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François Rabelais (1483-1553) o la crítica con humor
1. Datos biográficos
Según un epitafio de la iglesia Saint-Paul, en París, nació en 1483; pero
algunos críticos dicen que nació en 1494, en la propiedad de su padre
llamada La Devinière, una granja cerca de Chinon –que, desde 1948,
es el museo Rabelais, http://www.musee-rabelais.fr/decouvrez-le-
musee-rabelais-, en la región de Touraine, Francia, a la que siempre
permaneció muy unido y en la que sitúa la acción de su obra maestra,
Gargantúa.
Pertenecía a la burguesía de posición desahogada. Su padre,
Antoine Rabelais, era abogado. De su madre, no se sabe nada;
posiblemente muriera al dar a luz a François, su último vástago.
Su infancia la pasó en Touraine, región en la que sitúa las guerras picrocholinas, uno de
los capítulos más famosos de su obra maestra, Gargantúa. A los nueve años, su padre lo envió
a vivir en la abadía de Seuilly, cercana a la ciudad de Chinon, bien para que fuera monje, bien
para que recibiera instrucción.
Empezó sus estudios de derecho, imitando el ejemplo de su padre. Después escogió ser
monje, primero en la orden franciscana, pero después se pasó a los benedictinos en 1523, más
tolerantes, porque los franciscanos le suprimieron sus libros de griego y a él le gustaba mucho
estudiar lenguas clásicas. Decidió seguidamente ser médico no de las almas, sino de los cuerpos,
y se puso a estudiar medicina, doctorándose en la Facultad de Montpellier en 1537.
En 1532, publicó Pantagruel, con el seudónimo Alcofribas Nasier, un anagrama de su
nombre.
En 1534, apareció Gargantúa, donde expone de manera cómica sus ideales humanistas,
sus críticas a la educación tradicional basada en la memoria, sus reparos a las continuas guerras
en que se veía sumida Francia…
En 1546 apareció el Tercer libro.
En 1552, el Cuarto Libro. Todas sus obras fueron censuradas por la Sorbona.
El Quinto libro, que apareció después de la muerte de Rabelais, se ha atribuido al autor,
pero se discute mucho si realmente es o no obra suya.
Rabelais murió en París en 1553.
2. Tablas cronológicas
Vida y obra de Rabelais Hechos políticos y culturales
1483 o 1494
Nacimiento de François Rabelais en La Devinière, cerca de Chinon.
1470 Instalación de la primera imprenta en París.
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1510 o 1511
Novicio en el convento de la Baumette, cerca de Angers.
1483 Muerte de Luis XI. Coronación de Carlos VIII.
1520 Monje en un convento de la región de Poitou. Comienza su correspondencia con el humanista Guillaume Budé (1467-1540).
1492 Cristóbal Colón descubre América.
1494 Carlos VIII invade Italia. Nace Francisco I.
1523 Retiran a Rabelais sus libros de griego, debido a que la Sorbona, quiere evitar las interpretaciones personales del Nuevo Testamento prohibiendo el estudio de esta lengua clásica.
1498 Vasco de Gama descubre la ruta marítima de las Indias.
1500-1509
Adagios (1500), de Erasmo. En 1504, su Manual del caballero cristiano. En 1509, su Elogio de la locura.
1515 Coronación de Francisco I. Victoria de Marignan.
1524 Con autorización pontificia, cambia de convento y entra en los benedictinos.
1516 Tomás Moro, Utopía.
1519 Carlos I de España y V de Alemania se corona emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
1528-1530
Deja el convento y se hace clérigo secular. Se va a París y a Montpellier para empezar sus estudios de medicina.
1522 y 1524
Nace el poeta Joachim du Bellay, después el poeta Pierre de Ronsard.
1532 Es nombrado médico en el Hôtel-Dieu de Lyon. Publica Pantagruel con el anagrama de maître Alcofrybas Nasier. La edición definitiva de la obra será la de 1542.
1523 La Sorbona intenta impedir el estudio del griego, pues quiere evitar las interpretaciones personales del Nuevo Testamento.
1534 Publica Gargantúa, cuya edición definitiva será también la de 1542, donde Rabelais suprime ciertos pasajes muy críticos con los profesores de la Sorbona y que le traerían sin duda problemas de no ser modificados. Primera estancia en Roma con el cardenal Jean du Bellay, tío de Joachim.
1525 Derrota de Pavía. Encarcelamiento de Francisco I.
1527 Carlos V ordena el saco de Roma. Las tropas imperiales hacen huir al Papa.
1530 Francisco I funda el Colegio de Francia, donde se estudian las lenguas antiguas (griego y latín), a pesar de la oposición de la Sorbona. Lefèvre d’Étaples traduce la Biblia al francés. El Emperador convoca la Dieta de Augsburgo para preservar la unidad religiosa.
1535 Segunda estancia en Roma con Du Bellay.
1534 Jacques Cartier, partiendo de Saint-Malo, Normandía, llega a Canadá. Affaire des Placards. Ignacio de Loyola funda los jesuitas. Lutero traduce por completo la Biblia al alemán.
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1537 Se doctora en medicina. Enseña en Lyon y en Montpellier. Amistad con Guillaume Budé, Clément Marot y Étienne Dolet (1509-1546, humanista e impresor, quemado por sus ideas sobre la libertad de espíritu).
1536 Carlos V invade la Provenza francesa. Calvino redacta Institución cristiana.
1539 Ordenanzas de Villers-Cotterêts, que imponen el uso exclusivo del francés en los documentos relativos a la vida pública del reino de Francia
1543 Gargantúa y Pantagruel son censuradas por la Sorbona, como las obras de Erasmo, Marot y Calvino.
1544 Délie, de Maurice Scève.
1546 Publica el Tercer libro en el que Panurge sueña con casarse: “Dois-je ou non me marier?”, “Serai-je point cocu?”. El libro es censurado por la Sorbona. Rabelais huye a Metz, después se convierte en médico personal del cardenal Du Bellay.
1541 Juan Calvino establece la Iglesia de Ginebra.
1542 Cuarta guerra contra el Imperio español.
1543 Tratado de Copérnico sobre el sistema solar.
1548 Publicación de los once primeros capítulos del Cuarto libro en Lyon.
1545 Comienza el concilio de Trento, que activa la Contrarreforma anti-protestante.
1550 Gracias a las gestiones del cardenal de Coligny, Enrique II concede a Rabelais una autorización para reimprimir todas sus obras, a pesar de la censura de la Sorbona. Calvino, en su Tratado de los escándalos, trata a Rabelais de “impío” y “ateo”.
1546 Carlos V declara la guerra a los príncipes protestantes.
1547 Mueren Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia. Coronación de Enrique II de Francia.
1549 Joachim du Bellay, Defensa e ilustración de la lengua francesa.
1551 El cardenal Du Bellay propone a Rabelais la parroquia de Saint-Martin, en Meudon, de la que obtiene rentas, pero sin residir allí completamente.
1550 Ronsard, cuatro primeros libros de sus Odas.
1551 Quinta guerra contra el Imperio español.
1552 Publicación del Cuarto libro, que cuenta las navegaciones de Pantagruel. El libro también es censurado por la Sorbona.
1552 Alianza de Enrique II de Francia con los príncipes protestantes. Ronsard, Les Amours y quinto libro de Odas.
1553 Muere Rabelais en París. En 1555, ya muerto el autor francés, Calvino vuelve a la carga contra la impiedad y la obscenidad de sus obras.
1553 Coronación de María Tudor en Inglaterra. Joachim du Bellay viaja a Roma.
1562-1564
En 1562 aparecen 16 capítulos del futuro Quinto Libro, bajo el título general de L’Isle Sonnante. En 1564, se publica íntegro el Quinto libro, cuya paternidad se discute, con las nuevas aventuras de Pantagruel.
1556 Carlos V renuncia al trono.
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3. Valoración de François Rabelais y de Gargantúa
La posteridad ha elogiado a Rabelais, a pesar de que es difícil leerlo en su
lengua original, bastante distante del francés de hoy en día (como ocurre
también con las obras de Michel de Montaigne). Incluso hablamos de
banquetes “gargantuescos” o “pantagruélicos” para evocar comidas
interminables, utilizando unos adjetivos derivados de las obras
rabelesianas, lo que demuestra que han entrado en el acervo colectivo.
En el siglo XVII, La Fontaine, Montaigne, Racine, Mme. de Sévigné se deleitaron con la
lectura de Gargantúa y Pantagruel.
Pierre Boulanger afirmó que no era un bufón ni un farsante trivial, sino un genio refinado.
En el siglo XVIII, el novelista británico Jonathan Swift se inspiró en Rabelais para su obra
Viajes de Gulliver.
Voltaire (Lettre à Mme. du Deffont, 12 abril 1760) afirmaba de Gargantúa: “c’est la
peinture du monde la plus vive”. No paraba de leer la obra y sabía de memoria muchos de
sus pasajes.
En el siglo XIX, Balzac fue un firme defensor de Rabelais y se inspiró en él para escribir los
Cent Contes drolatiques. Además, lo cita en más de veinte novelas de su Comedia humana.
En El primo Pons, dice que Rabelais es “le plus gran esprit de l’humanité moderne”. Y firma
su novela corta “Zéro, conte fantastique”, aparecida en el periódico La Silhouette, en
octubre de 1830, con el seudónimo de Alcofribas, el mismo que utilizó Rabelais para
publicar su primera novela, Pantragruel (1532).
De él, dijo el historiador Jules Michelet que su genio desbordaba su siglo y definió sus obras
como “un voyage de découverte” (Renaissance et Réforme, 1855).
Víctor Hugo dijo en William Shakespeare (1864): “Dans l’ordre des hauts génies, Rabelais
suit chronologiquement Dante”.
Flaubert no se podía dormir si no había leído un capítulo del “sacro-saint, immense et extra-
beau Rabelais”.
Chateaubriand (Essai sur la littérature anglaise, 1836) dijo que Rabelais había creado las
letras francesas.
Alfred de Vigny expresó su admiración por Rabelais en su discurso de recepción en la
Academia francesa.
Marcel Aymé admiraba al “genial curé surréaliste” y lo consideraba un adelantado a su
tiempo.
Paul Valéry lo colocaba entre esa clase de escritores que “savent vivre où mènent les mots”.
Abel Lefranc lo considera un satírico único, superior incluso en algunos aspectos a Voltaire.
Mijaíl Bajtin, en L’oeuvre de Rabelais et la culture populaire au Moyen Âge et sous la
Renaissance (1970), incluye a Rabelais en la cultura popular de la Edad Media,
concretamente en las fiestas carnavalescas, en lo que él llama realismo grotesco,
abundante en imágenes del cuerpo, del comer y del beber, de la satisfacción de las
necesidades naturales, de la vida sexual. El realismo grotesco une fiesta y utopía, el principio
material-corporal con lo universal. El realismo grotesco reinterpreta las cosas sagradas y
elevadas en un plano grosero, material y corporal.
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Por ejemplo, Rabelais dice en el prólogo de Gargantúa que
“Le savoir hydrate et nourrit (savoir est beuvant et mangeant)”,
algo así como que “El saber hidrata y nutre (el saber es bebiente
y manducante)”.
En el capítulo 5, hallamos esta cita: “Courez toujours après le
chien, jamais il ne vous mordra. Buvez toujours avanta la soif,
jamais elle de vous adviendra” (“Corred detrás del perro y jamás
os morderá. Bebed siempre antes de tener sed y jamás ella
vendrá”).
En el capítulo 27, encontramos: “Jamais homme noble ne hait
le bon vin” (“Jamás hombre noble odia el buen vino”).
En el capítulo 32, “Tout homme marié est en danger d’être cocu” (“Todo hombre
casado está en peligro de ser cornudo”).
En el capítulo 47, “Nous entreprenons toujours ce qui est défendu” (“Emprendemos
siempre lo que está prohibido”).
Jean Paris, en Rabelais au futur (1970), considera a Rabelais el primer escritor
decididamente moderno, revolucionario.
El escritor Michel Butor escribió, con Denis Hollier, Rabelais ou C’était pour rire, Larousse,
1973, donde destacan la comicidad de la obra rabelesiana.
La obra de Rabelais ha tenido muchas adaptaciones e ilustraciones a lo largo del
tiempo. Dibujos, grabados, adaptaciones escénicas, cómics se suceden en el transcurso de los
siglos:
En el siglo XVI, Peter Brueghel el Viejo, en 1565, hizo unas planchas de los Songes
drolatiques de Pantagruel.
En el siglo XVII, un ballet de corte se tituló Naissance de Pantagruel (1622).
En 1785, una comedia de Grétry, Panurge dans lîle des Lanternes, fue representada con
gran éxito en el Teatro de la Ópera de París hasta 1824.
En el Romanticismo, los grabados de Gustavo Doré para las obras de Rabelais las reinventan
en cierta manera uniendo el imaginario renacentista con el propiamente romántico.
En 1910, Alfred Jarry, el creador de Ubu roi e inventor de la Patafísica, colaboró con Eugène
Demolder para crear Pantagruel, ópera bufa en cinco actos.
En 1913, Massenet compuso la música de Panurge, haute farce musicale en 3 actes.
En 1968, Jean-Louis Barrault montó con gran éxito Rabelais en el Elíseo-Montmartre, y
después hizo una gira mundial.
Jean-Christophe Averty presentó en televisión una adaptación electrónica de esta obra.
Entre los pintores y dibujantes que han adaptado a Rabelais, destacamos a Marcel Jeanjean
(1933), Albert Dubout (1940), André Derain (1943)…
Hay también un cómic o BD (bande dessinée): Rodrigue (ilustr.) y Jean Yves Mitton (guion),
Rabelais tome 1: Salade de spadassins à la Léonard. Ed. Hors collection, 2001 y Rabelais
tome 2: Fricassée de fripouilles à la Gargantua, Ed. Hors collection, 2002.
Hay también un film, La Très Excellente et Divertissante Histoire de François Rabelais, dir.:
Hervé Basié, 2011.
Sin embargo, tuvo también sus detractores.
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Charles Sorel (Le Berger extravagante, 1628) dijo que ningún
hombre de buen juicio tendría la paciencia de leer toda la obra
de Rabelais.
La Bruyère (Les Caractères, 1690) atacaba a Marot y Rabelais por
haber sembrado la “ordure” (la basura) en sus escritos, sobre
todo el segundo, cuyas obras consideraba monstruosas y
corruptas: “incompréhensible”, “inexplicable”, “difforme”,
“monstrueux assemblage d’une morale fine et ingéneuse et
d’une sale corruption”.
Lamartine, en Cours famillier de littérature (1857), lo llamó
“génie ordurier du cynisme, le scandale de l’oreille, de l’esprit, du coeur, du goût, le
champignon vénéneux et fétide” (“genio basurero del cinismo, el escándalo oral, el ingenio
malévolo, del corazón y el gusto, el champiñón venenoso y fétido”) y añadió: “ne
représente pas le plaisir, mais l’ordure: il enivre, mais en infectant” (“no representa el
placer, sino la basura: emborracha, pero infectando”).
4. Gargantúa (1534)
Rabelais publica esta obra cuando es médico en el Hôtel-Dieu de Lyon, en 1534. El título
completo de la obra es La vie très horrifique du grand Gargantua, père de Pantagruel. Jadis
composée par M. Alcofribas abstracteur de quinte essence. Livre plein de Pantagruélisme. Está
escrita en el llamado francés medio, difícil de comprender sin adaptación al francés moderno.
La edición definitiva de Gargantúa y Pantagruel la preparó el mismo autor en 1542,
suprimiendo muchos pasajes en los que ridiculizaba a los profesores de la Sorbona. Lo hizo así
para no tener más problemas de los que ya tenía, pues la universidad parisina, donde reinaba la
escolástica, siempre fue muy beligerante en la persecución de Rabelais y sus obras. Además, en
1534, se había producido el affaire des Placards, unas pintadas decididamente anticatólicas que
denunciaban el culto a los santos y el abuso de la misa papal. Este asunto hizo al rey Francisco I
tomar cartas en el asunto y mostrarse intolerante, condenando a la hoguera a los responsables.
Todo ello debió servir de “aviso para navegantes” a Rabelais y otros escritores, y de ahí que
nuestro autor optara por una versión más prudente y expurgada de sus obras, en la que
atemperaba sus críticas contra los teólogos y profesores de la Sorbona.
La acción de Gargantúa transcurre en Touraine, la región natal del escritor, aquí
convertida en un reino imaginario. Y el tiempo del relato1 es más o menos el mismo de la
composición, pues se hace alusión a sucesos de los primeros decenios del siglo XVI, como la
batalla de Pavía (1525), en el capítulo 39.
El género se ha discutido mucho. Calificado como novela, la obra mezcla sin embargo
fábula, poesía, pasajes épicos y maravillosos, cartas…, y es difícil de clasificar. En la época se
calificaba de “Chroniques”.
En cuanto al “pantagruelismo” del que habla Rabelais en el título de su obra, él mismo
lo definió en su obra anterior, Pantagruel (1532): “Vivre en paix, joie et santé, faisant toujours
1 También en Pantagruel (1532) el tiempo del relato coincide con el de la composición, porque en el capítulo 2 se alude a la célebre sequía de verano de 1532.
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grande chère”. Una máxima que recuerda al lema de Epicuro (“Disfruta del día presente”) y que
ya tiene mucho del optimismo del Renacimiento.
Por su forma, Gargantúa sigue el esquema de la novela de caballerías, pues cuenta la
iniciación del héroe en cuatro etapas: su nacimiento e infancia, su educación, sus guerras y su
triunfo final. La infancia se cuenta en los capítulos 1 a 13. La educación, en los capítulos 14 a 24.
Las guerras picrocholinas, entre los capítulos 25 y 51. Y la fundación de la abadía de Thélème,
en los capítulos 52 a 58.
Comparando esta novela con la anterior, Pantagruel (1532), cuyo protagonista es otro
gigante, hijo de Gargantúa, ahora se dedica más tiempo al
nacimiento y la educación del héroe, lo que es un indicio de la
importancia que el autor concedía al tema pedagógico, que él
entendía al modo nuevo renacentista, como un ejercicio de
inteligencia más que de memorización.
Entre los personajes principales, destacan:
Gargantúa, el gigante, hijo de Grandgousier y Gargamelle, y
padre de Pantagruel, al que había dedicado Rabelais su novela
anterior, de 1532. Gargantúa significa “Quelle grande gorge tu
as!” (“¡Qué gran garganta tienes!”). En español, se ha creado
también el nombre Tragantúa, haciendo alusión a una persona de
apetito descomunal (Ver
http://lenguavempace.blogspot.com.es/search/label/Fran%C3%A7ois%20Rabelais,
entradas sobre François Rabealais en Letr@herida, blog de literatura)
Ponocrates, su preceptor. Su nombre significa “Celui qui a une grande force de travail” (“El
que tiene una gran fuerza de trabajo”).
El hermano Jean des Entommeures, monje amigo de Gargantúa. El nombre significa algo
así como Juan del Picadillo, porque atacaba con virulencia a sus enemigos, a los que hacía
polvo.
Picrochole, rey de Lerné. El nombre significa “bilis amarga”. Es una burla del emperador
español, Carlos V, famoso por sus ataques de cólera y enemigo pertinaz del soberano
francés Francisco I. Rabelais ridiculiza sus afanes expansionistas y su imperialismo.
Otros personajes: Jobelin (“petit imbécile”, “pequeño imbécil”), Eudémon (“bon génie”,
“el de buen carácter”), Touquedillon (“le fanfaron”, “fanfarrón”), Gymnaste (“l’athlète”,
“atleta”), Engoulevent (“avale-vent”, “tragavientos”)…
Gargantúa es una historia de gigantes. El gigante es, en cierta forma, una deformación
grotesca del héroe o semidiós de la mitología clásica. Es una especie de “superhombre”, pero
también tiene comportamientos desmesurados, que causan miedo, pavor, incluso terror, en las
personas normales. La figura del gigante puede servir al escritor para analizar con sentido crítico
su propio mundo, incluyendo una visión irónica, humorística, burlona o paródica de aquel. La
imaginación sirve así para analizar perspicazmente la realidad. De este modo lo han hecho no
solo Rabelais, sino también otros autores como Chrétien de Troyes (del siglo XII), en su novela
arturiana Yvain ou le Chevalier au lion (donde el caballero se enfrenta a un gigante), el irlandés
del siglo XVIII Jonathan Swift, en Gulliver’s Travel (1721, donde encontramos las famosas
aventuras de Gulliver en Liliput), o el pícaro Voltaire, en Micromegas (1752).
El tema del gigante Gargantúa no es original de Rabelais. Se inspira en un relato popular
medieval, Grandes et inestimables Chronicques du grand et énorme géant Gargantua, y había
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aparecido en otras obras impresas, como Grande et Merveilleuse Vie du très puissant et
redouté roi de Gargantua, publicada en 1533 por F. Girault. Gargantúa es uno de los gigantes
que sirve al rey Arturo en las crónicas de la Tabla Redonda.
El propio Rabelais nos lo contaba en el prólogo de su novela anterior, Pantagruel (1532).
Allí decía que su libro pertenecía a la materia Britanniae, la materia de Bretaña o ciclo artúrico,
y narraba que el mago Merlín, para servir al rey Arturo, creó a partir de huesos de ballena a los
gigantes Gradngousier y Galemelle, los cuales murieron poco después de haber criado a
Gargantúa. El gigante ya estaba presente en el folclore medieval, caracterizado por su estatura
excepcional, su buen humor desmesurado y su apetito feroz2.
El argumento de Gargantúa es el siguiente: el gigante Gargantúa llega al mundo en
extrañas condiciones. Su madre lo ha llevado en su vientre once meses y le da nacimiento por
una oreja. Nada más nacer, exclama: “¡A beber, a beber!”, lo que indica ya el grado de exaltación
del placer anacreóntico, de la buena mesa, la comida y la bebida que vamos a encontrar los
lectores en la obra3. Se trata de un relato cómico, desmesurado, grotesco, hedonista. Después
de ser instruido por varios profesores, Gargantúa se va a París montado en su enorme jumento,
para el que roba las campanas de Notre-Dame y se las pone como esquilas en el cuello. Pero el
reino de su padre Grandgousier es invadido por Picrochole y su progenitor lo llama al rescate.
Gargantúa se pone a la cabeza de las tropas y, ayudado por el monje Jean des Entommeures,
vence al enemigo. Para agradecer el coraje del monje amigo, Gargantúa manda construir un
lugar de ensueño, la abadía de Thélème.
Rabelais es heredero de la tradición medieval, que está terminando, y de la modernidad
renacentista, que está naciendo. En su obra parodia el género de las novelas de caballerías, que
entonces estaban muy de moda. Igual que hizo Cervantes, en el Quijote. Rabelais insiste en la
comicidad, lo grotesco, las anécdotas caballerescas, con la intención de hacer reír. Pretende
criticar la herencia medieval, en especial la tradición pedagógica de la escolástica, que
encuentra risible. Rabelais despreciaba el obscurantismo medieval y exalta en su novela la “joie
de vivre”, la alegría de vivir propia del Renacimiento, con su confianza en el futuro y el progreso
humano. Sus gigantes son “bon vivants” que no piensan más que en comer y en beber la mayor
parte del tiempo. De la tradición medieval, Rabelais admiraba las farsas, cuya vis comica le hacía
gozar, especialmente la Farce de maître Pathelin, muy famosa en su tiempo. De ella toma, por
ejemplo, la expresión que se ha hecho famosa “Revenons a nos moutons” (“Volvamos a
nuestros corderos”), utilizada tras una digresión para volver al asunto central.
Gargantúa representa muy bien el espíritu de su tiempo: el afán revisionista del siglo
XVI, la inmensa “soif de savoir” propia de los humanistas, la crítica a la guerra –considerada
como el fracaso de la civilización-, la censura de los malos gobernantes, los malos curas o los
2 También Pantagruel proviene de un personaje preexistente: Penthagruel, nombre de un misterio medieval, en el que el protagonista venía de noche a echar sal en la boca de los borrachos para acallar así su sed. Y el nombre de Panurge procede de las epopeyas cómico-heroicas italianas. 3 Según dicen algunos críticos, entre ellos el ruso Mijaíl Bajtin, lo que queda tras la lectura de las obras de Rabelais es esa sensación de fiesta continua, de comidas y bebidas interminables. En realidad, para el autor francés es la atmósfera del banquete la verdadera utopía, más que la abadía de Thélème, ya que en el banquete se habla de manera libre y franca, sin observar las jerarquías y las normas, mezclando lo sagrado y lo profano, lo espiritual y lo material, lo superior y lo inferior. Es por esta razón por la que el crítico Bajtin incluye a Rabelais en la cultura popular de la Edad Media, particularmente en las fiestas carnavalescas. No hay que olvidar que ya Ovidio, en el 43 a. de C., decía rabelesianamente: “Cuanto más se ha bebido, más sed se tiene” y “Todo alimento excita a otros alimentos”. Todavía hoy se dice: “Cuanto más se tiene, más se quiere”, en el mismo sentido del apetito voraz que excita nuestros sentidos.
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profesores imbéciles. Rabelais se burla de la escolástica y sus métodos memorísticos de
enseñanza, promueve la reflexión y la práctica, critica a los preceptores sofistas y propone una
verdadera utopía en el capítulo final, dedicado a la abadía de Thélème, inspirado en la Utopía4
(1516), de Tomás Moro. Thélème es un lugar imaginario inventado por Rabelais; una anti-
abadía, una suerte de paraíso en la tierra donde reina la felicidad gracias a una perfecta
organización social y a la bondad natural de los hombres y las mujeres que allí viven. Su lema es
“Fais ce que tu voudras”, “Haz lo que quieras”, una consigna cuasi anarquista antes de hora.
Rabelais critica especialmente a los “Sorbonagres” o “Sorbonards”, los profesores de
La Sorbona parisina, que no enseñaban a sus alumnos más que “remplissant le crâne”
(“llenando el cráneo”) de conocimientos aprendidos de memoria. Él propone a cambio el
estudio, la reflexión y el ejercicio físico como alternativa. No es de extrañar que el claustro de
París lo tuviera entre ceja y ceja, pues en sus obras los homologaba con los sofistas y los llamaba
de mil maneras despectivas (muchas de ellas, desaparecidas en la edición expurgada de 1542):
“Sorbillans”, “Sorbonigènes”, “Sorbonicoles”,
“Sorboniformes”, “Sorbonisecques”,
“Niborcisans”, “Borsonisans”, “Saniborsans”
Rabelais tuvo siempre la suerte de ser un
escritor protegido. El rey Francisco I y su hermana,
Margarita de Navarra, autora del Heptamerón,
leían sus obras; contaba también con el beneplácito
del cardenal Du Bellay y de su sobrino, el poeta
Joachim du Bellay… Si no, vista su ironía y
mordacidad, habría tenido grandes problemas. Son
evidentes sus críticas clericales, próximas al
protestantismo o al erasmismo. Por suerte, esas
nuevas ideas habían encontrado cierto acomodo incluso entre el rey y su hermana. Al menos,
tanto la familia real como los du Bellay eran contrarios al partido de la Sorbona, sobre todo
desde que la universidad había condenado la obra de Margarita de Navarra Miroir de l’âme
pécheresse (Espejo del alma pecadora, 1533).
A Francisco I se le ha considerado el creador del Renacimiento francés y se le ha llamado
“Père des lettres”, por su labor de mecenazgo y protección, no solo con Rabelais o con su propia
hermana. También protegió a Clément Marot, cuando fue acusado de comer tocino en
Cuaresma y encarcelado. Además, creó los llamados “lectores reales”, protegidos por la Corona,
germen del futuro Colegio de Francia, donde se enseñaron las lenguas clásicas (latín, griego y
hebreo) contrariamente a los deseos de la Sorbona. El rey quería modernizar el país y para ello
sabía que debía combatir las viejas prácticas medievalizantes de la universidad. Rabelais tuvo la
suerte de encontrar en él un protector.
En definitiva, Rabelais y su obra Gargantúa representan muy bien los ideales
humanistas del siglo XVI. Desde la crítica francesa, se suele considerar a Rabelais, junto a
4 El tema de la utopía o lugar imaginario es muy frecuente en la literatura, el arte, el cine. Podemos citar aquí mitos como el de la Atlántida, obras como La República, de Platón; Pantagruel (1532), del propio Rabelais, ambientada en el reino de Utopía primero y en París después; La Torre de Babel (1563), conocidísimo cuadro de Peter Brueghel el Viejo; Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), de Julio Verne; incluso más recientemente Projet de Paris spatial (1959), de Yonna Friedman. El ser humano siempre ha necesitado imaginarse mundos alternativos (utopías o distopías). Fue Oscar Wilde el que acuñó la frase: “Ningún mapamundi está completo si no incluye un lugar llamado Utopía”.
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Cervantes, los inventores de la novela moderna. Los dos parodian las novelas de caballería y se
ríen de los excesos de lo maravilloso y lo inverosímil, al tiempo que integran las aventuras de
sus héroes en un marco más realista, incluso trivial. Los dos hacen obras de dimensión crítica
que funciona sobre la base de la parodia, la ironía y la sátira.
Rabelais, como Cervantes, explota todos los recursos de lo cómico, en particular la
comicidad de los nombres y las situaciones. Por ejemplo, es muy famosa el episodio de los
molinos del Quijote, donde el héroe manchego toma por gigantes a los molinos. También
Rabelais se divierte en su obra tomando expresiones de sentido figurado y aplicándoles su
sentido literal:
“Mettre la charrue avant les boeufs” (“Poner la carreta delante de los bueyes”).
“L’habit ne fait pas le moine” (“El hábito no hace al monje”).
“Boire comme un trou” (“Beber como un agujero”).
“Faire contre mauvaise fortune bon coeur” (“A mal tiempo, buena cara”).
“L’appétit vient en mangeant” (“El comer y el rascar es todo empezar”).
“Ventre affamé n’a point d’oreille” (“Vientre con hambre no escucha a nadie”, máxima que
ya se encuentra en Catón el Viejo, en el siglo II a. de C., “Es difícil discutir con el vientre,
porque no tiene oreja”).
“Qui trop embrasse, mal étreint” (“Quien mucho
abarca poco aprieta”, la expresión ya aparecía en el Roman
de Renart, del siglo XIII: “Qui tout convoite, tout perd”).
“Science sans conscience n’est que ruine de l’âme”
(“Ciencia sin conciencia es la ruina del alma”).
“Les moutons de Panurge” (“Los corderos de Panurgo”,
se dice cuando alguien quiere ganar todo y, por avaricia,
pierde todo. Viene del episodio de Pantagruel (1532) en
que Panurgo tira un cordero al mar y todos los demás que
venían con él en el barco también se tiran a las aguas
marinas. Equivale a “las cuentas de la lechera”).
“Un malheur ne vient jamais seul”, “Le temps est père
de vérité”, “Tout vient à point à qui sait attendre”,
“Ignorance est mère de tous les maux”, etc.
Rabelais inventa palabras que luego entran en el vocabulario del francés usual
(“anicroche”, obstáculo; “athlétique”, atlético; “automate”, autómata; “cache-col”,
guardacuellos; “dodeliner”, balancear suavemente; “étriper”, destripar; “excrément”,
excremento; “fanfreluches”, pamplinas, tonterías, fruslerías; “fat”, fatuo; “haltères”, halteras,
contrapesos; “imposteur”, impostor; “lupanar”, prostíbulo; “morpion”, piojo; “poupon”,
muñeco; “Sainte Nitouche”, santa Ni-me-toques; “quintessence”, quintaesencia;…).
Lo mismo usa vocabulario especializado que vulgar; se sirve de:
calemburs (juegos de palabras: diamant faux / Dis, amant faux, service divin / service du
vin),
equívocos-antiestrofas-contrepèteries (“Il n’ya qu’une antistrophe entre femme folle à la
messe et femme molle à la fesse”, “No hay más que un equívoco entre “Mujer loca en
misa” y “Mujer gorda de nalgas”; “à Beau Mont le Vicomte / à beau con le vit monte”),
paronomasias (“philosopher en vin et non en vain”, “Filosofar en vino y no en vano”),
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palabras-maleta (como “sorbonagres”, dedicado a los profesores de la Sorbona que son
unos onagros o asnos salvajes; o “hypocritiquimenent”, hipocríticamente, mezcla de
hipócrita y críticamente),
onomatopeyas (“Zalas, Zalas! Be be be bous bous bous! (…) bous, bous, bous! Paisch, hu,
hu, hu, ha, hu, ah!, ah! je me noie. Zalas!”, dice Panurgo en el Cuarto libro, cap. 19, cuando
cree que se va a ahogar en el mar).
anagramas (Alcofribas Nasier, Seraphin Calbarsy, anagramas de François –o Phrançois-
Rabelais) o
enumeraciones (listas interminables de juguetes o comidas).
Rabelais mezcla tonos; se distancia de lo que él mismo está contando. Su genio
lingüístico es evidente y causa un gran efecto cómico al lector. Es un libre esprit, un creador
original que no se somete a las reglas.
En Gargantúa encontramos variedad de registros: el cómico, el épico y el maravilloso.
En cuanto a la comicidad de la obra, en ella encontramos sátira (cuyo objetivo es
burlarse), parodia (basada en la imitación con intención risueña) y burla (de propósito
ridiculizador). Rabelais utiliza todos los recursos a su alcance:
comicidad de nombres, de situaciones, de repeticiones, de
caracteres (la pereza del Gargantúa niño, la cólera de Picrochole)
o de gestos (las lágrimas de Gargantúa delante de Eudémon)…
Por lo que se refiere al registro épico, es característico de
la epopeya, aunque también se encuentra en las novelas (como
las de caballerías), en la poesía heroica y en el teatro (en las
tragedias). Lo que busca es provocar la admiración del lector
elogiando el comportamiento del héroe. En Gargantúa está
presente este registro, pero para deconstruirlo o subvertirlo con
una mirada desmitificadora.
En lo que hace al registro maravilloso, es propio de los
cuentos de hadas y nos sitúa en un cuadro sobrenatural,
mostrando un mundo diferente del real que nos sobrepasa y con
frecuencia nos lleva a reflexionar. Tal ocurre en Gargantúa, con
su acumulación de sucesos inverosímiles, su cuadro espacio-temporal poco preciso (como en los
cuentos: “Érase una vez…”), sus personajes estereotipados (los buenos, los malos, las hadas, los
ogros…), sus diálogos vivos, etc.
Cerramos este apartado con las apreciaciones que sobre la cultura popular y la risa hacía
el crítico ruso Mijaíl Bajtín. Para él, autores como Rabelais demuestran que la risa y lo cómico
son tan importantes, o incluso más, que lo serio. Pero la literatura occidental, desde el siglo
XVII, solo asigna a la comicidad un papel parcial.
Se asegura que la risa no puede servir como una forma universal de la concepción del
mundo. Solo sirve como algo parcial que concierne a fenómenos de la vida social especialmente
negativos. Lo verdaderamente importante no puede ser cómico, la comedia está restringida a
la crítica de los vicios de los individuos y las sociedades. No se pueden expresar en el lenguaje
cómico las verdades primordiales de la vida. Y es por eso por lo que, en la literatura, siempre se
asigna al reír una plaza entre los géneros menores. La risa es un divertimento menor, una suerte
de castigo útil que la sociedad impone a seres inferiores y corrompidos. Pero por supuesto, la
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gran literatura se reserva solamente para los géneros serios. Solo lo sublime llega a categoría
verdaderamente artística.
Desde el punto de vista religioso, durante muchos siglos las reglas monásticas
condenaron la risa como lo peor que podía salir de la boca humana y pregonaron la seriedad.
San Basilio decía que el Señor condenaría a los que se reían. Este ambiente de persecución de
lo cómico es lo que hizo que la Iglesia tuviera de siempre tanta prevención contra el teatro,
especialmente contra la comedia, y que, en alianza con la Corona, los teatros fueran tantas veces
clausurados como lugares de perdición o de conspiración contra el poder establecido. En el best-
seller del escritor italiano Umberto Eco El nombre de la rosa se ve muy bien toda esta cultura
de la seriedad constituida: el monje Jorge realiza una serie de asesinatos para impedir que otros
monjes puedan acceder a la obra perdida de Aristóteles Sobre la risa, de la que existe una única
copia en la biblioteca de la abadía, y preferirá incendiar el monasterio antes de permitir que ojos
ajenos puedan acceder a esta obra maldita. Aristóteles recordaba que “Solo entre los seres
animados el hombre es capaz de reír”, algo que se consideraba una compensación porque
también es el único ser vivo que sabe de seguro que va a morir, que no es eterno.
Bajtín quiso demostrar estudiando las obras de Rabelais que, detrás de una obra cómica
puede haber una gran creación artística. El ruso encontró en el escritor francés a un autor
moderno, partidario de la cultura popular, enemigo de la seriedad constituida. Un hombre de
espíritu festivo y burlón similar a nuestro arcipreste de Hita.
A este propósito, conviene recordar las palabras con que Rabelais inició su obra maestra
Gargantúa (1534), escritas porque la Sorbona había condenado su obra anterior, Pantagruel
(1532):
Amis lecteurs, qui ce livre lisez,
Despouillez vous de toute affection;
Et, le lisant, ne vous scandalisez:
Il ne contient mal ne infection.
Vray est qu'icy peu de perfection
Vous apprendrez, si non en cas de rire;
Aultre argument ne peut mon cueur elire,
Voyant le dueil qui vous mine et consomme :
Mieulx est de ris que de larmes escripre,
Pour ce que rire est le propre de l'homme.
Vivez joyeux!
(“Amigos lectores que este libro leéis, / despojaos de toda afección; / y leyéndolo no
os escandalicéis: / no contiene mal ni infección. / Verdad es que aquí poca perfección /
aprenderéis, si no en el tema del reír; / otro argumento no puede mi corazón elegir, / viendo
el duelo que os mina y consume / mejor es de risa que de lágrimas escribir, / pues resulta que
reír es lo propio del hombre. / ¡Vivid alegres!”)
El filósofo Alain, retomando la cita de Rabelais, añadió “Le rire est propre de l’homme
car l’esprit s’y délivre des apparences” (“Reír es propio del ser humano, porque el espíritu se
libera en la risa de las apariencias”).
Para Rabelais, la risa, provocada sobre todo por la alegría del banquete, es una
liberación para el ser humano.
El Renacimiento empezaba con él con una fuerte carcajada.
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5. Bibliografía y webgrafía
François Rabelais, entradas en Let@herida, blog de literatura,
http://lenguavempace.blogspot.com.es/search/label/Fran%C3%A7ois%20Rabelais.
François Rabelais, museo de La Devinière, http://www.musee-rabelais.fr/decouvrez-le-
musee-rabelais.
François Rabelais, Pantagruel. Gargantua. Extraits. Éd.: Pierre Mari. Italia, Larousse, 2015.
(Col. “Petits Classiques”).
François Rabelais, Gargantua. Adapt.: Florence Renner. Italia, Larousse, 2016. (Col. “Petits
Classiques”).
Monique Subra, Les mot de Rabelais. Cabardès, Éditions du Cabardès, 2016.