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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDET Aut. Prov. Nº 1340/01 Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDET Buenos Aires, Argentina Este material puede citarse mencionando su origen Responsable 02.12.2007: René Krüger Domingo 2 de diciembre, Primer Domingo de Adviento (Morado) Salmo 122; Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14; Mateo 24:36-44 Introducción Con este Primer Domingo de Adviento comienza un nuevo año eclesiástico o litúrgico. Durante cuatro semanas, la cristiandad se preparará para la celebración del nacimiento de Cristo. Es tiempo de espera alegre, expectativa, celebración. A la vez, es tiempo de reflexión, seriedad y autoexamen, pues se nos propone disponernos para la venida del Emmanuel, el Dios con nosotros; para encontrarnos con el Señor en su Palabra, en la comunión con las hermanas y los hermanos; para descubrir las señales de su Reino. El texto propuesto para el primer Primer Domingo de Adviento, Mt 24,36-44, pertenece a una unidad mayor que abarca todo el capítulo 24 y que se ha dado en llamar “el apocalipsis sinóptico”. (Colocamos comillas para expresar la reserva ante esa formulación tradicional, ya que el texto en realidad “desborda” los parámetros de la apocalíptica en boga e incluso “desapocaliptiza”). Mateo incorporó aquí el texto de Mc 13, modificando algunas partes, agregando ciertos énfasis y omitiendo ciertas formulaciones. (Algo similar se constata en Lc 21). Ese “apocalipsis sinóptico” constituye una pieza realmente única dentro del conjunto de materiales de los evangelios. Tiene una línea temática coherente, pero es muy abigarrado en cuanto a su origen y polifacético en su construcción. La investigación constató un entrelazamiento de algunas tradiciones cristianas con material proveniente de la apocalíptica judía. El texto refleja el ambiente y la situación de la primera guerra de los romanos contra los judíos de 66 a 70 d. C. (Si bien se ha instalado la designación “Guerra Judía” a partir del título que lleva la obra de Flavio Josefo, La Guerra Judía, optamos por emplear la formulación “Guerras romanas contra los judíos”, por considerar que la primera formulación refleja el punto de vista del imperio vencedor y la segunda, el del pueblo oprimido por el poder imperial). El texto del “apocalipsis sinóptico” es un verdadero rompecabezas armado con elementos de múltiples orígenes. En la exégesis hay dos posiciones divergentes y opuestas. Hay quienes sostienen que se trata de un breve apocalipsis judío que recibió retoques cristianos; y otros afirman que en la transmisión de una serie de palabras de Jesús se 1

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Estudios Exegeticos Homileticos serie 93 esencial para lideres

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDETAut. Prov. Nº 1340/01Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 02.12.2007: René Krüger

Domingo 2 de diciembre, Primer Domingo de Adviento (Morado)

Salmo 122; Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14; Mateo 24:36-44

Introducción

Con este Primer Domingo de Adviento comienza un nuevo año eclesiástico o litúrgico. Durante cuatro semanas, la cristiandad se preparará para la celebración del nacimiento de Cristo. Es tiempo de espera alegre, expectativa, celebración. A la vez, es tiempo de reflexión, seriedad y autoexamen, pues se nos propone disponernos para la venida del Emmanuel, el Dios con nosotros; para encontrarnos con el Señor en su Palabra, en la comunión con las hermanas y los hermanos; para descubrir las señales de su Reino.

El texto propuesto para el primer Primer Domingo de Adviento, Mt 24,36-44, pertenece a una unidad mayor que abarca todo el capítulo 24 y que se ha dado en llamar “el apocalipsis sinóptico”. (Colocamos comillas para expresar la reserva ante esa formulación tradicional, ya que el texto en realidad “desborda” los parámetros de la apocalíptica en boga e incluso “desapocaliptiza”). Mateo incorporó aquí el texto de Mc 13, modificando algunas partes, agregando ciertos énfasis y omitiendo ciertas formulaciones. (Algo similar se constata en Lc 21). Ese “apocalipsis sinóptico” constituye una pieza realmente única dentro del conjunto de materiales de los evangelios. Tiene una línea temática coherente, pero es muy abigarrado en cuanto a su origen y polifacético en su construcción. La investigación constató un entrelazamiento de algunas tradiciones cristianas con material proveniente de la apocalíptica judía. El texto refleja el ambiente y la situación de la primera guerra de los romanos contra los judíos de 66 a 70 d. C. (Si bien se ha instalado la designación “Guerra Judía” a partir del título que lleva la obra de Flavio Josefo, La Guerra Judía, optamos por emplear la formulación “Guerras romanas contra los judíos”, por considerar que la primera formulación refleja el punto de vista del imperio vencedor y la segunda, el del pueblo oprimido por el poder imperial).

El texto del “apocalipsis sinóptico” es un verdadero rompecabezas armado con elementos de múltiples orígenes. En la exégesis hay dos posiciones divergentes y opuestas. Hay quienes sostienen que se trata de un breve apocalipsis judío que recibió retoques cristianos; y otros afirman que en la transmisión de una serie de palabras de Jesús se agregaron elementos apocalípticos. Sea como fuere, en Mc 13 y los textos paralelos de Mt 24 y Lc 21, hay tradiciones apocalípticas de matriz judía y a la vez palabras originales de Jesús, juntamente con testimonios de experiencias del cristianismo primitivo. Todo eso fue compaginado mediante un cuidadoso trabajo redaccional. No sólo este “apocalipsis”, sino una serie de textos más del cristianismo del primer siglo evidencian que la apocalíptica del judaísmo, que se desarrolló con cierta fuerza a partir de Daniel, se introdujo en la cosmovisión y en la teología del joven cristianismo, transmitiéndole elementos importantes de su forma de entender el mundo, la historia, la vida y a Dios. Como hoy estamos bastante lejos de aquellos tiempos y su cosmovisión, los colores del “apocalipsis sinóptico” hacen que este texto sea uno de los más extraños para la comprensión actual.

La literatura apocalíptica se desarrolló a partir del siglo II a. C. y durante los primeros siglos de la era cristiana. En la Biblia Hebrea, este género es representado por los capítulos 7-12 del libro de Daniel y por algunos pasajes en otros libros proféticos. En el NT, además del “apocalipsis sinóptico”, hallamos textos y trazos apocalípticos en 1 Tes 5,13-18; 1 Co 15,35-53; el Apocalipsis de Juan; y algunos textos menores. Algunos de los textos apocalípticos importantes de la época intertestamentaria son 4 Esdras, Apocalipsis de Abraham, Libro 3 de los Oráculos Sibilinos y otros. Todos estos textos comparten formas literarias peculiares, un

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estilo característico, experiencias religiosas bien definidas, una importante percepción social, una visión teológica acentuada, un rechazo rotundo de la era presente y de sus representantes concebidos como bestias infernales, y la esperanza en la pronta actuación de Dios que pondrá fin a este tiempo e instaurará el nuevo eón. Los autores expresan todo esto con una imaginería que de a ratos nos puede resultar extraña.

La apocalíptica nació en un mundo de exclusión, opresión, persecución, marginalidad y caos. Hasta el 586 a. C., Israel poseía su tierra, su monarquía, la capital Jerusalén, su templo, sus sacerdotes y su culto. La destrucción de la capital, su templo y la realeza, y luego el exilio babilónico, acabaron con estas referencias ancestrales y seguras. Luego del retorno y de una existencia por cierto breve en el espacio restringido que permitía el imperio persa, sobrevinieron otras épocas de persecución violenta, con una alta dosis de sufrimiento físico, social, religioso; y las consiguientes frustraciones por los proyectos históricos truncados. En ese contexto de elevada opresión, nace la apocalíptica en el siglo II a. C. como un intento de reconstruir la conciencia de la identidad y hacer posible la esperanza en un mundo diferente, animando a perseverar en la fe en Dios que finalmente triunfará. Cuando las guerras, el hambre, la violencia, la opresión, las catástrofes ya no pueden ser evitados, sólo queda una salida: pedir a Dios que haga llegar el fin. En este contexto, los textos apocalípticos expresan la esperanza y la confianza en Dios en medio de la desesperación y la resignación la general. Si bien esta postura proyecta su esperanza prácticamente más allá de la historia, ella se opone rotundamente al escepticismo, la indiferencia y el llamado nihilismo. Aquí el mensaje apocalíptico –también el del “apocalipsis sinóptico”– entronca con nuestra situación actual, pues para seguir adelante con fe y esperanza y para superar la indiferencia y la desesperación, se requieren grandes “empujones” que eleven nuestra mirada por encima de todos los obstáculos que se oponen a una vida digna, a la solidaridad, al Reino de Dios.

Comentario al texto bíblico

Mateo elaboró esta unidad de texto a partir de Mc 13,32 (= Mt 24,36), agregó materiales que tomó de la llamada Fuente de los Dichos (el llamado Documento “Q”), e intercaló Mc 13,35 (= Mt 24,42). Luego agregó la parábola del siervo fiel y el siervo malo, tomado de la Fuente de los dichos. De esta manera, Mateo construyó su propio final para el “apocalipsis sinóptico” que halló en el EvMc. Pero ahí no terminó la cosa. El tema escatológico constituía una preocupación especial para Mateo, por ello registró varios discursos más de Jesús relacionados con el fin. Así formó una gran composición escatológica que llega hasta el final del cap. 25 y que, a demás de la parábola de los dos siervos, contiene las de las diez vírgenes, los talentos y el gran juicio final. Se trata de una magnífica construcción teológica que ofrece las orientaciones suministradas por Jesús para una gran variedad de temas que tienen que ver con la responsabilidad, la solidaridad, la preparación, la alerta, la ética, siempre en vista de lo que podríamos llamar la intervención final y decisiva de Dios.

El tema central del texto para este Primer Domingo de Adviento la necesaria preparación para no ser sorprendido de improviso por la venida sorpresiva del Señor, el Hijo del hombre. El mismo tema permea las tres parábolas que siguen (siervos, vírgenes y talentos).

V. 36: El día y la hora se refieren a los eventos relacionados con la parusía y a esta misma, cuya descripción ya inicia en el v. 29. Nótese que el texto griego de Mateo dice “el día aquel”, y esto es terminología apocalíptica. No se trata de un día cualquiera ni de una fecha cronológica, sino del día decisivo, único y último. La formulación hunde sus raíces en el concepto del Día del Señor, anunciado por los profetas, según nos lo transmite la Biblia Hebrea; pero con un énfasis nuevo (véase más adelante, v. 42.)

El saber acerca del momento preciso del evento y con ello, el poder para llevarlo a cabo, pertenecen exclusivamente a la soberanía de Dios. Mateo refuerza esta afirmación con un agregado: introduce el adverbio sólo al texto que toma de Mc 13,32. Ahora bien, un vistazo a la crítica textual muestra que en ambos evangelios algunos copistas omitieron la frase “ni el Hijo”; y es casi seguro que lo hicieron por escrúpulos cristológicos. Es decir, no podían imaginarse que “ni el Hijo” supiera ignorar algo tan decisivo. Lucas se “anticipó”, por así decirlo, a esta problemática, omitiendo directamente el versículo entero de Mc 13,32.

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V. 37: En la tradición apocalíptica, era común introducir referencias a determinados eventos del pasado para ilustrar un dato del presente o el futuro. Jesús, arraigado en esta tradición, hace exactamente lo mismo. Echando mano de una aplicada por los intérpretes de la Ley, elabora un breve comentario, un Midrash, sobre la generación del diluvio, pero no para comentar el pasado, sino para hablar de la generación del tiempo final. El punto de comparación es el acto final del hecho apocalíptico, no la tribulación previa.

V. 38: El escueto comentario confronta a los contemporáneos de Noé con este célebre personaje no por la vida licenciosa de los primeros (aunque el texto base de Gen 6-8 realza ese tema), sino por esa despreocupación total con la que llevan adelante su existencia. Su vida giraba exclusivamente en torno al comer, el beber y la vida matrimonial.

V. 39: Esa vida desprevenida y sin reflexión alguna (no entendieron) trajo la ruina sobre aquella generación del diluvio. Este final abrupto permite pasar ahora a dos descripciones que presentan la salvación en la parusía como una especie de arrebatamiento (véase 1 Tes 4,17).

Vs. 40-41: Los dos ejemplos, el primero de los cuales difiere del texto paralelo de Lc 17,34-35, constituyen un par. La primera dupla describe una actividad masculina de aquel tiempo; la segunda, una femenina. Esta ilustración es un anticipo de lo que explicará Jesús con más detalles en Mt 25,31-46. La separación entre unos y otros es un importante componente de la escatología mateana (véase Mt 13,24-30.36-43.47-52; 22,1-14; 15,1-13.31-46).

V. 42: Este dicho, tomado de Mc 13,35, es una exhortación que parece una deducción de la explicación anterior, y a la vez suministra las palabras clave para la breve comparación que sigue a continuación. Siguiendo el uso de la Biblia Hebrea, el evento escatológico es calificado como el día. La Versión Reina-Valera incluye la variante hora, desechada por la actual crítica textual por ser apoyada por el llamado Texto Mayoritario, de tradición bizantina, cuyas variantes no son originales. Ese texto fue el habitual en el siglo XVI, cuando Casiodoro de Reina elaboró su traducción de la Biblia. Recibe el nombre de textus receptus. Recién en el siglo XIX, gracias a nuevos descubrimientos de manuscritos más antiguos que los del texto bizantino y por los avances de la crítica textual, fue cuestionada y finalmente desechada esta recensión del texto neotestamentario.

Hay que destacar que no se trata de una mera actualización del Día del Señor del que hablaban los profetas. En la visión evangélica, este Día es concomitante con la venida del Señor Jesucristo, el Hijo del hombre.

V. 43: Sigue una breve parábola sobre la necesidad de la preparación para la parusía. La formulación introductoria Pero sepan esto convierte la parábola en una regla de sabiduría o prudencia, bien al gusto hebreo. La imagen del ladrón nocturno también es empleada en otros textos, entre los que se destaca especialmente 1 Tes 5,2.4. El énfasis crucial de la parábola consiste en la sorpresa, no la comparación del Hijo del hombre con un ladrón, cosa que sería bastante chocante. Pero recuérdese que Jesús no tiene problemas con ilustrar sus enseñanzas también con figuras llamativas e incluso chocantes.

El mismo tema de la preparación se reitera en la parábola de Mt 24,45-51. Allí se suministran mayores detalles, aunque el punto focal del mensaje es muy similar.

V. 44: Jesús pasa a hacer una aplicación directa de la breve comparación que antecede. La frase forma una inclusión con la exhortación del v. 42. A diferencia del día del v. 42, Jesús habla ahora de la hora, retomando ese dato de la comparación que antecede. El velar de la parábola se transforma en estar preparados, que tiene un alcance mucho mayor, pues además de la espera incluye la acción. El Señor del v. 42 es ahora el Hijo del hombre.

Breve reflexión

Muchos textos bíblicos apocalípticos y escatológicos fueron usados como materia prima para construir especulaciones sobre los castigos del juicio final y los tormentos eternos, sobre la manera en que serán arrebatados los salvados, sobre el lugar geográfico e incluso sobre el día y la hora de la parusía – ello en abierta oposición a la indicación explícita de que nadie –ni el Hijo– conoce el momento de ese día. Esas especulaciones consumieron inútilmente montañas de papel, ríos de tinta, toneladas de cerebros, cúmulos de tiempo y torrentes de fantasías, miedos y preocupaciones. Intentos de inventos totalmente inconsistentes e infundados.

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El texto para este domingo apunta a otra cosa. Nada de especulaciones triviales sobre tiempos, días, horas o cosas similares del momento decisivo. Jesús se propone formar una actitud de vigilancia y espera. O, con más precisión, una ética de la espera confiada y activa. Que esta actitud tenga que ver también con la acción y no sólo con una espera paciente y pasiva ante lo que habrá de ocurrir, se desprende del proyecto teológico de Mateo, que cierra todo ese extenso discurso apocalíptico y escatológico con la parábola del juicio universal de las naciones, juicio éste en el que las actitudes para con los miembros débiles del cuerpo social son convertidas en parámetro y criterio de vida y salvación. Jesús habla de dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, recibir al forastero, vestir al desnudo, visitar al enfermo y acompañar al preso. Acciones que pueden ser muy sencillas y cotidianas, sin dramatismo ni función espectacular; pero que no son nada comunes ni habituales.

El texto es sumamente escueto con respecto a los rasgos descriptivos del Señor que vendrá y a la modalidad de esta venida. No hay ninguna pintura majestuosa, no hay frases rimbombantes ni descripciones ostentosas, como en ciertos cuadros sobre el fin. Tampoco hay descripción alguna del juicio en sí. Sólo se constata que habrá salvación o reprobación, según corresponda. Sólo hay un llamado a prepararse. ¡¿Sólo?! La ética de la espera confiada y activa no es nada menor, todo lo contrario.

El empleo de este texto para el Adviento establece una interrelación entre ambas venidas, la venida del Dios Encarnado en Navidad y la venida del Hijo del hombre, culminación y final de la historia universal. El que viene no es otro que aquel Emmanuel, el débil bebé perseguido por el poderoso rey Herodes, el predicador ambulante de Galilea, el maestro que vivió en total solidaridad con las personas necesitadas, el Salvador que murió en la cruz del Gólgota y resucitó en Pascua. El humilde, indefenso, admirado y a la vez odiado Nazareno es el mismo que el Señor y Juez escatológico de toda la humanidad. La comunidad creyente, que se sabe acompañada y guiada por su Señor presente, puede esperar con alegría su manifestación en gloria. Mientras tanto, puede traducir aquel ministerio en Galilea, Samaria, Judea, al otro lado del Jordán, en la Decápolis y en Jerusalén en pasos sencillos, pero firmes en su vida cotidiana. Así estará siempre preparada y alerta. Esto es justificación por la fe, vivida y traducida a obras de amor. Esto es vida santificada.

Pistas para la predicación

Todo predicador, toda predicadora sabe que todo texto bíblico suele contener varios énfasis, brindando diversas posibilidades para elaborar varios sermones. Cada vez que nos metemos en un texto y el texto se mete en nuestras vidas, nos resulta difícil elegir el punto preciso para la predicación, pues hay tantos que se tiene la impresión de no hacer justicia al texto dejando afuera a algunos. Pero es buena costumbre elegir para la predicación un solo tema del texto bajo análisis.

Aquí va una sugerencia de propuesta para una predicación:

- ¿Tomamos en cuenta la venida del Señor y el fin de todas las cosas, también de nuestras vidas? ¿Es un tema de conversación, reflexión, oración? ¿Es un tema de nuestro estudio bíblico? ¿Cómo se maneja ese tema en los diversos ambientes cristianos?

- Atención: las especulaciones sobre los tiempos finales y el momento del fin no sirven para nada. Todas fallaron y seguirán fallando. Es más: no constituyen el centro de la cuestión. El meollo lo constituye la actitud de preparación constante, pues el Señor vendrá sorpresivamente. A Jesús no le interesa infundir pánico ni alentar especulaciones, sino animar a esperarlo activamente; es más: a hacerlo presente en todo momento.

- La espera del Señor ha de moldear con convicción y alegría el presente y transformarlo en solidaridad con los débiles y necesitados. Aquí es importante que con una breve referencia a Mt 25 se señale el contexto literario más amplio de la unidad del texto para esta predicación.

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDETAut. Prov. Nº 1340/01Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 09.12.2007: Pablo Manuel Ferrer

Domingo 9 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento 2 (Morado)

Salmo 72:1-7, 18-19; Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-13; Mateo 3:1-12

Introducción

En adviento reflexionamos sobre la espera. La espera de algo nuevo. En este segundo domingo de adviento tenemos un texto de Pablo a la comunidad de Roma. Una comunidad que se encuentra en el corazón del Imperio Romano. Una comunidad que recibe de cerca, y cotidianamente, numerosos mensajes relacionados a la esperanza de un mundo nuevo. O debemos decir mejor: la no esperanza. Los mensajes emitidos desde el imperio romano son de una falta de futuro debido a que éste era lo ya presente. El Imperio Romano, tenemos que recordarlo, se presentó como la culminación de una evolución en la humanidad. Era el punto máximo posible para alcanzar por la civilización.

Hacia este contexto social, cultural y religioso Pablo dirige su carta. Y en el texto que tenemos para hoy podemos observar algunas sugerencias para continuar viviendo, resistiendo en ese/este mundo imperial.

Quiero acercarme al texto de Romanos 15:1-13 teniendo en cuenta el uso reiterado de la Escritura (como llama Pablo al Primer Testamento, o Antiguo Testamento, o Biblia Hebrea) en la carta a los Romanos. En este pequeño texto Pablo multiplica las citas de la Escritura y realiza sobre ellas reinterpretaciones que buscan actualizar el mensaje.

Entonces la propuesta en este estudio es captar cómo el apóstol usó la Escritura para dar resistencia y esperanza en su tiempo. La espera de los cristianos de Roma en este caso va a ser fortalecida por la interpretación de la Escritura.

Comentario del texto

Debemos llevar las debilidades de los no poderosos…15:1-3

La primera sección comienza con un verbo: debemos. El sujeto que debe cumplir ese pedido, el sujeto que “debe realizar…” es un sujeto colectivo, es un sujeto en el que Pablo se incluye. Por otro lado es un sujeto poderoso. Es un sujeto que tiene la capacidad de “agradarse a sí mismo”. Pablo propone que ese sujeto poderoso, colectivo dirija su acción hacia las debilidades de los no poderosos.

El cuidado hacia los débiles es una constante preocupación paulina, esencialmente en esta carta a los Romanos (lo vemos profundamente en el capítulo 14). Este cuidado hacia los más débiles llega a ser una clave de lectura para la mayoría de los textos paulinos. Se puede pensar en las recomendaciones de Pablo a los esclavos en diferentes cartas suyas, para comprenderlas deben ser leídas en esta clave de cuidado hacia el más débil.

Uno de los pedidos que se realiza en este capítulo 15 de Romanos es agradar al otro: v. 2 “cada uno de nosotros agrade (aquí en imperativo) al prójimo para bien, por causa de la construcción de la comunidad”. El verbo agradar no tiene en sí el objetivo de “quedar bien” con el prójimo o bien de hacer lo que el prójimo simplemente desee, sino lograr una relación tal que contribuya a la construcción de la comunidad.

En cuanto a la cita de la Escritura en el v. 3 es del Salmo 68:10: “los insultos de los que te insultan cayeron sobre mí”.

Pablo, y una larga tradición con él, ve en algunos salmos como éste la figura mesiánica de un ser que será puesto en tela de juicio y que enfrentará a quienes se oponen a Dios. El

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enfrentamiento será de un Mesías débil contra opositores de poder. La pregunta que surge al recibir este pasaje del salmo, como una cita probatoria de que hay que agradar al prójimo y no a uno mismo, es ¿Cómo funciona el agradar al prójimo en el caso del salmo? Pareciera evidente que el Mesías no se está agradando a sí mismo, pero ¿en qué forma eso sirve para el prójimo? El contexto del salmo no muestra un poderoso sino alguien sin poder que recibe el odio comunitario por causa de sus creencias. Si esto fuera un ejemplo de acción estaríamos ante una actitud masoquista que poca utilidad tendría al prójimo y al mismo ser que la padece.

Pero propongo leer la cita no como un ejemplo a seguir sino como paradigma de un ser a quien uno debe cuidar y llevar sus debilidades. En este sentido el Mesías es la persona débil del v.1 al que debemos agradar y de quien debemos llevar las cargas. No es el Mesías en este caso alguien que debe ser imitado sino un modelo de alguien sin poder al que debemos cuidar y llevar sus debilidades. Una lectura del v. 3 diría: “porque el Mesías no se agradó a sí mismo; por el contrario, como está escrito, fue una persona sin poder que recibió los insultos de los que insultan a Dios”

Se escribió para resistir y consolar…15:4-7

Pablo y los primeros cristianos usan la Biblia Hebrea para releer la realidad que viven. Pero estos usos son diversos y no siempre se encuentran en sus objetivos. Quisiera recordar algunos pocos ejemplos de la apropiación de la Escritura por parte de algunos autores bíblicos.

La Escritura es un depósito de un Misterio de siglos que se revela en la época de quien la lee: Romanos 16:25-26. Romanos 4:23.

En 1º Corintios 10:11 la Escritura tiene la función de actuar como advertencia sobre el presente.

En Gálatas 4:24 la escritura se recibe como alegoría que permite releer la situación presente.

En textos tardíos, provenientes de grupos más organizados, la Escritura adquiere un fuerte sentido ético-normativo: 2º Timoteo 3:16. A la vez es motivo de disputas sobre la “verdadera” interpretación: 2º Pedro 1:19-21 y 3:16.

Debemos agregar la concepción de la Escritura con valor probatorio para las creencias en autores bíblicos como pueden ser los que escriben el Evangelio según Mateo y la carta a los Hebreos.

La lista podría seguir y ampliarse las diferentes concepciones acerca de la Escritura. Pero no es mi objetivo aquí. Mi objetivo es recordarnos que estas apreciaciones eran sumamente diversas y que, según Romanos 15:4, Pablo encuentra en la Escritura un texto escrito en el pasado pero para lograr resistencia y consuelo y con estas dos herramientas lograr la esperanza en el presente. Podríamos traducir Romanos 15:4:

Porque todo lo escrito en la antigüedad fue escrito para nuestra enseñanza; para que, a través de la resistencia y el consuelo de las Escrituras, tengamos esperanza.

Pablo recibe y entrega a la comunidad de Romanos un texto que no busca sólo la normatividad o lograr la verdadera interpretación, ni tampoco solamente justificar la creencia de Pablo. Aunque ciertamente en otras partes de Romanos la Escritura es una herramienta para probar creencias, en el final Pablo usa la Biblia para el cuidado de los más débiles.

Esta forma de concebir la Escritura ayuda a vivenciar a Dios como un Dios de resistencia y consuelo y cuya tarea principal es dar herramientas, sentimientos, para construir la comunidad (Romanos 15:5-7).

La Escritura un espacio de diversidad para buscar la diversidad…15:8-12

Finalmente Pablo encuentra una serie de citas de la Escritura que le permitirán comprender a los gentiles y a los de la circuncisión dentro de un mismo plan. Algunas lecturas judías habían cerrado la posibilidad de encontrar en la Escritura un Mesías que abarcara a las naciones más allá del pueblo judío. Pablo, como parte de un judaísmo universalista, lee la Escritura con la certeza de encontrar un Dios plural, abierto a la diversidad. Y, ciertamente, lo encuentra.

Entonces ve que es posible alabar y cantar a Dios en medio de las naciones: v.9 citando al salmo 18:50 y a 2º Samuel 22:50 (Pablo saca en esta interpretación el vocativo Señor). Con

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esto encuentra en la Escritura el final de la separación entre personas más santas o menos santas, más puras o menos puras. La frontera entre gentiles y judíos está borrada por el canto y la alabanza.

La búsqueda de gozo se da en comunión entre gentiles y judíos. Es la cita de Deuteronomio 32:43 en el v. 10

En el v 11 vuelve a usar un salmo (117:1) para convocar al canto y la alabanza entre los gentiles y todos los pueblos.

En las tres citas anteriores referidas a los gentiles hay una exhortación a la alegría, a la alabanza, al gozo. Es desde esta perspectiva que la Escritura es mencionada para quebrar toda barrera étnica.

Finalmente, Pablo cita en el v. 12 uno de los profetas universalistas: Isaías (11:10). Y esta porción de la Escritura tiene un fuerte mensaje político: “la raíz de Jesé, el que se levanta para imperar sobre los gentiles. En Él pondrán su esperanza los gentiles.” Tal vez no haya que aclarar demasiado el peso y las implicancias políticas de esta cita en una comunidad que vive en el corazón del Imperio Romano. Pablo está asegurando que la esperanza en un buen emperador no se ha cumplido, aún está (activamente) abierta. Y es una esperanza en un Emperador de tierras lejanas…

Para pensar hoy…

Sabemos bien que la Biblia ha sido usada para toda clase de fines. Los más nobles en algunos casos, los más deplorables en otros. Ejemplos tenemos cada cual en nuestros propios países y en nuestras propias historias.

Aún dentro de los autores bíblicos del Segundo Testamento uno puede encontrar una diversidad de usos de la Escritura Hebrea. A veces ésta se usó para someter a la mujer o a los esclavos mientras que otros autores bíblicos vieron en la Escritura Hebrea la herramienta que fundaba y sustentaba la lucha contra la riqueza de unos pocos y la pobreza de muchos. A veces vemos que en el Segundo Testamento se usa el Primer Testamento para normar la correcta y única fe, mientras que en otros casos el Segundo Testamento usa el Primer Testamento para fomentar la diversidad.

Estos pasajes que vemos en el 2º domingo de Adviento nos ayudan a recordar el uso de la Escritura Hebrea, en particular los salmos y un profeta como Isaías, para dar resistencia y consuelo y así lograr tener esperanza.

Hoy más que nunca en este imperio es necesario reapropiarse del sentido liberador del texto bíblico. Esta tarea hoy está enmarcada por un mundo en donde el texto bíblico es uno de los reservorios de sentido más usado. Hoy sabemos que la reapropiación en nuestros países latinoamericanos lucha contra aparatos de distribución de las apropiaciones imperialistas de la Biblia (imprentas, Internet, música, conferencistas, programas televisivos, etc.). Estos usos de la Biblia por parte del Imperio corren con la ventaja de tener la posibilidad económica para facilitar y multiplicar a nivel global su producción y distribución. Contra esta ventaja la lectura de la Biblia que da esperanza a través del consuelo y la resistencia, tiene la cotidianeidad humana como marco en el cual toda apropiación se fortalece o bien se debilita.

La lectura de Pablo del Primer Testamento, o Escritura Hebrea, es sembrada en el seno de la comunidad. Es ahí donde el sentido que surge de la interpretación del texto adquiere validez o simplemente se desvanece. Es ahí donde somos llamados a vivir y actuar en nuestros tiempos, juzgar nuestra época, leer la Biblia para tener resistencia y consuelo, y celebrar para reafirmar la esperanza.

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDETAut. Prov. Nº 1340/01Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 16.12.2007: Álvaro Michelin Salomon

Domingo 16 de diciembre, Segundo Domingo de Adviento 2 (Morado)

Salmo 146:4-9 o Lucas 1:46-55; Isaías 35:1-10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11

El Salmo 146 es un canto de alabanza que invita a confiar en Dios mucho más que en los gobernantes de este mundo. Expresa la bienaventuranza de tener al Creador de los cielos y la tierra como el Dios en quien depositar la esperanza. Este mismo Dios es quien hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos, quien libera a los cautivos y da salud a los enfermos, quien levanta a los caídos y ama a los justos. Es el Dios que se compadece de la situación de los extranjeros y quien sostiene al huérfano y a la viuda. Es el mismo Dios que trastorna el camino de los injustos. Este Dios permanece para siempre y su justicia será recordada y alabada de generación en generación.

Isaías 35:1-10 – Transcribimos el siguiente comentario de Severino CROATTO: Isaías 1—39, Bs. As., Ed. La Aurora, Comentario Bíblico Ecuménico, 1989, pp.199-201 (fragmentos):

“Este capítulo es la contraparte positiva del 34 […]. Tampoco éste es un texto apocalíptico […]. Tiene expresiones e imágenes que el lector encontrará en el 2-Isaías […]. Se trata de un oráculo destinado a entusiasmar a los judeos exiliados para que retornen a Jerusalén. Tanto la epifanía de la gloria/energía de Yavé (v.2b), cuanto la llegada de los exiliados, tienen a Jerusalén como menta, no el país de Judá […]. La preocupación del profeta es la celebración del acontecimiento salvífico en la ciudad de Yavé, Sión. La no mención del templo es sugerente: fue destruido por los caldeos y aún no está reconstruido. Pero Sión existe como lugar, por más destrucción que haya sufrido. Yavé volverá a ocuparla como otrora.”

“[---] Si la devastación produce esterilidad, un cambio en la condición del pueblo significará también una transformación de la tierra. El poeta que escribe este texto aplica a la naturaleza los sentimientos de los hombres. El gozo, la alegría, los gritos de júbilo son atribuidos al desierto, al sequedal, a la estepa (v.1-2ª)”.

“[…] Ese Dios ‘que viene’ es definido como vengador, retomando un motivo del cap.34 […]. Para los destinatarios del mensaje, Yavé se presentará como salvador. El efecto inmediato de esta presencia está descrito en los vv. 5-6a: los ciegos, los sordos, los cojos, los mudos serán los beneficiarios y también actores. A ellos les tocará expresar la alegría de la liberación. El Evangelio de Mateo usará parcialmente este pasaje para legitimar la práctica de la sanidad de Jesús (Mt 11:5). El texto de Is.35:5-6ª no pretende hablar de los milagros de curación sino de la liberación de los exiliados: entonces, o las discapacidades mencionadas son símbolos del exilio (al estilo de 2-Isaías, véase 42:7), o se atribuye a los discapacitados el honor de manifestar la liberación del pueblo exiliado.”

“[…] La transformación de la naturaleza es el símbolo que expresa la restauración del pueblo oprimido en el exilio y liberado por Yavé. De esta manera, pues, Is.35 es un canto de esperanza y una invitación a celebrar por anticipado la alegría de la liberación. El tema central del agua en el desierto suscita, por su parte, la memoria de un nuevo éxodo de liberación, tema que dibujará mejor el 2-Isaías (véase 41:18s; 43:20; 48:20-21)”.

Santiago 5:7-10 exhorta a aguardar con paciencia la venida del Señor, en el sentido original de aguantar firmemente, no desmayar, estar vigilantes. Se pone como ejemplo al campesino que, después de la siembra, espera las lluvias que alimenten las semillas y así pueda esperar el fruto de la cosecha. La carta repite como motivo fundamental que “la venida del Señor se acerca”. Ello debe producir en la comunidad cristiana un ambiente de confianza mutua y

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superación de las enemistades. “El Juez ya está delante de la puerta” (v.9b). La congregación debe tomar ejemplo de los profetas y convertirse, ella misma, en expresión profética de perseverancia y anuncio del mensaje del Señor.

Mateo 11:2-11 (cf. Lc 7:18-35) sitúa una comparación entre el final del ministerio de Juan el Bautista y el desarrollo del ministerio de Jesús (“al oír Juan en la cárcel los hechos de Cristo…” v.2; cf. Mt 4:12). Hay una pregunta motivadora de parte de Juan el Bautista a Jesús, mediante dos discípulos de aquel: “¿eres tú aquel que había de venir o esperaremos a otro?”. La respuesta de Jesús recuerda la profecía de Is.35:5-6, actualizándola para su nuevo momento histórico.

Después que se fueron los discípulos de Juan, Jesús continúa hablando al resto de la gente del Bautista como un profeta “y más que profeta” (v.9). Alude asimismo a Mal.3:1: “yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino delante de ti” (Mt 11:10).

Juan el Bautista es el más grande entre los profetas, pero el Reino de Dios tiene sorpresas mayores aún que deben manifestarse a partir de Jesús. De hecho esas manifestaciones ya están presentes porque “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres es anunciado el evangelio” (v.5).

LUCAS 1:46-55

A propósito de Lucas 1:46-55, el Magnificat o Canto de María, al cual le dedicaremos mayor atención, expondremos primeramente unas líneas sobre las menciones de las mujeres en el Evangelio de Lucas.

Las mujeres en el EvLc ocupan un lugar destacado:

Elisabet, madre de Juan el Bautista (Lc 1), es co-protagonista junto a María, madre de Jesús;

María, madre de Jesús, tiene su especial significación en los caps.1 y 2 del EvLc ;

de la suegra de Pedro se habla en Lc 4:38-39 (cf. Mt 8:14-15 y Mc 1:29-31);

la viuda de Naín es protagonista en el relato que sólo Lucas ofrece, cuando Jesús resucita al hijo de esta mujer (Lc 7:11-17);

en Lc 7:36-50 tenemos a la pecadora que, llorando, derramó un frasco de perfume a los pies de Jesús (cf. Mt 26:6-13; Mc 14:3-9; Jn 12:1-8);

en Lc 8:1-3 el evangelista alude a las mujeres que acompañaban a Jesús y los doce discípulos;

en Lc 8:19-21 tenemos referencia de la madre y los hermanos de Jesús (cf. Mt 12:46-50; Mc 3:31-35);

en Lc 8:43-48 leemos sobre la mujer que padecía de flujo de sangre, en medio del relato sobre la hija de Jairo (Lc 8:40-42, 49-56; cf. Mt 9:18-26; Mc 5:21-43);

en Lc 10:38-42 Lucas cuenta la visita de Jesús Marta y María;

en Lc 13:10-17 leemos sobre una mujer que desde hacía 18 años andaba encorvada;

en Lc 13:20 Jesús habla de la mujer que tomó levadura para realizar una masa de harina, como semejanza del Reino de Dios (cf. Mt 13:33);

en Lc 15:8-10 Jesús se toma como ejemplo a una mujer que perdió una moneda;

en Lc 18:1-8 Jesús pone como parábola de la oración y la perseverancia a una viuda que reclama ante un juez injusto;

en Lc 21:1-4 (cf. Mc 12:41-44) observa el Maestro a una viuda muy pobre que deposita su ofrenda en el templo;

al momento de la crucifixión, Lucas relata que había mujeres que lloraban y hacían lamentación por él (Lc 23:27; cf. Jn 19:25-27);

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cuando muere Jesús, también añade Lucas que estaban presentes las mujeres que lo habían seguido desde Galilea (Lc 23:49);

asimismo menciona su presencia cuando José de Arimatea pide el cuerpo de Jesús, lo baja de la cruz, lo envuelve en una sábana y lo pone en un sepulcro nuevo (Lc 23:55-56);

en los relatos de la resurrección de Jesús aparecen las mujeres en los cuatro evangelios (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20).

El Canto de María se sitúa en sintonía con los salmos y con otros cantos del Antiguo Testamento:

los cantos de Moisés y de María o Miriam, hermana de Moisés y Aarón (Éxodo 15:1-21);

el canto de Débora y Barac (Jueces 5);

el canto de Ana, madre de Samuel (I Samuel 2:1-10);

el canto de liberación de David (II Samuel 22 = Salmo 18);

el último mensaje de David (II Samuel 23:1-7);

los cantos del Siervo Sufriente (Isaías 42:1-7; 49:1-6; 50:4-9; 52:13—53:12).

Asimismo encontramos en el EvLc, en consonancia con el Magnificat, los siguientes cantos o proclamas proféticas:

Lc 1:67-79 el canto de Zacarías, padre de Juan el Bautista (“Benedictus”);

en Lc 2:14 el canto de los ángeles frente al nacimiento de Jesús (“Gloria”);

el mensaje de Simeón (Lc 2:29-32; “Nunc dimittis”);

la profecía de Isaías 40:3-5 en concordancia con el mensaje de Juan el Bautista (Lc 3:4-6);

la proclama profética de Jesús en Nazaret (Lc 4:16-20; cf. Isaías 61:1-2);

las bienaventuranzas y ayes (Lc 6:20-26).

Lc 1:46-55 se puede dividir en dos partes: la primera (vv. 46-50), escrita en 1ª persona singular, donde habla María sobre los efectos de la acción de Dios en ella; y la segunda (vv. 51-55), aludiendo a la acción general de Dios en sus acciones de justicia y misericordia.

El contexto anterior indica que “hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril. Ambos eran ya de edad avanzada.” (Lc 1:5-7).

Zacarías recibe una revelación en el templo de Jerusalén, que dice: “Zacarías, no temas, porque tu oración ha sido oída y tu mujer Elisabet dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Tendrás gozo y alegría […]. Hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor, su Dios. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto” (Lc 1:13-17).

Acto seguido, Zacarías queda temporalmente mudo como castigo por haber dudado de la promesa del Señor de darle un hijo en su vejez. No obstante Elisabet concibe el hijo que había sido anunciado (Lc 1:24-25).

Así también María recibe el sorpresivo anuncio de que concebirá un hijo (Lc 1:26-38): “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El

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Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin.” (vv. 30-33).

La explicación que recibe María ante su incomprensión del hecho, por la falta de relaciones sexuales con José, es presentada como que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti […]; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios” (v.35).

Más adelante María va a visitar a Elisabet y el encuentro de las dos embarazadas sirve de marco familiar para el Magnificat. Antes del canto de María, la propia Elisabet cantó la alegría de que María estuviera embarazada, y que de ese vientre nacería nada menos que el Señor (vv. 42-43). Elisabet, además, siente que su hijo en la panza “saltó de alegría”. Ambas mujeres alaban el misterio de las dos vidas que están viniendo, como prodigios de bendición de parte del Dios que se acuerda de su pueblo en aflicción.

Vv. 46-50 – María se siente privilegiada por Dios cuando, a juzgar desde su condición humana común y corriente, pertenece al pueblo pobre. La expresión “porque ha mirado la bajeza de su sierva” (v.48ª) contiene dos palabras con un sentido muy fuerte: por un lado el término tapeinosis, que significa “humillación, humildad, bajeza, pequeñez” (Clave Lingüística del N.T. griego, Bs.As., ISEDET – La Aurora, 1986); por otro lado el vocablo doúle = “esclava, sierva”.

María es desde el punto de vista meramente humano una mujer sin figuración social, sin reconocimiento especial, sin poder económico ni político ni religioso: es una mujer del pueblo pobre en una localidad muy alejada de Jerusalén: Nazaret.

Es, asimismo, una servidora, una mujer que vive en función de servir a otros como mujer pobre. No cuenta con una formación que la acredite como alguien que merezca una bendición particular. Por eso María canta la alegría de ser tocada por Dios y de ser recordada “de generación en generación” (v.50). Dios cuenta con ella y María lo alaba desde lo más profundo de su alma. María adquiere una identidad que no tenía. Ahora, a partir de su embarazo, su vida personal cambia radicalmente pero también le cambiará la vida a muchas personas y a las generaciones siguientes.

Vv. 51-55 – María sigue cantando pero en esta parte su mensaje ya no tiene la veta personal sino una dirección más general. El tiempo pasado (aoristo) de los verbos para referirse a acciones futuras de Dios es una reminiscencia de las profecías del Antiguo Testamento.

En el caso del Magnificat, por otra parte, tenemos dos posibles interpretaciones:

1.- la memoria de los textos del AT, que se trasunta en Lc 1:46-55 (Is.61:10; Hab.3:17-18; I Sm.1:11; Dt.10:21, etc.) hace que el tiempo pasado del Magnificat nos remonte, en efecto, al AT y los prodigios del éxodo, la vuelta del exilio de Babilonia, el juicio de los profetas a los gobernantes corruptos, la confianza en el Dios que protege a los pobres (Sal.107) y la renovación de la promesa a Abraham.

2.- La otra interpretación, complementaria de la primera (interpretaciones no excluyentes entre sí), es que los verbos en tiempo pasado cobran el efecto de que el poder de Dios que se manifestará en el futuro de Israel, a partir de Jesús, tiene tal grado de certeza que es un mensaje para ser proclamado como concreción ya realizada. El AT y el NT se dan cita en el Magnificat, unidos por María, mujer pobre, servidora, humilde, tocada de manera especial por la gracia de Dios.

Resumiendo algunas ideas

a) María cumple un papel en la historia bíblica de salvación, así como otras mujeres también.

b) María canta, alaba a Dios, expresa su gratitud y alegría, no queda callada. Da testimonio de la presencia de Dios en su vida. Lo hace con total humildad y reconocimiento a Dios.

c) Reconoce el poder de Dios que puede exaltar a los humildes y ayudar a los pobres.

d) En este canto se unen el AT y el NT, aunque Jesús no venga nombrado explícitamente.

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e) La contrariedad de María al quedar embarazada fuera del matrimonio (comprometida con José) da paso al gozo por una vida que está viniendo, la cual encarnará la salvación de Dios, la liberación para los pobres y el cumplimiento de la promesa a Abraham.

f) María comparte su alegría con Elisabet, quien también está embarazada; pero este gozo compartido no es un secreto entre las dos sino un canto de bienaventuranza para todo el pueblo de Dios.

Hacia la predicación

1) El Magnificat se presta para dar testimonio de la misericordia de Dios en la vida personal.

2) También se puede interpretar desde la acción de Dios en la sociedad.

3) Se puede realizar algún repaso de aquellos eventos del AT mencionados más arriba (éxodo, vuelta del exilio, etc.).

4) Asimismo se puede vincular el Magnificat con algunos textos lucanos (el canto de Zacarías, el canto de los ángeles, etc.).

5) Como tiempo de Adviento, de espera para la celebración de la venida del Mesías, podemos decir que todos los cristianos/as deberíamos sentir algo similar a María: tanto desde lo personal como desde lo social. Somos humildes siervos del Señor que debemos reconocer su acción de juicio, justicia y misericordia en nuestro medio. Ello implica, desde la comunidad cristiana, poner en claro dónde está nuestro regocijo y nuestra confesión de las “grandes cosas”, las “proezas”, la “misericordia de generación en generación” de nuestro Dios. Si somos capaces de ponerle nombre a estos hechos de Dios hoy, será porque desde la memoria Abraham, pasando por Jesús, el canto de María aún tiene vigencia para nosotros/as.

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDETAut. Prov. Nº 1340/01Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 23.12.2007: Néstor Míguez

Domingo 23 de diciembre, Cuarto Domingo de Adviento (Morado)

Salmo 80:1-7, 16-18; Isaías 7:10-16; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-25

Pero hay que volver a José. Hay que mostrar que es el padre de Jesús, aunque no lo haya procreado directamente. Porque no puedo desoír lo que todos ya sabemos, que Jesús es el Hijo de Dios, y esto hay que decirlo así. Es saber escuchar al profeta. Es el hijo de Dios, y es el hijo de José, pero de distinta forma. Debe quedar claro que Jesús vive y crece por la protección de su Padre, de su padre. De no ser así, la genealogía del comienzo del Evangelio quedaría vacía.

José, el justo. Desde el comienzo del Evangelio se marca la oposición con los cultores hipócritas de la ley: ser justo no es cumplir con la ley, como pretenderán los fariseos, sino que, ya en José, aún antes de su sueño revelador, es defender la vida de la madre, la vida del Hijo. Hay que destacar que si hubiera sido justo por la ley, tendría que haber denunciado el adulterio de María. Fue justo antes aún de recibir el mensaje del ángel. Fue justo porque era misericordioso, no apegado a la letra de la ley. La justicia de José, que obvió la ley, salvó a la madre de la infamia, y al niño del apedreamiento.

Hay otra manera de ser justo, distinta de la justicia de ley, y José la conocía. Hay un Israel que es justo porque sabe que la misericordia es mayor que el sacrificio, porque conoce a las leyes pero también a los profetas, porque vive su piedad en las decisiones de cada día. Ese es el Israel fiel al que perteneció José, el Israel real... Ese es el Israel que las gentes vieron en Jesús, por eso lo llamaban profeta.

Aunque con la precariedad de toda conclusión sobre escasa evidencia, parecería ser que esta “piedad de los justos” era una línea del judaísmo popular en Galilea. Cuando se reúnen ciertas sinagogas aldeanas en los sábados, se leen (o recitan, la mayoría no sabe leer) los profetas antes que la Ley. Saben de Isaías y de Jeremías, esperan a Elías, aunque ignoren los ritos de purificación. Por eso Juan encontró tantos seguidores, y también Jesús. Lejos del Templo, despreciados por los fariseos, expuestos a la prepotencia de los romanos, a las injusticias de Herodes, al despojo de los cobradores de impuestos y la coacción del diezmo, dependientes de lluvias y misericordias divinas, estas humildes gentes habían formado su propia piedad de esperanzas y oraciones. Poco se sabía y apreciaba en Jerusalén de ello... gentuza de los márgenes, Galilea de los gentiles, pueblo mezclado, que sólo sirve para traer ofrendas. Y de allí que hayan quedado pocos registros que nos permitan atisbar cómo puede haber sido esta forma de judaísmo. El Evangelio de Mateo es uno de esos registros. Algunos textos de Qumrán podrían dar noticias de ello, aunque fueran de otro grupo o tendencia.

Tras la "guerra” que asoló Galilea y destruyó Jerusalén y el templo, los sobrevivientes han reconstruido sus aldeas trabajosamente, y recuperan la memoria de su piedad. Algunos recuerdan y agregan los dichos que dejó Jesús, que juntan, recuerdan, repiten, y, los que pueden, anotan. Es probable que los relatos del nacimiento de Jesús se generaran y transmitieran en ese espacio, y de allí alcanzaran al Evangelio de Mateo. El probable que el evangelista viera, en el personaje de José, un fiel de esa piedad, un justo, y lo sigue siendo como memoria y ejemplo.

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¿Cómo se generaron estas historias, que relatan hasta lo que José soñó? Alguien lo dijo, muchos le creyeron. Cuando alguien lo dice y muchos le creen, todos lo dicen. Y se hace cierto por que todos lo dicen. Por eso conocemos lo que pasó: pasó porque creemos que pasó. Por que además es necesario que pase porque de esa manera se cumple la Promesa del Señor. El ángel lo pone a José en el lugar del padre. No lo deja escapar y llevarse su carga de sana piedad en su primera aparición en sueños. Una segunda presencia le da la información que le permitirá, otra vez, preservar la vida del niño. Y en esta le reenvía a la tierra de Israel, a hacer el periplo de Jacob, del otro José, de Moisés, de todo el pueblo cautivo que fue liberado.

José vuelve a cumplir su tarea paterna, el ángel aparece nuevamente en sus sueños. El Israel fiel preserva la vida del hijo que el Israel de la soberbia quería matar. Como preparando de nuevo el éxodo, como salvando de nuevo a Moisés. “De Egipto llamé a mi hijo”, del vientre de un imperio. El Señor salvó a su pueblo, del vientre de otro lo volverá a salvar.

Otra vez una historia de emigración y exilio, de mi pueblo extrañado de su tierra. José es José, llevando su heredad a Egipto para sobrevivir. Pero este José es padre del Hijo, que lo protege para que viva hasta que cumpla su misión. Otra vez en camino, cruzando desiertos con un niño en brazos, evitando guardias y vigilantes, mirando con recelo todo soldado que se cruza. Así es la vida de los pobres, cuando se atreven a desafiar al poder, aunque solo sea por existir.

El primer José interpretaba los sueños de otros en Egipto, este José tiene los propios sueños que obedecer. “Vuelve a tu tierra con la madre y el niño, ya han muerto los que procuraban la vida del niño”. Pero tu tierra no es tu tierra, José. La Judea de los belicosos y homicidas no será nunca tierra segura para el pueblo de la tierra. No mientras la gobiernen los herederos de la máscara del Imperio. Sabemos que cuando finalmente Jesús fue a Judea y Jerusalén, allí se impone la muerte. Por eso, según el Evangelio de Mateo, se muestra una profunda desconfianza de Jerusalén y Jesús se mostrará resucitado solo entre los suyos, solo en Galilea, para ser nuevamente el Emmanuel.

Y aquí José toma sus propias decisiones. Está enterado de lo que pasa. No es solo un ingenuo obediente que sigue sus sueños. Está alerta, cumple con su tarea de padre con sus propias decisiones. Pero sus propias decisiones serán también las decisiones que el Padre usará. Lejos del Templo se criará el Hijo de la promesa, lejos del Templo y los sabihondos, pero en medio del pueblo humilde, de la aldea ignorada. Será la aldea de la piedad y la entrega, la de los nazareos, aunque después muchos de ellos lo desconozcan.

Así se prepara la sorpresa del relato: un rey davídico criado en una aldea de Galilea. ¿Acaso el mismo David no fue criado en el campo? ¿Cómo puede ser un rey popular que no esté criado en el pueblo? El verdadero hijo de David no es Salomón, que criado en el palacio, se desvía tras los ídolos del poder, los dioses de los imperios y reinados enemigos. Este Jesús es el verdadero hijo de David, el rey que pasea por las aldeas donde es reconocido y donde su poder y autoridad causan asombro. Tiene que ser reconocido por su vida y obras, no por su linaje.

Aquí en la Galilea dudosa fue primero reconocido, querido, creído. Así es que se cumple la Palabra de los profetas: cuando el Hijo de Dios es reconocido nazareno. Aquí comenzó su recorrido, aquí se encontró por última vez, ya resucitado, con los suyos, aquí sigue acompañándonos pues es, siempre, hasta el fin de los tiempos, Emmanuel, el Dios que está con nosotros.

José es un modelo del creyente: es el que cree por la pura revelación, el que apuesta a la fe en sus sueños. ¡Qué ingenuo carpintero, creer en sus sueños! Que su prometida tiene un Hijo del Espíritu, que salvará a su pueblo, que el Señor levanta su profeta de en medio del pobrerío aldeano... Y vivir de esos sueños, obedecer esas visiones. Y sin embargo, solo hay un futuro para este pueblo porque cree en sus sueños, ya desde Jacob. Por que creyeron en sus sueños pueden creer también en el Resucitado. El Emmanuel del ángel será el mismo Emmanuel con que se despedirá el Resucitado, se despedirá para quedarse. Pero no sólo hay que tener sueños, hay que despertarse y cumplirlos. Eso es lo que muestra José en este momento.

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 - Diciembre de 2007 Instituto Universitario ISEDETAut. Prov. Nº 1340/01Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 24.12.2007: Néstor Míguez

Lunes 24 de diciembre, Natividad del Señor o Nochebuena (Blanco)

Salmo 96; Isaías 9:2-7; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-20

El nacimiento de Jesús se produjo en Belén, una aldea prestigiada por ser el lugar del nacimiento de David, pero que en ese momento era apenas un pueblito insignificante, olvidado. Nace en medio de la imposición burocrática del censo, que muestra claramente quien tiene el poder político y económico en ese momento. Pero si la aldea es pobre, el nacimiento ocurre en un lugar todavía más pobre. Es el lugar del excluido, del que no tiene lugar en los alojamientos del sistema. Es el Dios que se ensucia, por eso necesita pañales; es el Dios que se ensucia con la historia de los desalojados, con los que duermen en los pesebres. En el pesebre se reclina el primer hijo de la nueva creación.

El relato de un pastor de Judea

¿Dónde encontró “Lucas” la historia de los pastores? No lo sabemos. Pero podemos poner en juego la imaginación y buscarle un origen. No es una exégesis estricta, pero cómo ya lo he hecho en otros estudios, propongo reconstruir un relato “posible”, imaginable, que nos ayude a ver nuevos ángulos de una historia ya conocida. Recordemos que, cuando Lucas escribe su Evangelio ya ha ocurrido la “guerra de los judíos”, y que los cristianos de Judea han tenido que emigrar, probablemente algunos fueran a la misma Roma.

[Aprovecho mi ubicuidad de autor y me traslado en espacio y tiempo para escuchar la entrevista que Lucas le hace a este anciano emigrante. Estoy en Roma, en los bajos fondos del Trastévere. Es el año quinto del Imperio de Tito. Es una pieza húmeda y maloliente. El idioma es un arameo rudo, que “Lucas” apenas logra entender. A mi me salva ser el tercero omnisciente.]

El que habla es un pastor de ovejas. Estaba desdentado, el rostro conservaba las huellas de la larga exposición a la intemperie. Una barba blanquecina, rudamente cortada a navaja. Los ojos eran apenas dos líneas entre los pliegues del rostro. Sin embargo conservaban un brillo renegrido. Seguramente tenía menos edad que el prematuro envejecimiento me había hecho pensar. El hombre comienza su relato:

“Teníamos un rebaño de ovejas en Judea, pocos animales. Mi abuelo trabajaba para un patrón, pero mi padre, con algunos hermanos del Camino de Jesús, había logrado formar su propio rebaño. En la guerra se perdió todo. A mi padre lo mataron los romanos, aunque en realidad solo quería esconderse para salvar al rebaño. A Mamá y a mí, y a mis hermanas, los hermanos nos llevaron al norte, nos cobijaron allí un tiempito, y después nos vinimos a Roma.

Yo esto lo escuché de niño. El abuelo todavía vivía, allá en el campo, en Judea. El abuelo no sabía mucho precisar la época, pero se acordaba que se corrían rumores de un nacimiento maravilloso ocurrido cerca, un hijo del sacerdote Zacarías. Era verano y el rebaño dormía en los montes, al aire libre. El abuelo todavía era joven y le tocaba cuidar los animales en la vigilia de la noche. Sabe como es eso, se quedan varios, siempre hay uno que ha logrado hacerse de un odre de vino para pasar la noche, arrimados junto al fuego, contando sus cuitas, burlándose de los patrones.

Mi abuelo, contaba, se había quedado dormido cuando alguien dio la alarma a la mitad de la noche; entonces vieron a lo lejos algunos hombres que venían bajando. Venían envueltos en

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un resplandor. Al principio les dio miedo. Creyeron que eran soldados, y que la luna llena brillaba sobre sus armaduras y por eso parecían de luz, o quizás fueran fantasmas. No se sabe a quién temerles más, si a los soldados o a los fantasmas. Después se dieron cuenta que eran ángeles. Eran ángeles que estaban vestidos de blanco, y con la luz fuerte de la luna sus ropas parecían plateadas.

Cuando se acercaron los ángeles se dieron cuenta que no venían del monte sino directamente del cielo. La noche se volvió día, dice mi abuelo. Fue todo una maravilla. Los ángeles los enviaron a la aldea. Allí vieron aun niño recién nacido, envuelto en pañales, recostado en un pesebre. Se les anunció que era el descendiente de David que traía la liberación de su pueblo, la restauración de Israel. Por fin la liberación, por fin Dios volvía a darles lugar a los pobres de Israel. Volvieron alabando a Dios.

Pero el tiempo pasaba, le abuelo envejecía, y todo fue quedando atrás. Después que volvieron de Belén no se enteraron de más nada, como si hubiera sido una ilusión. No lo contaban, porque tenían miedo de que se burlaran de ellos. ‘Cuentos de pastores, mentiras de borrachos’, dirían [los pastores tienen fama de ladrones, borrachos y mentirosos]. Recién mucho tiempo después, cuando mi abuelo ya era anciano y Papá le contó que Jesús había sido crucificado en Jerusalén y que había resucitado, recién ahí el abuelo comenzó a contar la historia y a decir que él lo había conocido cuando nació. Que no se acordaba del nombre del niño, pero que los ángeles le habían dicho que nacía el Mesías Señor. Mi abuelo ponía una voz grave cuando repetía las palabras: “—No tengan miedo. He aquí les doy nuevas de gran gozo...”. Murió poco tiempo después, mi abuelo, concluyó el hombre. A todo esto Lucas ha refinado el relato: --“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche...”

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ESTUDIO EXEGÉTICO–HOMILÉTICO 092 – Diciembre de 2007Instituto Universitario ISEDETAutorización Provisoria Decreto PEN Nº 1340/2001Es un servicio elaborado y distribuido por el Instituto Universitario ISEDETBuenos Aires, ArgentinaEste material puede citarse mencionando su origenResponsable 25.12.2007: Pablo R. Andiñach

Martes 25 de diciembre, Navidad (Blanco)Salmo 97; Isaías 62:6-12; Tito 3:4-7; Lucas 2:1-20.

Estamos en Navidad y nos reunimos para celebrarla. El texto de Lucas que hemos leído tantas veces siempre nos permite alguna nueva idea, nos abre a algo que no habíamos pensado antes. Veamos algunos elementos de este texto.

I.

2:1 Cesar Augusto. El nacimiento se produjo durante el tiempo de este emperador. Gobernó un largo período, entre los años 30 a.C. hasta el 14 d.C. y encargó un censo general del imperio. Estos censos se llevaban a cabo con la única intención de perfeccionar el sistema de recaudación de impuestos. En ocasiones los censos eran motivo de revueltas entre los pueblos sometidos, y así ocurrió varias veces en Israel. No es clara la razón por la cual la familia de María y José debe viajar hasta Belén. Es muy probable que el texto tenga más una intención teológica que histórica y esté buscando consolidar la idea de que el mesías vendría de la casa de David y de su aldea natal.

Cirino fue gobernador de Siria-Palestina entre los años 4-1 a.C., y probablemente encargado de ejecutar el censo para Roma en su territorio. Su mención busca hacer más fuerte el sentido histórico del hecho a narrar. Citar personajes de la política de la época contribuye a fundar más sólidamente la certeza de lo sucedido.

2:4 Se nos dice que José era de Belén. Sin embargo cuando llegan a su ciudad no parece que hubiera familiares esperándolos, ni alguien que los conociera y que los hospedara en su casa. María está encinta y no hay un sólo familiar que los ayude. Este detalle nos hace pensar si realmente José sería de Belén, o incluso si realmente habrían viajado hasta Belén para dar a luz allí. Hechos 10:38 habla de "Jesús de Nazaret", sin mencionar a Belén como su tierra natal. Sea cual fuere la especulación, la realidad es que deberíamos esperar que hubiera familiares que los reciban pero el texto no nos habla de una aldea donde son esperados por sus parientes. Hasta da la sensación que ni siquiera los conocen: tampoco la narración pone en boca de José ninguna alusión a los habitantes de Belén, no nombra a sus parientes, no acude a ellos. Cabe la pregunta sobre el sentido de esta soledad. ¿Qué hay más frágil que una madre primeriza lejos de su familia? ¿Qué más que un padre joven alejado de quienes pueden ayudarlo a comenzar esa nueva experiencia de familia?

El pesebre. El pesebre es el lugar donde come el ganado, y no debe confundirse con el establo. Los establos suelen tener un pesebre dentro y a veces otro afuera, normalmente adosados a las paredes laterales. Es así que María acuesta al niño en el pesebre, especie de caja de madera donde se colocaba el alimento de los animales. Los cuadros clásicos han inmortalizado la imagen del establo con el pesebre en el centro y dos animales a sus costados: un buey y un asno. Es de notar que nada se dice de ellos en nuestra narración evangélica. Sin embargo parece haber habido una antigua costumbre de vincular esos dos animales a los pesebres (véanse Isaías 1:3 y Lucas 13:15). Más allá de la visión romántica de los pesebres reconstruidos por nuestras tradiciones, la realidad es que no hay cosa menos adecuada que el lugar de los animales para un bebé recién nacido.

Los pastores. Otra vez la tradición nos aleja del sentido original del texto. Estos personajes tan simpáticos a nuestra sensibilidad eran tenidos por ladrones y delincuentes en tiempos bíblicos, pues se asumía que robaban ganado durante la noche. O que desatendían el rebaño

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y lo dejaban a merced de las fieras. A tal punto que las Escrituras los utilizan para describir situaciones negativas, tales como los falsos o malos pastores en Zacarías 11:4-17 y otros textos. Jesús –en contraste- se llamará el “buen pastor”, para distinguirse de aquellos a los que tenían acostumbrados la sociedad de la época a la gente común y elaborará parábolas para hablar del pastor que efectivamente cumple con su misión, que rescata la oveja perdida. Pero los primeros pastores poco tenían de honestos y generosos. De modo que los primeros testigos del nacimiento no son personas de prestigio ni demasiado confiables.

II.

¿Qué podemos decir a partir de estos datos?

Señalamos cinco puntos que ofrecemos para vertebrar nuestra predicación.

1. La navidad primera tuvo ingredientes muy interesantes: la soledad de la familia, la llegada inesperada del mesías, la sorpresa que causó en todos. Y principalmente la poca trascendencia en su propio tiempo. Contamos nuestra generación desde el año cero, pero ese año no fue calculado sino siete siglos más tarde. En su momento pasó inadvertido para casi toda la humanidad.

Observación:

¿Hoy la verdadera navidad es celebrada masivamente o pasa inadvertida para las inmensas mayorías?

¿Cómo se rescata el sentido de la navidad en un contexto donde la iglesia cristiana es mayoritaria y donde está más cerca que lejos del poder?

¿Cuál es el papel de las pequeñas congregaciones donde se busca ser fieles al mensaje de la navidad?

2. Por eso es importante ver a quiénes fue revelado. Lo fue a una pareja joven, inexperta, probablemente no más sabia ni conocedora de la fe que el resto de la población. Jesús nace en un hogar como cualquier otro: de gente honesta pero sin brillo, de personas sanas pero sin ambiciones. José y María podrían haber sido tantos otros. Fueron ellos y nos dan un profundo mensaje de humildad y entrega, pero podrían haber sido tantos otros que también caminaban por aquellos días y tenían las expectativas de que el Señor haría algo por su pueblo.

Observaciones:

Somos llamados a valorar la fe sencilla pero profunda de aquellos primeros testigos.

María y José aceptaron el plan de Dios para sus vidas y nos convocan a que hagamos lo mismo.

3. Continuando con lo anterior, vemos que los pastores no eran personas prestigiosas. Entre los trabajadores gozaban de mala reputación. Hoy nos resulta difícil entender que el mesías fue revelado a quienes estaban en los márgenes de la sociedad. Si sucediera en nuestros días serían convocados los pobres, inmigrantes, los pueblos sometidos, los discriminados.

Observaciones:

¿Recordamos en nuestra celebración en la iglesia y familiar a los marginados de este tiempo?

¿Hablamos y predicamos el amor real entre las personas, el que se construye sobre la tolerancia, el respeto y la integración de los diferentes?

4. En la navidad se reúne la iglesia en torno a la palabra. No es casualidad que en la tradición cristiana llamemos “palabra” al texto bíblico y también “palabra” a Jesús mismo, el logos. Nos reunimos en torno a la vieja historia pero fundamentalmente rodeados por su Espíritu Santo, su presencia real y verdadera.

Observaciones:

Recordemos que estamos reunidos para proclamar esa palabra expresada en Cristo.

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Que el Dios hecho persona se comprometió con nuestra condición humana y que en consecuencia espera una respuesta de nuestra parte.

¿Será esta una navidad más o es ocasión para encontrarnos con el Cristo?

5. Cuando el evangelio comienza diciendo “aconteció en aquellos días… siendo Cirenio gobernador de Siria…” busca establecer con nitidez el tiempo, como también el lugar de los hechos. Nada sucede fuera de las coordenadas de tiempo y espacio regulares. Todo ocurre en la vida real de aquellos primeros testigos. La narración no pretende un tiempo privilegiado sino uno habitual. Pero en ese tiempo vulgar suceden cosas maravillosas producidas por Dios mismo.

Observaciones:

La navidad también sucede hoy, en este tiempo y en este lugar que son los nuestros.

En nuestro tiempo habitual y vulgar, ¿hay espacio para lo maravilloso que viene de Dios?

¿Preparamos nuestros ojos para ver o seguiremos siendo ciegos a lo que el Señor hace por nosotros?

Finalmente, considero que la predicación de la navidad debe hacer un llamado a escuchar la voz de aquel que nació para llegar a la adultez, y como tal nos habla. Las Escrituras dan testimonio de que aquel frágil bebé se hizo grande y habitó entre nosotros.

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