el cururo

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  • 5/26/2018 el cururo

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    Ilustraciones de Andrs Jullin

    incomprendido y otros cuentos

    Alicia Morel

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    indice

    El Cururo incomprendido

    La discusin de los peludos

    La cartera azul

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    el Cururo

    incomprendido

    El Cururo, joven y entusiasta ratn del bosque, iba una

    maana cantando por el camino secreto que le serva para

    transitar:

    -Con la derecha

    me levant por esosalto y caigo bien.

    La pata izquierda

    la esconder y as

    este da me ir

    muy bien.

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    Esa noche, el Cururo haba soado que era el ms sabio

    del bosque y que, al contrario del Chuncho, anunciaba slo

    buenas noticias. Su canto despert a la seorita Lagartija.

    Asustada, sta abri un ojo y mir al Cururo desde la piedra

    donde tomaba sol.

    -Qu te ha puesto tan alegre? -le pregunt.

    -Decid ir a la escuela para ser sabio.

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    La Lagartija no pudo aguantar una carcajada.

    -Un ratn a la escuela! Ay, nunca haba odo algo as! -

    Porque eres una ignorante -chill el Cururo, ofendido. -

    Insolente -grit la Lagartija, ofendindose a su vez. -Ser

    ms sabio que el Chuncho -continu el Cururo- y noanunciar desgracias sino que puras felicidades. -Eres un

    pretencioso -aleg ella.

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    -Me instalar en la escuela hoy mismo. Prefiero ser

    pretencioso y no un pellejo lleno de sol como t.

    La Lagartija se qued muda y verde de rabia.

    -Abrir un agujero en el fondo de la sala de clase y desde

    all oir y aprender todo -continu el Cururo, satisfecho.

    -Eres el mismo intruso de siempre -logr decir al fin la

    Lagartija.

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    -Tengo intrusidad cientfica.

    Y con un movimiento de cabeza y cola, el Cururo continuel viaje.

    La Lagartija lo mir alejarse con profundo desprecio y no

    tard en dormirse de nuevo.

    El Cururo lleg a la escuela incluso antes que la profesora

    y tuvo tiempo para abrir un buen observatorio.

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    Uno a uno fueron llegando los nios, algunos a pie, otros

    a caballo, porque esta escuela estaba en el campo.

    La profesora empez una clase que al ratn le pareci

    muy interesante, pero incomprensible. Le bailaban en la

    cabeza los nmeros y las letras.

    -Es difcil ser sabio -suspir sin desanimarse.

    La profesora llam a un nio para que leyera. Pero el

    pobre Tuco no daba pie en letra.

    -Es muy difcil, no se me queda nada de lo que leo.

    Prefiero los monos.

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    -Igual que yo -pens el Cururo, esperanzado. -Mira, Tuco

    -advirti la profesora-, los monos son mudos, en cambio

    las letras hablan, nos ensean lo que significan los dibujos.

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    -Los libros no se hicieron para m -aleg Tuco.

    -Ah, crees que se hicieron para que se los coman los

    ratones? -exclam la profesora, impacientndose.

    El Cururo dio un respingo al orse nombrar; se sinti

    importante. Adems, no se le haba ocurrido comerse un

    libro y pens que as podra ser sabio con mayor rapidez.

    -Oye, Tuco, leeremos un libro de aventuras en clase y

    vers que los monos se te pintan solos en la cabez a -dijo

    la profesora, sacando del cajn de su mesa un

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    De solo verlo, al Cururo se le abri el apetito.

    Tuco empez a leer a tropezones. A pesar de la

    dificultad, la historia no tard en interesarle, sobre todo

    cuando continuaron leyndola sus compaeros. Quedaron en

    un captulo lleno de suspenso; tanto, que los nios, entre

    ellos Tuco, no hallaban las horas de que llegara la clase del

    da siguiente para continuar la lectura.

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    La profesora estaba feliz. Pero sin duda el ms

    contento era el Cururo, que durante la noche se

    comi la historia completa, con monos y todo. La

    panza le qued tiesa de sabidura. Tuvo que alojar en

    su escondite de la escuela, incapaz de dar un paso.

    Al otro da los nios supieron que un ratn les

    haba comido el cuento. Indignados, buscaron el

    agujero por donde el intruso se haba metido a la

    clase y lo tapiaron cuidadosamente con latas y

    vidrios. El Cururo escuch las cosas terribles que se

    dijeron de sus congneres. Paso a paso se alej de la

    escuela, sintindose incomprendido. Le cost mucho

    digerir el libro, por lo que tuvo que soportar las

    burlas de la Lagartija.

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    Sin embargo, no tard en volar por el bosque el rumor de

    que el Cururo se haba comido un libro y saba mucho.

    Hasta el Chuncho fue a consultarlo para dar sus malas

    noticias. A pesar suyo, la Lagartija tambin tuvo que

    reconocer que se haba hecho un sabio.

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    El Cururo vivi muchos aos anunciando felicidades y

    resolviendo enigmas. Muri de viejo, condecorado de hojas

    secas, por ser el ms sabio del bosque.

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    a discusin de

    los peludos

    Elconejo Simn tena un apetito feroz. Tena

    tambin una esposa, Clarita, y una numerosa familia de

    ocho hijos, porque eran octillizos.

    Un asoleado da de invierno, de esos en que dan ganas de

    correr y volar por campos y montaas, Simn llam a su

    mujer para que sacara a tomar aire a la familia.

    -Clarita, aprovecha el buen tiempo porque maana va a

    llover!

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    -Ests loco? Pueden venir los perros o el zorro que vive

    en el bosque cercano -contest ella, asomando apenas la

    nariz por la madriguera.

    -Qu perros ni qu zorros! Hoy es da de tregua.

    -Ests seguro?

    -No soy tan valiente como para estar panza arriba si hoyno fuera el da en que ningn cazador puede cazar -afirm

    Simn echndose de espaldas a tomar el sol.

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    La familia entera sali entonces a retozar por el

    campo, celebrando la tregua como un da de vacaciones.

    Pero otro animal haba salido a darse un bao de luz:

    Jacinto, el gato gris de doa Sara, que avanzaba entre

    las matas con los ojos entrecerrados. Se sent cerca de

    la madriguera de Simn a mirar cmo jugaban lospequeos conejos. Casi parecen ratones, pens,

    sintiendo ganas de perseguirlos. Al menos les dar un

    buen susto.

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    Yde un salto cay en medio de los pequeos orejudos, quehuyeron dando chillidos.

    -El zorro, mamita, el zorro! -gritaban.

    Ese no es el zorro, es un gato -ri Clarita.-Es un gatito, no ms, que vive en la gran madriguera

    junto al camino - aadi Simn, riendo tambin.

    Jacinto se ofendi.

    -Conejo ignorante: la que llamas madriguera es una

    casa y te atreves, adems, a llamarme gatito.

    Alisndose los pelos con la lengua agreg:

    -Yo soy de la raza angora. En cambio ustedes son unosconejos ordinarios color pardo, que no sirven ni para que los

    descueren.

    Simn se molest:

    -Gato insolente! Habiendo tanto campo, tenas que venir

    a molestamos en el patio de nuestra madriguera.

    -No saba que fueras propietario -se burl Jacinto.

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    -Lo soy por derecho natural. Vivimos en este lugar

    desde los tiempos de mis tatarabuelos, que llegaron de

    Espaa.

    -Tatarabuelos pardos como t -maull dulcemente

    el gato.Simn perdi la paciencia:

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    -Nadie, que yo sepa, se interesa por tu piel. En cambio, la

    nuestra vale sus pesos para fabricar unas buenas zapatillas o

    un cuello abrigador.

    -Si a m no me sacan la piel -afirm Jacinto- es porque

    soy el regaln de doa Sara, mi ama. Pero las pieles de mis

    antepasados, debidamente teidas, adornan el cuello de

    bellas mujeres.

    Los conejos se pusieron a rer:

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    -Mujeres con pieles de gato! Ay, pronto veremos que

    ponen a secar tu cuero en estacas en el patio de tu ama. -Eso

    no suceder! -buf el gato, poniendo cara de fiera. -Claro que

    no, porque tu piel es de gato viejo.

    En ese instante, una gran sombra cubri la discusin y unavoz dulzona coment:

    -Las pieles de zorro son las ms famosas del mundo; nadie

    puede competir conmigo.

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    Clarita, rpida como el rayo, se meti con sus hijos

    en la madriguera; pero Simn, picado con el gato, no

    alcanz a huir. Un poco plido, dijo:

    -Hoy es da de tregua no?

    -As es, hasta que se ponga el sol -concedi el zorro.Jacinto se haba puesto un poco ms lejos por

    precaucin, y desde ah maull:

    -Se nota que eres pariente lejano de los zorros

    plateados.

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    -Se nota verdad? -se contone el zorro.

    -Lstima que tu raza se est acabando con la cacera

    humana -continu el gato.

    Simn se atrevi a lanzar una risita, pero el zorro

    lanz un mordisco al aire que lo hizo estremecer.

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    -Yo tengo la mejor piel de todos los

    que vivimos aqu; la ms grande,

    hermosa y de pelo abundante -alarde el

    zorro- Ni los conejos hippies de doa

    Sara lo discuten. Me rinden homenaje

    cuando me acerco a olerlos en su jaula.

    -A m tambin me rinden homenaje -

    gru Jacinto, erizndose.

    -Es mejor que te calles: tu tontera

    puede distraerme -mascull el zorro-. Me

    sentar aqu, Simn, entre tu madriguera

    y tu apetitosa persona hasta que el sol se

    ponga.

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    -La tregua tambin prohbe las amenazas, conozco la ley de

    la selva - dijo el conejo, venciendo su miedo.

    -Es demasiado tarde para reclamos. Contempla mi piel,

    Simn, porque tiene el color de una puesta de sol invernal.

    El conejo se sinti perdido. Mir a su alrededor y slo

    encontr los ojos indiferentes de Jacinto, en los que saltaba

    una chispa verde. El gato no quera perderse el espectculo de

    la cercana cacera.

    Entretanto, Clarita lloraba en la madriguera:

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    -Qu terrible, nada puedo hacer!

    De pronto vio que en la entrada de la madriguera se

    asomaba la punta de la cola del zorro y tuvo una idea atrevida.

    El sol se pona ya y Simn preparaba sus patas para vender

    cara su vida. Justo en el instante en que el sol desapareci, el

    zorro sinti una feroz clavada en la cola, tan intensa, que en

    vez de perseguir al conejo gir en redondo dos o tres veces y

    luego sali disparado detrs del gato.

    9syS

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    Clarita le haba enterrado los

    dientes en la cola con toda la

    fuerza de la desesperacin. Lo

    que aprovech Simn para

    ponerse a salvo junto a su

    valiente esposa y los octillizos.

    Haba comprendido que las

    leyes no valen para los

    tramposos, pero que siempre

    hay recursos inesperados para

    salvarse de ellos.

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    Desde su madriguera, la familia

    conejil escuch los maullidos del gato

    escapando de las dentelladas del zorro.

    Cuando a los pocos das pas Simn

    unto a la gran madriguera de doa Sara,

    se pregunt si Jacinto habra cado al

    fin, vctima de un trgico error, en las

    mandbulas del zorro. En el patio de la

    seora se secaba al sol un cuero gris,

    muy bien estacado y muy parecido a la

    piel del vanidoso Jacinto.

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    cartera azul

    un da, lleg la mudanza a la casa de Josefina. Un

    camin enorme, parecido a una pieza, se instal frente a la

    entrada de la casa.

    -Para qu se detuvo aqu ese camin? -pregunt la nia.

    Pero nadie le contest, haba mucha bulla y no la oyeron.

    Dos hombres como gigantes empezaron a sacar los muebles

    sin que nadie protestara. Todas las cosas estaban guardadas en

    cajas de cartn y en maletas.

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    -Por qu rompiste mi cama? -pregunt Josefina a su

    pap.

    -Porque nos mudamos de casa; nos vamos a una casa ms

    linda, con jardn -contest l muy contento.

    Qu raro irse a otra casa! Qu rara se vea su pieza

    vaca! La ventana sin cortinas, las paredes sin cuadros. No,

    su hermano mayor, estaba feliz con la mudanza.-Mira, guard mis cosas en la mochila -dijo.

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    Mostr a Josefina sus tesoros a salvo de perderse.

    Entonces ella ech de menos su cartera.

    -Mam, dnde est mi cartera azul? No la encuentro -

    pregunt afligida.

    -No s, en alguna de las cajas -le contest ella desde

    arriba de una silla.

    Josefina vio que los gigantes sacaban las ltimas cajas.

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    Se llevan mi cartera! -grit afligida.

    -No te preocupes, la encontrars en la casa nueva -

    dijo la mam.

    Para no ver las habitaciones vacas, llenas de ecos,

    Josefina sali al patio. Por todas partes haba cosas

    tiradas. Entre ellas, la cartera azul! Qu bueno que no

    se la haban llevado los gigantes! Abri la cartera:

    estaban todos sus tesoros, el espejo, el collar, los

    vestidos de Pepita, junto a su pequea mueca, un

    corazn rojo y la bolita de cristal en cuyo centro sonrea

    el hada Lalaluz! La misma Lalaluz que cada noche vena

    a acompaarla con sus reflejos en la pared.

    -Encontr mi cartera! Por suerte no se la llevaron los

    gigantes -grit. Pero por cierto nadie la escuch.

    Cuando la familia se subi al automvil para irse a la

    casa nueva, Josefina, abrazada a su cartera azul, iba tan

    feliz y segura como No con su mochila y sus tesoros.

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    Alicia Morel

    Naci en Santiago de Chile en 1921. A los 19 aos public su primer libro:

    Juan, Juanillo y la abuela, pero la fama le lleg conLa Hormiguia Cantora y el

    Duende Meloda (1956), que encant a los nios y que se reedita continuamente

    hasta hoy. Considerada una de las grandes escrito chilenas de literatura

    infantil, Alicia insiste en que a los nios no les g us que les enseen algo s ino

    que les ayuden a echar a volar su imaginaci En 1964 Alicia fund, con

    Marcela Paz, la filial chilena del IBBY, organizacin internacional dedicada a

    romover la lectura y la producci de libros para nios.

    Actualmente Alicia contina escribiendo y publicando obras para los ni de

    Chile y del mundo.

    Andrs Jullian

    Naci en Santiago de Chile en 1949. Realiz estudios de arquitectura en la

    Universidad de Chile entre 1967 y 1973. A partir de 1975 se entreg a su

    ocacin: la ilustracin, especialmente la relacionada con los elemento de la

    naturaleza. Ha participado en diferentes proyectos editoriales, como los de la

    Fundacin Claudio Gay, la Fundacin Amrica, Pontificia Universidad

    Catlica de Chile, Subsecretara de Pesca y Editorial Gabriel Mistral.

    Paralelamente ha ilustrado innumerables libros infantiles, juvem| y de adultos

    ara diversas editoriales. Actualmente vive en Las Cruces, Regin de

    Valparaso,