Download - Otra ciudad es posible
1. EL IDEAL DE PERSONA
A LA LUZ DE LA EXPERIENCIA HUMANA
DE JESÚS DE NAZARET
“Nadie puede poner otro cimiento que el ya
puesto: Jesucristo” 1 Cor. 3,11
El hombre Jesús: Algunos rasgos de su personalidad:
“Quién dice la gente que soy yo? Unos
que Juan el Bautista, otros que Elías, otros
que Jeremías o alguno de los profetas”
Y vosotros quién decís que soy yo? Tu eres
el Cristo el Hijo de Dios vivo.”
Mt 16,13-20
Lo que acabamos de oír era lo que decían sus amigos,
pero de Jesús se decían más cosas que no eran
insultos menores pues lo descalificaban y de qué
manera.
Para sus parientes “se había vuelto loco” Mc 3,
21
Para sus enemigos, autoridades y líderes
religiosos: “estaba endemoniado” Mc 3,22
“comelón y borracho” Lc. 7,34 – Mt 11,19
“Amigo de publicanos y pecadores, de gente mala”
Lc. 7, 34 - Mt 11,19
“blasfemo, se burla de Dios” Mc 2,7 –
“Mentiroso” Mt 27,63
“agitador” Lc 23,2
Lo menos que se puede decir es que en su
comportamiento no se atenía a los
convencionalismos vigentes.
“Nunca hemos visto nada igual” Mc 2,12
“Todo lo ha hecho bien” Mc 7,37
Y los evangelios constatan que “la gente
quedaba admirada de su manera de enseñar,
porque enseñaba con autoridad y no como los
maestros de la ley” Mc 1,22 – Lc 4, 31-37.
Pero de Él también se decía:
Jesús aparece como un HOMBRE DESCONCERTANTE por
Las cosas que dice y hace
El modo como se relaciona con la gente
Su misma manera de vivir:
Renuncia a fundar una familia
Vida de itinerante
Malas compañías
Los tabúes intocables que rompió en aquella
sociedad:
Atreverse a proclamar un parentesco
por encima del de la sangre “mi madre y
mis hermanos son quienes cumplen la
voluntad de mi Padre” Mc 3,35
El modo de vida que eligió: Jesús optó
por los pobres, por los últimos de la
sociedad, abandono de casa, familia y
bienes.
Su increíble acogida a los pecadores. Se
siente, se experimenta como amigo de los
“perdidos”.
Pero, al mismo tiempo, desde el principio llama la atención,
porque es PROFUNDAMENTE COHERENTE
Es un hombre total y radicalmente
honrado, alguien que vive lo que
enseña. En el no hay distancia entre
lo que piensa, lo que dice y lo que
hace, entre el mismo y su mensaje.
“Maestro sabemos que eres sincero y no
te preocupas de quien te oye, ni te dejas
influenciar sino que enseñas con
franqueza el camino de Dios” Mc 12,14
Vemos pues que en primer lugar
Jesús aparece como un hombre
desconcertante pero coherente.
Damos un paso más y nos adentramos en “un segundo círculo” de la personalidad
de Jesús.
El Evangelio presenta a Jesús naciendo en un pesebre ajeno “porque no había sitio
para ellos en la posada” Lc 2,7 y muriendo desnudo en una cruz Lc 23,26 “Los
zorros tienen sus cuevas, las aves del cielo sus nidos, pero el hijo del hombre no tiene
donde reclinar su cabeza” Lc 9,58.
Jesús no elige tanto la pobreza cuanto a los pobres “El Espíritu me ha ungido
para anunciar la buena noticia a los pobres” Lc 4,18. afirma que la señal de la
llegada del Reino es que “a los pobres se les anuncia la buena noticia” Mt 11,5.
“Felices los pobres porque vuestro es el Reino de Dios” Lc 6,20.
A Jesús lo descubrimos en los evangelios como UN HOMBRE POBRE Y
COMPROMETIDO CON LOS POBRES.
El Evangelio nos muestra a Jesús como como UN HOMBRE
CONTAGIOSAMENTE LIBRE
Ante su familia Mc 3,21
Ante sus amigos cuando pretenden
desviarlo de su horizonte Mc 8, 31-33
Ante los especialistas de la ley a quienes
descalifica abiertamente en sus
pretensiones de dominación, de poder sobre
el pueblo Mt 23
Ante el poder político llamando zorro –
más que astuto, insignificante – al rey que
busca apresarlo Lc 13,32
Ante los intentos de la gente por
proclamarlo rey Jn 6,15
Ante las normas, las tradiciones, los ritos
cuando van en contra de la persona “No es
el hombre para el sábado, sino el sábado para el
hombre” Mc 2,27
Ante los propios miedos y necesidades
de: seguridad, poder, dinero, prestigio Lc
15,2; Lc 19,7; Mt 4,1-11.
En una palabra, libre frente a todo, Jesús solo se
siente “esclavo” de la voluntad del Padre que no es
sino dejar que la Vida Plena y Abundante fluya, como
alegría, como misericordia entrañable, como justicia y
paz para todos.
A ningún lector atento de los evangelios se le
escapa que lo que más quebraderos de
cabeza le produjo a Jesús fue la religión…
hasta terminar con su vida por la postura
fuertemente crítica frente a una religión que
no se preocupa por el sufrimiento, la
necesidad y en definitiva, la vida de los
seres humanos.
Jesús no está de acuerdo con una religión que vive para sí
misma, pero que nada tiene que ver con Dios. Es la religión
pervertida.
El Dios de Jesús no tiene otro interés que el bien
de las personas: “La Vida Plena y Abundante” Jn
10,10. “Qué está permitido en sábado: hacer el bien
o hacer el mal, salvar una vida o destruirla?” Mc
3,4.
Por esto Jesús fue UN HOMBRE CRÍTICO DE
LA RELIGIÓN.
Toda la vida de Jesús estuvo marcada por el CONFLICTO
CON LA AUTORIDAD, especialmente la religiosa,
sacerdotes, doctores de la ley, fariseos. En medio de esta
confrontación Jesús vive como UN HOMBRE DE PAZ a
pesar de la persecución que lo acompañó a lo largo de su
vida. Jesús sabía por qué la sufría y a dónde podía
conducirlo,
Según el Evangelio, puede decirse que la paz de Jesús
proviene de una doble fuente:
La certeza de que el Padre está con Él “Yo no estoy solo,
porque el Padre está siempre conmigo” Jn 16,32.
La conciencia de estar realizando la voluntad del Padre
“mi aliento es hacer la voluntad del que me ha enviado y
llevar a cabo su obra” Jn 4, 34
Al avanzar y adentrarnos en el interior de Jesús de
Nazareth, nos acercamos al núcleo de su persona. A un
rasgo absolutamente central característico de su
personalidad:La fraternidad sentida como compasión y vivida como
servicio. Para Jesús curar es su forma de servir.
Jesús es el hombre fraternal. Aparece profundamente acogedor, un hombre
que sabía escuchar clamores en profundidad, encarnarse en ellos, liberar.
SABE PENETRAR en el corazón de las personas y tiene la palabra justa para
cada uno.
Hablar de Jesús es hablar de “entrañas conmovidas” que sienten con el otro y
actúan eficazmente a su favor” Lc 15,20-23 – Lc 10, 34-35 – Mc 1,41 – Lc 7,13 –
Mt 20,34.
Jesús veía, se compadecía y actuaba Mc
6,34
El contacto de Jesús con la realidad está caracterizado por la indignación que
conduce a la misericordia “La misericordia no fue lo único que hizo Jesús pero si
es lo que está en su origen, lo que configura toda su vida, su misión y su destino. Esas
ENTRAÑAS CONMOVIDAS son las que configuran todo lo que El es: su saber, su
esperar, su actuar y su celebrar”. La motivación central de la espiritualidad de Jesús
es la Misericordia. Mc 6,34-41.
La compasión – misericordia es el modo de
ser de Dios, lo primero que brota de sus
entrañas. Ser compasivo – misericordioso es
parecerse a Dios; ayudar a los que sufren, es
actuar como El.
A Jesús le duele el
sufrimiento de la gente, lo
hace suyo y lo convierte en
principio interno de su obrar.
Nada lo detiene cuando se
trata de acercarse al que
sufre.
Con toda lógica, el evangelio denunciará con dureza la actitud que bloquea la
compasión: la indiferencia defensa eficaz con la que nos protegemos para
mantenernos en nuestra comodidad, para mantenernos ciegos. La omisión,
la indolencia y la indiferencia ante la suerte del otro son el pecado – Lc 10,
25-37 – Lc 16, 19-31 - Mt 25, 31-46 -.
Pero este hombre compasivo y fraternal, no era un iluso.
Nos pone en guardia frente las trampas de poder el
peligro más grave que acecha a los seres humanos.
Para Jesús la ambición por subir y situarse por encima
de los otros es la causa más determinante de la
violencia y la opresión en el mundo. El problema
fundamental no está en la buena o mala voluntad de
quienes gestionan el poder: El problema está en la
dinámica misma del poder.
Para Jesús no existe otro camino frente al poder que el servicio “No he venido
para ser servido, sino para servir” Mc 10,45.
Y eso es lo que significa “La Parábola en acción” del lavatorio de los pies “Yo
estoy entre vosotros como el que sirve” Lc 22, 24 – 27, Jesús fue “el hombre para
los demás”.
Al servicio se opone la prepotencia.
Existe en la Iglesia, entre nosotros, una
especie de petulancia, de superioridad
sobre los demás: Es la arrogancia. Es
una especie de “existencial eclesiástico”,
jerárquico, curial. Se trata en definitiva de
que la Iglesia “siempre tiene la razón” o por
lo menos “más razón que otros”.
A esto se añade “el solemnismo” aunque sea para predicar la humildad y la
sencillez. Además de la infalibilidad dogmática, piensa poseer el privilegio
de la intocabilidad. Por eso se sorprende en exceso cuando es criticada,
aunque sea con buenas razones y aún con caridad. NOS FALTA TANTO
BUEN HUMOR AL INTERIOR DE LA IGLESIA.
La raíces últimas, tanto del pecado
como de la arrogancia eclesiales,
pienso que están en el poder y más
si este es sagrado. Nos cuesta
trabajo “bajar la cabeza”. Hecho con
sinceridad vale más que mil palabras.
Nos cuesta trabajo escuchar. Decía
W. Churchill algo que siempre me ha
llamado la atención “exige mucho
coraje ponerse en pie y hablar pero más
coraje exige sentarse y escuchar”.
El culto a la
personalidad
“TIENEN OJOS Y
NO VEN, TIENEN
OÍDOS Y NO
OYEN”
La única actitud que deja Jesús es la de sentirse
servidor realmente por convicción. Esta posición de
servicio implica desterrar la prepotencia y al ansia de
poder. Es una tarea laboriosa y difícil de aprender. Que
no se puede demostrar sino con acciones concretas
como fue la práctica de Jesús
“He venido para servir, no para que me sirvan”
Y así llegamos al corazón de la personalidad de
Jesús, a lo que encierra el secreto de su vida: la
experiencia única que vive con Dios al que se
dirige como Abbá – Padre Amado.
Jesús tiene conciencia de vivir una relación única con
Dios Padre y Madre que lo lleva a comprender que lo
que define a Dios:
no es su poder – como entre los paganos,
ni tampoco el juicio - como en Juan el Bautista –
sino su compasión – misericordia gratuita e
incondicional. En Jesús, Dios ha dejado de ser
ambiguo: es únicamente amor.
Jesús es una persona profundamente unificada en
torno a una experiencia central: Dios el Padre –
Madre de todos. Es el quien inspira su mensaje,
unifica su actividad y polariza sus energías: El
mensaje y la actuación de Jesús no se explican sin
esta vivencia radical de Dios. Jesús actuó movido
por su experiencia de un Dios amigo de la vida
plena y de la felicidad de los suyos.
Para Jesús Dios está llegando pero no
como el “Dios de los justos” sino como el
“Dios de los que sufren”. Lo que más le
preocupa a Dios es el sufrimiento de su
pueblo; lo que lo mueve a actuar es su
amor compasivo; el Dios que quiere
reinar es un “Dios que sana” Ex 15,26 –
Mt 4,23 – Mt 9,35 – Mc 1,39 – Luc 6,18 –
Hechos 10,38 -.
Dios es para Jesús el gran defensor de las víctimas, el que lo empuja a
hacerse pobre y acoger a los excluidos. Su Dios es amor al que sufre, juicio
contra toda injusticia que deshumaniza y hace sufrir. Sin embargo, Jesús vive
siempre más conmovido por el amor salvador de Dios que por su juicio. Le
fascina el perdón insondable de Dios, totalmente inmerecido por los seres
humanos.
El Dios de Jesús no se manifiesta como misterio
inefable, sino como un Padre cercano que
dialoga con él para descubrirle su misterio de
hijo: “Eres mi hijo querido. Yo soy tu Padre. Te
quiero entrañablemente. Me siento feliz de que
seas mi Hijo: Jesús responde con una sola
palabra: Abbá – papacito”. Esa palabra lo dice
todo: su confianza total en El y su disponibilidad
incondicional.
Pero Jesús también fue tentado. Experimentó un clima de
prueba y dificultad en el que vivió su fidelidad al Padre. Jesús
vive a lo largo de su vida situaciones de oscuridad, conflicto
y lucha interior pero se mantiene siempre fiel a su Padre
querido.
Todo en Jesús nace de su Padre. Busca su voluntad sin recelos,
cálculos ni estrategias. Su fidelidad al Padre le hace actuar de
manera creativa, innovadora, y audaz.
A Jesús le gusta llamar a Dios “Padre”. Se brota de dentro,
sobre todo cuando quiere subrayar su bondad y compasión.
Cuando Dios es experimentado como misericordia y perdón, nace
una religión fundada en la confianza. Dios no aterra por su
poder y su grandeza, seduce por su bondad y cercanía. Lo
decía Jesús de mil maneras a los enfermos, empobrecidos,
pecadores y excluidos.
Jesús no puede pensar en Dios sin
pensar en su proyecto de
transformar el mundo. No separa
nunca a Dios de su Reino, lo
siente comprometido en humanizar
la vida.
A Dios le interesa el bienestar, la
salud, la convivencia, la paz, la
familia, el disfrute de la vida, la
realización plena de sus hijas e
hijos. Por eso Dios está siempre
del lado de las personas y en
contra del mal, el sufrimiento, la
opresión la muerte.
Los ciegos, sordos, cojos, leprosos,
poseídos pertenecen al mundo de los
sin vida. Jesús les regala algo tan
básico y elemental como es ver, oír,
caminar, curarse, liberarse. Esos
cuerpos curados contienen un
mensaje para todos: Dios quiere ver
a sus hijas e hijos llenos de vida.
Jesús no busca la renovación de Israel por un
reforzamiento de las leyes de la pureza sino
anunciando la cercanía de un Dios Misericordioso,
que ofrece su amor y quiere introducir una dinámica
de compasión - misericordia , de reciprocidad gratuita
Luc 10, 25- 37.
Jesús traduce de manera admirablemente humana el “sed santos” del levítico
19,2 por el “sed misericordiosos” de Lucas 6,36. Es la compasión y no la
santidad lo que hemos de imitar en Dios. No niega Jesús la “santidad” de Dios,
pero lo que cualifica esa santidad no es la separación de lo impuro sino su
amor compasivo - misericordioso.
Jesús introduce con esto una
verdadera revolución. El “código
de santidad” generaba una
sociedad discriminatoria y
excluyente: “el código de
compasión” genera una sociedad
acogedora e incluyente: la
experiencia que Jesús tiene de
Dios no conduce a la separación y
exclusión sino a la acogida, al
abrazo y la hospitalidad.
2. ACERCARNOS A LO QUE ES EL
REINO DE DIOS COMO DON Y TAREA,
COMO CLAVE FUNDAMENTAL PARA
SOÑAR UNA CIUDAD HUMANA
“Cuál de los tres te parece que se hizo prójimo
del hombre que cayó en manos de los
salteadores? El respondió: El que tuvo
misericordia con él Jesús le dijo: VETE Y HAZ
TU LO MISMO” Luc. 10, 36-37
EL ANUNCIO DE UNA BUENA NOTICIA
“Fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando y anunciando la
buena noticia del Reino de Dios… curando toda enfermedad y expulsando los malos
espíritus” Luc 8,1 – Mt 4,23 – Mc 1,34 – Mc 1,39 – Luc 6,18 -.
“El tiempo se ha cumplido y el Reinado de Dios está cerca; convertíos y aceptad la
Buena Noticia” Mc 1, 14-15.
“La ley y los profetas llegan hasta Juan. A partir de ahí comienza a anunciarse la
Buena Noticia del Reino de Dios” Luc 16,16 – Mt 11, 12-13
“El Reino de Dios está dentro de vosotros” Luc 17,21
Sin temor a equivocarnos, podemos
decir que la causa a la que Jesús
dedica su tiempo, sus fuerzas y su vida
entera es lo que el llama “EL REINO DE
DIOS”.
Es sin duda, el núcleo central de su
predicación, su convicción más
profunda, la pasión que anima toda su
actividad.
Todo lo que dice y hace está al servicio
del Reino de Dios. Todo adquiere su
unidad, su verdadero significado y su
fuerza apasionante desde esa realidad.
El Reino de Dios es la clave para
captar el sentido que Jesús da a su vida
y para entender su Proyecto de Vida
Plena y Abundante para todos.
Aunque pueda sorprender a más de
uno, Jesús solo habló del Reino o
Reinado de Dios no de la Iglesia. El
Reino de Dios aparece 120 veces en
Jesús proclama la salvación de Dios curando.
Anuncia su Reino poniendo en marcha un proceso
de sanación tanto individual como social. Su
intención de fondo es clara: curar, aliviar el
sufrimiento, restaurar la vida.
Toda su actuación está encaminada a generar
una sociedad más saludable. Sanar, liberar del
mal, sacar del abatimiento, sanear la religión,
construir una sociedad más amable, constituyen
caminos para acoger y promover el Reino de
Dios. Solo pertenece a Dios la dignidad de los
pobres y la felicidad de los que sufren.
Jesús no enseña una doctrina religiosa, anuncia un acontecimiento., la buena
noticia de la llegada de Dios para liberar y sanar a las gentes de cuanto los
deshumaniza y les hace sufrir. La buena noticia de que Dios se preocupa
de nosotros. Dios viene a derrotar el mal que está en la raíz de todo. El Reino
de Dios se abre camino allí donde:
Los enfermos son curados del sufrimiento,
Los endemoniados se ven liberados de sus cadenas,
Los pobres recuperan su dignidad, su alegría.
Los pecadores son reconciliados.
Y el Reino de Dios es que Nuestro Dios misericordioso y solidario, débil y sin
defensa viene a hacer eso.
Es la buena noticia de que Dios sale de sí mismo para salvar a los pobres y a
los que sufren
Qué es reinar en la Biblia? Es luchar contra
los dominadores, los poderosos, para salvar a
los pobres, a los que sufren como nos lo
enseña el Salmo 72. Eso es lo que justifica la
autoridad. Ahí está claramente el papel del rey.
SU PRÁXIS DEL REINO
Si Dios viene a “reinar”, no es para manifestar su
poderío por encima de todos, sino para
manifestar su bondad y hacerla efectiva. Es
curioso observar como Jesús que habla
constantemente del Reino de Dios, no llama a
Dios “rey” sino “Padre”.
“Su reinado no es para imponerse a nadie por la
fuerza, sino para introducir en la vida su
misericordia y llenar la creación entera de su
compasión” Salmo 86,15
El Reino es la respuesta de Dios al sufrimiento humano: Es en
definitiva
• La derrota del mal,
• La irrupción de la misericordia
de Dios,
• La eliminación del sufrimiento,
• La acogida de todos los
pecadores,
• La instauración de una sociedad
liberada de toda aflicción.
Todavía no es una realidad acabada ni mucho menos. Hay que continuar
poniendo signos de la misericordia de Dios en el mundo. Esa es la misión
que deja Jesús a sus seguidores.
Jesús no solo anuncia la buena nueva,
realiza la praxis del Reino, sino que
denuncia el antirreino. Jesús lucha contra
todo lo que produce muerte, contra todo lo
que deshumaniza:
• La idolatría,
• El poder,
• El prestigio
• El dinero.
Por esto el conflicto con el poder religioso,
político y económico son el hilo conductor
de los Evangelios y lo que explica su
muerte en la cruz. Fue el anti-reino quien
mató a Jesús.
Jesús se comprometió con los últimos, con
los empobrecidos, con los excluidos, los
explotados, con los publicanos, los
mendigos, los leprosos y las prostitutas y
esto puso en su contra al sistema, al anti-
reino, a los dominadores y explotadores.
DENUNCIA DEL ANTI - REINO
Su trágico final no fue una sorpresa. Se había
ido gestando desde que comenzó a anunciar con
pasión el proyecto de Dios que llevaba en su
corazón. Mientras la gente lo acogía casi
siempre con entusiasmo, en diversos sectores
se iba despertando la alarma. Jesús era un
estorbo y una amenaza. Invoca al Dios del
Reino para defender la vida de los últimos.
EL CONTENIDO DE LA UTOPÍA DE JESÚS
Donde convergen las esperanzas
humanas con el plan salvador de Dios.
Es “cielo nuevo y la tierra nueva” con
“el hombre nuevo”.
El Reino es:
1. El Reino es en definitiva, el
Dios con nosotros. Lo más
típico y novedoso del
mensaje de Jesús radica en
que Dios se está haciendo
presente en medio de su
pueblo.
2. El Reino de Dios comienza a realizarse en
la persona y la práctica de Jesús a través de
los signos liberadores, sanadores.
Curación de enfermedades
Acogida y comidas con pecadores, mujeres
prostituidas y publicanos
Liberación de espíritus malignos
Defensa de los más despreciados
Respeto y reivindicación para las mujeres
estigmatizadas.
“Los ciegos ven, los cojos andan, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la
Buena Noticia” Mt 11,5
3. El Reino de Dios es don gratuito para los pobres. “A los
pobres se les anuncia la Buena Noticia” Mt 11,5 – Lc 7,22.
Jesús no habla de la pobreza en abstracto, sino de aquellos pobres con los que
el trata mientras recorre las Aldeas
Familias que sobreviven mal
Gentes que luchan por no perder sus tierras
Niños amenazados por el hambre y la
enfermedad
Mujeres prostituidas y mendigos despreciados
por todos
Enfermos y endemoniados a los que se les
niega el mínimo de dignidad
Leprosos marginados por la sociedad y la
religión
Aldeas enteras que viven bajo la opresión de
las élites urbanas, sufriendo el desprecio y la
humillación
Mujeres y hombres sin posibilidades de un
futuro mejor.
Son prácticas constitutivas
del Reino, a condición de que
vayan a la raíz de las
carencias y generen un cambio
estructural.
Dar de comer a las personas
hambrientas
Dar de beber a los sedientos
Acoger a los extranjeros
Dar techo a las personas sin hogar
Visitar a los enfermos
Solidarizarse con los presos
Mt 25, 31-46
Si Dios se pone de parte de los
pobres, no es porque se lo
merezcan, sino porque lo
necesitan. Están sufriendo
injustamente. Dios defiende a
los que nadie defiende.
“El hace justicia a los oprimidos ,
da pan a los hambrientos, libera a
los condenados… El Señor
protege al inmigrante, sostiene a
la viuda y al huérfano” Salmo
146, 7-9
Misericordia VS. Castigo
Liberación VS. Esclavitud
Amor a los enemigos VS. Odio
Perdón VS. Venganza
4, El Reino de Dios genera una dinámica
contraria a los reinos de este mundo.
El Reino de Dios constituye una apuesta
por la vida digna y plena de los seres
humanos y de la naturaleza de los que la
tienen disminuida, amenazada insegura e
incierta. De los que tienen que soportar el
ser visto como pecadores e incluso como
endemoniados.
El Reino de Dios llega a nosotros como
liberación del sufrimiento, de la indignidad y
de la muerte.
Si lo primero para Jesús es el Reino, entonces lo primero
para el es la vida digna y plena en misericordia, justicia,
dignidad y paz. La realización del Reino es realización de la
vida en plenitud. Lo primero para Jesús es la Vida Plena no la
religión.
La Misericordia
Imagen de un Dios
que es entrañas conmovidas
que no es poder ni juicio
Sino amor gratuito e incondicional
La justicia
a pesar de la ley y la costumbre
a pesar del dinero y la limosna
La libertad
para ser persona disponible
para tomar la cruz, es decir
La realidad en su lado más débil y frágil
LO QUE RESUME MI EXPERIENCIA DE JESÚS Y SU PROYECTO DEL REINO
La Pobreza
para ser libre
y vivir la alegría verdadera
La fe
para andar como persona creyente
y ayudar a construir el Reino
en comunión con Dios.
La persecución
No solo por estar en favor de los empobrecidos
sino por defenderlos de los opresores
y enfrentarse con ellos
por combatir el anti – reino.
Pedro Casaldáliga
La Esperanza sobre todo
Por una esperanza lúcida, crítica, pero
invencible
Por un cielo nuevo y una tierra nueva
Por un corazón nuevo y un hombre nuevo
Por la vida hasta la vida misma
En el seguimiento de Jesús, Reino adentro
La gratuidad
Compartir la mesa para compartir la vida
Bendecir el pan, partirlo y repartirlo entre
todos,
porque todo es gracia
3. VOLVER A LA CAUSA DE JESÚS:
La práctica del Reino
“Tengamos fijos los ojos en Jesús, hombre fiel y
misericordioso, para caminar sin desfallecer hasta
el final” Hebreos 12, 1-3 – Hebreos 2,17
“Vine para que tengan VIDA y la tengan en
abundancia” Jn 10,10
Sin Jesús de Nazaret y su Proyecto
del Reino desaparece lo central del
cristianismo. Si la Iglesia no toma
en serio al Jesús de las
bienaventuranzas de Mateo, no
tendrá ojos limpios ni entrañas de
misericordia, no trabajará en serio por
la justicia y por la paz, no correrá
riesgos, ni aceptará persecuciones a
lo que acompaña el “dichosos
ustedes”.
Y si no toma en serio al Jesús del insobornable
Lucas, la Iglesia no desenmascarará de palabra y
obra el poder, el prestigio, el tener, principios
deshumanizadores, ante los que Jesús amenaza con
un “ay de ustedes”.
Se puede mantener el “Cristo”, el “Señor”, el “Hijo de Dios” como adjetivos,
invocaciones y confesiones de fe. Proliferan cristos devocionales, carismáticos y
espiritualistas. Pero no está tan clara la imagen de Jesús de Nazaret
que irrumpió como hombre fiel y misericordioso – Heb 2,17-
que no se avergüenza de llamarnos hermanos – Heb 2,11 –
y en quien hay que tener los ojos fijos para caminar sin desfallecer hasta el
final – Heb 12, 1-3 -.
Y es que no es lo mismo aceptar al Cristo en quien se puede creer que al
Jesús a quien hay que seguir.
Voy a señalar brevemente algunas líneas de fuerza
que puedan orientar y alentar nuestro esfuerzo por
volver a la causa de Jesús.
REAVIVAR EL ESPÍRITU PROFÉTICO EN EL PUEBLO DE DIOS EN
TORNO AL RELATO DE JESÚS
Trabajar para que las comunidades
cristianas sean espacios
de libertad,
de compasión – misericordia y
de esperanza,
donde se pueda aprender a vivir la
fe cristiana como cambio, como
proceso de conversión a Jesucristo
e identificación con su proyecto del
Reino de Dios.
Es en las comunidades jóvenes donde hemos de iniciar la reacción hacia una fase
nueva de cristianismo, más inspirado y motivado por Jesús, y mejor estructurado para
servir al proyecto del reino de Dios.
Hemos de insistir mucho más en el contacto vital con Jesús y en la interiorización
de su proyecto del Reino: sólo así estamos abriendo camino al espíritu profético.
Hemos de dar pasos hacia el futuro sabiendo que lo decisivo en la comunidad
no son los sabios, sino los testigos,
no es la estructura sino el estilo de vida,
no es el número sino la calidad de las personas.
Volver con sencillez a la novedad primera del Evangelio sabiendo que lo
nuevo no es necesariamente distinto, pero es siempre algo más profundo, más
coherente, más evangélico y más fecundo.
Hemos de aprender a vivir cambiando. Hemos de despedir lo que ya no abre caminos
al Reino de Dios, y estar más atentos a lo germinal, a lo que está tratando de brotar hoy.
Dar la palabra
no sólo a los presbíteros sino a los laicos
no solo a los adultos sino a los jóvenes,
no sólo a los varones sino a las mujeres,
no sólo a los que hablan en nombre de la institución sino a quienes nos recuerdan el
Espíritu de Jesús.
RECUPERAR LA CENTRALIDAD DEL REINO DE DIOS
Lo primero es no identificar el Reino de Dios con la Iglesia. La Iglesia no es
lo central y absoluto. Lo primero es el Reino de Dios.
Pablo VI lo recordó de manera rotunda: “Solo el Reino es absoluto. Todo lo
demás es relativo”. Más tarde, Juan Pablo II precisó la naturaleza de la
Iglesia en estos términos: “La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues
está orientada al Reino de Dios del cual es germen, signo e
instrumento”. Queremos una Iglesia más evangélica, misericordiosa y fiel.
No hemos de permitir que los
signos sacramentales que se
celebran en el culto cristiano
sustituyan a los signos liberadores
del reino que Jesús practicaba en
su vida y que se desvivió por
ofrecer a todos:
Signos:
de compasión - misericordia,
de liberación y justicia,
de fraternidad, acompañamiento
de acogida y escucha,
de denuncia.
de curación al servicio de una
vida más humana y digna.
de gratuidad,
de disponibilidad y solidaridad
de apertura y cambio
de esperanza
La iniciación a los sacramentos y a
la doctrina religiosa no ha de suplantar
a la iniciación al seguimiento de
Jesús y a su práctica del Reino.
En este clima será posible cultivar de manera paciente en la Iglesia un ESTILO
DE VIDA al servicio del reino de Dios, diferente del estilo de vida de un
practicante religioso. Habremos de privilegiar actitudes muy propias de Jesús:
fe en el Reino de Dios,
confianza filial en Dios Padre - Madre
compasión activa y solidaria,
indignación profética,
actividad liberadora,
acogida incondicional a todos,
austeridad de vida,
libertad de espíritu,
coraje para cargar con la cruz,
esperanza en el Reino definitivo de Dios.
Compromiso con los empobrecidos, excluidos .
No serán muchos los que vivan así, pero son ellos quienes podrán ayudarnos a
dirigir nuestros pasos hacia comunidades capaces de ofrecer un modelo de
vida alternativo y un comienzo nuevo del movimiento de Jesús.
El cambio decisivo es ir pasando en la Iglesia de comunidades
primordialmente religiosas, centradas en la celebración y la catequesis
como adoctrinamiento, hacia comunidades proféticas más centradas en el
Reino de Dios y en la acción evangelizadora. En orden de la formación de
discípul@s misioner@s” compasivos, misericordiosos, con un gran
corazón de carne inspirados en el seguimiento de Jesús y de su Proyecto
del Reino.
Es tiempo del Buen Samaritano, de no pasar de largo; de ver, conmoverse y
actuar. Es la misericordia entrañable, de acogida y mansedumbre, de serenidad
en palabras y gestos. Así también se predica la verdad que es sencilla y
silenciosa, sin fanatismos ni prepotencias.
PRIORIZAR A LOS QUE SUFREN
De la Iglesia se espera hoy:
Una mirada samaritana
Que tenga “entrañas conmovidas
Que esté con los que sufren
Una palabra que redima y dignifique.
No palabras de condena que hundan
más en el barro, sino palabras de
misericordia y perdón
Un educar el corazón para que la
compasión – misericordia sea nuestro
programa de vida para que no seamos
indiferentes frente al sufrimiento de los
otros.
Hemos de despertar la palabra del pueblo de Dios enmudecida durante
siglos. Romper silencios. Que los jóvenes aprendan a pronunciar en voz alta
palabras buenas, constructivas, curadoras, liberadoras, consoladoras: palabras
que no provienen siempre de lo establecido por la tradición o la institución, sino
del Espíritu de Jesús y de un amor sincero a su Iglesia. Pasar de una religión
de autoridad a una religión de llamada.
Hemos de liberarnos de tantos
miedos que nos paralizan para
promover la conversión a Jesucristo.
Tal vez, nuestro mayor pecado
contra Jesús es cultivar el miedo
en su Iglesia. El miedo nos paraliza,
ahoga la alegría y la creatividad, nos
hace vivir bajo el recelo y la
sospecha, hace desaparecer la
fraternidad y la comunión.
Donde comienza el miedo, termina la
fe. Necesitamos hacer crecer la
confianza y la audacia, el respeto
mutuo y la comunicación, la búsqueda
sincera de verdad evangélica.
Necesitamos respirar cuanto antes un
clima más amable en la Iglesia de
Jesús.
LIBERARNOS DE MIEDOS
Por último, hemos de reavivar entre nosotros la esperanza, no con palabras
de ánimo y exhortaciones piadosas, sino construyendo nuevas bases desde las
que sea posible vivir más allá de la experiencia global de crisis.
La esperanza no se construye con
reacciones fanáticas o acciones
desesperadas, sino con actitudes
humildes y gestos constructivos
que nacen del contacto vital con
Jesús.
Necesitamos vivir la experiencia de
ser reengendrados por el Evangelio
a una manera nueva de seguir a
Jesús.
PRIORIZAR A LOS QUE SUFREN
“A quien, sino, se podría confiar esa
provocación fundamental del mensaje de
Jesús y lo que hay de exagerado en Él?
A quien había de podérsele confiar la idea
revolucionaria de vivir para los otros, antes
de obtener algo de ellos?
A quien se le podría ofrecer la “otra forma
de vivir” que con ella se brinda?
A quién sino precisamente a los
jóvenes?”
“Haz del canto de los jóvenes
El ritmo de tu marchar.
Sacude el largo letargo
deja nostalgias atrás.
Quien camina en la esperanza
vive su maraña ya”.
Pedro Casaldáliga