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Artículos. E l cuerpo humano El niño se expresa y siente a través de su cuerpo. Por ello es importante que lo conozca, explore y vivencie.

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Artículos. El cuerpo humano

El niño se expresa y siente a través de su cuerpo. Por ello es importante que lo conozca, explore y vivencie.

Este aprendizaje no debe centrarse solamente en las partes externas y visibles, sino también, en aquellas que el pequeño no ve, pero siente, y le generan un gran interés, una gran fantasía. La experiencia del niño con su cuerpo El cuerpo del niño es el vehículo que le transmite todas las sensaciones durante sus primeros meses de vida. Reacciona con él a

las experiencias agradables y también a las desagradables. Se convierte en su primer escenario de reconocimientos: se chupa el pulgar, se toma las manos. Asimismo, es la primera barrera de contacto con el exterior. A partir del primer año, sus frecuentes tropiezos le indican sus límites pero, también, sus posibilidades.

En su segundo año de vida, disfruta con la posibilidad de control: camina más seguro, puede empezar a controlar sus esfínteres y su curiosidad se dirige a sus genitales para comprobar, sobre todo, que hay diferencias entre los que lo rodean. Este descubrimiento supone un duro golpe para su egocentrismo: ya no es el único. Valora su cuerpo y

necesita que los demás también lo valoren. Descubre su pequeñez ante los adultos, necesita afirmarse y lo busca incesantemente: cuando se golpea, apela al consuelo de los mayores; cuando se hace un rasguño, tiene miedo que haya habido algún cambio en su cuerpo y pide, en consecuencia, cuidados. Su percepción del cuerpo varía notablemente.

Basta comprobar cómo evolucionan sus dibujos sobre la figura humana. Al principio es un simple círculo, que suele parecer un renacuajo, para luego convertirse en una cabeza a la que se insertan dos o cuatro extremidades. Más adelante lo va completando con los ojos, las orejas, la boca, la nariz. A los cinco o seis años puede dibujar una

figura humana con las proporciones adecuadas.

La imagen corporalEn el proceso de conformación de la concepción de sí misma de toda persona, la construcción de la imagen corporal es un elemento indispensable. Se constituye como consecuencia de la experiencia subjetiva de la

percepción del propio cuerpo y de los sentimientos respecto de él. Además, la impresión que una persona tiene de sí misma se va configurando a partir de las relaciones que tiene con otros individuos. La construcción de la imagen corporal comienza desde los primeros días de nuestra vida. No es homogénea ni constante. En un primer momento se

comprende cómo, los segmentos que conforman el cuerpo, se relacionan para formar una figura. Posteriormente se logra pensar en el cuerpo como una estructura de conjunto. Las comparaciones son excelentes aliadas en esta tarea. Así por ejemplo, cuando le hablamos del aparato digestivo, podemos compararlo con la procesadora que utilizamos

en la cocina. Los alimentos entran por un orificio (la boca), descienden por un tubo (el esófago) y llegan a un recipiente donde son convertidos en una papilla (el estómago). Esa papilla es conducida nuevamente por un conducto (el intestino delgado), todo lo que da energía al cuerpo pasa a la sangre, lo que no es útil para su salud va a otro conducto (el intestino

grueso), se convierte en materia fecal y el cuerpo lo deshecha cuando vamos al baño. Las representaciones gráficas o las reproducciones en relieve del cuerpo humano son también un buen recurso para explicarle a un niño qué sucede en su interior. De todos modos, no olvidemos que, además de ver en un dibujo los distintos

órganos y aparatos, es importante que pueda tocarlos, sacarlos y volverlos a poner en su ubicación. A los pequeños les es muy difícil trasladar lo que ven en una figura plana a la realidad. Por eso es una buena estrategia utilizar reproducciones tridimensionales del interior del cuerpo, que pueden ser desde muñecos que se abren y permiten ver y

experimentar con su interior, hasta juegos didácticos de los que se pueda extraer con pinzas los distintos órganos o reproducir los distintos procesos como la circulación o la digestión.

El cuerpo como instrumento de expresión y comunicación

Algo muy importante para transmitirle a nuestro hijo es que el cuerpo, compuesto por materia, se encuentra en estrecha relación con aquello que sentimos y pensamos. Esta integración se pone de manifiesto en la posibilidad que nos da nuestro cuerpo de expresar cómo nos sentimos y de comunicarnos con los otros. Un buen ejercicio para avanzar en esta

comprensión con los niños más pequeños es el juego de poner distintas caras: de miedo, de alegría, de tristeza, de asombro o de preocupación. Con los más grandes podemos jugar a describir expresiones que comunican sentimientos más complejos: cuando algo nos da vergüenza nos mordemos los labios de abajo y ponemos la cabeza un poco ladeada; si algo no

nos parece bien del todo, torcemos la boca y movemos la mano derecha para arriba y para abajo; si algo nos parece rico sacamos la lengua de la boca y nos la pasamos de lado a lado; si queremos decir que nos vamos a dormir, ponemos las manos juntas en una mejilla con la cabeza torcida. De la imagen corporal que cada persona tiene de sí

misma, dependen su autoestima y seguridad y su forma de relacionarse con el mundo material y con los otros individuos. De allí la importancia de prestar atención y estimular adecuadamente este proceso de construcción, desde los primeros días de la vida de nuestro hijo. De la imagen corporal que cada persona tiene de sí misma, dependen su autoestima y

seguridad y su forma de relacionarse con el mundo material y con los otros individuos. De allí la importancia de prestar atención y estimular adecuadamente este proceso de construcción, desde los primeros días de la vida de nuestro hijo.

Las partes externas del cuerpo

Uno de los primeros pasos para construir la imagen corporal es percibir el cuerpo y representarlo mentalmente. Para ello, además de estimular a nuestro hijo a que se mire al espejo para descubrir su figura y las partes que la componen, es conveniente que experimente con él a través de sus sentidos. Desde pequeño, podemos invitarlo a que muestre y

nombre las diferentes partes del cuerpo y a que ensaye distintas sensaciones con ellas. Así por ejemplo, descubrir las zonas más sensibles a las cosquillas, el efecto en las palmas de los pies al caminar sobre distintas superficies, el sonido de los dientes al abrir y cerrar las mandíbulas o el perfume que le ha quedado en las manos después de tocar

una flor. También es importante que nuestro hijo aprenda la funcionalidad de las distintas partes de su cuerpo. Podemos pedirle, por ejemplo, que describa las cosas que hacemos con las manos: saludar, acariciar, aplaudir, asir objetos, dibujar; o que experimente las distintas formas de estar parado (con los pies juntos, separados,

uno adelante y otro atrás) y de caminar (con los talones, en puntas de pie, dando saltos, al frente, hacia atrás, hacia la derecha o hacia la izquierda). Una vez que ha descubierto los distintos segmentos corporales y su funcionalidad, resulta imprescindible avanzar sobre la percepción de la integración de cada uno de los elementos con los otros.

Esto le ayudará a comprender al cuerpo como un todo y no como una mera suma de partes. Por ejemplo, cuando caminamos, utilizamos nuestros pies y piernas pero el tronco tiene una función indispensable porque nos ayuda a permanecer erguidos, los brazos acompañan con un pequeño balanceo para mantener el equilibrio y la

cabeza nos permite fijar la dirección hacia la que nos dirigimos.

Las partes internas del cuerpoA partir de los tres o cuatro años, el niño comienza a preguntar acerca de aquellas cosas que suceden dentro del cuerpo. Su fantasía al respecto es muy extendida y la función de los padres, lejos de dar una

lección de anatomía, es aportarle tranquilidad con el tipo de información que sea comprensible para él.