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EL DESARROLLO NAVAL ARGENTINO. AVANCES Y RETROCESOS (1922 – 1938)
MAURO FERNANDO FIGUEROA DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS NAVALES (DEHN)
Resumen La República Argentina durante las décadas de 1920 y 1930 llevó adelante un programa de modernizaciones y adquisiciones navales cuyo objetivo fue actualizar a su Marina de Guerra conforme a los adelantos tecnológicos de la época, sin dejar de lado el explosivo clima internacional surgido a partir de la finalización de la Primera Guerra.
Con una fuerte influencia de las teorías navales de la época, el Poder Ejecutivo y la cúpula naval impulsaron el desarrollo de la fuerza acompañados por un impulso gubernamental que concebía el desarrollo del país en torno al concepto de Poder Naval, o sea la explotación de los recursos marítimos y una fuerza militar en condiciones de resguardar la soberanía ante cualquier agresión externa.
El trabajo, entonces, transita por ese escenario, en donde convergen actores del ámbito civil y militar que poseen intereses y posiciones que los definen en su contexto, señalando la manera en que las variables de índole económica, política, social y cultural configuran los cambios y permanencias en el plano de la Historia Naval del presente recorte temporal.
Se pretende, así, visualizar la compleja dinámica llevada adelante por los sujetos históricos para alcanzar la materialización, durante dos décadas, de un profundo proceso que configuró la fuerza naval argentina y le imprimió dinamismo durante más de cuarenta años.
Palabras Clave: Poder naval argentino - leyes de armamento - historia naval
Abstract During the 1920s and 1930s, the Republic of Argentina carried out a program of naval modernization and acquisitions aimed to upgrade the Navy in accordance with the technological advances of the time, without ignoring the explosive international climate emerged after the End of World War I.
With a strong influence of naval theories of the time, the Executive and the top naval staff pushed the development of the force accompanied by a governmental boost, based on the idea that the country's development should be weaved around naval power, or exploitation of marine resources, and a military force capable of safeguarding national sovereignty against any external aggression.
The research then passes through this stage, where civil and military actors who have interests and positions that define them in context converge somehow, pointing out how the variables of economical, political, social and cultural nature affect changes and configure stays at the Naval History plane of the present temporal cutout.
The pretence is thus to view the complex dynamics carried out by the historical subjects in order to achieve the materialization, for two decades, of a deep process which injected dynamism and featured the Argentine Navy for over 40 years.
Keywords: Argentine naval power - weapons act - naval history
* * *
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
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A modo de introducción
Los significativos avances tecnológicos que se desarrollaron durante la Primera
Guerra Mundial al servicio de la maquinaria bélica de los países en conflicto,
provocaron grandes repercusiones en la concepción estratégico militar de aquellos años.
En el ámbito naval, los resultados obtenidos permitieron la continuación de la tesis que
señalaba la importancia del dominio del mar mediante una flota de batalla donde el
acorazado era el elemento determinante.
La incipiente utilización de los aviones y los submarinos, y los rápidos progresos
para dotarlos de mayor funcionalidad y capacidad, supuso la instauración de dos nuevos
escenarios a tener en cuenta: el aire y las profundidades oceánicas, situación que motivó
una singular ruptura en el área de los sensores de propulsión, de protección y de las
comunicaciones. El período de entreguerras, si bien se configuró en el marco de los
intentos internacionales para suscribir tratados sobre la limitación de armamentos,
supuso también un marcado desarrollo tecnológico de la maquinaria bélica.
En la Argentina hacia finales de 1908, después de los encendidos debates
legislativos sobre la posición que debía adoptar el país ante las compras militares
realizadas por el Brasil, el gobierno sancionó la ley 6.283 donde autorizaba a librar los
fondos necesarios para la adquisición de material naval. Sin embargo, la conflictiva
situación europea permitió sólo la llegada de cuatro destructores construidos en
astilleros alemanes -La Plata, Córdoba, Catamarca y Jujuy- y dos acorazados -el
Moreno y el Rivadavia-, producto de la firma de un convenio con el astillero
norteamericano Fore River Yard. Estos buques fueron considerados de vanguardia para
la época, había pocos estados que contaban entre su flota con navíos tan avanzados
tecnológicamente.
Su arribo a aguas argentinas se produjo entre 1914 y 1915 y contaron con una
amplia cobertura en la prensa escrita; concentró la atención de la sociedad rioplatense y
fue motivo de preocupación entre los países vecinos. La magnificencia de su tamaño y
la certeza de poseer los navíos más poderosos del Cono Sur supusieron un gran impulso
para la Marina Argentina.
Es preciso señalar que estas adquisiciones se hicieron con fondos que se habían
comprometido con la ley 6.238, sancionada, como se dijo, en 1908. En base al plan
trazado en aquel año, la Marina procuró, infructuosamente, continuar con la necesaria
actualización de sus medios; el resto de los navíos que integraban la escuadra, por su
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antigüedad y años de servicio, requerían permanente atención, las bases navales, los
arsenales y dependencias anexas también demandaban una atenta vigilancia que
garantizara un óptimo mantenimiento. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, otras
preocupaciones de orden político y económico se instalaron en la agenda de los
funcionarios públicos, demorándose decisiones que al cabo de un tiempo significaron
serios problemas en materia de transporte, combustible y atraso tecnológico.
Al iniciarse el año 1916, las repercusiones del efervescente clima internacional se
sentían con fuerza en Argentina: las relaciones comerciales con los países beligerantes
se resintieron afectando el mercado interno y la balanza de pagos, sumiendo al país en
una profunda crisis económica. El entonces presidente, Victorino de la Plaza, estaba
llevando a cabo una política de reajuste de gastos como respuesta a la caída de la
recaudación y a la imposibilidad del Estado de hacerse cargo de sus obligaciones
financieras.
Los fondos destinados para el funcionamiento del Ejército y la Marina
decrecieron, las partidas que se derivaban al rubro construcciones y armamento
sufrieron recortes para alarma de los oficiales que vieron con preocupación aquellas
disminuciones. A esta cuestión se le sumó la imposibilidad de los proveedores europeos
y norteamericanos -por la guerra europea- de abastecer a los cada vez más necesitados
mercados periféricos1. Lentamente, se instalaba en la cúpula militar la sensación de
decadencia y abandono.
El Ejército no podía continuar con la construcción de los cuarteles, aumentando la
problemática de los alojamientos; se paralizaron las obras edilicias en el Colegio
Militar, mientras los ejercicios con tropas comienzan a espaciarse cada vez más, por la
falta de armamento. La Marina de Guerra se vio imposibilitada de encarar la reparación
de los buques con más años de servicio, situación que se agravó a raíz de la aguda crisis
de combustible, provocando que los navíos permanecieran en sus fondeaderos con
pocas posibilidades de zarpar. También entró en crisis la planificación de las
construcciones de destacamentos y bases navales.
La idea de un país como proveedor de materia prima alimenticia, desarrollada
eficazmente durante las últimas décadas del siglo XIX, entraba en crisis ante una nueva
coyuntura que desnudaba la gran inferioridad industrial y tecnológica del estado
argentino y la endémica dependencia hacia los países industrializados.
1 ROUQUIÉ, A., 1986, pp. 152 – 155.
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La Marina Argentina advirtió en reiteradas oportunidades aquella situación.
Alarmada por la escasa inversión estatal para ampliar la infraestructura vial y
ferroviaria, por la poca atención concentrada en los yacimientos petroleros de
Comodoro Rivadavia y por el nulo avance en la industria de las construcciones navales,
trató infructuosamente de convencer a la administración de V. de la Plaza de la
necesidad de dinamizarlas para
minimizar los efectos de la guerra
europea.
Los proyectos que impulsaba el
ministro del área, vicealmirante Jorge
Pablo Sáenz Valiente giraban en torno a
una política de fomento a la industria
naval que posibilitara la explotación de
los recursos naturales existentes en el
Mar Argentino, su transporte y
comercialización. Así también, el
impulso estatal estaría concentrado en el
descubrimiento y la explotación de
petróleo existente en la Patagonia y en
otras regiones del país, con el objetivo
de alcanzar el nivel de
autoabastecimiento y evitar la compra
de combustible en el exterior. Sin dudas,
la dinámica industrial generada
redundaría en grandes beneficios
económicos y tecnológicos para el país,
pero se requerían decisiones políticas que nunca llegaron.
Pocos meses antes del recambio presidencial2 Sáenz Valiente señaló al Congreso
Nacional su impotencia ante la crítica situación, indicando que de haberse hecho lugar a
las advertencias efectuadas durante los años anteriores, el país en general y la Armada 2 El 2 de abril de 1916 se realizaron las elecciones nacionales bajo una nueva legislación electoral. Por primera vez, la Unión Cívica Radical alcanzaba el poder bajo la dirección de Hipólito Yrigoyen, un carismático líder que impulsó la sanción de la ley de voto secreto y obligatorio en 1912. El desgaste del oficialismo después de muchos años en el gobierno y la popularidad del caudillo radical lo catapultaron a la primera magistratura, asumiendo el 12 de octubre de 1916.
Imagen 1: Vicealmirante Jorge Pablo Sáenz Valiente (1881–1925). Fue ministro de Marina durante las gestiones de José Figueroa Alcorta,
Roque Sáenz Peña y Victorino de la Plaza
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en particular, se encontrarían en una situación más holgada y sin los apremios
económicos y energéticos:
“Durante años, nuestro país se ha resistido a todo gasto extraordinario destinado al refuerzo de nuestra flota [….] La guerra actual muestra las deplorables consecuencias que acarrea este ultimo criterio adoptado como norma de gobierno”3.
Con amargura y desazón, se despedía de la función pública en estos términos:
“Es necesario salir, y cuanto antes, del mal régimen establecido, de desoír a las reparticiones técnicas en sus demandas bien fundadas […]. Se impone, abandonar para siempre la provisión ocasional de los medios necesarios a la eficiencia de la Marina”4.
Su despedida de la función pública cerraba con una exhortación a los
legisladores para que, pasada la crisis, se adoptara un criterio sensato y previsor, alejado
de las contingencias coyunturales que conspiraban con el normal desarrollo y la
fortaleza regional de la Armada Argentina.
El Poder Naval Argentino
El criterio industrialista al servicio del bienestar y crecimiento del país preocupaba
a los sectores militares. Tanto el Ejército como la Marina deseaban la adopción de un
sistema con eje central en la industria que garantizara una autonomía en el esquema
defensivo del país. Esta “conciencia industrialista” se reflejaba en los proyectos
diseñados desde el ámbito castrense, como los delineados por Sáenz Valiente.
En junio de 1916, el diario La Prensa publicó dos conferencias brindadas por el
entonces capitán de fragata Segundo Storni, en donde se plasmaba el pensamiento que
caracterizaba a la cúpula naval en torno al papel articulador y orientador del Estado en
el impulso de la actividad privada con características industrialistas. El marino, indicaba
que el Estado debía orientar una política de desarrollo hacia el mar y adquirir real
conciencia de la importancia del amplio litoral marítimo en el progreso de la Argentina
del siglo XX. La primera conferencia consistió en una articulación de conceptos
3 Memoria del Ministro de Marina presentada al Congreso Nacional correspondiente al ejercicio 1915- 1916. Departamento de Marina, Buenos Aires, 1916, pp. 5 y 6. 4 Ibídem. P. 5.
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geográficos, históricos, demográficos y económicos que interactuaban en un escenario
casi desconocido para el ciudadano argentino común: el mar.
Storni, al igual que otros pensadores del mundo, había recibido una fuerte
influencia de las ideas de Alfred Mahan5 y Friedrich Ratzel6. Comprendía que la
explotación económica del mar debía estar acompañada por un componente militar que
protegiera las actividades marítimas del país. Así, en su segunda conferencia, desarrolló
la idea sobre el tipo de política naval que debía impulsar el país conforme a sus
características y ubicación geográfica. Enfatizaba que no solamente era necesario un
proyecto de adquisiciones y actualización del material flotante, sino que también se
requería especial atención a la disposición y mantenimiento de las bases y
destacamentos navales a lo largo de la costa marítima argentina, a efectos de otorgar un
soporte estratégico para la flota mercante y la de guerra.
Se precisaba un plan que permitiese: la construcción de transportes navales al
servicio de la explotación y traslado de los recursos marinos, el desarrollo de la
actividad pesquera nacional, el crecimiento de la Marina Mercante y la implementación
de un proyecto de largo y mediano alcance que asegurara a la fuerza naval los recursos
necesarios para asegurar la defensa del Mar Argentino ante algún conflicto bélico. Estas
variables eran, para Storni, los pilares sobre los que se asentaba el concepto de Poder
Naval, que debía ser llevado adelante como una política estatal que -de igual modo que
en los países más poderosos del mundo- traspasara las problemáticas coyunturales7.
Este enfoque fue concordante con artículos que vieron la luz en el mismo período;
los capitanes de fragata Pedro Casal y Jorge Games, el contraalmirante Manuel J.
Lagos8, todos, con distintos matices y muchos elementos en común trazaron
lineamientos teóricos y prácticos, respaldando la idea de una política que impulsara la 5 Fue el autor de una de las obras que despertó mayor interés y expectativa en el mundo occidental, Influencia del Poder Naval en la Historia, (1660 -1783). Alfred Mahan, marino e historiador norteamericano, examinaba allí la manera en que las naciones se relacionaron con el mar y los usos que le dieron, señalando a modo de ejemplo, el caso del imperio español, holandés, británico. La evolución histórica bajo el prisma marítimo y la influencia del sea power en su desarrollo son elementos trascendentes que forman parte del trabajo. 6 Friedrich Ratzel (1844 – 1904), por otro lado, fue un prestigioso geógrafo alemán que analizó las relaciones existentes entre el espacio geográfico y la sociedad. Actor importante en el seno de las teorías relacionadas a la antropología evolucionista, consideró a los intercambios sociales y económicos como un fuerte elemento para el progreso de las sociedades. 7 Aquella exposición publicada por el diario La Prensa obtuvo grandes repercusiones entre los sectores navales y sus simpatizantes. Fue reeditada en varias oportunidades con el objetivo que las ideas, representativas del pensamiento nacional argentino en las primeras décadas del siglo anterior, trasciendan los límites temporales del autor y sean expuestas ante las generaciones posteriores. Este espíritu fue el que se persiguió en la última edición realizada en el presente año. STORNI, S., 2009. 8 CASAL, P., 1918, pp. 450-454, GAMES, J., 1922, pp. 251-263, LAGOS, M., 1921.
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independencia industrial, el autoabastecimiento de acero, combustibles y explosivos, y
garantizando un poder naval argentino fuerte, defensor de la soberanía marítima, al
servicio de los intereses argentinos y la protección de una marina mercante consolidada.
Los años de la crisis
La nueva administración que asumió en octubre de 1916 no brindó respuestas
adecuadas al complejo escenario que se le presentaba en el sector castrense. Muy por el
contrario, las medidas tomadas pronto contribuyeron a un marcado desencanto que se
extendió hasta la finalización del mandato de Hipólito Yrigoyen. Su idea rectora se
orientaba en la utilización de las Fuerzas Armadas para el sostenimiento del poder
político y como garantía del orden instaurado por el radicalismo. Durante sus seis años
de gobierno, los hombres del Ejército y la Marina participaron activamente en las
intervenciones federales, en la contención de las huelgas y revueltas sociales, acciones
que politizaron a sus cuadros y modificaron sustancialmente el perfil profesional
surgido décadas atrás.
Fueron años de una gran conflictividad social, impulsadas por sectores anarquistas
y socialistas que exigían reivindicaciones que no siempre eran tomadas en cuenta desde
los grupos patronales. La violencia era la invitada permanente cuando los reclamos no
tenían eco. Y, cuando la policía era desbordada, el Estado echaba mano a los militares
para acabar con aquellas manifestaciones. La opinión pública, conmovida de los
desgraciados sucesos, cargaba las culpas ante la conducción castrense, sin reparar que
ésta sólo era ejecutora de las directivas emanadas desde el gobierno. Yrigoyen se
mostraba como un observador inocente de las acciones represivas, su habilidad política
le permitía estar a veces condescendiente con los trabajadores, y otras a favor de la
patronal9. Esta situación contradictoria desgastó la relación con las Fuerzas Armadas.
El nombramiento de civiles a cargo de los ministerios castrenses rompió una
tradición de larga data que reservaba la titularidad de esos cargos a oficiales destacados
y de un excelente desempeño en su carrera. Los bajos recursos que se destinaban al
mantenimiento de la estructura naval y del Ejército, el intervencionismo del presidente
con el objetivo de reivindicar a sus seguidores pasando por encima de las normativas
que reglamentaban la carrera de los militares, la ausencia de las principales autoridades
9 ROCK, D., 2001, pp. 138 – 204.
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nacionales en actos, desfiles y conmemoraciones tornaron la relación cada vez más
irritante, la cual ya no se disimulaba en los últimos años.
FUENTE: Presupuestos presentados por los ministerios de Guerra y Marina.
Diagrama realizado por el autor de esta investigación.
Vientos de cambio
El mandato de Yrigoyen finalizó en octubre de 1922, entregando el poder a un
hombre proveniente de una de las familias más poderosas y representativas de la elite
argentina. Marcelo Torcuato de Alvear había adherido desde joven a la causa radical, su
ímpetu y preparación académica lo acercaron a Yrigoyen e integró rápidamente la mesa
chica de las decisiones del caudillo. Hay historiadores que sostienen la idea que éste
apoyó su candidatura pensando que sería un dócil sucesor, aspirando a gobernar desde
las sombras. Sin embargo, los planes no resultaron como se esperaba. El nuevo
presidente mostró desde el principio una fuerte autonomía en las decisiones de su
gobierno, evitando la injerencia del líder radical. Lentamente, recibió el apoyo de
aquéllos que se oponían a Yrigoyen. En el Congreso, muchas de sus medidas fueron
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apoyadas por los adversarios de éste mientras que los propios radicales bloquearon
leyes claves para Alvear10.
Casi paralelamente a la nueva administración, los efectos adversos de la Guerra
Mundial desaparecieron, la prosperidad económica retornaba al país de la mano de una
serie de medidas económicas como el ajuste de gastos de la administración pública. Se
produjo un incremento en las inversiones y recuperación en los precios,
normalizándose rápidamente el comercio exterior.
Con respecto a las Fuerzas Armadas, Alvear retomó a la vieja tradición de colocar
en esos cargos a militares de una larga trayectoria y de un importante reconocimiento
profesional: en Ejército fue designado el coronel
Agustín P. Justo y en Marina el almirante Manuel
Domecq García.
Justo, además de militar respetado, era ingeniero
civil y hasta su designación estaba a cargo de la
dirección del Colegio Militar desde hacía nueve años.
Durante su gestión, el Ejército experimentó un fuerte
crecimiento en medios y en reorganización
administrativa, también expandió su radio de acción
mediante la creación de nuevos cuarteles, manteniendo
presencia y en custodia de la soberanía nacional. Se
reformularon los planes de estudio de las escuelas
militares y sus hombres colaboraban intensamente
para favorecer la industrialización y la explotación de
los recursos naturales.
10 La historiografía sobre la Unión Cívica Radical es amplia y contiene una multiplicidad de trabajos que lograron contribuir al análisis de las características de los gobiernos de Hipólito y Marcelo T. de Alvear. Para profundizar en los aspectos señalados en el presente trabajo, entre otros, remitirse a: FLORIA, C., GARCÍA BELSUNCE, C., 2004, pp. 819-832, LUNA, F., 1985, LUNA, F., 1986, PERSELLO, A., 2007, pp. 51-91, ROCK, D., 2001, ROMERO, L. A., 2001, pp. 59-62, SABSAY, F., ETCHEPAREBORDA, R., 1998.
Imagen 2: Almirante Manuel Domecq García. (1859–1951).
Fue ministro de Marina durante la gestión de Marcelo T. de Alvear
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La Armada. El impulso naval
En el ámbito naval, el almirante Manuel Domecq García11 conformaba el grupo de
oficiales que adscribía al pensamiento expuesto por Storni, Lagos y otros oficiales:
generación y fortalecimiento de la industria naval, una marina mercante propia y
pujante, mejora en las comunicaciones marítimas, explotación de los recursos
energéticos y actualización paulatina de los medios de la Marina de Guerra. Coincidía
también en que se debía impulsar la presencia en el sur patagónico a través de la
instalación de bases y tareas de balizamiento.
Receptivo a estas demandas, consciente del papel de las Fuerzas Armadas en el
desarrollo del país y con una fuerte convicción sobre la importancia estratégica de la
Argentina en la región, el presidente se mostró favorable para la incorporación de
tecnologías y medios navales, apoyando los planes de su ministro de Marina.
La gestión de Domecq García es recordada como una de las más activas y dotadas
de una dinámica que alcanzó a revertir el caótico estado de la fuerza al momento del
recambio gubernamental. Dispuso un intenso estudio de las necesidades de la Armada,
tomando como referencia la desactualización tecnológica y la falta de inversiones
durante la década anterior. Se volvió imperioso convertir las calderas para consumir
petróleo en vez de carbón y modificar los sistemas de control tiro de los acorazados
Moreno y Rivadavia, y también modernizar los cuatro destructores adquiridos en 1912:
Catamarca, Jujuy, Córdoba y La Plata.
En el mensaje dirigido al Congreso Nacional con motivo de la inauguración del
período de sesiones ordinarias de 1923, el presidente señaló como indispensable
mejorar el material naval, dado que el mismo se caracterizaba por ser anticuado y
escaso, lo que permitiría que la Marina cumpliese con todas las tareas que le fueron
encomendadas. A continuación, aseveraba que,
11 Ingresó a las fuerzas navales en 1877, egresando con el grado de subteniente (actual guardiamarina) cuatro años después. Tuvo participación en la demarcación de los límites con el Brasil en 1888 y luego en la comisión encargada de realizar estudios fronterizos con Chile. Como oficial superior realizó en Europa los trámites para la adjudicación de la construcción de la fragata Presidente Sarmiento, lo cual le sirvió de experiencia para la posterior adquisición del crucero acorazado Garibaldi. Fue el presidente de la Comisión Naval encargada de la construcción de los cruceros acorazados Moreno y Rivadavia, pero los tratados con Chile obligaron a venderlos al Japón a punto de embarcarse en una guerra con el Imperio Ruso. En reconocimiento a esta acción, la armada nipona invitó a la Marina argentina a designar un oficial para actuar como observador. La elección recayó en Domecq García quien estuvo participando de las alternativas de la lucha naval por el lapso de dos años. Tiempo después (1910) tuvo a su cargo la supervisión de la construcción de los acorazados Moreno y Rivadavia que arribaron a la Argentina en 1915. Su trayectoria y capacidad fueron tenidas en cuenta por Alvear, que lo designó ministro de Marina hasta 1928.
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“El programa de mejoramiento paulatino será sometido a vuestra consideración […]. Los dos “dreadnoughts12” y los cuatro exploradores, que deben sufrir las modificaciones autorizadas por V. H. son los mejores elementos actuales de nuestra armada; todo el resto del material tiene más de treinta años”13.
Para ello, se giró al Parlamento, en junio de 1923, la correspondiente solicitud de
autorización para el destino de los fondos necesarios. Con el apoyo de los
conservadores y radicales, y a pesar de la oposición de los legisladores socialistas, el
oficialismo logró, después de arduos debates, la sanción de la ley 11.222 que autorizó la
inversión de 9.500.000 pesos oro para la “ejecución de los trabajos necesarios en los
acorazados Moreno y Rivadavia y los cuatro exploradores tipo Catamarca”14.
Durante los años 1924 y 1926, las reparaciones de los acorazados se llevaron a
cabo en Estados Unidos. Asimismo, en los talleres navales de la Base Naval de Río
Santiago se transformaron las calderas de los exploradores, para poder quemar en ellas
combustible líquido. Estos avances fueron bien recibidos por la cúpula naval, ya no se
dependería de la importación del carbón inglés sino de la producción interna de petróleo
en manos de la naciente YPF, significando grandes ahorros en cuanto a combustible y a
adquisición de repuestos.
En el mensaje al Congreso del año siguiente, el presidente Alvear señalaba la
obligación que tenía el Estado para modernizar y mejorar el estado de sus Fuerzas
Armadas; si bien en el presente cercano las hipótesis de conflicto con otros países se
encontraban muy lejanas, nada garantizaba que en el futuro la situación fuese igual15.
Resaltaba que los acorazados y los cuatro exploradores que el país había enviado para
ser sometidos a refacciones conformaban la totalidad del material que se encontraba en
buenas condiciones, ya que el resto de los buques carecía de valor militar. Domecq
García decía al respecto:
“Esta situación le ha sido creada a la Marina a causa de haberse dejado trunco el programa naval de 1908 -que- trajo como consecuencia la inexistencia
12 Denominación técnica de los acorazados modernos. En ese período, la Armada Argentina contaba con dos, el Moreno y el Rivadavia. 13 Presidencia Alvear, 1922 – 1928. Compilación de mensajes, leyes, decretos y reglamentaciones. Tomo 1. P. 139 14 Ley Nº 11.222. Corresponde señalar que la denominación “explorador” corresponde a ese período histórico. En otros estudios pueden ser designados como “destructores”. TANZI, H. (1994), pp. 356-357. 15 Mensaje al Congreso Nacional. Presidencia de Alvear. 1924. P. 85.
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prácticamente de ciertos servicios vitales para la flota, que son cada día más difíciles de incorporar”16.
En las sesiones de 1925, en sintonía con lo realizado por su par de Ejército, el
ministro de Marina presentó el proyecto para renovar el material naval, fundamentando
que sus directrices se orientaban en dos aspectos fundamentales: el reemplazo de buques
de avanzada edad y la reposición de los destructores que no se habían incorporado en
virtud de la guerra mundial. Sin embargo, las dilaciones políticas de turno y la urgencia
de otros temas opacaron la posibilidad de tratar el proyecto en las sesiones de ese año.
Con un comprensible fastidio y congoja por la excesiva lentitud del trámite, Domecq
García le escribía al contraalmirante Julián Irizar, jefe de la Comisión Naval en Estados
Unidos en estos términos:
“Sobre nuestro proyecto de Renovación de armamentos y otras cosas, fueron al Congreso y allí están. El Parlamento Argentino sigue su vida de desgraciada politiquería, nada se hace; no se ha dictado una sola ley; ni siquiera la de Presupuesto […].Yo, a duras penas conseguí que la Comisión de Guerra y Marina despechase el Proyecto de Ley Orgánica para que la Escuadra, está en una de las órdenes del día de la Cámara de Diputados, pero me temo mucho que pueda tratarse en este año17”
En efecto, el ministro acertó con su pronóstico. El proyecto debió esperar el
próximo año legislativo para ser tratado. Nuevamente se hicieron todos los esfuerzos
necesarios para que el proyecto encontrara eco en la comisión parlamentaria respectiva.
Éste fue, finalmente, discutido en ambas cámaras y aprobado, a pesar de la oposición de
los socialistas18.
Sancionada la ley Nº 11.347 de Renovación de Material Naval, se conformó una
delegación presidida por un almirante asesorado por un grupo de oficiales de los
diferentes cuerpos. Su función, en principio, fue la de visitar los principales astilleros
europeos y luego realizar un estudio comparativo de los presupuestos enviados por las
diferentes casas constructoras. Una vez culminado el análisis de las mejores ofertas,
Domecq García convocó a la Comisión de Oficiales Almirantes para estudiar las
16 Memoria del Ministro de Marina presentada al Congreso Nacional correspondiente al ejercicio 1922- 1923. Departamento de Marina, Buenos Aires, 1923, p.. 6. 17 Carta al contraalmirante Julián Irizar, fechada el 9 de setiembre de 1925. Copiador. Cartas privadas del señor Ministro (desde el 15 de junio de 1925 al 7 de diciembre de 1926). 18 Las instancias de discusión y la mecánica legislativa que debió sortear el proyecto para su aprobación merece un tratamiento exhaustivo por su complejidad y la amplitud del debate que ofreció el sector socialista. Sin embargo, al abordarlo se exceden ampliamente los objetivos del presente trabajo.
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propuestas y asesorar al Ejecutivo sobre los acuerdos que serían necesarios para
autorizar las diferentes construcciones19.
Con esta base y el informe de la Comisión Naval en Europa, a fines de febrero de
1927 Alvear autorizó la contratación del astillero italiano Odero Terni Orlando20 para la
construcción de los cruceros, que recibieron el nombre de Almirante Brown y 25 de
Mayo. Fueron los primeros buques argentinos con capacidad para operar con aviones
embarcados. La ley preveía la adquisición de seis destructores. Se concretó la compra
de cinco: tres de ellos -a cargo de astilleros ingleses- fueron bautizados con los
nombres Mendoza, La Rioja y Tucumán21; los otros dos restantes fueron adquiridos a
España y recibieron los nombres de Cervantes y Garay22. La firma para la compra de
los primeros submarinos argentinos fue una de las adquisiciones más festejadas por los
altos mandos navales de aquellos años, quienes consideraban su importancia desde
antes de la guerra europea. La empresa que resultó adjudicada en la obra fue la italiana
Franco Tosi, de Taranto23.
La significación para los oficiales impulsores del proyecto fue la concreción del
ansiado reequipamiento de la Marina, que involucró un salto cuantitativo y cualitativo
que motivó reacciones de distinta índole en los países del Cono Sur. En el caso
específico de Chile y Brasil, las dificultades políticas y económicas les impidieron
achicar la brecha existente con nuestro país hasta después de la Segunda Guerra
Mundial24.
19 Antecedentes y cumplimiento de la Ley de Armamentos 11.378. Archivo General de la Armada. Nº 11, Caja 902. 20 La empresa había ganado la licitación luego de ofrecer la construcción de este tipo de buque con un diseño basado en los modernos cruceros de la marina italiana: velocidad y un armamento con una batería principal y poderosas defensas antiaéreas. Garantizaba, a su vez, el cumplimiento de las normas firmadas en Versalles sobre el armamento naval. Ver: Adquisición de los cruceros 25 de Mayo y Almirante Brown. Archivo General de la Armada. Nº 9, Caja 119. 21 Construidos en los astilleros de Samuel White & Co., Cowes, Inglaterra. 22 Construidos en el Astillero de La Carraca, Cartagena, España, para la Armada Española, fueron cedidos al Estado Argentino mientras se encontraban en proceso de armado. 23 Para conocer un poco más acerca del proceso histórico que involucró la construcción y venta de los submarinos encargados a astilleros italianos, ver: TAMBURINI, F., 2009, pp. 107 – 153. 24En Brasil, la disconformidad de los marinos quedó expresada en numerosos artículos, que seguían similares argumentos: “Los Estados Unidos miran la supremacía sobre Japón. La Argentina nos mira a nosotros. Nosotros miramos… a la luna. Más pragmática, la Argentina, con mucha lógica, mira al vecino de sentimientos poco afines en virtud de ciertas fatalidades históricas. Todo nos une, se dice en ella… Ituzaingó. Cáceres –Caseros- pero armémonos contra este vecino amigo […]. Pragmático, sensato, poco ideológico, su programa naval establece una superioridad constante sobre la Marina brasileña. Cada paso que el Brasil da en el mar es seguido por un paso y medio por Argentina, hoy como ayer, como hace diez años, como hace veinte años, nuestra arma de mar se conserva en relación a la de la Argentina con un atraso de un cuarto de hora”. En: MONTENEGRO, G. 2002, p. 72.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
21
Los avances también se llevaron a cabo en la reestructuración educacional, no
solo importaba adquirir material, sino también capacitar al personal militar para la
manipulación de los nuevos componentes. En sintonía con los cambios realizados en
Ejército y con los nuevos vientos tecnológicos, Domecq García creó la Comisión
Permanente de Escuelas, integrada por las máximas autoridades de la Escuela Naval, de
Aplicación para Oficiales, de Aviación Naval, de Mecánica de la Armada y el jefe de la
sección Entrenamiento del Estado Mayor General, con la misión de estudiar y preparar
los programas y las normativas de las escuelas, sus cursos especiales y exámenes de
ascensos. La intención era unificar los criterios de selección y formación del personal
militar, procurando alcanzar un nivel armónico en el sistema educacional naval.
La necesaria construcción de una escuela de formación para personal subalterno y
especializado se materializó para este período. En 1924, las gestiones navales para
obtener un terreno en el barrio porteño de Núñez fueron exitosas y encaró la
construcción de un establecimiento que permitiera la ampliación y concentración de las
diferentes especialidades del personal subalterno. En marzo de 1928, la Escuela de
Mecánica de la Armada inauguraba sus instalaciones, comenzando a funcionar a pleno y
registrando, al cabo de unos pocos años, un aumento significativo en la cantidad de sus
inscriptos.
Los recursos asignados contemplaron además el trazado de los planos para la
construcción de la infraestructura necesaria para los submarinos, encargados a astilleros
italianos. El Estado Mayor decidió que el asiento del nuevo componente estaría en la
Base Naval Mar del Plata.
El estímulo alcanzó también a la aviación naval, la ley 11.378 permitía la compra
de varios tipos de aviones que fueron destinados a tareas de reconocimiento. Se
incorporaron catapultas de aviones a los buques Almirante Brown y 25 de Mayo
mientras se inició la construcción de la Base Aeronaval Punta Indio, donde se preveía el
funcionamiento de la Escuela Elemental de Aviación y la Escuela de Aeroestación
Naval. Mientras tanto, en Puerto Belgrano, la recientemente creada División de
Aviación Naval intervenía en las maniobras de la escuadra de mar.
El programa consideraba también fortalecer la presencia naval en los territorios
nacionales del sur. En comunión con las ideas de Segundo Storni, se impulsaron los
En el caso de la Marina de Guerra chilena, las circunstancias económicas –un poco más favorables que las de Brasil- le permitieron modernizar el acorazado Almirante Latorre, la adquisición de seis destructores y tres submarinos, los cuales fueron construidos por astilleros de firmas británicas.
Mauro Fernando Figueroa
22
trabajos hidrográficos esenciales para Puerto Belgrano, Caleta Olivia, San Clemente y la
isla de Tierra del Fuego, se efectuaron campañas de balizamiento en los puertos de Río
Gallegos y San Julián y se actualizaron las cartas náuticas, lo que permitió una
navegación con mayor seguridad en las peligrosas aguas del Atlántico Sur.
Hacia fines de la década del veinte se había podido revertir la situación de
estancamiento y profunda desazón que expresaba la Marina de Guerra seis años atrás.
Los anhelos de antaño se habían transformado en una clara y palpable realidad producto
de las medidas de Domecq García y el apoyo constante del presidente Alvear, un
convencido de que el desarrollo del poder naval debía estar en armonía con los
progresos generales del país y con su capacidad económica.
Evolución de gastos presupuestarios de los ministerios castrenses (1920-1927)
45116
3602340990 42721 42063
101556
5114454055
0100002000030000400005000060000700008000090000
100000110000120000
1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927
Mile
s de
pes
os
Ministerio de GuerraMinisterio de Marina
FUENTE: Memorias presentadas por los ministerios de Guerra y Marina (1920 – 1927).
Diagrama realizado por el autor de esta investigación.
Un período de crisis
Los problemas políticos se profundizaron en la segunda presidencia de Yrigoyen,
quien desde 1928 asumió nuevamente el poder. Con él regresaron aquellas políticas que
tanto habían desencantado a los militares y contribuido al deterioro institucional del
Ejército y de la Marina. La nueva administración castrense representó la paralización de
muchos de los proyectos y la suspensión de contratos de ejecución de obras, mientras se
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
23
detenían los trabajos en los astilleros europeos por falta de pago de las cuotas. Se
abandonaron las industrias militares, la falta de recursos causó la paralización de las
actividades de la Fábrica Militar de Aviones, se congelaron los ascensos de los grados
superiores (coronel para Ejército y capitán de navío para la Marina) y se retornó a la
práctica de favorecer a los simpatizantes del gobierno por encima de los méritos
profesionales y de las reglamentaciones25.
Yrigoyen, resistido por numerosos sectores a raíz de su particular estilo de
gobernar, la ausencia de respuestas ante las cada vez mayores demandas sociales, y la
fuerte crisis económica, fue expulsado del poder en setiembre 1930 por un golpe cívico
militar comandado por el general José Félix Uriburu.
El nuevo presidente debió responder al complejo escenario que se le presentaba.
Una de las primeras disposiciones consistió en la puesta en marcha de una serie de
medidas de emergencia (rebaja de sueldos, despido de personal, aumento de impuestos)
que provocaron un gran descontento en la población.
Pronto, los sectores que habían apoyado el golpe terminaron por escindirse. Uno
de ellos estaba ligado ideológicamente a los nacionalistas, mientras el otro se
encontraba orientado hacia el pensamiento conservador y el radicalismo
antipersonalista26.
Cada vez más debilitado, sumido en la interna de estos grupos de presión, inmerso
en una descomunal crisis económica y tras el fracaso del proyecto corporativista,
Uriburu llamó a elecciones nacionales y entregó el gobierno el 20 de febrero de 1932 a
Agustín P. Justo.
La nueva coyuntura
El general Justo, ex ministro de Alvear y dueño de una gran capacidad política
envidiable, había contribuido a la precipitación de esos acontecimientos, y ya en el
gobierno procuró el apoyo de los grupos conservadores y de los radicales disconformes
con el rumbo que había tomado su partido.
De a poco, dirigió la adaptación del sistema económico argentino a los tiempos de
la postcrisis, orientando el gobierno hacia una política pro británica y favoreciendo el
desarrollo de una industrialización por sustitución de importaciones.
25 GASIÓ, G., 2006; SCENNA, M., 1980, pp. 154 – 157. 26 POTASH, R., 1985, p. 95.
Mauro Fernando Figueroa
24
Al cabo de unos meses los índices macroeconómicos se mostraban auspiciosos,
mientras el presidente impulsaba un gradual retorno a la política de modernización de
las Fuerzas Armadas después de cuatro años de abandono. En el ministerio de Guerra
designó a quien había sido su secretario personal y hombre de suma confianza, el
general de brigada Manuel Rodríguez, y a raíz de su fallecimiento en 1936, al general
Basilio Pertiné.
El surgimiento de los gobiernos autoritarios en Europa, el creciente clima hostil
que se percibía en las relaciones internacionales y los conflictos entre países limítrofes
desatados en este período fueron las motivaciones que permitieron que Justo impulsara
un fuerte aumento en los presupuestos anuales del Ejército y la Marina. El total de los
gastos militares había pasado de 189.799 millones de pesos a 315.306 millones en
193727.
Las Fuerzas Armadas mantuvieron la tutela del desarrollo industrial del país,
manteniendo una fuerte presencia en la política de transportes, la explotación de
hidrocarburos, el acero, la marina mercante y la industria aeronáutica. El continuador de
las ideas de Mosconi fue el general Manuel Nicolás Savio, quien privilegió el
crecimiento del acero como un producto esencial para la industria de la guerra. La
capacitación de los ingenieros militares se realizó en la recientemente creada Escuela
Superior Técnica, organismo que se erigió como un prestigioso centro de investigación
de avanzada en América Latina. Otras organizaciones surgidas en este período
consolidaron la visión industrialista de Savio: la Dirección de Fábricas Militares
(concentraba las fábricas de Munición y Armas Portátiles, de Material y
Comunicaciones, de Pólvora y Explosivos de Villa María, y la Munición de Artillería de
Río Tercero) fue reorganizada dos años después en la Dirección General de
Fabricaciones Militares, cuyo propósito esencial consistía en alcanzar la capacidad para
la producción nacional de armas y municiones. La Fábrica Militar de Aviones fue
reactivada, la construcción en el país de las primeras aeronaves, la reparación y puesta
en servicio de más de un centenar de unidades militares y de transporte demostraron el
éxito del plan diseñado.
El impulso modernizador también se vinculó con la expansión territorial del
Ejército, el sur de país fue el principal receptor de nuevas guarniciones militares. Las
operaciones también se extendieron por el norte argentino, se intensificó la presencia
27 Ibídem, p. 148.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
25
militar en las provincias de Salta, Tucumán y Formosa realizando tareas de
reconocimiento en los puestos fronterizos de Paraguay y Bolivia. Estas actividades
fueron la génesis que permitió el surgimiento de la Gendarmería Nacional, cuerpo
especial destinado a la vigilancia y seguridad en los extensos límites del país28.
Justo emprendió un plan de imponentes construcciones militares. Se inauguró,
después de numerosas postergaciones, el edificio del Colegio Militar en la localidad del
Palomar. Con el objetivo de reunir las reparticiones del Ejército en un solo espacio
físico, se proyectó la construcción de la sede del ministerio de Guerra. En 1935, en
Campo de Mayo inicia sus actividades el flamante cuartel de la Escuela de Artillería; la
Escuela de Aviación de Córdoba estrenó pabellones, aulas, hangares, cuarteles y
gabinetes de estudio. Salta, Bahía Blanca, Neuquén, Río Negro, Chubut, entre otras
ciudades, también fueron testigos del cumplimiento del plan de edificios militares.
Según los documentos oficiales de la época, de los 3.800 millones de pesos destinados
en el año 1932 se pasa a los 26.990 millones en cinco años.
La situación naval
El flamante titular del Ejecutivo designó, para que lo acompañara en el ministerio
de Marina, al contraalmirante Pedro Casal, que renunció al cabo de unos meses de una
difícil gestión, en noviembre de 1933. Los graves problemas internos que tenía la fuerza
habían ocasionado situaciones disciplinarias de importancia entre el personal subalterno,
las cuales trascendieron a la opinión pública.
La titularidad quedó en manos de uno de los hombres con mayores méritos
profesionales dentro de la fuerza. El presidente Justo, en permanente contacto con sus
pares navales, conocía la trayectoria y la gran capacidad de trabajo del contraalmirante
Eleazar Videla29 y le ofreció el ministerio, cargo que fue aceptado inmediatamente.
28 Presidencia Justo. 1932 – 1938. Tomo VI, Ejército, FFCC, Estado. 29 Ingresó a la Armada en 1898, alcanzando el grado de guardiamarina en 1904. Desempeñó funciones en numerosos destinos de la fuerza y fue comisionado para supervisar la construcción del Moreno, en Estados Unidos. Fue designado ministro de Justo en un momento de restricciones presupuestarias que generaban un importante malestar en la Marina; sin embargo, la coyuntura política y económica del país le permitieron emprender un proceso de modernización muy recordado en la Armada. Fue un acérrimo defensor del profesionalismo y del apoliticismo, acompañando a Justo hasta el final de su mandato.
Mauro Fernando Figueroa
26
La Marina, como se expresó, transitaba por un período de profunda crisis y
retroceso, la grave situación económica,
producto de la crisis internacional,
había acrecentado el largo malestar
existente por los desaciertos políticos y
el trato distante de la segunda
presidencia de Yrigoyen.
La paralización de las actividades
fue acompañada por una lenta y
paulatina reducción salarial producto de
la inflación. No se pagaban los sueldos
en tiempo y forma, produciéndose
demoras incluso por más de veinte días,
se agravó la falta de insumos en los
hospitales y otras dependencias
navales, la postal de los depósitos de
víveres vacíos se multiplicó en todas las
bases y buques de la fuerza, llegando
incluso a licenciar a los hombres y
dejando solo una mínima guardia que
pudiera mantener en funcionamiento los
servicios básicos. Los institutos de
enseñanza fueron reducidos a su mínima expresión, y se suspendieron los cursos para
ascensos. Este era el complejo escenario con el que se encontró el nuevo ministro.
Su gestión coincidió con la recuperación general del país. Hacia 1934, los índices
económicos mostraban una activa recuperación de las finanzas. Videla, con el apoyo del
presidente y en sintonía con lo realizado en Ejército, puso en marcha un plan para
recuperar los años perdidos en desinversión naval y continuar con el plan diseñado en
épocas de Domecq García, truncado a partir de 1928. Su administración se apoyó en tres
pilares: preparación del personal, del material y organización de los servicios.
Imagen 3: Contraalmirante Eleazar Videla (1881 –1960). Fue ministro de Marina durante la gestión
de Agustín P. Justo.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
27
A partir de 1934, la Marina se transformó en la principal beneficiaria de los
incrementos presupuestarios. Los ingresos, tal como lo muestra el gráfico, acusan una
curva ascendente, que al cabo de tres años lograron duplicar la cifra inicial.
Fuente: Potash, Roberto, 1985
Videla planeó acelerar el cumplimiento de la ley de armamentos aprobada en
1926 y ejecutada parcialmente al incorporarse solamente dos cruceros, cinco torpederos
exploradores y tres submarinos. La paralización de muchas de las construcciones debido
a los retrasos en los pagos que debía realizar el estado argentino durante el período 1928
– 1932 derivó en la activación de numerosas gestiones con las casas constructoras para
obtener un nuevo financiamiento que permitiera contar con las unidades contempladas
en la Ley de Renovación de Armamento Naval. Es de señalar, además, que el aumento
en los precios conspiró para cumplir con la totalidad de las compras previstas en 1926.
Por ello, Videla se vio impedido de ejecutar los estudios para la adquisición del tercer
crucero y de los tres submarinos faltantes contemplados por la ley 13.378.
El decreto presidencial Nº 16.301 del 22 de agosto de 1935 dispuso el
cumplimiento de la segunda etapa de aquella ley, ordenando la construcción de siete
exploradores torpederos en astilleros ingleses, bautizados con el nombre de provincias
argentinas: Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, San Juan, San Luis, Misiones y Santa
Cruz.
La firma de convenios con astilleros nacionales para la construcción de buques de
guerra significó un impulso para la industria naval. Se pretendía dotarla de los
14 3 .4 4 1
111.5 4 4
7 0 .8 176 4 .2 4 86 8 .7 8 07 9 .6 7 7
020406080
100120140160
1931 1933 1934 1935 1936 1937
Evolución de los gastos de la Marina Argentina. 1931-1937
Mauro Fernando Figueroa
28
elementos tecnológicos para lograr una producción más dinámica de naves y la
capacidad de su posterior reparación y/o actualización. Así, en Río Santiago se
construyeron las primeras unidades pequeñas de guerra: rastreadores y minadores -
Bouchard, Drummond, Granville en 1937, Spiro en 1938 y Py en 1939. Los astilleros
argentinos Sánchez y Cía. y Hansen y Puccini construyen otros buques de similares
características: Parker y Fournier -el primero- y Seaver y Robinson -el segundo.
El 20 de julio de 1934, Eleazar Videla giró al Congreso un proyecto de ley donde
solicitaba la autorización para la adquisición de un buque escuela destinado a
reemplazar a la fragata Presidente Sarmiento.
Éste era uno de los buques más antiguos que tenía la Marina Argentina, se había
incorporado en 1897 y el primer crucero lo realizó año siguiente. Al momento, llevaba
treinta y siete años de servicio, contribuyendo a la formación de los oficiales navales
mediante la instrucción práctica llevada adelante en los viajes por los mares del mundo.
Los informes técnicos señalaban que el buque tenía su material muy envejecido,
subrayando que todo intento de realizar las necesarias reparaciones implicaba un costo
que hacía conveniente la compra de otra nave. Además, la natural evolución de la
construcción naval y el progreso de las armas y maquinarias desactualizaban las
instalaciones de la fragata.
Adquirir un buque escuela implicaba ventajas de orden económico, profesional y
general, situando al país al nivel de los estados importantes en cuanto a la posesión de
navíos de esta clase. El senador por la provincia de Córdoba, Mariano Ceballos,
señalaba con motivo del proyecto:
“Las circunstancias de que todas las marinas del mundo dispongan de buques para este fin, confirma esta necesidad. A los puertos argentinos han llegado buques escuelas modernos, de Francia, Alemania, Brasil, Chile, etcétera”30.
De acuerdo a la ley 11.925, el Congreso Nacional autorizó la adquisición de un
buque escuela para reemplazar a la legendaria fragata Presidente Sarmiento en la
instrucción práctica de los cadetes de la Escuela Naval. Después del análisis de las
ofertas de los astilleros con capacidad para la construcción de estos navíos, el 18 de
setiembre de 1935, se firmó el convenio con la casa Vickers Armstrong. La
incorporación del crucero La Argentina en 1939 significó, además del reemplazo de la
30 Diario de Sesiones del Congreso Nacional. Cámara de Senadores. Sesión del 1 de setiembre de 1934, p. 28.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
29
Sarmiento, que este buque tendría dos funciones específicas: ser parte de la escuadra
como unidad de combate y operar como buque escuela.
Como resultado de aquellas decisiones, hacia finales de la década del treinta, la
Escuadra de Mar contaba con una dinámica estrategia basada en el reemplazo del
material viejo y obsoleto. Videla se proponía elevar el valor militar y combativo de la
flota de combate, continuando con los lineamientos generales esbozados en la década
del veinte. A pesar de la inercia y de la crisis de los años anteriores, el material flotante,
por su potencial bélico, continuaba en el primer lugar de América del Sur, seguido por
la flota brasileña y la chilena.
En 1935 la sanción de la ley 12.225 complementó aquellos esfuerzos por
potenciar a la Aviación de la Marina, surgidos en 1926 con la asignación de gastos de la
Ley de Renovación de Armamento Naval. Si bien existían algunas escuadrillas tácticas
compuestas por aviones llegados al país en 1928, las restricciones económicas
aceleraron el desgaste y envejecimiento natural de los materiales.
Los nuevos fondos31 contemplaron la adquisición de aviones, armamento,
municiones, equipos y elementos aéreos complementarios. Punta Indio y Puerto
Belgrano eran las bases aeronavales que requerían urgente atención en materia de
construcciones edilicias, por ello se decidió la edificación de varios hangares destinados
al material comprado, solucionando también el problema de falta de talleres adecuados
para las tareas de reparación y mantenimiento de aviones.
Los recursos destinados también permiten mejorar las condiciones de vida del
personal que allí cumplía funciones. Se construyó una pista de aterrizaje y una playa de
aviones destinadas a favorecer las prácticas aeronavales y brindar seguridad en las
maniobras.
Ante la nueva situación desde el ministerio se decidió la reorganización de los
servicios, creándose las escuadras aéreas de defensa en tres puntos estratégicos y
neurálgicos, Puerto Belgrano, el Río de la Plata y de Escuela, unificando en esta última
la enseñanza aeronaval que antes se impartía en Punta Indio y Puerto Belgrano. Se
pretendía también reducir los costos y el tiempo en los cursos, para obtener mayor
eficiencia en los resultados. El surgimiento de la Dirección General de Aviación, en
1936, implicó la organización definitiva del componente en consideración a las
necesidades operativas de la fuerza.
31 La Ley destinaba durante el período 1935 – 1936 la suma de $18.152243.
Mauro Fernando Figueroa
30
La profunda reorganización emprendida alcanzó a los servicios de defensa de
costas, guarniciones y destacamentos en las bases, arsenales y reparticiones navales.
Hasta 1934 fue cubierto por personal de marinería, sin embargo se advertía que era
necesaria una reformulación de este sistema, destinando personal especializado en
conformidad con los avances y el desarrollo naval. Surgió así el Cuerpo de Artillería de
Costas (1934) y a finales de 1936 la Dirección General de Defensa de Costas,
organismo administrativo encargado de diseñar un cuerpo profesional acorde a su
misión primaria: la prevención y defensa de las costas argentinas en caso de una
invasión. Con posterioridad, surgió el Batallón de Infantería Nº 2, el 3 y 4, mientras se
instalaba en Río Santiago -con el objetivo de defender la Base Naval, el puerto de La
Plata y las destilerías de Yacimientos Petrolíferos Fiscales- el Batallón de
Infantería Nº 5.
Hasta esos años, la Base Naval de Puerto Belgrano funcionaba como una
repartición dependiente del ministerio de Marina sin conexión directa con la Escuadra
de Mar lo que, con frecuencia, derivaba en numerosos inconvenientes de jurisdicción y
la innecesaria prolongación de trámites administrativos.
En 1936, se convirtió en la base principal de la Escuadra de Mar, con el objetivo
de reparar y proveer a los buques lo necesario para su funcionamiento y, al mismo
tiempo, defenderlos cuando éstos se encuentren en sus aguas. Concebida como una
fuerza auxiliar de la flota, reorganizó su estructura de mandos y las funciones de sus
integrantes. Significaba un salto operacional que permitió mayor eficiencia en la
administración de los recursos y de los aspectos técnicos. Simultáneamente, se
concentró la mayor cantidad de efectivos navales y terrestres, reajustando los servicios y
proyectando la construcción de barrios destinados a las familias del personal militar, un
hotel para alojamiento de jefes y oficiales, la capilla de Nuestra Señora Stella Maris, el
hospital naval. Se inició la construcción de caminos, se proveyó de agua potable, se
amplió el tendido eléctrico y la red de cloacas. La Base Naval Puerto Belgrano se
transformó en una pequeña ciudad, que albergó a las familias de más de 3000 hombres.
Las numerosas actividades desarrolladas por la Escuadra de Mar sumado al
crecimiento cuantitativo y los cambios operados en la funcionalidad de la base,
determinaron la necesidad de llevar adelante un sistema de abastecimiento de
combustible. En 1935, se construyó el primer tanque de petróleo con una capacidad de
8000 toneladas. Con el objetivo de aprovisionar a los buques que se encontraban
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
31
destacados en el sur del país, en Ushuaia se erigió otro tanque, pero de menor
capacidad.
Fueron estos los años donde se gestaron las construcciones que todavía perduran
como testigos de una época de bonanza y vitalidad: en 1937 la ley 12.353 procuró
solucionar definitivamente un problema que tenía más de sesenta años autorizando al
Poder Ejecutivo la construcción de las instalaciones de la Escuela Naval que se
ejecutaron en Río Santiago. El único instituto de formación de oficiales había
funcionado en diferentes sedes, todas ellas sin la capacidad edilicia que satisficiera las
necesidades educativas, Videla procuró diseñar un complejo educativo acorde a las
exigencias de la enseñanza e instrucción navales.
La Escuela de Guerra Naval había sido creada en 1934 con el objetivo de
consolidar la formación de los oficiales superiores. Los primeros años funcionó en las
habitaciones acondicionadas especialmente en el pabellón de alojamiento de oficiales en
la Escuela de Mecánica. Al cabo de un tiempo, se aprobaron los fondos necesarios para
la construcción de un edificio en el mismo predio, que contemplara las necesidades de
la institución educativa. La inauguración fue el 22 de diciembre de 1937.
La incorporación de nueva tecnología permitió intensificar los trabajos
hidrográficos en el sur argentino, contribuyendo al conocimiento de la costa atlántica y
a la elaboración de cartas náuticas con mayores precisiones. Estas acciones permitieron
ampliar la custodia del litoral marítimo y sus recursos por parte de las naves de guerra,
que a la vez que se constituyeron como elementos de apoyo y protección de los buques
mercantes y pesqueros.
El salto en materia tecnológica, de los medios, de reorganización del personal y
del organigrama experimentado por la Marina Argentina, hacia fines de la gestión de
Videla, la situaron a la vanguardia de las fuerzas navales más importantes en América
Latina.
Mauro Fernando Figueroa
32
FOTOGRAFÍA 4. Siluetas de los buques de la Armada Argentina a fines de 1937.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
33
A manera de reflexión
Hemos asistido muy rápidamente a un ciclo de profundos cambios para las fuerzas
militares argentinas, que se inician a principios de la Primera Guerra Mundial producto
de los cambios tecnológicos experimentados por la industria bélica.
Se advierte, a pesar de los dolorosos conflictos políticos, serias intenciones para
culminar exitosamente el ciclo de organización primaria, e iniciar un largo proceso de
modernización que traspasó con éxito los obstáculos coyunturales y configuraron el
perfil de las instituciones militares del país.
Focalizando el tema en la Armada Argentina, se observa su importante desarrollo
y consolidación, producto de un trabajo regular, metódico, de ideas, planes y proyectos,
que trascendieron a los hombres y a las gestiones de gobierno. El poder naval argentino
no solamente se fortaleció con la habilitación por parte del gobierno de los mecanismos
para la adquisición de armamento, también fue necesaria la puesta en marcha de un
proyecto de largo plazo que definiera el papel que le cabía a la fuerza naval argentina en
el desarrollo del país y el camino que ésta debía seguir para alcanzarlo. Segundo Storni
bien lo manifestaba; sus expresiones se constituyeron como producto de consensos y de
un profundo estudio al respecto, y, tal como se ha visto en otras obras publicadas, todas
confluyen en un común denominador: el poder naval es, ante todo, una acción de
gobierno que necesita nervio y continuidad, erigiéndose como una aspiración constante
de sus clases dirigentes y de la sociedad. Y el período que hemos estudiado es la
manifestación palpable de esa sentencia.
Para tener una idea de la magnitud de los logros de la época, como resultado de
esta política, hacia 1943 la flota argentina contaba con 41 buques de guerra y 18
auxiliares y, aunque el nuevo conflicto bélico mundial había transformado la jerarquía
de las escuadras navales de Europa y los EEUU, la flota argentina por su potencial
bélico continuaba en el primer lugar de Sudamérica.
Presenciamos un ciclo de transformaciones que pretendían ser definitivos, esto es
así tanto en lo que hace a la infraestructura material, a la formación profesional y a la
estructura institucional. Se profundizó y consolidó la organización naval, el desarrollo
de la aviación, el impulso de las comunicaciones, la incorporación de unidades navales
modernas y la consolidación de las instituciones educativas.
La Armada Argentina, en estos veinte años, dio pasos trascendentes. Aquella
proyección marítima pensada por los marinos de la generación del ochenta, comenzó
Mauro Fernando Figueroa
34
paulatinamente a ser reemplazada por una Armada de proyección oceánica, superadora
de la anterior, y que otorgaba a las fuerzas navales argentinas un papel principal en
apoyo de la política internacional y al servicio de los intereses nacionales.
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- SABSAY, Fernando, ETCHEPAREBORDA, Roberto, Yrigoyen, Alvear, Yrigoyen. Buenos Aires: Ciudad Argentina. 1998.
- SCENNA, Miguel, Los militares. Buenos Aires: Editorial de Belgrano. 1980
- SOLBERG, Carl, Petróleo y nacionalismo en la Argentina, Buenos Aires: Hyspamérica, 1986.
El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos…
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- TAMBURINI, Francesco, “Los primeros submarinos argentinos, Los Tarantinos”, en Historia de los Submarinos, Los Tarantinos 1933 – 1960, Buenos Aires: elSnorkel.com, 2009.
- TANZI, Héctor, Compendio de historia marítima argentina. Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales. 1994.
Documentos inéditos
- Archivo General de la Armada.
- Archivo General de la Nación Argentina.
- Archivo del Departamento de Estudios Históricos Navales:
- Donación Domecq García
- Donación Sáenz Valiente
- Donación Eleazar Videla
Documentos editados
- Memorias del Ministerio de Marina.
- Presidencia de Alvear 1922 – 1928. Compilación de Mensajes, Leyes, Decretos y
- Reglamentaciones, Tomo I.
- Poder Ejecutivo Nacional 1932 – 1938.
- Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. 1922 – 1928.
- Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. 1988 – 1928.
- Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. 1932 – 1938.
- Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. 1938 – 1938.
Diarios, periódicos y revistas
- La Nación, Buenos Aires, Argentina.
- La Prensa, Buenos Aires, Argentina.
Artículos de Opinión
- CASAL, Pedro, “Influencia del dominio marítimo” en Boletín del Centro Naval Nº 413, agosto - octubre de 1918, Buenos Aires.
- GAMES, Jorge, “Utilización y táctica de las diferentes armas en la guerra naval”, en Boletín del Centro Naval Nº 436, setiembre - octubre de 1922, Buenos Aires, pp. 251 – 263.
- LAGOS, Manuel, El Poder Naval como garantía de la soberanía y prosperidad de la Nación, Buenos Aires, L. J. Rosso, 1921.
Mauro Fernando Figueroa
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- STORNI, Segundo, Intereses Argentinos en el Mar, Buenos Aires, Armada Argentina. 2009.
Material Fotográfico
- Archivo Fotográfico del Departamento de Estudios Históricos Navales.
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Mauro Fernando Figueroa. Es Teniente de Navío de la Armada Argentina. Oficial del Cuerpo Profesional, Escalafón Especial y profesor en Historia, graduado en la Universidad Nacional de Salta, República Argentina, en el año 2003. Egresó de la Escuela Naval Militar en el año 2004 y fue destinado como jefe de la División Investigaciones del Departamento de Estudios Históricos Navales, organismo dependiente de la Dirección de Educación Naval de la Armada Argentina. Como oficial dedicado a la investigación histórica ha realizado numerosas publicaciones en ámbitos militares y en instituciones universitarias, muchas de ellas relacionadas a la historia naval. Representó a la Armada Argentina en el Simposio de Historia Marítima y Naval Iberoamericana, que se desarrolló en la República de Perú durante el año 2009. En la actualidad desarrolla actividades de docencia en la Escuela Naval Militar; está a cargo de la asignatura Historia Naval Argentina en el Curso de Integración Naval desde el año 2006. Es miembro del Instituto Nacional Browniano y es integrante del Grupo de Historia Militar de la Academia Nacional de la Historia.