Download - Braidotti Rosi Devenir Mujer Metamorfosis
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Sergio Ramirez
Titulo original Metamorphoses. Towards a materialist theory ofbecoming
Traducci6n yedici6n: Ana Varela Mateos
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Publicado originalmente por Polity Press en asociaci6n con Blackwell Publishers Ltd., 2002
Reservados todos los derechos.
De acuerdo a 10dispuesto en el art. 270
del C6digo Penal, pod"'n ser castigados con penas de multa y privaci6n de Iibertad quienes
reproduzcan sin la preceptiva autorizaci6n 0 plagien,
en todo 0 en parte, una obra literaria, artistica 0 cientifica
fijada en cualquier tipo de soporte.
Metamorfosis Hacia una teoria materialista del devenir
Rosi Braidotti
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CaDj~;._._._._.._.._.._._ . Don••o:
© Resi Braidotti, 2002 © Ediciones AkaI, S. A., 200S
para lengua espanola Sector Foresta, I
28760 Tres Cantos Madrid - Espana
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028 www.akaJ.com
ISBN-IO:84-460-2067-X ISBN-13: 978-84-460-2067-7
Deposito legal: M-12.7S5-2oo5 Impreso en LavelS. A.
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Humanes (Madrid) ~
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tica florar provocadoramente en el vacio y realizar fugaces incursiones en el pew rebo
tando, siempre, hacia [a seguridad. Ha de leerse como un mapa de ruta que marco. in
nerarios idiosincrasicos y giros paradojicos, y que gravita alrededor de una serie de ideas
centrales, de esperanzas y de anhelos cosechados por [a autora. Es un mapa que traza
[a trayectoria de cambios, de transformaciones y de devenires. Los capitulos nacen a
partir unos de otros, pem conservan tarnbien su independencia tornando una direcci6n
que no siempre es lineal. Tal vez, en ocasiones, los lectores y [as lectoras deban ser
pacientes y asumir e! estres de un viaje que no tiene destinos preestablecidcs. Este es
un libro de riesgos y de exploraciones, asi como de convicciones y de deseo. Vivimos
tiempos extrafios y pasan cosas extrafias. I 1a :L
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1 Devenir mujer, o la diferencia sexual reconsiderada
Soy un ser violento, lleno de rugientes tormentas yde otros fen6menos catastro
ficos. Por ahora, 10 unico que puedo hacer es comenzar y recomenzar de nuevo por
que si quiero escribir tengo que comerme, como si mi cuerpo fuera cornida'.
Kathy Acker, ..The End of the white men»
Si ese es tu deseo, imagina a una lesbiana travestida que levanta pesas can el
aspecto de Chiquita Banana, que piensa como Ruth Bader Ginsburg, que habla
como Dorothy Parker, que time el coraje de Anita Hill, la sagacidad para 10. poli
tico. de Hillary Clinton y la mala leehe de Valerie Solanas y, entonces, tendras alga
por 10 que preocuparte rcalmente-.
Marcia Tucker, «The attack of the giant Ninja mutant Barbies-
E[ feminismo comparre con [as filosofias postestructuralistas no s6[0 e!sentido de una
crisis del Logos sino tarnbien 10. necesidad de una creatividad conceptual renovada y de
cartograftas del presente que no sean ajenas a la politica. Uno de los objetivos de la prac
tic a ferninista reside en eliminar las connotaciones peyorativas y opresivas que se han
erigido no solo sobre la idea de diterencia, sino tambien sobre la dialectica entre el Yo y
[0 Otro. Esta transmutacion de valores podria conducir a una rcutirmacion del content
do positivo de [a diterencia que permitirfa una reapropiacion colectiva de la singularidad
de cada sujeto sin dcsuteuder su complejidad. En otras palabras, e!sujeto del ferninismo
I Kathy ACKER, ..The End of the white men", Pmrhwnan [j"die, Indiana University Press, Indianapolis, 1995, p, 66.
2 Marcia TUCKER, «The arrack of [he giant Ninja mur.mr Barbies .., en M. Tucker (ed.), BadGirls, Mi[ Press, Massachusetts, 1994, p. 28.
25
no es la Mujer, como otro complementario y especular del hombre, sino un sujeto encar
nado, complejo y multiestratificado que ha tornado sus distancias respecto a la institu
ci6n de la feminidad. «Ella» ya no coincide con el reflejo impotente de un sujeto domi
nante que esculpe su masculinidad con arreglo a un modelo universal. De hecho, es
posible que ella ya no sea ella, sino el sujeto de otra historia bastante distinta: un sujeto
en construcci6n, rnutante, 10otro de 10 Otro, un sujeto encarnado posmujer rransmuta
do en una morfologta femenina que ha experimentado una metamorfosis esencial.
Las filosofias feministas de la diferencia sexual estan hist6ricamente implicadas en
el declive y en la crisis del humanismo occidental, en la crftica del falogocentrismo y en la
crisis de la identidad europea. La generaci6n filosofica que proclam6 la «muerte del
hombre» condujo al rechazo del humanismo, marc6 la implosion de la idea de Europa
y contribuy6 tambien a abrir la caja de la especificidad geopolftica de los discursos occi
dentales, especialmente la filosofia. lrigaray extiende el campo de su intervenci6n para
cubrir coordenadas espacio-temporales y una serie de relaciones constitutivas diversas
entre las que se encuentran la etnicidad y, especialmente, la religi6n. EI hecho de que
la idea de «diferencia», como elemento peyorativo, anide en el coraz6n de la historia
europea de la filosofta y del «canibalismo metafisico» de su pensamiento convierte a la
misma en un concepto fundacional. Ha sido colonizada por form as de pensamiento
jerarquicas y excluyentes, y esto significa que hist6ricamente ha jugado un papel cons
titutivo no s610 en acontecimientos de los que Europa puede enorgullecerse, como la
llustraci6n, sino tambien en oscuros capitulos de nuestra historia como el fascismo y el
colonialismo europeos. Si la historia de la diferencia en Europa ha sido una historia de t f.
exclusiones letales y de descalificaciones fatales, entonces, es una idea de la cual los
intelectuales criticos deben asumir su responsabilidaJ. La etica y la politica feminista de
la localizaci6n pueden servir de inspiraci6n para afrontar este desafio. La politica de la localizacion hace referencia a una forma de dar sentido a la diversi
dad existente entre las mujeres en el seno de la categorfa de -diferencia sexual», enten
dida como el opuesto binario del sujeto falogocentrico. Dentro del feminismo, estas ideas
son inseparables de la noci6n de responsabilidad epistemol6gica Ypolitica, pensada como
aquella practica que consiste en desvelar las localizaciones de poder que inevitablemente
se habitan en tanto que sitio de la propia identidad. La practica de la responsabilidad (por
las propias localizaciones encarnadas e inscritas) como una actividad relacional y colecti
va de deshacer los diferenciales de poder esta conectada ados cuestiones cruciales: la
'~-memoria y las narrativas. Ambas activan el proceso de poner en palabras, es decir, de con
- ':~-~ti~ ~n representaci6n simb6lica 10 que, por definici6n, escapa a la conciencia.
De hecho, una «localizaci6n» no es una posici6n que el sujeto designa y concibe
aut6nomamente. Es un territorio espacio-temporal compartido y construido colectiva
mente, conjuntamente ocupado. En otras palabras, la propia localizaci6n escapa en
gran medida al autoescrutinio porque es tan familiar y tan cercana que ni siquiera se
26
iI "II;
repara en ella. Por 10 tanto, la «politica de la localizacion» implica un proceso de toma
de conciencia que requiere un despertar politico.' y, de ahi, la intervenci6n de los otros.
La «politica de las localizaciones» consiste en trazar cartografias del poder basadas en
una forma de autocritica donde el sujeto elabora una narrativa erftica y genealogica de
sf, en la misma medida en la que son relacionales y dependen del escrutinio externo.
Esto significa que los analists «encarnados» iluminan y transforman el conocimiento
que cada una 0 uno tiene de sf y del mundo. Asi pues, los textos y las experiencias de
las mujeres negras hacen que las mujeres blancas veamos las limitaciones de nuestras
localizaciones. EI conocimiento feminista es un proceso interactive que hace aflorar.,
aspectos de nuestra existencia, especialmente de nuestra propia implicacion con el
poder, que no habiarnos percibido anteriorrnente. En lenguaje deleuziano, nos «deste
rritorializa», es decir, nos extrafia de 10 familiar, de 10 intimo y de 10 conocido para
bafiarlo de una luz exterior. En el lenguaje de Foucault, tendriarnos que hablar de
micropolitica y el punto de partida es el yo encarnado. Sin embargo, las feministas sabian
esto mucho antes de que fuera teorizado por Foucault 0 por Deleuze en su filosofta,
Aquello en 10que difieren las «figuraciones» de una subjetividad feminista alternativa,
como la mujerista, la lesbiana, el cyborg, la otra inapropiada/ble, la feminista n6mada, etc.,
de las «metaforas- clasicas es en hacer que entre en juego un sentido de la responsabilidad
por las propias localizaciones. Estas figuraciones expresan cartografias materialmente ins
critas en el sujeto y, en este sentido, suponen un ejercicio de autorreflexi6n y no una rela
ci6n parasitaria en un proceso de metaforizaci6n de los «otros». Por otra parte, la autorre
flexividad no es una actividad individual, sino un proceso interactive que presupone la
existencia de una red social de intercambios. Las figuraciones que emergen de este proce
so acnian como un punto de luz que ilumina aspectos que hasta entonces constituian pun
tos ciegos de la propia practica, En esta medida, las nuevas figuraciones del sujeto (noma
da, cyborg, negro, etc.) funcionan como personajes conceptuales. No son metaforas sino
que, en terrninos mas precisos desde un punto de vista critico, estan materialmente inscri
tos en eI sujeto y encarnan analisis de las relaciones de poder en las que se inserta. Desde
un punto de vista creativo expresan la tasa de cambia, de transformaci6n a de decons
trucci6n afirmativa del poder que una 0 uno habita. Las «figuraciones- encarnan, mate
rialmente, las etapas de la metamurfosis que experimenta una posici6n del sujeto hacia
todo aquello en 10que el sistema falogocentrico no quiere que se convierta.
De hecha, en los proteicos paisajes de la pasmodernidad ha aflorado todo un aba
nica de nuevas subjetividades alternativas. Se trata de posiciones subjetivas contesta
das, estratificadas e internamente contradictorias que no par ello estan menos ancladas
a relaciones de poder. Categorfas saciales hibridas e intermedias para las que resultan
J InJerp<ll GREWAL y Karen KArL/IN (eds.), Scattered Hegemonies: Postmodemity and Tramnational
Feminist Practices, Mindpolis, University of Minnesota Press, 1984.
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'I
tremendamente desfasadas, como ha sugerido Saskia Sassen, las descripciones tradicio
nales basadas en categorfas sociologicas como -mnrginalcs», «rnigrantes» 0 «rninonas-".
Desde e] punto de vista de los «otros dilerentes», esta producci6n inflacionista de «dife
rentes diferencias» expresa la logica de la explotaci6n capiralista, pero tarnbien revela
las subjetividades ernergentes de unos otros, en rerminos positivos, que no se someten
a definiciones impuestas. Todo depende de la propia localizacion 0 perspectiva situada.
Lejos de considcrarlo como una forma de rclativismo, pienso que se trata de una forma
encarnada e inscrita en el sujeto de materialismo corporeizado. En una clave mas ferni
nista, siguiendo a lrigaray, las diferencias que proliferan en el capitalismo posmoderno,
o avanzado tardio, son «otros de 10 Mismo, Traducido a una perspectiva deleuziana,
estas diferencins, ya sean grandes 0 cuantitativamente pequefias, no son cualitativas y,
consecuentemente. no alteran la logica 0 el poder de ese Mismo, de 10Mayoritario, del
codigo maestro falogocentrico. En la posmodernidad rardia, el centro meramente se
fragmenta, pero esto no le rinde menos central 0 dominante. Es importante resistir la
reproduccion acritica de ln mismidad a una escala molecular, global 0 planetaria. No es
mi deseo conceptualizar las diferencias en un marco hegeliano de interdependencia
dialectica y de consumo rnutuo entre el yo y 10 otro. En cambro, como si la contemplo
es desligada de esta cadena de inversiones en orden a implicarse en una logica bastan
te distinta, esto es, n6mada 0 rizomarica. Los trabajos acerca del poder, la diferencia y la politica de la localizaci6n ofrecidos
por pensadoras y pensadores feministas, poscoloniales y antirracistas, como Gayatri Spi
Yaks, Stuart Ha1l6, Paul Gil roy7, Avtar Brahs, Helma Lutz et alY, Philomena Essed lO
,
Nira Yuval-Davis junto a Floya Anthias 11 y muchos otras y otras que mantienen una
familiaridad con la situaci6n europea pueden ayudarnos a iluminar las paradojas actua
'1
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les. Uno de los efectos mas significativos de la posmodernidad tardfa en Europa es el
fen6meno de la transculturalidad, 0 de culturas contrapuestas en el senD de un espacio \ i
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4 Saskia SA~SE"', Cities in a World Econmn)', Thousand Oaks y Lunclres, Pine Forge Press y Sage,
1994. \ Gayartri Chakravorty SPIVAK, In Other \X!rJrlds, Nueva York, Ruutledge, 1989. b Stuart HALL, "Cultural Identity and Diaspora», en Jonathan Rutherford (ed.), Identity: Com
munity, CultLire, Difference, Lonches, Lawrence 'll1d \X'ishart, 1990. ; Paul GlI.Rl1Y, There Ain't No Black in the Uniml}ack: the Cldtaral Politic's of Raceand Nation, Lon
dres, Hutchinson, 1987; The Black Atlantic. Motlernity and DOl/hie C01l.\ciOllSness, Cambridge, Massa
chusetts, Harvard University Press, 1993 . ., Avtar BRAH, (,Re-framing Europe: En-gendered racisms, ethnicities and nationalisms in con
temporary Western Europe .., Feminist RC"icw 45 (1993), pp. 9-28. 'J Helene LLTZ, Nina YL;V.. \L-D!\Vl~ y Anne Pll0hlX (cds.), Crmsfirc.l. Natiollulislll, RRRaci.ml and
Gentler in Enrol,e, Londres, Pluto Press, 1996. Ie Phll'lmena EssED, «Understanding Everyday Racism .., Londres, Sage, 1991. II Nira YUVAL-DARIS y Anthias FLllYA (cds.), \x0m<.ln, N<.Ition, State, Londres, Macmillan, 1989.
social eurapeo plurietnico 0 multicultural. Los procesos migratorios planetarios -un
vasto movimiento de poblaci6n desde la peri feria hacia el centro que opera a una esca
la mundial de «hegernonfas diseminadas-v-'! han puesto en tela de juicio la afirrnacion
de la pretendida homogeneidad cultural de los Estados-nacion europeos y de la inci
piente Union Europea, Al db de hoy, Europa se ve enfrentada al multiculturalismo en
una epoca de creciente racismo y xenofobia. Tomando una direccion opuesta, las para
dojas, las disimetrfas de poder y las fragmentaciones que surcan el contexto historico
actual requieren un desplazamiento del debate politico desde la cuestion de las dife
rencias entre las culturas hacia la cuesti6n de las diferencias dentro de la misma cultu
ra. En otras palabras, uno de los rasgos de nuestra condicion hisrorica es el terreno
movedizo en el que las periferias y el centro se yen mutuamente confrontados a un
nuevo nivel de cornplejidad que desafia el pensamieuto dualista u opositivo,
Desde la teoria feminista se ha afirmado que, si 10que esta teniendo lugar es una muta
cion sociocultural en direccion a una sociedad rnultietnica y multimedia, esta transformaci6n
no puede afectar, unicamente, al polo de «los otros». Igualmente debe dislocar la posicion
y las prerrogativas de 10 «Mismo», del antiguo centro. En otras palabras, 10que esta cam
biando no es meramente la terminologia 0 la representaci6n metaforica de los sujetos, sino
la propia estructura de la subjetividad, de las relaciones sociales y del imaginario social
sobre el que se sostiene, Lo que se esta viendo sacudido es la sin taxis de las relaciones
sociales, asi como su representaci6n simb61iea. Los abanderados tradicionales del falogo
centrismo eurocentrico ya no dan la talla en una sociedad civil que, entre otras cosas, es
sexuada, femenina y masculina, multicultural y no inevitablemente cristiana. Mas que
nunca, la cuesti6n de la transformaci6n social apela al problema de la representaci6n: ide
que les sirve el monotefsmo simb61ieo masculino, blanco y cristiano? Los desaffos, asf como
las ansiedades, que suscita la cuesti6n de los sujetos en praceso emergentes marcan las pau
tas de un devenir que precisa nuevas formas de expresi{m y de representaci6n, esto es, for
mas mediatizadas[Jor la sociedad que necesitan ser sopesadas de manera crftiea. La teorfa
feminista es una herramienta de navegaci6n util y de gran relevancia en estos tiempos tur
bulentos de fen6menos globales de cristalizaci6n local, esto es, de cambios «G-local» 13.
No es extrafi.o escuchar la expresi6n de «\a feminizaci6n» en referencia a la cultura
posmoderna y postindustrial, bien sea con relaci{m a SLlcesos mediaticos como el de la
princesa Diana, 0 a fenomenos sociales como el de la pobreza y la marginalizaci6n. Un
tennino pmblematico, alia donde los haya, que no deja de ser sintomatico en tanto que
expresa la crisis de la masculinidad y del dominio l1lasculino a la vez que hace referencia
12 Indcrpal Grewal y Karen Kaplan (cds.), Scattered Hegemonies: Posmodemity <.IntI 1iwlSll1lti01wl
Feminist Practices, cit.
Il Deb" csta aguda t()rmu1acl'ln a las discusioncs cnn mis colegas de la Red Europea de Estudios
de MlIjcres, ATHENA, fundada oficia1mente por el Programa S6crates de la Comision Europea.
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~
a una categoria norrnativa de «valores blandos» como la flexibilidad, la emotividad, la
atencion 0 el cuidado. Estas cualidades «blandas» chocan, sin ser incompatibles, con
los protocolos apreciablemenre rfgidos que todavfa gobiernan la esfera publica Vque no
solo reflejan su estructura, caracterizada por un dominio masculino, sino tambien eI imaginario saturado por la masculinidad que 10 sostiene. A mi modo de ver, eI hecho
de que estas «transformaciones en la esfera intima» 14 puedan ser expresadas en terrni
nos de «ferninizacion», aunque su relacion con la vida real de las mujeres Vde sus expe
riencias no sean justamente directas, 0 transparentes, no deja de ser una fuente infini
ta de interrogantes, Asf pues, preferirfa interpretar este proceso, supuestamente
«feminizado», como la necesidad de desarrollar aproximaciones socialmente mas flexi
bles Vmultiestratificadas a la cuestion del acceso Vde la participacion en la cultura tee
nologica conternporanea. EI proceso de constitucion de la subjetividad, tanto a escala
micro como a escala macro, demanda un incremento de las complejidades, tanto en
terrninos de generos como a traves de las etnicidades, las c1ases V la edad. Esta es la
agenda social que precisa ser abordada. EI discurso inflacionista de 10 «fernenino»
nunca se ha revelado particularmente util para las mujeres ni para los «otros», a menos
que se apove en una saludable dosis de conciencia feminista.
Sin embargo, desde el movirniento negro, las teorias poscoloniales VeI ferninismo,
no se han escatimado las criticas, sumamente justificadas, a las paradojas, asf como a la
division bastante perversa del trabajo que ha emergido en la posmodernidad. En sin to
nia con esta paradoja, el esfuerzo teorico de quienes se localizan en. el centro de los
imperios pasados 0 presentes esta dirigido a deconstruir activamente el poder del cen
tro contribuvendo, de este modo, a la proliferaci6n Val consumo discursivo de los anti , guos «otros» marc ados por una identidad «negativa». Sin embargo, esos mismos otros I -especialmente en las sociedades poscoloniales pero, tambien, en las sociedades pos I fascistas V poscomunistas- estan bastante mas dispuestos a afirrnar su identidad que a
deconstruirla. La ironia de la situacion no se le escapa a ninguna de las partes irnplicadas, :1 .1
Basta pensar, por ejernplo, en las fil6sofas feministas que preguntan: lc6mo podemos i desmontar una subjetividad que historicamente no hemos tenido todavia eIderecho de
alcanzar? 0 en los sujetos de color 0 poscoloniales, que argurnentan que ahora ha lle
gado su turno para afirmarse. Y que, si eIsujeto blanco, masculino Vetnocentrico quie
re «deconstruirse» Ventrar en una crisis terminal, ianda Vque 10 haga! La cuestion
sigue siendo que la «diferencia» emerge como una nocion central, aunque contestada
V parad6jica, V que esto implica la inevitabilidad historica de tener que enfrentarse a
ella, al igual que, como sujetos posmodernos, estamos hist6ricamente condenados V
condenadas a vivir nuestra historia. Por 10 tanto, el analisis mediante cartograffas ade
cuadas sigue siendo una prioridad crucial.
14 Anthony GIDDENS, BeyondLeftand Right: The Future of RadicalPolitics, Cambridge, Polity, 1994.
En este capitulo proseguire la elaboraci6n de mi propia cartografia centrando mi
atenci6n en cuestiones de encarnaci6n Vde inmanencia, especialmente, a traves de una
lectura de lrigarav V de Deleuze que me ayudara a componer mi propio modelo de materialismo encarnado.
Materialismo: encarnacion e inmanencia
£1 cuerpo contraataca
Si tuviera que pensar en figuraciones V situar las cuestiones relativas a la encarna
ci6n en mi cartografia, para resaltar mejor algunas de las paradojas implicitas en los sen
tires politicos de este final de milenio en Europa, escogeria dos imageries contradicto
rias: par un lado, la reacci6n publica esquizoide ante la muerte de Diana, princesa de
Gales, v, par otro, los anonimos cuerpos de las miles de personas que actualmente solicitan asilo en la Union Europea.
Los acontecimientos que rodearon la muerte de la princesa Diana, calificados alter
nativamente -en funcion de las tendencias politicas personales- como «un fenorneno
de histeria de masas» 0 como «la revolucion floral» equivalente a la «revolucion ater
ciopelada» de la Europa del Este, va han entrado en la orbita de la mitologia polttica.
Igualmente, constituveron uno de los mayores acontecimientos mediaticos que jamas
se hava centrado sobre una sola persona. EI aspecto mas extraordinario de las muestras
de com/pasion con las que reacciono la opinion publica britanica radica en eI hecho de
que una abrumadora mavoria de sus protagonistas fueran mujeres jovenes, gays Vper
sonas de color. Los sujetos excluidos 0 marginados, aquellos a quienes el thatcherismo
habia olvidado 0 menospreciado, regresaban desafiantes a la arena politica Vmediatica.
Era el retorno de 10 reprimido, no con un detonador sino con un larnento. Era el acorn
pafiamiento perfecto a la arrolladara victoria que pocos meses antes habta aupado al
poder al «Nuevo Laborismo- en eI Reino Unido Val resurgido respeto por las ernocio
nes Vpor eI afecto, asf como par eI papel que podian Vdebfan jugar estos sentimientos
en la vida publica Vpolitica. Y tarnbien era una muestra contundente de la inagotable
potencia de Ia diosa blanca como obieto de culto colectivo'", EI hecho de que este
acontecimiento fuera posteriormente negado V reprimido bajo la fachada de un ritual
de adhesion colectiva V de desahogo de emociones simplemente confirma su caracter
sintornatico. Uno de los aspectos que encuentro relevantes de la princesa Diana des
15 Jude DAVIES y Carol R. SMITH, «Figuring white femininity: critique, investment and the example of Princess Diana», en Heloise Brown, Madi Gilkes y Ann Kalosky-Naylor (eds.), White? Women. Critical Perspectives em Raceand Gender; York, Center for Women's StudieslRaw Nerve Books, 1999.
30 31
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causa en el hecho de que era una mujer en plena transformaciou- En otras palabras, era
mas interesente por aquello en 10 que se esraba convirtiendo que por 10 que real mente 1 era. Creo que esta diruimica y esta dimension de transforrnacion es crucial para com i
Iprender el carisrna de Diana. Como seriala Julie Burchill: «Ella, en ningun memento fue
un juguete, sino que siempre fue una obra en proceso de elaboraci6n" 16. Sin embargo, I
como sugiri6 Rushdie en un tono menos compasivo, esta faceta no carecia de cierto I sesgo oportunista ya que «Diana no era dada a utilizar palabras como "semiotica", aun
que si era una competente scmiotizador» de si misma. Con una progresiva seguridad,
ernitia signos que podiun perrnitirnos conocerla tal y como ella queria ser conocida» 17.
A modo de contrapunto, y en orden a no circunscribir la cartografia del cuerpo a los
parametres del c6digo cultural dorninante, quisiera girar mi atencion hacia otro caso
significativo. ASI pues, la segunda imagen escogida esta constituida por las innumera
bles y an6nimas personas de todas las edades, refugiadas 0 demandantes de asilo, que
han sido arrancadas de sus hogares y de sus paises en el transcurso de las nurnerosas
microguerras que ulceran el globe, incluida Europa, en los albores del tercer milenio. \
En la Europa contemporanea, el viejo virus secular del nacionalismo se combina con ,I los efectos desestabilizadares generados por el orden mundial poscomunista, asi como
por el proceso de globalizaciCll1. EI resultado final es un intlujo de refugiados y un
aumento de la violencia, de la exclusion, del racisruo y de la mise ria humana que no
conoce parang6n en la Europa de posguerra. En mi opinion, estos dos ejernplos repre
sentan las dos caras de una misma moneda, esto es, la saturaci6n de nuestro espacio 'I:i
social con imageries y representaciones mediaticas. Este fen6meno acaba situando a los sujetos encamados, especialmente a los femeninos, !
i
en la interseccion de ciertas localizaciones de poder que han acumulado una fuerza formi
dable en la medida en que la visibilidad y las representaciones mcdiaticas han generado un
tratamiento consumista de las imagenes siguiendo un patr6n desacorde 0 intemamente
diferenciado. Actualmente los sujetos femeninos encamados y en proceso de realizaci6n
incluyen, de modo intercambiable, el cuerpo sumamente acicalado de la princesa Diana
(al igual que el de Marilyn Monroe antes que ella) y los cuerpos en gran medida desecha
bles de las mujeres, hombres y ninos de las zonas devastadas por la guerra.
EI cuerpo, tanto a escala macro como micro, se halla atwpado en una red de efectos
de poder que en su maylJr parte han sido inducidos par la tecnologla. AquI reside la fuer
:a motri: Lie Illl sistema globali:ador y de una CCOnlJmla transllacional capaces de engen
drar continuas contradicciones constitutivas a una escala «g-Iocal". Manuel Castdls, en
su notable trabajo sobre las sociedades en red, argumenta que la tecllologla es absoluta-
Il, Julie BURCHILL. Dwna, Lllndres, Weidenfedl & Nicolson, 1993.I, Salman RUSHl'IE, .,Crash. Was Diana's death the result uf sexual assault)", The New Ytnkcr (l5 de
septiemhre de 199,), pp. 68.
32
mente crucial para los cambios que han estructurado a las sociedades globales!", Las
sociedades postindustriales operan bajo la aceleracion impuesta por las «nuevas» ciber
economlas digirales. Bien tomemos las biotecnologfas, 0 bien las nuevas tecnologfas de la
informaci6n Yde la cornunicacion, la evidencia es abrumadora. EI flujo de capital impa
sible ante los constrefiimientos topologicos 0 territoriales ha alcanzando un doble exito.
De manera simultanea, ha «desmaterializado» y ha endurccido la realidad social. Basta
con pensar en acontecirnientos rnediaticos como el funeral de la princesa Diana, 0 la lim
pieza etnica de Kosovo perpetrada por los serbios -que son experimentadas en la relativa
calma del propio cuarto de estar a traves del televisor- en terminos de acontecimientos
virtu ales. La realidad «virtual» de los inrnigrantes, de los demandantes de asilo 0 de los
refugiados no es tecnologia avanzada, sino que, por el contrario, se aproxima a una forma
sobreexpuesta de anonirnato 0 de invisibilidad social. La realidad virtual del ciberespacio
es un espacio social sumamente contestado 0, en terrninos mas precisos, una serie de rela
ciones sociales rnediatizadas pm un flujo tecnologico de informacion.
Por 10 tanto, el ciberespacio y la subjetividad cyborg que Ie acompafia ya no son eso que
aparece en la ciencia ficcion, Por el contrario, el desdibujamiento de las fronteras entre los
humanos y las rnaquinas es algo que esta presente a todos los niveles en la sociedad, tanto
en la medicina como en los sistemas de telecomunicaci6n, tanto en las finanzas como en
la guerra moderna. Las ciberrelaciones defincn el modo en el que se estructuran nuestras
sociedades. Sin embargo, en este punto, 10 que querria destacar, es que el cyborg, como
sujeto humano socialmente encamado y estructuralmente interconectado con elementos
tecnologicos, 0 apparati, no es una posici6n de sujeto unitaria, Mas exactarnente, el cyborg
es un sujeto multiestratificado, complejo e intemamente diferenciado. En mi opinion,
actualmente el cyborg comprende tanto el trabajo infrarremunerado y explotado de muje
res y nifios en las plantas de produccion de la periferia, como los ffsicos pulcros y suma
mente entrenados de los pilotos de guerra de los cazas a reaccion que son capaces de inter
accionar con los ordenadores a niveles poshumanos de velocidad y simultaneidad. Como
cartograffa polltica, 0 figuraciCm, el cyborg evoca la ofensiva triunfante del Tenninator de
Schwarzenegger y, al mismo tiempo, los fragiles cuerpos de los trabajadores y las trabaja
doras cuyos fluidos corporales -basicamente sudor- son el combustible de la revoluciCm
tecnol6gica. Ninguno se activa sin la acci6n del otro. Sin embargo, elcyborg tambien es un
mito polItico cargado de potencia para resistir a 10 que Haraway denomina «las infonnati
cas de la dominaci6n». En el capItulo 5, me detendre sobre este punto.
En un plano m,1s filos6fico y con relacion al sujeto encarnado, las nuevas tecnologlas
facilitan la extension protesica de nuestras funciones corporales. Por ejemplo, los con
testadores automaticos, los localizadores electr6nicos y los telefonos m6viles multipli
18 Manuel CASTELLS, The Riseof the Network Society, Oxford, Blackwell, 1996 [ed. cast.: L1 sociedad red, en La em de fa infr117naci6n, vol. I, Madrid, Alianza, 2000].
33
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'k ~~
can nuestra memoria y nuestras capacidades auditivas; los homos microondas y los
congeladores suministran una provisi6n imperecedera de alimentos; el sexo puede prac7'~,
ticarse a traves de la linea relefonica 0 de los modern en el campo aceleradamente en # desarrollo de la -teledildonica»: los cepillos de dientes electricos y los embriones con
gelados extienden otras funciones corporales. Asirnismo, los videos y las videocamaras, 't 'J;.
las redes de internet y una pletora de inuigencs simuladas abren un campo que desafia '\':'
la noci6n platonica de la «representacion» que se ha ido sedimentando a 10 largo de
siglos de ejercicio. Las imageries mediaticas son los reflejos que nunca mueren y que se .~'
hallan eternarnente en circulacion del vacto embrujado posmoderno. Las tecnologias ~',
'ft.han afectado al espacio social de la posmodernidad provocando una dislocacion del
continuo espacio-tiernpo. Ellas congelan el tiempo en una serie de variaciones discon.~
tinuas determinadas por la velocidad y la simultaneidad. De este modo, inducen una p $ ;~dislocaci6n del sujeto que no s610 permite establecer relaciones sociales y personales .if ,
diferidas 0 virtuales, sino tambien la generacion de un imaginario social extendido de ;'
ubicuidad y de eternidad. La hiperrnobilidad y las comunidades virtuales no dejan de 4
~ tener un impacto visible en el tejido social i-incluidas las relaciones laborales-, asi como
en la cultura y en el imaginario social. 31
En este contexto, es inevitable que el cuerpo de los «otros» contraataque. En el plano ".fr
sociologico cotidiano, el cuerpo contraataca con una intesidad redoblada. Se estima que
dos millones de mujeres estadounidenses tienen implantes de silicona en sus pechos que,
en la mayorfa de los casos, tienen filtraciones al organismo, no resisten la presi6n duran
te las turbulencias en los viajes aereos 0 causan efectos secundarios indeseados. Millo
nes de mujeres en el mundo avanzado toman Prozac u otras drogas para levantar el
animo. La epidemia silenciada de la anorexia/bulimia continua azotando a un tercio de ~l las mujeres en el mundo rico, como tan claramente puso de manifiesto la princesa
Diana. Actualrnente, entre las enfermedades mort ales no estan incluidas unicamente las :I grandes devastadoras, como el cancer y el sida, sino que asistimos al regreso de viejas :1
'\ enfermedades que creiarnos erradicadas como la malaria y la tuberculosis. Nuestro siste ! ma inmunitario se ha adaptado a los antibioticos y, de nuevo, somos vulnerables'".
Resulta indiscutible que 10que rodavia seguimos llamando, con cierta nostalgia, «nues
tros cuerpos, nuestras vidas- son construcciones recnologicas abstractas plenamente
inmersas en la industria qufmica psicofarmacologica avanzada, en la biociencia y en los
medios electr6nicos. Lo que para mi esta igualmente claro es que necesitamos permane
cer alena. La celebraci6n por todo 10 alto de la tecnologla esta fuera de lugar y necesi
tamos medir mas iucidamente el precio que pagamos por estar a la ultima de la «tecno
logia avanzada». Hemos recibido nuestras promesas protesicas de perfecci6n, pew ya es
hora de que dejemos hablar a nuestros kilos de carne, iseremos capaces?
19 Camilla GRIGGERS, Becoming-Woman, Mineapolis, University of Minnesota Press, 1997.
Jackie Stacey sefiala las paradojas, asf como las virtudes, de la cultura conternpora
nea en torno al «cuerpo» en su estudio sobre el cancer. Los discursos y'Ias practicas
sociales acerca de esta enfermedad comparten con otras esferas de la cultura actual
tanto el miedo como la fascinaci6n por el cuerpo monstruoso, hfbrido, abvecto y
mutante. EI paralelismo g6tico entre la proliferaci6n de celulas cancerfgenas y los mie
dos seculares a los nacimientos monstruosos es tan sumarnente poderoso desde el punto
de vista irnaginativo, como estimulante desde un plano inrelectual. EI cancer es una
proliferaci6n de celulas que tienen como objetivo causar la muerte, casi una parodia
cruel de la reproduccion. Por otra parte, como fen6meno social, el cancer genera toda
una serie de practicas significativas de poder. Stacey sostiene que las practicas medicas
de disciplinalizaci6n del cuerpo han sido aplicadas en una version pervertida del tema
del «biopoder» de Foucault. Han desplazado el acento hacia una forma de hiperindivi
dualismo que hace recaer toda la responsabilidad del bienestar del individuo directa
mente en sus manos. Actualrnente, la enfermedad se rernite a un problema de «auto
gestion». Esto marca el fin del paradigrna lingulstico de la «enferrnedad como rnetafora
de la decada de los setenta, que politizo la propia experiencia vivida por cada persona y
socializ6 el sentido tanto de la responsabilidad como del dolor provocado por la enter
medad. Al dia de hoy, la enfermedad es interiorizada y controlada socialmente hasta el
extrerno. Esta paradoja de la normatividad social y del hiperindividualismo esta vincu
lada a la privatizacion de la sanidad y al desmantelarnienro del Estado del bienestar en
las sociedades postindustriales, EI modelo de microgesti6n de la salud individual desern
boca en la difusion de la medic ina preventiva que, a su vez, liga la enfermedad a una
serie de practicas sociales como el estilo de vida, la dieta, las condiciones ffsicas, etc. De
este modo, el -cuerpo» emerge como un objetivo de practicas gerenciales de cuidado de
sf que, a su vez, exige de la cririca social y cultural nuevas herramientas de «alfabetiza
cion corporal» que estan mas alla de 10que la teorfa social puede proporcionarnos.
En opini6n de Stacey, las consecuencias sociales inrnediatas de este proceso son la
merma en la calidad de la sanidad publica y la entrada libre de la financiacion privada y
de las compafuas aseguradoras, es decir, un regreso al individualismo liberal en el senti
do mas explotador del terrnino. En este sentido, y en yuxtaposicion al relato de Stacey
de su propia recuperaci6n de un cancer en el Reino Unido, yo querria situar la tragica y
prematura muerte de cancer de Kathy Acker en Estados Unidos. Incapaz de permitirse
la cobertura medica privada, Acker sucumbio a la enfermedad despues de haber inten
tado una serie de terapias «alternativas», mas baratas y enormemente ineficaces. Esto me
sugiere que la gesti6n de la salud individual en las sociedades «liberalizadas» postindus
triales, par un lado, es progresista en tanto que tiene en cuenta las redefiniciones con
temporaneas biol6gicas y biomoleculares del sujeto encarnado. Por otro, es bastante
regresiva respecto a su implementaci6n y sus repercusiones en la sociedad en tanto que
posibilita brutales ejercicios de poder y de exclusion. Estas tienden a perpetuar algunas
34 35
~ Z :,
;1 de las formas mas clasicas de discriminacion a 10 largo de variables como la clase, la raza,
la edad y el genero. Tal y como sefiale al cornienzo de este libro, la aparici6n simultanea > :<0.
~f en la esfera social de cuerpos caros y bien atendidos como el de la princesa Diana y de ~
'~ cuerpos descuidados como los de los multiples solicitantes de asilo son las dos caras de la
.-;.
misma moneda. Una vez mas, colocan el cuerpo en el centro de las inquietudes con ~ '<
ternporaneas, pew de un modo en el que tarnbien sirven para reinscribirlas en algunas
de las relaciones de poder y exclusiones estructurales mas persistentes. ~: :.:f, );
Materialidad corporal '.~ ,1';
La idea del sujeto encarnado 0 inscrito ocupa un lugar central en la vision del mate
rialismo filosofico que defiendo. Hist6ricamente, considero que esta idea es una de las
mas fecundas de la filosofla continental en la medida en que hace emerger la estructura
corporal de la subjetividad y, consecuentemente, rambien, de la sexualidad y de la dife
rencia sexual. Esta rradicion ofrece modelos de analisis complejos de las interrelaciones
entre el yo y la sociedad, asi como entre el "interior» yel "exterior» del sujeto. Asimis
mo, reactivada por los movimientos sociales de finales de la decada de los sesenta, asien
ta las bases para una critica radical del poder y para la disolucion del sujeto humanista.
En este sentido, el impacto del psicoanalisis ha sido significative y ha dado como
resultado una deconstrucci6n radical del sujeto al sustraer la subjetividad del control
de la racionalidad. En consecuencia, el sujeto deja de estar identificado con la con
ciencia: -Desidero ergo sum» debe sustituir al viejo «Cogiro». En otras palabras, la acti
vidad de pensar se extiende para abarcar una serie de facultades cuya fuerza motriz esta :J constituida por el afecto, el deseo y la imaginaci6n. Deleuze e Irigaray comparten su ;\ especial dedicaci6n a la reflexi6n sobre la inmanencia radical del sujeto tras el declive
:1de la metaffsica y de sus premisas falogocentricas. Sin embargo, en el proyecto filos6fi
co de Deleuze es igualmente importante la afirmaci6n alegre de diferencias multiples y
positivas, la irreverencia cariflosa hacia la majestuosa instituci6n de la filosoffa y Ia inyecci6n creativa de poder en las nuevas ideas y formas de pensamiento.
Foucault, Deleuze e Irigaray subrayan la importancia primordial de la sexualidad -de
la «economia libidinal» del sujeto- para la comprension de la subjetividad contempora
nea. Desde mi punto de vista, 10 importante son sus implicaciones para la pr5ctica poli
tica. En este contexto, la politica esta tan unida a la constituci6n y a la organizaci6n del
afecto, de la memoria y del deseo como a la cuesti6n de la conciencia y de la resisten
cia. A 10 largo de todo ellibro volvere a incidir sobre la importancia del yo encarnado,
de Ia sexualidad, de la memoria y de la imaginaci6n en la construcci6n de la subjetivi
dad politica. La condici6n encarnada del sujeto es una forma de materialidad corporal
que no puede reducirse a una categoria natural 0 biol6gica. En mi opinion, el cuerpo
viene a ser una interaccion compleja de fuerzas sociales y simbolicas sofisticadamente
construidas: no es una esencia, y mucho rnenos una sustancia biologica, sino un juego
de fuerzas, una superficie de intensidades, puros sirnulacros sin originales. Esta redefini
cion «intensiva» del cuerpo coloca al mismo en el seno de una compleja interacci6n de
fuerzas sociales y afectivas. Esto supone, tambien, un claro distanciamiento de la idea
psicoanalitica del cuerpo como mapa de inscripciones sernioticas y de codigos impuestos
par la cultura. Par el contrario, yo pienso en el cuerpo como transformador y como punta
de transmision de un flujo de energias, es decir, como superficie de intensidades.
EI cuerpo tarnbien ha regresado con fuerza a las practicas y discursos sociales asi como
a la ciencia y a la biotecnologfa en !a teoria evolucionista conternporanea, bajo el impacto
de las tecnologias de la informacion. EI modo de combinar todas estas fuerzas en una teo
ria coherente de la encarnacion esta mas alia de las posibilidades que ofrece nuesrra con
dici6n historica. EI cuerpo continua siendo un haz de contradicciones: es una entidad bio
Iogica, un banco de datos geneticos y, a la vez, tarnbien continua siendo una entidad
biosocial, es decir, un fragmento de mernorias codificadas, personalizadas. En este sentido,
es parte animal y parte maquina, pero la oposicion dualista entre ambas, que nuestra cul
tura ha asumido desde el sigla XVIII como rnodelo dominante, es hoy inadecuada. De
heche, la ciencia y la tecnologia conternporaneas se han adentrado con precisi6n en las
capas mas profundus del organisrno vivo y de las estructuras del yo disolviendo las fronte
ras que habian sido establecidas por siglos de pensarnienro humanista. Esto significa que,
actualmente, podemos considerar el cuerpo como una entidad que habita de modo simul
taneo diterentes zonas ternporales y que esta anirnada por diferentes velocidudes ademas
de por una diversidad de relojes internos y externos no necesariarnente coincidentes. Esto
explica la renovada importancia de la cuesti6n de la temporalidad, a de los cuerpos-a-tiem
po, sobre la que regresare en los capitulos 3 y 5.
Asi pues, el sujeto encarnado es un proceso de intersecci6n de fuerzas (afectos) y
variables espacio-temporales (conexiones). Yo adopro el concepto de cuerpo para refe
rirme a la estructura multifuncional y compleja de la subjetividad. Se trata de la capa
cidad especificamente humana de incorporar y trascender, de manera simultanea, las
mismas variables ljue 10 estructuran: la clase, la raza, el sexo, la nacionalidad, la cultu
ra, etc. A su vez, esto afeeta al concepto de imaginario social. EI proceso de devenir
sujeto reljuiere elementos de mediaci6n cultural, puesto que el sujeto tiene que nego
ciar con condiciones materiales y semi6ticas, es decir, con conjuntos de nonnas y regla
mentaciones instiwcionales, asi como con las formas de representaci6n cultural que las
sustentan. El poder es negativo (potestas) en tanto que prohibe y constrille. Tambien es
positivo (potentia) en tanto ljue invecta fuerza y capaeita. La negociaci6n constante
entre los dus polos de poder tambien puede ser formulada en terminos politicos a tra
yeSdel concepto de subjetividad como poder y deseo. Esta visi6n co!oca al sujeto como
termino en un proceso coextensivo tanto del poder como de la resistencia al mismo. En
3736
este sentido, la narratividad es una fuerza aglutinante crucial que yo interpreto como
un proceso colectivo permeado por la politica de contribuir conjuntamente a la fabri
caci6n de mitos, de ficciones operativas y de figuraciones significativas de la clase de
sujetos que estamos en proceso de devenir. Esta concepci6n de la narratividad no puede
contenerse de modo adecuado dentro del paradigma serniologico, sino que necesita ;,jestar inscrita y encarnada en una forma de neomaterialismo.
Desde esta perspectiva, el terrnino «subjetividad» nombra el proceso de ensamblar -t
'~ las instancias reactivas ipotestas) y activas del poder (potentia) en la ficticia unidad de
un «yo" gramatical. EI sujeto es un proceso hecho de desplazamientos y de negociacio
nes constantes entre diferentes niveles de poder y de deseo, es decir, entre elecciones ~ voluntarias e impulsos inconscientes. Toda posible apariencia de unidad no responde a :~
una esencia otorgada por Dios, sino, mas exactamente, a la coreografia ficticia de mul
tiples niveles en un yo socialmente operativo. Esto implica que todo el proceso de deve
nir sujeto se sostiene sobre la voluntad de saber, el deseo de decir, el deseo de hablar:
un deseo fundacional, primario, vital, necesario y, por 10 tanto, original de devenir.
Materialidad corporal y diferencia sexual ~;
La teorfa de la diferencia sexual, lejos de ser una forma de pensamiento crftica 0 reac
tiva, es afirrnativa en tanto que expresa la pasi6n politica ferninisra tanto por el cambio , ~~:social como por las transformaciones profundas del sujeto. En mi opini6n, las feministas
se colocan a si mismas como sujetos femeninos, es decir, no como entidades desencar
nadas sino, mas exactamente, como seres corp6reos y, consecuentemente, sexuados, EI .,
sujeto femenino ferninisra parte de una reevaluaci6n de las rakes corporales de la sub~
jetividad rechazando toda comprensi6n de la encarnaci6n humana universal, neutral y,
por 10 tanto, desprovista de genero. EI examen del feminismo de la diferencia sexual
debe fijar su atenci6n en la importancia politica del deseo, en sentido opuesto a la volun
tad, y de su papel en la constituci6n del sujeto. No s610el deseo libidinal sino, mas exac
tarnente, el deseo ontologico, el deseo de ser, la tendencia del sujeto a ser, la predisposi
ci6n del sujeto para ser. En el capitulo 4 me detendre sobre este punto.
Asi pues, el sujeto del feminismo es sexuado. £.1 0 ella esta motivado/a por la concien
cia politica de la existencia de desigualdades y su compromiso reside en afirmar la diversi
dad y la diferencia como valor positivo y alternativo. EI sujeto feminista del conocimiento
es un sujeto intensivo y multiple que funciona en una red de interconexiones. Ademas,
afiadina que es rizomatico -esto es, no unitario, no lineal, reticular-, que esta encamado
y, por 10 tanto, plenamente artificial. En tanto que artefacto es maquinico y complejo, y
esta dorado de multiples capacidades para establecer interconexiones de manera imperso
nal. Es abstracto, perfecta y operativamente real, y uno de sus principales campos de ope
38
fr :...;.:.,(........:; - :-:~ '.:~:)i..:_~~':. ..
raci6n es la diferencia sexual. En el pensarniento de lrigaray, 10 «fernenino» no es ni una
entidad esencializada ni inmediatamente accesible: es, por el contrario, realidad virtual, en
el sentido de que es el efecto de un proyecto, de un proyecto politico y conceptual de tras
cender la posicion de sujeto tradicional (<<molar») de la mujer como Otro de 10Mismo para
poder expresar 10otro de 10Otro, Sin embargo, esta trascendencia tiene lugar a traves de
la came, en localizaciones encarnadas y no en una huida de las rnismas.
Lasraices materialeslmaternas de la subjetividad
La teoria de la diferencia sexual parte de que la raiz del terrnino materialismo es la
materia. Esto irnplica que la materia, como lugar de origen, primario y constitutivo, del
sujeto tarnbien es la instancia que expresa la especificidad del sujeto feme nino y, en este
sentido, necesita ser pensada de modo cuidadoso y sistematico. Segun la perspectiva del
materialismo corporal feminista radical, es la materia primaria y la piedra fundacional
cuya presencia silenciosa instala al maestro en su talante monologico y falogocentnco.
EI feminismo de la diferencia sexual sostiene que las mujeres han asumido los costes
tanto materiales como simbolicos del privilegio rnasculino de la autodefinici6n: han
sido ffsica y simbolicamente desposeidas de un lugar desde donde hablar. Esto lIeva a
Irigaray a la afirrnacion/? de que la diferencia sexual es la ultima utopia de nuestra cul
tura, es decir, el u-topos, el no lugar, 0 aquella tan lejana que hasta ahora no ha tenido
un lugar donde expresarse. Ahora bien, ella desplaza el acento y nos recuerda que 10
material/rnaterno es la instancia que expresa la especificidad de la sexualidad ferneni
na2l, el sentido de una humanidad feme nina y, tambien, de su divinidad.
Igualmente, Irigaray sefiala que el terrnino «utopia» tarnbien contiene una dimensi6n
temporal, esto es, significa «no todavia», aquello que todavia no se ha dado. En opini6n
de Irigaray, este «no todavfa» es el femenino virtual, 10 «otro de 10Otro», el sujeto femi
nista autodefinido e inyectado de potencia colectiva. Esto se inscribe en la practica femi
nista colectiva que aspira a marcar una diferencia, es decir, a transformar la diferencia en
algo positivo mediante la afirmaci6n potencializadora de posiciones de sujeto alternativas
para y por mujeres feministas. La busqueda de una genealogia femenina alternativa
mediante la inmersi6n en el imaginario materno resulta crucial para este provecto-'. En
la obra de Irigaray, esto cobra la forma de una exploracion de las imageries que represen
20 Luce IRIGARAY, Speculum: De I'autre[emme, Pans, Minuit, 1974 led. cast.: Speculum: especulo de laorra mujer, Madrid, Saltes, 1978].
21 Margaret WHITFORD, Luce lrigaray, Philosophy in the Feminine, Londres, Routledge, 1991. 22 Luce IRIGARAY «Egales aQui?», Critique. Revue Generule des Publications [raticaises et etrangeres
43480 (1987), pp. 420-437; Sexeset Parentes, Parfs, Minuit, 1987; LeTemps de la Difference. PourUne Revolwion Pacijujue, Pans, Hachette, 1989.
39
l tan la experiencia femenina de proximidad can el cuerpo de la madre. Esta apertura de
10 femenino hacia las experiencias religiosas a misticas es central en la idea de [rigarav de 10 -trascendental sensible», a la cual regresare mas adelante.
Esta reapropiaciCm de 10 femenino material/materna no tiene ninguna connotacion
sentimental. lrigaray reconoce que la maternidad tambien es el lugar de captura de las
mujeres en la logica especular de 10 Mismo que las convierte en subordinadas de 10 mascu
lino. Sin embargo, la maternidad tarnbien es un recurso para la exploracion femenina de
modelos y percepciones carnales de empatia y de interconectividad que van mas alla de la
economia del falogocentrismo. En mi opinion, el feme nino materna «otro- de lrigaray est.i
conectado al proyecto politico de proporcionar una representacion simbolica del sujeto
femenino feminista como una posicion de sujeto virtual que necesita ser creada y activa
da. Bastante acertadamente, Tamsin Lorraine/:' ve esto como la expresion del comprorni
so de Irigaray con un replanteamiento de la logica «corporea», asi como «conceptual», del
sujeto y con su armonizacion dentro de un sujeto inmanente del «devenir mujer»24: «En
lrigaray el espacio intrauterine es un espacio anedipico, un espacio de plenitud mas que de
carencia, de singularidad mas que de universalidad, y la compenetracion inreractiva de las
singularidades mas que de la rejilla de ubicaciones sociales que filtra todo. EI cordon umbi
lical representa el deseo de este espacio anedtpico». Tal y como ha sugerido Rouch", 10 fernenino material/materno puede proporcionar figuraciones alternativas de intersubjetivi I dad, por ejernplo, a traves de la compleja relacion simbiotica entre la madre y la criatura.
La placenta, asi como el cordon umbilical, pueden funcionar como una forma alternativa
de figurar la interconectividad. Esto ultimo no se ha escapade a la atencion de los escrito
res y cineastas de ciencia ficcion que han proyectado al feto en el espacio exterior, super
poniendolo en la imagen del ser humano unido a la astronave micntras flota en la inmen I sidad. De este modo, incluso la imagen mas tradicional, la de la madre con el nino, puede
ser reapropiada mediante repeticiones 0 retomos estrategicos, en el pensamiento de Iriga
ray, a mediante un devenir desestratiflcado 0 desterritorializado, en el de Deleuze. Actual
mente, la matriz, si bien nunca ha pennanecido estarica a 10 largo de la historia, ha sido
dinamizada en un registro nomada tanto en la cultura dominante como en las principales
contraculturas contestatarias. Volvere a tratar esta cuestion en los capitulos 4 y 5.
Las teorias postestructuralistas de la diferenda sexual cobran claridad si se contrastan
can otras corrientes de la filosofia feminista. Par ejemplo, en la tradicion hegeliana mas
erudita de la generacion anterior de la teoria feminist::!, Beauvoir considera a la Mujer, en
tanto que antitesis del sistema, como la portadom de un valor rod,wid sin representar que la
2 i Tamsin LORR/""E, Ir;,~may and Debtze. EXjJl!rirneJHs 111 Visceral Philosophy, Ithaca, Nueva York,
Cornell University Press, 1999. 24 Ibid. p. 222 2< Helene ROUCH, "La Placenra comme tiers», Languages 85 (1987), pp. 71-79.
cultura masculine dominante representa de forma tergiversada. La deconstruccion del sis
tema de representacion dialectica del genero mediante la pareja binaria masculine/feme
nino se convierte en una critica a la falsa universalidad del sujeto masculino. De hecho, el
postestructuralismo considera que la posicion del sujeto es coincidente can la conciencia,
la universalidad, la agencia masculina y la legitimacion. Par medio de esta oposicion dia
lectica, la Mujer, como 10 Otro de este sujeto, es privada de todos estos atributos. De este
modo, es reducida a la irrepresentabilidad dentro del sistema simbolico masculine, bien sea
par carencia, bien sea por exceso a bien sea por un desplazarniento continuo de sus diver
sas posiciones de sujeto. Irigarav'" llega a definir la sexualidad femenina como <<\10 una»,
es decir, multiple, compleja y excentrica respecto a la genitalidad talica. Esta prernisa teo
retica conduce a una conclusion politica: mediante la estrategia de reapropiacion mimeti
ca de 10 feme nino par parte de las mujeres feministas, se inaugura un proceso que apunta
a traer al «otro de 10 Otro» a la representacion. Esto es 10 que yo he Hamada 10 «femeni
no virtual» del feminismo de la diferencia sexual. En el feminismo postestructuralista 0 de
la diferencia sexual, el materialisrno esta ligado tanto a la encarnacion como a la diteren
cia sexual, y esta conexion se realiza mediante la determinacion y la voluntad politics de
encontrar una representacion de la realidad corporea femenina mejor y mas precisa de la
realidad corporea fernenina, no como dada sino como virtual, es clecir, como proceso y
como proyecto. Esta hebra del pensamiento feminista se caracteriza par poner un cuidado
especial en soltar la cuestion del sujeto encarnado del amarre tanto del psicoanalisis laca
niano ortodoxo como del rnarxismo, las dos burocracias intelectuales fundamentales del
ultimo siglo (como Deleuze tan acertadamente las denomina). En cambia, propane una
lectura del matenalismo como materialidad encarnada. De este modo, lrigaray se entre
cruza con el proyecto de Deleuze, especialmente en el concepto de un cuerpo inorganico,
a cuerpo sin organos formulado par el filosoto.
Tal y como Chanter ha serialado, Irigaray "pone de nuevo en juego al cuerpo, no como
zocalo del feminismo sino como una baterfa rnovil de dilerencias-V. EI cuerpo es, enron
ces, una inter!Jz, un umbral, un campo de interseccion de fuerzas materiales y simb6licas;
es una superficie de inscripcion para multiples codigos (la raza, el sexo, la clase, la edad, etc.);
es una construccion cultural que capiraliza energias de naturaleza heterogenea, disconti
nua e inconsciente. EI cuerpo, que para Beauvoir era una «situacion» primaria del sujeto,
ahara es visto realmente como un yo situado, como un posicionamiento encarnado del
yo. Este renovado sentido de la complejidad aspira a estimular, nuevamente, una revision y
una redeflnicion de la sllbjetividad contemporanea. Esta vision del cuerpo integra la sexua
lidad como un proceso y como un elemento constitutivo.
26 Luce lrigaray, Ce Sexe Qui N'esc Pas Un, cit.
17 Tina CHANTER, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosuphers, Nueva York y Loodres, Routledge, J995, p. 46.
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'I ~:....~.:.c:~:..) ~ J~.;:::~)(-~\:(
Quisiera hacer hincapie en la importancia de la sexualidad en el pensamiento ferni
nista, donde, de manera critica, es percibido como el lugar del poder, de luchas y de
contradicciones. Pero se trata de un retorno creativo debido, precisamente, a su papel
fundamental como lugar de constitucion del sujeto. En otras palabras, el sujeto ferni
nista sexuado femenino es, simultaneamente, un sujeto alrededor del cual se han unido
las feminist as en su reconocimiento de una condici6n compartida, y un concepto que
necesita ser analizado de modo critico y finalmente deconstruido.
Esto signiflca que la busqueda de una via de salida de las definiciones falogocentricas
de la Mujer exige una estrategia de bregar con las imageries y representaciones que el suje
to del conocimiento (masculine) ha creado de la Mujer como Otro: la estrategia de la
«mimesis». lrigaray mimetiza el sesgo universalista e indiferenciado del sujeto. Cons i
guientemente, reconoce las posiciones que han sido asignadas a «10 fernenino» por el pen
sarniento patriareal--el eterno «Otro (de 10 Mismo)»> pero unicamente para deshacerlas.
Ella se resiste a separar la dimensi6n simbolica y discursiva, de la empirica, material 0 his
t6rica y,de este modo, no disocia el debate sobre 10 «fernenino» de la presencia de las muje
res de la vida real. Su relaci6n mimetica con el sujeto, lejos de ser biologicamente deter
minista, expone, y critica, el esencialismo del discurso falogocentrico. La politica de
lrigaray asume que la subversi6n de la identidad adquiere connotaciones sexuales especi
ficas y que, consecuentemente, requiere estrategias sexuales especfficas. En mi adaptaci6n
de la estrategia textual y politica de la «mimesis» de lrigaray he sostenido que se trata de
una forma afirmativa de deconstrucci6n. Esto significa que llega a ser una reapropiaci6n
colectiva de las imagenes y las representaciones de la Mujer tal y como han sido codifica
das en ellenguaje, la cultura, la ciencia, el conocimiento y el discurso y,por 10 tanto, inte
riorizadas en el corazon, el pensamiento, el cuerpo y la experiencia de las mujeres. La repe
tici6n rnimetica de esta instituci6n imaginaria y material de la feminidad conlleva la
subversi6n activa de los modos establecidos de representaci6n y de expresi6n falogocen
tricas de la experiencia de las mujeres que tiende a reducirla a la irrepresentabilidad. La
reafirmaci6n mimetica de la diferencia sexual desafa las identificaciones seculares del suje
to del pensamiento can 10universal y de ambos con 10 masculino. El feminismo de la dife
rencia sexual desafia estas generalizaciones inc!uyentes y coloca como radicalmente otro a
un sujeto del pensamiento sexuado y femenino que se erige en una relaci6n asimetrica con
10 masculino. La repeticion genera diferencia, ya que, si no existe simetrfa ente los sexos,
debe deducirse que 10 femenino, tal y como es experimentado y expresado por las mujeres,
todavia sigue careciendo de representaci6n, habiendo sido colonizado por el imaginario
masculino. Por 10 tanto, las mujeres deben enunciar 10 femenino, deben pensarlo y repre
sentarlo en sus propios terminos; en terminos de Deleuze, es un proceso activo de devenir.
Bajo el titulo de la «doble sintaxis», lrigaray despliega una defensa de esta diferencia irredu
cible e irreversibley la propane como la condici6n de posibilidad de una visi6n altemativa
de la subjetividad y la sexualidad de las mujeres, Asi pues, la tarea polftica y conceptual de
42
crear, legitimar y representar una subjetividad femenina feminista internamente diferen
ciada y descentralizada sin caer en el relativismo ni en la fragmentaci6n adquiere una
importancia crucial. En este punto es donde entran en juego las poltticas de la localizaci6n,
ya que, si, finalmente, el lugar material/materna es primario y constitutivo para el sujeto, rambien es posible transformarlo en un lugar de resistencia.
Aqui, la distinci6n entre la voluntad y el deseo se torna fundamental, ya que en la
medida en que las implicaciones de la institucionalizacion falogocenrrica de la sexuali
dad estan escritas sobre a en nuestros cuerpos, su complejidad radica en que estan cor
poreizadas. Las ferninistas no pueden pensar, pues, que van a liberarse de su identidad
sexuada como si se tratase de ropa vieja. Las practicas discursivas, las identificaciones
imaginarias 0 las creencias ideologicas estan tatuadas en los cuerpos y, de este modo, son
constitutivas de subjetividades encarnadas, Asf pues, las mujeres que anhelan el cambio
no pueden rnudar su piel como si fueran serpientes. Por el contrario, este tipo de cam
bia profundo exige poner mucho cuidado y pres tar una gran atencion. Tambien necesi
ta ser temporizado cuidadosamente en aras a devenir sostenible, es decir, en aras a evi
tar cortocircuitos letales a traves de las complejidades del propio yo encarnado. A este
respecto, el analisis de la Mujer en oposici6n a, pero tambien en cornplicidad can, las
mujeres de la vida real activa la distincion que separa la instituci6n 0 la representacion
(Mujer) de la experiencia (rnujeres). Esta distinci6n abre un espacio para la reapropia
ci6n 0 la redefinici6n feminista de la subjetividad. Esto supone nada menos que un cam
bio de civilizacion, de gene alogia, del sentido de la historia. Las contragenealogfas femi
nistas son incursiones de las mujeres en un nuevo sistema simbolico. Como sefiala
Irigaray, no se trata de cambiar puntas especificos dentro de un horizonte va definido
como «nuestra humanidad cormin», sino, par el contrario, de cambiar el horizonre
mismo. Se trata de comprender que nuestra interpretaci6n de la «identidad» es incorrecta tanto desde el punto de vista te6rico como practico-",
Este es el «fernenino virtual» que coloco en oposici6n a la Mujer como Otro que, 0
diferente de, es decir, como conectada de modo especular can 10 Mismo en tanto que su
devaluado Otro, La diferencia sexual como practica politica esta construida sabre un
marco no hegeliano, de donde se desprende que la identidad no es postulada en oposi
ci6n dialectica a un otro forzosamente desvalorizado. No existe esta negaci6n puesto que,
mas bien, descansa sobre la composici6n de numerosas diferencias entre, en media y den
tro de las mujeres. En mi opini6n, las «diferencias entre las mujeres» son constitutivas de
la categona de la diferencia sexual, y no exteriores ni antiteticas a la misma-",
28Luce 1RIGARAY, «Love between us», en Eduardo Cadava, Peter Connor, [ean-Luc Nancy (eds.), Who Comes After the Subject? Nueva York y Londres, Routledge, 1991, p. 167.
29 Marilyn FRYE, «The necessity of differences: constructing a positive category of women», Signs 214 (1996), pp. 991-1010.
43
La politica sexual de este proyecto esta clara a pesar de su complejidad. Para lrigaray se
trata de como identificar y representar vias de salida desde el modelo universal definido
por el hombre hacia una version radical de la heterosexualidad, es dec ir, hacia el pleno
reconocimiento de las especificidades de cada posicion de sujeto sexuada'". Mas en con
creto, ella se pregunta como elaborar un lugar, es dec ir, un espacio y un tiernpo, en el que
pueda expresarse la irreductibilidad de la diferencia sexual, de tal modo que las economias
libidinales masculinas y femeninas puedan coexistir en la expresion positiva de sus respec
tivas diferencias. Esta positividad es tanto horizontal/terrestre como vertical/celestial Y
entrafia un ejercicio cuidadoso de (re)pensar las relaciones especfficas en funcion del gene
ra can el espacio, el tiempo y el intervalo entre los sexos que escape a las oposiciones pola
rizuntes. Las cuestiones suscitadas por las «otras diferencias», principalmente la religion, la
nacionalidad, el lenguaje y la etnicidad, son cruciales para este proyecto y cobran una
importancia vital en la tarea de avanzar hacia el reconocimiento de la positividad de la
diferencia. En este proyecto politico las figuraciones ocupan un lugar esencial.
Sin embargo, este proyecto radical mente heterosexual ni es heterosexista, ni implica el
rechazo del amor homosexual. POI' ejernplo, E. Grosz alude a la defensa de Irigaray de una
«homosexualidad tactica que toma como modelo las relaciones corporeas de la hija preedi
pica con la madre» J'. Este vinculo entre la madre y la hija esta dirigido a explorar y a recla
mar los contactos y placeres corporales que han sido erradicados de su memoria. De este
modo, se convierte en una herrarnienta para deshacer la trarna edlpica y permite a ambas
experimental' desde diversos angulos con su morfologia. Grosz concluye que «brinda un
modelo de hornoscxualidad que no es tanto un sustituto de la heterosexualidad como si su
prerrequisito repudiado, Hace explicita la intolerable amenaza que supone el deseo de las
\1
I I
mujeres dentro de una cultura fund ada en su negacion» 32. A pesar del poder afimlativo que
contiene este analisis para la identidad homosexual femenina, pienso que es importante
i I
hacer hincapie en que Irigaray no deja de ser una pensadora heterosexual. Y esta es la esen
cia de la critica de Wittig y de Butler hacia lrigaray, en la que me detendre mas adelante.
Irigaray posee una habilidad especial para eludir la asimilacion de la homosexuali
I \ i
dad femenina a un modelo falico de oposici6n dialectica con 10 otro y, por 10 tanto, de
identificacion masculina. Tampoco evidencia signos de ingenuidad ante la ilusion de que
la mera eleccion de otra mujer como objeto de deseo sea suficiente para ljue las muje
res puedan escapar a las garras del falo. Tanto en un caso como en otro (homo 0 hete
ro) Irigaray no es preceptiva, ella solo subraya la necesidad de un espacio de experi-
Ie Luce 1RIGARAY, Je, TtL, NUlLS, Pour une Cult!!re de la Difference, Parts, Grasse[, 1990 led. casE.;
¥rJ, Tti, Nosotras, Madrid, Caredra, 1992]. ;[ Elizabe[h GROSZ, "The hetem and the homo; the sexual ethics of Luce 1rigaray .., en Carolyn
Burke, Naumi Schor y M,ugaret Whitford (cds.), Engaging with Irigaray, Nueva York, Columbia Uni
versity Press, 1994, p. 338. 12 Ibid.
44
mentacion por parte de las mujeres de sus deseos y de su morfologia sexual especffica.
Los hombres son llamados a hacer 10 mismo, esto es, a reclamar una sexualidad no fali
ca y a resignificar sus deseos. La diferencia sexual es un arma de doble filo, La diferen
cia real, que produce la pasion etica por «sorprenderse-V, es la via de salida de la rnis
midad -esto es, de la identificacion- sexual con el falocismo masculine.
Quisiera defender la diferencia sexual como una teoria y una practica poltticas que se
apoyan sobre, y hacen estallar, una seric de contradicciones constitutivas cuya respuesta
puede ser formal, en un sentido logico'", pero tambien practica en el sentido de apuntar a
una solucion en la praxis, en el «hacer». Para mi, la version del rnaterialismo de lrigaray
abord a de un modo deliberado y sensible un conjunto de paradojas que son constitutivas
de la teoria feminista del cambio de siglo, De rnanera simultanea, la teoria de la diferencia
sexual produce y desesrahiliza la categoria «rnujer». Fusiona las nociones de encarnacion y
de diferencia sexual y esta conexion se realiza mediante la voluntad y la determinacion
politicas de encontrar una representacion mejor y mas precisa de la subjetividad encarna
da feme nina. En este hilo de pensamiento, se pone mucho cuidado para sustraer la cues
tion del sujeto encarnado del dominio de las presunciones naturalistas y para enfatizar, en
carnbio, la formacion social y discursiva de la materialidad encamada.
La afirrnacion feminista de la difercncia sexual esta estrechamente ligada al recha
zo no solo de identidades esencialistas sino, tarnbien, de una dialectica de la negacion
como logica constitutiva del sujeto. Asi pues, la diferencia sexual permite representar
el juego de las multiples diferencias que estructuran el sujeto, en la medida en que las
mismas no son ni armonicas ni hornogeneas sino, mas exactarnente, internarnente dife
renciadas. Por 10 tanto, las diferencias sexuales nos obligan a pensar la simultaneidad
de efectos sociales, discursivos y simbolicos potencialmente contradictorios. Estas mul
tiples «diferencias internas» pueden y deben ser analizadas en terminos de relaciones
de poder porque constituyen variables solapadas que trascienden cualquier compren
sian monolitica del sujeto, como son la clase, la raza, la etnicidad, la religion, la edad,
el modo de vida 0 las preferencias sexuales. En otras palabras, una «habla como» una
mujer en aras a acumular la potencia politica que Ie permite actual' como tal, en fun
ci6n de los terminos de la paracloja delineada anteriormente. Es una forma de admitir
una identidad que, entonces, puede enfrascarse en la tarea de su propia emancipacion.
El gesto politico consiste, primero, en situarse al filo de las contradicciones que son
constitutivas de la posicion social y simbolica de las mujeres y, segundo, en activarlas
hacia la desestabilizaci6n del sistema simbolico y, mas especialmente, de las relaciones
de poder asimetricas que las sostienen. Por esta raz6n, pienso que es una teoria perfec
tamente apropiada para una vision n6mada de la subjetividad.
II Lllce !IUGARAY, L'tthique de ladiffhence sexucllc, Paris, Minuit, 1984.
34 Marilyn Frye, "The necessity of differences; constructing a positive category of women.., dE.
45
La desconexi6n transatl6ntica
Teniendo en cuenta la riqueza, la carga politics y el grado de sofisticacion de la teo
ria de la diferencia sexual, merece la pena preguntarse por que su recepcion ha sido tan
contradictoria, La diferencla sexual es una filosoffa politica rigurosamente pragmatica
del sujeto que tiene en la sexualidad su punto de referencia mas importante. A la luz de
su esfuerzo por dotar de una potencia cada vez mayor a las mujeres, me resulta suma
mente desconcertante el hecho de que tantas feministas hayan rechazado el enfasis en
10 femenino, bien tachandolo de obviedad, bien de determinista, 0 bien de irrelevante.
Esto me hace pensar que la «feminofobia» sigue viva, incluso, entre las feministas. A fina
les de la decada de los noventa, en los circulos academicos, y especialmente en los filo
soficos, en el mejor de los casos era una teoria marginal, medio olvidada, y, en general,
valorada negativarnente. Tal y como Tina Chanter ha serialado de manera brillante, la
acogida en Estados Unidos de las ideas de Irigaray y de la diferencia sexual ha sido bas
tante superficial, coagulando su rechazo, por regia general, en torno al concepto de
«genero», un concepto formulado en oposicion directa a las teorias continentales sobre ;1 Iaquella". En mi opinion, las acusaciones lanzadas contra la diferencia sexual" son muy
similares a las crfticas generales que suscito el postestructuralismo en la otra orilla de la JI gran brecha transatlantica. Estan basadas en tres puntos fundarnentales: el esencialismo ,I(pretendidamente la diferencia sexual es ahistorica y determinista y,por 10 tanto, no deja
espacio a la transforrnacion social), el universalismo (realiza afirrnaciones excesivamen
te generales y desatiende la cuestion de la diversidad cultural) y el heterosexismo (resta
importancia a la capacidad creadora y subversiva del deseo lesbico y homosexual). Creo
que es importante detenerse y reflexionar acerca de la naturaleza de la oposicion a la
diferencia sexual en lugar de atribuirlo unicarnente a malas interpretaciones y a una falta
de familiaridad sustancial con la filosofia continental. I De modo inmediato, saltan a la mente algunas consideraciones relativas al contexto I
en el que se producen estas criticas. La recepcion norteamericana de la diferencia sexual , en la filosoffa -en contraste con la teoria cultural y litera ria- a menudo fue reductiva y
normalmente no muy bien informada. Tina Chanter puntualiza esta observacion:
A las personas como Hegel, Heidegger 0 Derrida se las mira, en el mejor de los casos,
con cierra desconfianza y,en el peor, como charlaranes que no tenian mucho ljue decir acer
ca del mundo real, de hecho, poco mas que si se rrarara de una pandilla de mediradores eso
tericos y autocomplacientes. EI resultado se tradujo en que Kristeva e lrigaray fueron juzga
das en funci6n de las premisas del discurso liberal de la equiparaci6n de derechos y del ideal
3j Tina Chanter, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosophers, cit.
36 Rita Felski, «The doxa of difference», cit.
46
r . ;", I ~ ,'III' __'_~_~-'
de la igualdad que, si bien inexplicitarnente, tendia a acornpanarlo. En base a estos estrin
dares, no es de exrrafiar que las feministas francesas fueran encontradas insatisfactorias".
Por otro lado, el contexto historico estadounidense en el que se sinia la recepcion
filosOfica de estas teorfas estaba muy lejos de ser ideal. Mientras que en Europa la deca
da de los ochenta fue un periodo de expansion de la dcmocracia social que testimonio
la caida del Muro de Berlin, en Estados Unidos era el momento de la era Reagan y de
la Guerra de las Galaxias: un periodo de reaccion generalizada que dificilmente era
favorable al pensamiento crftico. Mientras que en Europa el feminismo estaba experi
mentando con la escritura, con el erotismo, y con la exploracion de medios y de cami
nos para la produccion de la diferencia como herramientas para determinar politicas y
medidas legislativas sociales, en Estados Unidos la dec ada de los ochenta fue la era
feminista de la «guerra de sexes». Tal y como ha sido documentado por estudiosas como
Hester Eisenstein, Carol Vance y Ann Snitow, el debate feminista estadounidense sobre
la sexualidad cobro un tono marcadamente negative". Monopolizada por la batalia en
torno a la pomografia y a la prostitucion, la sexualidad vino a identificarse con cues
tiones de violencia y dominacion, es decir, negativamente. Este fue el caso de activis
tas como Andrea Dworkin, asf como tambien se puso de manifiesto en la polemica, y a
menudo parodica, reapropiacion de la transgresion sexual por parte de lesbianas sado
masoquistas que elocuentemente expresaron Pat Califia'" y otras radicales sexuales. Las
organizaciones predominantes del «feminismo liberal», como NOW (National Organi
zation of Women) fueron progresivamente eludiendo la cuestion, centrandose, en cam
bio, en la agenda sociopolttica y economica, Nada de sexo.
En su analisis del feminismo reaccionario, significativamente llamado «gotico esta
dounidense-, Margaret Waiters40 detecta en el moralismo represivo y en la campafia
antisexo iniciada por MacKinnon y por Dworkin"! una forma especifica de reaccion
interna y de amenaza para el feminismo. Segun el balance de Walter, a 10 largo de la
decada de los noventa el feminismo estadounidense hizo de la sexualidad el unico y
fundamental origen de la opresion de las mujeres. Todo ello provoco la obliteracion de
3; Tina Chanter, Ethics of Eros. Irigaray's Rewriting of the Philosophers, cit. p. 35. JS Veanse Hester EISENSTEIN, Contemporary Feminist Thought, Boston, G. K. Hall & Co., 1983;
Carol VAi"CE, Pleasure and Danger. Exploring Female Sexuality, Boston, Routledge & Kegan Paul, 1984; y Anne SNITOW, Christine STANSELL, Sharon THOMPSON (eds.), Powers of Desire. The Politics of Sexuality, Nueva York, Monthly Review Press, 1983.
39 Pat CALIFIA, Macho Sluts, Boston, Alyson Publications, 1988.
4{' Margaret WALTERS, «American gothic: feminism, melodrama and the backlash", Ann Oakley y Juliet Mitchell (eds.), Who's afraid of Feminism? Seeing Through the Backlash, Londres, Penguin Books, 1997.
41 Andrea OWORKING, Our Blood, Londres, The Women's Press, 1976.
47
7f i I
otras elementos mas estructurales del dominio patriarcal y, tambicn, denigro la capaci
dad de accion y de aurodeterminacion sexual de las mujeres,
Esto deja todas las cuestiones relacionadas con los cuerpos, los placeres, el erotismo
y las formas especfficas de conocimiento carnal humanas suspendidas en el vacfo. Jane
Gallopt- denunciaba esta situacion en uno de las cartograffas mas notables de la epoca
de la guerra de sexos. Ella critica las repercusiones del enfoque sexofobico del cuerpo, ,
que [levo a algunas de las militantes ferninistas antipornografia a sellar una alianza con
las corrientes mas conservadaras (la moralidad molar) con el objetivo de prohibir la
pomograffa y de crirninalizar la prostitucion. Gallop tambien seriala que esta ola de ",1
agresividad no podia dejar de afectar des de dentro al movimiento de mujeres. Desde
una posicion que en parte comparto, Gallop defiende que, durante la decada de los
noventa, el acoso sexual sustituyo a la pomograffa como cuestion central del feminismo en
Estados Unidos. Ambas estrategias han producido 10 que, a mi modo de ver, es una prac
tica feminista de corte dogrnatico y barbara que estigmatiza la sexualidad. Estoy de acuer
do en que esto no deja de constituir otra forma de reprimir los deseos de las mujeres.
Otra importante observacion apartada por Gallop, aunque ella extraiga conclusiones
sobre la sexualidad en las aulas que no comparto enteramente, es que la busqueda femi
nista del saber rnoviliza todo el yo de la mujer, tanto el cuerpo como la mente. En la teo
ria feminista hay una aspiracion fundamental hacia el pensarniento no dualista, un recha
zo de las parejas binarias fundamentado tanto sobre bases teoricas como politicas. La
conciencia feminista reune 10 que ha sido desconectado bajo el patriarcado y, par 10 tanto,
el saber y el placer, 0 el saber como placer, devienen uno. «Comprendi que el deseo, inclu
so el deseo sin realizar, puede hacerte sentir muy poderosa. Y allugar en el que aprendi a
desear -donde me Ileno de energta y de impulso- 10 llamo ferninismo.el'
En su analisis de la defensa de Gallop del acoso sexual lesbico, Patton adopta un
esquema deleuziano que revierte en una valoracion interesante y positiva del tema'".
Sosteniendo, con Spinoza y con Deleuze, que la idea de la sexualidad como fuente de
potencia defendida par Gallop implica una experiencia positiva del poder, Patton con
cluye que el deseo, en estos encuentros colectivos entre el profesor 0 profesora y los 0
las estudiantes, coincide con un aumento reciproco de su capacidad de accion en el
mundo: una especie de incremento en el grado de potentia individual, 0 de afirrnacion
alegre de! placer de ser de, y estar en, el mundo junto a los otros. Patton concluye con
una afirrnacion rigurosamente etica:
42 Jane GALLOP. Feminist Accused of Sexual Harassment, Durham, Carolina del None, Duke University Press, 1997.
1) Ibid., p. 19,
44 Paul PATION, Deleuze and the Political, Nueva York y Londres, Routledge, 2000.
La experiencia de Gallop rnuesrra de que modo el sentimiento de poder que brinda
[a contribucion al aumento de poder en [as otros puede ser indistinguible de una inten
sa experiencia de deseo y viceversa. Si esto es asf, entonees poco importa si hablamos de
deseo 0 de sentimiento de podcr, Lo relevante es el modo en el que actuamos en res
puesta a las acciones de los otros, y los tipos de cornposicion en los que, y a traves de los euales, deseamos.
Lamentablernenre, este no es el mejor de todos los mundos posibles, y la alegre expe
rimentacion de Gallop con el deseo, el saber y el poder se tradujo en una demanda judi
cial en su contra. La potestas y su corolario de pasiones negativas contraatacaron,
Gallop subraya la aberracion de colocar las practicas de saber feministas y la experi
mentacion sexual que implican en el blanco de una demands por acoso sexual. Despues
de todo, tales acciones legales estaban dirigidas a frenar los abusos de poder y las situa
ciones de desventaja, no a cancelar la sexualidad y el placer. Los casos de acoso sexual
son tanto mas violentos cuando se dan entre mujeres, especialrnente entre mujeres
feministas a 10 largo de la division generacional entre la estudiante y la profesora,
Partiendo de una lectura feminista europea, debo admitir que e! ana[isis de Gallop de
una demanda de acoso sexual por parte de unas estudiantes lesbianas contra su profeso
ra bisexuailleva a una a preguntarse de que planeta viene, A decir verdad, en Estados
Unidos, a 10 largo de la decada de los noventa, la sexualidad perdio terreno en la arena
politica, pero gano muchos puntos en los tribunales de justicia. E[ proceso de racializa
cion fue incluido en un guion que, despues de testimoniar la escalada de querellas por
acoso sexual, desde la presentada contra Mike Tyson 0 contra O. J. Simpson, culrninarfa
con una cadena de escandalos sexuales protagonizados par la «basura blanca» en la Cas a
Blanca y con el caso de Monica Lewinsky. En todo caso, si yo tuviera que intentar tra
ducir esto al lenguaje de la teoria feminista, dirta que en el feminismo estadounidense
«el cuerpo- no pude asociarse en terrninos positivos a la sexualidad ni en el discurso cri
tico ni en el discurso publico, A pesar de ser el paradigma fundamental de los discursos
criticos del psicoanalisis y del postestructuralismo, [a sexualidad, sencillarnente, no tiene
cabida en el discurso politico estadounidense, ya que acaba siendo apartada, suprimida
o estrangulada, Por otra parte, a tenor del clima de conservadurismo politico y del ere
ciente protagonisrno que ganaran las querellas judiciales en [a vida publica y politica
estadounidense, el debate en tomo a la sexualidad se redujo, casi exclusivamente, a un
terna de derechos sociales, Por muy relevuntes que puedan ser las cuestiones relativas a
los derechos y a la legitimacion dentro de los debates sobre la sexualidad, pienso que
estan lejos de praporcionar una cobertura adecuada a la complejidad y diversidad de los
discursos y de las practicas sexua[es feministas. En este contexto, no resulta sorprenden
te que las teodas europeas basadas en la sexualidad, en el psicoanalisis y en la diferencia
sexual, y que demostraron ser tan inspiradoras para la teorfa Iiteraria, en los cfrculos filo
48 49
'IF:
~'
soficos y en las ciencias sociales sean tratadas en un tono marginal 0, en el mejor de los
casos, «radical chic». lQue posibilidades tenia, entonces, lrigaray? El desarrollo alcanzado por la teorfa del genero hizo el resto. En la corriente domi
nante del discurso feminista estadounidense, la balanza de la dicotomia sexo/genero se
incline bruscamente hacia ellado del genero, recibiendo el arropo conjunto de los «dere
chos» del individualismo liberal y del «cambio» del constructivismo social. Ni el sexo ni
la sexualidad ocupaban un lugar destacado en la lista. La tarea de intentar reinsertar la
sexualidad en la agenda feminista se dej6 al activisrno gay, lesbico y queer. En este marco,
la sexualidad es casi siempre sin6nimo de transgresion. Por ejemplo, T De Lauretis reto
rna los temas del deseo psicoanalitico con el objetivo de proporcionar una teoria funda
cional del deseo lesbico como algo poseedor de una especificidad propia en su logica «per
versa» y no procreadora 0 materna'". Judith Butler tarnbien realiza una importante
intervenci6n sefialando que, de hecho, la distinci6n sexo/genero es insostenible'". En todo
caso, sostiene Butler, es la materia siempre ya sexualizada la que construye, ante todo, la
posibilidad de establecer esta dicotomia. 'volvere a tratar este punto. Un analisis comparativo adecuado, y academico, de la desconexi6n rransatlantica en
tomo ala sexualidad durante las decadas de los ochenta y los noventa, asfcomo de las for
mas en las que esta nutre la oposici6n entre el «genero» y la -diferencia sexual», se mere
ceria mas tiempo y mas atenci6n de la que yo puedo ofrecer en estas paginaa". En todo
,:
I .1 '!
caso, en los albores del nuevo milenio, es indiscutible que el genero se ha convertido en
un concepto demasiado polivalente como para ser realmente uti! en terrninos universa
les48. Esto implica que la distancia innegable entre la comprensi6n de la «diferencia sexual»
que emerge en el feminismo postestructuralista estadounidense -va se trate de Butler, de
De Lauretis 0 de Scott- y la que tiene su origen en la tradicion europea no puede enten .,I derse como una polemica fortuita, sino que, entre arnbas, existe una diferencia conceptual. IEI concepto de «diferencia sexual», tal y como se articula en cada una de estas tradiciones, .,,
"ino tiene el mismo significado ni alude a hip6tesis te6ricas semejantes. Como Butler ha I puesto recientemente de manitiesto'", su propia reflexi6n postestructuralista surge Yse ali- t
i
45 Teresa DE LAURETls, The Practice of Love: Lesbian Sexuality and Perverse Desire, Bloomington,
Indiana, Indiana Universiry Press, 1994. 46 Judith BUTLER, Gender Trouble, Nueva York, Routledge, 1990 led. cast.: El genero en dispttta,
Mexico D. E, Paidos, 2001]. 47 EI trabajo de la Red Europea de Esiudios de Mujeres dentro de los programas educativos y de
investigaci6n oficiales de la Comision Europea son relevantes para el proyecto de construir nuevos
puentes con Estados Unidos. Para una perspectiva global, vease Rosi BRAIOOTTI y Esther YONK (eds.), ATHENA Network: Themakingof European Women's Studies,vol. I, Utrecht Universiry, abril de 2000.
48 Mary HAWKES WORTH, "Confounding gender», Signs Z2 3 (primavera de 1997), pp. 649.686.
,9 Judith Butler, "Preface 1999», Gender Trouble, cit. [ed. cast.: "Prefacio (1999»., El Renero en dis·
pttta, cit.l.
50
I" ~::~:_:. .: 't':~
menta de la tradici6n sociol6gica y antropologica del sexo/genero angloestadounidense.
Par 10 tanto, difiere considerablemente de las lecturas francesas de la diferencia sexual.
Esta ambivalencia constitutiva sirve de interesante defensa de una posici6n que aparece
como eurocentrica en Estados Unidos y como sumarnente estadounidense en Europa.
Lejos de apelar a una puridad en [a materia, creo que estas vetas nomadas en la teoria ferni
nista conternporanea son muy positivas y que podrfan ser exploradas y explotadas con mas
intensidad. Sin embargo, para que esto sea posible, creo que precisarnos de cartograffas, es
decir, de lecturas genealogicas encarnadas de nuestras propias y respectivas practicas teo
ricas. Adernas, necesitamos entablar discusiones frances y abiertas, Todo ello podria servir
para sentar las bases de una nueva remesa de intercarnbios transatlanticos en el contexto
de una cultura que deviene «g-local» tambien dentro del feminismo.
La recepcion estadounidense de la diferencia sexual se enrnarca dentro de las teorias
del genera y, mas especialmente, en el paradigma sexo/genero, cuyo mejor exponente
10 constituye la interpretaci6n de Gayle Rubin del paradigrna de Levi-Strauss del inter
cambio de las mujeres y su papel en la constituci6n del orden patriarcal. En este marco
conceptual, el «genero- hace refercncia, especificamente, a la matriz heterosexista del
poder a traves del cual se construyen las identidades individuales, las relaciones socia
les y las representaciones sirnbolicas. Como sefiala Butler, «la sexualidad normativa
refuerza el genero normativo-P'', 10que explica su prayecto politico consistente en ana
lizar de que modo el genera sustenta la heterasexualidad obligatoria articulada de modo
jerarquico. Consiguientemente, el «sexo- se convierte en un efecto del genera y, par 10
tanto, la diferencia sexual es s610 una consecuencia de una serie de relaciones de poder
de mayor alcance que abarcan toda una gama de variables diversas. Este encuadre difie
re considerablemente de las definiciones clasicas del genera desarrolladas por el cons
tructivismo sociol6gico. Sin embargo, tarnbien revela un acusado antagonismo con el
enfasis postestructuralista en la primada de la sexualidad y, par 10 tanto, en la diferen
cia sexual como la instituci6n sociosirnbolica encargada de efectuar el praceso de cons
trucci6n del sujeto, El interes de Gayle Rubin en la matriz heterosexista del poder difie
re seriamente de mi vision de la sexualidad y de su papel en la formacion de las
identidades, En la tradicion europea, de la cual soy heredera, la distincion angloesta
dounidense «sexo/genero» es mucho menos relevante que la red de relaciones cornple
ja, interactiva y activada por el poder en torno al nucleo sexo/sexualidad.
En su importante critica de la distinci6n sexo/genero, Moira Gatens destaca hasta
que punto la teoria del genera asurne, de manera tacita, la existencia de un cuerpo pasi
vo sobre el que se imprirnen codigos espectficos!'. De este modo, el modelo del genera
50 Ibid., p. xi red. cast.: ibid., p. 12].
51 Moira GATENs, Imaginary Bodies: Ethics, Power and Corporeality, Londres y Nueva York, Rout· ledge, 1996.
51
1I
-(inspirado en la psicologfa social es diarnetralmente opuesto a las revelaciones del psi
",Icoanalisis. En primer lugar, los puntos de divergencia se refieren a la estructura de la Iencarnacion hurnana, en tanto que pasiva para la teoria del genero y dinamica e inter
activa para la teorfa postestructuralista. En segundo lugar, la nocion de sexualidad y de Isu papel en la constitucion de la subjetividad es crucial para el postestructuralismo y no ,I
~I asf para las teorfas del genero sociopsicologicas. En mi opinion, la prioridad dada a 10 ,'I
sexual como ambito de fonnaci6n del sujeto es, precisamente, 10 que lleva a pensado
ras ferninistas como lrigaray, Grosz, Chanter, Gantens, a mf misrna y a otras a afirrnar la
importancia constitutiva y fundamental de la diferencia sexual.
En mi lectura de las filosoffas postestructuralistas de la diferencia, desde Foucault a
Irigaray 0 Deleuze, el principal enfasis recae sobre la estructura material y sexualizada del
sujeto. Esta fibra sexual esta conectada, de manera multiple e inescindible, a las relacio
nes sociales y polfticas puesto que no es otra cosa que una entidad de caracter indivi
dualista. La sexualidad como institucion social y simbolica, material y semiotica, se reve
la como ubicacion primaria del poder, segun una dinamica compleja que abarca tanto I micro como macrorrelaciones. La diferencia sexual, 0 la bipolaridad sexualizada, es sen
cillarnente, la implementaci6n sexual de la economfa politica de la identidad sexualiza
da, que no es sino otro modo de llamar al poder tanto en su sentido negativo 0 represi
vo (potestas) como en el positivo 0 capacitador (potentia). EI sexo es la asignacion social
y morfol6gica de la identidad y la forma de agencia erotica adecuada para los sujetos
socializados y sexualizados segun el modelo dualista, polarizado, de las instituciones
especfficas de la Masculinidad/Ferninidad. El genero es un terrnino gene rico para descri
bir el tipo de mecanismos de poder que participan en esta cornpleja interaccion de fuer
zas. Siguiendo a Deleuze, dina que el dualismo de genero es la posicion de 10 mayorita
rio que, de este modo, consolida los intereses de la economia politica edipizada que
estructura nuestro sistema social, material e imaginario. Volvere sobre este punto.
La cuestion sobre la que me interesa llarnar la atencion es que, en mi marco de refe
rencia conceptual, la sexualidad, lejos de ser marginada, es un pilar fundamental en
tanto que actua como matriz de las relaciones de poder, en el sentido arnplio, pero tam
bien mas intimo, del termino. La genealogia teoretica a la que debo este desarrollo parte
de Levi-Strauss, sigue con Lacan y llega mucho mas lejos. En esta senda, la distinci6n
sexo/genero no es tan relevante como la de sexo/sexualidad y, asimismo, como la de la
diferencia sexual, en calidad de distribuidora y organi:adora de las diferencias sociales
y simh6licas. Nuevamente, la comparacion con las teorfas del genera de inspiracion
sociopsicol6gica resulta importante. Para el pensamiento postestructuralista, la sexua
lidad es el molde sociosimb6lico constitutivo en el que se forja la subjetividad humana.
Su interrelacion dinamica con los c6digos culturales la convierten en una cuesti6n
coextensiva a la del poder, tanto en su sentido reactivo (negativo) como afirmativo
(positivo). Efectivamente, pienso que esta disimetrfa conceptual resulta crucial para los
intercambios transatlanticos que puedan entablarse en torno a las paradojas del mate
rialismo. Yo sugerirfa que no perrnitieramos que este debate se ahogara en las aguas de
las viejas polernicas y, en carnbio, que prestaramos mas atencion a las respectivas dife
rcncias existentes entre el puradigrna del sexo y el genera y el de la sexualidad y el sexo.
Lo que esta en juego es una diferencia teoretica de gran envergadura, no una cuestion terminologica. Es una divergencia que bien merece ser explorada.
Materialismo de genero
Los origenes de la tradicion del materialisrno de genero se rernontan a Simone de
Beauvoir. Sus aportaciones para desembarazar al materialismo de la doble carga de su
oposicion al idealismo y de su dependencia de las teorfas marxistas del materialismo his
torico fueron surnamente relevantes. Atrapada en la desconexion transatlantica, la obra
de Beauvoir ha sido reformulada de modos que a menudo se contradicen con sus propios
textos'", Igualmente, su trabajo se encuentra atrapado en el debate que, desde la decada
de los ochenta, ha opuesto el neomaterialismo de Monique Wittig y de Christine Delphval
al esencialisrno estrategico de las teoricas de [a diferencia sexual Helene Cixous y, mas
destacadarnente, Luce Irigaray. Mas adelante, explorare esto con mas deralle'".
Wittig es una de las voces mas importantes de la escuela materialista francesa que
lanzo la carnparia de descalificacion de [a diferencia sexual'". Ella fue una de las prime
ras personas en acufiar el terrnino «esencialismo» para referirse pevorativamente a [a
corriente feminista que prestaba atencion en su trabajo al inconsciente, a la diferencia
sexual y a la escritura femenina, es decir, todo el repertorio del postestructuralismo
feminista. De modo bastante paradojico, su obra como escritora creativa, especialrnen
52 Toril MOl, Simone de Beauvoir: the Making of «n ImellectHal Woman, Oxford, Blackwell, 1994. 53 Vease Claire DucHEN, Feminism in Fwnce, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1986; Christi
ne DELPHY, "Pour un materialism feministe » , rAre 61 (1975), pp. 61-67; Close to Horne, Londres,
Hutchinson, 1984; Monique WIITIe;, Le Corps lesbien, Paris, Minuit, 1973; «La Pensee straight,.,
Questiuns Feministes, 1987. p. 7; «Paradigm.., en George Stambolian y Elaine Marks (eds.), Homusexualities and French Literature, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1979. Helene C!xous,
«Le Rire de la Meduse,., rArc 61 (1975), pp. 265-264; «Le Sexe ou la tete,., us Cuhim du Grif 5 (1977), pro 5-15; Emre l'ecrinlrc, Paris, Des Femme~, 1986; "L:Approche de Clarice LISPECTO/{o>, en
Entre l'ecriture, cit., pro 115-199; L.e livre de Promethea, Paris, GallimarJ, 1987, y Luce lrigaray, Speculum: De l'uutre femme, cit.; Cc Scxe Qui N'cst Pus Un, cit.; Amante Murine. Dc Friedrich Nietzschc, Paris,
Minuit, 1980; L'EthiL/ue dc lu difference scxuellc, cit; «Egales a Qui?», cit.; Sexes et Purentes, cit.; Le Tem/)s de I,l Differcncc. Pour Unc Revolutiml PLlClfique, cit.; Je, Trt, Nous, Pour une Culture dc la Difference, cit.
54 Diane Fuss, Essentially S/Jcuking, Feminism, Natureand Dif[eR'llCe, Nueva York y Londres, Routledge, 1989.
S2 S3
J"it' ~.~.
te su novela El cuerpo lesbiano", contribuyo en gran medida a una redefinicion radical \"
1.:
'*' de la sexualidad femenina y del deseo lesbico. Sin embargo, ella se opone al enfasis que :~
..; tanto Cixous como Irigaray dan a 10 que cuidadosamente definen como «economia libi '.\-
i
dinal homosexual fernenina» y a la especificidad de la morfologfa, la sensibilidad, la ~.
sexualidad y la creatividad femeninas, especialrnente de la escritura que parte de elias.
Wittig reelabora la distincion clasica sexo/genero y la transforma en una crftica radi .~
~
cal del heterosexismo. Ella hace hincapie en la necesidad de liberar a la sexualidad ~i 1',fernenina de su subyugacion al signficante Mujer. En su opinion, la Mujer, como el otro 'J.
t~ i'preferente del imaginario patriarcal es una construccion idealizada del mismo orden ~ 1
que el falo, puesto que se trata de una idea creada por el hombre y, por 10 tanto, esta ""ideologicamenre contaminada siendo indigna de confianza. Wittig radicaliza la idea de ,t:
Beauvoir acerca de la naturaleza construida de la feminidad. Ella propone un rechazo ~i"'. i~;del significante mujer como episternologica y polfticarnente inadecuado y plantea que ~
sea sustituido par la categorfa de «lesbiana-. La lesbiana no es mujer porque se ha sus~
trafdo a las identidades basadas en el falo. La posicion de Wittig, a pesar del atractivo que reviste en tanto que aspira a invec
tar potencia a las mujeres, resulta problematica en la medida en que universaliza a la
lesbiana dentro de un nuevo modelo de normatividad. Esto no deja espacio para defi
niciones alternativas del lesbianismo como, por ejemplo, la idea de A. Rich del conti
nuo lesbiano'" y de la nocion de Irigaray de una «econornia libidinal homosexual feme
nina,,57. Adernas, ciertamente, excluye a priori la posibilidad de la heterosexualidad
opcional 0 librernente elegida. Esta eleccion es considerada coextensiva a la domina
cion y, por 10 tanto, conducente a una servidumbre voluntaria, una posicion que
recuerda a la postura de Andrea Dworkin y del ala antisexualidad mas extremista del
feminismo estadounidense'". La paradoja que entrafia esta oposicion fue astutarnente puesta en evidencia por
Antoinette Fouque" , quien observe que, por un lado, se presenta la sexualidad ferneni
na como la base para una teorfa fundacional de una nueva vision de la subjetividad (la
diferencia sexual) y, par otro, se expresa un antifundacionalismo radical que se traduce
en el rechazo definitive de 10 femenino (el neomaterialismo lesbiano). Preferirfa definir
ambas posturas como dos estrategias opuestas de deconstruccion de la feminidad tradi
cional donde, por una parte, se encuentra la estrategia de la sexualizacion extrema a tra
yes de la subjetividad femenina encarnada, esto es, la «trascendencia mediante la inma
ss Monique Wittig, Le Corps lesbien. cit. ;6 Adrianne RICH, Blood, Breadand Poetry, Nueva York, W W Norton, 1985.
;i Luce Irigaray, Ce Sexe Qui N'est Pas Un, cit.
;8 Andrea Dworking, Ollr Blood, cit. ;9 Antoinette FOUQUE, "Notre pays, notre terre de naissance, c'est le corps rnatemel». Des fem
mes en mouvcment!Midi Pyrennees 1 (1982), pp. 9-15.
54
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nencia radical» de Irigaray, y, por otra, el rechazo de la feminidad como matriz del poder
heterosexual en pro de una posicion «mas alia del genero». A estas diferentes posiciones
les corresponden diferentes comprensiones del «rnaterialismo»: mientras que Irigaray
considera que este tiene que ver con la mater/materia y con el cuerpo sexuado, de ahf su
enfasis en la morfologfa aunque tambien en la verticalidad 0 en la trascendencia, Wittig
opina que se trata de un constructivismo social ingenuo, que paradojicamente opera par
tiendo de una posicion idealista respecto allenguaje y a los cambios sociales.
Tanto el materialismo de genero como la materialidad corporal de la diferencia sexual
aspiran a conferir poder a las mujeres para actuar como sujetos legftimos de enunciacion,
pero, para lograrlo, emprenden caminos distintos. Irigaray se afana en una deconstruccion
afirmativa, Wittig insiste en su conviccion de las potencialidades de la plasticidad del len
guaje. Contrariamente a Irigaray, que considera la posicion de sujeto como estructural
mente masculina, Wittig cree que las mujeres pueden entrar a ocupar la posicion de suje
to y reapropiarse y redefinir la misma de acuerdo con sus propios intereses. Asf pues,
Wittig alienta a las mujeres a utilizar ellenguaje para expresar sus propios signiticados, sin
caer en las complejidades deconstructivas de la ecriture fhnenine de lrigaray 0 en busque
das de un simbolico alternativo. En otras palabras, su postura es vehementemente anti
postestructuralista en su rechazo de dos ideas fundamentales: la estructura del sujeto no
unitario 0 escindido y la no transparencia constitutiva dellenguaje.
La obra de Wittig se ha revelado de gran inspiracion para las teorfas lesbicas y queer que se han desarrollado en Estados Unidos. Asf, Butler hace hincapie en el hecho de que,
para Wittig, el «genero» no es una realidad sustantiva, sino mas exactarnente una acti
vidad. Inspirandose en Rubin, ella procede entonces a reinterpretar la nocion de «gene
ro» de Wittig como un enunciado perforrnativo que construye categarfas como «sexo»,
«mujer», «hombre» y «naturaleza» con la intencion especificamente politica de repro
ducir la heterosexualidad obligatoria, EI genero es el proceso mediante el cuallas rnuje
res son marcadas como el «sexo fernenino», los hombres se funden con 10 universal y,
ambos, son subyugados a la institucion -tal y como esta es definida por Foucault-P'' de
la heterosexualidad obligatoria, tal y como esta es definida por Rich?'. En tanto que la
lesbiana reniega de este proceso, es subversiva porque problernatiza todo el andamiaje
de la sexualidad. En opinion de Butler, la estrategia defendida por Wittig es la de perrni
tir la proliferacion de otros tipos de identidades de genero y, en este sentido, la lesbiana
es el primer paso hacia la explosion de las estructuras monoltticas del genero.
A pesar de todas las restantes diferencias existentes entre ambas autoras, Butler retie
ne dos ideas clave de Wittig que utiliza para oponerse al feminismo de la diferencia sexual.
60 Michel FOUCAULT, «Preface», en Gilles DELEUZE y Felix GUATTARl, AntiOedipus, Nueva York, Viking Press (original ingles), 1977.
61 Adrienne Rich, Blood, Brcadand Poetry, cit.
55
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La primera se refiere a que el genera es preformativo, ya que el mismo crea las mismas
categonas e identidades sexuales que pretende explicar. Una vez que se ha reapropiado
de la idea de Wittig de la coextensividad del genero con el discurso regulador de la hete
rosexualidad, Butler desarrolla una hermeneutica de la sospecha hacia la nocion de a
«genero- y, mas especialrnente, hacia la categorfa de «mujer» como sujeto tundacional de la d
-;~: politic a feminista. Butler pone el acento tanto en la norrnatividad como en las limitacio ~~:
nes que implica una categona «rnujer» que, sencillamente, no alcanza a ser exhaustiva J; $porque el genera se halla entrecruzado con «rnodalidades raciales, de clase, etnicas, ~. :H,.':sexuales y regionales de identidades discursivarnente constituidas-P'.
En consecuencia, Butler aspira a elaborar una «genealogia critica de la categoria mujer» :~
para contestar e impedir la reificacion de la identidad ferneruna. Asi pues, la cuestion clave
es lque tipo de repericion subversive podrfa poner en tela de juicio la propia practica de
regulacion de la identidad? 63 Butler propene una estrategia de repeticion parodica, esto es,
la exposicion de la mascarada con fines politicos. A diferencia de Wittig, aunque al hilo de
sus ideas, Butler propone hacer saltar por los aires a la categoria «rnujer- permitiendo la
proliferacion de otros muchos generos alternatives: no uno, no dos, sino tantos generos
como individuos. No solo sera lesbiana, la ex mujer experimentara una dislocacion tran
sexual hacia muchas direcciones posibles, ya que, si la biologia no es un destino y el cuer
po es una construccion, entonces, todos los sexos son validos. Butler concluye en un tono i smas cauto, utilizando el verbo en condicional, al tratar la politica de la parodia y pregun
tar que aspecto tendrfa la polirica feminists si se dejase que los generos proliferaran hasta
hacer estallar el binarismo chlsico. Se distancia de Wittig, al igual que hace de Irigaray par .. ~ , razones de universalidad, ya que ambas universalizan algo, ya sea Wittig a la lesbiana 0 Iri ~.
garay a la mujer. Butler busca una estrategia que Ie permita dejar atras las ficciones regu "tladoras de la sexualidad, este es su toque personal de utopia polftica. A la larga, posible
mente este mas cerca de Foucault que de ninguna otra pensadora feminista. ;1Recientemente, Butler ha revisado su posicion y, gracias a la perspectiva que solo da
el tiempo, ha mostrado mucha mas sensibilidad hacia el papel que las fantasias; las his 'I torias personales y los factores inconscientes juegan en fijar a un sujeto encarnado en I un cierto tipo de sexualidad. Ella ha seflalado que «la escenificacion de la subversion i
idel genero puede no estar indicando nada acerca de la sexualidad y de la practica I sexual. El genera puede seguir siendo ambiguo sin trastornar 0 reorientar un apice la f
i
sexualidad normativa. En ocasiones, la ambigQedad de genero actua, precisamente,
para contener 0 eludir la practica sexual no normativa y, de ese modo, dejar intacta a
la sexualidad normativa»64. De hecho, serfa demasiado ingenuo pensar que el mera
02 Judith Butler, GenJer Trouble, cit., p. 3. (,J IbiJ.. p. 32.
61 Judith Butler, "Preface 1999», cit., p. XIV.
56
rechazo 0 perturbacion del dualismo de genero sea, exclusiva 0 necesariumente, una
posicion subversiva. En mi opinion, gran parte del discurso conservador 0 neoliberal
contemporaneo adopta la forma de una celebracion espuria de las «diterencias- de
corte pluralism. A menudo, haciendo rernisiones a la ciencia biologica 0 genetica, el
elogio de la pluralidad de las diferencias no es una precondicion ni suficiente ni nece
saria para la subversion de la identidad fundada en la soberania de 10 Uno y en la eco
nomia politica de 10 Mismo.
Un ejemplo revelador de 10 que yo definina como un rechazo conservador del dua
lismo de genero en beneficio de los placeres eroticos se encuentra en la diatriba de
Mario Vargas L1osa65 contra dicho dualismo en un capitulo que, de modo significarivo,
se titula «La rebeli6n de los clitoris». Vargas Llosa despliega un argumento interesante,
aunque contradictorio, Por un lado, quita peso al enfasis excesivo que normalmente se
pone en las diferencias morfologicas entre los sexos y, por 10 tanto, tener un pene 0 un
clitoris se reduce a un mera accidente biologico 0 dato estadfstico. Por otto, Vargas
Llosa transforma el pluralisrno de genero en un arrna para defender la unicidad del
individuo como entidad sociopolftica.
Alistando a favor de su causa a la reconocida epistemologa feminista Anne Fausto
Sterling, Vargas Llosa defiende, al menos, cinco generos distinros, incluyendo diferen
tes grados de intersexualidad. Fiel a su adscripcion liberal al individualismo, Vargas
Llosa toma la pluralidad de generos, 0 la intersexualidad, como prueba de la rica varie
dad de especies humanas cuyo derecho fundamental es el de alcanzar la libertad.
Se trata, a mi juicio, de un argumento debil porque Vargas L10sa quiere nadar y guar
dar la rapa: su defensa de la existencia de multiples generas malamente encubre el dua
lismo sexual intrinseco a la definicion del individuo y de los derechos individuales que
el defiende. En mi opinion, esto indica que no hay en juego nada esencialmente sub
versivo, 0 siquiera transformador, en esta celebraci6n de los multiples placeres sexua
les, por mas noble y erotica que esta sea. La multiplicacion numerica de las opciones de
genera no altera el equilibrio de poder ni la economia de la dialectica sexual que es uno
de los motores del regimen falocentrico. Ademas, en mi opini6n, la centralidad que
ocupan la sexualidad y la diferencia sexual en la constituci6n del sujeto impide que sea
suficiente con invertir los roles sexuales social mente impuestos. Por el contrario, es
necesario llevar a cabo transformaciones profundas 0 metamorfosis.
Frente al resurgimiento del pluralismo de genero falocentrico, considern importan
te colocarse mas alLl de las rupturas polemicas en el senD del feminismo. Asi pues, qui
siera subrayar que la pretendida distincion entre las tradiciones de pensamiento sexo
genera y sexo-sexualidad dentro del feminismo no responde a la existencia de una
(,; Mario VARGAS LLOSA, The Nmeboob of D01! Rigoberto, Harll1ondsworth, Penguin Books, 1997 [ed. cast.: Los cuaJemos de Jon Rigoberw, Madrid, Alfaguara, 1997J.
57
'·if
~;teoria heterosexual y una teoria lesbica. Mas exactamente, este distanciarniento cobra [a forma de un desacuerdo dentro de [as teorias lesbicas y de [as practicas de [a homo
sexualidad femenina. Las te6ricas de [a diferencia sexual. como Cixous e Irigaray, inscriben el deseo lesbico en un continuum con [a sexualidad fernenina que comienza con ".
't·
~~el apego a [a madre. En el caso de Irigaray esta idea tiene su origen en [a tradici6n anti.~;freudiana dentro del psicoanalisis que tiende a defender tanto [a especificidad de [a libi,;J'
,"do femenina como [a continuidad existente entre el arnor materna y el deseo lesbico, ,~~
:-~. en contraste con [a teorfa de [a agresividad hacia [a madre forrnulada por Melanie ,~ Klein. Cixous e Irigaray radicalizan [a idea sugerida por Horney y Klein acerca del poder }
':l~estructurador que tiene [a relacion preedipica con [a madre y, tarnbien, [a erotizan ple *\
namente. Ambas se desmarcan de [a linea marc ada par Freud y por Lacan que sobre';~
enfatiza [a figura del padre y el poder del falo en la constitucion del deseo humano, En ,;~
esta tradicion de [a teoria feminista, la homosexualidad femenina se considera un ;' ./!momenta necesario en el desarrollo de la identidad sexual femenina. ~j
Por supuesto, las diversas versiones de esta teorfa tienen objetivos muy diferentes.
Cixous defiende una forma magnificente y, en cierto modo, grandiosa de la estetica homo
sexual femenina rica en atractivo cosmologico. Irigaray, por otro lado, apela a un tipo de
heterosexualidad radical basada en un reconocimiento mutuo entre los sexos, en otras
palabras, un nuevo universal feminista. Sin embargo, ambas estan de acuerdo en negar que
ellesbianismo constituya una identidad separada, una sexualidad distinta y una subjetivi
dad politica. Sin embargo, Wittig, asi como recientes trabajos inspirados en su pensarnien ;t
to, como el de Teresa De Lauretis, defienden la especificidad del deseo lesbico. Este es des
ligado del continuum con la sexualidad fernenina, de las interpretaciones psicoanaliticas :;~
aportadas desde el feminismo y, tarnbien, del deseo de Ia madre. EI desacuerdo estriba en
la concepcion del deseo lesbicocomo ellugar de una posible ruptura epistemologica 0 frac
tura categories. Wittig mantiene una postura militante puesto que su afirrnacion de que la
lesbiana esta, de algun modo, fuera del sistema binario de genero y que, por 10 tanto, no
cuenta como rnujer es, cuanto rnenos, provocativa. Despues de que esta grave afirmacion
dividiese al colectivo Questions Feministes en Paris, dejando sumidas en la confusion a ferni
nistas historicas de influencia beauvoiriana como Christine Delphy, Wittig emigre a Cali
fornia y se enfrasco en un dialogo muy productivo con De Lauretis, Butler y otras'",
Psicoan6/isis menos el inconsciente
Tal y como habfa predicho Jacqueline Rose, durante la decada de los noventa la teo
ria feminista aprendio a dominar [a jerga del psicoanalisis mientras daba la espalda al
66 Claire Duchen, Feminism in France, cit.
58
c· :~:;_C:..~~~ :=..-,::::~~,(~,
inconsciente, por 10 que experimentaba, asi, un giro racionalista y volunrarista'F. EI psi
coanalisis es crucial en la teorizacion y representacion de una vision no unitaria del sujeto, pero, en mi analisis, tarnbien saca a la luz la naturaleza encarnada, sexuada y contradictoria del sujeto humano. Las fantasias, los deseos y la busqueda del placer jue
gan un papel tan importante y tan constructivo en la subjetividad como el juicio crlti
co y la ace ion politica convencional. Me gustana intentar reconectar la voluntad y
capacidad de accion que requiere la polftica con el debido respeto, tanto teorico como
etico, a las estructuras afectivas, libidinales y, por 10 tanto, contradictorias del sujeto,
La sexualidad es fundamental para este modo de pensar sabre el sujeto, pero, a menos
que vaya aparejada a cierta practica del inconsciente no necesariamente de tipo freu
diana, no puede producir una vision factible de un sujeto unitario que, a pesar de su
complejidad, rodavia guarda cierta coherencia. Los procesos, memorias, identificacio
nes y afectividad inexplorada inconscientes constituyen el pegarnento invisible que
mantiene unido a ese haz de contradicciones que es el sujeto.
Esto no significa que yo afirrne que el psicoanalisis tenga todas las respuestas, lejos
de ello, pero sf pienso que deja cierto hueco para que los procesos inconscientes pue
dan jugar su papel. Es preciso sefialar, aunque para ello tenga que, anticipar la opera
cion antitreudiana de Deleuze y Guattari respecto al inconsciente, que si bien en la tra
dicion psicoanalftica estas fisuras internas son, frecuentemente, la sustancia de la que
estan hechas las pesadillas y las neurosis, no tienen por que serlo. Quisiera correr el ries
go de sostener que, de heche, las contradicciones y las idiosincrasias internas, 0 de otro
tipo, son elementos constitutivos del sujeto, y que, despues de todo, tampoco son una
tragedia tan enorrne. Si resulta que las paradojas y las contradicciones son historicarnente construidas y
se hallan socialmente insertas en practicas de poder y de resistencia, puede que las
aceptemos sin tanta ansiedad'", En mi opinion, el inconsciente es la garantia que evita
el cierre en la practica de la subjetividad. Quiebra la estabilidad del sujeto unitario cam
biando y redefiniendo constantemente los pilares sobre los que el, 0 ella, se sustenta. Lo
considero un retorno incesante de paradojas, de contradicciones internas e idiosincra
sias interiores que infundcn la inestabilidad en el corazon del yo. EI sujeto n6mada se
distingue por una no adhesion estructural a las reglas, a los roles y a los modelos. Tener
en cuenta las estructuras inconscientes es crucial para el conjunto de la practica de la
subjetividad feminista porque, precisamente, estas estructuras posibilitan form as de
desconexion y de desidentificacion de la institucion sociosimbolica de la feminidad.
67 Jacqueline ROSE, «Femininity and its discontents», en Sexuality in the Field of Vision, Londres,
Verso, 1986, pp. 83-103. 68 Joan Wallach Scan, Only Paradox to Offer: French Feminism and the Rights of Man, Cambridge,
Massachusetts, Harvard University Press, 1996.
59
(Como opera la desidentiflcacion? Abriendo intervalos, abriendo una especie de dis
tancia interna que permite a alguien hacer un balance de la posicion que ocupa, un ins
tante de extasis, una pausa entre la predecibihdad de los modelos sociales y las nego
ciaciones con el propio sentido del yo. Estos espacios interruedios, estos puntos de
transicion temporal y espacial, son cruciales para la construccion del sujeto y, no obs
tante, dilfcilmenre pueden traducirse en pensarniento y representacion dado que son en
10 que se apoya primeramente el proceso de pensar. Los intervalos, 0 los puntos y pro
cesos intermedios, son facilitadores y, en esa medida, pasan desapercibidos, a pesar de
que marcan los mementos decisivos en todo el proceso de devenir un sujeto.
Las normas 0 modelos normativos culturales y sociales son atractores cxternos, estirnu.
lantes 0 puntos de referenda. Actuan como imanes que arrastran pesadamente al yo en
ciertas dirccciones y estimulan a la persona en el mismo sentido. El imaginario social
funciona en terrninos analogos al pegamento discursivo que es capaz de atar todos los
cabos si bien de manera discontinua y contradictoria. Sin embargo, no abordare el fun
cionamicnto de estas formaciones «ideologicas» siguiendo el modele althuseriano cla
sico. Tampoco seguire los planreamientos de la psicologia social y del tipo de teorfa de
genero que ha inspirado. Por 10 tanto, no analizo el impacto de las imageries 0 de las
representaciones en terminos de «interiorizacion» porque encuentro esta teorfa dema
siado dualista en la forma en la que separa al yo de la sociedad, el «dentro» del afuera
del sujeto. Por el contrario, encuentro mucho mas interesante pensar sabre la red
extensiva de interconexiones que los cornunica. Otro nombre para esta red coextensi
va es poder, en sentido coercitivo 0 negative tpotestas}, asi como en sentido capacita
dor 0 positivo (potentia). En consecuencia, yo no discutiria el hecho de que gran parte del «reclamo» que ejer
cen los roles 0 las normas sociales se debe, clara mente, a su caracter coercitivo; sin embar
go, tarnpoco se puede discutir que una parte irnportante de la psique acepta ser sometida
por el sujeto en una busqueda de visibilidad y de aceptacion social. Esto influye en mi com
prension y en mi valoraci6n del papel y del irnpacto del «imaginario social» como un pro
ceso de flujos bidireccional entre una subjetividad nomada y un campo reticular de actua
liznciones socialcs de deseos potencialmente contradictories. De esto se sigue que las
interpelaciones de tipo consciente e inconsciente son heterogeneas e internamente con
tradictorias y,no obstante, fonnidables. Una identidad no unitaria implica un elevado nivel
de disonancia interna, es decir, de contradicciones y paradojas. Las identificaciones incons
cientes juegan el papel de imanes, de piezas fundamentales 0 de pcgamento. Sin embargo,
tambien put·den convertirse en igualmente activas en los procesos de resistencia a los roles
y a las normas sociales. Una estrategia polftica de mfmesis afinnativa feminista precisa de
las estrueturas infinitamente abiertas del inconsciente como un elemento que puede ser
movilizado con el fin de facultar al sujeto para que se distancie de los modelos socialmen
te impuestos. Los deseos son polfticos y la polftica comienza con nuestros deseos.
En otras palabras, el reconocimiento de la no coincidencia del sujeto con su con
ciencia no pone en marcha necesariamente la ya vieja y familiar melodia de la angus
tia y del panico ante la idea de una psicosis incipiente 0 de una implosion inminente.
La corriente Iacaniana ortodoxa ha brillado ultimamente por estos ejercicios de pani
co, como atestigua el caso Kristeva en sus analisis del terror y de los monstruosos otros,
de la diversidad etnica 0, inevitablemente, de Ia perdida y la melancolta. Frecuente
mente, es posible encontrar un tono semirreligioso de solemnidad tragica en estas lee
turas de los peligros de una crisis y de una desestabilizacion del yo -por no hablar de la
civilizacion- bajo el ataque de esos otros abyectos que parecen colarse por todas partes.
Sin embargo, cualquier espectador 0 espectadora de las pelfculas de David Cronenberg
sabra que esta previsible reaccion conservadora es basicamente comica y tan facil de
sofocar como un ataque de risa. La nostalgia no es iinicamente conservadora en terrni
nos politicos, sino tarnbien un freno para emprender un analisis serio de la cultura con
rernporanea, como tratare de mostrar en los capitulos 4 y 5.
Quisiera continuar con la defensa del plantearniento de la difcrencia sexual porque,
tal y como he argumentado antes, combina elementos voluntarios e inconscientes de un
modo que hace justicia a la complejidad del sujeto. Siguiendo a Irigaray, la estrategia mas
adecuada consiste en abordar el cumulo de imageries. conceptos y representaciones de
las mujeres, de Ia identidad femenina, tal y como han sido codificadas por la cultura en
que habitamos. Si «esencia- significa la sedirnentacion histories de productos discursi
vos multiestratificados, ese cumulo de definicioncs, exigencias y expectativas cultural
mente codificadas sobre las mujeres, 0 sobre la identidad femenina --ese repertorio de fie
ciones reguladoras tatuadas en nuestras pieles-, entonces, serfa false negar no solo que
esta esencia exista sino, tarnbien, que es poderosarnente operativa. La historia es el des
tino de toda persona y, por consiguiente tarnbien, el de las mujeres. En otras palabras,
debido a esta historia y a que el lenguaje es todo [0 que tenemos, antes de renunciar al
significante «rnujer», necesitamos recuperarlo, retornar a sus versatiles complejidades.
Estas complejidades definen la identidad que compartimos, como rnujeres. Y este es el
punto de partida, por muy ambiguo y limitado que pueda ser. Consecuentemente, las
teorizadoras del rechazo radical del significante «mujer- en pro de la sexualidad lesbica
o multiple, me parece que ocupan una posicion psicoanaliticamente perversa, es decir,
una posicion de negaci6n voluntaria. Wittig deberfa saber que [a identidad no es solo
volicion, que el inconsciente estructura el sentido de la propia identidad a traves de una
serie de identificaciones vitales (incluso, cuando son [etales, son vitales). El inconscien
te esta imbuido de hue lias de morfologfa corporal y, por 10 tanto, las feministas compro
metidas con el materialismo corporal no deberfan confundir la eleccion voluntaria -la
volici6n polftica- con eIdeseo inconscieme. La tentativa de Wittig y de Butler de desar
mar los cimientos de Ia politica de Ia identidad no responde a la cllestion de la sllbjeti
vidaJ, es decir, a[ hecho de que una es tambien y primariamente el sujero de su propio
60 61
inconsciente. EI corolario es que la via de salida de esta realidad psfquica no se produce mediante un autonombramiento voluntario (que, en el mejor de los casos, constituve una forma extrema de narcisismo y, en el peor, es la cara melancolica del solipsisrno), sino mediante repeticiones cuidadosas, enfrentandose a ella.
En su ultimo libra, Judith Butler prosigue V clarifica su posicion sobre la cuestion de la identidad, la sexualidad Vel poder, En sintorua can las primeras premisas de su trabajo sobre
teorfa queer, ella defiende una vision del sujeto que, par mas inacabado V no esencializado
que sea, necesita las operaciones de la conciencia como entidad reguladora, Hegel provec.
ta una larga v, quizas incluso, creciente sombra sobre el rrabajo de Butler. En este sentido,
por ejemplo, la cuestion de la separacion entre 10 psiquico V10social, Vla compleja tarea de .;t
unirlos 0 de establecer una relacion entre ambos, emerge como una apuesta central del pro. :,i
vecto politico de Butler de reformular la capacidad de accion del sujeto bajo la forma de sub. ~"
versiones performativas. En el corazon de esta nocion de la perfonnatividad, considerada , altemativamente como «la practica reiterativa Valusiva mediante la que el discurso produ .cPr
',<ce el efecto de 10 que nombra», Vcomo aquello que «describe las relaciones que estan impli
cadas en aquello contra 10que se esta», vace una definicion derridiana de la repeticion'",
Sin embargo, si bien eI marco de referencia de Butler es deconstructivo, su pasion es fun.
damentalmente polfrica. De ahf, la recurrencia de la cuestion de como el sujeto, sea mascu.
lino 0 femenino, puede ser sometido a formas de interpelacion que 10constituven en una
relacion de poder. En primer lugar, interpreto el trabajo de Butler como un decidido V refle
xivo esfuerzo de buscar una correspondencia entre 10psfquico V10social. Esto se convierte
tambien en una busqueda de interconexiones entre la teorfa psicoanalitica del deseo como
carencia Vlas practicas sociales de normatividad, prohibiciones Vexclusion forzosas. De un
modo que en ocasiones me parece precipitado 0, incluso, reductive, Butler establece una
equiparacion entre el repudio psfquico V la represion social. Esto le pennite plantear la cues.
tion clave: lcomo hicieron ciertas practicas sociales, como la heterosexualidad, para llegar
a adquirir una primacia simbolica? En opinion de Butler, siguiendo a Rubin Val paradigma
de genero predominanre en el feminismo estadounidense el poder, de hecho, es irradiado
como matriz heterosexual que atribuve identidades sexuadas sobre una escala binaria orde. nada jerarquicamente que aspira a la negacion del deseo homosexual.
La pregunta de Butler no s610 se refiere a una dimension analftica: lde que modo se
produjo la inscripcion simbolica de la heterosexualidad? Tambien implica un aspecto nor
mativo relativo a como se puede lograr un cambio efectivo. Debido al encuadramiento de
la obra df:? Butler en el discurso de los derechos legales Vsociales, esta dimension nonnati
va adquiere un caracter dominante en su pensamiento que en ocasiones la !leva a sacrifi.
09 Judith BUTLER, Bodies tlUlt Mauer: On the DlsctLrsive Limits of "Sex", Nueva York, Routledge, 1993, pp. 2 y 241 [Ed. cast.: Cuerpos que importan: sohre los limites materiales y discursivos del "sexo", Buenos Aires, Paidos, 2002J.
car la consistencia conceptual en aras a alcanzar la efectividad politica. Un ejemplo signifi
cativoes la discusion en tomo a la transferibilidad del falo. Mi argumento, al esbozar el pen
samiento de Butler, es que su deconstruccion del mito politico de la supremacia falica, que
va unido a la practica social de la heterosexualidad obligatoria, paradojicarnenre, termina
minimizando el papel de Ia naturaleza encarnada del sujeto. Permitid que me explique.
EIargumento de Butler se despliega del siguiente modo: la idea de Lacan del falo como
operador simbolico de las diferencias constituye una disyuncion radical de la idea conven
cional del pene como referente ernpirico. En opinion de Butler, esto confiere al falo una
especie de cualidad plastica, es decir, una transferibilidad que deja las puertas abiertas a la
apropiacion Va la resignificacion por parte de otros sujetos, especialmente de las lcsbianas'":
Aunque simpatizoclaramente can el proyecto de desautorizarel imaginariomasculi
no, mi propia estrategia sera mostrar que el falo puede ligarse a una variedad de 6rganos
y que una desvinculaci6n eficazdel falo del pene constituve una herida narcisista al falo
morfismo V la producci6n de un imaginario sexual antibeterosexista. Las implicaciones
de esta estrategia parecerfan poner en tela de juicio la integridad de un imaginario tanto
masculino como fernenino.
Butler opina que el falo es meramente la idealizacion V la representacion desmesu
rada de la morfologfa. Su objetivo es reinstaurar la primacia V la insuperabilidad de la
heterosexualidad y de las identificaciones heterosexistas, V la erosion V degradacion
necesarias dellesbianismo Vde la homosexualidad.
Adernas, la idea misma de la transferibihdad del falo sugiere una relajacion respec
to a los cambios Vlas transformaciones profundas del yo, que encuentro conceptual V
eticamente problernatica. En 10que a mi respecta, el psicoanalisis no es solo otro siste
ma filosofico, sino tarnbien una terapia, es decir, una intervencion en la cornplejidad V
en el dolor de la subjetividad de cada persona. Esto supone que tales intervenciones no
son ni facilmente alcanzables ni estan libres de dolor. En otras palabras, los carnbios las
timan V las transformaciones duelen. Aunque, por supuesto, esto no significa que carez·
can de efectos positivos 0, incluso, colateralmente placenreros.
Mi postura consiste en subravar que este dolor requiere ser respetado, V encuentro
insuficiente respeto por el dolor de los cambios profundos en el anal isis de Butler de la
transferibilidad V la negociabiliad del falo. Yeo en ellu una especie de redllccion no solo
del falo a su sosten organico en el pene, sino tambien del cuerpo erotico en su totali·
dad al status de un dispositivo protesico. Butler reduce la morfologfa V los perfiles ana·
tomicos a practicas discursivas, esto es, a los enfoques utilizados par la biologia, la psico
70 Judith BUTLER, «The lesbian phallus and the morphological imaginary", Differences 4 1 (1992), p. 168, n. 19.
62 63
i:~
logia y las disciplinas dedicadas al estudio de las horrnonas y de la bioquimica. Estas
actuan como matrices interpretativas que afectan y limitan el acceso a la materialidad
del cuerpo, Esto significa que los 6rganos son meros «efectos imaginarios y que la rela
cion entre ellenguaje y la materialidad es la de una unidad indefmida de elementos que
no son ni absolutamenre identicos ni absolutamente diferentes» 71. Aqui, el imaginario
remite a la idea marxista de la falsa conciencia, algo esencialmente endeble. EI hecho
de que el imaginario sea tanto constitutive como false imp ide a Butler encomendarle
la mision politica de activar el cambio 0 de resistir a las formaciones hegcmonicas del
sujeto como hace lrigarav, De este modo, vuelve a caer en la clasica equiparacion del suje.
to politico con la actividad consciente y voluntaria. Esto suscita la cuestion de como un
sujeto politico puede alcanzar un carnbio realmente profundo de su economia sexual.
De hecho, la problematicidad del genera no garantiza la subversi6n sexual.
En mi opinion, la posicion de Butler tanto sobre la diferencia sexual como sobre las
teorias psicoanaliticas de la perdida originalloriginaria que yace en el corazon del sujeto ..
es bastante contradictoria. Pienso que Butler reconoce y niega al mismo tiempo la reve- ',I lacion propia del psicoanalisis de que en el origen del sujeto se encuentra la perdida cons-:I
titutiva del primer objeto de des eo, la madre. Sin embargo, tal y como sostuve previa
mente, lrigaray piensa que la maternidad y el lugar materno-femenino de la subjetividad
nunca es s61010otro, especular y reactive, de 10 misrno. En su proyecto politico de recon
figural' la materialidad corporea de sujetos feministas altemativos, 10 maternal es el labo
ratorio en el que se elabora 10 «otro de 10Otro», es decir, 10 femenino virtual que es acti
vado por feministas en un proceso que es tanto politico como conceptual. Butler no
comparte esta referencia a un «otro» corp6reo 0 femenino maternal encarnado que esca
pa 0 excede a una representacion adecuada dentro de la economia falogocentrica.
Butler no comete en realidad ninguna incongruencia, puesto que su postura responde
al esquema de genero que esboce en las paginas anteriores, especialmente a la interpre
tacion de Gayle Rubin de las ideas de Levi-Strauss y ala teoria de la matriz heterosexual 72.
Nuevamente, deseo incidir en que los pensadores postestructuralistas, como Irigaray y
Deleuze, proponen una lectura bastante distinta del sujeto. De hecho, la materia corpo
ral, la sexualidad y Ia reproduccion son centrales en su pensamiento, pero tambien son
desencializadas. El enfasis en la sexualidad y la filiaci6n, 0 en la materialidad de la repro
duccion humana, descansa en el corazon del debate tanto del sistema de parentesco como
del campo social. En esta tradici6n intelectual, las cuestiones relativas a la sexualidad y a
la filiaciCm son tan fundamentales que no pueden ser reducidas a una sociologfa de los
roles de genera. Mas exactamente, yo dida que la diferencia descansa en la necesidad
il Ibid., p. 151. i2 Gayle RUBIN, «The Traffic in Women: Notes tow,mis a Political Economy of Sex", en Rayner
Reiter (ed.), 1()WLlTd an Anthropolugy o!Wornen, Nueva York, Monthly Review Press, 1975.
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imperiosa de considerar la copresencia de relaciones de poder rnorfologicas y sociales y su
impacto conjunto en el posicionamiento del sujeto.
Ast pues, Butler se retira de la senda rrazada por las teorias postestructuralistas de
la diferencia sexual porque no reconoce el poder transformador de 10 femenino para
subvertir la economia de la representacion del falogocentrismo. POl' 10 tanto, para
Butler, asi como para Rubin, De Lauretis y otras autoras, el acto de exclusion de 10
femenino y el rechazo (consecuente) de 10 materno no es, pues, ni primario ni funda
eional. Mas exactamente, es presentado como una proveccion alucinatoria a posteriori
que encubre el sentido de perdida, 10 cual mantiene al sujeto en una busqueda ilusoria
de la coherencia y de la autoconciencia.
Sobre este terna, yo me inclino a favor de la revelacion psicoanalftica de que la sepa
raeion, 0 la perdido, de la madre es un paso crucial en eI proceso de constitucion del suje
to. Con lrigaray, sostendna que, para la nina, la perdida del cuerpo de la madre implica
una carencia fundamental del narcisismo prima rio, como cicatriz de la herida fruto de la
separacion. Esta perdida originaria tambien cancela el acceso a la madre como primer
objeto de deseo y, de este modo, priva al sujeto femenino de las bases ontologicas funda
mentales de la confianza en sf. POl' otro lado. el nino es posterionnente «cornpensado» de
la perdida de la madre viendo su deseo aplazado y desplazado hacia otra mujer, Es posible
que pierda el objeto de deseo original, pero, a carnbio, hereda la tierra: los hombres obtie
nen todo tipo de veutajas de su posicion de representantes del significante falico. Sin
embargo, para la nina, unicamente queda la miseria economica y simbolica.
En mi opinion, esta vision de la separaci6n original impliea que la integridad de lasub
jetividad y del erotismo femeninos, la totalidad de su cuerpo, es cortocircuitada en el pro
eeso. Como dida Deleuze, a la nina Ie es «robado» su cuerpo en el momenta en el que
toda su sexualidad es forzada a someterse al regimen falocentrico. En este punto, creo
que es importante subrayar en su justa medida el hecho de que Deleuze e lrigaray com
partan la misma matriz conceptual y como difieren radicalmente del paradigma de gene
ra de Gayle Rubin, principal fuente de inspiraci6n para Butler. Deleuze considera que eI «cuerpo robado» de la nina marca la exclusion de la misma de la rcpresentacion simb6lica.
Constituye la «G1ptura» de su cuerpo por eI vampiro edipizante del falogocentrismo.
Tanto lrigaray como Deleuze hacen hincapie en que es lamaterialidad especffica de la carne
femenina to que es eliminado par el regimen fatico. Esta supresion primaria es ]a eoncli
cion de posibilidad del secuestro subsiguiente dd orden simb6lico por 10 masculino.
Butler, pm su parte, interpreta cste secucstro ontol6gico de la subjetividad er6tica de
]a nina exclusivamente en tenninns de repudio de ]a homosexualidad lJ . Esta es ]a con
)) Hemps optado por traciucir Ll tcrmino !mcclosLtTC por «repudio" en lugar de por «rechazo» de
acuerdo con la tcrminologfa lacani:lI1a y siguicndo la traducci,'ll1 ofrccida pur Jean Laplanche y Jean
Bertrand Pnntalis en su Dicci()Tl(/1"io de PSlcowui!i,is, Barcelona, Labor, 1983.
65
r :v
secuencia directa y coherente de la teo ria del genero can la que Butler trabaja, que
asume la erosion constitutiva y a priori de la homosexualidad par un sistema de genern
que crea la normatividad (hetero) sexual y la impone sabre los cuerpos vivos. Sin embar
go, a mi modo de ver, esto supone tanto una reduccion de la revelaci6n psicoanalftica
coroo una asunci6n te6rica infundada respecto al proceso de sexualizaci6n del sujeto.
Butler cornparte la premisa lacaniana de que la entrada en ellenguaje a el acceso a
10 simb6lico requiere la separacion y la perdida del cuerpo materna. Sin embargo, ella
da un paso mas en su argumento: «En tanto que ellenguaje parece estar motivado par
Ul!2 perdida que no es capaz de larnentar, para repetir la misma perdida que se niega a
reconocer, podrlamos conternplar esta arnbivalencia en e1 corazon de la iterabilidad lin
gufstica como el receso melanc6lico de la significacion»?". A partir de esta perdida ori- .
ginaria que unicamente a posteriori puede convertirse en la fantasia de un origen per-,~ dido, Butler extrae la conclusion, en mi opinion infundada, de que la materialidad del S
''..,>
cuerpo como un tada niega toda validez prediscursiva. Buder opina que se trata de una .,';
construccion a posteriori que siempre es ya sexuada. Para Butler, el hecho de que esta ::':
perdida este siempre y ya capturada dentro del lenguaje tiene el efecto paradojico de "
privarla de cualquier valor fundacional materialista, ya que, si todo es lenguaje, enton- "
ces, tada vale. A partir de aqui se deduce una devaluaci6n sistematica de 10 femenino .\
como ellugar de una perdida y, consecuentemente, como genesis del sujeto, ;;
La idea esencialmente implfcita en la posicion de Butler es que la «madre» en cues.~
tion en esta perdida originaria es, de hecho, el lugar y el objeto del amor homosexual.
Sabre esto no hay nada erroneo, pero no es suficiente. Etectivamente, esta discusi6n no
puede llegar muy lejos si no se tiene en cuenta el impacto de la fantasia en cualquier
analisis de los «orfgenes» del sujeto. Par supuesto, aceptar que cualquier teorfa relativa
a los origenes esta cargada fanrasmaticamente puede que no la convierta en menos fan
tasrnatica, pero, al menos, tiene la ventaja de la autorreflexividad. Encuentro que la crf
tica de Buder del psicoanalisis carece de esta autorreflexividad, can el resultado de que
sus intervenciones pueden ser facilmente puestas en tela de juicio mediante analisis
alternativos no menos fantasmaticos pero sf mas conscientes. Como ejemplo me gusta
ria evocar una contrahipotesis elaborada en respuesta a la lectura lesbica de Butler de
la perdida originaria de fundamento por el sujeto.
Es un hecho constatado que, en la mayoria de los casas, las madres son las amantes de
alguien mas, y que esta triangulacion basica de la pareja y la criatura solo aporta cample
jidad y ambigiiedad a la supuesta «exclusividad» del vinculo madre-hijolhija. Ademas, al
menos estadisticamente y par el momenta, la mayoria de las parejas de la madre tienden
a ser hombres, es decir, seres humanos del sexo opuesto. La presencia de un otro u otra
sexual no es irrelevante, puesto que, incluso si la madre esta sola 0, de hecho, es lesbiana,
74 Ibid., p. 15L
la presencia rnorfologica, biologica y simbolica del otro sexo -aunque s610sea a traves del
esperma a del semen- no es indiferente. Nuevamente asumo el riesgo del esencialisrno
estrategico afirmando la importancia de inscribir en el coraz6n de la narrativa del origen
del sujeto el principio del no Uno, esto es, de la diferencia inconmensurable.
Independientemente de la identidad sexual y del genero de la pareja, las huellas de
la heterosexualidad sabre todas las personas son innegables, Naturalmente, se puede
optar par ocultar este hecho y evitar todos los envoltorios morfologicos de la diferencia
sexual, como un pene fijado realmente a un cuerpo deseante masculino, la penetraci6n
al estilo prescrito en la Biblia 0 la fecundaci6n del 6vulo mediante la penetraci6n del
pene portador del esperma en la vagina. Se pueden ensalzar las virtudes de las mascara
das y de la polivalencia, como las lesbianas travestidas levantadoras de pesas, a subrayar
todo tipo de alternativas protesicas a tecnologicas, como las mujeres can dildos atados y
hombres sin penes, pero esto no bastara para borrar la diferencia sexual. Un mero des
plazamiento en el referente simbolico no puede alterar las huellas somaticas y psiquicas
de la otredad sexual. Estas huellas estan codificadas en la carne, como una memoria ele
mental, como un banco de datos genetico que precede a la entrada en la representacion
lingiiistica. Al principia, hay diferencia en el sentido positivo del «no Uno», es decir, hay
carne que ha sido engendrada como resultado del encuentro de dos otros, independien
temente de su morfologfa sexual y de su identidad de genero concretas, Al principia, hay
carne viva que anhela la vida, y aliento que ansia respirar. Aunque la tentaci6n de pro
yectar esto en una iconografta cristiana sea poderosa, yo apelarfa a la resistencia y a
intentar, en cambia, un analisis secular y materialista corporal de este proceso. La con
secuencia esta clara y descansa en que las posibilidades virtuales que han sido repudia
das par la entrada en un regimen de significaci6n falico que ha secuestrado el cuerpo y
la sexualidad de la nina no pueden ser recuperadas mediante meras repeticiones parodi
cas, sino que es necesario un tipo de mimesis mucho mas profunda y afirmativa para
movilizar las estructuras mas arcaicas. EI regreso a la carne pone el acento en los lfrnites
de los modelos serniologicos a basados en la lingufstica de la repetici6n y la subjetividad.
Esta es una de las razones principales par las que aprecio la Ilarnada sobria de Irigaray a
una reevaluacion radical de la heterosexualidad como reconocimienro de diferencias
inconmensurables, fuera del esquema dialectico de la hegemonia de una conciencia
soberana. En este sentido, todo 10que significa la diferencia sexual es la importancia fun
damental del principia del «no Uno» en el origen del sujeto.
A diferencia de Buder, que leeria esta afirmaci6n como una evidencia adicional de la
fuerza constitutiva de la heterosexualidad y de la borradura a priori de la homosexuali
dad de nuestro horizonte psiquico, yo pienso que revela las fundaciones encarnadas y
sumamente materiales de nuestros yoes corporales. Butler opta por el giro linguisti-:o; yo
tomo la senda n6mada de 13 carne. Pienso que la diferencia sexual ewi escrita en el cuer
po de mil maneras distintas, incluidas aquellas de las que hay evidencias harmonales y
66 67
~
endocrinologicas, Esto hace ernerger la cuestion de los limites de la encarnacion 'I' de
cuanta libertad somas capaces de prender con el yo ernpirico, encarnado, que poseemos,
Simplernente, (en que grade es «negociable» la subjetividad encarnada e inscrita de cada
uno 0 una, considerando que el sujeto es un cnsamblaje de relaciones coustitutivas que
se apoyan sobre convenciones sociales 'I' estructuras de poder? Como pregunta Deleuze, J(de que es capaz un cuerpo? Quisiera argumentar que 10 ernpfrico es la localizacion espe, <)
cffica de una entidad en la medida en que es espacial, geopolirica incluso, pew tambien
temporal, en un sentido tanto lineal e historico del tiempo (Chronus) como circular 'I'
geneal6gico (Aion) del mismo. Toda entidad tiene incorporada su propia temporalidad
en tanto que organismo, asi como una ternporalidad proyectada al futuro mas compleja
en tanto que sujeto nomada. Volvere sobre esto en el capitulo 2.
Adenuis, el esquema psicoanalitico de la triangulaci6n del deseo mantiene la impor.
tancia de la madre como objeto de amor fantasmatico tanto para el amor homosexual como
para el heterosexual. Si tiene algun sentido el comentario tan discutido de Freud (y suma
mente sospechoso para Butler) de que todos los humanos son polimorfos 'I' perversos, es el de indicar la presencia sensual, constitutiva 'I'envolvente de la madre 'I' la primacfa del vincu
lo con ella durante la vida del sujeto. Pero no hay evidencias, ni necesidad, de que este
amory el vinculo que se desprende del mismo sea homosexual a lesbico, 0 de que a/guna vez 10 hayasido. En este punto debemos restablecer la nocion de fantasia.
Pienso que la funci6n de la Ley simbolizada par el falo no consiste unicamente en pro
porcionar un sentido -siquiera ilusorio- de coherencia al sujeto a traves de su inscripci6n
en los c6digos dominantes de la cultura. Tambien, 'I' ante todo, es un principia de gesti6n
de la fantasia de la perdida original. Esto signiflca que necesitamos reinscribir en el cora I zon de la subjetividad humana la presencia de una tercera dimension, un tercer elemen
to a un «afuera» que es constitutivo precisamente porque no es bilateral sino plural. Esta
triangulaci6n del deseo es el eje del nllcleo hegeliano del psicoanalisis. El tercer elemen
to interviene entre la madre 'I' la criatura '1', consiguientemente, multiplica la sensaci6n de !desgarro del sujeto, puesto que, literalmente, Ie inunda can el «afuera», 10 social, 10 sim I
bolico, 10 cultural 'I' can tada la avabncha de afectos que esros arrastran. iI
El hecho de que este «otro» -el objeto de la atencion 'I' del deseo de la madre- sea un
hombre u otra mujer cambia poco en b funcion del tercer elemento como organizador psi
quico de la diferenciacion entre la madre y la criatura. Este tercer elemento expresa, mera
mente, la verdad psiquica fundamental de que el clesco de la madre est8.en otra parte, que
no coincide con la demanda absoluta 'I' con las expectativas totalizantes de la criatura por
el mismo. De ahi el caracter de1usorio del anhelo de Iacriatura de ser el falo de la madre,
es decir, de ser «todo» para ella. Reconocer esta desilusion es un paso necesario en el pro
ceso de constitucion de un yo autlinomo 'I'operativo '1', en este sentido, marca la capacidad
del sujcto para distinguir la fantasia de la realidad. Lo conmocion que produce este reeo
nocimiento entrafia un sentimiento de perdida, de duelo y de melancolfa. Pero este es el
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precio que se paga, el kilo de carne que debe ser sacrificado para alcanzar la madurez etica
y emocional. Literalmente, no se puede tener siempre 10 que se quiere.
Resulta interesente traer aquf a colacion la perspectiva alternativa ofrecida por Kaja
Silverman75 . Ella senala que el falo bien podrta ser un sistema monologico pew que fun
dona de modo diterenciado, es decir, produciendo series binarias complernentarias. De
este modo, 10 que Lacan define de manera significariva como «EI nornbre-del-padre»
tambien, 'I' simultancamente, expresa el deseo de la madre. Este deseo no es merumen
te del pene, aunque forme parte de el, sino de todo 10 que representa eroticamente -la
promesa de plenitud y de jouissance-, asi como cultural 'I' socialmente, a saber, el privi
legioyla seguridad. En todos estos analisis, la Ley simbolica del padre separara a la cria
tura de la madre 'I' obligara a ambos a renunciar a la fantasia de plenitud que marca su
VInculo. La funci6n simbolicu de separar a la madre de la criatura es considerada par
Lacan como el paso decisivo a la sensatez en tanto que hace quebrar la influencia
potencialmente totalitaria de la madre sabre la criatura. Esto se produce mediante la
instalacion del falo en el papel de marcador de la perdida del deseo por parte de [a cria
tura de ser el objeto absolute del deseo de [a madre. En mi opinion, es importante lla
mar la atencion sabre el hecho de que [a critica ferninista de Lacan, como la formula
da par lrigaray, no cuesriona la funci6n psfquica que juega el significante simbolico
como principio de orden, de separacion 0 de diferenciacion. La corriente lacaniana mas
conservadora, como Kristeva, considera esta funci6n simbolica como vita[mente nece
saria, moral e, incluso, sagrada. El blanco de [a critica de Irigaray es la insistencia de
Lacan en que esta funcion simbo[ica unicamente puede y debe ser satisfecha par el falo.
Como veremos en el capitulo siguiente, Deleuze 'I' Guattari son los crfticos mas radica
les del concepto de 10 simbo[ico, considerandolo como el significante desp6tico de una
economia politica explotadora del deseo. Sin embargo, esta no es [a posicion de Iriga
ray que sostiene que eI fa[o lacaniano es el rderente imaginario del pene '1', asimismo,
el operador simbolico de la divisi6n necesaria del sujeto de su madre que inaugura su
entrada en el lenguaje. En ultimo lugar, pero no menos importante, tambien es la ins
cripcion de la metafora paterna en el coraz6n del contrato social. En todas estas apor
taciones, el falo no es ni p[astico ni (Jciimente transferib[e, como Butler sostendrfa.
En mi opinion, Butler confllnde 'I' condensa -por razones politicas- tres cuestiones
separadas que son cruciales en el proceso de separaci6n 0 de diferenciaci6n de [a madre.
En ella se amalgaman:
• separacion de h madre;
• reali:aci6n del imperativo heterosexual;
• pcrdida constitutiva de la homosexllalidad.
75 Kaja SIL\'Ef(~1i\N, «The LlCanian phillllls», Differences 4 1 (1992). pp. 84-115.
69
:; ~ "":..
Estos «mementos» en la constitucion del sujeto ni coinciden ni van unidos, ya que necesitan desplegarse siguiendo una escala temporal ordenada de modo mas secuencial. .'1 EI tiempo debe jugar aqui su papel. La perdida del objeto original es un trauma demasiado total y fundamental como para que el sujeto infantil, con todo a 10que se tiene que enfrentar, vaya mas lejos en sus especulaciones. La realizacion de la diferencia sexual se produce, por supuesto, pero esto ocurre mucho despues. De hecho, esta realizaci6n en concreto precisara ser reconstruida a posteriori como una fantasia de un origen eternamente siernpre-va perdido. Es una narrativa saturada por fantasias acerca de
sf mismo 0 misma recreadas para protegerse. EI acto de separacion de la madre como principal organizador de las coordenadas espacio-temporales del sujeto no coincide con la percepci6n de la imposibilidad del amor homosexual, 0 con la desconcertante com
prensi6n de que la madre no es homosexual/gav/queer, sino un sujeto deseante heterosexual perdido para siempre. Me gustarfa apelar a una secuencia temporal distinta entre
esos momentos diferentes que posibilitara algo de espacio psfquico entre la perdida primaria y la represion subsiguiente del cuerpo materno, y la asignaci6n de la diferencia sexual. De heche, si no se concede ese espacio psiquico, no yeo de que manera podria
darse ningUn proyecto feminista de transforrnacion de las estructuras profundas de la
subjetividad femenina. Al igual que Irigaray, pienso que el cuerpo materno proporciona tanto el lugar de destituci6n como de recuperaci6n de la subjetividad femenina feminista entendida como una realidad virtual de un vinculo de referencia renegocia
do colectivamente. Es la semilla del femenino virtual. Sin embargo, el motor de la
transformaci6n es temporal. Afortunadamente, el tiempo esta a nuestro a favor. Ahora, me gustaria pasar a tratar las implicaciones estrategicas que se derivan de
todo 10anterior. Me uno a Irigaray y a Deleuze al considerar la eliminacion de 10feme
nino, su secuestro por el regimen edipico, como signo del repudio de la totalidad de la subjetividad de las mujeres. Lo femenino como ellugar repudiado de la perdida se con
vierte en el signo de todos los restantes tipos de exclusiones que, por ahora, son posibilidades «s610 virtuales». Esta divisi6n del trabajo psiquica y simbolica entre presencia
simbolica (M) y ausencia (F) viene a construir el campo social, asi como el rol y el status respectivo de los hombres y de las mujeres en tanto que referentes ernpiricos de las
construcciones imaginarias de la masculinidad y la ferninidad. EI caracter necesario de este estado de cosas no es otro que el que se deriva de la larga historia que arrastra. Si
se prefiere, puede llamarse con Deleuze un habito establecido, una costumbre sedimentada, 0 una adicci6n institucionalizada. De este modo es como yo interpreto la afirmaci6n de Levi-Strauss de que la exogamia y el intercambio de mujeres por parte de los
hombres no responde a una necesidad logica ni psfquica, ya que es s610 un efecto de la sedimentaci6n hist6rica. Por supuesto, podria haber sido al reves, y las posibilidades excluidas -Iease, el intercambio de hombres por parte de las mujeres- pueden emerger
como hipotesis, 0 acabar siendo rescatadas como realidad virtual. EI problema de como
70
rescatarlas Y acceder a ellas, asi como la hipotesis de altemativas virtu ales de localizadones diferentes de la subjetividad, implica cuestionar sus localizaciones materiales inscritas hist6ricamente. No es posible cambiar una cosa sin la otra.
Butler sostiene que, mas alla del femenino materno se encuentra el objeto de deseo siempre-ya perdido, el otro u otra del mismo sexo, homosexual, que juega el papel del afuera constitutivo. Lo femenino s610 apunta hacia esta homosexualidad repudiada, como una serial en una carretera en medio del desierto de Gobi indicando una poblacion situada a miles de kilometres de distancia. Un significante de 10inalcanzable, un signo de perdida y de destituci6n, un camino hacia la desesperaci6n, el femenino de Butler es reducido a un esfuerzo patetico por estimular la significacion en la carretera hada ninguna parte. Claramente, no comparto esta depreciaci6n de 10femenino, ni en
un plano conceptual ni en un plano estrategico. En mi opinion, el argumento de Butler esta sacado del mismo patr6n que la teoria de Irigaray, pero, mientras que esta propone una forma de mimesis deconstructiva que perrnitiria tanto a hombres como a muje
res desandar los pasos de la perdida original y apartarla del duelo y la melancolfa, Butler prapone un nocion performativa de la identidad de genero que no consigue dar cuen
ta de los procesos del inconsciente. Biddy Martin ha comentado la «ferninofobia» (la terminologia es mia) de las teortas
de Butler y ha expresado su preocupaci6n acerca de la desaparici6n de 10femenino que esta teniendo lugar en la teoria queer: «En primer lugar, limita el horizonte de la inda
gaci6n feminists. Y, en segundo lugar, asocia a la lesbiana, que se identifica con el otro
genera con la sexualidad, a la feminista lesbiana con las identificaciones de genero y a la lesbiana femme se la condena a la invisibilidad absoluta [...]. En gran parte de la obra
feminista lesbica, la mujer que se identifica con ser mujer ha reprimido y reprime tanto el caracter femme como las identificaciones con el otro genera» 76. De hecho, resulta
espectacular de que modo en Estados Unidos las teorias lesbicas y queer han eclipsado
toda idea de la «rnujer que se identifica con ser mujer». Realmente, las identificaciones femeninas estan fuera de la foto, incluso la lesbiana cuyo aspecto pasa por ser femeni
no 0 la femme ha sido censurada, a menos que se inscriba en la pareja butch-femme. Martin encuentra que la oposici6n entre «el ser queer» y la lesbiana femenina 0 mujer es
demasiado extremista y apela a unas fronteras mas permeables entre el dentro y el afue
ra de los sujetos encarnados y sexuados. Aunque el cuerpo y la psique estan saturados de los efectos del poder, no son reducibles al mismo y, por 10 tanto, es necesario un marco de analisis mas complejo.
Esto me lleva a pasar al tema de las implicaciones politicas, EI proyecto de la diferencia sexual consiste en intentar desplazar las bases constitutivas de la subjetividad femenina,
76 Biddy MARTIN, "Sexualities without genders and other queer utopias», Diacritics (verano/orono de 1994), p. 108.
71
tanto para las personas heterosexuales como homosexuales y, pm consiguiente, obliga a
repensar todo el abanico de posibilidades de apropiacion de la sexualidad para mujeres y
hombres. El trabajo de Irigaruy en torno al «trascendental sensible» adquiere una re!evan_
cia capital en este punto. La contrapartida esencial de esta reinversion de la sexualidad y
del proceso subsiguiente de radicalizacion de la heterosexualidad afecta al papel de los
hombres. Con el fin de ayudar a comprender la importancia de esta cuestion, me gustarfa
recorder mi argumento anterior respecto al efecto de la «guerra de sexes» en el feminismo
estadounidense. La sexualidad desaparecio de las agendas polfticas de las corrientes prin
cipales del feminismo y regreso con un renovado Impetu bajo el paraguas de las sexualida_
des «minoritarias- y de la mano de las mujeres de color y, especialmente, de las sexualidades ;;.
lesbicas y queer, en oposicion al moralismo y al silencio de la mayorfa liberal. El resultado
paradojico de este proceso descanso en que tanto la heterosexualidad como el papel de los
hombres son doblemente silenciados. Por parte de la mavoria ferninista liberal a causa, ':"
como en el caso Clinton-Lewinsky, de que, literalmente, no saben que decir sobre la sexua.
lidad masculine estadounidense blanca y, por parte de las teoricas y teoricos queer, porque I
asirnilan la heterosexualidad con el poder; la dominaci6n y la exclusion. La posicion de
Butler comparte en cierta medida este diagnostico, ya que su enfasis en la matriz hetero
sexual del poder tiene el efecto paradojico de silenciar cualquier papel posible para los
hombres heterosexuales, incluso, los potencialmente liberadores.
Kaja Silverman, por el contrario, dernanda nuevas teorizaciones de la masculinidad
prestando mas atencion a la funcion simbolica que cumple el "Nombre-del-padre» y las
formas en las se organiza cl deseo a traves de una cadena bin aria de significantes. Mien
tras que Lacan asume sin ningun problema la relocalizaci6n de la Carencia masculina
como ellugar del sujeto femenino en toda su miseria simbolica, algunas feministas radi
cales lacanianas como Silverman demandan otro tipo de saberes: <,La unica ley inmu
table del deseo es la que niega a cada uno de nosotros la posibilidad de la totalidad y de
la autopresencia, esto es, la Ley de lenguaje. Intentemos vislumbrar otras formas de vivir
esta ley que no sea a traves de la distribuci6n diferenciada de la carencia» 77.
En cambio, Irigaray da en el blanco en ambos registros. En primer lugar, relocaliza a
la madre lejos dellugar de significante privilegiado de la carencia y reconfigura la sexua
lidad feme nina como multiplicidad y pOroSiLbd en opLlsici6n a la unicidad y la rigidez.
En segundo lugar, no s6lo interpela directamente a los hombres, sino que tamben les
infunde potencia para experimentar su sexualidad de modo diferente puesto que enos
tambien pueden intentar reencarnar y reinscribir su sexualidad fuera dclmodelo falico.
Nada cambiara a menos que ambos sexos se unan en el esfuer:o de implementar una
sexualidad no blica y de reinscribir el guion de la sexualidad almargen de la violencia
del bIll. Traducido allenguaje de Deleuze, 10 mayoritario necesita Llevenir minoritario:
;; Kaja Silverman, "The Lacanian phallus», cit., p.144.
72
necesitamos un devenir minoritario polivalente, fluido, de ambos sexos, hombres y
ll1ujeres conjuntarnente. La alternativa seria asumir que la hererosexualidad es una
palabra sucia y una practica obsolete que es necesario enterrar de una vez por todas,
pero ique tipo de mensaje feminista seria ese para la mavorfa de las mujeres?
En mi opinion, el discurso de Butler es reductivo a la hora de tratar el deseo hetero
sexual como si unicamente tuviera que ver con la dorninacion y la exclusion (huellas de
Wittig) 0 con la posesion de ciertos organos. Comprendo que parte de su vision reduc
tiva es contextual, ya que, en Estados Unidos, la influencia de feministas como McKin
non y Dworkin ha dado como resultado una asirnilacion de la identidad de genero hete
rosexual con la subordinacion sexual e, incluso, con la victimizacion. En carnbio, pienso
que lrigaray brinda una alternativa sensata y factib1e en su intento de radicalizar la here
rosexualidad. Su objetivo apunta a tornar el encuentro sexual en una suspension de los
juegos dialecticos de dominacion, un espacio estratificado de encuentro, admiraci6n y
amor de las diferencias multiples encarnadas en el otro 0 la otra. Por otro lado, Deleuze
ofrece la alternativa de la polisexualidad, tal y como verernos en el siguiente capitulo. En
todo caso, la heterosexualidad no puede ser reducida unicamente al deseo del pene 0 a
la busqueda del reconocimiento social y de la normalidad. Especialmente, para los suje
tos femeninos ferninistas, la heterosexualidad comprende un horizonte de rnucha mas
amplitud y ofrece una gama mucho mas arnplia de otredad sexual. Esta no tiene por que
ser un modelo estatico 0 hegem6nico sino, mas exactarnente, el proceso del encuentro
entre posiciones sexuadas nomadas. En mi opinion, el regimen sexual patriarcal ha nega
do la plenitud y la simetria de las dos economias sexuales, comprimiendo a ambas bajo
elpeso del falogocentrismo. En definitiva, yo pienso que tambien es un proyecto radical
vislumbrar la recomposici6n de otro tipo de heterosexualidad que respete la diferencia
inconmensurable de un «dos» virtual que necesita ser explorado y conformado en dia
logo con los 0 las <,mismo/as» y «otm/as» sexuales.
Mas aIM del duelo y la melancofia
En la seccion anterior, han aflorado repetidamente cuestiones sobre la repetici6n y
la mimesis. Permitaseme ahondar en esta exploracion. Butler hace hincapie en las performances, pero opta por representar b compulsion de repetir el ritornelo de la negati
vidad y de la mala conciencia. Aqui, b repeticion no es entendida en un sentido mime
tico, no hegeliano, del termino, sino en el sentido derridiano de la inevitabilidad del
etemo retorno de la violencia del significante. Indiscutiblemente, el deseo juega un
pape! en el pensamiento de Butler, pew se trata de una teoria del deseo negativa y \lena
de duclo que minimiza el papel y el impacto del placer en la constituci6n del sujeto y
que csquiva la cuesti6n del inconsciente.
73
La melancolia juega un papel crucial en la teorfa del deseo de Butler, ya que, para
ella, el deseo es mortal. De hecho, su tesis descansa sobre la premisa de que el «genero.,
presupone el repudio del amor homosexual, el cual unicamente puede ser experimen_
tado como siernpre-ya perdido y fuera de todo alcance. Esto refleja, y proyecta en Otra
direccion, la idea de Irigaray de que el sujeto se constituye a traves de la perdida origi_
nal del cuerpo de la madre y de que la entrada en 10 simbolico requiere la supresion de
ese vinculo prima rio. En cambio, el concepto de Butler de la matriz heterosexual eXige
el repudio de la hornosexualidad, determinando un itinerario psiquico trazado sobre la ~.
perdida constitutiva. De ahi, tambien, su enfasis sobre la pulsi6n de muerte. .,':~
La melancolfa se caracteriza por la interiorizacion de la perdida constitutiva. Las muje
res, los y las homosexuales, las personas de color y los sujetos poscoloniales son particula-, ':
mente propensos a la melancolia, ya que ocupan un lugar marginal dentro del simbolico "
falogocentrico. Este problema va mucho mas alla de la patologia individual y aIcanza una~'
dimension politica centrada en el apego y la fidelidad a un objeto de amor prohibido 0 .-)
socialmente irrepresentable y privado del reconocimiento. En ausencia de un lenguaje
publico y de un ritual de reconocimiento y, por 10 tanto, de duelo, la melancolia asume una
dimension social y politica. La perdida innombrable e innombrada del objeto de deseo
-que, para Butler, es el homosexual amado- se repliega en la psique como recordatorio de
la pena insoluble. Analizar la naturaleza insoluble de este dolor equivale a poner en tela de
juicio la econornia politica de la heterosexualidad obligatoria que la genera.
Esta preocupacion con la muerte y con la perdida resulta problernatica. A pesar de la
centralidad que cobra en la vision hegeliana-lacaniana de la constitucion del sujeto, pien
so que a la luz de las aportaciones de Foucault, lrigaray y las teonas psicoanaliticas femi
nistas, se cuenta con algunas altemativas mas ricas en cuanto a la potencia que transmi
ten, como, por ejernplo, el enfasis en el placer como elemento constitutivo de la
subjetividad. iQue pasaria si resultara que aquello que mantiene al sujeto atado a los apparati de poder que al mismo tiempo 10 construyen y 10 constrifien fuera, precisamente, el excedente de placer? El placer, especialmenre el placer excesivo, transgresor, y el placer de
romper las fronreras de lajouissance, es 10 que procura el pegamento que fija el imaginario
«sociodirigido» sobre el sujeto y viveversa. Zizek concibe esta fuerza adictiva como el impacto irresistible de la ideologia sobre el sujeto. En cambio, si pensamos esta cuestion
con la ayuda de lrigaray y Deleuze, creo que podemos plantear otra posibilidad: ique ocu
rrirfa si el «fijador» del paisaje pslquico fuera la plenitud desbordante del placer mas que el
discurso melancolico de la deuda y de la perdida? Creo que esta opcion mas spinozista tiene
mucho que ofrecer y la explorare mas exhaustivamente en los capitulos siguientes.
Ciertamente, este enfasis en el duelo y en la melancolfa esta motivado, en buena medi
da, par la preocupacion de Butler con las muertes que la crisis del sida ha causado en la
comunidad gay. Mas concretamente, su trabajo esta inspirado par el problema de como for
malizar en la esfera publica un discurso gay sobre la muerte y la perdida. Las ceremonias de
74
duelo publicas son necesarias para que el dolor gay pueda ser reconocido y aceptado social
mente. Pienso que esta preocupacion encomiable y humana descansa en el coraz6n de la
apuesta de Butler por la economta politica del duelo y de la perdida. Tarnbien la adscribe
mas firmemente a la tradicion lacaniana de 10 que en realidad perrnitiria su trabajo.
Para el pensamiento lacaniano y deconstruccionista de inspiracion piscoanalitica de
final del milenio, el deseo es el margen de exceso que necesariamente es repudiado en
la instancia de estructurar enunciados dotados de significado, esto es, de dar sentido.
Sin embargo, en el esquema hegeliano que domina el concepto de deseo de Lacan, hay
una deuda ineludible con la negatividad. un deficit ontologico que nunca puede ser
reparado 0 saldado. La obra de Zizek sobre la negatividad en la esfera publica sociopo
lftica es una clara muestra de ello. En opinion de Zizek, la «fantasia» es tanto el motor
oculto del aparato de la subjetividad como aquello que no puede asimilar, De modo
semejante a 10 «abyecto» de Kristeva, esta nocion de la fantasia hace referencia a 10 que
no puede ser integrado en la estructura simbolica, 0 mas exactamente, aquello cuya
funcion consiste en resistir a la asimilacion por 10 simbolico, De este modo, la «fanta
sia» es definida en referencia al concepto de Hegel de «negatividad» como una defailIance (un fallo 0 deficiencia) sistematica y necesaria en el nucleo del sujeto. En opinion de
luek, el elemento de la fantasia funciona como un vado creativo, el fondo remoto fan
tasmal 0 espectral de Su (de el) insustancialidad. El imaginario gotico que satura los
textos de Zizek no es accidental, ya que conecta, por una parte, con su interes por
los generos menores del cine contemporaneo como el cine de terror y la ciencia ficci6n
(volvere a tratar este tema en el capitulo 4) y, por otra, con su comprension varnpirica
del sujeto. De hecho, la fantasia se alimenta de la plenitud del sujeto, drenandolo a tra
yes de una serie de manifestaciones ilusorias y compensatorias del yo.
Asi pues, el sujeto se ve sometido a las formas abrumadoras y, por 10 tanto, irresisti
bles de cornpensacion 0 de «goce- de significados y productos culturales transrnitidos
por la ideologfa que aspiran a hacerle, a el 0 a ella, creer en una imagen coherente y
autoritaria de El mismo. Sobre este punto, pienso que Zfzek acentua los aspectos pesi
mistas de la teoria de Lacan de la subjetividad, aplicandoles 10 que yo describirta como
una sobredosis de dialectica hegeliana. El resultado final es una vision cinica y triste de
un sujeto para quien la carencia, la culpa y el descontento subsiguiente son estructura
les, es decir, necesarios y, por 10 tanto, ineludibles, Peter Dews resume la situaci6n con
una claridad admirable cuando sostiene que, contrariamente a Hegel, para Zizek «la
perdida de la perdida no implica la cancelaci6n, 0 siquiera la relativizacion, de un limi
te 0 de una carencia, sino, por el contrario, una aceptaci6n del hecho de que 10 que
pareda ser una perdida reparable, de hecho, es una ausencia constitutiva» 78.
78 Peter DEWS, «The Tremor of reflection: Slavoj Zizek Lacanian dialectics», Radical Philosphy 72 (julio/agosto de 1995), p. 24.
75
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r. - - • ~ " ..-. - '...... -r-", •..'...'.... ~ .' , ,\.-.
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:~~ Como era de esperar, una lectura tan conservadora de Lacan tie ne el efecto de acen,
tuar las definiciones, los posicionamientos y las conclusiones mas tradicionales sobre la .jMujer como construcci6n imaginaria y, en consecuencia, sobre las mujeres de carne y hueso. En terminos de pensar 10 fernenino, el trabajo de Zizek representa una regresi6n
antiferninista que reitera todo el repertorio de la invisibilidad y la especularidad simbo.
licas contra el que las feministas han estado argumentando desde que comenzara a apa,
recer la obra de Lacan. Butler"? ha criticado este aspecto del pensamiento de Zizek inci
diendo en el aspccto negative de su excesivo enfasis en el registro de la fantasfa y, consecuentemente, en 10 «Real» lacaniano en detrimento de una vision mas dinamica
y positiva del sujeto. Pienso que esto encaja plenamente en la idea especffica de la «ideo
logta» presente en el lacanismo exasperado de Zizek y que contribuye a la despolitiza
ci6n del psicoanalisis.
EI vacfo constitutivo que descansa en el micleo de la subjetividad y que, a su vez,
genera el yo como una entidad ilusoria y compensatoria repercute en 10 que Althusser
solfa denominar la producci6n ideologica. Se convierte en una idea absolutamente
inclusiva de todo y pierde, por consiguiente, cualquier posibilidad de definicion aflna
da. Aqui 10 que emerge es la paradoja de la evanescencia, de la desaparici6n 0 de la
muerte del sujeto que todo el pensamiento postestructurulista puso en el primer plano
de la teorfa crftica (en oposici6n a Zizek, considero que Lacan es un pensador de gran
relevancia dentro del postestructuralismo). Por ejemplo, Deleuze reinscribe esta no
existencia parad6jica del sujeto en la 16gica circular de la proliferacion de las diferen
cias y, consecuentemente, en un movimiento en sf mismo contradictorio de disoluci6n
del yo en una cadena de otros consumibles que obedece, fielmente, a la logica esquizo
frenica del capitalismo avanzado. lrigaray analiza este mismo fen6meno en terrninos de
una vampirizaci6n creciente par parte del sujeto contemporaneo de una idea de 10 femenino sobre la que se descarga todo el peso de la materialidad, la carne, el naci
miento y la muerte, mientras eJ chapotea en las profundidades pantanosas de su crisis
ontol6gica. De modo mucho menos imaginativo, ZiZek comienza defendiendo la visi6n
antirrepresentativa de la ideologia, para optar despues por una lectura m;is negativa
presidida todavfa por la despotenciaci6n del sujeto.
En cierto sentido, el «objeto» de la ideologfa no existe; se trata de un lugar creativo
vacfo que crea la ilusi6n de un yo coherente con capacidad de decision. La cuesti6n
estriba en que las representaciones ideol6gicas funcionan independientemente de que
su contenido sea «verdadero» 0 «falso». El exito de la ideologfa, por 10 tanto, no tiene
nada que ver con la verdad 0 la falsedad de su representaciCl1l; 10 re!evante, por el con
trario, es la posici6n subjetiva que la ideologfa fabrica implfcitamente en el proceso de
enunciaci6n. Con este movimiento, Zizek confirma ell el 'lmbito subjetivo la versi6n
79 Judith Butler, Bodies that Matter: On the Discursive Limitsof "Sex», cit.
lacaniana de la lmguistica estructural: esto es, al igual que no hay conexi6n logica 0
necesaria entre el significante y su contenido significado, tampoco hay una relaci6n nece
saria entre eI contenido de la ideologta y su efecto. Poco importa 10 que represente, el
efecto es crear un «hueco» 0 un lugar de enunciaci6n para el sujeto, y Zizek no ve esca
patona a esta infernal maquinaria circular. Tanto mas infernal en cuanto que sus ope
raciones no son transparentes, ya que, aunque Zizek intenta definir tres momentos de
producci6n ideologica -Ia ideologia como complejo de ideas y de textos, como mate
rialidad externa del aparato cstatal, y como producci6n general y extendida de la socie
dad en su conjunto y, especialmente, de los medios de comunicaci6n-, pienso que Ileva
hasta el extrerno la banalizaci6n de la noci6n de ideologia para cubrir todas y cada una
de las forrnas de representacion existentes.
Zuek argument» que el elernento «false» de la «falsa conciencia- inducida por la ideo
logfa responde a la irnposibilidad estructural de traducir a un lenguaje humane/so
cial!publico las fuerzas libidinalcs subyacentes. Zizek 10 expresa a traves de la nocion de
una «fantasia» que es ernpujada a buscar satisfacci6n y, al mismo tiempo, a fracasar en su
intento. Zizek y Butler compatten un enfoque realmente estatico de la materialidad del
sujeto encarnado dado que, en su opinion, la materia no tiene ni memoria ni fuerza dina
mica par sf misma y, ciertamente, nada fuera de un simbolico gobernado por la careneia y
la negatividad. Las implicaciones politicas de esta circularidad infernal son irnportantes,
puesto que, para Zizek, nos encontramos en el seno de un espacio ideologico desde el
momento en el que cualquier contenido, ya sea «verdadero» 0 «false», es funcional res
pecto a las relaciones sociales. Par 10 tanto, incluso los intentos de salirnos del camino mar
cado por 10 que percibimos como ideologia es la fonna precisa de nuestra esclavitud a la
rnisma, ya que nuestros intentos no son menos «ideologicos-. Como ejemplos de esta circu
laridad, Zizek cita la retorica de las «guerras humanitarias» en los Balcanes 0 las contra
dicciones internas que impliea el intento de batir a los medios de comunicaci6n con sus
propias armas. La consecuencia es que, en aras de la efectividad, tanto las relaciones de
dominaci6n como de resistencia a la ideologfa deben pennanecer encubiertas. Solamente
se puede denunciar la ideologfa desde un lugar que debe estar vacfo, no detemlinado por
ninguna realicbd positiva, 0, de otro modo, eaerfamos de nuevo en aquella. En la medida
en que, tanto para Zi:ek como para Lacan, este Illgar especial es el del psicoanalisis, cuya
funci6n es hacer al sujeto aceptar su esclavitud necesaria, el doble vfnculo polftico se cie
ITa sabre sf mismo y el resultadn final es una receta para la impotencia.
Con la armgante pretensi6n de haherla desenmascarado, Zizek perpetua toda una
economfa, infllnJida por el capitalismo, del d6ficit y de la carencia que inviste la maqui
naria conceptual lacaniana y la desposa con cierta concepci6n de Hegel. La «ilusi6n»
de la conciencia es rcdllcida a Sll conexion inherente -y dellda impagable- con 10 «Real,,; b materia Iihidinal primordial que construye la actividad social proporcionan
dole los cimientos necesariamente silenciados par3 10 que -si acaso-- puede ser dicho.
76 77
-~~
Esta carencia estructurante es central en la ontologta de Lacan de la neganvidad y da
lugar a 10 que Derrida describe como la «economia espectral- del sujeto, que consists
en una ausencia presente, constitutiva e irresoluble, 0 ausencia estructuralmente nece
saria, como unico modo en el que el sujeto puede estar presente para sf mismo 0 misma.
Como Kear sefiala atinadarnente, «Si el Ego equivale al Fantasma, entonces, "Yo soy"
significaria "Estoy embrujado?», en otras palabras, <<Yo" estoy construido 0 construida,
de manera sirnultanea, par la introduccion del deseo y por el fracaso de este 80. Esto
«me» obliga a repetir, de modo pertorrnativo, la escena primigenia «tantasmatica» que
rnarca el lugar de «rni» fundacion constitutiva en la perdida y la carencia. Verdadera
mente, esto me parece una autentica escena g6tica a tono con el pesimismo fin-de-sieele de nuestros dias. lnvita a recrearse en una glorificacion sostenida y, en ocasiones,
estatica de la perdida, del duelo y de la melancolfa que lleva casi a un punto de implo
sion la visi6n ficticia del sujeto elabarada por Lacan, Creo que este modo ligeramenre
alucinado tanto de eliminar como de afirmar al sujeto ocupa un lugar central en la
visi6n melancolica de la subjetividad de Lacan y de Zizek. La extrafia resonancia que
ha surgido entre ZiZeky Butler responde al hecho de que este concepto toma una vision
performativa del sujeto, como aquella entidad herida que persigue eternamente eso que
Ie da la espalda en el acto preciso de constitucion de su lugar de enunciaci6n. EI enfa
sis en el intento del sujeto de afirrnar su intensidad libidinal, el cual es, sin embargo,
estructuralmente aporetico y fundamentalmente fallido -esta insistencia en la carencia
y en la negatividad-; me parece tefiido de un comico toque de tragedia. Tiene que
haber una alternativa frente a la pasi6n negativa y a la seduccion de 10 aporetico. Tra
ducido a lenguaje nomada, he de decir que anhelo activamente un concepto mas ale
gre y potencializador del deseo y una economia polftica que coloque en primer plano la
positividad y no el pesimismo. Sin embargo, el rechazo explicito de Butler de la teoria
del deseo la sinia en una posicion antitetica a este enfoque'".
Este crepusculo inclinado a la melancolica de la teoria psicoanalitica es todavia mas
problernatico par su palmaria obliteracion del materialismo radical tanto de lrigaray
como de Deleuze. Ya en 1968 (en Diferencia y Repetici6n) , en el caso de Deleuze, y,
en 1974, en el de Irigaray (en Speculum de l'autre femme), habia sido planteada la obje
cion a la teoria del deseo como carencia. A saber, que ese sustrato libidinal estructural
mente silenciado que es el deseo no era del orden de una temporalidad indecible ni del
orden de una imposibilidad logica. EI momenta del arigen se encuentra en la constitu
ci6n del sujeto deseante como sexuado 0 perteneciente a un genera, cuando manifiesta
80 Adrian KEAR, «Diana between two deaths. Spectral ethics and the time of mourning», en
Adrian KEAR y L. Deborah STEINBERG, Mourning Diana. Nation, Culture and the Performance of Grief, Londres y Nueva York, Routledge, 1999, p. 183.
81 Judith BUTLER, Subjects of Desire. Hegelian Reflections in Twenueth-Cenwry France, Nueva York, Columbia University Press, 1987.
un fuerte vinculo con el femenino materna (Irigaray). Sin embargo, tarnbien esta histo
rizado en tanto que su falogocentrismo refleja una relaci6n instrumental con las rakes
afectivo-materiales del sujeto (Deleuze); en este sentido, marca un momenta especifico
en la historicidad de la construccion del sujeto bajo el capitalismo (Deleuze) y el patriar
cado (Irigaray). No puedo dejar de preguntarme par que las agendas innovadaras de
materialistas radicales como Irigaray y Deleuze estan siendo ignoradas 0 silenciadas por
los discursos poslacanianos sobre la negatividad que triunfaban a finales del segundo
milenio. iPar que la perdido, el fracaso, la melancolfa y la carencia ontol6gica contirui
an dominado las visiones del sujeto tanto dentro como fuera del feminismo?
Nuevamente, vienen a la mente consideraciones contextuales. En la decada de los
noventa, el imaginario social del feminismo estuvo dominado par la idea del fetichismo
y la figuraci6n del cuerpo transexual, la sexualidad queer 0 los generos intermedios'",
Desde mediados de la decada de los ochenta se habia intuido que la transexualidad seria
la figuracion dominante de la sexualidad contemporanea'", En mi opinion, esto indica
una especie de juego con la indiferenciacion sexual que simultaneamente desplaza y
confirma la polaridad sexual. La tecnologfa proporciona una poderosa forma de media
cion cultural para el imaginario transexual. EI cuerpo transexual desarrollado mediante
protesis y ostentosamente artificial es el prototipo del cyborg en la medida en que repre
senta la simbiosis entre 10 organico, 10 bioquimico, 10 tecnologico y 10 quirurgico. En el
capitulo 5 volvere a analizar la mutaci6n antropologica, pero tambien morfologica, que
aparentemente esta teniendo lugar en la organizacion de las sexualidades posmodernas.
Par el momento, es importante subrayar que un devenir transexual colectivo se ha con
vertido en un topos dominante en las representaciones culturales del cuerpo sexuado,
especialmente en la tearfa del genera. En este imaginario transexual son cruciales las
invocaciones a las maquinas-cuerpo de Deleuze, como sostendre en el siguiente capitu
lo. Al igual que Vaugham, el personaje de la novela de James Ballard, Crash, el cuerpo
sexual contemporaneo parece marcado par una profunda herida que Ie hace parecer
«una drag queen perturbada mostrando las cicatrices supurantes de una operaci6n falli
da de cambio de sexo»84. EI g6tico posmoderno y las sexualidades posgenero planean
sobre el imaginario de las sociedades posmodernas. Sin dejar de reconocer este fenome
no, deseo manifestar que, a mi juicio, lejos de borrar la diferencia sexual, la convierten
en una cuestion mas urgente que nunca.
82 Elizabeth GROSZ y Elspeth PROBYN (eds.}, Sexy Bodies. The Strange Carnalities of Feminism, Lon
dres y Nueva York, Routledge, 1995. 83 Jean BAUDRILLARD, «Nous sommes to us des transsexuels», Uberarion (14de octubre de 1987), p. 4. 84 John G. BALLARD, Crash, Nueva York, The Noonday Press, Ferrer, Straus & Giroux, 1973, p. 201
led. cast.: Crash, Barcelona, Minotauro, 1996J.
7978
1Conclusion: el trascendental sensible
I La diferencia sexual exige una apertura hacia cuestiones de trascendencia y universali
dad, no por,.[ue borre OWlS diferencias, sino, por el contrario, porque formula posiciones de
sujeto alternativas de un valor y un atractivo mas general. En mi opinion, 1'1 paradoja de la
posicion de lrigaray estriba en que si bien ella se basa en una noci6n de la materialidad que
encuentro sumamente desencializada, parece moverse ineluctablemente hacia cuestiones
de truscendencia y de inmaterialidad incorporeu. Colebrook ayuda a elucidar este aspecto'":
El «trascendental sensible» de Irigaray [... ] precipita la clausura de la idea de la posi
bilidad de representacion mostrando que la condicion que el sujeto repite y refigura
como si fuera su propio fundamcnro nunca puede ser plenamente aprchendida por el pre
cisamente porque el sujeto no es orra cosa que el efecto de esta repericion. Al presentar
el origen como objeto, el sujeto es producido como sujeto. Pero esta repeticion del ori
gen como presencia nunca puede ser ella misma presentada. A fin de estar plenamente
presente para sf mismo, el sujeto debe negar su facticidad corporea.
Tal y como he indicado en las paginas anteriores de este capitulo, esta negacion de
las bases materiales 0 de la «facticidad corporea» es el elemento constitutivo de la
rnetafisica y se funda en un rechazo concurrente de la corporeidad. Esta violencia ori
ginaria esta sexualizada 0 marcada por el genero, y es inherente a la autoridad del suje
to clasico en la medida en que 10 ancla en la conciencia. La carga de la encarnacion es
proyectada sobre el femenino materno e, inmediatamente, suprimida. Esta supresion es
constitutiva del sujeto y funda el falogocentrismo, entendido como el imperio de 10 Uno
y la objetificacion de 10 Otro. De ahl, la insistencia de Irigaray en que esta «diferencia»
es interna a 1'1 logica de 10 Mismo, y su determinacion politica a apart:lr :l 10 feme nino
de esta senda unidimensional para proceder a redefinirlo como 10 otro de 10 otm, es
decir, un no Uno constitutivo.
Aunque gran parte de eote proyecto apunta hacia el establecimiento de un contra
to social y politico por y para las mujeres, tambien cuntiene una carga ttascenJental
igualmente podemsa. Al proponer una forma femenina de trascendencia a traves de la <<inmanencia radical», lrigaray postula una definicion del cuerpo no solo como sustan
cia material, sino tambien como umbral de una idea gener'llizada del ser fcmeninu, una
nueva humanidad feminista. La obra de Irigaray parece muverse de mudo ineluctable
hacia temas de materialidad incorporea. Esta tendencia es explicira en su trabajo sobre
el trascendental sensible y <<la mujer divina». En orras palabras, el materialismo encar
t
.,
~\ Claire COLEBROOK. «Is sexual difference a problem'», en Ian Buchanan y Claire Colebrook (eds.), Deleuzeand Feminisc Theory, Edimburgo, Edinburg University Press, 2000, p. 121.
nado de la diferencia sexual es la afirrnacion de la importancia de una multiplicidad que
puede producir sentido otorgando el reconocimiento simbolico al modo de ser de las
mujeres. Lo «divino» de Irigaray apunta a la materializacion de las condiciones necesa
rias a priori para alcanzar cambios en nuestras condiciones tanto simbolicas como mate
riales. Implica un ejercicio de repensar el espacio, el tiernpo, la naturaleza, la tierra y 10
divino. En este proyecto es crucial la cuestion del trascendental sensible. Esto sinia al
sujeto femenino encarnado en un espacio entre la trascendencia y la inrnanencia. Este
tipo de materiulidad conecta '11 sujeto terueuino con una serie de diferencias dentro de
sf misma y, tarnbien, entre ella y los otros u otras. Adernas, Irigaray 10 hace de un mane
ra no dialectica ni opositiva.
EI sujeto femenino puede reconocer y dar vida a su especificidad otorgando impor
tancia simbolica a su VInculo con otras mujeres como rnediadoras fundarnenrales entre
ella misma y el mundo, y en esto consiste la idea un femenino universal como media
cion. Colebrook 10 expone nitidamente '11 serialar que, para Irigaray, <<10 sensible es pro
ximo. Ni presencia plena de 1'1 experiencia ni anterioridad radical de una condicion
rrascendental, 10 sensible viene dado como el cuerpo otro al que yo reconozco en cali
dad de otra forma de devenir, de un "universal concreto"»86. Al igual que si fuera la pri
meta piedra de una nueva civilizacion, 10 "divino» de Irigaray apunta a materializar,
para la pnictica feminism, las condiciones a priori precisas para producir cambios en
nuestras estructuras tanto sirnbolicas como rnateriales. Ningiin materialisrno corporal
sin trascendencia, ningun sujeto femenino encarnado sin incorporeidad. Pienso que la
posicion del esencialismo estrategico invita allector 0 a la lectora a vivir en esta para
doja y no a buscar salidas precipitadas de este cfrculo vicioso ontol6gico.
Olkowsky captura esta hebra de la obm de Irigaray:
Asi pues, la mujer como devenir es una anomia, esta contra y fuera de la norma, del prin
cipio y de la estrucrura. Sus muleculas son una poderosa via de contagio, se esparcen
mediante la simbiosis y a traves de ]a mucosidad. Y, si logramos desparologizar todo aquello
asociadu con las lllujeres constituyendu una 16gica y un lengllaje de fluidez, rodas aquellas
palabras Ljlle son tan desagradables porque expresan elcuerpo de la mujer -10 uterino, 10 vul
var, 10 clitmeidal, 10 vagmal, 10 pbcenral, 0 el propin cuerpo luminoso de la mujer-, enton
ces, tal vez y por primera vez, entre a fonnar parte de nuestra esfera de conocimienroS7•
La naturaleza difusa, f1otante, transgresora y cosmica de este erotismo se codifica
culturalll1ente como "femenina» y, por 10 tanto, nucvamente no hay forma de evitar la
S" /I'icI., p. 123.
,] Dnrothea OLKOWSKI, "Body. krwwledge and hecoming-woman. mnrpho-logic in Deleuze anJ Irigaray". en [an Buchanan y Claire C"khruok (eJs.), Ddwee unci F.:mini~t Theory, cit., p. 107.
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feminizaci6n de esta teoria del deseo. Tampoco hay manera de resolver sus contradic
ciones inherentes: estas han de ser afrontadas e intensamente trabajadas. Acerca de la cuesti6n de la alteridad, la heterosexualidad radical de Irigaray postu
la la necesidad de un nucleo homosexual fernenino, queriendo senalar con ello que,
para recomponer el narcisismo primario de las mujeres, que ha sido gravemente herido
y dafiado par el sistema simb6lico falocentrico, se requiere un vinculo homosexual pri
mario. EI amor de otra mujer es una pieza clave de este proceso de sentar los pilares de
la prehistoria de un futuro posible, el cual es una forma cornpleja de referirse tanto a la
supervivencia -de un modo reactivo- como a la vida, de una manera activa y creativa.
La mujer otra -10 otro de 10Otro- es un lugar de reconocimiento del esfuerzo personal
por devenir, en el sentido de perseguir un proceso de transformaci6n, de cambio dras
tico, de metamorfosis profundas. Este narcisismo prima rio no debe confundirse con las
manifestaciones narcisistas secundarias de las que las mujeres han sido prodigarnente
dotadas bajo el patriarcado. La vanidad, el amor por las apariencias, la doble carga del
narcisismo y la paranoia son los signos de la objetificacion femenina bajo el poder
(poiesias) de 10Mismo, Tampoco es per se el preludio de una posici6n lesbica: se limita
a exponer, simplemente, la relevancia estructural del amor por el propio sexo, por el
igual sexual, como un elemento vital de la propia autoestima. Es importante enfatizar,
por 10 tanto, la importancia del narcisismo primario como cierto umbral esencial de la
sostenibilidad que permite al sujeto femenino emprender, primero, el proceso de autoa
firmaci6n y, despues, el de transformaci6n. Tal y como he sostenido repetidamente en
mi trabajo, antes de que alguien pueda deshacer, deconstruir, redefinir, 0 desembara
zarse de la subjetividad, tiene que ser un sujeto desde donde partir, porque, de otro
modo, estariamos proponiendo un camino a la autoaniquilaci6n. Lo que Irigaray sostie
ne es que este proceso de reconstrucci6n de los cimientos (narcisismo primario) requie
re necesariamente la presencia de otra mujer, porque todo el mundo nace de una mujer,
y porque la huella que la madre imprime sobre nosotras y nosotros tiene una importan
cia imperecedera y fundamental. Mientras que bajo el falogocentrismo 10materno marca
la carencia 0 la ausencia de reconocimiento simbolico, en 10 «femenino virtual» pro
puesto por Irigaray puede transformarse en una sefial potencializadora y afirmativa.
En mi opinion, ya sea siguiendo un modelo queer 0' de heterosexualidad radical, la
aproximaci6n subversiva a la identidad sexual y a la sexualidad es uno de los legados de
un proceso feminista, nomada, de devenir mujer. En otras palabras, la elecci6n de un
objeto (homo/hetero/eperverso»), 0 de un estilo de vida, sexual es mucho menos impor
tante que el desplazamiento estructural que entrafia este proceso en las estructuras de
los sujetos deseantes. Tiendo aver el erotismo diverso del «devenir mujer» como una
sensualidad vitalista que queda profundamente fijada en el sujeto encarnado. Esta
visi6n es acorde con la tradicion del «materialismo encantado» a la que pertenecen
tanto Deleuze como Irigaray y un amplio segmento de la cultura francesa y europea. EI
hecho de que gran parte de esta tradici6n sea cercana a la literatura libertina, 0 al ars
erotica que Foucault lamento que la carriente cultural dominante hubiera abandonado,
s610 la hace mas interesante desde el punto de vista historico, En este punto, debemos
Hamar la atenci6n sobre dos ideas fundamentales: en primer lugar, el enfasis en la inte
ligencia especffica del sujeto encarnado y, en segundo, tanto la continuidad como la
bataHa con el psicoanalisis y el proyecto de desvincular el dcseo de la carencia y la nega
tividad para pensarlo, por el contrario, como plenitud y abundancia. Estos dos ejes con
ceptuales hacen compatibles el trascendental ernpirico de Luce Irigaray y otras voces
de la tradici6n de la diferencia sexual con el erotismo sensual y multiple del «devenir
muier» presente en Deleuze. En el proximo capitulo me detendre en esta cuesti6n.
Asimismo, esto coloca al feminismo en ellugar de una pasion etica y politica y, con
siguientemente, hace que la posicion de sujeto feminista no pueda tomarse como algo
dado, sino que deba ser entendida como proyecto, como algo a 10que algunas mujeres
pueden aspirar y por 10 que pueden trabajar por el bien de todos y de todas, Yo deno
minarfa a esto una lectura «intensiva» de la politica feminista que asume un sujeto no
unitario y n6mada que se contrapone tanto al humanismo clasico como a las concep
ciones liberales del individuo. En este sentido, situa la instancia de 10 politico en un
lugar que no es reducible al compromiso voluntarioso con la busqueda elemental de la
bondad, la justicia social y los derechos humanos, aunque, actualmente, estes sigan
siendo objetivos incumplidos y deseables. La politica puede ser definida tambien en ter
minos de las pasiones y los valares que alumbra. Esta «tipologia» de las pasiones eticas
se basa en una visi6n inspirada por Nietzsche y leida con Deleuze. Nos permite ver las
elecciones volitivas no como posiciones transparentes y evidentes, sino, por el contra
rio, como posiciones estratificadas, complejas y contradictorias. Una dosis de sospecha
hacia las propias «rnotivaciones» 0 intenciones no condena al cinismo, al nihilismo 0 al
relativismo. Por el contrario, la inyecci6n de afecto, de reflexividad y de goce en el ejer
cicio de la politica puede devolver a las ideas politicas su plena inspiraci6n.
He sostenido con frecuencia que 10que el feminismo libera, en ultima instancia, en
quienes beben de el, es un anhelo de libertad, de dignidad, de justicia, de luminosidad
y de felicidad. Estos valores pueden traducirse en ideas y politicas racionales, pero tam
bien forman un sustrato de deseo que motiva primeramente toda la acci6n posterior. La
politica comienza con nuestras pasiones. En los primeros dfas de militancia del movi
miento de las mujeres, cuando la risa y el placer eran una declaraci6n y un arma poll
ticas incisivas, no cabia duda sobre esto. En estos dfas de pesimismo g6tico posmoder
no no parece que haya quedado mucho de esta fuerza dionisiaca, pero debemos
recordarla. Deleuze ha caracterizado el espfritu de Mayo de 1968 -pero creo que pod ria
aplicarse a todo movimiento radical 0 transgresor- como una ligereza de tacto, un sen
tido de apertura de las posibilidades y una profunda revalorizaci6n de los potenciales de
la vida. Este despliegue de sensibilidad multiplicada acompafia y hace posible las trans
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formaciones sociales, politicas y episternologicus, asf como otras estudiadas medidas
politicas. Sin embargo, resulta crucial en el feminismo, al igual que en otros ambitos,
escapar de los juiciosos y mortalmente ahurridos catcquistus del fervor revolucionario y
revalorizar el aspecto jocoso del proceso de transformucion social.
A mi juicio, este enfasis en las pasiones positivas y revalorizadoras es otro punto de
intersecci6n entre el «fernenino virtual» de Ingaray como trascendental sensible y la
vison de Deleuze del sujeto como trascendental erupirico. Los puntos en cornun, asi
como las divergcncias, entre ambos pensamientos iluminan los modos en los que las
posiciones ferninistas se sienten actualrnente atraidas por las ideas de Deleuze. EI hecho
de que Irigaray critique la idea de Deleuze de mulriplicidad y [a disolucion de las iden
tidades sexuales porque interfirieren con lu afirrnacion de una nueva subjetividad feme
nina mientras que Wittig, por el contrario, la acoge como una salida de las polarizacio
nes sexuales del sistema de genero nos da una rnedida del problema. Sin embargo, 10
importante es que esta «capracion» de la obra de Deleuze resulta muy bicnvenida y
potenciadora para la teorfa critica y los estudios culturales contemporaneos.
El enfasis que Irigaray, Deleuze y Guattari colocan en la naturaleza encarnada e ins
crita del sujeto -a traves de la idea de inmanencia radical- otorga a su filosofia un filo
politico que la conecta con los problemas del podcr, Asimismo, abre una dimension
etica y ecologica en el seno de la teoria critica que obliga a inscribir 011 sujero en las rela
ciones sociales atravesadas par aquel. EI conocimiento exige partir de la estructura
inmanente de la subjetividad y debe resistir la fuerza gravitatoria que le empuja hacia
la trascendencia abstracta. En Irigarav, esto conlleva una exploracion radical de las for
mas de encarnacion disimetricas disfrutadas, respectivamente, por hombres y mujeres.
Es un camino de trascendencia que transcurre por, y a traves, del cuerpo y no aparta
do de el. Por otra parte, de acuerdo con Deleuze y Guattari, el sujeto del conocimien
to ha sido repIanteado en terminos materiales: territorios, recursos, localizaciones y
fuerzas. Esto implica la ruptura del continuo espacio-temporal del humanismo clasico.
Igualmente, es importante escapar al reductivismo del construccionismo social que
tiende a subestimar la continuidad de los factores que proporcionan los cimientos empf
ricos del sujeto y que, aunque en su mayor parte estan relacionados con la biok)gia,
tambien incluyen el afecto y, especialmente, la memoria y el deseo.
Ademas, una filosoffa postestructuralista que parte de un sujeto no unitario que, a
Ia vez est a encarnado/inscrito en mCdtiples relacilmes de poder tambien otorga un lugar
mucho mas central a Ia memoria y a Ia temporalidad en la estructuracion del mismo.
Por ejemplo, Irigaray apela a Ia temporalidad especifica de las mujeres (dclica, reitera
tiva, fluidal para encontrar representaciones y aplicaciones sociales adecuadas a el. En
este mismo sentido, para ella el feminismo es un laboratorio de consumo y transforma
ci6n de las genealogfas de las mujeres que crea un campo de experimentaci6n donde Ia mise ria simb61ica pasada es reelaborada en un im01gin01rio alternativo. Por otro lado,
la «nornadologm- de Dcleuze, entendida como una filosofia de la inmanencia, se basa
en la idea de la sostenibilidad como principio de contencion y de desarrollo de los
recursos de un sujeto entendido en terrninos ecologicos, afectivos y cognitivos. Un suje
to no unitario y asf constituido habit» un tiernpo conjugado en la voz activa de un con
tinuo «devenir». Deleuzc define esto ultimo haciendo referencia al concepto de Berg
son de «duracion» y proponiendo, por 10 tanto, la idea de sujeto como entidad que
perdura, es decir, que soporta cambios y transformaciones sostenibles y les da vida alre
dedor de el 0 de ella en una comunidad 0 colectividad. Desde esta perspectiva, inclu
so la Tierra/Gain es postulada como una companera en una comunidad que esta toda
via por llegar, por ser construida por sujetos que interactuaran con el medio arnbiente,
tanto social como ecol6gico, de modo diferente. Delcuze y Guatt<Jri se vuelven hacia
Spinoza para enconrrar las fundaciones filosoficas de un trazo vitalista, y claramente
antiesencialisra, de Ia inmanencia. Ellos replantean las continuidades entre el sujeto
masculino 0 femenino y su contexte, tanto socialmente (las relaciones de poder) como
eticarnente (la contiguidad con la Tierra). Y 10 hacen sin rernitirse <J visiones humanis
tas y holisticas globules, en tanto que esos son los pilares sobre los que el sujeto huma
nista solia sostenerse en oposici6n dialectica a sus (de EI) «otros».
En este sentido, me parece que las filosofias de I<J inmanencia radical han desplaza
do el acento puesto sobre el antropocentrismo y 10 han colocado sobre un igu<Jlitaris
mo biocentrado. (Regresare a estas cuestiones en los capitulos 3 y 4). Sin embargo,
difieren de la ecologia ortodoxa en tanto que no subestirnan las contradicciones y las
discontinuidades entre el universo humano y no hum<Jno, sin rornantizar, por 10 tanto,
la interaccion entre ambos. Actu<Jlmente, hasta los constructivistas sociales mas con
vencidos argumentan que los comport<Jmientos de los cuerpos no pueden ser explica
dos exclusivamente en funci6n de c6digos sociales 0 de 6rdenes simb6licos e im<Jgina
rios, ni descifrarse en las S<Jgradas Escrituras de los Pliegos del ADN. Tamo ]a
«naturaleza» como «el cuerpo» son c<Jtegorias escurridizas que tienden a deslizarse
hacia el esencialismo 0 a ser capturadas bien en reducciones positivistas, 0 bien, a ]a
inversa, en las celebraciones ingenuas al estilo de Ia new age. En ]a era de la politica de
]a biodiversidad, la interdependencia de 10 natural y 10 soci<JI, correlativa a Ia distinci6n
entre la mente y eI cuerpo, necesita ser explorada fuera de Ius habitos cIasicos y JU<Jlis
tas del pensaIniento. Aqui, el termino clave es <<inmanencia radical», es decir, una
vision profundarnente inscrita del sujtto encarnado. Como teoria materialista esta en
condiciones de prol'orcionar un,} respuesta, en tanto que asumc el cuerpo en todos sus
niveles, inclllido, qllizas especialmente, el bio16gico. A ]a luz de la genetica y de ]a bio
10gb molecular contemporaneas, es m,ls que factible hablar del cuerpo como un siste
ma complejo de fuerzas alltosostenibks. EI ADN y las celli las tienen un sisrema de
conwnicaci(ll1 dectivo entre elIas que Ies permite tran.mlitir intllrmacion de vital
importancia. En terminos de biodiversidad, los humanos estamos acriva y destructiva
84 85
"
mente implicados en manipular nuestro medio ambiente. Las neurociencias han
aumentando nuestro nivel de comprensi6n de la memoria y el grado hasta el cual la
capacidad de almacenarniento y de recuperaci6n de la informacion es esencial para el
desarrollo del yo. Esta es una evidencia que ya no puede ser ignorada por los intelec
tuales entices de izquierdas, Como tampoco puede dejarse a los delirios de grandeza de
los profesionales cientificos y sus patrocinadores industriales. EI nomadismo filos6fico
es un intento relevante y significative de aceptar, por fin, la encarnacion y la diferencia
sexual como procesos de transformaci6n mientras trae a primer plano las cuestiones del
poder, la potencia y la responsabilidad.
Consiguientemente, la conciencia necesita ser redefinida en terminos de flujos y
variaciones en constante transformaci6n que siguen un patr6n de continuidad, EI viejo
enredo entre la mente y el cuerpo necesita ser reconstruido en terminos no inducidos
por la nacionalidad, no verticalistas y no jerarquicos, Los procesos, los flujos y los status interrnedios han de ser tomados en cuenta seriamente, esto es, debemos darles su
representacion conceptual. Es necesario considerar tanto las continuidades como las
discontinuidades. EI orden de nuestro pensamiento tiene que estar en condiciones de
dar cabida a las complejidades internas y a los efectos no secuenciales. Se necesita crea
tividad conceptual para vivir a la altura de estas complejidades, al igual que un des in
teres saludable y aliviado de nostalgias par las creencias tradicionales sobre 10 que cuen
ta como «el sujeto del conocimiento».
Un proyecto feminista capaz de movilizar tales fuerzas y aspiraciones las mezclara
con la feroz energia de los sujetos posMujer, con el cerebro de Hillary Clinton, los aires
de Madonna, el coraje de Anita Hill y el talento de Kathy Acker. Aunque tambien es
probable que esto envuelva a lectores y lectoras en grados crecientes de complejidad.
No obstante, abrigo la apasionada convicci6n de que, debido a estas dificultades, y no
a pesar de ellas, las cuestiones acerca de la diferencia sexual y de la busqueda de posi
ciones de sujeto feministas y alternativas, no muy lejanas a la princesa de Gales, sim
plernente, no desapareceran.
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~::-:..(~,:; .. E::::~~3~~
2 Zigzagueando a traves de Deleuze y del feminismo
Estamos atrapados en segmentos de devenir, entre los que podemos establecer
una especie de orden 0 de progresi6n aparente: devenir-rnujer, devenir-nifio;
devenir-anirnal, vegetal 0 mineral; devenires moleculares de todo tipo, devenires
partfculas1.
Gilles Deleuze y Felix Guattari, Mil Mesetas. CapitalisTl10 y esquizofrenia
En el proceso de devenir, se necesita un genero 0 una esencia (necesariamente
sexuada) como horizonte; de otro modo, el devenir sera unicarnente parcial 0 mul
tiple, sin llevar las riendas del propio futuro, de abdicaci6n de la responsabilidadde
este proceso, de 10 otro 0 10 Otro de 10 otro. Devenir significa alcanzar la plenitud
de todo 10 que se podria ser, Obviamente, este proceso no acaba nunca/.
Luce Irigaray, Sexeset parentes
Este capitulo proyecta en direcciones nuevas, pero paralelas, los debates sobre la
identidad, la sexualidad y la diferencia sexual. Argumentare que la mayoria de los usos
que se Ie han dado a la filosofta deleuziana son todavfa polernicos y ambivalentes res
pecto a la teorfa feminista, en especial entre sus seguidores mayoritariamente masculi
nos. No obstante, es cierto tarnbien que un carpus creciente de feminismo deleuziano
esta cobrando forma con un rigor destacable. Situare la obra de Deleuze de tal modo
I Gilles DELEUZE y FelixGUATIARJ, A Thousand Plateaus: Capitalism and Schizoprenia, Brian Massumi (trad.). Mineapolis, University of Minnesota Press, 1987, p. 279 led. cast.: Mil Meseras. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 2000, p. 2741.
z Luce lrigaray, Sexes et parentes, cit., p. 73.
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