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Las ideas económicas en el mundo moderno.
Mercantilistas y Fisiócratas
Graciela Landriscini*
*Prof. Titular Regular del Area de Dinámica Económica. Orientación Teorías
Económicas. Facultad de Economía y Administración. Universidad Nacional del Comahue
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Introducción
La Economía es una disciplina que estudia un segmento de la vida social. Su
objeto de estudio comprende los problemas económicos que tienen lugar en las sociedades
a lo largo de su desenvolvimiento. Ellos refieren en general a las actividades vinculadas a
la producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios necesarios para la
conservación y reproducción de la vida, bajo distintas formas de organización humana.
La Economía realiza ese estudio a distintas escalas y en distintos períodos de
tiempo, buscando entender por qué ocurren los fenómenos económicos de producción-
distribución-consumo y reproducción de una determinada manera, y cómo se relacionan
unos sucesos con otros, en un momento histórico, en un período corto de tiempo, o a lo
largo de las grandes etapas de la vida de la humanidad.
Además, como ciencia trata de conocer y explicar los hechos y de proponer
soluciones a los problemas que detecta, planteando distintas alternativas de intervención
en la realidad. Ello se da a través de un proceso de construcción de conocimiento, que se
despliega por aproximaciones sucesivas, con marchas y contramarchas, y que va
consolidando su capacidad de describir y explicar fenómenos, de anticiparlos y de
intervenir, para modificar rumbos o lograr resultados deseados en materia económica.
Como disciplina estudia hechos que ocurren en la sociedad, que involucran a grupos
humanos diversos y sus relaciones, y a unidades económicas de distintas jerarquías y
poderes. Por ello, la Economía es reconocida como ciencia social. Y por su vínculo con
la acción sobre partes de la realidad, sobre la marcha de la economía, sobre grupos
humanos y procesos productivos y distributivos de bienes y servicios, y sobre la estructura
económica y social, tiene un carácter experimental. -Para implementar las soluciones, se
vale de distintas herramientas económicas, y de políticas de creciente complejidad técnica
y administrativa, las que involucran la ciencia, la tecnología, la educación, la
comunicación, la política, el Derecho, las relaciones internacionales, las finanzas, etc.
Los economistas buscan aproximarse a la realidad, conocerla y actuar sobre
ella. En forma directa, a través de gobiernos, o de las conducciones de empresas,
asociaciones, consorcios, etc., orientan las decisiones de los agentes económicos
individuales, familiares y/o colectivos, y buscan resolver problemas ligados a la
producción, la distribución, el trabajo, el intercambio, etc. Y lo hacen inspirados desde
distintas visiones, juicios de valor, teorías e ideologías, las que orientan sus búsquedas, sus
metodologías de investigación de la realidad y las formas de intervención sobre ella.
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Dicha acción sobre la realidad, la que con frecuencia es realizada por los gobiernos a
través de las políticas dispuestas por los estados, o por grupos económicos, acorde a los
intereses que defienden, puede ser compatible o no con la justicia, la equidad, la ética, las
creencias religiosas, o las visiones de distintos sectores o actores involucrados o afectados.
Las escalas en que se desenvuelven los estudios e intervenciones en Economía
pueden identificarse como:
a. escala micro, la que pone su foco en las economías domésticas o familiares y en
las unidades productivas como: la empresa, el taller, la fábrica, la chacra, etc.;
b. escala macro, la que busca conocer el funcionamiento de la economía a nivel
país, o de los grandes sectores de la actividad en el territorio nacional, como el sector
industrial, agropecuario, o del comercio, lo que con frecuencia lleva a explorar cómo se
desenvuelve la economía internacional, y de qué modo sus cambios, sus auges o crisis
afectan la economía del país, sus sectores de actividad económica o sus regiones ; y
c. escala meso, la que refiere a la economía de las ciudades o regiones, como la
ciudad en que vivimos, o el Alto Valle como área de riego y conjunto de ciudades
medianas y pequeñas, la Patagonia, el Gran Buenos Aires, o la cuenca petrolera neuquina.
Por eso, ha habido y hay economistas dedicados a los estudios de Microeconomía,
otros especializados en la Macroeconomía, y otros interesados en investigar y explicar la
dinámica de la Economía regional o local. En general, han enfocado o enfocan cuestiones
que ocurren a esos niveles de la sociedad, pudiendo intervenir sobre ellas.
En tal sentido, a lo largo de la historia han existido pensadores atraídos por el análisis
de las cuestiones de la Economía, y que con mayor o menor grado de especialización, han
enfocado los problemas de la producción, distribución y consumo de los bienes o los
servicios, a nivel de los imperios, las aldeas o ciudades, las naciones o las regiones, y ello
les ha conducido a investigar la cuestión del origen de la riqueza, la escasez, el
desenvolvimiento de la agricultura, el valor del trabajo, las formas de intercambio y el uso
del dinero, los precios, el reparto de las cosas, etc. Del mismo modo, hay quienes, a partir
de los resultados de investigaciones o diagnósticos, han propuesto o proponen acciones
orientadas a la resolución de los problemas identificados, creando normas de conducta,
sancionando leyes, formulando políticas, estimulando comportamientos o estableciendo
prohibiciones, de modo de impulsar el crecimiento económico en un territorio, la justa
distribución o el enriquecimiento del Estado, el desarrollo de la industria y el comercio de
una nación o región, el control de los mares o de recursos escasos a nivel mundial, etc.
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Muchos de esos pensadores se acercaron a estas cuestiones desde otras disciplinas,
por caso, la Filosofía o la Política, y otros, al enfocar los problemas económicos de su
tiempo, lo hicieron preocupados por las cuestiones de la equidad, la moral o la justicia.
Para averiguar las motivaciones que estimularon y estimulan a los estudiosos a
investigar los procesos productivos, de intercambio, de consumo o de ahorro, y dado que -
en general- ellos lo hicieron desde posiciones sociales en las que reflejaban intereses
materiales concretos, necesitamos revisar su posición en la sociedad. Algunos han estado o
están ligados al poder de las cortes, otros a las instituciones religiosas, otros al comercio o
la industria, o a la agricultura, o en otros casos, eran o son básicamente intelectuales. Por
ello, debemos revisar la evolución del pensamiento económico en el marco de los cambios
operados en las formas de organización social. Ellas se vinculan a las formas de producir,
intercambiar, acumular, y distribuir la riqueza, y de gobernar a lo largo del tiempo, y de
ellas emergen las diversas culturas y visiones del mundo.
Puede decirse entonces que, el pensamiento económico, en el marco de las ideas
generales acerca del hombre, los estados y la sociedad, fue evolucionando desde la
antigüedad, ligado a los problemas del desarrollo social, según los períodos, hasta que en el
siglo XVIII nació la Ciencia económica moderna como un ámbito específico del
conocimiento humano y con un lenguaje propio, que progresivamente fue centrándose en
el estudio sobre el desarrollo del capitalismo, modo de organización económica gestado en
los tiempos de la primera revolución industrial y la Revolución Francesa. No obstante,
dada la complejidad de los fenómenos que estudia ligados a la producción, distribución y
consumo de bienes y servicios, la Economía recurre a la ayuda de la Historia, la Geografía,
la Filosofía, la Ciencia Política y otras ciencias y técnicas que cooperan para explicar el
devenir de las sociedades y la transformación de los territorios por la acción del hombre.
Problemas económicos existieron siempre a lo largo de la historia de la humanidad.
Se generaron entre los hombres y la naturaleza al transformarla, y entre los grupos
humanos por las formas de hacer las cosas (qué producir, cómo, para quiénes y en qué
cantidad), pero sólo en cierto momento y en determinadas condiciones, el conocimiento
científico dio respuestas a los mismos dentro de un discurso particular o específico,
delimitando así el contenido de "lo económico". Alcanzar ese estadio en el desarrollo del
saber, lograr identificar cuestiones y explicarlas con método, construir cadenas causales
acerca de los problemas, y anticipar o intervenir sobre ellos llevó siglos y sólo pudo darse
de modo conjunto a otros avances científicos, tecnológicos y organizativos.
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Este espacio disciplinar fue definido como Economía Política, o ciencia
económica, según las escuelas del pensamiento económico (Burkun y Spagnolo, 1985, p.
20). Su desarrollo como espacio específico de construcción de conocimiento se consolidó
con el desarrollo del capitalismo, a partir de las problemáticas de la acumulación de
capital, la producción de mercancías, la instauración de la propiedad privada y el trabajo
asalariado, la generalización de la lógica mercantil y las consecuencias distributivas.
En tal sentido, la disponibilidad o escasez de recursos naturales, las formas de
apropiación de los mismos, los modos y condiciones de organización del trabajo, los
mecanismos de aprendizaje y transformación de la naturaleza y de las cosas, las formas de
reparto de bienes e ingresos, y los actos vitales de consumo, constituyen cuestiones que
moldean los comportamientos individuales, inducen prácticas sociales orientadas a la
creación o el cambio de instituciones, movilizan pujas por el ejercicio de la propiedad y el
poder, y, con ello, estimulan los estudios económicos, al tiempo que inspiran
intervenciones de los estados y respuestas de múltiples actores colectivos.
Producir bienes, distribuirlos entre los individuos, grupos sociales o
comunidades, consumirlos o almacenarlos, y volver a producir, han sido y son tareas
necesarias de cualquier sociedad para garantizar la subsistencia y reproducción de la
población dentro de determinadas reglas, instituciones, o normas de vida, históricamente
determinadas. Ellas determinan cómo se desenvuelve la reproducción económica, lo que
involucra a la naturaleza en sentido dinámico, a las cosas, y a los hombres, sus ideas,
valores, intereses y formas de organización a lo largo del tiempo. De este modo, estas
cuestiones fijan el contenido elemental y propio de la Economía como disciplina.
1. La evolución de las ideas económicas: ante cedentes
1.1 El pensamiento en el mundo antiguo y en el medioevo
Desde la antigüedad, el pensamiento acerca de los problemas económicos estuvo
contenido en los análisis generales acerca de la vida del hombre, ligado a lo jurídico, lo
moral y lo ético, lo justo y lo injusto. Ni la Economía ni los problemas económicos eran
por esas épocas motivo de reflexión particular y específica. De este modo, las ideas, los
debates y los escritos de los pensadores contenían elementos de más de una disciplina, y
con ello habitualmente el tratamiento de los problemas económicos aparecía mezclado con
otras cuestiones u objetos de investigación que no sólo involucraban lo material, sino
también lo espiritual, lo trascendente, lo público, la visión del mundo y de la vida.
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Lo justo se presentaba como la calificación del precio, el interés y el crecimiento
económico. Cada una de estas cuestiones reflejaba cierto grado de avance de las
instituciones económicas. El precio traducía el desarrollo de los mercados y las prácticas
de intercambio; el interés reflejaba la aparición del crédito y el uso del dinero, no sólo
como medio de cambio, sino además como medio de transferencia de poder adquisitivo, y
la cuestión del crecimiento económico se vinculaba al territorio y la disponibilidad de
recursos, el horizonte de expansión del poder, etc.
Así, para Platón, en nombre de la razón, lo económico no era independiente ni
autónomo del resto de las cosas, sino algo subsidiario del problema de hallar una
organización política y social que asegurara la realización de las virtudes humanas. En el
marco del idealismo platónico, la economía era considerada como subsidiaria al
Tratado de la Justicia (Platón, La República, Libro II). 1
El pensamiento de Platón reflejó las preocupaciones del mundo griego organizado en
polis o ciudades-estado, de las cuales las principales eran Atenas y Esparta. La agricultura
era en ellas la actividad más importante, a lo que se agregaba el comercio y la producción
artesanal, y las cuestiones ligadas a la administración, seguridad y defensa del territorio.
Por ese tiempo, en el imperio griego el análisis de los problemas económicos se
encontraba ligado a la política y la ética. La preocupación central se colocaba en los
hombres, y luego se pensaba en los bienes, existiendo una separación difusa entre la
economía pública y la economía privada.
Transcurridos muchos siglos, estas ideas resultan muy relevantes para reflexionar
sobre la vida de los hombres y los pueblos porque reflejan una mirada sistémica. La
Economía, la ética y la política se entretejían, sobre todo porque el pensamiento griego
le otorgaba gran peso a la cuestión del bienestar del Estado, y el hombre era analizado en
su desenvolvimiento como ciudadano de una sociedad. También expresaron estos filósofos
preocupación por los problemas de la distribución y plantearon la subordinación del interés
individual al bienestar público, en un marco en el que el Estado tenía a su cargo fijar
precios, reglamentar el comercio de granos, explotar minas y con frecuencia redistribuir
tierras. Resalta entonces en ellos una visión de conjunto del funcionamiento social.
1 Platón: filósofo griego, nacido en Atenas en 427 antes de Cristo y muerto en 347 a C. Sus obras más
relevantes fueron La República, y las Leyes. En la primera obra describió una ciudad ideal organizada en tres
clases sociales: los filósofos, los guerreros y los productores-comerciantes-artesanos, siendo los primeros los
que mandaban en el Estado, la clase económica la responsable de la subsistencia del resto, y los guerreros de
la defensa del conjunto. Sus ideas respecto a la cuestión económica se vincularon directamente al plano ético,
y al ideal moral, definiendo la actividad económica no como medio de enriquecimiento, sino como creación
de condiciones para satisfacer las necesidades materiales del hombre y permitir su desarrollo intelectual.
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Además, desde esta concepción, para Platón, era peligroso "crecer" más allá de un
nivel razonable. Su ideal apuntaba a la armonía, la justa proporción, el equilibrio, un
punto intermedio y justo entre los extremos de riqueza y pobreza, agregando que la
excesiva acumulación de riquezas y lujo disminuye la eficiencia productiva, provoca la
degeneración de los individuos y de la nación y, además, es causa directa de guerras y
luchas civiles.
De este modo, alertaba sobre el riesgo de la avaricia, la exaltación del lucro como
cultura, y la riqueza como fin en sí mismo, combinado con los comportamientos humanos
de limitada responsabilidad social. Su pensamiento preanunciaba el peligro del desarrollo
de sociedades y naciones fragmentadas e ineficientes, a partir de las aspiraciones de
excesiva acumulación material de algunos grupos humanos conviviendo con la pobreza de
otros; y sus ideas en favor de la justa proporción y la armonía, parecieran deslizar críticas
a los comportamientos de su época e introducir la cuestión de las desigualdades, las
asimetrías y la problemática distributiva, cuestión de frecuente tratamiento contemporáneo.
Elaboró una clasificación de actividades productivas, según tipo de bienes, otorgando
relevancia -como otros pensadores griegos- a la agricultura en la creación de riqueza, por
encima de la actividad industrial y manual, y de la acumulación de capital financiero. Y en
el marco de sus ideas generales, analizó la relación entre economía y justicia, centrándose
en las cuestiones éticas de la actividad económica.
La misma idea sostuvo Aristóteles2 cuando cuestionó el préstamo a interés y defendió
el justo precio en el intercambio, valor que concibió estimado en común, garantizando
reciprocidad entre las partes en ausencia del monopolio. Ello reflejaba su desprecio por la
búsqueda de riqueza, al considerar que no resulta legítimo y deseable enriquecerse sin
límite, siendo el sector público el responsable de limitar el principio de apropiación privada
de los bienes, y correspondiendo a los ciudadanos pagar al Estado las contribuciones
destinadas a la defensa de la Polis (la ciudad, el espacio de lo público).
En tal sentido, Aristóteles se esforzó en demostrar que la búsqueda ilimitada de
riqueza es un vicio que impide al hombre alcanzar sus verdaderos fines, y, por
consiguiente, su felicidad. Por ello, condenó estrictamente el comercio y las actividades
financieras, pidiendo que fueran prohibidas a los ciudadanos (Denis, 1970, pp.42-43).
2 Aristóteles: Filósofo griego nacido en 384 antes de Cristo y muerto en 322 a C.. Para él, las cosas tenían un
uso "primario" cuando se dedicaban al consumo, y un uso "secundario" cuanto se destinaban al intercambio
con otros bienes. Le preocupó la equidad de los intercambios, y el dinero era para él solo un medio de
intercambio, lo que lo hacía cuestionar el préstamo a interés, como generador de un intercambio injusto.
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Para él, la ciencia del hombre debía interesarse al mismo tiempo por el individuo, por
la familia y por la ciudad, En esa línea, consideró que la ciencia de la actividad individual
es la ética; la ciencia de la vida familiar es la economía (de oikos, casa), y la ciencia de la
vida en la ciudad es la política. Y, como según él, el todo es superior a las partes, la
política es la ciencia soberana (Aristóteles, Económica, lib. II, cap. 1). Ello se corresponde
con el mundo griego de su tiempo, en el que la producción se realizaba en gran medida
dentro del marco familiar; por lo cual su obra Económica contiene cuestiones referidas a la
economía de la empresa, cuyo dominio integra la actual Economía política.
En línea con ello, Aristóteles identificó en el espacio de la acción a la
"crematística", la que abarcaría las actividades ligadas a la adquisición de bienes o de
riqueza. Al respecto, demostró que existen dos formas de crematística: la primera de ellas
consiste en la adquisición de bienes con vistas a la satisfacción de las necesidades. Esta
forma es natural, legítima y entra dentro de la "económica", que es el sentido en que la
emplea Aristóteles, como ciencia de la vida familiar. Y una segunda forma, se corresponde
con la actividad comercial. A esta la llama también "crematística propiamente dicha o
pura", y la juzga como condenable, en tanto es una manera no natural de adquirir bienes
(Denis, 1970, p. 49).
En el marco de ese concepto, señaló Aristóteles que existen tres formas dentro de esta
crematística condenable que se orienta a la acumulación de dinero:
el comercio exterior, el préstamo con interés y el "trabajo asalariado", es decir,
el hecho de vender el trabajo personal a cambio de dinero. (Aristóteles, Política, lib. I, cap.
11, p. 23).
Y lo que más condenó es la práctica del préstamo a cambio de un interés.
Ello "porque la ganancia que se obtiene de él procede de la propia moneda y no
responde ya a la finalidad que determinó su creación. Pues la moneda fue inventada para
el intercambio, mientras que el interés multiplica la cantidad de moneda en sí misma"
(Aristóteles, Política, libro I, cap. 10, pp. 1-8).
Por tal razón, esta última forma de ganar dinero fue considerada por el filósofo griego
como la más contraria a la naturaleza.
Otra manera particular de enriquecerse de la que habló es la que consiste en acaparar
toda la cantidad disponible de una mercancía, con el fin de revenderla muy cara, lo que da
lugar a la formación de monopolios. (Aristóteles, Política, libro I, cap. 11).
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En cualquier caso, para él, todo individuo que practique el comercio como profesión
se situaría al margen de los hombres verdaderos. El comercio, destacó, en especial el
comercio marítimo con regiones lejanas, es útil y hasta necesario para la vida de la Polis,
pero ello no comporta en modo alguno la obligación de permitir que los ciudadanos se
conviertan en mercaderes. Por el contrario: es preciso prohibírselo y dejar el negocio en
manos de los extranjeros (Denis, 1970, p. 50).
Toda la discusión acerca del trabajo en la producción y acerca del comercio conduce
pues, a la conclusión más tajante de Aristóteles: "Los ciudadanos deben llevar una vida
que no sea ni la del trabajador manual (por artesano, en tanto considera que deteriora el
cuerpo, e impide realizar las actividades propiamente humanas, ligadas al pensamiento), ni
la del traficante (dado que esta vida carece de nobleza y es contraria a la virtud) y los que
están llamados a ser ciudadanos tampoco deben ser labradores" (ya que el ocio es
necesario a la vez para el desarrollo de la virtud y para el ejercicio de un actividad política)
(Aristóteles, Política, libro VII, cap. 9, p.39, citado por Denis, 1970, p. 50).
Pero no deja de admitir la esclavitud en la organización de la vida económica, al
justificar una sociedad dividida en clases, unas de las cuales eran mantenidas por las otras.
Ello en tanto para él como para Platón, la producción de los bienes necesarios para la
existencia y la actividad humana, exige un trabajo penoso, que es incompatible con el
verdadero fin del hombre, un trabajo propiamente inhumano. Así, los esclavos -
subhombres, menos dotados naturalmente- se harían cargo del trabajo de producción de
bienes, bajo el control de los individuos mejor dotados, y para proporcionarlos a ellos.
(Denis, 1970, p. 47).
En síntesis, para Aristóteles, la ciudad sana debe admitir la propiedad de los
bienes y la esclavitud, rechazar el comercio y el préstamo de dinero. A ello agrega la
referencia a la cuestión distributiva y de la justicia en la sociedad, asunto que no sólo trata
en fragmentos de la Política, sino también en su obra la Ética a Nicómaco que él considera
un "tratado de política", al señalar que existe una "distribución de los honores, las riquezas
o todas las demás ventajas que pueden recaer sobre los miembros de la Polis" (Ética a
Nicómaco, lib. V, cap. 2, p.12), y por otra parte, la del sector de los contratos.
En relación a lo primero, considera que la igualdad no se realiza dando lo
mismo a todos los individuos como plantearon las leyes de Platón, por cuanto los
hombres son desiguales entre sí, sino dando más al que más lo merece, o sea que la
verdadera igualdad para él aparece como una "igualdad proporcional".
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Es así que, desde un sentido de relatividad de las instituciones sociales, Aristóteles
plantea que la definición del mérito de cada individuo cambia según las constituciones.
Para él, en la democracia, el criterio del mérito es la libertad; en la oligarquía, la riqueza o
el nacimiento; y en la aristocracia, la virtud. (Ética a Nicómaco, lib. V, cap. 3, p. 7).
Admitiendo, pues, una pluralidad en los principios de distribución de los privilegios
sociales, plantea que no existe una justicia distributiva absoluta, puesto que no existe
una constitución perfecta (Política, libro III, cap. 6).
En cuanto a la justicia en los contratos o en los intercambios, a la que denominó
"justicia conmutativa", sostuvo que en un contrato cada uno debe recibir lo mismo que el
otro. Por lo cual, sostiene que hay que hallar una "medida común" entre los objetos
intercambiados, que deviene de la necesidad que tienen unos de las cosas de los otros, y
esa medida común en los intercambios es la moneda. Y retomando, la idea de la justicia
natural, establece una separación entre el derecho y la moral, al señalar que existen actos
justos e injustos, en sí mismos, independientemente de la moralidad de los individuos
(Denis, 1970, pp.52-53, retomando fragmentos de Ética a Nicómaco, lib. V, caps. 8 y 9).
Finalmente, negando la historia, Aristóteles considera que el hombre está gobernado
por una necesidad natural del tipo de la que rige en el mundo animal, vegetal o inanimado.
Y para él, como los demás seres naturales, el hombre no cambia, en su esencia, y, sobre
todo, la esencia de la sociedad no se transforma. Pero, al reconocer que no todo cuanto
existe en la vida es satisfactorio, propone reformas; aunque ellas no son otra cosa que un
remedio destinado a eliminar ciertas enfermedades del cuerpo social, en tanto la sociedad
normal, natural, sana, no cambia en su esencia, sino que permanece inmutable (Denis,
1970. p.54).
Por su parte Jenofonte, otro pensador griego de la época preocupado por las
cuestiones económicas, que vivió entre el 444 y el 354 antes de Cristo, ha sido con
frecuencia considerado el primer economista de la historia. Para él, la agricultura era
una actividad virtuosa, por lo cual la consideraba la fuente de toda la producción. Ello lo
expuso en su obra La economía. Complementariamente, en su obra Medios para aumentar
los ingresos de Atenas, propuso no establecer trabas al asentamiento de los comerciantes
extranjeros y rechazó que se limitara la población de la polis. Para él, el crecimiento de la
población haría crecer el comercio, las ganancias, los impuestos y los ingresos del Estado.
Reconoció, asimismo, que el Estado debía transformarse en empresario comprando
esclavos para desarrollar la producción minera en sitios de plata cercanos a la ciudad.
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Así como en el mundo griego destacaron los aportes que articularon ética y
economía, en el mundo romano, hasta la caída del Imperio en el año 476 de la Era
Cristiana, no resaltaron pensadores que aportaran al análisis de los hechos económicos de
modo específico. Su preocupación se centró, por un lado, en temas prácticos o técnicos
vinculados a las actividades rurales, en particular a la agricultura, y, por otro, en la
administración de lo público, y la elaboración de normas y de criterios e instrumentos
legales, lo que se conoce como el paradigma del Derecho Romano.
Los pensadores agraristas destacaron los elementos de la agronomía romana, la
economía referida a los cultivos, la ganadería, la producción de frutas, semillas y otros
rubros, y la administración doméstica, cuestionando el comercio y la usura.
Los juriconsultos, realizaron aportes preferentemente orientados al estudio del
Estado conocido como res publica y al desarrollo del derecho. Por un lado, expresaron las
preocupaciones sobre la administración y tributación para financiar obras públicas y el
gasto de los ejércitos, y, por otro, destaca el esfuerzo intelectual desarrollado para ordenar
y precisar los derechos y obligaciones que surgen de las relaciones que se originan por la
realización de operaciones económicas y que se traducen en contratos, como los de
compraventa, garantías, mutuo, etc. Su aporte ha marcado al Derecho como disciplina
fundamentalmente en las cuestiones de Derecho positivo, y con ello ha guiado el devenir
de las relaciones económicas entre los sujetos en Occidente a lo largo del tiempo.
Cabe destacar en ello la cuestión del derecho de propiedad en su expresión jurídica,
la que pasó a formar parte de la tradición jurídica romana, con referencia a la coexistencia
entre el derecho privado (incluyendo la cuestión de la herencia) y el derecho público; y la
figura del jus utendi, abutendi et fruendi ( es decir, el derecho de usar, disponer y gozar los
frutos de una propiedad), aunque nunca lo reconocieron como derecho absoluto pues
señalaron limitaciones de derecho público y de derecho privado.
De ello provienen las cuestiones del derecho de paso y de sirga (accesos y caminos
en zonas costeras), las reglamentaciones edilicias en las ciudades, la obligatoriedad fiscal
territorial, la expropiación por causas de utilidad pública, el derecho de servidumbre (por
ejemplo el derecho de usufructo de quienes disponen de tierras en áreas por las que pasan
oleoductos o gasoductos), la obligación de no causar daños a los vecinos, etc. Estos
criterios tenían y tienen directas implicancias en las actividades económicas y en las
relaciones de partes. De este modo, el derecho romano servirá de base a las doctrinas y a
muchas instituciones legales del capitalismo a partir del siglo XIX.
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Con el tiempo el pensamiento ligado a la Iglesia plantearía la limitación al derecho de
propiedad resumida en la expresión "función social de la propiedad", e igualmente
cuestionaría la esclavitud en sus bases morales, al tiempo que reconocería al trabajo como
una actividad digna.
Con la crisis del Imperio Romano, las invasiones de los pueblos bárbaros (siglo V) y
el advenimiento del régimen feudal que caracterizó a la Europa romano-germánica a partir
del siglo VI, emergen en el medioevo nuevas formas organizativas de la producción y la
distribución, y nuevas instituciones que rigieron las relaciones sociales y económicas por
varios siglos, y con ello un nuevo pensamiento económico se articuló con el pensamiento
social en general en el marco de una nueva visión del mundo.
1. 2 El feudalismo y el pensamiento medioeval:
El feudalismo puede ser definido como un conjunto de instituciones, generalmente
de tipo militar, que rigieron las obligaciones de obediencia y de servicio entre un hombre
supuestamente libre conocido como "vasallo" y otro hombre libre conocido como "señor",
dentro de un territorio determinado denominado "feudo". Ello supuso además un modo
particular de organización económica, desarrollado a través de una "relación de vasallaje"
o "servidumbre". Los siervos de la gleba o vasallos asentados en las tierras del señor
vivían en los límites de la subsistencia, mientras entregaban al señor la producción
obtenida por su trabajo en las tierras, con variable productividad por unidad de superficie y
con la visión puesta en la conservación del hombre. Esa entrega evolucionó de la renta en
trabajo, a la renta en especie, y con el tiempo a la renta en dinero o pago de arrendamiento.
Esa forma de organización económica, se desarrolló en un marco de ideas y valores
que condicionaron el pensamiento económico. Ella se caracterizó por:
Los bienes de producción en los feudos eran escasos, y estaban limitados a
herramientas para el cultivo, carpintería, alimentos, y tejido, sin cambio tecnológico
El factor de producción por excelencia era la tierra. Era propiedad del señor
feudal, al igual que los demás bienes de producción
La economía feudal era agraria: la población trabajaba en la agricultura, el centro
económico era el castillo señorial, formado por tierras de labor, generalmente muy
extensas que rodeaban la mansión o castillo del señor y la periferia en su frontera
La producción era exclusivamente de bienes de consumo en una escala que se
vinculaba con la satisfacción de las necesidades básicas
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La productividad del trabajo servil fue creciente
La población se dividía en: campesinos, artesanos y siervos
La renta de la tierra se pagaba en trabajo, en especie y/o en dinero
el intercambio se limitaba al trueque y había ausencia de tráfico exterior.
El pensamiento económico, por ese tiempo y en el marco del sistema sociopolítico
del feudalismo, que condicionó la actividad económica, se desenvolvió en el marco de una
importante especulación filosófico-teológica, que predominó particularmente desde fines
del siglo XI y hasta muy avanzado el Renacimiento (movimiento de ideas, de desarrollo de
las ciencias, las técnicas y del arte que impulsó la transición a la Era Moderna).
A ese movimiento general de ideas del medioevo, para el cual la economía no era una
disciplina independiente sino una rama de la filosofía moral, se lo denominó Escolástica,
aunque ella fue variando en sus preceptos a lo largo de los siglos, lo que llevó a los
estudiosos a definir los siguientes períodos: preescolástica (Siglo VII al XI), escolástica
temprana o clásica (siglos XII y XIII) (incluye la Summa Teológica), escolástica tardía
o decadente (Siglos XIV y XV), escolástica barroca (Siglo XVI), y neoescolástica (siglo
XIX) (Zalduendo, 1994, p. 25, Fernández López, 1998, pp. 61 y sgtes.).
El pensamiento medieval fue muy influenciado por la Iglesia Católica, erigida en la
única institución capaz de unificar el Occidente cristiano. No se interrogó acerca del
funcionamiento del sistema económico, sino sobre si las actividades individuales eran
lícitas o ilícitas, justas o injustas. Los sacerdotes católicos tenían enorme influencia
espiritual e intelectual. Ello articuló lo económico al resto de las preocupaciones sobre el
hombre, sobre la vida terrenal y supraterrenal. Así, el planteo escolástico se encontraba en
el área de la doctrina económica; ésta debía determinar las reglas de la justicia aplicables
en el intercambio de bienes y de servicios (justicia conmutativa) y en la distribución de
los ingresos y de la riqueza (justicia distributiva) acorde a la tradición aristotélica.
Los feudos, la servidumbre, y el limitado nivel tecnológico
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Los asuntos tratados por los escolásticos entretejieron disciplinas como la Filosofía,
el Derecho y la Teología, e integraron documentos de la enseñanza entre maestros y
discípulos, sus debates y diálogos, que se denominaron summas. La Summa Teológica de
Santo Tomás de Aquino (1225-1274) es sin duda la más fiel expresión del ideal
escolástico, y refiere en distintos capítulos a la justicia en general, las partes de la justicia,
los vicios de la justicia conmutativa y los de la justicia distributiva, y los modos de
injusticia. En ella condenó el préstamo a interés en tanto implicaba vender el tiempo.3
Aristóteles había planteado críticas a la cuestión del comercio, la ganancia, el
préstamo y el interés, y las justicias conmutativa y distributiva en el mundo griego antiguo.
Muchos siglos después, en el siglo XIII, en un contexto social y político muy diferente,
parcialmente en línea con esa herencia helenística, Santo Tomás de Aquino, como
representante máximo del pensamiento cristiano medieval, condenaría el comercio y la
usura en nombre de la religión y la Iglesia en su obra la Summa Teológica. Y ello lo hizo
en contra de la realidad de la época, en la que el comercio y el préstamo con interés se
convertían en cosas corrientes.
Retomó Santo Tomás la temática del "precio justo", que en virtud del "intercambio
de equivalentes" se resuelve en el costo de producción, y, por tanto, principalmente en el
costo del trabajo; y agregó la idea de "salario justo", definido como el que garantiza al
trabajador un nivel de vida adecuado a su condición social.
En su concepto, el costo de producción incluye el beneficio, siempre que sea
moderado y "equitativo", "que reúna lo necesario para mantener a la familia del
comerciante y hacer alguna obra de caridad". Desde esa visión, el comercio era legítimo
sólo si era útil a la comunidad, o sea si producía servicios y no acumulación de dinero
como móvil del intercambio, siendo la moneda solamente un patrón para medir el valor de
las mercancías y facilitar los intercambios (Screpanti y Zamagni, pp. 28-29).
Su concepción de la filosofía política y económica, fuertemente moralista, planteó
orientar los comportamientos individuales, e intentó establecer un compromiso entre el
conocimiento racional y la fe.
3 Santo Tomás de Aquino fue un religioso que entremezclando la Teología y la Filosofía rescató el
pensamiento económico de Aristóteles y lo complementó con otras ideas de matriz cristiana. Aceptó la
propiedad privada, pero a diferencia de los romanos planteó que debía estar limitada por razones de fuerza
mayor. Y su pensamiento daba cuenta de la idea de la caridad entre los que poseen y los que no poseen.
También entendió que los intercambios debían regirse por el "justo precio" que era aquel que permitía
intercambiar cosas de igual valor, sin pérdida o beneficio para ninguna de las dos partes.
15
Con posterioridad dicha visión sería atacada por los pensadores de la modernidad
ansiosos de libertad en la creación intelectual, y justificadores de la acumulación de
riqueza y del intercambio mercantil.
En una época en la que el resurgimiento del comercio amenazaba con disgregar el
orden social ajustado a los designios divinos, constituía una exigencia fuertemente sentida
la necesidad de mantener bajo control los instrumentos económicos con los que se
acumulaban las riquezas, los beneficios comerciales, se fijaban los precios, los préstamos
con usura y la propiedad mobiliaria. Pero con el ritmo de la dinámica comercial, y el
cambio en las relaciones productivas y el orden estatal, ello quedaría luego en el recuerdo.
Los grandes temas económicos planteados por los pensadores escoláticos pueden
resumirse en:
la propiedad privada: introdujeron una noción que cuestiona el derecho de
propiedad como absoluto; ella se acerca a la función social de la propiedad.
la división del trabajo era para ellos algo natural, pues la Providencia da a
los hombres dones e inclinaciones diferentes. Defendieron la agricultura por
sobre el comercio.
la utilidad: era considerada una fuente natural del valor, junto con la
escasez. Siglos después en el capitalismo se retomaría esta visión.
el beneficio comercial: fue justificado por Santo Tomás en la necesidad del
comerciante de vender y beneficiarse, de modo de poder adquirir los medios
para subsistir; pero ese beneficio debía ligarse al "justo precio".
el salario justo: retribución que debía asegurar al trabajador y su familia
una vida digna. Las diferencias salariales podrían justificarse por las
diferencias de calificación de los hombres en virtud del entrenamiento.
los préstamos, el interés y la usura: siguiendo la tradición aristotélica, el
interés era cuestionado. Poco a poco, con los cambios de la organización
económica se irá aceptando por parte de la doctrina la idea de la legítima
compensación a otorgar al prestamista como costo de oportunidad o lucro
cesante, o sacrificio recompensable por dar dinero en préstamo, o por perder
la liquidez, idea que siglos después en los tiempos del capitalismo justificará
los préstamos a interés, y el ahorro ligado a la inversión capitalista como
motor de la acumulación de capital y del crecimiento económico.
16
Concluida la Edad Media con el descubrimiento de América y los grandes
progresos en las técnicas de navegación, se extendió el comercio, la ocupación de
territorios, la afluencia y circulación de metales y la acumulación de capital, y, junto a ello,
la expansión de la demanda de bienes y la creación de manufacturas. Progresivamente, las
nuevas ideas del Renacimiento y la Reforma, el crecimiento de la población y el
movimiento técnico y económico provocarían la crisis de la organización feudal. A ella le
seguirá la revolución agrícola, y, progresivamente, múltiples transformaciones técnicas,
sociales y políticas plantearán cambios en las viejas estructuras, en las instituciones y en el
pensamiento económico. De este modo, la llegada del Renacimiento, mostrará una filosofía
económica desarrollada fuera del cristianismo y a menudo en contra suyo (Denis, 1970, p.
81).
En ese marco de lentas pero inexorables transformaciones económicas, sociales,
políticas y culturales que se desarrollaron a partir de la segunda mitad del siglo XV,
surgieron a mediados del siglo XVI -con los pensadores mercantilistas- los primeros
discursos específicamente económicos, que reconstruyendo la realidad de un modo no
neutral, procuraron progresivamente explicarla y actuar sobre ella. Se propusieron de modo
particular explicar la totalidad del movimiento económico, y en ese desarrollo las ideas se
ligaron muy estrechamente a la política de los estados.
Fue a partir de entonces que se convirtieron en preguntas centrales del quehacer
científico las cuestiones del cómo, por qué y para qué de lo económico (Burkun y
Spagnolo, 1985, p. 20). Con ellos, además, desaparecerá la cuestión de la "justicia" ligada
a lo económico.
Autoevaluación de los temas tratados en el texto:
1. Qué preocupaciones centrales expresa el pensamiento antiguo en materia
económica?
2. Haga una breve enumeración de las ideas principales de Platón, Aristóteles
y Jenofonte.
3. Cuáles fueron los ejes del pensamiento romano en cuanto a lo económico?
4. Qué diferencias aprecia entre la idea de los romanos y la de Santo Tomás de
Aquino respecto a la propiedad privada?
5. Qué representó el movimiento de ideas de la Escolástica?
6. Exponga las ideas de los pensadores de la antigüedad y de la Edad Media.
respecto al cobro de intereses.
17
2. La modernidad y las ideas económicas
Preanunciando la Era Moderna, los siglos XIV y XV asistieron al desarrollo del
comercio -en particular el de larga distancia- y de la industria, a partir del aumento de las
necesidades de la población. Se fue desarrollando así la industria textil, minera, y
metalúrgica, y con ello fue creciendo una clase de mercaderes-manufactureros y banqueros
que progresivamente a lo largo de dos siglos promoverían la expansión de relaciones
asalariadas de trabajo. Junto a ello se desarrollarían las ciudades y consolidarían los
estados nacionales, avanzaría el arte de la navegación aprovechando los descubrimientos
técnicos y astronómicos, circularían por Europa nuevas mercancías, procedentes de
territorios americanos y asiáticos producto del desarrollo del comercio, y se extendería el
uso del dinero (Denis, 1970, p. 84). Los cambios reales se combinaban con nuevas ideas.
En el siglo XVI ese panorama se completaría con el aumento del ingreso de los
metales de América extraídos de los tesoros precolombinos y de los yacimientos del
territorio ocupado, factor central de la transformación, que al triplicarse en el viejo
continente daría lugar a un proceso inflacionario desconocido hasta esos tiempos. Como
resultado de ello, entre 1500 y 1650 los precios se triplicaron en Europa, se modificó la
lógica de la producción-distribución y la estructura social, y se resquebrajó el orden
económico y político.
Fue así que entre 1462 y 1602, el poder adquisitivo de la moneda en Francia se
redujo en un 80% afectando a los sectores de ingresos fijos ocupados en los oficios
urbanos, en la industria rural y la manufactura. Las consecuencias sociales de esa
desvalorización monetaria fueron enormes, dando ello lugar -entre otras- a la resistencia
social expresada en motines populares y huelgas, preanunciando un cambio de estructuras.
El ingreso de oro y plata generó transformaciones importantes en el campo, a partir
de la ruina que la subida de los precios provocó en la nobleza, al reducir la capacidad de
compra de las rentas fijadas en dinero para largos períodos y a veces a perpetuidad. Este
proceso movilizó una profunda alteración de la estructura social, dando posibilidad a la
burguesía de adquirir tierras con intención de usufructo y/o de especulación. Con ello, el
flujo de capitales hacia la agricultura dio lugar a cambios en las formas de explotación,
como el de la ganadería lanar en Inglaterra, que al extenderse junto a la producción de
lanas ocupó los campos comunales y fue imponiendo el cercamiento. A partir de entonces,
se extendería la diferenciación de agentes, gran parte de los campesinos quedarían
expulsados de los campos y aumentaría la miseria (Screpanti y Zamagni, 1997, p.30).
18
Puede decirse entonces, que la nueva estructura de precios implicó la multiplicación
de ganadores y perdedores: por un lado, se produjo un singular enriquecimiento de la
burguesía mercantil, que vivía de rentas derivadas de la diferencia entre los precios de
venta y los precios de compra de las mercancías, renta comercial que por lógica aumentaba
con la inflación; y por otro, produjo un gradual empobrecimiento de aquellas clases
sociales -como la aristocracia y el clero- que vivían de las rentas fijadas por la costumbre,
las cuales se adecuaban con mucha lentitud a la disminución de valor de la moneda.
En esta dinámica impuesta por la inflación sobre las estructuras sociales e
institucionales preexistentes, el crecimiento en manos de la burguesía, junto con el proceso
de expropiación gradual de las antiguas clases dominantes, constituyó uno de los factores
fundamentales del proceso de acumulación originaria. (Screpanti y Zamagni, 1997, p. 30).
Adicionalmente, la necesidad de contar con cantidades crecientes de manufacturas
para el intercambio, y sobre todo la exigencia de una mayor estabilidad y regularidad de la
oferta, indujeron cambios en las relaciones sociales de la producción, que se tradujeron en
un control cada vez mayor de la actividad productiva por parte del propio comerciante. A
partir de ello, a finales del siglo XVI el modelo artesanal de producción, en el que el
artesano dominaba el saber hacer y tenía la propiedad de los instrumentos de trabajo y del
taller, trabajando de modo independiente, entraría en crisis, siendo reemplazado, en el
sector de la exportación, por el sistema de trabajo a domicilio llamado putting out system,
un trabajo realizado de modo externalizado o "tercerizado".
Con este cambio, al principio era el comerciante quien suministraba las materias
primas al artesano y quien le encargaba la transformación de ellas en productos
terminados, mientras que el trabajo se seguía desarrollando en talleres independientes más
o menos coordinados. Así, el artesano retenía parte de su autonomía, dada por el oficio. En
una fase posterior, el comerciante pasará a disponer de los instrumentos de producción y a
menudo del taller, y será él mismo quien contratará trabajadores, los que se convertirán en
asalariados al vender su propia capacidad de trabajo. La industria textil fue uno de los
primeros sectores en que se desarrolló dicho modelo de producción aprovechando la mano
de obra de los campesinos empobrecidos (Lis y Soly, 1979, p. 172).
De esta manera, se fueron conformando progresivamente y en simultáneo, la
burguesía industrial y la clase trabajadora de tipo moderno: una clase social de sujetos
supuestamente "libres", privados del control del proceso de producción, y vendedora de su
fuerza de trabajo y su saber, único medio de que disponían para acceder al sustento.
19
En el campo, este proceso se concretó a partir del sistema de producción
domiciliario, el avance del cercamiento de las tierras, en particular en Inglaterra, y el
aumento de la población. Y en las ciudades, el aumento de los precios empobreció
drásticamente a los trabajadores semiartesanales que eran las capas más bajas de las
antiguas corporaciones, que obtenían, al menos en parte, ingresos de trabajo dependiente
fijados por la costumbre, afectados por la inflación. A éstos se sumaron los campesinos
expulsados de los campos y los artesanos pobres cuyas mercancías no podían competir con
los productos bajo control de los mercaderes-manufactureros, por costo, o por la falta de
una salida comercial segura (Screpanti y Zamagni, 1997, p. 31).
Al mismo tiempo, se consolidó en Europa occidental el poder de los modernos
Estados nacionales, combinando tributos, financiamiento y el avance del control sobre las
colonias en alianza con las nuevas clases en expansión (Denis, 1970, p. 85). Ello fue el
resultado de un largo proceso que se inició con las transformaciones provocadas por la
desintegración del Imperio Romano, las que dieron vida a varios procesos de unificación
nacional, que culminaron hacia fines del siglo XV, al menos en Inglaterra, Francia y
España.
En línea con ello, el principio utilitario que abrazaron los flamantes estados
nacionales no tardó en producir un cuerpo doctrinario que funcionaría como guía
para el logro y gobierno de la riqueza, convertido en una auténtica doctrina
económica del Estado.
Así, en 1615 y como anticipo del interés por la sistematización del contenido de lo
económico que se consolidaría a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, Antoine
de Montechrétien, pensador representante del mercantilismo francés, bautizó a la doctrina
económica de la época como "Economía Política" al llamar a su obra Traité de l´Economie
politique.
De este modo, en el marco de los cambios materiales señalados, se iniciaba una
revolución cultural en Europa que demolería la legitimidad del orden establecido en el
Imperio. El espíritu del hombre se emancipaba de la tradición y la fe y comenzaba a
orientarse por la razón. Nuevos intereses, nuevos valores, y nuevas ideas.
Con el Humanismo y el Renacimiento, el hombre se colocaba en el centro del
universo, y la filosofía se emancipaba de Aristóteles y Santo Tomás. La política, con
Maquiavelo, dejaba de ser una rama de la filosofía moral para convertirse en ciencia, y el
Estado sustituía a la Iglesia en el control de la actividad intelectual.
20
Fue en este clima de inventos, descubrimientos, y del surgimiento de la filosofía
moderna, y de la ciencia, que se sentaron las bases del pensamiento económico moderno,
aunque ello no alcanzaría aún la difusión necesaria, y habría que esperar cerca de ciento
cincuenta años para oficializar la denominación Economía Política para los estudios
científicos en economía, momento en que James Steuart, pensador inglés, logró imponerla.
Por esos tiempos quedó públicamente establecido que el pensamiento desarrollado
alrededor de los problemas económicos ponía su foco en las leyes de la economía del
Estado, reflejado -por ejemplo- en la obra del propio Montechrétien referida a las finanzas
públicas y a la república.
En ella incluía cuatro temas principalmente: la manufactura, el comercio, la
navegación y los deberes del príncipe (Fernández López, 1973, p.57, Perdices de Blas,
2003, p. 63).
Con ello se abandonaba, por un lado, la idea aristotélico-tomista según la cual la
economía se relacionaba únicamente con el comportamiento de los agentes económicos
individuales (las familias), y en segundo lugar, ello supuso el abandono de la metafísica
escolástica (Screpanti, y Zamagni, 1997, p. 32).
La Economía abordará -entonces-, en el marco del proceso de laicización de la
ciencia, problemáticas sensibles a la época. Ellas pueden resumirse en:
el uso de los recursos naturales,
la incorporación de las mejoras técnicas a la producción,
el aprovechamiento creciente del trabajo humano y
el uso de los excedentes en la acumulación del capital y la producción de
alimentos.
Ello por cuanto, la expansión económica de fines del siglo XV y principios del XVI,
motorizada por el comercio, que convivió con la explosión demográfica, la urbanización y
la expansión productiva agraria, llevó a aprovechar más intensivamente los suelos, a elevar
la productividad, e impulsó la labranza de tierras abandonadas convertidas en recursos
productivos. A partir de ello, la creciente productividad suministró al Estado los tributos de
los campesinos, al tiempo que se recuperó el comercio transcontinental y surgió el
comercio intercontinental proporcionando un enorme impulso a la economía de Europa
occidental (Lis y Soly, 1984, pp.73-74).
21
Ello consolidó la preocupación de la economía como ciencia por las actividades
públicas, y el comportamiento de los agentes sociales colectivos, el Estado y sus órganos,
pero ahora subordinados a la nación, enfocando centralmente la acumulación y la gestión
de la riqueza.
Así, la economía moderna aparecerá como ámbito específico en el marco de la
secularización de la ciencia, cuando la acción humana dejó de estar motivada por fines
espirituales, y las decisiones públicas dejaron de estar legitimadas por Dios, pasando a
estar motivadas por los fines de las naciones y de los hombres. Ello indujo a estudiarlas
científicamente. Con el tiempo ella se consolidaría bajo la influencia de la filosofía
iusnaturalista, el empirismo inglés y el racionalismo cartesiano (corrientes filosóficas y del
conocimiento, centradas en las leyes naturales, la experimentación y la razón).
En ese marco de ideas e instituciones en proceso de modernización, crecían las
ciudades y puertos comerciales sobre el Mediterráneo, el Adriático, y el Mar del Norte, y
ciudades capitales o dinámicos centros comerciales internos como Florencia. La
agricultura, actividad económica básica de la subsistencia social, sufriría importantes
transformaciones técnicas y sociales en la producción, la distribución y el consumo; entre
las primeras, el incremento en la rotación de los cultivos y la incorporación de nuevas
herramientas que aumentaban el rendimiento de la tierra; y entre las segundas, el
cercamiento de las propiedades individuales que limitaba el poder feudal, las migraciones
del campo a la ciudad, y la aparición de actores sociales como el arrendatario y el
campesino individual, expresión de las nuevas relaciones de producción.
El comercio promovió también la especialización de los cultivos, la paulatina
generalización de la moneda como medio de cambio y propició la existencia de bancos e
instituciones dedicadas al tráfico de dinero. Junto a ello, el crecimiento de las ciudades, a
partir del desplazamiento poblacional modificaba el campo de las necesidades sociales y el
mundo de los oficios, poniendo en crisis las viejas estructuras del sistema feudal. Y el
comercio, el capital comercial, el dinero y el capital usurario ponían en movimiento un
profundo proceso de transformación histórica. Con él se expandía la división social y
técnica del trabajo y se diversificaban progresivamente las sociedades.
De esta manera, en el nuevo escenario social, la riqueza, los precios, la ganancia
y el mercado se convirtieron en los principales referentes de las prácticas económicas
de los individuos, y el Estado como eje organizador público, pasó a sustituir al
particularismo del poder feudal y al universalismo de la Iglesia.
22
Era el componente que en un terreno estrictamente político complementaba el
surgimiento histórico del mercado como espacio de intercambios y nueva institución.
Así, la riqueza, el precio, la ganancia, el mercado y el estado se constituyen en la
especificidad histórica de lo económico. A partir de este momento histórico, la
producción, distribución y consumo, se llevarán a cabo a través de la vigencia social de
dichos elementos. (Polanyi, 1992, 167)
Sobre ellos mismos se construirán los diferentes discursos económicos; y la
Economía Política se originará en un campo específico integrado por nuevas
relaciones entabladas por los individuos en torno a la producción, distribución y
consumo. A partir de ello, se habrá impuesto la razón sobre la fe.
De este modo, la teoría y la historia se fusionan en el desarrollo de un nuevo
campo de conocimiento: el económico (Burkun y Spagnolo, 1985, pp. 21-22).
Por esos tiempos, la dinámica económica descripta, fue objeto de tratamiento de los
pensadores mercantilistas en sus distintas vertientes, sentó las bases para el nacimiento de
una economía mundial y fomentó el paulatino crecimiento de las formas de organización
mercantil capitalista.
Aparecían nuevos problemas en una economía que se hacía progresivamente
más compleja e integrada, y quedaban definidas nuevas categorías de análisis y
nuevos focos de interés de lo que constituyó una política económica con eje en:
el comercio,
el proteccionismo,
la acumulación de moneda y
la industria,
expresión de una gestión integral del Estado centralizado.
Ello involucraría también:
el crecimiento de la población como recurso de poder,
la expansión territorial como aporte de materias primas, trabajo y mercado, y
los ejércitos y armadas de guerra, como medio para garantizar la concreción
de los proyectos imperiales.
23
Al mismo tiempo, el tema distributivo (reparto de bienes e ingresos) -como cuestión
problemática crucial de la economía política- se convertiría en un germen que anidaría en
el pensamiento económico. Ello fue el resultado de su existencia visible ligada a la
convivencia de la pobreza urbana y rural de la época junto a la opulencia de las cortes, la
acumulación de fortunas por parte de los mercaderes, empresarios y financistas, y la puja
por los recursos, en especial por la tierra -base material de la reproducción social- y por el
dinero -fuente directa de poder para la apropiación de las cosas-.
Después de una incubación de casi dos siglos, la cuestión reaparecería de la mano de
los Fisiócratas, expresada en el Tableau Economique4, mostrando la preocupación por las
contradicciones de la época: una expansión económica constante, el crecimiento de la
producción y el comercio, pero una distribución asimétrica de los resultados de la
expansión; o sea más riqueza y más pobreza en las ciudades y las naciones.
Numerosas fuentes históricas consultadas dan cuenta de que el costo social de la
transformación agrícola operada por esos tiempos fue alto, el empobrecimiento de los
campesinos fue absoluto, y, más aún, el de los arrendatarios, y con ello se gestó una masa
de población desposeída en el campo que tuvo escasas alternativas a su alcance (Anderson,
1985, Dobb, 1971, Lis y Soly, 1984, Takahashi, 1986).
Derivado de ello, las alternativas vitales para esa "población desplazada, y
empobrecida" se repartía entre: el trabajo asalariado, la industria casera o la
emigración, a la que se podría sumar una doble opción marginal: asentarse en tierras
boscosas supuestamente libres, o alistarse como mercenarios en los ejércitos y armadas de
los Estados absolutistas. Al presente, estos fenómenos vuelven a aparecer y preocupar.
En el escenario político y económico reseñado, y más allá de la existencia de
problemas comunes en algunos países europeos en la época, según Screpanti y Zamagni no
existió una escuela de pensamiento que se autodefiniera como "mercantilista", y que fuera
conciente de su propia homogeneidad teórica.
Pero, dada la unicidad de algunas cuestiones planteadas, el propio Adam Smith
(economista inglés de fines del siglo XVIII y padre de la Escuela clásica)-al revisarlas
muchos años después- agrupó bajo la categoría de "sistema mercantil o comercial" el
conjunto de ideas económicas que dominaron los ambientes políticos y comerciales
europeos en los siglos XVI, XVII y buena parte del siglo XVIII.
4 Los Fisiócratas constituyeron pensadores que desarrollaron ideas sobre las cuestiones de la producción, la
distribución y el comercio hacia mediados del siglo XVIII en Franca, dando inicio a las ideas liberales y
naturalistas en economía.
24
Señaló Smith-al observar el distinto progreso realizado por la riqueza en las
diferentes épocas y naciones, que ello dio origen a dos sistemas distintos de economía
política, relativos a los mecanismos de enriquecimiento del pueblo:
"el sistema de comercio o mercantil" y
"el sistema de la agricultura".
Sin embargo, estos dos sistemas no estaban en el mismo plano. Quesnay y sus
discípulos, a los que la posteridad llamaría Fisiócratas, y ellos se autodenominarían "les
economistes", presentaban un frente común y sobre la base de estas preocupaciones
formaron una escuela definida. En cambio, los escritores ingleses de los siglos XVII y
XVIII no tenían conciencia de estar contribuyendo a una corriente definida de ideas y
menos aún a una tradición común, que Adam Smith denominaría: mercantilismo.
Es cierto que los pensadores de esa corriente no tenían principios ni instrumentos
analíticos comunes. No obstante ello, a lo largo de tres siglos de esfuerzo intelectual sin
coordinación, lleno de controversias y reflejando una gran variedad de circunstancias
prácticas propias de cada país, fueron gestando ciertos ejes doctrinales, ligando la
economía y la política, las prácticas sociales y las del Estado. Ellos pueden agruparse bajo
el concepto de mercantilismo, imponiendo un sentido de unidad y coherencia lógica a los
escritos, mucho mayor que el que tenían en realidad (Blaug, 1968, pp.23 y 24).
En un sentido adicional, los mercantilistas como defensores del enriquecimiento
de los Estados contestarían a cada uno de los puntos que habían expuesto los
escolásticos desde el punto de vista teórico y desde el punto de vista de los hechos, con
una posición casi exactamente opuesta.
A los valores de la justicia opondrán los valores de la utilidad.
Al ideal de una economía estacionaria, autoabastecida, agraria, de
dimensiones reducidas, opondrán el ideal de una economía creciente, con
comercio exterior activo, comercial-manufacturera y de grandes dimensiones.
Al desprecio del metálico como riqueza y al tráfico con dinero, opondrán
la tesis exactamente contraria, y estimularán su acumulación.
Quizás, en un sólo punto estaban de acuerdo con ellos: el de la población (Fernández
López, 1973, p. 57).
25
Al respecto, Edgar Salin sostiene que "lo que separa aún más a los mercantilistas de
los escolásticos no es sólo la diferencia externa, de procedimientos, el que aquellos
prescinden de la inclusión de la nueva disciplina en el gran sistema de la teología católica,
sino también y en mayor escala aún, en que -acorde a los cambios de paradigma de la
Modernidad y la Reforma Religiosa (agregado propio)- se modifica la actitud general del
hombre ante la vida, como consecuencia necesaria de la aparición del capitalismo, causa
a su vez de honda transformación metodológica en el planteamiento de los problemas.
Mientras que la escolástica se había preocupado de distinguir la ganancia lícita de
la prohibida, los mercantilistas buscaban en el siglo XVI el medio técnico más eficaz para
procurar las riquezas de toda clase.
En tanto que la escolástica había puesto en tela de juicio ético el cobro de interés, y
únicamente por graduales tolerancias fue autorizando las formas de percibirlo, los siglos
siguientes se ocuparon del problema de si resulta preferible para el bienestar de una
nación establecer un interés alto o bajo, y si conviene más el régimen de autoridad o el de
libre regulación" (Salin, 1948, pp. 71-73, citado por Fernández López, 1973, pp. 20-21).
Ferdinad Zweig, por su parte, al referirse a la cuestión afirma: "Los mercantilistas se
dedicaron totalmente a descubrir nuevos medios de adquirir y multiplicar la riqueza.
Fueron planificadores, en mayor o menor escala, plenos de entusiasmo organizador. Aquí
se advierte el amplio contraste que se establece respecto a la fase anterior. A diferencia de
los escolásticos, los escritores mercantilistas fueron racionalistas, creyeron firmemente en
el poder de la razón. No creyeron en la tradición, ni en las instituciones y organizaciones
tradicionales. La inquietud de la época del Renacimiento y la búsqueda de grandes
riquezas que deberían obtenerse por aventura, por el comercio de ultramar, por la
organización y la planeación encontraron aquí expresión plena"
..."Un país ve las grandezas acumuladas por otros y quiere obtenerlas. Las cosas
cambian rápidamente y nadie quiere quedarse atrás de los demás. La idea de moderación,
de la que estaba imbuido todo el pensamiento de los escolásticos, fue totalmente
reemplazada -entonces- por su contraria, la búsqueda de riquezas" (Zweig, 1961, p. 137,
citado por Fernández López, pp. 58-59).
De este modo, las transformaciones desatadas en la realidad a partir de la disolución
del orden feudal y la transición al orden capitalista, traerían consigo una visión del
hombre que exalta el valor absoluto del Estado, por una parte, y de la riqueza, por
otra.
26
Y en los siglos XVII y XVIII se consolidarán el mercado y el estado como nuevos
espacios sociales y nuevos conceptos, al tiempo que avanzará la progresiva ruptura de
los lazos de dependencia personal, reemplazados por la libertad e igualdad.
A partir de entonces, la producción, distribución y consumo se resolverán a través de
vínculos mercantiles, sin la coacción extraeconómica y sin las dependencias personales que
implicaban las relaciones de esclavitud o servidumbre (vasallaje).
Rotos los vínculos con la comunidad, con el señor y con la Iglesia, el individuo
aparecerá -progresivamente- como un ser aislado frente al conjunto de la sociedad,
impulsado por la necesidad, la razón y el interés individual, disponiendo de obligaciones y
derechos al igual que todos los demás, y -supuestamente- en igualdad de oportunidades
para enfrentar la vida. Con ello, la economía y la política ocuparán espacios específicos.
La existencia del hombre pasará a depender de la sociedad; al no disponer por sí el
hombre de todos los bienes necesarios, deberá vincularse con los demás individuos a través
del comercio de los bienes que son de su propiedad. Incluso en caso de carencia total de
bienes, dispondrá de su capacidad de trabajo para negociarla y mantenerse.
De este modo, la confluencia del conjunto de intercambios producidos entre los
múltiples individuos, dará lugar a la aparición del mercado.
En ese marco, el Estado regulará con la ley y mantendrá el orden interno y
externo.
Aparece así el mercado como espacio social, al cual cada persona aporta sus bienes,
y del cual intenta conseguir otros bienes que precisa para satisfacer sus necesidades. El
nivel de dicha satisfacción dependerá de la cantidad de bienes de que dispone para el
intercambio (Burkun y Spagnolo, 1985, p. 23).
Esta avance en la modernidad a lo largo del tiempo hacia la sociedad de mercado, y
la manera como los individuos satisfacen sus necesidades -a través de la relación de
intercambio- irá asociada a modificaciones institucionales.
Entre ellas, como fuera dicho, destaca por esos tiempos la consolidación de los
estados nacionales que aparecerán como representantes del conjunto de los individuos
libres e iguales.
Las voluntades (los intereses individuales) se representarán a través del Estado
como voluntad colectiva, que tenderá a la realización del interés general, articulando
las voluntades individuales. Ya no lo hará la Iglesia ni el señor feudal.
27
De este modo, la producción, distribución y consumo reconocerán a partir del
advenimiento del capitalismo, al mercado y al estado, como dos espacios sociales
fundamentales para su propia realización (Burkun y Spagnolo, 1985, p. 24).
En el mercado, los individuos afrontarán un juego competitivo y de intercambio
caracterizado por conflictos, confluencias, enfrentamientos y compromisos. Ello por
cuanto el mercado crea igualdades y al mismo tiempo genera diferencias. Los individuos
concurren a él como iguales a comprar y vender bienes y servicios, y en el juego
competitivo de voluntades individuales, cada una de ellas se expresará a través de precios,
cuyo nivel quedará determinado a partir de dicho mecanismo.
Pero también el mercado crea desigualdades, algunos pueden ganar y otros pueden
perder. El comerciante aspira a obtener una ganancia como diferencia cuantitativa entre lo
que lleva al mercado y lo que de él retira finalmente, cuando concluye el intercambio. Y
esa posibilidad de obtener una ganancia se asocia con la ilusión de obtener una riqueza. De
esta manera, para el conjunto de personas y para cada una de ellas en particular, la
actividad económica deja de tener como finalidad exclusiva la satisfacción de las
necesidades y toma como objetivo particular, integrador de la voluntad colectiva, a esa
ilusión de riqueza. (Burkun y Spagnolo, 1985, p.24)
Hasta los siglos XVI y XVII, etapa preparatoria de la historia de las doctrinas
económicas, según los mercantilistas, el beneficio económico, génesis de la riqueza, se
conforma en el comercio, como diferencia cuantitativa de precios, entre aquellos a los que
se venden los bienes y los montos de adelantos monetarios realizados en su producción.
Habrá que esperar más de un siglo para que se reconozca al trabajo productivo
como generador de riqueza, y más de dos, para que se identifique a la fase
productiva-distributiva del circuito económico como la generadora de la ganancia,
como diferencia entre los valores producidos y los retribuidos en el trabajo, excedentes
realizados efectivamente en la fase de venta de las mercancías, bajo la forma social dinero,
acumulable en el tiempo y razón de ser de la dinámica capitalista.
Recapitulando, es posible afirmar siguiendo a Burkun y Spagnolo, que, "el momento
histórico en que cambia el viejo orden feudal y se genera el nuevo orden capitalista
resulta ser el punto en el cual se constituyen los discursos específicamente económicos. Es
el momento también en el que lo económico adquiere un carácter relevante que lo
diferencia de la generalidad de los problemas humanos. Lo económico se diferencia así de
lo ético, de lo moral, de lo jurídico" (Burkun y Spagnolo, 1985, pp. 24-25).
28
"Nuevas preocupaciones surgen a partir de la evolución del comercio, de las
migraciones del campo a la ciudad, de los cambios tecnológicos y en las relaciones
productivas en la agricultura y la industria. Se generalizan nuevos conceptos que reflejan
las nuevas realidades: precios, ganancias, riqueza, mercado y estado. El mercado y el
estado se convierten de este modo en articuladores de las voluntades individuales y en
medios para la realización de los intereses generales" (Burkun y Spagnolo, p.25).
La separación del trabajo de otras actividades de la vida y su sometimiento a las leyes
de mercado, desterrando los vínculos extraeconómicos, equivalió a un aniquilamiento de
todas las formas orgánicas de la existencia y su sustitución por un tipo de organización
diferente, atomizada e individualista. Y ello fue provocado por la aplicación del principio
de la libertad de contrato. En la práctica, ello significaba que habrían de liquidarse las
relaciones y organizaciones no contractuales preexistentes entre los individuos; el
parentesco, la vecindad, la profesión y el credo, porque ellas reclamaban la lealtad del
individuo y así restringían la libertad. (Polanyi, 1957, 1992, p.168).
De este modo, la transición habrá llegado a la economía contemporánea, con el pleno
reinado del mercado y una presencia mayor o menor -según las épocas- del estado como
institución coordinadora de la sociedad.
Nuevas ideas y nuevos valores impulsarán nuevas acciones, y el desarrollo material
movilizará nuevas formas de organización.
Los bienes como valores de cambio adoptarán la forma social de mercancía y
dinero, e incluso el trabajo humano, aparecerá como mercancía fuerza de trabajo para ser
consumido en el proceso de transformación material empujado por la ganancia y la
acumulación de capital.
3. El Mercantilismo: nuevos valores, nuevas ideas y actividades: el afán del
lucro, la manufactura y el mercado junto al Estado.
Como fuera señalado, en la modernidad, el Renacimiento operó como una revolución
social, creó un hombre nuevo, distinto al de los siglos precedentes, con nuevos conceptos
sobre la vida, el mundo y el universo. Ello tendría su correlato en las ideas acerca de lo
económico.
En los valores se hicieron visibles dos tendencias opuestas que convivieron por algún
tiempo:
29
por un lado, el ideal estético, el amor a la belleza, y
por otro, el afán del lucro, la pasión por adquirir bienes materiales, sobre todo
lingotes y monedas de metales preciosos como riqueza más codiciada, junto
al valor absoluto del Estado, lo que con el paso del tiempo se impuso como
valor dominante.
El dinero metálico y el comercio, fuente de
riqueza de la época mercantilista, asociado al poderío de los imperios y de los estados
absolutistas
En ese marco, la fiebre y sed de dinero se impusieron por sobre el arte como meta
esencial de la vida, y la producción para el mercado ampliado lo hizo por sobre la
producción regional y autosuficiente y el trueque.
Ello se expandió junto al descubrimiento, la conquista y la colonización de América
por España, entrándose progresivamente en la economía monetaria y el tráfico de
mercancías, fueran materias primas, manufacturas o esclavos, junto a la piratería, lo que
otorgaría a Inglaterra centralidad y dominio en los mares y territorios, resultado de la
acumulación de riquezas y el crecimiento de la demanda y la producción, base del
predominio económico y militar que habría de ejercer como potencia en el mundo durante
algo más de doscientos años.
Prosperaron asimismo numerosas industrias, a la par que la demanda de mercancías
de los nobles, de los burgueses acaudalados y de los ejércitos, y a partir de ello se expandió
la sociedad mercantil, el transporte y la navegación.
Al mismo tiempo, las reformas religiosas significaron la adaptación del cristianismo
a las necesidades y aspiraciones económicas de la burguesía, de los negociantes y
financistas, y del sistema capitalista en su despegue.
De este modo, la búsqueda de la ganancia como principio rector quedó
legitimada en el marco de las nuevas visiones, prácticas e instituciones.
30
Los cambios de la sociedad europea en los siglos XVI y XVII exigían un cambio
radical en el campo de las ideas. Ello quedaría plasmado -entre otros- en el económico.
Al respecto, señala Silva Herzog que, al transformarse la organización del comercio,
del transporte y de la industria, al fundarse instituciones de crédito y al adquirir un rango
preponderante los móviles económicos, era menester la elaboración de un sistema de ideas
que se ajustara y sirviera de estímulo a la nueva realidad.
El capitalismo en sus comienzos necesitaba sus pensadores, sus doctores. La historia
del pensamiento económico los llamaría "mercantilistas" y denominaría
"mercantilismo" al conjunto de sus opiniones económicas o de sus ideas en materia de
política económica.
Estos pensadores pragmáticos en materia económica no fundaron una escuela ni
elaboraron una teoría o doctrina en el estricto rigor de los términos. Ese papel quedaría
reservado en el tiempo a los fisiócratas, y a Smith y sus discípulos (Silva Herzog, Prólogo
al texto de Thomas Mun, La Riqueza de Inglaterra por el Comercio Exterior, 1954, p. 12).
Las ideas de los mercantilistas pueden resumirse del siguiente modo:
A. La plata y el oro eran considerados como la más preciada de todas las
riquezas del país.
B. La balanza comercial debía ser favorable, de modo que las exportaciones
excedieran en valor invariablemente, a las importaciones.
C. El Estado debía intervenir en la economía como medio para ayudar al
desarrollo mercantil.
D. La industria, la navegación y el comercio debían ser fomentadas, con la
finalidad, de mantener una balanza favorable.
E. Poblacionismo. Debía fomentarse el aumento de la población dado que
aumentaba los brazos disponibles para el trabajo y enriquecía la nación.
F. Todo el mundo debía trabajar.
G. Los impuestos debían ser bajos o no existir impuesto a la exportación y sí
elevados tributos a las importaciones.
H. La agricultura era subestimada dado que no favorecía en el grado deseable la
balanza comercial.
31
Según Silva Herzog no todos los mercantilistas tenían exactamente las mismas ideas
en materia de política económica; aunque mostraban diversos matices. Unos daban mayor
importancia al comercio que a la industria; otros consideraban el desarrollo industrial como
la cuestión sustantiva para el progreso de sus respectivas naciones, por caso los franceses,
y otros como el italiano Juan Botero, otorgaban primacía a los problemas de la población.
Coincidente con el florecimiento de la primacía de la acumulación de metales vía el
comercio de ultramar, el desarrollo de las economías monetarias y de los mercados,
desplazó a los sistemas de producción antiguos y cambió la organización del trabajo.
Eran los inicios de la búsqueda de ganancia como práctica innovadora, a través
del destino de dinero a la compra de mercancías para su posterior venta, con el objetivo de
que el intermediario obtuviera un excedente comercial. En su intento por expandir su
riqueza personal, los hombres transformaban el sistema de relaciones precedentes: las
economías rurales de los señores y de los siervos, y los gremios de los artesanos urbanos.
De una economía regional se pasaba a una economía nacional, y debido al
explosivo auge de las comunicaciones transoceánicas, se incorporaba masivamente el
comercio exterior en gran medida en condiciones monopólicas.
En ese escenario, los mercaderes de larga distancia en Europa occidental se
convertían en los agentes sociales enriquecidos, y junto con la masiva entrada de oro y
plata, emergían otras formas de producción: el comerciante necesitaba cada vez más
productos para colocar en el extranjero y con ello se convertía en el organizador de una
producción en mayor escala preanunciando el trabajo asalariado, y nuevas formas de
apropiación de excedente. Resultaba necesario mejorar las técnicas de producción, y los
siervos se convertían en campesinos desposeídos y libres a la vez, que al carecer de tierras
pasaban a ocuparse en los arrendamientos capitalistas y en la reconversión agrícola, o en la
manufactura urbana o rural (Pérez Enrri, 2000, p. 347).
Como ha planteado Dobb, el sistema mercantil fue un paso imprescindible para el
desarrollo del capitalismo. Fue un sistema de explotación a través del comercio y regulado
por el Estado, que desempeñó un muy importante papel en la adolescencia de la industria
capitalista: fue en lo esencial, la política de un período de acumulación primitiva. Tan
importante se lo consideró en su tiempo, que en ciertos escritos mercantilistas se halla una
tendencia a considerar la ganancia que arrojaba el comercio exterior como la única forma
de excedente económico, y, por lo tanto, la única fuente de acumulación, así como la de las
rentas del Estado. (Dobb, 1971, pp. 249-250)
32
Para Davenant (mercantilista de la época), señala Dobb, el comercio interno no
enriquece una nación sino que, meramente transfiere riqueza de un individuo a otro,
mientas que el comercio exterior aporta un agregado neto a la riqueza del país, un
incremento de excedente. Y la insistencia en las ventajas de incrementar la exportación
resultaría del surgimiento de un poderoso interés industrial, distinto del comercial:
"beneficiaba al fabricante que el mercado para su producto fuese lo más vasto posible y
sus ganancias aumentaban si se restringía la importación de artículos competitivos"
(Dobb, 1971, pp. 249-251).
Davenant definía del siguiente modo los principios de la acumulación de capital:
"Inglaterra debe enriquecerse mediante la exportación de nuestros propios productos.
Para que la balanza comercial nos sea favorable, es necesario que podamos comprar al
extranjero por medio de nuestros productos exportados todo lo que necesitamos para
nuestro consumo y que esta operación deje un remanente de metales preciosos o
mercancías que podamos vender a otros países; este remanente constituye la ganancia que
la nación obtiene del comercio. Su volumen se halla en razón inversa a la frugalidad
natural del pueblo exportador y al bajo precio del trabajo y los productos
manufacturados, que permite a este pueblo vender sus productos al extranjero a precios
sustraídos de toda posibilidad de competencia" (Davenant, citado por Pérez Enrri, 2000, p.
350).
Y en cuanto al comercio interno, advertía: "En los productos consumidos en el
interior, unos pierden los que otros ganan y la nación en su conjunto no se enriquece, en
cambio todo lo que se consume en el exterior produce una ganancia segura" (Davenant,
citado por Pérez Enrri, 2000, p. 350).
4. Las corrientes mercantilistas
Los programas de política económica mercantilista mostraban muy variados matices,
producto de la especificidad en las condiciones geográficas, de recursos naturales y
humanos, de posesiones coloniales, etc. de cada Estado (Fernández López, 1973, p. 59).
En función de ello se identifican las siguientes variantes:
1. mercantilismo metalista, bullonista o monetarista: es la forma más antigua y
primitiva de Mercantilismo, según Fernández López (1973).
33
El mercantilismo español puede ser identificado como metalista, dado que cifraba la
riqueza nacional en la abundancia de oro y plata. Según esos pensadores, la mejor
manera de alcanzar la riqueza era tratar de que ingresara la mayor cantidad posible de
dinero y que saliera la menor cantidad posible. Luego, debía evitarse por todos los
medios que el dinero saliera. Esta posición refleja la particular situación de España a
partir del ingreso de corrientes de oro y plata obtenidas de México y Perú, luego del
descubrimiento de América y la conquista y colonización, que elevaron en ocho veces
las cantidades de metales disponibles previamente. La reserva de metal era vista como
una fuente de poderío, sin advertir el proceso inflacionario que dicha masa dineraria
provocaría en la economía española, al incentivar las compras en otros países europeos,
con una importante pérdida de las reservas de oro y plata. Ello modificó no sólo las
corrientes comerciales sino también las relaciones económicas y de poder al interior de
la península.
2. mercantilismo industrialista: predominó en Francia, país que no tenía la posibilidad
de España de obtener los recursos de oro y plata en forma directa. Esas ideas se
tradujeron en programas de política que se centraron en el fomento de la industria y las
manufacturas. En esa línea, Colbert -asesor de la corona francesa-puso en marcha
programas de fomento de las industrias y las manufacturas del Estado, la creación de
una flota y el mejoramiento de los puertos. Francia podía venderle a España y con ello
absorber metales. Del mismo modo que en Francia Jean Bodin, en Austria fue Philipp
W. von Hornigk quien en 1684 planteó su programa "Nueve reglas principales de la
economía nacional". Eso ha sido expuesto en su obra "Austria, la primera con sólo
proponérselo". Carente de yacimientos de metal precioso, y de salida al mar, consideró
que Austria debía desarrollar la industria artesanal en el interior del país como vehículo
para su engrandecimiento. (Fernández López, 1973, p. 61).
Para estos fines propuso las siguientes nueve reglas:
1) estudiar con el máximo cuidado el suelo del país, sin dejar de considerar las
posibilidades agrícolas hasta del último rincón o gleba, y no evitar labores ni gastos
dirigidos a descubrir oro y plata.
2) manufacturar dentro del país todas las mercancías existentes en el país, que no
pudieran utilizarse en su estado natural.
3) una población creciente era necesaria para producir y cultivar las materias primas,
así como para manufacturarlas y siendo numerosa que pueda sustentar al país.
34
4) mantener siempre en circulación el oro y plata obtenidos del extranjero o
provenientes de minas propias.
5) los habitantes han de conformarse con los productos nacionales, absteniéndose de
los extranjeros, salvo causa de fuerza mayor.
6) en caso de ser necesario, deberían canjearlos por otros bienes y no por metales.
7) en caso de necesidad, se debería comprar la mercancía sin terminar a fin de
completar su elaboración a nivel local.
8) buscar oportunidades para vender los productos nacionales en el extranjero, y
9) bajo ninguna circunstancia, importar mercancías que existan dentro del país en
cantidad y calidad adecuada.
De este modo, von Hornigk sostuvo que la riqueza de una nación es competidora con la
de otras naciones, que el aumento de la riqueza propia se basa en el empobrecimiento
de la ajena, o que el incremento de la riqueza ajena se traduce en un empobrecimiento
del propio país. Su temor era la competencia francesa. Es así que, en su 5ta. regla,
estableció la prohibición de importación de mercancías francesas, en especial la seda,
la lana y el algodón (Fernández López, 1973, pp. 63-64).
3. mercantilismo comercialista: Un representante indiscutido de este enfoque ha sido
Thomas Mun. El mercantilismo inglés, revela un rasgo diferenciador del pensamiento
económico. Quienes construían el conocimiento económico, los que escribían sobre
cuestiones económicas en este período eran hombres de negocios, muchos de ellos
vinculados a las grandes empresas mercantiles.
Para Salin, "los mercantilistas ingleses más caracterizados no fueron tan sólo teóricos,
sino que, en muchos casos, se revelaron, antes que nada, como conductores
responsables de la nueva economía". Así, por caso, Davenant fue inspector general del
Cuerpo de Aduanas, y Mun pertenecía al Directorio de la Compañía de las Indias
Orientales, al igual que Child, y su primera obra estuvo destinada a la defensa de ella
(Salin, 1948, p. 91).
Para Mun, el medio ordinario para aumentar la riqueza y el tesoro nacional era el
comercio exterior, por lo que se debía vender más anualmente a los extranjeros en
valor de lo que se consumía de ellos (Mun, El tesoro de Inglaterra a través del
Comercio Exterior, 1664, traducido como La riqueza de Inglaterra por el Comercio
Exterior, 1954, p. 54).
35
En su obra expresó Mun que: "el comercio exterior es el medio de riqueza de
Inglaterra"..... y "el comerciante es un administrador del patrimonio del reino, obra de
no menor reputación que confianza, que debe ser desempeñada con gran destreza y
conciencia, para que el provecho privado pueda siempre acompañarse con el bien
público" (Mun, 1954, p. 54-58). Sobre los "arbitrios y medios particulares de
incrementar la exportación de mercaderías y disminuir el consumo de efectos
extranjeros" sostuvo que esos medios de la política económica gubernamental han de
orientarse en dos direcciones: incrementar la exportación y reducir la importación.
(Fernández López, 1973, p. 65).
Y el comerciante, para él, debía conocer de monedas, de pesos y medidas y de medios
de pago de todos los países extranjeros, de aduanas, peajes, impuestos y tributos; de los
productos que abundan en cada país, los que faltan y quiénes los proveen; de
navegación y técnicas navieras, y dominar diversas lenguas. Igualmente consideró que
hay más honra y provecho en una vida laboriosa que en una gran herencia que se
desperdicia por carencia de virtud (Mun, 1954, p. 55-56).
En ese marco, Mun propuso: medios para reducir importaciones, como por ejemplo
poner en uso las tierras ociosas, y refrenar el consumo excesivo de efectos extranjeros,
obrando con sobriedad en la dieta y los vestidos; y sugirió medios para abrir salidas a la
exportación como: buscar conocer las necesidades de los vecinos, fijar precios altos en
caso de que no existan competidores, y fijar precios acomodados en caso de
competencia; ello lo complementó con la propuesta de desarrollo de una marina
mercante, para acoplar la ganancia de mercado al cobro de seguros y fletes; con la regla
de desarrollo de una manufactura de exportación, generadora de empleos y moneda, y
en el caso de exportación de bienes que hubieran sido fabricados a partir de materias
extranjeras, liberarla de impuestos con el fundamento de generar empleos locales
(Mun, 1954, pp. 59-68).
Sobre la base de estos principios y sus fundamentos, puede sostenerse que la
concepción del mundo de los mercantilistas, era la de un sistema de naciones
enemigas que luchaban entre sí por la obtención de riquezas, obligadas a mantener
incesantemente la guerra, para mantener las posiciones obtenidas y acrecentarlas. Sus
nociones de "balanza de poder" y "balanza comercial", así como su confianza para el
enriquecimiento más en el cambio que en la producción, sugieren que consideraban a las
riquezas totales del mundo como una masa fija e inalterada.
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Por lo tanto, para los pensadores mercantilistas, el enriquecimiento de una nación
presuponía necesariamente el empobrecimiento de las demás.
En esa línea sostenía Philipp von Hornigk: "hoy, ser o no ser una nación poderosa y
rica no depende de la grandeza o de la limitación de fuerzas y de sus riquezas, lo esencial
es que los vecinos tengan más o menos que ellos. Ya que ser poderoso y rico se ha
convertido en una relación respecto a aquellos que son más débiles y pobres" (Fernández
López, 1973, p. 67).
Ello es coherente con una doctrina del poder del Estado, para la unificación del
Estado en un gobierno central y poderoso, contrario ello al mantenimiento del
particularismo feudal y de las ciudades aisladas: "contar con un príncipe poderoso, cuyos
dominios son grandes y unidos, y sus súbditos numerosos y leales, sus vituallas y
provisiones bélicas abundantes y listas, su situación propicia para atacar a otros y difícil
de ser invadidos, sus bahías buenas, su marina poderosa, sus aliados fuertes y sus rentas
ordinarias suficientes para sostener dignamente la majestad de su estado, además de una
masa razonable que puede anticiparse para reservar anualmente en atesoramiento para
ocasiones futuras" (Mun, El tesoro de Inglaterra, 1961, p. 123).
En síntesis, el programa mercantilista se propuso el enriquecimiento y el
poderío de un Estado, el que debía asegurarse a través de: (Fernández López, 1973, pp.
61-63; y Denis, 1970, pp. 95-107)
1) una población numerosa, con alta tasa de natalidad, ocupada en oficios
productivos;
2) un flujo continuo y grande de metales hacia el interior de las fronteras
nacionales;
3) un comercio exterior que respondiera a ciertas características: una balanza
comercial favorable y una composición de exportaciones con el mayor valor
agregado nacional posible, mientras que las importaciones debían ser básicamente
materiales en bruto o alimentos con bajo contenido de valor agregado;
4) el desarrollo de distintos sectores de la economía nacional, como las
manufacturas, la exportación de mercaderías y el transporte internacional;
mientras, la agricultura sería la generadora de alimento accesible para la mano de
obra barata, para producir bienes competitivos en los mercados extranjeros; y
5) una política de Estado que materializara el conjunto de los medios planteados.
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Ellos se definen como medios y no como objetivos, en tanto se entiende el problema
económico como una correlación entre medios y fines. El economista hereda los fines, o le
son dados por la autoridad o la sociedad, y atañe a él encontrar los medios para realizar
tales objetivos.
Los objetivos propuestos responden a los objetivos generales de los Estados
nacionales surgidos en la Edad Moderna que se pueden sintetizar en:
1) la soberanía nacional, el poderío del Estado frente a otros Estados
extranjeros, defendido con ejércitos y flotas
2) la riqueza nacional, entendida como el poderío económico, manifestado en
la extensión y riqueza de los territorios de la nación y las colonias, la
cantidad de metálico, los recursos tributarios del soberano, y el número de
habitantes del Estado y su capacidad productiva.
3) la unidad nacional, concebida como la unidad de gobierno, centralizado por
los reyes, de administración y de sistema monetario y fiscal, por encima de
los señores feudales o de las administraciones de los municipios urbanos, y
del poder supranacional del Papa, lo que llevará a la ruptura con la Iglesia y
a la confiscación de sus bienes.
De este modo, las ideas mercantilistas se constituyeron en una forma de política
económica, antes que de teoría económica, la cual no existió en esa época. Es una fase o
tramo de la historia de la política económica de los Estados nacionales, y los fines se
alcanzarían con población y metálico numerosos y comercio y balanza de pagos favorable
(Fernández López, 1973, pp. 71-73).
Los cambios en la vida económica de las sociedades en los siglos del apogeo del
capital mercantil y del comercio monopólico, vieron paralelamente alinearse las ideas en la
misma dirección. La expresión pública de ellas se tradujo en documentos diversos con
propuestas de medidas prácticas de política de gobierno a escala nacional, cuyos autores
eran hombres de negocios y responsables de los grandes monopolios de comercio exterior.
La opinión mercantilista era al mismo tiempo la voz de los Estados absolutistas,
y reflejaba los problemas a los que se circunscribía la alianza entre la cada vez más
poderosa burguesía comercial y la Corona. Los comerciantes obtenían ganancias del
intercambio y la Corona cobraba cánones aduaneros por las operaciones a fin de reforzar la
administración y el control en los territorios.
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España y Portugal fueron los países encargados de liderar la dominación
colonial en la Era Moderna. En los comienzos del siglo XVI, Inglaterra mostraba un
comercio internacional con productos con baja elaboración, como lana, pescados y
metales, reprocesados fuera del territorio y transportados por flotas de las potencias de la
época, en especial Italia y la Liga Hanseática. Sería la Primera Revolución Industrial la que
trastocaría las relaciones económicas internacionales de la época, al mismo tiempo que las
formas de producción y la estructura productiva y socioeconómica, impulsando a Inglaterra
a conquistar los mercados y a expandirse internacionalmente. En dichas circunstancias se
afianzaría el capitalismo (Pérez Enrri, 2000, p. 348).
Señala Heilbroner que las primeras políticas mercantilistas eran muy sencillas:
planteaban en Inglaterra que se vendiera lo más posible al extranjero y se comprara allí lo
menos posible, de modo de restringir la salida de oro del país y aumentar
ininterrumpidamente la riqueza nacional. (Heilbroner, y Thurow, 1987).
Ello reflejaba el interés por el enriquecimiento del tesoro, o sea la finalidad de
saneamiento de las finanzas nacionales, y se tradujo en la aplicación de derechos de
exportación y aranceles de importación, procurando a través de estas regulaciones retener
el oro dentro del país. Poco a poco el objetivo de la política mercantilista pasaría a ser
promover el desarrollo nacional inglés a través de medidas proteccionistas, con lo que el
país dejaría de ser predominantemente agrícola para convertirse progresivamente en una
potencia industrial. La poderosa flota inglesa resultaría ser un recurso fundamental en la
expansión del comercio internacional, plagado de luchas armadas para conquistar
mercados coloniales y eliminar a sus competidores europeos. A partir de la notable
acumulación de capital, la burguesía comercial devendría en burguesía industrial y
reclamaría la eliminación de las barreras comerciales y la libertad de producción y trabajo
(Pérez Enrri, 2000, p. 348).
Para ella los metales simbolizaban riqueza pero su acumulación requeriría del empleo
productivo para multiplicarlo. Así, se buscaban las causas de la riqueza y ésta se explicaba
por el comercio internacional y la circulación productiva del dinero.
En esa línea, Davenant manifestaba: "es cierto que el oro y la plata son la medida del
comercio, pero lo que constituye la fuente y el origen del comercio en todos los pueblos
son los productos naturales o las manufacturas del país, es decir los productos de la
tierra, del trabajo y de la industria".
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..."Hasta tal punto esto es cierto, que una nación que se viese privada por una causa
cualquiera de todo su numerario, con tal que su población fuese abundante, industriosa y
hábil para el comercio, y su suelo fértil en productos de todas clases, y contase con buenos
puertos, seguiría siendo a pesar de todo una nación comercial y la veríamos enriquecerse
y adquirir enseguida oro y plata en grandes cantidades. La riqueza real y efectiva de un
país consiste, por tanto, en su propia población". ....."Muy lejos de ser considerados por sí
solos como el tesoro y la riqueza de un nación, el oro y la plata no son más que
contraseñas que la gente usa en sus transacciones comerciales (Davenant, citado por Marx
en Historia crítica de la teoría de la plusvalía, p. 15 y retomado por Pérez Enrri, 2000, p.
349).
De este modo, exceptuando a William Petty, pensador inglés del siglo XVII, médico
del ejército, parlamentario y agrimensor en Irlanda, que atribuyó al trabajo el origen del
valor, los mercantilistas sostuvieron que la generación de valor se daría en el intercambio.
(Pérez Enrri, 2000, p. 349).
Petty se adelantó a su tiempo e hizo en diversas obras aportes teóricos y especiales
referencias al valor y la riqueza, a lo que agregó el tratamiento de las cuestiones del
desempleo, el financiamiento de la guerra, los impuestos y contribuciones, la pobreza, la
cuestión monetaria y financiera y el comercio exterior.
A sus ideas se sumaron las de Thomas Mun (mercader inglés) y Charles Davenant
(pensador inglés, seguidor de las ideas de Petty) que por los mismos tiempos publicaron las
obras más representativas del pensamiento mercantilista. Estos autores progresaron
respecto a la idea del metalismo para sostener la idea del balance comercial favorable
como índice de prosperidad económica, a partir del saldo positivo por diferencia entre
exportaciones e importaciones, vender más a los extranjeros de lo consumido de ellos en
valor (Soule, 1982). Por caso, Mun, miembro de la Compañía de Indias Orientales, en su
Discurso sobre el comercio desde Inglaterra a las Indias Orientales (1621), defendió la
Compañía cuando ella fue acusada de provocar la depresión de la economía inglesa en
1620, por sacar metal de plata del país.
A ellos se agregaron Dudley North y John Locke quienes en la Inglaterra del siglo
XVII a XVIII también refirieron al comercio y al dinero, introduciendo elementos que
anunciarían el principio de libertad en la economía y la sociedad, inaugurando el primero
la idea de que el comercio exterior de Inglaterra mejoraría si funcionara libre de toda
regulación por parte del Estado.
40
Los tiempos mercantilistas fueron más de dos siglos en los que el Estado aumentó su
fuerza favoreciendo el enriquecimiento de los ciudadanos. Ello fue defendido por
comerciantes, financistas y fabricantes. El Estado, como fuerza autónoma, ya no
subordinada a la Iglesia según la nueva filosofía política, más allá de las crecientes ansias
de libertad de los ciudadanos y del progresivo avance de las ideas del contrato social, era
defendido por una amplia mayoría, en el entendimiento de que la prosperidad del comercio
de una nación estaba estrechamente relacionada con la expansión del poder político del
soberano y el éxito de las campañas militares en tierra y sobre todo en el mar. Ello
incentivó la evolución de la idea del Estado como fin supremo de la vida humana a la
idea de la riqueza como valor supremo.
El mercantilismo fue así una doctrina que reflejó los cambios de la época, que
interpretó las profundas transformaciones en la producción y el intercambio entendidas
como cuestión macro, que dio sustento en el pensamiento en particular a los intereses
británicos, y en general a los europeos occidentales, en tiempos de la expansión colonial.
Hombres como Thomas Mun, digno representante de las ideas mercantilistas, más
allá del puro metalismo, desplegaron ideas avanzadas al impulsar la industria como forma
de agregar valor a las materias primas, reconociendo asimismo el valor del trabajo agrícola
de siembra, cuidado de cultivos y cosecha. Y a la vez introdujeron ideas e instrumentos de
contabilidad nacional al desarrollar las cuestiones del balance de pagos y de comercio, con
referencia a la entrada y salida de metales y divisas en el intercambio de bienes.
Como fuera expresado, para Mun, los metales en grandes cantidades no constituían la
verdadera riqueza de un Estado, sino que el comercio exterior era el medio de aumentar la
riqueza y el tesoro, recomendando vender cada año más a los extranjeros de lo consumido
de ellos en valor. Así se justificaba la exportación de bienes mayor que las importaciones,
un sistema de comercio controlado, el ingreso de capitales para mantener baja la tasa de
interés y estimular la inversión, y el aseguramiento del trabajo y las ganancias en la
actividad local. Ello fortalecía la economía, el Estado y el imperio.
El concepto de balanza en términos de trabajo se perfeccionó por parte de algunos
autores que tomaron ideas mercantilistas y también avanzaron hacia los principios de lo
que sería la escuela clásica (pensamiento que se desarrolló a fines del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, en el marco de la Primera Revolución Industrial inglesa, a partir
de hombres como Adam Smith y David Ricardo, en defensa del trabajo, la producción y el
comercio libres como fuente de acumulación de riqueza de la nación).
41
Uno de esos autores fue Richard Cantillon, y otro fue James Steuart. Para ellos la
exportación manufacturera permite exportar trabajo y ello supone una ganancia, en cambio
la importación de bienes es importación de trabajo, financia trabajo ajeno, y la exportación
de materia prima sin procesar es una pérdida para la nación.
Cantillon sostuvo en su Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general (escrito
en la década de 1730 y publicado póstumamente en 1755) que:
"Siempre la exportación de cualquier manufactura es ventajosa al Estado, porque el
extranjero paga y sustenta siempre obreros útiles del país exportador. En cambio, no sería
ventajoso colocar al Estado en pie de enviar anualmente al extranjero grandes cantidades
de sus materias primas para obtener en pago manufacturas extranjeras. Ello vendría a
debilitar y disminuir a los habitantes y a las fuerzas del Estado por ambos extremos. Ello
hace que el comercio más esencial a un Estado para el aumento o la disminución de su
poderío sea el comercio con el extranjero, mientras que el del interior de un país no posee
una importancia tan grande en el orden político, y no se sostiene sino a medias el
comercio con el extranjero cuando no se pone en práctica la idea de mantener grandes
negociantes naturales del país, barcos y marinos, obreros y manufacturas, y, sobre todo,
que hace falta siempre empeñarse en mantener una balanza favorable con el
exterior".(Perdices de Blas, 2003, pp. 59-60)
Finalmente, como parte de una diferenciación de clases y sectores, los mercantilistas
no consideraron, al menos de forma directa, la posibilidad de enriquecer a todos los
miembros de la nación. Creyeron ante todo en la posibilidad de enriquecer a la clase
de los comerciantes. Y se propusieron organizar los modos en que la sociedad pudiera
alcanzar dicho objetivo. Se advierte así, por primera vez, la emergencia de una teoría de la
sociedad que se desarrollará esencialmente en el terreno de la economía, ya que en esta
visión la finalidad de la vida social está concebida como una finalidad económica, y los
medios para realizar dicha finalidad, son también medios de tipo esencialmente
económico.
5. Los mercantilistas ingleses y franceses, y otros pensadores europeos
El principal debate de los mercantilistas ingleses estuvo centrado en la cuestión
del comercio internacional. Ello respondía a la delicada situación de crisis comercial e
industrial y de aumento de desempleo que atravesaba Inglaterra hacia 1620.
42
En ese contexto, hombres como T. Mun, G. Malynes y E. Misselden procuraron
explicar las causas de la exportación de metales preciosos por parte de Inglaterra a Irlanda
y Escocia, producto del dañino comercio de Inglaterra con esos países.
En esa línea, G. Malynes, comerciante de origen flamenco que sirvió al gobierno en
la casa de la moneda, arremetió a comienzos de 1600 contra los banqueros, comerciantes y
cambistas por actuar usurariamente, en tanto advertía detrás de los cambios de divisas
actuaciones de dichos agentes dirigidas a la exportación de metales preciosos. E introdujo
el concepto de que el predominio de los artículos extranjeros sobre los nacionales
provocaría una pérdida de la riqueza de Inglaterra.
También reconoció el perjuicio que significaban términos de intercambio
perjudiciales para Inglaterra, en tanto se elevaban más los precios de los productos
extranjeros comprados, que los de los bienes elaborados en el país, cotizados a precios
demasiado bajos, en tanto con ello se diezmaba la riqueza del país y se sacaban metales
preciosos del territorio. Para solucionar la cuestión propuso la estabilización de los tipos de
cambio a la paridad que marca el valor intrínseco de cada moneda, y establecer un sistema
de control de cambios. Con esta medida, se venderían más los productos ingleses en el
extranjero y a unos precios más elevados, el dinero volvería a Inglaterra y se controlaría a
cambistas y banqueros (Perdices de Blas, 2003, p. 53).
Por su parte E. Misselden, propuso que la devaluación de la moneda inglesa atraería
dinero a Inglaterra y estimularía la actividad comercial, aún aunque pudiera elevar los
precios en el interior del territorio. Con ello sostenía que el centro del comercio era la
obtención de una balanza de pagos favorable, siendo que la salida de metales era producto
del saldo negativo de la balanza de pagos (Misselden, 1622).
Y T. Mun fue quien, siendo miembro de la Compañía de las Indias Orientales,
intentó probar que ella no era la causante de la salida masiva de metales preciosos,
relacionándola a los movimientos de las partidas de la balanza comercial. Ello lo expuso en
sus obras. En el Discurso acerca del Comercio de Inglaterra con las Indias Orientales
(1621), afirmó que los comerciantes de la Compañía no eran especuladores con intereses
contrarios al público en general. Demostró que las nuevas rutas comerciales seguidas por la
Compañía a través del Cabo Buena Esperanza para proveerse de materias primas,
abandonando la ruta a través de Turquía, ahorraban metales dado que se hacían las
operaciones a menores costos, acrecentando de este modo el tesoro de Inglaterra. Así, el
país abría nuevos mercados y apropiaba metales preciosos.
43
En la misma obra, señaló que la actividad comercial externa estimulaba la
construcción de barcos y con ello promovía el empleo, pudiendo en caso de guerra asistir
al monarca con los barcos y la provisión de materiales estratégicos. En caso de cesar la
actividad de la Compañía, el comercio sería realizado por los holandeses y ello debilitaría
la situación de Inglaterra.
Complementariamente, en su obra La riqueza de Inglaterra por el comercio exterior,
expuso con más claridad la causa de la salida de metales preciosos a través del concepto de
balanza comercial, reforzando la idea de que "el comercio exterior es el medio para
aumentar la riqueza y tesoro, por lo cual debe venderse anualmente más a los extranjeros
en valor de lo que se consume de ellos".
Distinguió asimismo la riqueza natural de la artificial, entendiendo que la primera
corresponde a la riqueza del suelo y el subsuelo y la segunda a las manufacturas y el
comercio de importación-exportación. Para él resultaba más provechosa la riqueza
artificial que la natural, en tanto la manufactura permitía obtener un valor añadido por el
trabajo y un nivel de empleo mayores.
De este modo, Mun rompió con la tradición aristotélico-escolástica que enfatizaba
las virtudes de la dedicación a las actividades del sector primario, entre ellas la agricultura.
De todo ello, dedujo que el fomento de la riqueza artificial es un paso imprescindible para
estimular las exportaciones al dejar una mayor ganancia en el país. Algo similar ocurriría
con el comercio de reexportación.
Y a fin de sustituir productos importados propuso cultivar tierras baldías con tabaco,
cáñamo, lino, etc., y reducir el consumo de bienes extranjeros, como expresión de una
actitud frugal, traducida en: disminuir el uso de bienes extranjeros, y dejar una cantidad
mayor de los productos nacionales a fin de exportarlos. La frugalidad no sería una cualidad
en sí misma, como expresaban los escolásticos, sino un medio para fomentar la industria
nacional y el empleo (Mun, Th.; La Riqueza de Inglaterra por el Comercio Exterior, 1664;
Traducción de S. Vasconcelos, en Selección de Obras de Economía; E. Suárez, V. Urquidi
y J. Márquez, FCE, México, 1954; pp. 131 y sgtes.).
Pero a diferencia de Malynes y Misselden, Mun consideró que no toda salida de
metales preciosos era perjudicial, dado que hay que observar el saldo final y no el
particular de una salida concreta, en tanto el dinero era un medio para el cambio comercial.
Lo que no debía dejar de hacerse era de estimular las acciones para que el volumen de
exportaciones fuera mayor que el de las importaciones.
44
Pero fue contrario a la devaluación de la moneda propuesta por Misselden, en tanto
consideraba que ella alteraba el valor del dinero generando confusiones a los agentes
económicos y en los contratos realizados por los mismos. Por eso entendía que la política
de devaluaciones crea más problemas de los que resuelve (Mun, 1664, traducción 1954,
op. cit. pp. 84-99).
Así, una de las conclusiones que se puede obtener del debate económico de 1620, es
que autores como Mun y Misselden, principalmente, exponen con claridad el concepto de
balanza comercial favorable (registro de operaciones de exportación e importación). No
obstante, la mayoría de los mercantilistas no era bullonistas obsesionados por la
acumulación de metales preciosos en sí misma. Querían obtener una balanza comercial
favorable porque de esta manera fluiría una mayor cantidad de dinero hacia el país, y ello
habilitaría a comprar muchas cosas con él, estimularía la acumulación de riqueza, o se
podría con él estimular el volumen de transacciones comerciales.
Para otros mercantilistas a lo largo del siglo XVII, una balanza comercial favorable
era un medio para sostener un mayor empleo en el país. Era el caso del mercader y
miembro del Parlamento inglés, J. Cary, en su A Discourse Concerning the East-India
Trade (1695), y el comerciante J. Child, que llegó a ser gobernador de la Compañía de las
Indias Orientales, en su A New Discourse of Trade (1693) (Perdices de Blas, 2003, p. 56).
El concepto de balanza de comercio en términos de trabajo fue perfeccionado
también por aquellos autores del siglo XVIII que estuvieron en la articulación de ideas
entre el mercantilismo y la escuela clásica y que muestran un mayor nivel de
sistematización. Es el caso, como fuera expuesto, de R. Cantillon y J. Steuart. Éste en An
Inquiry Into the Principles of Political Economy (1767) señaló que " la materia prima que
se exporta de un país supone una pérdida para éste, mientras que el precio del trabajo
exportado supone una ganancia" De ahí que propone "desalentar la importación de
trabajo", y "estimular las exportaciones del mismo". Por su parte, Cantillon, expone su
visión en términos similares, en su Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general
(escrito en 1730 y publicado en 1755). (Cantillon, R; edición en inglés, 1755; primera
edición en español, 1950; Prefacio y traducción M. Sánchez Sarto, FCE, México).
Avanzado el siglo XVII y principios del siglo XVIII, otros mercantilistas con D.
North expusieron sobre las ventajas de dejar libre de reglamentaciones el comercio interior
y exterior, señalando que lo países se hacen ricos no por las reglamentaciones sino gracias
a sus activos y prudentes productores. (North; Discourses upon Trade (1691).
45
Y Petty y Davenant, por su parte, reflexionaron sobre el comercio y desarrollaron
cuantificaciones de las partidas de la balanza comercial, que pudieran servir para realizar
estimaciones de la riqueza y poder de una nación. Ello se conoce como el método de la
aritmética política, sintetizado en el prólogo del libro de Petty, Political Aritmethic
(publicado en 1690).
Davenant, en la misma línea que Mun, señaló: "A primera vista, todo comercio que
hace salir fuera nuestro dinero parece dañoso; pero, bien examinado por cálculos, se
reconoce que un tráfico es útil si hace entrar al reino por un lado más dinero del que hace
salir por otro". (Perdices de Blas, 2003, p.59)
Su análisis de la balanza comercial no le condujo a posturas intervencionistas, incluso
llegó a señalar que: "El comercio de un país no tiene por qué arruinar al de otro. La mejor
forma de que Inglaterra pueda competir- según Davenant-, es ofreciendo unos productos
manufacturados más baratos". (Perdices de Blas, 2003, pp. 59-60).
Por su parte, en Francia, A. de Moncherétien, fabricante y escritor, en su Traité de
l´Economie politique (1615) trató el tema de la manufactura, el comercio, la navegación y
los deberes del príncipe y confió en la regulación estatal para resolver los principales
problemas de Francia. Señaló el perjuicio que ocasionaban los comerciantes extranjeros y
confió en la autosuficiencia de Francia y en el fomento de sus manufacturas como
solución, en particular la metalurgia, el vidrio y los textiles. Al mismo tiempo, planteó la
necesidad de incentivar el cultivo de la tierra para alimentar la población, y de mantener
relaciones comerciales con las colonias para vender productos franceses y obtener las
materias primas necesarias para la producción nacional.
Del mismo modo, J-B. Colbert, influyente ministro de Luis XIV en Francia, se
preocupó de los asuntos económicos, y se distinguió por su apoyo a la industrialización de
Francia basada en la intervención estatal directa. Con ese fin, propuso la protección
arancelaria, los subsidios, la reducción y exención de impuestos y la creación de las
manufactures royales que constituían las empresas públicas. Y en esa línea, planteó la
reglamentación minuciosa de la fabricación a fin de controlar la calidad de los productos
manufacturados.
En la Holanda del siglo XVII -potencia económica envidiada por el resto de
Europa, diversos pensadores se centraron en el estudio del papel del Estado en el
funcionamiento económico, y en la necesidad de instaurar la libertad de comercio y de
empresa como modalidad del trabajo y del capital.
46
Esos pensadores entendieron las consecuencias favorables de la búsqueda del propio
interés de los individuos en la promoción del bienestar económico de la sociedad, y
algunos de ellos, defendieron la libertad de viajar, navegar y comerciar, combatiendo la
restrictiva política inglesa en materia pesquera y comercial, y las propuestas restrictivas
(Denis, 1970, pp. 95-99).
Por su parte, en Italia, Botero y Serra, refirieron a los argumentos industrialistas en
el primer caso y a la política monetaria en el segundo. Serra analizó un conjunto de
actividades combinadas que promovían la riqueza en diversas ciudades italianas como
Génova, Venecia y Florencia; los recursos naturales, el trabajo, la capacidad
emprendedora, la manufactura, el comercio y el transporte. A ello agregó la necesidad de
que el Estado eliminara los obstáculos al desarrollo de la actividad productiva, y rechazó la
devaluación de la moneda como medida de política para estimular el comercio y el ingreso
de metales preciosos, a la vez que consideró que las políticas económicas intervencionistas
de los estados no pueden conseguir por sí mismas una balanza comercial favorable.
Y en Austria, Von Hörnigk, funcionario al servicio del emperador austríaco,
propuso en 1684 un programa completo de política económica autárquica con el fin de
acabar con la dependencia de otros reinos y fomentar el consumo de productos nacionales.
Consistía en fomentar el desarrollo de las manufacturas domésticas a través de una política
de sustitución de importaciones apoyada en aranceles altos, además de prohibir la
exportación de oro y plata siempre que fuera posible, (Perdices de Blas, 2003, pp. 65-67).
En síntesis:
los autores mercantilistas no se propusieron exponer un modelo de
funcionamiento del sistema económico en su conjunto, sino, más bien optaron por
responder a cuestiones de política económica surgidas en el seno de determinados
debates y en el contexto de los estados nacionales europeos.
Esas cuestiones fueron: el comercio, el mercado, el transporte, la manufactura,
los metales, la navegación, etc.
No obstante, algunos intentaron descubrir las leyes de funcionamiento del sistema
económico y abrieron el camino para el pensamiento contemporáneo, debatiendo sobre el
papel del Estado en la economía nacional, las regulaciones y la libertad en la actividad
productiva y el intercambio, representando así las ideas que reflejó la alianza entre el
Estado, la nobleza guerrera y la burguesía comercial (Valdaliso y López, 2008; p. 101).
47
Mercantilistas: Revisión de su pensamiento. Ideas y palabras claves
Autosuficiencia económica o autarquía
Balanza comercial favorable
Promoción de exportaciones con valor añadido
Bullonismo
Fomento de la industria
Manufacturas estatales
Estado Nación
Riqueza metálica
Poblacionismo
Proteccionismo comercial
Regulación e intervención estatal
Sistema mercantil
Obstáculos al crecimiento económico
Agricultura para abastecimiento interno
Cuestionario de autoevaluación
1. ¿Cuándo surge el pensamiento mercantilista?
2. ¿Se puede hablar de una escuela mercantilista europea?
3. ¿Cuáles fueron las principales propuestas de los mercantilistas?
4. ¿Qué rasgo caracterizó la propuesta industrializadora de Colbert?
5. ¿Qué medios planteó Mun para aumentar la riqueza de la nación?
6. ¿Qué autor introdujo la cuestión del valor trabajo en el valor de los bienes?
7. Qué papel reservaron los autores al Estado? Qué papel jugó el monopolio
comercial?
8. Ubique en el tiempo a los autores mercantilistas, y sintetice los vínculos entre los
cambios materiales y sociales en las sociedades de la época y con las ideas
económicas emergentes.
9. Exponga las características centrales del pensamiento mercantilista en cada
corriente y país.
10. ¿Qué entendían los autores como balanza comercial favorable?
48
7. El pensamiento fisiócrata
7.1 Introducción
Los economistas fisiócratas constituyeron una escuela de pensamiento que surgió en
Francia sobre mediados del siglo XVIII bajo el impulso de Francois Quesnay (médico de
la Corte francesa, nacido en 1694 y fallecido en 1774).
Frente a la visión mercantilista, parcial y fragmentaria, la fisiocracia se mostró más
consistente en el análisis económico, llegando a desarrollar una visión sistémica. Es así que
para Marx, los fisiócratas fueron los verdaderos padres de la economía moderna, en tanto
"se entregaron al análisis del capital dentro de los horizontes del régimen burgués"
(Guerrero, 2002, p. 227).
En sus obras, estos pensadores explicaron los fundamentos del liberalismo en
relación al derecho natural, y se mostraron como antimercantilistas.
Enfatizaron el aporte de la agricultura y el trabajo agrícola a la riqueza de la
nación, combinado con el derecho natural. Pensaban que la agricultura era el único
sector productivo de la economía dado que era el que generaba el excedente. El excedente,
para los fisiócratas, se concebía como aquella parte de la riqueza producida que excede a la
riqueza consumida en el proceso de producción. "Esta teoría del excedente es la base
sobre la cual Quesnay construyó el esquema de funcionamiento del sistema económico"
(Guerrero, 2002, pp. 227-228). Incidieron en sus ideas los sucesos y crisis de su tiempo.
Para Screpanti y Zamagni (1997), el aporte científico del pensamiento fisiocrático
resulta verdaderamente notable. Destacan los autores los siguientes aspectos:
a) las nuevas y revolucionarias nociones de trabajo productivo e improductivo,
introducidas en conexión con un nuevo concepto de riqueza, en virtud del cual la
auténtica fuente de riqueza es el producto neto que se obtiene aplicando el trabajo a la
tierra;
b) la visión de la interdependencia existente entre los diversos procesos
productivos y la idea de equilibrio macroeconómico; y
c) la representación de los intercambios económicos como flujos circulares de
monedas y mercancías entre los diversos sectores y grupos de agentes económicos.
49
Los fisiócratas fueron pioneros no sólo por la crítica que hicieron al mercantilismo,
sino porque utilizaron el razonamiento deductivo ( de lo general a lo particular) para
expresar el funcionamiento del sistema económico.
Revisaron los problemas que afectaban a la Francia del fin de la Era Moderna, la
crisis del mercantilismo, las cuestiones del orden social natural, de los derechos naturales y
de la propiedad, la organización de la vida económica en sus fases de producción y
distribución, la participación de las clases en la generación y reparto de la riqueza, los
impuestos y las necesidades.
Si algo resalta en su posición ha sido entender que el excedente económico (lo que
se produce por encima de lo consumido) que aportaría al crecimiento de la nación a
lo largo del tiempo, no surgía del comercio sino de la producción, del trabajo agrícola.
Francois Quesnay nació cerca de Versalles, en una familia de campesinos,
propietarios de sus tierras y relativamente acomodados. Estudió filosofía como autodidacta
en su adolescencia y siguió la carrera de cirujano y médico desarrollando su profesión en
distintas ciudades francesas. En 1750 llegó a ser "médico ordinario del rey", y en 1754
recibió las "letras de nobleza", se instaló en Versalles, y a partir de su evolución económica
logró adquirir una propiedad en Nievernais en 1755.
El cuidado de las tierras influyó de modo incuestionable en su pensamiento
económico. Fue así que en 1756 escribió su primer estudio "Fermiers" de la Enciclopedia,
en el que sostuvo -desde un enfoque esencialmente práctico- la superioridad del
arrendamiento de las tierras por sobre la aparcería y, subsidiariamente, la del caballo sobre
el buey en la labranza. A partir de la aparición del Tableau économique, su obra más
importante se convertiría en el jefe de la escuela de los "filósofos economistas" o
"fisiócratas" hasta su muerte acaecida en 1774 (Denis, 1970, p. 136).
Al respecto, diría Ferguson en su obra Historia de la economía, p. 51:
"Muchos de los fisiócratas eran miembros de una nueva clase de agricultores, gentes
que compraron las tierras a los nobles arruinados y que, -cuando pudieron- se casaron
con personas de la nobleza, constituyendo así el nervio de una nueva burguesía,
procurando hacer de la agricultura una actividad lucrativa. En otras palabras, la
fisiocracia debe su origen al nacimiento de la agricultura capitalista en Francia. Para
estos nuevos terratenientes, la primera cosa a conseguir para lograr su objetivo era la
supresión de los innumerables impuestos que pesaban sobre la tierra" (citado por
Fernández López, 1973, p. 81).
50
Con el apoyo de Luis XV se publicaron en Francia sus escritos: Tableau économique,
Maximes Generales Du Gouvernement Economique D' Un Royaume Agricole, y Analyse
De la Formule Arithmetique Du Tableau Economique De la Distribution Des Depenses
Annuelles D'Une Nation Agrícole. A partir de ello, las ideas de Quesnay se expandieron en
el ámbito intelectual de su época, y se conformó un cenáculo de partidarios, al que Adam
Smith llamó "secta de los Economistas", porque decía que actuaban en un ambiente
cerrado, y el conocimiento de los temas sólo era permitido a los iniciados, que empleaban
un lenguaje específico, distinto al lenguaje común.
Adhirieron a sus ideas jóvenes talentosos, algunos de los cuales incidieron en la
política francesa. Entre sus socios se contó el marqués de Mirabeau, quien ya había
publicado L'Ami des Hommes (1755), en el que puso de manifiesto la penuria en que se
encontraba la campiña francesa, y desarrolló algunos postulados económicos,
manifestando que la fuente de la riqueza era la población, aunque más adelante cambió su
visión, acercándose a la de Quesnay, y señalando que la riqueza tiene origen en la tierra
(Fernández López, 1970; pp. 82-83).
El nombre de Fisiocracia corresponde a Dupont de Nemours, quien lo creó para
titular una antología de libros de Quesnay, tomando las raíces de fisis y krastein, es decir
naturaleza y gobierno, o "gobierno de la naturaleza", asignándola al grupo de seguidores de
Quesnay, primero conocidos como "economistas".
Los trabajos incluyeron elementos de economía cuantitativa, siguiendo la línea de
Davenant, Cantillon y Petty, a través del uso de herramientas como el análisis numérico, la
estadística y el análisis del ingreso, con las que elaboraron los análisis acerca de la
producción, el valor y la distribución. Al mismo tiempo, acuñaron términos técnicos para
evitar imprecisiones y vaguedades para la comunicación de ideas; entre ellos cabe destacar
los de: circulación, cuadro económico, producto neto, impuesto directo e indirecto y otros
(Fernández López, 1998, pp. 147-148).
Autores contemporáneos han señalado que el modelo fisiocrático posee algunos
principios en común con manifestaciones de la economía clásica surgida a fines del siglo
XVIII, momento en que emergen la organización económica capitalista, como ser:
a) el énfasis en la producción,
b) la consideración de la división de la sociedad en clases, y
c) la cuestión del excedente económico.
51
A diferencia de los mercantilistas, los fisiócratas entendieron el excedente como
el resultado del trabajo agrícola y no de la acumulación del metálico.
Otros investigadores atribuyen a Quesnay haber creado la noción de
interdependencia general de las actividades económicas, la teoría del capital y el análisis
de ingresos y gastos (Fernández López, 1998, p. 148).
7. 2. El surgimiento del pensamiento fisiócrata
Diversos autores dan cuenta de la situación de depresión en que se encontraba
Francia hacia mediados del siglo XVIII desde el punto de vista económico y financiero,
cuestión que se había comenzado a manifestar a fines del siglo XVII.
Pensadores como Boisguillebert, por esos tiempos, señalaban que la agricultura, la
actividad más importante del país, se encontraba arruinada por las trabas al comercio de
granos y por los excesivos tributos que gravaban a los campesinos.
En referencia a ello, Rosa Cusminsky de Cendrero desarrolla en su texto Los
Fisiócratas (1967) ideas sobre Quesnay, Dupont de Nemours, Mirabeau, Mercier de la
Riviere y Le Trosne, con el título: Denuncia sobre los abusos contra los campesinos en la
Francia del siglo XVIII, vinculado ello a la multitud de impuestos que se le exigían. Cita a
diversos pensadores de la época entre ellos Sebastien le Preste, (Signeur de Vauban,
soldado y Mariscal de Francia y uno de los favoritos del rey), quien retomando ideas muy
críticas al Antiguo Régimen de Boisguillebert, denunció en 1707 la excesiva carga fiscal
que pesaba sobre los campesinos.
En sus escritos, Vauban reclamó la sustitución de los múltiples impuestos por un
impuesto único: el diezmo general sobre toda clase de personas e ingresos. Atacó el lujo,
los privilegios, las deudas públicas y el arrendamiento de impuestos; exaltó el trabajo, la
agricultura y la igualdad ante la ley. Ello le valió duras críticas y perder los favores del rey.
El plan de Vauban consistía en gravar por igual a las clases privilegiadas y a las otras,
y en simplificar el sistema fiscal; sobre todo buscó con él, señalar al rey que, el mayor
monarca de Europa no era sino "un rey de zaparrastrosos" (en referencia a la pobreza de
los campesinos), lo que puso en su contra a la nobleza y al clero, a los arrendatarios de
impuestos y a los funcionarios -que se vieron así amenazados en sus cargos-, y también al
rey.
52
Por tales manifestaciones, su documento fue secuestrado y junto a Boisguillebert fue
considerado un peligro social. De allí que Schumpeter manifestara que las ideas de estos
pensadores respecto a la crisis de la agricultura francesa han tenido menos puntos de
contacto con las ideas de los fisiócratas que con Marx (Cusminsky de Cendrero, 1968,
pp.5- 6).
El tema de la ruina del campo francés era conocido por los fisiócratas, dado que
durante el reinado de Luis XIV se sucedieron costosas guerras, extravagancias ruinosas de
los nobles, actos de intolerancia religiosa, y sus efectos sobre la población, la agricultura y
los impuestos. Ello provocó una gran crisis económica y social.
Fue así que desde que empezó el reinado de Luis XIV en 1660 hasta la fecha de su
muerte en 1714, la población disminuyó en 4 millones y la agricultura se redujo a una
tercera parte. Mientras tanto, los impuestos aumentaban, y su recaudación, a cargo de los
arrendatarios, absorbía dos tercios de los mismos. A pesar de ello, los sucesores de Luis
XIV continuaron la política del derroche. Los señores vivían en el brillo de la corte y
abandonaban sus casas de campo y sus haciendas, y los labradores jóvenes se trasladaban a
la ciudad huyendo de los campos arruinados y por temor a la milicia, de la cual se eximían
al servir en las casas de los grandes señores. Así se fue intensificando el contraste entre el
lujo y la miseria, entre la vida del campo y la de la ciudad. Ello inspiró a Boisguillebert y
Vauban (Cusminsky de Cendrero, 1968, pp. 6-7).
Como bien señala Meek, la doctrina fisiócrata respecto a la cuestión de la agricultura,
y la producción-distribución estaba relacionada con el medio ambiente en el que los
fisiócratas vivieron y trabajaron. Las respuestas a los problemas más frecuentes, como qué
medidas debía tomar el gobierno francés para fomentar la inversión agrícola y estimular la
demanda de productos agrícolas, estuvieron determinadas -en gran medida- por los rasgos
de la economía francesa de su época. (Meek, p. 6). Tales rasgos tenían directa relación con
la modalidad de propiedad de la tierra y la forma de organización de la producción agrícola
bajo el Antiguo Régimen. Por esos tiempos, la agricultura francesa mostraba una ausencia
relativa de cercamientos y la supervivencia de un gran número de propietarios agricultores,
quienes, aunque sometidos a derechos señoriales onerosos, tenían derecho a transferir su
propiedad o pasarla a sus herederos. Por su parte, los numerosos campesinos propietarios
de explotaciones muy pequeñas, cultivadas con métodos muy primitivos, vivían en pobres
condiciones, trabajando como jornaleros, o desarrollando actividades de industria rural
(Meek, p. 6, y Lis y Soly, 1984, pp. 120-126).
53
En el otro extremo de la pirámide social agraria, las clases privilegiadas, la nobleza y
el clero, además de poseer derechos sobre las propiedades agrícolas que les permitían
recibir sus tributos diezmos, eran también propietarios de una considerable proporción de
la tierra. Ella variaba de un distrito a otro, pero raras veces parece haber sido inferior al
20%, y muchas veces fue superior al 40% (así lo señala Henri Sée en su obra La France
économique et sociale au XVIII siécle, ed. 1939, Armand Colin, pp. 10-11).
En ese marco institucional, las clases privilegiadas, no actuaban como "terratenientes
mejoradores", era frecuente el absentismo y en la mayor parte de los casos la tierra era
cultivada por los aparceros (métayers) a quienes el propietario les adelantaba la semilla y el
ganado y de los que recibía la mitad de la cosecha. En un marco de estrechez, los métayers,
que contaban con pocos incentivos para la mejora y escaso capital, empleaban métodos de
cultivo rudimentarios que no superaban los de los pobres agricultores propietarios.
Otras tierras de los sectores privilegiados de la nobleza, particularmente en el norte,
eran arrendadas a los fermiers, campesinos que en mayor o menor medida ejercían
funciones empresariales. Éstos poseían un capital, que en algunos casos era considerable, y
sus métodos de cultivo eran superiores a los de los métayers y los agricultores pobres.
Existía también un porcentaje de tierras en manos de la burguesía, localizadas
especialmente en los alrededores de las grandes ciudades, y que eran cultivadas con
métodos similares a los que se utilizaban en las tierras de propiedad de las clases
privilegiadas.
O sea que la situación general de la agricultura francesa de la época, era la de una
actividad pobre en la que los grandes propietarios estaban poco preocupados por la
conducción adecuada de sus propiedades, los pequeños propietarios no encontraban
incentivo para mejorar la productividad debido a la carga de tributos señoriales, y los
métayers carecían de capital e iniciativa. (Meek, p. 6)
Sólo existían algunas empresas agrícolas de gran escala, excepto en las provincias del
norte, y los métodos de cultivo no eran, en su mayoría, mejores que los de la edad media.
Para los fisiócratas, que plantearon la necesidad de la rehabilitación y el desarrollo de
la agricultura como precondición para el progreso económico general, uno de los
principales obstáculos al desarrollo era el mantenimiento de explotaciones de subsistencia,
de pequeña escala, que requerían aportes de capital, más que hombres. La necesidad de
financiamiento se enfrentaba con factores que obstaculizaban la resolución de la cuestión.
54
Frente a ello, depositaron su confianza en la nueva clase de los fermiers, cuyas
actividades empresariales comenzaban a mostrarse relativamente dinámicas y prósperas en
las provincias del norte. Ellos aparecían como proclives a la reforma agrícola, y se
visibilizaban como agentes de cambio a los cuales podía estimular la política oficial.
Dicha situación era obstaculizada por la carga de impuestos característica distintiva
del Antiguo Régimen. La agricultura no sólo era gravada por tributos señoriales y por los
diezmos, sino que también se veía cargada de modo creciente por la multiplicidad de
impuestos, consecuencia de la política fiscal de la corona. En ese esquema de
financiamiento, la taille era un impuesto directo, rígido, muy poco equitativo, y que no era
pagado por las clases privilegiadas. Los impuestos indirectos como la gabelle (impuesto
sobre la sal), las aides (sobre las bebidas) y los traites (aranceles), eran también arbitrarios
y poco equitativos. Además su recaudación era tercerizada a compañías lo que aumentaba
el costo de la misma.
Por otra parte, al aumentar las dificultades financieras del Estado, éste recurrió a
grandes créditos de los arrendatarios de impuestos y de los banqueros, impuso nuevos
tributos con la frecuente exención a los sectores privilegiados, y se extendió el trabajo
forzoso en las carreteras (corvés), etc.
Frente a ello, los fisiócratas plantearon satisfacer de forma adecuada las necesidades
de la Hacienda, eliminando al mismo tiempo los obstáculos al desarrollo agrícola
impuestos por el irracional sistema de distribución. Expresaban su preocupación por el
desincentivo generado por los impuestos sobre los agricultores y sobre los empresarios
agrícolas, efectos que en su opinión se veían ampliados por el atesoramiento de inmensas
fortunas monetarias obtenidas mediante transacciones con valores del Estado.
De este modo, su política de un impuesto único sobre la renta de la tierra, estaba
pensada no sólo para resolver los problemas financieros del Estado, sino sobre todo para
ayudar a la rehabilitación de la agricultura. Ello estimularía la inversión agrícola, la
productividad y los futuros productos netos (Meek, p. 7).
A los factores limitantes al desarrollo agrícola se agregaba el impacto de las
políticas y las instituciones mercantilistas. Las más notorias eran las importantes
restricciones al comercio interior y exterior de productos agrícolas, las cuales ejercían una
influencia desfavorable sobre la inversión agrícola y sobre la magnitud del producto neto,
dado el mantenimiento de precios bajos y variables para los granos.
55
En otro sentido, los privilegios monopolísticos concedidos a determinados
establecimientos manufactureros, en especial a las industrias de lujo, al igual que las
subvenciones otorgadas a esas manufacturas, financiados con exacciones del producto
neto, desviaban la inversión de la agricultura hacia las manufacturas, y hacían disminuir la
demanda interna de productos agrícolas y su precio.
Similar efecto generaba el rasgo de mercantilismo financiero que tenía el
mercantilismo francés (cuestión expuesta por Henri Sée en su obra, (1939), parte IV, caps.
1 y 4) que con frecuencia provenía de los intereses monetarios acumulados a partir de
actividades comerciales y de las operaciones en la esfera de los arrendamientos de
impuestos, y de sus transacciones especulativas con deuda pública, lo que generaba
atesoramiento, retiro de fondos de la circulación y con ello reducción de la demanda de
productos agrícolas (Meek, pp. 7- 8).
Estas cuestiones inspiraron las políticas de fomento a la agricultura propuestas por
los fisiócratas, en particular las orientadas a los propietarios y empresarios agrícolas, con el
fin de sustituir la pequeña explotación con métodos primitivos por la moderna explotación
en gran escala. Ello exigía remover los obstáculos impositivos que afectaban la
rentabilidad de los empresarios en la explotación agrícola, como los que desviaban fondos
de la agricultura hacia el comercio, la industria y la especulación.
De este modo, se demandaba libertad de empresa y de producción, el
mejoramiento del nivel de vida de la clase media para estimular su consumo de bienes
agrícolas y la abolición de los privilegios exclusivos de la manufactura, así como el cese
del fomento a la formación de fortunas monetarias y la condena al gasto excesivo en bienes
de lujo. Como se advierte, las demandas fisiócratas se encuadraban en un análisis
sistémico y un esquema general de laissez faire, como requisito previo y esencial para la
rehabilitación de la agricultura francesa. Algunas de sus propuestas se tradujeron en el
artículo "Grains" de F. Quesnay publicado en la Enciclopedia (1757) en el que propone un
conjunto de "Máximas de gobierno económico" (Denis, 1970, pp. 139-140).
En dichas "Máximas", Quesnay, coincidiendo con Boisguillebert y retomando a
Cantillon, efectuó críticas al mercantilismo y su defensa a ultranza de la industria y el
comercio con el extranjero, al tiempo que dejó de lado la agricultura, al dejar que se
hundieran los precios de los productos agrícolas prohibiendo la libre circulación de los
cereales, lo cual según los pensadores fisiócratas era la causa de la miseria de los
campesinos y del estancamiento en el campo.
56
Es así que, puede afirmarse que los fundamentos de la posición de Quesnay y sus
socios respecto a las actividades productivas, los sectores que aportaban y los estériles, así
como respecto a la necesidad de estimular el trabajo y la producción agrícola y el comercio
en libertad para impulsar la recuperación económica y el crecimiento de la nación,
provenían de la crítica realidad francesa, de los desajustes entre lo aportado y lo
consumido, lo recaudado y lo absorbido por el Estado para el gasto administrativo y
militar, así como de las fugas de recursos de la producción hacia el gasto suntuario. Ese
esquema de flujos de trabajo, moneda, impuestos, poder y bienes, cristalizado en la forma
de gobierno, era el resultado de la estructura social y política de la época.
La sociedad francesa contaba con un número aproximado a los 25,3 millones de
habitantes, 99% de los cuales pertenecía al estrato más bajo: los siervos (1 millón) y al
tercer estado el resto (24 millones) en el cual se agrupaban artesanos (trabajadores urbanos
manuales), jornaleros (obreros campesinos) y sectores de la burguesía (profesionales
liberales, comerciantes e industriales); un estrato medio agrupaba 150.000 clérigos, que
incluía el alto clero, formado por obispos y abades que provenían de la nobleza y captaban
el grueso del diezmo y de los derechos feudales, el bajo clero, que provenía del estado
llano y vivía en condiciones de subsistencia; y finalmente, un estrato superior que incluía
140.000 nobles, de los que la mayoría era baja nobleza que residía en las provincias, y era
más cercana al pueblo llano, y unos 18.000 formaban parte de la alta nobleza o corte de
Versalles, cuyas actividades oscilaban entre el juego, el placer y el lujo. El rey, su familia y
allegados se ubicaban en el vértice de la pirámide social. En ese cuadro social, la
importante industria manufacturera de artículos suntuarios que se desarrolló bajo el
imperio de Luis XIV y la vigencia de las recomendaciones del ministro Colbert, con
mercado en las clases aristocráticas gobernantes de Europa, dejó relegada a la agricultura a
la función de proveer la subsistencia de la población y algunas materias primas (Fernández
López, 1998, p. 146).
La orientación de este último sector hacia el mercado promovía la especialización y
división del trabajo, sujetaba la producción a la disciplina del precio, y por lo tanto del
costo y de los métodos de producción, creando una interdependencia entre los productores.
Ellos no sólo producían para la industria de la alimentación, sino también para la textil y
para la producción forrajera, de modo de garantizar la alimentación de los animales que
constituían la fuerza de locomoción. Incluso llevaría la tierra misma al mercado,
permitiendo la fusión de tierras en unidades productivas más extensas.
57
A medida que se expandían las explotaciones y mejoraban los métodos de laboreo, se
iban disolviendo las formas de propiedad medieval basadas en el arriendo y en el tributo de
un canon anual. En ese marco, Quesnay asumiría la postura de avanzar en la renovación de
los métodos de cultivo y en el aumento en el tamaño de las explotaciones, tomando como
modelo la experiencia inglesa (Fernández López, 1998, pp. 146-147).
"Es que con la vigencia del sistema de propiedad y organización social, el régimen
impositivo, la cultura del lujo, y las trabas al libre comercio, el campo se debilitaba cada
vez más: solía faltar hasta el trigo para la semilla y grandes extensiones permanecían sin
cultivo. En ese escenario, los campesinos, asediados por los impuestos, y debiendo
proporcionar trabajo gratis y servicios al Estado, sufrían hambre, permanecían en cama
por la debilidad, y con frecuencia ello generaba motines por la falta de pan, al tiempo que
se reducía el número de uniones matrimoniales y el crecimiento de la población. Mientras
ellos sufrían estas condiciones de existencia, y llegaban a abandonar la tierra, los
arrendatarios de impuestos se apropiaban de muebles y vestidos" (Cusminsky de
Cendrero, 1967, pp. 7-8).
De este modo, las penurias del Antiguo Régimen despertaron crecientes críticas en lo
económico, lo político y lo filosófico, que se reflejarían en el pensamiento y los escritos de
hombres famosos de la época. Interesaba por entonces conocer las transformaciones que se
operaban en la agricultura inglesa, las innovaciones en materia de obras públicas y las
aplicaciones de inventos a la industria y comparar a Francia con Inglaterra en los aspectos
económicos. De ello resultará el reclamo de libertad para el comercio de granos y el
enfoque de la Economía como un sistema coherentemente lógico de relaciones causales,
aporte de los fisiócratas al análisis económico.
7. 3 Los fundamentos de la teoría fisiocrática
Quesnay desarrolló una teoría del conocimiento, que expuso en su Ensayo sobre la
economía animal (1747), en la que expresó ideas acerca del hombre, su naturaleza, el
conocimiento humano, y acerca de los "derechos naturales". En su exposición señaló
que:"todas nuestras ideas nos vienen del exterior, por la vía de los sentidos".
Retomó además la doctrina de las "causas ocasionales" de P. Malebranche, según la
cual todo lo que nos parece provocado por causas naturales está, en realidad, provocado
por la acción de Dios, que tan sólo aprovecha las "ocasiones" que aparecen en la realidad
para manifestar su poder.
58
Para este pensador, Dios actuaría siempre por las vías más simples, que son
precisamente las que el espíritu humano descubre cuando reduce las relaciones entre los
seres a relaciones matemáticas. La naturaleza entera es, pues, un orden querido por Dios,
intangible y cognoscible. Esta concepción resultó ser central en el sistema de los
fisiócratas, y daría cuenta de un acuerdo entre la ciencia y la fe.
Como según Quesnay, la ciencia es totalmente materialista, puesto que combina
nociones que tienen su origen en la materia, se hallaría en él una asociación curiosa de
materialismo y espiritualismo, acorde a lo que expuso en la misma obra en párrafos que
dan cuenta de la importancia de la fe, al expresar que: "la fe nos enseña que la sabiduría
suprema es en sí misma la luz que ilumina a todo hombre que viva en este mundo; el
hombre, a través de su unión con la inteligencia por esencia, se ve elevado a un grado más
alto de conocimiento que lo distingue de las bestias, al conocimiento del bien y del mal,
por el cual puede conducirse con razón y equidad en el ejercicio de su libertad" (Denis,
1970, p. 137).
No obstante ello, Quesnay admitió que hay al menos un terreno en las
actividades humanas que nada tiene que ver con la moral, y es el terreno de las
actividades económicas.
El análisis del intercambio le permitió reconocer la noción del precio, y en ello se
acercó a W. Petty en la elaboración de su Aritmética Política, a partir de lo cual asumió la
posibilidad de utilizar el cálculo y de crear una ciencia económica según el modelo de las
ciencias naturales. En esa línea retomó la cuestión de los derechos naturales separándolos
de toda consideración moral. Para él, el derecho natural constituye el derecho a gozar de
la vida y a ejercer unas facultades, pero es también el derecho de propiedad. Así, en 1747
fundó este derecho sobre la idea de que la conservación de la vida humana supone la
distribución de las propiedades (Denis, 1970, p. 138).
Reapareció así la idea de Locke: la tierra seguiría sin cultivar si no existiese la
propiedad. Al respecto señaló: "todos los hombres tienen, naturalmente, derecho a todo
indistintamente; pero el orden quiere que cada hombre renuncie a ese derecho general e
indeterminado, porque su derecho está efectivamente limitado por la propia naturaleza a
la cantidad de bienes que le es necesaria para conservarse. Es preciso, pues, o bien que
vivan como animales y que cada hombre se apodere diariamente de la porción que
necesita, o bien que formen entre ellos un reparto que asegure a cada uno la porción que
debe tener" (Denis, 1970,139).
59
Las ideas filosóficas de los fisiócratas están dispersas en los diversos escritos de
Quesnay, principalmente en Le detroit naturel (1765) y Máximes génerérales du
gouvernenment économique d' un royane agricole (1758); estas máximas o reglas
acompañaban la primera edición del Tableau économique publicado en Versailles en 1758
y en ellas resaltaba la noción de libertad y propiedad, como manifestaciones de la justicia.
En ellas exponía: "El mundo está regido por leyes físicas y morales inmutables. El
hombre como ser inteligente y libre, tiene que descubrirlas, a fin de observarlas o
violarlas, para su bien o su mal. El fin para el cual ejercita sus fuerzas físicas e
intelectuales es la apropiación de la materia para sus necesidades, para permitirle
mejorar su destino. Esta tarea la debe cumplir conforme al principio de lo justo,
correlativamente con el de lo útil. El hombre adquiere una idea de la justicia y la utilidad
individuales y sociales a través de la noción de deber y de derecho que le son reveladas
por su naturaleza, las cuales le hacen comprender que es contrario a su bien y al bienestar
general la búsqueda de su provecho sobre la base del daño a otros. Estas nociones se
perciben mejor en el espíritu de los individuos conforme aumentan las luces y progresa la
civilización: aquellas tienen como consecuencia natural los sentimientos de fraternidad
entre los hombres y de paz entre los pueblos. Las principales manifestaciones de la justicia
son la libertad y la propiedad, es decir, el derecho de cada uno de hacer todo aquello que
no perjudique en nada el interés general, y de usar como convenga a su deseo los bienes
que posee, cuya apropiación se ajuste a la naturaleza de las cosas y la utilidad general,
puesto que, sin ellas, no habría civilización y sería mucho menor la suma de bienes a
disposición de los hombres. La libertad y la propiedad derivan entonces de la naturaleza
del hombre, y son derechos tan esenciales que las leyes o las convenciones de los hombres
deben limitarse a reconocerlos, formularlos y sancionarlos. Los gobiernos no tienen otra
misión más que defender estos derechos, los cuales, considerando bien las cosas,
comprenden todas las necesidades materiales y morales de la sociedad.
Decir que la libertad y la propiedad son derechos esenciales es equivalente a decir
que concuerdan con el interés general de la especie. Equivale a decir que con ellos la
tierra es más fértil, la industria del hombre en todas sus manifestaciones es más
productiva, y el desarrollo de todas las aptitudes morales e intelectuales, científicas y
artísticas, más seguro y más rápido, dentro del camino del bien, de lo bello, lo justo y lo
útil; equivale a decir, finalmente, que el hombre recoge el mejor fruto de sus esfuerzos, y
que no es víctima de leyes arbitrarias de sus semejante" (citado por Fernández López,
1973, pp. 87-88).
60
Y agregó en 1765, en "El derecho natural": "El derecho natural de cada hombre se
reduce en realidad a la porción que puede adquirir mediante su trabajo".Y no dudó en
manifestar en nombre del orden natural y no como cuestión moral, que la desigualdad de
las fortunas debe admitirse sin reservas. Justificó "que existan hombres que caen en la
indigencia debido a su mala conducta, y la autoridad no podría sin trastornar el orden de
la sociedad y sin favorecer el desarreglo de esos hombres, remediar las desigualdades que
continuamente se producen en la distribución de los bienes"..."Esa desigualdad no admite
ni justo ni injusto; resulta de las combinaciones de las leyes de la naturaleza; y como los
hombres no pueden penetrar los designios del Ser supremo en la construcción del
universo, no pueden elevarse hasta el destino de las reglas inmutables que ha instituido
para la formación y la conservación de su obra. Si examinamos esas reglas con atención,
se verá que las causas físicas del mal físico son también las causas de los bienes físicos"
(citado por Denis, 1970, p. 139).
La Fisiocracia, en su fundamentos filosóficos, se basó -entonces- en la existencia
de un orden natural (que algunos consideran establecido por Dios creador),
inmutable, que no puede transgredirse, y que responde a leyes. Es decir que no puede
ser transgredido con beneficio para el individuo.
Estas leyes pueden ser físicas o morales: "se entiende aquí por ley física el curso
regular de todo acontecimiento físico del orden natural, evidentemente el más ventajoso al
género humano", y "se entiende por ley moral la regla de toda acción humana de orden
moral, conforme al orden físico" (Quesnay; El derecho natural; Cap. V; Cusminsky de
Cendrero, 1967, p. 42).
Ese orden natural puede ser quebrado por la acción del hombre, pero se va a revertir
en contra de él, por lo que primero es necesario instruirlo sobre el orden natural y las
ventajas que ese orden va a darle en consecuencia (Fernández López, 1973, p. 88-89).
Para que el orden natural pueda regir como tal, es necesario que la actividad
humana no lo perturbe, o sea, que la libertad debe regir de manera tal que la intervención
que pueda caber al hombre, el Estado o cualquier otra autoridad no perturbe en manera
alguna al orden natural. Y el orden natural, por su movimiento normal, es el más
beneficioso para el hombre: exigen los fisiócratas, por tanto, que se difunda un
conocimiento de ese orden a través las leyes positivas (el orden legal, u orden humano) se
reconozca el orden natural y no se lo perturbe (Fernández, López, 1973, p. 89).
61
Puede decirse entonces, siguiendo a varios autores, que Quesnay recupera, en sus
ideas filosóficas, el valor de la justicia -lo justo: justo precio, justo salario- que es parte
integrante de las consideraciones económicas desde Platón y Aristóteles hasta la
Escolástica, y que bajo la influencia del mercantilismo (correlativamente con la aparición
de los Estados nacionales laicos, el racionalismo y la reforma protestante) fue sustituido
por el valor de utilidad, típico de aquel pensamiento.
Sin rechazar la utilidad, restituyó la noción de justicia. De este modo, la Fisiocracia,
como movimiento impugnador del mercantilismo, vino a significar el retorno a algunas de
las tesis escolásticas: justicia (en oposición a utilidad), armonía de intereses (no de
conflicto y antagonismo), ley natural (la cual circunscribe el margen de intervención del
hombre para modificarla), además de posiciones más específicamente económicas (como
la defensa de la agricultura con relación al comercio y la industria, la negación del carácter
de riqueza del dinero y su naturaleza puramente instrumental; el comercio libre antes que
el control y monopolio estatal, etc.). (Fernández López, 1973, pp. 89-90)
Así, las leyes positivas no corresponden al mismo análisis que las leyes naturales y se
encuentra, mutatis mutandi, la misma diferencia entre ellas que entre la libertad animal y la
libertad del hombre. En palabras de Quesnay: "el derecho natural de los hombres difiere
del derecho legítimo o del derecho otorgado por las leyes humanas en que es reconocido
con evidencia por las leyes de la razón, y que por esta sola evidencia es obligatorio
independientemente de cualquier limitación; en cambio, el derecho legítimo limitado por
una ley positiva es obligatorio en razón de la pena ligada a la trasgresión por la sanción
de esta ley." (Quesnay; El derecho natural, p. 731; citado por Cartellier, 1981, p. 69).
De esta forma se deduce el estado imperfecto de las sociedades y la posibilidad de
perfeccionarlas (es el papel de la razón esclarecida por Dios). Pero también se deduce, en
el plano metodológico, un principio fundamental: el conocimiento del orden natural no está
unido al de las leyes positivas y la ciencia económica no debe estar sometida a un
empirismo cualquiera (Cartellier, p. 69).
Quesnay va, inclusive, muy lejos en ese sentido: "las leyes de los gobiernos, que
deciden sobre el derecho de los súbditos, se reducen casi siempre a leyes positivas o de
institución humana. Ahora bien, esas leyes no son el fundamento esencial e inmutable del
derecho natural; y varían tanto que no sería posible examinar el estado del derecho
natural de los hombres bajo esas leyes. Inclusive, es inútil adentrarse en ese examen"
(Quesnay; El derecho natural, p. 739, citado por Cartellier, 1981, pp. 69-70).
62
A ello agrega este autor que más allá de las instituciones humanas, cuya diversidad
simplemente revela diferentes formas de desconocimiento del orden natural, debe ser
aprehendido un orden social inmutable, natural, físico.
La importancia epistemológica del concepto de orden natural debe ser señalada una
vez más; es el único que hace posible el estudio de la sociedad sobre la base del modelo de
las ciencias de la naturaleza y, por lo tanto, autoriza a los economistas a valerse de recursos
científicos tomados de estas últimas. Y esta afirmación es acompañada por una concepción
materialista de la sociedad; la sociedad humana está determinada en sus estructuras y en su
funcionamiento por la producción material:
Señala Quesnay:
"El fundamento de la sociedad es la subsistencia de los hombres y las riquezas
necesarias a la fuerza que debe defenderlos, así solo sería la ignorancia la que pudiera,
por ejemplo, favorecer la introducción de leyes positivas contrarias al orden de la
reproducción y de la distribución regular y anual de las riquezas del territorio de un
reino" (El derecho natural, p. 741) ; o aún; "La forma de las sociedades depende del
mayor o menor monto de bienes que cada uno posee o puede poseer y cuya conservación y
propiedad se quiere asegurar" (Quesnay; El derecho natural, p 738; Cartellier, 1981, p.
70).
En opinión de Cartellier, la primacía de lo económico es afirmada por Quesnay con
una fuerza que nunca será superada, salvo en ciertos textos de Marx. En el pensamiento
marxista, el carácter determinante de la esfera de la producción material es susceptible de
numerosas mediaciones; en cambio Quesnay presenta menos matices y es más dogmático.
Pero su materialismo no es un materialismo histórico, dado que su idea de orden natural se
opone a todo desarrollo de este tipo (Cartellier, 1981, pp.70-71).
En tal sentido, estima que desde siempre es la producción la que moldea la sociedad
y el desarrollo de la historia. Pero para él la historia es plana; las mismas leyes siguen
funcionando siempre y no se produce ningún cambio de fondo. Las leyes del orden natural
en tanto que físicas y queridas por la Providencia son inmutables (orden natural eterno),
y: "Todos los hombres y todas las potencias humanas deben estar sometidas a estas leyes
soberanas, instituidas por el Ser Supremo; son inmutables e irrefragables, y las mejores
leyes posibles" (Quesnay; El derecho natural, p. 740; citado por Cartellier, 1981, p. 71).
63
7. 4 . Los fisiócratas y el cuestionamiento al mercantilismo
Quesnay junto con otros pensadores fisiócratas criticó al pensamiento mercantilista
desde lo analítico y en materia de propuestas de política económica.
Descubrió el papel del capital en el aumento de la renta nacional y lo aplicó al
análisis de las diversas formas de cultivar el suelo, relacionando el volumen de capital
adelantado para la compra de instrumentos de producción usados en el cultivo con el nivel
de renta obtenida por los propietarios de la tierra; y como fuera señalado precedentemente,
enunció un conjunto de principios rigurosos y generales relativos al encadenamiento de los
fenómenos económicos, aportando a la formulación de leyes científicas de la economía.
Complementariamente señaló que, mientras los trabajos agrícolas compensan los
gastos, pagan la mano de obra del cultivo, procuran ganancias a los labradores y, además,
producen la renta de la tierra, los que compran las obras de la industria pagan los gastos, la
mano de obra y la ganancia de los comerciantes, pero no producen ninguna renta ulterior
(Quesnay, CEuvres, 1888, p. 233, citado por Denis, 1970, p. 140). De ello dedujo Quesnay
que la industria y el comercio son "estériles". Tal cuestión resultaba de que: en tanto la
industria de la época era principalmente artesanal, el beneficio industrial era a menudo
muy bajo, confundiéndose con la renta del trabajo del artesano.
Así quedó expresado en su artículo "Grains", en el que afirmó que:
"Las riquezas de una nación no se rigen por la masa de riquezas pecuniarias" (o sea
no dependen de la masa de moneda), y agregó que "no se puede conocer por el estado de
la balanza comercial entre diversas naciones, la ventaja del comercio y el estado de las
riquezas de cada nación"; "que una nación no debe envidiar el comercio de sus vecinas
cuando obtiene de su suelo , de sus hombres y de su navegación el mejor producto
posible"; y por último, "que conviene establecer la libertad de comercio de cereales para
que éstos puedan ser exportados en los años de abundancia y, por consiguiente, venderse
siempre a buen precio"
El buen precio aseguraría ingresos elevados al arrendatario, realizando al mismo
tiempo importantes beneficios. Estos beneficios y estas rentas permitirían aumentar el
capital invertido en la agricultura, y ello aseguraría la prosperidad general. De este modo,
Quesnay razonaba en términos de una economía política ocupada de las riquezas, riquezas
entendidas como objetos materiales dotados de distintas propiedades físicas, y no como
poseedoras de valor como cualidad social. (Quesnay, CEuvres, pp.238-239, citado por
Denis, 1970, p. 141)
64
7. 5. Los elementos del sistema fisiocrático
Motivados por la crisis de las finanzas de Francia e interesados en plantear reformas
al sistema económico y sus instituciones, los fisiócratas pretendieron basar dichas reformas
sobre conocimientos científicos, a partir de lo cual hicieron una descripción teórica del
mecanismo económico.
Según Cusminsky de Cendrero (1967, p. 20) pueden reconocerse tres elementos
como los más destacables del mismo:
1) la teoría del producto neto,
2) la teoría de la circulación o intercambio, y
3) la concepción del orden natural y esencial de las sociedades; los que se
exponen a continuación:
1) la teoría del producto neto ("el produit net"): La proposición inicial sobre la que
se funda la doctrina de la fisiocracia, como fuera señalado en otros párrafos de este
documento, sostiene que solamente la agricultura produce riqueza.
En tal sentido, y como también se expuso en el punto anterior, Quesnay sostuvo que
el dinero considerado en sí mismo no es riqueza, pues no puede procurar provecho más que
por la adquisición de bienes productivos. A lo que agregó que, el único bien productivo
capaz de producir otros bienes productivos sin que se altere la fuente de la cual se extraen
es el de la agricultura. De la actividad agrícola resulta, al cabo de un año, un cierto valor
cosechado. Este valor cosechado, una vez que se descuentan las diversas formas de capital
necesarias para emprender la producción del año siguiente, permite obtener la diferencia
entre lo cosechado y lo invertido, o sea que deja una masa de bienes creados por la
naturaleza y el hombre, lo que se concibe como el producto neto.
Ello convierte a la agricultura -en la lógica analítica de Quesnay- en la única
actividad capaz de proveer riqueza indefinidamente, mientras las otras ramas de la
producción aparecen -técnica o económicamente- sólo como transformadoras.
De este modo, para Quesnay, el valor agregado por la industria y el comercio no era
ni más ni menos que el valor del trabajo del hombre. De allí que denominara a dichas
actividades como "estériles", lo cual no quiere significar que eran actividades inútiles, sino
que -a su entender- la agricultura era la única actividad capaz de dar al hombre más
riquezas de las que representaba la simiente y el trabajo del agricultor, rindiendo por lo
tanto un "producto neto".
65
En palabras de Quesnay: "La tierra es la única fuente de la riqueza,.y es la
agricultura lo que la multiplica" (Quesnay, citado por Cusminsky de Cendrero, 1967, p.
21). De este modo, para los fisiócratas, sólo la agricultura multiplicaba la semilla confiada
al sol; la industria -en cambio- no podía multiplicarlas. Para ellos Dios estaba presente sólo
en la agricultura.
Por caso, para Mirabeau ella era "una manufactura de institución divina, donde el
fabricante tiene como asociado al Autor de la Naturaleza". En función de ello, deducían
que si la agricultura era la única actividad productora de una renta (excedente, o "producto
neto"), el estadista debía proponerse hacer frente a los gastos de la nación cobrándoles a
quienes recibían ese "producto neto", único ingreso auténtico que no mermaba capital.
O sea que la cuestión del "producto neto" se enlaza en los fisiócratas con la
noción de riqueza y con la de productividad.
En cuanto a la riqueza, como es sabido, cuestionaron a los mercantilistas que
sostenían que ella se fundaba en la posesión del dinero metálico. El cuestionamiento
mostraba dos vertientes: por un lado era de orden monetario, y por otro de orden real. En el
primer sentido, la posición de Quesnay se articuló a la de Jean Bodin en el siglo XVI, al
considerar éste que el dinero en cuanto a riqueza es algo fluctuante, debido a la influencia
de los precios. En el segundo, Quesnay parece identificarse con la posición de William
Petty en referencia a "la cantidad de dinero que necesita un país", y que consiste en
vincular la cantidad de metálico con la suma total de transacciones o "riqueza".
El descubrimiento del concepto de velocidad de circulación del dinero les permitió
llegar a la conclusión de que en realidad, la cantidad total de dinero es sólo una fracción -
que puede ser muy pequeña- de la cantidad total de riquezas. Al descubrir que el dinero es
sólo una parte de la riqueza total se estaba afirmando, implícitamente, que el dinero no es
toda la riqueza, es decir, que el dinero no es la riqueza. Así marcaban un error de los
mercantilistas y su divergencia en materia de políticas.
Ello fue extensamente planteado por Mercier de la Riviere en su texto L' ordre
naturel et essential des societés politiques, cap. XIV, en el que señaló que el dinero no es
otra cosa que un medio de cambio, y que cada día se le suple más por el crédito y el papel.
Además expresó que el dinero no multiplica las cosas de uso, sino que son las cosas de uso
las que multiplican el dinero. Ello hizo que considerara al metálico no como una riqueza en
sí misma, sino como una riqueza relativa, cuyo valor depende absolutamente de la cantidad
de cosas de uso que se pueden conseguir a cambio del mismo.
66
Finalmente, en su escrito señala que no hay más riqueza que el producto neto, o sea
un producto disponible, porque sólo este producto es el que puede ser consumido por los
disfrutes de la población. Ello otorga al dinero un carácter instrumental, ser un instrumento
de los cambios, un elemento para mover las transacciones, o sea para concretar las ventas
de las producciones a fin de que los comerciantes puedan desarrollar su actividad. Esta
idea sería retomada por J. B Say en 1803 (Fernández López; 1973, pp. 92-93).
En cuanto a la noción de productividad, los fisiócratas consideraron que ella se
liga a la creación de materia, excluyendo del dominio de la creación de riqueza a la
innumerable cantidad de servicios que los hombres se proporcionan entre sí, a las
manufacturas, al comercio y al transporte.
El principio de "materialidad" como definitorio de la reproducción de riqueza, deriva
para algunos autores de Cantillon y de Petty.
Es así que Cantillon manifiesta en el Capítulo I de la Primera Parte de su obra Ensayo
sobre la naturaleza del comercio en general:
"La tierra es la fuente de donde se extrae la riqueza, y el trabajo del hombre es la
forma de producirla. En sí misma, la riqueza no es otra cosa que los alimentos, las
comodidades y las cosas superfluas que hacen agradable la vida. La tierra produce
hierbas, raíces, granos, lino, algodón, cáñamo, arbustos y maderas de variadas especies,
con frutos, cortezas y hojas de diversas clases, como las de las moreras con las cuales se
crían los gusanos de seda; también ofrece minas y minerales. El trabajo del hombre da a
todo ello forma de riqueza. Los ríos y los mares nos procuran los peces que sirven de
alimento al hombre, y muchas cosas para su satisfacción y regalo. Pero estos mares y ríos
pertenecen a las tierras adyacentes, o son comunes a todos, y el trabajo del hombre
obtiene de ellos el pescado y otras ventajas". (Cantillon, Ed. castellana, FCE, 1950, Cap. I,
p. 13).
Y agrega en otro tramo de su obra: "La tierra es la materia, y el trabajo forma parte
de todos los productos y mercaderías, y como quienes la trabajan necesariamente han de
subsistir a base del producto de la tierra, parece que podría encontrarse una relación
entre el valor del trabajo y el del producto de la tierra" (Cantillon, 1950, Cap. X, p. 29).
Complementariamente, Petty señala que "El trabajo es el Padre, principio activo de
riqueza, en tanto que la tierra es la Madre" (Economic Writings, Ed. Hull, 1899, p. 68;
citado por Fernández López; 1973, p 93).
67
En tal sentido, queda visibilizada la idea fisiócrata de que las únicas actividades
que aportan materia nueva son las actividades primarias (agricultura, ganadería,
pesca, minería, etc.), ligadas a la naturaleza. Es únicamente en la agricultura, y en
colaboración con la naturaleza, donde hay una verdadera reproducción o multiplicación de
bienes. Por ello, la agricultura es para ellos la auténtica actividad productora. Las
demás actividades sólo cambian de forma las cosas y son estériles o infecundas (industria,
comercio y servicios).
Tal como señala Fernández López, los tiempos en que los fisiócratas desarrollaron
sus ideas eran los tiempos de la Francia monárquica, en los que la producción industrial-
artesanal más representativa era la de tipo suntuario. Existían por esos tiempos las fábricas
reales, que eran del Estado y dirigidas por funcionarios del Estado, y las fábricas
privilegiadas, de particulares, protegidas por privilegios de carácter monopólico, y
dedicadas a la producción de artículos suntuarios (cerámicos, artículos de vidrio,
alfombras, tapices artísticos, espejos, encajes y productos de orfebrería, incluso sombreros,
citados por Cantillon en su texto). Dichas unidades productivas artesanales, tanto en su tipo
estatal como privada, eran creadas por el Estado y la clase gobernante, siendo los que
atendían la actividad de artesanía y comercio auténticos "criados" de la clase de los
propietarios, y dependiendo su vida de éstos (Fernández López; 1973, pp. 96-97).
En función de lo anterior, a partir de su noción de "producto neto" y su defensa de
la agricultura y el trabajo agrícola como medio de generación de riqueza, los fisiócratas
aconsejaron que los impuestos se cobraran en origen, y fueron partidarios de un impuesto
único, sencillo y directo (impot unique) sobre la tierra, que no excediera de un tercio del
producto neto. En consecuencia, el buen precio (bon prix) del grano era indispensable para
que el terrateniente y los agricultores pudieran pagar el gravamen y hacer los desembolsos
necesarios (avances-inversiones) para modernizar la agricultura. En ello, Quesnay se
inspiraba en los progresos logrados en la nueva agricultura inglesa, llegando a considerar
que lo esencial era el ingreso del colono, al que llegó a considerar como arquetipo de la
sociedad que debía conformarse para que Francia saliera de sus problemas económicos y
financieros (Cendrero de Cusminsky; 1967, pp. 21-22).
2) la teoría de la circulación: se integra a la cuestión de la riqueza producida cada
año por la agricultura y puesta en el Tableau Economique y en las Maximes générales du
gouvernement économique d' un Royaume agricole y en las Notes sur ces Maximes. La
idea de circulación de la riqueza la retoma Quesnay de Cantillon y la aplica a Francia.
68
Pero se inspira además en la circulación de la sangre en el cuerpo humano,
procurando representar en su Tableau cómo circula la riqueza del cuerpo social, a través de
los productores, los propietarios y los industriales y comerciantes, y reconociendo que la
circulación completa era condición para que el sistema pudiera seguir reproduciéndose sin
merma. Como fuera señalado en otros tramos de este documento, para él Francia se
empobrecía con rapidez debido al lujo y la extravagancia de los privilegiados, que llevaban
una vida desproporcionada a sus medios y que consumían no sólo su ingreso sino también
su capital, sin preservar recursos para nuevos avances o inversiones.
Desde esa visión, expuso Quesnay en su Máxima VII:
"Que la totalidad de las sumas de la renta entre en la circulación anual y la recorra
en toda su extensión; que no se formen fortunas pecuniarias, o, por lo menos, que haya
compensación entre las que se forman y las que vuelven a la circulación; porque -de otro
modo- esas fortunas pecuniarias detendrían la distribución de una parte de la renta anual
de la nación y retendrían el peculio del reino, con perjuicio del recobro de los anticipos
del cultivo, de la retribución del salario de los artesanos y del consumo que deben hacer
las diferentes clases de hombres que ejercen profesiones lucrativas: esta interceptación
del peculio disminuiría la reproducción de las rentas y del impuesto" (Quesnay, Máximes
générales du gouvernement économique dd' un Royaume agricole; Citado en Fernández
López; 1973, p. 97).
Hay pues, para este autor, una clara interrelación entre la reproducción y la
circulación de la riqueza, o "avances" (capital).
De este modo, podría interpretarse que hacía referencia a las consecuencias negativas
del atesoramiento o el consumo suntuario como fugas de renta (excedente o producto neto)
que reducen la capacidad de inversión productiva, de reposición, de generación de riqueza
y de reproducción del sistema. Algunas de estas cuestiones serían retomadas por Marx en
el tomo II de El Capital en su tratamiento de "El proceso de circulación del capital".
Con el objeto de explicar la cuestión de la circulación Quesnay diseñó la "tabla" o
"cuadro económico" en el que se señalan los gastos productivos, los gastos de renta y los
gastos estériles, identificando los movimientos que dan cuenta de la circulación y la
distribución del producto neto generado en la agricultura en mitades entre gastos estériles y
gastos productivos.
69
Supuso que: la agricultura "como en Inglaterra" da un producto neto o ganancia neta
del 100% por encima de todos los gastos de producción incluida la ganancia del agricultor.
Que de los tres gastos, los de renta y los estériles, regresan por lo menos la mitad a
los cultivadores. Admitiendo, como él lo hacía, que la industria y el comercio no daban un
"producto neto", la agricultura iría reconstituyendo perpetuamente su ingreso a una tasa tan
elevada que las rentas del Estado, al cobrar el impuesto único, estarían aseguradas para
siempre. (Cusminsky de Cendrero; 1967, pp. 22-23).
3) la concepción del "orden natural" y esencial de las sociedades, y de la ciencia
económica. Derivaba de su creencia en un "orden natural", al tiempo que, como
verdaderos representantes de su siglo, mostraron más interés por reformar el mundo que
por describirlo y explicarlo. Para ellos, señala Cusminsky de Cendrero (1967; p. 23), el
"sistema natural" que postulaban no coincidía con el sistema existente (orden positivo).
Pero afirmaban que el "sistema natural" contiene un "código de leyes" adecuado a
la política económica que puede "derivarse de la naturaleza de las cosas". El supuesto era
que estas leyes son inmediatamente evidentes en función de su racionalidad, y que por ser
"leyes naturales" también son "leyes reales". Manifestaban la creencia de que ellas
constituyen la verdadera realidad de la cual lo accidental, es decir, la realidad presente se
diferencia porque contiene algún elemento o componente "no natural". De ahí deducen que
estas leyes son inmutables y universalmente válidas, concepto que atravesará la ciencia
económica durante todo el período clásico del siglo XIX y aún más allá. De las leyes
inmutables a la doctrina del laissez faire solo hay un paso. (Cusminsky de Cendrero; 1967,
p. 23)
La peculiaridad de la filosofía de la ley natural es la de identificar el es y el debe ser,
sin derivar leyes morales.
Es simplemente la idea de igualar la razón a la naturaleza, lo presente y lo
directamente obligatorio, sin demasiadas pruebas.
Para los fisiócratas, sus máximas eran tan "evidentes" que no requerían ser
comprobadas. De ello se derivó además la postura de que los hombres al servir a sus
propios intereses servían a los de los demás ("armonía de intereses privados y sociales"),
cuestión que inspira la teoría del laissez faire, y que Mercier de la Riviere expuso de modo
elocuente entre los fisiócratas, en su obra L' ordre naturel et essentiel des societés
politiques.
70
Para ellos, tres fueron las premisas del "orden natural": propiedad, libertad y
seguridad.
La premisa de la propiedad, sobre todo de la tierra, era fundamental en su filosofía
de la sociedad. La extendían a todos los derechos de propiedad: la propiedad personal,
ligada al ejercicio de la libertad; la propiedad mobiliaria o derecho de disponer de los
frutos del trabajo, y la propiedad inmobiliaria o territorial.
La premisa de la libertad, la aplicaban a la libertad de los cultivos, para que se
realizara el máximo del "producto neto"; también a la libertad de industria y de comercio
para reducir al mínimo los gastos de los colonos y propietarios; y como corolario de la
propiedad personal, admitían que era necesaria la libertad de producción.
Y en cuanto al principio de trabajo, y la libertad de comercio interno como
externo, lo veían involucrado en un régimen político de "despotismo legal" en el que el
Rey estuviera al tanto de la evidencia de las "leyes naturales".
Finalmente, a ello puede agregarse una cuarta premisa: el principio de
desigualdad; como factor, la desigualdad era necesaria para el "ordre naturel" que
preconizaban; ello en tanto se ocuparon de la circulación pero no de la distribución como
necesaria para asegurar el orden social. Para que el "orden natural" funcionara, era
imprescindible que se removieran todas las "intervenciones" (Cusminsky de Cendrero;
1967, p. 26).
Para diversos autores los fisiócratas representaron la "corriente circular" de la vida
económica como una serie de intercambios entre individuos y entre clases. De este modo,
el análisis general del proceso de cambio explicaría los precios, los costos y los ingresos.
7. 6 El "Tableu Economique"
El Tableau Economique de Quesnay representa la expresión más condensada del
sistema de economía política de los fisiócratas. Junto a él, y a numerosos artículos escritos
por Quesnay y publicados en L'Encyclopedie (por caso "Fermiers" y Grains"), otros
producidos por Dupont y por Mercier de la Riviere, la Philosophie Rurale de Mirabeau
condensa muchos de los aportes de estos economistas.
Siguiendo a Perdices de Blas (2003), puede resumirse el esquema teórico de los
fisiócratas centrando el análisis en la teoría, la política económica y la terminología
conceptual en la que el Tableau es el eje con referencia a la dinámica económica.
71
Ejes Método Política Agricultura Producción Circ-reprod.
Teoría Evidencia Orden natural Agricultura
como único
sector
productivo
Produit net;
(Bon prix)
(Prix
fondamental)
Tableau
Economique
Política
económica
Educación Despotismo
legal
Reforma
agraria
Impót unique Libertad de
comercio
Terminología
conceptual
Avances
capitales
Agricultura
extensiva
capitalista
Producto neto
o excedente
Bon prix
Precio alto
remunerado
Coste de
producción
Impót unique
Impuesto
único
Perdices de Blas; L.; (2003); Historia del pensamiento económico. Ed. Síntesis. Madrid. p.87.
En cuanto al método o forma de llegar al conocimiento, los fisiócratas sostuvieron el
valor de la evidencia, y que en la naturaleza tanto física como social, existía un orden
natural. Parte del mismo era que sólo la agricultura fuese productiva, o creadora de
riqueza, pero sólo la agricultura con avances, capitalizada, creadora del "produit net", el
cual debía vivificar todo el cuerpo económico a partir de la circulación o de intercambios
entre sectores, intercambios que se representaban en el Tableau Economique.
Pero de cada concepto teórico expuesto, como señala Perdices de Blas, podía
obtenerse también una política concreta, debía potenciarse un sistema educativo que
ayudase a ver lo evidente, un sistema político acorde con el orden natural, basado en el
despotismo de las leyes positivas siempre que hubiesen sido dictadas por el monarca (un
déspota ilustrado guiado por el orden natural), una reforma agraria que estimulara una
agricultura similar a la inglesa en Francia, y un impuesto único como el que propuso
Vauban que gravara el produit net. Finalmente, debía generalizarse un sistema de libertad
que favoreciese la libre actuación individual, para permitir la llegada del produit net a
todos los sectores y el establecimiento de un buen precio para el grano o bon prix, alto y
remunerador para los productores como lo propuesto por Boisguilbert.
A partir de lo anterior, es posible señalar que estos pensadores no eran solo
economistas, sino que su esquema de teoría económica integraba un cuerpo mucho
más amplio de ciencia social.
72
Como hombres de las ideas y las ciencias, estos pensadores se vieron atraídos por los
problemas de su tiempo, y participaron de los debates de la Francia del siglo XVIII.
Propusieron reformas y para ello buscaron raíces teóricas que avalaran sus propuestas.
Así, su propuesta se centró en el orden natural como rector de la sociedad. Ese orden
natural social, paralelo al natural era el que mantenía el equilibrio entre las partes del
sistema y resultado de las leyes naturales que regían el funcionamiento de la sociedad y la
economía. Pero también en su defensa del despotismo legal y de las leyes positivas que
debían aplicarse despóticamente inspiradas en las leyes naturales. Ello, les valió muchas
críticas en tanto en la época en que plantearon sus visiones, fermentaba el descontento
social hacia la aristocracia y el antiguo régimen (Perdices de Blas; 2003, p. 88).
El Tableau Économique, eje del fundamento económico de la sociedad definida por
Quesnay como un Reino Agricultor (modelo ideal de país), fue acompañado por un marco
político establecido por la obra de Quesnay y Mirabeau Traité de la Monarchie (Tratado de
la Monarquía) en la que se expusieron las cuestiones vinculadas a las leyes naturales como
las únicas en las que deben reflejarse las leyes positivas las que deben servir de marco a la
actuación del monarca, sin que exista una división de poderes, siendo el poder judicial el
único con funcionamiento autónomo para velar que el orden positivo sea realmente el
reflejo del orden natural.
A ello los aportes de los fisiócratas añadieron la idea de la productividad única de la
agricultura, reconociendo la existencia de dos tipos de agricultura, la gran agricultura
llevada adelante en grandes fincas arrendadas, con medios técnicos modernos y abundancia
de capitales, y la pequeña, la más extendida en Francia, a cargo de los "metayers",
medieros o aparceros, dotados de escasos medios técnicos.
La agricultura retrasada y pequeña era para el país la raíz de la crítica situación
francesa, junto a un sistema fiscal irracional, la falta de libertad de comercio y la
emigración a las ciudades. Ello fundamentó el interés de los fisiócratas de transformar la
pequeña agricultura en gran agricultura, cuya concreción requería de una reforma agraria
similar a la de Inglaterra, centrada en los cercamientos. Ello incluyó la definición de
"avances" o adelantos, capitales necesarios para la producción, tanto capitales públicos
traducidos en obras de infraestructura, como recursos de capital para la preparación de los
terrenos para el cultivo, capital fijo para la explotación y capital circulante para la
producción anual; elementos todos indispensables para el fomento de la generalización de
un sistema de gran agricultura, con libertad de comercio.
73
Añadido a ello, Quesnay incluía en su artículo "Grains" la idea del buen precio (bon
prix),el que debía ser suficientemente alto como para ser remunerador y generador del
"produit net" o excedente creado por la agricultura productiva. Junto a ello exponía las
máximas para encaminar las transformaciones productivas e institucionales.
Perdices de Blas, 2003, sostiene a pág. 90 que detrás de los análisis de los fisiócratas
puede encontrarse una teoría del valor-grano o del valor-tierra, similar a la que esbozaron
Petty y Cantillon, la que parte de una concepción según la cual el origen y la medida del
valor de las cosas están en la tierra, o en el grano como su producto por excelencia. El
valor de una cosa se mediría así por la cantidad de tierra necesaria para producirla o,
considerando un rendimiento medio en grano por unidad de tierra, en la cantidad de grano
que esta tierra produce.
Adicionalmente, el "produit net", punto central sobre el que se asentó la teoría
económica de los fisiócratas, fue concebido como un excedente: "las riquezas anuales que
constituyen los ingresos de la nación, que eliminados todos los gastos, conforman los
beneficios que se obtienen de los bienes raíces", gravable por el impuesto único a pagar
por los propietarios de las tierras. Y el tipo de interés debía guardar proporciones
razonables a fin de no limitar la actividad productiva, y evitar la especulación, lo que
coincidía con la visión productivista que imbuía a la concepción económica liberal.
El objetivo que se propuso Quesnay en el Tableau fue describir en un solo
cuadro sinóptico los hechos relativos a la dinámica económica: la producción, la
circulación, la distribución, el consumo y la transformación de los valores.
Ello será retomado en el siglo XIX y XX por otros pensadores de la Economía como
Marx, Walras y Leontief, al procurar mostrar la interdependencia general de los fenómenos
económicos.
A continuación se presenta dicho esquema.
74
Esquema del Tableau Economique de Francois Quesnay
I. Clase productora: la clase productora genera, por ejemplo, 5 unidades cuyo
destino es: a) 2 unidades para su propio mantenimiento y para iniciar la
siguiente etapa de producción; b) 1 unidad pasa a la clase estéril para
vestimenta, alojamiento y herramientas; y c) 2 unidades pasan, a la clase
soberana por impuestos y alquileres.
II. Clase soberana y de terratenientes: recibe 2 unidades de la clase productiva y
se destinan: d) 1 unidad a compras del comercio y en pago de salarios; y e) 1
unidad a pago de alimentos.
III. Clase estéril: recibe 2 unidades (1 de la clase productora y 1 de la clase
soberana y de terratenientes) que son destinadas: f) 1 a la compra de alimentos a
la clase productora; y g) 1 a compras dentro del mismo grupo en concepto de
insumos y otros bienes.
Clase
estéril
(III)
d
Clase
productora
(I)
g
f
Clase
soberana y de
terratenientes
II e
a b c
produce por
valor de 5
que se
distribuye así
75
7. 7. Otras cuestiones en el pensamiento fisiocrático
Interesa exponer las siguientes ideas que integran el esquema analítico:
a. La cuestión de la distribución de la riqueza: el planteo fisiócrata se basa en la
división en tres clases: la clase productora, la de los terratenientes y soberana, y la estéril;
la clase propietaria recibe el producto neto, del cual retiene 2/3 para ella y 1/3 lo traslada al
Estado para atender las funciones de éste, limitadas a la defensa nacional, las obras básicas
para el mejor aprovechamiento de la tierra, y para la instrucción sobre las leyes del orden
natural. Esa clase puede percibir el ingreso traducido en el producto neto en virtud de su
adelanto para el trabajo de la tierra, y para obras básicas para la explotación agropecuaria,
que habilitan su derecho a percibir el excedente, mantener la propiedad y cobrar su renta;
b. los avances: constituyen los anticipos o adelantos. Al respecto, los fisiócratas
distinguen los anticipos de enseres y bienes de producción durables (capital fijo), de los
insumos, materias primas y salarios (capital circulante). Y plantean la importancia de la
reproducción de esos bienes para que vuelvan a la tierra. Al final del ciclo, la clase
productora obtiene el producto excedente por encima de lo invertido, debe repartir parte de
él a los demás y retiene una parte para volver a invertir y reiniciar el ciclo;
c. el interés: el capital puede percibir un interés, aunque el mismo no puede superar
el 10%, a fin de no convertirse en usura y afectar la reproducción; y sólo lo puede haber en
la agricultura, no en la industria, el comercio y los servicios;
d. el trabajo: sólo es productivo el trabajo agrícola; el trabajo en el comercio, la
industria y los servicios es estéril o "improductivo", porque no crea materia;
e. el salario: debe quedar determinado entre las partes a través de un mecanismo de
oferta y demanda en un marco de libertad; ello es así en particular en la agricultura, lo que
hace que en determinados momentos no vaya más allá del mínimo de subsistencia del
trabajador. En la medida que se eleve la riqueza en virtud de la mejora agrícola y de la
productividad, podría mejorar el nivel de retribución del trabajo. Esto es expuesto por
Turgot en sus Réflexions, cap. V y VI en Ecrits économiques, Ed. Calmann-Lévy, Paris,
1970, p. 126; (citado por Fernández López; 1973, p. 104);
f. la población: los fisiócratas vincularon los cambios en su volumen con los de la
riqueza: cuando hay bienes, hay posibilidades de que aumente la población; si los bienes
disminuyen, disminuye la población. En ello se advierte la influencia de Cantillon,
expuesta en su obra Essai, Ed. castellana, FCE, México, 1950, cap. XV, pp 58-59;
76
g. la cuestión del valor: fue tratada por Le Trosne en su escrito Del interés social en
relación con el valor, la circulación, la industria y con el comercio interior y exterior,
(1777). En él el autor define al valor como "la relación de cambio que existe entre tal cosa
y tal otra, entre tal medida de una producción y tal medida de otras. El precio es la
expresión del valor: no es distinto en el intercambio, cada cosa es recíprocamente el
precio de la mercadería, en la venta, el precio es en dinero. Distingue el valor propio de
las producciones, que es la relación de intercambio que tienen entre sí, con su precio
expresado en dinero, que no representa más que la relación de las producciones con el
dinero; señalando además que las causas de las que proviene el valor son: la utilidad; los
gastos indispensables; la rareza o abundancia; la competencia y la producción. De
este modo, Le Trosne anticipa las visiones sobre el valor de los bienes que exponen Say,
Malthus y Stuart Mill, quienes lo basan en la demanda; las teorías basadas en el costo de
producción, por caso las de Smith, Ricardo, Stuart Mill y Marshall; la teoría de Walras,
basada en la rareza; la de oferta y demanda de Marshall y Mill, y la teoría clásica y
marxista del valor;
h. la ley de los rendimientos decrecientes: este principio es formulado casi de modo
simultáneo por James Steuart en 1767 en su escrito An inquiry into the principles of
political economy, y en 1768 por Turgot en L'import indirect. Sin embargo, como señala
Fernández López, 1973, p. 108, cada uno descubre los aspectos de la teoría de la renta, los
que serían llamados "margen extensivo" (James Stuart) y "margen intensivo" (Turgot).
Para Schumpeter esta enunciación contiene un logro que alcanza por sí solo para situar a
Turgot como un teórico superior a Smith, en tanto formuló su ley en términos de
incrementos sucesivos de producto, y no en términos del producto medio (por unidad de
factor variable). O sea que Turgot realmente utilizó el análisis marginal y la aplicación de
técnicas modernas (las gráficas en coordenadas cartesianas y la aplicación de las derivadas
matemáticas al análisis marginal) sólo habría contribuido a mejorar la forma de su
enunciado (Schumpeter; History of Economic Analysis, 1960; pp. 260-261).
i. las cuestiones financieras: la moneda y los impuestos: para ellos, el dinero, en
línea con la tradición aristotélico-tomista, no constituye una riqueza verdadera, sino un
mero intermediario en el proceso de circulación o intercambio de riquezas; al decir de Say
un "un carruaje del valor de los productos", y al decir de Stuart Mill, "un mero artificio
para hacer más rápidamente algo que sin el mismo igualmente podría hacerse". Con esta
apreciación, Quesnay y sus seguidores desafiaron las creencias mercantilistas respecto a las
cualidades del oro y su papel en la generación de la riqueza del Estado y el imperio.
77
En cuanto a los impuestos, sostuvieron la necesidad de gravar directamente al
ingreso territorial o "produit net", es decir establecer un impuesto a la atierra (impót
fonciér) y único, con exclusión de toda contribución personal y todo impuesto sobre los
consumos, a los cuales denominaban indirectos.
Síntesis: el aporte de los fisiócratas a la emergencia de la ciencia económica:
En función de su aporte los fisiócratas fueron considerados por Gide y Rist en su obra
"Historia de las Doctrinas Económicas", publicada en 1909, como los primeros
exponentes entre "Les fundateursr" en Economía, seguidos por Adam Smith y luego por
los economistas "pesimistas" como Malthus y Ricardo. Ello en tanto con su análisis el
pensamiento económico alcanzó su autonomía respecto a otras ciencias humanas, como
ocurría en la Edad Media respecto a la subordinación del pensamiento económico con
respecto a la filosofía, la moral y el dogma religioso.
Al decir de Fernández López, (1973, p. 110), con el mercantilismo se rompe en parte
ese tipo de dependencia; los mercantilistas independizan las cuestiones económicas de la
filosofía moral y la religión, pero la subordinan a la política.
Así para Heckscher, el mercantilismo, más que constituir un sistema de pensamiento
económico, debe verse como una fase de la historia de la política económica; mientras que
Quesnay le otorgó al estudio económico una interpretación y una base científica. De este
modo, con la fisiocracia, la economía política se desarrolló como campo de estudio
independiente (Fernández López; 1973, p.110).
Respecto a los aportes de los fisiócratas, Smith señaló en su obra La Riqueza de las
Naciones su defensa de la agricultura por sobre las trabas que la oprimían, lo que permitió
la extensión de los contratos de arrendamientos, así como también su enérgico ataque a las
antiguas restricciones al transporte de granos entre provincias, las que fueron eliminadas,
gestándose igualmente la libre exportación del Reino (Smith, La Riqueza de las Naciones,
Ed. castellana del FCE, 1968, p. 605).
En tal sentido, sostuvo que sus escritos contribuyeron a provocar la supresión de las
aduanas provinciales y a estimular la libertad de comercio interior, el derrumbe del sistema
de corporaciones y la libertad de trabajo (edicto de Turgot de febrero de 1776); la abolición
del trabajo forzado, y las reformas liberales y progresistas de la Asamblea Constituyente.
Del mismo modo, su influencia se ejerció sobre príncipes, ministros, gobernadores e
intendentes de provincias.
78
Ellos buscaron inspiración en sus propuestas para el mejoramiento de la
administración interior y la dirección de las relaciones con el exterior, incluyendo la
libertad en el comercio de granos.
Su influencia llegó a otros países e inspiró relaciones y tratados internacionales; por
caso, incentivó las reformas en Toscana (Italia), orientadas hacia la libertad industrial y
comercial llevadas adelante por el gran duque Leopoldo y sus ministros; y del mismo
modo acciones centradas en la filosofía económica liberal llevadas adelante en Alemania
gobernada por Karl-Friedrich, y en Austria por el emperador José II. La Suecia de Gustavo
III, Polonia bajo la administración de Stanilas Augusto, y Rusia en la gestión de Catalina II
también mostraron tendencias en tal sentido. Y su defensa de la libertad de producción y
comercio de granos les valió ser protagonistas de importantes debates ideológicos y de
disputas públicas con los defensores del Antiguo Régimen.
Su aporte a la dinámica económica ha sido reconocido por diversos estudiosos de la
economía política. El Tableau Economique dio cuenta de la interdependencia entre los
sectores y clases en la economía mediante una sucesión de transacciones o compraventas,
donde las mercaderías y el dinero iban pasando de mano en mano; así dichas transacciones
se convertían en el conducto por el cual el dinero y los bienes circulaban entre las clases, al
igual que la sangre circula entre los órganos. Esas mercancías que circulaban de una clase a
otra se constituían en un capital. De ahí, pues, que de la diferenciación de funciones -
producción, consumo-, la interdependencia y la circulación, Quesnay fue conducido a
analizar la materia circulante, el capital. La idea de circulación derivó así en un análisis del
capital (Fernández López, 1998; p. 150). En esa línea, Marx y Engels, críticos de la
Economía burguesa, en Werke, 1971, pp. 12-13, señalaron:
"El análisis del capital, dentro del horizonte burgués, es esencialmente obra de los
fisiócratas. Prestar este servicio les hace los verdaderos padres de la economía política
moderna. En primer lugar, el análisis de los diversos componentes materiales en que
existe el capital y en los que se resuelve en el curso del proceso de trabajo. No es reproche
a los fisiócratas el que, como sus sucesores, pensaran como capital a estas formas de
existencia materiales -tales como herramientas, materia prima, etc.- aisladas de las
condiciones sociales en que aparecen en la producción capitalista (....) Además de este
análisis de los elementos materiales en que consiste el capital dentro del proceso de
trabajo, los fisiócratas establecieron las formas que el capital asume en la circulación
(capital fixe, capital circulant, a pesar de llamarlos con otros nombres)".
79
Ello, en tanto Quesnay caracterizó al capital según dos criterios: primero, por las
peculiaridades materiales de su existencia: materia prima, alimentos de animales y
trabajadores, instrumentos de producción durables, la tierra y los trabajos, mejoras y
construcciones en ella; y segundo, como sumas de dinero, avances o adelantos.
El segundo grupo de categorías coincidió con las de Smith en lo que respecta al
capital circulante (= avances anuales), pero en cuanto al capital fijo Quesnay distinguió
entre avances primitivos (bienes muebles y mejoras) y avances prediales (tierra y
preparación del suelo). Las distinciones temporales llevaron a los fisiócratas a diferenciar
entre stocks y flujos. Para ello recurrieron a una contabilidad de stocks y otra contabilidad
de flujos. El nexo entre stocks y flujos es la duración temporal de los stocks.
Al introducir el factor tiempo, Quesnay buscó justificar la necesaria prolongación de
los arrendamientos. Cuando un dueño concede a otro por un tiempo el uso de un predio de
determinado valor (avances fonciers), la transacción tiene por objeto un stock, y la
contraprestación es un precio o servicio anual, el arrendamiento, igual a 1/30 del valor del
predio que debe entregar el arrendatario al propietario. Con respecto a los bienes de
producción durables (avances primitives) se suponían de una duración media de 10 años,
por lo que su valor anualmente se depreciaba 1/10 y suponían el pago de un interés. El
cálculo del producto neto debía computar dichos valores.
El análisis completo de las transacciones (flujos) correlativos a sendos stocks
(depreciación o intereses de los avances primitivos 1/10 del capital durable, y
arrendamiento de la tierra 1/30 del valor de ella (avances fonciéres)), y las funciones
definidas de la clase productiva, la propietaria y las estériles, llevarán a Quesnay a
establecer los ingresos y gastos de cada grupo, y los niveles de arrendamiento de la tierra
por transferencias de uso del suelo por períodos fijados a través del juego de la oferta y
demanda de tierras cultivables (Fernández López; 1998; p. 151-155).
Finalmente, el Tableau introdujo los indicadores Ingresos y Gastos, trató al ingreso
nacional en términos dinámicos como un flujo de fondos y de productos de un sector de la
economía a otro, y mostró las diversas transacciones que ocurren en el curso de este flujo
en una serie de cuentas interrelacionadas, anticipando de este modo unos doscientos años
el moderno análisis estadístico del ingreso y gasto nacional mediante cuentas sectoriales.
Ellos también inauguraron la consideración de flujos reales y monetarios, verdadero núcleo
del análisis económico moderno (Studenski, Paul, 1958, The income of Nations. New York
University Press, p. 61, citado en Fernández López; 1998, p. 152-154).
80
Para algunos autores, la elaboración de Quesnay aparece no como una economía
positiva, sino como una política económica, una economía normativa, a lo que agregan
que la fisiocracia no constituiría una teoría completa en tanto no incorporó la realidad
social; aunque Quesnay señaló que su cuadro económico y la circulación de ingresos y
gastos entre clases no eran hipotéticas, sino tomadas fielmente de la realidad.
A ello se agrega la no consideración del Estado en las cuentas, en tanto no fue
computado como ligado a la actividad económica de los particulares, y la
simplificación de los impuestos que habrían de financiar al Estado, definidos como
directos, a cobrar sobre la clase propietaria.
De este modo, Quesnay y sus discípulos, como sugiere Smith, fueron una
auténtica reacción contra la política mercantilista de Colbert durante el reinado de
Luis XIV, y se convirtieron en los representantes del liberalismo europeo, el laissez
faire laissez passer que impregnaría sus Máximas generales del gobierno económico de un
Reyno agricultor (Smith, A.; La riqueza de las Naciones).
Antes de la muerte de Luis XIV, la mala situación de la agricultura francesa había
originado un movimiento de reacción contra el Colbertisme. Luis XV, en vez de recobrarse
de las pérdidas internas, se lanzó a la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra de la que
Francia salió derrotada, perdiendo Canadá y sus Posesiones Orientales, quedando reducida
a una potencia de segundo orden en Europa. Estas circunstancias crearon un ambiente
favorable a un movimiento de vuelta a la naturaleza, de lo cual los escritos de Rousseau y
las pinturas de Boucher y Fragonard constituyen pruebas fehacientes (Blaug, 1968, p.48).
Los fisiócratas, inclinados a subrayar el papel de la agricultura veían por esos
tiempos que la combinación de minifundios, métodos anticuados y una maraña compleja
de obligaciones feudales hacía difícil que Francia pudiese adoptar las mejoras logradas por
la revolución agrícola inglesa.
De ahí que plantearan la necesidad de eliminar los vestigios medievales en el campo,
nacionalizar el sistema fiscal reduciendo todos los impuestos a una sola leva sobre la renta,
y liberar el comercio del trigo de todas las trabas mercantilistas, emulando la agricultura
inglesa.
Desde esa óptica, fue el Tableau Economique el que señaló la interdependencia
general en una drástica simplificación del sistema económico en tres sectores
interactuantes, y de él se derivó el l'impot unique, como leva sobre la renta pura, que
Quesnay calculó equivalía a una tercera parte del produit net.
81
Ello fue retomado por Schumpeter al señalar que:
"El ordre naturel fisiócrata aparece como el estado de cosas más ventajoso para la
humanidad. Cada individuo actúa en interés de todos cuando busca su interés persona", y
"al tener interés todas las clases en que este produit net, de que depende todo el progreso,
sea lo más grande posible, los fisiócratas dedujeron de ello la existencia de una armonía
entre los intereses de las diversas clases. Según ellos, los resultados de la libre
competencia son beneficiosos, no ya por principios superiores, tomados del derecho
natural, sino como consecuencia del análisis de la actividad económica misma"
(Schumpeter, 1914; traducido por J. P. Fontseré en Síntesis de la evolución de la ciencia
económica y sus métodos, Barcelona, Ed.de Occidente, 1963).
A la crítica fisiócrata al mercantilismo se agregaría a posteriori la idea popularizada
por J. B. Say (economista "clásico") como Ley de los Mercados, retomada de la frase de
Quesany de que "tout achat est vente, et que toute vente est achat", o sea prácticamente la
idea de que "la oferta crea su propia demanda". En ese esquema de producción y
circulación libre, el dinero es simplemente un instrumento de cambio, el comercio se
reduce esencialmente a un trueque y la creación de producto genera simultáneamente
ingresos, que al ser gastados hacen posible un nuevo ciclo de producción, o circuito.
No obstante, Cantillon puso de relieve que la renta del propietario no está siempre
forzosamente compensada con un gasto igual, y puede ser retenida rompiendo la corriente
circulatoria de ingresos. Ese sería el origen de la idea desarrollada por Malthus, pensador
clásico de los primeros años del siglo XIX de que el gasto de los propietarios de la tierra en
bienes de consumo de lujo es un factor que mantiene la corriente circular y por
consiguiente la prosperidad económica. Este es también, al decir de Blaug, el origen de la
tesis del subconsumo, que pasó de Quesnay a algunos fisiócratas ingleses, como Thomas
Spence, y por medio de Malthus a los socialistas ricardianos, para desembocar con Marx
en un ataque a gran escala contra el capitalismo. (Blaug, 1968, p. 54)
El gran mérito de Quesnay, señala Denis (1970), es haber visto que era preciso partir
del capital para comprender las actividades económicas que se desarrollaban ante sus ojos,
y que el problema esencial que había que resolver era el de la reconstrucción del capital
gastado o "anticipado" (avances) con vistas a la producción. Es así cómo, creyendo
analizar el mecanismo universal de la producción de las riquezas, el autor hace la teoría de
una forma de producción particular en un período determinado de la historia: la forma de
producción capitalista.
82
Los "anticipos anuales" representan el capital de que disponen los agricultores,
como clase productiva; y los artesanos (clase improductiva) al principio del período, y que
servirá luego para pagar los gastos de explotación en el transcurso del próximo año. Se
trata, pues, únicamente del capital circulante. Entre los artesanos es un capital monetario
que permite comprar materias primas a la clase productiva. En los agricultores es un stock
de medios de subsistencia que les permite vivir durante un año, esperando la próxima
cosecha. Los agricultores poseen también un capital fijo puesto que hacen "anticipos
primitivos", y los propietarios también comprometen capital puesto que hacen anticipos
para la ordenación de las tierras, que constituyen "anticipos territoriales", pero este
capital es permanente, despreciándose su desgaste.
Así, Quesnay muestra que el funcionamiento de la máquina capitalista, en el
transcurso de un período depende de los resultados que se han obtenido en el
transcurso del período anterior. Ello se corresponde con un capitalismo agrario, mientras
que en un capitalismo industrial los beneficios serían gastados más rápidamente.
No obstante, la idea de la continuidad del proceso de realización y de gastos de los
beneficios que contiene el Tableau es una idea de gran relevancia. Los agricultores utilizan
sus ingresos para el pago de las rentas a los propietarios agrícolas; otra parte son los
intereses de sus anticipos primitivos, y deben amortizar el capital fijo, y ellos fluyen hacia
los artesanos, finalmente con los ingresos que les quedan constituyen sus "anticipos
anuales". También los artesanos reciben sus ingresos, y devuelven la mitad de ellos,
mientras que con el resto constituyen sus anticipos anuales.
De esta forma, el Tableau representa una construcción intelectual relevante.
Demuestra cómo en el sistema de producción capitalista todo el mecanismo de actividad
económica depende de la iniciativa de los detentores del capital que hacen los anticipos y
gastan los beneficios.
Y aparece la nueva idea de que el poder de compra de los consumidores nace del
desembolso del capital y de la realización de los beneficios. De ello derivaría que los
asalariados forman una capa social pasiva y subordinada a la capa capitalista, convertidos
como fuerza de trabajo en mercancía.
Para Quesnay, el salario corresponde siempre a lo que es necesario al obrero para
subsistir, de lo que Marx derivará que el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los
bienes necesarios para la reproducción de la fuerza.
83
Del mismo modo, se advierte que en una economía capitalista, toda la actividad
económica descansa sobre la puesta en circulación de los capitales, o sobre los gastos
hechos gracias a los capitales (adelantos); todo descansa igualmente sobre el gasto de su
renta por parte de los beneficiarios de los beneficios (propietarios agrícolas). Y para que el
sistema funcione, es preciso que la venta de los productos permita reconstruir los capitales,
lo cual es posible siempre que las rentas nacidas de la producción sean gastadas
normalmente. El capitalismo descansa sobre la circulación permanente del capital. Ello
aparece claramente en el Tableau économique, a pesar de que Quesnay tuviese la
pretensión de deducir las leyes universales del funcionamiento de la economía, y no las
leyes de un sistema histórico particular.
Completamente subordinado a las iniciativas de los detentores de capitales, señala
Denis, el sistema de vida económico descrito por Quesnay presenta a sus ojos la ventaja
decisiva de suscitar un aumento de los adelantos y por tanto de la renta nacional, gracias al
ahorro de una parte de las rentas de los capitalistas.
Así, si los propietarios ahorran una parte de sus rentas, las sumas pagadas por ellos a
los artesanos no representan solamente la contrapartida de una compra de bienes de
consumo sino la contrapartida de los trabajos destinados a la mejora de las tierras y de los
equipos agrícolas.
De este modo, el proceso económico indefinido parece garantizado por el desarrollo
ilimitado del ahorro de los capitalistas privados. Y el sistema capitalista de producción es,
a los ojos de Quesnay, la máquina admirable que la Naturaleza o la Providencia propone a
los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares para alcanzar la prosperidad y la
felicidad.
Así el autor lleva al extremo su posición, a lo que agrega que lo que falta en una
nación no es el consumo de las producciones, sino un precio bajo cuando el consumo no
está asegurado por una libre competencia del comercio. No obstante, no advierte la
problemática de la distribución, el caso de que no puedan pagar los consumos. Ello marca
la semilla del desajuste entre oferta y demanda, de mercados y producción capitalista que
Quesnay no advierte (Denis, 1970, pp. 144-148).
Más allá de las cuestiones remarcables como muy relevantes en la explicación
del funcionamiento del sistema económico de su época, Quesnay y sus seguidores
apelaron a la negación de la historia.
84
Consideraron que todos los fenómenos económicos están gobernados por unas
leyes análogas a las de la física; y que ellas son universales, es decir son las mismas en
todo tiempo y en todo lugar, puesto que están fundadas en las necesidades físicas del
hombre y son anteriores a las "convenciones sociales".
Ello reduce las relaciones económicas a unas relaciones mecánicas, analizables
matemáticamente, y convierte a las leyes en universalmente válidas, presentando la ciencia
económica como una ciencia que no tiene nada que ver con la historia. Ello es producto de
su mirada centrada en las "ciencias de la naturaleza" cuyas leyes serían atemporales. Y
conduce a aceptar la actitud del liberalismo económico, que no reconoce las crisis, y que es
precisamente el que la burguesía de la época de fines del siglo XVIII tendía a adoptar.
En línea con ello, y con la posición de la burguesía que sintiéndose fuerte buscó
prescindir del Estado, y rechazó las numerosas reglamentaciones económicas y sociales del
Antiguo Régimen por entorpecer sus actividades, los fisiócratas defendieron el liberalismo
económico, y para ello adhirieron a una concepción del orden natural de la sociedad, y
contribuyeron a orientar la política francesa hacia el liberalismo comercial (por caso en el
edicto del 18 de julio de 1764 que autorizaba la libre exportación de los cereales). Con
marchas y contramarchas las ideas liberales se irían abriendo camino, hasta llegar a la
Revolución de 1789 que en el marco de los principios de igualdad, libertad y fraternidad,
instauraría la política liberal en materia económica (Denis, 1970; pp. 152-153).
En síntesis, del modelo del Tableau economique, Quesnay sacó dos conclusiones
políticas:
una era la capacidad "natural" del sistema económico para reproducirse y
permanecer en equilibrio (estado estacionario) en tanto no se viera obstruido por la
intervención de las autoridades políticas. El equilibrio de reproducción en el que se hallaría
el sistema puede definirse como una situación en la que cada sector proporciona al resto de
los sectores precisamente la cantidad de inputs requerida por éstos, de manera que ente los
diferentes sectores y las distintas clases se instauran relaciones de naturaleza funcional. Se
describía la estructura económica en la que se basaba el organismo social como si se tratara
de un organismo natural. Y el equilibrio al que aquélla tendería de manera natural se veía
precisamente como una manifestación del orden natural de las cosas (resaltando en ello la
influencia de la filosofía iusnaturalista). A ello agregó Quesnay, que frente al orden
natural, lo mejor que podía hacer el "orden positivo" es decir las leyes y las instituciones de
la sociedad organizada, era no intervenir ("laissez faire, laissez passer les marchandises").
85
En efecto, si se les permitía hacerlo, sin interferencias, las mercancías irían por sí
mismas adonde deberían ir para satisfacer la exigencia de reproducción del mecanismo
social.
Y la otra se refiere a la doctrina del impót unique. Siguiendo a Vauban y
Boisguillebert, tal cual lo expusieron a principios del siglo XVIII, Quesnay sostuvo que lo
mejor que podía hacer la autoridad central en el ámbito de la economía pública era
eliminar todo aquel complejo e ineficaz aparato fiscal, heredado de la Edad Media, que
obstaculizaba la libre circulación de las mercancías y la libre iniciativa privada, además de
hacer la recaudación de los impuestos menos difícil y costosa. Se trataba -entonces- de fijar
un impuesto único sobre la tierra, que se pagaría con el producto neto. Los otros ingresos
se gastarían en los "consumos necesarios" para la producción, por tanto no se verían
afectados en términos reales; los impuestos sobre éstos serían transferidos y recaerían
finalmente sobre la renta de la tierra. (Screpanti y Zamagni, 1997; pp. 58-59).
Las Máximas aplicables al Reino agrícola, expuestas por Quesnay, derramarían no
sólo en la Europa de su tiempo, sino también en América. Los reyes Borbones, ligados a la
dinastía francesa, adhirieron a ellas en el nuevo régimen desplegado en la España del siglo
XVIII, y las tradujeron en reformas liberales bajo la administración de Carlos III, tales
como la libertad de comercio con América.
En dichas circunstancias, y ya bajo la gestión de Carlos IV, Manuel Belgrano
revolucionario liberal criollo, después de estudiar abogacía en Salamanca, publicó en
Madrid (1794) su traducción al castellano de las Máximas generales del gobierno
económico de un reino agricultor de Quesnay, y llevó las ideas al Río de la Plata.
Desde la secretaría del Consulado de Buenos Aires, Belgrano escribió su obra
Memoria, en 1795, y la tituló de modo similar a Quesnay "Medios (máximas) generales de
fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio (=gobierno
económico), en un país (=reyno) agricultor" y en 1796 publicó otra traducción fisiocrática.
Del mismo modo, en Portugal, Azeredo Coutinho publicó el Ensayo económico
sobre el comercio de Portugal y sus colonias, en el cual enunció cuatro propuestas
coincidentes con las máximas de los fisiócratas: acabar cone l monopolio y el privilegio de
comercio de la real Hacienda; desarrollar el comercio exterior, impulsar la industria de
transformación de productos agrícolas y utilizar la riqueza forestal de Brasil. Y en Chile,
José de Cos Iriberri, secretario del consulado adheriría a las ideas liberales. (Fernández
López; 1998, pp. 160-161)
86
Con ello se expandiría la nueva visión de la necesidad de estimular la producción
agrícola capitalista libre, con introducción de mejoras al tipo de una revolución agrícola, al
tiempo que remover los obstáculos institucionales al comercio y la reproducción.
El Estado debería garantizar las instituciones liberales, la propiedad, la seguridad, el
trabajo libre, y la libre circulación de los flujos de bienes y dinero entre clases y sectores.
Así, el orden positivo no debía apartarse del orden natural, y con la libre producción y el
libre intercambio se expandiría la armonía y el crecimiento del reino. Turgot desde la
política y la economía, desde sus Reflexiones y sus Edictos liberadores aportaría en
Francia a extender los fundamentos doctrinales de las leyes. La idea de libertad económica
se transformaría en leyes positivas de acuerdo con la teoría política de los fisiócratas.
Quedarían de este modo expuestas de modo generalizado las ideas económicas
centrales del debate que continuaría con los clásicos, con la cuestión del trabajo asalariado
y el valor de uso y de cambio, la renta de la tierra, la mano invisible y el equilibrio de los
mercados. La armonía orientaría las decisiones individuales y ello conduciría al bienestar
general dentro del orden social natural.
En este marco, habría que esperar algunas décadas para que se transparentaran las
consecuencias de la producción capitalista: la acumulación de riqueza y la miseria
conviviendo en el campo y las ciudades, entre cercamientos y la revolución agrícola; la
libertad económica asociada a la situación miserable de la clase obrera que estudiaría Marx
en Inglaterra, al tiempo que el libre comercio exterior se impondría como división
internacional del trabajo y el poder, instalando el intercambio desigual entre los pueblos,
entre las naciones industrializadas y las colonias, definiendo funcionalidades que
ampliarían las asimetrías a lo largo del tiempo.
Ellas inspirarían a posteriori a Federico List (economista que propugnó ideas
proteccionistas e industrialistas, desarrolladas a mediados del siglo XIX) quien insistiría en
la industrialización con proteccionismo en Alemania y en la América del Norte que los
convirtieron en potencias industriales. Quesnay y sus seguidores ya no estarían para verlas.
87
Repaso: las Ideas claves del pensamiento fisiócrata
el orden natural
la pequeña agricultura
el producto neto
el despotismo legal
el valor del trabajo agrícola
los avances o adelantos
el impuesto único
el buen precio
el Tableau economique como mecanismo de circulación-distribución
Autoevaluación: Revisión de textos, análisis, y explicación.
Amplíe y explique las ideas del cuadro resumen de repaso que se presenta a
continuación acerca del pensamiento griego, romano, escolástico, mercantilista y
fisiócrata en cuestiones económicas.
Tenga en cuenta que los pensadores modernos: los mercantilistas, y en particular los
fisiócratas, aportan desarrollos sobre temas relevantes que apuntan a la conformación de la
Economía como una disciplina autónoma, lo que hizo que en el siglo XVIII emergiera la
Ciencia económica moderna como un ámbito específico del conocimiento humano;
mientras los pensadores de la antigüedad y del medioevo integraron las preocupaciones
económicas al resto de sus ideas sobre la vida, el hombre y la sociedad de su época.
Revise las ideas acerca de "lo económico" tomando en consideración que ello
refiere a las actividades de producción y distribución de bienes entre los individuos,
grupos sociales y/o comunidades, las que se desenvolvieron en cada civilización, tiempo
y espacio, para garantizar la subsistencia y reproducción de la población, dentro de
determinadas reglas, instituciones o normas de vida, históricamente determinadas; siendo
éstas las que determinan cómo transcurre la vida económica, lo que involucra a la
naturaleza en sentido dinámico, a las cosas, y a los hombres, sus ideas, valores, intereses y
formas de organización a lo largo del tiempo.
A partir de investigar sobre las cuestiones históricas a través de lecturas
complementarias a este documento, relacione el surgimiento de la Economía como
disciplina con otros avances científicos, tecnológicos y organizativos desplegados entre los
siglos XVI y XVIII que dieron origen al nacimiento y desarrollo temprano del capitalismo.
88
Pensadores Griegos
El Imperio
griego
Romanos
El Mundo
del Imperio
romano
Escolásticos
Europa
Occidental
España e
Italia
Mercantilistas
Europa
Occidental
Fisiócratas
Francia
Era- Siglos Antigua
Siglos III y IV
a.C.
Antigua
Siglo 1 a. C
y hasta 476
Edad Media
Siglo XII al
XVI
Era Moderna.
Siglos XVI-
XVII
Era Moderna;
mediados del
siglo XVIII
Pensadores
más
relevantes
Platón
Aristóteles
Jenofonte
Cicerón,
Séneca,
Cayo
Plinio
Santo Tomás
de Aquino
Nicolás de
Oresme
Escuela de
Salamanca
bullonistas,
comercialistas
industrialistas;
Thomas Mun,
Jean Bodin, A.
Montchretien,
W. Petty, Ch.
Davenant, P.
W.Von Hörnigk
Colbert
Francois
Quesnay;
P. S. Du Pont de
Nemours
P. Mercier de la
Riviere;
F. le Trosne
R. Cantillon: un
mercantilista que
anticipó a los
fisiócratas.
Belgrano en el
Río de la Plata
El hombre:
actividades
En la
antigüedad el
pensamiento
acerca de lo
económico
estuvo
contenido en
los análisis
generales
acerca de la
vida del
Su interés
se centró
en temas
prácticos
como el
trabajo.
Otorgaron
relevancia
a lo agrario
y a lo
jurídico: lo
No hay un
único
pensamiento
escolástico
sino
pluralidad de
ideas.
La justicia
conmutativa
en el
intercambio
Preocupación
por la
organización
económica del
Estado.
Que se pueda
producir para el
mercado, para el
comercio
exterior, para
aumentar el
El mercado es un
espacio
impersonal. El
hombre tiene el
derecho de
disfrutar de su
trabajo.
El laissez faire
laissez passer
El valor de la
89
hombre, ligado
a lo jurídico, lo
moral y lo
ético; lo justo y
lo injusto
público (la
res
pública), y
a las
cuestiones
del derecho
individual:
el contrato
y la
propiedad
de bienes y
servicios; la
justicia
distributiva
en la
distribución
de los
ingresos y de
la riqueza.
poder
económico del
Estado nación.
libertad, pero no
de la igualdad; el
despotismo legal.
Lo
económico
y las otras
preocupacio
nes
Visión de
conjunto del
funcionamiento
social. Interés
por la filosofía,
lo jurídico; lo
espiritual, lo
trascendente, lo
público.
La economía
subsidiaria del
Tratado de la
Justicia. La
economía, la
política y la
ética; el precio
y su relación
con los
mercados; el
interés y su
relación con el
uso del dinero;
el crecimiento
económico
vinculado al
territorio, a sus
El derecho
de
propiedad
como
derecho de
uso; los
contratos
entre
iguales.
Cicerón:
El
comercio
como
intercambi
o de cosas
sobrantes
por cosas
necesarias;
la
preocupaci
ón por la
educación.
Séneca y la
división de
las cosas
entre
La condena
del préstamo
a interés y a
la usura-
La Summa
Teológica.
Precio justo,
intercambio
de
equivalentes.
El salario
justo y el
nivel de vida
del
trabajador.
Pensamiento
laico. Las ideas
económicas
ligadas al poder
territorial de los
nuevos Estados
Nacionales.
Europeos.
No constituyó
un sistema
ordenado de
relaciones
económicas.
Las ideas y
prácticas
quedaron
plasmadas en
escritos,
informes, libros
y discursos
parlamentarios a
lo largo de 3
siglos.
Constituyen la
transición entre
las ideas
Las
preocupaciones
por la baja
productividad
agrícola, los altos
impuestos sobre
las ventas
agrícolas y el
déficit público.
La propuesta de
la estimulación
de la producción
agrícola
inspirada en el
modelo inglés: la
gran propiedad,
el trabajo
asalariado y las
mejoras técnicas.
90
recursos y al
poder.
necesarias,
útiles y
agradables.
escolásticas del
medioevo y la
futura escuela
clásica liberal.
Lo micro o
lo macro
Platón y la
polis o ciudad-
estado.
Aristóteles y la
crematística:
actividades
ligadas a la
adquisición de
bienes y
riqueza; dos
formas de la
crematística: la
economía
familiar y la
satisfacción de
necesidades, y
la economía
comercial por
lucro (actividad
condenable)
El derecho
de gentes
como un
derecho
natural.
El Estado y
la res
publica; el
derecho de
propiedad,
el contrato
Lo micro; la
conducta del
hombre: lo
justo y lo
injusto.
La moneda
como medio
de cambio
La economía del
Reino. La
importancia de
la dinámica
económica a
partir de la
acumulación de
población,
metales,
industrias,
mercados y
territorios.
Lo micro y lo
macro juntos; las
unidades
productivas
promovidas en
un trabajo libre y
su aporte al
Reino
La riqueza Platón: el ideal
de la armonía,
la justa
proporción y el
equilibrio entre
la riqueza y la
pobreza.
Crítica a la
avaricia y al
lucro.
Aristóteles: la
condena a la
La riqueza
y los juri
consultos
Categorías
de análisis.
el valor de
los bienes:
valor de
uso y valor
de cambio
de las
cosas;
Los fines
éticos y
morales de
la conducta
humana;
distribución
del ingreso y
del nivel de
consumo
según el
status de
cada persona
Su fuente es el
comercio y la
acumulación de
metales.
Cabe destacar el
bullonismo
(acumular
metales), la
crítica al lujo
por el exceso de
gasto en
importaciones;
El trabajo
agrícola como
generador de
excedentes de
producción: el
produit net.
El sistema
económico un
todo integrado,
con base en la
producción
agrícola y la
91
usura, la
búsqueda
ilimitada de
riqueza y la
acumulación de
dinero: el
préstamo a
interés, el
comercio
exterior con
monopolios y
el trabajo
asalariado. La
defensa del
justo precio en
el intercambio.
Jenofonte: el
interés por la
agricultura
fuente de toda
la producción;
la población
como factor
impulsor del
comercio, las
ganancias, los
impuestos y los
ingresos del
Estado.
bienes de
consumo, y
bienes de
capital;
valor y
mercancía;
trueque y
compra-
venta, el
capital y el
trabajo, el
dinero y
sus
funciones;
el interés,
capital fijo
y
circulante,
los precios;
el crédito,
los bancos
y el
comercio
exterior.
Los
agraristas:
Catón,
Varrón y
Columela:
la
producción
agrícola
para el
mercado y
el trabajo
esclavo.
en la
sociedad y
no resuelta
por el
mercado.
el valor
utilidad de
los bienes; el
dinero como
medio de
cambio; el
debate por el
justo precio,
el préstamo
a interés y la
usura;
el excedente
comercial
como algo
injusto; el
problema de
la inflación.
el apoyo estatal
a la industria, la
producción y la
exportación;
exportación de
bienes agrícolas.
Compatibilidad
entre la utilidad
individual como
derecho natural y
los objetivos del
gobierno, que no
debía interferir
en los negocios
privados.
Preanuncio de las
ideas clásicas.
92
El Estado La polis, la ley. La
regulación
de la vida
económica,
polític ay
social por
el Derecho
romano
Se reconoce
la influencia
del derecho
contractual,
derivado del
derecho
romano. El
Estado debe
proteger a
los pobres
verdaderos y
subsidiarlos,
y castigar a
los pobres
fingidos.
El Estado
absolutista
establece
regulaciones al
comercio y
promueve
monopolios y la
apertura de
nuevos
mercados.
Proteccionismo
nacionalista
ligado al
comercio
internacional y
la circulación
monetaria.
Se desaconseja
su intervención
en la actividad
económica.; el
impuesto único.
Dejar obrar en
forma libre la
iniciativa privada
para aumentar la
productividad y
la masa
exportable de
bienes agrícolas..
Sectores
sociales
filósofos filósofos,
políticos y
juristas
hombres
ligados a la
Iglesia;
intelectuales
mercaderes-
Compañías de
Indias
funcionarios.
Alianza entre
los estados, la
nobleza
guerrera, y la
burguesía
comercial.
El Tableau
Economique:
Quesnay y el
naturalismo: la
defensa de los
agricultores; el
planteo de una
sociedad de tres
sectores:
agricultores,
clase soberana y
terrateniente y
clase estéril,
(artesanos,
industriales y
comerciantes)
La
Economía y
otras
Rechazo al
comercio y el
préstamo de
Lo
económico
en el marco
Referencias
a lo
económico
Es más una
política
económica que
Se inspiran en las
ciencias
naturales, la
93
ciencias dinero. Lo
económico
junto a lo
político y lo
ético.
Relación entre
lo económico y
lo político: la
verdadera
igualdad entre
los hombres es
la igualdad
proporcional.
del
Derecho y
la política.
La técnica
y la
producción
ligada al
uso del
suelo.
en los
tratados de
Teología,
Ética y
Filosofía. La
importancia
de la fe. Las
ideas
católicas
europeas y el
aporte de la
universidad.
una teoría
económica:
medidas
prácticas de
gobierno. La
influencia de la
Reforma
protestante y del
Renacimiento.
Normas que
orientan el
comportamiento
hacia la
búsqueda de
riqueza para la
Corona.
fisiología
humana, y en el
derecho natural.
Las leyes
naturales no
pueden ser
desconocidas por
el hombre y no
pueden ser
modificadas.
La importancia
de la educación.
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