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  • 7/30/2019 La conducta criminal

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    Facebook TwitterDomingo 22 de enero de 2012 18:00

    La conducta criminalBY: ALEJANDRO A. BEVAQUA (*)

    Puede afirmarse, sin temor a yerro, que, en los ltimos aos, el conocimiento en general, y el saber mdico en

    particular, han avanzado a pasos agigantados; particularmente, en lo que hace al empleo de nuevas tcnicas deinvestigacin biolgica y comportamental.

    Ultimamente, el rea de la neurociencia y la imagenologa neurolgica (de la mano de la medicina basada en la

    evidencia) est al tope de la moda (casi como los cirujanos plsticos) en lo que hace a tratar de explicar todas las

    conductas humanas, aberrantes o no, y, a partir de exponerlas, a intentar comprenderlas e, incluso (segn

    algunas corrientes de pensamiento), hasta llegar a perdonarlas, si se trata de comportamientos desviados o

    criminales que asientan sobre una mnima alteracin morfolgica o funcional cerebral.

    Los fantsticos y novedosos hallazgos antomo-funcionales a nivel cerebral, divulgados tan acertadamente de

    la mano del Dr. Facundo Manes (de cuyas columnas y programas me declaro seguidor incondicional); la mayor

    comprensin de los procesos bioqumicos cerebrales, el excepcional desarrollo de la industria farmacutica y la

    inagotable provisin de nuevas drogas con accin a nivel del sistema nervioso nos llevan por un camino que

    tiende inevitablemente, como bien seala el socilogo britnico Nikolas Rose (vase revista "ADN" - "La Nacin",

    07/10/11), a reducirnos a "seres neuroqumicos", con prescindencia de cualesquiera otra de nuestras facetas que

    nos convierten justamente en humanos, diferencindonos de otros seres vivos.

    Hace un tiempo ya (cuando estas corrientes filosficas sustentadas principalmente en lo biolgico empezaban a

    tomar auge), el profesor Dr. Humberto Lucero enseaba, anticipndose a un nefasto futuro y acertadamente, a mi

    modo de ver, que no se puede conceptualizar la conducta humana slo, o principalmente, a partir de "pinchar

    cerebros"; nos recordaba as, este verdadero maestro de la medicina legal y la psiquiatra forense, que existe un

    trasfondo que escapa a la pura biologa, que trasciende la estructura celular ms ntima para asentar en

    cuestiones filosficas, culturales, ticas, morales, medioambientales, educacionales, etc.

    Las enseanzas del profesor Lucero revalorizan la esencia misma de la medicina, pues radican, precisamente,

    en no reducir la tarea mdica, el verdadero arte de la medicina, a una mera cuestin tcnica: en definitiva,

    pretenda inculcarnos, este sabio docente, en nuestra conciencia la importancia del trabajo personal del

    especialista en medicina legal y/o en psiquiatra forense; o, inversamente, la estpida futilidad de basar la tarea

    pericial solamente en tablas de diagnstico predeterminadas, o en estudios de neuroimgenes o de mediadores

    neuroqumicos.

    Pero, cuidado!: No se trata de despreciar estos conocimientos (slo un necio lo hara), sino, apenas, de

    ponerlos en su justo lugar; todo nuevo saber, aunque parcial, contribuye a construir el edificio del conocimiento delsujeto criminal y, consecuentemente, brinda herramientas para enfrentar esta amenaza ya no latente, sino real y

    concreta.

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    Alteraciones mnimas funcionales o anatmicas del cerebro, a veces slo evidentes luego de largas

    investigaciones o con el paso del tiempo, pueden dar sustento biofuncional a la presencia de conductas

    inapropiadas en los individuos humanos devenidos, a su vez, seres sociales. Las modificaciones (a veces

    imperceptibles) del lbulo frontal del cerebro pueden, por ejemplo, dar lugar a comportamientos con connotacin

    sexual reputados de aberrantes, nocivos. La biologa y la bioqumica cerebral, en ltima instancia, explican

    parcialmente, pero no justifican en absoluto.

    No todos los sujetos con similares anomalas antomo funcionales desarrollarn las mismas conductas

    patolgicas, antisociales, criminales; la existencia de modificaciones anatmicas, o alteraciones funcionales

    cerebrales, puede explicar una conducta desviada, pero no es la nica explicacin y, por cierto, no es una

    condicin que exculpe al desviado (imputable o no) al punto de permitirle circular libremente entre el resto de sus

    congneres.

    La sociedad actual esboza una conducta esquizofrnica respecto de la tecnologa aplicada a cuestiones

    mdicas: por un lado, la requiere, la adora, la idolatra, la exige y, por otro, la denuesta, pues nos aleja del trato

    interhumano, personal (que tanto se reclama) con el mdico; igual situacin se da con la ciencia y la tecnologa

    aplicadas al mtodo mdico legal de investigacin criminal.

    Se pretende, pues (equivocadamente, a mi entender), reducirnos, en ms de un sentido, a una mera secuenciade interrelaciones neuroanatmicas y ecuaciones neuroqumicas y, lo que parece peor, se intenta explicar todo

    nuestro comportamiento, aun el desviado o criminal, sobre esta base, si no endeble, al menos estrecha.

    De consolidarse esta pretensin de explicar, justificar y hasta perdonar buena parte de las conductas desviadas

    por la existencia de mnimas alteraciones anatmicas o bioqumicas cerebrales, se conformara un escenario de

    inequidad para todos aquellos que, con iguales o similares variaciones, no hubieran delinquido.

    Y se minimizara el trabajo del especialista en medicina legal y/o en psiquiatra forense (del verdadero

    especialista y no del que slo aparenta serlo), pudiendo abandonarse entonces la tarea pericial en manos de

    tcnicos entrenados en obtener imgenes cerebrales o completar casilleros en cuestionarios preestablecidos.

    El ser humano no puede ser reducido, por ms que se lo intente, a trminos meramente estructurales

    anatmicos o a ecuaciones neurobioqumicas; el trabajo mdico en general (y la tarea pericial, en particular) no se

    puede asentar, bajo ningn punto de vista, slo o principalmente en estas razones.

    Una cosa es, pues, disponer de los conocimientos y la tcnica para investigar, sobre bases cientficas, la

    cuestin criminal, y otra muy distinta es qu se hace luego con ese saber, cmo se lo aplica. De all la importancia

    capital que debe atribuirse a la adecuada e integral formacin del recurso humano en cuestiones que hacen a

    toda la ciencia mdica en general y, en especial, a la tarea mdico legal.

    (*) Alejandro A. Bevaqua ([email protected]) es mdico, especialista jerarquizado en medicina legal; resideen Baha Blanca.


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