Download - CUENTOS CON HISTORIA
Érase una vez en el siglo VIII, un chico llamado Eneko Aritza. Era un chico con pelo marrón,
con nariz grande y las orejas rojas. Vivía en un pueblo pequeño y siempre había soñado ser
el primer rey de Euskal Herria.
Un día estaba jugando con sus amigos y fueron al bosque. Allí se encontraron con
Carlomagno y este le llevó a Eneko Aritza al futuro y le dijo a Eneko:
-Mira, ese que ves ahí eres tú. Vas a ser el primer rey de Euskal Herria pero yo no te lo
dejaré. Voy a matarte para que yo sea el primer rey de Euskal Herria.
-No te atreverás a matarme!
-Eso es lo que tú crees!
Y de nuevo volvieron al presente y le dijo Carlomagno a Eneko Aritza:
-Si quieres vivir, tendrás que decir que yo seré el primer rey de Euskal Herria. Te dejaré 5
días para pensarlo. Y Eneko Aritza no estuvo los 5 días pensando eso. Sino haciendo los
planes para matar a Carlomagno.
En el quinto día Eneko Aritza se escondió y
cuando vino Carlomagno, de haber destruído
Iruñea, aquel no le vio y entonces aprovechó
Eneko para hacerle una emboscada. Y de un
ataque inesperado casi consiguió matar a
Carlomagno. Mató a Roldan que era un jefe del
ejército de Carlomagno que iba detrás en la
retaguardia. Era el año 778.
Y Eneko Aritza aceptó.
Unos años después a Eneko Aritza le hicieron
un homenaje por hacerle la emboscada a
Carlomagno, para ser el primer rey de Euskal
Herria...
Aitor Larrañaga
Una vez, existió un navegante, nacido en 1476, que quería dar la
vuelta al mundo. Su nombre era Juan Sebastián Elkano pero lo
llamaban Elkano y vivía en Getaria, Euskal Herria. Era un varón de
mediana edad, de unos 43 años.
Su tripulación y él empezaron a construir cinco barcos para poder
dar la vuelta al mundo: la nave capitana, La Trinidad, y las otras
cuatro San Antonio, Victoria, Santiago y la Concepción, este último
es el barco en el que iba Elkano.
El 10 de agosto de 1519 empezaron la aventura partiendo de Sevilla. Después, llegaron al Cabo
de Hornos al sur de América cruzando el océano Atlántico de tal modo que tuvieron que pasar la
noche en una isla misteriosa. Pasó la noche y llego la mañana y cuando todos se despertaron se
escuchó un ruido misterioso. Fueron a ver qué pasaba y entonces les prepararon una emboscada
y los secuestraron. A la mañana siguiente se despertaron atados a unos troncos y rodeados de
miembros de una tribu de aquella isla. Habían capturado
a todos los tripulantes menos a Elkano. Se escondió,
soltó a los tripulantes y volvieron al barco. Los tripulantes
trabajaban por turnos: algunos de día y otros por la
noche. Llegó la mañana y todos los tripulantes, incluido
Elkano, se despertaron temprano para continuar la gran
expedición. Se pusieron en marcha. Llegaron a batir todo
un récord: navegaron 100.000 km en un solo día. Siguieron por la zona en donde estaba Australia
y atracaron en un puerto de Sídney quedándose a comer ahí. Comieron rápido y se pusieron en
marcha para llegar al menos hasta Madagascar. Cruzaron al sur de África de tal modo que
llegaron al final de la gran expedición atracando en el puerto de Getaria.
Allí les recibieron muy bien, y, aunque llegaron muy cansados, se quedaron todo el día de juerga
celebrando la gran expedición finalizada.
Unai Arroyo
Erase una vez un hombre llamado Juan Sebastián
Elkano que trabajaba en una pescadería. No le iba
mucha gente a la pescadería porque decía la gente
que su pescado era muy pequeño y por eso preferían
ir a la otra pescadería que tenía en frente. Elkano no
sabía por qué tenía un pescado tan pequeño y por
eso estaba muy preocupado y pensó que tenía que
hacer algo para solucionar ese problema.
Un día, harto de ese trabajo, oyó que un navegante iba a dar la vuelta al mundo.
Entonces dejó la pescadería y pensó dar la vuelta al mundo con el navegante porque le
gustaba el mar.
Elkano se quedó alucinado por el barco que tenía el navegante, era grande y bonito.
Durante los primeros meses tuvieron muchos problemas, como en un día de lluvia que
hacía mal tiempo, y vieron cómo se formaba un gran remolino. Todos estaban de miedo
menos Elkano que fue valiente y les sacó de aquel gran remolino en el Cabo de Hornos
en el sur de América. Desde ese día le nombraron capitán de su barco.
Cuando llegaron al siguiente océano el mar estaba muy tranquilo. Por eso le llamaron
el océano Pacífico. Siguieron navegando cruzando mares y océanos en una vuelta al
mundo. Así pasaron los días llenos de aventuras y peligros hasta que volvieron a
España.
Cuando llegó a su pueblo, Getaria, después de darle vueltas a la cabeza, pensó dejar
la pescadería y dedicarse a navegar. ¡Era lo suyo!
Aitor Manso
Érase una vez en el año 1850 de la época moderna una
persona, Indalezio Bizkarrondo, al que llamaban Bilintx.
Vivía en Donostia. Bilintx, tenía una hermana que se
llamaba Leire y era buena jugando a los bolos. Bilintx
trabajaba en el teatro Principal en la Parte Vieja y en su
tiempo libre le gustaba cantar versos. El sueño de Bilintx era
ser actor famoso. El sueño de Leire era ser una buena
jugadora de bolos.
Un día, Bilintx representó una obra que se llamaba “Misterio en Nafarroa”. Cuando Bilintx
volvía a casa encontró en el portal a su primera fan. La invitó a su casa y le firmó un
autógrafo. Después, Bilintx fue por un momento a la cocina a coger galletas y cuando volvió
al salón su primera fan había desaparecido. Así que volvió a dejar las galletas en la cocina.
Más adelante, Bilintx representó otra obra de teatro que se titulaba ”Guerras de Guardia
civiles”. Entonces le llamaron a Bilintx por teléfono para que fuera a la guerra con los
liberales o si no, le matarían. El grupo de Bilintx fue a conquistar Bizkaia a los carlistas.
Lucharon, lucharon y lucharon tanto que el esfuerzo valió para conquistar Bizkaia. Luego
fueron a conquistar Araba. Al principio creían que iba a ser muy fácil conquistar Araba menos
Bilintx, Bilintx creía que eran casi imbatibles. Bilintx le dijo al grupo:
-¡Es muy difícil! Lo intentaron pero no pudieron conquistar Araba a los carlistas. Después de un año lo
intentaron otra vez y la conquistaron, pero fallecieron muchas personas y sólo quedaban
Bilintx y el jefe, pero el jefe tenía una herida muy grande y murió después de una hora.
Al final Bilintx no hizo ni una guerra más y vivió feliz hasta que murió.
Ander Lizaso
Había una vez, en el siglo XIX, un niño al que llamaban “el músico” aunque su verdadero nombre era
Raimundo Sarriegi Etxeberria. Era un niño muy alegre. Todos los días iba cantando por la calle y
saludando a todo el mundo. Tenía la cara llena de pecas y el pelo de color rojo. Su sonrisa era muy
bonita pero siempre hacía travesuras y su madre se solía enfadar mucho con él.
Un día, hablando con su madre, Raimundo le dijo que quería recorrer el mundo para escuchar toda
clase de música por todos los países. Su madre le dijo que todavía era muy pequeño y que eso
costaba mucho dinero, y además le dijo: -No te preocupes Raimundo, cuando seas más mayor
podremos hacerlo. Al ver éste que su madre no le hizo mucho caso, fue a hablar con su padre.
-Papá, me gustaría mucho viajar por todo el mundo para
escuchar la música de otros países. Sé que hace falta mucho
dinero. Voy a trabajar para conseguirlo. -Entonces, adelante hijo,
¡cumple tu sueño! Pasaron unos años y pudo viajar. Primero fue a
Venecia. Allí se montó en una góndola y se puso a cantar con el
gondolero, todo el mundo se les quedaba mirando de lo bien que
cantaban. Al anochecer, por fin fueron al sitio que él esperaba, la
Ópera, allí él fue feliz, escuchando la música e impresionado de lo
bien que cantaban. Entonces, él pensó que quería hacer una canción para que la gente la cantara
y la escuchara como él había hecho en la ópera.
Después viajaron a Francia, y llegaron en plena Revolución. Todos los soldados iban disparando por
las calles. Raimundo se asustó mucho y empezaron a correr y a esconderse para que no les pasara
nada. Los tres se escondieron detrás de los cañones de los soldados. Raimundo le dijo al soldado
que quería disparar, y cuando disparó lo hizo tan mal que le dio al campanario de una iglesia.
Entonces empezó a oír unos tambores, y se fueron a ver dónde se oían. Al acercarse vieron que
eran unos soldados muy elegantes vestidos quienes tocaban. A Raimundo le gustó tanto el sonido
de los tambores que les dijo a sus padres que no iba a parar hasta hacer una música parecida. Al ver
que en Francia estaban en peligro, sus padres decidieron volver a casa.
Cuando llegaron a su casa en San Sebastián, Raimundo les contó a todos sus amigos lo que había
visto en otros países, y que lo primero que iba a hacer era una canción con tambores y barriles. No
paró hasta que lo consiguió. Por fin cumplió su sueño, y desde entonces el 20 de enero todo el
mundo toca por las calles de Donostia su canción titulada “LA MARCHA DE SAN SEBASTIÁN”.
Irati Urruzola
Érase una vez un chico llamado Migel Joakin Elizegi al que
llamaban Migel. Nació en 1818, o sea, en la época
contemporánea. Él tenía muchos amigos y todos los días salía a
jugar con ellos. Joakin era un chico muy bajo pero muy listo. Le
gustaba mucho salir con su nueva bici que se acababa de
comprar.
Un día fue a la calle con los amigos y cuando empezó a jugar con
ellos vino un chico de otro pueblo que le empezó a insultar y a
vacilar. Miguel se quedó muy triste y un amigo le dijo al chico: -No
te metas con él que se va a sentir muy mal. Y Miguel le dijo al
chico: -No, mejor vete de aquí ya, y así, ¡me dejas tranquilo! Entonces le dijo el chico a Miguel: -
Vale pero mañana te pegaré. Entonces el chico se fue, y Migel decidió
irse a casa pero se fue triste porque pensaba que el chico le iba a
pegar. Cuando Migel llegó a casa se encontró a su madre muerta y
vio a su padre llorando. Entonces le dijo Miguel a su padre: -¿qué te
pasa aita? -Que tu madre se ha muerto, le dijo muy triste. Entonces
Migel también empezó a llorar. Al siguiente día fueron Migel y sus
amigos a jugar al parque y Migel les contó que su madre se había
muerto y no se lo podían creer. Entonces vino un chico desconocido y
le dijo Migel: -No me pegues que mi madre ha muerto. Y le respondió
el chico: -¡Ja!, excusas para que no te pegue, ¡eh! Ahora te voy a dar tu merecido. El chico le
pegó y Migel se fue a casa.
Un día Migel se sentía raro y fue con su padre al médico. El médico le dijo que tenía una
enfermedad, que crecía y crecería muchísimo. Y así fue, Miguel fue creciendo y creciendo hasta
llegar a 2m 42cm. ¡Era impresionante! También pesaba 302 kilos, su pie media 42cm, y a su
padre le sacaba 2 cabezas y media.
Al final cuando tenía 42 años se murió por tuberculosis de pulmón, en el año 1868.
Iosu Gomez
Esta es la historia de cinco vecinos de mi barrio que cuando empezó la Guerra Civil tenían cerca de
veinte años y sabían que a la fuerza tendrían que tomar parte en ella. Eran Simón, Ángel, Miguel, Pedro y Matías. Ángel y Miguel eran hermanos de leche, que quiere
decir criados por la misma madre pero sin ser creados por la misma madre.
Los cinco eran de Añorga. Habían nacido en Añorga y aquí vivían. La guerra había empezado lejos,
pero los franquistas se acercaban. Ellos no querían tomar parte en la guerra. No querían matar a
nadie. Sin embargo, sabían que si se quedaban, los franquistas los enrolarían como soldados con
ellos y tendrían que luchar a favor de Franco. Ellos eran contrarios a Franco y sus ideas. Había que
decidir y decidieron: decidieron luchar en contra de Franco.
Antes de que llegaran los franquistas fueron hacia Bizkaia y se enrolaron en el bando republicano. Sus vidas de soldado fueron duras. Pasaron hambre, frío, sueño; sufrieron cansancio. Luego
llegaron los combates y con ellos el miedo, la visión de un compañero muerto, las heridas… Fueron
testigos del bombardeo de Gernika. A todas estas penalidades, se le añadían la de saber que un
hermano de Simón había sido enrolado a la fuerza y estaba en frente de ellos, con los franquistas.
Todo ello lo pudieron soportar gracias a su fortaleza física y al compañerismo que reinaba en el
batallón, pues era un batallón de voluntarios como ellos, que luchaban por lo que creían.
Como es sabido, los republicanos perdieron la guerra. A estos cinco amigos les tocó vivir la derrota,
la retirada y, al final, la entrega de armas y la rendición. Luego vinieron largos meses de prisión,
separados ya unos de otros. A todos ellos les obligaron además, una vez terminada la prisión, a
realizar el servicio militar entero.
Casi tres años después de salir de casa hacia la guerra los cinco amigos comenzaron a volver uno
tras otro, y poco a poco empezaron a hacer vida normal. Tuvieron suerte, pues ninguno resultó
siquiera herido. Perdieron la guerra, pero no la amistad. Siguieron siendo amigos, incluso más
amigos que antes, pues lo vivido juntos los había unido fuertemente.
Uno de ellos era mi abuelo, al que no conocí. Y así me lo ha contado mi padre.
Peru Basurto
Érase una vez en el siglo XX un hombre llamado Luis Marinas.
Luis era un marinero, que viajaba por todo el mundo en un buque
de carga; llevaban carbón, cemento, fosfatos etc. Navegaba en el
barco con una tripulación de 80 o más personas, entre marineros,
comandante, capitán… Luis era de Tolo sa, y cuando viajaba
escribía un diario… Eran los años 80 cuando hizo un viaje que no
olvidaría y que contaba a sus nietos.
El 31 de Julio salieron de Bilbao en taxi a Barcelona, donde
estaba el barco, que se llamaba Bella. Estuvieron cargando el equipaje y cemento hasta la
madrugada del día siguiente. Luego salieron rumbo a Israel. Después de 6 días de navegar
pasaron el Canal de Suez, y de ahí al golfo de Acaba, entre Israel y Jordania.
Tras muchos días de sólo ver mar rumbo a las
Bermudas en Carolina (EE UU), ahí es donde
empezó la más alucinante parte del viaje…
Al entrar en el famoso triángulo de las
Bermudas, los radares del barco se volvieron
locos y las radios perdieron comunicación; las
manillas de los relojes giraban locas; Luis no
sabe cuanto tiempo pasó, tampoco sabían muy
bien que dirección habían tomado… Hasta que, de pronto todo volvió a funciona... Apareciendo
a 40º latitud Este de Carolina. Habían pasado exactamente 2 días.
Este es el misterio del Bella. Un misterio que escribió mi bisabuelo
Luis Marinas y he leído en sus diarios de navegación.
Eneko Gonzalez
Érase una vez en el siglo XX un señor llamado Agustín. Era majo, trabajaba en Cementos
Rezola y tenía una familia de 5 hijos que se llamaban: Maria Rosario, Mari Cruz, Iñigo, Joseba y
Asier. Tenía una mujer que se llama Josefa y vivían en Añorga un pueblo especial para ellos.
Un día Agustín estaba charlando con el cura y le dijo a ver si quería que los dos hicieran un
premio, “ORIXE SARIA” la competicion de bertsos. Empezaron a poner carteles por todo Añorga.
Todos los del barrio empezaron a hacer todo tipo de bertsos para participar en el concurso.
Agustín y el cura empezaron a saltar y a brincar por su idea, y más tarde les hicieron una fiesta
en su nombre. Los hijos de Agustín estaban todos los días cuidando animales y recogiendo la
casa y Agustín pensó que lo mejor era construir una
ikastola para que los niños aprendieran más. Primero
hicieron la ikastola muy pequeña. Después de esa ikastola,
hicieron otra en la iglesia de su barrio. Más tarde, la
hicieron en Añorga-Txiki. Y todavía se les hizo pequeña y
así hicieron una ikastola muy grande pero sin permiso de
Franco. Arriesgaron su vida por los del barrio y sabían que
igual les meterían en la cárcel. Todos los del barrio fueron a felicitarles. Los niños estaban
impacientes por ver la ikastola pero Agustín les dijo que todavía no estaba terminada porque le
faltaban los muebles. Y entonces, Agustín y sus compañeros empezaron a construir muebles; los
niños ayudaron un poco con los muebles. Al final lo terminaron, dijeron que quedó muy bien. Los
niños al fin pudieron entrar en la ikastola y ver cada uno que clase le tocaría. Escojieron mesas y
a los pocos días los niños empezaron en la ikastola Amassorrain. Todo esto sin que Franco les
descubriera, porque si no, irían todos a la cárcel. Los niños sin miedo fueron contentos a la
ikastola.
Un día, mientras paseaba, a Agustín le atropelló un coche. Todos los del barrio le hicieron un
homenaje dándole un ramo de flores a Josefa. Pero Josefa no se sentía muy bien porque su hija
Maria Rosario se murió a los 6 meses. Aunque sabían que siempre estaría en su corazón.
Y fue así que Josefa y sus hijos pudieron disfrutar de todo lo bueno que dejó Agustín y lo que les
quedaba por ver.
Zuriñe Urdangarin
Una vez en Errenteria, vivía alguien llamado Koldo Mitxelena. Koldo era un hombre muy listo.
Un día se fue a un caserío, y allí vio que los que iban a vender animales no se entendían entre
sí. Todos hablaban euskara, pero cada quien de su pueblo. Viendo aquel problema, Koldo Mitxelena, tuvo la ocurrencia de hacer un euskera batua
aceptando las costumbres de todos, como la “h” (Behe Nafarroa eta Zuberoa).
Tenía que pensar cómo hacerlo. Decidió ir otra vez al caserío para ver cómo hablaban todos y
cuando llegó se encontró a un español diciendo:-¡Arriba España!, y quemándolo todo.
Koldo fue a por él, pero una persona lo detuvo para que se
tranquilizara. Los españoles siempre hacían algo malo para
fastidiar a los vascos, entonces algunos vascos se reclutaron para
luchar. Estaban en desventaja, pero igualmente lucharon.
Koldo Mitxelena, de la guerra se fue a su casa. Más tranquilo,
continuó estudiando el euskera y recogiendo toda la información
que podía. De repente, una pequeña bomba cayó sobre su casa y
Koldo huyó rápidamente. Le parecía que alguien sabía que quería
hacer el Euskera Batua y quería impedírselo. Miró por la ventana y vio que era la misma
persona que quemó el caserío.
Le siguió, pero el español corría más deprisa y lo perdió de vista. El español se dio cuenta de
que Koldo se había perdido y aprovechó la ocasión para acercarse sin que se diera cuenta y
apuñalarle, pero Koldo, se agachó para coger una moneda en aquel preciso momento, y el
español se cayó por el barranco que había justo a su lado. Koldo, sin saber que aquel
hombre había muerto, encontró el camino a casa.
Unos meses más tarde, completó su trabajo y preguntó a las autoridades si les gustaba el
Euskera Batua que acababa de crear y le dijeron que sí. Y todos comenzaron a estudiar el
Euskera Batua.
De ahí en adelante, los euskaldunes, se entendieron mejor y los españoles tuvieron más
respeto a los vascos.
Iñigo Alonso
Txantxillo nació en Donostia en el barrio de Gros y era muy
conocido, siempre iba con un xilófono y pidiendo unas pesetas.
A Txantxillo le gustaban mucho las fiestas, por ejemplo: la
Tamborrada, los Caldereros y, sobre todo, los Carnavales. Se le
veía mucho por la calle, y le adoraban todos. Una de las
canciones que más le gustaba tocar era el himno de la Real.
Un día a Txantxillo se le perdió en la Parte Vieja el xilófono que
le regaló su abuela en su cumpleaños cuando tenía 9 años. Y
estuvo buscándolo días y noches. La gente le ayudó a buscarlo
pero no lo encontraron. Estuvo buscándolo días, hasta que un
amigo suyo, Mikel, lo encontró en la carretera tirado, todo roto, y Txantxillo se puso muy triste.
Unos días después Txantxillo empezó a pedir unas pesetas para comprar un xilófono nuevo
porque le pidieron que tocara unas de sus canciones preferidas, el himno de la Real, las
canciones de los caldereros, o de la tamborrada...
La gente le dio pesetas a Txantxillo para que tocara la canción, poco a poco consiguió pesetas
para un xilófono nuevo. Esa misma tarde Txantxillo empezó a tocar y la gente se acercó de uno
en uno. Cuando terminó le aplaudieron y empezaron a pedirle que tocara otra. Txantxillo se
cansó y se fue a descansar a casa. Txantxillo siempre llevaba la ropa un poco manchada y un
poco rota. También iba con un montón de bolsas de plástico. Cuando ya era más mayor cambió
las bolsas de plástico por un carrito de la compra.
Aunque todos en Donostia creían que era pobre, se dice por ahí que no lo era tanto. Txantxillo
era un hombre muy gracioso y amable.
Txantxillo al final se puso enfermo y estuvo unos días en el hospital. Más tarde, en el 2003, le dio
un ataque de pánico y se murió. Todos aquellos que le conocían se pusieron muy tristes. Yo
también estaba y estoy muy triste cuando lo pienso. Pero qué se le va a hacer.
Amaia Fernandez
En el año 2007 (Época contemporánea), Mikel
vivía en Donostia cuando el euskera se hablaba
cada vez más. Era un hombre tranquilo y
agradable. Tenía muchos amigos, pero muchas
veces le gustaba estar solo para componer sus
canciones. A Mikel, desde muy pequeño, le
había gustado mucho escribir canciones y
cantarlas. Le resultaba muy fácil hacerlo.
Llevaba varios días trabajando en su nuevo tema, pero esta vez las cosas iban más
despacio. Después de un tiempo intentando terminar su canción, sin conseguirlo, tomó
una decisión: realizaría un viaje para inspirarse. En su viaje recorrería todo Euskal Herria
hablando con la gente y disfrutando de los bellos paisajes.
Empezó recorriendo la costa, hablando con los pescadores y escuchó historias
maravillosas. Luego continuó su viaje por el interior y también conoció a gente muy
interesante. Todas estas experiencias le ayudaron a crear su nueva canción. Ya tenía
suficientes ideas nuevas y regresó a Donostia.
Todo estaba preparado para el concierto en el Kursaal, año 2009. No quedaba una sola
entrada libre, y Mikel estaba convencido de que su nueva canción sería un éxito, sobre
todo porque estaba escrita con mucho sentimiento.
Llegó el gran día, y tristemente, unos minutos antes de su actuación, Mikel murió. Pero
su canción seguirá viva para siempre:
“Hegoak ebaki banizkion,...”
Oier Albero
Érase una vez en 1987 un cantante vasco, del
barrio del Antiguo de Donosti llamado Mikel
Laboa. Donosti es un sitio muy tranquilo con
vistas al mar. Mikel Laboa tenía ojos negros,
no tenía tanto pelo y era muy conocido.
Un día, en Guipuzkoa Mikel compró un
periódico en el que ponía: “Según los
científicos habrá una invasión de serpientes”.
Entonces Mikel pensó que los otros
guipuzkoanos podían defenderse solos y que el también. Pasaron 3 días y la invasión
empezó. Todos los guipuzkoanos se mudaron a Navarra y Mikel se quedo solo con 30
serpientes.
Las serpientes empezaron a perseguir a Mikel y al final lo rodearon. El pensó que uno
no tiene que confiar tanto en sí mismo. ¡Sentía mucho miedo!
De repente, a Mikel se le ocurrió que podía tocar una canción con la guitarra que
llevaba. Y empezó a cantar una canción sentimental: “Maite ditut maite gure
bazterrak”. A todas las serpientes les encantó la canción sentimental, y se
hipnotizaron. Entonces, Mikel recorrió treinta y tres kilómetros para buscar
un lugar tranquilo en el que las serpientes no atacaran. Quería que todos los
provincianos estuvieran a gusto en Gipuzkoa.
Al final, Mikel llevó las serpientes a un bosque llamado Pagoeta. Ellas le siguieron
balanceándose al ritmo de la canción que iba tocando Mikel. Allí se quedaron, muy
tranquilas. Entonces los guipuzkoanos volvieron de Navarra a Gipuzkoa. Estuvieron
luego agradeciéndole a Mikel con una fiesta que le hicieron durante tres días y tres
noches.
Maddi Alkain
Jorge Oteiza nació en 1908 en un caserío en Orio, un
pequeño pueblo de pescadores en Gipuzkoa. Desde
pequeño era un niño muy inquieto y observador, se fijaba en
todos los objetos y edificios y pensaba cómo mejorarlos.
Pero sobre todo, lo que más le fascinaba era el caserío de
su familia.
De joven se fue a Madrid para estudiar medicina pero al
poco tiempo se enteró que la medicina no era lo suyo y lo
que le molaba era la arquitectura. Su personalidad rebelde,
insobornable e inclasificable fue y sigue siendo un referente para muchos, entre los que me
encuentro.
un año antes de comenzar la guerra civil en España se fue a América en 1935, allí estuvo de
profesor en una escuela de cerámica, allí hizo sus primeras exposiciones. Volvió al País Vasco
once años después (1946).
Trabajo en un montón de esculturas de metal y madera tanbien escribió varios libros. Aparte de
todo eso, los expertos aseguran que fue un magnífico escultor. A mucha gente sus esculturas le
interesan, por esa obsesión suya de dar tanta o más importancia a lo que falta que a lo que
hay. Pero eso quizá tenga más que ver con la filosofía de la vida que con la escultura.
En un momento dado, iban a construir una carretera y pensaban derrumbar el caserío de su
familia y por eso creó una escultura “Baserri zaharra” que representaba el caserío de su
bisabuelo por el cual sentía cariño. Escribió varias críticas en contra de la carretera.
Pasando el tiempo la escultura cogió mucha fama. Gracias a un milagro en el periódico
publicaron que la carretera la iban a hacer por otro lado y que no iban a tirar el caserío y
entonces la escultura se hizo más famosa aún.
Desde ese día Oteiza fue obteniendo más trabajo. Hizo muchas más esculturas y terminó
siendo uno de los escultores más reconocidos de Euskadi.
Jon Castander
Érase una vez un escultor llamado Oteiza que en su tiempo
libre siempre hacia esculturas. Era chiquitín pero matón. Él
vivía en 1971 en Donostia. Soñaba ser escultor profesional.
Inició su actividad artística en San Sebastián a los años 20,
en contacto con los jóvenes que desarrollaban la
vanguardia artística en su ciudad. Las primeras obras
escultóricas de Oteiza están fuertemente influidas por el
cubismo y el primitivismo.
Un día fue a Roma para hacer una escultura al rey a ver para qué servía. Hizo una escultura de
metal tan bonita que todo el público empezó a aclamarle: ”¡Oteiza!, ¡Oteiza!”. Y fue así que
decidieron que fuese a Donosti a hacer una escultura y ahí se convertió en famoso. Pero había
un problema, había un escultor que destrozaba sus preciosas esculturas. Oteiza no sabía quien
era pero llamo a la policía para que vigilasen sus esculturas. El ladrón no estaría muy lejos.
Oteiza volvió a Roma para enseñar al rey la escultura que le
había hecho en su tiempo libre. Todo salió muy bien hasta
que llegó la hora de enseñar la escultura, ¡estaba rota!
¡¡¡Otra vez había sido el ladrón!!! La policía fue detrás de
él pero tiró una bomba fétida y desapareció. La policía no
sabía qué hacer para coger una pista, y no consiguió
encontrar ni una pista, porque había una peste que no
aguantaban ni las mofetas. La policía dijo que lo
investigarían al día siguiente.
Oteiza estaba enfadado pero a la vez muy triste por que le costó mucho hacer la escultura. Él no
quería esperar más, por eso fue a investigar a ver si encontraba una pista. En efecto, encontró el
DNI del ladrón que era Robert Rascuñé, ¡ ¡el ladrón más famoso de Holanda!! Le buscaron
por todas partes pero no lo encontraron. Oteiza, de la rabia, hizo en un pis-pas otra
escultura chulísima que atrajo al ladrón y le pillaron.
Asier Alkain
Había una vez un escultor que se llamaba Eduardo Chillida. Nació el 10 de enero de 1924 en
San Sebastián. Eduardo era un chico con mucha imaginación y hacía unas esculturas muy
bonitas. Tenía los ojos marrones, la nariz pequeña y un
poco de barbilla. Por dentro era un tío majo, por eso
tenía tantos amigos.
Un día se le ocurrió hacerle una escultura a su gran
amigo de la infancia Pepe Juan y lo hizo combinando
madera y metal. Cuando acabó la escultura la metió en
la furgoneta y fue a visitar a Pepe Juan.
Cuando se la regaló, Pepe Juan pensó que como
hacía tan bien las esculturas, tenía que hacer un
museo para que toda la gente pudiera disfrutar con sus maravillosas esculturas. Cuando Pepe
Juan le dijo eso Chillida, este se emocionó, y le dijo:
-¡Eres un gran amigo!
Chillida no paró hasta hacer millones de
esculturas para el museo. Cuando acabó
pensaba qué nombre ponerle al museo. Su
amigo le dijo que el nombre adecuado sería
Chillida-Leku y al final le pusieron así. Las
primeras personas en visitarlo fueron sus
padres y les encantó De ahí en adelante, a
todas las personas que fueron a visitarlo les
maravilló y querían que hiciera otro museo tan
bonito como aquel. Pero Chillida andaba con enfermedades y no pudo hacer más esculturas.
De ahí a dos años Chillida falleció. Todos se quedaron con pena porque sus esculturas eran
muy bonitas; sobre todo la que le regaló a su amigo Pepe Juan.
Julen Manterola
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Érase una vez en 1989 un caballero, y se
llamaba Chillida. No era rico pero hacía unas
esculturas preciosas. Vivía en San Sebastián,
era de corazón puro como el oro y tenía los
ojos tan bellos como el mar.
Un día fue a hacer una escultura para la parte
de Ondarreta, pero la escultura cayó a una
piedra que estaba en el mar. Entonces Chillida
comprendió que era mejor hacer las esculturas
en tierra firme. Chillida pasó todo un mes haciendo esculturas y cuando terminó de hacerlas se
fue a dormir.Y a la mañana siguiente:
-¡Oh, noo!!! Mis esculturaas! Alguien le había robado las esculturas. Chillida pasó semanas
buscando al ladrón y cuando lo encontró le dijo:
-¿Dónde están mis esculturas?
-¿Por qué te lo tengo que decir?
-Porque si no me lo dices, llamaré a la policía.
-Está bien! Te lo diré, pero me tendrás que hacer una escultura!
-¡Te la haré! ¡Ahora díme donde están mis esculturas!
-¿Cómo?¿Qrees que te lo voy a decir ahora? JAAAA!!, JAAAA!! No me hagas reir!
El tiempo pasó y Chillida iba a acabar la escultura. Pero para saber que el ladrón le daría las
esculturas le hizo una emboscada y así supo dónde estaban las esculturas.Entonces le dijo:
-¡Ya he terminado tu escultura! Ahora, ¡¡Vete a la Parte Vieja!!
Chillida llamó entonces a la policía y ellos detuvieron al ladrón por haber usado al escultor para
ser famoso.
Chillida llamó al sitio en que se cayó la escultura “El peine de los vientos”. Y con las otras
esculturas hizo un museo al que llamó “CHILLIDA-LEKU”. ¡Y así creció su fama!
Olena Irizar
Juan Mari Arzak, nació el 31 de julio de 1942 en Donostia. Juan Mari Arzak era
trabajador y tenía mucho talento en la cocina. Le venía de familia. Solía ir muy bien
vestido de cocinero, elegante. Trabajaba en su restaurante que se llamaba Arzak como
su nombre.
El 18 de julio de 1999 Arzak estaba cocinando en su
restaurante tranquilamente para mucha gente, y estaba
muy, pero que muy cansado. Estuvo así hasta la una de la
mañana. Cuando se fueron todos los clientes Arzak no
podía aguantar más limpiando y se fue a dormir. A la noche
en su cama soñaba que al día siguiente se iba a cansar
todavía más. Pero no sabía que al día siguiente se iba a
encontrar con una gran sorpresa.
Cuando Arzak fue a su restaurante y vio que todo estaba patas arriba, se llevó un susto
tremendo que no se puede uno ni imaginar. Después, con mucho miedo por lo que pasó,
llamó a los ertzainas y los ertzainas le dijeron que no tocara, ni entrase a ningún lado de
su restaurante. Arzak tenía mucho miedo y no tocó nada, salió a fuera y cerró la puerta.
A los 20 minutos vinieron los ertzainas, estuvieron unos 30 minutos y le dijeron a Arzak
que no robaron dinero y Arzak se tranquilizó. Pero cuando le dijeron que habían robado
las recetas casi le dio un infarto de corazón. Arzak no podía cocinar sus mejores recetas,
entonces cerró el restaurante, Arzak se quedó muy disgustado en su cama. Arzak no
quería levantarse de la cama, hasta que una tarde le llamaron los ertzainas para decirle
que ya habían atrapado al ladrón en Bilbao y que era el ladrón más buscado de
Alemania. Mesuyt Uyzack se llamaba. Arzak fue a Bilbao y recogió sus recetas.
Arzak volvió a abrir su restaurante y nunca le entraron a robar otra vez.
Aner Unanue
(Susto inventado)
Karlos Arguiñano nació el 6 de septiembre de 1948 en Beasain. Es un cocinero,
presentador de televisión, actor y empresario. Presenta en el canal de televisión Antena 3,
desde septiembre de 2010, el programa “Karlos Arguiñano en tu cocina”.
Un día, cuando era un chaval, Carlos Arguiñano estaba
tranquilamente en su casa preparando una comida pero
no supo hacerla.
Primero preguntó a su madre y luego a su padre. Ellos
le inspiraron para dar una vuelta por España, Francia,
París e Italia y que así aprendiera cómo se cocinaba. Él
aceptó ilusionado, y así empezó a dar la vuelta por esos
países.
ITALIA:
Le gustó muchísimo Italia, sus pizzas, el queso,…
FRANCIA:
En Francia le inspiró su marisco, sobre todo sus cigalas…
ESPAÑA:
En España se inspiró en la comida en sus salsas.
Y con la receta que consiguió al final hizo este riquísimo menú:
- Unas cigalas.
- Carne en salsa.
- 3 quesos de distinta clase.
Y así se hizo famoso en el mundo entero.
Beñat Prada
Realidad y ficción
Había una vez un chico llamado Montxo Armendariz,
y todos sus amigos y conocidos lo llamaban Montxo.
Su vida era normal, era un niño listo y sus profesores
decían a su madre que era un muchacho con mucho
futuro. También era rápido, muy fuerte, y buen jugador
de fútbol, pero el sabía en su interior, que el deporte no
era a lo que él se quería dedicar.
Pasados los años, se convirtió en un tipo muy inteligente y con mucha imaginación y pensó que
le gustaría dedicarse al cine. Antes trabajó como profesor de electrónica. Aprendió cine por su
cuenta al mismo tiempo que trabajaba. Primero hizo cortos sobre temas sociales. Luego creó
una cooperativa. Su primera gran película fue el largometraje “Tasio”.
Los años que fue aprendiendo a hacer cine fueron especiales, conoció a la mujer de su vida. Se
llamaba Puy, era dulce y cariñosa, tenía unos grandes ojos azules, el pelo dorado como el
sol y los labios rojos preciosos. Se conocieron en la playa dando un paseo. Puy estaba con
su perra llamada Cleo, una perra blanca de pelo liso y cuando la perra vio a Montxo, se le tiró
encima y empezó a chuparle la cara. Montxo primero se asustó, pero luego cuando vio a
Puy se tranquilizó un poco y se maravilló por su belleza, y se enamoró de ella. Durante
muchos años estuvieron saliendo juntos, y finalmente decidieron casarse y formar una
familia muy bonita. Vivieron en una casa preciosa y grande para que su hija pudiera jugar en el
jardín con Cleo.
Desde que aprendió a hacer cine Montxo se dedicó a hacer películas sobre la vida de la gente,
que le gustaban y las hacía muy bien. Se hizo muy famoso con la película “27 Horas”, que
trata de una pareja joven enganchada a la droga y rodada en Donostia, en la isla Santa Clara.
Otra de sus películas más famosas, y que ganó varios premios Goya es “Secretos del Corazón”.
Sus películas han ganado muchos premios, y cuando vuelve a su pueblo Olleta, la gente le grita:
-¡¡Viva Montxo Armendariz!!
Elene Barea, 11 años (este cuento es ficción)