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Doctrina del Día: La responsabilidad preventiva en el nuevo Código Civil y Comercial.Autor: Natali PerdíaPUBLICADO EL 23 SEPTIEMBRE, 2015 POR THOMSON REUTERS
Publicado en: RCyS2015IX, 26
Cita Online: AR/DOC/1968/2015
Sumario: I. Introducción.— II. Noción histórica de la responsabilidad. El daño como eje central.— III. Laresponsabilidad preventiva y el principio de solidaridad.— IV. La constitucionalización del derecho civil y enespecial del derecho de daños.— V. La prevención general y la prevención específica. Sus consecuencias enel ámbito económico.— VI. Surgimiento del fin preventivo en la legislación civil y comercial.— VII. Conclusión.
Abstract: “La responsabilidad civil es un instituto cuya importancia no puede estimarse en valores concretos. Laprevención es el futuro de la responsabilidad civil. Pero es, a la vez, un arma de doble filo, que podría llevarnos a la
judicialización de cuestiones de toda índole ocasionando no sólo un gasto jurisdiccional de envergadura sino también
una sumatoria de obstáculos para la instalación y desarrollo industrial. Si bien al día de hoy el planteo es idealista, y
es comprensible que la sanción en la práctica se torna recomendable, a largo plazo será la prevención de carácter
general, y en especial la educación, la que tendrá un resultado más sostenible”.
1. Introducción
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El presente trabajo tiene por fin analizar brevemente la incorporación de un régimen de responsabilidad preventiva en
el nuevo Código Civil y Comercial. Comenzaremos diciendo que es opinión generalizada en nuestra doctrina (1) el
profundo impacto que tiene la responsabilidad civil en la vida diaria del hombre, y el eterno problema cuya respuesta
nunca puede complacer a todos: cómo remediar los daños causados.
Ante este estado de insatisfacción generalizado en cuanto al sistema establecido de responsabilidad civil, la
responsabilidad preventiva ingresa para ocupar un rol fundamental: evitar que los daños ocurran, o, al menos,
intentarlo. Más clara puede verse su importancia el tipo de daño que se genere no tenga forma de remediarse,
cuando ocasiona un perjuicio irreparable para las o las víctimas; es en ese momento que la responsabilidad
preventiva viene a hacerse cargo de una función social de relevante importancia.
1. Noción histórica de la responsabilidad. El daño como eje central
Desde que comenzamos nuestra formación jurídica en las distintas universidades, hemos aprendido que sin daño no
hay responsabilidad. Es mentado ya en la doctrina que el daño, si bien es lo último en el orden cronológico, se
convierte en lo primero a la hora de analizar el orden lógico de la responsabilidad y, consecuentemente, de la
reparación. Como bien explica el Dr. Guersi (2), la elección del sistema de responsabilidad originario de nuestro
Código Civil no fue aleatoria sino que respondió al modelo económico capitalista y a las influencias principalmente
europeo continentales que reinaban en la época. Es de este modo que la finalidad principal que se asignaba a la
responsabilidad civil era reparadora pero con una intencionalidad concreta: en el ámbito contractual, proteger a los
contratantes que obran en condiciones de igualdad, como consecuencia del quebrantamiento de una ley particular; y
en el ámbito extracontractual, proteger el derecho de propiedad y la capacidad laborativa generadora de riquezas que
tienen los individuos. (3)
La indemnización opera entonces en función de la protección del sistema político económico impuesto. No se protege
al hombre como hombre sino como generador o proveedor de factores de producción. Es en esta idea que también se
ponen en evidencia los límites del sistema de responsabilidad subjetiva; si bien se vuelve necesario proteger la
generación de los factores de producción, no se puede extender a límites tales en que la seguridad jurídica del
colectivo se vea obstaculizada.
El problema es que la responsabilidad civil, al estar tan vinculada al hombre, es excesivamente dinámica (4), y no fue
sencillo mantenerla dentro de los límites de la responsabilidad subjetiva. Ante un sistema estructurado, definido y
organizado surge como un torbellino la realidad social, frente a lo cual los jueces, en un primer término, y los
legisladores, luego, se vieron obligados a elaborar una respuesta. Se empiezan a desarrollar fenómenos de culpa por
el obrar dañoso de las cosas, por el obrar dañoso de los animales, incluso de otros sujetos (supuestos de culpa por
un obrar humano ajeno). Es frente a esto que la jurisprudencia se ve obligada a considerar supuestos de atribución de
responsabilidad objetivos. Claro que hasta la reforma del Código Civil del año 1968, la aplicación de fuentes objetivas
de imputación de responsabilidad fue la excepción.
Con la reforma del año 1968, los principios rígidos de aplicación de la culpa por el obrar personal se relativizaron. La
incorporación del sistema de responsabilidad objetiva previsto en el art. 1113 dio al fin una respuesta concreta a las
numerosas situaciones que se venían dando en la realidad social. Si bien este sistema opera en todos los ámbitos, no
podemos olvidar que es en el de la empresa donde impacta de manera más que significativa. (5)
Es importante destacar también, haciendo alusión a los diferentes paradigmas en el estudio de la responsabilidad
civil, que opera un cambio de foco en cuanto a los elementos que revisten una mayor importancia a la hora del
análisis. Originariamente, el elemento clave para el estudio de la responsabilidad era el obrar humano, su conducta
antijurídica que causaba el daño, mientras que con la ampliación del Código, el foco se traslada al daño mismo y a la
víctima, en muchos casos la responsabilidad civil incluso ha pasado a llamarse “derechos de daños”.
Hoy nos encontramos atravesando hacia una nueva etapa, a nivel internacional más avanzada y en progreso dentro
de nuestro país, donde vemos la posibilidad de que haya responsabilidad sin daño. Nos movemos hacia una faz
preventiva de la responsabilidad; sin bien no podemos hablar de un nuevo paradigma reinante, sí puede decirse que
al menos ha puesto al sistema asentado en crisis. (6)
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III. La responsabilidad preventiva y el principio de solidaridad
Para poder establecer vínculo entre responsabilidad preventiva y el principio de solidaridad tenemos que empezar por
definir qué se entiende por este principio.
Por un lado tenemos que resaltar, en primer lugar, que el hombre es un ser social, que logra su desarrollo en
sociedad; desde Platón y Aristóteles hasta la actualidad, esta idea de que sólo se es hombre entre los hombres no ha
dejado de profundizarse. Desde los orígenes de la historia el individuo buscó asociarse para sobrevivir; el principio de
solidaridad tiene una íntima vinculación con este carácter inescindible de la naturaleza humana.
“…De aquí puede concluirse que el Estado es un hecho natural, que el hombre es un ser sociable, y que aquel que
permanece salvaje por organización y no por acaso es o un ser superior a la especie humana, o un monstruo al que
puede dirigirse el reproche de Homero: ‘Huid del hombre que sin leyes vive, sin familia, ni hogar, ni afecciones…’. El
individuo así degradado es indomable como los pájaros salvajes y puede decirse que está en guerra con su propia
naturaleza”. (7)
Ya decía Ortega y Gasset que vivir es encontrarse con el mundo, “hallarse frente al mundo, con el mundo y dentro del
mundo” (8) ; según este brillante pensador español el mundo forma parte de nuestra vida como el yo, el individuo vive
en sí mismo y en el contexto que lo circunda, y que, aun si quiere o no, no puede desprenderse de él. Esta idea si
bien desde una perspectiva diferente remarca la idea de un hombre que sólo es lo que es en sociedad.
Actualmente el desarrollo tecnológico no ha hecho más que ampliar la idea de ser social; ya no somos seres sociales
de nuestra propia comunidad sino que somos seres sociales del mundo. El éxito de las redes sociales y su constante
expansión nace también en parte de esta necesidad de ser hombre entre los hombres.
Por el otro lado, debemos definir la solidaridad. Esta virtud, entendida según la doctrina social de la Iglesia, no sólo es
un sentimiento superficial por los males de otros individuos, sino que también es la determinación incólume de actuar
conforme al bien común, en función del bienestar del grupo; en síntesis, implica sentirse verdaderamente
responsables por los otros que nos rodean.
No podemos dejar de mencionar vinculado a este aspecto la encíclica de Juan Pablo II “Solicitudo Rei Sociales”(9),
donde acentuándose la preocupación social de la iglesia se manifiesta entre otros pasajes: “Al mismo tiempo, en este
mundo dividido y turbado por toda clase de conflictos, aumenta la convicción de una radical interdependencia, y, por
consiguiente, de una solidaridad necesaria, que la asuma y traduzca en el plano moral. Hoy quizás más que antes,
los hombres se dan cuenta de tener un destino común que construir juntos, si se quiere evitar la catástrofe para
todos. Desde el fondo de la angustia, del miedo y de los fenómenos de evasión como la droga, típicos del mundo
contemporáneo, emerge la idea de que el bien, al cual estamos llamados todos, y la felicidad a la que aspiramos no
se obtienen sin el esfuerzo y el empeño de todos sin excepción, con la consiguiente renuncia al propio egoísmo”.
Luego de las reflexiones vertidas sobre el principio de solidaridad, diremos en conclusión que es la necesidad de
actuar conforme a un interés mayor que el individual, en función del bienestar colectivo de todo el grupo social. Es en
este contexto que la responsabilidad preventiva toma un rol determinante.
Mientras que la indemnización individual a un sujeto dañado, por ejemplo, a causa de un producto industrializado en
mal estado, logrará simplemente restablecer (si aún es posible) al individuo a la situación en que se encontraba previo
al daño sufrido; si pudiera evitarse que ese producto defectuoso, por medio de medidas de control de calidad más
exigentes, salga al mercado, el beneficio redundaría en todo el grupo que no se vería expuesto a sufrir un daño.
Prevenir una ruptura en el orden general es tender a un bien mayor. Cuando se producen supuestos de daños en los
no puede restablecerse el orden por medio de la reparación; o se afecta a un grupo tan grande que la indemnización
en modo alguno logrará saciar el interés individual de todos y cada uno de ellos (suponiendo que tengan acceso a las
vías pertinentes para exigirla), el bienestar social se quiebra. La prevención es la herramienta que tiene la
responsabilidad civil para atender al interés del grupo afectado por las situaciones dañosas, los cuales podrán ejercer
por medio de una vía anticipada la tutela de sus intereses vitales, ahorrándose así una herida incurable en la
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conciencia colectiva que agrupa cada una de sus individualidades.
1. La constitucionalización del derecho civil y en especial del derecho de daños
En estos últimos años se profundizó la relación entre el derecho privado y la Constitución Nacional. Históricamente,
los autores en materia de derecho civil y comercial sostenían sus postulados basándose casi exclusivamente en
normas civiles. Actualmente la separación entre lo público y lo privado se va haciendo cada vez más difusa,
impulsando al jurista a buscar respuestas más allá del Código y a incorporar en su discurso normas de carácter no
sólo constitucional sino también supranacional, con un amplio abanico de derechos y responsabilidades que tanto el
Estado como los particulares ya no pueden ignorar.
En materia de daños, los primeros pasos en materia de constitucionalización fueron dados desde 1986 por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, que en diversos pronunciamientos sentó la raigambre constitucional de los dos
principios más importantes de esta rama del derecho: el “no dañar al otro”(10) (por su relación directa con el art. 19 de
la Constitución Nacional) y la “reparación integral de los daños”(11) (contracara del derecho de no dañar). Esto se
profundizó con la reforma constitucional de 1994, y la elevación del ser humano como principio supremo de
protección, y la incorporación de una nueva gama de derechos difusos, como, por ejemplo, el art. 41, vinculado al
derecho a un ambiente sano y equilibrado, el art. 42, respecto a la protección de consumidores y usuarios, o en el
art.43, que brinda una acción rápida y expedita para proteger entre otros derechos a los datos personales.
Es también imprescindible al menos mencionar la incorporación del inc. 22 del art. 75, en el cual se reconoce la
jerarquía constitucional a diversos tratados internacionales de los derechos humanos. Es así que el hombre se
convierte en el objeto principal desplazando al menos en la faz teórica al patrimonio. En palabras de Rivera, y como
modo de síntesis de lo planteado, podemos decir que “la constitucionalización del derecho privado surge en virtud del
reconocimiento directo de nuevos derechos y garantías constitucionalmente y por vía del reconocimiento del rango
constitucional de tratados que regulan materias de derecho civil”. (12) Si bien es redundante, debemos hacer mención
a la obligación que nuestro Estado asume cuando incorpora estos tratados y que incluye la protección efectiva de los
derechos que contiene. En el mismo texto, cada Estado se compromete a arbitrar todos los medios posibles, incluso
los de carácter legislativo, que sean necesarios para garantizar los derechos que ha reconocido. Surge en este
momento lo que llamaremos “tutela inhibitoria” como herramienta de protección de la integridad de los derechos a los
que la vía resarcitoria no puede dar solución.
1. La prevención general y la prevención específica. Sus consecuencias en el ámbito económico
Claro que si bien prevenir tiene sus ventajas, no podemos olvidarnos del impacto económico que este tipo de
responsabilidad puede generar, y de la importancia de establecer los límites claros que permitan proteger el bienestar
colectivo sin lesionar los motores de la sociedad en que nos desarrollamos.
Cuando nos referimos a la prevención en general puede parecer un ámbito difícil de definir. No es sencillo establecer
las fronteras en la prevención dentro del ámbito de la responsabilidad, es decir a partir de cuándo un accionar puede
generar efectos jurídicos derivados de la responsabilidad preventiva. Si este campo fuera muy acotado se restringirían
algunos derechos de los particulares que pueden verse perjudicados, pero si fuera muy amplio permitiríamos
judicializar masivamente cuestiones que no harían más que entorpecer la actividad privada.
Para poder ver el impacto económico tenemos que diferenciar dos tipos de prevención: la particular o específica y la
general. Por un lado nos referimos a prevenir en el ámbito de una actividad riesgosa, donde el perjudicado busca la
finalización de ese riesgo por medio de una sentencia que determine la cesación de las causas que pueden generar
la producción del daño. Como veremos en un apartado posterior, éste es el objeto de la tutela inhibitoria, evitar por
medio de una resolución judicial un daño que de provocarse no podrá ser reparado; y lo que la doctrina ha
denominado como un supuesto de prevención específica. En este tipo de prevención la clave es el funcionario público
que pone fin a la situación.
Por el otro lado tenemos la prevención general propiamente dicha, vinculada directamente con la conducta humana,
en especial a la intención de las personas de ubicarse en la posición de lo que perciben como agradable o más
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beneficioso; o de obrar en función de un interés que consideran valioso. La prevención general puede actuar
mediante estímulos negativos, por lo cual se espera que el individuo busque la posición que le resulta más
confortable tratando de de evitar la sanción que su obrar riesgoso puede generar. O puede actuar a través de
estímulos positivos en la protección de este bien que considera valioso; es en esta perspectiva que la educación y la
concientización cobran un rol determinante. En este tipo de prevención es el sujeto expuesto a causar el daño el que
retrae su obrar voluntariamente sin la intermediación de un funcionario que le impide comportarse de una
determinada forma.
En materia de prevención general el Estado sólo asume el costo de la concientización, pero en modo alguno afecta a
la actividad privada; lo mismo ocurre en menor medida con las sanciones, y decimos en menor medida porque si el
ámbito de la punición es muy grande puede también empezar a dificultar el desarrollo económico. Pero el efecto más
importante se ve en el campo de la prevención específica. Es en estos casos de judicialización que hay que tener
más cuidados con los requisitos que se exigirán para accionar.
Por todo lo antes expuesto se torna vital que a la hora de hablar de prevención el Estado se concentre más en la faz
educativa y menos en la ampliación de supuestos de responsabilidad preventiva específica. Es de este modo que
toma a su cargo la posibilidad de anteponerse a los daños y no delegar esa cuestión en manos de los particulares,
que en última instancia terminan siendo los futuros damnificados.
1. Surgimiento del fin preventivo en la legislación civil y comercial
Como mencionamos anteriormente el derecho se mueve en consonancia del cambio social, y la responsabilidad es
uno de los campos donde este dinamismo se ve mayormente identificado. El surgimiento de avances tecnológicos, el
desarrollo masivo de la producción de bienes y servicios de toda especie, la globalización y la comercialización
internacional, el uso desmedido de la información, entre otros aspectos, han hecho necesario un nuevo estudio de la
responsabilidad civil, dando lugar al supuesto en que la reparación futura no sea suficiente, exigiendo la
institucionalización de un sistema preventivo de responsabilidad civil. El motivo principal por el cual surge la
necesidad de incorporar un sistema de responsabilidad preventiva aparece en aquellos supuestos fácticos en los que
la reparación del daño, una vez acontecido, se torna virtualmente irreparable.
Tanto en los fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial (13) de 2011 redactado por la Comisión
formada por el Dr. Lorenzetti, la Dra. Highton de Nolasco y la Dra. Kemelmajer de Carlucci, hoy convertido —con
algunas modificaciones— en ley 26.499, del 1° de octubre de 2014, como en el Código mismo, sancionado por la ley
antes mencionada, se ha incorporado una noción de la responsabilidad civil preventiva. Si bien las normas son
limitadas, y conforme a la visión global de carácter abierto de los codificadores, ha mediado un avance legislativo en
la materia que anteriormente no existía.
Como mencionamos anteriormente, la incorporación de este tipo de normas al Código Civil tiene una marcada
vinculación con la constitucionalizarían del derecho civil, que, como mencionamos, surge por la ampliación del marco
protectorio del derecho civil hacia derechos de naturaleza prioritariamente constitucional como la persona misma y los
derechos de incidencia colectiva. Tanto en el Código de Vélez como en las posteriores reformas, el interés tutelado
por encima de todos, al menos en el ámbito de la responsabilidad, era el patrimonio; hoy se lo ha tomado como una
de las caras de la protección pero no la única.
El artículo 1708 del nuevo Código establece como funciones de la responsabilidad la prevención del daño y su
reparación. Deja así zanjada la cuestión acerca de la posibilidad judicial de plantear supuestos de responsabilidad en
los que el daño, si bien tiene probabilidad de ocurrencia, aún no ha ocurrido.
A los efectos de continuar el análisis sobre el tratamiento vertido en el nuevo Código para la responsabilidad civil
debemos mencionar que se establece un deber genérico en cabeza de toda persona de evitar los daños no
justificados en la medida de sus posibilidad, de adoptar de buena fe las medidas razonables para evitar que se
produzca un daño (ámbito en el que operaría la prevención) o disminuir su magnitud y de no agravar el daño si ya se
produjo.
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En su artículo 1711 define como acción preventiva a aquella que procede cuando una acción u omisión antijurídica
hace previsible la producción de un daño, su continuación o agravamiento, no exigiendo para esto ningún factor de
atribución. En el art. 1712 concede legitimación activa para reclamar la prevención a todo aquel que pueda verse
afectado por el daño. Y, finalmente, en el art 1713 se establece que la sentencia que admita la responsabilidad
preventiva debe disponer a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o provisoria, obligaciones de dar, de hacer
o de no hacer, según corresponda; y debe ponderar los criterios de menor restricción posible y de medio más idóneo
para asegurar la eficacia en la obtención de la finalidad buscada.
Sin perjuicio de lo antes mencionado es meritorio resaltar que el Proyecto en su versión original incorporaba también
la sanción pecuniaria disuasiva en su art. 1714, artículo que fue eliminado en la sanción definitiva del Código. Éste
daba al juez atribución para aplicar, a petición de parte, con fines disuasivos, una sanción pecuniaria a quien actúe
con grave menosprecio hacia los derechos de incidencia colectiva. Podrían peticionarla los legitimados para defender
dichos derechos. Su monto se fijaría prudencialmente, tomando en consideración las circunstancias del caso, en
especial la gravedad de la conducta del sancionado, su repercusión social, los beneficios que obtuvo o pudo obtener,
los efectos disuasivos de la medida, el patrimonio del dañador y la posible existencia de otras sanciones penales o
administrativas. La sanción tendría el destino que le asignara el juez por resolución fundada.
Como podemos ver, si bien la nueva legislación ha constituido un avance en la materia la regulación es bastante
pobre, y si bien esto responde a los nuevos modelos de legislación sostenidos prioritariamente en los principios
generales (a diferencia de la casuística a la que estábamos habituados), deja algunas dudas acerca del verdadero
alcance de este instituto que poco a poco la doctrina y la jurisprudencia se irán encargando de dilucidar.
Las principales áreas en que la responsabilidad preventiva cobra virtualidad se vinculan entre otras a la protección de
consumidores y usuarios, a la protección del medio ambiente, y en especial en la protección de los derechos
personalísimos. Es importante destacar que, respecto de estos últimos, los autores del proyecto han dilucidado en su
fundamentación que, en lo referido a la persona, existen supuestos de responsabilidad preventiva en muchos ámbitos
como el honor, la privacidad, la identidad, etc., donde la reparación a posteriori se torna ineficiente. Si bien del
articulado del Código propiamente dicho no surge claramente esta aplicación en particular, es un avance el objeto a
proteger que los redactores han tenido en miras a la hora de esquematizar el orden jurídico.
VII. Conclusión
Atravesamos una etapa legislativa de notable influencia para nosotros, donde los cambios que se avecinan apenas
empiezan a surgir. Si puede decirse ya con certeza que la constitucionalización del derecho civil no es sólo un planteo
doctrinario sino que se ha elevado al carácter legislativo, evidencia que encontraremos en una multiplicidad de
normas y principios aplicables. El nuevo Código Civil y Comercial ha venido a respaldar todos los cambios que
nuestra Constitución de 1994 había puesto sobre el tablero de juego.
La responsabilidad civil es un instituto cuya importancia no puede estimarse en valores concretos. La prevención es el
futuro de la responsabilidad civil. Pero es, a la vez, un arma de doble filo, que podría llevarnos a la judicialización de
cuestiones de toda índole ocasionando no sólo un gasto jurisdiccional de envergadura sino también una sumatoria de
obstáculos para la instalación y desarrollo industrial. Si bien al día de hoy el planteo es idealista, y es comprensible
que la sanción en la práctica se torna recomendable, a largo plazo será la prevención de carácter general, y en
especial la educación, la que tendrá un resultado más sostenible.
Me encuentro profundamente en desacuerdo con la eliminación de la sanción punitiva disuasiva que planteaba el
proyecto de Código. Sería el momento de preguntarnos cuáles son las razones de esta eliminación, y cuáles los
intereses dominantes que han llevado a nuestros legisladores a ponerle fin al instituto.
A lo largo del trabajo hemos observado cómo los cambios sociales, económicos, tecnológicos, etc., han impulsado a
reformar el derecho y el ámbito de la responsabilidad civil no se ha quedado ajeno a ese proceso. Pero para que este
proceso de cambio no se quede en letra muerta es fundamental que se instituyan adecuadamente medios procesales
eficientes que logren garantizar la prevención a tiempo.
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En síntesis, es necesario concentrarnos en la concientización como solución a largo plazo y en la definición de un
remedio judicial eficiente para prevenir los daños ante el pedido de los futuros damnificados, que sin perjuicio de la
celeridad contenga normas de admisibilidad serias para las demandas, que no permitan tampoco la excesiva
judicialización de situaciones irrisorias.
(1) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “Nuevas fronteras de la responsabilidad civil”, LL 1975D476; CASIELLO, Juan
José, “Viejos y nuevos enfoques sobre la responsabilidad civil”, LL 1351272, entre otros.
(2) GHERSI, Carlos A., “La disfunción social del sistema de reparación de daños”, LL 1992D830.
(3) Este tipo de protección se da en consonancia con los valores prioritarios que se protegen en nuestra Constitución
de 1853: la propiedad privada, el derecho a trabajar, la libre circulación de los bienes, etc.
(4) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “Nuevas fronteras de la responsabilidad civil”, cit., p. 476.
(5) Se menciona el caso especial de la empresa para evidenciar cómo las nuevas concepciones sociológicas influyen
en la legislación y movilizan al hombre para elevarlo al carácter de sujeto de derechos en función de sí mismo y no ya
únicamente como parte del sistema económico.
(6) LORENZETTI, Ricardo L., “Las nuevas fronteras de la responsabilidad por daños”, LL 1996B1107.
(7) ARISTÓTELES, La Política, Centro Editor de Cultura, 2005, p. 13.
(8) ORTEGA Y GASSET, José, ¿Qué es la filosofía?, “Lección X”, Alianza Editorial, ps. 407 y ss.
(9) Texto completo en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp
ii_enc_30121987_sollicitudoreisocialis_sp.html.
(10) Corte Sup., “Gunther, Fernando Raúl c/ Estado Nacional (Ejército Argentino) s/ sumario”, 5/8/1986, Fallos
308:1118; íd., “Santa Coloma, Luis Federico y otros c/ EFA”, Fallos 308:1160.
(11) “El principio de la reparación integral que gobierna, entre otros, a la responsabilidad ‘aquiliana’, exige que se
coloque a los damnificados en las mismas condiciones en que habrían estado de no haberse producido el hecho
ilícito” (Corte Sup., “Lucena, Rafael y otro c/ Nación”, 1961, Fallos 250: 135).
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(12) RIVERA, Julio C., “El derecho privado constitucional”, publicado en Revista de Derecho Privado y Comunitario,
nro. 7, p. 27.
(13) Proyecto de Código Civil y Comercial de la Nación, Mensaje al Poder Ejecutivo 884/2012, Infojus, p. 674.
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