el arte de conversar haciendo sentir bien a la gente
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ENFERMERÍA – UNSA SOFÍA FIORELLA SÁNCHEZ YALLERCO
EL ARTE DE CONVERSAR HACIENDO SENTIR BIEN A LA GENTE
La comunicación es hoy más fácil que nunca, en el sentido de que, gracias a la
tecnología, somos más accesibles para muchas personas. Pero, por fácil y accesible que
sea la comunicación, nadie nos quita la tarea de aprender a conversar.
Porque la conversación no es una reunión de personas donde cada una expresa lo que le
sale del gorro sin escuchar al resto.
Las conversaciones nos dan la oportunidad de aprender del otro, de hacer una
contribución (grande o pequeña) en su vida y de conectar, con lo importante que es eso.
Bueno, no todas ellas son tan edificantes, pero es interesante ir entrenando con las más
ligeritas para manejarnos mejor con las sustanciosas.
Y, para tal propósito (mejorar nuestras conversaciones), vamos a reunir un puñado de
propuestas a continuación.
¿Qué te parece?
Ahorrar en prejuicios
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Sin que tengamos que ser conscientes de ello, a veces nos hacemos unaopinión acerca
de la persona con la que vamos a hablar. Puede que nos influyan su ropa, sus
movimientos… u otras características.
No la conocemos realmente, pero la tenemos “catalogada” en poco rato. Suele ocurrir,
porque nuestro cerebro es un ladino al que no le gusta que lo tomen por sorpresa.
Lo importante aquí es evitar que ese juicio rápido nos impida escuchar lo que esa
persona está diciendo.
Imagínate que la primera vez que te veo tú llegas todo sucio a la habitación. Mi primer
pensamiento sería: Qué dejado es este tipo. Podría haberse arreglado un poco antes de
la reunión…
Lo que yo no sé es que saliste de tu casa todo limpio, impoluto. Y que, de camino aquí,
te cruzaste con un camión que te llenó de barro hasta las cejas.
Total, que encima de pensar que estás peleado con la higiene (siendo mentira) decido no
ponerte atención por la mala impresión que me has causado.
Quizás mi cerebro haga un diagnóstico acertado o, como en este caso, muy equivocado.
Pero seré consciente de que es eso: Es un prejuicio, que haré a un lado para
escucharte.
Escuchar
La habilidad “estrella” en las conversaciones: Saber escuchar al otro.
Hay personas que lo hacen muy bien:
Te miran haciéndote sentir que te están escuchando.
Intentan entenderte, ponerse en tu lugar.
Esperan con calma que te expreses, sin interrumpirte.
Y, antes de tomar la palabra, se esperan unos instantes para asegurarse de que has
terminado de hablar.
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Yo las admiro, porque todavía soy de las criaturas que se sienten un poco incómodas
con los silencios en medio de una conversación (sobre todo cuando no tengo
confianza con mi interlocutor). Siento una tensión extraña, que pretendo ir venciendo
poco a poco.
Elegir bien las palabras
Ese: “Piensa antes de abrir la boca para hablar” es uno de los mejores consejos que he
recibido en toda mi vida.
Cuántas veces, por precipitarnos, decimos cosas que no pensamos… Amén de un
cúmulo de estupideces, que pueden hacer daño a otros o volverse en nuestra contra.
(Hablo sobre todo por mí, que conste.)
Ser amable
Conversar mostrando interés en el otro y con buenas maneras (sin gritar o hacer uso
innecesario de exabruptos) también es una sana costumbre.
Porque muchas veces no recuerdan lo que decimos, pero sí cómo lo decimos; cómo se
siente la gente que nos escucha. Y, si puedes hacer sentir bien a alguien cuando tienes la
ocasión, ¿por qué no hacerlo?
Permíteme que intercale aquí un post muy útil y práctico que habla demeteduras de
pata en las conversaciones. Fíjate que, incluso intentando ser amable, hay veces en las
que patinamos: Frases a evitar en una conversación.
¡Ah! Que no se nos olvide aclarar que se puede ser amable a la par que directo y
claro. Cuando haga falta decir que no o mostrar desacuerdo, se hace. Con amabilidad,
pero se hace: Defiende tus límites en las relaciones.
Ser honesto
Siempre que se pueda, la verdad es mejor opción que la mentira.
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Con esto también sigo haciendo mis prácticas, porque a veces me cuesta decir sin
rodeos que no estoy de acuerdo con algo o que no me interesa.
Mentir es más fácil para salir del paso en algunas ocasiones. Pues sí… Pero yo no
quiero seguir teniendo miedo de opinar diferente ni estresarme por haberme
comprometido con algo que no me apetecía.
Decidido. Les añadiré a mis conversaciones más sinceridad.
Reconocer las buenas ideas
¿Qué piensas de esas personas que son capaces de rectificar yreconocer que otra idea
es mejor que la suya o igual de válida? ¿Son más débiles por ello?
No tienen miedo de admitir que se han equivocado o aceptan que la idea del otro
también es interesante, a pesar de no coincidir con la suya.
Es una actitud abierta y tolerante. Creo que más enriquecedora que empecinarse en
una idea y no salir de ahí, aunque haya evidencias que demuestren que uno está
equivocado.
Y vamos a dejar este compendio de elementos virtuosos en la conversación con uno,
que si has llegado hasta aquí te has ganado:
Dar gracias
Gracias por escuchar, leer y reflexionar a mi lado. Has dedicado tiempo y atención a
estas palabras. ¡Qué menos que agradecerlo!
Dar las “gracias” supone un reconocimiento a ese regalo que nos ha hecho nuestro
interlocutor. Estupenda guinda para el final de una conversación: Gracias, amigo.
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HABLAR SIN GRITAR!!
Un día, Meher Baba preguntó a sus discípulos lo siguiente: - ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron unos momentos:
-Porque perdemos la calma -dijo uno-, por eso gritamos.
- Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? preguntó Baba; - ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas satisfacía a Baba.
Finalmente él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa gran distancia.
Luego Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente... ¿Por qué? Porque sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.
Baba continuó:
-Cuando se enamoran aún más ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo.
Luego Baba dijo:
- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia sea grande que no encontrarán ya el camino de regreso.
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¿POR QUÉ LA GENTE GRITA?
Cuenta una historia tibetana, que un día un viejo sabio preguntó a sus seguidores
lo siguiente: - ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?
Los hombres pensaron unos momentos:
-Porque perdemos la calma – dijo uno – por eso gritamos.-
-Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? – Preguntó el
sabio – No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona
cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas pero ninguna de ellas
satisfacía al sabio.
Finalmente él explicó:
-Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para
cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Mientras más
enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a
través de esa gran distancia.
Luego el sabio preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran?
Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente ¿por qué? Sus corazones
están muy cerca.
La distancia entre ellos es muy pequeña.
El sabio continuó – Cuando se enamoran más aún, qué sucede? No hablan,
sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor. Finalmente no
necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es cuan
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cerca están dos personas cuando se aman.
Luego dijo:-
-Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras
que los distancien más, llegará un día en que la distancia sea tanta que
no encontrarán más el camino de regreso.
La intensidad del grito está marcando la gran distancia que existe entre dos personas.
¿Cuándo sería lógico gritar? Cuando hay una distancia física considerable o un espacio
concreto que hacen que el tono normal de la voz sea inaudible.
Si estoy a muchos metros de un ser querido que se ha olvidado algo mientras se está
yendo, suena comprensible elevar el tono de voz para que el detenga su marcha, gire su
cabeza y pueda escuchar lo que intento decir.
¿Por qué entonces gritamos a alguien que está enfrente a nosotros, en el mismo cuarto,
en el mismo ambiente, a 10 cm. de nuestro rostro?
Le grito porque yo no me puedo escuchar, dada mi alteración emocional, creo que los
demás tampoco pueden hacerlo. En mi adormecimiento menosprecio la capacidad de los
otros.
La próxima vez que griten, reflexionen sobre la distancia que están marcando con
respecto al otro ser que tienen enfrente.
Cuanto más se amen con alguien, sobran las palabras y esas pocas que se digan, son
expresadas con absoluta dulzura y amabilidad, valorándolas justamente por ser pocas y
preciadas.
Vivimos hablando en nuestras relaciones diarias, bla bla bla, como si transmitiéramos
un partido de fútbol todo el tiempo. Tenemos necesidad de contar todo lo que sucede, a
los otros y a nosotros. Transmitir como el teléfono descompuesto de la historia, los
rumores de las situaciones que cuanto más narradas, mas irreales se hacen.
¿Qué pretendemos al hablar sin parar? Mantener activa una relación, creyendo que el
otro permanece más en nuestra vida cuando más hablamos?
Confundimos una comunicación sana con un océano turbulento de palabras.
Cometemos la locura de llegar a nuestra casa que debería ser un santuario de
vibraciones pacíficas y bellas, y al minuto de abrir la puerta le contamos a quienes están
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allí, todo lo que nos sucede en el mundo ara que el otro acompañe nuestra situación o
nos consuele en nuestra calidad de víctima.
Después de la incontinencia verbal, solemos prender la TV y escuchar durante varias
horas más, como hablan los otros.
Nuestras mentes adictas al ruido no se permiten el espacio de sanación que solo da el
silencio.
Después que las parejas se han contado todo, solo aceptan callar si es la TV quien a todo
sonido los hipnotiza y ocupa ese lugar de alteración que se prolonga durante el día. ¿Es
esto hablar desde el alma? ¿Es esto hacer que el corazón se exprese? ¿Es esto amarse
con cada mirada, con cada gesto y con la cantidad mínima de palabras que según la
situación diaria le dan un toque de encanto a la relación?
Esto nos demuestra que desde el grito hasta el chisme, desde el rumor hasta la
conversación frívola, poco creativa y finalmente intrascendente, estamos perdiendo en
las relaciones humanas ocasiones preciosas de fundirnos a través de la mirada en el
alma del otro, de abrazarlo, acariciarlo, besarlo, haciendo que la personalidad se
duerma y que el ser se funda en el otro en forma sublime. Cuando la nueva tentación de
dialogo irrefrenable aparezca, siempre estamos a tiempo de volver a la verdad y
volvemos a ser los creadores de nuestra vida.
Para cerrar esta reflexión, recuerdo una frase de Sai Baba: “Mas de tres minutos
hablando de uno mismo, ya está el ego tomando el control de la situación”
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