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24 PRIMER PLANO DOMINGO, 1 DE MAYO DE 2011abc.es/sociedad
ABC
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O yes hablar deél y lodes-armante — y así pare-cía serlo para sus ad-
versos— es que era «unhombre muy normal»,demasiado normal,
como dice Przem yslaw Hauser, un«tipo entero,de una pieza,pero lleno
defacetas», recalcaquienhaproduci-do para el cine su vida. Hasta su dig-no deterioro y muerte: «Me enseñómás verlo morir que todo su pontifi-cado»,dice la jo venClaudia Popinski.
El Papa camino de la santidad eraunapersona llena dehistorias, debili-dades y pasiones humanas que nunca
ocultó, ni de las que tampoco presu-mió: su habilidad f utbolística o tea-tral, su relacióncon las chicas o su pre-dilección por los judíos, su pasado re-
sistente y prisión a manos nazis, supersecuciónenelcomunismo ysutra-
bajoen lamina, su sensibilidad sindi-cal y despreocupado coraje, su aficiónmontañera, su debilidadpor los paste-les o sus dotes lingüísticas y musica-les, enumera PawelPitera,eldirectordelfilme de su vida, «Testimonio». Locierto es que todo ello sumado com-pendia todo menos unapersonanor-mal, pero sí habla de alguien huma-
no.Sidealgo se sorprende aún su vie- jo secretario, Stanislaw Dziwisz, era
«de su bondad natural» y agrega enprueba que «me soportó 38 años…».
El pequeño Karol nació, en la pe-
queñacasa juntoalaiglesia,dos añosdespués dela independencia dePolo-nia y tres meses antes del «milagrodel Vístula», la victoria polaca sobrelos so viets. Su vecina entonces, que
aún sobre vi ve e n l a m ismacasa colorgris, era la señora Sziukowska.Cuan-doparte a l a uni versidadde Craco via,Hitler acabade anexionarse la región
SudetedeChecoslo vaquia ysu «mun-do de antes» acabó al año siguientecon la in vasión de Polonia y el co-mienzo d e l a guerra.Yademuchachoparecía ser el «buen grandullón» de
la clase, recuerda Eugeniusz Mróz,tan dispuesto como el que más a serun trasto como a proteger al últimode la clase o «jugar con los que per-dían». Era el vecino «al que sí lecom-
prarías un coche usado». Era tan le-galque Mróz, que se sentabaenelpu-
pitre d e d etrás, asegura a sus 91 añosque, aunque «era e l primero en termi-nar los trabajos declase,nolos entre-gaba hasta que lo hacía el último,
para n o d esmoralizarnos».
El reloj de sol
Juntoalaiglesi adelaOf rendade Ma-
ría permanece en pie la casa en quenació Karol Wojtyla, en dos peque-ñas habitaciones que mirabanal cos-
tadodel templo, donde el reloj de sol.El museo de su vida alberga algunosde sus pequeños objetos más perso-nales, explica la hermana Magdale-na: en una austera habitación, unacuna campesina de roble, unamesitadeparedcon un cirio, cincograbados
y fotos familiares of recen el modestoescenario vital. Pero están sus esquís
y ropadeporti vademontañerodelos
años 50, su viejoescapulario recibidode los carmelitas del monasterio deNa Górce, la foto de cuando cantómisa, el rosario que empleaba cuan-do rezaba Urbi et Orbien Radio Vati-cano, asícomoelqueleentregó Lucía
de Fátima en el año 2000, su últimoatuendo de cardenal, del f uneral delantecesor y cóncla ve que lo eligió.
Sin embargo, aclara esta monjaque lle va décadas entregada a consa-
grar la memoria de su paisano, todoesto no se podrá ver hasta que no sereinaugure la casa m useo. Pues estono sería Polonia si hubiera estado
perfectamente pre visto el fin de lasobras, y las d e l a propia Plaza Ma yor,
para fecha tan significada.Encambioestá todalaplaza le van-
tada y la casa museo en obra ma yor.
Wojtyla «hizo de todo Wadowice supropia familia», al perder la suya jo-
ven, explica la hermana Strzelecka,«por eso leafectaba vol ver a pisar es-
tas calles, tenía una necesidad vital
de sentirseencasa».En Polonia, perosobre todo en Wadowice, se descu-bríaalhombre tras la púrpura:el veci-no, elcon versador, e l bromista,el in-
teresado en cómo les había ido a susantiguos compañeros y vecinos.
Aquí aprendióa dar patadas «alba-
lón, a rezar, a esquiar, a escribir y ha-cer teatro». «No había campo de f út-bol y jugábamos en la ribera delSkawa», cuenta su compañero en el
instituto Kaszimierz Sawicki: sufama de ecuánime hacía confiarletanto las disputas como la tesoreríacomúnenlas pequeñas ventasytrapi-cheos que hacían: «siempre podías
confiar en él». Otros sitios que lo re-cuerdanes el monasterio y vía cruciscampestre deKalwaria Zebrzydows-ka, lugar de peregrinaje donde el jo-
ven Karol dice haberse encomenda-
doalaVirgen almorir su madre. Tam-bién la congregación de nazarenasque se ocupaban del hospicio y del
parvulario a donde f ue de niño. Y elInstituto Marcin Wadowita, dondese graduó como bachiller en 1938, elmonasteriodelos Carmelitas y natu-
ralmente la basílica de la Of renda deMaría, esquina con esquina con lacasa nataldelluegoPapa.Ensu costa-do, el viejo reloj solar marca ahora
siempre la hora en que falleció, hace
ya seis años.Pero en un caso probablemente
único, ésta será la casa de un santoque rendirá asimismohomenaje a los
judíos: «Este Papa encarnócomonin-
RAMIRO VILLAPADIERNA
ENVIADO ESPECIAL
A WADOWICE (POLONIA)
Un hombrede este pueblo
Beatificación de JuanPablo II
S u casa nata l se hacon vertido en unm useo
Paseo por las calles de una infancia enWadowice que nunca pudo olvidar
Enel colegio«Era el primero en
terminar los trabajos declase, pero no los entregabahasta que lo hacía elúltimo», recuerda Mróz
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«Voté a Wojtyla porque eraun hombre muy cualificado»
guno la amistadentre cristianos yhebreos», diceRon Balamuth, nie-
todelos caseros delos Wojtyla.En
Craco via, Adam Boniecki hace ba-lance del tiempo pasado y «cómoeste Papa cambióa Polonia».El di-
rector del semanario cultural
T ygodniz Powszechn y tambiéncre yó que «los polacos eran más
juanpablistas que cristianos y
todo acabaría con su muerte...pero este papado dejó un vínculo
prof undo con Europa». Los pola-cos se han sentido más europeosque nunca y Roma se con virtió en
un destino de viaje común.
ENTREVISTA
Julián HerranzEx Pte. del Consejo de Textos Legislativos
JUAN VICENTE BOO
CORRESPONSAL EN EL VATICANO
El cardenal Julián Herranz(Baena,1930), que ha servidoen el Vaticano a cinco Papasdesde 1960, f ue el principal
colaborador jurídico de Juan PabloIIdurante los últimos once años de suPontificado. Elex presidentedelPon-
tificioConsejo deTextos Legislati vos—una especiede tribunalconstitucio-
nal, que realiza la interpretación au-téntica de las normas de la Iglesia—eraenlos años cincuenta un brillantediscípulo del doctor Jiménez Díaz yestabadestinadoa una espléndida ca-
rrera en Psiquiatría, pero «hubo ungolpe de timón»hacia el Derecho Ca-nónico y una vocación sacerdotal.
Montañero y poeta, ha mantenidosiempre un gran interés por lalitera-tura y el periodismo. Cinco Papas—de Juan XXIII a Benedicto XVI— lehanapreciadopor s u talento jurídico,
su lealtad y su optimismo.—Eminencia, usted saludó al carde-nal Wojt yla justo cuando iba a en-trar en el Cónclave de octubre de1978. ¿Cómo lo encontró?—Estaba muy sereno, como siempre le
he visto.Noquierodecir impasible, por-que era un hombre de gran corazón,sino sencillamente que estaba muy
tranquilo. Probablemente por esa
unión a Dios quelehacíaestar siempredispuesto a aceptar s u voluntad.
—¿Pensaba estar hablandocon elfu-turo Papa?—En cierto modo sí. Vo y a decirle
algo que no viola el secreto deningúnCóncla ve.Antes deentrar en la Capi-lla Sixtina un cardenal italiano muyamigo me preguntó a quien elegiría
yo entre los no italianos. Ledije inme-
diatamenteWojtyla,porquemepare-cía extraordinariamente cualificado.Cuando después se anunció el nom-bredelnue voPapa,elcorazónmedio
un vuelco. Era un acontecimientoque marcaba una nue va eradelaIgle-sia y del mundo.—¿Por qué?—Por tres razones. Ante todo, porque
era e l primer Papanoitaliano despuésde cuatro siglos. Después, porque ibaa ser pastor de la Iglesia uni versal unobispo del otro lado del Telón deAce-
ro. Y en tercer lugar porque sabía que
aunabala personalidaddelcontempla-
ti vo con la del misionero. Un hombrede prof unda vida interior, y unapóstolitinerante que predicó a Cristo en losareópagos de todoelmundo:no sóloelde Atenas, que f ue una primicia, sino
el de las Naciones Unidas, el Consejode Europa y los estadios y plazas decinco continentes.—¿Cuándo le había conocido?—Le saludé por primera vez en 1965
durante el Concilio. Pero empecéa co-nocerle mejor en octubre d e 1 971,
cuando asistió a una conferencia quehabíamos organizado algunos sacer-dotes del Opus Dei en el CRIS, el Cen-
troRomanodeEncuentros Sacerdota-les. Nos dimos cuenta al tratarlo de
que tenía unainteligencialúcida, rápi-da, extraordinaria, y en1974 l e i n vita-mos a dar una conferencia.Fue magní-fica. El jo vencardenal deCraco via de-mostró un prof undo conocimiento de
Occidente, asombroso en alguien que vi vía tras el Telón deAcero.—He oídodecirque JuanPablo IIte-nía un burrito reliquia de dossantos…
—El 2 de febrero de 1984, pocos díasdespués dehabermenombrado secre-
tariodelPontificio Consejo deTextosLegislati vos, f ui a d espachar conélal-
gunos asuntos de gobierno. Al termi-nar saquédelacartera un burrito pe-queño de hierro con una albarda decolor rojo y verde, que yo había teni-doenm i m esa de trabajo desde1962.
Me lo había dado monseñor Josema-ría Escri vá al comenzar las sesionesdel Concilio y lo había tenido tam-bién en sus manos Juan XXIII, cuan-dopasó visitandolos despachos dela
Curia. Al entregárse l o a Juan PabloIIle dije que lo consideraba una reli-quia, porque estaba seguro d e que los
dos serían canonizados…—¿Y se lo regaló?—Sí, explicándole —ante su gran sor-presa por la «no vedad»— la «teologíadelborriquito»,que yohabíaescucha-doaSanJ osemaría: elborrico que se-
gún la tradición iconográfica dio ca-lor al Niño Dios enelportal de Belén,que sirvió a la Sagrada Familia en lahuida a Egipto, que Cristo quiso utili-
zar en su entrada triunfal en Jerusa-
lén, un animal humilde y trabajador,siempre dispuesto a servir…En esemomento el secretari odeJuan PabloII a visó que un embajador lle vaba
tiempo esperando, pero el Papa medijo que siguiera «con la teología del
borriquito».—Durante11 años ustedfue elprinci-palcolaboradorjurídicode JuanPa-bloII. ¿Leabrumabaesa responsabi-lidad?—A veces sí,pero siempre meabando-néenlaa yudadeDios y en una indica-ción que me dio el Papa en 1994, al
nombrarme en el cargo: «Quiero quetrabaje con elespíritu de Escri vá». Séque me lo dijo — y así lo comenté conél— porque San Josemaría había sido
unhombre prof undamente carismáti-cocomo f undador y, a l a vez, un hom-bredederecho: sabía muy bien que enla Iglesia ha de armonizarse siempreelcarismacon lanorma jurídica.
—¿Cómo definiríaa Juan Pablo II entres palabras?—Basta una sola: «enamorado». DeCristo, y de la humanidad que Cristoha redimido.
Su elección comoPapa«Estaba muy tranquilo.Probablemente por esa
unión a Dios que le hacíaestar siempre dispuesto aaceptar su voluntad»
«Nos dimos cuenta altratarlo de que tenía unainteligencia lúcida yrápida»
R. SERRANOEl cardenal Herranz, en unade susúltimas visitas a Córdoba
Beatificación de JuanPablo II
Una estatua en laUna estatua en la
plaza principaldeplaza principalde
Wadowice recuerda a Wadowice recuerdaasu vecinomás ilustresu vecinomás ilustre
B El cardenal español participó en el cónclave queeligió al primer Papa procedente «del otro ladodel Telón de Acero». Desde entonces se convirtióen su princial colaborador jurídico