el cuervo blanco - fernando vallejo

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A David Antón

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Bajé en la estación del Père-Lachaise, caminéunas calles y entré en la ciudad de los muertos:tumbas y tumbas y tumbas de muertos y muertosy muertos: Joseph Courtial, Victor Meusy,George Visinet, Familia Faucher, FamiliaFlamant, Familia Morel, Familia Bardin… Ylápidas y lápidas y lápidas, con epitafiosinfatuados, necios, presumiendo de lo que fueronlos que ya no lo son: un administrador de laCompañía de Gas en Saint-Germain-en-Laye; un

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crítico dramático y musical del Journal deRouen; el sargento Hoff de una tumba adornadacon la estatua de un soldadito de quepis, fusil enuna mano y con la otra saludando al cielo. Ymúsicos y poetas y oradores y políticos ypintores y novelistas y generales y mariscales…¡Y los monumentos! Monumento a los caídos enla guerra de 1870 por Francia. Monumento a lossoldados parisienses muertos en el Norte deÁfrica por Francia. Monumento a los polacosmuertos por Francia. Monumento a loscombatientes rusos muertos por Francia.Monumento a los soldados españoles muertospor Francia. Monumento a los jóvenesvoluntarios muertos por Francia… ¡Qué país!¡Cuánta gloria! ¡Qué masacre! Masacre, delfrancés massacre, que un día fue galicismo eneste idioma pero ya no. Todo pasa, todo cambia yel idioma y la moral se relajan. «Dan de sí»,como dicen en México los vendedores dezapatos.

Y en las lápidas, bajo los nombres, las fechas

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entre las que vivieron los que se fueron. Y estaadvertencia majadera en las tumbas de los ricos:concession à perpétuité: concesión aperpetuidad. O sea que el muerto es dueño de sutumba por toda la eternidad, de Dios o del BigBang o de lo que sea. Y los pobres, los delcomún, los que si hoy comen mañana quién sabe,sin tumba a perpetuidad, ¿esos qué? Se van.

Ahora voy por la Avenida Lateral Sur a laaltura de la Décima División y el Camino delPadre Eterno, un sendero. Entre los árboles sinhojas del invierno veo un pájaro negro, hermoso.Ah no, «hermoso» es pleonasmo, sobra. Todoslos animales son hermosos. Este es un cuervo, unpájaro negro de alma blanca que tiene el don de lapalabra, y ahora me está diciendo: «Por allí». Ypor donde me dice tomo. Al llegar a la Avenue dela Chapelle otro cuervo me indicó: «Semprediritto». Seguí derecho como me dijo elanimalito, y por la Avenida de Saint-Morys lleguéa la Transversal Primera. ¿Y ahora? ¿Por dóndesigo? Ningún cuervo había allí para preguntarle.

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Giré al azar, a la izquierda, y luego a la derecha, yen ese punto me perdí. Avenue des ÉtrangersMorts pour la France anunciaba un poste junto aun monumento extravagante, medio ridículo, undolmen con el piso cubierto de ofrendas deflores: la tumba de Allan Kardec, el «fundador dela filosofía espiritista», según rezaba en lacornisa el esperpento. Qué bien le fue a estedifunto, pensé. Era el muerto más florecido delPère-Lachaise. ¡Claro! Como fue el graninvocador de muertos… Y he aquí que me gritandesde la rama de uno de esos árboles escuetos:«Mais non, mais non, c’est par là, par là!Rebroussez chemin, idiot!». Era un cuervoimpaciente que me estaba guiando: «À gauche, àgauche!». Volví sobre mis pasos y rectifiqué elcamino. Los cuervos del Père-Lachaise soncomo los franceses, intransigentes. Pero llegué:desemboqué en la nonagésima división, unlaberinto de tumbas que linda con el columbario.

Desde la alta cruz de piedra de un templetetres cuervos idénticos (pero de personalidades

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diferentísimas como bien lo sé) me mirabanhaciéndose los que no. Contaron hasta diez.Entonces el de en medio, una especie de EspírituSanto de una trinidad luctuosa, descendió volandoy vino a posarse cerca de mí, sobre una tumbaque yo solo jamás habría encontrado, perdidacomo estaba, a ras del suelo, en su humildad,entre tanta jactancia y tanta gloria degaullesque.Caminé hacia la tumba y el corazón me dio unvuelco. Había llegado. Al sentirme llegar elcuervo alzó el vuelo y volvió a su cruz, sinmirarme. Entonces recordé el del poema de Poeque decía «Nunca más».

Era una pobre tumba cubierta de musgo. Conla punta del paraguas me di a rasparlo y fueapareciendo una cruz trazada sobre el cemento, ybajo su brazo horizontal, al lado izquierdo:«Ángel… Cuervo… né… Bogotá…». ¿El qué? El7 tal vez, no se alcanzaba a leer. «…de marzo de1838… mort… París…». ¿El 24? Tampoco sealcanzaba a leer. «…de abril de…». Faltaba elaño, lo había borrado el tiempo. Pero yo lo sé:

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1896, el mismo en que se mató Silva el poeta, ypor los mismos días, pero en Bogotá, de un tiroen el corazón. Y nada más, sin epitafio nipalabrería vana, en una mezcla torpe de francéscon español. Seguí raspando. Entonces, a laderecha, bajo el brazo vertical de la cruz, fuisteapareciendo tú: «Rufino… José… Cuervo…nacido en Bogotá… el 19 de septiembre de1844… muerto en Paris… el 17 de julio de 1911».En el paisaje desolado de los árboles sin hojasdel invierno y en tanto empezaba a caer la nochesobre el Père-Lachaise que ya iban a cerrar losguardianes, el inmenso Vacío de arriba vio a unpobre hombre arrodillado ante una pobre tumba.¿Rezando? ¡Qué va, yo nunca rezo! Estabaanotando simplemente con un bolígrafo y en unpapelito que saqué de la billetera algo que viescrito en el frente de la tumba: «105 – 1896».¿Ciento cinco qué es? ¿Acaso el número de latumba de esa línea de esa división? ¿Y 1896 el añoen que Rufino José la compró para enterrar ahí asu hermano?

«En la ciudad de París, capital de la República

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Francesa, a diez y siete de Julio de milnovecientos once, ante mí José Pablo Uribe B.,Cónsul General de Colombia en París,ejerciendo funciones de Notario Público, segúnlo dispone la ley, y en presencia de los testigosSeñores Pierre Cassasus y Eugène Poillot,varones mayores de edad, personas de buencrédito, domiciliados en París, a quienesconozco personalmente y en quienes no concurreninguna causal de impedimento, compareció elseñor Augusto Borda Tanco, ciudadanocolombiano, varón, mayor de edad, a quienconozco personalmente y dijo: que hoy diez ysiete de Julio de mil novecientos once fallecióen esta ciudad de París, en la casa de saludsituada en la calle Monsieur número quince, elSeñor Don Rufino José Cuervo, ciudadanocolombiano, nacido en Bogotá, República deColombia, domiciliado en París en la calle deSiam, número diez y ocho. Le consta ladefunción por haberle visto en su lecho demuerte. Leída que le fue la presente diligencia alcompareciente se ratificó en su contenido, y en

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prueba de ello firma con los testigos yamencionados, por ante mí, de todo lo cual doyfe». Y siguen las firmas de Augusto Borda, de losdos testigos franceses y de José Pablo Uribe B.,«Cónsul General de Colombia en París». Es elacta de defunción de don Rufino. O mejor dicho,el acta colombiana de defunción, puesto quecomo murió en París tuvo que haber habidotambién un acta de defunción francesa, la másimportante, y no porque Francia sea másimportante que Colombia sino porque murió allá.Los muertos son de donde mueren y no del paísdonde nacieron. El acta de defunción francesa nola conozco; si no, la citaría también aquí. Adorolos expedientes criminales y las actas de losnotarios, son pura literatura y las reproduzco talcual. Yo, como don Rufino, soy riguroso en lascitas, incapaz de cambiar una coma. Ni quito, nipongo, ni cambio, ni desordeno. Tengan lacerteza pues de que cuando abro comillas lo quequeda encerrado entre ellas es la verdad de Dios.El acta en cuestión es manuscrita y la letra de

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quien la levanta es la del cónsul. ¿Tan pobre eraentonces Colombia que no tenía para pagarle unsecretario? ¡Mucho cuento es que le pagara a él!Además, colombianos en París había entoncespocos, las gracias deberían darnos por tenercónsul. Colombiano muerto que no estécertificado por el respectivo cónsul con sucorrespondiente acta de eternidad, hagan decuenta que no se murió. ¿O por qué creen quesigo aquí y estoy escribiendo?

¿Y cómo sé que la letra del acta de don Rufinoes la del cónsul y no la de un secretario quepagaba él de su dinerito? Muy sencillo, miquerido Watson. Por la firma. Porque es lamisma del acta. Y más que por la firma (pues alfinal de cuentas una firma puede ser cualquiergarabato), porque abajo de la rúbrica de su firmaJosé Pablo puso «Cónsul General de Colombiaen París», y esta leyendita es idéntica a la queestá en la tercera línea del acta, como si lahubiera puesto con un sello. Además José Pablofirmaba exactamente como escribía, lo cual habla

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bien de él. No habla bien de él que fueraburócrata, o sea de los que viven pegados de lateta pública mamando del presupuesto. ¡Y enParís! ¡En París, la ciudad del arte y de las putas,la Ciudad Luz! ¡Qué afortunado!

Observando ahora el acta con la lupa delfilólogo se me ocurren varias preguntas que se lehabrían ocurrido también a don Rufino. ¿Por quépone José Pablo «Cónsul General» conmayúscula? Debe ir con minúscula. Así: «cónsulgeneral». Con mayúscula irá Dios, ¡pero uncónsul! ¿Y por qué pone «Julio» con mayúsculasi no es Julio César, un nombre propio, sino unsimple mes? Debe ser «julio de 1911». Pero estoes peccata minuta. Juro por Dios que me ve quedon Rufino se habría sonreído al leer «Le constala defunción por haberle visto». ¿«Haberle» envez de «haberlo»? Este idioma se divide en dos,asunto que había estudiado muy bien don Rufino:los loístas y los leístas. Los primeros son los queponen «lo» tratándose de un complementodirecto de persona como en «Lo conozco». Y los

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segundos los que ponen «le» como en «Leconozco». Los colombianos somos todos loístas.Y entonces, preguntará usted, ¿por qué el cónsulJosé Pablo Uribe B., siendo colombiano, pone«haberle visto»? Ah, porque es cónsul y estácambiando de personalidad. Porque poniendo«haberle visto» en vez de «haberlo visto» le suenamás elegante, más español de España. ¿Y qué ese s o de que el compareciente firma con lostestigos mencionados «por ante mí»? Ni enColombia ni en América nadie ha usado nuncaesa doble preposición ahí. Todos decimos: firma«ante mí», sin el «por». No somos como losespañoles que dicen «Voy a por el libro». Debeser «Voy por el libro», sin «a», ¡bestias!

¡Ah si viviera don Rufino para burlarme aquícon él de José Pablo y sus burrocracias! Eranamigos. Y no de ayer. De cuando menosveintisiete años en París, y acaso de más atrás,desde Colombia. Pongámosle en total unostreinta. A José Pablo Uribe Buenaventura levengo siguiendo la pista por cartas y cartas y

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cartas de miles y miles de páginas: casado conMaría Josefa Gutiérrez Ponce, hermana deIgnacio Gutiérrez Ponce, médico este y muyelegante, y amigos los tres de don Rufino y de suhermano don Ángel y también de Augusto BordaTanco, quien era cónsul desde hacía años enconsulados de Italia, aunque no sé qué hacíaentonces en París. José Pablo: ¿cómo es eso deque Augusto Borda Tanco te dijo que «falleció»el Señor Don Rufino José Cuervo? Lo que te dijoAugusto fue que don Rufino se murió. «Fallecer»es un verbo oficinesco. Para los amigos yquienes nos quieren «morimos»; para elimpersonal Estado, «fallecemos». ¿Pero es queacaso Colombia es un impersonal Estado, un paísdesamorado? Más que eso: Colombia es unadesgracia, una cruz. Yo cargo con ella comocargó con la suya el Nazareno. Y no de ayer.Desde hace medio siglo largo. Tan largo que vapara uno. La cargaré hasta el Gólgota.

El tres de septiembre del año en cuestión,1911, Henri F. Piñeyro, hijo del escritor cubano

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Enrique Piñeyro, le escribía a Cuba a su paisano yamigo de su padre el filólogo Juan MiguelDihigo (quien había visitado en una ocasión a donRufino en su apartamento de la rue de Siam, elúltimo de los cuatro que tuvo): «Nuestro amigoel Sr. Rufino José Cuervo murió el día 17 del mesde julio, mientras estaba yo ausente de París, yyo, como Vd., supe de su muerte por losperiódicos. No me extrañó tal noticia,habiéndolo dejado muy enfermo, de variasenfermedades a la vez. A mi regreso a París mefui a informar y supe que si había tenido algo enel cerebro, fue su enfermedad de la vejiga elmotivo de su muerte apresurada por un ataque deuremia y quizás también por los bastantes maloscuidados. Murió Cuervo en una casa de salud, sinparientes ni amigos verdaderos cerca de él. Dejasu biblioteca a la Biblioteca de Bogotá y susbienes los consagra a obras de beneficencia alláen Colombia. Ahora se está imprimiendo unanueva edición de las Apuntaciones y creo que meencargaré de corregir las pruebas». Las pruebas

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las acabaron de corregir Jesús Antonio Hoyos yLuis Martínez Silva, comisionados por elConsulado colombiano, pero eso poco másimporta. Lo que importa es que Henri F. diga queCuervo murió en una «casa de salud», en lo cualcoincide con el acta de defunción, y que sea elúnico que consignó entonces por escrito la causade la muerte: de un ataque de uremia aconsecuencia de una enfermedad de la vejiga. Sifue de un ataque de uremia la enfermedad seríade los riñones, pero en fin. Cuervo se pasó la vidaquejándose de todo tipo de «achaques», como losllamaba él; sin embargo nunca habló de queestuviera enfermo de la vejiga o de los riñones.Su última carta, del 4 de mayo de 1911 y dirigida aAntonio Gómez Restrepo, a Colombia, terminaasí: «Mi salud está bien quebrantada y me cuestamucho trabajo escribir una carta, hacer una visita,etc. Saludo a toda la familia con respetuosoafecto, y quedo de U. amigo muy de veras,cariñosísimo y agradecidísimo, R. J. Cuervo».Nada nuevo. Lo que ahí dice llevaba más de diez

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años repitiéndolo: que no tenía ánimos para nada.Después de la firma, a modo de posdata, dice:«U. habrá sabido la muerte del Sr. Piñeyro, queestimaba muchísimo a U. Para mí ha sido muysensible, pues nos veíamos con frecuencia y nostratábamos con franqueza y sinceridad. Alescribir esto recuerdo que él se había hechonombrar Consejero de la Legación de Cuba; demodo que sus herederos no tendrán nada quepadecer por parte del fisco francés. Me olvidabaapuntar que mis libros los lego a la Biblioteca deBogotá, estipulando que todos los gastos detraslación corren por cuenta de mi sucesión».

Piñeyro, el padre de Henri F., había muerto el11 de abril, vale decir tres meses antes de Cuervo,y lo de que se había hecho nombrar Consejero dela Legación de Cuba venía a cuento en la carta aGómez Restrepo, quien siempre estuvo en elgobierno, cerca de lo más alto del poder, puesCuervo buscaba para sí mismo lo mismo porparte de Colombia: «Usted sabe las leyesfrancesas relativas a los bienes muebles de los

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extranjeros que mueren aquí; en mi testamento,otorgado en nuestro consulado y protocolizadoen Bogotá, designo como heredero universal,después de diferentes legados, al Hospital de S.Juan de Dios; yo tengo aquí, fuera de unos pocosfrancos, mis libros y muebles, contando entreaquellos las ediciones actuales o futuras de misobras. Al morir yo, el fisco francés causará sinduda mil molestias a los que intervengan en mitestamentaria, y lo que cobre de derechos (queno puedo calcular, pues no sé cómo avaluará miscosas) defraudará a los pobres de Bogotá de partede lo que les corresponde. Por el momento seme ocurre como solución el solicitar un empleoad honórem en nuestra legación que me confierainmunidad; pero ha de ser empleo que no exijatrabajo, ciencia especial ni experiencia. Yo nun cahe solicitado empleo alguno, y cuando me lo hanofrecido he rehusado aceptarlo por la falta detiempo, ciencia y experiencia: ahora me atreveríaa salir de este camino para invocar unaprotección a favor de mis herederos, más dignos

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de simpatía que el tesoro de un país que nos hasido poco favorable». Esto último lo decíaporque Francia, que por décadas trató deconstruir el canal de Panamá sin más resultadoque la gran quiebra de Lesseps, se habíaapresurado a aprobar su separación de Colombiacuando el zarpazo de Roosevelt. Cuervo entoncesarchivó la insignia de la Legión de Honor que lehabía dado el gobierno francés, y de paso suafecto por el país donde había vivido veintiúnaños y donde habría de vivir ocho más, hasta elfinal.

Imposible pues no tener en cuenta las palabrasdel hijo de Piñeyro: está enterado del testamentode Cuervo; coincide con el acta de defunción endecir que murió en una «casa de salud»; dice quefue a informarse de cómo había ocurrido lamuerte. ¿Dónde fue a informarse? ¿Alconsulado? Ninguno de los que podían haberconsignado entonces por escrito la causa de lamuerte de Cuervo lo hizo: solo él, Henri F.Piñeyro. Aunque la muerte de Cuervo me duele amí inmensamente, quedo más tranquilo sabiendo

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por el hijo de Piñeyro que murió de algo y no denada.

Habla Henri F. de que la muerte fueapresurada por el ataque de uremia «y quizástambién por los bastantes malos cuidados», y deque murió «sin parientes ni amigos verdaderoscerca de él». Si malos cuidados hubo serían losde Juan Evangelista Manrique Convers, elmédico, quien según noticia de El Nuevo Tiempode Bogotá «lo asistió con noble abnegación hastael último instante y condujo su duelo». ¿Y de quésirvió que lo asistiera? ¿Y de qué sirvió que lointernaran? ¿Y lo buen médico que era? En suhonor le pusieron su apellido a un barrio deMedellín, el de Manrique: en la falda de unamontaña camino al cielo, muy pobre el pobrepero con linda vista de la ciudad abajo y muydivertido. En Manrique nadie muere deaburrición: muere a bala.

En cuanto a los parientes, está en lo ciertoHenri F.: algunos le quedaban a Cuervo, pero enColombia: unos cuantos sobrinos y primos en

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segundo grado. Por lo que a los amigosverdaderos se refiere, no sé qué pensar. ¿Quiéntiene muchos? ¿Uno aunque sea? Verdaderos ono, recientes o lejanos, algunos amigosestuvieron a su lado al final, aunque no sé si en elmomento mismo de la muerte: por ejemplo elfrancés de familia rusa Boris de Tannenberg, aquien conocía desde hacía veinticinco años; elcolombiano Augusto Borda Tanco, a quienconocía acaso desde más atrás, desde Colombia;y los hermanos Agustín y Luis Eduardo NietoCaballero, que habían venido hacía unos tres añosde Colombia a París a estudiar, y que lo habíanvisitado alguna vez en su apartamento de la rue deSiam. Al día siguiente de la muerte de CuervoAugusto Borda Tanco llevó a la casa de salud alescultor Marco Tobón Mejía a que le tomara lamascarilla que hoy se puede ver en BibliotecaNacional de Bogotá. Que fue Augusto Bordaquien lo llevó lo deduzco de una nota de pie depágina del largo y conmovedor artículo «Cuervointime» que escribió Tannenberg en recuerdo de

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don Rufino poco después de su muerte para laRevue Hispanique, en el que termina diciendo:«Deseo que a mi testimonio vengan a sumarsemuchos otros para que se conserve íntegra lafigura moral de este insigne hombre de bien, asícomo una mascarilla admirable nos haconservado sus rasgos de monje a lo Zurbarán,cuyo resplandor sobrenatural he veneradopiadosamente de rodillas junto a su lecho demuerte». Abajo y al final, después de la firma deTannenberg, viene la nota de pie de página quedigo referente a la mascarilla, en letraspequeñitas: «Grâce à la sollicitude de M. Borda-Tanco».

No creo que Tobón Mejía hubiera conocido aCuervo. Entonces vivía pobremente en París.Luego el presidente Carlos E. Restrepo, supaisano de Antioquia, lo nombró cónsul enGénova, y del error en que vivía pasó a vivir en laverdad, dentro del presupuesto. Es el más grandeescultor que ha tenido Colombia. Agustín NietoCaballero conservó un dibujo suyo, en cuyoángulo inferior derecho se puede leer: «Rufino J.

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Cuervo en su lecho de muerte. París, Julio 18 de1911. M. Tobón Mejía». La caligrafía es de unoque medio sabe escribir, con las letras de laspalabras separadas, como escriben losmuchachos de hoy. ¡Pero qué dibujo! Doloroso,dramático, conmovedor. El de un santo que acabade dejar el terrible drama de la vida pero no parareunirse con Dios, que era lo que ansiaba, sinopara volver a la paz de la nada de la que un par delujuriosos dañinos, hombre y mujer, en mala horaun día lo sacaron.

Volviendo al doctor Manrique, quien hasta el15 de enero de 1910 había sido el MinistroPlenipotenciario de Colombia en Francia, fue élquien le envió al presidente Carlos E. Restrepo eltelegrama que le dio a Colombia la noticia de lamuerte de Cuervo: «Patria duelo, murió Cuervo».No sé por qué el ex embajador Manrique hablabapor toda Colombia desde París, pero quéremedio, así son. Al día siguiente El Tiempo deBogotá publicó en primera plana su telegrama. ¡Yque había muerto un santo! Lo habían hecho ir loshijueputas y de muerto lo querían canonizar. Aquí

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el único que canoniza es el de la voz y hasta ahorano llevo ninguno. Vamos a ver si a don Rufino…

Del 2 de julio de 1882, en que llegó a París, al17 de julio de 1911, en que murió, van veintinueveaños más unos días: es lo que vivió Cuervo sinregresar a Colombia. Curiosamente, o mejordicho por burlas del destino, Juan EvangelistaManrique lo acompañó en ambas fechas. Y es quedon Rufino y su hermano Ángel hicieron el viajede Bogotá a Francia acompañados por él y suhermano Pedro Carlos, entonces unos jóvenesbastante menores que los Cuervo y que venían aestudiar en la capital del mundo. Juan Evangelistase acababa de graduar de médico en Bogotá yhabr í a de especializarse en la Facultad deMedicina de París, tras de lo cual volvió a Bogotádonde fundó el Hospital de San José, el ClubMédico y la Sociedad de Cirugía, para acabarregresando veintiún años después a París deflamante Ministro Plenipotenciario de Colombiaante Francia y Bélgica. Muy imaginativo él,además de listo. Amenazaba con el bisturí perocuraba por sugestión: «Usted está bien, no tiene

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nada, viva feliz». A todos engañaba, todos loquerían. Fue el que inventó la leyenda de que ledibujó a Silva sobre el pecho con un lápizdermatográfico, en su consultorio y la víspera desu suicidio, el sitio exacto del corazón, que esdonde el poeta se pegó el tiro que lo mandó adescansar de sus infinitos acreedores. ¡Qué va! Elque se va a matar de un tiro en el corazón se tocael lado izquierdo del pecho y ahí lo siente. Salvoque sea dextrocárdico, en cuyo caso se toca elderecho. Con Silva habían coincidido en París losManrique, y también los Cuervo, en 1884. Nos hanquedado varias cartas de Silva a Cuervo, una deellas pidiéndole plata prestada. Era tan granpícaro como gran poeta. Estafó a medio Bogotá ya varios en Alemania y Francia. ¡Qué importa!Algunos de sus poemas están entre los máshermosos de este idioma. Diez, mejor dicho. Nohay otro que tenga tantos tan bellos.

En sus secciones de necrologías, y entre elmiércoles 19 de julio y el viernes 21, una veintenade diarios franceses registraron la muerte de

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Cuervo. Una de ellas, la de Le Temps de París delmartes 18, está firmada por Boris de Tannenberg.Dice que Cuervo murió el día anterior en lamañana y que las exequias tendrán lugar el 20 alas 9 en la iglesia de San Francisco Javier: «Il estmort hier matin à Paris. Ses obsèques auront lieule 20 juillet, à neuf heures, en l’église Saint-François Xavier». Otra necrología, del viernes 21,confirma lo anunciado por Tannenberg: «Lesobsèques ont eu lieu, hier matin, à neuf heures,en l’église Saint-François-Xavier».El acta dedefunción dice que la casa de salud donde murióCuervo estaba en la calle Monsieur. Si buscamosen el mapa de París veremos que la iglesia de SanFrancisco Javier está cerca de esa calle. No senecesita ser Sherlock Holmes para deducir porqué escogieron esa iglesia para las exequias: porla cercanía. ¿Pero quién la escogió? No sé. ¿Yquiénes fueron a ellas? No sé. ¿Y quiénesacompañaron a Cuervo hasta el Père-Lachaise?En 1969 Agustín Nieto Caballero dijo en unartículo sobre Cuervo: «De pronto se apagó

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callada, santamente, la vida de aquel varónextraordinario que tan honda huella había dejadoy seguiría dejando en nuestro espíritu. Un puñadode colombianos acompañamos al cementerio delPère-Lachaise, con el corazón sobrecogido, elféretro de aquella gloria de la patria. Era el 17 dejulio de 1911. Estaba próximo a cumplir sesenta ysiete años. Había nacido en Bogotá el 19 deseptiembre de 1844». A Cuervo no lo enterraronel 17: ese fue el día en que murió. Lo enterrarone l 20. Y no estaba próximo a cumplir sesenta ysiete años sino sesenta y ocho, como es evidentesacando cuentas de las fechas que él mismo da.Como don Agustín nació el 17 de agosto de 1889,y su artículo es del 1º de julio de 1969, iba acumplir ochenta olvidadizos años cuando loescribió. ¿O también estaré yo sacando mal lascuentas? Dios libre y guarde, toco madera.

¿Y entre los colombianos que acompañaban adon Rufino a que se fuera a reunir con suhermano en esa tumba helada del Père-Lachaiseiba su criada Leocadie Maria Joseph Bonté, quien

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le sirvió desde que llegó él de Colombia a Paríscon su hermano Ángel, tantos, pero tantos añosatrás? No sé. ¿E iba el francés de origen rusoBoris de Tannenberg que expresaba en susartículos tan grande afecto por él y que le pedíaplata prestada? No sé. ¿Y el embajador JoséVicente Concha, que fue el que reemplazó aManrique? No sé. ¿Y Manrique? Tampoco. ¿YAugusto Borda? Tampoco. ¿Y Juan Pablo Uribe?Tampoco. ¿Y el escultor Tobón Mejía? Tam poco.¿Y el fotógrafo Oscar Duperly Du Friez, quienles tomó en esos días unas fotos a la sala y a labiblioteca de su apartamento de la rue de Siam?Tampoco. Los colombianos entonces decían«departamento», como se sigue diciendo enMéxico. Hoy dicen «apartamento», y por nocontrariarlos lo he puesto así.

En 1905 Cuervo hizo su segundo y definitivotestamento, que empieza: «En el nombre delPadre, del Hijo y del Espíritu Santo». Como ven,don Rufino no solo creía en un Dios sino en tres:era trinitario. Y sigue así: «A fin de tener

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arreglados mis negocios y manifestar con todaclaridad el destino que ha de darse a mis bienesdespués de mi muerte, hago el presentetestamento, hallándome en mi entero juicio, paraque sea tenido como expresión de mi últimavoluntad, en las cláusulas siguientes». Y siguenlas cláusulas. La quinta estipula que: «Lego a laRepública de Colombia los impresos, libros ymanuscritos que existen en mi domicilio deParís, a condición de que sean colocados yconservados en la Biblioteca Nacional de Bogotápara uso público, como los demás libros queconstituyen el fondo de este establecimiento.Pongo además por condición que estos libros hande conservarse siempre juntos y que las cajas enque sean remitidos no serán entregadas alGobierno de Colombia o a la Biblioteca sinocuando estén listos los estantes en que han deconservarse. Estos libros serán cuidadosamenteempacados en París por obreros entendidos enesta especie de empaque y remitidos a Bogotá,haciéndose de mis bienes los gastos que estocausare», etc. Y termina la larga cláusula así:

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«Por lo que hace a mi correspondencia, lospaquetes que llevan el rótulo para la BibliotecaNacional de Bogotá serán remitidos con loslibros; los demás, ruego a la persona quelegalmente haya de intervenir en esto que sinabrirlos ni registrarlos los destruya. Los títulosde propiedad y los papeles que los acompañanserán enviados a mis albaceas o a mi herederouniversal».

¡Ah con don Rufino! Creía no solo en Diosdividido en tres sino también en la buena voluntaddel prójimo y que le iban a hacer caso. Pues se lohicieron. Colombia que tumba casas, calles,parques, árboles, que atropella y mata sinrespetar a los vivos le hizo caso a un muerto. Heaquí el primer milagro de san Rufino JoséCuervo Urisarri. Los libros, cinco milsetecientos treinta y uno, verdaderas maravillas,llegaron. Y los papeles, llegaron. Y los estantes,los hicieron. Y hechos los estantes allí colocaronlos libros y los pusieron a disposición delpúblico conservándolos siempre juntos en sus

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anaqueles. El que no los ha leído es el público.En los cien años transcurridos desde que llegaronlos libros solo los ha consultado Günther Schütz,un alemán bondadoso como Cuervo, rigurosocomo Cuervo y más terco y empeñoso que yo.Las gramáticas en veinte lenguas… Losdiccionarios… Las grandes revistas de filologíay lingüística del siglo XIX… Los clásicoscastellanos en sus primeras ediciones y a vecesen las ediciones príncipes, bellamenteencuadernados… Las guías Baedeker de lasciudades y países por donde anduvo con suhermano Ángel, las de un mundo que se fue…Joyas y joyas y joyas. Bendito seas Dios queexistes, uno y trino, por no permitir que lachusma infecta haya puesto sus sucias manos ensemejante tesoro.

Por una serie de constancias y cartas de 1912conservadas en el archivo interno de laBiblioteca Nacional de Colombia he podidosaber qué pasó con lo que le dejó Cuervo deherencia a ese «establecimiento» como lodesignó él. El diecinueve de enero el

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Bibliotecario Nacional Gerardo Arrubla informóal Ministerio de Instrucción Pública deltestamento de Cuervo y de su cláusula quinta. Elveintidós este mismo funcionario le señaló alMinisterio que había que mandar a hacer losanaqueles para los libros de Cuervo cuandollegaran. Una constancia del veintidós de abrildice que el diecisiete se mandaron desde París 60cajas en el vapor Martinique. Un informe deldieciocho de mayo dice que desde la capitalfrancesa se enviaron 28 bultos de libros en elvapor Guadeloupe. Otro informe del veintitrésde mayo dice que llegaron a Barranquilla las 60cajas y los 28 bultos que venían en el Martiniquey en el Guadeloupe. El seis de julio laBiblioteca designó a Javier Tobar para quepresenciara la apertura de los libros cuandollegaran. El veintitrés de agosto Eladio Gutiérrezy José Ignacio Escobar, los albaceas de Cuervoen Bogotá, revisaron todas las cajas y bultosllegados de París y Barranquilla. El cuatro deseptiembre la Biblioteca le entregó a RobertoVargas cincuenta de los li bros de Cuervo que

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venían sin empastar para que lo hiciera. El trecede septiembre el sacerdote y filólogo españolPedro Fabo Campo sacó de la Biblioteca encalidad de préstamo el epistolario de Cuervo pararealizar un trabajo encargado por la AcademiaColombiana, y hasta aquí llegó el milagro, aquíempezó el acabose. La infinidad de cartas quehabía recibido Cuervo en el curso de medio sigloy que conservó en sus sobres tal cual las recibió,las sacaron de los sobres, a los sobres lesquitaron las estampillas o sellos, y sobres ycartas por igual se empezaron a desaparecer: selos llevaba fulano, se los llevaba zutano, se losllevaba mengano, porque eran familiares deCuervo, porque eran amigos de Cuervo, porqueadmiraban a Cuervo… En cuanto al padre Fabo,no venía de parte de la Academia: iba a participaren un concurso sobre Cuervo convocado por laAcademia, que es otra cosa. Tres tomos seescribió a la carrera, de los cuales el tercero erauna selección de las cartas conservadas porCuervo, según él unas tres mil, y ganó el

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concurso. Pues en ese tercer tomo están variasde las cartas desaparecidas. Por lo menos elmaldito cura las transcribió y publicó.

Y con los libros y las cartas venían infinidadde documentos y papeles: el recordatorio de laprimera comunión del hijito de Tannenberg; laparticipación del nacimiento de Alexia, la hija deTannenberg; el billete de entrada a unaconferencia en la Sorbona de Manuel Gonzálezde la Rosa a la que ni siquiera asistió; el diariomanuscrito de Ángel del primer viaje quehicieron a Europa; tarjetas postales enviadas porFoerster, por Meyer-Lübke, por Blumentritt;retratos de Foerster y de Lenz con dedicatorias aCuervo; borradores de cartas escritas por Cuervo,como el de la dirigida al decano de la Facultad deFilosofía de la Universidad de Berlín GustavRoethe, en latín, para agradecerle a laUniversidad el doctorado honoris causa que lehabía otorgado; la invitación a participar enAlemania en las celebraciones del centenario delnacimiento de Friedrich Diez; las tortuosascuentas de su editor, el librero Antoine Roger; un

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recibo del Seminario Conciliar por la pensión(colegiatura dirían en México) de medio año deestudios de los niños Ángel y Nicolás Cuervo,expedido a nombre de Luis, el hermano mayor; elnombramiento de Ángel como Capitán de lasMilicias del Estado; hojas de árboles entre las delos libros; el fichero de sus libros; las papeletasde su Diccionario… Tesoros y más tesoros. ¡Yyo pensando que de Cuervo ya no quedaba nada,aparte de la huella que había dejado en mí! Creíaque la clave para desandar sus pasos estaba enParís, donde vivió los últimos veintinueve años, yque para una investigación allá no me alcanzaríanlos que me restaran de vida. No. La clave estabaen Bogotá, en sus libros y papeles conservadosen la Biblioteca Nacional y en el Instituto Caro yCuervo, según descubrí en uno de mis regresosde México a Colombia. La Biblioteca empezabacuando Cuervo nació; el Instituto, cuando nacíyo.

Entre 1941 y 1947 Tomás Rueda Vargas,director de la Biblioteca Nacional, publicó en

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cinco volúmenes las cartas recibidas por Cuervohasta diciembre de 1895, y emprendió la arduatarea de reunir las cartas escritas por él. En 1942el gobierno fundó el Instituto Caro y Cuervo parapreservar y continuar sus obras y las de su amigode juventud el latinista y presidente MiguelAntonio Caro con quien había escrito unagramática latina. Por disposición del mismogobierno, en 1956 la correspondencia y lospapeles de Cuervo pasaron de la Biblioteca alInstituto, a cuyo cargo han estado hasta hoy y encuya Imprenta Patriótica se publicó entre 1965 y2005, en veintidós volúmenes, la correspondenciade Cuervo que ha quedado: unas mil cartasescritas por él y unas mil seiscientas de las quele escribieron. Bajo los sucesivos directores ysus colaboradores, latinistas todos ellos yprofundamente católicos y patriotas unidos en ladevoción a don Rufino, el Instituto llegó a ser elgran centro de los estudios filológicos de esteidioma. Ya no lo es más. Gentuza de los nuevostiempos ha venido a reemplazar a los señores del

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pasado. Aparte del Instituto, o mejor dicho de loque fue, no encuentro nada más de que se puedaenorgullecer Colombia. ¡Qué importa! Colombiaes un paisito más en un mundo en bancarrota; elespañol es un adefesio anglicado: y el cadáver dellatín, que la Iglesia de Roma mantuvo insepultodurante milenio y medio, ya por fin lo enterraron.

«30. A las 2 p.m. Tomamos el camino de Halley pasamos por Wittenberg, cuna delprotestantismo donde están enterrados Lutero yMelanchton y donde el primero puso en la puertade la iglesia sus proposiciones. A las 5½llegamos a Halle y nos hospedamos en el hotelHamburgo, de primera clase, como casi todos alos que hemos llegado: la ciudad es vieja enparte, con buena universidad, en la plaza delmercado una alta torre…» Es el diario de viajeque llevaba Ángel Cuervo cuando fueron porprimera vez a Europa, y acaba de contar en él quesalieron de Berlín después de oír misa de 7 enSanta Eduviges, y que «casi toda la gentecomulgó», cosa que anota con evidentecomplacencia. Era un beato. Y su hermano

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Rufino José otro. Un par de beatos colombianosde viaje por Europa en 1878 buscando, en paísesprotestantes colonizados por el Diablo, iglesiascatólicas dónde meterse a rezar. Cuando llegarona Polonia descansaron, pero esto es algodespués. Llevaban ya cuarenta y cuatro ciudadesvisitadas contando a Halle, y habrían de visitartreinta y siete más contando a Varsovia y aCracovia. Ochenta y una ciudades en total dedieciocho países recorridos en el curso de unaño lleno de incidencias y novedades. Y pasa eldiarista viajero a describir la ciudad de Halle sinmencionar siquiera el encuentro asombroso quetuvo lugar allí, ese día 30 por la noche o en lamañana del siguiente. Pero yo lo sé. Lo heaveriguado por otros lados. Porque han de saberque el diario de viaje de Ángel Cuervo no es miúnica fuente de información. ¡Ni de lejos! Deinformación, lo que se dice información, tengomás de siete mil quinientas páginas, que paramayor claridad me permito repetir en númerosarábigos: 7.500.

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¿Y qué fue lo que pasó en Halle ese 30 deseptiembre de 1878 por la noche, o el 1º deoctubre por la mañana? Pues que el más grandede los filólogos de este idioma y el más noble delos colombianos, Rufino José Cuervo Urisarri,fue a visitar al lingüista más ilustre de Europa, osea del mundo, August Friedrich Pott, el sucesorde Humboldt y de Bopp. Cuervo tenía 34 años yhabía escrito, junto con su compañero de escuelaMiguel Antonio Caro, la gramática latina que yadije, y solo las Apuntaciones críticas sobre ellenguaje bogotano. Pott tenía 75 años y acababade terminar una obra colosal, elWurzelwörterbuch der indogermanischenSprachen, en nueve gruesos tomos, sobre esalengua hipotética antecesora del latín, el griego,el persa, el celta, el germánico, el eslavo, elbáltico y el sánscrito, lengua reconstruida conímprobos esfuerzos y aventuradas conjeturas, yque los alemanes llaman «indogermánico» y elresto de la humanidad «indoeuropeo».

No bien llegaron a Halle los dos hermanos,

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Rufino José le envió a Pott (o se lo dejópersonalmente en su casa, no se sabe) un mensajeescrito en latín y en que le decía: «Corvo illibogotano, quem tu facete album dixisti», etc. «Elcuervo bogotano al que graciosamente llamasteblanco tuvo el antojo de volar a tu casa. Si en lasprimeras horas de esta noche, o mañana antes demedio día, pudiera verte y disfrutar de tu doctacompañía, sabe que habrás aumentado tubenevolencia para conmigo. Que estés bien».¿Tuteando a Pott? ¡Qué remedio! Como leescribía en latín y el latín no tiene usted… Noera falta de respeto, pues Cuervo era modesto ydelicado. Es que él no hablaba alemán, ni Pottcastellano. Los leían, sí, pero una cosa es poderleer un idioma y otra poder hablarlo. Además, losdos eran un poco fantasmagóricos.

El mensaje de Cuervo fue escrito en papel delHamburg Hotel que menciona Ángel en su diario,y el original se encuentra en la Biblioteca Estataly Universitaria de Halle. Ese Hotel StadtHamburg de Halle donde se alojaron los Cuervo

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subsistió hasta 1950 o por ahí, pero sus archivosse perdieron durante la Segunda Guerra Mundialcon los bombardeos. De haber quedado, en elloshoy podríamos encontrar registrados a loshermanos Cuervo.

Dos días después de su paso por Halle, RufinoJosé le escribía desde Leipzig a su amigo Caro, aBogotá, y le contaba: «En Halle le hice una visitaa Pott, viejo muy amable, que me obligó ahacerle la tertulia en latín; ya usted se figuraráqué apuros para quien lleva ocho años de noejercitarse en eso. Me contó que trabajaba en unaobra sobre el simbolismo de los sonidos en ellenguaje y me explicó algunos de los puntos,cosa muy curiosa, pero que necesitará quién lacomente. Para consuelo de usted le diré queestaba de trasteo y los libros andaban por elsuelo». ¡Cómo! ¿Tratando de usted a uncompañero de escuela y con quien había escritotoda una Gramática de la lengua latina para eluso de los que hablan castellano? Es que losbogotanos solo hablan de usted: al papá, a lamamá, a los hermanos, a los hijos. «Quítese de

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ahí, niño, que va a quebrar el jarrón». EnAntioquia le habrían dicho de vos: «Quitate de ái,mocoso». Y en la Cos ta de tú: «Quítate de ái,pelao». Los idiomas son caprichosos, varíansegún la altura de las montañas y con eltranscurrir de los años. Y «trasteo» escolombianismo y significa mudanza.

Muchos años después, en 1901, Boris deTannenberg habría de aludir al encuentro de losdos sabios en el primero de los dos artículos quele consagró a Cuervo en el Bulletin Hispaniquede París, siendo el otro la larga necrología«Cuervo intime» que ya mencioné. DiceTannenberg que la conversación tuvo lugar enlatín pues «el extranjero se expresaba condificultad en alemán y el profesor no hablabaespañol». Y que Pott se asombró mucho alenterarse de que Cuervo se había formado solo,en los libros, sin la guía de nadie, y que eracervecero de profesión. Cosas de que le tuvo quehaber hablado Cuervo a Tannenberg porque si no,¿cómo las supo? Tannenberg no era Dios Padreni novelista omnisciente, que son los que se las

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saben todas. Era un pobre hispanista ruso-francésque desde joven conocía a Cuervo, al quebuscaba, en París, para que le diera luces sobreeste idioma hermoso y de paso pedirle plataprestada.

La sorpresa que se llevó Pott durante la visitade Cuervo en realidad no era la primera que ledeparaba el joven filólogo colombiano. Dos añosy medio atrás ya lo había asombrado con unejemplar de las Apuntaciones que le habíamandado a Alemania por intermedio de unpaisano y amigo íntimo, Ezequiel Uricoechea,que vivía en París. Iba con el libro una carta de laque tomo esta frase que le habría encantado aAllan Kardec: «Documento es de la experienciade que lo que fue eso será; y por lo mismo puedeasegurarse, hasta cierto punto, que lo que es esofue». Dos meses y medio después de la carta,escrita en castellano, le contestaba Pott en latín:«In hunc terrarum angulum advolantem album,proptereaque haud dubie vel inter populares tuosrariorem Corvum mente quidem solummodoconspexi, sed non sine stupore aliquo»: «He visto

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con la imaginación, estupefacto, volar en eseconfín del orbe el más raro Cuervo entre tuscoterráneos, uno blanco». Es lo que siempre hedicho, que Cuervo no era un colombiano delcomún, de los que produce la tierra como cuandolos montes paren un ratón. La respuesta de Pottla conservó Cuervo entre sus libros y papeles. Eneste instante estoy viendo el original enfotocopia. ¡Qué letra más endemoniada! Pareceescritura cuneiforme. ¡Y en latín! En latín quesuprime el verbo cuando puede por elegancia,que pone el sujeto al final de la oración, o en lamitad, o que también lo calla, con el resultado deque la gran frase latina no es una frase sino unaadivinanza. El latín será muy bueno para epitafios,pero no para cartas.

A su regreso del viaje a Europa en que pasópor Halle Rufino José hizo en Bogotá una nuevaedición de sus Apuntaciones, la tercera, y en ellareprodujo la carta de Pott tal cual, en latín, sintraducirla. Y en la cuarta edición, que hizo enChartres. Y en la quinta, que hizo en París. Y en

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la sexta, que no alcanzó a terminar porque se loimpidió la muerte, aunque la terminó allí mismo,en París, bien que mal, su despreciable editorAntoine Roger, vendedor de libros santurrones.

Tras la muerte de Pott su biblioteca fuevendida en pública subasta y el ejemplar de lasApuntaciones fue a dar con ella a la Bibliotecade la Universidad de Pensilvania que la compró ydonde hoy se encuentra. Günther Schütz, elalemán bondadoso y empeñoso del que ya hablé,que ha llegado a saber de Cuervo lo que nadie yque aún vive, gracias a Dios, localizó el ejemplardesde Alemania, y le pidió al profesor Arnold G.Reichenberger, coeditor de la Hispanic Review,que le mandara una fotocopia de la dedicatoria deCuervo. El profesor se la mandó, y dice: «Al Sr.D. A. F. Pott, príncipe de los etimologistascontemporáneos. El Autor». Le informaba elcolega gringo a Schütz que el ejemplar no estabaanotado en los márgenes, ni tenía pasajessubrayados, y que algunas páginas ni siquieraestaban cortadas. Que parecía «in nearly virginalstate». ¡Como una virgen! ¡Qué va, profesor,

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vírgenes ya no hay, si es que alguna vez las hubo!Y el ejemplar en cuestión no podía estar virgenporque Cuervo le pidió a Ezequiel Uricoecheaque se lo hiciera encuadernar en París antes demandárselo a Pott. Y si lo encuadernaron lorefilaron. Y si habiéndolo encuadernado no lorefilaron fue por exquisitez del encuadernador,para que el lector lo abriera con un cortapapelcomo Casanova estrenando virgen.

Además Pott sí leyó su ejemplar, así no lehubiera abierto unas cuantas páginas, pues loreseñó en un artículo, en alemán, en laGöttingische gelehrte Anzeigen del 24 deoctubre de 1877. Es más, en su carta en latín aCuervo en que lo comparaba con un cuervoblanco, o sea un individuo de excepción, lecomenta varios pasajes de las Apuntaciones. Porejemplo el parágrafo en que Cuervo consideraigualmente legítimas las frases «yo soy el que loafirmo» y «yo soy el que lo afirma»: «Utexemplo utar –dice Pott–: quod pluribus abs tepag. 173 exponitur, Hispanice ad idem fere redit,

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sive yo soy el que lo afirmo sive, adhibita tertiapersona, afirma dicas» (Para ilustrar lo que digome valdré del ejemplo que pones en la página 173.En español casi se equiparan las expresiones yosoy el que lo afirmo y, con el empleo de latercera persona, yo soy el que lo afirma. Sisometemos a la lógica la solución del problema,concluimos que son legítimos ambos giros). Quees lo que sostiene Cuervo. ¿Pero no es cosa delocos estar comentando un asunto propio de unalengua viva, el español, en una lengua muerta, ellatín, y para colmo del absurdo su madre, pues deella venía? Le hubiera escrito a Cuervo enalemán, así como Cuervo le había escrito enespañol… El uno leía el idioma del otro. Y esque una cosa es hablar un idioma y otraescribirlo. Y uno puede leer un idioma y noentenderlo cuando lo oye hablado. O puedeentenderlo hablado y no hablarlo. No me imaginoa Cuervo hablando en una lengua extranjera, pesea que leía en muchas, en diez o en veinte, sabráDios.

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Terminaba Pott su larga carta a Cuervodiciéndole: «Amicus tuus Uricoechea significavitliteris ad me datis imaginem meam senis jamprovectioris aetate radiorum solis operaexpressam non inexoptatam tibi fore donum»(Me dijo tu amigo Uricoechea en su carta quequerías una imagen mía en esta edad provectaplasmada por los rayos del sol). Y que con lacarta se la enviaba. Para decir «foto» en latíntenía que recurrir Pott a la perífrasis «una imagenplasmada por los rayos del sol». Mil quinientosaños la Iglesia de Roma arrastró para sus torcidosfines el cadáver insepulto y putrefacto del latínhasta que por fin, ya en nuestros días, un papaexhibicionista (¡cuál no!), Juan XXIII, que se lasdaba de santo (¡cuál no!), para hacerse ver loenterró.

De Halle siguieron los viajeros para Leipzig,de Leipzig para Dresde, de Dresde paraHamburgo, de Hamburgo para Copenhague, paraMalmö, para Estocolmo, para Äbo, Helsingfors,San Petersburgo, Moscú, Varsovia, Cracovia,

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Viena, etc., etc., etc. Treinta y siete ciudadesdespués de Halle, más cuarenta y cuatro quellevaban hasta allí, nos da un total de ochenta yuna ciudades de Francia, Inglaterra, Bélgica,Holanda, Alemania, Dinamarca, Suecia, Finlandia,Rus i a, Polonia, Austria, Hungría, Rumania,Turquía, Grecia, Italia y España, ¿y todo para qué?Para tomar la determinación de volver aColombia a vender la fábrica de cerveza y volvera París a instalarse allí hasta que san Juanagachara el dedo, o sea hasta que Dios losllamara. Pues se salieron con la suya, así fue, loque planearon resultó: vendieron la fábrica,volvieron a París, allí se instalaron, y allípermanecieron hasta que san Juan agachó eldedo, o sea hasta que Dios los llamó: a Ángelprimero, y luego a Rufino José. Mejor planeadoy logrado, ¡ni el lanzamiento de un cohete!

Este primer viaje, que podríamos llamar deprueba o exploración, les tomó un año y dosmeses, contados desde que salieron de Bogotá el18 de abril de 1878, según lo dice el diario deÁngel, hasta que regresaron a mediados de junio

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d e 1879, según lo deduzco de unas cartas. Tresaños escasos después, el 18 de mayo de 1882,emprendieron el segundo viaje, el definitivo, parano volver. La vida de los hermanos Cuervo sedivide tajantemente en dos: antes del 18 de mayod e 1882, y después. El después terminó paraambos donde empezamos este relato, en el Père-Lachaise, solo que con quince años de diferencia.Ángel murió el veinticuatro de abril de 1896, yRufino José se quedó solo, desamparado. Cuandoun niño pierde a los padres, en español se diceque quedó «huérfano». ¿Y cómo se dice cuandoun hermano pierde a un hermano? No hay palabra.Este es un idioma paupérrimo.

Los hermanos Cuervo eran insólitos enColombia, y no porque ningún colombiano antesde ellos hubiera emprendido una gira igual, queeso poco más importa: por su pureza. Una purezaabsoluta que se manifestaba en doble forma: ensu rechazo a toda relación carnal que los libró depaso de la reproducción, que es monstruosa; y ensu honorabilidad, que los alejó de los puestos

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públicos. Libres de reproducciones y burocracias(los pecados máximos de esta maldita razacolombiana que nace y pare para parir más ytreparse a la presidencia), los hermanos Cuervoson mis dos únicos santos. Con ellos empiezo unnuevo santoral, el de la esperanza, borrando de unplumazo el de la infame Iglesia que el infameWojtyla dejó inflado de gases como unas tripas apunto de explotar. Ah condenado travesti polacoque en mala hora te malparió tu madre, ¿ya tehabrán acabado de comer los gusanos?

He dividido la vida de los Cuervo en dospartiendo de su decisión libre y deliberada, ytomada conjuntamente por ambos y cumplida acabalidad, de marcharse para siempre deColombia. Que el rompimiento era drásticoÁngel lo sabía muy bien; Rufino José se hacía elque no, y siguió pensando hasta el final que esepaís que había dejado atrás era su patria. ¡Pero sisus últimos veintinueve años los vivió en París!Patria es donde uno vive, no de donde se tieneque ir. Junto a los muchos papeles propios que

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guardó don Rufino quedaron los de su hermano, yentre estos varios documentos oficialesreferentes a su participación en la guerra civil de1860, cuando se alistó en el llamado ejército de lalegitimidad que defendía al gobierno conservadorde los liberales alzados en armas. A uno de esosdocumentos le agregó de su puño y letra Ángel:«Carrera política y militar del ciudadano ÁngelCuervo; faltan los recibos de las contribuciones yempréstitos que he pagado, y un resumen de laslágrimas que he vertido por las desgracias de lapatria. Nunca he recibido un solo centavo delgobierno; y de la Tesorería no conozco sino lapuerta por donde se entra a pagar contribucionesy a comprar la libertad por unos tantos pesos.¡Viva la patria!»

De Ángel Cuervo quedan muy pocas cartas,entre las cuales once dirigidas a Rafael Pombo elpoeta, su más querido amigo así como lo era deRufino José. Anexo a una de ellas le mandó elprograma de una misa de Liszt que acababa de oíren la iglesia de San Eustaquio de París estandopresente el compositor, e iba el programa con

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anotaciones suyas en los márgenes y con estaaclaración en el reverso: «Me atrevo a remitirleeste programa porque sé lo que usted se interesaen lo relativo al arte; con otra persona no lo haríajamás, pues allá no le dan importancia a nada queno sea la inmundicia que los rodea. Todos losdías doy gracias a Dios por haber salido de esatierra». Pero en vez de darle las gracias a Dios,que con sus curas y su infecta Iglesia es parteconsubstancial de la inmundicia de esa tierra,debería habérselas dado a Ezequiel Uricoechea,quien durante veinte años según mis cálculos(desde agosto de 1860 en que le daba lecciones dealemán a Rufino José en Bogotá siendo este unadolescente, hasta su muerte en Beirut en juliode 1880), una y otra vez lo instó a que se marcharade Colombia. Y aunque Uricoechea era amigo deRufino José y no de Ángel, puesto que a quienmás quería este era a su hermano, detrás de ladecisión que tomaron juntos estaba Uricoechea.Y van tres que se van. Tres con EzequielUricoechea que tampoco engendró ni ocupó

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puestos públicos y que se marchó, para siempre,de Colombia. El mejor colombiano es el que nonace. O el que se va.

Desde Bruselas, y a pocos meses de su viaje aBeirut a su cita con la Muerte, Uricoechea leescribía a Miguel Antonio Caro que le pedía unosdatos de su biografía para no sé qué publicaciónde escritores colombianos: «En Bogotá ya sabeU. mi vida. Hice cuanto pude por toda esa canallade ingratos: gasté plata y lo que es peor ¡mitiempo! para sufrir la más terrible decepción.Con la décima parte de trabajo aquí en Europahubiera sido yo un grande hombre: hoy lo puedodecir ya con alguna experiencia y con algúnconocimiento del teatro de este mundo. En 1868le eché la bendición (entienda maldición) a mitierra y me vine a París». Algo antes ya le habíaescrito al mismo corresponsal dándole unconsejo: «Deploro el estado de nuestro país y leruego a U. trate de no mezclarse en la políticamilitante, que según pienso y entiendo no puedemenos de deshonrar a cualquiera, sea de uno u

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otro partido: ¡es tan baja!»Ningún caso le hizo el corresponsal: quince

años después estaba instalado en el Palacio deSan Carlos deshonrándose, despachándose con elcucharón. Antes de él, una guerra civil; despuésde él, otra; y mientras gobernó, otra. Seis añosdesgobernó cerrando periódicos, acallandovoces, como el peor autócrata pero siempre enaras de la civilización cristiana. Burócrata yreproductor nato, tuvo nueve hijos. Del segundo,Alfonso, fue padrino Rufino José. «Me tiene Ud.de Vicepresidente –le escribía a este ya a un pasodel bien supremo–, y dentro de pocos días deEncargado del Poder Ejecutivo, la cosa máscontraria a mi carácter y a mis hábitos. Pero Dioslo quiso y Él dará las fuerzas. Se efectúan enpolítica fenómenos raros, que desde lejos debende parecer incomprensibles. Yo rehusétenazmente la candidatura, que me habíapropuesto antes el doctor Núñez, hasta que tuveque aceptarla para evitar un desastre. Recomendóluego el doctor Núñez, sin comprender el

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peligro, la del general Vélez, que ha soñado conser nuevo reformador y amenazaba con volverlotodo al revés. Mi nombre era el único que podíahacer retroceder al doctor Núñez, y he aquí lanecesidad del sacrificio. No necesito decirle queen este nuevo cargo estoy enteramente a lasórdenes de Uds». Pero ocho años antes,escribiéndole también a Cuervo, se refería así almismo Núñez: «No le he enviado fondos porqueel cambio está muy alto, con tendencia a bajarmucho si Núñez hace empréstito. Aguardo, pues,a la venida próxima o desaparición definitiva deeste misterioso personaje, que se halla hoy enCurazao». El misterioso personaje nodesapareció: se convirtió en el hombre fuerte deColombia pero acabó por hartarse de laaltiplanicie de Bogotá y se fue de vuelta a suciudad natal de Cartagena dejando a Caro elremilgado en su lugar. Llegado Caro a lapresidencia no se volvió a acordar de sucompadre y viejo amigo con quien escribiera ensus años mozos la Gramática de la lengua

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latina para el uso de los que hablancastellano. Un día, sin que hoy se pueda decirpor qué, la amistad entre ellos se acabó.Indebidamente ha puesto Colombia a este bribónde la política (y perdón por el pleonasmo) al ladode su amigo de juventud al llamar al centro deestudios filológicos de que ya he habladoInstituto Caro y Cuervo, con el nombre deambos.

Eran siete los hijos de Rufino Cuervo Barretoy María Francisca Urisarri. Dos murieron deniños y ni los nombro porque que yo sepa Cuervonunca los mencionó. De los que sobrevivieron elmayor era Luis María, seguido por AntonioBasilio, Ángel Augusto, Carlos Nicolás y RufinoJosé. En sus cartas Cuervo evita los nombrespropios: si cuenta que ha ido a asistir a un amigomoribundo, no dice a cuál amigo. Si cuenta queuna cuñada suya murió, no dice cuál cuñada. Sihabla de su criada, no dice cómo se llama. A LuisMaría y a Antonio Basilio alguna vez losmenciona, pero en respuesta a cartas de pésamecuando murieron. Solo en los dos testamentos

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que hizo menciona el nombre de su hermanoCarlos Nicolás y el de su criada, Leocadie MariaJoseph Bonté, pero porque no le queda másremedio: a Carlos Nicolás porque le compró suparte en la casa familiar que recibieron deherencia cuando murieron los padres, compraque quedó asentada en la escritura número 2.172otorgada el nueve de diciembre de 1869 ante elNotario Segundo del Circuito de Bogotá segúninforma el primer testamento; y a LeocadieMaria Joseph Bonté porque le deja de herencia elarrendamiento de esa casa más los muebles delapartamento de París. Aunque no dudo del amorde don Rufino por todos sus hermanos, al quemás quiso fue a Ángel, cuya muerte elveinticuatro de abril de 1896 le destrozó la vida.En la segunda cláusula del segundo testamento,por la que le deja al Hospital de San Juan de Diosde Bogotá otra de sus casas en esa ciudad, dice:«Dueño hoy absoluto de esta propiedad yconstándome que igualmente tenía mi hermano ladeterminación de que el Hospital pasase a serdueño de ella, cumplo con un deber sagrado al

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hacer mi primera donación en memoria de mifinado hermano don Ángel Cuervo comotestimonio del entrañable cariño e identidad desentimientos con que vivimos unidos, yencarezco a los directores del Hospital quecuenten entre los benefactores delestablecimiento el nombre de él y no el mío, asícomo espero en Dios que el bien que de estaobra resulte a los pobres sea para alivio del almade mi incomparable hermano». ¿Y de la suya no?¿No necesitaba don Rufino de rezos para irse alcielo sin pasar una estadía larga en el purgatorio?Mi querido don Rufino: aquí el único quecanoniza soy yo, y el que decide si necesitaste ono de rezos para irte derechito a la Gloria deDios donde hoy te encuentras, intercediendo porlos que solicitamos tu intervención en nuestrofavor ante el Susodicho. Por decisión propia lavida de Rufino José y Ángel Cuervo se divide endos: antes y después de Colombia. Por decisióndel destino la de Rufino José se divide en tres:sin su hermano, con su hermano y sin su hermano

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otra vez, pero ahora para siempre. ¡Ah con donRufino, dejándoles su plata a los pobres! Lospobres son unos hijueputas que lo único quehacen es pedir y reproducirse.

De sus cuatro hermanos sobrevivientes Ángeles pues el único que cuenta. Le llevaba seis añosy medio a Rufino José pero desconocemos larelación entre ellos en la infancia, transcurrida enla casa de la calle en pendiente de La Esperanzadel barrio de La Catedral, donde nacieron todos,y en la idílica finca de Boyero, en el municipiode Serrezuela, en la sabana de Bogotá. La casa, dedos pisos y muchos cuartos, tenía un patiocentral empedrado con corredores de arco, unhuerto con una higuera, portón claveteado, anchozaguán, ventanas de gabinete y un balcón que dabaa la calle. En Colombia los hijos de los políticostienen una infancia feliz. Como sus padres sonlos que se reparten el pastel… Cuanto entra enlas arcas públicas es para ellos y sus hijos: paraque vivan bien y que el resto del país se joda.Leyes y leyes y leyes que lo obstaculizan todo, e

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impuestos y más impuestos y más impuestos conqué pagarles a estos malnacidos que se embolsanhasta el último centavo que entra pues enColombia, país de atracadores en que el Estadoes el primer atracador, con tanto impuesto nuncaha habido con qué tapar un bache. Beneficiario dela llamada Independencia como se llamó a laseparación de España, el «doctor» Cuervo, elpapá, abogado (allá a los abogados también lesdicen «doctores»), vivió requetebién: devicepresidente primero y luego, entre el catorcede agosto y el catorce de diciembre de 1847, depresidente interino. Por poco y no se instala depresidente definitivo un año largo después, peropor una trastada digna de los de su clase, elmiércoles 7 de marzo de 1849, fecha infausta parasu familia y para él, José Hilario López le salióadelante y le birló en el Congreso el supremobien. Rufino José tenía entonces cuatro años.Ángel y Rufino José escribieron su biografía endos volúmenes (el tercero, de documentos, se lesquedó en proyecto), la Vida de Rufino Cuervo y

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noticias de su época, para glorificarlo. Ni quiénles hiciera caso. Hoy nadie sabe quién fue RufinoCuervo Barreto. Yo sí, claro, pero porque no mequeda más remedio.

Entre el papelerío que dejó don Rufino decosas suyas, de su hermano Ángel y de su familiaen general, quedaron dos recibos del síndico delSeminario Conciliar de la arquidiócesis deBogotá expedidos a nombre de Luis MaríaCuervo, el uno del veintiséis de mayo de 1848, denoventa pesos, «por la pensión correspondiente ala segunda mitad del año escolar» de sushermanos Ángel y Nicolás; y el otro del quincede enero de 1850, de cien pesos, «por la pensióncorrespondiente a cinco meses de la primeramitad del año escolar» de los mismos niños. Losjesuitas regentaban ese seminario, que era a lavez colegio. El veinticuatro de mayo de 1850, alas 2 de la mañana, estos lacayos papales de lasecta de Ignacio de Loyola salieron desterradosde la Nueva Granada (futura República deColombia) por el presidente José Hilario López,

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el que le ganó la presidencia al doctor Cuervo enel Congreso. Cinco meses le cobraron a LuisMaría Cuervo y a los cinco meses se fueron.Muy honrados ellos, y con percepciónextrasensorial. Habían adivinado que los iban aechar otra vez de esa republiquita tropical, comoya los había echado de todos sus dominios CarlosIII en el siglo anterior. A la Nueva Granada habíanregresado el dieciocho de junio de 1844, pocoantes de que naciera Cuervo, con el beneplácitodel general Tomás Cipriano de Mosquera, y seencargaron del seminario. Después de laexpulsión de López regresaron una segunda vez, aprincipios de 1858 y bajo el gobierno conservadorde Mariano Ospina Rodríguez, a quien tumbó elgeneral Mosquera, quien cambiando de parecer elveintiséis de julio de 1861 volvió a expulsarlos.E n 1884, bajo el gobierno de liberales yconservadores de la llamada Regeneración (léaseDepravación) regresaron una tercera vez. Unoslos echaban, otros los traían, otros los volvían aechar, otros los volvían a traer. En estos tiemposnuestros los del Opus Dei, más tortuosos que

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ellos, que es decir lo máximo, los desbancaronde su posición de poder en el Vaticano y hoyandan de capa caída, añorando su edad dorada.Durante la infancia y la juventud de Cuervo lahistoria de esta secta corre pareja con la deColombia. Para 1884, cuando volvieron traídospor los regeneradores, ya Cuervo se habíamarchado para siempre a París, donde paradescansar de ellos y variar un poco se entregó encuerpo y alma, junto con su hermano Ángel, a lasecta de Vicente de Paúl. Menesteroso si hahabido alguno, fundador de la Congregación de laMisión, la de los lazaristas o misionerosvicentinos, a quien Luis XIII nombró «limosneroreal», más pedigüeño e insaciable que la madreTeresa, este ex pastor de ovejas solía decir que«Los pobres son nuestros amos y señores».Ángel tenía una carta autógrafa suya, que le dejóde herencia a la catedral de Bogotá. No creo quevaliera mucho, y lo digo por la simplísima razónde que san Vicente escribió más de treinta mil. SiCuervo recibió tres mil según fray Pedro Fabo el

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desaparecedor de cartas, eso significa queescribió otras tantas, pues al que no contesta nole vuelven a escribir. ¿Y qué son tres mil al ladode treinta mil? Si a cartas escritas vamos, Cuervosería un santo menor al lado de ese otro Siervode Dios. Pero no. En santidad, lo que se dice ensantidad, es estrella de primera magnitud, y aquíestoy yo para hacer que brille como Dios mandaen el firmamento de sus santos.

Ha quedado también entre el papelerío de donR u f i n o un documento impreso de laConfederación Granadina del 24 de diciembre de1860 por el que se nombra a Ángel como Capitánde las Milicias del Estado, esto es, del «ejércitode la legitimidad» reclutado para defender algobierno de Mariano Ospina Rodríguez delalzamiento promovido por el general TomásCipriano de Mosquera. El 18 de julio del añosiguiente Mosquera entró triunfante a Bogotá,siendo la suya la única sublevación que hatriunfado en la historia de Colombia: de ella trataÁngel en su libro Cómo se evapora un ejército .

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Las demás rebeliones, bien fuera de losconservadores contra los gobiernos liberales ode los liberales contra los gobiernosconservadores, todas fracasaron.

Derrotado el gobierno que defendía yevaporado el «ejército de la legitimidad», Ángelmontó con otros jóvenes ilus o s una empresacomunitaria de ganadería en los LlanosOrientales. Pretendían hacer patria haciéndosericos, lo cual se me hace no solo una hipocresíadigna del doctor Rufino Cuervo Barreto sino unaimposibilidad ontológica: o uno trabaja para uno,o uno trabaja para los demás. La patria es uncuento de ambiciosos y demagogos que buscan elpoder. Nada lograron, todo fue un oscurofracaso. A este le sumó entonces Ángel otro, elde las salinas de Sesquilé que les había dejado deherencia su padre y en las que enterró varios añosde su vida tratando de explotarlas: seis según él,aunque según mis cálculos fueron menos pues¿dónde acomoda el tiempo que pasó en losLlanos si en 1867 ya andaba en Bogotá publicando

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La dulzada? Era este un poema en ocho cantos yun epílogo sobre la lucha entre los dulces localessantafereños (de Santa Fe, como se llamaba aBogotá) y los importados de Francia. Tema mástonto y tedioso no se le podía ocurrir a mortalalguno, colombiano o no. La que sí resultó unaidea brillante fue otra suya, inspirada por laDivina Providencia: la de montar una fábrica decerveza que los sacó de la miseria y les permitiómarcharse para siempre de Colombia.

En 1900, en la Imprenta de Durand, don Rufinopublicó póstumamente el último libro de suhe r mano Cómo se evapora un ejército,recuerdos personales de la campaña queconcluyó el 18 de julio de 1861 con la toma deBogotá por los revolucionarios. Para élescribió don Rufino una «Noticia biográfica dedon Ángel Cuervo» como prólogo, en la que algocuenta la aventura de cervecero de su hermano,que terminó siendo también la suya. «Vuelto a lacasa paterna se encontró con que muchos días nose contaba en ella para comer sino con la miseria

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que producía la venta de algunas botellas devinagre que hacía nuestra madre, y él mismo sevio varias veces imposibilitado de salir porcarecer de ropa decente. Entonces se le ocurrióla idea de hacer cerveza, y aquí comienza laépoca de más conflictos de su vida, y aquella enque su constancia y sus talentos, favorecidossingularmente por la Providencia, como éldiariamente lo reconocía, habían de alcanzarmerecido premio». ¡«Sus talentos» en plural!Con perdón, don Rufino, ¡qué mal me suena!Esos plurales aumentativos que pusieron en bogaa fines del siglo XIX los franceses (los Goncourty los de la écriture artiste), en español sonodiosos. Hoy están otra vez de moda. Ya no sed i c e «el dinero público» sino «los dinerospúblicos». Ya no se dice «la ayuda a losdamnificados» sino «las ayudas a losdamnificados». Y así. No los usen que suenanpésimo. En cambio, tratándose de unainundación, digan «las aguas» en vez de «el agua»,que es menos fuerte. No escriban, por ejemplo,

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«El agua inundó la iglesia», sino «Las aguasinundaron la iglesia y se llevaron al Divino Niñoy al Señor Caído, y como ambos estaban rellenosde trapo y vestidos de eso, los dejaron vueltosunos andrajos putrefactos».

¡Los hijos del que había sido vicepresidentede la Nueva Granada de cerveceros! Y en un paísde bebedores de chicha, que es agua de amibas encáscaras de piña fermentada… Sospecho que eneste momento y no antes, con la familia venida amenos, la casa hipotecada, los vecinos haciendocábalas y la madre viuda a un año escaso de sufinal, la vida unió a los dos hermanos. La idea dela cervecería, sin embargo, no era tandescabellada. Al fin de cuentas la chicha la hacenunos microbios y la cerveza otros. Era tan solocuestión de cambiar de infusorios. Pusieron puesa trabajar los dos hermanos a los noblesinfusorios, que no hacen huelgas ni maldicen delpatrón ni le roban, y en pocos años no solopudieron deshipotecar la casa, sino que en un paísde mendigos de mano extendida ya eran ricosdadivosos. A las clarisas de Bogotá, por ejemplo,

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les daban religiosamente mes a mes, como pordeuda de sangre, su limosna. Las manos de estashermanitas insaciables, que se obstinaban encomer a diario, persiguieron a don Rufinodurante treinta y no sé cuántos años, hasta sumuerte, extendiéndose desde Bogotá hasta Paríspor sobre el Atlántico. Denos, denos, denos.Más, más, más. Curas y monjas y obispos losmantenían asolados. ¡Eran tan buenos los Cuervo!¡Los amaban! La Iglesia es una pandilla depícaros limosneros que se lucran de la tal caridadcristiana, sutil forma de estafar al prójimoinventada por Pablo de Tarso, una lacra.«Pordioseros» los llaman. Y sí. Sí porque dicen yrepiten: ¡Por Dios! ¡Por Dios! ¡Por Dios! Tras eléxito de la cervecería y acallado el sordomurmurar de los vecinos, siguieron juntos losdos hermanos, fraternalmente unidos, felices,hasta que la Muerte, en París, los separó. La vidalos había unido, la Muerte vino a aguarles lafiesta: el 24 de abril de 1896, en el número 4 de larue Frédéric Bastiat, aprovechándose del estado

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de indefensión en que se encontraba Ángeldespués de una pulmonía de siete días, con cincode ellos en cama, se presentó en la mencionadadirección del octavo arrondissement de París,en el cuarto piso, a pedir su cuota la maldita. PorÁngel había conocido Rufino José la dicha. PorÁngel acababa de conocer la desdicha. Nunca serecuperó de la muerte de su hermano. Por esodejó el Diccionario de construcción y régimende la lengua castellana, su obra máxima,empezado: en la letra D.

Catorce años habían vivido juntos en Bogotá yotros catorce en París, que sumados danveintiocho. Quince más habría de vivir solo enParís don Rufino, en la rue Largillière a la que secambió, para cambiarse luego a la rue de Siam,consolándose con la ilusión de que algún día seiba a juntar allá arriba, en las nubecitas del cielocon su hermano y a gozar de la presencia delAltísimo. Imposible. El que se muere se muerepara siempre y no se puede gozar de la presenciade lo que no existe. Tan alto está el Altísimo queno está. El Altísimo, con la caridad, es el otro

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gran invento de los clérigos para estafar a lostontos de aquí abajo. El de los políticos es lapatria. La que sí existe es la Nada, de la que nossacaron unos lujuriosos, hombre y mujer, y a laque volveremos, Deo volente, de la mano de laMuerte, mi señora. En tanto, sigamos con RufinoJosé Cuervo Urisarri, que es como lo bautizaron.

Lo bautizó, en su oratorio de la catedral, elIlustrísimo Manuel José de Mosquera, arzobispode Bogotá y máxima autoridad eclesiástica deColombia, siendo su hermano el general TomásCipriano de Mosquera la máxima autoridadpolítica. Matacuras este general y enemigodeclarado de la Iglesia, se inventó lo que llamó«desamortización de bienes de manos muertas»para despojarla de todos sus bienes: se losdesamortizó. Y a los jesuitas, a quienes él mismohabía traído de vuelta a la Nueva Granada tras losmuchos años del destierro que les decretó en elsiglo anterior Carlos III por pragmática sanción,¡los volvió a echar! Hombre desinteresado elgeneral, fue presidente de Colombia solo cuatroveces. Pero como Colombia es madre ingrata,

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mala patria, durante su cuarta presidencia loderrocó y desterró. El 23 de mayo de 1867, enplena noche, se presentaron los conspiradores enpalacio, lo sacaron de su lecho de baldaquínmedio dormido y lo mandaron al destierro. Sefue entonces desterrado, a Lima, el general y allí,émulo de Laplace y de su Exposition du systèmedu monde, se escribió una Cosmogonía oestudio sobre los diversos sistemas de lacreación del universo. Meses antes delderrocamiento, el 19 de enero, les habíaconcedido a Miguel Antonio Caro y a RufinoJosé Cuervo, de veintitrés años el primero y deveintidós el segundo, el privilegio para publicars u Gramática de la lengua latina para el usode los que hablan castellano, que habían escritojuntos. Dicen que cuando los conspiradores lodespertaron la noche del derrocamiento, elgeneral, que estaba en calzoncillos,restregándose los ojos les preguntó: «¿A cómoestamos?». «A 23 de mayo», le contestaron.«¡Santiago Apóstol!», exclamó. ¡Se sabía de

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memoria el santoral! Murió de ochenta años.Entre hijos legítimos e ilegítimos, conocidos ydesconocidos, hombres y mujeres, alcanzó aengendrar una veintena. Aunque es impedimentoinsalvable para la canonización la reproducción,por la excelsitud de sus obras y por «inversión detérminos» (un nuevo tipo de causal inventada pormí) canonizo aquí ipso facto a este grancolombiano. Santo subito.

Por la época de la gramática latina queescribió con Miguel Antonio Caro, Cuervoempezó sus Apuntaciones críticas sobre ellenguaje bogotano, un libro que Colombia amóy que decidió mi vida. Parecía un libro deprovincialismos o de dialectología pero no, eraalgo más, mucho más, un libro normativo: su finera enseñarle a hablar bien a Colombia, yColombia, hasta donde pudo y le dio su cabecitaloca, aprendió, convirtiéndolo de paso en elárbitro del idioma. Nadie, por lo demás, ha tenidoun sentido tan fino de la gramática ni ha amadotanto a esta lengua como él. Cinco años, entre

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1867 y 1872, se arrastró la impresión de lasApuntaciones en la imprenta de Arnulfo M.Guarín, durante los cuales el joven Cuervo las ibacorrigiendo, descorrigiendo, cambiando,descambiando, disminuyendo, aumentando…Arnulfo M. Guarín, su impresor, era un santo.Otro.

La manía de cambiar y corregir un libromientras lo imprimían le quedó de por vida. Esmás, de edición en edición siguió corrigiendo lasApuntaciones y modificándolas hasta el día enque, por fin, mi señora Muerte le puso puntof i nal a la pesadilla. La segunda edición laimprimió en 1876, también en Bogotá pero en laimprenta de Echeverría Hermanos. La tercera en1881, también en Bogotá pero en la imprenta deMedardo Rivas. La cuarta en 1885 en Chartres,Francia, en la imprenta de Georges Durand, unfrancés que con ser tan malos los de su raza,vivió con él las de san Arnulfo M. Guarín pero engrande, y a quien en este punto, sin incoarproceso y saltándome la beatificación canonizo

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porque así me canta el que me canta: saintmonsieur Georges Durand santo subito. Laquinta edición se la publicaron en 1907 en ParísR. Roger y F. Chernoviz, quienes habíandistribuido en parte la cuarta. Y la sexta, póstuma,la publicaron en 1914 estos mismos en esa mismaciudad: se fue con el mismo prólogo de lasanteriores siendo que don Rufino le tenía unonuevo listo. ¿De qué sirvieron los doscomisionados colombianos que designó elConsulado para que terminaran esa edición cuyaspruebas don Rufino alcanzó a corregir en parte?De nada. Los vivos no les sirven para un carajo alos muertos. Lo que no haga uno aquí en vida poruno, nadie lo va a hacer por uno después. Laséptima edición, en fin, la publicó en 1939 enBogotá la Editorial El Gráfico, y esta sí trae elnuevo prólogo. Es la que conocí de niño, en unejemplar que me encontré en la biblioteca de mipadre, un libro grueso color ladrillo, pero que nolo era, ¡Dios libre y guarde!, todo lo contrario: ellibro que Colombia amó y que yo sigo amando.

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Cuanto don Rufino proscribió en él, lo proscriboyo aquí, para la eternidad, tuviera o no tuviera élrazón. Según don Rufino es galicismo (algo tanfeo y reprobable como el onanismo, pecadomortal que Dios castiga con la extenuaciónmental y física) decir por ejemplo «Por eso esque lo digo». Este «que» de esta frase es elfamoso «que» galicado al que don Rufino ledeclaró la guerra a muerte, tal como su hermanoÁngel se la había declarado a los protestantes. Locorrecto según don Rufino es «Por eso es por loque lo digo». Para mí ambas formas son galicadasy lo que es castellano puro, castizo, de buena ley,es «Por eso lo digo», sin el refuerzo, y basta.Pero no importa. Si don Rufino dijo que locorrecto era «Por eso es por lo que lo digo», asílo diré yo, hasta el día en que san Juan agache eldedo.

Ese ejemplar color ladrillo de la séptimaedición hecha por la Editorial El Gráfico me haacompañado hasta hoy. «Esta obra –advierte elimpresor– es propiedad del Hospital de San Juan

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de Dios de Bogotá en virtud del legado hecho porel Autor. Prohibida la reproducción». Ya ni sepuede leer. ¡Como lo imprimieron en papelácido! Se está esfumando. ¡Qué importa! Me losé par cœur como dicen los franceses, o sea, lotraigo en el corazón, que es donde tengo lo mejorque tengo: en la mansarda de la cabeza lo quetengo es datos.

Salidas de la imprenta de san Arnulfo M.Guarín las Apuntaciones, Cuervo le mandó através de Uricoechea un ejemplar a Juan EugenioHartzenbusch, de la Real Academia Española dela Lengua, un viejito enfermizo, quebradizo, desesenta y ocho años. Año y medio después, desdeÁvila, con una larga carta de comentarios que meponen a pensar, le contestó el matusalénico: queen España, como en Colombia, también él habíaoído decir «almuada» y «desgano» y «siéntesen»y «a lo que» y «habíamos muchos» y «me andé unpar de leguas» y «tauretes»… Ciegos ante elprodigio, lo que no lograban ver ni Hartzenbuschni Cuervo en lo que juzgaban como errores era la

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persistencia milagrosa, tanto en España como enAmérica y por sobre el mar y el tiempo y labellaca historia, del alma de este idioma. Hayerrores que lo parecen pero que no lo son. Son lalengua.

La larga carta de Hartzenbusch la reprodujoCuervo como un apéndice al prólogo de lasegunda edición de sus Apuntaciones, queaparecieron empezando enero de 1876. El 17 demarzo siguiente, Cuervo escribió tres cartas paraacompañar tres ejemplares de esa edición quedeberían llegar a sus destinatarios a través deUricoechea: uno a Hartzenbusch (con su carta decomentarios reproducida en el prólogo); otro aPott; y otro al orientalista holandés ReinhartDozy, que era quien más sabía entonces de lainfluencia del árabe sobre el español. La suertedel ejemplar de Pott ya la conté. La del de Dozyes más inquietante: hacia 1955, en una venta delibros viejos en la ciudad de Leiden en cuyaUniversidad había enseñado este un siglo atrás, elprofesor J. Terlinger compró un ejemplar de las

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Apuntaciones que llevaba la siguientededicatoria: «Al sabio orientalista Sr. D. R. Dozy,su admirador R. J. Cuervo», y en su interior lacarta con que Cuervo había acompañado eseejemplar, llegado a manos de Dozy través deUricoechea.

La respuesta de Dozy, en francés, la guardóCuervo entre sus papeles y la reprodujo, sintraducirla, en los apéndices al prólogo de lasApuntaciones a partir de la tercera edición. Vantambién como apéndices, a partir de esta edición,la carta de Hartzenbusch en español ya publicadaen la segunda y la de Pott en latín. ¿No se leshace una locura poner una carta en francés y otraen latín en un libro escrito para censurar «meandé tres leguas»? El que sabe francés y latíntambién sabe que debe ser «anduve». Cuervoestaba loco. ¡Qué importa! Era un santo.

La tercera edición, publicada al regreso de sucorrería con su hermano por Europa, llevaba uncuarto apéndice, ahora suyo: dos páginas sobrelos caracteres rabínicos en que se escribía el

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judeo-español, en las que termina diciendo:«Obtuvimos estos pormenores sobre la fonéticadel español de Levante de boca del ilustradorabino D. David Fresco, durante nuestra estada enConstantinopla el año de 1878». ¿Quién era DavidFresco? Nadie en este mundo lo sabe. Si alguienme contesta que era un ilustrado rabino deConstantinopla es porque lo leyó en el prólogode las Apuntaciones. Pero yo sé más: editaba elperiodiquito literario El Sol en un tabuco de esaciudad y tenía algo menos de 30 años cuando loconocieron allí los Cuervo.

El diario de Ángel no lo es tanto: no dice elaño ni dice el mes, y solo de vez en cuando, porno dejar, anota el día, el 30, por ejemplo, así, sinmás, aunque por la sucesión de las ciudades delviaje, que se van enumerando en la sucesión delas páginas, yo sé que es el 30 de septiembre enque salieron de Berlín para Halle a ver a Pott.Cuento además, para establecer las fechas, conlas cartas que les escribió Rufino José durante elviaje a sus tres corresponsales de entonces: a

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Caro a Bogotá, a Uricoechea a París y Bruselas, ya Francisco Mariño a París, donde dejaron a estejoven que los había acompañado desde Bogotáhasta allí, para emprender ellos solos su correríapor Europa. Escrito con mala letra y redaccióndescuidada, lo que llamo aquí el diario de Ángelson más bien unos apuntes apurados sobre losmuseos, las ciudades y los pueblos que ibanvisitando, consignados en dos libretas sin unaclara intención. Pero volvamos a Estambul, o siprefieren a Constantinopla como la llamaban losCuervo haciéndose ilusiones de que todavía erauna ciudad cristiana, pero no. Cuatro siglos hacíaque en el Cuerno de Oro habían arriado la Cruzde Cristo e izado la Media Luna para quealumbrara, delirante, rabiosa, loca, el negro cielode Alá cuyo lacayo número uno no era como elde Cristo un patriarca o un papa sino un sultán: elque tenían justamente ante los ojos. «El sultán –escribe Ángel en su diario– es de regular cuerpo,algo contrahecho, pálido y de barba negra: se mefiguró a Carlos Urisarri. De ahí seguimos con ungendarme y nuestro ladino cicerone a la mezquita

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de Santa Sofía». Carlos Urisarri era un tío ateo delos Cuervo que murió confesado, nombrando aúltima hora albacea de sus bienes al arzobispo deBogotá José Telésforo Paúl. ¡Imagínense! ¡Dejaruno cuidando los chorizos al gato! Y a propósitode pícaros, con ladino Ángel no quiere decirpícaro, sino sefardita: judeo-español. «Entre losvendedores hay infinidad de judíos descendientesde los expulsados de España que hablan español.Como estos judíos que escriben en hebreo sonuna curiosidad…» Y pasa a contar que porcallejuelas húmedas, hediondas y llenas de perrosvan a una imprenta miserable y mugrosa instaladaen un cuartito hecho de tablas de cajones y que«allí estaba un joven que no llegaba a los treinta,color trigueño, escaso de barba, ojos despiertosy dulces y de semblante agradable, y que corregíaunas pruebas; al vernos y saber cuáles erannuestras intenciones quiso interrumpir su trabajopero no lo dejamos; estuvimos poco tiempo y lecompramos dos o tres cuadernos y nossuscribimos al Sol, periódico literario que

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redacta. Por su modo de ser y por susaspiraciones se me figuró a Juan José Molina deAntioquia; y ahora que hablo de Antioquia esincreíble el número de fisonomías antioqueñasque hay entre los judíos de Constantinopla; a cadapaso se encuentran parecidos. Pasamos en vapora Scutari, de aquí a pie a Kadikoy», etc. Pues eserabino es David Fresco.

En una carta de Rufino José al joven Mariño aParís fechada en Constantinopla el 14 denoviembre de 1878 le dice: «Al despertarme estamañana estaba el aire embalsamado con los ricosaromas del otoño. Al llegar ayer nos fuimos aScutari en Asia a ver a los derviches aulladores».¿A Scutari? Es el lugar que menciona Ángeldespués de contar el episodio de la imprenta.David Fresco por lo tanto es el hombre amablede ojos dulces del diario y que «no llegaba a lostreinta», el que publicaba el periódico El Sol.Nadie ha querido tanto a este idioma como donRufino. Pues bien, si fueron a la imprenta delperiodiquito El Sol el día mismo de su llegada a

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Constantinopla (el 13 de noviembre comodeducimos por la fecha de la carta) fue porque alenterarse Rufino José, por el ladino guía quemenciona Ángel, de que alguien enConstantinopla imprimía un periódico enespañol, le pidió que los llevara a conocerlo. «Alllegar ayer nos fuimos a Scutari», dice RufinoJosé en su carta. Y Ángel, en su diario: «Pasamosen vapor a Scutari, de aquí a pie a Kadikoy», yesto inmediatamente después de contar la visita ala imprenta miserable. «Scutari» es pues la clave.El rabino David Fresco del prólogo de lasApuntaciones es el mismo hombre joven «deojos despiertos y dulces» de la imprenta.

¿Y tiene importancia quién fuera? ¡Claro! Porla dulzura de sus ojos y por la inmensa tragediaque sé que había detrás de lo que cuentan losCuervo, pero que su catolicismo ciego lesimpedía ver: la de los judíos expulsados deEspaña por los Reyes Católicos el año deldescubrimiento de América. Y sí, católicos, osea malos. Se fueron los judíos españolesexpulsados de España llevándose las pesadas

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llaves de hierro de sus casas y en el alma esteidioma, el que hablaron Nebrija, la Celestina,Colón, exactamente ese, y que de generación engeneración habrían de preservar detenido en eltiempo, en Marruecos y en Constantinopla.Salieron del infame mundo cristiano para entraren el infame mundo musulmán. A diferencia delos turcos en cuya tierra vivía, David Fresco,súbdito de segunda del sultán, tenía nombre yapellido y pagaba el impuesto de religión. Losturcos ni pagaban ni tenían. No pagaban porque¿por qué? Y apellido solo vinieron a tener cuandoMustafá Kemal, el fundador de la Turquíamoderna u occidentalizada, los obligó a ponerseuno tras la derrota de la Sublime Puerta en laGran Guerra del 14. De la Sublime Puertadespués de esa guerra no quedó ni la puerta.

En Roma, una noche de mi esfumada juventud,oí hablar el judeo-español. Solo esa vez lo heoído, esa noche inolvidable, y nunca más. Se lo oía una muchachita judía que venía de viaje con ungrupo de jóvenes músicos de Israel. El recuerdo

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no me lo borrará del alma sino mi señora Muerte.Estábamos la niña y yo en un corredor delsegundo piso de una residencia de estudiantes, uncorredor de altos arcos que daba sobre un granpatio. Ella y yo solos, bañados por la luz de unaluna delirante, como de Estambul. Nos pusimos aconversar, en español, que según me dijo se lohabía enseñado su abuela. En un principio noentendía en qué lengua me hablaba. Me trataba devos, pero no era el vos de mi abuela, el vos mío,el vos de Antioquia (el de esa Antioquia nuestrasin tilde de que hablaba Ángel en su diario): eraotro, muy extraño, muy lejano. No decía losmuchachos, decía los «mancebos»: los quevenían con ella de Israel. ¿O sería los«mancebicos»? Ya ni sé. Poco a poco fuientendiendo que la niña me hablaba desde elpasado, en sefardita. Que viene de Sepharad,España en hebreo. Nos fuimos acercando, ella amí y yo a ella, y fui sintiendo su corazón contrael mío. En el milagro de ese instante único,palpitando ella y yo al unísono en la irrealidad de

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esa noche prodigiosa, el Tiempo que desde hacíaquinientos años nos separaba ahora nos unía. LaLuna, la Celestina, se sonreía viendo a ese par deridículos que hablaban de vos. ¡Se le hacía tanraro! Gente del siglo XX hablando como la delXVI…

Y los católicos reyes después de echar a losjudíos siguieron con los moriscos: para quitarlessus acequias, sus naranjales, sus azahares, suslimoneros, sus abalorios y las palabras que losdesignaban: acequia, adoquín, adalid, adarga, azar,azahar, ataúd, azul, azucena, naranja, abalorio…Acequia: as-saqiya, la zanja o reguera. Adoquín:ad-dukkan, la piedra escuadrada. Adalid: ad-dalil:el guía o caudillo. Azahar: al-azhar, la flor delnaranjo. Naranja: naranya, la fruta del árbol.Ataúd: at-tabut, la caja o el arca. Zahareño: zahra,el pájaro blanco. Abalorio: al-balluri, la cuenta devidrio. Azul: lazurd, el cielo sin nubes. Zaguán:ustuwan, la entrada o el pórtico. Azar: az-zahr: eldado del juego. Aljibe: al-jubb, la cisterna o elpozo. Alféizar: al-fasha, el espacio vacío. Azúcar:

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as-sukkar, cristal del carbono. Azotea: as-sutaiha,cubierta de casa. Azafrán: az-zafaran, la plantairidácea. Azucena: as-susana, el lirio de floresmuy blancas. Zagal: zagall, el mozo gallardo…

En 1505 se publicó en Granada el Vocabularioarábigo en letra castellana de fray Pedro deAlcalá, el primer «arabista». Como «romanista» e«hispanista», la palabra «arabista» es de finalesdel siglo XIX, pero él fue el primero. En tiemposde Cuervo el más grande de los arabistas eraReinhart Dozy, etimologista holandés queescribía en francés pero que tenía las clavesmágicas de esas palabras árabes entradas en elcastellano antes del último abencerraje y la caídade Granada, las más hermosas, flores deAndalucía trasplantadas desde los jardines de Aláa los huertos de Mío Cid. Pero Dozy no quería aEspaña. Cosa entendible porque España, o mejordicho Castilla, es plato difícil de digerir. Ya lodijo Antonio Machado el poeta, hijo de AntonioMachado el folclorista, que fue amigo epistolarde don Rufino: «Castilla miserable, ayer

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dominadora, envuelta en sus andrajos despreciacuanto ignora».

Sospecho que Cuervo supo de Dozy (como detantas cosas) por Ezequiel Uricoechea quepensaba escribir (entre tantas cosas) un tratadode mineralogía, por lo que necesitaba conocer elorigen de las voces árabes de la alquimia,empezando por «alquimia» y por «azogue». ElDestino, humilde criado de la Muerte, se valió dela mineralogía para llevar a Uricoechea al árabe,del árabe a Bruselas y de Bruselas a Beirut dondese lo entregó a su imperiosa señora. Uricoecheaera un hombre de alma grande, Colombia un paísde alma chiquita. Se fue y volvió para volverse air, pero en el regreso, que se prolongó por onceaños, conoció a Cuervo en Bogotá. Cuandoregresó Uricoechea a Colombia, en 1857, Cuervoera un niño. Cuando las lecciones de alemán de1860 que he mencionado, el niño ya era unadolescente. Ezequiel Uricoechea, como Cuervo,nació en Bogotá, pero diez años antes: en 1834cuando el poblacho no llegaba ni a las veinte milalmas. Veinte mil almas sucias que ni se bañaban

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y que de inodoro habían habilitado el huerto («elsolar»), donde a la intemperie se entregabanentre los higuerillos a sus quehaceres.

La madre de Ezequiel le enseñó a leer y aescribir, tras de lo cual murió, dejándolo a loscinco años huérfano pero alfabetizado; a los sieteel padre le completó la orfandad. Huérfanos depadre y madre los cuatro hermanos, el mayor,Sabas, de diecinueve años, se hizo cargo de lospequeños: Máximo, Filomena y Ezequiel, elmenor. A los once años Ezequiel entró a estudiaral Seminario de los jesuitas y a los trece habíareemplazado allí como profesor de trigonometríaal padre Ignacio Gomila, un jesuita de los quehabía traído Mosquera y que le hizo la vidaimposible. Se fue entonces Ezequiel a losEstados Unidos a estudiar en una escuela deFlushing, de la que pasó al Yale College de NewHaven donde se graduó de médico a losdieciocho años con una tesis sobre los usosmedicinales de la quina. Durante su estancia enYale publicó en el New York Herald un artículoque me pone a soñar con su solo título: «The

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golden mines of New Granada».A los diecinueve años estaba en Gotinga,

Alemania, donde se graduó de doctor en filosofíay maestro de artes con una tesis sobre química ymineralogía: Über das Iridium und seineVerbindungen, Inaugural-Dissertation zurErlangung der philosophischen Doctorwürdevon Ezequiel Uricoechea aus Bogotá,Göttingen, Druce der Universitäts-Buchdruckerei, Von E. A. Huth, 1854. Este mismoaño publicó en Berlín una «Memoria sobre lasAntigüedades Neogranadinas» en la Librería de F.Schneider & Cía, y un artículo en el Journal derChemin sobre un nuevo cuerpo que él descubrió,el otobil; más otro en el PharmaceuticalJournal de Londres: «On the cinchonas of NewGranada». Y no sigo porque no acabo. Su«Memoria sobre las AntigüedadesNeogranadinas» se considera el comienzo de laarqueología en Colombia, lo cual visto desdefuera de Colombia tal vez sea poco, pero vistodesde dentro es mucho.

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E n 1857 cometió «el gran error de su vida»(palabras suyas): volver. Once años se quedóenterrado en Colombia durante los cuales vendióla parte que le correspondía de la inmensahacienda Canoas que les dejó su padre deherencia, fue profesor de química en el ColegioMayor de Nuestra Señora del Rosario, escribióu n o s Elementos de mineralogía para susdiscípulos, fundó la Sociedad de NaturalistasNeogranadinos con unos sabios criollos y larevista literaria El Mosaico con unos criolloscostumbristas, publicó la Mapoteca colombiana(«colección de los títulos de todos los mapas,planos, vistas, etc. relativos a la AméricaEspañola, Brasil e islas adyacentes»), y lo quemás importa y por lo que lo estoy recordandoaquí: le empezó a enseñar alemán a Rufino José,y a mostrarle lo que era la vida. Alemán aprendió.Lo que es la vida no pues fue un santo y lossantos prácticamente no viven.

Entre los papeles de Cuervo ha quedado uncuaderno de escolar en cuya primera páginaescribió, con bella caligrafía: «Lecciones de

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Alemán dictadas por E. Uricoechea. Rufino J.Cuervo. Bogotá 20 de agosto de 1860». RufinoJosé estaba por cumplir dieciséis años.Uricoechea tenía veintiséis. El alemán eraentonces el gran idioma de la lingüística yCuervo siguió imbuido de él el resto de su vida:un número considerable de sus libros está enalemán y muchos de sus corresponsales eranaustriacos, suizos y alemanes. Entre los librosque le dejó Cuervo de herencia a la BibliotecaNacional de Bogotá hay dos gramáticas paraaprender alemán que le envió su hermanoAntonio Basilio desde Londres: la Grammairethéorique de la langue allemande de A. Schelercon la dedicatoria «A mi querido Rufino, AntonioB. Cuervo, London, 29 novbre. 1861»; y lasAnalogies des langues flamande, allemande etanglaise de E. J. Delfortrie con la dedicatoria «Ami amigo i hermano Rufino J. Cuervo, A. B.Cuervo, Londres, 29 novbre. 1861». La fecha, igualen ambas dedicatorias, es la que me interesa puesno son muchas las que se pueden precisar de la

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infancia y la juventud de Cuervo.Mucho se ha dicho que Cuervo enseñó de

joven latín en el Colegio de Nuestra Señora delRosario y en el Seminario Conciliar. Variosindicios indican que sí, y además en laUniversidad Nacional recién fundada. La primeraedición de la Gramática de la lengua latinapara el uso de los que hablan castellano queescribió con Caro trae la indicación siguiente:«Obra adoptada como texto en el SeminarioConciliar y en el Colegio Mayor de NuestraSeñora del Rosario de Bogotá». Esa primeraedición es de 1867. En la segunda edición, de1869, la indicación ha sido cambiada por esta:«Obra recibida como texto de enseñanza en laUniversidad y el Seminario de Bogotá». LaUniversidad en cuestión es la Nacional, fundadaen 1868 y en cuyos Anales de 1870 se dice queSamuel Bond fue nombrado catedrático de griegoy Rufino José Cuervo suplente de esa asignatura.Por lo que al Colegio de Nuestra Señora delRosario se refiere, cuando murió Cuervo la

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Academia Colombiana de la Lengua acordó«Disponer en la Capilla del Colegio Mayor deNuestra Señora del Rosario, en el cual explicóhumanidades el señor D. Rufino José Cuervo, lacelebración de un oficio fúnebre y misa deréquiem en memoria del sabio académico quellevó ejemplar vida cristiana y a quiendistinguieron singulares virtudes». Cuervo era elúltimo sobreviviente de los doce fundadores dela Academia Colombiana de la Lengua, entre loscuales estuvo Caro. En cuanto al SeminarioConciliar que mencionan los subtítulos, acasosea el mismo en que habían estudiado Ángel yNicolás de niños y que cerró José Hilario López,en cuyo caso lo habrían vuelto a abrir, si bien yano regentado por los jesuitas. Un pariente deCuervo, el cura, político y futuro obispoIndalecio Barreto Martínez, fue rector de eseSeminario en 1868. Quedan tres cartas de estecura a Cuervo, dos de 1873 y una de 1874, estareferente a su consagración de obispo dePamplona: «Como me llegaron las bulas –le dice

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a Cuervo– i ellas me imponen el deber de prestarel juramento de fidelidad a la Santa Sede, leincluyo mi carta a Su Santidad para que me lavierta al latín i que sea puesta en el paqueteinmediato, con la formula del juramento, quetambién le incluyo». Tenía pues a Rufino José detraductor al latín y de criado que le pusiera lascartas. Así son estos travestis de cayado y báculo.En fin, la prueba irrefutable de que Cuervo síenseñó latín es un artículo de Rafael TorresMariño sobre Rufino José y Ángel Cuervo,aparecido en el Registro Municipal de Bogotá en1944, en el que evoca sus clases de latín yrecuerda que «el texto era la Gramática latinaque él mismo había compuesto en asocio de donMiguel Antonio Caro. Nos llevaba, además,ejercicios escritos en forma de preguntas yrespuestas que debíamos copiar y aprender dememoria».

Leyendo la correspondencia de Cuervo secruza uno aquí y allá con algunos que fueron susmaestros, sus condiscípulos o sus discípulos.

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Maestros como el cura ecuatoriano José ManuelProaño, «mi venerado maestro» como lo llamaCuervo en una carta a Belisario Peña.Condiscípulos como Lorenzo Codazzi, EugenioOrtega y Miguel Rivas. Y discípulos comoClímaco Calderón, quien llegó a ser presidenteencargado; como Cecilia Arboleda, la esposa deJorge Holguín quien también llegó a lo mismo, ydos veces; o como el cura Manuel MaríaCamargo, que visitó a Cuervo en París por 1908 yque aparece mencionado en una carta suya aRafael Pombo: «He tenido muchísimo gusto enver a los Dres. Cortés y Camargo y conversar conellos. El último fue mi discípulo muy querido, yme ha asombrado recordándome los cuentos queyo les echaba en la clase y fuera de ella» (dondedon Rufino escribe «doctores» léase curas). Soloque en las cartas en cuestión nunca se dice en quécolegios ni cuándo fueron maestros,condiscípulos o discípulos suyos. ¡Qué más da!Ni los maestros tuvieron peso alguno en su vida,ni los discípulos, ni los condiscípulos. Lo que

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aprendió Cuervo lo aprendió solo. Y lo queenseñó se lo llevó el viento.

Queda una carta de Santiago Pérez, quientambién habría de ser presidente de Colombia (delos que ya van unos ochenta hijueputas, catorcede los cuales pasan por la vida de don Rufino):«Señor Rufino Cuervo. Bogotá, 13 de junio de1868. Mi querido Rufino, con la mayor penapongo en su conocimiento que el 15 de este mes,día en que termina el semestre escolar, cierro elcolejio por no haber podido allanar losinconvenientes que para continuar se me hanpresentado. Doi a Ud. las mas cordiales graciaspor la bondadosa cooperación que me haprestado. Su affmo. amigo S. Pérez. P. D. Lemando lo correspondiente al último mes». Laortografía era la de la época, el colegio era el dePérez Hermanos, y por la posdata se ve que donSantiago, quien alcanzaría el supremo bien pocodespués, todavía era gente decente. De jovenescribió un Compendio de gramática castellanay figura, junto con Cuervo y con Caro, entre los

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doce fundadores de la Academia Colombiana dela Lengua, la primera en América, establecida ennoviembre de 1871 con la bendición de la RealAcademia Española. Instalado Caro en lapresidencia, a fines de 1893 lo desterró y SantiagoPérez el ex presidente (en Colombia un «ex» noes nada) se fue a París donde murió siete añosdespués. ¿En esos siete años en París se veríaalguna vez, una siquiera, con don Rufino? Apartede la misiva citada quedan otras dos suyas, másbreves todavía, una sin fecha y otra fechada en«Stbre. 11» pero sin año. Mi sospecha es queestas dos, como la primera, son de cuando vivíanambos en Bogotá. De la infinidad de cartas que leescribió Pombo a Cuervo no han quedado losoriginales porque alguien los destruyó. PeroPombo guardaba los resúmenes de sus cartas, yasí nos han quedado ciento sesenta y ochoresúmenes de las enviadas a Cuervo, que lleganhasta fines de 1903 (los resúmenes de las de losaños que siguen hasta 1911 también se perdieron).Oigan de uno de estos resúmenes, por no dejar,

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lo que le dice a Cuervo el trece de septiembre de1893 referente a Santiago Pérez Triana, el hijo dedon Santiago el ex presidente a quien por esasfechas iban a mandar al exilio: «La luna nueva fueesa misma mañana a las 2.8 minutos a. m. [vienecontándoles de un temblor de tierra en Bogotáque coincidió con la luna nueva]. Les hablo delgrande escándalo llamado el Panamá chiquito:gasto hecho por la casa de Punchard y Co., deLondres, de £ 60.000 en cohechar personajesnuestros por conducto de Santiago Pérez Trianapara lograr los contratos del Ferrocarril deAntioquia y Santander; descubrimiento hecho el 3de este mes buscando papeles de conspiraciónpolítica en casa de Santiago Pérez el padre. ElGobierno mismo autorizó indirectamente elescándalo y luego ha tratado de apagarlo, desuavizarlo», etc. Esa era Colombia, esa esColombia, los países no cambian. Pombodetestaba a Caro, y de paso lo odio yo que heredoodios ajenos. Si don Rufino se vio con donSantiago en París por esas fechas, estoy

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segurísimo de que su bondad y discreción leimpidieron decir una sola palabra sobre elcohecho de Santiaguito.

Queda también otra carta, una joya, que tieneque ver con el paso fugaz de don Rufino por elmagisterio: «Señor Rufino Cuervo: El jovenGregorio Tobías Díaz no asistió ayer a la clase deU. por motivo de la muerte de una persona de lafamilia y se ocupó en hacer varias diligenciasmuy necesarias. Por lo cual lo aviso a U. para quetenga la bondad de dispensarle la falta. Soy de U.atenta servidora, Seferina G. De Vela, Bogotá,Agosto 25 de 1870». ¿Qué tenía que ver doñaSeferina G. de Vela con el joven Gregorio TobíasDíaz para que estuviera intercediendo por él? Noera ni su mamá ni su pariente, como se ve por losapellidos. ¿Entonces por qué se metía en lo queno le importaba? ¿Y qué clase daba don Rufino?¿De latín acaso? ¿Y en qué colegio? Y sobretodo: ¿para qué guardó don Rufino esta carticahermosa? ¿Para que la transcribiera aquí yo?

En una carta a Antonio Gómez Restrepo del

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veinticuatro de febrero (Miércoles de Ceniza) de1909, o sea ya muy cerca de su final, don Rufinole cuenta que en la escuela de RicardoCarrasquilla y Mariano Ortega había «aprendido ahacer los números hará más de cincuenta y ochoaños». Sería entonces por 1850, cuando él teníaseis y cuando todavía vivía su padre, quien murióel veintiuno de noviembre de 1853. Don Rufino ledejó de herencia a la Biblioteca Nacional deColombia cinco mil setecientos treinta y unlibros. Son los que se conocen allí como elFondo Cuervo, que en estos días del centenariode su muerte andan desempolvando. De ellosunos cuantos fueron heredados de su padre, otrosde Ángel, y otros fueron los que usó en suinfancia como textos de estudio, por ejemplo elResumen de la jeografía histórica, política,estadística i descriptiva de la Nueva Granadapara el uso de las escuelas primariassuperiores, obra de juventud de su hermanoAntonio Basilio, publicada en Bogotá en 1852. Enel ejemplar que conservó don Rufino hay varias

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anotaciones suyas escritas de niño. Una, conlápiz, dice: «Rufino José Cuervo, Liceo deFamilia, en Bogotá». Otra, con tinta: «Rufino J.Cuervo, Bogotá, 14 de feb. /854». En las últimaspáginas hay unos dibujos a lápiz de tres cabezas, yotro, con tinta, de un hombre barbado con lanza yque dice: «Yo soy un romano, Bogotá, 20 desetiembre /854». El día anterior Rufino José habíacumplido diez años.

Don Rufino llevaba un fichero en que anotabalas características principales de los libros másconsultados de su biblioteca: dónde los compró,a quiénes pertenecieron, si valían la pena o no…En la referencia al ejemplar de esta obra de suhermano, entre paréntesis y después de enunciarel título anotó: «Ejemplar que sirvió en elcolegio á R.J.C.» El colegio era el Liceo deFamilia que había fundado Antonio Basilio juntocon el venezolano Antonio José de Sucre,sobrino homónimo del famoso mariscal deAyacucho al que en las montañas de Berruecos, atraición, había asesinado la Gran Colombia, ese

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paisucho altanero que de grande no tenía sino elterritorio y el nombre y que por las fechas delasesinato se fragmentó en tres másinsignificantes todavía: Colombia, Venezuela yEcuador. Ah, y un zancudero que era una especiede apéndice del primero: Panamá. En una carta aotro venezolano, Gonzalo Picón Febres (del 6 defebrero de 1907), Cuervo le menciona a Sucre:«D. Antonio José de Sucre, varón insigne por sustalentos como por sus grandes cualidadesmorales, me enseñó la Gramática de D. J. V.González, que fue, a pesar de algunos defectos,preparación para el estudio de la de Bello, queigualmente puso en mis manos aquel ilustrecompatriota de U. Al mismo debí librarme de lasgarras del pseudo Nebrija, y estudiar latinidad endos libros publicados en Caracas: la Gramáticade Burnouf y los Ejercicios de Vérien». Elvenezolano Juan Vicente González habíapublicado en 1855 su traducción del Método paraestudiar la lengua latina de Burnouf; y de sugramática, el Compendio de gramáticacastellana según Salvá i otros autores , se

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habían hecho ya seis ediciones en Venezue lacuando la estudió Cuervo y luego se hizo una enBogotá. Quedan en el Fondo Cuervo ejemplaresde la sexta edición de Caracas y de la de Bogotá,y también del pseudo Nebrija como lo llama donRufino, sobre el cual anotó en su fichero: «Es elfamoso Nebrija del P. La Cerda, que todavía en1858 me hicieron aprender en Bogotá. R. J. C.».Queda también un ejemplar del Catecismo de ladoctrina cristiana del padre Astete con unaiglesia dibujada a tinta en la página del título y lasindicaciones «1855» y «27 de setiembre», sobre elcual don Rufino anotó en su fichero: «En esteejemplar aprendió la doctrina R. J. C. en laEscuela de D. Lubín Zalamea». En otras páginasde ese ejemplar hay garabatos hechos a lápiz y laindicación «Bogot Ruf R. J. Cuervo Urisari» (por«Urisarri»).

De los libros heredados de su padre hay unoque debió de tener importancia decisiva paraCuervo pues de él le habló a Tannenberg, quien lomenciona en el retrato que hizo de don Rufino en

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su página «Siluetas contemporáneas» del BulletinHispanique de febrero de 1901, faltándoletodavía a Cuervo diez años para salir de esto:«Preocupado el doctor Cuervo por enseñarles asus hijos la más pura lengua castellana solíaleerles un librito sin mayor valor científico peroescrito con gracia y amenidad tituladoObservaciones curiosas sobre la lenguacastellana. El autor, Ulpiano González, se habíapropuesto corregir un buen número deexpresiones populares. Ese libro, que se leía enfamilia, le dio a don Rufino la idea de emprenderun estudio similar pero más metódico yenriquecido con ejemplos tomados de losmejores escritores del idioma. Así nacieron lasApuntaciones críticas sobre el lenguajebogotano». El libro está en el Fondo Cuervo:Observaciones curiosas sobre la lenguacastellana o sea Manual práctico de laGramática de dicha lengua, Bogotá, 1848, y traeesta dedicatoria: «Al Exmo. SeñorVicepresidente de la República Dr. Rufino

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Cuervo, tiene el honor de presentar este libritoEl autor».

En carta a Antonio Gómez Restrepo del 7 deenero de 1911, vale decir ya muy cerca de su final,don Rufino le dice: «Anoche en El HogarCatólico vi que el Sr. D. Ruperto había pasado amejor vida, y esto me ha afligido mucho puessiempre tuvimos finas relaciones. Sería por losaños de 59 o 60, había una Escuela literaria a lacual pertenecían dos de mis hermanos, y yo iba alas sesiones como muchacho aficionado. Allíconocí al Sr. D. Ruperto (y al Sr. Montenegro,que también nos ha dejado), y supe estimar lalaboriosidad y porte distinguido, no menos quesus talentos». Y que lo acojan la Divina Justicia yla Divina Misericordia. Estoy seguro de que estomismo se lo contó de viva voz diecinueve añosatrás cuando el joven Antonio se presentó en suapartamento de la rue Bastiat con una cartita depresentación de su padre, don Ruperto, para donRufino, fechada el 14 de agosto de 1892 enBogotá. Cuando la «Escuela literaria», Cuervo

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tenía quince o dieciséis años, don Ruperto sietemás. La impresión de la primera edición de lasApuntaciones críticas sobre el lenguajebogotano tomó cinco años: de 1867 a 1872,durante los cuales don Ruperto le salió adelante adon Rufino publicando sus Ejercicios paracorregir palabras y frases mal usadas enColombia, Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas,1870. Pero Colombia no le hizo caso a donRuperto mientras que a don Rufino sí. Lo quedon Rufino decía era como palabra de Dios.¿Decía él que esto estaba mal? Mal estaba. ¿Quéestaba bien? Bien estaba. Lo convertimos en elárbitro del idioma. Mejor decisión nunca hemostomado.

Y esto es cuanto sabemos de la infancia deCuervo y sus estudios. Mi conclusión es simple:Cuervo se enseñó solo, aprendió en los libros.Para aprender no se necesitan maestros: libros sí.¿No aprendió pues en ellos Ángel a hacercerveza? ¿Por qué no podía entonces Rufino Joséaprender latín y gramática? Cuando se empezaban

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a imprimir las Apuntaciones y Ángel aprendía ahacer cerveza, Uricoechea se marchó deColombia. De esos años de su amistad conRufino José en Bogotá queda este mensaje: «Miquerido Rufino: Muy agradecido le quedaré siusted tiene la bondad de mandarme con elportador el libro en que está el cuadro filosóficode los tiempos del verbo, y más aún si le agrega,de su propio hacer, una sinopsis de los que son (yde los que no existen, los tiempos que pudieranser) y sus equivalentes en cualquier “romance”.Es que no comprendo el futuro, pasado, etc. Suyosiempre, Ezequiel». ¡Pero no le puso fecha!

Lo que sí puedo asegurar de este mensaje sinfecha es que lo de los tiempos del verbo teníaque ver con la Gramática de Bello, que Cuervoadoptó como su Biblia personal y que habría depublicar algo después, en 1874, con notas suyas:«Gramática de la lengua castellana destinadaal uso de los americanos por Andrés Bello,nueva edición hecha sobre la novena deValparaíso ( 1870) con Notas y un copioso Índice

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alfabético por Rufino José Cuervo», segúnrezaba el título de la primera edición bogotana,impresa en la imprenta de Echeverría Hermanos.Era un título aumentado para una gramáticaaumentada. Ciento veinte Notas tenía estaprimera edición de Cuervo. En las sucesivasreimpresiones y ediciones que hizo en Bogotá yen París fue aumentando las Notas, hasta que esaGramática prácticamente quedo siendo deambos: de Bello que estaba muerto, y de Cuervoque seguía vivo. La edición de 1898 impresa enParís por Antoine Roger tenía ciento cincuenta yuna notas. Esta edición la siguieronreimprimiendo sin cambios los sucesores delmencionado mercachifle hasta 1936, veinticincoaños después de la muerte de Cuervo. LaGramática de Bello es espléndida. Las Notas deCuervo son espléndidas. La que sí no esespléndida es la gramática en sí que es una falsaciencia. Como la astrología, la teología, lametafísica, el psicoanálisis, la alquimia… ¡Eltiempo que perdí en mi infancia y en mi juventud

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con ese embeleco! No importa. Yo a Cuer vo y asu Bello los quiero. Son santos.

Cincuenta y nueve cartas quedan deUricoechea a Cuervo contando la tarjetita deBogotá sin fecha y otra que le dejó años despuésen París en el Hôtel Saint-George. De Cuervo niuna. Las de Uricoechea han quedado porqueCuervo las conservó. Las de Cuervo se perdieronpor la muerte repentina de Uricoechea en Beirut.Si las había guardado (en los cuartitos que learrendaban en Bruselas y en París) ¡a quién leiban a importar! No importa. En las palabras sinréplica de ese diálogo convertido en soliloquiovamos viendo tramarse el drama de EzequielUricoechea en su desmesura: cómo se le vaenredando la vida, cómo se le va viniendo laMuerte, a lo Manrique, tan callando…Conmovedor. Termina uno amando al personaje.Ezequiel Uricoechea Rodríguez fue el únicocolombiano de alma grande que tuvo Colombiaantes de Cuervo. ¿Y después de Cuervo quién?Ninguno. En ellos se agota la tierrita.

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Cuando en 1868 Uricoechea se volvió a Europapara no regresar más a Colombia algo de dinerole quedaba. En sus primeras cartas a Cuervo losentimos entusiasta, confiado, próspero, con milproyectos y hablando de millones. «Yo me hemetido antes de los libros a comisionista y hemandado ya unos 70,000 francos a los amigos. Siel negocio que tengo entre manos y que es demucha importancia para la América (y vale másde cuatro millones de pesos) no se lleva a efecto,me quedaré de comisionista en alguno de estospaíses. Si se lleva a efecto, me vuelvo a recorrertoda la América y dentro de dos años estarédesahogado». Tan arrevesada la sintaxis como losplanes. ¡Qué miedo! Cuando alguien se pone ahablar así es de dar miedo porque la realidad consus baños de agua fría enfría hasta al máscaliente. Lo citado es de una carta de agosto de1869, o sea de recién salido de Colombia. Seisaños después ya no tenía un quinto: «Pordesgracia tenía yo algunos fondos impuestos enrenta turca y con la inesperada quiebra del

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gobierno y suspensión de pagos, me veo privadode una suma en mis entradas sin la cual me esimposible continuar mi vida de rentista enEuropa», le escribía al escritor argentino JuanMaría Gutiérrez, de Buenos Aires. Y que leconsiguiera allá colocación.

Colocación no le consiguió Gutiérrez, peroUricoechea en cambio le consiguió que la RealAcademia Española de la Lengua lo nombraramiembro correspondiente, entonces un inmensohonor. ¿Y saben qué hizo Gutiérrez con elinmenso honor? Lo rechazó. Y a un amigochileno le escribió: «¿Qué le parece a Vd. micohete a la Academia? Tenemos un Syllabus y unconcilio en Roma; tendremos un Diccionario yuna Academia que nos gobernará en cuanto a losimpulsos libres de nuestra índole americana enmateria de lenguaje, que es materia depensamiento y no de gramática. Tendremos unaliteratura ortodoxa y ultramontana, y noescribiremos nada sino pensando en nuestrosjueces de Madrid, como los obispos que

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sacrifican los intereses patrios a los intereses desu ambición en Roma». Muy bien dicho salvo lode los intereses patrios pues la patria, que con lareligión ha sido siempre la justificación de lasmás cínicas infamias, hoy es una antiguallareducida a un equipo de fútbol y a un himno queles saca lágrimas a los intonsos. El Syllabus erael de Pío Nono, una sarta de proposicionesobtusas que indignaron entonces a medio mundo;y el concilio aludido, el Vaticano I, que habíaconvocado ese engendro para que lo declararainfalible.

En fin, Gutiérrez, que no creía en la Academiani en la gramática, creía en Rufino José Cuervo,mi santo. De poco después de su carta al chileno,queda otra suya a Cuervo en que le dice: «Heleído todas las páginas de las Apuntaciones congusto y provecho, y las considero lo mejor queconozco como gramática práctica de la lenguacastellana. Mas diré a V., sin que en este juicioentre para nada mi mala voluntad a los españoleseuropeos: no hay uno solo de ellos, incluso el

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valetudinario que escribió a V. desde Ávila el 13de agosto de 1874, que sepa lo que V. sabe sobrela ciencia del lenguaje en general, y en particularsobre el habla castellana, ni que tenga mejoroído, ni mayor gusto, ni tan copiosa erudición ylectura». Y que los argentinos eran unosinsurgentes en materia de lenguaje y que nonecesitaban de una Academia que se empeñaba«en fijar como Josué al sol». La carta escrita enÁvila a que aludía era la de Hartzenbusch quetraían como apéndice las Apuntaciones. Atinadocriterio el de Juan María Gutiérrez. Así comoDios es el árbitro del Universo, Cuervo era elárbitro del idioma. De este idioma en el quecaben, para empezar, Dios y el Universo; y paracontinuar, lo que quieran. En cuanto alvaletudinario Hartzenbusch, resultó siendo unadesgracia para Cuervo, según habremos de ver eneste relato cuando tratemos de la obra cumbre dedon Rufino, el Diccionario de construcción yrégimen de la lengua castellana, la máximalocura de esta raza y para su autor su gran

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tragedia.Pero volvamos a Uricoechea y a la Academia

Española. Antes de que le consiguiera desdeParís el nombramiento de miembrocorrespondiente a Gutiérrez, Uricoechea se habíaido a Madrid y mediante Hartzenbusch y otrosacadémicos de los que se hizo amigo se lo habíaconseguido para sí mismo. Y como se lo habíaconseguido él mismo y no otro, no se puso comoGutiérrez de remilgado a rechazarlo: se lo agregóa su currículum. Salió pues Uricoechea de Paríspara Madrid como un común mortal, y volviócomo un emperifollado académico de la lengua.Terminó viviendo en un cuartito. Pero eso sí, enel faubourg Saint-Honoré por aquello de que vacavieja no olvida el portillo. ¿Quién le alquilaría elcuartito? No se sabe. Ni se sabrá. Lo que sí sé esque pocos años después andaba de catedrático deárabe en Bruselas, a la que se fue a vivir en otrocuartito con sus libros. En ese cambio de vidaandaba cuando llegaron los Cuervo a París en suprimer viaje, el de exploración. Rufino José fue

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testigo del comienzo de su final pues a él le tocóver de cerca cómo su amigo de tantos años y detantas cartas ganaba por concurso la cátedra deárabe de la Universidad Libre de Bruselas,preámbulo de un soñado viaje a la ciudad deDamasco a la que no alcanzó a llegar porque enBeirut lo estaba esperando Nuestra Señora laAguafiestas.

Traía Uricoechea a su regreso de Colombia aEuropa en 1868, para venderlas como pudiera, lasjoyas de la madre de los Cuervo, doña MaríaFrancisca Urisarri, que habría de morir pocodespués, el 23 de marzo de 1869, dejando a sufamilia venida a menos y a sus dos últimos hijosde cerveceros. Exceptuando la misiva sin fechade Bogotá en que le pedía «el cuadro filosóficode los tiempos del verbo», todas las cartas deUricoechea a Rufino José fueron escritas enEuropa. He aquí el comienzo de la primera, deParís, fechada el 6 de agosto de 1869: «Querido ymuy apreciado Rufino: Por el correo pasado tuveel gusto de escribirle y la pena de tenerlo que

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hacer en circunstancias tan aflictivas para usted aquien tanto he estimado. Hoy me da el placer deleer una carta suya que si he de decir lo quepienso, mucho, mucho se había hecho aguardar».Las circunstancias tan aflictivas eran la muerte dela señora Urisarri. Y pasa a mencionar, en unasfrases confusas, a un señor Heap, joyero deLondres para quien ha comprado cuarenta milfrancos en joyas y a quien le habría podidovender las de la señora pero que la ocasión seperdió.

En el «Libro de cuenta y razón de la sociedadconyugal del doctor Rufino Cuervo y la señoraMaría Francisca Urisarri y apuntamientos variosabierto en 1º de agosto de 1840» está la lista delas joyas: un aderezo de oro y esmeraldascompuesto de collar, zarcillos y dos anillos; unaderezo de oro compuesto de zarcillos en formade almendras, un anillo y un hermoso prendedor;otro aderezo compuesto de zarcillos y prendedorde mosaico; un hilo de perlas, etc. Y además de lalista de las joyas otra, más valiosa (si es que

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valen más unos hijos que unas joyas): la de loshijos del matrimonio con las fechas de susnacimientos, que paso a completarles con las dedefunción: Antonio María, nacido el 9 de abril de1827 y muerto el 2 de septiembre de 1828; LuisMaría, nacido el 21 de junio de 1829 y muerto el11 de enero de 1885; Ángel María, nacido el 2 deoctubre de 1831 y muerto el 2 de marzo de 1837;Antonio Basilio, nacido el 13 de junio de 1834 ymuerto el 19 de febrero de 1893; Ángel Augusto,nacido el 7 de marzo de 1838 y muerto el 24 deabril de 1896; Carlos Nicolás, nacido el 4 denoviembre de 1840 y muerto por 1870 en Londres;y Rufino José, nacido el 19 de septiembre de 1844y muerto el 17 de julio de 1911. Siete. Pocos parala Colombia de entonces que era una gallinaponedora (hoy no tanto, con el calentamientoplanetario se le ha ido enfriando la ponedera). Delos siete, todos hombres, dos Ángeles, dosAntonios y tres Marías como pueden ver. RufinoCuervo Barreto, el padre, llegó a vicepresidente ya encargado, por unos meses, de la presidencia.

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Antonio Basilio, el cuarto hijo, igual: encargado,por unos días, de la presidencia siendo ministrode Gobierno de Caro. Quitando a esos dospresidentes interinos, el resto de la familia fuehonorable.

A varias de esas joyas que enumera el «Librode cuenta y razón» alude Uricoechea en susprimeras cartas: vendió algunas, y las restantessupongo que se las devolvió a Colombia a RufinoJosé «aprovechando el regreso de algúncompatriota seguro» según le había anunciado.Doña María Francisca viuda de Cuervo, a quien letocó hasta hacer vinagre, murió pues sin joyas.¡Ni las necesitaba! Para irse a reunir con sumarido en el cielo no le hacían falta joyas. Allálo que necesita uno es aprender a cantar con losangelitos bien instalado en un mullido cúmulo denubes pero eso sí, sin resquicios no se vaya acaer.

A fines de mayo de 1878, cuando llegó conÁngel de Colombia a París en el primer viaje, allíse reencontró Rufino José con su viejo amigo

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Uricoechea. Y en París se siguió viendo con éldurante el mes de junio. A principios de julio losdos hermanos emprendieron su correría porEuropa y Uricoechea se fue a Bruselas a sucátedra de árabe. Se volvieron a ver hacia el 10 deabril del año siguiente, cuando Uricoechearegresó de Bruselas a París a despedirse deRufino José que ya estaba por regresar aColombia con su hermano. No sé qué día sedespidieron, ni dónde. Sé que fue para siempre.Una de las últimas cartas de Uricoechea estáfechada el 4 de junio de 1879 en Bruselas. En ellale dice a Rufino José: «Les mando a usted y aÁngel las cartas que a última hora les dirigí abordo del vapor y que me fueron devueltas con lanota al dorso partis hier par la Ville de Brest».La redacción es anfibológica, pero puesto queUricoechea escribía desde Bruselas hay queentender que los que iban «a bordo del vapor»eran los Cuervo. Entonces se tardaban las cartasmes y medio entre Bogotá y París o Bruselas. Lacarta de Uricoechea estaría llegando pues aBogotá, aunque en otro barco, al mismo tiempo

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que los Cuervo. Ellos llegaron, puesto quemurieron años después; y la carta también, puestoque la estoy citando. Siempre me ha asombradoque una carta llegue. Pero hay algo que measombra más: que Colombia haya conservado lasde Cuervo. Ya las tirará.

Un año escaso después, el 2 de junio de 1880,Uricoechea le escribió a Cuervo su última carta:«Sí amigo mío, ¡salí de la impresión de lagramática árabe, qué descanso! Encima de mimesa está su ejemplar aguardando que acabeestas líneas para poner en él mi firma y enviarlecomo decía el poeta Abd el-Rahman “Una partede mi alma a otra parte que allí habita”. No estámal empastado, pero tal vez abusó algo elempastador de la recomendación de “serio” quefue como le califiqué el estilo. Yo mismo lollevaré a París y se lo daré a Roger para que loenvíe cuando haya ocasión. Entre mañana ypasado compondré los dos baúles y llenaré hastadonde pueda la bolsa. El viernes salgo de aquí,me estaré en París dos días en correrías, para

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poder llegar a Marsella el miércoles después yponerme a bordo el jueves a las 10 de la mañana,pues a medio día, si Dios quiere, saldremos asufrir mareo. De ahí voy a Alejandría por unaspocas horas y luego directamente a Beirut. Allíconsulto con los conocidos y dos días despuéstomo la diligencia para Damasco. Por ahí enfebrero volveré, si vuelvo. Mil recuerdosafectuosos a los hermanos, y usted no olvide a suamigo de corazón, E. Uricoechea».

No volvió, ni alcanzó a llegar a Damasco. El 28de julio de 1880, a los cuarenta y seis años,Ezequiel Uricoechea murió de un ataque deapoplejía en el Hospital de los Joannistes deBeirut. Su cadáver fue inhumado en elcementerio de Zeitouni de la parroquia de SanLuis, y en 1970 Colombia lo repatrió. Colombiaes buenísima para echar a sus hijos y regresarlosen cenizas. Los del Instituto Caro y Cuervo, unossanturrones, inventaron entonces, a noventa añosdel suceso, que Uricoechea había muerto «conlos auxilios de la religión y en el seno de la Santa

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Madre Iglesia». Bien sabían que no, que estabaninterpretando torcidamente un documentoreciente del cementerio en cuestión, unformulario actual impreso, de rutina, llenado porun cura en el momento en que el embajadorcolombiano en el Líbano recibía los restos de supaisano. No sabemos cómo murió Uricoecheaporque nadie lo contó, ni había quién lo contara.Lo que sí es muy curioso, cosas de Dios, es queel 2 de agosto, vale decir cinco días después desu muerte y por lo tanto sin haberse alcanzado aenterar de ella, murió en Bogotá su hermanaFilomena.

El viaje a Siria era una ilusión que desde hacíaaños le encendía la esperanza. En su última cartahabla de «arrendar una casita» en Damasco, e irseluego a vivir un mes «con alguna tribu en eldesierto», para volver a Bruselas hablando elárabe sirio. La Gramática árabe que le mandó aCuervo a través de Antoine Roger era la alemanade Caspari, modificada y traducida al francés porél, y que imprimió en París Maisonneuve. El

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ejemplar, que se encuentra en el Fondo Cuervo,tiene esta dedicatoria: «Al eminente filólogocolombiano Rufino José Cuervo, gloria de supatria y de sus amigos, en prenda de profundaestimación, E. Uricoechea». No sé qué sintieraCuervo por Uricoechea pues las cartas que leescribió se perdieron tras su inesperado final. Loque se siente en las de Uricoechea por él es ungran afecto, como bien lo dicen los versos deAbd el-Rahman citados en su última carta: «Unaparte de mi alma a otra parte que allí habita».

En carta del 4 de julio de 1876 escrita en Parísle informaba Uricoechea a Cuervo: «He recibidoy enviado a sus destinos los ejemplares de lasApuntaciones que Ortiz trajo, uno a CésarGuzmán y otro a Gutiérrez de Buenos Aires,reservando para mi uso el que U. tuvo la bondadde enviarme con tan honrosa dedicatoria». En1968 Guillermo Hernández de Alba, del InstitutoCaro y Cuervo, se enteró de que ese ejemplarestaba en la Argentina y que pertenecía a LuisLedesma Medina, director general del Archivo de

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la provincia de Santiago del Estero. Gracias a losbuenos oficios del embajador argentino enColombia, el señor Ledesma le envió el ejemplarde regalo al Instituto: está anotado porUricoechea y trae la siguiente dedicatoria, que esa la que alude en su carta a Cuervo: «Al eminentenaturalista y filólogo, y más que todo bondadosoy fino amigo D. Ezequiel Uricoechea. Recuerdoafectuoso de R. J. Cuervo». El ejemplar veníaacompañado de un cuadernito de observacionesde Uricoechea sobre el libro: las que le hizo aCuervo en varias de sus cartas, y que conocemos.Tanto el ejemplar como el cuadernito habíanpertenecido, antes del señor Ledesma, alhistoriador argentino Adolfo Saldías. Imposiblesaber, sin embargo, por qué camino llegaronhasta él. Después de su hermano Ángel, que es aquien más quiso, nadie tuvo mayor influencia enla vida de Rufino José que Ezequiel Uricoechea.Ante la imposibilidad de saber los sentimientosde Cuervo hacia él por no haber quedado lascartas que este le escribió, diré que a quien más

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quiso después de su hermano fue al poeta RafaelPombo, católico como él, solterón como él y sinhijos como él. Sus manchas burocráticas comosecretario de la Legación de Colombia enWashington y de la Cámara de Representantes enBogotá inhabilitan sin embargo todo intento decanonización. Me acompañan desde niño unosversos suyos que conservo en la memoria:

El hijo de Rana, Rin Rin RenacuajoSalió esta mañana muy tieso y muy majo,Con pantalón corto, corbata a la moda,Sombrero encintado y chupa de boda.

«¡Muchacho, no salgas!» le grita mamá.Pero él hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino un ratón vecinoQue le dijo: «¡Amigo, venga usted conmigoVisitemos juntos a doña RatonaY habrá francachela y habrá comilona».

A poco llegaron y avanza Ratón.Estírase el cuello, coge el aldabón.Da dos o tres golpes, preguntan: «¿Quién es?»

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«Yo, doña Ratona, beso a usted los pies».

Y arman una fiesta los ratoncitos y vienen losgatos y se los comen. Ahí está retratado él. Y ensus cartas. O más exactamente, en los resúmenesde sus cartas como ya he dicho, pues las que lesescribió a los Cuervo desaparecieron tras lamuerte de don Rufino, pese a que estoy segurode que este las conservó. He aquí, por ejemplo,el resumen de la carta del 18 de octubre de 1884:«Ángel y Rufino Cuervos, París. Carta de abrazoy visita que les envío con José Asunción Silva,perla destilada y aquilatada de Ricardo Silva». Oeste otro, de una carta del 25 de mayo de 1896:«Ángel y Rufino J. Cuervos, París. Dosplieguitos y medio. Suicidio ayer o antenoche deJosé Asunción Silva, según unos por el juego de$ 4000 de viáticos de Cónsul para Guatemala; poratavismo en parte, mucho por lectura denovelistas, poetas y filósofos de moda. Tenía amano el Triunfo de la muerte por D’Annunzio yotros malos libros. Ignominioso, dejando solasuna madre y una linda hermana, Julia».

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Este poeta Silva, el más grande de Colombia,era de paso un pícaro. Tras asolar a Bogotá se fuede secretario de la Legación colombiana aCaracas, desde donde le mandaba al pobreCuervo, a París, sus sablazos transoceánicos: «Elgiro es por una suma insignificante, 1.700 francos.El señor Bonnet me conoce y es amigo de mifamilia desde hace muchísimos años, pero apesar de eso estoy en la angustia de que pueda noaceptar y pagar la letra. Previendo eso yacordándome de usted y de su bondad, le suplicoa usted que tenga la bondad de mandarle esa sumapara que recoja la letra». La suma no era taninsignificante pues la criada de Cuervo, LeocadieMaria Joseph Bonté, ganaba 125 francosmensuales. O Cuervo la estaba explotando, oSilva le estaba pidiendo un platal.

Y como el colombiano Silva desde Caracas, elruso-francés Tannenberg desde París: «Contramis previsiones, me faltaron estas vacacionesdos lecciones que esperaba; ¿podría prestarmehasta fines de octubre la suma de trescientos

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francos? Contésteme con la sinceridad de que yole doy el ejemplo, y excúseme de acudir a ustedpara una cosa tan despreciable y vil que eldinero». Y un año después, sin que avanzaramucho su español afrancesado: «Acudo pues austed como a amigo verdadero, siempre tanbenévolo por mí y los míos, a usted quien meconoce bien y sabe que no me falta actividad yvalor para llegar a una situación honrada y segura.Ya me ha prestado usted una suma que todavía nole he devuelto por una multitud de causas, siendola principal el que el año pasado estuve obligadode adquirir una infinidad de cosas para mi casa,en muebles y cosas así. Ahora está la casabastante bien arreglada y no falta lo principal.P ue do pues asegurarle que le devolveré laprecedente cantidad antes de agosto de este año,aunque no tenga más lecciones de las que tengoahora. Si quiere y puede añadirme seiscientosfrancos, yo le ofrezco devolvérselos el año queviene en pequeñas cantidades, que sería lo máscómodo para mí». Que su mujer iba a parir otra

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vez y que lo sacara de apuros.Y como el ruso-francés Tannenberg desde

París, el peruano Manuel González de la Rosadesde la misma: «Las calamidades me vienenjuntas. Aparte de lo que le he contado y algo másque le contaré verbalmente, me encuentro sin unreal, por no haberme llegado los fondos quedebía remitirme mi hermano por el correo que serepartió aquí ayer. Así es que su carta no mellegará sino por el vapor del 22. En tal conflictono sé qué hacer, y no se me ocurre otra soluciónque suplicar a usted avergonzado se digneprestarme el señalado servicio de procurarmeunos 100 francos hasta el 23 del presente, en queindudablemente le serán devueltos con un millónde gracias». ¡Y Cuervo guardaba estas cartas!¿Como pagarés? Imagínense que por prestar tansolo 100 francos le iban a pagar en intereses unmillón de gracias. ¡Así quién no vive en París! El«indudablemente» del peruano en desgracia essublime. Como para levantar de admiración aBorges de su tumba.

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Ya sabemos que el que pide prestado pidedado. El mendigo también, pero menos. Salvoque sea mendigo de religión, como curas ymonjas, que son insaciables y que desde hace dosmil años –desde san Pablo, gran organizador decolectas– perdieron la vergüenza. «No echen enolvido la ofertica para mis chinos de lasEscuelas, ¿oyen? Fundaré otra, no muy tarde,porque así conviene y Dios como que quiere,porque donde menos pienso me vienenrefuercitos para esto». Carta del Ilustrísimo JoséBenigno Perilla Martínez, obispo de Tunja, a losCuervo, a París, del 27 de junio de 1884. «Chinos»es bogotanismo y quiere decir «niños». ¿Seríaeste Ilustrísimo un precursor de la pederastiamoderna? ¿Una fruta madura fuera de estación?

«Señores Doctores Ángel María [sic] y RufinoCuervo, Asilo de Clarisas, abril 24 de 1882: Missiempre distinguidos hermanitos de nuestromayor aprecio. Tengo el mayor gusto al dirigirlesesta para saludarlos muy afectuosamente y alpropio tiempo manifestarles la grande pena y

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tribulación que nos acompaña por la ausencia deustedes y quién sabe hasta cuándo regresarán aesta ciudad, pues todas sus Clarisas siempre loshemos querido mucho, y también estamosprofundamente agradecidas por la ardiente yconstante caridad que abrigan sus nobles ygenerosos corazones para con nosotras, DiosNuestro Señor los premiará en esta vida y en laotra, y nosotras jamás olvidaremos sus finezas»,etc., etc. Y firmado Cerebeleón de las Mercedes,Abadesa. ¿Cerebeleón? ¿No suena a nombre dehombre? ¿Y abadesa? ¿O sea superiora o madre?Ha debido de haber sido la lesbiana mayor, la quellevaba la batuta. Y no era Ángel María: era ÁngelAugusto.

Y oigan esta joya de otro ensotanado, uno queni conocía a Cuervo pero que le suplicaba desdeBogotá, a París, por carta del 13 de marzo de1897: «En vista de todo esto y de otras muchasconsideraciones que, sin duda, ocurrirán a V.,vivamente interesado por el principio ydesarrollo de esta santa obra en Bogotá, me tomo

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la libertad, pidiendo a V. mil perdones, de hacerlela siguiente pregunta-súplica. ¿No podría ser V.el designado por Dios para llenar esta necesidad,proporcionándonos alguna de las casas que ustedtiene aquí, teniendo la seguridad de recibir enretorno tanta gracia del Señor como se pediría alcielo en su favor? Una comisión de respetablesSeñoras de esta capital quería firmar la anteriorsúplica, para interesar más a V., pero les hesignificado que no era preciso». Y firmado fraySantiago Matute, religioso recoleto de la Ordende San Agustín. Ni siquiera conocía a Cuervo y yale estaba pidiendo casa. ¡Ni que se estuvieraacostando con él el recoleto!

Y oigan al Ilustrísimo Roberto María delPozo, obispo defenestrado de Guayaquil queanduvo unos meses por París asolando a donRufino y haciendo de las suyas. Le escribe desdeNueva York el 27 de mayo de 1889, acabando dedejar la ciudad del pecado y habiendo tocadopuerto: «Ayer llegué a esta con toda felicidad,dando muchas gracias al Arcángel S. Rafael, que

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nos ha librado de alguna colisión, que yo tantotemía. No he tenido más contradicción que lamuy pesada que me causó mi buen secretario lanoche en que salí para París. El señor Torrents nohabiendo podido seguir en la Compañía debíavolverse a su patria desde Nápoles. Quiso élespontáneamente acompañarse conmigo, a pesarde que yo le previne que no podía darle rentaninguna porque tenía otro buen sacerdote quedebía volver a América y se me había ofrecido aacompañarme. Él me rogó que le hiciera conocerParís, y si fuera posible también Nueva York,porque deseaba mucho ver estas ciudades. Medijo que solo neces i taba 100 francos paravolverse de París a Barcelona, ni le faltaba dineropara todo lo demás. Yo por no comprometerme,le respondí que no podía pagarle sus viajes yalimentos sino el tiempo que estuviera conmigo.Pero en París en atención a los servicios que mehabía prestado le di los 100 francos que me habíapedido en Nápoles, además de pagarle los gastosque había hecho en la casa, no solo de alimentos

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sino de vestidos. Mas cuál fue mi admiracióncuando me dijo que tenía que darle no solo los100 que me había pedido en Nápoles sino 200 más,y que si no, hablaría contra mí».

¿Que el arcángel san Rafael nos ha librado deal guna «colisión»? ¡Y yo que creía que«colisión» era neologismo! No hay nada nuevobajo el sol. ¿Y qué es eso de conocer París ytambién Nueva York? Le quedó faltando lapreposición a, pues la exigen en acusativociudades y países. Debe ser: «conocer a París ytambién a Nueva York», como está muyclaramente explicado en las Apuntacionescríticas sobre el lenguaje bogotano. ¿O es queno las leyó este marica? ¡Qué habrá pensado donRufino! «Si algo hubiere dicho el Sr. Torrentscontra mí en casa de Ignacio Gutiérrez o deMallarino –termina diciendo en su carta eldefenestrado marica–, espero que U. les haráconocer la verdad. Me encomiendo en susoraciones y me suscribo su afectísimo padre enJ. C. Roberto Obispo de Guayaquil». Y antes del

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nombre una crucecita.¡Pero si ya no era obispo de Guayaquil! Fue.

Pero lo que fue ya no es. «Fue» es pretérito; y«es», presente. Son dos tiempos del verbo muydistintos. ¡Ay, y «hubiere»! ¡Tan so fisticadito él,usando el futuro de subjuntivo! Ese tiempo,Ilustrísimo, hace mucho que murió. Ya-no-se-u-sa. Ya-no-ex-is-te. ¿Y qué era eso de «padre en J.C.»? ¿J. C. sería Jesucristo? Parece que sí,porque W. C. es water closet. ¿Pero Jesucristo noes pues el Hijo? No me queda claro elparentesco. Y oigan esto, del mismo, en carta del24 de julio de 1887, de cuando andaba en París:«Por el amor de Dios pase la cuenta al P.Unzueta no sea que yo muera antes de haberpagado las deudas que tengo con V. de dinero, deservicios, de cariño y de gratitud. Deseándoletoda clase de bendiciones espirituales ytemporales me suscribo de V. afmo. padre yamigo, Roberto Obispo de Guayaquil», y lacrucecita. ¡Y dele con el padre! Se marchó deParís el padre sin pagarle a su hijo don Rufino,mínimo, que yo sepa, «la cuenta del papel y

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demás objetos que me ha comprado», carta del 11de mayo de 1889 firmada por el pedigüeño de lacrucecita.

Con razón Uricoechea, que en paz descanse, leadvertía al joven Rufino José: «Todo me parecemuy bien, menos la Escuela de Cristo. Yo nocreo que U. necesite estar en esas reuniones, nipor U. ni por los demás. Como cosa espiritual nocreo que U. gane nada, y como cosa social –y deilustración o estudio– U. pierde mucho:créamelo. Si es bueno entretener a gentesociosas y que poco piensan con prácticasreligiosas repetidas, los hombres como U.pierden en ellas tiempo que emplearían de otromodo con más ventaja para el bien moral de lahumanidad, y el roce con esas gentes de oficiobeatos tiene muy malas consecuencias para elalma y para el bolsillo. No entro en el fondo de lacuestión porque el punto es delicado, perosocialmente hablando, le ruego que se retire unpoco de esas gentes.

»Ya otros me han dicho que U. estaba muydado a la iglesia. Que un pobre lego, con hábitos

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o sin ellos, pase la vida rezando el rosario seconcibe, porque ese es su oficio; el hombreestudioso debe cumplir con sus creencias peron o servir de apoyo y de bandera a los queespeculan con la santidad. Y ahora punto en boca,que puedo “desjarretarme” como lo tengo decostumbre». Y acto seguido, con palabras sutiles,cuasi poéticas, le aconsejaba que para que se ledistendiera «el arco que fatiga los brazos delguerrero», se fuera de putas. Ningún caso le hizo.Murió dando limosna y ansiando irse a unir consu Cristo. Con su J. C. Pobre don Rufino, asoladopor clarisas, agustinos, recoletos, sablistas,curas, obispos… Estos mendigos no tienenremedio. Siempre con la mano extendida comounos insaciables Vargas Llo s a s . Duodécimacláusula del testamento de don Rufino: «Declaroque a nadie debo cantidad alguna porque desde miniñez me acostumbré a pagar de contado todo loque compro, sin dejar que se me abra cuenta, y encaso de hacer negocios a plazo, a pagarexactamente el día de su vencimiento». ¡Qué iba

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a deber don Rufino! ¡Le debían a él! Si a este nome lo canonizan ipso facto como a Wojtyla, mesalgo de la maldita Iglesia.

¿Con quién sigo? ¿Con Ignacio Gutiérrez?¿Con Mallarino? ¿Con la Escuela de Cristo? Lasimultaneidad del omnisciente es espantosa.¡Cuánto no habrá sufrido Balzac! Vuelvo a lacarta de Pombo de 1896 en que les daba la noticiadel suicidio de Silva a los «Cuervos» en pluralcomo los llamaba, para hacer notar que esa cartasolo le llegó a uno: a Rufino José, pues Ángelmurió el 24 de abril, y la carta de Pombo era del24 de mayo. Todavía el 8 de abril le había escritoÁngel a Pombo: «Mi queridísimo Rafael: Sinninguna suya a que contestar (estilo mercantil)paso a decirle que aquí lo suponemos a U., lomismo que a los demás bogotanos, envuelto en lamás complicada chispería [chismes, rumores],pues ya no es Caro el que deja el mando aQuintero Calderón, sino Quintero Calderón elque se lo vuelve a entregar a Caro, y a la fecha nosabemos en qué manos andará el monigote», etc.

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Solo a una persona honorable como él se leocurre llamar monigote al poder. Fue la últimacarta que escribió. El 17 le empezó una pulmonía,e l 19 cayó en cama y el 24 murió. No alcanzópues a saber del suicidio de Silva. Tampoco Silvaalcanzó a saber de la muerte de Ángel. A Silva lohabían conocido los Cuervo de diecinueve añosen París, en el apartamento de la rue Meissoniera donde el joven poeta iba a visitarlos. «Siemprerecuerdo con placer nuestras noches de su casa yla acogida cordial y encantadora que encontré enella», le escribía a Rufino José desde Bogotápoco tiempo después. Un año exacto estuvo eltaimado joven en París de representante de losnegocios de su papá, don Ricardo, viendo a ver aquién tumbaban.

Pombo les debió de haber escrito a losCuervo (conjuntamente a ambos mientras vivíaÁngel y luego a Rufino José solo) unasdoscientas veinte cartas según mis cálculos, quedon Rufino ha debido de haber conservado peroque misteriosamente no han quedado. En cuanto alos resúmenes que hacía Pombo de esas cartas y

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que archivaba, tampoco han quedado todos: sololos de ciento sesenta y ocho, que van del 6 demarzo de 1884 al 24 de diciembre de 1903. De lascartas escritas por los Cuervo a Pombo quedanonce de Ángel y cuarenta y cuatro de RufinoJosé, siendo la última del 24 de noviembre de1909. Cuervo murió en julio de 1911 y Pombo enmayo de 1912. Faltan pues también muchas cartasde los Cuervo a Pombo, de quien fueron amigosentrañables toda la vida. Y un misterio más que sequedará sin resolver: no solo todas las cartas querecibió Cuervo de Pombo han desaparecido, sinotodas las que recibió posteriores a diciembre de1908 de todos sus corresponsales, que paradecirlo como el Evangelio eran legión.

En 1905 Cuervo hizo su segundo y definitivotestamento, cuya quinta cláusula estipula: «Por loque hace a mi correspondencia, los paquetes quellevan el rótulo para la Biblioteca Nacional deBogotá serán remitidos con los libros; losdemás, ruego a la persona que legalmente haya deintervenir en esto, que, sin abrirlos niregistrarlos, los destruya». Y si eran para

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destruir, ¿por qué no los destruyó él mismo? Porlo que a las cartas de Pombo se refiere, ¿por quéno han quedado las correspondientes a los cientosesenta y ocho resúmenes que conocemos si enestos no hay nada íntimo ni comprometedor? Ylas cartas de los corresponsales lingüistas yfilólogos posteriores a diciembre de 1908, en lasque menos podía haber, ¿por qué desaparecierontambién?

La historia del regreso de los libros y papelesde Cuervo a Colombia en 1912 ya la he contado:que en ochenta y ocho «cajas» o «bultos»llegaron a Barranquilla en los vaporesMartinique y Guadeloupe ; que la BibliotecaNacional designó a Javier Tobar para quepresenciara su apertura cuando llegaran a Bogotá;que los albaceas de Cuervo en Colombia EladioGutiérrez y José Ignacio Escobar lo revisarontodo; y que habiéndose acomodado todo en laBiblioteca el cura y filólogo español fray PedroFabo se llevó de allí, «en calidad de préstamo», elepistolario, «para realizar un trabajo encargado

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por la Academia Colombiana». ¿A cuál de losmencionados le echo la culpa de la desapariciónde las cartas de Cuervo que me están faltando?¿O es que las cartas que faltan se perdieron en elviaje porque las cajas o bultos en que veníancayeron al mar? ¿O las destruyeron lostestamentarios de Cuervo en París? ¿Pero porqué habrían de destruir unas cartas inocentesajenas a todo acto indebido y a toda pasiónamorosa? Cuervo sí estaba enamorado, ¡pero deDios! Entre 1905 en que Cuervo hizo eltestamento y 1911 en que murió pasaron seisaños. ¿Se habrá olvidado Cuervo durante esosseis años de que tenía que destruir no solo unascartas anteriores a 1905 según rogaba en lamencionada cláusula sino todas las posteriores?O sin haberlo olvidado, ¿no alcanzó a distribuir aúltima hora todas las cartas en suscorrespondientes paquetes, apurado como habíade estar por irse a reunir con Dios? ¿Pero unsanto destruyendo cartas? Sería la dicha en esteproceso de canonización para el abogado delDiablo, el vándalo quemador de libros de

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Alejandro Ordóñez que me puso la Curia paratorpedeármelo. El problema de los hagiógrafoses que no somos omniscientes como Balzac. Ocomo Dios, que tendría que ayudarnos puestrabajamos para Él, para su Gloria enalteciendo lavida de sus santos. Pero está tan alto el Altísimoque ni nos ve. ¿Quién ve una hormiga desde laLuna? Primer milagro de una carta: que llegue.Segundo milagro: que la conserve el destinatario.Tercer milagro: que habiéndola conservado no ledé por destruirla viendo cerca su final, o que leencargue a otro que lo haga. Quinto milagro: quevuelva a llegar, si es que la vuelven a mandar,como por ejemplo de París a Bogotá porBarranquilla, puerto de aguas turbias infestadaspor los tiburones de la Aduana colombiana queno sacia el vasto mar. Sexto milagro: que nohabiendo sido destruida hoy a alguien le interese.Juro por Dios que me ve que fray Pedro Fabo fueel que sacó las cartas de los sobres en que venían,pues así las guardaba Cuervo, y no las volvió a sulugar. Hoy mi amigo el historiador Juan Camilo

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Rodríguez Gómez conserva 287 de esos sobres,que le dejó de herencia su padre el historiadorHoracio Rodríguez Plata, a quien se los regaló elhistoriador Luis Augusto Cuervo, sobrino de donRufino. ¿Y por qué los tenía este sobrino? Porderecho de familia.

En el Instituto Caro y Cuervo han quedadotambién otros sobres vacíos. A mí todos estossobres, algunos sin las estampillas y muchos conlos matasellos ilegibles, me han servido sinembargo para resolver varias cosas. Por ejemplo,los pisos de las cuatro direcciones en que vivióCuervo en París. Cuervo solía fechar todas suscartas y ponía en ellas debajo de la fecha sudirección, pero sin el piso, con el solo númeroexterior de la calle tal vez por ser el número delpiso innecesario pues los edificios de entonces,que no tenían ascensor, constaban de muy pocos,cuatro o cinco. Sin embargo en algunos de lossobres vacíos tres de sus cuatro direccionesestán anotadas así: «3 rue Meissonier 3», «4 rueFréderic Bastiat 4» y «2 rue Largilliére 2». Elsegundo número repetido indica el piso, si bien

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no lo pusieron con el ordinal francés (3ème porejemplo, «tercero») sino con el cardinal. Lacoincidencia del número de la calle y el piso esexplicable por lo ya dicho, porque los edificiostenían pocos pisos: simplemente don Rufinovivía al comienzo de las tres calles. En cuanto ala cuarta dirección, «18 rue de Siam», ningúnsobre indica el piso, pero Max Grillo, quien habíavisitado allí a Cuervo en 1910, cuenta en unartículo: «En un día de Marzo fui a hacerle unavisita. Me acompañaba el doctor Juan E.Manrique, admirador cariñoso del insignepolígrafo. Subimos por la escalera, porqueascensor no tenía el edificio, hasta el cuarto piso,donde habitaba Cuervo un cómodo departamento.Había salido el sabio. Volví otro día solo.Mientras yo viva en este valle de amores y delágrimas recordaré aquella visita en que conocí ytraté al hombre que me ha dejado la más pura ymás noble impresión de grandeza entre losmuchos con quienes he departido». El misterioque no logro resolver es: ¿cómo sabían los que le

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enviaban cartas indicando el número del piso, siCuervo no lo ponía en las suyas (solo la calle y elnúmero de la fachada) ni tampoco en los sobresque las llevaban pues entonces no seacostumbraba escribir en ellos el remitente? Talvez en mi último momento mi Señora MuerteDios me ilumine y lo llegue a saber.

Hay una carta a Cuervo escrita en papel conmembrete del Grand Hôtel de Bade delBoulevard des Italiens en que el general JoaquínF. Vélez le dice: «Al llegar a París, complementode mi veraneo, mi primer cuidado fue ir a saludara Ud., respetado y querido amigo.Desgraciadamente mis piernas están cada día másdébiles; y en la imposibilidad de subir escalerastuve que conformarme, a despecho mío, condejarle una tarjeta. Después he pasado de nuevopor el sentimiento de que Ud. no me encontrase.[…] Con que me volveré a Roma dentro de pocosdías. Allí estaré como siempre muy a susórdenes, si la nueva administración me reelige».Como la carta es del 11 de octubre de 1898, la

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dirección a que fue el general Vélez es el 2 de larue Largillière, y el piso el segundo. Muy jodidodebía de estar el general de las piernas para nopoder subir dos miserables pisos. ¿Y un generalde la República cojo? ¿Cómo podía defender asía la patria? ¡Con razón nos quitaron los gringos eldepartamento de Panamá! No tuvimos quién nosdefendiera. El general Vélez, cojo. Y el generalReyes, traidor. ¿Saben qué le contestó el generalRafael Reyes al presidente Marroquín cuando loescogió en 1904 para que armara un ejército decien mil voluntarios que se habían ofrecido amarchar contra Panamá? Le contestó, portelegrama, desde Washington a donde lo habíanmandado a ver si podía arreglar algo: «22diciembre. Debe evitarse todo conflicto armadocon americanos, no ocupar territorio Panamá.Reuniranse aguas Panamá 40 vapores guerra.Búscase ocasión llevar guerra Cali, Medellín,Bogotá… Situación pésima». La armadacolombiana no podía enfrentar a lanorteamericana para desembarcar en Panamá a

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los cien mil voluntarios colombianos como éldecía, bien fuera por el Caribe o por el Pacífico,pero bien los habría podido llevar por tierra, asíhubieran tenido que ir abriendo la selva del tapóndel Darién a machete. Traidor a Colombia,también lo fue a don Rufino, pero de esto yaluego hablaré. Lo que el traidor Reyes quería erala presidencia y lo logró: sucedió a Marroquín enel bien supremo.

Y en este punto paso a enumerar, en el ordenen que se encaramaron a esa porquería quellaman «el solio de Bolívar», tan ansiado por losbípedos colombianos, a los catorce malnacidosque se cruzaron por la vida de don Rufino y quelo lograron: dos de ellos son sus parientescercanos, cuatro figuran junto con él entre losdoce fundadores de la Academia Colombiana dela Lengua, y otros tres pertenecieron luego a ella.Van así: José Ignacio de Márquez, suegro de suhermano Luis María y prócer de laIndependencia. Rufino Cuervo Barreto, su padre.Manuel María Mallarino, uno de los doce

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fundadores de la Academia y padre de GonzaloMallarino ante quien, como encargado que era delos negocios de Colombia en Francia en julio de1896, don Rufino hizo en París su primertestamento. Salvador Camacho Roldán, suinquilino de una casa suya que le alquilaba en 1865en Bogotá. Santiago Pérez, otro de losfundadores de la Academia y dueño del Colegiode Pérez Hermanos del que ya hablé, dondeenseñó Cuervo de joven. Clímaco Calderón, sudiscípulo. Carlos Holguín, su amigo (si es que sepuede ser amigo de uno de estos) y académico dela lengua. Miguel Antonio Caro, el de laGramática latina y el Instituto Caro y Cuervo yotro de los fundadores de la Academia. AntonioBasilio Cuervo, su hermano, que reemplazó aCaro en la presidencia los días 16 y 17 de enerode 1893, para morir el 19 de febrero, o sea muypoco después de haber probado en vida a qué sabeel néctar de los ángeles. José Manuel Marroquín,otro más de los fundadores de la Academia y elque dejó perder a Panamá; a don Rufino lonombró Embajador ante el Vaticano, pero ad

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honórem, siendo así que a él le pagaban el sueldoentero. Rafael Reyes, el Judas colombiano. JorgeHolguín, hermano del Carlos de esta lista ytestigo del segundo testamento de don Rufino enParís. José Vicente Concha, dependiente de Caroen la Librería Americana que vendía en Colombialos libros de Cuervo, y también de la Academia;era el embajador colombiano en Francia cuandomurió don Rufino. Marco Fidel Suárez, otroacadémico y uno de los dos copistas que tuvo enBogotá cuando empezaba su Diccionario.

El que sí no alcanzó el bien supremo fue elgeneral Joaquín F. Vélez. Estuvo a un paso. En laselecciones presidenciales de 1904, esto es,acabándose de consumar el robo de Panamá porlos norteamericanos, compitió con el traidorReyes pero perdió. Había sido dos vecesembajador de la minusválida Colombia ante elVaticano y el papa León XIII lo había premiadocon la Gran Cruz de San Gregorio Magno y laEncomienda de Pío IX, léase «Pío Nono», no PíoNoveno, y sépase que en honor de este estulto

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papa se hacía el pionono, un bizcocho enrolladode yemas de huevo y cubierto de crema, másempalagoso que Vicario de Cristo recién subidoal trono de Pedro.

Pero volviendo a Pombo, a Silva, a ÁngelCuervo y a las bromas macabras del destino y elcorreo, por los extractos que dejaba Pombo desus cartas sabemos que Rufino José le escribióel 8 de mayo del aciago año de 1896 en que muriósu hermano informándole de su muerte. Estacarta de Cuervo no ha quedado pero sí lasiguiente, del 26 de junio: «Queridísimo Rafael:Tengo a la vista las exquisitas cartas de U. de 25 y13 de mayo, y tiemblo de pensar que serán ya lasúltimas que vienen dirigidas a sus queridísimosÁngel y Rufino. Afortunadamente si el nombrede mi incomparable Ángel falta en los sobres, nofaltará en su corazón. El 27 de mayo, al mes cabalde las exequias, trasladé los restos a la sepulturadefinitiva, en que si Dios quiere que yo mueraaquí, iré a acompañarle, pues hice construir unespacio para mí. Para que no se noten tanto los

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efectos del olvido cuando yo falte, elmonumento es tan sencillo cuanto cabe; sobre unzócalo una lápida con una cruz en relieve, dellargo de la sepultura. Bajo el brazo derecho deaquella:

Ángel Cuervo* en Bogotá el 7 de Marzo

de 1838+ en París el 24 de Abril

de 1896

»La soledad cada día se aumenta, y como sevan alejando los que al principio meacompañaban, bajo cara indiferente (para noacusar el abandono) me siento devorar detristeza. Pero todo hemos de aceptarlo comoNuestro Señor nos lo envía. Mucho me haapesadumbrado la muerte de J. A. Silva. Era demaneras cultísimas, ingenio muy delicado (comoU. dice), y tuvo todo lo que puede hacer la vidabuena y útil. Tengo para mí que la atmósfera defamilia y de relaciones (le oí citar comooráculos sandeces de Ancízar) fue lo que

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primero vició su espíritu y comenzó la sequedadde su corazón; luego las lecturas de losnovelistas y poetas novísimos acabaron sin dudacon su moralidad. El estaba muy al cabo de todosellos, según lo que yo le oí aquí; y me hancontado que había dado en la gracia de escribirversos obscenos. Esto lo supe hace años, y lo dípor perdido. Recuerdo algunos versos de él muybonitos, en particular los “Maderos de sanJuan”».

La estrella y la cruz para indicar las fechas denacimiento y defunción de Ángel ya seesfumaron de la tumba. Viendo la inscripcióncomo está hoy pensé que la habían puesto en unamezcla torpe de francés y español pero no, esque en parte la borró el musgo de más de unsiglo. Dice Cuervo «bajo el brazo derecho» de lacruz pero se equivoca, ha debido poner «bajo elbrazo izquierdo». Para que fuera el brazo derechouno tendría que mirar la tumba desde el ladoopuesto, y desde este no se podrían leer lasinscripciones. Muy doloroso el tono con que

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habla de la muerte de su hermano. En cambio elpárrafo consagrado a Silva, inevitable pues fuePombo quien le dio la noticia del suicidio, es detotal incomprensión. Los versos obscenos a quese refiere no lo son: son tontos, los de unconjunto de malos poemas titulado «Gotasamargas» en los que aparece, para escándalo delos beatos de su tiempo, la fea palabra«blenorragia». ¡Si supiera don Rufino que enestos tiempos míos el mayor insulto enColombia ha sido «gonorrea» (del griego«gonos», esperma, y «fleo», fluir), que no solo yaempezó a perder su fuerza semántica sino que secura con un benzetacil! «Los maderos de sanJuan» es un poema hermoso: la abuela arrullandoal niño sin saber qué le depara el destino. Y Silvatiene nueve poemas más de igual belleza. No séde ningún poeta de este idioma que tenga tantostan bellos. Ni fray Luis, ni san Juan, ni RubénDarío.

Termina Cuervo su carta con un párrafo«desbarrando», como dice, sobre política, del

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cual tomo estas frases: «Fuimos criados paraesclavos y vivimos como esclavos bajo lacolonia, y no tenemos otra idea de gobierno queel despotismo. Nuestros padres pudieron mediogobernar porque tenían la tradición española, quesirvió de base en todas las oficinas». Hoy «eldespotismo» lo cambiaría yo por «labellaquería». En cuanto a «nuestros padres»,estaba incluyendo en ellos muy especialmente alsuyo, Rufino Cuervo Barreto, quien había sidovicepresidente de la Nueva Granada: prócer de lasegunda generación de criollos rapaces que lesquitaron los puestos y las tierras a lospeninsulares y que llamaron a su movimientosanguinario y vándalo «Independencia». Bolívares tan despreciable como el Borbón quereemplazó. Y como Bolívar sus sucesores. No sési don Rufino soliera recordar que su padre teníaesclavos. Tampoco creo que le hubieraremordido mucho la conciencia pues estabadentro de lo aceptado y solapado por su católicaIglesia. Que lo perdone Nuestro Señor.

De las cartas de Pombo la primera dirigida

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solo a Rufino José y ya nunca más a los«Cuervos» (con el apellido en plural, cosa que nole gustaba a don Rufino) es del 1º de junio de eseaño de 1896, y por lo tanto no es de respuesta a laque acabo de citar pues esta fue escrita el 26 dejunio y debió de llegar a Bogotá hacia mediadosde agosto. El extracto de la de Pombo empieza:«Va el día 8. Pésame por la muerte de miqueridísimo Ángel, hermano de mi alma, ocurridael 24 de abril en París. Dolor y vacío espantosopara mí. Mi única ambición e ilusión era pasarcon Uds. mis últimos años. Daría cualquier cosapor estar a su lado llenando con mi cariño unamínima parte de su vacío. Persisto en mi viejodeseo. Recuerdos de cartas de Ángel. Conservotodas sus cartas. Tengo aquí el mejor retrato demi padrino, excelente de Rufino al pie del Caldasdel Dr. Cuervo, los de ellos dos de niños». Noestá muy clara la redacción pero no importa. Elpadre de los Cuervo fue el padrino de Pombo, yha quedado un retrato al óleo de Ángel y RufinoJosé de niños que ha de ser al que se refiere: uno

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de esos retratos de niños que se compraban aprincipios del siglo XIX en Ecuador a mediohacer, con los cuerpos y los fondos pintadospero sin las cabezas, para que se las pusieran enColombia. Pombo conocía a los Cuervo de todala vida. Él nació en 1833, Ángel en 1838, y RufinoJosé en 1844. Eran vecinos de calle. Ahí quedan,todavía, las dos casas, en la calle de La Esperanzadel barrio de La Catedral, hoy Calle 10 del barriode La Candelaria, preservadas por milagro de lafiebre destructiva de Colombia. Se escaparon, yya no las tumbarán. ¡Como ese paísdesmemoriado y vándalo resolvió que teníaHistoria!

El diario de viaje de Ángel empieza diciendo:«Esta cartera es obsequio del señor ManuelPombo, la mañana del 15 de abril de 1878, día denuestra partida para Europa; y el lápiz con queesto escribo es un bellísimo lapicero de plata queme regaló el doctor Pío Rengifo en la tienda delseñor Pombo cuando buscábamos un lápiz para lacartera. Salimos de nuestra casa a la una despuésde un fuerte aguacero». La «cartera» en cuestión,

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o libreta, junto con otra que compró durante elviaje para continuar el diario cuando aquella se leacabó, hoy se encuentra en una vitrina deldespacho del director de la Biblioteca Nacional,una amplia sala de techos altos y paredescubiertas de retratos, entre los cuales uno de donRufino que me mira desde las lejanías de sutiempo irremediablemente concluido. «DonRufino –le dije la mañana en que fui a consultarlas libretas y se cruzaron mis ojos con lossuyos–, de tu Colombia no quedaron sino losvicios: los de tu amigo Caro. Si alguna virtudhubo en ese erial del alma, se ha esfumado».Entonces advertí que desde otra pared me mirabael mencionado Caro, olímpico señor que duranteseis años presidió nuestro destino violentándosea sí mismo, pues la presidencia era «la cosa máscontraria a su carácter y a sus hábitos». A puntade latinajos y avemarías manejó el rebaño. Ycuando las avemarías y los latinajos no lefuncionaban con las ovejas descarriadas, a bala ya destierro. El Manuel Pombo que menciona

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Ángel en su diario era hermano de Rafael. Este yCuervo, aunque no se diga, acabaron por tomarleuna profunda animadversión a Caro, que mecontagiaron. No lo puedo ver ni en pintura.

Salieron pues los dos hermanos de Bogotá a launa de la tarde después de un fuerte aguacero, yluego, a caballo, fueron rezando el rosario de lasestaciones: Facatativá, Funza, Villeta, Guaduas,Pescaderías y Caracolí donde tomaron unvaporcito que los llevó por el río Magdalenahasta Barranquilla donde se embarcaron paraEuropa en un trasatlántico, el Amérique, elmismo en que empezando 1895 habría denaufragar Silva a su regreso de Caracas. Un año yunos meses después del naufragio, del que sesalvó, Silva se pegó el tiro en el corazón, del queno.

Pasa fugazmente por la vida de los Cuervo unjoven bogotano, Francisco Mariño, ingenierorecién graduado, de veintidós años, que losacompañó desde Bogotá hasta París en el primerviaje, y al que Rufino José le escribió varias

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cartas que han quedado. Por caprichos deldestino, cuando se iban de nuevo de Colombialos dos hermanos para su segundo viaje se lovolvieron a encontrar en Facatativá, por dondehabían pasado con él tres años atrás cuando elprimero. Ahora el joven trabajaba en ese pueblitoen la construcción del Ferrocarril de la Sabana.Venían con los Cuervo Rafael Pombo y otrosamigos que los acompañaron hasta allí paradespedirlos. Pombo les compuso a los viajerosuna décima de despedida, que quedó en un papelfirmado por él y por el joven Mariño y con lafecha: 18 de mayo de 1882. El día anterior, enBogotá, Pombo les había dedicado a los Cuervouna copia de un retrato suyo en cuyo reversoescribió: «A mis más que amigos Ángel y RufinoJ. Cuervo, siempre suyo, Rafael Pombo, Bogotá,mayo 17, 1882 (copia, aunque mala, del retrato porFelipe S. Gutiérrez. N. York, 1872) » . No sevolverían a ver. A Pombo le escribió Rufino Josédurante lo que le restó de vida, veintinueve años.En cuanto a Francisco Mariño, se casó en Bogotá

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y Rufino José fue su padrino de matrimonio porpoder. Luego lo volvieron a ver los Cuervo,fugazmente, cuando pasó por París camino deLondres a tratar asuntos relacionados con laconstructora de ferrocarriles para la quetrabajaba. Regresó a Colombia y poco despuésmurió, en 1886, a los treinta años. Le esculpieronen la tumba una locomotora.

Gracias al diario de Ángel, a las cartas deRufino José dirigidas al joven Mariño, a Caro y aUricoechea, más las guías Baedeker que usaron yanotaron y los muchos papeles que guardaron, deuna ciudad y otra, el primer viaje de los Cuervodesde Bogotá a París y su correría por Europa lospuedo reconstruir paso a paso, y a veces día a díay hasta con las horas, como novelista que inventa.Del segundo viaje en cambio, el definitivo, sémuy poco: lo que acabo de contar de la despedidaen Facatativá, lo que cuenta en su libro En viajeel argentino Miguel Cané, y la breve informaciónde un periódico.

Miguel Cané fue el cuarto o quinto argentino

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en llegar a Colombia en lo que esta llevaba dehistoria. Tenía treinta y un años y venía comoprimer embajador de su país, acompañado de unjoven secretario, Martín García Merou. Lo quevieron estos argentinos europeizados no lopodían creer: un país de latinistas entre indios ymestizos y con Academia de la Lengua, que notenía Argentina. Llegaron a Bogotá, con los ojossaliéndoseles de las órbitas, el viernes 14 deenero de 1882, «día de mercado», según anotaCané en ese libro En viaje que lo habría de hacercélebre. Cuatro meses después, el jueves 18 demayo, se marchó dejando a su joven secretario deencargado de negocios. Varias cosas cuenta enese libro de los Cuervo y su cervecería, y delDiccionario de Rufino José quien por entonceslo empezaba, pero lo que me importa ahora es supartida. «Hay que partir; el carruaje espera a lapuerta y los buenos amigos que van aacompañarme hasta el confín de la Sabana estánlistos». Las despedidas consistían entonces enacompañar por un tramo a los viajeros: dos o tres

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pueblos. ¡Hoy yo no acompaño ni a mi santamadre al aeropuerto! Y a desandar Cané elcamino por donde había llegado: Los Manzanos,El Alto del Roble, Agualarga, Chimbe, Villeta,Guaduas… En Guaduas se encontró con losCuervo, que emprendían su segundo viaje aEuropa y que habrían de seguir con él hastaBarranquilla, por el Magdalena. Pero los Cuervono llegaron a Guaduas por la ruta de Cané:llegaron por Facatativá, donde los despidieronRafael Pombo y el joven Mariño según acabo decontar. El domingo 21 de mayo, en Bodegas,Cané y los Cuervo tomaron el vapor Confianza,que los llevó a Barranquilla. El nombre del barcolo sé porque el Diario Oficial de tres díasdespués lo dijo, y enumeró los pasajeros: loshermanos Cuervo, Pedro Carlos y JuanEvangelista Manrique, Mariano Tanco y sus treshijas, Miguel Cané… Y otros que no cito noporque no los conozca pues Bogotá entonces eramuy chiquito y nos conocíamos todos, sino porno abrumar al lector. Dos apellidos encuentro en

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esa lista que hacen palidecer a la prosaica novelafrente a la irrealidad de la vida: el de las Tanco yel de los Manrique.

Cuatro años atrás, en el primer viaje, lasseñoritas Leonor y Teresa Tanco iban con losCuervo en el Amérique rumbo a Francia: lasmenciona Ángel en su diario. En alta mar, yendode Guadalupe a las Azores, Teresa Tanco, que erapianista de música clásica, dio un concierto en elbarco y tocó unas variaciones sobre Lasonámbula, «con tal destreza y sentimiento quearrancó numerosísimos aplausos» según Ángel. ATeresita Tanco la conozco desde hace muchopues pasa por la vida de Silva, que él vivió y queyo escribí, y que me rezo como el rosario.¿Quién dentro de 130 años le podrá seguir la pistaa uno que tomó hoy un avión? ¡Qué chiquito eraentonces el mundo! Nos conocíamos todos. Conla abolición de las distancias esto se haagrandado mucho. En cuanto a los Manrique, JuanEvangelista también me persigue desde Silva.¡Con eso de que le pintó sobre el pecho el sitio

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del corazón para que ahí se pegara el tiro! ¡Quése lo iba a pintar! Y sin embargo ahí va en esevapo r Confianza por el Magdalena con losCuervo rumbo a Francia… Y sin embargo habríade estar cerca de don Rufino cuando moría… Ysin embargo condujo su duelo… De suerte puesque Juan Evangelista Manrique acompañó aCuervo en sus dos más decisivos momentos:cuando se iba de Colombia y cuando se iba deesta vida.

Graduado de médico en Colombia, JuanEvangelista revalidó el título en la Facultad deMedicina de París con una tesis que publicódedicada a sus padres y a los hermanos Cuervo:Étude sur l’opération d’Alexandre(racourcissement des ligaments ronds)précédée de quelques considérations sur lesdéviations et les déplacemnts de l’utérus parJuan E. Manrique, Docteur en Médecine et enChirurgie de l’Université de Colombie, Ancieninterne de la Clinique de Bogotá, Membre de laSociété Zoologique de France, Docteur enMédecine de la Faculté de Paris –Paris, G.

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Steinheil– 1886, 161 pp. Por lo visto a JuanEvangelista Manrique no le gustaba el«Evangelista», que dejaba en una E, así como aJosé Asunción Silva no le gustaba el «Asunción»,que dejaba en una A. Sobre la graduación deManrique don Rufino escribió un artículo quepublicó La Nación de Bogotá y que empieza: «El20 de febrero de 1886 tuve la satisfacción íntimade concurrir, en la Facultad de Medicina de Parísy junto con varias personas respetables, al actoen que presentando la tesis de estilo coronó sucarrera médica el Dr. Juan E. Manrique». Delartículo de Cuervo tomo también lo siguiente:«Compañero de viaje del Dr. J. E. Manrique y desu no menos inteligente y estimable hermano D.Pedro Carlos, cuando vinieron a perfeccionar susestudios, he sido testigo de la asiduidadinfatigable (cualidad por desgracia no frecuenteen extranjeros venidos con el mismo fin a París)con que el uno se ha consagrado a las cienciasmédicas y el otro a las jurídicas y a las bellasartes».

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En la primera mitad de 1893, siete añosdespués de la graduación de Manrique, Ángelpublicó su libro Curiosidades de la vidaamericana en París, recopilación de cientocatorce cuadros de costumbres o artículosmoralistas suyos que ya había publicado en sucolumna «Etnografía» de la revista Europa yAmérica de esa ciudad. El undécimo trataba delos extranjeros que venían a estudiar en laFacultad de Medicina. En la «Noticia biográfica»sobre su hermano, hablando de este libro y enespecial de este artículo dice don Rufino: «EnBogotá, cosa natural, no faltaron ataques: unosinspirados por enemistades personales, y otrospuros desahogos de médicos nuevos que secreyeron injuriados al leer de un mozo quedespués de recibirse de doctor en América tieneque hacer aquí sus estudios porque no distingueel toronjil del laurel, y de otro que abandonado asu suerte, solo y sin sanción alguna, en el barriomás peligroso para la moralidad, no piensa enestudiar, se pervierte, agota sus recursos, y al

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volverse compra una tesis (que el hacerlas paralos estudiantes es por acá profesión conocida) yluego se titula de médico en la Facultad de París.Que esta censura, viniendo de quien venía, nopodía extenderse a todos los médicos de Bogotáque han venido a París a perfeccionar susestudios, era patente, como que yo mismodespués de haber asistido al grado de uno que eshoy insigne profesor en esa ciudad, di públicotestimonio del brillante éxito que obtuvo». Puesen Colombia la censura la hicieron extensiva atodos y la tomaron como una afrenta nacional.No bien llegaron las Curiosidades a Bogotá,recién salidas de la imprenta de Durand, elperiódico El Telegrama publicó en su númerodel 30 de junio de ese año de 1893 una «brutalcensura» (palabras de Pombo) contra ellas. Paraempezar, que el título del libro era muy largo yque Etnografía habría sido mejor (todavía no seconocía La increíble y triste historia de lacándida Eréndira y de su abuela desalmada).Que en él no había tales curiosidades y que las

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extravagancias allí pintadas pudieran ser deamericanos en el Congo. Que a juzgar por elprólogo de su novela Jamás publicada el añoanterior, el autor era aficionado a observar lascostumbres humanas, pero que la observación asícomo él la entendía no servía para nada y se hacíacargante. «Ferocidad sí hay en el libro pero esuna ferocidad inocente. Entre líneas va unoviendo que hay un fondo oscuro de rencores, depasiones violentas, a cuyo encono le debemosesa producción literaria, solo que, al mismotiempo, la manera anodina, uniforme,descolorida, la ausencia de ideas generales, vanmostrando la incapacidad en que están aquellosafectos vivísimos de manifestarse como el autorlo quisiera. El libro hace, sin duda, parte de unacuriosa autobiografía moral». Colombia, pues,en toda su hijueputez. ¡Y yo que pensaba que estedefectico era de ahora! ¡Qué va, los países nocambian! País hijueputa lo seguirá siendo, porempecinamiento ontológico, mientras dure laeternidad del Altísimo.

Resultado inmediato del artículo de El

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Telegrama : se vendieron todos los ejemplaresque había mandado Ángel de París. Y queempiezan a salir sueltos y artículos, a cuál másindignado y denigrante, en los restantesperiodicuchos del poblacho: El Relator, ElHeraldo, El Contemporáneo, El CorreoNacional, El Sol, La Época… ¿Y era posible queun caserío que ni llegaba a los cien mil habitantestuviera tantos periódicos? Es que no eranperiódicos: eran plataformas de lanzamiento a lapresidencia de sus propietarios. La lista de esospasquines salidos en los doscientos años decuriosa independencia de ese país inefable dapara llenar un libro. Surgían de la tierra comohongos venenosos. Manuel Antonio PérezOrrantia, joven médico que acababa de pasar porla Facultad de Medicina de París, publicó en ElHeraldo, periódico de su papá Lázaro MaríaPérez, la segunda diatriba contra el libro deÁngel. A esta siguieron dos de El Relator : «Ellibraco de Ángel Cuervo» y «Por el honor delnombre». Y una de El Sol, en que José Cornelio

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Borda llamaba a Ángel «Monsieur de l’Ange etCorbeau». Emilio Cuervo Márquez, sobrino dedon Rufino, le recordó a este José Cornelio en elmismo periódico que su hijo Juan había llevado aParís cartas de recomendación para los Cuervo.El artículo de Manuel Antonio Pérez Orrantia deEl Heraldo es del 7 de julio de 1893: el 8 deoctubre el indignado joven estaba muerto. Murióde tisis a los veintiséis años. En la notanecrológica que le consagró El Telegrama sedice que publicó «un estudio crítico de un libroimpreso en París, original de un compatriotanuestro, en el cual se ultrajó, con erróneocriterio, a la Facultad de Medicina Nacional».¿Sería por lo del toronjil? El Heraldo del 30 denoviembre da la lista de los doctorescolombianos que «cursaban» en la Facultad deParís en octubre de 1891: siete, entre los quefiguran el difunto hijo del director, más IndalecioCamacho y Rafael Barreto, a los que el articulistallama sobrinos de don Ángel Cuervo, paraterminar diciendo: «Nos complace, sin embargo,

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el asegurarnos de lo que siempre habíamoscreído, es a saber: que el libro del Sr. Cuervo noabriga dañada intención contra su Patria o contrasus institutos que tanto la honran». No sé por quépusieron «Patria» con mayúscula. Debe ser conminúscula, máxime tratándose de un país taninsignificante y envilecido como el de ellos.

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No he podido averiguar qué parentesco tuviera

el doctor Indalecio Camacho con Ángel. Encuanto al doctor Rafael Barreto, de segundoapellido Venegas, era hijo de un primo hermanode los Cuervo al que estos querían mucho,Benigno Barreto Cuervo, diecinueve años mayorque don Rufino. Rafael Barreto Venegas segraduó de médico en Bogotá el 28 de mayo de1887. El 21 de julio Pombo les mandó a losCuervo con él varios cuadros de su colecciónpara que vieran en París si valían algo. Hacianoviembre de 1891 Rafael Barreto se marchó deParís para México, donde habría de vivir hasta elfinal de su vida. En carta del 8 de enero de 1892 aBenigno Barreto, Rufino José le comentó losiguiente de su hijo: «Ayer recibimos una cartade nuestro querido Rafael, escrita ya de México,y antes habíamos tenido otra de La Habana. Losustancial, por ahora, es que con el cambio declima ha desaparecido el mal de la boca, y segúnnos dice, espera no vuelva a presentarse. Seisdías no más llevaba de estar en la capital. Rafael,

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como ya hemos dicho a Ud., tiene excelentescualidades de cultura, discreción y delicadeza. Encuanto a conocimientos, aunque es doloroso queno se haya graduado aquí, creemos que síadelantó bastante. Ud. sabe que la manera comoaquí se hacen los estudios no permite comprobarla asistencia de los alumnos y casi ni el que vivacon ellos puede saber si siguen puntualmente suscursos. Todos los domingos veíamos a Rafael, ynunca dejamos de preguntarle por sus estudios,por sus exámenes, y llegamos a pedirle variasveces nos dijese cuándo habían de verificarseestos, para concurrir a ellos y poder informar aUd. Era, a lo que creemos, suficiente esto para unjoven de la edad y de las circunstancias de Rafael;vinieron luego los achaques de la boca, y conellos se alejó la posibilidad de grado». Entremediados de 1887 y fines de 1891 van cuatro añosy medio, que son los que Rafael Barreto Venegasvivió en París y durante los cuales no se graduópor los achaques de la boca. ¿No sería Rafael unode esos doctores americanos retratados en las

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Curiosidades de Ángel, que so pretexto deperfeccionar sus estudios en la Facultad deMedicina de París se iban a andar calles y aponerse en grandes riesgos morales en la ciudadde las putas, más conocida como la Ciudad Luz?Pudiera ser… ¿Pero entonces por qué no semandó a hacer su buena tesis y se graduó?

Juan Evangelista Manrique en cambio sí segraduó, y con tesis suya, propia, muy alabada, yvolvió a Bogotá en 1886, para acabar regresando aParís en 1907, aunque esta vez ya no de humildeestudiante de medicina como la primera sino deflamante Ministro Plenipotenciario de Colombiaante Francia, Bélgica y España, nombrado por elpresidente, el general Rafael Reyes, nuestroJudas Iscariote. En Internet lo pueden ver en foto,en casaca de embajador: la que le prestó enMadrid a Rubén Darío el poeta, que era másborracho y más pobre que Nicaragua, para quepudiera presentar las credenciales de MinistroPlenipotenciario de su Patria con mayúscula anteel zángano de Alfonso XIII. En París andaba el

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fatuo Manrique de recepción en recepción y debanquete en banquete con su mujer GenovevaLorenzana. Entre los ciento ochenta y seis quefiguran en la libreta de direcciones de don Rufinosolo él y «Borda W.» tienen teléfono. Entre tantoBorda bogotano disperso por el mundo no helogrado saber cuál sea este W. Con suerte me loencuentro un día en el Père-Lachaise. AManrique lo anotó así don Rufino: «Manrique(Dr. J. E.) 5 rue Mesnil, Paris, Téléphone 692-07».Cuando tome la máquina del tiempo que inventóWells para volver al pasado, lo llamo. Según miscálculos la libreta la empezó por marzo de 1885(o sea no mucho después de llegar a París), y aManrique lo anotó en 1907. Si alguno cambiaba dedirección, don Rufino la tachaba, y arriba o abajodel nombre, donde hubiera espacio, ponía lanueva. Tannenberg, por ejemplo, tiene cincodirecciones en la libreta, ¡y yo le conozco cuatromás! De los ciento ochenta y seis anotados algosé de algunos, y de muchos mucho. Nada helogrado saber, sin embargo, de los

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encuadernadores, talabarteros y dentistas que enella figuran. Será porque un encuadernador, untalabartero y un dentista no son personas: sonoficios.

Volviendo al que le pintó a Silva en el pechoel sitio del corazón. En carta del cinco de enerode 1884 Cuervo le dice a Luis Lleras: «U. notaráque yo no le doy noticia alguna de por acá; puessepa que es porque no las sé. Vivo más lejos delmundo que allá, y se comprende, porque allátenía mis amigos viejos, con quienes echaba misratos de charla, y aquí, aunque tengo algunosamigos paisanos, no los veo con la frecuenciaque deseara. La única noticia buena que tengo quedarle es la de la lucida que se ha dado J.Evangelista. Con la esperanza de poder escribirlargo, lo obligué a que me relatara el caso en unacarta, que es la que le remito; yo pensabaredactarlo a mi modo, para hacerlo publicar allá;pero no me alcanza el tiempo. Confío en que U.me haga este oficio de amistad, por supuesto norefiriéndose a la carta de Evangelista, sino como

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si yo se lo escribiera a U. Perdóneme lo tonto dela advertencia. Si le es posible, devuélvame lacarta». La carta de Manrique la publicó LuisLleras el 18 de febrero en su periódico LaIndustria, y es tan extensa como inmodesta.Termina diciendo: «Dos horas duró laconferencia ante la Sociedad de Zoología,durante las cuales se le oyó, a nuestro entender,con marcado interés, no obstante la dificultadcon que naturalmente se expresa quien estáhablando un idioma que no es el patrio. Antes delevantar la sesión le preguntó el presidente siquería presentar su candidatura, porque laSociedad aceptaba la conferencia como memoriade oposición a una plaza vacante. Leído despuésel informe de los doctores Marcus y Gazagrairesobre el mérito de la conferencia, fue nombradoManrique miembro de la Sociedad Zoológica deFrancia». Manrique hablaba de sí mismo entercera persona, como César. De modestia einseguridad no se iba a morir. Tan seguro estabade su ciencia, que curaba con solo hablar. No se

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alcanzó a curar sin embargo a sí mismo estegaleno en San Sebastián, España, donde murió el13 de octubre de 1914, a los cincuenta y tres años.Dos días después, el 15, en Bogotá, mataron a sucompadre y compinche el general Rafael UribeUribe saliendo del Capitolio. Más dañino que sutocayo Rafael Reyes y que la malaria, fue esteUribe al cuadrado el gran instigador delalzamiento contra el gobierno de Marroquín queencendió la más devastadora de las contiendasciviles colombianas, la guerra de los Mil Días,preludio de la secesión de Panamá. El Uribedoble salió derrotado en esa guerra, pero para elSenado, a mamar. Un día mientras bajaba lasgradas del Capitolio en pleno usufructo de subellaco puesto, dos carpinteros justicieros seencargaron de él y lo despacharon a hachazos a laeternidad. En alguna plazoleta de Medellín haquedado, vaciada en bronce, su efigie bigotudapara que lo caguen eternamente las palomas.Ofuscada Colombia por la muerte del mártir, nicuenta se dio de la de su compadre Juan

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Evangelista Manrique, y el cadáver del ilustremédico se les quedó en San Sebastián, y ahísigue, sin repatriar. Ya en vida de don Rufino, enParís, José Vicente Concha lo había desbancadode su puesto de embajador. Manrique lo desafió aun duelo: que le mandara sus padrinos. ¡Quépadrinos le iba a mandar! Concha no estabaentonces para duelos ni quebrantos, iba detrás dela presidencia. Y poco después la logró. Ajeno atodo rencor sin embargo, uno de los primerospapeles que firmó como presidente fue la Ley 81del dieciocho de noviembre de 1914, por la cualse decretaban honores «a la memoria del SeñorDoctor Juan E. Manrique». Así se les fue la Ley,sin el «Evangelista», con la mera «E».

Se fueron para siempre de Colombia loshermanos Cuervo y con sus libros, lo másprecioso que tenían. A Miguel Antonio Caro ledejaron los de tema colombiano para que losvendiera en su Librería Americana, y los demásse los llevaron. Y lo sé no porque alguien lo hayadicho sino porque lo deduzco, de unas cartas y

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unos libros. De las cartas que le habían escritohasta entonces, 1882, a Rufino José (cientotreinta y nueve exactamente, de las cualescincuenta y nueve de Uricoechea), y queregresaron en 1912 entre sus infinitos papeles. Yde los varios centenares de libros del FondoCuervo que al igual que estas cartas fueron yvolvieron. Por ejemplo, los de su infancia comoel Catecismo del padre Astete, la Gramática deBurnouf y las Observaciones curiosas sobre lalengua castellana que había pertenecido a supadre… Más los muchos volúmenes de laBiblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyrade los que, en su juventud, sacó la mayoría de losejemplos para las fichas o papeletas de suDiccionario. Y las obras que cita en lasApuntaciones, como las Lectures on the Scienceof Language de Max Müller, el Grundzüge dergriechischen Etymologie de Curtius, laGrammatik der romanischen Sprachen de Diez,e l Glossaire des mots espagnols et portugaisdérivés de l’arabe de Dozy y de Engelmann, Les

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origines indo-européennes de Pictet… Por unafactura de la Casa Thorschmidt & Co. de Bogotáexpedida a su nombre el 7 de agosto de 1869 yreferente a una caja de libros traída desdeHamburgo para él, sabemos que encargaba librosde Europa. Por esos libros conseguidos enColombia o traídos de afuera, Cuervo, que estabadestinado a ser un burócrata más en un país deburócratas, resultó siendo un hombreextraordinario. A su muerte esos centenares delibros que se había llevado de Bogotá regresaronsumados a los miles que había conseguido enParís durante los veintinueve años que allí vivió.Una de sus primeras cartas a Caro desde París meconfirma lo que digo: «Cuando le escribí a U. elmes pasado todavía no había desocupado las cajasde libros». ¡Claro, se los llevaron de Colombiaporque no pensaban volver!

No sé qué barco tomaron en Barranquilla eneste segundo viaje ni por qué puerto llegaron aFrancia. «Van cuatro letras en calidad de fe devida y de la afectuosa memoria que siempre

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tenemos de ustedes –le escribía Rufino José aCaro acabando de llegar a París–. Hemos tenido,a Dios gracias, un buen viaje; bueno en cuanto nohemos naufragado ni tenido accidente particular,pero para mí tengo que ningún viaje es bueno enel sentido de agradable. Si se suman la mula, elcalor del Magdalena y el mareo, ¿qué resultará?»Y algo después, a su amigo de juventud ycompadre Luis Lleras Triana le decía: «Hemostenido un buen viaje y sobre todo agradable porlos buenos compañeros. Los Manrique sonjóvenes excelentes, hemos hecho muy buenasmigas, y cada día lamentamos que por lasexigencias de sus estudios hayan tenido quesepararse de nosotros; pues ha de saber quedespués de llegados a París seguimos viviendojuntos unos días. Ahora nos vemos confrecuencia y charlamos largo y sabroso».

De la fábrica de cerveza de que se acababan delibrar poco se sabe: lo que contó don Rufino enla «Noticia biográfica» sobre su hermano, y loque dicen unas crónicas y unos avisos deperiódico. La «Noticia biográfica» cuenta los

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comienzos de la fábrica: cómo aprendió Ángel ahacer cerveza en los libros y experimentando ycómo se ocupaban de todo: de comprar la cebada,de llenar los tanques, de embotellar, deencorchar, de vender, de cobrar haciéndolesantesala a los tenderos para que les pagaran. Laanunciaban en los periodiquitos de Bogotá conocurrencias y anuncios ingeniosos: «Roque Rocay Roquete certifica que la Cerveza Porter que sevende a dos reales cada botella en la confiteríadel señor don Agustín Nieto es tan exquisita yconfortante como la mejor inglesa», etc.,anuncio de una página del 4 de diciembre de 1871en El Bien Público. Y seis días después P. P. deP., en carta pública en el mismo periódico, poneen duda que en Bogotá se fabrique CervezaPorter como dice Roque Roca y Roquete. RoqueRoca y Roquete era Ángel Cuervo, y P. P. de P.su amigo José Manuel Marroquín, quienveintiocho años después, ya septuagenario ysiendo vicepresidente de la República, habría dederrocar con un golpe de Estado al octogenario

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presidente Manuel Antonio Sanclemente, puestopor Caro. Le cupieron así en suerte a Marroquínla guerra de los Mil Días y la separación dePanamá. En honor a la verdad, Marroquín era unpresidente insólito. No había ocupado antespuestos públicos ni ambicionaba ninguno. ARufino José le llevaba diecisiete años. Eramiembro, como él, de la Academia Colombianade la Lengua y de la Sociedad de San Vicente dePaúl, la cual presidía cuando lo eligieronvicepresidente de la República. En sus catálogosen verso Colombia aprendió ortografía. Dospatrias dejó, donde le habían entregado una:Colombia y Panamá, repúblicas soberanas. Másun bello libro, El Moro , cuyo protagonista es uncaballo. El golpe de Estado a Sanclemente se lotuvo que dar porque este viejito, que de santo notenía sino el nombre, andaba muy brumoso yachacoso y Colombia se le estaba desintegrandoen las manos, en sus temblequeantes manos.Retiro a Marroquín del inventario de lospresidentes de Colombia que acabo de levantar,mi catálogo de la infamia. No puede estar ahí. Era

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un hidalgo. Un santo. Lo voy a canonizar.Por las fechas de los anuncios en El Bien

Público los Cuervo mandaron a imprimir enParís un aviso mural que se conserva en la casanatal que luego fue fábrica de cerveza y que hoyes, entre nido de burócratas y especie de museo,la sede del Instituto Caro y Cuervo: «Cerveza deCuervo, Marca de Fábrica, Bogotá, Diploma deHonor en la Exposición Nacional de 1871». Nocreo que en un país de bebedores de chicha y sinuna industria cervecera fuera mucho honor ganarun diploma así pero en fin, un diploma es undiploma. A juzgar por dos cartas de Uricoechea,el éxito de la Cerveza de Cuervo fue muy rápido:«No sé qué haga usted –le escribía a Rufino Josée l 30 de abril de 1871 desde Bruselas–, perosiento que haya dejado la enseñanza» (¿en elSeminario Conciliar, o en Nuestra Señora delRosario?). Pues bien, año y medio después, el 1ºde noviembre de 1872, desde Madrid, ya le estabaaconsejando: «Sus propiedades están sin enredos,sus rentas son suficientes para vivir

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decentemente en cualquier parte, su vida porestos mundos se pasaría con felicidad y seríaprovechosa a usted, a la patria y a las letras.Busque usted a persona que le encargue delrecaudo de arrendamientos y véngase de paseo,dejando todo preparado para levantar velas, almenos por muchos años. Si le gusta la vida poraquí, se queda; si no le gusta, se vuelve y siemprehabrá ganado. Creo firmemente que aquí sehallaría usted bien. Ya nada le detiene allá –pordesgracia–, y sí lo empujan para acá lossinsabores que otros le causan». Cinco añoslargos habrían de pasar para que Rufino José, encompañía de su hermano, se decidiera aemprender el viaje de paseo a que lo instabaUricoechea, y cuatro más para que lograranvender la fábrica y se instalaran en París; pero loque está claro es que en muy corto tiempo, entreesas dos cartas de Uricoechea, los Cuervo habíanarreglado sus vidas. El «por desgracia» supongoque tenga que ver con la muerte de la madre.Nada retenía pues a los Cuervo en Colombia y

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podían marcharse. Ahora estaban instalados enParís, en el 3 de la rue Meissonier. Atrásquedaban catorce oscuros años de lidiar contenderos y rufianes. A la fábrica de cerveza, sinembargo, le debían el no haberse tenido quemanchar en los puestos públicos, y el haberselibrado, para siempre, de Colombia y susmiserias.

De las treinta y dos cartas que han quedado deLuis Lleras a su compadre Rufino José solo dosson anteriores al viaje definitivo de este a París,y fueron enviadas desde el pueblito de Vélez aBogotá. Las restantes, escritas en Bogotá oBarranquilla y enviadas a París, abarcan un lapsode tres años y van de mediados de 1882 amediados de 1885, cuando lo mataron en unasublevación contra el gobierno de Núñez y sucadáver fue a dar al río Magdalena. «Resultó,querido Rufino –comienza diciéndole en susegunda carta de las escritas a París, el 6 deagosto de 1882–, como se lo anuncié en mianterior, que la compañía entre el Sr. Mamerto

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Montoya y Luis Herrera no se llevó a cabo porlas exigencias bastante exageradas del primero.Según se me ha asegurado, Herrera ofreció aMontoya tomar la mitad de la empresa dándoleuna prima de 6.000 pesos; pero Montoyapretendió que aunque Herrera hiciera la mitad delos gastos no tuviera la mitad de las utilidades. Enfin, este es asunto que ni a U. ni a mí nosimporta. No irían Uds. por Honda cuando ya elpúblico decía que la cerveza había desmejorado,y aunque esto al principio no tenía fundamentoninguno puesto que aún no se había agotado lacerveza fabricada en tiempo de Uds., sí llegó atenerlo después por haberse hecho algunamodificación en la fórmula o el procedimiento.Según me informa José, las cosas han vuelto ya asu carril acostumbrado. Pero Herrera entró encompañía con los Londoños para elestablecimiento de otra fábrica».

Pero poco antes, en carta del 18 de julio,Miguel Antonio Caro le decía a Rufino José:«Sabrán Vds, de mejor fuente que Luis Herrera

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se separó de la compañía con Montoya. Lasventas en lugar de disminuir han aumentadoconsiderablemente. Por este lado la fábrica vabien. Pero al mismo tiempo entiendo queMontoya se empeña en introducir novedades enla fabricación, y esto podría ocasionar algúndescrédito. Yo creo que él debiera continuar porel camino seguro que ha encontrado abierto. Selo indico a Vds. para su gobierno, como amigo, yreserven mi nombre». Según Luis Lleras, lafábrica iba mal pero bien; según Caro, iba bienpero mal. Se equivocaron ambos. La fábrica ibapero muy bien, y en prueba que el comprador lessiguió pagando por años a los Cuervo el arriendode la casa de la calle de La Esperanza, dondesiguió funcionando el negocio. Bogotá, la«Atenas suramericana» como la llamó Cané, laciudad de los periódicos y las imprentas, seempezó a llenar entonces de fábricas de cerveza.

En diciembre de 1884 los liberales radicales sealzaron en armas contra el gobierno de RafaelNúñez, la máxima alimaña entonces de Colombia.Uno de los sublevados, el general Pedro José

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Sarmiento, presidente del Estado Soberano deBoyacá, era cuñado de Luis Lleras. Entonces elpaisito llamado Colombia se dividía en estadossoberanos dirigidos por presidentes, una buenafórmula para irle calmando las ansias de gloria atanto malnacido. Aquileo Parra, otra de lasalimañas de la época y quien no hacía muchohabía dejado la presidencia, le confió a LuisLleras una misión en Boyacá ante su cuñado elgeneral, y en este punto empieza la desgracia delcompadre de don Rufino: junto con dos de sushermanos y otros dos cuñados, y con la mismafacilidad con que había fabricado con su mujerocho hijos, se unió al ejército de los sublevados.Seis meses después él y sus tres cuñadosdescansaban en tierra caliente, en la paz deSatanás que es de la que iban a gozar entonces losradicales de Colombia (los conservadores se ibana tierra fría, al cielo). La última carta de LuisLleras a su compadre Rufino José se la escribióen Barranquilla el 11 de junio de 1885, seis díasantes de que lo mataran, para agradecerles a él y a

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Ángel su ofrecimiento de acogerlo en París ysalvarlo de una tragedia que los Cuervo veíaninminente, generosa propuesta que no podíaaceptar: «Compadre, la guerra es un vértigo, esuna locura, una insensatez, y los hombres másbenévolos se vuelven bestias feroces; el valor delguerrero es una barbaridad. Pero cuando unotoma las armas no puede, no debe dejarlas en elmomento del peligro, no puede volver la espaldaa amigos, enemigos y hermanos, sin cometer lamás baja de las acciones, sin ser un cobarde y unmiserable». Por lo visto no se considerabatraidor a los ocho hijos que había fabricado consu mujer y a los que había dejado abandonados enBogotá.

Han quedado diecinueve cartas de Rufino Joséa Luis Lleras. Salvo una, de la juventud y escritaen Bogotá, las restantes están fechadas en sustres primeros años de París. La última es del 16de julio de 1885 y la escribió cuando aún no lellegaba la última de su compadre, a quien paraentonces ya habían matado en la guerra.

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Comienza así: «Queridísimo compadre: Lasnoticias que con respecto a U.U. han publicadoaquí los periódicos son tan alarmantes quetiemblo al poner a U. estas cuatro letras,pensando en la situación en que puede hallarse, sies cierto lo que se ha dicho. Confío en que laDivina Providencia, en cualquiera suerte,próspera o adversa, le habrá favorecido». Lofavoreció con la muerte. Con lo cual la carta deCuervo resultó siendo al llegar la carta de un vivoa un muerto. Se repitió esta vez, pero al revés, loocurrido con Uricoechea, quien murió en Beirute l 28 de julio de 1880 y cuya última carta aCuervo, desde Bruselas, es del 2 de junio, por loque resultó siendo, al llegar a Colombia, la cartade un muerto a un vivo. El correo entre Colombiay París o Bruselas tardaba cuando menos mes ymedio, pero si el caudal del Magdalena bajaba osi estallaba una revolución (como la de losradicales de Luis Lleras), podía tomar meses.

A Luis Leras lo mataron de un bayonetazo porla espalda en el combate de La Humareda, unarefriega entre tantas de tantas revoluciones

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colombianas de las que hoy ya nadie se acuerda.Dicen que lo mató uno que había sido sudiscípulo. Tenía cuarenta y tres años. Cuando lollevaban a enterrar en El Banco, puerto delMagdalena, el barco en que iba, el vapor MaríaEmma, se incendió y explotó, y el cadáver fue adar al río. «¿Se acuerda de Londoñito el menor –le decía a Rufino José en esa última carta suyaque he citado–, aquel muchachito tan simpático,hermano de Vicente, el que murió? Pues esequedó herido y prisionero en Cartagena: díceseque le han cortado una pierna, y algunos aseguranque morirá. Muchas, muchas son las desgraciasque hay que lamentar. De Rosarito y losmuchachos nada he sabido desde el primero deenero. Los muchachos no deben ser ya ocho sinonueve, o diez si ha habido mellizos; pero no sé silo último es varón o hembra, o si vive o se hamuerto». La carta es del 11 de junio, lo cualquiere decir que llevaba seis meses sin saber desu mujer y los ocho hijos que trajo a este mundo,más el que venía o los que venían en camino, y a

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los que por ponerse al servicio de ambicionesajenas so pretexto del bien de la patria iba a dejarseis días después en el abandono. Esto es lo queen español castizo, que tan caro le era a donRufino, se llama un solemne hijueputa. ParaColombia era un buen colombiano.

Entre los huérfanos de este héroe de pacotillaestaba Agustín, el ahijado de don Rufino: lomataron en 1909, en San Fernando de Apure,Venezuela. Dos cartas quedan de «su amantísimopadrino» al ahijado, una de 1907 y otra de 1908. Ydos al hermano de este, Ricardo, la segunda deellas del 23 de agosto de 1909, enviada desde elHôtel National de Engelberg, donde veraneabaentonces don Rufino, y en que le habla del «pesarque U. y yo sentimos por la indecible desgraciade mi querido ahijado Agustín. Calcule U. lodoloroso que fue para mí el saberla. Recibí juntasdos cartas, una de mi ahijado, cariñosa como eransiempre las suyas, en que me contaba noticias desu vida y de la familia y me preguntaba miparecer sobre algunas cosas de lenguaje;mientras abría la otra, estaba pensando en lo que

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había de contestarle; esta era de Luis, con fechade cuatro días después, en que me refería lascircunstancias de infame alevosía con queAgustín fue sacrificado. No acierto a decirle a U.la emoción que sentí, y que aún me dura». Másbromas de la Muerte y el correo, más cartas demuertos que les llegan a los vivos como la luz deesas estrellas extinguidas hace mucho pero quepor un tiempo siguen brillando en la Tierra. Luisera hermano de Ricardo y Agustín, hijos de esehombre irresponsable y tonto que habían matadohacía ya tantos años en esa oscura refriega de unaoscura revolución de una oscura patria.

En el apartamento de la rue Meissonier seinstalaron los Cuervo a fines de agosto de 1882 oprincipios de septiembre, como se deduce de lasegunda carta de Rufino José a Caro desde París,del 5 de este mes: «En el primer correo despuésde mi llegada a esta escribí a usted para decirleque no me había ahogado, y que por lo mismosiempre lo recordaba cariñosamente. Deentonces acá apenas ha habido lugar para buscar

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cuartos y ver donde instalarnos. Hoy por primeravez escribo en la nueva habitación –3, rueMeissonier– adonde es probable quepermanezcamos algún tiempo, y así puede usteddirigir sus cartas directamente a esta casa». El«algún tiempo» fueron ocho años y siete meses,que es lo que vivieron allí. Luego se mudaron a larue Frédéric Bastiat, donde habría de morirÁngel. Luego, ya solo, don Rufino se mudó a larue Largillière, y de esta a la rue de Siam, dondemurió.

De cómo empezaba la vida de los Cuervo en elapartamento de la rue Meissonier nos podemosdar una idea por una de las cartas de Rufino Joséa Luis Lleras: «Confío que el conocimiento decausa con que U. ha entrado al nuevo empleo leevite molestias, y más que todo en que, habiendopaz, tenga U. con menos fatiga un mejor sueldo, yque tenga la satisfacción de poner clavos, taparpuertas en casa propia. Yo no sabía lo que eraesto; ahora a cualquier golpecito que se oye enuna puerta, se me figura que el propietario va a

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reclamar los daños». ¿El propietario, donRufino? ¡Los vecinos! Esos burgueses francesesque no toleran, deje usted que uno clave un clavo:que se ría. Francia será grande, pero está formadade hijueputas de alma pequeña. Sartre lo dijo: «Elinfierno son los demás». Con sus millones deasesinos, jamás Colombia la vesánica habríallegado a decir tanto con tan poco.

Atrás habían dejado, para siempre, la casonade la calle en pendiente de la calle de LaEsperanza donde habían nacido todos, con susventanas de gabinete y su balcón sobre la calle,sus muchos cuartos en los dos pisos, el patiocentral cercado de corredores y al fondo elhuerto de la higuera, donde en algún momento dela infancia había soplado el viento de lafelicidad… Bueno, digo yo que soy iluso. RufinoJosé tenía dos años cuando nombraron a su padrevicepresidente: en los cuatro años que siguieronel doctor Cuervo iba a ser uno de los personajesmás importantes de Colombia. Diez años despuésde haberse instalado los Cuervo en París, habrían

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de publicar, en dos volúmenes y en la editorial deA. Roger y F. Chernoviz (pero pagado el libro porellos), la Vida de Rufino Cuervo y noticias desu época, que escribieron juntos. El tercervolumen, de documentos, se les quedó enproyecto, por dos razones: una, la muerte deÁngel; y dos, el desinterés de Colombia por elpersonaje y en general por todo su pasado. Locual habla bien del país. Lo único esperanzadorde la infame Historia de Colombia es que hoy anadie le importe. ¡Si no la trajeran grabada en losgenes!

Poco antes de salir de Bogotá Cuervo leescribió por primera vez, a Austria, al lingüistaalemán Hugo Schuchardt, con quien habría demantener una correspondencia de veintinueveaños, si bien nunca llegaron a conocerse. De laprimera de las ciento diez cartas que Cuervo leescribió a Schuchardt, y que hoy se conservan enla Biblioteca de la Universidad de Graz, tomo dosfrases reveladoras: «Dentro de mes y medioestaré en París, donde pienso residir algún

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tiempo» y «Pretendo empezar a publicar una cosaque llamo Diccionario de Construcción yRégimen de la Lengua Castellana». Lo del«mes y medio» lo decía calculando lo quetardaría en partir y en llegar y poco importa, perolo de que iba a residir allí algún tiempo erasimple desconocimiento de su destino: se iba deColombia de por vida. En cuanto a lo delDiccionario, su anuncio de que pensaba empezara publicarlo significa que lo tenía muy avanzado,con la mayoría de las papeletas hechas y losartículos de las primeras letras redactados. ElDiccionario de Cuervo era único: lasmonografías de las palabras que presentan algunapeculiaridad sintáctica, como son todas laspreposiciones y los verbos y adjetivos que lasrigen. Con él intentaba una obra de malabarismocientífico: volver al diccionario gramática y a lagramática diccionario. Y lo logró. Los enterró aambos. Y es que al idioma no lo apresa nadie, esun río que se va. Ahora bien, si uno se mete ahacer un diccionario, sintáctico o no, no va

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reuniendo en papeletas o fichas los ejemplos dela letra A primero, luego los de la B, luego los del a C, sino los de todas las letras, de la A a la Z,según le vayan resultando en la revisión de lostextos de donde decidió tomarlos. En el caso deCuervo, de las ediciones de los clásicoscastellanos publicados en la Biblioteca deAutores Españoles de Rivadeneyra, coleccióntan ambiciosa cuanto negligente pero que fue laprimera de su tipo y que circulaba entonces entodo el mundo hispánico.

La siguiente carta de Cuervo a Schuchardt, del31 de julio, ya está fechada en París: «He tenidola gratísima sorpresa de recibir por conducto dela Legación de Colombia la amable carta de V.fha. 15 del presente, aunque con algún retardoporque habiéndome visto precisado a mudar decasa, no sabían a donde dirigírmela». ¿A qué casase refiere? ¿A donde llegó con su hermano y losManrique? No lo sabremos. Al final de la carta,tras la firma dice: «Aux soins de MM. Juan N.Uribe & Cie. 5 passage Saulnier, Paris». Este

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s e ño r Uribe, Juan Nepomuceno, empieza aaparecer en la vida de los Cuervo cuando elprimer viaje a Europa. Va y viene por lacorrespondencia de Rufino José junto con eljoven Mariño, Caro y Uricoechea, suscorresponsales de entonces. Era un traficante enletras de cambio, o sea banquero, o sea pícaro,pero sin banco, o sea doblemente pícaro, y condomicilio cambiante. En 1878 tenía instalado sutráfico de letras en el 35 de la rue d’Hauteville,que era también la sede o casa, no se sabe, deMiguel Vengoechea & Cía, otro pícaro, que teníanegocios con Silva, otro más. En 1882, a juzgarpor la carta en cuestión, Uribe se había cambiadoal 5 del passage Saulnier. Mes y medio estuvieronvarados los Cuervo en Barcelona a principios de1879 por su culpa: «porque se le olvidó poner ladirección, y como iba la carta certificada, noaparecía en la lista y costó no poco trabajoencontrarla y sacarla», según le escribía RufinoJosé al joven Mariño. Además de pícaro Uribeera pues un irresponsable.

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Empezando su diario nos dice Ángel que enVilleta «estaba Lázaro Pérez quien nos dio unacarta para Torres Caicedo. No hemos solicitadoninguna de las muchas que llevamos. Con librasesterlinas no hay necesidad de cartas». Nonecesitaría cartas de recomendación eljactancioso, pero sí letras de cambio pues nopodían llevar en el bolsillo, y para tan largo viaje,todo el dinero. Han debido de llevar tambiénletras de cambio compradas en Bogotá, y acostos altísimos, supongo que a nombre deUribe, para que este se las hiciera efectivas, endinero, en París. Ese era su negocio. Y el devarios otros colombianos bandidos que vivían alo grande instalados en las capitales del mundo –París, Londres y Nueva York– dándoselas dehonorables, pero traficando con el dinero de suspaisanos: si les iba bien, se parrandeaban la plataajena; si les iba mal, los clientes eran los quequebraban. Jamás dejaban que se trasluciera queestaban al borde de la bancarrota, manteniendosiempre sus finanzas en el mayor secreto. Y

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mientras más mal anduvieran, más gastaban paradar confianza. Papa malo, médico charlatán ybanquero ladrón: tres de las escasas verdades quehe sacado en claro en esta larga vida.

Carta de Caro a Cuervo del 18 de marzo de1884: «Mi querido Rufino: Tengo a la vista suamable de 5 de enero. Desde que aquí se supo eldesastre de Uribe & Co. estoy pensando enustedes. Sé la confianza que ustedes hacían deesa casa (y aun recuerdo que alguna vez le hiceyo alguna indicación sobre esto); así que metemo mucho que ustedes hayan experimentadoalguna pérdida. Sáqueme de esta inquietud». Nolo sacó de la inquietud. En la carta de respuesta aCaro, que ha quedado, Cuervo no le dice ni unapalabra de Uribe. Como si el otro no le hubierapreguntado nada. Tras la quiebra, san JuanNepomuceno Uribe, patrono de la usura, se fue amontar su negocito en Panamá para especularcon el futuro canal, y estoy hablando de 1887, ¡unvisionario!, a ver si podía traficar con dos mares.Desde allí le escribía a Ángel felicitándolo por

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su libro Conversación artística, en que el autoraprovecha las múltiples observaciones sobrepintura hechas en sus correrías por los museosde Europa cuando su primer viaje y que consignóen su diario.

Entre las cartas que guardó Cuervo quedan dostarjetas en que sale a relucir el nombre de Uribe:una de un señor Evrad en papel membretado de laBrewing Trade Gazette , revista de loscerveceros, dirigida a los dos hermanos y alHôtel Saint-Georges de París donde se alojabanal final del primer viaje a Europa y ya a punto deemprender el regreso a Colombia, paraofrecerles un pegamento de pez de Inglaterra(des colles de poisson d’Angleterre), meimagino que para sus botellas de cerveza, y encuya posdata les dice que le había enviado a Mr.Uribe el barril de bisulfito que le habíanencargado, me imagino que para su fábrica. Yotra del defenestrado obispo de GuayaquilRoberto María del Pozo, compinche en Panamáde Uribe, de quien traía el encargo deconseguirle en París un colegio de curas

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(¿pederastas?) para su niño: «He averiguadosobre el Colegio a donde puede ir el niñito de J.Nepomuceno. En Namur tienen los P.P unexcelente Colegio donde hay algunos españoles.La dirección es la siguiente». Y se la daba a donRufino para que se la mandara a Uribe. ¿Y porqué no se la mandaba él? ¡Cuándo han vistoustedes a un obispo de mitra y báculo en unaoficina de correos! Había conseguido estemitrado en don Rufino un banquero que leprestara dinero (del que no se paga), y un criadoque se ocupara de sus cartas. Y si se encuentrauno con uno de estos maricas, extiende la manopara que le bese uno el anillo (que le robó sabráDios a qué viuda), y luego voltea la mano paraque se la unte uno de plata.

Para terminar con Uribe y volver a la rueMeissonier, lo vuelve a mencionar don Rufino encarta del 6 de diciembre de 1889 a su apoderado yagente en Bogotá Federico Patiño: «Recibimosuna letra por Frs. 2.969.10 girada a cargo de losSres. Fould Frères & Cia. de París por el Banco

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de Bogotá; suma con que queda saldada laobligación suscrita por D. Julio D. Mallarino afavor de los Sres. Juan N. Uribe & Cía de París, ycuyo valor tenían Vds. orden de remitirnos. Ya lahemos enviado a la aceptación». Sé quiénes sonlos Fould Frères de París; sé quién es don JulioD. Mallarino; sé qué es una letra; sé qué sonfrancos; soy magnífico para desenredar cuentasfogueado como he sido en las de Silva eltramposo durante años; pero juro por Dios queme ve que no entiendo qué le quiso decir donRufino a su apoderado. Me da gusto, eso sí, quela cantidad sea grande porque si era suya, de ahíle podía prestar a Tannenberg y darles a lasclarisas de Bogotá. ¿Y cómo es eso de que «JuanN. Uribe & Cía de París», si la carta es de 1889?En 1889 ¿no estaba pues Juan N. Uribe & Cía deParís en Panamá, haciendo de las suyas con suobispo privado Roberto María del Pozo? Queestuviera Uribe en Panamá horqueteado entre dosmares que casi se juntan en ese estrecho istmomedio lo entiendo. ¿Pero de lado a lado del

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Atlántico?La rue Meissonier es una callecita perdida en

el decimoséptimo arrondissement de París, y vade la rue de Prony a la rue Jouffroy, con unaventaja enorme: iglesia cerca: la de SanFrancisco de Sales en la rue Bremontier, a tiro depiedra, ¡para que fueran los Cuervo a misa de 5madrugados! Que Cuervo iba a misa diaria lo heoído desde niño. Ahora bien, ¿no sería este unlugar común como el de su «paciencia debenedictino» que le acomodaban cada vez quehablaban de su Diccionario ? En el diario deÁngel sí van a misa los dos hermanos, pero sololos domingos. Aunque claro, todos los días nopodían porque iban viajando, ¡y por paísesprotestantes! No me imagino yo a los Cuervooyendo misa en una iglesia protestante, sinsantos y en vez de cura con un pastor. Los Cuervoeran del Concilio de Trento. ¡Lo que descansaronal llegar a Polonia! En fin, por iglesias católicasen París no iban a sufrir. Las hay.

Y he aquí que buscando y buscando que me

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encuentro la confirmación, donde menos me loesperaba, lo de la misa diaria: en Boris deTannenberg, en su hermosa necrología titulada«Cuervo intime», que publicó en el BulletinHispanique recordando a Cuervo poco despuésde que muriera. Aunque la escribió en francés,me voy a permitir citarla en español confiado enque a estas alturas el lector jamás pensará queacomodo para mis fines al traducir. Mi único fine s servir, según mi leal saber y entender y conhumildad devota, en esta causa de canonizaciónque he de sacar adelante, queriendo Dios y si nome la torpedea la Curia con su malnacidoabogado del Diablo. Dice Tannenberg: «Dentrode unos años se ignorará tal vez al admirable serhumano que fue el señor Cuervo si los que loconocimos y quisimos no nos apresuramos aseñalarlo. En 1885 tuve la suerte de anunciar en laprensa francesa antes que nadie la muestra delDiccionario que el señor Cuervo acababa depublicar, y que había repartido entre losromanistas. Arsenio Darmesteter me la

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recomendó elogiándomela mucho, y yo melimité a reproducir en la Revue du Monde latin,tan exactamente como pude, el juicio de tancompetente maestro. Días después recibí delautor una carta llena de esa gentileza tradicionalespañola, tan meticulosa, en la que trascomplicadas fórmulas de admiración y derespeto se acaba con la obligada serie deabreviaturas cabalísticas. Estaba yo entonces muyjoven y no podía aceptar sin cierto sonrojosemejante homenaje, por lo que candorosamenteresolví ir a donde el señor Cuervo a decirle queyo no era sino un modesto e imberbe estudiantede letras castellanas. Y ese fue el principio denuestra amistad».

En 1885 Tannenberg tenía veintiún años, veintemenos que Cuervo, y el artículo a que alude y queescribió después de que Arsène Darmesteter lediera a leer el Prospecto del Diccionario setitula Un Littré espagnol, y efectivamenteapareció en la Revue du Monde Latin el añoseñalado. La primera carta de Tannenberg a

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Cuervo lleva la fecha completa (cosa nosistemática en él como vamos a ver) y es del 11de marzo de 1885; está en francés, si bien en losprimeros tiempos de su relación con Cuervoalterna el francés con el español. «Monsieur –empieza–, Une longue absence m’a empêché depublier jusqu’ici l’article que je vous avaispromis. D’autre part la lettre que vous aviezjointe à l’exemplaire de votre Diccionnaire a étéégarée», etc. Que por estar fuera no había podidopublicar el artículo que le había prometido, y quela carta de Cuervo con que iba el ejemplar delDiccionario se perdió. Y que le contestaraalgunas preguntas para poder escribir el artículo.Una, que si escribió la obra sin colaboradores.Dos, que si la continuación iba a aparecer pronto.Y tres, que cuántos volúmenes iban a ser. No séqué le contestó Cuervo porque Tannenberg muriósin poner a buen recaudo las cartas que donRufino le escribió, pero puedo contestar por él.Uno, la obra la escribió solo. Dos, lacontinuación, que en realidad era el primer

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volumen porque de lo que hablaba Tannenberg erade una muestra o prospecto, iba a salir pronto (dehecho el primer volumen salió al año siguiente).Y tres, solo Dios sabía cuántos volúmenes iban aser, pongámosle ocho o diez.

La segunda carta de Tannenberg está fechadaun 9 de junio escueto, así, sin año, ¿y saben porqué? Porque la escribía en español, y cuandoTannenberg se cambiaba al español cambiaba dealma. Sus cartas en francés llevan la fecha entera;las suyas en español, un simple esbozo: 9 dejunio, 8 de marzo, 26 de abril, Domingo, Jueves11½ de la noche, o nada. Una nonchalancehispanique. Las cartas francesas llevan elencabezado Monsieur o Cher Monsieur; lasespañolas, Mi querido amigo, Mi estimadoamigo, Amigo mío… La que empieza con el«Amigo mío» termina con las cabalísticasabreviaciones S. s. s. q. b. s. m.: «su seguroservidor que besa su mano». Leyendo algunacarta de Cuervo había aprendido. No creo, sinembargo, que ya supiera que si le hubiera escrito

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a una mujer, la última m del abracadabra la habríatenido que cambiar por p: «su seguro servidorque besa sus pies». El buen políglota es el que escapaz de cambiar de alma, y el hombre limpio secambia a diario de calcetines. Uno o dos añosdespués, pero es imposible saberlo exactamenteporque como cuando escribe en español Boris nopone el año, ya le componía a don Rufino«Doloras» a lo Campoamor, y cuartetosendecasílabos, que le mandaba con los sablazosen sus cartas:

En una de esas horas, cuando ¡ay triste!Fiero dolor el corazón aprieta,Y se llora, y se exclama: «¡Dios no existe!»Leí tus versos, y te amé, ¡oh poeta!

¿Novecientos francos le pedía prestado? ¡DonRufino habría tenido que darle diez mil! Boris eraun amor. Y fiel. Quiso a don Rufino hasta sumuerte. Quiero decir, la de don Rufino, porque élmurió después, aunque no mucho, en 1914 comoManrique y el Uribe doble. Pero volvamos a la

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necrología a ver cómo es que dice lo de la misadiaria que ya se me estaba olvidando: «M. Cuervoétait installé à Paris…». ¡Ah no! Quedamos enque iba a traducir. Además «Cuervo» en francéssuena a Cuervó: «Monsieur de l’Ange etCorbeau», como le decían en Bogotá a Ángel loshijueputas; y a José Asunción Silva, «JoséPresunción». La envidia le retorcía las tripas aese país de burócratas. «El señor Cuervo –escribe Tannenberg– se había instalado en Paríscon su hermano don Ángel desde hacía unos dosaños, en un apartamento espacioso de la rueMeissonier. Llevaban una vida de estudio pero ala vez alegre, abierta al mundo de afuera. DonÁngel había montado la casa con elegancia y seencargaba de todo. Su única preocupación era quesu hermano, al que adoraba y cuidaba como unamadre, no tuviera preocupaciones y sí la pazmonacal necesaria para sus trabajos. Culto éltambién y con talento artístico, le encantabaParís por cuanto hay allí de hermoso. Visitabamuseos, no se perdía exposición, compraba de

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cuando en cuando un cuadro en las subastas, iba alos Conciertos Lamoureux, al Collège de Francey a la Sorbona, y de vuelta a casa le gustabacontar durante la comida, en un relato chispeante,lo que había visto y oído, eco alegre del mundoexterior tan necesario para distraer a don Rufino.Lo principal de la casa y único fin de la vida delos dos hermanos era el Diccionario, al que donRufino se había entregado en cuerpo y almadesde hacía quince años, y que pensaba publicaren París. En Bogotá había examinadoexhaustivamente la Biblioteca de Rivadeneyra enbusca de ejemplos con laboriosidad cotidiana.Durante años, sin desfallecer, vivió solo para esaobra a la que le consagró la vida. Ayudaba alprójimo, tenía al día su voluminosacorrespondencia, hacía la caridad a domiciliopues fue siempre sincero amigo de los pobres, eiba a buscar, en fin, cada día en los altares, «lesgrâces nécessaires à la vie chrétienne intégrale etles joies spirituelles dont avait soif son âmemystique» (las gracias necesarias para la vidacristiana integral y las alegrías espirituales de

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que tenía sed su alma mística). Qué entendíaTannenberg por «vida cristiana integral» no lo sé.En español «integral» solo lo he oído unido apan. ¿Tendría que ver con el pan integral delalma? En fin, este artículo necrológico de Borisde Tannenberg, «Cuervo íntimo», publicado en eltomo 13 del Bulletin Hispanique de 1911, es lomás revelador que se haya escrito sobre la vidade Cuervo hasta hoy: ahí está él, en pretérito ycopretérito según la nomenclatura de Bello delos verbos, o en perfecto e imperfecto según lade la Academia: lo que fue y lo que hacía. Si algosupimos en Colombia de Cuervo tras su muertefue por ese artículo. Lo que escribió Tannenberges lo que me enseñaban de niño en las clases deLiteratura Colombiana. Lo que nunca me dijeronfue la fuente: que lo había contado él.

Durante los veintinueve años que vivió enParís Cuervo mantuvo correspondencia connumerosos lingüistas europeos, en especial conlos hispanistas franceses Alfred Morel-Fatio yRaymond Foulché-Delbosc, con el romanista y

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políglota alemán Hugo Schuchardt y con elsanscritista y políglota italiano Emilio Teza,quienes se interesaron, estos dos últimos, entantas cosas dispersas y de dudosa utilidad comoEzequiel Uricoechea. Teza era trece años mayorque Cuervo, Schuchardt dos, Morel-Fatio cincoaños menor y Foulché-Delbosc diecinueve.Morel-Fatio le escribió casi siempre en españoly ocasionalmente en francés; Foulché-Delboscsiempre en español; Hugo Schuchardt durantediez años en español y en adelante en alemán; yTeza siempre en italiano. He aquí, traducido, elfinal de una de esas cartas de Schuchardt aCuervo en alemán: «El alemán es por desgraciauna lengua muy difícil, pero nosotros solos nopodemos llevar el peso del poliglotismo.Disculpe estas meditaciones de año nuevo; solohan de servir de disculpa a quien, como yo, leescribí antes en mal español». A Schuchardt lepasó lo que a Tannenberg, quien después deescribirle muchas cartas en español se cambió asu idioma, el francés, diciéndole: «Mon cher

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ami, Je vous écris en français parce quedécidément je trouve qu’on a bien assez desdifficultés de sa propre langue sans prétendre,par une imprudente coquetterie, écrire en unelangue étrangère». Que bien difícil era escribiren la lengua propia para ponerse, por una«coquetería imprudente», a escribir en unaextranjera… A todos les contestó Cuervo enespañol, y que yo sepa, exceptuando una brevecarta y dos mensajes en latín, nunca escribió enuna lengua extranjera pese a que podía leer enmuchas. Signo este no solo de timidez y derespeto por los idiomas de los otros, sino desensatez. Por un fenómeno que aún no entiendenlas neurociencias (y que acaso nunca llegarán aentender) el hombre solo puede hablar bien laslenguas que aprendió en la infancia, sea una solao varias, cuatro o cinco a lo sumo pero no más.Eso de que alguien sabe diez, veinte, treintaidiomas significa que los puede medio leer omedio entender o medio hablar. Bastantes sonlos mitos que venimos perpetuando para que

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sigamos con este. En fin, entre las cartasenviadas a Cuervo por estos cuatrocorresponsales y sus respuestas, quedanseiscientas cincuenta: la cuarta parte de las dosmil seiscientas en total que, entre enviadas yrecibidas, son las que han quedado y queconocemos de su correspondencia con más dedoscientos corresponsales. Morel-Fatio,Foulché-Delbosc, Teza y Shuchardt ocupan puesun lugar importante en la vida de Cuervo por eltiempo que les dedicó, y no solo escribiéndoles:copiándoles a veces documentos enteros en laBiblioteca Nacional de París para sus estudiosociosos, o resolviéndoles problemas de españolque solo él, en este vasto mundo, podía dilucidar.

Foulché-Delbosc fue discípulo de Morel-Fatio, el fundador del hispanismo y quien a su vezhabía sido discípulo de Gaston Paris, elintroductor en Francia de la romanística oestudio de las lenguas romances o surgidas dellatín, un nuevo campo de la lingüística que habíafundado en Alemania Friedrich Diez, su maestro

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y asimismo el de Schuchardt. Algo antes de Diezotro alemán, Jacob Grimm, había fundado lagermanística o estudio de las lenguasgermánicas, las surgidas del gótico y el sajón. Yantes de Grimm, Franz Bopp, también alemán,había fundado la gramática comparada ocomparatismo o estudio de las lenguasindoeuropeas. Si la gramática empieza en la India,Grecia y Roma hacia los comienzos de la eracristiana, la lingüística y el conjunto de cienciasque englobamos bajo este nombre empiezan aprincipios del siglo XIX en Alemania con eldescubrimiento (atribuido indebidamente hastahace poco al inglés Ernest Jones) de que el latín,el griego, el sánscrito, el celta y los idiomasgermánicos, eslavos y bálticos provienen todosde una antigua lengua madre, el indoeuropeo. Debuena parte de los idiomas indoeurpoeos teníaconocimiento Cuervo, así como del árabe, elhebreo y el arameo, que son lenguas semíticas.En prueba la infinidad de gramáticas ydiccionarios de muchos idiomas en varios otros

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(en especial en alemán, latín y francés) que seencuentran en su biblioteca; por ejemplo,gramáticas alemanas de treinta y dos idiomas. Yen prueba también el que en las Apuntaciones seciten sesenta y seis comparatistas, romanistas ohispanistas alemanes, que Günther Schütz, que esalemán, se tomó el trabajo de contar. Por lodemás en el siglo XIX el alemán era el granidioma de la lingüística, seguido de lejos por elfrancés y el inglés. En cuanto al español, eraobjeto de estudio pero no lengua de losestudiosos, exceptuando a don Rufino, que es elprimer filólogo de este idioma: el primero en eltiempo y el más grande.

Fue Morel-Fatio quien hacia 1880 acuñó lapalabra hispanisant, que en un comienzo setradujo al español como «hispanizante» aunquepronto se cambió a «hispanista», para señalar alos eruditos de lengua extranjera que se ocupande este idioma, y más en concreto, delrestablecimiento riguroso de las primerasediciones de los clásicos castellanos.

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«Hispanófilos» los llamaban Cuervo y otros poresos años, pero esta palabra hoy designa a losturistas que van a ver procesiones de SemanaSanta y corridas de toros en la España depandereta. En cuanto a la disciplina delhispanista, era el hispanismo, así como la delromanista era la romanística. Gaston Paris,Auguste Brachet y Morel-Fatio tradujeron alfrancés la Grammatik der romanischenSprachen (Gramática de las lenguas romances)de Friedrich Diez, que junto con elEtymologisches Wörterbuch der romanischenSprachen (Diccionario etimológico de laslenguas romances) de este mismo autor diocomienzo a la lingüística románica. En 1872 y enasocio con Paul Meyer, Gaston Paris fundó larevis ta Romania, la máxima publicación delingüística en Francia, que habría de dirigir hastasu muerte en 1903, y cuyo tema era el mismo delos estudios de Diez: la formación en la EdadMedia de las lenguas romances, las surgidas dellatín. En esa revista trabajó Morel-Fatio casi

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desde su comienzo, y Cuervo colaboró con unoscuantos artículos, a partir de 1883, su segundo añoen París, cuando publicó allí sus «Tentativasetimológicas». En 1894 Raymond Foulché-Delbosc, de treinta años entonces, fundó laprimera publicación consagrada exclusivamenteal hispanismo, la Revue Hispanique, a la que seisaños después se le vino a sumar el BulletinHispanique de su maestro Morel-Fatio.

Las publicaciones de Schuchardt, entre libros,artículos y folletos, rondan el millar, y tratan delos idiomas más disímiles: lenguas romances,caucásicas, camito-semíticas, del vasco, el celta,el húngaro, el antiguo egipcio, el árabe, elhebreo, el papiamento, el créole… Las de Teza,profesor de sánscrito en las universidades deBolonia, Pisa y Padua sucesivamente, sonseiscientos cincuenta y cuatro ensayos sobrefilología eslava, la lengua armenia, las Cántigasalfonsinas, los romances de Castilla, la vida deAlfieri, un tratado de fisiognomía en francésantiguo, un catecismo de los misioneros

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católicos entre los algonquinos, traducciones alitaliano de poesías serbocroatas y noruegas, deproverbios lituanos, cantos búlgaros y rusos,canciones populares estonias… Pese a sudispersión Teza era un filólogo riguroso, yaunque sus cartas a Cuervo están escritas enitaliano es evidente en ellas su granconocimiento de la lengua española. Era amigode Schuchardt, con quien compartía esadispersión de intereses en los más disímilestemas. En una de sus cartas a Cuervo le decía:«Mi diverto a battere l’acqua, molta acqua, eraccolgo nella palma la schiuma» (Me divierteagitar el agua, mucha agua, y recoger con lapalma de la mano la espuma). Schuchardt a suvez, escribiéndole a Cuervo en francés, sedescribía así: «Je suis un vrai Donquichotte; jecours le monde, j’apprends assez de chosescurieuses, et je ne sais faire rien de tout cela»(Soy un verdadero Don Quijote; recorro elmundo, aprendo cantidad de cosas curiosas y nosé qué hacer con todo ello). En cambio las

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bibliografías de Morel-Fatio y de su discípuloFoulché-Delbosc, de medio millar de títulos unay otra, se centran en la lengua española, la granpasión de ambos, a la que le consagraron susvidas y las revistas que fundaron, y por la que sepelearon como si fuera una moza rozagante de lasdel Marqués de Santillana:

Moza tan fermosaNon vi en la fronteraComo una vaqueraDe la Finojosa.

Para fines del siglo XIX la moza era una viejaajada y fea de novecientos años. Hoy ya pasó delos mil y es aun más fea, si cabe, un solemneadefesio anglicado. Mayor horror que elcastellano actual solo el de Teresa Ahumada,alias santa Teresa de Ávila, esa monjacorrecaminos que iba por el mundo fundandocentros de vicio, conventos, y que escribió milesy miles de leguas de una prosa cocinera digna dela mujer de Sancho Panza, pero eso sí,

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consagrada toda a Dios, su amante. «La Santa» ledecían en Ávila cuando pasé por allá demuchacho, con el artículo definido como si fuerala única. «¿Cuál de todas?» preguntaba yo. «Puesla de aquí». Y sí. Cuando uno habla da porsupuestas muchas cosas, no así cuando escribe.Hoy pocos sabrán quién fue «la santa», creo queni en Ávila. Todo cambia, no va a cambiar elidiom a que es movedizo, huidizo, fugitivo…Morel-Fatio le llevaba catorce años a sudiscípulo Foulché-Delbosc, quien le salióadelante fundando la Revue Hispanique en 1894,seis años antes que el Bulletin Hispanique delotro. Se disgustaron y no se volvieron a hablar nia mencionar. La vaquera de la Finojosa, que undía los unió, acabó separándolos.

Pese a que mantuvo una correspondencia deveintinueve años con Schuchardt, Cuervo no loconoció. A finales de agosto de 1887 veraneabacon Ángel en Bad Ems, cerca de ladesembocadura del Lahn en el Rin, y Schuchardtestaba en París; a fines de septiembre los Cuervo

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estaban de vuelta en París y Schuchardt se habíaido a Bad Ems. En agosto del año siguiente losCuervo volvieron a Bad Ems, donde veraneabaentonces la madre de Schuchardt, a quienconocieron en esa ocasión pero no a su hijo quepor una indisposición no pudo ir a reunírselesallí. Hay una carta de Cuervo a Schuchardtenviada de Bad Ems en que le dice: «Temo puesmucho que no se realicen mis vehementesdeseos de saludar a Vd. personalmente, cosa quelamento. Mi hermano, que está aquí, y yo noshabíamos figurado que en esta semana o aprincipios de la otra llegaría Vd. Si en estaocasión no nos vimos, confío en que el Cielodeparará otra más propicia». Como cuantas vecesinvocaba Cuervo al Cielo, no pudo ser. En elencabezamiento de la carta ha quedado el nombredel hotel de Bad Ems en que se alojaba conÁngel, el Darmastädter Hof.

A Teza lo vio en dos ocasiones, brevemente, yde ello queda testimonio en las cartas de ambos.La primera tuvo lugar hacia mediados de octubre

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de 1890 (a los tres años y medio de iniciada lacorrespondencia), cuando Teza, que había ido deItalia a París con su mujer, fue a visitarlo a la rueMeissonier. La segunda dos años después, elviernes 19 de agosto de 1892 en Suiza, en el Lagode los Cuatro Cantones. Cuervo veraneabaentonces con Ángel en Brunnen, y se hospedabanen el Hôtel de l’Aigle d’Or. El sábado 13 le habíaescrito Teza anunciándole que al día siguiente,domingo, salía de Italia con su mujer paraLucerna, a donde llegarían el lunes entre las 5 ylas 6 de la tarde: que con suert e se podíanestrechar la mano en la estación de ferrocarril deBrunnen. Esta carta no debió de haberle llegado atiempo a Cuervo pues el domingo 14 le escribía aTeza desde Brunnen proponiéndole que seencontraran en Vitznau y que decidiera el día y lafecha. Entre los papeles de Cuervo quedó untelegrama de Teza del 18, jueves, puesto enLucerna: «J’arrive à 8 heures ½. Nous parlerons»:que llegaba a las 8 ½ y que hablarían. Entre losmuchos sobres vacíos que han quedado en los

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papeles de Cuervo que hoy están en el InstitutoCaro y Cuervo hay cuatro de 1892 que llevan lainscripción «Poste restante, Brunnen»: dos deellos dirigidos a Rufino J. Cuervo, con sellospostales del 1º y del 23 de agosto; uno dirigido aÁngel y Rufino J. Cuervo, con sello postal del 27de julio; y otro dirigido a Ángel Cuervo, consello postal de Estocolmo del 2 de agosto. Y unacarta anterior a Teza está encabezada así: «Suisse,Brunnen 4 de agosto Poste Restante 44». Que elencuentro tuvo lugar lo confirma una carta deCuervo a Teza del 22 de agosto desde el mismoHôtel de l’Aigle d’Or, en la que empiezadiciéndole: «Mi venerado y querido amigo:Suponemos que el mal tiempo haya estorbado aU. su viaje al Rigui, y tanto mi hermano como yodeseamos mucho volver a ver a U. antes de dejareste sitio, lo que, según pensamos, será al fin deesta semana. Ambos le rogamos a U. nos diga quédía y a qué hora podemos encontrar a U. enLucerna». Está muy claro, dice «volver a ver». Alo cual respondió Teza el domingo 28, aunque no

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sé desde dónde: «Sono stato disgraziato.Partendo da Lucerna scrissi a Brunnen e vedoadesso che la mia lettera andò perduta: la vostradel 22 mi raggiunge qui oggi, il 28!» (He tenidomala suerte. Saliendo de Lucerna escribí aBrunnen y veo ahora que mi carta se perdió: lasuya del 22 me llegó aquí hoy 28). Y entre lossobres vacíos que tiene mi amigo el historiadorJuan Camilo Rodríguez hay uno que fue enviadode Suiza (aunque no está claro desde qué ciudad)el 22 de agosto, y que Cuervo recibió en Brunnenen el Hôtel de l’Aigle d’Or. Y es cuanto sé deesta historia de encuentros y desencuentros enuna región de ensueño, a la orilla de un lago yentre montañas, y cuando tanto Teza comoRufino José eran felices: el uno tenía a suesposa, que era a quien más quería, y el otro a suhermano, igual. Lo que no sabían el uno ni el otroera que les quedaba poco tiempo de dicha. Ángelmurió en 1896, la esposa de Teza en 1899. Teza eraun hombre «bueno, afable, cordial y modesto»,para decirlo con palabras de Pier Gabriele, uno

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de sus discípulos en la Universidad de Pisa, y alos cuarenta y cinco años se había casado conAnnunziata Perlasca, el amor de su vida.

De los veintinueve años que vivió en París,salvo en el primero, 1882, y en el último, 1911,don Rufino se fue todos los veranos a algún sitio:con Ángel mientras este vivía, luego solo. En1882 no fue posible porque llegaron a mediadosde año a buscar casa, y en 1911 porque la muertese lo impidió. Por las cartas que envió o querecibió don Rufino, y por los matasellos de lossobres de las cartas recibidas (bien sea los queestán en el Instituto, o bien los que conserva JuanCamilo Rodríguez), es fácil establecer por dóndeandaban los Cuervo en el verano de tal o cual año.En 1883 fueron a Saint-Michel y a Saint-Malo. En1884 fueron a Dinard y se alojaron en el Hôtel duCasino. En 1885 fueron a Evian y se alojaron en elHôtel des Bains. En 1886 fueron a Bagnères deLuchon. En 1887 fueron a Bad Ems. En 1888volvieron a Bad Ems. En 1889 estuvieron enFontainebleau y Vichy. En 1890 en Plombières.

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En 1891 en Glion-sur-Territet y se alojaron en elHôtel du Righi Vaudois. En 1892 fueron aBrunnen, se alojaron en el Hôtel de l’Aigle d’Or;y fue en esta ocasión cuando se encontraron conTeza. En 1893 fueron a Weggis y a Lucerna. En1894 volvieron a Weggis y luego fueron a Aix-les-Bains donde se les reunió Antonio GómezRestrepo. En 1895 fueron a Mont-Dore. En 1896murió Ángel y don Rufino, ya solo, volvió aMont-Dore y luego se fue a Bellevue y aFontainebleau. En 1897 fue al sur de Inglaterra, almar; luego a Saint-Valéry-sur-Somme donde sealojó en el Hôtel de Famille; y luego a Dieppe.En 1898 fue a Luc-sur-Mer donde se alojó en elHôtel du Soleil Levant, y a Bourron-Marlottedonde se alojó en el Hôtel Mallet. En 1899 fue aAix-les-Bains donde se alojó en el Hôtel desBains Romains y donde se lo encontró AurelioBermúdez muy enfermo; en ese «verano deperros» (como lo llamó en una carta a Morel-Fatio) estuvo también en Monnetier-Mornexdonde se alojó en el Hôtel Bellevue. En 1900

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volvió a Luc-sur-Mer donde se alojó en laMaison Bernadotti «près de la gare» y dondecoincidió con su amigo cubano Piñeyro. En 1901estuvo en Trouville-sur-Mer durante tres meses,en el 11 rue du Moulin. En 1902 estuvo en Yport yvolvió a Brunnen. En 1903 volvió a Yport donde sequedó tres meses, con su criada. En 1904 estuvotres meses en Neuchâtel, en una pensión dondeconoció a Gustav Gröber, el romanista alemán acuya revista Zeitschrift für romanischePhilologie se había suscrito desde sus inicios en1877, estando todavía en Colombia de cervecero.Gröber nació y murió en los mismos años queCuervo, coincidencia que no puedo dejar deseñalar pues además de hagiógrafo soytanatólogo (cónfer mis Hazañas de NuestraSeñora Muerte en Alfaguara). «En el verano tuvela buena suerte de encontrarme en una mismacasa durante algunas semanas con el Sr. Gröber»le escribió don Rufino en el invierno aSchuchardt. En 1905 estuvo en Lourdes con sucriada, por entonces muy enferma, pidiéndole

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curación a la Virgen (que no los escuchó), y enBarèges. En 1906 volvió a Barèges. En 1907 estuvoen Lourdes por segunda vez, y por tercera vez enBarèges donde se alojó en el Hôtel Richelieu. En1908 estuvo en Engelberg y volvió a Lucerna. En1909 volvió a Engelberg y se alojó en el HôtelNational. En 1910 solo sé que estuvo «a orillasdel mar». Entre comienzos de noviembre de 1899y fines de abril de 1890, durante el invierno,estuvo además con Ángel en Mónaco y sealojaron primero en la Villa de Léopold y luegoen el Hôtel de la Condamine de la rue Grimaldi.

Del paso de don Rufino y su hermano porbuena parte de estos sitios y hoteles dio cuentaGünther Schütz hace mucho en su artículo «Losveraneos europeos de Rufino José Cuervo». Nosupo de todos pues no consideró todas las cartasni contó con todos los sobres vacíos al nodisponer de los que fueron a dar a manos de JuanCamilo Rodríguez. Así, hoy sé más de donRufino que el alemán Günther Schütz y quemonseñor Mario Germán Romero, lo cual es

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decir lo máximo. Claro que Rafael Pombo supoinfinidad de cosas de don Rufino que yo no sé,pero yo sé muchas que no llegó a saber Pombo.Para agarrar a un fantasma se procede así:primero hay que determinar por dónde anduvo ycuándo. Luego pasa uno a considerar lo queescribió y lo que leyó. Y finalmente empieza unoa oír el arrastre de las cadenas, signo este de queva bien: o uno se está acercando al fantasma, o elfantasma es el que se le está acercando a uno. Lacosa es engorrosa y toma tiempo. Años. Tantoscuantos vivió el difunto, si fue hombre simple. Sifue complejo como Cuervo, diez veces más.Cuervo vivió sesenta y siete años y fuecomplejísimo. Para reconstruir plenamente unavida así necesitaría yo, pongámosle mínimo unosquinientos. Dios dirá.

Un interludio en este punto sobre el correo afines del siglo XIX. Para empezar, no seacostumbraba anotar en los sobres el remitente.Así, ninguno de los sobres vacíos de que vengohablando lo trae. Muchos de ellos, por lo demás,

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tienen la dirección de los apartamentos de donRufino tachada y escrita encima la del lugar enque veraneaba. Por ejemplo, uno de los sobresvacíos enviado al 3 de la rue Meissonier fuepuesto en España el 22 de agosto de 1884, segúnnos lo informa el matasellos, pero han tachado enél esta dirección y escrito encima «Hôtel duCasino à Dinard, Ille-et-Vilaine», que esjustamente donde veraneaban y se alojaban losCuervo por esa fecha. Revisando el archivo dedon Rufino veo que el sobre corresponde a unacarta de Alejandro Guichot fechada en Sevilla eldía anterior, 21 de agosto de 1884. Nadaimportante en ella. Este Guichot habíaencontrado en don Rufino un bobo que lerecorriera gratis las librerías de París buscándoledónde vender las publicaciones de su Bibliotecadel Folklore Español que él editaba en Sevilla.¿Nada importante digo? Mucho para el procesode canonización que aquí estamos adelantando.Solo un santo como don Rufino se ponía arecorrer librerías y librerías para hacerle un favor

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a un desconocido. Terminó, de buena fe,recomendándole a su editor (o distribuidor mejordicho) Antoine Roger. No sé cómo le iría aGuichot con este pícaro.

En los sobres vacíos que fueron reenviados,los lugares de veraneo han sido anotados concuatro diferentes caligrafías: son las de loscuatro porteros de las cuatro diferentesdirecciones que tuvo don Rufino en París, y lodigo porque las fechas de los matasellos de loscuatro grupos de sobres corresponden a los añosen que vivió en cada una de ellas. La conciergerecibía las cartas, tachaba la dirección de París,ponía encima con su mala letra (reflejo de sualma) la del lugar de veraneo, iba a la tabaqueríamás cercana donde había buzones y vendíanestampillas pues los expendios de tabacofuncionaban también como sucursales delcorreo, compraba unas estampillas nuevas, se lasponía al sobre viejo y lo echaba al buzón. ¿Y porqué no sacaba la carta y la metía en un sobrenuevo? ¿Por tacaña? No. Los franceses sí son

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tacaños, pero yo lo que digo es que a lo mejorlos Cuervo les indicaban a sus porteras que no lohicieran para que no les leyeran las cartas. ¿Notenía pues Uricoechea un curioso que le abría lassuyas como si fueran novelas de folletín? Nuncalo logró agarrar: se le esfumaba como unfantasma. Yo digo que era su portera. ¿Y cómo séque eran porteras las de don Rufino y noporteros? Porque así se usaba entonces, y sesiguió usando hasta mis años mozos (véanse Loscaminos a Roma de mi autoría, episodio de laschocolatinas envenenadas). Ya no se estilan, ay,las concierges en Francia, las descontinuaron.Eran más malas que una lesbiana de hoy conpoder. Además, en prueba de que era portera la dedon Rufino, y no portero (por lo menos cuandovivía en la rue Meissonier), la carta que leescribió Carlos Holguín desde el Hôtel desCapucines de París el 11 de agosto de 1887, enque le dice: «A mi regreso de Madrid quise verlea Ud. pero me dijeron que estaba fuera y cuandounos días después supe que no era cierto y fui a

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su casa (ayer jueves hizo 8 días) me dijo laportera que Uds. habían partido la víspera. Meagregó que no tenía señas, pero que Ud. habíadicho que se las mandaría al instalarse en algunaparte». ¿Ven? Era portera. Un año después CarlosHolguín se había encaramado a la presidencia, enla que lo habría de suceder su cuñado MiguelAntonio Caro. Figuran estos cuñados en micatálogo de la infamia o lista de los hijueputasque les hice arriba. Una carta local llegaba a sudestino en un día pues el correo de París eraneumático: iba, sensu stricto, por entre un tubo.Entre París y Sevilla tardaba tres días. Entre Parísy Bogotá, mes y medio. Partían las nobles cartasde El Havre, Saint-Nazai re o Burdeos entrasatlántico, desembarcaban en Sabanilla,Colombia, donde tomaban un vapor que lasllevaba por el Magdalena hasta Honda, dondetomaban mula para subir a la altiplanicie y listo,aquí nos tienen en Bogotá la Atenassuramericana. Mes y medio. ¡Cómo no iban aguardar las cartas con semejante viaje!

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De los doscientos ochenta y siete sobresvacíos que tiene mi amigo Juan CamiloRodríguez, el de fecha más lejana es del 30 deseptiembre de 1882 y fue puesto en la Place de laBourse, según nos informa el matasellos. «¿Yquién crees que lo puso, Juan Camilo?», lepregunto. Como no trae el remitente, no sabe. Yosí sé porque tengo en la mano todas las cartas dela baraja. «Lo puso Morel-Fatio». Y lo digoporque ha quedado una carta suya a don Rufinodel 29 de septiembre de 1882 con membrete de la«Bibliothèque Nationale», donde trabajaba porentonces como encargado del Departamento deManuscritos. Pues resulta que la BibliotecaNacional de París está situada en el 58 de la ruede Richelieu, a un paso de la Place de la Bourse.Conclusión, la carta de Morel-Fatio es la delsobre: la escribió el día 29 y la puso el 30 en lasucursal de correos de esa plaza. Muchos añosdespués, en 1912, fray Pedro Fabo la sacó delsobre, y la carta tomó por un lado, y el sobrevacío por otro. El que no sepa del correo antiguo

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porque es de la era del e-mail, no se meta aperseguir fantasmas que de pronto agarra un oso.

A Morel-Fatio lo conoció don Rufino pocodespués de su llegada de Colombia, justamentepor los días de esa carta. Además de empleado dela biblioteca, Morel-Fatio colaboraba casi desdesu fundación en la revista Romania. La últimacarta de Uricoechea a Cuervo, de la que ya hehablado, trae después de la firma esta nota: «Heolvidado decirle que en el periódico Romaniaque se publica en Paris, tomo VIII, salió unartículo sobre las Apuntaciones, corto pero muyhonroso para Ud.». El tomo VIII es el de 1879 y elartículo lo escribió Morel-Fatio y fue el primeroque se publicó en Francia sobre Cuervo y elsegundo en Europa: algo antes, en 1877, Potthabía publicado una reseña del libro en elGöttingische gelehrte Anzeigen de Alemania.Aunque Morel-Fatio era un hombre frío ydistante nadie se ocupó tanto de la obra deCuervo como él. Todavía en 1907 reseñaba laquinta edición de las Apuntaciones en Romania

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y en su Bulletin Hispanique. Y a la muerte dedon Rufino publicó un artículo necrológico en elBulletin, y otro en el Journal des Débatspolitiques et litteraires . Anunciando en 1884, enla Revue critique d’histoire et de littérature , laaparición del Prospecto del Diccionario deconstrucción y régimen de la lengua castellanadecía: «Sin hacer agravio a nadie puede afirmarserotundamente que hoy por hoy no hay en Españanadie capaz de intentar semejante empresa. Esmuy honroso para la América del Sur, y enparticular para Colombia, que uno de sus hijossea el encargado de volver a enseñar a la antiguamadre patria la historia de su lengua». Él fue elprimero en darse cuenta de que Cuervo era quienmás sabía de este idioma, y a quien había querecurrir para resolver los pasajes más abstrusosde los clásicos castellanos, cosa que despuésexpresó muy bien el hispanista francés LéoRouanet en una de sus cartas a don Rufino: «Il estcertain que ce que vous a semblé obscur lesemblera à tout le monde»: Es evidente que lo

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que le haya parecido a usted oscuro lo será paratodos. Para los hispanistas franceses Cuervo seconvirtió en «el maestro venerado de la filologíaespañola», palabras de Georges Cirot. Después,en el panorama desértico de estos estudios dondesolo había florecido él apareció el españolRamón Menéndez Pidal, gran filólogo si quierenpero en última instancia un simple hijo de vecino.Yo a don Ramón no le rezo. A don Rufino, todaslas noches.

Ya he hablado de Gaston Paris, el fundador deRomania, maestro de Morel-Fatio y primerromanista de Francia, en el tiempo y en laimportancia. En carta suya de agradecimiento adon Rufino por unas informaciones que le habíadado sobre las palabras españolas huerco yhuergo (que provienen del Orcus latino y queestán emparentadas con el ogre u «ogro» francés,el de los cuentos de Perrault), termina diciéndoleque ellas son «une nouvelle preuve et de votreextrême obligeance et des trésors incomparablesdont vous êtes le maître»: una prueba más de sugran amabilidad y del incomparable tesoro de que

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es dueño. El tesoro eran la infinidad de papeletasque durante diez años había reunido en Bogotásacándolas pacientemente de la Biblioteca deAutores Españoles de Rivadeneyra, en lasnoches con luz de vela, y en el día en los ratoslibres que le dejaba la fábrica de cerveza. Esetesoro llegó a ser el faro de los hispanistas deEuropa. Por él Cuervo se convirtió en elincomparabile philologiae hispanicaepraesuli, el «príncipe incomparable de lafilología hispánica», como se le llama en eldiploma del doctorado honoris causa que le diola Universidad de Berlín ya al final de su vida.

A los veintiocho años no cumplidos, el sábado29 de junio de 1872, fiesta de san Pedro y sanPablo, Cuervo empezó en Bogotá su Diccionariode construcción y régimen de la lenguacastellana. En un viejo cuaderno inglés escribió:«Eternae Sapientiae lumine implorato, Petro etPaulo Apostolis auspicibus, opus hoc coepi: si,Deo volente, feliciter absolvam non nobis, nonnobis, sed nomini tuo da gloriam. Bogotae III

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Kal. Jul. MDCCCLXXII. R. J. C.» O sea:«Implorando la luz de la Sabiduría Eterna, y bajolos auspicios de los apóstoles san Pedro y sanPablo, comienzo esta obra. Si con la voluntad deDios la llevare a feliz término, que no sea para míla gloria, Señor, que no sea para mí sino para tunombre». La gloria no fue ni para él ni para suSeñor ni para san Pedro ni para san Pablo pues elDiccionario se le quedó empezado, en la letra D,a kilómetros de la Z. Cada vez que don Rufino lepedía algo a Dios, no le salía. Pero no aprendía.Era más terco y empecinado que mi abuelomaterno Leonidas Rendón.

La mayoría de los ejemplos del Diccionariolos sacó de la Biblioteca de Autores Españolesde Rivadeneyra. En carta de 1877 Uricoechea leadvertía: «Tenga cuidado con la edición deCervantes por Rivadeneyra, yo la he halladodefectuosa y según entiendo otros también». Nosé si para entonces Cuervo se hubiera dadocuenta de ello. En el fichero de los libros deCuervo hay una anotación autógrafa suya sobre

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uno de los tomos de esa colección: «Esta obra esel monumento más insigne del atraso en que sehalla España en materias de crítica y filología».Donde puso «España» hubiera podido agregar aHispanoamérica. En un escrito inédito de susúltimos años, «Indicaciones para el trabajocrítico y análisis de la Biblioteca de AutoresEspañoles», escribió: «No hemos de cerrar estecapítulo sin advertir que el crédit o de que hacealgunos años gozaba la Biblioteca de AutoresEspañoles, que varias veces hemos citado, hadecaído muy notablemente, desde que se hancotejado las obras que contiene con las edicionesoriginales. Muchos de sus volúmenes, y no de losmenos importantes, son trabajos de cargazónhechos al parecer sin otro esfuerzo que el deadquirir un ejemplar vulgar y darlo a la imprenta,sin recelar que pueda ser defectuoso y sinquebrarse los ojos para corregir los errores; nosiendo raro que el editor mismo se hayacomplacido en adulterar los textos. Estacolección será acaso de alguna utilidad a los que

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quieran tener idea de nuestra literatura, pero engeneral no puede servir de base para estudioshistóricos sobre nuestra lengua. Siendo gravesestos cargos y severo el juicio, quiero probar quedigo la verdad, dando algunas muestras, ya quehacerlo sobre cada obra detenidamente sería tanlargo como ocioso. El tomo de Cervantes esvergonzoso: en la primera página de La gitanillahay trece divergencias con la edición príncipe yotras ediciones de la primera mitad del sigloXVII», etc. Evidentemente en Colombia Cuervono tenía la posibilidad de consultar las primerasediciones de La gitanilla, pero sí en las grandesbibliotecas de París. Solo que cuando Cuervollegó a París, a mediados de 1882, ya llevaba diezaños exactos en esto, sacando citas para susApuntaciones, sus Notas a la Gramática deBello y su Diccionario de esa colecciónindolente. Su título completo era Biblioteca deAutores Españoles desde la formación dellenguaje hasta nuestros días , y la empezó apublicar en 1846, en Madrid, el editor e impresorcatalán Manuel Rivadeneyra. Cuando este murió

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(en abril de 1872, o sea por las fechas en queCuervo empezaba a tomar apuntes para suDiccionario) su hijo Adolfo y los hijos de estecontinuaron la colección, que fue concluida en1888. Es que Manuel Rivadeneyra y susdescendientes eran negociantes de libros, nofilólogos como don Rufino imbuidos del amor aeste idioma. En 1863 Rivadeneyra publicó encuatro volúmenes el Quijote, «Edición corregidacon especial estudio de la primera por D. JuanEugenio Hartzenbusch», muy famosa en sutiempo. Para hacerla Rivadeneyra trasladó unaprensa a Argamasilla de Alba, el pueblo donde laleyenda dice que escribió Cervantes su granlibro. De los noventa y un volúmenes de lacolección de Rivadeneyra diez llevaban prólogosy notas de Hartzenbusch, el viejito de la largacarta a Cuervo que este transcribió como unapéndice al prólogo de sus Apuntaciones. Nobien llegó Cuervo a París y pudo comparar lasediciones de Rivadeneyra de los clásicoscastellanos con las antiguas existentes en las

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grandes bibliotecas de París (como la Nacional yla Mazarina), descubrió que durante diez añoshabía trabajado en vano, sobre textos espuriosque tenía que volver a consultar, esperando horasa que se los trajeran los empleados de lasbibliotecas, para después emprender laendemoniada tarea de corregir sus miles depapeletas. Dice Tannenberg en su necrología delBulletin Hispanique que don Rufino le contabaque le había tomado dos años reunir los ejemplosde Cervantes, a dos grandes páginas de texto pordía, y que para ese enorme trabajo de revisión nodisponía de más ayuda que la de dos jóvenes quecopiaban los pasajes y los clasificaban por ordenalfabético a medida que él los señalaba en suslecturas. Y en sus «Siluetas contemporáneas» delmismo Bulletin cuenta que los cuatro volúmenesde Lope de Vega en la edición de Rivadeneyra lehabían tomado un año entero a razón de una horadiaria.

En el Prólogo definitivo a las Apuntaciones(publicado póstumamente) Cuervo escribió:

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«Pudiera creerse que este prurito de acomodarlos libros al lenguaje y gusto actual no podíacaber en hombres doctos de nuestro tiempo; sino fuese por el deseo de no ofender a personasvivas, citaría el caso de obra del siglo XVI que hasido refundida en estos últimos años de la mismamanera que las Guerras de Granada [de DiegoHurtado de Mendoza]; pero la arbitrariedad conque Hartzenbusch trató el Quijote, alterándolo enuna edición de un modo y en otra de otro, bastapara probar que en el presente siglo este génerode estudios no ha adelantado mucho entrenosotros. El mismo escritor (eminente en otrosconceptos) dejó en nuestra Biblioteca rastros desu funesta manía de corregir, que debió depegársele de los refundidores a la francesa, paraquienes Lope y Calderón eran bárbaros mientrasno estaban vestidos como ellos. Veamos cómotrató a Tirso, comparando dos pasajes de Los tresmaridos burlados, según se hallan en losCigarrales de Toledo (Madrid, 1630) y en eltomo XVIII de la Biblioteca, que reproduce el

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texto dado por Hartzenbusch en 1845», etc. Encuanto a la edición de Hartzenbusch del Quijoteimpresa en Argamasilla de Alba, la registra en sufichero así: «Detestable como todas aquellas enque metió la mano Hartzenbusch: véase paraprueba la página XXXI del prólogo». Al jovenAntonio Gómez Restrepo, quien por entoncesiniciaba su insaciable carrera de burócrata comosecretario de la Legación de Colombia enMadrid, le escribía en noviembre de 1894: «Encuanto a la Diana, he cotejado aquí las edicionesde Amberes, 1574, Bruselas, 1613, y París, 1611:todas son loístas. En la de Cerdá y Rico, 1778, nohay sino le. Estos días he cotejado la Guerra deCataluña de Melo en las ediciones antiguas y enla que publicó Sancha, 1808, y seguidaservilmente por Ochoa y Rosell: resulta tambiénmodernizada en cosas importantes. Fíese U.; yohe tenido que hacer una rectificación, porqueasenté que este autor había usado siempre lasformas modernas hiciéreis, halláreis porhiciéredes, halláredes. Está pues demostrado

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que para estas materias o se consul tan lasediciones antiguas, o se renuncia a tratarlas». LaDiana de Jorge de Montemayor, cuyas primerasediciones se hicieron hacia 1559 en Valencia y enMilán, inició en España la novela pastoril; y lodel loísmo y el leísmo ya lo expliqué. La edicióncrítica de textos la había fundado Karl Lachmanna principios del siglo XIX en Alemania, pero paradon Rufino el respeto a los textos ajenos, másque de rigor científico, era cuestión de honradezpersonal, cosa rara en un país tan deshonestocomo el que le cupo en suerte. A cien años de sumuerte siguen sin querer aprender. De nada sirviósu ejemplo.

Los dos jóvenes ayudantes de Cuervo de quehabla Tannenberg son Marco Fidel Suárez yErnesto León Gómez. Del primero se suposiempre por ser muy conocido pues llegó a lapresidencia (otro más, Dios nos bendice); alsegundo me lo encontré en una de las últimascartas de don Rufino, del 20 de febrero de 1911, aAdolfo León Gómez, a Colombia: «Evoca usted

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en su carta el recuerdo de mi buen amigo D.Ernesto (q. e. p. d.) hermano de usted. Siemprehe deseado que se me ofrezca ocasión demanifestar mi agradecimiento por sus servicios,en apariencia modestos, pero en realidad para míde suma importancia. Encargado de poner enorden alfabético no sé cuántos millares deapuntes, no recuerdo haber hallado un solo erroren su trabajo, lo que demuestra no solamente unaatención inteligente, sino escrupulosa concienciadel deber». Y algo más adelante: «Hace mesesescribí a un amigo proponiéndole la idea deformar una Liga de Educación Social cuyosmiembros, cualesquiera que fuesen sus ideas, secomprometieran a inculcar a los niños hábitos deveracidad, lealtad, respeto a lo respetable. Muydifícil es curar a los viejos. Todos los esfuerzoshan de enderezarse a los niños, en la casa, en laescuela, en la sociedad».

Respecto a Marco Fidel Suárez, fue «porbreves días en 1882 uno de sus tres escribientesen esta ciudad», según él mismo contó. Y contó

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también que al regresar Cuervo de misa por lamañana, «se sentaba durante cinco minutos sobreel abrigo de trabajo para calentarlo» y que,entretanto, anotaba algo en algún libro paraaprovechar el tiempo. Si fue en 1882, tuvo quehaber sido en la primera mitad del año, cuandolos Cuervo preparaban su viaje definitivo a París.A la muerte de don Rufino, Marco Fidel Suárezse deshacía en elogios de su antiguo patrón, peromonseñor Mario Germán Romero (revolvedor depapeles viejos como yo) escribió que revisandoun ejemplar del Diccionario de Terreros quefuera propiedad de Suárez, y en cuyos márgeneseste anotaba referencias bibliográficas yobservaciones gramaticales, frente a la palabracebadero se encontró, escrito de puño y letra delprohombre: «Cebadero: plata que se dejaolvidada para tentar o probar a algunos (así losCuervos conmigo)». Y en otro lugar: «SeñoresCuervos (don Ángel y don Rufino). El dinero quedejaban por ahí como olvidado cuando yo lesservía. V. cebadero p. 389». Si esto fue verdad, yo

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digo que el del cebadero fue Ángel, no RufinoJosé. ¿Se imaginan semejante argumento enmanos del pirómano Ordóñez que me puso laCuria de abogado del Diablo? Fue Suárez quienintrodujo en Colombia el impuesto sobre larenta: para pagarse su sueldo de la presidencia ylos de sus paniaguados burócratas que loencaramaron ahí. El sueldo lo hipotecó y lotumbaron. Muy honrado él.

En diciembre de 1883 Cuervo le envió aSchuchardt un pliego suelto de doce páginas adoble columna con las monografías del adverbioacá y del verbo acabar de su Diccionario,impreso «por vía de ensayo tipográfico» enBo ur lo to n, Imprimeries réunies. Al añosiguiente, entre septiembre y noviembre, ya lesestaba enviando a la Academia Española de laLengua, a sus amigos Schuchardt y Morel-Fatio ya otros que no conocía (como la novelistaespañola Emilia Pardo Bazán, el poeta españolRamón de Campoamor y el romanista alemánWendelin Foerster) las primeras 160 páginas del

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Diccionario, en diez pliegos, que abarcabandesde la monografía de la preposición a hasta ladel verbo acrecentar. Iban encuadernadas conuna presentación de cuatro páginas, en un folletoque traía la indicación «París, A. Roger y F.Chernoviz, Libreros Editores». Con este par demansas palomas, y muy en especial con elprimero, Antoine Roger, habría de cargar Cuervo,como Cristo con su cruz, hasta el final de susdías.

Volviendo un poco atrás, en agosto de 1883 leescribía a Luis Lleras, a propósito de suDiccionario: «Mis trabajos van despacio; quizápronto empiece a imprimir un tomo. Tengo másde cuatro miedos: v. gr. miedo de que no seabueno; miedo de que no siendo malo cuestemucho la impresión; miedo de que no siendomalo no sea obra de consumo y por lo mismo nose venda, etc., etc. Por eso decía a U. queensayaré con un tomo: si tiene aceptación, sesigue; si no, la pérdida no es mucha». Aceptaciónentre los eruditos sí la tuvo el Prospecto del

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Diccionario: el secretario de la AcademiaEspañola Manuel Tamayo y Baus le escribiófelicitándolo por su «vasto saber y casi increíbleperseverancia» (yo le habría quitado el «casi»);Morel-Fatio publicó en la Revue Critique elelogioso artículo que ya mencioné; y WendelinFoerster otro, en la Literarisches Centralblattfür Deutschland, en que comparaba a Cuervo conLittré. ¡Y el que lo comparaba era el sucesor deDiez en su cátedra de Bonn! La acogida favorablemovió a Cuervo a continuar la impresión delTomo I, que en marzo de 1885 iba en la página 400y en el verbo amainar (lo sé por una carta suya aCané), y que salió en noviembre de 1886: 531monografías de las letras A y B en un volumen encuarto de 922 páginas de texto a dos columnascompactas más 68 de prólogo para un peso totalde dos kilos exactos, lo máximo que permitía elcorreo como paquete postal. ¡Qué cálculo el dedon Rufino, ni que lo hubieran iluminado deArriba! Salió el flamante Tomo I de la imprentade Bourloton en noviembre de 1886, año de la

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Constitución de Colombia que los degeneradosde la Regeneración de Núñez, inspirados porCaro, en mala hora emitieron. Yo nací bajo suoscuro manto. Reentronizó en nuestra CartaMagna el nombre de Dios que la Constitución deRionegro, obra de los liberales radicales, habíaexpulsado de ese papel. Así nos fue. Dios no lesirve al que le pide, y al que no le pide tampoco.Ni al conservador, ni al liberal, ni al de laderecha, ni al de la izquierda, ni al rico, ni alpobre, ni al sabio, ni al tonto. Es una entelequiatautológica, vacía, inútil, una perversión mental.Abarca tanto que no abarca nada. No pierdan eltiempo con semejantes bobadas como donRufino, que yo sé lo que les digo. Mula vieja pisafirme y si va de salida más.

La corrección de pruebas era una prueba a laque lo sometía Dios, como a Job, para evitarle elpaso por el purgatorio con entrada expedita alcielo. «El trabajo del Diccionario va muylentamente –le escribía Rufino José a su primoBenigno Barreto en agosto del 84–. Como la

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parte material tiene tantos detalles menudos, lacorrección de las pruebas es muy delicada yfastidiosa. De la imprenta me envían la primeraprueba acompañada del original, después decotejada allá, para que no se haya omitido nada.Por supuesto que yo no quedo contento con talcotejo y lo hago yo mismo otra vez, lo cual esasunto de unas ocho horas en cada pliego de 16páginas. Hecho esto lo devuelvo; dan segundaprueba que corregimos Ángel, un joven bastanteinteligente e instruido que me trabaja tres horaspor día, y yo, cada uno por separado, y reunidastodas las correcciones vuelve a la imprenta;Ángel y yo corregimos otra vez por separado latercera y a veces la cuarta prueba hasta dar elvisto bueno. Cada lectura de estas exige cuatro ocinco horas y por tanto no se puede hacer de untirón. Ahí tiene Ud. la causa de la tardanza, la cualsería igual o mayor en cualquier parte del mundo.Lo peor del caso es que obra sin erratas aún no lahay: ojalá el único defecto del libro esteconsistiera en una que otra s al revés o una comamal puesta. Le he contado a Ud. todas estas

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menudencias que para otro serían impertinencias,porque ellas constituyen ahora mi vida y elinterés que Ud. tiene en esto lo disculpará». Dosmeses antes, en carta en que le hablaba de lomismo a su compadre Luis Lleras, decía: «Nohay duda, nuestra jornada va muy adelante;muchos, de nuestros tiempos, la van venciendo, yyo hasta estos días no he reparado en que la vejezha comenzado. Algo me ha apesadumbrado eldescubrimiento, pero he resuelto no hacer malacara y entretenerme trabajando mientras llamanmi nombre». Esto se lo escribía el 5 de junio de1884, ¡cuando todavía no cumplía los cuarentaaños! Le faltaban tres meses. El Diccionario ibaa acabar con él. ¿Que don Rufino se fuederechito al cielo? ¡Claro! ¡Pero con Ángel!

¿Quién sería el joven inteligente e instruidoque les ayudaba en la corrección de pruebas? ¿Elmismo corrector de que le hablaba a Teza añosdespués, en abril de 1888? «Muy a mi pesar –ledecía– he dilatado el contestar a Vd. a causa dehaber enfermado la persona que me ayuda en la

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corrección de pruebas, lo cual me ha ocasionadoconsiderable recargo de trabajo». Este empleodel verbo «dilatar» en el sentido de «tardar» siguevigente en México. ¡Cuánto hace que desaparecióen Colombia! Allá en remozamiento del idiomavamos mucho más adelante que aquí. Unos cienaños. Y veinte en narcotráfico. En abril de 1888 yaandaba pues don Rufino imprimiendo el segundotomo de su Diccionario, en tanto el primero sehabía ido a recorrer mares. Los doscientosejemplares de la primera remesa a la LibreríaAmericana de Caro, que partieron de Franciarumbo a Bogotá en el vapor La France, sequemaron junto con el barco en Martinica.Sesenta y seis años después el Instituto Caro yCuervo mandó imprimir los dos tomos delDiccionario por segunda vez, ahora en ediciónfacsimilar, en la Editorial Herder de Friburgodonde imprimía el papa (los del Instituto eranmás católicos que él), e igual: la primera remesa,acabada de llegar a Colombia de Alemania, sequemó en las bodegas de Buenaventura.

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El 29 de marzo de 1887 La Nación de Bogotáinformaba que la Librería de los señoresBethencourt e hijos de Curazao ya había recibidouna nueva remesa del primer tomo delDiccionario, y el 21 de abril le llegó un ejemplara Pombo. El 23 de julio este les informaba a losCuervo, como la gran cosa, que del «granDiccionario» de Rufino ya se habían vendidoochenta ejemplares. Conclusión: tan difícil comoescribir el Diccionario de construcción yrégimen de la lengua castellana era distribuirloy venderlo. Si en Bogotá había ochentagramáticos, no había cien. Ochenta mil habitantestenía la ciudad, que divididos por ochenta nos damil, a razón de un gramático por cada milhabitantes, ¿qué más quieren? El temor de donRufino de que no siendo mala su obra no sevendiera estaba justificado, y no contaba con losincendios. Las que sí empezaron a proliferar enBogotá, como maleza en jungla, fueron lascervecerías. Por las fechas del Prospecto yatenían cervecería en la ciudad, amén de otros de

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menor cuantía que no nombro, Montoya, Herrera,Sayer, Guzmán, Londoño, Alford y dos Cuervodistintos de los que gracias a la primera, la queseñaló el camino, andaban muy orondos en Paríspublicando y cazando erratas. Allá todo lo copian,y lo que no copian se lo roban, y al que no se dejalo matan. Por eso son tan felices, los más felicesdel planeta. La Atenas sudamericana se les estabaconvirtiendo en una ciudad de cerveceros.

No bien salió el primer tomo del Diccionariode la imprenta y que se entrega don Rufino encuerpo y alma, como ya había hecho con elProspecto, a mandarlo gratis y en encuadernaciónde lujo a diestra y siniestra: a la AcademiaEspañola, a la Mexicana, al padre Mir, a GastonParis, a Tobler, a Schuchardt, a Merchán, aCastelar, a Pi y Margall, a García Icazbalceta…¿Y todo para qué? De este montón de indolentessolo escribió un artículo el romanista suizoAdolf Tobler. Los demás, si acaso, una cortacarta de agradecimiento por el envío y lapaciencia benedictina. ¿Saben qué le contestódesde España Leopoldo Alas «Clarín» cuando le

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mandó don Rufino el Prospecto? Que se iba aocupar de hacerle «propaganda» a su «meritoriaempresa», aunque «dificultaba» su «buenpropósito» su «constante empeño de dejar paraotros la crítica de libros puramente didácticos,concretándome yo siempre a la de arte bella, alos meramente literarios en rigor». Que cuandohubiera «leído despacio la actual entrega» ledaría su «franca y leal opinión». ¡Ay, qué miedo!¿Y si no la había leído por qué la llamaba«meritoria empresa»? Este Clarín, asturiano (delos que hablan bable como las ovejas), seconsideraba el arbiter elegantiae de la «artebella». Escribió un cuento de título feo, «Adióscordera», y una novela fea, «La Regenta» (a lafrancesa, a lo Flaubert, toda galicada), que gozóen su tiempo de indebida fama y que termina conel beso de un seminarista feo a una mujerdesmayada: «el beso de un sapo», dice él.¡Cabrón! ¡Comparando a un batracio hermosocon el bípedo humano! ¿Pero saben qué lecomentó don Rufino, años después, a mi paisano

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de Antioquia Enrique Wenceslao Fernández,sobre ese gachupín alzado? «Tal vez no sabía U.que Alas nos detesta a los americanos en globo eindividualmente; no sé si sea envidia o caridad,pero para mí tiene la ventaja de la franqueza.Otros españoles tienen los mismos sentimientosque él, pero los disimulan y nos lisonjean paraque les compremos sus libros y sus aceitunas».

Para más fue el secretario de la RealAcademia Española de la Lengua Manuel Tamayoy Baus que el 5 de enero de 1886 le escribió: «Mide veras respetado y querido amigo y compañero:le conocía a Ud. por sus obras literarias cuandotuve el gusto de tratarle personalmente, y si antesadmiraba en Rufino José Cuervo al literato degran saber y de perseverancia casi increíble [¡ydele con el “casi”!], después amé en Ud. alhombre sencillo, modesto y bondadoso. Meprecio de buen conocedor del corazón humano, yocupar en el de Ud. un puesto, por pequeño quesea, me llena al par de vergüenza y alegría». Yluego: «¿Y cuándo veremos el primer tomo del

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Diccionario de construcción y régimen ? Ya lehe dicho a Ud. que no quisiera morirme antes dehaber disfrutado esta obra que será, a no dudar, elmayor monumento levantado en este siglo y entodos los demás a la lengua castellana». ¡Lohubiera escrito en algún periódico o revista!Propaganda privada a lo Clarín no sirve: es coba.Don Rufino tenía que vender, cuando menos, milejemplares. ¿Me creerán que con todo lo que séno sé cuántos imprimió? Calculo que milquinientos de cada tomo, de los cuales se lequedaron embodegados, y en su mayoría enpliegos sin encuadernar, cerca de cuatrocientoscincuenta del primer tomo y novecientos delsegundo.

La navidad de 1886 Manuel González de laRosa le escribió a Cuervo, con la su manoizquierda (posesivo con artículo como en lostiempos de Mío Cid), que acababa de leer en losdiarios de la mañana «la fausta noticia de lapresentación de la obra monumental de V. alInstituto de Francia». De este clérigo peruano,

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asiduo visitante como don Rufino de laBiblioteca Nacional de París donde iban arevolver vejeces, ya hice mención arriba apropósito de un préstamo. Se me olvidó decirque era zurdo. En abril del año siguiente salió elartículo de Tobler, en la DeutscheLiteraturzeitung de Alemania: una entusiastareseña (que por lo demás don Rufino solo vino aconocer años después cuando se la mandó elautor a través de Roger) con alabanzas a la«abnegada asiduidad, fiel escrupulosidad, agudezade observación, juicio despierto, pacienteclasificación, profundidad y amplitud» deCuervo. En resumidas cuentas pues, ni un palmoavanzó en prestigio don Rufino en Europa desdeel Prospecto hasta el primer tomo de suDiccionario. La verdad es que para apreciar undiccionario basta una entrada cualquiera.Digamos la de la preposición «a» con que seinicia el de don Rufino y que ocupa en él, con sutipo pequeñito, apeñuscado, y a dos columnascompactas, ¡veintinueve páginas en cuarto! El que

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escribe semejante monografía, que da ella solapara un tratado, sobre la primera letra y palabrade este idioma, es capaz de llegar hasta el verbo«zozobrar» sin irse a pique. ¡Qué hermosapalabra! Viene del latín, de sub «abajo» y supra«arriba». ¿Un verbo que proviene de dospreposiciones? Exacto. Un milagro etimológicode los que de vez en cuando hace Dios.

Por las fechas del artículo de Tobler elperuano Gabino Pacheco Zegarra, a quien Cuervohabía conocido por Uricoechea en París en 1878cuando su primer viaje a Europa, le escribíadesde España contándole que la casa editorialMontaner y Simón de Barcelona habíaincorporado en su Enciclopedia, sin mencionarlosiquiera, artículos enteros del primer volumen desu Diccionario. Y unos días después, paraalegrarle más la vida a don Rufino, esa misma aveperuana de mal agüero le contaba que se acababade encontrar, en el Casino Toledo, a un viajantede Montaner y Simón vendiendo subscripcionesdel «Diccionario Enciclopédico Hispano

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Americano, que tal ha sido el título de laenciclopedia que reproduce el libro de Ud.Haciéndome ajeno al asunto, le hablé delDiccionario de Construcción y Régimen y mesorprendió que el maldito se hallara al tanto de loque pasaba sobre el particular, pues no lecogieron de nuevo mis observaciones sobre lainserción apócrifa de la obra. “Para evitarreclamaciones tontas (dijo literalmente) se hanomitido las letras griegas que hacían engorrosoel Diccionario de Cuervo, y además los ejemplosen verso se han puesto como deben ir, separandolos versos, y por último se reproduce de cadaartículo solo lo más importante”. Pasmado medejó semejante lógica que por cierto me guardémucho de rebatir, y vi, eso sí, que efectivamentesu Diccionario de Ud. estaba tasajeado de lolindo. Sé que el Diccionario Enciclopédicocuenta con más de 25.000 suscriptores», etc.¡Veinticinco mil ejemplares! ¡Y Pombodiciéndole que en Bogotá se habían vendido delsuyo ochenta! Ese Pacheco Zegarra era un

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borracho y terminaba las cartas así: «Su amigodespués de un trago, G. Pacheco Zegarra». Unabuena noticia más de esta ave negra: «Mi amigoel librero López me decía hace días que susnumerosas ediciones de la Gramática de D.Andrés no tenían salida casi en España, que eranpara América». «Don Andrés» era Andrés Bello,y las «numerosas ediciones» de su Gramáticaeran las que había hecho Cuervo completándolacon Notas suyas. Para terminar, quería el avenegra, el borracho, que Cuervo le escribiera unartículo elogioso sobre su distinguida persona:«Dispongo –le informaba– de tres periódicosque tienen gusto de publicar cuanto les envío».Por eso tanta carta.

Después de haberse resistido mucho a partirde Europa, en abril de 1899 Pacheco Zegarra hubode volver a Lima, desde donde le escribía a donRufino y le mandaba, para rematar, uninterminable poema de Vicente Holguín (uncolombiano guasón que se había radicado en elPerú, hermano de Carlos y Jorge los presidentes)

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con cuarenta quintetos octosílabos de rimasconsonantes (las difíciles), dedicado a él. Aquíles van unos cuantos de muestra:

¡O filólogo ilustrado,honor de los granadinos!¿Cuánto tiempo has empleadoen revolver pergaminos?¡Cómo te habrás empolvado!

A todos con grande aciertoles has pasado revista,desde Moratín y el tuertoArraiza hasta don AlbertoLista y no acaba la lista.

Los estudiaste y juzgastecon criterio recto y sano,y en su autoridad fundastelas faltas que censurastedel lenguaje bogotano.

Tú sabes cómo cantaronlos persas y los asirios,cómo los celtas hablarony en qué lengua se insultaron

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los troyanos y los tirios.

Y en griego, latín, inglés,alemán o japonés,donde dices: es así,¿quién podrá probarte a tique así la frase no es?

Entre el ave negra peruana y el guasóncolombiano, ¿con cuál me quedo? En fin, laimpudicia de Montaner y Simón no acababa en elatropello y pasó al cinismo. Tiempo después delo del robo descubierto por Pacheco Zegarra,Severiano Doporto, uno que trabajaba para esosmercachifles del libro, le escribía a don Rufino:«Muy señor mío: La casa Montaner y Simón, deBarcelona, publica una obra extensa tituladaDiccionario Enciclopédico Hispano-Americano. En esta obra escribo la partebiográfica, sección en la que se concede especialimportancia a la biografía de los hombres delNuevo Mundo. De un momento a otro remitiré aBarcelona el original correspondiente a la sílabaCu, y le suplico que, con la brevedad de tiempo

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que sus ocupaciones le permitan, me facilite losdatos de su vida. Tengo a la vista dos de las obrasescritas por Ud.: las Apuntaciones críticas sobreel lenguaje bogotano y el Diccionario deconstrucción y régimen de la lenguacastellana. Una y otra han sido adquiridas por lacasa editorial, que también ha puesto a midisposición el Diccionario biográfico de Cortésy otros libros escritos por americanos. Tengo,pues, algunos materiales para escribir la historiade la vida de Ud. pero me falta mucho para poderhacer un trabajo digno del biografiado». ¿Habían«adquirido» los de Montaner y Simón losderechos de las Apuntaciones y el Diccionariopara poder tomar de ahí a destajo? No. Habíancomprado dos ejemplares: uno de unas y otro deotro. En cuanto al Diccionario biográfico deCortés, confundían ahí a Rufino Cuervo Barreto,el vicepresidente, el papá, con Rufino JoséCuervo Urisarri, el hijo, el santo.

Mes y medio después de la carta de Doporto,don Rufino recibía en Mónaco, en la Villa de

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Léopold donde pasaba con Ángel el invierno, lasiguiente carta fechada en Barcelona el 13 defebrero de 1890: «Muy Señor Nuestro: Ha sido ennuestro poder su atenta 11 corriente, que incluyeotra para el Sr. Doporto, la cual enviaremos aMadrid a la Redacción de nuestro “DiccionarioEnciclopédico”, a fin de que la entreguen alcitado Sr., en cumplimiento de los deseos de Vd.Se ofrecen atentos S. S. S. Q. S. M. B.». Yfirmado «Montaner y Simón». De colaboradorsaqueado de Enciclopedia don Rufino habíapasado a entrada de ella, a protagonista de laHistoria. ¡A mí así que me saqueen cuantoquieran! Con tal de andar de tú a tú con Bolívar yNapoleón… Además los diccionarios sefagocitan unos a otros, y también lasenciclopedias. Es más: los diccionarios sefagocitan a las enciclopedias, y las enciclopediasa los diccionarios. Esta es una lucha despiadada,como en la selva. Esto es como pájaro vivocomiendo gusano y gusano comiendo pájaromuerto. ¿No le pasó pues a Oudin? A Cesar

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Oudin, el más grande hispanista cuando ni seconocía la palabra; el primer traductor delQuijote al francés y segundo a una lenguaeuropea (habiendo sido el primero, al inglés,Th o m a s Shelton); el de la GrammaireEspagnolle expliquée en François, que fuera elmodelo de la infinidad de gramáticas paraenseñar este idioma hermoso a los bárbaros.Pues bien, Oudin compuso además un Tesoro delas dos lenguas francesa y española, undiccionario bilingüe del que se sirvieron para lossuyos John Minsheu, Franciosini, John Stevens ylos autores de los diccionarioshispanoflamencos. El italiano Girolamo Vittorifue más allá: en su Tesoro de las tres lenguasespañola, francesa e italiana se lo apropióentero, aunque eso sí, la verdad sea dicha,ampliándolo con tres mil voces nuevas, de supropio esfuerzo. ¿Y saben qué hizo Oudin? En el«Advertissement aux lecteurs» de la segundaedición de su Tesoro se quejó amargamente delplagio perpetrado por el italiano, pero en el texto

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le agregó al suyo dos mil de las tres miladiciones de este. El plagiado se volvió plagiario,el gusano se comió al pájaro. Yo amo a Oudin. Ytambién lo amaba don Rufino. Y sacaba de él.Pero en este caso estaban ya tan lejos en eltiempo el uno del otro (el segundo Tesoro deOudin se publicó en 1616) que el plagio ya no eraplagio sino simple arqueología lingüística: donRufino examinaba en Oudin el fósil delcastellano del Siglo de Oro, lo que había sido, sucadáver prestigioso. Quisiéredes, hubiéredes,dijéredes… ¡Cómo cambian con el tiempo losidiomas! Y también se fagocitan unos a otros.¿No se está tragando pues hoy el inglés alespañol? Nadie se da cuenta porque el pez quevive en el agua no puede ver el desierto delSahara. Del «Sájara», como pronuncian losgachupines, que no pueden dec i r «Atlántico»,«atleta», «Hitler» juntando la te y la ele.Pronuncian así: At-lántico, at-leta, Ít-ler. ¡Y estosperiféricos todavía se creen los dueños delidioma!

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Siete años después de que saliera el primertomo del Diccionario de la imprenta deBourloton, en noviembre de 1893 se concluyó allímismo la impresión del segundo: 722monografías, las de las letras C y D, en 1.348páginas a doble columna y con un peso bruto de2,72 kilos: había que partirlo en dos para que loaceptaran como paquete postal en el correo. Lasola preposición de ocupaba cuarenta páginas uochenta columnas (veintidós más que la a), o seacinco mil quinientos renglones (Piñeyro loscontó). De solo hojearla se me corta larespiración. ¿Quijotitos a mí? ¡Qué Quijote niqué Quijote! España con todo y lo loca que es, enlocos al lado de Colombia es un terregal yermo.¿Qué recepción tuvo el segundo tomo? La delprimero. Mucho elogio en carta y poco artículo:uno injusto y otro encomiástico. El injusto erauna reseña de los dos volúmenes del Diccionariopor Pedro de Mugica, natural de España, país queinventó la envidia, y apareció en la Zeitschrift deGröber. El encomiástico era de Gottfried Baist,

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salió en el Kritischer Jahresbericht, y en éldecía su autor que el singular proyecto de unDiccionario sintáctico no se lo habríarecomendado a nadie, pero que con Cuervo habíaresultado «la obra más importante de lalingüística española». Y terminaba Baist así suartículo: «Una reseña sin comprensión y confusade Mugica en la Zeitschrift für romanischePhilologie echa de menos una serie de cosas queno son propias para figurar en el Diccionario oque están ahí; Cuervo protesta con razón contraesa clase de crítica».

¿Que si protestó? Le dio un ataque de irasanta. Escribió una réplica a Mugica en plenaofuscación, y le pidió a su amigo Morel-Fatioque la publicara en Romania. Morel-Fatio, queera duro y frío como riel del Transiberiano, lerecomendó que se la mandara a Gröber para quela publicara en su revista, que era lo que procedíapues en ella había salido la reseña de Mugica; yque si no aceptaba ya se vería. Don Rufino secalmó, morigeró el tono, y Gröber aceptó

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publicar la réplica, aunque con una contrarréplicadel agraviante. Y efectivamente así salió, ¡pero enjunio de 1896! cuando el planeta Tierra ya habíadado una vuelta entera en torno al astro rey, quienpara entonces ya había secado en el pavimento elagua del chaparrón. Si hubiera sabido Gröber queCuervo estaba suscrito a su revista desde elprimer número y que lo seguía fielmente desdeColombia, un paisito salvaje perdido en elmapamundi; si hubiera sabido que el destino loshabría de juntar en 1904, en el verano, en unapensión de Neuchâtel donde se conocieron ytuvieron tanto de qué hablar; si hubiera sabidoque don Rufino nació el mismo año que él y quehabrían de coincidir en el de la muerte; si hubierasabido todo esto Gröber en 1894, a Mugica lohabría echado de la Zeitschrift de una patada en elce.

En tanto don Rufino adelantaba suDiccionario, don Ángel se dedicaba como loco apublicar: artículos de lo uno y de lo otro en larevista Europa y América , de París, que salía en

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español: El perro diletante, El retrato, El primerode mayo, El cardenal Newman, Beethoven,Lamartine, Una sociedad útil, El arte en España,La fiesta en Suiza, La primavera en París… Unareseña de las Traducciones poéticas de MiguelAntonio Caro, un Estudio antropológico, Stanley,Los Eddas, Dimes y diretes, Literatura y cienciasamericanas, Sidera minora, Amor espiritual,Almoneda Drouot… Y sobre pintores: Millet,Delacroix, Rosa Bonheur, Courbet, Manet,Troyon, Meissonier… Cuando escribió elartículo sobre Meissonier, ¿saben en qué pensó?Pensó en su calle. En la rue Meissonier dondevivía con su hermano Rufino José y a donde ibanen peregrinación los colombianos que llegaban aParís, entre los cuales el joven José AsunciónSilva, tal como años después los provincianosque viajaban a Bogotá habrían de ir a conocer,visitas obligadas para poder después jactarse deque estuvieron en la capital, el cerro deMonserrate y la tumba de este poeta que sesuicidó dejándonos a todos traumatizados: lo

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enterramos en el Cementerio Central, en elpabellón de los suicidas, al que dejábamos entrarlos perros a orinar.

Publicó también don Ángel en la revistaEuropa y América, en su sección «Etnografía»,los artículos que juntó después en el libroCuriosidades de la vida americana en París delque ya hablé y que tan gran polvaredón habría delevantar en el cotarro. Más tres novelas porentregas, a saber: Jamás, Dick y En la soledad,que se le quedó interrumpida porque la revista sesuspendió. Jamás apareció en libro en laBiblioteca de Europa y América , y luego denuevo por entregas, pero en francés, traducidapor Marguerite du Lac, en la Revue du MondeLatin et du Monde Slave. Y Dick también salióen libro, en la Imprenta de la Viuda de VictorGoupy. Ya antes Ángel había publicado, en lasImprimeries réunies, su Conversación artísticaque después fue despiezando en Europa yAmérica en su sección sobre pintores que llevóel mismo título. Y todo, claro, pagado por él. Los

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hispanoamericanos que vivían entonces en Paríseran ricos (no como los de hoy que sonlimpiapisos, electricistas y plomeros), pero loshabía de dos clases: los rastacueros, ricosvulgares que llegaban de la Argentina con su vacapara ordeñarla madrugados y tomar leche fresca;y los refinados, como los Cuervo y dos cercanosamigos de don Rufino, Enrique Piñeyro yFrancisco Soto y Calvo, quienes viajaban todos ala capital del mundo a publicar, lujo máximo. Yen este punto ya saben ustedes de Ángel Cuervotanto como yo, los felicito. Se me olvidaba decirque escribía mejor que casi todos loscolombianos de ayer y de hoy, incluyendo a suhermano don Rufino. El «casi» lo pongo enhonor a Manuel Tamayo y Baus, secretario«perpetuo» de la Real Academia Española de laLengua así como Pombo lo era de laColombiana, aunque sin el «real». No tenía unreal la Academia Colombiana de la Lengua, nisede propia: era pobre, funcionaba en el edificiodel Congreso o cueva de Alí Babá. Se llamaban así mismos estos secretarios «secretarios

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perpetuos» por disimular, pues lo que eran losmelindrosos, en plata blanca, era sus«presidentes vitalicios». Ambos secretariosperpetuos querían a don Rufino. Amaban de él suciencia y su santidad. Los emplazo al juicio deDios para que atestigüen en su favor de mi lado ycontra el pirómano Ordóñez, el abogado delDiablo, al que hay que quemar.

¿Y de qué hablaban los Cuervo en París con elpoeta Silva, la «perla destilada» de don Ricardosu papá y quien entonces apenas si empezaba acantar? No se sabe. Yo digo que el primer día,cuando llegó el joven con la carta depresentación de Pombo, Ángel le habló de suabuelo paterno José Asunción Silva Fortoul, aquien habían asesinado en su hacienda deHatogrande de la sabana de Bogotá, en abril de1864, una noche de antes de que naciera el poeta,una cuadrilla de malhechores, a culatazos. Sobreese crimen publicó entonces Ángel una crónicaespeluznante pero muy bien escrita, en elperiodiquito bogotano La Opinión, y es de lo

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primero suyo que salió en letra impresa. ¡Quéasesina era entonces Colombia! ¡Menos mal quecambió! Antonio María Silva Fortoul, hermanodel asesinado y quien lo acompañaba esa fatídicanoche en la hacienda, resultó gravemente heridoen el asalto pero sobrevivió. Se fue entonces parasiempre de Colombia, a París, y nunca más quisosaber del paisito: le puso la cruz. Cuando lellegaba una carta de allá, ni la abría: la arrumbaba,como me contó doña Elvira Martínez de Nietoque le habían contado en París. Antonio MaríaSilva Fortoul murió a los 74 años, el 5 de octubrede 1884 a las 8 de la noche en su apartamento del 3de la rue Lafitte y lo enterraron en el Père-Lachaise. Un día de estos que amanezcadespejado voy y lo busco. El 30 de ese mismomes, sin saber que acababa de morir su tíoabuelo, José Asunción partió de Bogotá rumbo aParís con la esperanza de contar allá con suprotección de rico. En el cuadro famosísimo Lamuerte del general Santander de José MaríaEspinosa, que se puede ver en el Museo Nacional

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de Bogotá, aparece el doctor Antonio Maríaentre los médicos, familiares y amigos querodean al gran leguleyo de Colombia en su lechode muerte. Entre la herencia que dejó Santanderestaba esa hacienda de Hatogrande, la másgrande, para los Silva Fortoul. A no sotros nosdejó deleznable papel: leyes y leyes y leyes quese reproducen en más leyes y más leyes y másleyes como la maleza produce más maleza.Antonio María Silva Fortoul está enterrado puesen la Historia de Colombia y en elPère-Lachaise. Como Rufino Cuervo Barreto elpadre de los Cuervo, era heredero directo de laIndependencia y sus despojos: rico. Rico en unpaís de pobres. Los Cuervo llegaron a París enjulio de 1882; don Antonio María Silva Fortoulmurió en octubre de 1884 en la misma ciudad,donde residía desde hacía veinte años. Eran de laclase alta los tres, patriotas, ricos, paisanos,herederos de Bolívar y Santander, ¿se verían allí?Nadie lo ha contado y se me hace que nunca sesabrá. Las coincidencias de los fantasmas en el

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pasado a mí me inquietan. Como ven, además dehagiógrafo y tanatólogo soy cazafantasmas: losoigo arrastrando las cadenas a kilómetros dedistancia, y corro, los alcanzo, los agarro, pero seme esfuman por entre las manos, se me van. Sonmás escurridizos que un chorro de agua.

En enero de 1886 empieza a aparecer en lacorrespondencia de los Cuervo su proyecto deescribir la biografía de su padre, idea más deÁngel, su principal autor, que de Rufino José, sucolaborador. En carta del 16 de ese mes y año,Caro le escribió a Rufino José: «He mandadocopiar lo relativo al doctor Cuervo para pasarlo aldoctor Barreto, quien acá inter nos, está bastantetrasnochado y chocho. Me alegro mucho de queustedes piensen en una biografía, y tendré elmayor gusto en buscarles los datos que lesfalten». Datos les faltaban muchísimos y sedieron a pedirlos a familiares y amigos deColombia y Ecuador; y los doctores en cuestiónno eran médicos sino abogados-vicepresidentes ypr i mo s hermanos al revés: Rufino Cuervo

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Barreto y Benigno Barreto Cuervo: el primero yaestaba muerto; el segundo, «trasnochado ychocho» según el otro vicepresidente, Caro, peroyo digo que no porque «chocho» significa con lasfacultades mentales debilitadas por efecto de laedad, y el doctor Barreto, a juzgar por sus cartas,estaba muy lúcido, y tenía entonces tan solosesenta y un años, que serán muchos para un niñode diez, pero pocos para un viejo como yo. Loque pasa es que Caro era un mal bicho. De todasformas les mandó copiado lo que le pedían, porintermedio del doctor Barreto; y por intermediodel doctor Patiño, Federico, otro abogado yencargado de los negocios de los Cuervo enBogotá, la infinidad de gacetas, periódicos ydemás impresos colombianos que habían dejadocon él en su Librería Americana y quenecesitaban para la biografía: El Día, LaCivilización, El Catolicismo, El Mensajero , ElPapel Periódico Ilustrado… Estos periódicos ygacetas después se los dejó de herencia donRufino a la Biblioteca Nacional de París. Entre

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los muchos encargos a Caro y otros amigos yfamiliares referentes a este proyecto de amorfilial estaba el que pusieran avisos solicitando losperiódicos Libertad y Orden de 1840 y ElProgreso de 1848 y 1849, cuando el doctorCuervo era vicepresidente y aspiraba a lapresidencia, la cual el miércoles 7 de marzo de1849, en una turbulenta sesión del Congreso, se lefue de las manos cual una palomita blanca quevoló y voló. La hoja periódica El Progreso solosalió esos dos años, y de sus dos redactores unoera José María Torres Caicedo, quien gozó decierto prestigio en un comienzo, aunque acabóloco en París. Allí los Cuervo cargaron untiempo con el pesado fardo de su amistad, que noles causó sino engorros, pero cuando a Ángel sele ocurrió escribir la vida de su padre, ya TorresCaicedo estaba de atar. Lo ataron y murió en elmanicomio. Que yo sepa, nunca consiguieron losCuervo los ansiados ejemplares de El Progreso .Y ni forma había ya de preguntarle a TorresCaicedo pues los locos desvarían y los muertosni eso.

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En un principio Ángel trabajó solo en labiografía y en algún momento esta se iba a llamar«El Dr. Rufino Cuervo. Recuerdos de su vida y desus tiempos». No bien salió de la imprenta elprimer tomo del Diccionario de construcción yrégimen Rufino José se le unió a su hermano enel proyecto. El libro terminó llamándose «Vidade Rufino Cuervo y noticias de su época»; elsegundo tomo incluía algunos escritos del doctorCuervo y algunos documentos; los dos tomossumaban 1082 páginas, salieron de la imprenta acomienzos de julio de 1892 (vale decir después deseis años y medio cuando menos de trabajo) y seme hace que les costó un platal. ¿Y todo paraqué? El italiano Emilio Teza, a quien le mandarona Padua los dos volúmenes les contestó que eranmuy buenos hijos: «Bravi e buoni figliuoli» sonsus palabras exactas. José Miguel Guardia, unateo comemierda, español, que vivía en París, lesacusó recibo de «los dos hermosos tomos». Queya había leído el prólogo, la introducción y losdos primeros capítulos, y que iba a seguir

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«leyendo con mucha curiosidad y con no pocogusto, pareciéndome que lo han hecho Vds. comoera de esperar de su acendrado amor a tanesclarecido padre, a la madre patria y a las buenasletras, caminando con pie firme por el ásperosendero de la verdad, donde más son los abrojosque las flores, obrando en todo como piadososhijos, honrados patriotas, historiadores yliteratos de la sana tradición». O sea, en platablanca, libre de polvo y paja, mondo y lirondo:nada. ¡Qué les iba a importar a un italiano y a unespañol la Historia de Colombia y que el 7 demarzo ese no hubieran nombrado al doctorCuervo presidente! El presbítero Antonio José deSucre, venezolano pero cercano amigo de lafamilia Cuervo en su juventud en Bogotá lesdecía, desde Santiago de Chile: «El libro de VV.es un monumento de piedad filial y de amorpatrio». Y que el doctor Cuervo descollaba «porel feliz equilibrio de sus altas prendasintelectuales y morales: bastan y sobran losdocumentos para retratarlo de cuerpo entero

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como un gran patriota y un gran cristiano».¡Como Guardia, pues! Y más abajo: «Deboconfesarles cordialmente que considero como ladesgracia de las desgracias para la N. Granada, elescándalo del 7 de marzo de 1849, menos por lamagnitud inconmensurable del crimen y susincalculables frutos de ruina y muerte que por elrudo hecho de haber arrebatado inicuamente elpoder de las manos de un hombre de Estado tancuerdo, tan ilustrado, tan probo y tandesinteresado como el Dr. Cuervo». ¡Cuálcrimen! A nadie mataron ese día. Pura coba a loshijos del muerto, que no murió en esa sesión delCongreso sino años después, en su cama, demuerte natural. Cualquiera que lea esto delpresbítero creería que ese 7 de marzo el globoterráqueo se paró en seco y lanzó al vacíointerestelar a toda la progenie bípeda porque elCongreso de la Nueva Granada no eligiópresidente al doctor Cuervo sino al general JoséHilario López. Nada habría cambiado el destinode Colombia, entonces Nueva Granada, sihubieran elegido al doctor Cuervo, y se lo digo

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yo que abarco el pasado, penetro las brumas delporvenir y leo en la superficie quieta y tersa delos lagos.

A Pedro María Ibáñez, secretario de laAcademia Nacional de Historia, le escribíaRufino José a Bogotá: «De la Vida de nuestropadre hicimos tirar algunos ejemplares en papelde mejor calidad para nuestra familia y paraalgunos, poquísimos, amigos, entre los cuales dederecho está U.», y le anunciaba el envío de losdos tomos. Ibáñez los recibió y escribió unareseña bibliográfica en El Celaje, periodiquito deBogotá que ya iba en su quinto número. ¡Cuántoesfuerzo para tan poco! Agradeciéndole el envíodel quinto número, don Rufino le decía alhistoriador Ibáñez: «Nuestro pensamiento ha sidohacer amables y simpáticos a los fundadores dela Nueva Granada, de nuestra patria, recordandosu laboriosidad, su honradez y su patriotismo».Honrados y laboriosos quién sabe, y patriotas sí,¡pero desde la presidencia! Yo también quieromamar ahí de mi patria. ¡Y no les cobro un

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centavo! Ad honórem, gratis, por el solo placerde hablar y hablar, de perorar y pontificar, lluevaque truene, en seco o sobre mojado. Pero eso sí,que me toquen con banda de guerra el himnocuando entre a los teatros y salga de ellos. Mequitaré entonces el sombrero de copa y les diré,enarbolándolo en alto, a cuantos me aclaman, alpueblo que me quiere y al que quiero: «¡Salve!»

Solo el capítulo 17 del primer tomo era derecuerdos familiares, y el resto de la extensaobra, pura Historia, historia patria, en la cual eldoctor Cuervo brillaba como protagonista y consobrada razón pues para eso pagaban sus doshijos parisienses el libro. El primer tomoconcluye con la misión del doctor Cuervo en elEcuador, donde conoció al dictador Flores,equivalente al Páez venezolano o al Santanderneogranadino de sus tiempos; el segundo trata desu paso por la vicepresidencia y el capítulo 15 deeste es la cima del largo relato pues estáconsagrado a su elección fallida a la presidenciaen la tremebunda sesión del Congreso del 7 de

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marzo de 1849, cuando la infamia se consumó: sela birlaron y se la dieron al general José HilarioLópez, que arde hoy en los profundos infiernosde Satanás el eterno. El capítulo en verdad esmuy dramático. Yo digo que lo escribió Ángelsolo porque está muy bien y él escribía mejorque don Rufino. El lector quiere que el doctorCuervo salga elegido presidente de la NuevaGranada porque era el bueno y el otro el malo,pero el mal triunfó. Tres eran los candidatos, asaber: el doctor Rufino Cuervo Barreto, decuarenta y siete años, conservador, con unapasado burocrático que va así: jefe político deBogotá, secretario de Hacienda, embajador en elEcuador, vicepresidente y durante cuatro mesesencargado de la presidencia por ausencia delpresidente titular el general Tomás Cipriano deMosquera quien en esos instantes mismos de laelección, mientras se debatía la suerte de lapatria en el Congreso, se abstenía de interveniren las votaciones y las seguía desde palacioindiferente, como todo un Júpiter tonante pero

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sin tronar. Segundo candidato: el general JoséHilario López, de cincuenta y un años, soldadodesde los catorce, había participado en varias delas batallas de la Independencia y lo habíaascendido a teniente nadie menos que elvenezolano Bolívar el ambicioso, el hijo de sumala madre contra quien se alzó en armas tras laconspiración de la noche septembrina en que elcobardón salió huyendo; liberal, jefe militar deBogotá, gobernador de Cartagena, ministro deGuerra y de Marina, embajador ante la SantaSede, secretario de Relaciones Exteriores,consejero de Estado, senador, ¡qué sé yo! Tercercandidato: el doctor Joaquín José Gori, unquídam. El Congreso, que no tenía sede propia,sesionaba en el templo de Santo Domingo. A lasdiez de la mañana abrieron la sesión, que habríade durar siete horas encendidas, tormentosas,eternas. En una primera votación el doctorCuervo obtuvo treinta y siete votos, el generalLópez igual y el doctor Gori diez, con lo que elquídam quedó descartado. Segunda votación:

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cuarenta votos por el doctor Cuervo, igual por elgeneral López y dos votos en blanco. López lesofreció puesto a dos o tres goristas y vino latercera votación: cuarenta y dos votos por López,treinta y nueve por el doctor Cuervo y tres enblanco. López fue elegido presidente y gobernósus cuatro años religiosamente, durante loscuales estableció la libertad de prensa, abolió laesclavitud, separó la Iglesia del Estado, expidió laley agraria, estableció el federalismo y expulsóuna vez más a los jesuitas. Con perdón de loshermanos Cuervo, que eran santos, ¡cómo no ibaa ser el general José Hilario López el mal menor!El 7 de marzo de 1849, exactamente ese día aciagopara su familia, Ángel Cuervo cumplió once años;Rufino José tenía cuatro y medio. Ellos nofueron testigos pues de la tempestad en elCongreso. La reconstruyeron muy bien en sulibro, con dramatismo, pero amañadamente y conprocedimientos de folletín, para satanizar algeneral López y a los artesanos y sus SociedadesDemocráticas que lo apoyaban. «Los diputados

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conservadores atravesaron impávidos lamuchedumbre hasta llegar a sus puestos sin quese les ocurriera mirar por su seguridad oreclamar contra la violencia que anunciaban lasmiradas amenazadoras que les clavaban»,escriben los Cuervo. Y en la segunda votación«los amotinados hacen ademán de apercibir lasarmas, y con miradas de furor ansioso parecenconvenirse para obrar». ¿Quién le contaría aÁngel lo de las miradas de furor ansioso? Porqueél no estaba ahí. Estaría jugando en su casa conun monigote de trapo… Voy a descanonizar aÁngel por fantasioso.

He aquí cómo concluyen los Cuervo su relatodel tormentoso día: «Apenas supo el generalMosquera en qué había parado la elección, quisoque se desconociera lo que no era sino efecto dela coacción y que el doctor Cuervo, comoVicepresidente y con el título que le daba sumayoría en el Congreso, se encargase del poder,y nombrase al mismo general Mosquera jefesupremo de la fuerza armada para sostener tal

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determinación. El doctor Cuervo, que, si hubiesesido electo, hiciera rostro a cualesquierapeligros para cumplir con su deber, se negó a piefirme a dar semejante paso, enteramentecontrario a los principios que había profesadotoda su vida. Oída esta resolución, juzgó elPresidente que no quedaba otro camino que darpor legítima la elección de López, y saliendo a laplaza lo vitoreó entre la muchedumbre». Sobre lapalabra «vida» hay una llamada a una nota de piede página de los autores que dice: «De estehecho se conservó memoria en nuestra familia, yal momento de narrarlo aquí nos lo corrobora encarta particular persona de alta respetabilidad, aquien lo refirió el general Mosquera, siendosenadores ambos el año de 1855». Don Rufino, noeran «senadores» con ese, que no existen: erancenadores con ce. Y el cenador con ce de altarespetabilidad era el primo del doctor Cuervo,Benigno Barreto Cuervo, y su carta particular, del1º de enero de 1887, a sus «muy queridos Ángel yRufino», dice: «No sé si Ángel conoce el hecho

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siguiente: El 7 de marzo de 1849, al tenerconocimiento el P. E. de la coac ción hecha alCongreso para evitar que fuese declaradoPresidente electo el doctor Cuervo y poner en sulugar a López, el general Mosquera quiso que sedesconocieran los hechos consecuencia de lacoacción, que el Vicepresidente se encargase delpoder como tal funcionario y con el título que ledaba la mayoría de los miembros del Congresosupeditado; y que nombrase al mismo MosqueraJefe supremo de la fuerza armada para sostenertal determinación. Nada de esto se llevó a efectoporque el doctor se opuso a ello, según me lorefirió a mí al día siguiente de haberlo hecho.Esto mismo me contó dicho general el año de1855 aunque agregando varias cosas. Ignoro si enel archivo del doctor o en otra parte se habla deesto». El «P. E.» es el Poder Ejecutivo; en 1849Benigno Barreto Cuervo tenía veinticuatro años;y desde los sucesos del Congreso hasta la cartahabían pasado treinta y ocho. No dudo de lapalabra del senador Barreto, ni de su memoria, ni

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creo que estuviera chocho como pensaba Caro, yle envidio que el general Mosquera, a quien devez en cuando le rezo, le hubiera dirigido lapalabra para contarle grandezas o infidencias.¿Pero de dónde sacaría el historiador ÁngelCuervo las «miradas de furor ansioso»? En fin,¡qué buenos colombianos eran el general López yel doctor Cuervo! Peleándose por servir a lapatria… Les dan una lección a los avorazados delpresente.

Según las detalladas cuentas de los libreros A.Roger y F. Chernoviz «que obran en mi poder»como dicen, entre junio de 1895 y junio de 1896,de la Vida de Rufino Cuervo y noticias de suépoca en dos volúmenes se vendieron tresejemplares; de junio de 1896 a junio de 1897, docemás; hasta diciembre, otro más; desde diciembrede 1897 hasta junio de 1898, ninguno; a junio de1899, ídem, cero; a diciembre de 1899, cero; aseptiembre de 1899, cero; a junio de 1900, cero; adiciembre de 1900, cero; a junio de 1901, cero; adiciembre de 1901, cero; a junio de 1902, cero; a

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diciembre de 1902, cero; a junio de 1903, uno; ajunio de 1904, cero; a diciembre de 1905, cero; aseptiembre de 1906, cero; a junio de 1907, cero; ya diciembre de 1908, uno. ¡Los Roger se iban ahacer ricos con don Rufino! Y yo llamando amonsieur Antoine, el papá, «mercachifle delibros». Lo que era era un gran vendedor de letraimpresa. Estoy que lo canonizo. Ángel no alcanzóa revisar ninguna de estas cuentas pues murió enabril de 1896. Se lo llevó la compasiva Muerteque lo priva a uno de la contabilidad, que es tanhermosa. El que quiera escribir una Vida de supapá y que tenga éxito, que sea para insultarlo:para pedirle cuentas al lujurioso, y de paso a lamamá, su compañera de cópula, ¡y van a ver cómovenden!

El alemán Günther Schütz, que se dedicó abuscar los libros de los Cuervo en las bibliotecasde Alemania, Austria y Suiza escribiéndoles atodas, encontró 18 ejemplares de la Vida deRufino Cuervo y noticias de su época, y 16 deCómo se evapora un ejército , en las de

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Aquisgrán, Berlín, Dresde, Erlangen, Gotha, Jena,etc., etc. Y en el Instituto Caro y Cuervo, doscartas de agradecimiento a Cuervo por los librosobsequiados a dos de ellas. Como en lacolección de sobres vacíos que nos dejó elvándalo de fray Pedro Fabo varios traen lossellos de otras bibliotecas de los tres países encuestión, no necesita uno ser Sherlock Holmespara saber que contenían cartas similares. LosCuervo se dedicaban pues a mandar sus librosgratis a las bibliotecas germánicas. Al que estépor graduarse y se quiera escribir una tesisapasionante, le recomiendo que revise las deFrancia y Bélgica: algo encontrará.

En carta de 1905, el año del testamentodefinitivo, a uno de los Barreto (pero no sé a cuálpues empieza solo con «Queridísimo»), le dicedon Rufino: «Bien pensadas las cosas, veo que laúnica resolución que corta las dificultades singuardar molestias para lo venidero, con respectoa los papeles y a los ejemplares de la Vida de mipadre, es la siguiente: De los ejemplares que

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existan en su poder, tomarán U. y Manuel deJesús los que quieran, y el resto sin excepción niconsideración alguna, los quemará U. antes deirse para el campo. Los papeles, que no sé cuálessean, me hará U. el favor de remitírmelos por elcorreo certificado, cargándome en cuenta elporte». Benigno Barreto había muerto en 1903.Sospecho que esta carta fue dirigida a su hijoPedro Ignacio, y que además era este quien lemanejaba entonces a don Rufino sus asuntos enColombia, enigma mayor de esta biografía.Federico Patiño fue el apoderado de los Cuervodesde que se fueron en 1882 hasta julio de 1898 enque murió (para entonces ya había muertoÁngel), y jamás tuvieron una queja de él. Era unhombre decente. En adelante don Rufino, siendorico, empezó a tener problemas de dinero. PedroIgnacio, el menor de los hijos de Benigno, teníauna oficina de abogado con Juan EvangelistaTrujillo. Hay dos cartas de don Rufino en que semenciona a este abogado, ambas de agosto de1908. Una es del 24, a Pombo, en que le dice:

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«Tendría el mayor gusto en que el Dr. Baquero,nuestro excelente amigo, ocupara la casa de S.Victorino, y así se lo escribiré al Dr. Trujillomañana; pero no sé si él tendrá algúncompromiso». Y otra al doctor Baqueromencionado, Rafael, del día siguiente: «Heescrito al señor doctor Trujillo manifestándole eldeseo de U. y el mío que si no tiene compromisoanterior, en caso de ser desocupada la casa de S.Victorino, sea U. el inquilino preferido. Sé queno encontraré yo otro mejor». Rafael Baqueroera médico, muy amigo de Pombo en Bogotá,pero de don Rufino solo por carta: lo tenía debuscalibros en París, aunque por lo menos se lospagaba.

Años después de aparecida la Vida de RufinoCuervo, en mayo de 1897 el periódico bogotanoEl Progreso , de Carlos Tanco, publicó unartículo del director titulado «Algo de historia»sobre la muerte del coronel Mariano París entiempos en que el doctor Cuervo era jefe políticode Bogotá y en el cual mancillaba su memoria. El

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Correo Nacional defendió al doctor Cuervo, ydon Rufino, por su parte, le mandó de París a suamigo Carlos Martínez Silva, de la Academiacolombiana, un artículo con el mismo título,«Algo de historia», para que lo publicara en superiódico El Repertorio Colombiano. En élsalió en septiembre. Cuando iba un ejemplar delperiódico en camino a París con el artículopublicado, Martínez Silva recibió un telegrama dedon Rufino en que le daba la orden de suspendersu publicación. ¿Por qué? Sabrá Dios. Y no esque esté dudando de la rectitud del doctorCuervo, es que simplemente no sé qué pasó. Enla carta a don Rufino en que le habla deltelegrama y de que El Repertorio ya va caminode París, Martínez Silva le dice que los de ElProgreso «se quedaron como muertos» con suartículo. Tres años después don Rufino publicó ellibro de Ángel Cómo se evapora un ejército , ycomo apéndice, y sin venir a cuento, le puso esteescrito y otro suyo en respuesta a otros agravioscontra la memoria de su padre debidos ahora a la

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pluma del deslenguado jesuita de MedellínRafael Pérez, y los tituló «Rectificacioneshistóricas». En fin, a Soledad Acosta de Samperle escribía en octubre de 1908 diciéndole que allibro de su hermano Ángel le había añadido«algunas páginas sobre la muerte de don M.París, obligado por el deber de rebatir infamesembustes». Perseguido por la memoriafantasmagórica de su padre, a quien apenas siconoció pues lo perdió a los nueve años, ¡todavíae n 1908 don Rufino seguía con eso! Ya enColombia a nadie le importaba el doctor Cuervo.Ni el siglo XIX. Ya estaban en el XX, conteléfono y luz eléctrica, montando en carro y a unpaso de oír radio y de volar en avión. A mí si mequieren insultar en el 2021 y despedazar mimemoria, bien pueden, los autorizo, que más valemuerto insultado que olvidado. Doña Soledad porlo demás, inspirada por los Cuervo, había hecholo mismo que ellos y escrito la vida de su padre:la Biografía del general Joaquín Acosta,prócer de la Independencia, historiador,

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geógrafo, hombre científico y filántropo . Elgeneral Acosta era un «hombre científico», y suhija doña Soledad, una «mujer literaria». Otro quese inspiró en los Cuervo, como doña Soledad, fueel exitoso médico y amigo de ambos en Bogotá yen París Ignacio Gutiérrez Ponce, quien publicó,ocho años después de que saliera en esta últimaciudad la Vida de Rufino Cuervo y noticias desu época, la correspondiente a su respectivopapá, pero en Londres: la Vida de don IgnacioGutiérrez Vergara y episodios históricos de sutiempo. ¡Cuánto buen hijo daba Bogotá! ¡Y quéoriginales!

Desde hace años llevo una «Libreta de losmuertos» en que anoto los que vi al menos unavez en persona (no en el periódico ni en latelevisión) y que sé que murieron. Voy enochocientos cincuenta y espero llegar a los milcerrados antes que una mano caritativa se sirvaanotarme a mí en ese inventario luctuoso, paraque me lo cierren con broche de oro. Además demi libreta de muertos últimamente me he puestoa adelantar la de don Rufino, los que hubiera

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podido anotar él, y voy en trescientos cincuenta ytres. He aquí los de su familia acaecidos despuésde su llegada con Ángel a París. Primer muerto,en junio de 1883, Eladio Urisarri, el tío Eladio,juez de distrito de la capital, ministro fiscal enAntioquia, magistrado de la Corte Suprema deJusticia, diputado a la Cámara, gobernador de laprovincia de Bogotá, encargado de negocios antela Santa Sede y luego ascendido a ministroplenipotenciario, y finalmente, perla de sucorona, candidato a la vicepresidencia de laRepública. Retirado a la vida privada, la muertellamó a su puerta con patada perentoria cuandohabía alcanzado la provecta edad de setenta ysiete años. ¿Lo lloraron sus sobrinos parisinos?No parece. A Luis Lleras, que fue el que les diola noticia, le contestó Rufino José: «Mucho lehemos agradecido sus cariñosos recuerdos conmotivo de la muerte del Dr. Urisarri, nuestrorespetado tío. Todos se van, todos nos iremos.U., que tiene hijos a quienes tanto ha querido yque tanto lo quieren, vivirá en ellos siempre; pero

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quien es solo, ¿en quién confiará para el cariñopóstumo?» En mí, don Rufino, ¿en quién más?

Segundo muerto, en septiembre de 1884,Gabriel Cuervo Amaya, sobrino de don Rufino ehijo único de Antonio Basilio Cuervo Urisarri yMaría Luisa Amaya. No sé quién les anunciaraeste muerto a los Cuervo, pero Luis Lleras, encarta de octubre, le decía a don Rufino: «Yorecibí una invitación al entierro momentos antesde que este se verificara, y por no tener trajenegro y estar para salir a clase, tuve la pena de nocumplir con ese deber sagrado de la amistad.Perdóneme la culpa».

Tercer muerto, en enero de 1885, Luis María,el hermano mayor y el único que dejódescendencia que haya llegado hasta nosotros.Fue educador y fundó el Colegio de San José,donde estudió el poeta Silva de niño. Sus hijosfueron Carlos, Rufino, Luis, Julio y Emilio.Como estos cinco sobrinos murieron despuésque don Rufino, no los pongo en la libreta de susmuertos. Carlos Cuervo Márquez, el

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primogénito, fue general, ministro deRelaciones, Gobierno, Guerra e InstrucciónPública, y embajador ante la Santa Sede y losgobiernos de Venezuela, Cuba, Argentina yMéxico, donde murió ahito de la tibia leche delpresupuesto nacional. A don Rufino lo fue avisitar a París, al apartamento de la rue de Siam,con su mujer y un montón de hijas, en noviembred e 1908, en días de frío y niebla. Hombrepolifacético nos dejó varios libros, entre loscuales unos Estudios arqueológicos yetnográficos y un Tratado elemental debotánica.

Segundo hijo de Luis María, Rufino CuervoMárquez, periodista y director de El CorreoNacional, se batió en duel o a pistola, en lasinmediaciones del cementerio, con su colegaJuan Antonio Zuleta, director de La Época: nohubo muerto qué lamentar ni cadáver qué enterrarpues las balas de los duelistas se fueron por lasramas a espantar pájaros. ¡Qué papelón! Su rastrose pierde en 1911 (el año de la muerte de su

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ilustre tío y tocayo don Rufino), cuando semarchó de Colombia a Centro América huyendode quién sabe qué enredo y desapareció. Eltercero de los Cuervo Márquez fue Luis, médicoy representante a la Cámara, senador, ministro deGobierno y embajador en Gran Bretaña. Murióahogado a los setenta y ocho años al intentarcruzar el Zulia, un río del departamento del Nortede Santander. Cuarto de los Cuervo Márquez ysegunda oveja negra de la familia, Julio, se sabíael nombre de Dios en cuarenta lenguas; murió en1904 a los treinta y ocho años de edad abandonadode su familia y devastado por una enfermedadincurable de nombre impronunciable. Como donRufino no se enteró de su muerte, no lo anoto ensu libreta. Quinto y último de los CuervoMárquez, Emilio, cercano amigo del poeta Silva,fue periodista, novelista, crítico, historiador yfilósofo, alcalde de Bogotá y autor de las novelasPhinées y La ráfaga y de un libro de viajes,Tierras lejanas . En septiembre de 1897 (valedecir año y medio después de la muerte de

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Ángel) visitó a su tío don Rufino en París, dondeterminó viviendo, pero mucho después de lamuerte de este. Allá se suicidó, con su amante,e n 1937, dejando abierta la llave del gas y biencerradas la puerta y las ventanas de su cuarto,donde los encontraron asfixiados junto con uncanario. En mi biografía de Silva dije que dejóarreglados todos sus papeles y que hasta le pagóel último quinto al fisco francés. Me equivoqué.Murió pobre. El rico por lo general no se suicida,aguanta más. Y que se jodan los burócratasfranceses.

La madre de los Cuervo Márquez fue Carolinade Márquez, hija de José Ignacio de Márquez,prócer de la Independencia y primer presidentede la República de Nueva Granada, o novenocontando desde lo que comenzó llamándose laGran Colombia, impredecible país de destinoincierto y nombre cambiante. Doña Carolinamurió tiempo después que su marido, en 1919 y alos ochenta y cinco años, por lo cual tampoco sela puedo anotar en esta lista a don Rufino. Los

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Cuervo eran pues unos «oligarcas», como diría eldemagogo Jorge Eliécer Gaitán, quien nació enel lumpen de Bogotá pero que quería ser comoellos. ¡Qué digo «oligarca», que significa unoentre los pocos que se reparten la marrana! Loque quería ser Gaitán era un «monarca», quesignifica el que manda solo. Tal es la vocacióndel redentor de pueblos: tumbar al rey para reinarél. Y sin embargo este ambicioso ver borreicoque se moría por alcanzar la presidencia, cuandoya era ministro de Educación (o sea justamenteun oligarca), fue quien fundó el Instituto RufinoJosé Cuervo, precursor del Instituto Caro yCuervo actual. Jorge Eliécer Gaitán, muerto abala en aciago día para Colombia frente al café ElGato Negro y que en el infierno estás, desde aquíte perdono. ¡Sal de la paila mocha de Satanás yasciende al cielo del Altísimo!

De las cartas que se cruzaron Cuervo y ellingüista alemán Hugo Schuchardt quedandoscientas dos (y fueron muchas más), y sinembargo nunca se vieron en persona. En cambio

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del colombiano Nicolás J. Casas, cercano amigode los Cuervo, quien acompañó a Ángel en unviaje a Italia, a quien ayudó enormemente donRufino consiguiéndole varios puestos oficialesen Colombia y en la diplomacia, y quien era elsecretario de la Embajada colombiana en Paríscuando don Rufino murió, solo queda una cartasuya a este, y ni una de este a él. Así pasa. Lacarta de Nicolás José Casas a don Rufino es del17 de septiembre de 1887, fue enviada desdeBogotá, y en ella le da la noticia de la muerte deotro tío, Carlos Urisarri, hermano de Eladio, y alque por lo demás aquí ya he mencionado. ¿Seacuerdan que les conté que el sultán deConstantinopla le recordó a Ángel a CarlosUrisarri, y que este ateo jacobino murióconfesado y dejando de albacea al arzobispo deBogotá José Telésforo Paúl? ¡Qué se van aacordar con tanto nombre y tanto muerto! Peroqué puedo hacer, si por la vida del cristiano quevive mucho pasa un gentío… En su carta, NicolásJosé Casas le dice a don Rufino: «El modo como

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Dios dispensa sus gracias es verdaderamenteinescrutable. Hará cosa de unos dos mesesmerced a una entrevista casual del Sr. Arzobispocon el señor D. Carlos Urisarri, este resolviómudar de vida confesándose acto continuo.Desde esa fecha ha practicado los sacramentoscon frecuencia, y anteayer pasó a mejor vida».Pues este Carlos Urisarri es el segundo tíomuerto y el cuarto de los familiares de loshermanos Cuervo a quienes Dios les dispensósus gracias en Colombia después de que ellos semarcharan a Francia, y con el permiso de donRufino se lo voy a agregar en este punto a sulibreta, en la U: Urisarri Carlos.

Quinto muerto, su cuñada María Luisa Amayade Cuervo, esposa de su hermano AntonioBasilio y madre de Gabriel, muerta en febrero de1892. «Se me pasaba decir a U. –le escribe donRufino el 8 de marzo a su amigo epistolarBelisario Peña, al Ecuador– que hemos tenido lapena de saber la muerte de nuestra cuñada, lamujer de Antonio, lo que nos ha afectado mucho,no solo por lo que ella era, sino por la soledad en

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que queda su marido, ya algo achacoso yacostumbrado a los cuidados y abnegación deella. Confiamos en que U. le dará una partecillaen sus oraciones». Belisario Peña era un beatocolombiano engendrador de hijos que habíaestudiado con los jesuitas y se había radicado enel Ecuador, de donde lo expulsó un tiempo elmatacuras de Eloy Alfaro. De joven habíaconocido a Rufino José de niño en Bogotá enalgún colegio donde el uno enseñaba y el otroestudiaba y no se volvieron a ver desde entonces,nunca más, pero con el correr del tiempo, ycuando don Rufino ni lo recordaba, se hicieronentrañables amigos epistolares, yendo y viniendolas cartas entre Francia y el Ecuador, unidoscomo estaban los dos beatos por susconvicciones políticas y religiosas: ambos erandel partido conservador y católicosrecalcitrantes. Por eso lo de la «partecilla en susoraciones».

Sexto muerto de don Rufino, su hermanoAntonio Basilio, el esposo de María Luisa Amaya

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y el padre de Gabriel. General de la República yministro de Gobierno de Miguel Antonio Caro,era nueve años mayor que este y diez mayor queRufino José. Murió el 19 de febrero de 1893. Losdías 16 y 17 de enero de ese año, estando ya muyenfermo, hubo de encargarse de la presidenciapor ausencia del presidente Caro de la capital, yle estalló entonces en las manos una asonada deopositores al gobierno de la que resultaron variosheridos y muertos. La turba asaltó la casa delgeneral y le despedazó los muebles y objetos dearte y hasta la ropa de su esposa muerta que elpobre guardaba con devoción. Estos hechosfueron el preludio de su muerte, acaecida un mesdespués. En su carta de pésame a Ángel y RufinoJosé, el presidente Caro les dijo: «Aunquesiempre me trató Antonio con afabilidad ycariño, desde que vino a acompañarme comoministro de Gobierno se estrecharon nuestrasrelaciones y parece como que concentró en mísus afectos, después del aislamiento en quequedó por la muerte de la señora y las

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decepciones políticas que experimentó en losúltimos tiempos. No eran meras atenciones decortesía las que me prodigaba, sino verdaderasfinezas del corazón, desviviéndose por tomarpara sí las molestias que en estos cargos seproporcionan, y evitándomelas a mí, lo quemuchas veces vine a saber casualmente por otrosconductos. Paréceme como que veía en mí unrepresentante de las antiguas amistades de suextinguida casa y de sus hermanos ausentes, y yole miraba a él de la misma manera. Era el mejoramigo de la familia toda, así es que para Anita ypara los niños ha sido su muerte irreparablepérdida». Los hermanos ausentes eran Ángel yRufino José; Anita era Ana Narváez, la esposa deCaro; los niños eran sus hijos, y uno de ellos,Alfonso, ahijado de don Rufino. Téngasepresente que esta carta es del 8 de mayo de 1893,y que aparte de un telegrama de pésame por lamuerte de Ángel ocurrida en abril de 1896 y unacarta escrita por igual motivo y enviada a travésde Gonzalo Mallarino y que no ha quedado, Caro

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se olvidó de su antiguo amigo de la juventud.¿Por sus ocupaciones como presidente? ¿Porqueel correo se afectó grandemente con la guerracivil de los Mil Días? ¿O porque algo pasó entrelos dos y se disgustaron? La siguiente y últimacarta de Caro a don Rufino es del 24 de abril de1906 y empieza: «Mi querido amigo: Hacea l guno s años quedó interrumpida nuestracorrespondencia epistolar, no sé por qué causa».Y que le diera buenos consejos, cuando pasarapor París, a su hijo Roberto, quien iba a darse unavuelta por el viejo mundo con un puestecito de«escasa remuneración» que le había dado «esteGobierno» (el de Rafael Reyes). Pues si Caro nosabe por qué quedó interrumpida lacorrespondencia entre ambos yo menos, aunquealgo sospecho. Don Rufino tuvo siempre ásperaspalabras contra los gobiernos de laRegeneración, invento de Núñez y Caro y en losque, sin embargo, participó su hermano AntonioBasilio como embajador en Inglaterra y España ycomo ministro de Gobierno.

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Además de lo dicho, Antonio Basilio Cuervofue presidente del Estado del Tolima ygobernador de Cundinamarca. Entre 1871 y 1877anduvo por Francia, Alemania, Egipto, Brasil eInglaterra metido en empresas comerciales yagrícolas. Su carrera de militar la empezópeleando en las guerras patrias y la siguió en lasajenas: en los Estados Unidos participó en laguerra de secesión; en Alemania, en la batalla deSadowa; y en el Brasil, en la insurrección de losesclavos negros del Pará. De vuelta a Colombiaanduvo por el alto Magdalena buscando fortunaen el tabaco, la ganadería y el comercio. Dejoven escribió un Resumen de la geografíahistórica, política, estadística y descriptiva dela Nueva Granada y fundó en Bogotá uncolegio, el Liceo de Familia, donde dicen queestudió don Rufino. ¡Dónde no estuvo, qué nohizo Antonio Basilio Cuervo! De él sí se puededecir que cuando murió, a los cincuenta y nueveaños no cumplidos, descansó. En diciembre de1886 pasó por París proveniente de Londres ycamino de Madrid en sus diplomacias, y entonces

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se reencontró con sus hermanos Ángel y RufinoJosé. No he podido establecer si se alojó en elapartamento de ambos de la rue Meissonier o enun hotel, pero lo que sí les puedo asegurar es quefue la última vez que se vio con ellos.

Para dejar este enfadoso asunto de losmuertos y antes de anotar en la libreta de donRufino al que más quiso, a Ángel, cuya muerte ledestrozó la vida, mencionemos en bloque los quele mandaron de regalo, por carta, de Colombia,Luis Triana primero y luego en su reemplazo,cuando este murió, Rafael Pombo, los dosgrandes recaderos de Nuestra Señora Muerte oThánatos que tuvo don Rufino. Veintiochomuertos le regaló Luis Lleras y cuarenta y nuevePombo, contando en los de este ocho debidos ala guerra de 1885 y tres suicidados. Doña Muertees femenino y don Thánatos masculino, y son dosdistintos pero uno solo: la Santísima Dualidad dela Muerte, a la que invoco y rezo y pido y ruegocon devoción.

El 24 de abril de 1896, a los cincuenta y ocho

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años recién cumplidos y después de catorceescasos de vivir en París, en el apartamento delcuarto piso del número 4 de la rue Bastiat, elsegundo de los que habían tenido en esta ciudad,murió Ángel Cuervo tras una breve enfermedad.El 8 de mayo don Rufino le escribió a su primoBenigno Barreto dándole cuenta de la tragedia:«Queridísimo Benigno: Al ver Ud. el luto de estacarta comprenderá la amargura con que leescribo. Una pulmonía de siete días, con cincoapenas de cama, arrebató a mi amadísimo Ángel,el 24 del pasado, entre siete y ocho de la mañana.Hacía días que se sentía cansado y débil, y todoslos cuidados fueron estériles para salvarlo.Nuestro Señor lo quiso: ¡bendito sea!». El luto dela carta a que se refiere es el papel blanco conrecuadro negro que se usaba entonces en lascartas en casos como este, y que don Rufinosiguió usando en adelante en las suyas hasta sufinal. Un mes después, el 8 de junio, en el mismopapel luctuoso le contaba aproximadamente lomismo a Belisario Peña: «Quiso nuestro Señor

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dejarme en completa soledad llevándose a miquerido Ángel, nombre que cumplió él siemprepara conmigo por su compañía, a todas horasdulce, abnegada y prudente. Hacía días que sesentía cansado de espíritu y de cuerpo, cuando el17 de Abril le sobrevino un resfriado, de que alprincipio no nos inquietamos, tanto que no hizocama hasta el Domingo 19; llamado el médico,vio declarada la pulmonía que le causó la muerteel 24, sin haberse mostrado el peligro inminentesino la víspera por la noche. El fervor con querecibió los auxilios espirituales, la ternura conque mientras pudo hablar pronunciaba losnombres de Jesús, María y José y con quedespués modulaba por ellos su aliento, me hacenesperar que la Divina Misericordia le habrárecibido en su seno».

Exceptuando a Rafael Pombo, su amado amigoy ahijado de su padre y a quien le escribía conregularidad, Ángel no era muy dado a lacorrespondencia con nadie. La última carta queescribió fue a él, el 8 de abril, poco antes de que

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le empezara la pulmonía y sin sospechar lacercanía de la Muerte. De ella tomo estas frasesde nostalgia por Colombia: «Bogotá es un ágoradonde arden sin cesar las pasiones políticas; porconsiguiente sería cosa tonta y tontísima elquerer aquí en Europa seguir con la imaginaciónlo que en Bogotá hacen y deshacen. Hay muchosque no viven sino pensando en lo de allá. Comono es posible desprenderse uno de los recuerdosy de las ilusiones que crea la patria, yo suelogozarme en fantasear cosas útiles para ella, ohasta boberías como la siguiente…» Y se entregaa imaginar una fiesta en el barrio de Las Nievesde Bogotá con gritos de niños, idilios de amor,dulces, matachines, cohetes, repique decampanas y procesión solemne conacompañamiento de banda militar. Como elcorreo entre París y Bogotá se tardaba cerca demes y medio, cuando Pombo leyó esta carta yaÁngel había muerto. Sobre Pombo, asimismo,fue su último artículo, aparecido el miércoles 15de abril en la revista El Mundo Diplomático y

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Consular, continuación de la desaparecidarevista parisina Europa y América en la que tantohabía colaborado. Dos días después, el viernes 17,le empezó la pulmonía, y el siguiente viernes, el24, entraba en la gloria de Dios, o sea en la Nada,dejando para siempre el infierno de los vivos.

Entre los papeles de don Rufino se encuentrael borrador de la invitación a las exequias deÁngel y dice: «Rufino José Cuervo, en su propionombre y en el de la familia, y la Legación deColombia, ruegan a Ud. se sirva asistir a lasexequias del Señor Don Angel Cuervo, fallecidohoy con los auxilios espirituales de la Religión(Iglesia), las cuales se verificarán el día… a las…en la Iglesia de San Philippe du Roule. París,Abril 24 de 1896, 4 rue Fréderic Bastiat». Laiglesia de San Felipe de Roule donde iban a tenerlugar las exequias de Ángel estaba en lasinmediaciones de la rue Bastiat, así como laiglesia de San Francisco Javier, donde habrían detener lugar las de don Rufino quince añosdespués, estaba cerca de la casa de salud de la

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calle Monsieur donde este murió.Acompaña al borrador una lista de treinta y

dos personas a las que se les habría de mandar lainvitación, siete de las cuales figuran en la libretade direcciones de don Rufino, como AugustoBorda, que vivía en Roma; como JulioBetancourt, que vivía en Madrid; o como elhispanista Alfred Morel-Fatio y la traductora alfrancés de la novela de Ángel Jamás, Margueritedu Lac, que vivían en Francia, el primero en Parísy la segunda en La Gauphine, cerca a Cazouls-lès-Béziers. Se invitaba también al cónsul deColombia en Génova A. González Toledo; aRafael Parga, que vivía en Londres; a HernandoHolguín y Caro, que estaba de paso en Madrid; aun vizconde y a un médico… Salvo el periodistaEmilio Bobadilla que era cubano, o mejor dichoespañol pues Cuba todavía no se separaba deEspaña, todos los invitados eran colombianos ofranceses. De algunos sé mucho, de otros algo yde otros nada. Veo que no figura en la lista Borisde Tannenberg, sin que sepa por qué. Tampocofiguran Gonzalo Mallarino y Nicolás J. Casas,

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pero su falta se explica porque al serfuncionarios de la Legación colombiana estabanentre quienes invitaban junto con don Rufino. Porlo demás en su carta del 8 de mayo a BenignoBarreto don Rufino le dice: «En esta tribulaciónno me ha faltado el consuelo de vermeacompañado por algunos buenos amigos, muyparticularmente por el Sr. Mallarino, el Sr. Isazay el Sr. Casas». El señor Isaza era Emiliano Isaza,autor de una Gramática práctica de la lenguacastellana que tuvo incontables ediciones(muchas más que las Apuntaciones de donRufino), y quien entonces vivía en París ytrabajaba para las casas de Bouret y de Garnier,las dos principales editoriales francesas quepublicaban libros en español paraHispanoamérica. El primer testamento de donRufino, que es del 4 de julio de 1896 (o sea depoco después de la muerte de Ángel), fuelevantado ante el Encargado de Negocios deColombia que era justamente Gonzalo Mallarino,y en él figuran como testigos Edmundo

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Cervantes y Hernando Holguín y Caro,«transeúntes en París y con domicilio enBogotá», y Emiliano Isaza, «domiciliado en Parísen la casa número treinta y seis de la calle delColisée».

Por un aviso sin fecha del Inspector delServicio de Inhumaciones de la Prefectura delDepartamento del Sena que conservó don Rufino,«destinado a facilitarle la verificación de lascuentas que le serán presentadas por sucomisionado», sabemos que el entierro de Ángel(e l convoi o cortejo fúnebre como lo llama elinspector) tuvo lugar el 27 de abril, que cayó enlunes. Por las cuentas y el presupuesto que lepasó a don Rufino el día siguiente, martes 28, laMaison Admant Père, Entreprise Générale deSépultures, los sepultureros de la rue de laRoquette que se encargaron de enterrar a Ángel,sabemos que lo enterraron en una tumbaprovisional alquilada, en tanto le preparaban ladefinitiva. Los gastos hasta el 28 eran de diezfrancos por la preparación de la tumba

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provisional el 26, y otros diez por esperar elcuerpo, meterlo en la tumba provisional ycerrarla después de la ceremonia el 27. Y elpresupuesto: tumba en meulière o cantera depiedra moleña: trescientos cincuenta francos;con piso en losa de roca dura de Champignelles,instalación y empotramiento: cuarenta y sietefrancos; más el perpiaño, un canalillo y la losa depiedra marmórea de las canteras de Loraine concruz grabada en relieve según el modelo elegidoe inscripción: quinientos francos; exhumación dela tumba provisional: diez francos; cierre de latumba provisional, traslado del cuerpo a ladefinitiva o caveau de famille y cierre de esta:veinte francos; saneamiento reglamentario de latumba provisional exigido por la Ville de Paris:cinco francos, quedando por definir elarrendamiento de esta a razón de un franco pordía. Y firmado «Admant», con el apellido solo ysin nombre, como si fuera Bolívar. Ni siquiera setomaba el cabrón el trabajo de sumar lascantidades, tarea que le dejaba a don Rufino, el

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del problema.El 22 de mayo Admant le comunicaba a don

Rufino que el Conservador del Cementerio habíafijado como fecha para la exhumación elmiércoles 27 a las 10 de la mañana. Que pasarapor él ese día a su casa donde lo estaríaesperando. Con «exhumación» significaba laexhumación de la tumba provisional más lainhumación inmediata en la tumba definitiva,pues el cadáver no lo iban a dejar a la intemperie.El 9 de junio un empleado de la Maison Admantde firma ilegible le informaba a don Rufino quelos trabajos estaban completamente terminados yque le anexaba una factura. Y el 13 de junio, enfin, en respuesta a una carta de don Rufino del díaanterior, el mismo empleado le escribía que notuviera temor de que por las intensas lluvias delos últimos días el agua inundara la tumba, dadoel grueso de sus muros y el material queemplearon: que ellos respondían por el trabajoque él les había confiado. Y que respecto al títulodefinitivo de la concesión, don Rufino recibiría

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de la Prefectura del Sena una carta de aviso: quese la enviara no bien le llegara y que ellos haríanlo necesario para que don Rufino tuviera prontoel título a su disposición. Si de lo que le estabanhablando era del título de la tumba por unadeterminada duración, que es lo que creo,anotemos entonces en este punto que la tumba noera a perpetuidad y que la concesión ya se venció.Esperemos que Colombia la repatriadora no metasus sucias manos en esto y se empeñe, ahora quedon Rufino cumplió cien años de muerto, enrepatriarlo junto con don Ángel. Si ellosdecidieron morir allá, que se queden allá. Que lossaquen de su tumba, si quieren, los burócratas delPère-Lachaise, y que los manden de abono alJardin des Plantes o adonde les cante el ce. Perono a Colombia. Defensor como soy de losanimales y del derecho del hombre a no nacer,también defiendo a los muertos de los atropellosde los vivos.

El mismo 8 de mayo en que don Rufino leescribió a Benigno Barreto su acongojada cartadándole la noticia de la muerte de Ángel, le

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escribió también a Rafael Pombo, según sabemospor el copiador de cartas de este, pero esta cartano ha quedado. La que sí ha quedado es lasiguiente carta de don Rufino a Pombo, del 26 dejunio, en que le dice: «El 27 de Mayo, al mescabal de las exequias, trasladé los restos a lasepultura definitiva, en que si Dios quiere que yomuera aquí, iré a acompañarle, pues hiceconstruir un espacio para mí». Así pues, donRufino pasó la mañana del miércoles 27 de mayoseñalado por el señor Admant y se fueron alPère-Lachaise a cambiar de tumba a Ángel. Nopuedo dejar de recordar ahora el día en que fui demuchacho a sacar los restos de mi abuelo delcementerio para pasarlos a la cripta de una iglesiay que mi abuela, que es a quien más he querido,se había quedado esperándome, a que volviera, ensu finca de Santa Anita con su tristeza desolada.A quien más quería don Rufino era a Ángel; trassu muerte le quedaban, en Colombia, su primoBenigno Barreto, y su amigo de toda la vida yahijado de su padre, Rafael Pombo. Y nadie más.

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Benigno Barreto murió en 1903 a los setenta yocho años; Pombo, a la misma edad en 1912, amenos de un año de la muerte de don Rufino.

Por la correspondencia de don Rufino conBenigno Barreto y Federico Patiño, más elborrador de una carta suya al ministro deInstrucción Pública de Colombia NicanorInsignares que quedó entre sus papeles, sabemosque Ángel murió intestado. Redactó sutestamento, sí, pero no lo alcanzó a legalizar, locual es como tener madre pero muerta. En lacarta del 8 de mayo a Benigno Barreto que hecitado, también le decía don Rufino: «Como Ud.sabe, estábamos a punto de arreglar nuestrascosas: el único dato que faltaba para ello llegó lavíspera de la muerte, cuando ya no se podíapensar en nada de eso. No he podido menos dever en esto una disposición de lo Alto: no sé yosi esto me acarreará molestias; pero lo que sé esque Nuestro Señor me ha enseñado que los másavisados somos ciegos y que todas lasprevisiones y cálculos humanos son temerarios.Solo Dios sabe lo que nos conviene, solo Él sabe

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lo que es justo y necesario. Yo adoro humildesus disposiciones, teniéndolas por las mejores, ysi se ofrecieren dificultades, le ruego (y UU. lerogarán) que me dé consejo y fortaleza parallevarlas conforme a los designios de susabiduría y su amor». ¡Valiente consue lo! En losmil millones de trillones de años que llevagirando en torno a sí misma esa entelequia obtusacomo un trompo borracho en la Nada del Vacíonunca ha querido a nadie. Dios no es más que uninvento de la clerigalla para sus fines, unengendro de estos degenerados de la calamorra.Llore, si quiere, por Ángel, don Rufino, pero nose empendeje. Si a lo que se refiere en su carta aBenigno Barreto es a los bienes de su hermano,que murió intestado, se ha debido quedar ustedcon todos, pues exceptuando los objetos que élle quiso dejar al Museo Nacional de Bogotá –chucherías, bibelots– el resto en justicia lepertenecía a usted y a nadie más. Pero usted, pornobleza o pendejez (que se dan la mano), les dioa sus sobrinos, a los hijos de Luis María, la parte

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que por ley les tocaba del tío intestado pero nopor justicia. Yo me habría quedado hasta con losbibelots, y los habría tirado al Sena como basurapor darme el gusto.

Cuando murió Ángel don Rufino tenía enBogotá o en sus afueras las siguientespropiedades: una casa con tres tiendas (locales)en la parte baja y una casatienda, en la sextacuadra de la Calle 10, herencia de sus padres; unacasa en la quinta cuadra de la Calle 9, que lecompró de joven a Lucas Madero; y la fincaBoyero en el municipio de Serrezuela, tambiénherencia de sus padres. Y en compañía conÁngel, por mitades, la casa familiar con trestiendas en la parte baja, en la séptima cuadra de laCalle 10, heredada en parte de los padres y enparte comprados los derechos de sus restanteshermanos, Luis María, Antonio Basilio yNicolás; más otras dos casas y cuatro lotes deterreno, estos en el barrio de San Victorino,compradas unas y otros estando ellos en París, através de su apoderado en Colombia Federico

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Patiño: una de estas dos casas lindaba con la casafamiliar y se la compraron a Manuel Pombo,hermano de Rafael; y la otra, que tenía dosalmacenes en la parte baja y estaba situada en lacuadra doce de la Calle 13, se la compraron a loshermanos Esguerra. Según la causa mortuoriaprotocolizada en Bogotá el 15 de noviembre de1897, don Rufino quedaba siendo dueño en sutotalidad de los bienes anteriores con excepciónde la finca Boyero, de los lotes de San Victorinoy de la casa de la cuadra sexta de la Calle 10,propiedades que debieron de venderse parapagarles a los hijos de Luis María sus partes enlos bienes de Ángel, o que pasaron directamentea ellos, habrá qué ver. Le dejo este trabajo a algúnestudioso que tenga buena vista y tiempo quégastar en el enmarañado archivo notarial deBogotá. Yo ya me gasté lo que me quedaba de launa y del otro.

El abogado Federico Patiño, discípulo en suniñez de Belisario Peña en el Instituto de Cristo,miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl

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como los Cuervo y de la edad de don Rufino, erael apoderado de ambos en Bogotá y eladministrador de sus bienes: un hombre decente,de los que siempre han escaseado; jamás tuvieronlos expatriados hermanos una sola queja de él. El7 de noviembre de ese fatídico año de 1896 donRufino le escribió: «Muy estimado Señor yamigo: Aunque en nuestra correspondenciaconsta que han sido aprobadas por mi hermanomuy querido y llorado y por mí todas y cada unade las cuentas semestrales que U. nos haremitido desde que salimos de Bogotá, encumplimiento del convenio que con U. hicimosal confiarle nuestros intereses, me es muy gratorenovar a U. esta declaración». Y terminabaagradeciéndole por «la solicitud verdaderamenteamistosa» con que había manejado dichosintereses, y que el Cielo con mayúscula lecorrespondiera a todas sus bondades. El 25 deenero siguiente le decía: «Con respecto a losfondos que U. tiene allá, todos nos pertenecían aÁngel y a mí, lo mismo que las fincas que están a

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nuestro nombre, es decir por mitad, y lo propiodigo de los productos de estos fondos y de losarrendamientos de dichas fincas. A Ángelcorrespondían las acciones del Banco deColombia, que están en su nombre, y que lascompró, si bien recuerdo, por medio de D. JoséMiguel de Paz; las del Banco de Bogotá sonmías, y están en mi nombre. Cuando Ángel vivía,jamás hicimos distinción, y los fondos que U.nos remitía se ponían indiferentemente ennombre del uno o del otro, y cada cual gastaba loque quería. Creo pues que en el inventario que sehaga allá no debe hacerse distinción sino a partirde la muerte de Ángel, o si se quiere desde el 1ºde mayo próximo pasado. Para inventariar losfondos que existen aquí, presentaré las doscuentas, de Ángel y mía en el Comptoird’Escompte y los libros de cheques; allíaparecerá lo que teníamos en común, y los gastoshechos hasta el 1º de mayo. De ahí se deduciránlos gastos de entierro y sepultura, que siemprecorresponden al difunto, la mitad del

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arrendamiento de la casa hasta el 15 de Abrilpróximo, cuyo contrato estaba firmado porambos, y una suma que me pagaron los Sres.Roger & Chernoviz, como arreglo final decuentas de mis libros en varios años, de la quedaré los comprobantes del caso. En estaconformidad, la letra de 10.000 francos depositadaen el Comptoir d’Escompte el 23 de marzo de1896 y hecha efectiva el 1º de Julio, noscorresponde por mitad. Para liquidar la recibidaen Agosto (1.000 frs) y cobrada en 16 deNoviembre, así como la de 7.000 que me envió U.el 24 de Diciembre y que hoy haré presentar a laaceptación», etc. ¿Letras de diez mil y de sietemil francos? ¡Por Dios! ¡Pero si don Rufinoestaba rico, qué alegría! Lástima que no muchodespués habría de morir el honorable FedericoPatiño y de estallar la guerra de los Mil Días consus ríos de sangre y avalanchas de papel monedaque a tanto rico volvieron pobre y que a donRufino, aunque lo dejaron con sus propiedadesintactas en Bogotá, puesto que no le volvieron a

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mandar dinero de allá sus nuevos apoderados, lopusieron a contar centavos en París.

Por lo pronto, sopésense estas palabras de donRufino a Federico Patiño en carta del 25 de abrild e 1897, escrita desde el apartamento de la rueLargillière al que se acababa de pasar del de larue Bastiat, y en pleno desorden de la mudanza:«La indicación que U. me hace relativa a pagar endinero a mis sobrinos lo que monten susderechos en las dos casas compradas a D. M.Pombo y a los herederos del señor OlayaEsguerra, me parece acertadísima; pero temo queno tenga yo fondos suficientes para la operación.En este caso será menester deshacerse de una deellas, acaso de la de S. Victorino. Sé que U. harálo mejor». No había ningún señor OlayaEsguerra: lo que había era los Esguerra Olaya.Con tanto trámite y tanta burocracia deenterradores y abogados don Rufino, que erabuenísimo para las cuentas desde que lodoctoraron en su juventud los taberneros deBogotá a los que les vendía su cerveza, ya de

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mayor se estaba enredando: la casa de SanVictorino a que se refería era la de la cuadra docede la Calle 13 y se la habían comprado, él y Ángely a través del doctor Patiño, a los herederos delmatrimonio de don Joaquín Esguerra con doñaFaustina Olaya, según consta en escritura númerociento cuarenta y siete otorgada ante el NotarioCuarto del Circuito de Bogotá el 8 de febrero de1890. Con las biografías de Cuervo y de Silva voya salir graduado, honoris causa, de contador yabogado. Este mundo sufriente está atestado deherederos y de muertos. Por lo que se refiere adon Rufino, le dejó la parte sustanciosa de susbienes al Hospital de San Juan de Dios deBogotá, su heredero universal. Lo cual ni quita nipone en esta causa de canonización por unasimple razón: porque los muertos no se puedenllevar nada a la tumba. Si don Rufino le hubieradado sus bienes a dicho Hospital en vida, sícontaría; como no, no. Y que no me oiga elpirómano Ordóñez o me torpedea esto. En fin, nila casa que fuera de los hermanos Esguerra

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Olaya, ni la que fuera de Manuel Pombo seusaron para pagarles su parte a los CuervoMárquez, según ya expliqué. ¡Cómo es posibleque Ángel se haya muerto intestado dejando a suhermano en puro lío burocrático! Tampoco élpuede estar en el cielo: Ángel anda todavía, yandará por siglos, pagando purgatorio. Y lascartas que recibió don Rufino del doctor Patiño,¿qué se hicieron, dónde están? ¿Las destruyóacaso don Rufino? Sin ellas no puedo resolver acabalidad los problemas contables de estahistoria, siendo la contabilidad, después de miodio por presidentes y papas, mi gran pasión.¡Con la vida de Silva me di un banquete de pesosy centavos y fracciones de centavo! Quince añoshan transcurrido desde el banquete y todavía melo saboreo.

Entre el papelerío de don Rufino ha quedadoel borrador de una carta suya del 24 deseptiembre de 1897 al ministro de InstrucciónPública de Colombia, Nicanor Insignares,referente a la quinta cláusula del proyectado

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testamento de Ángel, que como dije se quedó enproyecto. El testamento no lo conocemos. ¿Lehabría dejado Ángel a su hermano sus mitades enlas tres casas de que eran dueños ambos, peroque al no haberse legalizado el testamento donRufino tuvo que repartirse con los sobrinos, porley, y por eso la carta a Benigno Barreto pidiendola ayuda de Dios? Ni siquiera conocemos laquinta cláusula porque don Rufino no la copió ensu borrador, pero sabemos que tiene que ver conlos objetos «históricos y artísticos» que Ángel ledejó de herencia al Museo Nacional de Bogotá:un cuadro atribuido a Ribera o a Murillo(pintores que nada tienen qué ver); otro del pintormexicano Felipe Gutiérrez, protegido de Pombo;otro del pintor venezolano Arturo Michelenapintado en París no hacía mucho; «un fragmentode pan amasado con arena y aserrín» hecho porJulio Ferri durante el sitio de París de 1870; variasmonedas y medallas; la capucha de una capa deBolívar que le regaló al doctor Cuervo ManuelitaSáenz, la querida del venezolano ese; un busto en

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mármol del general Antonio Basilio Cuervo y suespada; un camafeo de don Ángel hecho por PíoGiotto en Roma; un medallón con cabellos delgeneral Neira; una figurilla de loza verde vidriada;una carta autógrafa de san Vicente de Paúl…Chucherías, baratijas, como para museo de unaAtenas suramericana. «Suplicaba» don Rufino «aVuestra Señoría» que se sirviera «aceptar ladonación en nombre del Gobierno de Colombia ydesignar la persona que haya de recibirla enParís, en Sabanilla o en Bogotá. Todos los gastosde empaque y transporte hasta Bogotá corren pormi cuenta, y el Gobierno no tendrá quedesembolsar un centavo». Un año largo despuésel director del Museo, Fidel Pombo, hermano deRafael y Manuel, recibía las cinco cajas en quevenía el legado de Ángel: todo intacto, «sano ysalvo –según el parte triunfal que le daba a donRufino desde Bogotá–, con excepción de uncristal de la preciosa caja para colocar la capuchadel Libertador, que se partió junto a lacerradura».

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La verdad es que don Rufino quedó deshechocon la muerte de su hermano, y se lamentaba conquien lo quisiera oír. Al ministro Insignares, porejemplo, un desconocido, le empezaba diciendoen su carta: «Mi llorado hermano D. ÁngelCuervo escribió de su puño y letra el borrador desu testamento, cuya cláusula quinta copio enseguida. La violencia de la enfermedad que lollevó a la tumba no le permitió otorgar estetestamento en la forma legal. Pero para mí que ledebí el más vivo y generoso afecto y unasolicitud apenas comparable a la de una madre[no de la mía, ¿eh?, don Rufino, que fueinsolícita], para mí que debo a su inquebrantablelaboriosidad el desahogo con que he podidollegar a ser “no indigno sucesor de un nombreilustre” [endecasílabo de Leandro Fernández deMoratín], como que él ahuyentó de nuestra casala miseria, para mí digo, el cumplimiento de suvoluntad es un deber sagrado, por amor, porgratitud, por justicia».

Y a Emilio Teza, a quien en el curso de losaños vio tan solo dos veces (en París la primera y

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la segunda en Brunnen o por ahí cerca, donde loconoció Ángel): «No puedo pintar a U. la soledady el vacío que me ha dejado la separación de miincomparable hermano. Su abnegación ygenerosidad, sus costumbres ingenuas ysencillas, y todas las virtudes cristianas ysociales, eran mi encanto y mi admiración.Vivimos siempre unidos en la desgracia y en laprosperidad, y siento que ha muerto la mejorparte de mí. Dios le habrá acogido en el seno desu misericordia, y espero nos veamos en laresurrección». Don Rufino se olvidaba de que noles estaba escribiendo a sus paisanos beatos deBelisario Peña, Benigno Barreto y RafaelPombo, sino a un italiano ateo que no creía ni enla dura terquedad de la piedra. Teza le contestaba,con tono de folletín: «La vostra lettera micommuove. C’è costà una casa deserta, e uncuore deserto, e per sempre; ma voi avete belli epotenti conforti di religione che v’invidio. Alsolo vederlo ho creduto indovinare la bontá, ladolcezza, la semplicità nel fratello vostro, degno

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di voi, e che non vi doveva esser tolto»: «Vuestracarta me conmueve. Hay en ella una casa desiertay un corazón desierto para siempre; pero vostenéis un bello y poderoso consuelo en lareligión que os envidio. Con solo verlo he creídoadivinar la bondad, la dulzura y la simplicidad envuestro hermano, digno de vos, y al que no debíanhaberos quitado». Exactamente lo que digo yo,pero con Dios uno nunca sabe. En fin, ¿recuerdanal impertinente peruano Gabino Pacheco Zegarraque solo abría la boca (o mejor dicho empuñabala pluma) para darle malas noticias a don Rufino?¿Saben cómo termina su carta del 14 de mayo de1896, o sea de poco después de la muerte deÁngel, la decimoquinta y última que le escribió adon Rufino, desde Lima? Termina así: «Consaludo de distinción para su Sr. hermano Dn.Ángel, me despido, ofreciendo corregirme de misilencio y con las seguridades de mi invariableadmiración y afecto». ¡Mandándole saludos a unmuerto!

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Varias cartas de pésame recibió don Rufinopor la muerte de Ángel: de Antonio GómezRestrepo desde Madrid, del hermano Migueldesde Quito, de Schuchardt desde Graz, deMarguerite du Lac desde La Gauphine, de RafaelPombo desde Bogotá, de Enrique Álvarez Bonilladesde Bogotá, de Rafael Salillas desde Madrid,de Miguel Antonio Caro desde Bogotá, deAugusto Borda desde Roma, de Miguel Samperdesde Bogotá, de Enrique Barreto desdeBogotá… Rafael Salillas le aconsejabaresignación; Enrique Álvarez Bonilla lerecomendaba el alma de Ángel a Nuestra Señoradel Carmen; Marguerite du Lac, la traductora alfrancés de Jamás, le decía que la vida no eraalegre para nadie y que le mandara un retrato deÁngel, a quien no alcanzó a conocer en persona,solo por carta; el hermano Miguel, lasallista ygramático ecuatoriano beatificado por Pablo VI ycanonizado por Juan Pablo II, le decía que nopodía mostrarse indiferente «en la prueba conque N. Señor se ha dignado visitar a Ud.»

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Maravilloso lo que le dice el hermano Miguel,pero don Rufino le gana en santidad y engramática: al mexicano Joaquín GarcíaIcazbalceta, que lloraba la muerte de un sobrino,le escribió: «Mi venerado y querido amigo: Conla mayor pena he visto en la afectuosa carta de U.que la Divina Providencia ha visitado a U.enviándole otra desgracia». Esto se lo escribíadon Rufino el 10 de noviembre de 1893; pues el 24de abril de 1896, entre las siete y las ocho de lamañana, la misma amable Señora lo visitaba a élen la rue Bastiat enviándole lo mismo que almexicano.

En respuesta al pésame de su primo segundoEnrique Barreto don Rufino le escribía a Bogotá:«Queridísimo Enrique: La cariñosa carta de U.me ha traído a la memoria con nueva vivezaaquellos tiempos ya algo distantes en que U. ibatodavía muy joven a nuestra casa con su padre, miamado Benigno, y nos acompañaba en nuestrasinolvidables conversaciones, todas sinceridad ycon aquel agrado que da la perfecta conformidad

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de ideas y sentimientos. La vida que U. vio queentonces llevábamos Ángel y yo se hizo másíntima con los años y la soledad, de modo que alfinal estábamos identificados, y puedo decir queal dejar él esta vida se llevó mi mejor parte. Consuma razón ha considerado U. mi soledad y elvacío inmenso en que me veo abismado. Cuandovivíamos juntos, lo que el uno veía, o leía oimaginaba, luego lo comunicaba al otro; ahora, acada paso voy a buscar a mi compañero y mehallo solo, hablo y todo es silencio». Lo anteriorse lo escribía el 8 septiembre del año nefastodesde Fontainebleau donde ya había estado conÁngel años atrás y adonde ahora volvía solo, ensu primer verano sin él, perseguido por surecuerdo. Sabemos que en esta segunda estanciaen Fontainebleau don Rufino se alojó en el Hôtelde la Chancellerie, pues en la colección desobres vacíos que nos dejó fray Pedro Fabodespués de haberlos vaciado de sus cartas hayuno que trae el matasellos del 11 de septiembrede 1896, dirigido a él y a ese hotel de ese lugar de

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veraneo situado no lejos de París. Queda unacarta más de don Rufino escrita desde allí el 18del mismo mes, a Belisario Peña, a Bogotá, adonde este pobre hombre acababa de llegar deQuito desterrado por el matacuras de Eloy Alfaro(si es que a un colombiano lo pueden desterrar aColombia, que tal vez sí). Le decía don Rufino:«En meses pasados escribí a U. contándole lamuerte de Ángel y las amarguras que su DivinaMajestad se ha dignado enviarme. No sé sialcanzaría U. a recibir esa carta». La carta sí larecibió pero no la contestó sino hasta casi un añoy medio después ya que tras su destierro delEcuador estuvo al borde de la muerte en Panamá,donde le administraron los «últimosSacramentos», y cuando por fin iba de regreso aQuito, por la vía de Popayán, dos días antes dellegar recibió la noticia de que no hacía muchohabía muerto Carmen, su amadísima esposa.¡Otro al que su Divina Majestad le hizo la visita,dejándolo a él viudo y a sus hijos huérfanos demadre! De todos modos su amadísima Carmen no

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era su máximo amor, a juzgar por otro párrafo dela carta, en que le dice a don Rufino: «Despuésde Dios, la Patria ha sido el amor más grande demi alma y el objeto de mis anhelos». ¿A cuálpatria se refería? ¿A Colombia o al Ecuador?¡Pues a Colombia! ¡Cómo va a querer uncolombiano tener por patria a ese otro país tanpequeño en extensión y tan atrasado en industria!Los colombianos vemos al Ecuador como losgringos nos ven a nosotros.

E l 1º de junio de ese annus horribilis donRufino estaba en París, pues desde allí estáfechada una carta suya a Antonio GómezRestrepo, a Madrid. Para el 9 del mismo mes yahabía dejado la ciudad y se encontraba en Mont-Dore, según sabemos por otro sobre vacíoenviado a su nombre y a la poste restante de esaestación termal conocida por sus aguas quetenían fama de servir para las afeccionesrespiratorias. Era su segunda estancia en Mont-Dore ya que el año anterior había pasado allí conÁngel dos meses del verano. Entonces acababa de

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salir de una bronquitis que lo tuvo encerrado«semanas y semanas» en su apartamento de París,y en la que recayó a su regreso, según sabemospor cartas suyas a Emilio Teza y a Miguel LuisAmunátegui, un gramático chileno. Fue el últimoverano que pasó con Ángel; ahora volvía a Mont-Dore sin él, con su recuerdo. Tras unos días enMont-Dore don Rufino se fue a Bellevue, unpueblito cercano a Versalles, y se alojó en elHôtel de la Gare, de la calle del mismo nombre.Allí estaba el sábado 25 de julio cuando acontracorriente de la Divina Providencia, que notrae sino desgracias, el presidente de laRepública Francesa firmó el decreto que leotorgaba la Legión de Honor por «sus trabajosnotables en filología románica». Los periódicosvespertinos de ese día y los matutinos delsiguiente dieron la noticia. Por ellos ha debidode haberse enterado don Rufino, o bien díasdespués por las cartas que le enviaron desdeParís Elías Zerolo el 25 y Foulché-Delbosc el 26contándoselo. El 28 Morel-Fatio le escribía, en

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su español afrancesado, desde París: «Acabo deleer en los periódicos que ha sido Vd.condecorado de la Legión de Honor. Aunque nodebe Vd. tener gran cuenta con los títulos ycrucecitas, pienso que agradecerá estetestimonio de grandísima consideración que leotorga hoy el gobierno francés, cuando sabrá queel decreto le propuso al Ministro el señor GastonParis. No solo sus eminentes méritoscientíficos, sino también el hecho de haberpublicado en Francia la mayor parte de susadmirables trabajos filológicos le hacíanmerecedor de esta condecoración pocas vecesmejor empleada». De Gaston Paris recibió lasiguiente tarjeta de felicitaciones, sin fecha:«Gaston Paris de l’Académie Française et del’Académie des Inscriptions et Belles Lettrestrès heureux de la distinction si méritée accordéepar la France à l’éminent philologue son hôte.Collège de France». No bien recibió don Rufinolas misivas anteriores le escribió a Gaston Paris:«Al mismo tiempo que recibo la benévola

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felicitación de U. por la altísima distinción queacaba de otorgarme la Francia, sé por un amigocomún que a propuesta de U. debo este honor queella solo concede a los mejores de sus hijos. Talbenevolencia de parte de U. realza tanto a misojos la generosidad de esta gran nación, que noacierto a hallar términos propios para expresarmi agradecimiento; y solo puedo asegurar a U.que si antes amaba a Francia y veneraba a sussabios, ahora me une a ella un nuevo vínculo quesolo con mi vida se desatará, como que puedocompararlo a un afecto en cierto modo filial; y aellos el reconocimiento de ir a descubrirme enmi oscuridad para ensalzarme de manera taninmerecida. Reciba pues la íntima expresión demi gratitud y cuénteme U., como siempre, entrelos más adictos de sus admiradores». Este afectohabría de apagársele algunos años después,cuando Francia dio su beneplácito a la separaciónde Panamá de Colombia. Entonces don Rufinoarchivó la condecoración.

Por la correspondencia con Antonio Gómez

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Restrepo sabemos que con este joven que habíatomado el camino firme y seguro de laburocracia oficial y que regresaba por Francia aColombia de su cargo diplomático en España, sevio don Rufino en Bellevue. No bien llegó aBogotá Gómez Restrepo le escribió a donRufino: «Deseo que su permanencia en el campole haya aprovechado mucho. Ni un momento hecesado de pensar en Ud. recordando los malosinformes que nos dio sobre su salud el día quenos vimos en Bellevue». Se me hace que este«nos vimos» no es un plural mayestático deobispo o de vendedor de almacén sino que loincluye a él y a su cercano amigo HernandoHolguín y Caro, sobrino del presidente MiguelAntonio Caro, quien a los pocos días del regresoa Colombia de Gómez Restrepo lo nombrósubsecretario de Relaciones Exteriores, según selo informab a el flamante subsecretario a donRufino en su carta. De Bellevue don Rufinoregresó por unos días a París, desde donde el 21de agosto le escribió a Caro justamente, y luego

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se fue a Fontainebleau a pasar lo que restaba delverano.

La carta a Caro del 21 de agosto de 1896empieza: «La primera prueba de cariño que recibíde Bogotá en mi triste soledad fue el telegramade usted…» En un pasaje de esta carta donRufino se refiere al disgusto que tuvo con elministro de Instrucción Pública de Caro, LiborioZerda, motivad o por unos ejemplares delDiccionario de construcción y régimen que elgobierno le iba a comprar a través de eseMinisterio, incidente que acabó de enfriar laamistad entre los dos viejos amigos. Don Rufinotermina su carta diciendo: «Con las penas yfatigas de estos meses crueles, he estado llenode achaques, que me impiden todo trabajo. Heestado algunos días en el campo pero aún noestoy bueno. He vuelto unos días a casa, yvolveré a salir para ver si cobro algunas fuerzaspara el invierno. Con Gómez y con Hernando lehe mandado un estrecho abrazo. Difícilmente seencontrarán jóvenes más dignos de elogio y de

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próspera fortuna. Saludo con el más vivo afecto ami comadre y le ruego que no se olvide de miquerido Ángel. Mil cariñosos recuerdos a miahijado y a toda la familia. Suyo de corazón, R. J.Cuervo». Fue la penúltima de las cartas que leescribió don Rufino. Nueve años y ocho mesesdespués Caro le escribió la que resultó siendo suúltima carta, para anunciarle el viaje a Europa desu hijo Roberto. Tres años después de esta cartade Caro, y habiendo transcurrido doce años yocho meses de la última de don Rufino que acabode citar, el 8 de mayo de 1909 este le volvió aescribir a su distante amigo (distante en eltiempo y en el espacio sin duda, aunque nuncalograré saber si también en el sentimiento) paradarle el pésame por la muerte de su esposa Anita,quien a su vez era su comadre. Tres mesesdespués murió Caro.

Hay una carta más de don Rufino de lasescritas desde Bellevue: del 7 de agosto de 1896 ydirigida a su sobrino Carlos Cuervo Márquez paraagradecerle alguna misiva de pésame por la

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muerte de Ángel. En su carta le informa donRufino de su salud: «Hace días que me he venidoa este lugarcito inmediato a París aquejado porachaques de surmenage que me sobrevinieron elaño pasado y se han renovado con las penas yfatigas de estos tristes días. Estoy dándomeduchas, que algún provecho me hacen, y sobretodo obedeciendo al médico, que me ha ordenadoun reposo absoluto. Por eso solo escribo a U.cuatro letras, condensando en ellas el más vivoafecto para U., Elena y los niños. Escribirétambién a Julio y a Luis hoy; a Carolina levolveré a escribir después. Lo abrazoestrechamente y quedo suyo de corazón R. J.Cuervo». Esta es la única mención que conozcopor parte de don Rufino de sus sobrinos Julio yLuis Cuervo Márquez, hermanos de Carlos y dequienes ya hablé. En cuanto a Carolina Márquez,era la madre de los tres y la viuda del hermano dedon Rufino Luis María Cuervo Urisarri. Ni a sussobrinos Julio y Luis ni a su cuñada Carolina losveía don Rufino desde que se habías marchado

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con Ángel de Colombia en 1882. Ni los volvería aver. A Carlos y a su esposa Ele na en cambio losvolvió a ver cuando fueron a visitarlo a París, consus niños (que en realidad eran niñas), ennoviembre de 1908.

El otorgamiento de la Legión de Honor estárelacionado con el primer testamento de donRufino, hecho ante el cónsul de Colombia enFrancia el 4 de julio de 1896, o sea cuando lasucesión intestada de Ángel, quien había muertohacía poco, todavía no se ponía en marcha y no lehabía sido asignada por lo tanto la parte de losbienes de su hermano que le correspondía porley. La novena cláusula de este primertestamento (años después don Rufino hizo otro)estipulaba que su albacea colombiano debía situaren Francia cuarenta mil francos en oro francéspara que se colocaran en renta del Estado anombre de su criada Maria Joseph Bonté. Y ladécima estipulaba que al morir esta el dineropasara al Instituto de Francia, el cual debía darcon sus réditos, a través de la Academia de

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Inscripciones y Bellas Letras, un premio trianualen memoria de su padre el doctor Rufino Cuervopara el mejor libro sobre historia de la AméricaEspañola publicado en los últimos seis años. El 7de junio de 1896, o sea un mes escaso antes de laprotocolización del testamento, Morel-Fatio leescribía a don Rufino, en su español incorrecto:«He enseñado las dos cláusulas cuya copia memandó Vd. a un primo mío consejero de estado,el cual, por su oficio, examina y revisadiariamente todo género de mandas aestablecimientos públicos: dice que la redacciónde estas cláusulas le parece jurídicamente muyclara y que no podrá motivar ningunacontestación por parte de los llamados abeneficiar de sus generosas intenciones. De lasegunda cláusula di también cuenta al señorGaston Paris, ya que se trata de la Academia deInscripciones y de un legado que interesa enparte la filología neo-latina. Después de habermanifestado su admiración por eldesprendimiento de Vd., puso el señor Paris

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algunos reparos a la redacción de la dichasegunda cláusula». Más que reparos eransugerencias de aclaraciones que don Rufinoaceptó e incorporó en la versión final de sutestamento. Gaston Paris, una de las grandespersonalidades francesas del momento,pertenecía al Colegio de Francia y a la Academiade Inscripciones y Bellas Letras, como él mismolo decía en su tarjeta de felicitaciones a donRufino; y ya sabemos por Morel-Fatio que fue élel que propuso el nombre de don Rufino algobierno francés para que le dieran la Legión deHonor. Pesó pues en su ánimo al hacerlo eldesprendimiento que le atribuye a don Rufino,aunque yo no veo cuál pudiera ser pues losmuertos no se llevan nada a la tumba. Si el dinerose lo hubiera dado en vida don Rufino a su criadao a la Academia de Inscripciones y Bellas Letras,entonces sí habría habido desprendimiento. Perocomo no fue así… De lo único que se desprendeun muerto es de la vida. De suerte que lascláusulas novena y décima del primer testamento

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de don Rufino no se tomarán en cuenta en estacausa de canonización.

Volviendo a Caro a quien por lasramificaciones del relato he tenido que matarantes de tiempo como si fuera posible salir degolpe y porrazo de un personaje como él, vamosa dejarlo que se describa con palabras suyastomadas de sus cartas a don Rufino. Carta del 12de junio de 1884: «No le he enviado fondosporque el cambio está muy alto, con tendencia abajar mucho si Núñez hace empréstito. Aguardo,pues, a la venida próxima o desaparicióndefinitiva de este misterioso personaje, que sehalla hoy en Curazao». Carta del 23 de noviembrede 1884: «A La Luz enviaré el artículo que me hapedido el doctor Núñez; será más filosófico queliterario». Carta del 31 de agosto de 1885: «Eldoctor Núñez me llamó a la Secretaría deRelaciones Exteriores, pero a pesar de susinstancias y las de algunos amigos, yo memantuve firme en rehusar, por mil razones, y laprincipal de todas porque ese no es mi puesto, y

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los hombres no deben salir de su esfera. Elresultado del triunfo del gobierno será la reformade la constitución en sentido conservador. Seacabará la soberanía de los estados, el períodopresidencial será de seis años, y confiando enDios tendremos paz por algún tiempo». Carta del27 de diciembre de 1886: «Yo he estado todo elaño envuelto en cuestiones y debates políticos.Ya habrán visto ustedes la Constitución. He sidonombrado consejero de Estado, y tendré quetrabajar en codificación de leyes». Carta del 16 dejulio de 1887: «El doctor Núñez me ha escrito unacarta en que me dice que esa obra [elDiccionario de don Rufino] “alegra y pasma”».Carta del 12 de noviembre de 1888: «José VicenteConcha, hijo del doctor Concha, joven honrado ycumplido, ha recibido de su madre unos seis osiete mil pesos que quiere dedicar al negocio delibros, y he hecho con él un arreglo por el cualquedará como dueño principal de la LibreríaAmericana». Carta del 7 de diciembre de 1889:«Los radicales no se conforman con la pérdida

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del poder. Yo he venido a ser el principal blancode los odios e injurias de estos despechados. Mifalta absoluta de ambición, mi resistencia a ir alGobierno, mi vida más que modesta, la pobrezaen que vivo… nada ha podido apaciguar a estosencarnizados enemigos, a quienes ningún mal hehecho». Carta del 24 de julio de 1892: «Me tieneusted de Vicepresidente, y dentro de pocos díasde Encargado del Poder Ejecutivo. Pero Dios loquiso y Él dará fuerzas», etc., principio de unpárrafo glorioso de abnegación sin límites que yahe citado a propósito de quién sabe qué.

Núñez pasó pues en el curso de estas cartas deun quídam o «misterioso personaje» al respetado«doctor Núñez». Y el que las escribió, de unhumanista cristiano del partido conservador,librero y latinista, pasó a ser la sombra del otro,el caudillo ateo y liberal que le imponía suvoluntad a Colombia. Sin querer pero queriendo,Miguel Antonio Caro se había trepado hasta eltope del poder. Gobernó seis años, como unautócrata, desterrando opositores y debelando a

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bala sublevaciones, y si no continuó otros seisfue porque no encontró la forma: la sartén quetenía agarrada por el mango se le había calentadotanto que la tuvo que soltar. Sacando cuentas,Núñez era mejor persona que él. Cuatro veces loeligieron para la presidencia, y cuatro veces ladejó en manos de otros. Acabó por hartarse deBogotá y se marchó a la Costa, a Cartagena, suciudad, con su querida, doña Soledad Román, nosin antes habérsela impuesto a la católica cuantodespreciable sociedad bogotana empezando porsu arzobispo, José Telésforo Paúl, primeraautoridad eclesiástica de la nación. En elbanquete que le dieron en palacio por susexagésimo cumpleaños, se dio el gran gusto dehacer que el ilustrísimo Paúl llevara al comedorde la mano a doña Soledad. Por convenienciamutua, Núñez, que era ateo, aceptó a la Iglesia; yla Iglesia, que es puta, aceptó al ateo. Hastafirmaron concordato. La Regeneración sellamaba el movimiento de Núñez formado porliberales independientes y conservadores

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nacionalistas, opuestos a los liberales radicales ya los conservadores históricos. Ya habiendomuerto Núñez, don Rufino le escribía a Pombo:«El clero ha tenido condescendencias indebidas,si he de juzgar por lo que me cuentan de haberdado el Arzobispo el brazo a la manceba delPresidente (hablo como católico); no sé qué sehaya hecho por el mismo clero para rectificar ocorregir la política dominante; y perdóneme latemeridad, si ha fruncido el labio, quizá no hasido tanto en signo de improbación del sistema,sino por despecho de no tener más parte en él.No sé quién decía que en Bogotá había muchadevoción y poca religión; lo que está pasando locomprueba. Perdóneme V. estas impiedades queme sugiere la amarga situación en que todosestamos». Y en este punto se interrumpe la cartade don Rufino porque alguien la mutiló, sin quehaya forma de saber quién y por qué.

Muchas son las palabras amargas de donRufino sobre la Regeneración de Núñez y Caro.Habiendo muerto Núñez, pero cuando todavía

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gobernaba el otro, le escribía a su sobrino CarlosCuervo Márquez: «Desde que apareció laRegeneración comprendí que llevaba en sígérmenes de muerte. Núñez era un hombrecorrompido y maquiavélico que manteniendo esedualismo quería asegurar su dominio personal,enervar la idea conservadora y acabar con nuestropartido. Para igualar la balanza produjo laescisión de los adictos, y puso como chupa dedómine a Holguín y a Caro, y si no muere en losmomentos en que murió, hubiera hundido alúltimo en un muladar». Y a Pombo, habiendoestallado la guerra de los Mil Días: «En ningunaépoca los tres cínicos que han ejercido el poder,cada uno por su lado, han carecido másabsolutamente de todas las virtudes cristianas quehay derecho a esperar de un gobernante; todo hasido mala fe, maquiavelismo refinado, soberbiasatánica, ruines odios y venganzas, descuidocompleto de la administración pública y de losintereses morales y materiales de la sociedad, ypor último un nepotismo infecto y

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desvergonzado». Los tres cínicos eran Núñez,Holguín y Caro, de los que los dos últimos erancuñados; y parientes de los tres, y beneficiariosde su nepotismo, fueron varios de losadmiradores de don Rufino que a su paso porParís, camino de la corte de Madrid, iban avisitarlo. De los tres cínicos solo dos eranbuenos cristianos: Holguín y Caro. Del otro,Núñez, un ateo, no había que esperar las que donRufino llamaba «virtudes cristianas», que esta esla hora que me sigo preguntando: ¿cuáles son?¿Tener hijos acaso y comerse a los animales? Laprimera virtud cristiana don Rufino nunca lapracticó. La segunda sí y en prueba estas palabrassuyas de una carta a Rafael Pombo del 25 de abrilde 1908, en que le cuenta de su vida diaria: «Soy,como U., poco comilón, y desde mi niñez meacostumbré a no pedir ni escoger nada; unaexcepción: teniendo ocho o diez años, era miilusión suprema comerme entero un rostro decordero; lo logré, y quedé curado de esasilusiones. Ahora soy casi del todo pasivo, y

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acepto lo que me dan, aunque sí sientorepugnancias que antes no tenía. Así mi régimenes sencillísimo. A eso de las 8 tomo café conleche, pan y mantequilla; entre doce y unaalmuerzo, algunas veces con sopa, otras no; y eneste caso un huevo pasado por agua o de otromodo, carne asada (saignante) con papas o fritaso en naco (esto es lo que aquí más recomiendanahora los médicos), y con otro paréntesis noortográfico, le diré que las papas de aquí meparecen detestables. La comida, entre seis ysiete, es sopa, a menudo de legumbres, perotambién de tapioca, fideos o cosa así, tambiéncon caldo de sustancia, excepto los viernes, quees de viernes; carne, también generalmenteasada, o pollo, rara vez conejo o pato, frutas de laestación, dulce, que mi criada haceadmirablemente, con la ventaja de poderconservarse uno y más años, por manera que hoycomo fresas del pasado». ¡Ah, con que carnívoroeste pequeño burgués degenerado! Pombo encambio, según sabemos por su copiador de cartas

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en que extractaba las que mandaba, le escribió aJorge Roa a Europa para someterle a suconsideración varias ideas suyas civilizadoras:«Juegos y diversiones sanos. ¡No más toros!Fiestas nacionales cultas y protección a losanimales». En este punto descanonizo a RufinoJosé Cuervo Urisarri e incoo la causa decanonización de Rafael Pombo Rebolledo, granpoeta y gran señor.

Y sigue diciendo el pequeño burgués en sumiserable carta: «Pero sabrá U. que toda mi vidahe padecido de morideras, cuando se me pasa lahora; para curarme en salud, como a las once, porsi se tarda el almuerzo, me tomo una copita devino (ahora de Málaga) con un bocado de pan, y alas cinco una taza de leche. Entre almuerzo ycomida, juntos, me bebo una botella de vino deBurdeos bien aguado. Fuera de mis achaques decabeza, no padezco de otra cosa notable que dedelicadeza de bronquios. De los primeros memejorara bastante, a lo que creo, si pudieradescansar. A la hora de esta me siento tan

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fatigado, que esta carta será el trabajo de todo eldía, pues no podré hacer más. Esta fatiga seextiende al ejercicio material…» Y aquí setermina la carta porque alguien la mutiló.

De los diez ejemplares de la muestra de suDiccionario que le mandó a Caro para que losrepartiera en Bogotá, uno se lo dio este a Núñez,quien le escribió lo que sigue a su chupa dedómine: «Distinguido amigo Sr. Caro: Leagradezco el precioso trabajo del Sr. Cuervo,precioso y admirable y casi inverosímil. Aquelilustre colombiano nos honra, en tanto que otrosnos avergüenzan. Ahora es preciso que U. –únicoque puede hacerlo– escriba el elogio de esashojas imperecederas para La Luz». Caro escribióen el periódico que le decían el artículo que lepedían, y le mandó la carta de Núñez a donRufino, quien la conservó entre sus papeles. ANúñez, filósofo y poeta que perteneció a laAcademia Colombiana de la Lengua, loscolombianos le deben la letra de su himnonacional. La Historia dice que se confesó in

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extremis con el obispo Biffi, su cercano amigo,tras lo cual el 18 de septiembre de 1894 seembarcó en Cartagena, puerto sobre el marCaribe, rumbo a la gloria de Dios. Yo digo quellegó pues en una estrofa de su inmarcesiblehimno nos dice: «La humanidad entera, que entrecadenas gime,/ comprende las palabras del quemurió en la cruz». Y en otra: «La Virgen suscabellos arranca en agonía/ y de su amor viüdalos cuelga del ciprés». Esta «viüda» con diéresises genial. ¡Cómo no se va a haber ido para elcielo este gran hombre! Y al que se burle delhimno nacional en Colombia, sepa que elpirómano Ordóñez le aplica dos años de cárcel.No bien murió Núñez, Ángel Cuervo, almabondadosa, le escribió a su apoderado FedericoPatiño: «Aquí hemos visto por los periódicos queel martes 18 murió en Cartagena el Dr. Núñez. Yael Juez Supremo lo habrá juzgado: habrá sidoperdonado por el bien que quiso hacer». ¿Y cómosupo Ángel Cuervo que Núñez quiso hacer elbien? Y por las mismas fechas don Rufino le

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escribía a Carlos Calderón, el sucesor de Núñezen la Academia Colombiana de la Lengua: «Doy aU. las más expresivas gracias por la fineza que U.ha tenido de obsequiarme con su obra Núñez y laRegeneración. Me propongo leerla con el másvivo interés por el asunto de que trata yparticularmente por ser obra de U. [¡cuánto“usted”, don Rufino, por Dios!]. Fingían lasantiguas fábulas que la Verdad era hija delTiempo, y puede en efecto suceder que los quehoy vivimos no veamos con toda distinción losefectos de la sorprendente energía del Dr. Núñez,y que nuestros juicios exijan algún correctivocuando se escriba definitivamente nuestrahistoria». No cabe duda de que don Rufino era unhombre noble.

En cuanto a Biffi, monseñor Eugenio Biffi,italiano de Milán, acabó reinando en Colombiacomo obispo de Cartagena, no sin antes haberpadecido un tiempecito destierro por obra de sanTomás Cipriano de Mosquera (el que se sabía dememoria el santoral, por lo que aquí lo

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canonizamos para que entrara en él). El 16 defebrero de 1888 el obispo Biffi, que se hallabaentonces en París, le escribió a don Rufino:«Hace ya cerca de un año que yo tuve el gusto deenviarle a Ud. una copia de la Excitación que yodirigí a mis Diocesanos a favor de mi Seminario,solicitando de Ud. se dignara contribuir con loque a bien tuviese para dicha obra. La revoluciónque interrumpió toda correspondencia epistolarfue sin duda la causa que le impidió a Ud. realizarlo que su generoso corazón quería hacer.Hallándome hoy en París le suplicoencarecidamente haga algún pequeño sacrificio afin de sostener una obra que es de extremanecesidad para mi Diócesis. Los señores RibonCastro y Cía. 25 Rue Grammon y M.Vengohechea, 3 Rue d’Hauteville estánencargados de recibir lo que sus muy estimadoscolombianos quieran ofrecer. Muy atento yseguro servidor Eugenio Biffi Obispo deCartagena», con la crucecita antes de «Eugenio»y en papel membretado con el escudo del

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obispado de esa ciudad. A don Rufino lo teníanlos curas tan asolado como a mí los protectoresde los animales. La carta anterior figura en elúltimo volumen de la correspondencia«epistolar» (como diría el obispo Biffi) de donRufino encomendado a Gloria María Ibarra Mesa,una descuidadísima señora pero también un almabuena pues donde dice «Castro» en la carta ellaremite a una nota de pie de página suya en quenos informa: «Los señores Ribon Castro & Cía.eran unos distinguidos banqueros». «Distinguidosbanqueros», doña Gloria María, es unaimposibilidad ontológica, como «ladrónhonrado» o «sol oscuro». ¡Qué imaginaciónlingüística la suya! La felicito por semejanteoximoron.

Queda también en la «correspondenciaepistolar» de don Rufino una carta suya almencionado Vengohechea, en un volumen queesta vez corrió a cargo de doña Angelina AraújoVélez, tan descuidada e imaginativa señora comodoña Gloria María, fechada en París el 26 de

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junio de 1886: «Señor D. Miguel Vengohechea.Muy señor mío y respetado amigo: Ya ha llegadoel recibo del dinero entregado por orden nuestraen Bogotá y a cuenta del Sr. D. José María TorresCaicedo. Le agradecería a U. me dijese a cuántosdías vista y por qué suma puedo girar contra lacasa de U. según convinimos el otro día, en elsupuesto que la suma entregada en Bogotá es detreinta y dos pesos fuertes ($10/10) y que hay quededucir el cambio. Con sentimientos departicular estimación me complazco enrepetirme de U. afmo. amigo y S. S. Q. B. S. M.Rufino José Cuervo». ¡Cuánto habría gozadoTannenberg descifrando estas abreviaturas! Y heahí , en ellas, un genial atisbo de la escrituracabalística de los muchachos de hoy que escribenen las pantallitas de sus teléfonos celulares.

Al loco José María Torres Caicedo ya lopresenté. Cuando los Cuervo lo conocieron en1878 en su primer viaje a París ya estaba tocadopero poco, todavía hilaba. Traían los doshermanos de Colombia una carta de presentación

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para él, aunque no sé de quién; y un corresponsalvenezolano de don Rufino, Cecilio Acosta, leescribía desde Caracas el 3 de junio de ese añodirigiéndole la carta a la dirección de su «nobleamigo Don José María Torres Caicedo» para queeste se la entregara (y puesto que don Rufino laconservó es porque el loco se la entregó). El 7 deeste mismo mes de junio Torres Caicedo le dejóa don Rufino, supongo que en su hotel, elsiguiente mensaje: «Señor Don Rufino Cuervo.Presente. Mi querido compatriota y amigo: Lafortuna me ha sido adversa: no me hallé en estasu casa el día que Ud. y su estimado hermano mehonraron con su visita; ni hallé a Uds. en la suyados veces que he estado en busca de Uds.Conozco a Uds. intelectual y moralmente: tengoa honra ser compatriota de Uds. y su amigo. Nosolo Colombia, sino la América toda puedenvanagloriarse con sus trabajos científicos yliterarios. Ansío por ver a Uds., por oírlos, porabrazarlos. No cuenten Uds. con ceremonias. Heestado, desde hoy nueve meses, más atareado que

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nunca, y así seguiré durante toda la Exposición.Vengan por acá, se lo ruego: me encuentran,salvo raras excepciones, desde las 8 de la mañanahasta mediodía. Todo nos ordena ser amigos.Íntimos amigos. Yo aprecio y estimo a Uds. detodo corazón. Su amigo y compatriota J. M.Torres Caicedo». Ocho «ustedes» y cinco«amigos» en medio plieguito enloquecido, y cone l galicismo «desde hoy nueve meses» (depuisneuf mois). Torres Caicedo padecía de unausteítis más aguda que la de don Rufino, yagravada por la amiguitis y el afrancesamiento.No sabían los Cuervo con quién se metían. Loque sigue va para la causa de canonización deambos.

Entre tarjetas y cartas de Torres Caicedo(algunas con la sola indicación del día, o bien deldía y el mes pero sin el año) don Rufino guardóveintitrés, más cinco borradores de lasrespuestas suyas, o escritas conjuntamente conÁngel. A diferencia de Pombo que llevaba uncopiador de correspondencia, don Rufino solo

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guardaba los borradores de sus cartascomerciales o muy importantes, como resultósiendo el caso con Torres Caicedo tras el granembrollo que este armó. La segunda tarjeta deTorres Caicedo es del 14 de octubre de 1883, osea de un año largo después de que se instalaranlos Cuervo en París: «Mis excelentes y queridosamigos: Ruego a Uds. nos honren, a mi mujer y amí, viniendo a tomar la sopa con nosotros elmiércoles 24 del corriente mes, a las 7 de lanoche. Yo me he arrogado el derecho que derivade su benévola amistad para tratarlos sinceremonia y más que eso: con singularfamiliaridad. Estima y quiere a Uds. su leal ycordial amigo Q. B. S. M. J. M. Torres Caicedo».Según notas de pie de página de Angelina AraújoVélez (la editora del volumen de lacorrespondencia de don Rufino donde apareceesta carta), Torres Caicedo estaba casado con«doña Ana Seminario, distinguida y acaudaladadama ecuatoriana» y representaba al gobierno deEl Salvador en Francia. Habrá qué ver, porque yo

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de doña Angelina desconfío mucho: el volumen aella confiado nos lo entregó lleno de errores y deerratas. Lo de «acaudalada» lo acepto; lo de«distinguida» es manía de los del Instituto Caro yCuervo, para quienes todos los que mencionabanen sus trabajos eran distinguidísimos. Para queyo le ponga el «distinguido» a alguno, vivo omuerto, ¡qué cuesta tan pendiente la que hatenido que trepar!

Las tarjetas de Torres Caicedo a los Cuervo sesuceden a lo largo de 1884 y 1885. Por una del 3 demayo de 1885 sabemos que «el ilustrado» señordon Ambrosio Montt, chileno, le escribióhablándole muy elogiosamente de don Rufino:«Vea de mi parte al señor Cuervo, el ilustrefilólogo bogotano y dígale que me tienemaravillado su admirable erudición, ciencia ytalento. Sus Apuntamientos exceden a lo másdocto que se haya escrito en Sur América, y, enmi humilde juicio, revelan más estudio y mejorcriterio que los trabajos análogos de Bello yBaralt. Cuervo está llamado a rivalizar con Littré

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y con los sabios alemanes. Pídale para mí unejemplar del diccionario que está publicando, yojalá me honre con un autógrafo». ¡Carajo! Estechileno estaba como los colombianos, que sonlimosneros de nacimiento y a mí me piden, comoel elogio máximo, que les regale mis libros, ydedicados, y con algo bien elogioso para ellos enla dedicatoria. ¡Que los elogien sus madres! Y noeran «Apuntamientos» sino «Apuntaciones»,mapuche estúpido.

El 10 de agosto de 1885, de veraneo enPortnichet, Torres Caicedo les escribía a losCuervo hablándoles de «una cábala demalquerientes gratuitos que han apelado a todoslos medios que procura la perversidad paraatacarme aun en mi honor». Ya le había empezadoel delirio de persecución. El 17 de noviembre donRufino le escribió: «Tengo el gusto de incluir aV. la carta para el Dr. Patiño. Por ella verá V. quedisponemos entregue mensualmente, empezandodesde enero próximo, diez y seis pesos fuertes($16/10) a mi señora Isabel Torres Caicedo.

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Igualmente le indicamos que junto con la cuentaque nos pasa cada seis meses remita los reciboscorrespondientes para reintegrarnos aquí de esedesembolso mediante la deducción del cambiocorriente». A lo cual Torres Caicedo le contestóe l 8 de diciembre: «Me apresuro a poner enconocimiento de Ud. que por el último vapor quepartió de St. Nazaire envié al Sr. Patiño la cartaque Ud. tuvo la bondad de darme para él. Lasmensualidades empezarán a pagarse en Bogotá apartir del 1º de marzo, 1886». Y el 3 de marzo delcitado año de 1886, le pedía: «Ruego a Ud. mehaga el favor de indicarme si el Sr. Patiño hacontestado a Ud. sus cartas. Yo no he recibidorespuesta a las mías. El pago debía comenzar eneste mes, y temo que haya habido algunacircunstancia que sea de naturaleza en retardar elpago de las mensualidades». ¿Y cómo sabía queel 1º de marzo no le habían dado en Bogotá a suhermana Isabel los diez y seis pesos, si una cartatardaba de allá a París mes y medio? No bienrecibió la carta anterior, el mismo 3 de marzo(recuérdese que el correo interno de París

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llegaba en unas horas), don Rufino le contestó:«Nosotros tampoco hemos recibido contestacióndel Sr. Patiño a la carta que le dirigimos en 5 dediciembre próximo pasado confirmando la queenvié a V. en 17 de noviembre anterior, para quediese mensualmente a mi Sra. Isabel TorresCaicedo 16 pesos de ley y nos enviara en lascuentas semestrales los recibos parareintegrarnos de ese desembolso, mediante ladeducción del cambio corriente. Como el Sr.Patiño es persona cuya exactitud esperfectamente conocida, y aun las más pequeñasindicaciones relativas a nuestros negocios las hadesempeñado con la más escrupulosapuntualidad, estamos seguros de que para cumpliruna orden en que mediaba el nombre de V. nopuede haber habido circunstancia alguna que seade naturaleza a retardar el pago de lasmensualidades, que el hecho de no llegar nuestracarta y la de V. Con el afectuo so deseo de que enasuntos de dinero no llegue nunca el caso de queV. esté en zozobras por causa nuestra,

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escribiremos pasado mañana al Sr. Patiño quesuspenda el pago de dichas mensualidades».¡Dios mío, qué miedo la rabia de un santo! Es loque se llama ni más ni menos «ira santa».

El 20 del mes siguiente, abril de 1886, en unestado de trastorno psíquico, con frases ilegibleso entrecortadas o de sintaxis desquiciada leescribía el pobre loco a los hermanos Cuervo dealma de pedernal: «Escribo estas indigestaslíneas, enfermo y amargado [ilegible] SeñorJesús! París, 20 de Abril / 886. Señores Dn. Angely Dn. Rufino y J. [sic] Cuervo. Presente. Misdistinguidos y queridos amigos: Apelo a lanobleza de su carácter [ilegible], como a todos hedicho, y a la bondadosa amistad con que Uds. mehan honrado siempre. Estoy aterrado: el domingome pareció que el Sr. Dn. Rufino, a quienestimaré y amaré toda mi vida (como al Sr. Dn.Angel), se mostraba severo conmigo, aunquesiempre cortés. Sin pérdida de tiempo fui a ver aUds., y no tuve la fortuna de encontrarlos en sucasa; ayer repetí mi visita, sin fruto alguno. Al

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instante descubro con asombro el por qué de esafrialdad que noté conmigo el domingo en el Sr.Dn. Rufino: en un montón de periódicos quesostenía el criado y depositó en el cajón de unmueblecito de la entrada a mi gabinete de trabajo,se hallaban varias [de] nuestras cartas, y entreellas… la del Sr. Dn. Rufino, fecha 3 de marzo!El criado fue reemplazado al día siguiente, y elnuevo entró al servicio tres días después, sin quetuviera él por qué saber el paradero de esos[ilegible] ni de esas cartas. Hoy leo con asombrosu carta del 3 de marzo, cuya lectura me [ha]enfermado. De lo contrario, desde el 3 de marzohabría volado a ver a Uds. y a darles cuantasexplicaciones hubieran hubieran [sic] juzgadonecesarias. Ustedes comprenderán al instante quesi yo hubiera leído esa carta que muestra enojo[ilegible] no hubiera tenido la inmensa fortuna desatisfacerlos, habría yo escrito ya a Bogotá el día4; y hasta [ahora] nada he hecho; lo que no habríafaltado hacer, pues [ilegible] pan de esa pobreseñora, que no habría sabido qué pensar ni qué

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hacer, ni a quién recurrir. Esto pondrá a Uds. demanifiesto mi sinceridad y lo amargado que estámi corazón. Ruego a Uds. me concedan unosmomentos de conversación, y se convencerán dela inocencia de mi intento y del pesar [que] me hacausado la lectura de esa carta. ¿Conservan Uds.la mía que causó ese enojo? Uds. me [ilegible]nuevo favor que redundaba en bien de unadesdichada», etc., etc.

Don Rufino sí había conservado la carta quecausó el enojo, y de inmediato el mismo día, 20de abril, le respondió reproduciéndosela: «Lacarta de V. fecha 3 de marzo del presente año queV. en su afectuosa de hoy nos pregunta siconservamos, es la siguiente:». Y se latranscribía, sin mandarle el original, que guardópara curarse en salud con el loco. «Esta carta queel criado de V. trajo a las 7 de la mañanaexigiendo inmediata contestación, la recibiónuestra criada, manifestando a aquel que no eranhoras esas para entrar ella a nuestros cuartos.Pero a las 11 de la mañana de ese mismo día

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estuvo la respuesta en casa de V.» Una anotaciónaquí antes de volverle a dar la palabra a donRufino: donde dice «criada», hay una llamada dedoña Angelina Araújo Vélez, la editora delvolumen del epistolario de don Rufino dondeaparece esta carta, a una nota de pie de páginasuya en que nos informa, como si estuvieraviendo enfrente a la criada con sus propiosambos ojos: «La fiel servidora de don Rufino enParís se llamaba Leocadie Marie Joseph Bonté,natural de Francia». ¿Cómo sabe que era fiel? Yno era «Leocadie Marie» sino «Leocadie Maria»,con «Maria» en español pero sin tilde, así se lehaga la mezcla de idiomas en el nombre muy raraa doña Angelina. ¿Y por qué «Maria» en español yno «Marie» en francés? Porque así la puso elcura: «En el nombre del Padre, del Hijo y delEspíritu Santo yo te bautizo Leocadí Mariá».

Y sigue don Rufino en su airada carta: «Lascircunstancias que podían retardar el pago de lasmensualidades no podían ser otras que el habernosotros deslealmente dado contra-orden

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reservada al Sr. Patiño, o la de haber ordenado elpago sin tener fondos en poder de este Señor, ofinalmente al mal proceder del último. Noqueremos hablar del caso, no probable, deextraviarse las cartas que V. envió (que la nuestraposterior no importaba) pues con eso seretardaría el pago de la primera mensualidad,pero nunca el de todas, como dice la carta. Elsilencio profundo de V. después de haberseexigido nuestra respuesta con tanta premura, nosdio a entender que V. la había recibido». ¡Quéenredo, por Dios, qué enredo! Y sigue un largopliego de consideraciones tan enredadas de donRufino como las de la respuesta de TorresCaicedo del día siguiente, 21 de abril. Tanenredadas las del uno como las del otro, perotanto, que aunque sí las entiendo me sientoincapaz de desenredárselas a ustedes en formaresumida. ¡Y citárselas in extenso, imposible, seme va el libro!

Para que no quede esta apasionante historiainconclusa como un coitus interruptus, les diré

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que los Cuervo no suspendieron la orden dada asu apoderado Federico Patiño de entregarle enBogotá las mensualidades de dieciséis pesos deley a Isabel Torres Caicedo de suerte que lainfeliz pudiera seguir comprando su diario pan.Por eso la carta que les cité de don Rufino aMiguel Vengohechea del 26 de junio de 1886, queempieza: «Ya ha llegado el recibo del dine roentregado por orden nuestra en Bogotá y a cuentadel Sr. D. José María Torres Caicedo», etc.Cuatro días después, el 30, le contestabaVengohechea a don Rufino: «Puede usted girar ala vista a cargo de mi casa de M. Vengohechea yCía. por la cantidad de f. 118-50 cs., equivalentes alos $32, siendo el cambio en la época en que seentregaron en Bogotá al 35% de premio, segúnlos informes que tomé en ese tiempo». Paranoviembre de 1887, si no es que antes, TorresCaicedo estaba en el manicomio. Y el 27 deseptiembre de 1889, muerto.

¿Obsta para la canonización de don Rufino suira santa? ¡En absoluto! ¿No se salió pues de

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quicio el Hijo del Hombre cuando sacó afuetazos a los mercaderes del templo? SanRufino José Cuervo Urisarri: al loco de JoséMaría Torres Caicedo te lo mandó Dios como lemandó a Cristo la cruz, y la pobreza y la cegueraal santo Job: para probarte. Y saliste de la pruebaairoso, pasemos a otra cosa. Nadie en los milaños de este idioma –ni Nebrija, ni Salvá, niBello– ha tenido un sentido más fino de lagramática que tú. ¿Y es eso poco? ¿O eso esmucho? Mucho o poco, eso es lo que es, y punto.La gramática, por lo demás, es una de lasocupaciones más ingratas del hombre, y aldecirlo abarco desde los sesenta y ochogramáticos del sánscrito cuyos nombresconocemos (aunque no sus obras) gracias aPanini, del que nos han quedado cuatro milaforismos encadenados que dan una visióngeneral del idioma sagrado de la India, hasta elmarihuano de Noam Chomsky de nuestros días,cuya gramática generativa abarca tanto que noagarra nada. Y más ingrato que el papel del

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gramático es el del que se erige en juez y árbitrode un idioma y se pone a decidir qué está bien yqué está mal, a establecer la norma. ¿Pero cuálnorma? ¿La de hoy, o la de ayer? ¿La deColombia, o la de México? ¡Cuál norma puedehaber en un idioma que tiene mil años y estárepartido en veinte países díscolos, cada uno conla suya!

Panini vivió hacia el 350 antes de Cristo, dossiglos antes que el primer gramático griego,Dionisio de Tracia, cuya Tékhne Grammatiché oArte de la gramática dio la pauta para todas lasgramáticas que habrían de venir luego enOccidente. Pero a diferencia de este y sussucesores griegos y latinos, medievales yrenacentistas, que se limitaron a la lengualiteraria, Panini no solo intentó sistematizar ensus aforismos la forma escrita del sánscrito, lade los textos sagrados, sino que consignótambién en ellos muchos ejemplos de la lenguahablada. Las formas literarias de los idiomas sonmuy recientes, no pasan de los tres mil años que

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son los que se le asignan al Rig-veda, el másantiguo de los Vedas, escrito en sánscrito haciael año 1000 antes de nuestra era. Dos siglosdespués, con las epopeyas homéricas la Ilíada yla Odisea, empieza la literatura occidental. Entiempos de Homero debió de haber en Greciatres formas del griego: una, el griego hablado,con varios dialectos, de los que el jónico era elque habló Homero; dos, el griego literario, enque están compuestas sus dos epopeyas, sin quenos importe que en un comienzo estas sehubieran transmitido de memoria por los aedos yno fueran consignadas por escrito sino un siglo omás después, cuando los griegos adoptaron laescritura alfabética que inventaron los fenicios; ytres, el griego común a las dos formas anteriores,el que compartían ambas. En español hoy pasaigual: «chamaco», por ejemplo, es una palabra delespañol coloquial mexicano, del que se habla enMéxico en la vida diaria; «deliberadamente» encambio es una palabra culta, literaria, usada entodo el ámbito de la lengua; y «casa» pertenece

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tanto al idioma hablado como al escrito. Haypalabras que jamás se usan en la conversacióncotidiana pues en ella sonarían afectadas. ¿Quiéndice, por ejemplo, entre sus familiares o amigos,«corcel» en lugar de «caballo»? Y no solo lalengua literaria tiene un vocabulario distinto al dela lengua coloquial, y riquísimo frente al de esta,que es muy limitado, sino que dispone además deun conjunto de fórmulas sintácticas propias queno se usan jamás en la conversación. Es más, lalengua literaria tiene ritmo, la hablada no. Y nome refiero al ritmo marcado de los versos deantes cuando se contaban las sílabas y sedistribuían los acentos según unos patronesrígidos (la que hoy llaman poesía no es más quepedacería de frases, marihuanadas de barbudosdesarrapados), sino al que tiene que tener laprosa, por sutil que sea, así la mayoría de losescritores de hoy ni lo sospechen por ignorantes.

Lo anterior, que para mí está muy claro, no loestaba para Bello ni para Cuervo. ¿Qué gramáticapretendía escribir Bello? ¿La de la lengua

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literaria? ¿La de la lengua coloquial? ¿O la delvocabulario y la sintaxis compartidos por ambas?No puede haber gramática sin ejemplos. Los deBello son muy dicientes pues o bien los tomó delos clásicos españoles, o sea de la lengualiteraria; o bien los inventó él y son frasessimplificadas, vale decir de la tercera categoríaque he propuesto, la del léxico y la sintaxiscompartidas por las formas escrita y hablada.Pero no hay en su Gramática ejemploscoloquiales tomados digamos del habla deVenezuela donde él nació, o de Chile donde laescribió, o de la de Colombia, de México, deEspaña, de Cuba, de alguno de los veinte paísesde este idioma. No los hay. Es verdad que entiempos de Bello no existía en español unaseparación entre las dos formas opuestas delidioma, la coloquial y la literaria, tan marcadacomo la que desde hacía mucho se habíaestablecido en francés: Bécquer habría deintroducirla algo después en la prosa castellana aladoptar en sus Leyendas y Narraciones muchas

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fórmulas sintácticas literarias tomadas de lafrancesa. La Gramática de Bello se titula«Gramática de la lengua castellana destinada aluso de los americanos», pero no aparecen en ellalos usos americanos. La inmensa mayoría de susejemplos los tomó de Cervantes, de Lope, deTirso, de Calderón, de Mateo Alemán, laCelestina, Berceo, el Arcipreste, Clemencín,Coloma, el padre Isla, el padre Mariana, elPoema del Cid, Jáuregui, Jovellanos, Martínezde la Rosa, Moratín, santa Teresa, Quevedo,Góngora, Hermosilla, los Argensola… Uncentenar de autores cásicos, en su mayoríapeninsulares y del pasado, casi ningunocontemporáneo ni americano, que abarcaban losochocientos cincuenta años que iban de loscomienzos del idioma hasta mediados del sigloXIX. ¿Pero es que la Gramática de Bello era unagramática histórica cuyo fin fuera rastrear en eltiempo los cambios de una palabra o de unaconstrucción sintáctica? No. La expresión«gramática histórica», que hoy designa una rama

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de los estudios lingüísticos, ni siquiera existía ensu tiempo. De suerte pues que la Gramática deBello no es una gramática de la lengua hablada, nide la lengua escrita, ni de la forma común, ni delespañol del pasado, ni del español de su tiempo,ni del español de España, ni del español deAmérica, ni era normativa, ni era filológica: eraun batiburrillo de todo eso sin una finalidad clara.Y Cuervo no cambió en esencia las cosas con susNotas. La Gramática de Bello con las Notas deCuervo, o con las de sus otros seis anotadores delos que solo quiero mencionar al último, aNiceto Alcalá Zamora y Torres, por su agudezade gramático, es un pantano sobre el que todosesos bienintencionados quisieron construir unedificio.

La misma falta de claridad en su intención valepara las otras dos obras de Cuervo, susApuntaciones críticas sobre el lenguajebogotano y su Diccionario de construcción yrégimen de la lengua castellana. Respecto a laprimera yo pregunto: ¿cuál lenguaje bogotano?

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¿El hablado, o el escrito? ¿Y cuál hablado? ¿El dela clase baja, o el de la clase alta? ¿El quehablaban los campesinos de la sabana y lasverduleras de las plazas de mercado, o el quehablaban los señoritos y poetas de la Atenassuramericana? Por lo que al bogotano hablado serefiere, en las Apuntaciones se consideraba el detodos, el de los señoritos y el de las verduleras,mezclado. En cuanto al bogotano escrito, por lomenos este era uniforme, uno solo: el de losliteratos costumbristas de la tertulia de ElMosaico, que era el mismo de los periódicos ylos discursos. Puesto que la intención de Cuervoera «crítica», y la palabra está en el título de sulibro, se trataba entonces de una obra normativa.¿Pero quién o quiénes dictaban la norma paraCuervo? ¿Cervantes acaso? ¿O el mismo centenarde autores clásicos de los ejemplos de laGramática de Bello que también cita en lasApuntaciones? Cervantes era un hombre de almagrande y don Quijote un personaje hermoso, perosi algún escritor descuidado ha habido en este

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idioma fue él, que ni puntuación ponía: no usabapuntos, ni comas, ni puntos y comas, ni dospuntos, ni diéresis, ni tildes, y a veces ni setomaba el trabajo de ponerle el punto a la «i». Yle daba igual que escribieran su apellido«Cervantes» o «Cerbantes». ¡Era un hombre felizen un mundo feliz! Por lo demás entre el españolque se hablaba en Bogotá en 1872, cuando Cuervopublicó sus Apuntaciones, y el que se escribía enla Península en 1605, cuando Cervantes publicó laprimera parte del Quijote, mediaba un abismo tangrande como el mar que separó siempre a lametrópoli de sus colonias americanas. En 1872 elespañol que se hablaba en Bogotá era una lenguaviva; el que había escrito Cervantes, una lenguamuerta.

Una confusión similar en sus objetivos reinaen el Diccionario de construcción y régimen dela lengua castellana. ¿Era este un diccionario dela sintaxis de la lengua de 1884 cuando Cuervoempezó a publicarlo, bien fuera la de la lenguahablada o la de la lengua escrita o la de la lengua

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común a ambas? ¿O era el diccionario sintácticode la lengua que se escribió y se habló en el Siglode Oro? ¿O en los siglos que lo precedieron? ¿Oen los que lo siguieron? El de todos. ElDiccionario de Cuervo era el de la sintaxis delespañol o castellano según había sido trasladadaal pergamino o al papel en España durante losocho siglos y medio que llevaba de existencia.Era por lo tanto un diccionario «histórico», perola Historia no figura para nada en el título, quedebía ser: «Diccionario histórico de la sintaxiscastellana». ¿Y a quién le podía interesar undiccionario así? A unos cuantos hispanistas,filólogos y gramáticos, y que ni lo comprabanpues la mayoría de ellos eran amigos y colegasde Cuervo y podían esperarlo de él regalado,pasando por alto que él fue el que pagó suedición costosísima. Ha quedado una parte de lascuentas de don Rufino con Roger y Chernoviz,sus editores o distribuidores o lo que fuera: vande junio de 1895 a diciembre de 1908. Por ellassabemos que en este lapso se vendieron del

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primer tomo del Diccionario 408 ejemplares, ydel segundo 523; y debemos tener presente quetanto del primero como del segundo elConsulado de Honduras le compró directamentea don Rufino un lote de 72 ejemplares, y 120 laLegación mexicana, lo que da cuenta de casi lamitad de las ventas totales. En diciembre de 1908quedaban por vender 461 ejemplares del primertomo y 913 del segundo. Calculo que tanto delprimer tomo, que se publicó en 1886, como delsegundo, que se publicó en 1893, se tiraron milquinientos ejemplares. El primero se vendía aveinticinco francos; el segundo, que era másvoluminoso, a treinta. Y siempre a estos preciosdurante todo el lapso de trece años y medio, loque significa que el franco francés era másestable que la lengua española. Y eso queentonces este medio de comunicación (o deincomunicación, como prefieran) era unriachuelo manso: hoy es un arroyo enloquecido yborracho que se salió de madre.

Cuervo hizo catorce ediciones de la

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Gramática de Bello con sus Notas, de las cualeslas dos primeras fueron impresas en Bogotá en1874 y 1881 por cuenta de los HermanosEcheverría, unos tipógrafos venezolanosestablecidos allí, y las doce restantes en París,entre 1891 y 1911, año de su muerte, pagadas porRoger y Chernoviz, quienes la siguieronpublicando hasta la vigesimocuarta edición, de1936. En las dos ediciones de Bogotá las Notas deCuervo iban dispersas en la Gramática, pero entodas las de París, por voluntad suya, aparecieronjuntas al final, y a partir de la edición de 1898ocupaban 120 páginas. Por las liquidacionessemestrales de Roger y Chernoviz sabemos quede la quinta edición de la Gramática y las Notas,la de 1896, se tiraron 750 ejemplares, de los quepara el 30 de junio ya se habían vendido 197, y quepor ellos le pagaron a don Rufino 98 francos con50 centavos de derechos de autor. Y en carta del29 de agosto siguiente estos libreros lecomunicaban que le habían depositado talcantidad en su cuenta del Comptoir National

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d’Escompte y le anunciaban sus intenciones decomponer de nuevo el texto de la Gramáticaporque los clisés que se habían venido usando yaestaban muy gastados. Roger y Chernovizdistribuían la Gramática en la América españolay le pagaban a don Rufino 50 centavos de francopor ejemplar vendido, y andando el tiempoacabaron también de editores de lasApuntaciones. De estas Cuervo hizo las cuatroprimeras ediciones por su cuenta: las de Bogotáde 1872, 1876 y 1881, y la de Chartres de 1885.Roger y Chernoviz costearon la quinta edición,de 1907, y después de la muerte de Cuervo lasexta, de 1914. Las tres de Bogotá se imprimieronen los talleres de Arnulfo Guarín, los hermanosEcheverría y Medardo Rivas, y la de Chartres enla imprenta de Durand, donde los Cuervoimprimieron además las Curiosidades de la vidaamericana en París de Ángel, la Vida de RufinoCuervo y noticias de su época de amboshermanos, el libro de versos Ecos perdidos de suamigo el joven colombiano Antonio Gómez

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Restrepo, y don Rufino el libro póstumo deÁngel Cómo se evapora un ejército.

Roger y Chernoviz figuran como editores enla Vida de Rufino Cuervo y noticias de su épocay en el Diccionario de construcción y régimende la lengua castellana, pero solo fueron susdistribuidores, pues la impresión de ambas obrasla pagaron los Cuervo. La decimotercera cláusuladel testamento definitivo de don Rufino (yasimismo la del testamento anterior, aunqueligeramente modificada) dice: «En mi escritoriose hallarán los contratos que tengo celebradoscon los señores A. Roger y F. Chernoviz para laventa del Diccionario de Construcción yRégimen de la Lengua Castellana y de lasNotas e Índice de la Gramática de Bello, yconforme a ellos examinará mi heredero lascuentas que aquellos están obligados a rendir.Los mismos darán razón de las matrices (oempreintes) de la parte impresa de miDiccionario, las cuales me pertenecen». SabráDios a dónde fueron a dar esas matrices; supongo

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que las hayan fundido para utilizar el plomo enotros libros. Tampoco sé si Roger y Chernoviz, yluego su sucesor, A. Blot, le siguieron pagando alHospital de San Juan de Dios de Bogotá,heredero universal de don Rufino, sus derechosde autor correspondientes a la edición de lasApuntaciones de 1914 y a las muchas de lasNotas a la Gramática de Bello posteriores a1911.

Al igual que la Gramática de su admiradoAndrés Bello y el Diccionario de construcción yrégimen de la lengua castellana, lasApuntaciones críticas sobre el lenguajebogotano estaban mal enfocadas: la palabra«bogotano» del título las circunscribía a unapequeña ciudad de ochenta mil habitantes.Mejores vendedores que don Rufino, pese a queeste hizo su escuela de comerciantevendiéndoles cerveza y cobrándosela a lostaberneros de Bogotá, unos guaches, Roger yChernoviz le pusieron a las Apuntaciones, en lasdos ediciones que ellos costearon, el subtítulo

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«Con frecuente referencia al de los países deHispano-América», y abajo la advertencia de quese trataba de una edición «muy aumentada y en sum a y o r parte completamente refundida».«Guache» es colombianismo y de él nos diceCuervo en sus Apuntaciones: «Tenemos dudasobre si guache, hombre del pueblo, haya deconsiderarse como quichua y sacado de huacha,pobre, huérfano, de donde en Buenos Aires la vozdespectiva guacho, usada también en el Cauca,por el que no tiene padre conocido; o si seachibcha, guacha, guasgua, mancebo, en queguacha es lo específico, pues muchacha se diceguasguafucha. A me dida que adelantamos haciael sur encontramos más voces peruanas, lascuales deben quizá considerarse comoprovenientes del mayor trato con los puebloslimítrofes del Ecuador». En lo citado Cuervohabla del departamento colombiano del Cauca, dela ciudad de Buenos Aires, del Perú y el Ecuador.Así pues, las Apuntaciones no eran tan solobogotanas. La modestia de su autor las llamaba

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así, pero abarcaban todo el idioma, en el tiempo yen el espacio. ¿No figuraban pues también enellas, al lado de los atropellos al idioma de lagente vulgar de aquí y de allá, citas de un centenarde autores cásicos?

Entre las muchas censuras de Cuervo en lasApuntaciones una de las más llamativas es lapluralización de haber cuando se usa como verboimpersonal: «Cuando oímos decir a algún paisanonuestro: “Habían temores de guerra”, “Hubieronmuchos heridos”, nos consolamos algo con elpensamiento de que estas incorrectas frases soncasi generalmente usadas en otros puntos de laRepública, y cuentan entre sus patronos a sujetosmuy encopetados. Este verbo haber no puedeusarse sino en singular cuando se emplea parasignificar la existencia: “hay, hubo, habrá,había, habría temblores de tierra”; “ha habidofiestas”». No solo dicen así los ignorantes, donRufino, empezando por el presidente, y no soloen el ámbito de la República de Colombia, sino atodo lo largo y ancho de esta inmensa América.Es más: después de casi siglo y medio de

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aparecidas las Apuntaciones la gente siguediciendo «Hubieron muchos heridos» en vez de«Hubo muchos heridos». Demos por perdida labatalla, don Rufino. Total, se perdió la guerra…«Como prueba de que lo que parece sujeto dehaber no es sino acusativo –continúa Cuervo–,ha de saberse que si ello se representa con unpronombre, no se pueden emplear las formas él,ella, ellos, ellas, sino le o lo, la, los, las».Exacto, don Rufino. ¿Hubo muchos heridos? Loshubo. Pero también habríamos podido contestar:«Los hubieron», como si estuviéramos pensandoen «Los produjeron». El verbo haber comoimpersonal pone a patinar hasta al gramático másagudo. Hasta aquí la doctrina de Cuervo respectoal impersonal «haber» tal como está expuesta enlas cuatro primeras ediciones de lasApuntaciones. En la quinta, la de 1907, agregó unaexplicación que ya había adelantado en suIntroducción a sus Notas a la Gramática deBello desde la edición de 1898, en la que leemos:«Las categorías gramaticales tienen por

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fundamento las categorías psicológicas, pero nosiempre se corresponden exactamente; así en lasfrases hubo fiestas, hizo grandes calores , elsujeto psicológico, el concepto que domina en elentendimiento del que habla, lo representan lossubstantivos fiestas, calores, y el atributo hubo,hizo; conforme a la gramática esos substantivosson acusativos. A cada paso se advierte tendenciaa restablecer la armonía entre las dos fórmulasgramatical y psicológica, y por eso muchos dicenhubieron fiestas , hicieron grandes calores ; sibien la gramática reclama sus fueros y nosiempre admite la reacción». Explicación que amí no me explica nada. Cuervo, como unprestidigitador que se saca un conejo de lamanga, se inventa lo del «sujeto psicológico».¿No será posible una gramática sin «sujeto»? ¿Opor lo menos sin «atributo»?

Dice Andrés Bello en el Capítulo II de suGramática: «Tomemos una frase cualquierasencilla, pero que haga sentido completo,verbigracia: el niño aprende , los árboles

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crecen. Podemos reconocer en cada una de estasdos frases dos partes diversas: la primerasignifica una cosa o porción de cosas, el niño,los árboles; la segunda da a conocer lo queacerca de ella o ellas pensamos, aprende,crecen. Llámase la primera sujeto y la segundaatributo; denominaciones que se aplicanigualmente a las palabras y a los conceptos quedeclaramos con ellas. El sujeto y el atributounidos forman la proposición». ¿El niño es «unacosa»? ¿Y los árboles «una porción de cosas»?¡Por Dios, don Andrés, qué está diciendo! El niñoy los árboles son seres vivos, no cosas. ¡Y paraqué eso de «proposición»! ¿No empezó puesusted diciendo «tomemos una frase»? ¿Por quéno empezó entonces diciendo «Tomemos unaproposición»? «Proposición» es una palabra fea ysobra y se confunde con preposición. Y sobratambién «atributo»: con «verbo» basta. ¿Y sobratambién el «sujeto»? Como en vez de «el niño» o«los árboles» (un substantivo precedido de unartículo en ambos casos) podemos poner en los

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ejemplos propuestos los pronombres «él» y«ellos» respectivamente («él aprende», «elloscrecen»), aceptemos la necesidad del término«sujeto» para designar una función de lossubstantivos y los pronombres que acompañan aun verbo y con el cual en español (aunque no sési en quechua o en marciano) coinciden ennúmero: «el niño aprende», «los niños aprenden»;«el árbol crece», «los árboles crecen». ¡Malditasea la gramática! ¿No estará también sobrandoesta actividad dañina, desde los sesenta y ochoantecesores de Panini, que en mala hora parieronsus sesenta y ocho madres?

Para Bello «la gramática de una lengua es elarte de hablarla correctamente, esto es,conforme al buen uso, que es el de la genteeducada». ¿Un arte? ¿Como la música pues? Lagramática, don Andrés, no es un arte: es unapseudociencia como la ontología, la teología, laastrología, la frenología, el psicoanálisis… Es unejercicio de la mente ociosa, una pestilencia delas neuronas. ¿Y solo «hablar correctamente» una

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lengua dice usted? ¿Escribirla no? ¿Y cuál es la«gente educada»? ¿El presidente? Según Bello yCuervo la frase «Conocer París» es incorrectaporque las ciudades, cuando son complementodirecto, en castellano tienen que llevar lapreposición a, y la frase debe ser: «Conocer aParís». Así dije el otro día y un profesor deredacción me corrigió: «Está usted equivocado,maestro. Debe de ser: “Conocer París”».¡Conque «debe de ser»! Ahí te sobra el «de»,bestia, porque estás hablando de una obligación,no de algo dudoso, como cuando a la pregunta dequé hora es contestas: «Deben de ser las cinco»,donde sí está bien el «de». Cuando hablas ycorriges, profesorzuelo bestia, te falta lo que tefalta y te sobra lo que te sobra. La inmensamayoría de la humanidad odia la gramática. Yotambién. ¡Pero odio más a la humanidad! Por míque exploten mil bombas atómicas y que hayanmuchos muertos.

¿Es posible explicar en pocas y coherentespalabras de qué trata el Diccionario de

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construcción y régimen de la lenguacastellana? No creo. Yo por lo menos no soycapaz, y se me hace que Cuervo tampoco pudo.En las cincuenta y cuatro páginas de laIntroducción a su magna obra hay una frase, unasola, destinada a establecer su finalidad. Acaba dehablar Cuervo de que la primera edición de laGramática de la Real Academia Española es de1771 y que ella da una lista de palabras que seconstruyen con preposición; que poco despuésGregorio Garcés publicó su Fundamento delvigor y elegancia de la lengua castellanaexpuesto en el propio y vario uso de suspartículas ; y que posteriormente publicaron susgramáticas Salvá y Bello, quien «sagaz entretodos los gramáticos para deslindar los oficiosde las palabras y señalar las más sutilesmodificaciones sintácticas, ilustró con maestríaadmirable y guiado por un criterio altamentecientífico el uso de muchas partículas, y asentósólidas bases para el estudio de lasconstrucciones verbales». Y a continuación vie ne

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la frase: «A poco más que esto se reducen lasfuentes que pueden consultarse en caso de duda,con ser esta una de las materias más ocasionadasa suscitarla; y la insuficiencia de dichas fuenteses motivo bastante para la composición de unaobra especial en que se dé luz sobre las palabrasque ofrecen alguna peculiaridad sintáctica, ya porlas combinaciones a que se prestan, ya por loscambios de oficios o funciones gramaticales deque son susceptibles, ya por el papel quedesempeñan en el enlace de los términos ysentencias. Tales son la razón y el asunto denuestro libro». Parece todo muy concreto yclaro, ¡pero es tan infinitamente vago y confuso!¿«Peculiaridad sintáctica» qué es? ¿No habríatenido que definirla? ¿Y qué entiende por«combinaciones», «cambios de oficios ofunciones», «términos» y «sentencias»? ¿Enlugar de «sentencias» no habría podido poner«frases», como decimos los comunes mortales?Menos mal que no puso «proposiciones» a loAndrés Bello, porque en un libro de miles de

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páginas que están llenas de «preposiciones» cone, las «proposiciones» con o no habrían hechosino complicar aun más las cosas. ¿No sería elDiccionario de construcción y régimen de lalengua castellana una gramática presentadacomo un diccionario? Sí, eso era, la obra de ungramático presentada como la de un lexicógrafo,y además la de un filólogo historiador de lalengua. En la carta que acompaña el envío aMadrid del primer tomo del Diccionario a laAcademia de Historia Cuervo lo dice claramente:«habiendo sido mi designio estudiar la vida denuestra lengua desde sus orígenes».

No se puede llevar a cabo una gramáticahistórica sin filología, que en esencia es ladisciplina de restablecer, por sobre las erratas ylas alteraciones deliberadas, y comparandomanuscritos y ediciones de una obra, su textodefinitivo. Y por ello, porque Cuervo era unfilólogo historiador de la lengua, sus repetidasquejas contra la Biblioteca de AutoresEspañoles de Rivadeneyra de la que según ya hedicho estuvo durante diez años en Bogotá

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sacando ejemplos para su Diccionario. No biense instaló en París y pudo comparar allí sustextos con los de las primeras ediciones de losclásicos castellanos existentes en las BibliotecasNacional, Mazarina y del Arsenal, se dio cuentade que las incontables papeletas que había hechotomando los ejemplos de esa colección no eranconfiables. Cuáles textos de la Biblioteca deRivadeneyra estaban modernizados o alterados ycuáles no tenía qué verlo, pero para eso y paravolver a hacer las papeletas hacía falta no digootros diez años, sino otros veinte. Refiriéndose ala Biblioteca Nacional le escribió a Teza:«Mucho agradezco a U. la indicación de la obrade Child. Cuando tenga unos ratos libres iré a laBiblioteca a saborearla, si la tienen y me la dan:es tanta la gente que concurre, y tan ineficiente elservicio (según lo confiesan los francesesmismos), que yo no voy sino en caso denecesidad urgentísima. Muchas veces heaguardado una hora u hora y media inútilmente,para que no me den cosa que sé existe allí». Y en

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otra carta al mismo corresponsal: «Apenas mecreerá U. que en este año no habré estado cincoveces en la Biblioteca Nacional. No puedo ir sinodespués de almuerzo, llego casi a las dos, endarme lo que pido se tardan por lo menos unahora; ya estoy cansado de aguardar y de hojearotros libros, y a lo sumo puedo aprovechar unamedia hora. Esto me sucedió ayer; a las tres ycuarto recibí el Belando; estaba tan oscuro, queapenas pude repasar el vocabulario de vocesespañolas y copiar el título, que es así», etc. En laBiblioteca Nacional de París, que cerraban a lascuatro de la tarde y que no abrían en SemanaSanta, dejó don Rufino muchos años de su vida yuna parte de la vista.

Para don Rufino, Manuel Rivadeneyra fue sucruz. Y la principal razón, por sobre la muertemisma de Ángel, para dejar su Diccionarioempezado. ¿De dónde en Bogotá iba a tomar losejemplos para este, si no de la colección deRivadeneyra? ¿De los incunables existentes enlas bibliotecas de la Atenas suramericana?

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Después de comparar en el prólogo póstumo alas Apuntaciones un pasaje de Los cigarrales deToledo de Tirso en una edición de 1630 con laversión adulterada de la Biblioteca deRivadeneyra debida a Hartzenbusch escribe: «Talvez pensará alguno que me cebo con saña en lasediciones modernas de nuestros buenos librosantiguos; pero, aunque escarmentado muy a micosta de haberles tenido confianza y con algúndespecho de pensar que, con toda mi cautela, hepodido todavía citar como genuino lo que es purafalsificación reciente, obedezco ante todo alamor de la verdad y de la exactitud científica aldescubrir estos peligros y aconsejar a losprincipiantes la más cauta desconfianza». Y en laIntroducción a las Notas a la Gramática deBello: «Con la letra R. designo en las citas laBiblioteca de Autores Españoles publicada porD. M. Rivadeneyra. Hago las referencias a ellapor la facilidad con que puede consultarse encualquier parte; pero en obsequio de la juventudestudiosa debo advertir que poquísimos tomos de

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ella merecen confianza para investigacionesfilológicas. Para esto es menester, en cuanto seaposible, acudir a las ediciones originales, o a lomenos a las no muy distantes de ellas». No, donRufino, usted no tomó las citas de esa colecciónpor la facilidad con que podía consultarse comodice, sino porque en Bogotá no le quedaba másremedio. Usted nació en un país equivocado. Hadebido nacer en Francia, o «ya de perdida», comodicen en México, en Madrid, en la villa y corte.Con usted Dios metió las patas. No importa. Loque ha debido hacer usted al constatar losatropellos de la Biblioteca de Rivadeneyra a losclásicos era quemarla, y junto con ella laspapeletas que sacó de ahí y empezar de cero,como se lo dictaba su conciencia, y no correr apublicar los dos primeros tomos de suDiccionario como si fuera un colombiano delcomún urgido de fama. Total, ¿qué eran diez añosperdidos de una mísera vida comparados con laeternidad de Dios de la que usted hoy goza?

Dice Morel-Fatio en su necrología de Cuervo:«Los ejemplos del Diccionario los tomó, como

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era natural, de la Biblioteca de Rivadeneyra,única colección de autores españoles existenteen el momento en que emprendió su trabajo.Lleno de respeto hacia algunos nombres ilustresde los que figuraban como editores de esacolección, don Rufino, hijo de la inocenteAmérica, creyó que sus textos habían sidoestablecidos sobre ediciones originales y quesalvo en lo ortográfico, de menor interés para él,aquella colección sería la imagen fiel de dichasediciones. Júzguese pues su sorpresa ydecepción cuando al comparar en la riquísimaBiblioteca Nacional de París las edicionesantiguas de los clásicos españoles con los textosde Rivadeneyra advirtió que estos no eran sinocopias de las del siglo XVIII modernizadas porchapuceros ignorantes y presuntuosos; y antesemejante descubrimiento, confirmado despuéscon la adquisición de antiguos libros españolesque obtuvo en la subasta de la biblioteca deHeredia, se afligió e inquietó, no tardando enpreguntarse si podría servirse en adelante de

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ejemplos tomados de Rivadeneyra para lossiguientes volúmenes de su Diccionario, y si nosería el caso de refundir los que ya habíapublicado. Mas ante el trabajo que suponíarehacer aquellos y cambiar por nuevos todos losejemplos acopiados, y ocupado asimismo enotras investigaciones, no se sintió con fuerzassuficientes para reemprender la empresa».Téngase presente que Morel-Fatio era el másgrande hispanista de su tiempo y el que inventó eltérmino; que fue el primero en escribir sobreCuervo en Francia, años antes de que este seestableciera allí; que cuando Cuervo se instaló enParís llevaba años trabajando en el departamentode manuscritos de la Biblioteca Nacional; y quefue su primer amigo filólogo, anterior a cuantosllegó a tener Europa. Sabía pues lo que decía.

Entre los nombres ilustres que figurabancomo editores de la colección de Rivadeneyraestaba Hartzenbusch, a quien se debieron unosdiez de sus tomos, publicados con prólogos yanotaciones suyas, y de quien tuvo alto concepto

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don Rufino hasta que se dio cuenta del gran malque le había hecho, a él y a la filología española,si bien su alma noble lo perdonó. Y no puedodejar de mencionar en este punto, porque mecausa risa, a otro de los editores de la malditaBiblioteca, Adolfo de Castro y Rossi,prologuista en ella de obras de Huarte, santaTeresa, Cervantes, Calderón y varios máscompitiendo con Hartzenbusch en número eincuria, y editor de El Buscapié, un pastiche suyoescrito en estilo cervantino que publicóatribuyéndoselo a Cervantes y con el que se burlóde todo el mundo.

El otro gran hispanista de Francia, Foulché-Delbosc, director de la Revue Hispanique, ycomo Morel-Fatio amigo de Cuervo, publicó enel número de abril de 1916 de esta revista, comoun homenaje póstumo, su primera aventura delexicógrafo, la Muestra de un diccionario de lalengua castellana, escrita en 1863 a losdiecinueve años en Bogotá, en compañía deVenancio González Manrique, y que ambos por

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desocupación publicaron tiempo después, en1871, en la imprenta de los hermanos Echeverría:treinta y una páginas a dos columnas consagradasa unas cuantas palabras de muestra de la letra L acargo de González Manrique (laberinto, labrar,lebrel, lirio, loto, luz), y otras cuantas de la letraO a cargo de Cuervo (ocupar, ojo, oro, oscuro).Se trataba de un diccionario general, no de unosintáctico, y en esa Muestra se quedó elproyecto de sus dos autores. González Manriqueera ocho años mayor que Cuervo, tuvieron juntosen Bogotá un efímero negocio de venta de librosque les despachaba de Europa su amigo comúnEzequiel Uricoechea, y de la Muestra impresapor los hermanos Echeverría quedan dosejemplares anotados por Cuervo: uno en laBiblioteca Nacional de Colombia, y otro en laHoughton Library de la Universidad de Harvardcomprado a unos libreros de París (los hermanosSeminario de la rue des Pyramides), queperteneció a Uricoechea y que trae en la últimahoja de guarda, por el reverso, esta indicación

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suya: «Sujetado todo, cuaderno y anotaciones, ala consulta de mi erudito y bondadoso amigo D.Ezequiel Uricoechea, Bogotá, 15 de abril de 1874,Rufino José Cuervo».

Pues bien, en el número de la RevueHispanique que volvió a publicar la Muestra,Foulché-Delbosc la presentó con unas páginassuyas sobre don Rufino en las que cuenta:«Preservado de afanes económicos y deamistades embarazosas por la admirabledevoción de su hermano Don Ángel, daba rematea la abrumadora obra. Son años aquellos deestudio silencioso y pertinaz. El primer tomo delDiccionario de construcción y régimen sepublicó en 1886; el segundo, más extenso, en 1893.¿Qué desaliento ocurrió entonces? ¿Por quéhonda crisis atravesó el ferviente místico? Sinduda lo dejó desamparado y como huérfano lamuerte de Don Ángel ocurrida en 1896; sin dudasurgieron dificultades de dinero; pero correnotras versiones para explicar la suspensión delDiccionario. Se ha dicho (y no parece

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enteramente fundada esta afirmación) que aldarse cuenta en París de que la Biblioteca deRivadeneyra, de la que sacó en Bogotá la mayoríade los ejemplos de su Diccionario, era unacolección de textos de discutible exactitud, sellenó de escrúpulos por los defectos que tendríauna obra fundada en base tan incierta. Es verdadque la famosa Biblioteca no siempre es fuentefidedigna; pero solo debemos creer a medias estaexcusa que daba el mismo Cuervo, quien seinstaló en París en 1882. Se me hace imposibleque un erudito como él no comparara deinmediato los textos originales con la colecciónde Rivadeneyra y no notara enseguida los lunaresde esta. ¿Por qué, si tan grande era su escrúpulo,publicó entonces los dos tomos del Diccionario?Más plausible es suponer en un místico como éluna crisis de aridez, esa permanente duda de símismo y de su talento a la que pudieron llevarlosu religiosidad y su modestia. Esto y su altísimodeseo de perfección sí pudieron ser causalegítima de que no publicara los tomos restantesd e l Diccionario. Era escrupuloso hasta ser

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maniático, añadía y enmendaba infatigablemente.Como le confesó a un amigo, llegó a corregirhasta doce veces algunas pruebas de imprenta».

El amigo era él mismo, Foulché-Delbosc.Ahora bien, si Cuervo era escrupuloso hasta sermaniático como afirma este, y si se dio cuenta enlas bibliotecas de París de que durante diez añosse había basado en textos espurios, ¿por quépublicó entonces los dos primeros tomos de suDiccionario? Mi respuesta es que lo hizo por laconfusión esencial en que siempre estuvo frentea su libro. Y es que en el Diccionario deconstrucción y régimen de la lengua castellanahay mezclados dos diccionarios: uno sintáctico,como lo dice el título, y otro histórico, que noestá mencionado en él. Si el Diccionario deCuervo fuera exclusivamente sintáctico, no seríatan grave la modernización de los textos antiguosde la Biblioteca de Rivadeneyra pues esteacomodo a la lengua de la segunda mitad delsiglo XVIII o de la primera del XIX también haceparte del idioma. Cuervo, sea dicho de paso aquí,

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nunca le reprochó a Bello su manipulación en suGramática de muchos de los ejemplos quefiguran en ella tomados de los clásicos, pues nose trataba en este caso de una obra filológica sinogramatical. El problema del Diccionario deconstrucción y régimen surgía porque tambiénera histórico, y por ello no podía basarse enejemplos tomados de textos inciertos como losde Rivadeneyra. Algunos de ellos no estaríanadulterados, ¿pero cuáles? Mentiroso es el quemiente una sola vez, y al que miente una sola vezya no se le puede creer, por lo menos enfilología; en la vida diaria usted verá. De lanefasta Biblioteca de autores españoles desdela formación del lenguaje hasta nuestros díaspublicada en Madrid entre 1846 y 1880 en setenta yun volúmenes por Manuel Rivadeneyra, sacóCuervo sus ejemplos del Poema del Cid, los delPoema del Conde Fernán González, los delConde Lucanor, el Amadís de Gaula, laCelestina, el Lazarillo, Berceo, el Arcipreste deHita, Garcilaso, Antonio de Guevara, Lope de

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Rueda, fray Luis de Granada, fray Luis de León,san Juan de la Cruz, Fernando de Herrera, losArgensola, Lope, Calderón, Quevedo, Tirso,Góngora, Juan de Mariana, Saavedra Fajardo, LuisVélez de Guevara, Carlos Coloma, Francisco deRioja, Francisco Manuel de Melo, poetas,historiadores, místicos, dramaturgos, novelistasde la picaresca…

De algunos de los atropellos y refundicionescometidos por los editores de la colección deRivadeneyra trató específicamente Cuervo en sus«Indicaciones para el trabajo crítico y análisis dela Biblioteca de Autores Españoles »,comparando sus textos con los de las edicionesantiguas que pudo consultar, y así señala en esteescrito muchas erratas y modificacionesintroducidas en La gitanilla y el Quijote deCervantes, en la Celestina, las poesías deMeléndez, El Diablo Cojuelo de Luis Vélez deGuevara, la Conquista de Méjico de Solís, elExamen de ingenios de Huarte y las Guerrasciviles de Granada de Ginés Pérez de Hita. La

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verdad es que entre 1872 cuando Cuervo empezó atrabajar en su Diccionario en Bogotá, y 1893,cuando imprimió el segundo tomo en París,apenas si existían unas cuantas edicionescuidadas de los clásicos castellanos. No las habíaentonces ni siquiera del Poema del Cid, de laCrónica general, de la Celestina, del Lazarillo,de Cervantes… Estas vendrían luego y seríanobra de los hispanistas justamente, como Morel-Fatio y Foulché-Delbosc, o de Cuervo mismo,quien hizo la edición de cinco de las Novelasejemplares de Cervantes por encargo de Gröber(aparecieron en 1908 en la editorial de Heitz, deEstrasburgo). En resumen, todavía en la segundamitad del siglo XIX era imposible que un filólogoabarcara los ocho siglos y medio que llevaba deexistencia el idioma: en la sola espera de que losempleados de la Biblioteca Nacional de París letrajeran de los depósitos a la sala de lectura lasansiadas primeras ediciones se le iría buena partede la vida. Claro que don Rufino, apasionadobibliófilo, terminó siendo dueño de muchas

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ediciones preciosas de obras antiguas que hoy seencuentran en el Fondo Cuervo, compradas ensubastas de bibliotecas particulares o a losbouquinistes y a los libreros de París, o pedidasa Alemania y Suiza por catálogo, de los queconservó veinticuatro de las librerías alemanas ycuatro de las suizas. Solo que todas esas obras lasconsiguió después de 1882, el año en que llegó aParís trayendo de Bogotá las papeletas para latotalidad de su Diccionario.

Pero ni en la gramática, ni en la lexicografía,ni en la filología se agota Cuervo. Su alma solose puede medir por el delirio. Con elDiccionario de construcción y régimen de lalengua castellana lo que él pretendía era apresarel río caudaloso de este idioma, que venía del año1000 cuando se bifurcó del latín, y que arrastrabaen sus aguas torrentosas mucha basura recogidade aquí y de allá de siglo en siglo aunque eso sí,mezclada con unas cuantas joyas. Cuervo en sudesmesura lo quería todo: la basura y las joyas.Por eso podemos ver en su Diccionario, al lado

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de Garcilaso, los Argensola, Lope, Calderón yCervantes una pléyade de curas y monjas vueltospoetas y escritores, como la horrenda TeresaAhumada, más conocida por el alias de santaTeresa de Ávila, a quien él admiraba tanto pero dela que yo abomino: mayor adefesio no haproducido España. Volviendo al prólogo póstumode las Apuntaciones, sopésense las siguientespalabras suyas para que vean el grado de suambición rayana en la locura: «En cuanto a losdiccionarios castellanos, uno de sus principalesdefectos consiste en la incertidumbre delmétodo de calificación que emplean, reducido aexcluir lo que consideran reprochable. Estandopor hacer el diccionario completo de la lengua yfaltando siempre algo en los que existen, ya de loviejo, ya de lo usual, pues no es fácil anotarlotodo ni observarlo todo, se me ocurrenaturalmente esta duda: ¿lo que busco y no hallo,falta por olvido o por condenación? Para darnos aentender cumplidamente haremos brevesobservaciones sobre las dos principales laboresque incumben al lexicógrafo, que son la de

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colegir las voces y la de clasificarlas. Doscampos tiene la primera en qué emplearse, lalengua hablada y la lengua escrita; y salta a losojos la dificultad imponderable de registrar todaslas voces y frases usadas en todos los dominiosde la lengua, y hacer lo mismo con cuantas sehallan en los libros impresos y manuscritos,desde que ella empezó a ser instrumento decomunicación y gobierno o de creación literaria.Supongamos hecho este acopio: ¿habrá de tenercabida íntegro, sin merma ni elección ninguna, enel diccionario de la lengua?» Don Rufino enmanos de un loquero iría a dar al manicomio, yen manos de un teólogo al infierno por quererusurpar la totalidad que solo es atributo de Dios.En estas frases de este prólogo que escribió enlos últimos años de su vida y que se publicópóstumamente en 1939 en la edición colombianade la Editorial El Gráfico, que es la que yoestudiaba de niño, encuentro contrapuestas conclaridad, por primera y única vez en su obra, lasdos variantes generales de toda lengua que

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conozca la escritura: «la lengua hablada y lalengua escrita», enunciadas así, con estaspalabras que son las más apropiadas paradesignarlas y no como «Castellano popular ycastellano literario», que según parece iba a serel título de una de las dos obras proyectadas ensus últimos años y que no alcanzó a llevar a cabo,siendo la otra las «Disquisiciones sobre filologíacastellana». Así pues, la ambición deldesmesurado Rufino José Cuervo era meter enun diccionario todas las fras e s pronunciadas yescritas por los millones y millones dehispanohablantes que habían vivido en losnovecientos años que llevaba de existencia elcastellano como lengua distinta del latín. Dios,que con lo malo que es llega a ser bueno, ya lotiene en su gloria.

Entre los papeles que guardó don Rufino paraque un siglo largo después yo pudiera seguirle lapista están los borradores de varias cartas suyas asus distribuidores convertidos en sus editoresRoger y Chernoviz. Por una de ellas, del 1º de

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octubre de 1906, sabemos que el 18 de febrero delaño anterior firmó contrato con ellos para quepublicaran como editores, o sea corriendo conlos gastos, la quinta edición de las Apuntaciones,que habría de salir hacia febrero de 1907, valedecir veintidós años después de la cuarta, que élhabía publicado en Chartres en 1885 con sudinero, en la imprenta de Durand. Y noscorrobora lo anterior otra de sus cartas, del 26 dediciembre de 1905, al padre Antonio MaríaAlcover, lexicógrafo mallorquín que andabametido en locuras como la suya, en undiccionario del catalán: «Pasmado estará U. demi silencio. En fin de año debo rendir cuentas, yaunque malas, sé que hallarán indulgencia en laexquisita bondad de U. Por febrero último mecomprometieron a hacer nueva edición de unlibrito mío que está agotado hace no sé cuántosaños, corrigiendo lo indispensable solamente.Puestas manos a la obra, y enviado el principio ala imprenta, resultó que lo indispensable fue casitodo; en esta faena se me ha pasado el año, y aún

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no está concluida. Con esta fatiga mi salud se haquebrantado, y por eso escribo a U. en esta formahomeopática».

En el prólogo definitivo y póstumo de lasApuntaciones, que no salió con las ediciones de1907 y de 1914 debidas a Roger y Chernoviz sinocon la de 1939 de la editorial colombiana ElGráfico, tras hacer el recuento de las cuatroprimeras ediciones dice don Rufino: «Distraídosen otros trabajos y con el designio de reemplazarlas Apuntaciones con otro libro más extenso yde plan más científico, teníamos olvidadasaquellas, cuando varios amigos nos manifestaroncierta pena de que desapareciera una obra que apesar de sus defectos se ha hecho popular y aunpodría ser útil a los estudiosos; sin considerar alo que nos obligábamos condescendimos ensacarla otra vez a luz, corrigiendo, como nosdecían, lo indispensable, ora en cuanto a laredacción, ora en cuanto a la doctrina. Hechoesto en las primeras páginas que se remitieron ala imprenta, apareció que en lo demás había

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muchas partes que exigían reforma capital, y fueforzoso reducir la materia a otro orden conformea los principios mejor dilucidados de la historiadel lenguaje; de donde, con el aumento deartículos y observaciones, resultó unatransformación completa de casi todo el libro, sibien procuramos aprovechar en cuanto fueposible la redacción primitiva de los materiales.Pero no fue posible, en un trabajo que se hacía amedida que adelantaba la impresión, evitar talcual repetición o algún desacierto en ladisposición de los materiales». Roger yChernoviz estaban viviendo pues en París a partirde 1905, con Rufino José Cuervo Urisarri, lo queArnulfo Guarín vivió en Bogotá entre 1867 y 1872,un calvario. Dije que Roger y Chernoviz eranunos mercachifles de libros. Retiro mis palabras,eran unos santos. Y sin ir más lejos los canonizoya pero ya, urbi et orbi. Sancti sunt. Rueguenambos por mí que aquí sigo, esperandoansiosamente que se acabe de morir la lenguaespañola.

Y lo dicho en el prólogo definitivo de las

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Apuntaciones y lo escrito al padre Alcover noslo ratifica otra carta de don Rufino, ahora del 22de noviembre de 1906, a los colombianos VíctorM. Londoño e Ismael López: «He corregido lasúltimas pruebas de la quinta edición de lasApuntaciones, que estaban agotadas hace años, yque consentí se hiciese, pensando no requirieramás tiempo que el de añadir y corregir unascuantas especies. Muy desde el principio, apenasdadas a la imprenta unas cien páginas, eché de verque, con todos mis años, no debían correr comoestaban muchos capítulos, y fue precisoredactarlos de nuevo. Al publicar hace cerca decuarenta años este libro no pensé sino en hacerliteratura casera, con algunos ribetes deerudición pedantesca; pero libros de esta especieson hoy muy solicitados dondequiera, a causa delinterés que inspiran los estudios dialécticos y elproblema de la evolución del lenguaje. El síindiscreto dado a los editores me ha costadounos dos años de estudio y averiguaciones,dejándome el escrúpulo de que obra redactadapara ir poco a poco a la imprenta no carecerá de

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defectos en materia de método. Pienso recopilartambién en un volumen varios escritos que hansalido en alguna revista; pero vuelta a la mismahistoria. Empecé la revisión por el que se mefiguraba más completo: en aclarar y precisar elprimer párrafo llevo empleados casi dos meses».Ya unos días antes, el 7 de noviembre, le habíaescrito al gramático Emiliano Isaza, a Bogotá:«Las Apuntaciones han ido con escandalosalentitud, primero por causa mía pues tuve quehacer completamente de nuevo muchoscapítulos, y luego supongo que por causa de laimprenta, pues di el fin del trabajo el último deMayo y todavía no he recibido pruebas de lamayor parte del capítulo último, y no he dado elíndice, para incluir, en vista de lo impreso, lo quefalta. El otro tomo que anuncian Roger yChernoviz es una colección de varios artículosque U. conoce. Empecé a rever el que me parecíamás completo, y más de un mes llevo en aclarar yprecisar el primer párrafo. Eso es manía, dirá U.,y en parte no le faltará razón».

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En el catálogo de las novedades de Roger yChernoviz para el año de 1907 se dice que lasApuntaciones acaban de salir a luz, y que estánen prensa, en un tomo en octavo y en pasta detela, las Disquisiciones sobre filologíacastellana. Este es el tomo de recopilación deartículos a que se refería don Rufino en sus doscartas a los colombianos. En cuanto a losartículos que conocía Emiliano Isaza y que seiban a recopilar allí eran los que habían salido enlas tres grandes revistas filológicas de Francia:Romania, la Revue Hispanique y el BulletinHispanique. La verdad es que la obra no estabaen prensa como decían Roger y Chernoviz sinoen proyecto, y don Rufino no llegó a publicarla.Los artículos más notables que se iban a incluiren ella eran «Las segundas personas de plural enla conjugación castellana» y «Los casosenclíticos y proclíticos del pronombre de tercerapersona en castellano», ambos aparecidos enRomania; y las «Disquisiciones sobre antiguaortografía y pronunciación castellanas»,aparecido en dos números de la Revue

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Hispanique y el más original e importante de losque escribió. Sospecho que este sea el artículo aque se refiere en las dos cartas a loscolombianos diciendo que no logra escribir de élni el primer párrafo.

Todavía a principios de 1908 seguía con elproyecto de las «Disquisiciones sobre filologíacastellana», y el 9 de enero le escribía a EmilioTeza: «En los ratos que logro trabajar estoyrevisando varios artículos, ya medio anticuados,que salieron en la Romania y otras revistas paraformar un tomo. En algunos casos la correcciónme cuesta más trabajo que el que empleé parahacerlos nuevos. Si reproduzco los que escribí enpolémica con Valera, los refundiré en uno solo,quitando todo lo que pueda recordar el origen yla queja». Estos artículos de la polémica conValera son los que publicó con el título comúnde «El castellano en América» en dos númerosdel Bulletin Hispanique y que constituyen unlargo ensayo. Pero las «Disquisiciones sobrefilología castellana» nunca las terminó. El 8 de

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marzo de 1910 los de Roger y Chernoviz leescribían preguntándole qué había decidido hacercon ellas e informándole que como habían sidoanunciadas en su catálogo ya habían recibidopedidos de ejemplares. Y dos días después:«Tomamos nota de lo que nos dice respecto a las“Disquisiciones” y quedamos a sus órdenes parahablar de su publicación cuando llegue elmomento». Que yo sepa no llegó. En 1944 elpadre Félix Restrepo inició las publicaciones delInstituto Caro y Cuervo, recién fundado por él,con las que llamó Obras inéditas de Cuervo, quese imprimieron en los talleres de la EditorialVoluntad. En ellas juntó tres escritos: losartículos «Las segundas personas de plural en laconjugación castellana» y las «Disquisicionessobre antigua ortografía y pronunciacióncastellanas», refundidos y ampliados por Cuervoa treinta y una páginas el primero y a cuarenta yuna el segundo; y el «Castellano popular ycastellano literario» en trescientas dieciochopáginas, este sí un libro completamente inédito

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aunque fragmentario: se trata del comienzo deuna obra extensa y ambiciosa que Cuervo dejóesbozada en un manuscrito y de la que soloalcanzó a escribir unos capítulos, que tratan enespecial de fonética.

Sé de tres menciones al «Castellano popular ycastellano literario» hechas en vida de Cuervo.Una de Morel-Fatio en su reseña para Romaniade la edición de las Apuntaciones de 1907 queacababa de salir: «Al publicar una vez más susApuntaciones el autor ha juzgado necesario nosolo aprovechar todos los trabajos publicadossobre el español americano, sino estudiar decerca las variedades dialectales que semanifiestan en toda la extensión de la Península.Este aumento considerable de informacionesdiversas no podía ser condensado totalmente enesta quinta edición. El señor Cuervo nos prometeotra obra cuyo título será “Castellano popular ycastellano literario” y desde ahora se puede decirque aumentará la reputación adquirida por susanteriores trabajos, que lo han consagrado, conreconocimiento unánime, como la máxima

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autoridad en materia de filología española». Otramención está en un comentario a la mismaedición de las Apuntaciones aparecido en elArchiv de Alemania (sin firma pero debidoprobablemente a Heinrich Morf), en que se habladel proyecto de Cuervo de escribir una obra másextensa, el «Castellano popular y castellanoliterario», que presentaría la relación del españolde América con el de España. Y en fin, unamención en la última carta que ha quedado de lasque le escribió Schuchardt a don Rufino, del 11de marzo de 1907, en la que tras agradecerle elenvío de la nueva edición de las Apuntaciones secongratula de que ya esté muy adelantado el«Castellano popular y castellano literario». Locierto es que ninguno de los que mencionaronesta obra en vida de Cuervo la conocieron.

Las relaciones de Cuervo con Roger yChernoviz venían de muy atrás, de su primer viajea Europa en 1878, cuando conoció a AntoineRoger. La firma, que editaba libros en español ylos vendía en Hispanoamérica, se llamaba

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entonces Jouby & Roger; cuando don Rufino seestableció en París en 1882 ya se llamaba Roger yChernoviz; y años después de su muerte pasó amanos de André Blot. En la correspondencia dedon Rufino con Caro aparece el nombre deRoger una y otra vez, y esto desde la primeracarta de Caro del 16 de mayo de 1878, cuandoRufino José iba todavía en el barco con Ángelcamino a Europa por primera vez. Y es que estacasa de editores y distribuidores le surtía a Carolibros para su Librería Americana, que leenviaban a Colombia desde París. Así, porejemplo, en carta del 5 de septiembre de 1878 leescribe don Rufino desde París a su amigo deBogotá: «Por este correo debe despachar Rogerun paquete con unos catálogos, dos cajitas conplumas de ganso (una de ellas lleva la dirección yes una de las papelerías más afamadas aquí) y dosbulticos de papel para borradores. No puedoindicar a Roger nada de obras españolas ni deotros, porque aquí no leo periódicos ni nada queme pueda dar luz. Es posible que haya una revista

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bibliográfica española, y si la consigo se laenviaré». Y de nuevo a Caro, el 2 de noviembredel año indicado: «Cuando estuve en casa deRoger para enviar la revista bibliográfica, medijeron que no estaba en París».

Don Rufino se instaló definitivamente enParís a mediados de 1882. Entonces se reanuda sucorrespondencia con Caro, quien continuaba consu librería en Bogotá. En carta del 18 de octubrede ese año le dice Caro: «Hágame el favor detrasmitir a Roger y Chernoviz la adjunta letra. Sequejan ellos de que no les hago pedidos. El casoes que el gobierno me debe más de dos mil pesosque no me quiere pagar, y esto ha embarazadomis negocios. Conviene que V. a ratos perdidosempiece a revisar los originales de la Gramáticalatina para hacer allá una nueva edición, que porlo visto tendrá acogida en España». Y el 5 deoctubre de 1884, después de anunciarle el envíode algunos ejemplares del Prospecto de suDiccionario, le escribe don Rufino: «A pesar delo acosado que estoy, envié ayer a la imprenta los

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primeros materiales de las Apuntaciones. Comoya la vejez se me va entrando por las puertas [¡alos cuarenta años, por Dios, cómo estaré yo!], nosé si después de esta habrá tiempo para hacer otraedición; así he querido reformar y agregar todolo que tenía anotado. Es mucha brega, pero ¿quéremedio? Para esto no me he entendido conRoger, ni le he dicho que traigo eso entre manos.Como el mercado del libro es en Bogotá, nonecesito de intermediarios, que siempre cuestanalgo». Se trataba de la cuarta edición de lasApuntaciones, que don Rufino hizo por su cuenta(como las anteriores de Bogotá) en la imprentade Durand, de Chartres: salió el año siguiente ysus ejemplares se los envió a Caro para que losvendiera en su librería. Cuando Caro se metió a lapolítica le vendió la librería al joven JoséVicente Concha. Por ello esto que le escribe donRufino el 9 de enero de 1889: «Recibí una carta deConcha en que me pide Apuntaciones. Hacetiempo que me desprendí de eso, cediéndole aRoger la venta, porque habiendo algún pedido, mequitaban el tiempo con cartas y empaques y

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reclamos. Aunque, aun sin esto, sería necesariohacer el negocio con otras bases, porque con elalza de las letras es imposible conservar elantiguo precio, el cual no daría la mitad de losgastos de la edición y el envío. De todos modosrecomendaré a Roger el pedido de Concha, paraque le ofrezca todas las ventajas posibles». ¡Quéiba a imaginar entonces don Rufino el viejo quela siguiente edición de sus Apuntaciones, laquinta, la habrían de hacer como editores,tantísimos años después, Roger y Chernoviz, ysegún sospecho en la misma imprenta de Duranddonde él había impreso la cuarta, y donde estosseñores imprimían la Gramática de Bello consus Notas!

Los escritores hispanoamericanos soñabancon imprimir en París y si tenían el dinero y seles presentaba la ocasión se apuraban a hacerlo,porque primero, los impresores franceses eranmejores que los hispanoamericanos; y segundo,la palabra mágica «París» en la portada de unlibro le daba lustre: lo ponía a brillar como

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resplandor de santo. Caro, que a los cuarenta ysiete añitos ya planeaba editar sus Obrascompletas, le escribe a Cuervo, soñando con quela edición se pudiera hacer en París: «No tengoinconveniente en regalar el primer tomo, o sea elderecho de imprimirlo y venderlo por cuenta deleditor, como ensayo; y según el éxito puedehacerse un contrato por los demás». A lo cualdon Rufino le contesta: «No extrañe U. quedespués de mis dos cartas de Mónaco no hayavuelto a escribirle, porque no quería hacerloantes de poder comunicarle que había dadosiquiera algún paso para la publicación de suspoesías. A pe sar de la repugnancia que siento demeterme con la casa de Garnier, como ella estápublicando una colección de poetas americanos,quise averiguar siquiera cómo se entienden conlos autores; y yendo con achaque de comprar unlibro, supe, cosa que no extrañé, que piensanhacer un gran favor a quien les ceda la propiedad,dándole 50 ejemplares. Supe también que Rosa yBouret no entran sino en negocio en que vean el

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dinero en mano. Roger me ha dicho que él haríaun negocio parecido al que arregló con TorresCaicedo para los versos de Lázaro Pérez, queconsistió en tomarle cierto número deejemplares, quedando reducido al fin a que se ledieran 1800 francos para recibir no sé cuántosejemplares. En fin, no necesito decirle que Ángely yo tomaremos diez veces más empeño que si setratara de cosa nuestra, a fin de obtener lasmejores condiciones económicas y asegurar lacirculación de sus obras, ya completas, yapoéticas tan solamente». ¡Con lo mal que sehabría de portar ese malagradecido con donRufino cuando dos años después de esta cartallegó a la presidencia! El libro de las obraspoéticas y dramáticas de Lázaro María Pérez conensayo biográfico del loco Torres Caicedo loanunciaban efectivamente Roger y Chernoviz ensu catálogo: 650 páginas por diez francos. Yo nolas habría recibido ni regaladas. ¡Roger yChernoviz eran unos santos! Y publicaban librospíos escritos por santos: Nuestra Señora de

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Lourdes de E. Laserre, El cuarto de hora parasan José del abate Larfeuil, El Ángel de laEucaristía del padre Mayet, el Manual delcristiano del reverendo padre Camilo Ortúzar, Eljoven en la escuela de los santos del reverendopadre Berthier… Y todos en español, desdeParís, en homenaje a mi idioma, edicioncitas demil ejemplares en vez de editar al pornográficoZola ¡en ediciones de cien mil o doscientos mil!Y aquí no acaba el catálogo: sigue con Mis ideasy mis principios del mismísimo Torres Caicedoen persona y ya no prologando, en tres gruesostomos por 30 francos. De vivir hoy Roger yChernoviz, les daría, para que los publicaran endos o tres volúmenes, mis ideas y mis principios,los míos, con los que voy a empezar desde cerouna nueva religión, la mía, la primera, la última, laúnica que merezca tan empalagoso nombre. ¡Peroqué! Ya murieron. ¡Cómo no los voy a canonizarteniendo yo el poder y el hisopo de agua benditaen las manos para rociarlos con la eternidad delcielo! Los canonizo porque los canonizo así

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tenga que matar al mismísimo Ordóñez a quienen mala hora parió su madre.

Roger y Chernoviz distribuían el Diccionariode Cuervo y eran los editores de la Gramática deBello con sus Notas. El primer tomo delDiccionario se vendía al público en veinticincofrancos, de los que Roger y Chernoviz le dabanquince a don Rufino; el segundo, en treintafrancos, de los que le daban dieciocho consetenta y cinco centavos. Ambos tomos losguardaban Roger y Chernoviz en sus bodegas (oen las de sus impresores) junto con las matrices,que tras la primera y única edición nunca sevolvieron a utilizar. Una parte de la edición seencuadernó desde un comienzo, y el resto de losejemplares quedaron en pliegos impresos paraser encuadernados cuando se agotaran los otros.Que yo sepa solo en una ocasión se agotaron losencuadernados y se tuvieron que encuadernar más(en una venta excepcional de 386 ejemplareshecha a la Legación mexicana y al Consuladohondureño), de suerte que cuando murió don

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Rufino lo que quedó de su Diccionario fueron unrimero de pliegos impresos que nunca nadieencuadernó, y unas matrices que nunca nadie másusó. Si consideramos que los dos tomos juntosse vendían al público en cincuenta y cincofrancos, y que de estos Roger y Chernoviz letenían que dar treinta y tres con setenta y cincocentavos a don Rufino, y a los libreros un buendescuento, no era que ganaran con él lo queGeorges Charpentier con las novelas de Zola. LaGramática se vendía a seis francos con noventa,de los que le daban a don Rufino cincuentacentavos por derechos de autor. ¡Casi el diez porciento, que era y sigue siendo lo estipulado! Peroresulta que Cuervo no era el único autor de esaGramática, sino también, y en primer lugar,Andrés Bello, quien desde hacía mucho yacía,indefenso, en su tumba. Don Rufino sería santo ydecentísimo en sus cuentas, ¡pero listo! Así sevolvió en la escuela de los tenderos y agiotistasbogotanos.

Las cuentas con Roger y Chernoviz que

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conservó don Rufino van de junio de 1895 adiciembre de 1908; faltan las de los añosinmediatamente anteriores y las de sus dosúltimos años de vida, 1909 y 1910. En el lapsoindicado Roger y Chernoviz le pagaron 14.732francos, en su mayor parte por concepto de ladistribución de su Diccionario, y el resto por losderechos de autor de sus Notas a la Gramáticade Bello y por minucias: veintidós ejemplares dela Vida de Rufino Cuervo y noticias de su épocavendidos a dieciocho francos los dos tomosmenos tres de comisión, y un ejemplar de Jamás,la novela de Ángel, único vendido, por un francocon ochenta centavos, de trece que estuvierondurante años y años en consignación. Seisejemplares de los dos tomos del Diccionario quese mandaron a una librería de Sevilla a instanciasde don Rufino nunca se vendieron. Don Rufinovendió directamente ciento veinte ejemplares(doscientos cuarenta volúmenes) delDiccionario a la Legación de México en París, ysetenta y tres ejemplares (ciento cuarenta y seis

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volúmenes) al Consulado de Honduras, por 10.560francos, de los que les dio 1.583 a Roger yChernoviz por su ayuda en la venta, y 2.771 por laencuadernación y despacho de los volúmenes,quedándole así 6.206 francos. Sumando estaúltima cantidad a los 14.732 francos arribamencionados y a mil que le dieron como pagoanticipado por sus derechos de autor de la quintaedición de las Apuntaciones, tenemos un grantotal de 21.938 francos. Eso fue lo que recibió porsus libros en un lapso de trece años y medio. Lasliquidaciones le llegaban semestralmente, y eldinero se lo depositaban en su cuenta de laoficina central del Comptoir Nationald’Escompte, del número 14 de la rue Bergère deParís. Las apasionantes cuentas de lo que lemandaron de Colombia a don Rufino por elarrendamiento de sus propiedades en ese lapso, ylas de antes y después, las dejo para más adelante.A ver si Dios me da vida y cabeza y voluntad y lasalcanzo a consignar en este libro.

La segunda Conferencia InternacionalAmericana, reunida en México, aprobó en su

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sesión del 30 de enero de 1902 una resoluciónfirmada por los delegados de los paísesparticipantes en que estos se comprometían areunir 210.000 francos para que Cuervo pudieraterminar su Diccionario y se hiciera una ediciónde él de mil doscientos ejemplares. Ciento diezmil francos los pagarían, a razón de veintidós milcada uno, Argentina, Colombia, Chile, EstadosUnidos y México; y cien mil, a razón de diez milcada uno, Bolivia, Costa Rica, la RepúblicaDominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala,Honduras, Nicaragua, Paraguay y Uruguay. Laresolución se quedó en el papel, pero de ellaresultaron comprando, México y Honduras, losejemplares a que me he referido de los dostomos publicados.

Enterados por don Rufino de la ConferenciaInternacional Americana, Roger y Chernoviz leescribieron diciéndole que en vista de ladesastrosa situación por la que pasaba entoncesColombia (la guerra de los Mil Días), a raíz de lacual él había dejado de recibir las rentas de suspropiedades y se había visto obligado a suspender

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s u Diccionario, ellos se ofrecían a costear lacontinuación. «Il est profondément regrettablequ’un pareil monument littéraire reste inachevé,étant donné surtout, ainsi que vous les dites, quetous les matériaux sont au complet. Nous nousmettons à votre disposition pour publier à nosfrais les tomes III et suivants de votreDictionnaire. Il vous seront payés des droitsd’auteur sur la vente, droits que vous fixeriezvous-même et sur lequels nous ne manquerionspas de nous mettre facilement d’accord»: «Esverdaderamente lamentable que semejantemonumento literario se quede inconcluso,máxime que, según dice usted, todo su materialha sido completado. Nos ponemos a sus órdenespara publicar por cuenta nuestra los tomostercero y siguientes de su Diccionario. Lepagaremos derechos de autor sobre las ventas,que usted mismo determinará y sobre los cualesnos pondremos fácilmente de acuerdo». Ofertamás generosa no recibió Cuervo en su vida, si esque recibió alguna. Roger y Chernoviz estaban

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dispuestos a hacer con él lo que Louis Hachettehabía hecho con Littré, costearle su Diccionario.Solo que en el caso de Cuervo se trataba deldiccionario de una lengua extranjera, pues Rogery Chernoviz eran santos franceses y nocolombianos ni españoles. Y medio año despuéslos dos santos le refrendaban la propuesta. ¿Porqué no la aceptó Cuervo? ¿O la de la ConferenciaInternacional Americana? En su artículonecrológico «Cuervo íntimo» dice Tannenberg:«Tanto de México con ocasión del CongresoPanamericano como de Bogotá lo instaban a quecontinuara su Diccionario, bien fuera com o unlibro americano o bien como un libro nacional,ofreciéndole costear los enormes gastos de laimpresión. Me acuerdo muy bien de que hubo unmomento en que la proposición mexicana,entonces a medio formular, pareció animarlo.Pero todo se vino abajo, sin que pueda decir porqué razón. Tal vez porque no supieron manejar laindependencia un poco sombría del autor, quepudo creer que pensaban confiscarle su obra. La

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soledad engendra la desconfianza, y acaso teníarazón en desconfiar. Lástima que no se hubieradecidido a publicar por lo menos el tercervolumen, del cual quedaron en un muebleespecial, y las he visto yo, las papeletas listas yclasificadas hasta la letra L». Efectivamente, laspapeletas manuscritas que dejó Cuervo llegabanhasta los ejemplos de la palabra libertar. Ademásde las cuales dejó terminadas las primerascincuenta y tres monografías de la letra E, y enuna serie de cuadernos cifrados, las indicacionesde las obras, con páginas y tomos, de dondepensaba sacar los ejemplos para las restantesmonografías, hasta la última de la Z. En lo que síse equivoca Tannenberg es en decir que en algúnmomento Colombia estuvo dispuesta asubvencionar la obra. Jamás. El gobiernocolombiano, reinando Caro, le ofreció comprarlealgunos ejemplares. Y no lo hicieron. Colombiaes miserable. Salvo atropellos, no hay queesperar nunca nada de ella. Para más fueronHonduras y México, que se portaron con don

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Rufino tan generosamente.¿Y qué pasaba con las Disquisiciones sobre

filología castellana que anunciaban loscatálogos de Roger y Chernoviz? El anunciohabía despertado un gran interés y estos loinstaban, una y otra vez, a publicarlas. ¿Quéproblema había en juntar unos artículos que yahabían aparecido en las revistas filológicasfrancesas? ¿No lograba salir del primer párrafode algún artículo en que se había atorado? Lohubiera dejado tal cual estaba y santo remedio.Nunca les dio el libro a sus bienintencionadoseditores. Modificó y aumentó algún artículo yeso fue todo. Y con las Apuntaciones ocurrióalgo parecido. La quinta edición salió porempeño de Roger y Chernoviz, quienes habíandistribuido una parte de la cuarta edición, hastaque se agotó. Por los pedidos de sus clientes deHispanoamérica sabían que el libro seguíainteresando y durante años le pidieron a donRufino que lo reeditara. Por fin consiguieron queles permitiera editarlo a ellos, y el 18 de febrerode 1905 firmaron con él el contrato para la nueva

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edición, que salió a principios de 1907. Estaedición se imprimió en dos tiradas distintas, condos distintos tipos de papel: una para Colombiapor encargo de la Librería de Camacho Roldán yTamayo de Bogotá, y otra para la ediciónordinaria de Roger y Chernoviz que iba a losrestantes países hispanoamericanos, y queanunciaban en sus catálogos a un precio de ochofrancos. El 15 de octubre de 1909 René Roger(hijo de Antoine, quien había muerto dos añosatrás) le escribía a don Rufino (en máquina deescribir, que ya empezaba a reemplazar las cartasmanuscritas en la correspondencia comercial):«Aprovecho la ocasión para informarle que lasApuntaciones ya están agotadas. Como veodifícil, dado sus numerosos trabajos y muy enespecial las Disquisiciones, que me dé usted laedición refundida que está preparando, para noperder las ventas de la obra sería bueno procedera una tirada provisional. ¿Quiere que hagaimprimir mil ejemplares en las mismascondiciones que las anteriores, o sea mediando la

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suma de mil francos pagables de inmediato si asílo desea?» Las cartas de don Rufino a Roger yChernoviz no han quedado, pero sí los borradoresde varias de las que les dirigió. Uno de estos,fragmentario, lleva la fecha del 2 de noviembrede 1909 (dos semanas después de la carta de RenéRoger), y en él don Rufino les dice que no estádispuesto a renovar el contrato del 18 de febrerode 1905 porque han violado lo que convinieron enél. Y es que en los catálogos el precio de lasApuntaciones pasó de ocho francos a diez consetenta centavos. Tres días después Roger yChernoviz le contestaron explicándole que habíancambiado el precio en los catálogos para queestos se pudieran distribuir entre el público engeneral, pero que a los libreros, que eran susclientes, ellos les seguían dando lasApuntaciones a ocho francos, y la Gramática deBello a seis con noventa centavos y un descuentodel diez por ciento. Que don Rufino podíamandar a alguien, si lo deseaba, para que revisarasus libros de contabilidad. Y acto seguido pasan a

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contestar algo que desconozco pues del borradorde don Rufino solo quedó el primer pliego: «Enrespuesta al último párrafo de su carta,aceptamos en principio comprarle la propiedadtotal de sus obras». Que les hiciera una propuestabasándose en las liquidaciones de los últimosaños. «En cuanto al Diccionario, la cuestión esmás delicada porque los ejemplares y lasmatrices le pertenecen a usted, y por otra parte laventa se ha vuelto muy difícil pues la gente estápersuadida de que la obra no se terminará. Sírvaseentonces, teniendo en cuenta estasconsideraciones, hacernos una oferta separadapara todas las existencias y la propiedad delDiccionario ». Y que si adquirían ellos sus obraspodría seguir corrigiéndolas y modificándolas enlas distintas ediciones cuando fuera del caso,pues bien sabían de su amor por la ciencia. Lapropuesta de Roger y Chernoviz eraabsolutamente razonable. El que no lo era era donRufino. Ahora bien, si el Diccionario no se iba acontinuar, ¿de qué obras de Cuervo estaban

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hablando? ¿De las Notas a la Gramática deBello? Roger y Chernoviz ya tenían los derechosdesde hacía años y don Rufino nunca protestó porlos pagos de sus regalías de las múltiplesediciones que se habían hecho. ¿De lasDisquisiciones entonces? Su terminación estabatan en veremos como la del Diccionario.Quedaban las Apuntaciones. Lo razonable eraimprimir la sexta edición de estas tal comoestaban en la quinta para aprovechar las ventas, entanto Cuervo adelantaba con calma otra ediciónmodificada. Es más, no había ninguna razón paraseguir modificando ese libro viejo, que en 1909tenía ya treinta y siete años: el idioma habíacambiado mucho en ese lapso y la gente cada díahacía menos caso de la censura de losquisquillosos, alias puristas. Hoy del presidentepara abajo no solo no hacen caso, sino que todos,todos sin excepción, escupen a este pobreidioma. Y digo «escupen» por no usar un verbopronominal más fuerte que se usa con lapreposición «en». Lo que ha debido hacer Cuervoera concentrarse en su «Castellano popular y

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castellano literario» y punto. Pero una cosa escomo veo el mundo yo, que soy sensato, y otracomo lo veía Cuervo, que no lo fue. ¡Si hubieravivido entonces Ángel para que lo hubieraaconsejado con la venta de sus Obras completas!¡Pero qué! A Ángel, sin decir agua va ni aguaviene, un día infausto se lo llevó el Señor.

Las varias cartas que se cruzaron don Rufino yla casa de Roger y Chernoviz entre principios denoviembre de 1909 y principios de febrero de 1910las resumo con la negativa rotunda de Cuervo aque hicieran más ediciones de sus Apuntaciones,y la de ellos a comprarle la totalidad de susobras: que colocando el dinero que les pedía alcinco por ciento, decían, les iría mejor. «Commevous m’aviez dit que la somme demandée étaitdéfinitive et qu’il n’y avait pas lieu de vous fairede contre-proposition, je me suis borné aenregistrer la décision de mes commanditaires,sans leur demander rien de plus»: «Como ustedme dijo que la suma que pedía era definitiva y queno tenía caso que le hiciéramos una contraoferta,

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me he limitado a tomar nota de la decisión demis socios sin pedirles nada más». ¿Qué suma lespidió don Rufino? No lo sabremos porque no fuepor escrito sino en una visita que después deposponerla muchas veces, por enfermedad o faltade ganas, le hizo por fin René Roger a suapartamento de la rue de Siam y yo no soy comoBalzac ni como Zola que estaban metidos entodos los cuartos grabando con grabadora cuantodecían sus criaturas.

Cuervo tenía la sospecha de que Roger yChernoviz habían hecho dos veces la quintaedición de las Apuntaciones. Lo digo por elborrador de una carta que no creo que les hubieramandado a estos señores pues la acusación queles hacía en ella era muy grave. El borrador estáescrito en francés (únicas frases suyas en esteidioma que conozca) por el reverso de un avisode depósito enviado por el Comptoir Nationald’Escompte, y en él dice: «Quelque jours avantcette déclaration de l’auteur (15 Octobre 1909) leséditeurs lui proposaient de procéder à un tirage

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provisoire de 1100/1000. Ceci fit soupçonner àl’auteur qu’on avait fait des empreintes; et cesoupçon a été confirmé par l’un des éditeurs lui-même. Comme il est impossible de supposerqu’à l’imprimerie on ait gardé la compositionpendant au mois dix huit mois pour faire lesempreintes avant qu’on ait demandé l’autorisationpour une autre edition, il s’ensuit que cesempreintes ont été faites depuis lecommencement de l’impression, sans laconnaissance et beaucoup moins sans leconsentement de l’auteur»: «Unos días antes deesta declaración del autor (el 15 de octubre de1909) los editores le proponían hacer una tiradaprovisional de 1100/1000. Esto le hizo sospecharal autor que se habían hecho las matrices; y estasospecha la confirmó uno de los editores. Comoes imposible suponer que en la imprenta hayanguardado la composición durante dieciochomeses al menos para hacer las matrices antes deque se haya pedido autorización para otraedición, se deduce que tales matrices fueronhechas desde el comienzo de la impresión, sin el

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conocimiento y mucho menos sin elconsentimiento del autor».

La carta mencionada del 15 de octubre de 1909,de René Roger, la conozco y ya la cité y nada enella hace pensar que hubiera habido algoincorrecto de parte suya. Simplemente en Rogery Chernoviz guardaron las matrices que habíanhecho de las Apuntaciones durante los dieciochomeses de que habla don Rufino, así como él habíaguardado las de los dos tomos de su Diccionario,veintitrés años las del primero y dieciséis las delsegundo. Y sin embargo algo incorrecto sí pudohaber por parte de Roger y Chernoviz, y me lohace sospechar una carta de ellos a don Rufino,del 10 de marzo de 1910, en que le anunciaban queiban a hacer una nueva edición de la Gramáticade Bello. La carta, que traduzco del francés,empieza diciendo: «En respuesta a su carta del 9de los corrientes, lamentamos que no hayarecibido ejemplares de la última edición de laGramática: estábamos convencidos de que se loshabíamos enviado. Para reparar el olvido le

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mandamos por paquete postal cinco ejemplares».Y en la posdata: «La nueva edición de laGramática deberá llevar como cifradecimotercera edición. En la tirada de la ediciónanterior, la decimosegunda, nos olvidamos decambiar en el título el número de la edición y lafecha: tal vez fue eso lo que le hizo creer a ustedque no había recibido ejemplares de ladecimosegunda, a menos, como le decíamos, quehubiera sido un olvido de la casa». ¿Le estabanrobando Roger y Chernoviz regalías de laGramática y de las Apuntaciones a don Rufino?Sabrá Dios, que es el que sabe. Y sabrá tambiénpor qué en la sexta edición de las Apuntaciones,que salió en 1914, tres años después de la muertede Cuervo, figuran ellos como editores. En estaedición las Apuntaciones constaban de 999artículos en 713 páginas, más 40 del prólogo.Cuervo corrigió las pruebas hasta la página 448,artículo 575, y Jesús Antonio Hoyos y LuisMartínez Silva, comisionados por la Legacióncolombiana, terminaron la corrección. Se les fue

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el libro con el prólogo viejo de las edicionesanteriores pues no sabían que don Rufinoguardaba entre sus papeles otro, el definitivo. Alfinal de la última página, después de la Tabla deMaterias, se dice que el libro fue impreso en«Maçon, Protat Frères, Imprimeurs», y que espropiedad del Hospital de Caridad u Hospital SanJuan de Dios de Bogotá. Mi sospecha es que donRufino costeó la sexta edición de lasApuntaciones con su dinero, y si Roger yChernoviz figuran en la portada como suseditores sin serlo, al igual que figuraron en lasdel Diccionario y la Vida de Rufino Cuervo, esporque Dios es grande y quiso tenerlos parasiempre asociados al nombre de su santo.Después de la citada carta del 10 de marzo de 1910hay dos más de Roger y Chernoviz, del 9 demarzo y el 7 de abril del año siguiente, paraenterarlo de que la decimotercera edición de laGramática de Bello estaba agotada y quepreparaban la decimocuarta, de mil cienejemplares, a fin de que les enviara sus

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correcciones a ellos, o bien directamente aDurand, el impresor. Estas ediciones de laGramática de Bello en realidad no eranverdaderas ediciones sino simples reimpresionescon algún mínimo cambio. Tres meses y diez díasdespués de la carta del 7 de abril murió donRufino.

Los problemas con Roger y Chernoviz veníande vieja data; cuando menos desde la impresióndel segundo tomo del Diccionario, que seterminó de imprimir a mediados de noviembre de1893 y que por obra de Antoine Roger salió convarios pliegos impresos en papel de baja calidad.De Antoine Roger ya sabía Cuervo desde antes desu primer viaje a Europa, cuando lo conoció, porcarta de Uricoechea del 4 de noviembre de 1877en que este le pedía: «Entre nos, dígale a Caroque le abra mucho el ojo a Roger que es unpillastre que so capa de libros místicos le mete lauña al prójimo con mucha compunción. Noquitemos honras (que no existen), pero nodejemos a los amigos ser víctimas. No digo que

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lo será, si él toma sus precauciones, perosoldado prevenido no muere en guerra». Puesbien, el 30 de diciembre de 1894 Cuervo leescribía a Teza, a Padua: «El tercer tomo delDiccionario está algo atrasado por desavenenciascon los editores, con quienes he tenido el pecadode ser excesivamente cumplido; U. sabe que paralos comerciantes ha de ser uno como fiera. Unaño hace que estoy en disputa para que mearreglen mi cuenta. U. me dirá que por qué no mevoy a otra parte; respondo: por miedo de dar enotros peores». Y el 20 de enero siguiente, encarta a Ignacio Gutiérrez Ponce, a Londres,continuaba con las quejas: «El tercer tomo delDiccionario no ha empezado a imprimirseporque se han ofrecido varios tropiezos, uno deellos el estar de malas con los editores porarreglo de cuentas; tuve que buscar abogado;gracias a esto mi haber se ha duplicado, perotodavía no se ha concluido la cuestión después deun año. Me causa horror meterme con otros».

De la trastada del papel sabemos por la

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necrología «Cuervo íntimo» de Tannenberg y poruna carta a Cuervo de Morel-Fatio. EscribeTannenberg: «Lleno de entusiasmo y confianzapor la acogida del primer tomo de suDiccionario quiso llevar a cabo sin dilaciones lapublicación de los cuatro o cinco restantes. En1893 apareció el segundo, mucho más extensoque el primero. Todo parecía ir bien, pero leesperaba una decepción dolorosa. Por undescuido imperdonable del editor la impresión sehizo en un papel de calidad inferior, endetrimento de la claridad tipográfica y de laduración de los ejemplares. Fue un golpedemoledor para el señor Cuervo, tan cuidadosocomo era de los más pequeños detalles y queningún sacrificio se había ahorrado para asegurarla ejecución perfecta de su obra. El daño no erairreparable ni tan grande como él creía. De hechosolo era defectuoso el final de volumen. Pero suextremada sensibilidad le magnificaba elproblema. Algunos lamentaron que hubieraeconomizado en el papel, y eso lo exasperaba.

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Los amigos trataron de consolarlo poniendo lascosas en sus justas dimensiones peroinútilmente. Él, de una conciencia tan recta yescrupulosa en sus compromisos, se sentíaengañado, robado, herido en lo más íntimo. Fuemucho lo que sufrió y se necesitaron años paraque pudiera hablar del asunto con serenidad. Laconsecuencia deplorable de la imperfección delsegundo tomo acabó por desilusionarlo de suobra. Se la habían arruinado».

En cuanto a la carta de Morel-Fatio, es del 11de febrero de 1894, cuando todavía estaba frescala tinta del segundo tomo del Diccionario, y se laescribió a don Rufino para consolarlo. Comocasi todas las que le dirigió está escrita enespañol, y en ella le dice: «Al mirar otra vez eltomo à tête reposée y a la mejor luz del día, meparece que la diferencia del color del papel entrelos primeros y los últimos pliegos es muy poca;a lo menos la percibo apenas y sin la advertenciade Vd. no hubiera reparado en ese defectillo queen todo caso es de muy poca monta. Además lo

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único que importa es que sea bien impresa ycorregida, y lo es efectivamente, y creo que nose conseguiría hacerlo mejor». Juro por Dios quelo vio y que me ve, que cuando don Rufino leyó«lo único que importa es que sea bien impresa ycorregida, y lo es efectivamente», pensó en lodifícil que es para los extranjeros, así se trataradel más grande hispanista, entender la infinidadde sutiles diferencias que existen en castellanoentre los verbos «ser» y «estar», pues lo queMorel-Fatio debió haber escrito era: «lo únicoque importa es que esté bien impresa y corregida,y lo está efectivamente». Dios, que se le llevó asu hermano Ángel que era su apoyo y suconsuelo, y el sinvergüenza de Antoine Roger,que le arruinó el segundo tomo de suDiccionario, son los culpables, por partesiguales, de que Cuervo lo hubiera dejadoempezado. Descanonizo ipso facto al franchutede Antoine Roger, un salaud, como el Otro.Cada día que pasa y que sale el sol tengo máspruebas de la maldad de esa entelequia fea y

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dañina que llaman Dios. Claro que Dios existe,¡pero es más malo que Caín!

Cuervo tenía muy claro desde un principio quesu Diccionario no se iba a vender. La Gramáticalatina que escribió con Caro se vendía porquefue adoptada como texto escolar, y estos sevenden todos. Las Apuntaciones se vendíanporque tenían un fin práctico: corregir, en lohablado y en lo escrito, los atropellos al idioma.Pero el Diccionario de construcción y régimen¿para qué podía servir? Bien lo dijo en surecopilación de escritos Legajo de varios elespañol Elías Zerolo, quien fue amigo de donRufino en París donde trabajaba en la editorial deGarnier Hermanos: «Si algo puede decirse de lamagna obra del señor Cuervo es que en el actualestado de los conocimientos no puede prestarutilidad sino a reducido número de personas».Miguel Antonio Caro fue el gran testigo de lagestación del Diccionario de Cuervo en Bogotá,y Alfred Morel-Fatio de su publicación en París.El 5 de diciembre de 1883, cuando estaba a punto

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de imprimir el Prospecto, le escribía Cuervodesde París a Bogotá a su amigo Caro: «Nopasará de dos días sin que, con la ayuda de Dios,lleve los primeros manuscritos para la impresióndefinitiva: será la preposición a, que está escritaen más de mil cuartillas como las que U. vio allá,y podría dar a dos columnas, en el tamaño porejemplo del Diccionario de Velásquez, deveinticinco a treinta páginas. Esto me hace creerque el libro no se venda». Dio veintinuevepáginas en cuarto, en un tipo pequeño ycompacto: cincuenta y ocho columnas. El verbodar, sesenta y cinco columnas. Y la preposiciónde, ochenta. Cuando Caro recibió el Prospectodel Diccionario de Cuervo en Bogotá le escribióa su amigo: «Mi querido Rufino: Dos palabraspara darle las gracias por su preciosa muestra.Del trabajo de U., de que yo conocía ya losartículos que U. me enseñó en esta ciudad, nadatengo que decirle. En cuanto a la edición, le diréque me ha parecido muy correcta y limpia, perodemasiado condensada y el tipo muy chico,

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inconvenientes que, dado cierto plan depublicación, reconozco que eran inevitables». Noeran inevitables, eran un error fatal: el tipo deletra tan pequeño y condensado hacía dificilísimala lectura del libro, pero para remediar el defectohabría habido que perder lo impreso y levantar eltexto de nuevo y volverlo a imprimir.

Los reparos de Morel-Fatio iban más lejos. Ensu reseña del Prospecto para la Revue Critiquehablaba de la impresión abrumadora que lecausaba el amontonamiento de tantasdefiniciones y ejemplos y decía: «Elagrupamiento material y la disposicióntipográfica de este Diccionario darán lugar talvez a algunas censuras. ¿No había medio depresentar menos compactas las columnas, deagrandar los numerales y las letras que señalanlas divisiones y subdivisiones, y de poner a lacabeza de cada uno de los artículos largos unsumario de las materias tratadas en ellos, con lacorrespondiente indicación de los mismosnumerales y letras? El artículo de la preposición

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a nos ha parecido una selva virgen a la quehubiera que entrar hacha en mano, y no sin riesgode perder el tino». Yo, que nací en el país de laAmazonia donde se gestó esa obra magna, diríaque machete en mano, pero no importa, con loque sea. ¡Qué inteligente era este hispanista, yqué joven, de treinta y cuatro años! Y porsupuesto que el Diccionario de Cuervo no sevendió. O mejor dicho sí, pero poco.

Las monografías más importantes delDiccionario de construcción y régimen, y por lotanto las más extensas, estaban divididas ennumerales arábigos, estos en letras latinas, estasen letras griegas, y estas en dobles letras griegas.Así, por ejemplo, la primera monografía, la de lapreposición a, estaba dividida en 19 numerales,con los números arábigos escritos en negritas. Elnumeral 9, por ejemplo, que trata de lapreposición a en el acusativo, está dividido endiez letras, de la a hasta la jota. Esta letra jota asu vez está dividida en alfa y beta; y esta alfa estádividida en doble alfa, doble beta y doble gamma.

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Solo al final de cada numeral hay un punto yaparte, único respiro tipográfico. Las páginastenían dos columnas, y sesenta y ocho líneas cadacolumna. El numeral 9 se arrastra por seiscientascuarenta y nueve líneas seguidas (algo más denueve columnas y media), sin un punto y aparte,como para cortar el aliento. Lo más grave es quelas citas se prodigan innecesariamente pues porlo visto todas las que Cuervo reunió en los añosque se pasó recopilándolas en Bogotá las usó ens u Diccionario, sin dejar por fuera ninguna:decenas de miles de citas tomadas de centenaresde escritores y de obras del pasado y de sutiempo. Así en el numeral 17, que trata del uso dela preposición a para denotar el medio o elinstrumento, amontona diecinueve ejemplos dediecinueve autores, siendo que con uno solobastaba: «Padeció David grandes trabajos en supersona y en las de sus descendientes,perseguidos y muertos casi todos a cuchillo »(Saavedra Fajardo). «Tus valientes morirán acuchillo » (fray Luis de León). «Llegamos pues a

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tiempo que seguro / Podrás ver la contiendaporfïada / Y sin escalas por el roto muro / Entrarlos de Felipe a pura espada » (Ercilla). Dosmuertos a cuchillo y otro a espada en tresejemplos seguidos. «No muere a manos griegasni romanas» (Bartolomé Leonardo deArgensola). «Déjame morir a mí a manos de mispensamientos y a fuerza de mis desgracias»(Cervantes). Y aquí solo es toy poniendo en losparéntesis los autores; Cuervo indicaba además laobra, el capítulo, la página y la edición, que casisiempre eran las de Rivadeneyra. Esta infinidadde referencias bibliográficas, una por cada cita,sobraban, eran un capricho de filólogo por fuerade lugar en un diccionario. Además al ir la obracitada en cursivas (y asimismo las abreviaturas ylas letras griegas de la numeración), Cuervogastaba la posibilidad de usarlas para indicar encada ejemplo lo pertinente, como lo acabo dehacer yo: a cuchillo, a espada, a manos, amanos de, a fuerza de.

El primer tomo del Diccionario salió de la

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imprenta de Bourloton en noviembre de 1886.Calculo que se tiraron mil quinientos ejemplares,de los que la mitad se encuadernó y la otra mitadse quedó en pliegos sueltos. Doscientosejemplares de la primera remesa que se mandó aColombia se quemaron en el incendio del vaporLa France en Martinica; Pombo le anunciaba aCuervo, como un triunfo, la venta de ochentaejemplares de la segunda remesa, que no sé decuántos fue; y el ave negra de Gabino PachecoZegarra le contaba desde España que el libreroMurillo no creía poder vender los cincuenta quele habían mandado. El 30 de junio de 1895, cuandoempiezan las cuentas de Roger y Chernoviz queconservó don Rufino, quedaban por venderochocientos sesenta y nueve ejemplares de esteprimer tomo, la mayoría en pliegos, y para el 30de junio de 1903, cuando se mandaron aencuadernar los ciento noventa y dos compradospor la Legación mexicana y el Consulado deHonduras, quedaban, sin restar todavía estos,setecientos cuarenta y cinco. O sea que en un

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lapso de ocho años se vendieron cientoveinticuatro ejemplares. Consolémonos losdevotos de don Rufino con saber que el granNoah Webster vendió de su diccionario delinglés, A Compendious Dictionary of theEnglish Language, que le tomó veintisiete añosde trabajo, y en los Estados Unidos que era todoun país mientras que Colombia era un paisito, dosmil quinientos ejemplares. Ah sí, pero de sumanual de ortografía, The American SpellingBook, de tapas azules, en 1837 llevaba vendidos¡quince millones! Y vivió seis años más, desuerte que del librito ese de tapas azules viovender en vida, cuando menos, diecisietemillones. Le pagaban medio centavo de dólar porejemplar vendido, lo cual es poco pero siendotantos mucho. Y sin embargo para sacar lasegunda edición de su Diccionario, que imprimiópor su cuenta, tuvo que hipotecar la casa. El quequiera vivir bien y en paz con Dios y su mujer,póngase a mamar del gobierno y no se meta ahacer diccionarios. Salvo, claro, que lo que

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busque sea la santidad.Cuervo empezó su Diccionario de

construcción y régimen de la lengua castellanaen Bogotá el 29 de junio de 1872. Cuando llegó aParís, a mediados de 1882, traía de Colombia lascitas para todas las letras, y redactados losartículos o entradas o monografías de las cuatroprimeras. Hacia noviembre de 1883 publicó enBourloton, Imprimeries réunies, a modo deensayo tipográfico, unas pocas páginas con lasmonografías de acá y acabar. La impresión,encargada a Roger y Chernoviz, se inicióformalmente a comienzos de 1884 en dichaimprenta, y en agosto de este año salieron lasprimeras ciento sesenta páginas con lasmonografías que iban de la preposición a hasta elverbo acrecentar, que Cuervo les envió a susamigos filólogos como un Prospecto de muestrapara conocer sus opiniones. Acompañaba a estaspáginas, foliadas del 1 al 160, un esbozo en pliegoaparte de lo que sería después la Introducción. Ennoviembre de 1886 salió a la luz el primer tomo,

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con quinientas treinta y una monografías, las delas letras A y B, en novecientas veintidós páginasfoliadas en números arábigos, más sesenta yocho foliadas en números romanos de laIntroducción definitiva seguida de las listas deabreviaturas y de las obras y autores citados. Elsegundo tomo salió en noviembre de 1893, consetecientas veintidós monografías, las de lasletras C y D, en mil trescientas cuarenta y ochopáginas. Así pues, Cuervo le dedicó cuandomenos veintiún años de su vida a su Diccionario,y acaso dos más, si es que siguió trabajando en élhasta la muerte de Ángel. De esos años diezfueron consagrados a su impresión.

Al interrumpir Cuervo su Diccionario dejóconcluidas cincuenta y tres monografías de lal e t r a E, desde la interjección ea hasta laconjunción empero; más veinte mil ejemplosmanuscritos para setecientas dos monografías,desde la del verbo empezar hasta la del verbolibrar incluido; más la lista de las monografíasrestantes hasta zurrar, y una serie de cuadernos

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con referencias bibliográficas cifradas queremitían a las obras, tomos, capítulos y páginasde donde pensaba tomar las citas para ellas.Imbuidos del espíritu de don Rufino, peropagados por el gobierno colombiano, loslexicógrafos, latinistas y filólogos del InstitutoCaro y Cuervo se entregaron en cuerpo y alma adescifrar los misteriosos y enrevesadoscuadernos que el santo les dejó, y de ahí sacaronveintitrés mil ejemplos, a los que de su propiainiciativa les agregaron veinte milmecanografiados y seiscientos mil fotocopiados,pero tomados de autores hispanoamericanos yespañoles que Cuervo no eligió, así no fuera sinoporque muchos de ellos eran posteriores a sumuerte. Con esta infinidad de ejemplos,señalados o no por Cuervo, redactaron lasmonografías faltantes. Así que cuando en 1951, anueve años de fundado, el Instituto Caro y Cuervoretomó el trabajo que Cuervo dejó inconcluso, lohizo con el verbo empezar. Lo acabó en 1994,ciento veintidós años después de que lo

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comenzara Cuervo de joven bajo los auspicios delos apóstoles san Pedro y san Pablo. Se tardan unpoco más estos lexicógrafos pachorrudos y mellama Dios a cuentas y me voy de este valle delágrimas sin ver mi Devocionario acabado.

Hay diccionarios que se arrastran durantegeneraciones como las catedrales del pasado,con la diferencia de que las catedrales estánconstruidas de piedra dura, que queda, y losdiccionarios de fugaces y deleznables palabras,que nacen y mueren. El Deutsches Wörterbuchdel alemán, que empezaron los hermanos Grimmen 1838 y que fue continuado por la Academia deCiencias de Prusia, la Academia de Berlín y uncentro de estudios filológicos de Gotinga, seacabó en 1961. El Oxford English Dictionary , elmás ambicioso del inglés, se inició en 1858 y seconcluyó setenta años después, en 1928. El delholandés, iniciado en 1852, un siglo después ibaen sus cuatro quintas partes y no sé si ya lo hayanac abado . En cuanto al Diccionario deconstrucción y régimen de la lengua

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castellana, se imprimió en la imprenta Herder deBarcelona y resultaron ocho tomos: los dosprimeros se imprimieron en reproducciónfacsimilar de la edición que hizo Cuervo enParís, con su tipografía engorrosa y sus ejemplostomados de escritores anteriores al siglo XX; losseis restantes, en tipografía actual fácil de leer,pero llenos de ejemplos de escritores modernos.Les resultó pues una especie de catedralrománico-gótica. No bien salió el monumentofilológico-religioso de la imprenta, y que correel director de entonces del Instituto Caro yCuervo, Ignacio Chaves, a entregárselo enceremonia solemne en Madrid, con la tintatodavía fresca, al infame rey de España JuanCarlos Borbón, ladrón y cazador de osos que leemborrachan para que él les pueda disparar sincorrer riesgos desde algún parapeto. Entrónuestro Ignacio Chaves a la Casa de Américadonde se celebraba el acto arrodillado, dándolelustre y brillo al piso como un vasallo a lo MíoCid, con las sus rodillas de las sus piernas

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plegadas y la su cerviz agachada.Es un error creer que la gran obra de Cuervo,

el Diccionario de construcción y régimen de lalengua castellana, sea un diccionario porque asílo dice el título. No. Es una gramática. Lo quepasa es que es una gramática genial, como no hahabido otra, con ocho mil doscientas cincuenta ysiete páginas en sus ocho tomos en vez de unoscuantos centenares en uno o dos, y dividida entres mil monografías de palabras ordenadasalfabéticamente en vez de las dos partestradicionales de la Morfología y la Sintaxisdivididas en capítulos (el del artículo, el delsubstantivo, el del adjetivo, el del pronombre,etc.), y estos en subcapítulos y estos enparágrafos. Los gramáticos, desde Panini yDionisio de Tracia, han creído que pueden darcuenta de su idioma con un acto deprestidigitación metiendo las infinitas palabrasen unas cuantas categorías artificiosas de lo quellaman morfología, y en unas cuantasconstrucciones de lo que llaman sintaxis.

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Imposible. El genio del idioma no se deja meteren una botella como los de las Mil y una noches.Inmenso y escurridizo, se burla de las categoríasy terminologías de los gramáticos, y de paso dela lógica porque no es lógico sino eficaz. Voy aponer unos cuantos ejemplos, de muy diversoorden, para ilustrar el fracaso de los colegas dedon Rufino.

Busco en el Diccionario de la Real AcademiaEspañola de la Lengua la palabra estudiar, einmediatamente después de ella me tropiezo conla abreviatura tr., que significa verbo transitivo.Un verbo transitivo es el que tiene uncomplemento directo. Por ejemplo, en la frase«Mi hermano estudia medicina», medicina es elcomplemento directo del verbo estudiar. O seaque estudiar es efectivamente un verbotransitivo. Ah sí, pero en la primera acepción deesta palabra, que sigue inmediatamente despuésde la abreviatura tr., la Academia la define así:«Ejercitar el entendimiento para alcanzar oentender una cosa». No da ejemplo de esta

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acepción, pero aquí les doy uno: «Tu hermano esun zángano que ni trabaja ni estudia». ¿Dónde estáen esta frase el complemento directo de estudia? En ningún lado. Y sin embargo en mi fraseestudia coincide exactamente con la definiciónde la Academia. Como en mi frase estudiar notiene complemento directo, ¿entonces es unverbo intransitivo, que son los que no lo tienen?¿O es que además de poder ser transitivos ointransitivos los verbos tienen una significaciónabsoluta? En mi opinión este sería el caso de laprimera acepción de estudiar que da laAcademia. Vamos a la segunda acepción: «Cursaren las universidades u otros estudios». Es tandesastrosa esta definición que le ha de faltar algopor error de imprenta, pero en fin, como laAcademia tampoco da un ejemplo de ellapongamos uno: «Mi hermano estudia en launiversidad». ¿Dónde está ahí el complementodirecto? En ningún lado, y por lo tanto en esteejemplo el verbo también se está usando en susignificación absoluta.

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Busquemos ahora el verbo respirar. Despuésde la abreviatura intr., que quiere decir verbointransitivo, o sea el que no tiene complementodirecto, la Academia lo define así: «Absorber elaire los seres vivos, por pulmones, branquias,tráqueas, etc., tomando parte de las substanciasque lo componen, y expelerlo modificado. Úsasetambién como transitivo». O sea que este verbopuede ser intransitivo, como en «Papa muerto norespira», y transitivo como en «Aquí respiramosun aire insalubre», ejemplos míos. Pero resultaque en «Papa muerto no respira» el verborespirar, que según la Academia aquí esintransitivo, se está usando también en susignificación absoluta, justamente comoestudiar, que es transitivo. ¿Será que todos losverbos tienen significación absoluta? Pues no.Hay muchos que no se pueden expresar solossino que tienen que llevar alguna modificación, yalgunos que no se pueden expresar sin sujeto.Por ejemplo, no podemos decir «Transcurrió» o«Transcurre» o «Transcurri rá» simplemente, sino

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que tenemos que ponerle un sujeto y algunamodificación, como en «El día transcurriólentamente». Y a diferencia de transcurrir, losverbos impersonales nunca tienen sujeto, o seaque siempre se usan con su significaciónabsoluta, como cuando decimos «Llueve», o«Está lloviendo». Y los verbos pronominales, queson los que lleva n un pronombre átono (noacentuado) como arrepentirse, atreverse yenfrascarse, tampoco se pueden usar consignificación absoluta, pues siempre nosarrepentimos de algo, nos atrevemos a algo o nosenfrascamos en algo, exigiendo el primero deellos un complemento con la preposición de, elsegundo con la preposición a y el tercero con lapreposición en. Hay pues verbos transitivos,verbos intransitivos, verbos que pueden ser enunas ocasiones transitivos y en otrasintransitivos, verbos que pueden usarse consignificación absoluta, verbos que no pueden,verbos que siempre tienen sujeto, verbos quenunca lo tienen, verbos que pueden no tener una

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modificación y verbos que no pueden existir sinella. Pero resulta que los gramáticos (y loslexicógrafos metidos a gramáticos en susdiccionarios) nunca clasifican los verbos segúnque tengan o no significación absoluta. Andanmal.

Busquemos ahora el verbo ser en elDiccionario de la Real Academia. La Academiaen este caso no le pone la abreviatura tr. detransitivo, ni la abreviatura intr. de intransitivo, nila abreviatura prnl. de pronominal, ni ningunaotra, sino que pasa a definirlo directamente:«Verbo substantivo que afirma del sujeto lo quesignifica el atributo». Definición en que nosencontramos tres términos técnicos degramática: verbo substantivo, sujeto y atributo.De suerte pues que hay que saber gramática paraentender los diccionarios. Con razón casi nadielos usa. En cuanto a mí, yo sé qué es sujeto y quées atributo. ¿Pero qué será, por Dios, verbosubstantivo? Pongamos un ejemplo, ya que laAcademia no lo hace: «Juan es bueno». ¿La

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palabra es en esta frase es un verbo transitivo?No porque no tiene complemento directo. ¿Es unverbo intransitivo? Sí porque no lo tiene. ¿Yentonces, si es un verbo intransitivo, por qué laAcademia no le pone la abreviatura intr. antes desu definición? Porque los verbos intransitivos notienen lo que ella llama atributo, que en este casoes el adjetivo bueno, pero que podría ser unsubstantivo como médico en «Juan es médico».¿Y el verbo ser tiene significación absoluta? Noporque no podemos decir simplemente «Soy», o«Fui», o «Somos». Y ni siquiera con sujeto lafrase quedaría completa, pues no hace sentidodecir «Yo soy», «Yo fui», «Nosotros somos», ytendríamos que agregarle un atributo, que comoacabo de decir puede ser un adjetivo como buenoo un substantivo como médico. Ah sí, pero sibien ser no tiene una significación absoluta talcomo no la tiene transcurrir ya que ambos debentener un sujeto pues no podemos decir «Soy» o«Fui» o «Somos» simplemente, ser difiere detranscurrir en que en «El día transcurrió

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lentamente» transcurrió está modificado por eladverbio lentamente, y en «Juan es bueno» o en«Juan es médico» es está modificado por unadjetivo o por un substantivo. ¿No será que losgramáticos se metieron en unas arenas movedizasque mientras más se muevan ellos más se lostragan?

Nos dicen los gramáticos que el pronombre esla palabra que está en lugar del substantivo. Y asíen vez de decir «El niño canta» podemos decir«Él canta». Este Él es el pronombre, que es unade las nueve categorías de la Morfología, oprimera parte de la gramática, siendo las otras elartículo, el substantivo, el adjetivo, el verbo, eladverbio, la preposición, la conjunción y lainterjección. Yo digo que les quedó faltando elproverbo, la palabra que está en lugar del verbo,como cuando a mi pregunta «¿El sicario mató enúltimas al Santo Padre?» me contestan «No lohizo». Este hizo es un proverbo pues está enlugar de mató. Pues bien, en español el únicoproverbo que yo conozca es hacer. Y así

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tenemos toda una categoría gramatical para unasola palabra. En cuanto al artículo, ¿no será unacategoría que sale sobrando? Los artículosindefinidos, que son uno y una, en realidad sonadjetivos numerales, pues gramaticalmente unhombre es igual que dos hombres , y una mujeres igual que dos mujeres . En cuanto al artículodefinido, en realidad es un adjetivo posesivo.Cuando preguntamos «¿Dónde se quedó él eldomingo?», nos pueden contestar: «En su casa»,o «En la casa». En Colombia se dice «Le pegaronuna puñalada en la pierna izquierda», pero enMéxico lo usual es «en su pierna izquierda». Dehecho el Cantar de Mío Cid, el primermonumento literario de este idioma, empiezadiciendo: «De los sus ojos tan fuertementellorando», con el artículo seguido del posesivo,como todavía lo hace el italiano: «i suoi occhi».Y hoy decimos indiferentemente «de mi alma» o«del alma mía». En las categorías de losgramáticos sobra pues el artículo y falta elproverbo.

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Pasemos a otro orden de ejemplos, másfáciles de entender. La conjunción adversativa«sin embargo», que vale por «pero», se escribeen dos palabras separadas, siendo así que lapronunciamos como una sola: «sinembargo».Dicen que «sin» es una preposición. ¿Y qué es«embargo»? Evidentemente el «embargo» de «sinembargo» no es la retención de un bien por ordende un juez o la prohibición del comercio y eltransporte de algo por orden del gobierno.¿Entonces qué es? Es un pedazo de palabra a laque le falta el comienzo. ¿Y qué es «obstante» en«no obstante»? Jamás he oído la palabra«obstante» sola sin el «no» que la precede. Yc o mo este «no obstante», al igual que «sinembargo», también vale por «pero», entoncestambién sus dos componentes deberían ir juntos:«nobstante», que es como lo pronunciamos, entres sílabas (nobs-tan-te) y no en cuatro (no-obs-tan-te). En cuanto a «asimismo», en unos ladosdel idioma lo escriben así, en una sola palabra,mientras que en otros lo escriben en dos: «así

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mismo».Pero si los gramáticos son incongruentes, los

idiomas son caprichosos. Aquí les van unosejemplos. En francés hay ríos femeninos comola Seine, y ríos masculinos como le Rhin. Enespañol en cambio todos los ríos sonmasculinos: el Sena, el Rin, el Duero, el Tajo…En francés todos los países llevan artículo, biensea masculino o femenino, bien sea en singular oen plural: le Brésil, la France, les États-Unis…En español unos países pueden llevar el artículoo no llevarlo, como «Argentina» o «laArgentina», «Brasil» o «el Brasil», «EstadosUnidos o «los Estados Unidos»; pero otros nuncalo llevan pues nunca decimos «la Colombia»; yotros lo tienen que llevar siempre, forzosamente,como es el caso de «El Salvador». En cuanto a«América», salvo que tenga un determinativocomo en «la América Latina» o en «la Améri cadel Norte», no le ponemos artículo, comotodavía se hacía en el siglo XIX, pues ya nodecimos «¡Qué extensa es la América!» sino

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«¡Qué extensa es América!»En español el primer día de cada mes lleva el

ordinal: «el primero de enero, el primero defebrero»; pero no así los días restantes, quellevan el cardinal: «el dos de enero, el tres defebrero, el cuatro de marzo». En inglés todos losdías llevan ordinales: «January the first, Januarythe second, January the third» (el primero deenero, el segundo de enero, el tercero de enero).En España hoy les ha dado por usar también elcardinal para el primer día del mes y dicen «eluno de enero», «el uno de mayo», «el uno deagosto»… Las primeras veces que oí este horrormaldije de los españoles; hoy me da igual, ya meacostumbré. Es que en última instancia el idiomaademás de no ser lógico es caprichoso. Losetimologistas y los filólogos se ocupan dereconstruir la historia de sus caprichos: cómo uncapricho se cambia por otro, y este por otro, yeste por otro… Miles y miles de caprichoscambiantes: fonéticos, ortográficos, semánticos,morfológicos, sintácticos… Un ejemplo de los

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semánticos, término lingüístico que se refiere alsignificado de las palabras: lo que hoy es insultomañana puede dejar de serlo porque los insultos(al igual que los elogios) se debilitan por el uso yse gastan. Y al revés, lo que hoy es inofensivomañana podrá ser un agravio. De tanto insultarcon «hijueputa», en Colombia esta palabra sedevaluó, se le evaporó su carga de odio, y losbienhablantes pasaron entonces a insultar con«gonorrea», que con ser tan feo término nosignifica más que una infección de las víasurinarias. No sé por qué en ese país que es el quehabla el mejor español del mundo en vez de«gonorrea» nunca le han dicho al enemigo«blenorragia».

La historia de un idioma es la de suscaprichos. Yo podría llenar libros enteros conejemplos del tipo de los que acabo de poner,referentes a todas las ramas de la lingüística: a lafonética, la ortografía, la etimología, lamorfología, la sintaxis, la semántica… Algo asíintentó Cuervo con su Diccionario: el infinitocatálogo de nueve siglos y medio de caprichosas

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y cambiantes palabras contados desde que el latínde Hispania se convirtió en su amada lenguacastellana hasta su tiempo, la segunda mitad delsiglo XIX. Y lo que es más, tratando en ocasionesde saber cómo se pronunciaron, deduciendo sussonidos de la escritura. Piénsese que para la esedel español actual de América (con quepronunciamos saco, cielo y zapato) el castellanode antes del Siglo de Oro tenía la ese, la dobleese, la ce, la ce con cedilla y la zeta. Y en susprincipios acaso tuviera este idioma una ve paradecir vaca y una be para decir burro. En sus«Disquisiciones sobre antigua ortografía ypronunciación castellana», con que inició sucolaboración en la Revue Hispanique y que sepublicaron en dos partes, la primera en 1895 y lasegunda en 1898, Cuervo fue uno de los primeros(si no es que el primero) en intentar la hazaña derecuperar la pronunciación de muchas palabras,algunas de ellas ya muertas, tal cual sonaronsiglos atrás en boca de los vivos antes que se lasllevara el viento. Hoy leyéndolo a él –sus cartas,

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sus prólogos, sus artículos– me invade una grantristeza: su lenguaje está completamenteenvejecido. El viento se lleva las palabras, losgusanos se comen los cadáveres y Cronos acabahasta con el nido de la perra, como decía miabuela. Hoy el español no es más que un adefesioanglicado. Si algún genio tuvo algún día, el tapónde la botella no les quedó bien cerrado y por ahíse les evaporó.

Así pues, el idioma no es lógico ni ilógico,racional ni irracional: es eficaz. ¿Y la gramática?¿Es racional y lógica? ¿O tampoco? Como yonunca he creído en la diosa Razón, ni en Dios, nien la lógica, me da igual. La pobre gramática nopasa de ser una ciencia humilde, tirando apseudociencia. De las ciencias del lenguaje fue laprimera y reinó por siglos, hasta que vinieronotras a desbancarla: la lingüística, la estilística, lafonética, la semántica, qué sé yo. Últimamente seestá volviendo a poner de moda. Se dice que unhombre iletrado usa muy pocas palabras. Usarámuy pocas, pero las que comprende sonmuchísimas, y muchísimas las combinaciones

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que puede o no puede hacer con las que usa. Elmás iletrado sabe que puede decir «Este niño esberrinchudo», pero no «la piedra es berrinchuda».Lo que tiene almacenado en el área del lenguajede la corteza cerebral el más ignorante esinfinito: ahí le cabe hasta Dios. Es más, enColombia, un país que gobernaron por mediosiglo presidentes gramáticos y que se preciaba dehablar el mejor español del mundo (una tonteríapues en todas partes hay variedades locales delidioma común), cuando yo nací los campesinosconservaban más pura y más limpia y más sana elalma de este idioma que los políticos de Bogotá.Los más grandes misterios del idioma son dos: elprimero, cómo una infinidad de palabras yacepciones y construcciones y locuciones yfrases hechas y lugares comunes y refranes sealmacena en el área del lenguaje de la cortezacerebral; y el segundo, cuándo y cómo en lahistoria de nuestra especie surgió el lenguaje:¿ya existía hace veinte mil años, en la época delas pinturas rupestres de Altamira y de Lascaux,bajo la forma de unas pocas palabras? El primer

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misterio lo resolverán las neurociencias cuandocartografíen con precisión el área del lenguaje.En cuanto al segundo, creo que nunca lograremossaber cómo surgió el lenguaje ni hace cuánto. Esque la escritura es muy reciente, tiene cuatro milaños, y las grabadoras tan solo unas décadas.Piénsese en la facilidad con que aprende un niñosu lengua nativa, y en la dificultad que tiene unadulto para aprender medianamente una lenguaextranjera, como si la lengua de la infancia (o lasdos o tres de la infancia si el niño es bilingüe otrilingüe) ocupara toda el área del lenguaje y nodejara espacio para otras.

¿Y para qué toda esta larga disquisición? Paradecir que Cuervo era un genio y que tuvo lagenial ocurrencia de emprender bajo la forma deun diccionario una gramática que abarcara lo másque él pudiera, en su corta vida y con sus escasosmedios, de este idioma donde cabe todo: desde lavileza hasta el honor, desde la fugacidad delinstante hasta la eternidad de Dios. Recuérdeseque en las catorce ediciones de la Gramática de

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Bello que él publicó con Notas suyas, le agregótambién un Índice Alfabético de Materias paraque el lector pudiera encontrar con menosdificultad algo que buscara. ¿Y por quénecesitaba ese índice de materias la Gramáticade Bello? ¿Para qué estaba entonces dividida enpartes y capítulos? ¿No estaba pues tan bienconcebida, no era pues tan clara? ¡Qué va! No loestaba ni lo era. La división de un libro en partes,y estas en capítulos, y estos en subcapítulos, yestos en parágrafos, parece que lo hace muyclaro pero no hay tal: da simplemente una falsaidea de claridad. Las Apuntaciones críticassobre el lenguaje bogotano , que también estándivididas en capítulos, llevan al final una Tabla deMaterias, en que se enumeran estos y sussubcapítulos. Pero resulta que esta Tabla vieneprecedida por un largo Índice Alfabético decentenares de palabras: a, abajar, abalear,Abigaíl, abombar, aborlonado… O sea que conla Tabla no bastaba y se necesitaba también elÍndice. He aquí en estos Índices Alfabéticos el

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germen del Diccionario de construcción yrégimen de la lengua castellana, que en últimainstancia es una gramática hecha en forma dediccionario. Recuérdese que Cuervo habíaintentado de jovencito un diccionario conVenancio González Manrique. Ese iba a ser undiccionario normal, no de «construcción yrégimen», pero de todos modos un diccionario, osea un libro sobre palabras ordenadasalfabéticamente y que constituyen sus entradas.En sus ocho mil páginas y tres mil entradas,algunas verdaderas monografías, el Diccionariode Cuervo da cuenta de una parte de la lenguaespañola. No de toda, como lo hubiera querido elautor, pues para ello habría tenido que haberconsiderado todos los libros y documentosescritos en este idioma durante los casi mil añosque llevaba como lengua distinta del latín, mástodas las frases pronunciadas por sus millones dehablantes: ¿más de mil millones contando vivos ymuertos? ¿O algunos más?

Por lo demás, no todas las palabras del idioma

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figuran como entradas en el diccionario-gramática de Cuervo: solo las que presentanpeculiaridades de construcción y régimen. Unejemplo. Podemos decir «un hombre digno» y elsignificado de estas tres palabras está completo;pero no podemos decir «una casa digna» asínomás pues sentimos que queda faltando algo:¿digna de qué o de quién? En cambio «una casaantigua digna de ser restaurada» y «una casa dignad e él» ya sí hacen pleno sentido. Por esto eladjetivo digno figur a en el Diccionario deCuervo: porque en los ejemplos que acabo deponer exige o rige un complemento introducidopor una preposición. Este es un caso de régimen,¿pero qué entiende Cuervo por construcción? Laverdad es que en la larga Introducción decincuenta y cuatro páginas de su Diccionario nolo dice. En ocho de esas páginas, las agrupadasbajo el encabezado de Vocabulario, a lo más quellega es a dar una idea de qué es el régimen perosin aclarar qué es la construcción. ¿Cuántaspalabras anómalas, por una razón o por otra,

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como digno hay en la lengua española, bien seade la categoría del adjetivo a que pertenece esta,o bien sea de las ocho restantes categoríasgramaticales? No lo sé. Pero si tomamos comoguía los principios implícitos en las monografíasde las cuatro primeras letras del alfabeto queCuervo alcanzó a publicar, sin duda son muchasmás que las que él creía y deben figurar por lotanto como entradas en su Diccionario.

Tratado de morfología, de sintaxis, deetimología, de fonética, de ortografía y desemántica, el enloquecido Diccionario deconstrucción y régimen de la lengua castellanatiene que ver además con la historia del idioma.En una carta al secretario de la Real Academia deHistoria de Madrid que acompañaba el envío delprimer tomo de su diccionario, Cuervo le decía:«Me atrevo a esperar que ese volumen alcanzaráindulgente acogida, como que va en prenda degratitud por el incomparable servicio que me hanprestado las obras de esa sabia Corporación.Además que, habiendo sido mi designio estudiar

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la vida de nuestra lengua desde sus orígenes, sibi e n con la imperfección aneja a un primerensayo, y ensayo acometido con tan escasasfuerzas, sé que la Academia mirará con agrado latentativa, porque, como decía el editor de laCrónica general, “es buena parte de la historiasaber los vocablos y manera de hablar quenuestros antecesores tuvieron, para los cotejarcon la mejoría de nuestro tiempo”». ¡La vida denuestra lengua desde sus orígenes! Y así era, enefecto, una historia del castellano. Por suinfinidad de citas sacadas de escritores de losnueve siglos y medio que llevaba de existenciaeste idioma, el Diccionario de Cuervo retomaba,llevándolo hasta el delirio, el Diccionario deautoridades, el primero de la Real AcademiaEspañola de la Lengua, hecho entre 1726 y 1739, apocos años de su fundación, y cuyas entradasponían como ejemplos frases textuales sacadasde los grandes escritores del pasado. Estediccionario de la Academia Española se inspirabaa su vez en el francés de la Academia Francesa y

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en el italiano de la Accademia della Crusca. Apartir de la segunda edición la AcademiaEspañola cambió de orientación y se entregó aactualizar y perfeccionar un diccionario de losusuales, los que no traen citas de escritores, y deél lleva hechas una veintena de ediciones.

Acusándole recibo a Teza de un Vocabolarioitaliano (que acaso fuera el Vocabolario degliAccademici della Crusca justamente) Cuervo leescribía: «He revisado el libro y me ha parecidomuy bueno. Sin duda que en una lengua senecesita por una parte el inventario completo deella en toda su duración: el diccionariogenealógico e histórico, que servirá parainterpretar la literatura y esclarecer el uso actual:y por otro el inventario del uso en cierta época,como punto de partida para el que habla yescribe. Si uno fuera a usar todo lo que nuestrodiccionario castellano da como corriente, sereirían bien las gentes». Claro que se reiríanporque mucho de lo que figura en un diccionarioes lengua muerta, y ni se diga en el suyo, el

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enloquecido inventario de las principalespalabras de este idioma y su sintaxis en los nuevelargos siglos transcurridos desde que surgió dellatín. Calculo que en los dos volúmenes quealcanzó a publicar Cuervo, entre citas deprosistas y poetas haya unas setenta mil, que enel momento en que escribo, quitando unoscuantos versos dignos de conservarse en lamemoria y que caben en un cuaderno de escolar,si es que quisiéramos pasarlos al papel, estántodas irremediablemente envejecidas. Y no merefiero solo a las tomadas de las obras yescritores de los cuatro primeros siglos delidioma, que él llama período anteclásico, sinotambién a las de las endiosadas figuras del Siglode Oro como Cervantes, Quevedo, Lope yCalderón, y lo que es peor, señal de los estragosde Cronos al inestable idioma, a las de los pocoscontemporáneos suyos que considera comoTrueba, Quintana, Valera, Martínez de la Rosa,Mesonero Romanos, Fernán Caballero, el duquede Rivas, Bretón de los Herreros, Alcalá

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Galiano…Las monografías del Diccionario de

construcción y régimen tratan fundamentalmentedel idioma en el período que va de 1500 a 1850, ymuy en especial de su primera mitad, conocidacomo el Siglo de Oro: la Celestina y las novelasde la picaresca; los poetas Garcilaso, Gutierre deCetina, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera,Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola,Rodrigo Caro, Francisco de Rioja y AndrésFernández de Andrada; los místicos y religiosos,Juan de Ávila, Juan de la Sal, santa Teresa deÁvila, san Juan de la Cruz, fray Luis de León, frayLuis de Granada, Pedro de Rivadeneira, Malón deChaide y Alejo Venegas; los historiadores Juande Mariana, Francisco Manuel de Melo, DiegoHurtado de Mendoza, Gonzalo Fernández deOviedo, Ginés Pérez de Hita, Hernando delPulgar, Diego Saavedra Fajardo, Antonio de Solísy Carlos Coloma; los dramaturgos Lope deRueda, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calde rónde la Barca y Juan Ruiz de Alarcón. Pero por

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sobre todos ellos, prosistas o poetas, místicos,historiadores o dramaturgos, Cervantes, cuyaobra despiezada en frases incorporó Cuervo en suDiccionario. Dos años, según Tannenberg, letomó copiar los ejemplos de Cervantes, y uno losde Lope de Vega. De una carta suya a IgnacioGutiérrez Ponce, del 20 de enero de 1895, o seade cuando todavía vivía su hermano Ángel y éladelantaba el tercer volumen del Diccionario,tomo esta frase reveladora: «Mi vida es comosiempre, sacando de un libro para meter en otro,como me decía un buen sujeto que en Bogotáfrecuentaba nuestra casa y me veíaconstantemente haciendo apuntes. Esta es mimanía, ya no lo puedo remediar». Por lo menosdesde septiembre de 1863, cuando se le ocurrióemprender con Venancio González Manrique undiccionario general del idioma del que dejarontan solo una pequeña muestra, hasta abril de 1896,cuando murió Ángel y suspendió el Diccionario,Rufino José Cuervo Urisarri había vivido para lodicho, para sacar de unos libros y meter en otro:treinta y dos años por lo bajito.

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En su libro En viaje, publicado en París en1884 por la Librería de Garnier Hermanos, y quetrata de su estancia en Bogotá a principios de1882, cuenta Miguel Cané: «Actualmente Cuervose encuentra en París, metido en su nicho decartujo, levantando piedra a piedra el monumentom ás vasto que en todos los tiempos se hayaemprendido para honor de la lengua de Castilla.Es un Diccionario de regímenes, filológico,etimológico… ¡qué sé yo! Aquello asusta;cuando Cuervo me mostraba en Bogotá lasenormes pilas de paquetes, cada uno conteniendocentenares de hojas sueltas, cada una con lahistoria, la filiación y el rastro de una palabra enlos autores antiguos y modernos, sentía un vivodeseo de bendecir a la naturaleza por no habermeinculcado en el alma, al nacer, tendenciasfilológicas. “Ya están reunidos casi todos losejemplos, me decía Cuervo, ahora falta lo menos,la redacción”». ¿Qué pensaría Cuervo del«conteniendo centenares de hojas sueltas»? ¡Ese«conteniendo» es un gerundio galicado, por

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Dios! Y las hojas sueltas a que se refiere elgalicista son las cédulas o fichas o papeletas, queasí se llaman. Cómo se ve que este argentinobuena vida no nació para trabajos arduos: naciópara vivir bien, a lo grande, de embajador,viajando… Cuando escribía lo dicho andaba dediplomático de la Argentina en Viena, desdedonde le mandaba su libro recién publicado enParís con la súplica de que hiciera «oídos demercader a mis insoportables galicismos».Miguel Cané fue de los primeros viajeros endescubrir que existía Colombia, el paraíso, laArcadia. Perdonado estás, Miguel Cané, de tusgalicismos. Total, un galicismo no es tan graveporque el francés al fin de cuentas es lenguahermana del español, lengua «cognada», comodiría Cuervo. Grave esta anglicanización del almaa que nos han sometido los anglogringos, paraquienes somos su back yard o patio trasero, alque sacan a mear al perro.

Volviendo a la lista de escritores citados en elDiccionario, entre prosistas y poetas posteriores

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al Siglo de Oro pero anteriores al nacimiento deCuervo tenemos a Jovellanos, Moratín, Larra,Iriarte, Samaniego, Espronceda, Juan NicasioGallegos, Manuel José Quintana, NicomedesPastor Díez y Gaspar Núñez de Arce, para solomencionar a los más notables. En total, del Siglode Oro, de antes y después, Cuervo tomó citas deunos trescientos autores; y de diccionariosmilitares, etimológicos, marítimos, históricos,geográficos, de regionalismos, de medicina, deveterinaria, música, equitación; más tratados dearquitectura, de agricultura, de carpintería, decacería; obras sueltas de unos y obras completasde otros; los setenta y un volúmenes de laBiblioteca de Rivadeneyra; memorias deacademias, discursos de académicos,compilaciones de leyes, ordenanzas reales,opúsculos legales, colecciones de proverbios,revistas de jurisprudencia mercantil o defolklore; códigos, códices, crónicas, fueros,refraneros, cancioneros, romanceros… Digan loque se les ocurra y les quedará faltando. Cuervo

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era como Dios, omninsaciable.Después de las monografías propiamente

tales, que trataban del castellano entre comienzosdel siglo XVI y mediados del siglo XIX y queconstituyen la esencia del Diccionario deconstrucción y régimen según ya he dicho,venían uno o varios de los siguientes apéndices:Período anteclásico, Testimonios latino-hispanos, Etimología, Ortografía, Prosodia (o seapronunciación) y Conjugación (tratándose de losverbos irregulares). Por «período anteclásico»Cuervo entendía los autores o las obrasanteriores a 1500, tales como el poema del Cid,Berceo, el infante don Juan Manuel, el arciprestede Hita, el Rimado de palacio, el marqués deSantillana, Juan de Mena, Jorge Manrique,Hernando del Pulgar, cuyas citas, sin clasificarlasni considerarlas gramaticalmente, Cuervoamontona por siglos, del XIV hacia atrás. Los«testimonios latino-hispanos» recogen frases deese período indeciso que va del año 900 al 1200,durante el cual el latín de Hispania dejaba de

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serlo para convertirse en el castellano: el eslabónperdido, como quien dice, el Australopithecusen camino al Homo sapiens. En cuanto alapéndice etimológico de nuestro Diccionario,hoy no tiene mayor importancia. En 1844, cuandonació Cuervo, la etimología como cienciarigurosa apenas empezaba, estaban ambos enpañales. Algo antes, en 1837, se había publicado eldiccionario etimológico de Ramón Cabrera, yalgo después, en 1856, se publicó el de Monlau.Luego habrían de venir los diccionariosetimológicos de las lenguas romancescompuestos por los alemanes Mahn y Diez, y elGlossaire des mots espagnols et portugaisdérivés de l’arabe del holandés Dozy. Y a eso sereducía todo por lo que respecta a la etimología.Por lo que respecta a los diccionarios generales,gramáticas, historia y preceptiva del castellanoanteriores a Cuervo y de que él se sirvió,tenemos Del origen y principio de la lenguacastellana o romance que hoy se usa enEspaña de Bernardo Aldrete y el Tesoro de la

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lengua castellana o española de Sebastián deCovarrubias, ambos de los años del Quijote ; elprimer diccionario de la Academia llamadoDiccionario de autoridades, compuesto de 1726a 1739; los Orígenes de la lengua española deGregorio Mayans y Siscar, de 1737; la Filosofíade la elocuencia de Antonio de Capmany, de1812; y en fin, la Gramática de la lenguacastellana según ahora se habla de Salvá, de1830, y la Gramática de la lengua castellanadestinada al uso de los americanos de Bello, de1847.

Escribía Cané que Cuervo le decía quehabiendo reunido casi todos los ejemplos lefaltaba lo menos, la redacción. Es evidente quesin la multitud de ejemplos no habríaDiccionario de construcción y régimen porquesu autor lo concibió como una historia delidioma. Pero la redacción era el verdaderoproblema porque también era una gramática.Copiar los ejemplos, así fuera dos veces (una enlas papeletas antes de la redacción de la

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monografía y otra en el original destinado a laimprenta con la monografía redactada), no eramás que una tarea engorrosa, así tomara años. Lodifícil era armar con esos ejemplos lasmonografías mismas. ¿Cómo concebirlas?¿Desde el punto de vista lexicográfico como losdiccionarios normales, o sea enumerando lasdiversas acepciones que por lo general tienecualquier palabra, y que tratándose de las queescogió Cuervo casi siempre son muchas? ¿Odesde el punto de vista gramatical, estableciendocaso por caso qué parte de la oración es lapalabra, si preposición, conjunción, adverbio,etc., y en los casos de los verbos si sontransitivos, intransitivos, pronominales,impersonales, etc., y enumerando todas lasconstrucciones sintácticas en que aparecen?Ambos criterios, el lexicográfico y el gramatical,confluyen y no se pueden separar, haciendoimposible una clasificación rigurosa. Cuervo porlo general usa los numerales para enumerar lasacepciones y estos a su vez los va subdividiendo

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en letras latinas, y estas en letras griegas, y estasen dobles letras griegas, pero nosistemáticamente, de suerte que su diccionariose vuelve un embrollo mayúsculo. Al verboacabar, por ejemplo, le atribuye sieteacepciones, que enumera con numerales, del 1 al7; al verbo disponer también le atribuye sieteacepciones, pero las enumera con letras, de la a ala g. Al verbo conciliar le atribuye seisacepciones, pero en vez de ordenarlas de 1 a 6 lasordena en 1 a, b y c, y en 2 a, b y c. Y en lamonografía del verbo dividir, que consta de dosnumerales, el numeral 2 solo consta de la letra a;y el numeral 1, que consta de la a a la e, tiene unaacepción más puesta tras la letra griega gamma.¿Por qué no hay uniformidad? Por lo demás laspreposiciones no tienen propiamente acepciones,y sin embargo él las divide en numerales, comosi fueran verbos o substantivos o adjetivos, que sílas tienen, y los numerales los subdivide en letraslatinas y estas en letras griegas y estas en doblesletras griegas. La preposición a, por ejemplo, se

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divide en 19 numerales, y cada uno de estos enletras latinas y griegas. Estas divisiones ysubdivisiones y subsubdivisiones dan unaapariencia de claridad. No la hay. El idioma no sedeja sistematizar, ni en gramáticas ni endiccionarios, y el río que un día logramos meteren un caño mañana se crecerá y se saldrá de cañoy de madre. Cuervo es el más grande gramáticode este idioma. ¡Qué esperanzas del resto!

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Por noviembre de 1883 Cuervo hizo componer,en las Imprimeries réunies de Bourloton y «porvía de ensayo tipográfico» según decía, un pliegosuelto de dieciséis páginas con las monografíasdel adverbio acá y el verbo acabar, que le envióa Schuchardt pidiéndole su opinión. En surespuesta Schuchardt le hacía sus observaciones,y a propósito de acabar le preguntaba: «Lasgraduaciones admirablemente dispuestas de a a gbajo 1, ¿no pudieran aplicarse también a 2?» Conesta pregunta estaba poniendo el dedo en la llaga,en la concepción misma del Diccionario: ladistribución y sistematización de los ejemplos.Cuervo le contestó: «Lo poco visible de losnúmeros que encabezan los párrafos (y es cosaque ya se ha corregido) hace que el número 7esté agazapado e inencontrable. Ahí empiezan lasacepciones intransitivas». No, ahí no empezaban:ya el numeral 4, letra b, consideraba varios usosintransitivos. Y es que, para colmo de males, enbuena parte de las monografías las acepciones secruzan con las funciones gramaticales y los

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problemas de sintaxis. Los numerales quedaronfinalmente en negritas y ocupando párrafosenteros separados por punto y aparte, de suerteque no era tan difícil encontrarlos en el colosalembrollo; no así las letras latinas, de las que seamontonan varias en cada párrafo, mezcladas conlas letras griegas simples y dobles.

Por lo demás la carta de Schuchardt era muyelogiosa. Pronosticaba que el diccionariocastellano de Cuervo dejaría atrás el francés deLittré y le prometía escribir una reseña en laAllgemeine Zeitung de Múnich, o en laZeitschrift für romanische Philologie de Halle oen el Literaturblatt für germanische undromanische Philologie de Leipzig. «No más queun defecto tiene la obra de V. –le decía–, defectograndísimo: el de intitularse Diccionario deconstrucción y régimen de la lenguacastellana, en vez de llevar con soberbiasimplicidad el nombre de Diccionario de lalengua castellana. ¿No se ocupa V. también dela significación de las palabras? ¿Y por qué no

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quiere darnos con la parte más difícil y grandetodo lo demás?» A lo cual Cuervo le contestó:«Aunque tengo un grande acopio de materiales,he renunciado a la empresa de un Diccionariogeneral, a lo menos por ahora. Es superior a misfuerzas y a mis recursos. Voy a confesar untemor, acaso una debilidad nacida deencogimiento, de que quizá V. se reirá, pero queal cabo es uno de los tropiezos mayores quehallo en mi trabajo. Nacido lejos del terruñodonde está la veta del castellano, se merepresenta que no faltaría quien me acusase dequerer ofrecer como tipo del idioma mipatavinitas, mi pingue quiddam atqueperegrinum [mi lenguaje de provinciano yextranjero], si hubiese de poner ejemplos de mipropia cabeza, lo cual me hace sobremaneracauto, y solo en raros casos me permito tal cosa.Teniendo a la vista gramáticas y diccionariosrespetables, clasifico como Dios me ayuda losejemplos autorizados; y si bien nada omito de loque en aquellos se encuentra ya, solo agrego lo

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que puedo comprobar debidamente. Pero, comoV. comprende, es imposible tener ejemplosclásicos para todo, y cuando ellos faltan he deacomodar mañosamente la clasificación a losmateriales que tengo a la mano, exactamentecomo si se tratase de una lengua muerta. Desuerte, pues, que hay artículos que han decompletarse sugestivamente, si cabe decirse. Esafalta ha notado V., y con razón, en acá, y dado misistema (malo como todo lo que impone lanecesidad), temo que por falta de ejemplos nopodría acomodarlo a la perspicua división de V.Sobre la categoría intermedia que V. proponeentre la relación de tiempo y de lugar le diré»,etc.

El pronóstico de Schuchardt de que eldiccionario de Cuervo iba a dejar atrás el deLittré no se cumplió, y no podía cumplirseporque Cuervo lo dejó inconcluso. En cuanto alas reseñas prometidas, no las escribió. Escribiósí, tiempo después, en el Literaturblatt, unapurado comentario sobre la cuarta edición de las

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Apuntaciones, la de 1885, seguido de otro sobrela quinta del Breve catálogo de los errores quese cometen no solo en el lenguaje familiar sinoen el culto y hasta en el escrito del ecuatorianoPedro Fermín Cevallos, corresponsal de donRufino, dicho sea de paso, si bien nunca seconocieron. Por caprichos del destino PedroFermín Cevallos, que le llevaba treinta y dos añosa Cuervo, había conocido a su padre, RufinoCuervo Barreto, en el Ecuador, cuando este eraallí embajador de Colombia, por 1842, vale decirde antes que Rufino José naciera. En fin, losgrandes elogios de Schuchardt no salieron nuncaen letra de molde: se quedaron enterrados en suscartas manuscritas.

Empezando su monografía del adverbio acá,que se arrastra por siete columnas, Cuervo anotaque para precisar su significado se le agregan amenudo otros adverbios, como arriba y abajoen acá arriba y acá abajo. Y así es, en efecto.Pero no basta con registrar simplemente elfenómeno, que es lo que usualmente él hace: hay

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que aclararlo. Que un adverbio modifique a otroadverbio no es inusual; por ejemplo en muytorpemente ambas palabras son adverbios. Soloque en este caso torpemente está aumentado pormuy, en cambio en acá arriba y en acá abajolos adverbios arriba y abajo no aumentan a acásino que lo repiten pleonásticamente. Si alguienpregunta: «¿Dónde estás», y contestamos «Acá»,sobra abajo o arriba. En México a los perros lesdicen: «Ven acá». ¿Y a dónde más quieren quevayan? ¿Acaso a allá? El verbo venir incluye acá,que unido a él es pleonástico. Y no es que estécensurando el pleonasmo, que a manudo no esuna torpeza sino un recurso usual del idioma. Loque quiero hacer ver es lo inasible que es este, ycómo se resiste a la sistematización. ¿Habría queestablecer una categoría especial del adverbiopara muy, la del «adverbio intensivo», y otra paraabajo, la del «adverbio pleonástico»? Sí, peroresulta que abajo también es un adverbio delugar. ¿Entonces habría «adverbios de lugarpleonásticos»? No voy a discutir aquí los

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problemas concretos del adverbio acá ni los delverbo acabar, ni siquiera como muestra de las1253 monografías de que constan los dosvolúmenes que publicó Cuervo de suDiccionario, pues en ello se me iría buena partede este libro.

La mayoría de las entradas o monografías delDiccionario de Cuervo son verbos, seguidos delejos por los adjetivos, los substantivos, losadverbios y las cinco restantes categoríasgramaticales. Sin embargo las preposiciones, queno tienen régimen, constituyen sus monografíasmás extensas, si no es que las más importantes.Según la Real Academia Española de la Lengualas preposiciones del español son estas: a, ante,bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre,hacia, hasta, para, por, según, sin, so, sobre ytras: diecinueve en total, de las que da cuenta (enla edición de su Gramática de 1931 que es la queme acompaña desde niño) en solo siete escuetaspáginas y en un apéndice de cincuenta y dos enque levanta una apurada lista de las palabras que

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se construyen con ellas. En sus dos volúmenespublicados Cuervo solo consideró las ochoprimeras preposiciones pero en ellos la solapreposición a ocupa, de sus compactascolumnas, cincuenta y seis, ante siete, bajoonce, cabe tres, con veintiséis, contra quince, deochenta y desde diez. La preposición cabe (quevale por la expresión adverbial «junto a») estámuerta desde el Siglo de Oro; y so hoy se usasolo en contadas expresiones, como «so pretextode» (en que vale por con: «con el pretexto de») y«so pena de» (en que vale por bajo: «bajo penade»). Le faltan en cambio a la Academia variasotras, como durante, que Cuervo considera en suDiccionario y en sus Notas a la Gramática deBello. En «durante la guerra», ¿qué es si nopreposición la palabra durante? Y en prueba, elque podamos substituirla por la preposición en :«en la guerra». Pero como también decimos«cuando la guerra», y este cuando también lopodemos substituir por la misma preposición en,entonces se trata también de un complemento

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circunstancial en que la palabra cuando, que porlo general es adverbio, se tiene que considerarcomo preposición.

¿Y en los complementos circunstanciales «ríoarriba», «río abajo», «mar adentro», «kilómetrosadelante», «dos días antes» y «dos días después»,¿qué son las palabras arriba, abajo, adentro,adelante, antes y después, que usualmentet ambi é n tienen la función de adverbios?Adjetivos no pueden ser, así parezcan modificar alos substantivos que los preceden, pues soninvariables y solo tienen una forma, sin importarque río y mar sean singulares y kilómetros ydías sean plurales. Como un prestidigitador quese saca un conejo de la manga, Cuervo resuelveentonces en su Diccionario que sonpreposiciones pospuestas (aun sabiendo que lapalabra preposición tiene el prefijo pre, quesignifica antepuesto), y el complementocircunstancial que forman con el substantivo quelas precede lo llama «expresión adverbial». Detal manera que las preposiciones, que se

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consideraban de un solo tipo, el de antepuestas,resulta que son de dos y que las puede habertambién pospuestas. Con ser tan grande miadmiración por Cuervo, que solo se equipara alcariño que le tengo, en esto de las categoríasgramaticales le voy ganando pues yo propuse unacategoría entera, la del proverbo, la décima, y élsolo media, la de las preposiciones pospuestas.No importa: él es santo, y yo un pecador, y suamor por este idioma fue más grande que el mío.

¿Cuántas sílabas tiene paisito? ¿Tres: pai-si-to? ¿O cuatro: pa-i-si-to? La ortografía castellanano nos permite decidirlo; tenga tres o tengacuatro, paisito se escribe igual. Cristiano enColombia y en México (y no sé si también enotros lados del idioma) vale por hombre, y asídecimos: «Maté un cristiano», aunque el difuntosea musulmán, judío o budista. Y adviértase quepara despreciarlo más no le ponemos alinterfecto la preposición a como procedería(«Maté a un cristiano»), pues se trata de personay no de animal o cosa. Sentido del idioma sítenemos, aunque por lo general lo atropellemos.

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Y en España le he oído decir a un viejo hablandocon otro: «El día no amaneció muy católico».¿En Inglaterra se dirá «El día no amaneció muyanglicano»? En «el tonto de Juan» está claroquién es el tonto: Juan. Pero en «el asesino deJuan», Juan puede ser el asesino o el asesinado,el contexto lo dirá. ¡Pero la gramática no seocupa de los contextos! Salvo que la convirtamosen la ciencia de la elipsis… Regla de oro delgramático: cuando no logre aclarar algo, esporque algo falta en la frase y se puede suplir.Postule una elipsis. En «cuando la guerra»,ejemplo de que ya traté, para no tener queconsiderar a cuando como una preposiciónteratológica sostenga que es adverbio y que elcomplemento circunstancial o frase idiomática olo que sea en que aparece vale por una oraciónsubordinada, como «cuando estábamos enguerra», en que cuando sí es adverbio. Otrorecurso del gramático trucoso es recurrir a laexplicación histórica para no explicar nada. En«Murieron todos excepto o incluso los niños»,

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¿qué son excepto e incluso? Fueron adjetivos,como en esta frase de Luis del Mármol, deprincipios del siglo XVII: «Todas las ciudadesfueron arrasadas exceptas tres, que estabadispuesto por orden de Dios que quedasen». Ocomo en esta de Aureliano Fernández Guerra, dela segunda mitad del siglo XIX: «En abrir el canalse emplearon nada menos que cuarenta milochocientos diez y ocho indios, inclusas milseiscientas sesenta y cuatro mujeres cocineras».Ambos adjetivos se volvieron invariables, sinplural, pero al hacerlo dejaron de serlo. ¿Qué sonentonces ahora? Nadie dice qué. Yo digo que songerundios porque los podemos reemplazar porexceptuando o incluyendo: «Murieron todos,exceptuando o incluyendo los niños». ¡Perocómo van a ser gerundios, dirán los señoresacadémicos, si no terminan en ando ni en iendocomo terminan todos! Pues sí, aunque les pese,señorías. Es que excepto e incluso no songerundios de los de ustedes, de los choteados, delos terminados en lo que dicen ustedes: son

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gerundios de nuevo cuño, de los míos, originales,terminados en epto y uso: excepto e incluso.Suenan más a participios, pero no, es espejismodel análisis: los participios de exceptuar eincluir son exceptuado e incluído. Y me leponen tilde a incluído, que les falta, señorías,para disolver el diptongo: in-clu-í-do, que escomo me suena a mí. ¡A voltear patas arriba laortografía y la gramática que como están nosirven! ¿Y en «patas arriba», arriba qué es? Puesuna preposición pospuesta, de las de Cuervo. ¿Ycómo se explica gramaticalmente una frase tanarrevesada como «el niño es de lo más lindo»?Pues postulando una elipsis: que sobrentendemosla oración subordinada «que puede haber»después de lindo. ¿Y el lo? Pues es el artículoneutro, muy nuestro y del que carece el francés.¿Y cómo llega el español a tener un artículoneutro, si este idioma no tiene artículo segúndijo el autor de estas líneas? Ahí les dejo de tareaeste problemita de «gramática histórica» como lallaman, para que lo resuelvan y me pongan deacuerdo conmigo mismo. ¡Qué hermosa es la

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gramática de la lengua castellana, más que lacontabilidad! Y sigamos en lo que estamos a ver.¿Y qué es «a ver»? Dice Cervantes en su Quijotehablando de Sancho Panza: «Volvía la cabeza aver si veía los caballeros y gigante que su amonombraba». Y Moratín: «No dijo nada. Cogió y seentró derechito sin hablar una palabra». ¿No seles hacen ese «a ver si veía» y ese «cogió y seentró» verdaderas maravillas de este idioma?Analizarlas sería despedazarlas, como cuando unniño rompe un muñeco de cuerda para ver cómofunciona, le saca la cuerda y lo daña.

Cuando decimos, con infinitivo, «¡A correr!»,lo que estamos expresando es un imperativo:«¡Corre!» o «¡Corran!» o en España «¡Corred!»En «Quiero que vengas mañana», según la RealAcademia vengas es presente de subjuntivo perono, el subjuntivo no tiene presente, vengas esfuturo, y en prueba el mañana. El futuro comotiempo gramatical está en vías de extinción eneste idioma y lo está reemplazando el presente.Si hoy usamos el futuro de indicativo es para

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expresar duda, como cuando a la pregunta de«¿Qué hora es?» respondemos: «Serán lascinco». Y si el futuro del indicativo se estámuriendo, ¡cuánto hace que el de subjuntivo semurió! Cuervo fue de los últimos en usarlo: «Lepongo a V. la dirección de D. Joaquín GarcíaIcazbalceta, por si V. no la supiere o por sipudiere serle útil». Hoy humildemente diríamos:«Le pongo la dirección de don Joaquín etcéterapor si no la sabe o por si le puede ser útil», enpresente y sin tanto usted. Aunque no murió deeso, Cuervo padecía de usteítis crónica: «Muyseñor mío y distinguido amigo –le escribía aFoulché-Delbosc–: Si U. no está ocupadomañana domingo, y me lo permite, tendré elgusto de ir a disfrutar de la grata y doctacompañía de U. a eso de las cinco de la tarde. Enno recibiendo respuesta, entenderé que U. puederecibirme. Estoy corrido de ver la dilación conque cumplo la promesa que hice a U. de pasar porsu casa: confío en que U. me la perdonará,recordando que en invierno (o llámelo U. otoño)

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no hago más que estar con catarro. Desde ahoradoy a U. de nuevo las gracias», etc. Sobran todosesos ustedes, se pueden quitar o cambiar porposesivos o pronominales: «Si no está ocupadoel domingo… de su grata y docta compañía…entenderé que puede recibirme… la promesa quele hice de pasar… confío en que me laperdonará… llámelo otoño… le doy de nuevo lasgracias…» Sin un solo usted. Como buenbogotano Cuervo nunca tuteó a nadie, ni siquieraa Rafael Pombo, su más querido amigo. Y de losmás de trescientos corresponsales que le hecontado solo tres lo tutean: Alejandro Posada,Pantaleón Gutiérrez Ponce y Fidel Pombo,hermano de Rafael: el primero, por costeño; ylos otros dos, que eran bogotanos, por ridículos.

Y si con el futuro indicamos el presente, conel presente indicamos el futuro, como en «Creoque Juan siempre sí viene mañana», significandovendrá. O como en el presente histórico, que derecurso literario que era para darle vivacidad alrelato («Surge entonces Napoleón y acaba con el

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Antiguo Régimen», en vez de surgió y acabó),hoy la chusma lo choteó y lo usa en laconversación como una delicatessen: «Él se casacon ella, a los dos meses se divorcian, y a lostres la mata». ¡Ay, tan exquisito el cronista! Loque ha debido decir el gran ridículo, en humildepretérito y en mi humilde opinión, es «Él se casócon ella, a los dos meses se divorciaron y a lostres la mató». Y obsérvese que casarse ahí esverbo reflexivo, divorciarse recíproco y matartransitivo, ni más ni menos que como cuandodigo «Agárrenme que voy a matar al papa». Matartambién puede ser reflexivo como en «Se matóde un tiro», o recíproco como en «Se mataron acuchilladas», o tener significación absoluta comoen «Pablo Escobar mataba por ver sufrir». ¿Y porqué ausentarse y arrepentirse solo pueden serpronominales en tanto morir puede serlo o noserlo ya que podemos decir «El niño murió deuna diarrea imparable» o «El niño se murió de unberrinche»? Porque sí, por caprichos del idioma,porque este idioma es obra de los españoles, que

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hacen lo que se les da la gana. Y he aquí la últimarazón, la razón de las razones, la razón supremade tantos «ejemplos sintácticos que pudiéramosllamar extraviados o extravagantes», según lafeliz frase de uno de los corresponsales deCuervo, Ángel Sallent y Gotés, catalán yfarmacéutico él. Y «matarse de tanto estudiar»,dicho sea de paso, no mata a nadie: cansa.

¿Y por qué lindo tiene superlativo, lindísimo,mientras que bonito no lo tiene, pues no decimosbonitísimo? ¿Y por qué a mecánicaménte, quetiene dos acentos, no le pone la Academia sinouno, en la a, y últimamente ni ese? ¿Y por qué elhijo que pierde a sus padres es huérfano,mientras que los padres que pierden al hijo noson nada pues no tenemos palabra para designarsu orfandad? ¿Y por qué limosnero en España esel que da limosna y en América el que la pide? ¿Ypor qué hay tocayo de nombre, pero no tocayo deapellido? ¿Y por qué en España no usan eltocayo? Porque al idioma no le dio la gana, ni enAmérica ni en España. Y la pobre España que

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antaño fuera la metrópoli de un vasto imperiohoy no es más que una provincia anómala delidioma, y de su antiguo orgullo y altanería ysoberbia ya no queda ni el polvaredón. Y yametidos en gastos, la más horrenda prosa que sehaya escrito en la inefable lengua de Castilla enque nuestro señor don Quijote hijueputió a Ginésde Pasamonte, es la de la lesbianoide de Teresade Ávila, la santa, seguida de las de sus doscompinches frailes, el de Granada y el de León.No sé por qué Cuervo les tenía tanta devoción aesta tripleta de lambeculos del Creador.

En su respuesta a una consulta del hermanoMiguel (el lasallista y gramático ecuatorianoLuis Florencio Febres Cordero de quien ya hehablado y a quien beatificó Wojtyla) sobre se enfrases del tipo «Se ama a Dios», Cuervoconsidera los casos en que aparece el pronominalcon verbos intransitivos (amar es transitivo)como en «me salgo», «me voy», «me echo por laventana», y concluye: «Creo que con verbosintransitivos este pronombre no es ni acusativo ni

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dativo: ¿qué es entonces? Signo deespontaneidad; pero esto no es nomenclaturagramatical: ¿qué importa? La nomenclatura a queestamos acostumbrados es deficiente». En estepunto recuerdo el «cogió y se entró» de Moratínde que he hablado: el se de «se entró» estájustamente en el caso analizado por Cuervo, noes acusativo ni dativo, es signo de espontaneidad,un uso expresivo del idioma que se substrae alanálisis. Empezando la carta al hermano Miguel,Cuervo le dice: «Como preámbulo diré a Vd.francamente que la nomenclatura gramatical esdeficiente, por haberse hecho a priori antes deestudiar científicamente los hechos, y aplicádosea lenguas muy diversas en el supuesto falso deque todas son idénticas. Impuesta lanomenclatura a una cosa tan fluida y movedizacomo el lenguaje, se encuentra uno a menudocon que los hechos no casan ya con aquella pauta,y no halla nombre ni cajilla en que acomodarlos.No sé si esto parecerá a Vd. una herejíagramatical, pero confío en que será indulgente al

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considerar que las líneas rectas, las figurasgeométricas puede decirse que no existen en lanaturaleza, son puras abstracciones». Y termina lacarta diciendo: «Acabo sin haber resuelto nada,como Vd. ve. Como me dé Nuestro Señoralgunos años de vida, no sabré ni jota degramática. De nuevo mil y mil gracias;consérvese Vd. bueno; concédale Nuestro Señorhacer buenos a muchos, y créame suyo decorazón, R. J. Cuervo». ¿Qué idioma, por Dios,de los miles que hay o ha habido tiene dosgramáticos santos? ¿Será coincidencia queColombia limite con el Ecuador? ¡Qué orgullosome siento de nuestros dos países!

Y en carta a otro santo no canonizado pero quecanonizo ya, el colombiano ecuatorianizadoBelisario Peña, analizándole la frase española«había muchos combatientes» (con el impersonalhaber), que traduce la latina erant multibellatores (con el personal esse o ser), Cuervole dice: «De este mismo fenómeno han resultadoinfinidad de locuciones irregulares que la lógica

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por sí sola no puede explicar; y es lo curioso queel pueblo siente a menudo el conflicto, y trata derestablecer la armonía. Por eso dice hubieronfiestas, conforme a la lógica, pero no conforme ala gramática. Perdóneme U. tan inútil palabrería».«Hubieron fiestas» en vez de «Hubo fiestas» noes tan terriblemente monstruoso (o por lo menosno tanto como matar a la madre) como creíaColombia todavía cuando yo nací, pues equivale a«Dieron fiestas», en que el verbo en tercerapersona plural no es personal como parece sinotambién impersonal, ni más ni menos que en lafrase «Ayer mataron a Pedro en Bogotá», en laque no sabemos cuántos fueron los que mataron aPedro, pudiendo haber sido uno solo, asímataron esté en plural. En Colombia lo matan auno y se queda uno sin poder decir quién. Matarallá es como llover, verbo impersonal que notiene sujeto.

Pero el fracaso como gramático del másgrande gramático de este idioma no puede quedarmás claro que reconocido por él, Rufino José

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Cuervo Urisarri, santo, en una larga carta de 1886sobre cuestiones gramaticales dirigida al directorde la Academia Mexicana de la Lengua JoaquínGarcía Icazbalceta: «Y en este trance habré dehacer a V. una confesión que acaso leescandalice, pues tiene todas las trazas de unaherejía gramatical digna de la hoguera. Lanecesidad en que me he visto de tratar de poneren orden y explicar una gran cantidad de pasajesde nuestros autores, que, por lo mismo que hanescrito espontáneamente, se han servido deinfinitas construcciones que no se dilucidan enlas gramáticas comunes, me ha llevado a buscarla solución de estas cuestiones, más, eso sí, enlas obras de los filólogos más insignes, que conmis propias fuerzas: ¿Son las categoríasgramaticales que señalan nuestros tratados,absolutas, se fundan en la naturaleza misma delentendimiento humano a la par que en la esenciadel lenguaje? ¿Toda construcción, todaaplicación nueva que aparezca en una lengua ha devenir ineludiblemente ajustada a las fórmulas

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lógicas?» Y en seguida ci ta a Brugmanncondenando «la indebida confusión de lagramática con la lógica, especialmente por lo quehace a la sintaxis». ¡Qué ingenuidad la de Cuervoy la de ese alemán! ¡Como si tuviéramos tanclaro qué son el entendimiento humano y lalógica! Claro que los gramáticos de Port-Royal,que propugnaban una gramática universal,quintaesenciada y eterna, y con los que acabóBello en nuestro idioma al concebir unagramática solo para la lengua castellana, estabantan desencaminados como los enciclopedistascon su diosa Razón. Pero los teólogosescolásticos con su Dios creador del universo,bondadoso y eterno, ¿esos qué? ¿Nos hanaclarado acaso algo? Nada, y su Dios conmayúscula no sirve para un carajo. El hombrevive de disparates y de engaños, ¡qué le vamos ahacer!

El libro de Cuervo que me acompaña desde miinfancia se titula «Apuntaciones críticas sobre ellenguaje bogotano». ¿«Sobre»? A mí me suena

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mejor «al», don Rufino: «Apuntaciones críticasal lenguaje bogotano». Busco en el Diccionariode Cuervo el substantivo apuntación que hoy yanadie usa (y que nuestra Madre Academia defineen el suyo como «acción y efecto de apuntar»),a ver qué preposición rige, y no está. Apuntar sí,con catorce acepciones, de las que la 2b es«Hacer apuntaciones», pero apuntación lo que sedice apuntación y que es lo que a mí me importa,no aparece. En el Diccionario de Cuervo de tieneochenta columnas, dar sesenta y cinco, acincuenta y seis, cuanto cuarenta y cinco, dejartreinta y seis, correr veintiocho, con veintiséis, yasí, pero apuntación ni una. Ni media, ni untercio, ni un quinto, ni un décimo. Ni tampocoestá, ni en el de la Academia, la palabra dizque,que hoy usan cuando menos ciento sesentamillones, en Colombia y México y tal veztambién en otros lados del idioma, y sin la que yono puedo ni respirar. Me puse a buscarla el otrodía en ese Diccionario panhispánico de dudasque han publicado nuestras veintidós Academias

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de la Lengua juntas, y sí está. ¡Pero aclarada concitas tomadas de libros míos! Si yo soy unaautoridad en este idioma, señorías, este idiomase jodió. Y dizque no es una mísera palabra delcomún, vale por toda una frase: «dicen que», o«dicen que es». «Dizque no viene» vale por«Dicen (o dice él) que no viene», y «¡Dizque muyinteligente!» vale por «Dicen que es muyinteligente». ¡Pero con ironía!

Dejando ahora el irónico dizque y pasando acasos menos perversos del idioma, quieroconsiderar la frase «Cuatro leguas después deAlmería viene un castillo», de la Crónicageneral de España de Florián de Ocampo,historiador del Siglo de Oro. ¿Qué es esedespués ? ¿Acaso una preposición pospuestacomo las de Cuervo? ¡Ojalá! Eso sería panmojado… Cambiémosle el orden a las palabrasde la frase y veremos que no se puede analizar:«Un castillo viene cuatro leguas después deAlmería». Sin embargo tal como la puso donFlorián, la frase pasa muy bien por las neuronas

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del área del cerebro donde se deciden lascuestiones del lenguaje. Después, que por logeneral se usa para el tiempo, en ella se refiere alespacio, ¿no se les hace una maravilla? Y es queel espacio cuando viajamos se vuelve tiempo. Yvenir usado por hay (como si hubiéramos dicho«A cuatro leguas de Almería hay un cas tillo»),¿no se les hace otra? Un castillo, que está quieto,¿viniendo como si fuera un caballo que semueve? ¿Y por qué no? En el idioma que produjoel Quijote no se me hace raro en lo más mínimoque los castillos se muevan, viajen, y conprincesas encantadas en sus torres. Lo veocompletamente normal.

¿Fracasó entonces Cuervo, como el común delos gramáticos, en su intento de apresar esteidioma? Sí pero no. Con su diccionario-gramática atiborrado de decenas de miles de citashizo ver como nadie que el idioma no es como elgenio de Aladino que se deja encerrar en unabotella, sino un genio rebelde, cambiante,caprichoso, que se sale de donde lo quieren

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meter y no lo agarra ni el loquero. ¿Y cómo pudoun paisito tan insignificante como Colombiaproducir un genio de alma grande y bondadosacomo Rufino José Cuervo Urisarri que nisiquiera pasó por la escuela secundaria pues todolo aprendió en los libros pero que a los treinta yocho años, cuando llegó a París, tenía concluidoen lo esencial su portent o s o Diccionario deconstrucción y régimen de la lengua castellanaen que lograba meter bien que mal, en camisa defuerza, a este desquiciado idioma? Pues porqueDios existe. Esta es mi prueba gramático-lexicográfica de la existencia de Dios y de lagrandeza de Colombia.

Solo se conocen cinco fotos de Cuervo, y entodas aparece de espesa barba y en todas,exceptuando la primera, que le tomaron demuchacho, está tan calvo como mi abuelomaterno, cosa de que me enorgullezco. En laprimera foto, que dio a conocer la revistaSantafé y Bogotá en 1926, se ve de unosdiecinueve años: está de camisa blanca y pañuelo

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blanco en el bolsillo izquierdo del saco negro, ycon moño negro, mirando de perfil quién sabe aquién. La segunda foto la dieron a conocer losdel Instituto Caro y Cuervo en el sexto volumende su epistolario, el de su correspondencia conAntonio Gómez Restrepo, aunque sin decir dedónde la sacaron. Se la tomaron en 1876, a lostreinta y dos años, cuando ya era cervecero, y sele ve también de perfil y también de negro y conla misma barba tupida, pero ya en pleno procesode desentejamiento de la mansarda, que se cubríadejándose crecer el pelo del lado izquierdo yechándoselo sobre el derecho. Es la foto en quese basó el pintor Antonio Rodríguez para hacer elgrabado de Cuervo por el que Colombia lo haconocido, el cual apareció por primera vez en elprimer número de El Repórter Ilustrado, el 4 dejunio de 1890, acompañando un artículo de Carosobre él. «Recibí con sobre de letra de Ud. –leescribió Cuervo a Caro desde París pocodespués–, el Repórter en que con gran sorpresame veo xilografiado y biografiado. En cuanto a loprimero, quantum mutatus ! Catorce años o cosa

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parecida, que han corrido desde que se sacó esafotografía, no pasan así no más: ya mi calva secontinúa casi con el espinazo, y no digo que usoanteojos porque en este punto soy todavíavergonzante, es decir, no me los pongo fuera demi cuarto. En cuanto a lo segundo», etc.Quantum mutatus, tomado de la Eneida,significa «¡Qué cambiado!» Esta foto de la que sesacó el grabado ha de ser la que le mandó Cuervoa Dozy junto con las Apuntaciones a través deUricoechea, quien en noviembre de 1877 lereprochaba: «No sé cómo ha tenido U. alma demandar una fotografía a Dozy y no a mí. Si nohubiera sido abusar mucho le aseguro que lahabría declarado comiso en mi casa. Como multale impongo la de enviarme una copia para mí y sino lo lleva a mal otra para remitir a España». Nosé qué significaba con eso de «comiso en micasa», ni lo pienso averiguar, y sigamos con latercera foto, tomada en 1877, o sea un añodespués de la segunda, y que acaba de publicar larevista El Malpensante. Se ve en ella a Cuervo

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con Domingo Hincapié, médico y general yrepresentante de la Cervecería de los Cuervo enMedellín, y al hijo de este, Leopoldo, de unosdieciséis años. El muchacho aparece en medio,e n una silla, sentado; Domingo Hincapié, a laderecha de la foto, y Cuervo a la izquierda, estánde pie. De las cinco fotos de que estoy hablandoes la única en que se ve a Cuervo de frente y depie. Tiene treinta y tres años pero parece demuchos más, y en el año transcurrido se le hacompletado el desentejamiento de la mansarda,pero ya se resignó y no se la cubre de prestado.Está de saco negro largo y de moño negro, yaunque sin duda es él, si no me lo dicen no loreconozco: parece un cervecero gordo, calvo,anodino… Pero no. Es mi santo. Los Hincapié,de Medellín, guardaron allá la foto, y los de ElMalpensante dicen que es del tamaño de unnaipe.

Las tres fotos anteriores son las que letomaron en Colombia, aunque no sé quién.Supongo que Demetrio Paredes o Luis GarcíaHevia, nuestros fotógrafos de entonces, que

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inmovilizaban para la eternidad a la alta sociedadbogotana. La cuarta foto se la tomaron a lostreinta y cuatro años, a principios de 1879, en unestudio de París. Es la que se publicó en elrecordatorio de su muerte con una súplica alSeñor de que tuviera piedad por él, y la de unmedallón hecho sobre porcelana por Walery enParís en 1893, que una sobrina nieta de Cuervo,Teresa Cuervo Borda, hija de Carlos CuervoMárquez, le regaló al Instituto Caro y Cuervo. Hade ser también la misma foto de que les mandócopias a Schuchardt en 1882 y a Blumentritt en1883 (y acaso también a Foerster en 1886), de lasque se habla en su correspondencia con ellos. Enesta cuarta foto Cuervo empieza a ser el que es.De barba negra tupida, completamente calvo, denegro y moño negro anudado en torno a un cuelloblanco postizo a modo de alzacuellos de cura,parece un cura. Está de tres cuartos de perfil. El18 de junio de 1878 Caro le había escrito a París:«Apenas tengo tiempo para ponerle dos palabras.Sea lo primero pedirle su fotografía, de lo cual

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no podrá U. excusarse pues entiendo que losconcurrentes a la Exposición tienen quepresentar su retrato. Carlos Martínez Silva medice que pida a U. colaboración decorrespondencia para El Repertorio, revista queserá órgano semioficial de la Academia, y quiereque yo apoye su solicitud, lo que hago con lamejor voluntad». A lo cual Cuervo le contestó el20 de agosto: «Para la Exposición no se exige elretrato como boleta de entrada sino a losexpositores, porque como para ellos es gratis, senecesita comprobar la identidad de la persona.Así es que todavía no tengo retrato mío, y yadebe U. figurarse que, si puede disponer deloriginal, en habiendo copia con mayor razónpuede contar con ella». La Exposición era laExposición Universal de París (el pretexto de losCuervo para su primer viaje a Europa), y elRepertorio era El Repertorio Colombiano, quese empezó a publicar poco después y que llegó aser la mejor revista de Colombia en el siglo XIX.Que la foto que le pedían es la cuarta de que

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hablo, y que se la hizo tomar a principios del añosiguiente, 1879, o sea al final de su viaje deexploración a Europa, me lo confirma una cartasuya a Joaquín García Icazbalceta del 30 de juliode 1889, desde París, donde ya vivía desde hacíasiete años, en la cual le dice: «En esta espera [ladel recibo de unas Memorias de la AcademiaMexicana de la Lengua que aquel le envió] mevinieron achaques que por algún tiempo meimposibilitaron de escribir; algo restablecido, fuia buscar unas fotografías que tenía arrumbadas, yal verlas reparé, como no podía menos, que endiez años que habían corrido desde que sehicieron, el tiempo no había pasado con losbrazos cruzados por mi indefensa personalidad.Tuve escrúpulo de hacerle a Vd. una especie deengaño, solo disculpable en una mujer de miedad, y me fui a casa de un fotógrafo; pero enesta ciudad, como Vd. sabe, la dilación es uno delos modos que tienen de acreditarse ciertosestablecimientos. Al fin me han despachado, y asípuedo ya darme el gusto de conversar un rato con

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Vd. El retrato de Vd. ha confirmado,acreciéndola, la antigua simpatía, pues, para nohablar de otras cosas, me ha representado ladigna suavidad y la generosa benevolencia que yome tenía figuradas. Lo conservaré con cariñosaveneración. En cuanto al mío, bien quisiera quefuera de puertas adentro, porque así vería Vd. ellugar que Vd. ocupa en mi interior». Que con estacarta iba la nueva fotografía nos lo confirma lasiguiente carta de Cuervo a García Icazbalceta,d e l 10 de agosto, escrita ahora desdeFontainebleau y en que le dice: «En días pasadoscontesté a Vd. con escandalosa demora dando aVd. las gracias por el Diccionario dePeruanismos y comunicándole no haber recibidolas Memorias. Le remití además a Vd. unafotografía, entre dos tablitas, que temo se dañe;si así fuere, ruego a Vd. me lo diga, a fin derepetir el envío cuando vaya la Gramática deBello». La fotografía llegó y García Icazbalcetale acusó recibo de ella. Un poco antes Cuervo ledebió de haber mandado copia de la misma foto a

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Belisario Peña, al Ecuador, pues este le escribióe l 13 de julio: «Muy querido amigo y respetadoseñor: Ayer recibí su cartica del 9 del mespasado, y en ella el tan deseado retrato de Ud.que tengo actualmente delante de mí, y que seráel adorno precioso de mi mesa de escribir, puesquiero verlo todos los días y recrearme en él».Tiempo después, el 3 de enero de 1902, Cuervo leescribió al español Ángel Sallent y Gotés, que lepedía un retrato suyo: «Un retrato que hice hacer,algunos años ha, merece la reprobación de todosmis allegados; he prometido hacer otro, pero aúnno lo he cumplido: no sé qué tirria me tengo. U.con su cariñoso deseo me sacará de mi desvío».Para mí que el retrato de la reprobación, que noha quedado, es el mismo enviado a GarcíaIcazbalceta y a Belisario Peña. En cuanto alretrato prometido a Ángel Sallent y Gotés, no sési se lo mandó. En carta a Belisario Peña del 24de mayo del mismo 1902, Cuervo le anunció queVicente Urrutia le llevaría al Ecuador copias dedos artículos de Juan Valera contra él publicados

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en El Imparcial de Madrid y en La Nación deBuenos Aires, más un fonógrafo que llevaba suvoz grabada: «Con todo esto –añadía– irá miretrato; tiene una mirada que es la que uso yacostumbro. A mi querido hermano Angel no legustaba, pero a causa del malísimo tiempo que hahecho no he podido ir a que me saquen otro. Estees provisional». Tampoco ese «retratoprovisional» ha quedado.

Quinta y última foto de las que conocemos: lainstantánea que le tomó su sobrino nieto CarlosCuervo Borda en París en noviembre de 1908, enel apartamento de la rue de Siam. Carlos CuervoMárquez, su sobrino, que era entonces elembajador ante la Santa Sede del infame generaly presidente de Colombia Rafael Reyes, viajódesde Roma a visitarlo a París acompañado de suesposa Elisa Borda, sus hijas Teresa y Elena y suniño Carlos, de doce años. Fue este el que tomóla foto. Fantástica le quedó. Cuervo, de perfil, enla penumbra, parece un santo de Zurbarániluminado desde el cielo. La luz cenital

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(¿celestial?) solo le ilumina la cara y las manoscruzadas, y el ambiente del apartamento se pierdeen la oscuridad. Este es el santo que he llevadosiempre en el corazón, el que me acompañadesde niño, desde mucho antes de conocer lafoto. Los Cuervo Borda la guardaron, Teresa se laregaló al Instituto Caro y Cuervo, y hoy está en laCasa Museo. Cuando la tomaron París estabaenvuelto en la niebla.

¡Y su voz, la del fonógrafo que le mandó conVicente Urrutia a Belisario Peña al Ecuador!Supe de ese fonógrafo y esa grabación por CarlosJosé Reyes, el director de la BibliotecaNacional, en uno de mis apurados regresos aColombia. Volví a México y por años me negué aoírla diciéndome que si la oía tendría que irme aParís a gastar lo que me quedara de vidadesandando los pasos de Cuervo. No sabía que laclave de su vida no estaba en París, donde murió,sino en Bogotá, en esa misma Biblioteca a la quele había dejado de herencia no solo sus libros,cosa que sabía, sino también sus papeles, cosa

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que ignoraba: andando el tiempo y cambiando losgobiernos, los papeles se repartieron entre laBiblioteca, el Instituto Caro y Cuervo y la CasaMuseo. Yo solo quería saber de él (tal vez parasaber de mí), y nunca pensé escribir ningún libro.Este para mí es innecesario, superfluo, unapurado recuento de lo que me importabaconocer. Los libros sobre vidas son tan inútilescomo las vidas, y si me apuran todos los libros.

El 20 de diciembre de 1901 Cuervo le escribióa Belisario Peña, a Quito, para contarle deVicente Urrutia: «Hallábame en el campo cuandoel Sr. Urrutia Olano tuvo la fineza de venir a estacasa a entregarme la cariñosa carta de U.Ausentóse él después, y me la remitió a Biarritzhace veinte días. No sé decir a U. cuánto sientono haberle conocido y tratado, y en particularhaberme puesto del todo a sus órdenes. Enseguida le escribí diciéndole esto mismo, con laesperanza de cumplirlo no bien esté de vuelta enesta ciudad». Tres meses después, el 31 de marzode 1902, Belisario Peña le pedía a Cuervo desde

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Quito: «Hoy le escribo para importunarle condos peticiones: la primera es que se digneprestarse para que el Señor Vicente Urrutia hagatomar la voz de Ud. en un fonógrafo pequeño quele pido con ese objeto especial: la segunda queme permita, si fuere posible sin inconvenienteninguno, hacer reproducir, en un periódico quevan a fundar los jóvenes de la Universidad, suprecioso trat ad o El castellano en América.Perdone mis impertinencias, hijas del cariño quele profeso, que es el que me mueve a desear oírsiquiera su voz antes de morirme, que, segúnestoy, no tardará mucho». El castellano enAmérica era la respuesta, en un largo ensayo quesalió en dos números del Bulletin Hispanique, alos impertinentes y transoceánicos artículoscontra él del estulto don Juan Valera, publicadosen un periódico español, en otro argentino y enotro mexicano. En cuanto a la muerte de donBelisario, no fue inmediata: cuatro años y mediose tardó el Señor en llevárselo, a los setenta ydos, viudo y dejando varios huérfanos de padre y

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madre aunque creciditos, pues su mujer se leanticipó. En 1963 un bisnieto suyo, Rafael BorjaPeña, le envió al Instituto Caro y Cuervo, desdeel Ecuador, las cartas que le había escrito Cuervoa su bisabuelo y que la familia conservaba condevoción, y junto con ellas el fonógrafo con suvoz. ¿Qué hagiógrafo, por Dios, en lo que llevade duración la Tierra, ha conocido la voz de susanto? Solo yo. Soy pues el primero, o mejordicho el único, el último, porque santos ya novolverá a haber. Y sigamos.

E l 24 de mayo de 1902 Cuervo le contestódesde París a don Belisario: «Varias veces hetenido el gusto de verme con el Sr. Urrutia, cuyasprendas me han encantado; solo siento el nohaber podido servirle de nada, a pesar de que contoda sinceridad me he puesto a sus órdenes.Antes de ayer fuimos a la fábrica de fonógrafos,y pronuncié unas pocas palabras dirigidas a U.;me limité a unas pocas, porque si hubiera dichotodo lo que me ocurriera, fuera cosa de nuncaacabar. Estaba yo un poco acatarrado y como

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había que alzar algo la voz, tuve que interrumpirunos momentos. U. lo notará, y también laincongruencia de los conceptos. Este deseo deU. me ha conmovido en el alma, pues es pruebadel más acendrado cariño: ¿qué podía yo decirhablando alto y en presencia de otros, quedescubriera todo lo que sentía mi corazón?Gracias, mil gracias». Y sí, en la grabaciónCuervo se siente cohibido; sería por el aparato,pues los franceses de la fábrica no entendíanespañol y el señor Urrutia era de confianza,colombiano.

Pero antes de transcribir la grabaciónpermítanme presentarles en forma a BelisarioPeña. Nacido en Zipaquirá, departamentocolombiano de Cundinamarca, en 1834, o sea diezaños antes que Cuervo, estudió en Bogotá en elColegio de San Bartolomé con los jesuitas, quele enseñaron latín y se lo llevaron a Jamaica en1850 cuando su destierro de Colombia por obra ygracia de José Hilario López. A fi nales de 1853estaba de regreso a la patria con ellos, y en 1856

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lo tenemos de profesor de latín en el SeminarioConciliar. Pasó luego con los jesuitas alEcuador, donde los dejó para casarse con CarmenBueno, de la que tuvo cuatro hijos. Durante eseprimer regreso a Colombia conoció a Cuervo deniño. Siguiendo el uno por su lado y el otro porel suyo y Nuestro Señor Cronos arrastrando aguabajo el puente que es su vicio, en noviembre de1887 se volvieron a encontrar, ahora por carta: laque don Belisario le mandó a París desde Quitocon el hermano Miguel (el que canonizóWojtyla) para felicitarlo por la aparición delprimer tomo del Diccionario: «Cuando conocí aUd. tan niño y tan pequeño –le escribía– no meimaginé que era el polluelo de un águila tangrande». Con esta carta empieza lacorrespondencia entre los dos. Tras la muerte deÁngel, Cuervo le decía que su amistad era de lospocos bienes que le quedaban. A lo que BelisarioPeña le contestaba: «Paréceme que le veo talco mo le conocí: niño inocente con todas lasgracias de esa edad encantadora, hasta la de la

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timidez esquiva, y que le pregunto por susestudios incipientes. ¿Quién dijera entonces queUd. sería lo que es, y que yo había de amarle contan íntimo afecto? Sin embargo, si me fuera dado,querría tenerle siempre como le conocí, y comoespero verle en nuestra patria verdadera. ¡Ah, quélazos tan dulces son los del amor cuando Dios esquien los estrecha!» Pero si Belisario Peña lorecordaba tan bien, nada en las cartas de Cuervohace pensar que este lo recordara a él. En fin, en1896 el matacuras de Eloy Alfaro lo expulsó delEcuador, y después de cuarenta años de ausenciavolvió por segunda vez a Colombia, que lorecibió con los brazos abiertos y lo hizo senador.En su columna «Siluetas parlamentarias» de larevista bogotana El Tío Juan, Clímaco SotoBorda, que firmaba como Casimiro de la Barra,lo retrataba así: «Belisario Peña Gómez, senadorpor Cundinamarca, poeta elegíaco de alto méritoy anciano venerable, ecuatorianizado haceluengos años. En la política de nuestro país nopesa un adarme, pero, a juzgar por el hecho de

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que viene a comer el pan del ostracismo (queaquí no le ha salido tan duro), se comprende queen el Ecuador pesa lo que vale. ¡Qué distinto detantos, que solo valen lo que pesan! Si el señorPeña nos hiciera el alto honor de morirse aquí,tendría mucho gusto en ir a colocar una guirnaldade laurel a la tumba del poeta». «¡Ancianovenerable» uno de sesenta y dos años! ¿Entoncesqué seré yo? ¡Ah con este Clímaco o Casimiro ocomo lo haya puesto su madre al gran guasón! ¡Ypidiéndole a don Belisario que se muriera paraponerle en su tumba una mísera guirnalda delaurel! A mí que no me pongan guirnaldas, yguárdense su «venerable», que para «ancianos»están los cerros y Dios.

En enero de 1963 los del Instituto Caro yCuervo recibieron pues en Bogotá el fonógrafoque Rafael Borja Peña les envió de Quito: lo traíael embajador colombiano en el Ecuador MoisésPrieto, consigo, abrazado, como quien trae lasreliquias de un santo. Poco después JoaquínPiñeros Corpas, miembro honorario del Instituto,

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llevó el cilindro del fonógrafo a Estados Unidos,al Thomas Alva Edison Foundation RecordingLaboratory de la Universidad de Siracusa, a quelo repararan, y allí transcribieron las palabras deCuervo a una cinta magnetofónica. Dice Cuervoen la grabación: «Mi muy querido: Estaspoquísimas palabras, que reproducirá a usted elaparato, son pequeñísima muestra de mi cariñopor usted, con el cual quiero corresponder a suincomparable afecto. Quiero que cuando ustedlas oiga esté perfectamente restablecido y puedavolver a su trabajo, muy particularmente para quepublique sus poesías. Esto ruego a Nuestro Señorentrañablemente. Le ruego salude, con todoafecto, a su familia. Aunque no tengo el placerindecible de haberla tratado, los quiero como lasombra de usted, como el objeto de sinceroafecto, todo mi afecto, acendrado en el amor deDios. Adiós y siempre suyo para siempre». Lavoz se oye muy lejana, desde las sombras,tratando de avanzar por sobre las interferenciasde ultratumba y los rayones, pero es la suya, no

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podía ser otra, era la que me perseguía desdesiempre, desde niño, y oyéndola se me salían laslágrimas y me daba tumbos el corazón. ¡Ay donRufino, cómo es que nos dejaste! La devoción delos del Instituto Caro y Cuervo por el fonógrafoy por él me conmueve. Tanto como la estatua enbronce que poco después de su muerte le mandóa hacer Colombia en Francia, al escultor Verlet:pensativo, con la cabeza ligeramente inclinada,tiene una pluma de escribir en la mano derecha yla izquierda descansa sobre un libro abierto queel escultor colocó en el brazo del sillón en queestá sentado. Espléndida escultura, la máshermosa que le pudieran hacer. La pusieron en lavieja plazuela de San Carlos, hoy de San Ignacio,que queda a una cuadra de la catedral. De lainfinidad de estatuas que hay en Colombia es laúnica que quiero. Las otras son de próceres,presidentes, políticos, obispos, curas, gentuzamiserable, basura humana. Colombia solo seredime con él.

No sé si Miguel Antonio Caro, entonces el

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hombre fuerte de Colombia, tuvo que ver con laelección a senador con que recibieron aBelisario Peña al llegar expulsado del Ecuador asu patria. Se me hace que sí. A Caro también loconoció don Belisario de niño. Es más, en elColegio de San Bartolomé fue su maestro. Losiguió tratando después por carta. Del paso fugazde Belisario Peña por el Senado de Colombiaqueda un proyecto de ley suyo (pero no sé si loaprobaron), para honrar la memoria de Núñez elateo, que acababa de morir. En él lo llama«hombre extraordinario a quien Colombia aclamapor segundo Libertador». ¡Ni que nos hubieralibertado de los curas! Por el contrario, el ateollegó al poder y se ablandó. Dicen que murióconfesado. Que el obispo Biffi, su lacayo, loconfesó. Caro, buen político, buen católico, sesalió con la suya: se subió a la presidencia tras demandar al presidente electo, confesado, al MásAllá. De la primera de las cartas de don Belisarioa Caro que han quedado tomo algo que me llamóla atención: «Como el Sr. Urrutia me exige que

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le recomiende el asunto de la mina de Sta.Rosalía, cuyo apoderado, Sr. Delgado, debe deestar ya en Bogotá, le escribiré hoy otra carta,haciéndolo por mera condescendencia. No déUd. más valor a mi recomendación que el quepida la justicia que puede tener ese asunto». Esteseñor Urrutia ha de ser el del fonógrafo, si no esque el del fonógrafo es su hijo. En fin, ya desenador en Bogotá don Belisario le escribía aCaro, el presidente: «Amé a Ud. desde que fueniño, y le he seguido en su carrera literaria ypolítica, gozándome más en sus glorias que en lasalabanzas que alguna vez me dispensó esabenevolencia, más bien pródiga que justa,favorecedora de mis pobres esfuerzos. Miorgullo en tierra extranjera ha sido el sercompatriota de Ud., y mi gozo aplaudir lostriunfos de la verdad y de la belleza alcanzadoscon su elocuente pluma». ¿Elocuente no vienepues de loquor, hablar? ¡Una pluma hablando!Después a Cuervo, en carta del 16 de junio de1898, cuando ya Caro iba de salida de la

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presidencia, pero queriendo seguir en calidad de«designado», como le dicen allá, le decía:«Mucho me temo que si insisten losnacionalistas en sacar de designado al SeñorCaro, estalle furiosa la revolución que acabe conColombia. Le diré con franqueza de amigo, y¿por qué no?, que tengo para mí que D. MiguelAntonio no es persona para gobernar. Talento einstrucción le sobran; pero flexibilidad decarácter y mansedumbre, me parece que no lastiene de más. Conoce a los hombres de oídas,casi nada con el trato; y por eso pierde lasocasiones de convertir en amigos a susadversarios. Confieso que le soy deudor demuchos actos de benevolencia que no olvidaréjamás; pero amor no quita conocimiento». Mielsobre hojuelas debieron de haberle sabido estaspalabras a don Rufino, para quien Caro ya habíadejado de ser santo de su devoción. Y seguía donBelisario: «Por desgracia no veo sujeto capaz deregir hoy atinadamente la República y deenderezar lo torcido: hombres probos, los hay;inteligentes, abundan; pero estas cualidades no

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bastan si falta la de un patriotismo abnegado queabrace la cruz y suba al Calvario del poder conespíritu de martirio, ajeno de ambición y aun degloria». ¡Ay, el Calvario del poder! A mí, donBelisario, que estás ahora en los cielos, que mecuelguen de esa cruz cuando les plazca, que deahí no me les bajo. ¡Qué ambición más saciadaque la del que está colgado allá arriba, en lasdelicias del poder, rascándose las pelotas!

Caro, que era un hombre decente, se metió ala política y se convirtió en un rufián. ¿Seacuerdan de su carta a Cuervo pidiéndole suretrato para Carlos Martínez Silva, su colega dela Academia Colombiana de la Lengua, el de lagran revi s t a El Repertorio Colombiano, ydespués el director de El Correo Nacional ?Pues le hizo rondar la casa y le cerró El CorreoNacional. Católico sin resquebrajamientos, o seamalo sin atenuación, Caro era peor que papa. Dehaber vivido cuando Torquemada, habría sidoTorquemada. Pero no. A nosotros nos tocó.Nacido en Bogotá en 1843, un año antes que

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Cuervo, lo bautizaron Miguel Antonio José ZoiloCayetano Andrés Avelino de las Mercedes:Miguel como el arcángel, Antonio como sanAntonio, José como san José, Zoilo como sanZoilo, Cayetano como san Cayetano, Andréscomo el apóstol, Avelino como san Avelino, yMercedes como la Virgen. Más apuntalado nopodía quedar el niño ni más segura su entrada alcielo. No necesitaba de obispo Biffi. A su padre,José Eusebio Caro, buen poeta, se le considera elprecursor del modernismo, cosa que se lecontabiliza en su favor. Fundó además, junto conMariano Ospina Rodríguez, en 1849, el partidoconservador colombiano, cosa que se lecontabiliza en su contra. La pertenencia al partidoazul, azul del cielo (el opuesto al liberal, rojo desangre), explica que en el año indicado sostuvierala candidatura de Rufino Cuervo Barreto a lapresidencia. Un vínculo así entre la familia Caroy la familia Cuervo era pues tan fuerte como elde la sangre. Vínculo al que se le sumó pocodespués el de la muerte de ambos: murieron en

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1853, dejando viudas a sus esposas y huérfanos asus hijos. Miguel Antonio José Zoilo CayetanoAndrés Avelino de las Mercedes Caro TovarIbáñez Pinzón quedó huérfano de padre a losnueve años y dos meses; Rufino José CuervoUrisarri, igual, a los nueve años y dos meses.Caro murió en 1909, a los sesenta y cinco años;Cuervo en 1911 a los sesenta y seis; Núñez en1894, a los sesenta y ocho. La vida, que equivaleen última instancia a la muerte, se comportó puesequitativamente con los tres.

En una carta de Rufino José a Rafael Pombo,del 24 de septiembre de 1909, escrita pocodespués de la muerte de Caro y aproximándoseya a la suya propia, le dice desde París: «Lanoticia de la muerte de Miguel Antonio me haimpresionado muchísimo. Hicimos amistad en1860, franca como de estudiantes; en esos días meenseñó a encuadernar, arte que él había aprendidodel Dr. Tovar, y que ambos prac ticábamosrudimentalmente, como que no teníamos losútiles necesarios. Aunque nuestros caracteres no

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eran idénticos, la indulgencia mutua no consentíaquiebra en nuestro trato. Ausente yo por estastierras, las circunstancias fueron diferentes,porque él era perezosísimo para escribir, y aunme han dicho que en los últimos tiempos habíaresuelto no contestar carta alguna. Comosoliloquios semejantes no son agradables, yotampoco le escribía; pero en todos los casos deduelo o de otra importancia no era lo mismo. Elme escribió cuando fue elegido Presidente,cuando murieron Antonio y Angel; sus hijosvinieron aquí, me trajeron carta suya. De modoque, tomados sin odio ni resentimiento, nuestrasituación era como la de Roland y Sir Leoline enel admirable símil de Coleridge». Y cita unosversos de Coleridge, después de los cuales lacarta ha sido mutilada. ¿Por qué? Sabrá Dios.Cartas mutiladas de don Rufino son de las quehay. Ases de su baraja para el infame Ordóñez. Eldoctor Tovar era el abuelo materno de MiguelAntonio, a quien le enseñó castellano y latín, y,cosas de la vida o de lo pequeña que era Bogotá,

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el padre de Cuervo también había sido sudiscípulo. Miguel Antonio, por su parte, estudióde niño en el Liceo de Familia, el de AntonioBasilio Cuervo y Antonio José de Sucre, dondetambién estudió Rufino José, y Antonio Basiliofue su ministro de Gobierno, como en algún ladodije. Caro fue discípulo del padre Proaño; Cuervotambién. Caro, en el Colegio de San Bartolomé;Cuervo no sé. No importa. Ni el uno ni el otropasaron por la universidad, ambos en esenciafueron autodidactas. Y en 1867, de muy jóvenes,escribieron juntos esa espléndida Gramáticalatina a la que Marcelino Menéndez y Pelayocalificaba de «obra magistral y la mejor de sugénero en nuestro idioma», y que sirvió paraunirlos más, aunque después se sumó a lo que losdesunió. Gramático también, Caro escribió unTratado del participio , que en realidad es delgerundio, pero la culpa no es suya sino de laterminología gramatical, que en este idioma va yviene como las olas del mar. Caro fue uno de losfundadores de la Academia Colombiana de laLengua, Cuervo otro; y en la librería que tuvo, la

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Americana, vendía y distribuía los libros de este.Estaban llamados a ser amigos de por vida, perola vida que une también separa. Las cartascruzadas entre ellos, y las de don Rufino conotros, prueban que se disgustaron. Colombia, queno investiga, los junta hasta el final. Yo no.

Ah, se me olvidaba. Caro era cegatón y usabagafas, y fue de los primeros en Colombia enpasarse de la escritura manuscrita a la máquina deescribir, si bien ya al final de su vida. Su últimacarta a Cuervo, del 24 de abril de 1906, estámecanografiada. Es la que comienza: «Miquerido amigo: Hace algunos años quedóinterrumpida nuestra correspondencia epistolar,no sé por qué causa». Yo sí sé pero ya lo dije yyo no me repito, ver atrás. A máquina o a manoescribió mucho: el Tratado del participio , elensayo Del uso en sus relaciones con ellenguaje, tres tomos de traducciones de Virgilio,la Constitución del 86, artículos periodísticos,discursos patrioteros y políticos (que son lomismo), versos latinos, versos castellanos comouna «Oda a la Estatua del Libertador», muy bella

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pero más que por mérito suyo porque la lira,invención del alma castellana, es una estrofa queno tiene pierde, es genial. Y su famoso soneto«Patria» que empieza:

¡Patria! Te adoro en mi silencio mudo,y temo profanar tu nombre santo.Por ti he gozado y padecido tantocuanto lengua mortal decir no pudo.

Gozado sí, en la presidencia, ¿pero padecido?A ver, malagradecido, ¿qué padecimientos tecausó Colombia? Por el contrario. Mimos.Colombia a sus políticos los mima, losconsiente, los masturba. Al resto nos pone atrabajar para ellos. ¡Hija de España tenías que ser,mala patria! Uricoechea se lo advirtió: «Deploroel estado de nuestro país y le ruego a U. trate deno mezclarse en la política militante que, segúnpienso y entiendo, no puede menos de deshonrara cualquiera, sea de uno u otro partido: ¡es tanbaja!» Y García Icazbalceta: «No puedo menos dever con cierta pena que haya V. entrado en la

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política. Deber es de todos contribuir al biencomún; pero ese torbellino arrebata las mejoresinteligencias, con detrimento del pacífico campode las letras». ¡El caso que les hizo! Era comodecirle a un niño desobediente: «No comas delpastel delicioso que dejé en la alacena, que tehace daño». Una virtud sí le reconozco: lo máslejos que fue de Bogotá fue hasta Tena, a seisleguas. Hizo bien. Bogotá es el corazón deluniverso.

Entre los papeles de don Rufino quedó unabuena parte de su correspondencia con suseditores, los Roger. Pero los del Instituto Caro yCuervo no la incluyeron en los veintidósvolúmenes que publicaron de su «epistolario».Tal vez porque para los filólogos las cuentas nocuentan. Para mí sí. ¿No le saqué pues a JoséAsunción Silva sus trapitos al sol gracias al«Diario» de su contabilidad tortuosa que meagencié? El mala paga es ladrón, y punto. DonRufino en cambio era escrupuloso, intachable.Una sola vez debió, más por sus hermanos quepor él, e iban a perder la casa. En la segunda de

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sus cartas a los Roger que han quedado (en losborradores que él guardó), les dice el 26 de abrild e 1899: «Con respecto a la Gramática latinadiré a UU. lo siguiente: en 1886 se reimprimió enBogotá, y mi colaborador, en vez de modificar eltexto en partes en que lo exigían los adelantos dela ciencia, solo cambió el prólogo poniendo en élexpresiones encaminadas a mortificarme y adesconceptuarme: el único ejemplar que he vistome fue remitido por el impresor, quien mepreguntó qué me parecía el prólogo. Al anunciaresta edición en el número de 12 de Noviembre de1886, La Nación, periódico de Bogotá, dice quese ha hecho una edición separada de losEjercicios que van al fin de la Gramática y queson trabajo exclusivamente mío, edición que yonunca he visto y de la cual no tengo más noticiaque la que da ese periódico en que intervenía micolaborador. Si para todo esto no reputó elúltimo necesaria mi intervención, ni siquiera miconsentimiento o conocimiento, tampoco serábueno que yo lo dé o lo tenga para otra ediciónen París, y por consiguiente renuncio a toda

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participación en la obra, y exijo que si esta sereimprime, no figure para nada mi nombre ni enla portada ni en parte alguna de ella. Con estacondición, el consentimiento único del SeñorCaro y su aceptación de las condiciones que UU.le propongan bastarán para que UU. hagan laedición. Esta declaración pondrá a salvo todaresponsabilidad de UU. para conmigo, y UU.podrán hacer de ella el uso que tenganconveniente. Queda de UU. atento y obsecuenteservidor Q. B. S. M., R. J. Cuervo», y abajo de«Cuervo» su rúbrica. ¿Por qué los del Caro yCuervo no publicaron esta carta? Pues paraperpetuar el mito de la inmaculada amistad entreCaro y Cuervo, quienes le daban nombre alInstituto. En la «Introducción a la cuartaedición», la de 1886, con que Caro reemplazó losprólogos de las ediciones anteriores, aprobadospor ambos, no hay ni una, pero cuando digo ni unaes ni una, «expresión encaminada a mortificarlo ya desconceptuarlo». Cuervo era injusto aldecirlo, y en seguida van más pruebas de su

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injusticia quisquillosa.El 18 de octubre de 1882 Caro le había escrito

a París: «Conviene que U. a ratos perdidosempiece a revisar los originales de la Gramáticalatina para hacer allá una nueva edición, que porlo visto tendrá acogida en España». A lo cualCuervo le contestó: «Cuando le parezca oportunohacer la edición de la Gramática latina envíemesus notas y unos dos ejemplares. No traje sinouno. Ahora me acuerdo: Bernardo Herrera comoque debe unos ejemplares; averígüelomañosamente, y como el reparto en esa ocasiónfue algo leonino, aplíquese UU. ese dinero».Algo les debería el presbítero Bernardo HerreraRestrepo, rector que había sido del SeminarioConciliar de Bogotá, donde la Gramática encuestión fue adoptada como texto de latín, yfuturo arzobispo de Bogotá. Para las fechas deestas cartas se habían hecho tres ediciones de laGramática: en 1867, en 1869 y en 1876. Sigamoscon las cartas: en la del 5 de marzo de 1884 ledice Cuervo a Caro que no puede «pensar en

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Apuntaciones ni Gramática» pues anda metidoen el Prospecto de 160 páginas de su Diccionariopara «sacarlo pronto como aviso». El 18 de marzosiguiente Caro le dice que hay que reimprimir lasApuntaciones pues ya se agotaron, y que«También hay que hacer una nueva edición de laGramática latina. Yo le enviaré un ejemplar conciertas notas, no para que U. haga uso de ellas,sino para descargar mi conciencia y saldarcuentas con esta obra. Haga U. con ella óleos yconfirmaciones. En estas materias filológicas,como en todo, es preciso que U. crezca y yomengüe. Mi espíritu y mi vista no están paranada». Con lo de «óleos y confirmaciones»,expresión de obispo, significaba que hiciera loque quisiera. Ni óleos hizo don Rufino, niconfirmaciones, pues el 5 de mayo le contestó:«Como ya le dije el otro día, creo que laGramática latina necesita una revisión de U.,pues si algún latín he tenido, lo voy perdiendo atodo trote. Si U. hace la edición allá, puedeayudarse del saldo aquel». ¿Cuál saldo? ¿El del

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presbítero Herrera? Saldos de presbíteros estánperdidos. En fin, el 12 de junio Caro le escribió:«Con arreglo a lo que U. me dice, la reimpresiónde la Gramática latina se hará aquí, sin perder laesperanza de que, dentro de dos o tres años, lavuelva a tomar U. a su cuidado». Y el 5 de agosto,contestaba Cuervo: «Me alegro sobremanera deque U. acometa la impresión de la Gramáticalatina. U. sabe que puede hacer óleos yconfirmaciones, y que todo merece miaprobación». Y punto. Ahí se terminó el asunto.¿Quién tuvo pues la culpa en él? Pues el que nohizo los óleos ni las confirmaciones, Cuervo. Locual no obsta en su proceso de canonización,pues ¿cómo va a ser una gramática de una lenguamuerta óbice u obstáculo para la canonización deun santo? Lo que se murió se murió y santo quecanonice yo no me lo descanoniza ni Wojtyla, aquien en el momento en que esto escriboNuestro Señor Satanás, el Mío, el Grande, elMáximo, le está cauterizando, en el últimocírculo de sus profundos infiernos, con hierro

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ardiendo de herrero el antifonario.Pero sigamos con el rompimiento entre Caro

y Cuervo. Estando por salir el segundo tomo delDiccionario de construcción y régimen, alcubano-colombiano Rafael María Merchán, quienhabía fundado el periódico La Nación, órgano dela Regeneración de Núñez que después dirigióCaro, y quien tenía gran influencia en elgobierno, le dio por promover, motu proprio ,entre algunos miembros del Congreso, una leyque estipulara la compra de unos ejemplares delos dos tomos de la obra. ¡El enredo que armó,por Dios santo! Ni se lo imaginaba este medioextranjero bienintencionado. El 16 de marzo de1893 le escribió a Cuervo desde Bogotá: «Herecibido, aunque con atraso, su gratísima carta de8 de enero. Fui, en efecto, el autor y redactor delproyecto de ley a que U. se refiere. Pasó porunanimidad en ambas Cámaras; solo que en la delSenado le quitaron el preámbulo porque loconsideraron inconstitucional. Esto me disgustómucho. Para un hombre como U. todo el mérito

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de la ley estaba en los considerandos; la partepecuniaria es de valor secundario o nulo. Y hastame dirigí a Suárez, el ministro de RelacionesExteriores, suplicándole que si de él dependía, nocumpliera el artículo que ordena se le pase a U.una nota; o que si se veía obligado a hacerlo,historiara lo que pasó, dejando constancia de queel preámbulo fue aceptado unánimemente por lasdos Cámaras, y suprimido por inconstitucional,pero permaneciendo de acuerdo con él. No quiseescribirle a U. porque mi objeto no había sidorealizado. Salirle a U. con dinero era ofender sudelicadeza. Yo quería que su pa tria reconocieraen una ley votada por unanimidad cuánto agradecey estima sus trabajos. Me siento mortificado;pero estos señores son paisanos suyos, y mecallo».

En diciembre de 1893 salió el segundo tomodel Diccionario, el río siguió arrastrando aguabajo el puente, llegó 1894, enero se convirtió enseptiembre, y el 25 Cuervo escribió un memorialdirigido al Señor Ministro de… , sin poner el

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nombre. Se lo mandó a su primo Benigno BarretoCuervo con el encargo de que le pusiera elnombre del Ministerio indicado, pues no sabía acuál dirigirlo, y lo entregara allí. Empieza así elmemorial, que se diría un memorial de agravios:«Señor Ministro: Con fecha del 22 del presentemes me han escrito los señores A. Roger & F.Chernoviz, editores, comunicándome que elgobierno de Colombia por conducto de unlibrero de esa ciudad les pregunta con quécondiciones podrían suministrar doscientoscincuenta ejemplares de mi Diccionario deconstrucción y régimen de la lenguacastellana, tomos I y II, manifestándome almismo tiempo que ellos, a más del descuentoordinario (diez por ciento) rebajarían un cincopor ciento deducido de la comisión que porcontrato les corresponde, y preguntándome siestaría yo dispuesto a otorgar precio ycondiciones especiales. Mi patriotismo meobliga a dirigir respetuosamente al gobierno pormedio de V. S. las observaciones siguientes…»

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¡Ay qué miedo! Ese «respetuosamente» merecuerda el de los mendigos con garrote deBogotá que le piden a uno tanto respetuosamente,y blanden el rompecrismas. Y sigue elrespetuoso: «La idea primordial que dominó enlas personas que promovieron en el Congreso elproyecto de favorecer mi obra fue la de estimularcon honores una empresa acometida solo poramor a la ciencia, dando delicadamente lugarsecundario a la parte comercial; no pudocumplirse su buena intención, y quedó lo que eraenvidiable testimonio de aprecio convertido enpuro auxilio pecuniario». Que él llevabaempleados veintidós años de trabajo incesante,sacrificando su salud y no poco dinero; que eseramo de las buenas letras había caído enColombia en tanto descrédito que sin ambages sedecía que el estudio de la gramática oscurecía elentendimiento; que la compra oficial de su obraencontraría entonces oposición; que él estabadispuesto a regalarle a Colombia los ejemplaresque quisieran… Y aquí viene lo bue no del

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chaparrón: «Estas ideas bien sé que parecenextravagantes al espíritu mercantil del mundoactual; pero no lo hubieran sido en épocas másventurosas: no necesito ir con la memoria altiempo cuasi legendario en que un ramo de olivoera reputado como prez digno de la sabiduría;volviendo los ojos cincuenta o sesenta años atrásen nuestra historia, vemos que todo ciudadanohonrado se preciaba de sostener al gobierno desu patria, de dar lustre a esta conforme a sucapacidad y de contribuir al bien común, sin lamira de que sus esfuerzos fueran coronados conuna pensión, con un destino descansado, con uncontrato leonino u otra gratificación monetaria.Hay por fortuna entre nosotros almas generosasque anatematizan y resisten la pretensión comúnhoy de vivir a expensas del Estado, la cual espreludio y forma disfrazada de aquel socialismobrutal que ansía por repartir entre los haraganeslos haberes de los ciudadanos trabajadores; y yaque no puedo yo prestar otro servicio a mi patria,me contento con ponerme al lado de ellas

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recordando y poniendo en práctica los noblesejemplos de nuestros mayores: si mi obra daalgún nombre a la tierra en que nací y a la cualdebo grandes beneficios, nada me queda a queaspirar. Seguro de que los sentimientos que mehan dictado esta nota se conforman con los de V.S., espero se sirva disponer V. S. que no se vuelvaa dar paso alguno para la compra cuestionada.Dios guarde a V. S., Rufino José Cuervo».

El chaparrón le cayó a Su Señoría el pobreministro de Instrucción Pública, Liborio Zerda,diez años mayor que Cuervo, o sea en camino yade convertirse en «anciano venerable». Meencanta todo lo que le dijo don Rufino en estacarta y que valía para él y todos los del gobiernode Caro, y todos los de los de antes y los dedespués hasta llegar al mísero presente en queseguimos padeciendo a esta gentuza vividora dela hacienda pública. Pero se le olvidaba a donRufino al remontarse cincuenta o sesenta añosatrás que su padre, Rufino Cuervo Barreto, de laprimera generación de criollos beneficiarios de

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nuestra independencia de España, llegó hastavicepresidente, y que tenía una hacienda, Boyero,y una casa en Bogotá de muchos cuartos ymuchos patios en la que nacieron sus hijos,etcétera. Claro que él no era culpable de habernacido ni de lo que hubiera hecho o no su padre,¡pero para qué volver la vista atrás en nuestra ruinhistoria, si ayer es hoy y hoy es mañana y esto hasido, es y será siempre miserable!

El pobre ministro Zerda le contestó comopudo: «Como U. insinúa que el Gobierno noconsidera necesario la compra de la obra de U.por la poca importancia que hoy se atribuyeoficialmente a los estudios lingüísticos entrenosotros, hasta el punto de que en los Colegiospúblicos se ha vuelto a una antigua rutina en lamateria, he de manifestar a U. que tal hecho, sifuese efectivo, no sería en manera algunaimputable al actual Jefe de Estado, quien, segúnes demasiado notorio y le consta a U. mismo, hadado prueba, así de su amor a ese linaje dedisciplinas como de su sobrada competencia en

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ellas», etc. Y que él había tenido la aprobación ensu desempeño en el Ministerio a su cargo nosolo del Vicepresidente o Presidente enfunciones (que era Caro) sino del mismoExcelentísimo Señor Doctor Rafael Núñez,Presidente titular de la República, quien «pocosdías antes de su fallecimiento, le dirigía desde lascolumnas de El Porvenir, de Cartagena, voces dealiento por los esfuerzos que se hacían en laAdministración del ramo. Estos cargos y otrasobservaciones que contiene su nota, y queenvuelven inculpación injusta al Gobierno, no secompadecen con el patriotismo que a U.distingue. El amor a la patria no debe ser tanabstracto que haga prescindir a las personas delos miramientos que han de tenerse con los queen ella están constituidos en autoridad paracustodia de los intereses sociales». No señorZerda: ningún miramiento para los mamones dela ubre pública como usted. Desde aquí, desde miefímero presente que ya está que toca el futuro,la tumba, se lo digo respetuosamente. Ni le

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compraron los ejemplares de su Diccionario aCuervo, ni Cuervo le regaló ni uno solo a esaabstracción, entelequia o ente que llamanColombia, y todo siguió y sigue igual deabstracto. ¡Qué ingenuo don Rufino, dejar devender quinientos ejemplares de su Diccionarioy ofenderse porque le suprimieron losconsiderandos a una ley de honores! Conconsiderandos o sin ellos la Ley es una puta. Enla carta de Zerda, escrita en papel membretadodel Ministerio de Instrucción Pública, Cuervoanotó: «No quise devolver esta comunicaciónporque es triste prueba de la arbitrariedad yservilismo de los Regeneradores. R. J. Cuervo».La carta de Zerda es del 19 de diciembre de 1894.Como Núñez había muerto dos meses antes, los«Regeneradores» con mayúscula se limitaban aCaro.

El 21 de agosto de 1896, poco después de lamuerte de Ángel y tras casi tres años deinterrupción de la correspondencia entre ellos,Cuervo le volvió a escribir a Caro: «Queridísimo

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Miguel Antonio: La primera prueba de cariño querecibí de Bogotá en mi triste soledad fue eltelegrama de U., cosa que satisfizo mi corazón demanera indecible, como que era prenda deaquella dulce y antigua amistad, encanto de mijuventud, honra y apoyo de años más maduros.Ahora he recibido la cariñosa carta que tambiénme entregó Gonzalo, nuestro buen amigo, y no sécómo agradecer todo lo que en ella me dice U.Yo nunca pensé que U. hubiera queridoofenderme, y la prueba de ello es que, al saber lamuerte del doctor Holguín, le escribí con elafecto de siempre, y que Ángel, no bien lepidieron una noticia biográfica de U. para unperiódico que se publica aquí en español, laescribió inmediatamente, procurando evitar todaalusión a la política actual, para que apareciesende relieve los méritos de U. entre la turbamultade esos presidentes de la América Española». Yasí era, en efecto, el penúltimo artículo queescribió Ángel, en El Mundo Diplomático yConsular, tres meses antes de su muerte, estaba

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dedicado a Caro (el último a Pombo); se titula«Don Miguel Antonio Caro, presidente deColombia». Y pasa a decir Cuervo en su carta:«U. vio las cosas de allá para acá: véalas ahora demi lado. Recibo un día una carta de Roger en queme dice que Concha le preguntaba con quécondiciones daría tantos ejemplares delDiccionario, que el Gobierno le encargabacomprar; y aparecía del contexto que la compradependía del precio. Yo no tenía a la mano lodispuesto por el Congreso, pero sí recordaba queesto no podía hacerse de ese modo; y como norecibí ninguna otra noticia, pensé que no debíadejar pasar las cosas así. No sabiendo quéMinistro era el que debía intervenir en el asunto,recomendé al doctor Barreto que pusiera ladirección y procurara que llegase la notaconsabida a su destino. A él, como a Merchán,rogué que no dejaran trascender nada de losucedido. El bueno de Zerda se dio por ofendidopersonalmente, y me contestó unas cuantasimpertinencias, acompañándome la nota que me

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había dirigido a tiempo que escribió Concha aRoger; nota que le fue devuelta del correo deParís porque no tenía dirección. Guardé la de lasimpertinencias y le devolví la otra sin abrirla.Ahora, con la confianza de antiguos amigos, leconfesaré que lo que verdaderamente me cargó alprincipio fue el pensar que un comerciante (ellibrero) había movido esto para especular. Enconclusión, solo ha habido golpes de gallinaciega; digo como U.: no se hable más de esto».¡Que hubiera sabido Caro de la notita que le pusoa la carta de Zerda sobre la arbitrariedad y elservilismo de los Regeneradores! De todo nosenteramos los hagiógrafos, todo lo sabemos,escarbamos aquí, escarbamos allá, somosubicuos, imparciales, insobornables, hacemossantos y los deshacemos, como Don JuanTenorio deshacía virgos y la Celestina los volvíaa hacer. Ya conocen a todos los mencionados enla carta, y en algún lado les hablé del telegramaen cuestión, ocasionado por la muerte de Ángel.Solo me resta, para terminar con este penoso

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asunto, preguntar una cosa: ¿No se les hace que«el bueno de Zerda» es despectivo? ¡Pobresservidores públicos, siempre a merced delciudadano del común, del batallador de a pie, quévida tan dura les tocó llevar!

Después de la última carta citada, lacorrespondencia de Cuervo con Caro se volvió ainterrumpir, ahora por nueve años y ocho meses,hasta el 24 de abril de 1906, cuando Caro lareanudó: «Mi querido amigo: Hace algunos añosquedó interrumpida nuestra correspondenciaepistolar, no sé por qué causa. Por mi partepuedo decirle que no la tengo con nadie en elmundo, pues vivo cada vez más retirado yarrinconado. Pero a U. lo he tenido y lo tengosiempre presente; recuerdo la casa de su santamadre, en que U. y sus hermanos vivieron largosaños, como la mía propia en que pasó mi niñez ymi primera adolescencia. Muy pocos sobreviven;pero el recuerdo de todos queda como una parteíntima de nuestro ser. Los amigos se apocan y laamistad crece». Y que su hijo Roberto salía paraParís, que le diera allá buenos consejos. «Le

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hago esta recomendación en nombre mío y deAnita. Ella y todos mis hijos se unen a mí paraenviarle nuestros recuerdos afectuosos. CréameU. siempre su buen amigo de infancia y decorazón, M. A. Caro». Fue la última carta que leescribió. Cuervo, a su vez, le escribió el 8 demayo de 1909 la última suya: «Mi querido MiguelAntonio: He sabido que la Divina Providencia hapuesto a prueba su fe privándolo de la compañíaque fue encanto y fuerza de su vida. La tristenoticia de la muerte de Anita ha renovado en míun mundo de cariñosos recuerdos, que nunca hanestado muertos, pero que, con un golpe así,cobran un vigor tal que en un solo momentocondensan largos años. ¡Cómo he pensado en sudulzura, su gracia indecible, su constante anhelode agradar a U., su solicitud por los niños (hoyhombres hechos!) y su casa toda! Al recibir estascuatro letras habrán UU. derramado hartaslágrimas», etc. Ana Narváez era la esposa deCaro, y uno de los «niños» era Alfonso, ahijadode don Rufino. Su carta termina así: «Abrazo a

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todos con íntimo afecto, y no tengo que decir aU. que soy el mismo de siempre, suyo decorazón, R. J. Cuervo». Caro murió el 5 de agostode 1909, y su hijo Alfonso, a los treinta y cincoaños, al año siguiente.

En todo caso la Gramática latina de Caro yCuervo no sirve para gran cosa: ni para hablarlatín, ni para leerlo. Hablarlo, como pretendió laIglesia durante casi dos milenios, es un disparate.Y leerlo un ejercicio de adivinanza. ¡Con eso deque a cada rato suprimen el verbo! Yo paraadivinar no sirvo. ¡Al diablo con el latín!¿Cuántos latinistas quedarán hoy en el mundo?¿Cien? ¿Doscientos? Hoy el idioma oficial de laIglesia es el italiano, en que miente urbi et orbi,a los cuatro vientos, Benedicta: modula la vozsanturrona y bendice con su quebradiza manoespantando a las palomas. No lo mato porque nolo tengo a tiro de ballesta. A Europa ya laperdieron, a América Latina la están perdiendo,solo les queda el África negra, a donde se han idoa embaucar. Van bien allá. El próximo Sumo

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Travesti lo elegirá un cónclave negro y hablará enbantú. «El latín ecelsiástico –decía Caro en suIntroducción a la cuarta edición de su compartidaGramática– debe ser severo y ajeno al adorno ya la pompa, pero no a la propiedad y a lacorrección, que no son cualidades soloexteriores del estilo sino reflejos fieles de laprecisión y limpieza del pensamiento. Losdocumentos doctrinales del sabio Pontífice quepreside hoy felizmente la Iglesia Católica, y queen años anteriores se preció de cultivar la poesíalatina al mismo tiempo que profesaba la filosofíaescolástica, demuestran cuán bien se juntan yauxilian la verdad teológica y la precisióndogmática, por una parte, y por otra la nobleza deestilo, la distinción y buen tono en el decir». ¡Ay,tan lacayito él! El «sabio Pontífice» eraGioacchino Vincenzo Pecci, alias León XIII, elenciclopedórrico de la Rerum novarum y otrasochenta y cinco encíclicas más un hijo queengendró en Bélgica cuando era Nuncio allá, y alque le componían poemas Caro y Belisario Peña.

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La Gramática latina de Caro y Cuervo es enesencia una reelaboración del Méthode pourétudier la langue latine de Jean-Louis Burnouf,que había sido traducido al español y publicadoen Caracas por los venezolanos Manuel AntonioCarreño y Manuel Urbaneja, y en el que tantoCaro como Cuervo habían estudiado latín deniños. Le pusieron esta frase de Andrés Bellocomo lema en la portada: «Dada una lengua, nodebe ser una misma su gramática para losextranjeros de diversas naciones». Y como losextranjeros en este caso eran de lenguacastellana, que se pone el joven Cuervo aatiborrar su Gramática de citas tomadas delPoema del Cid, de la Celestina, de Berceo, deAlfonso X el Sabio, del Marqués de Santillana…A comparar pues una lengua muerta, el latín, conotra lengua muerta, el castellano de estos libros yestos autores. De ahí le nació a Cuervo la manía,continuada en sus Apuntaciones y en suDiccionario, de escamotear el presente por andaren las ramas del pasado. Está envejecido el

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lenguaje de Cuervo, que vivió hace cien años, ¡nolo iba a estar el del Poema del Cid, que llevabamás de setecientos! En cuanto a los autoreslatinos citados, iban de Plauto y Catón, delperíodo anteclásico, hasta Quintiliano, Tácito ySuetonio del postclásico, pasando por los«clásicos puros», como los llama Caro en suIntroducción, de Cicerón, Virgilio, Horacio,Ovidio y César. La primera parte de la Gramáticade Caro y Cuervo, la de la Analogía oMorfología, está ocupada en su mayor parte porlas declinaciones de incontables substantivos yadjetivos, y las conjugaciones de incontablesverbos, con sus incontables excepciones, comocuando los pobres estudiantes del primer año demedicina se tienen que aprender en el curso deanatomía todos los huesos, todos los músculos ytodos los nervios que arman y mueven a laprodigiosa máquina humana. ¡Para qué, donMiguel Antonio! ¡Para qué, don Rufino José! Losseminaristas del Seminario Conciliar lo únicoque querían eran salir a los caminos de la patria a

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salvar almas, y los muchachos de la UniversidadNacional y del Colegio de Nuestra Señora delRosario a luchar por un empleíto público, «undestino», para empezar a trepar, a trepar, depeldaño en peldaño, por la escalera de laignominia burocrática que se corona con lapresidencia, que en tratándose de la República deColombia está más alta que el nevado del Ruiz.La cabeza humana, que no es mucho más grandeque un coco, tiene limitada capacidad dealmacenamiento en su materia gris, y esta no sepuede despilfarrar en declinaciones,conjugaciones y excepciones. No le recomiendoa nadie el estudio del latín. En cuanto a laGramática de la lengua latina para el uso delos que hablan castellano, no es paraaprenderse, es para admirarse. ¡Cómo dosjóvenes de veintitrés y veinticuatro años semetieron en semejantes honduras, tratando dedarle luz a su oscuro país!

L a Gramática latina de Caro y Cuervo sedivide en dos partes: Analogía y Sintaxis. Esta, a

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su vez, se divide en «Sintaxis general o deconstrucción, y particular o de régimen. Explicala primera en comprensivas generalizaciones elmecanismo de la oración; la segunda desenvuelvelos mismos principios y analiza además girosexcepcionales». Con perdón de don MiguelAntonio Caro de cuya Introducción a la cuartaedición son estas palabras, no entiendo. Si lasegunda desenvuelve los mismos principios quela primera, entonces es igual que la primera. ¿Yqué es eso de «giros excepcionales»? ¿No sedaba cuenta el latinista de que todo giro en todoidioma es «excepcional»? Pues este es eldescubrimiento prodigioso que anima alDiccionario de construcción y régimen de lalengua castellana de Rufino José CuervoUrisarri. Unos ejemplos con el verbo tener(aunque su autor no llegó tan lejos como la Tpues no pasó de la D): «Tengo una casa», «Tengohambre», «Hoy tengo que estudiar», «El ser vivotiene que comer», «Te tengo dicho que no jodas»y «Cantar no tiene nada que ver con cocinar». Los

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que no tienen nada qué ver son todos estosejemplos, unos con otros. El que tiene una casatiene algo, en tanto quien tiene hambre no tienenada en su estomaguito vacío: el uno es unposeedor, el otro un desposeído. En «Hoy tengoque estudiar» tener significa obligación. En «Elser vivo tiene que comer» significa necesidad. En«Te tengo dicho que no jodas» tener vale por elverbo haber. Y en «Cantar no tiene nada que vercon cocinar», ¿qué tiene que ver ver con tener, sino es asunto de ojos? Nada. En todo idioma todoes excepcional. O por la morfología, o por lasintaxis, o por la semántica, o por lapronunciación o por la ortografía. Pero volviendoa lo de «sintaxis general o de construcción, yparticular o de régimen». Ahí tienen las palabrasclaves de Cuervo, las que nunca explicó pero queson las que le dan título a su Diccionario deconstrucción y régimen de la lenguacastellana. ¿Qué es «construcción», don Rufino?¿Qué es «régimen», don Miguel Antonio?¡Díganmelo por favor! Pero no me vayan a salir

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con definiciones como las de su Gramáticalatina porque no las entiendo y la paciencia seme agotó. «El substantivo es la parte de laoración que representa y nombra las personas ylas cosas». ¿Y dónde me dejan al gusano de seda?¿Y dónde me dejan a Dios? Ambos sonsubstantivos, pero el gusano de seda no es nipersona ni cosa, es un ser viviente que teje; yDios no es una persona sino tres, el Padre, elHijo y el Espíritu Santo. «El adjetivo es la partede la oración que sirve para modificar elsignificado del substantivo». Como no sabemosqué es el substantivo, tampoco podemos saberqué es el adjetivo. ¡Y qué es eso de oración!Oración es la que le dirigimos a Dios. ¿Por quéno decir mejor frase ? «Verbo es la parte de laoración que declara el ejercicio de una facultad ocapacidad». ¿Y ejercitarse qué es? Será elejercicio de otro ejercicio. «Adverbio es la partede la oración que sirve para modificar elsignificado del verbo y del adjetivo». Com o nosabemos qué es el verbo ni el adjetivo, tampoco

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podemos saber qué es el adverbio. «Lapreposición es la parte de la oración que sirvepara determinar con precisión ciertas relacionesvagamente significadas por el acusativo y elablativo». ¿Y por el genitivo no, como cuandodecimos «casa de Pedro»? ¿Ese de no espreposición? Pero a mí la definición que mefascina es la que da Caro de la gramática en suIntroducción a la cuarta edición: «La gramáticaes la exposición ordenada y reflexiva delmecanismo de una lengua, el conjunto de reglasgenerales sobre sus diversos recursos y modosde expresión, fundadas en el uso de la sociedadculta y de los escritores atildados, y enseña ahablar y a escribir con corrección y propiedad».¿Qué es mecanismo? ¿Qué es lengua? En vez de«reglas sobre los recursos» ¿no sería mejor«inventario de los recursos»? ¿Y cuáles son losescritores atildados? ¿Él, Caro? ¿Y que enseña aescribir con corrección? Pues el que estudie laGramática latina de Caro y Cuervo saldrá sinsaber escribir: ni latín, ni español, ni concorrección, ni sin ella.

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Con el general Rafael Reyes pasó algo similara lo ocurrido con Merchán, aunque ya no enColombia sino en México, cuando la segundaConferencia Internacional Americana reunida allía fines de 1901 y principios de 1902. Lasrelaciones de los Cuervo con este general yfuturo presidente de Colombia venían de lejos.Empezaron mal, siguieron bien y acabaron mal.En una carta del 9 de octubre de 1889 a FedericoPatiño, administrador de sus bienes y de los deRufino José en Bogotá, le dice Ángel Cuervo:«Hemos notado [en “su muy apreciable” carta decuentas] que Boyero no lo tiene ya el señorReyes, y esperamos que V. haya tomado lasmedidas necesarias para que el nuevoarrendatario cuide la finca y los muebles que hayen ella, como estaban comprometidos a hacerlolos anteriores arrendatarios». Y Rufino José, el 8de enero de 1891, de nuevo al administradorPatiño: «Me parece muy bien que se haga elcontrato de arrendamiento de Boyero con elseñor Escallón, subiéndole el precio en los

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términos que Vd. nos indica. Creemos muyconveniente que se hagan los reparos que deseaeste señor; y sobre todo las paredes exigenparticular cuidado. Así que Vd. queda autorizadopara hacer todos los gastos necesarios. Desearíaque con el Sr. General Reyes o con D. AngelMaría Gómez (según lo que Vd. nos escribió)hiciera Vd. que repongan las vidrieras o laspaguen, porque no es corriente que estos señoresdejen la casa así». «Estos señores» en últimainstancia eran uno solo, el general Reyes, quienandando el tiempo habría de llegar a ser buenamigo de don Rufino en París.

Cinco veces estuvo el general Reyes en París.La primera en 1886, cuando en el mes dediciembre se vio allí con el general AntonioBasilio Cuervo, quien venía de Londres decamino a Madrid en una misión diplomática. Susegunda estadía en París, de un año, con su mujery sus hijas, se extiende de septiembre de 1896 aseptiembre de 1897. En esta ocasión conoció adon Rufino y se hizo su amigo, pero no alcanzó a

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conocer a Ángel pues este había muerto unosmeses antes. Para entonces el general era unaestrella refulgente en Colombia: había sofocadoel alzamiento de los liberales contra el gobiernoregenerador, Caro lo había nombrado su ministrode Gobierno y el Congreso lo había escogidocomo designado a la presidencia. Para alejarlodel país (al gato no hay que dejarlo cerca a loschorizos) Caro lo mandó de MinistroPlenipotenciario y Enviado Extraordinario deColombia a Europa, a la que se trasladó con sumujer y sus hijas. Escribiéndole el 8 de mayo de1897 a su sobrino el general Carlos CuervoMárquez (generales en Colombia entonces era loque sobraba, había más que poetas), don Rufinole decía: «He enviado inmediatamente la carta alSr. Gral. Reyes, a quien he tenido el gusto de vervarias veces así en su casa como en la mía y en lacalle, y en todas he confirmado la alta idea que deél me habían hecho formar sus proezas». A finesde septiembre de ese 1897 el gato choriceroregresó a Colombia en busca de los chorizos.

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«Queridísimo –le escribía don Rufino a Pomboel 25 de ese mes–: Me vine del campo a casaahuyentado del mal tiempo y al llegar me cogióun resfriado que me ha tenido sin salir unaporción de días. El Gral. Reyes, que tuvo lafineza de venir a decirme adiós, me encontró enla cama y no hubo tiempo de hablar nada; sudeterminación de irse me hace creer que él juzgagrave la situación, probablemente por efecto deesos mismos cablegramas de que U. me habla».¿Cuándo por Dios, don Rufino, no ha estadograve la situación en Colombia? A lo queregresaba Reyes a Colombia era a hacerse elegirpresidente, cosa que esta vez no logró, con todoy que lo recibieron veinte mil fervorososadmiradores: Manuel Antonio Sanclemente,puesto por Caro, de ochenta y cinco años, fue elque eligieron, con José Manuel Marroquín, desetenta y uno, como vicepresidente. En agostodel año siguiente Caro terminó sus seis años desacrificio abnegado, y los dos viejitos tomaronposesión del bien supremo: ni tardo ni perezoso

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el más joven, o menos viejo, Marroquín, le dio unfulminante golpe de Estado a Sanclemente, y aCaro, que no era santo de su devoción, lo«arrinconó», verbo que tomo de una carta de estea don Rufino.

En agosto de 1899 andaba de nuevo el generalReyes en Europa, por tercera vez, aunque ahorasin su mujer, quien en tanto había muerto, pero sícon sus hijas, y la amistad con don Rufino sereanudó. Han quedado varias cartas del general alsanto de este período, enviadas desde Lausana,desde Roma y desde Florencia, y varios mensajeslocales, puestos desde la misma París.Cariñosísimas las unas, cariñosísimos los otros.Acusándole recibo desde Florencia del libropóstumo de Ángel Cómo se evapora un ejército ,le decía a don Rufino, entre comentarioselogiosos: «Un gran bien han hecho: Ud.publicando y don Ángel escribiendo la historia,más que de una guerra, de una época muyinteresante del país. Muy agradecido estarésiempre a la memoria de don Ángel y a Ud. por la

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bondad con que mencionan mi nombre; cuántosiento no haber insistido con el general donAntonio B., su hermano, para que me lo hicieraconocer, como le pedí en 1886 en París; estoyseguro que nos habríamos comprendido yestimado al momento, como me ha pasado conUd. Me interesó tanto la obra que apenasinterrumpí la lectura para ir a la mesa; la continuéen la cama hasta las 3 a. m. en que la acabé».¡Cómo no le iba a interesar con lo que dice Ángelde él en el prólogo comparando dos de lassublevaciones de los liberales contra gobiernosconservadores, la de 1860, triunfante, de que tratael libro y que es la historia de una derrota, y lareciente de 1895 en que el general Reyes, caudillode los ejércitos conservadores del gobierno,derrotó a los sublevados liberales! «Hombrevaleroso y enérgico» lo llama Ángel en elprólogo, habla de sus «proezas» y dice: «Elgeneral Rafael Reyes es bendecido dondequierapor haber ahorrado con su denuedo torrentes desangre, aplazando la bancarrota de la República».

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¿Aplazando apenas? ¿Ángel era visionario, o qué?¿Entrevió acaso lo que vendría luego, tras sumuerte, la guerra de los Mil Días, las avalanchasde papel moneda, la separación de Panamá? Semurió Ángel sin saber lo que era bueno, y queRufino José, su hermano, habría de llegar a sercercano amigo del brillante general, el antiguoinquilino de Boyero que les dejó las vidrierasrotas, y quien en la Conferencia InternacionalAmericana (o Congreso Panamericano, quetambién así se llamó) habría de armar el granembrollo promoviendo motu proprio lo quenadie le pidió: la financiación del Diccionario deconstrucción y régimen de don Rufino por todoslos países de América.

Han quedado dos telegramas de los TelégrafosNacionales de la República de Colombiaenviados por el presidente Marroquín, amigo dedon Rufino, y que se refieren a este. Dice elprimero, del 16 de septiembre de 1901: «SeñorCónsul Colombia, París. Diga Rufino Cuervonombrélo representante Colombia CongresoMéxico. Conteste. Marroquín». No aceptó. Dice

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el segundo, del 24 de noviembre de 1902:«Ministro Colombia, París. Pregunte RufinoCuervo si aceptaría legación Vaticano adhonórem sin obligación residir constantementeRoma. Marroquín». Que tampoco. No aceptó.Pero lo de México sí lo aceptó el general, quienquería regresar ya de París a su amada patriapasando por el país azteca. Y cuando digo aquí«general», entiéndase que hablo de Rafael ReyesPrieto, la estrella, el triunfador, y no de losmuchos otros, derrotados, que había enColombia, todos con charreteras, de los ejércitosgobiernistas los unos, de los ejércitos sublevadoslos otros. El 21 de septiembre de 1901, desde suapartamento de la Avenue des Champs Elysées, levolvía a escribir el general al santo para darlecuenta del primer telegrama: «Muy estimadoamigo: Deseo que ya haya regresado en buenasalud de su paseo de verano. Ya estoy instaladocon mis 3 hijas en este apartamento, que le ruegoconsiderar como su propia casa. En la ausenciade nuestro común amigo don José P. Uribe, yo

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recibo los cables dirigidos al Consulado: acabade llegar el que le adjunto, que propiamente espara Ud. Yo me felicito, por mi país, de laelección hecha en Ud. para que lo represente enel Congreso Panamericano; creo que el otrorepresentante o delegado es el Sr. Martínez Silva;el Congreso debe abrirse el 20 del entrante». Parael «20 del entrante» el general Reyes estaba muyorondo en México en reemplazo de don Rufinoen el mencionado Congreso.

Antes de enfrentar de lleno el embrollo quearmó en México con lo del Diccionario elgeneral, en descargo del alma de don Rufino, queera un santo y no un malagradecido, oigan lo queles cito de su correspondencia con Marroquín.Desde Trouville le escribía el 23 de septiembrede 1901: «Muy estimado amigo: Esta mañanarecibí del Sr. Gral. Reyes el telegrama por el cualle dice U. me comunique que U. me ha nombradodelegado por Colombia para el CongresoPanamericano de Méjico. No sé cómo agradecera U. este cariñoso recuerdo, prenda de latradicional amistad de nuestras casas y que yo me

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complazco en guardar con veneración. Pero sabráU. que yo estoy hecho un carcamal, aunquecomo, bebo y a veces duermo, y aunque todos medicen que tengo muy buena cara. El hecho es queme aquejan achaques neurasténicos que metienen reducido a la impotencia: con toda esabuena cara que dicen que tengo, una hora deconversación, una misa con sermón, una cartaregular, una caminata de media legua me dejanpostrado, hasta por veinticuatro horas. Un viajede tres horas y media, como el de casa aquí, meobliga a acostarme. En estas circunstancias me esimposible emprender la ida a Méjico; con el itemde que, sin creerme tocado de la cabeza, medistraigo sobre manera, no se me ocurre ningunacontestación sino tres días después, y unasusceptibilidad que me inhabilita para tratarcualquier negocio grave o medianamente serio».¿Susceptibilidad? Qué bueno que lo dice porqueahí está la clave de su disgusto con el Congresode Colombia, con el general Reyes, con don JuanValera, con el uno y con el otro, con Raimundo y

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todo el mundo. Marroquín le contestó: «A mítambién me dejan postrado las labores mentales yel más corto ejercicio corporal, y desde lacabeza hasta los pies no tengo cosa sana». Encuanto al Congreso de Méjico: «Si Ud. hubieraestado en el dicho Congreso, yo no estaría ahoratan intranquilo como estoy por ignorar lo que enél se haya hecho». ¿Intranquilo por el generalReyes? Intranquilo tendría que estar por supuesto si tuviera allá en Colombia al gatochoricero. «Me dice Ud. que espera que Dios mereserve la dicha de volver a nuestra pobre tierra lapaz y la tranquilidad de que carece. Si me laconcede, se probará una vez más que laProvidencia sabe servirse de los instrumentosmás viles para conseguir los fines más altos; y yome moriré de risa, contemplando desde la otravida, que la Historia me ha colocado en lacategoría de los hombres grandes». La Historiano colocó al instrumento vil de la Providenciatan arriba, pero aquí lo coloco yo que soy el quemanda o mando (que de ambas formas es

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correcto) en este libro. «Quisiera hacerle –continúa Marroquín– una pintura fiel y extensa dela situación de Colombia, situación tal que ni laguerra ni la subida de las letras al 5.400% son losmales y dificultades mayores entre aquellas conque tengo que batallar. Cuando me hice cargo delmando, lo que recibí fue un cadáver endescomposición». Exacto. El que le dejó Caro. Ycon las letras al cinco mil cuatrocientos porciento, ¿qué dinero podía recibir Cuervo deColombia en París? Para dar una idea de lamagnitud del desastre, en 1883, a un año de llegarlos Cuervo a París, las letras estaban al veintitréspor ciento y podían vivir allá como unosrastacueros; en 1891 ya iban en el setenta y cuatropor ciento; en 1899, en el trescientos cincuenta ycinco; a mediados de 1900, en mil cuatrocientos;a fines de 1901, en cinco mil cuatrocientos…¡Fuimos precursores de la República de Weimar!

La siguiente carta de Cuervo a Marroquínempieza: «La bondad de U. para conmigo esinagotable: José Pablo [José Pablo Uribe

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Buenaventura, el cónsul] me ha mostrado eltelegrama de U. en que le dice me pregunte siaceptaría la Legación del Vaticano. Tal prenda deestimación y afecto no podía yo esperarla sino deU., el bueno y tradicional amigo de nuestra casa».Y aduce las mismas razones de salud de su cartaanterior para no aceptar. «Por todo esto dije aJosé Pablo que me era imposible aceptar, y notengo para qué decir a U. lo doloroso que me esrenunciar a ver de cerca al Santo Padre. Desdehace días han anunciado los periódicos el fin dela revolución. U. ha tenido la dicha de terminarla:entrañablemente ruego a Nuestro Señor que leconceda la satisfacción de curar alguna partesiquiera de las llagas espantables que hanquedado. Ahora sí que va U. a ser en grandePresidente de nuestra Sociedad de S. Vicente.Dios le ayude». Es que Marroquín, como donRufino, pertenecía a la Sociedad de San Vicentede Paúl, la de los alcahuetas de los limosneros alos que Dios nunca les da limosna. ¿Y por quéMarroquín le ofrecía a Cuervo la Legación ante

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el Vaticano ad honórem? Con las letras al cincomil cuatrocientos por ciento, ¿de qué quería queviviera? ¿Del aire puro de París? ¡Ah con esteviejito inconsciente! Ya entiendo por qué dejóperder a Panamá. El 8 de marzo de 1898, apropósito del primer fracaso de Reyes en suintento por llegar a la presidencia, don Rufino lecomentaba a Pombo: «Verdaderamente fuetragicomedia el derrumbe del Gral. Reyes. Sidesde el principio se hubiera él declaradofrancamente en uno u otro sentido, hubieraevitado la parte cómica; lo trágico solo hubierafaltado declarándose por Caro. Yo no sé siMarroquín ejercerá por mucho tiempo el poder;pero, sin ofenderlo, tengo para mí que esigualmente peligroso que Caro». ¡Por Dios, donRufino, nunca hay que decir de esta agua nobeberé! No mucho después de estasdescomedidas palabras, Marroquín habría denombrar a Cuervo delegado al CongresoPanamericano de México y embajador ante laSanta Sede. No hay que dejar cartas andando por

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el mundo, no sea que algún canonizador ociosolas use en algún proceso de canonización. Cartarecibida, carta destruida, esta es mi máxima.

Pero volvamos al general Reyes y a su viaje aM é x i c o como delegado al CongresoPanamericano en reemplazo de don Rufino. En laposdata de una carta del 4 de octubre de 1901 aPombo, don Rufino le cuenta: «El día que volvídel campo recibí su carta, fui por la tarde a ver alGral. Reyes y no le encontré; al llegar a casa lepuse cuatro letras con el encargo de U. Por unacartica de él que recibí al día siguiente, supe supartida para Méjico; veo que cuando la escribióaún no había recibido la mía». El 25 de febrerodel año siguiente, 1902, don Rufino le informaba asu primo Benigno Barreto: «El Sr. General Reyesme escribió de Méjico con fcha. de 3 de Febrero,y el Sr. Mariscal, Srio. de Rels. Exts. de ese paísescribió el mismo día al Srio. de la LegaciónMejicana aquí, sobre un asunto de que se formaráU. mejor idea copiándole lo sustancial de lo quedice el Sr. Mariscal: “Tengo el gusto de

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participarle que, tomando en cuenta lo que U. meescribió acerca del Diccionario de Construccióny Régimen del Sr. Cuervo, y aprovechando lareunión de la Conferencia Internacional, hicepresente una iniciativa a fin de que las nacioneslatinas del Continente costeasenproporcionalmente la edición de los tres tomosque faltan de tan interesante obra”». Que laArgentina, Chile, Colombia, Estados Unidos yMéjico tomarían ejemplares por valor de cientodiez mil francos, a razón de veintidós mil cadauna, y el resto, menos Brasil y Venezuela, que noestaban representados en el Congreso, sedividiría en acciones de diez mil francos paracada uno de los restantes países del continente.«Ya se imaginará U. –continúa don Rufino en sucarta a su primo– lo agradecido que estoy a losmejicanos, que tan a pechos han tomado elasunto. Si llega el caso de que para comenzar seme compre el número proporcional de los dostomos ya publicados (como es razonable), mepondré a trabajar hasta donde alcancen las fuerzas

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para corresponder a estímulo tan honroso».Muy otro será el tono de su carta del 6 de

septiembre de ese año de 1902, de nuevo aBenigno Barreto y enviada desde Yport:«Encontré el recorte de El Colombiano en elfondo de la cubierta de Pedro Ignacio. A U. no sele ocultará quién lo ha hecho poner y con quéobjeto. Cuando esta persona partió para Méjico,me escribió pidiéndome autorización paraproponer en el Congreso Panamericano seayudase la publicación del Diccionario ; contestéredondamente que no, y tengo la carta en que secontesta a esto repitiendo mis palabras; despuésme comunicó el mismo que el Congreso habíatomado suscripciones para lo que faltaba de laobra, y que escribiera a los Sres. mejicanos quehabían tomado a su cargo promoverlo. Como ennuestro país hay gente tan viva, no será temerariover en todo esto un engaño para taparme la boca;pero, como U. sabe, no surtió efecto. Cuando yosalté, me envió copia de un contrato que, segúnme dijo, había presentado al Ministro de Rels.

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Exteriores, Sr. Mariscal, que concluía diciendoque yo legaba, en caso de muerte antes deacabarse la impresión, todos mis manuscritos, nosé a quién, si a México o a América. Creo queestos detalles no se los había escrito a U. antes, yen la resolución que tomó Méjico, y de que habléa U., se trasluce el desagrado que todo esto hacausado. U. calculará el mío cuando pienso quemi padre mismo no hubiera tomado mi nombrepara abusar así de él, o mejor dicho sin contarpara nada conmigo. Perdóneme U. este desahogo,que me ha hecho escribir más de lo que pensaba».

Es evidente que la «persona» que partió paraMéxico es el general Reyes, el promotor allá dela continuación del Diccionario de don Rufino.En las torpes manos de este tonto con iniciativahabría de caer poco después Colombia. Cierroeste asunto del Congreso Panamericano con unacarta de don Rufino del 9 de noviembre de 1902 asus editores A. Roger y F. Chernoviz, cuyoborrador él guardó, en que les dice: «Envié a UU.el texto de la proposición aceptada por el

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Congreso Panamericano de México para que UU.estuvieran al corriente del asunto. Como UU.habrán visto, nada de eso es aceptable: 1º Porqueyo no tengo terminado el trabajo; 2º Porque auncuando lo tuviera yo no podría cederlo sinperjuicio de terceros; 3º Porque en miscircunstancias actuales yo no puedo consagrar mivida a la publicación de la obra sin ganar cosaalguna; 4º Porque haciendo una edición completad e 1200 ejemplares para los gobiernosamericanos se inutilizarían los ejemplares delprimero y segundo volúmenes ya impresos; 5ºPorque estando la suma propuesta destinada adicha edición de 1200 ejemplares yo no podríarecibir honradamente sino lo que esa edicióncostara. La única utilidad que puedo yo sacar esla de que compraran algunos ejemplares de losque están impresos, cuyo producto me permitieravivir en París durante la época calamitosa queatraviesa mi patria y pensar de proseguir laimpresión para la cual podríamos entendernosUU. y yo».

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Dos veces más regresó el general Reyes aParís: a principios de 1903 y a principios de 1904,año en que lo eligieron presidente. Entre losresúmenes que dejó Pombo de sus cartas hay unode una enviada a don Rufino el 25 de abril de 1903que empieza: «Gonzalo Arboleda y el GeneralRafael Reyes me dan buenas noticias de Ud. perono me tranquilizan», y pasa a otra cosa. Y otro deotra del 13 de julio del mismo año en que dice:«Su obediencia a Hahnemann y su aparentemejoría me hacen sentir nacido en 1844 y no en1833. Falta su completo restablecimiento y laprueba de que Ud. estaba realmente enfermo(contra lo que me dicen J. Z. Torres, R. Reyes yGonzalo Arboleda), para encaramar aquí lahomeopatía en su trono». Desde hacía añosandaba Pombo chiflado por la homeopatía, cuyofundador fue Hahnemann, 1844 era el año denacimiento de Cuervo y 1833 el suyo, pero lo queme importa ahora es la mención del generalReyes en ambos resúmenes. ¿Fue el general conlos otros mencionados a visitar a don Rufino?

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Sabrá Dios que es el que lo sabe todo, así nosdeje a cada rato a oscuras a los míseros biógrafosde sus santos.

Rafael Reyes Prieto era seis años menor quedon Rufino. Con su pinta de káiser alemándesconcertaba a la prensa extranjera. Parecía notener de indio o negro o prieto más que susegundo apellido, pero no, puro espejismo delc r i s o l de razas. Como los conquistadoresespañoles no trajeron mujeres al trópico porquese las mataban los zancudos, entonces así solosea por parte de madre allá todos tenemos algode prieto, unos más, otros menos. De los seisaños que le tocaban por disposición de nuestraCarta Magna al general, solo gobernó cinco, «elquinquenio de Reyes»: el sexto se lo birlaron. Sehabía arrogado tales poderes dictatoriales a loCaro, como el de nombrar a su primo ClímacoCalderón designado a la presidencia, que lesrebosó la taza de la paciencia a los ambiciosos yhasta atentaron contra su vida, perochambonamente y no lo mataron, aunque él sí a

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l o s que fallaron. Por fin cayó. Y caído,repudiado, odiado, el 3 de junio de 1909 partió deBogotá rumbo al exilio dejando encargado delpoder a su compinche Jorge Holguín, otro amigode don Rufino. Volvió a Colombia a morir.Cuando estuvo en Roma, en 1900, fue a ver alpapa, a León XIII, el santurrón, el hijueputa, y lecontaba por carta a don Rufino muy zalamero:«Ayer tuve la inmensa dicha de ser recibidoprivadamente por Su Santidad; a Ud., hombre defe y de piedad, le confieso que no pude contenerlas lágrimas al sentirme en presencia delvenerable anciano, Jefe de la Iglesia y el másdigno y justo de los mortales vivientes». En 1921,en Bogotá, a los setenta años, el venerableanciano Rafael Reyes Prieto entregó su alma aDios pero la recibió el Diablo: hoy estáhaciéndole compañía a su León XIII en losinfiernos.

Las cosas se le habían puesto tan mal a donRufino por la emisión enloquecida de papelmoneda de su amigo Marroquín en su lejanaColombia, que pudiendo ir en coche iba a pie: no

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volvió a recibir un centavo. El 25 de febrero de1900 le escribía a Pedro Ignacio Barreto, hijo deBenigno su primo hermano: «Viviré tanmodestamente como pueda mientras hayarecursos; el día que faltaren, con un fondito quetengo reservado para mi entierro me iré,confiado en la Providencia, lo mismo que vine».No, don Rufino. Usted nació rico en un país depobres, en casa de muchos patios y muchoscriados, si no es que esclavos, perdóneme desdeel cielo la aclaración. Mientras vivió eladministrador de sus bienes en Colombia,Federico Patiño, hombre decente en un país depícaros, don Rufino no conoció en París losapuros económicos; murió el señor Patiño enjulio de 1898 (dos años después que Ángel),estalló la guerra de los Mil Días, y para nuestrosanto empezó el acabose. Con el cambio al cincomil cuatrocientos por ciento, como se loinformaba Marroquín el responsable, el emisor,el peso colombiano quedó valiendo punto menosque Colombia. ¡Y el señor de Yer babuena

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nombrándolo Embajador ante la Santa Sede adhonórem! ¿Y de qué quería que viviera donRufino en Roma? ¿De la caridad de León XIII?Desde Pablo de Tarso el limosnero estoshijueputas son muy buenos para pedir, nunca paradar. Con el lavado de dinero en su BancoVaticano ya dejaron de necesitar limosnas, ¡peroles sirven de mampara!

Estaba don Rufino de veraneo en Luc-sur-Mer, en la Costa normanda, cuando recibió lanoticia de la muerte de su administrador. Pombose la dio. La carta de la noticia, del 25 de julio de1898, no ha quedado, pero sí el resumen quePombo hizo de ella, en el cual, entre unamiscelánea de chismes y frivolidades le dice:«Muere nuestro amigo y aquí agente de Ud.Federico Patiño, de repente, el 22 de congestióncerebral. En el Congreso Caro va mal.Marroquín, según pinte, hará mayoría o minoría:así es esa gente. Tome Ud. kali bichernium paralos bronquios». A lo cual le contestó don Rufino:«Queridísimo Rafael: Estando en la orilla del

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mar recibí la suculenta carta de U. de 25 de Julio,y con la noticia de la muerte del Dr. Patiño miexcelente amigo e incomparable administrador,tuve que venirme a la carrera para providenciar sureemplazo; fue tanto lo que tuve que escribir eldía 8, que contra toda mi voluntad no pude ponera U. ni cuatro letras», etc. Sin embargo elmencionado día 8 (en que salía el correo paraColombia) le escribió a Belisario Peña, alEcuador. «Aquejado de achaques que meimpedían trabajar –le dice–, decidí estarme en elcampo todo el tiempo posible, y solo he vuelto aesta su casa de U. forzado por la noticia de lamuerte de mi excelente amigo el Dr. FedericoPatiño, que era quien me manejaba mis intereses,a tomar providencias sobre el caso. Hallándome ala orilla del mar recibí la carta de U. tanafectuosa, tan de verdadero amigo, como laanhelaba mi corazón. Hoy, día del nacimiento dela Santísima Virgen…» Y pasa a expandirse enarrebatos místicos y en comentarios degramática, como su explicación de por qué

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resultaron «infinidad de locuciones irregularesque la lógica por sí sola no puede explicar; y eslo curioso que el pueblo siente a menudo elconflicto, y trata de restablecer la armonía. Poreso dice hubieron fiestas , conforme a la lógica,pero no conforme a la gramática». En surespuesta a esta carta Belisario Peña le dice:«Mucho he sentido la muerte del Dr. Patiño, fuemi discípulo en el Instituto de Cristo y mi amigo:que Dios sea el premio de sus virtudes» y punto.¡Carajo, así terminamos todos, con un R. I. P.,Requiéscat in pace!

Miembro de la Sociedad de San Vicente dePaúl como don Rufino y de su edad, FedericoPatiño era un hombre decente. La única manchaque encuentro en su vida es el haber hecho partedel honorable Senado de la República deColombia, que de honorable nunca ha tenidonada. Pero él sí lo era. De su correspondenciacon los Cuervo, que ha debido de ser muyprofusa, solo quedan cuarenta y cuatro de lascartas que ellos le dirigieron y que conservó su

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familia, y ni una de las suyas a ellos. No sé quiéndestruyó las de Federico Patiño, acaso donRufino mismo. De las cuarenta y cuatro cartas delos Cuervo cuatro son de Ángel, tres conjuntas ytreinta y siete de Rufino José: en estas últimasabundan las palabras de aprobación y gratitud porla gestión de sus bienes en Colombia. LosCuervo tenían pues en su lejana patria un amigoentrañable, Pombo; un primo muy querido,Benigno Barreto; y un apoderado y administradorde sus propiedades inigualable, Federico Patiño.Don Rufino «providenció» su reemplazo con elmenor de los hijos de Benigno, Pedro Ignacio,abogado. En una carta a Benigno, de enero de1899, le dice: «Muy agradecido estoy a PedroIgnacio por la afectuosa actividad e inteligenciacon que se ocupa en el manejo de mis intereses.Dios le pagará la parte de cariño y bondad quepone en ello». Y en otra al mismo destinatario ydel mismo año, aunque no está fechada: «Sobrelas noticias de la ruina general que me dio miquerido Pedro Ignacio, me han contado otras

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igualmente desoladoras. Todo esto es la crisis deuna enfermedad causada por los disparates detodos los partidos durante largos años. Todos sonigualmente culpables». Y en dos cartas defebrero de 1902 le informaba: «Hace un mesmanifesté a U. mi resolución de irme paraColombia a establecerme en Medellín. Aguardoel parecer de U. y los datos que sobre misituación me dé Pedro Ignacio y sobre otrascosas un amigo antioqueño para empezar a tomarmi providencia, escogiendo entre lo que debollevar y lo que debo vender o dejar. Se me figuraque Pedro Ignacio y U. mismo temen afligirmedescribiéndome el estado de mis cosas con todossus pelos y señales. La resolución que he tomadono me da amargura alguna, y en el arreglo de miviaje me hago el cargo de que obro como mipropio albacea, para mayor seguridad ytranquilidad. Mi vida ha tenido tan pocassatisfacciones e ilusiones mundanas, que porfavor de Dios espero podré acometer sereno unviaje largo y penoso poniéndome del todo en sus

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manos». Que el viaje sería en abril del añosiguiente, 1903, cuando se terminaba su contratode alquiler con el dueño del apartamento de larue Largillière. «Si de aquí a fines de este año herecibido siquiera frs. 20.000, suspendo el viaje,porque con eso y lo que gastaría en él podréaguardar a que las cosas sean en Colombia menosmalas. Pido a U. oración y consejo para queresulte lo que más me convenga».

El amigo antioqueño en cuestión era EduardoZuleta, a quien había conocido en París, y quienel 9 de abril de 1902, poco después de las cartasde don Rufino a Benigno Barreto que acabo decitar, le escribió dándole los informes quenecesitaba. Que el cambio, le decía, fluctuabaentre tres mil quinientos y cuatro mil doscientospor ciento. Que una casa cómoda costaba entrequinientos y seiscientos pesos de arrendamientomensual. Que vendiera sus muebles en París,pues lo que le dieran por ellos allá sería oro enColombia. Que se trajera tan solo los cubiertos yutensilios de cocina. Que en Medellín se curaría

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de su neurastenia con el cambio de lugar, y que laciudad lo recibiría con los brazos abiertos.

Para el 6 de septiembre de 1902 don Rufino leestaba escribiendo a Benigno Barreto desdeYport, donde pasaba el verano: «La carta de U.,como las de Pedro Ignacio, me han tranquilizadoalgo con respecto a mi situación, y enconsecuencia he desistido del proyecto de viaje,confiado en que la Divina Providencia, que tansin merecerlo siempre nos ha favorecido, seguiráhaciéndolo». ¿Recibió don Rufino los veinte milfrancos? Lo cierto es que cuando se venció elcontrato del apartamento de la rue Largillière secambió al de la rue de Siam. La DivinaProvidencia, que en última instancia más omenos lo favoreció siempre, lo salvó de ir a dar ala mencionada ciudad de los arrieros, agujeronegro del cosmos de donde el que caiga novuelve a salir. Bogotá sería la capital deColombia, pero la otra, con todo y el amor que letengo, era la de su mezquindad.

Muerte de Ángel, muerte de Federico Patiño,

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una ley del Congreso de Colombia sinconsiderandos y una resolución disparatada delCongreso Panamericano reunido en México, másel cambio al cinco mil cuatrocientos y todo tipode achaques del cuerpo y el espíritu, que iban deresfriados comunes y dolores de cabeza hasta unapertinaz neurastenia, ¿qué mal le faltaba a Cuervopara ser nuestro santo Job? Don Juan Valera. DonJuan Valera, el gachupín alzado que se creíadueño de este idioma que gobernaba con elmeñique, desde Madrid, la metrópoli. Además deunos cuantos paisanos colombianos, y de Morel-Fatio y de Foulché-Delbosc, don Rufino teníaotros dos cercanos amigos: el cubano EnriquePiñeyro, de quien quedan cartas a don Rufino yde don Rufino a él y de quien ya he hablado, y elargentino Francisco Soto y Calvo, del quetambién quedan y del que voy a hablar. Estancieronacido en 1860 en Buenos Aires, Francisco Soto yCalvo era amigo de don Rufino por lo menosdesde 1894, cuando le compuso un soneto, delque copio los dos tercetos:

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Por tan noble abolengo enardecidotú das la vida a las incultas vegas,volviendo en pompa el esplendor perdido:

podas, deshierbas, clasificas, riegas,y del Hispano pueblo agradecidoal orbe inmenso la heredad entregas.

El soneto hace parte de su libro Poesías,publicado en una edición de cien ejemplares porla Librería de Garnier Hermanos. Francisco Sotoy Calvo era pues rico pero no un rastacueros: unpoeta. Y el recuerdo de don Rufino lo acompañóhasta que murió, en 1936. Un fiel poeta. O mejordicho, un poeta fiel. La pelea de don Rufino condon Juan Valera se le debe a él. O mejor dicho, ala carta-prólogo que don Rufino le escribió parasu largo poema campero Nastasio (a lo Ascasubi,del Campo y Hernández), que publicó en 1899 enChartres, en la imprenta de Georges Durand,santo al que aquí ya canonizamos en virtud de quetambién fue impresor de los Cuervo. Cuarentavolúmenes publicó Soto y Calvo, y se lequedaron setenta, de traducciones, sin publicar,

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pero que se conservan vírgenes de tinta impresa yde huellas digitales de impresor en la famosaBiblioteca Nacional de Buenos Aires que dirigióBorges, esperando que algún erudito de unadimensión paralela a la nuestra, borgiana, loslleve por fin a la imprenta de Durand. En sucarta-prólogo Cuervo tuvo la malhadada idea depronosticarle al español de América la suerte dellatín, la disgregación en varios idiomasnacionales. «Estamos pues –vaticinaba Cuervo–en vísperas (que en la vida de los pueblos puedenser bien largas) de quedar separados, como loquedaron las hijas del imperio Romano: horasolemne y de honda melancolía en que sedeshace una de las mayores glorias que ha vistoel mundo, y que nos obliga a sentir con el poeta:¿Quién no sigue con amor al sol que se oculta?»¡No lo hubiera dicho! Don Juan Valera leyó lafrase, pero saltándose el paréntesis, y lainterpretó como que en 1901 se iba a acabar elespañol. ¡Y como él era el dueño de este idioma!Puso el grito en el cielo y publicó contra él, para

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empezar, el escrito titulado «Sobre la duracióndel habla castellana», que publicó el 24 deseptiembre de 1900 en Madrid, en Los Lunes deEl Imparcial; una «Carta a La Nación» de BuenosAires, para continuar, que publicó el granperiódico de los Mitre el 2 de diciembre delmismo año; y «Una carta a La Tribuna », paraterminar, fechada el 5 de agosto de 1902 y quepublicó ese periódico de México algo después.Don Rufino le contestó con «El castellano enAmérica», un ensayo magistral que apareció endos partes en el recién fundado BulletinHispanique de su amigo Morel-Fatio, y que conlo mucho que ha cambiado este idioma desdeentonces no ha perdido vigencia en lo másmínimo.

Tras de llamar al autor de la carta-prólogo «elmás profundo conocedor de la lengua castellana(y bien podemos afirmarlo sin temor de quenadie nos desmienta) que vive hoy en el mundo»,Valera pasa a decir en su escrito de El Imparcial:«Hay en esta carta una idea harto contraria a la

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condición, vida y carácter de quien la emite.Imposible parec e que desconfíe tanto delporvenir en América del idioma castellano quienha consagrado toda la vida a su estudio y estáerigiéndole el maravilloso monumento de unDiccionario de construcción y régimen. Quizáexprese D. Rufino J. Cuervo, pues ya se entiendeque este es el autor de la carta, no ya unaconvicción, sino el temor, propio de quienmucho ama, de que aquello que ama desaparezcao muera». Con semejantes elogios, ¡quéimportaba que Valera sostuviera que el es pañolde América no se iba a desintegrar como pasócon el latín! Por mí que se desintegre. Pero donRufino, quien por lo demás tenía en alta estima aValera, quisquilloso como era lo tomó a mal.Creía que Valera se estaba burlando de él. En unacarta a Belisario Peña de estas fechas,comentando la noticia de que Valera iba aprologar un libro de Juan Montalvo le decía:«Por lo que hace a Valera, reconociendo suamenísimo ingenio pero negando su competenciacientífica en casi todo lo que escribe, me parece

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que se pudiera calificar, en cuanto a carácter,como califican aquí a las criadas que hacen todoslos servicios domésticos: bonne à tout faire.Invitaba a doña Gertrudis Gómez de Avellaneda aconsagrarse a la poesía mística, y escribíaprólogos a Voltaire; atenuaba en la Academia laheterodoxia de Canalejas, y luego la ortodoxia deMenéndez y Pelayo. Ahora ha cogido entremanos el mantener el dominio literario deEspaña en las que fueron sus colonias; pone en elcalendario y sobre los altares a escritores depoco valor haciéndoles elogios en que él no cree,dejando entrever la burla para que los másavisados se rían con él. Esto será lo que va ahacer con Montalvo. Perdóneme U. la temeridad,si la hay, y sobre todo la poca caridad, enobsequio del deseo de dar con la verdad». Laverdad, don Rufino, es cosa de Dios; lo que todosanto tiene que practicar es la caridad. Si decontestarle a Valera se trataba, que no lo creo, austed le habría bastado recordarle que cuandousted decía en su carta-prólogo al Nastasio de

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Soto y Calvo que estábamos en vísperas de ladesintegración, después de vísperas seguía elparéntesis «que en la vida de los pueblos puedenser bien largas», que es ni más ni menos lo que éldice cuando dice: «El aislamiento de las diversasrepúblicas entre sí tendrá que ser y deberá sermenor cada día, y solo en muy remoto porvenir,que va más allá de toda previsión humana, podrácrear lenguas distintas, acabando por noentenderse los que son hoy pueblos hermanos».¿Las «vísperas bien largas» suyas y el «muyremoto porvenir que va más allá de toda previsiónhumana» de él, no equivalen?

Dos meses después de su primer escrito, ensu «Carta a La Nación» repetía Valera casitextualmente los elogios de El Imparcial, paraagregar: «De todos modos, más bien que porrefutar al señor Cuervo, por desechar el temor deque me ha contagiado, en otra parte y muy porextenso he tratado yo de demostrar la vitalidad yduración del idioma castellano. En suma, yo creoque el señor Cuervo tal vez hizo en un momento

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de mal humor y sin pensar mucho en sutrascendencia los pronósticos a que me refiero.Y a la verdad dichos pronósticos tan pocolisonjeros no se avienen bien con el poemaNastasio al que sirven de prólogo, poema que elseñor Cuervo elogia como merece». ¿Momentode mal humor? ¡Los que le hizo pasar a donRufino, como si ya no tuviera suficiente el pobrecon la muertes de Ángel y de su administrador ylas letras al cinco mil cuatrocientos por cientode Marroquín!

La primera parte de «El castellano enAmérica» apareció en marzo de 1901, en el tercervolumen del Bulletin Hispanique. EmpiezaCuervo su ensayo citando unos párrafos de sucarta-prólogo al Nastasio de Soto y Calvo y pasaa decir: «El señor Valera en Los lunes de ElImparcial (24 de septiembre de 1900), ha tomadomuy a mal algunas de las frases anteriores, eingenuamente confieso que lo he sentido: poruna parte los años, con su penosoacompañamiento, han obliterado en mí el órgano

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de la combatividad, aun en la forma de ladiscusión más cortés y mesurada, dejándomesolo el deseo, ya que no de agradar a todos, a lomenos de no herir a nadie; y por otra, he sidodesde mi juventud apasionado de las obras de esedocto y ático escritor, las cuales he citado a cadapaso como tipo del buen castellano de nuestrosdías. Desecha y aparta el Sr. Valera como malpensamiento la idea de que al castellano puedasucederle en América lo que al latín en elimperio romano; pero lo que más le ha dolido esque yo haya dicho que “fuera de cuatro o cincoautores cuyas obras leemos los americanos congusto y provecho, nuestra vida intelectual sederiva de otras fuentes”; y entiendo que es lo quemás le ha dolido porque recalca repetidas veceslas palabras gusto y provecho, aun poniéndolasen bastardilla». Efectivamente, y no solo en suescrito de El Imparcial sino luego en sus otrosdos escritos de los otros dos periódicos,llegando a repetir lo de «gusto y provecho» entotal doce veces, hasta la impertinencia.

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«Temible y poderoso contrario se halevantado contra mí –replica entonces Valera enLa Tribuna–. Su artículo está publicado en elBoletín Hispánico de Burdeos desde hace más deaño y medio. Reconociéndome yo imparcongressus Achilli no me he atrevido aimpugnarle hasta el día de hoy. ¿Por qué enEspaña y en toda la América hispanoparlante, envez de desechar la lengua nativa no hemos decultivarla mejor, y añadir a los cuatro o cincoautores que se leen ya con gusto o provecho,siquiera media docena más de provechosos ymedia docena más de gustosos? El mismo donRufino J. Cuervo contradiciendo en la práctica suteoría, ¿no nos da un hermoso ejemplo que imitarescribiendo y publicando su Diccionario deconstrucción y régimen, trabajo maravilloso,prueba estupenda de rica y paciente erudicióndonde se citan millares de autores queescribieron una lengua en que solo hay cuatro ocinco cuya lectura pueda aguantarse? Sin sacarnada de gusto ni de provecho de dicha lectura, el

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señor Cuervo lo ha leído todo para decidir,pongamos por caso, que desde el poema del Cidhasta cualquier escrito de hoy, lo mismo puededecirse y se ha dicho entrar en la casa, queentrar a la casa». Esta última observación lasaca Valera de la réplica de Cuervo, no de suDiccionario, que ni conocería, y es que Cuervono llegó hasta la letra E, de entrar, sino que sequedó varado en la D, en duro.

A la «Carta a La Tribuna» de Valera, Cuervoreplicó con la segunda parte de «El castellano enAmérica (Fin de una polémica)», que se publicóen el número de marzo de 1903 del BulletinHispanique y en la que lo acusa de adulterar suspalabras: «Aun con mayor desenfado (para noemplear el término propio), intenta hacer creerque yo he dicho que en toda la literaturacastellana, desde sus albores hasta hoy, no haysino cuatro o cinco autores que se lean con gustoy provecho. Semejante machacar en lo del gustoy provecho (cinco veces en El Imparcial, una enLa Nación y otras cinco en La Tribuna), con

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incorrecciones como “fue uno de losingredientes que entró en la composición”, dejavislumbrar en qué estado de ánimo ha redactadoel señor Valera sus artículos: él pretende que lasnaciones hispanoamericanas sean coloniasliterarias de España, y figurándose tener aún elimprescriptible derecho a la represión violentade los insurgentes no puede sufrir que unamericano ponga en duda el que lascircunstancias actuales consientan talesilusiones: esto le hace perder los estribos y laserenidad clásica. Como el Sr. V. no hainvalidado ninguno de los principios o de loshechos con que he sustentado mi tesis, niaducido razón o investigación científica queesclarezca la cuestión (cosa poco extraña enquien a sí propio se califica de “atrasado aprendizd e filólogo”), y al escribir sobre el particularpara Madrid, Buenos Aires y Méjico no haquerido sino desahogarse contra míescogiéndome entre los que han dicho lo mismo,el decoro me obliga a guardar silencio aunque

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dicho señor siga enviando sus agudezas ydiscreciones a los cuatro ángulos del mundo. R.J. Cuervo». No fueron once veces lo del «gusto yprovecho»: fueron doce. Yo las conté y reconté.En su ofuscación a don Rufino se le fue una.

Anoche soñé con Marroquín el mago, el de lasletras al cinco mil cuatrocientos por ciento quees hasta donde las alcanzó a subir, y con su fincaYerbabuena de la sabana de Bogotá, hoy sede delInstituto Caro y Cuervo. Y que envanecido mehacía el tour de sus dominios y me mostraba susvacas, la enorme biblioteca y los linotipos de laImprenta Patriótica donde se publicaron losveintidós volúmenes de la correspondencia dedon Rufino, amén de una infinidad de libros defilología y gramática que hicieron de eseInstituto el corazón de los estudios filológicoshispánicos.

–Estos son los linotipos de la ImprentaPatriótica –me informaba y me los iba enseñandomuy ufano–. Aquí hicimos la revista Thesaurus.Cincuenta y cuatro volúmenes en total, uno por

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año. Mire el grueso.«Hicimos» en plural mayestático, como si los

muertos pudieran hacer revistas.–Felicitaciones, don José Manuel. De las

prensas de esta imprenta hermosa, la mejor deColombia (o para mayor precisión la única entodo el siglo XX, las demás fueron basura),salieron la gran revista Thesaurus que usted medice más no sé cuántas publicaciones defilología, espléndidas todas. Exceptuando los delInstituto, los tipógrafos colombianos olvidaronel oficio de imprimir que medio aprendieron suspredecesores del siglo XIX. Aquí sí saben cómose hace un libro: la caja, los tipos, la sangría, elinterlineado, las cornisas, los folios, las guardas,la encuadernación… Magnífico todo. Del PrimerMundo.

–Me da gusto que se dé cuenta, joven, y deltrabajo que nos ha costado. Aquí vamos paraadelante aunque el país va para atrás.

–¿Y para dónde quiere que vaya, si Caro lodejó hecho un cadáver?

Y en este punto pensé en Sanclemente, el

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presidente legítimo sucesor de Caro y a quienMarroquín derrocó, y derrocado e indefenso yenfermo el pobre viejo lo ató de manos y lopaseó por caminos de herradura polvososenjaulado como un león sin dientes, dandotumbos la carreta en que lo llevaban y el conjuntoel más deplorable espectáculo para Colombia,levantando de tumbo en tumbo el carromatotamaño polvaredón. Pero, prudente como soyhasta en mis sueños, de eso ni una palabra. Encasa de ahorcado no se mienta soga. O mejordicho, en casa de ahorcador.

–Y mire, mire, mire –me decía Marroquín yme mostraba.

Me mostraba en la biblioteca del Instituto suspublicaciones como si fueran obra suya, de sutrabajo, y no de medio siglo de ímprobosesfuerzos realizados por el más noble yesclarecido equipo que haya reunido Colombia, asaber: el padre Félix Restrepo, monseñor MarioGermán Romero, don José Manuel RivasSacconi, don Rafael Torres Quintero, don

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Fernando Antonio Martínez, don IgnacioAhumada Lara, don Jorge Páramo Pomareda, donEdilberto Cruz Espejo, don Pedro UrbanoGonzález de la Calle, don Guillermo Hernándezde Alba, don Juan Tabares Londoño, don JoséEduardo Jiménez Gómez, don Luis Flórez, herrGünther Schütz… Los filólogos, losinvestigadores, los linotipistas, losencuadernadores, mis correligionarios delInstituto Caro y Cuervo en nuestra devoción adon Rufino, a quienes quiero y si alguno olvido,quitando al arrastrado de Ignacio Chaves no séqué que ni menciono, que me lo perdone elolvidado, o su mujer o sus hijos si ya murió, quetodos al final de cuentas nos morimos y los quevivimos aquí estamos. El hombre no nació pararumiar recuerdos; el hombre es para darle vuelo ala ilusión.

–¿Qué ha sabido de Rufino? –me preguntóMarroquín–. ¿Sigue en París?

–Allá sigue, muy achacoso él, de vez encuando lo visito. «Vuélvase para Colombia –le

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digo–, que allá lo quieren, don Rufino, no sigaaquí tan solito». Que no. Ya sabe usted lo tercoque es. La terquedad le viene de lo vasco, de loUrisarri.

Instalada entre los linotipos Colombia nosmiraba. Era una mujer rolliza, bobona, tontona,como las vacas de Marroquín, con un par desenos enormes de aspecto sano, pero que dabanleche envenenada. El señor de Yerbabuena, elmago del cambio a cinco mil cuatrocientos porciento, la tomó en sus manos achicándola, soplóy la mujer se esfumó: la convirtió en vapor deagua.

Y a propósito de agua. Yo digo que lapolémica de Cuervo con Valera fue unatempestad en un vaso de eso. Un amigo de donRufino, Rafael María Merchán, se lo dijo porcarta: «A la verdad no me explico por qué hasurgido esta discusión: U. no vaticina para épocapróxima la disolución del idioma, y D. Juanadmite que esta puede ocurrir en muy remotoporvenir. ¿Cuál es entonces su discrepancia?»

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Ganas de joder del uno, ganas de dejarse joderdel otro. Don Rufino creía que Valera se estababurlando de él, y no. Es que tenía que llenar papelvacío. Si a alguien le importaba la suerte delcastellano, si alguien lo quería, ese era donRufino. Nadie lo ha querido más que él y «Elcastellano en América» es un escrito luminoso.¿Quién en España o en América lo habría podidoescribir entonces, hace ya ciento diez años,cuando ni había un mapa dialectológico delidioma? ¡Qué digo «había»! Sigue sin haberlohoy. Don Rufino de español sabía entonces loque nadie. Lo que nadie sabe hoy. Por los librossabía de la lengua escrita. Y por sus informantes,de la hablada. Como Carl von Linneo teníacorresponsales regados por todo el orbeterráqueo dándole cuenta de plantas y animales,así Cuervo por toda América y España para que ledijeran cómo se dice esto aquí, cómo se dice esoallá: el costarricense Carlos Cagini, el hondureñoAlberto Membreño, el nicaragüense MarianoBarreto, el cubano Enrique Piñeyro, el argentino

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Francisco Soto y Calvo, el gaditano José MaríaSbarbi y Osuna… ¡Qué sé yo! Eran legión.Cuervo conocía el pasado de este idioma por susautores muertos, y el presente por sus hablantesvivos. Los muertos lo atropellaban así, los vivoslo atropellan asá. En su carta-prólogo al libro deJulio Cejador y Frauca La lengua de Cervantes,Cuervo dice: «Las naciones están formadas másde muertos que de vivos». ¡Qué frase! Y no sololas naciones, don Rufino, yo también.

Según sabemos por cartas de Cuervo a Pombo,a Teza y a Menéndez Pidal de los meses en quesalió la primera parte de «El castellano enAmérica» en el Bulletin Hispanique, lo dicho eneste escrito pertenecía a la nueva Introducciónque les pensaba poner a sus Apuntaciones. Quelo había escrito hacía años, les decía, y que en elpresente «no habría podido hacerlo a causa delmal estado de mi cabeza». La proyectadaIntroducción solo vino a publicarsepóstumamente, en 1939, en la séptima edición dellibro hecha en Bogotá por la Editorial El Gráfico,y en ella hay en efecto mucho de lo que se dice

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en ese ensayo. Mi opinión es que Cuervo debióescribir un libro entero sobre el tema delcastellano en América en vez de seguirinsistiendo en sus Apuntaciones críticas sobreel lenguaje bogotano, que no eran solobogotanas. ¿Por qué no lo hizo? Por la razón queél mismo da, el mal estado de la cabeza. Tantocacareó de joven que estaba viejo, que cuando supolémica con Valera, a los cincuenta y seis años,en 1900, ya estaba viejísimo. La mencionada cartasuya a Menéndez Pidal era la respuesta a una deeste en que le decía: «Don Juan Valera tienemuchos deseos de ver su estudio de V. sobre elCastellano en América, del que le hablé hacedías. Le ofrecí llevárselo cuando lo haya acabadode estudiar yo; tendré también que leérselo parasuplir su ceguera, que le tiene al pobre aburrido».Risa me da. Era el primero de los dos artículos,el primer chaparrón. Valera insistió en susterquedades en La Tribuna de México, y lellovió el segundo. ¡Qué hombre tan fatuo, tanterco, tan necio este don Juan Valera! Susmáximas obras son: Pepita Jiménez y Juanita la

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larga. Yo a la larga le habría puesto «la flaca»para evitar la aliteración bobona de los dos«lalás». Don Rufino tenía todos sus libros, sepueden ver en el Fondo Cuervo. En el prólogoque le puso al libro de Julio Cejador y Frauca Lalengua de Cervantes, que es de 1905, el año enque murió Valera, decía: «Cervantes y León, conJovellanos y Quintana, con Valera y Núñez deArce, con Pardo y Pesado, con Juan MaríaGutiérrez y Caro, forman para nosotros como lamadre del dilatado río en que se unen las hablasde muchas generaciones. A esa unidad artística esa lo único a que hoy podemos aspirar». ¡Quénobleza la de don Rufino, poner al «gustoso» y al«provechoso» a tres nombres de Cervantes!¡Cómo no va a ser este un santo!

A ciento diez años de formulado, ¿se cumplióel pronóstico de Cuervo? No porque él no hablóde ciento diez años, sino de unas vísperas bienlargas. Cuervo como profeta era una especie deNostradamus. La situación del español hoy en díaes igual a la del árabe y el inglés, lenguas de

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muchas naciones con una forma literaria común atodas pero con una forma coloquial que varíaentre ellas, aunque nunca tanto como para que enla conversación dos de sus hablantes no seentiendan, vengan de donde vengan. Es estalengua hablada la familiar, la de la casa, la de losniños, la de la escuela… A ver si me encuentranseñores académicos de la lengua, ustedes quedictan la norma, una palabra común a todos loshispanohablantes para traducir la gueule de boisdel francés o el hangover del inglés, esaspalabras que designan el estado fisiológico yanímico con que amanece el borracho después dela borrachera. En Colombia se dice guayabo, enMéxico cruda, en Argentina resaca, enVenezuela ratón… Es más, a los habitantes deBuenos Aires o bonaerenses, que viven al niveldel mar, ni resaca les da; en tanto a losbogotanos, que viven en una ciudad encaramadaen un ramal de la cordillera de los Andes, si nolos mata de intensidad la borrachera, los mata deremordimiento el guayabo.

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La convicción de Cuervo en 1900 de que esteidioma se desintegraría no era por lo demás la desu juventud, cuando a contracorriente de laopinión de su admirado Andrés Bello y de sucorresponsal August Friedrich Pott se hacía lasmismas ilusiones que se habría de hacer décadasdespués Valera. En el Prólogo a su GramáticaBello escribía: «Pero el mayor mal de todos, y elque si no se ataja va a privarnos de lasinapreciables ventajas de un lenguaje común, esla avenida de neologismos de construcción queinunda y enturbia mucha parte de lo que seescribe en América, y alterando la estructura delidioma tiende a convertirlo en una multitud dedialectos irregulares, licenciosos, bárbaros,embriones de idiomas futuros que durante unalarga elaboración reproducirán en América lo quefue la Europa en el tenebroso período de lacorrupción del latín». Y Pott, en la carta en latínque le escribió a Cuervo: «El destino que lesespera a las lenguas romances de ultramar y a lalengua inglesa, hoy llena de norteamericanismos,

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es alejarse de la lengua madre: de las hablaslocales surgirán nuevos idiomas, como sabemosque antaño surgieron los idiomas romances de launión del latín con las lenguas de otros pueblos(sicuti olim Romanae, quas ex Latinae matrisconcursu cum aliarum gentium idiomatissubnatas cognovimus). Así ocurrirá en lo futuro.A lo sumo pospondremos el destino vaticinado.No lo digo para disuadirte de tu empeño dedepurar el lenguaje bogotano conciliándolo conla lengua castellana», etc.

El último párrafo del Prólogo que le pusoCuervo a la edición de 1881 de sus Apuntaciones,la tercera, a la cual le agregó como apéndicejustamente la carta latina de Pott, contrariando laopinión de este termina diciendo: «Este libroservirá para probar a los extranjeros que no hayun dialecto bogotano, como lo hay veneciano onapolitano, asturiano o gallego, mostrandoigualmente que es infundado el temor de que enla parte culta de América se llegue a verificar conel castellano lo que con el latín en las variasprovincias romanas, pues la copiosa difusión de

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obras impresas, el constante comercio de ideascon la antigua metrópoli, y el estudio uniformede su literatura aseguran a la lengua castellana enAmérica un dominio imperecedero». Ni más nimenos esto es lo que habría de sostener despuésValera, cuando su polémica con él. ¡Ni quehubiera leído las Apuntaciones críticas sobre ellenguaje bogotano! A los treinta y siete añosCuervo pensaba pues como el otro a los setenta ytres. Cuervo terminó renegando de sí mismo, dela fe hispánica. ¿Se acaba, o no se acaba pues elespañol? ¡Qué se va a acabar esta lenguamaravillosa! Nos vamos a anglicanizar a tal gradoque nos tragaremos al inglés enterito hastaconfundirnos con él. Seremos entonces la lenguadominante del planeta. Somos una lenguaanglofágica.

Pero dejando la lingüística profética yvolviendo a las cuentas, que son las que mefascinan, el 25 de noviembre de 1906 don Rufinole escribía a Pombo: «El año pasado me vino laidea de irme a Niza o a Mónaco a acortar el

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invierno, y no lo hice porque me tenía sitiado laobligación de acabar ese trabajo [la correcciónde las pruebas de la quinta edición de lasApuntaciones]. Ahora me ha ocurrido lo mismo,pero temo no realizarlo porque el inquilinato, aquien le di poder para manejar mis cosas porconsejo de nuestro amigo Roa, me tiene tambiénsitiado y aun cuando en Agosto escribí dos vecespara que me…» Y en este punto alguien mutiló lacarta. Jorge Roa había publicado en su BibliotecaPopular la edición colombiana del libro póstumode Ángel Cómo se evapora un ejército , peroesto aquí no es lo que importa sino lo delinquilinato. ¿Cuál inquilinato? No lo he podidosaber. En Colombia inquilinato significa casa devecindad, pero que yo sepa don Rufino no teníaninguna de esas. El 25 de marzo de 1907 le volvía amencionar el asunto a Pombo: «Comienzo asantificar la semana santa (hoy es lunes santo)escribiendo a U. diciéndole que recibí suexquisita del 13 de febrero. La mía a que U. serefiere salió de aquí cuando acababa de recibir la

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de Araújo en que me decía que el inquilinato nome pagaría lo recaudado hasta esos momentos yprobablemente tampoco lo que siguierarecaudando, en un tono como si yo les pidieralimosna y no reclamara el producto de mispropiedades en un año. Fuera de la desvergüenza,me tenía fastidiado el aprieto en que me ponían,pues tuve que renunciar a comprar ropa decentede invierno para las visitas de cajón. Ese ha sidoel motivo por que he visto rarísima vez a JorgeHolguín, para cumplir con su encargo; la últimavez había tanta gente que no hubo ocasión dehablarle. En Pascua trataré de verlo. En el correopasado le conté el estado de aquel asunto, no séqué habrán hecho Gutiérrez y Escobar; elinquilinato no cumple bien lo que prometió. Hoyescribo a Araújo dándole las gracias». JorgeHolguín era el político, el designado a lapresidencia que en calidad de tal habría dereemplazar poco después a Reyes cuando lodesbancaron. Andaba en París desde hacía tiempotratando de recuperar las acciones que tenía

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Colombia en la Compañía Francesa del Canal dePanamá, y fue uno de los testigos del segundotestamento de don Rufino. Conservó varias cartasde don Rufino, y entre ellas una tarjeta en que ledice: «Acabo de recibir y acabo de leer elimportantísimo trabajo de U. sobre nuestrasreyertas con esos franchutes hambrientos». Elimportantísimo trabajo era sobre el tema jurídicodel arbitramento, y don Rufino le había ayudadoinvestigándole en la Biblioteca Nacional de Paríslo referente a la prescripción en Francia,regulada por una ley del 22 frimario del año VII dela Revolución Francesa. No sé quién era Araújo.Gutiérrez y Escobar eran Eladio C. Gutiérrez yJosé Ignacio Escobar, los albaceas del segundotestamento de don Rufino, otorgado en 1905. Ensu libreta de direcciones los anotó así:«Gutiérrez y Escobar (abogados), Calle 14, Nº103, Bogotá».

E l 24 de julio de 1908 volvía don Rufino alasunto del inquilinato en otra de sus cartas aPombo: «Esto del inquilinato es mucho cuento:

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yo me figuraba que U. por estar allá y por suscircunstancias especiales saldría mejor librado:eso es una picardía. Las gentes que en son deamigos nos entregaron en manos de esoscaimanes, debieran haber hecho algo paraperjudicarlo menos a U. Yo tenía consentida ya lapérdida total de lo que me debían, y así tuve lasorpresa de recibir el susodicho 17% agravadocon el cambio al 12.000% y algún otro desfalcojusto y necesario». ¿Al doce mil por ciento?¡Dios mío! ¡Qué bien hiciste en llevarte tan atiempo a Ángel! Ángel Cuervo Urisarri, elbienaventurado, no conoció la inflación, noconoció la devaluación, no conoció lapauperización y siguió yendo como solía, hasta elfinal, a teatros, subastas, exposiciones, museos, aver, a oír, a disfrutar, a comprar. No se tuvo queocupar ni de su entierro. Otros lo cargaron, otroslo lloraron, otros lo llevaron al Père-Lachaise adescansar entre los cuervos. Y sigue don Rufinoen su carta: «Mi crédito era de $336.380 (papelmoneda) y solo dieron $57.184,50 [estos

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cincuenta centavos pegados a esos miles depesos devaluados ¿no se les hacen irreales?].Creo haber dicho que el Administrador anteriorde mis cosas se quedó entre otras con todo loque pudiera tocarme en la sucesión de Antonio,sin que haya logrado saber cuánto era. El quitollis está allá boyante». ¿Quién era el qui tollis,el que quita? Me moriré sin saberlo. Y terminabaasí la resignada carta: «Cuídese, hasta que leescriba, si Dios quiere, de Suiza. Suyísimo, R. J.Cuervo». ¡Y yo que creía que el «cuídese» erabobada de hoy, tomada del inglés! ¡Qué va!Siempre ha salido el Sol sobre la Tierra.

Tras la muerte de Federico Patiño y durante lacatastrófica guerra de los Mil Días, PedroIgnacio Barreto, hijo de Benigno y por lo tantoprimo en segundo grado de don Rufino, se ocupóde sus asuntos en Bogotá, cosa que sabemos porunas cuantas frases de nuestro santo dispersas ensus cartas a esta familia. Después laadministración ha debido de haber pasado almisterioso inquilinato, y de este a Juan

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Evangelista Trujillo, abogado como PedroIgnacio, con quien tuvo una oficina depicapleitos. Y es que el 24 de noviembre de ese1908 don Rufino le escribió a Pombo: «Tendría elmayor gusto en que el Dr. Baquero, nuestroexcelente amigo, ocupara la casa de S. Victorino,y así se lo escribiré al Dr. Trujillo mañana; perono sé si él tendrá algún compromiso o si juzgaráconveniente, en iguales circunstancias, hacer unarriendo por poco tiempo, como me pareceentenderlo por lo que U. me dice». Y al díasiguiente, 25 de noviembre, al mencionado doctorBaquero: «He escrito al Sr. Dr. Trujillomanifestándole el deseo de U. y el mío de que sino tiene compromiso anterior, en caso de serdesocupada la casa de S. Victorino, sea U. elinquilino preferido. Sé que no encontraría yootro mejor». A diferencia del doctor Trujillo, queera abogado, el doctor Baquero sí era médico. Esla doctorización de todo el mundo en Colombia,país de la felicidad, la cocaína y los doctores. Enfin, el doctor Baquero era médico homeópata, delos que recetaban colchium y sulphur y menjurjes

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de boticario. No sé si lo alcanzó a conocer donRufino en Bogotá antes de marcharsedefinitivamente de Colombia, pero como ambosse contaban entre los más cercanos amigos dePombo se hicieron amigos por correspondencia.Don Rufino, que era un santo servicial, leconseguía en París aparatos médicos y revistas ylibros de medicina, hasta que un día le escribió:«Yo tengo 64 años, edad a que no ha llegadopersona alguna de mi familia; de modo que, conmis achaques, tengo razón de tenerme por viejo.En esta ciudad, que pasa de 2.800.000 habitantes,las distancias son muy grandes; yo vivo en laorilla sudoeste, en barrio apartadísimo del mundode los negocios e industrias; no tengo empleadosni más domésticos que una criada, más enfermaque yo; mis recursos no me consienten tenercoche propio ni alquilarlo ocasionalmente parauna diligencia especial; por manera que todadiligencia he de hacerla yo mismo en ómnibus oen tranvía, y buenos trechos a pie. Creo haberdicho a U. que la casa de Claverie está muy lejosde la mía; pues bien, para ir a casa de Hottiguens

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(38 rue de Provence) a cobrar los cheques yponerles los timbres legales, y de ahí a Claverie,y volver a la mía, necesito tomar tres veces eltranvía, caminar bastante a pie, aguardar a vecesen la calle al descubierto el paso del vehículo, yemplear cosa de tres horas en una excursiónespecialísima a lugares que yo nunca frecuento.Dos horas por lo menos puse en buscar loscatálogos que remití a U., cargado por bastanterato con un paquete que a la larga es pesado; lomismo sucederá para ir a buscar los libros, comome ha sucedido antes. Traídos a casa, he deempaquetarlos yo mismo y ponerlos en elcorreo. Refiero a U. esto para que U. vea que sino satisfago el deseo vivísimo que tengo deservir a U., es por imposibilidad física», etcétera,etcétera. «Si sigo tan mal como estoy, o logroirme pronto al campo (al Mediodía), enviaré a U.en un cheque los fondos que quedan en mipoder». Los fondos eran los que le situaba eldoctor Baquero desde Colombia para susencargos en París. Esta carta es del 8 de febrero

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de 1908. El 4 de marzo siguiente don Rufino leescribía al mismo engorroso destinatario: «Cadadía siento que mis fuerzas decaen, y aun me hanvenido presentimientos de que no viviré mucho.La idea de tener en mi poder fondos ajenos cuyadevolución pueda dilatarse en las tardanzas de unatestamentaria me acongoja. Así pues realizo elpensamiento que indiqué a U. el otro día, y ledevuelvo adjuntos los frs. 105 mencionados, en unbillete de frs. 100 y frs. 5 en 20 sellos de correo,c/u de 0.25. En los últimos tiempos he procuradomostrar a U. toda mi respetuosa simpatíacumpliendo sus encargos con toda laescrupulosidad de un buen amigo. Confío en queno tome U. a mal que no continúe haciéndolo».Las cartas de don Rufino al doctor Baquero lasconservó este, y a su muerte su familia. ¿Peropor qué no conservó don Rufino, que guardabatodo, las del doctor Baquero? Ya lo dije: porquepor equivocación las cartas recibidas por donRufino después de 1906 las destruyó alguien,interpretando mal sus indicaciones. Que no

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esperen los muertos nada de los vivos, que lo quepasa siempre es al revés: «¡A ver qué me dejóeste viejito!»

Que Juan Evangelista Trujillo siguióocupándose de los asuntos de don Rufino hasta elfinal me lo hace pensar una carta de nuestro santodel 15 de noviembre de 1910, ya a un paso de lamuerte, a José Antonio Patiño: «Recordando queel Sr. Dr. Patiño, padre de U. y nunca olvidadoamigo mío, tenía la amabilidad de dar en minombre y en el de mi finado hermano D. Ángel(q. e. p. d.) a las Reverendas Madres Clarisas unacorta mensualidad, proporcionada a nuestrosrecursos, me atrevo a invocar aquel recuerdo y apedir a la bondad de U. un servicio semejante. Alefecto he suplicado al Sr. Dr. J. EvangelistaTrujillo ponga en manos de U., desde el recibo demi carta, la cantidad de diez pesos ($10) oro,mensualmente; espero que U. me hará el favor dehacerlos llegar a las Rdas. Madres Clarisas. Ellasmismas me han indicado que les sería grato fueseU. el intermediario». ¡Ah malditas lesbianas,sanguijuelas parásitas, chupándoles la sangre a

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sus víctimas hasta el final! Juan EvangelistaTrujillo era representante a la Cámara cuandomurió don Rufino, que fue el 17 de julio de 1911,y su nombre encabeza las firmas de loscongresistas que el 21 siguiente presentaron unproyecto de ley, aprobado unos días después porunanimidad y que dice: «La República registra enel catálogo de los esclarecidos ciudadanos quepor sus talentos y servicios han dado prez yreputación a su Patria, el nombre de Rufino JoséCuervo. Colombia honra la memoria de este hijoesclarecido, y presenta toda su vida a lasgeneraciones actuales y futuras como ejemplodigno de imitarse, por su purísima fe, santidad decostumbres y profunda ciencia». Yo he escri toeste libro para decir lo mismo. Pero másdetalladamente, señores del Congreso. Yaprovechando la ocasión les digo que ustedes sonlos que no honran a Colombia. Viven de ella.

Hay un personaje que pasa por lacorrespondencia de don Rufino como unasombra, como un fantasma innominado, pero no

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así por su vida pues tras la muerte de Ángel nadiecontó tanto para él como ella: su criada,Leocadie Maria Joseph Bonté. Así, con Maria enespañol pero sin tilde, que es como figura en losdos testamentos de don Rufino, y no con elMarie francés. En sus cartas don Rufino jamás lallamó por su nombre y se refirió siempre a ellacomo «la criada» o «la cocinera»; pero no pordesprecio, sino porque era su costumbre nollamar en sus cartas a nadie por el nombre si nole era conocido al destinatario. La cláusulanovena de su primer testamento (otorgado enParís el 4 de julio de 1896, o sea poco después dela muerte de Ángel) estipula lo siguiente: «Mialbacea situará en París lo más pronto posible lacantidad de cuarenta mil francos en oro francés,par a que por medio de uno o más de losmandatarios que designo en la cláusuladecimasexta, o a falta de ellos por medio depersona de toda confianza, sea colocada en rentafrancesa del Estado, y puesta en completaseguridad; la renta de estos cuarenta mil francos

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será dada, a medida que vayan cumpliéndose susplazos, a mi criada Leocadie Maria Joseph Bonté,francesa, nacida en Bondues, lugar delDepartamento del Nord, en prenda de gratitud porla honradez y consagración con que nos haservido». ¿Desde cuándo? Desde que seinstalaron en París en el apartamento de la rueMeissonier? Nunca lo sabremos. La sextacláusula del segundo testamento (protocolizado afines de junio de 1905 y también en París) dice:«Lego a mi criada Leocadie Maria Joseph Bonté,francesa nacida en Bondues, lugar delDepartamento del Nord, el usufructo de la casasita en la ciudad de Bogotá en la cuadra séptimade la calle diez, con sus tiendas accesorias,marcadas casa y tiendas con los números cientosetenta y tres a ciento setenta y nueve. Esta casafue la que habitaron y donde murieron mispadres; mi hermano don Angel Cuervo y yoadquirimos sucesivamente las partes de ella quecorrespondían a nuestros hermanos Luis,Antonio y Nicolás; y muerto mi condueño me fue

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adjudicada su parte de la manera expresada en lacláusula segunda de este testamento. Exonero ala usufructuaria de la obligación de prestarcaución, y quiero que los inventarios u otrasdiligencias que hayan de hacerse para que entreella en posesión de este usufructo se costeen demis bienes». Y la séptima: «Lego a la mismaLeocadie Maria Joseph Bonté, mi criada, todoslos muebles y objetos, cualesquiera que sean, quese hallaren el día de mi muerte en mi domicilio,con excepción de los que lego a otras personasen este testamento. Es además mi voluntad que ami dicha criada se le pague un salario a razón deciento veinte y cinco francos en oro francés, eldía ocho de cada mes, en todo el tiempo quemediare entre el día de mi muerte y el día en queella comenzare a gozar del usufructo de la casamencionada en la cláusula sexta de estetestamento». En estas dos cláusulas hay ademásvarias provisiones para protegerla y una listadetallada de los objetos que le dejaba, desde losvinos de la cava y los colchones hasta su «relojcon su cadena, los alfileres, botones de camisa o

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cualquiera otra joya». Y en la cláusuladecimacuarta decía que de los fondos suyos quehubiera en París el día de su muerte se pagaríanlos gastos de su entierro y lo demás se destinaríade preferencia al pago del salario de su criadasegún lo determinado en la cláusula séptima.

Mi gran fracaso en esta investigación de lavida de don Rufino es lo poco que he logradosaber de su criada. Aparte del nombre, de quehabía nacido en Bondues y de que era honrada yconsagrada a él y a su hermano, según dicen losdos testamentos, muy poca cosa. ¿Sería mayorque don Rufino? ¿Y que Ángel? ¿Entraría atrabajar con los dos hermanos por las fechas enque se instalaron en París, en el apartamento dela rue Meissonier? Es lo que creo. Si no llevabaun tiempo largo con ellos, ¿por qué le habría dedejar don Rufino, cuando murió Ángel, cuarentamil francos en oro francés? Y cuando murió donRufino, ¿cuánto le sobrevivió, y a dónde iría aparar? ¿Le mandarían de Bogotá, como él quería,el dinero de los arrendamientos de la casa de laCalle 10? ¿No se lo robarían los pícaros de otro

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«inquilinato»? ¿Y cómo sé, me preguntarán, quela criada mencionada en las cartas es la misma delos testamentos? ¿Por un acto de fe? ¡Ay porDios, yo soy un hagiógrafo incrédulo! Lo séporque lo deduzco a lo Sherlock Holmes, perocon documentos en la mano, van a ver. En laposdata de una carta de J. Battanchonfle a donRufino, fechada en Plaisance el 1º de octubre de1906, este señor, de quien no sé ni siquiera elnombre completo, le manda saludos a ella: «P. D.Nos meilleurs souvenirs à Mlle. Maria, je vousprie». ¿Ven? Ahí está Maria (pronunciada enfrancés «Mariá»), y era una Mademoiselle. Por lacarta, única de este destinatario, sé además que éls e vio con don Rufino en Barèges: «Croyez,Monsieur, que je n’oublierai jamais l’edifianteconversation que nous eûmes à Barèges, assistous deux au bord du précipice, conversation danslaquelle vous vous êtes élevé à des hauteurstelles, que je vous écoutais avec une profondeadmiration et que mon âme se retrempait à dessources nouvelles. Les hommes comme vous

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sont rares à notre époque»: «Créame, señor, queno olvidaré nunca la conversación edificante quetuvimos en Barèges, sentados al borde delprecipicio, en la cual se elevó usted a talesalturas que lo escuchaba yo con profundaadmiración mientras mi alma bebía en fuentesnuevas. Hombres como usted son raros ennuestros días». Poco antes de la carta demonsieur Battanchonfle, don Rufino estuvo enLourdes y en Barèges con su criada, y el pobreseñor le escribía ahora para pedirle que leayudara a conseguir trabajo: «Vos bienfaitsn’iront point à un ingrat, mais a un hommed’honneur, fervent catholique, et père defamille». Que él era un hombre honorable,ferviente católico y padre de familia, y que laayuda de don Rufino no iría a un ingrato.

En el verano de 1906 don Rufino estuvo enLourdes y en Barèges con su criada, y entoncescoincidió con el señor Battanchonfle. La primerade las cartas de don Rufino al doctor Baqueroque han quedado está fechada en Lourdes el 7 dejulio de ese año, y en ella le dice: «No sé cómo

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agradecer a U. el interés que toma por mi salud ypor la de mi criada, que es para mí el brazoderecho. A la perspicaz ciencia de U. debo yonotable mejoría de mi cansancio de cabeza; lomismo debo decir a U. de mi criada, cuyosvértigos casi han desaparecido con el anteriortratamiento que U. me indicó. En los últimos díasha estado bien acongojada con los doloresreumáticos, cosa que no he extrañado porque laprimavera ha estado cruel y todas las personasque padecen estas dolencias han sentido unagrave recrudescencia. Si el tiempo asienta unpoco, ella saldrá también al campo, y con eltratamiento de U. espero que irá mejor». ¿Quéhacían entonces en el santuario de Lourdes,donde la Virgen se le apareció dieciocho veces aBernadette Soubirous, si tenían al doctorBaquero el homeópata, avalado por RafaelPombo? Ah, es que es más curativo un médicocon Virgen que sin ella. Y mejor dar placebo quenada, porque si es la Virgen la que discretamentecura, entonces el enfermo le atribuirá su

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curación al médico: al pedazo de gis o tizadisfrazado de remedio que le mandó el hijueputa.¿Y a qué se fue don Rufino a Barèges después deLourdes? Es que en Barèges, pueblecito dedoscientos habitantes, había unas aguas termalessulfurosas, milagrosas, que servían para infinidadde padecimientos como el reumatismo, losdolores de cabeza y las afecciones respiratorias,por si la Virgencita de Lourdes, que se habíainstalado a un paso de allí, andaba muy atareadaatendiendo enfermos comatosos y no se podíaocupar de los menos graves. Milagros de laVirgen de Lourdes, aguas sulfurosas de Barèges yun médico homeópata de ciencia perspicaz comoel doctor Baquero, ¿así quién no se cura? Si donRufino y Maria Leocadie no se curaron, fue porfalta de fe: de fe en la religión, en la naturaleza yen la ciencia. O en dos de ellas. O en las tres.

De vuelta a París de sus peregrinaciones conMaria, don Rufino recibió la carta del santurrón.Y debo advertir aquí, por si algún hagiógrafoenvidioso del gran éxito que estoy teniendo con

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mi santo se pone a confrontar fechas paracogerme en error, que estoy hablando en estemomento de 1906 y que no estoy equivocado deaño. Y lo digo porque don Rufino ya había estadoen Lourdes y en Barèges en 1905, y habría devolver a las dos en 1907. ¿A qué? A lo dicho: acurarse de dolencias, padecimientos, achaques…Estoy hablando pues de 1906 y del doctorBaquero, a quien la navidad de este año del Señor,don Rufino le escribió: «Mi criada, que tienemucha fe en U., sabe que he de escribirle y mepide le consulte sobre lo que ha de hacer sobreesto: por la noche se despierta viniéndole a laboca agua que la ahoga y tiene que levantarse paraescupirla; lo mismo a veces de día, yparticularmente al conversar, lo que la hacetoser. Perdone U. tanta molestia eimpertinencia». En abril de 1907, Leocadie Mariaempezó a tomar colchium y sulphur, que fue loque le recetó el doctor Baquero. «Daré cuenta aU. –le escribió entonces don Rufino– de lo quevaya presentándose. La primavera es también

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fatal para los reumáticos, y en estos días laenferma ha estado bien aquejada de dolores portodas partes. Los vértigos no han vuelto». Y enjunio: «Mi criada, tan agradecida a U. como yo,ha estado tomando el colchium y el sulphur;espero que, en llegando el buen tiempo, sientamejor los efectos». Ni sirvió Lourdes, ni sirvióBarèges, ni sirvieron las homeopatías del doctorBaquero, y don Rufino acabó por olvidarse de lostres. Según la posdata de monsieurBattanchonfle, Maria Leocadie era unaMademoiselle. ¿Saben qué le habríadiagnosticado Freud a la pobre después de oírlahablar durante horas tendida en el diván?«Líbido». Eso, líbido, que para el psicoanalista escomo la plusvalía para Marx. De haber sido yopsicoanalista, psiquiatra o médico, y de habermetocado el caso de la criada de don Rufino, se lahabría chutado al cura.

En cuanto a don Rufino, sufría de reumatismo,molestias en los ojos, problemas de la vista,cabeza fatigada, debilidad cerebral, vejez a los

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treinta y nueve años, a los cuarenta, a loscincuenta, a los sesenta, indisposición,neurastenia, postración, gripas, influenza, dengue,bronquitis en singular o en plural, de unos días,muchos, semanas, meses, hasta tres en unamisma estación (por lo general el invierno),fiebres, fiebrecillas, achaques viejos y nuevos,enfermedades de las vías respiratorias, visitas deamigos, granulaciones en la garganta, inflamaciónde la nariz… Catarros los que quieran. En 1883,por ejemplo, estaba acatarrado en marzo, enoctubre y en noviembre. Perdón, en noviembreno, lo que tenía en noviembre era «romadizo». Enseptiembre de 1891, al volver del campo, cayó encama y tuvo que llamar al médico, que le dijo queestaba perfectamente bien, «y estoy resignado acreérselo», agregaba en carta a Teza. En marzo de1892 estrenó influenza (como la llamaron lositalianos) o dengue (como la llamaron losespañoles), y en diciembre unas «fiebrecillas» lovolvieron a mandar a la cama y no pudo salir ni amisa. En enero de 1893 seguía «achacoso», y el 25

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pasó «una noche de perros». En 1899 leempezaron los «achaques de la cabeza», que lohabrían de acompañar hasta el final. Las vistas lodejaban exhausto, cualquier esfuerzo de atenciónexánime, se le iban los nombres propios, laspalabras le huían de la memoria, lo que aprendíahoy se le olvidaba mañana, el esfuerzo decontestar una carta lo tumbaba en cama, lefastidiaban los libros y era un suplicio lo queexigiera atención: la lectura, la conversación,todo. Tenía que suspender todo trabajo y todo lehacía daño y no podía leer, hablar, escribir, oír…En verano le sobrevenían abscesos o granos, eninvierno bronquitis. Ya lo dije: ¡tres bronquitis enuna sola estación! En 1908 le decía al doctorBaquero: «A nuestro queridísimo Pombo escribocon frecuencia contándole lo abrumado queestoy de atenciones, que en medio de midebilidad me amargan la vida, dándome a veces eldeseo de romper con mis amigos literarios;romper, digo, en el sentido de no contestar cartasni recibir visitas». Su correspondencia con

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Schuchardt y Teza, sus corresponsales asiduos detantos años, se redujo en efecto a unas brevestarjetas de navidad o de año nuevo. Por lo demásal mismo doctor Baquero le contaba: «En loslargos años que he vivido aquí no he hecho másde cuatro o cinco amistades con personas que sededican a los mismos estudios que yo». Cuatro,para mayor precisión: los dos que dije, que vivíanen Graz y Padua, y Morel-Fatio y Foulché-Delbosc, que vivían en París.

En fin, en febrero de 1910, a un paso de latumba, le escribía a Gómez Restrepo: «Mi saludno es muy buena, pero pudiera ser peor». Suscartas están llenas de dos palabras: «achaques» y«Dios». Dios con todos sus sinónimos: el Señor,Nuestro Señor, el Salvador, el Sumo Juez, elDador de todo don perfecto, el Altísimo, miPadre desde el Cielo, su Divina Majestad, laDivina Providencia… Esta Divina Providenciafue la que preparó a su hermano Antonio para lamuerte. Pero sus exaltaciones místicas no hayque buscarlas en toda su correspondencia. Con

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los ateos como Schuchardt, Teza, Morel-Fatio yFoulché-Delbosc, nada, ni esta boca es mía. Aesos la mención de Dios les hacía lo que elviento en México soplándoles a las estatuas dedon Benito Juárez. Pero con Pombo, conBenigno Barreto y con Belisario Peña… Ah, esosí era otro cantar. Con don Belisario llegaba al dode pecho: el Bien Supremo, su Divina Majestad,la Encarnación de la Verdad, Aquel que no seengaña, el Cordero Inmaculado… Y al Hijo:Nuestro Divino Redentor, el SacratísimoCorazón de Jesús, Nuestro Señor Jesucristo… Ala mamá de Jesús la llamaba Dulcísima Madre,Santísima Virgen, María Santísima… En cuanto adon Belisario, era para don Rufino una cajita demúsica, una concha acústica, un cajón deresonancia que le hacía eco: el Fuego Infinito delSacratísimo Corazón, las Llamas del AmorInextinguible, la Fragua del Amor Divino, elNacimiento del Amor Hermoso… Todo conmayúsculas, porque además de los infinitosachaques de uno y otro, don Belisario y don

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Rufino sufrían de mayusculitis. Poeta como eradon Belisario, le componía odas a Su SantidadLeó n XIII, al Silencio de Jesús Profanado, aMaría Santísima en la Presentación de su DivinoHijo, a la Inmaculada Concepción, a san LuisGonzaga… Cuando no era que se estabaexpandiendo en sonetos eucarísticos… Y donRufino venía de una familia florecida de obispos,como el Ilustrísimo Indalecio Barreto Martínez,obispo de Dora y de Nueva Pamplona; elIlustrísimo José Benigno Perilla Martínez,obispo de Tunja; y el Ilustrísimo Severo GarcíaBarreto, obispo también de Tunja. Este últimoIlustrísimo se le murió de una carta a la otra. El 6de febrero de 1890 le escribió desde Mónaco a suprimo Benigno Barreto pidiéndole que lepreguntara al «Sr. D. Severo» unos datos quenecesitaba para su Vida de Rufino Cuervo ynoticias de su época. El 18 de marzo Benigno lecontestó: «A mi tío Severo le escribí al siguientedía de recibir la carta de Ud.; pero temo norecibir contestación porque horas antes de la

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llegada del correo a Tunja sufrió él un ataquemortal, cosa que me tiene muy apenado». Y sí,era mortal el ataque: dos días después murió.Colombia era un semillero de curas, obispos,presidentes, poetas y gramáticos. A veces en unosolo se juntaban tres: Caro era presidente, poetay gramático. De haber querido ser obispo, habríallegado a papa. Pero oigan estos propósitos dedon Rufino escritos en su ejemplar de laImitación de Cristo, que leía y releía y releía, ajuzgar por lo manoseadita que estaba: «Dos dejulio de 1882. Ofrecer el día de rodillas.Meditación antes de misa. Oír esta con todadevoción. Hacer jaculatorias las más vecesposibles. Desconfiar absolutamente de mí yrecordar los motivos que tengo para humillarme.In te, Domine, speravi, non confundar inaeternum». La fecha ahí señalada, el 2 de julio de1882, bien pudo ser exactamente la del día de sullegada definitiva a París, y es que tres díasdespués le escribió a Caro diciéndole que habíanllegado bien. ¿Y saben cómo llamaba don Rufino

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a París? ¡Babilonia!Y si don Rufino quería tanto a Dios, ¿por qué

entonces Dios le mandaba tantos males? Por eso:porque Su Divina Majestad también lo amaba.Pero permítanme acabar de medio armar elretrato (o el rompecabezas si prefieren, aunquesolo tengo pocas fichas) de Leocadie MariaJoseph Bonté, que juntaba en su nombre de pila ala Virgen y a san José, a los que les sumaba labondad en el apellido. Lo haré«homeopáticamente», para usar una palabratambién muy cara a don Rufino, que llamaba«homeopáticas» a sus cartas breves, las de unpliego, que era para lo que le daba al final lacabeza.

«Solo la cocinera no corrige aquí, aunque aveces se admira de ver tanto garabato sobre laspruebas» (carta de don Rufino a Pombo de juniode 1884, cuando empezaban la endemoniadacorrección de pruebas del Diccionario).

«Esta carta que el criado de V. trajo a las 7 dela mañana exigiendo inmediata contestación, la

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recibió nuestra criada, manifestando a aquel queno eran horas esas para entrar ella a nuestroscuartos» (carta de don Rufino de abril de 1886 alloco de Torres Caicedo cuando el enredo queeste les armó).

«Deseo que se mejore Vd. cuanto antes de sudolencia, que yo creo que conseguiría curarla, sinser médico, si mis amistosos consejos lemerecieran plena confianza, y no estuviera Vd. amerced de una dueña que, como dicen en mitierra, es un toro muy bravo» (carta de ManuelGonzález de la Rosa a don Rufino de diciembrede 1899).

«En los gastos de la casa, mi criada es unmodelo de economía y previsión y hace muchomás de lo que sus fuerzas permiten» (carta dedon Rufino a su primo Benigno Barreto del 6 deseptiembre de 1902).

«Mi querido amigo: La cariñosa y muyanhelada carta de U. fha. 24 de mayo del presenteaño llegó a mis manos el 2 de agosto; lo cual meha recordado lo que decía por acá una aldeana: el

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cartero de este pueblo es muy formal: a veces meguarda una carta dos o tres semanas y no me lapierde» (principio de carta de don Rufino aAntonio Gómez Restrepo del 24 de septiembrede 1902). La «aldeana» era la madre de su criada,como más abajo van a ver.

«Pienso estarme por acá cuanto dure el buentiempo; para el efecto he alquilado una casita ytraído a mi criada» (carta de don Rufino a Teza dejulio de 1903 y escrita en Yport).

«Me han llamado a almorzar, y U. sabe que lascocineras no son muy pacientes. Suyo decorazón, R. J. Cuervo» (final de carta de donRufino a Teza también de Yport, pero de agostode 1903).

«¿Y por qué estoy aquí y no en otra parte?Sabía U. que mi criada, el francés más respetableque he conocido, está aquejada de un reumatismoferoz que le ha llegado al corazón, y para el cualni médicos ni libros dan esperanzas de remedio;prometió a Ntra. Señora venir a Lourdes, y comono era prudente abandonarla en viaje tan largo,me vine yo antes, estuve en ese lugar unos días, y

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cuando ella acabó sus devociones, pensé queestando tan cerca de Barèges, cuyas aguastermales son muy afamadas, le dije preguntara almédico que en Lourdes ve gratuitamente a losenfermos que llegan, si un tratamiento leconvendría; con la respuesta de que daño nopodía hacerle, la hice venir, por si la Virgenquiere hacer la curación por medios naturales»(carta de don Rufino a Pombo fechada enBarèges en agosto de 1905). ¿Un médico que vegratuitamente a los enfermos en Lourdes? ¿Yentonces para qué estaba Nuestra Señora? ¿Paraqué se le apareció entonces dieciocho veces aBernadette Soubirous?

«Perdóneme U. que no le escriba en cartapneumatique porque no tengo a mano, el correoqueda lejos y mi criada está también enferma»(posdata de una carta de don Rufino de enero de1906 a Foulché-Delbosc).

«Queridísimo: Me alegro de que apareciesemi carta de Dbre. para que no falte esetestimonio de mi constante cariñoso recuerdo.

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Con el caso me ha venido a la memoria lo que desu madre me cuenta mi criada: “El cartero delpueblo, decía, es muy formal: a veces me tieneuna carta dos y tres semanas, y no me la pierde”.¿No es un optimismo envidiable?» (principio deuna carta de don Rufino a Pombo de abril de1908). La aldeana mencionada arriba era pues lamadre de la criada.

«Con frecuencia hablamos con mi criada deUU., del placer que nos causó conocerlos yverlos juntos a todos, y de no sé qué aroma dejuventud y alegría que dejaron en esta casa. Micriada estuvo en Aix por reumatismo; dicen losque abogan por las aguas minerales, para consolara los dolientes, que los efectos no se sienteninmediatamente; ojalá sea así» (carta de octubrede 1909 de don Rufino a su sobrino Carlos CuervoMárquez recordando la visita de este y su familiacuando vinieron de Roma a verlo en París el añoanterior).

En su largo escrito necrológico «Cuervoíntimo» Tannenberg menciona varias veces a lacriada: «Un jour, m’a conté sa servante, il rentra

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chez lui sans veston sous son pardessus; il enavait vêtu un pauvre diable. Désireux de s’eleverdans la perfection chrétienne, il s’était faitadmettre comme tertiaire dans l’ordre de SaintFrançois». Que la sirvienta le había contado queun día don Rufino volvió sin el saco a casaporque se lo había dado a un pobre, y que se habíahecho admitir como terciario en la orden de SanFrancisco. Y más abajo cuenta que don Rufino noresistía la tentación de comprar libros, de los quetenía la casa atestada. Que en sus correrías porlas librerías o por los puestos de libros viejos delSena volvía cargado de paquetes, para escándalode su vieja ama de llaves (sa vieillegouvernante), que lo admiraba como Sancho adon Quijote, y que al verlo regresar con máslibros rezongaba, volviendo a la cocina: «A-t-onjamais vu ça! Mais a-t-on jamais vu ça!»:«¡Habráse visto! ¡Habráse visto!» La estoyviendo, la estoy oyendo. Leocadie Maria JosephBonté era como una concierge francesa, peromenos mala. Menos, menos, menos… Mucho

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menos… ¡Una santa!En el Tomo 049, Folio 104 del archivo interno

de la Biblioteca Nacional de Colombia se dice:«La señorita Maria Bonté dona a la BibliotecaNacional varios objetos que pertenecieron aCuervo». Y firman los señores Eladio C.Gutiérrez y José Ignacio Escobar, los albaceas dedon Rufino.

Poco después de la muerte de Cuervo, MaxGrillo publicó en el Boletín de Historia yAntigüedades de agosto de 1911 un artículorecordando la visita que le hizo en París en 1910 yen él menciona a «la buena mujer que le servía».Y pasa a contar que don Rufino «estaba hablandocon entusiasmo juvenil de nuestro país, de lasesperanzas que tenía en su resurgimiento, cuandovino la vieja criada que lo cuidaba con cariño demadre, y en francés le dijo: “Señor Cuervo, losmédicos le han prohibido a usted conversarlargamente”. Me levanté. Entonces me explicó elcarácter de sus dolencias: “Me fatigo demasiado.Ya no puedo leer como quisiera”. Me ofreció unacopa de vino…»

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Y, en fin, en un artículo para el número dejulio de 1969 de las Noticias Culturales delInstituto Caro y Cuervo, Agustín Nieto Caballero,quien asistió al entierro de don Rufino, cuenta losiguiente: «Solo sospechábamos de su saluddelicada por la viejecita –Mlle. Bonté–, que lecuidaba, y que en forma siempre cortés, peroterminante, cortaba nuestras visitas cuandotendían a prolongarse. Recordamos su frasehabitual y cariñosa siempre: “Ahora, jovencitos,se toman su copita de jerez y no vuelven antes deldomingo entrante porque el jefe tiene mucho quetrabajar”. Y éramos obedientes a este mandato,más en consideración a su trabajo, que sabíamosera intenso, que a su salud cuyo estado precarioél nos ocultaba». Cuando escribió esto, donAgustín tenía ochenta años. ¿Qué entendería por«viejecita»? Nos hubiera contado algo más de laviejecita… Cuánto tiempo más se quedó en elapartamento de la rue de Siam tras la muerte dedon Rufino… Cuándo lo entregó… Para dóndese marchó… «Un puñado de colombianos –

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agrega don Agustín– acompañamos al cementeriodel Père-Lachaise, con el corazón sobrecogido,el féretro de aquella gloria de la patria». Hanpasado cien años desde ese entierro y hanmuerto, y desde hace mucho, cuantos leconocieron. A mí me acompaña desde niño, tal ycomo me acompaña este idioma.

Bajé en la estación de Père-Lachaise, caminéunas calles y entré en la ciudad de los muertos.Los cuervos me fueron guiando hasta su tumba.Era una tumba humilde, a ras del suelo, cubiertade maleza y musgo, que me impedían leer lasinscripciones. Aparté la maleza y con la punta delparaguas raspé el musgo. Entonces fueronapareciendo su nombre y el de su hermano. Mearrodillé para leer mejor. El sol se puso yempezó a oscurecer. Los árboles sin hojas delinvierno se fueron borrando con las sombras.Sentí entonces que ascendía rumbo al cielo deceniza, como un cuerpo astral que deja lamateria, como un fantasma que se va. Pero no, noera yo el que ascendía, eran los cuervos los quese iban. Yo seguía arrodillado abajo ante la

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tumba, cargando con Colombia y llorando por él.

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