el extasis de la comunicación

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  • 8/8/2019 El extasis de la comunicacin

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    EL EXTASIS DE LA COMUNICACIN

    Por: Jean baudrillard

    Todo ha partido de los objetos, pero ya no existe el sistema de los objetos. Su crtica

    siempre fue la de un signo cargado de sentido, con su lgica fantasmtica e inconsciente ysu lgica diferencial y prestigiosa. Detrs de estas dos lgicas, un sueo antropolgico: elde un estatuto del objeto ms all del cambio y el uso, ms all del valor y la equivalencia,el sueo de una lgica sacrificial: don, gasto, potlach, parte maldita, consumacin, cambiosimblico.

    Todo ello sigue existiendo, y simultneamente desaparece. La descripcin de taluniverso proyectivo, imaginario y simblico, siempre fue la del objeto como espejo delsujeto. La oposicin del sujeto y el objeto siempre fue significativa, al igual que elimaginario profundo del espejo y de la escena. Escena de la historia, pero tambin escenade la cotidianidad emergiendo a la sombra de una historia cada vez ms polticamente

    desinvestida.Hoy, ni escena ni espejo, sino pantalla y red.

    Ni trascendencia ni profundidad, sino superficie inmanente del desarrollo de lasoperaciones, superficie lisa y operativa de la comunicacin. A imagen y semejanza de latelevisin, el mejor objeto prototpico de esta nueva era, todo el universo que nos rodea eincluso nuestro propio cuerpo se convierten en pantalla de control.

    Ya no nos proyectamos en nuestros objetos con los mismos afectos, las mismas fantasas deposesin, de prdida, de duelo, de celos: la dimensin psicolgica se ha esfumado, aunquepodamos descubrirla en el detalle.

    Barthes ya lo haba sealado a propsito del coche: una lgica de la posesin, de laproyeccin propia de una fuerte relacin subjetiva, es sustituida por una lgica de laconduccin. Nada de fantasas de poder, de velocidad, de apropiacin unidas al objetomismo, sino tctica potencial vinculada a su utilizacin (dominio, control y mando,optimizacin del juego de posibilidades que ofrece el coche como vector, y ya no comosantuario psicolgico), y con ello transformacin del sujeto mismo, que as se vuelveordenador de la conduccin y no demiurgo ebrio de poder. El vehculo se convierte en unaburbuja, el salpicadero en una consola, y el paisaje de alrededor se extiende como unapantalla televisada.

    Pero podemos imaginar una fase posterior a la actual, en la que el coche siga siendo un /10/material de prestacin: una fase en la que se convierta en red informativa. Os habla, osinforma "espontneamente" sobre su estado general, y sobre el vuestro (negndoseeventualmente a funcionar si no funcionis bien), el coche consultante y deliberante, parejaen una negociacin general del modo de vida, algo (o alguien: en esa fase ya no haydiferencia) con lo que estis conectados -la baza fundamental se convierte en lacomunicacin con el coche, un test perpetuo de presencia del sujeto en sus objetos-, interfazininterrumpida.

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    A partir de entonces, ya no cuentan la velocidad o el desplazamiento, ni siquiera laproyeccin inconsciente, ni la competicin ni el que ha comenzado la desacralizacin delcoprestigio. Hace mucho tiempo, por otra parte, che en ese sentido ("Fin de la velocidad!", "circulo ms, consumo menos!"). Se instala preferentemente un ideal ecolgico, deregulacin, de funcionalidad bien templada, de solidaridad entre todos los elementos de un

    mismo sistema, de control y gestin global de un conjunto. Cada sistema (incluido eluniverso domstico) forma una especie de nicho ecolgico, de decorado relacional en elque todos los trminos deben mantenerse en contacto perpetuo, informados de su respectivoestado y del de la totalidad del sistema, pues el desfallecimiento /11/ de un nico trminopuede llevar a la catstrofe.

    Sin duda, todo esto no es ms que un discurso, pero hay que entender que el anlisis delconsumo de los aos sesenta/setenta parta tambin del discurso publicitario o del, pseudo-conceptual, de los profesionales. El "consumo", la "estrategia del deseo" slo han sidoinicialmente un metadiscurso, el anlisis de un mito proyectivo del que nadie ha sabidojams cul era su incidencia real. Jams se supo ms, en el fondo, acerca de la verdad de larelacin de las personas con sus objetos que acerca de la realidad de las sociedadesprimitivas. Esto es lo que permite organizar su mito, pero tambin porque es intilpretender verificar estadsticamente, objetivamente, estas hiptesis. Como sabemos, eldiscurso de los publicitarios sirve inicialmente para los propios publicitarios, y nada nosasegura que el actual discurso sobre la informtica y la comunicacin no sirvaexclusivamente a los profesionales de la informtica y la comunicacin (el discurso de losintelectuales y los socilogos plantea, asimismo, idntico problema).

    Telemtica privada: cada uno de nosotros se ve prometido a los mandos de una mquinahipottica, aislado en posicin de perfecta soberana, a infinita distancia de su universooriginal, es decir, en la exacta posicin del cosmonauta en su burbuja, en un estado deingravidez que le obliga a un vuelo orbital perpetuo, y a mantener una velocidad suficienteen el vaco so pena de acabar estrellndose contra su planeta originario.

    Esta realizacin del satlite orbital en el universo cotidiano corresponde a la elevacin deluniverso domstico a la metfora espacial, con la puesta en rbita de dos habitacionescocina-ducha en el ltimo mdulo lunar, y por tanto con la satelizacin de lo real. Lacotidianidad del hbitat terrestre hipostasiada en el espacio es el final de la metafsica, y elcomienzo de la era de la hiperrealidad. Quiero decir: lo que aqu se proyectabamentalmente, lo que se viva en el hbitat terrestre como metfora ahora es proyectado, sinla menor metfora, en el espacio absoluto, el de la simulacin.

    Nuestra propia esfera privada ya no es una escena en la que se interprete una dramaturgiadel sujeto atrapado tanto por sus objetos como por su imagen, nosotros ya no existimoscomo dramaturgo o como actor, sino como terminal de mltiples redes. La televisin es suprefiguracin ms directa, pero el espacio mismo de habitacin es lo concebidoactualmente como espacio de recepcin y de operacin, como pantalla de mando, terminaldotada de poder telemtico, es decir, de la posibilidad de regularlo todo a distancia,incluido el proceso de trabajo en las perspectivas de trabajo telemtico a domicilio, y sinduda, adems, el consumo, el juego, las relaciones sociales, el ocio. Cabe imaginar

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    simuladores de ocio o de vacaciones del mismo modo que existen simuladores de vuelopara los pilotos de avin.

    Ciencia ficcin? Sin duda, pero hasta ahora todas las mutaciones del entorno hanprovenido de una tendencia irreversible a la abstraccin formal de los elementos y las

    funciones, a su homogeneizacin en un nico proceso, al desplazamiento de lasgestualidades, los cuerpos y los esfuerzos hacia mandos elctricos o electrnicos, alaminiaturizacin, en el tiempo y en el espacio, de procesos cuya escena -que ya no es unaescena- se convierte en la de la memoria infinitesimal y del espacio.

    Ah reside, por otra parte, nuestro problema, en la medida en que esta encefalizacinelectrnica, esta miniaturizacin de los circuitos y de la energa, esta transitorizacin delentorno relegan a la inutilidad, al desuso y casi a la obscenidad, todo lo que constituaanteriormente la escena de nuestra vida. Sabemos que la mera presencia de la televisinconvierte /14/ el hbitat en una especie de envoltura arcaica, en un vestigio de relacioneshumanas cuya supervivencia deja perplejo. A partir del momento en que esta escena ya noes habitada por sus actores y sus fantasas, a partir del momento en que loscomportamientos se focalizan sobre determinadas pantallas o terminales operacionales, elresto aparece como un gran cuerpo intil, abandonado y condenado. Lo real mismo pareceun gran cuerpo intil.

    Han llegado los tiempos de una miniaturizacin, de un telemando y de un microproceso deltiempo, de los cuerpos, de los placeres. Ya no existe un principio ideal de estas cosas aescala humana. Slo persisten efectos miniaturizados, concentrados, inmediatamentedisponibles. Tal cambio de escala es visible en todas partes: este cuerpo, nuestro cuerpo,aparece como superfluo en su extensin, en la multiplicidad y la complejidad de susrganos, de sus tejidos, de sus funciones, ya que todo se concentra hoy en el cerebro y en lafrmula gentica, que resumen por s solos la definicin operacional del ser. El campo, elinmenso campo geogrfico, parece un cuerpo desrtico cuya extensin resulta innecesaria(y que aburre atravesar, incluso al margen de las autopistas) a partir del momento en quetodos los acontecimientos se resumen en las ciudades, a su vez en vas de reducirse a unascuantas cumbres miniaturizadas. y el tiempo: qu decir del inmenso tiempo libre que senos deja, demasiado tiempo que nos rodea como un solar sin edificar, una dimensin ahoraintil en su desarrollo, a partir del momento en que la instantaneidad de la comunicacin haminiaturizado nuestros intercambios a una sucesin de instantes?

    El cuerpo como escena, el paisaje como escena, el tiempo como escena desaparecenprogresivamente. Lo mismo ocurre con el espacio pblico: el teatro de lo social, el teatro delo poltico se reducen cada vez ms a un gran cuerpo blando ya unas cabezas mltiples. Lapublicidad, en su nueva versin, ya no es el escenario barroco, utpico y exttico de losobjetos y del consumo, si no el efecto de una visibilidad omnipresente de las empresas, lasmarcas, los interlocutores sociales, las virtudes sociales de la comunicacin. La publicidadlo invade todo a medida que desaparece el espacio pblico (la calle, el monumento, elmercado, la escena, el lenguaje). Ordena la arquitectura y la realizacin de super-objetoscomo Beaubourg, les Halles o La Villette, que literalmente son monumentos (oantimonumentos) publicitarios, no porque se centren en el consumo, sino porque, enprincipio, se ofrecen como demostracin de la operacin de la cultura, de la operacin

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    cultural de la mercanca y la masa en movimiento. Esta es nuestra nica arquitecturaactual: grandes pantallas en donde se refractan los tomos, las partculas, las molculas enmovimiento. No una escena pblica, un espacio pblico, sino gigantescos espacios decirculacin, de ventilacin, de conexin efmera.

    Lo mismo ocurre con el espacio privado. Su desaparicin es contempornea a la del espaciopblico. Ni ste es ya un espectculo, ni aqul es ya un secreto. La distincin entre uninterior y un exterior, que describa acertadamente la escena domstica de los objetos y lade un espacio simblico del sujeto, se ha borrado en una doble obscenidad: la actividad msntima de nuestra vida se convierte en pasto habitual de los media ( televisin no-stop sobrela familia Loud's en USA, innumerables "tranches de vie" y emisiones psi en la televisinfrancesa), pero tambin el universo entero acude a desplegarse innecesariamente en nuestrapantalla domstica. Pornografa microscpica del universo, pornografa en tanto es forzaday desmesurada, exactamente igual que el primer plano sexual en el porno. Todo ello haceestallar la escena antes protegida por una distancia mnima e interpretada conforme a unritual secreto slo conocido por los actores.

    No cabe duda de que el universo privado era alimento, en cuanto nos separaba de losdems, del mundo, en cuanto estaba investido de un muro protector, de un imaginarioprotector. Pero recoga tambin el beneficio simblico de la alienacin: el Otro existe y laalteridad puede interpretarse para bien y para mal. As fue vivida la sociedad de consumobajo el signo de la alienacin, como sociedad del espectculo. Y, precisamente, habaespectculo, y ste, incluso alienado, jams es obsceno. La obscenidad comienza cuando yano hay espectculo ni escena, ni teatro, ni ilusin, cuando todo se hace inmediatamentetransparente y visible, cuando todo queda sometido a la cruda e inexorable luz de lainformacin y la comunicacin.

    Ya no estamos en el drama de la alienacin, sino en el xtasis de la comunicacin. Y estextasis s es obsceno. Obsceno es lo que acaba con toda mirada, con toda imagen, con todarepresentacin. No es slo lo sexual lo que se vuelve obsceno: actualmente existe toda unapornografa de la informacin y la comunicacin, una pornografa de los circuitos y lasredes, de las funciones y los objetos en su legibilidad, fluidez, disponibilidad y regulacin,en su significacin forzada y en sus resultados, sus conexiones, su polivalencia, suexpresin libre...

    Ya no es la obscenidad de lo oculto, reprimido, oscuro, sino la de lo visible, de lodemasiado visible, de lo ms visible que lo visible, la obscenidad de lo que ya no tienesecreto, de lo que es enteramente soluble en la informacin y la comunicacin.

    Marx ya denunciaba la obscenidad de la mercanca, unida al principio de su equivalencia, alabyecto principio de su libre circulacin. La obscenidad de la mercanca procede de que esabstracta, formal y ligera, respecto a la pesadez, opacidad y sustancia del objeto. Lamercanca es legible: en contra del objeto que jams confiesa enteramente su secreto,manifiesta siempre su esencia visible, esto es, su precio. La mercanca es el lugar detranscripcin de todos los objetos posibles: a travs de ella, comunican los objetos; la formamercanca es el primer gran medium del mundo moderno. Pero el mensaje que entregancon ella es radicalmente simplificado, y siempre el mismo: su valor de cambio. As pues, en

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    el fondo, el mensaje ya no existe, sino slo el medium que se impone en su circulacinpura. A eso le llamamos xtasis: el mercado es una forma exttica de la circulacin de losbienes, as como la prostitucin y la pornografa son formas extticas de la circulacin delsexo.

    Elevando este anlisis al cuadrado se entiende qu ocurre con la transparencia y laobscenidad del universo de la comunicacin, que dejan a su espalda las del universo de lamercanca, en cierto modo relativas.

    Todas las funciones subsumidas en una nica dimensin, la de la comunicacin: es elxtasis. Todos los acontecimientos, los espacios y las memorias subsumidos en la nicadimensin de la informacin: es la obscenidad.

    A la obscenidad clida y sexual sucede la obscenidad fra y comunicacional. La primeraimplicaba una forma de promiscuidad, la de los objetos amontonados y acumulados en eluniverso privado, o la de todo lo que no se ha dicho y bulle en el silencio de la inhibicin;se trataba de una promiscuidad orgnica, visceral, carnal. En cambio, la promiscuidadimperante sobre las redes de la comunicacin es la de una saturacin superficial, unasolicitacin incesante, un exterminio de los espacios intersticiales. Levanto mi receptortelefnico y me asalta toda la red marginal, me acosa con la insoportable buena fe de lo quequiere y pretende comunicar. Las radios libres: hablan, cantan, se expresan. Muy bien. Peroen trminos de medium, el resultado es ste: un espacio, el de la banda FM, se encuentrasaturado, las emisoras se encabalgan, se mezclan: algo que era libre porque tena espaciodeja de serlo -la palabra es libre, aunque yo ya no lo soy, ni llego a saber lo que quiero, tales la saturacin del espacio y fuerte la presin de todo lo que pretende hacerse or.

    Caigo en el xtasis negativo de la radio.

    Unido a este delirio de la comunicacin existe un estado tpico de fascinacin y vrtigo.Una forma de placer tal vez singular, pero aleatoria y vertiginosa. Siguiendo a Caillois ensu clasificacin de los juegos: mimicry, agn, ala, ilynx -juegos de expresin, juegos decompeticin, juegos de azar, juegos de vrtigo-, la tendencia de toda nuestra cultura nosllevara de una desaparicin de las formas expresivas y competitivas a una ampliacin delas formas del azar y el vrtigo.

    Estas ya no suponen juegos de escena, de espejo, de desafo o de alteridad, sino que msbien resultan extticas, solitarias y narcisistas. El placer ya no es el de la manifestacinescnica o esttica (seductio), sino el de la fascinacin pura, aleatoria y psicotrpica(subductio). Esto no supone necesariamente un juicio negativo, aunque sin duda aparezcauna mutacin profunda y original de las formas de percepcin y de placer. Apenas llegamosa medir sus consecuencias. Aplicando nuestros criterios antiguos y los reflejos de unasensibilidad "escnica", corremos el riesgo de ignorar la irrupcin, en la esfera sensorial,de esta forma nueva, exttica y obscena.

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    Algo es seguro: si la escena nos seduca, lo obsceno nos fascina. Pero el xtasis es locontrario de la pasin. Deseo, pasin, seduccin -o tambin, segn Caillois, expresin ycompeticin-, son los juegos del universo clido. xtasis, fascinacin, obscenidad,comunicacin -o tambin, segn Caillois, azar, suerte y vrtigo-, son los juegos deluniverso fro, del universo cool (incluso el vrtigo es fro, en especial el de las drogas ).

    De todos modos, tendremos que sufrir esta extraversin forzada de toda interioridad, estaintroyeccin forzada de toda exterioridad que constituye el imperativo categrico de lacomunicacin. Es posible que aqu convenga utilizar ciertas metforas procedentes de lapatologa. Si la histeria era la patologa de una puesta en escena exacerbada del sujeto, deuna conversin teatral y opertica del cuerpo, y si la paranoia era la patologa de laorganizacin y estructuracin de un mundo rgido y celoso, a partir de la promiscuidadinmanente y la conexin perpetua de todas las redes en la comunicacin e informacin noshallamos en una nueva forma de esquizofrenia. Hablando con exactitud, ya no es la histeriao la paranoia proyectiva, sino el estado de terror caracterstico del esquizofrnico -unaexcesiva proximidad de todo, una promiscuidad infecta de todo-, que le inviste y le penetrasin resistencia, sin que ningn halo, ninguna aura, ni siquiera la de su propio cuerpo, leprotejan. El esquizofrnico est abierto a todo pese a s mismo, y vive en la mayorconfusin. Es la presa obscena de la obscenidad del mundo. Ms que por la prdida de loreal, se caracteriza por esta proximidad absoluta e instantaneidad total de las cosas, unasobreexposicin a la transparencia del mundo. Despojado de toda escena y atravesado sinobstculo, ya no puede producir los lmites de su propio ser, ya no puede producirse comoespejo. Y se convierte as en pura pantalla, pura superficie de adsorcin y reabsorcin delas redes de influencia.