el ejército y la obediencia

6
EL EJÉRCITO Y LA OBEDIENCIA por Julius Evola Es posible pensar que hoy en día el ejército sea la única institución en la cual aun se conservan algunos de los valores superiores pertenecientes a un mundo ya pasado, los cuales, luego del advenimiento de la sociedad burguesa y democrática, se encuentran en vías de disolución. Así pues no resulta asombroso que, simultáneamente con el “progreso”, desde varios sectores y de múltiples maneras se traten de rechazar los principios fundamentales y el espíritu que constituyen el fundamento del ejército. Aquello que en la ética del honor y del deber del soldado hasta ayer aparecía como algo claro y natural, hoy en día se tiende a ponerlo en discusión influenciando en todas las maneras posibles a la opinión pública por medio de escritos, películas y novelas. Así pues hoy en día vemos que mientras por un lado se avanza en la pretensión y en la ideología de los denominados “objetores de conciencia”, con un trasfondo humanitario-pacifista y derrotista, por el otro se impugna abiertamente el principio de la disciplina y de la obediencia militar. Se pretende que el soldado no tenga más que obedecer simplemente y que cumplir impersonalmente con su deber, sino que tenga el derecho de discutir, de juzgar al que manda, de sustentar un criterio propio individual por encima de la autoridad a la cual se encuentra sometido. Tal como se sabe, este último punto ha sido la bisagra con la que se sustentó la famosa ideología de Nüremberg, de esta macabra farsa jurídica sin precedentes, mezcla de hipocresía, de prepotencia y de fanatismo. El vencedor, en vez de respetar al adversario al cual no lo había favorecido la suerte de las armas, tal como siempre había sido el código de honor de las mejores tradiciones militares, se ha transformado en un juez, arrogándose una autoridad que trasciende a la de cualquier Estado, pretendiendo así de hacer valer incluso retrospectivamente y para toda la humanidad sus propios dictámenes. Así es como se ha fabricado e impuesto un código de los denominados deberes humanos que todo soldado estaría obligado a seguir ante todo, teniendo no el derecho sino el deber de no obedecer y de rebelarse cuando él reputara, de acuerdo a su criterio personal, de tener que hacerlo. Naturalmente que esto significa hacer saltar por el aire el mismo principio de toda autoridad y de cualquier disciplina y quitarle al

Upload: usarsan

Post on 17-Nov-2015

6 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

Evola sobre el Ejercito

TRANSCRIPT

EL EJRCITO Y LA OBEDIENCIA por Julius Evola Es posible pensar que hoy en da el ejrcito sea la nica institucin en la cual aun se conservan algunos de los valores superiores pertenecientes a un mundo ya pasado, los cuales, luego del advenimiento de la sociedad burguesa y democrtica, se encuentran en vas de disolucin. As pues no resulta asombroso que, simultneamente con el progreso, desde varios sectores y de mltiples maneras se traten de rechazar los principios fundamentales y el espritu que constituyen el fundamento del ejrcito.Aquello que en la tica del honor y del deber del soldado hasta ayer apareca como algo claro y natural, hoy en da se tiende a ponerlo en discusin influenciando en todas las maneras posibles a la opinin pblica por medio de escritos, pelculas y novelas. As pues hoy en da vemos que mientras por un lado se avanza en la pretensin y en la ideologa de los denominados objetores de conciencia, con un trasfondo humanitario-pacifista y derrotista, por el otro se impugna abiertamente el principio de la disciplina y de la obediencia militar. Se pretende que el soldado no tenga ms que obedecer simplemente y que cumplir impersonalmente con su deber, sino que tenga el derecho de discutir, de juzgar al que manda, de sustentar un criterio propio individual por encima de la autoridad a la cual se encuentra sometido.Tal como se sabe, este ltimo punto ha sido la bisagra con la que se sustent la famosaideologa de Nremberg, de esta macabra farsa jurdica sin precedentes, mezcla de hipocresa, de prepotencia y de fanatismo. El vencedor, en vez de respetar al adversario al cual no lo haba favorecido la suerte de las armas, tal como siempre haba sido el cdigo de honor de las mejores tradiciones militares, se ha transformado en un juez, arrogndose una autoridad que trasciende a la de cualquier Estado, pretendiendo as de hacer valer incluso retrospectivamente y para toda la humanidad sus propios dictmenes. As es como se ha fabricado e impuesto un cdigo de los denominados deberes humanos que todo soldado estara obligado a seguir ante todo, teniendo no el derecho sino el deber de no obedecer y de rebelarse cuando l reputara, de acuerdo a su criterio personal, de tener que hacerlo.Naturalmente que esto significa hacer saltar por el aire el mismo principio de toda autoridad y de cualquier disciplina y quitarle al ejrcito su espina dorsal. Con mucha razn se ha resaltado la relacin que existe entre una tal ideologa y el protestantismo anglosajn, dado que la primera refleja todo lo que ha sido propio, en el campo religioso, de la Reforma: con el protestantismo el sujeto ha rechazado la autoridad positiva de la Iglesia, ha constituido la propia conciencia de individuo como juez supremo en materia de fe, presumiendo poder estar inspirado directamente desde lo alto. Naturalmente que la anarqua de las diferentes sectas y confesiones contrastantes y rivales ha sido, en el rea protestante, la consecuencia de todo ello. En el caso del soldado, de acuerdo a laideologa de Nrembergse tiene algo anlogo. Ms propiamente retorna tambin el denominadoiusnaturalismo, la oposicin entre el derecho natural y el derecho positivo, imaginando para el primero un conjunto de valores que seran evidentes en s mismos, reconocidos por parte de todo el gnero humano, y que tendran un carcter verdaderamente moral y hasta divino: mientras que el derecho positivo sera tan slo el creado ocasionalmente por el hombre y los Estados, quedando privado de cualquier validez moral intrnseca.No es necesario decir que sta es una mera ficcin, puesto que el presunto derecho natural no ha sido nunca demostrado por nadie y precisado en trminos unvocos: sus principios aparecen como mutables, varan de acuerdo a los pueblos y las pocas. Baste hacer mencin que en el mundo antiguo el derecho natural aceptaba la esclavitud, la cual naturalmente el derecho natural de los tiempos sucesivos ha rechazado con horror.Lo mismo puede decirse respecto de estros presuntos valores humanos de laideologa de Nrembergen nombre de los cuales el soldado y el oficial tendran eventualmente el deber de no obedecer, de rebelarse, de traicionar. De todo esto la nica consecuencia puede ser tan slo el arbitrio y la anarqua. En verdad, el tenue barniz jurdico y humanitario nos deja fcilmente ver de qu es lo que en realidad se ha tratado, cual es que por tal va se pueda difundir un peligrossimo fermento de desmoralizacin: todo soldado y todo oficial que hayan aprendido la leccin de Nremberg (en un maana puede incluso suceder con los vencedores de ayer) deberan prestar mucha atencin, pues en caso de derrota deberan esperarse ser arrastrados como criminales ante un farsesco tribunal extranjero que juzga en funcin de un concepto de humanidad fijado por su cuenta por parte del vencedor. (1)Pero prescindiendo de estas absurdidades, que adems de la hipocresa mantienen un cierto valor sintomtico, se debe reconocer en general la crisis a la cual la tica y las tradiciones militares son expuestas a travs del transformismo de los sistemas polticos. Puede decirse que la moral principal del soldado se resume en la antigua mxima delSachsenspiegel: Mi honor es mi fidelidad. La expresin ms tpica de tal orientacin quizs se la ha tenido, hasta ayer, en la tradicin prusiana, con su carcter casi asctico de una disciplina severa e impersonal: tan firme que pudo decirse que el oficial que haba jurado sobre su bandera y sobre su soberano no se perteneca ms a s mismo, de la misma manera que el monje que ha hecho voto de obediencia. No por nada en el mundo feudal la fidelidad tuvo el valor de un sacramento:sacramentum fidelitatis. No sin una cierta relacin con todo ello ms recientemente ha sido afirmado el principio de la apoliticidad o neutralidad del ejrcito: el soldado en cuanto tal no debe tener ideas polticas; debe simplemente servir al Estado en cuanto Estado (por supuesto que aqu se prescinde de las coyunturas extraordinarias en las cuales se imponen regmenes militares).Pero obviamente todo esto presupone una firme base, algo estable y superior, es decir el Estado segn su concepto tradicional. Todos los valores de honor, de lealtad y de disciplina de la profesin militar aparecen claros y obvios en el clima de un Estado monrquico y dinstico, no slo porque el soberano como jefe supremo del mismo tena una conexin directa, viva y personal con las fuerzas armadas, era el primero entre los soldados, sino tambin porque la soberana estaba encarnada en algo estable, continuo, sustrado a las ideologas y a los intereses de las partes. El ocaso del Estado tradicional debido a la revolucin burguesa del Tercer estado y al sistema parlamentario no pudo pues no implicar tambin un principio latente de incertidumbre para la misma tica militar.En efecto, en los Estados modernos, en los nuevos sistemas democrticos, en la cspide del Estado se encuentra el elemento civil, burgus o como se lo quiera llamar. ste es el que gobierna. Y ste es el que hace la poltica siguiendo la lnea impuesta por las coyunturas parlamentarias y por los partidos, por los humores de un electorado masificado y en mayor o menor medida maniobrado por influencias oscuras. El jefe del Estado es uno u otro Tipo sin un nombre y sin una tradicin, sin un especial carisma, es simplemente un funcionario que ocupa una oficina durante un tiempo limitado. As pues el vrtice, o centro natural de gravitacin, ya no existe ms. Nos hallamos en un clima de contingencia y de mutabilidad, esto es, lo opuesto exacto a lo que es el Estado, el que significa por su mismo nombre algo estable. Y el ejrcito se encuentra en un cierto modo desorientado; no ve ms reflejarse sobre el plano superior, poltico, aquellos principios de autoridad y de jerarqua que le son intrnsecos; se convierte en un instrumento de burgueses politiqueros, los cuales lo usan en los casos de una triste necesidad, puesto que a la democratizacin del Estado le hace de contraparte justamente la ideologa humanitaria, la cual tiene muy poca simpata por los valores guerreros; a las virtudes heroicas y viriles ella tiende a sustituirle las cvicas de la vida pacfica y hedonista, con las artes y las ciencias, las conquistas sociales y materiales en primer plano cuales expresiones de la verdadera civilizacin. Cuanto ms se recurre a la retrica de la defensa de la Patria y cosas similares, avergonzndose de hablar de la guerra de otra manera que no sea como defensa de una agresin. En relacin con esto debe notarse el cambio significativo que en Italia tuvo la designacin Ministerio de Guerra por el de Ministerio de Defensa: quizs en la idea de la eficacia mgica de esta designacin puesto que, evidentemente, si todos se defienden y nadie ataca, la guerra desaparecera en forma automtica del mundo entero, lo cual por otra parte ha significado una simple utopa pues no solamente la guerra no ha desaparecido, sino que las mismas se han hecho cada vez ms encarnizadas y sanguinarias.Aparte de las ms recientes ideologas en contra del ejrcito, hasta arribar a las objeciones de conciencia, el suelo permanece minado justamente a causa de tal sistema, y se debe reconocer que lamentablemente luego de tales modificaciones las cosas para el ejrcito, para el oficial y para el soldado, dejan de resultar claras y evidentes como lo eran en otros tiempos. Como consecuencia de la inexistencia de quien encarne el vrtice estable del Estado como soberano y alto exponente de una verdadera, superior e inobjetable autoridad, vinculado orgnicamente con el ejrcito, antes que con cualquier otra institucin o cuerpo, y de crearse por lo tanto un vaco en lugar de aquel vrtice en los regmenes de tipo burgus y democrtico, pueden producirse fenmenos lamentables. Uno de stos es la emancipacin anrquica del mismo ejrcito, como en los mltiples casos de pronunciamientos o golpes recurrentes por parte de generales u otros jefes militares, que realizan efmeras revoluciones sin lograr crear un orden nuevo, tal como sucede generalmente en Amrica Latina (2) (tal como se ha ya mencionado, resulta una excepcin cuando se impone un rgimen militar en situaciones de emergencia).Pero en la situacin mencionada pueden tambin presentarse casos en los cuales el principio de fidelidad jurada se convierte en problemtico por razones sumamente diferentes de las derrotistas y anrquicas antes mencionadas. Uno de estos casos se lo tiene cuando, en lo alto, en la esfera puramente poltica, se caiga en la traicin. La fidelidad no puede pues no ser puesta en discusin por parte del que obedece, cuando aquel que de la fidelidad y del honor debera dar el ejemplo ms algo viene a menos. As ayer partes del ejrcito francs se haban considerado libres del vnculo de fidelidad militar ante De Gaulle cuando ste se apart de los principios en el caso de la sublevacin de Argel. Algo anlogo pudo acontecer ayer entre nosotros en las muy notorias contingencias (3).Sin embargo es claro que se trata aqu de casos-lmite. Los mismos no pueden ser sustentados por parte de quien trata de socavar las bases sobre las que se apoyan la consistencia del ejrcito y su mejor tradicin: o en nombre de una deletrea ideologa, o tambin, en muchos otros casos, actuando en razn de fines subversivos precisos pero no declarados.En efecto, si nos referimos a Italia, si bien la tradicin militar italiana no tenga races tan profundas como las tuvieron otras naciones a raz de una ms larga historia y de una ms adecuada estructura poltica, el ejrcito es la nica fuerza sobre la cual quizs se puede contar, sobre el cual se pueda apoyar en eventuales horas decisivas. La disolucin democrtica interna, la claudicacin ante las fuerzas de la Izquierda parece hoy tener en Italia un tal ritmo, que aquellas horas bien podran avecinarse. Y si las fuerzas polticas de una verdadera Derecha que aun defienden un ms alto ideal del Estado tuviesen, en aquel momento, que buscar un aliado, probablemente podrn hallarlo tan slo en el ejrcito: en un ejrcito que resista contra las influencias disgregadoras de las cuales hemos hablado, y restituya el antiguo prestigio a la profesin de las armas.(deIl Conciliatore, abril de 1973)(1) Lamentablemente nuestros militares argentinos no leyeron en su momento tales premonitorias indicaciones, sino que con una ingenuidad absoluta entregaron el poder a los polticos democrticos, quienes seran ms tarde los encargados de juzgarlos y condenarlos como en Nremberg.(2) Afirmacin realmente acertada en lo relativo a nuestro pas en donde los pretendidos golpes de estado, lejos de significar revoluciones que restauraran el perdido principio antidemocrtico de autoridad, significaron intentos de correccin de tal sistema caduco, con las consecuencias nefastas vividas luego por los mismos militares. Por lo tanto los mismos no fueron sino efectos de una subversin previa acontecida.(3) Se refiere aqu a lo acontecido con el gobierno italiano en 1943 cuando su monarca traicion los compromisos pactados por su aliado de ayer pasndose de manera traicionera al bando de los enemigos. En tal caso muchos militares italianos se sintieron liberados del vnculo de fidelidad.