8/18/2019 Cuestiones Complementarias de Sagrada Escritura 30001
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CUESTIONES
COMPLEMENTARIAS
DESAGRADA
ESCRITURA
UNIDAD DIDACTICA 3
LA LISTA DE LOS LIBROS
INSPIRADOS. EL CANON
instituto internacional de teología a distancia
plaza de ramales, 2 madrid
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CONTENIDO DE L UNID D DID CTIC
INTRODUCCION
Tema 1. FORMACION DE LA BIBLIA JUDIA
1.1. Introducción: Concepto de la Biblia. División de la Bibliajudía.
1.2. Formación de cada una de las partes.
1.3. Razones
y
criterios.
Tema 2. FORMACION DE LA BIBLIA CRISTIANA
2.1. Introducción.
2.2. El Antiguo Testamento.
2.3. El Nuevo Testamento.
2.4. Criterios.
2.5. Postulado teológico .
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INTRODUCCION L UNID D DID CTIC
Hoy, la lista de los libros reconocidos como inspirados está completa y cerra-
da. Es posesión pacífica y tranquila, apenas discutida entre los herederos de la
fe bíblica, el judaísmo y el cristianismo. Nadie piensa en cambiar lo que hace
tiempo quedó firmemente establecido. Para ello desplegaron febril actividad
muchas generaciones, que discutieron, que constataron y que, al fin, decidieron.
Su decisión señaló un límite rigurosamente firme a los libros normativos.
Pero ¿por qué entraron en su lista unos libros y no otros, aparentemente
iguales o aun mejores en forma y contenido?, ¿Qué criterios y razones tuvieron
para hacer esa selección?, ¿Por qué la Iglesia cerró la lista con el escrito del
último apóstol, impidiendo así que entraran en la Biblia otros libros tan impor-
tantes que han surgido desde entonces hasta hoy?, ¿Significa ese dato que Dios
no sigue revelando ya a la humanidad?
Estas y otras preguntas semejantes son las que vamos a tratar de aclarar en
esta Unidad Didáctica. No son cuestiones bizantinas: en el pasado acapararon
amplia atención y en el presente no son tan claras, al menos para la razón. Topan
con el misterio que palpita en el dato de que los libros sean comunicación de
Dios y de que el hombre los reconozca como tales. ¿Qué teoría racional podría
dar razón de esos hechos y de su último porqué?
El judaísmo y la Iglesia siguieron, sin duda, unos criterios para decidir qué
libros tienen autoridad divina y deben, por ello, ser tomados como norma de
vida. Pero esos criterios no son analizables hasta el fondo, no aparecen siempre
aplicados con rigor, no se revelan en cada caso coherente. En definitiva, no
responden del todo a la pregunta de por qué algunos de los libros que están
dentro no se quedaron fuera y otros que se quedaron fuera no están dentro.
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Los que creemos que la Escritura es Palabra de Dios, expresamos lo que signi-
fican' esos libros para nosotros por medio del término canonicidad. Este término,
hoy nada familiar y poco inspirador, supone que se ha hecho la selección de unos
libros del contexto de la literatura existente, y que se tiene la convicción de que
esos libros son diferentes de los otros en cuanto a carácter y a autoridad. La canoni-
cidad comporta la proclamación formal y oficial de que esos determinados libros,
objeto de selección, son libros inspirados, tienen autoridad divina y, por lo mismo,
son para el oyente de su palabra regla de fe y norma de vida.
Canon es un vocablo de mucho abolengo, con pasaporte interlingüístico, familiar
en el campo del arte y en el de la religión. Su origen es semita: Qanu y Qaneb signi-
fican caña, en asirio y hebreo. El mismo vocablo en griego amplía su campo de sen-
tidos, desde lo concreto a lo abstracto: bastón derecho, vara de medir, regla.
Partiendo del sentido original, más visible en las lenguas semitas, el término evolu-
ciona por dos líneas metafóricas. En la primera, atestiguada abundantemente en el
lenguaje artístico, significa norma y modelo; en la segunda, lista o colección de libros.
Las dos líneas se funden cuando, en el siglo IV, de la era cristiana, el término es elegido
para designar una colección de libros que una comunidad acepta como norma de
su vida.
La canonicidad valora y define esos libros: los reconoce inspirados, sagrados y, por
lo mismo, autorizados. Si la inspiración alude a su origen divino, como hemos visto
en la Unidad Didáctica 1, la canonicidad recoge el hecho de que una comunidad
(pueblo o iglesia) los reconoce inspirados y los acepta como norma. La formación
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del canon no equivale a la fonnación de los libros de la Biblia, a la historia particular
de cada uno y de todos en su complejo devenir; el canon supone andada esa etapa,
y se refiere al hecho ulterior de la aceptación de esos libros por la comunidad como
norma de vida.
El canon de los libros santos se formó poco a poco, en un pro creso largo, durante
mucho tiempo. En este lapso de tiempo hubo horas cruciales de toma de conciencia
del valor de _unos libros y de alzamiento de guardia respecto a otros. Tales fueron
obviamente los momentos de crisis, cuando la propia identidad estaba cuestionada
y el confusionismo urgía a tomar decisiones categóricas. En esas horas se buscó la
propia definición en unos libros que ejercían ya su autoridad y se optó por estable-
cerlos como norma. Por el contrario, se rechazaron o se ladearon otros libros, que
representaban corrientes estimadas peligrosas o, al menos, dudosas. La resultante
fue el canon.
Hoy nos hallamos ante el hecho de que la lista de los libros nos viene dada por
la tradición y por la Iglesia y está refrendada por su autoridad~- pero l a historia de
la formación del canon que vamos a estudiar en esta Unidad Didáctica nos recuerda
lo complejo y laborioso que fue tomar a su respecto decisiones definitivas, válidas
para todos.
Si los libros mismos son producto de un proceso en el que tuvieron parte muchos,
comunidades e individuos, ese es también el caso de la entrada de-los libros
enel
canon. Normalmente, esa entrada no se gestó en asambleas de teólogos ni en decisiones
de concilios; fue fruto de praxis comunitaria secular, alentada, eso sí, por persona-
lidades de excepción. Al final corroboraron las decisiones conciliares.
En este proceso de canonización debemos destacar varios momentos. El primero,
presupuesto ineludible para que el canon tenga razón de ser y contenido, es la expe-
riencia de la manifestación de Dios entrando en diálogo con el hombre en la historia
y la formulación de esa experiencia en palabra escrita. El segundo es la hora en que
ese escrito es conocido como testimonio fiel de lo que Dios comunicó o de lo que es
el hombre y el pueblo frente a Dios; este reconocimiento convierte por sí mismo
el libro o los libros en cuestión en norma de la vida. Al final de un proceso como
ese, que afectará a muchos libros, se habrá llegado al canon, a la lista completa de los
libros sagrados. -
Según esto, vamos a tratar de desarrollar las grandes líneas y momentos de la
formación del canon, sin entrar en todos sus pormenores. Como existen la Biblia judía
y la Biblia cristiana, la Unidad Didáctica tiene dos temas. En el primero desarrollaremos
la historia de la formación del canon judío:
Tema 1: Formación de la Biblia judía.
En el segundo estudiaremos la formación del canon cristiano:
Tema 2: Formación de la Biblia cristiana.
Para el desarrollo de esta Unidad Didáctica, seguimos la obra de Angel González
Núñez ¿Qué es la Biblia? , recomendada en la Unidad Didáctica 2.
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tema
FORMACION DE LA BIBLIA JUDIA
Objetivo: Dar a conocer las grandes líneas y momentos de la formación del canon judío de la Biblia.
Introducción
Formación
de cada
una de
las partes
Razones
y
criterios
de la
formación
Concepto
de la
Biblia
División
de la
Biblia
judía
r
La Biblia no es un concepto unívoco; no significa 10mismo para judíos y cristianos.
lExiste Biblia judía y Biblia cristiana.
La Biblia judía tiene tres partes: Torá (Ley), Nebím (Profetas) y Ketübim (Escritos).
La secuencia de estas tres partes obedece al orden cronológico de la canonización y a la
mayor autoridad de que goza una respecto de otra: la ley más que los profetas y éstos
más que los escritos.
Según la nomenclatura habitual , la Biblia judía consta de 24 libros, divididos en las tres
partes mencionadas.
La Ley
Los
Profetas
Los
Escritos
Núcleo del Deuteronomio
- Se presenta bajo el nombre de Moisés, primero de los profetas.
- Es el principio del canon. .
- Su fecha es datable: 622 a. C. reforma religiosa de Josias.
Conjunto de códigos del Pentateuco.
- La Ley leída por Esdras ante el pueblo (Neh, 8).
- Esta Ley aparece enmarcada en el pacto sinaítico.
- Su fecha hacia el 450 a. C.
Pentateuco actual .
- Estos códigos de leyes, más la tradición historiográfica, reciben su constitución defmitiva
en la escuela sacerdotal.
- Son la base sobre la que se fundamenta el judaísmo posexílitíco: la Torá.
Razones
Criterios
Tradición oral
- La palabra de los profetas vivió por largo tiempo en la tradición oral: tiene autoridad
divina.
- No puede canonizarse como Escritura por no tener cuerpo literario.
Tradición escrita
- Los discípulos de los profetas componen selecciones pequeñas que luego rematarán en
colecciones mayores y en libros.
- La época posexflica va a ser la hora de la canonización: Así surge la Ley y los Profetas.
. .
La lista de los escritos
- Abarca una serie de libros heterogéneos: poéticos, sapienciales e hístoriografícos.
- Las alusiones antiguas a esta parte son siempre imprecisas.
La canonicidad
- La discusión en torno a su canonicidad tardó en zanjarse (Concilio de Yamne, siglo I
p. C).
- La palabra del Sir y la del masal se alinean con la de la Ley y los Profetas.
U
Laautoridad divina reconocida en los libros que integran el canon.
El fortalecimiento de la propia identidad.
La conformidad de los libros con 10que se considera la Tradición recibida.
La actitud popular ante la fuerza de la palabra.
O
Autor.
Antigüedad.
Lengua.
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1.1. INTRODUCCION
1.1.1. Concepto de la Biblia.
La Biblia no es un concepto necesariamente unívoco o que signifique lo mismo
para judíos y cristianos. No hay tampoco coincidencia en cuanto a los libros que
abarca.
1.1.2. División de la Biblia judía.
La Biblia judía se integra de tres partes: la ley, los profetas y los otros escritos.
Esta nomenclatura de tres miembros se presenta ya acuñada en el siglo 11 antes de
C. Recurre por primera vez, que sepamos, en el prólogo del Eclesiástico (a. 117 a.
de C.): La ley, los profetas y los otros escritos de los antepasados. Esa nomen-
clatura y división de los libros sagrados quedan establecidas en el uso del judaísmo
ulterior, y hay amplio eco de ellas en los escritos de Flavio Josefo, de Filón y en el
Nuevo Testamento (Mt 5, 17; Lc 24,44; Act 28,23).
La secuencia de los tres grupos de libros en la Biblia =Iey, profetas y escritos=-
no es cosa del azar; obedece al otden cronológico de la canonización y a la mayor
autoridad de que gozan unos libros con respecto a los otros: la ley más que los profe-
tas y éstos más que los escritos.
La ley (torá) es la parte más sagrada y de mayor autoridad en la Biblia judía; corres-
ponde a lo que comúnmente conocemos con el nombre de Pentateuco. Le siguen en
orden de canonización y en sacralidad los libros de los profetas; en ellos están incluidos
los llamados profetas priores (libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y los pro-
fetas posteriores (los libros de los profetas mayores y menores). La tercera parte de
la Biblia está configurada por los restantes libros. Su canonización procedió más lenta-
mente; algunos entraron en la Biblia ya en la era cristiana; entre los primeros libros
de este grupo están los Salmos.
Según su nomenclatura habitual, la Biblia judía se integra de veinticuatro libros,
divididos en los tres grupos mencionados (1). El primero contiene la torá, instrucción,
decisión, ley; el segundo, el dabar, la palabra profética; el tercero, el sir y el masal, el
canto y la sentencia, que integran los libros poéticos y los libros sapienciales. El judaís-
mo guardaba en la Biblia su más valioso tesoro (1 Mac 1,59 y ss.; 2 Mac 2, 13-15),
sus apreciados libros santos (1 Mac 12, 9).
1.2. FORMACION DE CADA UNA DE LAS PARTES
1.2.1. LA LEY
Probablemente, la primera expresion de actitud venerativa ante un libro como
sagrado, o al menos la primera de la que quedó amplia constancia, es la que se refiere
al libro de la ley o libro de la alianza , encontrado en el templo en tiempo de
Josías (2 Re 22, 8-23, 3). El libro en cuestión es indudablemente el núcleo principal
del actual Deu teronomio.
(1) La reducción del Antiguo Testamento de 45 libros que nosotros estamos acostumbrados a contar, a los 24
que cuentan los judíos, se explica, porque en esta cifra faltan los siete deuterocanónicos, porque no se desdoblan
varios libros que en la Biblia cristiana hacen dos y porque se cuenta como un libro todo un grupo de libros.
La tora t iene los mismos cinco libros que tiene el Pentateuco: Gén, Ex, Lev, Núm, Dt; los profetas priores
abarcan cuatro libros: Jos, Ju, Sam, Re; los profetas posteriores otros cuatro: Is, Jer, Ez y doce profetas menores
en un libro; en los Escritos se incluyen once libros: Sal, Prov, Job, cinco rollos (Cant, Rut, Lam, Ec , Est), Dan,
Esd-Neh, Cró. En total, 24 libros.
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1.2.1.1. Núcleo del Deuteronomio.
El libro se presenta amparado en el nombre de Moisés, el primero de los profetas
(Dt 18, 18). Su palabra, por lo mismo, tiene autoridad divina. Toda la ley será después
atribuida a ese profeta, intermediario fiel de la Palabra de Dios para su pueblo. La ley
atribuida a la mediación de Moisés es la palabra que el pueblo recibió como su cons-
titución.
La actitud expresada por el rey y por el pueblo ante ese libro de la ley equivale
a su reconocimiento como Biblia. Es el principio del canon. Hacer una reforma reli-
giosa a la luz de sus mandamientos es consecuencia de haberle reconocido autoridad
divina y de haberlo aceptado como norma de vida. Un libro de la ley de Dios es
también (Jos 24, 26) base de una alianza o fundamento de una comunidad, que se
forma y que vive bajo el signo de su nombre.
Si el hallazgo del libro' de la ley y la reforma religiosa de Josías, obediente
a esa ley, señalan el nacimiento de la Biblia, su fecha es datable; es el año 622 a. de
Cristo.
Casi dos siglos más tarde, en la segunda mitad del siglo V, se da otro paso impor-
tante, por no decir el verdaderamente decisivo, hacia la formación del canon. El escriba
Esdras venido del exilio hace una lectura solemne de la ley ante el pueblo congregado
en el templo, con la intención de renovar la alianza (Neh 8).
1.2.1.2. Conjunto de códigos del Pentateuco.
La ley leída por Esdras en esa circunstancia no es el código deuteronómico o el
de la alianza de Siquem, sino el conjunto de códigos que integran el Pentateuco actual.
En el acto de establecer esa ley como norma de vida, la comunidad de Esdras está
canonizando la torá y presenciando ~el nacimiento de la primera parte de la Biblia.
Cuando la nación con sus instituciones se ha hundido, el pueblo se reconstruye en
torno al libro santo. Este será la constitución que lo mantenga como pueblo, aun sin
la nación.
La ley aparece encuadrada en el marco narrativo de la historia mosaica, y más
concretamente, en el acontecimiento sinaítico. Este
reúne
dos factores: un encuentro
eofánico entre Dios y su pueblo y la conclusión de una alianza entre los que han
venido a ese encuentro. La ley se sitúa ahí como elemento que pertenece a ese aconte-
cimiento.
Pero en un sentido amplio, todo el relato del Pentateuco hace de marco a la ley.
Los acontecimientos relatados se refieren a los pasos de los predecesores de Israel,
desde el origen, con Abraham, hasta la llegada del pueblo al Sinaí, y luego a los cami-
nos ulteriores de los descendientes del patriarca hacia la tierra de destino. En el centro
de esos relatos está el tema de la liberación de servidumbre, origen de Israel como
pueblo salvado. Casi en la cima del camino está el Sinaí y la alianza que allí tuvo lugar,
origen de Israel constituido como pueblo de Dios. El Pentateuco es, por lo tanto,
la constitución de Israel, la base histórico-teológica por la que se orientará su fe y se
normará su vida. Esos son los presupuestos que sustentan su canonización.
Eso no quiere decir que el Pentateuco no ejerciera ninguna autoridad antes ya de
su configuración definitiva. Sus primitivas tradiciones y sus primeros códigos de leyes
ejercían indiscutible autoridad. Las tradiciones antiguas que incorpora el Pentateuco
hablaban de la guía de Dios en favor de los padres. Eran épica sagrada. El credo histó-
rico que profesó Israel desde su origen recogía en síntesis esos grandes acontecimientos
que refiere la épica sagrada y los proclamaba obra de Dios. Los historiadores más
antiguos de la Biblia tomaron de las tradiciones materiales y del credo un esquema
para escribir la historia santa. Por su lado, el libro de la ley provocó y dio la pauta
a la reforma de Josías.
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1.2.1.3. El Pentateuco actual.
Toda esa tradición historiográfica yesos códigos de ley fueron un día utilizados
por la escuela sacerdotal. Esta los encuadró en su versión, los actualizó y ofreció en
ellos a su pueblo su constitución definitiva. El Pentateuco fue la base sobre la que se
fundamentó el judaísmo posexílico, con todas las ramificaciones que luego le nacieron:
el judaísmo palestinense, las comunidades de la diáspora y los mismos samaritanos
que, al separarse a su vez de los judíos se llevaron consigo la torá, que es su Biblia.
1.2.2. LOS PROFETAS.
La palabra profética se supone que tiene, en virtud de la definición misma del
profeta, autoridad divina. El profeta no habla por su cuenta, sino en nombre de Dios.
La tradición fue consecuente con ese postulado, ya al reconocer la autoridad de la
ley deuteronómica, sobre la base de que era palabra de Dios por un profeta, Moisés.
1.2.1.1. Tradición oral.
La palabra de los profetas vivió por largo tiempo en la tradición oral. Lo que se
puso por escrito en sus días es insignificante. Los profetas no podían, por lo tanto,
verse canonizados como Sagrada Escritura, cuando sus dichos y palabra no había
adquirido aún su cuerpo literario, por mucha que fuese la autoridad que ejercieran
ya en la vía de la tradición oral. En su día se entendió que la palabra del profeta se
dirigía a su momento y que era válida para él. Pasado ese momento, se la siguió recor-
dando, hasta llegar al descubrimiento de que esa palabra que mira hacia adelante
puede tener vigencia duradera.
1.2.2.2. Tradición escrita.
Los discípulos de los profetas fueron quienes recogieron, guardaron y transmi-
tieron sus palabras. Con el tiempo se formaron pequeñas colecciones, que luego rema-
tarían en colecciones mayores y en libros. Por supuesto, los libros recogieron con la
palabra del profeta acrescencias ulteriores de la misma, añadiduras narrativas en torno
al mensajero, palabras de ignota procedencia, factores en conjunto, que actualizan la,
palabra y que muestran que ésta vivió más allá de su hora histórica.
La época posexflica, que parece anodina, es la que realmente hace justicia a los
profetas que no la habían visto en su día. Los círculos apocalípticos se nutren, en
su mensaje y visiones, de la palabra profética. El pueblo se concentra en el tesoro de
su literatura y descubre día a día el profundo significado que ésta tiene. Los anuncios
de los profetas se comprueban veraces. Con ello se consolida la esperanza que despier-
tan. En eso suena la hora de su canonización.
Los llamados profetas priores (la historia deuteronomista, con Josué, Jueces,
Samuel y Reyes) enlazan directamente con la tradición de los patriarcas y con los
recuerdos de la era mosaica, y refieren la historia del pueblo desde la conquista del
país hasta el fin de la monarquía. Si la narración del Pentateuco está animada por
la palabra de la ley, la deuteronomista lo está por la palabra y por la acción de los
profetas, los preclásicos, como Samuel, Natán, Ahías de Silo, Elías y Eliseo, e incluso
por la presencia de los grandes profetas. Cierto, de los profetas de los siglos VII y VIII
no hay mucho eco en esos libros, pese a que corresponden a la época de la que se da
cuenta en ellos.
Los profetas preclásicos se adelantan al momento en que se valoraría más la palabra
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. .
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que la acción, y por eso su palabra no fue recogida en libros con sus nombres. La
historia retiene, sin embargo, algunas de sus palabras en el contexto de su vida. Pero,
sobre todo, conserva en leyendas recuerdos de sus hazañas, que son palabra en acción.
La historia deuteronomista consigue una sorprendente teología de la historia, tornando
corno eje el funcionamiento de la palabra de la alianza y su ley y la palabra de los
profetas. Hay buena razón para llamar profetas priores a estos libros. Los destinata-
rios de esa historia la consideraron versión fiel de la relación que medió entre Dios
y su pueblo entre la conquista de la tierra y el final de la monarquía, y la declararon
normativa. Este último paso equivale a su canonización.
Los escritos de los profetas significan un contrapunto carismático, de dirección
escatológica, a la concepción de la alianza en la versión sacerdotal del Pentateuco.
La comunidad del posexilio estimó que la historia había dado la razón a los profetas
o que Dios los había legitimado a su luz, y se hicieron populares. Sus palabras anima-
ron a esa comunidad y orientaron su atención hacia el futuro. La hora de su canoniza-
ción llegó, por fin, en los siglos 11 y III a. de C. Fueron leídos igual que la torá en las
sinagogas y fueron escuchados corno Sagrada Escritura. La Biblia podía llamarse,
desde ese momento, la ley y los profetas .
1.2.3. LOS ESCRITOS.
La tradición judía designó con ese término un grupo heterogéneo de libros del
Antiguo Testamento, que tardó en definirse corno la Biblia. Las alusiones antiguas
a este bloque, desde el prólogo del Eclesiástico hasta Flavio Josefo y el Nuevo Tes-
tamento, son siempre imprecisas. No ofrecen nunca una lista concreta de sus libros.
y
es que la lista estuvo fluctuante por unos cuantos siglos. El nuevo Testamento
hace representante de este grupo el libro de los Salmos.
1.2.3.1. La lista de los escritos.
La lista de los escritos abarca una serie de libros que el judaísmo estimaba,
que leía asiduamente y que, al fin y por etapas, reconoció corno sagrados y canónicos.
Están en este grupo los libros poéticos del Antiguo Testamento, los sapienciales y
algunos historiográficos. Nominalmente se trata de los libros de los Salmos, Proverbios,
Job, la historia cronística (Crónicas, Esdras y Nehemías) y los cinco rollos , que
son el Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester.
1.2.3.2. La canonicidad.
La discusión en tomo a la canonicidad de algunos de estos libros tardó siglos en
zanjarse. El Concilio de Yamme, al final del siglo primero de la era cristiana, trató
de esta parte movediza del canon. Era un momento en el que el judaísmo normativo,
el sobreviviente a la catástrofe de la destrucción de Jerusalén, en el año setenta, y a la
consiguiente dispersión, debía defender su identidad acogiéndose a su Biblia, ya que
no podía hacerlo a su nación. No tenemos la crónica de sus deliberaciones ni sabemos
de sus decisiones, en lo que se refiere al canon de la Biblia; pero que de él se trató no
cabe duda. La palabra definitiva sobre algún libro del canon, en concreto el Cantar
de los Cantares, se pronunció en el siglo segundo de la era cristiana.
La canonización de este tercer bloque de libros supone ya la normatividad de la
ley y de los profetas. El hecho significa que, corno allí, se reconoció a esos libros
autoridad divina y se los consideró fiel expresión de la vida de esa comunidad que
quiere ser pueblo de Dios. La palabra del sir y la del masal se alinea con la palabra de
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la ley y con el mensaje del profeta. A simple vista,
lOS
libros de este grupo tienen
valor devocional o se hacen apreciar por su contenido ético. En todo caso, son testigo
de la vida de la comunidad y hablan de los problemas, de las dudas y de las esperanzas
que la animan.
1.3. RAZONES Y CRITERIOS
1.3.1. Razones.
La razón más convincente, por más que misteriosa, de la formación del canon
de la Biblia, es el reconocimiento de la autoridad divina en los libros que lo integran.
El Espíritu de Dios, que animó a los que dejaron su testimonio en los libros, animó
también al pueblo que lo reconoció y descubrió allí su verdadera identidad. Por eso
decidió que esos libros debían constituir la norma de su vida.
Es claro que el judaísmo creó mucha más literatura que la que quedó incluida
en el canon. Algunos de esos libros gozaron de popularidad, se leyeron asiduamente,
se les reconoció indudable valor educativo e instructivo, y, con todo, no entraron
en el canon. Otros fueron rechazados deliberadamente por despertar sospechas o por
razones evidentes de heterodoxia y laxitud, de sincretismo y sectarismo.
Si se observa la diversidad de tendencias, de corrientes de pensamiento, de espi-
ritualidades y de teologías que la Biblia supo integrar y armonizar, sorprende el plura-
lismo de esa comunidad. Por otro lado, su sensibilidad aparece verdaderamente refinada
cuando se ve precisada a discernir lo que no puede integrar. Es reacción normal de
autodefensa, en momentos en que amenaza el peligro de fuerzas desintegrantes.
Razón, por lo tanto, más empírica, aunque también genérica, de la integración
de los libros en el canon sería que esos libros se hagan eco y fomenten el fortaleci-
miento de la propia identidad, de la cual se toma conciencia afinada en momentos
de crisis y en horas decisivas de la historia. Esa razón genérica se desdobla en muchas
razones más concretas, de diversa naturaleza, de envergadura nacionalista, sociológica,
jurídica y, por supuesto, religiosa.
Al repasar la lista de libros tan diversos, las razones abstractas toman rasgos concre-
tos; cada libro destaca aspectos determinados de la compleja imagen que presenta
un pueblo'en su historia.
Razones aún más tangibles de la entrada de un libro en el canon serían su conte-
nido, su carácter religioso, su conformidad con lo que se considera tradición recibida.
Pero esos criterios no ampararían aún a muchos libros, que parecen saltar de esos
marcos.
También cabría destacar como razón de la canonización la actitud popular ante
la fuerza de la palabra, en particular la del profeta o la del visionario apocalista. Se
trata de la actitud mágica que puede suscitar la creencia en su eficacia ex opere operato.
1.3.2. Criterios.
Criterios más manejables de la canonicidad son la procedencia de los libros, su
antigüedad, su autor, su lengua. De hecho, la tradición mostró tendencia a atribuir
los libros de la Biblia a personajes prestigiosos, como el Pentateuco o torá a MOisés,
los Salmos a David, los sapienciales y poéticos a Salomón, la historia deuteronomista
a profetas. Pero esas atribuciones no amparan a todos los libros.
- El criterio de la antigüedad quiere que todos los libros de la Biblia procedan
de la era profética, que concluiría en la época de Esdras. Por eso los libros tardíos
se refugian bajo el nombre de un personaje del pasado, que le confiere autoridad.
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La Iglesia, a su hora, dará también paternidad convencional a algunos de los libros
del Nuevo Testamento para mantener el criterio de la apostilicidad.
El criterio de la lengua, aunque pueda parecer superficial, también tuvo su
peso. Los rabinos no incluyeron en el canon, al decidir la última parte de la Biblia,
ningún libro nacido en una lengua que no fuera el hebreo.
En definitiva, son muchas las razones y criterios que pudieron intervenir
e intervinieron de hecho para promover el status de un libro y constituirlo en
norma de fe y de conducta. Pero, en última instancia, esas razones serán todas
expresión de la que señalamos al principio: el reconocimiento de la autoridad
divina en el libro.
La canonicidad responde a una decisión de orden dogmático. Implica el
pronunciamiento sobre valores y significados de orden transempírico. En defi-
nitiva se tiene que regir por criterios de fe. El Espíritu de Dios es la única luz
que puede conducir al reconocimiento de la presencia del Espíritu en los libros
escritos. Por supuesto, ese último criterio se sustancia en motivos tangibles y al
menos parcialmente analizables a la luz de la historia, de la sociología o de la
fenomenología religiosa.
El canon de la Biblia es obra, ante todo, de la comunidad. Ella tuvo ya parte
importante en la formación de muchos libros; luego la tuvo en el reconocimiento
de su carácter sagrado. Y lo mismo que los libros son de algún modo inseparables
de la comunidad, así lo es ella de los libros. Los libros de la Biblia son su defini-
ción, la expresión fiel de su vida y de su autocomprensión. Fue indudablemente
el hecho de encontrarse a sí misma en los libros lo que llevó a la comunidad
a establecerlos como norma.
Para que sean norma de vida de manera adecuada y total, la interpretación
los sigue actualizando, guiada por el mismo Espíritu que presidió en la comunidad
en el pasado.
89 11
Aparte de este canon del judaísmo normativo, existen otros cánones, que dan
Biblias un tanto diferentes.
Los samaritanos, que se separan de la comunidad judía en el siglo IV a. de C., reco-
nocen como su Biblia únicamente el Pentateuco, que era lo canonizado hasta el
momento de su separación.
Los judíos de la diáspora helenística tuvieron, por el contrario, criterios más
abiertos. Incorporaron a la lista de sus libros sagrados los libros que procedían de
Palestina y otros que nacieron, incluso en griego, entre ellos. Exponente de todo esto
es la traducción de los Setenta, que ignora la división tripartita de la Biblia e incluye
varios libros que el canon palestinense no incluía.
El canon alejandrino, diferente, como se ve, del canon palestinense, plantea el
problema de los llamados libros deuterocanónicos. Estos son los que están en el canon
primero, pero no en el segundo. Entre los manuscritos de Qumrán se encuentran
fragmentos de esos libros. El Nuevo Testamento, aunque cita el Antiguo siguiendo
la tradución de los Setenta, no resuelve el problema, pues no ofrece ninguna cita
directa de esos libros. La Iglesia, sin embargo, se familiarizó con todos los libros que
leía en la mencionada traducción: ésta era su Biblia. El Concilio de Trento los definió
inspirados y, consiguientemente, normativos, mientras las iglesias reformadas hacían
su opción por el canon palestinense, el del judaísmo normativo.
. .
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tema 2
FORMACION DE LA BIBLIA CRISTIANA
Objetivo: Dar a conocer el proceso histórico por el que la Iglesia fue aceptando determinados libros como inspirados
y norma de vida, o, lo que es lo mismo, el proceso de formación del canon cristiano de la Biblia.
O
LaBiblia cristiana no es sólo el Nuevo Testamento, sino también el Antiguo. Sin el A. T., el Nuevo queda-
. , ría sin transfondo para explicar sus conceptos fundamentales. ;
Introducción Pero el A. T., en cuanto parte integrante de la Biblia cristiana, exige ser leído en una perpectiva y sobre
un horizonte que no tiene como Biblia judía.
Antiguo
Testamento
Nuevo
Testamento
12 90
El Antiguo Testamento parte integrante de la Biblia cristiana.
- Para Jesús y sus discípulos la Escritura Santa era el A. T.
- Los cristianos, siguiendo la tradición judía, conocen también el A. T. en tres partes: la ley, los profetas
y los salmos (Lc 24, 44).
- El A. T. es para los primeros cristianos, como han aprendido de sus padres, Palabra de Dios, pauta
para la fe y norma de vida.
Relectura.
- Sin embargo, los crist ianos leen el A. T. a la luz del acontecimiento salvador: como promesa de lo que
acaba de pasar.
- Por eso el A. T. para los cristianos no es una pura herencia judía: el Evangelio de Jesús es clave para
una relectura de la Escritura. .
Creadora.
- Esta lectura es creadora: los crist ianos leen el A. T. no sólo según la letra, sino desde una perspectiva
escatológica, desde Jesús que ha sido reconocido como el Cristo; consiguientemente con gran libertad.
- Esto no quiere decir que para los cristianos el A. T. no valga por sí mismo.
Citas en el Nuevo Testamento.
- Del A. T. muy pocos lugares se citan literalmente en el N. T., pero se alude a sus libros en bloque (la
ley de Moisés, la ley y los profetas, etc.).
- Las citas, normalmente, están hechas según la versión de los Setenta.
- Por estas citas no se resuelve el problema, del canon del A. T., pues ninguno de los libros deuteroca-
nónicos se cita expresamente en el N. T.
Canon cristiano del A. T.
- Según la decisión definitiva del Concil io de Trento, el A. T. de la Biblia católica cuenta con siete libros
y algunos fragmentos que no están en la Biblia judía.
Objetivo.
- Proclamar la liberación que Dios ofrece a los hombres, significada en la vida, en la ense-
ñanza y en el destino de Jesús.
- Interpretar las Escrituras de los padres a la luz del acontecimiento salvador.
Nuevos Escritos.
- En la predicación, catequesis y liturgia, además de la Escritura Santa, se usan otros escri-
tos, eco de la historia de salvación.
- Van a ser fundamento y carta constitutiva de la Iglesia.
Aparición
de nuevos
escritos
Número y naturaleza.
- El N. T. se integra de 27 escritos, que fueron apareciendo en el espacio aproximado de un
siglo.
- Ni sus autores ni sus destinatarios inmediatos preveían que estos escritos habían de ser
Escritura Santa.
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Nuevo
Testamento
Criterios
Postulado
teológico
Camino
hacia
el canon
Cartas de Pablo.
- Los primeros escritos de lo que había de ser el N. T. fueron las cartas de Pablo, dirigidas
en la década de los cincuenta a comunidades concretas, con tratamientos doctrinales que
interesan a toda la Iglesia.
- Su colección se parangona con la Escritura Santa (2 Pe 3, 15).
Los cuatro evangelios.
- A
la canonización de las cartas paulinas siguió la de los cuatro evangelios, versiones del
único Evangelio, hechas en iglesias locales y destinadas para ellas.
- A mitad del siglo II existen ya los cuatro y se leen por todas las iglesias como Escritura
Santa.
Los otros escritos.
- A finales del siglo 11, el grueso del N. T. está ya decidido como parte de la Escritura
Santa, aunque persiste la discusión en torno a algunos escritos: cartas de Santiago y de
Judas, la segunda de Pedro, etc.
- Los escritos apócrifos, por su pretensión, provocaron en las comunidades una reacción
defensiva.
Planteamiento abierto del canon.
- La cuestión del Canon del N. T. se plantea abiertamente a mitad del siglo II de la era
cristiana, en polémica con Marción, Montano y los gnósticos.
- La fuerza decisiva en la fijación del canon fue el sentido cristiano de la Iglesia, que reco-
noció unos escritos como expresión fiel de lo que significaba Jesús, y denunció otros
como inválidos y desorientados.
- A finales del siglo IV aparece ya completa, en documentos oficiales, la lista de los libros
que integran el N. T.
Respecto
alA.
T.
Respecto
a1N. T.
e
- A la Iglesia le bastó saber que era la Escri tura Santa de Jesús y de los primeros discípulos.
- El A. T. se aclaró como el anuncio o la promesa de lo que acababa de cumplir.
Aserto
- El criterio fundamental y decisivo de la canonicidad fue Cristo: el Cristo que vive en
la fe de los discípulos y de la Iglesia viva.
- A mitad del siglo 11se establecen como criterios prácticos de la canonicidad:
la procedencia apostólica de un libro;
- la conformidad de un escrito con la predicación de los apóstoles;
- el uso del libro en la lectura comunitaria y en el culto.
- En el secreto de las cosas, el verdadero criterio de la canonicidad, más que la procedencia,
el contenido o el uso, fue el hecho de que el libro reflejaba la imagen que la Iglesia tenía
del acontecimiento cristiano y su autocomprensión. El Espíritu que animaba
la
Iglesia
en el momento de reconocer canónico un libro, era el mismo que animara un día a su
autor.
El canon de los libros de
la
Biblia se cierra con el escrito del último apóstol.
P ble
e
¿Quiere esto decir que Dios no habla ya y que su diálogo con la humanidad se limitó a un
ro ma período corto de la historia humana? '
[
-Hoy se sigue escuchando como Palabra de Dios la palabra de la Biblia. La experiencia
Respuesta humana de Dios y el dialogo con él; traducidos por otros libros, no representan algo
nuevo, entitativamente diferente de lo que hizo la Biblia.
91 13
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2.1. INTRODUCCION
Biblia cristiana no es sólo el Nuevo Testamento, sino también el Antiguo. Ni
histórica ni teológicamente se puede hablar de otra manera. Las varias iniciativas
que hubo en la historia de la Iglesia de -abandonar el Antiguo Testamento se revelaron
perniciosas y eran ya por sí mismas indicadores negativos.
Sin el Antiguo Testamento, el Nuevo se quedaría sin transfondo y habría que
explicar sus conceptos fundamentales desde la mitología greco-oriental. De ello se
han hecho ya algunas experiencias. Pero, en cuanto parte integrante de la Biblia cris-
tiana, el Antiguo Testamento exige ser leído en una perspectiva y sobre un horizonte
que no tiene como Biblia judía.
2.2. EL ANTIGUO TESTAMENTO
2.2.1. El A. T. parte integrante de la Biblia cristiana.
La Escritura Santa de Jesús, de sus apóstoles y de sus discípulos primeros, hijos
de Israel, era la común judía, el Antiguo Testamento. Cuando se habla de la Escritura
en el Nuevo Testamento, la alusión es al Antiguo. En él está el testimomio de la Palabra
de Dios para su pueblo y para la humanidad. La historia de la salvación, con sus reali-
zaciones del pasado, del presente y del futuro, ofrece allí sus arquetipos e insinúa los
avances de lo que se tiene que cumplir (1 Cor 15,3-5).
Siguiendo la tradición de los judíos, los cristianos conocen también el Antiguo
Testamento en tres partes, la ley, los profetas y los Salmos (Le 24, 44). También
a ellos se recomienda que lo lean y lo estudien, como hacen en la sinagoga los judíos
(1 Tim 4, 13; 2 Tim 3, 15). En boca de los primeros cristianos, la Biblia, el Antiguo
Testamento, es como han aprendido de sus padres, la Palabra de Dios, la pauta para
la fe y la norma de la vida. La noción misma de libros inspirados la heredan los cris-
tianos de la auto comprensión del judaísmo y, en su día, la extenderán al Nuevo Tes-
tamento.
2.2.2. Relectura.
Cierto, para los cristianos, la Escritura comienza a hablar con nuevas perspectivas.
Las promesas y las esperanzas allí abiertas apuntan a acontecimientos que ya han,
sucedido o que están teniendo lugar. Lo que acaba de pasar en la experiencia cristiana
responde al cumplimiento de las antiguas promesas y suscita esperanzas nuevas.
A la luz del acontecimiento salvador dela última hora se lee de nuevo la Escritura
y ésta se revela toda actual, como si hubiera hablado siempre de esa hora o como
si fuera sencillamente el testimonio adelantado sobre el Cristo que ahora está con
los hombres. Primero Jesús y luego sus discípulos leyeron la Escritura desde la pers-
pectiva y la redescubrieron. Desde Moisés a los profetas hablaban de ese Cristo que
ahora se ha revelado (Lc 24, 27; Jn 5,39.46 y ss.; 1 Pe 1, 10-12 y sistemáticamente
el evangelio de Mateo).
Según eso, el Antiguo Testamento no es para los cristianos pura herencia judía.
En esa hora renace o es redescubierto como nueva Palabra de Dios, con unas signifi-
caciones que no había tenido antes, porque ahora se la oye bajo el signo de la realiza-
ción de lo anunciado y de la manifestación del esperado. Ahora no serán únicamente
los criterios judíos los que autorizarán el Antiguo Testamento como Palabra de Dios,
sino, además, su referencia al Cristo encarnado en Jesús de Nazareth. El evangelio
de Jesús -el que él anunció y el que él es- será desde ahora clave para la interpretación
de la Escritura.
14 92
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Según esa clave, el Antiguo Testamento es la historia de la revelación nueva de
Dios. Al ser leído en esa perspectiva, se le oye decir quién es Jesús, cuál tenía que
ser su suerte y cómo Dios quería redimir a la humanidad por él. Una nueva inspiración
del eterno Espíritu de Dios mueve ahora en esa dirección la audición de la palabra.
El Antiguo Testamento acaba de nacer como Biblia cristiana.
2.2.3. Creadora.
La relectura que hemos diseñado es, evidentemente, creadora. Lee el Antiguo
Testamento no sólo según su letra, sino con libertad frente a la misma, desde la pers-
pectiva escatológica y, concretamente, desde Jesús que ha sido reconocido como el
Cristo. El anuncio del Cristo que había de venir, la promesa del redentor, aflora al
primer plano.
Relecturas creadoras de la tradición sagrada se habían hecho ya anteriormente;
pero ninguna como esa, que lo enfoca todo de raíz desde un acontecimiento. Con
todo, no se puede decir que sea relectura ilegítima, pues parte de una audición nueva,
poderosa, de la Palabra de Dios. Los testigos del acontecimiento salvador, que está
en la línea directa de toda la historia santa, echan mano de esa historia para expresarlo
y proclamarlo. Su experiencia tiene fuerza para legitimar su interpretación de la Escri-
tura, así como el lenguaje y el tono de su anuncio. Se trata de una actualización de
la palabra de la Biblia, nacida de la experiencia de un nuevo hablar de Dios y que
intenta comunicar esa experiencia.
Eso no quiere decir que aún para los cristianos el Antiguo Testamento no valga
ya por sí mismo. Lo que hace el Nuevo Testamento tenía precedentes en la exégesis
judía, la interpretación alegórica, de la que el judío Filón es el primer maestro (2).
Esa corriente irá a más en la escuela de Alejandría, hasta llegar a necesitar un correc-
tivo, como el de los Padres de Capadocia.
2.2.4. Citas en el Nuevo Testamento.
Del Antiguo Testamento sólo un número relativamente pequeño de lugares se
cita literalmente en el Nuevo. Aparte de las citas hay muchas alusiones que suponen
todo el Antiguo Testamento en el transfondo. No todos los libros son citados, y las
citas no suelen ser tampoco sistemáticas (quizá excepción hecha de Mateo), sino
ocasionales. Pero, aunque no se recuerde cada libro, se alude a ellos en bloque, en
evocaciones de la ley de Moisés , de la ley y los profetas , de la ley, los profetas
y los salmos .
Las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo están hechas normalmente se gún
(2) Filón es uno de los más grandes pensadores de la diáspora judía contemporánea de Jesús. Nació en Alejan-
dría, en el seno de una familia acomodada e influyente, por elaño 10 a. de C. Su contexto social, cultural y religioso
es el mismo que produce la traducción de los Setenta y la Sabiduría de Salomón, el deun judaísmo fiel a su origi-
naria identidad, pero al mismo tiempo abierto a la luz de la cultura helenística. La compaginación de esos dos
principios necesarios e igualmente renunciables reclama del judío culto una labor de armonización y un trabajo
de síntesis que, por un lado, satisfa~a al judaísmo inmerso en una cultura tan extraña, y, por otro, tenga sentido
y sirva de reclamo para gentes no
judías.
Filón debe cumplir esa función apologética. Lo mismo que sus contemporáneos de la diáspora egipcia, conoce
la Biblia judía en la versión de los Setenta, versión que para ellos es texto sagrado, inspirado, y conoce la filosofía
griega en sus formas populares helenísticas; pero de modo especial le interesa el platonismo, con un moderado
dualismo de materia y espírítu,
Con el propósito de armonizar los elementos que comJ?Onensu herencia cultural, Filón pone en marcha una
exégesis que quiere ser civilizada , libre de la interpretacion literalista de la ley y tendente a un alegorismo que
no quiere tampoco caer en el pecado del exceso. Filon se mueve en el lomo en donde la filosofía y la teología se
tocan y se separan. Está claro que quiere guardar las dos fidelidades anteriormente señaladas y decir cosas que
sirvan a sus contemporáneos. Algunas escapadas a la alabanza de
10
contemplativo, como el elogio que hace de
los esenios de Qumrán, muestran quizá una nostalgia que Filón no superó. Sus obras filosóficas y sus trabajos
exegéticos ejercieron una influencia que es difícil sobreestimar. Más aún que entre losjudíos, Filón gozó dt estima
en los círculos cristianos.
93 15
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la versión de los Setenta. Con todo, no se resuelve por las citas un problema de canon
a que ya hemos aludido: el de los libros deuterocanónicos. El Nuevo Testamento
no cita ninguno. expresamente. Lo harán los padres apostólicos y luego los padres
griegos y latinos. Eso no obsta, sin embargo, a que muchas veces los cristianos, coinci-
diendo en eso con el Nuevo Testamento, se atengan al canon restringido en la discusión
con los judíos.
2.2.5. Canon cristiano del A. T.
Según la decisión definitiva del Concilio de Trento, el Antiguo Testamento de
la Biblia cristiana, o mejor de la católica, cuenta con siete libros y algunos fragmentos
que no están en la Biblia judía: los libros de Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabi-
duría y los dos de los Macabeos, y con las adiciones al libro de Ester (Est 11, 2-16,
24) Yde Daniel (Dan 3, 24-90; 13; 14).
2.3. EL NUEVO TESTAMENTO
2.3.1. APARICION DE NUEVOS ESCRITOS.
La Iglesia desde el comienzo, y concretamente la Iglesia de los tres primeros siglos,
usó en la predicación, la catequesis, la liturgia y la lectura, además de la Escritura
Santa recibida del judaísmo y redescubierta a la luz de la nueva palabra, otros varios
escritos, que se hacían también eco de la historia de la salvación.
2.3.1.1. Naturaleza y número.
Esos nuevos libros hablaban del acontecimiento culminante, que era recapitula-
ción y cumplimiento de todos los precedentes y que tenía proyección hacia el esjaton,
el tiempo de la realización definitiva y total de la liberación humana.
Eran escritos de respuesta al impacto del acontecimiento cristiano. Venían de
los apóstoles, que habían conocido al Señor y que estaban animados por el Espíritu
de Dios. El contenido de esos escritos era la vida, la enseñanza y las obras de Jesús;
su muerte y su resurrección; la versión de las reacciones provocadas por esos aconte-
cimientos y la vida inicial del movimiento a que dieron lugar.
En esos escritos, los apóstoles y la comunidad cristiana respondían al impacto
de la figura de Jesús y daban testimonio del significado que ellos obtuvieron de esa
experiencia. La liberación esperada era ahora un hecho en la historia. Dios había
elevado a Jesús de entre los muertos y lo había constituido Mesías y salvador.
Esa proclamación es la señal del nacimiento de la Iglesia. La Iglesia será la que,
en seguida, podrá reconocer cuáles son los escritos que dan fiel testimonio del aconte-
cimiento salvador y, en consecuencia, declararlos expresión cabal de su fe y norma
de su vida. Esos escritos constituyen el Nuevo Testamento, fundamento y carta consti-
tutiva de la Iglesia. La Iglesia se auto define a tenor del testimonio que ella misma
ha dado del acontecimiento que la funda y es lugar permanente de respuesta al aconte-
cimiento salvador. Este seguirá apelando de nuevo a los hombres que buscan redención.
El Nuevo Testamento se integra de veintisiete libros o escritos, que fueron apare-
ciendo en el espacio aproximado de un siglo, después de la muerte de Jesús, y que
son la voz verdadera del movimiento religioso a que el Cristo dio origen.
Ni tos autores de estos escritos ni sus destinatarios inmediatos preveían que habían
de ser Sagrada Escritura. La Escritura hablaba del Mesías o del Cristo en términos
de promesa y en dimensión de esperanza. No tenían precedentes de realidad cumplida
16 94
. .
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y observable más que en signos y figuras. Ahora, el Mesías salvador estaba de facto
en la historia. Ante ello, la vieja Escritura cobraba un sentido nuevo. Pero, además,
daría lugar a nueva Escritura.
Los escritos del Nuevo Testamento tienen todos algo de circunstancial y casual
en su nacer. Pero se refieren todos al acontecimiento salvador y hablan de Jesús como
el Cristo. No hay ninguno sin ese mensaje, referido, proclamado, aplicado, matizado.
Los hay que relatan hechos, buscando sobre todo compartir un sentido, y los hay
que seproponen aclaraciones doctrinales.
2.3.l.2. Su objetivo.
Su objetivo, en cualquier caso, es proclamar la liberación que Dios ofrece a los
hombres, significada en la vida, en la enseñanza y en el destino de Jesús, y acogida
ya por sus discípulos. Son escritos de proclamación, de enseñanza y de misión. Inter-
pretan las Escrituras de los padres a la luz del acontecimiento salvador de la última
hora, acontecimiento en el que se cumple la promesa. El cumplimiento es parte inse-
parable de la Escritura misma.
La norma para interpretar la Escritura es ahora Jesús, reconocido como el Crísto.:
El es la luz que la alumbra, ofreciendo a la esperanza la concretez de lo que es ya
objeto de experiencia. Con Jesús son también norma los que fueron testigos del acon-
tecimiento salvador y que por inspiración del Espíritu de Dios comprendieron su
sentido. Cuando esa norma viva ya no estuvo, pasaron a ser normativos los escritos que
ellos dejaron. En la formación del canon del Nuevo Testamento preside como criterio
el principio cristológico y, con él, el principio apostólico.
2.3.2. EL CAMINO HACIA EL CANON.
2.3.2.l. Cartas de Pablo.
Los primeros escritos del que había de ser el Nuevo Testamento fueron las cartas
de Pablo, en el siglo primero y en la década de los cincuenta. Aunque dirigidas a comu-
ni ades concretas, nominadas, estas cartas contienen casi todas, aparte de lo que
incumbe en particular a sus destinatarios inmediatos, tratamientos doctrinales que
interesan a todas las iglesias. Por consejo del mismo apóstol (Col 4, 16), las cartas
son enviadas de una iglesia a otra; se las lee en comunidad y se las guarda con escrúpulo.
En la carta segunda de Pedro (2 Pe 3, 15 y ss.), de finales del siglo primero, se
habla de una colección de las cartas de Pablo y se las parangona con la Sagrada Escri-
tura. Ese coleccionamiento es obra indudable de las iglesias de Corinto y de Efeso.
El parangón con la Escritura significa que se consideran esas cartas como escritos
canónicos. En 1 Tim 5, 17 y ss., se cita Le 10,7 junto con Dt 25,4. Son datos incon-
fundibles de que ha comenzado a formarse el canon del Nuevo Testamento. En este
no hay más noticias sobre ello. Pero en los escritos de los primeros padres de la Iglesia
se cita ya el Nuevo Testamento como Sagrada Escritura, con la fórmula está escrito .
2.3.2.2. Los cuatro evangelios.
En el siglo segundo de la era cristiana se asiste a la formación del canon del Nuevo
Testamento, si no en su totalidad, sí en su parte más conspicua. Los pormenores
del proceso no son recuperables. Tampoco nos preocupa en esta hora ir en busca
de ellos. El proceso consiste, en todo caso, en la progresiva aceptación por todas las
iglesias de escritos que se dirigen y que proceden de una de ellas.
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A la canonización de las cartas paulinas siguió la de los cuatro evangelios. Estos
son otras tantas versiones del Evangelio único, hechas en iglesias locales y destinadas
para ellas. A mitad del siglo segundo existían ya los cuatro. No se sabe el lugar de
origen de ningún Evangelio; pero hay razones para afirmar que el Evangelio de Marcos
tuvo su origen en Roma, el de Mateo en Siria, el de Lucas en Grecia y el de-Juan
en Palestina.
Por la vía que fuere, cada uno por la suya, los cuatro evangelios saltaron de la
comunidad particular en que nacieran, se dieron a conocer y fueron acogidos por
todas las iglesias como testimonio fiel y verdadero del acontecimiento salvador. En
consecuencia, se los leía en la asamblea como Escritura Santa. A mitad del siglo se-
gundo el término evangelio , que al principio se refería a la buena nueva proclamada,
comenzó a designar los libros que la contienen.
2.3.2.3. Los otros escritos.
A finales del siglo segundo, el grueso del Nuevo Testamento estaba ya decidido
como parte de la Sagrada Escritura. Persistía la discusión en tomo a algunos escritos,
en particular las cartas de Santiago y de Judas, la segunda de Pedro, la segunda y la
tercera de Juan, y también sobre el Apocalipsis y el libro de los Hechos. La discusión
termina en un sí, pero después de haberse prolongado por los siglos tercero y cuarto.
Junto con estos escritos, en el siglo segundo, circulaban en la Iglesia otros varios,
algunos de los cuales gozaban de gran estima, ejercían autoridad y eran leídos a la
vez y en las mismas ocasiones que la Sagrada Escritura. Entre esos escritos está el de
la Didajé o Doctrina de los doce apóstoles, las cartas de Bemabé, de Clemente, de
Ignacio, de Policarpo y el Pastor de Hermas, conocidos por la designación colectiva
de Padres apostólicos. Pero al fin, y a pesar del mucho uso y estima verdadera, la
Iglesia no los incluyó en la lista definitiva de los libros sagrados (3).
De signo bastante diferente en la estima de la Iglesia había otros escritos, para-
lelos en género a los evangelios, a las cartas, a las apocalipsis y a los hechos, que preten-
dían saber más que sus homónimo s ya canonizados sobre la vida de Jesús, sobre etapas
de su existencia terrena poco atendidas, sobre el misterio de Cristo. Sin duda por
esa pretensión despertaron recelo y pusieron en guardia, provocando en las comuni-
dades reacción defensiva. Estos son los escritos apócrifos, muchos de ellos portadores
de ideas gnósticas (4).
2.3.2.4. Planteamiento abierto del canon.
La cuestión del canon del Nuevo Testamento se planteó ya en términos abiertos
y polémico s a mitad del siglo 11 de la era cristiana, animada desde el comienzo por
(3) Desde el siglo sexto se llama Padres apostólicos a los escritores cristianos griegos que en el siglo segundo
sucedieron a los apóstoles y autores del Nuevo Testamento. Después de que el canon se fijó de modo definitivo los
aludidos escritores ocuparon el lu~ar que les correspondía. Eran los mejores testigos de la fe y de la vida de la
Iglesia en sus albores, segundos solo en valor histórico y teológico al mismo Nuevo Testamento. Constituyen un
puente entre éste y los escritos cristianos más tardíos, exponentes de un cristianismo en pleno vuelo institucional
y doctrinal. Véase D. Ruiz Bueno, Padres apostólicos , Madrid, 1950 (B.A.C.).
(4) Apócrifo significa oculto o secreto. Los libros apócrifos son obras de autor desconocido que circulan
amparados por nombres prestigiosos del oasado, '
En el uso de la Iglesia, el término apócrifo tiene que ver con el canon o lista de libros normativos. Los apócrifos
son libros paralelos a los libros sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento, de origen, respectivamente judío
o cristiano, que, al decidirse el canon, no entraron en la Biblia. '
Entre esos libros hay categorías. Unos fueron comúnmente estimados y usados, otros suscitaron discusión
y otros, finalmente, fueron rechazados como herejes o como sospechosos de herejía. Se acostumbra a clasificarlos
por géneros literarios. Los del Antiguo Testamento son históricos, didácticos o del género apocalíptico; los del
Nuevo Testamento son evangelios, hechos, cartas o apocalipsis.
En las iglesias protestantes rige otra terrninologfa. Aquí se llama apócrifos a los libros deuterocanónicos junto
con
¡¡lllll
otro escrito; a los antes descritos como apocrifos se les llama seudoepígrafos. '
18 96
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el choque de pareceres encontrados y de actitudes polémicas. Marción establecía
criterios tan estrechos que, aparte de excluir de la Biblia cristiana el Antiguo Testa-
mento, rechazaba todo escrito que no fuera el evangelio de Lucas y diez cartas de
Pablo. Según él, éstos eran los escritos que hablaban del Dios de la gracia y de la
misericordia, en contraste con el Dios de la justicia (5). Montano, por el contrario,
introducía en el canon sus propias revelaciones (6). Otros apoyaban la inclusión de
evangelios que luego se quedaron en la lista de los apócrifos. Los encontrados pare-
ceres impulsaron la decisión de las iglesias de llegar pronto a un canon. De hecho
se llegó prácticamente a final del siglo 11.
Una de las fuerzas que contribuyeron a acelerar la decisión fue, sin duda, el con-
flicto gnóstico (7). La literatura cristiana gnóstica, descubierta recientemente en
Egipto, presenta ahora en nuevas perspectivas la gran lucha que se debió librar en aque-
llos momentos en el seno de la Iglesia. Es sorprendente observar con qué sensibilidad
la Iglesia acertó a discernir entre los escritos que eligió y los que rechazó como e s p ú
reos. Algunos de ellos presentan cualidades tan valiosas, lo mismo en el terreno de la
información como en el de la interpretación del acontecimiento cristiano, que en
muchos casos los criterios usuales no dan razón de su rechazo y hay que quedarse
finalmente con el hecho consumado.
En la formación del canon estuvo en acción con fuerza decisiva, más que un cuerpo
de teólogos, el sentido cristiano de la Iglesia. Ella fue la que reconoció unos escritos
como expresión cabal y fiel de lo que Jesús significaba, y denunció otros como invá-
lidos y desorientadores. Lo que era llamativo despertó sus recelos, la puso a la defen-
siva y arrancó su rechazo. El núcleo primero de escritos ejerció desde el comienzo
(5) Marción nació en Sinape, en las cercanías de Ankara, por el año 160. En Roma se familiarizó con un
gnosticismo dualista, que le condujo a una doctrina de dos dioses: el dios de la justicia de que habla el Antiguo
Testamento, y el Dios de la misericordia, revelado por Jesús. Jesús, para Marción, nació en el mundo ya adulto,
sin pasar por el proceso del origen humano (docetismo). Marción denunció a la Iglesia de adorar al dios del Antiguo
Testamento, irreconciliable con el Dios de Jesucristo, y la Iglesia le excomulgó.
La propuesta definitiva de Marción era de corregir el canon de los libros sagrados, El Antiguo Testamento,
leído por él literalmente, sin atenuante alguna de interpretación espiritual o alegorica, hablaba de un dios tirano
e inmoral, y no cabía ante él otra actitud que el rechazo. Algunos libros cristianos dependían excesivamente del
Antiguo Testamento.
Marción redujo el canon de los libros sagrados al evangelio de Lucas y a diez cartas de Pablo. Eran los que
hablaban cabalmente del Dios misericordioso que perdona. En sus Antítesis explica Marción el motivo de su
antagonismo a la Iglesia y a su canon. La secta de Marción se extendió por toda la Iglesia entre los siglos 11y V.
En 1 Iglesia de Oriente se mantuvo hasta el siglo x.
(6) Montano nació, como Marción, en el centro de Asia Menor, en la región de Frigia, en el siglo Il. De sacer-
dote de Cibeles y cultos mistéricos pasó al cristianismo, en donde actuó como profeta, promotor de un movi-
miento carismático de tipo entusiástico y de fe milenarista. Lo que conocemos de él se
10
debemos casi todo a
Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica .
La creencia de Montano en la proximidad del fin del mundo explica que su moral sea tan extremadamente
rigorista en 10 que respecta al sexo; a la valoración de la virginidad y matrimonio, a la penitencia, al martirio. El
Paráclito prometido por Jesús, segun testimonio de Juan, se revelaría ahora por Montano y por sus discípulos
profetas. Esta es la revelación completa que la Iglesia necesitaba y esperaba. La segunda venida de Jesús, proclamaba
Montano, era inminente y la Jerusalén de esta venida estaba en Frigia.
Montano fue condenado por la Iglesia. La superinst itucionalización que ésta padecía no podía tolerar, según
Montano, un revivalismo profetico tan libre como el suyo. Su movimiento se extendió de Oriente a Roma y por
el Norte de Africa; en Cartago tuvo en el siglo 111un discípulo ilustre en Tertuliano. El movimiento montanista
se mantuvo hasta el siglo VI y en varias regiones hasta el IX.
(7) La gnosis es un movimiento religioso y un sistema teosófico de doctrinas de salvación por medio del
conocimiento. No es, como se pensó alguna vez, un crist ianismo corrompido, sino un movimiento sincret ista ante-
rior e independiente, formado por elementos filosófico-religiosos de origen babilónico, persa, helenístico y judío.
Prendió en el crist ianismo, sobre el que ejerció un gran impacto; en algunos de sus círculos y sectas prosperó con
mayor vigor:
La gnosis cumple una función de orden religioso, al presentarse como un conocimiento redentivo, distinto
del conocimiento de la fe y del de la experiencia y razón. La gnosis es un conocimiento que emana de la divinidad,
es de condición divina y se comunica sólo a iniciados.
La cosrnovisión del gnosticismo es dualista. El mundo es valorado por él peyorativamente. El conocimiento
de la propia condición y de cómo llegó él hombre al presente estado malo, es conocimiento redentivo, pues ayuda
al hombre a librarse de esa condición.
El gnosticismo tuvo su apogeo en el siglo 11,pero brotes de signo gnóstico aparecen a cual9uier hora. En el
lenguaje de Pablo se pueden detectar muchos términos gnósticos. Pero nadie podrá decir que segun él sea la gnosis
la que salva, sino la fe en Jesucristo.
En el año 1949 se descubrió en Kenoboskion ( Nag Hammadi ), en el alto Egipto, una gran librería gnóstica,
semejante a la biblioteca esenia encontrada a las orillas del mar Muerto. Tiene códices importantes y, entre ellos,
varios evangelios que se han hecho populares, como el Evangelio de Tomás , el Evangelio de Felipe . el Evan-
gelium veritatis . El hallazgo facilitó y fomentó en nuestros tiempos un estudio renovado del antiguo gnosticismo.
97 19
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un papel normativo y afinó el instinto para hacer el discrimen. El canon se consiguió,
más que por adición de escritos a escritos, por eliminación de aquellos que no eran.
La lista de los libros que integran el Nuevo Testamento aparece completa en docu-
mentos autorizados y oficiales, a finales del siglo IV. La decisión episcopal y conciliar
refrendaba en ellos, a su hora, lo que ya había madurado en el seno de la comunidad
viva de la Iglesia.
La epístola pascual de Atanasio de Alejandría, del año 367, da la lista de los
escritos que tiene por sagrados la iglesia oriental. Son prácticamente los que forman
el canon actual. En la iglesia de Occidente presentó la lista oficial de los libros sagrados
el sínodo de Hipona, del año 393. Los libros que estuvieron en el filo de la discusión
hasta última hora fueron el Apocalipsis en la iglesia oriental y el libro de los Hechos
en la occidental.
Desde las fechas señaladas, la Biblia cristiana es el Antiguo y el Nuevo Testamento
en la forma en que hoy los conocemos. Declaraciones ulteriores, conciliares y oficiales,
del magisterio romano sobre el canon son la carta del Papa Inocencio 1, en 405, el
Concilio de Florencia, en 1441, y finalmente el de Trento, en 1564 (8).
2.4. CRITERIOS
La Iglesia viva y sus autoridades, en el lapso de dos siglos, verificó y decidió qué
escritos recogían cabalmente el acontecimiento cristiano salvador, y con la misma
los declaró autorizados, inspirados y canónicos. Eran su definición y, consiguiente-
mente, la norma de su vida. ¿Qué criterios la guiaron?
2.4.1. Respecto al Antiguo Testamento.
Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, a la Iglesia le bastaba saber que era
la Escritura Santa de Jesús y de sus primeros discípulos. Desde el momento en que
fue leído a la luz del nuevo hablar de Dios por mediación del Hijo, el Antiguo
Testame to se aclaró como el anuncio o la promesa de lo que se acababa de cumplir,
o como la prehistoria permanente del acontecimiento cristiano. Esa apreciación de
la Iglesia primera, que se refleja abundantemente en los escritos del Nuevo Testamento,
sirvió de norma incuestionable para la Iglesia en el futuro.
2.4.2. Respecto al Nuevo Testamento.
Por lo que respecta al Nuevo Testamento o a la nueva parte de la Biblia, el criterio
fundamental y decisivo de la canonicidad no puede ser otro sino Cristo, lo mismo
que allí. El criterio es el Cristo que vive en la fe de los discípulos y de la Iglesia viva.
(8) La carta pascual de Atanasio era la expresión de un proceso que concluía: el de la fi jación del canon.
El que partiera de Alejandría no es casualidad, puesto que era un centro importante de la vida de la Iglesia oriental.
La carta no implica que la discusión en torno a algunos libros no vaya a continuar; pero esa discusión será sin conse-
cuencias para la lista oficial de los libros, que ya no cambiará.
En la iglesia occidental asume la significación que tuvo esa carta en la oriental el sínodo de Hipona y los de
Cartago que siguieron (años 397 y 419). La carta de Inocencio I respondía, en 405, a una consulta del obispo
Exuperio de Tolosa (Francia), sobre la lista oficial de los libros sagrados. La carta lleva la lista completa de los
libros, y es en sí misma un gesto expresivo del magisterio romano en asunto tan importante.
El Concilio de Florencia, en el decreto Pro Jacobitis , busca la reconciliación de los cristianos orientales,
a r aíz del canon o lista de los l ibros salpados. El acento del concilio no está en imponer, sino en mostrar a los mono-
fisitas que quieran volver a la comunion de la Iglesia lo que han de reconocer para expresar su voluntad de integra-
ción. El Concilio de Trento, en la sesión cuarta del 8 de abri l de 1546, ratifica en solemne definición la lista de los
72 libros que estaban ya en vigor, en polémica con los protestantes que excluían de la Biblia los libros deuteroca-
nóni cos
20 98
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En la formación del canon impera, por lo mismo, el criterio cristológico, que inmedia-
tamente se perfila en criterio apostólico y luego en criterio ec1esial.
Los testigos directos del acontecimiento salvador, los apóstoles, fueron en su
día norma viviente de la recta fe cristiana; luego lo fueron sus escritos. De los após-
toles dijo Jesús que el que les oyera a ellos le oía a él. Los escritos que los apóstoles
dejaron son la prolongación de ellos mismos. Pennanentizan las palabras que dijera
Jesús y el testimonio que dieron sobre él los que lo reconocieron como el Cristo. La
Iglesia es el lugar en donde está vivo el Cristo y en donde tiene sentido el testimonio
que los testigos primeros dieron sobre él.
En todos esos momentos se encuentra en acción el mismo Espíritu de Dios. Este
se manifestó en el Espíritu de Jesús, en el que animaba a sus discípulos y en el que
sustenta a la Iglesia. La iglesia posapostólica, bajo la fuerza del Espíritu, entendió
que los escritos apostólicos contenían la versión fiel de lo que aconteció con Jesús
y de su significado. Eran, al mismo tiempo, la expresión de su fe y la base de ella.
El reconocimiento que hizo la Iglesia de sus libros normativos fue más bien cosa
de hecho que cosa de principio, más fruto de la inspiración que del razonamiento.
La fe que le daba el ser presidía, por supuesto, cualquier iniciativa y cualquier deci-
sión. Pero las decisiones de la fe, como toda decisión humana cuando ésta es reflexiva,
se guían por criterios o razones tangibles. Si no pueden verificarse en acción cuando
se formó el grupo central y más espontáneo del Nuevo Testamento, se los sigue cons-
cientemente para decidir sobre aquellos escritos, cuya canonicidad permanece por
cierto tiempo en discusión.
A mitad del siglo segundo se establece como criterio de canonicidad el origen
o la procedencia apostólica de un libro. Variante de ese criterio es el de la conformidad
.o armonía de un escrito con la predicación de los apóstoles. Y apoyando esos dos
criterios está el del uso del libro en la lectura comunitaria
y
en el culto. Este criterio
se empleó contra Marción, que recortaba el canon de la Biblia cristiana en la medida
que ya vimos.
- La procedencia apostólica de un libro es ante todo una cuestión de orden histó-
rico, que envuelve el recuerdo de su origen. Los títulos de los escritos del Nuevo
Testamento recogen ese recuerdo. En general no andan lejos de lo que se ha podido
verificar como real. Pero no todas las atribuciones que hacen esos títulos son literal-
mente aceptables. En el Nuevo Testamento hay escritos de paternidad desconocida.
Circulan adheridos al corpus paulino, al joaneo o están bajo otros nombres; y hay
algunos escritos que no se atribuyen a apóstoles (Lucas, Marcos). El criterio de la
apostolicidad se debe prolongar desde la tradición genuinamente apostólica hasta
alcanzar a los discípulos, que fueron realmente los autores de los escritos en cuestión.
- La armonía del contenido de un escrito con la predicación de los apóstoles se
debe entender, a su vez, en sentido un tanto amplio, pues en el Nuevo Testamento
hay escritos de acento muy diverso. A lo largo de la historia de la Iglesia se entablan
discusiones en torno a la canonicidad de algunos libros. Las decisiones oficiales no
se tomaron por capricho. Como ejemplo elocuente podíamos mencionar la carta de
Santiago, repetidas veces tachada de irreconciliable con la teología_de San Pablo.
- En cuanto al criterio del uso de un libro en la lectura solemne y en el culto,
tampoco hay que esperar una puntualidad. escrupulosa. Las diversas comunidades
o iglesias tuvieron sus respectivas preferencias. La decisión definitiva, aceptada por
todas, niveló la diversidad.
Los criterios a que nos estamos refiriendo parecen rigurosamente objetivos; pero
de hecho no lo son. El origen, el contenido y el uso de un libro son, por supuesto,
aspectos empíricos, tangibles, que es posible verificar. Pero, en el caso, son portadores
de la fe de la Iglesia, la cual es irreductible a pura objetivación.
99 21
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En el secreto de las cosas, la decisión de la canonicidad no la tomó la Iglesia en
vista del origen, o del contenido, o del uso, sino porque el libro reflejaba la imagen
que ella tenía del acontecimiento cristiano y. del Cristo, y su autocomprensión. El
Espíritu que animaba a la Iglesia, en el momento de reconocer canónico un libro,
era el mismo que animara un día a su autor. Es un estadio ulterior del libro inspirado:
ahora se está en el momento de reconocerlo como tal.
El Espíritu de Dios acompaña a su pueblo no sólo para dar testimonio fiel de los.
acontecimientos salvadores en libros inspirados, sino también para ayudarle a reconocer
y establecer el principio de su identidad y la norma de su vida precisamente en esos
libros. La Iglesia llegó al canon al filo de tomar cabal conciencia de su identidad;
yeso no fue por propia iniciativa, sino como respuesta a la inspiración del Espíritu
de Dios. Por la fidelidad a la norma apostólica buscaba la fidelidad al mismo Cristo
y por él al Dios salvador.
No son, pues, los libros mismos por su origen, por su contenido, por su uso, por
su forma o por su supuesto halo sacral, los que se imponen como inspirados. No es
el genio religioso el que se autentifica en ellos a sí mismo; ni su carácter profético,
ni su procedencia apostólica los legitiman tampoco. El contenido tenía, por supuesto,
su palabra que decir; por él era posible excluir de la lista de libros normativos muchos
libros gnósticos. Pero tampoco era el contenido criterio definitivo por sí solo.
El Espíritu de Dios que anima la fe de la comunidad es el que reúne en perspec-
tiva misteriosa, profunda, indivisible, el criterio cristológico, el apostólico y el eclesial.
El Cristo del que dieron fiel testimonio sus testigos, es el que vive ahora en la fe de
la comunidad y da a ésta la vida y el principio de identidad en el que se reconoce.
Al reconocerse a sí misma, reconoce los libros que son su fundamento.
2.5. POSTULADO TEOLOGICO
Es un postulado teológico que el canon de los libros de la Biblia se cierra con el
escrito del último apóstol, es decir, con el libro de la escuela joanea que remata el
Nuevo Testamento, el Apocalipsis. Si la Biblia se define como Palabra de Dios para
los hombres, ¿quiere eso decir que Dios no habla ya y que su diálogo con la humani-
dad se limitó a un período corto de la historia humana? ¿Y qué decir de tantos escritos
contemporáneos de aquellos, posteriores e incluso actuales, que traducen como los
libros de la Biblia la experiencia religiosa y que pueden despertar tanto o más eco que
aquellos en el espíritu humano? ¿Qué significa esa delimitación tan categórica e inape-
lable de la lista de libros de la Biblia?
La respuesta a la pregunta de si el diálogo divino-humano al modo bíblico ha
cesado o no está en el hecho mismo de que hoy se siga escuchando como Palabra de
Dios la palabra de la Biblia. También 1 0 está en el hecho de que exista en el mundo
una o muchas iglesias vivas. La palabra que dió testimonio de un diálogo sigue inter-
pelando y provocando hoy respuesta.
La experiencia humana de Dios y el diálogo con él, traducidos por otros libros
de manera tal vez más elocuente que la de muchos libros de la Biblia, no representa
algo nuevo, entitativamente diferente de 1 0 que la Biblia hizo ya. Se pueden segura-
mente entender corno eco de la misma y también de otras biblias distintas de la judía
y cristiana, o como vida ulterior de una experiencia que ya ha tenido allí su justa
expresión.
En los escritos de la Biblia está claramente definida la condición del hombre,
decidida su tarea, proclamados su esperanza y su sentido. Y Dios ha sido ya reconocido
y proclamado como el salvador, que acompaña al hombre en el mundo, a 1 0 largo
de la historia, desde el comienzo hasta el fin, desde el caos hasta que sea todo bueno.
22 100
. .
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El Nuevo Testamento es la expresión cabal y fiel, a la luz del Antiguo Testamento,
del acontecimiento de salvación que dio origen al cristianismo. Por eso para la Iglesia
el canon de los libros sagrados, normativos, concluye con su último escrito.
La Iglesia viva, en la historia, encontrará su modo de expresarse en cada hora
según las condiciones que dicte la cultura. Pero el paradigma y la fuente de su auto-
comprensión estarán siempre en la Biblia. Para mantener su identidad y para cumplir
su cometido no necesita establecer otra fuente y otra norma, sino dejarse interpelar
y criticar, encaminar y animar por la palabra de la Biblia, que es palabra dinámica
y se revela siempre nueva a la luz de las nuevas situaciones. En esa capacidad de hablar
de nuevo para las sucesivas horas de la historia, la Biblia deja percibir que el mismo
Espíritu de Dios inspiró desde el comienzo y lo sigue haciendo hasta el fin.
•
La misma Tradición da a conocer a la Iglesia el canon
de los Libros sagrados y hace que los comprenda cada
vez mejor y los mantenga siempre activos. Asi Dios,
que habló en otros tiempos, sigue conversando siempre
con la Esposa de su Hijo amado (D.V. núm. 8)
101 23
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UNID D DID CTIC
ejercicios autocomprobaci n
Lea las siguientes proposiciones y rellene los espacios que van subrayados. La
clave de corrección la encontrará en la página de evaluación personal.
1. La Biblia judía consta de tres partes, que son .
2. La parte más sagrada y de mayor autoridad en la Biblia judía es .
Corresponde a lo que comúnmente llamamos con el nombre de .
3. El Libro de la Alianza , encontrado en el templo en el tiempo de Josías se
identifica indudablemente con .
4. El Pentateuco actual es el resultado de unir .
5. Los libros llamados profetas priores son .
6. Los escritos de los profetas significan un contrapunto carismatico frente a .
7. La lista de los escritos judíos consta de libros .
8. ¿Cuál es la razón más convincente de la formación del canon judío de la Biblia?
9. Los samaritanos que se separaron de la comunidad judía en el siglo IV a. C.
sólo reconocen como Biblia .
10. Para Jesús y los apóstoles, la Escritura Santa es .
11. n la comunidad cristiana, el A. T. se lee a la luz del .
y la clave de interpretación será .
12. Las citas del A. T. en el N. T. normalmente están hechas según
13. El problema del canon cristiano del A. T. no se resuelve por las citas del A. T.,
que se hacen en el N. T., porque .
14. El contenido de los libros del N. T. es .
15. Losescritos del N. T. constituyen para la Iglesia .
16. ¿Cuáles son los primeros escritos de lo que había de ser el N. T.? .
17. A la canonización de estos primeros escritos siguió la canonización de .
18. ¿En qué tiempo estaba ya decidido como canon el grueso del N. T.? .
19. Apócrifo significa. . . . . . . . . . . . . . . . Los libros apócrifos circulaban amparados
bajo .- .
24 102
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UNID D DID CTIC
prueba de ensayo
En el tema 2 decíamos que para los cristianos el A. T. comienza a hablar
con nuevas perspectivas, pero añadíamos: Esto no quiere decir que para los
cristianos el A. T. no valgaya por-sí mismo. En esta prueba se trata de resaltar
el valor del A. T. por sí mismo para los cristianos. Para ello puede servirsede
la Dei Verbum , capítulo IV, núm. 15.
Valordel A. T. por sí mismopara los cristianos:
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UNID D DID CTIC
para la conversi n personal
La inspiración alude al origen divino de los libros de la Biblia, la canonicidad
recoge el hecho de que una comunidad (un pueblo o la Iglesia) los reconoce como
inspirados y los acepta como norma de vida. En esta reflexión, en la que tratamos
de buscar un cambio en nuestra conducta cristiana, va usted a pensar qué actitudes
profundas de fe supone el hecho de la canonicidad en la comunidad cristiana primitiva
para, en un segundo momento, tratar de desarrollar unas líneas de espiritualidad cristia-
nas válidas para hoy. Para ello va a dar los siguientes pasos:
l.
°
Indique tres actitudes o presupuestos de fe en la comunidad cristiana primitiva
necesarios para fijar el canon de la Escritura:
1
2
3
2.° Haga un comentario breve y razonado de cada una de esas actitudes:
1
2
3.
3.° Teniendo en cuenta los dos pasos anteriores y la situación concreta de la comu-
nidad en que vive, trate de desarrollar unas líneas de espiritualidad cristiana que
considere válidas para usted y su comunidad.
26 104
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UNID D DID CTIC
evaluaci n personal
NIVEL INFORMATIVO
NIVEL FORMATIVO
o
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• . . .
. • .. .
. • . . .
o
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. • .. .
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b.()
Q)
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o
. • .. .
u
Q)
o
<
ificultades
CLAVE DE CORRECCION PARA LOS EJERCICIOS DE AUTOCOMPROBACION
l. La ley, los profetas y los otros
escritos.
2. La Torá ... Pentateuco.
3. Al núcleo principal del actual
Deut.
4. La tradición historiográfica y los
códigos de la ley.
5. Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
6. La concepción de la alianza en la
versión sacerdotal del Pentateuco.
7. Poéticos, sapienciales e historiográ-
ficos.
8. El reconocimiento de la autoridad
divina en los libros que lo integran.
9. El Pentateuco.
>.
la. El A. T.
11. Acontecimiento salvador... El
Evangelio de Jesús.
12. La versión de los LXX.
13. El N. T. no cita expresamente los
libros deuterocanónicos.
14. La vida, la enseñanza y las obras
de Jesús.
15. El fundamento y la carta consti-
tutiva.
16. Las cartas de Pablo.
17. Los cuatro evangelios.
18. A finales del siglo II.
19. Oculto, secreto ... Nombres presti-
giosos del pasado.
105 27
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CONCLUSION L UNID D DID CTIC
En las líneas precedentes hemos subrayado cómo es en el seno de la Iglesiadonde
se decide el canon de la Biblia, y más concretamente el canondel NuevoTestamento.
La decisión no obedece a una reflexión de la razón ni a un acuerdo de los teólogos,
sino que es fruto de la fe, en obediencia al Espíritu que anima a la comunidad. La
Iglesia ve expresada su fe y su autocomprensión en estos libros y los establece como
norma de su futura existencia. Su vida dependerá de la apropiación que logre hacer
de su palabra. Por los libros conecta siempre con la tradición de los apóstoles, y por
éstos con Cristo.
Se llama círculo hermenéutico al hecho de que la canonicidad de los libros tenga
su fundamento en la Iglesia y de que la autoridad de la Iglesia se base en los libros.
Pero este círculo hermenético no es un círculo vicioso, pues la autoridad de ambos
queda trascendida, ya que la fuente de esa autoridad está en el Espíritu que inspira
los libros y la Iglesia, y en Cristo que vive en ambos. Cristo vive en los libros que
hablan de él, y en la Iglesiaque es su signo. La fey la existencia cristiana sealimentan
de esavida, a la vez que son su testimonio.
La Iglesia no hizo siempre el mejor uso de la Biblia. La comunidad de los cre-
yentes estuvo alejada de ella. Se necesitará mucho tiempo para que su mensajerefres-
cante, animador, liberador, le vuelva a ser familiar. Pero, según ciertas señales, se
está emprendiendo ese camino.
La Iglesia viva es la intérprete autorizada de la Biblia, pues es quien vivede ella
el que conoce su sentido. Pero eso no quiere decir que la Iglesia disponga de la Biblia
ni pueda manipularla a su capricho. Al contrario, como condición para poder inter-
pretarla, tiene que escucharla como Palabra de Dios, que le interpela, le denuncia, le
l lama a conversión y da la razón a su esperanza. Pero de esto hablaremos en la Unidad
Didáctica siguiente.
Como resumen de lo dicho, damos el siguiente esquema.
La Biblia del A. T., común a cristianos y hebreos, estaba dividida por éstos en
tres partes:
• La Torá (la Ley): Comprende los libros del Pentateuco, que son los cinco
primeros libros de la Biblia: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
• Los Nebñm (los Profetas): Se dividen en dos grupos: los profetas anteriores
(Josué, Jueces; 1 2 de Samuel, 1 2 de los Reyes) y los profetas posteriores (Isaías,
Jeremías, Ezequiel, Oseas, Joel, Arnós, Abdías, Josías, Miqueas, Nahum, Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías).
• Los Kethübim (los Escritos): Abarcan los Salmos, Proverbios, Job, Cantar
de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras y Nehemías,
1 2
Crónicas.
En el catálogo oficial de los hebreos faltan siete libros (Baruc, Tobías, Judit, 1 2
Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico), que están recogidos, sin embargo, en nuestras
biblias. .
Nosotros, ordinariamente, hacemos la siguienteagrupación:
Libros históricos: Contienen los cinco libros de la Ley o Pentateuco y, además,
Josué, Jueces, 1 2 Samuel, 1 :2 Reyes, Esdras,Nehemías, 1 2 Crónicas o Paralipómenos,
Tobías, Judit, Ester, 1 2 Macabeos.
Libros proféticos: Comprenden Isaías, Jeremías (con las Lamentaciones y Baruc),
Ezequiel, Daniel (a éstos se les denomina profetas mayores) y Oseas, Joel, Amós,
Abdías, Josías, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías
(éstos son los llamados profetas menores).
28 106
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Libros didácticos o poéticos: Son los libros de Job, Salmos, Proverbios, Ecle-
siastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría
y
Eclesiástico.
La Biblia del N. T. tiene una división semejante:
Libros históricos: Los cuatro evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y los
Hechos de los Apóstoles.
Libros proféticos: Un solo escrito, el Apocalipsis.
Libros didácticos: Las cartas apostólicas, es decir, las cartas de San Pablo (Roma-
nos, 1-2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1-2 Tesalonicenses, File-
món, 1-2 Timoteo, Tito, Hebreos) y las siete cartas llamadas Católicas (1-3 Juan,
1-2 Pedro, Santiago, Judas).
Todos estos libros de los que acabamos de hablar se reconocen como libros sagra-
dos, denominándoseles con el apelativo de canónicos . Cabe la siguiente subdivisión.
Protocanónicos: Libros que siempre fueron reconocidos como inspirados.
Deuterocanónicos: Libros que entraron a formar parte del catálogo oficial de
libros inspirados posteriormente, pues se dudó, en los primeros siglos de la Iglesia,
de su carácter de inspirados.
En concreto, son los siete libros del A. T. arriba indicados que no están reconocidos
por los hebreos y que tampoco los reconocen los protestantes, además de los siete
libros del N. T. considerados también como deuterocanónicos: Hebreos, 2 Pedro, 2-3
Juan, Santiago, Judas, Apocalipsis.
Los libros canónicos, tanto los protocanónicos como los deuterocanónicos, son
inspirados
y
normativos para la vida de la Iglesia. Esto quiere significar canon: norma,
regla.
Por el contrario, los libros llamados apócrifos no se consideran ni inspirados ni
normativos, aunque pudieron ser tomados como tales sea por la afinidad de temática,
sea por el nombre del autor con que se presentaban.
Todo 1 0 anterior podemos resumirlo en el siguiente esquema:
• Libros inspirados
y
normativos
canonicos deuterocanónicos = acogidos después
de resolver la duda sobre su inspi-
ración.
Libros no inspirados ni normativos
no canónicos
=
apócrifos.
protocanónicos =acogidos en la Biblia
sin dudar de su carácter de inspi-
rados.
107 29