María y el Espíritu Santo
Virgen Peregrina de la FamiliaP. José Félix Medina, L.C.
La presencia del Espíritu Santo en María
Podemos afirmar que la Encarnación del Verbo es el primer Pentecostés porque hay una especial revelación
y presencia del Espíritu Santo. En efecto, el ángel Gabriel dice a María: “El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te
cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado
será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc.1,35-36).
La Encarnación del Verbo
Igualmente, el ángel dice a José:
“No temas recibir en tu
casa a María, tu esposa, pues lo concebido en
ella es obra del Espíritu Santo”.
El Espíritu Santo viene sobre María, la cubre con su sombra para ser Madre-Virgen.• El calor del Espíritu Santo hará germinar
el misterio del Verbo de Dios que se hace hombre.
El Espíritu Santo suscita la respuesta consciente y libre de María,
que hace donación de todo su ser al plan de Dios: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc.1,38).
La Visitación
• María saludó a Isabel, ésta “se llenó del Espíritu Santo, y clamó con fuerte voz:
• ¡Bendita tú entre las mujeres…!
• y su niño saltó de gozo en sus entrañas”. (Lc. 1, 40-41)
• Y María proclama el Magnificat, envuelta en este clima de Espíritu Santo.
El Nacimiento de Jesús
• El nacimiento de Jesús es el cumplimiento de la Anunciación: Jesús nace virginalmente de María, Virgen y Madre.
• La luz del Espíritu Santo inunda el Portal de Belén, envuelve a los pastores y guía a los Magos hasta el lugar donde está Jesús.
Las bodas de Caná
• María, movida por el Espíritu Santo, especialmente por el don de Sabiduría, de Piedad y de Consejo, se dirige suplicante a su Hijo: “No tienen vino” y luego a los servidores: “Haced lo que Él os diga”. Y Jesús realiza su primer milagro (Cf. Jn. 2, 1-12)
Pasión, muerte y resurrección de Cristo
María estaba junto a la cruz de Jesús (Jn. 19, 25) Es la expresión de una fortaleza que sólo el Espíritu Santo puede dar.
El mismo Espíritu culmina así la obra que inició en la Encarnación del Verbo cubriendo y protegiendo a la Virgen.
María, que animada por el Espíritu Santo es testigo del testamento de Cristo en la cruz: las siete palabras.
Finalmente, María recibe las primicias del Espíritu Santo en la resurrección y glorificación de su Hijo.
Pentecostés
Los Apóstoles, podemos decir que, presididos por la Virgen-Madre, perseveraban unánimes en la oración, esperando al Espíritu Santo que Cristo les había prometido (Cf. He.1, 14).
La venida del Espíritu Santo
marca el nacimiento de la
actividad misionera de la
Iglesia.
Así como María está presente en el nacimiento de
Jesús como Madre por obra del
Espíritu Santo,
Así María está presente en el
nacimiento de la actividad de la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, como
Madre por obra del Espíritu Santo.
Le pedimos a la Virgen que nos enseñe a ser fieles a la presencia y acción del Espíritu Santo que nos mueve a seguir a Cristo en la Iglesia para gloria del Padre.
Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo, haznos fieles a sus luces e inspiraciones y danos fuerza para llevarlas a cabo. Amén.
Los grandes padres de la Iglesia
Los cuatro grandes padres griegos son:•San Atanasio de Alejandría•San Basilio el Grande•San Gregorio Nacianceno•San Juan Crisóstomo
Y los cuatro latinos:•San Ambrosio de Milán•San Agustín de Hipona•San Jerónimo de Estridón•San Gregorio Magno
San Atanasio de Alejandría.
Agustín de Hipona
Se caracterizan por la ortodoxia de su doctrina, santidad de vida y el reconocimiento de la Iglesia
Padre orientales (de la Iglesia griega)
Conocidos como padres griegos, aunque no todos ellos escribieran en esa lengua. El más antiguo de ellos es san Atanasio (295–373), obispo de Alejandría, que tuvo un papel relevante en el Concilio de Nicea I.
En la parte oriental del Imperio romano se desarrollan posteriormente dos escuelas teológicas muy importantes alrededor de los patriarcados de Antioquía —cuyo principal representante es san Juan Crisóstomo (344–407), patriarca de Constantinopla, célebre por sus homilías— y Alejandría —con san Cirilo (380–444), defensor de la maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso—.
Padres occidentales (de la Iglesia latina)
Conocidos como padres Latinos o padres de la Iglesia de rito latino.
San Ambrosio de Milán (333–397)
San Agustín de Hipona (354–430)
San Jerónimo (342–420)
CÁNTICO DE LA VIRGEN MARÍA:«Magníficat» (Lc 1, 46-55) Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo,y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordiacomo lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
COMENTARIO AL CÁNTICO DE LA VIRGEN MARÍA
El saludo profético y la bienaventuranza de Isabel despertaron en María un eco, cuya expresión exterior es el himno que pronunció a continuación, el Magníficat, canto de alabanza a Dios por el favor que le había concedido a ella y, por medio de ella, a todo Israel. María, en efecto, dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... Auxilia a Israel, su siervo, ... y su descendencia por siempre».
Algunos puntos que sirven para interiorizar dicha oración• 1. El culmen de la libertad humana
• Dichosa tú por haber creído (Lc 1,45). Vinculando esta expresión de Isabel dirigida a María con la de Jesús dirigida a Tomás «dichosos los que crean» (Jn 20,29). Libertad de la fe.
• 2. Oración de alabanza
• Proclama mi alma la grandeza del Señor (v. 46). San Ambrosio, que en su comentario a Lucas escribe: «Esté en cada uno de nosotros el alma de María para glorificar a Dios», nos recuerda que el agradecimiento es la primera expresión de la fe.
En meditación con María
• 3. Los ojos de la fe
• Ha hecho obras grandes en mi favor (v. 49). Nos preguntamos: ¿cuáles son esas obras grandes? Seguramente María puede intuirlas, por la fe, en el pequeño germen de vida apenas perceptible que lleva en su seno; sin embargo, desde el punto de vista humano no es un hecho extraordinario.
• 4. No se encogerá el brazo de Dios
• Y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación (v. 50). María expresa aquí su fe en la certeza de que no sólo en el pasado y en el presente, sino que tampoco en el futuro decaerá la misericordia del Señor ni se encogerá el brazo de Dios.
En meditación con María
• 5. Dios cuida de su pueblo
• Ha auxiliado a Israel, su siervo (v. 54). Cuidó el Señor de su hijo y siervo Israel, como cuidó de María su sierva («se ha fijado en la humillación de su esclava»).
• El verbo «cuidar» aparece en otros pasajes del Nuevo Testamento: «El Espíritu cuida de nuestra debilidad» (Rm 8,27); «No cuida de los ángeles, sino de los hijos de Abraham» (Heb 2,16).
Virtudes de María en su relación con el Espíritu Santo
• AMOR TEOLOGAL Y CONFIANZA FILIAL. Tuya soy.
• DOCILIDAD ABSOLUTA A SU VOLUNTAD. Apertura.
• DISPONIBILIDAD DE HUMILDE ESCLAVA. Aquí estoy. Heme aquí.
• CORRESPONDENCIA A LA GRACIA. Pagar bien al Señor por todo lo que me regala, dando frutos.
• CELO APOSTÓLICO: Contagiar ese amor y fe en su entorno.
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