el economista y el estado - george joseph stigler

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HOMENAJE EL ECONOMISTA Y EL ESTADO* George J. Stigler** En este ensayo, escrito en 1964, George J. Stigler, Premio Nobel de Economía (1982), recientemente fallecido, sostiene que las recomendaciones de los economistas respecto de las funciones que corresponden al Estado en la vida económica de nuestra sociedad carecen en general de fundamentos empíricos y teóricos. Desde Adam Smith en adelante, afirma Stigler, los economistas se han referido tanto a la conveniencia como a la inconveniencia de la intervención del Estado en determinados ámbitos de nuestra vida económica sin establecer los costos y beneficios de marcos institucionales alternativos. En opinión del autor, sin embargo, ésa es la misión del economista; por consiguiente éste no debe aconsejar a los gobiernos si no dispone de pruebas sobre los * Discurso presidencial en la septuagésima séptima reunión anual de la American Economic Association en la ciudad de Chicago el 29 de diciembre de 1964. Traducido con la debida autorización, de American Economic Review, marzo 1965. ** Realizó sus estudios en las universidades de Washington, Northwestern y Chicago. En esta última fue alumno de Frank Knight, Jacob Viner y Henry Simons, y tuvo como compañeros de clase a Milton Friedman, W. Allen Wallis, Kenneth Boulding y Paul Samuelson. Inicialmente se desempeñó como profesor asistente en Iowa State College, para luego ejercer en la Universidad de Minnesota. En 1946, luego de ser rechazada su postulación a la Universidad de Chicago, se integró a Brown University. En 1947 comenzó a ejercer en la Universidad de Columbia, donde permaneció hasta 1958, año en que se incorpora a la Universidad de Chicago. En el momento de su fallecimiento, en noviembre de 1991, se desempeñaba como Director del Centro para el Estudio de la Economía y el Estado de la Universidad de Chicago. Estudios Públicos publica en esta edición "El economista y el Estado" y "La Escuela de Chicago" en homenaje a la memoria de George J. Stigler.

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El economista y el Estado - George Joseph Stigler

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  • HOMENAJE

    EL ECONOMISTA Y EL ESTADO*

    George J. Stigler**

    En este ensayo, escrito en 1964, George J. Stigler, Premio Nobelde Economa (1982), recientemente fallecido, sostiene que lasrecomendaciones de los economistas respecto de las funciones quecorresponden al Estado en la vida econmica de nuestra sociedadcarecen en general de fundamentos empricos y tericos.Desde Adam Smith en adelante, afirma Stigler, los economistas sehan referido tanto a la conveniencia como a la inconveniencia dela intervencin del Estado en determinados mbitos de nuestravida econmica sin establecer los costos y beneficios de marcosinstitucionales alternativos. En opinin del autor, sin embargo,sa es la misin del economista; por consiguiente ste no debeaconsejar a los gobiernos si no dispone de pruebas sobre los

    * Discurso presidencial en la septuagsima sptima reunin anual de laAmerican Economic Association en la ciudad de Chicago el 29 de diciembre de1964. Traducido con la debida autorizacin, de American Economic Review,marzo 1965.

    ** Realiz sus estudios en las universidades de Washington,Northwestern y Chicago. En esta ltima fue alumno de Frank Knight, JacobViner y Henry Simons, y tuvo como compaeros de clase a Milton Friedman,W. Allen Wallis, Kenneth Boulding y Paul Samuelson. Inicialmente sedesempe como profesor asistente en Iowa State College, para luego ejercer enla Universidad de Minnesota. En 1946, luego de ser rechazada su postulacin ala Universidad de Chicago, se integr a Brown University. En 1947 comenz aejercer en la Universidad de Columbia, donde permaneci hasta 1958, ao en quese incorpora a la Universidad de Chicago. En el momento de su fallecimiento, ennoviembre de 1991, se desempeaba como Director del Centro para el Estudio dela Economa y el Estado de la Universidad de Chicago.

    Estudios Pblicos publica en esta edicin "El economista y el Estado" y"La Escuela de Chicago" en homenaje a la memoria de George J. Stigler.

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    efectos de las medidas que propone. Tradicionalmente, no obs-tante, el principal instrumento de demostracin emprica de loseconomistas ha sido la ancdota. Una forma alternativa a laevidencia emprica de fundar una recomendacin de poltica, segnStigler, puede proceder de la teora. As, por ejemplo, la prefe-rencia por el libre comercio se puede basar en la aceptacin de lateora clsica de las ventajas comparativas. Con todo, la teora noparece ser adecuada como plataforma de recomendaciones depoltica por tres razones. Primera, porque la teora presentarelaciones generales, de modo que definir qu parte de la misma esrelevante en un contexto especfico constituye un asuntoemprico. Segunda, por la dificultad prctica de traducir teoras arecomendaciones de poltica. Por ltimo, debido a la ambigedadesencial que presentan los sistemas tericos respecto de losasuntos de poltica pblica. Lo que se requiere, entonces, es unateora especfica de polticas pblicas o bien un nmero mayor deestudios empricos serios sobre los efectos de determinadoscursos de accin en el mbito pblico. Finalmente, Stigler sealaque esta es la era de las "investigaciones cuantitativas", la que enel campo de la economa constituye una revolucin cientfica queest alcanzando ya a las polticas pblicas y que pronto planteardemandas ineludibles a los economistas.

    n 1776 nuestro respetado maestro ofreci a sus compatriotas unconsejo claro y categrico acerca de la manera adecuada de alcanzar la pros-peridad econmica. Por supuesto, este consejo tambin iba dirigido a suscompatriotas en las colonias norteamericanas, aunque en ese preciso mo-mento estbamos ocupadsimos instaurando lo que hoy denominaramos ungran resquicio tributario. Como se sabe, la recomendacin de Adam Smithplanteaba, en esencia, que es mejor dejar la conduccin de los asuntos eco-nmicos a los ciudadanos: que el Estado se habr desempeado extraordi-nariamente bien si logra tener xito en sus ineludibles tareas de ganarguerras, preservar la justicia y mantener los distintos caminos del comercio.

    Eso fue hace casi dos siglos y muy pocos economistas modernos leadjudicaran un papel tan austero como se a las responsabilidades econ-micas del Estado. El hecho de que la mayora de los economistas modernosle asignen al Estado un papel econmico ingente, con la misma seguridadcon la que Smith negaba dicho papel, no resulta necesariamente sorpren-dente: algunas veces las opiniones profesionales cambian despus de 188aos, y las instituciones polticas y econmicas son an menos duraderas.

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    Pero, sorprendentes o no, los vuelcos en los puntos de vistapredominantes de la profesin en materia de polticas pblicas suscitan unapregunta que me gustara analizar. La pregunta es: sobre qu base se hansentido habilitados los economistas para dar consejos tiles respecto de lasfunciones apropiadas del Estado? Mediante qu mtodos demostraron Smithy sus discpulos la incapacidad del Estado para manejar los asuntoseconmicos? A travs de qu mtodos los economistas posteriores quefavorecieron el control estatal de los ferrocarriles, de las bolsas de valores,de los salarios y precios, de la produccin agrcola y miles de otras cosasprobaron que stos eran mejor dirigidos o puestos en marcha por el Estado?Cmo un economista llega a confiar tanto en la sabidura de una polticade libre comercio o de estabilizacin fiscal como confa en la ley derendimientos decrecientes o en la tendencia de los empresarios a maximizarlas ganancias?

    La reflexin que hay tras estas preguntas es simple. Los economistasgeneralmente comparten los valores normativos de sus sociedades, pero sulabor profesional no consiste en traducir los deseos populares a un lenguajeprofesional que inspire respeto. Su misin consiste en comprender cmofunciona un sistema econmico en marcos institucionales alternativos. Sialgo propio tienen que aportar a la discusin popular de la polticaeconmica es cierto entendimiento especial de la relacin entre las polticasy los resultados de las mismas.

    Por lo tanto, el papel bsico que corresponde al experto, en lo queatae a las polticas pblicas, es el de establecer los costos y beneficios deregulaciones institucionales alternativas. Smith no tena autoridad profe-sional para aconsejar a Inglaterra en relacin a la legislacin de navegacin,salvo que hubiese tenido pruebas acerca de sus resultados y de los efectosprobables de su derogacin. El economista contemporneo no tieneautoridad profesional para aconsejar al gobierno federal en trminos deregular o desregular los ferrocarriles, salvo que tenga pruebas acerca de losefectos de estas medidas.

    Esta posicin, como pueden apreciar, no es exactamente aquellaacostumbrada de que los juicios de valor de un economista no tienen rangocientfico; de hecho, no rechazar ni defender los juicios de valor. Laposicin consiste, ms bien, en que si una materia es factible de serestudiada, el economista debe hacerlo antes de aconsejar a los legisladores.Supongamos que usted deplora la enfermedad o, por el contrario, que ustedadmira mucho aquel germen tan perseguido. Lo que yo sostengo es que noimporta cul sea su opinin, usted no debera apoyar polticas que obligueno prohiban a la gente acudir al mdico hasta que no se descubra si la

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    atencin de un mdico aumentar o disminuir la incidencia de laenfermedad. Si se considera que este ejemplo particular es absurdamentepedante, propongo dos alternativas. Primero, responder usted del mismomodo, cualquiera sea el estado de la ciencia mdica en un pas? Segundo, yavendrn problemas mayores.

    Mi tarea, entonces, es preguntar de la manera ms obstinada posiblecul fue la evidencia precisa presentada por los economistas para susrecomendaciones de polticas, evidencia que ligaba favorablemente suspropuestas a los objetivos que buscaban lograr. Comienzo con Adam.

    Adam Smith basa sus recomendaciones de poltica econmica en doscriterios principales. Ninguno de stos es presentado de manera formal ysistemtica y existen serios problemas para determinar con exactitud por qudesea que la mayor parte de los asuntos econmicos est libre deregulaciones estatales.

    El primer fundamento de las polticas econmicas de Smith era sucreencia en la eficiencia del sistema de libertad natural. No cabe duda queeste escocs realista, este gran amigo de ese impertrrito y perspicazpensador, David Hume, tena un profundo apego por el derecho natural delos ltimos aos de la Ilustracin. Pero Smith no propuso el derechonatural como una religin laica de la vida poltica. Sostuvo, en cambio,como un asunto de anlisis econmico demostrable, que al buscar elindividuo su propio mejoramiento, pondr sus recursos donde stosproduzcan al mximo y que, como regla, luego los recursos producirn almximo para la sociedad. En los casos en que el individuo desconoce o notiene el poder de promover sus propios intereses, Smith se sienteextraordinariamente libre para dejar que el Estado intervenga.

    Smith sostiene, de esta manera, que impedir que las personas realicenvoluntariamente una transaccin "constituye una manifiesta violacin de esalibertad natural que la ley no debe infringir, sino preservar", y contina:

    Pero todo ejercicio de la libertad natural de unos pocos quepueda poner en peligro la seguridad de la sociedad entera es, ydebe ser, restringido por las leyes de todos los gobiernos: delos ms libres tanto como de los ms despticos. La obli-gacin de construir muros medianeros a fin de evitar lapropagacin del fuego es una violacin de la libertad natural,

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    exactamente de la misma ndole que las reglamentaciones delos negocios bancarios que aqu hemos propuesto. (TheWealth of Nations [Library edition], p. 308.)

    La libertad natural parece haber sido poco ms que una reglapracticable y Smith propone muchas veces alejarse de la libertad naturaldebido a que los participantes son incompetentes o incapaces de considerarlos efectos externos de su comportamiento.1 Est dispuesto a prohibir elpago de salarios en especies, porque considera que defraudarn al trabajador;a limitar las tasas de inters, puesto que las tasas de inters altas incentivana los prestamistas a confiar sus fondos a gestores descuidados; y a disponerde un complicado sistema tributario para modificar los usos de la tierra.

    El segundo fundamento de la fuerte preferencia de Smith por laactividad econmica privada era su profunda desconfianza en el Estado. Estadesconfianza, debo subrayar, se refera principalmente a los motivos antesque a la competencia del Estado. Smith no le da gran importancia a laconducta gubernamental inepta; de hecho, cree firmemente que en lo que aeficiencia se refiere, las sociedades annimas, y an ms las universidades,son peores transgresores que el Estado. Su verdadera crtica al Estadoconsiste en que ste es la criatura de grupos de inters organizados yarticulados, sobre todo, de comerciantes e industriales. La legislatura sueleguiarse menos por una visin amplia del bien comn que por "la bulliciosaporfa de los intereses parciales" (The Wealth of Nations, p. 438).

    Dira, a modo nicamente de apreciacin profesional, que Smithdemostr una habilidad impresionante al fundamentar su primer argumentoque los individuos libres utilizarn los recursos eficientemente pero quefue en exceso dogmtico al presentar su segundo argumento, el cualaceptaba la competencia pero rechazaba el desinters de la mquinagubernamental. No ofrece ninguna prueba convincente para sostener que elEstado logra los objetivos de sus polticas y, en particular, afirma, en lugarde comprobar, que el sistema mercantil tuvo un gran efecto en la asignacinde los recursos britnicos. Tampoco demuestra que el Estado seanormalmente prisonero de "intereses parciales".

    Los herederos intelectuales de Smith hicieron poco para fortalecer suargumento en favor del laissez faire, salvo emplear el ms irresistible de losestudiosos: la repeticin infinita. Sin embargo, podran haberlo hecho, yello en dos sentidos.

    1 Vase el ensayo de Viner, "Adam Smith and Laissez Faire", en Adam

    Smith 1777-1926 (Chicago: University of Chicago Press, 1928).

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    En los casos en que Smith considera al mercado competitivo incapazde realizar una tarea, lo podran haber corregido, puesto que en ocasionesSmith estaba equivocado. Esto sucedi hasta cierto grado: la creencia deSmith de que el mercado otorgaba un valor muy bajo a las inversiones en laagricultura y uno demasiado alto a las inversiones extranjeras fueadecuadamente criticado por John Ramsay McCulloch (Principies ofPolitical Economy, 1 edicin, Londres, 1825, pp. 144 y ss.), y laaberracin sobre la usura fue, desde luego, rpidamente objetada porBentham. Pero por cada uno de los errores de Smith que eran corregidos,aparecan varios otros. J. S. Mill, por ejemplo, argument con gravedad queel mercado competitivo era incapaz de hacer que disminuyeran las horas detrabajo, aun cuando todos los trabajadores lo desearan un error que no mepropongo excusar simplemente porque lo repitieron ms tarde tantoseconomistas.

    Sin embargo, lo que considero constituye una debilidad ms impor-tante en el planteamiento de Smith su suposicin no documentada de queel Estado es eficiente en lograr fines errados2 no slo fue aceptada, sinoadems enfticamente reafirmada por sus seguidores. La identificacin deJames Mill de los males del gobierno con el control poco democrtico desus instrumentos fue un ejemplo extremo, aunque ilustrativo e influyente.Quien tiene el poder del gobierno siempre lo utilizar para conseguir suspropios fines: esto afirmaba Mill con una exhibicin abrumadora de rigorlgico. Se concluye que slo un Estado democrticamente controlado podrabuscar el bien de todos:

    La comunidad no puede tener un inters contrario a suspropios intereses. Afirmar esto sera una contradiccin. Lacomunidad dentro de s misma, y respecto de s misma, nopuede tener un inters siniestro(...) La comunidad puede actuarmal por error. Suponer que lo har con intencin sera su-poner que los seres humanos pueden desear su propia miseria.(The Anide on Government, reproducido en el Suplemento dela Encyclopedia Britannica, Londres, 1829, p. 7).

    De ah que una democracia, a diferencia de una monarqua o unaaristocracia, no har algo insensato sino por ignorancia. Y esta excepcinque representaba la ignorancia no era una salvedad seria:

    McCulloch, un hombre algo menospreciado, nuevamente desafa aqu aSmith: vase "Navigation Laws", Edinburgh Review, mayo 1823.

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    No puede haber duda de que la clase media, que otorga los msdistinguidos ornamentos a la ciencia, el arte y a la propialegislacin, y es la fuente principal de todo lo que lanaturaleza humana ha exaltado y refinado, constituye aquelsegmento de la comunidad cuya opinin, si alguna vez la basede representacin popular se extendiera tanto, sera finalmentedecisiva. De la gente bajo sta, una vasta mayora estarasegura de ser guiada por su consejo y ejemplo (ibdem, p. 32).

    La educacin de las masas, y la instintiva reverencia de stas por lasabidura de los lderes de la clase media aquellos ornamentos de lasociedad, aseguraran as que el Estado democrtico rara vez se alejar delbien pblico. El argumento significaba que, en la poca en que fue escritoel ensayo, el gobierno norteamericano era un instrumento confiable debienestar pblico y que cincuenta aos ms tarde el gobierno de Inglaterratambin lo sera.3

    Es posible documentar en detalle esta proposicin que los eco-nomistas clsicos imputaban principalmente a la intervencin gu-bernamental imprudente en la vida econmica, pero slo dar dos ejemplosaclaratorios.

    El primer ejemplo lo proporciona aquel excelente economistairlands, Mountifort Longfield. A propsito de un dudoso programa deasistencia a los trabajadores, escribi: "aqu la economa poltica essimplemente una ciencia defensiva que intenta impedir la interferencia pocojuiciosa de la legislacin especulativa" (Lectures on Political Economy,1834). Esto parece adecuadamente conservador, pero continuemos. Aosms tarde, como testigo ante una Comisin Real sobre Ferrocarriles, criticque sus tmidos colegas directores del Great Southern and Western Railwaysubestimaran la elasticidad de la demanda de largo plazo del servicioferroviario. Para producir el nimo necesario, propuso que el gobiernonombrara un director con poder ilimitado para fijar las tarifas de cada

    3E1 ensayo de Mill provoc el ataque brillante de Macaulay, quien hizoque el argumento de Mill, de que cada persona busca slo su inters propio, sevolviese en contra del argumento a favor del sufragio universal: "Que lapropiedad de la minora rica puede ser til para los placeres de la mayora ricadifcilmente podr negarse. Pero el Sr. Mill propone darle a la mayora pobrepoder sobre la mayora rica. Es posible dudar hacia qu, siguiendo sus propiosprincipios, nos conducir tal argumento? El argumento es llevado a unainteresante prediccin 'En el caso de Estados Unidos, apelamos a siglo XX' "("Mill's Essay on Government", en Critical, Historical and MiscellaneousEssays [Nueva York, 1873] 2: pp. 36-37, 40).

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    ferrocarril y que el gobierno se quedara con la mitad de todas las gananciasresultantes de ello y compensara por cualquier eventual prdida.4 Longfieldno quera laissez faire sino obtener la mitad de la tarifa.

    El segundo ejemplo es la gran controversia provocada por lascampaas en favor de la jornada laboral de diez horas para las mujeres quetrabajaban en industrias, las cuales lograron tener xito en 1847. Esta fueuna de las primeras intervenciones de la Inglaterra moderna en los contratosde adultos competentes y para los telogos econmicos constitua unainvitacin a la excomunin. En efecto, esta ley de la industria se enfrent ala vigorosa oposicin de dos importantes economistas: Torrens y Senior,aunque, explcitamente, no como una violacin del derecho natural. Torrensprolog su crtica con un pasaje cuya lgica es ms deficiente de lo queparece a simple vista:

    El principio de no interferencia puede ser aplicable slo aaquellas circunstancias en las cuales la interferencia provocarun dao; en todos aquellos casos en los cuales la interferenciade la autoridad central en las transacciones entre personas escapaz de producir el bien o evitar el mal, el laissez faireconstituye un abandono criminal de las funciones para eldesempeo de las cuales se establece y mantiene la autoridadcentral. (A Letier to Lord Ashley, Londres, 1844, pp. 64-65.)

    Por consiguiente, Torrens e igualmente Senior (Letters on theFactory Act, Londres, 1844, criticaron el decreto de las diez horas porqueste disminuira los salarios semanales, aumentara los costos de producciny reducira el empleo al perjudicar la posicin competitiva de la industriatextil britnica en el extranjero.

    Snior y Torrens murieron en 1864, de modo que podra pensarse quetuvieron el tiempo necesario para comprobar sus predicciones respecto delos efectos de la ley de las diez horas. El que ninguno de ellos, ni tampocootros, realizara algn estudio es caracterstico del aislamiento en que tenanlugar los debates de polticas pblicas respecto de la evidencia emprica.

    Sorprendentemente, el hijo mayor de James Mill plante unargumento ms contundente en contra del control estatal de la actividadeconmica que el que haba formulado su padre, quien era mucho msconservador. John Stuart no sigui a su padre, que aceptaba la sabidura

    4Comisin Real de Ferrocarriles, Evidence and Papers Relating toRailways in Ireland (1866), pp. 126-130, 359-360.

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    invariable del Estado democrtico, posiblemente porque escribi muchodespus del Acta de Reforma.5 Bas su argumento principalmente en ladefensa de la libertad individual, y tres de las cinco razones que dio en favordel laissez faire como mxima prctica fueron variaciones de la importanciade la dignidad, independencia, autoconfianza y desarrollo del individuo(Principies of Polilical Economy, Libro 5, cap. 11).

    Aunque confieso estar entre los ms fervientes admiradores delindividualismo, incluso del de otras personas, debo reconocer que laposicin del joven Mill era ambigua. No nos dice cmo determinar si unapoltica pblica particular libera o inhibe a los individuos. Supongamos queobservo un programa de vivienda pblica. Si soborno u obligo a laspersonas a aceptar esas viviendas habr reducido, por supuesto, el rea deeleccin y de responsabilidad de stas. Pero tambin habr otorgado a unageneracin de nios, as espero, la oportunidad de crecer en viviendas que nosean escandalosamente insalubres e inadecuadas para su salud fsica y moral.Mill no nos dice si esta poltica fomenta o inhibe el individualismo: aunquesospecho que habra estado a favor de las viviendas pblicas al igual queestuvo a favor de la educacin pblica gratuita y de la limitacin de lashoras de trabajo para los jvenes. Sin embargo, si el economista ha de serun filsofo moral y no dudo tambin de que lo haramos bien deberadesarrollar su filosofa hasta un nivel en el que sus implicancias de polticasean un asunto de lgica ms que un vehculo para expresar gustospersonales.6

    Demos un salto hasta Marshall, quien cambi la retaguardia de estatradicin, como de muchas otras, en la ciencia econmica inglesa. Confiri

    El hizo, en efecto, referencia a la incompetencia de la accin del Estado:"la intervencin del gobierno hace que las cosas resulten peor hechas que cuandolos individuos ms interesados en el asunto las hacen o son los causantes de quese hagan, si se les deja solos", (J. S. Mill, Principies of Political Economy, 1ed. [Londres, 18481, libro 2, p. 511]. Este argumento, sin embargo, no jug unpapel mayor en moldear su actitud.

    El famoso ensayo de Mill, On Liberty, contribuye apenas a reducirnuestra incertidumbre. Es aqu donde afirma: "El despotismo es un modolegtimo de gobierno en el caso de los brbaros, si el fin es su mejoramiento, ylos medios se justifican por afectar verdaderamente a los fmes(...) Las leyesque en muchos pases del Continente prohiben el matrimonio, salvo que laspartes demuestren que tienen los medios para mantener una familia, no exce-den los poderes legtimos del Estado(...) Como el principio de la libertadindividual es independiente de la doctrina del libre comercio(...)", (The EnglishPhilosophers from Bacon lo Mill [Modern Library 1939], pp. 956, 1.035,1.024). No es fcil evitar la conclusin de que para Mill la "libertad" estabaconvenientemente bien correlacionada con las formas de conducta que lpersonalmente aprobaba.

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    al Estado un papel potencial creciente en el control de monopolios, en laprovisin de viviendas para los pobres y, en general, en el tratamiento de lapobreza. Sin embargo, mantuvo en lo posible su predileccin por la em-presa privada. Esta predileccin se fundaba principalmente en la creencia deque la gestin burocrtica sera gravosa e ineficiente (Memorials of AlfredMarshall 1925, pp. 274-276, 339 y ss.; Industry and Trade, 1929, pp. 666-672). Marshall, en este aspecto, hizo la afirmacin ms osada de su vida:

    Si el control gubernamental hubiera suplantado al de laempresa privada hace cien aos [1807], habra una buenarazn para suponer que nuestros mtodos de fabricacin seranahora casi tan efectivos como lo fueron hace cincuenta aos,en vez de ser quizs cinco o seis veces tan eficientes como lofueron entonces (Memorials, p. 338).

    Sin embargo, la "buena razn" nunca fue dada a conocer, aunque erams importante demostrar esta proposicin, si en verdad era cierta, queresponder cualquiera otra pregunta a la cual Marshall dedic un captulo, oun libro o, incluso, su vida. El otro motivo de la desconfianza de Marshallhacia el gobierno era el temor de que el Parlamento se convirtiera en elvocero de intereses particulares y, especialmente, de los sindicatos (OfficialPapers by Alfred Marshall, 1926, pp. 395-396) un retorno desconocidopero innegable a Adam Smith!

    Ms que suficiente para un siglo de laissez-faire. La principal escuelade individualismo econmico no haba producido ni siquiera un respetablepice de evidencia que demostrara la incompetencia del Estado para tratarproblemas econmicos especficos de cualquier tipo. En efecto, haba muypoca evidencia importante de que el Estado fuera poco sabio en el desempe-o de sus actividades econmicas, salvo que uno estuviese preparado paraaceptar como evidencia diversos corolarios de una teora general. La doctrinade la no intervencin slo fue poderosa en tanto y en cuanto los hombresquisieron obedecer.

    II

    No fue de un da para otro que los economistas cesaron de proponerreducciones en el rol del gobierno en la vida econmica y comenzaron apostular.su expansin. La limitacin de las horas de trabajo para menoresfue apoyada mucho antes de que el ataque a la legislacin sobre el mazllegara a su punto culminante. Los estatutos que liberalizaban los

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    intercambios de propiedad en la dcada de 1830 siguieron a las regulacionesde barcos de pasajeros para proteger a los emigrantes.

    Podra ser de otra forma? La distincin entre las funcionespolicacas antiguas admitidas por todos y las nuevas funciones regulatoraspropuestas por algunos fue sumamente ambigua. El mismo economistapoda rechazar el Estado con una mano y llamarlo con la otra.7

    La expansin del control pblico sobre la vida econmica que tuvolugar a mediados del siglo XIX en Inglaterra, y slo un poco ms tarde enlos Estados Unidos, fue por lo general del siguiente tipo: una funcinestatal tradicional se expanda o se adoptaba una funcin nueva, la quepresentaba estrechas analogas con las funciones tradicionales. Los efectoseconmicos solan ser consecuencia de los efectos protectores: la inspeccinde industrias y minas, las leyes sanitarias para las ciudades, el sistemaeducativo embrionario y la mayora de los controles a los ferrocarriles erande este tipo (David Roberts, Victorian Origins of the Welfare State, NewHaven: Yale University Press, 1960; Oliver MacDonagh, A Pattern ofGovernment Growth, 1800-1860, Londres, 1961).

    Sin embargo, hubo una cosa que no cambi un pice desde losgloriosos das del laissez-faire: ningn economista consider necesariodocumentar su conviccin de que el Estado poda llevar a cabo eficazmentelas nuevas obligaciones que se propona otorgarle. Las anteriores afirma-ciones de incompetencia gubernamental slo se topaban con afirmacionescontrarias; las anteriores esperanzas de usos ms sabios del poder guber-namental en una democracia se consideraban demasiado profticas como paramerecer la descortesa de someterlas a comprobacin histrica. Ilustrar elpersistente descuido respecto de la evidencia emprica con los escritos de doseconomistas que no tienen nada en comn, a excepcin de su habilidad.

    El primero es Jevons. Jevons consideraba que el manejo guberna-mental de la industria era adecuado si se daban cuatro condiciones: (1) Eltrabajo debe ser de naturaleza invariable y rutinaria de modo que seaejecutado de acuerdo a reglas fijas. (2) Debe realizarse bajo el escrutiniopblico o para el servicio de individuos que inmediatamente detectarn ydenunciarn cualquier falla o negligencia. (3) Debe haber un gasto de capitalmuy bajo de modo que la cuenta de ingresos y gastos de cada ao represente,

    De ah que respecto de la oficina de correos, McCulloch sostuviera losiguiente: "No parece cierto, aunque lo contrario ha sido algunas vecesafirmado, que la Oficina de Correos pueda ser conducida tan bien por alguien queno sea el gobierno: este ltimo, sin apoyo, puede lograr una regularidad perfectaen todos sus departamentos subordinados" (Dictionary of Commerce [edicin de1854], vase bajo "Postage").

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    con la mayor precisin posible, el verdadero xito comercial de la empresa.(4) Las operaciones deben ser de tal ndole que su unin bajo un monopoliogubernamental total provoque grandes ventajas y economas (W. S. Jevons,Methods of Social Reform, Londres, 1833, pp. 279, 338 y 355). Sobrequ se basa esta confusa descripcin de un sistema municipal de aguas?: enuna introspeccin madura, por supuesto.

    Jevon es igualmente fiel al mtodo a priori al analizar lasregulaciones pblicas. Los "Principles of Industrial Legislaion" se ilustranen primer lugar con el problema causado por una mquina peligrosa. Jevonsafirma que por lo general ni el trabajador ni el empleador muestran la debidapreocupacin por los peligros que se esconden tras una mquina sinproteccin.

    Pero queda otra manera de resolver el asunto que es simple yefectiva. La ley puede exigir que las mquinas peligrosasdispongan de protecciones y el gobierno ejecutivo puedenombrar inspectores para que controlen y denuncien a aquellospropietarios que infringen la ley. (Jevons, The State inRelation to Labour, Londres, 1882, p. 4.)

    Hay varios aspectos instructivos en la posicin de Jevons. No sepresenta evidencia respecto de la incapacidad de empleados y empleadores decontrolar maquinarias peligrosas. No muestra evidencia de que los controlesdirectos sean simples y eficaces. Con toda probabilidad los controlesdirectos eran ineficaces en industrias demasiado pequeas para ser tomadasen cuenta por los inspectores, y queda enteramente abierta la pregunta de sien otras industrias eran eficaces. Y, finalmente, Jevons no concibe elposible papel del sistema de precios en la complementacin, si no en elreemplazo, de la inspeccin directa por una ley que responsabilice a losempleadores de los accidentes.8

    Pero recordemos quin fue Jevons; fue el economista cuyo geniosupremo yaca en exigir determinacin emprica a las relaciones tericas yen su inmenso ingenio para realizar tales determinaciones. Este poderosoinstinto de evidencia emprica se cristaliz en la proposicin de que,

    Para nosotros debera ser una fuente de ilustracin morbosa saber queJevons, inmediatamente despus de establecer su dogmtica regla sobre cmooperar con maquinarias peligrosas, denunci a aquellos que vean al economistacomo un "terico presuntuoso, que continuamente est estableciendo reglasrgidas para la conducta de otras personas" (The State in Relation to Labour:(Londres, 1882), p. 8).

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    siempre que sea posible, las nuevas polticas se deben probar primero anivel de gobierno local: "no podemos planificar reformas sociales sobre labase de fundamentos tericos", afirm.9 Pero, fuere o no posible, enrealidad as planific sus reformas.

    Para conocer cmo un terico encar el problema nos centraremosahora en el segundo economista: Pigou. En Wealth and Welfare (Londres,1912) present cuatro razones por las que cabe desconfiar de la habilidad delos legisladores para controlar monopolios. Eran razones poco profundas,pero lo que resulta instructivo es que todas ellas "pueden en gran medidaobviarse por la reciente invencin de los 'Comisionados', es decir, degrupos de hombres nombrados por las autoridades gubernamentales con elexpreso propsito de operar o controlar las industrias". De ah que elgobierno sea ahora capaz de "intervenir beneficiosamente en la industria,bajo condiciones en las cuales en otras pocas esto no hubiera sidojustificable" (ibdem, p. 250).

    Si el tiempo no fuera la cosa ms preciada que un profesor puededarle a otro, entrara detalladamente en las andanzas de Pigou a partir deestos inauspiciosos comienzos. La evidencia que l consider adecuada parauna serie de proposiciones acerca de la competencia del Estado puede resultarinstructiva:

    (...) las leyes orientadas directamente a "mantener la com-petencia" estn llamadas, en la prctica, a fracasar en supropsito (p. 253).

    (...) respecto de las industrias, en las cuales la calidad de laproduccin es de suprema importancia, y que en manosprivadas se encontrara en peligro de ser descuidada, el manejopblico resulta deseable (p. 288).

    (...) la ineficiencia relativa del manejo pblico, en compara-cin con el manejo privado, es enorme en empresas altamente

    "Experimental Legislation and the Drink Traffic", The ContemporaryReview, 37 (1880) p. 192 [reimpreso en Methods of Social Reform, p. 275].Sin embargo, no vio las potencialidades del estudio emprico en la ausencia deexperimentos formales, y neg la viabilidad de un enfoque estadstico("Experimental Legislation", pp. 184-185).

    9

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    especulativas y se reduce prcticamente a cero en aquellas enlas cuales el elemento especulativo no existe.10

    La evidencia que no necesitan ustedes que les recuerde consistaen unas pocas citas de libros sobre el comercio municipal.

    Las opiniones de Pigou acerca de la competencia del Estado eran, aligual que las opiniones de sus predecesores, una seleccin al azar de lasopiniones inmediatamente anteriores, realzadas por la esperanza. Senta quela confianza en tales vagas reflexiones generales era inevitable. Respecto desi el manejo pblico o privado de una industria sera ms eficiente en laproduccin, nos dice: "desde el principio debe quedar claro que los intentosde efectuar semejante comparacin mediante el uso de estadsticas estnpredestinados a fracasar" (Wealth and Welfare, p. 274). Cmo se lo deja enclaro? Muy simple: subrayando que no es probable que una empresa pblicay una privada funcionen bajo idnticas condiciones de produccin. Estaprueba de la viabilidad de la investigacin estadstica eliminara todo esetipo de investigaciones y, por supuesto, Pigou acept esta implicancia a lolargo de toda su vida.

    Permtanme decirles que Pigou no difiri de sus colegas menosilustres en lo que dice relacin con la superficialidad de sus juicios respectode la competencia econmica del Estado: en este sentido fue por lo menostan astuto y circunspecto como ellos. Se distingui nicamente por escribirms pginas de anlisis econmico de alta calidad profesional que cualquierotro economista del siglo XX.

    En lugar de enumerar otros economistas, quisiera caracterizar enforma ms general su papel durante el perodo de creciente control estatalsobre la vida econmica. Las funciones econmicas tradicionales einevitables del Estado, tales como la tributacin y el control del sistemamonetario, no se consideran en los siguientes comentarios. Estas funcionesno ponen en duda la conveniencia de la accin del Estado, pero s planteaninterrogantes respecto del papel del economista en el desarrollo de polticas.Sobre la base de un cuadro sumamente incompleto de la literatura,propongo tres generalizaciones.

    En primer lugar, haba una gama enorme y creciente de asuntos depoltica que los economistas, en lo esencial, ignoraron. Si analizamos en lalegislacin inglesa el horario de cierre de los locales comerciales, o lainspeccin de alimentos y drogas, o los servicios pblicos, o el transporte

    10E1 fruto madurado en una edicin posterior: The Economics of Welfare,4 edicin (1932), p. 399.

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    ferroviario, por carretera o martimo, o la condicin legal de los sindicatosde trabajadores, o muchos otros asuntos, descubriremos que como regla loseconomistas no escribieron acerca de estos temas, ni se presentaron ante laComisin Real, ni participaron de alguna otra manera en la formulacin depolticas. Antes de 1914 el distanciamiento con respecto a las polticas de lapoca era "del Olimpo", por lo tanto era mortal pero imponente. Loseconomistas norteamericanos, quizs como reflejo de su entrenamientogermnico, estaban ms interesados en las polticas, de modo que uno puedecitar algunos ejemplos: John R. Commons analiz las regulaciones de losservicios pblicos y las leyes de compensacin para los trabajadores; J. B.Clark y muchos otros estudiaron el problema del monopolio, etctera. Sinembargo, incluso aqu muchas polticas econmicas importantes fueron (yan son) ignoradas, entre ellas las leyes de alimentos puros, la legislacinde salarios, las leyes sobre prcticas de empleo justas, la zonificacin de losusos de la tierra y los controles sobre el mercado de capitales.

    Segundo, incluso cuando los economistas se interesaron activa ydirectamente en un asunto de poltica, lo hicieron sin los estudios empricossistemticos que permitieran establecer el grado y la naturaleza del problemao la probable eficiencia de mtodos alternativos para resolverlo.

    Es difcil apoyar los argumentos respecto de la ausencia de un tipodado de trabajo cientfico; a menudo el argumento slo ilustra los hbitos delectura de su autor. Sin embargo, tengo certeza razonable de que lossiguientes temas no fueron investigados con minuciosidad: (1) los efectosde las regulaciones sobre el nivel y la estructura de los precios o tarifas delos servicios pblicos; (2) el grado en que un mercado competitivo y uncuerpo regulador logran que los procesos productivos sean seguros y que losproductos sean puros; (3) el costo en que incurre la comunidad para prevenirel quiebre de las instituciones financieras a travs de la supresin de lacompetencia en comparacin con los costos en que incurre a travs delcamino de los seguros; (4) los efectos que los sistemas de apoyo a losprecios en industrias arruinadas tienen sobre la distribucin del ingreso encomparacin con polticas alternativas; y (5) los efectos de polticasdiseadas para preservar la competencia. Esta lista es breve, pero consideroque los ejemplos son bastante importantes como para dar crdito a migeneralizacin sobre la insuficiencia de trabajos empricos sistemticosrespecto de las tcnicas de poltica econmica. Entre 1776 y 1964 elprincipal instrumento de demostracin emprica de la competenciaeconmica del Estado fue la ancdota.

    Tercero, la influencia del economista sobre la formulacin de lapoltica econmica ha sido, por lo general, pequea. Ha sido pequea porque

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    el economista careca del conocimiento profesional especfico acerca de lascompetencias comparativas del Estado y la empresa privada. El economistapoda, y de hecho lo haca, utilizar su teora econmica, y no puede negarseque la teora econmica del economista es mejor que la de cualquier otrapersona. Pero por razones a las cuales me referir de inmediato, la teoraeconmica no ha sido una plataforma adecuada. Por falta de verdaderapericia, y tambin de pasin evanglica, el economista apenas ha tenidoinfluencia sobre la evolucin de la poltica econmica.

    III

    Si los economistas han carecido de una base emprica slida para susopiniones de polticas, se podra esperar que la orientacin pudiese derivarsede sus sistemas tericos. De hecho, en la medida en que un sistema tericose ha sometido a una gran variedad de pruebas empricas, constituye unafuente de conocimiento confiable mayor que la uniformidad empricaaislada. La teora permite realizar pruebas de la relacin incorporada a lateora que estn fuera del punto de vista del que la formula, de modo queestas pruebas resultan ms desafiantes.

    Las opiniones de poltica de los economistas han estado enorme-mente influidas por sus teoras. La amplia preferencia por el libre comerciointernacional se basa sin duda, en gran medida, en la aceptacin de la teoraclsica de los costos comparativos. La generalizada presuncin en contra dela regulacin directa de los precios por parte del Estado se puede atribuirbsicamente, a la creencia en las propiedades ptimas de un sistema deprecios competitivo. El aumento del apoyo de los economistas a la regu-lacin gubernamental de las actividades econmicas se debe, por lo menosen parte, al desarrollo de la teora de las desarmonas entre los costosprivados y sociales y, en parte tambin, a las normas cada vez msrigurosas de desempeo econmico ptimo.

    Si fuera errneo negar la sustancial influencia de la teora econmicasobre las opiniones de poltica de los economistas, sera aun ms errneosugerir que las polticas derivan directa e inambigamente de la teorageneral. Nuestro primer ejemplo de libre comercio ser suficiente parailustrar la vaguedad de la conexin. Smith apoy el libre comercio porqueconsideraba que los aranceles desvan simplemente los recursos de mbitosms productivos a otros menos productivos, y la ausencia de unaexplicacin para las tasas de intercambio entre bienes nacionales einternacionales no le molestaba. Un siglo ms tarde, Sidgwick argument

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    que tericamente los aranceles solan ser beneficiosos para una nacin, peroque, "debido a la dificultad de garantizar en cualquier gobierno la suficientesabidura, fuerza y unidad de propsito para introducir la proteccin slo enla medida en que sea ventajoso para la comunidad", el gobernante debieraevitar los derechos aduaneros (Principles of Political Economy, Londres,1883, pp. 485-486). Si era la teora lo que guiaba a Sidgwick, sin duda fueuna teora de gobierno ms que una econmica.

    Hay una razn fundamental por la cual la teora no es, por reglageneral, coercitiva con respecto a las polticas que un seguidor de la mismadebe aceptar: diversas posiciones de poltica pueden apoyarse con frecuenciaen una misma teora. Las teoras presentan relaciones generales, y cul delas partes de una teora es decisiva en un contexto especfico es un asuntoemprico. Consideremos la doctrina del fondo de salarios, si se me permitereferirme a ella sin su prefijo casi inseparable, la mala reputacin. Estateora sostena que en el corto plazo haba un monto relativamente fijodestinado al pago de salarios, y que si un grupo obtena salarios ms altos,otros grupos obtendran salarios ms bajos o quedaran desempleados. Porconsiguiente, si un grupo particular de trabajadores formaba un sindicato ylograba aumentar sus salarios, otros trabajadores deberan soportar la carga,y numerosos discpulos de esta doctrina aceptaron esta visin de poltica.(Por ejemplo, J. E. Cairnes, Some Leading Principles of PoliticalEconomy, Londres, 1873, pp. 258-260.) Pero John Stuart Mill podaargumentar, en una direccin totalmente contraria, que dado que la mayorade los trabajadores se encontrara a un nivel de subsistencia, a lo ms elsindicato exitoso infligira daos de corto plazo sobre otros trabajadores, entanto que su mayor ingreso poda ser permanente (Principles of PoliticalEconomy, Ashley, ed., Londres, 1929, p. 402). Y, obviamente, es materiade investigacin cuantitativa determinar si los costos de corto plazo sonmayores que los beneficios permanentes.

    Lo que es vlido para la doctrina del fondo de salarios tambin lo espara otras teoras: una pregunta emprica siempre insiste en entrometerseentre la doctrina formal y su aplicacin concreta. El hecho verdaderamentenotable no es que los economistas que aceptan las mismas teoras difieranalgunas veces en cuanto a las polticas, sino que difieran en tan pocasocasiones. El amplio consenso en un momento dado cualquiera proviene,sospecho, de una aceptacin tcita por parte de la mayora de loseconomistas de los propios supuestos empricos implcitos. Todos loseconomistas clsicos aceptaron como un hecho la creencia de que losasalariados no ahorraran, aunque no tenan pruebas al respecto. Todos loseconomistas modernos creen que jams se encontrarn con la paradoja de

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    tributacin de Edgeworth, aunque tampoco tienen evidencia. Loseconomistas de todos los tiempos aceptan la universalidad de las curvas dedemanda negativas, y lo hacen sin buscar seriamente una evidencia empricacontraria.

    Sin duda, estos consensos empricos por lo general han sidocorrectos: se puede llegar a conocer una cosa sin un estudio sofisticado. Laverdad es anterior a las estadsticas modernas. Sin embargo, ha habidogeneraciones de economistas que tambin han credo que, a la larga, losretornos decrecientes triunfarn inevitablemente sobre el progreso tecno-lgico en la agricultura, una nocin que tranquilamente se ha ignorado enlos ltimos cien aos de historia agrcola.

    Una segunda y menos importante fuente de la vaga conexin entreteora y poltica ha sido la dificultad de traducir la teora en recomendacionesde poltica, debido a consideraciones prcticas o de administracin. Eleconomista evita sacar conclusiones de poltica porque la puesta en prcticade stas impondra enormes costos sociales o administrativos. Millrechazaba el impuesto a la renta debido a la carga inquisitoria con que stegrava a los contribuyentes; uno hubiese pensado que l recordara que unainquisicin anterior haba sido bienvenida en Espaa. Por lo menos durantecien aos los economistas han recomendado avanzar gradualmente hacia ellibre comercio, a lo largo de un perodo de cinco aos, de modo de facilitarla transicin, y si el proteccionismo aumenta el lapso suele extenderse. Amenudo me he preguntado por qu consideramos necesario decir a unalcohlico que no reduzca su hbito de beber demasiado rpido.

    Una tercera y afortunadamente poco frecuente razn para separar lateora de la poltica es una enorme incoherencia, generalmente provenientede esa gran fuente de incoherencia del hombre inteligente: un coraznsensible. Marshall comprob en forma muy poco convincente, debodecir que la doctrina del excedente del consumidor nos induca a gravar losbienes necesarios en lugar de los suntuarios (Alfred Marshall, Principles ofPolitical Economy, 8 edicin, Londres, 1920, p. 467). La idea fueexpuesta en una nota a pie de pgina puesto que pasaba por alto la capacidadde pagar. Los argumentos econmicos en contra de legislaciones de salariomnimo han sido usualmente refutados sobre la base de la necesidad de losms pobres de contar con ingresos mayores.

    Sin embargo, la verdadera fuente de nuestros problemas ha sido laambigedad esencial de los sistemas tericos generales en lo que dicerelacin con las recomendaciones de polticas en asuntos pblicos. En tantoun economista competente pueda inclinar la teora existente hacia uno uotro lado en muchas controversias pblicas sin violar las reglas del trabajo

  • EL ECONOMISTA Y EL ESTADO 177

    profesional, la voz del economista debe ser un susurro en las salaslegislativas.

    IV

    El papel econmico del Estado ha sido capaz de mantener la atencinde los estudiosos por ms de dos siglos sin suscitar su curiosidad. Estejuicio, en el sentido de que el debate perenne se ha negado a abandonar elterreno del discurso abstracto, es verdadero, creo, en el campo de la literaturacontinental como tambin de la literatura inglesa y norteamericana. Loseconomistas se han negado tanto a abandonar definitivamente el problemacomo a trabajar con l.

    Por qu no se han investigado los efectos de los organismosfiscalizadores sobre precios y tarifas, incluso al costo de una reduccin del1% de la literatura respecto de cmo valorar los activos para el propsito defijar tarifas? Por qu no se ha determinado el impacto de las actividades debienestar sobre la distribucin del ingreso en una importante gama de dichasactividades, incluso al costo de una reduccin del 1% en las denuncias deinvasin de la libertad personal? Por qu no se ha apreciado el grado dexito de los gobiernos en los intentos de igualar los costos privados ysociales, incluso al costo de una reduccin del 1% de la literatura sobre elexcedente del consumidor? Por qu nos hemos conformado con dejar losasuntos de poltica sin estudiar?

    Esta interrogante, formulada de varias maneras, puede considerarsecomo una demanda ya sea por una teora formal de la accin estatal o por unconjunto de estudios empricos sobre las ventajas comparativas del controlpblico y privado.

    Consideremos primero el control sobre la vida econmica como unproblema terico formal. Por qu no tenemos una teora que nos gue en ladeterminacin de las reas de ventaja comparativa de la empresa privada nocontrolada, la empresa privada competitiva, las regulaciones pblicas, elfuncionamiento pblico y las otras formas de organizacin econmica? Unateora tal puede predecir la manera en la cual el Estado conducir varias delas actividades econmicas, tales como proteger a los consumidores de losmonopolios o fraudes, asistir a las industrias o sectores con problemas oestimular la invencin. La teora podra producir reglas como las siguientes:un sistema competitivo es superior al introducir nuevos productos, o laempresa pblica es superior cuando existen varias partes involucradas en

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    una sola transaccin. Que no lo hayamos hecho, pienso, puede deberse ados dificultades.

    La primera dificultad es que el tema del control pblico se enfocabaconstantemente desde distintos ngulos: un ao era la relacin entretrabajadores y empleadores; el ao siguiente, la compensacin a losarrendatarios por mejoras en los campos; el ao subsiguiente, el control delas tarifas de ferrocarriles. En un momento dado cualquiera, slo unas pocasreas de la vida econmica eran objeto de serias controversias: la mayora delas actividades econmicas pblicas o privadas no se debatan. La formu-lacin de una sola teora que guiase a la sociedad en el manejo de estosnumerosos y cambiantes problemas era, quizs, una abstraccin demasiadogrande para motivar esfuerzos serios al respecto.

    Es ms, y esto constituye la segunda dificultad, el enfoque habitualde los economistas no es claramente apropiado. El comportamientomaximizador, con las satisfacciones y obstculos habituales del anlisiseconmico, no parece resultar directamente aplicable al problema. Loslmites de la competencia del Estado, y las reas de su superioridad sobre laaccin privada controlada de variadas maneras, son difciles de abarcar dentrode un sistema terico coherente.

    En suma, puede que la teora de polticas pblicas sea una teoradifcil de trazar, pero hasta que no hayamos intentado trazarla incluso estaopinin es incierta.

    Sin embargo, una teora apropiada del control social de la vidaeconmica no era esencial para el estudio profesional de cursos de accinpblicos: no podra el economista realizar estudios empricos de los efectosque tienen las diferentes maneras de encarar los problemas especficos? ElEstado regula el uso de las maquinarias en las industrias: reduce esto enforma considerable los accidentes? El Estado reglament el transporte deemigrantes de Inglaterra e Irlanda al Nuevo Mundo: qu lograron dichasregulaciones? Miles de precios han sido controlados: fueron stos msbajos o ms estables que los precios no controlados? Las respuestasempricas habran contribuido, obviamente, tanto al desarrollo de polticaspblicas como al de una teora general de economa pblica y privada.

    Debemos hacer un alto en este punto, no sin avergonzarnos, paraadvertir que podramos exigir estudios empricos tanto en reas tradicionalesde la economa como en los mbitos que pertenecen en parte a la economay en parte a la ciencia poltica. Supongo que no nos debe sorprender quesepamos poco sobre los efectos de las regulaciones estatales cuandosabemos poco, asimismo, sobre cmo se comportan los oligopolistas. Lateora de Marshall de que las diferencias entre los precios y las ganancias de

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    corto y largo plazo se encuentran determinadas por la distinta reaccin de laoferta en el corto y largo plazo, cumpli 75 aos en 1964. A pesar de suinmensa influencia, esta teora an requiere cabal comprobacin emprica.Si componentes tan bsicos de la teora econmica moderna no han sidosometidos a una comprobacin cuantitativa, no resulta sorprendente quenuestras leyes antimonopolio, nuestras regulaciones sobre el transporte decarga y las inversiones de las compaas de seguros hayan escapado a talescomprobaciones.

    Con todo, ha habido una diferencia. Durante generaciones se hanrealizado pruebas empricas de teoras econmicas, y con mayor frecuencia ydiligencia que las que encontramos en el rea de los experimentos sociales.Ya en el ao 1863 Jevons haba establecido la importante cada del valor deloro como consecuencia de los descubrimientos de ese metal en California yAustralia: fue de 26% por un perodo de 13 aos, 1849-1862. Sin embargo,en los estudios de controles estatales de la poca no se encuentran taldiligencia e ingenio. Medio siglo ms tarde Henry Moore calculaba curvasde demanda estadsticas; una vez ms el estudio de los efectos de laspolticas pblicas estaba retrasado.

    Nos encontramos ahora de lleno en la era de la cuantificacin.Estamos armados con un abultado arsenal de tcnicas de anlisiscuantitativo y con un poder si se le compara con el sentido comn noentrenado comparable al que tuvo lugar cuando se reemplazaron losarqueros por los caones. Pero esto es ms una consecuencia que una causade un desarrollo ms bsico: el deseo de medir los fenmenos econmicosse encuentra en aumento. El que uno por lo menos debe establecer rdenesde magnitud y, preferentemente, determinar con precisin aceptable losverdaderos rasgos de las funciones econmicas se est transformando en laclusula bsica de trabajo y de fe del economista moderno.

    El aumento de las apreciaciones empricas de las relacioneseconmicas, ntese, no surgi como respuesta a la crtica de la teoraformal por parte de la Escuela Historicista Alemana, ni tampoco comorespuesta a las denuncias de la teora por parte de los institucionalistasnorteamericanos. Su avance ha sido paulatino, a l han contribuido losdesarrollos anteriores de ciertas ciencias naturales y, sobre todo, el xito delos pioneros del mtodo cuantitativo: los Jevons, los Mitchell, los Moore,los Fisher.

    Es una revolucin cientfica de enorme magnitud; de hecho,considero que las as llamadas revoluciones tericas de un Ricardo, unJevons o un Keynes constituyen revisiones menores si se las compara conlas implicancias enormes de la creciente insistencia en la cuantificacin.

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    Estoy convencido de que finalmente la economa se encuentra en el umbralde su edad dorada: hemos dado, incluso, un paso a travs de la puerta.

    La revolucin en nuestro pensamiento ha comenzado a llegar a laspolticas pblicas y pronto nos har demandas irresistibles. Resultarinconcebible que los requerimientos de margen de los mercados de valores sealteren una vez al ao sin saber si tienen algn efecto modesto. Serimposible que un sistema de cuotas de importacin evada los clculos debeneficios y costos. Pasarn a ser ocasiones para recordar con divertidanostalgia aquellas en que los argumentos para el desempeo privado ypblico de una actividad econmica dada se basen en la ancdota, laseconomas externas, o recurriendo a un teorema sobre la competenciaperfecta.

    Esto es profeca, no sermn. Por ms de un siglo han escuchadosabios consejos acerca de qu estudiar y cmo estudiarlo mejor. De haberseguido estos consejos, habran conseguido casi nada, pero habran trabajadoen una gama enorme de temas y con un sorprendente conjunto de enfoques.Afortunadamente hemos aprendido que no obstante tales consejos son casiinevitables en ocasiones como la del retiro de un funcionario de unasociedad profesional, slo vale la pena escucharlos cuando se encuentranavalados por ejemplos que han tenido xito. No tengo por qu creer queustedes dejaron su realismo en casa esta tarde, y lo respetar. No sostengoque debamos realizar los estudios que yo anhelo, sino que ninguno puederetardar el desarrollo de stos.

    Quisiera, por ltimo, regocijarme maliciosamente con lasplacenteras perspectivas de nuestra disciplina. Que somos buenos tericosno est en discusin: durante doscientos aos nuestro sistema analtico haavanzado en precisin, claridad y generalidad, aunque no siempre en lucidez.La evidencia histrica de que nos estamos convirtiendo en buenostrabajadores empricos es menos amplia, pero el ltimo medio siglo de laeconoma certifica el enorme aumento de poder, preocupacin y coraje denuestros investigadores cuantitativos. Nuestros estudios tericos yempricos abordarn, inevitable e irresistiblemente, el tema de las polticaspblicas, y deberemos desarrollar un cuerpo de conocimiento esencial parauna formulacin inteligente de las polticas pblicas. Y luego, francamente,espero que nos convirtamos en los ornamentos de la sociedad democrticacuyas opiniones sobre poltica econmica prevalecern.