. pinaster (Pino marítimo), P. radiata (Pino
insigne) y P. halepensis (Pino de Aleppo)- conforman la matriz forestal principal que da
sustento al “neo-ecosistema” desarrollado sobre esta porción del cordón de dunas bonaerense.
Además, existen otras pocas especies de ese mismo género localizadas sólo en sectores
determinados del predio, como Pinus thunbergii, (Pino negro japonés) cuyos pocos ejemplares
sobreviven aún al avance de la urbanización entre las calles Roble, Paraíso, Codorniz y
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Abutarda); P. ellitottii (pino elioti), únicamente en la zona de Paraíso, Tijereta, Tero y Petrel; y
una variedad de P. sylvestris (pino silvestre), con escasos individuos de corteza color canela,
situados en dos sectores de Cariló, dentro de la Reserva.
Figuras 256 y 257. Joven ejemplar de Pinus nigra) plantado sobre canteros asociados a la vereda-paseo de la principal arteria de Pinamar.
La mayoría de las especies citadas previamente se perpetúa sin intervención de la mano
del hombre, y es así como nos encontramos en los terrenos aún sin edificar o en la Reserva con
ejemplares juveniles de pino marítimo o piñonero, además de sus añosos padres y abuelos de
más de 90 años. Pero en los jardines se plantan, además, algunas variedades, generalmente de
porte reducido, como las del Pinus mugo (“gnom”, “mops”), del Pinus nigra o las de P.
sylvestris. Se suman las incorporaciones esporádicas de Pinus patula (Pino patula); P. strobus
(Pino blanco) y su variedad enana denominada “nana”; P. canariensis (Pino de las Canarias) o
alguna otra especie de escasa difusión.
Por su parte, los Cedros (género Cedrus) son muy escasos como componente de la
forestación básica de Cariló, aunque existen indicios de que se han plantado en su momento,
como es el caso de muchas otras especies las cuales, sin el dosel protector adquirido recién
luego de las primeras tres décadas, no habrían podido sortear las situaciones ambientales
extremas. Así, los Cedros son relativamente abundantes sólo en el sector habitado de Cariló,
como parte de la actividad de jardinería. Encontramos el Cedro deodara o del Himalaya (Cedrus
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deodara), en su tipo específico, o bien sus variedades obtenidas por injerto: “péndula”, de ramas
colgantes y menor porte; “aurea” con los extremos de las ramas dorados, especialmente en
verano; o “argentea”, de follaje con tonalidad plateada. También es común la variedad más
conocida del Cedro del Atlas (Cedrus atlantica var. glauca) llamado “cedro azul”, por su típico
follaje gris-plateado, debido a que una cera blanquecina cubre sus acículas.
Figuras 258 a 260. Izquierda: Cedrus deodara “aurea pendula” de unos 25 años de edad. Derecha: Ejemplar joven de Cedrus atlantica glauca “aurea” en un pequeño jardín particular. Arriba-derecha: detalle de las acículas color azul-grisáceo de Cedrus atlantica glauca.
Los Abetos (Abies) y Abetos rojos -o falsos abetos- (Picea) son parientes cercanos de los
Pinos. Se trata de coníferas exclusivas del Hemisferio Norte, que en América llegan hasta la
latitud de Guatemala. Algunas especies de Abetos forman bosques muy extensos en el norte de
Europa y Asia, aunque la deforestación en busca de madera los ha diezmado en vastas áreas.
Como prefieren climas frescos, en la Argentina prosperan bien a partir de la latitud de Mar del
Plata, y hacia el sur, pero especialmente en la zona cordillerana, desde Mendoza hasta Tierra del
Fuego y las Malvinas. No obstante, unas cuantas variedades de uso ornamental están a menudo
disponibles en los viveros de la zona, incrementándose su oferta en los establecimientos de
arboricultura del sudeste bonaerense. En cuanto a Abies, las especies presentes en Cariló y sus
alrededores, aunque de modo escaso, son Abies alba (Abeto blanco); A. concolor (Abeto del
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Colorado), de agujas elongadas y ligeramente curvadas y A. nordmanniana (Abeto del
Cáucaso). Para el caso de los Abetos rojos o Piceas, se cultivan en los jardines el Pino Spruce
(Picea abies) y algunas variedades de la Picea del Colorado (Picea pungens), como P. pung.
“glauca” de follaje azul claro y P. pung. “viridis” con tonos verde esmeralda.
Figuras ----------
Figuras 261 a 264. Aspectos generales y detalles del follaje de dos especies de Picea muy difundidas. Izquierda: Picea abies (Abeto común o Spruce). Derecha: Picea pungens “glauca” (Abeto del Colorado).
El Abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii), también conocido como Pino Oregon, es
una Pinácea originaria del oeste de América del Norte, cultivada en varios países por su valor
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ornamental y la calidad de su madera. En los bosques Andino-patagónicos de la Argentina,
donde suele alcanzar los 30 m de altura, se la emplea para establecer forestaciones madereras y
de reparo, pero en la actualidad es una de las especies invasoras del bosque nativo de esa región,
debido a la dispersión de sus renovales. En Cariló existen sólo dos ejemplares registrados por el
autor en la zona de la Reserva, aunque es posible encontrar individuos cultivados en los jardines
de la zona. Es reconocible por sus hojas delgadas y lineares y sus piñas de hasta 10-12 cm de
longitud, utilizadas en arreglos de decoración y artesanías, y cuyas escamas dejan entrever una
bráctea o “lengüeta” trífida.
2. 3. 2. 5. Taxodiáceas y otras coníferas menos frecuentes
Es muy amplia la gama de posibilidades que brinda el grupo de las coníferas al momento
de tener que diseñar o componer un determinado trabajo de jardinería. Para el caso particular de
quienes estén interesados en decorar o darle estructura funcional al terreno de la vivienda,
además de solicitar al profesional una mínima variedad de opciones en cuanto a los estilos,
costos y posibilidades de mantenimiento del proyecto, es aconsejable visitar y recorrer varios
viveros especializados, incluso establecimientos productores, algunos de los cuales, además,
poseen una reconocida trayectoria en el trabajo con coníferas.
Figuras 265 y 266. Joven ejemplar de Sequoia (Sequoiadendron giganteum) cultivado en un parque particular en Cariló. Derecha: detalle del follaje, provisto de pequeñas hojas lineares no-punzantes.
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Mientras todo lo concerniente a lo arquitectónico lleva consigo rasgos de funcionalidad,
permanencia en el tiempo y el carácter frío de lo inanimado, es indudable que el mundo de las
plantas viene a complementar y dar calidez a ese entorno, a través de todas sus variantes
vivientes, ofreciendo la posibilidad de mantener la conexión con lo natural, aspecto que en
Cariló constituye un sello propio que debe ser perpetuado. En el ámbito de las coníferas de uso
ornamental, parece imposible llegar a conocer la diversidad de cultivares obtenidos por el
hombre, debido a que en todo el mundo y mes a mes, se vuelcan al mercado nuevas formas y
llamativas variantes de muchísimas especies. De toda esta diversidad, sólo una pequeña
proporción llega los jardines y un porcentaje aún más pequeño logra adaptarse a las distintas
condiciones ecológicas locales.
Figuras 268 a 270. Aspecto de la variedad típica de Cryptomeria japonica (derecha) y detalle del follaje de dos de sus variedades más corrientes: C. jap. “globosa nana” (arriba) y C. jap. “elegans”.
La familia Taxodiáceas comprende unas 20 especies de ambos Hemisferios. Desde los
nuevos avances en biología evolutiva, esta familia muy antigua que contiene a la especie más
alta (Sequoia de la costa) y la de tronco más grueso (Sequoia gigante) es considerada hoy como
parte de las Cupresáceas. Justamente por su rareza, son bien conocidos, al menos desde
fotografías o documentales televisivos, la Sequoia (Sequoia sempervirens) que en su lugar de
origen, el Estado de California (EUA), alcanza los 100 m de altura, o la impresionante Sequoia
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gigante (Sequoiadendron giganteum), más baja que la anterior, pero con troncos de hasta 12 m
de diámetro. La primera prospera relativamente bien en la prov. de Buenos Aires, mientras que
la segunda lo hace en sitios más al sur, especialmente a lo largo de la cordillera, desde Neuquén
hasta Chubut. Ambas Taxodiáceas resultan muy poco frecuentes en Cariló y el resto de la costa
atlántica.
Un género emparentado, Taxodium, del sudeste de América del Norte, posee tres
especies, aunque sólo una ha alcanzado gran difusión en la Argentina. Se trata del Ciprés de los
pantanos o Ciprés calvo (Taxodium distichum). Es una de las pocas coníferas que presentan
follaje caduco, el cual se torna de un intenso tono cobrizo en el otoño, antes de caer, para luego
rebrotar en la primavera. Además es capaz de sobrevivir en terrenos anegables. Se ha convertido
en un componente infaltable en todo emprendimiento de magnitud, como countries, campos de
golf, cascos de estancias, etc. Por el momento sólo se utiliza la especie típica.
Figuras 271 y 272. Otros detalles de las especies de Taxodiáceas cultivadas. Izquierda: follaje y conos polínicos de Cryptomeria japónica. Derecha: Ramillas terminales y follaje caduco de Taxodium distichum, con su color cobre hacia el otoño.
La Criptomeria, Sugi, Cedro japonés o Árbol de las Pelousses (Crytomeria japonica) es
una especie conocida desde hace varias décadas en la región central del país. Aunque su follaje
es persistente, también toma la coloración cobriza o casi violácea durante la época invernal. Sus
hojas lineares cortas son algo curvadas y de consistencia carnosa. En Cariló y el resto del
Partido de Pinamar se cultiva la especie típica y algunas de sus variedades más comunes: C. jap.
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“elegans”, de copa densa y follaje grácil; C. jap. “araucarioides”, con los brotes elongados; C.
jap. “globosa”, de follaje rígido y copa globosa a esférica; y C. jap. “monstrosa” de copa
encrespada y ramillas gruesas.
Las Podocarpáceas constituyen una familia primitiva dentro de la evolución de las
coníferas. Sus estructuras reproductivas no son conos o estróbilos, como las “piñas” de los
pinos, o los “gálbulos” de los cipreses y enebros, sino que consisten en una semilla carnosa
sostenida por un pedúnculo o pie (podo) ensanchado en la parte próxima a ella. El tipo de hoja
presente en estas plantas despista al aficionado, ya que poseen una forma linear y aplanada, no
atribuida usualmente a las coníferas. Es una familia propia del Hemisferio Sur y cuenta con
especies nativas de la selva tucumano-boliviana (pino del cerro), los bosques andino-
patagónicos (Maniú macho, Maniú hembra), regiones de Brasil, Ecuador y Centroamérica. Pero
sólo suelen cultivarse dos especies en el ámbito de los parques y jardines: Podocarpus
macrophylla, del Asia oriental y P. elongata, de Sudáfrica. Aún se desconocen sus
comportamientos frente a las condiciones ambientales de la costa.
Finalmente, es preciso mencionar a otro miembro emparentado a los Podocarpus, como
lo es el Tejo chino (Cephalotaxus harringtonia), un arbusto o árbol bajo, apto para la media-
sombra, con hojas color verde oscuro, brillantes y rígidas, cuya mayor difusión permitiría
aportar nuevos valores estéticos a los diseños paisajísticos.
Figuras 273 y 274. Detalles del follaje y semillas inmaduras sobre el pie carnoso rojizo de Podocarpus elongata, una de las especies de Podocarpus más utilizadas actualmente para la decoración de parques.
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2. 3. 2. 6. Araucarias, Tejos, Ginkgo y Cycas
Identificar especies de plantas y conocer acerca su origen, distribución geográfica,
características botánicas, usos y cultivo, no sólo forma parte de las tareas de quienes se dedican
profesionalmente al ámbito de la jardinería y el cultivo, sino que también resulta una actividad
placentera o complementaria para muchos aficionados, maestros y personas mayores.
La relevancia que en la actualidad han tomado los problemas que atañen a la ecología
urbana, la destrucción de las áreas naturales, incluyendo deforestación y desplazamiento de
pobladores nativos, avance de la frontera de los monocultivos, proyección de nuevas represas y
centrales hidroeléctricas, el avance de la mega-minería sobre los territorios montañosos, etc.,
determinan por contraparte una lenta pero progresiva respuesta de la sociedad, cuyos integrantes
preocupados se organizan a través de asociaciones, ONGs y fundaciones, con el propósito de
impulsar una acción dirigida a frenar, mitigar o detener el avance del proceso de deterioro
ambiental en el que se encuentran los ecosistemas de la Argentina y el resto del mundo.
Figuras 275 a 277. Típica forma piramidal de la Araucaria exelsa (Araucaria heterophylla). En este ejemplo, se trata de la variedad “leopoldii”, una rareza botánica gustosa de estar cerca del mar, que cualquier pinamarense o visitante puede observar en una esquina de Mar de Ostende. Derecha: detalles de las ramas y las hojas color verde azulado.
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Las numerosas propuestas de creación de áreas protegidas oficiales o privadas en los
ámbitos municipales, provinciales y nacionales han dejado de representar ese anhelo atribuido a
los ambientalistas de cada zona, para convertirse en una necesidad urgente de las comunidades,
si lo que queremos es mantener viva una buena parte de los bienes naturales que nos rodean.
Para completar la información botánica sobre el orden de las coníferas, es necesario
mencionar otras cuatro familias representadas en los jardines y espacios públicos. De la
primitiva familia Araucariáceas son comunes en cultivo la Araucaria exelsa o pino de isla
Norfolk (Araucaria heterophylla), nativa de Oceanía y provista de ramas laterales que parten en
verticilos desde el tronco principal recto –un ejemplar afín a la variedad “leopoldii” o bien a la
var. “glauca”, típica por su coloración esmeralda está situado en una esquina de Mar de
Ostende-; la Araucaria bidwillii o Pino bunya (A. didwillii), del sudeste de Australia, con sus
estróbilos de hasta 30 cm de diámetro; la Araucaria columnaris, de copa angosta y tronco
naturalmente inclinado.
Figuras 278 a 280. Otros casos de Araucarias presentes en el Partido de Pinamar. Izquierda: Araucaria columnaris plantada hace pocos años –a nuestro criterio acertadamente- sobre la Av. Bunge, a escasos metros de la playa, donde esta especie originaria de Oceanía crece a gusto. Derecha-arriba: Uno de los dos ejemplares de Araucaria araucana (Pehuén) –de unos 30 años de edad aproximadamente- observado por el autor en la zona de Pinamar. Se trata de una magnífica conífera oriunda del centro de Chile y Neuquén. Derecha-abajo: follaje de la Araucaria angustifolia (Pino Brasil), poco cultivada en la zona, pero con tres viejo ejemplares en la Reserva de Cariló.
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El Pino Brasil o cury-í (A. angustifolia), nativa del sur de Brasil y el noroeste de
Misiones, de copa aparasolada; y el Pehuén (A. araucana), del centro-oeste de Neuquén,
representado por pocos ejemplares, como el que crece lentamente en el jardín de la conocida
casa “estilo hongo” de Pinamar.
El Tejo común o europeo (Taxus baccata) pertenece a la familia Taxáceas, un grupo
menos emparentado con los citados hasta ahora. Se trata de una especie vinculada a la cultura
Celta, que se caracteriza por su follaje verde oscuro y brillante, y por sus semillas semi-cubiertas
por una cúpula carnosa de color rojo, única parte no tóxica de la planta. Las variedades
arbustivas más frecuentes en los jardines de nuestras latitudes son: T. bacc. “fastigiata”, de copa
angosta y ramas verticales; T. bacc. “gracilis” con las ramas flexibles y curvas; y T. bacc.
“aurea” y “elegantissima”, ambas de follaje amarillo dorado en sus extremos.
Figuras 281 y 282. Detalles del follaje del Tejo (Taxus baccata) y del Ginkgo (Ginkgo biloba), ambas especies de uso decorativo y con principios activos muy utilizados en farmacología.
Por último, resta describir a dos tipos de plantas aún más primitivos en la escala
evolutiva de los vegetales: el Ginkgo y la Cicas. Aunque no se trata exactamente de Coníferas,
pertenecen a la misma división que estas, es decir las Gimnospermas, que comprende a todas las
plantas que poseen semillas pero no flores. Ambas son consideradas fósiles vivientes, debido a
que, habiendo ocupado extensas superficies del planeta hace 250 millones de años, han
permanecido hasta hoy casi sin cambios en su aspecto o morfología. El Ginkgo (Ginkgo biloba -
Ginkgoáceas) es un árbol caducifolio, con ramas gruesas y copa piramidal a la edad adulta. Sus
hojas tienen una forma muy particular, a modo de abanico, con una incisión central. La
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sexualidad de la especie es dioica, es decir que las flores femeninas y masculinas se encuentran
en árboles o pies distintos. Las semillas son carnosas, amarillentas y poseen el tamaño de una
aceituna. Antes de caer, en el otoño, el follaje se torna de amarillo brillante. Prácticamente no es
atacado por plagas y/o enfermedades, además de ser muy resistente a contaminantes. Además,
brinda principios activos medicinales utilizados en beneficio de la circulación sanguínea.
Por su parte, la Cicas (Cycas revoluta – Cicadáceas) es una planta baja, con aspecto de
palmera, provista en general de un único tronco grueso y rugoso. Sus hojas “pinnadas” son
rígidas, de color verde oscuro, y lustrosas. Es típica de los jardines antiguos, o de estancias,
aunque su uso es frecuente cuando el objetivo es lograr llamar la atención del observador desde
una parte del jardín. Debido a su aspecto, se utiliza fundamentalmente junto a construcciones, en
forma solitaria o bien en combinación con especies de monocotiledóneas.
Figuras 283 a 285. Aspecto general y detalles de las hojas y “hojas carpelares” conteniendo semillas rojizas de Cycas resoluta, planta muy primitiva con aspecto de palmera que, habiendo sido muy cultivada durante la segunda mitad del Siglo XIX y hasta pasados los mediados del Siglo pasado, por estos días se encuentra nuevamente como planta de frecuente utilización en jardines y maceteros.
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