Download - La Pepa 2012
Hace más de doscientos años, los españoles se
vieron obligados a luchar por su independencia
y sus libertades. Napoleón, el emperador de los
franceses, había introducido sus tropas en
España para invadir Portugal. Pero poco
después, arrebató la corona a Fernando VII y
vino a reinar a España su hermano, José I. Los
españoles, decididos a defender la legitimidad
de su rey, rechazaron someterse a los
franceses. Comenzaba así, en 1808, la Guerra
de la Independencia.
La población civil, padeció los efectos de una guerra total, en
la que tanto franceses como los aliados se cebaron con la
población y objetivos civiles, saqueando y devastando, por
ejemplo, la industria española, considerada una amenaza para
sus respectivos intereses.
UN CUENTO GOYESCO
Texto: Niños y niñas de 6º B del Colegio
Lope de Vega
de Almonte/ Huelva
Ilustraciones y dibujos: Niños y
niñas de 3º y 4º del Colegio
Profesor Tierno Galván
de Vícar- Almería.
Érase una vez un pueblo en el que los habitantes estaban muy avanzados.
Junto a ese pueblo, había otro en el que sus gentes estaban muy atrasadas
Este pueblo atrasado tenía
un Rey que era muy
poderoso y rico
Defendía a los nobles que no pagaban
impuestos, a la vez que obligaban a los
campesinos a que les dieran una parte de
sus cosechas a los ricos nobles, que eran
dueños de las tierras donde ellos
trabajaban
El rey vivía en palacios, igual que la
nobleza; en cambio, los campesinos vivían
en chozas. Era una situación muy injusta
Unos soldados del pueblo avanzado se rebelaron contra las
injusticias que sufría el pueblo atrasado. Los soldados se fueron
al pueblo atrasado a ayudarles. Pero el rey, los nobles y los
monjes no querían que ayudaran a la gente pobre porque así
perderían sus privilegios.
Para conseguir que el pueblo rechazara la
ayuda de los soldados se inventaron
muchas historias y decía a la gente:
¡Vienen a robarnos!, ¡Vienen a
exterminarnos!, ¡Nos han invadido!, ¡Son
herejes!
El pueblo no sabía bien lo que ocurría,
pero estaban seguros que si desobedecían
al rey, les podrían encarcelar y hasta
matar, y tenían mucho miedo.
Esa confusión hizo que el pueblo se
dividiera. Unos defendían al rey y otros
defendían a los soldados que venían a
ayudarles.
Esa situación hizo que se produjera una
guerra y que los ciudadanos se pelearan
entre sí. La gente estaba asustada,
murieron animales domésticos y salvajes,
los niños lloraban porque se habían
quedado huérfanos, sin padre o sin madre.
Fue todo un desastre, una masacre; fue horroroso, catastrófico.
Ocurrió una tragedia.
Una noche oscura, sin estrellas y
sin luna, junto a la Gran Roca
donde estaban un grupo de niños
y niñas jugando al escondite, se
oyeron unos disparos a las afueras
del pueblo.
Los niños se asustaron y corrieron
a esconderse y vieron una fila de
vecinos y vecinas tristes y con
miedo, que obligados, se dirigían
hacia la Gran Roca donde los
soldados disparaban a las
personas.
Los niños veían desde su escondite un
faro amarillo con el que alumbraban a las
personas que iban a matar. Escuchaban
gritos de dolor, llantos, el rezo de
algunas personas, voces de auxilio:
¡¡socorro!!, ¡¡socorro!!...
Había mucha sangre que salía de los
cuerpos de las personas muertas.
La sangre, iluminada por el
faro, era de un rojo vivo que
se mezclaba con la tierra y
corría chorreando desde la
ropa de los muertos. Los
cadáveres estaban tendidos
boca abajo, otros boca arriba,
unos encima de otros, bocas
abiertas y ojos cerrados,
tenían un aspecto pálido y de
horror.
Detrás de las personas que estaban de
pie, a punto de que las mataran, había una
mujer protegiendo a su hijo pequeño, lo
abrazaba contra su pecho fuertemente.
Había otra mujer que sentía mucho miedo
Y se tapaba la cara con sus manos para
no ver como morían sus amigos
Delante de la mujer estaba el monje
rezando, con las manos apretadas,
pidiendo no ser fusilado…
Junto al cura estaban unos hombres
que le habían ayudado, porque eran
sus amigos, a luchar contra los
soldados que habían venido
a defender al pueblo
Uno de aquellos hombres tenía la cara descompuesta y los
ojos tan abiertos que parecía que se les iban a salir;
Estaba mirando a los que les iban a fusilar, a los soldados,
con mucha rabia y con un puño cerrado les amenazaba.
Otro hombre vestido con camisa
blanca y pantalones amarillos, que
era el más alumbrado por el farol,
estaba de rodillas sobre la roca
ensangrentada y con las manos y
brazos abiertos hacia arriba,
como dando la cara por los demás,
gritaba a los soldados;
estaba como dando la cara con
valentía y parecía que amenazaba,
que les retaba, que les decía a los
soldados que no les tenía miedo.
Los soldados estaban quietos, de espalda a los niños y niñas que les miraban.
Sin ningún movimiento, apuntaban con las escopetas y disparaban contra las
personas indefensas. Cada disparo era un sobresalto para todos y… todas las
personas iban a morir
Los niños y niñas escondidos sintieron miedo, mucho miedo y, atemorizados
lloraban desconsoladamente al comprobar que estaban matando a Pepe, el
padre de Joselito, a González “El Panadero”, a Benito “El Sastre”, a María
“La Aceitunera”, al Padre Damián que daba la misa en la Ermita del
pueblo…En el suelo estaban ya muertos Antonio “El Pescadero”, Amador “El
Afilador”, Enrique “El Herrero”.
A lo lejos se veía el pueblo y la iglesia con una torre muy alta. Los niños
corrieron hacia sus casas y comprobaron asustados como la fila de gente,
llegaba casi al pueblo, ¡todos iban a ser fusilados!.
Al día siguiente todo el pueblo comentaba la tragedia y decían que aquellos
soldados que vinieron para liberarlos de los privilegios del Rey y de los
nobles, se convirtieron en verdugos de una parte de ese pueblo. Todos
estaban en contra de esta violencia.
Aquel día nadie fue a trabajar, y los
niños y niñas tampoco. Normalmente
todos ellos iban a trabajar al campo ya
que no había escuela en el pueblo;
todos se iban con sus padres y madres
a trabajar a las tierras de los nobles.
Hasta el otro día no fueron al campo, y
allí estaba Prudencio, “Seño
Prudencio” como se le conocía en el
pueblo.
Los niños y niñas le
contaron lo que habían
visto la noche anterior. El
Seño Prudencio les dijo
muy despacito, como para
que nadie les oyera:
¡Ssss!. Mirad, escucharme. La violencia
trae más violencia. La violencia no puede
ser justificada ni con buenas intenciones,
al final se ha producido una tragedia. Aquí
seguimos en el campo del Señorío de la
Gran Roca.
Ahora, solo nos queda esperar y rezar para que los amos de estas tierras
nos dejen ser más libres y abran una escuela en el pueblo para que
vosotros y vosotras os preparéis, estudiéis y aprendáis a leer y escribir.
Solamente así seremos más libres. Así aprenderéis a dialogar, a ser justos.
Porque sabemos que los problemas hay que resolverlos hablando,
dialogando pacíficamente y no matando a la gente.
A partir de aquellos sucesos, en el pueblo se hizo una Constitución en la que
se escribieron todos los derechos y deberes de los ciudadanos de aquel
Señorío, por fin la ley reconocía que todos tenían los mismos derechos y
deberes. Esta Constitución se conoció con el nombre de “LA PEPA”, porque
el día que la firmaron en el Ayuntamiento, fue el 19 de marzo, que es el día
de todos los Pepes y las Pepas (Jose y Josefas)
EL CUENTO TERMINA ASÍ:
Cuento basado en la descripción del cuadro titulado “LOS
FUSILAMIENTOS DEL TRES DE MAYO”, pintado por
Francisco de Goya y Lucientes en la actividad “Miro un
cuadro”.
Texto del cuento: Niños y niñas de 6º B, del Colegio Lope de
Vega de Almonte, Huelva
Voces, ilustraciones y dibujos, niños y niñas de 3º y 4º del
Colegio Profesor Tierno Galván de Vícar- Almería.