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El caballero oscuro
Anabel Bzex
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera
coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y
diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido
utilizados de manera ficticia.
El caballero oscuro
Primera edición: diciembre 2017
ISBN: 9788417234126
ISBN eBook: 9788417321727
© del texto:
Anabel Bzex
© de las ilustraciones:
Irene Rodríguez
© de esta edición:
, 2017
www.caligramaeditorial.com
Impreso en España – Printed in Spain
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sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a
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de esta obra.
Prólogo
Caminaba deprisa, mirando todo a su alrededor, que de
pronto le pareció más colorido que de costumbre. La gente iba
de un lado a otro, con bolsas de compras, paseando a sus
mascotas, hablando por el móvil… Se oía el cantar de los
pájaros y el sol brillaba con fuerza. Todo hacía presagiar que
iba a ser un gran día.
Cuando salieron las listas con los nombres de los que iban
a hacer las prácticas y el lugar correspondiente donde
realizarlas, tuvo que leer sus datos varias veces para
corroborarlo. No se lo podía creer. Le había tocado uno de los
hoteles Bassols que era, sino la más importante, una de las
más prestigiosas cadenas hoteleras.
Y allí que iba, a uno de sus hoteles de cinco estrellas,
situado frente al mar. Se sentía tan privilegiada y tan feliz de
comenzar esa nueva etapa que nada podría cambiar su estado
de ánimo.
Al encontrarse frente a la gran puerta de hierro forjado, tomó
aire varias veces, se armó de valor y entró. Tras la puerta de
hierro había unas puertas de cristales automáticas y una vez
se abrieron para que ella pudiese pasar sonó una pequeña
melodía de aviso.
—Bienvenido al Hotel Bassols Costa del Amanecer. A su
izquierda tiene la recepción para cualquier información que
necesite. Gracias por confiar en nosotros y que disfrute de su
estancia. —A continuación esa melosa voz, agradable tenía
que decir, procedió a dar el mismo mensaje en diferentes
idiomas. ¡Qué categoría!
Como le habían anunciado, decidió ir hacia la recepción, no
sin reparar en el magnífico decorado del interior. Numerosas
alfombras de tonos rojizos se extendían por el suelo, tan
lujosas que le atemorizó el que sus zapatos pudiesen
mancharlas. Una increíble lámpara de araña adornaba el
centro del salón, en el que había numerosos sofás de piel
beige, distribuidos cada uno con su mesa de té
correspondiente y con dos sillas, tapizadas a juego, que se
situaban frente a cada uno de ellos. Las paredes se adornaban
con unos inmensos cuadros que reflejaban personajes propios
de siglos anteriores, por el ropaje tan distinguido que vestían.
Todo llamaba su atención, por lo ostentoso de la decoración y
porque parecía como si el edificio en sí estuviera fuera de
lugar, pues semejante ornamentación no es precisamente lo
que se encuentra uno en un típico hotel situado frente al mar.
Suponía que sería una de las muchas características que
hacían que los hoteles Bassols fueran de los primeros en ser
elegidos por clientes que buscaban algo diferente. Eran
simplemente joyas arquitectónicas.
Al escuchar que se repetía el mensaje de bienvenida, salió
de su ensueño y miró el reloj. «¡Dios, voy a llegar tarde estando
dentro del hotel!». Se giró bruscamente y chocó contra lo que
le pareció un muro de piedra. Se llevó la mano al pecho, ya
que realmente se había golpeado fuerte y miró a su obstáculo.
Era un hombre que la miraba desde una altura superior a la de
ella. Su cabello era tan negro como la oscuridad y lo llevaba
cortado a capas, por lo que el flequillo le llegaba a las mejillas.
Le sorprendió su mirada negra y profunda, además de su
elegante traje del mismo color.
—Disculpe. —Tenía que darse prisa. No podía dar una
impresión de impuntual el primer día. El hombre torció una
sonrisa, a decir verdad, le pareció bastante diabólica.
—Mire por donde camina en lugar de soñar despierta. —Su
voz retumbó en la sala. Era una voz grave e imponente. Pero
antes de que ella se volviese a disculpar, el hombre se marchó
con paso decidido hacia los ascensores, que se situaban en el
extremo opuesto de la recepción. Sus pisadas habían dejado
eco incluso sobre la alfombra. Tendría que tener cuidado con
él si se lo encontraba de nuevo. Un escalofrío, propio del mes
de diciembre le recorrió el cuerpo. No parecía estar en junio.
Dejó de cavilar y se fue a la recepción, cuyo mostrador era
una enorme base de mármol negro que se dejaba caer sobre
madera beige. Todo parecía muy conjuntado.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —La muchacha
que le saludó le sonreía a la espera de su respuesta.
—Hola, me llamo Ayna Lee, venía por el tema de las prácti-
cas. —La chica le sonrió.
—Sí, estaba informada de tu llegada, ¿tienes el resguardo
universitario, por favor?
—Por supuesto. —Abrió su bolso y sacó el papel
correspondiente.
—¿Sabes cómo funciona el certificado, verdad?
—Algo me han explicado, pero si es tan amable, ¿me lo
puede explicar de nuevo?
—No habrá problema, pásate dentro del mostrador. —Ayna
hizo lo que le solicitaron y cuando hubo estado al otro lado,
reparó en la cantidad de papeles que tenía la chica. Detrás
había un casillero con el número concreto de habitaciones que
había en el hotel, marcado con una placa dorada. En algunas
casillas había llaves, en otras no.
La chica sacó un papel de una carpeta y se lo mostró, junto
al resguardo que Ayna le había entregado.
—Mira, este es nuestro resguardo. Por cada día que
vengas, te sellaremos el tuyo y el nuestro, con las firmas
correspondientes. Sabes que para completar tu formación
tienes que completar todos los días. Exactamente son… —
Miró el papel oficial del hotel—. Cincuenta y cuatro, por lo que
no puedes olvidarte el resguardo ni uno solo.
—De acuerdo.
—Bien. Te iré dando toda la información que pueda, aunque
te parezca mucho de golpe, como realmente siempre es la
misma rutina, lo irás aprendiendo poco a poco.
—Muy bien. —La muchacha le sonrió y prosiguió.
—Los turnos se dividen en tres, cada semana tendrás uno
diferente, ya que vamos rotando. El turno de mañana
comprende desde las siete de la mañana hasta las dos de la
tarde; el turno de tarde es desde las dos de la tarde hasta las
diez de la noche y el turno de noche comprende desde las diez
de la noche hasta las seis de la mañana. De seis a siete está
aquí el director. Está completamente permitido comer en el
hotel en las horas correspondientes, así que eso es decisión
propia. Tu turno es, por ahora, hasta que el director diga lo
contrario, de mañana. ¿Por qué te ha tocado de mañana?
Pues porque es realmente cuando hay más trabajo en el hotel,
ya que hay que hacer entradas, salidas y reservas, así que, de
esa manera, aprenderás más.
—De acuerdo.
—Bien. Hoy no voy a darte mucha caña, no te preocupes.
Aprenderás las cosas básicas, como por ejemplo, que es obli-
gatorio llevar uniforme y que tenemos taquillas propias. Así
que, tienes que coger el ascensor y subir a la última planta.
Justo a la derecha, se encuentra el despacho para empleados.
Una vez allí, verás que ya han preparado una taquilla con tu
nombre. —Se giró y cogió una llave que había dispuesta
dentro de lo que parecía un cuadro de adorno—. Toma, esta
es tu llave. Encontrarás tu uniforme. Cámbiate y baja en
seguida, para que podamos empezar.
—Muy bien. —Ayna salió del mostrador.
—A propósito, me llamo Noida. Bienvenida al hotel. —Ayna
le devolvió la sonrisa y se dirigió al ascensor, el cual tenía las
puertas decoradas con espejos y pinturas en plata. Miró el
panel de control y comprobó que el hotel disponía de seis
plantas, dato que nuevamente llamó su atención. Una cadena
hotelera tan importante y de tanto renombre, con uno de sus
hoteles más importantes frente al mar, y ¿solo tenía seis
plantas? Tecleó la última. El ascensor tenía un movimiento tan
suave e insonoro que parecería que seguía en el mismo lugar
de no ser porque en el panel de control le indicaba la planta
por la que iba subiendo. Una pequeña melodía acompañó a la
apertura de las puertas. Ayna miró a su alrededor. Todo seguía
espléndidamente decorado. Como le indicara Noida, giró a la
derecha y tras unos pasos encontró la puerta con una placa
dorada que indicaba: «Empleados». Abrió la puerta de madera
antigua y se encontró con las taquillas. Después de leer
muchos nombres, encontró el suyo. Usó la llave y se encontró
con un uniforme colgado en una percha. Lo cogió y miró a su
alrededor hasta que encontró la puerta del vestidor.
El uniforme consistía en una falda de un tono rojizo hasta la
rodilla con una apertura por detrás, una camisa blanca con la
manga hasta el codo, y un pequeño chaleco de tres botones,
a juego con el color de la falda. Cuando se miró en el espejo,
se quedó estupefacta
—Parezco una azafata de avión. ¿Quién habrá diseñado este
uniforme tan desfasado? —Salía del vestidor negando con la
cabeza y soltando un bufido cuando se encontró con el hombre
misterioso, apoyado en su taquilla—. Disculpe, ¿se ha
perdido? —Esa zona era exclusiva para empleados, ningún
cliente podía entrar allí—. Si desea cualquier cosa, se le
atenderá en la recepción. —De nuevo apareció esa sonrisa
diabólica.
—Eres tú la que está muy perdida, niña. —Se dio un
pequeño impulso con la espalda para separarse de la taquilla
y se dirigió hacia la salida, pero antes de salir, Ayna escuchó
su grave voz—. No te queda mal ese «desfasado uniforme».
—Ayna se sonrojó. Metió su ropa, bolso y enseres en la taquilla
y se fue hacia la recepción. Noida estaba atendiendo a unos
clientes cuando Ayna se situó a su lado. Una vez se marcharon
los clientes, Ayna tenía que saciar su curiosidad.
—Me he encontrado con un cliente en la zona de
empleados. ¿No es una zona restringida?
—Qué extraño. Cada cliente tiene asignada una habitación,
y las habitaciones están repartidas desde la primera planta
hasta la quinta, un total de veinte habitaciones por planta. Cien
en total. La sexta planta es exclusiva para el personal del hotel.
—A propósito, ¿por qué solo hay seis plantas? Sin duda es
el hotel más pequeño de la cadena, ¿no? —Noida le sonrió y
le dedicó una fugaz mirada en la que Ayna pareció detectar
melancolía.
—Este es el comienzo de todo. Aquí se forjó el apellido
Bassols. —Aunque cada vez que formulaba una pregunta, le
surgían varias más, no quiso dar la impresión de entrometida
el primer día y continuó con el tema anterior. Así pues,
encogiéndose de hombros para dar un énfasis despreocupado
añadió:
—Igual andaba perdido. Además, antes tropecé con él en el
salón. —Noida le sonrió—. Me ha lanzado la mirada más llena
de odio que he visto en mi vida. Nunca he sentido tanto miedo
que al ver la sonrisa diabólica que tenía. Y sus ojos eran tan
negros que parecían los del mismísimo diablo —murmuró más
para sí misma, pero su compañera alcanzó a oírle y le dedicó
una sonrisa enigmática.
—Apuesto a que tenía el pelo negro a la altura de los
hombros y que vestía un impecable traje negro. Además,
podría ser así de alto. —Subió la mano a una cabeza más alta
que la suya. Ayna se sorprendió.
—Sí. —Chasqueó los dedos—. Es justamente como dices,
entonces, ¿es un cliente del hotel?
—Algo por el estilo. —Dejó escapar una pequeña risilla y, al
ver que la muchacha se quedaba en espera de una respuesta,
añadió. —Es el director del hotel. —Ayna palideció de repente.
Capítulo 1
El primer día había pasado sin muchas complicaciones.
Noida le había enseñado a hacer las entradas de los clientes
y le había dado bastante información sobre las agencias que
tenían contratos con el hotel. Realmente, no había
memorizado mucho, pero todo estaba perfectamente reflejado
en un pequeño cuaderno donde hacía las anotaciones
oportunas.
La mañana siguiente aparentaba ser mejor. Ya tenía casi
olvidado el incidente con el director, aunque el casi, era ser
demasiado positiva. Su primer día de prácticas y ¡vaya la
impresión que causaba al director! Porque eran prácticas
obligatorias, que si no fuese ese el caso y fuese un trabajo
remunerado, estaba segura de que ya le hubiese despedido.
Se dispuso a hacer borrón y cuenta nueva. Intentaría
cambiar la impresión causada en él, si se encontraban otra
vez. Le haría pensar que habían sido fallos de principiante.
Con esa decisión en su cabeza, se dirigió hacia la entrada.
Saludó a Noida en cuanto entró en el hotel y se dirigió hacia
su taquilla para ponerse el uniforme. Cuando se abrió el as-
censor, salió con precaución, mirando hacia ambos lados. A la
derecha, estaba la puerta de empleados y a la izquierda había
un pasillo que terminaba en una puerta, ¿cómo no se había
fijado en ella el día anterior? Seguramente, sería la oficina del
director. Se encogió de hombros y se dispuso a cumplir con su
cometido.
Una vez en la recepción, Ayna seguía al pie de la letra las
indicaciones de Noida.
—Mira, esto es un bono de la Agencia ABE’s. —Noida le
enseñó un papel que parecía un cheque—. Cuando un cliente
te entrega esto, tienes que irte a la oficina. —La oficina estaba
justo a la izquierda del mostrador, y se accedía a ella mediante
una pequeña escalera descendente—. En la oficina, buscas en
los contratos, el que tenemos con esta agencia, miras qué tipo
de bono es y los gastos que cubre, y luego, te tienes que venir
al ordenador y en el apartado de la entrada del cliente, tienes
que completar la información. —Ayna estaba sentada en una
de las sillas de oficina que tenían en recepción, apoyada en el
mostrador oculto de cara a los clientes, y tomaba notas de lo
que decía su supervisora.
—De acuerdo.
—Bueno, pues, corrobora este bono y luego veremos si lo
has hecho bien. Cúbreme las espaldas, que voy un momento
al baño. —Le dedicó una sonrisa, que fue correspondida por la
de la muchacha.
—Muy bien. —Indicadas las órdenes y con Noida en el
baño, Ayna se dirigió a la oficina en busca de la carpeta con el
contrato indicado. Con el bono en una mano y ayudada del
dedo índice de la otra, iba leyendo los lomos de las carpetas
en busca del nombre de la agencia indicada, cuando sonó la
campanilla de recepción. Ayna dejó el bono en la oficina y salió
de ella para atender al supuesto cliente, que no era otro que el
director. —¿En qué puedo ayudarle? —Parecía que le costaba
hablar y notó un ligero temblor en las manos. Él le dedicó una
mirada de evidente fastidio.
—¿Y Noida? —Su voz era tan ruda como la recordaba. Era
evidente que no esperaba tener que darle instrucciones a ella,
una becaria.
—Se ha ausentado un momento. —Él plantó una carta en
el mostrador.
—Necesito que esta carta esté sellada y enviada para,
veamos…—Se subió la manga de la chaqueta lo suficiente
para que se viese la esfera grande de su reloj—, ahora. —Le
miró intensamente.
—Sí, señor, en cuanto vuelva Noida, me encargaré de
llevarla a la oficina de correos. —Él frunció el entrecejo y apoyó
su codo en el mostrador.
—¿Sabes el significado de la palabra «ahora»?
—Sí, señor, pero no puedo dejar la recepción sola. —Él le
indicó con la mano que se acercara. Ayna estaba tan cerca de
él que solo les separaba el mostrador.
—¿Sabes quién soy?
—Sí, señor.
—¿Sabes cuál es mi trabajo?
—Puedo hacerme una idea.
—Mi trabajo es dar órdenes, órdenes que se tienen que
cumplir por encima de todo. ¿Tienes alguna duda acerca de la
orden que te he dado? ¿Te parece muy complicada? —Ayna
negó con la cabeza—. Bien, veo que hasta ahí, nos
entendemos. —Se cruzó de brazos. Ayna se le quedó mirando
estupefacta—. ¡Apresúrate, niña, no tengo todo el día! —Su
torrente fue tan fuerte e inesperado que Ayna dio un respingo,
cogió la carta y salió como alma que llevaba el diablo hacia la
oficina de correos más cercana, no sin antes fijarse en la
sonrisa diabólica que dejaba atrás.
Después de dar varias vueltas para encontrar la oficina y
cumplir con su misión, llegó al hotel sudando y jadeando, para
comprobar que el mostrador estaba lleno de clientes que refun-
fuñaban esperando ser atendidos, mientras una agobiada
Noida, los atendía con una sonrisa y los despachaba con
trabajo. Ayna se incorporó a recepción y procuró ayudar a su
compañera en lo poco que sabía. Cuando hubieron terminado
con los clientes, Noida se volvió con los brazos cruzados y
mirándola fríamente.
—¿Dónde diablos estabas?
—Yo…
—Noida. —El director se dirigía al mostrador, soltó una
serie de papeles en él—. Quiero que le envíes esto al señor
Jules, lo quiero firmado y sellado para esta noche. —Se dio la
vuelta para salir, pero antes se giró—. ¡Ah! Controla a tus
novatas, que no se vuelva a repetir lo de hoy, si es el caso,
envía un informe a la universidad informando de su
incompetencia.
—¿Cómo? —Ayna no podía creer lo que oía. Él le volvió a
dedicar esa sonrisa fría y diabólica que helaba la sangre de
cualquiera.
—Regla número uno, y que no se te olvide, niña, la
recepción no se deja sola en ningún momento, bajo ninguna
circunstancia.
—Pero usted dijo que…—Él alzó la mano para hacerla
callar. —Bajo ninguna excepción. —Su voz sonó tan fuerte que
no cabía lugar a discusión. Así, sin más, se fue.
Una vez que se encontró bajo la protección de su casa,
Ayna seguía sin dar crédito a lo que acababa de ocurrirle,
¿sería una broma a la novata? Y aunque así fuera, lo que
había hecho con ella era cruel. «¿Incompetente yo? ¿Pero de
qué va ese tío?». Procedió a darse un baño relajante, era lo
que se merecía después de todo. Pero aun así, no podía
olvidar su mirada de odio y desprecio. ¿Cómo podía una
persona humillar a alguien de semejante manera y quedarse
tan tranquila? Estaba claro que ese hombre había hecho un
pacto con el diablo, que se había quedado con su alma. Ayna
dejó escapar un suspiro e introdujo la cabeza bajo el agua, al
cabo de unos segundos, salió. Era evidente que el señor
director le iba a complicar mucho las cosas.
Capítulo 2
Una vez frente a la puerta del hotel, Ayna se quedó
contemplando a la gente que salía y entraba. Sus ánimos
estaban por los suelos, pero tenía que hacerse valer. Ella era
una persona muy responsable con las cosas que se proponía,
debía demostrarlo. Solo había sido un pequeño incidente y
estaba claro que ella no había sido la causante, simplemente
había cumplido órdenes. Dejando escapar un largo suspiro, se
dispuso a entrar.
Saludó a Noida, que le devolvió el saludo, sin mostrar
ningún rasgo que denotase que le guardaba algún tipo de
antipatía por lo ocurrido el día anterior, lo cual era un buen
comienzo. Se fue, sin más, a la habitación de empleados, y se
cambió tan rápido como pudo. Al llegar a recepción, Noida
atendía a un matrimonio, demostrando un dominio del inglés
que la dejó sorprendida. Disculpándose con ellos un minuto,
se volvió hacia ella.
—Ayna, ¿sabes dónde está el bono que te dejé ayer, el de
la agencia? —Ayna se paró a pensar.
—Pues… —Recordó la última vez que lo vio—. Sí, lo dejé
en la oficina. Espera un momento, ahora mismo lo traigo. —
Cuando entró en la oficina, el bono no estaba en el lugar
donde, supuestamente, lo había dejado, pero recordaba
perfectamente haberlo puesto allí antes de irse a obedecer a…
—¿Y bien? —Ayna salió de la oficina con la cara seria. —
Yo… estaba segura de que lo había dejado en la oficina, pero
no está.
—¿Cómo que no está? Sin el bono, no podemos hacer la
salida a los clientes. ¡Dios!
El cliente comenzó a impacientarse llamando la atención de
Noida y ella les pidió que esperasen unos minutos, haciendo
gala de una sonrisa espectacular. A continuación, cogió el telé-
fono de la centralita.
—¿Señor? Tenemos un problema, el bono de la agencia de
unos clientes no aparece, y se impacientan. Ahá, de acuerdo.
—Noida colgó y les comunicó que el mismo director sería el
que atendiese sus peticiones. A la pareja no les quedó más
remedio que esperar, sin ocultar sus caras de desagrado. Ayna
estaba en todo momento expectante a lo que podría pasar. Su
corazón le iba a mil y notaba como le faltaba un poco el aire.
La melodía del ascensor sonó y el fabuloso director
apareció, con su fascinante aire de superioridad. Sus pasos
resonaban en toda la sala, los clientes, Noida y Ayna no
tuvieron más remedio que quedarse mirando cómo se
acercaba, como si fuese una especie de Dios.
De repente Ayna se quedó helada, ¿era posible que ese
hombre estuviese sonriendo?
Desde que comenzó a estudiar supo que su inglés era
medianamente bueno y que con un poco de esfuerzo lograría
perfeccionarlo, pues siempre había tenido oído para los
idiomas, pero en ese momento, sintió su autoestima
tremendamente baja. El director del hotel era simplemente
fascinante. Como se desenvolvía hablando un perfecto inglés
no era solo lo que llamaba su atención. Era su sonrisa, su
saber estar y, sobre todo, ese carisma que poseen muchas
personas para hacer cambiar a todo el mundo de opinión y
llevárselas a su terreno. Ese don de gentes que Ayna siempre
había envidiado, pues aunque ella era de carácter fuerte,
carecía de esa esencia especial que hacía de las personas,
ser diferentes. Después de darse cuenta de que contemplaba
la escena boquiabierta, pestañeó y tragó saliva, para
contemplar el desenlace. Los clientes habían terminado
sonriendo e incluso habían sido cómplices del sentido del
humor de aquel hombre oscuro. ¿Quién diría que lo tuviera? Y
acto seguido, se dirigieron al restaurante. En ese preciso
instante, la simpatía del director desapareció y se giró hacia
ellas. Fue hacia el mostrador y dejó encima un papel. La
sorpresa de Ayna fue instantánea al reconocer el bono.
—Esto es un papel muy importante. ¿Lo sabes? —Miraba a
Ayna, que notó cómo le subía el rojo a la cara.
—Sí, señor.
—No puedes dejar una cosa tan importante en cualquier
sitio, si yo no hubiese estado aquí hoy, ¿cómo hubieses
resuelto la situación?
—No lo sé, señor.
—Ah, no lo sabes. Querrás decir que no tienes ni idea. Van
dos tropiezos graves seguidos, al próximo, te vuelves a la
universidad, de donde no deberías haber salido tan rápido. —
El jefe se volvió, y murmuró mientras se iba—. Novatos…, se
creen que lo saben todo. —Fue la gota que colmó el vaso.
Ayna explotó. Podía pedir prácticas en otro hotel, no se iba a
quedar en el hotel más fabuloso del mundo, si de esa manera
iban a pisotearla.
—¿Mis tropiezos o sus tropiezos, señor? —Él se volvió y la
miró sorprendido.
—¿Cómo dices?
—¡Lo que oye! El culpable de este incidente y del de ayer es
usted, y lo sabe. —El hombre se acercó hasta donde se situaba
Ayna, que temblaba y notaba como si estuviese a punto de llorar.
—¿Cómo te atreves a hablarme así, becaria?
—Considero que estoy perfectamente capacitada para
llevar un trabajo que requieran responsabilidades, lo que no
me dijeron era que tenía que lidiar con la actitud infantil de un
jefe, que cree tener el poder de humillar a la gente simplemente
por tener un puesto de trabajo superior. —Él frunció el ceño y
estrechó los ojos, pero no hablaba—. Puede tranquilamente
revocar el acuerdo con respecto a mí, porque es obvio que
seguiremos sin compenetrarnos. —Sin más se fue directa al
ascensor, para coger las cosas de su taquilla e irse para
siempre de aquel lugar.
Mientras se cambiaba y mordía con fuerza su labio inferior
para contener el llanto que estaba próximo a aparecer, oyó
pasos a sus espaldas.
—No deberías explotar a la mínima de cambio. —La dulce
voz de su compañera penetró en su frágil armadura, haciendo
que esas lágrimas apenas contenidas comenzaran a caer por
sus mejillas. Se giró.
—Pero… yo…
—Él sabe que no han sido errores tuyos, te presiona para
saber cuál es tu límite. —Las palabras de Noida lograron
confundirla, y mientras se limpiaba las gotas de dolor, la miró.
—¿Qué… quieres… decir? —Noida se acercó y apoyó su
mano en el hombro de Ayna.
—Es su forma de probarte. De observar tu profesionalidad.
Todos pasamos por eso. Sé que es muy duro, puesto que
consigue incluso que te cuestiones a ti misma, pero cuando
menos te lo esperas, te da su aprobación y, entonces, finalizan
las presiones. Claro, eso si eres capaz de trabajar en esas
circunstancias, sino, no serás adecuada para el puesto. —
Ayna la miraba digiriendo toda esa información. «Una prueba,
que tonta, ¿cómo no lo había comprendido antes?». Se limpió
el resto de las lágrimas—. No te preocupes, aún tienes la
oportunidad de redimirte. —La muchacha la miró intentando
seguir a su supervisora—.Su oficina está al final del pasillo.
Tan solo pide permiso para entrar y discúlpate, seguro que te
dará una nueva oportunidad.
—Pero eso sería tan vergonzoso…
—Lo sé. Solo piensa que tener referencias positivas del
director de la cadena hotelera Bassols será lo que te abra
todas las puertas que quieras en el futuro. Todo depende de tu
orgullo. ¿Estás dispuesta a sacrificarlo todo por no excusarte?
—No, por supuesto que no. —Pero pedir disculpas ante
algo de lo que no se consideraba culpable iba en contra de sus
principios. Claro que sus principios, en esta ocasión, podrían
acabar con todas sus perspectivas de futuro—. De acuerdo, lo
haré, Noida. —De pronto abrazó a su compañera, que,
sorprendida, le devolvió el abrazo—. Gracias.
—Era mi deber orientarte, como tu supervisora. Bien, vuelvo
a mi puesto. —Se deshizo del abrazo y salió. Ayna se quedó
momentáneamente hipnotizada contemplando la puerta que
se había cerrado. Tras unos minutos de reflexión, se armó de
valor, salió y se quedó contemplando la puerta que había al
final del pasillo. Sin darse cuenta de nada, sus pies
comenzaron a caminar solos y, cuando parpadeó, se
encontraba justo frente a la puerta, con la mano a punto de llamar.
En un instante de pánico, bajó la mano y comenzó a respirar
agitadamente. «Calma». Inspiró profundamente y llamó.
—Adelante. —La voz grave del director atravesó la madera
como si fuese una simple cortina de tela fina en lugar de una
gruesa puerta. Ayna giró el pomo y entró despacio. Se quedó
petrificada al contemplar la magnificencia de la oficina. Un sofá de
cuero beige se situaba en un rincón con una pequeña mesita de
cristal a sus pies. No había paredes, en su lugar había tres
grandes librerías que se ajustaban desde el suelo hasta el techo.
Lo que debería de ser la cuarta pared era una enorme ventana. Al
otro lado, una gran mesa de vidrio, con muchos papeles
esparcidos por ella y un gran ordenador Apple en color blanco. A
sus oídos llegaba el sonido del agua, pero no lograba ubicarlo.
Más tarde comprobó, extrañada, que era su propio ordenador el
que lo emitía, ¿sería estrategia de relajación? Se centró en su
cometido, enfadándose consigo misma por querer saber
demasiado.
—¿Qué quieres? —Ayna despertó de su estupor y, de pronto,
se encontró con la mirada de dos profundos ojos negros detrás de
unas gafas. ¿El jefe? «Qué aire más intelectual».
—Am… yo… quisiera disculparme por mi comportamiento
anterior, señor. —Él achicó los ojos y se levantó de un enorme
sillón que hacía juego con el sofá.
—Así, pues…, ¿ya no tengo que firmar tu dimisión? —Su
sarcasmo hizo que a Ayna comenzara a hervirle la sangre de
nuevo, y aunque quiso mantenerse inexpresiva, algo llegó a
percibir aquel hombre, cuando cambió de registro—. ¿Y de qué
exactamente te disculpas? ¿De haber cometido errores o de
haber faltado el respeto a tu superior? —La estaba provocando,
de eso estaba segura. Ayna comenzó a ponerse cada vez más
nerviosa, diría que incluso hacía frío en aquella habitación. Él
rodeó la mesa, y apoyó las caderas en la parte de delante. Su
mirada era desafiante.
—Quisiera pedirle disculpas por las molestias que le he
causado. —Ambos sabían que realmente ella no había hecho
nada más que defenderse, pero Noida tenía razón, necesitaba
caerle en gracia a ese hombre para asegurar su futuro.
—Bien, como aún no considero que estés preparada para
tantas responsabilidades, desde mañana, cubrirás el turno de
noche. Noida te dará las instrucciones precisas. —Se impulsó de
la mesa para comenzar a acercársele y pasó junto a ella. Ayna
sintió como se le paraba el corazón cuando su brazo rozó el de
ella justo al pasar. Cuando se giró, él buscaba distraídamente un
volumen en la librería que había a su espalda.
—De acuerdo, señor, gracias. —Abrió la puerta, al tiempo que
él volvía a su sillón con un libro en la mano.
—Una cosa más. —Ayna dio un respingo y se giró para con-
templar cómo había soltado el libro. Tenía los codos apoyados en
la mesa, los dedos entrelazados y su distinguida barbilla apoyada
en las manos. Su mirada era intensa e impenetrable y su sonrisa
tan diabólica como la primera vez que la contempló—. La próxima
vez que pidas disculpas a alguien, asegúrate de creer realmente
en ello. —Ella no añadió nada más, salió del despacho como alma
que lleva el diablo, creyendo fervientemente que había salvado la
vida. Así pues, recogió sus cosas y se dirigió hacia la recepción
para informar a Noida de todo lo acontecido.
Capítulo 3
Dominic Bassols contempló nuevamente el archivo con
las referencias de su nuevo fichaje, «Ayna Lee». Según los
detalles, era una buena estudiante, pero el misterio que
envolvía llamaba poderosamente su atención. ¿No debería de
tener veintiún años? ¿Por qué tenía veintiséis? Al parecer, los
datos no mostraban que hubiese repetido curso en ningún
momento. ¿Por qué esos cinco años de diferencia con el resto
de sus compañeros? Dejó su expediente en el casillero
correspondiente y se levantó para dirigirse al cristal. Con las
manos en los bolsillos, se quedó contemplando a través de esa
cámara oculta que le confería el enorme espejo de su oficina.
Desde fuera, tan solo se apreciaba una inmensa luna llena de
intrincados grabados de oro, pero desde su perspectiva podía
controlar los movimientos que se daban en la recepción, cinco
plantas más abajo. Noida se encontraba atendiendo a unos
clientes mientras que la novata no dejaba de tomar notas. Ese
sería su primer día con el turno de noche. Sonrió. Nuevamente
tenía un juguete al que torturar, con la diferencia de que, esta
vez, ese juguete contenía secretos que estaba dispuesto a
descubrir.
Desde que muriera su padre, Henry Bassols, no había
encontrado sentido a su vida. No es que su vida hubiese tenido
sentido anteriormente, Dios sabía que su existencia fue un
error y que debía haber muerto en su primer segundo de vida,
pero su padre había sido el único aliciente que le obligaba a
seguir vivo. Ahora, todo daba igual. No había querido heredar
la cadena de hoteles, y mucho menos tener que hacerse cargo
de ella, pero su padre elaboró un testamento que no dejaba
lugar a discusión. Era su manera de decir, «Sigue adelante
hijo». A veces quería olvidarlo todo, abandonar y alejarse a un
solitario lugar en el que pudiese abandonarse a la muerte,
pero, no podía ignorar los deseos de la única persona que
había luchado por él, que le había sacado adelante, en
definitiva, que le había querido. Suspiró y volvió a su escritorio.
Su padre hubiese reprobado su conducta con los nuevos
empleados, pero era la única satisfacción que tenía. Sabía que
se comportaba mal, que apretaba y apretaba la paciencia de
cualquiera, hasta que los hacía explotar, ¿pero acaso después
no los recompensaba? Prácticamente todos sus empleados
tenían un puesto fijo, con un sueldo claramente ostentoso y,
además, él se esforzaba por ser agradable con ellos. Salvo por
los primeros días, no se consideraba un mal jefe. Sin embargo,
sabía que todo tenía un final. Ya se cansaba de todo, ya volvía
la rutina, no se encontraba satisfecho con nada. Su vida era
una miseria, y aunque había intentado creer en su padre y en
toda su sabiduría, siempre llegaba a la misma conclusión. No
debía de haber existido. Se llevó las manos a la cabeza
apretando con fuerza sus sienes. Sabía que el rumbo de sus
pensamientos se estaba torciendo de nuevo, y eso era algo
que no predecía nada bueno. Debería llamar a Jefferson, pero,
en aquel momento, no. Esa noche, no. Tenía que aguantar,
tenía que hacerlo.
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