SEMIOLOGÍA / SEMIÓTICA
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Las relaciones van marcando los objetos en un orden determinado, en un juego de posiciones y oposiciones
que establecerán una especie de árbol jerárquico. Comienza a surgir
así, en nuestra mente, el concepto de “valor”.
Si aceptamos lo anterior, podemos aceptar también que, ya que las
relaciones entre las cosas son más importantes que las cosas mismas, la realidad no es tan importante como lo que pensamos acerca de ella, puesto que la mayor parte de las relaciones
entre las cosas las hemos establecido nosotros.
Aquello que llamamos “realidad”, es solamente la idea que nos hemos
hecho de ella.
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Podemos reproducir el fenómeno de percepción de la realidad sin que ésta
esté presente. Podemos recordar y podemos proyectar. Podemos pensar en el camino que recorremos desde la
casa hasta el trabajo.
Esto significa que el pensamiento se produce por medio de
“representaciones”, o sea, los elementos no son sino
representaciones de aquello que existe tanto en el mundo “real” como en el
mundo de las relaciones que establecemos entre ellos.
El mundo real ha dejado de tener importancia para el pensamiento, en el
sentido de que éste puede prescindir de aquél y funcionar en base a las
imágenes acumuladas, solamente.
A pesar de ello, las imágenes acumuladas siguen apuntando hacia la idea que nos hemos hecho de las cosas u objetos de la realidad, es decir, hemos establecido un nexo permanente entre
la imagen y la idea que representa.
El nexo se establece entre la imagen y la idea, y no entre la imagen y el objeto o cosa que representa, porque no es necesario que este último exista para
que podamos pensar en él. Todo el acto de pensar y los elementos
que constituyen el pensamiento, son actividades psíquicas, y nada hay que
no sea así en esta actividad.
Los elementos referenciales, las existencias “reales”, no son sino
estímulos sensoriales que el cerebro transforma en información,
internalizándolos como material significante.
La verdad ya no es absoluta, sino que deviene más bien un acuerdo social
temporal. Nos hacemos representaciones de la realidad concordantes con nuestras
propias interpretaciones de ella, ya que, como hemos visto, no podemos conocer
el objeto en plenitud.
Estas representaciones de la realidad fabricadas por el cerebro, están formadas inicialmente por dos
elementos, la imagen y la idea hacia la que apunta (percepto y concepto).
Ya sabemos cómo es una imagen. Pero, ¿podemos describir tan fácilmente la
idea? No podemos pensar en una idea en
estado puro, aséptico. Aún las emociones, que se nos manifiestan
como un conjunto de síntomas, se nos presentan a la mente como imágenes o
palabras, y tampoco podemos saber cómo es una emoción pura.
Existen dos realidades: una externa, inabordable en su plenitud debido a la pobreza y a la limitación de nuestros
sentidos, y otra, operativa, construida y elaborada en nuestra mente.