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REVISTA
DERECHOSY SEGURIDADHUMANA
Mgter. Ana CorreaAbog. Jorge Perano
Secretara de ExtensinUniversidad Nacional de Crdoba
JUVENTUDES, MEDIOS Y CONFLICTIVIDAD
ISSN: 1853-4236Vol. 1 N 2 Ao 2011
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COORDINADORES
Ana Correa
Jorge Perano
COMIT EDITORIAL
Lucas Crisafulli (Facultad de Derecho y Ciencias Sociales)
Pablo Natta (Escuela de Ciencias de la Informacin - Facultad de Derecho)
Daniela Spsito (Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano)
Natalia Arriola (Prensa Extensin Universitaria)
Patricia Mercado (Coordinadora Programa Universidad y Crcel. FFyH)
Francisco Ferreyra (Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano)
COMIT ACADMICO
Maria Daniela Puebla Universidad Nacional de San Juan
Juana Mercedes Loizo Universidad Nacional San Luis
Alicia Acn Universidad Nacional de Crdoba
Bozzolo Raquel- Universidad Nacional de la Plata
Marysel Segovia Universidad Nacional de Crdoba
Alejandra Domnguez- Universidad Nacional de Crdoba
Rubn Caro - Universidad Nacional de Crdoba
Mariana Butinof- - Universidad Nacional de Crdoba
Mario Barrientos- - Universidad Nacional de Crdoba
Claire Iribarne - Universidad Nacional de Crdoba
Mariano Gutirrez Universidad de Buenos Aires
Mximo Sosso Universidad de Santa Fe
Alcira Daroqui Universidad de Buenos Aires
Fernanda Jurez Universidad Nacional de Neuqun
Mara Ins Peralta - Universidad Nacional de Crdoba
Valeria Plaza Schaefer - Universidad Nacional de Crdoba
Horacio Etchichury - Universidad Nacional de Crdoba
Sebastin Torres Castao - Universidad Nacional de Crdoba
Clemencia Jugo Beltrn - Universidad Nacional de Crdoba
Ariela Battan Horenstein- Universidad Nacional de Crdoba
Ins Len Barreto - Universidad Nacional de Crdoba
Diego Gastn Faci Universidad de Zaragoza
COMIT DE HONOR
Ral Eugenio Zaffaroni (Argentina)
Roberto Bergalli (Espaa)
Lola Aniyar de Castro (Venezuela)
Battista Nilo (Brasil)
Miguel Benasayag (Francia)
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EDITORIAL
CRISAFULLI, Lucas y NATTA, Pablo
CONFERENCIAS
ZAFFARONI, Eugenio Ral: Criminologa
acadmica y meditica. Construccin de miedos,
masacres y enemigos.
ARTCULOS
PUEBLA Mara Daniela, TORTI, Sonia y MARTY,
Candelaria Sabina: Adolescentes infractores.
Prcticas de las agencias del sistema penal juvenil.
TORTI, Sonia: Justicia penal juvenil. Algunas
respuestas desde la teora del Derecho.
CARRERAS, Rafael Antonio: Juventudes, medios
y conflictividad.
PREVITALI, Mara Elena: Legitimidades en las
violencias. Enfrentamientos, bailes y policas en
jvenes de villa el nailon, Crdoba
TEDESCO, Graciela: Adentro y afuera. Jvenes
en institutos correccionales de Crdoba.
TARACENA, Elvia: Jvenes de la calle en la
ciudad de Mxico. La necesidad de un enfoque
desde los derechos humanos.
CARRETEIRO, Teresa Cristina: Adolescentes,
exclusin y vulnerabilidades.
CASTAGNO, Mariel: Adolescentes en situacin
de encierro. Transformacin de representaciones
sociales. Experiencia extensionista.
VOCES
FERREYRA, Francisco: La memoria, el colectivo
y la participacin.
SPSITO, Daniela: Trabajar con jvenes.
SANSN, Julieta: Decile a la Constitucin que
venga. Charlas-debate entre jvenes sobre el
cdigo de faltas.
SNCHEZ, Santiago: Qu es hacer memoria?
RESEAS
ZAFFARONI, Eugenio: Present la revista
Interferencia en la UNC.
CRISAFULLI, Lucas: Cunta falta?! Cdigo de
faltas, control social y derechos humanos.
CORREA, Ana: Investigacin para la construccin
de indicadores en seguridad.
CUEVAS LPEZ, Pilar: Poltica con zapatillas.
Canales participativos para jvenes.
SOBRE LOS AUTORES
NDICEPg.
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REVISTA INTERFERENCIA. Vol. 1 N 2 Ao 2011
EDITORIAL
Este segundo nmero aborda conflictividades vincu-
ladas a las juventudes en la sociedad contempor-
nea.
Los autores de los artculos plantean la cuestin de
cmo es ser joven hoy; cmo se produce la cons-
titucin identitaria de los jvenes en escenarios es-
colares, mediticos o urbanos; cmo a partir de un
dato etario se construye la categora sociolgica de
juventud y qu significantes se otorgan a la catego-
ra de joven, segn la poca, la clase, el gnero y la
memoria social incorporada. Una invitacin a pensar
la complejidad de la constitucin y vivencia de esas
identidades juveniles contemporneas, a reflexionar
en torno a las representaciones sociales sobre lo ju-
venil, en la creencia de que hay algo en esta condi-
cin que podra influir en un posible cambio social.
La denominacin juventud es muy amplia y deslo-
calizada. Jvenes es una categora social construida
que surge en la posguerra, vinculada al mercado y las
industrias culturales. Resulta difcil abordar las iden-
tidades juveniles sin tener en cuenta la pobreza, la
exclusin, los territorios que habitan y por los cuales
circulan. El cuerpo es tambin un eje central para dar
cuenta de las juventudes. As, las nociones elabora-
das por Mario Margulis y Marcelo Urresti de moratoria
social como la posibilidad de los jvenes de sectores
sociales medios y altos de postergar las exigencias
de adultos (familia y trabajo) y de moratoria vital como
ese excedente temporal, ese plus que los no jvenes
no tienen (que le da ms materialidad a la catego-
ra juventud y hace dismiles las percepciones de la
muerte, por ejemplo) son de crucial importancia para
trabajar esta categora ambigua y compleja.
Cuando convocamos a docentes, investigadores e
intelectuales a escribir sobre las juventudes, los es-
tudiantes secundarios porteos se encontraban en
lucha contra las polticas pblicas educativas del go-
bierno de Mauricio Macri en la Ciudad Autnoma de
Buenos Aires y, en Crdoba, contra la sancin de Ley
de Educacin promovida por el entonces gobierno
provincial de Juan Schiaretti. Luego, mientras avan-
zbamos en la recepcin de artculos y su evaluacin
vinieron los levantamientos del estudiantado universi-
tario chileno, el movimiento de los indignados en Es-
paa y el enfrentamiento de las juventudes egipcias
contra su desptico gobierno. Podramos seguir con
una larga lista de luchas protagonizadas por jvenes
en todo el mundo en defensa de sus derechos con
el fin de gobernar su presente, pretendiendo hacerse
escuchar por quienes toman decisiones que compro-
meten su futuro. Ello nos trajo a la memoria la famosa
frase de Howard Becker quien dice que los adultos
construyen leyes contra los jvenes. El socilogo
pone en duda si, en muchas ocasiones, son los j-
venes quienes estn en conflicto con la ley o es la
propia ley la que est en conflicto con estos ltimos.
Martn Hopenhayn piensa las juventudes en una l-
gica de tensin en la que considera que estas tienen
ms acceso a la informacin pero menos llegada al
poder; mayor capacidad de enfrentar cambios ace-
lerados en los modos de produccin pero, a la vez,
estn cada vez ms excluidos de ocupar espacios
donde jugar esas ventajas, atravesados por una cre-
ciente desproporcin entre consumo simblico y
consumo material. Sostiene, adems, que las juven-
tudes tienen hoy mayores posibilidades de moviliza-
cin poltica y expresin, pero menor reconocimiento
jurdico y escasa representacin poltica institucional.
Sera legtimo preguntarse si no se est configurando
una generacin frustrada, demorada, estacionada a
la espera
En junio de 2010, el gatillo fcil mat a tres jvenes
del Alto, Bariloche, donde una pueblada quem la
comisara del lugar y dividi la ciudad durante cierto
tiempo; unos meses antes en Baradero pueblo tran-
quilo del interior bonaerense dos pibes ms cayeron
en manos de las fuerzas represivas del Estado y el si-
tio qued en llamas. Lo que diferencia estas muertes
es que la sociedad estall indignada, lo que gener
inevitablemente repercusin meditica. Pero, aunque
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[8]
no es tapa de los diarios, en la Argentina entre 1983 y
2011, 3.393 personas murieron en manos de fuerzas
de seguridad del Estado. El 73% de los muertos tena
menos de treinta y cinco aos, la mitad, menos de
veinticinco (Correpi, 2011). Los jvenes son los des-
tinatarios casi exclusivos y excluyentes del control
social, ya sea subterrneo (Lola Aniyar de Castro) o
punitivo. No se puede teorizar sobre la crcel, la apli-
cacin del Cdigo de Faltas, el gatillo fcil, la instau-
racin de la tolerancia cero y el sistema tutelar sin (re)
pensar y analizar la categora de juventud. Tampoco
puede analizarse el control social informal como la
familia, la escuela, internet o los medios masivos sin
que ello no sea atravesado por la categora de juven-
tud, lo que transforma a los jvenes en una matriz pri-
vilegiada sobre la cual investigar distintos fenmenos
sociales en esta actualidad.
Algunos datos duros sealan que un tercio de los po-
bres en la Argentina tienen entre 15 y 24 aos. Hoy
tienen ms acceso a la educacin pero menos al tra-
bajo. Comprarndolos con generaciones pasadas,
solo el 24 por ciento de los estudiantes de bajos re-
cursos econmicos finalizan la educacin secunda-
ria. El 48 por ciento de la franja etaria de los 20 a los
24 aos no completa la educacin secundaria (Banco
Mundial, 2009).
Existe una mirada que otorga a la juventud una defi-
nicin por exclusin: es joven quien no es ni nio ni
adulto, por lo tanto, el joven no es, sino que fue (un
nio) o ser (un adulto). Pero, aunque muchas veces
los relatos oficiales lo recluya solo a ser protagonis-
ta del futuro, desplazndolo as de su potencial para
operar sobre el presente, conforma un sector insos-
layable como protagonista activo de esta actualidad.
Pensemos por ejemplo en el 27 de octubre de 2010,
cuando la sbita muerte del ex presidente Nstor Kir-
chner reconfigur el mapa callejero de apoyos y opo-
siciones al gobierno nacional y el papel de las juven-
tudes argentinas en este acontecimiento histrico.
La condicin de joven se ve atravesada por variables
como el gnero, la clase social, la moratoria social
y la vital, el campo (en el deporte o en la danza por
ejemplo). Ello trae aparejado como consecuencia dis-
tintas vivencias, una memoria social dismil, consu-
mos diferentes, percepciones heterogneas y repre-
sentaciones desemejantes.
En este nmero, incorporamos a los artculos y con-
ferencias, las secciones Voces, con reflexiones de
los propios actores, y Reseas, en la que damos
cuenta de publicaciones e investigaciones sobre el
tema que nos convoca.
La juventud y su relacin con los derechos y la segu-
ridad, la (i) legalidad y su control social, la juventud
como categora compleja, como semantema mult-
voco, como pasado, como futuro, pero sobre todo
como presente. Estos constituyen los ejes que abor-
da esta nueva edicin de Interferencia.
Lucas Crisafulli y Pablo Natta
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CONFERENCIAS
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REVISTA INTERFERENCIA. Vol. 1 N 2 Ao 2011
CRIMINOLOGA ACADMICA Y MEDITICA
CONSTRUCCIN DE MIEDOS, MASACRES Y
ENEMIGOS
Eugenio Ral Zaffaroni Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nacin, Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Crdoba (UNC), conferencia pronunciada el 4 de marzo de 2011, en la presenta-cin del primer nmero de la Revista Interferencia: Derechos y Seguridad Humana, del Observatorio de Prcticas en Derechos Humanos de la Seretara de Extensin de la UNC, Argentina.
Si hacemos genealoga de la disciplina somos he-
rederos de una criminologa que fue racista y legiti-
mante de genocidios. En los discursos hay poder y
hoy debemos confrontar el poder discursivo de una
criminologa meditica. Una construccin meditica
de la realidad a travs de una criminologa fundada
en el pensamiento mgico, llena de contradicciones
que no importan porque al pensamiento mgico no
le interesa la coherencia, que est perfectamente
instalada y que va creando realidad a travs de sus
mensajes. Siempre hubo criminologa meditica que
por regla general se separaba ms o menos de la
acadmica. En la poca de las brujas, la criminologa
meditica era a travs de los plpitos, de las arengas.
La poca del positivismo racista pudo ser una, la de
las brujas antes haba sido otra.
El tremendo peligro de esta criminologa se viene
anunciando casi contemporneamente con la instala-
cin acadmica de nuestra disciplina. Fue nada me-
nos que Gabriel Tarde quien se refiri al poder de la
prensa, el enorme poder de la prensa, fundamental-
mente impresionado, entre otras cosas, por el Caso
Dreyfus y la importancia que haba tenido la cons-
truccin social de la realidad en esa ocasin.
Jean Jaurs denunci los intereses de la prensa y los
peligros frente al primer genocidio armenio. Por qu
razn no nos enteramos de eso? Porque nuestros
empresarios periodsticos estn vinculados a em-
presas con intereses del imperio romano, entonces
no publican lo que los turcos estn haciendo con los
armenios. Esto tiene ms de cien aos, no es nove-
dad. Cada vez que aparece una tecnologa nueva se
produce lo que Umberto Eco anuncia, la oposicin
entre los integrados y los apocalpticos. Con la te-
levisin, los integrados dicen que vamos a tener una
relacin ms cercana con la realidad, o que con in-
ternet vamos a poder comunicarnos mejor, vamos a
poder neutralizar la construccin de realidad de la te-
levisin. Y los apocalpticos dicen que con esto viene
el desastre total, que vamos a dejar de pensar, que el
homo sapiens va a desaparecer, va a ser reemplaza-
do por el homo videns, etctera.
En lneas generales, es verdad que entre los nios la
imagen televisiva subejercita la facultad del pensa-
miento. Por qu? Porque la imagen refleja hechos
concretos y se ejercita menos la capacidad del pen-
samiento abstracto. La televisin nos abruma con no-
ticias y la noticia en la televisin es rpida, fracciona
las imgenes, entonces es como si visemos, como
visemos un montn de decenas de filmes, distin-
tos, todos juntos. No logramos reconstruir la historia,
cada una de esas imgenes para irnos acercando a la
realidad nos demandara por lo menos una hora de
comentarios, de preguntas, de respuestas, etctera,
para poder enmarcar la imagen en un concepto.
No es cierto que para infundir miedo, la televisin
deba mentir. A veces se hace, pero no es indispensa-
ble. Basta con el espacio que se le conceda, la hora
en que se trasmita y la forma que se d a la noticia,
tanto en la televisin como en la prensa en general.
Cuando hablamos de que hay una criminologa me-
ditica que funciona con pensamiento mgico y que
se crea a travs de los medios masivos, la pregunta
es cmo es posible que en esta sociedad, en una
poca de revolucin tecnolgica, los medios con-
dicionen las actitudes cotidianas y, sobre todo, las
actitudes de los polticos? Cmo es posible que rija
esta criminologa meditica? Esto es posible, en par-
te, debido a la criminologa acadmica. Es bastante
curioso no? La criminologa meditica es construi-
da por expertos serios. Es muy extrao eso, es casi
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[12]
paradojal, pero analicen cualquier mesa redonda, en-
trevista, con un experto sobre el tema de seguridad.
Es una mesa redonda donde puede haber, un juez,
un fiscal, un mdico forense, un polica. Cada uno
de ellos es un experto, cada uno desempea bien su
funcin, sabe de lo que habla. El juez puede hablar de
las dificultades procesales; el fiscal, lo mismo. El po-
lica puede dar cuenta de las dificultades de la inves-
tigacin, de cmo necesitara ampliar su capacidad
investigativa, los recursos en criminalstica que le ha-
cen falta. Un mdico forense podra referirse a cmo
hacen las autopsias. Pero de repente el conductor
televisivo empieza a preguntar: usted cree que la
droga incide? Entonces el experto contesta porque
se siente obligado a contestar y cree que se le est
preguntando algo que se da ms o menos por presu-
puesto. Y entonces contesta sobre lo que no sabe.
Lo que no sabe l y quizs no sepa nadie, porque
nadie se preocup por investigarlo; en consecuencia
sigue hablando de lo que no sabe, con la misma sol-
tura con la que habl de lo que sabe.
De este modo es cmo vamos construyendo esta
criminologa meditica que se retroalimenta. Se da
por supuesto lo que se construye, el experto habla
de lo que sabe y despus sigue repitiendo el mismo
mensaje de la criminologa meditica. Es una cons-
truccin que hacen los propios expertos que empie-
zan a hablar de aquello en lo que no son expertos y
reproducen el discurso meditico. Esto se llama rizo
de retroalimentacin, es el aparato que fabricamos,
ponemos en funcionamiento y despus no podemos
desenchufar porque se volvi tan inteligente que un
da lo desconectemos y funciona solo.
De dnde sale este xito? Detrs de esto hay inte-
reses, estn los intereses corporativos, las grandes
corporaciones de comunicacin social, est toda la
poltica de destruccin del modelo Roosevelt de Es-
tado, el modelo de New Deal de los Estados Unidos,
estn a lo largo de todo el continente. Pero hay algo
ms profundo. Tampoco me vuelvo apocalptico con
esto, pero creo que en el fondo se mueve un meca-
nismo de construccin de chivo expiatorio, ms all
de la tcnica, de la tecnologa, de la revolucin tecno-
lgica comunicacional, de los intereses corporativos
y de todo eso. Este mecanismo de construccin de
chivo expiatorio es algo que nos atraviesa en la his-
toria y se pierde en la prehistoria. Es una mecnica
reiterativa del fenmeno que describe Ren Girard.
En toda sociedad se produce un cierto fenmeno mi-
mtico, quiero tener lo que tiene otro, y por eso me
vuelvo medio parecido al otro, me identifico con el
otro y como resultado de esto se van generando ten-
siones. Tensiones en torno de la posesin de deter-
minados entes cuya escasez genera esas tensiones.
No estoy hablando de entes que sean necesarios
para la supervivencia. Una cosa es lo que es necesa-
rio para sobrevivir y para alimentarse, para estar vivo.
Otra cosa es que imite al otro porque me guste lo que
el otro tiene. Entonces, lo que se empieza a ambi-
cionar es eso y llega un momento que hasta puede
perderse de vista el objeto mismo que produce de
la tensin. Esta tensin va generando en la sociedad
cierta violencia difusa que nadie sabe exactamente
qu es y que genera angustia. Un grado de angustia
para la cual el mundo moderno da muchas razones:
la inseguridad laboral, dificultad para hacer un pro-
yecto existencial, imprevisibilidad del futuro, etctera.
La angustia no tiene objeto, no hay un objeto o qui-
zs el objeto sea la muerte, el temor a la muerte.
El miedo s tiene un objeto, la angustia no. La carga
de angustia se va a haciendo en la sociedad cada
vez ms insoportable y va potenciando la violencia
difusa hasta que llega un momento en se construye
un objeto, ese objeto es la fuente del mal, y la angus-
tia se convierte en miedo. Encuentra su objeto, baja
el nivel de angustia, es como si ya supiramos quin
es su responsable. Al descender el nivel de angus-
tia hay una homogenizacin de los primeros objeti-
vos existenciales. Esto conduce, si nadie lo para, a la
destruccin del chivo expiatorio. El chivo expiatorio
tiene que ser diferente, pero similar. No puede ser del
todo diferente, incluso hasta en el mismo ritual de
chivo expiatorio, cuando es un animal, el animal tiene
que tener condiciones de domesticidad, algo tiene
que tener que pueda asimilarse al ser humano. Hay
que dotarlo de cierto animismo. Y, efectivamente, la
lgica es que si ese es el impedimento, el obstculo,
el objetivo ser destruirlo.
No cualquiera es idneo para convertirse en chivo ex-
piatorio. En casi todas las masacres de grupos siem-
pre ha habido un aspecto que facilit la asuncin de
ese rol. Si hablamos de los judos, hubo judos ban-
queros. Es cierto, que hubo judos bolcheviques. Si
hablamos de los armenios, es cierto que, hubo algu-
nos pequeos grupos armenios que queran la in-
dependencia. Si hablamos de lo que ha pasado en
nuestro pas, s, es cierto que haba grupos polticos
violentos, y as podramos seguir. Como si hablamos
de Camboya, s, es cierto que los norteamericanos
haban tirado una bomba sobre Camboya, todas las
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[13]
REVISTA INTERFERENCIA. Vol. 1 N 2 Ao 2011
que haban arrojado sobre Japn durante la segun-
da guerra. Si hablamos de Indonesia s, es cierto que
los chinos amenazaban con que algo iban a hacer
sobre Indonesia. As podramos seguir, pero es total-
mente ingenuo pensar que si no se hubiesen dado
todos esos hechos los genocidios y masacres no se
hubieran producid. Se hubieran producido igual o se
hubieran inventado, sin lugar a dudas.
Estos hechos facilitan la asuncin de chivo expiatorio
pero no son los determinantes. Lo determinante de la
masacre es lo otro, la determinante de la masacre es
la necesidad de canalizar venganza sobre un objeto
para bajar el nivel general de angustia. Con el efec-
to milagroso que seala Ren Girard. A veces, una
vez destruido, aniquilado el grupo, la violencia difu-
sa desaparece. Este es el mecanismo profundo que
existe a lo largo de la historia. Sobre este mecanismo
de base se van sumando los otros, los van usando
los otros. El riesgo es que todas estas masacres las
protagoniz el poder punitivo, eso es terrorfico. Y
esto que tenemos entre manos es mucho ms mor-
tfero que el poder blico. En la guerra mataron unos
cuantos millones de habitantes, es cierto, pero unas
tres veces menos que lo que con estas masacres ma-
taron los poderes punitivos. Dirn, pero unas cuan-
tas de estas masacres las hicieron militares: no, no
me fijo en el uniforme, me fijo en la funcin. S, unas
cuantas de estas masacres las hicieron los militares,
pero no en funcin blica, si entendemos por blico
el enfrentamiento, la confrontacin de dos fuerzas
ms o menos simtricas, con capacidad cada uno
de neutralizar seriamente a la otra. Pero no siempre
intervinieron militares. En el caso del nazismo no fue
la fuerza militar la que llev adelante el genocidio, el
holocausto fue llevado adelante por fuerzas policia-
les exclusivamente. Y en el caso que intervinieron
fuerzas militares, estas fueron asumiendo claramente
funciones de tipo punitivas. De tipo punitivo y de tipo
policial. Tenemos que reflexionar un poco sobre el
origen de la polica.
La polica surge en su forma moderna con la concen-
tracin urbana: con los Borbones primero, Scotland
Yard. Surge con el colonialismo. La ocupacin colonial
es ocupacin policial. Alguien que crea que Hernn
Cortez libr una guerra de conquista est loco. No li-
br ninguna guerra de conquista, hizo una ocupacin
policial de territorio. Alguien cree que los belgas en
el Congo hicieron una guerra de conquista? Qu
guerra de conquista? Ocupacin policial de territorio.
El colonialismo hizo inmensos y formidables campos
de concentracin. En determinado momento, cuan-
do se produjo una mayor concentracin urbana en la
metrpolis, trasladaron la tcnica colonialista a la me-
trpolis para controlar a los excluidos y marginados
de las grandes concentraciones urbanas y controlar
la conflictividad que les generaba esta concentracin
y la insuficiente acumulacin de capital.
Pero en definitiva trasladan la tcnica de ocupacin
colonial a la metrpoli. No en vano los ingleses fue-
ron los ltimos en querer tenerla, porque tenan una
amplia experiencia colonialista y no queran sufrir la
misma ocupacin territorial de las colonias en su pro-
pio territorio. De ah que tardamente surja la polica
en forma moderna en Inglaterra. Luego tuvimos fen-
menos como la seguridad nacional, de autocoloniali-
zacin, de ocupacin policial del territorio, por parte
de nuestras propias fuerzas armadas operando como
agentes proconsulares de intereses transnacionales.
De modo que lo que tenemos entre manos es suma-
mente amplio y peligroso. Fue peligroso en el siglo
pasado, sin hacer clculos de contabilidad cadav-
rica realmente espantosos. Ms o menos dos habi-
tantes de cada cien que caminaron por arriba de este
planeta, se lo cargaron los Estados en funcin de ejer-
cicio punitivo; no contemos las guerras. El problema
es que en este siglo la tecnologa es mucho mayor, la
capacidad tecnolgica de destruccin y de informa-
cin es mayor y la capacidad de manipulacin y de
creacin de realidad meditica tambin lo es.
Frente a esta realidad, qu tarea nos incumbe en la
universidad: primero tenemos que luchar contra al-
gunos obstculos ideolgicos que existen en la pro-
pia institucin. El primer obstculo ideolgico es el
temor. Esto asusta. Sobre todo en la formacin jur-
dica, que no es una formacin muy destinada a la va-
lenta, genera pnico. Entonces una primera reaccin
es: yo me quedo en mi mundo normativo, yo vivo en
el mundo de las normas. Violacin de la norma, reafir-
macin de la vigencia de la norma. Estoy en la casa
de la norma, las normas se acuestan, las normas se
reproducen. Las normas son una deduccin lgica
de la ley y la ley est en un texto. Entonces, si a un
instrumento lgico le doy entidad, algo raro me est
pasando. Por ejemplo, voy al carnicero, pido un kilo
de carne, le digo cunto es? Me dice tanto, cuan-
to es esto que me trae, son veintin pesos, le doy
treinta, me devuelve nueve, el nmero nueve existe,
voy corto la carne, le doy un pedazo de carne al pe-
rro, pongo la cadena, saco el perro a la calle, el perro
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[14]
tambin existe, pero el nmero nueve y el perro tie-
nen, dos entidades diferentes, existen de dos modos
diferentes. No puedo ponerle a la norma una cadena
y salir a pasear con la norma.
Me parece que algunos colegas se olvidan de eso.
Quieren salir a pasear con la norma. Yo no quiero
confundir la norma con el perro, pero desde Aristte-
les sabemos que son dos cosas diferentes.
El primer terror est en el mundo normativo. Yendo
al campo de la criminologa, existe un enorme terror,
es tremenda la criminologa positivista que tenemos,
con alguna cita aislada de Lenin, otra de Marx. Esta
es la criminologa peligrosista, que no tiene nada que
ver con la crtica criminolgica.
La crtica se agot, pero se agot por asustarse fren-
te a la verdadera dimensin del poder punitivo des-
bandado en masacre. Y uso el trmino masacre, no el
trmino genocidio. Uso el trmino masacre porque la
propia expresin genocidio tiene que ser objeto de la
criminologa. Genocidio es un concepto jurdico que
sale de una ley que es un tratado internacional. Todos
conocemos la historia, todos sabemos que ese tra-
tado internacional es resultado de una microciruga
legal, cuidando dejar afuera Hiroshima y Nagasaki,
los crmenes de Stalin y los crmenes de neocolo-
nialismo, no sea que esta ley que hacemos se nos
vuelva encima. Entonces se hace una ley que parece
directamente una caricatura del holocausto. Todo eso
genera las mas terribles discusiones en el campo ju-
rdico. A las ms impiadosas masacres se las ha tra-
tado de excluir de la frmula legal del genocidio. Esto
es crtica de la criminalizacin a nivel internacional,
y la crtica de la criminalizacin es una de las fun-
ciones claras de la criminologa. Pero claro, hay que
enfrentarse con la masacre, hay que enfrentarse con
el tremendo poder punitivo y no se puede ser neutral.
La ilusin o la alucinacin de asepsia de la ciencia se
termina. No podemos dejar, no podemos pretender
ser imparciales, aspticos, ser descoloridos frente a
la masacre, frente a la amenaza de la masacre.
En un mundo que se va globalizando, en un mundo
donde la informacin nos confunde, la criminologa
no puede ser una mera criminologa especulativa, tie-
ne que ser una criminologa militante. Una criminolo-
ga militante que tiene que orientarse bsicamente en
un sentido, que desde mi punto de vista est bastan-
te bien definido, o se puede definir muy claramente a
partir de la experiencia del siglo pasado. Cuando se
quemaban brujas por toda Europa y cuando surgie-
ron los estados nacionales. Los estados nacionales
no toleraron que fueran la inquisicin eclesistica o
romana la que quemara sino que recuperaron como
parte de su soberana el ejercicio de la jurisdiccin y,
por ende, los prncipes se hicieron cargo de quemar
a las brujas. Lleg un momento que esta quema de
brujas se fue acabando, se termin el inters de fritar
mujeres por Europa. Fue un cura, un jesuita, a quien
un da le encargan confesar a una supuesta bruja, el
que se cans de hacerlo, se cans de ver barbarida-
des y en el ao 1631 public un libro que se llam
La cautio criminales, La cautela criminal. No s si
las brujas existen o no, no s qu hace Satans. Yo
nunca conoc a ninguna, de todas las que quemaron
ninguna era bruja. Con el procedimiento que hoy se
usa desde la criminologa, cualquiera puede ser bru-
ja, no cabe la menor duda. Esto se pone de relieve
desde 1631 hasta hoy. Primero, se dice que la res-
ponsabilidad de esto la tiene la ignorancia del pueblo;
segundo, la culpa de esto la tiene la iglesia, pero qu
quiere decir con la iglesia: discursos sobre Satans
las brujas y todo eso, es decir los criminlogos de la
poca; tercero, lo tienen los prncipes, que descuidan
lo que hacen sus subordinados y a los que esto les
vienen bien, hoy lo llamaramos autonomizacin de
las policas.
Cualquier gobernante que pueda sacarse la respon-
sabilidad y ponerla en Satans o en alguien parecido
es ideal. As dicen, yo no tengo la culpa de lo que
est pasando, cayeron rayos, vino un tormenta, la fa-
talidad. Y tambin dice por la corrupcin. Se cobraba
por cabeza de bruja fritada, el trabajo era a destajo
y adems los encargados de la inquisicin se ocu-
paban del ir casa por casa reclamando una contri-
bucin, para poder seguir adelante con su generosa
tarea de limpieza de erradicacin de tan nefasto mal
de la tierra haba proteccin mafiosa. Estas son las
caractersticas estructurales del discurso crtico del
sistema penal desde 1631 hasta hoy. Ah tenemos
que tomar la fuente de inspiracin del origen estruc-
tural de la crtica, la crtica lleva a la cautela. Cautela
en la utilizacin de poder punitivo, cautela, pruden-
cia, contencin del poder punitivo dentro de determi-
nados lmites. El poder punitivo es polifuncional, tiene
muchsimas funciones, ninguna es la que mis cole-
gas penalistas dicen, funciones de la pena. Eso es
mentira, esos son inventos que se hacen, ninguna de
esas funciones es real, o por lo menos no es real en
todos los casos. De modo que es polivalente, tiene
muchsimas funciones, no nos importan mucho esas
funciones, lo que importa es contener para que eso
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REVISTA INTERFERENCIA. Vol. 1 N 2 Ao 2011
no derive en efecto masacrador.
De modo que cuando hablo de una criminologa mi-
litante me estoy refiriendo a una criminologa caute-
lar de contencin. En definitiva, creo que si miramos
la realidad en su dinmica, disminuyen los errores,
pues estos se cometen en el plano de los cultores
de las disciplinas normativas cuando se visualiza la
realidad como algo esttico. Cuando alguien dice,
bueno, ya no podemos hacer nada y un pedazo de
poder punitivo trata a un segmento de personas
como no personas, el enemigo o qu se yo como
se quiera llamar. Estoy hablando de las medidas de
seguridad de nuestro artculo 52 del Cdigo Penal,
de la pena de relegacin de los molestos. Insisto, el
grave problema del poder punitivo y de la polica no
fueron los criminales graves: antes los mataban, aho-
ra los encerramos toda la vida, eso no importa. No,
el grave problema son los molestos, qu se hace
con los molestos? Nos hemos habituado a tratar a
un grupo de personas como personas y a otro grupo
de personas como no personas. Desde el derecho
penal hegeliano hacemos esto. Y aun de antes Hegel
lo racionaliz, pero se hizo siempre pragmticamen-
te: hay gente como uno y hay gente que no es como
uno. Hay que tratarlo como un bicho que se escap
del zoolgico y que puede morder. Esa dicotoma se
ha ido legitimando, pensando siempre en un mun-
do esttico, tengo un pedazo de derecho penal, que
uso as, un pedazo de poder punitivo liberado y otro
pedazo de poder punitivo contenido. Cuando libe-
ramos un pedazo de poder punitivo, no lo podemos
contener. Siempre la liberacin del poder primitivo
comienza por excepcin y despus se convierte en
la regla y es inevitable. Por telfono el comisario me
dice: doctor, hicimos un allanamiento porque haba
una denuncia por acopio de armas bombas etc., no
encontramos esto pero ac traemos una planta de
marihuana que haba al fondo. No, le digo, planta de
marihuana no. Al da siguiente va a venir y me va a
decir, mire encontr el cadver de la abuela en el
placard pero yo no pude hacer nada porque usted me
haba dicho que no poda hacer nada, listo. Y sale en
el diario: Cadver de la abuela impune porque uno
dio la orden para que eso pasara.
Es mentira, en lo dinmico hay una lucha permanente
entre el Estado totalitario y el Estado de Derecho. Es
dinmico, uno empuja de un lado y otros tenemos
que empujar del otro. Por eso hablo de una crimi-
nologa militante, cautelar, porque constantemente
tenemos que estar tratando de contener al estado
policial y autoritario, es una pulsin y una contra pul-
sin permanente. El Estado de Derecho no es ms
que un Estado que ejerce como una contra pulsin
eficaz frente a las pulsiones del estado autoritario que
se han quedado encerrado adentro. Es una dinmica
constante, no me atrevo a decir que es una dialctica,
porque no s si hay sntesis. Pero por lo menos estoy
seguro de que es una dinmica constante. En este
sentido me alegro de lo que estn haciendo ustedes,
me alegro de una revista que se inscriba en una ac-
titud militante por parte de la Universidad y, sobre
todo, en un momento en el cada vez vamos tomando
ms conciencia de la forma en que se construye el
pnico moral y este nos va introduciendo en un mun-
do de estructura paranoide.