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ECONOMÍA GANADERA, OCUPACIÓN DEL TERRITORIO Y CONFLICTO
POR LA TIERRA EN LA REGIÓN DEL SINÚ, 1900-1930.
DIANA OJEDA O.
Director: Fabio Zambrano P.
Memoria de grado para optar al título de historiador
Universidad de los Andes
Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia
Bogotá, julio de 2004
A César Navarro S.
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Índice Agradecimientos ............................................................... ¡Error! Marcador no definido. Introducción...................................................................... ¡Error! Marcador no definido. I. La región del Sinú a partir de las redes de intercambio... ¡Error! Marcador no definido.
El Sinú como región...................................................... ¡Error! Marcador no definido. Una región aislada: el dilema del transporte y la débil articulación de los mercados internos ......................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Economía exportadora: las esperanzas puestas en la ganadería ......¡Error! Marcador no definido. El papel de la ganadería en la configuración de la región¡Error! Marcador no definido.
II. La ganadería en la ocupación del territorio ................... ¡Error! Marcador no definido. Los productos agrícolas en el limitado mercado regional¡Error! Marcador no definido. La actividad económica predominante: la ganadería...... ¡Error! Marcador no definido. La presión por la tierra: una mirada a «la cuestión agraria» ...........¡Error! Marcador no definido. La ocupación del territorio y la configuración del espacio regional....¡Error! Marcador no definido.
III. Adjudicaciones, definición de linderos y apropiación: la tierra en disputa.......... ¡Error! Marcador no definido.
Poner la tierra a producir: adjudicación de baldíos y la legislación agraria........... ¡Error! Marcador no definido. Definición de linderos: el dominio territorial ................. ¡Error! Marcador no definido. “Latifundistas” y “desposeídos”: la cuestión agraria como cuestión social........... ¡Error! Marcador no definido.
Conclusiones..................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Bibliografía....................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Índice de mapas Mapa 1. El Caribe colombiano. ............................................. ¡Error! Marcador no definido. Mapa 2. Antiguo departamento de Bolívar (1930). .................. ¡Error! Marcador no definido. Mapa 3. Región del Sinú. .................................................. ¡Error! Marcador no definido. Mapa 4. Municipios de mayor importancia........................ ¡Error! Marcador no definido. Mapas 5 al 8. Densidades poblacionales región del Sinú para los años 1912, 1918, 1928 y 1938, respectivamente................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Mapa 9. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1912)......¡Error! Marcador no definido. Mapa 10. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1918)....¡Error! Marcador no definido. Mapa 11. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1928). ...¡Error! Marcador no definido. Mapa 12. Principales centros poblacionales región del Sinú (1938)............¡Error! Marcador no definido. Mapa 13. Adjudicaciones de tierras baldías por municipios (1901-1931). ...¡Error! Marcador no definido. Mapa 14. Adjudicación de terrenos baldíos en la región del Sinú y sus alrededores (1907-1930).......................................................................................... ¡Error! Marcador no definido.
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Mapa 15. La sabanización y expansión de la hacienda en la Antigua Provincia de Cartagena.......................................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Índice de tablas y gráficas Tabla 1. Evolución de las densidades poblacionales (1905-1938). .....¡Error! Marcador no definido. Tabla 2. Ocupación habitantes del antiguo departamento de Bolívar (1912). ........... ¡Error! Marcador no definido. Tabla 3. Evolución población activa antiguo departamento de Bolívar según sector (1870-1951). ............................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Tabla 4. Población antigua provincia del Sinú (1905-1938)...............¡Error! Marcador no definido. Tabla 5. Evolución del valor de las exportaciones nacionales (1896-1910). ............. ¡Error! Marcador no definido. Tabla 6. Evolución balanza comercial nacional (1888-1926). ............¡Error! Marcador no definido. Tabla 7. Monto de ganado exportado por el puerto de Cartagena (1891-1905)......... ¡Error! Marcador no definido. Tabla 8. Sacrificios de ganado – Barranquilla (1919-1935). ..............¡Error! Marcador no definido. Tabla 9. Sacrificios y consumo de carne – Medellín (1929-1942)......¡Error! Marcador no definido. Tabla 10. Ventas de ganado en la feria de Medellín (1912-1950).......¡Error! Marcador no definido. Tabla 11. Habitantes principales centros poblacionales de la región (1912, 1918, 1928, 1938). ............................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Tabla 12. Consumo declarado de carne vacuna según departamento (1892, 1916 y 1941).......................................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Gráfica 1. Distribución de los terrenos adjudicados en la región (1907-1930).......... ¡Error! Marcador no definido. Tabla 13. Distribución de las ganancias provenientes de la ganadería (1934 y 1943).......................................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Índice de imágenes Imagen 1. Ilustración de las densidades poblacionales según departamentos (1920).¡Error! Marcador no definido. Imagen 2. Navegación por el río Sinú (1920). “El Damasco”, propiedad de Chagüi Hermanos.......................................................................... ¡Error! Marcador no definido. Imagen 3. El Boche, personaje legendario de la región. Ícono de las luchas que se dieron para la época entre propietarios y trabajadores. ................. ¡Error! Marcador no definido. Imagen 4. Lucha entre el hacha y el papel sellado. ............ ¡Error! Marcador no definido. Imagen 5. Poder político de los miembros de la élite. ........ ¡Error! Marcador no definido. Imagen 6. Lucha por la tierra entre terratenientes y colonos. .............¡Error! Marcador no definido. Imagen 7. Matrícula. ......................................................... ¡Error! Marcador no definido.
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Imagen 8. Vicente Adamo................................................. ¡Error! Marcador no definido. Imagen 9. Loma Grande.................................................... ¡Error! Marcador no definido.
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Agradecimientos
En el proceso de realización de esta monografía contraje una inmensa deuda de
gratitud con varias personas cuya colaboración fue muy valiosa. Gracias a todos aquellos
quienes ya sea con sus comentarios, su apoyo constante o su paciencia hicieron posible
este trabajo.
Empiezo por agradecerle a Fabio Zambrano por dirigir esta monografía y a los
lectores, Eduardo Posada Carbó y Adolfo Meisel Roca, por su tiempo y dedicación, sus
observaciones enriquecieron sustancialmente este documento y me permitieron
comprender mejor los procesos históricos que se abordan en él. Sobre todo quiero
manifestar mi gratitud hacia Eduardo Posada Carbó; su amable colaboración y su
extraordinaria generosidad fueron fundamentales para el desarrollo de esta investigación.
Gracias también a Shawn Van Ausdal quien leyó detenidamente varias versiones de este
documento e hizo importantes sugerencias para su revisión.
Quiero además agradecer al CESO por financiar mi investigación a través de la
convocatoria para proyectos de grado y a Diana Bonnett y los demás participantes del
seminario de tesis por los comentarios que hicieron al proyecto. Así mismo, debo
agradecer a Julio Arias por sus pertinentes recomendaciones.
Las observaciones de William Fortich, profesor de la Universidad de Córdoba, y
Víctor Negrete, director de la Fundación del Sinú, fueron útiles para guiar este trabajo y
hacer una primera aproximación a los problemas por la tierra en la región. En Montería
también, la colaboración de Soad Louis y Roger Serpa, así como la de los funcionarios del
Archivo Histórico de la Secretaría de Cultura de Córdoba, especialmente de Jorge Tapias y
Alonso Pacheco, posibilitó la recolección y revisión de buena parte de las fuentes primarias
e hizo más amena mi labor. De igual forma, agradezco a Lía Ojeda y a Clementina Godín
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por su ayuda en la búsqueda de información y sobre todo a José Arturo Ealo quien con su
amabilidad y entusiasmo facilitó mi trabajo en el Archivo Judicial del Palacio de Justicia.
También debo mencionar a los funcionarios de la Gobernación, de la Biblioteca
Departamental, del Banco de la República división Córdoba y de las oficinas del DANE y
del IGAC en la ciudad de Montería por la ayuda que me prestaron durante la revisión de la
literatura.
Así mismo, agradezco a los encargados del Archivo Documental del INCORA, porque
su colaboración fue fundamental en la recolección de información, y a los funcionarios de
la SAC, por la ayuda que me brindaron durante el tiempo en que consulté su archivo.
Además quiero darle las gracias a Ana María Díaz quien muy amable y pacientemente
se trabajó conmigo días enteros en la realización de los mapas de la región que están a lo
largo del documento.
A Don Abraham Ganem, a Alberto Assis, Pedro Ojeda, David Bianchi, Flavio Ojeda y
Enrique Carlos Angulo, muchas gracias por el interés que mostraron en mi investigación,
por las largas tardes en las que se sentaron a oirme enriqueciendo mi trabajo con sus
observaciones.
Sólo me resta agradecerle a Mauricio Nieto y Paola Castaño por su paciencia y, de
manera muy especial, a Ana María Cadena por haber estado pendiente de mí a lo largo de
este proceso a menudo tortuoso; a ella, a Luisa Sánchez y a Julio Arias les debo que ya no
lo recuerde como tal.
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Introducción
Este trabajo estudia la configuración del espacio regional del Sinú para el período
comprendido entre 1900 y 1930. El proceso mediante el cual se da la expansión de la
frontera agrícola y, con ella, el «llenado» de la región del Sinú, cobra especial importancia
para el momento en que se intensifica la presión por la tierra –finales del siglo XIX y
primeras tres décadas del XX–. Este período exige una mirada cuidadosa en cuanto es para
ese entonces que se definen las dinámicas de ocupación del territorio y, por lo tanto, se
hace posible identificar la forma en la que se lleva a cabo la ocupación del territorio en la
región y las problemáticas asociadas a este proceso.
Adicionalmente, en estos años se consolidan algunas transformaciones importantes que
venían dándose desde la segunda mitad del siglo XIX con la expansión económica
significativa que vivió el país gracias al auge exportador y la acelerada ampliación del área
cultivada a través de la concesión de baldíos y los procesos de colonización. El
afianzamiento de los ideales de progreso y modernización y de una imagen productiva del
campo, la ampliación de la red de transporte, el aumento en la inversión extranjera y el
crecimiento demográfico de algunas regiones del país, entre otros elementos, permitieron
la expansión de la actividad agrícola y motivaron una mayor articulación de los mercados
internos suscitando cambios importantes en las dinámicas comerciales de la región.
De este modo, las tres primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por el
intenso proceso de ocupación del espacio sinuano. La «apertura de pastos» se tradujo en
una expansión significativa de la ganadería que para entonces se posicionó como la
principal actividad económica del Sinú.
La configuración del espacio territorial es analizada, para fines de este estudio,
mediante la constitución y ampliación de las redes de intercambio económico que se
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instalan en la región en función de la ganadería, lo que hace posible abordar el proceso de
transformación y apropiación del espacio y dilucidar la manera en la que el conflicto en la
región se halla estrechamente asociado a la tierra: al control de un importante recurso
productivo, pero sobre todo, al dominio del territorio.1
Esta disputa por el control territorial estuvo caracterizada en el Sinú a lo largo del siglo
XX por la confrontación de fuerzas; los conflictos, que si bien se desarrollaron de maneras
diferentes y dentro de contextos históricos particulares, surgieron a partir de tensiones
articuladas en torno a la tierra.2 La percepción de que a estos conflictos, y a sus
expresiones violentas, subyace la disputa por la apropiación y el control del territorio, será
uno de los argumentos centrales de este trabajo. Paralelamente, la idea de que la ganadería
no era una actividad exclusiva de grandes terratenientes y, además, de que las tensiones por
la tierra no se limitaron a los enfrentamientos entre propietarios y colonos, se desarrollará a
lo largo del texto.
Siguiendo estos planteamientos, resulta indispensable precisar bajo qué perspectiva
teórica se utilizan conceptos como espacio, región, territorio y frontera, entre otros.
1 Resulta importante aclarar que el conflicto y la violencia no son necesariamente sinónimos. Para fines de este trabajo el conflicto es entendido como las tensiones y problemáticas que presenta la ocupación del espacio; mientras la violencia se refiere de manera específica al carácter que éstas adquieren bajo la forma de agresión física. Según señalan Reyes y Bejarano, las formas violentas de resolución de los conflictos tienen que ver con la incapacidad de los adversarios para organizarse como movimientos sociales, o cuando un grupo de ellos logra hacerlo y ejerce violencia contra otro todavía disperso; esto sumado a la incapacidad del sistema político para mediar en los conflictos. Ver por ejemplo REYES POSADA, Alejandro y BEJARANO, Ana María, “Conflictos agrarios y luchas armadas en la Colombia contemporánea: una visión geográfica”, Análisis Político, No. 5, septiembre-diciembre, IEPRI, Bogotá, 1988. En este sentido, “la opción por la solución violenta de los conflictos dependerá entonces de las formas internas de cohesión, solidaridad y jerarquización de la sociedad, ya que nos basamos en la idea de que el poder real está muy fragmentado en la sociedad, y que asume un carácter privatizado”. GONZÁLEZ G., Fernán E., “Poblamiento y conflicto social en la historia colombiana”, en Silva, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994, p. 17. 2 Con esto no se pretende, de ninguna manera, establecer continuidades a lo largo de todo el siglo. Las expresiones violentas del control por el territorio del Sinú lideradas por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos – ANUC en el tercer cuarto del siglo XX, son claramente distintas de aquellas que se dieron bajo la guerra librada entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC y las Autodefensas Unidas de Colombia – AUC para finales del mismo siglo. Sin desconocer las desarrollos particulares de cada uno de los conflictos que se presentaron en el Sinú a lo largo del siglo pasado, lo que se busca es resaltar cómo la tierra aparece en el centro de la confrontación de fuerzas en la región.
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A partir de la idea de que el espacio no es un contenedor estático de los procesos
sociales, sino parte constitutiva de los mismos, este trabajo otorga un lugar central al
espacio como un elemento fundamental en el análisis del desarrollo histórico de la región
del Sinú.3 En este sentido, “la categoría de espacio no está asociada a los determinantes
estrictamente geográficos, relativos a la distribución y organización de la superficie
terrestre sino al espacio como hecho social”,4 como “un conjunto indisoluble de sistemas
de objetos y sistemas de acciones”.5
Este espacio heterogéneo, en permanente transformación, se configura bajo la acción
de múltiples fuerzas sociales y de relaciones de poder que permiten afirmar que es
esencialmente político e histórico; es a través de él que se materializan las relaciones de
3 “El espacio debe considerarse como el conjunto indisociable del que participan, por un lado, cierta disposición de objetos geográficos, objetos naturales y objetos sociales, y por otro, la vida que los llena y anima, la sociedad en movimiento. El contenido (de la sociedad) no es independiente de la forma (los objetos geográficos) (...)”. SANTOS, Milton, Metamorfosis del espacio habitado, Oikos-tau, Barcelona, 1996, p. 28. En esta medida, si se tiene en cuenta la observación de Foucault según la cual la obsesión modernista por la historia produjo una ciencia social en la que “el espacio fue tratado como lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil”, mientras el tiempo, por el contrario, “era la riqueza, la fecundidad, la vida y la dialéctica” (Foucault, Michel en DELGADO, Ovidio, “Geografía, espacio y teoría social”, en Montañez Gómez, Gustavo (ed.), Espacio y territorio. Razón, pasión e imaginarios, Red de Espacio y Territorio, Universidad Nacional, Bogotá, 2001, pp. 39) es preciso revisar la concepción tradicional del espacio. “Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académico hasta mediados del siglo XX y los de la incipiente “Nueva Geografía” de los años 60, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de reflexión”. Ibid., p. 40. Este trabajo estaría más de acuerdo con la idea de producción social del espacio desarrollada por la “geografía radical” hacia los años setenta, que con influencias estructuralistas y marxistas, y autores como Lefèbvre, Soja y Santos, se preocupó por la desnaturalización del espacio (Ver LEFEBVRE, Henri, La production de l’espace, Anthropos, París, 1974, pp. 35-72: “Estos espacios son productos. Se producen a partir de una «materia prima», la naturaleza. Son los productos de una actividad económica, técnica, pero que va más allá: se trata de productos políticos, espacios estratégicos”. Ibid., p. 102, traducción propia) para entenderlo como “una dimensión de los mecanismos de transformación, de la práctica de los grupos sociales, de sus relaciones que contribuyen a producir, reproducir y transformar los modos de producción”. Vieille, Paul, citado por SANTOS, Milton, Por una Nueva Geografía, Espasa-Calve, Madrid, 1990, p. 165. En términos generales se entiende el espacio como “una categoría social e histórica que abarca los procesos y los resultados de la acumulación histórica de la producción, incorporación, integración y apropiación social de estructuras y relaciones espaciales en la biosfera terrestre”. MONTAÑEZ GÓMEZ, Gustavo, “Razón y pasión del espacio y el territorio”, en Montañez Gómez, Gustavo (ed.), Espacio y territorio. Razón, pasión e imaginarios, Red de Espacio y Territorio, Universidad Nacional, Bogotá, 2001, p. 17. 4 GONZÁLEZ ARIAS, José Jairo, “Espacio, sociedad y conflicto en Colombia. “Las Repúblicas Independientes” en Colombia: 1955-1965”, Humanidades, Vol. 20, No. 1, enero-junio, 1991, p. 67. 5 SANTOS, Milton, La naturaleza del espacio. Técnica y tiempo. Razón y emoción, Ariel, Barcelona, 2000, p. 18. Así, “el espacio no es ni una cosa ni un sistema de cosas, sino una realidad relacional: cosas y relaciones juntas”. SANTOS, Milton, Metamorfosis del espacio habitado, op. cit., p. 27.
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poder, las tensiones y el conflicto.6 Así, en el espacio se construyen, adquieren forma y se
materializan las relaciones de poder; lo que explica cómo “históricamente no resulta difícil
comprobar la tendencia conflictual asociada a la producción y reproducción de nuevos
espacios sociales en Colombia (...)”.7
En la misma dirección, cuando se hace referencia a la apropiación del espacio, ésta
debe ser entendida en términos de espacialidad, o sea, de la producción social del espacio a
partir de las relaciones sociales, ya sean éstas de tipo económico, político o cultural.8 Se
trata entonces de apropiación entendida como ocupación, dominio y control del territorio;
y más allá de eso, en lo que tiene que ver tanto con la socialización y significación del
territorio –el “sentido de lugar”–, como con el uso que se haga de él.9
El territorio sería el resultado del proceso de apropiación de un espacio determinado.
Por lo tanto, el concepto es usado a lo largo de este trabajo siguiendo la propuesta de Marta
Herrera, según la cual éste “[hace] referencia al espacio que se considera propio, en
oposición al ajeno”.10
Lejos de permanecer estático, el territorio se configura constantemente a partir de
diversos factores económicos, políticos, sociales y culturales que determinan quién 6 Al respecto de la heterogeneidad del espacio Santos afirma que “la homogeneización es un mito y su percepción es el resultado de un «delirio analítico»”. SANTOS, Milton, La naturaleza del espacio, op. cit., p. 226. Por otra parte, en cuanto a su carácter político, Oslender señala que el concepto de espacio “es, y siempre ha sido, esencialmente político y saturado de una red compleja de relaciones de poder/saber que se expresan en paisajes materiales y discursivos de dominación y resistencia”. OSLENDER, Ulrich, “Espacializando resistencia: Perspectivas de ‘espacio’ y ‘lugar’ en las investigaciones de movimientos sociales”, Cuadernos de Geografía, Vol. VIII, No. 1, 1999, p. 1. Es de este modo que el estudio del espacio es parte constitutiva de la investigación histórica. Siguiendo a Lefebvre, “la historia del espacio no tiene que escoger entre «procesos» y «estructuras», entre el cambio y la invarianza, (...), etc. (...) Esta historia no se disocia de manera evidente de una historia del tiempo”. LEFEBVRE, Henri, op. cit., p. 138, traducción propia. 7 GONZÁLEZ ARIAS, José Jairo, op. cit., p. 67. 8 Ver SANTOS, Milton, La naturaleza del espacio, op. cit. 9 “La relación de pertenencia o apropiación no se refiere sólo a vínculos de propiedad sino también a aquellos lazos subjetivos de identidad y afecto existentes entre el sujeto y su territorio”. MONTAÑEZ GÓMEZ, Gustavo, op. cit., pp. 20-21. 10 HERRERA ÁNGEL, Marta, Ordenar para controlar. Ordenamiento espacial y control político en las Llanuras del Caribe y en los Andes Centrales Neogranadinos. Siglo XVIII, ICANH, Academia Colombiana de Historia, Bogotá, 2002, p. 28. Vale la pena notar que “la palabra territorio se deriva de las raíces latinas terra y torium, que conjuntamente significan la tierra que le pertenece a alguien”. MONTAÑEZ GÓMEZ, Gustavo, op. cit., p. 20.
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pertenece a él y quién no. Por lo tanto, el territorio es “un concepto relacional que insinúa
un conjunto de vínculos de dominio, de poder, de pertenencia o de apropiación entre una
porción o la totalidad del espacio geográfico y un determinado sujeto individual o
colectivo”.11
De acuerdo con esto, el territorio constituye un elemento central para comprender
dirección que toman los procesos sociales y puede ser definido en función de la
espacialización del poder y de las relaciones de dominio y pertenencia que estos suponen.
Luego, “se entiende por territorialidad el grado de dominio que tiene determinado sujeto
individual o social en cierto territorio o espacio geográfico, así como el conjunto de
prácticas y sus expresiones materiales y simbólicas, capaces de garantizar la apropiación y
permanencia de un territorio dado bajo determinado agente individual o social”.12
El territorio, visto así, permite revaluar la idea de la frontera como aquel lugar a donde
la población “flotante” migra en busca de oportunidades económicas. Este ha sido un punto
de controversia en la historiografía de la violencia en Colombia. Algunos trabajos
entienden la frontera como una “válvula de escape”, es decir, como alternativa al conflicto.
Según esta percepción, los campesinos inconformes con las formas de producción en las
haciendas están en condiciones de migrar y establecerse abriendo tierras incultas. “Así, la
interpretación inicial sobre la frontera, surgida en los decenios del treinta y cuarenta,
presentó una imagen convincente de la frontera como tierra libre y disponible para todos,
cuya colonización resultaba en una sociedad relativamente igualitaria y próspera de
pequeños propietarios”.13
11 Ibid., p. 20. Es importante agregar que, en cuanto el territorio, al igual que el espacio y la región, se configura de manera de dinámica, “las territorialidades se crean, recrean y transforman históricamente en procesos complejos de territorialización o desterritorialización, impulsados a través de mecanismos consensuados o conflictivos, de carácter gradual o abrupto”. Ibid., p. 22. 12 Ibid., p. 22. 13 LEGRAND, Catherine, “Colonización y violencia en Colombia: perspectivas y debate”, en Machado, Absalón (comp.), El agro y la cuestión social, Tercer Mundo, Bogotá, 1994, p. 7.
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En oposición a esta aproximación, LeGrand muestra cómo la frontera se perfila dentro
del contexto colombiano como fuente de conflicto: “la frontera colombiana no funcionó
como una válvula de seguridad reduciendo la tensión social. En cambio, los conflictos
sociales se expresaron más abiertamente en la frontera”.14 Esta propuesta parece ser más
apropiada para entender los procesos históricos que caracterizaron la historia del siglo XX
de la región del Sinú, donde el conflicto por el dominio territorial se dio con especial
intensidad entre propietarios y campesinos colonos.
Más allá de su carácter, el concepto mismo de frontera debe ser revisado. Al respecto,
la frontera ha sido tradicionalmente interpretada como límite, como una línea que demarca
y separa. Sin embargo, trabajos como los de Ramírez y Steiner,15 permiten entenderla
como una zona de contacto, e incluso como un lugar de confluencia que además de
delimitar, articula. “La frontera no puede ser concebida simplemente como un límite. Más
bien, (...) genera una zona de confluencias que materializa las dimensiones económicas,
políticas, culturales e históricas comunes con todas sus posibilidades alentadoras y sus
dimensiones problemáticas”.16
Son estas dimensiones las que hacen posible entender el carácter conflictivo y violento
del proceso de conformación de las fronteras y el papel que juega la espacialización de las
relaciones de poder dentro de éste. En otras palabras, “(...) [la] vivencia y estructuración
del espacio nunca es estática, ni carente de conflictos; por el contrario, en la acción
cotidiana permanentemente se interpela, ya sea para reafirmarla o transformarla”.17
14 Ibid., pp. 8-9. 15 RAMÍREZ, Socorro, “Fronteras e integración. Aproximaciones conceptuales y aplicaciones al caso colombo-venezolano”, en Montañez Gómez, Gustavo (ed.), Espacio y territorio. Razón, pasión e imaginarios, Red de Espacio y Territorio, Universidad Nacional, Bogotá, 2001, pp. 429-452; STEINER, Claudia, “Héroes y banano en el golfo de Urabá: La construcción de una frontera conflictiva”, en Silva, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994, pp. 137-149. 16 RAMÍREZ, Socorro, op. cit., p. 444. 17 HERRERA ÁNGEL, Marta, “Historia y geografía, tiempo y espacio”, Historia Crítica No. 27, enero-junio 2004, p. 180.
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Configurada a partir de las relaciones sociales, la frontera no es un límite fijo. Por el
contrario, ésta puede ser concebida como el lugar en permanente definición donde se
escenifican los procesos dinámicos, y típicamente conflictivos, de territorialización del
espacio.18
Así, la historia del Sinú durante los primeros tres decenios del siglo XX es el estudio
de la manera en la que se llevan a cabo estos procesos en la región: la expansión de la
frontera agrícola y el consecuente nacimiento de fronteras interiores estuvo estrechamente
asociado a los conflictos en los que se tradujo la disputa por el dominio territorial.
La colonización consistió entonces en esta ampliación de la frontera agrícola, cuyas
características principales estuvieron dadas generalmente por la transformación de
ecosistemas a cargo del campesino convertido en colono y el carácter problemático de la
apropiación de los espacios.19
Por otra parte, la región constituye un concepto fundamental dentro del desarrollo de
este trabajo. Más allá de sus características físicas o “naturales”, la región es entendida
como la unidad social construida a partir de las interacciones humanas; como “una
asociación geográfica de las relaciones humanas en el espacio”.20 En este sentido, “la
condición de espacio geográfico, aunque necesario para la región, no es elemento
definitorio en primera instancia. Lo que realmente define y determina la región son las
18 Ver más en STEINER, Claudia, op. cit. 19 “Por su misma naturaleza y por sus actores, toda colonización es socialmente conflictiva. La manifestación más visible y persistente del conflicto es la guerra de las tierras entre el campesinado trabajador y sus expoliadores”. APRILE-GNISET, Jacques, “La colonización en el Chocó”, en Colonización del bosque húmedo tropical, Corporación Araracuara, Bogotá, 1991, p. 250. La literatura al respecto es bastante amplia; ver, por ejemplo, FAJARDO, Darío, “La colonización de la frontera agraria colombiana”, en Machado, Absalón (comp.), El agro y la cuestión social, Tercer Mundo, Bogotá, 1994; FALS B., Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento. Su desarrollo en la Costa Atlántica, Punta de Lanza, Bogotá, 1976; y MOLANO, Alfredo, “Algunas consideraciones sobre colonización y violencia”, en Machado, Absalón (comp.), Transformación de la estructura agraria, Tercer Mundo, Bogotá, 1994; entre otros. 20 DICKINSON, Robert E., Ciudad, región y regionalismo. Contribución geográfica a la ecología humana, Ediciones Omega, Barcelona, 1961, p. 30. Ver también DOMÍNGUEZ, Camilo, “Visiones de la geografía de nuestro tiempo”, Humanidades, Vol. 20, No. 1, enero-junio, 1991, p. 55.
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actividades que el hombre realice, y como las lleve a cabo”.21 Se trata, pues, de una región
que desborda lo físico y que es mucho más que un simple conjunto de elementos reunidos
en un espacio definido.
En la medida en que “estudiar una región significa penetrar en un mar de relaciones,
formas, funciones, organizaciones, estructuras, etc. con sus más diversos niveles de
interacción y contradicción”,22 la región puede ser entendida como «red». El concepto
explica muy bien cómo la región adquiere sentido gracias a las asociaciones que se
establecen entre los diferentes elementos que la constituyen y a la manera en que éstas se
transforman a través del tiempo.
La noción de red, entendida básicamente como “un conjunto de líneas entrelazadas”,23
da cuenta de la manera en que la región existe en tanto sistema de relaciones.24 Sus
diferentes componentes se asocian entre sí en un sistema de intercambios dentro de los
cuales los intercambios económicos facilitan su identificación y análisis. Así, son las
interrelaciones –comerciales, políticas, culturales, entre tantas otras– las que definen y
delimitan el espacio circunscrito a la región. Estos vínculos, tanto intra como
interregionales, muestran que la región no puede ser entendida como un espacio aislado y
señalan la manera en la que se relacionan región y nación.
El concepto es histórico en sí mismo y su definición es el resultado de largas décadas
de debate teórico dominado por la geografía. La región natural, teorizada hacia finales del
siglo XIX, definía el concepto en función de sus características estrictamente fisiográficas.
La determinación de unos límites fijos permitía pensar la región como un área de 21 ZULUAGA, Francisco Uriel, “La experiencia investigativa en la Historia Regional Colombiana”, Humanidades, Vol. 20, No. 1, enero-junio, 1991, p. 12. 22 SANTOS, Milton, Metamorfosis del espacio habitado, op. cit., p. 46. 23 Parrochia, Daniel, citado por SANTOS, Milton, La naturaleza del espacio, op. cit., p. 221. 24 La idea de red, que proviene de la idea de espacio reticulado, queda más clara a partir de su definición básica: una red es “toda infraestructura que permite el transporte de materia, de energía o de información, y que se inscribe sobre un territorio caracterizado por la topología de sus puntos de acceso o puntos terminales, sus arcos de transmisión, sus nudos de bifurcación o de comunicación”. Currien, citado por SANTOS, Milton, La naturaleza del espacio, op. cit., pp. 221-222.
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características distintivas, como un espacio autónomo y autocontenido que debía ser
estudiado como un todo, como una entidad de aspectos particulares y claramente
diferenciables. Esta noción permaneció sin grandes modificaciones en la literatura a lo
largo de la primera mitad del siglo XX. Pero hacia la década de 1960, con autores como
Dickinson, la región empezó a ser interpretada como un espacio abierto que se define por
su centro.25 La región polarizada estaría constituida a partir de las jerarquías urbanas y su
enfoque funcional se desarrollaría a partir de las redes de ciudades.26 Posteriormente, el
concepto adquirió nuevos sentidos a la vez que ganó fuerza dentro de disciplinas como la
economía y la historia.
Por otra parte, la región ha obtenido especial importancia para la historiografía
colombiana, sobre todo como herramienta analítica de las expresiones regionales de la
violencia, la configuración de los mercados internos y el regionalismo.27 Para las últimas
décadas se ha llegado a un consenso en torno a la idea de que Colombia es un país de
regiones.28 El país presenta realidades regionales particulares tan diversas que resulta
difícil hacer generalizaciones desde la historia nacional.
En lo que respecta a los estudios históricos sobre el Caribe colombiano, se destacan
sobre todo los trabajos de Fals Borda, Meisel Roca y Posada Carbó, quienes han estudiado
la región del Sinú como parte importante de éste.29 Vale la pena resaltar también el trabajo
25 DICKINSON, Robert E., op. cit. 26 Para un análisis detenido de la evolución del concepto de región ver JIMÉNEZ REYES, Luis Carlos, “Organización espacial y región en Colombia”, en Montañez Gómez, Gustavo (ed.), Espacio y territorio. Razón, pasión e imaginarios, Red de Espacio y Territorio, Universidad Nacional, Bogotá, 2001, pp. 101-115. 27 La literatura al respecto es bastante amplia, para un balance ver por ejemplo, JARAMILLO URIBE, Jaime, “Visión sintética de la tarea investigativa desarrollada sobre la región antioqueña”, en FAES, Los estudios regionales en Colombia: el caso de Antioquia, FAES, Medellín, 1982, pp. 1-39; SILVA, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994; REYES POSADA, Alejandro y BEJARANO, Ana María, op. cit.; entre otros. 28 CINEP, Colombia: país de regiones, Vol. 1: “Región Noroccidental. Región Caribe”, Cinep, Bogotá, 1998 es un esfuerzo por entender el país a partir de realidades regionales particulares. Ver también PALACIOS, Marco y SAFFORD, Frank, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida, Ed. Norma, Bogotá, 2002. 29 Ver sobre todo FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento, op. cit.; y POSADA CARBÓ, Eduardo, POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica colombiana, 1870-1950), Coyuntura Económica, Vol. XVIII, No. 3, 1988, pp. 143-175, y El Caribe colombiano. Una historia
14
de Viloria, así como los esfuerzos realizados por autores como Exbrayat, Burgos y
Ocampo.30
Con base en la idea de que la región del Sinú hace parte del conjunto de regiones que
conforma el Caribe colombiano,31 este trabajo es un intento por participar de la
construcción de la historia regional, ya que busca identificar y atender las características y
dinámicas particulares que adquirió el proceso de ocupación del territorio en el Sinú, así
como explicar los mecanismos de articulación de la región desde la producción y
comercialización del ganado.
Como se ha mencionado, una región, lejos de ser un espacio independiente, se
configura en relación con las diferentes regiones a las que está conectada y con el espacio
geográfico que la engloba.32 Luego, la región debe ser entendida como parte de un todo:
“[la región] está integralmente relacionada con una unidad mayor e interdependiente con
otras regiones que, conjuntamente con la primera, constituyen la unidad mayor”.33 En este
regional (1870-1950), Banco de la República, El Áncora Editores, Bogotá, 1998. Ver además MEISEL ROCA, Adolfo, “Los estudios sobre la región del caribe colombiano”, Humanidades, Vol. 20, No. 1, enero-junio, 1991, UIS, Bucaramanga, pp. 57-61, para un recuento de los estudios sobre la región. 30 VILORIA DE LA HOZ, Joaquín, “Ganaderos y comerciantes en Sincelejo, 1880-1920”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial No. 8, Banco de la República, Cartagena, 2001, y “Lorica, una colonia árabe a orillas del río Sinú”, Cuadernos de Historia Económica y Empresarial No. 10, Banco de la República, Cartagena, 2003; EXBRAYAT, Jaime, Historia de Montería, Domus Libri, Montería, 1996; BURGOS PUCHE, Remberto, El General Burgos, Bogotá, ABC, 1965; OCAMPO, Gloria Isabel, “Hacienda, parentesco y mentalidad: La colonizaicón antioqueña en el Sinú”, Revista Colombiana de Antropología, Vol. XXVI, Bogotá, 1986-1988, pp. 5-42. 31 La complejidad y heterogeneidad del espacio englobado en el Caribe colombiano, advierte que éste no constituye en sí mismo una región, sino un conjunto de regiones reunidas arbitrariamente dentro de unos límites administrativos determinados. Esta investigación muestra cómo la región del Sinú en sus interacciones con el resto de la costa caribe colombiana hace parte de un conjunto diferenciable que, debido a su composición interna y su relación con el resto del país, no puede ser entendido como una región. 32 Una región es “(...) una formación económica y social que incluye un espacio y los elementos que conforman núcleos de intereses articulados entre sí o a intereses supra-regionales”. TOVAR PINZÓN, Hermes, “La historia regional como problema y como programa de la historia nacional”, Humanidades, Vol. 20, No. 1, enero-junio, 1991, p. 42. 33 LOVE, Joseph, Una aproximación al regionalismo, Monografías CERES No. 5, Universidad del Norte, Barranquilla, 1993, p. 4. Vale la pena citar a Bejarano al respecto: “La historiografía nacional es algo así como un rompecabezas que hay que reordenar todo el tiempo, porque no solamente el espacio que delimita la conformación de la figura (la nación) se va modificando, sino que se modifican además también la forma y el tamaño de las piezas que arman el rompecabezas (...)”.BEJARANO, Jesús Antonio, “El todo y las partes. A propósito de los vínculos entre historia nacional e historia regional”, en “Contra el caos de la desmemoriación”, Seminario-Taller sobre Proyectos de Historia Local y Regional en Colombia, Mompox, 1990, Colcultura, PNR, PNUD, Bogotá, 1990, p. 199.
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sentido, resulta clara la manera en la que la historia regional y la historia nacional se
enriquecen mutuamente.
Así mismo, el regionalismo –el sentido de pertenencia a una región, de identidad
regional– puede ser entendido a partir de la manera en la que la región se relaciona con la
nación y se define con respecto a ésta. La configuración de la región estará dada
(...) por las formas de orden económico, político, social e ideológico que presenta una sociedad y la manera como las articula. Estas formas y relaciones adquieren concreción en los individuos y los grupos para darles identidad propia y diferenciarlos del resto del país, produciendo en ellos un sentimiento de pertenencia a la región y de exclusión de otras regiones.34
De este modo, no pocos estudios se han referido a la necesidad de construir la historia
nacional a partir del análisis de las particularidades de los procesos históricos que tienen
lugar en las diferentes regiones que constituyen el país.35 En tanto que las relaciones
sociales tienen una dimensión espacio-temporal, la región, se constituye como la unidad de
análisis que mejor permite comprender las realidades espaciales propias, sus dinámicas y
su historia. Es entonces en el ámbito regional donde adquiere sentido el estudio de la
ocupación del espacio. Por una parte, ya que los determinantes del dominio territorial y sus
expresiones violentas operan regionalmente;36 y, por otra, en la medida en que la
34 ZULUAGA, Francisco Uriel, op. cit., p. 14. Ver también JIMENO, Myriam, “Región, nación y diversidad cultural en Colombia”, en Silva, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994, p. 67, y GARCÍA, Clara Inés, “Territorios, regiones y acción colectiva: El caso del Bajo Cauca Antioqueño”, en Silva, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994, p. 124. Como afirma Jimeno: “Las características que particularizan cada región y que serían la base enfática del arraigo regional, no sólo son cambiantes a través del tiempo, sino además relativamente difusas. Si bien las regiones pueden definirse con base en referencias físiconaturales particulares que delimitan unidades espaciales “naturales”, el arraigo regional, la definición de región, son construcciones que se tejen sobre las bases naturales a través de sistemas de signos y símbolos de identificación relativamente arbitrarios y maleables”. JIMENO, Myriam, op. cit., p. 65. 35 SAFFORD, Frank y PALACIOS, Marco, op. cit. Ver además, COLMENARES, Germán, “El papel de la historia regional en el análisis de las formaciones sociales”, Ideología y sociedad, No. 12, enero-marzo, 1975. Por otra parte, según señala Jaime Jaramillo: “Uno de los rasgos sorprendentes del momento histórico contemporáneo parece ser el renacimiento de la idea de región. De región como concepto histórico, político y cultural”. JARAMILLO, Jaime, op. cit., p. 1. 36 Ver por ejemplo OQUIST, Paul, “La regionalización estructural de la violencia” en Conflicto y política en Colombia, Banco Popular, Bogotá, 1978. También, para entender la importancia de la región en el estudio de la violencia, ver FALS BORDA, Orlando y RODRÍGUEZ B., Carlos, Investigación participativa, Instituto del Hombre, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1987; FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento, op. cit.; y REYES POSADA, Alejandro y BEJARANO, Ana María, op. cit.
16
consolidación de la estructura económica regional estuvo relacionada con los ciclos
exportadores estructurados regionalmente.37
Quedan por precisar dos últimos aspectos acerca del concepto de región. El primero de
ellos se refiere a que la estructura interna de las regiones no constituye de ningún modo un
espacio homogéneo. La diversidad de sus elementos constitutivos obliga a entender esta
homogeneidad en términos de los tipos de asociaciones que se presentan en su interior, es
decir, de los ejes que articulan estos elementos. De este modo, una región se define no por
las semejanzas de sus componentes, ni por las asociaciones regionales en sí mismas, sino
por “el carácter, intensidad, extensión y relaciones mutuas de todas ellas y (...) también a
[por] las distintas formas en que se encadenan, y separan, unas y otras en el espacio”.38
El segundo aspecto se refiere a la manera permanente en que se transforma la región.
En cuanto está constituida a partir de relaciones sociales, la estructuración de lo regional es
un proceso constante de construcción social. Las asociaciones entre sus diferentes
componentes, a su vez dinámicos, resultan de procesos de configuración y reconfiguración
del espacio regional que muestran cómo “la región es una unidad viva, cambiante y
dinámica” y, por tanto “no es unidad fija e inmóvil en el tiempo y en el espacio”.39 En otras
palabras, “al señalar cómo todo sistema de relaciones sociales existe en un espacio
concreto y por tanto lo delimita, se deduce que las regiones, como dimensión espacial de
las relaciones sociales, son flexibles en su territorialidad, se expanden o recogen de
acuerdo con las dinámicas sociales que ocurren en su interior”.40
37 JIMÉNEZ, Margarita y SIDERI, Sandro, Historia del desarrollo regional en Colombia, CEREC, CIDER, Bogotá, 1985, p. 17. 38 DICKINSON, Robert E., op. cit., p. 29. 39 TOVAR PINZÓN, Hermes, “La historia regional como problema...”, op. cit., p. 43. 40 FAJARDO M., Darío, Espacio y sociedad. Formación de las Regiones Agrarias en Colombia, Araracuara – COA, Bogotá, 1993, p. 25.
17
Así, como propone Santos:
La configuración territorial o configuración espacial está conformada (...) por la disposición de los elementos naturales y artificiales de uso social sobre el territorio: plantaciones, canales, caminos, puertos y aeropuertos, redes de comunicación, edificios residenciales, comerciales e industriales, etc. A cada momento histórico, varía la disposición de estos objetos sobre el territorio.41
De este modo, esta investigación se vale de los conceptos citados –espacio, territorio,
frontera, colonización y, principalmente, región– para lograr una aproximación a la historia
del Sinú, haciendo uso de las herramientas analíticas que ofrecen la geografía y la
economía, permita explicar la manera en la que los conflictos en la región se articulan en
torno a la tierra. Mediante ellos se propone, además, dar una mirada a la historiografía de
la cuestión agraria en un intento por abordar los procesos históricos en la región desde una
perspectiva centrada en las tensiones acerca del dominio territorial.42
Las categorías de análisis marxistas, entre ellas el antagonismo capitalistas-
trabajadores, no parecen ser las más adecuadas para la comprensión de las dinámicas que
adquiere la ocupación del espacio en el Sinú.43 Más allá de eso, el centro de los conflictos
que se presentan para el período estudiado reside en la tierra y no en las formas en las que
están configurados internamente los mecanismos de producción ganadera, entre ellas, los
arreglos laborales y las jerarquías socioculturales. A pesar de la intensidad y persistencia
de los problemas que se presentan entre propietarios de grandes extensiones de terreno y
colonos, estos responden a expresiones violentas de conflictos que son esencialmente
territoriales y que se dan también entre propietarios de diferente tipo y, probablemente,
entre colonos.
41 SANTOS, Milton, Metamorfosis del espacio habitado, op. cit., p. 105. 42 Para un balance de lo que se ha escrito en el país sobre historia agraria ver BEJARANO, Jesús Antonio, Ensayos de historia agraria colombiana, CEREC, Bogotá, 1987. 43 Refiriéndose a la importancia de la historia regional, Colmenares afirma: “A menudo, el uso arbitrario de “categorías” que tienen una gran relevancia en otros contextos impide ver los elementos más obvios de una realidad que se nos ofrece como material de investigación y no simplemente como una ocasión de reemplazar esa realidad viva por el cascarón vacío de una categoría sacrosanta”. COLMENARES, Germán, op. cit., p. 75.
18
Adicionalmente, la dualidad capitalistas-trabajadores desconoce las diferentes formas
de participación en la actividad ganadera que se dieron en la región. Las redes comerciales
constituidas alrededor de la producción y comercialización de ganado involucraban no sólo
a grandes terratenientes, también a intermediarios dueños de propiedades medianas y
pequeñas, como aquellas arrendadas para el engorde de ganado, y comerciantes que no
necesariamente contaban con terrenos propios.
Por otra parte, el tono general de los trabajos de Kalmanovitz, Tirado y Reyes, entre
otros, asocia inmediatamente a la ganadería con el latifundio y los capitalistas, y a la
agricultura con el minifundio y los campesinos colonos.44 Estas generalizaciones
difícilmente pueden mantenerse en el Sinú a lo largo del período estudiado. Así mismo, la
idea negativa que se tiene de la ganadería parte del hecho de suponer, siguiendo a Posada
Carbó, que las tierras de la región podrían haber sido mejor utilizadas con la agricultura.45
El autor nota también que “(...) lejos de ser el monopolio de unos pocos, la industria
ganadera era una actividad muy difundida” cuyo potencial como fuente de acumulación
debe ser cuestionado.46
Sin desconocer las importantes investigaciones que se realizaron acerca de la cuestión
agraria, sobre todo en la década de los setenta, la percepción de que el problema por la
tierra en el Sinú permanece aún irresuelto, particularmente para la primera mitad del siglo
XX cuando la hacienda ganadera está lejos de ser una continuación de la hacienda colonial
y todavía los problemas por la tierra no han estallado bajo la forma de enfrentamientos
entre grupos sociales definidos claramente (como posteriormente pasará con la ANUC o,
44 KALMANOVITZ, Salomón, “Evolución de la estructura agraria en Colombia”, en MACHADO, Absalón (comp.), Transformación de la Estructura Agraria, Tercer Mundo, Bogotá, 1994; TIRADO MEJÍA, Álvaro, Introducción la historia económica de Colombia, Universidad Nacional, Bogotá, 1971; y REYES POSADA, Alejandro, Latifundio y poder político. La hacienda ganadera en Sucre, Serie Colombia Agraria – 2, CINEP, Bogotá, 1978. 45 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 147. 46 Ibid., p. 147.
19
años más tarde, con las FARC), motivó buena parte de las preguntas que guían este
trabajo.47
La investigación que aquí se presenta está basada en los análisis de documentos
relacionados con la posesión de tierras. Las escrituras de la Notaría Primera de Montería,
ubicadas en el Archivo Histórico de la Secretaría Departamental de Cultura, en la ciudad
de Montería, permitieron el seguimiento de las actividades productivas y los movimientos
comerciales para los años comprendidos por las primeras tres décadas del siglo XX. La
manera en la que se transforma la región en función del dominio territorial pudo ser
identificada a partir de la información disponible sobre el mercado de tierras y las redes de
intercambio. Así mismo, la procesos judiciales que se iniciaron por la definición de
linderos, las invasiones y las sucesiones, entre otros, quedaron allí consignados gracias a su
protocolización.48
Otra fuente importante para el desarrollo de este trabajo estuvo constituida por las
resoluciones de adjudicación de baldíos archivadas en Bogotá en el Instituto Colombiano
de Reforma Agraria, ahora Instituto Colombiano de Desarrollo Rural. A través de ellas es
posible identificar cómo se da el proceso de adjudicación de baldíos, la configuración de la
propiedad en la región del Sinú y las transformaciones del territorio. Así, estas
resoluciones dan luces sobre los movimientos expansivos de la frontera agrícola sinuana.
De igual forma, se exploró la legislación agraria desde 1874 hasta 1936 con el fin de
47 Vale la pena señalar que el concepto de «hacienda ganadera» se usará en este trabajo en relación con las propiedades dedicadas mayoritariamente a la producción de ganado –ya sea cría, levante o engorde–. Así, con el término hacienda no se está haciendo alusión a un contexto productivo específico cuyas raíces residen en la colonia y la consecución de sus fines se lleva a cabo bajo una racionalidad económica de minimización de costos monetarios. 48 Desafortunadamente, los procesos judiciales por tierras que no fueron protocolizados están disponibles sólo a partir de la década de 1940 en El Archivo Judicial del Palacio de Justicia del Departamento de Córdoba, ubicado en Montería. A pesar de estar por fuera del período de estudio, se revisaron los expedientes de esta década con el fin de dilucidar cómo el problema por la tierra va adquiriendo fuerza a lo largo de la primera mitad del siglo XX y cuál era el tono que adquirieron las disputas por la tierra.
20
comprender el marco jurídico en el cual se lleva a cabo la posesión y distribución de la
tierra.
Por otra parte, los artículos publicados en la Revista Nacional de Agricultura de la
Sociedad de Agricultores de Colombia dan cuenta del lugar que ocupó la ganadería dentro
del proyecto exportador del país.49 Los intentos por modernizar el campo mediante la
adopción de la agricultura científica recientemente desarrollada en Europa constituyeron
uno de los lineamientos principales de la publicación como parte de la percepción de que la
producción agrícola y pecuaria sería el motor principal del «progreso» y la fuente más
importante de acumulación de riqueza del país. Es así como la región del Sinú se sitúa con
respecto al resto del territorio nacional en función de la idea del «progreso» y debido a la
comprensión del campo en términos de su potencial exportador; lo que se refleja también
en la obra de Alejandro López, escrita hacia 1927.50
El panorama de la realidad nacional y regional para el período de 1900 a 1930 se
complementa con la información que ofrecen los censos nacionales de población llevados a
cabo entre 1905 y 1938. Vale la pena señalar que, como es de esperarse, los datos
disponibles son simplemente órdenes de magnitud que esbozan las dinámicas demográficas
que caracterizaron el período de estudio.
Los relatos de viajeros que llegaron a la región hacia el período de estudio constituyen
otra fuente importante de información. Louis Striffler, un geólogo francés que fue enviado
por la Compañía Francesa del Sinú hacia 1844 y narra lo ocurrido durante los treinta años
siguientes, se instaló en el alto Sinú con el objetivo de llevar a cabo la explotación del oro
sinuano. Su descripción de la región permite entender la lógica de la apropiación del
49 La Sociedad de Agricultores de Colombia fue inaugurada en 1878. Fue fundada por personajes influyentes tanto en el ámbito de la política como del comercio, entre ellos, Salvador Camacho Roldán, José María Samper y José Manuel Restrepo. 50 LÓPEZ, Alejandro, Problemas colombianos, La Carreta, Medellín, 1976 [1927].
21
territorio alentada por capital extranjero.51 Por su parte, el británico Robert Cunninghame,
encargado de valorar las posibilidades ganaderas de la costa caribe con el fin de establecer
un frigorífico en el Sinú, realizó una descripción detallada de su viaje desde el Golfo de
Morrosquillo hasta el río San Jorge.52 Así mismo, los escritos de Antolín Díaz, un
reportero que llegó a la región a mediados de la década del treinta, muestran las actividades
comerciales de la región, así como dan cuenta de las tensiones sociales entre poseedores de
grandes propiedades y los colonos.53 Los textos de tipo geográfico que se encuentran para
la región pueden incluirse dentro de esta categoría en cuanto sus esfuerzos por describir la
distribución del territorio sinuano, su potencial y sus pobladores, hacen posible un mayor
entendimiento de la región. Estos incluyen los escritos de Parsons, Pérez, Vergara y
Velasco, y Gordon.54
Por último, las entrevistas realizadas a dos personajes de la región vinculados
estrechamente al negocio del ganado –Don Abraham Ganem, importante ganadero, y el
Señor Alberto Asís, martillo de una de las principales subastas de la región– permitieron
comprender mejor los procesos históricos regionales y el funcionamiento de los mercados
de tierras y ganado.
En cuanto a la estructura del documento, en el primer capítulo se explora cómo está
configurada la región del Sinú a partir de los intercambios comerciales. La descripción de
la manera en que opera la economía ganadera, prestando especial atención a la tierra como
el principal factor productivo, permite entender el Sinú en términos de región. La
51 STRIFFLER, Luis, El río Sinú, Lino Editores Sinú, Cereté, 1910. 52 CUNNINGHAME G., Robert B., Cartagena y las riberas del Sinú, Publicaciones del Departamento de Córdoba, Montería, 1968. 53 DÍAZ, Antolín, Sinú pasión y vida del trópico, Editorial Santafé, Bogotá, 1935. 54 PARSONS, James, “El poblamiento del valle del Sinú”, Molano, Joaquín (comp.), Las regiones tropicales americanas, Fondo FEN, Bogotá, 1992; PÉREZ, Felipe, Jeografía física i política del Estado de Bolívar, escrita de orden del gobierno jeneral, Comisión Encargada de los Trabajos Corográficos de la República, Imprenta de la Nación, Bogotá, 1863; VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, Nueva Geografía de Colombia, escrita por regiones naturales, Archivo de la Economía Nacional, Banco de la República, Bogotá, 1974 [1901]; y GORDON, B. Le Roy, El Sinú, geografía humana y ecología, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1983 [1957].
22
ganadería aparece aquí como la actividad económica predominante en tanto que articula
los intercambios intrarregionales y conecta a la región con el Caribe colombiano, con el
país y los mercados internacionales.
Luego, el segundo capítulo comprende el análisis de la ocupación del espacio que, para
el período de estudio, estuvo motivado principalmente por la expansión ganadera. Ya sea
con la creación de nuevas haciendas, con la extensión de las ya existentes o debido a
movimientos de colonización, la ampliación de la frontera agrícola estuvo asociada a las
redes de intercambio creadas a partir de la producción y comercialización de ganado. Se
muestra además cómo son estas redes las que hacen posible identificar la manera en la que
se define y se transforma el espacio regional.
Por último, en el tercer capítulo se exploran las dinámicas que adquiere el proceso de
apropiación del territorio –adjudicación de baldíos, definición de linderos, invasiones y
desalojos, entre otros– y cómo éstas constituyen en sí mismas procesos conflictivos que, en
algunos casos, se manifiestan violentamente. Al final, se vuelve a la idea de que la
ocupación del espacio se lleva a cabo en la región del Sinú en medio de tensiones, que si
bien trascienden el problema por la tierra, se desarrollan a partir de él.
23
I. La región del Sinú a partir de las redes de intercambio
La comprensión de los complejos fenómenos de ocupación del territorio y conflicto
por la tierra en el Sinú se hace posible mediante una perspectiva de análisis centrada en la
región. Entendida a partir de una noción dinámica del espacio, no en el sentido de un
contenedor absoluto ni estático, la región, y con ella la configuración de los espacios
regionales, puede ser concebida como el resultado de las interacciones de los individuos o
los grupos sociales, entre sí y con el espacio.
El intercambio económico es tal vez el tipo de asociación que permite ver de manera
más clara cómo se articulan los componentes de esa red regional. Debido a esto, la
atención estará centrada en la manera en que, desde la economía, se constituye y se
transforma el sistema de relaciones que conforman el Sinú.
A pesar de que el proceso de configuración de la región abarca aspectos mucho más
amplios como las migraciones, el poder político, el conjunto de prácticas culturales y
sociales, y el universo simbólico, por mencionar algunos; se privilegian las actividades
económicas, debido a que éstas dan cuenta de las formas y las dinámicas que adquieren
estas asociaciones en el ámbito tanto local y regional, como en las instancias
suprarregionales que conectan al Sinú con el resto del Caribe colombiano y del país.
En este sentido, la actividad económica predominante en el Sinú –la ganadería– jugó
un papel fundamental en la estructuración y transformación de la región a lo largo del
período estudiado. La red de intercambios basada principalmente en el ganado no sólo
conectó los diferentes espacios que hacen parte de la región, sino que vinculó actividades
diversas como el transporte, el crédito y la agricultura de subsistencia. Como se verá en
este capítulo, la ganadería, como elemento constitutivo central de la región del Sinú, alentó
los intercambios locales, conectó las diferentes subregiones, integró al Sinú con centros
24
económicos ubicados en el Caribe colombiano como Magangué, Cispata y Cartagena, y
con regiones del interior como Antioquia, Santander y Tolima, a la vez que vinculó al país
con mercados internacionales como los de Cuba y Panamá.
El Sinú como región
El cuadro que presentan las riberas del Sinú (…) es un vivo y brillante testimonio de la fertilidad del valle que riegan sus aguas.1
Como se ha mencionado, el concepto de región desborda las características físicas,
“naturales”, que tradicionalmente le han sido asignadas. El espacio físico, como uno de los
componentes del espacio geográfico, adquiere relevancia justamente en la medida en que
permite ampliar la comprensión de la región a partir de su relación con los demás
elementos que la configuran. Así, se explorarán las características físicas y demográficas
del Sinú en función de aquellos elementos que intervienen en la configuración de sus redes
económicas.
La región del Sinú, contenida en el Caribe colombiano, está comprendida por las
llanuras aluviales del río que lleva su mismo nombre.2 De manera más específica, este
estudio se concentra en la antigua provincia del Sinú, ubicada en el departamento de
Bolívar que, hasta después de 1950, incluía los actuales departamentos de Bolívar,
Córdoba y Sucre.3 [Ver mapas 1 y 2].
1 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 12. 2 “El Valle del Sinú es la principal depresión estructural situada en medio de las colinas terciarias de desarrollo paralelo y extendidas al norte y el noroeste. Tal depresión se encuentra entre la cuenca del río Magdalena y el Golfo de Urabá en el noroeste de Colombia”. PARSONS, James, op. cit., p. 212. 3 El antiguo departamento de Bolívar, con una extensión de alrededor de 66.000 kilómetros cuadrados, tenía los siguientes límites: “por el norte, el mar Caribe y el Departamento del Atlántico; por el Sur, el Departamento de Antioquia; por el Este, los departamentos de Santander y Magdalena; por el Oeste, el mar Caribe. Sus ciudades principales son Cartagena (la capital), Arjona, Calamar, Santiago de Tolú, El Carmen, Corozal, Chinú, Magangué, Montería, Sincelejo y Lorica”. CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 29.
25
Mapa 1. El Caribe colombiano.
Fuente: POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit.
26
El río Sinú, nace entre las serranías de Abibe y San Jerónimo, en el Nudo de Paramillo,
y riega las llamadas llanuras de Bolívar para desembocar, luego de un recorrido de más de
400 kilómetros, en el mar Caribe en la bahía de Zapote o Cispata. En su camino, el río
riega múltiples caños y ciénagas como la ciénaga Grande de Lorica o la ciénaga de
Betancí, dejando a su paso un terreno fértil cubierto por grandes extensiones de pasto.4
[Ver mapa 3]. Los testimonios de algunos viajeros que llegaron a la zona durante la
segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, coinciden en resaltar la alta
productividad de las llanuras que fertilizan los aluviones que deja el río Sinú en sus
inundaciones anuales.5
Las tierras llanas e inundables siguen un ciclo anual de verano (enero-marzo) e
invierno (abril-diciembre). La forma en la que se complementan las tierras altas y bajas
durante estas dos estaciones de sequía y humedad parece haber ofrecido un espacio
propicio para el desarrollo de la ganadería en la región. “Como se ve, la prosperidad y la
riqueza de las sabanas provienen de su situación tan cómoda para la ganadería, ofreciendo
a los herbívoros un refugio muy seco en la estación de invierno, y después en la estación
seca, un pasto abundantísimo en todos los terrenos bajos adyacentes”.6 De este modo, la
4 “El Sinú – Este río, que recorre unas 80 leguas de S. á N. en hoya que apenas mide unos 60 de longitud, por lo numeroso de sus vueltas ó senos, de suerte que bien pudiera llamarse el Sinuoso, por su régimen, por la manera como se relaciona con sus vecinos, y por la riqueza y posición ventajosísima de la hoya que fecunda, constituye una de las perlas del territorio patrio, y por lo tanto una de las comarcas cuyo pronto progreso interesa de modo decisivo al país”. VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, op. cit., p. 340. 5 CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 255. El autor incluso llega a comparar el río Sinú con el Nilo: “El río Sinú recorre en el departamento de Bolívar unas doscientas millas, y es una especie de Nilo en pequeña escala. En la estación lluviosa inunda sus márgenes en considerable trecho y deja un denso depósito de cieno aluvial. Entonces los pastos crecen lujuriantes y los ganados engordan rápidamente, por más flacos que los deje el verano”. Ibid., p. 37. Ver también GORDON, Le Roy, op. cit. Esto es igualmente claro en varios artículos de la Revista Nacional de Agricultura, por ejemplo: “En el Departamento de Bolívar se cosechan los mejores ganados sobre las riberas de sus cuatro grandes ríos, y se han hecho muy famosas en nuestro país las Sabanas de Bolívar y la región ubérrima del río Sinú. Estas dos provincias abastecen de ganados a los populosos Departamentos de Santander, Antioquia y parte del Tolima, de Cundinamarca y de Caldas, a la región del Atrato, y todavía sobre un remanente para exportar al exterior”. MARTÍNEZ C., Diego, “La ganadería en Colombia”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 249-250, marzo a abril de 1925, pp. 251-268, p. 256. 6 VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, op. cit., p. 608. Líneas más abajo el autor agrega: “En Enero toda la familia del ganadero emigra á la ciénaga, no quedando en la casa de la sabana sino cuando más una cuidandera: la ciénaga es el Paraíso del sabanero, y la sabana su Purgatorio (...) En Abril retornan á la sabana,
27
ganadería adquirió un carácter trashumante, de tierras bajas a altas, y viceversa, que le
permitió sacar el mejor provecho a las características geográficas de la región.
Mapa 2. Antiguo departamento de Bolívar (1930).
Fuente: LEGRAND, Catherine, Colonización y protesta campesina en Colombia (1850-1950), Universidad Nacional, Bogotá, 1988, p. 15.
La explotación ganadera ganó mayor fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XIX
con la introducción paulatina de pastos artificiales perennes y resistentes a las temporadas
secas. Las variedades de pasto guinea o gramalote (panicum maximun) y el pasto pará
(brachiaria mutica), ambas provenientes de África, aceleraron la expansión de las sabanas.
Los bosques fueron reemplazados progresivamente por pastizales mediante los
mecanismos de roza, o «desmonte», y quema.7
donde si la vivienda es más cómoda, la vida es más dura, salvo para los ricos que habitan en las cercanías de alguna de las poblaciones principales, únicas donde se encuentra es esa época cierta clase de recursos”. Ibid., p. 610. 7 Más adelante se volverá sobre este proceso de «abrir pastos», que se halla bien documentado en Díaz: “Mes de enero. El verano estimula los soles inclementes. Las ciénagas son ahora llanuras hondas, salpicadas de
28
La importancia del río Sinú, y de las fuentes hidrográficas de la región en su conjunto,
no se limitaba al suministro de agua para las dehesas y los cultivos. Para las primeras
décadas del siglo XX, el río constituía un eje central de comercio y transporte que
conectaba a importantes poblaciones como Montería, Lorica y Chimá, ubicadas a sus
orillas. [Ver mapas 3 y 4]. Este aspecto es también notado con frecuencia por viajeros
como Gordon y Cunninghame quienes señalan cómo la carencia y precariedad de los
caminos en las primeras décadas del siglo XX hacía que buena parte de la región fuera
intransitable, sobre todo en la temporada lluviosa, cuando las mercancías debían
transportarse a caballo, a pie o en canoa.
El comercio con Cartagena se hacía a menudo por vía marítima con embarcaciones
que llegaban a la bahía de Cispata, pero las dificultades que implicaba el mal estado de los
caminos, sumadas a la distancia de los principales centros de poblamiento, hicieron que la
falta de comunicaciones se convirtiera en un obstáculo para el desarrollo de las actividades
productivas de la región.
Por otra parte, la costa caribe colombiana se caracterizaba, para el período de estudio,
por estar constituida a partir de poblados dispersos. Su paisaje predominantemente rural,
contaba con centros poblacionales de apenas alrededor de 2.000 habitantes para el año de
1928. Para los primeros treinta años del siglo XX, la densidad poblacional promedio de los
entonces departamentos de Bolívar y Magdalena era baja: 5.7 y 8.3 habitantes por
kilómetro cuadrado respectivamente; a pesar de que para el período su población creció a
tasas más altas pasando de 300.129 habitantes en 1905 a 642.777 en 1928, Bolívar; y de
123.548 a 302.031, Magdalena. Aunque el tamaño de la población de ciudades como
terrones secos, endurecidos por el fuego solar, pero en breve se convertirán en polvo bajo la pesuña de los ganados que son llevados de las grandes dehesas, donde el pasto háse marchitado. Es la época de las grandes «quemas». Los bosques y rastrojales que han sido derribados a golpes de hacha y machete, son reducidos a carbón y cenizas. Arden durante el día y la noche. Columnas de fuego hasta de treinta metros de altura se levantan en todos los horizontes de las sabanas”. DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 137.
29
Cartagena y Barranquilla era relativamente alto con respecto a otras ciudades del país
como Bogotá o Medellín, el ámbito rural se caracterizaba por su población escasa y
dispersa.8
Mapa 3. Región del Sinú. Mapa 4. Municipios de mayor importancia.
Fuente: Censos 1905, 1912, 1918, 1928 y 1938. Elaboración propia. Los límites muestran los departamentos y los municipios actuales respectivamente.
Así, en lo que respecta al peso relativo del Caribe colombiano, la población pasó de ser
el 10.5 por ciento del total nacional en 1905, a ser el 15.8 por ciento en el año de 1938.
“Durante la segunda y tercera décadas de este siglo [del siglo XX], los municipios costeños
crecieron con rapidez, pero difícilmente excedían los 20.000 habitantes”.9 La tendencia de
8 Información obtenida a partir de los Censos de la República de Colombia de 1905, 1912, 1918, 1928 y 1938; cálculos propios. 9 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 207. Cartagena, por ejemplo, tenía 84.937 habitantes en 1938, según el censo efectuado para ese año.
30
crecimiento poblacional parece mantenerse si se tiene en cuenta que “la tasa de
crecimiento de la población para el período de 1843-1912 fue cercana al 1.5% anual”.10
Siguiendo las percepciones de uno de los viajeros ya citados, el extenso territorio del
Caribe colombiano, debido a las bajas tasas de densidad poblacional que se observan en
general para el período, estaba “desocupado”: “Según el censo de 1912 Bolívar tiene una
población de 420.736 habitantes, pequeña o insignificante en relación con su vasto
territorio”.11 La información demográfica disponible parece respaldar esta observación si
se compara el Caribe colombiano con regiones como el altiplano cundiboyacense y
Antioquia.12
10 MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal (1850-1899)”, en Ocampo, José Antonio (ed.), Historia económica del Colombia, capítulo IV, Fedesarrollo, Siglo Veintiuno Editores, Bogotá, 1988, p. 119. 11 CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 37. La percepción de que el territorio estaba “desocupado” adquiere mayor sentido si se tiene en cuenta que el drama nacional desde inicios la República consistía en “llenar” el territorio. La escasez de población estaba directamente asociada a la idea de que faltaban brazos que trabajaran la tierra e hicieran de Colombia un país productivo capaz de aprovechar sus potencialidades. 12 Tabla 1. Evolución de las densidades poblacionales (1905-1938).
Evolución de las densidades poblacionales según departamentos (1905-1938) - Densidad dada en hab/km2
Departamento 1905 1912 1918 1928 1938 No. hab. Den. No. Hab. Den. No. Hab. Den. No. hab. Den. No. hab. Den.
Antioquia 651497 9,9 740937 11,2 823226 12,5 1011324 15,3 1188587 18,0 Atlántico 112231 32,2 114887 33,0 135792 39,0 242810 69,7 268409 77,1 Bolívar 198367 3,3 415567 7,0 457111 7,6 642777 10,8 765194 12,8 Boyacá 503315 7,8 585594 9,1 654562 10,1 950264 14,7 737368 11,4 Caldas 245809 18,4 341198 25,5 428137 32,0 624201 46,6 769968 57,5 Cauca 222639 7,3 211756 7,0 238779 7,8 317782 10,4 356040 11,7 Cundinamarca 630586 26,7 717714 30,4 812036 34,4 1056570 44,7 1174607 49,7 Huila 154328 7,4 158191 7,6 183337 8,8 207034 9,9 216676 10,4 Magdalena 125358 2,3 149547 2,8 211395 4,0 302031 5,6 342322 6,4 Nariño 248204 8,3 292535 9,7 340765 11,3 411763 13,7 465868 15,5 Norte de Santander 164290 7,6 204381 9,5 239235 11,1 328872 15,3 346181 16,1 Santander 386170 12,0 402983 12,5 439161 13,6 594799 18,5 615710 19,1 Tolima 218355 9,5 282426 12,3 328812 14,3 444593 19,3 547796 23,8 Valle del Cauca 214770 10,4 217159 10,6 271633 13,2 506290 24,6 613230 29,8 Total departamentos 4075919 8,8 4834875 10,5 5563981 12,0 7641110 16,5 8407956 18,2 Total país 4143632 3,6 5072604 4,4 5855077 5,1 7851000 6,9 8701816 7,6 Fuente: DIRECCIÓN NACIONAL DE ESTADÍSTICA, Censo General de Población 1938, Imprenta Nacional, Bogotá, 1942. Cálculos propios.
31
Imagen 1. Ilustración de las densidades poblacionales según departamentos (1920).
Fuente: “Datos estadísticos”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 189, marzo de 1920, p. 294.
32
Los habitantes del Caribe colombiano, en su mayoría pobladores rurales, se dedicaban
principalmente a actividades agrícolas y ganaderas.13 La articulación de los mercados
locales, pese a la dispersa población y las escasas vías de comunicación, se daba en
función de las redes comerciales organizadas principalmente en torno al río Magdalena y a
ríos secundarios como el Sinú y el San Jorge, y a las principales ciudades-puerto como
Cartagena, Barranquilla y, con el auge exportador del banano, Santa Marta.
En lo que se refiere específicamente a la región del Sinú, los datos censales no están
disponibles para todos los municipios en los años registrados. De la información con la que
se cuenta se pueden obtener cifras aproximadas que apuntan a señalar que la población de
la provincia del Sinú pasó de 59.059 habitantes en 1905, a 165.409 en 1938; lo que permite
hablar de un aumento de alrededor del 180 por ciento. [Ver mapas 5 al 8].
13 La importancia relativa del sector primario en el departamento de Bolívar se muestra en los datos presentados a continuación: Tabla 2. Ocupación habitantes del antiguo departamento de Bolívar (1912).
Profesión/ocupación habitantes del departamento de Bolívar (1912) Provincia Agricultura Ganadería Comercio Transportes Jornaleros Sirvientes Total
Cartagena 9813 1129 821 304 6365 942 28065 El Carmen 3643 879 728 6617 1664 14678 Corozal 4909 393 1323 18 2963 1111 11798 Chinú 4851 796 985 5453 1100 14150 Sincelejo 4670 289 250 29 3741 1210 11246 Sinú 870 126 185 500 50 2368 Mompós 3737 495 201 523 1206 281 10683 Magangué 4164 1133 721 4181 877 11528 San Andrés 621 37 283 37 1564 Total depto. 37278 5240 5251 874 31039 7272 106080 Fuente: REPÚBLICA DE COLOMBIA, Censo General de la República de Colombia 1912, Bogotá, Imprenta Nacional, 1912. Tabla 3. Evolución población activa antiguo departamento de Bolívar según sector (1870-1951).
Porcentaje de población activa Departamento de Bolívar (1870-1951)Sector 1870 1912 1938 1951Primario 80,1 74,4 75,3 67,4Secundario 6,2 13,7 23,0 38,4Terciario 12,7 12,5 14,4 17,2Sin clasificar 1,0 2,0 3,0Fuente: PARDO PARDO, Alberto, Geografía económica y humana de Colombia, Colección Aventura del Desarrollo No. 11, Tercer Mundo, Bogotá, 1979.
33
Mapas 5 al 8. Densidades poblacionales región del Sinú para los años 1912, 1918, 1928 y 1938, respectivamente.
Fuente: Censos nacionales de 1912, 1918, 1928 y 1938 respectivamente. Elaboración propia.
Vergara y Velasco se refiere a la población del Sinú en los siguientes términos:
No cabe la miseria en esta fecunda tierra, desgraciadamente enervadora y en partes enfermiza, no obstante lo cual, descontada la superficie de las aguas, la población alcanza 40 habitantes por kilómetro cuadrado, siendo sí de advertir que mal avenidos con el aislamiento característico de los montañeses, en vez de regar sus viviendas, las agrupan para constituír siete pueblos, veinte aldeas y más de un centenar de caseríos, entre los cuales, de ordinario, no se encuentra sino la campiña desierta.14
14 VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, op. cit., pp. 544-545.
34
Por su parte, la integración del territorio sinuano dependía de centros de actividad
comercial como Montería, Ciénaga de Oro y Lorica, que se encontraban en expansión para
los años de 1900 a 1930.15 [Ver tabla 4]. Montería se consolidaba para las primeras
décadas del siglo como un importante centro poblacional y económico de la región, hasta
pasar a ser la capital del departamento de Córdoba creado en 1953.
Tabla 4. Población antigua provincia del Sinú (1905-1938).
Habitantes provincia del Sinú (1905-1938)
1905 1912 1918 1928 1938 Cereté 9286 9750 10455 14241 Chimá 4587 4817 4853 5756 Ciénaga de Oro 9747 10234 13205 6484 Lorica 19005 19955 26159 41327 Montería 21521 23268 36581 64192 Purísima 5787 6077 8047 8177 San Carlos 5412 5682 6308 8000 San Pelayo 6231 7253 10315 15294 Provincia del Sinú 59059 81576 87036117851 165409 Departamento de Bolívar 289047 420730457111526854 765194
Fuente: Censos 1905, 1912, 1918, 1928 y 1938. Cálculos propios.
Desde las tendencias demográficas de algunos de los poblados que hacen parte del
Sinú para el período que comprende este estudio, es posible deducir su nivel de actividad
económica y, de este modo, identificar cómo se configuran las redes de intercambio. Los
mapas a continuación muestran el comportamiento de estos centros poblacionales para los
años de 1912, 1918, 1928 y 1938, ofreciendo herramientas para identificar la manera en la
que se transforma la región. [Ver mapas 9 al 12].
15 Posada Carbó afirma además que “Las principales áreas de crecimiento poblacional de la Costa entre 1905 y 1950 fueron los puertos del Caribe, la Zona Bananera y el sur de Bolívar alrededor de Montería”. POSADA CARBÓ, Eduardo, “Progreso y estancamiento 1850-1950”, en Meisel Roca, Adolfo (ed.), Historia económica y social del Caribe colombiano, Ediciones Uninorte, ECOE, Bogotá, 1994, pp. 235.
35
Mapa 9. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1912).
Fuente: Censo nacional de 1912. Elaboración propia.
36
Mapa 10. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1918)
Fuente: Censo nacional de 1918. Elaboración propia.
37
Mapa 11. Principales centros poblacionales de la región del Sinú (1928).
Fuente: Censo nacional de 1928. Elaboración propia.
38
Mapa 12. Principales centros poblacionales región del Sinú (1938).
Fuente: Censo nacional de 1938. Elaboración propia.
39
Una región aislada: el dilema del transporte y la débil articulación de los mercados
internos En el Sinú primero fue el río. Después fueron las trochas y los “caminos riales”. Montería estaba unida Cartagena, por el río; a Magangué, por un “camino rial”, a través de las sabanas de Bolívar; al San Jorge, por el camino de tierra, que unió los dos ríos, a lomo de caballo, Juan Madera, un “enganchador” profesional de “concertados”.16
El transporte fue el dilema nacional hasta bien entrado el siglo XX, cuando a pesar de
las mejoras, la falta de medios de comunicación adecuados seguía siendo uno de los
principales obstáculos para el desarrollo de las actividades comerciales del país:
Todo esto reclama una imperiosa resolución del problema, porque no es posible seguir resignados a sangría semejante, que año tras año va cercenando la riqueza nacional y alejándonos del puesto que nos corresponde entre los países productores del mundo. Ferrocarriles o canalización eficiente de nuestras vías fluviales es lo que necesitamos, pero de ninguna manera continuar como hasta hoy hemos venido.17
A principios del siglo XX, las políticas estatales bajo el gobierno de Reyes (1904-
1909) estuvieron orientadas hacia la modernización del país, dentro de los cuales la
navegación por el río Magdalena y sus afluentes como el Atrato, el Sinú y el bajo Cauca,
constituía una preocupación central.
Posteriormente, para la década del veinte, la actividad comercial nacional ganó un
mayor dinamismo y con ello la navegación cobró especial importancia. Sin embargo, el
mal estado de las vías terrestres y fluviales seguía presentando obstáculos a la expansión
del comercio.18 El sistema de transportes era tan atrasado que incluso “hasta bien entrado
16 VALENCIA MOLINA, Jorge, Historias del Sinú, Montería, s.e., [1984], p. 24. 17 SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “El problema de los transportes”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 211-212, enero a febrero de 1922, pp. 210-211. 18 “Las vías de comunicación de este país son por sí solas un gravamen casi prohibitivo para las industrias de exportación. Vías malas y caras. Vías en que el artículo se pierde con mucha frecuencia a causa de la intemperie, de la humedad, del retardo. Vías en que se consume la mayor parte de la utilidad que se pudiera derivar (...)”. SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Los derechos de exportación”, tomado de El Nuevo Tiempo, de 25 de julio de 1912, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 2, agosto de 1912, p. 485.
40
el siglo XX, la mayor parte del transporte interno continuó haciéndose a través de caminos
de herradura (...) generalmente intransitables durante el invierno”.19
Varios autores, entre ellos Ocampo y Tirado, coinciden en señalar que la carencia de
vías de comunicación limitó el desarrollo del comercio interno y, por lo tanto, la
consolidación de un mercado nacional.20 Los altos costos de transporte y su condición
precaria, se sumaban al limitado tamaño del mercado, dificultando el proceso de
integración del territorio colombiano.
El problema era aún más crítico para el Caribe colombiano en la medida en que el
contacto con los mercados del interior dependía fundamentalmente del río Magdalena. Éste
fue durante varios siglos el eje central de las comunicaciones del país. Las exportaciones e
importaciones entraban y salían en su gran mayoría por el río, ya que por lo menos el 90
por ciento del comercio exterior colombiano se realizaba por los puertos de Cartagena,
Barranquilla y Santa Marta.21
El transporte fluvial continuó siendo la principal vía de comunicación hasta mediados
del siglo XX, momento para el cual todavía no existía una carretera que comunicara a la
Costa con el interior. El río Magdalena se mantuvo durante el período de estudio como el
eje de comunicaciones en torno al cual operaban las diferentes actividades económicas del
Caribe colombiano. La construcción de ferrocarriles, los cuales tampoco constituyeron una
red efectiva de transporte en la región,22 no desplazó al transporte fluvial, sobre todo en la
19 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial, 1830-1910, Siglo Veintiuno Editores, Bogotá, 1984, p. 32. 20 Ver ibid. y TIRADO M., Álvaro, op. cit. 21 POVEDA RAMOS, Gabriel, Vapores fluviales en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo Ed., Colciencias, 1998, pp. 216-217. 22 “La construcción de los ferrocarriles se presentó en tramos inconexos, y se puede afirmar que no estructuraron el territorio hasta 1930, cuando se les sumaron las carreteras. Hacia finales de esa década, los mercados subregionales empiezan a integrarse, pues al menos se estaban conectando algunos sistemas de comunicaciones terrestres alrededor de Cartagena-Barranquilla. El otro subsistema se estaba formando alrededor de Montería-Sincelejo. Por último, estaba el subsistema de los puertos del río Magdalena”. ZAMBRANO P., Fabio, “El poblamiento de la costa Caribe durante los siglos XIX y XX”, en Montañez Gómez, Gustavo (ed.), Espacio y territorio. Razón, pasión e imaginarios, Red de Espacio y Territorio,
41
medida en que “la costa fue relegada del nuevo desarrollo de carreteras y ferrocarriles que
tuvo lugar en el interior andino para resolver la frustración nacional con el río
Magdalena”.23
Estos elementos permiten comprender la forma en la que funcionaban las redes de
intercambio en el Sinú. La región se conectaba a Cartagena mediante la navegación. Los
problemas de transporte y comunicación, sobre todo por la sedimentación de diferentes
tramos del río Sinú y por las fuertes lluvias, se hacían todavía más relevantes en una región
donde, como ya se señaló, la dispersión de la población acentuaba el aislamiento. Las
pequeñas embarcaciones que conectaban a Montería con Cartagena, que era el principal
mercado regional, remontaban el río Sinú para después llegar al mar Caribe y entrar a la
ciudad-puerto. Estas canoas y barquetonas fueron reemplazadas hacia 1920 por lanchas de
vapor, pero, a pesar de ello, los problemas de navegación permanecieron irresueltos debido
a la sedimentación recurrente de la boca de Cispata y a la falta de recursos para mantener
su navegabilidad.24 Según narra Striffler, en los primeros años del siglo XX, el viaje por
agua de Zapote (Cispata) a Lorica se hacía en tres días.25 Por su parte, Díaz nos ofrece otro
indicador de la magnitud de las distancias en la región al señalar que el recorrido de
Universidad Nacional, Bogotá, 2001, p. 626. Al respecto, señala Díaz: “Bolívar tiene las tierras más fértiles de la República. Ni siquiera admiten el parangón de las del Valle del Cauca. Pero Bolívar no vale nada ante el Valle, ante Antioquia, ante Caldas, ante cualquier otro departamento de Colombia. (...) No tiene una sola carretera. Los ciento cinco kilómetros del ferrocarril de Calamar a Cartagena, son de una compañía extranjera. Y es el peor trayecto de ferrocarriles del país”. DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 239. 23 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 293. Al respecto, López menciona cómo el dinamismo que adquirieron los puertos del Pacífico colombiano tras la apertura del Canal de Panamá influyó en el mayor aislamiento de la costa caribe: “Es de notarse que, estando la costa atlántica más sometida a las influencias exteriores, todo el trabajo de construcciones férreas realizado últimamente ha acercado a la Capital la costa del Pacífico, sin que la Atlántica haya recibido hasta ahora el menor beneficio” LÓPEZ, Alejandro, op. cit., p. 272. 24 VILORIA, Joaquín, “Lorica, una colonia árabe...”, op. cit., pp. 14-17. Los problemas de navegación que presentaba el río Sinú para los inicios del período estudiado son señalados por Vergara y Velasco: “Tal se presenta el Sinú, que sólo parece río en sus últimas 12 leguas, en donde su anchura varía de 65 á 300 ms., y su fondo de 3 á 6 y 12; en esto se asemeja mucho á su vecino el Magdalena. Su régimen, antes más normal, por el desbosque de la parte alta se empeora día por día; sus avenidas arrastran más lodo y son más violentas, más rápidas más frecuentes y crecidas que antes, pero también sus sequías son más considerables, todo lo cual perturba más la navegación y causa mayores daños en las tierras vecinas”. VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, op. cit., p. 344. 25 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 9.
42
Cartagena a Cispata por vía marítima para subir luego por el río Sinú hasta Puerto Wilches
se tomaba siete noches hacia 1930.26
Imagen 2. Navegación por el río Sinú (1920). “El Damasco”, propiedad de Chagüi Hermanos.
Fuente: EXBRAYAT, Jaime, op. cit., p. 82.
Así mismo, Vergara y Velasco señala la manera en la que el problema del transporte
constituía un obstáculo central para la economía de la región:
Las sabanas forman la fuente principal de riqueza del Departamento de Bolívar, y como están rodeadeas de centros de producción muy variados, sólo les faltan vías de comunicación adecuadas para que en ellas abunden y se puedan llevar á numerosos puertos todos los productos del trópico.27
A pesar de estas dificultades, y aun teniendo en cuenta que durante la época de lluvias
los caminos que interconectaban la región eran intransitables, el río Sinú se configuró
como la vía comercial de mayor importancia en la región. Como menciona Del Castillo en
1935 como parte del Mensaje del Gobernador: “El progreso de... Lorica, Cereté y
Montería, es bien explicable: están situadas sobre el río Sinú, vía natural, que les permite a
26 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 15. 27 VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier, op. cit., p. 608.
43
los habitantes de ellas movilizar rápida y económicamente sus productos naturales hacia
los centros consumidores”.28
Las difíciles vías de comunicación y los altos costos asociados tenían una incidencia
directa sobre la comercialización de los productos agrícolas y pecuarios, y, por ende, sobre
la posibilidad de explotar los recursos a escala comercial. “Las sabanas forman, como se
sabe, la fuente principal de las riquezas del Estado de Bolívar. Ellas se hallan rodeadas de
centros de producción muy variados, y sólo les faltan vías de comunicación cómodas y
económicas para hacer abundar en ellas y exportar afuera todas las cosas necesarias”.29
El comercio fluvial entre Montería y Cartagena, incluía productos como carne salada,
arroz, cuero y maíz, cuyo manejo dejaba mucho que desear en términos de higiene y
conservación.30 En este caso la ganadería ofreció también una ventaja relativa en la medida
en que los hatos podían ser transportados en pie hasta centros de distribución y consumo
como Medellín o Magangué.31 Incluso a pesar de las dificultades adicionales que ofrecía la
época de lluvias y de los costos que debía asumir el productor por la reducción de peso del
ganado transportado (hasta del 25 por ciento en un viaje de diez horas a pie),32 el comercio
28 Del Castillo, citado por POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 310. 29 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 102. 30 Hay que tener en cuenta que si las condiciones del clima no eran favorables, la carga podía llegar a pudrirse o incluso perderse en la travesía. Para tener una idea de las condiciones de almacenamiento y de las dificultades que el clima representaba para la comercialización de los productos entre el Sinú y Cartagena ver: Ibid., p. 87-90. De hecho, el riesgo que debían asumir los comerciantes era alto si se tiene en cuenta que perder la carga era bastante probable. Este es el caso, por ejemplo, de los 26 sacos de arroz y otros tantos de café y azúcar que eran transportados desde Cartagena hacia Montería por el comerciante Fuad Harvasly. La carga que “puede ser por valor hasta de ciento cincuenta pesos oro” se perdió como resultado del mal tiempo. Notaría Primera de Montería (NPM), No. 94, 1916, Vol. 2, f. 64. (Se mantiene la ortografía original y la numeración que aparece en los folios). 31 Los viajes podían llegar incluso hasta Cúcuta, como señala José García, un vaquero entrevistado por Díaz: “Nosotros (...) hemos llevado viajes de ganado, por malos caminos y cruzando cordilleras, hasta Cúcuta, de a pié y con un morral a la espalda. Ni una sola res dejamos extraviar”. DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 152. 32 ROMERO, Mauricio, “Disputa por el poder, conflicto social y violencia política en el Caribe colombiano, 1950-1990”, informe final del proyecto Conflicto social y violencia en Colombia – CINEP, mimeo, Bogotá, 1993, p. 6. Según señala Percy, “Para Antioquia o para cualquiera otra parte que el ganado salga, lleva sobre sí las pérdidas consiguientes al viaje, verdaderamente incomprensibles de meses, por laderas unas veces fangosas, otras de piedra, con casi total carencia de alimentos (...)”. PERCY, Anselmo, “Porvenir de la ganadería...”, op. cit., p. 449.
44
interregional de ganado en pie fue considerablemente dinámico; la economía ganadera del
Sinú abastecía a los mercados de Cartagena, Antioquia y Santander.
Un ejemplo claro de los obstáculos del transporte que se han mencionado para la
región del Sinú, lo ofrece Posada Carbó en su libro El Caribe colombiano:
En la década de 1940 se utilizaban dos rutas principales para el transporte de ganando a Antioquia. La primera incluía el traslado del ganado a pie hasta el puente de Yatí, cerca de Magangué, en un viaje que podía durar hasta doce días y durante el cual los animales perdían alrededor de cincuenta kilos de peso por cabeza. En Yatí las reses se embarcaban en planchones y se llevaban hasta Puerto Berrío, desde donde se transportaban por ferrocarril hasta su destino final. En la segunda ruta se incurría aun en mayores pérdidas de peso, en esta ruta, que sólo podía emprenderse durante la época seca –de diciembre a abril–, variaban entre 80 y 140 kilos por cabeza.33
Como se señala en este ejemplo, la navegación fluvial jugó un papel importante en la
comercialización del ganado. Los hatos del Sinú eran a menudo llevados en pie hasta
Magangué para bajar por el río Magdalena y tomar el Canal del Dique hasta Cartagena.
Magangué se había consolidado como un importante centro de comunicación entre la
provincia del Carmen y el Sinú, y las poblaciones de los departamentos de Antioquia,
Magdalena y Santander, desde finales del siglo XIX, cuando el cambio del cauce del río
Magdalena por el brazo de Loba hizo posible que se convirtiera en uno de los centros más
importantes para la compra y venta de ganado.34
Del mismo modo, el movimiento comercial de ganado entre el Sinú y Antioquia, que
adquirió un dinamismo importante desde la segunda mitad del siglo XIX, trajo consigo la
preocupación por mejorar las comunicaciones entre ambas regiones. Aunque el proyecto
del Ferrocarril Central de Bolívar fue la obsesión de los ganaderos a principios del siglo,35
33 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 165. 34 “En la década de 1920, se calculaba que más de cincuenta mil reses pasaban cada año por Magangué”. Ibid., p. 268. 35 Según expresa Argüello, el transporte de ganado a pie: “desmejora de los kilos de peso diarios y la de la bondad de las carnes por la fatiga y el maltrato del viaje, el importe de éste en pastajes de posada a jornada de buey, lleva a no despreciable menoscabo el lucro racional de cada res. De aquí que éste contemple con imposición inaplazable una vía férrea que por el corazón de las sabanas –Palmito, Sincelejo, Corozal y Cincé– úna a Coveñas con Magangué, puntos terminal el primero y central y de enlace el segundo, de los recorridos terrestre u fluvial de aquella movilización”. ARGÜELLO, Julio, “Coveñas. El Packing House”, Revista Nacional de Agricultura (SAC), No. 204, junio de 1921, pp. 385-386.
45
el ganado se siguió transportando a pie, algunas veces usando el río o el ferrocarril de
Antioquia.
Como se deduce de todo esto, las redes comerciales que configuraron la región del
Sinú durante los años comprendidos entre 1900 y 1930 estaban organizadas a partir de los
centros de producción ubicados en la región y los centros de distribución y consumo como
Magangué, Medellín y Cartagena. Ello a pesar de que, sujeto a los caprichos del clima, a la
sedimentación de los tramos navegables, a los altos costos, a la escasez de recursos, etc., el
transporte representaba un problema mayor para el abastecimiento constante de carne, y de
algunos productos agrícolas como el arroz y el maíz, destinados al mercado interregional.36
De este modo, contradiciendo las aproximaciones que describen la economía de la
región a partir de la dualidad ganadería extensiva–agricultura de subsistencia, se perfila en
el Sinú un sistema de complejas redes de intercambio que hacían frente a las dificultades
que representaba el transporte de personas y de mercancías. Comerciantes, trabajadores e
intermediarios eran los que hacían posible el funcionamiento de la economía comercial del
Sinú. Teniendo en cuenta que “un elemento importante en el mercado regional era el
agente viajero, un virtual «engranaje comercial» en los pueblos dispersos y mal
comunicados de la costa”,37 es posible identificar el papel que jugaron estos intermediarios,
desde las grandes sociedades mercantiles, hasta los dueños de potreros de engorde pasando
por los transportadores de ganado, en el funcionamiento del intercambio comercial en la
región.
Mediante la revisión de los protocolos de la Notaría Primera de Montería es posible
dilucidar las dinámicas económicas la región del Sinú, principalmente de las zonas
36 En el caso específico de Cartagena, debido a la dependencia de la navegación fluvial como medio de transporte, la explotación de los recursos en las llanuras sinuanas estuvo motivada por las dinámicas económicas de la ciudad; sin embargo, como se verá más adelante, el suministro de productos primarios no estaba en condiciones de suplir la demanda. 37 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 222.
46
ubicadas al sur de Montería, Cereté, Lorica, San Carlos y Ciénaga de Oro. En primera
instancia, es posible identificar a los grandes comerciantes, a menudo sociedades comunes,
que se encargaban de negociar con productos regionales, como ganado, algodón y tabaco,
para llevarlos a mercados como el de Cartagena; así como de exportar e importar
productos. Este es el caso de sociedades como Casab y Harvasly, Del Toro y Pineda,
Antonio María Martínez y Compañía, y Spath y Compañía, conformadas a menudo por
prestantes ganaderos de la región.38 Si además se sigue, por ejemplo, a Octavio y León
Dereix, Antonio Lacharme, Salomón Chagüi y Manuel Luis Cabrales, entre otros, se
encuentra que a menudo estos empresarios-comerciantes, al tener un mayor acceso al
capital, actuaban como prestamistas, hipotecarios y comisionistas en la región.39 En
algunos casos, si nos referimos por ejemplo a la fábrica de licores de la sociedad comercial
Mendoza y Hermanos,40 o a la explotación de petróleo por parte de David Martínez,41 estos
personajes podrían también ser catalogados como industriales.
Por otra parte, aparecen en la región un conjunto de propietarios de tierras de engorde,
diferenciados de los dueños de las dehesas destinadas a la cría, que sugiere un grupo no
homogéneo de ganaderos. Los «contratos a pastaje» resultan aquí cruciales para entender
cómo la ganadería no era una actividad restringida a grandes terratenientes ni operaba
basada solamente en un sistema de propietarios y trabajadores:
El señor Manuel V. Jiménez, declaró: Primero – Que ha recibido del señor Martín Molina, ciento ochenta y cuatro (184) reses vacunas a pastaje al partir utilidades así: cuarenta y cuatro (44) vacas paridas; noventa y cuatro vacas (94) escoteras; nueve novillas (9) de dos (2) años; seis (6) novillas de año y medio; cuatro (4) terneras
38 Por ejemplo, NPM, No. 205, 1909, Vol. 2; No. 42, 1914, Vol. 1; No. 376, 1919, Vol. 3; entre otros. 39 Antonio María Martínez, José Saúl del Toro y Octavio y León Dereix son sólo algunos de los ejemplos de estos empresarios ganaderos que actuaban como prestamistas de sumas de hasta veinte mil pesos oro a cambio de propiedades como casas y potreros. Las tasas de interés oscilaban entre el 1.5 y el 7 por ciento mes vencido en términos de alrededor de dos años. Las modalidades varían: hipotecas, arrendamientos con hipoteca y venta con pacto de retroventa. Los pagos se hacían a menudo en pesos oro o papel moneda, aunque los pagos en especie no eran excepcionales. NPM, varios números. 40 NPM, No. 193, 1920, Vol. 4. 41 Ver ISAZA, José Fernando y SALCEDO, Luis Eduardo, Sucedió en la Costa Atlántica. Los albores de la industria petrolera en Colombia, El Áncora, Bogotá, 1991.
47
destetadas de un año; un (1) toro de tres (3) años; seis (6) toretes de dos años; quince (15) toretes de año y medio, y cinco (5) toretes de un año, las que se compromete a conservar y cuidar como propias en sus fincas rurales llamadas Palmira y Las Palmeras situadas en Jurisdicción de este Distrito [de Montería] – Segundo – Que el valor de este ganado es, según avalúo que de él han hecho de común acuerdo, dos mil trescientos pesos ($2.300,00) en oro legal, suma que corresponderá al señor Martín Molina al complirse el plazo del pastaje que será de un año a contar desde el primero de Junio del año en curso, y que el mayor valor que adquiera por procreación o por subida del precio ya avaluado de dichas reses, será repartible entre ambos por partes iguales – Tercero – Que llevará unos cuadros o registros rayados, ad-hoc, expresivos de las novedades que alteren el importe o precio de ese ganado por aumento o disminución, semejantes al que han hecho y firmado ambos contratantes desde el diez (10) de Junio último, y que renovará sucesivamente cada tres meses para coleccionarlos y poder apreciar así el progreso o atraso de las reses. Cuarto – Que no obstante el plazo de un año estipulado podrá, a voluntad de ambos contratantes, prolongarse o acortarse, según el ganado se mantenga al precio actual o bajare o que subiere respectivamente: y Quinto – Que atenderá y cuidará como atiende y cuida, su propio ganado, el que Molina tiene a pastaje al partir utilidades en Tres Piedras en las haciendas de los señores Brunal V. Guerra mediante una participación de un dos y medio por ciento (2½%) que Molina le cede durante su ausencia, sin incluir las utilidades que provengan del ganado a pastaje materia de este contrato – El Señor Martín Molina declaró estar de conformidad con lo declarado por Jimenez, por ser fiel trasunto del contrato verbal que con Jimenez celebró desde que comenzó a comprar ganado aquí en Montería; y además, que faculta a Jimenez para que, en casos excepcionales, pueda vender vacas escoteras gordas de malos resabios, con su importe compre vacas paridas (...).42
Estos aspectos de la ganadería serán analizados con mayor detenimiento y para
proseguir con el estudio de la configuración de los espacios regionales del Sinú es preciso
dar una mirada a la manera en la que la región se inscribe en el proceso de consolidación
de la economía exportadora colombiana.
Economía exportadora: las esperanzas puestas en la ganadería
Reconócese que la industria pecuaria, es la industria principal de la Nación; en consecuencia, los poderes públicos la auxiliarán y protegerán como base esencial de la prosperidad, de la redención económica y de la grandeza de la República.43
La asociación entre el volumen del comercio exterior y la capacidad de expansión
económica fue una de las preocupaciones centrales del país desde los comienzos de la
42 NPM, No. 190, julio 12, 1921, Vol. 3, ff. 14-16. 43 DELGADO, Samuel Jorge, “Proyecto de Ley” en “Algo sobre ganadería”, Revista Nacional de Agricultura No. 11, mayo, 1913, p. 780.
48
República.44 Como productor de bienes primarios, Colombia dependía del nivel de
exportaciones para crecer económicamente. El afán por promover la explotación de
recursos que tuvieran cabida en los mercados internacionales parece guiar, en términos
generales, el proceso de inserción de la economía colombiana en la «economía mundial».45
Tal contexto enmarca la actividad económica del Caribe colombiano, y específicamente de
la región del Sinú, para los años comprendidos entre 1900 y 1930.
El crecimiento económico que caracterizó la segunda mitad del siglo XIX estuvo
jalonado por el sector exportador. El envío al exterior de tabaco, quina, añil, algodón y
café, cada uno en su momento, se dio bajo un comportamiento empresarial de
“producción-especulación” según el cual se invertía en el producto que estuviera en auge
en el mercado internacional; a partir de este tipo de racionalidad económica se pueden
explicar los cortos ciclos de expansión y decadencia que caracterizaron este período.46
El siglo XX comienza luego de la bonanza cafetera. A pesar del deterioro de los
términos de intercambio y de la pérdida de valor de las exportaciones hacia 1899, los años
que siguen mostraron una mejora constante en el valor de las exportaciones, seguida por
44 “Del aumento de la exportación depende directamente la mejora de nuestra pavorosa situación económica”. ORTIZ WILLIAMSON, Gabriel, “Causas de la miseria en el país”, parte I, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 5, junio de 1909, p. 129. 45 En este análisis se siguen los planteamientos de Ocampo, según los cuales la debilidad del comercio exterior colombiano, pese a sus potencialidades, determinó la frágil inserción del país en el mercado mundial. Con un mercado doméstico limitado, la política económica del país estuvo encaminada a fomentar las exportaciones, así como la inversión de capital extranjero. Ver OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial..., op. cit.. 46 “El objetivo de la “producción-especulación” no era generar factores de exportaciones estables, o al menos así operaba objetivamente, sino más bien apropiarse de la ganancia extraordinaria asociada a la escasez. (...) La expansión de un sector de esta naturaleza resulta altamente dependiente de los precios internacionales y entra en crisis tan pronto como los proveedores estables y dinámicos aparecían en el mercado mundial”. Ibid., pp. 61-62.
49
una expansión posterior del sector impulsada por la producción de bienes primarios cuyo
destino principal era Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia.47
Años más tarde, el acaecimiento de la Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias
negativas sobre la demanda internacional y como consecuencia de ello se hizo notoria la
alta dependencia del país frente al sector exportador, lo que contribuyó a que se dieran los
primeros pasos hacia la implementación de un modelo de desarrollo basado en la
promoción de la industria nacional.48 Sin embargo, en lo que tiene que ver con la
ganadería, la coyuntura de guerra hizo posible la ampliación de la demanda de carne por
parte de Estados Unidos, que se vio obligado a buscar nuevas fuentes de abastecimiento,
dentro de las cuales la economía ganadera del Sinú ofrecía alternativas viables:
En cuanto al ganado, basta saber que M. John Barrett, Presidente de la Unión Panamericana, declara, en artículo reciente, que los Estados Unidos, debido al crecimiento de su población y a sus nuevas industrias, necesita introducir de países productores, ganados que equilibren el gran déficit que hoy tienen en la producción de carne, aconsejando que dicho comercio debe establecerse con Venezuela y Colombia, naciones éstas que tienen grandes dehesas naturales y artificiales para la cría de ganados, y ser estos países los más cerca de los Estados Unidos capaces de producir el ganado que ellos necesitan.49
47 Tabla 5. Evolución del valor de las exportaciones nacionales (1896-1910).
Valor de las exportaciones
(en miles de pesos oro) Año Total 1896 18597,4 1897 16820,4 1898 19154,1 1899 16400,4 1905 12216,1 1906 14613,9 1907 14480,5 1908 14998,7 1909 15829,0 1910 17786,8
Fuente: Ibid. 48 En lo que se refiere a la política económica colombiana, la guerra fue importante “para mostrar la ausencia de mecanismos económicos y financieros que protegieran medianamente al país contra las suspensiones y oscilaciones bruscas de su comercio internacional”. KALMANOVITZ, Salomón, Economía y nación, una breve historia de Colombia, Medellín, Cinep, Universidad Nacional, Siglo Veintiuno Editores, 1985, p. 258. 49 SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Café y ganado”, tomado de Informaciones, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 136, octubre de 1915, p. 652.
50
Posteriormente, a partir de la década del veinte, se dio una mejora significativa en las
exportaciones acompañada de la afluencia de capital extranjero y la ampliación del crédito
internacional:50
El crecimiento global se vio impulsado por un sector externo que, por la vía de las exportaciones, sobre todo de café, y por la del endeudamiento, permitió superar las limitaciones estructurales que caracterizaban la economía colombiana en los decenios anteriores, gracias a la expansión del gasto público, la mayor capacidad para importar y el incremento de la demanda interna derivada de los mayores ingresos cafeteros.51
Dos cambios importantes se pueden percibir a lo largo de estas tres primeras décadas
del siglo XX: la entrada de Colombia al mercado mundial gracias a su sector exportador y
la consolidación del mercado interno. “De 1910 a 1913, el valor de las exportaciones de
Colombia se había incrementado en un 93%, en tanto que entre 1905 y 1922 la red
ferroviaria se había expandido en un 122%”.52 De esta forma, el mercado interno
colombiano se consolidó en las primeras décadas del siglo XX; proceso en el cual la
50 Tabla 6. Evolución balanza comercial nacional (1888-1926).
Balanza comercial - Colombia (1888-1926) Año X M Balanza Año X M Balanza 1888 17607368 10657521 6949847 1910 17786806 17385039 4017671889 16241147 11811997 4429150 1911 22375899 18108863 42670361890 20968704 13228114 7740590 1912 32221746 23964623 82571231891 26949953 14883473 12066480 1913 34315251 28535779 57794721892 16209059 12476523 3732536 1914 32632844 20979228 116536161893 14630331 13403298 1227033 1915 31579131 17840619 137385121894 10771207 -10771207 1916 36006821 29660206 63466151895 15088406 11528365 3560041 1917 36739882 34751209 19886731896 18597352 16947113 1650239 1918 37443991 21783002 156609891897 16820411 18136598 -1316187 1919 79010983 47451724 315592591898 19921227 11090251 8830976 1920 71017729 101397906 -303801771899 16400374 9629103 6771271 1921 63042132 33078317 299638151905 22314916 12281720 10033196 1922 53731477 44148024 95834531906 14613918 10608394 4005524 1923 60257172 61106897 -8497251907 14480546 12088563 2391983 1924 85780541 52347914 334326271908 14998744 13513891 1484853 1925 84363382 85829707 -14663251909 15829041 11117927 4711114 1926 111717450 111440641 276809Fuente: TIRADO M., Álvaro, Historia económica de Colombia, op. cit. 51 BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero (1900-1928)”, en Ocampo, José Antonio (ed.), Historia económica del Colombia, Fedesarrollo, Siglo Veintiuno Editores, Bogotá, 1988, p. 195. Este momento de dinamismo económico se ha denominado “la prosperidad a debe” debido al aumento significativo del gasto público, motivado por la entrada de 25 millones de dólares provenientes de la indemnización por el Canal de Panamá y por la afluencia de créditos externos, acompañado por altos índices de inflación. 52 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial, op. cit., p. 52.
51
inversión en infraestructura de comunicación y transporte, y las políticas a favor de la
centralización, tuvieron una importancia definitiva.
Así, la articulación del mercado nacional se dio “como consecuencia de la unificación
geográfica, del desarrollo del comercio y del crecimiento de las vías de comunicación”.53
Pero si bien ésta constituye una condición importante para la integración del mercado
doméstico, vale la pena resaltar que dicha unificación se encuentra estrechamente asociada
a la ampliación de los intercambios interregionales y al creciente contacto con el mercado
internacional; elementos que permiten incluso afirmar que es para este momento que se da
el desarrollo capitalista colombiano, paralelo a los procesos de industrialización y
urbanización que se desatan.54
La ampliación de las perspectivas de comercio, estimuladas por estos dos fenómenos
–la inserción de Colombia al mercado mundial y la consolidación del mercado interno–
impulsó actividades productivas como el cultivo de arroz, maíz, cacao, caña de azúcar,
plátano y café. Con el mejor acceso a los mercados, que claramente no fue homogéneo
para todo el país, el comercio agrícola y la ganadería encontraron una oportunidad para
expandir su producción.
En lo que respecta al Caribe colombiano, el banano y el ganado fueron los bienes de
exportación que más se beneficiaron de la expansión del comercio exterior. La producción
ganadera, que si bien estaba destinada en su mayoría al consumo regional y al
abastecimiento de mercados del interior del país, recibió la influencia positiva de la
ampliación de los mercados internacionales, hasta el punto en que la ganadería empezó a
ser vista como una actividad tan lucrativa e importante para el país como lo había sido el
53 TIRADO MEJÍA, Álvaro, op. cit., p. 231. 54 Ver KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación, op. cit., p. 231.
52
café.55 Como se verá seguidamente, si bien aumentaron las exportaciones de ganado en pie,
las esperanzas de que el país se convirtiera en un importante exportador de carne congelada
a mercados como los de Estados Unidos, Inglaterra y Portugal, se vieron frustradas.56
Las exportaciones de ganado en pie, provenientes principalmente del sur de Bolívar, se
incrementaron de manera significativa para finales del siglo XIX (1878-1888 y 1898-
1906).57 El desarrollo de un tráfico activo de ganado en pie con Cuba para este momento
muestra un aumento importante en el monto de cabezas exportadas de alrededor de 6.500
entre los años de 1878 y 1881.58 Adicionalmente, el inicio de las obras de construcción del
canal interoceánico de Panamá impulsaron el comercio de ganado proveniente en su
55 Como se lee en un artículo de la Sociedad de Agricultores: “Sin duda alguna, el porvenir económico de Colombia está vinculado a estas dos simpáticas industrias [café y ganado], y por lo tanto, gobiernos y particulares están en el patriótico deber de fomentarlas, propendiendo a su constante desarrollo y a su mayor consumo en los mercados extranjeros”. SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Café y Ganado”, tomado de Informaciones, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 136, octubre de 1915, p. 652. Sin embargo, esto debe ser visto con cuidado. Como ya se mencionó, la comercialización del ganado se suscribió principalmente a los mercados domésticos. Esto puede ser visto como resultado del auge exportador cafetero en la medida en que los recursos invertidos para aumentar la producción de café generaron el efecto de enfermedad holandesa. Así, para la primera mitad del siglo XX, “(...) las exportaciones de la Costa Caribe se rezagaron en términos relativos como resultado de las consecuencias macroeconómicas del auge cafetero”. MEISEL ROCA, Adolfo, “¿Por qué perdió la Costa Caribe el Siglo XX?”, en Calvo Stevenson, Haroldo y Meisel Roca, Adolfo (eds.), El rezago de la Costa Caribe colombiana, Banco de la República, Fedesarrollo, Universidad del Norte, Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, 1999, p. 75. Para una explicación detallada al respecto, ver ibid. 56 “La mayor parte de las naciones europeas, no pudiendo mantener una cantidad suficiente de ganado para proveer a sus necesidades, tienen que recurrir al continente americano para llevar la carne con qué alimentar a sus habitantes. (...) las importaciones de esas naciones son inmensas: baste decir que una sola de ellas, Inglaterra (...) importó en 1912 400.750.000 kilos de carne, notándose (...) un aumento considerable en cada año, que fue en 1912, con relación al anterior, de 32.700.000 kilos”. CAMACHO, Guillermo G., “Colombia ante el comercio de carnes”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 164, febrero de 1918, p. 1470. Es importante tener en cuenta que Estados Unidos ocupaba el primer lugar en 1905 como abastecedor de la demanda europea. Sin embargo, con el aumento poblacional las tierras se destinaron al cultivo de cereales, las expectativas de los empresarios colombianos estaba puesta en la posibilidad de acceder a los mercados europeos: “Toca pues a la América latina satisfacer demanda tan inmensa, ya que no hay parte en el mundo que tenga tantas y tan formidables circunstancias para el desarrollo económico de la ganadería: sus climas, generalmente buenos, sus pastos excelentes y sus abundantes aguas, le señalan como tierras por naturaleza ganadera (...)”. Ibid., p. 1471. En lo que se refiere a las expectativas de exportación de ganado hacia Portugal, Calderón resalta que “(...) los ganaderos colombianos, especialmente los de los Departamentos de la Costa Atlántica, tendrán un nuevo mercado en Portugal”. CALDERÓN, Carlos, “Exportación de ganado al Portugal”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 10, junio de 1910, p. 305. 57 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial..., op. cit., p. 104. 58 Ibid., pp. 371-372.
53
mayoría de la región del Sinú. Años más tarde, fue nuevamente la demanda cubana la que
estimuló la exportación de una cantidad considerable de ganado en pie hacia la isla.59
Es de este modo que el siglo XX representa la consolidación de la ganadería como un
proceso estable de generación de riqueza para las llanuras de Bolívar, “entre 1898 y 1906
se habían embarcado cerca de 400.000 reses, por un valor de unos $9 millones, magnitud
fabulosa para la época”.60 Aunque también se enviaba ganado embarcado en pie desde los
puertos costeros a México, Venezuela, Costa Rica y algunas islas caribeñas, Cuba y
Panamá constituyeron buena parte de la demanda externa. “La demanda de ganado desde
la zona del Canal de Panamá durante la Primera Guerra Mundial y los años
inmediatamente siguientes revivió las exportaciones. Entre 1918 y 1922 se embarcaron
desde Bolívar hacia Panamá unas 93.000 cabezas de ganado”.61 De hecho, “entre 1921 y
1924 las exportaciones de ganado mayor por el puerto de Coveñas fueron de 83.186 reses,
lo que en peso equivalió a 75.122.390 libras”.62
59 “Con el fin de la Guerra de Independencia cubana, se inició la segunda bonanza de exportación de ganado hacia la isla, de mucha mayor magnitud que la anterior. En agosto de 1898 se iniciaron embarques desde Cartagena y Coveñas y algunas líneas de navegación (noruegas en su mayoría) establecieron de nuevo un comercio regular con la isla. Las exportaciones de Cartagena (incluyendo aparentemente a Coveñas) se incrementaron de 486 cabezas en 1897 a 17.700 en 1898 y a unas 65.000 en 1899; el valor de las exportaciones se elevó rápidamente, alcanzando $1.8 millones en este último año”. Ibid., pp. 373-375. 60 Ibid., p. 375. 61 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 181. Ya para 1905 es notorio el aumento en las exportaciones de ganado: Tabla 7. Monto de ganado exportado por el puerto de Cartagena (1891-1905).
Exportaciones de ganado 1891-1905
Año Cant. Reses Por Cgena. 1891 3650 n.d. 1892 3044 2203 1893 3504 2867 1894 6914 5240 1895 2482 1782 1896 2556 1788 1897 2236 486 1898 18784 17697 1905 116698 87114 Fuente: OCAMPO, José A., Colombia y la economía mundial, op. cit. 62 VILORIA DE LA HOZ, Joaquín, “Ganaderos y comerciantes en Sincelejo...”, op. cit., p. 32.
54
Es posible identificar claramente cuatro períodos de bonanza exportadora de ganado en
pie. La de 1878 a 1888, como ya se mencionó, tuvo por principal mercado a Cuba, donde
la crisis de la ganadería se convirtió en un factor principal para el aumento de la demanda
por parte de este país. El segundo período está delimitado por los años 1898 y 1906,
cuando la guerra de independencia cubana reactivó el comercio hacia la isla. La tercera
fase de auge exportador (1916 a 1926), como ya se mencionó, se dio gracias al mercado
creado por las labores de construcción del canal de Panamá; aunque para este entonces
países como México, Perú, Costa Rica, las Antillas Holandesas y Trinidad se convirtieron
en receptores de ganado proveniente del Sinú en su mayoría. Por último, resta mencionar el
aumento de la exportación de ganado que se experimentó hacia los años comprendidos
entre 1941 y 1944, motivado por la apertura del mercado venezolano.63
Aunque no se cuenta con datos suficientes de los montos exportados, esta información
permite identificar la importancia que obtuvo la ganadería como actividad productiva y de
inversión para los años comprendidos por este estudio. Resulta importante notar que,
aunque se trata de fenómenos relacionados, el crecimiento de la industria ganadera
obedeció principalmente al crecimiento de la demanda doméstica, más que a la dinámica
exportadora. La producción ganadera del Sinú se destinaba a satisfacer el consumo de
carne de los puertos del Caribe y sus áreas urbanas asociadas, así como el de la zona
bananera, que aumentaba su población gracias a la afluencia de trabajadores provenientes
de diversas regiones del país, y la demanda de las regiones del interior andino, entre las
cuales Antioquia constituía un importante mercado.
Por su parte, el papel que jugaron elementos técnicos, como la introducción de pastos
artificiales, de nuevas razas más resistentes al clima y del alambre de púas, parece ser
importante a la hora de explicar el crecimiento notable que tuvo la ganadería colombiana
63 POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit.
55
desde mediados del siglo XIX. La expansión de esta actividad productiva se hace evidente
sobre todo en la ampliación del área cultivada de pastos. Mediante el mecanismo
tradicional de roza y quema, la apertura de tierras para potreros se dio en detrimento de
amplias zonas selváticas. Sin embargo, a pesar de la velocidad que adquiere este proceso
en la costa caribe, no se debe ignorar que se trata de una transformación gradual, en la que
la introducción de pastos perennes y de la raza cebú no se dio de manera abrupta, sino
dando espacio muy lentamente al abandono de la ganadería trashumante.
La ampliación de la demanda doméstica se muestra en los registros de degüello. Por
ejemplo, en Antioquia.“se sacrificaron, de 1918 a 1919, 92.736 reses, y de 1925 a 1926,
127.295; el aumento fue constante de año en año, salvo el descenso de 1920 a 1921
causado por la crisis económica mundial que afectó al país de modo casi dramático”.64 De
acuerdo con los datos disponibles, es posible precisar que:
(...) el consumo en la segunda mitad del siglo se incrementó a una tasa del 2.7% en número de reses y del 3.7% en términos de carne; esta última cifra implica que el consumo por habitante se triplicó en esa época. Los estimativos sobre el acervo ganadero del país indican que éste se incrementó de unas 900.000 reses a mediados de siglo a 2.1 millones en 1882 y 4.8 millones en 1916.65
64 MESA, Darío, El problema agrario en Colombia, 1920-1960, El Tigre de Papel, Bogotá, 1972, p. 21. 65 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial, op. cit., p. 371. Los datos de degüello muestran las tendencias de producción de carne: Tabla 8. Sacrificios de ganado – Barranquilla (1919-1935).
Sacrificios Barranquilla
Año Cabezas 1919 15729 1920 17040 1921 20390 1922 22332 1923 23198 1931 23000 1932 23000 1933 21800 1934 23500 1935 24792 Fuente: POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 163. Tabla 9. Sacrificios y consumo de carne – Medellín (1929-1942).
56
De la misma forma, los datos sobre el nivel de consumo de carne, al parecer
relativamente alto en algunas regiones del país, ilustran otro tanto. En departamentos como
Antioquia, Bolívar y Atlántico, el consumo de carne ascendió a los 35 y 50 kilos por año.66
Así mismo, Lleras afirma que “las reses de la costa abastecían una buena proporción de los
mercados de Caldas, Tolima, Santander y Antioquia”.67 En esta dirección, Posada Carbó,
citando a Oakley, señala que “el 34% de la producción ganadera de Bolívar era para el
consumo doméstico y el resto se distribuía en Antioquia (26%), Santander (17%), Tolima
(16%), Cundinamarca (3%), Atlántico (2%) y otros departamentos (2%)”.68
Las fuentes primarias parecen respaldar estos datos. Según Striffler, las costumbres
alimenticias en el Estado de Bolívar daban cuenta de un “régimen animal casi exclusivo”.69
En la misma dirección, Bell señala que “los colombianos gustan de la carne y el consumo
de carne de res, aun entre las clases más pobres, es muy alto... siendo el ganado de carne el
principal artículo de comercio entre un departamento y otro y entre uno y otro distrito”.70
El comercio de pieles y de productos lácteos ha de ser mencionado también como parte
de la actividad ganadera. La exportación de pieles ocupó un lugar importante desde el siglo
Sacrificios y consumo de carne en MedellínAño Cabezas kg/hab Año Cabezas Kg/hab1929 26114 48,04 1936 28611 50,331930 24079 48,33 1937 27550 43,611931 23347 45,98 1938 28994 44,151932 25578 51,22 1939 28996 41,651933 26732 50,67 1940 29668 42,591934 27314 49,76 1941 31653 45,071935 28292 49,22 1942 33761 46,59Fuente: Ibid., p. 166. 66 Ibid., p. 173. 67 LLERAS RESTREPO, Carlos, La economía colombiana. Desde sus orígenes hasta la crisis de 1929, Archivo Cultural Editores, Bogotá, 1990, p. 164. 68 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 164. 69 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 106. 70 Bell, Purl Lord, en POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., pp. 162-163.
57
XIX.71 Algunas estimaciones señalan que el volumen comerciado puede llegar a 5.000
toneladas para el período comprendido entre los años de 1906 y 1918.72 El mercado de la
leche y sus derivados fue en cambio bastante restringido debido a su difícil
comercialización. Los problemas de refrigeración y transporte hacían de ésta una opción
poco viable en términos económicos.
El impulso que recibió la economía exportadora para este período y el desarrollo de un
mercado nacional, fueron definitivos en la consolidación de la ganadería como una
actividad económica rentable en la región del Sinú. Si bien se dieron otras experiencias
exportadoras que se analizarán seguidamente, el país puso las esperanzas de crecimiento
económico, vía la explotación de un producto de exportación que parecía posicionarse en
el mercado internacional, en la carne que podía producirse en el Sinú. Los intentos de
construcción de un frigorífico –el packing house de Coveñas– a pesar de haber fracasado,
dan cuenta del optimismo que rodeaba a la empresa ganadera para la época:
Los actuales momentos son de una expectativa excepcionalmente halagadora para la ganadería colombiana: cuando los ejércitos comprometidos en la conflagración europea hacen un consumo diario de diez a quince mil reses; cuando la carne alcanza en Londres, Viena, París, etc., etc., precios fabulosos que sustraen el artículo a las necesidades de las clases pobres; cuando las pieles se colocan en los mercados mundiales a cotizaciones jamás vistas; y, finalmente cuando principia a notarse una creciente disminución en las existencias de ganados en los países exportadores, por virtud de los enormes pedidos que les hacen actualmente los gobiernos europeos, (...).73
El ganado era considerado “el mejor activo costeño de la nación”.74 Incluso es posible
encontrar afirmaciones del tipo: “Tomada como un todo, puede decirse que la ganadería,
en vista de su amplia distribución, el número de cabezas actualmente en el país, y su valor
71 “En 1920, las pieles constituían el tercer producto de exportación nacional, después del café y los minerales; años más tarde fueron desplazadas a un cuarto renglón por el banano y el petróleo”. POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit., p. 171. 72 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 192. 73 PARDO, Cesáreo A., “Industria pecuaria – El ganado cebú”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 151, enero de 1917, pp. 1063-1064. 74 Dawe, citado por POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 145.
58
en comparación con otros productos, forma la principal riqueza de Colombia,
sobrepasando al café como recurso nacional”.75
Así, el afán de implementar un packing-house en Coveñas era la muestra de que las
esperanzas estaban depositadas en el potencial exportador de la carne proveniente de los
hatos de la región del Sinú, lo que da cuenta del lugar privilegiado que ocupaba la
ganadería, al menos potencialmente, en la inserción del país a la economía mundial.
Como se ha visto, el mercado internacional de carne experimentó una expansión
importante durante las dos primeras décadas del siglo XX. El aumento en la demanda,
como era de esperarse, suscitó expectativas de producción y de desarrollo de la industria
ganadera, con el fin de exportar carne hacia Estados Unidos principalmente que, como ya
se mencionó, buscaba cómo abastecer el mercado nacional luego de la Primera Guerra
Mundial valiéndose de productores como Argentina, Uruguay y Colombia.
En este contexto, el Congreso aprobó en 1917 la ley de construcción del packing-house
en la bahía de Cispata, que sólo hasta 1923 estuvo listo para operar.76 A pesar de las altas
expectativas, algunos factores influyeron en que el proyecto tomara tanto tiempo en ser
aceptado: “Los celos regionales y ciertas resistencias a la presencia dominante del capital
foráneo en el país imposibilitaron que el Congreso adoptara una rápida legislación a favor
de los packing-houses”.77
75 Bell, Purl Lord, citado por Ibid., p. 145. 76 El frigorífico se muestra incluso como una necesidad inaplazable para el progreso del país. “Debemos, pues, señores, aprovecharnos de estas circunstancias felices y trabajar por la exportación de carnes. Pero para hacerlo salta a la vista la necesidad de establecimientos donde se beneficie el ganado y se prepare la carne para la exportación, es decir, de los Packing-Houses”. CAMACHO, Guillermo G., “Colombia ante el comercio de carnes”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 165, marzo de 1918, p. 1499. “Parece, pues, señores, que al fin se verán realizados los anhelos de los ganaderos de la Costa y al mismo tiempo de toda la nación”. Ibid., p. 1532. 77 POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit., p. 165.
59
Tras una inversión de más de 5 millones de dólares para la época,78 el frigorífico se
convirtió en un intento fracasado por modernizar la industria ganadera colombiana. Con el
fin de la guerra se dio una contracción en la demanda proveniente de Europa que, sumada a
los precios bajos del producto, se tradujo en el decrecimiento del nivel de las
exportaciones. Si además se tiene en cuenta que los altos costos de producción en el país se
traducían en precios poco competitivos en el mercado internacional, el rápido fracaso del
frigorífico no resulta difícil de explicar.79
El papel de la ganadería en la configuración de la región
Pocas regiones hay en Colombia tan bien adaptadas para las crías de ganados como el Valle del sinú. A la fecundidad de la tierra, y a la abundancia de las aguas se agrega la vecindad del mar, que con sus brisas sanea el aire y enriquece los pastos, haciendo innecesario el dar sal a los ganados. Como la propiedad está muy repartida, cada familia puede atender mejor el cuido del rebaño, por lo que las epidemias y enfermedades son muy raras y causan pocos estragos. Nada tan risueño como esa alfombra interminable de pastos, siempre verdes y frescos, y salpicada a poca distancia de blanco caserío y de árboles frutales. (...) Este Valle, con el tiempo, será un emporio de riquezas.80
La ganadería ocupaba un lugar privilegiado como articuladora de la región del Sinú.
Gran parte de las redes de intercambio que aquí se han descrito estaban configuradas en
78 La inversión estaba constituida así: 1.600.000 en materiales; 1.100.000 mano de obra, sueldos y jornales; 1.000.000 por 40.000 reses “que pastan en dehesas propias y arrendadas”; un total de 3.700.000 más 2.000.000 adicionales. ARGÜELLO, Julio, “Coveñas. El Packing House”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 204, junio de 1921, p. 379. 79 La ausencia de frigoríficos, que a menudo resulta incomprensible a la luz de los altos costos que asumía el productor de ganado (como ya se mencionó, la reducción del peso del ganado en un viaje de diez horas a pie era hasta de la cuarta parte), además de que “el sacrificio en los centros de consumo acumula aquí las mayores ganancias del negocio, mientras los productores asumen la mayoría de los riesgos , y la región como tal transfiere parte de sus excedentes económicos a los intermediarios localizados en las ferias de ganado, y por tanto a las regiones consumidoras”, ROMERO, Mauricio, “La disputa por el poder...”, op. cit., p. 6, ha sido a menudo interpretada como el resultado de la aversión al riesgo o de la ausencia de un espíritu empresarial en los ganaderos costeños. Sin embargo, esta explicación resulta poco convincente no sólo por el determinismo cultural y las gruesas generalizaciones que encierra, sino debido a que desconoce el peso de otros factores que ya han sido mencionados aquí. Para citar un ejemplo, Romero afirma que “el por qué la dirigencia ganadera del departamento de Córdoba no ha construido una mínima infraestructura frigorífica es posible que se explique por la ausencia de valores empresariales y la adversión al riesgo, rasgo característico de las élites de las sociedades ganaderas tradicionales”. Ibid., p. 6. 80 Martínez Camargo, Diego, en CAMACHO, Guillermo G., “Colombia ante el comercio de carnes”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 164, febrero de 1918, p. 1472.
60
torno a la economía ganadera dentro de la amplia gama de actividades, espacios regionales
e individuos que estaban conectados en función de las actividades de producción,
transporte y comercialización de la carne y, en menor medida, de los cueros y la leche.
En lo que se refiere a los mercados locales, la leche y el tasajo eran los principales
bienes que se comerciaban, junto con productos agrícolas de subsistencia como el ñame, la
yuca y el plátano. Del mismo modo, teniendo en cuenta las bajas tasas de población en la
región, el empleo ocasional de trabajadores para las labores de encierro y transporte de
ganado, así como para la apertura de pastos, debió crear cierta movilidad geográfica del
sector de la población que se empleaba temporalmente. El intercambio de productos y de
ganado generaba así mismo redes de intermediarios que relacionaban diferentes espacios
de la región del Sinú en función de las etapas de cría, levante y engorde.
Los tres momentos del proceso de producción de ganado eran llevados a cabo, por lo
general, por diferentes manos. Los ganaderos que contaban con mayor disponibilidad de
capital y tenían grandes propiedades, y por lo tanto un mayor suministro de pastos, podían
dedicarse al levante, engorde (ceba) y comercialización del ganado.81 La cría estaba al
alcance de pequeños y medianos ganaderos.82 La extendida utilización de los contratos a
pastaje muestra como la ganadería involucraba efectivamente un amplio espectro de la
población, no sólo a los grandes hacendados, a la vez que integraba diferentes espacios
intra e interregionales.
Un ejemplo de este tipo de contratos lo ofrece la escritura No. 168 de 1912 en la cual
consta el arrendamiento de un potrero ubicado en San Carlos. Juan Vergara “le arrienda al 81 Esto es bastante visible en los contratos de formación y liquidación de sociedades comerciales. La mayoría de sociedades con un capital inicial superior a los 2000 pesos oro estaba dedicada a la comercialización de ganados en gran escala. Por ejemplo, Asías y hermanos (NPM, No. 148, 1911, Vol. 2), Kerguelén y Benítez (NPM, No. 316, 1913, Vol. 3), Del Toro y Pineda (NPM, No. 95, 1916, Vol. 2) y Brunal y Guerra (NPM, No. 434, 1917, Vol. 4). 82 Los contratos de compra-venta de propiedades rurales archivados en la NPM dan cuenta de un amplio rango de pequeños y medianos propietarios de tierra con ganado. Incluso las fincas de menos de 40 hectáreas (alrededor de 5 fanegas para ese entonces, según entrevista con Don Abraham Ganem) constaban de yerba del pará y guinea y se encontraban cercadas con alambre de púas.
61
Señor Tamayo su citado potrero para pastar en él el número de ganados que le convenga á
él ponerle, por el término de veinticuatro meses contados desde el primero de junio en
adelante. (...) El valor de este arrendamiento es el de tres mil ($3.000) pesos mensuales ó
sea la suma de treinta y seis mil pesos papel moneda anualmente (...)”.83 Mediante el
arriendo, cuya tasa de interés era del 2% mensual, Vergara se comprometía a cuidar del
ganado de Tamayo, que ahora pastaría en sus dehesas, y a mantener las cercas en perfecto
estado. Además, Vergara debía mantener a Tamayo informado sobre del desarrollo de su
ganado.
En el ámbito del Caribe colombiano, Lorica, Sincelejo, San Carlos, Magangué,
Ayapel y Cartagena, entre otros centros de población, quedaban vinculados a las haciendas
ganaderas incluyendo los potreros de engorde. El ganado que era sacrificado en centros
urbanos como Cartagena y Barranquilla, debía ser transportado por vía terrestre, a pie,
arreado por vaqueros, hasta lugares donde fuera posible acceder al transporte fluvial o
férreo. Por ejemplo, la feria comercial de Magangué, operaba como centro de acopio y
venta, ya que el puerto sobre el Magdalena permitía el embarque de ganado a Cartagena y
su salida al exterior.84 La situación era la misma para Ayapel.
La colocación de ganado en los mercados del interior operaba de manera similar;
además de incluir a un amplio rango de trabajadores y negociantes, su comercialización se
valía de diferentes puertos fluviales como Magangué y Ayapel, así como de espacios por
fuera del Caribe colombiano situados en Antioquia, Santander y Tolima. Para el caso del
comercio de ganado con Antioquia, éste se realizaba a través de una red de negociantes que
mediaban entre los centros de producción de ganado y los mercados del interior del país.
83 NPM, No. 168, 1912, Vol. 2, folios sin numerar. 84 Ya para 1863 la feria de Magangué era reconocida como un punto comercial importante. Según señala Pérez, atraía a un número considerable de población. “Magangué, sobre la banda occidental del Cauca; es notable por la feria que celebra todos los años en los días 1, 2 i 3 de febrero, acaso la mas concurrida de toda la Union”. PÉREZ, Felipe, op. cit., p. 33.
62
Como la cría y el levante tenía lugar en áreas distantes de los principales centros de
consumo, los animales eran transportados a pie y luego eran cebados en haciendas
localizadas en el sur de Bolívar. Una vez allí, el ganado era llevado a la feria de Medellín,
que ya para finales del siglo XIX se consolidaba como “en el evento ganadero más
importante del país; con la de Buenos Aires pasó a ser la feria semanal de ganado más
importante de Suramérica”.85 [Ver tabla 10].
Tabla 10. Ventas de ganado en la feria de Medellín (1912-1950).
Ganado procedente de Bolívar vendido en la feria de
Medellín Año Cabezas Valor Año Cabezas Valor
(en miles) (en miles de $) (en miles) (en miles de $)1912 21,8 859,9 1925 25,3 1092,21913 30,5 1353,2 1926 27,2 2138,71914 17,6 731,1 1927 37,2 2033,61915 31,1 1075,2 1928 38,2 2378,91916 28,0 1033,8 1929 31,3 1838,11917 16,6 601,9 1930 18,7 1045,81918 17,1 654,8 1937 30,2 2761,21919 24,2 1214,1 1942 29,7 3120,11920 17,7 654,8 1943 35,6 4197,21921 8,3 319,2 1945 37,8 7613,61922 15,7 537,8 1949 41,8 16449,21923 14,8 542,7 1950 46,6 20652,6
Fuente: POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit.
Como ya se mencionó, el problema del transporte, sobre todo en época de lluvias, y
los altos costos asociados a éste y a la pérdida de peso del ganado explican la importancia
central que jugaron las redes de intercambio aquí descritas. La gran distancia entre las
haciendas productoras y los centros urbanos donde se efectuaba el degüello determinaba el
hecho de que los productores no fueran los mismos encargados de la comercialización del
85 POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit., p. 155. Para mayor información acerca de la feria de Medellín, ver BONET, Jaime, El ganado costeño en la Feria de Medellín, 1950-1997, Documentos de trabajo sobre economía regional No. 5, Banco de la República, Cartagena, 1998.
63
ganado. Los comisionistas, entre ellos compradores, despachadores y vendedores, eran los
encargados de conectar el complejo sistema compuesto por productores, potreros de ceba
(incluyendo aquellos donde se hacían paradas de pastaje y corralaje durante la travesía),
vaqueros, transportadores, plazas de ferias, comerciantes mayoristas, abastecedores y
compradores.
Por otra parte, la ganadería otorgó un lugar a la región del Sinú dentro de la
producción nacional de bienes de consumo. Su potencial exportador permitía conectar al
país con el exterior haciendo posible su inserción a mercados internacionales como los de
las Antillas, Cuba y Panamá. Al ser percibida como fuente de «progreso» por parte de un
importante sector de empresarios exportadores del país, como una salida posible al
«atraso», la ganadería se convirtió en parte del proyecto económico nacional para el
período que abarca las primeras tres décadas del siglo XX.86 Su papel en este sentido debe
ser analizado a la luz del contexto de una economía mundial dinámica que impulsó el
sector exportador nacional.
Los años de 1900 a 1930 determinan un momento de importantes transformaciones
económicas. La expansión de las redes mercantiles capaces de vincular a los productores a
un mercado amplio generó un mayor dinamismo en las economías regionales y niveles más
altos de acumulación de capital y de inversión en actividades productivas.87 Sin embargo,
la débil inserción del país al mercado mundial y las dificultades en la consolidación de un
mercado interno –el aislamiento de sus regiones y la falta de capital para construir una red
eficaz de comunicaciones– siguieron representando obstáculos importantes para el
86 Esto se puede ver en las afirmaciones hechas por Cunninghame hacia 1917: “el futuro aparente de Bolívar está en la industira agropecuaria”. CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 43. “Las llanuras del Sinú son conocidas ya como zona ganadera, y la clase de los ganados es constantemente mejorada. Por esto, digo, con tres ó cuatro millones de cabezas, cantidad que éllas podrían sostener, y uno ó dos packing-houses, el abastecimiento de carnes sería aprovechado en forma que hasta ahora no ha sido considerada”. Ibid., pp. 134-135. 87 Ver OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial,op. cit., p. 21.
64
crecimiento económico. Como respuesta a estos factores, las políticas económicas
colombianas estuvieron dirigidas hacia dos fines: aumentar el ingreso proveniente de las
exportaciones y atraer capital extranjero para la inversión.
En relación a las exportaciones, como ya se ha mencionado, el potencial de la región
del Sinú parecía estar dado en función de la producción ganadera. Mientras los cultivos
agrícolas se desarrollaban en pequeñas parcelas, con excepción de algunas plantaciones, la
ganadería se convertía en una actividad económica creciente. Las condiciones de escasez
de mano de obra, tecnología atrasada y precariedad del transporte, exigían inversiones
considerables para el desarrollo de una agricultura comercial, mientras que la ganadería
parecía haberlas incorporado como parte de su proceso productivo.
De hecho, la ganadería se consolidó para este período como una importante fuente de
ingresos para la región. Su relación con otras actividades como la extracción de petróleo y
la explotación de maderas y caucho, pero sobre todo con el comercio, indica la magnitud
de los flujos de capital hacia esta actividad, a la vez que revela la amplia red de
intercambios que se articulaban en torno a la comercialización de ganado.
La inversión extranjera en la ganadería del Sinú se llevó a cabo de manera indirecta en
la medida en que, en algunos casos, las compañías que llegaron hacia finales del siglo XIX
y principios del XX a la región con expectativas de explotación de oro y petróleo, de
maderas, caucho y cacao, terminaban destinando una parte significativa de sus capitales a
la producción y comercio de ganado.88 Este es el caso, por citar un par de ejemplos, de la
88 Viloria señala, por ejemplo, la manera en la que “las explotaciones madereras adelantadas durante largo tiempo, abrieron amplias zonas que luego sirvieron para actividades agrícolas y ganaderas, a lo largo de las cuencas de los ríos Sinú y San Jorge”. VILORIA, Joaquín, “Lorica, una colonia árabe...”, op. cit., p. 19. Para un análisis detenido de la presencia de empresas extranjeras en la región ver FALS BORDA, Orlando, Historia doble de la Costa, Retorno a la tierra, Tomo 4, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1986, y Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit.
65
Sociedad Agrícola del Sinú, fundada con capital belga, y la George D. Emery Co.,
proveniente de la ciudad de Boston.89
Adicionalmente, un número considerable de extranjeros presentes en el Caribe
colombiano en comparación con el resto del país,90 entre ellos estadounidenses, alemanes,
franceses, italianos y judíos del este de Europa, pero sobre todo los llamados “turcos”
–inmigrantes sirios, libaneses y palestinos–, participaban de actividades comerciales que,
con asiento en ciudades como Cartagena y Barranquilla, empezaron a vincularse al Sinú en
las décadas finales del siglo XIX.91 Así mismo, los comerciantes de la región incluyendo
entre ellos a algunos extranjeros, como Diego Martínez y los hermanos Chagüi, empezaron
a aprovechar cada vez más las oportunidades comerciales que se abrían con el crecimiento
urbano de Cartagena y, en menor medida, de Montería y Sincelejo.
Así, una vez perfilada la importancia de la ganadería en la articulación de la región del
Sinú, es posible dilucidar el papel que jugó la expansión de esta actividad comercial en los
procesos de ocupación del territorio y de configuración de las espacialidades regionales.
89 NPM, varios números. 90 El impacto de los extranjeros en la economía y en la sociedad costeña fue significativo. Más del 33% de los extranjeros en Colombia vivían en la Costa Atlántica, lo que representa alrededor de 7.200 en 1938. POSADA CARBÓ, Eduardo, “Progreso y estancamiento...”, op. cit., p. 237. Ver también FAWCETT, Louise y POSADA CARBÓ, Eduardo, “En la tierra de las oportunidades: los sirio-libaneses en Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXIX, No. 29, 1992. 91 “En este período (1880-1930) se establecieron en Lorica y la región sinuana un número considerable de inmigrantes de origen árabe (sirios y libaneses en su gran mayoría), quienes fundaron casas comerciales y explotaron el transporte fluvial y marítimo entre los ríos Sinú-Atrato y la ciudad de Cartagena. Más adelante incursionaron en otros negocios como la ganadería, la agricultura y la finca raíz”. VILORIA, Joaquín, “Lorica, una colonia árabe...”, op. cit., p. 20.
66
II. La ganadería en la ocupación del territorio
Para explorar la configuración territorial de la región del Sinú, es preciso dar una
mirada a la forma en la cual operan las principales actividades económicas de la región.
Como sugieren las fuentes primarias analizadas en el transcurso de esta investigación, se
trata de una economía dinámica configurada a partir de redes de intercambio que
trascienden el plano local, donde el acceso a los recursos productivos –tierra, capital y
trabajo– está enmarcado en una realidad que desborda las dicotomías del tipo
capitalistas-trabajadores y latifundio-minifundio que han sido utilizadas recurrentemente
en la historiografía de la cuestión agraria para explicar la historia del conflicto por la tierra
en el Sinú.1
La consolidación de la producción ganadera como la actividad económica hegemónica
en la región se da luego de un proceso de ampliación de la frontera agrícola mediante la
«apertura de tierras», tras el avance de los potreros y la devastación del “monte”. Las
formas de ocupación del territorio que esto supone merecen un análisis detallado, sobre
todo si se tiene en cuenta que la frontera supone interrelaciones y tensiones que están
vinculadas a las estructuras de poder regional y obedecen de manera directa a los modos de
apropiación de la tierra, es decir, a la definición, consolidación y dominio de espacios que
se generan a partir de la expansión ganadera en la región.
De esta manera, se pasará a estudiar las formas de ocupación del territorio en el Sinú y
el papel que jugó la ganadería dentro de este proceso, esto con el fin de dilucidar los
1 Según observa Vallejo, el análisis marxista de la cuestión agraria en Colombia presentó tres problemas centrales: “1º - Ver sólo el problema social y político que subyace en el fondo de la cuestión agraria. 2º - Detenerse en el asunto económico y pretender explicarlo todo como un problema de fuerzas productivas y de mercado, y 3º - Limitarse al manejo de las categorías de análisis tal como fueron formuladas por los clásicos, sin entender las posteriores evoluciones del problema”. VALLEJO MORILLO, Jorge, “Problemas de método en el estudio de la cuestión agraria”, en Rojas, Humberto y Fals Borda, Orlando (eds.), El agro en el desarrollo histórico colombiano. Ensayos de economía política, Punta de Lanza, Universidad de los Andes, Bogotá, 1977, p. 108.
67
elementos que explican la configuración socioeconómica del espacio regional. Como se
verá, este proceso es en sí mismo conflictivo y, como tal, constituye el centro del problema
por la tierra.
Los productos agrícolas en el limitado mercado regional
La expansión más significativa de la agricultura regional se dio en la siembra de pastos para el ganado.2
La agricultura fue partícipe, al igual que la ganadería, de los diferentes intentos por
conquistar el mercado internacional. La explotación de productos como el tabaco y el
caucho, entre otros, estuvo en función de su potencial exportador.
Como ya se ha sugerido, la oferta agrícola enfrentó las dificultades del transporte y sus
altos costos, así como la escasez de recursos de capital, para lograr un efectivo
aprovechamiento de las condiciones económicas que ofrecía el país para los años
comprendidos entre 1900 y 1930, momento para el cual se dio un aumento significativo del
área total cultivada y se impulsó la producción agrícola gracias a la integración del
mercado doméstico.
La agricultura en el Sinú, si bien se dio paralelamente a la ganadería, no logró
consolidarse como una actividad que desplazara efectivamente la inversión en ganado y
tierras para potreros, lo que se reflejó en el predominio de la producción pecuaria en la
región. En algunos de los contratos de compra-venta de propiedades rurales es posible
identificar la composición productiva de los terrenos. Gran parte de la extensión de las
fincas estaba destinada a los pastos para el ganado, mientras los cultivos, que consistían
principalmente en plátano, coco, café, maíz y yuca, se hacían en pequeñas proporciones.3
2 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano, op. cit., p. 144, refiriéndose al Caribe colombiano. 3 Según los datos disponibles en las escrituras de compra-venta revisadas (NPM), cerca de un 87.6 por ciento de los terrenos de las propiedades rurales estaban destinados al cultivo de pastos artificiales (pará y guinea y, en menor medida, pastos naturales) y a los productos de subsistencia ya mencionados. El porcentaje restante
68
Las experiencias exportadoras, a pesar de ser significativas dentro del total del
comercio nacional con el exterior, fueron aisladas y se dieron dentro del ya mencionado
marco de “producción-especulación”. El abastecimiento del comercio intrarregional, que
pareció ser más constante, se limitó a algunos mercados locales y estuvo destinado, sobre
todo, a redes de intercambio bastante reducidas, destinadas a satisfacer las necesidades de
los poblados vecinos.
La exportación de tabaco aparece hacia finales del siglo XIX, cuando ya el producto
comenzaba a ganar un lugar importante en el mercado internacional. La mayoría del tabaco
producido en el Caribe colombiano provenía de la región de El Carmen, de donde luego
era transportado para ser vendido en las ferias de Magangué. De allí, algunos comerciantes
lo conducían a las casas exportadoras ubicadas en los principales puertos de la región
–Cartagena, Barranquilla y Santa Marta–. Se estima que para la primera mitad del siglo
XX, el tabaco del Carmen se posicionó en Alemania y los Países Bajos, logrando un monto
exportado de 3.900.000 kilogramos por año.4
En la región del Sinú, el cultivo del tabaco se hacía en sementeras de corta extensión
donde el producto ocupaba un lugar secundario. Sin embargo, algunos documentos dan
cuenta de que parte del tabaco sembrado era recolectado y enviado a Cartagena para su
exportación.5
En el caso del arroz, su cultivo en la región se hacía también en pequeñas porciones de
terreno. Su importancia en la Costa fue grande en la medida en que la producción del Sinú,
a pesar de las dificultades de acceso a los centros de consumo, se destinaba al mercado
local y al abastecimiento de otros lugares del Caribe colombiano, principalmente
de los terrenos estaba dedicado a la siembra de cacao, caucho, tabaco, caña y árboles frutales. NPM, varios números, cálculos propios. 4 POSADA CARBÓ, El Caribe colombiano, op. cit., p. 92. 5 Tal es el caso de Fernando Del Río, un comerciante del Sinú, quien compraba tabaco en la región para luego llevarlo a Cartagena y exportarlo. NPM, No. 66, 1909, Vol. 1.
69
Cartagena. Sin embargo, durante buena parte de la primera década del siglo XX, el arroz
debía ser importado para satisfacer el total de la demanda nacional.
Aunque para inicios de los años veinte se dio una expansión del cultivo en la región
del Sinú, las importaciones volvieron a ganar fuerza con la caída de los precios que se dio
luego de finalizada la Primera Guerra Mundial. Sólo durante los años de la Gran
Depresión, la producción nacional se duplicó, posicionando al departamento de Bolívar
como el principal productor.
Por su parte, la producción de caña de azúcar en las llanuras del Sinú señala otro
ejemplo de cómo la demanda externa impulsó la siembra de algunos productos en la región
a pesar de que éste respondía principalmente al mercado de la Costa. La caña de azúcar era
un cultivo común, sin embargo, su explotación que estaba destinada a satisfacer las
necesidades locales no requería de una producción en grandes proporciones.6
La caña de azúcar se convirtió en un apetecido bien de exportación hacia la década de
1920, cuando se experimentó un aumento en su producción. Años más tarde, la Empresa
Azucarera Berástegui, fundada en 1928 por la familia Burgos en una propiedad cercana a
Montería, constituyó un notable intento por vincularse al comercio internacional de azúcar.
La hacienda Berástegui, de origen colonial, contaba con cerca de 12.000 hectáreas de
extensión.7 Sus propietarios (el General Francisco Burgos Rubio, el General José María
Berástegui, Zenón y Carlos Vellojín Burgos y Manuel Burgos Rubio para 1918), que
habían sido pioneros en la introducción del pasto pará y en las explotaciones de petróleo,
invertían ahora en las plantaciones azucareras.8 Sin embargo, la preeminencia de las
6 De hecho, sólo se encontraron casos aislados de propiedades rurales dedicadas en su mayoría al cultivo de caña. Adicionalmente, la estructura disponible para su procesamiento era bastante precaria. Por ejemplo el caso de la finca del señor James Crump que contaba con: trapiches de madera, pailas, botes, ocho bueyes, cinco burros, tres burras, un mulo. NPM, No. 266, 1908, Vol. 2, folios sin numerar. 7 Unos 30.000 acres según CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 247. 8 Cunninghame hace una descripción detallada de la hacienda basada en su propia visita. Ver ibid. Para información más completa ver BURGOS PUCHE, Remberto, op. cit.
70
actividades ganaderas de la propiedad sugiere que la caña de azúcar no constituyó un éxito
exportador.
Vale la pena mencionar también que productos como el cacao, el caucho, las maderas
y, de manera menos significativa, el corozo (o nolí, cuyo aceite era usado como
combustible para lámparas), el canime (de cuyo fruto se obtiene también un tipo de aceite)
y la raicilla (o ipecacuana, a la que se le atribuían propiedades medicinales), hicieron parte
de los esfuerzos exportadores de la región.9 La explotación de los bosques, que constituyó
una actividad fundamental en la región desde siglos atrás, fue reemplazada por actividades
más lucrativas; la importancia que tuvieron las maderas preciosas siglos atrás se vio
relegada por el avance de la ganadería.10
Productos como el cacao, a pesar del potencial exportador que obtuvo para el período
estudiado,11 se vieron limitados a la producción en pequeña escala para satisfacer las
demandas locales. Por su parte, el caucho, que parecía ofrecer importantes oportunidades
en el mercado mundial de goma, empezó a ser explotado en las riberas del río Sinú hacia la
segunda mitad del siglo XIX, sin llegar a constituirse para las primeras décadas del siglo
XX como un cultivo extenso según la importancia relativa que señalan los protocolos.12
9 Díaz ofrece una descripción del canime y la raicilla: “Ah! Este es uno de los tantos árboles milagrosos que tenemos en la Comarca. La madera de canime es de color amarillo. Es fina como el roble, pero más fuerte y más duradera. De la corteza se saca una fibra delgada, finísima, que se emplea en las cercas de las casas. (...) Dicen que es, como la raicilla, medicinal. Y creo que ahora venden un aceite que lleva el nombre de este árbol”. DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 61. “Ahora voy a mostrarle la planta [de raicilla]. No crece más de medio metro y es delgadita. Esta raíz la compran mucho en Montería, para enviarla a otros países, porque dicen que es muy medicinal”. Ibid., p. 60. 10 Para un estudio detallado de la explotación maderera en el Sinú ver FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit. 11 Según un artículo de la Revista Nacional de Agricultura: “Ha habido un aumento constante año tras año en este comercio valioso [comercio de cacao], y parece no haber límite a la cantidad que el mercado de los Estados Unidos es capaz de tomar”. SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Comercio del cacao”, tomado de De Canjes, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 141, marzo de 1916, p. 726. 12 Los aumentos en la demanda internacional del caucho, al parecer alentados por el desarrollo de la industria de automóviles, son reseñados en la Revista Nacional de Agricultura: “Durante los últimos uno o dos años la demanda ha sido igual á la oferta, pero ahora hay plena evidencia de que ésta exceda considerablemente”. SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Industria del caucho”, traducido de Financial Times, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 10, junio de 1910, p. 327. Sobre el cultivo de cacao en el Sinú, ver OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial..., op. cit., p. 381.
71
Sólo resta mencionar que la mayor parte de los cultivos hacía parte de la economía
campesina de la región. Productos como el plátano, la yuca, el ñame y el maíz eran
sembrados para el abastecimiento local. “Cada vivienda tiene su parcela de ñame y
maíz”.13 La conjunción de las dehesas con estos cultivos en pequeña escala reseñados en
las escrituras de compra-venta, hipoteca y arrendamiento de tierras fue, y sigue siendo aún,
una característica de la hacienda ganadera en la región del Sinú.
El aislamiento de los centros de población de la región determinó en buena medida el
desarrollo de los mercados locales de estos productos de autoabastecimiento: plátano,
yuca, maíz, arroz, azúcar, como se ha mencionado, eran sembrados en pequeñas parcelas y
su siembra se encontraba esparcido por toda la llanura sinuana. En este sentido, se puede
hablar de un mercado regional limitado que, sumado al difícil acceso al capital, a los
problemas y los altos costos asociados al transporte de mercancías y a la escasez relativa
de mano de obra; explica el rezago de la agricultura frente a la ganadería. “En estas
circunstancias, no debe sorprender que la siembra de pastos para alimentar ganado fuese
más atractiva que los cultivos agrícolas”.14
A menudo se ha señalado que, en la región del Sinú y en general en el Caribe
colombiano, la agricultura se encontraba en una situación de «abandono». Striffler, por
ejemplo, señala cómo el alto consumo de carne en la región responde a un “régimen animal
casi exclusivo que forzosamente se ha entronizado por el abandono en que se halla la
agricultura. En efecto, en ninguna parte la capacidad productiva del suelo se halla tan
reducida a las fuerzas ciegas de la naturaleza”.15 El viajero y geólogo francés resalta que
las potencialidades del suelo se desaprovechan debido a las precarias técnicas de cultivo:
Aquí ninguno comprende lo fácil que sería el economizar los grandes costos que anualmente se erogan en el descuaje de los montes a fuerza de brazos; ninguno
13 CUNNINGHAME, Robert, op. cit., p. 39. 14 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 135. 15 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 106.
72
comprende que con un buen sistema de cultivos se obtendrían resultados muy diferentes de los tan mezquinos que, después de contínuas ocupaciones, apenas suministran lo necesario para el consumo interior. (...) En general, todo viajero que ha admirado los campos cultivados de los países civilizados, experimenta la más penosa impresión al ver los campos descuidados e incultos del Estado de Bolívar.16
Si bien los avances de la agricultura fueron limitados, lo que se encuentra en general es
una confluencia de actividades agrícolas y ganaderas, donde estas últimas ocupan un lugar
predominante. “En conjunto, los logros fueron pocos, pero el desarrollo de la agricultura
estuvo lejos de ser estático. (...) Para 1932 la costa producía, entre las principales cosechas
regionales, más del 80% del algodón colombiano, 20% de su tabaco, 42% del arroz y 34%
del azúcar, además de una gran proporción de su banano [en la región del Magdalena]”.17
A pesar de ello, el dinamismo en la producción agrícola en términos del área cultivada
y del rendimiento no fue significativo para el Sinú, mientras la ganadería se consolidaba
para los primeros tres decenios del siglo XX como la principal actividad económica de la
región.
La actividad económica predominante: la ganadería
Hablando en general, la agricultura en Colombia no ha tomado el incremento que era de esperarse, fuera de las causas antes citadas por la dificultad de las comunicaciones, y porque hay más afición a dedicar capitales a la ganadería, cuyos rendimientos aparecen más lucrativos.18
Como se ha señalado, la ganadería se consolidó para mediados del siglo XIX como la
actividad productiva más importante del territorio sinuano. Según un estudio realizado
hacia mediados del siglo XX, “Bolívar cuenta con 2.886.000 cabezas de ganado cuyo valor
16 Ibid., p. 107. 17 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 134-135. 18 TORRES HERRERA, J.M., “Tema sobre: “Situación actual de la agricultura y de los agricultores en nuestro país””, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 179-180, mayo a junio de 1919, p. 1966.
73
se estima en $406.000.500. Su región ganadera principal es la del Sinú, en la que se
encuentran las concentraciones ganaderas más importantes de todo el departamento”.19
El período de estudio (1900-1930) constituye un momento crucial para la ganadería de
la región en la medida en que es para ese entonces que los aumentos en la producción,
estimulados por la introducción de mejoras técnicas y por el ensanchamiento de las
haciendas, permiten que la cría y comercialización de ganado se convierta en la actividad
económica predominante de la región.20 “Los cálculos parecen indicar que, a principios de
siglo, había 1.2 millones de reses en los departamentos de la Costa. En 1932, el sólo
departamento de Bolívar contaba 1.6 millones de cabezas vacunas”,21 lo que nos da
indicios de una ampliación considerable en la producción ganadera. Como señala
Bejarano, “de hecho, entre 1904 y 1930 el hato ganadero se duplicó, concentrándose en
buena parte en el departamento de Bolívar, que contaba en 1930 con 1.500.000 cabezas,
mientras departamentos como Cundinamarca, Valle del Cauca o Magdalena no superaban
las 500.000 cabezas”.22
La expansión de la ganadería hacia la segunda mitad del siglo XIX parece haber sido
un fenómeno común en diferentes regiones del país. Ya para los primeros años del siglo
XX, las concesiones de tierras públicas fomentaron la ampliación de la producción
ganadera al permitir el aumento del área destinada a potreros. [Ver mapa 13]. Según señala
Lleras Restrepo, “en varias regiones del país, el proceso de desmonte y ocupación de
tierras baldías muestra el tránsito de un período relativamente corto de cultivos agrícolas a
19 WILLIAMSON OSPINA, Jorge, Algunos aspectos de la ganadería en Colombia, Tesis de Grado, Facultad de Economía Industrial y Comercial, Gimnasio Moderno, mimeo, Bogotá, 1953, p. 27. 20 “Parece evidente que durante la segunda mitad del siglo el sector que creció más rápidamente fue el ganadero. Desde mediados de siglo se extendió la utilización de los nuevos pastos de guinea y pará, y buena parte de la expansión de la frontera agrícola, sobre todo las tierras que quedaron en manos de grandes propietarios, se destinó a la cría de ganados”. MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal...”, op. cit., p. 169. 21 POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la costa atlántica...”, op. cit., p. 146. 22 BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero...”, op. cit., pp. 184-185.
74
las siembra de pastos y a la formación y ensanche de ganaderías”.23 Según los datos de las
resoluciones archivadas en el Incora, para los años comprendidos entre 1900 y 1930, el
Estado concedió aproximadamente un total de 70.907 hectáreas en la provincia del Sinú.24
[Ver mapa 14].
Mapa 13. Adjudicaciones de tierras baldías por municipios (1901-1931).
Fuente: LEGRAND, Catherine, Colonización y protesta…, op. cit., p. 74.
Sin embargo, como ya se ha dicho, el lugar privilegiado que ocupó la ganadería como
fuente principal de riqueza en las llanuras del Sinú se explica en función de las redes
comerciales y de los mercados asociados a éstas. La cría y levante de ganado en pie se
23 LLERAS RESTREPO, Carlos, op. cit., p. 98. 24 INCORA, varios números, cálculos propios.
75
convirtió en la principal actividad de la región, alentada por el creciente comercio ganadero
para el abastecimiento de la región antioqueña y de las ciudades de la costa caribe
colombiana que para este momento se hallaban en crecimiento, como Cartagena, que
ocupaba un lugar importante dentro de la demanda de carne; hecho que, a su vez, tuvo un
impacto económico positivo sobre algunos centros poblacionales como Magangué, Ayapel,
Lorica, Montería y Sincelejo.25
A pesar de que los datos disponibles son escasos, es posible asegurar que el
incremento en el volumen de los hatos que se dio hacia la segunda mitad del siglo XIX
obedeció en parte a una mayor demanda doméstica de carne, así como al comportamiento
de las exportaciones de ganado en pie. En lo que se refiere al consumo interno, la carne
estaba destinada principalmente a los mercados urbanos y a pesar de que el desarrollo
ganadero satisfacía tanto la demanda por parte de la región del Sinú como la de la costa
caribe colombiana, los principales consumidores estaban ubicados en el interior, sobre todo
en las regiones de Antioquia, Tolima y Santander. Como nota Melo, el comportamiento de
25 Tabla 11. Habitantes principales centros poblacionales de la región (1912, 1918, 1928, 1938).
Habitantes principales centros poblacionales del Sinú
Población 1912 1918 1928 1938Cartagena, capital 36632 51382 92494 84937Montería 21521 23268 36581 64192Lorica 19005 19955 26159 41327Magangué 13406 14076 17049 27379Sahagún 10099 10604 19998 25932Sincé 16265 17078 24830 22850Carmen 16332 17149 29272 22144Corozal 10909 11907 22237 21832Mompós 14703 15435 16121 19656Sincelejo 14021 14722 20176 19521Ayapel 7206 7566 12279 19225Cereté 9286 9750 10455 16235San Onofre 11293 11858 12703 15645San Pelayo 6231 7253 10315 15294San Andrés de Sotavento 6821 7485 14478Ciénaga de Oro 9747 10234 13205 14241Fuente: Censos 1912,1918, 1928, 1938.
76
los precios de la carne indica un aumento constante en la demanda, ya que a pesar del
incremento en la producción, estos se mantenían en niveles altos.26
La información procedente de los degüellos en Medellín, así como de la feria que se
realizaba en aquella ciudad, reseñada en el primer capítulo, permite una aproximación al
monto de carne proveniente del Sinú que llegaba al mercado de la región antioqueña. Así,
por ejemplo, se observa un incremento notable para el período analizado. [Ver tablas 8 y
9]. Además, es importante tener en cuenta que la información sobre el volumen de ganado
sacrificado no comprende los degüellos no reportados.27
La expansión de la ganadería que de allí se infiere, también puede ser identificada en la
información disponible en los protocolos de la Notaría Primera de Montería, en tanto que
26 MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal...”, op. cit., p. 169. Tabla 12. Consumo declarado de carne vacuna según departamento (1892, 1916 y 1941).
Consumo declarado de carne vacuna
Kg/persona al año, 201.02 kg/res Departamento 1892 1916 1941 Antioquia 22,2 19,2 22,6 Caldas n.d. 20 24,3 Atlántico n.d. 37,8 27,6 Bolívar 23,9 25,3 15,9 Córdoba n.d. n.d. n.d. Boyacá 4,5 8,1 11,8 Cauca n.d. 15 16 Valle 15,3 28,5 25,8 Nariño 9,3 7,9 7,9 Cundinamarca 20,8 21,1 24,7 Magdalena 17,7 24,7 17,1 Santander 23,2 25 28,7 Norte de Santander n.d. 25,2 25,2 Tolima 31,2 32,8 30,2 Huila n.d. 29,5 35,2 Meta n.d. 10 27,2 Chocó n.d. 8 3,68 Guajira n.d. n.d. 2,1 Otros n.d. n.d. 17,3 Consumo Nal. 18,1 21,1 21,2 Fuente: PARDO PARDO, Alberto, op. cit. 27 Como señala Williamson, “En las estadísticas nacionales de degüello, no figuran sino los ganados que pagan la “guía”, o el impuesto de matanza. El número de ganados sacrificados clandestinamente, no figura en éstas; y puede afirmarse, que representan un volumen considerable”. WILLIAMSON OSPINA, Jorge, op. cit., p. 29.
77
es posible hacer el seguimiento de la dinámica comercial de la región. El creciente número
de «contratos a pastaje» y los datos sobre las sociedades comerciales creadas para este
entonces, revelan el lugar central que ocupaba la ganadería en las actividades económicas
de la región: “A finales del siglo XIX no había duda de que la ganadería era la industria
más importante en Bolívar. Se ha calculado que en la Costa había más de un millón de
cabezas de ganado a principios de este siglo [siglo XX]. Para la década de 1920 este
número se había duplicado, representando el 35% de la población bovina de Colombia”.28
Vale la pena repetir que la expansión ganadera se dio a pesar de factores adversos
como la lentitud con la que se introdujeron las variedades de pastos artificiales, los
sistemas de cercado y los cruces de razas. La trashumancia continuó siendo una
característica de la ganadería en la región pese a la implementación progresiva de pastos
perennes hacia la segunda mitad del siglo XIX. Como se ha dicho, su introducción, aunque
generalizada ya para la década del treinta, fue el resultado de un proceso paulatino. Esto
mismo se puede afirmar de los cruces con ganado cebú, raza que se caracteriza por su
resistencia a las regiones secas,29 y del cercamiento con alambre de púas.30
Mapa 14. Adjudicación de terrenos baldíos en la región del Sinú y sus alrededores (1907-1930).
28 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe Colombiano..., op. cit., p. 146. 29 El ganado cebú, originario de la India, fue introducido a Colombia en los primeros años del siglo XX. “En el Concurso Agrícola é Hípico de 1907 [1906] exhibió el Sr. José Bonnet productos de zebús. Entendemos que los zebús, padres, fueron traídos de la isla de Trinidad”. ORTIZ WILLIAMSON, Gabriel, “Ganado vacuno para tierra caliente”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 9-10, septiembre-octubre de 1908, p. 282. “El zebú es originario de Bengala, pero desde allí se ha propagado á lo lejos por Asia y buena parte de África”. Ibid., p. 284. Por otra parte, el cebú tenía buena fama por su resistencia a las faenas agrícolas, su fertilidad y contextura de la piel poco propensa a las garrapatas. “Entre las razas de que podemos servirnos para mejorar pronto y eficazmente nuestros ganados, no vacilamos en recomendar de preferencia la cebú, por las valiosas ventajas que se le atribuyen y que son bien conocidas ya en las Repúblicas de Sur América, especialmente en el Brasil”. PARDO, Cesáreo A., “Industria pecuaria – El ganado cebú”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 151, enero de 1917, p. 1065. 30 Los protocolos muestran que sólo alrededor de un 16.8 por ciento de las propiedades se transaron entre 1908 y 1911 en el mercado regional estaban cercadas con alambre de púas. NPM, varios números, cálculos propios. El difícil acceso al capital es citado en un par de ocasiones como causa de la lenta introducción de este mecanismo de delimitación de las propiedades. Por ejemplo, PINEDA, Rodrigo, “Por la industria ganadera”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 133, julio de 1915, p. 473.
78
Fuente: INCORA, Resoluciones de adjudicación de baldíos, elaboración propia.
Si se tiene en cuenta que las llanuras sinuanas estaban naturalmente cubiertas de
bosques, se entiende la centralidad de la «apertura de tierras» dentro del proceso de
apropiación del territorio, así como en la configuración de las formas laborales implícitas
en éste. [Ver mapa 15]. La tala y quema para “desmontar” y “abrir pastos” constituyeron la
base de la expansión de la propiedad ganadera e ilustran la manera en la que la ganadería
se adaptó a las condiciones de la región, sobre todo, a la escasez de capital y de mano de
obra, a la vez que explican de qué modo esta expansión estuvo limitada por las
restricciones al acceso a las mejores tierras.31
31 En la región, la ampliación de la frontera agrícola, bajo el aumento del área de potreros, se llevó a cabo mediante el procedimiento tradicional de roza (que consiste en cortar las malezas con un machete) y quema,
79
Así, la ocupación de tierras públicas sustentó la expansión ganadera en la región y
condujo a la formación de haciendas de gran tamaño: de las aproximadamente 76.000
hectáreas adjudicadas en la provincia del Sinú durante los años comprendidos entre 1907 y
1930, cerca de 45.000 estaban distribuidas en posesiones de 2.000 o más hectáreas.32
Como muestra la gráfica 1, la estructura agraria revela una desigual repartición de la tierra:
el total de hectáreas en manos del 80 por ciento de los propietarios es bastante cercano a
aquél en manos del 0.4 por ciento. [Ver gráfica 1].
Gráfica 1. Distribución de los terrenos adjudicados en la región (1907-1930).
Distribución de las adjudicaciones según tamaño (ha) (1907-1930)
6,2%8,1%
5,4%
79,9%
0,4%
4000 o más
2000-4000
500-2000
20-500
menos de 20
Fuente: INCORA, Resoluciones de adjudicación de baldíos, cálculos propios.
A pesar de ello, vale la pena notar la existencia de pequeñas y medianas propiedades y
el importante papel que éstas desempeñaron dentro del proceso de producción y
comercialización de ganado. La ganadería no era una actividad de grandes hacendados
ligado a formas laborales basadas en el sistema de “aparcería por pastos”, según la cual los campesinos se dedicaban a desmontar terrenos a cambio de la posibilidad de utilizarlos para cultivar productos autoconsumo. Para un análisis del papel de esta forma laboral en la expansión de la hacienda ver: OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial..., op. cit., p. 67; KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación..., op. cit., p. 196. También ha sido denominada por la literatura de la cuestión agraria como la “ley de los tres pasos” y ha sido interpretado como una forma de «explotación» del campesinado; ver por ejemplo: FALS BORDA, Orlando, Historia doble de la costa, Tomo 4, op. cit. y, del mismo autor, Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit., p. 41. 32 INCORA, Resoluciones de adjudicación de baldíos, cálculos propios.
80
solamente; por el contrario, involucraba tanto a un amplio espectro de la población
–comerciantes, transportadores, distribuidores, vaqueros, jornaleros, etc.–, como a terrenos,
que sin ser necesariamente grandes, servían para el pastaje y recuperación del ganado
transportado.
Incluso las grandes propiedades como la hacienda Marta Magdalena, que ya ha sido
estudiada con detenimiento,33 parecen ser la excepción en la región. Marta Magdalena fue
una hacienda ganadera antioqueña fundada a principios del siglo XX por la familia Ospina
en el sur de Montería. En 1913 se creó, también con capital antioqueño, la Sociedad
Agrícola del Sinú con el propósito de explotar los terrenos de la finca que antes
pertenecían a una empresa franco-belga, la Societé Française du Río Sinú, dedicada
principalmente a la extracción de maderas y el cultivo del cacao. “La Sociedad Agrícola
del Sinú destinaría los terrenos de Marta Magdalena al ganado de engorde con el fin de
venderlo en los mercados del interior, principalmente de Medellín y sus alrededores”.34 A
pesar del lugar que ocupó Marta Magdalena dentro de la producción y comercialización de
la ganadería en el Sinú, y de su importancia en el estudio de la región al ilustrar cómo la
expansión ganadera condujo a la formación de haciendas de hasta 10.000 y 15.000 cabezas
de ganado, las fuentes apuntan a que “la ganadería no era exclusivamente una operación a
gran escala. No todos los ganaderos eran propietarios de tierra y el número de pequeños
hacendados era significativo”.35
Mapa 15. La sabanización y expansión de la hacienda en la Antigua Provincia de Cartagena.
33 Ver, por ejemplo, POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit.; OCAMPO, Gloria Isabel, op. cit.; y FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit. 34 POSADA CARBÓ, Eduardo, “La ganadería en la costa atlántica...”, op. cit., pp. 155-156. 35 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe Colombiano..., op. cit., pp. 153-154. Ver gráfica 1.
81
Fuente: FALS BORDA, Orlando, mimeo (mapa facilitado por Fabio Zambrano).
Como se ha dicho, la existencia de pequeñas y medianas propiedades vinculadas
también a la ganadería, constituyó una de las características que adquirió la economía
ganadera en el Sinú. Éstas le permitieron responder a las dificultades que planteaba la
82
región, sobre todo en cuanto al transporte, la escasez de capital y las dificultades en el
suministro de mano de obra. Las redes mercantiles articuladas en torno al ganado
brindaron soluciones efectivas a estos inconvenientes. La trashumancia y el transporte de
ganado en pie hacían frente a las inundaciones y a las sequías, y a los problemas de
transporte, respectivamente. Como se mencionó en el capítulo anterior, los intermediarios
permitían acortar las distancias entre las haciendas de cría y levante, y los lugares donde se
llevaban a cabo la compra-venta y el degüello de ganado y, por último, el consumo de
carne.
Por su parte, el limitado acceso al capital planteaba importantes retos a una actividad
económica donde el crédito jugaba un papel central en la expansión de la producción:
Muchas personas, aun disponiendo de buenos pastos, no pueden dedicarse a la ganadería por falta de capital, pues si logran conseguirlo a interés, su tipo tan alto les hace prohibitivo el uso de él. Este es un serio tropiezo que no solamente se presenta al ganadero sino también al agricultor y al industrial y que constituye un factor importantísimo en el atraso del país.36
La lenta introducción de las mejoras técnicas y el predominio de la explotación
extensiva parecen estar asociadas a las restricciones de capital. Para un momento de la
economía nacional en el que la estabilización del papel moneda de curso forzoso estaba
aún en proceso y la restringida circulación de la moneda metálica no garantizaba liquidez,
la inversión por parte de los ganaderos se destinaba prioritariamente a la expansión de
tierras y de hatos.
Como muestran los documentos de hipotecas y de ventas con pacto de retroventa, el
crédito estaba en manos de algunos miembros de la élite económica de la región. A tasas
de interés que variaban entre el 1.5 y el 7 por ciento mes vencido, los préstamos eran
respaldados en la mayoría de los casos por propiedades rurales y bienes inmuebles. Los
36 CAMACHO G., Guillermo, “Colombia ante el comercio de carnes”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 166, abril 1918, p. 1534.
83
pagos se realizaban de diversos modos, incluyendo servicios personales, reses y productos
agrícolas, lo que parece apoyar la idea de que la circulación de dinero era limitada.37
Por ejemplo, los 12.000 pesos papel moneda que le debía Manuel Lesmes a José María
Gómez y a Jeremías Espinosa por concepto de la hipoteca de su finca debían ser pagados
en un plazo de dos meses así: “la mitad de la suma espresada la pagará en aseite de camime
a razón de ochocientos pesos papel moneda cada lata, i de buena calidad, i el resto dela
suma en caucho, cacao, raicilla i aseite de camime, por el valor que tengan esas frutas”.38
De manera similar, con motivo de una venta con pacto de retroventa, el señor Gómez
Calderez “se compromete a entregar a los Señores Massabuy, todo el cacao que produzca
la finca al precio dela plaza, obligandose a no disponer del cacao, ni de una sola arroba, sin
previo consentimiento de los Señores mencionados”.39
El aumento en la producción, teniendo en consideración el escaso uso de técnicas y
maquinaria producto del acceso restringido al capital, se encontraba ligado de manera
directa a la adquisición de mayores extensiones de tierra. La base de alimentación del
ganado, constituida casi exclusivamente por pastos,40 no dejaba otra alternativa que
ampliar los potreros con el objetivo de aumentar los hatos y así poder maximizar la
37 Al respecto de la escasez de dinero Ortiz señala: “No cabe duda que la asfixiante escasez del medio circulante es una de las principales causas del estancamiento de las industrias. La falta del numerario se prueba y se ha probado con plétora de argumentos. Basta saber que los países hispanoamericanos tienen veinte veces más numerario por habitante que Colombia”. ORTIZ WILLIAMSON, Gabriel, “Causas de la miseria en el país”, parte II, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 2-3, agosto-septiembre de 1910, p. 38. 38 NPM, 1908, Vol. 2, f. 97. 39 NPM, 1908, Vol. 2, f. 129. 40 Según señala Jaramillo: “No usándose todavía entre nosotros los henos de leguminosas –alfalfa, carretón, cow-pea;– ni los alimentos concentrados –tortas de semilllas de linaza, algodón, etc.– (...) para completar o balanzar las raciones del ganado, parece conveniente que a la luz de los experimentos hechos en Estados Unidos y Europa, aprovechemos nuestros pastos de potrero para obtener los mayores beneficios posibles”. JARAMILLO M., Luis E., “Yerbas y pastos. Su explotación racional”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 147, septiembre de 1916, p. 930. Este aspecto es también mencionado por Rivas: “El factor tierra es quizás el principal en la producción ganadera de las Llanuras, dado que la base de la alimentación de los ganados de la región la constituyen los pastos, la alimentación con otro tipo de alimento distinto a éstos es casi inexistente”. RIVAS RÍOS, Libardo, Aspectos de la ganadería vacuna en las Llanuras del Caribe en Colombia, Centro Interncaional de Agricultura Tropical – CIAT, Folleto Técnico No. 3, Cali, 1973, p. 45.
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ganancia.41 Del mismo modo, las dificultades en el suministro permanente de mano de
obra parecían encontrar en la forma de explotación extensiva una salida a las dificultades
que planteaba la economía regional. Para las labores que requerían una mayor cantidad de
mano de obra, como desmonte, cercado e inventariado, se contrataban trabajadores
temporales.
Es en este sentido en que, para la región del Sinú, la ganadería ofrecía una alternativa
segura a la inversión frente a actividades como los cultivos de exportación. A pesar de que
la amplia participación de diferentes intermediarios en el proceso de comercialización
hacía que la rentabilidad de la ganadería para los productores fuera menor, ésta era una
actividad menos riesgosa que la agricultura y la naciente industria.42
41 Anselmo Percy, un empresario ganadero de Magangué, observaba en una carta dirigida a la Sociedad de Agricultores de Colombia: “Tengan la bondad de considerar aquí (...) que por cada diez terneros que nazcan en su predio, el ganadero tiene que formar diez hectáreas más de potrero (...)”.PERCY, Anselmo, “Por la ganadería”, carta dirigida al Sr. D. Gabriel Ortiz Williamson, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 12, junio de 1913, p. 812. 42 La intervención de un número considerable de intermediarios hacía que el margen de ganancia de los productores fuera relativamente bajo. Las utilidades debían ser repartidas entre comerciantes, transportadores, comisionistas, etc. Al respecto Percy se lamenta: “Si la ruina de los ganaderos siempre se consuma por el abandono y la extorsión, segura es también la ruina y desaparición de esta industria. (...) Ojalá que tan tristes presunciones no se realicen, y que al fin la acción de los Gobiernos Nacional y Departamental alcancen a redimir los parias: al costeño que cría el ternero para venderlo en cinco pesos y al proletario del Interior que come carne a veinte o más la libra. Entre los intereses del uno y del otro hay una laguna que colman las aguas cenagosas de la especulación: depurarlas para hacerlas aprovechables al uno y al otro, es asunto de los hombres de Estado”. PERCY, Anselmo, “Porvenir de la ganadería en Colombia”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 133, julio de 1915, p. 451. Esto se ilustra mediante la distribución de las ganancias en el precio final de la carne que pagaba un consumidor promedio del interior: Tabla 13. Distribución de las ganancias provenientes de la ganadería (1934 y 1943).
Distribución de las ganancias Precio al consumidor en el interior (%) 1934 1943Productor (cría y levante) 41,4 44Transporte al interior 14,4 12Ceba en el interior 15,2 23Agente comisionista (a) 9,0 6Carnicero 20 (b) 9Impuestos 6(a) Costos de transporte local incluidos. (b) Impuestos incluidos. Fuente: POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 160. Para el caso de la feria de Medellín ver ibid., p. 160.
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Estos aspectos explican en buena medida el “triunfo”43 de la ganadería sobre la
agricultura:
En Colombia, ganadería y agricultura no significan, como en otros países, una misma cosa... los ganaderos por lo general desconocen casi completamente lo que es agricultura y el único cultivo con el cual trabajan, malamente por cierto, es con los pastos... en climas tropicales en donde las lluvias son tan irregulares es natural que la ganadería sea un negocio más productivo que la agricultura, sobre todo, en gran escala. Si las lluvias escasean, siempres es posible mover los ganados, lo cual no sucede con los cultivos, y aun cuando las inversiones iniciales son más fuertes para la ganadería que para la agricultura, los rendimientos son más constantes y las inversiones públicas menores y, finalmente, como ni la carne ni la leche alcanzan a satisfacer la demanda nacional, no se corre el riesgo de fluctuaciones en sus precios, sino que más bien existe siempre una tendencia al alza.44
Pese al predominio de los pastos en la región, el supuesto destierro de los cultivos por
parte de los potreros debe ser matizado; por una parte, debido a la existencia generalizada
de cultivos destinados al abastecimiento local y, por otra, en cuanto la agricultura
comercial, como se ha visto, constituyó una actividad económica dinámica en diferentes
momentos del período estudiado.
Más allá de eso, es importante revisar el modo en que la ganadería ha sido interpretada
por la historiografía de la cuestión agraria debido a que esta actividad ha sido vista como
uno de los mayores obstáculos al desarrollo de la agricultura debido al uso extensivo de
tierras fértiles y su consecuente acaparamiento. Al ser entendida como una actividad
“socialmente injusta”,45 se ha llegado a señalar a la ganadería como una “calamidad
43 Este triunfo puede ser visto en términos de la extensión de los potreros y no fue exclusivo, aunque sí sobresaliente, en la región del Sinú: “A pesar de los modestos progresos cuantitativos de la producción agrícola, la ganadería continuaba acentuando su papel en el uso de las tierras disponibles. Todavía en 1934, el 43.7% del área utilizada eran tierras en pastos, mientras que las cultivadas apenas representaban el 2.4%; el resto se destinaba a bosques. En regiones como el Atlántico, Boyacá, Tolima, Bolívar, Valle, Cundinamarca y Caldas, las tierras en pastos superaban el 50% del área total”. BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero...”, op. cit., p. 184. Sin embargo, vale la pena señalar que la expansión de tierras no es equivalente a la expansión de la producción. Como se verá más adelante, las tierras adjudicadas a menudo no eran explotadas en toda su extensión. 44 Beltrán Galindo, citado por TORO AGUDELO, Hernán, “Planteamiento y soluciones del problema agrario”, en Cataño, Gonzalo (ed.), Colombia: estructura política y agraria, Ediciones Estrategia, Bogotá, 1972, pp. 153-220.pp. 185-186. 45 LÓPEZ, Alejandro, op. cit.
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histórica” para el país.46 La contraposición entre la hacienda –el «latifundio» ganadero– y
la economía campesina ha dominado la literatura sobre los problemas de tierras en el
Caribe colombiano. Autores como Fals Borda, Kalmanovitz y Alejandro Reyes afirman
que la ganadería se constituyó en el Sinú como la fuente principal de desigualdades
sociales. La expropiación de tierra campesina por parte de la hacienda habría sentado las
bases de la explotación y expulsión de campesinos en la región.47
Este tipo de aproximaciones al problema por la tierra parecen menospreciar las
condiciones regionales que limitaban la expansión de la agricultura comercial. Por otra
parte, el uso de la tierra por la ganadería, además de no haber sido exclusivamente
latifundista, no es suficiente para explicar los profundos conflictos sociales que se
presentaron en la región a lo largo del período estudiado; ni los problemas asociados al
proceso de ocupación del territorio pueden ser simplificados bajo la dicotomía capitalistas-
trabajadores.
La presión por la tierra: una mirada a «la cuestión agraria»
A medida que las castas de explotadores van ensanchando, van extendiendo sus dominios, aquellas víctimas de la ignorancia son obligados a abandonar las tierras próximas a los centros de consumo. Y tienen que internarse más y más en la montaña, en la selva brava, en la Naturaleza indómita.48
46 KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación, op. cit. 47 Ver ibid.; FALS BORDA, Orlando, “Influencia del vecindario pobre colonial en las relaciones de producción en la Costa Atlántica colombiana”, en Rojas, Humberto y Fals Borda, Orlando (eds.), El agro en el desarrollo histórico colombiano. Ensayos de economía política, Punta de Lanza, Universidad de los Andes, Bogotá, 1977, pp. 129-160, y Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit.; y REYES POSADA, Alejandro, Latifundio y poder político..., op. cit. Vale la pena citar la crítica que hace Posada Carbó a estos trabajos: “Esta interpretación, respaldada por una escasa evidencia empírica, se basa además en otras hipótesis afines, entre ellas: primera, que la tierra podría haberse utilizado mejor en la agricultura; segunda, que la ganadería era exclusivamente una operación a gran escala y una empresa de terratenientes; tercera, que los cercamientos de tierras se habían expandido rápidamente después de la introducción del alambre de púas en la década de 1870; y por último, que las haciendas ganaderas pudieron superar los problemas recurrentes de falta de mano de obra mediante la acumulación de tierras”. POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 200. 48 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 90.
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La tierra en el Sinú, a pesar de su abundancia y de las bajas tasas de densidad
poblacional, no era un recurso inagotable.49 El acceso a las mejores tierras era restringido y
para este período puede identificarse una progresiva presión por la tierra alentada por la
expansión de los terrenos destinados a la ganadería que estaba siendo llevada a cabo
mediante la apertura de pastos y la adjudicación de baldíos.
Aunque una revisión detenida de la cuestión agraria escapa de los límites de esta
investigación, sí es posible mostrar cómo el centro del conflicto en la región del Sinú, más
allá de los «modos de producción», reside en las formas de ocupación del territorio. El
avance de la frontera agrícola es en sí mismo un proceso conflictivo: el espacio no estaba
“desocupado”, las mejores tierras –es decir, aquellas más fértiles, con mayor acceso al
agua y a las vías de comunicación– estaban siendo apropiadas prioritariamente por
aquellos quienes tenían acceso al capital y, sobre todo, debido a que la posibilidad de
adquirir tierras era limitada.50
El conjunto de estos factores, que para fines de este estudio se ha definido como
«presión por la tierra», permite explicar la relación entre la ocupación del territorio y los
conflictos en la región. Si bien la tierra era abundante, la ocupación progresiva del espacio
hacía de ésta un recurso de limitado acceso: la expansión de la frontera agrícola, los
arreglos laborales efectuados con este propósito, los pleitos por la definición de linderos y
49 López nota que el problema reside en el acceso a la tierra y advierte: “Creo conveniente anticiparme a una objeción que veo venir: ¿cómo podrían faltar tierras a los deseosos de cultivarlas, aún entonces, cuando hoy mismo abundan, y si algo sobra en Colombia es tierra y monte?”. LÓPEZ, Alejandro, op. cit., p. 28. Su explicación apunta a que es el acaparamiento de los mejores terrenos lo que permite hablar de escasez de tierras en el país. 50 Es importante resaltar que si bien el proceso de apropiación del espacio ocupa un lugar central en el conflicto por la tierra en el Sinú, éste no es suficiente para explicar los diferentes conflictos sociales que se dieron para la época. Historias como la de “El Boche”, la ocupación de Tinajones o los problemas que tuvo Vicente Adamo con el poder político regional, que se insertaron en la memoria colectiva de los sinuanos y han sido documentados ampliamente por autores como Fals Borda (ver FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, Hacienda y Poblamiento..., op. cit.) y Víctor Negrete (ver NEGRETE, Víctor, Origen de las luchas agrarias en Córdoba, Fundación Caribe, Montería, 1981), así lo muestran. Este aspecto será retomado con detenimiento en el tercer capítulo.
88
el cercamiento de tierras, la carrera por la adquisición de baldíos, los contratos a pastaje,
son algunos de los elementos que dan cuenta de ello.
Vale la pena detenerse en la noción de “ocupación” del espacio, ya que esta puede
resultar problemática en la medida en que al hablar del “llenado” de la frontera se está
presuponiendo la existencia de espacios “desocupados” o “vacíos”.51 Aunque el término
habla principalmente de la ausencia de asentamientos humanos y cultivos permanentes, lo
que aún tendría que ser demostrado a través de una investigación cuidadosa, es importante
aclarar que con él se hace referencia a la transformación del espacio en sus dimensiones
tanto físicas como territoriales.
Incluso, a partir de la idea de grandes espacios desocupados, el Caribe colombiano ha
sido caracterizado como un vasto territorio donde la escasez de brazos y abundancia de
tierras hizo de los arreglos laborales, mecanismos perversos de sujeción de la mano de
obra, y de la tierra, un bien enteramente disponible.
A pesar de que los bajos niveles de población dispersa por el territorio que abarca la
región del Sinú permiten hablar de una escasez relativa de mano de obra para el período
estudiado,52 esta afirmación obedecía más a la exagerada preocupación del Estado por la
“falta de brazos”; afán que no dejó de ser percibido como un problema nacional sino hasta
bien entrada la segunda mitad del siglo XX. La obsesión por promover el aumento
poblacional obedecía, entre otras razones, a la necesidad percibida de explotar la tierra para
salir del «atraso». La necesidad de manos para trabajar la tierra se refleja en afirmaciones
como: “(...) en todas las guerras triunfan las naciones que cuentan con más hijos, (...) la
51 Incluso la definición de “baldío” revela la idea de un espacio deshabitado: “Terrenos que carecen de dueño y por tanto son de propiedad del Estado”. Ley 110 de 1912, artículo 44. 52 Para el período de 1900 a 1930 la densidad promedio para todo el departamento de Bolívar fue de 5.7 habitantes por km2. Para la población de la provincia del Sinú ver tabla 4.
89
potencialidad económica e industrial de un pueblo dependen del número de sus ciudadanos
(...)”.53
Este tipo de observaciones, tomadas fuera de contexto, motivan percepciones según las
cuales “las provincias del Caribe colombiano tenían una baja densidad de población,
comparada con otras regiones del país, lo cual facilitaba (...) la adquisición de grandes
extensiones de terrenos rurales para dedicarlos a la ganadería”.54 Podría afirmarse incluso
que la tierra ha sido vista como un recurso virtualmente inagotable en la región para
comienzos de siglo. Sin embargo, a pesar de la baja densidad de población en el Sinú y
además de que existían grandes extensiones de tierra “sin dueño”, la adquisición de
terrenos para la ganadería o la agricultura estaba lejos de ser inmediata.
53 Petain, en ARMEGOL, Jaime, El libro de los padres, Voluntad, Bogotá, 1955, pp. 16-17. Los ejemplos son múltiples y hacen evidente que se trataba de una preocupación generalizada para el país que participaba de dos problemas mucho más complejos. (i) Por un lado, el proceso de consolidación de una visión productiva del campo, asociada al ideal del «progreso». Ver, GONZÁLEZ, Juan Manuel, “Una aproximación al estudio de la transformación ecológica del paisaje rural colombiano: 1850-1990”, en Palacio, Germán (ed.), Naturaleza en disputa. Ensayos de historia ambiental de Colombia 1850-1995, Universidad Nacional, ICANH, Bogotá, 2001, pp. 75-115. Este problema queda plasmado en afirmaciones como la que hace Tomás Herrera, mediante la cual ubica la falta de brazos al mismo nivel de problemas como la precariedad en la infraestructura del país y la “ignorancia de sistemas racionales de cultivo” como causas del «atraso» del país. TORRES HERRERA, J. M., “Tema sobre: “Situación actual de la agricultura y de los agricultores en nuestro país””, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 179-180, mayo a junio de 1919, p. 1966; o en afirmaciones como: “(...) la agricultura nacional no cuenta hoy con los brazos siquiera indispensables para el laboreo de los campos y la recolección de los frutos, porque la construcción de ferrocarriles, carreteras y obras públicas en todo el país, y el aumento consecuencial del valor de los jornales han creado una situación de justificada zozobra entre los elementos que constituyen las fuerzas productoras del país”. JUNTA DIRECTIVA DE LA SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “La agricultura y la escasez de brazos”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 259-260, enero a febrero de 1926, pp. 171-172. (ii) Y, por el otro lado, los intentos por ejercer un control estatal efectivo sobre la población mediante dispositivos como la higiene y la salubridad. Ver PEDRAZA G., Zandra, “Y el verbo se hizo carne… Pensamiento social y bio-política en Colombia”, Simposio Nacional Colombia siglo XIX: cultura y modernidad, Instituto Pensar, Pontificia Universidad Javeriana, mimeo, Bogotá, agosto 28 y 29 de 2002. Esto se muestra claramente en afirmaciones como: “Las habitaciones rurales para trabajadores en los climas cálidos en Colombia deben llenar los requisitos higiénicos generales y, además, aquellos peculiares a la localidad, que permitan evitar las enfermedades allí dominantes, que aumentan la escasez notoria de brazos y merman el rendimiento de trabajo útil”. ESCOBAR, Julio M., “Alojamientos para trabajadores en tierra caliente”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 146, agosto de 1916, p. 892; o en observaciones del tipo: “Desgraciadamente, los recursos nacionales de brazos y dinero, han sido y son insuficientes para la explotación de aquellas riquezas, y por lo tanto, para beneficiarlas, será preciso que esos elementos nos vengan de fuéra. Que venga capital, que venga inmigración sana y vigorosa”. SOCIEDAD DE AGRICULTORES DE COLOMBIA, “Datos estadísticos”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 187, enero de 1920, p. 249. 54 VILORIA, Joaquín, “Lorica, una colonia árabe...”, op. cit., p. 35.
90
Las fuentes primarias (protocolos, adjudicaciones y procesos judiciales) muestran que
si bien no se trataba de un recurso escaso, las tierras más productivas y mejor situadas no
estaban enteramente disponibles. Un seguimiento de las escrituras de compra-venta de
tierras respalda la idea según la cual “no parece que fuese fácil disponer de grandes
extensiones de tierra en el mercado”55 en cuanto las transacciones incluyen sólo en casos
excepcionales propiedades de gran extensión. La expansión de las dehesas parece darse
principalmente mediante hipotecas, ventas con pacto de retroventa y desalojos.
Aquí resulta fundamental señalar que el problema por la tierra trasciende los aspectos
relacionados con la extensión de los predios y su análisis precisa tener en cuenta la calidad
de los suelos y su localización, entre otros elementos.56 Los precios de la tierra, si se
observan los diferentes centros poblacionales de la región, permiten una aproximación a la
diferenciación de las tierras en el Sinú y a su evolución a lo largo de los años estudiados. A
pesar de que estos son sólo indicios del valor de las tierras en diferentes zonas de la región,
es posible visualizar que la presión por la tierra era mayor en municipios como Cereté,
Lorica, San Carlos, Montería y San Pelayo donde el precio de la tierra era más alto (127,11
pesos oro por hectárea en promedio).57 Así mismo, las resoluciones de adjudicación
muestran las áreas que progresivamente fueron ocupadas por la ganadería. Como es de
esperarse, las tierras más cercanas a los centros poblacionales ubicados en torno al río
Sinú, como Montería, San Pelayo y Lorica, eran las más apetecidas. De este modo, la
ocupación progresiva del territorio por parte de la ganadería permite hablar de un acceso
restringido a la tierra y de presión por este recurso productivo.
55 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 138. 56 OCAMPO, José Antonio, BERNAL, Joaquín, AVELLA, Mauricio y ERRÁZURIZ, María, “La consolidación del capitalismo moderno”, en Ocampo, José Antonio (ed.), Historia económica del Colombia, Fedesarrollo, Siglo Veintiuno Editores, Bogotá, 1988, p. 288. 57 Escrituras compra-venta NPM, varios números, cálculos propios.
91
Por otra parte, si bien la frontera agrícola no puede considerarse cerrada para los años
comprendidos entre 1900 y 1930, es importante mencionar que la creciente adecuación de
tierras para potreros limitó la posibilidad de los sectores bajos de la población de acceder a
una porción de terreno independiente.
Aunque, teniendo en cuenta las bajas tasas de población, los campesinos podían
subsistir gracias a los productos de sus parcelas, sin necesidad de vincularse de manera
permanente a la hacienda, la ampliación de los terrenos destinados a la ganadería y el
proceso de cercamiento, cada vez más difundido, pudo haberse traducido en un mayor
grado de competencia por la tierra lo que restringiría, consecuentemente, la posibilidad de
este sector de la población de acceder a los terrenos productivos. “Las condiciones para
cualquier tipo de subsistencia simple fueron deteriorándose gradualmente debido a las
presiones demográficas, al cercado de tierras y al desarrollo de centros urbanos”.58
Desafortunadamente, los datos estadísticos que proporcionan los censos no son
suficientes para documentar los procesos de migración que se dieron en la región. Sin
embargo, la movilidad de los trabajadores era probablemente alta.59 Según lo que muestran
los relatos de viajeros, existía un considerable sector de la población dedicado, de manera
temporal, a trabajos relacionados con la ganadería (inventarios, transporte, cercamiento de
propiedades, etc.) y la agricultura (siembra y recolección).60
En este sentido, es importante revaluar la idea de que los trabajadores se encontraban
“atados” a las grandes haciendas.61 En cuanto los productos como el pescado, la leche, la
58 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 79. 59 Rueda menciona que antes de la década de 1920, cuando se inician de forma significativa las migraciones campo-ciudad, la migración rural interna era intensa; sobre todo en los actuales departamentos de Bolívar, Córdoba y Sucre, donde las bajas tasas de crecimiento poblacional apuntan a que probablemente esta región se constituyó como zona de expulsión. RUEDA, José Olinto, “Procesos demográficos en Colombia”, Externado No. 2, junio de 1986, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, pp. 59-63. 60 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 90. 61 Ver, por ejemplo, BEJARANO, Jesús Antonio, “Contribución al debate sobre el problema agrario”, en Rojas, Humberto y Fals Borda, Orlando (eds.), El agro en el desarrollo histórico colombiano. Ensayos de economía política, Punta de Lanza, Universidad de los Andes, Bogotá, 1977, pp. 33-84.
92
yuca y el plátano eran baratos y fácilmente producidos en pequeñas propiedades, las
dificultades en el abastecimiento permanente de mano de obra se revelan como una de las
principales preocupaciones de los empresarios ganaderos y, sobre todo de los empresarios
agrícolas, quienes necesitaban un suministro constante de mano de obra. “Una agricultura
de exportación requería de muchos brazos libres”;62 mientras la ganadería necesitaba de
mano de obra intensiva sólo para las labores de desmonte, limpia y siembra de pastos.
Así, en la medida en que la ganadería ganaba territorio en la región, los contratos
temporales de arrendatarios y jornaleros para la realización de tareas específicas,
constituían las formas generalizadas de empleo. El trabajo en las fincas ganaderas era
bastante variado: administradores, contadores, capataces, almacenistas, vaqueros, peones,
etc. Para las labores de desmonte, cercado y mantenimiento de potreros se reclutaban
trabajadores de la región y se hacían diferentes tipos de contratos. Por lo general, los
campesinos recibían a cambio de su trabajo un pedazo de tierra en calidad de
arrendamiento. La apertura de pastos era quizás la labor que más necesitaba de mano de
obra:
(...) mientras en los valles del Cauca y del Magdalena la apertura de potreros se hacía con cuadrillas de trabajadores asalariados, en la Costa Atlántica se desarrolló un sistema de aparcería para ampliar la frontera ganadera; el aparcero recibía en ese caso un pedazo de selva, en el cual podía cultivar mediante el sistema de roza y quema tradicional, con la obligación de entregar la tierra sembrada de pastos.63
Los diversos arreglos laborales muestran, contradiciendo la idea de la existencia de
patrones feudales de sujeción de mano de obra en la producción ganadera, que la población
rural era bastante móvil. Así, el peonaje temporal, la aparcería y el arrendamiento, entre
otras formas de trabajo, hacen pensar que, pese a la existencia de medidas coercitivas por
62 TIRADO, Álvaro, Introducción a la historia económica..., op. cit., p. 157. 63 OCAMPO, José Antonio, Colombia y la economía mundial..., op. cit., p. 370. Este tipo de contratos de “tierra por pasto” es documentado por Díaz mediante una entrevista que hace a dos mujeres campesinas quienes siembran maíz y yuca para cambiar por diferentes productos en la tienda del turco Felipe o del turco Anastasio, a la vez que se ocupan, como otros habitantes del poblado de San Carlos, en «picar» monte. DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 24.
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parte de los hacendados para garantizar la afluencia de trabajadores en sus fincas, la
población campesina contaba con cierto grado de movilidad geográfica que, por supuesto,
se fue haciendo cada vez más estrecho a lo largo del período con la progresiva expansión
de la ganadería hacia áreas de colonización como el alto Sinú y la zona de Urabá.
La historiografía de la cuestión agraria ha dedicado numerosas líneas al estudio de la
condición de los trabajadores rurales en las diferentes regiones del país. Para el caso
específico del Sinú, Orlando Fals Borda en su Historia doble de la Costa, se ocupa de
explicar la explotación del campesinado vinculado a la hacienda bajo relaciones laborales
de tipo semi-servil, que incluso califica como “esclavistas”, como la matrícula, el avance y
el concierto.64
Según esta percepción, con sus formas propias de sujeción de mano de obra (concierto
y esclavitud), la hacienda se valió de las innovaciones tecnológicas introducidas para
acelerar su proceso de expansión y consolidación como unidad productiva hegemónica. La
generación de plusvalía y la “semiproletarización” del campesinado serían posibles gracias
a los contratos de palabra que, según el autor, ataban al campesino de por vida al
terrateniente: “se dibujó así otra situación parecida a la servidumbre, pero que ya
presentaba síntomas de las relaciones de producción capitalistas que irían a ser dominantes
más adelante”.65
El trabajo de Kalmanovitz encuentra evidencia para respaldar esta concepción de las
relaciones laborales existentes en el Sinú para las dos primeras décadas del siglo XX. De
este modo, el autor describe la matrícula como un arreglo mediante el cual:
64 En sus palabras, la matrícula “era un concierto forzoso o jornaleo remunerado muchas veces con base en avances de dinero”. FALS BORDA, Orlando, Historia doble de la costa, Tomo 4, op. cit., p. 120. Así mismo, el avance, o “peonaje por deuda”, como prefiere llamarlo, “era uno de los más despiadados mecanismo de descomposición del campesinado que podía afectar todas las relaciones de producción conocidas, especialmente las que obligan al mozo o peón a pagar en trabajo o en especie la renta de la tierra”. Ibid., p. 124B. De este modo, los avances en dinero por trabajo futuro obligaban al campesino a trabajar de por vida con el hacendado para saldar su deuda. 65 Ibid., p. 39.
94
(...) los campesinos parcelarios, que en su mayoría ocupaban tierras de hecho, debían inscribirse ante los alcaldes de cada localidad, y cuando los propietarios necesitaban mano de obra los mandaban llamar, les pagaban un salario fijado a su capricho y les daban la alimentación. Los que rehuyeran la matrícula estaban infringiendo una ordenanza estatuida por el departamento de Bolívar en 1892 y reiterada por el fugaz departamento de Sincelejo en 1908, cuyo incumplimiento significaba la cárcel.66
Otros autores, como Valencia y Díaz, se refieren a los conciertos como formas de
sujetar a los trabajadores a la hacienda de manera vitalicia. Los concertados son aquellas
personas “que nada tenían y que firmaban con la huella de los dedos el destierro, sin
retorno, a los grandes latifundios de los “blancos””.67
Imagen 3. El Boche, personaje legendario de la región. Ícono de las luchas que se dieron para la época entre propietarios y trabajadores.
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica, dibujos de Chalarka, Ulianov, Fundación del Sinú, Montería, 1985.
66 KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación..., op. cit., p. 165. 67 VALENCIA MOLINA, Jorge, op. cit., p. 115.
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Para ilustrar la realidad de estos trabajadores de la región Díaz cita a una entrevista que
realizó para el año de 1935:
Desde niño soy «consertado» de don Mario. Mi hermano Marcelo y yo trabajamos quince años en la hacienda de las Tablitas, ganando tres centavos diarios. Nos «consertamos» por la cantidad de cincuenta pesos. Y aún no hemos podido cancelar esta deuda. Afortunadamente don Mario acaba de morir. Quizá ahora quedemos libres de la deuda y de los regaños. O la heredarán nuestros hijos.68
Así concluye el autor que “la tierra sigue siendo fecundada por el sudor y la sangre del
campesino sinuano”.69
En la misma dirección, la tradición oral de los diferentes pueblos sinuanos que fue
recogida para el año de 1985 por la Fundación del Sinú en la Historia gráfica de la lucha
por la tierra en la Costa Atlántica, da cuenta de la violencia y las asimetrías de poder que
estuvieron presentes en las relaciones laborales inscritas en la hacienda.
Sin embargo, si bien resulta difícil negar que los abusos de poder y el ejercicio de la
violencia estuvieron presentes en el afán por abastecer de mano de obra las fincas
ganaderas y agrícolas, analizar estos aspectos de la cuestión agraria están fuera del
propósito de este trabajo. Valdría resaltar que la economía de la región del Sinú, entre 1900
y 1930, no se ajusta a la dicotomía latifundistas-campesinos. Como ya se ha dicho, la
presencia de pequeñas y medianas propiedades, los diferentes componentes de la red
comercial ganadera y la movilidad de la mano de obra sugieren la existencia de una
economía más compleja de lo que se ha mostrado.
Lo anterior vuelve a la preocupación inicial de este capítulo: la tierra como el eje
central en torno al cual se articula el conflicto en el Sinú. Pese a su abundancia, el acceso a
la tierra era limitado. Los avances en el cercado, el crecimiento poblacional y la ampliación
de la producción ganadera son algunas de las razones que explican las restringidas
posibilidades de adquirir tierras baldías para finales del período estudiado. En la medida en
68 DÍAZ, Antolín, op. cit., pp. 31-32. 69 Ibid., p. 125.
96
que la tierra no constituye un factor de libre acceso, la ampliación de la frontera agrícola
impulsada por la expansión de la ganadería sugiere la existencia de una notoria presión por
la tierra en diferentes zonas de la región, lo que, como se verá más adelante, explica los
conflictos asociados a la ocupación del territorio en el Sinú.
La ocupación del territorio y la configuración del espacio regional
Ellos van abriendo las trochas, derribando monte, sembrando pastos, haciendo sementeras, entregando sus vidas a la vorágine del trópico. Cuando ya han abierto las primeras rendijas por donde se cuela la luz solar, los afortunados de la casta se adueñan de todo. Pero ellos –los «montunos»– siguen avanzando hacia lo invivible.70
La acelerada expansión de la frontera agrícola que se dio en el país hacia la segunda
mitad del siglo XIX estuvo alentada por un significativo dinamismo económico.
Adicionalmente, los esfuerzos modernizadores del Estado en su afán por alcanzar el
«progreso», estuvieron dirigidos hacia un mayor aprovechamiento de los recursos
naturales; fin para el cual resultaba fundamental aumentar la producción de bienes
primarios, conformar un sistema de transportes que permitiera la comercialización de los
frutos de la tierra y promover la inversión extranjera.
Por su parte, la expansión terrateniente estuvo estrechamente asociada a la creación de
nuevos centros urbanos. Para el caso del Sinú, el dinamismo que alcanzan algunos centros
poblacionales como Sincelejo y Montería promueve la ampliación de la producción
ganadera:
Desde mediados del siglo XIX se deja sentir el fortalecimiento de municipios en el interior de la Costa. Estos son los casos de Sincelejo, Lorica, Chinú, Ciénaga de Oro, Carmen, Montería, Sahagún, cuyo origen no se encuentra en el poblamiento formal de la colonia, y que rápidamente aprovechan los principios de igualdad que permite la legislación de 1824, que introduce la municipalización (...).71
70 Ibid., p. 90. 71 ZAMBRANO, Fabio, “El poblamiento de la costa Caribe...”, op. cit., p. 263.
97
Así mismo, el aumento demográfico que experimentaron ciertas regiones motivó la
búsqueda de nuevas tierras para colonizar.72 “El proceso fue impulsado por la saturación
demográfica de algunas regiones, por el agotamiento de las tierras y por la existencia de
formas de concentración de la propiedad rural que hacían difícil la adquisición de una
parcela en las áreas ya pobladas”.73
Es en este marco en donde se desenvuelve parte importante del proceso de
transformación ecológica del mundo rural colombiano. La concesión de terrenos baldíos
con el fin de ampliar el área nacional productiva y las mejoras en los medios de transporte
y comunicación asociadas, impulsaron el proceso de «llenado» del territorio nacional.
Como señala Salvador Camacho Roldán: “El cultivo de la tierra y la cría de ganados
constituyen el interés dominante entre todos los intereses materiales del país, saber obtener
producciones de la tierra de un modo abundante y barato, es la primera de las necesidades
físicas de esta nación”.74
La producción comercial fue impulsada principalmente a partir de la adjudicación de
tierras públicas. Basada en la noción de “dominio eminente”,75 la política de manejo de
terrenos baldíos permitió el surgimiento de nuevas haciendas y, así, el ensanchamiento de
la actividad agrícola. Las grandes propiedades destinadas a la ganadería en el Caribe
colombiano surgieron al amparo de la ocupación de tierras públicas en la segunda mitad
del siglo XIX y primeros decenios del XX. Para el caso de la región del Sinú, la expansión
72 Para ver dinámicas demográficas, remitirse a la tabla 11. 73 MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal...”, op. cit., p. 130. 74 Camacho Roldán, Salvador, en GONZÁLEZ, Juan Manuel, op. cit., p. 77. 75 Las mercedes de tierras son el origen legal de la propiedad de la tierra en Colombia, basada en la idea de que las tierras pertenecen al Estado, la noción de “dominio eminente” guió el proceso de adjudicación de baldíos. “La teoría del dominio eminente implicó que el Estado disponía de las tierras nacionales de acuerdo con las necesidades económicas del país y que el requisito fundamental de propiedad era la ocupación de las mismas (“regla de morada y labor”)”. YEPES, Fabio, “Ganadería y transformación de ecosistemas: un análisis ambiental de la política de apropiación territorial”, en Palacio, Germán (ed.), Naturaleza en disputa. Ensayos de historia ambiental de Colombia 1850-1995, Universidad Nacional, ICANH, Bogotá, 2001, p. 143. Ver también FALS BORDA, Orlando, Historia Doble de la Costa, Mompox y Loba, Tomo I, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979, p. 54B.
98
de la frontera agrícola ganó una mayor intensidad durante los años comprendidos entre
1900 y 1930. En este proceso, la transformación de los espacios regionales motivada por la
«apertura de tierras» y las formas de dominio territorial, guardaron una estrecha relación
con la expansión de la producción ganadera.
La titulación de tierras en la costa caribe colombiana se hizo sobre todo a partir de la
adjudicación de grandes propiedades a aquellos comerciantes, políticos y militares quienes
adquirieron en el pasado bonos territoriales para financiar el erario público. Así, parte
considerable del desarrollo ganadero del departamento de Bolívar estuvo motivado por la
venta y titulación de terrenos baldíos en extensiones de mil a tres mil hectáreas. “De hecho,
de las 923.743 hectáreas de baldíos concedidos en el país entre 1910 y 1937, 237.531 (el
29.6%) fueron adjudicados en Bolívar, con un promedio de 1.688 hectáreas por
propiedad”.76 Por su parte, las adjudicaciones en la provincia del Sinú ascienden a un total
de 67.654 hectáreas repartidas de 1900 a 1930, con un promedio de 270.6 hectáreas por
concesión.77
A partir de estos datos es posible identificar las diferentes formas de tenencia y uso de
la tierra que se desarrollaron a partir de las adjudicaciones. La configuración
socioeconómica del espacio regional del Sinú se muestra en la existencia de grandes
propiedades, como haciendas de alrededor de 2.000 y 3.000 hectáreas, destinadas sobre
todo a la ganadería; y de pequeñas propiedades de menos de 20 hectáreas ocupadas en su
gran mayoría por cultivos de abastecimiento como yuca, azúcar y plátano. Aunque las
propiedades intermedias hacen parte marginal de las adjudicaciones (5.4 por ciento), la
información disponible en las escrituras de la Notaría Primera de Montería muestra un
activo mercado de tierras entre 50 y 200 hectáreas de extensión sembradas principalmente 76 Seguidas de 191.677 hectáreas (el 20.75%) en Antioquia con un promedio de 1.453 hectáreas, y 102.013 en Magdalena (el 11.1%), con un promedio de 1.030 hectáreas. BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero...”, op. cit., p. 185. 77 INCORA, Resoluciones de adjudicación de baldíos, varios números, cálculos propios.
99
de pastos artificiales y naturales, o sea, dedicadas a actividades relacionadas con la
producción y comercialización de ganado y, en menor medida, a cultivos comerciales
como el cacao y el café.
Resulta importante tener en cuenta que, si bien la ampliación de la producción va de la
mano de la adjudicación de tierras públicas, no toda la tierra entregada y titulada era
explotada en su totalidad; de modo que la cesión de baldíos no corresponde de manera
exacta a la ampliación de la frontera agrícola, aunque permite determinar su magnitud.78
Según nota Striffler en sus observaciones sobre la Compañía del Sinú, el aprovechamiento
de la tierra adjudicada era limitado: “La compañía había obtenido una concesión de terreno
inmensa, que aun en caso de prosperar nunca hubiera podido explotar; tal es la
insaciabilidad de la ambición humana, que el continente vacío de la América, casi todo se
halla apropiado y casi nada cultivado”.79
De hecho, la expansión del terreno productivo motivada en buena parte por las
políticas estatales estuvo lejos de operar bajo la dirección o el control del Estado.
Paralelamente a la instalación de haciendas agrícolas y ganaderas en terrenos antes
poblados de manera dispersa, sobre todo tras la adjudicación de grandes porciones de tierra
tanto a empresarios nacionales como extranjeros, se presentaron en diferentes regiones del
país notables movimientos poblacionales de colonización que contribuyeron a la
78 “La expansión de la ocupación de tierras debe verse desde el punto de vista de tamaño de las adquisiciones que se han venido presentando. En el caso de adjudicaciones o adquisiciones de tamaño mediano se tiene la probabilidad de que se dé el aprovechamiento de las tierras, vinculando así la ocupación y la titulación, con la ampliación de la frontera agrícola. Por el contrario, las adjudicaciones de tamaños superiores por ejemplo a 3.000 hectáreas, con contadas excepciones, muy seguramente han permitido ampliar la superficie ocupada y titulada, pero su desaprovechamiento, su no explotación económica, conduce a determinar que en estos casos el latifundio crece y la frontera agrícola por el contrario no encuentra nuevos horizontes”. LÓPEZ GARAVITO, Luis Fernando, “Cien años de evolución de la tenencia de la tierra en Colombia (1884-1984)”, Externado No. 2, junio de 1986, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, p. 153. 79 STRIFFLER, Luis, op. cit., p. 172.
100
habilitación de bosques tropicales para la agricultura y la ganadería.80 Las problemáticas
asociadas a este fenómeno adquirieron características particulares en cada región y se
tradujeron en formas diferentes de conflicto por la tierra.
Asociados a la expansión de la propiedad ganadera de manera tanto directa
–adecuación de potreros que pasan a formar parte de la hacienda– como indirecta
–expulsión de campesinos que migran para establecerse en tierras de frontera–, el
incremento en el área de las propiedades ganaderas da cuenta de la forma en la que la
ganadería fue el principal factor que motivó diversas formas de ocupación del territorio
sinuano.
Si se tienen presentes los limitados recursos de capital y la lenta introducción de
técnicas en la producción agrícola de la región, la ampliación de la producción ganadera
fue posible en la medida en que aumentó el área de potreros. Como ya se ha mencionado,
en cuanto la alimentación del ganado consistía en pasto de manera casi única, los aumentos
en la compra y producción de ganado implicaban la necesidad de ampliar los límites de la
hacienda y “tumbar monte” para sembrar pastos.81
De esta forma, las haciendas ganaderas del Sinú lograron ser ampliadas con base en la
utilización de mano de obra de arrendatarios y jornaleros quienes fueron los encargados de
habilitar potreros mediante la siembra de pastos en terrenos cubiertos por selva. El lugar
que ocupa este proceso dentro de la actividad económica de la región es señalado por
Cunninghame: “La riqueza de éste [del Departamento de Bolívar] está centrada en sus
80 Según señala Romero, “durante el siglo 20 la frontera agraria se ha desplazado de las tierras altas del centro del país, con clima templado y frío, a las tierras bajas semiselváticas y con clima tropical”. ROMERO, Mauricio, “Disputa por el poder...”, op. cit., p. 27. 81 Este mecanismo es descrito por Yepes: “El campesino se compromete a tumbar cierta porción de terreno enmontado y lo usufructúa durante dos años, al cabo de los cuales, lo entrega sembrado en pastos al terrateniente, cuya inversión o pasa de algún adelanto para los primeros víveres del colono, y más adelante, las semillas de pasto y el infaltable alambre de púas. El campesino utiliza la tierra con siembras de maíz y plátano, eventualmente paga el préstamo y, vencido el plazo, se adentra monte adentro a “civilizar” tierras para el propietario”. YEPES, Fabio, op. cit., p. 145.
101
llanos de pastos (...) artificiales como los del valle del Sinú, que se han formado quemando
la jungla y sembrando después la tierra con hierbas perennes del Pará y Guinea”.82
Sin embargo, a pesar de la importancia de la incorporación de nuevas tierras a las
haciendas, y según se puede deducir del peso considerable que tienen los arrendamientos
de potreros dentro de las transacciones comerciales documentadas en las escrituras, el
aumento de la cantidad de ganado no siempre estuvo acompañado por una mayor
adecuación de tierras para pastos. “A menudo la expansión de los hatos tenía lugar a un
ritmo más rápido que la expansión de los potreros, con lo que la hacienda se veía obligada
a arrendar lotes vecinos”.83
Por otra parte, como resultado de las transformaciones que se dieron para el período de
estudio en la región del Sinú, la colonización constituyó otra importante forma de
ocupación del territorio. Dentro de este proceso, la expansión de la frontera agrícola por
parte de los antioqueños jugó un papel importante en la configuración del espacio regional
sinuano gracias al crecimiento del mercado de carne y estimulado por las mejoras de las
comunicaciones entre Antioquia y el sur de Bolívar que crearon incentivos para la
colonización del Sinú desde finales del siglo XIX.84
El movimiento de incorporación de nuevas tierras y de implantación de las
propiedades destinadas a la producción ganadera en la región motivado por los antioqueños
no se diferenció significativamente de aquél llevado a cabo por miembros de la región. Por
una parte, su influencia estuvo ligada a grandes inversiones de capital y a la introducción
82 CUNNINGHAME, Robert, op. cit., pp. 41-42. 83 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., p. 171. 84 MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal...”, op. cit., p. 132. Como afirma Romero, “desde inicios del siglo 20 estas tierras bajas [las zonas que rodean la región cafetera del departamento de Antioquia: parte alta y media del valle del río Sinú, parte alta y media del valle del río San Jorge, parte media y piedemonte del valle del río Magdalena, parte baja del río Cauca, la zona ganadera y bananera del Urabá y los límites con el Urabá chocoano] han recibido migrantes de las partes más pobladas y altas de Antioquia, al igual que inversiones de capitalistas de Medellín, interesados en la producción de carne para el mercado generado por el ingreso de exportación cafetera de las zonas templadas”. ROMERO, Mauricio, “Disputa por el poder...”, op. cit., p. 29.
102
de ganados para el abastecimiento de los mercados de Medellín y sus alrededores. Por otra,
los pequeños y medianos comerciantes que una vez instalados en la región pasaron a
formar parte de las redes de comercio de ganado, llegaron incluso a convertirse en
pequeños y medianos propietarios. Del mismo modo, la región recibió la influencia de
colonos pobres que fundaron sus parcelas en la zona del alto Sinú.
En términos generales:
(...) este movimiento colonizador se articuló con la introducción de los ganados de Bolívar por esta misma región y estuvo al origen de la instalación de haciendas ganaderas –de antioqueños– en el Sinú y en el San Jorge y el Bajo Cauca, donde las aperturas de los montes, realizados para descanso y alimentación del ganado en su traslado a Medellín, dieron lugar a formación de haciendas ganaderas.85
Pero los movimientos de colonización se dieron también hacia fuera en el sentido en
que la presión por la tierra suscitada a partir de la ocupación de las tierras más productivas
por parte de la producción ganadera generó la expulsión de campesinos. “La expansión
territorial de las haciendas fue mucho más rápida que la de las economías campesinas y
estuvo acompañada por un crecimiento acelerado de la población ganadera del país”.86
La ampliación de las propiedades dedicadas a la producción ganadera y su aparición en
áreas antes pobladas por colonos dispersos originó el movimiento de campesinos en
búsqueda de nuevas tierras para establecerse cuya actividad económica se centraba en la
agricultura de subsistencia. Este fue el caso de grupos de inmigrantes de origen campesino,
que por medio del desmonte y de la colonización de la selva tropical, establecieron sus
parcelas para la producción de bienes básicos en las áreas de las cuencas altas de los ríos
sinú y San Jorge y la región de Urabá. Como observa Bejarano:
85 OCAMPO, Gloria Isabel, op. cit., p. 12. 86 YEPES, Fabio, op. cit., p. 144. Según señala Legrand, “La rápida privatización de tierras públicas en el Sinú despojó de sus parcelas a muchos ocupantes. Algunos se convirtieron en colonos a partida en las fincas ganaderas, forzados todos los años a desplazarse a un sitio distinto de la propiedad y dejando tras ellos pastos recién sembrados. Otros sucumbieron a una forma particularmente severa de endeudamiento salarial conocido como matrícula. Y otros más se vieron obligados a abandonar la tierra:en los años veinte centenares de familias campesinas se marcharon a las selvas del nordeste de Antioquia porque (...) los terratenientes habían monopolizado la totalidad del Sinú”. LEGRAND, Catherine, Colonización y protesta campesina en Colombia (1850-1950), Universidad Nacional, Bogotá, 1988, p. 157.
103
Urabá es una zona de colonización reciente. El proceso de ocupación de sus tierras se dio en forma lenta entre los años veintes y cincuentas, como consecuencia de una primera oleada de migración de campesinos cordobeses que, atraídos por la abundancia de tierras baldías, llegaron a Urabá por el oriente y desarrollaron allí una agricultura tradicional de subsistencia.87
Las diferentes expresiones de la pugna por la posesión de la tierra hace de la ocupación
del territorio un proceso en sí mismo conflictivo. Esto se da en diferentes niveles en el
sentido en que las tensiones en torno a la apropiación del territorio se traducen en conflicto
como parte, tanto de los procesos de titulación y división de grandes extensiones de tierra,
como de la colonización de tierras.
La colonización puede ser entendida en términos generales como la ocupación de
fronteras. En lo que se refiere a un escenario dominado por las grandes propiedades, como
es el caso de la región del Sinú, el colono aparece como el campesino “desposeído” y los
conflictos adquieren la forma “capitalistas-trabajadores” señalada por la historiografía de la
cuestión agraria, y se desarrollan bajo las dinámicas de apropiación, por parte de los
terratenientes, de las tierras que los colonos han abierto.88 Sin embargo, como ya se ha
dicho, la tensión entre propietarios y colonos que ha ocupado extensamente la
investigación histórica y sociológica, explica sólo parcialmente el fenómeno de la lucha
por la tierra.
Más allá del conflicto que sugiere la ampliación de las grandes propiedades ganaderas
en detrimento de las tareas del desmonte realizadas por los colonos,89 la constitución de las
87 BEJARANO, Ana María, “La violencia regional y sus protagonistas: el caso de Urabá”, Análisis Político No. 4, mayo-agosto, 1988, p. 43. 88 Ver por ejemplo REYES POSADA, Alejandro y BEJARANO, Ana María, op. cit., p. 11 y ROMERO, Mauricio, “Disputa por el poder...”, op. cit. 89 “En la colonización se da una aguda competencia entre los productores y una pugna por la mejor tierra, que se agota cuando nuevos requerimientos de capital y cambios en su composición definen la lucha. Se reproduce entonces el espectro de la descomposición campesina, que antes se había realizado en la montaña: acumulación, proletarización, subsistencia marginal de sectores del campesinado parcelario”. Jimeno, Myriam, en GUHL, Ernesto, “Visión histórica, económica, sociogeográfica y política. Los territorios estatales periféricos y su desarrollo. El caso de Urabá”, en Colonización del bosque húmedo tropical, Corporación Araracuara, Bogotá, 1991, p. 49.
104
fronteras es un proceso inherentemente conflictivo: las transformaciones espaciales están
generalmente acompañadas de conflictos de apropiación, dominación y expulsión.
Todo proceso de ocupación de fronteras es conflictivo y lo es precisamente por sus características intrínsecas. Entre ellas: la fragmentación de grupos, los poderes excluyentes, el desplazamiento de poblaciones, la lucha por recursos vitales, la inseguridad en los títulos de propiedad, el encuentro entre culturas distintas y la adaptación a otros ambientes.90
De esta forma, las transformaciones en la frontera agrícola que perfilan la
configuración del espacio regional en el Sinú, dan cuenta del modo en el que la ganadería
sustentó el proceso de ocupación y dominación del territorio, a la vez que transformó el
entorno físico de la región. “Es así como la ganadería se constituyó en una estrategia de
ocupación territorial y en fuente de poder económico y político, al tiempo que, por sus
efectos directos e indirectos sobre los ecosistemas tropicales, contribuía en gran manera a
la transformación ambiental del territorio que hoy ocupa Colombia”.91 Los problemas y
tensiones articulados en torno a la posesión y domino de la tierra, y sus expresiones
conflictivas en el Sinú para los años de 1900 a 1930, constituyen el tema central del
próximo capítulo.
90 STEINER, Claudia, “Héroes y banano en el golfo de Urabá...”, op. cit., p. 138. 91 YEPES, Fabio, op. cit., p. 120.
105
III. Adjudicaciones, definición de linderos y apropiación: la tierra en disputa
El problema por la tierra se esboza a partir del proceso de configuración
socioeconómica del territorio en la medida en que la apropiación del espacio resulta en sí
misma conflictiva. La definición de la propiedad y la territorialización del espacio regional
sinuano perfilan una realidad compleja que incluyó, pero a su vez trasciendió, otros
fenómenos como la desigual distribución de la riqueza, el limitado acceso a los recursos
productivos, la jerarquización de las relaciones de poder, las dinámicas sociales de
exclusión y el ejercicio de la violencia. Sin embargo, es posible identificar que todas estas
dinámicas se articularon en torno a la tierra, en cuanto ésta constituyó el primer recurso
productivo de la economía sinuana de principios de siglo, una importante fuente de poder
económico y político, y el eje de la formación de fronteras.
El conflicto agrario en el Sinú abarcó entonces diferentes esferas y se expresó de
formas diversas. El proceso de adjudicación de baldíos que se venía dando aceleradamente
desde la mitad del siglo XIX se llevó a cabo de manera confusa, en tanto operó bajo la
influencia directa de los poderes regionales y dentro de un marco legislativo a menudo
contradictorio. Los pequeños adjudicatarios, quienes eran los supuestos beneficiarios de
estas políticas, difícilmente encontraron en ellas un mecanismo para acceder a un reparto
más equitativo a la tierra.1 Así mismo, el conflicto social se agudizó. Las difíciles
relaciones entre los propietarios de tierras y sus trabajadores –entre quienes tenían acceso a
este recurso productivo y el sector de la población “desposeído”– se acentuaron con el
aumento de la presión por la tierra y debido al carácter violento que tuvo la apropiación del
1 Según la resolución dictada por el Ministerio de Hacienda en abril 3 de 1903, “(...) es un deber del Gobierno evitar que unos pocos favorecidos se adueñen de los terrenos baldíos situados en las regiones mas feraces y abundantes en productos vegetales y minerales, con perjuicio de la comunidad y de los intereses económicos y comerciales de la Nación (...)”. INCORA, Tomo 20, noviembre 30 de 1899 – septiembre 16 de 1904, f. 230.
106
territorio en la región. Paralelamente, las tensiones alrededor de la definición de linderos,
los derechos de pastoreo y el proceso de cercamiento estuvieron presentes a lo largo del
período estudiado.
En este sentido, el conflicto por la tierra en el Sinú se dio no sólo entre propietarios y
colonos, como ha sido caracterizado por la historiografía de la cuestión agraria. Éste,
además, trascendió el problema por el acaparamiento de las mejores tierras y se dio
también como resultado de la definición de linderos, las adjudicaciones, las invasiones y
los procesos de sucesión. Si bien la disputa por la tierra por parte de los dueños de grandes
propiedades y los campesinos tomó formas particularmente violentas, no puede negarse
que el problema por la tierra en el Sinú para las primeras décadas del siglo XX fue aún más
complejo; se trata de la ocupación y apropiación de espacios que no se encuentran
“vacíos”, del dominio del territorio y su distribución: de la tierra en disputa.
Poner la tierra a producir: adjudicación de baldíos y la legislación agraria
Los territorios adecuados para la cría de ganados en Colombia son inmensos y se hallan inexplotados en su mayor parte; urge –pues– que se quiten todas las trabas puestas a los cultivadores de terrenos baldíos y que en lugar de tales trabas se establezcan estímulos y aún recompensas para cuantos se dediquen a la industria agrícola en nuestros inmensos baldíos y a la pecuaria –de cuya imperiosa necesidad venimos hablando.2
La adjudicación de tierras de la nación a favor de cultivadores y dueños de ganado, que
en cuyas manos se supone que serían explotadas efectivamente, constituyó una estrategia
central de la búsqueda del «progreso» por parte del Estado colombiano, sobre todo para
principios del siglo XX. Las posibilidades de producción de riqueza se pensaban en
función de la expansión de la frontera agrícola. De este modo, los terrenos “desocupados”
fueron entregados de manera permanente a partir de la segunda mitad del siglo XIX bajo
2 CÉRES, “Escasez mundial de ganado”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 179-180, mayo a junio de 1919, p. 1944.
107
dos mecanismos: la venta de tierras nacionales en forma de bonos territoriales y su
adjudicación a quienes demostraran estar haciendo un uso adecuado de ellas mediante la
producción de bienes primarios.
El proceso adquiere tal dimensión, que entre los años de 1910 y 1930 se llevaron a
cabo en diferentes regiones del país alrededor de 4.488 adjudicaciones para un total de
706.278 hectáreas repartidas.3 A principios de siglo, las adjudicaciones se otorgaron
principalmente en los departamentos de Boyacá y Bolívar, seguidos por Antioquia, Cauca
y la intendencia del Meta. [Ver mapas 13 y 14].
De este modo, parte de la expansión de la frontera agrícola se desarrolló a expensas de
la titulación de baldíos. Junto con la colonización espontánea y la apropiación ilegal de la
tierra, las políticas estatales dirigidas hacia la titulación de grandes extensiones fueron las
encargadas de llevar a cabo el «llenado» del territorio nacional a partir de la repartición de
terrenos baldíos.
El procedimiento de solicitud de un terreno, sin importar su tamaño, consistía
básicamente en formular un requerimiento ante el Juez Municipal de la jurisdicción,
pidiendo que se citara a tres testigos para obtener y luego protocolizar la información de
nudo que diera cuenta de la propiedad del terreno por parte del solicitante. Por ejemplo,
esto se muestra en los expedientes de la adjudicación de veinte hectáreas de terreno
ubicadas en Los Pezcados, jurisdicción de Montería, otorgadas al señor Andrés A. Segura:
Señor Gobernador del Departamento, Cartagena, Yo, Andrés A. Segura P., mayor y vecino de este Municipio, a Ud. Respetuosamente, expongo: En el globo de terreno baldío denominado “Los Pezcados”, situado en la banda occidental del río Sinú y ubicado en jurisdicción de este Distrito (de Montería) tengo establecidos cultivos de maiz, arroz, plátano, ñame y de pastos artificiales para ganados, y casa de habitación, en extensión no mayor de diez hectáreas (...). Por lo expuesto, y haciendo uso del derecho que a colonos y cultivadores otorga el artículo primero de la Ley 71 de 1.917, pido a Ud. que me adjudique las diez hectáreas cultivadas y otras diez del terreno inculto adyacente, o sea la cantidad de veinte hectáreas en el globo de terreno
3 LÓPEZ GARAVITO, Luis Fernando, op. cit., p. 177.
108
mencionado. Acompaño a este memorial de la información de testigos de que trata el art. 2 de la Ley 71 citada (...).4
La información solicitada a los testigos guardaba la misma forma en todas las resoluciones
de adjudicación; en este caso:
En Montería á los veinte dias del mes de Junio de mil novecientos veinte y uno fué presente en el Despacho del Juzgado Municipal por cita que se le hizo el Señor Abel Hernandez con el objeto de responder [?] la declaración que de el se solicita y por ante el Señor Juez, el Personero Municipal y el infrascrito Secretario se le recibió Juramento en forma legal para lectura que le fué hecha de los articulos penales sobre testigos falsos y perjuros bajo cuya gravedad ofrecio decir: manifesto llamarme como vien dicho mayor de edad, soltero, natural de Palmito y vecino de este Distrito, agricultor y de religión Catolica – Con lectura de la cita que se le hace bien impuesto de su contenido dijo (...) que conoce al Señor Andres A Segura P y con el no tiene parentezco alguno – (...) que es cierto y le consta por conocimiento personal directo que el globo de terreno baldio denominado “Los Pezcados” (...) tiene establecido el que lo presenta cultivos de pastos artificiales para ganados, maiz, arroz y platanos y casa de habitación, en extensión no mayor de diez hectáreas. (...) que el mencionado globo de terreno no está destinado á ningun servicio o uso público determinado, ni comprendido dentro de extensión correspondiente á minas en explotación.5
Como allí se observa, el terreno en cuestión debía cumplir con algunas condiciones
adicionales como no hacer parte de bosques nacionales ni minas. Más importante que eso,
los terrenos debían ser explotados en el término de diez años so pena de retornar a manos
del Estado; según el artículo segundo de la ley 85 de 1920:
En toda adjudicacion de baldios se entiende establecida la condicion resolutoria del dominio del adjudicatario para el caso de que, dentro del termino de diez años contados desde la fecha de la adjudicacion, no hubiere ocupado con ganados, dos terceras partes del terreno, por lo menos, o cultivado la quinta parte. – En tales casos el dominio de los terrenos adjudicados vuelve a la Nación ipso facto y por Ministerio de la Ley, y por tanto, son estos denunciables por el solo hecho del cumplimiento de la expresada condición resolutoria.6
Adicionalmente, el Juez debía garantizar que el baldío a adjudicar no estuviera
ocupado previamente. “Esta adjudicacion en ningun caso perjudica a terceros, y deja a
salvo los derechos de los cultivadores o colonos”.7 Así, según el artículo 932 del Código
Fiscal, “el funcionario encargado de verificar la entrega y dar posesión del terreno (...)
4 NPM, No. 248, 1923, Vol. 3, f. 18. 5 Ibid., ff. 14-15. 6 Ley 85 de 1920. 7 Ley 110 de 1912, artículo 47.
109
mantendrá en sus derechos á los cultivadores existentes actualmente en él. Cualquiera
contravención sobre el particular hará que el Gobierno declare nula esta adjudicación en
las porciones cultivadas cuyos derechos dejen de salvarse”.8
Luego de esto, el trámite de la solicitud pasaba al Gobernador quien, según el informe
del agrimensor, otorgaba la adjudicación en nombre del Ministerio correspondiente.9
Como se mencionó en el segundo capítulo, para la provincia del Sinú, en los tres
primeros decenios del siglo XX, se repartieron casi 76.000 hectáreas, con un promedio de
294,5 hectáreas por adjudicación. Como se puede inferir de la información de las
resoluciones de adjudicación, cerca del 9,1 por ciento de las propiedades estaba por encima
de las mil hectáreas de superficie. Los adjudicatarios “a título de cultivadores y de
ocupantes con ganados” eran en su mayoría miembros de la élite económica de la región:
Manuel F. Cabrales, Guillermo Piñeres, Octavio y León Dereix, y Diego Martínez, por
señalar algunos.10
A pesar de que la apropiación de buena parte de la tierra por parte de algunos
miembros de la sociedad con mayor acceso a los recursos de capital, así como al poder
político, resultaba problemática en cuanto a la exclusión y el desalojo de pequeños
propietarios y campesinos; es posible observar que las disputas por la tierra se dieron
también entre los grandes adjudicatarios y, en cierta medida, entre el Estado y los
propietarios.
En palabras de López Pumarejo, según declaró durante su primera presidencia, el
carácter conflictivo del proceso de repartición del territorio colombiano, así como su
complejidad, puede ser descrito en los siguientes términos:
8 Ley 110 de 1912, artículo 932. 9 El proyecto de ley para la creación del Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria fue formulado en 1911, bajo el gobierno de Rafael Uribe Uribe. En 1913, la ley 25 da paso a su fundación. Aunque años más tarde el ministerio se convirtió en el Ministerio de Industrias, volvió pronto a ser el Ministerio de Agricultura y Comercio, que se incluiría hacia 1938 en el Ministerio de Economía. 10 INCORA, Resoluciones de adjudicación de baldíos, varios números.
110
No admite más plazos el examen de nuestro régimen de tierras, y el gobierno ha decidido venir a plantearlo... No es sólo el conflicto entre la propiedad rural indecisa y abusiva y el colonizador o detentador, no es únicamente el problema de la revisión de muchos títulos oscuros ni el de romper las compuertas que están cerrando el paso al desarrollo de la agricultura con el latifundio agreste. Es también, y muy principalmente, la necesidad de fijar un régimen para cuando nuevos cambios, dando tránsito al atrevido colono hacia regiones despobladas, vengan a provocar el choque con una realidad nueva, y sea preciso saber exactamente cómo puede un colombiano adquirir su porción de tierra, siguiendo reglas claras y permanentes, en los territorios que la nación debe reservar al esfuerzo de los más aptos. Estéril empresa, fracaso económico irreparable, sería el de nuestros empeños por abrir nuevas perspectivas al trabajador criollo con la vinculación de las tierras hoy desiertas e improductivas, si sólo consiguiéramos valorizar títulos coloniales, fomentar nuevos litigios, mostrar al país grandes extensiones incultas protegidas por un Estado tímido ante los tinterillos, y enérgico contra los trabajadores.11
Las imprecisiones en la determinación de los linderos, las irregularidades en torno a
los títulos de propiedad, el acaparamiento de la tierra en detrimento de los colonos, las
invasiones y los desalojos, la subutilización de la tierra, entre otros aspectos, se esbozan
como parte de los problemas de la distribución de la tierra en el país y como muestra de las
tensiones implícitas en el proceso de ocupación del territorio y de configuración de las
fronteras internas.
Además de los conflictos por la repartición inequitativa de la tierra, la legislación era
dudosa y la posesión de los terrenos era fuente recurrente de conflictos entre los grandes
propietarios. En la legislación agraria es posible identificar la manera en la que el proceso
de definición de la propiedad y el uso de la tierra se complejizó hasta el punto en que el
intento de reforma agraria llevado a cabo por la ley 200 de 1936 parece haber sido
inevitable.
La concentración de la tierra fue una de las principales preocupaciones de la
legislación. Para 1874, con la implementación de la ley 61, el acceso a las tierras
nacionales limitó las adjudicaciones a título de “ocupante con ganados” al territorio
11 López Pumarejo, Alfonso, en KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación..., op. cit., p. 327.
111
explotado, fijando un límite de cuatro mil hectáreas por adjudicación.12 Es sobre todo para
este momento que la propiedad empezó a concebirse como propiedad productiva. La ley de
1881 reglamentó la cesión de baldíos a aquellos quienes tenían la tierra para trabajarla: se
conceden terrenos a “título de cultivador”. Sin embargo, esto no solucionó el problema del
acaparamiento de las tierras y en cambio, dejó abierta la preocupación por la explotación
efectiva de los terrenos adjudicados. Así, la ley 48 de 1882 condicionó la adjudicación de
baldíos a la utilización de la tierra con fines agropecuarios. De acuerdo con la ley, los
adjudicatarios tenían un plazo de diez años para explotar el terreno.
Años más tarde, la ley 56 de 1905 constituyó un avance a este respecto en cuanto
dispuso que la tierra adjudicada que no se explotara pasaría nuevamente al Estado de forma
inmediata. “Se podía adquirir hasta tres veces la superficie que realmente se tenía
explotada pero sin exceder 1.000 Has. para casos de colonos agricultores. Para ocupantes
con ganado o solicitantes que buscaban cambiar por tierras baldías sus depreciados bonos
territoriales, el máximo de tamaño podía llegar a 2.500 hectáreas”.13
El régimen y manejo de las tierras baldías apareció años más tarde bajo la ley 110 de
1912 y recibió el nombre de Código Fiscal. Sin embargo, a pesar de los intentos por
regular la repartición de los terrenos baldíos con el fin de que fuera más favorable a los
colonos, la agudización de la concentración de la tierra seguió siendo un problema
considerable. La ley 71 de 1917, contempló las adjudicaciones de menor tamaño, es decir,
las de menos de veinte hectáreas. Mediante éstas, se otorgaban tierras a pequeños
propietarios con el fin de que desarrollaran en ellas cultivos de subsistencia.14
12 ARANGO, Mariano, “Esquemas de políticas de reforma agraria en Colombia”, en Machado, Absalón (comp.), Transformaciones en la estructura agraria, Tercer Mundo Editores, Banco Ganadero, Caja Agraria, Vecol, Bogotá, 1994, p. 127. 13 LÓPEZ GARAVITO, Luis Fernando, op. cit., p. 158. 14 Vale la pena mencionar que a pesar de que la legislación revela la preocupación del gobierno por los colonos, la Sociedad de Agricultores de Colombia se opuso a este mecanismo de redistribución de la tierra bajo el argumento de que se promovía el minifundio en detrimento de la agricultura y la ganadería empresarial: “(...) las tierras adecuadas para la cría y engorde de ganados podrían ser adjudicadas en
112
En la misma dirección, la ley 85 de 1920 reafirmó los límites de adjudicación de 2.500
hectáreas para ocupantes con ganado y 1.000 para cultivadores. Esta ley “contempló, así
mismo, la reversión al Estado a los diez años de la adjudicación si no se ocupaban sus dos
tercios con ganado o una quinta parte en agricultura”.15
La estructura del reparto de la tierra en Colombia estaba caracterizada en términos
generales por la desigualdad y la concentración. De este modo, el problema del
“acaparamiento” de tierras condujo a los intentos de reforma agraria llevados a cabo
mediante la ley 200 de 1936: “La situación de concentración de la propiedad rural llegó a
un punto explosivo en este período, generando el comienzo de unas luchas agrarias entre
campesinos y terratenientes por el acceso a la tierra, que colocarían la discusión sobre
distribución en el primer plano de la agenda política”.16
La legislación da cuenta de cómo el problema de la distribución de la tierra pasó a ser
el centro de las preocupaciones gubernamentales. La adjudicación de terrenos menores de
veinte hectáreas se hizo más común a la vez que la llamada Ley de Agricultura –la ley 74
de 1926– ordenó destinar no menos de diez mil hectáreas de tierras públicas para la
colonización de pequeños lotes.17
Uno de los momentos importantes en la legislación agraria ese dio cuando, en 1926, la
Corte Suprema dictó una sentencia según la cual “toda persona que reclamara propiedad
sobre un terreno estaba obligada, en caso de litigio, a exhibir el título original de traspaso
extensiones mayores de las que permite la ley, porque este género de industria no puede prosperar sino cuando se acometan en mayor escala, (...). GUZMÁN, Pomponio, “Exposición que el presidente de la Sociedad de agricultores de Colombia presenta al Segundo Congreso Agrario Nacional, reunido en Bogotá el 20 de julio de 1929”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 301-302, julio a agosto de 1929, p. 27. En otro artículo Céres agrega: “Los territorios adecuados para la cría de ganados en Colombia son inmensos y se hallan inexplotados en su mayor parte; urge –pues– que se quiten todas las trabas puestas a los cultivadores de terrenos baldíos y que en lugar de tales trabas se establezcan estímulos y aún recompensas para cuantos se dediquen a la industria agrícola en nuestros inmensos baldíos y a la pecuaria –de cuya imperiosa necesidad venimos hablando”. CÉRES, “Escasez mundial de ganado”, op. cit., p. 1944. 15 ARANGO, Mariano, op. cit., p. 128. 16 GONZÁLEZ, Juan Manuel, op. cit., p. 93. 17 MESA, Darío, op. cit., p. 28.
113
de propiedad sobre un baldío nacional”.18 La medida fue denominada por los propietarios
como la “prueba diabólica”. Según Melo, esto se debió a que buena parte de las tierras
ocupadas tuvieron su origen en apropiaciones ilegales, razón por la cual resultaba
inconcebible el hecho de tener que demostrar su posesión mediante títulos.19
Posteriormente, luego de la intensificación de las tensiones por la tierra, sobre todo a
partir de mediados de la década del veinte, se formuló la ley 200 de 1936, que prestó
particular atención a los mecanismos para subsanar el problema de los títulos de tierras:
permitió legalizar los títulos de dudosa propiedad, a la vez que generó un mayor acceso de
los colonos a la tierra. A pesar de que sus resultados en términos redistributivos fueron
bastante limitados, la llamada Ley de Tierras resolvió el problema de los títulos al legalizar
aquellos con tradición de dominio de más de veinte años.
Así mismo, la ley 200 de 1936 promulgaba la función social de la propiedad según la
cual posesión de la tierra implicaba su utilización productiva. Es con este fin que se buscó
reglamentar como tierra ociosa toda aquella que llevara diez años continuos sin ser
explotada, en cuyo caso, retornaría a manos del Estado en calidad de baldío. La ley
también contemplaba la adjudicación de tierras públicas a quienes las habían trabajado por
más de cinco años: “Los cultivadores de terrenos baldios ó que se presuman tales y que
comprueben ocupación o posesión pacifica por mas de cinco años continuos no pueden ser
privados de ella sino por sentencia judicial en juicio civil ordinario”.20
La concentración de la tierra y el problema de la titulación a los que responde la
legislación agraria del período son dos aspectos centrales que muestran el conflicto que
encierra la ocupación del territorio colombiano. En el Sinú estos problemas se muestran de
manera clara. La adjudicación de grandes extensiones de tierra, si bien alentó la
18 BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero...”, op. cit., p. 205. 19 Ver MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes de modelo liberal...”, op. cit. 20 INCORA, Tomo 22, octubre 20 de 1906, f. 476.
114
producción ganadera, “estimuló la siembra de pastos y el aumento de la ganadería
extensiva en aquellos territorios que pudieran caer bajo el dominio de los colonos”;21
fortaleciendo la desigual distribución del recurso productivo en la región. [Mapa
adjudicaciones].
Adicionalmente, la subutilización del terreno adjudicado, la falta de claridad en el
proceso de titulación y las prebendas a favor de aquellos quienes tenían una fuerte
influencia sobre el poder local, revelan las tensiones que se desarrollaron en la región
alrededor de la tierra.
El ejemplo de la resolución de adjudicación a nombre del señor Horace C. Coleman,
quien solicitó un terreno de 3.175 hectáreas de extensión ubicado en el distrito de San
Carlos, ilustra en buena medida la confusión en torno a la legislación agraria y cómo el
poder económico y político posiblemente contribuyó a la adquisición de terrenos por
encima de las 2.500 hectáreas que permitía la ley:
La Ley 110 de 1912 (...) consagra en el Capítulo I que contiene disposiciones generales, lo siguiente en su artículo 48: “No se puede hacer adjudicación alguna de baldíos ubicados en un Departamento o Intendencia, a una misma persona, natural o jurídica, por una extensión mayor de dos mil quinientas (2.500) hectáreas”. Esta prescripción del Código, vista aisladamente, esto es, sin relación alguna con las demás que reglamentan la materia, es claro que afecta el carácter absoluto, y que, por lo mismo, no permite que se adquiera el dominio particular de los baldíos, en condiciones que la contravengan, o sea, en extensiones mayores de la que por ella se señala. Sin embargo, es lógico que esta no puede ser la interpretación genuína de tal disposición, desde luego que, como se dijo, hasta aquí solo se la ha considerado aisladamente y sin relación con las demás prescripciones de la Ley de que ella misma hace parte (...). En efecto, la Ley, o sea el Código Fiscal al tratar de los baldíos, reconoce diferentes maneras de obtener la apropiación particular de ellos, y al hacerlo así, las protege, estableciendo para cada caso general la limitación que ha creído conforme con el fin primordial que se persigue, cual es el de su utilización en proyecto de la riqueza privada que es también el de la pública. (...) nada dice el Legislador acerca de la extensión que puede ser pedida en adjudicación cuando esa solicitud se funda en la ocupación del baldío por cultivo, antes bien, avanza hasta reconocer al colono el derecho a que se adjudique no solamente la parte que comprenden los cultivos, sino una porción adyacente que es tres veces mayor, cualquiera que sea el área de la parte cultivada. Esto, entratándose de la ocupación del baldío por medio de los cultivos de que habla el Art.66, que son los que de modo más eficaz procuran el desarrollo del territorio, en virtud de que tienen carácter permanente y de que acrecen
21 KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación, op. cit., p. 344.
115
progresivamente su valor, a la vez que la riqueza económica y fiscal del país; y por ende, de otra parte, esta clase de cultivos y empresas implican esfuerzos y demandan constancia e inversión de capitales, todo lo cual requiere una protección especial que excluye la limitación del número de hectáreas que se puede conceder a quienes, como el colono o cultivador que ocupan baldíos en esa forma. Sería contrario al espíritu de la Ley que persigue el desarrollo de los baldíos, considerar que la limitación establecida por el artículo 48, tiene aplicación respecto de las concesiones hechas a los cultivadores o colonos, toda vez que entrañaría la violación de sus tendencias y de beneficiosa que debe ser se trocaría en barrera opuesta a la iniciativa individual y al incremento de la riqueza social.22
Así, la repartición de los terrenos baldíos de la nación, con el fin de estimular la
producción de riqueza mediante la explotación de los recursos del país, se dio dentro de un
marco legislativo confuso que, lejos de contribuir a solucionar el problema de la
concentración y subutilización de la tierra, convirtió al proceso de titulación de baldíos en
un móvil adicional del conflicto agrario.
Definición de linderos: el dominio territorial
En la apropiación de baldíos hay que tener en cuenta que las tierras concedidas fueron una mínima parte de lo realmente apropiado, pues lo más frecuente fue la apropiación ilegal de las tierras públicas mediante la alteración de los límites.23
La definición de los límites de las propiedades, así como la tarea de aclarar los títulos
de las tierras, constituyeron dos preocupaciones presentes a lo largo de los años
comprendidos entre 1900 y 1930. La apertura de potreros para el ganado, la creación de
nuevas haciendas y los movimientos de colonización se dieron dentro de un panorama
poco claro, tanto en lo que se refiere a la posesión, como a la delimitación de los predios.
Las tensiones basadas en el dominio territorial se dieron entre propietarios, así como
entre propietarios y colonos. En lo que se refiere a los procesos por deslinde y
amojonamiento entre los grandes propietarios, la hacienda Marta Magdalena y el terreno
de la ciénaga de Betancí ofrecen claros ejemplos que ilustran el conflicto por la tierra.
22 INCORA, Resolución No. 173, Tomo 31, diciembre 8 de 1917, ff. 787-788. 23 ZAMBRANO P., Fabio, “Ocupación del territorio y conflictos sociales en Colombia”, Controversia 151-152: Un país en construcción. Poblamiento, problema agrario y conflicto social, vol. 1, junio 1990, p. 92.
116
Para el caso de Marta Magdalena, los linderos con las propiedades de Adriano Vega no
estaban definidos claramente.24 La disputa entre Antonio Lacharme y Adriano Vega
muestra uno de los casos en que se iniciaron procesos judiciales mediante los cuales se
apelaba a la justicia para determinar hasta dónde se extendían los límites de las
propiedades rurales.
La Sociedad Agrícola del Sinú tuvo también que definir los linderos de su propiedad
(la hacienda Marta Magdalena) frente a los terrenos de Prisciliano Cabrales mediante la
protocolización del acuerdo realizado entre Rafael Villa, representante de la sociedad, y
Cabrales:
Para terminar las diferencias que existen entre Prisciliano Cabrales y la Sociedad Agrícola del Sinú, con motivo de una faja de terreno que se disputan como suya ambas partes, situada entre la propiedad de Cabrales denominada “El Naranjo”, y la propiedad de la Sociedad Agrícola del Sinú, denominada “La Risa”, que forma parte de la hacienda Marta Magdalena, [Cabrales y Villa] han convenido en los siguiente: (...) El lindero definitivo entre las dos propiedades dichas, será una línea recta que con rumbo Este a Oeste aunque desde un punto que se encuentra sobre el lindero Norte a diez grados treinta minutos Oeste (...) hasta encontrar el lindero de los terrenos de la misma hacienda Marta Magdalena que viene de Norte a Sur, y que cierra el perímetro de dichos terrenos por el fondo o sea del lado occidental. (...) La Sociedad Agrícola del Sinú se obliga a construir por su cuenta toda la cerca necesaria en toda la extensión del lindero acordado, con alambre de púas, hasta donde sea posible y lo permita la profundidad de las ciénagas o charcos que haya necesidad de atravesar (...). Ambas partes se comprometen a cumplir y respetar este convenio y a aceptar en absoluto la línea descrita (...) como el lindero fijo e inalterable entre los terrenos de la hacienda de Prisciliano Cabrales denominada “El Naranjo” y los de la hacienda denominada Marta Magdalena, de la Sociedad Agrícola del Sinú, como el efecto de una transacción para prevenir nuevos pleitos (...).25
De la misma manera, la demanda de división material del lote de terreno “Betancí”,
comprendido por la ciénaga que lleva el mismo nombre y los montes adyacentes, iniciada
por Carlos Durango, muestra la manera en la que se desarrollaban los problemas entre
grandes propietarios por la definición de linderos:
Señor Juez del Circuito. Presente. Conforme la escritura 223 de 12 de junio de este año, registrada, el Señor Carlos Durango es copropietario del globo de terreno denominado “Betancí”, situado en la jurisdicción de este Distrito (...). El Señor
24 Ver POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., pp. 167-169. 25 NPM, No. 358, 1923, Vol. 3, ff. 324-328.
117
Durango quiere la división del globo para poder concretar sus trabajos en él a una cuota propia, y con ese fin ha dado el poder que he presentado a usted y que adjunto. En consecuencia, yo, José Ulises Osorio (...) a nombre del Señor Carlos Durango (...) demando ante usted la división material del expresado lote de terreno “Betancí”, con audiencia de los condueños de que tiene conocimiento y son: Señor Julia Sánchez de Jiraldo, con la representación de su esposo Sr José Electo Jiraldo vecino de Sahagún; Sr Miguel Sánchez vecino también de Sahagún; Rafael Barrera, Joaquín Sánchez, Manuel Joaquín sotelo, Benjamín Benedeti y Pedro Barrera, vecinos de este Distrito. (...).26
Después de algunas ventas y divisiones que se efectuaron, el terreno quedó repartido
así: a Carlos Durango le correspondieron 1.587 hectáreas 8.400 mts2, mientras Joaquín
Sánchez y Moisés Sánchez se quedaron cada uno con 529 hectáreas 2.800mts2, y Benjamín
Benedetti, Rita Sotelo y Roberto y Pedro de la Barrera, con 264 hectáreas 6400mts2 cada
uno.27
Sin embargo, la escritura de la demanda revela un problema adicional que tal vez
merece mayor atención: la disputa por la propiedad de los terrenos de más de 3.175
hectáreas que fueron solicitados en adjudicación hacia 1878 por el Señor Manuel Antonio
Pineda en representación de Marcelino, Concepción y Santiago Sánchez. Las tierras que
fueron repartidas a raíz de la demanda impuesta por Carlos Durango, habían llegado a ser
propiedad de los Sánchez mediante un largo proceso judicial en el cual se tuvo que
comprobar que los terrenos en cuestión eran propiedad de la nación y no de Antonio
Lacharme, quien los reclamaba como suyos, imposibilitando así su adjudicación.28
La carta que envía el Señor Manuel Antonio Pineda al presidente del Estado de Bolívar
muestra claramente este pleito en el cual se revela que la disputa por la tierra se dio
también entre el Estado y los grandes propietarios:
26 NPM, No. 108, 1922, Vol. 2, ff. 115. 27 Ibid., f. 216. 28 “En este estado se presentó el Señor Luis Lacharme protestando ante el Poder Ejecutivo del Estado por considerar suyas las tierras que proponia comprar el Señor Pineda; la mencionada protesta fue aceptada en los términos en que se comunicó al Señor Secretario de Hacienda i Fomento, en nota de diez i seis de Octubre pasado, bajo el número 416; i en consecuencia de dio orden al Gobernador de la provincia de Lorica para que suspendiera el curso de las diligencias que se la habian cometido (...)”. Ibid., f. 159.
118
Ciudadano Presidente del Estado = Me impuse oportunamente de la resolucion que dictasteis en las dilijencias que se seguian con motivo de haber denunciado como baldios, los Señores Concepción, Marcelino i Santiago Sánchez en mi union, una porcion de terrenos en las ciénagas de “Betancí”, “Fúnera” i “Juncalito” (...) – Yo esperé tranquilamente que el Sr. Luis Lacharme, cumpliese la parte que le consernia, puesto que fué dictada a virtud de reclamacion suya; porque suponia que en realidad él buscaba el descubrimiento de la verdad = Pero han pasado seis meses, Ciudadano Presidente, i el referido Señor Lacharme, no ha iniciado siquiera juicio alguno, para tratar de definir los derechos que él se arroga; i que yo creo pretende arrebatarnos (...) Es necesario que sepais que el Señor Lacharme, lo que ha querido es entorpecer gratuitamente nuestro denuncio, pues jamas promoverá nada, que ponga en evidencia la verdad de los hechos; porque las cincuenta caballerias de tierra, que asegura ser suyas no lo son ni ningun derecho tiene a ellas (...) = El Señor Lacharme no promoverá ningun juicio a este respecto, por que entonces se descubriría la supercheria que hace allgun tiempo vienen empleando, con perjuicio de la Nacion, i de los vecinos del alto Sinú; i porque él sabe que esos terrenos, sean de quienes fueren son prohindivisas con las de la Nacion (...) i que en su terreno prohindiviso no puede subordinarse al capricho de otro, el derecho, e interes de uno de los comuneros que aquí es la Nacion (...).29
Finalmente, Marcelino, Concepción y Santiago Sánchez lograron demostrar que los
terrenos que reclamaba Antonio Lacharme eran de la nación y, por tanto, les fueron
adjudicados lo terrenos de Betancí a cambio de bonos territoriales.30
Así mismo, las relaciones entre propietarios se muestran problemáticas en los procesos
de sucesión y de subdivisión de las haciendas entre los miembros de una misma familia.
Algunos testamentos constituyen un ejemplo de esto, como el proceso de distribución de
las propiedades de Miguel Vega o de Juan Sánchez.31 Así mismo, la fragmentación de los
terrenos que se dio como resultado de la amenaza a la propiedad percibida tras la
legislación de tierras que venía desarrollándose desde finales del siglo XIX, no estuvo libre
de tensiones.
Por otra parte, los derechos de pastoreo muestran la complejidad del conflicto por la
tierra en una región donde la amplitud de las redes comerciales, en sentido tanto horizontal
29 Firma Manuel Antonio Pineda, Cartagena marzo 25 de 1878. Ibid., ff. 151-154. 30 “El señor Manuel Mercado (...) como ajente del Gobierno Nacional, otorga: que a nombre de los Estados Unidos de Colombia i en representación de sus derechos i acciones, dá en venta real, i enajenación perpetua, i con efecto para siempre jamas, a los Señores Marcelino, Concepción i Santiago Sánchez i José Electo Jiraldo (...) tres mil ciento setenta i cinco hectareas i seis mil ochocientos sesenta i dos metros i cincuenta centímetros cuadrados (3175 hs 6862 metros 50 cm), de tierras baldias, en las ciénagas de “Betancí”, “Fúnera” i “Juncalito” (...)”. Ibid., ff. 141-142. 31 NPM, No. 12, 1909, Vol. 1 y No. 270, 1909, Vol. 2, respectivamente.
119
como vertical, da cuenta de la existencia de fuertes tensiones entre propietarios de
diferentes tamaños. Al intensificarse el cercamiento de tierras, los límites tuvieron que ser
definidos de manera clara y, consecuentemente, el derecho de pastoreo sobre las tierras se
convirtió en una fuente más de conflicto. Así, por ejemplo, los señores Brunal Guerra y
Martín Molina decidieron firmar un acuerdo mediante el cual se comprometían a distinguir
sus ganados: “(...) se han marcado las doscientas (200) vacas y los becerros y becerras que
ahora puedan soportarlo, con un hierro quemado que tiene la forma de un corazón partido
por una barra: la parte superior figura una B y la inferior, una M, iniciales de los apellidos
de uno y otro contratante, y este hierro se registrará legalmente”.32
En esta dirección, el alambre de púas ocupó un lugar central en el proceso de
ocupación del territorio de la región del Sinú por parte de la ganadería. El cercamiento
gradual de los terrenos que anteriormente se encontraban baldíos y la definición de las
propiedades fue una herramienta importante de señalamiento y reafirmación del dominio
del territorio. Esto se demuestra, por ejemplo, en el contrato anteriormente citado que se
efectuó entre Rafael Villa, representante de la Sociedad Agrícola del Sinú, y Prisciliano
Cabrales.
Así mismo, una de las entrevistas que realiza Díaz en diferentes zonas de la región
parece apoyar esta idea: “Don Chucho [Jesús Pérez] tiene más o menos quince mil reses.
Es un viejo célebre, de mucha sabiduría. Una vez le dijo a un «cachaco» de Santander que
en lugar de levantar estatuas a tántos políticos de Colombia, la que debe levantarse en el
centro de las sabanas, es la del inventor del alambre de púas”.33
Sin embargo, el cercamiento de los predios no significó de ningún modo el fin de los
problemas por la propiedad de la tierra, por el contrario, como nota Posada Carbó, “el
cercamiento de las fincas y la expansión de la ganadería seguramente produjeron 32 NPM, No. 186, 1921, Vol. 3, ff. 4-5. 33 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 152.
120
enfrentamientos con las economías campesinas y con muchos poseedores de ganado sin
títulos sobre la tierra”.34 Las dificultades entre propietarios, y entre propietarios y colonos,
parecen incluso haberse intensificado tras la implementación de este mecanismo de
delimitación física del territorio más visible y preciso, que ponía en evidencia la falta de
claridad sobre el dominio territorial.
La hacienda Marta Magdalena es un ejemplo también de la manera en la que a menudo
se resolvieron los problemas entre propietarios y colonos, así como las invasiones de la
propiedad. El pago por las mejoras y el arrendamiento de predios por un período
delimitado de tiempo al final del cual debían entregarse las tierras sembradas con pasto,
pueden entenderse como un ejemplo de ello. Roberto Salazar, el administrador de la
hacienda para 1914, arregló con ocho colonos mediante el pago de “lo que tienen en yerba
(...) [dándoles] lo que ellos llaman (respaldos) para que lo siembren en yerba también,
pagándoles a 7.000 pesos la fanega cerrada y limpia a punto de ponerle ganado, trabajo que
se ha repartido para entregar en dos partes, una el 30 de julio de 1915 y la otra el 30 de
julio de 1916 y dándoles a algunos de ellos vacas para tener en los potreritos que hay
actualmente para deslecharlas”.35 Posada Carbó cita arreglos similares como el pago a
David Pastrana de 35.000 pesos por 32 hectáreas sembradas de pasto, y el de Ildefonso
Castillo, quien además de recibir 7.000 pesos, estaba autorizado para sembrar en la
hacienda durante dos años.36
Si bien el conflicto por la tierra en el Sinú abarcó diferentes niveles de la sociedad, es
precisamente en esta dimensión propietarios-colonos que tuvo magnitudes más drásticas.
La tierra como el centro del conflicto se sumó a problemas de tipo social que revelan la
manera en la que las tensiones en torno al dominio territorial se expresaron violentamente.
34 POSADA CARBÓ, “La ganadería en la Costa Atlántica...”, op. cit., p. 149. 35 Archivo de la Sociedad Agrícola del Sinú, en POSADA CARBÓ, El Caribe Colombiano..., op. cit., p. 169. 36 Ibid., p. 169.
121
“Latifundistas” y “desposeídos”: la cuestión agraria como cuestión social
La historia de los conflictos entre los grandes adjudicatarios, que alegaban títulos, de dudosa legitimidad en ocasiones, y los campesinos que avanzaban sobre tierras que juzgaban baldías y las cultivaban, llena muchos años del siglo XIX y del actual [siglo XX].37
Como se ha señalado hasta ahora, la expansión de la ganadería, acompañada de la
ampliación del territorio dedicado a esta actividad productiva, condujo a la transformación
de las fronteras internas de la región. La configuración del espacio sinuano a partir de la
ocupación del territorio se tradujo en zonas de exclusión y en la movilización de una capa
marginal de la sociedad que se trasladó en función de la posibilidad de «abrir pastos».38
Las migraciones campesinas y su apropiación del territorio mediante la colonización
constituyen uno de los aspectos fundamentales para entender el conflicto por la tierra en la
región del Sinú.
El proceso de adecuación de tierras para pastos llevado a cabo por los colonos fue un
importante mecanismo de apropiación del territorio regional para los años comprendidos
entre 1900 y 1930. La colonización consistió en la ampliación de la frontera, y el colono, a
través de este proceso, puede definirse como “un campesino arruinado o perseguido que se
mete en zonas en donde la propiedad sobre la tierra no existe o es incompleta”; de este
modo, “el colono se desenvuelve en una economía de subsistencia: prácticamente, lo que
produce es lo que consume, si se exceptúa la tierra que va librando en pastos”.39
37 LLERAS RESTREPO, Carlos, op. cit., p. 84. 38 González Arias se refiere a las historias de este grupo de campesinos sin tierra como “historias de frontera”: “Las llamamos así, porque son las historias de las sociedades móviles, de poblaciones aluvionales, de inmigrantes eternos, viajeros del espacio, en fin, la historia que se produce en esas fronteras espacio-sociales, en estas zonas que permanentemente se trasladan y van configurando nuestra totalidad como Estado-Nación, en proceso de construcción todavía”. GONZÁLEZ ARIAS, José Jairo, op. cit., p. 69. 39 MOLANO, Alfredo, op. cit., pp. 28-30. Vale la pena detenerse sobre el concepto de colono. En términos generales, la noción de colono alude a aquel quien cultiva la tierra, y aunque esta definición parece estar presente en las diferentes resoluciones de adjudicación de baldíos, donde colono es sinónimo de cultivador sin importar el tamaño de su propiedad –este es el caso de la citada adjudicación de más de 3.000 hectáreas a nombre de Horace C. Coleman en la que se refieren a él como colono o cultivador (INCORA, Resolución No. 173, Tomo 31, diciembre 8 de 1917, ff. 787-788)–, la palabra adquiere una dimensión completamente
122
En este sentido, el conflicto por la dominación de ciertos espacios regionales –las
tierras de mayor potencial productivo y con mayor acceso a las vías de comunicación y a
los centros urbanos– tuvo lugar con particular intensidad en el nivel de propietarios-
colonos, en una gama que va más allá de los arreglos laborales entre ellos.
Los principales conflictos agrarios son aquellos que se libran en las áreas de colonización, entre campesinos y nuevos latifundios: los que existen entre propietarios y campesinos sin tierra en las áreas de latifundio tradicional; entre trabajadores y empresarios agrícolas; entre comunidades indígenas con colonos y hacendados; y entre empresas mineras, petroleras y eléctricas y los poderes locales.40
El proceso de transformación del monte en potreros por parte de los colonos y la
territorialización del espacio colonizado parecen inscribirse en la región del Sinú dentro de
lo que Fajardo denomina el “ciclo migración-sedentarización-conflicto-migración”.41 Una
vez el colono establecía su parcela, el terrateniente le arrebataba las mejores, viéndose
obligado a migrar en búsqueda de nuevas tierras para adecuar. La disputa por la tierra entre
la propiedad de hecho y los títulos ha sido denominada por la historiografía colombiana
como “la lucha entre el hacha y el papel sellado”.42
El carácter conflictivo de esta dinámica y su evolución hacia la lucha por los títulos de
propiedad son descritos por López utilizando el caso de la colonización antioqueña del sur
de Bolívar:
La famosa hacha antioqueña respetó esas tierras, atemorizada por el papel sellado o por el revólver, hasta que un día intervino el pasto de engorde en la contienda por la
diferente para el caso estudiado a partir de la historiografía de la cuestión agraria. Dentro de este contexto el colono es entendido como el campesino desposeído que migra en búsqueda de tierras donde instalar su parcela. Según señala Aprile-Gniset, “más que procedente de una determinada región geográfica, las corrientes de colonización se originan en una definida región social: el campesinado sin tierras”. APRILE-GNISET, Jacques, op. cit., p. 251. 40 REYES POSADA, Alejandro y BEJARANO, Ana María, op. cit., p. 7. 41 “En el caso colombiano tienden a configurarse ciertas particularidades que vale resaltar desde ahora: el ciclo migración-colonización-conflicto-migración, que traslada a muchos de sus actores, incluso, a través del tiempo y el espacio, como elementos constantes en el proceso de la colonización y que detrás de ellos lleva y reproduce las estructuras agrarias y las contradicciones propias de ellas, prácticamente a todos los rincones de la frontera agrícola”. FAJARDO, Darío, “La colonización de la frontera agraria...”, op. cit., p. 42. 42 “Aún en mi ignorancia de esas leyes [sobre adjudicación de baldíos] alcanzo a saber que existían dos medios disponibles para conseguir tierras baldías, al menos hasta el fin del período que vengo estudiando [finales del siglo XIX]: el uno es el papel sellado, ayudado de más o menos influencias personales, o de ese detestable papel lanzado al mercado con el nombre de Bonos Territoriales; el otro es el hacha”. LÓPEZ, Alejandro, op. cit., p. 41.
123
posesión de ellas, al amparo de fletes menos altos para el transporte de ganados que se conducen hacia el interior. Se produjo entonces un choque, no de rifles ni de hachas de filo acerado, sino de papel sellado contra papel sellado, y como resultado de esa contienda vemos hoy la selva descuajada de sus montes seculares e imperar la famosa yerba de engorde. Es otra colonización de empresarios de la industria pecuaria, en selvas que hubo de respetar el hacha del campesino ansioso de poseer la tierra.43
La guerra del hacha contra el papel sellado, y del papel sellado contra el papel sellado,
describe en buena medida los conflictos en torno a la posesión de la tierra en tanto la
colonización estuvo en el centro de la disputa por la propiedad. El pleito entre los
poseedores de los títulos que tenían la tierra sin explotarla y los colonos que tomaban
posesión de ésta, así como la definición de la propiedad de las mejoras realizadas por los
colonos al abrir tierras para la siembra de pastos, son expresiones claras de la manera en la
que terratenientes y colonos entraron en conflicto por la tierra.
Imagen 4. Lucha entre el hacha y el papel sellado.
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
Esta dualidad entre el propietario y el campesino, que sin lugar a dudas estuvo llena de
matices en lo que se refiere a la diversidad de intermediarios vinculados a la dinámica
43 Ibid., pp. 58-59.
124
económica de la región del Sinú, se configuró en torno a la tierra aunque involucró tanto
elementos de poder político y económico, como jerarquías socioculturales.
La élite regional sinuana se consolidó hacia la segunda mitad del siglo XIX gracias a la
ganadería. La actividad económica pecuaria se constituyó como una fuente significativa de
poder económico y político. Este poder se tradujo en formas problemáticas de dominio
territorial en una región aislada del resto del país, donde el poder central tuvo escasa
injerencia y, por tanto, la configuración del orden político se dio con base en las lógicas de
poder dictadas por la posesión de los recursos productivos –tierra, principalmente, y
capital–.44
Imagen 5. Poder político de los miembros de la élite.
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
En tal dirección, la dimensión que adquiere este nivel del conflicto por la tierra puede
seguirse de cerca si se tiene presente que:
44 Según señala Reyes, “La característica general que domina la configuración de la estructura de propiedad y uso del suelo es la monopolización extensiva de las antiguas sabanas y bosque naturales, ahora transformadas mayormente en pastizales, por una reducida élite de propietarios”. REYES POSADA, Alejandro, “La violencia y el problema agrario en Colombia”, Análisis Político, No. 2, septiembre-diciembre, 1987, p. 33.
125
La misma lógica de dominación-subordinación implícita en este proceso de articulación socio-espacial es fuente de múltiples formas de conflictos sociales que involucran tanto al Estado como a las élites en el poder y a los diversos sectores sociales subordinados. Los conflictos que comienzan con la ocupación, apropiación y aprovechamiento del espacio, pasan por la formación de un territorio-región y el nacimiento de una nueva entidad socio-espacial y terminan, ante la ausencia de efectivos mecanismos y políticas de integración y precaria legitimidad del Estado, en conflictos extremos entre los diversos actores del proceso.45
El papel que jugó la élite regional en el proceso de apropiación de la tierra en el Sinú
fue fundamental, más allá de la idea de la precaria presencia del Estado en la región, éste
se entiende a partir de las relaciones de poder que lograron establecerse.46 Dueñas del
capital y de la tierra, familias como los Cabrales, los Dereix o los Martínez, por mencionar
algunas, tenían el poder económico suficiente para influir en las decisiones políticas
locales, de modo que tenían acceso a diferentes tipos de prebendas por parte de las
instancias regionales de gobierno.47 “La casta es minúscula, pero es poderosa. Su poderío
estriba en que los Gobiernos de Colombia no la combaten”, según afirma Díaz.48
En la región, el Estado estuvo presente a través de las élites locales que eran las que
detentaban el control político y el poder económico suficiente para lograr y mantener su
dominio sobre el territorio. “En la práctica, la acción del Estado no se da en forma pura
sino que pasa por el tamiz del poder local, en donde es redefinida”;49 se explica como “la
política estatal a medida que llega a las regiones de frontera favorece la concentración de la
45 GONZÁLEZ ARIAS, José Jairo, op. cit., p. 68. 46 Desde la perspectiva relacional de la construcción estatal, “el argumento de la precariedad estatal asume que la autoridad de ese Estado es aceptada y acatada, no existe desacuerdo en su denominación, y no deja lugar analítico para considerar las demandas de autonomía, o la oposición o resistencia a las tentativas de sujeción o intromisión en las regiones. En este sentido, esa argumentación es ciega en relación con el espacio o la geografía, y con heterogeneidad social. De igual forma, tiende a sugerir que la intervención estatal es positiva per se, sin dar cabida a la necesaria creación de consensos con las diferentes concepciones e intereses de la población objeto del control, si se quiere contar con su apoyo en la organización del orden local”. ROMERO, Mauricio, ROMERO, Mauricio, “Identidades políticas y conflicto armado en Colombia. El caso del departamento de Córdoba”, en Aldana, Walter et al., Conflictos regionales -Atlántico y Pacífico-, Fescol, IEPRI, Bogotá, 1998, p. 69. 47 La relación entre poder económico y político puede ser vista de manera clara en BURGOS PUCHE, Remberto, op. cit. 48 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 234. La idea de “casta” no debe ser tomada literalmente. Como se verá en seguida, la élite regional sinuana tenía orígenes sociales diversos y no constituía, de ninguna manera, un grupo unificado. 49 MOLANO, Alfredo, op. cit., p. 37.
126
propiedad y la expulsión campesina”.50 Incluso el ejercicio de la violencia, la manipulación
de las leyes de propiedad y de las redes clientelares, se convirtieron en las herramientas de
los miembros de la élite sinuana para garantizar el control de la tierra.
Franceses, “turcos”, estadounidenses o naturales de la región, los miembros de la élite
basaban su riqueza no sólo en la propiedad de la tierra sino en el comercio y el crédito.
Aunque podían ser de origen humilde, sus riquezas eran medidas en cabezas de ganado
(hatos de hasta veinte mil reses) y sus vínculos políticos eran bien conocidos.
Esto es claro, por ejemplo, cuando en una posada del camino de Sahagún el viajero y
reportero Antolín Díaz entrevista a algunos individuos de la región quienes lo motivan a
que hable con los vaqueros de Sahagún:
Ellos le dirán quiénes son los ricos ganaderos de las sabanas bolivarenses. Le hablarán de la avaricia de algunos de estos potentados y del modo como otros han levantado sus grandes dehesas. Porque de todo hay entre esos señores del ganado. Unos saben leer; otros son analfabetos. Estos han viajado por Europa (...). Aquellos jamás han salido de Colombia.51
Así mismo, el caso de Don Arturo García es narrado por uno de los entrevistados:
“Don Arturo García nació pobre. Yo no sé cómo aprendería a leer, porque algunos viejos
me han dicho que no tuvo escuela. Pero ese hombre, desde niño, tuvo una gran capacidad
para el trabajo y se ha hecho a una gran fortuna”.52
De orígenes sociales diferentes, la fuente de poder de la élite de la región del Sinú
residía en las actividades económicas. Su poder político y sus estrechos vínculos con los
partidos y con el gobierno regional, se derivaban principalmente de la ganadería. El dinero
les permitía construir redes clientelares que terminaban por posibilitar cierto tipo de
arreglos por fuera del marco legal. En lo que se refiere por ejemplo al fraude en las
elecciones, Díaz denuncia: “Este otro filón bolivarense es tan fecundo, tan vergonzoso y
50 LEGRAND, Catherine, “Colonización y violencia en Colombia...”, op. cit., p. 23. 51 DÍAZ, Antolín, op. cit., p. 151. 52 Ibid., p. 154.
127
tan criminal, como el filón de la explotación y del analfabetismo. El fraude electoral es tan
viejo como la existencia del propio departamento [de Bolívar]”.53
La desigual distribución de la tierra, sumada al poder que detentaban los miembros de
la élite, explica la magnitud de los conflictos por la tierra entre propietarios y colonos. “A
la acumulación económica, los latifundistas agregaron poder político, ya que los
arrendatarios de las grandes haciendas eran carne de las urnas en tiempos de contiendas
electorales, o carne de cañón de las guerras civiles, dotando a los terratenientes de poder
político local y regional”.54 Además de su capacidad de adquisición de los terrenos más
productivos, los terratenientes de la región del Sinú se valieron de diversos mecanismos
legales, así como de testaferros y otras formas de corrupción para justificar sus propiedades
sin necesidad de ceder nada a los colonos.
Sin embargo, a pesar del poder que adquirió este grupo social para el período de
estudio, hay que tener en cuenta que los ganaderos no estaban unidos en un grupo de
presión: “su poder estaba limitado por su propia fragmentación y su alcance regional”;
como señala Posada Carbó, “los impuestos a las exportaciones de ganado, los acuerdos
entre Colombia y Venezuela para permitir las importaciones de reses desde este país
vecino, la indecisión del gobierno para apoyar el desarrollo de un frigorífico en Coveñas,
reflejan todos la falta de fuerza del poder político nacional a favor de los intereses de los
ganaderos costeños”.55
Es de esta forma que los desequilibrios regionales se perfilaron a partir de la ganadería,
y de manera más específica, en torno a la posesión y el control del territorio. El problema
agrario era un problema de tierras que, sumado a factores como la acentuada pobreza en el
campo, las complicadas relaciones laborales entre terratenientes y colonos, y el poder
53 Ibid., p. 195. 54 YEPES, Fabio, op. cit., p. 147. 55 POSADA CARBÓ, Eduardo, El Caribe colombiano..., op. cit., pp. 430-431.
128
político que detentaban unos pocos, se tradujo en un conflicto social de considerables
dimensiones.
Si bien este fenómeno fue común a distintas regiones del país, adquirió características
particulares en la costa caribe colombiana. En la región del Sinú, específicamente, los
primeros decenios del siglo XX estuvieron marcados por los conflictos sociales derivados
de la disputa por el dominio territorial. La apropiación de la tierra por parte de importantes
productores se configuró como la fuente de las tensiones entre terratenientes y colonos.
Los choques de fuerzas fueron el resultado de la creciente presión por la tierra, aunada a la
distribución desigual de este importante recurso productivo.56
Imagen 6. Lucha por la tierra entre terratenientes y colonos.
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
Así, es posible afirmar que la apropiación de la tierra, mediante el proceso de
expansión de la frontera, benefició a un grupo reducido de grandes propietarios. “La
existencia de la clase territorial privilegiada (...) ha tenido por efecto la casi despoblación
de las tierras cercanas a las pocas vías de acceso (...)”.57 Esto, a su vez, pudo haber
contribuido, a pesar de las posibilidades de movilización geográfica de la población, a la
56 Según señala Kalmanovitz, esta es la característica general del Caribe colombiano, donde el acceso a las mejores tierras estuvo bajo el monopolio de grandes productores. “Las distintas regiones de la Costa Atlántica muestran una evolución peculiar en sus relaciones sociales: allí es más vasta la apropiación de la tierra por unos cuantos individuos, más escaso el campesinado y más crudo su despojo que en el resto de la República”. KALMANOVITZ, Salomón, Economía y Nación..., op. cit., p. 164. 57 LÓPEZ, Alejandro, op. cit., pp. 54-55.
129
implementación de arreglos laborales injustos que han sido calificados como relaciones de
trabajo serviles y semiserviles.58
A medida que avanzaba la hacienda, los campesinos se convertían en “colonos
marginales” y, de este modo, la tierra pasaba a ser una efectiva herramienta de
“apropiación del excedente agrícola”.59 Uno de los “mecanismos de explotación”, la
matrícula, ha sido una importante preocupación para quienes estudian la explotación
campesina.60 Según afirma Fals Borda, el desarrollo de nuevas formas de sujetar al
campesino, como la ordenanza mediante la cual se aprueba la obligación llamada
matrícula, conllevó a un “nuevo esclavismo” que suscitó reacciones de resistencia,
conflicto y emigración.61
Imagen 7. Matrícula.
58 Según la historiografía de la cuestión agraria, la sujeción de la mano de obra dependía del cierre relativo de la frontera de colonización debido al incremento de las dificultades y los costos de acceder a una parcela independiente. Por ello, la apropiación de tierras por parte de los propietarios es considerada como un elemento fundamental de la explotación campesina. Sin embargo, “la frontera raras veces podía considerarse cerrada, y la movilidad de los trabajadores independientes puede haber sido alta”. MELO, Jorge Orlando, “Las vicisitudes del modelo liberal...”, op. cit. p. 137. Adicionalmente, no se puede perder de vista que “el régimen de haciendas, que se sustentaba en la sujeción de la fuerza de trabajo y en bajos niveles de remuneración en dinero o en especie, comenzó a debilitarse bajo el empuje de la mayor movilidad del trabajo” hacia los últimos años del período estudiado con el aumento de las obras públicas y la demanda laboral asociada a éstas. BEJARANO, Jesús Antonio, “El despegue cafetero...”, op. cit., p. 203. 59 Ver FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento, op. cit., por ejemplo, el caso de la “ley de tres pasos” (p. 41). 60 “La matrícula implicaba una forma de explotación servil y casi esclava del campesinado, encubierta bajo un ropaje salarial. Entre el propietario de la tierra y el matriculado mediaba un contrato de trabajo, con pago salarial, suscrito en nombre del trabajador, y sin previa autorización de éste, por su padre, tutor o curador, o por el jefe de la policía de la localidad, lo que le imprimía un carácter forzoso. El patrón endeudaba de por vida al matriculado, pagando a costa suya un impuesto departamental y adelantándole mercaderías en las tiendas de la hacienda, a elevados precios. El campesino debía saldar la deuda para recobrar su libertad, cumplir el tiempo estipulado en el convenio y cancelar por anticipado un mes de trabajo. Todo abandono conllevaba el pago de una multa y la pérdida de la labor realizada”. PERRY R., Santiago, “Las luchas campesinas en Colombia”, en Machado, Absalón (comp.), El agro y la cuestión social, Tercer Mundo, Bogotá, 1994, p. 233. 61 FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit.
130
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
Esta forma laboral parece haber provocado la revuelta liderada por Vicente Adamo que
estalló en Montería hacia el año de 1918.62 La que ha sido señalada como la primera
revuelta de tipo socialista en la región fue motivada por este italiano quien, vinculado al
Partido Socialista Revolucionario, aspiraba a construir una colonia agrícola basada en la
propiedad y el trabajo comunal.63
62 Ver Ibid.; PERRY R., Santiago, op. cit.; NEGRETE, Víctor, op. cit.; EXBRAYAT, Jaime, op. cit.; y CASTRO NÚÑEZ, Jaime A., Historia extensa de Montería, Ediciones Paloma, Montería, 2003. 63 Esto se muestra en el protocolo de conformación de la “Sociedad de Colonos Cultivadores” en 1925 por parte de Adamo y otros 174 cultivadores. “los comparecientes arriba expresados (...) dijeron: (...) Que desde hace más de treinta años ocupan como señor y dueño una porción de terreno en el punto nombrado “Loma Grande” de esta jurisdicción, con cultivos de carácter permanente y casa de habitación, en su condición de colonos cultivadores (...) Que esa porción de terreno está situada en terrenos baldíos y tiene una extensión superficiaria de dos mil quinientas hectáreas, más o menos (...) Que hace siete años los exponentes tienen constituida una sociedad de hecho encaminada a fomentar potreros y trabajos agrícolas de todo género y que en virtud de esa sociedad tienen ya establecidos en dicha porción de terreno de “Loma Grande”, muchos cultivos y fincas permanentes que dan derecho al dominio y posesión de conformidad con el Código Fiscal Nacional (...) Que para obtener esos trabajos y potreros han contribuido todos los nombrados a prorrata, con su trabajo personal y su propio peculio, por manera que cada uno de ellos tiene igual derecho e igual obligación de conformidad con las leyes civiles positivas (...) La Sociedad tendrá el carácter de comercial anónima, se denominará “Sociedad de Colonos cultivadores de ambos sexos de Loma Grande”, y tendrá su domicilio en Montería (...) El capital de la Sociedad será el de ochocientos setenta y cinco pesos ($875,00) en oro legal, divididos en ochocientas setenta y cinco acciones nominativas da valor nominal de a un peso ($1,00) oro, cada una, por manera que cada socio resulta aportando cinco acciones o sean cinco pesos ($5,00) oro legal (...) La Sociedad ha acordado también destinar una faja de terreno con una área suficiente con el objeto de fundar un barrio o Pueblo y trazar allí solares de veinte y cinco metros cuadrados para cada socio. Dicha faja de terreno está ya marcada desde hace tres años y hay construidas allí varias casas entre ellas una donde funcionará la oficina principal que se llamará “Baluarte Rojo”, habitación permanente de su fundador
131
Imagen 8. Vicente Adamo.
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
La ocupación de los terrenos de Loma Grande por parte de los miembros de la
“Sociedad de Colonos cultivadores de ambos sexos de Loma Grande”, propiedad del
“turco” Malluk según los títulos, se tradujo en una violenta confrontación que, además de
varias muertes, causó la expulsión de Adamo del país en 1927.64 Independientemente de su
éxito o fracaso, el levantamiento campesino revela el nivel de las tensiones sociales en la
región del Sinú y explica afirmaciones como: “aquí las luchas y reivindicaciones habían
sido y seguían siendo contra formas abusivas de explotación capitalista (...)”.65
Imagen 9. Loma Grande.
socio y Presidente de la Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería, señor Vicente Adamo, Italiano de Melicucca Reggio Calabria, llegado a esta ciudad el año de mil novecientos quince (1.915). (...) Que la suma de cinco pesos ($5,00) que aporta cada socio está representada en sus trabajos y sementeras de caña de azucar, plátano, yuca, yerba del Pará y Guinea y frutos que tienen ya establecidos en “Loma Grande” (...)”. NPM, No. 97, 1925, Vol. 1, ff. 272-275. 64 Según Exbrayat, los sucesos de Loma Grande ocurrieron así: “Después de organizar a los trabajadores y labriegos el agitador extranjero los indujo a ocupar terrenos que fueron arrebatados a sus legítimos dueños y de los que se apropiarion verdaderas colonias de hombres mancomunados y resueltos a sostenerse allí contra la justicia y la ley empleando para ello los ardides de sus consejeros jurídicos, las audacias de su jefe y, si fuera menester, la violencia en todas sus formas”. EXBRAYAT, Jaime, op. cit., p. 197. Ver también FUNDACIÓN DEL SINÚ, Historia gráfica de la lucha por la tierra en la Costa Atlántica, dibujos de Chalarka, Ulianov, Fundación del Sinú, Montería, 1985, pp. 13-21. 65 FALS BORDA, Orlando, Capitalismo, hacienda y poblamiento..., op. cit., p. 43.
132
Fuente: FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit.
Además de los probables abusos y el ejercicio de la violencia dentro de las relaciones
laborales, el patrón de ocupación por los colonos y apropiación de la tierra por parte de los
ganaderos se tradujo en expropiación y expulsión de los colonos.66 Este fue el caso del
territorio de Tinajones, cerca de la desembocadura del río Sinú, que luego de ser adecuado
por un grupo de colonos fue tomado por José Santos Cabrera quien, al parecer, detentaba
los títulos de propiedad del terreno y, como legítimo dueño, obligó a los campesinos a
pagar terraje sobre los territorios que habían estado cultivando durante años.67
En el caso de las tierras de San Carlos de Colosiná es posible ver esto también. La
protocolización de un proceso judicial iniciado por los habitantes de San Carlos contra
Tiburcio de la Vega hacia los primeros años del siglo XIX muestra la continuidad que
tuvieron los problemas entre propietarios y colonos en la región. Los colonos advierten que
“Juan Tiburcio Vega procede a cobrarnos el terreno en que tenemos nuestra avitacion y los
66 El fenómeno es señalado por Fajardo: “Ya a principios del siglo XX, campesinos de algunas localidades de los actuales departamentos de Córdoba y Sucre, encuadrados en las aparcerías de las haciendas ganaderas, se refugiaron en sus bordes para establecerse de manera autónoma en lo que llamaron “baluartes campesinos”, (...)”. FAJARDO, Darío, Para sembrar la paz hay que aflojar la tierra, IDEA, Universidad Nacional, Bogotá, 2002, p. 77. Ver también LEGRAND, Catherine, Colonización y protesta campesina..., op. cit., p. 12. 67 FUNDACIÓN DEL SINÚ, op. cit., pp. 27-45. Ver además, ZAPATA OLIVELLA, Manuel, Tierra Mojada, s.e., Montería, 1947..
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terrajes de nuestras sementeras con motivo de haver comprado junto con Don Nicolas de
Lora, aquellas tierras”.68 Como allí se observa, la intervención del poder público se dio a
menudo a favor de los propietarios de las tierras:
El Cavo de Justicia del sitio de San Carlos, hará que todos los que deben terrage a Don Nicolás de Lora, y a Juan Tiburcio de la Bega, según manifiestara el ultimo, le paguen todo lo que justifique, sin admitirles pretension ni escusa, pues en caso nesesario me remitirá a los inobedientes presos para determinar lo que fueze de justicia, todo loque cumplirá el comisionado baxo la multa de veinte y cinco pesos, que sele exigiran para gastos de justicia y priciones desta carzel deste Tribunal dandome razón de su complimiento para mi inteligencia (...)”.69
En caso de ser necesario, se procedería incluso al embargo de la cosecha: “para si no
paga tenía treinta anegas de maiz, para que en caso de no exijir la cantidad dicha, le
embargará dicho maiz u otros bienes que tenga, haziendolo comparecer ante mí, para
determinar lo que sea de justicia”.70
La concentración de la tierra condujo, como se ha mencionado, a la exclusión
territorial de los campesinos colonos. Así, las dinámicas de expulsión e invasión que
completan el panorama del conflicto por la tierra: “el temor que se apoderó de los
propietarios frente a los derechos que podrían alegar los terrazgueros y aparceros, condujo
a la expulsión masiva de estos, y a la ocupación con ganados de las tierras que antes se
destinaban a cultivos de pancoger”.71
68 NPM, No. 95, 1922, Vol. 2, f. 35. 69 Ibid., f. 40. 70 Ibid., f. 41. 71 ARIAS P., Jairo Hernando, La ganadería en la formación social colombiana: entre el atraso y la competitividad, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, Bogotá, c.1991, p. 29. El temor de los propietarios frente a las invasiones de los colonos se revela en un artículo aparecido en la Revista Nacional de Agricultura con el fin de hacer un llamado a la defensa de “hacendados repetables que han sido víctimas de atropellos y depojos”, a hacendados “que han implantado el sistema de dar porciones o lotes a colonos o arrendatarios para que los cultiven, con derecho a usufructuar las mejoras que se establezcan, a cambio de contribuír con su trabajo personal, u otras obligaciones, a las labores y menesteres de las fincas, se han dirigido, en múltiples ocasiones, a esta Sociedad [SAC], denunciando el hecho de que tales arrendatarios o colonos –inducidos por individuos que maliciosamente les hacen creer que son baldías las tierras que ocupan y que, por ende, ellos tienen los derechos de cultivadores de tal clase de terrenos– se sublevan contra los propietarios y los desconocen con vías de hecho, declarándose, por sí y ante sí, poseedores legítimos de las porciones que ocupan; y hacen este denuncio con el fin de interesar la intervención de la Sociedad, para ver de conseguir un remedio eficas e inmediato contra tan grave mal”. OTERO, Pedro E., “En defensa de la propiedad”, Revista Nacional de Agricultura, SAC, No. 169-170, julio a agosto de 1918, p. 1641.
134
Frente a esta situación, agravada por los altos niveles de pobreza que históricamente
han caracterizado a la región, los colonos migraron hacia lugares ubicados en el margen de
la frontera. “La violencia, junto con la presión demográfica, dio origen a nuevos
movimientos migratorios que salieron de las zonas más conflictivas”.72 Así surgieron
nuevas zonas de colonización, como Montes de María o Urabá, que se configuraron hacia
la primera mitad del siglo XX como lugares de manifestación violenta de los conflictos por
la tierra.
De este modo es posible explicar también las invasiones que tuvieron lugar hacia los
últimos años del período estudiado, llevadas a cabo por parte de los campesinos que
buscaban tierras para cultivar, como en el citado caso de Tinajones.
La ley de 1905 es bastante clara al respecto:
Cuando una finca ha sido ocupada sin que medie contrato de arrendamiento ni consentimiento del arrendador, el jefe de Policía ante quien se presente la queja se trasladará al lugar en que está situada la finca, dentro de las cuarenta y ocho horas después de la presentación de la queja; y si los ocupantes no exhiben el contrato de arrendamiento o se ocultan, procederá a verificar el lanzamiento sin dar lugar a recurso alguno, ni a la diligencia que pueda demorar la desocupación de la finca.73
Según señala Tirado, el problema de las invasiones adquirió tales dimensiones que el
gobierno intervino en algunos casos de manera directa, comprando a los terratenientes la
propiedad invadida y repartiéndola entre los invasores tras su titulación.74
La expresión violenta que adquirió el conflicto en la región del Sinú es comprensible
en tanto que la disputa por la tierra subyace al complejo marco de relaciones de poder. De
hecho, como afirman Guzmán y Luna, “es difícil distinguir entre el conflicto y violencia y
los procesos típicos de la colonización, el asentamiento, la producción y comercialización,
72 LEGRAND, Catherine, “Colonización y violencia en Colombia...”, op. cit., p. 11. 73 Ley de 1905. Ver más al respecto en VILLEGAS, Jorge y RESTREPO, Antonio, Baldíos 1820-1936, Centro de Investigaciones Económicas, Universidad de Antioquia, Medellín, 1978, p. 78. 74 TIRADO, Álvaro, Introducción a la historia económica..., op. cit., p. 262.
135
la seguridad y la justicia, aparecen como factores esencialmente acompañados de
violencia”.75
Un claro ejemplo de la dimensión violenta que adquieren los conflictos por la tierra se
puede ver en la relación entre los propietarios de haciendas ganaderas y sus trabajadores.
El caso de El Boche mencionado en el segundo capítulo es sólo un ejemplo de cómo la
violencia hacía parte de conflictos sociales cuyo origen radicaba en la posesión de la tierra.
De igual forma, los pleitos por invasiones o por definición de linderos se
transformaron en no pocas ocasiones en actos violentos. El dominio territorial parece ir
acompañado en la región del Sinú del ejercicio de la violencia. Al referirse a Felipe de la
Ossa, un importante ganadero, uno de los personajes entrevistados por Díaz, este afirma
que “los pleitos por linderos o por ventas y compras de ganados, jamás los resuelve ante
los juzgados. Los vaqueros se saben de memoria el fallo que suele dar don Felipe. Es éste:
«O arreglas este asunto, o te mato» (...). Como todos los ganaderos de las Sabanas [de
Bolívar], don Felipe lleva siempre al cinto su revólver calibre 38”.76
75 GUZMÁN, Álvaro y LUNA, Mario, “Violencia, conflicto y región: Perspectivas de análisis sobre el Valle del Cauca y el Cauca”, en Silva, Renán (ed.), Territorios, regiones, sociedad, CEREC, Universidad del Valle, Bogotá, 1994, p. 181. 76 DÍAZ, Antolín, op. cit., pp. 172-173.
136
Conclusiones
A lo largo de este trabajo se mostró cuáles fueron las características y dinámicas que
adquirió la configuración del espacio regional en el Sinú para los años comprendidos entre
1900 y 1930. Las redes de intercambio señalan las transformaciones que experimentó la
región para un momento en el cual la frontera agrícola se amplió aceleradamente gracias a
la expansión ganadera. El proceso de ocupación del espacio estuvo determinado por las
dinámicas de esta actividad económica de modo que el “llenado” de la región se vio
alentado por el aumento de las dehesas a medida que retrocedía el bosque tropical.
Como se advirtió, el espacio fue considerado como un componente fundamental de los
procesos históricos, y no como su contenedor, con lo cual las formas de espacialización de
las relaciones sociales se hicieron visibles y fue posible ahondar en la relación entre la
ocupación del territorio y los conflictos en el Sinú.
Aunque no se pueden identificar momentos claramente definidos en la expansión de
este sistema de relaciones, sí es posible señalar los principales cambios que sufrió la
configuración de la región para el período objeto de estudio. El territorio sinuano estaba
conectado a Cartagena, el principal centro de consumo de carne y de productos agrícolas,
como maíz y arroz. El transporte de ganado se realizaba a lo largo y ancho del espacio
regional principalmente a pie y haciendo uso de los ríos Sinú, Magdalena y en menor
medida el San Jorge, por lo cual los intermediarios jugaron un papel central en el
funcionamiento de los intercambios: centros de producción, caminos, potreros de engorde,
mercados locales, poblados de diferentes tamaños y puertos, entre otros, quedaban
conectados gracias a las personas y espacios que participaban en las diferentes etapas del
proceso de producción y comercialización del ganado.
137
Magangué, Ayapel, Sincelejo, son ejemplos de algunos de los lugares que fueron
incorporados a la región en función de la ganadería, a la vez que Montería, San Carlos,
Cereté y Lorica se convirtieron en una especie de eje productivo y en el foco de expansión
de la región, donde la presión por la tierra se hizo cada vez más fuerte. Por su parte, los
terrenos destinados a los potreros fueron avanzando progresivamente: Betancí, Ciénaga de
Oro, y el sur del antiguo departamento de Bolívar fueron siendo incorporados al proceso de
expansión de la frontera agrícola que incluyó territorios como el de Urabá y el norte de
Antioquia.
Como se insistió a lo largo del trabajo, el proceso de ocupación del espacio no estuvo
libre de conflictos. En cuanto distó mucho de ser un simple “llenado” de espacios “vacíos”,
la configuración socioeconómica del territorio sinuano encerraba problemáticas que se
constituyeron como el centro de las tensiones. La presión por la tierra, evidente sobre todo
en la zona conformada por los municipios de Lorica, Cereté, Montería y San Carlos,
muestra cómo ésta no constituía un bien enteramente disponible. Así, la pugna por el
control del recurso productivo más importante en la región y el dominio del territorio
asociado a éste se tradujeron en fuertes conflictos entre propietarios y colonos, y entre
propietarios grandes y pequeños, visibles gracias a los procesos de adjudicación de baldíos,
fijación de límites, definición de las propiedades, desalojo e invasión.
A pesar de ello, las connotaciones negativas que típicamente han sido atribuidas a la
ganadería merecen una mirada cuidadosa. Por una parte, la actividad ganadera resultaba
más rentable que la ganadería gracias a las formas de producción y comercialización que
esta última adoptó en respuesta a las características particulares de la región, entre ellas, la
dificultad de transporte y el limitado acceso al capital. Por otra parte, la región del Sinú
para los primeros tres decenios del siglo XX muestra una realidad compleja donde la
138
contraposición entre grandes propietarios y colonos sin tierra se queda corta a la hora de
explicar las formas conflictivas que tomó el proceso de apropiación del territorio.
Los lugares comunes a los que acude la historiografía de la cuestión agraria parecen
complejizarse, e incluso desdibujarse, a la luz de este estudio: si bien el acceso a los
recursos productivos era limitado, no hubo monopolios claramente identificables; aunque
la distribución de la tierra estuvo lejos de ser equitativa, los grandes latifundios parecen
haber sido la excepción; a pesar de la fuerte influencia política que tenían algunos
miembros de la élite económica, ésta no se constituyó como un grupo de poder unificado;
en lugar de una mano de obra “sujeta a la tierra”, la preeminencia de arreglos laborales
temporales da cuenta de un grupo de trabajadores que gozaban de cierta movilidad
geográfica; y, más allá del desplazamiento de la agricultura, la ganadería fue una actividad
productiva importante en la generación de ganancias que no parecen haberse quedado
solamente en manos de los grandes productores.
En la medida en que la tierra aparece como el centro del problema, esta investigación
apunta a la necesidad de abordar los procesos de ocupación del espacio y de
territorialización de las relaciones sociales desde la geografía que, en conjunción con
disciplinas como la economía, brinda herramientas fundamentales para explicar la manera
en la que se desarrollan los procesos históricos. Así, es importante resaltar que la
transdisciplinariedad y la concepción del espacio indisolublemente ligada al tiempo se
convierten en dos herramientas fundamentales para comprender la forma en la que se
configuran los espacios socioeconómicos, se define el territorio y se ejerce control sobre él.
En este orden de ideas, la región se reafirma como el ámbito de análisis que mejor
permite entender los procesos históricos particulares que perfilan lo nacional y adquieren
sentido en las asociaciones y los intercambios tanto intra como interregionales. La región,
entendida como una red, señala una serie de asociaciones, a menudo superpuestas, entre
139
componentes tan diversos como grandes empresarios, comerciantes, comisionistas,
cultivadores, transportadores, miembros de la élite regional y jornaleros, para el caso del
Sinú; pero también, ganados, centros de consumo, dehesas, medios de transporte, espacios
productivos y el entorno natural.
Es importante recordar además que el espacio desborda los límites físicos a menudo
arbitrarios, como el hecho de definir el Caribe colombiano como una región y no como un
conjunto sistémico de regiones que se muestra como un espacio dinámico, heterogéneo,
histórico, político y social.
Por último, se espera que este trabajo motive una mayor investigación sobre el lugar
que ocupó la ganadería en la historia de Colombia, sobre todo en tanto jugó un papel
definitivo no sólo en la transformación ecológica de buena parte del país, sino en el
proceso de construcción de la nación, en la conformación de las diferentes regiones y su
articulación a otros espacios, en el ejercicio del poder político y en el desarrollo
económico, por señalar algunos aspectos.
Así mismo, quedan abiertas varias preguntas acerca de las dinámicas poblacionales y
los mercados que participaron de la producción y comercialización ganadera. La necesidad
de comprender mejor los procesos migratorios en la región muestra la relevancia de
documentar, caracterizar y explicar la expulsión campesina en el Sinú para los primeros
decenios del XX. Igualmente, los mercados de trabajo y de tierras deben ser abordados a
profundidad teniendo en cuenta que las fuentes primarias disponibles permiten indagar por
los precios y los salarios, y describir detalladamente los arreglos laborales y las relaciones
contractuales en torno al uso y propiedad de la tierra. Los archivos privados y las actas de
procesos judiciales son una fuente rica en información sobre estas cuestiones, así como
sobre las formas en las que se expresó el conflicto por el territorio para el período de
estudio.
140
Falta por último resaltar la importancia de la geografía en los estudios históricos. Esto
implica más que el diálogo entre las dos disciplinas; se trata de construir una perspectiva
de análisis que parta de la idea de que el espacio es tan importante como el tiempo para
entender los procesos sociales: “Comprender la dinámica social en un tiempo determinado
obliga a mirar su funcionamiento en la dimensión espacial y es entonces cuando el
historiador debe hacerse un poco geógrafo”.1
1 HERRERA ÁNGEL, Marta, “Historia y geografía, tiempo y espacio”, op. cit., p. 184.
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