XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10- 13 nov. 2015
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Espacios económicos en Culiacán, México transformados por la violencia urbana
directa
Iliana del Rocío Padilla Reyes
Introducción
Se exponen los resultados previos de un estudio sobre las formas en que la violencia urbana directa está
transformando los espacios económicos en diferentes sectores de Culiacán, Sinaloa, México. Se trata de
un análisis teórico sobre la violencia urbana directa, y un estudio de campo mixto; con datos cuantitativos
para caracterizar los espacios de violencia directa y los espacios económicos en la ciudad, y datos
cualitativos para conocer las formas en que la actividad empresarial y sus espacios son transformados.
Se observa que en Culiacán la violencia directa se ha incrementado durante los últimos años, incidiendo
en la transformación social de los espacios. El crimen, como actividad económica, ha creado sus formas
de regulación en la ciudad y ha reconfigurado los espacios, creando geografías de violencia urbana en
las cuales los actores económicos deben aprovechar, adaptarse, o prevenir para no ser afectados. Ante el
riesgo y la falta de respuesta gubernamental debido a la centralización de las políticas de seguridad y las
pocas capacidades que tienen los ayuntamientos, algunos empresarios han adaptado su actividad respecto
a la actividad delincuencial y han creado códigos y arreglos informales donde moderan las relaciones de
conflicto en el espacio.
Los empresarios que tienen capacidad económica instalan cámaras, alarmas y equipos de seguridad, pero
también establecen acuerdos con las autoridades formales y las “autoridades alternativas” para su
protección. Para los pequeños negocios, en cambio, la vulnerabilidad al riesgo impulsa otro tipo de
actuaciones para protegerse; establecen acuerdos con los vecinos para la vigilancia, dan propinas a los
policías, construyen bardas, rejas, cajas de seguridad ocultas para guardar el efectivo, mejoran la
iluminación exterior, modifican sus horarios, tratan de identificar a los potenciales delincuentes y
establecen negociaciones con ellos, entre otros. Ante la falta de respuesta gubernamental algunos
empresarios han adaptado su actividad a la actividad de quienes los agreden o pueden agredirlos, y se
han creado códigos y arreglos informales donde empresarios y delincuentes moderan las relaciones de
conflicto en el espacio. Consideramos que existe una estrecha asociación entre crimen y violencia directa.
El crimen siempre involucra violencia, ya que implica irrupción en el orden social. No obstante, no toda
forma de violencia es criminalizada, puesto que su institucionalización varía en cada sociedad. En el caso
de la violencia directa, definida por Johan Galtung (2003:4) como aquella que es manifiesta de manera
directa, en la que se daña a una persona o a sus pertenencias, en la mayoría de los países democráticos
es criminalizada. La forma de violencia que consideramos en el caso de Culiacán son tipos de crímenes
que afectan a las personas de manera directa en su integridad o en su patrimonio. Por los alcances de la
investigación no consideramos otros tipos de crímenes (como el narcotráfico) o de violencias (como la
estructural) que pueden beneficiar o perjudicar en dado momento la actividad de algunos de los actores
económicos. Aunque se identifican diferentes violencias en la ciudad, en específico se estudiarán los
aspectos en los cuales este tipo de violencia está incidiendo en la transformación de los espacios de las
actividades económicas locales. En el caso de este estudio se consideran como indicadores de violencia
urbana directa: robos a comercios, asaltos a transeúntes, robos a casa habitación, homicidios, robo de
autos, lesiones, y portación de armas, todos incidentes que se desarrollan en el marco de las relaciones
de conflicto en la ciudad. Se consideran tanto delitos que afectan de manera directa al comercio como a
su contexto, puesto que el interés del estudio está en las transformaciones en el espacio donde se
desarrollan negocios, y las relaciones sociales y económicas que los construyen, en específico la
actuación y percepción de los empresarios formales establecidos ante la violencia directa que transforma
los espacios.
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Es de interés de esta investigación identificar las diferentes geografías de violencia directa en Culiacán
(sectores o colonias afectadas por ciertos crímenes y/o generadoras de ciertos criminales), y cómo los
espacios económicos de comercio y de producción de servicios en estos sectores (corredores y
aglomeraciones) han sido transformados. Se realiza un análisis empírico sobre la violencia urbana directa
en Culiacán en tres niveles; en escala de ciudad, en escala intraurbana, y en diversos espacios económicos
de actividades comerciales y de producción de servicios (aglomeraciones y corredores). Para esto último,
estudiamos las estrategias que los empresarios llevan a cabo como respuestas ante la violencia directa.
Se identifica y analiza cómo la violencia urbana directa ha propiciado la transformación física de los
espacios económicos de actividades comerciales y de producción de servicios en cuanto a:
a) La desocupación de espacios comerciales.
b) Instalación de rejas, cámaras y otros mecanismos de seguridad.
c) Modificación de la infraestructura y mobiliario urbano como banquetas, iluminación, entre otros.
d) Las decisiones de los empresarios sobre el futuro de sus negocios.
Y la transformación social de los espacios económicos de actividades comerciales y de producción de
servicios en cuanto a:
a) Las estrategias que llevan a cabo los empresarios para defenderse o adaptarse.
b) La percepción de la inseguridad.
c) Las formas en que se relacionan los empresarios con los empleados, vecinos y con otros
empresarios.
En este documento presentamos los avances de tres capítulos de la investigación: en el primer aparatado
abordamos el análisis teórico que nos permite definir los conceptos violencia y violencia directa, en el
segundo apartado estudiamos lo que llamamos las geografías de violencia directa en Culiacán. Se
presenta un análisis cuantitativo espacial a nivel colonia donde se identifican, a través de un sistema de
información geográfica espacios de la violencia directa; lugares victimizados que presentan mayores
reportes, denuncias, y detenidos infraganti y sus características sociales, económicas y urbana entre el
2006 y el 2010. Retratamos estos espacios haciendo uso de las estadísticas de violencia proporcionados
por la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal (SSPyTM), de los datos sobre las
condiciones sociales producidos por el INEGI, y algunas otras fuentes estadísticas y estudios previos,
como el Plan Municipal de Desarrollo Urbano, identificación de fechas de creación por colonia del
IMPLAN, entre otros.
En el tercer apartado exponemos un análisis sobre la transformación de diversos espacios económicos en
la ciudad como producto de la violencia urbana directa. Se presentan los resultados de 48 entrevistas
semiestructuradas con empresarios en Culiacán para comprender las formas en las que enfrentan la
violencia urbana directa, las estrategias de confrontación o mediación con el conflicto que llevan a cabo,
y como esto ha cambiado los espacios sociales y económicos en los que se desenvuelven. Les
preguntamos cómo se han transformado las formas físicas y sociales del espacio: la interacción cotidiana,
la percepción de la seguridad, las respuestas, las decisiones de inversión, así como el espacio físico, a
partir de sus experiencias con la violencia urbana directa, y ellos nos contaron sus historias.
I. Análisis teórico de la violencia
I.1. Hacia una definición de violencia
La violencia y sus motivaciones ha sido un tema de preocupación y de estudio para teóricos de diferentes
disciplinas a lo largo de la historia del pensamiento social. El anhelo por construir sociedades más
armónicas tomó una especial fuerza en el pensamiento global después de las atrocidades de Segunda
Guerra Mundial, y esto llevó a la construcción de organismos, instituciones internacionales, y una serie
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de estudios que se enfocarían en identificar, definir, y diagnosticar la violencia desde diferentes
aproximaciones y en diversas realidades; desde las relaciones entre países hasta los conflictos en las
comunidades locales.
La Organización Mundial de la Salud en su reporte “Violencia y Salud” del 2002, define la violencia
como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno
mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar
lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (OMS: 2002).
Esta definición instrumentalista, al igual que otras utilizadas por organizaciones como el Banco Mundial,
es limitada para nuestro estudio puesto que no nos permite comprender otras formas de violencia que
están presenten en nuestros entornos y que no necesariamente involucran las fuerza física o el poder.
Además, la definición del concepto violencia está condicionado por el enfoque desde el cual se busca
comprenderlo. Desde las ciencias exactas, por ejemplo, se han planteado si existe en nuestra constitución
biológica algo que nos impulsa a buscar dominio sobre los demás, a perseguir nuestro propio beneficio
por encima del de otros; desde la sociología han interpretado el comportamiento violento como
consecuencia ya sea de las estructuras sociales o de la acción individual (Arteaga: 2003); y desde la
ciencia política y económica si las sociedades violentas son inevitables y han dado forma a nuestra
condición humana, o por el contrario necesitamos sociedades con estados violentos para limitar nuestros
ímpetus de dominio.
En esta investigación nos proponemos elaborar definiciones para los conceptos que hemos llamado
“violencia urbana directa” y “geografía de la violencia urbana directa”, y para ello es preciso primero
definir qué podemos entender como violencia, y violencia directa, y elaborar una tipología para
delimitarla. Estudiamos las tipologías de violencia que han desarrollado autores como Joan Galtung
(2003), Caroline Moser y José Sanmartín (2007) para identificar la violencia directa entre otras
categorías, y algunas definiciones de autores clásicos y contemporáneos.
Las definiciones del concepto violencia de los especialistas en estudios de violencia, paz y conflictos
presentan divergencias tan amplias que incluso se puede hablar de dos extremos entre los cuales se sitúan
las explicaciones; uno instrumental, que restringe la definición hacia el uso de la fuerza, y uno culturalista
que es extensivo y abre el concepto hasta abarcar casi cualquier forma de amenaza, privación o daño
incluso contra lo inanimado.
José Sanmartín (Idem), Newton Garver y Johan Galtung observan la existencia de tipos de violencia que
no necesariamente implican el uso de la fuerza y si generan daños y perjuicios, tales como la violencia
cultural, la violencia estructural y la violencia simbólica (Galtung: 2003); la violencia en la televisión y
en otros medios de comunicación (Sanmartín: idem), la manipulación, degradación del ser humano
(Garver:1968) la discriminación por homofobia, las agresiones verbales y la difamación, entre otras.
José Sanmartín (idem) define violencia como cualquier conducta intencional que causa o puede causar
un daño y llama a establecer la diferencia entre los términos “agresividad” y “violencia”, pues este último
implica no sólo una condición natural agresiva e instintiva sino componentes socioculturales que hacen
mucho más compleja la explicación de estas conductas humanas. (Idem: 9)
Newton Garver (1968) a través de su artículo “What violence is” señala que a pesar de que la raíz
etimológica de la palabra violencia proviene del vocablo “vis” que significa fuerza, es incorrecto realizar
una asociación indisoluble, puesto que no todo tipo de violencia es ejercido a través de la fuerza, ni el
aplicar fuerza sobre un individuo implica siempre actos de violencia. El autor realiza una
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conceptualización que él considera más precisa a través de la derivación de “vis” al término “violare”, el
cual podemos interpretar como la intención o acción que comete un individuo o un grupo de individuos
sobre otro u otros en su perjuicio.
Garver nos conduce a una reflexión sobre cómo lo que representa violar a un ser humano es definido
según las interpretaciones culturales y significados sobre los derechos de los hombres y de las mujeres.
Violar a un ser humano implica violar su dignidad, su constitución y su concepción de lo que es “ser un
humano”; lo que significa para él mismo y lo que significa la constitución de su ser para los demás. Para
Garver la humillación y la ofensa son ejemplos de los que llama Quiet violence, una forma de violencia
en la que no se utiliza la fuerza. (Idem: 256- 265)
Las aproximaciones de Garver se mostrarían incorrectas si definimos fuerza como la “aplicación del
poder físico o moral”, si lo asociamos como sinónimo de la palabra “poder” (Real Académica Española:
2013), y si consideramos que la persona que ofende, que humilla o que discrimina está ejerciendo formas
de poder sobre otro para obtener algo material o inmaterial.
Para delimitar violencia y salir de la asociación común como medio de poder, Hanna Arendt (1969)
plantea distinguir entre los significados de “fuerza” y “violencia”, y para ello encuentra necesario
entender las diferencia entre “poder” y ”dominio”. Arendt observa que en la tradición clásica de las
ciencias políticas erróneamente se ha concebido el poder como forma de dominación del hombre por el
hombre, donde la fuerza o la violencia son medios para conseguir los fines de dominar o someter. Para
la autora, el poder es “la capacidad humana para actuar concertadamente” (Arendt: 1969: 60) y se
sustenta en los acuerdos de ciudadanos libres, en mayorías, no obstante una minoría puede llegar a utilizar
el dominio para controlar a los demás.
Citamos como ejemplo, derivado del análisis de Arendt, una manifestación de un grupo de estudiantes
que interrumpe clases y en contra de la voluntad del resto de los estudiantes y de los maestros logran
dominar la situación y cerrar la escuela. No obstante a que los estudiantes y los maestros tienen el poder
de mayoría, aquellos que optan por la huelga utilizan la fuerza de manera violenta para someter al resto
a sus deseos; obtienen el dominio, pero el poder sigue en la mayoría que en cualquier momento puede
cambiar la situación. La fuerza es la “energía física liberada por movimientos físicos y sociales”, y la
violencia, por su parte, tiene una característica instrumental y está más asociada a la potencia que al poder
(Idem: 62); la violencia, como instrumento, puede ser utilizada por los estudiantes para imponer el
dominio a través de la fuerza, o sin la fuerza.
Desde esta concepción del poder, los gobernantes en las sociedades democráticas, quienes representan
al poder otorgado por los ciudadanos en mayoría, deben seguir un espíritu de obediencia y servicio más
que un ímpetu de dominación. Los grupos al frente del estado puede desvirtuar el sentido del poder
ciudadano para conseguir sus propios fines. En esta situación, los representantes del estado utilizan la
violencia contra las ciudadanos al despojarlos de sus intereses, más el poder continúa en las mayoría.
Joan Galtung (2003) distingue tres tipos de violencia, dos de los cuales no representan a la violencia por
el uso de la fuerza; la violencia directa, la violencia indirecta o estructural y la violencia simbólica. La
violencia estructural y la violencia simbólica no se dirigen desde un actor o actores específicos, ni a
través de un acto diferenciado, sino que se da mediante procesos indirectos que pueden provocar daños
como la marginación y la fragmentación. Estas formas de violencias también llamadas “indirectas” están
incrustadas en las sociedades, con consecuencias como la intolerancia, el hambre y la pobreza. Así, la
violencia puede ser también definida como “cualquier acción o circunstancia humana que produce daño
sobre las personas y su entorno institucional” (Idem: 290) o “aquello que incrementa la distancia entre el
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estado social potencial y el actual”, “es un evitable insulto a las necesidades humanas básicas, y de
manera más general a la vida, en la medida en que reduce el nivel de satisfacción de estas necesidades
por debajo de su potencial”. (Idem: 292).
Otras definiciones utilizadas dentro de los estudios de violencia, contribuyendo al consenso generado
sobre el acto de dañar como una condición dada, señalan como variables conceptuales la participación
de distintos actores, al menos una víctima y un victimario, en una relación que deriva en perjuicios. Tal
es el caso Mackenzie: “hablamos de un acto de violencia cuando se infringe a una persona o a varias
lesiones o sufrimientos por obra de un agente que conoce que sus acciones pueden producir tales efectos”
Aróstegui: 1994), y también la definición de Yves Michaud (1980): “hay violencia cuando, en una
situación de interacción, uno o varios actores actúan de forma directa o indirecta, masiva o dispersa,
dirigiendo su ataque contra uno o varios interlocutores en grado variable, sea en su integridad física, sea
en su integridad moral, en sus posesiones o en sus participaciones simbólicas y culturales”. (Aróstegui:
1994)
La violencia instrumental es identificada y contabilizada en la mayor parte de las naciones pero con
frecuencia la violencia simbólica, la violencia estructural u otras formas de violencia más generales no
son reconocidas: si un individuo comete un asalto a mano armada contra un establecimiento es indudable
que está cometiendo un acto de violencia contra el propietario al despojarlo de su patrimonio y además
amenazar su vida, sin embargo, existen otros actos de violencia que no son tan evidentes: la violencia
sistemática del Estado, quien podría evitar que este tipo de individuos cometerían actos en perjuicio de
otros. Para Michel Wieviorka (2006) la negación de la violencia subjetiva ha limitado el análisis y ha
convertido los estudios sobre la violencia en evaluaciones sobre la incidencia delictiva, por tal considera
necesario abrir los estudios hacia otras comprensiones de la violencia en un sentido más amplio. Esto
significa considerar otras formas de violencia donde el agresor no es identificado de manera directa, por
ejemplo la violencia que puede ejercer el estado sobre los grupos desfavorecidos a dejar de prestarles un
servicio necesario establecido por la normatividad nacional, por ejemplo la educación o la vivienda.
Parte de la dificultad de establecer significaciones absolutas sobre lo que es o no es violencia está en las
representaciones de la moral, en las estructuras normativas y en general en la definición de lo que es
aceptable para cada sociedad, y en específico lo que es aceptable para cada individuo. La sociedad define
si un acto de agresión es violencia, y la cultura determina si un sujeto dado significa un acto hacia él o
hacia otros como violencia (Sanmartín: 2000: 21). La definición de los actos violentos como tales, y su
establecimiento normativo como crímenes varía según el contexto social de tiempo y espacio.
La ofensa, la agresión, el daño y el perjuicio se configuran como resultados subjetivos de las acciones,
que son definidos como tal por los actores, y aceptados o no por una sociedad. Mientras que en algunas
sociedades musulmanas donde aún rige la ley Sharia es considerada una ofensa digna de castigo que una
mujer se niegue a tener relaciones sexuales con su esposo, y para el cónyuge está permitido obligarla a
hacerlo, en sociedades occidentales estos actos son condenados y en algunos de estos países se imponen
penas al que obliga, considerándolo agresor. No obstante, de acuerdo a la Sharia es una violación contra
el honor de una persona una acusación infundada (Council on Foreing Relations: 2013), y se aplican
penas hacia ello, en gran parte de las sociedades occidentales la difamación aún no está regulada y pocas
veces se razona como un acto de violencia, sobre todo cuando se concibe ésta desde la definición
instrumental que limita el concepto al uso de la fuerza física.
Por lo anterior, razonamos que el significado que se da a la acción de violentar a otro o a otros está
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condicionado por el orden social establecido, definido por Douglas North como el conjunto de
instituciones que estructuran las organizaciones y las interacciones de los individuos en una sociedad
(Noth: 2009). Las instituciones son “las reglas del juego” (North: 1990), convenciones sociales, normas
formales e informales que guían el comportamiento, las percepciones compartidas sobre el mundo, sobre
lo que es permitido, y sobre las formas en que se debe controlar los comportamientos inadecuados en
miras de mantener este orden. Las instituciones, como el derecho penal, las normas religiosas, las
convenciones culturales, a través de las organizaciones como los tribunales, las iglesias, las oficinas de
seguridad pública y procuración de justicia, definen lo que es violencia, contemplan el aparato de límites
y sanciones a estas conductas. Pero también al establecer un “monopolio de la violencia” el Estado a
través de sus organizaciones, llega a ejercer violencia sobre los gobernados mediante lo que hace o deja
de hacer. Las formas en que el Estado monopoliza la violencia y a su vez la genera se analizan en este
ensayo en el apartado violencia y política.
Más allá de los límites de los estados – nación, existen también instituciones internacionales, expresadas
por los organismos intergubernamentales y ciudadanos y por las convenciones, que establecen
concepciones universales sobre los derechos de los individuos y velan por el respeto sobre todo de los
grupos más vulnerables a la violencia. Así, los estados que ejercen o permiten que se ejerzan acciones
que perjudican a sus gobernados incurren en violaciones a las instituciones.
Para analizar las causas de la violencia, a continuación examinaremos las tipologías, y algunas de las
principales aportaciones dentro del pensamiento de occidente. Adelante en este capítulo esbozaremos los
planteamientos sobre la violencia como producto de las pasiones e instintos del sujeto desde la filosofía,
la psicología y el psicoanálisis, y el papel de la sociedad y el estado generando, conduciendo o limitando
la conducta violenta de los individuos.
I. II Tipología de la violencia La variación en la tipología que desarrollan los especialistas obedece a la diversidad de interpretaciones
que existen sobre el concepto violencia, que van desde las más generales hasta las que limitan la apertura
del concepto y aseguran que no existen tipologías sino que es una sola violencia.
Joan Galtung (1969) identificó la existencia de tres formas de violencia: violencia directa, violencia
estructural o indirecta y violencia cultural o simbólica. Con violencia directa, que puede ser física o
psicológica, se refiere a aquella que se presenta de manera directa desde un agresor o agresores. Los
golpes, los insultos y la privación de la libertad son ejemplos claros de este tipo de violencia que es la
que ha tenido mayor identificación por las instituciones públicas. (Galtung: 1969: 169 – 183)
Por el contrario la violencia indirecta o estructural es uno de los tipos de violencia más complejos y de
menor identificación, pero tal vez de mayor alcance; es aquella donde la violencia es resultado indirecto
de las acciones de otros. Galtung (Idem) expone como ejemplos de este tipo de violencia la explotación
y la pobreza, y establece una relación causal entre violencia indirecta e indirecta puesto que la primera
puede ser resultado de la segunda; por ejemplo, la explotación o la pobreza generan levantamientos
armados o bandas de delincuentes en las calles. (Galtung: 1969: 169 – 183)
El tercer tipo de violencia que identifica Galtung (ídem) es la violencia cultural o simbólica. Esta
violencia se ve expresada a través de los valores y las creencias, e igual que violencia indirecta es el caldo
de cultivo que lleva a la violencia directa. Como ejemplos de este tipo de violencia Galtung menciona el
machismo, la homofobia, la cultura sobre la violencia y el uso de las armas, entre otras formas simbólicas
que originan hechos de violencia directa. (Idem: 169 – 183)
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Caroline O Moser (1995) clasifica y define la violencia en tres categorías: violencia política, la que está
motivada por el deseo consciente o inconsciente de obtener poder político o mantenerlo; la violencia
social: la que está motivada por el deseo consciente o inconsciente de obtener poder social o mantenerlo;
y la violencia económica: la que está motivada por el deseo consciente o inconsciente de obtener poder
económico o mantenerlo. (Moser: 1995: 4)
Por su parte José Sanmartín (2007) clasifica a la violencia de acuerdo a la modalidad en que se ejerce (
activa, la que es por acción directa o pasiva, la que s por omisión o inacción), según la victima (violencia
contra los niños, violencia contra las mujeres), de acuerdo al tipo de daño causado (violencia física,
sexual, emocional o económica), según el lugar donde ocurre (violencia urbana, rural, de la calle, en la
escuela, etc.), y por último la que se identifica por el agresor (violencia juvenil, violencia terrorista, etc.).
La violencia delictiva, organizada y no organizada, la considera dentro de la clasificación “lugar donde
ocurre” al identificarla fuera del marco institucional y/o cultural, pero considera el crimen organizado o
a las mafias dentro de la clasificación de violencia por tipo de agresor. (Sanmartín: 2007: 7 – 20)
La clasificación de Sanmartín “lugar donde ocurre”, desde la cual podemos considerar a la violencia
delictiva organizada o no organizada que sucede en la ciudad, nos ayuda a avanzar en la
conceptualización de la violencia en el espacio urbano. No obstante, no consideramos que la relación de
la ciudad sea de mero escenario, sino más bien creemos que la violencia se desarrolla en las relaciones
sociales conflictivas que también dan origen a la ciudad en sí misma, y que además afectan su condición.
Esto lo analizaremos en el siguiente capítulo, pero para tener un entendimiento más claro de las causas
y consecuencias de las relaciones conflictivas que llevan a la violencia en el espacio analizaremos la
teoría social, psicológica y política que da explicaciones al comportamiento violento de los sujetos en
sociedad.
I. III Definición de violencia
Con el propósito de construir un concepto propio de violencia y “abrir el fenómeno” a nuevos
entendimiento para la realización estudios aplicados a casos concretos, examinamos en este ensayo
algunas de las principales aportaciones teóricas de los autores que desde la filosofía, la economía, el
psicoanálisis y la teoría política y social han abordado las cuestiones sobre el origen y las formas de
control de la violencia en nuestras sociedades.
A manera de conclusión entendemos como violencia: aquello que perjudica o daña el cuerpo, el honor,
la moral y las posibilidades de desarrollo de una persona o de un grupo de personas, violentando los
acuerdos y las convenciones establecidas por el orden social nacional o internacional que regula el
comportamiento de los sujetos involucrados.
Al analizar los distintos tipos de violencia nos ha proporcionado una perspectiva clara sobre la definición
que ofrece Johan Galtung (2003:4) de la violencia directa, y la identificamos como aquella que es
manifiesta de manera específica, en la que se daña a una persona o a un grupo de personas en su integridad
o en sus pertenencias”. Consideramos que existe una estrecha asociación entre crimen y violencia directa.
El crimen siempre involucra violencia, ya que implica irrupción en el orden social. No obstante, no toda
forma de violencia es criminalizada, puesto que su institucionalización varía en cada sociedad.
Existe una estrecha relación entre la violencia, los bajos niveles de desarrollo económico y la poca
apertura y monopolización de las instituciones y organizaciones por las elites empoderadas. Coincidimos
con los autores que sostienen que la debilidad en las instituciones, que significa que las reglas no son
transparentes, que no existe una cultura de la legalidad, no se respetan los acuerdos, se obstaculizan las
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transacciones, predomina la impunidad, se limita el acceso a las organizaciones y a las representaciones,
genera un clima de incertidumbre que perjudica la economía y genera violencia contra el orden social y
contra el estado mismo.
II. Geografías de la violencia urbana directa en Culiacán
Se presenta un análisis cuantitativo espacial a nivel colonia donde se identifican espacios de violencia
urbana directa y sus características socioeconómicas: lugares victimizados que presentan mayores
reportes, denuncias, y detenidos infraganti y sus características sociales, económicas y urbanas entre el
2000 y el 2010.
Retratamos estos espacios haciendo uso de estadísticas de violencia proporcionados por la Secretaría de
Seguridad Pública y Tránsito Municipal, de los datos sobre las condiciones sociales del Censo 2010 a
nivel manzanas producidos por el INEGI. También utilizamos datos como “procesos de desocupación y
abandono”, “viviendas deshabitadas” y “procesos de crecimiento urbano” del Plan Municipal de
Desarrollo Urbano, y la identificación de fechas de creación por colonia del Instituto Municipal de
Planeación Urbana de Culiacán (IMPLAN: 2011).
Utilizamos una metodología de mapeo temático, tomando en consideración los principios de mapeo del
delito de Chiney y Ratcliffe (2005). Para esto, elaboramos un Sistema de Información Geográfica con el
paquete estadístico ArcView y a través de éste generamos una relación temática entre las variables
independientes “Espacios de concentración de la violencia directa” y “Espacios de concentración de los
ejecutores de la violencia”. Consideramos como violencia directa los delitos: robos a comercios, asaltos
a transeúntes, robos a casa habitación, robo de autos, homicidios, lesiones, y portación de armas, todos
incidentes que se desarrollan en el marco de las relaciones de conflicto en la ciudad.
Las teorías de la tradición ecologista de la geografía, desde la escuela de Chicago a nuestros días, han
puesto especial importancia en las condiciones sociales y espaciales en la ciudad como generadoras de
un clima de violencia. La teoría de la desviación social pone especial énfasis en la existencia una
atmosfera de desorganización social que es el caldo de cultivo para el crimen. Estos planteamientos sobre
espacios de violencia en la ciudad han influenciado a la creación de una serie de estudios cuantitativos
sobre las condiciones territoriales y sociales que propician la violencia en las ciudades.
Parte de la crítica a la Escuela de Chicago desde los estudios geográficos de la violencia fue por su
concepción centralista del delito y que planteaban que en las ciudades existen zonas “oscuras” donde
viven los delincuentes y también se cometen los delitos. La heterogeneidad en las ciudades y una
diversidad de estudios empíricos sobre la localización de los delitos y las residencias de los criminales
(Kocsis et.al.: 2002, Ratcliffe: 2001, Rossmo: 1995) han encontrado ciertos patrones del crimen que son
comunes en las ciudades y que tienen que ver con el comportamiento de los delincuentes, donde explican
que los lugares donde se delinquen y los lugares donde habitan son próximos más no iguales.
Respecto a los sitios victimizados en las ciudades, se han desarrollado diferentes teorías tratando de
explicar por qué ciertos lugares son afectados por el crimen más que otros. Desde la teoría de la actividad
rutinaria de las víctimas Felson: (1995) plantea que ciertos comportamientos sobre el espacio como
horarios, y actividades solitarias, crean oportunidades a los criminales; entonces, donde se desarrollan
estas “oportunidades de delinquir” serán los lugares donde se ejecute el delito. Estimaba que en estos
sitios convergía la presencia de tres componentes: un delincuente en potencia, un objetivo y la ausencia
de un guardián. (Idem) Otra orientación en las teorías encontraba que el entorno donde se comenten los
crímenes y donde viven los criminales ayuda en las decisiones de los delincuentes potenciales. Jacobs y
Newman (1990) coincidían en que algunas particularidades del diseño urbano y de los usos cotidianos
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del espacio influenciaba a las personas a ser víctimas o victimarios. Willson y Kelling (1982) desde las
teorías de las ventanas rotas retoman las ideas sobre la desviación social para caracterizar los sectores en
la ciudad que son víctimas de la violencia como lugares con señales visibles de abandono. Los distinguen
por ser comunidades con bajos niveles de control formal e informal donde los residentes dejan de
preocuparse por el entorno y la seguridad del otro, no se comunican entre sí, y existen espacios sucios y
abandonados. (Wilson y Kelling: 1982)
En México, se han desarrollado diversos estudios con esta orientación, en Ciudad Juárez se ha estudiado
la correlación espacial entre feminicidios y condiciones socioeconómicas, violencia y problemas
urbanos, entre otros (Rivera – Arriaga, et. al: 2010, Fuentes y Hernández: 2013, Judaízan: 2007 y 2009),
violencia y pobreza en la Zona Metropolitana del Valle de México (Vilalta (2009), y en Monterrey nodos
donde concentra la violencia según la teoría de la dependencia espacial (Aguallo y Medellín: 2014)
Se han desarrollado diferentes metodologías de análisis de las geografías de la violencia; las técnicas más
recurrentes son los Coeficientes de localización, Mapeo por puntos, mapas temáticos, dependencia
espacial, y algunas estadísticas que relacionan la distancia con la probabilidad de que ocurran los delitos.
II. I Metodología
Para estudiar las actuales geografías de violencia urbana directa utilizamos una metodología de mapeo
temático, tomando en consideración los principios de mapeo del delito de Chiney y Ratcliffe (2005). Para
esto, elaboramos un Sistema de Información Geográfica con el paquete estadístico ArcView y a través
de éste generamos una relación temática entre las variables “Espacios de violencia directa” y algunos
indicadores socioeconómicos. Consideramos como violencia directa los delitos: robos a comercios,
asaltos a transeúntes, robos a casa habitación, robo de autos, homicidios, lesiones, y portación de armas,
todos incidentes que se desarrollan en el marco de las relaciones de conflicto en la ciudad.
Nuestro reto es entender y plasmar la heterogeneidad espacial de la violencia directa en la ciudad. No
realizamos análisis espaciales de dependencia puesto que no contamos con datos en puntos específicos
donde se comete el delito, porque son considerados por la autoridades como”información reservada” y
porque tenemos la hipótesis de que las variables que definen las condiciones sociales y urbanas en las
distintas colonias no se comportan de manera sistemática, sino que existen espacios diferenciados de
violencia directa, lo que denominamos “geografías de la violencia directa”. Por ejemplo, no existe una
relación que indique que a mayor estatus socioeconómico mayor es el delito, o viceversa, sino que la
violencia se concentra en algunas zonas de estrato alto, y en otras de estrato bajo, pero con otras
características peculiares.
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A continuación presentamos una tabla con las variables analizadas:
Cuadro 1. Variables analizadas en el estudio de las geografías de la violencia directa en Culiacán Sinaloa.
Algunos de los indicadores como Colonias con viviendas deshabitadas y Tasas de crecimiento
poblacional fueron facilitadas por el IMPLAN (PMDDUC: 2014), no obstante, a través de la herramienta
Arc View convertimos los datos de área geoestadística básica (AGEB) a manzanas, y después a colonias,
puesto que en ese nivel se encontraba la información proporcionada por la SSPYTM. Indicadores como
Porcentaje de jóvenes que no asiste a la escuela, Población sin derechohabiencia a la salud, y otros que
fueron construidos en base al Censo de Población y Vivienda del INEGI 2010 y fueron trabajados de
manzanas a colonias con el programa SPSSS.
Por otro lado, para la construcción del índice de estrato socioeconómico se realizó el cálculo a nivel de
área por manzana con base en la información del Censo de Población y Vivienda del INEGI 2010 a través
del Análisis de Componentes Principales (ACP) utilizando 17 variables censales de población en materia
de educación, fertilidad, derechohabiencia, ocupación económica, así como de las viviendas,
principalmente por su disponibilidad de servicios, presencia de bienes y materiales de construcción. Este
índice explica el 73.1% de la varianza del conjunto de las 17 variables incluidas, en otras palabras, el
índice explica el 73.1% en una sola dimensión de la capacidad de explicación del conjunto de las
variables, lo que puede considerarse muy alto para este tipo de metodologías. Una vez obtenidos los
resultados, se realizó la cartografía correspondiente a través de la determinación de los diferentes rangos,
que para este caso fueron los 8 siguientes, de menor a mayor nivel: precario, muy bajo, bajo, medio bajo,
medio, medio alto, alto y muy alto.
En el caso de la clasificación de la calidad de la vivienda, se consideró la clasificación utilizada en el
PMDDUC, se convirtió a la unidad de análisis de colonias, y se cotejó en campo puesto que la conversión
de AGEBS en manzanas presenta problema a la hora de delimitar la ponderación que corresponde a cada
colonia. Se establecieron cinco categorías: Precaria, Progresiva, Interés social, Regular, Buena y Muy
Buena. Estas fueron clasificadas por el tipo de materiales y los procesos en la construcción.
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II. II. Geografía de la violencia urbana directa
Identificamos los espacios donde se concentra la violencia urbana directa en Culiacán y examinamos sus
características sociales y urbanas. Consideramos los datos de hechos delictivos reportados al número de
emergencias y confirmados por la policía entre el 2006 y el 2010, y realizamos un análisis espacial para
identificar coincidencias entre los lugares donde se concentra y crece el crimen y los diferentes estratos
socioeconómicos, la calidad en la vivienda, y procesos de restructuración urbana.
II. II. I. Estratos socioeconómicos y violencia directa
La violencia directa en Culiacán está altamente concentrada en unos cuantos sectores. De acuerdo con
los datos proporcionados por la Secretaría de Seguridad Pública el 70 % de los hechos delictivos
reportados a la policía entre el 2006 y el 2010 se llevaron a cabo en los 42 km2 que representan 53 de las
477 colonias en la ciudad. (SSPYTM: 2011)
Tan sólo en el centro se concentran el 10 % del total de los delitos reportados, y en colonias cercanas a
éste como Las Quintas, Aldama, Miguel Alemán, el sector Tres Ríos, Las Vegas y Miguel Hidalgo
concentran otro 14%.
Establecimos una relación geográfica entre los datos de seguridad y los estratos socioeconómicos por
colonia derivados del índice de diecisiete variables. Entre las cincuenta y tres colonias con mayor número
de reportes, la gran parte de los hechos violentos ocurrieron en sectores de estrato medio y bajo, con el
48 % y el 19 %, respectivamente. Además, tres colonias de nivel alto concentraron el 12 % de los delitos:
Las Quintas, Guadalupe y Villa Universidad.
En el centro se presentaron reportes por hechos violentos como amenazas, daño a propiedad ajena, delitos
contra la salud, homicidios, lesiones, portación ilegal de arma de fuego, portación de estupefacientes,
secuestro, robo, robo de vehículo, robo a casa habitación, secuestro y asaltos; y fueron los delitos contra
la salud y los robos los que más se reportaron.
En colonias de estrato medio que tuvieron números altos de reportes, como Infonavit Humaya y Miguel
Hidalgo, se presentaron en su mayoría delitos contra la salud, portación ilegal de arma de fuego, robo a
casa habitación y lesiones.
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El cuadro 2 muestra la concentración de los delitos en colonias de estratos medios y bajos, no obstante
se aprecia que tres colonias de estrato alto, Tres Ríos, Centro, y Las Quintas, tuvieron el promedio más
alto de hechos delictivos reportados entre el 2006 y el 2010.
Cuadro 2. Promedio anual de hechos delictivos reportados por colonia en Culiacán, según estrato
socioeconómico, entre el 2006 y el 2010.
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En el cuadro número 3 se aprecian las veinte colonias que generaron el cuarenta y ocho por ciento de los
delitos entre el 2006 y el 2010. En la tabla se muestra además el número de delitos totales que presentaron
las colonias en esos años y el estrato socioeconómico según el indicador de las diecisiete variables
sociales.
Cuadro número 3, Colonias con el promedio anual más alto en hechos delictivos reportados entre el 2006
y el 2010.
Aunque las colonias de estrato medio y bajo juntas presentan la mayor cantidad de delitos, cinco colonias
de estrato alto tienen los niveles más altos de delitos reportados, y también los crecimientos más altos.
En el cuadro número 6 se muestra un mapas con los estratos socioeconómicos de las colonias en Culiacán
y los hechos delictivos reportados son representados con una pistola, a mayor número mayor es el
indicador, y en el mapa 2 se aprecia además el tipo de vivienda según su calidad, de acuerdo con los
datos de PMDDUC. Se aprecia como el crimen se concentra en los lugares centrales, en colonias con
estrato socioeconómico alto y con viviendas de “regulares” a “muy buenas”. No obstante, hay una
cantidad importante de nuevos fraccionamientos donde los indicadores muestran crecimientos.
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Cuadro 4. Mapa de estratos socioeconómicos y promedio de hechos delictivos reportados entre el 2006 y el 2010
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II. II. II. Espacios dónde se incrementa la violencia directa
El sector Tres Ríos presentó el promedio más alto de delitos reportados, más no fue así en números totales
puesto que la cifra se incrementó exponencialmente; entre el 2008 y el 2009 los datos se incrementaron
ciento setenta y dos por ciento, y entre el 2009 y el 2010 creció cuarenta por ciento. El cuadro número 5
muestra los crecimientos respecto al crimen que presentaron las cinco colonias con mayores indicadores.
En esos mismos años, las colonias que presentaron los mayores incrementos de hechos delictivos en
términos porcentuales fueron los fraccionamientos de estrato alto Isla Musala, Bonanza, La Primavera y
Country Álamos, fraccionamientos de interés social La Alameda, La Conquista, Los Fresnos,
Universidad 94, Finisterra, entre otros, así como las colonias populares Pemex, amado Nervo, Progreso,
Ignacio Allende e Independencia. De las 72 colonias que presentan los incrementos más altos, superiores
a 300 %, el 48% son fraccionamientos de interés social que fueron creados a partir de 1990 en las nuevas
periferias de la ciudad, 40 % colonias populares y 12 % fraccionamientos de estrato alto y muy alto
cerrados.
Sólo tres colonias presentaron decrecimientos significativos de los hechos reportados; Industrial Bravo,
Los Pinos y Aurora, no obstante 182 de las 507 colonias presentaron cifras menores a los diez delitos en
los cinco años analizados, y 182 colonias presentaron menos de cincuenta reportes.
II. II. III. Procesos de cambio urbano
Se estratificó a las colonias de acuerdo al crecimiento poblacional y en la ocupación de vivienda y se
determinaron procesos de cambio urbano: Abandono, declinación, inicio de declinación, consolidación,
expansión, e incorporación.
Al calcular tasas de delitos por cada cien mil habitantes de acuerdo al estrato de cambio urbano en que
se encuentran las colonias, observamos que aquellas presentaron los niveles más altos de hechos
delictivos reportados se encuentran en dos categorías: Declinación e incorporación. El cuadro número 6
muestra los datos porcentuales y los datos relativos.
Cuadro 5. Crecimiento de hechos delictivos reportados entre el 2006 y el 2010
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Las colonias que se encuentran en proceso de incorporación son aquellas que tienen niveles de
crecimiento poblacional de hasta 135 % y una de cada diez viviendas se encuentran desocupadas. Son
casi en su mayoría fraccionamientos en las periferias que comienzan a poblarse o que no han podido
consolidarse. Algunos estudios, como los que realizó Clara Judsiman en Ciudad Juárez (2009) y en
Aguascalientes (2009), han señalado las condiciones de victimización por la delincuencia en los
fraccionamientos periféricos que surgen a partir de 1990, que no logran poblarse del todo o que en
algunos casos las viviendas han sido abandonadas porque los habitantes no pueden pagar los créditos,
por la ineficiencia de las redes de comunicación y de las concecciones con equipamiento y servicos, y
porque en ese mismo ciclo de desocupación se presentan robos y asaltos. (Judsiman: 2009: 129 – 130)
El cuadro número 7 muestra los cinco fraccionamientos que tuvieron los indicadores de violencia directa
con mayores crecimientos entre el 2006 y el 2010 y que mostraron también procesos de incorporación:
crecimiento de la población pero con los porcentajes más altos de viviendas deshabitadas.
Las colonias en inicio de procesos de declinación son las que presentaron decrecimientos en la población
de -1 a -5 por ciento y entre una y cinco viviendas deshabitadas. Estas colonias se ubican en el interior
de la ciudad, sobre todo en colonias que se fundaron anteriores a 1990, aunque el proceso es más notorio
Cuadro 6. Hechos delictivos reportados por colonias según procesos urbanos
Cuadro 7. Crecimiento de los hechos delictivos reportados entre el 2006 y el 2010
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en el centro y en las colindancias; como en Las Quintas, Jorge Almada, y Las Vegas. Sólo dos colonias
presentaron datos de declinación, con proporciones de una de cada tres viviendas deshabitadas; Burócrata
y Chapultepec. De acuerdo con el Plan Municipal de Desarrollo Urbano (PMDU: 2015) los procesos de
desocupación en estas colonias están relacionados con cambios en las vocaciones de los sectores que aún
son habitacionales pero sus usos del suelo cambian paulatinamente a comerciales. El cambio en las
vocaciones de los espacios, aunado a la violencia y el sentimiento de inseguridad, más la creciente oferta
de desarrollos en las periferias como cotos cerrados que prometen un nuevo estilo de vida, propicia que
los habitantes dejen sus viviendas y se trasladen hacia las crecientes periferias de la ciudad, donde
paradójicamente también crece el crimen.
III. Espacios económicos transformados por la violencia urbana directa
En el capítulo anterior de esta investigación analizamos los espacios de violencia directa en Culiacán
desde la historia de su geografía y desde la realidad social que nos muestran las estadísticas; en este
capítulo pretendemos estudiar el “espacio vivido” (Soja: 1989) en Culiacán, desde la perspectiva de los
empresarios y otros actores económicos.
Para Doren Massey el espacio es producto de interrelaciones, constituido a partir de interacciones
políticas y culturales entre sus habitantes, que al ser éstas dinámicas hacen que el espacio esté en
constante construcción; “el espacio es producido y no un soporte material que permanece inmutable al
devenir de lo social y de la historia”; una condición de la pluralidad, construido por identidades
incrustadas, por subjetividades políticas en la diversidad de visiones. (Massey: 1998, 2005, 2007)
En este sentido, nos proponemos conocer las transformaciones sociales y físicas del espacio económico
a través de las conductas cotidianas, percepciones y reacciones ante el crimen en establecimientos que
han sido participes de manera directa o indirecta de la violencia urbana directa. Nos interesan las
respuestas tanto de actores que tienen relación inmediata con los negocios: empresarios, empleados y
proveedores, como de los que se relacionan a través del contexto: vecinos (habitantes y otros
empresarios), cuerpos de policía y otras autoridades, organizaciones, entre otros.
El trabajo de campo se lleva a cabo en una muestra estratificada de cinco corredores de comercios y
servicios en colonias que han sido afectadas por la violencia urbana directa: Corredor Domingo Rubí en
la colonia Centro, corredor Sinaloa en la colonia Las Quintas, corredor Enrique Sánchez Alonso en el
Desarrollo Urbano Tres Ríos, y corredor Las Torres en el sector Barrancos. Se utilizarán como técnicas
de recolección de datos la observación y la entrevista semiestructurada.
El universo de donde se tomó la muestra se delimitó a través de la localización de estos espacios
(corredores y aglomeraciones empresariales), y en ellos los establecimientos que llamamos “empresas
dedicadas al comercio al por menor y servicios de especialización media y baja (ECMSEMB)”,
utilizando datos del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) sobre la
ubicación, nombres y tipos de las empresas, y datos de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito
Municipal sobre las colonias que por más de diez años han presentado los mayores indicadores de
violencia urbana directa (robos a comercios, asaltos a transeúntes, robos a casa habitación, homicidios,
lesiones, portación de armas, extorsiones, y otras agresiones).
Nos interesa conocer la perspectiva y las experiencias de los actores económicos tanto en lugares que
son constantemente victimizados (El Centro, Las Quintas, Tres Ríos) como aquellos donde se concentran
los ejecutores de la violencia urbana directa (Lázaro Cárdenas y Barrancos), donde además se aglomeran
establecimientos. En el siguiente cuadro (8) se muestran datos de los corredores seleccionados y en el
mapa su localización en la ciudad.
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Cuadro 8. Corredores muestra en colonias con mayor número de reportes y/o detenidos entre el 2000 y
el 2010
Se seleccionaron 48 empresas de comercio y servicios de manera aleatoria. Se buscó entrevistar a los
propietarios pero también se identificaron a otros actores a través de la técnica bola de nieve; pues se
considerarán como informantes claves a vecinos, autoridades, consultores de seguridad, clientes,
empleados, entre otros.
Dentro del total de empresas y rubros en el en el registro del DENUE identificamos los giros que cumplen
con los criterios que nos interesan. Encontramos un total de 22, 207 empresas de este tipo en Culiacán,
y en los cinco corredores a estudiar localizamos 1, 821 establecimientos con estas características entre
las 39, 909 unidades económicas que se registran en la ciudad.
Se desarrollaron entrevistas semiestructuradas diferenciadas para cada actor en particular y se diseñaron
previo a la entrevista basadas en los objetivos específicos de la investigación.
Cuadro 9. Ubicación de los corredores seleccionados para realizar trabajo de campo
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A continuación se presentan algunos reportes de observaciones en 42 entrevistas realizadas a
empresarios, empleados y vecinos de los corredores en los meses de enero a abril del 2015. Son
narraciones de algunos de los hechos y comentarios que fueron significativos para el equipo. Por
protección de los entrevistados se cambiaron los nombres reales.
III. I. Tipos de empresarios
Como resultados previos, en base a las 48 entrevistas realizadas, encontramos una clasificación de los
empresarios de acuerdo con sus reacciones, y la forma en que asumen el riesgo de ser víctimas ante la
violencia urbana directa; son cinco niveles, en jerarquía:
a) Aquellos que tienen un nivel alto de poder económico e invierten importantes cantidades en su
seguridad, establecen alianzas con las autoridades formales, y algunos destinan recursos incluso para
perseguir a los delincuentes.
b) Los empresarios que tienen o no tienen poder económico y establecen alianzas con alguna autoridad
criminal para su protección.
c) Los empresarios que no tienen un nivel económico alto y que tampoco establecen alianzas con los
poderes criminales, por tal invierten importantes cantidades en seguridad y desarrollan estrategias
creativas para su protección.
d) Aquellos pequeños empresarios que después de ser víctimas de la violencia urbana directa, una o
varias veces, deciden cerrar sus negocios.
III. II. Transformación física de los espacios económicos de actividades comerciales y de
producción de servicios En las entrevistas realizadas y en nuestros recorridos encontramos historias que dan cuenta del abandono
de locales comerciales como resultado de la violencia en la ciudad, sobre todo durante el periodo de la
“Guerra contra el Narco”. Uno de los corredores que más se han visto afectados es el de la México 68 en
las colonias 10 de mayo y Lázaro Cárdenas, en el sur de la ciudad, un sector de estrato medio bajo - bajo.
Candelario administra un expendio de cerveza en este corredor, recuerda en especial una de las balaceras
que causó mucha conmoción y ocasionó el abandono de un sector en la colonia. Hace cuatro años, sobre
la calle 21 de marzo, un comando armado emprendió la persecución de un presunto delincuente que se
refugió en una casa que hoy es un sitio visitado por curiosos por los cientos de agujeros de impactos de
bala. “Si usted sube pa arriba se va a dar cuenta que no nomas hay negocios solos sino un montón de
´casas solas, pues allí es donde están todas, enfrente de la secundaria… todas las casas balaceadas. Desde
aquí comenzó la balacera, venían: taca, y luego dio la vuelta aquí en la esquina, taca, y el bato se metió
pa la (secundaria) Federal 6… No, no había muchachos, estaba amaneciendo. Se metió el bato luego a la
casa (de enfrente), y sale pa´ la otra calle. Allí échense (ustedes) la vuelta y van a mirar todas las casas
llenas de balazos. Aquí lo que se ocupa es un poquito más de… de… de gobierno pues, de que el gobierno
haga algo para ayudar estos lugares.”
Así también, la propiedad frente a su negocio sobre la calle México 68 solía ser una cristalería atendida
por una pareja mayor que vivía en la casa contigua; pero desde que “desaparecieron” al hijo mayor los
propietarios cambiaron de domicilio abandonando la casa y el negocio.
“De hecho, ustedes no conocieron, pero este sector era uno de los lugares más conflictivos… bueno, es
todavía, pero hace unos años estaba muy fuerte la violencia por las pandillas y la vagancia. ¿Ven esta
esquina de allí?, pues de esa calle para allá nadie podía subir pa´lla´. A muchos de esos (jóvenes) los
mataron, otros se fueron a trabajar al narco.”
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Candelario observa que en el último año han regresado al corredor algunos negocios, pero que son sobre
todo de propietarios que viven aquí o que ya conocen la zona. “Hay ahora muchas taquerías de gente que
son de aquí mismo, pues, o cerquita. Pura gente que ya conoce pues, allí tienen ese local en la pura
esquina, nadie lo renta… y aquí arriba también hay muchos que los han asaltado mucho y pues ya ni los
abren. Porque no pueden saber pues, como todo mundo sabe que es una colonia de gente que, pues, se
anima a todo… ¿Cómo (que se animan a todo)? Pues como a esos batos que estaban parados allí en el
semáforo, llegaron taca taca taca y los mataron a todos, los hicieron pedazos… sí, en el día, como a las
diez de la mañana. Aquí ha tocado de todo. Allí en el expendio ese mataron a un señor, de eso se entera
la gente de fuera (de otras colonias) y no quiere venir a poner negocios aquí”.
Sobre la misma calle, Gloria tiene una tintorería. Antes se ubicaba en la colonia Las Quintas, pero debido
a que fue asaltada en repetidas ocasiones y al alto costo de las rentas decidió moverse hacia el sur de la
ciudad. Gloria dice sentirse más tranquila en este sector a pesar de que en la antigua ubicación recibía
más clientes con mayor poder adquisitivo, y ella recibía mayores ingresos. “Una vez llegó una señora,
según que traía ropa a planchar. Y nada, que se agacha y saca una navaja y me la puso aquí (señala el
cuello). Y aquí también me han asaltado, pero es menos. Aquí es más tranquilo… como le diré, dije yo,
no, no, aquí ya no me gusta. Pasé por aquí y miré estos locales. Aquí hay gente como nosotros, allá era
muy grosera”. Según comenta Gloria, la plaza en la que se localizaba en Las Quintas ahora tiene muchos
locales solos.
En el corredor Sinaloa, en la colonia Las Quintas, Daniel es propietario de una franquicia de helados.
Según relata, la ubicación es conveniente porque es un boulevard transitado por jóvenes de estrato alto
que pueden comprar sus productos. Las autoridades han modificado la calle poniendo obstáculos a la
velocidad de los carros, retenes y mayor alumbrado, no obstante las noches de cada fin de semana el
corredor se convierte en una fiesta “buchona”.
A Daniel no le molesta el caos de los fines de semana porque piensa que eso atrae clientes; los
adolescentes de la zona, algunos de ellos “narco juniors” juegan arrancones, ingieren bebidas alcohólicas
en la vía pública, escuchan música banda a todo volumen desde sus automóviles e incluso “tiran balazos”.
“Fíjate que yo estoy asombrado; habiendo tanto relajo hay muy pocos muertos, es un cálculo que yo he
hecho. Por ejemplo, la última persona que yo sé que mataron es esa muchachita que estudiaba en la ECA
(Escuela de contabilidad y Administración de la Universidad Autónoma de Sinaloa), la mataron aquí
antes de llegar al Blvd Dr. Mora. ¿Si te acuerdas de esa muchachita que era reina de belleza? La mataron
hará un año y cinco meses. Y para atrás, hará unos cuatro años al que balacearon aquí atrás, a un hijo del
JT. Esos son los dos últimos… nos hemos habituado a la violencia en la calle, lo que más nos afecta
como empresarios no son los crímenes de la calle, ni el desastre, sino los que ocurren en los negocios
como los asaltos y los robos”.
Daniel, Gustavo, Rebeca y todos los empresarios entrevistados en el corredor Sinaloa en Las Quintas han
invertido en cámaras de seguridad y sistemas de alarmas para sus negocios; algunos se anticiparon a los
atracos y otros después de haber sido víctimas. Todos reportaron también haber sido víctimas de robos y
asaltos. Gustavo, uno de los comerciantes, invirtió en alarmas, mejor iluminación y nuevos candados y
aún así fue asaltado una noche en que cerraba su negocio; los delincuentes se llevaron su camioneta,
celular y algo de efectivo. La joyería de enfrente, que también tenía cámaras y un sistema de seguridad
más sofisticado, fue asaltada y se llevaron millones de pesos en mercancía. “Estuvo muy raro, porque las
cámaras justo en ese momento no funcionaron. El dueño se fue a vivir a otra ciudad… no, no sé si lo
amenazaron”.
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Con el objetivo de embellecer las calles del centro y mejorar la seguridad el Ayuntamiento de Culiacán
ha emprendido desde el 2009 proyectos de mejoramiento de las banquetas, calles y alumbrado. También
se han desarrollado en unión con cámaras empresariales proyectos para generar vida comercial y de
servicios por la noche. No obstante a los esfuerzo, el sector continúa como el más victimizado de la
ciudad. Algunos de los entrevistados señalaron que las banquetas amplias han permitido que haya menos
accidentes y la iluminación les permite transitar por las noches un poco más seguros, pero el robo hormiga
sigue siendo el principal problema que enfrentan los negocios en cuanto a la seguridad.
Javier, gerente de una tienda de ropa deportiva, señala que la iluminación ha beneficiado su negocio
porque los empleados se sienten más seguros cuando salen de trabajar por la noche. También le ha
generado más confianza la policía en bicicleta, programa que se implementó a partir del mejoramiento
de las calles y banquetas. Una de las estrategias que ha seguido Javier, que es común también en otros
negocios en el centro afectado por el robo hormiga, es la de diseñar y acomodar los muebles y los espacios
en el local para que los empleados tengan mayor visibilidad de la mercancía y de los clientes.
“Esta tienda estaba muy quemada en el sentido de robo, faltaban muchas prendas, yo impuse algunas
medidas, por ejemplo; ¿ves dónde está la caja? Bueno, pues yo la moví y la puse en un lugar más visible.
En esa pared que está allí tenía un montón de muebles y me tapaba, entonces comencé con estrategias de
mover… que sea más transparente pues”.
En el interior de las empresas del centro, además de cámaras de seguridad y botones de pánico, los
empresarios y empleados reportan que ha sido fundamental instalar espejos en puntos estratégicos para
ver que los clientes no sustraigan la mercancía. En repetidas ocasiones han descubierto sobre todo a
mujeres ocultado mercancía en sus bolsas y hasta debajo de las faldas; esta práctica es conocida por los
empresarios y los clientes como “las falderas”.
III. III. Transformación social de los espacios económicos de actividades comerciales y de
producción de servicios
La actividad empresarial en Culiacán se ha adaptado a la actividad de los criminales; los propietarios y
los empleados de los negocios realizan diferentes estrategias para defenderse ante la violencia o para
evitar ser victimizados. Las estrategias que encontramos en los entrevistados son diversas y muchas de
ellas creativas: desde las más tradicionales como las adecuaciones físicas de los espacios a través de
cámaras y alarmas, hasta las que implican estimar horarios, identificar posibles delincuentes, hacer pactos
con mafias para protección, disfrazar policías como empleados, y mediar directamente con los
delincuentes.
El Dr. Jorge es director general de un corporativo regional de farmacias que tiene sucursales en cada uno
de los corredores de nuestro estudio. De acuerdo con los datos de la Secretaría de Seguridad Pública de
Culiacán las farmacias al igual que las tiendas Oxxo son los establecimientos que sufren más asaltos.
Jorge lo sabe, recibe todos los días en su celular las estadísticas de crímenes de las diferentes ciudades
donde tiene unidades y también de los que suceden en sus propios negocios. Según relata el empresario,
el promedio de robo a cada farmacia en la ciudad para el 2014 fue de 5 eventos al año, mientras que para
el resto de los establecimientos es de 2 eventos al año. En el mes de enero, explica, en sus farmacias de
la ciudad hubo 4 asaltos, mientras que en sus sucursales “foráneas” (que tienen en otras ciudades y en
otros tres estados) el saldo fue cero.
“Para que se dé una idea, entre enero y marzo llevamos 98 (asaltos), de eso 27 (asaltos) son foráneos, y
son el mismo número de sucursales; es decir, si usted quiere comparar Culiacán como incidencia delictiva
con otras ciudades de la región quedamos 4 a 1 casi… comparando puntos de venta de Culiacán con el
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resto de Sinaloa, Sonora y Baja California Sur pues tenemos 27, lo que quiere decir que en Culiacán la
incidencia es alta. Perdemos en Culiacán un promedio diario de 2,300 pesos por asaltos y esto implica
solo asaltos a mano armada, sin incluir otro tipo de robos como los que hacen a las cajas fuertes. En año
llegamos a tener 3 millones de pérdidas, fue nuestro peor año… y aparte de eso nos roban vehículos, el
año pasado” (Entrevista realizada el 9 de marzo de 2015 con el Dr. Jorge)
“Aparte del monto económico representa el impacto emocional en las muchachas y en los muchachos,
de repente hay robos muy violentos y las muchachas quedan temerosas y pues se van. Eso yo creo que
son los mayores daños: la rotación de personal y el impacto emocional en las victimas”
Cuando Jorge era menor su padre tenía una pequeña farmacia, era un negocio familiar ubicado en la
Almada, una colonia contigua al centro de la ciudad. El empresario cuenta que su padre era asaltado cada
semana por el mismo sujeto, que era un vecino del lugar. Un día el padre se cansó y le puso una trampa;
habló con la policía para que lo capturaran. Pero como era vecino tenían cierta consideración con él;
recuerda cómo iban a visitarlo a la penitenciaría para ver que se encontrara bien. El empresario, siguiendo
los pasos de su padre como empresario, aprendió que el riesgo de administra. Cree en el poder de la
denuncia cuando se da seguimiento y se insiste a la autoridad para que actúe.
La corporación tiene un departamento de Administración de Seguridad Patrimonial y entre sus funciones
está enviarle al Director su celular un informe detallado con las estadísticas diarias: sucursales
victimizadas, montos, daños, participantes, tomas de videocámaras, entre otros. Ese mismo departamento
se encarga de dar seguimiento a las denuncias; acude a la sucursal en crisis a vigilar que la policía actúe
como es debido, interponen la denuncia, preparan a los testigos para que declaren sin miedo y monitorean
el proceso hasta que se logra capturar y sentenciar a los criminales. Según Jorge, la función más
complicada de este departamento es convencer a los empleados de que declaren al interponer la denuncia,
porque por lo general tienen miedo de sufrir represalias por parte de los delincuentes.
Jorge contó sobre su interés por capturar criminales, nos mostró archivos sobre el seguimiento que da a
los delincuentes; por ejemplo, nos abrió el caso de “El Orejón” que había asaltado 10 farmacias, hasta
que finalmente no atraparon. Mientras la cifra de impunidad en el resto de las empresas en Culiacán es
de 90 porciento, en el caso de sus farmacias es del 50 por ciento. Para Jorge, su labor es una contribución
a las fuerzas del orden.
Coincide con otros empresarios en que el periodo de la llamada Guerra contra el Narcotráfico ha sido el
más problemático. Observa que muchos de los empresarios no denuncian porque se cree que la autoridad
no va a actuar. Para Jorge, que tiene un departamento con tres personas dedicadas a esta actividad, esta
idea es un mito: “se quejan un montón pero no hacen nada”.
Entre las estrategias del empresario para combatir el crimen se ha involucrado en las instituciones de
seguridad pública como consejero ciudadano. También ha hecho acuerdos con las autoridades para la
vigilancia de sus negocios; por ejemplo, hasta hace un par de año, y por algún tiempo, sostuvo un acuerdo
con la policía a través del cual tenían en las sucursales agentes encubiertos, disfrazados de empleados de
farmacia. Los policías reciben un bono de tres mil pesos por asaltante capturado infraganti, y cinco mil
en caso de que lo detengan como resultado de investigación. Aunque el programa de policías encubierto
fue cancelado por la presente administración municipal, el empresario sigue premiando a los agentes; el
año pasado otorgó un reconocimiento a 33 policías.
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Otros empresarios por el contrario han recurrido a otro tipo de autoridades buscando protección.
Heriberto, por ejemplo, que tiene una carnicería en el corredor México 68, no confía mucho en la
protección de la policía. “Pasan y nos piden lonches, yo les preparo una bolsa donde les pongo carne,
quesos, y otras cosas, y se los llevan, lo hago para que estén pasando y estén pendientes, son compas,
pero la verdad no creo que puedan hacer mucho con los criminales”.
Heriberto, como casi todos los empresarios entrevistados en los corredores del sur de la ciudad nos
revelaron como esos sectores tiene una especie de vigilancia no oficial; un grupo que se dedica a cuidar
que “no se caliente la zona”. Los empresarios entrevistados los han nombrado como “la gente”, “los
malos”, “los que no andan bien”, y “el padrino”.
El carnicero recuerda como hace meses llegó un hombre de buen aspecto en una camioneta Tacoma del
año: “El tipo comenzó a pedirme muchas cosas, mucha carne para asar, de la mejor, machaca, queso,
muchas cosas. Y luego le ayudé a subirlo a la caja de camioneta, porque era mucho. Cuando tuvo todo
arriba se subió también a la camioneta… ¡Eh! Le dije, ¿Dónde está la feria pues? Nomás me grito: Te
ves pariente. Y ese mismo morro se fue pa´ arriba ¿verdad vieja? (pregunta a su esposa, quien asiente
con la cabeza), y allá hizo lo mismo en la gasolinera, en el expendio (de cerveza), y en otras tiendas.
Quien sabe que traía, andaba ondeando el chamaco, arrasando. ¡Jum! No tardó en aparecer con la panza
verde allá para el Mojolo. Le pusieron fierro… Pues lo sé porque aquí todos nos conocemos, y platicamos
pues. Todos somos de aquí mismo.”
Sobre el mismo corredor, Candelario, el administrador del expendio de cerveza, también reconoce tener
cierta protección. “Tengo un primo que pues, no anda bien… todos lo conocen por aquí, y pues ya saben
que aquí no se deben de meter”. Además, comenta que los “halcones”, jóvenes que se pasean por el barrio
en bicicleta están cuidando que nadie arme mucho problema.
En el corredor Enrique Sánchez Alonso, en el sector Tres Ríos, uno de los más exclusivos de la ciudad,
Daniel es el gerente general de una cadena de restaurantes. Dice que gracias a que tienen un “padrino”
los restaurantes que dirige están protegidos. “En este corredor de aquí para allá a todos han asaltado, y
de aquí hacia allá también” y señala con sus manos los límites del restaurante. “a todos, menos a
nosotros”.
En cambio, para los empresarios que no tienen padrinos o protectores, ni influencias con las autoridades
formales, la violencia ha afectado la percepción que tienen sobre sus espacios y la confianza en las
autoridades. Gran parte de los pequeños empresarios que entrevistamos en los sectores Centro, Tres Ríos
y Las Quintas, a diferencia de los que se localizan en el sur de la ciudad, dijeron desconfiar de la actuación
de la policía. Para Pedro, por ejemplo, que tiene un negocio de ensaladas en el Tres Ríos, la violencia
contra los negocios ha crecido de manera alarmante y la acción de las autoridades ha sido deficiente. En
el último año han asaltado su local dos veces, y aunque denunció los hechos, proporcionó las imágenes
de la cámara de seguridad y los empleados declararon y describieron al mismo sujeto, la policía no ha
dado seguimiento a sus denuncias ni han reforzado la vigilancia. “Ellos mismos se dan el pitazo, ya no
sabemos en quien confiar… Los delitos han subido en gravedad. La primera vez (el asaltante) sólo hizo
la seña de que llevaba un arma, la segunda vez ya la sacó y apuntó a la cajera… Sí, le apunto, y la señorita
pues le dio la caja, y pues se quedó helada del miedo. Les hemos dicho (a los empleados) que no se
defiendan ante un ataque. Contratamos un curso para aprender cómo reaccionar ante la violencia y las
emergencias. También contratamos un guardia privado.”
Gustavo, ubicado en Las Quintas, relata que cuando lo asaltaron afuera de su empresa, y le quitaron la
camioneta, la policía llegó un minuto después de su reporte, como si ya supieran, y le insistieron para
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que no denunciara porque “no tenía caso”. A los cinco minutos, allí mismo, le informaron que ya habían
encontrado su camioneta a unas cuadras del lugar, pero no habían detenido a nadie ni habían recuperado
sus pertenencias. Los ladrones misteriosamente abandonaron la camioneta en el sitio, minutos después
haberla robado con violencia.
IV. Conclusiones
Como resultados previos de nuestro estudio, observamos a Culiacán como una ciudad fraccionada por
una diversidad de espacios donde se manifiesta la violencia urbana directa; por un lado, observamos
zonas centrales donde se aglomeran los negocios y servicios y también se concentra la incidencia
delictiva (colonias como el Centro, Las Quintas y el sector Tres ríos), y en otro extremo, sectores con
colonias populares que fueron en las décadas de los setentas y ochentas asentamientos irregulares en la
periferia (5 de mayo, Lázaro Cárdenas, Benito Juárez) que han sido reconocidos como sitios de donde
provenían los delincuentes pero que en los últimos años se han consolidado en términos urbanos y su
tendencia como productores de criminales también se ha reducido.
En las nuevas periferias encontramos cuatro tipos de espacios; por un lado las nuevas colonias populares
que se han creado desde los noventas y que son los nuevos sitios de marginación y también producción
de delincuentes, pero también fraccionamientos de interés social con casas no mayores a los 48m2 y
deficiente equipamiento, donde la incidencia delictiva y el número de delincuentes residentes ha crecido
constante durante los últimos cuatro años. Encontramos también fraccionamientos cerrados, algunos de
estrato socioeconómico medio que a pesar de los intentos de autoprotección de los residentes han sido
victimizados, y fraccionamientos de estratos altos que han tenido éxito dejando fuera de sus propiedades
a los criminales, al menos a los que cometen delitos del orden común. Retratamos cada uno de estos
espacios haciendo uso de las estadísticas de violencia, de los datos sobre las condiciones sociales
producidos por el INEGI, y algunas otras fuentes estadísticas y estudios previos.
Observamos como la violencia urbana directa ha crecido de manera global durante ocho años en
Culiacán, repuntando sobre todo durante el tiempo de la Guerra contra el narco, y reduciendo un poco
durante los últimos dos años. En esta evaluación global mostramos como aunque los resultados que
presentan las autoridades son significativos, estos podrían tener que ver más con los cambios en las
estrategias federales y las reorganizaciones del crimen organizado.
Ante esta situación, se dibujan geografías de violencia en la ciudad donde algunos sitios son atacados
por el crimen, mientras que otros son potencialmente productores de criminales. Los empresarios en
Culiacán han reaccionado; algunos se han adaptado a las situaciones de violencia y han encontrado
formas de mediación con el crimen para su protección, mientras que otros han encontrado o siguen
buscando estrategias para contenerlo.
Además del gasto económico por las pérdidas y la inversión en seguridad, las principales afectaciones
que los empresarios afrontan después de los eventos en que son victimizados sus negocios tienen que ver
con los efectos en la percepción y las secuelas del trauma post evento. De acuerdo a los testimonios, estos
hechos los han llevado a perder clientes, se ven afectados por la rotación de empleados, y ellos mismos
viven en constante paranoia. La desconfianza y miedo que resulta después del atraco ha influenciado las
decisiones de inversión, y las formas cómo interactúan con sus clientes, con sus empleados y con la
autoridad. Los barrios se transforman; en los corredores el ambiente de convivencia entre empresarios y
con los vecinos se ve trastocado, se dan relaciones de unión, pero en su mayoría de separación. Esto ha
reconfigurado los espacios sociales y económicos, y los ha convertido en espacios donde se afronta el
miedo, y donde los empresarios se desvinculan con el sitio, lo sienten ajeno, y ven en la ubicación
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comercial un punto tan sólo atractivo por el mercado.
Las estrategias que han desarrollado desde su interacción cotidiana son tan diversas como creativas;
desde desarrollar bases de datos sobre atracos en las tiendas para perseguir criminales, contratar policías
municipales y disfrazarlos de empleados, calcular los horarios de rondines de las patrullas para poder
cerrar su negocio justo cuando van a circular por el corredor, cerrar la puerta y no atender a desconocidos
aunque demanden servicios, capacitar a los empleados, negociar con los potenciales delincuentes,
preparar lonches para los policías encargados de patrullar la zona, hasta pedir a las mafias que asesinen
a los asaltantes, entre muchas otras técnicas.
Escuchamos en los empresarios expresiones de hartazgo ante la violencia, algunos otros denotaban
adaptación, otros miedo e incertidumbre; pero sobretodo hallamos historias de supervivencia, de
mediación ante el conflicto, y habituación ante el riesgo. “Así es hacer negocios en Culiacán, y que le
hacemos”, concluyó uno de los entrevistados.
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Mtra. Iliana Padilla Reyes. Semblanza.
Profesora e investigadora en la Facultad de Estudios Internacionales y Políticas Públicas en la
Universidad Autónoma de Sinaloa. Maestra en Estudios de Norteamérica con Énfasis en Desarrollo
Regional, y estudiante de Doctorado en Estudios Regionales por la misma universidad. Fue Coordinadora
de Análisis Social en el Instituto Municipal de Planeación Urbana de Culiacán, donde desarrolló
diagnósticos y planes participativos sobre seguridad pública, y gestión de proyectos de prevención de las
violencias en colonias con incidencia delictiva. Como consultor participó como coordinadora de gestión
social en la elaboración de los Programas Municipales de Desarrollo Urbano de Culiacán, Mazatlán, y
Ahome. Ha realizado estancias de investigación en la Universidad de California en Los Ángeles, y en la
Universidad de Illinois en Urbana Champaign. Actualmente trabaja en su tesis doctoral: Espacios
económicos en Culiacán Transformados por la Violencia.