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Patrick Suppes El estudio de las revoluciones científicas: teoría y metodología La naturaleza de las revoluciones científicas se ha converti- do en un tema de moda tanto en la historia como en la filosofia de la ciencia. En este ensayo nointentaré reseñar las múltiples controversias que han llenado la literatura de la liltima década. Mi propósito es tratar de tomar una perspectiva más amplia con respecto a cuál tendría que ser el papel propio de la filosofia en el estudio de las revoluciones científicas. Lo que tengo que decir es ciertamente tentativo, y muchas de las ideas serán probablemente consideradas erróneas por un buen número de mis colegas. Esto no lo digo a manera de una excusa prelimi- nar,sinosimplementecomounapredicción. Estoy, desde luego, preparado a defender lo que tengo que decir, pero con- sidero el estudio de estas cuestiones aun tan tentativo e inma- duro, que estar completamente cierto de la corrección de mis ideas sería demasiado dogmático para mi posición escéptica y empírica con respecto a la filosofia, la historia y la ciencia. Hay dos divisiones naturales desde el punto de vista desde el cual yo abordo la cuestión: una es la consideración de la teoría de las revoluciones científicas y la otra es la metodología para evaluar la corrección empírica de dichas teorías. Al decir algo sobre estas cuestiones no trataré de hacer vigorosos es- fuerzos por separar la filosofía de otras disciplinas que pueden tratar los mismos problemas. Teoría . La teoria de las revoluciones científicas me parece a que se divide a su vez naturalmente en tres partes: la primera parte 295

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Patrick Suppes

El estudio de las revoluciones científicas: teoría y metodología

La naturaleza de las revoluciones científicas se ha converti- do en un tema de moda tanto en la historia como en la filosofia de la ciencia. En este ensayo no intentaré reseñar las múltiples controversias que han llenado la literatura de la liltima década. Mi propósito es tratar de tomar una perspectiva más amplia con respecto a cuál tendría que ser el papel propio de la filosofia en el estudio de las revoluciones científicas. Lo que tengo que decir es ciertamente tentativo, y muchas de las ideas serán probablemente consideradas erróneas por un buen número de mis colegas. Esto no lo digo a manera de una excusa prelimi- nar, sino simplemente como una predicción. Estoy, desde luego, preparado a defender lo que tengo que decir, pero con- sidero el estudio de estas cuestiones aun tan tentativo e inma- duro, que estar completamente cierto de la corrección de m i s ideas sería demasiado dogmático para mi posición escéptica y empírica con respecto a la filosofia, la historia y la ciencia.

Hay dos divisiones naturales desde el punto de vista desde el cual y o abordo la cuestión: una es la consideración de la teoría de las revoluciones científicas y la otra es la metodología para evaluar la corrección empírica de dichas teorías. Al decir algo sobre estas cuestiones no trataré de hacer vigorosos es- fuerzos por separar la filosofía de otras disciplinas que pueden tratar los mismos problemas.

Teoría

. La teoria de l a s revoluciones científicas me parece a mí que se divide a su vez naturalmente en tres partes: la primera parte

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La Filosofía y Las Revoluciones Científicas: Teoría y Praxis. México: Editorial Grijalbo, SA, 1979, pp. 295-306.
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es simplemente la descripción de la estructura de la ciencia durante el periodo en el que tuvo lugar una supuesta revolu- ci&; la segunda parte trata de la cinemática de la supuesta revolución, ¿cuál es Ia descripción adecuada de los cambios que tuvieron lugar?, ¿cómo podemos describir tales cambios?, y, ¿podemos hablar significativamente de ellos como continuos o discretos en su carácter? La tercera parte tiene que ver con la dinámica de la revolución; aquí lo que se busca son las causas y especialmente una teoría de las causas de tales revoluciones.

Est lwctu ra

Consideremos la historia de la geometría como un ejemplo de los problemas que supone contar con una teoría adecuada de la estructura. Dado lo exiguo de los textos, podemos tal vez percatarnos en términos realistas de la posibilidad de describir el estado de la geometria, en tanto que disciplina matemática o científica, en el año 200 A. c. en el mundo helénico de Alejan- dría, Rodas, Siracusa y algunos otros lugares. Incluso entonces, hasta donde y o puedo ver, la teoría de lo que ha de ser consi- derado como esencial en esa estructura y lo que ha de ser considerado como accidental o sin importancia, no está clara- mente formulada en ningún sitio. Más aún, hay dificultades que no son fáciles de resolver al caracterizar la estructura; por ejemplo, iqué tanto peso relativo debemos atribuir a los mé- todos de prueba que eran usados, comparados con la profun- didad de los resultados matemáticos que se obtenían?

Cuando nos movemos al través d e los siglos hacia l a s múi- tiples formulaciones rigurosds de la geometría dadas a fines del s~glo xlx, con el trabajo de Hilberr frecuentemente tomado corno ejemplo paradigmático, yo por lo menos encuentro mu- cho más enrededado el caracterizar lo que ha de considerarse como la estructura de ia ciencia de la geometría. /Son los ngu- rosos mOtodos axiomáticos de Hilbert el rasgo más impor- tante, o, es el punto de vista de teoria de los grupos de Klcln más fundamental? Más alin, esto n o es más que preguntar la cuestirjn más prtmltiva y elemental. Una estructura, como or- dinarlamente pensamos e n ella, n o queda propiamente cdrac- terizada al enlistar simplemente sus principales rasgos, slno mis bien ai decir cómo se relacmnan y entrelazan esos rasgos.

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Podemos hablar con na precisión acersa de la estructura de la geometría euclidea en un sentido abstracto, pero ¿po- demos hablar en una forma razonablemente significativa acerca de la estructura de la geometria en tanto que una disciplina científica a finales del siglo XIX? Lo que he dicho acerca de la geometría me parece que se aplica también a cualquier otra disciplina científica importante que consideremos, desde la as- eronomía hasta la zoologia.

ka base del problema o, para decirlo, en otra forma, la ra- z6n de la ausencia de una teoria sustantiva de la estructura es similar, me parece, a la de la ausencia de cualquier teoría sis- temática de la estructura para casi todos los fenómenos históri- cos de interés humano. De la misma manera como podemos cuestionar lo que quiere decirse con la estructura de una disci- plina científica en un tiempo dado, podemos preguntar acerca de la estructura de una sociedad, la estructura de un mercado, la estructura de una campaíia militar. En aquellos casos que han sido considerados como de gran inter& histbrico, es justo decir que el concepto de estructura que se impone es rudi- mentario a lo más y muy a menudo se le deja a un nivel com- pletamente impresionista . La raz6n de esto resulta clara: sim- plemente aún no hemos desarrollado abstracciones adecuadas para suministrar la base para una teoria seria de la estructura.

Es posible replicar a mis severas censuras al concepto de estructura diciendo que lo que sucede es que se le ha im- puesto un esthndar irrazonable, pero es importante reconocer que en ese caso hay una diferencia radical entre lo que debié- ramos esperar lograr en una parte dada de la ciencia misma, como por ejemplo, en el estudio de la estructura del átomo, o la estructura del sistema solar, y lo que tenemos como nuestras ambiciones intelectuales acerca de la estructura de las revolu- ciones científicas. Si se sostiene la tesis de que la teoría de la estructura de dichas revoluciones no puede elevarse por en- cima del presente estado impresionista de la mesti&, enton- ces la teoría de tales revoluciones quedará restringida a una idea romántica de lo que puede considerarse como el más alto producto de nuestra actividad intelectual en tanto que seres humanos.

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Cinemática

Resulta difícil entender cómo pueda desarrollarse una teo- ría de la cinemática o del cambio si no se cuenta con una teoría de la estructura. La teoria cinemática de las revoluciones cien- tíficas se encuentra en un estado aún más primitivo que la teo- ría de su estructura. Es difícil pensar siquiera en un problema científico no trivial que haya sido ya planteado acerca de di- chos cambios. ¿En dónde, efectivamente, puede. encontrarse una teoría comprobable o una hipótesis del cambio para alguna rama de la ciencia?

Consideremos algynas preguntas típicas que surgen en la cinemática de una amplia variedad de fenómenos naturales e indaguemos si esas preguntas pueden transformarse en pro- gramas de investigación significativas para la cinemática de las revoluciones científicas. Un tipo de pregunta clásica es la de si el cambio es continuo o discontinuo. El postulado conservador de la mayor parte de la fisica clásica, por ejemplo, es que el cambio es continuo. Em el'caso de la mecánica clásica, el requi- sito adicional que se impondría sería que las trayectorias de las partículas no son meramente continuos sino doblemente dife- renciables, en cuanto a sus partes. En la teoría browniana del movimiento, tenemos al final el resultado de que las trayecto- rias de las partículas son continuas aunque casi en ningiin punto diferenciables. Por otro lado, en la mecánica cuántica se expresó un cambio fundamental de actitud en el descubri- miento de que las transiciones entre estados de energía de los átomos eran discontinuos y discretos en lugar de continuos. En la psicología contemporánea del aprendizaje la teoría ha con- sistido en un estudio intenso de varias clases de aprendizaje, algunos de los cuales kan sido caracterizados como de carácter continuo y otros como discretos o ambos-o-ninguno. Las dife- rentes asunciones tebricas que condujeron a estas predicciones cinemáticas diferentes han sido expuestas en todo su detalle.

Podría decirse que estas comparaciones no son* razonables y que carecen de garantia. Podría sostenerse que sin duda es absurdo simplemente e1 distinguir entre trayectorias de cam- bio continuas diferenciables y no diferenciables para las revo- luciones cientificas. Estoy de acuerdo con esto, pero el ejem- plo tomado de la psicología ìlustra la clase de trabajo teórico que puede permitirnos discriminar entre nuestras ideas intuiti-

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vas de fenbmenos continuos por contraposición a fenómenos discontinuos. En el caso de los ejemplos de aprendizaje, los principales estudios tratan acerca de experimentos que consis- ten en ensayos discretos y no hay ninguna noción precisa de diferenciabilidad directamente definible para los fenómenos. Por otra parte, pueden formularse y dárseles una expresión exacta, hipótesis muy claras y mutuamente contradictorias acerca de la naturaleza del'aprendizaje. Aun entonces, podría decirse, el ejemplo no es apropiado ya que el estudio de fe- nómenos históricos no puede esperar lograr la precisión o de- finitividad cuantitativa de las ciencias experimentales desarro- lladas.

Pero, refugiarse en el carácter no experimental de los fe- nómenos históricos no es refugio de ninguna especie, ya que por muchos siglos la ciencia más exacra, esto es, la astronomia, era y es de carácter no experimental.

En términos más bien breves y superficiales puede resultar h i1 hacer una comparación de una teoría cinemática impor- tante, pero estructuralmente simple, de fenómenos históricos. Tengo en mente los datos acerca del incremento moderno de

i discusión esti tomada de McKeown (1976). McKeown ofrece estimaciones aproximadas del incremento moderno de la población de la siguiente manera: hacia 1750 se estima que la población mundial debe haber sido de 750 mi-

- llones; hacia 1830 era un billón, dos billones en 1930, tres billones en 1960 y cuatro billones en 1975. Con estos datos puntuales podemos fijar una función no lineal notablemente simple y la teoría cinemática consiste en estudiar cuidadosa- mente cuáles funciones se adecuan mejor a los datos. El ejem- plo que he citado es bastante burdo; hay estimaciones de po- blación mucho más exactas para los años más recientes y tam- bién para países particulares. En cada caso, el problema cine- mátiso que surge en primer termino es el de fijar una función a los datos que tenga un número reducido de parámetros. Para esta clase de datos el problema es bastante sencillo; sin em- bargo, el problema cinemático con el que se enfrentó Kepler no lo era, como tampoco lo fue para los astrónomos helénicos antiguos, especialmente si consideramos, como se hace hoy en día, que la teoría de los epiciclos es una teoría cinemática del movimiento de los planetas.

Uno, de los problemas acerca de la cinemática de las revo-

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luciones cientificas que se ara mi interesante, aunque tal vea no lo fuese para mu otros filósofos o historiadores, seria el análisis de la fre cia de publicación acerca de un

a Io brgo del periodo de una revolución. se distribuyen estas publicaciones, tienen

una forma matemática muy similar, casi como si fuese una ca- racteristica universal de las revoluciones cientificas, por lo me- nos en el contexto de la ciencia desde 18QQ?, Q <se encontra- rán funciones de frecuencia bastante diferentes! mis colegas interesados en la historia de la ciencia y sus rela- ciones con la filosofia de la ciencia no tienen verdadero gusto por tales cuestiones cuantitativas, ero esto, me parece, se debe principalmente al hecho de que no están interesados en abordar su materia de una manera cientifica.

El ejemplo de la poblacibn previamente citado, suministra un buen punto de partida para iniciar la discusión de la dinå- mica. Muchos de entre nosotros estamos alarmados con el cre- cimiento no lineal de la poblacibn durante los liltimos cien anos, pero es de mucho mayor interés investigar las causas de este crecimiento. Como lo muestra el libro de detalle, no es fácil que surja un análisis causal satisfastoris, pero es posible algiin progreso e incluso se puede hacer una medida y evahacibn de la contribuci& de los descubrimientos médicos modernos. Por otro lado, el status tebrico de los anå- lisis causales de revueltas políticas de importancia, tales como Bas revoluciones francesa y rusa parece estar en un atolladero; Howard K. Beale (1946) ofreció hace algunos anos una pano- rsimica excelente de la variedad de actitudes con respecto a la causalidad y a la naturaleza de las causas de la guerra civil nortea- mericana. Me aquí como resume eale algunas de las m6ltiples posiciones:

Los historiadores, sean cuales fueran sus predlsposiclones, a%- nan causas a la guerra civil que van desde una simple fuerza O

f e n b e n o hasta patrones tan variados y complejos que incluyen todos los movimientos, pensamientos y acclones de las d6cadas anteriores a Ii861, entretejidos dF manera intrincada. Un escritor

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establecieron en el Norte y los que se establecieron en el Sur. (. e

De la guerra se han ofrecido explicaciones morales, ideolbgi- cas, políticas, económicas, sociales, y psicológicas. Se ha atri- buido responsabilidad tanto a las acciones de los hombres como a fuerzas más allá del control humano. ka conspiración, la interpre- tacibn constitucional, la debilidad humana, los intereses econb- micos, la voluptad divina, la ambición política, el clima, el “con- flicto irreprimible”, la emocibn, 1% culturas rivales, los altos prlncigios mordes y la casualidad han sido seriamente acredita- dos como los que dieron lugar a la guerra. May una interpreta- ción marxista, tambien una teoria racial (pp. 55-56).

Beak continua explicitando esta amplia d de expli- caciones causales y sólo el lector miis dogm ede dificil- mente dejar de tener al final una actitud sumamente esc6ptica con respecto a la posi ibidad de suministrar, dado el estado actual de la teoria histhrica, un an sa t~s fac to~ i~ , o aun parcialmente satisfactorio, de to o revolución politica o social de importancia.

El desarrollo de una teoría causai, para Ha m historia de la ciencia, parece un ejercicio ti^ de datos para probar semejantes teorías. ~ s t e s tra bien expresado por Neugebauer saje acerca de las teorías causales so mhticas:

LOS propios griegos tenian múltiples teorias acerca deli origen de las matemáticas. Una de ellas, ~ ~ s ~ ~ ~ t e favorecida, que aun en- contramos viva en muchos libros de texto modernos, hace res- ponsable de la geometria a la necesidad de medir repetdas veces el terreno. Autores modernos se refieren C Q Z ~ frecuencia a ?.as maravillas de la arquitectura egipcia, aunque sin m~~~~~~~ si- quiera un problema concreto de estitica ~ ~ ~ u c ~ o ~ ~ ~ ~ e mediante los procedimientos ariuni.ticos conocidos por los egipcios. Asis- tdteles representa una actitud mucho más sofisticada d conside- rar la existencia de una “clase ociosa”, para mar una expresión modeyna, C O I X I una condición necesaria para el trabajo cienti-

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fico. §in embargo nuestro conocimiento fáctico acerca del desa- rrollo del pensamiento cientifico y de la posición social de los hombres responsables de ello es tan fragmenrario, que me parece conapletamenre imposible probar cualquler hipótesis de este tipo por miis plausible que esto pueda parecer a un hombre mo- derno. (pp. 151-152).

Puede pensarse que, para la ciencia a partir más o menos de 1800, es posible recopildi. datos adecuados para probar ideas causales razonables, pero, como lo muestra el ejemplo acerca de la guerra civil norteamericana, en los casos modernos nos encontrarnos con el problema contrario, esto es, con la dificultad de que los datos son tan ricos y variados que no tenemos ninguna idea seria con respecto a c6mo hacer un aná- lisis científico de causas que pueda defenderse adecuadamente.

arracimes de detalle, ya sea desde un punto de vista in- ternalista o externalista, acerca de cualquier revolución cientí- fica particular resultan, para ml y para muchos otros, fascinantes e intrigantes, pero no encuentro en estas hermosas narraciones la menor traza de una teoría científica causal seria y soy escép- tico con respecto a que en un futuro pr6ximo contemos con una.

Una función propia para filósofos es este caso, como en otros aspectos del análisis histórico, consiste en insistir en el aspecto te6rico y continuar preguntando si se ha hecho un compromiso o si se ha adelantado una tesis con respecto al status teórico de las proposiciones adelantadas acerca de la na- turaleza de las revoluciones científicas. Resulta irónico el he- cho de que después de varias décadas de esfuerzos formalistas en la filosofia de la ciencia muchos filósofos parecen haber sido rebasados por la riqueza de los datos que les han presen- tado los historiadores, sin importar qué tan primitiva sea la teoría que los acompaîie.

Metodología

En varias ciencias, dé las cuales la psicología experimental y la econometría son tal vez los mejores ejemplos, hay un desa- rrollo muy pequeíio de la clase de teoría rigurosa y detallada que he estado invocando. Muchos pueden considerar que im-

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pongo un estándar irrazonable al tomar teorías desarrolladas en las ciencias físicas o en matemáticas como modelos que de- bieran seguirse en una teoria de las revoluciones científicas. Hay, por supuesto, por_ debajo de este asunto, un problema arduo que viene desde hace muchos años con respecto al ca- rácter ideográfico o nomotético de las investigaciones históri- cas. Asumo sin mayor discusión que las pruebas en favor de su carácter nomotético son avasalladoras, al menos asi debería de ser entre quienes quieren hacer afirmaciones pretenciosas acerca de la estructura o de la naturaleza de las revo,luciones científicas. Mi propia actitud es muy sencilla: si la teorla de las revoluciones científicas es primitiva o inexistente, no hay por qué estrangular los hechos.

Pero, aun si la teoría es primitiva, podemos intentar hacer progresos científicos serios aplicando una metodología cuida- dosa y explícitamente pensada, como en el caso de la mayor parte de la psicología experimental y la econometría. Puede aportarse algún tipo de orden al tumulto de los datos empíricos y desarrollarse algún sentido de progreso acumulado. Este es- tándar es satisfecho por una buena parte de aspectos del estu- dio histórico de la poblacibn. Aun aquel maravilloso hilador de fábulas psicológicas del siglo XVIII, David Hume, fue cauto, sumamente empírico y cuidadoso al tratar de tas-as de pobla- ción del mundo antiguo. La literatura moderna histórica sobre población se ha convertido en técnica y científica y, en mi opi- nión, esto es para su mayor crédito.

Derek Price, en su libro de 1961 y en varios artículos, ha hecho un esfuerzo valiente por desarrollar una metodología más cuantitativa en la historia de la ciencia. Price estudia una serie de fenbmenos de crecimiento de la ciencia: el número de revistas, el número de boletines de física desde ,1900, el in- cremento en el número de artículos en un campo determinado de la ciencia y el incremento en el 'número de científicos. Ha investigado hasta qué punto funciones exponenciales u otras funciones no lineales analíticamente simples fijan los datos. No se ha fijado demasiado en las revoluciones científicas, pero el tipo de técnicas cuantitativas que empezó a aplicar no serían inapropiadas, especialmente en el análisis del incremento o decrecimiento de publicaciones sobre algún tema científico de importancia fundamental después de haber sido introducido en Ia liter'atura. Sin embargo, en muchos sentidos Price ha sido

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un ejemplo solitario, no demasiada gente ha seguido la línea de trabajo que él inició; sobre todo, no se ha hecho el anidisis detallado y tedioso de los datos que se requiere para continuar con seriedad el programa que se propuso. El resultado de esto parece ser inevitable: el estudio cuantitativo de la historia de la ciencia permanece en un estado primitivo de la misma manera que la teoria de las revoluciones científicas permanece en di- cho estado.

ay un caso notorio de aplicación de métodos cuantitati- vos en la historia del que me gustaría sacar un paralelo de lo que pienso que seria deseable ver que sucediese en el estudio de las P ~ V Q ~ U C ~ Q I X S cientificas, más generalmente e dia de ~ U C ~ O S aspectos de la historia de la ciencia. Robert ~ i ~ l i a ~ Fogel y Stanley L. Engerman pub1 trabajo polémico, Time on the Crow, con el subtitulo The Eco- azonaics o f American Negro SlQvery. Este trabajo se ha vuelto fa- moso en el campo académico de la historia americana por dos razones: primero, por contravenir varias tesis históricas están- dar acerca de las condiciones de la esclavitud y del desempeiio de los esclavos en el Sur antes de la guerra civil; segundo, porque los autores logran introducir como mktodo para esta-

una bateria de instrumentos estadísticos y téc- n sido desarrollados y usados profusamente en

econometría, pero rara vez, si es que alguna, en el estudio cuantitativo de los temas que constituían el foco de su libro. La repercusión del trabajo de Fogel y Engerman se ha extendido en círculos académicos norteamericanos y parece haber habido una tendencia a alinearse a la aceptación en los historiadores orientados hacia las ciencias sociales, por un lado, y a rechazarlo entre los historiadores orientados humanísticamente. Pero esta no es la moraleja de mi cuento. Un resultado mucho más inte- resante, a mi juicio, es el examen meticuloso de la metodolo- gía de Time on the Cross que han hecho un grupo de historia- dores económicos conocedores de los métodos sofisticados de la econometria. Resulta correcto y apropiado, desde mi punto de vista, que las criticas realmente cuidadosas y fructíferas del trabajo de Fogel y Engerman hayan provenido de David, Gutman, Temin y Wright (1976), quienes escriben en el mismo espíritu ejemplificado en Time on the Crass y no desde una perspectiva humanística amplia.

I Resulta bastante triste que no se haya dado en la historia

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de la ciencia esta misma clase de evaluación crítica y análisis detallado de los datos, dentro de los lineamientos generales iniciados por Price. Comparada con la metodología sofisticada que se maneja en Time on the Cross y en la réplica de David et al. en Reckoning with Slavery, la metodología c’uantitativa que inicia Price se encuentra en pañales, especialmente desde un punto de vista estadistico. Como observa el propio Price: “Re- sulta especialmente perverso en un historiador de la ciencia permanecer puramente historiador y no introducir los poderes de la ciencia para el tratamiento de problemas acerca de su propia estructura. Deberia haber un campo amplio para el tra- tamiento cientifico de los propios problemas internos de la ciencia, sin embargo, curiosamente, este tipo de tratamientos suelen verse con mucho escepticismo” (p. 93).

En el mismo aíio en que apareció Time on the Gross, 1974, el distinguido historiador norteamericano E. De Genovese también publicó un libro sobre la esclavitud en Estados Uni- dos intitulado RollJ Jordan, Roll: The World the Sluves made. Genovese escribe en el estilo tradicional histórico, ofrecikn- donos su propio resumen intuitivo del amplio conjunto de da- tos abarcados, especialmente las versiones personales acerca de las condiciones de los esclavos en el viejo Sur. No es aquí mi propósito evaluar los méritos del libro de Genovese, pero un reseiiador de esta obra hace una observación que considero sumamente apropiada: la diferencia realmente fundamental en- tre Time on the Cross y Roll, Jordun, Roll, es que ell primero puede probarse que está equivocado, y absolutamente equivo- cado, en tanto que el segundo no es susceptible ni de ser com- probado ni rechazado, ya que los métodos no se prestan para hacer un análisis más profundo de las pruebas aducidas en fa- vor o en contra de ninguna tesis particular.

Fogel y Engerman se equivocaron muchas veces, pero fue- ron lo suficientemente honestos como para exhibir los datos y describirlos de tal manera que sus huellas pudiesen seguirse. No lo hizo así Genovese. No se trata de una cuestión de ho- nestidad intelectual, se trata de una cuestión de método; no sólo los demás no pueden seguir las huellas de Genovese, ni él mismo puede hacerlo. No puede darnos una explicación ra- cional de los métodos con los que elabora sus visiones pano- rámicas ni con que selecciona las versiones individuales. Estoy dispuesto a conceder que las filentes creativas de hipótesis, o

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incluso de teorías, se encuentren en lo más profundo del in- consciente del científico o académico individual, pero no estoy dispuesto, de ninguna manera, a dejar en el mismo nivel in- consciente la metodología de la verificación. Hasta donde yo alcanzo a ver, es precisamente ahí donde nos encontramos en el análisis de las revoluciones científicas.

(Universidad de Stanford, California, Estados Unidos)

(Tradzccción de Margarita Val&ss)

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REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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