el agua está en problemas
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¿Cómo vivir sin agua? - Cuento escrito e ilustrado de manera colaborativa por alumnos de 4º y 1º grado.TRANSCRIPT
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©2011, 4º y 1º colegio Las Cumbres
CoordinaciónVignesh ManwaniMaría José Castilla Sastre CorrecciónIgnacio MaestroFrancisco Lusso
Diseño de tapaLola Villegas ArgentoMargarita Muller
Diagramación del textoVignesh ManwaniMaría José Castilla Sastre
IlustracionesInés GalmariniFederica MartyJuana Pérez MuñizMartina AmenedoMartín AnaníaMartina Villafañe Ibarbia
ReseñaJerónimo LeguizamónLía RostagnoVictoría Landolfo
Créditos Silvestre BraunSantiago BlascoGonzalo Gastón Criniti
Autoría4º y 1º Colegio Las Cumbres
AsesoríaMaría José Castilla SastreSandra RodríguezRosario Salerno
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Agradecemos a las maestras que nos enseñaron como cuidar el agua y a Susa que nos enseñó como es el consumo de agua enSalinas de Busto en la provincia de La Rioja.
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Era un día como todos los demás.
La mamá fue la primera en levantarse. Enseguida, se dirigió
a la cocina y se preparó para lavar los platos de la noche
anterior. Justo cuando acababa de abrir el agua, empezó a
sonar el teléfono, y corrió a atenderlo. Era ELLA, el terror de
los padres, la pesadilla de los chicos. ELLA nunca paraba de
hablar. Hablaba, hablaba y hablaba, sin parar.
Luego de una laaaaaarga charla, al fin la mamá colgó el
teléfono y volvió a la cocina, que ya se estaba empezando a
inundar con el agua para los platos. Entre los charcos del
piso, los mellizos traviesos jugaban a ser piratas. Como los
vio taaan divertidos, la mamá abrió más la canilla para que
hubiera más olas.
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Uno a uno fueron despertándose los demás familiares:
la abuela y el abuelo Masola, el papá Masola, y la
hermana mayor Masola.
El abuelo, desayunando, manchó su camisa con café
con leche. El asunto es que no veía muy bien. En
realidad, no veía casi nada. Usaba anteojos, pero
siempre olvidaba ponérselos al levantarse. La abuela,
muy preocupada, rápidamente metió la camisa en el
lavarropas y apretó “encender”. Ni se dio cuenta
(como tampoco veía muy bien) que estaba
programado para lavar muchos kilos de ropa.
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El papá tenía una barba muy pinchuda que a la mamá
no le gustaba porque, cuando le daba besitos, le hacía
cosquillas. Por eso, ese día decidió afeitarse. Abrió la
canilla, y ya estaba a punto de empezar cuando… ¡la
afeitadora se rompió! Mientras el agua corría y corría, él
se fue a la farmacia a comprar una nueva.
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A los mellizos, que eran muy inquietos, les encantaba
inventar entretenimientos. En el baño, se divertían
jugando a quién apretaba más veces el botón del inodoro
en un minuto. ¡Pasaban horas y horas enganchados con
esta competencia! Otras veces, llenaban la bañadera
hasta el tope y se metían todos embarrados. ¡Era réquete
divertido cuando rebalsaba! Lo malo era que, como
cuando se metían ya estaba muy fría, tenían que vaciarla
y volver a llenarla. Ese día no se decidían a cuál de sus
inventos jugar, y decidieron disfrutar de los dos.
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La hija iba a salir con las amigas al Recoleta Mall. Por eso,
hace dos horas que estaba encerrada en su baño
“poniéndose linda”, ya que era muy coqueta. Como no le
gustaba meterse en la ducha con agua fría, decidió ganar
tiempo y abrió el agua como media hora antes para que se
fuera calentando. Mientras tanto, se planchaba el pelo, se
pintaba los ojos y los labios… Pero ¡qué distraída! Luego
de bañarse se miró al espejo y… ¡se le había borroneado
todo el maquillaje! Entonces, se bañó nuevamente y ahí, al
fin, se pudo pintar como quería.
Los Masola pensaban que nunca se les iba a acabar el
agua.
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Pero ese día ocurrió lo inesperado. Comenzó a sonar el timbre
sin parar. Todos los vecinos se habían reunido con antorchas y
carteles con mensajes como “¡Devuélvannos el agua!”, “¡Que
no se sequen nuestras huertas!”. El buzón de los Masola
explotaba de la cantidad de quejas que había dentro.
¿Qué estaba pasando? Toda la ciudad se había quedado sin
una gota de agua. Tanta era la que gastaban los Masola que
Aysa no podía potabilizar la cantidad necesaria para ese
barrio.
Cada vez la situación era peor: pronto se quedarían sin
verduras, sin animales, sin árboles… Las personas se
empezaron a enfermar. Además, había un olor espantoso
¡Nadie podía bañarse!
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Hasta que un día cuando todo estaba por empeorar
llego ”ELLA” a la casa de los Masola para revelar su
nuevo plan…
ELLA los llevó a un lugar llamado AYSA. La familia no
entendía nada, ni siquiera lo que estaban haciendo. Al
ver como trabajaban para que llegara el agua a sus
casas, entendieron un poco por qué hay que cuidar el
agua. Pero ELLA tenía más planes en la cabeza.
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Más tarde, después de un largo viaje llegaron a Salinas
de Busto para ver como Vivian los que no tenían casi
nada de agua. Los habitantes de Salinas de Busto les
explicaban cuánta agua usaban y como la conseguían.
Fue en ese pueblo con poca agua donde los Masola
entendieron por qué hay que cuidar el agua y que se
puede terminar cuando menos lo esperan.
Al llegar a su barrio, fueron puerta por puerta,
contándoles a sus vecinos que ya habían aprendido la
lección e iban a empezar a cuidar el agua.
Fin.
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Los Masola eran una familia muy grande, estaba el abuelo
y la abuela Masola, el papá y la mamá Masola , los mellizos
y la hermana mayor Masola. Ellos gastaban mucho el
agua, jugaban con ella, desperdiciaban. Pensaban que
nunca se les iba acabar… Hasta que un día ocurrió lo
inesperado… ¡T odo el barrio se quedó sin agua!
¿Cómo vivirán sin agua? ¿Qué habrá ocurrido?
¿Qué pasará con los Masola? Si querés saber cómo
termina descubrílo vos mismo…