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— 81 el paisajes de esas regiones con las mismas palabras de aquellos que lo vieron. Al final de la segunda parte encontramos algunas consideraciones generales sobre los lugares reconocidos y la nómina de las naciones que reclaman derechos de soberanía sobre el suelo antartico. Si bien es cierto que la obra se refiere a las expediciones polares nos llama la atención el hecho de que se cite en forma tan somera la recla mación de derechos de los distintos países y más ai\n, de la Argentina, que por ser heredera de los derechos de la Corona de España merecería se la considerara con cierto privilegio, pues no olvidemos que este volumen ha sido traducido y editado precisamente en España. Tampoco se menciona a Chile y este es uno de los países que reclama sector; sin dejar de notar la ausencia de Alemania, Rusia y Japón siendo que también han invocado derechos. Entre el material ilustrativo adjúntase un pequeño diagrama sobre “ El reparto de la Antártida” y aqui debemos insistir nuevamente sobre la ausencia de algunos países, entre ellos Argentina y Chile que tienen derechos a defender intereses económicos, políticos y estratégicos y que de acuerdo al sistema de los sectores están en situación de privilegio. Por otra parte esta cuestión no es reciente y ello se comprueba fácilmente si nos remontamos a los primeros años de la Colonia pues “ según sostuvo Carlos V, España ejercía el gobierno de la América del Sur, comprendiendo aún las tierras no descubiertas, “Terra Australis” , el nebuloso continente cuya existencia se preveía” ( 1). A da S. de C anosa EL CLIMA - Por C. H. Kimble y R. Busch. - Pingüino - Lautaro - Bue nos Aires, 1948. Es interesante la obra de Kimble y Bush, tanto por su contenido como por su intención. La orientación general del trabajo, dividido en tres partes bien delimi tadas, se acomoda perfectamente a lo enunciado — en un prólogo muy breve— por sus autores: “ Este libro explica cómo se han ido acumulando lentamente nuestros conocimientos sobre el clima y en qué estado se hallan hoy; cómo se pronostica el tiempo y los elementos que se utilizan. ; . y muchos otros temas que interesan al “ amateur” de la predicción del tiempo, como al “ hombre de la calle” que, después, de todo, es lo mismo” . En general han logrado bien su objeto de poner al alcance de todo lector, una visión sencilla y completa del tiempo y del clima, no por todos conocidos, aunque alcanza a tedos. Llena así esta obra, una sentida nece sidad. (1) Tierras Australes Argentinas por Molano y Homet.

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Page 1: El clima - Por C.H. Kimble y R. Busch. - Pingüino ...bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/11857/08-capitanelli.pdfEs interesante la obra de Kimble y Bush, tanto por su contenido

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el paisajes de esas regiones con las mismas palabras de aquellos que lo vieron.

Al final de la segunda parte encontramos algunas consideraciones generales sobre los lugares reconocidos y la nómina de las naciones que reclaman derechos de soberanía sobre el suelo antartico.

Si bien es cierto que la obra se refiere a las expediciones polares nos llama la atención el hecho de que se cite en forma tan somera la recla­mación de derechos de los distintos países y más ai\n, de la Argentina, que por ser heredera de los derechos de la Corona de España merecería se la considerara con cierto privilegio, pues no olvidemos que este volumen ha sido traducido y editado precisamente en España.

Tampoco se menciona a Chile y este es uno de los países que reclama sector; sin dejar de notar la ausencia de Alemania, Rusia y Japón siendo que también han invocado derechos.

Entre el material ilustrativo adjúntase un pequeño diagrama sobre “ El reparto de la Antártida” y aqui debemos insistir nuevamente sobre la ausencia de algunos países, entre ellos Argentina y Chile que tienen derechos a defender intereses económicos, políticos y estratégicos y que de acuerdo al sistema de los sectores están en situación de privilegio. Por otra parte esta cuestión no es reciente y ello se comprueba fácilmente si nos remontamos a los primeros años de la Colonia pues “según sostuvo Carlos V, España ejercía el gobierno de la América del Sur, comprendiendo aún las tierras no descubiertas, “Terra Australis” , el nebuloso continente cuya existencia se preveía” ( 1 ).

A da S. d e C a n o s a

E L C LIM A - Por C. H. Kimble y R. Busch. - Pingüino - Lautaro - Bue­nos Aires, 1948.

Es interesante la obra de Kimble y Bush, tanto por su contenido como por su intención.

La orientación general del trabajo, dividido en tres partes bien delimi­tadas, se acomoda perfectamente a lo enunciado — en un prólogo muy breve— por sus autores: “ Este libro explica cómo se han ido acumulando lentamente nuestros conocimientos sobre el clima y en qué estado se hallan hoy; cómo se pronostica el tiempo y los elementos que se utilizan. ; . y muchos otros temas que interesan al “ amateur” de la predicción del tiempo, como al “hombre de la calle” que, después, de todo, es lo mismo” .

En general han logrado bien su objeto de poner al alcance de todo lector, una visión sencilla y completa del tiempo y del clima, no por todos conocidos, aunque alcanza a tedos. Llena así esta obra, una sentida nece­sidad.

(1) Tierras Australes Argentinas por Molano y Homet.

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Conduce al núcleo del tema en cuestión, una historia muy sintética de los hechos fundamentales que han llevado al conocimiento actual del tiempo y del clima, que va desde hace tres mil años a nuestros días, con “EL Mapa Sinóptico del Tiempo” , pasando por la Astrología, la imprenta, el ter­mómetro, etc.; pero olvidando el incalculable aporte del telégrafo y del encauzamiento de las ondas hertzianas.

Destacan la importancia del tiempo con los bien escogidos versos de A . P . Herbert: “ ¿Qué es lo que moldea la vida del hombre? El tiempo / ¿Qué hace a algunos negros y a otros bronceados? El tiempo / ¿Qué hace .a los Zulús vivir en los árboles y a los nativos del Congo vestirse con hojas, mientras otros se visten con pieles y se congelan ? El tiempo /

Muy oportuna la recomendación — para la generalidad de los lectores — que pone en guardia frente a esa literatura fantaseada que ha hecho de la meteorología y de la climatología campo de devaneos inútiles por parte de neófitos que van — en vez de orientar— extraviando el entendimiento común en problemas tan importantes como el tiempo y el clima; y previa la aclaración de que “el autor, insiste contra los charlatanes? que sostienen que pueden manejar el clima y producir tormentas de granizó a voluntad” , nos traen la cita de Agobardo, arzobispo de Lyon, en el Siglo IX : “Este mundo miserable, dipe, yace ahora tiranizado por la tontería; los cristianos creen

‘cosas tan absurdas, como nadie pudo nunca inducir a los paganos a creer” .Y a en el tema mismo — primera parte— la obra cobra movimiento y

al amparo de. las tolerantes transgresiones del clima, se tiñe del dinamismo que caracteriza al tiempo sin olvidar la materia inerte — al menos en apa­riencia— y su poderoso influjo, dando una visión clara del enorme complejo que tratan.

Esta primera parte, encarada con principios científicos de carácter universal, está, no obstante, afectada de la primacía de observaciones y teorías particulares para el hemisferio norte, y aún del ámbito al cual los autores dedican la segunda parte: Gran Bretaña. Así, dentro de este cua­dro, nos van explicando sencillamente los problemas de la radiación e irra­diación, la influencia de las nubes, los vientos y sus complicaciones poste­riores, etc.

A continuación describen instrumentos básicos como el barómetro, ter­mómetro, etc., con algunas recomendaciones siempre apreciables.

En lo relativo a viento exponen algunas reglas prácticas para su determi­nación y transcriben la tabla internacional de Beaufort, siempre útil a los observadores del tiempo y del clima.

Luego tratan las nubes, aspecto difícil del tema, en el que después de transcribir las definiciones internacionales de las mismas, agregan algunas explicaciones que, dado el propósito de los autores, son completas, claras y precisas, a la vez logran amenidad al incluir caracterizaciones tomadas de cantos populares de viejo arraigo que hacen más fácil su retención. Si bien no están detalladas cuantas variedades de nubes típicas son posibles estable­cer, describen, al menos, las formas básicas. Lo mismo ocurre con las ilustraciones al respecto, aunque muy cuidadosamente escogidas.

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M ás adelante, los autores nos transportan, en su afán de mostrarnos cuán largo y penoso ha sido el camino para alcanzar el estado actual de la ciencia, a la antigüedad. A llí está el recuerdo y el detalle de la Torre de los Vientos de los griegos, en su esplendor artístico y con su afán científico y práctico, y allí está también, en sus cantos populares, la sabiduría vulgar al alcance de todos, para llevarnos gradualmente a la ruptura completa con las antiguas creencias de que cada viento tiene su clima y dejarnos, finalmente, ante las modernas teorías de los frentes, dejando a salvo las circunstancias, examinadas a la luz de modernas teorías, en que los vientos traen su propio clima.

Así como el carácter general de la obra está sintetizado al comenzar la misma, también al iniciar la segunda parte, dejan los autores, claramente expuestos, su contenido: evidencian qué “ aunque el clima de Inglaterra tiene (ama de no mostrar gran respeto por el calendario, hasta el punto (así nos harían creer los cínicos) de olvidar si la primavera debe ser seguida por el verano o por el invierno, existe el hecho de que es posible dividirlo en estaciones. “Con esa premisa comienzan a delinear los usuales uniformes, que nombran con versos de Shakespeare, “La primavera, el verano / £1 fructífero otoño (y el) áspero invierno**.

Con un análisis bien documentado sobre fenómenos propios de cada estación, como lluvias, vientos, heladas, granizo, nieblas, nieves, truenos, re­lámpagos, etc., van destruyendo la popular creencia de la rigidez de la di­visión en estaciones para mostrar y dejar bien sentado, cuán amplio es el margen de variabilidad en el comienzo y fin de las estaciones. Con sentido práctico intercalan observaciones relativas a condiciones que favorecen las heladas o evitan sus daños, pronóstico de las mismas, etc., y con el mismo criterio exponen lo relativo a las nieblas, elemento importantísimo para In­glaterra.

En la tercera parte del trabajo los autores se quejan de lo difícil que es predecir el tiempo en Inglaterra, con relación a otras regiones como Africa Occidental, donde la descripción de “un día, durante la estación lluviosa** resulta, en resumidas cuentas, “un sumario del clima de la mitad del verano del año**; lo mismo hacen con los países que padecen vientos monzones. En Inglaterra, en cambio, dicen, “no tenemos un clima sino muestras de tiem­pos’* y aún éstos se mezclan tanto que “ a veces tenemos nieve en junio y rosas en diciembre'*.

Luego muestran, no obstante, optimismo, lógico $i se tiene en cuenta la solidez de los principios meteorológicos particulares a que han llegado los ingleses. 1 :

Repiten el acertó harto conocido por los profesionales de que en el estado actual de la ciencia “ningún meteorólogo de reputación aceptará ha­cer una predicción definida sobre el tiempo, por más de cuarenta y ocho horas, y aún eso sólo para un área limitada**.

Destacan la importancia del conocimiento del tema y lo ejemplifican convenientemente con hechos tomados de la guerra, tales como el éxito de los tanques alemanes en Polonia y Francia.

Con justicia asignan importancia a las largas series estadísticas y

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ponen de relieve la necesidad de las mismas recordando como Laplace vino a constituirse en factor adverso para las campañas napoleónicas en Rusia.

Finalmente subrayan el consabido hábito de suponer que el clima ha cambiado en los últimos años cuando en realidad lo que ha cambiado es el confort del mundo moderno.

La obra, bien impresa por la editorial Lautaro, consta de 229 páginas, de estilo ágil y ameno, y está muy bien ilustrada con 24 láminas y nume­rosos gráficos.

R i c a r d o G. C a p i t a n e l l i