Download - Novena REGRESA
NOVENA DE
AGUINALDO Tradición Colombiana.
“Llegada la temporada de aguinaldos, el mismo insigne sabio Caldas se desprendía de sus altas especulaciones para dedicar agradablemente algunas horas al arreglo del artístico pesebre en Popayán y en la casa del prócer don Camilo Torres”
Padre Carlos E. Mesa C.M.F.: “El misterio de Belén. Lecturas, cuadros líricos y tres novenas de navidad”, Medellín, 1983, página 40.
O R A C I Ó N PA R A T O D O S L O S D Í A S
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a
los hombres, que les disteis en vuestro Hijo la mejor prenda
de vuestro amor para que hecho hombre en las entrañas de
una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y
remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy
infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de
él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de
vuestro hijo humanado; suplicándoos por sus divinos
méritos, por las incomodidades con que nació y por las
tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis
nuestros corazones con humildad profunda, con amor
encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que
Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more
eternamente.
Amén.
(Se reza tres veces el Gloria al Padre)
O R A C I Ó N A L A V I R G E N M A R Í A
Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y
especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo
un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos
misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que
en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento
espiritual de vuestro adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre!
Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina
ternura con la que le aguardasteis vos, para que nos hagáis
menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la
eternidad.
Amén.
(Se reza tres veces el Ave María).
O R A C I Ó N A S A N J O S É
Oh, Santísimo San José! Esposo de María y padre putativo
de Jesús. Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió
para tan altos ministerios y os adornó con todos los dones
proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el
amor que tuvisteis al Divino Niño, me abraséis en
fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente,
mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo.
Amén.
(Se reza Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre)
O R A C I Ó N A L N I Ñ O J E S Ú S
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la
venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en
persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan
consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y
doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos
de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza
en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a
exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida
santa, para conseguir una eternidad bienaventurada.
Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la
gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos,
¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará
frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra
divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente
nuestra súplica.
Amén.
G O Z O S
Dulce Jesús mío,
mi niño adorado
¡Ven a nuestras almas!
¡Ven no tardes tanto!
¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano,
que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos
la prudencia que hace verdaderos sabios!
Ven a nuestras...
¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando,
de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos,
y que un niño débil muestre fuerte el
brazo!
Ven a nuestras...
G O Z O S
¡Oh, raíz sagrada de José
que en lo alto
presenta al orbe tu fragante nardo!
Dulcísimo Niño que has sido llamado
Lirio de los valles, Bella flor del campo.
Ven a nuestras...
¡Llave de David que abre al desterrado
las cerradas puertas de regio palacio!
¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano,
de la cárcel triste que labró el pecado!
Ven a nuestras...
¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas tu esplendor veamos!
Niño tan precioso, dicha del cristiano,
luzca la sonrisa de tus dulces labios.
Ven a nuestras...
G O Z O S
¡Espejo sin mancha, santo de los santos,
sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado
y en forma de niño, da al mísero amparo!
Ven a nuestras...
¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro,
De Israel anhelo Pastor del rebaño!
¡Niño que apacientas con suave cayado
ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
Ven a nuestras...
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto
bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado!
¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo!
Ven a nuestras...
G O Z O S
¡Ven, que ya María previene sus brazos,
do su niño vean, en tiempo cercanos!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro,
se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
Ven a nuestras...
¡Del débil auxilio, del doliente amparo,
consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado,
mi constante amigo, mi divino hermano!
Ven a nuestras...
¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados!
¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos!
¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos,
y aún más que mis frases, te dice mi llanto!
Ven a nuestras...
¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos
Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!
D Í A P R I M E R O
En el principio de los tiempos el Verbo reposaba en el seno de su
Padre en lo más alto de los cielos: allí era la causa, a la par que el
modelo de toda creación. En esas profundidades de una
incalculable eternidad permanecía el Niño de Belén. Allí es donde
debemos datar la genealogía del Eterno que no tiene antepasados, y
contemplar la vida de complacencia infinita que allí llevaba.
La vida del Verbo Eterno en el seno de su Padre era una vida
maravillosa y sin embargo, misterio sublime, busca otra morada en
una mansión creada. No era porque en su mansión eterna faltase
algo a su infinita felicidad sino porque su misericordia infinita
anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él
no podría verificarse.
El pecado de Adán había ofendido a un Dios y esa ofensa infinita
no podría ser condonada sino por los méritos del mismo Dios. La
raza de Adán había desobedecido y merecido un castigo eterno; era
pues, necesario para salvarla y satisfacer su culpa que Dios, sin
dejar el cielo, tomase la forma del hombre sobre la tierra y con la
obediencia a los designios de su Padre, expiase aquella
desobediencia, ingratitud y rebeldía.
Era necesario en las miras de su amor que tomase la forma, las
debilidades e ignorancia sistemática del hombre, que creciese para
darle crecimiento espiritual; que sufriese, para morir a sus
pasiones y a su orgullo y por eso el Verbo Eterno ardiendo en
deseos de salvar al hombre resolvió hacerse hombre también y así
redimir al culpable.
D Í A S E G U N D O
El verbo eterno se halla a punto de tomar su naturales creada en la
santa casa de Nazaret, en donde moraban María y José. Cuando la
sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba
sola y engolfada en la oración. Pasaba las silenciosas horas de la
noche en la unión más estrecha con Dios; y mientras oraba, el
Verbo tomó posesión de su morada creada. Sin embargo, no llegó
inopinadamente: antes de presentarse envió a un mensajero, que
fue Arcángel San Gabriel para pedir a María de parte de Dios su
consentimiento para la encarnación. El creador no quiso efectuar
ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.
Aquel momento fue muy solemne: era potestativo en María
rehusar... Con qué adorables delicias, con qué inefable
complacencia aguardaría la Santísima Trinidad a que María abriese
los labios y pronunciase el "sí" que debió ser suave melodía para
sus oídos, y con el cual se conformaba su profunda humildad a la
omnipotente voluntad divina. La Virgen Inmaculada ha dado su
asentimiento. El arcángel ha desaparecidos. Dios se ha revestido de
una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la
creación completa. En las regiones del mundo angélico estalla el
júbilo inmenso, pero la Virgen María ni le oía ni le hubiese prestado
atención a él. Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida
en el silencio que se asemejaba al de Dios. El Verbo se había hecho
carne, y aunque todavía invisible para el mundo, habitaba ya entre
los hombres que su inmenso amor había venido a rescatar. No era
ya sólo el Verbo eterno; era el Niño Jesús revestido de la apariencia
humana, y justificando ya el elogio que de Él han hecho todas las
generaciones en llamarle el más hermoso de los hijos de los
hombres.
D Í A T E R C E R O
Así había comenzado su vida encarnada el Niño Jesús.
Consideremos el alma gloriosa y el santo cuerpo que había tomado,
adorándolos profundamente. Admirado en el primer lugar en el
alma de ese Divino Niño, considerarnos en ella la plenitud de su
gracia santificadora; la de su ciencia beatífica, por lo cual desde el
primer momento de su vida vio la divina esencia más claramente
que todo los ángeles y leyó lo pasado y lo por venir con todos sus
arcanos conocimientos. No supo por adquisición nada que no
supiese por infusión desde el primer momento de su ser; pero Él
adoptó todas las enfermedades de nuestra naturaleza a que
dignamente podía someterse, aun cuando no fuese necesario para
la grande obra que debía cumplir. Pidámosle que sus divinas
facultades suplan la debilidad de las nuestras y les den nueva
energía; que su memoria nos enseñe a recordar sus beneficios, su
entendimiento a pensar en Él, su voluntad a no hacer sino lo que
Él quiere y en servicio suyo.
Del alma del Niño Jesús pasemos ahora a su cuerpo, que era un
mundo de maravillas, una obra maestra de la mano de Dios. No
era, como el nuestro, una traba para el alma; era, por el contrario,
un nuevo elemento de santidad. Quiso que fuese pequeño y débil
como el de los niños, y sujeto a todas las incomodidades de la
infancia, para asemejarse más a nosotros y participar de nuestras
humillaciones. El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con
tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir el exceso
para cumplir la grande obre de nuestra redención. La belleza de ese
cuerpo divino fue superior a cuanto divino fue superior a cuanto se
ha imaginado jamás; la divina sangre que por sus venas empezó a
circular desde el momento de la encarnación es la que lava todas
las manchas del mundo culpable. Pidámosle que lave las nuestra
en el sacramento de la penitencia, para que el día de su Navidad
nos encuentre purificados, perdonados y dispuestos a recibirle con
amor y provecho espiritual.
D Í A C U A R T O
Desde el seno de su madre comenzó el Niño Jesús a poner en
práctica su entera sumisión a Dios, que continuó sin la menor
interrupción durante toda su vida. Adoraba a su Eterno Padre, le
amaba, se sometía a su voluntad, aceptaba con resignación el
estado en que se hallaba conociendo toda su debilidad, toda su
humillación, todas sus incomodidades. ¿Quién de nosotros quisiera
retroceder a un estado semejante con el pleno goce de la razón y de
la reflexión?, ¿quién pudiera sostener a sabiendas un martirio tan
prolongado, tan penoso de todas maneras?. Por ahí entró el Divino
Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse
delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de
su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros
pecados, y hacemos sentir toda la criminalidad y desórdenes del
orgullo.
Deseamos hacer una verdadera oración; empecemos por formarnos
de ella una exacta idea contemplando al Niño en el seno de su
madre, El Divino Niño ora y ora del modo más excelente. No habla,
no medita ni se deshace en tiernos afectos. Su mismo estado,
aceptado con la intención de honrar a Dios, es su oración y ese
estado expresa altamente todo lo que Dios merece y de qué modo
quiere ser adorado por nosotros.
Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María;
unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer afecto de
nuestro sacrificio a Dios. Démonos a Dios, no para ser algo como lo
pretende continuamente nuestra vanidad, sino para ser nada, para
quedar eternamente consumidos y anonadados, para renunciar a la
estimulación de nosotros mismos, a todo cuidado de nuestra
grandeza aunque sea espiritual, a todo movimiento de vanagloria.
Desaparezcamos a nuestros propios ojos y que Dios sólo sea todo
para nosotros.
D Í A Q U I N T O
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su
purísima Madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María
durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no
tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a
nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la
encarnación y e l modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa
visión beatifica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto
de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda
la eternidad, Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos
rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de
elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada
instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia
aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud
y en la serenidad reflexiva de la edad madura... Haría todo lo que
quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con
toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que
deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla
a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese
aprendido de memoria...¡cuán ardientemente deseaba ese día!.
…
D Í A Q U I N T O
…
Tal era la expectativa de María...era inaudita en sí misma, mas no
por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No
nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino por
esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las
buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra
cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en
gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin.
Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos
instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque
el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo
Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de
María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de
delicias como la suya.
D Í A S E X T O
Jesús había sido concebido en Nazaret, domicilio de José y María, y
allí era de creerse que había de nacer, según todas las
probabilidades. Mas Dios lo tenía dispuesto de otra manera y los
profetas habían anunciado que el mesías nacería en Belén de Judá,
ciudad de David. Para que se cumpliese esa predicción, Dios se
sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este
objeto, a saber la orden dada por el emperador Augusto, que todos
los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de
donde eran originarios. María y José, como descendientes que eran
de David, no estaban dispensados de ir a Belén. Ni la situación de la
Virgen Santísima ni la necesidad en que estaba José del trabajo
diario que les aseguraba la subsistencia, pudo eximirles de este
largo y penoso viaje, en la estación más rigurosa e incómoda del
año.
No ignora Jesús en que lugar debe nacer e inspira a sus padres que
se entreguen a la Providencia, y que de esta manera concurran
inconscientemente a la ejecución de los designios. Almas interiores,
observad este manejo del Divino Niño, porque es el más importante
de la vida espiritual; aprended que quien se haya entregado a Dios
ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer a cada
instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aun
en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera
que le plazca conducirle. Ocasión tendréis de observar esta
dependencia y fidelidad inviolable en toda la vida de Jesucristo, y
este es el punto sobre el cual se han esmerado en imitarle los santos
y las almas verdaderamente interiores, renunciando absolutamente
a su propia voluntad.
D Í A S É P T I M O
Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando
consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho hombre.
Contemplemos la humanidad y la obediencia de este Divino Niño
que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su
pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe
extranjero que forma el censo de población de su provincia, como si
hubiese para El en esa circunstancia algo que le halagase, y
quisiese apresurarse a aprovechar la ocasión de hacerse
empadronar oficial y auténticamente como súbdito en el momento
en el que venía al mundo. ¿No es extraño que la humillación, que
causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única
cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará
la humildad de Jesús a amar esa hermosa virtud?.
¡Ah...!Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las
naciones, porque todo clama por este feliz acontecimiento, El
mundo, sumido en la oscuridad y el malestar buscando y no
encontrando el alivio de sus males, suspira por su Libertador. El
anhelo de José, la expectativa de María, son cosa que no puede
expresar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si es lícito
emplear esta expresión adorablemente impaciente por dar a su Hijo
único al mundo, y verle ocupar su puesto entre las criaturas
visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del
día esta santa humanidad tan bella que El mismo ha formado con
tan especial y divino esmero, En cuando al Divino Niño, objeto de
tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mimo que
hacia Belén, Apresuremos con nuestro deseo el momento de su
llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística
morada, y nuestro s corazones para que sean su Manis terrenal; que
nuestros actos de mortificación desprendimiento "preparen los
caminos del Señor y hagan rectos sus senderos".
D Í A O C TAV O
Llegan a Belén José y María, buscando hospedaje en los mesones;
pero no lo encuentran ya por hallarse todo ocupado, ya porque se
les desechase a causa de su pobreza. Empero, puede turbar la paz
interior de los que están fijos en Dios. Si José experimentaba
sorpresa cuando era rechazado de casa en casa, porque pensaba en
María y en el Niño, sonreíase también con tanta tranquilidad
cuando fijaba sus miradas en su casta esposa. El niño aún no
nacido regocijábase de aquellas negativas que eran el preludio de
sus humillaciones venideras. Cada voz áspera, el nido de cada
puerta que se cerraba ante ellos, era lo que había venido a buscar.
El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a
hacerle tomar la forma humana.
¡Oh divino niño de Belén! Estos días que tantos han pasado en
fiestas y diversiones o descansando muellemente en cómodas y ricas
mansiones, han sido para vuestros padres un día de fatiga y
vejaciones de toda clase. ¡Ay! El espíritu de Belén es el de un mundo
que ha olvidado a Dios,. ¡Cuántas veces no ha sido también el
nuestro¡ ¿No cerramos continuamente con ruda ignorancia la puerta
a los llamamientos de Dios, que nos solicita convertirnos, o
santificarnos o conformarnos con su voluntad? ¿No hacemos mal
uso de nuestras penas, desconociendo su carácter celestial con que
cada uno a su modo lo lleva grabado en si? Dios viene a nosotros
muchas veces en la vida, pero no conocemos su faz, o le
reconocemos hasta que nos vuelve la espalda y se aleja después de
nuestra negativa.
Se pone el sol de 24 de diciembre detrás de los tejados de Belén y
sus últimos rayos doran las cimas de las rocas escarpadas que lo
rodean. Hombres groseros codean rudamente al Señor en las calles
de aquella aldea oriental, y cierran sus puertas al ver a su madre,
La bóveda de los cielos aparece purpurina por encima de aquellas
colinas frecuentadas por los pastores. Las estrellas va apareciendo
una tras otra. Algunas horas más y aparecerá el Verbo eterno.
D Í A N O V E N O
La noche ha cerrado del todo en las campíñas de Belén. Desechados
por los hombres, y viéndose sin abrigo, María y José han salido de
la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta que se
encontraba al pie de la colina. Seguía a la reina de los ángeles el
jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el
viaje, y en aquélla cueva hallaron un manso buey, dejado allí
probablemente por alguno de los caminantes que habían ido a
buscar hospedaje en la cuidad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener
que acudir a loas irracionales para que calienten con su tibio aliento
la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con
esto y con su humilde actitud el respeto y la adoración que le había
negado Belén., La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina
tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es
figura profética de las maravillas del altar, y de la íntima y
prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los
hombres. María está en oración en medio de la gruta, y así van
pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterio.
Pero ha llegado la medianoche, y de repente vemos dentro de ese
pesebre, poco antes vacío, al divino Niño esperado, vaticinado,
deseado durante cuatro mil años con inefable anhelo. A sus pies se
postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de
la cual nada puede dar idea.
…
D Í A N O V E N O
…
José también se acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su
misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de
los hombres. La multitud de ángeles que desciende de los cielos a
contemplar esa maravilla sin par , dejan estallar su alegría y hacen
vibrar en los aires las armonías de ese Gloria in Excelsis que es el
eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo, hecha
perceptible por un instante a los oídos de la pobre Tierra .
Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a
adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Ya
brilla en oriente la misteriosa estrella de Jacob, y ya se pone en
marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que
dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño
el oro, el incienso, y la mirra, que son símbolos de la caridad, la
adoración y la mortificación.
¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta
novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos
ofreceros nuestra pobre adoración. ¡No la rechacéis! ¡Ven a nuestras
almas, venid a nuestros corazones llenos de amor! Encended en
ellos la devoción a vuestra santa infancia, no intermitente y sólo
circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos
los tiempos; devoción que fielmente practicada y celosamente
propagada, nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y
sembrando nosotros todas las virtudes cristianas..
V I L L A N C I C O S
Tutaina tuturumá
tutaina tuturumaina
tutaina tuturumá turumá
tutaina tuturumaina
Los pastores de Belén
vienen a adorar al niño
la Virgen y San José
los reciben con cariño
Tutaina...
Tres reyes vienen también
con incienso, mirra y oro
a ofrendar a Dios su bien
como el más grande tesoro
Tutaina...
Vamos todos a cantar
con amor y alegría
porque acaba de llegar
de los cielos el Mesías
Tutaina...
R E C E TA S
Buñuelos:
Ingredientes:
-3 tazas de queso molido
-1 ½ taza de harina de maíz
-2 huevos batidos
-¼ taza de leche
-1 cucharadita de azúcar
-Aceite
Preparación
1. Mezclar todos los ingredientes hasta lograr una masa suave
2. Formar bolitas con las manos húmedas
3. Freír en aceite caliente y tapar hasta que esponjen
4. Dejar Dorar a fuego alto
R E C E TA S
Natilla:
Ingredientes
-2 litros de leche
-2 tazas de fécula de maíz
-1 libra de panela raspada
-4 astillas de canela
-2 cucharadas de mantequilla
-1 coco fresco rallado
-1 cucharada de canela en polvo
Preparación:
1. Hervir un litro y medio de leche con la canela en astillas y la
panela
2. Añadir la fécula de maíz disuelta en medio litro de leche
3. Añadir la mantequilla
4. Revolver a fuego lento por 10 minutos
5. Añadir el coco en el minuto 10
FELIZ NAVIDAD
Y PROSPERO AÑO NUEVO