Download - Pentecostes 2014
Pentecostés, que
significa 50 días, era una
fiesta de los judíos.
Habían pasado 7
semanas, número
religioso de plenitud,
desde la Pascua y
celebraban el comienzo
de la recolección de
frutos del campo. Luego
celebrarían también otra
recolección, la de leyes
divinas, en el Sinaí 50
días después de salir de
Egipto.
Fue el momento que
Dios escogió para
derramar su Espíritu
sobre los apóstoles,
recogiendo las
primicias de la fe y
señalando un
camino y una
actitud de amor
para recoger frutos
espirituales por
todo el mundo.
Dios nos propone su amor ante los acontecimientos
humanos.
De hecho Jesús ya les había dado a los apóstoles el
Espíritu Santo el día de la Resurrección. Ahora lo van a
recibir de una manera más plena porque están mejor
preparados. Dice así el evangelio de este día: Jn 20,19-23.
Al anochecer de aquel día, el día primero de
la semana, estaban los discípulos en su
casa, con las puertas cerradas por miedo a
los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo: “Paz a vosotros.” Y,
diciendo esto, les enseñó las manos y el
costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a
vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo.” Y, dicho esto, exhaló
su aliento sobre ellos y les dijo: “Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes
se los retengáis, les quedan retenidos.”
En la Biblia se nos presentan muchas veces las realidades
por medio de símbolos o figuras. Ahora, que les da el
Espíritu Santo, lo expresa por “exhalar su aliento sobre
ellos”. El aliento es algo muy propio e íntimo de la
persona. Nos enseña Jesús que el Espíritu Santo es como
si fuese él mismo, porque es Dios mismo, como el Padre y
el Hijo.
Ese aliento nos recuerda el principio de la
creación, cuando Dios exhaló su aliento sobre la
tierra. O cuando creó al primer hombre, que
“sopló” dando el aliento de vida.
De esta manera les da, como regalo de la Pascua, su
misma intimidad, su fuerza y su amor. Los apóstoles
necesitaban este anhelo de vida, pues estaban muy
apagados.
Jesús les da a los
apóstoles lo más
grande e íntimo
que tiene: el
aliento divino, que
es su intimidad,
su propia vida, su
amor.
En ese momento en que los discípulos están
como apagados, reciben el aliento de vida. Pero
es al mismo tiempo el aliento del Padre que nos
ama.
Si nosotros hemos vivido con Cristo resucitado en este
tiempo pascual, seguro que Jesús nos dará este gran
regalo, que es la vida íntima con el Espíritu Santo, que es
la expresión viva del Amor de Dios.
Podemos en
este día,
como los
apóstoles,
ser llenos de
nueva vida,
por medio
de este Don
de los
dones.
Don
de los
dones,
Automático
Llena,
Espíritu Santo,
Cumplien-
do su
promesa
Cristo te
envía,
Llena,
Espíritu Santo,
Hacer CLICK
Esto quiere decir que no
se le puede mostrar con
figuras materiales. Le
representamos por
símbolos, que nos dan
idea de alguna cualidad.
Lo más ordinario es
representarlo por una
paloma, como lo vio san
Juan Bautista en el
bautismo de Jesús.
El Espíritu Santo es la
tercera persona de la
Santísima Trinidad.
Es como el AMOR
personificado. Es
la persona divina
que realiza la
unión infinita
entre el Padre y el
Hijo.
El Espíritu Santo es el mayor don que les podía
dar Jesús. Es el don que da valor a todos los
dones.
No es una fuerza, sino es Dios vivo que
nos penetra, que está allí dentro como
amigo, como consejero, animador. Viene a
dirigir nuestros pasos.
El evangelista san Lucas en el 2º libro que escribió sobre
“los hechos de los apóstoles” nos cuenta las maravillas
que sucedieron aquel día, que es como el comienzo
oficial de la Iglesia.
Hechos
de los
apóstoles
2,1-11
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo
lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó
en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas,
como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno.
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas
extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.
Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las
naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron
desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos
esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los
oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos,
medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia,
en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona
de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma,
otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada
uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia
lengua."
La gran maravilla del
Espíritu Santo se presenta
en forma de símbolos.
Primero es el VIENTO, un
viento recio, símbolo de la
fuerza de Dios que se
comunica al hombre
debilitado. El signo del
viento nos habla de
espiritualidad: Es algo que
no se ve, pero está ahí y
arrastra.
Hoy pedimos para nosotros que no sea sólo brisa sino
también huracán para que seamos guiados por la fuerza
del Espíritu.
Este signo del
viento es
ahora en
grandes
proporciones
como el soplo
que Jesús
había
producido
sobre los
apóstoles en
el cenáculo.
Los apóstoles con la fuerza de ese viento
interior abrieron las puertas para comenzar
a predicar, con valentía, el verdadero valor
del Espíritu.
“Vieron aparecer unas
lenguas.como llamaradas,
que se repartían, posándose
encima de cada uno”.
Era como un reflejo
del fuego que ardía
en sus corazones.
La luz del Espíritu es
para iluminar las
mentes, para poder
comprender mejor los
mensajes de Jesús.
El calor o la energía la da el Espíritu para
poder predicar el Evangelio por todo el
mundo.
No bastaba con las
palabras de Jesús
para comprender y
palpar el amor. Era
necesario cambiar el
corazón. El Espíritu
realiza como un
bautismo de fuego. Y
capacita a la persona
humana a amar a la
manera de Dios.
Automático
es amor, sabiduría y fortaleza;
nos da la
fuerza y la vida.
Ven,
Espíritu,
ven.
Ilumina las sombras
de nuestra oscuridad.
Ven,
Espíritu,
ven.
Fortalece
los pasos
de nuestro
caminar.
Ven,
Espíritu,
ven.
Hacer CLICK
“Se llenaron
todos de
Espíritu Santo y
empezaron a
hablar en
lenguas
extranjeras,
cada uno en la
lengua que el
Espíritu le
sugería”.
El Espíritu, que es Amor, tiene que ver con:
relación, encuentro, unidad, comunión.
Estaban todos los discípulos juntos.
En Babel fue la dispersión,
porque cada uno quería hacer lo
suyo. Comenzó el odio y las
discordias.
Pentecostés es el triunfo del
amor. El amor de los
discípulos era insuficiente en
intensidad y en extensión.
Necesitaban la fuerza del
Espíritu para darles
consistencia y unión.
La Virgen María era el lazo externo de comunión.
Pero la unión de
corazones lo
realizaría el
Espíritu Santo,
que es Dios
mismo presente
en los corazones.
Queda mucho por hacer. A veces nosotros
ponemos impedimentos al Espíritu porque
queremos hablar nuestra propia lengua, que es
nuestra opinión. Hablamos quizá mucho de
leyes y normas y no hablamos la lengua común,
la del Espíritu, que es la lengua del amor.
Hoy
también
quiere
Jesús
derramar
su Espíritu
sobre
nosotros.
Y lo derrama
en el
bautismo, en
la
confirmación
Y lo derrama
especialmente
en la
Eucaristía.
El Espíritu Santo, que es el
Amor en Dios, es quien
nos llena de esperanza, es
el que guía nuestros
pasos, es quien impulsa el
corazón. Él es quien da
sentido al corazón, quien
conforta y da la luz. El
Espíritu Santo, que es el
huésped del alma, nos
enseñe a vivir esperando
todo don y gracia.
Automático
¿Quién me da
la vida si no
eres Tú,
Espíritu de
Dios? ¿quién
me llena de
esperanza?
¿quién guía mis
pasos? ¿quién
alivia en el
cansancio?
¿quién impulsa el
corazón si no eres
Tú?.
Eres la brisa suave y la fuerza
del mar,
quién dentro
de mí mismo
me hace
clamar, me
hace gritar.
Espíritu de
Dios,
consuelo y
amor,
susurro y
fortaleza,
luz y
certeza,
recuérdame el
amor de mi
Creador a su
criatura
pequeña.
Autor de
todo
bien,
bondad y
calma,
huésped
del alma,
enséñame a
vivir
esperando de
ti todo don y
toda gracia.
¿Quién me
da la vida
si no eres
Tú, Espíritu
de Dios?
Eres
creador de
ilusiones,
¿quién conforta y
da luz?¿quién da
sentido a la cruz?
¿quién sana el
corazón si no eres
Tú?
Eres la
promesa
esperada,
haces
vida la
Palabra,
Espíritu de Dios,
consuelo y amor,
recuérdame el
amor de mi
creador a su
criatura
pequeña.
Autor de todo
bien, bondad y
calma, huésped
de mi alma,
enséñame a
vivir
esperando de
ti
Que como
María
recibamos
con
plenitud al
Espíritu
Santo.
AMÉN