el angel y el niño

29
El angel y el niño El nuevo año ha consumido ya la luz del primer día; luz tan agradable para los niños, tanto tiempo esperada y tan pronto olvidada, y, envuelto en sueño y risa, el niño adormecido se ha callado... Está acostado en su cuna de plumas; y el sonajero ruidoso calla, junto a él, en el suelo. Lo recuerda y tiene un sueño feliz: tras los regalos de su madre, recibe los de los habitantes del cielo . Su boca se entreabre, sonriente, y parece que sus labios entornados invocan a Dios. Junto a su cabeza, un ángel aparece inclinado: espía los susurros de un corazón inocente y, como colgado de su propia imagen, contempla esta cara celestial: admira sus mejillas, su frente serena, los gozos de su alma, esta flor que no ha tocado el Mediodía : «¡Niño que a mí te pareces, vente al cielo conmigo! Entra en la morada divina; habita el palacio que has visto en tu sueño; ¡eres digno! ¡Que la tierra no se quede ya con un hijo del cielo! Aquí abajo, no podemos fi amos de nadie; los mortales no acarician nunca con dicha sincera; incluso del olor de la flor brota un algo amargo; y los corazones agitados sólo gozan de alegrías tristes; nunca la alegría reconforta sin nubes y una lágrima luce en la risa que duda. ¿Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones turbar los llantos de tus ojos color cielo y la sombra del ciprés dispersar las rosas de tu cara? ¡No ocurrirá! te llevaré conmigo a las tierras celestes, para que unas tu voz al concierto de los habitantes del cielo. Velarás por los hombres que se han quedado aquí abajo.

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El angel y el nioEl nuevo ao ha consumido ya la luz del primer da;luz tan agradable para los nios, tanto tiempo esperada y tan pronto olvidada,y, envuelto en sueo y risa, el nio adormecido se ha callado...Est acostado en su cuna de plumas; y el sonajero ruidoso calla, junto a l, en el suelo.Lo recuerda y tiene un sueo feliz:tras los regalos de su madre, recibe los de los habitantes del cielo .Su boca se entreabre, sonriente, y parece que sus labios entornados invocan a Dios.Junto a su cabeza, un ngel aparece inclinado:espa los susurros de un corazn inocente y, como colgado de su propia imagen,contempla esta cara celestial: admira sus mejillas, su frente serena, los gozos de su alma,esta flor que no ha tocado el Medioda :Nio que a m te pareces, vente al cielo conmigo! Entra en la morada divina;habita el palacio que has visto en tu sueo;eres digno! Que la tierra no se quede ya con un hijo del cielo!Aqu abajo, no podemos fiamos de nadie; los mortales no acarician nunca con dicha sincera;incluso del olor de la flor brota un algo amargo;y los corazones agitados slo gozan de alegras tristes; nunca la alegra reconforta sin nubes y una lgrima luce en la risa que duda.Acaso tu frente pura tiene que ajarse en esta vida amarga, las preocupaciones turbar los llantos de tus ojos color cielo y la sombra del ciprs dispersar las rosas de tu cara? No ocurrir! te llevar conmigo a las tierras celestes,para que unas tu voz al concierto de los habitantes del cielo. Velars por los hombres que se han quedado aqu abajo. Vamos! Una Divinidad rompe los lazos que te atan a la vida.Y que tu madre no se vele con lgubre luto;que no mire tu fretro con ojos diferentes de los que miraban tu cuna;que abandone el entrecejo triste y que tus funerales no entristezcan su cara,sino que lance azucenas a brazadas,pues para un ser puro su ltimo da es el ms bello!

De pronto acerca, leve, su ala a la boca rosada...y lo siega, sin que se entere, acogiendo en sus alas azul cielo el alma del nio,llevndolo a las altas regiones, con un blando aleteo.

Ahora, el lecho guarda slo unos miembros empalidecidos, en los que an hay belleza,pero ya no hay un hlito que los alimente y les d vida. Muri... Mas en sus labios, que los besos perfuman an, se muere la risa,y ronda el nombre de su madre;y segn se muere, se acuerda de los regalos del ao que nace.Se dira que sus ojos se cierran, pesados, con un sueo tranquilo.Pero este sueo, ms que nuevo honor de un mortal, rodea su frente de una luz celeste desconocida,atestiguando que ya no es hijo de la tierra, sino criatura del Cielo.Oh! con qu lgrimas la madre llora a su muertocmo inunda el querido sepulcro con el llanto que mana! Mas, cada vez que cierra los ojos para un dulce sueo,le aparece, en el umbral rosa del cielo, un ngel pequeito que disfruta llamando a la dulce madre que sonre al que sonre.De pronto, resbalando en el aire, en tomo a la madre extraada, revolotea con sus alas de nieve y a sus labios delicados une sus labios divinos.

A la msica

A la plaza que un csped dibuja, ralo y pobre,y donde todo est correcto, flores, rboles,los burgueses jadeantes, que ahogan los calores,traen todos los jueves, de noche, su estulticia.

-La banda militar, en medio del jardn,con elVals de los pfanosel chac balancea:-Se exhibe el lechuguino en las primeras filasy el notario es tan slo los dijes que le cuelgan.

Rentistas con monculo subrayan los errores:burcratas henchidos arrastran a sus damasa cuyo lado corren, fieles como comacas,-mujeres con volantes que parecen anuncios.

Sentados en los bancos, tenderos retirados,a la par que la arena con su bastn atizan,con mucha dignidad discuten los tratados,aspiran rap en plata, y siguen: Pues, decamos!...

Aplastando en su banco un lomo orondo y fofo,un burgus con botones de plata y panza nrdicasaborea su pipa, de la que cae una hebrade tabaco; -Ya saben, lo compro de estraperlo.

Y por el csped verde se ren los golfantes,mientras, enamorados por el son del trombn,ingenuos, los turutas, husmeando una rosaacarician al nio pensando en la niera...

Yo sigo, hecho un desastre, igual que un estudiante,bajo el castao de indias, a las alegres chicas:lo saben y se vuelven, rindose, hacia m,con los ojos cuajados de ideas indiscretas.

Yo no digo nimu, pero miro la carnede sus cuellos bordados, blancos, por bucles locos:y persigo la curva, bajo el justillo leve,de una espalda de diosa, tras el arco del hombro.

Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias...-Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas.Ellas me encuentran raro y van cuchicheando...-Mis deseos brutales se enganchan a sus labios...

Acaso no imaginas..

Acaso no imaginas por qu de amor me muero?La flor me dice: Hola! Buenos das!, el ave.Lleg la primavera, la dulzura del ngel.No adivinas acaso por qu de embriaguez hiervo!Dulce ngel de mi cuna, ngel de mi abuelita,No adivinas acaso que me transformo en aveque mi lira palpita y que mis alas batencomo una golondrina?

Aventura

I

Con diecisiete aos, no puedes ser formal.-Una tarde, te asqueas de jarra y limonada,de los cafs ruidosos con lustros deslumbrantes!-Y te vas por los tilos verdes de la alameda.

Qu bien huelen los tilos en las tardes de junio!El aire es tan suave que hay que bajar los prpados;Y el viento rumoroso -la ciudad no est lejos-trae aromas de vides y aromas de cerveza.

II

De pronto puede verse en el cielo un harapode azul mar, que la rama de un arbolito enmarcay que una estrella hiere, fatal, mientras se fundecon temblores muy dulces, pequeita y tan blanca...

Diecisiete aos!, Noche de junio! -Te emborrachas.La savia es un champn que sube a tu cabeza...Divagas; y presientes en los labios un besoque palpita en la boca, como un animalito.

III

Loca, Robinsonea tu alma por las novelas,-cuando en la claridad de un plido farolpasa una seorita de encantador aspecto,a la sombra del cuello horrible de su padre.

Y como cree que eres inmensamente ingenuo,a la par que sus botas trotan por las aceras,se vuelve, alerta y, con un gesto expresivo...-Y en tus labios, entonces, muere una cavatina...

IV

Ests enamorado. Alquilado hasta agosto.Ests enamorado. Se re de tus versosTus amigos se van, ests insoportable.-Y una tarde, tu encanto, se digna, ya, escribirte...!

Y esa tarde... te vuelves al caf luminoso,pides de nuevo jarras llenas de limonadas...-Con diecisiete aos no puedes ser formal,cuando los tilos verdes coronan la alameda.

Cabeza de un fausno

En el follaje, estuche verde que el oro dora,en el follaje, incierto y cuajado de floresque florecen magnficas, donde un beso mora,nervioso, mientras rasga los bordados primores,

un asustado fauno arquea su entrecejo,mordiendo con sus dientes blancos las flores rojas.Moreno, tinto en sangre, igual que un vino aejo,su labio estalla en risas perdido por las hojas.

Y cuando, cual ardilla, por la fronda se espanta,prendida de las ramas su risa se estremece;y vemos, asustado por el pinzn que canta,cmo El Beso de oro del Bosque se adormece.

Canto de guerra parisino

La Primavera ya lleg:del fondo de las Fincas verdes,el vuelo de Tiers y Picard,desplegado, su esplendor teje.

Culos desnudos, locos! Mayo!Escuchad, pues, cmo nos siembranSvres, Meudn, Bagneux y Asniresestas flores de primavera.

Tienen shak, sable y tantn;dejaron los viejos velones;y canoas que jam... jam...jam...los lagos con sangre recorren.

De juerga, ms que nunca, estamoscuando por nuestras madriguerascaen los rubios cabujonesque alumbran auroras secretas.

Thiers y Picard son unos Erosraptores de heliotroposque pintan Corots a bombazos:ya llegan zumbando sus tropos

Tumbado entre gladiolos, Favreparpadea cual acueducto

con gemidos a la pimienta ...Son amiguetes del Gran Truco!

La gran ciudad arde, a pesarde vuestras duchas de petrleo:ser preciso que os vayaispara que empiece otro episodio...

Y los Rurales que dormitanagachapados, da y noche,oirn las ramas, al romperse,movidas por rojizos roces!

Combate de Hrcules y del ro Aquelo

Antao, el Aquelo de aguas henchidas sali de su vasto lecho;tumultuoso irrumpi por los valles en cuesta envolviendo en sus aguas los rebaos y el adornode las mieses doradas.Caen las casas de los hombres derruidas y los campos que se extienden a lo ancho van siendoabandonados;la Ninfa ha dejado su vallelos coros de los faunos se han callado:todos contemplaban el furioso ro.Alcides, al or sus quejas, se compadeci de ellos:para frenar los furores del ro lanza a las aguas crecidas su enorme cuerpo,expulsa con sus brazos las oleadas que espumeany las devuelve domadas a su lecho.La ola del ro vencido se estremece con rabia.Al instante, el dios del ro adopta la forma de una serpiente:silba, chirra y retuerce su torso amoratadoy con su terrible cola golpea las esponjosas orillas.Entonces, Alcides se abalanza, con sus robustos brazos, le rodea el cuello, lo aprieta, lodestroza con sus potentes msculos,y, volteando el tronco de un rbol lo lanza sobre l, dejndolo moribundo sobre la negra arenay alzndose furioso, le brama:

Te atreves a desafiar los msculos hercleos, imprudente, no sabes que crecieron en estos juegos -ya, cuando an nio, estaba en mi primera cuna-:ignoras que he vencido a los dos dragones?

Pero la vergenza estimula al dios del ro y la gloria de su nombre derrumbado, en su coraznoprimido por el dolor, se resiste;sus fieros ojos brillan con un fuego ardiente,su terrible frente armada surge desgarrando el viento;muge, y tiemblan los aires ante su horrendo mugido.Mas el hijo de Alcmena se re de esta lucha furiosa...Vuela, coge y zarandea los miembros temblorosos y los esparce por el suelo:aplasta con la rodilla el cuello que crujey aprieta con un nudo vigoroso la garganta palpitante, hasta que exhala estertores.Y entonces, Alcides, arrogante, mientras aplasta al monstruo, le arranca de la frente ensangrentada un cuerno -prueba de su victoria.Al verlo, los Faunos, los coros de las Drades y las hermanas de las Ninfascuyas riquezas y refugios natales el vencedor haba vengado se acercan hasta donde estaba,recostado perezosamente a la sombra de un roble,evocando en su alegre espritu los triunfos pasados.Su alegre tropel lo rodea y corona su frente con mltiples flores y lo adorna con verdesguirnaldas.Todos, entonces, cogen, como si fueran una sola mano, el cuerno que junto a l yaca,llenando el despojo cruento de ubrrimas manzanas y de perfumadas flores.

El Aguinaldo de los hurfanos

IEl cuarto es una umbra; levemente se oyeel bisbiseo triste y suave de dos nios.Sus cabezas se inclinan, llenas an de sueosbajo al blanco dosel que tiembla, al ser alzado.En la calle, los pjaros, se apian, frioleros:bajo el gris de los cielos, sus alas se entumecen;y envuelto en su cortejo de bruma, el Ao Nuevo,arrastrando los pliegues de su manto de nieves,sonre entre sollozos, y canta estremecido...

II

Mientras tanto, los nios, bajo el dosel flotante,hablan bajito como en las noches oscuras.Escuchan, a lo lejos, algo como un murmullo...y tiemblan al or la voz clara y doradadel timbre matinal que lanza y lanza ansu estribillo metlico bajo el globo de vidrio...-Pero el cuarto est helado... podemos ver, tiradasen el suelo, las prendas de luto, en tomo al lecho:el cierzo, spero y crudo, gimiendo en el umbralinvade con su aliento mohno la morada!Sentimos que algo falta, en la casa, en los nios...Ya no existe una madre para estos pequeos,una madre con risa fresca y mirada airosa?Se ha olvidado, de noche, sola y casi dormidade encender esa llama que la ceniza esconde,de echar sobre sus cuerpos el plumn y la lana,pidindoles perdn, antes de abandonarlos?No ha previsto que el fro hiere la madrugada,que el cierzo del invierno acecha en el umbral?-La esperanza materna, es la clida alfombra,es el nido mullido, en el que los chiquillos,cual pjaros hermosos que acunan el follajeduermen, acurrucados, sus dulces sueos blancos!...-Pero ste es como un nido, sin plumas, sin tibieza,en el que los pequeos tienen fro y no duermen,miedosos, slo un nido que el cierzo ha congelado...

III

Ya lo habis comprendido: es que no tienen madreSin madre est el hogar! -y qu lejos el padre!...Una vieja criada se est ocupando de ellos;y en la casona helada, los nios estn solos.Hurfanos de cuatro aos... de pronto en su cabeza

se despierta, riendo, un recuerdo que asciende:algo como un rosario desgranado al rezar .-Maana deslumbrante, maana de aguinaldos!cada uno, de noche, soaba con los suyos,en un extrao sueo, poblado de juguetesdulces vestidos de oro, joyas resplandecientes,bailando en torbellinos una danza sonora,bajo el dosel ocultos, y, luego, desvelados.Se despertaban pronto y, alegres, se marchaban,con los labios golosos, frotndose los prpados,y el pelo alborotado en tomo a la cabeza,con los ojos brillantes de los das festivos,rozando con las plantas desnudas la tarima,a la alcoba paterna: llamaban despacito...entraban!... y en pijama... todo eran parabienes,besos como en guirnaldas y libre algaraba!

IV

Tenan tanto encanto las palabras ya dichas!-Pero cmo ha cambiado la casa de otros tiempos :El fuego chispeaba, claro, en la chimenea,alumbrando a raudales el viejo cuarto oscuro;y los rojos reflejos lanzados por las llamasjugaban en rodales por los muebles lacados...-Cerrado y sin su llave estaba el gran armario!Muchas veces, miraban la puerta parda y negra...sin llave!... no es extrao?... y soaban, mirando,en todos los misterios dormidos en su seno,creyendo or, lejano, en el ojo entreabierto,un ruido hondo y confuso, como alegre susurro...-La alcoba de los padres, hoy est tan vaca:ningn rojo reflejo brilla bajo la puerta;ya no hay padres, ni fuego, ni llaves sustradas;as pues, ya no hay besos ni agradables sorpresas!Qu triste les va a ser el da de Ao Nuevo.-Y, absortos, mientras cae del azul de sus ojos,lentamente, en silencio, una lgrima amarga,murmuran: Cundo, ay!, volver nuestra madre?

.................................................................................................

Ahora, los pequeos duermen tan tristementeque al verlos pensarais que lloran mientras duermen,con los ojos hinchados y el soplo jadeante.Los nios pequeitos son seres tan sensibles!Pero el ngel que vela junto a las cunas llegapara secar sus ojos, y de esta pesadillanace un alegre sueo, un sueo tan alegreque sus labios cerrados piensan, al sonrer...-Y suean que, apoyados en sus brazos llenitos,igual que al despertarse, adelantan su caramirando en derredor con mirar distrado,creyndose dormidos en parasos rosas.Canta en la chimenea alegremente el fuego...un cielo azul y hermoso entra por la ventana;el mundo se despierta y se embriaga de luces...y la tierra, desnuda, y alegre, al revivir,tiembla henchida de gozo con los besos del sol...y en el casern viejo todo es tibio y rojizo :los vestidos oscuros ya no cubren en el suelo,

el cierzo ya no grita, dormido en el umbral...Dirase que un hada ha invadido las cosas!-Los nios han gritado, alegres... all, mira...unto al lecho materno, en un fulgor rosado,all, sobre la alfombra, un objeto destella...Son unos medallones de plata, blancos, negros,de ncar y azabache, con luces rutilantes:son dos marquitos negros con un festn de vidrio,y en letras de oro brilla un grito: A NUESTRA MADRE

El Aguinaldo de los hurfanos

IEl cuarto es una umbra; levemente se oyeel bisbiseo triste y suave de dos nios.Sus cabezas se inclinan, llenas an de sueosbajo al blanco dosel que tiembla, al ser alzado.En la calle, los pjaros, se apian, frioleros:bajo el gris de los cielos, sus alas se entumecen;y envuelto en su cortejo de bruma, el Ao Nuevo,arrastrando los pliegues de su manto de nieves,sonre entre sollozos, y canta estremecido...

II

Mientras tanto, los nios, bajo el dosel flotante,hablan bajito como en las noches oscuras.Escuchan, a lo lejos, algo como un murmullo...y tiemblan al or la voz clara y doradadel timbre matinal que lanza y lanza ansu estribillo metlico bajo el globo de vidrio...-Pero el cuarto est helado... podemos ver, tiradasen el suelo, las prendas de luto, en tomo al lecho:el cierzo, spero y crudo, gimiendo en el umbralinvade con su aliento mohno la morada!Sentimos que algo falta, en la casa, en los nios...Ya no existe una madre para estos pequeos,una madre con risa fresca y mirada airosa?Se ha olvidado, de noche, sola y casi dormidade encender esa llama que la ceniza esconde,de echar sobre sus cuerpos el plumn y la lana,pidindoles perdn, antes de abandonarlos?No ha previsto que el fro hiere la madrugada,que el cierzo del invierno acecha en el umbral?-La esperanza materna, es la clida alfombra,es el nido mullido, en el que los chiquillos,cual pjaros hermosos que acunan el follajeduermen, acurrucados, sus dulces sueos blancos!...-Pero ste es como un nido, sin plumas, sin tibieza,en el que los pequeos tienen fro y no duermen,miedosos, slo un nido que el cierzo ha congelado...

III

Ya lo habis comprendido: es que no tienen madreSin madre est el hogar! -y qu lejos el padre!...Una vieja criada se est ocupando de ellos;y en la casona helada, los nios estn solos.Hurfanos de cuatro aos... de pronto en su cabeza

se despierta, riendo, un recuerdo que asciende:algo como un rosario desgranado al rezar .-Maana deslumbrante, maana de aguinaldos!cada uno, de noche, soaba con los suyos,en un extrao sueo, poblado de juguetesdulces vestidos de oro, joyas resplandecientes,bailando en torbellinos una danza sonora,bajo el dosel ocultos, y, luego, desvelados.Se despertaban pronto y, alegres, se marchaban,con los labios golosos, frotndose los prpados,y el pelo alborotado en tomo a la cabeza,con los ojos brillantes de los das festivos,rozando con las plantas desnudas la tarima,a la alcoba paterna: llamaban despacito...entraban!... y en pijama... todo eran parabienes,besos como en guirnaldas y libre algaraba!

IV

Tenan tanto encanto las palabras ya dichas!-Pero cmo ha cambiado la casa de otros tiempos :El fuego chispeaba, claro, en la chimenea,alumbrando a raudales el viejo cuarto oscuro;y los rojos reflejos lanzados por las llamasjugaban en rodales por los muebles lacados...-Cerrado y sin su llave estaba el gran armario!Muchas veces, miraban la puerta parda y negra...sin llave!... no es extrao?... y soaban, mirando,en todos los misterios dormidos en su seno,creyendo or, lejano, en el ojo entreabierto,un ruido hondo y confuso, como alegre susurro...-La alcoba de los padres, hoy est tan vaca:ningn rojo reflejo brilla bajo la puerta;ya no hay padres, ni fuego, ni llaves sustradas;as pues, ya no hay besos ni agradables sorpresas!Qu triste les va a ser el da de Ao Nuevo.-Y, absortos, mientras cae del azul de sus ojos,lentamente, en silencio, una lgrima amarga,murmuran: Cundo, ay!, volver nuestra madre?

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Ahora, los pequeos duermen tan tristementeque al verlos pensarais que lloran mientras duermen,con los ojos hinchados y el soplo jadeante.Los nios pequeitos son seres tan sensibles!Pero el ngel que vela junto a las cunas llegapara secar sus ojos, y de esta pesadillanace un alegre sueo, un sueo tan alegreque sus labios cerrados piensan, al sonrer...-Y suean que, apoyados en sus brazos llenitos,igual que al despertarse, adelantan su caramirando en derredor con mirar distrado,creyndose dormidos en parasos rosas.Canta en la chimenea alegremente el fuego...un cielo azul y hermoso entra por la ventana;el mundo se despierta y se embriaga de luces...y la tierra, desnuda, y alegre, al revivir,tiembla henchida de gozo con los besos del sol...y en el casern viejo todo es tibio y rojizo :los vestidos oscuros ya no cubren en el suelo,

el cierzo ya no grita, dormido en el umbral...Dirase que un hada ha invadido las cosas!-Los nios han gritado, alegres... all, mira...unto al lecho materno, en un fulgor rosado,all, sobre la alfombra, un objeto destella...Son unos medallones de plata, blancos, negros,de ncar y azabache, con luces rutilantes:son dos marquitos negros con un festn de vidrio,y en letras de oro brilla un grito: A NUESTRA MADRE

El aparador

Un gran aparador tallado -el roble oscuroemana la bondad de los viejos, tan viejo;est abierto, y su fondo vierte, cual vino aejo,oscuras oleadas de aromas obsesivas .

Repleto, es una barullo de antiguas antiguallas,sbanas perfumadas y amarillas, trapitosde mujeres y nios, arrugados encajes,toquillas de la abuela con pintados dragones.

En el encontraramos medallones y mechasde pelo blanco o rubio, retratos, flores secascuyo olor al olor de los frutos se mezcla.

Oh, viejo aparador, cuantas historias sabes!y quisieras contarlas, por eso, incierto, crujescuando tus puertas negras lentamente se abren.

El baile de los ahorcados

En la horca negra bailan, amable manco,bailan los paladines, los descarnados danzarines del diablo;danzan que danzan sin finlos esqueletos de Saladn.

Monseor Belzeb tira de la corbatade sus tteres negros, que al cielo gesticulan,y al darles en la frente un buen zapatillazoles obliga a bailar ritmos de Villancico!

Sorprendidos, los tteres, juntan sus brazos grciles:como un rgano negro, los pechos horadados,que antao damiselas gentiles abrazaban,se rozan y entrechocan, en espantoso amor.

Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza,trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!Furioso, Belzeb rasga sus violines!

Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!Todos se han despojado de su sayo de piel:lo que queda no asusta y se ve sin escndalo.En sus crneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.

El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;cuelga un jirn de carne de su flaca barbilla:parecen, cuando giran en sombras refriegas,rgidos paladines, con bardas de cartn.

Hurra!, que el cierzo azuza en el vals de los huesos!y la horca negra muge cual rgano de hierro!y responden los lobos desde bosques morados:rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...

Zarandame a estos fnebres capitanesque desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,un rosario de amor por sus plidas vrtebras:difuntos, que no estamos aqu en un monesterio!

Y de pronto, en el centro de esta danza macabrabrinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,llevado por el mpetu, cual corcel se encabritay, al sentir en el cuello la cuerda tiesa an,

crispa sus cortos dedos contra un fmur que crujecon gritos que recuerdan atroces carcajadas,y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.

En la horca negra bailan, amable manco,bailan los paladines,los descarnados danzarines del diablo;danzan que danzan sin finlos esqueletos de Saladn.

El barco ebrio

Segn iba bajando por Ros impasibles,me sent abandonado por los hombres que sirgan:Pieles Rojas gritones les haban flechado,tras clavarlos desnudos a postes de colores.

Iba, sin preocuparme de carga y de equipaje,con mi trigo de Flandes y mi algodn ingls.Cuando al morir mis guas, se acab el alboroto:los Ros me han llevado, libre, adonde quera.

En el vaivn ruidoso de la marea airada,el invierno pasado, sordo, como los nios,corr. Y las Pennsulas, al largar sus amarras,no conocieron nunca zafarrancho mayor.

La galerna bendijo mi despertar marino,ms ligero que un corcho por las olas bailolas que, eternas, rolan los cuerpos de sus vctimasdiez noches, olvidando el faro y su ojo estpido.

Agua verde ms dulce que las manzanas cidasen la boca de un nio mi casco ha penetrado,y rodales azules de vino y vomitonasme lav, trastocando el ancla y el timn.

Desde entonces me bao inmerso en el Poemadel Mar, infusin de astros y va lactescente,sorbiendo el cielo verde, por donde flota a veces,pecio arrobado y plido, un muerto pensativo.

Y donde, de repente, al teir los azules,ritmos, delirios lentos, bajo el fulgor del da,ms fuertes que el alcohol, ms amplios que las liras,fermentan los rubores amargos del amor.

S de cielos que estallan en rayos, s de trombas,resacas y corrientes; s de noches... del Albaexaltada como una bandada de palomas.Y, a veces, yo s he visto lo que alguien crey ver!

He visto el sol poniente, tinto de horrores msticos,alumbrando con lentos cuajarones violetas,que recuerdan a actores de dramas muy antiguos,las olas, que a lo lejos, despliegan sus latidos.

So la noche verde de nieves deslumbradas,beso que asciende, lento, a los ojos del mar,el circular de savias inauditas, y azuly glauco, el despertar de fsforos canoros.

Segu durante meses, semejante al rebaohistrico, la ola que asalta el faralln,sin pensar que la luz del pie de las Maraspueda embridar el morro de asmticos Ocanos.

He chocado, creedme, con Floridas de fbula,donde ojos de pantera con piel de hombre desposanlas flores! Y arcos iris, tendidos como riendaspara glaucos rebaos, bajo el confn marino!

He visto fermentar marjales imponentes,nasas donde se pudre, en juncos, Leviatn!Derrubios de las olas, en medio de bonanzas,horizontes que se hunden, como las cataratas.Hielos, soles de plata, aguas de ncar, cielosde brasa! Hrridos pecios engolfados en simas,donde enormes serpientes comidas por las chinchescaen, desde los rboles corvos de negro aroma!

Quisiera haber mostrado a los nios doradasde agua azul, esos peces de oro, peces que cantan.Espumas como flores mecieron mis derivasy vientos inefables me alaron , al pasar.

A veces, mrtir laso de polos y de zonas,el mar, cuyo sollozo suavizaba el vaivn,me ofreca sus flores de umbra, gualdas bocas,y yaca, de hinojos, igual que una mujer.

Isla que balancea en sus orillas gritosy cagadas de pjaros chillones de ojos rubiosbogaba, mientras por mis frgiles amarrasbajaban, regolfando, ahogados a dormir.

Y yo, barco perdido bajo cabellos de abras,lanzado por la tromba en el ter sin pjaros,yo, a quien los guardacostas o las naves del Hansano le hubieran salvado el casco ebrio de agua,

libre, humeante, herido por brumas violetas,yo, que horadaba el cielo rojizo, como un murodel que brotan jalea exquisita que gustaal gran poeta lquenes de sol, mocos de azur,

que corra estampado de lnulas elctricas,tabla loca escoltada por hipocampos negros,cuando julio derrumba en ardientes embudos,a grandes latigazos, cielos ultramarinos,

que temblaba, al or, gimiendo en lejana,bramar los Behemots y, los densos Malstrones,eterno tejedor de quietudes azules,yo, aoraba la Europa de las viejas murallas

He visto archipilagos siderales, con islascuyo cielo en delirio se abre para el que boga:i.Son las noches sin fondo, donde exiliado duermes,milln de aves de oro, oh futuro Vigor!? .

En fin, mucho he llorado! El Alba es lastimosa.Toda luna es atroz y todo sol amargo:spero, el amor me hinch de calmas ebrias.Que mi quilla reviente! Que me pierda en el mar!

Si deseo alguna agua de Europa, est en la charcanegra y fra, en la que en tardes perfumadas,un nio, acurrucado en sus tristezas, sueltaun barco leve cual mariposa de mayo.

Ya no puedo, oleada!, inmerso en tus molicies,usurparle su estela al barco algodonero,ni traspasar la gloria de banderas y flmulasni nadar, ante el ojo horrible del pontn.

El castigo de Tartufo

Atizando, cual fuego, un corazn amanteso capa casta y negra, feliz, mano enguantada,un da que se iba, atroz, manso, amarillo,babeando su fe por su boca sin dientes,

un da que se iba, Oremus, un Diantrelo agarr bruscamente de su oreja beata,largndole espantosas palabras, y arrancndolela casta y negra capa a su piel lienta y clida.

Castigo!... Sus ropajes estn desabrochados,y su largo rosario de pecados remisosdesfilan por su pecho; San Tartufo est plido!...

Se confesaba, al fin, rezaba entre estertores!Y el hombre slo pudo llevarse sus chorreras ...-Tartufo est desnudo del todo, puag, qu asco!

La durmiente del valle

Un hoyo de verdor, por el que canta un roenganchando, a lo loco, por la yerba, jironesde plata; donde el sol de la montaa altivabrilla: una vaguada que crece en musgo y luz.

Un soldado, sin casco y con la boca abierta,baada por el berro fresco y azul su nuca,duerme, tendido, bajo las nubes, en la yerba,plido, en su lecho, sobre el que llueve el sol.

Con sus pies entre gladios duerme y sonre comosonre un nio enfermo; sin duda est soando:Natura, acnalo con calor: tiene fro.

Su nariz ya no late con el olor del campo;duerme en el sol; su mano sobre el pecho tranquilo;con dos boquetes rojos en el lado derecho.