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1. DERECHO DEL TRABAJO Y TRABAJO AGR˝COLA: LA «ANOMAL˝A» DEL CONTRATO DE TRABAJO AGRARIO 1.1. La tradicional refractariedad del ordenamiento laboral hacia la regulación del trabajo agrícola E l trabajo agrario es el mÆs antiguo de todos los trabajos (los primeros homínidos vivieron de la recolección y la caza hasta el surgimiento de la agricultu- ra y el pastoreo en el Neolítico); sin embargo, la actividad laboral agraria, ni fue el deto- nante de la aparición histórica de esa rama del ordenamiento jurídico que hoy conocemos como Derecho del Trabajo, ni ha merecido nunca una atención preferente por parte del legislador. Este retraso en la llegada de las normas laborales al mundo campesino hay que impu- tarlo a dos razones fundamentales: Primera. La consolidación de la industria y el sector servicios como Æmbitos naturales de: a) el despliegue institucional del Derecho del Trabajo, y b) el desarrollo normativo del contrato de trabajo. Es sobradamente conoci- do que el Derecho del Trabajo surgió como una solución de emergencia para un proble- ma concreto: la cuestión social originada por el maquinismo y por la concentración masiva de obreros en las fÆbricas en tiempos de la Revolución Industrial 1 . El desmantelamiento del modo de producción gremial y artesano, con la generalización de las fÆbricas y la divi- sión tØcnica del trabajo, hicieron necesaria una nueva ordenación del sistema producti- vo. Como toda concentración humana, las industrias adquirieron una dimensión colec- tiva y se convirtieron en centros de referencia social a muy diversos niveles, al tiempo que 263 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN 83 * CatedrÆtico de Derecho del Trabajo y de la Segu- ridad Social de la Universidad de Murcia. El contrato de trabajo en la agricultura y su relación con otros sistemas de explotación agraria FAUSTINO CAVAS MART˝NEZ* 1 Como ha precisado MARTIN VALVERDE, A.: «Legisla- ción laboral y relaciones de trabajo en la agricultura», en VV.AA.: Las relaciones laborales y la reorganización del sistema productivo, ed. preparada por F. DurÆn López, Córdoba, 1983, pÆgs. 229-230, «se diría que el legisla- dor espaæol fue fiel, en un primer momento, a la visión del Derecho del Trabajo como legislación industrial o legislación de fÆbricas, para situarse luego, apresurada- mente, una vez generalizadas las normas a todas las ramas de producción, en la perspectiva (abstracta, en el sentido peyorativo del tØrmino) del Derecho del Trabajo como Derecho de las relaciones industriales».

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1. DERECHO DEL TRABAJO Y TRABAJOAGRÍCOLA: LA «ANOMALÍA»DEL CONTRATO DE TRABAJOAGRARIO

1.1. La tradicional refractariedaddel ordenamiento laboral haciala regulación del trabajo agrícola

El trabajo agrario es el más antiguo detodos los trabajos (los primeroshomínidos vivieron de la recolección

y la caza hasta el surgimiento de la agricultu-ra y el pastoreo en el Neolítico); sin embargo,la actividad laboral agraria, ni fue el deto-nante de la aparición histórica de esa ramadel ordenamiento jurídico que hoy conocemoscomo Derecho del Trabajo, ni ha merecidonunca una atención preferente por parte dellegislador.

Este retraso en la llegada de las normaslaborales al mundo campesino hay que impu-tarlo a dos razones fundamentales:

Primera. La consolidación de la industriay el sector servicios como ámbitos naturales

de: a) el despliegue institucional del Derechodel Trabajo, y b) el desarrollo normativo delcontrato de trabajo. Es sobradamente conoci-do que el Derecho del Trabajo surgió comouna solución de emergencia para un proble-ma concreto: la cuestión social originada porel maquinismo y por la concentración masivade obreros en las fábricas en tiempos de laRevolución Industrial1. El desmantelamientodel modo de producción gremial y artesano,con la generalización de las fábricas y la divi-sión técnica del trabajo, hicieron necesariauna nueva ordenación del sistema producti-vo. Como toda concentración humana, lasindustrias adquirieron una dimensión colec-tiva y se convirtieron en centros de referenciasocial a muy diversos niveles, al tiempo que

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* Catedrático de Derecho del Trabajo y de la Segu-ridad Social de la Universidad de Murcia.

El contrato de trabajoen la agricultura y su relacióncon otros sistemas de explotaciónagraria

FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ*

1 Como ha precisado MARTIN VALVERDE, A.: «Legisla-ción laboral y relaciones de trabajo en la agricultura», enVV.AA.: Las relaciones laborales y la reorganización delsistema productivo, ed. preparada por F. Durán López,Córdoba, 1983, págs. 229-230, «se diría que el legisla-dor español fue fiel, en un primer momento, a la visióndel Derecho del Trabajo como legislación industrial olegislación de fábricas, para situarse luego, apresurada-mente, una vez generalizadas las normas a todas lasramas de producción, en la perspectiva (abstracta, en elsentido peyorativo del término) del Derecho del Trabajocomo Derecho de las relaciones industriales».

se hizo patente la insuficiencia de una obralegislativa preocupada tan sólo por el hombreindividualmente considerado. De ahí que lasprimeras leyes sociales se ocuparan tantosólo, o en su mayor parte, de los problemasplanteados por el trabajo industrial. En defi-nitiva, fueron los problemas urbanos típicosde la industrialización los desencadenantesdel primer intervencionismo estatal en laregulación del mercado de trabajo: el éxodocampesino a las ciudades, donde aparecíanlas nuevas perspectivas de ocupación; la apa-rición de una nueva clase, el proletariadoindustrial, diferenciado de las demás por susmodos de existencia y de trabajo; las pésimascondiciones laborales características de laprimera fase de la industrialización, unido ala insalubridad del medio urbano y de lavivienda; el hecho de que en nuestro país laRevolución Industrial no llegase al campohasta muy avanzado el siglo XIX o ya entradoel siglo XX, en que comienza tanto el uso delos fertilizantes artificiales, la concentraciónfinanciera y las capitalizaciones, como elempleo de maquinaria en un repertorio cadavez mayor de faenas y cultivos... determina-ron la orientación preferentemente urbana yfabril de las primeras leyes laborales. Lasleyes sociales fueron, en su generatriz, leyesindustriales, y sólo posteriormente y con grandificultad fueron ampliando su radio deacción a manifestaciones laborales asentadasen otros escenarios productivos. El Derechodel Trabajo surgió generalmente como unDerecho de y para la fábrica o el taller, de ypara un colectivo determinado: los obrerosindustriales; e incluso en el presente, cuandoel Derecho del Trabajo regula con amplitud elhecho social del trabajo que se presta en con-diciones de ajenidad y dependencia en cual-quier actividad humana (agraria, industrial,mercantil...), la formulación de varios precep-tos jurídico-laborales sólo puede entendersedesde aquella singular perspectiva. Se puedehablar, pues, de un cierto «olvido» del traba-jador agrícola y del trabajo campesino porparte de nuestro legislador social. A decir ver-dad, será ya muy entrado el siglo XX cuando

el legislador republicano comience a dar algu-nas muestras de preocupación por las condi-ciones laborales y las necesidades de protec-ción social de los campesinos españoles2.

Segunda. La otra razón que explica el«retraso» con el que se produjo la llegada delDerecho del Trabajo a las explotaciones agra-rias hay que buscarla en la histórica debili-dad del movimiento obrero en el medio rústi-co. Los movimientos campesinos de protesta,concentrados básicamente en el sur peninsu-lar, han sido espaciados en el tiempo, de unaescasa cohesión organizativa, gran radicali-dad ¿y utopismo? en sus planteamientos,degenerando a menudo en acciones frontalesmuy violentas que atrajeron sobre los jorna-leros más represiones que concesiones en elorden social3. En las regiones de mayor efer-vescencia revolucionaria, el bajo nivel cultu-ral de los braceros y su enorme dependenciaeconómica de los propietarios; su inhabilidadpara obtener concesiones laborales básicas através de la táctica normal de los sindicatos,que era la huelga; la opresión de las clasesdominantes; las dificultades de comunicaciónentre pueblos y lugares de trabajo muy dis-tantes; la diversidad de intereses engendradapor la multiplicidad de sistemas de tenencia ydisfrute de la tierra y por las propias subdivi-siones dentro del proletariado rural; el con-flicto insoluble entre algunas de las reivindi-caciones planteadas �fundamentalmente, lapetición de reparto de la tierra y la reclama-ción del derecho a la posesión estable del sue-lo trabajado� y los más preciados e irrenun-ciables principios burgueses sobre el sacro-

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2 Me he ocupado extensamente del tema en CAVAS

MARTÍNEZ, F.: «La regulación del trabajo agrícola en elproceso de emergencia, formación y desarrollo delDerecho Español del Trabajo», en Revista Española deDerecho del Trabajo, Civitas, núms. 53 (págs. 333 y ss. )y 54 (págs. 521 y ss).

3 Cfr. SAGARDOY BENGOECHEA, J.A.: «La contratacióncolectiva en la agricultura», en VV.AA.: La problemáticalaboral en la agricultura, dir. por G. Bayón Chacón y J.A.Sagardoy Bengoechea, Ed. C.E.U., Madrid, 1974, págs.230 y sigs.

santo derecho de propiedad... este cúmulo decircunstancias levantaron barreras casiinsalvables a la formación de coalicionesmínimamente organizadas y operativasentre los obreros del campo. En fin, de todaslas tendencias sindicalistas relacionadas conla Primera Internacional, fue la anarquistala única que en principio arraigó con firmezaen las zonas agrarias del sur. En cambio, eldiscurso seco y frío y el talante racionalistadel socialismo tardaron más tiempo en calarentre las clases campesinas que las exhorta-ciones salvíficas de los anarquistas. En estesentido, fueron la intransigencia y extremis-mo de los postulados anarquistas, con sudefensa obstinada del objetivo de la colectivi-zación de los medios de producción; su con-fianza casi exclusiva en la acción revoluciona-ria, con su larga secuela de terrorismo, huel-gas, quema de cosechas y cortijos, ocupaciónviolenta de tierras y otros graves disturbios,así como su desprecio absoluto hacia cual-quier tipo de colaboración con el Estado, losque dieron a las autoridades centrales y loca-les el pretexto necesario para desencadenaruna ferocísima acción represiva que impidió ala postre el desarrollo pacífico y progresivodel Derecho del Trabajo en el medio rural.

Así las cosas, puede constatarse cómo en lacuna misma del Derecho del Trabajo comen-zaron a fraguarse importantes diferenciasentre el trabajo agrario y el trabajo urbano,diferencias que, con el transcurrir del tiempoy la propia evolución (social, económica y jurí-dica) de los sistemas de relaciones industria-les, se convertirán en auténticas constanteshistóricas.

2. SOBRE LA «ESPECIALIDAD»DEL CONTRATO DE TRABAJOAGRARIO Y DE SU ORDENACIÓNJURÍDICA

El trabajo campesino presenta unos rasgosmuy singulares, que derivan de las especialescaracterísticas del sector de actividad en que

el mismo se presta, fundamentalmente laestacionalidad, la variabilidad de los cultivos,las técnicas de explotación y los factoresclimáticos, que provocan una acusada tempo-ralidad y discontinuidad de las necesidadesde mano de obra, diferenciándolo de otrostrabajos que se realizan en la industria y enel sector servicios4. Por ello, el trabajo agríco-la carece habitualmente de la continuidad yla regularidad del trabajo urbano, y elloexplica que el mercado de trabajo agrícola seaun mercado laboral diferenciado. En el cam-po, sobre todo en las regiones de monocultivo,a períodos de gran actividad, correspondien-tes a las siembras, escardas o recolecciones,suceden otros en los que el trabajo escasea.Por el contrario, en las regiones con alternan-cia de cultivos hortícolas y frutícolas, consucesión o concurrencia de campañas querequieren una dedicación intensiva, la ofertade empleo temporero está más repartida a lolargo del año. Desde luego que también en elsector agropecuario existen profesiones u ofi-cios que se ejercen de forma estable, paraatender necesidades fijas y constantes de laorganización productiva (caseros, pastores,vigilantes, técnicos y administrativos), peroeste tipo de trabajos tiene una incidenciaminoritaria en el sector.

Todas estas peculiaridades han influido, einciden todavía poderosamente, en el modo

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4 Desde el punto de vista de los requerimientos demano de obra, el mercado de trabajo en la agriculturapresenta las siguientes características derivadas de lanaturaleza de las actividades agrarias:

� Fluctuaciones estacionales acusadas.� Variaciones significativas según producciones y

cultivos.� Variaciones muy notables según las formas y técni-

cas de explotación.� Incertidumbre o imprevisibilidad de las necesida-

des de mano de obra que se deriva del factor cli-matológico o meteorológico.

� Necesidades decrecientes de mano de obra.Cfr. a este respecto MARTÍN VALVERDE, A.: «Mercado

de trabajo agrícola y legislación social en el medio rural»,en Temas Laborales, núm. 2 (1985), págs. 22-23.

cómo se desenvuelven las relaciones de traba-jo en las explotaciones rurales. Ahora bien,esas particularidades, siendo muy relevan-tes, no han llevado al legislador a calificar elcontrato de trabajo agrario como relaciónlaboral especial. En efecto, la relación de tra-bajo agrario, ni es una de las relaciones espe-ciales nominadas como tales en el artículo 2ET, ni hasta el presente le ha sido reconocidoese carácter en ley distinta. Por extraño queresulte, nunca en la historia de la legislaciónlaboral española la relación de trabajo asala-riado en la agricultura ha sido considerada«especial»; ni siquiera en la Ley de RelacionesLaborales de 8 abril 1976, que sí calificó deese modo, entre otros, el trabajo en el mar, enla navegación aérea o el aprendizaje en laartesanía. Y ello a pesar de que está fuera dediscusión el particularismo del trabajo agra-rio, y de que éste presenta más particularida-des que algunas de las relaciones laborales decarácter especial que están así reconocidas enel artículo 2 ET.

Por tanto, el contrato de trabajo agrario seconfigura en la actualidad como una modali-dad o variante del género contrato de trabajoo, si se prefiere, como una relación laboralcomún con peculiaridades, por más que, des-de el punto de vista material, pueda concep-tuarse como relación especial. Además, estacategoría integra a su vez tantas subespeciescontractuales como objetos diferenciadosadmiten las actividades agrarias.

Al no haber obtenido el status legal derelación especial, la relación individual detrabajo agrario no ha recibido una disciplinaparticular mediante Real Decreto aprobadopor el Gobierno, como sí ha ocurrido con lasrelaciones laborales especiales enunciadas enel artículo 2 ET. En el sistema laboralespañol, a salvo el fenómeno de la regulaciónprofesional, que emana de la potestad norma-tiva reconocida en el artículo 37 de la CE a losinterlocutores sociales, y que se proyectasobre muy diversos sectores de la economía,no existe en el plano jurídico positivo, a dife-rencia de lo que ocurre en otros ordenamien-

tos, un corpus o conjunto unitario de normasbasado en institutos y principios peculiaresque regule a se stante las relaciones de traba-jo dependiente y por cuenta ajena en la acti-vidad agraria. En términos generales, los tra-bajadores del campo tienen reconocidos losmismos derechos y garantías que el resto detrabajadores. El Derecho Común del Trabajo,del que el vigente Texto Refundido de la Leydel Estatuto de los Trabajadores, aprobadopor Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 demarzo, constituye su exponente normativomás descollante, disciplina las prestacioneslaborales que se desenvuelven en condicionesde ajenidad y dependencia cualquiera que seala clase de actividad que los trabajadores rea-licen, manual o intelectual, en la industria,en la agricultura o en el sector servicios, sinque haya aparecido hasta el momento unestatuto laboral específico, paralelo a losaprobados en 1980 y 1995, que regule autóno-mamente las condiciones de trabajo en elmedio rural.

Así las cosas, la diversificación normativadel trabajo campesino se concreta por especi-ficación o superación de la legislación laboralcomún, siguiendo la pauta general que alefecto se observa en el Derecho del Trabajo,esto es, en virtud de lo establecido en normassectoriales (convenios colectivos agropecua-rios; Laudo Arbitral para el Sector del Campo�LAC�5; en el pasado, Reglamentaciones yOrdenanzas de Trabajo en el Campo) encuanto que adaptan, integran y/o mejoran ensu ámbito las soluciones laborales comunes.Excepcionalmente, aquella diversificación seha instrumentado mediante normas regla-mentarias estatales, dictadas para ordenaraspectos o condiciones de trabajo singulares;pero sin que, en ningún caso, tales especiali-

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5 Laudo Arbitral de 6 de octubre de 2000 (BOE nº286, de 29 de noviembre de 2000), dictado por RODRÍ-GUEZ DE LA BORBOLLA CAMOYÁN, en el conflicto derivadodel proceso de negociación para la sustitución de laOrdenanza de Trabajo en el Campo, de 9 de julio de1975. En lo sucesivo se cita como LAC.

dades basten a configurar un marco regulati-vo autónomo, que suponga ruptura de la uni-dad formal y sistemática del Derecho del Tra-bajo.

Por lo demás, la especialidad profesional omaterial del trabajo agrario objeto del contra-to, si bien puede generar especialidades sus-tantivas en las normas sectoriales o, actual-mente, por excepción, en las normas estatalesreglamentarias (v. gr., en materia de jorna-da), no afecta en cambio a la «causa» del nego-cio, que sigue siendo cambiaria y radica, parael trabajador, en la obtención de una remune-ración, y para la empresa en la obtención delcorrespondiente servicio, haciendo suyos losresultados o frutos del mismo. La naturalezaconmutativa del contrato laboral queda asífirmemente revalidada, sin que baste a des-virtuar esta significación el hecho de que enlas comunidades rurales se practiquen, condiversa intensidad, fórmulas de interesa-miento de los trabajadores en los resultadoseconómicos de las empresas, mediante elestablecimiento de modalidades retributivasque asignan al trabajador una parte de losfrutos o productos cosechados (v.gr., en lamodalidad de cultivo a la parte), pues es evi-dente que en tales supuestos el trabajador nose constituye en socio del empresario, tratán-dose en estos casos de genuinos sistemas deremuneración previstos y regulados por elordenamiento laboral. Los requisitos exigidospor éste para caracterizar una relación detrabajo como jurídico-laboral sometida a laregulación del Derecho del Trabajo (presta-ción personal, voluntariedad, dependencia,ajenidad y retribución), distinguiéndola deotras prestaciones de servicios de caráctercivil o mercantil, son siempre los mismos yhan de contrastarse de igual manera inde-pendientemente del sector económico a quepertenezca el empresario contratante porrazón de su actividad profesional.

Los perfiles particulares o típicos del tra-bajo agrícola no afloran en la legislación labo-ral general sino en la regulación sectorial. Noexiste en nuestro Derecho del Trabajo una

regulación especial, autónoma y diferencia-da, del contrato de trabajo en la agricultura.La generalidad de los contratos de trabajoconcertados para prestar servicios en unaexplotación agraria se rigen por el Derechocomún de la contratación laboral, esto es, porel ET, normas de desarrollo y concordantes,que poseen un ámbito de aplicación general,esto es, rigen en todos los sectores económicosy en todas las empresas que emplean trabaja-dores asalariados, sin más especialidades,actualmente, que las previstas en el RealDecreto 1561/1995, de 21 de septiembre,sobre ampliaciones y reducciones de la jorna-da ordinaria con relación a determinadas fae-nas o trabajos, y, además, por su normativasectorial específica. Pero estas normas consti-tuyen tan sólo modificaciones parciales, nosustanciales, de la disciplina laboral común,impuestas por la especialidad económica dela actividad productiva agraria.

Desde luego, no puede omitirse que elDerecho del Trabajo ha proporcionado histó-ricamente, con intensidad variable y respectode diversos bloques o conjuntos normativos,un tratamiento dispar a los trabajadoresagrícolas, con el resultado para éstos de unaprotección jurídica de peor condición que ladisfrutada por los trabajadores de la indus-tria y de los servicios. Sin embargo, la ten-dencia dominante a partir de la promulga-ción del primer Estatuto de los Trabajadoresse orienta a conseguir la unificación u homo-geneización de las condiciones laborales encualesquiera actividades, mediante la cone-xión entre las diversas realidades económicasy el intento de racionalización del mercado detrabajo en su globalidad. De hecho, han desa-parecido del ordenamiento buena parte de lasdiferenciaciones jurídico-positivas quedurante años hubieron de padecer los traba-jadores del campo, en materia de edad para elacceso al trabajo, precariedad en el empleo,protección institucional de los créditos sala-riales, participación de los trabajadores enlos órganos de representación profesional,entre otras cuestiones sobresalientes. De este

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modo, y valga la cita a título de ejemplo, unimportante logro del Estatuto de 1980 fue launificación normativa tan necesaria de losdistintos supuestos de contratación por tiem-po determinado, sin olvidar el contrato detrabajo de los fijos discontinuos, establecien-do al respecto una regulación medular ysincrética, lo bastante elástica como paracomprender en ella la extraordinaria diversi-dad de situaciones sectoriales. En particular,debe mencionarse como dato interesante laomisión en el ET de la sustracción apriorísti-ca del trabajo agrícola de campaña o tempo-rada al instituto de la fijeza discontinua quela Ley de Relaciones Laborales consagró ensu disposición adicional séptima.

Puede hablarse, pues, muy claramentedesde el ET de 1980, de una formal uniformi-dad de régimen jurídico de los trabajadoresde las distintas ramas de actividad; en el pla-no de la legislación estatal, existe una homo-logación plena entre el contrato de trabajoagrícola y el contrato de trabajo que se desa-rrolla en la industria y en el sector servicios.Todos sus preceptos aparecen redactados conun alcance general, sin que se prevean reglasespeciales para tipos singulares de trabajo, nien el campo ni en otros sectores productivos.

Por el contrario, ha sido en el campo de laprotección social donde el trabajo campesinoha sido objeto de una más detenida atenciónlegislativa, coexistiendo con el RégimenGeneral que tutela a los trabajadores asala-riados de la industria y los servicios un Régi-men Especial Agrario, regulado por sus pro-pias normas, que hasta el año 2008 encua-draba tanto a trabajadores asalariados comoautónomos y que actualmente sólo integra atrabajadores por cuenta ajena.

En aplicación de lo dispuesto en el artículo3 ET, los derechos y obligaciones concernien-tes a la relación laboral agraria se regulan:a) por las disposiciones legales y reglamenta-rias del Estado; b) por los convenios colectivosdel campo; c) por la voluntad de las partes,manifestada en el contrato de trabajo agra-

rio, siendo su objeto lícito y sin que en ningúncaso puedan establecerse en perjuicio del tra-bajador condiciones menos favorables o con-trarias a las disposiciones legales y conven-cionales antes expresadas; y d) por los usos ycostumbres locales y profesionales.

Ahora bien, la uniformidad de régimenjurídico de los trabajadores de las distintasramas de actividad puede conseguirsemediante reglas que operen efectivamentecomo denominador común de los distintossectores, pero redactadas con la necesariaimpersonalidad o flexibilidad que permita elcómodo encaje en las mismas de la ampliacasuística de realidades productivas, o porvía de generalización de reglas diseñadas enfunción de las necesidades de un sector deter-minado.

Desafortunadamente, esto último es lo queha sucedido con la elaboración del ET,muchos de cuyos preceptos, referidos tanto alrégimen de la relación individual del trabajocomo de las condiciones laborales colectivas,se han formulado tomando como modelo eltipo de trabajo urbano de carácter fijo que tie-ne lugar en unidades productivas de razona-ble o media extensión; es decir, están concebi-dos y formulados desde la óptica del Derechodel Trabajo entendido como Derecho de las«relaciones industriales», en la significaciónmás estrictamente económica del término, yno como el Derecho de las relaciones labora-les en toda la variedad y extensión de las mis-mas, sin que las numerosas reformas que hanafectado a dicho corpus legislativo en sustreinta años de existencia hayan hecho otracosa que acentuar esa tendencia. Ello ha pro-vocado que se susciten graves problemas deinadaptación de la legislación laboral comúna las circunstancias particulares del trabajoen la agricultura. Es el caso de la promociónprofesional y económica en el trabajo, el régi-men jurídico de ciertas suspensiones de largaduración y de las excedencias �institutostodos ellos que presuponen una vinculaciónlaboral estable o razonablemente larga, por loque han de resultar escasamente operativos

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en un medio como el agrícola con abultadopredominio de trabajadores eventuales�, o,entre otras, el régimen aplicable a la repre-sentación colectiva del personal laboral en laempresa y la dudosa efectividad en las explo-taciones agrarias de abundantes previsioneslegales que prevén la intervención, participa-ción o colaboración, en mayor o menor medi-da, de los representantes de los trabajadores,por inexistencia de éstos.

El resultado ha sido, con demasiada fre-cuencia, la impermeabilidad del sector pri-mario respecto a la implantación de unos gru-pos normativos concebidos a espaldas de lascircunstancias de hecho que operan indefecti-blemente sobre las relaciones de trabajo en laagricultura (eventualidad de las contratacio-nes; oscilación muy acusada de las necesida-des de mano de obra por imperativos estacio-nales de la propia actividad agraria; predomi-nio de pequeñas explotaciones de dimensiónlaboral mínima; dispersión del hábitat ru-ral...). De ahí que hayamos planteado la con-veniencia de elaborar una regulación especí-fica que contemple, para diversos aspectos obloques de materias, los perfiles típicos o sin-gulares del trabajo agrícola.

De cualquier modo, el legislador de 1980ya fue consciente de la inconveniencia de for-zar la aplicación de algunas previsiones esta-tutarias en determinados ámbitos profesio-nales, diferenciados por una problemáticasingular que los aleja del paradigma contrac-tual considerado al articular su regulación.Por lo que al trabajo agrícola interesa, el ar-tículo 34. 5 ET autorizaba al Gobierno paraestablecer «ampliaciones o limitaciones de lajornada de trabajo». En este sentido, el RealDecreto 2001/1983, de 28 de julio, sobre regu-lación de la jornada de trabajo, jornadas espe-ciales y descansos, aparte derogar, entreotras, la Ley de Jornada Máxima Legal de1931 �degradada a norma reglamentaria porel ET�, contempló, entre otras, ampliaciones(arts. 12 y 13) y reducciones (art. 32) de la jor-nada ordinaria de trabajo en determinadasfaenas y profesiones agrícolas, regulación

que en gran medida perdura en el vigente RD1561/1995, de 21 de septiembre, regulador delas jornadas especiales de trabajo.

Asimismo, el autor del ET, tanto de 1980como de 1995, fue consciente de la inadecua-ción del régimen contenido en su Título II adiferentes sectores, a cuyo efecto previó unreglamento de adaptación del citado Título.En este sentido, parece especialmente indica-do que el Gobierno ponga en práctica la habi-litación que le confiere la disposición finaltercera del ET6 y dicte una normativa espe-cial de adaptación de las reglas del Título IIsobre derechos de representación colectiva delos trabajadores en la empresa a los condicio-namientos particulares del medio empresa-rial rústico, procediendo al modo como ya loha hecho para los sectores de la marina mer-cante y pesca en el mar7.

3. IDENTIDAD DEL CONTRATODE TRABAJO AGRARIO

3.1. Planteamiento

No existe a nivel teórico-dogmático un con-cepto jurídico, propio y autónomo, de contrato

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6 En ella se establece lo siguiente: «El Gobierno, pre-vias las consultas que considere oportunas a las asocia-ciones empresariales y organizaciones sindicales, dictarálas normas necesarias para la aplicación del Título II dela presente Ley en aquellas empresas pertenecientes asectores de actividad en las que sea relevante el númerode trabajadores no fijos o el de trabajadores menores dedieciocho años, así como a los colectivos en los que, porla naturaleza de sus actividades, se ocasione una movili-dad permanente, una acusada dispersión o unos despla-zamientos de localidad, ligados al ejercicio normal desus actividades, y en los que concurran otras circunstan-cias que hagan aconsejable su inclusión en el ámbito deaplicación del Título II citado. En todo caso, dichas nor-mas respetarán el contenido básico de esos procedi-mientos de representación en la empresa».

7 Vid. arts. 15-20 del RD 1844/1994, de 9 de sep-tiembre, que aprueba el Reglamento de elecciones aórganos de representación de los trabajadores en laempresa.

de trabajo agrario, distinto del concepto gené-rico o común de contrato de trabajo estableci-do en la normativa contractual general. Elloes lógico, pues no hay diferencia formal algu-na entre el contrato de trabajo celebrado enlas explotaciones agrarias y los contratos detrabajo que se conciertan en la industria y enel sector servicios.

Hecha esta precisión, y «agrarizando» ladefinición de contrato de trabajo implícita enel artículo 1º.1 ET, el contrato de trabajo«agrícola» o «agrario» puede ser caracterizadocomo el acuerdo de voluntades por cuya vir-tud una persona física (el trabajador) se com-promete a prestar sus servicios retribuidos,manuales o intelectuales, por cuenta y bajo ladependencia otra persona (empleador oempresario), titular de la explotación agrariaen la que el trabajo se presta8. El hecho, per secontingente, de que la prestación del trabaja-dor se facilite en el ámbito de una organiza-ción productiva agraria, dentro del círculoorganizativo, rector y disciplinario de unempresario agrícola, aparte de identificar larelación de trabajo campesino para diferen-ciarla normativamente �en el plano de laregulación sectorial� de otras contratacioneslaborales referidas a los sectores industrial yde los servicios, no determina ningún tipo desingularidad estructural que implique paralas relaciones laborales agrarias mutacionesen la tipicidad de los elementos comunes orasgos configuradores del género «contrato detrabajo».

En tanto que pacto o acuerdo de volunta-des, la principal virtualidad del contrato detrabajo en la agricultura es la de provocar consu celebración el nacimiento de una relación

jurídico-laboral entre los pactantes. Dicharelación, desde el momento que se constituyepara servir de instrumento normal al desa-rrollo de una actividad agraria, recibe tam-bién de ella, accidentalmente, la impronta de«agrariedad».

Por tanto, en el modelo normativo vigente,las relaciones laborales en la agriculturaconstituyen, en su infinita mayoría, relacio-nes «comunes», sólo excepcionalmente «espe-ciales» �v.gr., el gerente o director de unaexplotación agraria� y, en un número muyconsiderable, integrado por el bloque de con-tratos del personal obrero que actúa directa-mente sobre los cultivos o el ganado y por estarazón se halla más influido por los presu-puestos naturales de la actividad campesina,encuadrables en ese otro grupo de relacionesque doctrinalmente se ha dado en calificarcomo «relaciones laborales comunes con pecu-liaridades».

En este ensayo de enunciación de un con-cepto de contrato de trabajo agrario que noshemos propuesto, debemos distinguir dosgrupos de elementos, subjetivos y objetivos.Se analizan seguidamente.

3.2. Elementos subjetivos

3.2.1. El empresario agrícola

Es empresario agrícola la persona física,jurídica o colectiva sin personalidad, titularde una explotación agrícola, forestal o pecua-ria, que contrata los servicios personales deuno o más trabajadores para la ejecución ensu empresa y por su cuenta de labores dediversa índole, típicamente agrarias o no,bajo su dirección y dependencia, a cambio deun salario9.

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8 El art. 5 de la OGTC establecía lo siguiente: «Seentenderá por contrato de trabajo cualquiera que sea sudenominación, aquel por virtud del cual una o variaspersonas se obligan a prestar un servicio de los com-prendidos en esta Ordenanza a uno o varios patronos oempresarios y bajo su dependencia, mediante remune-ración, sea la que fuere la clase o forma de ella...»

9 El art. 8 de la Ordenanza General de Trabajo en elCampo de 1975 consideraba empresarios o patronos a«las personas naturales o jurídicas titulares de la explota-ción agraria donde el trabajo se preste». Esta definición

La doctrina agrarista exige que el empre-sario agrícola, además de su dedicación a unaactividad económica productiva como titularde una explotación agraria, con asunción delriesgo de su éxito o fracaso económico y sufra-gando todos los gastos que de la misma sederiven, cumpla con el requisito de profesio-nalidad, es decir, que dirija y organice laempresa con una dedicación profesional10.

En cambio, las normas laborales y de Segu-ridad Social no han tenido en cuenta este últi-mo requisito, pues ello habría supuesto redu-cir hasta límites insoportables la estimación,más amplia y ponderada, del empresario-empleador como sujeto de una relación de tra-bajo, que se desenvuelve en el contexto deuna explotación agraria, con independenciade que ésta se manifieste o no producto deuna actividad continuada, habitual o prefe-rente de aquél.

3.2.2. El trabajador agrícola: conceptoy supuestos específicos

No existe un concepto jurídico autónomode trabajador agrícola por cuenta ajena, elcual coincide sustancialmente con el acepta-do por el Derecho común de la contrataciónlaboral, siendo lo determinante a efectos deinclusión en el ámbito personal de las normassectoriales que regulan las condiciones detrabajo en el campo (LAC, convenios colecti-vos agropecuarios) la prestación de serviciosde cualquier clase por cuenta y bajo la depen-dencia de un empresario cuya actividadmerezca la consideración de agraria, típica oper relationem.

Por tanto, y partiendo de la definición quehemos dado de empresario agrícola, podemosdefinir al trabajador agrícola como la personafísica que, independientemente de su activi-dad, se obliga a trabajar por cuenta y bajo ladependencia del titular de una explotaciónagrícola, forestal o pecuaria, a cambio de unaremuneración.

Aunque no realicen labores propiamenteagrarias, ven reguladas sus condiciones detrabajo por los convenios colectivos del cam-

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debía completarse con lo dispuesto en el art. 5 de la pro-pia OGTC, que no dejaba lugar a dudas sobre la carac-terización exacta del empresario agrícola como acree-dor respecto de los servicios retribuidos de una o variaspersonas que se obligan a trabajar para él y bajo sudependencia por virtud del contrato de trabajo celebra-do.

A los efectos de encuadramiento en el RégimenEspecial Agrario de la Seguridad Social, se consideraempresario a «toda persona, natural o jurídica, pública oprivada, que sea titular de una explotación agraria. Encualquier caso se reputará empresario a quien ocupetrabajadores por cuenta ajena en labores agrarias» (art.7º del D. 3772/1972). Con las salvedades oportunas,téngase en cuenta también la definición contenida en elart. 2º.4 de la Ley 19/1995, de 4 julio, sobre moderniza-ción de las explotaciones agrarias, modificado por ladisp. adic. 29ª de la Ley 50/1998, de 30 de diciembre:«Titular de la explotación: la persona física o jurídica queejerce la actividad agraria organizando los bienes yderechos integrantes de la explotación con criteriosempresariales y asumiendo los riesgos y responsabilida-des civil, social y fiscal que puedan derivarse de la ges-tión de la explotación».

10 Últimamente se ha puesto de manifiesto que elcriterio de profesionalidad, en su sentido de permanen-cia, habitualidad o continuidad en el ejercicio de unaactividad agraria puede ser incompatible con el muyextendido fenómeno de la agricultura a tiempo parcial,particularmente entre los pequeños empresarios agríco-las, que comprende tanto la llamada «agriculturahobby», que se da en explotaciones medias y suponeque profesionales de otros campos comparten su activi-dad normal con la agrícola, como la propia «part-timefarming», que existe cuando los titulares de pequeñas ymedianas explotaciones agrarias o algunos de sus fami-liares ocupan sólo parte de su tiempo en la agricultura,obteniendo una parte considerable de sus rentasmediante el desempeño de otras actividades, como tra-bajadores autónomos o asalariados, en la industria o enel sector servicios.

Sobre el tema existe abundante bibliografía. Vid.,entre otros: BLASCO VIZCAINO, C.: «La agricultura a tiem-

po parcial en España: su valoración», en Revista de Estu-dios Agrarios, núm. 106, 1979, pp. 101 y ss.; SANNARELLI,A.: «Part-time agricolo», en Revista de Derecho Agrario,núm. 1, 1988, pp. 86 y ss.; DUFOUR, B.: La situation juri-dique de l�agriculteur a temps partiel, Besancon, 1980.

po el personal de oficios clásicos contratadodirectamente por el empresario para el ser-vicio único y exclusivo de la empresa agríco-la (cocineros, albañiles, carpinteros, mecáni-cos, conductores, guarnicioneros, etc.)11, asícomo el personal administrativo, técnico ysubalterno. Desde luego, quedan excluidoslos trabajadores enumerados en el apartado3º del artículo 1 del ET (cultivadores perso-nales y directos; colaboradores familiares;intercambios amistosos de servicios en elcampo...); algunos convenios colectivosdeclaran también excluido al personal dealta dirección12.

Por lo demás, es indiferente la dedicaciónpredominantemente manual o intelectual deltrabajador, así como su adscripción profesio-nal o esporádica al sector agrícola. En cam-bio, la legislación sobre Seguridad Socialagraria lleva a cabo una especificación res-trictiva, a efectos de inclusión en el RégimenEspecial Agrario, del colectivo de trabajado-res agrícolas por cuenta ajena que ven regu-ladas sus condiciones de trabajo por el LACy/o por la negociación colectiva del sector.

En este sector debe tenerse presente quesu ámbito de aplicación funcional y personalno coincide en la relación laboral y en la rela-ción de Seguridad Social. No hay que confun-dir el ámbito de aplicación de los convenioscolectivos agropecuarios con el campo de apli-cación del Régimen Especial Agrario de laSeguridad Social (REASS), pues dichos ámbi-

tos están definidos de forma distinta en susrespectivas regulaciones. Dicho con otraspalabras, para que un trabajador vea regula-da su relación laboral por el convenio agrarioque corresponda o, en su defecto, por el LAC,basta con que realice cualquier actividad alservicio de una explotación agrícola, forestalo pecuaria, o en operaciones de transforma-ción/manipulación complementarias de laactividad agraria principal. En cambio, paraque un trabajador por cuenta ajena resulteencuadrado en el REASS es necesario que sededique, con habitualidad y como medio fun-damental de vida, precisamente, a la realiza-ción de las labores agrarias definidas comotales en los arts. 8, 9 y 10 del Decreto3772/1972, de 23 de diciembre, que apruebael Reglamento General del Régimen EspecialAgrario de la Seguridad Social. Al venir defi-nido en función de un criterio de profesionali-dad muy estricto, el campo de aplicación deeste régimen especial no coincide con el de laregulación sectorial agraria. Esto es, elREASS expulsa de su ámbito subjetivo a ver-daderos sujetos del contrato de trabajo agra-rio. En cambio, cualquier trabajador quepreste sus servicios en una explotación agra-ria, por cuenta y bajo las órdenes de su titu-lar, caerá en el ámbito de aplicación delcorrespondiente convenio del campo, aunquedicha actividad no represente su medio fun-damental de vida.

Por último, existen tres supuestos específi-cos de trabajadores agrícolas que merecenespecial tratamiento por quedar excluidos dela contratación laboral.

Primero. Los familiares del cultivador.Desde el punto de vista productivo y estadís-tico, se constata que la empresa privada, lle-vada personalmente por el titular y su fami-lia, es históricamente la base de la agricultu-ra occidental y, particularmente, el modelopredominante en la agricultura española.Así, el trabajo agrícola, forestal y pecuario hasido y continúa siendo el ámbito donde sedesarrolla el trabajo de personas vinculadasal titular de la explotación por lazos conyuga-

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11 No obstante, y con ruptura del principio de uni-dad de empresa, el Convenio Colectivo para el sectoragropecuario de La Rioja (BOLR de 22 diciembre 2008)prescribe en su art. 20 que los oficios no tradicionales,tales como Metalúrgicos, Electricistas, Mecánicos, Car-pinteros, Albañiles, Panaderos, Cocineros, etc., seregirán, a efectos económicos y de definición de su cate-goría, por su Convenio de rama.

12 La exclusión estaba ya presente en el art. 3º de laOGTC/1975. La reiteran, p. ej., el Convenio Colectivode Trabajo en el campo de Almería, art. 5º (BO Almería17 septiembre 2007) y el Convenio Colectivo para Agro-pecuarios de Toledo, art. 3º (BO Toledo 15 noviembre2007).

les o de parentesco13. Resulta muy habitualen la agricultura que el cultivo de laspequeñas y medianas explotaciones se realicepor los miembros de la comunidad familiar,participando de este modo en la marcha delnegocio común, que provee a su sustento ymedio de vida. Ahora bien, en el plano jurídi-co-laboral, el artículo 1.3.e) del ET excluye desu ámbito de aplicación a los trabajos defamiliares, salvo que se demuestre la condi-ción de asalariados de quienes los llevan acabo14. Se trata de una presunción iuris tan-tum, destruible mediante prueba en contra-rio de la laboralidad de los servicios, carga dela prueba que corresponde al trabajador.

Segundo. Los intercambios de serviciosamistosos en el campo. En el medio rural tie-ne especial incidencia la exclusión que realizael artículo 1.3.d) ET (los trabajos realizados atítulo de amistad, benevolencia o buenavecindad), por faltar el requisito de remune-ración de los servicios prestados y, por ende,el animus obligandi tanto en quien los recibecomo en quien los presta. Ahora bien, en estesentido, hay que diferenciar entre los traba-jos que se prestan por amistad o benevolen-cia, sin esperar contraprestación de ningúntipo, de aquellos otros servicios agrícolas que

pueden responder a pactos consuetudinariosentre los vecinos, pequeños agricultores, querigen en ciertas zonas rurales (servicios detorna-peón o torna-jornal). En estos últimoscasos, el auxilio que se presta al vecino repo-sa sobre la expectativa de que se recibirán delmismo, si es que no se han recibido ya, comocontraprestación, con distintos grados deeventualidad, prestaciones similares15. Entodos los casos, se atenderá a lo que dispon-gan las costumbres locales16.

Tercero. Los cultivadores personales ydirectos. Sin estar ligados por un contrato detrabajo, estos cultivadores trabajan en régi-men de auto-organización o independencia;no se integran en la explotación de un tercero,por lo que hacen suya, originariamente, lautilidad patrimonial de su trabajo y asumenlos riesgos que comporta su actividad. Lacaracterística principal del trabajo autónomoagrario es que los bienes obtenidos, indivi-dualmente o en régimen de comunidad fami-liar, pertenecen desde el primer momento alproductor, al faltar una previa cesión a terce-ro de los resultados económicos de la presta-ción, por obra del contrato.

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13 La Ley 49/1981, de 24 de diciembre, reguladoradel Estatuto de la Explotación Familiar Agraria y de losAgricultores Jóvenes, regula la situación de los familiarescolaboradores del agricultor que aporten, medianteacuerdo escrito, con dedicación principal, su trabajo a laexplotación. De esta forma, es posible que la aportaciónde trabajo de los miembros de la familia, a la que pue-den sumarse aportaciones financieras, transciendan elplano puramente fáctico y se instrumenten mediante uncontrato que se tipifica y nomina como «acuerdo decolaboración», en una de cuyas partes se sitúa el empre-sario agrícola.

14 No obstante, la Ley 20/2007, de 11 de julio, delEstatuto del Trabajo Autónomo, prevé en su DisposiciónAdicional 10ª que los trabajadores autónomos podráncontratar, como trabajadores por cuenta ajena, a loshijos menores de treinta años, aunque convivan con él.En este caso, del ámbito de la acción protectora dispen-sada a los familiares contratados quedará excluida lacobertura por desempleo.

15 MARTÍN VALVERDE, A.: «La especialidad del régimenagrario de la Seguridad Social», cit., pág. 1236, nota 12,ofrece la siguiente tipología de intercambios agrícolas,debida a FOUCHE: a) intercambio de trabajo por trabajo;b) intercambio de trabajo por préstamo de animales omateriales de explotación; c) intercambio de trabajo pordisfrute temporal de una parcela de terreno.

Muy interesante es la construcción en la doctrina ita-liana sobre la naturaleza, modalidades, contenido y lími-tes del «scambio di mano d�opera o di servizi in agricol-tura», cuya legalidad viene confirmada por el art. 2139del Cód. Civ. y en el art. 10 de la Ley núm. 83, de 11 demarzo de 1970, sobre «collocamento agricolo», excep-tuándolo de sus previsiones y remitiendo su regulación alos usos y costumbres locales. Vid. MAGNO, P.: DirittoAgrario del Lavoro, Milano, 1984, págs. 72 y ss.; del mis-mo autor, «Scambio di mano d�opera e di servizi», en IlDiritto del Lavoro, I, 1982, págs. 397 y ss.

16 Vid. Mª.N. MORENO VIDA; J.L. MONEREO PÉREZ; M.GARCÍA VALVERDE; J.A. FERNÁNDEZ AVILÉS: El trabajo en laagricultura. Estudio práctico del sistema de protecciónlaboral y de Seguridad Social, Granada, Comares, 2005,pág. 46.

3.3. Elementos objetivos

La diferencia entre el contrato de trabajoagrario y el que se desarrolla en otros ámbi-tos productivos radica en que aquél tiene porobjeto realizar obras o servicios «agrícolas»para el titular de una explotación «agraria».

3.3.1. Noción de explotación agraria

La empresa agraria, siendo como la indus-trial o mercantil una unidad de produccióneconómica, se distingue de ellas por la singu-lar naturaleza de la actividad que desarrollay de los bienes que produce: obtención de pro-ductos agrícolas, forestales o pecuarios y/osubsidiariamente primera elaboración deproductos de la cosecha propia; frente a laactividad principal de transformación de lamateria prima ajena en productos manufac-turados (empresa industrial) o de mediaciónen el mercado (empresa comercial o mercan-til).

Si por «empresa agraria» entendemos unarealidad orgánica compleja que se erige encentro de imputación de normas y relacionesjurídicas de muy diverso orden: civiles, fisca-les, mercantiles,... pero también jurídico-laborales cuando alcanza unas ciertas dimen-siones, la «explotación agraria» vendría aconstituir la unidad técnico-productiva pri-maria con organización específica, es decir, elcentro de trabajo agrícola, ganadero o fores-tal (vid. art. 1.5 ET).

La Ley 19/1995, de 4 de julio, sobre moder-nización de las explotaciones agrarias,entiende por explotación agraria «el conjuntode bienes y derechos organizados empresa-rialmente por su titular en el ejercicio de laactividad agraria, primordialmente con finesde mercado, y que constituye en sí misma unaunidad técnico-económica» (art. 2.2).

La explotación agraria tiene su sede físicaen la finca o fundo, y son sus elementos: losbienes inmuebles de naturaleza rústica y

cualesquiera otros que son objeto de aprove-chamiento agrario permanente; la viviendacon dependencias agrarias; las construccio-nes e instalaciones agrarias, incluso de natu-raleza industrial, y los ganados, máquinas yaperos, integrados en la explotación y afectosa la misma, cuyo aprovechamiento y utiliza-ción corresponden a su titular en régimen depropiedad, arrendamiento, derechos de uso ydisfrute e incluso por mera tolerancia de sudueño; así como todos los derechos y obliga-ciones que puedan corresponder a su titular yse hallen adscritos a la explotación (art. 2.4Ley 19/1995, de 4 julio, sobre modernizaciónde las explotaciones agrarias).

3.3.2. Noción de actividad agraria

Dado que la verdadera especialidad delcontrato de trabajo agrario radica, precisa-mente, en su regulación sectorial, habrá quecomprobar lo que ésta entiende por laboresagrícolas.

En muchas ocasiones, el ámbito funcionalque correspondía a la antigua Reglamenta-ción u Ordenanza ha experimentado trans-formaciones con el paso del tiempo, de formaque distintas actividades identifican ahoradiversos sectores constituidos como unidadesde negociación propias. No ha sido ese el casodel sector agropecuario, donde el ámbito fun-cional de la OGTC, pese a su amplitud, semantiene en el Laudo de 2000 y en la mayorparte de los convenios agropecuarios provin-ciales y autonómicos. Con todo, algunosacuerdos han extendido su aplicación másallá del ámbito funcional inicialmente acota-do por la Ordenanza, incluyendo actividadesque en algunos casos ya vienen reguladas porotros convenios (p. ej., manipulado, envasa-do, empaquetado y comercialización de pro-ductos agrarios; captación y distribución deaguas para riego; jardinería), pudiendo susci-tarse problemas de concurrencia entre conve-nios que habrán de tratarse, llegado el caso,aplicando lo dispuesto en el art. 84 del ET.

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Igualmente, el Acuerdo Nacional sobre For-mación Profesional Continua en el Sector deActividades Agrícolas, Forestales y Pecua-rias incluye la plantación y el mantenimientode jardines, parques y zonas verdes; el alqui-ler de maquinaria y equipo agrario, así comola captación y distribución de aguas para rie-gos.

Al igual que dispusiera el art. 1º de laOGTC, el art. 2º del LAC establece que susprevisiones se aplicarán a las empresas agrí-colas, forestales y pecuarias y a sus trabaja-dores. Además de estas actividades esencial-mente productivas, se regirán también por éllas industrias complementarias de las activi-dades agrarias y sus trabajadores, tales comolas de elaboración de vino, aceite o queso �laenunciación es puramente ejemplificativa�,así como las de primera transformación de losfrutos o productos agrarios con productos dela cosecha o ganadería propia, siempre que noconstituyan una explotación independientede la producción y tengan un carácter com-plementario dentro de la empresa. El carác-ter complementario de la actividad transfor-madora marca la delimitación entre el ámbi-to funcional del sector agropecuario y el agro-alimentario.

Esta delimitación del ámbito funcional deaplicación de la OGTC y del LAC sugiere unanoción amplia de lo agrario-laboral, compren-siva de la actividad consistente en el desarro-llo de un ciclo biológico, vegetal o animal, liga-do directa o mediatamente al disfrute de lasfuerzas y de los recursos naturales para laobtención de frutos o productos destinados alconsumo, bien en su estado primitivo o previauna o más transformaciones. Pero tambiéncabe incluir dentro de la actividad agrariaotras tareas, por ejemplo: a) las de mejora delos procesos de cultivo y las realizadas por elagricultor, con sus propios trabajadores, ten-dentes a la organización y funcionamiento dela explotación campesina �apertura de zanjas,excavación de pozos o galerías, retirada o des-trucción de peñas u otros obstáculos que impi-dan o hagan difícil las restantes labores...�;

b) las de comercialización y distribución quehagan los labradores o ganaderos con los pro-ductos de sus cosechas o ganados, siempre quela importancia de estas operaciones no provo-que la aparición de un establecimiento inde-pendiente, cuya naturaleza mercantil no severía alterada por el hecho de que el género ala venta, al por mayor o al detalle, estuvieraconstituido en exclusiva por productos de lacosecha propia; c) las de almacenamiento ytransporte de los frutos dentro de la explota-ción agraria, así como el traslado de los pro-ductos con medios propios hasta los lugares deacopio, venta o acondicionamiento; d) en fin,las de transformación industrial de los produc-tos agrarios, cuando se den las condiciones queexige el inciso segundo del art. 2º. 1 del LAC.

En cambio, tanto el art. 8 como las excep-ciones contenidas en los arts. 9 y 10 delDecreto 3772/1972 parecen centrar la consi-deración de labor agraria en la más inmedia-ta y directamente vinculada a la explotaciónde espacios rústicos para la obtención de pro-ductos de esta naturaleza, mientras quesobre otras actividades conexas o comple-mentarias de las eminentemente producti-vas, de transformación, comercialización ydistribución, e incluso sobre ciertas activida-des tan claramente pecuarias como las gran-jas y establecimientos análogos, opera �conalguna corrección jurisprudencial� la pre-sunción en favor de su consideración comotrabajos «industriales». La doctrina ha apre-ciado en esta conceptuación estricta de loagrario «un residuo de la consideración de laSeguridad Social de segundo orden, para acti-vidades primitivamente organizadas, deescaso nivel de rentas, y protectora de colecti-vos profesionales de muy baja capacidad con-tributiva»17. Desde este punto de vista, noresultaría coherente incorporar aquellas acti-vidades agrarias que hoy por hoy pertenecenal sector más «industrializado» del campo

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17 ALONSO OLEA, M.: «Los principios cardinales de laSeguridad Social Agraria», en VV.AA.: La problemáticalaboral de la agricultura, cit., pág. 275.

(ganadería independiente, empresas de ser-vicios agrarios, actividades de manipulación,transformación y distribución de productosagrícolas) y que escapan a los condiciona-mientos peculiares (técnicos, sociales, econó-micos...) de la agricultura tradicional, lo quejustifica su paulatina segregación del REA(un ejemplo reciente lo tenemos en el subsec-tor del empaquetado del plátano) para ane-xionarlas al Régimen General.

Por su parte, el art. 2º.1 de la Ley 19/1995,de 4 de julio, reputa actividad agraria «el con-junto de trabajos que se requiere para laobtención de productos agrícolas, ganaderosy forestales»; añadiendo en un segundopárrafo que «a efectos de esta Ley y de lasdisposiciones correspondientes a la adscrip-ción al Régimen Especial Agrario de la Segu-ridad Social, se considerará como actividadagraria la venta directa por parte del agricul-tor de la producción propia sin transforma-ción, dentro de los elementos que integren laexplotación, en mercados municipales o enlugares que no sean establecimientos comer-ciales permanentes». Asimismo, el art. 2.5 deesta Ley considera «actividades complemen-tarias» del agricultor profesional, entre otras,«las de transformación y venta directa de losproductos de su explotación y las relaciona-das con la conservación del espacio natural yprotección del medio ambiente, al igual quelas turísticas, cinegéticas y artesanales reali-zadas con su explotación».

4. SISTEMAS DE EXPLOTACIÓNAGRARIA ALTERNATIVOSAL CONTRATO DE TRABAJOAGRARIO

4.1. Los contratos agrarios. Referenciaespecial a la aparcería rústica(civil y laboral)

4.1.1. Ideas generales

Las relaciones de trabajo asalariado convi-ven en la actividad económica agraria con

una variedad extraordinaria de relacionessociales, nacidas igualmente al amparo de laexploración rural, ya sea mediante la consti-tución de vínculos societarios, asociativos oparciarios (v. gr., cooperativas, SATs, apar-cerías) o de naturaleza conmutativa (v. gr.,arrendamientos rústicos). Entre ellas revis-ten singular importancia los denominados«contratos agrarios».

Los contratos agrarios, en cuanto queponen en marcha la explotación de los recur-sos naturales para su aprovechamiento agrí-cola, forestal o pecuario, por medio de perso-na distinta al propietario de la finca, generany, al propio tiempo, disciplinan el conocidoconflicto entre propietario estático y empre-sario dinámico18. Por la celebración de estetipo de contratos, el propietario rústico queno reúne la necesaria capacidad técnica,financiera, o, simplemente, prefiere no asu-mir la tarea de gestión empresarial o estádispuesto a compartir ese esfuerzo con otrapersona, cede temporalmente el uso y disfrutede una o varias fincas para su aprovechamien-to agrícola, forestal o ganadero, reservándosea cambio el derecho a percibir un canon o ren-ta, o conviniendo con el cesionario el repartoequitativo de los productos que se obtengan dela explotación. De este modo, el dueño delinmueble pone los medios para que la tierrapuede cumplir la función social que le es pro-pia, al tiempo que el cesionario se constituyeen verdadero empresario (empresario real).

En cuanto tal, el cultivador por cualquiertítulo de la explotación agraria asume losriesgos de empresa; organiza y dirige las múl-tiples labores que requieren el desarrollo delas plantas y la crianza y cuidado de los ani-males; sufraga los gastos a que tales opera-ciones dan lugar; contrata la mano de obranecesaria; en fin, a él se imputan jurídica-mente los resultados de la actividad de explo-

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18 BALLARÍN MARCIAL, A.: Derecho Agrario, Madrid,1965, pág. 621.

tación, percibiendo los beneficios y soportan-do las pérdidas.

Una de las peculiaridades más sobresa-lientes del trabajo agrícola es la pluralidad delas relaciones contractuales que lo tienen ensu base. Así, entre el tipo de trabajo por cuen-ta ajena dominante en las grandes explota-ciones y el trabajo por cuenta propia para-digmático de las pequeñas unidades de culti-vo, existe una variedad formidable de fórmu-las mixtas o intermedias, respecto de las cua-les la distinción entre ambas modalidades deprestación del trabajo constituye a menudouna labor muy compleja. De otro lado, lapoblación activa agraria se resiste como nin-guna otra a la separación de sus miembros encategorías jurídicas estables, siendo frecuen-te que un mismo trabajador aparezca, sucesi-va o simultáneamente, en el mismo períodoagrícola, como trabajador por cuenta propia ycomo trabajador por cuenta ajena al serviciode uno o varios empresarios, conjugandoambas facetas de su actividad.

Pero, en rigor, las únicas relaciones con-tractuales típicas y exclusivas del sector pri-mario son los contratos agrarios, por cuyacelebración las partes comprometen, no laactividad de trabajo personal del cultivador,sino su actividad de empresa, proyectada aldisfrute y aprovechamiento mediante precioo cotitularidad de los frutos de una explota-ción agrícola, forestal o pecuaria. Mientrasque por la celebración del contrato de trabajoel trabajador se vincula a una empresa pree-xistente, el contrato agrario sirve al estable-cimiento o cesión constitutiva de una empre-sa agraria, cuya gestión asume el cultivadorcesionario de la finca, corriendo con el riesgodel esfuerzo productivo que aplica sobre la resfructífera de un tercero. En cambio, la «agra-riedad» en el contrato de trabajo es cualidad«extrínseca» o «accidental», no sustancial; noafecta a su naturaleza si basta a convertirloen un tipo autónomo, distinto del arquetipocontractual común de trabajo dependiente ypor cuenta ajena.

En los contratos agrarios, a diferencia delo que ocurre en la contratación laboral, elinterés directamente comprometido no es eltrabajo personal del cultivador (arrendatario,aparcero, enfiteuta, censatario...), sino suactividad de empresa; en definitiva, lo que secompromete es el destino agrícola, forestal,pecuario o mixto realizado conforme a lasreglas de la buena técnica agraria, pero no asílas operaciones materiales de explotación,que puede realizarlas el cesionario personal-mente o valiéndose de otros.

De entre todos los contratos agrarios(arrendamientos rústicos, censos, foros, enfi-teusis...), el que más afinidad �y, por lo mis-mo, mayores dificultades de deslinde� pre-senta con el contrato de trabajo es la apar-cería agraria19.

Según el art. 28.1 de la Ley 49/2003, de 26de noviembre, de Arrendamientos Rústicos(LAR), «por el contrato de aparcería, el titularde una finca o de una explotación cede tempo-ralmente su uso y disfrute o el de alguno de

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19 El art. 5º de la Ley 49/2003 establece que notendrán la consideración de arrendamientos rústicos«los contratos de recolección de cosechas a cambio deuna parte de los productos, ni, en general, los de reali-zación de alguna faena agrícola claramente individuali-zada, aunque se retribuya o compense con una partici-pación en los productos o con algún aprovechamientosingular». Se trata de una norma heredada de laLAR/1980, cuyo artículo 5º repite literalmente. La exclu-sión del concepto de arrendamiento rústico es clara, ypor ende innecesaria, porque no existe aquí cesión tem-poral de una o varias fincas para su explotación a cam-bio de una renta. Tampoco encaja el supuesto en la figu-ra de la aparcería, según la definición del art. 28 LAR.Estamos ante genuinos arrendamientos de obra o de ser-vicios, que pueden llegar a ser laborales si concurren enellos las notas que determina la existencia de un contra-to de trabajo ex. art. 1º.1 ET. De hecho, los comentaris-tas explicaron la introducción de esta norma en laLAR/1980 como una reacción del legislador ante eltemor del fraude de ley en la utilización del contrato dearrendamiento rústico para encubrir verdaderas relacio-nes laborales. Vid. AGÚNDEZ FERNÁNDEZ, A.: Comentariosa la Ley de Arrendamientos Rústicos, Granada, 1987,pág. 31.

sus aprovechamientos, así como el de los ele-mentos de la explotación, ganado, maquina-ria o capital circulante, conviniendo con elcesionario aparcero en repartirse los produc-tos por partes alícuotas en proporción a susrespectivas aportaciones»20.

La regulación en materia de aparceríasintroducida por la Ley 83/1980, de 31 dediciembre, de Arrendamientos Rústicos vinoa enrarecer la distinción entre el genuinoaparcero civil y el trabajador agrícola remu-nerado «a la parte». Al igual que su predece-sora, la Ley de Arrendamientos Rústicos de2003 contempla una serie de figuras que cabesituar a medio camino entre la aparcería civilpropiamente dicha, regida por la legislaciónagraria, y el contrato de trabajo, regulado porla legislación laboral:

a) Aparceros a quienes, por pacto expresoincluido en el contrato, se les aplica, ademásde la legislación arrendaticia, la legislaciónde trabajo y de Seguridad Social (art. 102. 2LAR/1980; art. 28.2 LAR/2003 ). No hay dudade que la naturaleza del contrato continúasiendo civil parciaria, dependiendo la medidade aplicación de las normas laborales de loque las partes hayan convenido.

b) Aparceros que aportan exclusivamentesu trabajo personal y, en su caso, una partedel capital de explotación y del capital circu-lante que no supere el 10 por ciento del valortotal (art. 108 LAR/1980; art. 30 LAR/2003).En ambos casos, el aparcero cuenta con la

garantía del salario mínimo que correspondaal tiempo de su actividad que dedique al cul-tivo de las fincas objeto del contrato y seregirá, en general, por lo dispuesto en lasnormas laborales y de Seguridad Social paralos trabajadores por cuenta ajena21.

La aparcería se ha calificado como arren-damiento laboral de servicios, en la medidaen que el aparcero se limite a aportar su tra-bajo y actúe bajo la dirección del concedentede la tierra, pues la remuneración por «parscuota» no desnaturaliza el contrato de traba-jo. No cabe excluir, en efecto, que el contratode aparcería pueda ser utilizado en fraude deley, para encubrir un genuino contrato de tra-bajo22. Y es que, en ocasiones, resultará difícilelucidar si nos hallamos ante un contrato detrabajo retribuido a la parte o ante un contra-to civil parciario. Por ejemplo, cuando un pro-pietario cede sus tierras, ya preparadas, adiversos cultivadores para que cultiven undeterminado producto, percibiendo una partede lo recolectado en compensación por su tra-bajo, y realizándose todas las tareas bajo lasupervisión directa del cedente. He aquí unasituación típicamente laboral que a menudose ha intentado disfrazar como aparceríapara rehuir las cargas y obligaciones impues-

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20 En la nueva LAR se suprime la exigencia de que elcedente aporte al menos el 25 por 100 del valor total delganado, maquinaria y capital circulante, que establecíael art. 102.1 de la Ley 83/1980, de 30 de diciembre, deArrendamientos Rústicos (LAR/1980); se suprime, asi-mismo, la figura del arrendamiento parciario que insti-tuyó el art. 101 LAR/1980, como figura híbrida entre elsimple arrendamiento y la aparcería, caracterizado por-que el cedente no aportaba, además de la tierra, elganado, la maquinaria y el capital circulante, o lo hacíaen proporción inferior al 25 por 100 de tales elementos.En la regulación vigente, por tanto, este supuesto tam-bién dará lugar a una aparcería.

21 Fiel a su orientación desreguladora, la LAR/2003no hace mención a un supuesto de aparcería que sírecogía expresamente la LAR/1980 en su art. 110, el delos aparceros que dedican su trabajo personal al cultivode una tierra preparada y labrada por el cedente, portiempo inferior a un año. También en este caso el apar-cero tenía garantizado el salario mínimo, y, además, elderecho a que el cedente se lo anticipase semanalmen-te, a cuenta de lo que le correspondiera en la liquida-ción final.

22 Quien se limita a aportar su trabajo y actúa bajo ladirección del propietario de la tierra no es aparcero sinotrabajador por cuenta ajena. No es relevante el pago delsalario mediante participación en los frutos, pues estepacto no desnaturaliza la causa del contrato de trabajo.Así, p. ej., la SAP Jaén de 18 de diciembre de 2000 con-sideró que no hubo aparcería ni arrendamiento parcia-rio, sino arrendamiento de obra o servicios (laboral),porque lo que las partes pactaron fue la recogida de laaceituna a quince pesetas el kilo.

tas por la legislación laboral y de SeguridadSocial.

Sin embargo, creemos que existen sufi-cientes elementos en la propia LAR pararechazar que la actividad profesional delaparcero deba subsumirse automáticamenteen el esquema de un contrato cambiario comoel de trabajo, pues las características de uno yotro difieren sustancialmente. Son múltipleslas diferencias entre la prestación laboral deservicios y la aparcería, pudiendo destacarsecomo principales: 1. En la aparcería la retri-bución no es fija, sino aleatoria, tanto para elcedente como para el aparcero; no hay salarioque abone el patrono de su patrimonio, sinoretribución en frutos que, una vez separados,pertenecen en común a cedente y aparceropro indiviso hasta el momento final de la par-tición23. 2. La dirección de la explotación y ladeterminación del tipo de cultivo no se atribu-yen al dueño, sino que cabe pacto en cualquiersentido, y en defecto del mismo hay que estar ala costumbre del lugar (art 29 LAR/2003); dedonde surge que no existe dependencia delaparcero respecto del cedente. 3. El aparceroasume junto al cedente los riesgos relativos ala realización o no del beneficio esperado(riesgos meteorológicos, de plagas, de caídasde precios de los productos�), lo que no suce-de en el contrato de trabajo24. 4. El aparcerono sólo puede aportar trabajo, sino que tam-bién puede aportar capital no inmovilizado.5. El perfil asociativo de la aparcería no selimita a la titularidad conjunta de ambos con-tratantes sobre los resultados del cultivo,sino que trasciende a la asunción compartidapor cedente y aparcero de las pérdidas y gas-tos que resulten de la explotación, gastos que

en una relación laboral corren siempre a car-go del empleador. 6. El aparcero no tienederecho al salario, sino al uso y disfrute deuna finca o explotación25.

Bien mirado, de los preceptos arriba trans-critos tampoco puede colegirse que los apar-ceros trabajen siempre por cuenta y bajo lasórdenes del cedente. Se trataría más bien,como el supuesto de los socios trabajadores,de una relación ubicada a medio camino entreel trabajo autónomo o por cuenta propia y eltrabajo por cuenta ajena. Si algún sentido tie-ne hablar de «laboralización» respecto detales figuras no es por referencia a la califica-ción técnico-jurídica del contrato, que siguesiendo de aparcería, ni del aparcero, que nodeja de ser trabajador autónomo (cultivadorpersonal y directo), sino por referencia alrégimen de tutela jurídica que procede apli-car en estas situaciones parciarias, confi-gurándose para las mismas un estatuto mix-to, civil-laboral, que garantice a los aparcerossingulares de trabajo una protección cualifi-cada en mérito a sus especiales condicionessocio-económicas y profesionales.

Por otra parte, la ausencia de las notas deajenidad y dependencia no es óbice paraincluir a este colectivo en la esfera de actua-ción del ordenamiento laboral, siquiera par-cialmente, toda vez que, como se sabe, la dis-posición final primera del ET prevé la exis-tencia de formas de trabajo autónomo a lasque expresamente, por disposición legal, seles pueden irradiar normas e institutos queformen parte de dicho sector del ordenamien-to. Tal es lo que habría hecho la Ley de Arren-damientos Rústicos con relación a estos sin-gulares aparceros.

En este sentido, conviene precisar que laLey 20/2007 del Estatuto del Trabajo Autóno-

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23 Así, claramente, conforme al art. 113 LAR/1980;con menor claridad, conforme a la LAR/2003. En estesentido, GÓMEZ LAPLAZA, Mª.C.: La aparcería agrícola enla Ley de Arrendamientos Rústicos. Fuentes y conceptolegal, Madrid, Tecnos, 1988, pág. 228.

24 CLEMENTE METEORO, M.: «Artículo 30. Aplicaciónde la normativa laboral y de Seguridad Social», en Ley deArrendamientos Rústicos�, cit., págs. 786 y 787.

25 Para una exposición más detenida de estas y otrasdiferencias, remito a mi estudio «El contrato de apar-cería laboral agraria: concepto y naturaleza jurídica»,Agricultura y Sociedad, núm. 75, abril-junio 1995, págs.184-188.

mo (LETA) instituye un régimen profesionalespecífico aplicable al colectivo de trabajado-res autónomos económicamente dependien-tes26, condición ésta (la de TRADE) que puedecorresponder a los aparceros, desde el punto yhora en que el artículo 11 de la LETA atribu-ye dicha consideración a «quienes realizanuna actividad económica o profesional a títu-lo lucrativo y de forma habitual, personal,directa y predominante para una personafísica o jurídica, denominada cliente, del quedependen económicamente por percibir de él,al menos, el 75 por ciento de sus ingresos porrendimientos de trabajo y de actividadeseconómicas o profesionales», siempre y cuandose den las condiciones limitativas previstas enel artículo 11.2 LETA: 1) no tener a su cargotrabajadores por cuenta ajena; 2) no contrataro subcontratar parte o toda la actividad conterceros; 3) no ejecutar su actividad de maneraindiferenciada con los trabajadores que pres-ten servicios bajo cualquier modalidad decontratación laboral por cuenta del cliente; 4)disponer de infraestructura productiva ymaterial propios, necesarios para el ejerciciode la actividad e independientes de los de sucliente, cuando en dicha actividad sean rele-vantes económicamente; 5) desarrollar laactividad con criterios organizativos propios,sin perjuicio de las indicaciones técnicas quepudiese recibir de su cliente.

De otro lado, entendemos que no debealcanzar al aparcero civil la exclusión delámbito subjetivo de aplicación del particularrégimen jurídico-profesional previsto para lasrelaciones civiles o mercantiles existentesentre los TRADEs y sus clientes que contem-pla el artículo 11.3 LETA, conforme al cualquedarían fuera de dicho ámbito «los profesio-nales que ejerzan su profesión conjuntamentecon otros en régimen societario o bajo cual-quier forma jurídica admitida en derecho». Enprimer lugar, porque dada la libertad de pac-

tos entre cedente y aparcero que consagra laactual LAR, en la que no se incluye un precep-to similar al artículo 113 LAR/1980 que esta-blecía la copropiedad de los frutos o productosseparados, nada impediría a dichos sujetosconvenir que la titularidad de los frutoscorrespondiera íntegramente al titular de lafinca y que éste tuviera que compensar des-pués al aparcero con una parte alícuota de losmismos, en la proporción que hubieran pacta-do, de modo que si dicha participación superael 75 por 100 de los ingresos totales obtenidospor aparcero por rendimientos de trabajo y deactividades económicas o profesionales,adquiriría la condición de TRADE respectodel dueño de la explotación. En segundolugar, porque a pesar de que el artículo 1579del Código Civil español establece que elarrendamiento por aparcería se regirá por lasdisposiciones relativas al contrato de socie-dad, la doctrina agrarista entiende que elcontrato de aparcería rústica es un contratoparciario; carácter parciario que, si bien dotade una cierta veste asociativa al contrato,pues ambas partes participan del resultadopróspero o adverso de la actividad llevada acabo por una de ellas, no permite hablar desociedad, pues no hay fondo común, ni finali-dad común, ni beneficios o pérdidas comunes,y los contratantes no gestionan como socios27.Esta es la diferencia entre la aparcería ensentido estricto, consistente en una simplecesión material de la finca acompañada de unconvenio sobre reparto de cuota y en la que eltitular puede permanecer en una posiciónpasiva en el intervalo temporal que mediaentre la concertación del contrato y la liquida-ción y adjudicación por cuotas de los productos(y ello, a salvo de lo pactado entre las partes apropósito de las facultades de control quepudiera reservarse el cedente para ser ejerci-das en el ínterin), y la aparcería asociativaregulada en el artículo 32 de la LAR/2003, que

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26 Básicamente, aunque no exclusivamente, dichorégimen profesional aparece recogido en el Capítulo IIIdel Título II de la LETA.

27 CLEMENTE MEORO, M.: «Artículo 28. Contrato deaparcería», en PASQUAU LIAÑO, M.: Ley de Arrendamien-tos Rústicos (Comentarios doctrinales y formulariosprácticos), Thomson-Aranzadi, 2004, págs. 757-758.

es aquella en la que dos o más personas apor-tan o ponen en común el uso y disfrute de fin-cas, capital, trabajo y otros elementos de pro-ducción, con la finalidad de constituir unaexplotación agrícola, ganadera o forestal, o deagrandarla, acordando repartirse el beneficioque obtengan proporcionalmente a sus apor-taciones.

Cabe recordar que el aparcero de trabajo alque se refiere el art. 30 LAR/2003 se limita aaportar su trabajo personal, y caso de aportartambién capital, lo hace en porcentaje infe-rior al 10 por ciento del valor total, por lo quesu dependencia económica del titular de laexplotación agraria es manifiesta. Sin embar-go, creemos innecesaria la aplicación de lodispuesto para los TRADEs en la LETA a estecolectivo, toda vez que ya reciben suficienteprotección al disponer aquel precepto queestas aparcerías se regirán, además de porlas reglas propias de este tipo de contrato, engeneral, por lo establecido en la legislaciónlaboral y de Seguridad Social. Si acaso,adquiere sentido la aplicación del específicorégimen diseñado para los TRADEs en elCapítulo III del Título II de la LETA respectode los aparceros con pacto de laboralizacióncon arreglo a lo dispuesto en el art. 28.2LAR/2003, al objeto de que la voluntad de laspartes no pueda dejar sin efecto alguno de losderechos o garantías que la LETA atribuye alcolectivo de los TRADEs.

4.1.2. La presunción de no laboralidaddel contrato de aparcería

Delimitado lo que sea el contrato de apar-cería en el número 1 del artículo 28 LAR/2003,el número 2 de este mismo precepto, con idén-tica redacción a la que dio la LAR/1980 a suartículo 102.2, establece una presunción deno existencia de relación laboral alguna entreel cedente y el aparcero, pero, a continuación,dispone que mediante pacto expreso puededestruirse esa presunción, creando entre laspartes esa relación laboral, en cuyo caso se

aplicará, además de la legislación arrendati-cia, la «legislación correspondiente», esto es,la legislación laboral y de la Seguridad Social.

Ha sido históricamente frecuente en elcampo español la concertación de relacioneslaborales entre titulares de explotacionesagrarias y trabajadores, en las que la retribu-ción del obrero agrícola no consistía en dinerosino en pagos en especie, normalmentemediante entrega de una parte de los propiosproductos conseguidos por el trabajador comomedio de cambio. La diferencia entre estafigura y el contrato de aparcería es, al menosteóricamente, bien clara: el trabajador tieneasegurado el percibo de un salario por su tra-bajo, a salvo de cualquier contingencia, y tan-to da que el mismo consista en dinero o enunos productos que se entregan en considera-ción a su valor de mercado28. Doctrina y juris-prudencia han repetido hasta la saciedad queel establecimiento de una cláusula de intere-samiento o fórmula retributiva consistenteen una participación en los resultados de laactividad empresarial, para nada altera elesquema sinalagmático del contrato de traba-jo. Frente a esto, el aparcero (mediero, maso-vero�) asume directamente los riesgos de laexplotación, aceptando la eventualidad deobtener una ganancia nula y entregando alcedente solamente una cuota de los productoslíquidos que puedan llegar a existir.

En materia de aparcería siempre consti-tuyó motivo de preocupación el hecho de quela misma sirviera de tapadera a una relaciónmaterialmente laboral, impidiendo de estaforma al aparcero, genuino trabajador, elacceso a los beneficios previstos en la legisla-ción laboral y de Seguridad Social (garantíade salario mínimo, jornada limitada, presta-ciones sociales más amplias�). Esta preocu-

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28 BATALLER I RUIZ, E.: «Artículo 28. Comentario», enComentarios a la Ley de Arrendamientos Rústicos. Ley49/2003, de 26 de noviembre, de Arrendamientos Rústi-cos, modificada por la Ley 26/2005, de 30 de noviembre,dirigidos por Rafael Ballarín Hernández y María DoloresMás Badía, Madrid, Tecnos, 2006, pág. 611.

pación por evitar el fraude se materializó enel Proyecto de Ley de Arrendamientos Rústi-cos de 1978, que decía en el párrafo 2º de suartículo 101: «Si el contrato establecieraentre las partes una relación laboral, se apli-cará, además, la legislación correspondien-te». Este artículo pasaría a ser posteriormen-te el 102 y, a su paso por el Senado, fue objetode la enmienda núm 101 (presentada porFerrer Profitos, del Grupo de la Unión deCentro Democrático), que interesaba unaversión del párrafo enteramente coincidentecon la que quedaría finalmente en la ley, yque se ha transcrito más arriba.

La regulación contenida en el art. 102.2LAR/1980 y en el art. 28.2 LAR/2003 es técni-camente reprobable por varias razones.

Son dos las cuestiones que tales preceptossuscitan: a) el establecimiento de una pre-sunción de inexistencia de relación laboralentre cedente y aparcero, y b) la posibilidadde que, mediante pacto «expreso», se consti-tuya entre las partes una relación de esa cla-se, provocando la aplicación de su normativareguladora.

Por lo que respecta a la primera de lascuestiones planteadas, debe decirse que elartículo 28.2 LAR/2003 no prefigura una ver-dadera y propia presunción de «extra-labora-lidad» del contrato de aparcería, pues, unavez constatados todos los elementos que con-forme a la legislación arrendaticia configuranel tipo como contrato civil parciario (funda-mentalmente, la cesión del goce y disfrute deuna finca rústica a tercero instrumentada alfin de la explotación agraria, con pacto dereparto de frutos según la proporción conve-nida) y que están suficientemente indicadosen el aserto base de la presunción, la relaciónserá ya civil parciaria, sin necesidad de recu-rrir al instituto presuntivo. Expresado deotra manera, no tiene sentido que el legisla-dor de por supuesto que el contrato es deaparcería, según la definición que del mismoofrece el artículo 28. 1, para, inmediatamen-te, presumir que ese mismo contrato, precisa-

mente por ser de aparcería no alberga, cosaobvia, una relación laboral.

En realidad, lo que el autor de la LAR, condefectuosa técnica jurídica, ha querido segu-ramente expresar es, primero, que el contratode aparcería no puede ni debe confundirsecon un contrato de trabajo «a la parte», y,segundo, que cuando las partes suscriben uncontrato al que etiquetan como de aparceríase presume que no obran en fraude de ley, esdecir, que no persiguen encubrir una relaciónde trabajo dependiente y por cuenta ajena,pero que por lo mismo, y como tal presunción,podrá desvirtuarse por cualquiera de losmedios de prueba admitidos en Derecho.

El propio inciso primero del apartado quecomentamos establece la posibilidad de quemediante pacto, que conforme al incisosegundo debe ser expreso, se destruya la pre-sunción de no laboralidad.

Dado que, evidentemente, no hace faltapacto expreso para provocar el nacimiento deuna relación jurídico-laboral �y la aplicaciónautomática del bloque normativo que la disci-plina� cuando de hecho concurren todos losrequisitos del artículo 1. 1 del ET, lo únicoque cabe preguntarse a la vista del artículo28.2 LAR/2003 es lo siguiente: ¿Bastaría, confundamento en dicho precepto, la sola volun-tad de las partes, sin otro control objetivo,para constituir entre ellas una relación jurí-dico-laboral, aunque no se den las notas quelegalmente configuran el trabajo objeto deeste tipo de relación?. Desde luego, habiéndo-se celebrado un contrato de aparcería quereúna los caracteres descritos en el artículo28.1 LAR, difícilmente podrá tener eficacia elpacto que pretenda establecer en su seno unarelación laboral típica, conviviente con la civilparciaria. A este respecto, cabe recordar quela naturaleza de un acto o contrato no vienedeterminada por la calificación que hayantenido a bien otorgarle las partes, pues éstadebe hacerse atendiendo a su real contenido,a la trascendencia de sus consecuencias y alsignificado y alcance de las obligaciones que

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contiene. Lo decía claramente el artículo 103de la LAR/1980: «No perderán su naturalezalos contratos a que se refiere el artículo 102,aunque concurra en ellos alguna de las cir-cunstancias siguientes: 1ª. Recibir de las par-tes una denominación distinta de la de apar-cería...». Por mucho que cedente y aparceroconvengan en establecer una relación labo-ral, la misma deberá considerarse inexistentesi no cumple los requisitos intrínsecos exigi-dos por la normativa correspondiente, queson de ver con carácter general en el artículo1º.1 del vigente texto refundido de la Ley delEstatuto de los Trabajadores (RD Legislativo1/1995, de 24 de marzo), donde se establece losiguiente: «La presente Ley será de aplica-ción a los trabajadores que voluntariamentepresten sus servicios retribuidos por cuentaajena y dentro del ámbito de organización ydirección de otra persona, física, jurídica ocomunidad de bienes, denominada emplea-dor o empresario». Las notas de dependenciay ajenidad son, pues, esenciales para otorgarcarácter laboral a una determinada relacióncuyo objeto sea la prestación de serviciosretribuidos. Por tanto, su concurrencia serátambién requisito sine qua non para recono-cer aquel carácter a la relación pactada entrecedente y aparcero.

Ahora bien, partiendo de que estamos anteun verdadero contrato civil de aparcería ¿pue-den cedente y aparcero convenir la aplicacióna su contrato de la legislación laboral corres-pondiente? También en este caso la respuestahabría de ser, en principio, negativa, tantoporque, en general, la eficacia de cualquierpacto depende de que se den los requisitos exi-gidos por la legislación respectiva para que undeterminado supuesto de hecho quede inclui-do en su ámbito de aplicación, como porque, enparticular, la disposición final primera del ETestablece que el trabajo realizado por cuentapropia únicamente podrá estar sometido a lalegislación laboral «en aquellos aspectos quepor precepto legal se disponga expresamente».

Sin embargo, es en este preciso sentido quetanto la LAR de 1980 como la de 2003 han

venido a modalizar para las actividades agra-rias el alcance de lo previsto en la disposiciónfinal 1ª del ET, permitiendo que, «además» dela regulación específica del contrato agrario,cedente y aparcero puedan convenir la aplica-ción a su contrato de normas y condicionestomadas de la legislación laboral, actuandopor delegación del legislador. En este caso,precisa un sector de la doctrina, la medida dela aplicación de las normas laborales ladará lo pactado, puesto que, de un lado, laaplicación no deriva de la naturaleza del con-trato, que sigue siendo una aparcería, sino dela voluntad de las partes y, de otra, nos halla-mos ante una figura híbrida, porque ademásde las normas sobre la aparcería hay queaplicar las laborales29. Para otro sector doc-trinal, esta «anómala posibilidad» que brindael artículo 102. 2 ( y entiendo que esto esigualmente aplicable al actual art. 28.2LAR/2003) «constituye un supuesto de sumi-sión convenida mediante la que, por agrega-ción, el contenido del contrato civil de apar-cería recibe disposiciones de derecho necesa-rio dictadas por la legislación de trabajo, dis-posiciones que por otra parte y atenidos a sunaturaleza vinculante, sitúan al cedente dela tierra en posición de empresario o acreedorde trabajo, y al aparcero, en la de trabajadorpor cuenta ajena»30.

Asimismo, conviene precisar que esta posi-bilidad se reserva a las aparcerías en las quela aplicación de las normas laborales no ope-ra directamente, por imperativo legal, comosucede en los tipos regulados por el art. 30LAR/2003.

Concluimos, por tanto, que en el supuestodel artículo 28.2 LAR/2003 estamos ante ungenuino contrato de aparcería civil, regido

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29 GIL-ROBLES y GIL DELGADO, J.M.: Comentariosprácticos a la Ley de Arrendamientos rústicos, Madrid,Civitas, 1992, pág. 102.

30 GARCÍA ABELLÁN, J.: «El contrato de aparcería labo-ral agraria», Revista Española de Derecho del Trabajo,núm. 20, 1984, pág. 513.

por las fuentes previstas en el art. 29 LAR y,cuando medie pacto expreso, también, oademás, por la legislación laboral, en aque-llos aspectos que las partes hayan dispuesto.Como es obvio, esta solución plantea en lapráctica numerosos problemas interpretati-vos, derivados de la imposibilidad de aplicarconjuntamente ambas normativas en aque-llos aspectos o materias que ofrecen regula-ciones manifiestamente incompatibles, sinque la LAR haya establecido en caso de con-flicto la preferencia aplicativa de una norma-tiva �laboral o civil� sobre la otra. Así lascosas: los frutos o productos obtenidos,¿serán comunes desde su separación o perte-necerán al propietario? ¿Aplicaremos el régi-men disciplinario de la normativa laboral aquien no puede ser despedido o, p. ej., sancio-nado con suspensión de empleo y sueldo por-que sigue en el centro de trabajo como apar-cero, es decir, como co-empresario? El tipo decultivo, ¿lo determinará siempre el propieta-rio o podrá convenirse con el aparcero?¿Regirán las causas de extinción del contratode aparcería o las del artículo 49 y concor-dantes del ET? ¿Podrá convertirse esta rela-ción mixta, aparcero-laboral, en arrenda-miento rústico? En el caso de que se suscitenlitigios entre los contratantes, ¿qué jurisdic-ción debe conocer, la civil según el artículo 33de la LAR/2003 o la social conforme a laLPL?, etc. Mas como la aplicación de la nor-mativa laboral proviene del pacto y no de lanaturaleza de la relación, la medida concretade su aplicación, como se expuso más arriba,vendrá dada por lo pactado, y acaso sea porello que el precepto no se remite en general ala legislación laboral, sino a la «legislacióncorrespondiente»; esto es, la correspondientea lo pactado31.

4.1.3. Aplicación a ciertas aparceríasde la normativa laboraly de Seguridad Social: la aparceríalaboral

A. El artículo 30 LAR/2003 comoexcepción a lo dispuestoen el artículo 28.2 LAR/2003

Como quedó dicho más arriba, el artículo 30LAR/2003, recogiendo lo fijado en el artículo108 LAR/1980, garantiza a ciertos aparceros�aquellos que sólo aporten su trabajo perso-nal y, en su caso, una parte del capital deexplotación y del capital circulante que nosupere el 10 por 100 del total� el salario míni-mo que corresponda al tiempo de actividad quededique al cultivo de la finca y establece laaplicación a tales contratos de aparcería de lodispuesto en la legislación laboral y de Seguri-dad Social. No obstante, ambos preceptos sediferencian, primero, en que el artículo 30LAR/2003 incluye una remisión a otro precep-to del mismo cuerpo legal, el artículo 28.2, queno estaba en el artículo 108 LAR/1980; segun-do, el artículo 30 LAR/2003 trata conjunta-mente los dos supuestos que el artículo 108LAR/1980 regulaba en apartados separados;y tercero, el artículo 30 LAR/2003 ya no esta-blece que el aparcero podrá exigir el pagosemanal del salario.

Literalmente, el artículo 30 LAR/2003 seconfigura como una excepción a lo dispuestoen el apartado 2 del artículo 28. Cabría pen-sar entonces que el artículo 30 LAR/2003 vie-ne a establecer el carácter laboral de aquelloscontratos que las partes califican de apar-cería, pero en los que el aparcero aporta sólosu trabajo personal o una parte del capital noinmovilizado en cantidad irrelevante. Dehecho, con relación a los supuestos reguladosen los artículos 108 y 110 de la anterior LAR,un sector de la doctrina laboralista se apre-suró a afirmar, tras la promulgación de dichaley, que la misma había introducido «la que,con toda propiedad, puede y debe denominar-se aparcería laboral, integrándola en el orde-

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31 Cfr. PERALTA DE LA CÁMARA, J-L.: «Sobre la difícilaplicación de la legislación laboral a la aparcería en laLey de Arrendamientos Rústicos», en VV.AA., Trabajosubordinado y trabajo autónomo en la delimitación defronteras del Derecho del Trabajo. Estudios en homenajeal profesor José Cabreza Bazán, ed. preparada por JesúsCruz Villalón, Madrid, Tecnos, 1999, pág. 365.

namiento de trabajo por cuenta ajena, si biencon rasgos propios, y con toda probabilidadenmarcable entre las relaciones laborales decarácter especial que previene el artículo 2º delEstatuto de los Trabajadores»32. La llamada«laboralización impuesta» fue calificada por ladoctrina y la jurisprudencia como contrataciónlaboral33, relación de trabajo agrícola a la par-te, cumpliendo distinguir entre aquellos auto-res que referían esta calificación solamente alos casos contemplados en los artículos 108 y110 de la LAR y los que admitían que, en cual-quier caso, cuando las aportaciones del apar-cero superaran el 10%, era posible pacto labo-ral superpuesto al civil básico34.

Sin embargo, creemos que el legislador noha querido llegar tan lejos. El artículo 30LAR/2003, que no es más que trasunto yrefundición de los párrafos 1 y 2 del artículo108 LAR/1980, lo que viene a establecer esuna regla imperativa, que no admite deroga-ciones por la voluntad de los particulares, demodo que la aplicación de la normativa labo-ral y de Seguridad Social a las aparcerías quereúnan las características establecidas endicho precepto se producirá ope legis, sin

necesidad de pacto expreso, y sin que éstepueda dejar sin efecto dicha aplicación. Esta-remos, por tanto, ante aparcerías laboraliza-das por ministerio de la ley, pero sin que elloafecte a la calificación jurídica de la apar-cería, que continúa siendo un contrato civil o,a lo sumo, mixto35. Si cuando se pacta el carác-ter laboral de la relación, en realidad, el con-trato no deja de ser de aparcería ni dejan deaplicarse sus reglas (cfr. art. 28.2 LAR/2003),con mayor motivo estaremos igualmente anteuna aparcería y se aplicarán las reglas pro-pias de ésta en el supuesto de hecho del artí-culo 30. Y es por ello que no se aplica, sin más,la legislación laboral y de Seguridad Social,sino sólo «general». Si el legislador hubieraquerido excluir las normas de la LAR, laredacción del precepto habría sido otra36; ytampoco puede considerarse que el preceptohaya venido a crear una relación laboralespecial, pues para ello tendría que haberseatribuido expresamente el calificativo deespecial a dicha relación, y la LAR no lo hahecho. El propósito del legislador, tanto de1980 como de 2003, no ha sido la de incluirestas aparcerías en el ámbito de aplicacióndel Derecho del Trabajo, sino únicamenteconceder a ciertos aparceros caracterizadospor su mayor debilidad económica una pro-tección adicional, mediante la extensión de lagarantía de un salario mínimo y la aplicación,«en general», de la legislación laboral y deSeguridad Social.

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32 GARCÍA ABELLÁN, J.: «El contrato de aparcería labo-ral agraria», cit., pág. 503.

33 ALONSO OLEA, M. y CASAS BAAMONDE, Mª. E.: Dere-cho del Trabajo, 13ª ed., Madrid,1994, pág. 149; MON-

TOYA MELGAR, A.: Derecho del Trabajo, 15ª ed., Madrid,1994, pág. 529; DIEGUEZ CUERVO, G.: Lecciones de Dere-cho del Trabajo, 3ª ed., Madrid, 1991, pág. 71; ALONSO

GARCÍA, M.: Curso de Derecho del Trabajo, 10ª ed., Bar-celona, 1987, págs. 322-323. Asimismo, la S. del TCT de30 septiembre 1986 (Ar. 8579) vino a declarar que «Porimperativo del precepto (del art. 108 LAR) se considerarelación laboral esta aparcería, al no aportar el aparceromás que su trabajo personal». Apartándose de esta cali-ficación, FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ, J.J.: «Aparcería agrícolay poder de dirección en el contexto de relaciones labo-rales», Actualidad Laboral, núm. 21, pág. 276, sostendráque «estamos en presencia de contratos mixtos (no puescontratos laborales puros, ni tampoco aparcerías, aun-que esté sometido al régimen de ambos) sobre todo enel supuesto del art. 108».

34 GARCÍA ABELLÁN, J.: «El contrato de aparcería labo-ral agraria», cit., pág. 513.

35 Aunque ésta es la posición dominante en la doc-trina civilista, también nos encontramos con autores quesostienen el surgimiento de una relación laboral en elsupuesto regulado por el art. 30 LAR/2003. Así, paraBATALLER I RUIZ, cit., pág. 634, «si la relación laboral secaracteriza por las notas de dependencia y ajenidad, y elartículo 28.2 presume la inexistencia de esa relación enel seno del contrato de aparcería, entonces la excepcióndel artículo 30 consistirá precisamente en la contempla-ción iuris et de iure de una relación laboral con todas ycada una de las notas que le son propias».

36 CLEMENTE METEORO, M.: «Artículo 30. Aplicaciónde la normativa laboral y de Seguridad Social», en Ley deArrendamientos Rústicos, cit., pág. 788.

Es evidente que el legislador, pese a locríptico de buena parte de sus formulaciones,ha pretendido evitar con esta regulación mix-ta que, al amparo del contrato de aparcería,se cobijen situaciones de grave injusticia parael que trabaja la tierra, disuadiendo a los pro-pietarios que pretendan imponer la acepta-ción de sus predios mediante fórmulas civilesparciarias con el único y sedicente propósitode esquivar el cumplimiento de las cargas yobligaciones que habrían de soportar de cons-tituirse ab initio en empresarios laborales.

B. La garantía de un salario mínimo

La garantía de un salario mínimo al apar-cero que sólo aporte su trabajo personal y, ensu caso, una parte del capital de explotación ydel capital circulante que no supere el 10 por100 del total, no presenta demasiadas dificul-tades prácticas, más allá de determinar si setrata del salario mínimo interprofesional o elmejorado de convenio �me inclino por lo últi-mo�, y de establecer una correspondenciaentre el salario y el tiempo dedicado al culti-vo37. La actual LAR ha suprimido la exigencia,contenida en los arts. 108.3 y 110.2 LAR/1980,de que el abono del salario se efectuase sema-nalmente, por lo que habrá de aplicarse laperiodicidad de abono mensual, salvo que sepacte otra inferior, prevista en el artículo 29.1ET, y todo ello a cuenta de lo que correspondaal aparcero en la liquidación final.

Es importante destacar que tanto laLAR/1980 como la vigente han tenido buencuidado a la hora de precisar que ese salariomínimo abonable al aparcero no será el globalsino sólo el correspondiente al tiempo efecti-vamente dedicado al cultivo de las fincas obje-to del contrato. Surge así, en los casos de lle-vanza de varias explotaciones, el problema dela cuantificación exacta del tiempo invertidoen trabajar en una concreta explotación, que

resultará difícil en aquellos supuestos (en lapráctica mayoritarios) en los que el cedente noesté habitualmente presente ni disponga demedios de control adecuados, lo que induda-blemente será fuente de litigiosidad38.

La garantía del salario mínimo que la leyconcede al aparcero viene a desnaturalizar laaparcería, porque lo que distingue a ésta delcontrato de arrendamiento rústico y del con-trato de trabajo es la aleatoriedad del resulta-do para ambas partes, mientras que en estasituación, aunque no desaparece el repartoalícuota de los productos, al tener garantizadael aparcero una cantidad fija, el resultado sóloes propiamente aleatorio para el cedente39.

C. Aplicación de la legislación laboraly de la Seguridad Social

La remisión a este sector normativo supo-ne que el aparcero gozará de unos derechosrecogidos en la legislación laboral y de Segu-ridad Social, pero sin que ello signifique quelas aparcerías del art. 30 LAR/2003 atraigansobre ellas la aplicación de toda la normativalaboral en bloque y de forma indiscriminada.Antes bien, la remisión que el artículo 30hace al cumplimiento, en general, de lo dis-puesto en la legislación laboral y de Seguri-dad Social debe interpretarse como la inexis-tencia en la Ley de una selección apriorística

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37 CLEMENTE METEORO, M., cit., pág. 788.

38 BATALLER I RUIZ, E., cit., pág. 631.39 Por tanto, si la única aportación del aparcero es su

trabajo o, además, capital de explotación y/o circulantepor valor no superior al 10% del valor total, habrá quevalorizar su aportación y expresarlo mediante una frac-ción que se considere proporcionalmente representati-va de su contribución a la producción global obtenida.Una vez fijada esa fracción, habrá que estar a la mismapara el reparto de los productos y la contribución a losgastos generales, siempre y cuando el líquido neto parti-ble supere la cuantía del salario mínimo que correspon-da en el contrato concreto; si no la supera, entonces elcedente habrá de abonar de su parte lo que falte hastaese mínimo, y el aparcero no tendrá que contribuir enabsoluto a los gastos y pérdidas. Cfr. BATALLER I RUIZ, E.,cit., pág. 631.

de los preceptos laborales que deban aplicar-se.

Consecuencia de esta impregnación jurídi-co-laboral que recibe la posición del aparceroen el contrato de aparcería laboral es la apli-cación conjunta de reglas civiles y laborales.El entrecruzamiento de dos normativas histó-rica y funcionalmente tan dispares no es defácil conjunción; de ahí que los problemas quetales contratos han de presentar en la prácti-ca sean siempre vidriosos, debiendo resolver-se en cada caso mediante la graduación ydiversificación del régimen de tutela jurídicaque corresponde dispensar a estos trabajado-res de manera que, protegiéndolos adecuada-mente, no se desvirtúen los rasgos identita-rios del tipo negocial agrario que disciplina elentramado de derechos y obligaciones entrelas partes de la relación. O, dicho de otromodo, habrá de determinarse en qué ámbitosla aplicación del Derecho del Trabajo no escompatible con el diseño e instrumentalidadde las aparcerías.

En este sentido, y en relación con la Segu-ridad Social, no parecen existir dudas razo-nables en cuanto a que, como el aparcero yaestá integrado en el Régimen Especial deTrabajadores Autónomos (sistema especialagrario) como trabajador por cuenta propia,el aparcero laboral deberá figurar en el Régi-men Especial Agrario como trabajador porcuenta ajena y cedente como empresario.

Pero en lo que hace a la aplicación de nor-mas laborales, como el contrato sigue siendode aparcería, no cabrá aplicar las normaslaborales contrarias a su naturaleza40. Y esque, así como los derechos que fluyen directa-mente de la relación individual de trabajo (nodiscriminación, integridad física y salud labo-ral, dignidad e intimidad�) no planteandemasiados problemas en relación con el apar-

cero, no ocurre lo mismo con los derechossociales de significación colectiva, pues elderecho fundamental de huelga (art. 28.2 CE)no se extiende a quienes «aunque en sentidoamplio sean trabajadores, no son trabajadorespor cuenta ajena ligados por un contrato detrabajo retribuido» (STC 11/1981, de 8 abril);la libertad sindical (art. 28.1 CE) les permite,siempre que no tengan asalariados a su servi-cio, afiliarse a organizaciones sindicales exis-tentes, pero no fundar sindicatos específica-mente dirigidos a tutelar sus intereses (art.3.1 LOLS); su participación en la empresa(art. 129.2 CE) no podrá encauzarse a travésde los órganos unitarios regulados en el TítuloII del ET; la negociación colectiva habrá dediscurrir por cauces diversos de los delineadospor el legislador (Título III ET) e incluso de losdiseñados constitucionalmente, por no darsela imprescindible bipolaridad; cuestión distin-ta será que puedan llegar a acuerdos concretoscon los cedentes de las fincas actuando através de específicas organizaciones contem-pladas por el Convenio 141 OIT41 y, tras la Ley20/2007, del Estatuto del Trabajo Autónomo, através de los denominados «acuerdos deinterés profesional» para los aparceros quetengan la consideración de trabajadores autó-nomos económicamente dependientes.

Asimismo, se han considerado incompati-bles con el estatuto del aparcero las previsio-nes laborales sobre tiempo de trabajo, nova-ciones contractuales o poderes empresarialesde dirección y sanción42.

También ha suscitado controversia lacuestión relativa a la extinción del contrato ya la jurisdicción competente.

Con relación a la primera, ya hemos puestode manifiesto que las causas extintivas delcontrato de aparcería encuentran su equiva-lencia en las del artículo 49 ET, con dos salve-

FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ

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41 PERALTA DE LA CÁMARA, J.L.: «Sobre la difícil aplica-ción�», cit., pág. 374.

42 SEMPERE NAVARRO, A.V.: voz «aparcería laboral»,cit., pág. 489.

40 SEMPERE NAVARRO, A.V.: voz «aparcería laboral», enEnciclopedia Jurídica Básica, vol. I, Madrid, 1995, pág.489.

dades fundamentales: la opción concedida alaparcero de continuar como arrendatario(arts. 109.4 y 119 LAR/1980) y la sucesión, a lamuerte o invalidez del aparcero, de los fami-liares que vinieran cooperando con él en laexplotación (art. 117.2 LAR/1980). La cuestiónya no se plantea en relación con la conversiónde la aparcería en arrendamiento; y tampocoen relación con la sucesión en el contrato si seconsidera, como ha hecho cierta jurispruden-cia respecto del arrendamiento, y aún parecemás justificado en relación con la aparcería,que la relación entre cedente y aparcero espersonalísima y que, consecuentemente, lamuerte del aparcero determina su extinción43.

Por último, en materia de jurisdicción, salvola indiscutible competencia de los tribunaleslaborales para conocer de los pleitos de Seguri-dad Social que afectan a los aparceros, no exis-te base legal para defender esa misma compe-tencia en los litigios sobre aplicación de normaslaborales surgidos entre propietarios y aparce-ros, al no existir contrato de trabajo que permi-ta atribuir dicha competencia a los órganos dela jurisdicción social; éstos serán competentes,sin embargo, para conocer los litigios que pue-dan afectar a los aparceros que revistan la con-dición de TRADE respecto de un concretocedente, por aplicación de lo dispuesto en elartículo 2.p) LPL.

4.2. La relación del socio-trabajadoren las cooperativas de explotacióncomunitaria de la tierra

El contrato de trabajo agrícola se distingueestructuralmente de un compendio de fórmu-las societarias en las que la aportación al fon-do común de todos o parte de los asociadosconsiste en una obligación personal de hacer.

Entre estos vínculos de naturaleza típica-mente societaria o asociativa, los que ofrecenmayores puntos de contacto con la relación

laboral agraria son, de un lado, la relacióncivil de aparcería rústica, ya examinada, y larelación jurídica de los socios trabajadores deCooperativas de Explotación Comunitaria dela Tierra, de otro.

Sin embargo, al igual que ocurre con laaparcería laboral, el examen de la disciplinacontenida en los artículos 94 a 97 de la Ley27/1999, de 16 de julio, General de Cooperati-vas (en adelante, LGC) permite concluir que elsocio trabajador de Cooperativas de Explota-ción Comunitaria de la Tierra no es trabajadoren sentido jurídico-laboral, por faltar en suactividad cooperativizada de prestación de ser-vicios las notas de ajenidad y dependencia. Porlo demás, a esta conclusión se accede desde elmomento que el art. 95.2 de la LGC declaraaplicables a estos socios las normas estableci-das en la misma para los socios trabajadoresde las cooperativas de trabajo asociado, respec-to de los cuales el art. 80.1 de la LGC proclamasin concesión a la duda que la relación que lesvincula con la Cooperativa es societaria.

4.3. Las empresas de servicios agrícolasy el fenómeno de la integraciónvertical agraria

Por otro lado, la crisis del modelo de agri-cultura tradicional y la evolución de las dife-rentes formas de organización del trabajo enlas explotaciones agrarias han generado unavariedad incontenible de situaciones nuevasque se reconducen a través del contrato civilde ejecución de obra o, en su caso, de contra-tos atípicos muy próximos a éste. Nos referi-mos, en concreto, a dos manifestacionesagroindustriales del fenómeno conocido en ellenguaje de los hechos económicos como «des-centralización productiva»:

4.3.1. De un lado, la situación de aquellasexplotaciones en las que parte de las tareasdel ciclo de producción agraria salen de lacompetencia y control de la empresa cultiva-dora para ser realizadas por un tercero, acambio de un precio cierto («agricultura

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43 CLEMENTE METEORO, M.: «Artículo 30�», en Ley deArrendamientos Rústicos, cit., pág. 790.

desactivada»)44. Se trata de una posibilidadmuy antigua, con la que, originariamente, sesuplía el déficit de infraestructuras, pues setrataba de que la empresa de servicios apor-tara sobre todo maquinaria (cosechadoras-trilladoras; vendimiadoras, etc.)45. La debili-dad financiera de las pequeñas explotacionesfamiliares y la mecanización integral de loscultivos, que a partir de la década de lossesenta han experimentado una rápida evo-lución tecnológica, han determinado que sólouna pequeña parte de las explotacioneshayan podido incorporar a su capital fijo losequipos más costosos, viéndose las restantesobligadas a contratar los servicios de empre-sas auxiliares. Estas empresas, con maquina-ria y trabajadores propios, realizan unaamplia gama de operaciones en toda la geo-grafía española: recolección, poda, riego, tra-tamientos fitosanitarios, forestales, rotura-ción de terrenos, prevención y extinción deincendios, y otras múltiples y complejas fae-nas. Técnicamente, los trabajadores de estasempresas de servicios no son agrícolas, ni serigen por los convenios colectivos del campo.De ahí también que el art. 4.1.1º del Decreto3772/1972, de 23 diciembre, excluya del REAa los «mecánicos y conductores de vehículos ymaquinaria cuyos propietarios arrienden susservicios para labores agropecuarias sin sertitulares de una explotación o cuando siéndo-lo no los utilicen en la misma».

El instrumento jurídico que soporta lasrelaciones contractuales del agricultor conestas empresas agrarias de servicios no esotro que la contrata o subcontrata, disciplina-da en la órbita laboral por el art. 42 del ET,

que establece una serie de cautelas y deberescontractuales a cargo de la empresa principalpara proteger los intereses de los trabajado-res de la empresa contratista.

Otras veces, cuando la tarea o fase del cicloproductivo objeto de descentralización puedeser realizada por una sola persona (escarda-dor, tractorista, fumigador, etc.), lo que seconcierta es un contrato civil de arrenda-miento de obra.

4.3.2. De otro lado, cabe referirse a lasituación a que se llega cuando las relacionescontractuales del agricultor con las industriastransformadoras o entidades de comercializa-ción de productos agrarios cubren tanto elsuministro de semillas, crías de animales,piensos, fertilizantes, etc., como la indicaciónde los métodos de cultivo y la recepción de losproductos en bruto («integración vertical agra-ria»)46. De acuerdo con este modelo, se registrauna pérdida cada vez mayor de autonomía ycapacidad de decisión del titular de la explota-ción, toda vez que, en buena medida, se le sus-trae el control técnico del proceso productivo.A menudo, trabajo y tierra son las únicas con-tribuciones materiales del agricultor-ganade-ro integrado. Pero esta devaluación del rolempresarial no llega hasta el extremo de con-vertir al agricultor integrado en un trabajadordependiente y por cuenta ajena.

Obviamente, los trabajadores al serviciode la empresa integradora, incluido el perso-nal de fábrica que está en contacto directo conlos cultivos, no son técnicamente trabajado-res agrícolas ni sus condiciones de trabajo serigen por los convenios agropecuarios.

FAUSTINO CAVAS MARTÍNEZ

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44 ARNELTE ALEGRE, E.: Modos de producción en laagricultura española», Revista de Estudios Agro Sociales,núm. 137 (1986), pág. 440.

45 Por ejemplo, la OM 3 febrero 1949 excluía delrégimen agrario las actividades de recolección y mani-pulado de la naranja efectuadas por empresas decomercialización, así como la recolección de espartopor cuenta de empresa o patrono no titular de la finca.

46 LANGREO, A.: «Análisis de la integración vertical enEspaña», Agricultura y Sociedad, núm. 9 (1978), págs.188 y ss.

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RESUMEN A pesar de que el trabajo agrícola presenta unos rasgos muy singulares, que derivan de lasespeciales características económicas y productivas del sector primario, el legisladorespañol nunca ha atribuido la consideración de especial a la relación laboral agraria, queno pasa así de ser una variante o modalidad del contrato de trabajo común con peculiari-dades. Además, la versatilidad del trabajo agrícola determina que el mismo pueda pres-tarse al amparo de múltiples figuras contractuales. En el presente ensayo se aborda la deli-mitación conceptual del contrato de trabajo agrario y se trazan sus fronteras con otros con-tratos y sistemas de explotación puestos al servicio de la producción agraria (contratosagrarios, cooperativismo, agricultura desactivada e integrada�).