el apogeo del imperialismo de los habsburgo

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Historia universal IV Geoffrey Parker: La crisis en Europa. La guerra de los Treinta Años Magdiel Martinez Gómez Universidad Industrial De Santander Facultad de Ciencias Humanas Historia Bucaramanga 2014

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Historia universal IV

Geoffrey Parker: La crisis en Europa. La guerra de los Treinta Años

Magdiel Martinez Gómez

Universidad Industrial De Santander

Facultad de Ciencias Humanas

Historia

Bucaramanga

2014

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I. El apogeo del imperialismo de los Habsburgo

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1. La revuelta en bohemia (1618-1621)

Geoffrey Parker cuenta que una de las primeras señales de esta revuelta fue el creciente número de iglesias que los protestantes empezaron a fundar en dicha región del sacro imperio germánico y, muchas de esas veces, se ubicaban en terrenos o bienes que le pertenecían a la iglesia católica o a la corona. Esto generó que entre católicos y protestantes se produjera grandes rencillas por los cierres de las edificaciones eclesiásticas. Luego en 1618 algunos líderes protestantes se reunieron en asamblea para pedirle al emperador que se hiciera cargo sobre los daños causados en estas disputas, sin embargo, esta petición no fue bien vista y se revocó. Este hecho hizo que los protestantes acudieran a la legitimidad de la carta firmada en 1609 como de 1611 en donde tenían parte de algunos derechos y, por eso, decidieron convocar más asambleas. Para el 23 de mayo ocurre la famosa defenestración de Praga. Una comunidad de protestantes invadió el palacio real de esa ciudad y arrojaron por la ventana a los dos regentes católicos que se encontraban allí, a su vez, esta acción resultaba como una justificación a las constantes agresiones que sufrían las comunidades luteranas en territorio católico. Por temor a alguna represalia dado lo ocurrido, los protestantes pidieron apoyo a algunas regiones de Bohemia como Moravia, Silecia y Lusacia lugares en los cuales había un apoyo importante. Además, trataron de contagiar a comunidades internacionales expresando una actitud de tolerancia frente al fanatismo católico. Con esto, los luteranos poco a poco acrecentaron su fuerza militar a medida que se aliaban con estos estados.

En 1619 el emperador Matías que hasta el momento había sido el regente dejo el cargo a Fernando II quien con la ayuda de Alberto de Wallenstein provocaron grandes asedios a la localidad de Moravia. Por este motivo, los protestantes siguieron en búsqueda de apoyo para sus aspiraciones de prevalecer en el conflicto de, ahí que, estos enfrentamientos no se limitaran solo al aspecto religioso sino político. Alrededor de julio de 1619 los ejecitos protestantes depusieron a Fernando II en la regencia de Bohemia y la otorgaron a Federico Palatinado que era un príncipe elector quien decidió apoyar a las comunidades luteranas de ese lugar. La figura de Federico es crucial para el conflicto religioso en el sacro imperio, él simboliza el respaldo político y militar para los protestantes, además, una oportunidad de ganar más aliados con la influencia del príncipes es otros estados alemanes. Desde 1618 La liga católica empezó a fortalecer sus fuerzas armadas para prevenir que la toma de Bohemia se convirtiera en un ingrediente que amenazará la integridad del imperio; España y el papado católico aportaron lo más que pudieron para mejorar la autoridad de Fernando II. El 8 de octubre de 1619 Fernando mantuvo una conferencia estratégica en Múnich con el

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duque Maximiliano de Baviera en donde se acordó que el duque utilizaría el ejército de la Liga Católica para ocupar el Alto Palatinado, que el emperador declararía revertido a los Habsburgo en vista del comportamiento de Federico. A cambio, el emperador se comprometía a sufragar los gastos de la Liga, a permitir que el duque conservara las tierras que conquistaran sus tropas y a transferir la dignidad electoral de Federico a Maximiliano y, fue así, como las tropas comandadas por Maximiliano incursionaron en territorios protestantes; en especial Bohemia territorio que pertenecía a los Habsburgo, este conflicto dio como resultado en el verano de 1620 que las fuerzas de la Unión Evangélica al mando de Federico perdieran grandes zonas de Bohemia.

2. Años de victoria (1621-1623)

La victoria de los Habsburgo sobre los confederados del palatinado y sus aliados exteriores quedó así cómodamente asegurada antes de que expirara la tregua de los doce años con los holandeses el 9 de abril de 1621, porque este hecho será crucial para lo que resta de la guerra entre protestantes y católicos ya que la alianza española a los ejércitos de Fernando II se verán un poco disminuidos debido al conflicto reanudado con las provincias Unidas que harán conducir todos los esfuerzos a retener las fuerzas rebeldes que han visto la oportunidad de escapar al control español. De acuerdo con lo anterior, Federico Palatino realizó intentos de reagrupar a sus seguidores en Lusacia y conseguir ayuda de Dinamarca para aprovechar la situación española. El 27 de abril, el elector firmó un tratado por el cual los Estados Generales aceptaban financiar una campaña para reconquistar las tierras de su patrimonio (Bohemia), para ello, Federico habría de centrarse en la búsqueda de aliados alemanes. No obstante, los Habsburgo y sus aliados estaban muy bien preparados. La guerra con Holanda no impedía que los españoles siguieran apoyando al imperio germánico y, mucho menos, el papado, por eso antes que Federico consiguiera reorganizar su ejército las fuerzas de la Liga Católica emprendieron un nuevo ataque para evitar que los seguidores de Federico pudieran unirse con él. Más adelante, el imperio de Fernando II quiso acabar con las pretensiones protestantes atacando a los príncipes que se habían unido temerariamente a Federico a lo largo de 1622. De igual modo, todos los restantes focos de resistencia en el Palatinado y Bohemia fueron liquidados; había llegado el momento de pasar la cuenta a aquellos que se habían revelado. En los siguientes años, el emperador Fernando se dedicó a unificar el imperio después de las luchas constantes con los protestantes, para esto incluye reformas en todos los aspectos político, económico, religioso y militar. En 1621 Fernando denoto a Federico como un rebelde y decidió privarlo de su dignidad electoral así como de sus tierras. Es claro que todo esto se hacía para no volver a

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repetir los hechos que venían sucediendo desde 1618, por tanto, el emperador debía asegurarse que este era el momento oportuno para desvanecer cualquier intento de resurgimiento protestante.

3. Ascensión y caída de una coalición (1624-1629)

A finales de 1621 el ejército de Federico V Palatino intercepto un correo imperial que llevaba un paquete de cartas altamente secretas del emperador y el nuncio en Viena. Revelaban con embarazoso detalle los planes de los Habsburgo y el papado para la reorganización del imperio, incluyendo la transferencia del electorado de Federico. De esto surgió, una formación de coalición anti-Habsburgo que pretendía recuperar el palatinado y Bohemia. Además, estas ideas de no rendirse tan fácil ante la posición que Fernando tenía de reformar para perjuicio de los protestantes su imperio, dio como resultado que Federico y algunos aliados que aún se encontraban en algunas partes de Alemania tuvieran la intención de combatir de nuevo a Fernando para impedir las reformas que pensaba hacer en su imperio. No hay duda, que esta supremacía del imperio sacro-germánico era un temor no sólo para los protestantes sino para otros países que temían un ataque en respuesta el pretexto religioso. Por esta razón, Cristian IV de Dinamarca prestó 300 000 táleros (75 000 libras esterlinas) a Federico V y compro algunas propiedades en territorio Alemán (Baja Sajonia) y desde allí consiguió aliados vecinos para contribuir al fortalecimientos de los ejércitos protestantes para poder hacer frente a las pretensiones imperiales. Cristián firmó una alianza con los duques de Sajonia-Weimar y él se convirtió en el intendente general que dirigió el ejército protestante. Como se esperaba, el duque de Baviera Maximiliano enfrento a las tropas rebeldes pidiendo apoyo más apoyo militar a Fernando dado que las fuerzas protestantes tenían gran número de hombres. No obstante, los ejércitos de Cristian y sus aliados fueron desastrosamente derrotados en Lutter a, pesar del gran numero, de fuerzas que tenían no podían hacer frente a los ejércitos que aporto Alberto Wallenstein al emperador germánico (cerca de 50. 000 hombres).

4. La guerra fría por Italia

Italia tiene un papel importante en el desarrollo de la guerra de los Treinta Años. El protestantismo llego a algunas penínsulas itálicas y, esto produjo, algunas divisiones políticas, religiosas y económicas. Por otra parte, su importancia también radica en su

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estratégica ubicación para la comunicación entre los Habsburgo de España y los alemanes decisiva alianza para mantener su predominio en el conflicto religioso de la época. Por ejemplo, algunas zonas itálicas unían a Venecia con las Ligas Grises, los cantones suizos y Francia; otras unían a Lombardía con Alsacia, Austria y los Países Bajos. Esto hacia que la zona fuera una de las encrucijadas de la política europea, donde los mensajeros, las tropas y el tesoro del eje Habsburgo-católico que iban en una dirección se encontraban con los del eje anti-Habsburgo. Una muestra de lo anterior, fue cuando estalló la revuelta de Bohemia que convirtió a la Valtelina (zona alpina de Italia) en una pieza crucial para que los españoles realizaran un pasillo militar seguro entre Lombardía y el Tirol de forma que pudieran ser enviados hombres y dinero para ayudar a Fernando. Junto a esto, durante 1624 y 1630 el cardenal Richelieu planeó una guerra en las peninsulas itálicas para “detener el proceso de la expansión española y proteger a Italia de las pretensiones de España” que ya había tomado Lombardia, Tirol y la Valtelina. Después de convencer a algunos regentes franceses que se oponían a un conflicto en Italia con los Habsburgo de España y de aliarse con importantes países como Suecia, ya no que quedaba ningún obstáculo para que Richelieu detuviera la expansión española en territorio italiano. En enero de 1631, Francia firmó el tratado de Bärwalde con el rey de Suecia a cambio de unos subsidios regulares. De esta manera, Gustavo Adolfo dirigiría 36 000 hombres contra el emperador Fernando II y destruiría el control de los Habsburgo sobre Alemania y, así se esperaba, que España quedara indefensa al no tener el apoyo de los Habsburgo Austriacos. Una importante guerra europea estaba a punto de estallar.

I. La derrota de los Habsburgo (1629-1635)

1. Suecia y Polonia

En enero de 1628 una comisión de la Dieta sueca había resuelto que la intervención en Alemania estaba justificada tanto para proteger los intereses suecos (impidiendo la formación de una flota de los Habsburgo en el Báltico) como para devolver su lustre a la causa protestante; el rey haría bien en determinar el momento adecuado. En 1630 Gustavo Adolfo desembarcó en Alemania, concretamente en Peenemünde (Pomerania), reuniendo rápidamente un ejército de 80. 000 hombres. Trataba de infligir una derrota aplastante a las fuerzas imperiales para garantizar no sólo su expulsión del Báltico sino también la imposibilidad de su vuelta.

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2. Gustavo Adolfo y Wallenstein

Durante 1629 Fernando II después de haber acabado con las pretensiones protestantes de realizar grandes cambios drásticos en el imperio, trata de volver a emprender un programa de recatolización forzosa. Para ello, el 6 de marzo de1629 el emperador firmó el edicto de restitución. Esta medida (esbozada en 1627), aspiraba a hacerse de golpe con todas las propiedades eclesiásticas adquiridas por los protestantes desde 1552.El ejército de Wallenstein había de poner en práctica la decisión de los enviados especiales en las dos Sajonias, donde 30habían de ser devueltos doce obispados y arzobispados y más de 500 abadías. Además, los calvinistas habían de perder todos sus derechos políticos. Estaba claro que el edicto no era sino una de 1as medidas destinadas a extirpar el protestantismo. No obstante, para este periodo de reformas también se introduce la conspiración a Alberto Wallenstein, su creciente poder y prestigio como administrador e intendente de guerra y uno de los personajes más cercanos al emperador hizo que algunos príncipes católicos persuadieran a Fernando de destituirlo y quitarle todas las posesiones que había conseguido en las guerras. Estas acciones se llevan a conclusión el 13 de agosto cuando el emperador decidió destituir a Wallenstein, reemplazándolo por Tilly; el general de la Liga católica.

Hasta el momento, los resultados de la cooperación franco-sueca no se habían establecido aún. Por eso las relaciones entre los dos países de reanudaron firmando un nuevo tratado el 23 de enero de 1631 que prometía a Suecia un millón de libras (83 000 libras esterlinas) anuales durante cinco años para financiar una guerra que “salvaguardara el mar Báltico y el Océano, la libertad de comercio y la liberación de los Estados oprimidos del Sacro Imperio Romano”. En 1628 Gustavo recorría impacientemente de arriba abajo la costa del Báltico, conquistando Mecklemburgo y Pomeranía, con lo que el control de Suecia era ahora completo desde Dinamarca hasta Finlandia: el Báltico era un lago sueco. Gustavo había alcanzado el primero de los objetivos de su invasión. Ahora tenía que conseguir un acuerdo que garantizara las ganancias de Suecia en el futuro: para ello requería el apoyo activo de los dos electores protestantes. En vista de que Gustavo planeaba dirigirse hacia el oeste y liberar a sus aliados de Magdeburgo, estrechamente cercados por los imperiales, la fuerza católica invadió ese lugar (el 20 de mayo).El mundo protestante quedó desolado, porque Magdeburgo había ocupado un lugar preeminente en la fe luterana desde la década de 1520.

La toma de Magdeburgo dejó nuevamente en libertad de acción al grueso del ejército imperial, por lo que Gustavo decidió marchar sobre Berlín, donde obligó al tembloroso elector a entregar todas sus fortalezas a las guarniciones suecas. Esta toma de territorios

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será decisiva para la batalla de Breitenfeld el 17 de noviembre de 1631, la superior potencia de fuego del ejército sueco resultó decisiva: las fuerzas de Tilly se derrumbaron. Perdieron unos 20 000 hombres durante la batalla y después de ella unos 7. 000 fueron hechos prisioneros que pasaron a engrosar posteriormente las filas del ejército vencedor. La victoria de Breitenfeld es el primer éxito protestante de importancia desde el comienzo de la guerra; empezó inmediatamente a rendir frutos. El reorganizado ejército sajón fue enviado a la vecina Silesia y a la indefensa Bohemia: Praga fue ocupada el 15 de noviembre y los exiliados de 1620 pudieron volver después de haber sido expulsados por Fernando II. El constante crecimiento sueco en tierras germánicas hizo temer la soberanía del imperio por un nuevo resurgimiento protestante liderado por Gustavo y, a causa de esto, el 13 de abril de 1632 los consejeros de Fernando lograron persuadir a Wallenstein para que volviera a hacerse cargo de los ejércitos del imperio. Desde 1619 las guerras entre Wallenstein y Gustavo se hacían más decisivas hasta que en 1632 el regente sueco y sus tropas se retiraron durante la guerra a pasar el invierno en guarniciones dispersas sin ninguna clase de ayuda para sus soldados y para él; pereció, al parecer, por un disparo que dio en su espalda a corta distancia en Lützen junto a otros 15. 000 combatientes. Al paso de este hecho, se rumoreaba que Wallenstein tenía contacto con países enemigos y, esta situación, fue mal interpretada por algunos consejeros del emperador. Fernando estaba inseguro de todos estos rumores pero, si sabía, que Wallenstein no había conseguido ganar en la batalla contra los suecos; pues muchos de ellos todavía permanecían en territorio alemán. De ahí que, fue asesinado por los agentes del emperador el 25 de febrero de 1634.

3. El cardenal infante

Felipe III y Felipe IV fueron monarcas importantes durante la guerra de los Treinta Años, su apoyo a los Habsburgo de Alemania fue crucial para aventajar en número de tropas a muchos enemigos del imperio sacro-germánico. Desde otro punto de vista, los Habsburgo de España o el imperio español de la época se fortalecía en Europa mediante una red estratégica que se unía desde América hasta Alemania y las Provincias Unidas, a su vez, cualquier desequilibrio en algunos de estos territorios podía causar gran daño en los demás. De tal manera, que la guerra que de religión que ocurría dentro del imperio de Fernando II era crucial no solo para el imperio germánico sino también para la supremacía de España en Europa.

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Por este motivo, sin la dirección de Wallenstein el ejército de Fernando necesitaría más tropas para eventuales guerras con los protestantes que quedaban al sur de Alemania. Así, en 1634 el ejército sajón había invadido Bohemia nuevamente, y los restos del ejército imperial de Wallenstein mandado ahora por el hijo del emperador, Fernando, se debatían entre la necesidad de defender las provincias patrimoniales y el deseo de unirse al prometido ejército español que llegaba de Italia para limpiar juntos todo el sur de Alemania de tropas protestantes. Al final prevaleció esto último, y el 2 de septiembre a pesar de todos los esfuerzos de sus enemigos, el ejército español y el imperial unieron sus fuerzas en las afueras de la ciudad de Nördlingen, al norte de Donauwörth, asediada por el ejército del emperador. Como resultado final, esta batalla acabó en una catastrófica derrota para los protestantes. La victoria de los Habsburgo trajo como consecuencia la paz de Praga que buscaba unir de nuevo a los estados de Sajonia y Brandemburgo al imperio por lo ocurrido en las guerras protestantes con los suecos. El resultado era el que se esperaba: los príncipes protestantes de esos estados no se acogerían a esta Paz, por más, que el edicto de restitución se anule. Pero esto no impediría que los estados aceptaran el acuerdo y, en efecto lo hicieron.

Ahora bien, el fortalecimiento de los Habsburgo en Alemania y España, el lugar estratégico que tenían ambos entre Italia y Viena, la inesperada derrota de Suecia y el debilitamiento cada vez más de las fuerzas protestantes, causo que el cardenal Richelieu tomará medidas más rigurosas para detener a los Habsburgo en todos sus frentes. Incentivo una vez más la sublevación de los Países bajos. Invadió la Valtelina (lugar importante para el apoyo entre España y Alemania) en 1635 e impidió la comunicación militar entre Milán y Viena. Por último, por tratar de impedir una paz general en Alemania, Richelieu firmó en noviembre de 1634, un acuerdo preliminar con la Liga de Heilbronn ofreciéndole los servicios de un ejército de 12 000 hombres pagados por Francia durante la campaña de 1635. El 28 de abril se firmó un tratado pleno de alianza con la Liga. Como quiera que se vea, Francia no solo estaba dispuesta a combatir en varios frentes sino también a enlazar guerras trascendentales para el rumbo de Europa.

III. Guerra y revolución

1. Al borde del desastre (1635-1640)

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Francia inicio este preludio de guerra que se avecinaban en las Provincias Unidas al tomar lugares importantes. España, mientras tanto, se debatía en sus problemas internos (la economía era el principal factor). Al mismo tiempo, El 4 de octubre Suecia recuperó la reputación perdida en Nórdlingen cuando su ejército derrotó a una fuerza superior de sajones e imperiales en Wittstock y continuó hasta ocupar el electorado de Brandemburgo. Su extraordinaria invasión no había provocado más que devastación. España no tenía como pedir apoyo al Habsburgo de Alemania, pues éste, se encontraba en una guerra muy decisiva de nuevo con Suecia (fuertemente financiado por Francia). Además, Holanda retomo de nuevo la idea de expandirse por todos los corredizos españoles para tomar una fuerte posición pensando en su independencia. España no podía ver peor las cosas. El valido Olivares creía que el único medio para una eventual salvación era acordar una paz; una tregua, con Francia y Holanda; paz que parecía muy lejos porque España quería poner sus condiciones para permanecer en su soberanía.

2. El hundimiento de la monarquía española (1640-1643)

Uno de los conflictos que marca este hundimiento aparte de aquellos que venían desde el exterior, era la revuelta interna de Cataluña que venía en conflicto con el gobierno de Madrid desde 1600. A esto se agregaba, la revolución de Portugal en oposición al monarca Felipe IV por los altos impuestos que exigía para financiar al ejército español. Además, Portugal y Holanda se tomaban lugares importantes para el sostenimiento de la corona española, por ejemplo, Pernambuco era una de estas ciudades donde la azúcar era un principal elemento para la economía pero, dominadas por otros países, perjudicaban el tesoro español. La situación se agravaba más cuando se supo que el que Cataluña era apoyada por Francia; que apoyaba también a Holanda. De esta manera, Francia jugaba un papel importante desde hacía rato en esta guerra de los treinta Años. Todas estas maniobras de hundir la monarquía española junto con su gran aliado en Alemania eran de vital importancia para el surgimiento de una nueva potencia europea.

3. El resurgir de Francia (1643-1646)

A pesar de que Richelieu fue una pieza crucial en este resurgimiento francés durante la guerra de los Treinta Años. No alcanzo a ver todo proceso pues su muerte se dio el 4 de diciembre de 1642. El 14 de mayo de 1643 muere el rey de Francia; Luis XIII, con estos

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acontecimientos la regencia de Francia queda en manos de algunas personas cercanas a la corte, sin embargo, ya se preparaba Luis XIV. Cabe recordar, que Mazzarino fue uno de los regentes que quedo en el cargo después de la muerte del rey. Sus ideas no cambiaron. Francia seguía presionando a España porque era el momento preciso; y así lo entendía Mazzarino, de agotar las fuerzas militares y económicas españolas. No obstante, todas estas ideas que buscaban la gloria de Francia; concebidas desde Richelieu, van a tomar un giro inesperado. Holanda temiendo el gran crecimiento que tenía Francia prefiere acordar la paz con España, pues prefería estar protegida por la corona de Castilla que mirar de nuevo una colonización ahora por parte de los franceses que ya estaban, en buena parte, de algunos territorios holandeses. España está dispuesta a negociar cualquier idea de paz; dada la situación que venía sufriendo. Richelieu durante los últimos años de su vida había dejado una considerable deuda por todas las aportaciones que hacía para llevar a cabo el hundimiento de España apoyando, así, a los suecos, holandeses y protestantes en Alemania. Estas consecuencias le tocaran vivirlas a Mazzarino quien no vera una salida a la deuda que crecía más con el pasar de los años. De esto resultaba, una guerra interna; la fronda, que nacía en respuesta de los malos momentos financieros que se vivían en Francia. Además, hay que agregarle que Francia dejo de incentivar la guerra en Alemania y esto le favorecia a España. Así, el resurgimiento francés se veía diluido por los acontecimientos inesperados que sucedían en Europa y, a su vez, esto coincidía con el final de la guerra de los Treinta Años pues en Alemania el conflicto ya había menguado. Francia quería ver la oportunidad de entablar la paz con sus enemigos y España solo quería tratar de reestructurar sus asuntos internos.

4. El fin de la guerra de los Treinta Años

En 1618 había habido cuatro tensiones fundamentales en el sistema político europeo: la lucha entre España y los holandeses; la confrontación de príncipes y estados en gran parte protestantes con los Habsburgo católicos en el imperio; la enemistad entre Suecia y Polonia; y la rivalidad entre Francia y los Habsburgo. Una de las razones por la que todos los conflictos duraron tanto fue la alineación de los grupos implicados en un conflicto con los implicados en otro. Así, la guerra en el imperio duró casi treinta años, con muy pocas interrupciones, fundamentalmente porque los enemigos de los Habsburgo fuera de Alemania eran demasiado numerosos y estaban demasiado bien coordinados como para permitir una victoria imperial, y en cualquier momento podían obtener algún apoyo dentro del imperio dada la fragmentada estructura político-religiosa de éste.

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En conclusión, la paz de Westfalia fue firmada el 24 de octubre. Sin embargo, la liberación no se extendió a todo el mundo. La 1ucha entre Francia y España continuó, así como la rivalidad entre Polonia y Suecia. Sólo las tensiones en los Países Bajos y el imperio quedaron resueltas en 1648, e incluso allí la cosecha de 1649 fue la peor del siglo, produciendo hambre generalizada y numerosas revueltas populares. Un prolongado pogrom en Polonia llevó a la muerte de 100 000 judíos durante la década de 1648-58. La peste bubónica asoló muchas regiones, diezmando con especial rigor las penínsulas italiana e ibérica. Aquéllos que soñaban con lograr una paz universal entre los hombres, como Jan Amos Comenius, exiliado tras la revuelta bohemia, vieron sus esperanzas frustradas una y otra vez y su enfoque idealista y ecuménico estigmatizado como traición. Los contemporáneos prestaron mucha más atención a los milenaristas -ya fueran cuáqueros, místicos o judíos- que proclamaban que los tiempos en que vivían eran tiempos malditos, un Siglo de Hierro, los años del Anticristo que (de acuerdo con la Biblia) precederían al fin del mundo. El miedo a una destrucción inminente, que alcanzó su punto culminante al acercarse el numerológicamente alarmante año de 1666, dio a gran parte de la cultura de mediados del siglo XVII ese carácter febril y angustiado que fue tal vez su rasgo más distintivo.