HOMILÍA XXXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
CICLO “C” – 2016
DIOS NOS AMA Y NOS ACOGE
I.- LAS LECTURAS
* Libro de la Sabiduría 11,22- 12,2. ¡Señor! Te compadeces de
todos porque amas a todos. Dios es la fuente de la vida. Dios ama al ser
humano creado a su imagen y semejanza. Dios ama también al pecador y al
marginado.
* Salmo Responsorial 144. Bendeciré tu Nombre, Dios mío, por
siempre jamás.
* IICarta de San Pablo a los Tesalonicenses 1,11 – 2,2. Que
Jesucristo sea glorificado en vosotros y por vosotros, y vosotros en Él.
Esperemos con fe y amor al Señor que vendrá al final de los tiempos
* Evangelio según San Lucas 19,1-10. El Hijo del hombre ha
venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Jesús se hospeda en la casa
de un pecador para comunicarle la salvación.
Papa Francisco: La pastoral vocacional
21 Octubre, 2016 ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este viernes en
el Vaticano a los participantes del Congreso internacional de pastoral
vocacional, con el tema “Miserando atque eligendo”, promovido por la
Congregación para el clero presidida por el cardenal Beniamino Stella.
A los 250 participantes ellos reunidos en la Sala Clementina el Santo
Padre señaló que muchas veces la idea de pastoral vocacional “podría
hacer pensar en uno de los tantos sectores de la acción eclesial, en un
despacho de la curia o, tal vez, en la elaboración de un proyecto”.
Cuando en realidad la pastoral vocacional es un encuentro con el Señor,
“un encuentro decisivo, que arroja luz sobre nuestra existencia, nos saca de
la angustia de nuestro pequeño mundo y nos hace discípulos en el amor con
el Maestro”.
Sobre el tema “Miserando atque eligendo”, que es el lema del papa
Francisco, señaló que “lo elegí pensando en cuando era joven y sentí la
llamada del Señor, que no fue el resultado de una conferencia o de una
hermosa teoría sino el haber experimentado la mirada misericordiosa de
Jesús sobre mí”. Y les exhortó: “Por favor, ¡que no acabe todo con un
hermoso convenio! La pastoral vocacional es aprender el estilo de Jesús,
que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando
a los hermanos con misericordia, les lleva a encontrarse con Dios Padre”.
El Santo Padre recordó también que los cuatro evangelistas señalan que
“Jesús sale a la calle y se pone en camino…sale al encuentro de los
sufrimientos y las esperanzas del pueblo”. “Es el “Dios con nosotros” que
vive en medio de las casas de sus hijos y no tiene miedo de mezclarse con
la multitud de nuestras ciudades.
El Santo Padre invitó a reflexionar sobre los tres verbos que indican el
dinamismo de toda pastoral vocacional: salir, ver y llamar
*En primer lugar: salir. “La pastoral de las vocaciones necesita una
Iglesia en movimiento, capaz de ampliar sus fronteras, estableciéndolas no
sobre la estrechez de los cálculos humanos o el miedo a equivocarse sino
sobre la amplia extensión del corazón misericordioso de Dios. No puede
haber una semilla fecunda de vocaciones sin ser audaces y creativos en esta
tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos
evangelizadores de las propias comunidades. Tenemos que aprender a salir
de las rigideces que hacen difícil comunicar la alegría del Evangelio, de las
fórmulas estandarizadas que a menudo son anacrónicas, del análisis
preconcebido que encasilla la vida de las personas en fríos esquemas. Hay
que salir de todo eso”.
“Ustedes también han experimentado un encuentro que cambió vuestra
vida, cuando otro sacerdote les hizo sentir la belleza del amor de Dios.
Hagan lo mismo saliendo, escuchando a los jóvenes”. Añadió que “es triste
cuando un sacerdote vive sólo para sí mismo, encerrado en la fortaleza
segura de la rectoría… o el restringido grupo de fieles”. Por el contrario,
“estamos llamados a ser pastores en medio del pueblo, capaces de animar
una pastoral del encuentro y de gastar tiempo para recibir y escuchar a
todos, especialmente a los jóvenes”.
*En segundo lugar, ver… “Cuando pasa por las calles, Jesús se detiene
y cruza la mirada del otro, sin prisas”. Señalo que “hoy en día, por
desgracia, las prisas y la velocidad de los estímulos a los que estamos
sometidos, no siempre dan paso al silencio interior donde resuena
demasiado preocupados por las cosas que hacer, se puede caer en un vacío
activismo orgativo, sin lograr detenernos y conocer a la gente”.
El Evangelio, sin embargo, nos hace ver que la vocación inicia con una
mirada de misericordia que se ha posado sobre mí…Así fue como Jesús
miró a Mateo. Por fin, aquel publicano no percibió una mirada de desprecio
o de juicio; se sintió mirado con amor. Jesús desafió los prejuicios y las
etiquetas de la gente; creó un espacio abierto, en el que Mateo fue capaz de
analizar su vida y emprender un nuevo camino.”
El Pontífice señaló que la mirada de cada pastor debe ser “capaz de
inspirar estupor por el Evangelio, de despertar del letargo en que la cultura
del consumo y la superficialidad nos sumerge y de suscitar interrogantes
auténticos de felicidad, especialmente entre los jóvenes”. Pero también
“una mirada atenta, vigilante y prudente particularmente sobre las
vocaciones sacerdotales o de ingreso en el seminario, para “discernir la
verdad, para tener una mirada sagaz y prudente, sin ligereza o
superficialidad”.
*La tercera acción es llamar que es “el verbo propio de la vocación
cristiana. Jesús no echa largos discursos, no entrega un programa al que
adherirse, no hace proselitismo, ni da respuestas prefabricadas. Cuando se
dirige a Mateo dice sencillamente: ¡Sígueme!”.
Porque “el deseo de Jesús es poner a la gente en camino, sacudirlas de un
sedentarismo letal, romper la ilusión de que podemos vivir felizmente
siguiendo cómodamente sentados entre nuestras seguridades”. “Por lo
tanto, nosotros también, en lugar de reducir la fe a un libro de recetas o a
un conjunto de normas que deben cumplirse, podemos ayudar a los jóvenes
a hacerse las preguntas correctas, a ponerse en camino para descubrir la
alegría del Evangelio”. “Pero si no nos encerramos en las quejas y
continuamos a “salir” para anunciar el Evangelio, el Señor se queda con
nosotros y nos da valor para echar las redes, incluso cuando estamos
cansados y decepcionados por no haber pescado nada”, añadió. Y concluyó
recordando que “es una misión urgente que el Señor nos pide cumplir con
generosidad”.
Este domingo es la 90° Jornada Misionera Mundial.
Texto del mensaje del Papa
Posted by Redaccion on 23 October, 2016
Queridos hermanos y hermanas:
El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está
celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de
las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una
grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material.
En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos
invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno
sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar
el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia
humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los
que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y
experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la
misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio», y de
proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre,
anciano, joven y niño.
La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda
alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el
principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su
grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su
capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los
oprimidos . Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa
necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se
implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría
un padre y una madre con sus hijos . El término usado por la Biblia para
referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de
una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier
circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este
es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus
hijos, especialmente a los miembros del pueblo que ha engendrado y
que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se
estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad. Y, sin
embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es
cariñoso con todas las criaturas .
La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra
en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en
misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y
parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y
personifica». Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a
Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a
ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar
como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita,
un signo de su bondad . La Iglesia es, en medio de la humanidad, la
primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se
siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en
este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la
gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones
religiosas.
Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición son testigos de
este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial.
La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo
misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno
de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también
muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras:
desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la
labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las
familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y
saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el
cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las
estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para
favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la
colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones
personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo
especial en la atención a los pobres.
En muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad
educativa, a la que el trabajo misionero le dedica esfuerzo y tiempo,
como el viñador misericordioso del Evangelio, con la paciencia de
esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así
personas capaces de evangelizar y de llevar el Evangelio a los lugares
más insospechados. La Iglesia puede ser definida «madre», también
por los que llegarán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo
santo de Dios realice el servicio materno de la misericordia, que tanto
ayuda a que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren
y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo;
crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son
testigos de Cristo. A los discípulos de Jesús, cuando van por los
caminos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende
más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos
el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su
amor.
Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de
salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario
todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis
humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por
experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer
alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id,
pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a
guardar todo lo que os he mandado» no está agotado, es más, nos
compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos
llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también
en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada
comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos
somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y
atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio».
En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la
Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la
Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo
tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de
mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a
esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades
religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo
pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y
para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra.
No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial
misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares
encojan nuestro corazón, sino que lo ensachemos para que abarque a
toda la humanidad.
Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo
misionero para la Iglesia, enseñe a todos, hombres, mujeres y familias,
a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor
Resucitado, que renueva y colma de gozosa misericordia las relaciones
entre las personas, las culturas y los pueblos.”
II.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
A la luz de la historia de Zaqueo que San Lucas refiere, podemos
hacernos algunas preguntas que paso a presentarles y ofrecerles con la
esperanza de que puedan ser provechosas para todos.
1.- El encuentro de Jesús con Zaqueo
*¿Quién es el Señor? ¿A qué ha venido el Señor?
San Lucas narra esta pequeña historia de Zaqueo para que
nosotros podamos descubrir lo que podemos esperar de Jesús: «Jesús ha
venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». Jesús ha venido a este
mundo no para condenarlo sino para salvarlo. Jesús ha venido para
redimirnos del pecado y de la muerte; ha venido para hacernos hijos de
Dios.
Jesús nos ha buscado como el buen Pastor que sale a buscar a la
oveja perdida. Y cuando la encuentra la coge en sus hombros y la lleva al
redil.
Jesús nos espera siempre, como el Padre al hijo pródigo, con el
corazón abierto, con las manos extendidas, con la puerta abierta de su alma.
Jesús suscita en nosotros el deseo de encontrarle. No te
buscaríamos, Señor, si Tú no suscitases en nosotros esa búsqueda amorosa,
confiada de Ti. San Agustín, el gran buscador de Dios, dijo: “Señor, nos
hiciste para Ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.
Por eso, hoy le pedimos al Señor que no se canse nunca de suscitar y
potenciar en nosotros el deseo de buscarlo y de encontrarlo para que
podamos decirle como los discípulos de Emaús: “quédate con nosotros, la
tarde está cayendo”; “ven a hospedarte en nuestros corazones”. : “Mi alma
tiene sed de Dios, del Vivo…”. No lo olvidemos nunca.
*¿Quién es Zaqueo?
Zaqueo es “bajo de estatura”, “jefe de publicanos» y es «rico». En
el pueblo de Jericó, todos saben que Zaqueo es un pecador. Un hombre que
no sirve a Dios sino al dinero. Sin embargo, Zaqueo «busca ver a Jesús».
Quiere saber quién es Jesús que tanto atrae a la gente. No es tarea fácil para
un hombre instalado en el dinero. Con todo, Zaqueo quiere conocer a Jesús,
quiere encontrarse con Él. Por eso, corre y sube a un árbol por donde va a
pasar Jesús; así podrá verlo.
*Jesús se acerca a Zaqueo
Jesús entra en la ciudad de Jericó, y encuentra a un hombre subido
en un árbol para verlo. Jesús le dice: “Zaqueo, baja en seguida porque
tengo que alojarme en tu casa”. La maravilla que descubre Zaqueo es que
también Jesús lo está buscando a él. Jesús quiere ser acogido en su casa de
pecador, en el mundo de dinero de este hombre.
*Zaqueo acoge a Jesús en su casa
Zaqueo siente una inmensa alegría al escuchar las palabras que Jesús
le dice: “quiere hospedarse en su casa”. Zaqueo baja en seguida del árbol y
con inmensa alegría y gozo lo recibe en su casa.
*Zaqueo cambia de mentalidad y de vida
San Lucas no refiere el encuentro de Jesús con Zaqueo con detalle.
Sólo habla de la transformación y del cambio de Zaqueo. El encuentro con
Jesús cambia su corazón y su mente, su vida y su comportamiento. Va más
allá de lo que le pide la ley judía en estos casos.
- Cambia su manera de mirar la vida: ya no piensa sólo en su dinero
sino en el sufrimiento de los demás: “la mitad de bienes, Señor, se la doy a
los pobres”.
- Cambia su estilo de vida: hará justicia a los que ha explotado y
compartirá sus bienes con los pobres: “si de alguno me he aprovechado, le
restituiré cuatro veces más”.
El encuentro de Zaqueo con Jesús trae la salvación a Zaqueo.
* ¿Cómo responde Jesús a este cambio de Zaqueo?
Jesús dice a Zaqueo unas palabras inmensas que producen paz y
alegría, felicidad y misericordia en Zaqueo “Hoy ha sido la salvación de
esta casa; también este es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha
venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. Jesús acoge y perdona a
Zaqueo. Una nueva vida y una historia nueva han comenzado para Zaqueo.
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de
la verdad”. Con Jesús ha llegado la salvación para todos; también para ti.
Jesús ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. Para Jesús no hay
casos perdidos.
¡Una maravilla de la gracia, del amor y de la misericordia de Dios que
se ha hecho visible y presente en nuestra tierra y en la humanidad en Jesús
de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre.
No nos cansemos de dar gracias al Padre por Jesucristo en el Espíritu
Santo.
*¿Cómo responden los hombres ante Jesús
Ante la actitud de Jesús que busca a Zaqueo para salvarlo…todos
esperábamos que sus paisanos se alegraran y dieran gracias a Dios…Pero
no fue así. San Lucas refiere que “todos murmuraban, diciendo: ha
entrado a hospedarse en casa de un pecador”.
Han visto a Jesús pero no deseaban verlo. Han visto a Jesús con los
ojos de la carne, pero no con los ojos de la fe y del amor. No han buscado
a Jesús. No se ha encontrado con Jesús.
2.- ¿Qué nos dice este encuentro de Jesús con Zaqueo?
*Mirándome a mí mismo.
Cada uno sabe y conoce por propia experiencia que hay momentos
en su vida en los que experimenta o puede experimentar la tentación de
instalarnos en el dinero, en el poder, en la frivolidad, en la injusticia…lejos
del Señor y de los hermanos.
Hagamos un alto en el camino de nuestra vida, como lo hizo
Zaqueo, y descubriremos que el Señor nos invita a volver los ojos a Él y a
buscarlo con todo el corazón.
Tengamos presente que el Señor está dentro de nosotros. San
Agustín nos dijo: “Tú, Dios mío, estabas dentro de mí, y yo te buscaba
fuera”.
El Concilio Vaticano II nos enseña que “el hombre tiene una ley
escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad
humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas
con Dios cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella” (GS 16).
Jesús nos exhorta a no dejarnos ni seducir ni atrapar por la atracción
que las cosas de este mundo ejercen sobre nosotros: dinero, fama, poder,
placeres… que ni salvan ni liberan al hombre sino que lo esclavizan y lo
encierran en sí mismo, empobreciéndolo… No nos instalemos en las cosas
y mucho menos en el dinero porque terminarán dominándonos…
Nuestro encuentro sincero con el Señor hace a nuestra persona más
humana, más fraterna, más solidaria, más agradable a los ojos de Dios, más
santa. Jesús nos libera de nuestros egoísmos y de los ídolos de este mundo,
y nos da la verdadera libertad.
*La conversión
El Señor nos invita a cambiar, a convertirnos.
El Libro de la Sabiduría nos ha dicho en la primera lectura de este
domingo: “Señor, te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras
los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a
todos los seres y no odias nada de lo que has hecho: si hubieras odiado
alguna cosa, no la habrías creado” (Sabiduría 11,23-24
Unas preguntas para nuestra reflexión y oración:
¿Qué me está pidiendo a mí el Señor hoy y aquí?
¿Qué pasos he de dar para que el cambio se produzca en mí?
El encuentro con Jesucristo trae la salvación.
“Quien cree en mí tiene vida eterna”,
Terminamos. Unidos en el Señor.
Cáceres.24 de octubre de 2016
Florentino Muñoz Muñoz