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EDUCACIÓN CUATRO AÑOS DE RETROCESO EN LA EDUCACIÓN ESPAÑOLA Alicia Delibes, viceconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid Primer día de clase de primaria en el centro escolar José Calvo Sotelo de Madrid. José Luis Rodríguez Zapatero, nada más ganar las elecciones generales del 14 de marzo de 2004 y ser nombrado presidente del Gobierno de España, anunció que retiraría la Ley de Educación elaborada por el último Ministerio de Educación del Partido Popular, la Ley Orgánica de Calidad de la Educación, la LOCE. La LOCE estaba vigente en España desde diciembre de 2002. En junio de 2003 el Boletín Oficial del Estado había publicado los Reales Decretos que regulaban la normativa básica de las nuevas enseñanzas de la Ley de Calidad. A partir de ese momento, las Comunidades Autónomas debían elaborar su propia normativa para que las nuevas enseñanzas empezaran a implantarse en el curso 2004-2005. Sin embargo, en el mes de julio de 2004, la ministra de Educación, Mª Jesús San Segundo, mediante la publicación de un Real Decreto, aplazó dos años la aplicación de dichas enseñanzas, el tiempo nece- sario para elaborar una nueva Ley Orgánica de Educación que derogara la del Gobierno del Partido Popular. FOTO: EFE/Ángel Díaz 21/02/08 Nº66

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EDUCACIÓN

CUATRO AÑOS DE RETROCESO EN LA EDUCACIÓN ESPAÑOLAAlicia Delibes, viceconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid

Primer día de clase de primaria en el centro escolar José Calvo Sotelo de Madrid.

José Luis Rodríguez Zapatero, nada más ganar las elecciones generales del 14 de marzo de 2004 y ser nombrado presidente del Gobierno de España, anunció que retiraría la Ley de Educación elaborada por el último Ministerio de Educación del

Partido Popular, la Ley Orgánica de Calidad de la Educación, la LOCE.

La LOCE estaba vigente en España desde diciembre de 2002. En junio de 2003 el Boletín Oficial del Estado había publicado los Reales Decretos que regulaban la normativa básica de las nuevas enseñanzas de la Ley de Calidad. A partir de ese momento, las Comunidades Autónomas debían elaborar su propia normativa para que las nuevas enseñanzas empezaran a implantarse en el curso 2004-2005. Sin embargo, en el mes de julio de 2004, la ministra de Educación, Mª Jesús San Segundo, mediante la publicación de un Real Decreto, aplazó dos años la aplicación de dichas enseñanzas, el tiempo nece-sario para elaborar una nueva Ley Orgánica de Educación que derogara la del Gobierno del Partido Popular.

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Para comprender las razones que movieron a los socialistas a actuar de una forma tan insólita es preciso tener en cuenta que, desde la Transición, todas las medidas de reforma educativa que se han tomado en España han corres-pondido a la iniciativa socialista. En los últimos treinta años, el pensamiento de la izquierda llamada progresista ha dominado en la escuela pública: en los años setenta impuso su pedagogía y, cuando los socialistas llegaron al poder en 1982, iniciaron la reforma del sistema educativo según su viejo modelo de escuela unificada, también llamada “comprensiva”, que establece que todos los escolares han de estudiar lo mismo y en el mismo tipo de centros hasta pasada la adolescencia.

Ese modelo de escuela había sido el de todos los partidos socialdemócra-tas europeos tras la Segunda Guerra Mundial. En el Reino Unido, lo habían implantado los laboristas en 1976 con el nombre de Comprehensive School. Esta “escuela comprensiva” es la que sirvió de modelo a los expertos en educación que participaron en la elaboración de la Ley Orgánica General del Sistema Educativo, la LOGSE, que se publicó en 1990.

“Poco importaba a los defensores de la LOGSE que los escolares aprendieran poco, siempre que se asegurara que todos aprendían lo mismo. Esto es lo que aquellos

expertos llamaron ‘equidad’”

El principio fundamental sobre el que la LOGSE se sustentaba era que, pa-ra lograr la igualdad social, la escuela debía ser un instrumento nivelador de las desigualdades intelectuales. De ahí que la finalidad perseguida por sus inspiradores no fuera elevar el nivel cultural de la población, sino, más bien, igualarlo. Poco importaba a los defensores de la LOGSE que los escolares aprendieran poco, siempre que se asegurara que todos aprendían lo mismo. Esto es lo que aquellos expertos llamaron “equidad”, y a la “equidad” los so-cialistas no estaban dispuestos a renunciar.

La obsesión por lograr que todos los alumnos aprendieran lo mismo había obligado a los pedagogos “logsistas” a restar importancia a los contenidos de los currículos y a la formación académica de los profesores, así como a despreciar valores imprescindibles para el aprendizaje como son el mérito, la exigencia y el esfuerzo. Es preciso tener en cuenta que los destinatarios de esa nueva pedagogía eran unos profesores que, en su mayoría, estaban im-buidos de la doctrina antiautoritaria de los “revolucionarios de Mayo del 68” y abominaban ya del respeto a la autoridad y de la disciplina escolar.

Cuando el PP ganó por segunda vez las elecciones generales del año 2000, la LOGSE llevaba implantada, de forma general, cuatro años y sus consecuen-cias ya se hacían notar. Los niños terminaban la Primaria sin saber bien lo esencial, esto es: leer, escribir, hacer cuentas y expresarse correctamente; los adolescentes de 12 a 16 años que poblaban las aulas de la Educación Se-cundaria Obligatoria (ESO) se hacían difíciles de gobernar y los profesores em-pezaban a dar señales de cansancio, desmotivación y desinterés. Ante esta

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situación, el Partido Popular reclamaba la necesidad de recuperar el valor del esfuerzo, de la exigencia y del trabajo individual para conseguir que, además de “equidad”, nuestro sistema educativo tuviera calidad.

La Ley Orgánica de Calidad de la Educación, LOCE, aprobada en diciembre de 2003, no presentaba grandes cambios. En lo esencial, rompía tímidamente con la “comprensividad” de la enseñanza obligatoria abriendo ramas diferen-tes, a las que llamaba itinerarios, en los dos últimos años de la ESO; ofrecía a los alumnos de 15 años la posibilidad de terminar la Secundaria con unos programas especiales de iniciación profesional; trataba de recuperar el valor de la formación académica de los profesores y reforzaba la profesionalidad de los directores de los centros escolares.

Pero el establecimiento de itinerarios y el adelanto de estudios de carácter profesional suponían un inaceptable atentado a los principios generales de la “comprensividad”. Para todos los “creyentes” de la LOGSE, los cambios que pretendía introducir la Ley del Partido Popular convertirían el sistema “integra-dor” en otro “segregador” y acabarían, según ellos, con esa “equidad” que la Ley de 1990 había logrado introducir en el sistema educativo español.

Un año después de ganar Rodríguez Zapatero las elecciones, en julio de 2005, el Consejo de Ministros aprobó el Proyecto de Ley Orgánica de Edu-cación (LOE). En abril de 2006, la Ley fue aprobada en el Parlamento con la oposición del Partido Popular. Las nuevas enseñanzas tenían que comenzar a implantarse en el curso 2007-2008. Días después de haberse aprobado la LOE, Mercedes Cabrera sustituyó a María Jesús San Segundo en la cartera de Educación.

“La solución a ese fracaso escolar que ofrece la nueva Ley es que los profesores reduzcan los contenidos de los

programas lo suficiente como para que nadie, o casi nadie, esté en peligro de suspender”

Si los socialistas hubieran tenido la intención de mejorar la calidad de la enseñanza, de resolver los problemas de disciplina que la propia LOGSE había creado en los institutos, o de facilitar a los adolescentes que no querían estu-diar el aprendizaje de alguna habilidad u oficio que les ayudara a encontrar un trabajo cualificado al terminar su enseñanza obligatoria, habrían hecho otra ley muy distinta de la que acaba de ser implantada.

En lo esencial, la LOE vuelve a ese “pedagogismo” que caracterizó la Ley de Felipe González. Es decir, la transmisión de conocimientos, la instrucción de los ciudadanos, la enseñanza en su sentido clásico, siguen considerándose asuntos secundarios en la escuela. Si, según la LOGSE, los contenidos de las enseñanzas mínimas para toda España eran el conjunto de “conceptos, procedimientos y actitudes” que el alumno debía desarrollar en cada área o materia, con la nueva Ley socialista por un lado se habla de “contenidos con-ceptuales, procedimentales y actitudinales”, y, por otro, se introduce el nuevo

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concepto de “competencia básica”. Estas competencias básicas, en número de ocho, constituyen la base sobre la que se articulan los nuevos currículos; algunas son elementales como la “Competencia en comunicación lingüística” o la “Competencia matemática”, otras son inaprensibles, como la “Compe-tencia para aprender a aprender” o la “Autonomía e iniciativa personal”, pero, eso sí, todas ellas están descritas en el Real Decreto de enseñanzas mínimas con una jerga indescifrable y difícil de traducir al castellano. Para evitar el es-tablecimiento de los conocimientos esenciales que todos los alumnos deben estudiar en los años de su escolarización obligatoria, se recurre a subterfu-gios falaces como, por ejemplo, decir que más importante que “aprender” es “aprender a aprender”, o que más que estudiar historia, geografía, filosofía o arte, el adolescente debe desarrollar su “Competencia cultural y artística”. Como si fuera posible desarrollar competencias sin adquirir conocimientos.

“Si no se dice lo que los niños deben aprender, se evitará que la escuela tenga que rendir cuentas a la sociedad”

Si bien parece que al Gobierno de Rodríguez Zapatero poco le interesa instruir a la población y elevar su nivel cultural, lo que está claro es que le preocupa, y mucho, su “educación ética y ciudadana”. Le preocupa tanto que ha hecho de la implantación de una nueva asignatura, “Educación para la ciudadanía y los derechos humanos”, el centro de su política educativa. La pu-blicación, por parte del Ministerio de Educación, en diciembre de 2006, de los contenidos mínimos de esta asignatura ha provocado la movilización de miles de padres que han considerado que se trata de una intrusión inaceptable del Estado en la formación de las conciencias de sus hijos.

Por otra parte, no ha negado el Ministerio de Educación su preocupación por reducir el llamado “fracaso escolar”, es decir, el número de adolescentes que abandona el sistema sin titulación alguna, y ha dispuesto para ello la continua-ción de los “programas de diversificación curricular” y de las “adaptaciones curriculares” de la LOGSE. Ahora con una particularidad: que las adaptaciones curriculares que se hagan a los alumnos, por significativas que sean, no po-drán impedirles obtener el título de Graduado en ESO.

De esta forma, ante la evidencia de que no todos los alumnos pueden al-canzar los mismos objetivos académicos, y dado que no se debe obligar a na-die a estudiar y que hablar de exigencia y esfuerzo es cosa de la derecha más “radical”, la solución a ese fracaso escolar que ofrece la nueva Ley es que los profesores reduzcan los contenidos de los programas lo suficiente como para que nadie, o casi nadie, esté en peligro de suspender.

Las competencias básicas y la diversificación curricular constituyen una nue-va herramienta para continuar sumergidos en la gran estafa escolar. El Partido Socialista ha comprendido que si no se dice lo que los niños deben aprender, se evitará que la escuela tenga que rendir cuentas a la sociedad. Los padres no tendrán por qué inquietarse si sus hijos no aprenden en clase, ya que el objetivo de su escolarización no es que adquieran ciertos conocimientos sino

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que desarrollen determinadas competencias, lo que, según los nuevos exper-tos, conseguirán después de un largo proceso de aprendizaje. Por otra parte, si resulta que un alumno, tras nueve o diez años de escolarización obligatoria, malamente ha conseguido aprender a leer, escribir y hacer cuentas, los pro-fesores bajarán el nivel de sus aspiraciones tanto como sea necesario a fin de que pueda lograr el título de Educación Secundaria Obligatoria y evitar que pase a engrosar las cifras del “fracaso escolar”.

Si la LOCE pretendía reforzar la importancia de que la educación contribu-yera al desarrollo de la responsabilidad individual en niños y jóvenes, ahora la nueva Ley insiste en hablar de responsabilidad compartida. Ya está bien, dice la LOE, de exigir responsabilidad solamente al alumno. Esfuerzo sí, pero com-partido; esfuerzo sí, pero con motivación. Los verdaderos culpables del fraca-so escolar para la LOE socialista son las familias, el profesorado, los centros docentes, las Administraciones educativas y, en última instancia, la sociedad en su conjunto. Como si no estuviéramos hartos de ver que cuando se habla de responsabilizar a la sociedad lo que en realidad se pretende es alejar de cada individuo el deber de rendir cuentas de sus actos.

“Cuando se habla de responsabilizar a la sociedad lo que en realidad se pretende es alejar de cada individuo

el deber de rendir cuentas de sus actos”

El filósofo francés Jean François Revel, en su libro Memorias. El ladrón en la casa vacía, al recordar las revueltas de Mayo del 68 reflexionaba sobre las ne-fastas consecuencias que aquel movimiento había tenido para la educación:

“El esfuerzo intelectual ya no se considera indispensable para ser un buen estudiante. Deplorar esta omisión se ha convertido en ‘reaccionario’. La ‘so-ciedad’ sería la única responsable del resultado de los estudios. De hecho ya no se dice que un alumno es vago, se dice que ‘sufre fracaso escolar’, plaga anónima que se precipita sobre el desafortunado como la lluvia o el saram-pión”.

Actualmente, después de los diez años de escolarización obligatoria, una parte de la población escolar abandona los estudios, otra estudia Bachillerato y una tercera parte se matricula en Formación Profesional. Pues bien, según los datos recogidos por Eurostat correspondientes al año 2006, en España sólo el 70% de los alumnos que terminan 4º de ESO continúa estudiando, un porcentaje muy por debajo de la media obtenida entre los países de la Unión Europea, que se sitúa en el 84,7%.

De ese 70% de españoles que siguen escolarizados, el 61,3% cursa Bachi-llerato y el 38,7% Formación Profesional. En la Unión Europea la proporción es casi la inversa: un 44,2% sigue estudios académicos mientras que un 55,8% estudia Formación Profesional. A pesar de ello, el Gobierno socialista se ha propuesto aumentar el número de jóvenes que, tras terminar la Secundaria Obligatoria, se matriculan en el Bachillerato.

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Para ello, el Ministerio de Educación ha “flexibilizado” el Bachillerato per-mitiendo que los alumnos lo cursen en dos, tres o cuatro años, según sus propios deseos. Esta medida hace sospechar que la verdadera intención del Gobierno de Rodríguez Zapatero es prolongar la Enseñanza Secundaria Obliga-toria hasta la entrada a la Universidad. Si eso fuera así, lo que siempre se ha entendido como enseñanza media –el Bachillerato–, o bien desaparecería del todo, o bien se trasladaría a las Universidades.

En cuanto a la política universitaria llevada por el Gobierno socialista en estos cuatro años, debe saberse que ha estado marcada por la firma de la De-claración de Bolonia. Con este acuerdo las Universidades españolas se com-prometían a adaptar sus titulaciones al Espacio Europeo de Educación Superior antes de 2010. Ello supone que las carreras universitarias habrán de quedar configuradas según un sistema de dos ciclos: un primer ciclo de carácter gené-rico de tres a cuatro años de duración, llamado Grado, y un segundo ciclo de uno o dos años de especialización que se consideraría como Posgrado o Más-ter, con lo que las actuales licenciaturas y diplomaturas deberán desaparecer.

“La verdadera intención del Gobierno de Rodríguez Zapatero es prolongar la Enseñanza Secundaria Obligatoria hasta la entrada a la Universidad”

Tras un primer intento de la ministra María Jesús San Segundo para regular la estructura de las enseñanzas universitarias de acuerdo con la citada De-claración de Bolonia, y después de haber enviado durante toda la legislatura a las Universidades mensajes contradictorios, el Ministerio de Educación de Mercedes Cabrera ha publicado el Real Decreto 1393/2007, de 29 de octubre por el que se establecen las condiciones para que las Universidades españo-las ajusten sus titulaciones a la nueva estructura de Grados y Posgrados.

Tanto las titulaciones que hasta ahora se obtenían en tres cursos como las que exigían cinco años deberán pasar a cursarse en cuatro. El Ministerio de Educación, entre varias posibilidades y después de grandes vacilaciones, ha optado por la uniformidad: todas las carreras constarán de un Grado de 240 créditos (equivalentes a cuatro cursos) y un Posgrado de 60 ó 120 créditos, es decir de uno o dos años. Esta decisión, que terminará con las diferencias entre diplomaturas y licenciaturas y que tratará de poner fin al “elitismo” de algunas carreras universitarias, es acorde con el espíritu igualitario que inspira toda reforma socialista.

La carrera universitaria para llegar a ser profesor también se transformará. Esos pedagogos “neologsistas” que siempre han manifestado su opinión de que el profesor de Secundaria sabe demasiado pero no sabe cómo enseñarlo, han encontrado una magnífica excusa en los acuerdos de Bolonia para cam-biar contenidos científicos de las titulaciones por conocimientos pedagógicos. La carrera de un profesor de secundaria constará de un Grado de cuatro años, seguido de un Posgrado que consistirá, esencialmente, en un curso de Peda-gogía.

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En cuanto a la nueva carrera de Magisterio, si bien es verdad que tendrá la condición de Grado, como cualquier otra licenciatura, nadie garantiza que sus estudiantes vayan a ganar en sabiduría. No está previsto que el maestro de Música deba aprender música, que el que se prepara para enseñar Matemáti-cas estudie, sobre todo, matemáticas, o que el que ha de llegar a ser maestro de Educación Física sea un especialista deportivo.

“Sigue, pues, la izquierda pedagógica empeñada en bajar el listón del conocimiento, del saber, para que todos, sin

esfuerzo, sin exigencia y sin disciplina, puedan, feliz y cómodamente, superarlo”

Sigue, pues, la izquierda pedagógica empeñada en bajar el listón del cono-cimiento, del saber, para que todos, sin esfuerzo, sin exigencia y sin disciplina, puedan, feliz y cómodamente, superarlo. Y para ello se necesitan no maestros deseosos de aprender más para enseñar más, sino maestros saturados de una metodología pedagógica que ha demostrado ya sobradamente ser ineficaz para enseñar a los escolares.

Los males de nuestro sistema educativo tienen el mismo origen que aque-llos que en su día denunció Tony Blair cuando emprendió las grandes refor-mas británicas. Reformas que están siendo observadas con gran atención por todos los políticos europeos que se muestran preocupados por la ineficacia de su enseñanza. Se trata de los mismos males y las mismas causas que el actual presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, ha denunciado en múltiples ocasiones. Esas causas coinciden con los principios pedagógicos que inspiraron la LOGSE, que la LOCE quiso romper y que Zapatero ha conse-guido recuperar.

“El intervencionismo estatal, por un lado, pone trabas al derecho de los padres a elegir la educación

de sus hijos y, por otro, impone una uniformidad al sistema de enseñanza contrario a la naturaleza

diversa de los individuos”

Esencialmente, esos principios son el igualitarismo dogmático que impide exigir de cada individuo el máximo desarrollo de sus capacidades, el pedago-gismo que se niega a aceptar que la tarea fundamental del profesor es trans-mitir conocimientos y el intervencionismo estatal que, por un lado, pone trabas al derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos y, por otro, impone una uniformidad al sistema de enseñanza contrario a la naturaleza diversa de los individuos.

Es evidente que la nueva Ley de Educación, la LOE, no podrá mejorar los resultados académicos porque está basada en la misma filosofía pedagógica que ha provocado el deterioro de nuestro sistema educativo. La LOE no busca la calidad de la enseñanza, simplemente pretende disimular el fracaso de un

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FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales no se identifi ca necesariamente con las opiniones expresadas en los textos que publica. © FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales y los autores. Depósito Legal: M-42391-2004

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modelo educativo que fue inventado para construir una sociedad uniforme de hombres y mujeres políticamente correctos, capaces de repetir consignas bue-nistas pero incapaces de todo pensamiento crítico, individual y libre.

Con la nueva Ley de Educación, los Gobiernos de las Comunidades Autóno-mas del Partido Popular tendrán difícil la tarea de mejorar la calidad del sis-tema educativo. En primer lugar, porque el Gobierno socialista se ha cuidado mucho de dejar bien cerradas aquellas cuestiones que tienen que ver con la filosofía educativa que ha inspirado la Ley y, en segundo lugar, porque el Mi-nisterio de Educación controla de cerca cualquier medida que pueda suponer un cambio significativo de dirección en el pedagogismo igualitario que los so-cialistas defienden.

“La LOE no busca la calidad de la enseñanza, simplemente pretende disimular el fracaso de un modelo educativo

que fue inventado para construir una sociedad uniforme de hombres y mujeres políticamente correctos, capaces de repetir consignas buenistas pero incapaces de todo

pensamiento crítico, individual y libre”

Un igualitarismo dogmático que no solamente no resolverá los problemas de nuestro sistema educativo, sino que además impedirá que los más necesi-tados, los más desfavorecidos socialmente, puedan, gracias a la escuela, me-jorar sus condiciones de vida. Impedirá también que los hijos de los inmigran-tes logren alcanzar en nuestro país esa vida mejor que sus padres vinieron a buscar. En definitiva, un igualitarismo que no hace sino impedir la movilidad social, posiblemente uno de los objetivos no declarados de estos sedicentes progresistas.