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108 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Ningún artista nacional, y muy pocos desus hombres de acción igualan la curiosi-dad que despierta en nosotros Ramón Ló -pez Velarde. No sólo su obra asombrosa,sino las escenas y datos de su vida corta yreconcentrada se han convertido en una es -pecie de pasión mexicana. Libros, estudios,biografías sobre él se han multiplicado ince -santemente, ya hay libros sobre los libroslopezvelardianos. Tal parece que todos que -remos decir nuestra palabra y echar nues-tra hipótesis en el paño verde de la discu-sión sobre la existencia del, como lo llamóBorges, “dulce López Velarde”.

¿Por qué?, ¿por qué López Velarde tieneel fervor y la devoción de nuestra curiosi-dad? La respuesta es, creo, porque LópezVelarde constituye un cierto modelo huma -no diáfano y acabado, el modelo del poetaapasionado, es decir, del hombre capaz detransfigurar, en su química interior, la mi -seria de la existencia en el limpio cristal delos versos.

Un modelo, los humanos precisamosmo delos para orientarnos en el océano dela existencia. La teoría de los modelos o pa -radigmas como guías de la existencia ha sidoestudiada por el elocuente y fino pensadorMax Scheler.

Este modelo tiene dos términos: los da -tos de la vida, por un lado, y su transforma -ción en mitología poética, por otro. Pense-mos en el paseante solitario vestido de ne gro.Es discreto y orgulloso, vino del interior aconquistar, en la guerra literaria, la capital.Camina por la calle de Plateros; el gesto yla figura no divulgan la tormenta allá aden-tro de él. Porque el muchacho está enamo-rado, si no lo estuviera no sería ni poeta nimodelo ni nada, probablemente desapare-cería en el aire. Está enamorado, pero suamor es imposible, inalcanzable. Siempre

ha sido así, el poeta ama, pero no puedecom prometerse, es decir, ama y no ama. Esuna contradicción, pero qué importa, elmuchacho vive entre contradicciones, estásaturado por ellas. No importa, las contra-dicciones se resuelven en los versos, y son,de algún modo, su combustible.

Contradicciones: venera la provincia in -genua y vive en la capital; santifica la niñezy es adulto; aborrece la vida en familia y haescrito la mejor página en condenación dela existencia del soltero. Católico, más ca -tólico que cristiano, podría decirse. Pero ensu mente conviven el exvoto de iglesita y lapostal prostibularia, el cielo y el infierno,la castidad, deseada, más que alcanzada, yuna sensualidad turbulenta, el león y la vir -gen. Es poeta, es decir inmensamente pre-ciso, y al mismo tiempo dictamina que hay

que escribir con la sangre, no con la cabe-za. Es refinado, su teoría y su poesía, al finaldel corto viaje, colindan casi con el surrea -lismo europeo, y es también un provincianotímido, un paleto y un payo siempre incó-modo. Es pobre y arrogante, seguro y frá-gil; en él no hay ni puede haber placidez,sino tensión, una constante tensión nacidadel fugaz equilibrio de las contradicciones.Y esto hace al poeta. Y modelo: el hombreque salva sus contradicciones y se sostienepor y para la poesía.

Sobre todo nuestro modelo es una fi gu -ra trágica, la del poeta genial muerto absur -damente a los treinta y tres años de edad.Era muy joven, pero había ganado su lu -gar. Ya el funeral tuvo algo de apoteosis. ElMéxico de la Revolución Mexicana llora-ba, en el despertar del nacionalismo estéti-co, al más mexicano de sus poetas.

Porque López Velarde había logrado ais -lar en sus poemas una existencia mexica-na, un cierto modo de auscultar el latido deun tiempo y geografía que lentamente ibancediendo ante las transformaciones de lamodernidad. El mérito del poeta no estáciertamente en esta captura, sino en lostér minos estéticos, en la red que usó paraatra parla: el arte, como siempre, aparece enel pro ceso de hacer las cosas, en este caso,los versos, y es rebelde a las formulacionesconceptuales.

Esta brevísima aproximación está hechapara guardar la memoria del poeta, no conreverencia pasiva y distante, sino como es -tímulo inquietador que nos lleve a frecuen -tarlo. El trato con López Velarde es siempredeleitoso y fructífero, y el mayor homena-je que puede hacerse a un poeta, a nuestromodelo poeta es, desde luego, leerlo, leer-lo bien, paladeándolo lentamente, palabraa palabra, poema a poema.

A través del espejoRamón López Velarde como modeloHugo Hiriart

Ramón López Velarde

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