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ORGANIZACIÓN TERRITORIAL Y SERVICIOS LOCALES: EL NIVEL
ÓPTIMO DE PRESTACIÓN
Concepción Barrero Rodríguez
Catedrática de Derecho Administrativo
Universidad de Sevilla
SUMARIO: I. CONSIDERACIONES INCIALES. II. LA MODIFICACIÓN
DEL ÁMBITO TERRITORIAL DE PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS
MUNICIPALES BÁSICOS: UNA NECESIDAD DEMANDADA POR LA
REALIDAD. 1. Muchos Municipios con bajos niveles de población. 2. ¿Exigen
también los espacios metropolitanos una superación del término municipal? III. LA
REORDENACIÓN DEL ÁMBITO DE PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS
LOCALES EN LA LRSAL. IV. LA OPCIÓN DE LA LRSAL NO PASA POR
LA ALTERACIÓN DE TÉRMINOS MUNICIPALES. 1. El sustancial
mantenimiento por la Ley de 2013 del régimen anterior. 2. Los nuevos requisitos
para la creación de Municipios. 3. El fomento de la fusión municipal. V. LA
REORDENACIÓN DE LOS ÁMBITOS TERRITORIALES DE
PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS LOCALES NO SE ARTICULA
TAMPOCO A TRAVÉS DE ENTIDADES LOCALES DE CARÁCTER
DISPOSITIVO. 1. Breve apunte sobre la realidad de la supramunicipalidad en
España. La implantación de las Mancomunidades de Municipios. 2. La apuesta de la
LRSAL por la reducción de las entidades existentes. VI. LA PRESTACIÓN DE
LOS SERVICIOS LOCALES EN EL ÁMBITO PROVINCIAL: LA OPCIÓN
FALLIDA DE LA LRSAL.1. La transformación del papel de las diputaciones en
relación con los servicios municipales. 2. La “coordinación” atribuida a las
Diputaciones sobre los servicios de los Municipios de menos de 20.000 habitantes.
El nuevo artículo 26.2 de la LBRL. 3. Consideración final ¿Se ha producido
realmente una reforma en el ámbito de prestación de los servicios locales? VII. LA
REORDENACIÓN DEL MAPA DE PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS
LOCALES ES NECESARIA. ALGUNAS CLAVES PARA UNA POSIBLE
REFORMA. 1. Las coordenadas para una reforma. 2. Algunos contenidos posibles
de la reforma.
I. CONSIDERACIONES INCIALES
Mucho se ha debatido ya sobre las repercusiones de la crisis económica en el
ámbito de las Administraciones Públicas y en el del propio Derecho que las regula. En
los últimos años se han publicado numerosas obras que con títulos como “El derecho de
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la crisis: nuevas reglas de juego”1 o “El Derecho de la Administración sostenible:
Condicionantes europeos y reformas legales”2 vienen, desde una u otra perspectiva, a
exponer los cambios propiciados por la denominada “legislación de crisis” en nuestras
instituciones. Son también muchas, de otra parte, las obras que con denominaciones
como “Reforma y retos de la Administración local”3, “Crisis económica y reforma del
régimen local”4 o “La nueva organización local. Nuevos modelos”5 nos han ido
alertando sobre la necesidad de una reflexión en torno nuestra planta local.
Los cambios provocados por este ordenamiento son muchos y se proyectan
sobre ámbitos muy diversos. Entre ellos ocupan un lugar destacado, sin duda, los
relacionados con la delimitación y contenido de los servicios públicos y la modificación
de las estructuras administrativas. Ya el “Programa Nacional de Reformas de 2012” que
el Gobierno de España remite a la Unión europea en abril de ese año, “presta especial
atención” a la “modernización y racionalización de las Administraciones Públicas”6.
Ahora bien, estamos ante reformas que, con mayor o menor intensidad, afectan a todos
los Estados de la Europa comunitaria pues no vienen, en la generalidad de los casos,
sino a cumplir con decisiones adoptadas en el seno de la propia Unión. Así, y en Italia,
se han ido sucediendo distintas normas encaminadas, al igual que ha ocurrido en nuestro
país, a cumplir, entre otros, con los objetivos de déficit público impuestos por la Unión
europea y que han tenido una repercusión clara en los servicios locales. Entre ellas
destacan, en lo que aquí interesa, la Ley 122 de 30 de julio de 2010, que impone a
muchos municipios la obligación de ejercer buena parte de sus funciones de forma
mancomunada dentro de los ámbitos territoriales establecidos, de acuerdo con los
Ayuntamientos, por las regiones; la Ley 56 de 7 de abril de 2014 que introduce
reformas importantes en la provincia y crea diferentes ciudades metropolitanas7; y la
1 A. GONZÁLEZ SANFIEL (Dir), Atelier, Barcelona, 2013. 2 R. RIVERO ORTEGA (Dir.) y J.J. RASTROLLO SUÁREZ (Coor), Ratio Legis-Ayuntamiento de
Palencia, Salamanca, 2015. 3 R. PARADA VÁZQUEZ y J.A FUENTETAJA PASTOS (Dirs), Marcial Pons, Madrid, 2007. 4 L. COSCULLUELA MONTANER Y L. MEDINA ALCOZ (Dirs), M. HERNANDO RYDINGS
(Coor), Civitas- Thomson-Reuters, Cizur Menor, 2012. 5 J.M, GIMENO FELIÚ (Coor.), Civitas-Thomson Reuters, Cizur Menor, 2011. 6 Véase Apartado III. 2 del Programa bajo la rubrica: “Modernización de las Administraciones Públicas y
de los servicios públicos”. 7 Sobre el alcance de estas reformas pueden verse los distintos trabajos publicados en la obra colectiva
coordinada por M. ALMEIDA CERRERA, C. TUBERTINI y P. COSTA GONCALVES, La
racionalización de la organización administrativa local: Las experiencias española, italiana y
portuguesa (Civitas-Thomson-Reuters, Cizur Menor, 2015).
3
Ley 124 de 7 de agosto de 2015 que delega en el Gobierno la aprobación de varias
disposiciones “in materia di riorganizzazione delle amministrazione pubbliche”. Junto a
otras medidas, que recuerdan mucho, por cierto, a las adoptadas en España en ámbitos
como el funcionamiento electrónico de las Administraciones Públicas, la transparencia
pública o la simplificación del procedimiento administrativo, el artículo 19.1 de esta
Ley contiene diversas normas en relación con los “servizi pubblici locali di interesse
economico generale”, entre las que cabe mencionar las relativas a los criterios “per
l’organizzazione territoriale ottimale dei servizi pubblici locali di rilivenza economica”.
En cumplimiento de sus mandatos, en enero de 2016, el consejo de ministros aprobó
doce Decretos legislativos; entre ellos, el relativo a los “servizi pubblici locali di
interesse economico generale” que incluye en su artículo 4.1 la necesidad de aplicar
tarifas ajustadas a su “coste estándar” y en el 13 regula los “ambiti territoriali ottimali”
para su prestación. Los servicios públicos locales de interés económico, sin perjuicio de
lo específicamente dispuesto para el de transporte, han de ser prestados en áreas
“óptimas y homogéneas” identificadas por las regiones y las provincias autónomas de
Trento y Bolzano. Unas áreas que, en ningún caso, podrán ser inferiores a la provincia,
cuyos órganos de gobierno serán además los competentes para su gestión, a menos que
coincidan con el territorio de una ciudad metropolitana, en cuyo caso serán los órganos
propios de ésta los que la asuman.
Fórmulas de cooperación intermunicipal, coste estándar del servicio, “ámbito
territorial óptimo” para su prestación o gestión por las provincias de los servicios
locales son opciones del legislador en el país vecino que a nosotros nos sitúan ante el
debate planteado con ocasión de la elaboración y promulgación de la Ley 27/2013, de
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración local (LRSAL). Medidas que, en
último término, invitan en Italia, al igual que en España, a pensar sobre la escala
territorial adecuada y la entidad más idónea para la satisfacción de los servicios locales,
a reflexionar, en definitiva, sobre la institucionalización administrativa del territorio,
sobre la planta local. Ahora bien, como nos recordaba T. FONT en sus conclusiones de
los debates del VIII Congreso de la Asociación española de Profesores de Derecho
En relación con la provincia, puede verse igualmente el estudio de L. VANDELLI,
“L’esperienza dell’organizzazione in Italia” (J.M. GIMENO FELIÚ, Coor., Organización local. Nuevos
modelos, op. cit., pág. 19-30) o el de D. BORGONOVO RE (“Italia: la reforma del sistema provincial”,
L. COSCULLUELA MONTANER Y L. MEDINA ALCOZ (Dirs), M. HERNANDO RYDINGS (Coor),
Crisis económica y reforma del régimen local, op. cit., págs. 393-414).
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Administrativo celebrado en Alicante en febrero de 2013, en pleno proceso pues de
elaboración de la LRSAL, el problema de la planta local en España no es nuevo, “está
planteado desde hace 200 años, desde el mismo inicio del régimen constitucional”8. Es
cierto, sin embargo, que el debate, aunque con pocos elementos nuevos en el discurso9,
se ha intensificado en los últimos tiempos. Si los ponentes de aquel encuentro: la
Profesora Carbonell Porras y el Profesor Almeida Cerrada centraban su atención en las
novedades que, en aquel momento, aportaba el todavía Anteproyecto de LRSAL, nos
advertían sobre la posible inconstitucionalidad de algunas de sus propuestas, y nos
ofrecían alternativas para la consecución de ese objetivo de ahorro que inspiraba todo el
texto10; a nosotros nos corresponde ahora dejar constancia de lo sucedido en el tiempo
transcurrido, lo que nos permitirá comprobar como las iniciales propuestas de
reordenación de la Administración local con el objetivo, entre otros, de superar el
término municipal como ámbito propio para la prestación de los distintos servicios
locales, van a quedar totalmente desdibujadas a consecuencia de las modificaciones que
se introducen durante la elaboración de la Ley. Además, y tras su aprobación, van a
producirse una serie de acontecimientos que, desde luego, no han contribuido a la
implantación efectiva de sus mandatos, hasta el punto, puede anticiparse la conclusión
final, de poder afirmar que la LRSAL no ha supuesto, y ya es difícil que vaya a hacerlo,
una transformación real en el mapa de prestación de los servicios locales en España.
II. LA MODIFICACIÓN DEL ÁMBITO TERRITORIAL DE PRESTACIÓN DE
LOS SERVICIOS MUNICIPALES BÁSICOS: UNA NECESIDAD
DEMANDADA POR LA REALIDAD.
El propio hecho de examinar la organización territorial en la búsqueda de ese
“nivel óptimo de prestación” de los servicios locales, supone el reconocimiento de que
la existente no lo alcanza y se imponen, por consiguiente, aquellas reformas que, si no
8 “La reforma de la planta local”, Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 158, 2013, págs. 11
y 12. 9 Sigue polarizado, como indica A. EMBID, en “los nunca olvidados, por permanentes, reproches al
excesivo número de municipios, teniendo en cuenta la escala poblacional de muchos de ellos o al papel
anticuado o inadecuado de las provincias (en realidad, de las diputaciones provinciales)… (“Crisis
económica y reforma local”, en Crisis económica y reforma del régimen local, op. cit., 50). 10 Sus estudios, bajo los títulos de “La planta local: Análisis general y perspectivas de reforma” y “La
reforma de la planta local, estructura competencial, organización y articulación de la Administración
local” pueden consultarse en J.J. DÍEZ SÁNCHEZ (Coor.), La planta de gobierno local, AEPDA,
Fundación Democracia y Gobierno Local, Madrid, 2013.
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lo logran, si, al menos, se acerquen a el lo más posible. Antes de adentrarnos en el
análisis de las distintas medidas aprobadas con este objetivo, resulta, pues, conveniente
exponer de forma breve cuales son esas notas que caracterizan a la planta local sobre la
que actúa el Legislador de 2013 y que justificarían su reordenación.
1. Muchos Municipios con bajos niveles de población.
“Resulta evidente que el mapa municipal español no es el idóneo para asegurar
unos servicios locales de calidad”11; “el municipalismo español se presenta inviable.
Municipios pequeños y aislados están condenados a la tutela política y económica de
otros niveles de gobierno”12. Estas y otras expresiones de contenido similar han vuelto,
en los últimos años, a poner sobre la mesa un problema que, desde luego, no es nuevo
pero que la crisis económica ha agudizado y situado en el centro mismo del debate
sobre la reforma local: la incapacidad de muchos municipios para la prestación
satisfactoria de los servicios que la LBRL les encomienda. No por de sobra repetido,
debe dejar de reseñarse aquí que son muchos los municipios existentes con índices de
población que hacen inviable la adecuada gestión de sus competencias. Así, de los más
de 8.000 municipios existentes en España -8.122 de acuerdo con los datos que ofrece el
Inventario de entes del sector público a fecha 1 de diciembre de 2015-, 6810, según la
información que ofrece ahora el Registro de Entidades Locales del Ministerio de
Hacienda y Administraciones Públicas, cuya última actualización es de 2010, tienen
menos de 5.000 habitantes. 1.074 no alcanzan ni siquiera la cifra de 100, 3.789 la de
100013. Este mismo registro ofrece otros datos que ilustran sobre la presencia de los
municipios con menor densidad de población en las Comunidades del centro y norte de
España, a consecuencia del mayor número de entidades existentes históricamente en
comparación con otras zonas del país14 y de la concentración de la población “en el sur
11 E. CARBONELL PORRAS, “La cooperación intermunicipal en la realización de las obras y los
servicios locales (reflexiones a propósito de algunos mecanismos distintos de la creación de entidades
supramunicipales”, Anuario de Derecho Municipal, 2010 pág. 61. 12 M. ZAFRA VICTOR, “La intermunicipalidad, modelo de Estado, la provincia en el Estado
autonómico”, L. COSCULLUELA MONTANER y L. MEDINA ALCOZ (Dirs), M. HERANDO
RYDINGS (Coor), Crisis económica y reforma del régimen local, op. cit., pág. 126. 13 Otros datos de interés pueden ser que 910 Municipios cuentan con una población entre 5.001 y 20.000
habitantes; 249 superan esta cifra aunque sin alcanzar la de 50.000; 83 tienen entre 50.001 y 100.000
habitantes, número que solo superan 62 Municipios. 14 Así, por ejemplo, Castilla-León cuenta con 2248 Municipios frente a los 770 de Andalucía o los 919 de
Castilla-La Mancha, Comunidades que le siguen en extensión. La Comunidad de La Rioja, otra
especialmente afectada por la existencia de Municipios con bajos niveles de población, tiene, de acuerdo
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y en la periferia”15. Existe además, un desigual reparto de la población, muy dispersa en
algunas zonas que condiciona igualmente la prestación de los servicios locales.
Podrá, desde luego, discutirse sobre cual es, desde el punto de vista territorial, la
escala óptima de prestación de un servicio; ahora bien, parece indudable que esos
municipios situados en umbrales de población tan bajos no pueden, con carácter
general, representar una base territorial sólida para la consecución de ese “nivel óptimo”
al que, por muchas razones, debemos aspirar; lo que confirman las numerosas
mancomunidades constituidas para la prestación de distintos servicios16; el hecho, según
los datos que ofrece el Registro de Entidades Locales, de que dos tercios de los
municipios mancomunados tengan menos de 5.000 habitantes; o el que sea la
Comunidad de Castilla-León, con un alto número de municipios con poca población, la
que cuenta con la cifra más elevada de entidades de esta naturaleza. También son
numerosos, de otra parte, los consorcios, constituidos por lo general entre municipios y
provincias, que en la búsqueda igualmente de ámbitos de prestación diferente al del
municipio, incluyen en su objeto la gestión de distintos servicios municipales17.
Esta realidad, someramente descrita, se erige en un presupuesto básico de la
modificación del régimen local que el Gobierno anuncia en el “Programa Nacional de
Reformas de 2012”. El informe, de otra parte, presentado en julio de ese mismo año por
el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas al consejo de ministros sobre una
nueva Ley de régimen local, expresaba que uno de sus objetivos fundamentales era el de
hallar fórmulas que garanticen una prestación satisfactoria de los servicios públicos en
con la información que ofrece el Preámbulo del Decreto 16/2006, de 10 de marzo, por el que se crea el
Consejo riojano de pequeños Municipios, 174 municipios, de los cuales sólo ocho cuentan con una
población superior a los 5.000 habitantes, en tanto que 51 tienen menos de cien. 15 En el estudio de I. LLUCÍA I SUBIRICH “¿Es necesario modificar el mapa territorial municipal?”
puede encontrarse un interesante cuadro comparativo de la situación en otros Estados europeos
(Cuadernos de Derecho Local, núm. 26, 2011, pág. 104). 16 El Registro de Entidades Locales informa de que existen 499 Mancomunidades que tienen entre sus
fines propios la prevención y extinción de incendios; 325 prestan el servicio de abastecimiento de aguas;
y 248 el de prevención y extinción de incendios. Aunque estas entidades agrupan a Municipios tanto
grandes como pequeños, muestran una clara tendencia en favor de estos, al menos, en algunas zonas del
país, como expresaba el trabajo realizado en 2012 por la Comisión de Mancomunidades de la Federación
Española de Municipios y Provincias, titulado “Análisis del ámbito competencial de las
Mancomunidades”. 17 Como puede, ahora, comprobarse en los datos que aporta “el inventario de entes del sector público
estatal, autonómico y local”. Así, y en la provincia de Sevilla por ejemplo, existen consorcios para la
prestación del servicio domiciliario de agua potable (“Consorcio Abastecimiento aguas Plan Ecija” o
“Consorcio Aguas Sierra Sur”) o, en la de Barcelona, para la recogida de residuos (“Consorcio de
Residuos sólidos urbanos del Maresme”).
7
todo el territorio del Estado, y se hacía eco de un análisis del Instituto de Estudios
Fiscales titulado “Informe sobre el ahorro potencial por establecimiento de un coste
estándar en la prestación de servicios en el ámbito local”, que mantenía que el gasto de
ofrecer los servicios “es cuatro veces más caro en los municipios de menos de 5.000
habitantes”. Otros estudios advertirán igualmente que “solo los municipios con cierto
tamaño” pueden “asumir competencias o funciones que garanticen la prestación eficaz
de los servicios públicos a sus ciudadanos”18. La reforma se justifica pues en la premisa,
probablemente no bien contrastada como veremos, de que los municipios pequeños son
ineficientes en la prestación de sus servicios, por lo que proceden aquellas
modificaciones que permitan alcanzar “ámbitos territoriales óptimos” para su
prestación. Ámbitos para cuya determinación no parece, en consecuencia, que se
manejen más parámetros que los de carácter exclusivamente económico, con olvido,
pues, de otros valores que, en último término, entroncan con la potencial afección que la
reestructuración de la organización territorial puede tener en el propio “sistema
democrático y representativo concebido en términos tradicionales e históricos”19. Los
municipios, como se recordará en el debate abierto, son “instituciones políticas,
representativas y de participación para los ciudadanos que en ellos habitan”20, lo que
significa que soluciones recomendables en términos de economías de escalas llamadas a
incrementar la eficiencia en la gestión pública, pueden, sin embargo, no serlo si el punto
de mira se sitúa en el papel que compete cumplir al municipio, como recordaba, por
cierto, en 2005 el “Libro blanco para la reforma del Gobierno local”, que en su apuesta
por el mantenimiento del mapa municipal existente se refería a una serie valores que
18 Es el caso del de M. ARENILLA SÁEZ, coordinador en su condición de Presidente del Instituto
Nacional de Administración Pública de la comisión creada para la reforma del régimen local, que ofrece,
con referencia al año 2012, un conjunto de datos que le llevan a esa conclusión (“El pequeños municipio:
núcleo democrático vs. Prestación de servicios”, Documento Técnico: Elementos para una debate sobre
la reforma institucional de la planta local en el Estado autonómico, Fundación Democracia y Gobierno
local, Barcelona, 2012, págs. 180-186). 19 A. PALOMAR, “La reforma local y la falta de un modelo general”, Fundación Ciudadanía y Valores,
2013. 20 M. SALVADOR CRESPO, “Retos y oportunidades para el Gobierno local en tiempos de crisis”,
Cuadernos Manuel Jiménez Abad, núm. 4/2012, pág. 62.
Numerosos autores insistirán, desde una u otra perspectiva, en esta idea. Así, y entre otros, M.
ARENILLA SÁEZ (“El pequeños municipio: núcleo democrático vs. Prestación de servicios”, op. cit.,
pág. 296); F. VELASCO CABALLERO (“La planta local en España: criterios para la toma de
decisiones”, Anuario de Derecho Municipal, 2010, pág. 30); J. LÓPEZ-MEDEL BASCONES y M.
ZAFRA VICTOR (“Análisis del papel y funciones de los Gobiernos locales intermedios: propuestas de
articulación”, Documento Técnico: Elementos para una debate sobre la reforma institucional de la planta
local en el Estado autonómico, op. cit., pág. 303); o R. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (Territorio y
Gobierno local en España, Thomson-Civitas, Cizur Menor, 2005, pág. 58).
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“van desde la existencia de más instituciones con representación democrática hasta la
preservación del medio ambiente o del acervo histórico del medio rural”21.
2. ¿Exigen también los espacios metropolitanos una superación del término
municipal?
La necesidad de una reorganización territorial para la prestación de los distintos
servicios locales no viene exigida solo por la insuficiencia que, por lo general, muestran
los municipios con bajos niveles de población. En nuestro territorio existen también
numerosos espacios metropolitanos –áreas en las que los términos municipales son
imperceptibles en la realidad y en las que se produce un fuerte intercambio de la
población entre los lugares de residencia, trabajo y ocio-, que evidencian igualmente la
conveniencia de superar el término municipal en beneficio de espacios más amplios que
permitan la gestión conjunta de aquellos servicios que así lo requieran coordinada, en su
caso, con otras políticas públicas que desarrollen en el territorio. Así vienen a
demostrarlo, de nuevo, las mancomunidades y consorcios constituidos por los
municipios de estas grandes conurbaciones urbanas, así como las áreas metropolitanas
creadas para algunos de esos espacios y que conforman la entidad específicamente
arbitrada por el artículo 43 de la LBRL para el gobierno de “las grandes aglomeraciones
urbanas entre cuyos núcleos de población existan vinculaciones económicas y sociales
que hagan necesaria la planificación conjunta y la coordinación de determinados
servicios y obras” 22. La realidad representada por estos espacios no está, sin embargo,
en el punto de mira del Gobierno que promueve la reforma del régimen local, que
polariza toda su atención en esos municipios que, por sus bajos niveles de población, no
prestan sus servicios de acuerdo con una aceptable ecuación calidad/precio, ofreciendo
así una visión parcial de la conexión término municipal/escala óptima de prestación de
los servicios públicos que solo se enfoca desde la perspectiva ofrecida por los
municipios de menos de 20.000 habitantes, aun cuando, como indicó el Informe, hecho
público en 2013, del Tribunal de Cuentas sobre “Fiscalización del Sector público local”
correspondiente al ejercicio del 2011, existen servicios, como el de abastecimiento de
agua potable, en los que el coste de su prestación es “superior a la media” tanto en “los
municipios más pequeños”, como “también en los de población mayor”.
21 Ministerio de Administraciones Públicas, Secretaria de Estado de Cooperación Territorial, Madrid,
2005, pág. 74. 22 Infra, epígrafe V
9
III. LA REORDENACIÓN DEL ÁMBITO DE PRESTACIÓN DE LOS
SERVICIOS LOCALES EN LA LRSAL.
La respuesta a los supuestos en los que el término municipal no constituye el
ámbito territorial adecuado para la prestación de determinados servicios, puede ser
diversa. Una primera alternativa es la que pasa por las operaciones de fusión de
municipios, reguladas, desde antiguo, en nuestro ordenamiento, pero que carecen de
arraigo en nuestra historia. Frente a ella, cabe aislar la solución basada, a partir del
respeto a la planta municipal existente, en las asociaciones voluntarias entre municipios,
acompañadas normalmente, aunque no necesariamente, de la creación de un ente
específico a tal fin, asociaciones de las que España, a través fundamentalmente de la
figura de las mancomunidades de municipios, sí dispone de una larga tradición.
Finalmente, la respuesta puede ofrecerse, desde el mantenimiento igualmente de la red
municipal existente, por la vía de la asistencia a los municipios desde una instancia con
un ámbito territorial superior. Una fórmula más desconocida en nuestra historia23, pero
que es, sin embargo, la escogida por el Gobierno que impulsa la reforma que, en las
primeras versiones del Anteproyecto de Ley, apostaba por un traslado prácticamente
forzoso de la prestación de los servicios básicos de los municipios de menos de 20.000
habitantes a las diputaciones. Aunque los planteamientos iniciales del texto se ven,
ciertamente, alterados durante la elaboración de la norma, puede seguir manteniéndose
que la Ley de 2013 sitúa su respuesta a los problemas de insuficiencia municipal en la
prestación de sus servicios por las diputaciones.
Antes de avanzar en el tratamiento de la materia conviene dejar establecido que
el Estado no puede, por si solo, proceder a una reforma del mapa municipal, en la
medida en que las Comunidades Autónomas disponen de importantes competencias en
23 Lo que, a juicio de M. ARENILLA resulta sorprendente, pues llama la atención que la colaboración de
la diputación con los municipios “no se haya considerado como una solución al inframunicipalismo”, (“El
pequeños municipio: núcleo democrático vs. Prestación de servicios”, pág. 161).
Esta es la opción por la que había apostado la Fundación Democracia y Gobierno Local “La
provincia como poder público territorial: relaciones entre provincia y municipios. Sistema electoral,
forma de gobierno, organización y empleo público de las diputaciones provinciales”, Libro Verde. Los
Gobiernos locales intermedios en España, Fundación Democracia y Gobierno Local, Madrid, 2011, págs.
75-77.
10
este ámbito24. Una reordenación en el mapa de prestación de los servicios locales exige
ineludiblemente de su actuación. Aquí nos centramos, no obstante, en lo dispuesto por
la LRSAL.
IV. LA OPCIÓN DE LA LRSAL NO PASA POR LA ALTERACIÓN DE
TÉRMINOS MUNICIPALES.
1. El sustancial mantenimiento por la Ley de 2013 del régimen anterior.
La consecución de municipios capaces, por sí mismos, de prestar de una manera
eficiente los servicios que la Ley les impone, encuentra, en principio, un cauce de
realización adecuado en las operaciones de alteración de términos municipales,
concretamente en las fusiones de municipios, como, de hecho, venía postulándose por la
doctrina. Fueron muchas, en efecto, las voces que se alzaron en favor de “la ineludible
reducción del número de municipios”25, de una reforma de nuestro régimen local que
“debería comenzar formando unos municipios de un mínimo tamaño poblacional”26, lo
que “requiere de un plan de actuación que prevea, en uno u otro momento, las fusiones
obligatorias”27, “bajo criterios de verdadera “racionalización” y “sostenibilidad” de la
Administración Local”28. La insistencia “en la necesidad de reducir el número de
24 Numerosos autores han examinado, con la exhaustividad y rigor que la cuestión exige, el contenido de
la competencia estatal resultante del artículo 149.1.18 de la Constitución y, hoy también del 135, así
como la posición de los Estatutos de Autonomía en la definición del régimen local. Así, y entre otros,
cabe citar los trabajos de T. FONT I LLOVET, F. VELASCO CABALLERO y L. ORTEGA ALVÁREZ
El régimen local en la reforma de los estatutos de autonomía (Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales (Madrid, 2006), o los distintos estudios contenidos en el volumen dirigido por L.
COSCULLUELA MONTANER y E. CARBONELL PORRAS y coordinado por L. MEDINA ALCOZ,
Reforma estatutaria y régimen local (Civitas-Thomson-Reuters, Cizar Menor, 2011). De igual manera
pueden consultarse los fundamentales estudios en la materia de F. VELASCO CABALLERO, Derecho
local, sistema de fuentes (Marcial Pons, Madrid, 2009), “El nuevo régimen local y su aplicación
diferenciada en las distintas Comunidades Autónomas” (Revista catalana de Dret Public, número 48,
2014, págs. 1-23 ) y “Títulos competenciales y garantía constitucional de la autonomía local en la Ley de
Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local” (J.A. SANTAMARÍA PASTOR (Coor.),
La reforma de 2013 del Régimen local español, Fundación Democracia y Gobierno Local, Madrid, 2014,
págs. 75-136). 25 I. I SUBIRICH “¿Es necesario modificar el mapa territorial municipal? La solución: áreas básicas
administrativas”, op. cit., pág. 103. 26 F. LÓPEZ RAMÓN “Por la reforma del mapa municipal”, Revista española de Derecho
Administrativo, núm. 167, 2014, pág. 14. 27 F. LÓPEZ RAMÓN, “Políticas ante la fragmentación del mapa municipal”, J.M. GIMENO FELIÚ
(Coor.), Organización local. Nuevos modelos, op. cit., págs. 105-6. 28 A. DE DIEGO GÓMEZ “Capítulo 8. Las fusiones de Ayuntamientos” (J.A. CARRILLO DONAIRE y
P. NAVARRO RODRÍGUEZ (Coors.), La reforma del Régimen Jurídico de la Administración Local. El
nuevo marco regulatorio a la luz de la Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración
Local, La Ley, Madrid, 2014, pág., 319).
11
municipios” contrasta, desde luego, con “la resistencia de los poderes públicos a actuar
en esa dirección”29, idea de la que se hizo eco el “Libro blanco para la Reforma del
Gobierno local de 2005” que consideraba que “no es realista plantear la reducción del
mapa municipal en aras de alcanzar dimensiones idealmente más eficaces”30. Tampoco,
de otra parte, dejará de advertirse que “la existencia de una relación directa entre la
fusión de los municipios y la minoración de los gastos” es algo que está por
demostrar31.
Al margen de la discusión doctrinal, es lo cierto que el tema acaparó buena parte
del debate político y de la atención mediática en los momentos previos a la elaboración
de la LRSAL, bajo la supuesta premisa de que la norma impondría la desaparición de
forzosa de muchos municipios, obligados a fusionarse entre sí, al carecer de capacidad
suficiente para la adecuada prestación de sus servicios. Un debate alimentado por un
conjunto de documentos de procedencia y naturaleza diversa en los que ha ido tomando
cuerpo la idea de que la reforma de la planta local, ya en el horizonte, debía de pasar por
una reducción del número de entidades existentes. La fusión municipal es sugerida, por
ejemplo, en el “Informe sobre federalismo fiscal” de 2011 del Instituto de Economía de
Barcelona”, o, en ese mismo año, en las “Propuestas para la mejora de la eficiencia y de
la unidad de mercado” del Círculo de empresarios32. La posible fusión de municipios ha
quedado apuntada, también, en los acuerdos suscritos entre la Administración del
Estado y las entidades locales, a través de la Comisión Nacional de Administración
local, de 7 de abril de 2010 y 25 de enero de 2012 sobre reordenación y racionalización
del sector público local y, lo que es más importante, aparece en el Programa nacional de
reformas que el Gobierno presenta a la Unión Europea en 2012, que como respuesta a la
“escasa capacidad de gestión” de muchos municipios “debido a su atomización y
29 T. QUINTANA LÓPEZ “Debate previo a una reforma de la Legislación del Estado de régimen local,
T. QUINTANA LÓPEZ (Dir.), A. CASARES MARCO (Coor.), La reforma del régimen local,
Comentario a la Ley 27/2013, de 27 de diciembre, de Racionalización y sostenibilidad de la
Administración Local, Tirant lo Blanch, Valencia, 2014, págs. 30-31. 30 Op. cit., pág. 74. 31 En tal sentido, M. ARENILLA SÁEZ (“El pequeño municipio: núcleo democrático vs. Prestación de
servicios”, op. cit., pág. 209) o M. ALMEIDA CERREDA (“La reforma de la planta local, estructura
competencial, organización y articulación de la Administración local”, op. cit., págs. 88-89). También
pueden verse las consideraciones del “Informe sobre federalismos fiscal” de 2011 del Instituto de
Economía de Barcelona (op. cit., pág. 5). 32 En septiembre de 2011, la XXVII edición del “Libro marrón” del mismo Círculo de empresarios se
dedicaba al análisis de “Cómo reformar las Administraciones Públicas” con sugerentes propuestas sobre
las modificaciones necesarias en las Administraciones Públicas en el actual contexto de crisis económica
y financiera que ya en esa fecha era una realidad.
12
pequeño tamaño”, establecía que “las competencias se estratificarán por tramos de
población, lo que facilitará la agrupación de municipios, de modo que solo tengan esta
consideración los que alcancen un umbral determinado de población”33. Aunque sus
términos no eran, desde luego, lo suficientemente precisos, parecían apuntar, y así será
mayoritariamente entendido, a la exigencia para todo municipio de un umbral mínimo
de población, por determinar en ese momento34.
Si realmente hubo o no una voluntad de alterar nuestra planta local por la vía de
suprimir municipios es algo que no estoy en disposición de confirmar. Si fue así, es lo
cierto, sin embargo, que en la Ley finalmente aprobada no queda el más mínimo rastro
de ello, toda vez que la norma no pasa del establecimiento de algunos requisitos que
vienen a dificultar ligeramente la aparición de nuevos municipios y de la previsión de
un régimen de fomento para las fusiones voluntarias. Unas determinaciones que se
incluyen en el Proyecto de Ley como consecuencia, según indicará más tarde la “Nota
explicativa” sobre la reforma del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas
de marzo de 2014, de la sugerencia efectuada por el Consejo de Estado en su Dictamen
567/2013, aunque, según se ha dicho también, a resultas “del interés de algunas
comunidades autónomas en ver reforzadas sus iniciativas de fusiones municipales”35. La
nueva redacción del artículo 13 de la LBRL propuesta por el Proyecto de Ley será
finalmente aprobada, aún cuando fue objeto de diversas enmiendas que pretendían su
modificación en diferentes sentidos e, incluso, su supresión al considerar que invadía las
competencias autonómicas en la materia y afectaba a la garantía institucional de la
autonomía local36. No podemos adentrarnos ahora en el desarrollo de uno y otro
extremo, suficientemente estudiados por autores como M. REBOLLO PUIG que
destaca como “se acepta casi con unanimidad que la autonomía local no comporta
33 Páginas 94-95. 34 En tal sentido, A. GALÁN GALÁN, La reordenación de las competencias locales: duplicidad de
Administraciones y competencias impropias (Fundación Democracia y Gobierno Local, Madrid,
Barcelona, 2012, pág. 44). En contra de esta opinión, M. ARENILLA SAÉZ quien sostiene que nunca fue
intención del Gobierno la supresión de municipios (“Principios de la reforma local”, Revista de Estudios
Locales, Número extraordinario 2014, págs. 17-18), lo que parece confirmar R. JIMÉNEZ ASENCIO
(“Estudio introductorio: reforma de la planta local y competencias municipales. Primeras reflexiones de
urgencia sobre una propuesta”, Documento Técnico: Elementos para una debate sobre la reforma
institucional de la planta local en el Estado autonómico, op. cit., págs. 40-43). 35 M. ARENIILA SÁEZ, “Principios de la reforma local”, op. cit., pág. 32. 36 Véase enmiendas números 116 y 193 y 194 del grupo mixto del Congreso a petición, respectivamente,
de Geroa Bai y del BNG; 263 del grupo parlamentario vasco, 292 de Unión Progreso y Democracia, y
434 del grupo parlamentario socialista, publicadas en el Boletín Oficial de las Cortes Generales. Congreso
de los Diputados, X Legislatura, Serie A, Proyectos de Ley, 30 de octubre de 2013, núm. 58-2.
13
ningún derecho de los municipios existentes a su supervivencia”; por lo que, aún
cuando entrañe límites vinculados a la propia necesidad y proporcionalidad de la
medida, “no parece que haya inconveniente a que por Ley autonómica se proceda a
operaciones de reestructuración de más amplio alcance e incluso a modificaciones
sustanciales y generales del mapa municipal al modo en que se ha hecho en otros
países”37. La amplia competencia autonómica, de otra parte, sobre la alteración de
términos municipales derivada del artículo 148.1.2 de la Constitución, no impide que el
Estado, con base en sus propios títulos competenciales, pueda establecer las
coordenadas en las que ha de desenvolverse el ordenamiento autonómico en su
regulación de la planta municipal, como fue ya reconocido por el Tribunal
Constitucional en su Sentencia 214/1989, de 21 de diciembre, en una tesis confirmada
por las Sentencias 31/2010, de 28 de junio, 103/2013, de 25 de abril, y, más
recientemente, por la 41/2016, de 3 de marzo, que confirma la constitucionalidad del
artículo 13 de la LBRL tras su reforma por la LRSAL38.
Esta última sentencia resume las novedades aportadas por esta norma. El nuevo
artículo 13 de la LBRL, dice, sigue confiando a “la legislación de las Comunidades
Autónomas sobre régimen local” la “creación o supresión de municipios, así como la
alteración de términos municipales”, si bien “las coordenadas dentro de las que esa
legislación ha de moverse son algo más intensas”, dado que, por un lado, “endurece el
régimen de creación de nuevos municipios mediante dos requisitos añadidos: el núcleo
poblacional ha de contar con al menos 5.000 habitantes y el municipio resultante ha de
ser financieramente sostenible”; y, de otro, “incluye un nuevo régimen sobre fusiones
voluntarias de municipios y medidas concretas para incentivarlas” que “van más allá de
la genérica previsión que incluía la redacción anterior, mantenida en el apartado 3 del
precepto impugnado”.
37 “La crisis económica y la oportunidad de reducir el número de municipios”, L. COSCULLUELA
MONTANER Y L. MEDINA ALCOZ (Dirs), M. HERNANDO RYDINGS (Coor), op. cit., págs. 199-
213. El propio autor remite a su anterior trabajo “La supresión de los pequeños municipios: régimen,
alternativas, ventajas e inconvenientes” (Revista de Estudios de la Administración Local y Autonómica,
núm. 308/2008), así como a los de otros autores que han abundado igualmente en tratamiento de esta
materia. Del mismo autor, puede verse también, “Reforma de las estructuras municipales: Régimen
jurídico y posibilidades. Especial referencia a la legislación aragonesa”, J.M. GIMENO FELIÚ (Coor.),
Organización local. Nuevos modelos, op. cit., págs. 31-65). 38 En la medida que “no impide que la Comunidad Autónoma desarrolle una política propia sobre fusión
de los municipios situados en su ámbito territorial ni, en general, que intervenga de diferentes modos
sobre el mapa municipal. Contiene solo límites a la creación de nuevos municipios, incentivos a la fusión
voluntaria y un régimen sobre los efectos de la fusión que dejan amplio espacio al desarrollo autonómico
de políticas propias”.
14
2. Los nuevos requisitos para la creación de municipios.
El artículo 13.1 de la LBRL reformado mantiene los requisitos para la creación
de municipios ya previstos en la redacción anterior de la norma: prohibición de
modificar “los límites provinciales”, “audiencia de los municipios interesados”,
dictamen del Consejo de Estado u órgano consultivo autonómico y puesta en
conocimiento a la Administración General del Estado; a los que añade el “informe de la
Administración que ejerza la tutela financiera”, que normalmente será la autonómica.
También el apartado 2º del precepto introduce nuevas exigencias a las ya establecidas
por la norma desde 1985. Así impone que esos “núcleos de población territorialmente
diferenciados” que necesariamente han de constituir la base de un nuevo municipio
cuenten con “al menos 5.000 habitantes”39, cifra que ha de entenderse que desplaza a las
más bajas que puedan venir establecidas por el ordenamiento autonómico40. De otra, y a
las condiciones ya requeridas de que el municipio resultante cuente “con recursos
suficientes para el cumplimiento de las competencias municipales y no suponga
disminución en la calidad de los servicios”, suma la necesidad de que sea
“financieramente sostenible”.
3. El fomento de la fusión municipal.
La fusión entre municipios ha sido objeto de una amplia regulación por la
legislación de las comunidades autónomas a la que expresamente remite el artículo 13.1
39 Cifra que ha recibido valoraciones distintas como puede comprobarse en los comentarios de L.M.
ARROYO LLANES (“La creación de Municipios en el nuevo Derecho de la Administración Local”, F.
BALAGUER CALLEJÓN y E. ARANA GARCÍA (Coors), Libro Homenaje al Profesor Rafael
Barranco Vela, Volumen II, Civitas-Thomson-Reuters, Cizur Menor, 2014, págs. 2196-2197) o F.J.
SANZ LARRUGA en ese mismo volumen (“De la segregación a la fusión de municipios en España”,
pág. 2412). 40 En tal sentido, M.J. ALONSO MAS, “El nuevo régimen de las fusiones de Municipios”, M.J.
DOMINGO ZABALLOS (Coor), Reforma del régimen local. Ley de Racionalización y sostenibilidad de
la Administración Local. Veintitrés estudios, op. cit., pág. 306.
El ordenamiento autonómico cuenta, en efecto, con cifras más bajas para que pueda crearse un
municipio. Así artículo el 15.1.d) del Decreto Legislativo 2/2003, de 28 de abril, del Texto Refundido de
la Ley Municipal y de Régimen local de Cataluña, exige 2.000 habitantes, al igual que la Ley 8/2010, de
23 de junio, de Régimen local de Valencia para los supuestos de creación de un Municipio por
segregación de otro (art. 9.1.d). Para estos mismos casos, la Ley 1/2003, de 3 de marzo, de
Administración local de La Rioja, exige 500 habitantes (art. 12.1.b) y las Leyes 7/1999, de 9 de abril, de
Administración local de Aragón (art. 11.1.b) y 2/2003, de 11 de marzo, de Administración Local de
Madrid (art. 15.a), de 1.000.
15
de la LBRL, no modificado en este punto41. Igualmente, y en los mismos términos en
los que hacía el legislador de 1985, el apartado 3º del precepto sigue reconociendo al
Estado la posibilidad de establecer, “atendiendo a criterios geográficos, sociales,
económicos y culturales”, medidas que “tiendan a fomentar la fusión de municipios con
el fin de mejorar la capacidad de gestión de los asuntos públicos locales”; competencia
con la que cuenta sin perjuicio de la atribuida a las comunidades autónomas que, en
algunos casos, han dictado normas sobre el particular42. La novedad más relevante de la
reforma de 2013, al margen del supuesto singular de fusión que establece su artículo
116 bis)43, radica en la introducción ex novo de un nuevo apartado, el 4º, que ofrece una
regulación de los convenios voluntarios de fusión que cuenta ya con el beneplácito del
Tribunal Constitucional en su Sentencia 41/2016, de 3 de marzo.
El artículo 13.4 de la LBRL establece que “los municipios, con independencia
de su población, colindantes dentro de la misma provincia podrán acordar su fusión
mediante un convenio de fusión, sin perjuicio del procedimiento previsto en la
normativa autonómica. El nuevo municipio resultante de la fusión no podrá segregarse
hasta transcurridos diez años desde la adopción del convenio de fusión”. La norma no
establece ningún requisito relativo al número de habitantes con el que, en su caso, deba
contar el municipio resultante de estos procesos de fusión, lo que suscita la duda de si,
en estos supuestos, es aplicable o no esa exigencia de una población mínima de 5.000
41 Así puede verse el Decreto Legislativo 2/2003, de 28 de abril, del Texto Refundido de la Ley
Municipal y de Régimen local de Cataluña (art. 13), la Ley foral 6/1990, de 2 de julio, de Administración
local (art. 16) y las Leyes 6/1988, de 25 de agosto de Régimen local de la Región de Murcia (art. 10);
3/1991, de 14 de marzo, de Entidades locales de Castilla-La Mancha (art. 5); 5/1997, de 22 de julio, de
Administración local de Galicia (art. 19); 1/1998, de 4 de junio, de Régimen local de Castilla y León (art.
11); 7/1999, de 9 de abril, de Administración local de Aragón (art. 9); 2/2003, de 11 de marzo, de
Administración Local de Madrid (art. 13); 20/2006, de 15 de diciembre, Municipal y de Régimen local de
las Islas Baleares (art. 12); 5/2010, de 11 de junio, de Autonomía local de Andalucía (art. 92); 8/2010, de
23 de junio, de Régimen local de Valencia (art. 12); 10/1986, de 7 de octubre, del Principado de Asturias,
de Demarcación territorial de los concejos (art. 3); y 1/2003, de 3 de marzo, de Administración local de
La Rioja (art. 10). 42 En tal sentido, pueden verse las distintas regulaciones ofrecidas por las Leyes 1/1998, de 4 de junio, de
Régimen local de Castilla y León (art. 18), 7/1999, de 9 de abril, de Administración Local de Aragón (art.
16); 2/2003, de 11 de marzo, de Administración Local de Madrid (art. 12); y 8/2010, de 23 de junio, de
Régimen local de Valencia (art. 17.1), y por el Decreto Legislativo 2/2003, de 28 de abril, del Texto
Refundido de la Ley Municipal y de Régimen local de Cataluña (art. 20). 43 La “propuesta de fusión con un municipio colindante de la misma provincia” constituye uno de los
contenidos que ha de incluir necesariamente el plan económico-financiero que, en cumplimiento de lo
dispuesto en el apartado 1º del precepto, han de formular las Corporaciones locales que incumplan con el
“objetivo de estabilidad presupuestaria”, de “deuda pública” o de “la regla de gasto”, cuya
constitucionalidad ha sido avalada por la STC 41/2016, de 3 de marzo.
16
habitantes establecida con carácter general en el apartado 2º del precepto44. De ser así,
quizás se tendría que haber excepcionado, en la medida en que no parece sencillamente
conforme con el objetivo que inspira esta regulación el que se impidan operaciones de
fusión entre dos, o incluso más, municipios con bajos niveles de población al no
alcanzar la entidad resultante ese umbral de los 5.000 habitantes.
El convenio de fusión debe “ser aprobado por mayoría simple de cada uno de los
plenos de los municipios fusionados”. Este quórum, mayoría simple, establecido en el
artículo 13.6 es coherente con el propósito legal de fomentar las fusiones municipales,
aunque supone, desde luego, una excepción a la regla general de mayoría absoluta que
la Ley exige para la adopción de los acuerdos más relevantes, y este sin duda lo es, para
la colectividad local45. El precepto, de otra parte, no contiene ninguna previsión de tipo
procedimental ni se pronuncia sobre si es precisa o no la aprobación del convenio de
fusión por las comunidades autónomas. Aunque algunos autores se han manifestado a
favor de esta exigencia46; la norma, en su interpretación literal, parece, más bien, excluir
la intervención autonómica en estos casos47, reconociendo así a los municipios la
posibilidad de alterar ellos mismos, mediante el oportuno convenio, la planta municipal,
como ha venido a confirmar la STC 41/2016, de 3 de marzo.
La Ley determina, en términos en cuyo detalle no voy a ahondar, los efectos de
la fusión que implica lógicamente la subrogación del municipio resultante en los
derechos y obligaciones de las entidades que se fusionan a las que, no obstante, se
reconoce la posibilidad de funcionar, si así lo establece el propio convenio, “como
forma de organización desconcentrada de conformidad con lo previsto en el articulo 24
bis”. Igualmente se encomienda a las diputaciones, en colaboración con las
44 En sentido contrario a su aplicación F.J. SANZ LARRUGA, “De la segregación a la fusión de
municipios en España”, op. cit., pág. 2412. 45 La regla ha merecido la crítica de autores como A. DE DIEGO GÓMEZ (“Capítulo 8. Las fusiones de
Ayuntamientos”, op. cit., pág. 317) A. ARIAS MARTÍNEZ (“La fusión de municipios”, op. cit., págs.
122 y 125) o F. VILLAR ROJAS (“Razones y contradicciones de la Ley de Racionalización y
Sostenibilidad de la Administración local”, F. BALAGUER CALLEJÓN y E. ARANA GARCÍA
(Coors), Libro Homenaje al Profesor Rafael Barranco Vela, Volumen II, op. cit., pág. 2433), algunos de
los cuales cuestionó, incluso, su constitucionalidad que, sin embargo, la STC 41/2016, de 3 marzo, ha
avalado al considerar que más allá de “la valoración de oportunidad que merezca”, se sitúa “en el terreno
de las bases del régimen local (art. 149.1.18)”. 46 Son los casos de M.J. ALONSO MAS (“El nuevo régimen de las fusiones de Municipios”, op. cit.,
págs. 315-316) y de M.A. ARIAS MARTÍNEZ que sigue, en este punto, a F. VELASCO CABALLERO
(“La fusión de municipios”, op. cit., págs. 124 y 126). 47 En tal sentido, L.M. ARROYO LLANES “La creación de Municipios en el nuevo Derecho de la
Administración Local”, op. cit., págs. 2189-2190.
17
comunidades autónomas, las funciones de coordinación y supervisión de la integración
de los servicios resultantes del proceso de fusión y se establece que “el órgano del
gobierno del nuevo municipio resultante estará constituido transitoriamente por la suma
de los concejales de los municipios fusionados en los términos previstos en la Ley
Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General”, aunque no aclara, sin
embargo, quien asumirá la alcaldía48. La LBRL premia a estas fusiones con el conjunto
de beneficios que determina el artículo 13.4. Así, y junto a los que se concretan en una
mejora en su financiación y la preferencia en la asignación de planes de cooperación,
cabe destacar que el municipio resultante de la fusión “queda dispensado de prestar
nuevos servicios mínimos de los previstos en el artículo 26 que le correspondan por
razón de su aumento poblacional”.
Desde luego, no parece que de esta regulación, valorada en términos por lo
general muy críticos49, pueda esperarse un reacomodo de la planta municipal en esa
búsqueda de ámbitos territoriales que mejoren la eficiencia y la eficacia en la prestación
de los servicios públicos; lo que es lo mismo, una reducción significativa del número de
municipios existentes que queda, en último, a la voluntad de sus propios protagonistas,
cuya tendencia histórica ha sido, precisamente, la contraria. Tampoco cabe olvidar que,
desde mucho antes de promulgarse la LRSAL, las comunidades autónomas, algunas de
las cuales cuentan incluso con la posibilidad de imponer la fusión50, no han mostrado
una actitud favorable a la alteración del mapa local.
48 Sobre el régimen de la fusión establecido en el artículo 13.4 me remito, entre otros, a los análisis de
L.M. ARROYO LLANES (“La creación de Municipios en el nuevo Derecho de la Administración
Local”, op. cit., págs. 2189-2194), F.J. SANZ LARRUGA (“De la segregación a la fusión de municipios
en España”, págs. 2412-2416) o M.J. ALONSO MAS (“El nuevo régimen de las fusiones de
Municipios”, op. cit., págs. 316-326). 49 Así, y entre otros, C. LUCAS LUCAS (“El problema de la planta local. Las entidades inframunicipales
y supramunicipales”, J.A SANTAMARÍA PASTOR (Coor.), La reforma de 2013 del Régimen local
español, op. cit., pág. 180); A. DE DIEGO GÓMEZ (“Capítulo 8. Las fusiones de Ayuntamientos”, op.
cit., pág. 319); R. JIMÉNEZ ASENCIO (“Diez puntos críticos de la reforma local”, op. cit., pág. 7); R.
RIVERO ORTEGA (“Oportunidades, riesgos y resultados reales de la Ley de racionalización y
sostenibilidad de la Administración local”, Reala, nueva época, Número extraordinario, 2015; F.
VELASCO CABALLERO (“Capítulo I. La Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración
local en el sistema de Derecho local”, M.J. DOMINGO ZABALLOS (Coor), Reforma del régimen local.
Ley de Racionalización y sostenibilidad de la Administración Local. Veintitrés estudios, op. cit., pág. 50)
o C. CAMPOS ACUÑA y S. LAGO PEÑA (“La necesaria (y fallida) reforma de la Administración local,
Informe sobre Federalismo fiscal, de 2013 del Instituto de Economía de Barcelona, pág. 10). 50 Así artículo 22 del Decreto Legislativo 2/2003, de 28 de abril, del Texto Refundido de la Ley
Municipal y de Régimen local de Cataluña”, o 3 de la Ley asturiana 10/1986, de 7 de octubre, de
demarcación territorial de los concejos.
18
V. LA REORDENACIÓN DE LOS ÁMBITOS TERRITORIALES DE
PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS LOCALES NO SE ARTICULA
TAMPOCO A TRAVÉS DE LA POTENCIACIÓN DE LA COOPERACIÓN
INTERMUNICIPAL.
España, al igual que otros países del sur de Europa51, se ha decantado siempre
por el mantenimiento de la red municipal existente y la articulación de la respuesta a las
necesidades de una gestión de sus servicios en ámbitos más amplios, a partir de
fórmulas de cooperación acompañadas normalmente de la creación de estructuras
intermunicipales. Las entidades surgidas de una agrupación de municipios, distintas a la
provincia, constituyen, si nos atenemos a la historia, la principal respuesta de nuestro
Derecho a la necesidad de hallar ámbitos territoriales para la prestación de los servicios
que superen a los de los respectivos municipios, aunque es verdad también que, no en
todos los casos, han logrado ofrecer una solución satisfactoria a dichas necesidades.
Ahora bien, tampoco el legislador de 2013 ha incidido en la regulación de estas
entidades en términos que permitan afirmar que de su mano pueda hacerse posible una
verdadera reordenación de la actual escala de prestación de los servicios locales. Es
más, las pocas medidas adoptadas caminan en la línea de la supresión de algunas de las
entidades de este tipo, o cuanto menos, en la de dificultar su creación.
Debe advertirse, que la creación de las entidades supramunicipales diferentes a
la provincia, previstas en los artículos 141.3 y 152.3 de la Constitución, ha quedado en
manos de las comunidades autónomas. El propio Tribunal Constitucional las calificó en
su Sentencia 214/1989, de 21 de diciembre, como entidades con “un fuerte grado de
interiorización autonómica”, pues entran “en cuanto a su propia existencia, en el ámbito
de disponibilidad de las comunidades autónomas que dispongan de la correspondiente
competencia” y son ellas las que han de fijar su régimen jurídico propio. Ahora bien, el
51 Al respecto puede verse H. HEINELT, “Posibles reformas de la estructura institucional del Gobierno
local en España en el seno del “Estado de las Autonomías”. Perspectiva comparada a la luz de los debates
y recientes reformas sobre el Gobierno local en los Estados miembros de la Unión Europea” (Documento
Técnico: Elementos para una debate sobre la reforma institucional de la planta local en el Estado
autonómico, op. cit., págs. 284-285). En este mismo volumen puede consultarse el “Análisis comparado
de la situación de la planta municipal y de la estructura y funciones de los Gobiernos locales intermedios
en países de la unión europea” (op. cit., pág. 66-106). ). Igualmente pueden verse los trabajos de A.
MOISIO “Asociaciones municipales: La experiencia de los países nórdicos” y G. GILBERT “Más allá de
las asociaciones intermunicipales hacia los municipios de dos niveles de gobierno: el caso francés”
(Informe sobre Federalismo fiscal, de 2011, Instituto de Economía de Barcelona, págs. 22-30 y 32-42,
respectivamente).
19
Estado no carece de toda competencia sobre ellas, pues a el le corresponde fijar su
marco básico, como ya reconoció el Tribunal Constitucional en esa fecha y ha afirmado,
de nuevo, en su Sentencia 43/2016, de 3 de marzo, a propósito de las modificaciones
introducidas por la LRSAL en mancomunidades y consorcios52.
Antes de efectuar algunas consideraciones sobre la forma en la que la LRSAL
afronta la cuestión de la supramunicipalidad, se impone una breve descripción del
panorama existente en el momento en el que se emprende la reforma.
1. Breve apunte sobre la realidad de la supramunicipalidad en España. La
implantación de las mancomunidades de municipios.
La LBRL de 1985 prevé en su artículo 3.2 tres entidades locales de naturaleza
supramunicipal: las comarcas, áreas metropolitanas y mancomunidades de municipios.
Una simple observación de nuestro entorno permite comprobar el escaso arraigo,
salvo en zonas concretas del territorio, de comarcas53 y áreas metropolitanas54, frente a
52 El Tribunal, en su análisis de la disposición transitoria undécima y el reformado artículo 57 de la
LBRL, mantiene que “las técnicas organizativas y los instrumentos de cooperación forman parte, de
entrada, de la potestad de autoorganización local y de las competencias sobre régimen local que tienen
atribuidas las Comunidades Autónomas. No obstante, al reseñar la doctrina constitucional… hemos
razonado igualmente que el art. 149.1.18 CE puede dar cobertura a una legislación básica estatal que
incida sobre los entes locales con autonomía constitucionalmente garantizada, que proyecte los principios
de eficacia, eficiencia y estabilidad sobre el régimen local o que articule una ordenación básica de las
relaciones interadministrativas de cooperación”. Los mancomunidades y los consorcios no son ajenos a
ninguno de estos aspectos: 1) Sus intereses son los de los entes locales mancomunados o consorciados; 2)
su régimen de constitución, funcionamiento y funciones es evidentemente relevante bajo la óptica de la
racionalidad del gasto público; 3) son instrumentos fundamentales para la “gestión compartida” (art. 26.2
LBRL) en el contexto de un Estado compuesto, en general, y de un mapa local caracterizado por la
proliferación de municipios pequeños, en particular”. 53 La comarca se define en el artículo 42.1 de la LBRL como una entidad local que agrupa a “varios
Municipios, cuyas características determinen intereses comunes precisados de una gestión propia o
demanden la prestación de servicios de dicho ámbito”. Aunque reguladas en el ordenamiento de casi
todas las comunidades autónomas, en algunos casos, incluso, como parte necesaria de su organización
territorial, tan sólo Cataluña y Aragón han procedido a la comarcalización de su territorio, en tanto que
Castilla y León ha creado una sola comarca, la del Bierzo, en respuesta a los problemas puntuales de parte
de ese espacio. Como puede comprobarse en su regulación - Ley 1/1991, de 14 de marzo, de creación de
la Comarca del Bierzo, Decreto Legislativo 1/2006, de 27 de diciembre, del Texto Refundido de la Ley de
Comarcalización de Aragón y Decreto Legislativo 4/2003, de 4 de noviembre, del Texto Refundido de la
Ley de organización comarcal de Cataluña- estas entidades participan, por lo general en los términos que
establezca el legislador posterior, en la gestión de materias como ordenación del territorio, urbanismo,
transporte, medio ambiente, acción social, cultura, o turismo; e, igualmente, una vez creadas se convierten
en una entidad idónea para la prestación en su término de los servicios propios de los municipios que la
integran. De la naturaleza y régimen jurídico de esta entidad me ocupé en “Comentarios al artículo 42 de
la Ley de bases de Régimen Local” (REBOLLO PUIG, M., Dir, Comentarios a la Ley reguladora de las
Bases de Régimen Local, Tirant lo Blanch, Valencia, 2007, págs. 995-1014).
20
la gran implantación, por el contrario, de la mancomunidad de municipios. Definida por
el artículo 44.1 de la LBRL como entidad surgida del derecho de asociación de los
municipios “para la ejecución en común de obras y servicios determinados de su
competencia” y ampliamente regulada en el ordenamiento autonómico, se encuentra
extendida por todo el territorio del Estado, tras experimentar en los últimos años, como
puede comprobarse en los datos que ofrece el Registro de entidades locales, un
extraordinario auge que el “Libro Blanco para la Reforma del Gobierno Local” atribuyó
a una voluntad municipal que “responde habitualmente a necesidades de economías de
escala en la gestión de los servicios públicos”55. Las mancomunidades agrupan hoy
tanto a municipios grandes como pequeños aunque con una clara tendencia en favor de
estos; y sirven no sólo a la prestación de servicios municipales básicos, como ocurriera
en un pasado no muy lejano, sino también a la consecución de fines más amplios
compartidos con los de otras Administraciones56, en un proceso de ampliación del
objeto de la entidad que ha encontrado reconocimiento en numerosas disposiciones
autonómicas57, aun cuando no deja de suscitar reparos importantes58, en cuanto que
quedan vinculadas, en último término, a un desarrollo económico, social y cultural del
54 El artículo 43.2 de la LBRL la define como la entidad integrada "por los municipios de grandes
aglomeraciones urbanas entre cuyos núcleos de población existan vinculaciones económicas y sociales
que hagan necesaria la planificación conjunta y la coordinación de determinados servicios y obras".
Aunque las áreas metropolitanas están previstas en el Derecho de casi todas las comunidades autónomas
son muy pocas, sin embargo, las que han institucionalizado este nivel de gobierno, ofreciéndonos además
las que lo han hecho modelos muy diferentes ante la indefinición del citado artículo. Así, la Comunidad
de Valencia, tras diversos cambios en la opción inicialmente escogida en 1986 para el área de L’Horta”,
se decanta en la Ley 2/2001, de 11 de mayo, por un sistema de gestión sectorializada de los intereses de
este territorio, que mantiene la Ley 8/2010, 23 de junio, de Régimen local, consistente en la creación de
concretas áreas metropolitanas cuando “así lo requiera la prestación de un determinado servicio público”.
La propia Ley creó la “Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos” y la “Entidad Metropolitana para
el Tratamiento de Residuos”. Cataluña, tras modificar igualmente el modelo adoptado en 1987 para el
área de Barcelona, creo en la Ley 31/2010, de 3 de agosto, “un ente local supramunicipal de carácter
territorial”. Un ente territorial es igualmente la opción de la Ley gallega 4/2012, de 12 de abril, para el
área metropolitana de Vigo. 55 Op. cit., pág. 78. 56 Véase C. BARRERO RODRÍGUEZ, “Las Mancomunidades en la Ley 27/2013, de Racionalización y
Sostenibilidad de la Administración local. El mantenimiento final de la situación anterior”, en prensa. 57 Así en las Leyes 7/1999, de 9 de abril, de Administración local de Aragón (artículo 77), 1/2003, de 3 de
marzo, de Administración Local de La Rioja (artículo 51), 2/2003, de 11 de marzo, de Administración
Local de la Comunidad de Madrid (artículo 54), 1/2003, de 23 de junio, de Administración local de La
Rioja (artículo 60), 20/2006, de 15 de diciembre, Municipal y de Régimen local de las Islas Baleares
(articulo 32), 8/2010, de 23 de junio, de Régimen local de Valencia (artículo 107), y 7/2013, de 27 de
septiembre, de Castilla-León, de Ordenación, Servicios y Gobierno del Territorio (Título IV). 58 Como puede, por ejemplo, comprobarse en las consideraciones que, al respecto, formula el “Libro
Verde. Los gobiernos locales intermedios en España”, elaborado por la Fundación “Democracia y
Gobierno Local” (op. cit, pág. 179) o en las reflexiones de A. DE DIEGO GÓMEZ (“Capítulo 8: Las
fusiones de Municipios”, op. cit., págs. 306-7), M. CEBRIÁN ABELLÁN (El régimen local tras la
reforma de la Ley de Racionalización y Sostenibilidad, Bosch, Barcelona, 2014, págs. 63-4) o M.R.
ZAMORA ROSELLÓ, (“La reestructuración de la planta del gobierno local y las mancomunidades de
municipios”, J.J. DÍEZ SÁNCHEZ, Coor, La planta de gobierno local, op. cit., págs. 148-9).
21
territorio, que, en principio, debería canalizarse a través de una comarca o de un área
metropolitana. Ahora bien, la existencia de reserva de ley para la creación de estas
entidades frente al más fácil procedimiento de constitución de mancomunidades explica
la clara decantación en favor de estas últimas. En el fracaso, en términos generales, de
comarcas y áreas metropolitanas existen, sin embargo, otros factores que no pueden ser
obviados; principalmente, su falta de engarce con la provincia59. En definitiva, el mapa
supramunicipal actual parece necesitado de una reordenación que, puede indicarse ya, la
LRSAL no ha asumido.
Cabe añadir finalmente que, al menos en algunas zonas del territorio del Estado,
las mancomunidades comparten protagonismo en la prestación de los servicios
municipales básicos con los consorcios, que aún cuando la LBRL no los incluye en su
listado de entidades locales del artículo 360, han proliferado extraordinariamente dada,
de una parte, las amplias posibilidades que ofrecen en su composición subjetiva –
permiten la integración de Administraciones de diferente orden- y, de otra, su capacidad
para servir a los fines más diversos, entre otros, la prestación de servicios municipales
básicos.
2. La apuesta de la LRSAL por la reducción de las entidades existentes.
La pertenencia de estas entidades al ámbito competencial autonómico no ha
impedido al legislador de 2013 establecer algunas previsiones sobre las
mancomunidades y consorcios que, aunque siguen sin ser calificados como entidad
local, deben ser tomados en consideración dado su importante protagonismo en la
prestación de servicios locales. Coherente con su apuesta por hacer de las diputaciones
la entidad llamada a suplir la insuficiencia de los municipios en la prestación de sus
servicios y fiel igualmente con su confesado propósito de adelgazamiento del sector
público, la LRSAL y otras disposiciones posteriores adoptan una serie de medidas
encaminadas, de una parte, a reconducir el objeto de las mancomunidades, tras haber
59 Véase al respecto, “Capítulo Quinto: Los Gobiernos locales intermedios diferentes de las diputaciones
de régimen común”, Libro Verde. Los Gobiernos locales intermedios en España, Fundación Democracia
y Gobierno Local (op. cit., pág. 166). 60 Lo hace, como instrumento de cooperación, en los artículos 57 y 87.
El artículo 104.2 de la Ley 2/2016, de 7 de abril, de Instituciones locales de Euskadi, ha
establecido recientemente que “serán una de las fórmulas preferentes para la gestión compartida de los
servicios mínimos obligatorios municipales”.
22
apostado inicialmente por la disolución de la mayoría de ellas; y, de otra, a constreñir de
forma considerable la amplia libertad con la que las Administraciones han contado
tradicionalmente para crear consorcios y definir en sus estatutos su régimen jurídico
propio. La Ley no incide, por el contrario, en aquellas otras entidades –comarcas y áreas
metropolitanas- que son más una división territorial autonómica que un ente para la
cooperación intermunicipal.
Las mancomunidades estuvieron en el punto de mira del Gobierno desde el
momento mismo en el que se inicia el proceso de reforma. Las primeras versiones del
Anteproyecto de la que se convertirá en LRSAL apostaban claramente por la disolución
de todas las mancomunidades “cuya sostenibilidad financiera no esté asegurada”61.
Ahora bien, el propio Gobierno, movido probablemente por la oposición política que
esta decisión suscita, así como por los reparos expresados por el Consejo de Estado en
su Dictamen 567/2013, que consideraba que esa propuesta excedía de las competencias
básicas del Estado sobre el régimen local, retira dichas previsiones, de tal forma que el
Proyecto de Ley mantiene el régimen de las mancomunidades previsto en la LBRL sin
alteración alguna. Sorprendentemente, sin embargo, vuelve a cambiarse de criterio y el
Congreso de los Diputados introduce, como consecuencia de la aceptación de una
enmienda presentada por el grupo parlamentario popular62, una nueva disposición
transitoria, la undécima, que, bajo la escueta rúbrica de “Mancomunidades de
Municipios” y sin más justificación que la de “concretar el objeto de las mismas”, les
impone “un deber de adaptar sus estatutos a lo previsto en el artículo 44” de la LBRL,
en el plazo de seis meses, para “no incurrir en causa de disolución”. Aunque la
disposición es poco precisa, es claro que el proceso de adaptación afecta a las
competencias de la entidad de tal forma que, como aclaró el Ministerio de Hacienda y
61 Coherente con esta posición de partida, se las obligaba a presentar sus cuentas, en los tres meses
siguientes a la entrada en vigor de la Ley, ante “los organismos correspondientes del Estado y de la
Comunidad Autónoma” con riesgo, en caso contrario, de disolución de la entidad. Además, y en el plazo
de un año, los servicios de la mancomunidad serían valorados de acuerdo con el coste estándar que
entonces establecía el artículo 26.2, asumiéndolos la diputación si de dicha evaluación resultaba “la
inadecuación de la prestación”.
El informe sobre la reforma presentado por el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas
en el verano de 2012 al consejo de ministros señalaba que el 71,3 por 100 de las Mancomunidades, cifra
que rebajaba un segundo informe presentado en febrero de 2013, no cumplían con su obligación de
presentar cuentas anuales. Por su parte, el “Informe de Fiscalización del Sector público local” del
Tribunal de Cuentas correspondiente al ejercicio del 2011, cifra, en ese año, en 360 las entidades de esta
naturaleza que no han presentado sus cuentas anuales; cifra además que había ido en aumento, pues en
2009, fueron 299 y, en 2010, 323. Únicamente rinden cuentas, dice el Informe, el 23%. 62 Enmienda número 42.
23
Administraciones Públicas en su primera “Nota explicativa” sobre la aplicación de la
Ley, han de revisarse el “objeto y competencias” de las mancomunidades que habrán de
limitarse “a la realización de obras y prestación de servicios públicos necesarios para
que los municipios puedan ejercer las competencias y servicios de los artículos 25 y 26
de la LrBRL”. Un proceso de adecuación justificado, sin duda, en la reforma por la
LRSAL de las competencias municipales, pero propiciado también, probablemente, por
la proliferación de esas mancomunidades de fines abiertos muy alejadas de la ejecución
de una obra o la prestación de un servicio municipal concreto. Numerosas decisiones
adoptadas tanto a nivel estatal como autonómico confirman esta interpretación63. Ahora
bien, aceptado que el proceso de adaptación tenía por fin la adecuación de los estatutos
de las mancomunidades a las competencias municipales resultantes de los reformados
artículos 25 y 26 de la LBRL, estaba claro que su alcance último vendría determinado
por la interpretación que se diera al primero de ellos en el extremo relativo a si el listado
de materias que establece ha adquirido, como entendieron el Consejo de Estado y otros
órganos consultivos64, la condición de un numerus clausus que cierra, por consiguiente,
la puerta a una eventual atribución de competencias a los municipios al margen del
mismo, o si, por el contrario, el precepto sigue permitiendo que el legislador
autonómico pueda otorgar competencias a los municipios fuera de esos ámbitos
materiales. Antes del pronunciamiento del Tribunal Constitucional, producido, aunque
quedan todavía varios pendientes, con la STC 41/2016, de 3 de marzo, en sentido
favorable a esta segunda tesis, numerosas comunidades autónomas legislaron ya sobre
la materia, efectuando una interpretación de la LRSAL compatible con el
mantenimiento por los municipios, como competencias propias, de todas aquellas que
con tal carácter le hubiera conferido su propio ordenamiento, que podrá, además, seguir
atribuyéndoles otras distintas de las delimitadas en el indicado artículo 25.2 de la LBRL
que, por tanto, sigue conformando un mínimo susceptible de ampliación por la norma
63 Así, y en el ámbito estatal, cabe citar la Circular de la Dirección General de los Servicios Jurídicos y
Coordinación territorial de la Federación española de Municipios y Provincias sobre “Las
mancomunidades tras la entrada en vigor de la Ley 27/2013”; en el autonómico, el Decreto Ley de la
Junta de Extremadura 3/2014, de 10 de junio, que modifica la Ley 17/2010, de 22 de diciembre, de
Mancomunidades y entidades locales menores porque, según manifiesta su Preámbulo, es “preciso
modificar con urgencia los requisitos exigidos en el artículo 19 de esa disposición, que obliga a las
Mancomunidades integrales a asumir determinados fines y servicios que van más allá de las competencias
identificadas como propias conforme a los artículos 25 y 26 de la LBRL”. 64 En tal sentido, Dictámenes del Consejo de Estado 567/2013, de 26 de junio, y 338/2014, de 22 de
mayo, y Dictamen del Consejo consultivo de Andalucía 165/2014, de 12 de marzo, o del Consejo de
Garantías estatutarias de Cataluña 8/2014, de 27 de febrero.
24
autonómica65. De manera consecuente con esta interpretación, las comunidades
autónomas entienden que el proceso de adecuación que la LRSAL impone a las
mancomunidades no alcanza a las competencias que pudieran desempeñar en ámbitos
atribuidos a los municipios por el ordenamiento autonómico, aún cuando no figuren ya
en el indicado artículo 25.266. Es evidente que esta interpretación, finalmente avalada
por el Tribunal Constitucional, reduce considerablemente el ámbito de aplicación que
pudiera haber tenido la disposición transitoria undécima de haber prosperado, por el
contrario, la tesis favorable a la delimitación por ese precepto de un elenco cerrado de
materias al margen del cual las Leyes autonómicas no pueden atribuir competencias a
los municipios. Esta interpretación, además, explica y justifica, de otra parte, que, ante
la falta de adaptación por las mancomunidades de sus estatutos en ese plazo de seis
meses que la propia disposición determina, las Administraciones autonómicas no hayan
impulsado y resuelto los correspondientes expedientes de disolución, sin que la LRSAL
disponga de regla al respecto67. Sí determina, por el contrario, que, disuelta la
mancomunidad, el personal a su servicio queda “incorporado en las entidades locales
que formen parte de ella” que se subrogan “en todos sus derechos y obligaciones”. En
suma, en nada han quedado los iniciales intentos de supresión de las mancomunidades
y, en casi nada, ha quedado el proceso de acomodación de sus estatutos a la LBRL
finalmente aprobado.
65 Así Decreto Ley 7/2014, de 20 de mayo, de Andalucía y Leyes 1/2014, de 25 de julio, de Madrid,
5/2014, de 27 de mayo, de Galicia, 2/2014, de 3 de junio, de La Rioja, y 6/2014, de 13 de octubre, de la
Región de Murcia, que convalida el Decreto de Ley 1/2014, de 27 de junio y Decretos Leyes 2/2014, de
21 de noviembre, de las Islas Baleares, 1/2014, de 27 de marzo, de Castilla y León, y 3/2014, de 17 de
junio, sustituido por el 4/2014, de 22 de julio. En el caso del Principado de Asturias ese reconocimiento se
ha producido en una disposición de rango reglamentario, en el Decreto 68/2014, de 10 de julio, por el que
se regula el procedimiento para la obtención de los informes previstos en el artículo 7.4 de la Ley 7/1985,
de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen Local. 66 La Dirección General de Administración Local de Andalucía, por ejemplo, dirigió el 20 de marzo de
2014 un comunicado a las mancomunidades de su territorio trasladándoles el “criterio de la Junta de
Andalucía sobre lo establecido en la disposición transitoria undécima de la LRSAL”, interpretación,
defendida, a nivel doctrinal, por R. JIMÉNEZ ASENSIO (“Vademécum” sobre la Ley de
Racionalización y sostenibilidad de la Administración Local. 100 cuestiones en relación a su aplicación,
Federación de Municipios de Cataluña, Barcelona, 2014, págs. 45, 115 y 147). 67 Al respecto pueden verse las consideraciones de J.A. CHINCHILLA PEINADO, “Capítulo 7: Las
Mancomunidades e Municipios tras la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración
local”, J.A. CARRILLO DONAIRE y P. NAVARRO RODRÍGUEZ (Coors.), La reforma del Régimen
Jurídico de la Administración Local. El nuevo marco regulatorio a la luz de la Ley de racionalización y
sostenibilidad de la Administración Local, op. cit., pág. 286.
25
Aunque no configurados por el legislador básico estatal ni en 1985 ni en 2013
como entidad local68, no debe dejar de hacerse, en segundo lugar, una referencia a los
consorcios ante su efectiva utilización para la prestación de servicios locales, avalada
por las Leyes autonómicas de régimen local. La incidencia de la LRSAL en esta entidad
es doble en la medida en que afecta no sólo a los consorcios locales, sino que se
proyecta también, por la vía de la introducción de una nueva disposición adicional, la
20ª, en la LRJ-PAC, sobre todas las entidades de esta naturaleza, al igual que lo harán
otras disposiciones posteriores de carácter igualmente básico69. Prescindo aquí del
análisis de estas nuevas normas y centro mi atención en la modificación del artículo 57
de la LBRL al que se incorporan requisitos para la creación de estas entidades
inexistentes en la redacción originaria de la norma. Así; mejorar la eficiencia de la
gestión pública, eliminar duplicidades administrativas y cumplir con la legislación de
estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera. Además, y de otra parte, se les
confiere un carácter subsidiario del que carecían, en la medida en que, de acuerdo con el
nuevo apartado 3º del precepto, su constitución “solo podrá tener lugar cuando la
cooperación no pueda formalizarse a través de un convenio y siempre que, en términos
de eficiencia económica, aquélla permita una asignación más eficiente de los recursos
económicos”. Se limita así la libertad de las entidades locales para la elección de la
forma de cooperación que consideren adecuada, opción que, a juicio de la STC 43/2016,
68 La “Nota explicativa sobre la reforma local” del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas
de 29 de abril de 2016, declara, comentando la disposición adicional 20ª introducida por la Ley 27/2013,
en la LRJ-PAC, que “queda clarificada la naturaleza jurídica de los consorcios” como “entidades
instrumentales de cooperación interadministrativa” de “manera que esta concepción como ente asociativo
de naturaleza instrumental no permite que un consorcio local en la medida en que resulta adscrito a una
Administración Local en virtud de la citada disposición adicional vigésima de la LRJPAC, y por tanto
sujeto al régimen jurídico propio de los consorcios pueda gozar de la naturaleza de Entidad Local cuyo
régimen jurídico no es el propio de un ente instrumental”. 69 Así en la Ley 15/2014, de 16 de septiembre, de Racionalización del Sector público y otras medidas de
reforma administrativa, que, en términos de su Preámbulo, establece “un régimen jurídico, con carácter
básico, sencillo y ex novo del derecho de separación de los miembros del consorcio administrativo y,
cuando ello dé lugar a su disolución”. La Ley 40/2015, de 2 de octubre, de Régimen jurídico del Sector
Público ofrece en el Capítulo VI del Título II un régimen jurídico sobre los consorcios que, en expresión
del Dictamen del Consejo de Estado 274/2015, de 29 de abril, al Anteproyecto de Ley, “refunde” lo ya
establecido en las anteriores Leyes 27/2013 y 15/2014, e introduce algunas modificaciones que exceden
de este estudio.
Sobre el nuevo régimen de los consorcios existe ya una amplia bibliografía. Entre otros, pueden
consultarse los estudios de F. TOSCANO GIL, “El consorcio administrativo en la encrucijada” (REALA,
nueva época, núm. 3, 2105) y NIETO GARRIDO (“La Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la
Administración Local y los consorcios administrativos”, CARRILLO DONAIRE, J.A. y P. NAVARRO
RODÍGUEZ (Coors), La reforma del régimen jurídico de la Administración Local. El nuevo marco
regulatorio a la luz de la Ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración local, op. cit.,
págs. 349-381) y “La reforma de las entidades instrumentales por la Ley de Racionalización y
Sostenibilidad de la Administración local”, Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 165,
2014).
26
de 3 de marzo, “puede discutirse políticamente, pero constituye una directriz
directamente encaminada a desarrollar una política de contención de personificaciones
públicas que se sitúa dentro de los amplios márgenes de configuración legislativa que
abre la Constitución y amparan los apartados 14 y 18 del art. 149.1 CE”. Ese nuevo
apartado del artículo 57 añade además que “en todo caso, habrá de verificarse que la
constitución del consorcio no pondrá en riesgo la sostenibilidad financiera del conjunto
de la Hacienda de la Entidad Local de que se trate, así como del propio consorcio, que
no podrá demandar más recursos de los inicialmente previstos”.
En conclusión, la Ley de 2013, en contra de lo que ya sugiriera el “Libro blanco
para la reforma del Gobierno local de 2005”70 y reclama la doctrina71, renuncia a
clarificar el panorama de las entidades supramunicipales existentes, a establecer los
rasgos diferenciales y la función que corresponde cumplir a cada una de ellas, poniendo
así fin a esa idea que parece considerarlas intercambiables; en su lugar, muestra una
tendencia clara a la eliminación de las entidades de esta naturaleza; o, cuando menos, a
dificultar su creación, expresiva, en último término, de una opción legal favorable a una
reducción del sector público, en cuyo contexto la posible reordenación de los ámbitos de
prestación de los servicios locales, no pasa, por tanto, por estas fórmulas de
intermunicipalidad tradicionales en nuestro Derecho.
VI. LA PRESTACIÓN DE LOS SERVICIOS LOCALES EN EL ÁMBITO
PROVINCIAL: LA OPCIÓN FALLIDA DE LA LRSAL.
1. La transformación del papel de las diputaciones en relación con los servicios
municipales.
La LRSAL apuesta por una reordenación del mapa de prestación de los servicios
locales que se basa en la atribución a las diputaciones de unas funciones de
coordinación sobre dichos servicios que se traduce, en principio, en su prestación por
ellas. Una opción que la aparta abiertamente de la solución que, respetuosa con una
70 Op. cit., pág. 93. 71 En tal sentido, C. LUCAS LUCAS (“El problema de la planta local. Las entidades inframunicipales y
supramunicipales”, op. cit., pág. 187) o J. LÓPEZ-MEDEL BASCONES y M. ZAFRA VICTOR
(“Análisis del papel y funciones de los Gobiernos locales intermedios: propuestas de articulación”,
Documento Técnico: Elementos para una debate sobre la reforma institucional de la planta local en el
Estado autonómico, op. cit., pág. 266).
27
larga tradición histórica, ofrecía para estos casos de insuficiencia municipal el artículo
26 de la LBRL antes de su reforma: la dispensa de la prestación del servicio por la
Administración autonómica o la unión entre municipios a los efectos de una prestación
asociada, que, es, por otra parte, la solución que está asentada en el ordenamiento
autonómico que se decanta, en efecto, por “el asociacionismo” para hacer frente a “la
debilidad constitutiva” del municipio y “contrarrestarla”72; lo que le ha llevado a la
creación y regulación de diferentes entidades, de entre las que destacan las
mancomunidades de municipios, por cuyo fomento se deciden la mayoría de las Leyes
autonómicas73; y también los consorcios locales, previstos igualmente en ese conjunto
normativo para, entre otras finalidades, crear y gestionar servicios y actividades de
interés local, en expresión que repiten numerosas disposiciones74.
El reforzamiento del papel de las diputaciones respecto de los municipios de
menos de 20.000 habitantes, del que el Gobierno había dado cuenta en la “Actualización
del Programa de Estabilidad del Reino de España 2012-2015275, aparece claramente
recogido en las Exposiciones de Motivos de las primeras versiones del Anteproyecto de
Ley que se irán conociendo, lo que ocasiona, desde los ámbitos más diversos, una fuerte
oposición que, unida probablemente a consideraciones estrictamente jurídicas, harán
que los contenidos inicialmente previstos para la reforma se vean sustancialmente
rebajados, de tal forma que la intervención de la diputación en la prestación de los
servicios municipales, que la Ley finalmente aprobada mantiene, no alcanza la
intensidad con la que originariamente fue concebida por el Gobierno.
72 En términos del Decreto 6/2006, de 10 de marzo, por el que se crea el Consejo Riojano de pequeños
Municipios, que remite a la Ley 1/2003, de 3 de marzo, de Administración Local de la Comunidad
Autónoma. 73 Así puede comprobarse en el conjunto de medidas de diversa naturaleza y alcance que establecen la
Ley foral 6/1990, de 2 de julio, de Administración Local de Navarra (53) y en las Leyes 5/1997, de 22 de
julio, de Administración Local de Galicia (art. 136), 1/1998, de 4 de junio, de Régimen local de Castilla-
León (art. 31), 7/1999, de 9 de abril de Administración Local de Aragón (Capítulo IV del Título III),
2/2003, de 11 de marzo, de Administración de la Comunidad de Madrid (art. 59), 1/2005, de 3 de marzo,
de Administración Local de La Rioja (arts. 57-59 y 63), 20/2006, de 15 de diciembre, Municipal y de
Régimen local de las Islas Baleares (art. 41), y 8/2010, de 23 de junio, de Régimen local de Valencia (art.
106). 74 En tal sentido, y entre otras, pueden verse las Leyes 6/1988, de 25 de agosto, de Régimen local de la
Región de Murcia (art. 80), Ley 1/1998, de 4 de junio, de Régimen local de Castilla-León (art. 48),
7/1999, de 9 de abril de Administración Local de Aragón (art. 218), 1/2003, de 3 de marzo, de
Administración Local de La Rioja (art. 219), Ley 20/2006, de 15 de diciembre, Municipal y de Régimen
local de las Islas Baleares (art. 43), y 8/2010, de 23 de junio, de Régimen local de Valencia (art. 108). 75 Pág. 42 del documento.
28
La LRSAL, de una parte, amplia las competencias de las diputaciones al
atribuirles algunas con las que no contaban en aplicación del artículo 36 de la LBRL
antes de su reforma. Así, y entre otras, “la prestación de los servicios de administración
electrónica y la contratación centralizada en los municipios con población inferior a
20.000 habitantes”, “la asistencia en la prestación de los servicios de gestión de la
recaudación tributaria, en periodo voluntario y ejecutivo, y de servicios de apoyo a la
gestión financiera de los municipios con población inferior a 20.000 habitantes” o “el
seguimiento de los costes efectivos de los servicios prestados por los municipios de su
provincia”. Ahora bien, el verdadero cambio operado por la LRSAL en la posición de
las diputaciones es el que resulta de la modificación del artículo 26.2 de la Ley de 1985,
que les atribuye unas funciones de coordinación sobre los servicios de los municipios de
menos de 20.000 habitantes llamada, en principio, a producir una reordenación del
tradicional mapa municipal de prestación de los servicios76.
2. La “coordinación” atribuida a las Diputaciones sobre los servicios de los
Municipios de menos de 20.000 habitantes. El nuevo artículo 26.2 de la LBRL.
2.1. La opción originaria del Gobierno. Su modificación durante la elaboración
de la norma.
Como tuve oportunidad de analizar en un trabajo anterior77, los primeros
borradores del Anteproyecto de Ley preveían una propuesta de regulación del artículo
26.2 de la LBRL que remitía a un Real Decreto la regulación del coste estándar de los
servicios previstos en este precepto. Cuando la prestación, en los municipios de menos
de 20.000 habitantes “ya sea en razón de la naturaleza del servicio, la población o la
sostenibilidad financiera”, no cumpliera con ese coste estándar o resultara “ineficiente
en atención a las economías de escala”, la asumirían las diputaciones. Esta propuesta de
regulación suscitaba reparos importantes. Al margen de otras cuestiones de interés,
planteaba, y así lo entendió el Consejo de Estado en su Dictamen 567/2013, serias
objeciones desde el punto de vista de su constitucionalidad en relación con el principio
76 Sobre las modificaciones operadas en la provincia por la LRSAL me remito al estudio, entre otros, de
J.L. RIVERO YSERN, “La provincia en la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración
Local de 27 de diciembre de 2013”, Revista General de Derecho Administrativo, núm. 36, 2014. 77 “La prestación de los servicios municipales mínimos en el nuevo artículo 26 de la LBRL. La difícil
interpretación de un precepto fundamental”, Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 170,
2015, págs. 21-52.
29
de autonomía local, así como, de otra parte, por su erróneo entendimiento de la Ley
Orgánica 2/2012, de 27 de abril, que proyecta las obligaciones de estabilidad
presupuestaria y sostenibilidad financiera que establece sobre “la hacienda municipal en
su conjunto”, mientras que el Anteproyecto lo hacía sobre “cada competencia o servicio,
individualmente considerado”; de ahí que el órgano consultivo sugiriera que la
regulación propuesta fuera “revisada en conjunto”, lo que el Gobierno hizo, de tal forma
que en la versión del Anteproyecto de Ley fechada el 22 de julio de 2013, su contenido
originario ha variado sustancialmente, al disponerse ahora que “en los municipios con
población inferior a 20.000 habitantes será la Diputación provincial o entidad
equivalente la que coordinará la prestación” de la mayoría de sus servicios, “para lo que
decidirá sobre la prestación directa por ella misma o la implantación de fórmulas de
gestión compartida a través de consorcios, mancomunidades u otras fórmulas”. Ahora
bien, si con esta nueva redacción se quería hacer frente a las posibles tachas de
inconstitucionalidad advertidas por el alto órgano consultivo, el resultado no podía,
desde luego, considerarse satisfactorio. La facultad otorgada a las diputaciones para
decidir, sin limitación alguna, sobre la prestación de los servicios “por ella misma o la
implantación de fórmulas de gestión compartida” presentaba también serias dudas sobre
su constitucionalidad por las mismas razones advertidas por el Consejo de Estado,
porque privaba a los municipios de la capacidad para decidir sobre la prestación de sus
servicios. Ello explica probablemente que en el Proyecto de Ley se introduzca una
previsión que, al menos en apariencia, disipa las dudas que la norma podía plantear en
atención a su conformidad con la Constitución, la que exige “la conformidad de los
Municipios afectados” respecto de la fórmula de prestación de sus servicios propuesta
por la diputación provincial. Paralelamente, sin embargo, se incorpora otra regla, la que
atribuye la decisión final sobre esa propuesta al Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas, que abre un nuevo frente de posible inconstitucionalidad por
vulneración, en este caso, de las competencias autonómicas sobre el régimen local.
2.2. Los servicios a los que afecta.
La acción de coordinación que el artículo 26.2 de la LBRL atribuye a las
Diputaciones alcanza a los siguientes servicios de los municipios de menos de 20.000
habitantes: a) Recogida y tratamiento de residuos. b) Abastecimiento de agua potable a
domicilio y evacuación y tratamiento de aguas residuales. c) Limpieza viaria. d)
30
Acceso a los núcleos de población. e) Pavimentación de vías urbanas. f) Alumbrado
público. Son los impuestos a todos los municipios por el apartado 1º del precepto, más
el “tratamiento de residuos”, servicio propio de las entidades de más de 5.000
habitantes78.
2.3. La función conferida a las Diputaciones ¿Una potestad de coordinación?
Aunque no es este el lugar adecuado para profundizar en el significado y
alcance del principio de coordinación, cabe indicar de acuerdo con la jurisprudencia
constitucional sobre este principio, que la coordinación exige el ejercicio de la
competencia por la entidad coordinada. Esto es, el ente que ostenta potestades de
coordinación “está legitimado, en línea de principio, para establecer unilateralmente
medidas armonizadoras destinadas a la más eficaz concertación de la actuación de
todos los entes involucrados”, pero “más allá de este punto, encuentra el obstáculo
constitucional infranqueable en que se sustancia la garantía institucional de la
autonomía local”79. Desde esta base, parece, pues, difícil mantener que la función
conferida a las diputaciones por el artículo 26.2 de la LBRL pueda realmente integrarse
en el ámbito de la coordinación, toda vez que en el esquema diseñado por el precepto
los municipios, como expresamente reconoce la “Nota explicativa de la reforma local”
del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas de 29 de abril de 2016,
pierden la gestión del servicio en favor de una instancia diferente; a lo que debe
añadirse que la coordinación, como señala igualmente el Tribunal Constitucional en sus
Sentencias, entre otras, 109/1988, de 21 de mayo y 214/1989, de 21 de diciembre, se
impone al ente coordinado, circunstancia que aquí tampoco aparece en la medida en
que ese traslado de la prestación del servicio del municipio a la diputación se ha de
producir necesariamente con la “conformidad” de la entidad municipal80.
78 La comparación entre el listado de servicios objeto de posible coordinación por las diputaciones y las
distintas letras del artículo 26.1, permite comprobar que esta coordinación alcanza a todos los servicios de
los municipios de menos de 20.000 habitantes con las excepciones de “parque público” y “biblioteca
pública”, lo que es lógico dado que estos servicios difícilmente admiten una prestación en ámbitos
espaciales que superen a los de los propios términos municipales, que es, en último término, el
presupuesto de hecho que está en la base del precepto. 79 Sentencias del Tribunal Constitucional 27/1987, de 27 de febrero y 109/1998, de 21 de mayo, expresiva
de otras muchas en el mismo sentido. 80 La mayoría de los autores que han examinado el precepto coinciden en afirmar que las funciones que el
artículo 26.2 de la LBRL confiere a las diputaciones no pueden incardinarse, en efecto, en el ámbito de la
coordinación, tal y como expuse en “La prestación de los servicios municipales mínimos en el nuevo
artículo 26 de la LBRL. La difícil interpretación de un precepto fundamental” (op. cit., págs. 34-35).
31
2.4. “La conformidad de los Municipios afectados”, presupuesto necesario para
la prestación del servicio por la Diputación o entidad equivalente.
La diputación ha de proponer al Ministerio de Hacienda y Administraciones
Públicas “la forma de prestación, consistente en la prestación directa por la Diputación o
la implantación de fórmulas de gestión compartida a través de consorcios,
mancomunidades u otras fórmulas”, con “la conformidad de los municipios afectados”.
Esta exigencia, que se incorpora a la norma en el Proyecto de Ley, disipa, en apariencia,
las posibles objeciones de inconstitucionalidad que la decisión de la diputación sin
participación municipal alguna, como inicialmente se preveía, hubiera podido
fundadamente plantear. Ahora bien, el precepto suscita problemas interpretativos muy
importantes, al no regular la forma en la que se ha de producir esta intervención
reconocida a los municipios. No determina el momento en el que han de expresar su
“conformidad” con la “forma de prestación” del servicio propuesta por la diputación, la
manera en la que han de hacerlo –la “Nota explicativa de la reforma local” del
Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas de 29 de abril de 2016 acaba de
aclarar que por acuerdo adoptado por mayoría absoluta del pleno municipal81-; o la
posibilidad, en su caso, de modificar su voluntad inicial al objeto de pasar, por ejemplo,
de una gestión directa por la diputación a una fórmula de gestión conjunta o viceversa.
Tampoco establece expresamente, y ésta es probablemente su imprevisión más grave,
como responder a los supuestos en los que todos o algunos de los municipios
concernidos muestren su desacuerdo con la fórmula que la diputación estime más
conveniente, aunque parece claro que, en tales casos, la entidad municipal no podrá ser
privada de la gestión del servicio. Así resulta del tenor literal del artículo 26.2 en una
interpretación avalada por el propio alcance de la autonomía local y que confirma la
indicada “Nota explicativa de la reforma local” de abril de 2016. Así lo ha establecido el
artículo 97.3 de la Ley 2/2016, de 7 de abril, de Instituciones locales de Euskadi.
La norma, pendiente en estos momentos de pronunciamiento por el Tribunal
Constitucional, cuenta, sin embargo, con la interpretación, no coincidente en cuanto a su
posible inconstitucionalidad, que de ella han efectuado los distintos órganos consultivos
81 La Ley 1/2014, de 25 de julio, de Adaptación del Régimen Local de la Comunidad de Madrid a la Ley
27/2013, específica en su artículo 4.2 que la conformidad de los Municipios ha de quedar expresada
“mediante acuerdo del órgano municipal competente”.
32
que han tenido oportunidad de pronunciarse sobre el precepto a requerimiento de las
instancias que han impugnado la Ley ante ese Tribunal. Así y mientras que para los
órganos consultivos de Cataluña y Canarias la necesaria “conformidad de los
Municipios afectados” disipa cualquier duda sobre la posible inconstitucionalidad de la
coordinación que el artículo 26.2 atribuye a las diputaciones82, para el Dictamen
338/2014, de 22 de mayo Consejo de Estado, en un parecer que comparte el Dictamen
165/2014, de 12 de marzo, del Consejo consultivo de Andalucía, la norma, al imponer
que cada servicio se preste sin rebasar su coste efectivo, “puede perturbar el sistema de
atribución competencial e interferir la autonomía municipal” que quedaría
permanentemente “sometida a cuestión, cuando no diluida o seriamente
comprometida”83. Con independencia de lo que pueda determinar el Tribunal
Constitucional, parece evidente que esta exigencia viene a excluir el que era, si nos
atenemos a lo manifestado por el Gobierno en el “Programa Nacional de Reformas
2012” y a lo expresado en las primeras versiones del Anteproyecto de Ley, uno de los
objetivos fundamentales de la reforma, la asunción por las diputaciones de la prestación
de los servicios de los municipios de menos de 20.000 habitantes, cuyas funciones, en la
Ley aprobada, quedan reducidas a las de “mera propuesta e impulso” en la calificación
que ofrece el propio Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas en su “Nota
explicativa de la reforma local” de 29 de abril de 2016. La posibilidad de que los
servicios municipales puedan prestarse en ámbitos superiores a los del municipio, queda
pues, como siempre ha estado, en sus propias manos, sin que, por consiguiente, pueda
mantenerse que la LRSAL, como hubiera ocurrido de haber prosperar sus pretensiones
iniciales, imponga una reordenación del ámbito de prestación de tales servicios.
2.5. La atribución de la decisión al Ministerio de Hacienda y Administraciones
Públicas. El alcance de su intervención.
La resolución final sobre la forma de prestación de los servicios se atribuye al
Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas que para reducir sus “costes
82 Dictamen 8/2014, de 27 de febrero, del Consejo de Garantías Estatutarias de Cataluña y Dictamen
172/2014, de 8 de mayo del Consejo consultivo de Canarias. 83 Una divergencia de pareceres que se aprecia también en el ámbito doctrinal como expuse en “La
prestación de los servicios municipales mínimos en el nuevo artículo 26 de la LBRL. La difícil
interpretación de un precepto fundamental” (op. cit., pág. 40). Al respecto puede verse también E.
MONTOYA MARTÍN, (“Medidas de redimensionamiento del sector público instrumental local antes y
después de la Ley 27/2013, de 27 de diciembre de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración
Local”, Revista General de Derecho Administrativo, núm. 36, 2014, pág. 28).
33
efectivos”, decidirá “sobre la propuesta formulada que deberá contar con el informe
preceptivo de la Comunidad Autónoma si es la Administración que ejerce la tutela
financiera”. Esta previsión genera nuevos interrogantes. Suscita, ante todo, serias dudas,
sobre su constitucionalidad puestas ya de manifiesto durante la tramitación
parlamentaria de la Ley y avaladas por los órganos consultivos que han expresado su
parecer sobre el precepto, que cuestionan tanto su posible afectación al principio de
autonomía local, como la vulneración que puede suponer de competencias
autonómicas84. Al margen de ello, plantea la necesidad de determinar el alcance de la
facultad que se otorga al indicado Ministerio. Parece claro, si nos atenemos a la
interpretación literal de la norma, que su resolución no tiene otro objeto que el de
“reducir los costes efectivos de los servicios”, de ahí que las propuestas que se le
formulen no puedan analizarse desde otros parámetros que no sean los exclusivamente
derivados de su valoración económica85. Además, y dado que la voluntad municipal es
presupuesto necesario para que el servicio pueda dejar de ser prestado por el municipio,
ha de entenderse que la competencia del ministerio queda reducida, como acaba de
confirmar la “Nota explicativa de la reforma local” de 29 de abril de 2016, a la simple
verificación de que la propuesta que le formulan las Administraciones implicadas –
diputación y municipios- sirve “para reducir los costes efectivos de los servicios”,
aprobándola de darse esta circunstancia y denegándola en caso contrario.
2.6. Prestación directa por la Diputación o por otras entidades que permitan una
“gestión compartida”.
El artículo 26.2 de la LBRL permite optar entre la “prestación directa” de los
servicios por las diputaciones o “la implantación de fórmulas de gestión compartida a
través de consorcios, mancomunidades u otras fórmulas”. Puede, en primer término,
considerarse acertada la expresa mención a las mancomunidades dada su larga tradición
al servicio de la prestación asociada de servicios municipales y su arraigo en todo el
territorio, aunque no deje, desde luego, de causar cierta sorpresa la apuesta de este
84 Dictámenes del Consejo de Estado 338/2014, de 22 de mayo, 165/2014, de 12 de marzo, del Consejo
consultivo de Andalucía, 8/2014, de 27 de febrero, del Consejo de Garantías estatutarias de Cataluña,
51/2014, de 24 de marzo, de Consejo consultivo del Principado de Asturias y 172/2014, de 8 de mayo, del
Consejo consultivo canario. 85 En tal sentido, M. BASSOLS COMA, “La racionalización de la Administración local en el marco de la
sostenibilidad financiera: Panorama general”, Cuadernos de Derecho Local. Fundación Democracia y
Gobierno Local, número 34, 2014, pág. 33.
34
precepto en su favor86, dado el extraordinario recelo que, con carácter general, la
LRSAL muestra hacia estas entidades. También la referencia a los consorcios puede
considerarse conveniente en la medida en que se han consolidado como una entidad
idónea para la prestación de numerosos servicios ante la indudable ventaja que aporta su
propia composición, abierta a la posible participación de Administraciones distintas,
frente a la homogeneidad de los sujetos –solo municipios- que caracteriza la
mancomunidad. La previsión finalmente de “otras fórmulas posibles” es igualmente
oportuna dado que no cabe descartar la existencia de otras entidades de esta naturaleza.
La diputación, de conformidad con los municipios afectados, será, si nos atenemos a los
términos literales de la norma, la competente para decantarse por una u otra fórmula y
proponerla la ministerio, decisión que, en la práctica, es seguro que, con carácter
general, no será fácil de tomar.
Asumida la prestación del servicio por la entidad provincial o por cualquiera otra
de las posibles en aplicación de la norma, su gestión podrá producirse a través de los
modos de gestión directa o indirecta previstos al efecto en el artículo 85 de la LBRL87.
El comentario a la norma, desde esta perspectiva, debe centrarse también en lo
que no dice y en los problemas que con ello plantea. Ante todo, cabe reparar en que no
prevé reglas específica para las comunidades autónomas uniprovinciales, lo que, en
86 Confirmada por alguna disposición autonómica como es el caso de la Ley de la Comunidad de Madrid
1/2014, de 25 de julio, de Adaptación del Régimen Local a la LRSAL que en su artículo 4.3 dispone que,
a los efectos de lo previsto en el artículo 26.2, “se priorizará la fórmula mancomunada, pudiendo
impulsarse su constitución” por la propia Comunidad. Por su parte, la Ley 2/2016, de 7 de abril, de
Instituciones locales de Euskadi, declara en su artículo 97.3 su preferencia por “las propuestas de
fórmulas de gestión compartida” estableciendo que en “el supuesto de llevarse a cabo una gestión
integrada, la diputación foral correspondiente deberá motivar expresamente las ventajas que esta supone
frente a las modalidades de gestión compartida”, a lo que “el municipio dará o no su conformidad”. 87 A través de alguna de las formas de gestión directa que determina su apartado 2º, letra A): gestión por
la propia entidad, por organismo autónomo local, entidad pública empresarial local o sociedad mercantil
cuyo capital sea de titularidad pública. Ha de tenerse en cuenta, no obstante, que “solo podrá hacerse uso”
de las dos últimas fórmulas “cuando quede acreditado mediante memoria justificativa elaborada al efecto
que resultan más sostenibles y eficientes que las formas dispuestas en las letras a) y b), para lo que se
deberán tener en cuenta los criterios de rentabilidad económica y recuperación de la inversión. Además,
deberá constar en el expediente la memoria justificativa del asesoramiento recibido que se elevará al
Pleno para su aprobación en donde se incluirán los informes sobre el coste del servicio, así como, el
apoyo técnico recibido, que deberán ser publicitados. A estos efectos, se recabará informe del interventor
local quien valorará la sostenibilidad financiera de las propuestas planteadas, de conformidad con lo
previsto en el artículo 4 de la Ley Orgánica 2/2012, de 27 de abril, de Estabilidad Presupuestaria y
Sostenibilidad Financiera”.
El servicio podrá prestarse también, de acuerdo con la letra B), “mediante las distintas formas
previstas para el contrato de gestión de servicios públicos en el texto refundido de la Ley de Contratos del
Sector Público”.
35
principio, lleva a pensar que dicha función ha de corresponder a la Administración
autonómica, como, de hecho, establece para la Comunidad de Madrid el artículo 4.3 de
su Ley 1/2014, de 25 de julio, de adaptación del Régimen local a la LRSAL. Ahora
bien, el inconveniente principal de la Ley es, quizás, que no atiende a las muchas
situaciones posibles en las que puede encontrarse el servicio a la hora de poner en
práctica ese mecanismo. Por ejemplo, su asunción por las diputaciones o entidades
equivalentes, con la consiguiente privación de ellos a los municipios, puede implicar el
que tengan que resolverse los contratos que para su prestación estos tuvieron suscritos
en los casos en los que hubieran optado por una fórmula de gestión indirecta de sus
servicios. Un dato y un coste para la Administración que no parece que se hayan tenido
en cuenta y que, en la práctica, puede convertirse en otro escollo importante para la
aplicación de este precepto. Puede, de otra parte, darse el caso, relativamente frecuente
además, de que el servicio lo venga prestando ya una entidad asociativa, en cuyo caso
parece que queda al margen de la aplicación de este artículo 26.2 de la LBRL que tiene
como presupuesto de hecho que su gestión esté en manos municipales. En la Ley
finalmente aprobada, y a diferencia de lo que disponían las primeras versiones del
Anteproyecto, no se obliga además a un cálculo del coste al que prestan sus servicios las
mancomunidades.
2.7. El “coste efectivo” de los servicios públicos, elemento clave del nuevo
modelo establecido. La posible retención de sus servicios por los municipios.
El sistema diseñado en el artículo 26.2 de la LBRL tiene en su base el concepto
de coste efectivo de los servicios públicos regulado en un nuevo precepto introducido en
la LBRL por la Ley de reforma de 2013, el artículo 116 ter, objeto de desarrollo por la
Orden 2075, de 6 de noviembre de 2014, del Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas y la Resolución de la Secretaría General de Coordinación
Autonómica y Local de 23 de junio de 2015. La indicada Orden obligaba a los
municipios a facilitar, por vez primera, el coste de sus servicios antes del 1 de
noviembre de 2015, lo que, como puede comprobarse en los datos ofrecidos por la
página web del ministerio, han hecho en la generalidad de los casos, con lo que se puede
decir que se ha cubierto el último tramo necesario para que se produzca la aplicación del
artículo 26.2 de la LBRL. Aunque no existen datos oficiales al respecto, la información
que he podido recabar invita a pensar que las diputaciones no están dando pasos en pro
36
de hallar la fórmula de gestión conjunta de los servicios afectados por la norma. Todo
hace pensar que las propias dificultades que entraña la aplicación del precepto, y la
oposición política que suscitó por parte de comunidades autónomas y entidades locales
harán de el un artículo de muy escasa aplicación, a lo que, según parece, ni siquiera va a
oponerse la Administración del Estado que ha explicitado en su “Nota explicativa de la
reforma local” de 29 de abril de 2016 que “la actuación de la diputación es de mera
propuesta e impulso” y que, en tanto esta se produzca, los servicios “deben seguir
siendo prestados por los Ayuntamientos, al tratarse de servicios mínimos obligatorios de
titularidad municipal”. Las diputaciones seguirán, pues, actuando bajo fórmulas basadas
en el acuerdo y el consenso entre las entidades afectadas.
2.8. El mantenimiento por los municipios de sus servicios.
Los municipios pueden mantener sus servicios cuando “justifiquen ante la
Diputación” y ésta “lo considere acreditado”, que pueden hacerlo, “con un coste
efectivo menor que el derivado de la forma de gestión propuesta por la Diputación
provincial o entidad equivalente”. La norma sitúa, de esta forma, a los municipios en
una clara posición de desventaja88, y para la que quizás no exista justificación adecuada.
Ahora bien, con independencia de la valoración pueda merecer, conviene notar la
ausencia de reglas sobre el momento y la forma en la que los municipios han de
acreditar que pueden prestar sus servicios con un coste menor que el derivado de una
fórmula conjunta de actuación; e, igualmente, que la competencia para decidir sobre el
mantenimiento del servicio en manos municipales se confiere solo a las diputaciones, lo
que suscita la duda sobre si ésta es también la instancia competente en los casos en los
que la gestión la vengan desarrollando otras entidades. Finalmente debe de llamarse la
atención sobre como la norma reconoce a los municipios no sólo la posibilidad de que
puedan volver a “asumir la prestación”, sino también la “coordinación de estos
servicios”, planteando el interrogante de a que se está refiriendo exactamente en este
segundo caso, dado que, retenido el servicio por el municipio, éste procederá a su
gestión sin que se acierte a comprender cual es el contenido de esa coordinación y sobre
quien ha de ejercerla. Al margen de sus deficiencias, puede indicarse que esta previsión,
88 Y para el Dictamen 8/2014, de 27 de febrero, del Consejo de Garantías Estatutarias de Cataluña, es de
dudosa constitucionalidad, opinión compartida por autores como M. MEDINA GUERRERO, “La
reforma del régimen local: Una honda transformación de las relaciones intergubernamentales”
(Cuadernos de Derecho Local. Fundación Democracia y Gobierno Local, número 34, 2014, pág. 152).
37
lógica en el contexto de un modelo, como era el inicial, en el que las diputaciones, sin
participación municipal, asumían una coordinación que las llevaba a la prestación del
servicio, pierde todo su sentido desde el momento en el que el acuerdo municipal es
necesario para que el servicio pase a ser gestionado por una instancia diferente. En otros
términos, para retener el servicio, al municipio le bastará con no dar esa conformidad.
Expresado de otro modo, la introducción de esta exigencia en el párrafo 1º del artículo
26.2 deja sin sentido lo dispuesto en el segundo.
3. Consideración final: ¿Se ha producido realmente una reforma del ámbito de
prestación de los servicios locales?
Expuestos los contenidos más importantes de una reforma en cuyos
planteamientos iniciales latía, desde luego, un deseo claro de ruptura con los principios
que en nuestro Derecho han ordenado tradicionalmente la posición de los distintos entes
locales en la garantía de los servicios municipales básicos, procede valorar el alcance
real de las innovaciones efectivamente producidas. La conclusión en este sentido es
clara, transcurridos más de dos años desde su entrada en vigor, no puede decirse que la
Ley haya tenido el éxito que pretendían sus impulsores si por tal se entiende su
capacidad efectiva de transformación de la realidad sobre la que se proyecta. Las
razones de este fracaso son muchas y tienen una naturaleza y procedencia diversa.
1. Al margen de las deficiencias técnicas del precepto, de sus lagunas y dudas
interpretativas que dificultan su aplicación, debe destacarse, ante todo, que de la Ley
finalmente aprobada, a diferencia de lo que hubiera ocurrido de aprobarse los
contenidos iniciales de la reforma, no puede esperarse una efectiva transformación en el
mapa de prestación de los servicios locales, toda vez que el nuevo artículo 26.2, en
último término, no cambia realmente la normativa precedente. La inserción de la
exigencia de conformidad de los municipios anula toda la potencialidad de ese sistema
inicialmente concebido para un traspaso obligatorio de la gestión de los servicios
municipales básicos a las diputaciones. De esta forma, la satisfacción de este objetivo y,
por consiguiente, la alteración de la escala territorial de prestación de los mismos, en el
origen y en la base del precepto, dependerá de la voluntad de las entidades afectadas.
Una voluntad que, hasta ahora, no ha existido; lo que no es de extrañar si se tiene en
cuenta que la reforma se tramita y aprueba sin el consenso que, sin duda, aconsejaba
38
una modificación tan importante, cuya implantación exige de la actuación de
comunidades autónomas y entidades locales.
2. Esta ausencia de los compromisos necesarios para asegurar la efectividad de
la reforma –expresada en el voto negativo a la LRSAL de la práctica totalidad de las
fuerzas políticas de la oposición en las Cortes Generales de aquel momento y en los
recursos de inconstitucionalidad y conflicto en defensa de la autonomía local de la que
fue objeto-, ha traído además como consecuencia que las comunidades autónomas, lejos
de adoptar una postura favorable a la implantación del contenido de la reforma, hayan
dictado una importante normativa y mantenido, en general, una actitud encaminada a la
preservación del status quo anterior a la Ley. No han actuado, por el contrario, en la
línea de facilitar la aplicación de sus mandatos, lo que les habría, por ejemplo, llevado a
dictar, lo que con alguna excepción aislada no han hecho89, disposiciones conducentes a
garantizar la aplicación del nuevo artículo 26.2 de la LBRL. Tampoco han impulsado
procesos más amplios de modificación de sus Leyes de régimen local para, en la senda
marcada por la LRSAL, avanzar en esa línea de incentivo a las fusiones municipales o
emprender las modificaciones necesarias para una mejor definición y acrecentamiento
de las distintas fórmulas de supramunicipalidad. Las propias Corporaciones locales, en
lo que de ellas depende, no se han mostrado activas al objeto de favorecer esa traslación
de sus servicios a una instancia superior.
3. La LRSAL deja también abierta la pregunta de si su pretendida revitalización
de las diputaciones ha ido acompañada de una reflexión sobre su capacidad para asumir
el nuevo rol que la ley prevé para ellas, teniendo en cuenta, y así lo advirtió el Consejo
de Estado en su dictamen al Anteproyecto de Ley, que son entidades que carecen de
legitimación democrática directa, pero, sobre todo, que es discutible, en contra de lo que
parece presumir la ley, que estén, con carácter general, en condiciones de asumir de una
manera eficaz y eficiente la prestación de los servicios municipales90, que es previsible
89 Es el caso de Ley 1/2014, de 25 de julio, de Adaptación del Régimen Local de la Comunidad de
Madrid a la Ley 27/2013, en relación con la determinación del órgano competente para la adopción de los
acuerdos municipales requeridos por el artículo 26.2 de la LBRL o de la más reciente Ley 2/2016, de 7 de
abril, de Instituciones locales de Euskadi. 90 El Tribunal de Cuentas en su Informe de Fiscalización del Sector público local” correspondiente al
ejercicio del 2011, así lo destacó. Se ha constatado, señalaba, “que no existe, en general, por parte de
estas entidades, un conocimiento suficiente de la forma, coste y de las condiciones de prestación de estos
servicios en los municipios de su ámbito territorial, lo que supone una debilidad en el ejercicio de la
función de coordinación y asistencia establecida en la LRBRL que no puede verse amparada por el
39
que sean externalizados, objetivo quizás pretendido por la reforma inicialmente
concebida por el Gobierno.
4. En el análisis de las razones que pueden explicar la inaplicación, hasta ahora,
del artículo 26.2 de la LBRL, debe situarse finalmente su decisión de tratar de igual
modo a todos los municipios de menos de 20.000 habitantes, bajo la premisa, no
justificada suficientemente de que todos ellos son ineficientes para la prestación del
conjunto de servicios que la Ley determina. Aunque en el informe sobre la reforma que
presenta el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas al Consejo de ministros
en julio de 2012, se alude a la existencia de unos análisis del Instituto de Estudios
Fiscales que vendrían a avalar esta conclusión, es claro que una modificación de tanto
calado exigía, si los hubo no trascendieron, estudios más rigurosos de la realidad sobre
la que se pretendía actuar91, de los que probablemente hubiera resultado, como vino a
confirmar más tarde el Tribunal de Cuentas en su Informe número 1.010, aprobado el 28
de noviembre de 2013, “de Fiscalización del Sector público local” correspondiente al
ejercicio del 2011, lo incierto de esa afirmación según la cual el coste de los servicios se
abarata a medida que aumenta la población del municipio, así como, de otra parte, la
improcedencia de ofrecer una solución uniforme para todos los municipios de menos de
20.000 habitantes. En efecto, los datos de este informe evidencian que es en los
municipios de menos de 1.000 habitantes en los que se aprecian unos mayores costes
por habitantes en la prestación de una serie de servicios básicos –abastecimiento
domiciliario de agua potable, alumbrado público, limpieza viaria, o recogida de residuos
sólidos urbanos-, mientras que por encima de esa cifra “no se han observado diferencias
significativas”92; dato que, por si solo, hace dudar de la idoneidad de la solución legal.
principio de autonomía local”, puesto que “si bien las diputaciones y entidades asimilables deben prestar
asistencia a los municipios previa petición de los mismos, no cabe duda de que para llevar a cabo la
competencia relativa a la coordinación de los servicios municipales para garantizar su adecuada
prestación, atribuida por la LRBRL, es necesario un conocimiento permanente de las circunstancias en
las que se prestan los servicios y de los medios de los que disponen los municipios en su ámbito territorial
para el adecuado ejercicio de sus funciones”. 91 Ya, por esas mismas fechas, F. VELASCO CABALLERO nos advertía sobre las carencias del informe
del Instituto de Estudios Fiscales referido, del que decía que se desconoce el momento y método seguido
en su elaboración y parece, en todo caso, una base insuficiente para justificar la reforma (“Sobre el
Anteproyecto de Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración local: Una reforma sin
fundamento empírico y por tanto arbitraria”, www.idluam.org). 92 Los siguientes datos son suficientemente ilustrativos. En lo que hace al abastecimiento domiciliario de
agua potable, su coste por habitante en los Municipios de entre 1 y 1000 habitantes es de 113.76; en los
que tienen una población entre 1.001 y 5.000, de 47.95; en los que cuentan con una población de entre
5.001 y 20.000, de 38.39; los que superan esa cifra sin alcanzar los 50.000, de 34.72, y en los que están
por encima de ella de 24.86. Para el servicio de alumbrado público, y en relación con esos mismos tramos
40
Pero es que además, y de acuerdo con la información que ofrece el Tribunal de Cuentas,
no es verdad que, en todos los casos, la prestación de servicios se abarate a medida que
crece su población93. De otra parte, y el informe también ofrece datos ilustrativos al
respecto, los costes por habitante que un mismo servicio pueden variar en función de
cual sea el sujeto que los preste, el propio municipio, una mancomunidad o un
consorcio u otra entidad supramunicipal; o dependiendo también de las condiciones en
las que se preste, de los parámetros de calidad que, en cada caso, los rijan. Todos estos
datos llevan, en definitiva, a pensar que la realidad que subyace a la norma es mucho
más compleja de lo que parece transmitir la Ley con su tratamiento unitario a todos los
municipios de menos de 20.000 habitantes. La realidad aconsejaba, por el contrario, una
regulación que permitiera adoptar, en atención a las características de cada territorio y
de los diferentes servicios públicos en juego, la escala o nivel óptimo para su prestación.
Ahí, quizás, estaba y esté el reto que nuestros poderes públicos deben abordar porque la
reordenación de la planta local es necesaria. Tanto los municipios con población muy
reducida como los situados en las grandes aglomeraciones urbanas demandan de
aquellas reformas normativas que hagan viable, en los casos y en los términos en los
que la situación lo requiera, la superación del ámbito municipal como espacio propio de
prestación de los servicios municipales.
VII. LA REORDENACIÓN DEL MAPA DE PRESTACIÓN DE LOS
SERVICIOS LOCALES ES NECESARIA. ALGUNAS CLAVES PARA UNA
POSIBLE REFORMA.
Ante la evidencia de que la aplicación de la LRSAL no han ido acompañada de
una transformación efectiva de la situación anterior, objetivo último de toda norma, y la
constatación de que la realidad exige aquellas reformas que hagan posible una
reordenación del mapa de prestación de los servicios locales, se impone una reflexión
de población, los costes son de 78,29, 42,20, 31,60, 26,54 y 25,50, respectivamente. Para el de limpieza
viaria, las cifras son: 30,50, 25,17, 26,44, 34,17 y 48,06. Y para el de recogida de residuos sólidos
urbanos: 62,57, 52,90, 59,36, 70,21 y 74,01. 93 En el caso, concretamente, del servicio de recogida de residuos sólidos urbanos, su prestación en los
Municipios de más de 50.000 habitantes, tiene un coste de 74,01 y en los que cuentan con una población
de entre 20.001 y 50.000, de 70,21; en ambos casos, más caro que prestarlo en un municipio de menos de
1.000, 62,57, cifra que se abarata a 52,90 y 59,36, respectivamente, en los municipios de cifras
intermedias, lo que, según el informe, “puede explicarse por el empleo de un sistema de limpieza más
maquinizado en los municipios mayores”.
41
acerca de cuales deben ser las coordenadas desde las que tales reformas han de
emprenderse y cuales algunos de sus contenidos posibles.
1. Las coordenadas para una reforma.
Es indiscutible, de entrada, que cualquier modificación de nuestra planta
municipal debe realizarse en el marco de un debate más amplio sobre la vertebración del
territorio en sus diferentes niveles. En especial, y puesto que esa escala territorial
óptima para la prestación de los servicios locales, se sitúa en un nivel territorial
intermedio entre comunidades autónomas y municipios, resulta obligado clarificar cual
es el papel que se desea que cumpla, en estos momentos en los que tantas voces la
ponen en entredicho, la provincia e, incluso, valorar su propio mantenimiento como
entidad necesaria en todo el territorio del Estado, lo que naturalmente pasaría por una
reforma constitucional94. Es evidente que las diputaciones, en muchas zonas de España,
juegan un papel fundamental en la garantía de los servicios públicos a los ciudadanos,
pero es igualmente claro que, en otras, su indisponibilidad ha lastrado el funcionamiento
de otro tipo de entidades supramunicipales contribuyendo a esa denostada duplicidad de
competencias y multiplicidad de instancias a las que, con mayor o menor razón, se
achacan buena parte de los problemas de déficit público a los que nos enfrentamos.
Hace falta, en definitiva, una reflexión y determinación previa del modelo de
organización territorial que queremos, del sistema de gobierno local intermedio al que
aspiramos, verdadera asignatura pendiente desde hace demasiado tiempo. Una reflexión
en la que, por supuesto, habrá que tener en cuenta la dimensión económica que implica
siempre cualquier reorganización del territorio, pero sin que este sea, como estamos
viviendo estos días a propósito de las diputaciones, el único factor en el debate.
Un debate teórico que debe ir acompañado de los necesarios consensos entre los
distintos territorios y las diferentes fuerzas políticas. La organización territorial de un
Estado constituye una cuestión fundamental que requiere para asegurar su éxito del
mayor acuerdo posible. Un acuerdo obligado además en un Estado descentralizado en el
que las comunidades autónomas cuentan con importantes competencias para la
articulación de su territorio y el diseño de las entidades de ámbito supramunicipal que
94 Numerosos autores han reflexionado recientemente en esta línea. Así, y entre otros, P. ESCRIBANO
COLLADO, “Provincias y Diputaciones: una polémica sin proyecto institucional”, en prensa.
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hayan de gobernarlo, lo que convierte al ordenamiento autonómico en pieza
imprescindible en cualquier proceso de alteración de la escala de prestación de los
servicios locales. Una reforma en esta materia, como la pretendida la LRSAL, no se
puede hacer unilateralmente, ha de contar con el concurso del resto de los sujetos
públicos implicados, con las propias entidades locales llamadas a aplicarla y con las
comunidades autónomas, que no solo han de cumplirla igualmente sino que han dictar
las normas necesarias para que las opciones básicas marcadas por la legislación estatal
puedan llevarse a efecto. Se impone, pues, un gran pacto que defina las líneas
fundamentales de una reforma que comprometa a todos, aunque, desde luego, la
situación política que vivimos no invite al optimismo.
Finalmente debe de tenerse presente que la articulación de ese nivel que haga
posible otras escalas territoriales de prestación de los servicios distintas de las
existentes, no tienen por que ser igual en todo el Estado, de la misma forma en que
dentro, incluso, de una misma comunidad autónoma puede variar en función de las
características y necesidades de cada espacio. Desde luego, y cuanto menos, cabe pensar
en la conveniencia de diferenciar entre los territorios que podemos calificar de rurales y
las grandes aglomeraciones urbanas. Aún dentro de los primeros, las diferencias pueden
ser notables. No es lo mismo un municipio de 20.000 habitantes –por utilizar la cifra
que emplea la LRSAL- aislado en el territorio; que varios de ellos con bajos niveles de
población en un espacio relativamente reducido, que varios de ellos en una distancia
geográfica mayor. Las soluciones adecuadas para unos pueden no serlo para otros. En
suma, la reordenación de la planta local debe partir de la diversidad existente en el
territorio, corrigiendo así el que probablemente constituya un error de la reforma de
2013, el ofrecimiento de una solución uniforme para todos los municipios de menos de
20.000 habitantes.
2. Algunos contenidos posibles de la reforma.
Partiendo de la base de que la fusión entre municipios no parece una solución
arraigada en nuestra cultura y tomando como presupuesto la clara decantación de
nuestro ordenamiento, perceptible fundamentalmente en el ámbito autonómico, en favor
de las asociaciones voluntarias entre municipios allí donde las circunstancias
determinan la prestación de sus servicios en ámbitos territoriales superiores, pueden
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exponerse, pensando en una posible reforma normativa, algunas sugerencias sobre
cuales podrían ser algunos de sus contenidos.
Parece conveniente, desde luego, una mejor regulación, lo que compete
fundamentalmente a las comunidades autónomas, de las distintas entidades
supramunicipales tras una previa clarificación, que sí parece que tendría que hacer el
Estado, de las notas básicas y funcionalidad propia de cada una de ellas. Las Leyes
autonómicas han incorporado a su Derecho y regulado, con mayor o menor detalle, el
conjunto de entidades de esta naturaleza previstas en la LBRL, a las que en algunos
casos, incluso, han sumado otras diferentes95. Ahora bien, ni comarcas ni áreas
metropolitanas cuentan, con algunas excepciones, con implantación efectiva en el
territorio, habiendo sido, en muchos casos, ocupado su lugar por esas mancomunidades
de municipios muy alejadas de la prestación de un servicio o la ejecución de una obra
concreta de competencia municipal. Unas entidades precisadas, por lo general, de una
normativa que en el sentido ya apuntado por algunas comunidades autónomas,
establezca las oportunas diferencias en cuanto a su régimen jurídico entre las
mancomunidades tradicionales, las vinculadas a la prestación de concretos servicios
municipales, y las calificadas en 1994, por el entonces Ministerio de Administraciones
Públicas, como “evolucionadas”96, de “interés general”97, “comunitario”98, “comarcal”99
o “preferente”100, en las expresiones utilizadas por algunas Leyes autonómicas, en cuyo
ámbito, a su vez, es posible que haya que establecer, como ya lo hace la Ley 7/2013, de
27 de septiembre, de Ordenación, servicios y gobierno del territorio, de Castilla y León,
las oportunas distinciones entre las mancomunidades, en términos de esa ley, de “interés
general urbano” y las de “interés general rural”, dado que los problemas presentados por
los municipios de uno y otro carácter y, por consiguiente, las competencias,
organización o régimen económico de las mancomunidades que los aúnan pueden
presentar sustanciales diferencias. Igualmente, y desde otro punto de vista, se impone
95 Como son los casos de “las comunidades de villa y tierra y otras entidades asociativas de origen
histórico” en Castilla y León (Ley 1/1998, de 4 de junio, de Régimen local) o de las veguerías en
Cataluña (Ley 30/2010, de 3 de agosto). 96 Las Mancomunidades intermunicipales en el Régimen local español, Ministerio para las
Administraciones Públicas, Madrid, 1994, págs. 19 y 20. 97 Ley 1/1998, de 4 de junio, de Régimen local de Castilla-León, modificada en este punto por la Ley
7/2013, de 27 de septiembre, de Ordenación, servicios y gobierno del territorio (art. 32). 98 Ley 1/2003, de 3 de marzo, de Administración local de La Rioja (art. 60). 99 Ley 7/1999, de 9 de abril de Administración Local de Aragón (art. 86). 100 Ley 8/2010, de 23 de junio, de Régimen local de Valencia (art. 107).
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deslindar con claridad cual es el papel que corresponde cumplir a la mancomunidad en
relación con la provincia, como ya hace la indicada Ley castellano leonesa101, y, en su
caso, con otras entidades supramunicipales, concretándose así la regla, presente en
algunas disposiciones autonómicas aunque de discutible cumplimiento, que impide que
puedan “coexistir dos o más entidades de cooperación sobre un mismo territorio cuando
coincidan en un mismo objeto”102. Finalmente, deberán establecerse aquellos
mecanismos que salvaguarden su sostenibilidad financiera y mantenimiento en la
medida en que realmente satisfagan concretos intereses públicos, evitando así la
existencia de entidades, de las que desgraciadamente tenemos muchos ejemplos, que no
desarrollan cometido alguno.
En definitiva, sería bueno que cada comunidad autónoma, dentro del respeto al
marco básico estatal, clarifique que entidades surgidas de una agrupación de municipios
desea realmente que existan en sus territorios; cual es el papel concreto que cada una ha
de cumplir, diferenciando adecuadamente entre aquellas que son el resultado de la sola
voluntad municipal y las que constituyen una división territorial de la comunidad
autónoma; como se articulan entre si; y como se relacionan con la provincia.
Junto a una mejor regulación de las distintas entidades válidas para la prestación
de los diferentes servicios públicos, el Derecho debería avanzar también en la propia
determinación de los ámbitos territoriales mas adecuados, en cada caso, para su gestión,
teniendo en cuenta que son las propias características de cada uno de ellos y las del
territorio sobre el que se proyectan las que, en cada caso, determinan cual es ese nivel
óptimo de prestación que no tiene por que ser, que no es de hecho, coincidente en todo
el Estado. Actualmente, el ordenamiento limita su respuesta a la necesidad de gestión de
los servicios en espacios que superen a los del municipio, a la fijación de la entidad
idónea para prestarlo. Ahora bien, no ha avanzado en algo previo y fundamental, en
establecer quien determina y de acuerdo con que reglas o criterios esos niveles
101 Véase el Capítulo IV del Título III “La provincia en relación con las mancomunidades de interés
general rural”. 102 En tal sentido, artículo 61.2 de la Ley 5/2010, de 11 de junio, de Autonomía local de Andalucía.
Otras Leyes contienen igualmente distintas disposiciones encaminadas a evitar la coincidencia de
dos entidades de cooperación en un mismo territorio. En este sentido pueden verse las disposiciones
adicionales de la Ley 31/2010, de 3 de agosto del Área metropolitana de Barcelona, la Disposición
Adicional 2ª de la Ley de Galicia 4/2012, de 12 de abril, de creación del área metropolitana de Vigo, o los
artículos 74.1 de la Ley 1/2003, de Administración Local de La Rioja y 37 y 38 del Decreto Legislativo
1/2006, de 27 de diciembre, del Texto Refundido de la Ley de Comarcalización de Aragón.
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territoriales. Si atendemos a lo dispuesto en las normas vigentes, podemos concluir que
en las hipótesis en las que la solución a las necesidades de una gestión a nivel
supramunicipal pase por la constitución de una comarca o un área metropolitana, será,
en cada caso, su ley de creación la que determine ese espacio, lo que, de entrada, hará al
fijar su propio ámbito territorial, sin que quepa excluir la posibilidad de que establezca,
bien directamente o por remisión a algún procedimiento posterior, zonificaciones o
demarcaciones dentro del mismo a los efectos de la prestación de determinados
servicios. En las hipótesis sin embargo, la inmensa mayoría, en las que la fórmula
escogida sea la de la mancomunidad o el consorcio, son los propios municipios los que,
en cada caso, determinan esos ámbitos territoriales en unos acuerdos en los que, muchas
veces, priman más consideraciones políticas que de orden técnico.
Desde esta base, cabe plantear si la decisión de transferir la prestación de un
servicio municipal a un nivel territorial superior no debería ir precedida de
procedimientos que, en aplicación de reglas y criterios previamente establecidos, hayan
determinado cual es realmente el ámbito más idóneo para ello. Unos ámbitos que no
admiten de reglas uniformes, que son, por esencia, variables en cuanto que dependen,
entre otros factores, de la naturaleza de cada servicio, de las características propias del
terreno, del número de personas que lo habitan o de la forma en la que esa población se
asienta en el espacio.
Las opciones posibles para el establecimiento de reglas de tal tipo pueden, en
principio, ser diversas103. Ahora bien, nuestro ordenamiento jurídico ha desarrollado ya
un concepto, el de ordenación del territorio, cuyo objeto es justamente el de organizar y
definir su uso, y entre cuyos principios esenciales figura la coordinación de “las
actuaciones sobre el territorio de los distintos órganos y diferentes administraciones
pública”104, con el fin último de “mejorar las condiciones de vida en colectividad105. En
103 Así M. ARENILLA SÁEZ apuesta por el establecimiento de una “zonificación territorial
infraporvincial estable”, cuyos criterios de delimitación se deberían “fijar por las Comunidades
Autónomas, las diputaciones, cabildos o consejos insulares y los municipios de forma consensuada” que
han de constituir la base para la gestión de los distintos servicios (El pequeño municipio: núcleo
democrático vs. Prestación de servicios”, págs. 201-202). 104 En términos de la Ley 10/1995, de 23 de noviembre de Ordenación del Territorio de Galicia (art. 2).
Sobre el concepto de ordenación del territorio me remito a la monografía de A.A. PÉREZ
ANDRÉS, La ordenación del territorio en el Estado de las Autonomías (Marcial Pons-Instituto “García
Oviedo”, Madrid, 1998, págs. 19-154).
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el seno de la ordenación del territorio, y de las técnicas a su servicio, los planes
territoriales, puede hacerse posible, a partir del análisis singularizado de cada espacio, la
determinación de esa escala territorial adecuada para la prestación de los diferentes
servicios municipales. Un cometido que, en principio, podría corresponder a los planes
que, bajo denominaciones diversas, prevén las distintas Leyes autonómicas para la
ordenación de áreas o espacios supramunicipales106, si bien debe reconocerse que en la
regulación que hoy nos ofrecen estas normas no figuran posibles determinaciones con
este contenido, aunque si la localización de las infraestructuras básicas de estos
servicios, así como los equipamientos de interés general107. Estos planes, por lo general,
tienen también a su cargo la determinación de zonas adecuadas para la prestación de
servicios de carácter supramunicipal, que aunque no pensadas, en principio, para
servicios de titularidad municipal evidencian su capacidad en la delimitación de áreas
para fines de esta naturaleza108. Igualmente, y en la medida en que tienen atribuido el
establecimiento de criterios para el asentamiento de la población pueden, a la larga,
105 En términos, ahora, del artículo 13.b) de la Ley 9/1995, de 28 de marzo, de Medidas de Política
territorial, Suelo y Urbanismo de la Comunidad de Madrid exponente igualmente de numerosas normas
que se pronuncian de igual manera. 106 Así Planes territoriales en Extremadura (art. 54 de la Ley 15/2001, de 14 de diciembre, de Suelo y
Ordenación territorial), Planes territoriales parciales en el País vasco (art. 11 de la Ley 4/1990, de 31 de
diciembre de Ordenación del Territorio) o en Cataluña (art. 12 de la Ley 23/1983, de 21 de noviembre, de
Política Territorial), planes territoriales integrados en Galicia (art. 12 de la Ley 10/1995, de 23 de
noviembre del Ordenación del Territorio), de ordenación del territorio de ámbito subregional en
Andalucía (art. 10 de la Ley 1/1994, de 11 de enero, de Ordenación del Territorio), de acción territorial en
Valencia (art. 16 de la Ley 5/2014, de 25 de julio, de Ordenación del territorio, Urbanismo y Paisaje), de
“ordenación del territorio” en Castilla la Mancha (art. 18 del Real Decreto Legislativo 1/2010, de 18 de
mayo, del Texto Refundido de la Ley de Ordenación del territorio y la Actividad Urbanística), o de
ordenación territorial en Navarra (art. 34 de la Ley foral 35/2002, de 20 de diciembre, de Ordenación del
territorio y Urbanismo), insulares en las Comunidades de Canarias e Islas Baleares (art. 9 de la Ley
14/2000, de 21 de diciembre, de Ordenación territorial de las Islas Baleares), o Directrices de Ordenación
de ámbito subregional en Castilla-León (art. 14 de la Ley 10/1998, de 5 de diciembre, de Ordenación del
territorio). 107 Como puede comprobarse, por ejemplo, en los artículos 13 de la Ley 23/1983, de 21 de noviembre, de
Política Territorial de Cataluña, 13.1.h) de la Ley 10/1995, de 23 de noviembre del Ordenación del
Territorio de Galicia, 12 de la Ley 4/1990, de 31 de diciembre de Ordenación del Territorio del País
vasco, 11 de la Ley 1/1994, de 11 de enero, de Ordenación del Territorio de Andalucía, 14 de la Ley
10/1998, de 5 de diciembre, de Ordenación del territorio de la Comunidad de Castilla-León, 9 de la Ley
14/2000, de 21 de diciembre, de Ordenación territorial de las Islas Baleares, 35 de la Ley foral 35/2002,
de 20 de diciembre, de Ordenación del territorio y Urbanismo, o 16 de la Ley 5/2014, de 25 de julio, de
Ordenación del territorio, Urbanismo y Paisaje de Valencia. 108 Así, por ejemplo, en las Leyes 10/1995, de 23 de noviembre del Ordenación del Territorio del Galicia
(art. 13.1.h), 1/1994, de 11 de enero, de Ordenación del Territorio de Andalucía (art. 11.1.b), 15/2001, de
14 de diciembre, de Suelo y Ordenación territorial de Extremadura (art. 55.b), Ley foral 35/2002, de 20
de diciembre, de Ordenación del territorio y Urbanismo (art. 35.1.d) 2) o Decreto Legislativo 1/2000, de 8
de mayo, del Texto Refundido de la Leyes de Ordenación del territorio y Espacios naturales de Canarias
(art. 18.4. a).
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contribuir a una reordenación del mapa municipal109. En definitiva, parece aconsejable,
en la línea ya apuntada por F. LÓPEZ RAMON, “actuar uniendo los poderes de
organización del territorio con los de ordenación del territorio”110, lo que quizás ofrezca
posibilidades, hasta ahora no suficientemente exploradas, para esa ansiada reordenación
del mapa de prestación de los servicios locales y su coordinación con el resto de las
políticas públicas que se desarrollan en el territorio, lo que probablemente exigirá
algunas reformas normativas, en manos fundamentalmente de las comunidades
autónomas, que, entre otros extremos, garantice la suficiente participación de los
municipios en el proceso planificador.
La determinación previa y con criterios fundamentalmente técnicos de esos
niveles territoriales óptimos para la prestación de los distintos servicios municipales,
puede aportar además una base muy importante para la elección de la fórmula idónea
para su gestión, que podrá ser una mancomunidad o un consorcio, figuras tradicionales
en nuestro Derecho y cuya utilidad al servicio de estos objetivos está sobradamente
demostrada, pero que puede también que sea un simple convenio de colaboración sin
necesidad de crear una persona jurídica nueva111, opción reconocida por el
ordenamiento y que, allí donde la situación lo permita, tendría el valor de reducir los
costes que siempre conlleva la existencia de un ente público112. En el ángulo inverso,
cabría pensar en las posibilidades que pudieran ofrecer las agrupaciones forzosas de
municipios, constitucionalmente posibles como ya señaló M. REBOLLO113, aunque de
109 Algunos planes de ordenación del territorio ya aprobados apuntan ya en esta línea. Así el Plan de
Ordenación Territorial de Andalucía aprobado por el Decreto 206/2006, de 28 de noviembre, bajo la
rúbrica de “Instrumentos de gestión de la Política Territorial” (Capítulo I del Título V) afirma que “el
Municipio es la entidad básica de la organización político-administrativa del territorio, y la política local
elemento esencial en la consecución de los objetivos globales de Andalucía como Comunidad
equilibrada, cohesionada y sostenible”. El plan, añade, “fomenta las iniciativas de cooperación municipal
y su institucionalización a través de las diferentes opciones de organización supramunicipal, adecuada a
sus características y problemáticas, en el marco de la legislación vigente, y de acuerdo con el alcance y
funciones establecidas para cada figura”. 110 “Políticas ante la fragmentación del mapa municipal, op. cit., pág. 108. 111 Una posibilidad que para autores como J.I. MARTINEZ GARCÍA debería potenciarse (“Diez tesis
sobre organización territorial”, Revista de Estudios Locales, núm. 186, 2015, pág. 570).
Me remito también, al respecto, al estudio de E. CARBONELL PORRAS, “La cooperación
intermunicipal en la realización de las obras y los servicios locales (reflexiones a propósito de algunos
mecanismos distintos de la creación de entidades supramunicipales)”, op. cit., págs. 57-96. 112 Así, por ejemplo, pueden verse la Ley 5/2010, de 11 de junio, de Autonomía Local de Andalucía (art.
62), el Texto Refundido 2/2003, de 28 de abril, de la Ley municipal y de Régimen local de Cataluña (art.
123.1) o la Ley 2/2016, de 7 de abril, de Instituciones locales de Euskadi (arts. 99 y 100). 113 “La crisis económica y la oportunidad de reducir el número de municipios”, op. cit., págs. 219-221.
En el mismo sentido, M. ALMEIDA CERREDA, “La reforma de la planta local, estructura
competencial, organización y articulación de la Administración local”, op. cit., págs. 114-116.
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nula implantación en la actualidad salvo para el sostenimiento en común del puesto de
secretario municipal114. Y, por supuesto, la solución podría también pasar por el
fomento, o incluso la imposición, de la fusión de municipios. La reordenación del mapa
municipal puede hacerse posible a través de técnicas e instituciones diferentes, las que
en cada territorio resulten más adecuadas.
114 Es el caso de las Leyes 6/1988, de 25 de agosto, de Régimen local de la Región de Murcia (art. 54) y
5/1997, de 22 de julio, de Administración Local de Galicia (art. 168). En términos más genéricos, la Ley
2/2003, de 11 de marzo, de Administración Local de la Comunidad de Madrid recoge en su artículo 77 la
posibilidad de que “las Leyes de la Asamblea de Madrid podrán regular otras agrupaciones de Municipios
limítrofes de constitución voluntaria o forzosa cuando existan motivos que lo justifiquen”.