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EL BRILLO DE SUS OJOS Jorge Antonio Zapata Ya es de noche, estoy solo en el patio trasero y aun los espero, sin saber porque lo hago, solo sé que estoy llorando y que estoy agotado de tanto cavar; tengo la mente distraída tratando de recordar algo, pero solo viene a mi mente un pequeño dialogo que tuve con alguien hace no mucho. - ¿Alguna vez has perdido a alguien que querías demasiado? - No, nunca – respondí. - Ya lo experimentarás alguna vez – me dijo. - Jamás – interrumpí – yo odio perder algo… Todo está en calma, pero un extraño presentimiento comienza a abordarme. Tan solo ayer yo estaba feliz, había terminado el semestre y tenía muy buenas calificaciones, todo estaba tranquilo. Me recosté en la cama, tomé la laptop y me puse a perder el tiempo como siempre, ese momento parecía tan perfecto; sin nadie que me interrumpa: mi mamá de viaje, mi hermano en el trabajo y mi hermana en la computadora; oh si… olvidándose de que existe la vida. Todo parece tan normal que incluso comienza a aburrir. Mi gata entra a mi habitación como si fuera suya. Comienzo a notar su ausencia y eso me inquieta; decido levantarme. Comienzo a buscarla por los ambientes de la casa, pero no la encuentro. Paso por cada rincón de la primera planta muy de prisa, llamándola insistentemente; la busco incluso en los lugares que ella no suele ocupar pero no logro encontrarla. Un leve quejido me alerta y comienzo a angustiarme, mis sentidos se agudizan por el temor y comienzo a reflexionar. El único lugar al que no he ido es al techo, pero ella nunca va al techo. ¿Cómo puede ser posible? Corro desesperadamente

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EL BRILLO DE SUS OJOS

Jorge Antonio Zapata

Ya es de noche, estoy solo en el patio trasero y aun los espero, sin saber porque lo hago, solo sé que estoy llorando y que estoy agotado de tanto cavar; tengo la mente distraída tratando de recordar algo, pero solo viene a mi mente un pequeño dialogo que tuve con alguien hace no mucho.

- ¿Alguna vez has perdido a alguien que querías demasiado?

- No, nunca – respondí.

- Ya lo experimentarás alguna vez – me dijo.

- Jamás – interrumpí – yo odio perder algo…

Todo está en calma, pero un extraño presentimiento comienza a abordarme. Tan solo ayer yo estaba feliz, había terminado el semestre y tenía muy buenas calificaciones, todo estaba tranquilo. Me recosté en la cama, tomé la laptop y me puse a perder el tiempo como siempre, ese momento parecía tan perfecto; sin nadie que me interrumpa: mi mamá de viaje, mi hermano en el trabajo y mi hermana en la computadora; oh si… olvidándose de que existe la vida.

Todo parece tan normal que incluso comienza a aburrir. Mi gata entra a mi habitación como si fuera suya. Comienzo a notar su ausencia y eso me inquieta; decido levantarme. Comienzo a buscarla por los ambientes de la casa, pero no la encuentro. Paso por cada rincón de la primera planta muy de prisa, llamándola insistentemente; la busco incluso en los lugares que ella no suele ocupar pero no logro encontrarla. Un leve quejido me alerta y comienzo a angustiarme, mis sentidos se agudizan por el temor y comienzo a reflexionar. El único lugar al que no he ido es al techo, pero ella nunca va al techo. ¿Cómo puede ser posible? Corro desesperadamente por el pasadizo y subo las gradas dando saltos, temiendo lo peor; cuando finalmente llego a la última grada, la encuentro, recostada a solo unos pasos, empapada en un charco de sangre. El horror de mi rostro al contemplar tal escena es indescriptible, con un grito llamo a mi hermana para que me traiga una cobija, luego de recibirla le ordeno que lleve agua tibia al almacén y que llame de emergencia a la veterinaria.

La cubro con la cobija y la levanto; comienza a tener espasmos y me apresuro en bajarla; ya en el almacén la recuesto en un viejo sillón. Mi hermana llega con el agua y un paquete de gasa, me pregunta angustiada sobre lo que le sucede, pero yo me niego a responderle, le digo que llame a Ricardo y que esté atenta a la móvil de la veterinaria. Inmediatamente cierro la puerta y regreso donde está ella,

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pude notar que la sangre deja de fluir junto a los espasmos, eso me tranquilizó. Poco a poco fui limpiándole la sangre con la gasa y el agua; ella se sentía tranquila y yo derrama lagrimas que me impedían ver claramente lo que hacia.

El tiempo se me hizo eterno… No percibía ni los golpes en la puerta que mi hermana hacía, ni el momento en el que llegó la novia de mi hermano. Estaba perdido en los ojos de mi preciosa, aquellos ojos marrones pardos llenos de vida, su respiración era cada vez más normal y poco a poco fui sintiéndome tranquilo, su recuperación era un hecho para mi; nunca me fije del todo de donde provenía la sangre en la que estaba empapada mi Motta. Ella ya se sentía mejor, la vi tranquila, bebió un poco de agua y me lamía la mano; la sangre había dejado de fluir y la arropé con la cobija. Me mantuve a su lado por un tiempo indeterminado, ya estábamos tranquilos solo podía mirarla a los ojos, me recosté a su lado y quise estar en paz; al poco tiempo caí en una especie de adormecimiento profundo, el sueño se apoderaba de mi a cada segundo y comienzo a ceder; De pronto regreso en mi, mi preciosa comienza a tener espasmos nuevamente su mirada se inquieta y vuelvo a sentir terror; ya no sé que hacer, solo la acaricio y veo fijamente sus ojos, ojos que poco a poco van perdiendo su brillo, su respiración se vuelve muy pausada, su lengua lame mi mano por última vez y finalmente sus ojos dejan de mirarme.

Han pasado catorce años desde que ella llegó a nuestra vida, volviéndose parte de la familia, son catorce años de miles de recuerdos y todas llegan a mí al mismo tiempo. Mis lamentos pueden oírse en toda la casa. Pero ya no se puede hacer nada, ella se ha ido; pierdo completamente la noción de todo pero la envuelvo en la cobija, y me voy al patio trasero a buscar el lugar ideal donde descansará para siempre.