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CÓMO CONTESTAR A LAS PREGUNTAS DE LAS TAREAS Y EXÁMENES DE GEOGRAFÍA E
HISTORIA.
1. Preguntas cortas.
Leemos bien la pregunta.
Contestamos con una frase completa o una redacción, nunca con trozos de oración o
frases incompletas, y repitiendo lo que pide la pregunta.
POR EJEMPLO:
PREGUNTA: ¿Dónde vivían los antiguos egipcios?
NO VALE ESTA RESPUESTA: En las orillas del Nilo.
Sí VALE ESTA RESPUESTA: Los antiguos egipcios vivían en las orillas y el delta del río Nilo.
Procuramos que nuestra respuesta sea lo más completa posible.
Revisamos la ortografía y la expresión.
2. Definiciones.
Los profesores haremos preguntas de este tipo:
Define el significado de estas palabras y haz una frase verdadera y correcta con cada
una de ellas.
PIRÁMIDE, NÓMADA, NEOLÍTICO.
Decimos primero qué es esa palabra en general:
Pirámide: una pirámide es una tumba….
Un nómada es una persona…
El Neolítico es una etapa de la Historia.
Añadimos qué tienen de particular
Pirámide: una pirámide es una tumba que hacían los antiguos egipcios para los faraones.
Un nómada es una persona que no vive en un lugar fijo.
El Neolítico es una etapa de la Prehistoria en la que aparecieron la agricultura y ganadería.
Y hacemos una frase con esas palabras, procurando demostrar que sabemos qué
significan:
Pirámide: una pirámide es una tumba que hacían los antiguos egipcios para los faraones. Una de
las pirámides más famosas es la de Keops.
Un nómada es una persona que no vive en un lugar fijo. Los hombres y las mujeres del
Paleolítico eran nómadas.
El Neolítico es una etapa de la Prehistoria en la que aparecieron la agricultura y ganadería. El
Neolítico apareció en Oriente Próximo.
CÓMO SE HACE UN EJE CRONOLÓGICO.
Un eje cronológico o una línea del tiempo es un esquema de una determinada época de la
historia en el que están:
Las fechas.
Las etapas.
Los principales acontecimientos.
Un ejemplo: el eje cronológico de la Primera Guerra Mundial
Las fechas aparecen como números en el eje.
Las etapas como tejaditos por encima del eje, desde la fecha en la que empiezan hasta
la fecha en la que terminan.
Los acontecimientos aparecen “cortando” el eje, escritos en perpendicular.
Como este eje tiene muy pocos años y pasan muchas cosas en cada año, los hemos representado
como trozos del eje.
Pero si dibujamos un eje mucho más largo, con varios siglos, cada siglo será un trozo del eje y
los años serán rayitas o puntitos en el eje.
En todo caso:
Todos los años o los siglos tienen que ser igual de grandes.
Los acontecimientos tiene que estar redactados de forma esquemática, con pocas
palabras.
LA ANTIGUA GRECIA. El territorio.
La civilización helénica se desarrolló en una región muy amplia que no equivale al país que hoy
llamamos Grecia. Los antiguos griegos vivieron en la península de los Balcanes, en la península del
Peloponeso, en la costa de Anatolia o Asia Menor y en las islas del mar Egeo y mar Jónico; además,
muy pronto se extendieron por el sur de Italia, la isla de Sicilia y las costas del mar
Mediterráneo.
Estas tierras están en una de las zonas más transitadas y dinámicas del Mediterráneo; están
próximas a las zonas donde aparecieron la civilización (la agricultura, la metalurgia, la vida en las
ciudades) y las grandes culturas de Egipto, Mesopotamia y Fenicia, de las que aprendieron muchas
cosas. Todo esto hace que sea una región con muchas influencias en la que la cultura progresó de
forma admirable.
Estos territorios son muy diferentes y accidentados y están mal comunicados entre sí: se trata
de islas y regiones separadas por montañas que en ocasiones son muy altas y tienen costas
recortadas. Quizás por eso, los antiguos griegos no formaron nunca un estado unido, con un único
rey o una misma forma de gobierno, sino que cada ciudad griega era independiente, con su propio
gobierno y sus propias leyes.
Sin embargo, los griegos siempre tuvieron conciencia de pertenecer al mismo pueblo y de
compartir una lengua, un pasado y una religión comunes.
Escribe sobre el mapa estos nombres:
En MAYÚSCULAS:
Los distintos mares que la rodean: Egeo, Jónico y Mediterráneo.
Las principales regiones: Peloponeso, Asia Menor, Magna Grecia.
Las islas más importantes: Sicilia, Rodas, Creta, Eubea, Samos.
En minúsculas: los nombres de algunas ciudades importantes:
Atenas, Mileto, Corinto, Tebas, Tarento, Delfos, Olimpia, Micenas, Knossos y Siracusa.
Colorea sobre el mapa de Europa la región que ocuparon los antiguos griegos.
HÉROES DE LA GUERRA DE TROYA.
Nuestra historia comienza en la ciudad
de Troya, que ya llevaba nueve años en guerra.
Todo comenzó cuando el príncipe troyano Paris
visitó a los reyes de Esparta y se enamoró
perdidamente de Helena, la reina. Afrodita,
diosa del amor, inspiró en la reina una
fascinación tan poderosa que no pudo
resistirse al encanto del joven príncipe
troyano y huyó con él a Troya, abandonando su
patria y a su marido, Menelao. Menelao y
Agamenón, rey de Micenas convocaron a todos
los griegos para ir a Troya a rescatar a la reina y provocaron esta famosa guerra.
Desde el palacio del rey Príamo, Helena había podido ver durante estos largos años cómo
los griegos que acudieron a rescatarla acamparon junto a las murallas de Troya y la atacaron
muchas veces sin conseguir rendirla. Los griegos sufrían grandes penalidades y Helena se
compadecía de ellos, porque echaban de menos sus hogares, a sus esposas y a sus hijos y
querían que la guerra terminara para regresar a su patria, pero no era capaz de abandonar a su
amante, Paris, y terminar con la guerra.
Además, en el campamento aqueo se había extendido una terrible peste que estaba terminando
con las vidas de hombres que hasta entonces parecían invencibles; estaban debilitados por la
fiebre y agonizaban con una sed insoportable.
Los griegos pensaban que la enfermedad era algún castigo de los dioses y para conocer su
voluntad, los griegos consultaron al adivino Calcas.
- El dios Apolo está ofendido- dijo después de reflexionar- porque nuestros hombres
raptaron a Criseida, la hija de su sacerdote Crises, y el rey Agamenón la ha convertido
en su esclava. Si queremos aplacar al dios debemos devolverla a su padre.
- Es justo que así se haga. Agamenón, devuelve a Criseida.
El que dijo esto era Aquiles, uno de los pocos que se atrevía a enfrentarse al rey Agamenón;
era hijo del rey Peleo y de la diosa Tetis. Su madre quiso hacerlo inmortal y, nada más nacer, lo
sumergió en las aguas de la laguna Estigia agarrándolo por un talón y cuando estalló la guerra
con Troya trató de ocultarlo para que no acudiera; como era tan joven y tan hermoso lo
disfrazó de muchacha y lo ocultó entre las hijas del rey Licomedes. Pero el ingenioso Ulises,
disfrazado de buhonero, se
presentó en el palacio llevando
joyas, perfumes y vestidos que
entusiasmaron a las
muchachas mientras Aquiles,
incómodo y malhumorado,
permanecía en silencio; buscó
entonces Ulises entre sus
mercancías y sacó una espada,
un escudo y otras armas sobre
las que Aquiles se abalanzó con
pasión, poniéndose al descubierto, e inmediatamente se unió a los guerreros griegos para ir a la
guerra de Troya, donde desde el primer momento consiguió sonadas victorias y enormes
botines. De pie, en la asamblea de los guerreros griegos, su impresionante estatura, realzada
por el enorme penacho del casco, el brillo de sus ojos llenos de coraje y la riqueza de sus armas
lo convertían en un ser fabuloso.
Por fin habló Agamenón:
- Accedo a devolver a la bella Criseida a su padre. Pero a cambio, es necesario que Aquiles
me ceda a su esclava Briseida, que fue capturada el mismo día y que por justicia me
corresponde.
Aquiles sintió como la ira le invadía y todo él se llenó de furia. Los miembros de la asamblea
callaron, llenos de temor, y vieron cómo el héroe se levantaba de nuevo y dirigía a Agamenón
una mirada colérica y terrible.
- Desde que comenzó la guerra, mi ejército y yo te hemos servido fielmente y hemos
repartido contigo nuestro botín. Pero tu soberbia no tienen límites. Si de este modo
curas tu orgullo, toma a Briseida, a la que francamente amo, pero desde este momento
mis hombres y yo abandonamos el combate.
Aquiles abandonó la asamblea, que quedó en silencio. Patroclo, su fiel amigo, le siguió hasta
el campamento, donde Aquiles ya se quitaba la armadura y depositaba sus espléndidas armas en
el suelo.
- Puedes marcharte con ellos, Patroclo, no necesitas demostrarme tu amistad, que bien
conozco. Yo regreso a casa.
- Dejemos a Agamenón y los suyos a su suerte. Pronto veremos cómo se acercan pidiendo
que regreses y entonces tu honor, Aquiles, será restituido.
Al día siguiente, mientras Aquiles permanecía rabioso en el campamento, Menelao y Paris se
enfrentaron.
- No es justo- dijo Menelao- que tantos hombres mueran por lo que debemos resolver
nosotros. Decidamos con un duelo entre nosotros la derrota o victoria y la suerte de
Helena.
Paris aceptó, ambos
salieron al campo a
combatir y los dos
ejércitos hicieron una
tregua. Pero los dioses
todo lo pueden, y
Afrodita, cuando vio a su
protegido Paris en
peligro, lo hizo
desaparecer, y lo llevó al
palacio, junto a Helena.
Todos los que vieron el
milagro quedaron
desconcertados, los griegos reclamaban la victoria, la tregua se rompió y la guerra se reanudó
con gran violencia. Los dioses, que apoyaban a uno u otro bando, no dejaban de intervenir y
alguno incluso resultó herido en la batalla.
El príncipe Héctor, hermano de Paris, aprovechando un momento de calma, abandonó el
combate, se dirigió al palacio y buscó a su esposa, Andrómaca; la encontró atisbando el combate
y con su hijo en brazos; al ver a su padre cubierto con el casco el niño se asustó y rompió a
llorar.
- Te ruego Héctor- dijo Andrómaca- que no vuelvas al combate. No tengo a nadie en el
mundo más que a ti. El fiero Aquiles ha matado a mis padres y mi hermano. Tú eres toda
mi familia.
- ¿Cómo podría quedarme en casa sabiendo que tantos hombres están luchando por
defender la ciudad? Sé que puedo morir en la batalla, pero debo arriesgar mi vida y
defenderos a vosotros a la vez que a mi patria.
Volvió Héctor al combate. Ayax Telamón, con su inmensa estatura y protegido por un
enorme escudo salió al frente y Héctor le desafió. Tan igualadas estaban las fuerzas que la
noche llegó al campo antes de que ninguno se diera por vencido. La batalla había cesado a su
alrededor y los dos combatientes aún sostenían en alto sus lanzas, estudiándose con fiereza
cuando los heraldos les detuvieron y propusieron una tregua.
- Sea.- dijo el temible Ayax- Reconozco el valor de mi adversario, pero ha de ser él quien
detenga el combate, porque fue quien me retó.
- Detengamos la lucha. Admiro tu fuerza y tu valor. Quizás el destino vuelva a
enfrentarnos, pero ahora intercambiémonos regalos como gesto de nobleza.
Dejaron las armas en tierra y unieron sus manos. Héctor entregó a su enemigo una
espléndida espada y recibió de Ayax un hermoso cinturón lleno de piedras preciosas, sin
adivinar, uno y otro, que estos objetos preciosos les acompañarían a la muerte.
Al amanecer, los dos ejércitos tomaron a sus muertos en batalla, apilaron sus cuerpos y los
incineraron con gran dolor. Pero Zeus, que todo lo ve desde el cielo, no quedó satisfecho con los
sacrificios que hicieron los griegos, contra los que dirigió justo castigo en la batalla del día
siguiente, en la que muchos grandes héroes fueron heridos. El audaz Héctor consiguió incluso
llegar con sus hombres hasta las naves griegas, que permanecían varadas en la playa, y
prenderles fuego.
Patroclo, el fiel amigo de Aquiles, no podía sufrir estas derrotas de los suyos y pidió
permiso a Aquiles para acudir al combate y llevar sus armas.
- Acude y llévatelas, si así lo quieres- contestó Aquiles.
El padre Zeus permitió que Patroclo avanzara frente al ejército troyano y llegara hasta las
propias murallas de la ciudad. Allí le salió al frente Héctor quien, al ver las armas, lo tomó por
el propio Aquiles. Comenzó el combate entre los dos héroes, que se batieron con gran valor.
Pero Apolo, implacable, asestó un terrible golpe en el cuello a Patroclo, que cayó herido y
recibió una mortal lanzada de Héctor. A duras penas consiguieron los griegos rescatar el
cadáver de Patroclo mientras sus enemigos avanzaban imparables hacia su campamento.
La muerte de Patroclo sumió a Aquiles en una profunda tristeza y deseo de venganza; al día
siguiente, se reunió con Agamenón.
- Olvidemos nuestras disputas- dijo Aquiles al rey- y unámonos para rendir Troya.
- Estoy de acuerdo- contestó Agamenón- Acepta todos los tesoros que obtuvimos gracias
a tu valor y el puesto de comandante en jefe. Si algún día los dioses quieren devolvernos
a la patria, tendré el honor de darte la mano de una de mis hijas para que ya nunca más
nos enfrentemos.
- Desde las alturas del Olimpo, los dioses estaban expectantes por el regreso de Aquiles.
Su madre Tetis encargó a Hefaistos, dios de la fragua y la labor del metal, que
fabricara para Aquiles las más fabulosas armas, entre las que el dios labró un escudo
extraordinario.
De esta forma, al día
siguiente Aquiles salió al campo y
pronto tuvo ocasión de
encontrarse con Héctor, que tuvo
que defenderse, no solo del
poderoso Aquiles, sino también
de sus diosas protectoras,
Atenea y Hera, frente a las que
el apoyo que le prestaba el dios
Apolo parecía insuficiente.
Héctor consiguió atraer a su
enemigo hasta las murallas de la
ciudad, donde sus hombres podían atacarle pero Aquiles comenzó a perseguirlo. En medio de la
carrera, Atenea tomó la forma del joven Deífobo, hermano de Héctor y se presentó a él
diciéndole:
- Espera, hermano, vamos a luchar juntos contra Aquiles.
Héctor detuvo entonces su fuga y se paró ante Aquiles.
- Detén tu carrera y enfrentémonos en un duelo a muerte.
Aquiles frenó en seco. Héctor le arrojó una lanza, que rebotó contra el magnífico escudo de
Aquiles.
- Rápido, hermano, préstame la tuya- dijo Héctor al que creía Deífobo.
Cuando se giró para recibirla y vio los ojos glaucos de la diosa en vez de los de su hermano
Deífobo, comprendió el engaño y se sintió perdido. Entonces Aquiles levantó su lanza y, con un
golpe mortal en el cuello, lo derribó; taladró los tobillos de Héctor, los atravesó con una soga
que ató a su carro y arrastró su
cuerpo, aún cubierto con las armas y
el casco, por todo el campo, dejando
que se llenara de tierra y que su piel
se levantara. La punta de la lanza, que
permanecía aferrada a la mano del
muerto, describía en el suelo
siniestros dibujos. Los troyanos
contemplaban desolados el triste fin
del mejor de sus hombres.
Al amanecer, Aquiles preparó el
funeral de su amado amigo Patroclo. Colocó su cuerpo sobre una gran pira de leña y sacrificó a
su alrededor una gran cantidad de ovejas, cuatro caballos, nueve perros y la vida de doce
prisioneros troyanos. Mientras las víctimas y el cuerpo del héroe ardían, celebró en su honor
carreras, combates y competiciones de lanzamiento de jabalina. Durante los diez días que
duraron los funerales de Patroclo, Aquiles siguió arrastrando el cuerpo del infeliz Héctor
alrededor de los restos de la hoguera.
Zeus, juez de dioses y hombres, se indignó con tanta crueldad y envió a la diosa alada Iris al
palacio de Príamo.
- El padre de los dioses- dijo la diosa mensajera al rey troyano- se compadece de tu
dolor. Ve solo a la tienda de Aquiles y lleva contigo regalos que ablanden su corazón,
pues el que mató a tu hijo no es un asesino, y te recibirá con compasión.
Siguió Príamo las instrucciones de los dioses. Por el camino, el dios Hermes, con la
apariencia de un agradable joven, se unió al desolado padre para protegerlo.
Cuando llegó a la riquísima tienda de Aquiles, Príamo se echó al suelo y abrazó sus rodillas.
- Respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, que estoy acercando la boca a la mano
que ha matado a mis hijos. Acepta estos regalos como rescate y devuélveme el cuerpo
de Héctor.
Sin poder contestar, Aquiles unió su llanto al de Príamo, recordando a su propio padre,
Peleo, y también sufriendo por la muerte de su amigo Patroclo.
- ¡Cuántas desgracias has sufrido, anciano! Yo mismo he decidido entregarte a Héctor, al
que tus llantos no pueden devolver la vida. Detendré el ejército todos los días que
quieras dedicar a los funerales de tu valeroso hijo.
Aquiles mandó limpiar y amortajar el cadáver de Héctor y ofreció hospitalidad al rey
Príamo; el rey de Troya permaneció en el campamento enemigo toda la noche y partió con el
cuerpo de su hijo al amanecer. Nueve días duraron los funerales de Héctor, durante los cuales
Aquiles cumplió su palabra y se mantuvo la tregua. Sobre su cuerpo lloraron amargamente sus
padres y Andrómaca, su esposa
- Esposo- gimió- qué joven abandonas esta vida, dejándonos solos a mi y a tu hijo, que
nunca llegará a tener tu estatura y tu fama, pues la ciudad está ya perdida sin ti y todos
pereceremos en esta guerra.
Al décimo día ardió el cuerpo de Héctor cuyos huesos fueron luego depositados en una
riquísima urna y enterrados bajo un enorme túmulo.
Antes de todo esto sucediera, Aquiles proporcionó
aún más victorias al bando de los aqueos. En el décimo
año de la guerra acudieron en ayuda de los troyanos
las amazonas, mujeres realmente fieras que vivían
siempre armadas y sin la protección ni la autoridad de
varón alguno. Su reina Pentesilea logró en tres
ocasiones rechazar a Aquiles, pero éste, con la ayuda
de Atenea, pudo finalmente derrotarla y la reina de
las amazonas murió en sus manos, sintiendo en el
momento en que dejaba este mundo un último
sentimiento de amor hacia su propio asesino. También
derrotó a los temibles etíopes, llegados desde Egipto
para ayudar a Troya, y a cuyo rey, Memnón, también mató Aquiles en combate.
Tantas victorias le hicieron cada vez más odioso para el dios Apolo, que no solo protegía a
los troyanos, sino que estaba indignado con Aquiles porque en uno de sus templos había matado
al joven Troilo, el hijo más joven de Príamo, que tenía apenas de doce años, sin respetar ni su
tierna edad ni el lugar sagrado. Las Parcas, diosas repulsivas que hilan y devanan la vida de los
mortales como viejas en su rueca, decidieron que era el momento en que el hilo de la vida de
Aquiles debía ser cortado y en que debía cumplirse su destino: morir joven en la gloria de su
vida.
En una ocasión, Aquiles, que no temía las situaciones más arriesgadas, se acercó
temerariamente a las murallas de Troya y Paris, desde una almena, le apuntó con una flecha y
disparó; el dios Apolo desvió la trayectoria del proyectil hasta el único punto vulnerable de
Aquiles, el talón por el que su madre lo agarró para bañarlo en las aguas de la Estigia y que
nunca llegó a mojarse.
De este modo, por una herida que en cualquier mortal hubiera
sido de poca importancia, murió Aquiles, admirado por los suyos
y reconocido por su valor y por su compasión por sus propios
enemigos, sin ver la caída de la ciudad por la que tanto había
luchado y que tuvo lugar ese mismo año. En sus funerales
derramaron lágrimas todos los héroes aqueos y fueron tan
espléndidos como los de su amigo Patroclo, con cuyas cenizas se
mezclaron las de Aquiles para luego ser enterradas junto al
Helesponto, dentro de una urna de oro.
El origen de la civilización griega.
La civilización griega comenzó a desarrollarse a principios
del siglo VIII a. C., cuando los griegos comenzaron a utilizar el
alfabeto, adaptando el que habían inventado los fenicios; esta
escritura es mucho más fácil de aprender y utilizar que las
escrituras anteriores y permitía que
todos conociesen las leyes, los tratados y
la literatura. También adoptaron la
moneda, a la que los griegos dieron la
forma que hoy tiene, circular y
troquelada con los emblemas y el nombre
de la ciudad que la emitía.
Las ciudades, ahora llamadas polis, eran independientes, y cada una tenía su dios
protector y sus leyes; entre ellas había continua rivalidad y conflictos pero compartían la
misma lengua y la misma religión y todos los griegos o helenos sentían que formaban parte de un
solo pueblo. El año 776 a. C. celebraron las primeras olimpiadas, juegos y competiciones en
honor de Zeus Olímpico, en las que participaron todas las polis griegas. También por estas
fechas se pusieron por escrito los dos grandes poemas que se habían ido creando y
transformando desde época de los aqueos: la Ilíada y la Odisea; la tradición atribuye esta obra
a Homero, un aedo o un poeta que componía y recitaba de memoria.Las polis.
Al principio, casi todas las ciudades griegas estaban dominadas por los nobles guerreros, la
aristocracia, que mandaban sobre los campesinos que vivían en sus tierras. También había
reyes, bien elegidos por los propios nobles o bien hereditarios, pero tenían poco poder, sobre
todo de carácter religioso.
Poco a poco las ciudades fueron
creciendo, se desarrollaron la
artesanía y el comercio y apareció un
nuevo grupo social, el de los
artesanos y comerciantes, que fue
haciéndose cada vez más rico y era
independiente de los aristócratas.
Algunos aristócratas, los llamados
tiranos, se apoyaron en los artesanos
y comerciantes, quitaron a los reyes
y a la aristocracia y tomaron el
poder; hacían leyes que favorecían al
pueblo (campesinos, comerciantes,
artesanos) y mandaban hacer construcciones (puertos, plazas, templos…) que les hacían más
populares; pero también gobernaban sin contar con nadie y por eso el término “tirano” tiene el
sentido de gobernante déspota.
En las polis griegas, los aristócratas y los tiranos estuvieron continuamente enfrentados; al
final, en la mayoría de las polis, los aristócratas consiguieron expulsar a los tiranos, pero a
cambio tuvieron que ceder y mantener los derechos que los tiranos habían dado al pueblo e
incluso aumentarlos. Ya no podían mandar sin el consentimiento y el favor del pueblo.
A) Las colonizaciones.
Durante la época arcaica, las polis griegas se desarrollaron, crecieron y comenzaron a fundar
colonias en el Mediterráneo; una colonia es una ciudad que otra (la metrópoli o “ciudad madre”)
funda fuera del territorio al que
pertenece. Son varias las
razones por las aparecieron las
colonizaciones:
Los colonos partían de su polis
llevando los dioses y el fuego
sagrado del templo, de modo que
la colonia se consideraba
fuertemente unida a la
metrópoli, pero era
completamente independiente
para tener sus propias leyes y
gobierno. Las polis que más
colonias fundaron fueron las de
la región de Jonia, como Mileto o Samos.
Las colonias difundían la cultura griega por las tierras que las rodeaban por el Mediterráneo, y
así extendieron la vida urbana, las instituciones políticas, el alfabeto, el uso de la moneda, la
religión politeísta, etc.
2. 5. La época clásica.
Se considera que el siglo V a. C. y la primera mitad del siglo IV a. C. forman la época más valiosa
o clásica de la civilización griega; llamamos “clásico” a algo que tiene una gran calidad, que dura
siempre y que merece ser apreciado por todo el mundo.
Durante esta etapa las polis griegas desarrollaron de forma extraordinaria las instituciones
políticas y la vida cívica, el arte, la literatura, la filosofía y la religión.
La democracia ateniense.
En la época arcaica, como en otras polis, hubo en Atenas enfrentamientos entre aristócratas,
pueblo y tiranos. Un aristócrata, Solón, hizo leyes que favorecieron a los campesinos (que no
podían ser esclavizados por sus deudas) y dio más poder a la Ekklesía o asamblea de
ciudadanos; el tirano Pisístrato mejoró la moneda y repartió tierras entre los campesinos y de
nuevo otro aristócrata, Clístenes, dio derechos iguales a todos los ciudadanos y los organizó
por tribus, que dependían de la zona donde cada uno viviera ( y no de su familia o dinero) e hizo
que la Boulé, el consejo, se eligiera por sorteo. La reforma definitiva la hicieron Pericles y
Efialtes, entre los años 462 y 461 a. C., que quitaron poder a la asamblea de los nobles, el
areópago, y se lo dieron a la Boulé, el consejo.
Al final, el sistema político de Atenas se convirtió en una democracia, en el que el poder
político estaba en manos de los ciudadanos (demos). Todos los ciudadanos acudían a la Ekklesia
o asamblea a elegir por votación a sus jefes políticos y militares (arcontes y estrategas) y para
votar las leyes que el
consejo o Boulé
preparaba. No había
políticos profesionales:
muchos cargos, como los
del jurado, eran elegidos
por sorteo entre los
ciudadanos, que tenían la
obligación de detentarlos
y si alguien abusaba de su
cargo o tenía demasiado
protagonismo político los
ciudadanos podían votar
su expulsión de la ciudad
(ostracismo).
Los ciudadanos también se ocupaban de defender su ciudad: en caso de necesidad formaban el
ejército y tenían que aportar sus propias armas; casi todos eran soldados a pie (hoplitas) y
luchaban unidos en columnas o falanges, en las que era decisiva la unidad y la disciplina.
Los ciudadanos, es decir, las personas que tenían los derechos y obligaciones de la ciudad, eran
una parte pequeña de las personas que vivían en Atenas: solo eran ciudadanos los varones, hijos
de un ciudadano y de una mujer ateniense (hija a su vez de un ciudadano), y estaban excluidos
los esclavos y los extranjeros.
La aristocracia espartana.
Los espartanos eran un pueblo que, hacia
el año 1200 a. C., invadió Lacedemonia y
sometió y esclavizó a la población
indígena, los ilotas. Tenían dos reyes,
una asamblea de ancianos (Gerousía) y
una asamblea a la que acudían todos los
varones mayores de treinta años
(Apella). Los ciudadanos espartanos se
dedicaban exclusivamente a la política y
la vida militar y los ilotas trabajaban para ellos.
Los espartanos tenían unas pocas y sencillas leyes que, según la leyenda, habían sido
establecidas por el sabio Licurgo. Este ordenó repartir todas las tierras y riquezas por igual
para que no hubiera diferencias sociales, prohibió el uso de oro y plata y solo admitió monedas
de hierro y organizó los llamados syssítia, reuniones a las que debían acudir todos los
ciudadanos para comer en común, todos lo mismo. La educación era muy rigurosa y muy
importante porque servía para crear buenos ciudadanos y consistía sobre todo en instrucción
militar. Como en Atenas, el ejército estaba formado por los ciudadanos, que también luchaban
anteponiendo los intereses de la ciudad a los
suyos propios.
Alejandro Magno y los reinos helenísticos
Las polis griegas siempre estaban
enfrentándose entre ellas; solo fueron
capaces de unirse para luchar contra los
persas en las llamadas guerras médicas, en la
primera mitad del siglo Va.C., pero una vez los
derrotaron volvieron a pelearse.
Al norte de Grecia había un
pequeño reino llamado macedonia.
Los macedonios hablaban griego y
veneraban a los mismos dioses que
los demás griegos, pero no vivían
en polis, sino que toda Macedonia
estaba unida bajo el poder de un
solo rey hereditario y de la
aristocracia, y los demás griegos
los consideraban prácticamente
bárbaros.
Mientras los griegos se enfrentaban entre ellos, Macedonia se fortalecía y crecía; tenía un
potente ejército formado por falanges de soldados armados con una larga lanza, una numerosa
caballería y máquinas de guerra similares a las que usaban los asirios.
En el siglo IV a. C. el rey Filipo II (359- 336) comenzó a conquistar territorios para dar a
Macedonia una salida al mar; algunas polis, como Atenas, intentaron frenarle pero fueron
derrotadas en la batalla de Queronea (338 a. C.) y Filipo y llegó a dominar todo el occidente de
Grecia.
El año 336 a: C Filipo murió asesinado en un atentado
y subió al poder su hijo Alejandro (336- 323 a. C.), al
que luego se conocería como Alejandro el Grande
(Alejandro Magno). Cuando subió al trono era muy
joven, pero ya había demostrado gran destreza
militar en la batalla de Queronea y tenía una gran
confianza en la grandeza de su destino; le había
educado el filósofo Aristóteles y estaba muy
influido por las grandes hazañas de Aquiles, el héroe
de la guerra de Troya; quería
castigar a los persas por la
invasión de Grecia durante las
guerras médicas y dominar
todo el mundo.
Después de asegurar su
dominio sobre casi toda Grecia,
Alejandro inició la conquista de
Persia: primero ocupó la
península de Anatolia y después
Siria, Egipto y Mesopotamia.
Tras la muerte del rey persa,
Darío III, se proclamó su
sucesor y conquistó Persia (hoy, Irán); entonces ambicionó llegar a los confines del mundo y
ocupó el valle del Indo. Pero el ejército macedonio, que hasta entonces había seguido a
Alejandro con devoción y lealtad, estaba agotado y le presionó para regresar a Grecia. Durante
el viaje de regreso, el año 323 a. C., Alejandro murió.
A lo largo de sus campañas, Alejandro demostró ser un audaz e ingenioso estratega con una
gran confianza en si mismo, que quizás se debía a su convicción de ser hijo del mismo Zeus.
A la muerte de Alejandro Magno, sus generales disputaron por el poder y finalmente se
repartieron el imperio y fundaron reinos independientes que llamamos “helenísticos”. Los más
importantes de estos reinos fueron el de Seleuco (que abarcaba gran parte de lo que fue el
imperio persa), el de Pérgamo y el de Egipto; en ellos se fundieron la cultura persa,
mesopotámica y griega y, especialmente en Egipto, hubo un gran esplendor económico,
científico y cultural que duró hasta la conquista de los romanos.
La religión griega.
La religión griega era politeísta: rendía culto a muchos dioses, los más importantes de los
cuales eran antropomorfos, es decir, que tenían el aspecto y el comportamiento que tenemos
los seres humanos, pero con la diferencia de que esos dioses eran poderosos e inmortales. El
poder y el significado de cada dios se expresaba a través de mitos, historias que narraban su
actividad entre los hombres y con otros dioses. Los mitos, como el propio significado de los
dioses, son muchas veces oscuros y complejos, y con el tiempo se fueron convirtiendo en
narraciones literarias que son las que han llegado hasta nosotros. No obstante, en las
ceremonias y en el arte, se puede ver que la religión griega tenía un significado muy profundo y
daba respuesta a las grandes cuestiones de la existencia humana.
Algunos mitos explican cómo fue el origen del mundo y de los dioses; en ellos vemos cómo al
principio dominaban las fuerzas oscuras, las de los gigantes y titanes, y cómo al final fueron
derrotadas por los dioses olímpicos, que impusieron un nuevo orden.
Zeus es el padre de los olímpicos, dios del cielo, los fenómenos atmosféricos y la justicia y son
sus hermanos Poseidón, dios del océano, Hades, dios de los infiernos y Demeter, diosa de la
tierra y la agricultura. La esposa de Zeus es Hera, diosa del hogar y del matrimonio y con ella
tuvo a sus hijos Hefesto, el dios herrero y del fuego, y a Ares, dios de la crueldad de la guerra;
hijos de Zeus y otras diosas son Hermes, dios de los caminos, intermediario entre dioses y
hombres y entre la vida y la muerte, Atenea, diosa de la guerra cívica y de la artesanía,
Dionisos, dios del vino y de la resurrección y los gemelos Apolo, que significa la luz, la
inteligencia y las artes, y Artemisa, la diosa cazadora, y de la vida silvestre. Afrodita, la diosa
del amor y la belleza, surgió directamente del Océano.
Para los griegos el mundo estaba poblado de dioses y seres divinos que intervenían
constantemente en la vida de los hombres y estos debían realizar ritos para ganarse su favor y
evitar su ira, estos ritos consistían en sacrificios de animales, en la entrega de ofrendas en los
templos y lugares sagrados y en la celebración de juegos, que eran competiciones físicas y
literarias. Cada ciudad tenía sus propios ritos, pero todas veneraban a los mismos dioses y
había lugares que eran sagrados para todos los griegos, como el santuario de Olimpia,
consagrado a Zeus, o el de Delfos, donde estaba el oráculo desde el que el dios Apolo se hacía
oír.
La cultura griega.
Los griegos veneraban a sus dioses pero también pensaban que los seres humanos tienen un
valor sagrado y valoraban sus mejores cualidades: la razón y la libertad. Por eso buscaron
explicaciones científicas de las cosas de este mundo (los movimientos de los planetas, los
terremotos, la injusticia…) y fundaron la filosofía,
que es la base de toda sabiduría (filosofía quiere
decir “amor al conocimiento”) que se pregunta
constantemente por el origen y la naturaleza de
todas las cosas.
Los filósofos más importantes vivieron en Atenas
en el siglo IV a. C. Sócrates pretendía llegar a las
verdades fundamentales a través del diálogo, su
discípulo Platón desarrolló ese método y se interesó
sobre todo por la naturaleza del alma humana, que
creía inmortal, y la forma de crear una sociedad
más justa, y Aristóteles (a su vez discípulo de
Platón) amplió el campo de la filosofía a las ciencias
y creó conceptos precisos que se utilizaron en toda
la filosofía posterior.
Los griegos estaban convencidos de que la Tierra estaba en el centro del Universo, una idea que
hoy sabemos que es errónea, pero calcularon con mucha precisión los movimientos de los
planetas (Ptolomeo) y las dimensiones de nuestro planeta (Eratóstenes). Creían que, aunque los
dioses mandasen en el cielo y pudiesen a veces hacer milagros, lo que sucede en la Tierra es por
causas naturales, no caprichosas, sino según leyes y así avanzaron mucho en el conocimiento de
la física (Arquímedes) y las matemáticas (Pitágoras, Tales).
Perfeccionaron la escritura alfabética, que es fácil de aprender y utilizar, y con ella no solo
escribieron poemas a sus dioses, sino tratados de política, economía o ética y muchas obras
literarias.
El teatro griego nació
como una forma de culto;
en origen era una
representación, casi sin
palabras, del mito de
Dionisos. Pero pronto los
griegos lo utilizaron para
poner en escena los
grandes problemas a los
que se tiene que
enfrentar el ser humano,
como la fidelidad, la ambición o la muerte; así aparecieron obras de teatro, como las de Esquilo,
Sófocles y Eurípides (los grandes dramaturgos del siglo V a. C.) en las que actuaban personajes
y había un coro que narraba e interpretaba el drama de los personajes.
La frase que mejor resume las ideas de los griegos era “Conócete a ti mismo”, que quiere decir
dos cosas a la vez: conoce lo mucho que, como ser humano, puedes hacer y reconoce que,
también como ser humano, solo eres un mortal.
El arte griego.
Las características del arte griego están muy relacionadas con la cultura que acabamos de ver:
Los griegos hicieron obras de arte para la vida pública: templos, imágenes de dioses,
monumentos conmemorativos…, pero no obras privadas, como retratos o palacios.
Se esforzaron en crear obras cada vez más perfectas y armoniosas y por eso el arte
griego evolucionó mucho, a base de observar la realidad y reflexionar sobre ella.
La arquitectura griega.
Los griegos crearon modelos para los edificios más importantes de la vida cívica:
Los teatros se hacían al aire libre, aprovechando un desnivel donde hacían las gradas
(teatron) y tenían un espacio circular para el coro (orquestra) y un escenario (skaena).
Los estadios eran pistas para carreras, alargados, descubiertos y con gradas.
En las ciudades había siempre un espacio abierto que servía de mercado y lugar de
reunión de los ciudadanos, el ágora, que solía rodearse de pórticos o stoas.
El edificio más importante de la arquitectura griega es el templo.
El templo era el lugar en el que se guardaba la imagen de un dios o diosa y se
depositaban las ofrendas y los sacrificios se realizaban siempre en un altar que había
delante.
Casi todos los templos griegos tienen planta rectangular. Los más pequeños solo tenían uno o
dos pórticos con columnas, pero lo normal es que estuvieran completamente rodeados de
columnas (peristilo). Estaban cubiertos por un tejado a dos
aguas que dejaba en los lados cortos dos espacios
triangulares o frontones.
En Grecia había distintas formas o estilos de construcción
de un templo, cada una con sus propios elementos.
El orden dórico o de los dorios, era propio del Peloponeso y
tenía columnas sin basa y aristas vivas y un capitel sencillo,
formado por un ábaco y un equino. Sobre las columnas se
colocaban el arquitrabe, que era liso, y el friso, con
triglifos (que tenía tres acanaladuras o estrías) y metopas
(con relieves o pinturas).
El orden jónico o de Jonia es más decorativo. La columna
tiene acanaladuras y un capitel con volutas. El friso jónico
tiene una decoración continua en relieve.
El orden corintio (de la ciudad de Corinto) es el más
reciente y tiene los mismos elementos que el jónico salvo el
capitel, que está formado por hojas de acantoEl conjunto de templos más importante está en la
Acrópolis de Atenas y es del siglo V a. C. El Partenón, que es dórico, estaba dedicado a la diosa
Atenea Partenos (Atenea Virgen), la protectora de la ciudad. El Erecteion, jónico, tiene una
planta muy compleja porque cubre muchos espacios sagrados de distintas épocas y está
dedicado a muchos dioses, como Atenea, Poseidón y dioses ancestrales; tiene un pórtico en el
que unas esculturas de muchachas hacen la función de columnas (cariátides). También es jónico
el pequeño templo de Atenea Nike o Atenea Victoriosa, que conmemora la victoria contra los
persas en Salamina.
La escultura griega.
La escultura griega alcanzó un grado de perfección que la convirtió en el modelo para el arte
durante muchos siglos.
Pueden ser relieves sobre los muros (en las metopas, los frisos o las estelas funerarias) o
esculturas exentas o de bulto redondo.
Están hechas de piedra, sobre todo mármol y bronce; también había esculturas de madera (las
más antiguas), de cerámica y otras recubiertas de oro y marfil (crisoelefantinas).
La mayor parte de la escultura es religiosa: representan a los dioses y sus mitos y a seres
humanos que les honran.
Los griegos se esforzaron por representar cada vez mejor y
de manera más natural a hombres, mujeres y dioses, que
imaginaban como seres humanos.
En los siglos VII y VI a. C. los griegos hacían imágenes de sus
dioses, pero eran casi siempre de madera y se han perdido;
también hacían exvotos, figuras de muchachos que habían
vencido en alguna prueba de los
juegos y se representaban
desnudos, de pie, frente al dios
al que dedican su victoria
(Kouroi) y figuras de muchachas
vestidas que entregan una
ofrenda a un dios (Korai).
Estas imágenes son rígidas,
miran siempre al frente y tiene
una sonrisa que no es expresión
de felicidad sino de plenitud por
estar en presencia de los dioses.
También son muy geométricas y
poco naturales.
A finales del siglo VI y principios del siglo V a. C. las esculturas fueron evolucionando para ser
cada vez más naturales, con más movimiento y sin la sonrisa arcaica (auriga de Delfos).
La perfección de la escultura clásica.
En lo siglos V y IV a. C. la escultura alcanzó su
culminación, a la vez perfecta y natural.
Mirón hizo esculturas en las que había movimiento,
pero armonioso, que no descomponía la figura
(Discóbolo).
Policleto creó imágenes de atletas perfectamente
proporcionadas, en las que la altura total equivalía
siete veces a la de la cabeza (Doríforo).
Fidias, que talló muchas esculturas del Partenón,
daba a sus imágenes de dioses y mortales la
expresión justa, de manera que parecían a la vez
vivos y sagrados.
En el siglo IV a. C. las esculturas se fueron
haciendo cada vez más expresivas y menos
formales.
Praxíteles hizo imágenes de dioses llenas de sentimiento y sensualidad (Hermes) y fue el
primero en representar desnudo el cuerpo de la mujer (Afrodita).
La escultura helenística.
En los siglos III, II y I a. C. los artistas griegos habían
alcanzado una gran destreza. Había talleres de artistas en
Egipto, Asia Menor y Grecia, las zonas donde había estado el
imperio de Alejandro Magno, y hacían muchos encargos, no
solo para las ciudades, sino también para clientes particulares.
Los esculturas helenísticas suelen ser espectaculares, como si
quisieran llamar la atención del que las mira; unas veces son
muy dramáticas (Laocoonte, los Gálatas moribundos) y otras
son cómicas o encantadoras (el Niño de la Oca, Afrodita
saliendo del baño).
LA CIVILIZACIÓN ROMANA.
1. Los orígenes de Roma.
1.1. Los etruscos.
En el siglo VIII existió en Italia un pueblo,
los etruscos. Etruria estaba en el norte de la
península y era un conjunto de ciudades
independientes, cada una gobernada por un rey y
varias asambleas. Los etruscos eran grandes
ingenieros, y en sus ciudades construyeron
acueductos, cloacas y puentes.
Los etruscos hacían tumbas cubiertas de
pinturas y sarcófagos con el retrato del difunto.
También realizaban prácticas adivinatorias: pretendían conocer la voluntad de los dioses
examinando las entrañas de las victimas sacrificadas y el vuelo de los pájaros.
1.2. Los orígenes míticos de Roma.
Los romanos creían que en la fundación de su ciudad habían intervenido los dioses. Según
el mito, los gemelos Rómulo y Remo, hijos del dios Marte, fueron abandonados por su tío, y
lograron sobrevivir amamantados por una loba; ya adultos, castigaron a su tío y decidieron fundar
una ciudad en el mismo lugar en el que les había encontrado la loba, a la que llamaron Roma el año
753 a. C.. Tras trazar los límites de la ciudad, Rómulo mató a Remo porque se había atrevido a
atravesarlos y se convirtió así en el primer rey de Roma.
Como se ve en este mito, los romanos creían que su ciudad había tenido un origen
sobrenatural; por eso creían que estaban destinados a grandes empresas. Loa romanos hablaban
latín, eran sobre todo ganaderos y
agricultores y apenas desarrollaron
el comercio.
Al principio Roma (entre los siglos
VIII y VI a. C.) tenía una
monarquía. Los reyes latinos eran
elegidos y tenían poderes religiosos
(eran los sacerdotes más
importantes), judiciales (decidían
si alguna acción era o no justa) y
militares (dirigían la guerra). Los
romanos llamaban “imperium” a la
suma de estos poderes.Tenemos
muy pocas noticias de esta etapa y
consisten sobre todo en leyendas. En estos siglos se sucedieron en Roma siete reyes, algunos de
ellos etruscos, porque en esta época Roma estuvo bajo el poder de ese pueblo. Bajo estos reyes
en Roma se construyeron una cloaca, el primer acueducto y un puente; como la zona próxima al
Tíber estaba entonces inundada, los etruscos la
drenaron y comenzaron a construir el foro.
Durante la monarquía la sociedad romana ya
estaba dividida en dos grupos, que se mantuvieron
durante toda la historia de Roma, el de los patricios, que
eran los miembros de las familias importantes, las
primeras que llegaron a Roma, y los dueños de toda la
tierra, y los plebeyos, que habían llegado más tarde.
3. La República.
La organización política de la República.
Según la tradición el año 509 a. C. un ciudadano
patricio, llamado Bruto, expulsó al último rey de Roma.
En ese momento apareció la República, un sistema
político sin rey, en el que el poder lo tenían los
ciudadanos, como el de otras ciudades del Mediterráneo
en las mismas fechas. El imperium pasó a manos de los
cónsules, que eran nombrados sólo durante un año y eran siempre dos, para vigilarse mutuamente
y evitar así que se volvieran tan poderosos como reyes. Pronto, para ayudar a los cónsules,
aparecieron otros magistrados, como los pretores, encargados de la justicia. La asamblea más
poderosa era el Senado, formado por los jefes de las familias patricias.
Los conflictos sociales.
Desde sus orígenes la
sociedad romana estuvo dividida en
dos grupos: patricios y plebeyos. Los
patricios descendían de los
primeros romanos, los patres,
estaban protegidos por el dios
Júpiter y eran los únicos que podían
hacer augurios; como consecuencia,
sólo ellos podían formar parte del
Senado, ser sacerdotes y ocupar
magistraturas. Los plebeyos, en cambio, no tenían la protección del dios y estaban apartados de
las magistraturas y de las decisiones importantes.
Los plebeyos formaban la mayor parte del ejército, pero no se beneficiaron de las
conquistas, de modo a principios del siglo V a. C. se rebelaron y se negaron a luchar. Así
consiguieron que los patricios aceptaran que un representante de la plebe, el tribuno, acudiera
al Senado, donde que podía vetar las leyes, y que uno de los dos cónsules fuera plebeyo.
Otro de los motivos de disgusto de los plebeyos era que no conocían las leyes ni tampoco
los días en los que se podía o no reclamar ante un tribunal. Ante las protestas de los plebeyos,
los cónsules mandaron en el siglo V a. C., hacia el año 450 a. C., que las leyes se publicaran; este
conjunto de leyes se conoce como La Ley de las XII Tablas porque ocupaba doce planchas de
bronce que se colocaron en el foro. .Los juicios se celebraban al aire libre o en un lugar público y
siempre de día.
Las guerras contra Cartago.
Cartago era una ciudad de
origen fenicio. Cuando los fenicios
entraron en decadencia, Cartago
heredó su imperio y sus colonias en el
Mediterráneo occidental, y la
península Ibérica.
La primera guerra entre
romanos y cartagineses fue por Sicilia.
Roma venció y Cartago tuvo que
abandonar la isla. Tras esta derrota,
Amílcar Barca preparó la venganza;
ocupó el sur de la península Ibérica,
donde consiguió soldados y metales.
Pero Amílcar murió antes de cumplir su
plan y fue su hijo Aníbal el que lo llevó
a cabo.
El año 219 a. C.
Aníbal atacó Sagunto,
que era aliada de
Roma, y ésta le declaró
la guerra: la segunda
guerra púnica. Con un
gran ejército en el que
había incluso
elefantes, Aníbal
atravesó los Pirineos,
la Galia y los Alpes,
llegó a Italia y derrotó
en varias ocasiones al
ejército romano.
Aníbal creía que los
pueblos de Italia se iban a poner de su parte pero no lo consiguió y Roma pudo resistir.
Mientras, Roma envió al general Escipión a combatir a los cartagineses primero en España y
luego en la propia Cartago, los venció y obligó a Aníbal a regresar a África, donde fue
derrotado el año 202 a. C. Como consecuencia Roma ocupó todas las tierras de la península
Ibérica que habían sido cartaginesas y el imperio cartaginés se hundió.
La derrota de Aníbal no tranquilizó a Roma. Con la excusa de que había molestado a un
aliado de Roma en África, Cartago fue completamente arrasada por Escipión Emiliano el año 146
a. C.
Para luchar contra los cartagineses y, especialmente, con los hermanos Aníbal y Asdrúbal
Barca, los romanos enviaron tropas al sur y al este de la península Ibérica, donde aquellos tenían
mucho poder y aliados. Tras vencerlos, Roma decidió ocupar esas regiones; se trataba de tierras
muy ricas, con minas de plata, mercurio y cobre y con ríos auríferos. Sus habitantes, los íberos
ya conocían la vida urbana y tenían magistraturas y leyes y asimilaron de buen grado el dominio
de Roma, que suponía una forma de vida semejante a la que ya tenían.
La conquista de Mediterráneo.
Después de las guerras púnicas Roma se convirtió en una potencia naval; entre el año 200
y el 146 a. C., ocupó el Mediterráneo oriental. Estos territorios, pasaron a ser provincias,
territorios vencidos.
En esta etapa, Roma amplió su presencia en la península Ibérica, que los romanos ya
denominaban Hispania. Estas campañas fueron más difíciles, porque los pueblos del interior eran
más belicosos que los íberos.
El año 154 a. C. los
romanos lucharon contra dos
pueblos: los lusitanos, que
ocupaban el occidente
peninsular, y los celtíberos, que
vivían en la cabecera del Duero.
La guerra lusitana terminó el
año 137 a. C. con el asesinato de
su jefe, Viriato, a manos de
traidores pagados por Roma. La
guerra celtibérica finalizó
cuando Escipión Emiliano (el
mismo que arrasó Cartago)
rindió la ciudad de Numancia, su
último bastión, el año 133 a. C.
Las guerras civiles.
A partir del año 100 a. C., los generales romanos se dedicaron a conquistar territorios.
Con el apoyo del ejército, conseguían convertirse en cónsules o pretores provinciales y así
mandaban incluso por encima del Senado. Más adelante,
destacó el general Julio César; gracias a la conquista de las
Galias, entre los años 58 y 51 a. C., se hizo tan importante
que consiguió que el Senado le nombrase dictador, la
máxima autoridad de Roma y de su imperio.
4. La época de los emperadores.
4. 1. Los primeros emperadores.
El Imperio es la época en la que el poder de Roma
estuvo en manos de los emperadores, gobernantes con un
poder absoluto.
Julio César se había convertido en una especie de
rey en Roma, con el apoyo del pueblo y de una parte del
Senado. Pero algunos patricios, que aún recordaban los
abusos de la monarquía, no estaban dispuestos a volver a
ese sistema político y lo asesinaron el año 44 a. C. Octavio,
hijo adoptivo de César, conocido más tarde como el emperador Augusto, combatió a los asesinos,
los venció y consiguió convertirse en el heredero de César.
Tras la guerra, Octavio acumuló mucho poder; el Senado le fue concediendo un cargo tras
otro o títulos, como “padre de la patria” o Augusto, que es pasó a la historia, el año 27 a. C. Esta
fecha se considera el principio del imperio.
Después de Augusto, el pueblo y el Senado de Roma se fueron acostumbrando a que una
sola persona, normalmente de la familia del emperador anterior, tuviera todo el poder de manera
que el título imperial se hizo prácticamente hereditario. El prestigio y poder de los emperadores
llegó al máximo cuando los habitantes del imperio comenzaron a considerarlos como dioses. A
partir de Augusto se hizo habitual que se levantaran en las provincias templos dedicados al culto
imperial, donde los súbditos demostraban su fidelidad hacia el emperador y hacia la ciudad de
Roma.
4. 2. Las conquistas del imperio.
Entre los siglos I y II d. C. el imperio romano siguió creciendo y alcanzó su máxima
extensión. Augusto emprendió importantes campañas en las que ocupó Palestina, el norte de
España y las regiones que atraviesa el río Danubio. También ocupó Germania y quiso llevar la
frontera del imperio hasta el río Elba, pero resultó derrotado en Teotoburgo, el año 9 d. C. De
este modo tuvo que situarla en el Rin.
Augusto concluyó la conquista de la península Ibérica. Solo los pueblos de la cornisa
cantábrica, los astures y cántabros, resistían al poder romano; eran pueblos muy primitivos, y la
región en la que vivían era agreste y pobre, pero Augusto quería llevar las fronteras hasta el mar
y por esohizo varias campañas, entre los años 29 y 19 a. C. Tras la conquista, dividió Hispania en
tres provincias: Citerior o Tarraconensis (con capital en
Tarraco), Ulterior Betica (con capital en Corduba o
Córdoba) y Ulterior Lusitana (con capital en Emerita
Augusta, hoy Mérida).
Los sucesores de Augusto incorporaron algunas
provincias orientales, como Armenia, Capadocia y casi
toda la isla de Gran Bretaña, pero fracasaron en Europa
central, donde las legiones romanas tuvieron que
detenerse. Sólo el emperador Trajano, el año 105 d. C.,
rebasó estas fronteras incorporando la Dacia, territorio
que casi coincide con la actual Rumania, y dando al
imperio su máxima extensión.
De esta forma, quedó establecido el territorio
casi definitivo del imperio romano, que comprendía, en
sentido extenso, todos los territorios que baña el
Mediterráneo (al que los romanos llamaban “Mare
Nostrum”, Nuestro Mar), además de gran parte de
Mesopotamia, las regiones centrales de Europa y parte
de Gran Bretaña. Este inmenso territorio estaba rodeado por desiertos (al sur y al este) y por
el Océano (al norte), y en el interior de Europa estaba protegido por dos ríos, el Rin y el
Danubio, que servían de fronteras naturales.
Pero al otro lado de estos ríos había pueblos bárbaros que querían entrar en el imperio y
Roma decidió fortificó la frontera con muros, empalizadas y torres de vigilancia y campamentos
romanos con varias legiones. Para que las tropas llegaran a los lugares en peligro los romanos
construyeron muchos kilómetros de calzadas y puentes.
4. 3. La romanización.
El imperio romano ha sido el que más tiempo ha durado, más de mil años, un periodo muy
largo gracias a que Roma consiguió tener paz con las zonas conquistadas, las provincias.
Las ciudades que se habían
rendido sin gran resistencia no pagaban
impuestos y conservaban su gobierno A
las ciudades que habían resistido el
poder de Roma, ésta les ponía peores
condiciones, sobre todo el pago de
impuestos y las que habían sido enemigas
encarnizadas, como Cartago, eran
arrasadas y sus habitantes matados o
vendidos como esclavos. En las tierras
confiscadas se fundaban colonias, donde
se instalaban para vivir ciudadanos
romanos, sobre todo veteranos del
ejército; estas colonias aparecían a los
ojos de los pueblos vencidos como
lugares donde se podía disfrutar de la forma de vida de los romanos, en especial de la justicia,
que proporcionaban los funcionarios y las leyes romanas.
De este modo, hasta las zonas que más habían resistido a la conquista acabaron aceptando
las leyes y formas de vida de los romanos y tomándolas como modelo. Era tal su prestigio que
hasta en las zonas más bárbaras surgían ciudades que imitaban a la capital. Todo el territorio
romano quedó salpicado de ciudades unidas a su vez por una densa red de calzadas y caminos.
En el mundo romano había también pueblos y viviendas rurales (las villas), pero las gentes
que vivían en el campo acudían con frecuencia a la ciudad y vivían según sus costumbres. Las
familias más importantes, participaban en el gobierno de su ciudad y sufragaban obras públicas
(acueductos, teatros, circos…) y juegos que disfrutaban todos los habitantes. Además las
ciudades tenían sus propias leyes y magistrados que administraban justicia y todos apreciaban la
ventaja de vivir bajo la “pax romana”.
Roma trajo también gustos refinados en la
ropa, las vajillas, las casas o la comida; los
habitantes del imperio los compraban, y el
comercio y el uso de la moneda crecieron. Para
parecer romanos, todos los habitantes del
imperio aprendían a hablar latín, conocían las
obras de la literatura latina y rendían culto a
los dioses romanos, sobre todo al emperador
divinizado.
Con el tiempo Roma premiaba la
fidelidad de algunas ciudades concediendo a sus
habitantes la ciudadanía romana y
convirtiéndolas así en colonias, con los mismos
derechos que la capital del imperio.
Las provincias de Hispania estaban muy romanizadas, pero no de forma homogénea. Las
regiones donde vivieron los íberos (valle del Guadalquivir y la costa del Mediterráneo) asimilaron
muy pronto las formas de vida romanas y tenían muchas ciudades, calzadas y comercio con todo
el Imperio; también estaba muy romanizado y poblado el valle del Ebro, una región muy rica en la
que Roma fundó importantes colonias (Caesear Augusta, hoy Zaragoza). En la Meseta la presencia
romana era más débil, pero aun así muy importante. Solo la cornisa cantábrica permaneció
prácticamente sin romanizar y con formas de vida semejantes a la Edad del Hierro.
4. 4. La economía del imperio.
Roma explotó las riquezas de los territorios conquistados. Era dueña de muchas minas y
grandes propiedades agrarias donde trabajaban auténticos ejércitos de esclavos; así obtenía
metales y alimentos.
El comercio funcionaba muy bien. El ejército había construido muchas calzadas y puertos
y había reducido mucho el número de piratas que antes asaltaban a los barcos en el Mediterráneo,
además, en todo el imperio circulaban las mismas monedas sobre todo la de plata, llamada denario.
Los territorios orientales, como sucedía
desde siglos atrás, vendían a la capital y a los
territorios occidentales cerámicas de lujo,
seda, obras de arte, perfumes, etc.,
mientras que éstos últimos sólo enviaban a
oriente alimentos, en especial trigo y aceite,
metales preciosos y ganado.
5. el arte romano.
La arquitectura y la ingeniería.
Los arquitectos e ingenieros romanos crearon construcciones adaptadas a su función:
acueductos para abastecer las ciudades de agua limpia y cloacas para evacuar el agua sucia;
termas o baños públicos; calzadas y puentes para comunicar unas ciudades con otras; en el foro,
basílicas para los juicios e intercambios comerciales y templos para dar culto a los dioses; para
los espectáculos, diseñaron circos, teatros y anfiteatros; y para conmemorar las victorias y
ensalzar a los generales, levantaron arcos y columnas triunfales.
La vivienda más habitual era la domus, una casa de una o dos plantas donde vivía una sola
familia, con las habitaciones abiertas en torno a un patio. En Roma y otras ciudades muy pobladas
había ínsulas, edificios de viviendas de varias plantas. Las villas eran viviendas lujosas en el
campo, en medio de explotaciones agrarias.
Los arquitectos e ingenieros usaban muchos tipos de materiales: piedra, ladrillo y sobre todo
hormigón, que se hacía mezclando pequeñas piedras y trozos de ladrillo con arena volcánica, cal
y agua. El hormigón permitía hacer formas curvas. Los romanos no dejaban estos materiales
pobres a la vista, sino que los cubrían con mármol o con yeso y pintura.
Algunos edificios (templos, basílicas…) tenían techo plano cubierto por un tejado a dos aguas
con un frontón. Los más grandiosos se cubrían con bóvedas de cañón y cúpulas de hormigón.
Utilizaban el arco de medio punto y columnas de todos los órdenes, pero la más frecuente es
la columna corintia, con hojas de acanto.
La escultura.
Para los romanos era muy importante recordar su historia y por eso
hacían relieves históricos, que son minuciosos y están llenos de
detalles que permiten conocer, por ejemplo, los uniformes o las
armas del ejército.
También hicieron retratos. Suelen ser muy realistas, y el personaje
retratado aparece con los rasgos, incluso los defectos, que
permitían reconocerlo. Desde el siglo I d. C., por influencia de la
escultura griega, las personas retratadas aparecían embellecidas,
pero siempre reconocibles.
La pintura y el mosaico.
Las paredes de las viviendas
acomodadas y de todos los
edificios públicos estaban
cubiertas de pinturas. La mayoría
de las pinturas simulaba
decoraciones o columnas de
mármol o bronce e incluso
arquitecturas que hacían creer
que en lugar de una pared había un
jardín o una prolongación del
edificio. También había escenas
con figuras, de temas mitológicos,
históricos, literarios o simples
escenas cotidianas.
Los suelos estaba cubiertos de
mosaicos, formados por pequeños
cubos de mármol, llamados teselas,
que se combinan formando diseños
geométricos o escenas.
5. 3. Las religiones romanas.
El paganismo, la religión de los
antepasados.
Los antiguos romanos eran
politeístas: daban culto a muchos
dioses. Creían que el mundo estaba
lleno de númenes, especia de dioses que protegían todas las acciones y cosas de la vida: el inicio
de un viaje, el nacimiento de un niño, la comida, la guerra...
Para que les fueran favorables era necesario hacer
determinados ritos, como pronunciar ciertas palabras o
hacer gestos concretos. Los númenes más importantes eran
los domésticos: los lares, protectores de la familia, cuyas
imágenes se guardaban en un pequeño armario en el atrio de
la casa, los manes, genios de los antepasados, y los penates,
que protegían la vivienda y la despensa.
En la religión de la ciudad, los dioses más
importantes eran Júpiter, Juno y Minerva. Roma aceptó de
buen grado a todos los dioses de los pueblos que conquistó, en especial los de Grecia, que los
romanos adaptaron a los suyos propios, renombrándolos.
El cristianismo.
Las religiones que hemos estudiado hasta ahora son politeístas; la única religión
monoteísta que existía en la Antigüedad era la de los judíos, que vivían en la provincia romana de
Palestina. Los judíos tenían la esperanza de que su Dios les enviara un Mesías, que muchos
imaginaban como un rey que los convertiría en un pueblo libre.
En el siglo I apareció entre los judíos un maestro llamado Jesús, al que sus seguidores
llamaban Cristo (Mesías en
griego). Jesús predicaba
una doctrina que se
separaba de las tradiciones
judías, sobre todo del
formalismo religioso, las
autoridades judías no lo
admitieron y solicitaron al
gobernador romano que lo
matara.
A la muerte de
Jesús, sus seguidores
difundieron la noticia de que había resucitado. Estos primeros cristianos pensaban que el mensaje
de Jesús era sólo para los judíos, y que no debían comunicarlo gentiles, los que no eran judíos.
Pero un judío de cultura griega, Pablo de Tarso, se convirtió al cristianismo y, lo predicó por gran
parte del imperio romano y en la propia capital, Roma.
Los primeros cristianos formaron una comunidad que llamaron Iglesia (de Ekklesia,
asamblea en griego), asamblea. Estos primeros cristianos creían que el fin del mundo era
inminente, y que entonces Cristo regresaría a instaurar el Reino de Dios sobre la Tierra y
despreciaban el poder de Roma. Las autoridades romanas, no podían tolerar el que los cristianos
no rindieran culto al emperador. Esto motivó que algunos emperadores, durante los tres primeros
siglos de nuestra Era, los persiguieran y ejecutaran. Sin embargo, el cristianismo se difundió de
forma imparable por todo el imperio, sobre todo en las ciudades.
6. La crisis del imperio romano.
Hacia el siglo III comienza la crisis del imperio romano. La base del imperio romano era
la ciudad, donde había leyes, magistrados, espectáculos, comercio, y muchas comodidades. En el
siglo III todas estas cosas fueron desapareciendo.
Los pueblos bárbaros presionaban cada vez más en las fronteras; los que estaban más
cerca del imperio querían entrar en él y pertenecer al mundo romano, pero los más alejados, que
también eran más primitivos y violentos, querían instalarse por la fuerza e incluso saquear las
ciudades. Para defender las fronteras fue necesario reforzar el ejército y, para ello, subir los
impuestos.
En el siglo III el ejército era el que realmente mandaba en Roma, imponiendo a sus
generales como emperadores. Entre los años 235 y 305 estos generales se suplantaban unos a
otros muy rápidamente, en lo que se conoce como anarquía militar. La figura del emperador perdió
dignidad y, con ella, también sus funcionarios y la propia civilización romana.
El culto al emperador había sido una forma de que muchas provincias aceptaran la
autoridad de Roma, pero, al igual que la religión oficial romana, retrocedió mucho con la difusión
de las religiones mistéricas y la aparición del cristianismo
En las provincias occidentales, los ciudadanos más ricos preferían pasar más tiempo en
sus villas en el campo, donde no les
podían encontrar los recaudadores de
impuestos, y ya no se interesaban por
participar en la vida política de sus
ciudades, sino que preferían la vida
privada.
Entre los siglos III y IV las
ciudades eran cada vez menos atractivas
y más inseguras; con frecuencia los
bárbaros llegaban hasta ellas y las
saqueaban. las ciudades se fueron
vaciando lentamente y vida se trasladó
al campo. Las primeras en marcharse
fueron las familias más ricas, que
ocuparon sus villas rurales como
residencias definitivas y dedicaron sus
tierras a producir todo lo que era necesario para vivir, de manera que no tuvieran que comprar
nada en la ciudad. Las familias más humildes también se marcharon al campo: se ponían bajo la
protección de los propietarios más ricos y cambio se comprometían a aceptar su autoridad. Los
señores de las villas se convirtieron en jefes grupos de personas cada vez más numerosos y tenían
incluso pequeños ejércitos.
A finales del siglo III y durante el siglo IV algunos emperadores intentaron detener la
crisis. Diocleciano dividió el imperio en cuatro partes, para que pudiera administrarse mejor. La
reforma fracasó por los enfrentamientos entre los gobernadores de las cuatro partes del
imperio, pero Constantino lo reunificó y emprendió otra reforma en la que imponía la
centralización del imperio, de modo que ni el Senado ni las antiguas magistraturas tenían ningún
poder y el gobierno solo lo ejercían personas elegidas por el emperador.
Constantino publicó también una ley, el Edicto de Milán, por el que autorizaba la religión
cristiana, pero fue Teodosio, en el año 391 el que la convirtió en religión oficial. Gracias a la
organización y el prestigio de la Iglesia la administración romana se recuperó, pero los problemas
económicos continuaban y Roma había perdido todas sus señas de identidad. A la muerte de
Teodosio el imperio se divide entre sus hijos Arcadio, que recibe Oriente y Honorio, que heredó
Oriente.
7. Las invasiones germánicas.
Tras el limes del imperio se extendían los territorios donde vivían los pueblos bárbaros.
Entre ellos había un grupo, los germánicos, que se habían enfrentado con Roma en muchas
ocasiones y que vivían próximos a la frontera, amenazando en ocasiones la paz del imperio. Los
germánicos querían asentarse en las tierras próximas al Mediterráneo y vivir en las ciudades del
imperio, es decir, querían formar parte del mundo romano.
Más allá de los germánicos vivían otros pueblos bárbaros, mucho más violentos; los
emperadores romanos se aliaban con los germánicos para que les ayudaran a luchar contra ellos.
A cambio les daban tierras en las que vivir. Así los germánicos fueron entrando poco a poco en el
imperio.
En torno al año 450, las cosas se aceleraron. Desde oriente, junto a las fronteras del
imperio Chino, partieron hacia occidente los hunos, un pueblo nómada, que vivía de la ganadería
y que se había propuesto asentarse en territorio romano. Su jefe, Atila, era un poderoso
guerrero. Al acercarse a las fronteras del imperio empujaron a los demás pueblos bárbaros e
irrumpieron en el imperio. El año 476 los ostrogodos, un pueblo germánico, destituyeron al
último emperador y así terminó el Imperio Romano.