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José Ramón García Gandía
ARQUEOLOGÍA EN ASPE.POBLAMIENTO Y TERRITORIO
POBLAMIENTO HISTÓRICO Y TERRITORIO.
SÍNTESIS ARQUEOLÓGICA DEL TÉRMINO MUNICIPAL DE ASPE
INTRODUCCIÓN.
La realización de la Carta Arqueológica del término municipal de Aspe, viene a
completar la información arqueológica de una comarca, que si bien ha sido tema frecuente en la
investigación, también ha sido una zona donde han existido áreas menos conocidas y que por
tanto ha supuesto una laguna en el desarrollo de la interpretación de los distintos periodos
culturales.
Nos encontrarnos en una de las zonas más fuertemente antropizadas de la provincia de
Alicante, y sitio obligado de paso a las zonas de la Meseta por el camino del Vinalopó, lo que
hacía necesaria una prospección intensiva del territorio haciendo incapié en los parajes menos
frecuentados, así como en realizar un análisis de la prospección arqueológica teniendo en
cuenta las variables de funcionalidad del territorio y sus patrones de asentamiento. Un proyecto
científico de actuación, que diera como resultado una interpretación del paso del hombre en
nuestras tierras, y la huella de su paso en forma de yacimientos arqueológicos, estudiados, eso
sí, con sus materiales de superficie y realizando un análisis espacial de su distribución.
Este trabajo de investigación fue defendido en la Universidad de Alicante el día 5 de julio
de 2001, ante un tribunal formado por el Dr. D. Mauro S. Hernández Pérez, la Drª Dª Feliciana
Sala Sellés y el Dr. D. José Luis Simón García, obteniendo la calificación de Sobresaliente cum
laude por unanimidad.
Historia de la investigación.
La primera noticia sobre restos arqueológicos en el término municipal de Aspe, se recoge
en el “Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España” de Cean Bermúdez, publicado en
1832. Este autor, por estas fechas ya identificaba la población de Aspe con la antigua Aspis, por
donde pasaba la vía romana que venía de Ad Turres, y que poseía un acueducto romano (Cean
2
Bermúdez, 1832). A comienzos del siglo XX el profesor Jiménez de Cisneros publica en el
Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural el hallazgo de una punta musteriense en la
Sierra de la Ofra, en el término municipal de Aspe (Jiménez de Cisneros, 1097). En el siguiente
boletín, narra otra de sus visitas por los términos municipales de Aspe y Hondón de las Nieves,
dando noticias de la Cueva del Rollo como lugar de hábitat prehistórico, y de los hallazgos de
materiales arqueológicos en un punto conocido como El Murón (Hernández Pérez, 1994;
Jiménez de Cisneros, 1907, 1909 y 1925),1 en la Sierra de la Horna. El mismo autor señala
también la existencia de enterramientos con restos humanos junto a la carretera de Ocaña.2 A
partir de este momento, y durante la primera mitad del siglo XX, las noticias y publicaciones
continúan: así, en un artículo sobre vías romanas en las Memorias de la Junta Superior de
Excavaciones y Antigüedades, número 57 (Madrid, 1923), se vuelve a identificar Aspe con la
Aspis romana (Blázquez y Delgado; Blázquez y Giménez, 1923); en 1931-32, se habla de restos
neolíticos hallados en la loma de la Cruz del Salvador que en la actualidad llamamos la Santa
Cruz (Gómez Serrano, 1931-32), además, en 1946, Fletcher menciona los hallazgos de objetos de
la misma cultura en el paraje denominado La Nía (Fletcher Valls, 1946), y de otros objetos del
mismo periodo hallados en Aspe. A mediados de siglo, comienzan las noticias sobre los útiles
musterienses de Las Terrazas del Vinalopó (Bañón Antón, 1948), (Ramos Folqués, 1953), y hacia
1967, Llobregat Conesa, en su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, menciona el hallazgo
de un lekythos ático, un idolillo y una lápida romana junto a cerámicas pintadas ibéricas y
sigillatas cerca del Castillo del Río. Habría que nombrar también la presencia de unos cuchillos
de sílex en el Museo Arqueológico Nacional procedentes de Aspe, y la presentación en la
Exposición Universal de Barcelona de 1888, de un hacha de piedra pulida procedente también
de nuestro término municipal.
La primera campaña de excavaciones arqueológicas con fines científicos comenzó en
1979, bajo la dirección del Dr. Rafael Azuar en el Castillo del Río, y se prolongaron hasta 1987
1 Señala la existencia de restos cerámicos hechos a mano, rojizos y negruscos, y un hacha de piedra pulida.
2 Información oral. Es la actual carretera de Alicante, pensamos que se refiere a las obras de acondicionamiento para la construcción del puente sobre el río Vinalopó a la altura del Castillo del Río tras la Guerra Civil
3
(Azuar Ruiz, 1994). En 1980, la Universidad de Alicante, por medio del Dr. Mauro Hernández
Pérez, inicia la primera campaña de excavaciones en La Horna, a la que siguieron seis más hasta
1986 (Hernández Pérez, 1994), y que posteriormente continuó en el yacimiento de El Tabayá,
durante cuatro campañas (Hernández Pérez, 1990), ambos de la Edad del Bronce. Es de
extrañar, sin embargo, la escasez de excavaciones de urgencia acometidas en una zona de gran
riqueza patrimonial, y tan solo se puede hablar de la actuación en la Necrópolis de Vistaalegre,
bajo la dirección de Nieves Roselló en 1985, con una duración de tres campañas.
Metodología.
El conocimiento arqueológico de un territorio pasa por la realización de una prospección
intensiva del mismo, que en éste caso se elaboró a partir de áreas de 2 km2. La extensión de
terreno a prospectar, así como lo reducido de los medios humanos y materiales, necesariamente
obligan a establecer una selección de áreas atendiendo a diversos factores: los patrones de
asentamiento de cada cultura. Los relieves más significativos de su orografía: las ramblas,
manantiales, pozos y ríos, incluso zonas con características endorréicas en el pasado. Los puntos
con visibilidad alta y media sobre las vías de paso y sobre el territorio. La toponimia. La
encuesta a los habitantes de las poblaciones. La localización de las zonas de abastecimiento de
materia prima, como las vetas de sílex, y las tierras con potencialidad agrícola.
En segundo lugar, y con relación a los espacios que podríamos denominar más
homogéneos como las zonas llanas, cultivadas o no, hemos utilizado un método aleatorio
prospectando áreas de 2 km2 hasta llegar a un total del 50% del territorio a prospectar.
Tras la localización de los yacimientos, se ha procedido a su estudio cartográfico
utilizando los planos catastrales a escala 1: 2.000 o 1: 5.000 según el caso. Tras el cálculo de su
extensión total, determinada por la distribución de estructuras o de materiales, cuando el
yacimiento lo ha permitido, se ha dividido en áreas intentando recoger muestras significativas
en igual proporción de todas ellas. Los criterios de selección se han basado en la recogida de
partes identificables de recipientes cerámicos u otros materiales, y el número de estos está en
proporción al número de formas encontradas en superficie. Seguidamente, viene la
catalogación y dibujo de los materiales y su adscripción cultural.
4
Para el estudio de las piezas líticas pertenecientes al Paleolítico Superior se ha utilizado
la lista tipo de Sonneville – Bordes con Perrot (Sonneville Bordes, 1954). Los materiales
pertenecientes a la Edad del Bronce han sido catalogados siguiendo la tipología usada por José
Luis Simón (Simón, 1987). Para la época ibérica hasta el cambio de era, se ha utilizado la
propuesta de clasificación de materiales arqueológicos de Abad y Sala (Abad y Sala, 1995). Para
el estudio de los materiales romanos hemos utilizado por una parte el trabajo de Mercedes
Vegas (Vegas, 1973) junto con el de Aguarod, mientras que para la catalogación de la
“sigillatas” se han utilizado los Atlantes della forma cerámica. Para el periodo tardorromano y
paleoandalusí se han seguido las directrices sobre identificación de pastas y formas de P.
Reynolds (Reynolds, 1993) y Sonia Gutiérrez (Gutiérrez, 1996), mientras que a partir del califato
se ha utilizado la clasificación tipológica de Azuar para la Rábita de Guardamar y el Castillo del
Río (Azuar, 1989 y 1994).
El estudio de la distribución de yacimientos del mismo periodo y su relación con otros
contemporáneos de zonas adyacentes, nos puede proporcionar una introducción al
poblamiento antiguo y su evolución cultural, delimitando, además, los espacios de protección
de un patrimonio que representa los primeros pasos de nuestra identidad cultural.
EL MEDIO FÍSICO.
El estudio geográfico tiene el propósito de conocer a fondo el territorio en cuestión como
premisa fundamental para la localización de asentamientos y sus relaciones con el medio. Tras
la búsqueda de la bibliografía sobre la zona, el trabajo fundamental ha consistido en el recorrido
del terreno guiado por las hojas nº 871, 892 y 893 del Instituto Geominero y de sus memorias
correspondientes.
Situación geográfica.
La zona que comprende este trabajo abarca el término municipales de Aspe, ubicado en
la comarca del Vinalopó Mitjà en la provincia de Alicante, con límite administrativo con
Novelda al N, Monforte del Cid al NE, con La Romana al NW, Hondón de las Nieves al W,
Crevillente al SWy Elche Al S.
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La extensión del término municipal es de 69 km2 , lo que representa un 1,5 % de la
provincia de Alicante; que se desarrollan entre los 38º 15’ 10” y los 38º 20’ 51” de latitud norte y
los 2º 50' 00'' y los 2º 59' 30'' E según el meridiano de Madrid. La población actual ronda los
17.000 habitantes.
Este municipio se sitúa en una cubeta formada en el tramo medio del corredor del río
Vinalopó; un amplio valle que discurre a una altitud entre 200 y 300 m sobre el nivel del mar, y
que se engloba dentro de la cuenca intermontana Subbética semicerrada, que se repite desde la
Puebla de Don Fabrique en la provincia de Granada hasta Fuente la Higuera en la de Valencia
(López Gómez, 1978). En sus largos 120 km2 de superficie, las pendientes transversales de este
sector oscilan entre el 5% y el 10% mientras las longitudinales a menudo no llegan al 15%,
originando más de una vez conflictos de drenaje.
Agradecimientos.
La elaboración de este proyecto de Investigación no hubiera sido posible sin la
colaboración y ayuda de numerosas personas a las que debo un sincero agradecimiento. En
primer lugar como verdaderos impulsores de este proyecto a Mauro Hernández Pérez, a quien
debo su apoyo y confianza en mi para su realización, su dirección y consejo, y a José Luis Simón
García, por su impulso y orientación. Tengo que agradecer la ayuda e información de Antonio
Alberola Belda, con quien hice el primer recorrido por las tierras a prospectar. A los doctores
Juan Manuel Abascal Palazón, Feliciana Sala Sellés y Sonia Gutierrez Lloret por sus
indicaciones y sugerencias respecto a los materiales inventariados. En buena medida, tengo que
agradecer al Dr. Francisco Javier Jover Maestre, sus consejos e incondicional ayuda, así como las
sugerencias y apoyo de Jesús Moratalla Jávega.
Paleolítico
Edad del Bronce
Ibéricos
Romanos
Medievales
RíoVinalopó
Río TarafaS. de la Horna
S. de Ors
S. de Enmedio
S. de la Ofra
S. de la Madera.
S. del Rollo
Aspe
0 1,25 km
Yacimientos. 1: Terrazas del Vinalopó. 2: Cueva del Tabayá. 3: Cueva del Rollo. 4: Peñón de la Ofra. 5: El Tabayá. 6: La Horna. 7: Mesa de Piedra.
8: Tres Hermanas I. 9: Altos de Jaime. 10: Tres Hermanas II. 11: El Tolomó. 12: El Gorroquinto. 13: Quincoces. 14: Necrópolis del Castillo.
15: Meseguera. 16: Castillo del Río. 17: Vistalegre. 18: El Aljau. 19: Aljibe Moro. 20: Cañá Catalina.
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3
4
5
6
7
8910
11
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14
15
16
17
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19
20
Lámina I. 1: Distribución de yacimientos arqueológicos. 2: Fachada del Palacio del ducque de Maqueda,
s. XVII. 3: Distribución de Norias, molinos y algesares. 4: Castillo del Río. 5: Vitrina de piezas del Castillo
del Río cedida por el Marq en el Museo Histórico Municipal de Aspe. 6: Fachada de la Iglesia de Aspe,
s. XVII. 7: Caliza decorada del Museo Histórico Municipal de Aspe..
1 2
3 4
5 6 7
RíoRíoVinalopóVinalopó
Río TarafaS. de la Horna
S. de Ors
S. de Enmedio
S. de la Ofra
S. de la Madera.
S. del RolloAspe
Molinos Norias Algesares
00 1,25 km
7
TERRAZAS DEL VINALOPÓ.
Localización.
Las Terrazas del Vinalopó se encuentran al SE del término municipal de Aspe. Desde el
puente sobre el río Vinalopó hasta la Sierra del Tabayá. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:
50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas: Terraza I U.T.M.
30S XH 988 467. Terraza II U.T.M. 30S XH 985 459. Terraza III U.T.M. 30S XH 992 461. Terraza
IV U.T.M. 30S XH 985 461. Los yacimientos de encuentran situados en laderas y terrazas con
una altitud que oscila entre los 160 y 200 metros s.n.m., y un desnivel entre los 70 y 10 metros,
alcanzado pendientes moderadas del 20 %, aunque en tramos estas no superen el 2 %.
Historia de la Investigación.
Las primeras noticias acerca de las industrias líticas de las Terrazas del Vinalopó, fueron
publicadas por Jiménez de Cisneros hacia 1909, en un resumen de sus excursiones por la
provincia de Alicante. En 1916, Hugo Obermaier, menciona el yacimiento Musteriense del
Vinalopó en La Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, nº 9, y en 1949
Bañón, vuelve a citar los yacimientos en la Crónica del IV Congreso Arqueológico del Sudeste.
Años más tarde, Ramos, A. (1952), en un artículo denominado “Aspe (Alicante). Castillo del
Río”, hace referencia a las industrias de estas terrazas.
Hacia finales de la década de los ’80, estas industrias van despertando el interés en los
investigadores del Paleolítico, mientras que paralelamente se iban recogiendo materiales por
parte de algunos aficionados. En 1991, se publica en Aspe, un libreto “presentando” el
yacimiento, por parte de un aficionado de Novelda, y en 1992, se hace una referencia sobre estas
industrias en el resumen de una Tesis de Licenciatura sobre el Paleolítico Inferior en el País
Valenciano, que culminaría con un trabajo más completo sobre esta industria, donde se incluye
un estudio sedimentológico (Fernández Peris, 2000).
Descripción.
Se trata de un conjunto de yacimientos de superficie localizados en una amplia zona
correspondiente al curso medio del río Vinalopó. Se encuentran situados en terrazas a ambos
márgenes del río donde afloran antiguos sedimentos de cantos y de arenas, entre la
desembocadura de dos ramblas, desde el puente que cruza el río en la carretera de Aspe a
Alicante hasta la Sierra del Tabayá.
8
Las terrazas han sido numeradas como I, II, III y IV (Ribelles; 1992). La Terraza I se
encuentra en el margen izquierdo del río, justo antes de cruzar el puente de la carretera en el
Cerro de Los Cánovas. La Terraza II es la solana de la Sierra de Los Madriles y del Barranco
Coca, en el margen derecho. La terraza III es la umbría de la misma sierra, pasando y
bordeando el piedemonte del Barranco de La Coca. La terraza IV, por último, está justo
enfrente, en el margen izquierdo, sobre la Sierra de las Espillas, y el Barranco de La Canalosa.
Adscripción cultural y cronológica.
En los materiales recogidos durante la prospección aparece una pieza atribuible al
Paleolítico Superior TM/98 - 3, algo que destaca en relación con las otras colecciones y que sin
duda debe tener su correspondencia con las singulares características de estos conjuntos. En la
zona tenemos noticias acerca de materiales del Paleolítico Superior como es el caso de los
depositados en la Colección Municipal de Novelda con la etiqueta de pertenencia a la Cueva del
Tabayá a escasos metros del Barranco de La Canalosa. De las seis piezas atribuibles al
Paleolítico Medio, tenemos un núcleo levallois de lasca preferencial, otros dos clasificados como
núcleos centrípetos de lasca no preferencial, uno de ellos casi agotado, el otro tal vez térmico,
una lasca levallois típica de 1º orden, una raedera transversal convexa sobre lasca levallois y
una lámina de 3º orden.
Los materiales aparecen en las zonas más altas de los cerros colindantes a las terrazas, en los
campos de cultivo que han escalonado las terrazas, y en el fondo de los conos de deyección,
donde es más difícil su identificación debido a los golpes mecánicos que han sufrido los cantos
con el rodamiento.
La localización de estas industrias a lo largo de una amplia zona, hace pensar en los
yacimientos como áreas de talla (Fernández Peris, 1993), sin destacar que pueda localizarse en el
futuro un hábitat relacionado directamente con ellas.
La mayoría de las piezas se han fabricado sobre lasca, aunque también aparecen algunas
hechas sobre lámina y núcleos de extracción laminar. Abundan los núcleos, aunque estos
presentan problemas, ya que muchos de ellos pueden ser de talla mecánica o natural, teniendo
en cuenta que la huella de lascado aparece sobre una superficie de foliación plana relacionada
con las diferentes vetas de mineralización.
En algunos casos, estos núcleos se han relacionado con Chooping Toolls (Ribelles, 1991), lo
9
que suponía una inclusión de parte de estas industrias dentro del Paleolítico Inferior, que sobre
la base de la verticalidad del talón y a algún tipo de muesca, se atribuía dentro de las Industrias
Clactonienses.
Los nuevos estudios realizados inciden en el reconocimiento de estos talleres como Areas de
Talla Levallois Recurrente Centrípeta, dentro de un Taller Primario de momentos avanzados
del Paleolítico Medio, debido sobre todo a un proceso adaptativo avanzado de la técnica
levallois (Fernández Peris, 1999). Sobre los Chooping Toolls, en realidad, se considera que son
núcleos indeterminados, en base a los restos de talla, y que sin lugar a dudas, son todos
atribuibles al Paleolítico Medio.
Se podría establecer la cronología de estas industrias entorno al 50.000 - 35.000 BP.
LA CUEVA DEL TABAYÁ.
Localización.
La Cueva del Tabayá se encuentra en la sierra del mismo nombre al suroeste del término
municipal de Aspe. Hoja nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio
Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M. 30S XH 995 459. Su altitud se establece hacia los
305 metros s.n.m., con un desnivel de aproximadamente 130 metros sobre el Río Vinalopó, justo
en el estrangulamiento del Tabayá. Su pendiente es muy fuerte, llegando a alcanzar el 50 %.
Descripción.
La Sierra del Tabayá, forma parte de las alienaciones subbéticas dentro de las cordilleras de
plegamiento Béticas. Se podría incluir dentro de las unidades postmanto con depósitos
miocenos que se han visto afectadas por los procesos diapíricos de los materiales colindantes
(Pavía y Prieto, 1998).
En cuanto a su téctónica, forma una línea de fractura con una falla inversa a la altura del
paso del río Vinalopó, que desarrolla un estrangulamiento muy acusado justo en esta parte de
su recorrido.
La Cueva corresponde a una diaclasa que se ha formado en la ladera de su vertiente norte,
con una entrada de 3 metros de anchura y una profundiad de 5 metros, con una superficie de
apenas 15 m2.
10
Adscripción cultural y cronológica.
Los materiales que se han estudiado de este yacimiento son el resultado de una
expoliación. No tenemos noticias sobre la forma de recogida, la potencia del sondeo o la
amplitud del corte. En nuestras prospecciones no hemos encontrado señales de rebuscas en el
poco relleno del interior de la cavidad, y nos parece difícil que este conjunto de materiales
pueda corresponder a esta grieta denominada en el Museo de Novelda como Cueva del Tabayá.
El sílex parece ser local, de las vetas cercanas a la Sierra del Tabayá, y ya explotadas en las áreas
de talla del Paleolítico Medio. No obstante, también pudiera ser la materia prima empleada
para el utillaje en la Cueva del Rollo a unos 10 km de distancia. Por otra parte, lo reducido de la
muestra con sólo 40 piezas, y de éstas, 14 retocadas, presenta los necesarios problemas
porcentuales. Siguiendo estas premisas, la clasificación tipológica quedaría así:
Lista Tipo Descripción Piezas
Nº 1 Raspador simple sobre de lámina 2
Nº 4 Raspador de la gravette 1
Nº 32 Buril diedro de ángulo sobre rotura 1
Nº 38 Buril sobre truncadura oblicua 1
Nº 43 Buril de Noailles 1
Nº 51 Puntas de La Gravette 3
Nº 85 Hoja de dorso 3
Nº 87 Hoja de dorso con truncadura 2
Lista tipo.
I L= 90% I R= 21’4% I B= 21’4%
G A= 7’1% I Bd= 7’1% I Bt= 7’1%
G P= 57’1 % I h= 35’7% I PLG= 21’4%
Parece clara la adscripción al Paleolítico Superior de esta industria, que presenta un
Indice laminar del 90%, donde destaca el Grupo Perigordiense con un 57’1% sobre el Grupo
Auriñaciense con 7’1%. La presencia de 3 puntas de La Gravette y el porcentaje de piezas con
borde abatido, donde se puede observar una diverfisicación (hay una pieza con escotadura,
11
truncaduras y de borde abatido total), nos hace inclinarnos por la adscripción dentro del
Gravetiense, aun teniendo en cuenta que el Indice de Raspador (21’4%) no sobresale por encima
del Indice de Buril (también 21’4%, probablemente, algo que tiene que ver con la naturaleza de
esta colección.
LA CUEVA DEL ROLLO.
Localización.
La Cueva del Rollo, también denominada Cova del Sol, se encuentra en la Sierra del Rollo, al
norte del término municipal de Hondón de las Nieves, a escasos metros del término de Aspe.
Hoja nº 27– 34 (870). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército.
Coordenadas. U.T.M. 30S XH 863 459.
La cota más alta de la sierra llega a los 640 metros sobre el nivel del mar, mientras que la boca
de la cueva se emplaza a 490 metros, elevándose a unos 90 metros del pasillo que comunica
Hondón de las Nieves con La Romana por medio de la Sierra del Rollo al W y la Sierra de la
Ofra al E. La pendiente se mantiene entre moderada y fuerte, superando en tramos el 25 % . La
Sierra del Rollo forma parte de las estribaciones del Sistema Bético que aparecen al S de la
provincia de Alicante. En concreto, en una zona donde predomina claramente la fase Subbética
formada por margas, arcillas y yesos correspondientes al Lias Jurásico (IGME. Hoja de Fortuna
nº 892 (27-35) y sus memorias correspondientes, 1975).
V a lo re s d e lo s Ín d ice s .
2 1 ,4
2 1 ,4
3 5 ,7
2 1 ,4
I R
I B
I h
I PL G
582
587569
524
Cueva del Rollo
150 m.0
0 2 m.
1'10
1'58 0'99
1'53 0'97
0'95
2'22
1'57
1'29
1'40
1'25
1'10
0'25
1'21
1'70
2'391'69
2'41
2'01
2'45
2'02
2'41 2'662'00
B
AA
A'A'
1'512'99
3'41
B'
Figura 11. Cueva del Rollo. Planta. 65
A' A
B B’
0 2 m.
0 2 m.
Lámina II. Cueva del Rollo. 1: Situación. 2: Perfiles. 3: Planta..
3
2
1
13
Historia de la Investigación.
El yacimiento de la Cueva del Rollo se da a conocer gracias a Jiménez de Cisneros en una
publicación que narra sus excursiones por las Sierras de la Horna, del Rollo y de Crevillente
(Jiménez de Cisneros, 1907). Hacia la década de los ochenta, empiezan a conocerse unos
materiales recogidos en actuaciones clandestinas que con el tiempo formaron parte de los
fondos expuestos en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda. El autor de dichos trabajos
publicó un artículo donde indicaba la localización del yacimiento, adscribiendo culturalmente
la cueva como Solutrense con indicios del Musteriense (Ribelles, 1983).
La presentación de unos pocos materiales pertenecientes a la Cueva del Rollo en el
Museo Provincial de Alicante, hace percatarse a los investigadores de la importancia de este
yacimiento para el conocimiento de las primeras industrias del Paleolítico Superior en las zonas
meridionales de la Comunidad Valenciana. Así en 1982, se publica el resumen de una Tesis de
Licenciatura sobre el Gravetiense en el País Valenciano (Miralles Viciano, 1982), donde por
primera vez se hace un estudio con metodología científica sobre los materiales de la Cueva del
Rollo. A partir de entonces, el yacimiento ha sido nombrado por varios investigadores del
Paleolítico Superior (Jordá Cerdá, 1986); (Iturbe Polo y Cortell Pérez, 1992); (Soler Díaz, 1993).
En la actualidad, la Cueva del Rollo está seriamente dañada por las actuaciones
clandestinas, que han removido los estratos haciendo díficil una lectura de la estatrigrafía del
yacimiento, con la consiguiente pérdida de información respecto a la evolución de las industrias
líticas y de su adscripción cronológica.
Descripción.
El yacimiento paleolítico de La Cueva del Rollo consiste en una cavidad de unos 24
metros de boca por 14 de profundidad, que supone una superficie irregular de unos 615 m2. Su
formación se debe principalmente a la precipitación del carbonato cálcico, que también ha
afectado a la pared rocosa que se eleva por encima de la cavidad. La superficie está formada por
un sedimento con abundantes fragmentos de caliza, donde aparecen algunos hoyos en su parte
central. Junto a la pared sur de la cueva, el sedimento ha sido removido y desmontado
prácticamente en su totalidad, observando una potencia de relleno arqueológico que puede
alcanzar más de metro y medio.
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Adscripción cultural y cronológica.
La distribución del conjunto de piezas de la Colección de Novelda por capas es, a nuestro
entender, bastante ficticia. De la información facilitada por los autores de la recogida de los
materiales en la cueva, hemos deducido que: las capas son el resultado de tallas mecánicas, sin
tener en cuenta las unidades estratigráficas; la mayoría de las piezas son recogidas tras el
cribado de la tierra, según su método particular de excavación; y además, tenemos constancia
del agrupamiento de piezas más o menos semejantes (sobre todo en la capa 7), con la “idea de
mostrar un nivel musteriense”. En este sentido habría que añadir, que la presencia de
raspadores auriñacienses es mayoritaria en las dos primeras capas, mientras que se han
clasificado puntas de las Gravette en todas las capas menos en la primera. Por otra parte, la
abundancia de piezas retocas (102 sobre 236 totales), y la pequeña cantidad de restos de talla
tiene que ver claramente con las características de la colección. Teniendo en cuenta estas
premisas, el resultado del estudio de los materiales proporciona datos suficientes para su
adscripción dentro del Gravetiense, con un nivel inicial Auriñaciense.
Lista Tipo Descripción Nº Nº 1 Raspador simple sobre lámina 14 Nº 3 Raspador sobre lasca 14 Nº 5 Raspador circular 1 Nº 6 Raspador unguiforme 1 Nº 11 Raspador carenado 3 Nº 13 Raspador carenado en hocico 3 Nº 15 Raspador en hocico 4 Nº 17 Raspador buril 1 Nº 23 Perforador 2 Nº 32 Buril de ángulo sobre rotura 1 Nº 33 Buril carenados 3 Nº 37 Buril sobre truncadura retocada 2 Nº 39 Buril de Lacam 1 Nº 40 Buril bec de perroquet 2 Nº 43 Buril de Noailles 1 Nº 51 Punta de la Gravette 21 Nº 52 Microgravette 5 Nº 62 Láminas retocadas 6 Nº 63 Lámina auriñaciense 4 Nº 69 Punta solutrense con pedículo 1 Nº 74 Denticulado 1 Nº 75 Raedera 3
15
Nº 85 Hojitas de dorso 14 Nº 91 Laminita con escotadura 1
Distribución de piezas retocadas según la Lista tipo.
IR=37,61% IGa= 9,10% IGar= 24,39%
IB= 9,10% IBdr = 36,36% IBtrr= 54,54%
IPLG= 19,26% ILA= 3,66% IHd= 12,84%
GA= 12,82% GP= 37,61%
El Grupo Auriñaciense (12,82%), representado por los raspadores carenados y en hocico
(IGa=9,10%), y las Láminas Auriñacienses (ILA=3,66%), muestran la variabilidad de tipos de la
industria Gravetiense. Sin embargo, el índice de raspadores auriñacienses restrigido se eleva al
24,39%, dato que junto a las Láminas Auriñacienses podrían determinar una fase inicial
Auriñaciense (Iturbe y Cortell, 1993) sin poder establecer que pudiera tratarse de una fase
evolucionada. El resto del conjunto da claras muestras de su pertenencia al Gravetiense, como
demuestra el índice del Grupo Perigordiense (37,61%). La Abundancia de Puntas de la Gravette
(19,26%), junto con Microgravettes (4,58%), y las Hojas de dorso (12,84%) dan clara muestra de
esta secuencia. Las características de este conjunto gravetiense, muestran un claro predominio
de los raspadores sobre los demás útiles. Los buriles, están bien representados (9,70%), siendo
entre estos los de truncadura más abundades (54,54%) que los diedros (36,36).
37,25
9,8
19,6
3,92
11,76
IR
IB
IPLGILA
Ihd
Valores de los Índices.
Dentro de esta facies se observan semejanzas con las industrias de otros yacimientos como
Mallaetes en La Safor, Cova Beneito en Muro, o el Abric de la Ratlla del Bubo y la Cova del
16
Xorret en Crevillente: donde existe un predominio claro de los raspadores sobre los demás
útiles (Miralles Viciano, 1982; Soler Diaz, 1993), la abundacia de las hojitas de dorso y sobre
todo, algo que queda bien representado en la Cueva del Rollo, la abundancia de Puntas de la
Gravette y microgravettes. Esto nos sitúa en una cronología que podemos establecer hacia el
29.690 ± 560 BP para la secuencia inicial y 21.710 ± 650 para la serie final del gravetiense, datos
tomados de similares niveles en Mallaetes (Gusi y Olaria, 1994). La secuencia solutrense,
expuesta en alguna ocasión (Ribelles, 1983), es difícil de determiniar, pues sólo se ha constatado
la presencia de una punta de flecha con pedúnculo y aletas, con retoque plano cubriente, y una
laminita con escotadura, colgantes realizados con caracoles, y dos conchas de vieira, que debido
a las características de la colección pueden ofrecer algunas dudas.
Esquirlas 8 Lascas 16 Láminas 73 Laminitas 42 Núcleos 1
Piezas no retocadas.
Decorticado Decalotado 1º orden 2º orden 3º orden Lascas 4 7 2 3 Láminas 7 22 44 Laminitas 2 4 35
Orden de extracción.
La materia prima empleada suele ser principalmente el sílex, que en caso de este yacimiento,
podría abastecerse de la zona de Beties en el término municipal de Novelda, o aunque a mayor
distancia, de la zona de las Terrazas del Vinalopó.
EL TABAYÁ.
Localización.
El yacimiento del Tabayá se encuentra en la sierra del mismo nombre al SW del término
municipal de Aspe. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio
Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M. 30S XH 995 459
CR-1- 23
CR-1- 19CR-1-25
CR-1-21CR-1-24
CR-1-18
CR-1- 5
CR/98 - 1CR-1- 20
CR-1- 9 CR-1- 13
CR/99 - 2CR/99 - 1CR/98 - 4
3 cm0
CR-2- 38
CR-2- 40
CR-2- 37
CR-2- 33CR-2- 48 CR-3 86
CR-3- 87
CR-2- 51
CR-2- 58CR-2- 55
CR-3- 89
CR-3- 85CR-3- 84
CR-3- 82
CR-3- 62
3 cm0
CR-3- 97
CR-3- 100CR-3- 66
CR-3- 99CR-3- 94
CR-3- 90
CR-3- 70CR-3- 91CR-3- 92
CR-3- 93CR-3- 60 CR-3- 87CR-3- 88
CR-3- 74
3 cm0
CR-4- 125
CR-4- 126 CR-4- 128
CR-4- 132CR-4- 123CR-4- 136
CR-4- 130
CR-4- 107CR-4- 103 CR-4- 104
CR-4- 105
CR-3- 64
CR-3- 75
CR-3- 63 CR-4- 101
3 cm0
Lámina III. Cueva del Rollo. Industria lítica 1.
CR-5- 169CR-5- 172CR-5- 174
CR-4- 139
CR-5- 171CR-5- 173
CR-5- 170
CR-5- 167CR-5- 166CR-5- 155CR-4- 121CR-4- 119
CR-4- 122CR-4- 118CR-4- 124CR-4- 120CR-4- 131
3 cm0CR-6- 195
CR-6- 188CR-6- 198
CR-6- 191CR-6-190
CR-5- 159CR-5- 160
CR-5- 161
CR-5- 166CR-5- 168CR-5- 163
CR-5- 165CR-5- 144CR-5- 146
CR-5- 143
3 cm0
CR-7- 214 CR-7- 205CR-7- 206
CR-7- 218CR-7- 223CR-7- 224
CR-6- 185CR-6- 184 CR-6-186
CR-6- 183CR-6- 187
CR-6- 199CR-6- 176CR-6- 197
3 cm0
CR-7- 207CR-7- 201
CR-7- 202CR-7- 208 CR-7- 200
CR-7- 215
CR-7- 204 CR-7- 219
3 cm0
Lámina IV. Cueva del Rollo. Industria Lítica 2.
19
Su altitud se encuentra hacia los 305 metros s.n.m., con un desnivel de aproximadamente 130
metros sobre el Río Vinalopó, justo en el estrangulamiento del Tabayá. Su pendiente es muy
fuerte, llegando a alcanzar el 50 %.
Historia de la Investigación.
Conocido desde antiguo (Jiménez de Cisneros, 1925), el yacimiento ha sido citado en
numerosas ocasiones (Ramos Folqués, 1953; Román Lanjarín, 1975; Navarro Castelló, 1978),
siendo objeto de continuas remociones de tierras por parte de aficionados, sobre todo en las
décadas de los setenta y ochenta. Los materiales resultantes de las incursiones en el yacimiento
fueron a destinados a la Colección del Colegio Padre Dehón y a otras colecciones privadas que
tiempo después se depositaron en parte en el Museo Arqueológico de Novelda.
En 1987, Mauro S. Hernández, Catedrático de Prehistoria en la Universidad de Alicante,
inició un proyecto de Excavación Arqueológica Ordinaria, con permiso de la Generalitat
Valenciana. Por el momento se han llevado a cabo 5 campañas de excavación (1987, 1988, 1989,
1990 y 1991) que han deparado un importante volumen de información procedente tanto de las
laderas inferiores como de las superiores.
Descripción.
La Sierra del Tabayá, forma parte de las alienaciones subbéticas dentro de las cordilleras de
plegamiento Béticas. Se podría incluir dentro de las unidades postmanto con depósitos
miocenos que se han visto afectados por los procesos diapíricos de los materiales colindantes
(Pavía y Prieto; 1998). En cuanto a su téctónica forma una línea de fractura con una falla inversa
a la altura del paso del río Vinalopó, que desarrolla un estrangulamiento muy acusado justo en
esta parte de su recorrido.
Se ubica en las laderas y cumbre del monte del mismo nombre, justo en la zona que flanquea
el cauce del Vinalopó en su margen izquierda, encajándolo en un cañón antes de formar el
embalse de Elche. La extensión del yacimiento es cercana a la hectarea, habiéndose excavado
apenas el 10% del mismo, donde se han constatado varios departamientos, también
enterramientos bajo los niveles de habitación y diversos materiales depositados en el Museo
Provincial de Alicante.
20
Adscripción cultural y cronológica.
En 1982, Navarro Mederos señala la presencia de cerámicas pertenecientes al Bronce Final y
a los Campos de Urnas, en una estructura tumular violada. Los estudios posteriores lo sitúan en
la línea de los poblados del Bronce Final (Gil Mascarell, 1985; Hernández Pérez y López Mira,
1992) como la Mola d’Agres y Peña Negra, en concreto un conjunto cerámico del Bronce Final
presenta claros paralelos con el tipo AB2 de Peña Negra I (González Prats, 1983). Por otra parte,
la publicación de un cuenco campaniforme, recogido por aficionados y expuesto en la colección
de la Casa de Cultura de Novelda, hecho que se ha comprobado con el estudio de las cerámicas
de los niveles más antiguos del yacimiento, hacen que nos encontremos ante un poblado que
presenta una secuencia cultural amplia, que abarcaría desde el Campaniforme hasta el Bronce
Final. Por nuestra parte, en una visita al yacimiento recogimos un único fragmento con
decoración campaniforme: TA/99 – 1. Estos datos nos indican una secuencia que a partir del
Horizonte Campaniforme de Transición hacia la mitad del III milenio a.n.e. se prolongaría hasta
el primer tercio del I milenio a.n.e.
LA HORNA.
Localización.
El yacimiento de La Horna, se encuentra al noroeste del término municipal de Aspe. Hoja de
Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000. Mapa topográfico del Servicio Geográfico del Ejército.
Coordenadas U.T.M. 30S XH 915 471. El yacimiento se emplaza en la cima del cerro a una
altitud de 439 m s.n.m. y de unos 75-100 metros de desnivel sobre las tierras circundantes, con
una pendiente que llega a alcanzar el 35 %.
Historia de la Investigación.
Las primeras noticias acerca de este yacimiento se deben a Jiménez de Cisneros, quien señala
la existencia de fósiles y de materiales arqueológicos en una zona denominada El Murón, donde
informa, ya para aquel entonces, de remociones de tierras, que continuaron hasta la década de
los ochenta. Hacia 1920, se realizó un espectacular agujero en la parte superior del cerro por
parte de un vecino de la localidad, supuestamente en la busca de un tesoro. Las remociones de
tierras alcanzaron su mayor apogeo en la década de los setenta, cuando se recogieron
21
abundantes materiales arqueológicos que en la actualidad forman parte de las colecciones del
Colegio Padre Dehón y de la Colección Museográfica de Novelda. En 1980 se iniciaron las
campañas de excavación bajo la dirección del Dr. Mauro S. Hernández Pérez, llevándose a cabo
un total de 6 campañas entre los años 1980 y 1986.
Descripción.
El Murón de la Horna es un cerro adelantado de la estribación montañosa de la sierra del
mismo nombre. Su tercio superior es un escarpe que lo rodea por todas sus partes.
Las excavaciones han sacado a la luz un total de 410 m2 lo que supone cerca de un tercio de
la superficie del poblado. Se han identificado 9 departamentos asociados a una calle, 2
enterramientos y materiales cerámicos y metales que se encuentran depositados en el Museo
Arqueológico Provincial de Alicante (Hernández Pérez, 1994).
Adscripción cultural y cronológica.
Se trata de un yacimiento perteneciente a la Edad del Bronce. El estudio de sus materiales
permiten incluirlo dentro del Bronce Tardío con una cronología entre 3.300 y el 3.000 BP.
LA MESA DE PIEDRA.
Localización.
La Mesa de Piedra se encuentra al sur del casco urbano de Aspe, justo en una pequeña sierra
que se eleva al término del barrio de Vistahermosa. Hoja de Elche, nº 28-34 (893). Escala 1:
50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH
954 453. El yacimiento se encuentra en la cima del cerro a una altitud de 347 metros s.n.m. con
un desnivel de 64 metros con respecto a las últimas casas del barrio Vistahermosa y de 195
metros con respecto al río Tarafa del que se encuentra a unos dos kilómetros. Su pendiente es
moderada, 16 %.
Descripción.
Se trata de un yacimiento que ha sufrido numerosas intervenciones antrópicas debido
principalmente a su cercanía con la población. En primer lugar, la cima donde se encuentra el
yacimiento está abancalada, probablemente para un antiguo cultivo de almendros o algarrobos.
311
334
347338
291
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
W-E
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
N-S
150 m.0
MP/98 - 1
MP/98 - 2
MP/98 - 6
MP/98 - 7
30
MP/98 - 3MP/98 - 5
MP/98 - 7MP/98 - 8
MP/98 - 9
MP/98 - 4
MP/98 - 10
30
Lámina V. La Mesa de Piedra. 1: Situación. 2: Materiales..
1
2
23
El yacimiento ocupa práticamente la totalidad de la cima que tiene forma amesetada con una
ligera pendiente (5 %), inclinada de este a oeste. La dispersión de cerámica abarca unos 2.500
m2, y aparece abundante en superficie gracias a la remoción de tierras que ha sufrido. En
algunos puntos del yacimiento aparecen algunas alienaciones de piedras que bien podrían
pertenecer a diversas construcciones.
Adscripción cultural y cronológica.
Los materiales recogidos en superficie nos indican un poblamiento durante la Edad del
Bronce. Futuras excavaciones arqueológicas podrían determinar su periodización cultural que
hoy tenemos que establecer a lo largo del II Milenio.
LAS TRES HERMANAS I.
Localización.
El yacimiento de Las Tres Hermanas I se encuentra situado a unos 2.700 metros al S del
casco urbano de Aspe. Hoja de Elche, nº 28 - 34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del
Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 959 443. Su altitud en la cota más
alta es de 370 metros s.n.m. con un desnivel de 90 metros sobre los campos circundantes y con
pendientes que pueden alcanzar el 40-50 %.
Descripción.
La Sierra de las Tres Hermanas forma parte de las últimas estribaciones de las cordilleras
béticas dentro de la provincia de Alicante, antes de entrar en la depresión de la Vega Baja.
Situada en la cuenca meridional del valle medio del Vinalopó, sigue una ensilladura transversal
perteneciente a la fase subbética, formada por tres picos alienados en dirección NNE-SSO, que
siguen la dirección de las Sierra del Azafá y del Castro, aunque separada de éstas por los
Barrancos de la Fuente El Hermano y de las Monjas.
El relieve está ligado al afloramiento del Trías de carácter Tortoniense debido a un importante
fenómeno diapírico (IGME: 1972). Sin embargo, la presencia de glacis y depósitos cuaternarios,
es muy limitada en lo que respecta al yacimiento debido principalmente a los agentes erosivos,
que han dejado al descubierto la secuencia estratigráfica predominante del Triásico y
representada por las calizas dolomíticas, margas y calizas tableadas, que aparecen
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NNW-SSE
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NNE-SSW
370
350
365
326
319
351
344
343
0 60 m
30
TH/98 - 1TH/ 99 - 30
3300
TH/98 - 2
TH/99 - 28
TH/ 99 - 29
TH/99 - 31
30
THe/99 - 45THe/99 - 46
3 cm0
3 cm0
THe/99 - 49THe/99 - 47
THe/99 - 48
3 cm0
Lámina VI. Tres Hermanas I. 1: Situación. 2: Cerámica.
11
22
THe/99 - 63
THe/99 - 68
THe/99 - 67
THe/99 - 64
THe/99 - 65
THe/99 - 35
THe/99 - 36
THe/99 - 37
THe/99 - 38
THe/99 - 39
THe/99 - 40THe/99 - 41
THe/99 - 42
THe/99 - 43THe/99 - 44
3 cm0
THe/99 - 73
THe/99 - 72
THe/99 - 74
THe/99 - 71
3 cm00
THe/99 - 66
Lámina VII. Tres Hermanas I.1: Dientes de hoz.. 2: Cerámica. 3: Cuchillos de sílex.
3 cm00
3 cm00
1
2
3
26
entre los cortes de los cerros de forma horizontal asomando en los conos de deyección, y
originando en ocasiones auténticas plataformas y alienaciones calizas.
El yacimiento presenta cerámica a mano de la Edad del Bronce y en mayor medida cerámica
ibérica, aunque también se encuentran algunas piezas medievales sobre todo en las zonas más
bajas. La dispersión de cerámica atribuible a la Edad del Bronce se encuentra en los tres cerros
que forman la sierra, siendo más abundante en el cerro sur, que coincide con el de mayor cota y
donde se puede observar en su ladera noreste un importante relleno cubierto de vegetación.
Esto nos lleva a calcular la extensión del yacimiento en unas 2.5 Hc, si bien esto puede ser
engañoso, pues la distribución del hábitat probablemente, no ocupa toda la superficie de la
sierra, sino donde las características orográficas del terreno lo puede permitir.
Es difícil determinar la situación del poblamiento durante la Edad del Bronce en este
yacimiento debido a la intensa acción erosiva que ha sufrido al tener una pendiente muy
acusada. No se han podido constatar estructuras visibles pertenecientes a la Edad del Bronce,
debido principalmente a la inclinación de la pendiente y al nivel de arrasamiento de la
superficie, y sobre todo a la superposición de estructuras de época ibérica, donde la ocupación
del yacimiento fue mayor con toda seguridad.
Adscripción cultural y cronológica.
La Sierra de Las Tres Hermanas presenta una ocupación durante la Edad del Bronce que no
podemos precisar debido a lo reducido del conjunto cerámico que incluye bordes y formas
comunes a lo largo del II milenio a.n.e. La presencia de este yacimiento en una zona de suelos
de calidad media baja, se explica por su posición respecto a una vía de comunicación entre la
Vega Baja y el curso medio del río Vinalopó. Una posición estratégica que tiene que ver con la
organización del territorio durante la Edad del Bronce en la cubeta de Aspe – Novelda –
Monforte, y es su relación espacial con los demás yacimientos el único elemento de análisis que
podemos que podemos determinar.
EL GORROQUINTO.
Localización.
El yacimiento de El Gorroquinto está situado al sur del término municipal de Aspe, en la
antesierra del mismo nombre al pie de la Sierra de La Madera. Hoja de Elche nº 27–34 (893).
27
Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M.
30S XH 922 415. El yacimiento está situado en la cima y laderas a una altitud de 453 metros
s.n.m. y a 58 metros en la ladera norte y 20 metros en la ladera sur de desnivel con las tierras
circundantes, que producen una pendiente fuerte de 29% en la ladera norte, y leve 10 % en la
ladera sur.
Descripción.
El Gorroquinto ese encuentra en una antesierra formada por dos cerros cónicos unidos que
aparecen justo al norte de la Sierra de la Madera, conformando lo que es el final de las
estribaciones montañosas antes de entrar en la Vega Baja, y dominando el paso natural hacia la
zona de Crevillente. Está formada principalmente por arcillas rojas y vetas yesíferas. El
yacimiento ocupa la ladera sur y la zona de unión entre los dos cerros con una extensión
aproximada de 500 m2, donde no se observa ninguna estructura ya que el nivel de arrasamiento
es muy alto, al utilizarse como camino a una cantera de yeso en la vertiente N del cerro, que
estuvo en funcionamiento a principios de siglo, y donde todavía quedan restos de los hornos.
Adscripción cultural y cronológica.
La dispersión de cerámica en el cerro es muy reducida, con materiales en su mayoría poco
significativos. Son sobre todo cerámicas comunes sin decoración, de cocción oxidante y
desengrasante fino calcáreo. En ocasiones la pasta presenta cocción tipo sandwich ox/red/ox, y
está acabada en un engobe de color beige claro. Se han recogido 5 fragmentos cerámicos en los
trabajos de prospección de los cuales cuatro son de decoración pintada y otro la base de un
recipiente. Estos son muy similares en su composición y distintos a las cerámicas anteriormente
citadas, por lo que no descartamos que bien pudieran pertenecer a otra etapa cultural más
reciente.
La poca entidad de los materiales recogidos en superficie no aporta muchos datos. Parece ser
que nos encontramos ante un pequeño caserío o fortín de época ibérica, sin poder precisar su
cronología más exactamente. Tampoco se descarta otra ocupación en periodos más recientes,
aunque no quedan restos de estructuras que lo puedan atestiguar.
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NW-SE
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NNE-SSW
444 448
457
432
150 m.0
GO/98 - 1
GO/98 - 2GO/98- 4
30
211
229
252
225
200 209
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
W-E
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
N-S
150 m.0
AJ/99 - 3
AJ/99 - 4AJ/99 - 5
AJ/99 - 6
AJ/99- 7
AJ/99 - 2
3 cm0
3 cm0
3 cm0AJ/99 - 8
Lámina VIII. 1: Situación de El Gorroquinto. 2: Cerámica de El Gorroquinto. 3: Situación de
Los Altos de Jaime. 4: Cerámica de Los Altos de Jaime.
1
2
3
4
29
EL TOLOMÓ.
Localización.
El yacimiento de El Tolomó, se encuentra a unos 6 kilómetros al Suroeste del casco urbano
de Aspe, cerca del límite con el término municipal de Hondón de las Nieves, en la ladera sur
de la Sierra de Ors. Hoja de Elche, nº 28 - 35 (893). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del
Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas: U.T.M 30S XH 902 424. El yacimiento se
emplaza en una ladera (glacis), a una altitud de 325 metros s.n.m. con un desnivel aproximado
de 12 metros sobre la Rambla del Tolomó. Su pendiente va aumentando de leve a moderada,
llegando a alcanzar el 13 %.
Descripción.
Entre Hondón de las Nieves y Aspe, la continuidad del corredor queda cortada por tres
sierras paralelas de Norte a Sur: las Sierras de Ors (511 m), de Enmedio (512 m) y de la Ofra (582
m). La Sierra de Ors, se encuentra al SW del término municipal de Aspe, delimitando la Rambla
del Tolomó junto con la Sierra de Crevillente, que parte del Fondó hasta Aspe, uniéndose a la
del Tarafa. Tiene una pendiente ondulada poco escarpada que va descendiendo hacia el Oeste
según va entrando en el término de Hondón de las Nieves. El yacimiento se encuentra situado
al comienzo de una ladera de muy fácil acceso, prácticamente al pie de la Rambla, y del antiguo
camino que unía las poblaciones de Aspe y Hondón. Ocupa una extensión aproximada de 3.500
m2 donde se encuentran gran cantidad de fragmentos cerámicos.
Existen algunos restos de estructuras de construcción, aunque muy arrasadas. La roca
madre asoma por diversos puntos, y el relleno que se puede apreciar aparece generalmente
entre los huecos de la roca.
Adscripción cultural y cronológica.
Se han inventariado un total de 43 fragmentos cerámicos, de los cuales 42 corresponden a
cerámica ibérica. Se han identificado 10 restos o improntas de asas, 2 bases, 15 bordes, 1
fragmento de cuello y 15 fragmentos informes de cerámica decorada. Esto nos ha permitido
distinguir cinco conjuntos dentro del grupo. Por un lado, la cerámica común, que con un 37,2 %,
es el más abundante, formado por tres platos, una tinajilla, un caliciforme, una urna, un lebes, y
nueve formas sin identificar. Otro grupo está formado por las ánforas, que representan el 18,6
%, no pudiendo identificar los tipos, ya que únicamente disponemos de fragmentos de bordes o
30
asas. La cerámica pintada está representada por un 23, 2 %, y dentro de sus formas tenemos 2
platos, una urna, y siete recipientes sin identificar, siendo uno de ellos bícromo. La cerámica
gris representa un 11, 6 %, donde se ha podido identificar un caliciforme. Y por último tenemos
la cerámica de cocina con 3 fragmentos que representan un 6,9 % del total.
Dentro de las formas, se han podido catalogar tipológicamente un total de 19 fragmentos,
donde las ánforas (50 % de las formas identificadas) son las más abundantes, seguidas por los
platos (26,3 %). Los caliciformes (10,5 %) y las urnas (10,5 %) están representados junto con otras
formas: un lebes, y una tinajilla.
En cuanto a las decoraciones predomina claramente la pintada con formas de bandas y
filetes alternantes, con colores que van desde el rojo vino al anaranjado, muchas veces por
degradación de las tonalidades. Los círculos concéntricos están representados en un fragmento,
al igual que los triangulos. Hay, además, un fragmento de cerámica gris con una acanaladura en
el exterior, y una tinajilla con una línea engrosada entre decorativa y elemento de suspensión.
La pasta de las vasijas tiene consolidada las características de las produciones ibéricas: muy
depurada con granulometría muy fina, con escasos elementos calcáreos, y una cierta cantidad
de mica, de color rojizo o anaranjado, y con sonido metálico.
Las formas del repertorio cerámico recogido en superficie, son similares a otros conjuntos
identificados en yacimientos de época ibérica desde el Ibérico Antiguo hasta sus etapas más
recientes. En cuanto a las decoraciones, la abundancia de los motivos rectilíneos simples y la
total ausencia de los geométricos complejos, de cabelleras, y de decoración figurada, nos puede
indicar el abandono de este asentamiento hacia finales del siglo IV. La presencia
0%10%20%30%40%50%60%70%80%90%100%
Anforas Común CocinaGris Pintada Barniz negro
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
W-S
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
N-S
325
320
313
312
338
337
323327
Rambl
a de E
l Tol
omó
150 m.0
TO/98 - 30 30
TO/98 - 11 TO/98 - 14
TO/98 - 26TO/98 - 40
30
TO/98 - 5
30
TO/98 - 41
30
TO/98 - 8.
30
TO/98 - 3
30
TO/98 - 10
TO/98 - 2.
TO/98 - 21
TO/98 - 28
TO/98 - 31
TO/98 - 4
TO/98 - 9
30
Lámina IX. El Tolomó. 1: Situación. 2:Cerámica común. 3:Ánfora. 4:Caliciforme.
5: Cerámica pintada.
1
2
3
4
5
de cerámica gris (11,6 % del total recogida en superfice) permite reconocer un contexto de fase
antigua en el yacimiento, sobre la base de los paralelos cercanos que ha proporcionado el
poblado del El Oral (Abad y Sala, 1993). El fragmento de cerámica ática con una cronología del
último tercio del siglo V a.n.e. viene a reforzar esta hipótesis.
Todo esto nos ofrece, aunque con las limitaciones de un repertorio limitado y recogido en
superficie, una cronología que se acercaría al Ibérico Antiguo, entre el siglo VI y el siglo V, que
sería totalmente abandonado durante el siglo IV a.n.e.
LAS TRES HERMANAS II.
Localización.
El yacimiento de Las Tres Hermanas se encuentra situado a unos 2.700 metros al sur del
casco urbano de Aspe. Hoja de Elche, nº 28 - 34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del
Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 959 443. Los tres cerros
presentan cotas de 365, 364 y 370 m. s.n.m., unidos por lenguas a 351 y 344 m., alienadas de
norte a sur. Desde el cerro central, surge a modo de espolón una nueva elevación dirigida al sur
con una cota máxima de 327 m. en una pequeña planicie de unos 200 m2 de superficie. El
desnivel oscila entre los 90 y 100 metros y las pendientes oscilan entre el 20 y el 40 % que se
llega a alcanzar en la cota más alta en el pico suroeste.
Descripción.
La Sierra de Las Tres Hermanas forma parte de las últimas estribaciones de las
cordilleras béticas dentro de la provincia de Alicante, antes de entrar en la depresión de la Vega
Baja. Situada en la cuenca meridional del valle medio del Vinalopó, sigue una ensilladura
transversal perteneciente a la fase subbética, formada por tres picos alienados en dirección
NNE-SSO, que continúan junto a las Sierras del Azafá y del Castro, aunque separadas de éstas
por los Barrancos de la Fuente El Hermano y de Las Monjas.
El relieve está ligado al afloramiento del Trías de carácter Tortoniense debido a un importante
fenómeno diapírico (IGME, 1972). La presencia de glacis y depósitos cuaternarios es muy
limitada en lo que respecta al yacimiento debido principalmente a los agentes erosivos, que han
dejado al descubierto la secuencia estratigráfica predominante del Triásico representada por las
calizas dolomíticas, margas y calizas tableadas, que aparecen entre los
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NNW-SSE
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NNE-SSW
Edificio A
Estructura D
Estructura E
Edificio B
Estructura C
370
350
365
326
319
351
344
343
0 60 m
1,5 m.0
+ +
+ +
0 120 cm
Sección A - A’.
Sección B - B’.
Sección C - C’. 0 120 cm
AB
++++ ++
+ + + + ++
0 120 cm
++
+ +
+
+Alzado muro 6
Lámina X. Tres Hermanas II. 1: Situación de las estructuras. 2: Planta del Edificio A. 3: Planta
del Edificio B. 4: Perfiles y alzado del Edificio A..
34
cortes de los cerros de forma horizontal, asomando en los conos de deyección, y originando en
ocasiones auténticas plataformas y alienaciones calizas. Desde el punto de vista tectónico-
litológico se podría incluir dentro de las Unidades Post-Manto, como un conjunto de materiales
sedimentarios formados por margas, calizas y conglomerados detríticos, situados entre dos
dominios diapíricos, al N el Diapiro de Agost y al S el del Vinalopó, con depósitos miocenos
afectados por estos procesos que hacen aflorar la secuencia triásica (Pavía, A. y Prieto, A., 1998).
El agua de arroyada ha modelado las vertientes de los tres cerros formado un sistema de
cárcavas o badlands, gracias a la pendiente, que va disminuyendo hacia la depresión de Elche, y
debido también a la capacidad de drenaje que supone la proximidad del Barranco de las
Monjas. En este sentido, la Sierra de las Tres Hermanas está rodeada por una zona endorreica
que, originada en la Fuente El Hermano, transcurre hacia el Barranco de las Monjas que va a
desaparecer al N de la ciudad de Elche. Esta vertiente debió de ser más importante en la
antigüedad, ya que destaca su desproporcionado tamaño en relación con su capacidad hídrica,
que en la actualidad aparece como pequeños embalsamamientos acuíferos en las zonas más
bajas.
Los tres cerros presentan cotas de 365, 364 y 370 m. s.n.m., unidos por lenguas a 351 y 344
m., alienadas de norte a sur. Desde el cerro central, surge a modo de espolón una nueva
elevación dirigida al sur con una cota máxima de 327 m. en una pequeña planicie de unos 200
m2 de superficie, donde se encuentra la estructura que describiremos posteriormente. El
desnivel oscila entre los 90 y 100 metros y las pendientes oscilan entre el 20 y el 40 % que se
llega a alcanzar en la cota más alta en el pico suroeste.
Desde esta altura el campo visual del entorno es amplio excepto hacia el oeste donde el
cerro de Las Tres Hermanas actúa de barrera con sus 367 mestros de cota máxima, razón por la
que hemos creído conveniente tomar los datos de visibilidad desde este vértice geodésico, por
otro lado muy cercano al edificio objeto de estudio, además, de que en este punto de máxima
cota también se han localizado restos constructivos ibéricos de los que luego hablaremos.
Partiendo de esta premisa, el campo visual que se ofrece es, sencillamente,
impresionante. Así, hacia el norte el panorama abarca todo los llanos cuaternarios que se
localizan en torno a la cuenca media del río Vinalopó teniendo como límite la sierra de El Cid;
en dirección noreste se abre el corredor que conduce hacia Agost, y desde aquí hacia L’Alacantí.
35
Por el E la visibilidad se ve limitada por una serie de cerros contiguos que impiden ver el río
Vinalopó, no obstante la red caminera tradicional que pasa a levante del cerro se identifica con
facilidad. Hacia el sureste, de nuevo, la panorámica es muy amplia alcanzando, en primer
término, la llanura del Bajo Vinalopó y, en segundo lugar, todo el litoral que va desde la sierra
de Santa Pola hasta la sierra de El Molar. En dirección sur y suroeste de nuevo encontramos
importantes obstáculos (Sierra de la Madera y Sierra de Crevillente) que provocan un campo
visual escaso o limitado. Por último, la visibilidad vuelve a ser amplia o muy amplia hacia el
oeste (hasta la sierra de La Horna) y el noroeste (hasta la sierra de Betíes).
La extensión del yacimiento ocupa unas 3000 m2, y presentaba una gran cantidad de restos
cerámicos en superficie hace algunas décadas (según información del propietario), aunque en
estos momentos, haya que buscarla cuidadosamente, debido a los continuos saqueos que ha
sufrido. En la actualidad, se observa cerámica de la Edad del Bronce, especialmente en el cerro
sur, que es el que presenta una mayor altitud, aunque pueden encontrarse fragmentos
prácticamente en todas las zonas de la sierra. No existen estructuras visibles asociadas a esta
etapa cultural, y el reducido inventario cerámico, no ofrece datos suficientes para efectuar un
análisis más detallado, teniéndolo que adscribir al II milenio a.n.e.
A diferencia del hábitat en la Edad del Bronce, el hábitat ibérico, no ocupa las cimas de los
tres cerros, sino las laderas de los mismos y las planicies que forman los afloramientos calizos.
Elementos Arquitectónicos.
En cuanto a las estructuras, se han podido constatar varias alineaciones de muros en el
cerro sur que no han sufrido ninguna intervención, y en la ladera de un antecerro que parte del
centro de la sierra dos departamentos, uno sin excavar, y otro parcialmente excavado en una
actuación clandestina (Edificio B), donde se rebajó un relleno de unos 25 cm. En la zona más alta
de la lengua central, aparece una construcción totalmente excavada en una actuación similar
(Edificio A), y por último justo en el vértice geodésico aparece otra construcción totalmente
expoliada (Edificio C).
Edificio A.
El edificio se halla emplazado sobre la cima amesetada de lo que, en términos geográficos,
denominaríamos antecerro, es decir, una pequeña elevación que a modo de espolón sobresale
en dirección este - oeste de una alineación montañosa más alta que queda a
TH/99 - 33
TH/99 - 32
3 cm0TH - 1 - 5
TH/99 - 34
3 cm0
30
3 cm0
30
30
3 cm0
TH/99 - 11
TH/99 - 25
TH/99 - 13
THe/99 - 27
THe/99 - 62
THe/99 - 8 7,5 cm0
THe/99 - 19
THe/99 - 22
3 cm0
3 cm0
TH/99 - 5
3 cm0
Lámina XI. Tres Hermanas II. 1: Cerámica de importación. 2: Ánfora ibérica. 3: Ánforas locales
4: Ánforas de importación..
THe/99 - 73 cm0
1
2
3
4
37
poniente (el cerro de Las Tres Hermanas propiamente dicho). Esta pequeña plataforma alcanza
una cota de 327 m. s.n.m. siendo su desnivel respecto al nivel de base circundante de unos 50 m.
Ofrece un difícil acceso por todas sus vertientes, con pendientes alrededor del 35%, a excepción
de la ladera suroeste donde la pendiente calculada es del 25%.
Esta estructura ha sido excavada, obviamente sin ningún tipo de rigor científico, hasta
sus cimientos, dejando en superficie, al margen de los muros, una gruesa capa de arena suelta
producto de tan desafortunada actuación. Por este motivo, la caracterización tanto técnica como
arquitectónica de la construcción necesariamente será incompleta pues una gran cantidad de
datos, que sería prolijo aquí enumerar, se han perdido, quizás para siempre.
Los muros del edificio, y la planta que conforman, suponen el mejor objeto de análisis. Se
trata de una construcción prácticamente cuadrada (9’12 m. x 8’92 m.= 81’35 m2)1, con un vano de
1’80 m. abierto en mitad del muro meridional por el que se accede a una primera sala (pronaos),
dispuesta en sentido E - W, a través de la cual la circulación se distribuye hacia tres salas
paralelas en sentido N-S que configuran una característica cella tripartita. A la estancia
septentrional, se accede por un vano de 0’88 m. mientra que en la meridional alcanza hasta 0’92
m., y más aún 0’96 m. en el vano por el que accede a la nave central.
El proceso constructivo no es difícil de determinar pues la relación estratigráfica entre las
estructuras, muestra claramente que, en primer lugar, se levantan los muros perimetrales, con
un ancho medio en torno a los 60 centímetros; a continuación se realiza la división interna,
aunque en este punto merece la pena destacar una clara diferencia de módulo, pues mientras
los muros con planta en L que delimitan la cella central mantienen la anchura citada, los que
delimitan las cellae laterales de la pronaos disminuyen su calibre hasta 0’49 m. Tal vez, este
hecho esconda una refracción en el edificio aunque esta información puede haber desaparecido
para siempre, dada la intervención realizada. Los paramentos se construyen con un doble
lienzo de piedras irregulares, sin duda del lugar, y un relleno de casquijo, todo ello trabado con
una argamasa de arena, trazas de cal y agua. En determinados puntos aparecen bloques de
aspecto prismático, y sillarejos bien trabajados, sobre todo en las esquinas, sirviendo de unión
1 Téngase en cuenta, a la hora de comparar las distintas medidas que ofreceremos, que ciertamente estos datos son
irreales pues desconocemos qué valores se alcanzarían teniendo en cuenta los distintos revestimientos que sin
duda tuvieron estas estructuras.
38
entre dos tramos, y delimitando las puertas, a modo de jambas. En el alzado, que se conserva en
más de 50 centrímetros en algunos puntos, las hiladas parecen alternar el calibre: la primera
muestra piedras de gran tamaño, las mayores de toda la construcción, luego aparecen otras más
pequeñas para mostrar en la tercera hilada de nuevo bloques de tamaño grande. Se trata de una
técnica constructiva bien documentada en poblados ibéricos, por ejemplo El Oral (Abad y Sala,
1993), donde la hilada de piedras más pequeñas, pretende regularizar la superficie de asiento de
la siguiente. No hemos encontrado, obviamente, ninguna evidencia de adobes aunque puede
ser de gran interés mencionar el hallazgo de una plaqueta de arcilla de tono ocre,
aparentemente local, rectangular y con listeles aplicados al exterior que pudiera pertenecer a la
decoración del edificio, dato muy revelador sin duda.
Como ya hemos adelantado, toda la técnica constructiva responde a formas de trabajar
indígenas y habría numerosos ejemplos al respecto aunque los paralelos más cercanos los
encontramos en las estancias del citado poblado de El Oral (Abad y Sala, ibid.), sobre todo la
presencia de jambas en las puertas, los sillarejos de las esquinas o la alternancia de hiladas.
Teniendo en cuenta la cronología de este yacimiento (1ª ½ del s. V a.n.e.) y éste de Las Tres
Hermanas (entre fines del V y mediados del IV a.n.e), no resulta descabellado defender una
tradición constructiva local que como poco hay que remontar al Periodo Orientalizante y que
tiene en este edificio estudiado un singular ejemplo.
En cuanto a su modulación, hemos podido comprobar el más que problable uso de un
pie de 0’295 m. Así, los muros más anchos tendrían dos pies por uno y medio de los más
estrechos; los vanos interiores responden a un modulo de tres pies mientras que el acceso
principal justamente lo dobla (seis pies). Los muros maestros que delimitan el edificio tendrían
31 pies y las medidas vuelven a ofrecer datos convincentes en la distribución del espacio
interno: la pronaos tiene 6 por 27’5 pies, la estancia central 18’5 por 10 pies y las laterales 18’5 por
5’5 pies.
Tramo Centímetros Valor max pie nº de pies Valor min pie nº de pies
Muro 1 892 29,8 29,9 29,2 30,5Muro 2 908 29,8 30,5 29,2 31,1Muro 5 904 29,8 30,3 29,2 31,0
Muro 3 356 29,8 11,9 29,2 12,2 Muro 4 404 29,8 13,6 29,2 13,8
39
Tramo Centímetros Valor max pie nº de pies Valor min pie nº de pies
Muro 6 596 29,8 20,0 29,2 20,4Muro 7 596 29,8 20,0 29,2 20,4
Muro 8 180 29,8 6,0 29,2 6,2Muro 9 180 29,8 6,0 29,2 6,2
Muro 88 29,8 3,0 29,2 3,0Muro 88 29,8 3,0 29,2 3,0Medidas de los muros y valores de los pies.
Esta modulación no es nueva para la arquitectura ibérica, ni tampoco exclusiva. Un gran
experto en la materia como el profesor Almagro-Gorbea, a propósito del estudio del
monumento de Pozo Moro (Almagro-Gorbea, 1983, 211-213), constata el empleo de este módulo
a lo largo y ancho de toda la cuenca del Mediterráneo y en distintas culturas del I Milenio a.n.e.
Parece que nos encontramos ante unas constantes metrológicas ampliamente difundidas y
asimiladas a modo de Koinè por diferentes pueblos desde la epoca Orientalizante, y el ibero fue
uno más. A este respecto, merece la pena traer a colación el reciente estudio sobre metrología
realizado en el yacimiento de La Picola, contemporáneo a nuestro edificio y muy cercano en el
espacio, en Santa Pola. En este asentamiento se vuelve a constatar esta modulación en la
construcción del poblado (Moret y Badie, 1998) llegando estos autores a propugnar la
intervención de arquitectos extranjeros en su planificación, sobre todo en la fortificación, y en
cualquier caso probando la estrecha relación de la cultura ibérica con las corrientes
mediterráneas de los siglos V y IV a.n.e
A nuestro juicio, es indudable que el edificio que mayores afinidades guarda con el
nuestro de Las Tres Hermanas es el denominado “Templo A” de La Illeta dels Banyets en
Campello (Llobregat, 1988), paralelismo que se ve reforzado por su proximidad tanto en el
espacio (unos 35 Km en línea recta) como en el tiempo.
Existen algunas diferencias arquitectónicas que no podemos obviar, como son la
presencia de un acceso con columnas in antis en la construcción de L’Illeta, la divisi´n de la nave
central en su parte zaguera creando dos estancias a modo de opistódomo o su planta rectangular.
Pero al margen de estos hechos, que pueden explicarse por la mayor majestuosidad del edificio,
el concepto arquitectónico es el mismo, es decir, una construcción que tras el acceso, en ambos
casos situado a poniente, presenta una estancia a modo de pronaos muy poco profunda a partir
40
de la cual la circulación se distribuye hacia una gran cella tripartita siendo la central más ancha
que las laterales. Es un esquema que también se identifica clartamente en obras tan singulares
como el sepulcro de Toya o el palacio de Cancho Roano (Almagro-Gorbea, 1988-89). A
propósito de este último, el profesor Almagro-Gorbea defiende, con profusión de ejemplos, un
origen de la planta en las casas de bit-hilani al norte de Siria. El bagaje intelectual de estos
autores y los paralelos por ellos citados, nos exime de profundizar en la cuestión por lo que
remito a estos trabajos para quien quisiera profundizar en estos temas.
Edificio B.
Este edificio se localiza en la ladera sur de la lengua que une el antecerro con la cota
central de la Sierra de Las Tres Hermanas. En este tramo, las afloraciones calizas permiten un
ligero allanamiento horizontal, a modo de plataformas sobre una pendiente más acusada,
donde se distribuyen algunos departamentos. El denominado Edificio B, ha sido parcialmente
excavado en una actuación clandestina, aunque las hileras de muro que no han sido excavadas,
son visibles perfectamente debido principalmente al nivel de arrasamiento que ha sufrido por la
erosión diferencial.
El edificio presenta una forma de tendencia rectangular: 6,40 x 3,96 m., miden los muros
norte y este respectivamente, mientras el muro oeste, mide 3,23 m., pues deja una esquina libre
a una especie de plataforma aparentemente adosada al muro sur, que aparece ligeramente
refractada, y contorneada por un muro interior que favorece la división interna del
departamento en dos estancias, constatando en la primera de ellas, enfrente del acceso, un
posible banco de barro que soporta unas piedras a modo de pequeña construcción circular.
La construcción de los muros, es similar a la del edificio anterior, y el pie empleado en su
construcción es el mismo, aunque la estructura es totalmente diferente, tanto por la sencillez del
espacio disponible, como la presencia de esta plataforma que asoma al desnivel de la vertiente
sur.
En sus alrededores, aparecen algunos fragmentos cerámicos, probablemente
desestimados durante el proceso de expoliación, básicamente, galbos de cerámicas comunes sin
decoración ni formas dibujables.
41
Edificio C.
En una de las cotas más altas de la sierra, en la cúspide del cerro central, se encuentra
una estructura exhumada, probablemente durante la primera actuación en el Edificio A. Se trata
de una alienación de piedras de gran tamaño toscamente trabajadas, que se sitúan formando
una estancia de tendencia circular de unos tres metros de diámetro. Únicamente queda la
primera hilada de esta estructura que bien podría tener una funcionalidad de vigia gracias a su
excelente visibilidad. Se han observado materiales arqueológicos en sus alrededores tanto de la
Edad del Bronce como de época Ibérica, lo que no nos permite aventurar su adscripción
cronológica a una u otra etapa.
Estructura D.
Se ha constatado, además, en este yacimiento una estructura de la que no hemos
encontrado paralelos en ningún otro yacimiento de las mismas características. Se trata de dos
alineamientos formados por dos líneas paralelas de piedras planas en su mayoría, hincadas
verticalmente, separadas ambas entre 0,90 y 1,10 m. y en algunos casos, con otras interiores que
parecen formar escalones, lo que le da aspecto de un camino. Esta estructura la localizamos en
la ladera occidental del antecerro donde se encuentra el Edificio A, y sube, contorneando la
pendiente describiendo una curva abierta. En el lugar donde la pendiente es más abrupta y
aflora la roca se pierde su pista, volviendo a aparecer cerca ya del edificio, con una longitud
total de unos 50 metros aproximadamente. Aparece de nuevo con las mismas características en
la lengua que une el antecerro con la cota central y se dirige, prácticamente en línea recta hacia
el Edificio C perdiéndose donde aflora de nuevo la roca, con una longitud aproximada de unos
30 metros.
A modo de hipótesis podemos plantear que se trate de un acceso que se dirige hacia el
edificio principal pero cuya finalidad concreta se nos escapa, fundamentalmente debido al
sesgo en la que se encuentra la información del yacimiento y al no haber encontrado paralelos
que puedan aportar alguna pista.
THe/99 - 6
3 cm0
3 cm0
3 cm0
3 cm0
3 cm0
The- 1 - 12
The- 1 - 11
THe/99 - 52
3 cm0
3 cm0
3 cm0
THe/99 - 60
THe/99 - 61
THe/99 - 55
THe/99 - 34
3 cm0
TH/99 - 22
TH/99 - 26 TH/99 - 27 TH/99 - 7
ExteriorInterior
TH/99 - 4TH/99 - 14
TH/99 - 2
30
Lámina XII. Tres Hermanas II. 1 y 2: Cerámica común. 3: Cerámica de cocina. 4: Cerámica
pintada.
1
2
3
4
43
Cerámica.
Es difícil realizar una contextualización de las piezas dado que desconocemos la
procedencia exacta de los materiales, aunque las piezas enteras y sin huellas de líquenes deben
pertenecer a los espacios expoliados. Sólo 10 piezas han sido recogidas en las tareas propias de
prospección, y tan sólo una, el fragmento de elemento constructivo (TH/98 – 3), está relacionado
directamente con el edificio, pues se halló en la terrera del mismo; los demás materiales han
sido recogidos en diversos sectores del yacimiento: laderas, Edifico B, Edificio C y Estructura D.
La cerámica ática representa probablemente el mejor exponente de la vajilla de lujo
dentro del repertorio cerámico del poblado, si bien es cierto, que las piezas no son
espectaculares ni en número ni en calidad. Únicamente disponemos de 3 fragmentos de borde y
el fragmento de una base (5,3 % de total inventariado). Los bordes han podido clasificarse con
seguridad como dos Kylix, “tipo insep – lit”, llamados comúnmente “Copa Cástulo” TH/99 –33 y
THe/99 - 7, y una de las páteras de la forma lamboglia 21 TH/99 - 32, semejante a algunos
ejemplares del Ágora de Atenas de la primera mitad del siglo IV a.n.e. (Sparkes y Talcoott,
1970). Son formas relativamente comunes en yacimientos contestanos, como la Illeta dels
Banyets (Olcina, 1997) y El Puntal de Salinas (Hernández y Sala, 1996). En cuanto a los
fragmentos de la Copa Cástulo, hay que indicar que estas piezas suelen aparecer en contextos
del último tercio del siglo V a.n.e., sin embargo, en este caso no aparecen con el mismo aspecto
técnico: el borde no es muy exvasado, sino más bien rectilíneo, además, el labio tiende a ser
redondeado en lugar de apuntado, y sus paredes son mucho más finas, lo que le da un aspecto
mucho más frágil. La pasta también es diferente, siendo en este caso de color anaranjado, de
0
5
10
15
20
25
30
1
C er á m ica . T ipos.
A nforasB arnizCocinaComúnPintadaT erracotaPúnica
44
textura blanda, y sus barnices de peor calidad. Todo esto nos indica que estamos ante una de
estas series con una cronología de mediados del siglo IV a.n.e. con paralelos también en el
Puntal de Salinas (Hernández y Sala, 1996)1. Respecto a la base de cerámica ática, no podemos
precisar la forma concreta, aunque el estudio de la pasta y de la calidad del barniz nos sitúa en
una cronología similar a las piezas anteriores.
Es interesante, destacar un fragmento de un probable mortero púnico TH/99 - 34,
identificado gracias a los desgrasantes de tono oscuro y plateado, comunes en estas cerámicas
(Ramón, 1991) que viene a reforzar la adscripción cultural de este yacimiento dentro del Ibérico
Pleno a mediados del siglo IV a.n.e.
Se han identificado un total de 14 piezas correspondientes a ánforas, lo que representa un
25% del total de la cerámica inventariada. Son bordes variados que, por lo general, pertenecen a
los tipos habituales de ánforas ibéricas definidas por Ribera, y constatadas en yacimientos
ibéricos contemporáneos, cuyo mejor paralelo sigue siendo el yacimiento de El Puntal de
Salinas donde se ha registrado un buen repertorio de anforas (Hernández y Sala, 1996). No
obstante, se pueden discernir tres tipos: por un lado las producciones locales, fácilmente
distinguibles por su similitud con la pasta de la cerámica común, que probablemente ha sido
confeccionada con la arcilla del Keuper que aflora en diversos puntos del yacimiento; utilizando
como desgrasante elementos calcáreos de tamaño medio, en una cocción oxidante que les
proporciona un aspecto anaranjado. Encontramos otros fragmentos con una composición
distinta, donde los elementos calcáreos son sustituidos por otros de tamaño más reducido y de
color oscuro, y que incluso incorporan otros elementos como pequeños fragmentos de cuarcita,
y que podríamos incluir dentro del grupo de ánforas ibéricas no locales. Por último, se ha
podido diferenciar por su tipología ánforas púnicas que, aunque reducidas en número, aportan
un dato importante sobre la capacidad de las relaciones comerciales de este asentamiento. En
concreto contamos con un fragmento de borde de una ánfora del Estrecho TH/99 – 5 (tipo Mañá
A), de pasta de color rojo y superficie idéntica.
La cerámica común representa un 42,9 % de las piezas inventariadas. Este tipo
corresponde a una cerámica de pasta bien depurada, buena cocción que alterna la oxidante y
1 Agrademos la información sobre esta pieza a la doctora Sala Sellés.
45
reductora dando el típico aspecto sandwich y un acabado cuidado generalmente con un engobe
beige claro y posteriormente alisadas, pero que no han sido decoradas.
Entre los tipos destacan claramente las formas abiertas, donde platos y cuencos
representan más de la mitad del inventario, y los lebetes hasta las tres cuartas partes del mismo.
Nos encontramos ante un tipo de vajilla doméstica que hoy por hoy no podemos diferenciar en
cuanto a formas de la cerámica pintada dado lo reducido del repertorio y las características de
la colección. La cerámica que hemos denominado de cocina (5,3 %) corresponde a la realizada
en un tipo de pasta de cocción reductora con abundante desgrasante de origen calcáreo y
tamaño mediano - grueso, con acabado grosero. Estas piezas estarían destinadas a la cocción de
alimentos, pues se observa en varios ejemplares las señales del fuego. Dentro de las formas
observamos un total predominio de las ollas donde podemos distinguir entre el tipo mediano y
el pequeño. Las ollas medianas tienen entre 21 y 25 cm de diámetro de borde y unos 25 cm de
altura, mientras que las ollas pequeñas no
sobrepasan los 15 cm de diámetro de borde y
su altura se establece entre los 12 – 15 cm. La
cerámica pintada representa un 34,12 % del
total de tipos inventariados, aunque es bien
cierto que esto puede deberse a las
características de esta colección, ya que en
estos casos se recogen principalmente los fragmentos decorados. Hecho que queda constatado
en el gran número de fragmentos informes en relación a otras piezas. Las formas
predominantes siguen siendo las abiertas con platos, cuencos y lebetes, aunque no descartamos
la presencia de otros tipos que se pueden intuir entre los fragmentos de panza, probablemente
de grandes contenedores, pithos u otros.
C er á m ica d e coc ina . F orm a s .
O lla m edian aO lla pequeñ aC uen coB ord e en grosado
C er á m ica com ú n . F o r m a s .
PlatosL ebetesC uen cosR ecip ien tesV asija b ord e
46
Dentro de la decoración predominan los motivos rectilíneos simples formados por
bandas y filetes, y los formados por círculos concéntricos completos o seccionados por la mitad.
Entre estos, aparecen otros motivos ondulados de orientación vertical: las denominadas
“melenas o cabelleras”, formando entre todos variadas composiciones. En algún caso se ha
observado la presencia de algún fitomorfo, pero lo reducido de la muestra y lo incompleto del
fragmento no permite más paroximación.
El color de estos motivos varía entre las diversas gamas producidas por la presión o la
cantidad de una tonalidad del rojo vinoso. Si bien es cierto, que existen trazos en negro, gris, y
otros de un matiz claro entre el anaranjado y el amarillo.
Cerámica pintada. Formas.
LebetesPlatosUrnasVasosInformes
47
Objetos de terracota.
Dentro de los objetos de terracota incluimos las piezas que han sido preparadas con
barros decantados y posteriormente cocidas, pero que no pertenecen a la vajilla doméstica. En
particular, se han inventariado cinco pesas de telar, relacionadas con el Edificio A. Estas
ponderas tipológicamente son semejantes a las registradas en otros poblados contemporáneos,
con la única observación de que en este caso todas las piezas están cocidas, aunque es cierto que
el repertorio es limitado.
La presencia de un elemento de construcción encontrado en la terrera del edificio
excavado, del que no se han encontrado paralelos, complica el panorama de adscripción
cultural del yacimiento. Las formas más afines a este tipo de elementos, se encuentran en la
zona ateniense, mientras que en la península Ibérica, suelen aparecer en contextos republicanos,
sin embargo, no existen motivos para excluirlo de contextos de mediados del siglo IV a.n.e.
Metales.
El número de piezas de metal encontradas en el yacimiento es escaso y reducido en
cuanto al tamaño de los fragmentos pero su más que segura definición aporta una sugerente
hipótesis que nos vuelve a recordar el paralelismo del edificio con Cancho Roano y sus
hallazgos pues las tres piezas de hierro representan una panoplia militar básica mientras que el
fragmento de plomo, junto al hallazgo de una bola de galena argentífera, nos induce a sugerir la
existencia de procesos metalúrgicos ligados a este asentamiento.
0
2
4
6
8
10
12
14
16
1
Cerám ica. Formas.
PlatosLebetesC uencosRecipientesVasija bordeU rnasVasosOllasBord e engrInform es
48
El primer fragmento de hierro corresponde a la hoja de una falcata. Se trata de una
lámina bastante exfoliada que conserva una longitud de 12’6 cm. con una ligera curvatura de
sus lados generando una parte interna cóncava donde se ubica el filo cortante de la hoja; en el
lado opuesto la lámina alcanza un grosor de 1’1 cm. Esta morfología junto al característico filo
interno ayuda a definir el objeto como un fragmento de falcata pues dentro del repertorio
tipológico del utillaje de hierro ibérico no se encuentra útil alguno que pudiera responder a este
tipo.
La segunda pieza consiste en una lámina de hierro, bien conservada y arrollada
formando un cilindro perfecto; por su cara interna y junto a uno de sus extremos conserva dos
pequeños remaches que garantizarían una correcta sujeción con un probable astil de madera. Su
longitud sería de 6’8 cm. mientras que el diámetro del cilindro generado sería de 1’5 cm. Este
tipo de regatones son poco corrientes en el utillaje ibérico y sólo encontramos esta técnica de
trabajar el hierro para realizar utillaje muy específico, como los legones o pequeños escardillos
(Moratalla Jávega, 1994), o bien para enastar en una vara de madera, sirviéndole de contrapeso,
colocando en el extremo opuesto una punta de lanza. En base a las medidas establecidas
optamos por definirlo como un regatón de lanza pues el instrumental agrario mencionado
siempre presenta cilindros mucho más grandes.
Por último tendríamos una pequeña punta de hierro de apenas 4’3 cm. de longitud
conservada y un diámetro medio de 0’85 cm. La fragmentación por su extremo superior nos
informa sobre una longitud mayor, aunque resulte imposible calcularla, siendo su definición
igualmente complicada. De nuevo acudiendo a los tipos metálicos en hierro podemos llegar a la
conclusión de que probablemente nos encontremos ante un fragmento de soliferreum pues a
pesar de su semejanza con una punta de clavo hemos de descartar esta relación dado que estos
objetos son sensiblemente más delgados en cuanto a su grosor e incluso más cortos que la
longitud que se puede inferir del fragmento que aquí tratamos.
Por lo tanto, podemos concluir que nos encontramos ante los restos de un conjunto
armamentístico compuesto por una falcata, una lanza y una jabalina o soliferreum lo cual incide
nuevamente sobre el carácter funcional del edificio, descartando su uso específico como espacio
TH
e - 1 - 16
3 cm0
THe - 13 cm0
THe/99 - 753 cm0
3 cm0
THe/99 - 1
3 cm0
THe/99 - 51
THe/99 - 16
THe/99 - 17
THe/99 - 14
3 cm0
THe/99 - 9
THe/99 - 5
3 cm0
THe/99 - 2
3 cm0
3 cm0
The -1 - 9
Lámina XIII. Tres Hermanas II. Cerámica pintada.
50
religioso y señalando su ocupación probable por parte de una aristocracia militar, al menos
como una de sus atribuciones, que tanto relaciona este edificio con la construcción y la cultura
material exhumada en Cancho Roano.
Para finalizar esta exposición falta comentar el hallazgo de una lámina de plomo de 0’77
cm de grosor y 0’90 gr. de peso; es pequeña y algo retorcida, con huellas inequívocas de haber
sido objeto de varias muescas que sin duda hay que relacionar con un uso específico para este
metal. El hallazgo en sí mismo poco nos revela pero si ponemos en relación este fragmento con
la localización de una bola de galena argentífera, tal vez podamos inferir la existencia de una
metalurgia de la plata pues con ambos objetos tendríamos la materia prima necesaria para la
obtención de este metal noble mediante un proceso de copelación. Dicha esferilla pesa 0’73 gr. y
al corte, ya realizado cuando nosotros la encontramos, se puede apreciar un núcleo de brillante
galena color plateado rodeado de una delgada corteza caliza de tono blanquecino de alrededor
de 0’2 cm. de grosor. Si nuestra hipótesis fuera correcta, y esto sólo podría confirmarse,
creemos, con una intervención sistemática en el asentamiento con el objeto de documentar
rastros de esta actividad metalúrgica, tendríamos un dato más que avalaría el carácter elitista no
sólo del edificio sino de las actividades en él realizadas, en este caso la orfebrería de la plata, por
lo que nuestra definición como centro de poder y, tal vez, residencia de la élite para este edificio
realmente monumental, en los parámetros de la arquitectura ibérica, cada vez tendría más visos
de verosimilitud.
ALTOS DE JAIME.
Localización.
El yacimiento de Los Altos de Jaime se encuentra situado al este del término municipal de
Aspe, entre el Castillo del Río del que dista unos 450 metros y el término de Monforte del Cid
con el que hace límite. Hoja de Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico
del Ejército. Coordenadas. U.T.M. 30 S XH 994 465. El yacimiento se encuentra situado en las
laderas del cerro a una altitud de 246 metros s.n.m., y entre 75 y 100 metros de desnivel sobre el
río Vinalopó, con una pendiente moderada del 18 %.
51
Descripción.
Los Altos de Jaime forman parte del conjunto de sierras que se elevan a los lados del río
Vinalopó antes de entrar en el estrangulamiento del Tabayá, formadas principalmente por el
galcis-terraza de origen aluvial. Su estructura geológica viene determinada por su presencia
dentro del diapiro del Vinalopó. Se trata de un conjunto de materiales sedimentarios formados
por margas, calizas y conglomerados detríticos.
La dispersión de los materiales ocupa la ladera norte de los Altos de Jaime, donde aparecen
entre las remociones de tierra originadas en las replantaciones de pinos. En su cota más alta, la
dispersión de cerámica disminuye, sin embargo, se ha constatado la presencia de una muralla
derruida, de forma semicircular de unos 150 metros de longitud que recorre el perímetro sur de
la altiplanicie en la zona más alta. Esta se ha desmontado, utilizándose las piedras mayores para
los abancalamientos de algarrobos que se efectuaron en el cerro. También aparece cerámica en
la zona de olivares antes de llegar al Castillo del Río, a escasos metros del yacimiento, y en el
mismo Castillo del Río, donde se ha registrado en niveles de superficie y de relleno de un
vertedero. En una secuencia cronológica que abarca desde el siglo V a.n.e. hasta el siglo V d.n.e.
(González Prats, 1975).
Estos materiales se pueden relacionar con los publicados por Llobregat (Llobregat Conesa,
1972). Materiales publicados como procedentes del Castillo del Río, pero que fueron recogidos
en sus alrededores. Entre estos, el fragmento de cerámica que representa un jinete perseguido
por lobos, un lekythos ático, un idolillo, una lápida romana, y 8 monedas del periodo que nos
ocupa.
El yacimiento, abarcaría los Altos de Jaime junto con el Castillo del Río como prolongación
de una lengua sobre el río Vinalopó, con una extensión que supera la Hectárea (1,7 Ha).
En la ladera de los Altos de Jaime se observan algunas alienaciones de piedras que se
pueden relacionar con departamentos.
Adscripción cultural y cronológica.
La prospección intensiva de los alrededores del Castillo del Río nos permite abordar la
problemática de los materiales ibéricos hallados en sus alrededores con una nueva perspectiva.
La identificación del asentamiento ibérico con los Altos de Jaime, seccionado por el camino del
Castillo y por la plantación de olivos, nos permite hablar de un yacimiento de grandes
52
proporciones en época ibérica. En el Castillo del Río, los niveles ibéricos, o bien fueron
totalmente arrasados por las construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de las
tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron la zona ya en el siglo XII. Los
materiales ibéricos recogidos en las excavaciones del Castillo del Río, se encontraban muy
fragmentados y en niveles de revuelto (Azuar Ruiz, 1983; 1994), lo que nos hace pensar que
probablemente pudieron formar parte de las tierras recogidas en época islámica para realizar
los tapiales.
Tenemos pues que recurrir a otros materiales publicados anteriormente que debido a su
importancia (Llobregat: 1972), permiten establecer su adscripción cultural.
La cronología más antigua de este yacimiento la proporciona un lekythos ático de mediados
del siglo V a.n.e en el Ibérico Pleno, mientras que las emisiones monetales hispanas
prerromanas de mediados del siglo II a.n.e., evidencian la perduración en el Ibérico Final o
Ibero Romano, dato constatado con la cerámica con decoración figurada. La presencia de
cerámica romana en superficie de cronología Alto Imperial, puede ponerse en relación con la
presencia de un asentamiento romano a unos 100 metros de éste.
QUINCOCES.
Localización.
El yacimiento de Quincoces se encuentra situado a unos 3 Kms al E del casco urbano de
Aspe en el margen izquierdo del río Vinalopó, a la izquierda de la carretera N-330, justo
después de pasar el puente del río. Coordenadas U.T.M. 30S XH 988 472. El yacimiento se
encuentra en una terraza situada a 187 metros de altitud s.n.m. con un desnivel de unos 4
metros respecto al río Vinalopó y una pendiente que apenas sobrepasa el 5%.
Descripción.
Las terrazas que se elevan a los lados del río Vinalopó antes de entrar en el estrangulamiento
del Tabayá, están formadas principalmente por el galcis-terraza de origen aluvial. Su estructura
geológica viene determinada por su presencia dentro del diapiro del Vinalopó. Se trata de un
conjunto de materiales sedimentarios formados por margas, calizas y conglomerados detríticos.
QN/99 - 6
QN/99 - 7
QN/99 - 8
QN/99 - 9 3 cm3 cm00
QN/99 - 9
QN/99 - 10
QN/99 - 1
QN/99 - 2
QN/99 - 3
QN/99 - 4
QN/99 - 5
3 cm0
Río V
inalo
pó
Castillo del Río
Necrópolis del Castillo 100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
N-S
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
NE-SW
150 m.0
NC/99 - 1
3 cm0
00 30 cm
Lámina XIV. Cerámica de Quincoces. 1: Sigillatas sudgálicas. 2: Cerámica común.
3: Situación de la Necrópolis del Castillo. 4: Sigillata africana. 5: Tumba expoliada.
1 2
3
4
5
54
Encontramos en una zona cercana al Castillo del Río y al yacimiento ibérico de Los Altos de
Jaime, un yacimiento donde la cerámica que aparece es en su gran mayoría de tipología
romana. Ocupa una terraza en el margen izquierdo del río Vinalopó, y la ladera de una ligera
elevación. Toda la superficie del yacimiento ha sido modificada, bien por el cambio de las aguas
del río, bien por transformaciones antrópicas como el acondicionamiento del terreno para el
acceso a los molinos o el replanteo de pinos. En este caso, esto ha servido para sacar a la luz
numerosos fragmentos cerámicos donde predominan claramente los grandes contenedores,
entre los cuales aparecen fragmentos de sigillata. No se observan estructuras en superficie, y
tampoco parece ser un yacimiento con relleno considerable, pues el algunos puntos asoma la
roca. Sólo cerca del río se encuentra la acumulación del sedimento, pero parece un lugar poco
probable para el asentamiento. Según la dispersión de cerámica se puede considerar una
extensión de unos 4.000 m2 para el yacimiento, aunque como hemos apuntado es difícil su
precisión debido a los cambios que ha sufrido.
Adscripción cultural y cronológica.
Los datos contrastados tras la prospección de la zona nos ha permitido diferenciar los
núcleos de poblamiento ibérico y romano, y podemos identificar los asentamientos
individualizados para cada cultura.
El fragmento de Terra sigillata itálica nos da una cronología del siglo I a.n.e. que se ve
corroborada por algunos fragmentos de cerámica común. Las formas de Vegas 22, 49 y 40 tienen
una cronología establecida a partir del siglo I a.n.e. hasta el siglo I. Mientras que no se observan
en la superficie de este yacimiento materiales que sobrepasen el siglo II de nuestra era. Por otra
parte, respecto a las evidencias numismáticas1, nos inclinamos a pensar que están en relación
con este yacimiento pues en la bibliografía el topónimo Castillo del Río ha hecho referencia a
toda la zona.
Estos datos permiten establecen una cronología altoimperial para el asentamiento que podría
servir de base para su identificación como la mansión de Aspis a la que hace referencia el
Itinerario de Antonio del siglo III, o al menos en relación con esta dada su cercanía a El Campet.
1 Hemos optado por incluir una serie de monedas en este yacimiento, que han sido recogidas por aficionados,
dando como referencia vaga “alrededores del Castillo del Río”, y que por cronología parecen relacionarse con este
asentamiento.
55
Las restantes emisiones monetales del Castillo del Río son de mediados del siglo IV y de
mediados y finales del siglo V que aparecen junto a los felus islámicos propios de la primera
etapa de la ocupación del recinto, lo que hace suponer que estas monedas han seguido en
circulación durante varios siglos.
NECRÓPOLIS DEL CASTILLO.
Localización.
El yacimiento de la Necrópolis del Castillo se encuentra al este del término municipal de
Aspe, a unos 300 metros al oeste del Castillo del Río en la orilla izquierda del río Vinalopó.
Hoja de Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejercito. Escala 1:
50.000. Coordenadas U.T.M. 30S XH 994 465. El yacimiento se encuentra a una altitud de 201
metros s.n.m. con un desnivel de 23 metros respecto al río Vinalopó y de 10 metros del pasillo
que lo separa del Castillo del Río, en unas pendientes de 23,3% y del 10% respectivamente.
Descripción.
La denominación de Necrópolis del Castillo se ha efectuado únicamente sobre la base de su
cercanía con el yacimiento almohade. Se trata de un cerro de forma cónica, algo alargado hacia
el sur donde se pueden observar un total de cuatro tumbas que han sido totalmente saqueadas.
Se encuentran desde la cima del cerro hacia su cara sur, aunque es muy probable que también
se encuentren repartidas por toda la superficie del yacimiento. Su extensión aproximada es de
unos 3.000 m2.
Tipológicamente son tumbas de inhumación, realizadas por medio de un hoyo en la tierra y
utilizando como tapadera dos grandes losas de piedra trabajada. En uno de los casos, se pueden
observan lajas de piedra alrededor del hoyo formando una cista tapada con dos losas unidas de
gran tamaño. Sobre la posición del cadáver no podemos saber nada ya que las tumbas están
expoliadas. Es frecuente también la aparición de restos óseos por la superficie del yacimiento
junto con fragmentos cerámicos pequeños, rodados y trozos de mortero romano.
Adscripción cultural y cronológica.
La tipología de las tumbas, nos hacen pensar en la relación de este yacimiento con las
cerámicas tardorromanas halladas en el Castillo del Río (Reynolds, 1985), y que ocupaban el
substrato inferior arrasado por la construcción islámica. Sin embargo, a la hora de adscribirlas
culturalmente tenemos nuestras dudas, debido principalmente a que han sido objeto de saqueo,
56
dejando en la mayoría de los casos un agujero rodeado de lajas de piedras, donde no hemos
podido observar ni la posición del cadáver ni su orientación. La forma de sigillata africana, nos
permite acercarnos a una cronología de época tardorromana de mediados del siglo VI que
coincide con la aportada por Reynolds para las formas tardorromanas entre los siglos VI y VII
de nuestra era (Reynolds, 1985).
MESEGUERA.
Localización.
El yacimiento de Meseguera se encuentra al NE del casco urbano de Aspe en el paraje
denominado Huerta Mayor, entre el camino Pará Juan Cerdán y el camino Meseguera. Hoja de
Elda nº 28-34 (871). Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejercito. Escala 1: 50.000.
Coordenadas U.T.M. 30S XH 965 483.
El yacimiento se encuentra a una altitud de 188 metros s.n.m. y está ocupado por tierras
cultivadas con un desnivel de unos 10 metros con respecto al río Tarafa. Su pendiente es
variable debido a las terrazas, a las obras de acondicionamiento del cauce y a la formación de
terrazas para el cultivo.
Descripción.
Es difícil hacer una valoración correcta de la superficie de este yacimiento, pues está
totalmente transformado en tierra de cultivo. Los fragmentos cerámicos aparecen generalmente
durante los trabajos de labranza y se encuentran fácilmente entre los perfiles ocasionados por
las terrazas de cultivo.
Su extensión se calcula en torno a los 5.000 m2, aunque su uso actual no permite hacer
una aproximación más correcta.
Adscripción cultural y cronológica.
El análisis de los materiales responde a las características de un asentamiento romano
tipo villae. Sin embargo, las precisiones cronológicas tienen que establecerse con las debidas
precauciones ya que los materiales han sido recogidos por aficionados. No obstante, parece que
ME/99 - 8
3 cm0
ME/99 - 73 cm0
VM/99 - 9
VM/99 - 10
VM/99 - 63 cm0
3 cm0
3 cm0
ME/99 - 11
ME/99 - 15
ME/99 - 16
ME/99 - 12 ME/99 - 13
ME/99 - 143 cm0
3 cm0 3 cm0
VM/ 99 - 1
VM/99 - 5
3 cm0
3 cm0
3 cm0
VM/99 - 19
Lámina XV. Meseguera. 1: Cerámica común. 2: Sigillatas africanas. 3: Dolium.
1
2
3
ME/99-18
58
ha existido una selección, ya que prácticamente todas las piezas han sido dibujables y han
aportado información.
La antigüedad de las piezas no parece superar la época de Augusto, siendo el siglo I y el
II de la era la época mejor representada. Con casi el 90 % de las piezas. Existe algún elemento
aislado como la forma Hayes 57 de Sigillata Africana clara A, que podría llegar hasta el siglo III,
y los fragmentos de sigillata africana clara C, que incluso podrían superarlo, pero podemos
intuir que nos encontramos ante una villae altoimperial, con una cronología entre el siglo I y
finales del III de nuestra era.
CASTILLO DEL RÍO.
Localización.
El Castillo del Río se encuentra al este del término municipal de Aspe, en el margen izquierdo
del río Vinalopó a la altura del puente sobre el río de la N-330. Hoja de Elda nº 28-34 (871).
Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30 S XH 989 461. Se
Sitúa en un cerro con orientación este - oeste, al sur de la confluencia de los ríos Tarafa y
Vinalopó, a unos 3 Km de Aspe, ocupando una elevación de 246 metros s.n.m. Su pendiente es
de 43 metros sobre el río Vinalopó y de 23 metros sobre su entrada natural hacia el E, con un
desnivel del 56% y del 20% respectivamente.
Descripción.
Se trata de un poblado fortificado islámico del siglo XII-XIII que ha sido objeto de
excavaciones arqueológicas ordinarias con permiso de la Generalitat Valenciana, bajo la
dirección del Dr. Rafael Azuar Ruiz, actual Director del Museo Arqueológico Provincial de
Alicante. El citado investigador realizó un total de 6 campañas desde 1979 a 1987, de las que se
han dado cuenta en diversas publicaciones (Azuar, 1994). El yacimiento está incluido en el
P.G.O.U y declarado como Bien de Interés Cultural.
Adscripción cultural y cronológica.
Se trata de un poblado levantado en época Almohade, que dura escasamente un siglo desde
fines del siglo XII hasta finales del siglo XIII. El yacimiento está publicado en un excelente
trabajo coordinado por R. Azuar Ruiz.
59
NECRÓPOLIS DE VISTALEGRE.
Localización.
La Necrópolis de Vistalegre se encuentra al NE del término municipal de Aspe, cerca del
paraje denominado Pino Confitero, en el margen izquierdo del río Tarafa antes de unirse al
Vinalopó. Hoja de Elda nº 28-34 (871). Escala 1: 50.000. Mapa Topográfico del Servicio
Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30S XH 486 975. El yacimiento se encuentra a una
altitud de 200 m. sobre el nivel del mar en una de las terrazas del río Vinalopó, unos dos
kilómetros después de su unión con el río Tarafa y a uno del Castillo del Río. Su pendiente es
nula, pero existe un desnivel sobre el río de unos 20 m.
Descripción.
La denuncia presentada por un vecino de la localidad de Aspe informando a la Guardia
Civil de la exhumación de restos humanos cerca del Pino Confitero, con motivo de la extracción
de arena para la construcción, alertó a las autoridades locales que decidieron paralizar las obras
y par parte al Museo Provincial de Alicante. Los trabajos se efectuaron bajo la dirección de
Nieves Roselló Cremades, que precedió a una excavación de urgencia en los sectores dañados
por la maquinaría, pero que tuvieron que prolongarse a medida que iban apareciendo restos. A
raíz de este descubrimiento se realizaron un total de tres campañas.
La necrópolis aportó un total de 64 tumbas, todas ellas orientadas E-W, formando en
algunos sectores grupos alineados. Los enterramientos están colocados en hoyos hechos sobre
roca blanca de una profundidad de unos 70 cm y cubiertos después por varias losas de piedra
trabajada. En cuanto a los elementos de sujeción de las paredes, en ocasiones aparecieron losas
hincadas verticalmente, guijarros dispuestos al azar, y un único caso de cista. Los cadáveres
están colocados en posición de decúbito supino con la cabeza colocada hacia el W.
Los materiales aportados en el proceso de excavación fueron principalmente fragmentos
cerámicos que formaban parte de los niveles de relleno y algunas piezas de metal, que aportan
una cronología entre el siglo VI y VII d.n.e.
EL ALJAU.
Localización.
El Aljau se encuentra en la orilla izquierda del río Tarafa desde el final del camino Arena
hasta el camino Estrecho de Novelda, ocupando parte del casco urbano de la localidad de Aspe.
60
Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del
Ejército. Sus coordenadas U.T.M. son 30 S XH 949 471 / 30S XH 951 472.
Descripción.
El paraje de El Aljau en el término municipal de Aspe recibe su nombre de una antigua
acequia que partía de El Hondo de las Fuentes y transcurría paralela al margen izquierdo del
río Tarafa, para después adentrarse unos 2 kilómetros en dirección a Novelda1. Junto al
topónimo de El Aljau, en la misma zona aparece otro denominado El Castillo, cerca de donde
partía el antiguo camino de Monóvar. También ha persistido en el habla de los agricultores el
topónimo Mezquita, aunque éste no se ha reflejado en los planos actuales de la localidad.
El yacimiento ocupa las terrazas del margen izquierdo del río Tarafa a su paso por la
localidad de Aspe. Su extensión aproximada se acerca a las 5 Ha desde el camino Arena en el
paraje El Castillo hasta el camino Estrecho de Novelda ya en la carretera de Monforte del Cid.
La dispersión de cerámica parece concentrarse cerca de la orilla del río y no se encuentra a más
de 100 metros de éste. Aunque este dato es de difícil contrastación ya que en parte este
asentamiento está ocupado por el casco urbano.
Cuando iniciamos la prospección en la zona identificamos cerámicas muy similares en puntos
alejados entre sí a más de un kilómetro, y entre estos, parte del casco urbano de Aspe (el barrio
de El Castillo). Por otra parte, dada la extensión del yacimiento nos permitía su división en
partes que hemos denominado sectores. Se ha recogido cerámica de 5 sectores. El sector A se
encuentra al inicio del camino Estrecho de Novelda enfrente de la rotonda del puente Ramón
Berenguer. El sector B ocupa la parcela de una antigua casa rural donde se encuentra
semienterrada una acequia de tapial de posible origen islámico. El sector C se encuentra entre la
carretera de Monforte del Cid y los pisos que ocupan el solar de la antigua fábrica de moneda.
El sector D entre la nueva carretera de acceso de la Avenida de Navarra y la carretera de
Monforte. Y El sector E ocupa varias parcelas de viñedo cercanas al C. P El Castillo.
1 Parecer ser que el topónimo árabe Aljau tiene origen en el poblamiento romano de la zona. Dato comunicado por
Rafael Azuar, a quien agradecemos su ayuda junto a Sonia Gutierrez en la comprensión de las cerámicas de este
yacimiento.
Margen + 1.60 m.
00 11
00 11
Aljau. Acequia de tapial. Planta
Aljau. Acequia de tapial. Estratigrafía muraria.
AL/99 - 29
3 cm0
AL/99 - 243 cm0
AL/99 - 10
AL/99 - 22
3 cm0
AL/99 - 31
AL/99 - 36
AL/99 - 5
AL/99 - 9
3 cm0
AL/99 - 38
AL/99 - 43 cm0
3 cm0
3 cm0
AL/99 - 33 3 cm0
AL/99 - 12
Lámina XVI. El Aljau. 1: Croquis de la acequia de tapial. 2: Sillar de caliza con el relieve de
dos arcos califales. 3:Cerámica de cocina. 4: Cerámica decorada. 5: Pasador de bronce en “T”.
1
2
3
4
5
62
Adscripción cultural y cronológica.
La distribución de materiales ocupa en su mayoría tierras de cultivos, algunas actualmente
abandonadas. Por otra parte parece ser que el asentamiento esta seccionado por el desarrollo
del casco urbano de Aspe en dirección a Novelda tras el paso de El Puente del Baño.
El estudio de las piezas recogidas ha aportado cronologías que van desde el tardorromano
hasta época moderna, si bien no es extraño dada la continuidad del poblamiento en la zona. Las
cerámicas tardorromanas se han identificado gracias a las pastas de cocción a baja temperatura,
realizadas a mano y con numerosos desengrasantes donde abunda la chamota. Siguiendo el
estudio de P. Reynolds (Reynolds, 1985), que identificó cerámicas tardorromanas en el Castillo
del Río, y en la Necrópolis de Vistalegre clasificadas dentro del Grupo 7, las piezas recogidas
012345678910
1
Distribución de formasÁnafeArcaduzAtaiforCazuelaCuencoEscudillaJarra/oJofainaMarmitaOllaPlatoTinajaRecipienteTapaderaLadrilloInforme
63
ofrecen similitudes con la descripción de estas pastas.
Sector Cronología Piezas A Islámica 3 Moderna 2 B Tardorromana 5 Islámica 4 Medieval 1 Bajomedieval 1 Moderna 2 C Tardorromana 3 Islámica 1 Siglo XV 1 Moderna 1 D Tardorromana 4 Islámica 2 E Tardorromana 1 Islámica 4 Moderna 2
La continuidad del poblamiento en la zona no está documentada por el momento, pues las
cerámicas islámicas no ofrecen datos suficientes para su inclusión dentro del grupo de las
paleoandalusíes y califales. Las formas son habituales en contextos del siglo XII o XIII, y bien
pudieran estar en relación con la llegada de las gentes que abandonaron el Castillo del Río. Sin
embargo, existen datos de interés que pueden reforzar la hipótesis de un poblamiento islámico
anterior al asentamiento almohade del Castillo del Río: la existencia de protocolos notariales
que hablan de delimitaciones de parcelas que lindan con castillo. Bien pudiéramos entender
éste como un recinto protegido, o una torre, pero no tendría sentido esta protección en una
población que ha sido expulsada del Castillo del Río y dentro de la represión del Protectorado
Castellano. Todos estos datos nos indican, a expensas de lo que pudieran resolver nuevas
investigaciones en la zona, que nos encontramos ante la fosilización de un asentamiento
tardorromano entre los siglos VII y VIII, y una alquería islámica que bien podría ser el origen de
la actual villa de Aspe, con una cronología entre los siglos XII y XIII. En este sentido se ha
documentado un trozo de acequia de tapial, que se encuentra semienterrada cerca del río, en el
sector B, y un sillar con dos arcos califales en bajorrelieve que está depositado en la Colección
64
Museográfia de Aspe.
ALJIBE MORO.
Localización.
El Aljibe Moro se encuentra al W del núcleo urbano de Aspe, cerca de la carretera de
Aspe hacia La Romana, en el paraje de La Alcaná. Hoja de Elda, nº 28-34 (871). Escala 1:50.000.
Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30 S XH 906 455.
Descripción.
Como su nombre indica se trata de un aljibe. Sus dimensiones son de 7, 05 m de largo por
2,55 m de ancho por una altura de 2 m, lo que proporciona una capacidad cercana a los 50.000
litros. Su construcción parte de una planta rectangular con paredes verticales hasta 80 cm, para
después terminar en un arco de medio punto, por lo que su tipología es de bóveda de cañón. El
aparejo es de mampostería trabada con argamasa en la base, tapial de mampostería en los
tramos medios y tapial en la superficie. En si interior todavía conserva parte del enlucido de
color amarillento debido a la presencia de cal, común en estos aljibes.
En la prospección de los alrededores no se han encontrado materiales que pudieran
relacionarse con esta construcción debido principalmente a que la zona fue utilizada como
vertedero incontrolado durante largo tiempo, hasta que en la actualidad se ha conseguido su
limpieza. No obstante, todavía quedan en superficie restos materiales foráneos que dificultan la
prospección.
Adscripción cultural y cronológica.
La tipología del aljibe nos induce a pensar que se trata (aunque su topónimo ya lo indica)
de una obra islámica sobre la base de que estos son terminados generalmente en arcos de medio
punto, al contrario de otros posteriores, que lo hacen en arcos apuntados. De todos modos, su
cronología es imprecisa, pudiendo establecerse entre el siglo XII y el siglo XV, sin descartar su
utilización posterior. Su ubicación en una zona agrícola por excelencia debe de estar relacionada
65
con algún tipo de explotación rural de escasa entidad.
CAÑADA CATALINA.
Localización.
La Cañada Catalina se encuentra al sur del termino municipal de Aspe, cerca del término
municipal de Crevillente y de Hondón de las Nieves. Hoja de Elche nº 28-34 (893). Escala 1:
50.000. Mapa Topográfico del Servicio Geográfico del Ejército. Coordenadas U.T.M. 30S XH 413
909. El yacimiento ocupa un cerro elevado a 430 metros de altitud s.n.m. algo amesetado en la
cima. El desnivel con respecto a las tierras circundantes es de 65 metros con una pendiente que
alcanza el 33% en todos sus lados excepto en la ladera oeste donde hay un acceso que apenas
alcanza el 18%.
Descripción.
El yacimiento de la Cañada Catalina, toma su nombre de una zona de paso de ganado
(Cañà Catalina), que circunda el cerro, partiendo del término de Hondón de las Nieves por el
Tolomó, hacia la zona de Crevillente. Es un cerro de forma cónica que está rodeado de
formaciones pétreas que le dan una imagen singular. En la superficie de la cima se pueden
observar hileras de piedras a ras de suelo formando muretes de una hilada de anchura. La zona
ha sido acondicionada con un vaciado de tierra probablemente para una mejor adecuación
como refugio. También se pueden observar cerca de las hiladas de piedras unas construcciones
actuales con ladrillos modernos, hincados en vertical con cemento y que soportan unas
planchas de hierro con un agujero donde se inserta un alambre. Todos formando una
trayectoria curva o redondeada. La superficie del asentamiento se estima en unos 650 m2
atendiendo a la distribución de materiales en la cima del cerro, pues pensamos que los escasos
fragmentos de las laderas corresponden a procesos de rodamiento.
66
Adscripción cultural y cronológica.
Prácticamente la totalidad de fragmentos cerámicos, pueden integrarse dentro del grupo
de las cerámicas comunes, donde predomina claramente la cerámica bizcochada. De los nueve
fragmentos, 4 han sido realizados a mano o torneta, y los otros cinco a torno rápido. La
distinción entre las cerámicas fabricadas a mano y las fabricadas a torneta a producido
numerosa bibliografía, y es un tema amplio que aquí no vamos a tratar. Baste decir que nos
inclinamos por mantener en un mismo grupo las realizadas a mano y torneta, ya que éste
elemento no permite levantar la pieza sino servir de soporte y evitar el movimiento del alfarero
a su alrededor. La serie tipológica presenta numerosos paralelos con los recipientes
inventariados en el yacimiento califal de la Rábita de Guardamar (Azuar Ruiz, R. 1989). Sin
embargo, existe alguna diferencia en el tratamiento de las pastas y en el acabado exterior que
presentan numerosas semejanzas con las cerámicas de los niveles IV y V del Castillo de La Mola
en Novelda (Navarro Poveda, 1990). Este nos introduciría en un contexto entre el siglo XI y
mediados del siglo XIV. No obstante, nos inclinamos por la adscripción islámica dentro de un
ambiente rural de escasa entidad, y que podría estar relacionado con el establecimiento de un
grupo reducido asentado de forma tal vez no permanente. El yacimiento de la Cañada Catalina,
dista cerca de 8 Kms de la población, y parece que su funcionalidad tiene que ver con los
movimientos ganaderos, que tuvieron lugar en la zona hasta hace pocos años. Estos rebaños
conocidos en el lugar como “los Serranos”, llegaban a este lugar cruzando las tierras de Hondón
de las Nieves, donde algunos partían hacia Crevillente cruzando esta cañada, y otros cruzaban
por la actual localidad de Aspe en dirección a Alicante.
430
425
407
450
307
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
W-E
100m
150m
200m
250m
300m
400m
450m
50 100 150 200 250 300 350 400
N-S
CA/99 - 1
CA/99 - 2
CA/99 - 3
CA/99 - 4
CA/99 - 5
3 cm0
CA/98 - 1
CA/99 - 6
CA/99 - 7
CA/99 - 83 cm0
0 1
AA
A’A’
0 1
A A’
Lámina XVII. Cañà Catalina. 1: Situación. 2: Cerámica común. 3: Cerámica decorada.
4: Aljibe Moro. Planta y sección.
1
2
3
4
68
VARIABLES DE DETERMINACIÓN DE ASENTAMIENTOS Y FUNCIONALIDAD DEL
TERRITORIO.
Al comenzar este trabajo partíamos con el objetivo de poder afrontar algunos de los
problemas existentes en la investigación para la comarca. Problemas que se resumían en la falta
de información espacial para el caso de Hondón de las Nieves y Hondón de los Frailes, y en
completar la información existente en el caso de Aspe.
La potencialidad de la zona queda claramente expuesta en la primera ocupación del
territorio. El establecimiento humano del Paleolítico Medio en Las Terrazas del Vinalopó
constituye una prueba más del hábitat de estos grupos en áreas de superficie cercanas a los
ríos. En este caso, el Vinalopó en su tramo medio, constituye una zona de comunicación
importante, además teniendo en cuenta la materia prima que proporcionan los nódulos de sílex
que aportan los depósitos secundarios entre el Castillo del Río y el estrangulamiento del
Tabayá.
No tenemos información contrastada de yacimientos para el periodo que suponen los
cambios acaecidos al final del Paleolítico Superior, ni del periodo de transición al Holoceno.
Tampoco para las primeras comunidades productoras de alimento. Las noticias que poseemos y
que se refieren a materiales denominados neolíticos, son fuentes bibliográficas antiguas que
mencionan piezas que no hemos podido localizar, y que en algunos casos es posible que se
refieran a objetos de la Edad del Bronce.
Para el II Milenio a.n.e. la información es abundante, en número y en importancia. A los
yacimientos ya conocidos y publicados de La Horna y El Tabayá, hay que sumar dos más. Es
cierto que la información resultante del proceso de prospección suele ser reducida, planteando,
además, las necesarias reservas de su interpretación. Sin embargo, trataremos en lo posible de
dar una interpretación del poblamiento durante ésta época apoyándonos en los datos de otros
yacimientos conocidos y que forman parte de la estructura del patrón de asentamiento en la
cubeta meridional del Vinalopó Medio.
La transición al I milenio a.n.e está bien representada en la comarca gracias al yacimiento
de El Tabayá, excavado por el Dr. Hernández Pérez y actualmente en proceso de investigación.
69
En cuanto a yacimientos de época ibérica podemos ofrecer un conjunto que si no muy amplio, si
que representa la secuencia de las etapas de la cultura ibérica en la zona.
El proceso de romanización y las transformaciones sociales y económicas en época de
Augusto pueden ofrecerse con detalle gracias al estudio de las centuriaciones y de la
distribución de las villae a lo largo de toda la zona. Tenemos, además, un hábitat
ininterrumpido en las zonas cercanas al Castillo del Río, a excepción de los siglos que van desde
el VIII al XI dentro de las transformaciones del poblamiento tardorromano y del proceso de
islamización.
La formación del núcleo urbano de Aspe, de su desarrollo, constituye un punto de
interés en esta investigación con la incorporación de nuevos datos para interpretar su origen.
Otro de los objetivos iniciales de este trabajo consistía en realizar un estudio sobre las
variables que afectan a la distribución de asentamientos, y a la función del corredor de Hondón
de las Nieves respecto a dos valles con recursos hídricos notables, como es la cubeta del
Vinalopó en torno a Aspe, y la vega de Abanilla. Evidentemente la distribución de
asentamientos en el territorio de estudio responde en primer lugar a los patrones de
asentamiento de cada cultura. Sin embargo, incluso salvando las distancias se ha podido
observar una similitud de rasgos que indican la preferencia en los asentamientos.
Las variables que se han observado en esta distribución son:
a) La elección de asentamientos en zonas cercanas a las vías de paso. Trayectos de
comunicación entre zonas que comunican dos o más centros de importancia por periodo, y
los cambios que estas puedan sufrir a lo largo del tiempo.
b) La cercanía a los recursos hídricos.
c) El abastecimiento de materia prima. El aprovechamiento de recursos naturales en la elección
de asentamientos, desde los depósitos de sílex, las tierras de potencialidad agrícola, la
abundancia de recursos cinegéticos.
d) Estrategias defensivas y/o del control del territorio.
La elección de asentamientos teniendo en cuenta estas variables, permite observar en
primer lugar una preferencia en la zona por los lugares cercanos a las zonas de comunicación.
En este sentido, gran parte de los asentamientos (68,1%) se distribuyen teniendo en cuenta los
70
pasos naturales que comunican la costa con el valle del Vinalopó. Yacimientos como el de Las
Tres Hermanas I y La Mesa de Piedra en la Edad del Bronce, ocupan accesos privilegiados a
estos pasos naturales. Durante el periodo ibérico, tenemos El Gorroquinto, El Tolomó, las Tres
Hermanas II y Los Altos de Jaime, distribuidos en los accesos al valle.
Otra de las variables que influyen en la elección de asentamientos es la captación de
recursos hídricos. Esta elección determina el 50% de los asentamientos, de lo que se infiere que
las zonas con menos recursos hídricos tienden a estar menos pobladas. El abastecimiento de
materias primas influye en un 54,5% en la elección de asentamientos, si bien hay que tener en
cuenta la amplitud de esta variable, donde englobamos rasgos tan variables como las vetas de
sílex, los abrigos naturales y las tierras de alta capacidad agrícola.
Por último, la capacidad defensiva de los asentamientos es una variable poco
determinativa, en cuanto son reducidos los asentamientos de las distintas épocas culturales con
estructuras defensivas.
Paleolítico.
Las industrias musterienses de las Terrazas del Vinalopó nos permiten hablar del
establecimiento de grupos humanos neandertales en el tramo medio del río Vinalopó. La
penetración de estas comunidades a lo largo de los corredores naturales que proporcionan los
valles fluviales ha sido contrastada en la bibliografía sobre el tema (Aura, Fernández y Fumanal,
1993). En este caso tenemos una base material para articular el poblamiento de la provincia de
Alicante en torno a dos líneas de difusión. Por un lado la vía del Vinalopó desde el tramo medio
hasta la zona de Villena, donde se ha localizado un hábitat de esta etapa en La Cueva del
Cochino (Soler García, 1956). Por otro lado, y a través del pasillo Bocairente - Benejama,
llegaríamos a la Hoya de Alcoy, con asentamientos del Paleolítico Medio registrados tanto en
cueva (hábitat tradicional), como en terrazas. Los yacimientos de El Salt (Galván Santos, 1992),
Abric del Pastor, Cova Beneito (Iturbe y Cortell, 1992) o Penelles, se articulan en otro corredor
natural a lo largo del río Sérpis hasta llegar a La Safor.
El valle del Vinalopó es un camino idóneo para el paso desde las llanuras litorales hasta
la Meseta, además, en su camino se encuentran corredores transversales, en este caso el de
Hondón de las Nieves – Abanilla, y valles interiores con cuencas endorreicas como el valle del
71
Tarafa, y las lagunas de Salinas y Villena. Es cierto que sólo se han documentado asentamientos
relacionados con el Paleolítico Medio en dos puntos a lo largo del Vinalopó. En este sentido
habría que apuntar los efectos paleoclimáticos del Pleistoceno que probablemente originaron
destrucciones y cubriciones de asentamientos al aire libre. Desde otro punto de vista, el acceso a
los recursos es de vital importancia para la ubicación estas comunidades. El tipo de
asentamiento de las Terrazas del Vinalopó responde por sus características a una zona de
abastecimiento de recursos líticos. Por su extensión cabe la posibilidad de incluirlo dentro de los
yacimientos con una ocupación recurrente, en una cronología de momentos avanzados del
Paleolítico Medio en torno al 50.000 35.000 BP.
Las noticias de un establecimiento humano con materiales atribuibles al Paleolítico
Superior en una diaclasa de la Sierra del Tabayá, no suponía un obstáculo a priori, sobre todo
por la presencia de piezas laminares características de esa etapa entre los depósitos de los
barrancos cercanos al río. Sin embargo, la estructura morfológica de la cueva constituye un serio
problema para adscribirla como asentamiento humano por muy estacional que éste sea, debido
a su espacio reducido y a las pocas posibilidades que ofrece.
A unos pocos kilómetros al norte por el Vinalopó, el hallazgo de extracciones de nódulos
de sílex, y de alguna pieza retocada, aunque de difícil valoración, en los márgenes del río Tarafa
nos lleva a pensar en la utilización de una vía secundaria de penetración hacia los valles
interiores. La publicación de una punta musteriense en el Peñón de la Ofra a comienzos del
siglo XX (Jiménez de Cisneros, 1907) cerca de la rambla del Tarafa y en dirección al corredor de
Hondón de las Nieves confirma esta hipótesis.
Es a partir del Paleolítico Superior cuando encontramos varios yacimientos en la Sierra
de Crevillente, Sierra del Rollo, Sierra del Algaiat y Sierra del Reclot. Si para los momentos
musterienses el hábitat al aire libre o en terrazas es una excepción, para los momentos
posteriores a la llegada del hombre moderno todos los asentamientos utilizan la protección de
cuevas o abrigos. Los abrigos de El Xorret y la Ratlla del Bubo (Iturbe y Cortell, 1992) en la
solana de la Sierra de Crevillente con niveles auriñacienses proporcionan datos sobre la primera
ocupación del hombre moderno, que continúa durante el gravetiense donde los datos son más
numerosos. En este sentido la Cueva del Rollo supone una clave para descifrar el poblamiento
72
en esta etapa. El estudio de los materiales recogidos por aficionados supone unas limitaciones
que se podrían esclarecer con proyectos de investigación en el yacimiento, teniendo en cuenta
que posee una potencia estratigráfica importante. Existen por otra parte, materiales que podrían
adscribirse a momentos finales del Paleolítico Superior como es un arpón en asta de ciervo
monoseriado con incisiones oblicuas paralelas en la diáfisis, que se nos mostró en una colección
particular de Crevillente. Aunque debemos establecer las reservas correspondientes, si este dato
fuese cierto, nos daría una ocupación de la cueva durante el magdaleniense medio obteniendo
una secuencia de prácticamente todo el Paleolítico Superior.
Los datos obtenidos a partir del estudio de los materiales expuestos en el Museo
Arqueológico Municipal de Novelda nos indican una industria encuadrable dentro del
gravetiense donde el índice de hojitas, la presencia de Puntas de La Gravette, y el mayor índice
de raspadores frente al de los buriles muestra singulares semejanzas con los conjuntos de otros
yacimientos contemporáneos en la provincia de Alicante (Villaverde Bonilla, 1992).
Neolítico.
Existen diversas causas que pueden incidir en la localización de asentamientos neolíticos.
La morfología de los valles con acusadas pendientes transversales que han originado depósitos
cuaternarios, pueden haber ocultado bajo una amplia capa de sedimentos los yacimientos de las
zonas más bajas. La explotación agrícola de estas tierras ha transformado el paisaje, y sobre
todo, hace difícil la prospección, ya que encontramos muchas parcelas valladas y lindes en
zonas llanas cercanas a cuencas endorréicas.
La información proporcionada por la bibliografía (Jiménez de Cisneros, 1907), sobre la
presencia de piezas neolíticas en el paraje denominado La Nía, y en la Sierra Negra, no ha
podido ser contrastada. En el caso de La Nía, tras una prospección intensiva de la zona, no
hemos encontrado ninguna muestra de esta cultura; mientras que en el caso de la Sierra Negra,
su explotación como cantera la ha hecho desaparecer casi en su totalidad. Tal vez, sea ésta la
razón del paréntesis en la información que ofrecemos para el periodo Neolítico. Sin duda es
algo que queda pendiente para futuras investigaciones.
Edad del Bronce.
Sobre el poblamiento durante la Edad del Bronce, el presente trabajo proporciona dos
73
yacimientos inéditos que se suman al conocimiento desde la década de los ’80 en la zona
(Navarro Mederos, 1982; Hernández Pérez, 1983, 1986, 1996; Jover, López y Segura, 1989). Si
bien la información proporcionada por el registro de superficie es limitada, podemos establecer
inferencias en torno a la relación de estos nuevos asentamientos tras determinar su extensión y
ubicación en relación con las vías de paso y con los otros yacimientos conocidos. Así mismo, se
hace necesario un esfuerzo por identificar estos asentamientos dentro del contexto cultural
donde se adscribe el territorio, entre los márgenes culturales que suponen los asentamientos
argáricos al sur de la sierra de Crevillente y el Bronce Valenciano (Hernández Pérez, 1996),
comunidades del II milenio del Prebético Meridional Valenciano (Jover y López, 1997), o de las
Fases I-II de las culturas arqueológicas del II milenio a.n.e. en la nueva periodización propuesta
sobre la Edad del Bronce en la zona (Jover Maestre, 1999).
Los yacimientos de La Mesa de Piedra y Las Tres Hermanas se encuentran ubicados en
cerros que les proporcionan una excelente visibilidad hacia las tierras fértiles del llano y en el
caso de Las Tres Hermanas también hacia la Vega Baja del Segura y la línea de la costa.
Además, su posición es determinante para el control de la vía de comunicación que supone el
paso desde el sur de la provincia de Alicante hacia el Vinalopó Medio. Ambos yacimientos se
encuentran a unos tres kilómetros de distancia en márgenes opuestos a este paso. Su extensión
es similar, entre 0,2 y 0,3 Ha, y sus restos materiales no indican su relación (por el momento)
con yacimientos argáricos. Inferimos pues, que pueda tratarse de asentamientos que “cierran”
culturalmente hablando la secuencia interpretada por los yacimientos del entorno inmediato,
propuestos ya hace tiempo como una regionalización dentro de la cultura del Bronce
Valenciano (Navarro Mederos, 1982), o como una zona de contacto con influencias de ambas
culturas (Hernández Pérez, 1996).
A partir de la segunda mitad del II milenio, en el Vinalopó Medio se observa un cambio
en la ordenación del poblamiento que tiene paralelos en gran parte del levante peninsular
(Jover y Segura, 1992), siendo el más cercano la ocupación del valle de Villena (Jover, López y
López, 1994). El número de asentamientos disminuye, produciéndose una concentración del
poblamiento en otros de nueva planta como es el caso del yacimiento de La Horna (Hernández
Pérez, 1994), y el Portichol (Jover y Segura, 1992).
74
El yacimiento de El Tabayá constituye en si mismo una realidad diferente. Por una parte
su dilatada secuencia cultural, determinada con una fase inicial campaniforme en la línea del
patrón de asentamiento asociado a esta etapa (Bernabeu, 1986, 1989; Hernández Pérez, 1996), y
que proporciona datos sobre la penetración de las influencias del sureste peninsular hacia las
tierras del levante. Por otra parte su clara adscripción argárica a lo largo de la primera mitad del
II milenio a.n.e. constatado por enterramientos bajo los niveles de habitación y con ajuares de
tipología argárica (Hernández Pérez, 1990). Además, el Tabayá a proporcionado materiales
asdcribibles al Bronce Tardío (Fase III) y otros al Bronce Final (Fase IV) (Hernández y López,
1992), identificándose el yacimiento con la secuencia del Bronce Final II propuesta por Gil
Mascarell (Gil Mascarel, 1985), siguiendo la sistematización sugerida para el sudeste (Molina,
1978). Durante esta fase se produce un abandono de asentamientos mientras que en otros como
es el caso El Tabayá o La Mola d’Agres existe una continuidad, aunque se ha constado un
cambio en zonas de ocupación con respecto a la fase anterior (Hernández y López, 1992).
Hablar de los orígenes de la Edad del Bronce nos obliga a tratar temas frecuentes en la
investigación como es el fenómeno Campaniforme, en estas tierras denominado Horizonte
Campaniforme de Transición, y las relaciones espacio temporales entre la cultura argárica y la
cultura/as del Bronce Valenciano. Entre otras cosas, por que se ha venido atribuyendo a las
influencias del sudeste, con la presencia campaniforme y con el desarrollo de la cultura
argárica, la implantación de los poblados en altura y por consiguiente el desarrollo de las
comunidades de la Edad del Bronce en el País Valenciano (Bernabeu, 1986; Bernabeu, Guitart y
Pascual, 1988; Jover y Segura, 1995; Hernández Pérez, 1996).
Con respecto a la cultura argárica, ésta se ha definido por el patrón de asentamiento
ubicado en cerros de altura fácilmente defendibles o incluso amurallados, los enterramientos en
cista o urna debajo de los niveles de habitación, y ciertas formas cerámicas como las copas o
tulipas acompañadas de elementos metálicos típicos como las alabardas. Desde otro aspecto, el
análisis de la desigualdad social y el estudio de las formas que ésta adquiere en las distintas
prácticas –parentales, económicas y políticas- (Lull, 1983; Lull y Estévez, 1986; Lull y Risch,
1995), ha permitido identificar ésta cultura con un Estado organizado donde existía una
“institucionalización, afirmación y mantenimiento de la diferencia socio-económica en el seno de la
75
sociedad” (Lull, y Risch, 1995). La categoría central del Estado es el poder, donde la clase
económicamente dominante se convierte en políticamente dominante y ejerce una explotación
económica, social y política con la idea de garantizar los intereses de la clase dominante y frenar
la lucha de clases. Debe por tanto, existir una coerción física determinada por una clase
guerrera, armas, e impuestos, y una coacción psíquica identificada por un patrón de
asentamiento similar y elementos simbólicos. Esto nos parece particularmente importante para
observar como se establece el contacto entre éste Estado Argárico y las comunidades de la Edad
del Bronce del corredor del Vinalopó, o como en ocasiones se ha expresado en la periferia de la
periferia del Argar (Hernández Pérez, 1986; 1996). El análisis de las dataciones absolutas ha
permitido identificar una clara expansión de la cultura argárica (Llull y Risch, 1995) hacia el sur,
oeste y norte, donde en los márgenes del territorio existen elementos simbólicos como son los
enterramientos acompañados de espadas, copas y alabardas.
El hecho de admitir una frontera y las relaciones que se establecen entre dos culturas
unidas o separadas con un espacio delimitado, teniendo en cuenta además el control territorial
y expansivo de la cultura argárica, nos hace presuponer la existencia de una entidad política en
las zonas del Vinalopó, lo suficientemente fuerte como para mantener esa frontera y no verse
sometido a la expansión de la otra. Y en este sentido, optar por una evolución paralela de las
comunidades de la Edad del Bronce en esta zona del País Valenciano.
Los elementos que permiten identificar a la Edad del Bronce en el País Valenciano en el
ámbito de cultural material es la sujeción de las armas metálicas por medio de remaches, en
contra de la utilización del espigo campaniforme. Las cerámicas tienden a las formas cerradas
donde abundan esferoides y elipsoides con poca presencia de las grandes fuentes abiertas de
borde almendrado típicas del eneolítico, siendo las pastas de mediocre calidad. En el plano
simbólico destaca la sustitución del enterramiento colectivo por el individual, debajo de los
niveles de habitación en la zona argárica, y en grieta o covacha en las zonas restantes, aunque se
han documentando enterramientos debajo de las casas en Cabezo Redondo –Villena- (Soler,
1987) o en El Cuchillo –Almasa- (Hernández, Simón y López, 1994), estos pueden ser el reflejo
de las influencias argáricas en un momento posterior (Jover y López, 1997).
Estos datos muestran una cultura de fuerte personalidad frente a otras contemporáneas
76
de la Península Ibérica, si bien, nos encontramos todavía ante cuestiones difíciles de resolver, y
pese a los avances de la investigación en los últimos años tras la síntesis que hiciera Tarradell
sobre la Edad del Bronce en el País Valenciano (Tarradell, 1963; Hernández Pérez, 1997), son
numerosas las incógnitas que se plantean.
En primer lugar nos encontramos con la denominación. El término Bronce Valenciano
acuñado por Tarradell en varias publicaciones coincidía perfectamente con la entidad política
que diera lugar a la Comunidad Valenciana (Tarradell, 1965: 427; 1969: 12,26), en un esfuerzo
consciente o inconsciente de ajustar sus límites en la línea de la nueva ideología nacionalista
(Jover, 1999). En trabajos posteriores se ha cuestionado la unidad cultural del Bronce
Valenciano. En 1982, Navarro Mederos al estudiar materiales del Vinalopó Medio procedentes
de diversas colecciones privadas fruto de expoliaciones indica que existen diferencias entre las
distintas zonas sobre la base de su cultura material. Las nuevas publicaciones de La Muntanya
Assolada (Martí Oliver, 1982 y 1983), El Cabezo Redondo (Soler García, 1987), La Horna
(Hernández Pérez, 1994), La Loma de Betxí (De Pedro Michó, 1998); un mejor conocimiento del
territorio (Jover, López y López, 1995; García Bevía, 1992), el estudio de colecciones antiguas
(Simón, 1988; 1990; 1998), y la elaboración de algunas síntesis (Hernández Pérez, 1996 y 1997;
Jover, 1999) han aportado la suficiente información para poder desdeñar el término Bronce
Valenciano, considerado como una entelequia en la medida que no se ajusta a la realidad de la
diversidad cultural constatada en el área levantina. En este sentido, para las comunidades del
Vinalopó se ha utilizado la de Comunidades del II milenio a.n.e. del Prebético Meridional
Valenciano (Jover y López, 1998), o la de Comunidades del Bronce Valenciano (Hernández
Pérez, 1997).
En otro orden de cosas, el sistema de periodización en base a las tres edades: antiguo,
medio y final, común en la historiografía arqueológica, y aceptado en un principio para la Edad
del Bronce en las tierras valencianas, tiende también a tambalearse. La cercanía de El Argar, y
su presumida incidencia en la formación de las comunidades de la Edad del Bronce,
permitieron una división en Bronce Antiguo y Medio paralelizándolo con el modelo propuesto
para el Argar A y B respectivamente, hoy en día también en revisión (Lull, 1983). En los
estudios que F. Molina (1978), realizó sobre los momentos finales de la Edad del Bronce del
77
sudeste apuntaba la existencia de un Bronce Tardío sobre la base de la llegada a ciertos
yacimientos de elementos decorativos de la meseta tipo Cogotas, representados generalmente
por la cerámica de boquique tal y como se expuso en su día (Delibes y Abarquero, 1997) y otros
de la Alta Andalucía. En un trabajo posterior, Gil-Mascarel (1991), aplica las definiciones
realizadas para el sudeste en la zona valenciana, considerando la existencia de un Bronce
Tardío, y de un Bronce Final que subdividía en dos, el Bronce Final I para los poblados que
continúan desde momentos anteriores, y Bronce Final II para poblados creados ex novo. Con
respecto al Bronce Tardío, se ha interpretado una reordenación del territorio con la disminución
de poblados y una concentración del hábitat en uno o dos poblados. Para la cuenca de Villena,
El Cabezo Redondo, yacimiento de referencia obligada para este momento, asumiría la
población existente en un único centro (Jover, López y López, 1995), modelo que ha servido
para explicarlos en las otras cuencas del Vinalopó: El Monastil y La Esparraguera en el valle de
Elda (Jover y Segura, 1995), y El Portichol y La Horna en el valle de Aspe – Novelda – Monforte
(Jover y Segura, 1993). En este sentido se ha propuesto la agrupación de fechas de radiocarbono
en torno a los inicios de la 2ª ½ del II milenio a.n.e. como prueba de este cambio cultural (Jover,
1999); según esta propuesta existe una Fase I, que no puede diferenciarse de la Fase II, sin que
sepamos por que se mantiene, una Fase III correspondiente al Bronce Tardío, y una Fase IV
correspondiente al Bronce Final.. La primera subdivisión del Bronce Final en I y II se apoyaba
en dos yacimientos clave por un lado La Mola d’Agres y por otro Peña Negra, si bien en
ocasiones se ha expuesto la dificultad de establecer tal división (Martí y De Pedro, 1996),
teniendo en cuenta además que las fases del Bronce Final en yacimientos con secuencias
anteriores presentan una ruptura en el ámbito de restos constructivos e incluso de
emplazamiento con las anteriores.
En definitiva nos encontramos con comunidades establecidas principalmente en las
cuencas formadas en el recorrido del río Vinalopó. Son poblados establecidos en cerros de
mediana altura con una extensión media entre 0,4 y 0,6 hectáreas, con estructuras constructivas
formadas por muros de mampostería, postes, y techumbres que debían verter a un agua, con
evidencias de unidades dedicadas a la producción agrícola y al almacenamiento. Son poblados
cerrados, que miran hacia dentro, a veces con una calle central lo que supone un hábitat
78
concentrado y más numerosos que en el periodo anterior. En el valle de Biar – Benejama, se han
inventariado 11 yacimientos. En la cuenca de Villena 24, en el valle de Elda 8, y en valle de Aspe
13.
Se ha interpretado la contemporaneidad de estos poblados de las distintas cubetas con
relación a la distancia que ocupan, utilizado como modelo de ejemplo a la cubeta de Villena
(Jover y López, 1999), donde se han utilizado técnicas espaciales como los polígonos de
Thiessen y el vecino más próximo (Hooder y Orton, 1990). La distancia media entre los
yacimientos se establece en 7,5 km los que supone un área de explotación en torno a los 10 km2.
Esto permite una rotación de los cultivos en barbecho e incluso una zona destinada a monte por
poblado, con lo que existiría territorio suficiente para la subsistencia individual de cada
poblado.
La economía de estos poblados está dedicada plenamente a la agricultura, que es su base
subsistencial, al contrario de las comunidades del Neolítico II donde compaginan esta actividad
con otras complementarias casi en igual medida como es la caza y la recolección, y este
indudablemente debe tener su reflejo en la ordenación territorial y en las estrategias de
ocupación del territorio.
La hipótesis que manejamos trata de hallar una relación entre el cambio de la Formación
Económico Social de estas comunidades y su reflejo en la ordenación del Territorio. Entre los
elementos que se interrelacionan se encuentra a su vez la cercanía del Estado Argárico tal y
como ha sido definido por Lull (Lull y Risch, 1995); un cambio climático como en ocasiones se
ha señalado (Cuenca y Walker, 1986); una intensificación de la producción como resultado de la
adopción de la agricultura como sistema productivo dominante y que hace a los poblados el
someterse al ciclo agrícola; y un aumento demográfico resultante del aumento de producción.
Planteamos, que las comunidades del Neolítico II con poblados cercanos a las tierras de
cultivo, debido a su baja concentración poblacional y a su alta movilidad, no necesitaban ni de
un control y ni de un reparto de tierras cultivables. Sin embargo, el aumento demográfico hace
que las tierras de cultivo ya no pueden ser explotadas por una sola comunidad sino que estas
han de repartirse entre varios núcleos poblacionales. Estos se separan entre sí dejando las tierras
de cultivo en el centro. No se trata de subir en altura para proteger el producto de la cosecha. En
79
comunidades de subsistencia lo importante es el origen de la cosecha, esto es, la tierra de
cultivo, y en este sentido ésta se encuentra en el centro donde todos los poblados tienen acceso a
una parte. Este desarrollo implica de alguna forma una organización social al menos entre las
zonas geográficas.
Desde el punto de vista de la Arqueología Espacial, una de sus leyes básicas nos habla de
que comunidades con un mismo patrón de asentamiento, en teoría son comunidades en
competencia, sin que competencia tenga que ser enfrentamiento físico ni coercitivo, y esto
podría haber sido en un primer momento. Sin embargo, la existencia cercana de un Estado en
expansión, tal y como se ha demostrado por las dataciones de radiocarbono de El Argar (Lull,
1983), y por la existencia en sus fronteras de elementos simbólicos como espadas, copas y
alabardas en sus enterramientos, nos sugiere la posibilidad de la existencia en la periferia de
éste Estado, de una entidad política lo suficientemente estable como para mantener la presión.
No estamos hablando de otro Estado, pero al menos de un sistema de jefatura que a modo de
organización intertribal, organice el territorio, seleccione la ubicación de los poblados y
mantuviera la cohesión social entre ellos de forma que en periodos de malas cosechas pudieran
seguir adelante, algo fundamental para este tipo de comunidades. En este sentido, el transporte
de los productos básicos desde las zonas de producción primaria hasta los asentamientos en
altura, supone un sobretrabajo innecesario en términos de economía subsistencial y
autogestionada. Esto se puede interpretar como una limitación al acceso de los productos
básicos, un desplazamiento espacial, una centralización de la producción, una organización
estricta de la fuerza de trabajo, y una gestión de los recursos disponibles. Es en estos momentos
cuando comienza la ruptura entre los recursos obtenidos y la cantidad de trabajo o esfuerzo
empleado para obtenerlo, lo que desembocará en la obtención de beneficio para algunos
sectores de la población.
Es evidente que la manera de asentarse una comunidad en un territorio implica la
distribución de sus necesidades económicas, sociales y políticas en un orden coherente (Lull,
1983). La fijación al territorio está íntimamente relacionada con la propiedad de lo que se cultiva
y con el ciclo anual del trabajo, es por esto, que es la primera vez en que el lugar de residencia
es fijado en un lugar concreto del territorio (Jover, 1999), en base a construcciones sólidas y
80
duraderas, que precisan un mantenimiento. Esta ruptura del patrón de asentamiento debe
interpretarse como otra más profunda, la ruptura de las relaciones sociales de las comunidades
igualitarias.
El Mundo Ibérico.
Los yacimientos registrados para el periodo ibérico son cuatro, El Gorroquinto, El Tolomó, Las
Tres Hermanas II y los Altos de Jaime.
El yacimiento de El Tolomó tiene unas características peculiares. La extensión del
yacimiento, su ubicación y el análisis de sus materiales nos indica que nos encontramos ante un
hábitat ibérico de carácter rural, si es lícito considerar este término, o al menos ante un
asentamiento de extensión reducida. Nos inclinamos pues en catalogarlo como un caserío o
mansión algo apartado de otros núcleos de población más importantes.
Por otra parte, su ubicación a los pies de una rambla, en una ladera que ofrece una
visibilidad reducida se aparta un poco de los patrones de asentamiento habituales para el
mundo ibérico. Es de interés destacar su posición respecto a la vía de paso que se abre hacia la
zona de Crevillente entre la Sierra de la Madera y el Puntal de Matamoros donde encontramos
el yacimiento de Peña Negra. La importancia de este yacimiento orientalizante como difusor de
las nuevas corrientes culturales llegadas con el mundo fenicio permiten intuir una propagación
gradual de norte a sur. En este sentido la vía de paso más clara hacia el norte nos llevaría de
pleno hacia El Tolomó, que como hemos planteado parece situarse en una fase antigua del
poblamiento ibérico. En este mismo trayecto hemos localizado otro asentamiento ibérico: El
Gorroquinto que podría participar en este contexto, y aunque la pobreza de sus materiales
dificulta mucho su interpretación, podría representar un tipo de asentamiento de reducida
extensión y emplazado en una zona de gran visibilidad y de punto estratégico hacia la zona de
paso de Crevillente, que podría estar relacionado con los denominados fortines de Peña Negra
(González Prats, 1983) en dirección a este yacimiento.
Adentrándonos en el valle del Vinalopó a una distancia en línea recta de unos 6 kms,
encontramos un yacimiento de mayores dimensiones, situado en una vía de paso que comunica
el Vinalopó con la zona de Elche: Las Tres Hermanas (García y Moratalla, 1999). En este caso, el
asentamiento disfruta de una privilegiada visibilidad además de ubicar un edificio de prestigio
81
que nos indica la presencia de un poder local. La cronología de este yacimiento se establece a
partir del siglo IV hasta el siglo III a.n.e. y es posible que tuviera relación con la última etapa de
El Tolomó.
Como ya señalamos, en dos publicaciones anteriores (García y Moratalla, 1998, 2001), los
restos exhumados considerados como un edificio de prestigio, se localizan sobre una pequeña
plataforma que se proyecta desde la sierra hacia la vaguada por donde discurren las vías de
comunicación; su posición, por tanto, es dominante sobre este estrecho paso natural que conecta el
Medio Vinalopó con su cuenca baja, ya en dirección hacia Elche. Además, es un edificio que destaca
asimismo por su distancia con otras estructuras localizadas; en su entorno inmediato no existen, y
las más cercanas se localizan unos 60 m. hacia el noroeste, en plena ladera. Es de presumir que son
departamentos ibéricos (no olvidemos que por la sierra también aparece material de la Edad del
Bronce), dada su planta angular, la práctica constructiva y el registro material que aparece por sus
alrededores. Alguno incluso aparece tocado por las inclusiones clandestinas hasta el punto que sus
muros no eran difíciles de dibujar. Resulta interesante constatar, las diferencias constructivas entre
estos departamentos,, y el Edificio A de lo que se infiere el deseo de otorgar mayor majestuosidad a
éste último.
Por lo tanto, la localización, aislada y destacada sobre el entorno, así como sus técnicas
constructivas y el concepto arquitectónico utilizado abogan por una destacada funcionalidad para
esta construcción que no puede sino relacionarse con las esferas políticas y/o religiosas de la
comunidad que la ha erigido.
En este punto surge inevitablemente la controversia entre su definición como templo o como
regia, entendiendo por tal la residencia de la máxima autoridad de la comunidad. Desde el principio
manifestamos nuestra inclinación por la segunda función. La planta del edificio en poco se parece a
los centros de culto fehacientemente identificados para el periodo Ibérico Clásico (Moneo, 1995), y
por otro lado el material arqueológico estudiado, muy escaso eso sí, tampoco demuestra prácticas
religiosas inequívocas. Así, no tenemos constancia, ni siquiera oral, del hallazgo de terracotas o
exvotos, omnipresentes en todo recinto sacro, u otro tipo de hallazgos como bronces o cerámicas
singulares que nos permitieran suponer hábitos relacionados con rituales religiosos. Muy por el
contrario, el repertorio estudiado se compone de restos de ánforas ibéricas, platos pintados, lebes,
82
pithos y platos comunes, una olla de cocina, un mortero púnico y los dos fragmentos áticos, una
Copa Cástulo y un bol Lamb. 21. En cualquier caso, los hallazgos muestran ajuares bastante
cotidianos donde conviven las necesidades de almacenamiento con las de consumo.
A pesar de la prudencia con que abordamos esta cuestión, dado el sesgo que tenemos en la
información, tenemos la impresión de estar ante un edificio “civil”, o que al menos no tuvo una
función exclusivamente religiosa. Su concepción y los materiales conocidos responden mejor a la
noción de regia definida por Almagro-Gorbea (Almagro-Gorbea, 1988-89), es decir, un edificio que
fuera residencia de la jefatura del poblado, cualquiera que fuera la naturaleza de ésta, muy en la
línea del palacio de Cancho Roano pero algo más sencillo. Dentro del esquema de la construcción
tendrían cabida, por tanto, distintos usos según la estancia analizada que nos es imposible definir
con precisión, y en los que tal vez no faltara un espacio para las prácticas rituales dinásticas.
Con este planteamiento, y retomando el mejor paralelo que hemos encontrado para el
Edificio A de Las Tres Hermanas, o sea, el Templo A de L’Illeta dels Banyets, seguimos la hipótesis
sugerida por Almagro-Gorbea (op. cit., 366) que identifica esta construcción como una regia, similar
en concepción al palacio de Cancho Roano. Además de los paralelos arquitectónicos, se señala la
semejanza tipológica del registro arqueológico (ánforas, jarras y platos pintados, ollas de cocina,
alguna pieza de barniz negro ático, un mortero...) y obviamente no podemos evitar constatar que
este registro, por escaso que sea, es también el que se localiza en Las Tres Hermanas, por lo que nos
encontraríamos ante un dato más que apoyaría su definición como regia. Probablemente la
majestuosidad del edificio campellero así como el hallazgo de un fragmento de cabeza masculina
esculpida en piedra inclinó a Llobregat a definirlo como un lugar sacro pero la verificación de la
existencia de casas con plantas similares en el área sirio-palestina, así como la inexistencia de objetos
suntuarios o exvotos aboga más por su definición como lugares de residencia, seguramente de élites
del poblado, que como espacios exclusivamente religiosos.
A nuestro juicio, los datos fundamentales que muestran el papel de este asentamiento ibérico
dentro del poblamiento comarcal, junto con la entidad del edificio y un cierto aprovechamiento de
recursos hídricos, son los relativos a las variables de visibilidad y comunicación, al encontrarse en
una estratégica posición para el control del paso desde la costa al Vinalopó. Además, teniendo en
cuenta la pobreza de sus suelos constituidos por margas y calizas.
83
Se conjugan aquí un extenso control visual que incluye el medio y Bajo Vinalopó, hasta el
litoral, con el control directo de unas de las rutas tradicionales que comunica ambas comarcas. Es,
por tanto, un hito clave dentro de este trayecto, al menos durante el siglo IV a.n.e, y cobra especial
sentido teniendo en cuenta la relevancia del poblamiento ibérico a uno y otro lado de la alienación
Sierra de Crevillente – Sierra del Tabayá. En la solana se desarrolla un extenso y suave glacis,
salpicado de zonas endorréicas en su contacto con el mar y con excelentes perspectivas agrarias; aquí
la densidad del poblamiento, muy alta, parece determinada por el factor de atracción de un foco
principal que debe ser La Alcudia, y su zona portuaria La Picola, además del deseo de controlar las
vías de acceso hacia el interior (El Catellar y el Forat en la Sierra de Crevillente, La Moleta, siguiendo
el río Vinalopó, y ahora también Las Tres Hermanas situado en medio de los anteriores). En la
umbría, tierras de igual riqueza, destacan los hallazgos funerarios (Almagro-Gorbea y Ramos, 1986;
Abad y Sala, 1999) en torno a las partidas del Campet y Agualejas, en las terrazas cuaternarias del río
Vinalopó.
Son dos áreas de un destacado poblamiento que participan en la integración de un territorio
más amplio que continúa hacia el norte, en paralelo al río Vinalopó (Poveda, 1996; Grau y Moratalla,
1998), hacia tierras meseteñas. Existen afinidades materiales ya desde época orientalizante, que
resultan obvias, por ejemplo, entre la estatuaria de Monforte del cid y la de La Alcudia, que
mostrarían estrechos vínculos, seguramente de tipo gentilicio, entre los distintos sectores de
poblamiento, pero es difícil probar una integración a mayor nivel, plenamente política. Cada núcleo,
puede tener un control directo del entorno inmediato, y la distribución de los relieves, sin duda
ayuda a delimitarlo, pero también es posible que entre todos se reconociera una dirección política
única. Este nivel de conocimiento no se puede alcanzar sin un profundo estudio de los niveles
ibéricos de yacimientos clave como La Alcudia o El Monastil.
Si nuestra hipótesis de la función de regia para el Edificio A de Las Tres Hermanas fuera
correcta, sin duda estaríamos ante la afirmación de una autoridad local, y esto nos conduciría a
defender una autonomía mínima para la misma en un territorio restringido al sur por las sierras
Bélicas y los llanos que rodean La Alcudia, y hacia el norte hasta la cuenca alta del río, donde debe
gravitar el peso del Monastil. Por medio, un extenso llano cuaternario, el conocido triángulo Aspe-
Monforte-Novelda, de muy productiva explotación agraria y buenas comunicaciones. Aquí se
84
insertaría el asentamiento de Las Tres Hermanas, como un elemento más de la trama demográfica,
en el límite del teórico territorio y junto a la vía de comunicación que conduce al mar. Alejado de los
suelos de la vega del río, su función, más allá del testimonio del poder local dada su posición
elevada y previsible majestuosidad, debe ir ligada al flujo de personas y objetos que deambulaban
por esta ruta: productos agropecuarios por las mercancías suntuosas que llegan por el Mediterráneo.
Una posta, una parada al atravesar un nuevo territorio que incluiría todo tipo de relaciones
comerciales en las que participa directamente. Al menos así, se deduciría de ser una regia la
construcción de Las Tres Hermanas, la jefatura de la comunidad, muy en la línea de lo propuesto
para el palacio de Cancho Roano.
Ubicado en el espacio, las coordenadas temporales certifican su papel en el tráfico mercantil.
A caballo entre los siglos V y IV a.n.e. asistimos al apogeo máximo de la importación de productos
áticos (Rouillard, 1991; Sala, 1996), y desde los centros receptores costeros se inicia una redistribución
hacia las tierras del interior que favorecerá por un lado las relaciones comarcales, potenciando a la
vez la integración cultural de las distintas comunidades ibéricas, y por otro el enriquecimiento
progresivo de las élites dirigentes.
Es sintomático al respecto el establecimiento en estas fechas de auténticos emporia
ibéricos situados junto a la costa, que actúan de centros receptores de primer orden. El caso más
evidente, quizás, sea L’Illeta de El Campello, pero hemos de admitir una función similar para
La Picola en el Sinus Ilicitanus. Del primero, esta función ha sido explícitamente aceptada a partir
de las investigaciones de E. Llobregat (Llobregat, 1988, 1993), y trabajos más recientes (García y
Grau, 1998) han continuado esta línea ofreciendo interesantes datos acerca del recorrido de
estas mercancías hacia el interior. Por lo que se refiere a La Picola, el equipo hispano-francés que
ha llevado a cabo su excavación identifica el yacimiento como el puerto de La Alcudia (Moret y
Badie, 1998), y ya fuera desde La Picola o desde La Alcudia podemos razonablemente imaginar
una circulación de estos bienes hacia las tierras del interior siguiendo la cuenca del río
Vinalopó, pues es la ruta natural hacia la meseta. En nuestra opinión, nos parece probable la
ubicación de Las Tres Hermanas en estrecha relación con este trayecto. Los beneficios serían no
sólo económicos, liberando una parte de la producción agropecuaria local hacia el comercio,
sino también por los factores políticos implícitos en estas relaciones mercantiles, ya que estas
85
suponen el reconocimiento expreso de una autoridad que actúa de interlocutora y al mismo
tiempo, ésta encuentra una serie de objetos suntuarios con cuya ostentación se facilita su
preeminencia social y política dentro de la comunidad. Obviamente en la disyuntiva entre
participar o no de las nuevas corrientes económicas era mucho más rentable integrarse hasta el
punto de ponerse al frente de todas las transacciones posibles.
El análisis de estos asentamientos nos indica una preferencia en el control de las vías de
comunicación que se encuentran en las primeras estribaciones montañosas del prebético antes
de entrar en el valle del Vinalopó. Zona de paso de corrientes culturales que en esta época
llegan desde el Mediterráneo y que suponen un incentivo comercial y político sobretodo para
las élites gobernantes que articularían el territorio del valle de Aspe, Novelda y Monforte del
Cid, antes de llegar a la zona de Elda.
En otra de las zonas de comunicación entre el Vinalopó y la costa, en este caso en
dirección a Alicante, encontramos otro hábitat ibérico, éste ya de nombrada bibliografía. La
zona del Castillo del Río, donde los trabajos de prospección han permitido identificar el núcleo
ibérico en una loma cercana a la fortificación islámica: Los Altos de Jaime.
La continuidad del asentamiento de los Altos de Jaime a partir del siglo III y hasta el
cambio de era, nos indica un cambio en la ordenación del territorio. Se abandonan los enclaves
de El Gorroquinto, El Tolomó y Las Tres Hermanas por otro enclave que si ya no domina una
vía de comunicación exclusiva, sí se beneficia del control de los recursos hídricos y de las ricas
tierras de cultivo de la huerta del Vinalopó.
La Romanización.
El proceso de romanización en la zona, está directamente relacionado con la continuidad
del poblamiento en los alrededores del Castillo del Río hasta el cambio de era. A partir de este
momento, la organización del territorio pasa por el control de la vía de comunicación por éste
paso del Vinalopó o de sus recursos hídricos, y será mantenida prácticamente sin interrupción
hasta el abandono del asentamiento almohade.
En este contexto es inevitable hablar sobre el papel otorgado a esta zona por las fuentes
antiguas: se trata de la identificación de la mansión de Aspis en la zona de El Castillo del Río.
Las primeras noticias sobre el enclave de Iaspis vienen de la mano de Claudio Ptolomeo,
86
este polígrafo trabajó en Alejandría hacia el siglo II d.n.e. Escribió ocho libros de geografía
nombrando ciudades con sus coordenadas geográficas, aunque los grados y minutos que
emplea no se corresponden exactamente con los reales, ni hay por el momento ningún medio de
aproximación.
En su compendio cita Iaspis tras los lugares de Setabia, Setabicula e Illicis, de lo que se
infiere la existencia de este lugar en época Alto Imperial.
Setabia 13.30 39.00
Setabicula 13.40 37.55
Illicis 12.20 38.50
Iaspis 12.20 38.15
(II, 6, 61. Texto griego, FHA; latino, Códice Univers. Valencia)1
Por otra parte, están los Itinerarios. Los itinerarios hacían referencia a las vías de
comunicación que atravesaban la provincia de Alicante. El Itinerario de Antonino, cita las
mansiones, paradas y ciudades por la que pasaba (en este caso) la Vía Augusta, para uso
probablemente de servicio de los ejércitos y de la annona. Su cronología es de principios del
siglo III, aunque es posible que incorpore elementos más tardíos (Abad y Abascal, 1991).
400,3 Valentia XVI
4 Sucronem XX
5 Ad Statuas XXXII
6 Ad Turres VIIII
401,1 Adello XXIIII
2 Aspis XXIIII
1 Recogido de Abad y Abascal, 1991.
87
3 Illici XXIIII
4 Thiar XXVII
(Edición de Roldán, 1975)2
Las fuentes nos hablan de un asentamiento romano con una cronología de mediados del
siglo I hasta finales del siglo III. Los siguientes itinerarios: el Anónimo de Rávena fechado entre
los siglos VII y VIII y el Guidonis Geográphica del siglo IX, ya no nombran este lugar, que bien
ha desaparecido o su importancia ha disminuido notoriamente.
Las fuentes anteriormente expuestas han servido de base a numerosos investigadores
para identificar la mansión de Aspis a lo largo del cauce del río Vinalopó por su tramo medio
(Abascal y Alberola, 1998; Llobregat Conesa, 1973(a), 1973(b), 1983; Morote, 1979; Reynolds,
1985, 1993; Roldán, 1975; Roselló Cremades, 1986; Tovar, 1989). En la mayoría de las ocasiones,
el lugar se ha identificado con el Castillo del Río. Las primeras referencias de época moderna
identifican el lugar con la población de Aspe, si bien en dos ocasiones se le atribuye el paraje de
Las Pasas y en una ocasión se nombran los Altos de la Loma, que según nuestras prospecciones
puede tratarse del yacimiento de Los Altos de Jaime, que aunque de cronología ibérica se
encuentra a unos centenares de metros de los materiales romanos.
Fuente Año Lugar Fuente Año Lugar
Escolano 1610 Aspe Saavedra 1862 Aspe
Diago 1613 Aspe Cuveiro 1891 Aspe o Las Pasas
Sales 1766 Aspe Fernández 1890 Altos de La Loma
Cean 1832 Aspe Blázquez 1892 Las Pasas
Cortés 1836 Aspe Angel Blázquez 1925 Aspe
Madoz 1846 Aspe
Tabla 6. Referencias modernas sobre el emplazamiento de Aspis (elaboración propia a partir
de Roldán, 1979, 142-143).
2 Ibidem.
88
Las últimas investigaciones llevadas a cabo, cuestionaban la ubicación de la mansión de
Aspis cerca del Castillo del Río, sobre la base de la casi total ausencia de moneda altoimperial,
dato que contrastaba con la gran cantidad de piezas con esta cronología que habían aparecido
en el Campet (Alberola y Abascal, 1998), encrucijada entre Novelda, Monforte del Cid y Aspe, y
que ha aportado numerosos vestigios de época ibérica y romana (Galiana y Rosello, 1988). Por
otra parte, las piezas más numerosas recogidas en los alrededores del Castillo eran de
cronología bajoimperial y en ocasiones se apuntaba que bien podían ser un residuo de
circulación tardía junto con los primeros felus islámicos del asentamiento almohade (Alberola y
Abascal, 1998).
No obstante, durante los trabajos de prospección pudimos determinar a unos 300 metros
de distancia del Castillo del Río y de Los Altos de Jaime, siguiendo la orilla izquierda del río, un
asentamiento con abundante material cerámico en superficie de cronología altoimperial. El
yacimiento lo hemos denominado como Quincoces, utilizando el topónimo de la zona y para
diferenciarlo de El Castillo del Río.
A nuestro entender, esto permite la posibilidad de identificar el yacimiento de Quincoces
con la mansión de Aspis citada por las fuentes antiguas, ya que los materiales coinciden
plenamente, si bien es cierto, que con los datos que disponemos no podemos cerrar
definitivamente la cuestión, que quedará pendiente para futuras investigaciones.
La romanización de esta parte del tramo medio del Vinalopó, ya frecuentada desde los
momentos iniciales por el paso de los ejércitos hacia Carthago, en sus inicios, tuvo que ver
probablemente con el desarrollo de la Vía Augusta, y más tarde con el proceso de centuriación,
ya que ésta formaría el eje principal del territorio, como queda constatado en Elche, donde el
camino hacia Dolores que pasa por La Alcudia, coincide con el eje principal de la centuriación
(Roldán, 1979; Abad, 1985). Así, los hallazgos aislados de materiales romanos son abundantes
en el valle. Se han identificado dos monedas altoimperiales cerca del casco urbano de Aspe3, un
miliario, y restos cerámicos. Sin embargo, el número de asentamientos romanos localizados no
es muy abundante, si bien, hay que tener en cuenta que están repartidos entre los términos de
Novelda y Monforte del Cid.
89
Estos asentamientos probablemente villae, suelen encontrarse en zonas cercanas al cauce
de los ríos Tarafa y Vinalopó, aprovechando las terrazas artificiales que hoy en día sirven para
el cultivo de la uva de mesa, como es el caso de La Regalicia o La Waleja en Novelda y Monforte
del Cid respectivamente. El conjunto de materiales de estos yacimientos tienen una cronología
similar los catalogados en el yacimiento de Quincoces y de Meseguera. En este sentido, si
Quincoces, pudiera ser una mansión, parada o posta en la Vía Augusta; Meseguera responde al
tipo de explotación agrícola común de cronología altoimperial: asentamientos no demasiado
grandes, ni lujosos a diferencia de los bajoimperiales, que indican que estamos ante una
sociedad no latifundista (Abad, 1985).
Parece ser que los últimos restos de cronología tardorromana que se han localizado en
los niveles inferiores de El Castillo del Río, y que estarían relacionados con la necrópolis cercana
se pueden encuadran en torno a los siglos VI y VII en base a paralelos cercanos como El Zambo
o el Castellar de la Morera (Reynolds, 1985). A partir de este momento se abandonaría el
enclave. En esta misma fecha se puede establecer la cronología de la necrópolis de Vistaalegre
(Roselló, 1986;1988), que bien pudiera estar relacionada con algún asentamiento cercano al río
Tarafa, según han aportado algunas cerámicas registradas en la alquería de El Aljau, testimonio
de la fosilización de un hábitat tardorromano en llano.
La Época Medieval y el origen del actual emplazamiento de la Villa de Aspe.
Rafael Azuar, en su libro “El Castillo del Río (Aspe, Alicante)”, citando el “Tarsï al-
‘Ajhar” del geógrafo Al-‘Udri (Azuar, 1983, 1994), (Rubiera, 1985), (Vallvé, 1972), comenta la
mención en la obra de una alquería en Aspe. Si tenemos en cuenta que el texto puede datarse en
el tercer cuarto del siglo XI, y que las excavaciones efectuadas en el Castillo del Río no han
aportado materiales anteriores al siglo XII (Azuar, 1994), podemos intuir que se refiere a un
asentamiento islámico con una cronología ante quem mediados del siglo XI, y por tanto en zona
distinta a El Castillo del Río.
3 Las monedas se encuentran en colecciones particulares, a cuyos propietarios agradecemos las facilidades prestadas para su catalogación.
90
Las nuevas investigaciones procedentes de la prospección arqueológica, junto con la
labor de algunos historiadores locales4, han permitido identificar una fase antigua de
poblamiento situada en la denominada partida de El Aljau. Su nombre es heredero de la
acequia del mismo nombre, cercana a un topónimo denominado El Castillo (también se ha
denominado la zona como “La Mezquita”), y donde algunos protocolos notariales modernos
describen parcelas de tierra lindantes con un castillo. Puede ser que entendamos éste por una
estructura defensiva, o tal vez, alguna torre, pero sin duda, nos haría plantearnos la existencia
previa de ésta fortificación antes de la represión islámica del año 1243, pues no tiene sentido
dejar construir una fortificación a la población que abandona el Castillo del Río en estos
términos.
Es aceptado el hecho de que en la ordenación del territorio en época islámica, cada
castillo tenía alrededor de 10 a 20 alquerías (López Elum, 1994), y cada una de éstas a una
población integrada por 10 a 50 familias.
El término alquería utilizado en la documentación cristiana, se ha identificado como un
pequeño núcleo rural. Existe una marcada división entre ciudad y alquería, y el carácter urbano
y planificado de muchas de estas últimas, ha complicado en ocasiones la identificación de los
asentamientos rurales. Guichard llega a afirmar que la palabra alquería fue aplicada por los
cristianos, a todos los poblados rurales a los que no reconocían la cualidad de castillo o de villa,
es decir, a todos los que dependían de un centro fortificado y formaba parte de su término. La
definía como “la unidad socio-geográfica más pequeña del paisaje humano valenciano”, lo que
se podía identificar con una pequeña aldea de campesinos libres y propietarios de sus tierras
Se pueden distinguir varias categorías teniendo en cuenta su extensión (López Elum,
1994). En un primer grupo existirán alquerías con 20 o 30 familias (es menor probable que a
principios del siglo XII tuvieran 10), pero habrá núcleos con 50 a 90 casas (tipo medio) y, por
último, centros más grandes con 150 a 200 viviendas o más.
Parece ser que en caso de El Aljau, nos encontramos con una alquería de tipo medio,
probablemente con unas 30 o 40 casas, estructuradas a lo largo del río donde hemos observado
acequias y elementos de noria, y con el topónimo significativo de al menos un recinto
4 Agradecemos la información facilitada por D. Gonzalo Martínez Español en relación con la zona, producto de su
91
fortificado. Su distribución no obedecería a una ordenación de estructuras de habitación, y
parece probable su dedicación a la explotación de las ricas tierras cercanas al río y a las aguas
del mismo.
Los datos de esta alquería parecen completarse con la información que poseemos de una
posible necrópolis en una finca cercana al yacimiento. No se han encontrado restos en
superficie, pero la información del propietario sobre unos enterramientos aparecidos hace unos
años, nos hace intuir con las reservas oportunas la relación entre ambos yacimientos.
La información se completa con los restos de un aljibe de época islámica que debió de
pertenecer a una pequeña explotación rural, y con el asentamiento de Cañada Catalina, ubicado
como su nombre indica en una vía pecuaria, y que estaría relacionado con los movimientos
ganaderos. Este hecho se ha contrastado con asentamientos similares en la pedanía de La
Canalosa en Hondón de las Nieves, donde quedan numerosos restos de construcciones
dedicadas al refugio del ganado. Son generalmente cuevas y covachas artificiales con restos de
pesebres para el forraje. En algunos casos, se construyen muros paralelos de mampostería a una
distancia de unos 10 metros, con una cubierta de madera y cerrados con empalizadas.
A partir de la conquista almohade, se vuelve a ocupar el Castillo del Río, en una nueva
ordenación del territorio que comprendería una serie de alquerías en torno a este asentamiento
fortificado o Hisn (Azuar, 1994). Su ocupación hasta finales del siglo XIII, va a coincidir con la
ocupación cristiana del asentamiento. A partir del año 1243 en que se firma el Pacto de Alcaráz,
la presión política del denominado Protectorado Castellano, supuso una verdadera conquista y
represión militar de las poblaciones musulmanas, y así, entre ésta fecha y la de 1252, la
población islámica comenzó a abandonar paulatinamente el Castillo del Río, para instalarse en
el llano del Aspe actual (Azuar, 1994). El proceso de feudalización de la zona, que termina con
la expulsión de los habitantes del recinto fortificado y su establecimiento en zonas cercanas a la
actual Aspe, permitió el aumento de la población en el enclave actual y su desarrollo urbano.
Este dato lo corrobora el conocido privilegio de Alfonso X a la ciudad de Alicante del 29
de agosto de 1252, donde se nombran dos poblaciones: Azpe el Viejo y Azpe el Nuevo. Este
hecho, encuentra paralelos en otras poblaciones cercanas como es el caso de Novelda y Agost.
investigación.
92
En cuanto a su abandono, parecer ser que éste acaeció hacia el 1270, cuando en los privilegios
otorgados, únicamente se nombra una localidad conocida como Azpe.
Tras la conquista cristiana del Castillo del Río, la población que habitaba la zona cercana
al río Tarafa en forma de una alquería, debió de aumentar considerablemente, llegando a
conformar una villa en clara expansión. Ya en el siglo XIV, tenemos datos documentales que
nombran las reparaciones en unos baños en Aspe (Ferrer i Mallol, 1986).
A nuestro entender, la zona del casco urbano que debe ser considerada como la primera
ocupación de la villa, tendría que incluir parte de la localidad que se halla cerca del río Tarafa.
Concretamente, en la orilla izquierda del río, comprendería el Barrio de El Castillo hasta la calle
Poniente al norte, el camino Estrecho de Novelda hacia el noreste, y prolongando el Camino
Arena hasta el Camino Carril hacia el noroeste. En la orilla derecha del río, partiendo del Puente
del Baño y la Avenida de la Constitución, seguiría por la calle Genaro Candela, Teodoro Alenda
y calle Concepción, que tras cruzar la calle San Pedro, continuaría por la calle del Barranco
hasta el río Tarafa.
En los orígenes del desarrollo de esta villa debió de tener gran importancia el
aprovechamiento de las aguas del río Tarafa para su uso urbano y su posterior reclamo para la
agricultura. Este uso está contrastado por las numerosas obras que todavía pueden observarse a
lo largo del río Tarafa. Las rafas y azudes permitían canalizar el agua en acequias que se
dirigían a zonas urbanas donde, lavaderos, molinos y fuentes permitían su aprovechamiento,
tras el cual eran destinadas para su uso agrícola. Eran tres las acequias que atravesaban en parte
la villa de Aspe. Todas ellas nacidas de las rafas del cauce del Tarafa: la acequia del Aljau, se
dirigía por el margen izquierdo del río Tarafa hacia la huerta del mismo nombre. Hemos
localizado restos de ésta antigua acequia de tapial islámico en el sector D de la alquería de El
Aljau, lo que nos llevaría a considerar su antigüedad en torno al siglo XIV aproximadamente.
La acequia del Fauquí se dirigía por el margen derecho del río, adentrándose en la zona urbana
actual por la plaza de San Juan, hasta la calle Honda desde donde bajaría hasta el Puente del
Baño. La acequia de El Hondo de las Fuentes, partía paralela al río y cercana a su cauce y su uso
era probablemente para los molinos, y lavaderos.
Esta zona, cercana al río debió ser la primera ocupación de la villa, que tras el aumento
93
de población de finales del siglo XIII, pasó a ocupar la suave ladera del margen derecho, donde
posteriormente se construiría la iglesia, y el palacio del duque de Maqueda.
En el perímetro del casco antiguo, se pueden distinguir los siguientes accesos al recinto
medieval: El Portal (topónimo significativo), entre la calle San José y la calle San Pedro,
conduciría hasta el camino de Elche; otro acceso entre las calles de Teodoro Alenda y
Concepción, a la altura de la calle San Rafael. La puerta de Alicante debió de estar entre la calle
Santa Faz y la calle San Miguel. Otro acceso en la Avenida de la Constitución, en la confluencia
entre la calle Genaro Candela y su prolongación hacia la calle Severo Ochoa, conduciría has la
población de Novelda. No estamos hablando de un recinto amurallado ni defensivo, a no ser
por una pequeño murete, sino del espacio urbano medieval, interpretando su estructura y su
posterior evolución urbana.
Existen evidencias de enterramientos humanos en distintos puntos de la localidad,
aunque bien es cierto que no poseemos fuente documental ni material alguna. Todos los datos
nos han sido proporcionados por informaciones orales, y aunque algunas de contrastada
seguridad, presentamos datos con la pertinente precaución.
Parece ser que hasta fecha de mediados del siglo XVII, los enterramientos se realizaban
en el interior de la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro. Probablemente, el primer cementerio
(urbano en este caso, por anterior al edicto de Carlos III), parece estar cercano a la iglesia. Existe
documentación sobre un párroco que sale de la iglesia por su puerta norte para visitar el
cementerio cercano. Este, sería probablemente, un osario o vaso común cercano a la iglesia entre
la calle Santo Tomás y el llamado Callejón de los Novios. Por otra parte, existen evidencias de
restos humanos aparecidos en los alrededores de la Ermita de la Concepción, si bien, esto no es
extraño ya que no todos los feligreses tendrían la oportunidad de enterramiento en la iglesia. Se
han encontrado, además, restos en la calle de la Cruz. Sin embargo, los únicos que podemos
afirmar gracias a las evidencias directas que hemos constatado, son una antigua necrópolis del
siglo XVIII o XIX, que se encuentra de bajo de El Colegio Público Doctor Calatayud, y otro, del
que no podemos precisar si es anterior o posterior, aunque está más separado de la villa, en los
comienzos de la calle Barítono Almodóvar.
La comprobación de estos datos nos llevaría a confirmar en futuras intervenciones
94
urbanas el crecimiento urbano de la villa, estableciendo la cronología de las posibles necrópolis,
así como otros estudios particulares acerca de nuestra población.
Hacia 1602, el papa Clemente VIII, por bula del 28 de mayo, aprueba la creación de una
parroquia en Aspe. El obispo de Orihuela, ordena que se construya una nueva iglesia, junto a la
ya existente, que se encontraba bajo la advocación de Santa María de la Aurora, y que era la
antigua mezquita5, ya en mal estado6. Esta iglesia disponía de la renta de 1 tahúlla y cuarta en
la Huerta Mayor y de dos en la Huerta del Aljau. Entre otras hipótesis, se baraja la construcción
de la actual iglesia de nuestra Señora del Socorro, entre 1650 y 1737, bajo la dirección de
Francesc Verde y Pere Quintana (Mejias López y Candela Guillén, 1998). La fachada principal
fue obra de Nicolás de Bussi (1682-1684), y las laterales se dirigieron por José Terol entre 1685 y
1710. El campanario y la cúpula pertenecen a la mano de Lorenzo Chápuli, que las acabó en
1736. La Ermita de la Concepción se fecha también a principios del siglo XVIII.
La Casa Palacio, hoy sede del ayuntamiento municipal, es una obra de principios del
siglo XVII. Se construyó junto al Hospital (antigua oficina de la C. A. M) de la Plaza de los
Álamos, que en la actualidad es la Avenida de la Constitución, sobre un solar que ocupaba el
Oratorio de San Juan tras su derribo (Cremades Cremades, 1966).
Es de destacar la construcción sobre le río Tarafa de un puente de mampostería que se
solicitó al marqués de Elche hacia 1767, pues el antiguo que había de madera lo había arrancado
la riada del año anterior. El señor de Elche accede a ello, pero no debió de ser de mampostería,
pues se arruinó a mediados del siglo XIX.
Otra obra pública importante es la canalización de agua que se realizó desde Aspe hasta
Elche en 1785. Desde la Fuente Barrenas, muy cerca del cauce del Tarafa, se abrieron dos minas
de agua que alumbraron 75 caños. Se tendieron 18. 000 varas, 15 puentes, 23 alcantarillas, 14
garitas y 6 pilas descubiertas (Cremades Op. Cit.). Esta obra de ingeniería fue realizada por el
ingeniero aspense D. José Gonzálvez de Coniedo.
5 Sólo hemos encontrado una referencia sobre una mezquita en Aspe: es un privilegio de Pere el Ceremonioso con fecha de 25 de noviembre de 1366 donde se le permite a los sarracenos del lugar el rezar en la mezquita del lugar. Archivo de la Corona de Aragón, reg. 913, f. 91 v. 6 Obispado de Orihuela. Bula Apostolici Numeris de 28 de mayo de 1602, Primer libro de Mitra, folio 181, en Curato de la iglesia de Aspe.
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