Download - El sobreengrasado en el jabón
MEDIDAS DE SEGURIDAD
Lo más importante a tener en cuenta es la peligrosidad de la sosa cáustica o de la
potasa cáustica. Ambos ingredientes son peligrosos y hay que mantenerlos fuera del
alcance de los niños y de los animales. Cuando se mezclan con el agua se produce la
lejía que al contacto con la piel puede producir quemaduras químicas importantes.
Siguiendo las simples indicaciones que vienen a continuación el riesgo es mínimo pero
aun así no me hago responsable del mal uso que podáis dar a estas instrucciones.
Una vez que la lejía cáustica entra en contacto con las grasas se disocia el álcali y se
asocia el sodio o el potasio produciéndose el jabón que ya no es un componente
peligroso para la piel. El cálculo correcto de la lejía necesaria para saponificar las grasas
también es un factor importante ya que un exceso de lejía supondría un residuo
cáustico en el jabón resultante.
Debemos protegernos mientras manipulamos los álcalis con unas gafas para evitar
salpicaduras en los ojos y con unos guantes para evitar el contacto con las manos. Es
conveniente proteger la ropa con un delantal ya que las salpicaduras de la lejía
cáustica la estropean. Es muy recomendable mezclar el agua con el álcali en un lugar a
aire libre o en su defecto bajo una campana extractora. Una mascarilla también
impedirá que respiremos los gases que emana el calor de la reacción.
En general si además llevamos ropas con mangas largas, pantalones largos y calzado
cerrado limitaremos mucho la posibilidad de contacto de la lejía con la piel.
Lo más peligroso de todo este asunto es cuando batimos la masa con la batidora. Es en
ese momento cuando más fácil es que se produzcan salpicaduras y por eso ahí
debemos extremar la precaución. Manteniendo bien sumergida la batidora antes de
pulsar el botón reducimos el riesgo.
En caso de contacto con la lejía o con la masa del jabón sin saponificar hay que lavar
con abundante agua varias veces. En caso de contacto con los ojos hay que lavar
abundantemente durante unos minutos y acudir inmediatamente al médico.
La manipulación de lejías cáusticas no es un juego de niños. En caso de querer
mostrarles como se hace el jabón, siempre debe de ser con la supervisión de un adulto
responsable.
Todas estas advertencias son para mostrar el peligro real que entraña la lejía cáustica
pero con un uso racional, cuidadoso y ordenado no tiene porqué entrañar verdadero
riesgo.
Otro factor a tener en cuenta son los aceites esenciales. Algunos de ellos son bastante
corrosivos. No tan peligrosos como los álcalis pero si lo suficiente como para tener que
evitar el contacto directo con la piel y si se produjese ese contacto hay que lavar
también abundantemente. Otro peligro que entrañan es el derrame. Ahí más que nada
es el residuo oloroso que en algunos casos puede durar muchos días y, aun siendo de
un buen olor, ser bastante desagradable.
También para casos especiales podemos usar disolventes como el alcohol o el
propilenglicol u otros ingredientes en general, en cuyo caso hay que tener siempre en
cuenta toda la información de seguridad que aportan tanto sobre su almacenaje como
de su manipulación.
Si ya tienes puestas las gafas, los guantes, la mascarilla y el delantal ya puedes
empezar a hacer jabón. Invierte en seguridad y ahorrarás disgustos.
INGREDIENTES
COLORANTES
¿De los colorantes que os voy a contar?
Pues que hay principalmente dos tipos: líquidos y en polvos. Y de estos últimos
también hay dos tipos: hidrosolubles y liposolubles, lo que significa que se mezclan o
bien en agua o en aceite.
Los que se mezclan en aceite se pueden agregar al jabón desde un principio, por que
así con el movimiento y eso, se disuelven mejor. Los hidrosolubles hay que mezclarlos
previamente con agua y se suelen añadir después de la traza. Si además queremos
separar parte del jabón para colorearlo de otra manera, pues se lo añadimos una vez
separado.
Los líquidos suelen utilizarse para los jabones de glicerina u otros cosméticos. Para los
jabones en frío suelen ir mejor los que vienen en polvos.
Se identifican generalmente por el color index CI seguido de un número de 5 cifras o
por su nombre. Por ejemplo el CI77007 es el azul ultramar (o ultramarino).
Se puede también utilizar como base para el color el colorante blanco conocido como
dióxido de titanio. Suena a chunguísimo pero no es más que una piedra molida que se
llama rutilo. En condiciones normales es completamente inocuo y tiñe bastante de
blanco por lo que produce jabones más blancos. Pero además, como decía, puede
servir de base para afianzar mejor otros colores, que además tomarán un tono más
pastel.
Los colorantes, no obstante, deben de ser siempre de grado cosmético.
Tanto los lipo como los hidrosolubles se pueden disolver en alcohol de 96º. Al principio
la mezcla es estable pero al cabo de un rato el colorante se deposita en el fondo. Se
agita un poco en el momento de su uso y está perfectamente utilizable. Así incluso se
pueden mezclar para conseguir colores intermedios.
Otra fuente de posibles colores son las arcillas. Las hay verde, blanca, rosa, roja, azul y
gris, que yo sepa. Aportan también dureza y producen una suave exfoliación.
Los aceites utilizados para la elaboración del jabón también pueden darle color, así el
de cáñamo proporciona un verde intenso, el aceite de zanahorias, el de rosa mosqueta
o el de germen de trigo proporcionan distintos grados de naranja, el de olivas desde
amarillos a verdosos que al final quedan más o menos marfil, y el coco, palmaste, sebo,
manteca y karité producen jabones muy blancos que pueden resultar idóneos para ser
coloreados.
Los colores naturales de origen vegetal como la clorofila o algas (para el verde), la
cúrcuma (amarillo), el pimentón (rojo anaranjado), etc, son menos estables en el jabón
y con el tiempo acaban perdiéndose. El caramelo, cacao o el café (para los marrones)
son más estables.
Si se utilizan óxidos o colores sintéticos. Es importante que sean resistentes al pH
elevado de los jabones en su momento de elaboración. En algunos casos el color varia
completamente a la acción cáustica y en otros vuelve a su color natural cuando el
jabón baja su pH.
ACEITES ESENCIALES
Aunque también se pueden utilizar fragancias o perfumes para dar olor a los jabones
es más de mi gusto utilizar casi exclusivamente los aceites esenciales. Ya no sólo
porque sus propiedades son más efectivas y son más estables que las fragancias sino
porque a mí me huelen mucho mejor las composiciones hechas con ellos.
Voy a nombrar una serie de esenciales en algunos casos por ser de la tierra y en otros
por considerarlos indispensables. Hay muchísimos por lo que voy a hacer una selección
de unos pocos nada más. Para el uso de estos hay que tener buen olfato e
imaginación.... ...o un buen libro de combinaciones.
Voy a comenzar hablando de la reina de las esencias, la lavanda. Es la reina porque es
un aroma que va bien en combinaciones femeninas, masculinas e infantiles. También
sirve incluso para mascotas. Es decir, que va bien en cualquier caso. Aunque algunas,
pocas, personas la odian, generalmente a todo el mundo le gusta y aunque tiene un
punto de amargo recuerda al frescor del campo y a ropa limpia. Combina muy bien con
todas las que vienen a continuación. Proporciona además un efecto relajante y es
antiséptica. Nota aromática alta.
A mí la esencia de naranja me encanta. Es de las más baratas porque cunde poco. Hay
que echar gran cantidad para que se note bien y hay que fijarla con otras esencias
como el lemongrass, el pachuli o el sándalo si no queremos que desvanezca enseguida
como el resto de cítricos. Existen versiones denominadas desterpenadas que
procediendo de esencias naturales están modificadas para hacerlas más potentes. No
las he usado.
La naranja combina muy bien con casi todo, con aromas florales, frutales y aguas de
colonia. También tiene un efecto relajante y se supone que reafirmante. Nota
aromática alta.
La esencia de eucalipto es una esencia muy frecuente y barata también. Es un aroma
balsámico y penetrante pero muy volátil por lo que también conviene fijarlo con otras
esencias. Aunque a priori no lo parezca, combina bien con aromas dulzones como la
vainilla, el almizcle y los frutales. También combina bien con la menta y el árbol del té.
Tiene efecto antibacteriano e incluso antiparasitario. Nota aromática alta.
La esencia de romero es parecida a la lavanda pero más balsámica y resinosa, la
complementa muy bien. Combina muy bien con otras plantas aromáticas y con las
esencias mencionadas anteriormente. Tiene efecto tonificante y estimulante de la
memoria. Nota aromática media-alta.
La esencia de mejorana es un aceite muy herbal pero también muy dulzón. Recuerda
un poco al orégano pero es más floral. Combina muy bien con todas las aromáticas y
proporciona un sutil y delicado toque de hierbas en composiciones más sofisticadas. Es
un poco más cara que las anteriores. Me acabo de enterar de que se usa como
antioxidante. Nota aromática media.
La esencia de canela se debe usar en poca cantidad por que puede ser incluso irritante
de la piel (en estado puro). Casi todo el mundo sabe como huele pero es un aroma
dulzón y un poco picante. Combina muy bien con los cítricos y proporciona un cuerpo
sólido para una composición. Dicen que tiene propiedades afrodisiacas pero no tantas
como una buena pareja. Es una nota aromática media-baja.
La esencia de sándalo aunque tiene olor, se supone que se anula cuando se mezcla con
otros aceites esenciales pero proporciona durabilidad fijándolos. Combina por tanto
con casi todos los aceite esenciales y tiene un cuerpo más bien masculino. Es tipo
madera dulce y tiene propiedades humectantes y emocionalmente es relajante y
mejora el humor. Además también está clasificado como afrodisíaco. Un chollo vamos.
Nota aromática baja.
El pachuli es una esencia espesa reconcentrada que huele bien pero demasiado. Es
muy empalagosa. Se usa en muy poca cantidad y como fijador principalmente.
Combina con cítricos, flores y casi con cualquier tipo de esencia. Es bastante caro pero
cunde una barbaridad. Tiene propiedades antisépticas, anti acné, fungicidas,
antiinflamatorias, antidepresivas y anti estrés. Nota muy baja.
Por último la esencia de vetiver que no es tan común pero la pongo porque a mí me
encanta ya que da un punto a raíz de bosque pero también, según la combinación,
puede recordar al mar. Combina muy bien con los cítricos y con los florales, no tanto
con los herbales. Proporciona serenidad y es un buen inductor para la meditación.
Aunque no se parece en nada al olor, es parecido al pachuli, una nota muy baja.
Hay muchísimas más pero he seleccionado estas. Si acaso ya iré comentando más.
ACEITES LUJOSOS
Me quiero referir a aquellos que tienen un alto precio y una reputada fama.
Suelen ser los aceites que contienen más cantidad de ácidos linoleico y linolénico y
estos deben de ser muy emolientes. Además contienen cantidades mayores o menores
de ácido gadoleico lo que los hace regenerativos y vitaminas y oligoelementos que los
hacen nutritivos de la piel. Son aceites muy caros e inestables por lo que hay que
apoyarlos siempre con vitamina E en una cantidad aproximada del 5% de su peso. Esta
vitamina es un potente antioxidante que evita su enranciamiento.
Los ejemplos más claros son:
Aceite de rosa mosqueta, que por su fama de regenerador de cicatrices y antiarrugas
es el más solicitado. Es uno de los más inestables.
Aceite de borago, es mucho menos conocido que el aceite de rosa mosqueta y por eso
un poco menos caro pero su composición es muy parecida y su efecto también. Se
utiliza también para tratamiento de pieles muy delicadas porque proporciona
elasticidad.
Aceite de argán. Seguimos con los aceites prohibitivos en cuanto a su precio. El efecto
es similar al de lo otros dos pero en este caso contiene menor cantidad de linólénico
por lo que es un poco más estable. Tiene un olor profundo como de fruto seco un poco
rancio.
El aceite de jojoba no es un aceite propiamente dicho. Es más bien como una cera
líquida. Tienen propiedades emolientes y humectantes y proporciona brillo en las
composiciones para el cabello. Es muy estable. De este no voy a decir más porque no
lo he usado mucho.
Aceites como el de germen de trigo, semilla de uva, nuez o incluso el girasol son
alternativas más baratas a estos aceites ya que su composición es similar. En estos
casos también hay que usar la vitamina E.
La manteca de karité es la excepción de todos ellos, en el sentido de su composición,
porque caro es de narices. No tiene linoleico ni linolénico en cantidades apreciables
pero sí vitaminas y oligoelementos. Además también está de moda. Tiene gran
cantidad de ácido esteárico y es por eso que se presenta en forma de manteca, en
estado semi-sólido. Proporciona cremosidad en la espuma y bastante suavidad.
Todos estos aceites se suelen utilizar en pequeña cantidad, un máximo del 10%. Para
conservar al máximo sus propiedades es conveniente añadirlos en la traza, lo más
tarde posible (para que sufra menos los efectos de la sosa). Utilizarlos al final del
proceso en caliente también es una buena solución cuidando de que la masa no esté
demasiado caliente.
GRASAS ANIMALES
Aunque generalmente suelo utilizar exclusivamente grasas vegetales hay que
mencionar otras grasas que se pueden utilizar y que de hecho han sido desplazadas
por las vegetales aunque tradicionalmente eran de uso muy común. Hoy en día los
despojos de los que se obtienen estas grasas se suelen tirar a la basura y eso también
es una pena.
Las grasas animales se extraen del tejido adiposo de algunos animales y dependiendo
del origen tienen diferentes características. Las grasas más comunes son el sebo y la
manteca.
El sebo (en la foto) se suele obtener del ganado bovino, comúnmente de la vaca. Se
obtiene también otro sebo más duro del los carneros u ovejas pero suele ser menos
habitual. La parte más rica en sebo suele ser alrededor de los riñones, que es le de
mejor calidad, y recibe el nombre de sebo en rama.
Las propiedades del sebo, salvando las diferencias, son equivalentes a la manteca de
cacao ya que proporciona sobre todo dureza y cremosidad en la espuma. Produce
jabones duros y blancos y se suele utilizar entre un 20 y un 40%. En algunos lugares el
jabón se realiza con sebo y aceite de coco al 50%.
La manteca es otra cosa. También se obtiene de la grasa animal pero exclusivamente
del cerdo. Su tacto es más untuoso y recuerda al aceite de palma pero tiene un olor
bastante fuerte. Los jabones realizados con manteca son blancos, duros y bastante
duraderos. Limpian bastante bien las manchas de la ropa y resultan suaves para la piel.
A efectos prácticos también se parece bastante al aceite de palma por lo que no
produce mucha espuma pero endurece más que ella. Se usa hasta un 40%.
Tanto una como otra tienen bastante trabajo para obtenerlas desde los despojos pero
a mí me parece que merece la pena probarlo. Existen obviamente otras grasas
animales pero no las he usado nunca. Es recientemente famosa la manteca de emú. Un
pajarraco cuya carne creo que también se come, pero de esa no puedo decir nada. No
la conozco.
ACEITES VEGETALES
Hoy en día se considera mucho más sano y consciente utilizar ingredientes
exclusivamente vegetales. No voy a entrar en las polémicas del cargo de conciencia del
uso de ingredientes animales ni de si se trata de una moda todo vegetal. Lo que si
puedo decir es que se pueden hacer perfectamente jabones de gran calidad
exclusivamente con aceites vegetales. Debemos intentar que se trate siempre de
aceites de primera presión en frío que son los que mantienen más sus propiedades
naturales originales.
Cada aceite tiene unas propiedades diferentes y podemos combinarlos para obtener lo
mejor de cada uno de ellos.
Empezaremos por el mejor de los aceites para jabonear, el aceite de oliva. En otros
países no se pueden permitir su uso. Nosotros tenemos la suerte de disponer de él a
un precio razonable. Es un aceite a priori blando, ya que no se congela hasta bajas
temperaturas pero produce un jabón bastante duro.
No obstante, al mojarse es un jabón lamioso, sobre todo si tiene un sobreengrasado
alto, que tiende a gastarse pronto. Además no produce demasiada espuma pero es un
jabón suave que deja la piel mejor que ningún otro. Se suele usar de un 50 a un
100%(jabón de Castilla) en la fórmula.
El aceite de coco aquí lo tenemos más difícil de encontrar pero también es un
ingrediente casi imprescindible para la jabonería. Su principal particularidad es la
cantidad de espuma que produce y su enorme limpieza. Tanto es así que, un jabón
sólo de coco, puede resultar demasiado limpiador y producir sequedad en la piel.
Proporciona además bastante dureza al jabón lo cual lo hace un buen complemento
para el aceite de oliva. Se suele usar de un 10 a un 30% como máximo.
El aceite de ricino aunque parezca que no, aquí es más fácil de encontrar que el de
coco. En algunas droguerías lo venden para modelismo pero hay que asegurarse de
que se trata de primera presión en frío y que es de grado cosmético. El de ricino es un
aceite muy espeso. Medio marciano. Proporciona acondicionamiento al jabón. Viene
muy bien para hacer champú y jabones para el cuidado de la piel pero, por su extrema
solubilidad, no conviene usarlo en exceso. Produce un jabón muy duro pero al
contacto con el agua se deshace completamente. Es un aceite que acelera bastante la
traza. Se suele usar de un 5 a un 10% como máximo.
La manteca de cacao es un ingrediente que por ser más caro se usa en menor
cantidad. Proporciona suavidad, emoliencia, dureza y cremosidad en la espuma.
Además, aunque también la hay desodorizada, proporciona muy buen aroma a
chocolate. Es muy duro y tiene un punto de fusión bastante alto. Se usa de un 5 a un
15% preferiblemente.
El aceite de palma se usa por su característica de dar cuerpo al jabón, haciéndolo más
duro y con un tacto más untuoso. Es un aceite relativamente barato y produce una
espuma muy cremosa. Se suele usar de un 10 a un 30%.
El aceite de palmiste, procedente del hueso de la palma, tiene características casi
idénticas al de coco pero resulta un poco más suave y se puede usar en mayor
cantidad. Es un aceite bastante duro pero no tanto como la manteca de cacao.
El aceite de maíz es un aceite barato que produce burbujas y acondicionado de la piel
pero no conviene abusar de él pues tiene tendencia al enranciamiento. Se puede
alargar su tiempo de vida añadiendo vitamina E pero en ese caso no se si resulta
rentable su utilización. Se puede usar de un 5 a un 15%.
AGUA Y SOSA
Lo más habitual, al menos en mi caso, es elaborar jabones sólidos con sosa cáustica.
Tambíen se pueden elaborar con potasa cáustica por lo que aunque en adelante diga
sosa se puede aplicar a ambas.
Sosa y agua constituyen la lejía y hay que decir de ellos pocas cosas pero muy
importantes.
La primera, por ser la más importante, es que siempre se sigan las normas de
seguridad para trabajar con sosa.
El agua es conveniente que sea lo más blanda posible, es decir, que tenga la mínima
cantidad de sales disueltas. No es imprescindible pero es recomendable que se use
agua destilada. Si no, agua de lluvia muy bien filtrada y hervida. Si no, agua mineral (de
mineralización débil) y por último del grifo. La razón fundamental es que para diluir
otra sustancia cuanto más pura el agua, mejor.
La sosa debe de ser también lo más pura posible. En los botes suele poner el grado de
pureza. Es frecuente encontrar NaOH (sosa cáustica) al 99%. También es posible
encontrarla al 50% y esta, por supuesto, es mucho menos recomendable ya que hay
que compensar esa diferencia añadiendo más cantidad.
El bote que la contiene también es importante. Aunque ahora la normativa exige que
el recipiente reuna unas características mínimas de seguridad, todavía podemos
encontrar en el mercado sosa en bolsas o en cartón. Muy poco recomendables ambas,
no sólo porque es peligroso almacenarlas así, sino también porque al contacto con el
aire la sosa se degrada. Yo recomendaría alguna marca que da muy buenos resultados
y es al 100% pero aún no me pagan comisión.
CURADO
Una vez que desmoldamos el jabón hemos de darle un tiempo de curado. Este tiempo
dependerá mucho del proceso y del tipo de jabón.
En el proceso en frío lo normal es que al desmoldarlo el jabón a uno no esté hecho del todo.
Probablemente si lo probamos aun pique. Por esto se deja curar el jabón unos días antes de
poder usarlo.
Además, durante ese tiempo, ocurre el proceso de secado. El jabón va perdiendo el exceso de
agua que contiene hasta quedar en su tamaño y forma definitiva. El tiempo estimado en este
caso suelen ser de 4 a 6 semanas. Si se reduce inicialmente la cantidad de agua el proceso
puede reducirse a la mitad.
O sea, que el curado consiste en la finalización del proceso de saponificación, con su
consiguiente disminución del pH, y el secado de las pastillas hasta alcanzar su tamaño y dureza
definitivos.
En el caso del proceso en caliente el tiempo de secado es menor y teóricamente la
saponificación está completada antes de verter en los moldes. Por esto salvo que las pruebas
de pH nos digan lo contrario, el jabón en caliente se puede utilizar prácticamente cuando se
enfría. No obstante, es normal que se deje secar unos días para que pierda el exceso de agua.
Suelen ser unas dos semanas.
El jabón de glicerina, si es de fundir y verter, no precisa curado alguno. En cuanto se enfría se
puede usar perfectamente y en vez de exponerlo al aire para que se seque, se suele envolver
en film transparente precisamente para que no lo haga.
Para curar el jabón es conveniente colocarlo sobre una rejilla (preferiblemente de metal
forrado para no dejar en contacto el jabón directamente con el metal) a fin de que le de el
máximo aire posible para acelerar el secado. Es conveniente irlo girando, cambiando de lado
para que el secado sea uniforme. Se puede acelerar el proceso de secado metiendo el jabón en
el horno, a 60ºC como máximo para que no pierda la forma, durante unas horas.
En mi opinión el buen jabón, como el buen vino, cuanto más tiempo tenga mejor.
LEJÍA
Al menos en España solemos llamar lejía al hipoclorito sódico pero cuando hablamos de lejía y
de jabones nos estamos refiriendo a la solución de sosa o potasa cáusticas. La lejía cáustica es
el ingrediente peligroso de la elaboración del jabón. Puede producir quemaduras si entra en
contacto con la piel. Por esto hay que protegerse con guantes y con gafas cuando la
manipulamos.
Cuando mezclamos el agua y el álcali (que es como se denominan genéricamente) se produce
calor por la reacción. Por eso es conveniente que el agua utilizada esté fría. También es
conveniente que vertamos la el álcali sobre el agua ya que de hacerlo al revés puede hervir
violentamente y saltar.
Cuando se mezclan, la solución queda turbia y blanquecina. Para poderla usar es conveniente
dejarla reposar hasta que se vuelva totalmente transparente.
El agua debe ser destilada para que diluya completamente el álcali. El álcali debe de ser lo más
puro posible y al diluirse no sedimentar.
Si se hace la mezcla y no se usa hay que guardarla bien cerrada, correctamente etiquetada y
mantenerla lejos del alcance de los niños y mascotas.
Para evitar que el jabón solidifique demasiado deprisa es conveniente usarla fría.
En función de la concentración que tenga la lejía ésta tendrá mayor o menor proporción de
álcali con respecto al agua.
GELIFICACIÓN
Llamamos gelificación al estado de gel y de aspecto translúcido que alcanza el jabón. Se
produce en el momento de la saponificación si se da con la suficiente temperatura. Una vez
cristalizado el jabón puede volverse a fundir al estado semilíquido de gel pero no alcanzará la
translucidez del momento de gelificación.
Se puede evitar el paso por el estado de gel no dejando que la masa alcance la temperatura
necesaria. Para ello se puede partir de ingredientes muy fríos y moldes poco aislantes o incluso
dejando el jabón solidificar en la nevera.
Hay partidarios de la saponificación y detractores. El que se produzca la gelificación suele
hacer que el jabón saponifique completamente en menos tiempo y esto hace que los
ingredientes delicados al pH alto del álcali sufran menos. También hace que los colores
resulten más vivos y homogéneos. La parte negativa es que en el interior del jabón, por el
exceso de temperatura, se produzcan pequeñas burbujas que perjudican la textura del jabón.
Además, cuando un jabón contiene bastante aceite de ricino, si gelifica no llega a alcanzar la
suficiente dureza. Jabones no gelificados suelen tener un aspecto más suave. Además, si la
gelificación no es total, pueden aparecer cambios de color que estropean el aspecto. En los
moldes pequeños no se puede conseguir una gelificación a no ser que se metan en el horno.
SAPONIFICACIÓN
Se entiende por saponificación la reacción que produce la formación de jabones. La principal
causa es la disociación de las grasas en un medio alcalino, separándose glicerina y ácidos
grasos. Estos últimos se asocian inmediatamente con los álcalis constituyendo las sales sódicas
de los ácidos grasos: el jabón. Esta reacción se denomina también desdoblamiento hidrolítico.
En resumidas cuentas, al unir una grasa, que está constituida por triglicéridos, a una solución
alcalina, constituida por agua y sosa cáustica, los triglicéridos se separan en una molécula de
glicerina y tres cadenas de ácidos grasos. Estos se unen rápidamente a una molécula de sodio y
constituyen el jabón, dejando en su interior la glicerina restante.
Y dicho de otro modo, saponificación es la producción de jabón a partir de grasas y álcali.
Me olvidaba, la de saponificación es una reacción exotérmica lo que significa que produce
calor. Cuanta más cantidad de jabón hay, más caliente se pone, sobre todo en el centro. Este
calentamiento puede producir la gelificación.
TRAZA
Fíjate tú que tontería la traza. Se denomina así al momento en el cual la masa mezclada del
jabón deja una traza o surco por donde pasa la pala o cuchara con la que removemos. Es un
momento en el cual parte del aceite está ya saponificado y sirve como emulsionador del resto
de la mezcla. Es en ese momento cuando debemos añadir ciertos ingredientes que, ya sea por
su sensibilidad o por su tendencia a la separación, no se deben añadir antes. En la traza se
suelen poner los aceites esenciales. Cuando el jabón está "trazado" ya sabemos que lo
podemos verter en los moldes sin miedo a la separación de los ingredientes.
Hay veces, sobre todo debido a la temperatura pero también con determinados ingredientes,
que la traza pasa en un plis. De tener el jabón líquido se pasa a tener una pasta impracticable.
Esto obviamente dificulta muchísimo el moldeado y perjudica el aspecto final del jabón.
Existe también un concepto denominado falsa traza que consiste en un estado de apariencia
similar a la traza pero que acaba separándose. En ese caso hay que volver a mezclar para que
vuelva a emulsionar la masa.
CONCENTRACIÓN
Cuando hablamos de concentración, lo estamos haciendo sobre la cantidad de agua que lleva
un jabón. En realidad hablamos de la concentración de la lejía que se forma al juntar la sosa (o
la potasa) cáustica con el agua. Así una concentración del 50% indica que en la lejía la mitad
del peso es agua y la otra es álcali. Una lejía del 33% de concentración tiene el 33% de álcali
diluido en el 67% de agua. Es decir 2 veces más de agua que de álcali. Un 25% tiene 3 veces
más de agua que de álcali y así para todos los porcentajes posibles.
Implícitamente en esta explicación estamos hablando también de proporción que es otra
forma de determinar la cantidad de agua. Si hablamos del 50% estamos diciendo que la
proporción es de 1:1, si es del 33% es de 1:2 y si hablamos del 25% es de 1:3, dónde se indica
que por cada parte de álcali (primer término) hay otras partes de agua (segundo término).
Ahora, otra cuestión diferente es la cantidad de agua, ya sea medida como concentración o
como proporción, que queremos usar.
SOBREENGRASADO
Para hacer el jabón utilizamos aceite, sosa cáustica (también llamado hidróxido sódico) y agua.
La cantidad de sosa va en función de la cantidad y el tipo de aceite que usemos. Cada aceite,
dependiendo de su composición, tiene un índice de saponificación diferente. Este índice
expresa la precisamente la cantidad de álcali que debemos utilizar para la completa
saponificación del aceite. Por ejemplo, el aceite de oliva tiene un índice de saponificación de
190, lo que significa que para saponificar un kilo de aceite de oliva hacen falta 190 gramos de
potasa cáustica. La potasa cáustica, que también se denomina hidróxido potásico, se simboliza
KOH. Como el peso molecular del hidróxido potásico es superior al del hidróxido sódico en
1.4025 veces, para calcular el índice de saponificación con sosa dividiremos 190/1.4025 que
nos da una cantidad aproximada de 135. Y esto significa que para saponificar completamente
un kilo de aceite de oliva hacen falta 135 gramos de sosa cáustica.
Ahora bien, el concepto sobreengrasado significa que a ese mismo kilo de aceite le ponemos
menos cantidad de sosa con lo que una parte del aceite no quede saponificado. Con esto
conseguimos por una parte, garantizar que no existe exceso de sosa en el jabón y por otra,
mayor suavidad y emoliencia de éste.
El sobreengrasado se suele expresar en tanto por ciento, por lo que un sobreengrasado de 1%
significa que el 1% del aceite no se saponifica porque dejamos de poner el 1% de sosa. Así si
eran 135, el 1% sería 1.3, por lo tendríamos que usar 133.7 gramos de sosa. Para un
sobreengrasado del 10% restaríamos a la cantidad 13.5, con lo que nos quedarían 121.5
gramos de sosa.
El sobreengrasado implica también un riesgo. Al haber parte del aceite no saponificado, éste
tiene posibilidad de estropearse. Si además el aceite es especialmente delicado, mayor es el
riesgo.
Opinión:
Quería comentaros algunas cuestiones sobre el sobre-engrasado (superfat). En realidad no se
como se dice correctamente en español. Le voy a poner SE.
Para quien no lo sepa, decirle que esto es el exceso de grasas que le añadimos a un jabón. Una
cantidad de grasas requiere una cantidad de sosa para su total saponificación. Pues en el
sobre-engrasado le añadimos mas grasas, como ya he dicho, con la finalidad de que el jabón
sea más suave. En general se suele recomendar entre un 5 y un 8% más de grasas de las
necesarias (o menos de sosa).
Aprendí en esta y otras páginas de internet que esto era no solo recomendable sino necesario.
Si embargo, ya lo hemos comentado por aquí, algunos autores no lo consideran así. Lo primero
que voy a decir es que no lo tengo nada claro y por tanto, que nadie me tome en serio.
Cuando empecé a hacer jabones no tenía en cuenta este SE y los jabones me salían bien. Creo
que nunca nadie se quejó de ellos.
Pero claro, ¿Para qué queremos los jabones?. Si solo los queremos para lavarnos, es posible
que ese SE no sea necesario (no me crucifiquéis por este comentario). Si queremos además
aportación de los beneficios de las grasas, sería tal vez conveniente usar SE. Pero es un poco
contradictorio ya que si el jabón lava bien, es difícil que queden restos de estas grasas
excedentes.
He probado SE que van desde el 0% hasta el 12% en el CP y 20% en los transparentes (pero
esos son otro rollo). Las cualidades humectantes y suavizantes de estos no varían tanto en
función del SE como en función de sus ingredientes. Así por ejemplo, para hacer un jabón para
el pelo (champú) quizá sea más conveniente elegir grasas con alto contenido en oleico y
linoleico que usar un SE alto.
En lo que, siempre desde mi punto de vista, sí influye claramente el SE es en las características
físicas del jabón. El jabón con SE alto será por mucho tiempo más blando que los que tengan
un SE bajo o nulo. Además será más suave al tacto y la pastilla se deshará más rápidamente.
También suele ser más espumoso un jabón con SE que sin él. Todo esto, por supuesto,
también tiene mucho que ver con el tipo de grasas.
La razón por la que en la mayoría de los jabones uso un SE entre 5 y 7% no es tanto por las
cualidades de suavidad como por dar un margen de seguridad a los posibles errores de pesaje
y los índices orientativos de SAP que utilizo.
Los SE superiores al 7%, de momento me han dado más inconvenientes que ventajas.
Un jabón sin SE no se estropea jamás. Al contrario, a mas viejo, mejor.
Algún día os sorprenderé con una nueva versión de la calculadora donde se tendrán en cuenta
estas características finales del jabón en función del SE o de la cantidad de agua, además de los
otros factores.
Otra cuestión importante, al menos para mí, es que no puede ser lo mismo (y creo que no lo
es) añadir el SE desde el principio, o añadirlo a la traza o, en el caso del HP, añadirlo al jabón
acabado.
El agua en el jabón: La concentración
Con frecuencia me preguntan qué significa la
concentración del agua en el jabón y qué trascendencia tiene en la fórmula y en el resultado
final del jabón, así que voy a intentar explicarlo lo más sencillo posible, aunque el tema es
extenso.
Los tres componentes fundamentales del jabón natural son las grasas, la sosa y el agua. A
partir de esos tres ingredientes, podemos añadir otras cosas como aditivos, colorantes,
aromas, etc, pero si falta alguno de esos tres no tendremos jabón. La proporción de sosa y
grasas tiene siempre que estar muy medida y es muy importante que esté equilibrada, pero
¿qué pasa con el agua?
En realidad, el agua no sólo es un ingrediente, también es el medio en que se produce la
saponificación, o sea, la reacción química que forma el jabón. Necesitamos el agua para
disolver la sosa, y para que ésta saponifique las grasas. Una vez que la reacción química está
completa, el jabón sólo conserva una parte del agua, y el resto se evapora durante el curado y
secado del jabón.
¿Qué es la concentración en el jabón? La cantidad de sosa que tenemos que poner en el
jabón nos viene dada por los aceites de la receta, pero según nuestras necesidades, podemos
disolverla con más o menos agua. Eso determina la concentración. Cuanto menos agua
pongamos, más concentrada será la disolución, o sea, la concentración será mayor. Esa
concentración se expresa en porcentajes. Por ejemplo, una concentración del 28% significa
que de nuestra disolución de agua/sosa, 28 partes serían de sosa, y el resto hasta 100 sería el
agua. Por eso, cuando variamos la concentración, la cantidad de sosa siempre permanece
constante y lo que varía es la cantidad de agua en la que disolvemos esa sosa.
En química, la disolución de cualquier sustancia alcalina en agua se denomina lejía, y aunque
en el lenguaje de calle, llamamos lejía a la que se usa para limpiar y blanquear la ropa
(hipoclorito de sodio), lo cierto es que la mezcla de sosa y agua es una lejía también, así que a
partir de aquí, cuando hablemos de lejía, estaremos hablando de la mezcla de agua y sosa que
añadimos a nuestro jabón. La lejía es la principal aportación de líquido en el jabón, pero no es
la única, ya mucha veces añadimos más líquido con los aditivos.
¿Como calculamos la concentración? Cuando calculo las recetas a mano (en esas rarísimas
ocasiones.....) suelo utilizar la regla para torpes: multiplico la cantidad de sosa por 2,5 y me da
la cantidad de agua que equivale a una concentración del 28% que es bastante usual para
jabonear, pero se puede calcular cualquier otro porcentaje usando una regla de tres.
Personalmente siempre dejo que la maravillosa y nunca suficientemente loada calculadora de
Mendrulandia lo haga por mi.
Ahora: ¿Hay una concentración idónea para el jabón? Pues no, la verdad.
En el jabón, la proporción de aceites y sosa siempre está muy medida y es muy importante
mantenerla equilibrada, pero la cantidad de agua admite mucha variación. Podemos poner
una cantidad de agua muy diferente y al final obtendremos un jabón muy parecido,sin
embargo el proceso de hacer el jabón variará bastante. Algunos jabones, como el jabón de la
abuela, se suelen hacer con una concentración bajísima, cercana al 15%, mientras que algunos
jaboneros utilizan a veces concentraciones del 40% o incluso superiores. La concentración
máxima que podríamos usar sería el 50%, Si pusiéramos menos agua , la sosa no llegaría a
disolverse bien a quedar saturada la disolución.
¿Y qué diferencia hay si hacemos el jabón con una concentración mayor o menor? Pues
mucha y muy poca. Me explico. Hay diferencias mientras hacemos el jabón, pero el jabón
resultante al final será muy parecido.
-Trabajar con concentraciones bajas, entre el 25% y el
34% aporta más agua al jabón. Tardamos más en llevar el jabón al punto de traza, tendremos
más tiempo para trabajar el jabón antes de que espese demasiado, y por eso estas
concentraciones son las que se usan cuando queremos hacer jabones con decoraciones
complejas, con varios colores, y técnicas decorativas que requieren trazas muy líquidas, como
la decoración de columna o embudo, el swirl-in-the-pot , el mantra swirl o los firulillos de
colores en general. Son concentraciones cómodas, en las que uno se lleva pocos sustos, son las
más adecuadas cuando trabajas con aromas sintéticos que amenazan trazar de golpe, y las
mejores, desde mi punto de vista, para principiantes. Además aguantan mejor sin espesarse
incluso aunque trabajemos con la sosa o los aceites templados, y nos simplifican la vida
cuando hacemos jabones con el proceso en caliente. La calculadora de jabones de
Mendrulandia por defecto calcula una concentración del 28% y a mi me parece perfecta para
casi todo, y subrayo el "casi"
En el "lado malo" también tenemos algunos efectos
derivados de este exceso de agua. Lo más llamativo es el tiempo que tarda el jabón en secarse.
Normalmente los jabones hechos con bastante agua tardan más en secarse. Las cuatro
semanas que dejamos el jabón al aire, y que mal llamamos "tiempo de curado" en realidad es
en parte curado, en parte secado, y el jabón durante esas cuatro semanas completa la reacción
química de la saponificación, pero también pierde el agua que le sobra. Los jabones con más
agua, lógicamente tardan más en secarse, y un jabón muy seco hace más espuma, dura más y
se queda menos baboso.
Otra consecuencia no deseada del exceso de agua es que en los moldes de silicona son una
pesadilla para desmoldarlos porque se quedan húmedos mucho tiempo.
Aparte de estas dos cosas, que pasan siempre, hay otros efectos que no son tan frecuentes
pero que pueden pasar: Al evaporarse el agua sobrante, a veces arrastra el exceso de sosa
y afloran las antiestéticas cenizas en la superficie, sobre todo en jabones con sobreengrasados
bajos, y además, a veces los jabones blandos cuando pierden el agua sobrante encogen, y si es
mucha, pueden llegar a deformarse, hundiéndose en el centro.
-Trabajar con concentraciones altas: entre el 35% y el
50% tiene justo los efectos contrarios. La traza llega antes, y eso, cuando hacemos jabones sin
mucho adorno y con porcentajes altos de aceite de oliva, es de agradecer porque tardamos
mucho menos. Además el tiempo de secado se reduce considerablemente, los jabones
gelifican mejor y por lo general quedan más lisos y brillantes al cortarlos. Imprescindible si
quieres que los jabones en moldes de silicona te queden bien y no queden como plastilina.
Para mi gusto, son concentraciones ideales para jabones lisos, jabones a capas y decoraciones
de trazas espesas.
El lado malo: trabajar con la amenaza constante de que el
jabón se te espese de repente es muy estresante. No tienes mucho tiempo para reaccionar si
no tienes todo a mano, y como no dejes enfriar la sosa, los aceites y hasta los aditivos, se te
puede complicar la existencia mucho.
Es verdad que casi todo esto se contrarresta un poco trabajando con temperaturas bajas, y
que la experiencia ayuda, pero mi consejo es que si eres principiante, no te compliques y uses
concentraciones mayores.
Como decía antes, durante las semanas de secado, tanto los jabones hechos con
concentraciones altas como los hechos con concentraciones bajas, perderán el agua que sobra,
quedando ambos con una textura similar, y la elección de una lejía más concentrada tiene
mucho más que ver con el proceso de hacer el jabón que con las características finales del
jabón en sí.
¿Mis preferencias personales? pues en los talleres casi siempre hacemos los jabones al 28%,
pero cuando hago mis jabones fuera del taller, suelo usar entre el 35% y el 45% , dependiendo
de la receta y la complejidad del jabón. Sólo uso concentraciones menores si voy a usar
fragancias sintéticas.
El sobreengrasado en el jabón
Este es un concepto que a veces, cuando estamos empezando, se nos hace un poco cuesta
arriba.
Por definición, el sobreengrasado es un exceso de aceite con respecto a la cantidad de
sosa…Ufff, así tampoco aclaramos mucho ¿verdad?
Empecemos desde el principio:
Cuando hacemos jabón, mezclamos los ácidos grasos de los aceites con una sustancia alcalina,
que es la sosa.
Utilizando una química de andar por casa, digamos que los ácidos grasos al combinarse con la
sosa se neutralizan mutuamente, dejan de existir como aceite y como sosa, y los dos juntos se
convierten en jabón. Esta es la reacción química de la saponificación.
Para que esto sea así, lógicamente debe haber una cantidad equilibrada de ácidos grasos y
sosa. Si hay más sosa, no tendrá con quién combinarse y seguirá ahí en nuestro jabón. Si lo que
ponemos de más es el aceite, en mucha cantidad, no tendrá con quién combinarse y hará que
nuestro jabón sea aceitoso y no limpie nada.
Entonces, si hacemos el jabón con la cantidad exacta de sosa y aceite, todo ello se convertiría
en jabón, pero ¿cómo podemos estar seguros de esto? Nuestra báscula puede no ser tan
absolutamente exacta, las características de una marca de aceite a otra pueden variar
ligeramente, y varían mucho de una marca de sosa a otra… no podemos ajustar tanto como
para garantizar que en nuestro jabón no quedaría nada, nada de sosa libre. Por otra parte,
tampoco nuestra prioridad es que el jabón sea excesivamente limpiador, porque salvo que
seamos mineros, mecánicos o cualquier otro oficio de esos en los que uno acaba pringado
hasta las cejas, lo que nos interesa es usar un jabón que limpie bien, pero que deje nuestra piel
hidratada y suavecita.
Estas dos cosas las solucionamos de golpe simplemente poniendo un pequeño exceso de
aceite en nuestra receta, no tanto como para que el jabón no limpie, pero suficiente para que
sea hidratante y a la vez nos sirva de margen de seguridad para saber que no hay posibilidad
de que quede sosa libre en él.
Ese exceso de aceite con respecto a la sosa es el sobreengrasado, o como lo vamos a llamar a
partir de ahora, SE. (Fíjate, la misma frase que al principio, pero ahora se entiende mucho
mejor, espero)
¿Cuanto SE debemos poner al jabón? pues eso es una decisión bastante personal. El rango
estaría más o menos entre un 5% mínimo y un 15% máximo, pero personalmente me muevo
como mucho entre el 7% y el 10%.
Hay varias formas de aplicarlo, pero yo voy a exponer la que considero a la vez más sencilla y
más exacta, y para ello, vamos a recurrir a la insustituible, maravillosa y nunca suficientemente
loada Calculadora de Mendrulandia.
CALCULANDO LA RECETA
Lo más bonito de la creación de jabones es la subjetividad que conlleva. Cada uno los hace a su
antojo y a la medida de sus necesidades. Así puede apetecernos hacer un jabón más limpiador,
más suave, más espumoso, más duro o blando...
No hay una norma. Sólo unas indicaciones a tener en cuenta. Hay aceites que se estropean
antes que otros. Se denomina enranciamiento al deterioro de los aceites y los más sensibles
son aquellos ricos en ácidos grasos insaturados. Se debe a que esas insaturaciones se degradan
convirtiéndose en compuestos que generan mal olor. Para evitarlo se pueden utilizar agentes
antioxidantes y el más común es la vitamina E acetato. También se puede utilizar aceite de
semilla de pomelo por ser el más rico en vitamina E.
Otros aceites, como el de girasol o el de germen de trigo por ejemplo, son muy ricos también
en esta vitamina pero la cantidad que contiene no suele ser suficiente para prolongar por
mucho tiempo la vida de ese aceite al contacto con el aire.
Los aceites saturados son mucho más estables y por tanto duraderos pero no tienen la
suavidad que aportan los otros.
Podemos diferenciar dos grandes grupos:
Los aceites duros, constituidos fundamentalmente por triglicéridos de ácidos grasos saturados,
constituidos fundamentalmente por el de coco, palmiste, karité, cacao, palma, sebo y
manteca.
Los aceites blandos, con contenido de triglicéridos de ácidos grasos insaturados, constituidos
fundamentalmente por el de oliva, ricino, aguacate, maíz, germen de trigo... Dentro de este
grupo están los aceites secantes, con alto contenido de los ácidos grasos insaturados linoleico
y linolénico, que suelen ser los más emolientes y los más fácilmente enranciables. Son
ejemplos de estos el de rosa mosqueta, argán, cáñamo y menos apreciado girasol.
A simple vista y en un clima templado se puede decir que son blandos los que se presentan en
forma líquida y duros los que se presentan en forma sólida o como manteca. Esto es relativo
por que por ejemplo el coco, hasta 25ºC, permanece sólido y a más temperatura es un aceite
líquido.
Empecemos entonces por la selección de los aceites. Se suelen proveer con análisis que
contienen dos indicadores que nos interesan fundamentalmente para realizar la receta:
El índice de saponificación (SAP) indica la cantidad de hidróxido de potasio(KOH) necesario
para saponificar un gramo de ese aceite. Así si por ejemplo el del coco es 0.258, hacen falta
258 gramos de KOH para saponificar un kilo de aceite de coco. Como normalmente solemos
usar sosa cáustica (NaOH) y no potasa, podemos convertir ese valor en su equivalente
dividiéndolo por 1.4025 como se explica aquí.
El índice de yodo (IY) expresa la cantidad de yodo que absorbe un compuesto y va en función
de la insaturación de éste. Esto significa que cuanto más alto sea este índice más posibilidades
tiene el aceite de estropearse. Por lo tanto no es conveniente abusar de aceites que tengan un
IY muy alto. Se considera que un valor por encima de 70 puede resultar propenso al
enranciamiento.
Existe un indicador que se usa frecuentemente para elaborar una receta que se denomina
valor INS. Este se calcula restando el valor SAP al IY. Si el aceite de coco tiene un valor SAP de
258 y un valor IY de 10, calculamos 258-10=248; luego su valor INS es de 248. El de palma es
199-53=146. El del aceite de oliva es 190-84=106 y el de girasol es 189-133=56.
Así cuanto más bajo, más blando y más propenso al enranciamiento y cuanto más alto, más
duro y limpiador. Se establece que un buen equilibrio ronda los 130-160.
Todos los cálculos de la fórmula se hacen mediante media aritmética. Así supongamos un
jabón de coco (15%), palma (30%), girasol (5%) y oliva (50%). Usamos un kilo de grasas.
Para calcular la media de IY (por el orden de arriba):
(0.15*10)+(0.30*53)+(0.05*133)+(0.50*84) = 1.5 + 15.9 + 6.65 + 42 = 66.05
Para calcular la media de INS (por el orden de arriba):
(0.15*248)+(0.30*146)+(0.05*56)+(0.50*106) = 37.2 + 43.8 + 2.8 + 53 = 136.8
Los dos valores están dentro del margen establecido pero por ser el valor INS bajo el jabón
saldrá más blando y suave. El valor de IY es un poco alto, se acerca demasiado al límite
establecido por lo que la adición de un poco de vit E lo protegerá del enranciamiento.
Como otro ejemplo vamos al otro extremo quitando el girasol y añadiendo esa cantidad de
coco:
coco (20%), palma (30%) y oliva (50%)
Para calcular la media de IY (por el orden de arriba):
(0.20*10)+(0.30*53)+(0.50*84) = 2 + 15.9 + 42 = 59.9
Para calcular la media de INS (por el orden de arriba):
(0.20*248)+(0.30*146)+(0.50*106) = 49.6 + 43.8 + 53 = 146.4
Los dos valores están otra vez dentro del margen establecido pero, por ser el valor INS un poco
más alto, el jabón saldrá más duro y limpiador. El valor de IY es más bajo que antes. Ya no se se
acerca al límite establecido por lo que la adición de vit E ya no es necesaria. Sólo probando
ambas recetas sabremos cual se ajusta más a nuestros gustos y necesidades.
Continuamos por el cálculo de la lejía. Se compone de sosa y agua. Para calcular la sosa lo
primero que tendremos en cuenta es el sobreengrasado y para calcular el agua tendremos en
cuenta la concentración.
Elegimos el primer ejemplo con una concentración del 30% y un sobreengrasado del 9%.
calculamos la potasa total:
(150*0.258)+(300*0.199)+(50*0.189)+(500*0.190) = 38.7 + 59.7 + 9.45 + 95 = 202.85
aplicamos el descuento del 9% (para lo que multiplicamos por 0.91, 91%)
202.85 * 0.91 = 184.5935; más o menos 184.6
Lo convertimos ahora a sosa dividiéndolo por 1.4025:
184.6 / 1.4025 = 131.6
Por lo que la cantidad de sosa será 131.6 gramos (que dejamos en 131)
Ahora vamos a calcular el agua en función de la concentración. Si sabemos que el 30% de la
lejía es 131, nos falta calcular cuanta agua será el restante 70%. Lo hacemos mediante una
regla de tres:
si 131 es el 30%
x será 70%
Por lo que x = 131*70 / 30; x= 305.6 (que dejamos en 305 gramos)
Si dispusiésemos de la concentración y quisiéramos saber la proporción calculamos:
(100-concentración)/concentración
en nuestro caso: (100-30)/30 = 70/30 = 2.33333
Y sabiendo la proporción y la cantidad de sosa podemos calcular el agua:
131 * 2.3333 = 305.6 (o sea lo mismo, claro)
Y ya tenemos todos los ingredientes:
Oliva ........ 500 gr
Palma ........ 300 gr
Coco ........ 150 gr
Girasol ...... 50 gr
Sosa ........ 131 gr
Agua ........ 305 gr
Y le ponemos un poco (5 gr) de vit E acetato para evitar el enranciamiento.
CALCULADORA DE MENDRULANDIA
Es mucho más fácil hacer los cálculos mediante las calculadoras online, en algunas como la de
abajo de esta página además predice los resultados del jabón producido.
Pongamos una receta de lo más corrientita. En la imagen superior, podéis verla con un SE de
0%, o sea, poniendo toda la sosa necesaria para que no quede nada de aceite en ella. Señalada
en rojo, con la línea continua, veis la casilla que indica que el SE es de 0, y con la línea
discontinua la cantidad de sosa. En esta receta, tanto los aceites como la sosa se neutralizarían
y se convertirían en jabón. Aunque veáis la receta con los números abajo en verde, no os
engañéis. Una receta con sobreengrasado de 0%, nos va a dejar casi seguro la piel tirante y no
es nada, nada recomendable.
En esta otra imagen, a la misma receta le hemos puesto el SE del 8%. La calculadora, en vez de
añadir más aceite, lo que hace es descontar esa cantidad de la sosa necesaria, por eso, al subir
el SE, varía la cantidad de sosa, en este caso, la cantidad necesaria para un SE del 8% es de 92,7
gramos. Como el agua de la receta se calcula a partir de la cantidad de sosa, también varia esta
cifra. Para mi esta es la mejor manera de calcular el SE, poniendo todos nuestros aceites en la
calculadora y dejando que ella haga las cuentas por nosotros.
A la hora de hacer este jabón, podemos hacerlo de dos maneras y tendrá efectos diferentes.
-Si ponemos todos los aceites desde el principio, irán saponificando hasta llegar a la traza, y al
final, como sobreengrasado, nos quedará un 8% de aceite libre que más o menos será una
mezcla de todos los aceites
-Si ponemos el aceite de oliva y el de coco al principio, reservando el de almendra, cuando el
jabón llegue a la traza, más o menos, el aceite de coco y el de oliva habrán saponificado en
gran parte, por lo que si añadimos el aceite de almendras que habíamos reservado cuando el
jabón llegue a la traza, nos aseguramos que el aceite que quedará sin saponificar será
precisamente el de almendra en su mayor parte y hará nuestro jabón más hidratante.
Esta es la forma más eficaz de proteger los aceites más delicados, porque cuando el jabón llega
a la traza, parte de la sosa ya está neutralizada, y también es la forma de que sepamos más o
menos cual es el aceite libre que queda en el jabón y que aportará sus propiedades a la piel.
Habréis notado lo mucho que en estos últimos párrafos repito lo de “más o menos”. Como
decía antes, esto es química de andar por casa. Las cosas no son así exactamente. Hay ácidos
grasos listillos que saponifican rápido y otros lentorros que les cuesta un rato, así que reservar
un aceite para el final no garantiza del todo que quedará sin saponificar, pero es lo más que
podemos acercarnos a saberlo de forma casera, y no quería complicar más la explicación. Esta
es una nota aclaratoria sólo para que ninguno “de ciencias” se tire de los pelos por mis
afirmaciones chapuceras y poco precisas.
CALCULADORA DE SAPONIFICACIÓN - ELABORACION DE JABONES
CALCULADORA DE MENDRULANDIA
La calculadora es un instrumento útil a la hora de hacer jabón. No solo nos indica la cantidad
de sosa que tenemos que usar para determinada combinación de grasas si no que puede
predecir el resultado de la mezcla.
Primero los conceptos:
El índice de saponificación SAP nos indica a cantidad de gramos de KOH (Hidróxido potásico)
para saponificar un gramo de esta grasa. Nosotros solemos utilizar NaOH (Hidróxido Sódico)
para jabones duros y es por esto que el valor que necesitamos es el resultado de dividir el valor
de KOH por 1,4025. Esta diferencia se debe al peso molecular de las diferentes bases alcalinas.
En esta versión existe la posibilidad de elegir entre álcalis, se puede seleccionar KOH
(Hidróxido potásico) para jabones líquidos. Podéis hacer doble clic sobre el signo de
interrogante a la derecha del ingrediente y obtendréis sus valores y composición en la ventana
inferior.
En resumen: 1,4025 g KOH equivale a 1 g NaOH.
El índice de yodo es la medida de insaturación de una grasa. Este valor nos permite predecir la
posibilidad de enranciamiento del jabón. Un jabón con un nivel alto de yodo se estropea antes
que uno con un nivel bajo.
El valor INS determina la compatibilidad de esta grasa con el jabón. Se mide en función del
valor de SAP y el yodo. El caso es que una pastilla con cualidades físicas y dureza adecuadas,
debe de rondar los 160, según el Dr. Bob. Yo creo que NO es un valor muy determinante del
resultado final.
Si una grasa tiene uno de estos valores muy por debajo o por encima de lo deseado habría que
combinarla con otra que tenga valores opuestos para promediar. Esa es la gracia de este
asunto.
Quiero diferenciar estas dos partes:
La primera es un cálculo matemático simple, regla de tres. Cuando ponemos la cantidad en
gramos, en la columna de peso (Gramos), y cambiamos de celda, automáticamente se calcula
el porcentaje que dicha grasa representa en la composición total de las grasas y el porcentaje
que el ingrediente supone en el total de la fórmula. También se calcula la cantidad de álcali
para la saponificación total de esa grasa. En la columna Gramos y en la fila Total ingredientes
aparece la suma de todos los pesos y porcentajes, tanto de las grasas como de la sosa.
Debajo, seleccionamos el nivel de sobre-engrasado del jabón. Para obtener mayor hidratación,
tenemos que poner exceso de grasas. Los jabones se suelen sobre-engrasar entre un 5% y un
10% (esto depende de cada cual).
Al lado, seleccionamos el nivel de concentración de la lejía. Las grasas se pueden diferenciar en
duras y blandas. Se podría decir que todos los aceites líquidos son blandos y los sólidos y
mantecas son duros. Pero esto no depende del punto de fusión. En países cálidos el aceite de
coco es líquido, aquí, en Sevilla, en primavera empieza a serlo. No, depende de la longitud de
las cadenas de ácidos grasos que lo compongan y de la cantidad de insaponificables. También
se podrían considerar duros los que tienen mayor cantidad de láurico, esteárico o palmítico y
blandos os que tengan mayor cantidad de linoleico, oleico o linolénico. Del primer grupo sería
el de coco, el de palma, las mantecas, la estearina, etc. De segundo grupo el de oliva,
almendras, girasol, maíz, almendra, aguacate, etc.
Total, que la concentración va en función de la dureza de la mezcla. Si la mezcla de grasas tiene
un valor alto, la concentración debe de ser menor y por tanto la cantidad de agua será mayor y
viceversa.
En resumen:
Coco -> muy duro -> mucha agua ->baja concentración
Oliva ->muy blando -> poco agua ->alta concentración
Si a mezcla es equilibrada (una dureza 50), el valor ideal es el 28%.
Al elegir la concentración, automáticamente se calcula la cantidad de agua donde
disolveremos la sosa.
Hasta ahí tenemos suficiente para hacer jabón.
Esta calculadora además predice el resultado de la mezcla.
El Yodo como dije antes es como la fecha de caducidad. Podemos establecer un límite en 70.
Esto no significa necesariamente que se vaya a estropear antes el jabón pero sí en muchos
casos. En sitios donde hay mucho calor y humedad, el valor no debe superar 60. Hay que
intentar evitar el abuso de linolénico por ser el más corruptible. También se pueden usar
antioxidantes para alargar la vida del jabón. Recomendable en esos casos la vitamina E.
El valor ideal de los siguientes parámetros es 50. Los márgenes establecidos son entre 40 y 60.
Un valor por debajo de 40 será demasiado bajo y por encima de 60 demasiado alto.
La dureza se calcula sobre todo por los ácidos láurico, mirístico, palmítico y esteárico. En
menor proporción el oleico y el ricinoleico. Es decir las grasas que contienen estos ácidos
grasos son las que hacen que el jabón sea más duro.
La cantidad de burbujas la proporcionan principalmente los ácidos láurico, mirístico, linoleico y
ricinoleico. En menor proporción el oleico.
La persistencia de la espuma se calcula sobre todo con los ácidos palmítico y esteárico.
Determina a duración de la espuma y la consistencia cremosa de ésta.
La limpieza la proporcionan también los ácidos láurico, mirístico y ricinoleico. Un jabón que
limpie demasiado es desagradable para la piel (pero a lo mejor para otras cosas va bien).
El acondicionado es la capacidad que tiene el jabón de suavizar y nutrir la piel o el pelo. La
proporcionan principalmente los ácidos linoleico, oleico, ricinoleico y linolénico. En menor
proporción el palmítico.
Los valores ideales son el resultado de la experimentación. Esto significa que quizá (¡seguro!)
se puedan optimizar.
Sabiendo esto, si nos aparece una alarma en uno de estos valores, indicándolo en rojo,
podemos equilibrar la receta con otra grasa o proporción.
Si por ejemplo, queremos trabajar con porcentajes en vez de con pesos podemos hacerlo de la
siguiente forma. Supongamos 20% coco, 20% manteca y 60% oliva. Pues escribimos en sus
correspondientes pesos estas cantidades (ó 2,2 y 6) y le damos a reescalar grasas con la
cantidad total de grasas en gramos. Los porcentajes se convertirán en pesos. También se
puede escalar en función del peso total de la fórmula.
También podemos guardar una fórmula con guardar y recuperarla luego con recuperar.
Seleccionándola antes en el cuadro desplegable.
El módulo Importar/Exportar sirve para exportar la receta en forma de cadena para poderla
almacenar en un archivo de texto. También así se pueden compartir cómodamente las
fórmulas en un mensaje en un foro. Para utilizarlo, una vez diseñada la fórmula pulsamos
exportar y en la ventana inferior se imprime la cadena que representa la fórmula. La podemos
así copiar y pegar donde queramos. Para recuperar la fórmula tenemos que hacer la siguiente
operación: pulsamos la tecla borrar, con lo que se borra, tanto la fórmula como la ventana
inferior. Pegamos ahí, en la ventana inferior, la cadena que antes habíamos salvado y le damos
al botón importar. Como por arte de magia la fórmula se restaurará en la pantalla.
Si queremos inicializar a cero la tabla, le damos a borrar tabla.
La ventana inferior sirve además para obtener información sobre los ingredientes o la fórmula.
CONTRAINDICACIONES DE LOS ACEITES ESENCIALES
ACEITES ESENCIALES CON POSIBLE FOTOTOXICIDAD (pueden provocar manchas en la piel al
exponerla al sol)
Bergamota
Comino
Hierbaluisa
Jenjibre
Levístico
Lima
Limón
Mandarina
Meliloto (Cumarina)
Naranja (tanto dulce como amarga)
ACEITES ESENCIALES CONTRAINDICADOS DURANTE EL EMBARAZO
Ajenjo (abortivo)
Ajowan
Albahaca
Alcanfor
Angélica
Anís común
Anís estrellado
Apio
Artemisa
Ásaro
Boldo
Buchú
Calamento
Casia
Cedro del Atlas
Citronela
Comino
Enebro
Estragón
Gaulteria
Hinojo
Hisopo
Jaborandi
Jara
Laurel
Levístico
Mejorana
Mirra
Narciso
Orégano
Perejil
Pimienta negra
Poleo
Romero
Ruda (abortivo)
Sabina (abortivo)
Salvia (abortivo)
Sasafrás
Tanaceto
Tuya
ACEITES ESENCIALES QUE PUEDEN PROVOCAR IRRITACIÓN EN LA PIEL APLICADOS EN
CONCENTRACIONES ALTAS.
Ajedrea
Benjuí
Boldo
Cajeput
Canela (rama y corteza, el AE de hoja no)
Casia
Clavo
Enebro
Gaulteria
Helenio
Hierbabuena
Lemongras
Limón
Menta
Mostaza
Orégano
Oxicedro
Pelargonio
Perejil
Perifollo
Pimienta
Pino negro
Rábano
Ruda
Tomillo andaluz (thymus capitate)
Tonka
Toronjil (melisa)
ACEITES ESENCIALES POTENCIALMENTE TÓXICOS POR VIA ORAL (los aceites esenciales, en
dosis altas, no las plantas en si)
Ajedrea
Ajenjo
Almendra amarga (cianuro)
Árnica
Artemisa
Boldo
Cálamo
Carfoforo
Casia
Cilantro
Copaiba
Cúrcuma
Eucalipto
Gaulteria
Hisopo
Jaborandi
Meliloto (cumarina)
Miristico (nuez moscada)
Mirra
Mostaza
Narciso
Pazote
Perifollo
Poleo
Rábano
Retama de olor
Ruda
Sabina
Tanaceto
Tonka
Tuya
Espero que la lista os resulte útil. No lo toméis como una lista cerrada, porque hay muchos
aceites esenciales cuyos efectos no están muy estudiados. Como veis, hay algunos rarísimos,
que por lo menos yo, no he visto en mi vida, pero otros…vaya, que son viejos conocidos en el
mundo jabonero. No es que yo piense que las concentraciones que usamos puedan ser
peligrosas, y menos teniendo en cuenta el tiempo tan escaso que permanece el jabón en
nuestra piel antes de que lo aclaremos, pero conviene tenerlo en cuenta a la hora de elegir
uno u otro .
EXPLICACIÓN PROCESO CREAR UN JABÓN
Estaba pensando que como iba a escribir otra vez un proceso para hacer jabón de una manera
fácil, segura, barata y rápida. Que resulte una explicación clara para todos los que empiezan y
revele algunos secretos a los expertos.
Hasta ahora he probado muchas fórmulas y métodos para conseguir jabón en frío, en caliente,
transparente e incluso líquido. Seguiré probando por que aunque una receta me salga bien
nunca la repito, siempre hay algo que experimentar… y eso es lo bonito.
Para realizar un jabón necesitamos una grasa. ¿Por qué?
El proceso de creación de jabón es un proceso químico llamado saponificación que requiere de
una grasa (o ácido graso) y una base alcalina.
Las grasas que tenemos más a mano son los aceites de cocina. Pero no todas las grasas tienen
las mismas propiedades de saponificación.
En España es corriente que la gente use aceite de oliva. El aceite de oliva es al de girasol en los
jabones lo que en la cocina. O sea que no vale un duro.
El jabón realizado con aceite de oliva se conoce como jabón de castilla y es uno de los mejores
y más suaves. Hay quién difiere entre si es mejor o peor el de oliva virgen extra (presión en
frío) o el de orujo (refinado). Yo uso el primero.
Existen aceites, como el de coco, que son más duros que el de oliva y esto confiere más solidez
a la pastilla mojada. El aceite de coco también le otorga otras propiedades como espuma y
limpieza. Este en España, no es tan fácil de conseguir. Lo que si es muy fácil de encontrar es
manteca de cerdo, que no es lo mismo, pero si es mas duro que el de oliva.
Las bases alcalinas suelen ser Hidróxidos de Sodio (NaOH) o de Potasio (KOH). En las
droguerías se conocen como sosa cáustica y potasa. Estos componentes son sumamente
peligrosos. Para manipularlos hay que tomar primero unas medidas de seguridad.
Para poder continuar debes leer esto: http://www.pinsapo.com/modules
Para calcular la cantidad de álcali (base alcalina) que se debe usar, tenemos que pesar las
grasas y multiplicar este peso en gramos por su valor de saponificación (SAP). Los jabones
realizados con NaOH son jabones sólidos, los realizados con KOH son jabones solubles que se
diluirán para hacer jabón líquido.
Pero ahora vamos a hacer uno sólido:
Puedes calcular a mano tu fórmula pero existen herramientas que facilitan la labor. Son las
calculadoras de saponificación:
Ábrete esta: http://www.pinsapo.com/calculadora/
Ponemos en la calculadora por ejemplo 200 gr de oliva, 100 gr de coco y 100 gr de manteca de
cerdo. Son números fáciles de medir en la báscula y porcentajes fáciles de calcular de cabeza.
La calculadora suma los valores de sosa para cada grasa y obtiene el total para la
saponificación completa de éstas. Pero cuando hacemos jabón no queremos que saponifique
completamente por dos motivos principales:
Por que los aceites tienen en mayor o menor medida componentes insaponificables. Significa
que un porcentaje (por mínimo que fuera) de sosa quedaría libre en el jabón.
El otro motivo es por que un jabón con exceso de grasa tiene un tacto y un trato para la piel
mucho más suave.
Si nos pasamos de grasas queda un jabón blandengue.
Total, que tomamos un valor de sobre-engrasado del 5% (para este experimento) y nos dice
que tenemos que usar 56.6 g de sosa. Lo redondeamos a 56 y, ¡caramba! es lo mismo que
darle el 6%. Pues eso, que más da.
En esta calculadora la concentración de la lejía determinará la cantidad de agua de la receta.
En otras lo hacen de diferentes maneras.
Para recetas de aceites muy duros se suele usar concentraciones bajas y para recetas de
aceites muy blandos concentraciones más altas. Ponemos 28% (valor por defecto).
En el recuadro del agua indica 146,8 pero redondeamos a 147 y si me apuras a 150. Es
insignificante la diferencia tratándose de agua.
Entonces ya tenemos claro los ingredientes a usar y los vamos a buscar para empezar con el
tinglao.
200 gr Aceite Oliva
100 gr Aceite Coco
100 gr Manteca de cerdo
56 gr de sosa cáustica
147 gr de agua
¡Bien!
Ahora vamos al lío y sin fotos.
Tenemos puesto el delantal y los guantes de goma ¿Ok?
Pesamos el agua en un vaso de medir de esos de vidrio resistente al calor y en un recipiente
aparte pesamos la sosa. Si podemos nos vamos al aire libre, si no, el que tenga, que se ponga
debajo de la campana extractora de la cocina. O delante de una ventana abierta.
Echamos poco a poco la sosa en el agua removiendo lentamente. El agua se calienta y emana
vapores nocivos (que guay), pues no, no es guay. Por eso hay gente que recomienda usar,
además, mascarilla y gafas protectoras.
Una vez mezclado, que no se deposite nada en el fondo, tenemos la lejía. La dejamos un
momento a buen recaudo y nos vamos a por las grasas.
Cogemos una olla de acero inoxidable (así no hay problemas) y echamos las grasas y las
ponemos al fuego para calentarlas.
Este es el momento que todos estábamos esperando: la temperatura de las grasas debe de ser
entre 25º y 60ºC. Existen diferentes criterios sobre qué es jabón en frío y sobre la temperatura
de las grasas. ¡Chorradas!
Vamos a ver, las grasas deben de estar calentitas, pero no mucho. Si no tienes termómetro
basta con acercar la mano a las grasas calientes y si a unos cms notas calor (40-45º), ya está.
Claro, si está echando humo también notas calor (>80º). No seas brut@, que te vas a quemar.
Desde mi punto de vista, el proceso en frío significa que la saponificación, en concreto la fase
de gelificación, se produce en el molde y por el calor desprendido por el propio jabón. Las
temperaturas iniciales son para comenzar el proceso y acelerar la emulsión.
Total, que tenemos las grasas fuera del fuego a 40º y la sosa ya se ha enfriado bastante.
Removiendo continuamente con un utensilio de madera (preferiblemente) vertimos poco a
poco la lejía sobre las grasas que se van enturbiando y blanqueando hasta que conseguimos
una mezcla homogénea (más o menos).
Llegados a este punto, si no tienes puestas las gafas (lentes) protectoras, te las pones.
Y cogemos la batidora (minipimer, de brazo o como queráis llamarla). Si es posible la ponemos
en una velocidad lenta.
Una vez que estemos seguros de que está bien sumergida le damos al botoncito. Hay que
asegurarse de no salpicar.
Total, (otra vez), que le damos al pinganillo hasta que eso se convierta en una mezcla
emulsionada tipo salsa espesa. A mi me recuerda a la crema de calabaza.
Cuando lo esté, sacamos la batidora y ponemos el brazo (de la batidora) en remojillo. Y
volvemos a la feliz tarea de seguir meneando con el palo. Esto ya es solo para asegurarnos de
que tiene la textura que queremos.
Cuando está un poco más frío espesa más así que tampoco hay que dormirse. Aunque esto
depende de la proporción de agua en la lejía.
Se le añaden entonces las esencias aromáticas, los colorantes y los aditivos.
Yo solo les suelo poner aroma. Bueno mentira, también los coloreo si puedo.
Y se vierte en el molde.
Se dice que molde puede ser cualquier cosa y eso no es del todo cierto. El jabón así aun es muy
corrosivo. Además de algunos moldes cuesta sacarlo una barbaridad.
¿Que hace la gente?
Pues forran interiormente una caja de madera con papel de horno o de nevera y vierten ahí el
jabón.
Lo suyo es tener una tapa o aproximado y taparlo (yo además lo tapo con film transparente)
antes de cubrirlo con toallas o mantas. Veréis, la cuestión es intentar mantenerlo aislado
térmicamente. Se puede usar cualquier cosa que lo mantenga calentito.
Y ahora paciencia.
Yo os cuento lo que le está pasando.
El jabón necesita una cantidad de calor para reaccionar. Lo que pasa básicamente, es que al
romperlas la sosa, las grasas se separan en cadenas de ácidos grasos y liberan glicerina. Estos
ácidos grasos son los que se asocian con la sosa y producen la molécula de jabón. Y muchas
moléculas juntitas hacen la pastillita quedando la glicerina en su interior. Cuando la molécula
se forma, produce calor (o lo devuelve). Esto hace que el jabón se caliente y alcance un estado
semilíquido que se denomina gelificación. Esto es bueno por que hace que la textura y el color
sean más homogéneos y saponifica más rápidamente.
Total, que te vayas a la cama que mañana será otro día.
Transcurridas 24 h, destapa el muchacho. Si al tocarlo te parece suficientemente duro, puedes
desmoldarlo. Si eres de los que te has saltado lo de forrar de papel el interior del molde, a lo
peor te arrepientes. También se puede poner aceite en el molde para que no se pegue, pero
depende del molde funcionará o no.
Supongamos que a todos no ha salido estupendamente.
Ahora lo cortamos en los trozos que sea y lo ponemos a secar (dios mío) cuatro semanas.
Y ahora paciencia.
Yo os cuento lo que le está pasando.
Nada. Sólo se está secando.
Esto es una faena. Por que ¿quien tiene tanta paciencia? El truco es que si haces uno a la
semana, o algo así. Después de un mes, puedes ir probando uno a la semana y la paciencia se
limitará a eso. Pero es importante esperar este tiempo para que el jabón esté completamente
hecho.
PORCENTAJE MÁXIMO DE LOS ACEITES BASE EN EL JABON
A. Oliva 100 %
A. Cánola 50 %
A. Soja 50 %
A. Coco 30 %
A. Ricino 30 %
A. Aguacate 30 %
A. Palmiste 30 %
A. Semilla Algodón 25 %
A. Jojoba 25 %
A. Palma 20 %
A. Girasol 20 %
A. Caléndula 20 %
A. Cacahuete 20 %
M. Karité 20 %
M. Cacao 15 %
A. Almendras 12 %
A. Germen de Trigo 12 %
Cera de Abeja 12 %
A. Sésamo 10 %
MANOS A LA OBRA
MATERIALES
Necesitarás:
· Una báscula digital (no valen las tradicionales de cocina que tienen una aguja, debe pesar al
gramo)
· Una ensaladera grande de vidrio, cristal o acero inoxidable (nunca de aluminio o cobre)
· Un recipiente plástico tipo Tupper como de 1 litro de capacidad
· Batidora y cucharas de acero inoxidable
· Film plástico de cocina
RECETAS
JABÓN DE CASTILLA (sólo aceite de oliva)
Este es un jabón estupendo para todo tipo de pieles, sobre todo las sensibles ya que no lleva ni
aromas ni colorante. Hay que tener en cuenta que el aceite de oliva por si solo produce muy
poca espuma. Estamos acostumbrados a jabones espumosos y pensamos que un jabón con
poca espuma no limpia, y eso no es cierto. Seguro que si pruebas este jabón te enamorarás de
él.
Ingredientes:
· 500 gramos de aceite
· 60 gramos de sosa en polvo o escamas (siempre mejor en polvo)
· 150 gramos de agua
Estas cantidades deben estar bien pesadas en una báscula digital.
¿Cómo lo hacemos?
1. Ponte los guantes y las gafas de protección, y no te los quites hasta que hayas completado
todo el proceso. Asegúrate también de que no haya alrededor ni niños ni mascotas.
2. En un sitio ventilado, mezcla la sosa en polvo con el agua en un recipiente de plástico o
cristal que aguante un poco de temperatura, ya que la mezcla produce calor. No respires los
vapores que se producen, mejor si usas mascarilla.
3. Deja que esta mezcla se enfríe un poco en un sitio seguro, ya que es cáustica, hasta que esté
más o menos a 40/50 ºC
4. Pon el aceite en una cacerola o ensaladera y poco a poco añade la mezcla de agua y sosa
mientras remueves con la cuchara
5. Una vez que ya hayas puesto toda la mezcla en los aceites, puedes batir con la batidora a
velocidad más bien baja durante un rato, hasta que veas que empieza a espesar como una
mayonesa o natillas claritas. Más o
menos como aparece en la foto, incluso algo menos espeso, nos vale.
Este punto se llama “Traza” . Según el aceite o la batidora puede tardar más o menos tiempo.
Más o menos entre 2 y 15 minutos si lo haces con batidora, y hasta dos horas si lo haces a
mano. En este caso puedes parar y descansar cada 15 minutos.
6. Cuando lo tengas en este punto, que ya esté claramente más espeso, puedes ponerlo en el
recipiente plástico que habíamos preparado, y lo tapamos con su propia tapa o con film
plástico (nunca con papel de plata) y lo dejamos tapado y envuelto en una manta o toalla vieja
hasta el día siguiente para que no pierda calor. Verás que puede calentarse bastante las
próximas horas, eso es normal y favorece la calidad del jabón
7. Usa jabón o detergente para vajillas para limpiar el menaje que has usado, con los guantes
puestos. La batidora debes lavarla con especial cuidado, y volver a lavarla al día siguiente, así si
hubiese quedado algún resto, al día siguiente se habría transformado en jabón y se limpiaría
con toda seguridad.
8. Entre 24 y 48 horas después de hacer el jabón, verás que ya tiene consistencia dura (más o
menos como de queso manchego J ) y puedes cortarlo en pastillas. Ahora deja tus pastillas de
jabón en un sitio ventilado y seco durante cuatro semanas, dándolas la vuelta cada semana
para que se sequen por todas partes. Durante ese tiempo la reacción química que se produce
termina de neutralizar toda la sosa, y además el jabón pierde agua y gana consistencia. Cuanto
más tiempo pase secando, mejor es el jabón. Después de estas cuatro semanas, el jabón ya se
puede usar. Veréis como vuestra piel os lo agradece.
Como veis, es relativamente fácil, y seguro que os sale bien. Ahora vamos con la segunda
receta, muy simple también pero algo más elaborada. El menaje que vamos a emplear es el
mismo que en la receta anterior.
JABÓN COCO-OLIVA
Esta receta tiene la ventaja de que el aceite de coco corrige la falta de espuma mencionada en
la receta anterior, además vamos a ponerle aroma de lavanda, o si quieres, otro aceite esencial
de tu gusto. Voy a insistir una vez más en que jamás de los jamases usemos esos que venden
en las tiendas de “todo a 100” o similares que se usan para quemadores o ambientadores, ya
que no se pueden emplear en la piel y producen alergias graves. Los aceites esenciales que
valen para jabones o aromaterapia son esos que venden en el herbolario en frasquitos
pequeños de cristal de color caramelo, y que lamentablemente, hacen que nos duela el bolsillo
al pagarlos.
Esta es más o menos la pinta que tienen
los aceites esenciales de verdad
· 500 gr de aceite de oliva
· 100 gr de aceite de coco
· 10 gr de aceite esencial de lavanda o algún otro de nuestro gusto.
· 75 gr de sosa en polvo
· 195 gr de agua
Fundir el aceite de coco unos segundos en el microondas, o al baño maría si está en estado
sólido (en verano suele estar líquido) y mezclarlo en una fuente amplia con el aceite de oliva,
luego sigue los pasos 1, 2, 3, 4 y 5 igual que en la receta anterior.
Cuando tu jabón haya comenzado a espesar y veas que está como mayonesa clarita o puré, o
sea, la traza que describíamos en el punto 5 de la receta anterior, añade el aceite esencial de
lavanda. Poniéndolo en este momento aseguramos que se mantiene lo mejor posible.
Continúa con los pasos 6, 7 y 8 igual que en la receta anterior.
Estas dos recetas son las que considero absolutamente imprescindibles y buenísimas. A partir
de aquí, casi seguro que estás irremisiblemente enganchado a la jabonería artesanal, y puedes
crear tus propias recetas.